Diez Años de Jurisprudencia Constitucional en América Latina
Diez Años de Jurisprudencia Constitucional en América Latina
Diez Años de Jurisprudencia Constitucional en América Latina
EDITORES ACADÉMICOS
Víctor Bazán
Marie-Christine Fuchs
ISBN: 978-84-1113-481-1
Fecha: Julio de 2021
Revisión de textos en español: María José Díaz Granados
Revisión de textos en portugués: Paulo Baptista
Diagramación: Marta Rojas
PRESENTACIÓN IX
PRÓLOGO XV
y IX
en la efectividad de acciones que asumió cada país para resolver un problema ju-
rídico de derechos humanos o fundamentales. No obstante, y en contraposición
a esta idea, también vale la pena destacar las invariables vulneraciones y límites
que han impuesto las instancias nacionales para darles un cumplimiento parcial,
o incluso no dar cumplimiento, a varias decisiones que se han tomado en instan-
cias internacionales en casos de violaciones de derechos humanos.
De esta manera, el surgimiento de tribunales y cortes constitucionales, la
creación de salas especializadas o las funciones constitucionales en la justicia
ordinaria han permitido aproximarse a nuevas formas de analizar los derechos
humanos. Esto debido a la consolidación de bloques de constitucionalidad y de
una jurisprudencia creadora, que han posibilitado la creación de un sistema se-
rio de precedentes vinculantes, lo cual conduce de manera inmediata a nuevos
esquemas interpretativos del derecho. De esta manera, el sistema legal se ha
ido transformando para establecer un derecho por fuera de las normas creadas
por el congreso o el ejecutivo. Además, la referencia a la jurisprudencia ha am-
pliado el espectro hermenéutico del derecho, en el que las constituciones han
logrado consolidar su parte dogmática como una verdadera herramienta para
que las personas puedan hacer valer los derechos humanos. Esta comprensión
general ha llevado a que en América Latina se desarrolle una nueva corriente de
“derecho jurisprudencial y constitucional” en la cultura jurídica. Esto es, toman-
do parte de la tradición del common law, en los países latinoamericanos se ha
ido repensando la importancia del poder creador de la jurisprudencia, muchas
veces dejado de lado por una tradición más legalista que apuntaba a la lectura
más bien pétrea de los códigos.
Varios indicios muestran este cambio, entre ellos se podría mencionar un
interés por los estudios que buscan determinar las líneas jurisprudenciales en
materia constitucional y de derechos humanos. En este sentido, se han ido de-
sarrollando líneas jurisprudenciales que tienen una carga de valor importante
a nivel regional, como la jurisprudencia de la Corte Constitucional colombiana
en materia de desplazamiento o salud, o las decisiones estructurales de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH) en materia de violación de
derechos humanos durante y después de las dictaduras. Finalmente, se podría
señalar que los jueces, en sus decisiones, tienen la obligación de realizar mayores
esfuerzos argumentativos para la construcción de precedentes coherentes que
puedan abrir paso a un nuevo sistema de derecho.
La sobresaliente obra que el lector tiene en sus manos pretende, enton-
ces, dar cuenta del seguimiento del desarrollo jurisprudencial en diferentes
aspectos constitucionales en los últimos diez años en la región, enfocándose
en tres grandes ejes temáticos: los artículos del primer eje se concentran en el
Presentación y XI
Finalmente, un tercer eje temático de artículos de esta obra se centra en un
análisis detallado de jurisprudencia de tribunales, cortes y salas constituciona-
les. La finalidad de estos textos es mostrar el marco de producción de interpre-
taciones que ha delimitado las líneas jurisprudenciales durante los últimos diez
años, en relación con las incidencias en las coyunturas nacionales, regionales y
globales. En ese orden de ideas, la producción jurisprudencial se plantea desde
los diálogos entre cortes, en distintos niveles. Esa posibilidad, que también ha
sido conocida como cross fertilization, ha permitido que los jueces constitucio-
nales ejerzan procesos interpretativos más integrales para la garantía de los dere-
chos fundamentales, lo que ha generado pautas analíticas nutridas por diversas
fuentes para reforzar el alcance de la justicia constitucional.
En síntesis, se podría sugerir que los artículos de esta obra tienen como ob-
jetivo dar detalles sobre la calidad de las democracias latinoamericanas, y, con
esto, observar de manera particular el grado de cumplimiento de las órdenes de
instancias internacionales en materia de derechos humanos, así como la medida
de la eficacia de acciones específicas que tiene cada país para la protección de los
derechos fundamentales. De esta manera, los casos de Argentina, Brasil, Bolivia,
Chile, Colombia, Guatemala, México, Perú, Uruguay y Venezuela dan cuenta de
una serie de tensiones institucionales entre el derecho internacional y el derecho
constitucional local, así como de una serie de innovaciones legales en materia de
protección de derechos. Por supuesto, dentro de todas estas tensiones hay que
prestar especial atención a la constante violación de los derechos humanos en la
región, y a la falta, en este sentido, de una jurisprudencia plenamente vinculante
y argumentativamente fuerte.
Desde esta perspectiva, el Programa Estado de Derecho para Latinoamérica
de la Fundación Konrad Adenauer pretende ofrecer, además, una visión de sen-
tencias hito, las cuales han tenido un alto grado de importancia para cada uno de
los países que hemos decidido estudiar. Asimismo, se procura tener una base que
nos permita presentar una muestra importante del grado de desarrollo y cum-
plimiento de los derechos humanos en la región. Es posible entonces concluir
que, en general, el grado de cumplimiento de las órdenes jurídicas internacio-
nales, e incluso nacionales, sobre el deber de cada Estado con la observancia de
los derechos humanos en los países que se analizan podría aumentarse. Hacer
este diagnóstico general de cada país podría dar algunas claves para mejorar el
sistema regional en varios aspectos. Es necesario, por tanto, empezar a construir
una teoría analítica y compleja del derecho de los derechos humanos, lo que se
enmarca dentro de la filosofía de pensamiento que ha tenido el Programa Estado
de Derecho para Latinoamérica de la Fundación Konrad Adenauer en estos años.
Para la construcción de este proyecto se ha buscado, en primer lugar, observar la
Presentación y XIII
Un especial reconocimiento al doctor Víctor Bazán, miembro fundador del
Grupo y editor académico, por su incansable labor de revisión y edición, tanto en
esta como en las anteriores ocasiones, así como por su dedicación y vínculo pro-
fundo con este Grupo y con el Programa Estado de Derecho para Latinoamérica
de la Fundación Konrad Adenauer.
El propósito último de esta publicación es que se propongan nuevos debates
que tengan como finalidad abrir espacios de diálogo entre las instituciones jurídi-
cas nacionales y regionales, lo que permitirá, a través del derecho, crear nuevas ini-
ciativas para un mayor cumplimiento de los derechos humanos en el continente.
Marie-Christine Fuchs
Directora del Programa Estado de Derecho
para Latinoamérica de la Fundación Konrad Adenauer
Magdalena Schaffler
Coordinadora de proyectos del Programa Estado de Derecho
para Latinoamérica de la Fundación Konrad Adenauer
I.
La presente obra, novena de la colección, aglutina las investigaciones efectuadas
entre 2019 y 2020 por los integrantes del Grupo de Justicia Constitucional y De-
rechos Fundamentales del Programa Estado de Derecho para Latinoamérica de
la Fundación Konrad Adenauer (KAS).
En particular, nos referimos a las investigaciones desarrolladas sobre impor-
tantes tópicos de la justicia y la jurisprudencia constitucionales, además de la
atrayente temática del activismo judicial frente a la autocontención, con la in-
acabada discusión acerca de si existen uno o varios activismos.
II.
El libro está compuesto por once trabajos, además de la presentación realizada
por la directora del Programa Estado de Derecho para Latinoamérica de la KAS,
doctora Marie-Christine Fuchs, y del presente prólogo.
Por su parte, las colaboraciones se suceden respetando el orden alfabético del
país de pertenencia de cada uno de los autores, a saber:
1. “Isonomía, derechos humanos, justicia constitucional y otras cuestiones
relevantes en Argentina”, por Víctor Bazán.
2. “El rol del juez constitucional en Brasil: entre el activismo y el legalismo”,
por Mônia Clarissa Hennig Leal.
3. “Ativismo versus decisionismo e autocontenção versus passivismo judi-
ciais no Brasil”, por Dimitri Dimoulis, Soraya Lunardi e Leonardo Martins.
4. “El constitucionalismo boliviano. Una década de contraste entre el diseño
normativo y la realidad práctica”, por José Antonio Rivera S.
5. “Los derechos humanos en la jurisprudencia de los tribunales superiores
de justicia en Chile (2008-2019)”, por Claudio Nash.
6. “Veinte años de sentencias estructurales en Colombia”, por Néstor Osuna
Patiño.
y XV
7. “Análisis de jurisprudencia constitucional en Guatemala (2011-2020)”, por
Aylín Ordóñez Reyna.
8. “A diez años de la reforma mexicana sobre derechos humanos: una pro-
puesta de cuatro fases jurisprudenciales”, por Alfonso Herrera García.
9. “Balance del rol de la justicia constitucional en la protección de los dere-
chos fundamentales en el Perú (2009-2019)”, por César Landa.
10. “Diez años de jurisprudencia constitucional en Uruguay”, por Martín Ris-
so Ferrand.
11. “Diez años de jurisprudencia constitucional en Venezuela: la consoli-
dación y exacerbación del protagonismo judicial autoritario”, por Jesús
María Casal.
III.
Enviamos un sincero agradecimiento por el esfuerzo desinteresado que las y los
colegas que integran el Grupo realizan para poder continuar adelante con esta
publicación, que brinda al Grupo un sello identitario.
Asimismo, dejamos testimonio de franca gratitud a la doctora Marie-Chris-
tine Fuchs por su decidida y amable predisposición para que el Grupo pueda
seguir trabajando y generando contenido jurídico cualitativamente importante.
Del mismo modo, valoramos la energía y el trabajo de Magdalena Schaffler,
en conjunto con el equipo de apoyo del programa por la significativa y constante
labor que cumplen.
IV.
El presente volumen ingresa en un terreno tan complejo como importante, al
focalizar principalmente tópicos relevantes de la justicia y la jurisprudencia
constitucionales de diez países de América Latina, lo que a su vez conecta con la
multifacética cuestión de las relaciones entre activismo judicial y self-restraint.
Desde luego, esa paleta polícroma ofrece características propias de cada pai-
saje jurídico latinoamericano que, si bien muestra coincidencias y equivalencias,
no deja de contener elementos fisonómicos, necesidades, desafíos y urgencias de
cada contexto específico.
Expuesto lo anterior, solo resta hacer votos para que el libro resulte útil, no
solamente en ámbitos académico-científicos, sino también en las tareas que
cotidianamente llevan adelante juezas/es, magistradas/os, fiscalas/es y defen-
soras/es, autoridades legislativas y ejecutivas, defensoras/es del Pueblo, orga-
nizaciones no gubernamentales (ONG) y demás actoras/es de los respectivos
sistemas jurídicos.
Víctor Bazán
Editor académico
San Juan, Argentina, primer trimestre de 2021
Prólogo y XVII
ISONOMÍA, DERECHOS HUMANOS, JUSTICIA CONSTITUCIONAL
Y OTRAS CUESTIONES RELEVANTES EN ARGENTINA
Víctor Bazán*
INTRODUCCIÓN
Para realizar este trabajo hemos tomado un lapso cronológico suficiente y sensa-
to para efectuar algunas apreciaciones respecto de ciertos temas introducidos a
la Constitución Nacional (CN) por la reforma constitucional de 1994 o aggiorna-
dos por esta en el marco del Estado constitucional y convencional.
Por supuesto, las limitaciones de extensión de este trabajo no permiten in-
gresar en todos y cada uno de los tópicos involucrados en semejante innovación
constitucional, que fue cuantitativa y cualitativamente importante.
* Doctor en Ciencias Jurídicas y Sociales (summa cum laude), Universidad de Mendoza (Ar-
gentina); posdoctorando, Universidad de Buenos Aires (UBA). Profesor Titular de Derecho
Constitucional y Derechos Humanos, de Derecho Procesal Constitucional y de Derecho
Internacional Público, Universidad Católica de Cuyo, San Juan (Arg.); juez de Cámara de
Apelaciones desde 1999, San Juan (Arg.); miembro originario del Grupo de Justicia Consti-
tucional y Derechos Fundamentales del Programa Estado de Derecho para Latinoamérica
de la Fundación Konrad Adenauer, Bogotá (Colombia); profesor Doctor Honoris Causa de
la Universidad Ricardo Palma, Lima (Perú); especialista en “Justicia constitucional y pro-
tección de los derechos fundamentales”, Pisa (Italia); especialista en “Constitucionalismo
y Democracia”, Universidad de Castilla, Toledo (España); especialista en Derechos Huma-
nos, Instituto Internacional de Derechos Humanos “René Cassin”, Estrasburgo (Francia);
profesor de posgrado (doctorado, maestría, etc.), según corresponda, en diversas univer-
sidades de Argentina y el exterior. Miembro de la International Academy of Comparative
Law, París (Francia); miembro individual de la Asociación Internacional de Derecho Cons-
titucional; investigador visitante (Visiting Scholar) del Instituto de Investigaciones Jurídicas
de la UNAM (México); del Instituto Max-Planck de Derecho Público Comparado y Derecho
Internacional, Heidelberg (Alemania); y de la Università degli Studi di Perugia (Italia). Aca-
démico Correspondiente de la Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdo-
ba (Argentina); miembro del Instituto de Derecho Constitucional de la Academia Nacional
de Derecho y Ciencias Sociales de Buenos Aires. [email protected]
2 y Argentina
La idea fue generar una visualización estructural de la igualdad, esto es, que
entienda como relevante la situación de la persona considerada de manera in-
dividual, pero sobre todo como parte de un grupo tradicionalmente postergado.
Punto muy importante estriba en el citado artículo 75, inciso 23, párr. 1°, en
cuanto a su tramo final, donde con fines de reivindicación de grupos sistemáti-
camente soslayados o marginados depara –al menos discursivamente– un plus
protector a favor de los niños, las mujeres, los ancianos y las personas con disca-
pacidad.
Dos anotaciones al respecto: i) según entendemos, la determinación de los
beneficiarios de ese plus tuitivo no se agota con los aludidos expresamente en
el texto constitucional, sino que admite otros destinatarios como, por ejemplo,
los pueblos indígenas argentinos, a cuyo respecto, el artículo 75, inciso 17, ha
reconocido explícitamente su preexistencia étnica y cultural y otros derechos y
garantías relevantes alojados en la norma en cuestión, así como también, res-
pecto de las familias en “situación de calle”;1 y ii) por mandato constitucional,
los jueces y demás autoridades públicas deberán acatar y aplicar en la práctica
esa protección extra que la CN ha dispuesto acordar en beneficio de personas y
grupos vulnerables.
La igualdad no se agota en la no discriminación. Si bien esta última es muy
importante, se requiere una tarea proactiva y activista del Estado para generar un
sistema articulado de políticas públicas al respecto, es decir, para que se logre una
cabal igualdad real de oportunidades y de trato que sea adecuada y sustentable, y
que conlleve una actitud de protección de colectivos históricamente desplazados
para superar la situación de vulnerabilidad en que se encuentran sumidos.
El citado artículo 75, inciso 23, párr. 2°, establece que el Congreso dictará un
régimen de seguridad social especial e integral para la protección del niño en
situación de desamparo, desde el embarazo hasta la finalización del periodo de en-
señanza elemental, y de la madre durante el embarazo y el tiempo de lactancia.
Para lograr el desiderátum contenido en la CN, se impone fundamental, aun-
que no exclusivamente, al Congreso afrontar de manera imperiosa el dictado de
medidas de acción positiva en el marco de políticas públicas articuladas, estruc-
turadas y consistentes, lo que hoy es aún una deuda pendiente.
1 CSJN, “Q. C., S. Y. c/ Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires s/ Amparo”, 24 de abril de 2012,
Fallos, 335:452. Los alineamientos fueron los siguientes: la moción que encabeza el fallo
fue firmada por los ministros Lorenzetti, Highton de Nolasco, Fayt, Maqueda y Zaffaroni;
mientras que en sendos votos individuales se pronunciaron los jueces Petracchi y Argibay.
4 y Argentina
Debe comprenderse que el gasto público en protección social constituye una
inversión trascendental cuyos efectos se proyectarán hacia los años por venir.
Existe un nexo muy intenso entre los Desca (también los derechos civiles y
políticos), sus contenidos esenciales y la dignidad inherente a las personas y los
colectivos humanos, fundamentalmente los excluidos y vulnerables, por lo que
resulta perentorio adoptar medidas y políticas públicas articuladas, consistentes
e inclusivas de acción positiva en su favor.
4 Mónica Pinto, Temas de derechos humanos, Buenos Aires, Editores del Puerto, 1997, p. 13.
5 Entre otros autores, véase Demian Zayat, “Comentario Art. 75, inc. 23”, en Roberto Gargare-
lla y Sebastián Guidi (dirs.), Constitución de la Nación Argentina Comentada, t. II, Buenos
Aires, La Ley, 2019, pp. 476 y ss.
6 y Argentina
de grupos que emergieron con mayor evidencia a partir de la crisis social que
enfrentó nuestro país a comienzos del siglo XXI y que dejó secuelas que tardarán
mucho en desaparecer”8 (énfasis añadido).
Para cerrar este punto, vale recordar que la Corte IDH, en su relevante Opi-
nión Consultiva OC-18/03, ha sostenido claramente que el principio de igualdad
ante la ley, igual protección ante esta y no discriminación pertenece al ius cogens,
“permea todo ordenamiento jurídico” (párr. 101) e “impregna toda actuación del
poder del Estado” (párr. 100).9 Todo lo cual importa un refuerzo cualitativamente
apreciable para apuntalar los cimientos del principio de igualdad.
14 CSJN, Fallos, 337:256. Se expidieron convergentemente los ministros Lorenzetti, Fayt y Ma-
queda; mientras que en votos concurrentes conjuntos se expidieron los jueces Argibay y
Petracchi, y en voto individual la ministra Highton de Nolasco.
15 CSJN, Fallos, 338:1258. La mayoría estuvo compuesta por los ministros Lorenzetti, Fayt y
Maqueda; en disidencia se pronunció la ministra Highton de Nolasco.
16 CSJN, Fallos, 339:827. Votaron coincidentemente los jueces Lorenzetti, Highton de Nolas-
co y Maqueda.
17 Para una síntesis de lo resuelto en cada uno de dichos casos, véase Víctor Bazán, “Justicia y
transparencia: panorama y cuestiones conflictivas en el orden federal”, en AA.VV., Justicia
y transparencia. Justicia y división de poderes. Justicia y federalismo. Justicia y desarrollo
humano, Chaco, XXIII Encuentro de Profesores de Derecho Constitucional, Asociación
Argentina de Derecho Constitucional, ConTexto, 2017, pp. 19-63.
18 B.O. de 29 de septiembre de 2016. Entró en vigencia el 29 de septiembre de 2017.
19 Cfr. Documento denominado: Acceso a la información y transparencia en el Poder Judicial.
Guía de buenas prácticas en América Latina, Asociación por los Derechos Civiles, Buenos
8 y Argentina
El corrimiento del velo de opacidad bajo el cual tradicionalmente ha discu-
rrido la actividad jurisdiccional, sumado a un mayor interés social por el fun-
cionamiento del sistema de justicia, trae un doble efecto positivo: i) una mayor
transparencia y el aumento del flujo de información pueden disminuir los már-
genes para la discrecionalidad, la corrupción y la arbitrariedad en el comporta-
miento judicial y de los grupos de interés; y ii) la formación de un conjunto de
ciudadanos interesados por el funcionamiento de la justicia, quienes respaldan
la labor de esta con su intervención (constituency).20
El nivel de desarrollo del Estado constitucional y convencional lleva a con-
cluir que existe un derecho humano a la transparencia y, correlativamente, un de-
ber de las autoridades públicas de garantizarlo responsable y suficientemente. Es
que la transparencia tiene un vínculo estrecho con la rendición de cuentas. Así,
y con ser relevante contar en abstracto con el derecho de acceso a la información
pública, es imprescindible ejercerlo pragmáticamente para tonificar los canales
de participación pública y la accountability.
Preliminar
Aires, p. 18. En la publicación se aclara que los contenidos fueron elaborados por Álvaro
Herrero y Gaspar López, mientras que la edición corrió por cuenta de Virginia Feinmann y
Mariana Enghelp.
20 Ibid., pp. 18-19.
21 Véase para ampliar Víctor Bazán, “Constitución, economía y derechos fundamentales. El
caso argentino”, en Víctor Bazán y Marie-Christine Fuchs (eds.), Constitución y Economía,
Bogotá, Programa Estado de Derecho para Latinoamérica de la Fundación Konrad Ade-
nauer, 2019, pp. 1-48.
i) Introito
22 Por medio de la Ley Nac. 25.675 (B.O. de 28 de noviembre de 2002), conocida como Ley
General del Ambiente, se han establecido los presupuestos mínimos para el logro de una
gestión sustentable y adecuada del ambiente, la preservación y protección de la diversidad
biológica y la implementación del desarrollo sustentable.
10 y Argentina
conforme al Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) debe
entendérselo como un proceso de expansión de las capacidades de las personas y
de las libertades efectivas en sus trayectorias de vida. Ello supone ubicar el bien-
estar de las personas en el centro de la reflexión y concebir el enriquecimiento de
las posibilidades humanas como el objetivo clave del desarrollo.
A los efectos de colaborar con el desarrollo humano sostenible y el desarrollo
de capacidades en un contexto institucional democrático, en Argentina el PNUD
manifiesta enfocar su labor en cuatro áreas: desarrollo inclusivo (que comprende
empleo, previsión social, servicios sociales básicos, educación, temáticas de ju-
ventud); ambiente y desarrollo sostenible (apoyando la protección de los ecosis-
temas y la gestión de recursos naturales, la generación y utilización de energías
renovables, la asistencia en desastres y la prevención y mitigación de los efectos
del cambio climático, la promoción de la biodiversidad); gobernabilidad demo-
crática y promoción de la igualdad de géneros, transversalizando su enfoque en
toda la cartera de proyectos y trabajando por la equidad y la eliminación de las
desigualdades.23
Asimismo, coordina sus actividades con agencias y organismos especializa-
dos del sistema de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), suministran-
do asistencia relacionada con las prioridades nacionales para cumplir las metas
fijadas en las diferentes cumbres mundiales y, más recientemente, en seguimien-
to de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y los Objetivos de Desarrollo
Sostenible, compromiso suscrito en septiembre de 2015.24
Es importante destacar que, en función de aquella Agenda 2030, los Estados
miembros de la ONU dirigieron sus esfuerzos a maximizar valores y derechos
fundamentales como la dignidad, la prosperidad y la sostenibilidad para los se-
res humanos y el planeta.
En esa línea de sentido, se ha dicho que:
12 y Argentina
sobre sus recursos naturales; j) Principio de igualdad soberana de los Estados; y
k) Principio pro persona.
Sería injusto no incluir en esta breve reseña el Convenio de Aarhus, sobre el
acceso a la información, la participación del público en la toma de decisiones y el
acceso a la justicia en materia de medio ambiente, que fuera firmado en Aarhus
(Dinamarca) el 25 de junio de 1998, y que entró en vigor el 30 de octubre de 2001.
El Convenio, que cuenta con 47 Estados parte, fue elaborado en el marco de la
United Nations Economic Commission for Europe (Unece) (Comisión Económi-
ca de las Naciones Unidas para Europa).27
Dicho Convenio se asienta en tres pilares:
1. Libre acceso a la información ambiental de los ciudadanos, lo que com-
prende el acceso activo (v. gr., las administraciones públicas están obli-
gadas a difundir los datos e informaciones ambientales que posean); y el
acceso pasivo (los ciudadanos también tienen la obligación de proporcio-
nar a las administraciones públicas la información ambiental que les sea
solicitada en el plazo de un mes desde su requerimiento).
2. Participación ciudadana en la toma de decisiones en materia medioam-
biental, lo que supone la realización de actividades concretas vinculadas
al medio ambiente; el desarrollo de programas y planes de acción para la
preservación de aquel, y la elaboración de reglamentos y normativas en
materia medioambiental.
3. Acceso a la justicia medioambiental, aspecto que no está taxativamente
regulado, lo cual puede traducirse como la existencia de un mayor margen
de libertad de actuación de los Estados firmantes, tratando de brindar una
base jurídica para actuar en casos de violaciones sufridas por los ciudada-
nos respecto de cualquiera de los dos derechos anteriores. En tal contexto,
cada Estado cuenta con la potestad de añadir requisitos y aspectos adicio-
nales de acuerdo con su propia legislación.
Para concluir este punto en particular, debe quedar claro que en la medi-
da en que converja voluntad política de los Estados y demás actores del siste-
ma, el Acuerdo de Escazú puede resultar un relevante punto de partida y una
herramienta útil en la lucha contra la desigualdad y la discriminación, y para
garantizar los derechos de las personas a un medio ambiente sano y al desarro-
llo sostenible; abrir la puerta a la participación pública en los procesos de toma
de decisiones ambientales; acceder a la justicia en cuestiones ambientales, sin
El artículo 42 comprende varios aspectos. Por una parte, los derechos de consu-
midores y usuarios de bienes y servicios, respecto al consumo, a la protección de
su salud, seguridad e intereses económicos; a una información adecuada y veraz;
a la libertad de elección, y a condiciones de trato equitativo y digno.
Asimismo, la obligación de las autoridades en punto a proveer la protección
de aquellos derechos, la educación para el consumo, la defensa de la compe-
tencia contra toda forma de distorsión de los mercados, el control de los mo-
nopolios naturales y legales, la calidad y eficiencia de los servicios públicos, y la
constitución de asociaciones de consumidores y de usuarios.
A modo de digresión, y específicamente sobre la competencia respecto de
cualquier modo distorsivo en los mercados, en 2018 se produjo una innovación
normativa importante por medio de la sanción de la Ley Nacional 27.44228 (Ley
de Defensa de la Competencia), que en su artículo 80 deroga las leyes nacionales
22.26229 y 25.15630 y los artículos 65 a 69 del Título IV de la Ley Nacional 26.993.31
Por conducto de la relativamente novel normativa, se diseñó un nuevo modelo
regulatorio para la defensa de la competencia, reglamentando el principio rector
de la política económica establecido en el artículo 42 de la CN.
Para retornar de la visita digresiva, se observa en el segmento final del ar-
tículo 42, que el Congreso debe establecer procedimientos eficaces para la
prevención y solución de conflictos, y los marcos regulatorios de los servicios
públicos de competencia nacional, previendo la necesaria participación de las
asociaciones de consumidores y usuarios, y de las provincias interesadas, en los
organismos de control.
Este último punto de la citada norma tiende un puente con lo estatuido en
el artículo 43, párr. 2°, CN, lo que habilita la interposición del amparo colecti-
vo contra cualquier forma de discriminación y en lo relativo a los derechos que
protegen el ambiente, la competencia, al usuario y al consumidor, así como a los
derechos de incidencia colectiva en general, el afectado, el defensor del pueblo y
las asociaciones que propendan a esos fines, registradas conforme a la ley.
14 y Argentina
Es evidente la impronta que la reforma procuró introducir a la CN, con rela-
ción a una intensa protección de los derechos de incidencia colectiva, aunque
aún no se logran los consensos necesarios para el dictado de una ley de procesos
colectivos, sin perjuicio de lo cual la CSJN, por vía de las Acordadas 32/2014 y
12/2016, ha creado respectivamente el Registro de Procesos Colectivos y dictado
el reglamento de dicha tipología de procesos. Es un principio de avance que debe
ser complementado con una ley del Congreso en la materia.
El artículo 75, inciso 8°, enfoca un tema de gran relieve: la competencia del Con-
greso para fijar anualmente, conforme a las pautas establecidas en el inciso 2°,
párr. 3°, del artículo 75, el presupuesto general de gastos y el cálculo de recursos
de la administración nacional, con base en el programa general de gobierno, así
como el plan de inversiones públicas y aprobar o desechar la cuenta de inversión.
En esa línea, Garat propone que lo que se denomina programa constitucional
para el desarrollo federal de la Nación Argentina supone que gobernar es poblar,
creando empleo, con arraigo de la población, crecimiento regional en equilibrio
y equidad, igualdad de oportunidades en todo el territorio nacional para el de-
sarrollo humano y el progreso económico con justicia social32 y ambientalmente
sustentable para las futuras generaciones.33
En suma, se trata del desarrollo federal que, a juicio del autor citado en el
primer párrafo de este apartado, es el verdadero programa de la CN en materia
socioeconómica y cultural.34
32 La justicia social apunta a la exigencia de generar condiciones de vida mediante las cuales a
la persona humana le sea posible desarrollarse de manera digna, para mitigar la posterga-
ción y la desigualdad. Aquella se encumbra como uno de los pilares cardinales del derecho
internacional de los derechos humanos y es también la base jurídica y axiológica de prin-
cipios, valores y derechos fundamentales, como subyace en el texto de la CN cuando en el
apuntado artículo 75, inciso 19, exhorta al Congreso a proveer lo conducente al desarrollo
humano y al progreso económico con justicia social (véase, in extenso, Víctor Bazán, “La
protección del derecho a la seguridad social en el Estado Constitucional y Convencional
argentino”, Anuario de Derecho Constitucional Latinoamericano, Año XXIII, Bogotá, Fun-
dación Konrad Adenauer, 2017, pp. 197-242).
33 Pablo M. Garat, “Aportes desde el derecho constitucional al debate sobre la relación fiscal
federal”, en Miguel A. Asensio, Luciano Di Gresia y Pablo M. Garat, Aportes al debate sobre
la relación fiscal federal, Buenos Aires, Fundación Civilidad, 2016, pp. 11 y ss.
34 Pablo M. Garat, “Coparticipación, presupuesto y desarrollo federal”, p. 3.
Por su parte, el artículo 75, inciso 17, se refiere a los derechos de los pueblos
indígenas argentinos, cuya preexistencia étnica y cultural ha sido expresamente
reconocida en dicha norma.35
Se garantiza, también, el respeto a su identidad y el derecho a una educa-
ción bilingüe e intercultural; se reconoce la personería jurídica de sus comunida-
des, y la posesión y propiedad comunitarias de las tierras que tradicionalmente
ocupan, regulándose la entrega de otras aptas y suficientes para el desarrollo
humano, determinando que ninguna de ellas será enajenable, transmisible ni
susceptible de gravámenes o embargos.
Paralelamente, se asegura su participación en la gestión referida a sus recur-
sos naturales y a los demás intereses que los afecten. Por último, puntualiza que
las provincias pueden ejercer concurrentemente las atribuciones contenidas en
la disposición constitucional en comentario. Ojalá que tales contenidos consti-
tucionales sean, en algún momento, algo más que solo palabras.
El artículo 75, inciso 19, puede ser interpretado como continente de una abarca-
dora cláusula de “desarrollo humano” o “nueva cláusula del progreso” que com-
plementa la no menos generosa “cláusula del progreso” original, cobijada ahora
en el inciso 18 de tal norma constitucional.
En un marco de gran amplitud, aquel inciso impone al Congreso “proveer lo
conducente al desarrollo humano, al progreso económico con justicia social, a la
productividad de la economía nacional”; y “proveer al crecimiento armónico de
la Nación […]; [y] promover políticas diferenciadas que tiendan a equilibrar el
desigual desarrollo relativo de provincias y regiones”.
Acerca del desarrollo humano, y más allá del resto de las disposiciones ya
mencionadas: artículos 41 y 75, incisos 17 y 19, la normativa implementada por
la innovación constitucional efectúa relevantes alusiones al artículo 75, inciso
2°, en materia de coparticipación federal, con referencia al desarrollo (sin ad-
jetivaciones); al desarrollo económico y social en el artículo 124; y al desarrollo
humano y el progreso económico en el artículo 125, 2° párr.
35 Entre otros trabajos de Víctor Bazán pueden verse: “El reconocimiento del derecho de los
pueblos indígenas en la Argentina”, en Sabrina Lanni (coord.), I Diritti dei Popoli Indigeni
in America Latina, Napoli, Edizioni Scientifiche Italiane, 2011, pp. 121-168; y “Los derechos
de los pueblos indígenas en clave de derecho interno e internacional”, Estudios Constitucio-
nales. Revista del Centro de Estudios Constitucionales, Año 2, núm. 1, 2004, pp. 37-98.
16 y Argentina
vii) En punto al artículo 75, inciso 22
El artículo 75, inciso 22, puede ser considerado como la principal clave de bóveda
para comprender la lógica, el espíritu y la dinámica de la renovación constitucio-
nal de 1994.
Procurando sintetizar al máximo la cuestión, se establece la competencia del
Congreso para aprobar o desechar tratados concluidos con las demás naciones
y con las organizaciones internacionales y los concordatos con la Santa Sede,
disponiendo que los tratados y concordatos tienen jerarquía superior a las leyes,
esto es, que ostentan valor supralegal pero infraconstitucional.
Asimismo, se ha adjudicado jerarquía constitucional originaria (o sea, direc-
tamente por la convención constituyente) a once instrumentos internacionales
en materia de derechos humanos (art. 75, inc. 22, párr. 2°), que hacen que la anti-
gua figura de la “pirámide”, en la que su vértice superior era ocupado en solitario
por la Constitución, haya devenido en una especie de “trapecio”, en cuyo plano
más elevado comparten espacios, en constante interacción, la ley fundamental
y los documentos internacionales sobre derechos humanos con idéntica valía.
A los instrumentos internacionales con magnitud constitucional originaria se
han añadido con idéntica alcurnia, aunque derivada (o sea, discernida por el Con-
greso de la Nación posteriormente a la reforma constitucional, en función de la ha-
bilitación dispensada en el artículo 75, inciso 22, párr. 3°), tres instrumentos más.
En suma, actualmente existe un bloque de 14 documentos internacionales
sobre la indicada materia que ostentan rango constitucional en las condiciones
de su vigencia, valen tanto como la CN, no derogan artículo alguno de la primera
parte del texto constitucional y deben entenderse complementarios de los dere-
chos y las garantías por ella reconocidos.
Vale señalar que los instrumentos internacionales recipiendarios de jerarquía
constitucional originaria son: la Declaración Americana de los Derechos y Deberes
del Hombre (DADDH); la Declaración Universal de Derechos Humanos (DUDH);
la Convención Americana sobre Derechos Humanos (CADH); el Pacto Interna-
cional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (Pidesc); el Pacto Inter-
nacional de Derechos Civiles y Políticos (PIDCP) y su Protocolo Facultativo; la
Convención sobre la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio; la Conven-
ción Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación
Racial; la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación
contra la Mujer (Cedaw); la Convención contra la Tortura y otros Tratos o Penas
Crueles, Inhumanos o Degradantes, y la Convención sobre los Derechos del Niño.
A esa nómina primigenia de documentos internacionales con jerarquía cons-
titucional originaria se han añadido con idéntica alcurnia, aunque derivada, la
El artículo 75, inciso 23, como vimos y siempre desde el plano normológico, es
una disposición muy importante y potencialmente útil.
En su párrafo inicial insta al Congreso a legislar y promover medidas de ac-
ción positiva que garanticen la igualdad real de oportunidades y de trato, y el ple-
no goce y ejercicio de los derechos reconocidos por la Constitución y los tratados
internacionales vigentes sobre derechos humanos. En particular, diagrama una
nítida y más densa capa protectora en favor de niños (y niñas), mujeres, ancianos
y personas con discapacidad. Obviamente, en punto a los individuos con capaci-
dades diferentes ese plus tuitivo ha quedado más reforzado todavía con la citada
jerarquización constitucional de la CDPD.
A su vez, el párr. 2° de la disposición que reseñamos compele a aquel cuerpo
legislativo a dictar un régimen de seguridad social especial e integral en protec-
ción del niño en situación de desamparo, desde el embarazo hasta la finalización
del periodo de enseñanza elemental, y de la madre durante el embarazo y el
tiempo de lactancia.
Si bien en ciertos puntos se ha avanzado, la performance congresional para
generar medidas de acción positiva y políticas públicas debidamente moduladas
y sistematizadas que garanticen un trato isonómico, dista de ser el ideal.
Por último, no cabría soslayar el artículo 75, inciso 24, en cuyo párr. 1° se autoriza
al Congreso a aprobar tratados de integración que deleguen competencias y juris-
dicción a organizaciones supraestatales en condiciones de reciprocidad e igual-
dad, y que respeten el orden democrático y los derechos humanos, estableciendo
además que las normas dictadas en su consecuencia tienen jerarquía superior a
las leyes.
La disposición en cuestión habilita a que dichos tratados puedan ser suscri-
tos con Estados de Latinoamérica, lo que requerirá la mayoría absoluta de la
18 y Argentina
totalidad de los miembros de cada Cámara del Congreso; y con otros Estados,
para lo cual, con la mayoría absoluta de los miembros presentes de cada Cámara,
declarará la conveniencia de la aprobación del tratado y solo podrá ser aprobado
con el voto de la mayoría absoluta de la totalidad de los miembros de cada Cáma-
ra, después de 120 días del acto declarativo.36
La suscripción de tales instrumentos internacionales en materia de integra-
ción puede –al menos en teoría– provocar repercusiones tanto en materia de
Desca, como en los principios y directrices de la política económica, sin olvidar
su impacto en la estructura federal del Estado. Si bien por el momento (primer
cuatrimestre de 2021) no ha existido una fuerte y articulada corriente integra-
cionista, salvo algún espasmódico movimiento de desarrollo en determinados
aspectos del Mercosur, creado por medio del Tratado de Asunción37 y compuesto
actualmente por Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay,38 el esquema mercosu-
reño se encuentra estancado por diversas razones.
Entre ellas, y principalmente, la ausencia de voluntad política para darle de-
finitivamente un sólido impulso; las fuertes asimetrías entre los países que lo
integran y, entre otros motivos, los cambios políticos, institucionales e ideoló-
gicos que han experimentado los gobiernos de los aludidos cuatro países que lo
conforman.
De momento, el Mercosur está en una situación muy difícil desde las dimen-
siones política, jurídica, económica, sanitaria y un amplio etcétera; naturalmen-
te al igual que los respectivos países que lo conforman.
Un imprescindible paréntesis. No podemos omitir o disimular un dato ino-
cultable, porque lo contrario implicaría ser un fugitivo de la realidad. Es que es-
tamos padeciendo las nefastas consecuencias que la pandemia de covid-19 ha
producido y continúa generando actualmente, provocando incertidumbre, an-
gustia y dolor. Por eso, las breves palabras que pronunciamos en este segmento
del trabajo deben visualizarse en ese contexto: una suerte de realidad virtual. Es
que en estos momentos el Mercosur es una entelequia. Habrá que aguardar qué
36 Para la denuncia de los tratados referidos en dicho inciso 24 del artículo 75, se exige la
previa aprobación de la mayoría absoluta de la totalidad de los miembros de cada Cámara.
37 Firmado el 26 de marzo de 1991 por los cuatro países citados en el texto.
38 Debe hacerse notar que, si bien la República Bolivariana de Venezuela también es Estado
parte del Mercosur, está suspendida en todos los derechos y obligaciones inherentes a tal
condición, de conformidad con lo dispuesto en el artículo 5, párr. 2°, del Protocolo de Us-
huaia sobre Compromiso Democrático en el Mercosur. A su turno, el Estado Plurinacional
de Bolivia se encuentra en proceso de adhesión. Por su parte, Chile, Colombia, Ecuador,
Guyana, Perú y Surinam son Estados asociados.
39 Nuria Díaz Sacristán y Cristina Fernández Tesoro, La construcción del Mercosur Social:
estructura y ámbitos de actuación, Madrid, Dykinson, 2011, p. 14.
40 La Declaración Sociolaboral del Mercosur ha sido citada por la CSJN (en criterios mayorita-
rios o en votos particulares), por ejemplo, in re: “Rossi, Adriana María c/ Estado Nacional -
Armada Argentina s/ Sumarísimo”, Fallos: 332:2715, de 9 de diciembre de 2009; “Pérez Aníbal
Raúl c/ Disco S.A. s/ Despido”, Fallos: 332:2043, de 1 de septiembre de 2009; “Torrillo Atilio
Amadeo y otro c/ Gulf Oil Argentina S.A. y otro s/ Daños y Perjuicios”, Fallos: 332:709, de 31
de marzo de 2009; “Aerolíneas Argentinas S.A. c/ Ministerio de Trabajo s/ Otros reclamos”,
Fallos: 332:170, de 24 de febrero de 2009; y “Silva Facundo Jesús c/ Unilever de Argentina
S.A. y otro s/ Enfermedad Accidente”, Fallos: 330:5435, de 18 de diciembre de 2007.
41 Véase Víctor Bazán, “Mercosur y derechos humanos: panorama, problemas y desafíos”, en
Armin von Bogdandy, Flavia Piovesan y Mariela Morales Antoniazzi (eds.), Direitos hu-
manos, Democracia e Integração Jurídica: avançando no diálogo constitucional e regional,
Max-Planck-Institut für ausländisches öffentliches Recht und Völkerrecht, Pontifícia Uni-
versidade Católica de São Paulo, Rio de Janeiro, Lumen Juris, 2011, pp. 473-529.
20 y Argentina
actuales dimensiones de sus mercados nacionales, por medio de la integración,
constituyó condición fundamental para acelerar los procesos de desarrollo eco-
nómico con justicia social” (énfasis agregado). Además, en ese entonces ya se ve-
rificaba como una realidad la necesidad de instituir mecanismos de seguimiento
y evaluación de los componentes sociales de la mundialización de la economía, a
fin de asegurar la armonía entre progreso económico y bienestar social, al tiempo
de considerar que la integración involucra aspectos y efectos sociales cuyo reco-
nocimiento implica la necesidad de prever, analizar y solucionar los diferentes
problemas generados, en este ámbito, por esa misma integración.
No es un dato menor que ya en aquel momento se subrayara la importancia
de que los Estados parte, además de miembros de la Organización Internacional
del Trabajo (OIT), hubieran ratificado las principales convenciones que garanti-
zan los derechos esenciales de los trabajadores, y adoptaran en larga medida las
recomendaciones orientadas a la promoción del empleo calificado, las condi-
ciones saludables del trabajo, el diálogo social y el bienestar de los trabajadores.
Se tuvo también en cuenta que los Estados parte estaban comprometidos –o
al menos así lo verbalizaron– con las declaraciones, los pactos, los protocolos
y otros tratados que integran el patrimonio jurídico universal y regional, entre
ellos, la DADDH (1948), la DUDH (1948), la CADH (1969), el Pidesc (1966), el
PIDCP (1966), la Carta Interamericana de Garantías Sociales (1948) y la Carta
de la Organización de los Estados Americanos (OEA) (1948) y, ¿por qué no?, la
Carta Democrática Interamericana, aprobada en la 1ª sesión plenaria, en fecha 11
de septiembre de 2001.
De su lado, no les era desconocido que la integración regional no puede cir-
cunscribirse a la esfera comercial, financiera y económica, sino abarcar también
la problemática social, tanto en lo que respecta a la adecuación de los marcos
regulatorios laborales a las nuevas realidades configuradas por esa misma inte-
gración y por el proceso de globalización de la economía, como en lo referente al
reconocimiento de una plataforma mínima de derechos de los trabajadores en el
ámbito del Mercosur, correspondiente a las convenciones fundamentales de la OIT.
Y si a ello se suma la evolución de la jurisprudencia de la Corte IDH en ma-
teria de Desca, como se verá a continuación, los estándares normativos de pro-
tección y aseguramiento de tales derechos en el seno de los Estados parte del
Mercosur,42 y en el de la propia estructura de integración, ofrecen un elevado
42 Además, los Estados parte del Mercosur también han ratificado el Protocolo de San Salva-
dor Adicional a la CADH en materia de DESC. Así, en orden cronológico, Uruguay lo hizo
el 2 de abril de 1996, Brasil el 21 de agosto de 1996, Paraguay el 3 de junio de 1997 y Argen-
tina el 23 de octubre de 2003.
43 Corte IDH, Opinión Consultiva OC-23/17, 15 de noviembre de 2017, “Medio ambiente y de-
rechos humanos (obligaciones estatales en relación con el medio ambiente en el marco de
la protección y garantía de los derechos a la vida y a la integridad personal - Interpretación
y alcance de los arts. 4.1 y 5.1, en relación con los arts. 1.1 y 2 de la CADH)”, Serie A, núm. 23
(solicitada por Colombia).
22 y Argentina
entendidos integralmente y de forma global como derechos humanos, sin
jerarquía entre sí y exigibles en todos los casos ante aquellas autoridades
que resulten competentes para ello.
QQ Determinó las obligaciones estatales para la protección del medio ambien-
te. Enfatizó, inter alia, que los Estados están obligados a respetar y garan-
tizar los derechos humanos de todas las personas y que esto puede incluir,
según el caso en concreto y de manera excepcional, situaciones que van
más allá de sus límites territoriales. Puntualizó también que los Estados
tienen la obligación de evitar los daños transfronterizos.
QQ Estableció las obligaciones derivadas de respetar y garantizar los derechos
a la vida e integridad personal en el contexto de la protección al medio am-
biente. En particular, expresó que los Estados deben: i) prevenir los daños
ambientales significativos, dentro o fuera de su territorio, lo cual implica
que deban regular, supervisar y fiscalizar las actividades bajo su jurisdic-
ción, realizar estudios de impacto ambiental, establecer planes de con-
tingencia y mitigar los daños ocurridos; ii) actuar conforme al principio
de precaución frente a posibles daños graves o irreversibles al medio am-
biente, que afecten los derechos a la vida y a la integridad personal, aun en
ausencia de certeza científica; iii) cooperar con otros Estados de buena fe
para la protección contra daños ambientales significativos; iv) garantizar
el acceso a la información sobre posibles afectaciones al medio ambiente;
v) garantizar el derecho a la participación pública de las personas, en la
toma de decisiones y políticas que pueden afectar el medio ambiente, y vi)
garantizar el acceso a la justicia, en relación con las obligaciones estatales
para la protección del medio ambiente.
44 Para un repaso del tema de la justiciabilidad directa de los Desca en el ámbito del sistema
interamericano y otras temáticas convergentes, véase Víctor Bazán, Derechos económicos,
sociales y culturales, Buenos Aires, Astrea, 2014, pp. 1-182. La segunda parte de la obra fue
escrita por Luis Jimena Quesada, pp. 183-237.
45 Corte IDH, “Caso Lagos del Campo vs. Perú”, Sentencia de 31 de agosto de 2017, Excepciones
Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas, Serie C, núm. 340.
46 Corte IDH, Caso Trabajadores Cesados de Petroperú y otros vs. Perú, Sentencia de 23 de no-
viembre de 2017, Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas, Serie C, núm. 344.
47 Corte IDH, Caso San Miguel Sosa y otras vs. Venezuela, Sentencia de 8 de febrero de 2018,
Fondo, Reparaciones y Costas, Serie C, núm. 348.
48 Corte IDH, Caso Poblete Vilches y otros vs. Chile, Sentencia de 8 de marzo de 2018, Fondo,
Reparaciones y Costas, Serie C, núm. 349.
49 Corte IDH, Caso Cuscul Pivaral y otros vs. Guatemala, Sentencia de 23 de agosto de 2018,
Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas, Serie C, núm. 359.
24 y Argentina
QQ El Caso Muelle Flores vs. Perú,50 de gran significación porque, por un lado,
ratifica la competencia de la Corte IDH para examinar violaciones del artí-
culo 26 de la CADH y, paralelamente, afronta de modo directo el derecho a
la seguridad social como autónomo y justiciable precisamente por medio
de aquel multicitado artículo de la Convención, declarando su violación y
estableciendo estándares relevantes, dado que la víctima es un individuo
en situación de especial protección por ser una persona mayor con disca-
pacidad. Por lo demás, la naturaleza y el alcance de las obligaciones que
derivan de la protección de la seguridad social incluyen aspectos que tie-
nen una exigibilidad inmediata y otros que ostentan un carácter progresi-
vo. Respecto de las primeras (obligaciones de exigibilidad inmediata), los
Estados deberán adoptar medidas eficaces a fin de garantizar el acceso sin
discriminación a las prestaciones reconocidas para el derecho a la segu-
ridad social y asegurar la igualdad de derechos entre hombres y mujeres,
entre otros. En torno a las segundas (obligaciones de carácter progresivo),
la realización gradual significa que los Estados parte tienen la obligación
concreta y constante de avanzar lo más expedita y eficazmente posible ha-
cia la plena efectividad de dicho derecho, en la medida de sus recursos dis-
ponibles, por vía legislativa u otros medios apropiados. Del mismo modo,
se impone la obligación de no regresividad frente a la realización de los
derechos comprendidos. En suma, las obligaciones convencionales de res-
peto y garantía, así como de adopción de medidas de derecho interno (arts.
1.1 y 2 de la CADH), resultan fundamentales para alcanzar su efectividad.51
50 Corte IDH, Caso Muelle Flores vs. Perú, Sentencia de 6 de marzo de 2019, Excepciones
Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas, Serie C, núm. 375.
51 La parte final del párrafo pertenece al voto razonado del juez Eduardo Ferrer Mac-Gregor al
citado Caso Muelle Flores vs. Perú.
52 Corte IDH, Caso Comunidades Indígenas Miembros de la Asociación Lhaka Honhat
(Nuestra Tierra) vs. Argentina, Sentencia de 6 de febrero de 2020, Fondo, Reparaciones y
Costas, Serie C, núm. 400.
53 Eduardo Ferrer Mac-Gregor, “Lhaka Honhat y los derechos sociales de los pueblos indíge-
nas”, Revista Electrónica de Estudios Internacionales, REEI, núm. 39, 2020. DOI: 10.17103/
reei.39.01.
26 y Argentina
Antes de pasar a las valoraciones que cerrarán este trabajo, debemos consig-
nar que el caso en cuestión se entroniza como un notable antecedente para el
sistema interamericano de derechos humanos, con aportaciones de relieve en
el marco del derecho internacional de los derechos humanos (DIDH), lo que
constituye una
54 Idem.
55 CSJN, Fallos, 337:1263. Votaron concordantemente los ministros Lorenzetti, Highton, Fayt
y Maqueda.
28 y Argentina
La ley en cuestión es producto de una lucha federal para fortalecer las autono-
mías de los municipios. Ya el buen funcionamiento de aquella dependerá de otros
factores, primordialmente de la voluntad política de las autoridades pertinentes.
Por lo demás, insistimos que en la columna del debe no puede obviarse que,
según la disposición transitoria sexta de la Constitución, la ley convenio a la que
hace referencia el artículo 75, inciso 2°, párr. 2°, en materia de coparticipación
federal y la reglamentación del organismo fiscal federal, deberían haber sido es-
tablecidos antes de la finalización del año 1996. Tal mandato constitucional no
se ha cumplido, e incluso al presente (primer semestre de 2021) la ley convenio
no ha sido aún sancionada y nada hace presagiar que pudiera serlo en un futuro
próximo.56 Concurre aquí una clara omisión inconstitucional.57
EPÍLOGO
30 y Argentina
7. Es ostensible la ausencia de un sólido sistema de políticas públicas arti-
culadas y sistematizadas para dar cumplimiento a los derechos esenciales
establecidos expresamente en la Constitución, y otros que, aunque implí-
citos, reclaman y merecen ser realizados.
Como se ha puntualizado, ninguna sentencia judicial aislada (ni siquiera
de la CSJN), ninguna ley por sí sola va a solucionar los problemas de la
eficacia de los derechos, a lo cual se añade que
BIBLIOGRAFÍA
32 y Argentina
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Poder Judicial. Guía de buenas prácticas en América Latina, Buenos Aires, Asocia-
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Perú, Sentencia de 6 de marzo de 2019, Excepciones Preliminares, Fondo, Repara-
ciones y Costas, Serie C, núm. 375.
Corte IDH, Caso Cuscul Pivaral y otros vs. Guatemala, Sentencia de 23 de agosto de 2018,
Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas, Serie C, núm. 359.
Corte IDH, Caso Poblete Vilches y otros vs. Chile, Sentencia de 8 de marzo de 2018, Fon-
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Corte IDH, Caso San Miguel Sosa y otras vs. Venezuela, Sentencia de 8 de febrero de
2018, Fondo, Reparaciones y Costas, Serie C, núm. 348.
Corte IDH, Caso Trabajadores Cesados de Petroperú y otros vs. Perú, Sentencia de 23
de noviembre de 2017, Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas,
Serie C, núm. 344.
Corte IDH, Caso Lagos del Campo vs. Perú, Sentencia de 31 de agosto de 2017, Excepcio-
nes Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas, Serie C, núm. 340.
Corte IDH, Caso Claude Reyes y otros vs. Chile, Sentencia de 19 de septiembre de 2006,
Fondo, Reparaciones y Costas, Serie C, núm. 151.
34 y Argentina
EL ROL DEL JUEZ CONSTITUCIONAL EN BRASIL:
ENTRE EL ACTIVISMO Y EL LEGALISMO
INTRODUCCIÓN
y 35
estadounidense, asociado a una progresiva incorporación de nuevos elementos
a lo largo del tiempo, identificados con una lógica de control concentrado, es-
pecialmente a partir de la Constitución de 1967 (período del régimen militar).1
En la Constitución de 1824, otorgada por el emperador don Pedro I poco des-
pués de la independencia de Portugal (1822), no constaba, naturalmente, alguna
referencia a la posibilidad de fiscalización de la constitucionalidad de las leyes
por parte del Poder Judicial, ya que, en la línea del pensamiento revolucionario
francés, la tarea de guardián de la Constitución se concibió como una actividad
de carácter eminentemente político,2 a cargo del poder moderador ejercido por
el propio emperador, en la condición de representante de la nación.
Con la proclamación de la República (1889), a su vez, fueron introducidos en
el país conceptos como federación, tripartición de poderes y presidencialismo,
de inspiración estadounidense, incluida la figura de la judicial review, de manera
que, a partir de la Constitución de 1891, se adoptó un control de constituciona-
lidad difuso. La Carta confería al Supremo Tribunal Federal (cuya creación fue
directamente inspirada en la Supreme Court) competencia para juzgar, en grado
de recurso extraordinario,3 sentencias de las jurisdicciones de los Estados miem-
bros en que hubiera contestación respecto de la validez de leyes o de actos de go-
bierno en contra de la Constitución (art. 59, III, § 1º, b). Así, dado que en Estados
Unidos el control de constitucionalidad de los actos legislativos y ejecutivos es el
resultado de una construcción jurisprudencial de la Suprema Corte, nacida del
voto “exponencial” de Marshall en el caso Marbury vs. Madison (1803), en Brasil
ha sido instituido por expresa previsión constitucional,4 aunque no exenta de
algunos problemas operacionales, relacionados con los efectos meramente inter
partes de la decisión.5
36 y Brasil
Para salvar esa dificultad, en la Constitución de 1934 se introdujo la posibi-
lidad de suspensión, por parte del Senado,6 de la norma considerada inconsti-
tucional, como estrategia para atribuir eficacia erga omnes a las decisiones y,
así, suprimir la falta del stare decisis7 en un sistema jurídico de tradición roma-
no-germánica. Además, se han introducido otras dos innovaciones: a) la acción
directa de inconstitucionalidad “interventiva”8 (art. 7º, inc. I, lit. a y b), justifi-
cada por un contexto histórico de búsqueda de superación de la fragmentación
política de la vieja República, con vistas a la consolidación de la unidad nacional;
b) la necesidad de mayoría absoluta de votos de los miembros de los tribunales
para la declaración de inconstitucionalidad del acto o ley del Poder Público (art.
179), disposiciones estas que se incorporaron definitivamente a los textos consti-
tucionales siguientes, permaneciendo hasta la actualidad.9
Ya la Carta de 1937, producto del autoritarismo del Nuevo Estado, es tenida
como un retroceso en lo que concierne al control de constitucionalidad, una vez
brasileiros não se deram conta da relevante circunstância de que os Estados Unidos dispu-
nham de uma fórmula apta a conceder efeito erga omnes (advinda da tradição inglesa – o
stare decisis - próprio do sistema jurídico da commonn law) às decisões da Supreme Court.
Por incrível que possa parecer, em plena República, durante quarenta e três anos ficamos
sob os auspícios de um sistema de controle jurisdicional difuso que não dispunha de me-
canismo capaz de estender os efeitos das decisões do Supremo Tribunal Federal. Ou seja,
cada decisão proferida pelo STF, no exercício do controle difuso de constitucionalidade,
continha apenas efeito inter-partes” (Lênio Luiz Streck, “A hermenêutica, a lei e a justiça:
a discussão dos obstáculos ao acontecer da Constituição”, en Demandas sociais e políticas
públicas, Santa Cruz do Sul, Edunisc, 2001, p. 2).
6 Esta previsión de suspensión de la ley por el Senado ha permanecido en los textos consti-
tucionales posteriores, estando presente también en el artículo 52, X, de la Constitución
de 1988. Destaca Polletti, con todo, al trazar una interesante reflexión sobre el tema, que
se trata de una suspensión, y no de una revocación de la ley (Ronaldo Polletti, Controle da
constitucionalidade das leis, Rio de Janeiro, Forense, 1985, pp. 142-143).
7 Más recientemente, esa deficiencia fue suprimida por medio de la Súmula Vinculante,
introducida por la Enmienda Constitucional 45/2004, en la que se reconoce al Supremo
Tribunal Federal la posibilidad de editar Súmula con efecto vinculante para todos los órga-
nos jurisdiccionales y administrativos (excluido el Poder Legislativo, en observancia de su
autonomía legislativa).
8 Esta intervención se tiene como un gran avance rumbo al control concentrado, directo, de
constitucionalidad, al prever que el examen de la constitucionalidad ya no se daría solo
incidentalmente, sino por medio de una “provocación” (sic) cuyo objeto era la declaración
misma de constitucionalidad de la ley que decretaba la intervención federal (Bonavides,
Curso de Direito, op. cit., p. 297).
9 José Afonso da Silva, Curso de Direito Constitucional Positivo, São Paulo, Malheiros, 1997,
p. 54.
38 y Brasil
más significativos se dan en el sentido de intensificación y de refuerzo de la ju-
risdicción concentrada, aun cuando no se haya abandonado el control difuso.13
La Constitución brasileña vigente conforma, por tanto, una conjugación de
los modelos estadounidense (difuso) y europeo (concentrado) de justicia cons-
titucional,14 ya que en ambos tiene competencia el Supremo Tribunal Federal15
para desplegar la función de guardián de la Constitución, sea por la vía recursiva
(recurso extraordinario), en cuanto órgano de cúpula del Poder Judicial, o bien
por la vía directa16 (competencia del Plenum), siendo posible afirmar que actúa,
al mismo tiempo, como Suprema Corte y como Tribunal Constitucional.
40 y Brasil
En este sentido, el rol de los derechos es extenso y amplio,21 por lo que resulta
evidente la preocupación por su efectividad, al ser dotados de eficacia inmediata
(art. 5º, párr. 1º) y amparados por un amplio espectro de acciones y de writs cons-
titucionales destinados a su tutela, conforme se desprende de la tabla 1.
Control concentrado
Objeto Parámetro
(STF - Pleno)
Ação Direta de QQ
Normas abstractas QQ
Cualquier norma
Inconstitucionalidade QQ
Federales o estaduales de la Constitución
(ADIn) QQ
Solo normas posteriores a la CF/88
Ação Declaratória de QQ
Omisión del legislador frente a una QQ
Solo normas constitucionales que
Inconstitucionalidade obligación constitucional expresa deben ser reglamentadas
por Omissão (ADO) de reglamentar determinada
materia
Ação Declaratória de QQ
Normas abstractas QQ
Cualquier norma
Constitucionalidade QQ
Solo normas federales Þ de la Constitución
(ADC) exigencia de controversia
interpretativa
QQ
Solo normas posteriores a la CF/88
Arguição de QQ
Normas abstractas + actos QQ
“Precepto fundamental” de la
Descumprimento de concretos del Poder Público Constitución
Preceito Fundamental QQ
Federales, estaduales o QQ
OBS: interpretación de lo que sea
(ADPF) municipales “precepto fundamental” a cargo
QQ
Anteriores o posteriores a la CF/88 del Supremo Tribunal Federal
QQ
OBS: acción de naturaleza
subsidiaria
21 Sirve como indicativo el hecho de que la Constitución de 1988 ha incorporado los dere-
chos humanos previstos en la Declaración de la ONU, de 1948, positivados como derechos
fundamentales; así, los derechos y las garantías individuales están previstos en el artículo
5º (en un total de casi ochenta incisos, pasando por el derecho a la vida, a la igualdad,
a la libertad de reunión y de manifestación, libertad religiosa y de creencia, acceso a la
justicia, debido proceso, prohibición de la pena de muerte, etc.), en cuanto los derechos
sociales están instituidos, principalmente, en el artículo 6º (derechos sociales en sentido
amplio, como educación, habitación, alimentación adecuada, cultura, entre otros) y en el
artículo 7º (derechos de los trabajadores, vacaciones remuneradas, 13º salario, licencia por
maternidad, adicionales de insalubridad y de peligro, jornada de trabajo, etc.).
42 y Brasil
culturales y sociales de esta misma colectividad.23 Tales elementos acaban por
atribuirle un fuerte carácter de principios, de naturaleza abierta, carente de con-
creción, lo que pone en evidencia y demanda una actividad hermenéutica e inter-
pretativa que defina los contornos y la extensión de cada uno de esos derechos.
El reconocimiento de la complejidad asociada a la aplicación de la Consti-
tución conduce, a su vez, a la necesidad de ampliación de los mecanismos de
conocimiento y de acceso a esta realidad por parte de los magistrados, lo que ha
llevado a la incorporación de algunos instrumentos destinados a una apertura de
los procedimientos constitucionales (como es el caso del amicus curiae24 y de las
audiencias públicas25) que, sumadas a las iniciativas del Supremo Tribunal Fede-
ral en el sentido de ampliar su contacto con la sociedad,26 buscan “democratizar”
la jurisdicción.
Tanto la Ley 9.868/9927 (que regula la Ação Direta de Inconstitucionalidade
– ADIn) como la Ley 9.882/99 (referente a la Arguição de Descumprimento de
Preceito Fundamental – ADPF), ambas acciones del control concentrado, prevén
El Supremo Tribunal Federal está integrado por once ministros, nominados por
el presidente de la República,30 y su aprobación está condicionada por el Senado
Federal.31
28 El instituto del amicus curiae (amigo de la Corte) es originario del derecho norteamerica-
no, donde fue institucionalizado en los inicios del siglo XX y ha adquirido relieve en cuanto
instrumento que posibilita que terceros ajenos al caso (que no son partes en el proceso),
pero que, por algún motivo, tienen interés o aportan alguna contribución sobre la materia
en discusión, elaboran y presentan al juez un informe (brief) compuesto por precedentes
no examinados o no invocados por las partes, además de cuestiones de derecho útiles y re-
levantes para la solución del caso. Esa manifestación es, a su vez, neutral, y no tiene carácter
de defensa o toma de posición con relación a los litigantes. Al respecto véase J. F. Spriggs y
P. J. Wahlbeck, “Amicus curiae and the role of information at the Supreme Court”, Political
Research Quarterly, vol. 50, núm. 2, 1997, pp. 365-386; también Paul M. Collins Jr., “Friends
of the Court: examining the influence of amicus curiae participation in U.S. Supreme Court
litigation”, Law and Society Review, vol. 38, núm. 4, 2004, pp. 807-832.
29 Artículo 131 del Regimento Interno do Supremo Tribunal Federal.
30 Artículo 101 da CF/88: O Supremo Tribunal Federal compõe-se de onze Ministros, escolhi-
dos dentre cidadãos com mais de trinta e cinco e menos de sessenta e cinco anos de idade,
de notável saber jurídico e reputação ilibada. Parágrafo único. Os Ministros do Supremo
Tribunal Federal serão nomeados pelo Presidente da República, depois de aprovada a esco-
lha pela maioria absoluta do Senado Federal.
31 Cabe mencionar que, a lo largo de los más de cien años de historia de la República, solo dos
nominados al cargo de ministro del STF han sido reprobados por el Senado; esto ocurrió
incluso en la primera República, y no ha tenido efectividad práctica en los tiempos recien-
tes (STF, http://portal.stf.jus.br/textos/verTexto.asp?servico=sobreStfAcervoArquivo).
44 y Brasil
Especialmente desde la redemocratización del país, temas altamente rele-
vantes y controvertidos han sido sometidos al Tribunal, lo que ha despertado el
interés mediático por la institución y por su forma de actuación. Además, en
el contexto de la “sociedad de la información”, se faculta a cada ciudadano para
acompañar, en tiempo real –no solamente por la prensa oficial, sino también
por las redes sociales32– la argumentación de cada uno de los magistrados y las
decisiones tomadas por la Corte.
Esa interacción ha ganado aún más fuerza con la transmisión en vivo, para
todo el país, de las Sesiones Plenarias, por medio de un canal de televisión pro-
pio, conocido como TV Justicia, creado en 2002, por medio de la Ley 10.461/2002.
Esa característica de deliberación pública es, conforme Barroso,33 una pecu-
liaridad del sistema brasileño:
35 En los últimos años fueron objeto de apreciación por el Supremo Tribunal Federal temas
como la posibilidad de realización de investigaciones con embriones (ADIn 3.510); inter-
rupción del embarazo de anencéfalos (ADPF 54); cuotas raciales para ingreso en Univer-
sidades y en concursos públicos (ADPF 186 e ADC 41); constitucionalidad de las uniones
homoafectivas (ADPF 132 e ADI 4.277/DF); prestación de medicamentos de alto costo por
el Sistema Único de Salud (STA 175); garantías del proceso de impeachment (ADPF 378);
juzgamiento del “Mensalão” (Ação Penal 470); constitucionalidad del homeschooling (RE
888.815), entre otros.
36 Luís Roberto Barroso, “Constituição, Democracia e Supremacia Judicial: Direito e Política
no Brasil contemporâneo”, RFD- Revista da Faculdade de Direito - UERJ, vol. 2, núm. 21,
2012, p. 40.
46 y Brasil
un fenómeno que se ha convenido en llamar de “judicialización de la salud”,37 que
será objeto de análisis en el siguiente apartado.
Art. 196: La salud es un derecho de todos y un deber del Estado que ha de ser ga-
rantizado mediante la estructuración de políticas sociales y económicas destina-
das a reducir el riesgo de padecer enfermedades y otras contingencias, así como
37 Para más informaciones respecto al tema, consultar el reporte anual del Consejo Nacional
de Justicia (CNJ), que traza un mapa de la judicialización de la salud en Brasil (Conse-
lho Nacional De Justiça, Judicialização da Saúde no Brasil: perfil das demandas, causas e
propostas de solução, Brasília, DF, Insper, 2019. https://static.poder360.com.br/2019/03/
relatorio-judicializacao-saude-Insper-CNJ.pdf
38 Artículo 1º: La República Federativa de Brasil, formada por la unión indisoluble de la
Unión, de los Estados, de los Municipios y del Distrito Federal, se constituye en un Estado
Democrático de Derecho y tiene como fundamentos.
39 Artículo 3º: Constituyen objetivos fundamentales de la República Federativa de Brasil:
I– construir una sociedad libre, justa y solidaria; II– garantizar el desarrollo nacional;
III– erradicar la pobreza y la marginalización y reducir las desigualdades sociales y regio-
nales; IV– promover el bien de todos, sin preconceptos de origen, raza, sexo, color, edad o
cualesquiera formas de discriminación.
40 Mariana Filchtiner Figueiredo y Ingo Wolfgang Sarlet, Algumas considerações sobre o di-
reito fundamental à proteção e promoção da saúde nos 20 anos da Constituição Federal
de 1988, Brasília, Supremo Tribunal Federal, 2009. http://www.stf.jus.br/arquivo/cms/pro-
cessoAudienciaPublicaSaude/anexo.pdf
La prestación del derecho a la salud se opera por medio del llamado Siste-
ma Único de Salud (SUS), gestionado de forma compartida por las tres esferas
federativas –Unión, Estados-miembros y municipios– que tienen fijados por el
propio dispositivo constitucional los porcentajes mínimos y recursos financieros
que deben obligatoriamente ser aplicados (art. 200).
El acceso al SUS es universal e integral (aun cuando sea posible la asistencia
privada41), de manera que se propone atender a todos, indistintamente, y no so-
lamente a los necesitados,42 incorporando igualmente acciones de prevención y
asistenciales, conforme se lee en las directrices que lo rigen:
Art. 198: Las acciones y los servicios públicos de salud integran una red regiona-
lizada y jerarquizada y constituyen un sistema único, organizado de acuerdo con
las siguientes directrices: I- la descentralización, cuenta con una única dirección
en cada esfera de gobierno; II- la atención integral, con prioridad para activida-
des preventivas, sin perjuicio de los servicios asistenciales; III- la participación
de la comunidad.
Párrafo Único: El Sistema Único de Salud será financiado, de conformidad con lo
dispuesto en el artículo 195, con recursos del presupuesto de la seguridad social,
de la Unión, de los estados, del Distrito Federal y de los municipios, además de
otras fuentes.
48 y Brasil
medicamentos y tratamientos de alto costo (incluso en el exterior), pasando por
el suministro de pañales desechables y de prótesis, hasta la determinación de
creación45 y reserva de vacantes en hospitales o en unidades de cuidados intensi-
vos, fenómeno conocido como “judicialización de la salud”.46
Estas decisiones tienden, en su mayoría, a reconocer el deber prestacional
del Estado,47 habida cuenta de una relación solidaria entre los distintos entes
federados, siendo irrelevante contra quiénes de ellos se interponen las acciones
o a quién compete, funcionalmente, la prestación demandada.48
392.921 acciones; en 2015, este número había subido a 854.506 procesos; en diciembre de
2016, las acciones ya sumaban 1.346.931; y, en diciembre de 2017, eran 1.778.269 procesos so-
bre la materia. Estos números son aún más significativos si se toma en cuenta que, durante
todo el año de 2017, fueron tramitados un total de 59.234 procesos por el Supremo Tribunal
Federal (Arnaldo Hossepian Salles Lima Jr. y Clenio Jair Schulze, “Os números do CNJ sobre
a Judicialização da Saúde em 2018”, Revista Consultor Jurídico, 2018. https://www.conjur.
com.br/2018-nov-10/opiniao-numeros-judicializacao-saude-2018
45 Estas sentencias, que interfieren directamente en la prestación del servicio, podrían ser
encuadradas en la clasificación hecha por Tushnet en el concepto de “control fuerte”, esto
es, aquel en que los tribunales imponen obligaciones concretas al Poder Público en el sen-
tido de la realización de los derechos fundamentales sociales, restringiendo, así, su esfera
de discrecionalidad (Mark Tushnet, Weak Courts, Strong Rights: Judicial Review and social
welfare rights in comparative constitucional law, New Jersey, Princeton University Press,
2008, p. 247).
46 La “judicialización de la salud” puede ser comprendida como un fenómeno caracterizado
por diferentes aspectos, entre los cuales se pueden destacar los siguientes: a) gran canti-
dad de demandas judiciales que versan sobre prestaciones relacionadas con el derecho a la
salud; b) fuerte actuación del Poder Judicial en la determinación de prestación de medica-
mentos y de tratamientos de alto costo a los Poderes Públicos que repercuten, en cierta me-
dida, en sus disposiciones presupuestarias; c) tendencia de utilización del Poder Judicial
como “primera opción” en términos de satisfacción del derecho, en detrimento de las vías
administrativas convencionales, y no como ultima ratio (Mônia Clarissa Hennig Leal, “La
jurisdicción constitucional entre judicialización y activismo judicial: existe realmente ‘un’ o
‘el’ activismo?”, Estudios Constitucionales, vol. 10, núm. 2, 2012, pp. 429-454. https://scielo.
conicyt.cl/pdf/estconst/v10n2/art11.pdf).
47 Luís Roberto Barroso, “Da falta de efetividade à judicialização excessiva: direito à saúde,
fornecimento de medicamentos e parâmetros para a atuação judicial”, Revista Jurídica UNI-
JUS/Universidade de Uberaba, Ministério Público do Estado de Minas Gerais, vol. 11, núm.
15, 2008. http://www.uniube.br/publicacoes/unijus/arquivos/unijus_15.pdf
48 Eso significa que una demanda para garantía del derecho a la salud puede tener en el polo
pasivo tanto la Unión cuanto los Estados miembros o los municipios, siendo irrelevante,
en este caso, la discusión acerca de a quién incumbe el deber constitucional de prestarlo, o
sea, la repartición de competencias legislativas no puede ser utilizada como estrategia de
defensa o para el no juzgamiento de la acción.
Emblemática sobre el tema resultó la sentencia del pleno del Supremo Tribunal
Federal –conocida como “fallo de la salud”50– del 17 de marzo de 2010, en que se
concluye, por unanimidad de votos, que la salud constituye un derecho público
subjetivo51 el cual, de ser necesario, cabe exigir al Poder Público, para efectos de
costear medicamentos y tratamientos de alto costo a portadores de molestias
graves, debiendo la justicia actuar cuando aquel deja de formular políticas pú-
blicas o deja de cumplirlas,52 especialmente cuando emanan directamente de la
Constitución.53
El precedente para esta manifestación ya había sido establecido con ocasión
de la Arguição de Descumprimento de Preceito Fundamental54 (ADPF 45/2004),
49 Supremo Tribunal Federal, Suspensões de Tutela Antecipada 175, 211 e 278, Suspensões de
Segurança 3724, 2944, 2361, 3345 e 3355, Suspensão de Liminar 47, Relator Ministro Gilmar
Ferreira Mendes, Brasília, DF, 16 de março de 2010. www.stf.jus.br
50 Resulta interesante destacar que la “decisión de la salud” ha contado con la realización de
una audiencia pública, de la cual han participado más de cincuenta expertos y especialistas
en el tema, teniendo por objetivo prestar a los ministros del Supremo Tribunal Federal, in-
formaciones y aclaraciones respecto al funcionamiento del Sistema Único de Salud (SUS) y
sobre las listas de medicamentos y la sistemática de su dispensación por el Estado. Para más
informaciones sobre la figura de la referida audiencia pública, véase Mônia Clarissa Hen-
nig Leal, “As audiências públicas no âmbito do Supremo Tribunal Federal brasileiro: uma
nova forma de participação?”, Novos Estudos Jurídicos, vol. 19, 2014, pp. 327-347. https://
siaiweb06.univali.br/seer/index.php/nej/article/view/6010/3286
51 Mônia Clarissa Hennig Leal y Rosana Helena Maas, “Modalidades de judicialização da saú-
de: análise na jurisprudência do STF”, A&C. Revista de Direito Administrativo & Constitu-
cional, vol. 17, 2017, pp. 149-167.
52 Mônia Clarissa Hennig Leal y Maria Valentina de Moraes, “O Supremo Tribunal Federal e
o discurso da implementação de Políticas Públicas na jurisprudência brasileira: a atuação
justificada na omissão”, Barbaroi, vol. 47, 2016, pp. 289-302. https://online.unisc.br/seer/
index.php/barbaroi/article/view/957
53 El mismo ministro Celso de Mello ya se había manifestado, en momento anterior, con oca-
sión del discurso del ministro Gilmar Ferreira Mendes en la Presidencia del Supremo Tribu-
nal Federal, en el sentido de que compete a la Corte la salvaguardia de la Constitución, aun
cuando ello implique un activismo judicial en respuesta a las omisiones administrativas y
legislativas practicadas. Este posicionamiento puede, a su vez, ser claramente identificado
también en sus juzgados, entre ellos: RE 393.175/RS, que versa sobre la responsabilidad del
Estado en el tratamiento de pacientes con esquizofrenia, y RE 410.715/SP, sobre derecho a
educación.
54 “Acción de Descumplimiento de Precepto Fundamental”, integrante del sistema de control
concentrado de constitucionalidad, de competencia del Supremo Tribunal Federal. Tiene
por objeto la declaración de inconstitucionalidad de leyes o actos normativos, así como de
50 y Brasil
donde el Supremo Tribunal Federal fijó el carácter político de la Jurisdicción
Constitucional, manifestándose favorable al control jurisdiccional de políticas
públicas.55
De otro lado, se ha acordado que la realización de ese derecho público debe
darse, en principio, por medio de la implementación de políticas públicas, esto
es, que él se traduce en la existencia de un derecho público subjetivo a políticas
públicas y no a prestaciones estatales aisladas.56
Con este argumento, el Supremo Tribunal Federal ha intentado evitar una
postura intervencionista, preservando la discrecionalidad de los demás poderes,
pero cumpliendo con su rol de guardián de la Constitución y de los derechos
fundamentales. En la práctica, el Tribunal ha decidido que el alto costo de un
medicamento no constituye argumento suficiente para impedir su suministro
por el Poder Público.57
Queda implícita, aún, la indicación de un requisito limitador, asociado a la
concepción de que la garantía judicial del derecho a la salud no puede compro-
meter el funcionamiento del Sistema Único de Salud, debiendo caso por caso ser
demostrada la real necesidad, lo que excluiría el riesgo de un efecto multiplica-
dor de esas decisiones de forma indiscriminada.58
En ese sentido, es posible percibir un esfuerzo del Relator por fijar unos cri-
terios o parámetros que deben observar los tribunales al enfrentar causas que
envuelvan la prestación de ese derecho, así:
a. El primero de ellos tiene relación con la existencia o inexistencia de una
política pública estatal que incluya la prestación de salud requerida por la
parte.59 Este aspecto resulta determinante para verificar si el Tribunal está
o no creando una política pública. Aquí el problema reside en la interpre-
tación dada a este criterio, esto es, si el reconocimiento de la existencia de
actos concretos del Poder Público, contrarios a algún precepto fundamental contenido en
el texto constitucional.
55 Supremo Tribunal Federal, Arguição de Descumprimento de Preceito Fundamental 45, Re-
lator: Ministro Celso de Mello, Brasília, DF, 29 de abril de 2004. http://www.stf.jus.br
56 “No obstante, ese derecho subjetivo público es asegurado por medio de políticas públicas
sociales y económicas, o sea, no hay un derecho absoluto a todo y cualquier procedimiento
necesario para la protección, promoción y recuperación de la salud. Hay un derecho públi-
co subjetivo a políticas públicas que promuevan, protejan y recuperen la salud” (Supremo
Tribunal Federal, Suspensões de Tutela Antecipada 175, 211 e 278; Suspensões de Segurança
3724, 2944, 2361, 3345 e 3355; Suspensão de Liminar 47, Relator: ministro Gilmar Ferreira
Mendes, Brasília, DF, 16 de março de 2010, p. 31. www.stf.jus.br).
57 Ibid., p. 30.
58 Ibid., p. 14.
59 Ibid., p. 20.
60 Ibid., p. 22.
61 Ibid., p. 23.
52 y Brasil
Así, es evidente que el fundamento para la adopción de medidas excep-
cionales presupone una instrucción probatoria eficiente lo que, infeliz-
mente, en gran parte de los casos no ha sido verificado en estos tipos de
demanda, donde se producen peticiones llenas de argumentos genéricos y
retóricos, pero carentes de elementos concretos, especialmente por parte
del Estado.62 De otro lado, la referida constatación implica el reconoci-
miento de la necesidad de permanente revisión y actualización de los pro-
tocolos (documentos de carácter administrativo que regulan los aspectos
operativos del SUS) que, a su vez, no son incuestionables, por lo que es
posible su discusión y revisión judicial.63
c. Finalmente, el último requisito analizado se relaciona con la alegación
de inexistencia de tratamiento, situación en la cual se hace necesario dis-
tinguir entre tratamientos experimentales (comprendidos como aquellos
respecto a los cuales no hay comprobación científica de su eficacia) y tra-
tamientos simplemente no adoptados por el sistema público, pero que ya
están disponibles en el sector privado.
Otro fallo del Supremo Tribunal Federal respecto al derecho a la salud que ha teni-
do gran repercusión fue el de la “fosfoetanolamina”, sustancia que auxiliaría en el
tratamiento del cáncer. Con la divulgación de la existencia de la llamada “píldora
del cáncer”, provista inicialmente de forma gratuita por la Universidad de São Pau-
lo (USP), no tardaron las demandas judiciales con vistas a la obtención de medidas
62 Eso queda evidenciado en la propia decisión en comentario, donde se hacen expresas las
referencias al hecho de que el Estado no ha logrado probar sus alegaciones (ibid., p. 26).
63 Ibid., p. 23.
64 Ibid., p. 24.
65 Supremo Tribunal Federal, Petição 5828, Decisão Monocrática de 06/10/2015. https://por-
tal.stf.jus.br/processos/downloadPeca.asp?id=308695000&ext
66 Bucci relata que, en solo nueve meses, entre junio de 2015 y febrero de 2016, la Universidad
de San Pablo (USP) ha recibido nada menos que 13.000 cautelares determinando el sumi-
nistro de la sustancia “fosfoetanolamina sintética” para personas con cáncer (Maria Paula
Dallari Bucci, “Contribuição para a redução da Judicialização da Saúde. Uma estratégia ju-
rídico-institucional baseada na abordagem de Direito e Políticas Públicas”, en Maria Paula
Dallari Bucci y Clarice Seixas Duarte (orgs.), Judicialização da Saúde: a visão do Executivo,
São Paulo, Saraiva, 2017, p. 31.
67 Ibid., p. 32.
68 Mônia Clarissa Hennig Leal y Maria Valentina de Moraes, “O princípio da separação de
Poderes e a ponderação de competências: uma análise critica a partir da decisão sobre a
fosfoetanolamina”, Revista do Direito, vol. 3, 2016, pp. 34-52. https://online.unisc.br/seer/
index.php/direito/article/view/8464/5585
69 Interesante resaltar que, en su voto, el ministro Gilmar Ferreira Mendes refiere que la falta
de registro por la Anvisa no obsta a la concesión del medicamento. Así, aunque el medi-
camento demandado no sea registrado, deben existir estudios o el reconocimiento del fár-
maco en otros países e incluso la comprobación de que no existe otro medicamento eficaz,
proporcionado por el SUS o con registro en la Anvisa, para el caso. Finalmente, aduce que
“a participação nesses tratamentos rege-se pelas normas que regulam a pesquisa médica e,
portanto, o Estado não pode ser condenado a fornecê-los”, o sea, no cabe al Poder Judicial
determinar que un medicamento experimental sea suministrado por el Estado, o, en el
caso presente, por la Universidad de São Paulo (Supremo Tribunal Federal, Suspensões
de Tutela Antecipada 175, 211 e 278; Suspensões de Segurança 3724, 2944, 2361, 3345 e 3355;
54 y Brasil
En virtud de las reiteradas condenas que ordenaban el suministro de la fos-
foetanolamina, la USP divulgó un comunicado de prensa70 en el que afirmó que
el laboratorio de la Universidad no es una industria química o farmacéutica y
que no estaba en condiciones de producir la sustancia a gran escala para atender
a las centenas de liminares judiciales que había recibido en las últimas semanas.
Asimismo, ingresó con medida judicial que dio origen a la STA 828,71 cuya con-
troversia se fijó en la posibilidad de determinar, por vía judicial, la prestación de
una sustancia no clasificada como medicamento. En decisión monocrática, el
ministro Ricardo Lewandowski, en la condición de residente de la Corte, refiere
que la USP ha alegado que la fosfoetanolamina sintética no es un medicamento
y que no ha pasado por todas las etapas necesarias para testear los riesgos de su
suministro para la salud de las personas, y aduce que
Suspensão de Liminar 47, Relator: ministro Gilmar Ferreira Mendes, Brasília, DF, 16 de
março de 2010, p. 21. www.stf.jus.br).
70 Comunicado emitido el 13 de octubre de 2015, en referencia a diversas decisiones judiciales
que disponen el suministro de la sustancia fosfoetanolamina sintética. http://www5.usp.
br/99485/usp-divulga- comunicado-sobre-a-substancia-fosfoetanolamina
71 Supremo Tribunal Federal, Suspensão de Tutela Antecipada 828, Relator: ministro Ricardo
Lewandowski, Brasília, DF, 08 de novembro de 2016. https://portal.stf.jus.br/processos
72 Ibid., p. 3.
73 Como precedentes se citan, entre otros, el Recurso Extraordinário 657.718; la Suspensión de
Segurança 4.316/RO; la Suspensión de Liminar 815-AgR.
74 Adriana Timóteo dos Santos Zagurski y Danielle Anne Pamplona, “Judicialização da saúde
e orçamento público”, Revista do Direito, vol. 1, núm. 48, 2016. https://online.unisc.br/seer/
index.php/direito/article/view/6498/4665.doi:http://dx
75 Supremo Tribunal Federal, Recurso Extraordinário 566.471, Relator: ministro Marco Auré-
lio, Brasília, DF, 11 de março de 2020. www.stf.jus.br
76 El tratamiento del recurso había sido interrumpido en 2016, en razón de un pedido de vista
del entonces ministro Teori Zavascki (fallecido), habiendo sido retomado recién en 2020.
56 y Brasil
en el SUS, el Estado puede ser obligado a prestarlas si se comprueba la extrema
necesidad del tratamiento y la incapacidad financiera de la paciente y de su fa-
milia para su adquisición. También se ha establecido que el Estado no puede
ser obligado a proporcionar fármacos no registrados por la Agencia Nacional de
Vigilancia Sanitaria (Anvisa).
El ministro Edson Fachin, por su parte, ha disentido, votando a favor del in-
mediato suministro del medicamento solicitado, teniendo en cuenta que duran-
te la tramitación del proceso el mismo fue registrado e incluido en la política de
asistencia a la salud.
En la misma sesión, el ministro Alexandre de Moraes siguió al Relator. En su
percepción, el exceso de judicialización de la salud perjudica las políticas públi-
cas, pues decisiones judiciales favorables a unas pocas personas, por más impor-
tantes que sean sus problemas, comprometen el presupuesto total destinado a
millones de ciudadanos que dependen del SUS.
También han votado las ministras Rosa Weber y Cármen Lúcia, además de
los ministros Ricardo Lewandowski, Gilmar Ferreira Mendes y Luiz Fux. Todos
han acompañado al Relator en el sentido de no proveer el recurso, destacando,
en sus votos, que excepcionalmente es posible conceder los medicamentos no
registrados por la Anvisa, haciéndose necesaria la ponderación entre diversos
argumentos, tales como las garantías constitucionales (entre las cuales figuran
los derechos fundamentales, el derecho a la vida y la dignidad de la persona hu-
mana), el límite de lo financieramente posible a los entes de la Federación ante
las restricciones presupuestarias, el respeto al colapso ya existente y el perjuicio
a otros intereses idénticos.
Todos los ministros han apuntado, en sus respectivos votos, condicionantes
en cuanto a las situaciones de excepcionalidad, que serán incorporadas a la tesis
que se formulará posteriormente:
A partir de un estudio sobre los juicios realizados por el Supremo Tribunal Fede-
ral relativos a la prestación del derecho a la salud,79 tomando como marco inicial
el “fallo de la salud” (ver supra), en el cual se han fijado los parámetros generales
de actuación del Poder Judicial en el contexto de la judicialización de la salud,
se ha buscado identificar si y cómo estos parámetros han sido utilizados en las
sentencias posteriores. De ahí se han revelado algunos aspectos interesantes,
que se pasan a resumir:
1. De las treinta decisiones analizadas, en solo once fue invocado, expresa-
mente, el precedente de la STA 175/2010 (“fallo de la salud”), de manera
que es posible concluir que el objetivo primero de la fijación de parámetros
no se ha cumplido, tampoco en el ámbito del Supremo Tribunal Federal.
2. De las once decisiones en que hubo mención al precedente y a los criterios
en él establecidos, en nueve la invocación fue hecha de manera superficial;
77 De cualquier manera, se hace evidente la falta de una articulación y diálogo entre los po-
deres respecto a la concreción de los derechos prestacionales en Brasil, como forma de
superación de la “disputa” tradicional respecto a quién compete tal función, teniendo en
el horizonte una dimensión más cooperativa (Rosalind Dixon, “Para fomentar el diálogo
sobre los derechos socioeconómicos: una nueva mirada acerca de las diferencias entre revi-
siones judiciales fuertes y débiles”, en Roberto Gargarella (org.), Por una justicia dialógica:
el poder judicial como promotor de la deliberación democrática, Buenos Aires, Siglo XXI
Editores, 2014, pp. 51-94).
78 Aspecto que remite a la advertencia, hecha por Maus, en cuanto al argumento de “auto-
rreferencia” comúnmente utilizado por los tribunales constitucionales para legitimar sus
decisiones. Al respecto, véanse Ingeborg Maus, “O Judiciário como superego da sociedade
– sobre o papel da atividade jurisprudencial na ‘sociedade órfã’”, en Martonio Mont’Alverne
Barreto Lima e Paulo Menezes Albuquerque (trads.), en Novos Estudos, núm. 58, São Pau-
lo, Cebrap, 2000, pp. 183-202; Erhard Denninger, Der gebändigte Leviathan, Baden-Baden,
Nomos, 1990.
79 Mônia Clarissa Hennig Leal y Rosana Helena Maas, “A ‘decisão da saúde’ pelo Supremo Tri-
bunal Federal: uma análise dos parâmetros para a judicialização da saúde”, Revista Direito
Público, vol. 82, 2018, pp. 50-70. https://www.portaldeperiodicos.idp.edu.br/direitopubli-
co/article/view/2782/pdf
58 y Brasil
en solo dos sentencias los parámetros fueron utilizados como base para la
fundamentación (Agravo Regimental no Agravo de Instrumento 734.487/
PR, ministra Ellen Gracie; e Agravo de Instrumento 822.882/MG, ministro
Roberto Barroso).
3. No es posible identificar una tendencia clara acerca de cuáles ministros
toman sus decisiones con base en los parámetros fijados en el “fallo de la
salud” y cuáles no: Ministro Roberto Barroso (3), Luiz Fux (2), Teori Za-
vaski (2), Dias Toffoli (1), Cármem Lúcia (2) e Ellen Gracie (1).
CONCLUSIÓN
60 y Brasil
Paradójicamente, en Brasil es posible percibir que hay, incluso con el reconoci-
miento constitucional del derecho a la salud como un derecho fundamental, una
tendencia, por parte del Poder Judicial, a acoger más demandas individuales, basa-
das en la protección del derecho a la vida, que demandas colectivas basadas direc-
tamente en la protección del derecho a la salud (p. ej., la determinación judicial
va en el sentido de suministrar el medicamento “x” a determinado paciente que
lo requiere, pero no en el de determinar su inclusión en los protocolos de SUS).
Así, la justiciabilidad del derecho a la salud se configura en dos dimensiones:
a) por la vía individual, por medio de la Defensoría Pública y de los abogados
privados, dado que sus demandas se refieren, generalmente, a medicamentos o
insumos necesarios para la manutención o recuperación de la salud de los de-
mandantes; b) por medio de la tutela de los intereses colectivos, en general defen-
didos por asociaciones de la sociedad civil y por el Ministerio Público.85
Según apuntan los datos referentes a la solicitud de compra de medicamentos
o pago de procedimientos médicos, las acciones individuales86 son más exitosas,
dado que los tribunales tienden a evitar decidir casos colectivos, posiblemente
porque estas decisiones inciden directamente en la conformación de políticas
públicas,87 lo que conduce a conferir aún más relieve al fenómeno de la judiciali-
zación de la salud en Brasil.
En definitiva, lo que sucede es que, al final, la suma de acciones individuales
acaba por ser potencialmente más dañina que un eventual reconocimiento del
derecho en una perspectiva colectiva, al dificultar que se tenga una perspectiva
más amplia y concreta de los impactos financieros y presupuestarios causados
por las distintas decisiones judiciales, situación que podría ser calificada como
85 Felipe Rangel de Souza Machado, “A audiência pública da saúde: questões para a judiciali-
zação e para a gestão de saúde”, Revista de Administração Pública, vol. 46 núm. 4, 2012, pp.
1017-1036, 1021.
86 Conforme Souza, “o que mais impressiona nos dados daquilo que foi catalogado pelo CNJ é
o extrato desses números por categoria. As ações envolvendo pedidos individuais de saúde,
tratamento médico hospitalar e medicamentos somam 951.664 pedidos, enquanto as ações
que tratam de estrutura e organização do Sistema, tais como ressarcimento ao SUS, rea-
juste de tabela de procedimentos e repasse de verbas para o SUS, terceirização de serviços,
dentre outros, somam 25.825 ações. Isto significa dizer que as ações que buscam benefícios
individuais são, em números absolutos, trinta e sete vezes mais que as ações que pretendem
beneficiar a coletividade como um todo” (Mauro Luís Silva de Souza, Participação social e
controle social na conformação do direito à saúde: crítica à atuação judicial e inversão da
lógica constitucional e propostas de harmonização para a gestão de sáude no Brasil, Santa
Cruz do Sul, Universidade de Santa Cruz do Sul [Tese de Doutorado], 2020, 266 fls.).
87 Rangel de Souza Machado, “A audiência pública da saúde”, op. cit., p. 1021.
88 Pero se entiende que aunque esta conexión entre los derechos (o sea, que la conformación
del derecho social a la salud se dé por medio de la garantía del derecho individual a la vida),
no se constituya necesariamente en un problema, esto no puede significar que este último
no deba, también, ser interpretado desde una perspectiva social, que tome en cuenta el
bienestar colectivo.
89 Ana Luíza Chieffi, “Judicialização da Política Pública de assistência farmacêutica e equida-
de”, Cadernos de Saúde Pública, vol. 25, núm. 8, 2009, pp. 1839-1849, 1848.
62 y Brasil
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Jurisprudencia
66 y Brasil
Supremo Tribunal Federal, Agravo Regimental no Recurso Extraordinário 716777, Re-
lator: ministro Celso de Mello, Brasília, DF, 09 de abril de 2013. www.stf.jus.br
Supremo Tribunal Federal, Agravo Regimental no Recurso Extraordinário 581353, Re-
lator: ministro Celso de Mello, Brasília, DF, 29 de outubro de 2013. www.stf.jus.br
Supremo Tribunal Federal, Agravo Regimental no Recurso Extraordinário 762242, Re-
lator: ministro Dias Toffoli, Brasília, DF, 19 de novembro de 2013. www.stf.jus.br
Supremo Tribunal Federal, Agravo Regimental no Recurso Extraordinário 740802, Re-
lator: ministro Cármen Lúcia, Brasília, DF, 03 de dezembro de 2013. www.stf.jus.br
Supremo Tribunal Federal, Agravo Regimental no Recurso Extraordinário 756149, Re-
lator: ministro Dias Toffoli, Brasília, DF, 17 de dezembro de 2013. www.stf.jus.br
Supremo Tribunal Federal, Agravo Regimental no Recurso Extraordinário 717290, Re-
lator: ministro Luiz Fux, Brasília, DF, 18 de março de 2014. www.stf.jus.br
Supremo Tribunal Federal, Agravo Regimental no Recurso Extraordinário 812748, Re-
lator: ministro Celso de Mello, Brasília, DF, 24 de junho de 2014. www.stf.jus.br
Supremo Tribunal Federal, Agravo Regimental no Recurso Extraordinário 814197, Re-
lator: ministro Celso de Mello, Brasília, DF, 24 de junho de 2014. www.stf.jus.br
Supremo Tribunal Federal, Agravo Regimental no Recurso Extraordinário 814541, Re-
lator: ministro Celso de Mello, Brasília, DF, 24 de junho de 2014. www.stf.jus.br
Supremo Tribunal Federal, Agravo Regimental no Recurso Extraordinário 820910, Re-
lator: ministro Ricardo Lewandowiski, Brasília, DF, 26 de agosto de 2014. www.stf.
jus.br
Supremo Tribunal Federal, Agravo Regimental no Recurso Extraordinário 818572, Re-
lator: ministro Dias Toffoli, Brasília, DF, 02 de setembro de 2014. www.stf.jus.br
Supremo Tribunal Federal, Agravo Regimental no Recurso Extraordinário com Agravo
803274, Relator: ministro Teori Zavascki, Brasília, DF, 13 de maio de 2014. www.stf.
jus.br
Supremo Tribunal Federal, Agravo Regimental no Recurso Extraordinário com Agra-
vo 803281, Relator: ministro Teori Zawascki, Brasília, DF, 16 de setembro de 2014.
www.stf.jus.br
Supremo Tribunal Federal, Agravo Regimental no Recurso Extraordinário com Agravo
727764, Relator: ministro Celso de Mello, Brasília, DF, 04 de novembro de 2014.
www.stf.jus.br
Supremo Tribunal Federal, Agravo Regimental no Recurso Extraordinário com Agravo
801676, Relator: ministro Roberto Barroso, Brasília, DF, 19 de novembro de 2014.
www.stf.jus.br
Supremo Tribunal Federal, Arguição de Descumprimento de Preceito Fundamental
45, Relator: ministro Celso de Mello, Brasília, DF, 29 de abril de 2004. http://www.
stf.jus.br
68 y Brasil
ANEXO
Decisiones del Supremo Tribunal Federal acerca de la prestación del derecho fundamental a la salud (posteriores al “fallo de la salud”, 2010)
70 y
QQ
Dever do Estado na implementação de políticas públicas.
RE 607.381 Fornecimento de QQ
Luiz Fux Solidariedade passiva entre os entes estatais.
AgR/SC medicamentos
Brasil
QQ
Recurso para efeitos protelatórios.
QQ
RE 626.328 Não houve prequestionamento da matéria.
Luiz Fux Fornecimento de fraldas
AgR/RS
QQ
O Poder Judiciário poderá determinar a implementação de políticas públicas nas questões
relativas ao direito constitucional à saúde, desde que não haja inovação jurídica, para
Pagamento de parcelas
determinar que o Poder Executivo cumpra as políticas antes estabelecidas nos termos
RE 665.764 referentes às despesas
Cármen Lúcia constitucionais.
AgR/RS hospitalares com QQ
Responsabilidade solidária dos entes federados.
beneficiários do SUS QQ
A decisão agravada traz como precedente do STF a SL 47 AgR – ementa da decisão.
QQ
A decisão traz como precedente do STF 3.355-AgR/RN – condizente à solidariedade dos entes.
QQ
RE 668.724 Não houve prequestionamento sobre a matéria.
Luiz Fux Fornecimento de fraldas
AgR/RS
QQ
Direito à saúde e dever do Estado.
QQ
AI 550.530 AgR/ Joaquim Obrigação solidária.
Tratamento cirúrgico QQ
PR Barbosa Caráter programático.
QQ
Questão de prequestionamento.
QQ
Princípio da Separação de Poderes.
QQ
Análise da reserva do possível frente ao mínimo existencial.
Determinação de adoção QQ
RE 642.536 Escassez de recursos.
Luiz Fux de medidas para a QQ
AgR/AM As escolhas trágicas.
melhoria do sistema QQ
A decisão agravada traz como precedente do STF a SL 47 AgR – referente à controvérsia do
Poder Judiciário poder determinar ao Poder Executivo a adoção de providências administrativas.
QQ
Pessoa destituída de recursos financeiros.
QQ
Dever constitucional do Estado.
QQ
Inviolabilidade do direito à vida.
QQ
RE 716.777 Celso Mello Tratamento médico – Ao Poder Público cabe formular e implementar políticas sociais e econômicas que visem
AgR/RS oncológico garantir ao cidadão o acesso universal e igualitário à assistência médico-hospitalar.
QQ
Caráter programático do art. 196/CF.
QQ
Implementação de prestações positivas.
QQ
Responsabilidade solidária.
QQ
Dever de fornecimento gratuito de tratamento médico e medicações indispensáveis a pessoas
carentes.
QQ
Fármaco que não consta O implemento do direito à saúde impõe ao Estado o fornecimento dos meios necessários ao
dos registros da ANVISA, tratamento médico dos necessitados.
QQ
mas que foi receitado ao Matéria ainda não discutida em sede de STF.
paciente;
AI 824.946 ED/
Dias Toffoli Inclusão na lista
RS
de medicamentos
excepcionais que devem
ser fornecidos pelo Estado
do Rio Grande do Sul.
QQ
Dever do Estado de assistência materno-infantil.
QQ
Obrigação jurídico-constitucional que se impõe ao Poder Público, inclusive aos Estados-
Membros.
QQ
Omissão inconstitucional imputável ao Estado-Membro.
QQ
Ampliação e melhoria no Desrespeito à Constituição provocado por inércia estatal.
QQ
atendimento de gestantes Reserva do possível versus mínimo existencial.
RE 581.352 QQ
Celso de Mello em maternidades O papel do Poder Judiciário na implementação de políticas públicas instituídas pela Constituição
AgR/RS
estaduais. e não efetivadas pelo Poder Público.
QQ
Teoria dos “limites dos limites”.
QQ
Questão das “escolhas trágicas”.
QQ
Controle jurisprudencial da legitimidade da omissão do Estado.
QQ
Implementação de políticas públicas.
QQ
Legitimidade ativa do Ministério Público na Ação Civil Pública.
QQ
Fornecimento de Direito á saúde.
RE 762.242 QQ
Dias Toffoli medicamento não Dever do Estado.
AgR/RJ QQ
constante na lista do SUS Não violação do princípio da Separação dos Poderes.
72 y
QQ
Intervenção judicial que não se configura substitutiva de prerrogativa do Poder Executivo.
QQ
Aumento de leitos em Determinação de implementação de políticas públicas existentes.
RE 740.800
Brasil
QQ
Cármen Lúcia unidade de terapia A decisão agravada traz como precedente do STF a SL 47 AgR – referente à controvérsia do
AgR/RS
intensiva – UTI Poder Judiciário poder determinar ao Poder Executivo a adoção de providências administrativas.
Também, referente às conclusões retiradas da Audiência Pública da Saúde.
QQ
Fornecimento de Direito à saúde.
RE 756.148 QQ
Dias Toffoli medicamento que não Dever do Estado.
AgR/RS QQ
conste na lista do SUS Solidariedade entre os entes federativos.
QQ
Direito à saúde.
Fornecimento de QQ
RE 717.290 Dever do Estado.
Luiz Fux medicamentos e QQ
AgR/RS Solidariedade entre os entes federativos.
tratamento QQ
A decisão traz como precedente do STF 3.355-AgR/RN – ementa da decisão.
QQ
Direito à saúde.
QQ
Dever do Estado.
RE 803.274 Medicamento de alto QQ
Teori Zavascki Solidariedade entre os entes federativos.
AgR/MG custo QQ
A decisão agravada traz como precedente do STF a SL 47 AgR e a STA 175 AgR – ementa da
decisão.
QQ
Direito à saúde.
QQ
AI Fornecimento pelo Poder Público.
Medicamento de baixo QQ
822.882 AgR/ Roberto Barroso Solidariedade entre os entes federativos.
custo QQ
MG A decisão agravada traz como precedente do STF a SL 47 AgR – ementa da decisão e a STA 175
AgR – citação do segundo critério.
QQ
Pessoa destituída de recursos financeiros.
QQ
Dever constitucional do Estado.
QQ
Inviolabilidade do direito à vida.
QQ
Ao Poder Público cabe formular e implementar políticas sociais e econômicas que visem
garantir ao cidadão o acesso universal e igualitário à assistência médico-hospitalar.
QQ
RE Celso de Mello Tratamento médico Caráter programático do art. 196/CF.
QQ
814.197 AgR/PE Implementação de prestações positivas.
QQ
Responsabilidade solidária.
QQ
Dever de fornecimento gratuito de tratamento médico e medicações indispensáveis a pessoas
carentes.
QQ
Pessoa destituída de recursos financeiros.
QQ
Dever constitucional do Estado.
QQ
Inviolabilidade do direito à vida.
QQ
Ao Poder Público cabe formular e implementar políticas sociais e econômicas que visem
RE Fornecimento de garantir ao cidadão o acesso universal e igualitário à assistência médico-hospitalar.
Celso de Mello QQ
812.748 AgR/AL Medicamentos Caráter programático do art. 196/CF.
QQ
Implementação de prestações positivas.
QQ
Responsabilidade solidária.
QQ
Dever de fornecimento gratuito de tratamento médico e medicações indispensáveis a pessoas
carentes.
QQ
Pessoa destituída de recursos financeiros.
QQ
Dever constitucional do Estado.
QQ
Inviolabilidade do direito à vida.
QQ
Ao Poder Público cabe formular e implementar políticas sociais e econômicas que visem
Ag. Reg. no RE Fornecimento de garantir ao cidadão o acesso universal e igualitário à assistência médico-hospitalar.
Celso de Mello QQ
814.541/PI Medicamentos Caráter programático do art. 196/CF.
QQ
Implementação de prestações positivas.
QQ
Responsabilidade solidária.
QQ
Dever de fornecimento gratuito de tratamento médico e medicações indispensáveis a pessoas
carentes.
QQ
O Estado não se opõe a fornecer o medicamento de alto custo a portadores da doença de
Gaucher, buscando apenas eximir-se da obrigação, imposta por força de decisão judicial, de
Fornecimento de
manter o remédio em estoque pelo prazo de dois meses.
Ricardo medicamentos e QQ
RE 429.903/RJ Omissão estatal.
Lewandowski manutenção de estoque QQ
Princípio da Separação de Poderes.
QQ
O Estado age de forma ilegítima e viola o direito à saúde dos pacientes.
QQ
Falha do Estado em executar uma ação de saúde pública que ele mesmo se propôs a realizar.
74 y
QQ
Direito à saúde.
QQ
Dever do Estado.
Fornecimento de
Brasil
QQ
RE Solidariedade entre os entes federados.
Dias Toffoli medicamento de alto QQ
818.572 AgR/CE Repercussão geral reconhecida.
custo QQ
A decisão agravada traz como precedente do STF a SL 47 AgR e a STA 175 AgR – ementa da
decisão.
QQ
Direitos indisponíveis.
QQ
Direito à saúde.
QQ
Dever do Estado.
QQ
Obrigação solidária.
QQ
Omissão estatal.
QQ
ARE 803.281 Fornecimento de Concretização de políticas públicas pelo Poder Judiciário.
Teori Zavaski QQ
AgR/RJ medicamentos Legitimidade do MP no caso.
QQ
Limites orçamentários, porém o Poder Público não pode se limitar do encargo constitucional.
QQ
Não se trata de interferência do Poder Judiciário, mas ingerência ilegítima de um poder na
esfera de outro.
QQ
A decisão agravada traz como precedente do STF a SL 47 AgR e a STA 175 AgR – ementa da
decisão.
QQ
Dever estatal de assistência à saúde e de proteção à vida resultante de norma constitucional.
QQ
Obrigação jurídico-constitucional que se impõe aos Estados.
QQ
Omissão estatal.
QQ
Cláusula da reserva do possível e sua inaplicabilidade frente ao mínimo existencial.
RE Celso de Mello Serviços hospitalares QQ
A reserva do possível na perspectiva dos custos dos direitos.
727.764 AgR/PR prestados por instituições QQ
A teoria dos “limites dos limites”.
privadas em benefício QQ
Caráter programático.
de pacientes do SUS QQ
Questão das escolhas trágicas.
atendidos pelo SAMU nos QQ
Controle jurisdicional de legitimidade da omissão do Poder Público.
casos de urgência e de QQ
Observância dos parâmetros constitucionais.
inexistência de leitos na QQ
Proibição de retrocesso social – proteção ao mínimo existencial – vedação da proteção
rede pública insuficiente – proibição de excesso.
QQ
Ação civil pública como instrumento processual adequado à proteção jurisdicional de direitos
revestidos de metaindividualidade.
QQ
Responsabilidade solidária dos entes.
QQ
Direito à saúde.
QQ
Menor portador de doença grave.
QQ
AI Fornecimento pelo Poder Público de fraldas descartáveis.
Roberto Barroso Fornecimento de fraldas QQ
810.864 AgR/RS Inexistência de ofensa ao princípio da separação de poderes.
QQ
Solidariedade dos entes federados.
QQ
A decisão agravada traz como precedente do STF a SL 47 AgR – ementa da decisão.
QQ
Pessoa destituída de recursos financeiros.
QQ
Direito à vida e à saúde.
QQ
Fornecimento gratuito de meios indispensáveis ao tratamento e à preservação da saúde de
ARE pessoas carentes.
Celso de Mello Tratamento médico QQ
800.051 ED/RJ Caráter programático.
QQ
Direito público subjetivo.
QQ
Dever constitucional do Estado.
QQ
Responsabilidade solidária.
QQ
Direito à saúde.
QQ
Fornecimento pelo Poder Público de tratamento adequado.
QQ
ARE Solidariedade entre os entes federativos.
Roberto Barroso Tratamento adequado QQ
801.676 AgR/PE Não ocorrência de violação ao princípio da Separação dos Poderes.
QQ
Prevalência do direito à vida, colisão de direitos fundamentais.
QQ
A decisão agravada traz como precedente do STF a SL 47 AgR – ementa da decisão.
QQ
Interesses individuais indisponíveis.
QQ
Legitimidade do Ministério Público.
QQ
Direito à saúde.
QQ
Compelir os entes Dever do Estado.
QQ
RE 820.910 Ricardo federados a entregar Limites orçamentários.
QQ
AgR/CE Lewandowski medicamentos a Realização de tratamento médico.
QQ
indivíduos indeterminados Solidariedade entre os entes federativos.
QQ
INTRODUÇÃO
y 77
CONCEITOS DE ATIVISMO JUDICIAL E PARÂMETROS CONSTITUCIONAIS
Problemas de definição1
78 y Brasil
critérios para classificar uma postura ou decisão no “ativismo”.5 O termo foi re-
tomado em artigos do jurista Edward McWhinney. O autor analisou os dilemas
ideológicos e jurídicos da Suprema Corte no Canadá e nos EUA em decisões que
envolvem questões políticas sensíveis. Sem rejeitar o ativismo, criticou juízes ati-
vistas por não serem politicamente preparados e legitimados a traduzir anseios
da comunidade nesses assuntos.6 Posteriormente, McWhinney criticou a inde-
terminação dos termos “ativismo judicial” e “autocontenção judicial” (judicial
self-restraint), assim como seu caráter simplista que não permite classificar as
decisões e posturas da Suprema Corte dos EUA, na qual não há contraposições
frontais, mas diferenças sutis no aspecto temporal (em qual momento um juiz se
mostra ativista) e no aspecto temático (em quais temas mostra-se ativista certo
juiz).7 Críticas parecidas às distorções e simplificações do suposto embate entre
ativistas e passivistas encontramos em artigo publicado em 1959 pelo professor
de direito penal Sanford Kadish, que considera essa contraposição como uma
maneira de “transformar problemas delicados e difíceis em um melodrama”, sem
levar em consideração a complexidade e a tecnicidade do ofício de julgar.8
A busca por uma definição do termo mostra que, apesar da multiplicidade e
das incertezas, há duas alternativas de definição para quem não deseja utilizar o
termo de maneira emocional.
Uma primeira vertente é de cunho quantitativo. Identifica como ativistas os
juízes que intervêm demasiadamente nas decisões dos demais poderes, afetando
sua separação e equilíbrio. Essa visão quantitativa não convence. Quem e como
define em quais casos o juiz intervém “pouco” ou “muito”? Ainda que se estabe-
leça um quadro comparativo no tempo e entre países, mostrando uma atividade
particularmente intensa em certo período ou país, isso não permite concluir algo
sobre o “ativismo”, pois o grande número de declarações de inconstitucionalidade
não significa que um tribunal seja ativista. Sua atividade intensa pode ser conse-
quência da atuação sistemática do legislador em desrespeito à Constituição ou da
amplitude das competências judiciais em certo ordenamento. Não se pode cha-
mar de “ativista” um médico que atende muitos pacientes durante uma epidemia!
A segunda forma de definição é a qualitativa. Não interessa a frequência
da intervenção, mas o critério de atuação (ou de não atuação) do juiz. Essa
5 Ibidem, p. 1450.
6 Apud Keenan Kmiec, “The origin and current meanings of `judicial activism´”, California
Law Review. vol. 92, 2004, p. 1452.
7 Edward McWhinney, “The Great Debate. Activism and Self-Restraint and Current Dilem-
mas in Judicial Policy-Making”, New York University Law Review, vol. 33, 1958, pp. 790–794.
8 Sanford Kadish, “A note on judicial activism”. Utah Law Review, vol. 6, 1959, p. 467.
9 Sobre a ausência de vinculação metodológica em outros países, cfr. Dimitri Dimoulis e So-
raya Regina Gasparetto Lunardi, Curso de processo constitucional. São Paulo, RT – Thom-
son Reuters, 2020, pp. 288–291.
80 y Brasil
interpretações) da Constituição também por inação ou omissão. Isso podemos
alcunhar, em contraposição ao ativismo judicial, de “passivismo judicial”, com im-
pactos muito negativos. Nesse contexto, é certo que normas como a do art. 2º da
CF, que positivou o princípio da “separação de poderes”, muito pouco ajudam o in-
térprete e a própria Corte a achar a estreita faixa de passagem entre Cila e Caríbdis.
Também o tão alardeado modelo estadunidense de autocontenção parece
não passar de um desiderato ou de um programa dependente das visões teóricas
a respeito da legitimidade da Justiça constitucional. Fosse o suposto modelo de
autocontenção realmente viável, não haveria tanta celeuma por conta de os repu-
blicanos terem logrado nomear em 2020 mais uma “Justice”, alinhada com suas
concepções sobre a aplicação da Constituição, de modo a todo analista político
ressaltar a atual proporção 6X3 de juízes nomeados por presidentes republicanos
em relação àqueles nomeados por presidentes democratas.
O debate é profícuo no âmbito de outras disciplinas social-científicas ou de
ciências humanas, incluindo a filosofia e a ciência política e a sociologia do di-
reito.10 Mas discussões sobre o que é “legítimo” uma Corte constitucional fazer e
decidir são bastante estéreis, quando se trata de investigar os pressupostos nor-
mativos da correta interpretação e aplicação de normas dotadas de supremacia.
Por que não finalmente pressupor a legitimidade da Justiça constitucional? Em
outras palavras: por que não apartar a problemática da legitimidade material da
legitimidade formal derivada de normas constitucionais positivas, como a norma
do art. 101 da CFB em combinação com a garantia da inafastabilidade da jurisdição,
que torna a justiça competente (“legitimada”) para decidir sobre qualquer lesão ou
ameaça de lesão a direito (art. 5º, XXXV da CFB)? Nesse sentido, a discussão sobre
legitimidade transforma-se em discussão sobre as competências do juiz constitu-
cional em cada ordenamento e a forma de seu exercício (interpretação de normas
materiais e processuais, reflexão sobre os métodos de interpretação).
É certo que o problema adquire nuances diferentes a depender de se tratar
de um sistema de controle de constitucionalidade integrado/difuso ou isolado/
concentrado. Com seu monopólio confiado a apenas uma Corte, a um único juiz
natural de questões constitucionais,11 da competência para o descarte de nor-
ma, o segundo tem vantagens irrefutáveis em termos de segurança jurídica e
82 y Brasil
ATIVISMO JUDICIAL INCONSTITUCIONAL (DECISIONISMO) NA JURISPRUDÊNCIA
DO STF ILUSTRADO NO USO DA INTERPRETAÇÃO CONFORME A CONSTITUIÇÃO
Qualificar o STF como ativista se tornou corriqueiro. Quem afirma isso conside-
ra o STF ativista em dois sentidos. Primeiro, em razão do intenso questionamen-
to de decisões dos demais poderes, principalmente de leis. Segundo, no sentido
da utilização de formas de interpretação e de ação processual “criativas” e “livres”
que aumentam seus poderes.
O Tribunal é certamente ativista em razão da criatividade (e da imprevisibili-
dade) dos métodos utilizados e das posições de cada Ministro. Mas seria também
ativista no sentido quantitativo do intenso questionamento dos demais Pode-
res? Nos anos 2000, o STF se tornou protagonista na configuração do sistema de
direitos fundamentais, com decisões de ampla repercussão jurídica e política.
Basta lembrar das decisões sobre o racismo, a execução das penas por crimes he-
diondos, a reforma tributária, a biotecnologia, a infidelidade partidária, a tutela
dos direitos dos índios, a união estável de pessoas do mesmo sexo, o aborto no
caso de anencefalia e as ações afirmativas a favor de grupos socialmente fragili-
zados. Nesse “ativismo” se incluem decisões sobre a efetivação de alguns direitos
sociais, com censura de omissões legislativas e executivas.
Mas essas decisões, por mais que sejam relevantes, são insuficientes para con-
firmar o rótulo de Tribunal ativista. Além de serem mais raras e menos relevantes
decisões do Tribunal sobre questões de direitos fundamentais nos anos de 2010,
dados mostram que o Supremo Tribunal Federal atua como Corte passivista,
evitando conflitos com os demais poderes e postergando decisões em questões
84 y Brasil
protocoladas em 2000), assim como a mais recente Emenda constitucional 103
de reforma da previdência, que afeta milhões de aposentadas e aposentados.
Mesmo as tão discutidas decisões do Supremo sobre a distribuição gratuita
de remédios não autorizados pelos demais Poderes corroboram a tese do passi-
vismo. O Tribunal não aplicou o mesmo entendimento em todos os pedidos, ha-
vendo decisões de indeferimento com base em considerações consequencialistas
(custo do tratamento, número de pacientes e outras variáveis de impacto sobre
os cofres públicos). A negativa se deu nos processos de tutela coletiva, como na
Suspensão de Tutela Antecipada n. 91, o que confirma a opção da inércia em ca-
sos com maior impacto econômico e político.
Além disso, a generosidade do Tribunal em relação aos remédios em pro-
cessos individuais é uma exceção que confirma o passivismo quanto aos demais
direitos sociais. Isso provavelmente se explica pelo baixo impacto orçamentário
da concessão de remédios em comparação com o custo de decisões “ativistas”
nos campos da previdência social, da moradia e dos direitos dos trabalhadores.
O passivismo do Supremo que convalida as leis federais e opções do governo
ou eterniza os processos tem um complemento paradoxal: o ativismo arbitrário
na atuação individual dos Ministros. Decisões importantes sobre temas consti-
tucionais são tomadas de maneira rápida por um único Ministro, sem que sejam
reexaminadas pelo Tribunal em prazo razoável.
O caso mais conhecido se refere à Emenda constitucional n. 73, que criou
Tribunais Regionais Federais. Foi suspensa por liminar do Ministro Joaquim Bar-
bosa em 2013, um dia após o protocolo da ADI. Até 2020 não houve manifestação
do Plenário, continuando suspensa, com base na decisão de um único Ministro,
uma norma criada pelo Poder Constituinte Reformador.
O mesmo ocorreu com a Lei 12.374 de 2013, que modificou a distribuição dos
royalties do petróleo entre Estados e Municípios. A Ministra Carmem Lúcia con-
cedeu liminar que suspendeu importante parte da lei em 2013, três dias após o
protocolo. Tampouco houve decisão do Plenário sobre a liminar até 2020.
A observação da atuação do Supremo não justifica avaliações otimistas de
sua performance. E confirma a necessidade de reformas das normas processuais
e das práticas decisórias para evitar práticas discrepantes, entre as quais a pos-
sibilidade de um único integrante do Tribunal, o que denominamos ativismo
arbitrário e outros autores ministrocracia.16
86 y Brasil
A avaliação do impacto do STF na vida social e política apresenta grandes
dificuldades, em razão da complexidade dos problemas e da multiplicidade de
opiniões e interesses políticos. O pesquisador deve ter três cuidados.
Primeiro, não se impressionar pelos relatórios da atividade dos Tribunais e as
notícias jornalísticas que indicam apenas a atuação positiva. Deve levar em con-
sideração o volume de processos que não recebem resposta por anos ou décadas.
A condenação criminal de um político pode “esconder” centenas de inquéritos
sem andamento substancial.
Segundo, procurar dados empíricos sobre o impacto orçamentário das deci-
sões judiciais. A concessão de remédios pode impressionar, mas a pesquisa deve
encontrar o impacto quantitativo das decisões judiciais no orçamento público.
Terceiro, a avaliação do ativismo não deve ser feita com a comparação direta
da decisão do tribunal com aquela do legislador ou do administrador, conside-
rando “ativista” tudo aquilo que contraria a vontade dos poderes eleitos. A avalia-
ção deve levar em consideração a dimensão da legalidade-constitucionalidade,
ocorrendo uma triangulação (decisão política —> avaliação de legalidade-cons-
titucionalidade —> decisão judicial).
Consideramos que são três os critérios para decidir se um Tribunal é “ativis-
ta”. Primeiro, quando intervém nas decisões legislativas de uma maneira muito
mais intensa do que fazia no passado.
Segundo: intervém muito mais do que Cortes constitucionais em países com
situação social e cultura jurídica semelhante.
Terceiro: contaria decisões políticas não manifestadamente ilegais-inconsti-
tucionais, fazendo isso mesmo contra a letra da Constituição ou na ausência de
clara norma constitucional.
Inversamente, será passivista o Tribunal que, primeiro: deixa de intervir em
temas nos quais atuava no passado, segundo: apresenta grau de autocontenção
muito maior do que Tribunais comparáveis e, terceiro: mantém decisões políti-
cas manifestadamente ilegais-inconstitucionais.20
21 Cfr., por exemplo, com mais referências Leonardo Martins, Direito processual constitucio-
nal alemão, 2ª. ed., Indaiatuba, Foco, 2018, p. 70.
88 y Brasil
da Justiça (“força de lei”). Por isso, a interpretação conforme a Constituição tem
sido, por vezes, criticada como uma forma dissimulada de “legislação judicial”.22
Ocorre que, na Alemanha, quando uma interpretação conforme a Consti-
tuição é indevidamente realizada, dois bens jurídicos são atingidos. O primeiro
deles, de índole material, é o princípio da separação de funções estatais. O se-
gundo, de índole processual e jusfundamental processual, é o dever de apresen-
tação de uma questão ao juízo competente e correspondente violação do direito
fundamental processual ao juiz natural (Art. 101 I 2 GG).23 Com efeito, quando
um órgão judicial monocrático ou judicante de tribunal interpreta “conforme a
Constituição”, ao arrepio de um teor normativo que, por sua absoluta clareza e
caráter determinado, não dá azo a interpretação que não implique desrespeito
à vontade do legislador, ao lado da violação ativa do princípio da separação de
funções estatais ele também sonega à parte processual seu juiz natural de questão
constitucional: o TCF, competente exclusivamente para o descarte normativo.
Por isso, o TCF toma o cuidado de revisar constantemente as interpretações
conforme a Constituição perpetradas pelos tribunais comuns, além de ele mes-
mo realizar aquelas que forem indevidamente omitidas. As últimas, no entanto,
são relevantes em outro contexto: para a tarefa original de – em razão da defe-
rência judicial constitucional ao legislador – poupar a norma impugnada ante a
verificação da possibilidade de uma alternativa de interpretação mediante a qual
o parâmetro jusfundamental não reste violado.24
Assim, a interpretação conforme a Constituição ocupa uma posição assaz
ambivalente, quase de intersecção entre o direito constitucional material e o di-
reito processual constitucional.
22 Cfr. Mendes (1996), todavia, a transformação paulatina do entendimento desse autor a par-
tir da seguinte obra: Mendes (1999).
23 Cfr. Leonardo Martins, Tribunal Constitucional Federal alemão. Decisões anotadas sobre
direitos fundamentais. Direitos fundamentais ao casamento e à família; liberdades de asso-
ciação; garantias constitucionais processuais, São Paulo, Marcial Pons, vol. III, 2019, p. 210.
24 Cfr., por exemplo, o uso da figura em decisões do TCF alemão em Leonardo Martins, Tri-
bunal Constitucional Federal alemão: decisões anotadas sobre direitos fundamentais. vol.
1: Dignidade humana, livre desenvolvimento da personalidade, direito fundamental à vida
e à integridade física, igualdade, São Paulo, Konrad-Adenauer-Stiftung, 2016, pp. 165–166,
220, 251 e 285, vol. 2: Liberdade de consciência e crença; liberdades de expressão e de co-
municação social; liberdades artística e científica, São Paulo, Konrad-Adenauer-Stiftung,
2018, pp. 41, 63, 67, 76–80, 153, 208, 217 e 263; Direito processual constitucional alemão, 2ª.
ed., Indaiatuba, Foco, 2018a, pp. 59, 98, 102 e 262–263, e Tribunal Constitucional Federal
alemão. Decisões anotadas sobre direitos fundamentais. Liberdade de reunião, sigilos postal
e telefônico, liberdade de locomoção, direito fundamental à inviolabilidade do domicílio, São
Paulo, Marcial Pons, v. IV, 2020, pp. 62, 68, 74–76, 82, 190, 195 s. e 214–215.
25 Cfr. Dimitri Dimoulis e Leonardo Martins, Teoria geral dos direitos fundamentais, 7ª. ed.,
São Paulo, RT – Thomson Reuters, 2020, p. 153 e Leonardo Martins, São Paulo, Marcial
Pons, vol. III, op. cit., p. 61.
26 Idem. para ver referências.
27 Cfr. Leonardo Martins, vol. 2, op. cit., pp. 18–21.
90 y Brasil
juiz natural exclusivo de questões constitucionais, o TCF. A seguir, após a breve
descrição da segunda acepção, aprofundaremos os critérios de assunção da in-
terpretação conforme a Constituição.
Na segunda acepção, vem sendo chamada como variante de dispositivo,28 de-
terminável mediante a fórmula da declaração da inconstitucionalidade acom-
panhada do efeito em regra da nulidade (Nichtigerklärung), ao lado de outras
como a mera verificação da incompatibilidade (Unvereinbarerklärung) com efei-
to da anulabilidade imediata ou a partir de determinada data, as assim chamadas
“Decisões de Apelo” e a quarta categoria em tela da interpretação conforme a
Constituição. Esta fixa determinada interpretação como compatível com a Cons-
tituição e, a contrario sensu, pelo menos uma interpretação como incompatível.
Em verdade, ambas as acepções são complementares, tais quais as duas par-
tes de toda norma jurídica da hipótese normativa e do consequente. A chave é
definir a partir de que momento deve ser cogitada, pelo menos em princípio,
uma interpretação conforme a Constituição e seus limites.
Duas decisões do TCF alemão nos ajudam a responder tal pergunta. Na pri-
meira, o TCF cogitou e aplicou uma intepretação conforme a Constituição não
feita por tribunais do processo originário. Na segunda, o TCF a cogitou, mas a
descartou.
29 Que são quatro! A denotar uma hipertrofia contraproducente de inócuas fórmulas proces-
suais incompatíveis com seu papel que deveria ser instrumental.
30 O que faz tão pouco sentido linguístico-sintático quanto corrobora o caráter difuso-confu-
so de sua recepção.
31 Lei 9.868, art. 28, § único. “A declaração de constitucionalidade ou de inconstitucionalida-
de, inclusive a interpretação conforme a Constituição e a declaração parcial de inconstitu-
cionalidade sem redução de texto têm eficácia contra todos e efeito vinculante em relação
aos órgãos do Poder Judiciário e à Administração Pública federal, estadual e municipal”.
32 ADI 1.642, Rel. Min. Eros Grau, julg. 03.04.2008.
92 y Brasil
aprovar, previamente, por voto secreto, após arguição pública, a escolha: [...] d)
dos Presidentes das entidades da administração pública indireta, dos Presiden-
tes e dos Diretores do sistema financeiro estadual.
94 y Brasil
Segundo: ainda quanto à interpretação da norma objeto do controle de cons-
titucionalidade, a despeito da referida taxatividade da locução, mas para efeitos
argumentativos-concessivos ainda em se admitindo sentido alternativo, omitiu-
-se a contraposição entre interpretação prima vista do teor e a interpretação al-
ternativa plausível.
Terceiro, e em parte como resultado das duas primeiras deficiências aponta-
das: não se demonstrou em que medida a supostamente plausível interpretação
alternativa seria compatível com o parâmetro do art. 173, §1, II da CF.
Quarto: pode ser apresentada a objeção de que a norma do art. 173, §1, II da
CF funciona como parâmetro suposta ou ao menos potencialmente violado. Sem
embargo de concepções “criativas” da opinião majoritária que propugna por um
princípio da simetria federativa, o que na prática implica a negação da auto-
nomia (soberania) relativa dos Estados-membros da federação brasileira, o §1°,
caput do art. 173 que disciplina a exploração direta da atividade econômica pelo
Estado (em princípio por entidades da administração pública “federal”, mas esse
não é o maior problema...) determina que “a lei estabelecerá o estatuto jurídico
da empresa pública, da sociedade de economia mista e de suas subsidiárias...”
(grifo nosso). O inciso II do mesmo dispositivo determina, de fato, “a sujeição
ao regime jurídico das empresas privadas, inclusive quanto aos direitos e obri-
gações civis, comerciais, trabalhistas e tributários.” Aparentemente foi o silêncio
do constituinte quanto às fundações e autarquias nesse dispositivo que levou o
relator à conclusão de sua relevância como parâmetro de controle de constitucio-
nalidade no caso do objeto em tela. Ou seja, novamente, assim como no caso da
norma objeto, não se interpretou a norma constitucional que tivera sido atingida
pelo conteúdo daquela.
Primeiro que, por ser o estatuto jurídico de uma empresa pública ou de eco-
nomia mista objeto de uma lei ordinária, não há de se confundi-la em termos
de condições e pressupostos com pessoas jurídicas de direito privado. Sua sub-
missão ao regime jurídico próprio das empresas privadas que, de resto, deve ser
objeto da disposição da mesma lei (art. 173, §1°, caput, “in fine” da CF) que lhe
oferece seu estatuto, não espanta, especialmente no que tange à sua responsa-
bilidade civil, comercial, trabalhista e tributária. Também a empresa pública e,
principalmente, de economia mista pode ter seu capital aberto com oferta de
ações ao mercado de capitais. A lei federal (e caso se queira insistir no princípio
da simetria: juntamente a Constituição e a lei estadual!) tem (têm) margem
discricionária para definir, por exemplo, um critério da seleção de seus dirigen-
tes mediante participação de Casas Legislativas ou, quiçá, pura meritocracia.
Não é possível nem necessário apresentar aqui um ensaio de interpretação
do art. 173 da Constituição Federal com a devida consideração da doutrina e da
CONCLUSÃO
96 y Brasil
A ação afirmativa não compete, em si, ao Judiciário, mas ao Legislativo. Revela
opção político-legislativa. Surge impertinente potencializar razões pragmáticas,
articulando com a interpretação de normas abertas a encerrarem os princípios
constitucionais da dignidade da pessoa humana, igualdade e cidadania, a ponto
de ter-se mitigada a ordem jurídica, a ser preservada por todos, principalmente
por este Tribunal, guarda maior da Constituição Federal.34
BIBLIOGRAFIA
Arguelhes, Diego Werneck e Leandro Molhano Ribeiro, “Criatura e/ou Criador: trans-
formações do STF sob a Constituição de 1988”, Revista Direito-GV, 2016.
98 y Brasil
Martins, Leonardo, Tribunal Constitucional Federal alemão. Decisões anotadas sobre di-
reitos fundamentais. Direitos fundamentais ao casamento e à família; liberdades de
associação; garantias constitucionais processuais, São Paulo, Marcial Pons, 2019.
Martins, Leonardo, Tribunal Constitucional Federal alemão. Decisões anotadas sobre di-
reitos fundamentais. Liberdade de reunião, sigilos postal e telefônico, liberdade de
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Valle, Vanice Regina Lírio do (org.), Ativismo jurisdicional e o Supremo Tribunal Federal,
Curitiba, Juruá, 2009.
INTRODUCCIÓN
y 101
anteriormente, como los derechos a la alimentación, al agua, a la vivienda, el
derecho de acceso a los servicios públicos básicos, además de los derechos de
grupos sociales vulnerables. Asimismo, definió que los tratados y convenciones
internacionales forman parte del bloque de constitucionalidad, determinando
la aplicación preferente frente a la Constitución en casos concretos en los que la
norma convencional sea más favorable para la protección de los derechos funda-
mentales; y dispuso que las normas de la Constitución y las leyes sobre derechos
fundamentales deben interpretarse desde y en conformidad con las referidas
normas internacionales. Se consolidó el modelo europeo de control de constitu-
cionalidad, ampliando las acciones tutelares para la protección de los derechos
fundamentales.
Sin embargo, en diez años de aplicación de la Constitución, ese excelente
diseño normativo ha enfrentado un duro contraste con la realidad práctica de
incumplimiento de las normas constitucionales por las autoridades públicas,
que se traduce en una permanente vulneración de los derechos fundamentales
por acciones y omisiones de los agentes estatales, y la no reparación efectiva y
oportuna por la Jurisdicción Constitucional.
En el presente trabajo se aborda el tema, como una especie de evaluación de
diez años de vigencia de la Constitución, a partir de un análisis descriptivo de ese
lamentable contraste entre la teoría y la práctica.
102 y Bolivia
1. El catálogo de los derechos fundamentales establecido por la Constitu-
ción está organizado sobre las siguientes bases:
a. Los derechos se consagran en la Constitución sobre la base de los prin-
cipios de la inviolabilidad, la universalidad, la interdependencia, la
indivisibilidad y la progresividad, proclamados por el artículo 13, pa-
rágrafo primero de la Constitución. Esos principios se constituyen en
los presupuestos lógicos y criterios básicos para el ejercicio, la preser-
vación, el resguardo y la protección de los derechos fundamentales.
b. La cláusula abierta, como una norma constitucional habilitante para
incorporar e integrar al catálogo previsto por la Constitución aquellos
derechos no reconocidos expresamente y conocidos como los derechos
implícitos, innominados o de origen jurisprudencial, para que puedan
ser ejercidos, preservados y protegidos; la cláusula está prevista por el
artículo 13, parágrafo segundo de la Constitución.
c. La prohibición y sanción de todo acto de discriminación fundada en
razón de sexo, color, edad, orientación sexual, identidad de género,
origen, cultura, nacionalidad, ciudadanía, idioma, credo religioso,
ideología, filiación política o filosófica, estado civil, condición econó-
mica o social, tipo de ocupación, grado de instrucción, discapacidad,
embarazo u otras que tengan por objetivo o resultado anular o menos-
cabar el reconocimiento, goce o ejercicio, en condiciones de igualdad,
de los derechos de toda persona; así está expresamente determinado
por el artículo 14, parágrafo segundo de la Constitución.
d. La imposición de deberes al Estado para que promueva, proteja y
respete los derechos consagrados por la Constitución y el bloque de
constitucionalidad (art. 13.I),1 y para garantizar a todas las personas
y colectividades, sin discriminación alguna, el libre y eficaz ejercicio
de los derechos (art. 14.III).2 Asimismo, la imposición de obligaciones
negativas y obligaciones positivas, para garantizar el ejercicio efectivo
y goce pleno de los derechos.
2. Sobre las bases mencionadas, los derechos fundamentales reconocidos en
el amplio catálogo (arts. 13 a 107 de la Constitución) están organizados en
1 El artículo 13.I de la Constitución prevé lo siguiente: “Los derechos reconocidos por esta
Constitución son inviolables, universales, interdependientes, indivisibles y progresivos. El
Estado tiene el deber de promoverlos, protegerlos y respetarlos”.
2 Por previsión del artículo 14.III de la Constitución se establece: “El Estado garantiza a todas
las personas y colectividades, sin discriminación alguna, el libre y eficaz ejercicio de los
derechos establecidos en esta Constitución, las leyes y los tratados internacionales de de-
rechos humanos”.
104 y Bolivia
que el Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP), interpretando la re-
ferida norma constitucional, en su Sentencia Constitucional SC 0110/2010
de 10 de mayo,4 ha definido que el bloque de constitucionalidad no se
agota en las normas de los tratados y convenciones internacionales, sino
que alcanza a los organismos internacionales especializados creados, y a
las determinaciones o decisiones emanadas de esos órganos.
Previsión de aplicación preferente, en casos concretos, de las normas de
tratados y convenciones internacionales que declaren derechos más fa-
vorables a los contenidos en la Constitución (art. 256.I5). La definición
constitucional referida supone que ante un conflicto entre las normas de
la Constitución y las de los tratados y las convenciones internacionales
sobre derechos humanos, en la resolución de un caso concreto, priman
las normas internacionales, bajo una doble condición: la primera, que las
normas convencionales sean más favorables que las de la Constitución
para el resguardo y la protección de los derechos; y, la segunda, que los
tratados y las convenciones internacionales hayan sido firmados y ratifi-
cados o que el Estado boliviano se hubiese adherido a estos.
6 El artículo 13.IV, última parte, de la Constitución dispone lo siguiente: “Los derechos y de-
beres consagrados en esta Constitución se interpretarán de conformidad con los Tratados
internacionales de derechos humanos ratificados por Bolivia”, y el artículo 256.II dispone
que: “Los derechos reconocidos en la Constitución serán interpretados de acuerdo a los tra-
tados internacionales de derechos humanos cuando estos prevean normas más favorables”.
106 y Bolivia
IMPORTANTES AVANCES EN LA PROTECCIÓN DE LOS DERECHOS FUNDAMENTALES
Una forma en la que los gobernantes de algunos Estados han restringido el ejerci-
cio del derecho a la libertad de expresión, pensamiento y opinión es la penaliza-
ción de la conducta de difundir las ideas, los pensamientos y las opiniones críticas
del accionar de los servidores públicos, a cuyo efecto han introducido en la Ley
penal sustantiva el tipo penal del delito de desacato. Bolivia no fue la excepción.
En el sistema constitucional boliviano se introdujo esta figura en el Código
Penal, cuyo artículo 162 tipifica el delito de desacato en los siguientes términos:
El bien jurídico protegido a través de este tipo penal resultaba ser una com-
binación entre la función pública y la honorabilidad del cargo del funcionario
público, vale decir, la protección del buen funcionamiento del Estado y los dere-
chos fundamentales del funcionario público al honor y la honra, que supuesta-
mente se vulneraban con las conductas que constituían el tipo penal del delito.
Ante la impugnación realizada por una persona sometida a proceso penal,
con acusación de haber cometido los delitos de desacato y apología pública del
delito, el TCP, mediante su Sentencia SCP 1250/2012, de 20 de septiembre, ha de-
clarado la inconstitucionalidad del artículo 162 del Código Penal que tipificaba
el delito de desacato.
Uno de los fundamentos que sustentan la decisión es que, en criterio del
TCP, la restricción del derecho a la libertad de expresión, pensamiento y opinión
por la vía de penalización específica como delito de desacato no es necesaria ni
108 y Bolivia
Definición de ejercicio de control de convencionalidad
Como parte de los importantes avances que se han logrado en estas dos dé-
cadas del siglo XXI en materia de protección de derechos humanos, se tiene
la creación del control de convencionalidad, que están obligadas a realizar las
autoridades públicas de los Estados parte de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos (CADH), conforme ha definido en su reiterada jurispruden-
cia la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH).
Efectivamente, a través de una jurisprudencia ampliada y evolutiva, la Corte
IDH ha definido que los jueces y tribunales de justicia, las autoridades que ejer-
zan funciones jurisdiccionales, las autoridades políticas de un Estado parte de la
Convención, en el ámbito de las competencias y regulaciones procesales, deben
realizar ex officio el control de convencionalidad, consistente en la verificación
de la compatibilidad entre las normas jurídicas internas que aplican en los casos
concretos y la CADH, así como la interpretación que de la misma ha hecho la
Corte IDH.7
7 La Corte IDH, en el Caso Almonacid Arellano vs. Chile, Sentencia del 26 de septiembre de
2006, párrafo 124, ha creado el control de convencionalidad, señalando lo siguiente: “La
Corte es consciente que los jueces y tribunales internos están sujetos al imperio de la ley y,
por ello, están obligados a aplicar las disposiciones vigentes en el ordenamiento jurídico.
Pero cuando un Estado ha ratificado un tratado internacional como la Convención Ame-
ricana, sus jueces, como parte del aparato del Estado, también están sometidos a ella, lo
que les obliga a velar por que los efectos de las disposiciones de la Convención no se vean
mermados por la aplicación de leyes contrarias a su objeto y fin, y que desde un inicio ca-
recen de efectos jurídicos. En otras palabras, el Poder Judicial debe ejercer una especie de
‘control de convencionalidad’ entre las normas jurídicas internas que aplican en los casos
concretos y la Convención Americana sobre Derechos Humanos. En esta tarea, el Poder Ju-
dicial debe tener en cuenta no solamente el tratado, sino también la interpretación que del
mismo ha hecho la Corte Interamericana, intérprete última de la Convención Americana”
(énfasis agregado). En el Caso Cabrera García y Montiel Flores vs. México, Sentencia de 26
de noviembre de 2010, determinó que “Los jueces y órganos vinculados a la administración
de justicia en todos los niveles están en la obligación de ejercer ex officio un ‘control de con-
vencionalidad’ entre las normas internas y la Convención Americana, evidentemente en el
marco de sus respectivas competencias y de las regulaciones procesales correspondientes”.
En el Caso Gelman vs. Uruguay, Sentencia del 24 de febrero de 2011, Fondo y Reparaciones,
párrs. 193 y 239, determinó que “La legitimación democrática de determinados hechos o
actos en una sociedad está limitada por las normas y obligaciones internacionales de
protección de los derechos humanos reconocidos en tratados como la Convención Ame-
ricana, de modo que la existencia de un verdadero régimen democrático está determina-
da por sus características tanto formales como sustanciales, por lo que, particularmente en
casos de graves violaciones a las normas del Derecho Internacional de los Derechos, la pro-
tección de los derechos humanos constituye un límite infranqueable a la regla de mayorías,
… deben mencionarse a los arts. 13 y 256 de la CPE, que introducen dos principios
que guían la interpretación de los derechos fundamentales: La interpretación
pro persona (pro homine) y la interpretación conforme a los Pactos Internacio-
nales sobre Derechos Humanos. En virtud a la primera, los jueces, tribunales y
autoridades administrativas, tienen el deber de aplicar aquella norma que sea
más favorable para la protección del derecho en cuestión –ya sea que esté conte-
nida en la Constitución o en las normas del bloque de constitucionalidad– y de
adoptar la interpretación que sea más favorable y extensiva al derecho en cues-
tión; y en virtud a la segunda (interpretación conforme a los Pactos Internacio-
nales sobre Derechos Humanos), tienen el deber de –ejerciendo el control de
convencionalidad– interpretar el derecho de acuerdo a las normas contenidas
en tratados e instrumentos internacionales en materia de Derechos Humanos
ratificados o a los que se hubiere adherido el Estado, siempre y cuando, claro
es decir, a la esfera de lo ‘susceptible de ser decidido’ por parte de las mayorías en instancias
democráticas, en las cuales también debe primar un ‘control de convencionalidad’, que es
función y tarea de cualquier autoridad pública y no solo del Poder Judicial”.
110 y Bolivia
está, declaren derechos más favorables a los contenidos en la Constitución; obli-
gación que se extiende, además al contraste del derecho con la interpretación
que de él ha dado la Corte IDH, conforme lo ha entendido la misma Corte en el
caso Trabajadores Cesados del Congreso vs. Perú.8
112 y Bolivia
Vulneración de derechos colectivos de las naciones y pueblos indígena originario campesinos
Con relación a los derechos colectivos de las naciones y pueblos indígena origi-
nario campesinos, cabe señalar que han sido objeto de permanente vulneración
por acciones y omisiones del Estado y sus agentes.
Por ejemplo, el gobierno nacional tomó la determinación administrativa de
construir la carretera Cochabamba-Trinidad, cuyo segundo tramo, entre Villa
Tunari y San Ignacio de Moxos, atraviesa el Territorio Indígena Parque Nacional
Isiboro Sécure (Tipnis), ubicado entre los departamentos de Cochabamba y el
Beni. En el Tipnis están asentados pueblos indígenas originarios; se trata de un
territorio que tiene una doble categoría, la de parque nacional10 y la de territorio
indígena, por tanto, se trata de un territorio protegido.11 Con el financiamiento
del gobierno de Brasil, la construcción de la obra fue adjudicada a la Empresa
Brasilera OAS, cuyo contrato se suscribió el 08 de abril de 2008, y se iniciaron las
obras en los tramos I y II el 03 de junio de 2011.
La decisión del gobierno fue adoptada sin realizar la consulta previa a los
pueblos indígenas originarios, cuyos derechos serán afectados; por tanto, al vio-
lar el derecho colectivo de estos pueblos a la consulta previa, puso en amenaza
de violación sus derechos colectivos a existir libremente y a vivir en un medio
ambiente sano, con manejo y aprovechamiento adecuado de los ecosistemas re-
conocidos por el artículo 30.II de la Constitución. Ante el reclamo planteado por
las autoridades naturales de esos colectivos sociales, el presidente del Estado
afirmó que “la carretera se construirá pese a quien le pese”, motivando con ello
que las autoridades, en conjunto con los delegados comunales, indígenas, varo-
nes y mujeres, junto a sus hijos, realizaran la “Octava marcha indígena por la de-
fensa del Territorio Indígena Parque Nacional Isiboro Sécure, por los territorios,
la vida, la dignidad y los derechos de los pueblos indígenas del Oriente, Chaco y
Amazonia boliviana”, la cual se inició el 15 de agosto de 2011 desde Trinidad-Beni,
arribando a la ciudad de La Paz (sede de Gobierno) el día 19 de octubre de 2011.
10 El Parque Nacional Isiboro Sécure (PNIS) es un área protegida creada por el Decreto Ley
07401 del 22 de noviembre de 1965.
11 El 24 de septiembre de 1990 pasa a ser reconocido como Territorio Indígena mediante el
Decreto Supremo 22610 y recibe la denominación de Territorio Indígena y Parque Nacional
Isiboro Sécure (Tipnis). En 1997, por Resolución Administrativa del Instituto Nacional de
Reforma Agraria (INRA) se consolida de manera legal la propiedad colectiva del territorio
bajo la figura de Tierra Comunitaria de Origen (TCO) y se delimita la “línea roja” (línea
que delimita la zona de amortiguamiento, por tanto, la entrada de colonos por encima de
esta línea). El 13 de junio de 2009 el gobierno entrega el Título Ejecutorial del Tipnis a la
subcentral Tipnis, por 1.091.656 ha y la zona colona dentro el área protegida queda limitada
a 124.000 ha.
12 Adicionalmente la referida ley dispuso que, dado el carácter intangible del Tipnis, deben
adoptarse las medidas legales correspondientes que permitan revertir, anular o dejar sin efec-
to los actos que contravengan a esta naturaleza jurídica; finalmente, declaró que los asen-
tamientos y las ocupaciones de hecho promovidas o protagonizadas por personas ajenas a
los titulares del Tipnis son ilegales y serán pasibles de desalojo con intervención de la fuerza
pública si fuera necesario a requerimiento de autoridad administrativa o judicial competente.
13 El secretario general de la Federación de Campesinos de Cochabamba, Jorge Castellón,
justificó la presencia de su sector en la marcha indicando que es necesaria la construcción
de la carretera “para sacar nuestros productos [que] necesitamos”, ante la pregunta de los
periodistas dijo que su sector produce “arroz, plátano, yuca, coca”, entre otros.
114 y Bolivia
de transportistas,14 que con el apoyo del Gobierno nacional protagonizaron otra
marcha, la Asamblea Legislativa Plurinacional emitió la Ley 222 de Consulta a
los Pueblos Indígenas del Tipnis, por el que se convocó a una consulta previa
libre e informada a los pueblos indígenas de este territorio, definiendo que el
objetivo de la consulta era lograr un acuerdo entre el Estado Plurinacional de
Bolivia y los pueblos indígena originario campesinos mojeño-trinitario, chima-
ne y yuracaré sobre los siguientes asuntos: a) definir si el Tipnis debe ser zona
intangible15 o no, para viabilizar el desarrollo de las actividades de los pueblos
indígenas mojeño-trinitario, chimane y yuracaré, así como la construcción de la
carretera Villa Tunari-San Ignacio de Moxos; y b) establecer las medidas de sal-
vaguarda para la protección del Tipnis, así como las destinadas a la prohibición
y desalojo inmediato de asentamientos ilegales respetando la línea demarcatoria
del Tipnis. Adviértase que no se convocó a una consulta sobre las medidas ad-
ministrativas que afectarían los derechos colectivos de los mencionados pueblos
indígenas originarios.
La Ley 222 fue impugnada mediante Acción de Inconstitucionalidad Abs-
tracta por diputados de la oposición,16 y la Ley 180 fue impugnada por diputados
oficialistas17 también por vía de Acción de Inconstitucionalidad Abstracta. Al
haberse acumulado ambos expedientes por conexidad, el TCP resolvió ambas
acciones mediante la Sentencia Constitucional Plurinacional SCP 0300/12, de 28
de junio, en el siguiente sentido: a) declaró improcedente la Acción de Inconsti-
tucionalidad Abstracta con relación a la Ley 180, argumentando que la vigencia
de la misma está condicionada a los resultados de la consulta convocada median-
te la Ley 222, con lo que, en la práctica, anuló dicha ley dejándola subordinada a
esta última; b) declaró la constitucionalidad del artículo 1 de la Ley 222, referido
a la convocatoria a la consulta, y el artículo 7; c) declaró la constitucionalidad
condicionada del artículo 1 en cuanto a la frase “y establecer el contenido de este
proceso y sus procedimientos”, y de los artículos 3, 4 inc. a), 6 y 9 de la Ley 222,
condicionada a su concertación, observando los razonamientos de la sentencia;
14 El dirigente de la Federación del Transporte Libre del Trópico de Cochabamba, Daniel Cho-
querive, justificó la presencia de su sector en la marcha con el argumento de que la suspen-
sión de la construcción de la carretera por el Tipnis “a los transportistas perjudica”.
15 Recuérdese que el Tipnis fue declarado zona intangible mediante la Ley 180, emitida como
respuesta a la demanda de la 8ª Marcha Indígena, protagonizada por los Pueblos Indígenas
Originarios yuracarés, chimanes y trinitarios.
16 Los diputados Fabián II Yaksic Feraudy y Miriam Marcela Revollo Quiroga, militantes del
Movimiento Sin Miedo, liderado por Juan del Granado.
17 Los diputados Miguel Ángel Ruiz Morales y Sonia Guardia Melgar, militantes del Movi-
miento Al Socialismo (MAS), liderado por el presidente Evo Morales Ayma.
Sin embargo, se debe aclarar que, cuando se subsana la omisión inicial y, por
ejemplo se lleva adelante la consulta, o se emite una ley disponiendo se efectúe
la misma en cumplimiento de la Constitución y las normas internacionales so-
bre derechos humanos, dicha norma no puede ser considerada inconstitucional
o contraria al bloque de constitucionalidad, pues si bien no es previa y, por lo
mismo, existió –como se tiene dicho– una lesión a los derechos de los pueblos in-
dígenas; empero, con esa norma se está dando efectividad a un derecho colectivo
–aunque sea tardíamente–. Un entendimiento contrario implicaría que la lesión
de derechos de los pueblos indígenas no podría ser reparada bajo ninguna cir-
cunstancia; pues, si bajo el argumento que la consulta no será previa, se tendrían
que declarar la inconstitucionalidad de las leyes emitidas con esa finalidad, se
llegaría al absurdo de mantener el estado de cosas inconstitucional indefinida-
mente, situación que no es consentida ni querida por el orden constitucional ni
las normas contenidas en los Tratados Internacionales sobre derechos humanos.
116 y Bolivia
Otro caso de violación de derechos colectivos ocurrió en el Chaco boliviano.
El 2015, YPFB Chaco, a través de empresas contratadas, realizó actividades de
perforación de los pozos DRO-X1003, DRS-X1007, DRS-X1008 y DRS-1009 del
bloque El Dorado en la tierra comunitaria de origen (TCO) Takovo Mora, de la
cual es parte la Comunidad Yatairenda, como sucede con otras TCO del pueblo
guaraní en el Chaco boliviano. El pueblo guaraní, amparado en sus derechos
constitucionales, reclamó la realización de una consulta previa, informada y con
consentimiento para llevar a cabo la actividad petrolera en su territorio. El Go-
bierno nacional, por medio de sus voceros ministeriales, junto a YPFB, mani-
festó que la consulta no procede, porque los pozos petroleros se encuentran en
propiedades privadas. Ante la movilización pacífica realizada por las comuni-
dades guaraníes junto a otras comunidades y organizaciones como las del pue-
blo weenhayek, quienes reclamaban el respeto de su territorio y el derecho a la
consulta previa, y por la afectación de las actividades petroleras en su territorio,
fueron reprimidas de manera brutal por un nutrido contingente policial el 18
de agosto de 2015, con uso de agentes químicos que causaron graves daños a la
salud y la integridad física de mujeres y niños. Con la determinación de realizar
las actividades petroleras, el Estado violó el derecho a la consulta previa y en la
represión policial se violaron derechos civiles de los miembros de las comunida-
des indígenas.
De otro lado, el Gobierno nacional decidió ejecutar el proyecto hidroeléc-
trico denominado Rositas,18 en el departamento de Santa Cruz, que afectaría el
Parque Nacional y Área Natural de Manejo Integrado Serranía del Iñao, el Área
Natural de Manejo Integrado Río Grande Valles Cruceños, el Área Protegida
Municipal de Parabanó, así como al pueblo indígena guaraní Tatarenda Nue-
vo. Además, el proyecto Angosto de “El Bala”,19 en el departamento de La Paz,
que afectaría dos áreas protegidas de interés nacional: el Parque Nacional y
Área Natural de Manejo Integrado Madidi y la Reserva de la Biosfera y Tierra
Comunitaria de Origen Pilón Lajas, inundando comunidades indígenas como
San Miguel del Bala (pueblo tacana). En ninguno de los dos casos el gobierno
realizó la consulta previa, violando el derecho colectivo de los pueblos indígenas
originarios, cuyo territorio sería afectado.
20 El artículo 2 del referido Decreto Supremo prevé textualmente lo siguiente: “Queda con-
solidada la ciudad de La Paz, como ámbito de jurisdicción procesal para el juzgamiento de
los delitos de Terrorismo, Sedición o Alzamientos Armados contra la Seguridad y Soberanía
del Estado, siendo esta ciudad la Sede de Gobierno legalmente constituida donde se en-
cuentran las principales instituciones del Estado Plurinacional de Bolivia” (D.S. 138, 2009).
118 y Bolivia
retroactiva de la ley penal sustantiva que crea los tipos penales de enriquecimien-
to ilícito y enriquecimiento ilícito de particulares con afectación al Estado.
También se emitió la Ley 351, Ley de otorgación de personalidades jurídicas,
de 19 de marzo de 2013, y su Reglamento aprobado mediante Decreto Supremo
1597, cuyas normas regulan el nacimiento y la extinción de las personas jurídicas,
como las asociaciones, fundaciones y organizaciones, mismas que se organizan
y existen en ejercicio del derecho a la libertad de asociación. La referida Ley y su
reglamento tienen el deliberado propósito de limitar el ejercicio del derecho a la
libertad de asociación, al eliminar aquellas organizaciones no gubernamenta-
les (ONG), asociaciones y fundaciones que tomaron acciones frente al Gobierno
nacional defendiendo los derechos colectivos de las naciones y los pueblos indí-
gena originario campesinos y el derecho al medioambiente. En el mes de junio
de 2015, Evo Morales advirtió, en un evento público, que: “se expulsará del país
a cualquier ONG o fundación que intente perjudicar la exploración de hidro-
carburos”; de lo que se infiere una amenaza pública de parte del exmandatario.21
Además de lo referido, en el contenido de la Ley 351 existen normas que vio-
lan derechos. El artículo 6.6, al establecer los requisitos imprescindibles para
obtener la personalidad jurídica prevé una norma de textura abierta que deja
al arbitrio de la entidad competente la definición mediante reglamento, lo cual
vulnera el principio de legalidad que rige la administración pública. El artículo
14.1, al remitir al Reglamento la definición de las causales de revocatoria de la
personalidad jurídica, infringe el principio de reserva de ley, que es condición
de validez para la restricción del ejercicio de un derecho fundamental, ya que la
revocatoria de la personalidad jurídica constituye típicamente una restricción al
ejercicio del derecho a la libertad de asociación. Por omisión normativa, esta ley
infringe los principios de seguridad jurídica y de legalidad, y vulnera el derecho al
debido proceso, en su garantía mínima del derecho al juez natural independien-
te, competente e imparcial, al no definir cuál es la autoridad competente para de-
terminar la revocatoria de la personalidad jurídica. Lamentablemente el TCP, en
una muestra de su sometimiento al Órgano Ejecutivo, declaró la Constituciona-
lidad de la Ley 351 y su Reglamento mediante SCP 0106/2015 de 16 de diciembre.
El derecho a la libertad de expresión fue uno de los más vulnerados a través
de la adopción de obstáculos legales que provocaron la autocensura y, en otros
casos, se convirtieron en censura previa;22 el derecho a la libertad de informa-
21 El Día, “TCP declara inconstitucional el recurso de ley sobre ONG”, 5 de julio de 2016. ht-
tps://bit.ly/2QUKjew
22 Entre muchos casos se puede citar la Ley 45, Ley contra el racismo y toda forma de discri-
minación, que en su artículo 16 introdujo un mecanismo para la censura previa y la auto-
censura.
Los costos del servicio judicial son elevados, lo que da lugar a que las perso-
nas con pocos recursos económicos no puedan acceder a este servicio del Estado.
También se debe mencionar la ausencia de políticas de gestión administrativa
reflejada en la inadecuada organización territorial e institucional del Órgano Ju-
dicial, que obstaculiza el libre acceso a la justicia y contribuye a la retardación de
23 Son de relevancia las violaciones del derecho a la libertad de información mediante la res-
tricción de propaganda estatal a los medios masivos de comunicación social como meca-
nismo de presión para separar a periodistas que manejan la información con objetividad
o que asumen posición crítica, como es el caso de Amalia Pando, Carlos Valverde, John
Arandia, entre otros.
24 Informe evacuado por la CIDH como resultado de la visita realizada a Bolivia entre el 12 y 17
de noviembre de 2006, publicado por determinación adoptada el 28 de junio de 2007.
120 y Bolivia
justicia. Además, existe una legislación procesal inadecuada, caracterizada por
procedimientos excesivamente formalistas y ritualistas, anclados en el positivis-
mo clásico, lo que da lugar a que los jueces exijan una serie de requisitos formales
para la admisión de una demanda, rechazándola en caso de incumplimiento.
Otro derecho vulnerado de manera permanente es el derecho al debido pro-
ceso, reconocido por el artículo 8 de la CADH, que forma parte del bloque de
constitucionalidad, y como garantía constitucional por el artículo 115.II de la
Constitución. De manera global se vulnera el derecho al debido proceso en su
garantía mínima del derecho a un proceso en plazo razonable, ya que la lentitud
de la justicia es un mal crónico que, en vez de superarse, se ha acentuado, exis-
tiendo casos connotados de procesos penales instaurados con fines políticos de
eliminar judicialmente al adversario; estos casos han tenido duración larga con
el agravante de aplicación de la detención preventiva como, por ejemplo:
a. Caso de los dirigentes cívicos de Villamontes Tarija, José Vaca y Felipe
Moza, que fueron sometidos a proceso penal y detenidos preventiva-
mente en septiembre de 2008, acusados de haber cometido los delitos de
alzamiento armado contra la seguridad y soberanía del Estado;25 fueron
trasladados para ser juzgados a la ciudad de La Paz, donde estuvieron cin-
co años y seis meses detenidos sin sentencia; al año 2019, el primero de
ellos seguía en proceso y con la medida cautelar de arraigo.
b. Caso de los ciudadanos Elod Tóasó y Mario Tadic, sobrevivientes de la eje-
cución extrajudicial en el hotel Las Américas,26 contra quienes se instauró
acción penal en abril de 2009 por la comisión del delito de terrorismo, en
el que incluyeron a varios dirigentes cívicos de Santa Cruz y el Beni, sus-
tanciando la acción penal en la ciudad de La Paz y aplicando detención
122 y Bolivia
iv) a la dignidad y la imagen. Todos estos derechos se violaron al haberse ins-
taurado acciones penales en contra de líderes cívicos, políticos, exautoridades y
autoridades en ejercicio,27 que fueron sustanciadas con graves irregularidades,
como la aplicación retroactiva de la Ley 004, la tramitación de las acciones en
ausencia de los acusados declarándolos en rebeldía y designándoles defensores
de oficio a los que les restringieron la capacidad de ejercer la defensa.
27 Parte de ese accionar son: i) los 70 procesos penales instaurados en contra del ciudada-
no José María Bacovick en diferentes ciudades, obligándolo a viajar constantemente, entre
otros, a La Paz, pese a su delicado estado de salud, hasta provocar su muerte; ii) los más
de 20 procesos en contra del exgobernador de Tarija, Mario Cossio Cortés; iii) los más de
25 procesos penales en contra del exprefecto Manfred Reyes Villa; iv) más de 30 procesos
en contra del exgobernador del Beni, Ernesto Suárez; v) más de 15 procesos en contra del
alcalde de Quillacollo, Eduardo Mérida; vi) más de 20 procesos penales en contra del go-
bernador de Santa Cruz, Rubén Costas; vii) más de 15 procesos en contra del alcalde de Co-
chabamba, José María Leyes; y viii) el ilegal proceso y apresamiento de Franklin Gutiérrez.
BIBLIOGRAFÍA
Rivera Santiváñez, José Antonio, Hacia una nueva Constitución, La Paz, Fundappac,
Konrad Adenauer y Oficina Jurídica para la Mujer, 2008.
Jurisprudencia
Constitución Política del Estado Plurinacional de Bolivia, 2009.
124 y Bolivia
LOS DERECHOS HUMANOS EN LA JURISPRUDENCIA
DE LOS TRIBUNALES SUPERIORES DE JUSTICIA EN CHILE
(2008-2019)
Claudio Nash Rojas*
INTRODUCCIÓN
El estudio que se presenta a continuación tiene por objetivo analizar las funcio-
nes y los usos que la jurisprudencia de los tribunales superiores de justicia en
Chile –Corte de Apelaciones (CA) y Corte Suprema (CS)– dan al derecho inter-
nacional de los derechos humanos (DIDH) al momento de resolver casos con-
tenciosos sometidos a su jurisdicción.
Uno de los fenómenos más relevantes de los últimos 30 años en materia
de derechos humanos ha sido la convergencia de dos sistemas normativos que
consagran normas y mecanismos de garantía para el pleno goce y ejercicio de
los derechos: el DIDH y los sistemas nacionales de jurisdicción constitucional.1
Dicho proceso de convergencia se basa en una efectiva coordinación entre los
mecanismos de protección asociados a cada sistema normativo, de forma tal que
cada uno aporte en la consecución de un objetivo común: la efectiva protección
de los derechos humanos.2
Más allá de los distintos diseños institucionales de recepción del DIDH en el
ámbito interno, una de las principales manifestaciones de la interacción entre este
y el derecho interno se da en la jurisprudencia de los tribunales con competencia
constitucional, donde se ha pasado de una recepción formal a una sustantiva de
y 125
la normativa y los estándares internacionales en sede interna,3 proceso que final-
mente ha reconfigurado la concepción de derechos fundamentales en la región.4
A través de una recepción sustantiva, que implica la utilización de estándares
internacionales en la resolución de casos a nivel nacional, se logran satisfacer
criterios normativos fundamentales en un estado de derecho:
a. Cumplir con las obligaciones internacionales de los Estados en materia de
derechos humanos. Al suscribir los tratados internacionales en materia
de derechos humanos, los Estados se obligan a adoptar todas las medidas
necesarias para su cumplimiento de buena fe.5 Dentro de estas medidas
estatales está la obligación de adoptar providencias jurisdiccionales, esto
es, que los tribunales adopten medidas tanto en la tramitación de los casos
como en la resolución sustantiva de los mismos a la luz del contenido y
alcance de los derechos consagrados en los instrumentos internacionales.6
b. Dar eficacia a los derechos fundamentales en el ámbito interno. La efec-
tividad de las normas sobre derechos humanos consagradas en los ins-
trumentos internacionales son un estándar normativo sobre derechos
individuales que fijan un cierto patrón de conducta al Estado que debe ser
determinado en cada caso concreto. Esto obliga a la judicatura a interpretar
126 y Chile
las normas buscando aquella significación que permita a cada persona o
grupo protegido por las mismas su pleno goce y ejercicio. En caso de que
se establezca alguna limitación, para que esta sea legítima será necesario
que se cumplan con los requisitos consagrados internacionalmente.
c. Respeto por la coherencia interna de cada sistema normativo. Un sistema
coherente será aquel que permita un ejercicio lógico desde la norma supe-
rior a la resolución del caso concreto, pasando por las normas procesales
y sustantivas aplicables. Por tanto, la legitimidad de las resoluciones en el
ámbito interno está dada por la coherencia en la resolución concreta de
las obligaciones constitucionales y las obligaciones internacionales.7
7 Esta es una característica propia de los sistemas codificados, construidos sobre la idea de
sistematicidad y coherencia lógica (Alfonso Ruiz Miguel, Una filosofía del derecho en mod-
elos históricos. De la antigüedad a los inicios del constitucionalismo, Madrid, Trotta, 2002,
pp. 270-275).
8 Ana María García Barzelato, “Tratados Internacionales según la Reforma Constitucional de
2005”, Revista de Derecho Público, núm. 68, 2006, pp. 72-84; Humberto Nogueira, “Refor-
ma constitucional del 2005 y control de constitucionalidad de tratados internacionales”,
Revista de Estudios Constitucionales, vol. 5, núm. 1, 2007, pp. 59-88.
9 La Corte Suprema se ha inclinado por la tesis de la constitucionalización, véase, por ejem-
plo: CS, Rol 517-2004, de 17 de noviembre de 2004; Rol 559-2004, de 13 de diciembre de
2006; Rol 3125-2004, de 13 de marzo de 2007; Rol 2054-2008, de 18 de junio de 2008; Rol
3452-2006, de 10 de mayo de 2007; Rol 1528-2006, de 24 de enero de 2008; Rol 3841-2012, de
04 de septiembre de 2013. El Tribunal Constitucional se ha inclinado por la tesis del rango
simplemente legal, ver causa Rol 346-2002, de 08 de mayo de 2002. Este punto de vista se
reafirma en la sentencia Rol 1288-2009, de 09 de agosto de 2009, donde el Tribunal Consti-
tucional somete a los tratados internacionales a un control represivo de constitucionalidad,
y en la sentencia sobre constitucionalidad de la Ley de Pesca, roles 2387 y 2388 acumulados.
10 El debate se puede apreciar en los estudios de Miguel Ángel Fernández, “La reforma al
artículo 5 de la Constitución”, Revista Chilena de Derecho, vol. 16, núm. 3, 1989, pp. 809-
825; Emilio Pfeffer, “Los tratados internacionales sobre derechos humanos y su ubicación
en el orden normativo interno”, Revista Ius et Praxis, vol. 9, núm. 1, 2003, pp. 467-484
Eduardo Aldunate, “La posición de los tratados internacionales en el sistema de fuentes del
ordenamiento jurídico chileno a la luz del derecho positivo”, Revista Ius et Praxis, Año 16,
núm. 2, 2010, pp. 185-210, entre otros.
11 Constitución Política, artículo 5.2: “El ejercicio de la soberanía reconoce como limitación
el respeto a los derechos esenciales que emanan de la naturaleza humana. Es deber de los
órganos del Estado respetar y promover tales derechos, garantizados por esta Constitución,
así como por los tratados internacionales ratificados por Chile y que se encuentren vigentes”
(destacado lo que se agregó en la reforma de 1989 al texto original).
12 Claudio Nash y Constanza Núñez, “Recepción formal y sustantiva del Derecho Internacio-
nal de los Derechos Humanos: experiencias comparadas y el caso chileno”, Boletín Mexica-
no de Derecho Comparado, núm. 148, 2017, pp. 185-231.
13 Como destaca Ferrajoli, una de las características del constitucionalismo en relación con
los derechos reside en haber incorporado, como normas de legitimación interna, gran par-
te de las fuentes de justificación externa “relativas al ‘cuándo’ y al ‘cómo’ del ejercicio de
los poderes públicos” (Luigi Ferrajoli, Derecho y razón, Madrid, Trotta, 1995, p. 213). En
este caso, los criterios de legitimación respecto al “cómo” ejercer el poder público también
estarían en fuentes del DIDH.
128 y Chile
tanto el Tribunal Constitucional14 como la Corte Suprema15 han establecido un
parámetro único: la discrecionalidad en ningún caso significa descontrol y, me-
nos, arbitrariedad. Para definir cuál es la base de dicho control y cuál es el límite
de la discrecionalidad para que no constituya arbitrariedad, los derechos hu-
manos tienen un papel fundamental, en particular, aquellos que provienen de
fuentes internacionales.
Un ejemplo de este uso del DIDH es lo dispuesto por la Corte Suprema en
materia migratoria:
Para poder analizar los usos que se le dan al DIDH en la jurisprudencia nacional,
se debe entender este derecho de manera amplia, es decir, el conjunto de tratados,
declaraciones y la práctica normativa de los tratados que surge de su aplicación
14 TC, Rol 198-1995, 4 de enero de 1995, considerando 10º; Rol 2026-2011, de 14 de agosto de
2012, considerando 15º.
15 “Que la potestad discrecional es una herramienta de la autoridad administrativa que se
caracteriza por otorgar un margen de libertad para decidir de una manera u otra, sin que
su actuar se encuentre determinado previamente por una regla contenida en una norma
jurídica. No obstante ello, la discrecionalidad jamás puede invocarse para encubrir una ar-
bitrariedad que prive, perturbe o amenace los derechos fundamentales de alguna persona”.
(CS, Rol 11521-2014, de 12 de junio de 2014, considerando 5º).
16 CS, Rol 11521-2014, de 12 de junio de 2014, considerando 5º.
17 Respecto a la jurisprudencia, esta última es asumida con valor de lo que la doctrina lla-
ma “cosa interpretada”, cuando el Estado no ha sido condenado por la jurisprudencia en
cuestión. Sobre la diferencia entre res judicata y res interpretata, véase Eduardo Ferrer
Mac-Gregor, “Eficacia de la sentencia interamericana y la cosa juzgada internacional: efi-
cacia de la sentencia interamericana y la cosa juzgada internacional. Vinculación directa
hacia los pares (res judicata) e indirecta hacia los Estados parte de la Convención Ameri-
cana (res interpretata) (sobre el cumplimiento del caso Gelman vs. Uruguay)”, Revista de
Estudios Constitucionales, Año 12, núm. 2, 2014, pp. 641-694.
18 Como destaca Guastini, “gran parte de las disposiciones constitucionales sustantivas utili-
zadas por los jueces constitucionales en las decisiones sobre la legitimidad constitucional
de las leyes, no expresan reglas precisas, sino principios generales, los cuales exigen: por un
lado, un proceso de concretización, para ser aplicados a controversias concretas” (Ricardo
Guastini, Teoría e ideología de la interpretación constitucional, Madrid, Trotta, 2008, p. 73).
19 Como son el derecho a defensa, el derecho al recurso, la contradicción y el plazo razona-
ble. Véase CS, Rol 7351-2009, de 05 de enero de 2010; CS, Rol 2787-2010, de 29 de mayo de
2010; CS, Rol 4001-2010, de 24 de agosto de 2010; CA de San Miguel, Rol 1537-2013, de 18 de
noviembre de 2013; CA de Concepción, Rol 26-2014, de 21 de marzo de 2014; CA de Temuco,
Rol 253-2014, de 24 de mayo de 2014.
20 CA de Santiago, Rol 3427-2009, de 16 de junio de 2010; CA de Santiago, Rol 3383-2009, de
08 de junio de 2010; CS, Rol 2556-2010, de 16 de septiembre de 2010; CS, Rol 7220-2011,
de 30 de diciembre de 2011; CA de Santiago, Rol 808-2012, de 12 de abril de 2012; CS, Rol
920-2013, de 07 de mayo de 2013 y; CS, Rol 2843-2014, de 08 de abril de 2014, entre otras.
21 CA de la Serena, Rol 152-2005, de 01 de junio de 2005, considerando 7. En un sentido similar,
véase: CS, Rol 740-2005, de 25 de abril de 2005.
130 y Chile
Otro de los principios que informa el DIDH y que también se encuentra pre-
sente en la Constitución nacional, es el de igualdad y no discriminación (art. 19
núm. 2 de la Constitución).22
22 CS, Rol 92795-2016, de 01 de diciembre de 2016, considerando 14. Acto seguido la CS desa-
rrolla ampliamente las obligaciones del Estado en este ámbito, refiriéndose a resoluciones
de diversos organismos internacionales; véase considerando 14.
23 Desde esta perspectiva “las disposiciones constitucionales de derechos fundamentales se con-
figuran como normas incompletas o abiertas susceptibles de ser ‘especificadas’ o ‘rellenadas’
con los contenidos de los tratados de derechos humanos” (Patricia Cuenca, “La incidencia del
Derecho Internacional de los Derechos Humanos en el derecho interno: la interpretación del
artículo 10.2 de la Constitución Española”, Revista de Estudios Jurídicos, núm. 12, 2012, p. 4).
24 CS, Rol 29359-2014, de 29 de enero de 2015 y CA de Temuco, Rol 378-2013, de 11 de abril de
2013.
25 CS, Rol 3402-2015, de 09 de marzo de 2015.
26 CA de Santiago, Rol 427-2015, de 10 de abril de 2015, considerando 7, que se refiere al fallo
condenatorio contra el Estado de Chile en el caso Norín Catrimán vs. Chile (Corte IDH, Caso
Norín Catrimán y otros [Dirigentes, miembros y activista del Pueblo Indígena Mapuche] vs.
Chile, Sentencia de 29 de mayo de 2014, Fondo, Reparaciones y Costas, Serie C, núm. 279).
27 CA de Santiago, Rol 1826-2012, de 22 de marzo de 2013; CA de Santiago, Rol 113-2013, de 24
de abril de 2013; CS, Rol 19354-2014, de 9 de abril de 2015.
28 CA de Santiago, Rol 4344-2006, de 19 de julio de 2007, y CA de Santiago, Rol 1701-2007, de
31 de marzo de 2008.
29 CA de Valdivia, Rol 20-2007, de 10 de julio de 2007 y CA de Santiago, Rol 6885-2007, de 31
de octubre de 2009.
Otro uso ha sido utilizar los estándares internacionales para fijar el contenido y
alcance de los derechos ya consagrados, pero dotándolos de una mejor protección.
Una forma ha sido dotar de un contenido nuevo a un derecho consagrado
constitucionalmente. Un ejemplo claro de este uso del DIDH lo encontramos
en materia penal, específicamente respecto del derecho de defensa. El artículo
19, núm. 3 de la Constitución Política de la República consagra el derecho a la
defensa técnica en términos formales y este contenido debe ser actualizado en
atención a los desarrollos del DIDH.30 Siguiendo en materia penal, otro ejemplo
es el derecho a un plazo razonable como parte del debido proceso.31 Lo mismo
ocurre respecto del derecho a indemnización por error judicial, sobre el cual la
Corte Suprema ha entendido que por integración de las normas internacionales
de derechos humanos comprende también la indemnización en casos de auto de
procesamiento32 o prisión preventiva33 dictada erróneamente, y que no se extien-
de únicamente a casos de condenas firmes.
En materia laboral, se puede destacar la interpretación progresiva de las cau-
sales que dan origen a la acción de tutela de derechos fundamentales por discri-
minación, donde se ha entendido que el concepto de discriminación del Código
del Trabajo no es taxativo a la luz del DIDH e incorpora causales tales como la
prohibición de discriminación por discapacidad.34
Una nueva manifestación de la integración de contenidos a partir de la incor-
poración de la norma internacional la constituyen aquellos casos donde el DIDH
otorga lineamientos específicos para la actuación de la autoridad en garantía de
derechos constitucionales. Se trata, por ejemplo, de la incorporación de obliga-
ciones derivadas de la prohibición de la tortura35 o de obligaciones específicas
132 y Chile
respecto de grupos en situación de discriminación, como son niños, niñas36 y
pueblos indígenas.37
En cuanto a la integración para configurar nuevos derechos se destaca prin-
cipalmente la jurisprudencia referida al derecho a la identidad.38 Asimismo,
mediante la técnica de la integración normativa, también se ha realizado un re-
conocimiento implícito del derecho a la identidad de género, lo que ha permiti-
do el cambio de sexo registral para personas transgénero.39
El DIDH también ha sido utilizado por los tribunales superiores de justicia para
dar respuesta a situaciones que no se encuentran previstas en el derecho inter-
no. Considerando el mandato de inexcusabilidad de los tribunales superiores de
justicia, los tribunales nacionales han incorporado derechos al catálogo consti-
tucional que no se encuentran contemplados. Así ha ocurrido, por ejemplo, con
el derecho al recurso.40
Este fenómeno ocurre también con el caso de los derechos económicos, so-
ciales y culturales (DESC). Al ser la Constitución chilena una carta fundamental
de raigambre neoliberal, la consagración de los DESC se encuentra limitada, tan-
to respecto a los derechos que son reconocidos, así como respecto a las garantías
Este es el uso más intenso del DIDH en el ámbito interno. Pese a no encontrar-
nos en sede de jurisdicción constitucional (es decir, en un proceso de inaplica-
bilidad por inconstitucionalidad o frente a una acción de inconstitucionalidad),
las Cortes de Apelaciones y la Corte Suprema han utilizado el DIDH para dejar
de aplicar una norma incompatible con las obligaciones internacionales del Es-
tado, a fin de cumplir con el mandato convencional.43 Esto se ha dado principal-
mente respecto de casos vinculados con violaciones masivas y sistemáticas de
los derechos humanos.44 En este sentido, la jurisprudencia nacional ha hecho
referencia a la existencia de una Constitución material que incorpora estas obli-
gaciones para el Estado, por mandato del artículo 5 de la Constitución.45 Sobre
otras fuentes de derecho internacional, destaca particularmente lo asentado en
el denominado “Caso Molco”,46 donde para resolver la imprescriptibilidad de los
crímenes de lesa humanidad se hizo mención a los principios de ius cogens y a la
jurisprudencia de la Corte IDH.
134 y Chile
Asimismo, en otro hito de recepción sustancial del DIDH en la materia, la
Corte Suprema se ha referido a la obligación del Estado de reparar a las víctimas
de violaciones de derechos humanos.47
En otras materias, se destaca particularmente la inaplicación de normas pro-
cesales que impiden la libre investigación de la identidad, la determinación de la
filiación48 o la inaplicación de normas que establecen diferencias entre hombres
y mujeres en el Código Civil chileno.49 Por otra parte, en el ámbito de la justicia
militar, no se han aplicado las normas que impiden la revisión del fallo, por apli-
cación de las normas internacionales que consagran el derecho al recurso.50 En
el área de la justicia penal juvenil se ha dejado sin aplicación la sanción de incor-
poración de la huella genética del adolescente en un registro nacional, por ser
contraria al artículo 40.1 de la Convención sobre Derechos del Niño,51 así como
también se ha restringido la utilización de las condenas previas como agravantes
en casos de adolescentes, por aplicación incluso de normas que no son tratados,
como las Reglas de Beijing.52
Finalmente, ejerciendo el control de convencionalidad53 encontramos tam-
bién sentencias que –por aplicación de los fallos condenatorios al Estado de
47 Véase, entre otras: CS, Rol 519-2013, de 18 de julio de 2013; Rol 5831-2013, de 10 de junio de
2014; Rol 3841-2012, de 19 de junio de 2013; Rol 6308-2007, de 08 de septiembre de 2008; Rol
5132-2008, de 27 de enero de 2009.
48 Véase, por ejemplo, CA de Rancagua, Rol 23-2010, de 16 de marzo de 2010 y CS, Rol 3784-
2013, de 24 de septiembre de 2013.
49 CA de Punta Arenas, Rol 116-2011, de 20 de enero de 2012.
50 CS, Rol 25491-2014, de 27 de noviembre de 2014 y CS, Rol 3581-2015, de 07 de mayo de 2015.
51 CS, Rol 559-2015, de 08 de enero de 2014; CA de Temuco, Rol 888-2014, de 21 de octubre de
2014.
52 CA de Santiago, Rol 728-2010, de 14 de mayo de 2010; CA de la Serena, Rol 262-2010, de
27 de noviembre de 2010; CA de Valparaíso, Rol 1526-2013, de 10 de diciembre de 2013; CA
de Temuco, Rol 888-2014, de 21 de octubre de 2014; CA de Temuco, Rol 86-2015, de 20 de
febrero de 2015. Aunque este no ha sido un aspecto pacífico en la jurisprudencia, véase CA
de Santiago, Rol 671-2013, de 07 de mayo de 2013 y; CA de Concepción, Rol 671-2012, de 21
de diciembre de 2013.
53 El control de convencionalidad (en el ámbito interno), consiste en el deber de los/as jue-
ces/zas, órganos de la administración de justicia y demás autoridades públicas, de realizar
un examen de compatibilidad entre los actos y las normas nacionales y la CADH, sus pro-
tocolos adicionales, la jurisprudencia de la Corte IDH y demás instrumentos del sistema
interamericano (Ferrer Mac-Gregor, “Eficacia de la sentencia interamericana y la cosa juz-
gada internacional: eficacia de la sentencia interamericana y la cosa juzgada internacional”,
op. cit.). Su base normativa se encuentra en las normas del derecho internacional público
(arts. 26 y 27 de la Convención de Viena) y en el ámbito interamericano en los artículos 1.1,
2 y 29 de la CADH. En el caso de Chile ha tenido una aplicación progresiva en el ámbito
136 y Chile
Desde la perspectiva normativa se destacan principalmente casos referidos
al derecho de libertad de expresión.57 Asimismo, la normativa de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos (CADH) ha sido utilizada para determinar
la improcedencia de la censura previa en materia de libertad de expresión, incor-
porando el estándar de las responsabilidades ulteriores.58
Un caso particularmente importante sobresale en el ámbito penitenciario.
Recientemente la Corte Suprema resolvió el análisis de legitimidad de la restric-
ción del derecho al sufragio de personas privadas de libertad, tomando como
parámetro el DIDH.59
Estos usos han permitido, en definitiva, dar una mejor protección a los de-
rechos, coherencia al ordenamiento jurídico y cumplir con las obligaciones
internacionales que ha asumido el Estado de Chile. Si bien esta senda ha sido
progresiva y es una tendencia que va en aumento, no es posible sostener que nos
encontremos ante una aplicación generalizada del DIDH, el uso es sostenido y
se ha extendido a materias que antes no eran abordadas con una perspectiva de
derechos humanos. Sigue pendiente la inclusión del principio pro persona y los
parámetros referidos a la no discriminación.
Para comprender adecuadamente los desafíos que tienen los órganos de justi-
cia –en Chile y en el sistema interamericano– es importante que pongamos el
foco en un tipo particular de violación de derechos humanos, cuya centralidad
en la discusión es un tema relativamente nuevo. Nos referimos a las violaciones
estructurales de derechos humanos.
Estas violaciones se caracterizan porque es la organización del Estado (la
institucionalidad) la que produce, permite o facilita las violaciones de los dere-
chos y las libertades fundamentales de ciertos grupos de la población (piénsese
en la situación de los niños, indígenas, migrantes y las mujeres). Además, estas
estructuras jurídicas y políticas funcionan sobre la base de ciertos estándares
culturales que hacen posible mantener vigentes dichas prácticas violatorias, en
60 Claudio Nash y Constanza Núñez, La tutela judicial efectiva de los derechos fundamentales
en Latinoamérica, México, Ubijus e IIDH, 2015.
61 Victor Abramovich, “De las violaciones masivas a los patrones estructurales: nuevos enfo-
ques y clásicas tensiones en el sistema interamericano de derechos humanos”, Revista Sur,
vol. 6, núm. 11, 2009, pp. 7-39.
138 y Chile
vaya en la línea de una interpretación evolutiva de los derechos que permita dar
concreción al principio de universalidad.
A continuación, revisaremos algunos ejemplos de uso del DIDH por parte de
los tribunales superiores chilenos para la protección de derechos de grupos en
situación de discriminación estructural.
Migrantes
62 CS, STC Rol 3990-2017, de 16 de febrero de 2017, considerando 7. En el mismo sentido: CS,
STC Rol 10916-2014, de 30 de junio de 2014, considerando 9. Sobre “piso mínimo” de dere-
chos, ver: CA de Copiapó, STC Rol 290-2015, de 20 de octubre de 2015. En el mismo sentido:
CA de Santiago, STC Rol 2083-2015, 04 de diciembre de 2015.
63 Hacemos referencia a decisiones adoptadas por tribunales ordinarios, ya que el Tribunal
Constitucional, en esta materia en la sentencia Rol 2273-2012, emitió una decisión que es
considerada como un hito en la interpretación conforme al DIDH de la legislación migrato-
ria. En el mismo sentido de establecer requisitos véase, por ejemplo, CS, STC Rol 1059-2015,
de 20 de enero de 2015, considerando 5; CA de Iquique. STC Rol 66-2015, de 27 de abril de
2015, considerando 6.
64 CA de Santiago, STC Rol 53381-2015, de 07 de agosto de 2015, considerando 5.
65 CA de Temuco, STC Rol 1171-2015, de 12 de noviembre de 2015, considerando 5. En el mis-
mo sentido: CA de Arica, STC Rol 196-2017, de 04 de julio de 2017, considerando 10; CA de
Temuco, STC Rol 497-2015, de 15 de mayo de 2015, considerando 5; CA de Santiago, STC Rol
1244-2013, de 23 de julio de 2013, considerando 10.
140 y Chile
de Naciones Unidas), aun las Cortes nacionales no dan el paso para considerar,
por ejemplo, la jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Huma-
nos (Corte IDH) y sus opiniones consultivas. A este respecto, la incorporación
sustantiva de estos estándares como criterios interpretativos fortalecería la pro-
tección nacional, considerando que hay aspectos que se encuentran altamente
desarrollados en esta sede, por ejemplo, las garantías del debido proceso en ma-
teria migratoria. Otro aspecto donde el DIDH puede tener un potencial trans-
formador de la jurisprudencia nacional es la perspectiva que este ha desarrollado
sobre la vinculación entre migración y vulnerabilidad. Esta aproximación permi-
te subrayar las obligaciones reforzadas que tiene el Estado en este tipo de casos,
donde se debe velar por realizar una interpretación de la situación y de las nor-
mas que considere la situación específica en que se encuentran dichas personas
para garantizar un acceso a la justicia en condiciones de igualdad.
Pueblos indígenas
70 CA de Valdivia, STC Rol 501-2011, de 04 de mayo de 2012, considerandos 12, 13, 14 y 15; CA de
Arica, STC Rol 182-2013, de 25 de noviembre de 2013, considerandos 37, 38 y 39. Véase tam-
bién: CS, STC Rol 3010-2013, de 26 de septiembre de 2013, considerandos 8 a 11; CA Temuco,
STC Rol 4512-2015, de 11 de noviembre de 2015, considerandos 4, 5 y 6.
71 CS, STC Rol 2840-2008, de 25 de noviembre de 2008, considerando 7; CA de Puerto Montt.
STC Rol 36-2010, 27 de julio de 2010, considerando 10; CA de Temuco, STC Rol 445-2015,
de 19 de agosto de 2015, considerando 3; CS, STC Rol 6628-2015, de 04 de mayo de 2016,
considerandos 3 y 5.
72 CA de Temuco, STC Rol 1136-2011, de 21 de diciembre de 2011, considerando 5. En el mismo
sentido: CA de Temuco, STC Rol 449-2012, de 05 de julio de 2012, considerando 8; CA de
Valdivia, STC Rol 203-2014, de 21 de octubre de 2014, considerando 6.
73 CA de Valdivia, STC Rol 501-2011, de 04 de mayo de 2012, considerandos 15.
142 y Chile
En materia de consulta, donde la aplicación del Convenio ha sido más ex-
tendida, su incorporación sustantiva marca definitivamente un cambio de
paradigma respecto de la participación de los pueblos indígenas en Chile. La
jurisprudencia, que en un comienzo había entendido que la participación se veía
satisfecha con la sola entrega de información,74 avanza, y por la incorporación del
Convenio 169 en el razonamiento judicial entiende que la consulta es un proceso
donde se busca que las comunidades tengan posibilidades reales de influir en
las decisiones que se adopten.75 En este sentido, la adopción del Convenio 169
como norma decisoria litis marca una diferencia relevante entre la considera-
ción de los pueblos indígenas como sujetos pasivos y receptores de información
y su tratamiento como sujetos de derechos colectivos específicos que tienen una
herramienta jurídica que les permite que sus particularidades culturales sean
tenidas en cuenta.
Con la introducción de los nuevos reglamentos de consulta, el Convenio pue-
de ser utilizado para llenar los vacíos de la normativa o interpretarla conforme a
las obligaciones internacionales. La jurisprudencia reseñada muestra que la apli-
cación de buena fe del Convenio en el razonamiento judicial permite este ejerci-
cio.76 Las críticas que se realizan a la deficiente técnica normativa y de legitimidad
de los nuevos reglamentos deben seguir instalándose en el debate con el objeto de
llegar a un reconocimiento del derecho a la consulta conforme a los estándares
internacionales, pero en la experiencia práctica el Convenio puede ser utilizado
como una herramienta normativa que mejora y complementa los reglamentos.
En efecto, hay materias donde el Convenio 169 de la OIT y, en particular,
la jurisprudencia internacional puede ser útil, específicamente en aquellos as-
pectos donde la normativa presenta espacios amplios de interpretación, por
ejemplo, el principio de buena fe en la consulta o lo que debe entenderse como
Privados de libertad
77 CA de Temuco, STC Rol 1920-2012, de 15 de diciembre de 2012, considerando 10; CS, STC Rol
12450-2014, de 03 de septiembre de 2014, considerandos 10 y 12.
78 CA de San Miguel, Rol 869-2014, de 23 de junio de 2014, considerando 6.
79 CS, Rol 3333-2006, de 15 de enero de 2007.
80 CA de Santiago, Sentencia rol 2154-2009, de 31 de agosto de 2009, considerando 8.
81 CA de Chillán, Rol 339-2016, de 05 de abril de 2016 (Amparo), considerando 9 en el que
cita los artículos 7 y 10.1 del Pacto Internacional Derechos Civiles y Políticos (PIDCP) y el
artículo 5.2 de la CADH.
144 y Chile
nal los estándares desarrollados por la Corte IDH en la materia. Esta visión sobre
la seguridad también abarca la protección de derechos dentro de los recintos
penitenciarios, para lo cual se han desarrollado estándares exigentes en materia
de debido proceso para la aplicación de sanciones;82 los límites a la aplicación de
sanciones de adolescentes privados de libertad83 o la aplicación de la norma más
favorable en materia de beneficios penitenciarios.84
En materia de prohibición de tortura en recintos penitenciarios ha habido
una utilización efectiva del DIDH para fijar un parámetro más estricto sobre el
deber de cuidado por parte de la autoridad administrativa. Se han utilizado los
estándares internacionales para dar concreción a esta prohibición frente a una
normativa muy genérica en la materia.85
Frente a la discriminación por identidad de género, sí se ha usado el DIDH
(normas contenidas en tratados, principios, jurisprudencia) para darle conteni-
do a este límite al trato de la autoridad a las personas privadas de libertad.86 Lo
mismo se ha hecho para hacer efectivo el derecho al sufragio, de que son titulares
las personas privadas de libertad.87
Un aspecto interesante ha sido el uso del DIDH para reconfigurar la relación
entre el Estado y las personas sujetas a su custodia. El modelo garante, desarro-
llado internacionalmente, ha servido de base para determinar el alcance de las
obligaciones estatales. Un ejemplo es la siguiente sentencia de la Corte de Chillán:
Un ejemplo de este uso del DIDH para hacer efectivo al derecho a la integri-
dad personal es una sentencia de la Corte de Apelaciones de Copiapó, que señala:
Mujeres
146 y Chile
sentencias que utilizan el DIDH respecto a las mujeres en materia laboral encon-
tramos que se refieren a dos ámbitos: protección de la maternidad91 e igualdad
de remuneraciones o ascensos en instituciones de policía.92 En cuanto al primer
ámbito, no se aprecia que los tribunales superiores de justicia utilicen sustanti-
vamente el DIDH de las mujeres en la resolución de los casos; es más, cuando
mencionan los Convenios de la OIT y la Convención sobre la Eliminación de
Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (Cedaw), lo hacen siempre
considerando un interés que no es el de la mujer, sino el interés del niño o “de
la sociedad”, es decir, se basan en una visión de la mujer/madre y no en la mu-
jer/persona, primando recurrentemente intereses diversos a los de la mujer.93
Con respecto al segundo aspecto encontrado en las sentencias, el tribunal no se
esfuerza en realizar una argumentación centrada en el DIDH de las mujeres, a
pesar de la existencia de normas que regulan la materia y que habían sido invo-
cadas por la recurrente. En particular, llama la atención que no se consideren los
patrones estructurales que pueden estar detrás de la discriminación en razón del
género.94
Además, es constante la consideración de la magistratura acerca de la falta de
necesidad de aplicar el DIDH directamente, debido a la preeminencia otorgada
al análisis literal de la norma legal95 (una interpretación que utilice el derecho
internacional, estiman, no puede pasar sobre la interpretación literal de la dis-
posición legal), o por considerar que las propias normas legales están inspiradas
en convenciones internacionales96 (por lo que se hace innecesario aplicar el de-
recho internacional, que ya estaría contenido en la normativa legal).
Por otra parte, del análisis de las sentencias en materia de familia encontra-
mos que, en un porcentaje considerable, el Tribunal hace caso omiso a las in-
vocaciones al DIDH por parte de los recurrentes. Sin embargo, hay un caso que
muestra una utilización sustantiva del DIDH y que tiene como efecto una ma-
yor protección de los derechos de la mujer involucrada, referida a la derogación
tácita del artículo 128 del Código Civil, precisamente porque es contrario a las
obligaciones establecidas en las convenciones internacionales y, en caso de no
Que en consecuencia, habiéndose establecido que el artículo 128 del Código civil
es una disposición discriminatoria contra el hijo así como contra la mujer, resulta
que no puede conciliarse con las estipulaciones de los tratados internacionales
que reivindican jurídicamente la igualdad de los niños y de género, habiendo
quedado tácita y totalmente derogado por ellos en la forma que lo contemplan
los artículos 52 y 53 del Código Civil.97
148 y Chile
estado de embarazo y su privación de libertad, fuera sometida a tratos vejatorios
e indignos, que debieron evitarse.102
Que, es posible constatar indicios que permiten tener por acreditado que el mal-
trato recibido por la amparada también encuentra explicación en su pertenen-
cia a una comunidad mapuche, lo que refuerza el origen discriminatorio de las
actuaciones de Gendarmería. De otra forma no se explica el desmesurado y, por
ende, desproporcionado operativo de seguridad que a su salida de la unidad penal
para su atención médica en un recinto asistencial llevó a cabo Gendarmería.104
En definitiva, si bien hemos podido constatar un uso cada vez mayor de los
estándares internacionales para hacerse cargo de los temas de derechos huma-
nos de grupos en situación de discriminación estructural, estos usos han sido
insuficientes para dar una respuesta adecuada a este complejo fenómeno de vio-
laciones de derechos humanos.
De acuerdo con los antecedentes que hemos revisado en este estudio, podemos
concluir que Chile se ha comprometido a la recepción del DIDH a nivel interno,
aun cuando el proceso de recepción ha sido lento y con base en un errado dise-
ño institucional. Las tendencias recientes en la jurisprudencia han permitido,
paulatinamente, avanzar hacia el cumplimiento de obligaciones internacionales
del Estado, dotar de mayor efectividad a los derechos y dar coherencia al sistema
jurídico nacional (origen interno e internacional).
En Chile, el DIDH ha avanzado en un proceso donde los estándares interna-
cionales cumplen una función de validación de la actividad del Estado, princi-
palmente, limitando la discrecionalidad de las autoridades. Los usos han sido
variados, aunque aún no son una constante en la jurisprudencia nacional.
Por último, frente a los casos de discriminación estructural, que requieren
una respuesta más compleja, el uso del DIDH ha sido insuficiente. En casos
con fuerte déficit institucional (migrantes) ha sido más intenso, pero en áreas
con mayor desarrollo normativo (mujeres, pueblos indígenas y personas priva-
das de libertad) la jurisprudencia no ha dado cuenta integralmente de los avan-
ces en el ámbito internacional.
Así, pues, ha sido una década de desarrollo jurisprudencial que nos permite
constatar avances, pero también enormes desafíos sobre la aplicación de los de-
rechos humanos a nivel jurisprudencial.
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152 y Chile
VEINTE AÑOS DE SENTENCIAS ESTRUCTURALES EN COLOMBIA
INTRODUCCIÓN
y 153
fundamentales, para definir el modo en que deben actuar las autoridades para
garantizar el ejercicio efectivo de esos derechos, en asuntos que han sido descui-
dados por el Estado de manera sistemática. En consecuencia, expiden órdenes
estructurales y complejas, que exceden las coordenadas inter partes de los casos
que dieron origen a la actuación judicial, y que apuntan a resolver el problema
generalizado que han detectado.
Este tipo de sentencias se ha venido haciendo frecuente en Colombia. Ya no
solo la Corte Constitucional emplea esa técnica, sino que otros tribunales nacio-
nales han adoptado esa postura cuando aprecian que concurren las situaciones
de desconocimiento generalizado y sistemático de derechos fundamentales. Por
supuesto, existe una controversia doctrinal amplia y abierta sobre la convenien-
cia, el alcance y las características de esta modalidad de actuación judicial.
Por lo que se refiere a la experiencia de la Corte Constitucional, y a riesgo de
simplificar, cabe distinguir dos líneas de evolución en la jurisprudencia “estruc-
tural” colombiana de estos años: 1) abandono de las órdenes unidireccionales y
preferencia por las dialógicas, y 2) elaboración de estándares para la verificación
del cumplimiento de las sentencias. A continuación, se presenta una síntesis de
esas líneas de evolución.
En las sentencias estructurales de los primeros años, la Corte solía expedir órde-
nes sustantivas, como la de construir cárceles, o la de adelantar un concurso para
el nombramiento de notarios. En la actualidad prefiere órdenes de tipo procedi-
mental, como la dirigida a las autoridades y organizaciones sociales concernidas
con la salud, de evaluar periódicamente la pertinencia del plan de beneficios
ofrecido a los pacientes, para establecer si es procedente la inclusión de nuevos
medicamentos o procedimientos terapéuticos. Gutiérrez Beltrán sugiere deno-
minar el primer tipo de órdenes como unidireccionales, por cuanto “precisan de
forma detallada las actuaciones que han de adelantar las autoridades y las de-
más entidades que sean llamadas a participar en el resarcimiento del derecho”,4
y reservar para las segundas la denominación de dialógicas, en cuanto permiten
3 Véase una versión previa de este texto en Néstor Osuna Patiño, “Sentencias estructurales
en Colombia: de las órdenes sustanciales (unidireccionales) a las procedimentales (dialó-
gicas)”, en Humberto Nogueira Alcalá y Gonzalo Aguilar Cavallo (eds.), Derechos socia-
les, grupos vulnerables y procesos políticos latinoamericanos, Santiago de Chile, Tirant lo
Blanch, pp. 371-383.
4 Gutiérrez Beltrán, op. cit., p. 74.
154 y Colombia
que “sean las partes interesadas las que, bajo la dirección y la supervisión de
la autoridad judicial, acuerden y pongan en ejecución las medidas que han de
solventar la violación de los derechos”.5 Estas órdenes dialógicas pueden caracte-
rizarse también del siguiente modo, tal como lo han sugerido César Rodríguez
y Diana Rodríguez:
1. Las sentencias dialógicas tienden a dictar órdenes más abiertas que las del acti-
vismo clásico. […] Las sentencias de la jurisprudencia dialógica tienden a abrir un
proceso de seguimiento que alienta la discusión de alternativas de políticas públi-
cas para solucionar el problema estructural detectado en el fallo. Los detalles de las
políticas, por tanto, tienden a surgir en el transcurso del proceso de seguimiento,
no en la sentencia misma. Con frecuencia, además, las órdenes de los fallos no
implican obligaciones de resultado muy precisas, sino el deber de las autoridades
públicas de diseñar e implementar políticas que avancen en la protección de los
derechos vulnerados.6
5 Ibid., p. 77.
6 César Rodríguez Garavito, y Diana Rodríguez Franco, Cortes y cambio social: cómo la Cor-
te Constitucional transformó el desplazamiento forzado en Colombia, Bogotá, Dejusticia,
2010, pp. 52 y ss.
7 Véase Roberto Gargarella (ed.), Por una justicia dialógica. El poder judicial como promotor
de la deliberación democrática, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2014, y Rodríguez Garavi-
to y Rodríguez Franco, Cortes y cambio social, op. cit., pp. 52 y ss.
156 y Colombia
Constitucional se reservó, eso sí, la potestad de hacerle seguimiento a esas polí-
ticas y verificar que las mismas acarrearan beneficios ciertos en el goce de dere-
chos para la población destinataria.
Con posterioridad, en las sentencias T-480 de 2010 y T-388 de 2013, la Corte
ha precisado que las medidas estructurales deben tener como propósito erradi-
car la vulneración de los “límites constitucionales” de las políticas públicas de
las que depende el goce efectivo de los derechos fundamentales, y que deben por
tanto ser “efectivas para desenredar el ‘marasmo institucional’”, “respetuosas de
las competencias democráticas y administrativas constitucionalmente estable-
cidas a todas las autoridades y entidades”, “prudentes y abiertas al diálogo insti-
tucional”, “sometidas a que se verifique su cumplimiento”, “variadas en cuanto a
los medios y herramientas utilizadas para proteger efectivamente los derechos
fundamentales” y “orientadas al goce efectivo del derecho fundamental”.8
Un ejemplo de este tipo de órdenes judiciales se puede apreciar en la Senten-
cia T-762 de 2015, nuevamente sobre hacinamiento carcelario, en la que la Corte
Constitucional les ordenó al Congreso de la República, al Gobierno nacional y a
la Fiscalía General de la Nación la creación, aplicación y difusión de un “estándar
constitucional mínimo” de respeto de los derechos humanos de las personas pri-
vadas de libertad, a la vez que dispuso que cualquier proyecto de ley o de reforma
constitucional que tuviera relación con la política criminal del Estado debía con-
tar con un concepto del comité científico del Consejo Superior de Política Cri-
minal del Estado, previo al inicio de su trámite en el Congreso de la República.
Tal como puede apreciarse, las órdenes dialógicas no son de cumplimiento
inmediato; por el contrario, dan inicio a una dinámica de actuación estatal que
se prolonga por varios años y que es susceptible de vaivenes y, por tanto, el efecto
de las órdenes judiciales no se percibe con la prontitud que anhelan las personas
afectadas por el déficit en sus derechos fundamentales.
9 Véase Luisa García Lozano, “Los autos de seguimiento de la Corte Constitucional. ‘¿La
Constitución de un imaginario simbólico de justicia por parte de la Corte?’”, Análisis Políti-
co, núm. 82, 2014, p. 149.
10 Extractos tomados de la síntesis de esos parámetros contenida en la aclaración de voto de
la magistrada Diana Fajardo a la Sentencia T-267 de 2018.
158 y Colombia
asegurar el goce efectivo del derecho fundamental, que se está implemen-
tando adecuadamente y que evidencia progresos reales. El grado medio
supone planes e instituciones formalmente aceptables, que medianamen-
te se estén implementando y evidencien algunos resultados que impac-
tan favorablemente en el goce efectivo del derecho. El grado bajo significa
que se presentan deficientes planes e instituciones, pobres ejecuciones
y resultados parciales y limitados. Finalmente, el incumplimiento impli-
ca que no se cuenta con planes e instituciones, que no se ha adelantado
prácticamente ninguna acción de las planeadas, o que no se han alcan-
zado mejoras en la realización progresiva del goce efectivo del derecho
fundamental.
4. Cuando el juez constate un cumplimiento “alto” de la orden, declarará
cerrado el asunto. Si se presenta un nivel de cumplimiento medio debe-
rá valorar si puede dar por cumplida la orden, con ciertas advertencias y
medidas de protección final, o si mantiene el seguimiento de las órde-
nes no cabalmente cumplidas. Si el nivel de cumplimiento es bajo, el juez
mantiene su competencia para exigir el cumplimiento de sus órdenes y
expedir órdenes complementarias, pues la violación del derecho no ha
cesado. Por último, si se presenta un incumplimiento, el juez debe tomar
medidas drásticas para garantizar el derecho fundamental vulnerado, las
cuales incluyen la posibilidad de imponer sanciones a los destinatarios de
tales órdenes, por desacato a una orden judicial.
BIBLIOGRAFÍA
Cano Blandón, Luisa F., “La narrativa de las políticas públicas en la jurisprudencia de la
Corte Constitucional Colombiana”, Papel Político, vol. 19, 2014, pp. 435-458.
García Lozano, Luisa, “Los autos de seguimiento de la Corte Constitucional. ‘¿La Cons-
titución de un imaginario simbólico de justicia por parte de la Corte?’”, Análisis
Político, núm. 82, 2014.
Gargarella, Roberto (ed.), Por una justicia dialógica. El poder judicial como promotor
de la deliberación democrática, Buenos Aires, Siglo XXI, 2014.
Rodríguez Garavito, César, “Más allá de la jurisprudencia: el impacto de los fallos so-
bre derechos sociales”, en Malcolm Langford (ed.), Teoría y jurisprudencia de los
derechos sociales. Tendencias emergentes en el Derecho internacional y el Derecho
comparado, Bogotá, Siglo del Hombre, 2013.
Rodríguez Garavito, César, “El activismo dialógico y el impacto de los fallos sobre dere-
chos sociales”, Revista Argentina de Teoría Jurídica, vol. 14, 2013.
Rodríguez Garavito, César, y Diana Rodríguez Franco, Cortes y cambio social: Cómo
la Corte Constitucional transformó el desplazamiento forzado en Colombia, Bogo-
tá, Dejusticia, 2010.
160 y Colombia
ANÁLISIS DE JURISPRUDENCIA CONSTITUCIONAL EN GUATEMALA
(2011-2020)
y 161
Por su parte, el artículo 46 se refiere a la preeminencia del derecho interna-
cional de los derechos humanos (DIDH) sobre el derecho interno. Este señala:
“Artículo 46. Preeminencia del Derecho Internacional. Se establece el principio
general de que, en materia de derechos humanos, los tratados y convenciones acep-
tados y ratificados por Guatemala tienen preeminencia sobre el derecho interno”.
Respecto del artículo 46 el jurista guatemalteco Alejandro Maldonado Agui-
rre señala: “es probable que uno de los elementos más importantes que han acre-
ditado la virtud constitucional se encuentre en la redacción del artículo 46 y las
amplísimas derivaciones normativas e instrumentales que proyecta”. Continúa
señalando el citado autor: “el origen de la norma contenida en el artículo 46 [es
producto] del impulso político reactivo por la situación anterior de irrespeto sis-
temático de los derechos humanos y la necesidad de fortalecer los mecanismos
de protección”.2
Con relación a esa norma, señala García Laguardia que:
162 y Guatemala
electo, frente a los límites constitucionales para serlo (Expediente 280-90).4 En
esa oportunidad, el candidato cuestionó que el artículo 186 inciso a) de la Cons-
titución Política –que establece prohibición para optar a los cargos de presidente
o vicepresidente de la República– contravenía lo establecido por el artículo 23
apartados 1 b) y c) y 2 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos
(CADH), normativa que, a la luz del artículo 46 de la Constitución, tenía pree-
minencia sobre el precepto constitucional. La Corte de Constitucionalidad con-
cluyó que ninguna de las dos premisas tenía justificación, porque la prohibición
contenida en el artículo 186 inciso a) de la Constitución no se encontraba en con-
travención con las disposiciones de la CADH; además, porque la Convención no
poseía preeminencia sobre la Constitución Política de la República. Pese a estimar
que, derivado de la falta de disconformidad entre la disposición constitucional y
la disposición convencional, no era necesario elucidar la pretendida preeminen-
cia de esta última sobre la Constitución, la Corte determinó conveniente definir
su posición al respecto. En tal sentido señaló:
164 y Guatemala
ello, el artículo 46 constitucional. En el fallo proferido dentro de ese expediente
(131-95)6 la Corte indicó de nuevo que el análisis de constitucionalidad se haría
frente a la norma de la Ley Suprema porque la CADH no era parámetro de cons-
titucionalidad; de forma más precisa indicó que, si bien la Constitución otorga
preeminencia a los tratados internacionales sobre el derecho interno, tal cues-
tión implica que en la eventualidad de que una norma ordinaria interna entre en
conflicto con una o varias normas contenidas en un tratado internacional, preva-
lecerían estas últimas, con lo cual puede advertirse que el Tribunal entendió por
no comprendida a la Constitución dentro de la expresión “derecho interno”, sino
únicamente la normativa ordinaria.
166 y Guatemala
Ello [acudir a la figura del bloque de constitucionalidad] implica realizar el aná-
lisis confrontativo que requieren acciones de inconstitucionalidad como esta,
por el que se posibilite verificar si en el ejercicio de la función legislativa, existe
conformidad en adecuación de tipos penales no solo conforme a normas de la
Constitución Política de la República de Guatemala, sino también con los es-
tándares internacionales en materia de derechos humanos que impulsaron los
compromisos estatales para la tipificación de la tortura, cuestión que ha sido
consentida por la doctrina y la jurisprudencia constitucional extranjera por la
figura del “bloque de constitucionalidad”, institución que ha permitido realizar
dicha integración de la Constitución material, pues de no advertirse lo anterior,
la omisión relativa determinada implicaría, por sí sola, contravención de los artí-
culos 44, 46 y 149 de la Constitución Política de la República.
Asimismo, determinó:
Cabe señalar que, desde los inicios de la aplicación de la citada figura, el Tri-
bunal la empleó no solamente en el ejercicio de control de normas jurídicas,
168 y Guatemala
Así se ha expresado la Corte de Constitucionalidad respecto de la especial
obligación a cargo de los jueces nacionales:
170 y Guatemala
… la elaboración de los tipos penales supone una clara definición de la conducta
incriminada, que fije sus elementos y permita deslindarla de comportamientos
no punibles o conductas ilícitas sancionables con medidas no penales, previa
verificación de la efectiva existencia de la conducta típica, de tal forma que no
incurra en la penalización de actos no punibles en el ordenamiento jurídico. En
ese sentido se ha pronunciado en cuanto a la valoración de la peligrosidad del
agente por parte del juzgador, considerándola un retorno al pasado absoluta-
mente inaceptable desde la perspectiva de los derechos humanos imponer una
sanción no con base en lo que ha hecho el infractor sino en lo que es.17
172 y Guatemala
se tomó en consideración el elevado porcentaje de partos que se atienden por
comadronas en Guatemala, el cual asciende al 32 % de todos los partos en el nivel
nacional.
Si bien el Ministerio de Salud alegó haber cumplido con sus obligaciones de
impulsar un plan de acción para reconocer las buenas prácticas en la salud ma-
terna y neonatal y dignificar la labor que realizan las comadronas, el Tribunal
Constitucional determinó que la problemática persistía, al pretenderse la capa-
citación de las comadronas, pero sin prever la posibilidad de que el personal de
salud se capacitara con los conocimientos ancestrales que poseen las comadro-
nas y sus tratamientos de medicinas tradicionales. En la resolución mencionada
estableció que el Estado debería tomar medidas específicas para que todas las
mujeres disfrutaran de sus derechos económicos, sociales y culturales, lo cual
implica que debe capacitar a sus funcionarios y funcionarias, profesionales de la
medicina y la enfermería, docentes y, en general, todos los servidores públicos
en el ámbito de la salud para que aborden los derechos de las mujeres de manera
correcta, eliminando el machismo y la discriminación, diseñando programas de
protección integral de los pueblos y las comunidades indígenas, respetando ple-
namente su cultura, donde se abarquen todos los niveles de atención.
Un aspecto interesante lo constituye el que se haya indicado en el fallo que,
aunque se estableció documentalmente que existe política en materia de salud
materna y neonatal con algún enfoque cultural, la situación real es de irrespeto
al sistema de salud indígena, porque las soluciones debían ser colectivas, para
todo el conglomerado afectado: mujeres pacientes indígenas y comadronas. Se
otorgó la protección y se ordenó, entre otras medidas, la implementación de
acciones de prevención, promoción, recuperación y rehabilitación de la salud
de las pacientes indígenas en el área materna y neonatal; así como el estableci-
miento de programas y prácticas institucionales que garanticen la salud sexual y
reproductiva con pertinencia cultural. Se prevé, además, que se facilite la presen-
cia de personal maya hablante en la atención a las usuarias del sistema de salud
oficial, así como dotación de insumos a las comadronas indígenas por formar
parte del sistema de salud ancestral de los cuatro pueblos maya, garífuna, xinca y
ladino. Además, se ordenó la emisión de las instrucciones necesarias, así como el
plan de seguimiento y reglamento correspondiente para la entrega de insumos.
En Guatemala, un elevado porcentaje de mujeres es atendido durante el em-
barazo y el parto por comadronas, quienes poseen conocimientos ancestrales
transmitidos generacionalmente y, como se señaló en el fallo, esa labor no ha sido
reconocida y respaldada por el sistema oficial, y en los lineamientos se observaba
el que las comadronas se capacitaran en el sistema oficial, pero no a la inversa, lo
que podría producir una lesión a la cultura ancestral de las comadronas. Por ello,
19 Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Infor-
me de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos sobre la
situación de derechos humanos en Guatemala, 2019, p. 20. https://www.oacnudh.org.gt/
index.php/informes/informe-anual
20 Procurador de los Derechos Humanos, Informe anual y circunstanciado de actividades y
situación de los Derechos Humanos, 2019, Guatemala, 2020, pp. 276-277.
174 y Guatemala
de los Derechos Humanos la situación es diferente, por ello se hace necesario
supervisar que se ejecute lo ordenado, toda vez que se tornará inútil un fallo si
no se da el debido cumplimiento a su contenido. Para ello, las partes tienen a su
alcance solicitar al Tribunal que adopte las medidas que sean necesarias, e inclu-
so el Tribunal podría hacerlo de oficio, de estimarlo necesario.
176 y Guatemala
Este fallo constituye el primero de muchos otros que han sido emitidos por
la Corte de Constitucionalidad, en los que ha determinado que, ante la ausencia
de una legislación interna, deben seguirse las pautas establecidas en la sentencia
para la realización del proceso de consulta, como un mecanismo para efectivizar
ese derecho ante la actitud omisiva persistente del organismo legislativo.
Se han emitido otros fallos –en casos de extracción minera– en los que, ante la
omisión de la realización del proceso de consulta, se ha ordenado la realización
de esta y mientras ello ocurre se ha decidido la suspensión de licencias. Ello ha
sido cuestionado por el hecho de no aplicar igual criterio que en el primer caso,
es decir, conferir un término para que prosiguieran las operaciones mientras se
llevaba a cabo la consulta, pero la Corte ha justificado que ambos proyectos –Mi-
nera San Rafael21 y Minera Fénix22– difieren por las graves consecuencias de la
minería. Respecto a las mineras se han presentado diferentes denuncias, entre
ellas, en el caso de Minera San Rafael, se denunció contaminación del recurso
hídrico. Al resolverse se ordenó que se protegiera la calidad del agua en el área de
influencia, la determinación del origen de la contaminación y el riesgo de desas-
tres vinculados al funcionamiento de la actividad minera, así como la protección
de sitios arqueológicos en la región donde se desarrollan estos proyectos. En este
caso se suspendió en definitiva la licencia de exploración argumentándose, en-
tre otros aspectos, la errónea calificación del proyecto, al no exigirse estudio de
impacto ambiental; en cuanto a la licencia de explotación, se requirió la actuali-
zación del estudio de impacto ambiental para determinar el área de influencia y
actualizar el plan de gestión ambiental. En referencia al hecho de no suspender
la licencia de operaciones en los proyectos Oxec y sí hacerlo en los proyectos de
extracción minera se han generado serios cuestionamientos al Tribunal.
En síntesis, el tema de la consulta a poblaciones indígenas frente a proyectos
que las pueden afectar ha sido de alta complejidad en Guatemala, lo que evi-
dencia la necesidad de que exista una ley que posibilite su realización, así como
jurisprudencia claramente definida al respecto.
178 y Guatemala
La emisión de esta sentencia generó una crisis institucional, pues derivado de
ella se iniciaron acciones de antejuicio contra magistrados de la Corte de Cons-
titucionalidad con el fin de procesarlos penalmente. De ahí surgieron nuevas
acciones de amparo y también nuevos antejuicios contra los magistrados de di-
cha Corte.
Han transcurrido más de doce meses desde el momento en el que los ma-
gistrados de Corte de Apelaciones y de Corte Suprema de Justicia debieron ser
electos y no se ha dado cumplimiento al fallo ni se concluye el procedimiento.
El Congreso de la República argumenta que el procedimiento establecido en
la sentencia tornaría la elección demasiado prolongada, además alega que se ha
intentado el cumplimiento, el cual no se ha hecho efectivo por diferentes facto-
res, pero no se advierten acciones concretas dirigidas a lograr su ejecución.
La situación es realmente preocupante porque se ha dictado un fallo rela-
cionado con la conformación del poder judicial en Guatemala, y no se ha dado
cumplimiento a este. De existir situaciones calificadas que dificultaran el cum-
plimiento, los sujetos procesales pueden hacerlo saber al tribunal a efecto de que
dicte las medidas que lo viabilicen. De igual manera, el Tribunal Constitucional
está facultado para supervisar el cumplimiento de sus decisiones, dictando las
medidas necesarias para que se ejecuten. Sin embargo, existe una situación en
la que se han generado tensiones entre los poderes públicos y la ejecución se
vislumbra bastante compleja.
Como señala Humberto Nogueira Alcalá:
24 Nogueira Alcalá, Humberto, “Consideraciones sobre las sentencias de los tribunales consti-
tucionales y sus efectos en América del Sur”, Ius et Praxis, vol. 10, núm. 1, 2004, pp. 113-158.
180 y Guatemala
En el ámbito procesal pueden mencionarse cambios encaminados a procurar
un constitucionalismo dialógico, mediante acciones como la apertura del Alto
Tribunal a la participación de la sociedad en los procesos constitucionales. Se
han requerido auxilios provenientes de entidades académicas, instituciones es-
pecializadas o expertos en diversas materias, que la ilustran de mejor forma en
temas complejos, que exigen un abordaje interdisciplinario. Finalmente, se han
considerado aportes provenientes de amicus curiae.
RETOS Y DESAFÍOS
BIBLIOGRAFÍA
Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Hu-
manos, Informe de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos
Humanos sobre la situación de derechos humanos en Guatemala, 2019. https://
www.oacnudh.org.gt/index.php/informes/informe-anual
Jurisprudencia
182 y Guatemala
Corte de Constitucionalidad, Apelación de sentencia en amparo, Sentencia de 3 de
septiembre de 2018, Expediente 4785-2017, Gaceta jurisprudencial 129.
* Integrante por México del Grupo de Estudios en Justicia Constitucional y Derechos Fun-
damentales del Programa Estado de Derecho para Latinoamérica de la Fundación Konrad
Adenauer; investigador nacional nivel I del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología; jefe de
la Unidad Académica de la Escuela Judicial Electoral (México). [email protected]
y 185
constitucional. En este ejercicio, el objeto de identificación serán casos paradig-
máticos de la Suprema Corte de Justicia de la Nación a lo largo de una década (2011-
2021). Especialmente, me concentro en la jurisdicción del Tribunal Pleno, esto es,
el trabajo realizado en sesiones de los once ministros y ministras de la Corte.
Esta aclaración se debe a que la Corte opera en pleno y también desagregada
en dos salas, ambas con criterios y líneas propias de jurisprudencia. Por acuer-
do general de la Corte, la Primera Sala se ocupa de las materias civil y penal,
mientras que la Segunda Sala se ocupa de la administrativa y del trabajo.1 Las
contradicciones de criterios entre ellas son posibles en temas que son de inevita-
ble materia común (por ejemplo, debido proceso). Las reglas procesales consti-
tucionales resuelven este escenario con un mecanismo de contradicción de tesis,
justamente competencia del Pleno.
Tómese en cuenta que esta clasificación por especialidades de las salas es
herencia de la compleja evolución del juicio de amparo mexicano. Según ese
devenir histórico es posible hablar de un juicio de amparo de “legalidad” (com-
petencia de Tribunales Colegiados de Circuito) y un juicio de amparo de “consti-
tucionalidad” o de “estricta constitucionalidad”, como lo expresa la Constitución
al referirse al recurso de revisión que puede interponerse en el juicio ante la Cor-
te. En mi opinión, esta distinción debe ser hasta cierto punto motivo de nuevas
reflexiones, especial y precisamente a la luz de la reforma de derechos humanos
que ahora nos interesa: desde entonces hay un fundamento claro para el control
difuso y, en ese sentido, ningún juicio de amparo podría considerarse ajeno a
cuestiones propiamente constitucionales.2
La jurisprudencia del Pleno (tanto la producida mediante revisión de amparo
como la generada por conflictos de competencias y control abstracto de normas)
es obligatoria para ambas salas. En este sentido, el propósito de categorizar fases
jurisprudenciales en la jurisdicción plenaria tiene un impacto inmediato en la
manera de ejercer la justicia constitucional en ambas salas, así como en todos los
tribunales federales y estatales del país, al encontrarse ellos también vinculados
por esa jurisprudencia.
1 Cfr. Acuerdo General 5/2013 del Tribunal Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Na-
ción (disposición primera), publicado en el Diario Oficial de la Federación el 21 de mayo de
2013. https://www.dof.gob.mx/
2 Para un desarrollo más amplio de argumentos en esta temática, véase Eduardo Ferrer
Mac-Gregor y Alfonso Herrera García (coords.), “El control difuso de regularidad de las
leyes en el juicio de amparo directo: complejidades conceptuales y frente al sistema intera-
mericano de derechos humanos”, en El juicio de amparo en el centenario de la Constitución
mexicana de 1917. Pasado, presente y futuro, México, UNAM / Instituto de Investigaciones
Jurídicas, t. II, 2017, pp. 299-316.
186 y Guatemala
A mi juicio, es posible reconocer al menos cuatro fases de la jurisprudencia
que incide en la sistemática de los derechos humanos durante la década 2011-
2021: a) una de transición hacia la reforma de derechos; b) otra de ampliación
protectora de los derechos; c) una más de reducción interpretativa a la oferta
constitucional de los derechos; y d) la actual: normalización creciente de aproxi-
maciones no formalistas e internacionalistas de los derechos.
Caracterizaré cada fase con casos de los que se extrae su identidad, en función
del efecto relevante que provocaron en la accidentada ruta del sistema de dere-
chos. Como trasfondo de esa caracterización puede ser relevante destacar que
tuve la oportunidad de participar en proyectos de resolución o de dictamen de
algunos de estos casos en mi condición de secretario de estudio y cuenta (letra-
do) en la Suprema Corte de Justicia, en la etapa que va de 2010 a 2013.
Ello seguramente influyó en el proceso de selección de los casos que destaco
en las primeras dos fases. Desde 2014, mi observación de la jurisprudencia ha
sido externa, sin embargo, he dado seguimiento de esa evolución en una lógica
anual.3 De ese ejercicio, realizado desde hace un par de lustros, abreva la clasifi-
cación que se propone.
El periodo de tiempo que es objeto de observación en este ensayo práctica-
mente coincide con el tiempo en que ha venido trabajando el Grupo de Estudios
de Justicia Constitucional y Derechos Fundamentales del Programa Estado de
Derecho para Latinoamérica de la Fundación Konrad Adenauer. Una coinciden-
cia que, por supuesto, es digna de destacarse.
En el papel, las reglas jurídicas que dan fundamento a las reformas constituciona-
les mexicanas se caracterizan por un mecanismo complejo. Sin embargo, como es
muy conocido, en la práctica ese mecanismo tiene un marcado dinamismo y, por
tanto, ha provocado una flexibilidad extraordinaria de cambio constitucional.4
188 y Guatemala
Parte del escenario descrito con anterioridad tuvo lugar con la reforma cons-
titucional de los derechos humanos.5 La reforma fue inicialmente dictaminada
por la Cámara de Diputados (cámara de origen) el 23 de abril de 2009, y culminó
con su promulgación y publicación en el Diario Oficial de la Federación el 10 de
junio de 2011.6 En ese tiempo se vivió una expectación fundada debido a la proxi-
midad de nuevos contenidos y principios de los derechos. Fue el caso del principio
pro persona o el mandato de interpretación conforme a tratados internacionales
(ambos hoy establecidos expresamente en el artículo 1º constitucional).
Como no podía ser de otro modo, dentro de la Suprema Corte se fue cono-
ciendo el trayecto imparable de la reforma. La expectativa por su entrada en vi-
gor fue aumentando en intensidad conforme fueron concretándose las etapas
del procedimiento constitucional. En ese periodo de tiempo, la Corte no pudo
dejar de ser sensible al contexto de cambio de un ordenamiento que debía hacer
efectivo todos los días, máxime cuando incidía en el corazón de sus competen-
cias, como es la tutela judicial de los derechos constitucionales en última y defi-
nitiva instancia en el sistema jurídico.
Dos casos demuestran esa sensibilidad judicial a la hora de resolver, en meses
previos a la aprobación y entrada en vigor de la reforma de derechos humanos: la
acción de inconstitucionalidad 22/2009 y la contradicción de tesis 6/2008.
En la acción 22/2009, el Pleno llegó a dos conclusiones inéditas en el sistema
constitucional. Estableció que, en un ejercicio de control abstracto de leyes, la
Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), en su demanda, podía
invocar tratados internacionales como parámetro de regularidad de las leyes.
Esta decisión no era obvia, porque la Constitución era muy clara en el sentido
de que la incompatibilidad de normas que implica el análisis de acciones de in-
constitucionalidad involucra a la Constitución como parámetro expreso (no a los
tratados) y a las normas de carácter general como objeto del control.
La posibilidad de invocar tratados para la CNDH se extrajo de una expresión
indeterminada y externa al artículo 105, fracción II (base constitucional de las
acciones): el artículo 102, apartado B, de la Constitución. Así, la disposición que
consagra a organismos de “protección de los derechos humanos que ampara el
5 Cabe mencionar que antes de 2011, a lo largo de más de 90 años, se verificaron reformas
que incidieron sobre derechos humanos específicos (entonces denominados “garantías
individuales”). Para un desarrollo de esa evolución normativa, véase Héctor Fix Fierro y
Jacqueline Martínez Uriarte, Derechos humanos. Cien años de evolución de los derechos en
la Constitución mexicana, México, Fondo de Cultura Económica, 2018, pp. 92-161.
6 Para un análisis completo de ese procedimiento de reforma constitucional véase, por todos,
Sergio García Ramírez y Julieta Morales Sánchez, Constitución y derechos humanos. La
reforma constitucional sobre derechos humanos, 5ª edición, México, Porrúa / UNAM, 2019.
190 y Guatemala
FASE DE AMPLIACIÓN PROTECTORA DE LOS DERECHOS
7 Para una explicación más amplia de esos criterios, véase Alfonso Herrera García, La in-
terpretación de los derechos humanos y sus garantías por la Suprema Corte de Justicia.
Una aproximación jurisprudencial, México, Comisión Nacional de los Derechos Humanos,
2015, pp. 34-51.
192 y Guatemala
Una nueva reflexión llevó a retomar un postulado del constitucionalismo clá-
sico. La decisión toral de la contradicción puede describirse en estos términos:
las restricciones constitucionales explícitas de los derechos humanos no pueden
inaplicarse cuando colisionan con las normas internacionales. Esta conclusión
es trascendental en el sistema por una razón esencial: antes de la reforma de 2011
existían en la Constitución restricciones incompatibles con el derecho internacio-
nal de los derechos humanos. Aún más, después de la reforma se han incorporado
otras reformas con restricciones expresas al ejercicio de determinados derechos.
Las antinomias posibles no pueden resolverse a favor de los tratados porque
la nueva lectura del artículo 1º –según la Corte– era dar cabida sistémica a una
disposición que había pasado inadvertida: los tratados contienen derechos del
máximo rango en el ordenamiento mexicano (en el sentido de que no tienen
jerarquía alguna frente a los establecidos en la Constitución), siempre y cuando
se respeten las “condiciones que la propia Constitución establece” (enunciado
del propio artículo 1º).
Esta conclusión no tendría ninguna novedad en una teoría constitucional
estándar de un sistema de fuentes. Sin embargo, no era una decisión obvia en
el arranque interpretativo de la reforma. Tampoco era autoevidente a partir de
la ambición normativa del nuevo artículo 1º constitucional. Al menos no era la
única interpretación posible a partir de su nueva redacción.
La mejor demostración de que cabía una interpretación que no cerraba de-
finitivamente la puerta a la excepción internacionalista en situaciones antinó-
micas (la aplicación preferente de los tratados) fue justo la argumentación de la
acción 155/2007. La contradicción de tesis 293/2011 superó ese criterio (aunque
no de manera explícita, como en buena técnica correspondía), y construyó otro.
Otra posibilidad era una interpretación según la cual los tratados no perde-
rían nunca su condición de parámetro de los derechos siempre fundiéndose con
su condición de referente interpretativo de la propia Constitución. Es decir, que
las antinomias entre las máximas fuentes de derechos se resolvieran en el sen-
tido de que las restricciones explícitas debían interpretarse de conformidad con
tratados internacionales.
Así, el fundamento de una aplicación preferente de los tratados no tenía que
considerar la posición superior de estos (como lo hacía la acción 155/2007). La
aplicación preferente de los tratados podía conceptuarse a partir del mandato
de interpretación conforme de las normas constitucionales restrictivas hacia los
tratados internacionales. Esta construcción no es del todo equivalente con el
irrestricto esquema de la contradicción 293. Hay otros esquemas posibles para
dar sentido a esta sentencia, como el planteado por Francisca Pou: un modelo
dialógico de la justicia constitucional con actores políticos relevantes del sistema
9 Cfr. Francisca Pou, “Lo que quisiera que la Corte hiciera por mí: lealtad constitucional y
justicia dialógica en la aplicación de la CT 293/2011”, en José Luis Caballero Ochoa y Rubén
Sánchez Gil (coords.), Derechos constitucionales e internacionales. Perspectivas, retos y
debates, México, Tirant Lo Blanch, 2018, pp. 597-626.
10 Al respecto, véase mi ensayo: “Sentencias de la Corte Interamericana de Derechos Huma-
nos en contra del Estado mexicano. El papel de la Suprema Corte en la búsqueda de su
cumplimiento”, en Víctor Bazán y Marie-Christine Fuchs (eds.), Ejecución, nivel de cumpli-
miento e implementación de sentencias de tribunales constitucionales y cortes supremas en
la región, Berlín-Bogotá, Tirant Lo Blanch / Konrad Adenauer Stiftung, 2020, pp. 209-210.
11 Cfr. Alejandra Medina Mora, Pedro Salazar Ugarte y Daniel Vázquez, Derechos humanos y
restricciones. Los dilemas de la justicia, México, Porrúa / UNAM, 2015, pp. 59-95.
194 y Guatemala
derechos; en esta ocasión, mediante la introducción de condiciones para la recep-
ción de sentencias interamericanas. A esta conclusión nos lleva el establecimien-
to por la Corte de “directrices” para concretar las obligaciones que debe cumplir
el Poder Judicial de la Federación cuando sean impuestas por dichas sentencias
supranacionales. Esas directrices derivaron de la recepción de las sentencias
condenatorias en los casos Fernández Ortega y otros, y Rosendo Cantú y otra vs.
México (ambas del 15 de mayo de 2011).
Se diseñó así un esquema de recepción con dos niveles de análisis. El primero
reitera que señalar el incumplimiento de obligaciones contraídas por el Estado
mexicano es una competencia exclusiva de la Corte IDH. Se insistió en que no
corresponde a la Suprema Corte mexicana analizar, revisar, calificar o decidir si
una sentencia de esa Corte supranacional es “correcta o no”. Este criterio es un
precedente establecido desde la resolución del expediente 912/2010.
Sin embargo, el segundo nivel de análisis resulta novedoso e inquietante:
consiste en la concreción de las obligaciones que debe cumplir el Poder Judicial
de la Federación. La fundamentación de este análisis descansa en la “suprema-
cía de la Constitución”, en términos de su artículo 133.12 Una suerte de retorno
al principio.
En esta cuestión –sostiene la Corte– deben analizarse los siguientes elemen-
tos: a) los “débitos” que expresamente se desprenden de las sentencias intera-
mericanas para el Poder Judicial federal como parte del Estado mexicano; y b)
la “correspondencia” que debe existir entre los derechos humanos que estimó
vulnerados la Corte IDH, con los reconocidos por la Constitución o los tratados
internacionales y que, por tanto, se comprometió a respetar. En ese análisis de
“correspondencia” debe tomarse en cuenta que “si alguno de los deberes del fallo
implica desconocer una restricción constitucional, esta deberá prevalecer”.13
12 El artículo 133 constitucional tiene la siguiente redacción: “Esta Constitución, las leyes del
Congreso de la Unión que emanen de ella y todos los tratados que estén de acuerdo con la
misma, celebrados y que se celebren por el presidente de la República, con aprobación del
Senado, serán la Ley Suprema de toda la Unión. Los jueces de cada entidad federativa se
arreglarán a dicha Constitución, leyes y tratados, a pesar de las disposiciones en contrario
que pueda haber en las Constituciones o leyes de las entidades federativas”. Véase el co-
mentario que de este precepto realiza Roberto Lara Chagoyán, “Artículo 133 (supremacía
constitucional)”, en El constitucionalismo mexicano en transformación: avances y retroce-
sos, Querétaro, Instituto de Estudios Constitucionales del Estado de Querétaro / Instituto
Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, 2020, pp. 261-268.
13 Ese razonamiento se incorporó a la tesis de pleno P. XVI/2015 (10ª.), de rubro: “Senten-
cias de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Directrices para establecer y con-
cretar las obligaciones que debe cumplir el Poder Judicial de la Federación tratándose de
restricciones constitucionales”; Décima época, Pleno, Gaceta del Semanario Judicial de la
Federación, Libro 22, septiembre de 2015, t. I, p. 237. La resolución del expediente varios
1396/2011, del que emanó esta tesis, se publicó en el Diario Oficial de la Federación el 14 de
agosto de 2015. Ponente: Alberto Pérez Dayán.
14 Resulta destacable que el criterio bajo análisis fue adoptado por una votación de 6 votos
contra 5. Por tanto, desde un punto de vista técnico, no generó obligatoriedad en el orden
jurídico mexicano. Sin embargo, es un criterio que tampoco ha sido expresamente supera-
do y que, por tanto, pervive como criterio mayoritario vigente de la Suprema Corte.
196 y Guatemala
inconstitucionalidad del artículo 260 del Código Civil del Estado de Jalisco por
excluir implícitamente el matrimonio entre personas del mismo sexo bajo con-
sideraciones similares a las que previamente había construido la jurisprudencia
de la Primera Sala. Dicho precepto circunscribía el matrimonio a “el hombre
y la mujer”. Esta porción normativa se consideró contraria al derecho al libre
desarrollo de la personalidad, a la autodeterminación personal y al principio de
igualdad, al constituir un trato diferenciado a las parejas homoparentales res-
pecto de las parejas heterosexuales, excluyéndolas injustificadamente de la posi-
bilidad de contraer matrimonio.15
En realidad, desde años atrás, la Primera Sala había afianzado en su juris-
prudencia un genuino derecho al matrimonio igualitario con razonamientos
análogos.16 El Pleno abrevaba de esa argumentación para elevarlo al máximo
rango jurisprudencial. Al mismo tiempo, elevó el estándar del derecho a la no
discriminación en el acceso al matrimonio, que no tiene parangón en el derecho
internacional o interamericano de los derechos humanos.
Otro ejemplo que a nuestros efectos puede destacarse es la acción de incons-
titucionalidad 33/2015. Ahí se analizaba el denominado “certificado de habilita-
ción” establecido por la Ley General para la Atención y Protección de Personas
con la Condición de Espectro Autista. Este certificado condicionaba la posibili-
dad de contratación laboral de personas con esta condición a la previa obtención
de dicho documento, que supuestamente avalaba sus aptitudes para ingresar en
el sector laboral y productivo.
El Pleno consideró que esos certificados vulneraban los derechos a la igual-
dad, al trabajo digno y socialmente útil, así como a la libertad de trabajo, al no
estar justificadas las razones por las que se condicionaba a las personas en situa-
ción de espectro autístico a la obtención de los referidos documentos médicos,
a diferencia del resto de las personas. Para los efectos que aquí interesan, esta
decisión también se fundamentó en el derecho internacional, en específico, en la
Convención Interamericana para la Eliminación de todas las formas de Discrimi-
nación contra las Personas con Discapacidad y la Convención sobre los Derechos
de las Personas con Discapacidad.17
198 y Guatemala
En ocasión del amparo en revisión 805/2018,21 la Primera Sala advirtió insufi-
ciencias legislativas a partir del señalado mandato internacional, lo cual, a su jui-
cio, vulneró el derecho a la no discriminación por motivos raciales. Se consideró
que el Estado mexicano técnicamente no incurrió en una omisión legislativa
como se demandaba, pero se determinó que el marco jurídico sí resultó insu-
ficiente, a la luz de un análisis detenido de las exigencias que se deprenden del
marco jurídico internacional.
La Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación prohíbe los actos
generalmente conocidos como discurso de odio. Pero lo hace de manera insa-
tisfactoria porque solamente confiere al Consejo Nacional para Prevenir la Dis-
criminación la facultad para imponer medidas administrativas y de reparación,
sujetando para ello a los servidores públicos a la Ley General de Responsabilida-
des Administrativas. Por otro lado, el artículo 149 Ter del Código Penal Federal
prevé un amplio elemento subjetivo del delito. En relación con el dolo específico,
se actualizaría el delito con la acreditación de cualquier acto “que atente con-
tra la dignidad humana o anule o menoscabe los derechos o libertades”. Pero el
tipo se limita a la realización de conductas específicas: a) negativa de servicios o
prestaciones; b) negativa o de restricción de derechos laborales o limitación de
servicios de salud; o c) negativa de derechos educativos. Por lo anterior, la Sala
determinó la deficiencia del marco normativo federal de cara al cumplimiento de
las obligaciones internacionales de México en la materia.
Este asunto se sumó a una línea de jurisprudencia constitucional que ha
abierto el camino a la judicialización de construcciones deficientes de marcos
legales en materia de discriminación, a partir de la aplicación directa de un pa-
rámetro internacional.
Cabe destacar que en esta fase jurisprudencial se han actualizado casos que
impactan la condición de la Suprema Corte como tribunal para la consolidación
democrática del país. Esta faceta de la Corte no podría pasar desapercibida cuando
hablamos de su funcionamiento estratégico para el sistema de derechos. Rescato
dos casos que la revelan: las acciones de inconstitucionalidad 6/2018 y 112/2019.
Bajo el sexenio del presidente Enrique Peña Nieto (2012-2018), el Congreso de
la Unión publicó la Ley de Seguridad Interior en el Diario Oficial de la Federación
el 21 de diciembre de 2017. Poco antes de cumplirse un año desde su promulga-
ción, la Corte invalidó esta Ley en su integridad, con una votación de 10 a 1, de
nuevo en ejercicio de un control abstracto.22
200 y Guatemala
Por cierto, pese a su configuración constitucional como institución policial
de carácter civil, el artículo 5.º transitorio del decreto de esta reforma constitu-
cional dejó establecido lo siguiente:
Durante los cinco años siguientes a la entrada en vigor del presente decreto, en
tanto la Guardia Nacional desarrolla su estructura, capacidades e implantación
territorial, el presidente de la República podrá disponer de la fuerza armada per-
manente en tareas de seguridad pública de manera extraordinaria, regulada, fis-
calizada, subordinada y complementaria.
APUNTES CONCLUSIVOS
202 y Guatemala
tribunales del país, especialmente en los locales. Son muchas las dificultades
que ha tenido la comprensión general del derecho internacional de los derechos
humanos, así como los principios, las técnicas y los métodos de interpretación
de los derechos por parte de un numeroso sector de juzgadores a lo largo del
territorio nacional.
Tampoco ha permeado del todo en la comunidad de abogados litigantes y
menos aún en la cultura jurídica y social. Asimismo, no puede hablarse de un
saldo positivo de la reforma de derechos humanos en términos de efectividad
del nuevo marco jurídico y jurisprudencial en la vida cotidiana de las personas.
No se ha conseguido un efecto palpable en el objetivo de alcanzar una igualdad
material en la sociedad. Estamos ante un difícil proceso de interiorización hacia
pautas y prácticas sociales en la materia, lo cual se ha agravado aún más con los
saldos que ha arrojado la pandemia por el covid-19 en el territorio mexicano, así
como la grave crisis de seguridad pública que se vive acentuadamente desde hace
por lo menos tres lustros.
En México, como en otras latitudes del mundo, la pandemia de covid-19 ha
implicado una crisis social y económica de proporciones insospechadas. En el
terreno judicial seguirá involucrando decisiones relacionadas con la tensión
inevitable entre los derechos y la emergencia sanitaria. Ello, tomando en con-
sideración que no ha habido un decreto formal de estado de excepción o de
emergencia constitucional en el país, pese a su drástico impacto en la sociedad
mexicana, lo cual se manifiesta con los más de 170.000 fallecimientos por el co-
ronavirus, oficialmente reconocidos, al momento en que se escriben estas líneas.
Hay que decir también que, en el futuro inmediato, se vislumbran proble-
máticas acuciantes de los derechos en el Poder Judicial de cara al renovado es-
cenario del poder político. Esto se debe, en parte, al advenimiento de nuevos
protagonistas políticos, tanto en el ámbito del ejecutivo, como en el legislativo
federal. Un potencialmente conflictivo escenario no es ilusorio considerando
que el presidente López Obrador, junto con su movimiento, ha emprendido pro-
fundas transformaciones del sistema político, social, económico y gubernamen-
tal en un sexenio que inició en 2018 y que culminará en 2024.
Los tiempos del Poder Judicial como institución principalmente responsa-
ble de salvaguardar los derechos fundamentales, en tiempos de más transfor-
maciones institucionales, no podrían esperarse pacíficos. Por supuesto, ello es
inevitable si consideramos que estas transformaciones habrán de encontrar un
adecuado acomodo democrático en el sistema jurídico que tan difícilmente se ha
construido a lo largo de, por lo menos, las últimas cuatro décadas.
Fix Fierro, Héctor y Jacqueline Martínez Uriarte, Derechos humanos. Cien años de
evolución de los derechos en la Constitución mexicana, México, Fondo de Cultura
Económica, 2018.
Herrera García, Alfonso, “El control difuso de regularidad de las leyes en el juicio de
amparo directo: complejidades conceptuales y frente al sistema interamericano
de derechos humanos”, en Eduardo Ferrer Mac-Gregor y Alfonso Herrera
García (coords.), El juicio de amparo en el centenario de la Constitución mexica-
na de 1917. Pasado, presente y futuro, México, UNAM / Instituto de Investigaciones
Jurídicas, t. II, 2017, pp. 299-316.
Herrera García, Alfonso, La interpretación de los derechos humanos y sus garantías por
la Suprema Corte de Justicia. Una aproximación jurisprudencial, México, Comisión
Nacional de los Derechos Humanos, 2015.
Medina Mora, Alejandra, Pedro Salazar Ugarte y Daniel Vázquez, Derechos huma-
nos y restricciones. Los dilemas de la justicia, México, Porrúa / UNAM, 2015.
Pou, Francisca, “Lo que quisiera que la Corte hiciera por mí: lealtad constitucional y justi-
cia dialógica en la aplicación de la CT 293/2011”, en José Luis Caballero Ochoa y
Rubén Sánchez Gil (coords.), Derechos constitucionales e internacionales. Pers-
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Vela Barba, Estefanía, “Same-sex unions in Mexico: Between text and doctrine” en Ma-
carena Sáez (ed.), Same Sex Couples. Comparative Insights on Marriage and Coha-
bitation, Dordrecht, Springer, 2015, pp. 49-83.
204 y Guatemala
BALANCE DEL ROL DE LA JUSTICIA CONSTITUCIONAL
EN LA PROTECCIÓN DE LOS DERECHOS FUNDAMENTALES
EN EL PERÚ (2009-2019)
César Landa*
INTRODUCCIÓN
Entrado el siglo XXI, se puede señalar que en la historia política moderna del
Perú se han dado espasmódicos procesos de modernización, a través de la utili-
zación de las instituciones democráticas propias del constitucionalismo clásico.
En particular, desde la vigencia de la Constitución de 1979, el principio políti-
co de la soberanía popular y el principio jurídico de la supremacía constitucio-
nal quedaron nominalmente consagrados en el estrato más alto del derecho: la
Constitución política (CP).
Sin embargo, es solo durante la década de los noventa cuando por primera vez
en la historia del constitucionalismo peruano se hizo dramáticamente presente
la demanda ciudadana por el respeto de los derechos fundamentales, debido a
las graves violaciones de estos en las decisiones legislativas, judiciales y adminis-
trativas del gobierno autoritario de Fujimori.
Pero fue a partir de la praxis del Tribunal Constitucional como se pudo vis-
lumbrar la viabilidad –pero también los límites– del proceso democrático pe-
ruano, habida cuenta de que a la jurisdicción constitucional le correspondió
judicializar, cada vez más, los conflictos sociales y políticos basándose en la
Constitución, con base en una dogmática de los derechos fundamentales, lo cual
le permitió encontrar soluciones sustentables a las demandas, dado el proceso de
maduración del Estado constitucional.1
y 205
Ello se hizo factible a partir del retorno a la democracia en el año 2000; no
obstante, desde hace una década se ha ralentizado la lucha contra la corrupción
y la impunidad de las violaciones de derechos humanos, e incluso el narcotráfi-
co ha avanzado en la esfera social y se ha acercado indirectamente a las esferas
públicas. Frente a esos desafíos a la democracia del pasado y del presente, la
institucionalidad constitucional –Congreso, Poder Judicial, Ministerio Público,
Consejo Nacional de la Magistratura, etc.– presenta avances como la condena a
prisión del expresidente Alberto Fujimori –por delitos contra los derechos hu-
manos y corrupción–, y luego retrocesos como el indulto –con base en una nego-
ciación política para frustrar la vacancia del presidente Kuczynski–.
Pero, también, se han mostrado los límites en el juzgamiento de expresiden-
tes de la República –Alan García, Alejandro Toledo, Ollanta Humala, Pedro Pa-
blo Kuczynski– y líderes políticos –Keiko Fujimori–, debido a la ineficacia o a la
influencia o control de ciertas instituciones judiciales.
En este contexto es que vamos a analizar cuál ha sido el rol de la justicia cons-
titucional y cómo se expresa en algunas sentencias trascendentes, que permiten
valorar el uso del bloque de constitucionalidad y la incorporación del control de
convencionalidad, orientada a la protección de los derechos fundamentales de al-
gunos grupos vulnerables.
2 Rudolf Smend, Constitución y derecho constitucional. Madrid, CEC, 1985, p. 225; asimismo,
Enrique Alonso García, La interpretación de la constitución, Madrid, CEC, 1984, p. 568.
3 Pablo Lucas Verdú, La lucha contra el positivismo jurídico en la República de Weimar. La
teoría constitucional de Rudolf Smend, Madrid, Tecnos, 1997, pp. 205-219.
206 y Perú
que no es óbice para entender la Constitución como la manifestación más alta
del derecho positivo y de los valores irreductibles de libertad e igualdad.4
En consecuencia, se puede señalar de manera general que en la historia cons-
titucional de las dos últimas décadas en el Perú se han dado procesos de for-
talecimiento de las instituciones democráticas propias del constitucionalismo
contemporáneo, durante el periodo del presidente transitorio de Valentín Pania-
gua (2000-2001) y del gobierno de Alejandro Toledo (2001 a 2006). Pero, también,
ha habido recodos y regresiones en la lucha contra la corrupción y la impunidad
en la violación de los derechos humanos, sobre todo durante el periodo guberna-
mental de Alan García (2006 a 2011) y, en menor medida, en el siguiente gobierno
de Ollanta Humala (2011 a 2016). Sin embargo, es con los gobiernos de Pedro
Pablo Kuczynski y, sobre todo, de Martín Vizcarra (2016 hasta la fecha) cuando
se ha buscado remontar el control del poder y la tutela de los derechos humanos
con base en reformas constitucionales de la devaluada la Constitución de 1993.
No obstante, en la actualidad, el Estado constitucional se ha convertido en
una premisa democrática de la gobernabilidad, motivo por el cual la Constitu-
ción y sus veinte reformas han encontrado legitimidad social y visos de hacer
recobrar el valor normativo y unitario que le otorga la Carta a todo Estado de-
mocrático. En este contexto es posible realizar cualquier programa de gobierno,
a condición de que sus fines sean compatibles con la norma constitucional, así
como gobernar con lealtad constitucional, que es lo mismo que decir que los
objetivos políticos y económicos de las mayorías transitorias en el poder deben
respetar los derechos fundamentales de las minorías políticas y a los grupos so-
cialmente vulnerables.
Por ello se puede destacar que, por primera vez en la historia del Estado de
derecho en el Perú, la idea de la supremacía jurídica y política de la Constitución
sobre la ley y las decisiones políticas viene madurando, aunque con dificultades;
porque, no es un simple cambio de la tradicional prevalencia, en la práctica, de
la ley sobre la Constitución y más bien se trata de una profunda transformación
del principio de legalidad que incluso afecta a la propia noción de derecho y de
política.5
No obstante, son los propios operadores políticos y jurídicos quienes han
contribuido a ese proceso de degradación de la democracia constitucional, de-
bido a una concepción positivista de la Constitución interesadamente a su favor,
6 Verdú, La lucha contra el positivismo jurídico en la República de Weimar, op. cit., p. 168.
7 Carlos de Cabo, Contra el consenso. Estudios sobre el Estado constitucional y el constitucio-
nalismo del Estado social, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1997, p. 303.
208 y Perú
En ese sentido, para entender el rol que ha venido cumpliendo el Tribunal
Constitucional en estas dos últimas décadas es importante señalar que se ha de-
sarrollado en medio de la deformación del Estado de derecho peruano que en-
cuentra sus raíces en la falta de lealtad constitucional de sus élites –económicas
y en parte políticas–; esto se ha visto reflejado en la desobediencia civil –infor-
malidad económica o radicalismo popular–, al no percibir que el Estado cumple
su rol de brindar seguridad y protección de los derechos fundamentales de la
persona a las poblaciones más vulnerables.8
Esta situación ha ido enraizándose, a pesar de algunos recodos de goce de
la democracia con inclusión social y política, pero al final ha sucumbido a los
poderes tradicionales –como el caudillismo sostenido por los poderes fácticos–
representados unas veces en el presidente de la República y otras en el Congreso,
los cuales siempre han apelado a la consigna de la voluntad popular, pero para
favorecer intereses de grupos detrás del poder.9
En ese escenario, el Tribunal Constitucional ha realizado su función de ga-
rante de la Constitución en medio de un presidencialismo exorbitante en el pe-
riodo presidencial de Alan García de 2006 al 2011, de un asambleísmo opositor
del aprismo de 2011 a 2016, y virulentamente obstruccionista de 2016 a 2019 con
el fujimorismo y el aprismo al servicio de los poderes fácticos y privados. No obs-
tante, con avances y retrocesos, el Tribunal Constitucional ha podido consagrar
una idea de Constitución y de legalidad constitucional basada en la voluntad
constituyente de establecer un orden jurídico y político gubernamental basado
en la justicia.10
Ello ha sido posible gracias a la recomposición del viejo constitucionalismo,
a partir de ciertos principios y realidades evidentes: la necesidad de asumir el
carácter abierto y dinámico de la Constitución, lo que supone el reconocimien-
to de los diferentes intereses de la sociedad y no el de unos pocos; lo cual se
expresa en la tolerancia social, el consenso político y, finalmente, el pluralismo
jurídico y político, basados y orientados por la defensa y promoción de los dere-
chos fundamentales, origen y razón de la existencia del Estado democrático. Sin
embargo, la ciudadanía no debería sobrecargarse de expectativas en la justicia
8 Dieter Grimm, “Integration by constitution”, I-CON, vol. 3, núms. 2 y 3: Special May, 2005,
pp. 193-208.
9 César Landa Arroyo, Apuntes para una teoría democrática moderna en América Latina,
Lima, PUCP, 1994, pp. 125 y ss.
10 Julio Ríos Figueroa, “Instituciones para la justicia constitucional en América Latina”, en G.
Helmke y J. Ríos Figueroa (coords.), Tribunales constitucionales en América Latina, Méxi-
co, SCJN, 2010, pp. 47-90.
11 Juan Carlos Bayón, “El constitucionalismo en la esfera pública global”, Anuario de Filosofía
del Derecho, núm. 29, Madrid, Ministerio de Justicia, 2013, pp. 57-99.
12 Manuel Atienza, “Argumentación y Constitución”, en J. Aguiló, M. Atienza y J. Ruiz
(coords.), Fragmentos para una teoría de la Constitución, Madrid, Iustel, 2007, pp. 113-159.
13 César Landa Arroyo, “La jurisdicción constitucional en Perú”, en AA. VV., La jurisdicción
constitucional en América Latina. Un enfoque desde el ius constitutionale commune, vol. I,
Bogotá, Universidad Externado - Max-Planck Institute, 2019, pp. 391-395.
210 y Perú
cúpulas parlamentarias,14 y la anulación de la elección de un candidato a magis-
trado y la votación de otro en 2019.
En ese marco institucional complejo del Tribunal Constitucional se puede
realizar un balance de sus sentencias emblemáticas, sin desconocer las que han
significado una regresión; en este entendido, se puede señalar que en esta última
década el Tribunal Constitucional ha permitido asegurar en última instancia la
tutela de los derechos fundamentales y el control del poder, como a continua-
ción damos cuenta con tres casos relevantes.
15 En dos artículos expone tal visión sobre los procesos de reestructuración económica que,
de ser admitida, el país –según su opinión– debería realizar para un supuesto desarrollo. Su
visión de los pueblos indígenas en general se expresa en que “existen comunidades artifi-
ciales […] de ‘mano muerta’, en la que sus habitantes viven en extrema pobreza y esperando
que el Estado les lleve toda la ayuda en vez de poner en valor sus cerros y tierras, alquilándo-
las, transándolas porque si son improductivas para ellos, sí serían productivas con un alto
nivel de inversión o de conocimientos que traiga un nuevo comprador” (Alan García, “El
síndrome del perro del hortelano”, El Comercio, 28 de octubre de 2007; asimismo, “Receta
para acabar con el perro del hortelano”, El Comercio, 25 de noviembre de 2007).
16 En este importante convenio suscrito por casi todos los países con población indígena en
Latinoamérica se dice, entre otras cosas, que: “Art. 13) Al aplicar las disposiciones de esta
parte del Convenio, los gobiernos deberán respetar la importancia especial que para las
culturas y valores espirituales de los pueblos interesados reviste su relación con las tierras
212 y Perú
Sin embargo, durante el gobierno de Alan García, el tribunal constitucional
emitió una resolución aclaratoria, de fecha 24 de agosto de 2010, recaída en el
Expediente 06316-2008-AA –sobre pueblos indígenas no contactado– en la que
estableció que el derecho a la consulta solo sería exigible a partir del 11 de junio
de 2010, vale decir, a partir de la publicación de la Sentencia 00022-2009-PI/
TC –Titulación de Tierras–, a pesar de que en esta sentencia se había señalado
expresamente lo siguiente:
o territorios, o con ambos, según los casos, que ocupan o utilizan de alguna otra manera,
y en particular los aspectos colectivos de esa relación […]. Art. 14) Deberá reconocerse a
los pueblos interesados el derecho de propiedad y de posesión sobre las tierras que tra-
dicionalmente ocupan. Además, en los casos apropiados, deberán tomarse medidas para
salvaguardar el derecho de los pueblos interesados a utilizar tierras que no estén exclusi-
vamente ocupadas por ellos, pero a las que hayan tenido tradicionalmente acceso para sus
actividades tradicionales y de subsistencia” (Convenio 169 de la OIT sobre pueblos indíge-
nas y tribales en países independientes, 1989). Todo ello demuestra la enorme importancia
que en el nivel de los derechos fundamentales y del derecho internacional de los derechos
humanos se les ha dispensado a los pueblos indígenas, en el respeto de su cosmovisión, de
sus costumbres y de sus valores.
214 y Perú
ordenaba al Ministerio de Salud (Minsa) que distribuyera de forma gratuita en
todos los centros de salud en el nivel nacional el anticonceptivo oral de emer-
gencia (AOE) levonorgestrel, lo cual dejó sin efecto la sentencia del Tribunal
Constitucional que había dispuesto que el Minsa se abstuviera de distribuir gra-
tuitamente el AOE.17
El juzgado recordó que la sentencia del Tribunal Constitucional no era inmu-
table, según lo dicho en el mismo fallo. En este sentido señaló que la Corte IDH,
en el caso Artavia Murillo y otros sobre fecundación in vitro vs. Costa Rica (2012)
había precisado que el término concepción de la vida humana no podía ser com-
prendido como un momento ajeno al cuerpo de la mujer debido a que, si el em-
brión no se implantaba en el útero de esta, su desarrollo era nulo.
No obstante, había que tener en cuenta que en dicha sentencia el Tribunal
Constitucional revocó un fallo anterior del mismo que estimó como constitu-
cional el uso de la píldora del día siguiente.18 En efecto, en un primer fallo el
Tribunal Constitucional valoró la autodeterminación reproductiva como un de-
recho implícito del libre desarrollo de la personalidad, del cual emana de aquel
a la autodeterminación reproductiva en tanto derecho implícito contenido en el
derecho al libre desarrollo de la personalidad.
A juicio del Tribunal, dicho derecho consistía en la autonomía para decidir
en los asuntos que solo atañen a la esfera privada e íntima de las personas. Pero
también se afirmó que el derecho a la autodeterminación reproductiva se des-
prendía del reconocimiento de la dignidad de la persona humana y del derecho
general de libertad que le es inherente, como es el de decidir usar o no la píldora
del día siguiente.
De ese modo, en la primera sentencia del Tribunal Constitucional sobre la AOE
la dignidad humana y la libertad personal fueron concretizadas a partir de la ne-
cesidad de reconocer el derecho de elegir libremente y sin interferencia sobre: 1)
el momento adecuado u oportuno de la reproducción; 2) la persona con quién
procrear y reproducirse; y 3) la forma o el método para lograrlo o para impedirlo.
No obstante, en el segundo fallo del Tribunal Constitucional sobre la AOE,
la nueva mayoría acogió una interpretación subjetiva sobre un eventual efecto
abortivo de la píldora, en el entendido de que, como la concepción a su juicio
ocurre en el momento en que se produce la fecundación y no la implantación,
el eventual efecto antiimplantatorio del embrión fecundado en el endometrio
del útero de la mujer constituiría un aborto, proscrito en el ordenamiento legal
peruano.
216 y Perú
Ello, a pesar de que el presidente del Consejo de Ministros había solicita-
do al Congreso una “cuestión de confianza”, de acuerdo con el artículo 134 de
la Constitución Política, sobre la urgente necesidad de modificar el sistema de
elección de los candidatos a magistrados, con base en principios democráticos
de concurso público, transparencia en la evaluación de sus perfiles, con veeduría
institucional, la mayoría parlamentaria pretendió elegirlos sin dar prioridad a la
cuestión de confianza.
La Constitución y el Reglamento del Congreso disponen que un pedido de
confianza es una medida que debe verse de forma prioritaria y urgente, pero la
mayoría del Congreso trató de evitar que el presidente del Consejo de Ministros,
Del Solar, pudiera hacer efectivo dicho mandato y evitó físicamente que se incor-
porara al Pleno del Congreso para sustentar la cuestión de confianza.
Sin embargo, el presidente hizo valer su derecho como ministro a incor-
porarse a los debates del Pleno del Congreso (art. 129, CP), oportunidad que
aprovechó para plantear la cuestión de confianza, la cual fue puesta a votación
en el sentido de que sí debía debatirse y fue desestimada por 80 votos de 130
parlamentarios, lo que configuró técnicamente el rechazo a la confianza soli-
citada por el gobierno.
Después de esto, el presidente de la República se pronunció por la disolución
del Congreso, como dispone el artículo 134 de la Constitución, al haberse nega-
do la confianza a dos gabinetes –el primero fue el de Zavala el año 2017–. En esa
medida, la oposición lo suspendió en el cargo del presidente de la República, por
incapacidad moral, previsto en el artículo 114-1 de la Constitución y, acto segui-
do, nombró a la vicepresidenta Mercedes Araoz como presidenta, la cual juró el
cargo, pero renunció al día siguiente.
La disolución del Congreso se materializó con la publicación del Decreto
Supremo 165-2019-PCM, en el cual se convocó a elecciones parlamentarias en
cuatro meses (domingo 26 de enero de 2020). Con base en esto, al día siguiente
el Jurado Nacional de Elecciones publicó el calendario electoral.
En ese interregno parlamentario quedó en operación la Comisión Perma-
nente del Congreso para recibir los decretos de urgencia con que gobernaría
el Poder Ejecutivo, a falta del funcionamiento del Poder Legislativo. Por este
motivo, el presidente de dicha Comisión planteó un conflicto de competencia
contra el Poder Ejecutivo ante el Tribunal Constitucional, el mismo que admitió
la demanda pero rechazó la solicitud de medida cautelar para que, provisional-
mente, se suspendieran los efectos del DS 165-2019-PCM, hasta la expedición de
la sentencia. Dicho rechazo se basó en que no había visos de inconstitucionali-
dad de la medida constitucional tomada por el presidente de la República, de
conformidad con el artículo 134 de la Constitución.
218 y Perú
determinadas se requiere el respaldo parlamentario a una política gubernamental
que es importante para el Poder Ejecutivo. Esta última fue la que solicitó el presi-
dente del Consejo de Ministros al Congreso con carácter de urgencia, como faculta
el artículo 105 de la Constitución Política; de modo que el 30 de septiembre debió
debatirse y someterse a votación, motivo por el cual la prerrogativa de la autorre-
gulación del Congreso no podía prevalecer ante dicho mandato constitucional.
De esta forma, por una mayoría de cuatro votos contra tres, el Tribunal Constitu-
cional declaró infundada la demanda competencial, señalando la validez cons-
titucional del acto de disolución del Congreso de la República, contenido en el
Decreto Supremo 165-2019- PCM.
PERSPECTIVAS
220 y Perú
convencional de los sistemas de protección de la justicia nacional e internacio-
nal, en aras de tutelar la democracia y los derechos humanos.22
Sin embargo, la protección multinivel de los derechos fundamentales no
puede defenderse de sus enemigos basándose en construcciones positivistas e
interpretaciones superformalizadas, alejadas de las realidades nacionales. Por
ello, la jurisprudencia constitucional tiene que redimensionarse fortaleciendo
su función de limitación del gobierno por el derecho; es decir, defendiendo el
orden y los valores de la persona humana, propios del principio de supremacía
jurídica de la Constitución y de supremacía política de la democracia. Esto solo
es posible partiendo de reconocer –junto al carácter jurídico de la labor de la
justicia constitucional– la naturaleza y las consecuencias políticas de su juris-
prudencia constitucional.
Ello solamente será factible con un Tribunal Constitucional integrado por
magistrados que actúen con independencia e integridad; de allí que sea nece-
sario reformar el sistema de selección y elección de los magistrados constitu-
cionales, a fin de fortalecer orgánicamente al cuerpo encargado de la justicia
constitucional. En este sentido, las agendas política y ciudadana deben demar-
car temas fundamentales como: la elección técnica-política de los magistrados
constitucionales, mediante la preselección de los candidatos y su evaluación en
audiencias públicas; un perfil adecuado de los candidatos en el que se prefiera a
los que muestren una trayectoria democrática, alta competencia técnico-jurídi-
ca, imparcialidad profesional, compromiso con la voluntad popular, cualidades
humanas de tolerancia y pluralismo, así como también capacidad de trabajo en
grupo, pero, sobre todo, cualidades éticas y morales.
Repensar en estos términos la posición del Tribunal Constitucional y de su
justicia constitucional de cara al Bicentenario de la Independencia del Perú
(2021) supone concluir precisando algunos elementos constitutivos del mismo.
Así, una teoría constitucional renovada éticamente constituye la columna que
vertebra y sostiene a las críticas y propuestas constitucionales que se han for-
mulado. Partiendo de la idea de las instituciones sociales o los ordenamientos
concretos que yacen en la sociedad –distantes del neo y el nuevo constituciona-
lismo23–, se plantea que el pluralismo y la tolerancia son la fuente permanente
del cambio social, gestado no por la fuerza normativa de los hechos, sino por
22 César Landa Arroyo, “El impacto del control de convencionalidad en el ordenamiento pe-
ruano: entre la época de la dictadura y la consolidación de la democracia constitucional”,
en S. Castañeda (coord.), Constitucionalismo y democracia en América Latina: Controles y
riesgos, Lima, Adrus, 2014, pp. 219-254.
23 Roberto Viciano y Rubén Martínez, “La Constitución democrática, entre el neo constitu-
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Jurisprudencia
224 y Perú
DIEZ AÑOS DE JURISPRUDENCIA CONSTITUCIONAL EN URUGUAY
INTRODUCCIÓN
y 225
ANTECEDENTES
Hasta el año 2009, Uruguay vivió en cierta forma de espaldas al sistema intera-
mericano de derechos humanos y a la jurisprudencia de la Corte IDH. Las razo-
nes de esto no son sencillas de comprender. Podrían atribuirse a que la doctrina
nacional en materia constitucional y de derechos humanos era escasa. También
a una realidad en la que las principales situaciones de violaciones de los derechos
humanos que son frecuentes en el continente no estaban presentes o, al menos,
no con la intensidad con que se presentaban en otros países. Al mismo tiem-
po, Uruguay nunca había sido demandado ante la Corte IDH (sin perjuicio de
que sí hubo denuncias ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos
[CIDH]). Tan importante ha sido este último aspecto que cuando en el año 2011
llegó la primera sentencia de la Corte IDH, en el caso Gelman vs. Uruguay, se
produjo una suerte de conmoción en ámbitos judiciales, políticos y académicos
que, en general, y en medio de una gran confusión, enfrentaban lo que para ellos
era una novedad.
El cambio se produjo en octubre de 2009, cuando la Suprema Corte de Justi-
cia dictó la sentencia 365 de 2009, en que declaró la inconstitucionalidad de los
artículos 1, 3 y 4 de la Ley 15.848, comúnmente conocida como Ley de Caducidad
(en realidad fue una ley de amnistía para delitos cometidos durante el gobierno
militar de 1973-1984). La sentencia adhiere a lo que denomina como una “pode-
rosa corriente” que reconoce un bloque de derechos humanos integrado por los
derechos explícitamente consagrados en la Constitución y en el derecho inter-
nacional, más los derechos implícitos en ambos órdenes. Reconoce, asimismo,
que en casos de diversa regulación de un derecho el operador debe optar por la
fuente que mejor proteja y garantice el derecho.2 Descarta que la noción de so-
beranía pueda oponerse a los derechos humanos, y señala que, por el contrario,
debe procederse al revés.
Si bien en aquellos tiempos no era frecuente la cita de la jurisprudencia in-
teramericana, la Suprema Corte cita las sentencias de la Corte IDH en los casos
“Barrios Altos”, “La Cantuta” y “Almonacid Arellano”, y sigue los criterios postu-
lados en ellas.
Es en este contexto auspicioso que Uruguay llegó al año 2010, cuando co-
mienza el seguimiento del Grupo de Estudio.
2 Sobre esta sentencia, véase Martín Risso, “El Derecho Internacional de los Derechos Hu-
manos en la jurisprudencia reciente de la Suprema Corte de Justicia”, Estudios Jurídicos,
núm. 8, 2010, pp. 301-322.
226 y Uruguay
EL BLOQUE DE CONSTITUCIONALIDAD EN LA JURISPRUDENCIA
228 y Uruguay
Ciertamente, ¿qué efecto tiene una sentencia que declara en Uruguay dispo-
siciones legales? Pues bien, conforme la Constitución uruguaya el efecto es para
el caso concreto (no tiene efectos generales) y su efecto, en las vías de excepción
u oficio, es la inaplicabilidad de las disposiciones declaradas inconstitucionales
(art. 258 CP5) en el proceso de que se trate.
En definitiva, este punto es clarísimo. En cada expediente judicial en que se
declare la inconstitucionalidad, el único efecto jurídico de la sentencia de la Su-
prema Corte es la inaplicabilidad de los artículos 2 y 3 de la Ley 18.831. O sea,
la situación era que, en cada expediente, se volvía al año 2011, antes de la apro-
bación de la ley 18.831 (cuyos arts. 2 y 3 no se pueden aplicar), y la cuestión es,
prescindiendo de esta norma legal, cumplir con la sentencia de la Corte IDH.
Claro que no todo era igual al 2011. Antes de la Ley 18.831 un juez, ordenando
que se agregara en el expediente copia de la sentencia de la Corte IDH, debía
llevar adelante las investigaciones y, si fuera el caso, sancionar a los responsa-
bles. Ahora, ese mismo juez tendrá en el expediente, además, una sentencia de
la Suprema Corte que, si bien solo tiene como efecto jurídico la imposibilidad
de aplicar los artículos 2 y 3 de la Ley 18.831, expresa posiciones parcialmente
contrarias a lo ordenado por la Corte IDH en la sentencia de febrero de 2011. La
situación del juez era mucho mejor antes de la ley, pues es claro que esta norma,
y la declaración de inconstitucionalidad que recayó, generaron más confusiones.
Veamos:
a. La jurisprudencia de la Corte IDH, seguida por la Suprema Corte en 2009,
en los casos “Barrios Altos”, “La Cantuta” y “Almonacid Arellano”, no era
seguida y esto se señalaba en forma expresa.
b. Se vuelve al análisis en términos tradicionales, los anteriores a 2009.
5 Artículo 256. Las leyes podrán ser declaradas inconstitucionales por razón de forma o de
contenido, de acuerdo con lo que se establece en los artículos siguientes.
Artículo 257. A la Suprema Corte de Justicia le compete el conocimiento y la resolución
originaria y exclusiva en la materia; y deberá pronunciarse con los requisitos de las senten-
cias definitivas.
Artículo 258. La declaración de inconstitucionalidad de una ley y la inaplicabilidad de las
disposiciones afectadas por aquella podrán solicitarse por todo aquel que se considere le-
sionado en su interés directo, personal y legítimo.
1) Por vía de acción, que deberá entablar ante la Suprema Corte de Justicia.
2) Por vía de excepción, que podrá oponer en cualquier procedimiento judicial.
El Juez o Tribunal que entendiere en cualquier procedimiento judicial, o el Tribunal de lo
Contencioso Administrativo, en su caso, también podrá solicitar de oficio la declaración de
inconstitucionalidad de una ley y su inaplicabilidad, antes de dictar resolución.
En este caso y en el previsto por el numeral 2), se suspenderán los procedimientos, eleván-
dose las actuaciones a la Suprema Corte de Justicia.
230 y Uruguay
casos. También se han utilizado las Opiniones Consultivas 5/85, 9/87 y 11/90.
Incluso las referencias se encuentran en la jurisprudencia de la Suprema Corte.
Quizás el balance objetivo de lo acontecido en el periodo sea que hubo mar-
cha atrás en 2013, y es difícil de determinar hasta dónde se retrocedió, pero tam-
bién comienza a verse el uso de la jurisprudencia interamericana, lo que es algo
muy positivo.
7 Ferdinand Lasalle, ¿Qué es una Constitución?, Monografías Jurídicas 79, Bogotá, Temis,
2005.
8 Georg Jellinek, Reforma y mutación constitucional de la Constitución (trad. de Christian
Förster), Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1991.
9 Hermann Heller, Teoría del Estado, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1955.
10 Konrad Hesse, Escritos de Derecho Constitucional, Madrid, Democracia y Derecho, Centro
de Estudios Políticos y Constitucionales, 2011.
11 David A. Strauss, The Living Constitution, New York, Oxford University Press, 2010. Me re-
mito a lo dicho en Martín Risso Ferrand, “Mutación e interpretación evolutiva en la Consti-
tución. Dos casos uruguayos”, Estudios Constitucionales, Año 15, núm. 1, 2017, pp. 217-254.
12 Asimismo, debe consignarse que desde finales del siglo XX hasta hace unos diez años la
acción de amparo gozaba de buena salud. Estas acciones, con base en la Constitución y en
la Ley 16.011, son competencia de los juzgados letrados de primera instancia en lo civil o
en lo contencioso administrativo, dependiendo de quién sea el demandado, y solo admite
recurso de apelación ante los tribunales de apelaciones civiles (la Suprema Corte jamás se
pronuncia sobre un amparo). A finales de la primera década del presente siglo, los tribu-
nales eran razonablemente garantistas y, en general, protectores de los derechos humanos.
13 Martín Risso et al., “Jurisprudencia sobre responsabilidad del Estado. Avance de investi-
gación”, Revista de Derecho, núm. 16, 2017, pp. 197-232.
14 Martín Risso, “La acción de amparo”, Estudios de Derecho Administrativo 12, Montevideo, La
Ley, 2015.
232 y Uruguay
Un rápido repaso de las principales normas internacionales de derechos hu-
manos nos permite constatar la existencia de una acción de amparo internacional.
Así, el artículo 8 de la Declaración Universal de Derechos Humanos dispone:
“Toda persona tiene derecho a un recurso efectivo ante los tribunales nacionales
competentes, que la ampare contra actos que violen sus derechos fundamentales
reconocidos por la constitución o por la ley” (énfasis agregado).
El artículo XVIII de la Declaración Americana sobre Derechos Humanos
(CADH) expresa: “Toda persona puede ocurrir a los tribunales para hacer valer
sus derechos. Asimismo, debe disponer de un procedimiento sencillo y breve por
el cual la justicia lo ampare contra actos de la autoridad que violen, en perjuicio
suyo, alguno de los derechos fundamentales consagrados constitucionalmente”
(énfasis agregado).
También debe recordarse el artículo 25 de la CADH (que debe interpretarse
en el marco de los artículos 1 y 2 de la CADH).
La existencia de un amparo de rango internacional, para garantía de las per-
sonas contra las violaciones de sus derechos fundamentales, no puede discutirse.
Así como las exigencias del proceso en cuanto a que sea sencillo, rápido y efectivo.
Nuestra doctrina no ha sido unánime en cuanto a cuál es la base constitu-
cional del amparo, aunque sí ha existido una cierta unanimidad en reconocerle
rango constitucional. Así, algunos autores como Cassinelli Muñoz han señalado
que la base del amparo se encuentra en el artículo 7º de la Constitución, cuando
se consagra el derecho de los habitantes a ser protegidos en el goce de los dere-
chos preexistentes.15 Es obvio que proteger es sinónimo de amparar, e incluso
puede mencionarse que el derecho chileno denomina el amparo como acción de
protección. Otros, en cambio, señalaron el rango constitucional de la acción de
amparo, pero con base en el artículo 72 de la Constitución, ya que, advirtiendo
su condición de garantía inherente a la persona humana, fácilmente la norma
referida da pie para admitir dicho instituto en nuestra Carta.16 En realidad, pare-
ce claro que a ambas posiciones doctrinales –no coincidentes– les asiste razón y
son susceptibles de armonización total. En efecto, no puede ignorar el intérprete
que asiste razón a Cassinelli Muñoz cuando destaca el derecho a ser protegido en
el goce de los derechos preexistentes como fundamento claro del amparo, pero
15 Horacio Cassinelli Muñoz, “Acción de amparo”, Revista de la Oficina Nacional del Servicio
Civil, 2013, pp. 24 y ss. También Daniel Ochs Olazábal, La acción de amparo, Montevideo,
FCU, 2013, pp. 33 y ss.
16 José Korzeniak, Derecho Constitucional, Montevideo, FCU, 1986, p. 88. Alberto Ramón
Real, “La acción de amparo en la jurisprudencia argentina y ante el derecho uruguayo”,
Revista de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, 1963.
PLAZO DE CADUCIDAD
17 Véase, por ejemplo, Sentencia 219 de 26 de diciembre de 1984, del Tribunal de lo Conten-
cioso Administrativo, Revista Uruguaya de Derecho Constitucional y Político, vol. I, núm. 5.
También Eduardo Esteva Gallicchio, “Algunos aspectos de la acción de amparo ante la juris-
prudencia del Tribunal de lo Contencioso Administrativo y el proyecto de ley reglamentaria
elaborado por el Poder Ejecutivo”, Revista Uruguaya de Derecho Constitucional y Político,
vol. I, núm. 6, 1985, pp. 260 y ss.
18 Véanse sentencias en Revista Uruguaya de Derecho Constitucional y Político, vol. II, núms.
10-11; vol. III, núms. 13 y 14, pp. 75 y ss. y pp. 79 y ss.; vol. III, núms. 16-17, pp. 406 y ss.; núms.
19-20, pp. 73 y ss., 84 y ss., 93 y ss. LJU caso 10.819, caso 10.939, etc.
234 y Uruguay
En una acción de amparo contra la Intendencia de Montevideo, en que se
solicitaba que se ordenara al demandado que resolviera recursos administrativos
pendientes, y que fue acogido por el juez de primera instancia en lo contencio-
so-administrativo de Primer Turno, el Tribunal de Apelaciones en lo Civil de Sex-
to Turno revocó la sentencia y desestimó el amparo. La cuestión fue determinar
desde cuándo se computaba el plazo de caducidad de treinta días: el actor preten-
día que se computara desde que tuvo acceso a los antecedentes administrativos
(y conoció el estado de las actuaciones), el Tribunal consideró que el plazo debía
computarse desde la configuración de la denegatoria ficta. Con el criterio del
actor no había caducidad, pero sí con el criterio del Tribunal. Entre dos posibles
interpretaciones se optó por la que era más favorable a la entidad estatal de-
mandada y más perjudicial para el titular de los derechos humanos (sentencia
de 22 de julio de 2016).
19 Sobre otros medios impugnativos: LJU, casos 11.554, 11.575, 11.599, 12.005, 12.673, 12.320, etc.
ILEGITIMIDAD MANIFIESTA
20 Aunque los plazos del jerarca y, eventualmente, del Poder Ejecutivo en caso de anulación
se redujeron con base en la Ley 17.292. Al respecto véase Augusto Durán Martínez, “Recur-
sos administrativos. Modificaciones dispuestas por la Ley 17.292”, Revista de Derecho de
la Universidad Católica del Uruguay, vol. II, 2001; Augusto Durán Martínez, Contencioso
Administrativo, Montevideo, FCU, 2015.
21 Véanse LJU, casos 12.746, 12.802, 12.673, 12.320, 10.939, 10.482, 10.573, 11.135, 11.755, 11.699,
11.726, 12.005, 10.753, 11.394, 11.395, etc.
22 Revista Universidad de Derecho Procesal, núm. 1/92, casos 505, 507, 509, 512, 513; núm. 2/90
caso 449.
236 y Uruguay
uruguayos no estaban acostumbrados), la jurisprudencia fue tan exigente con
la ilegitimidad manifiesta que prácticamente ningún amparo procedía. Esto, en
algún momento, generó una suerte de desmotivación y el número de acciones de
amparo se redujo significativamente.
Pero en la actualidad, cuando podríamos considerar superadas las dudas de-
rivadas de la novedad, de la sumariedad del proceso y de la aplicación directa
de la Constitución, no parece razonable seguir con tantas exigencias en cuanto
a la ilegitimidad manifiesta, sino que se podría analizar esta noción con más
tranquilidad. Dentro de la lógica del amparo ¿qué significa esta exigencia? Su
fundamento radica en no lesionar los derechos del demandado (que cuenta con
un exiguo plazo para defenderse) y entonces, en función de esto, conviene situar
la ilegitimidad manifiesta en sus justos términos. El tribunal concluirá que hay
ilegitimidad manifiesta cuando considere que el proceso puede resolverse con
razonable grado de seguridad por el procedimiento sumario del amparo. Nada
de exigir ilegitimidades escandalosas, obvias, evidentes y palmarias. Lo único que
precisa el juez es que la ilegitimidad sea lo suficientemente clara como para resol-
ver por este proceso con el grado de seguridad habitual (no con mayor certeza).23
Recordemos que en el famoso caso “Marbury v. Madison”, que si bien presen-
taba complejísimas cuestiones (basta pensar en los límites entre la jurisdicción y
la política, nacimiento del judicial review, etc.), sí se pudo dictar sentencia en el
marco del writ of mandamus, que es uno de los antecedentes del actual amparo.
En definitiva, el concepto extremo y antiguo de ilegitimidad manifiesta que
se utiliza con frecuencia parece ser excesivo y no compatible con las regulaciones
constitucionales, internacionales y legales del amparo.
DAÑO IRREPARABLE
23 Martín Risso, “La acción de amparo”, Estudios de Derecho Administrativo, núm. 12, 2015.
PROBLEMAS DE FONDO
SÍNTESIS
238 y Uruguay
y, salvo los amparos médicos, prácticamente excluirla de los tribunales? No hay
respuesta para esta pregunta. Solo se puede constatar que la garantía constitu-
cional, internacional y legal ha dejado prácticamente de existir en los tribunales.
¿Será esta una de las extrañas paradojas del Uruguay? Pese a tener altos um-
brales de protección de los derechos humanos si comparamos con el resto del
continente, la protección judicial de estos derechos se ha reducido a su mínima
expresión y esto tiene base en los criterios desarrollados por los jueces. Solo pue-
de desearse una reacción judicial en esta materia.
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Jurisprudencia
240 y Uruguay
DIEZ AÑOS DE JURISPRUDENCIA CONSTITUCIONAL
EN VENEZUELA: LA CONSOLIDACIÓN Y EXACERBACIÓN
DEL PROTAGONISMO JUDICIAL AUTORITARIO
Jesús María Casal*
INTRODUCCIÓN
y 241
interpuestos por la oposición, o de su tramitación hasta estado de sentencia u
otra fase previa del proceso, a partir de la cual la causa queda paralizada por omi-
sión de la propia Sala. Se ha acudido igualmente a la declaración de la perención
de la instancia, por una inactividad que no podía atribuirse al accionante, ya que
procesalmente el deber de actuar era de la Sala. Las decisiones explícitamente
favorables al régimen han sido de distinta naturaleza: a veces de fondo o mérito,
a veces meramente procedimentales o formales; en ocasiones han sido senten-
cias definitivas, pero a menudo se han dictado medidas cautelares que permiten
lograr el objetivo querido por el gobierno, sin que la causa haya sido instruida
con posterioridad, pese a la obligación judicial de dirección e impulso del pro-
ceso. En varias oportunidades lo determinante, desde el ángulo del respaldo al
gobierno y del daño causado a las instituciones democráticas o a los derechos
humanos, han sido las medidas de ejecución de lo acordado en una sentencia
cautelar o de fondo.
Con esta diversidad en la modalidad de las respuestas, y homogeneidad en el
sentido de estas, la Sala Constitucional ha vulnerado reiteradamente la libertad
de expresión e información, incluyendo el acceso a la información pública, así
como los derechos de reunión o manifestación y de asociación. Igualmente, ha
lesionado los derechos políticos y económicos.2 Ni siquiera los derechos sociales
o prestacionales han sido tutelados de manera efectiva, ya que, al no existir un
Estado de derecho y prevalecer el populismo, aquellos pierden su significación
de pretensiones constitucional y judicialmente aseguradas, y pasan a integrar la
política de clientelismo social que el Ejecutivo, en esta clase de regímenes, debe
estar en capacidad de definir y ejecutar, a su libre arbitrio. La jurisprudencia de
la Sala Constitucional ha sido ciertamente iliberal, pero no solo eso, ha sido tam-
bién antidemocrática y contraria al Estado social de derecho.
Pese a la dificultad antes mencionada, el estudio del papel cumplido por la
Sala Constitucional en estos años es pertinente desde una perspectiva compara-
da, pues muestra cómo la jurisdicción constitucional, concebida principalmente
para salvaguardar la Constitución y los derechos human
os, de acuerdo con los postulados de un Estado democrático de derecho, pue-
de desviarse de estas funciones y convertirse en un instrumento determinante en
la desnaturalización de esos fines y principios. De allí que dicha Sala esté siendo
2 Además de las sentencias que luego serán citadas, véase Allan Brewer-Carias, Crónica so-
bre la “in” Justicia Constitucional. La Sala Constitucional y el autoritarismo en Venezuela,
Caracas, EJV, 2007, pp. 350 y ss.; Jesús María Casal, “Los actuales desafíos de la justicia
constitucional en Venezuela”, en Estado de Derecho, Administración de Justicia y Derechos
Humanos (XXX Jornadas Domínguez Escovar), Barquisimeto, IEJEL, 2005, pp. 316 y ss.
242 y Venezuela
considerada como uno de los ejemplos más inquietantes de erosión de la demo-
cracia apuntalada por la jurisdicción constitucional.3
No será posible abarcar en este trabajo la evolución en la actuación de esa
Sala desde su creación en 1999-2000 hasta el presente, ni el conjunto de factores
que explica su protagonismo en la estructura de dominación política impuesta.
Tampoco podremos abordar cada uno de los conceptos y mecanismos de los que
se ha valido para afianzar su rol destacado en el desmantelamiento de la insti-
tucionalidad democrática.4 La radiografía sobre el desempeño de la Sala Cons-
titucional en esta década se centrará, primeramente, en el significado que en
su jurisprudencia se ha atribuido al bloque de constitucionalidad y al control
de convencionalidad. Esta aproximación se justifica porque, además de facilitar
la comparación con los demás estudios que conforman esta obra, la apertura
de la Constitución a la protección internacional de los derechos humanos y los
niveles de observancia de los pronunciamientos correspondientes representan,
especialmente en América Latina, un índice apropiado para medir la conformi-
dad con el Estado de derecho y la salud democrática de un sistema institucional.
En segundo término, se examinarán corrientes generales o latinoamericanas
del constitucionalismo que podrían estar vinculadas con la Constitución de
1999. Respecto de estas últimas conviene preguntarse si se corresponden con la
evolución institucional y jurisprudencial de Venezuela en estos años. También
se considerará el diseño constitucional de 1999, en el que se inserta la activi-
dad jurisdiccional de dicha Sala, lo cual es importante a fin de dilucidar si el
comportamiento que ha tenido esta instancia judicial viene preconizado por las
mismas disposiciones constitucionales. Luego se apreciará globalmente la juris-
prudencia de la Sala, se tratará el papel que ha jugado en la erosión del Estado
democrático de derecho y se analizará un caso ilustrativo de esta orientación.
Por último, se hará un balance conclusivo sobre el rol de la Sala Constitucional
en esta década.
3 David Landau y Rosalind Dixon, “Abusive judicial review: Courts against democracy”, UC
Davis Law Review, vol. 53, 2020, pp. 1313 y ss.
4 En relación con algunos de ellos, véase Jesús M. Casal, Asamblea Nacional: conquista demo-
crática vs. demolición autoritaria. Elementos de la argumentación y práctica judicial auto-
ritaria de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, Caracas, UCAB, 2017, pp.
175 y ss.
El bloque de constitucionalidad
244 y Venezuela
otros componentes del bloque.7 De esta manera, la categoría ha sido compatible
con diversas concepciones sobre las relaciones del derecho internacional con
el derecho interno o, en otras palabras, ha permitido incluir a los instrumentos
internacionales de derechos humanos en el plano constitucional sin tener que
resolver completamente esa cuestión. Esto se aviene con el dualismo aún reinan-
te en varios países latinoamericanos. Sin embargo, los progresos obtenidos en la
garantía internacional de los derechos humanos y la admisión de los principios
hermenéuticos respectivos han relativizado la supremacía de la Constitución y
propugnan el tránsito hacia un bloque de derechos humanos,8 en el que los tri-
bunales o cortes constitucionales no tienen la última palabra en la articulación
de las fuentes internacionales con las constitucionales.
En Venezuela se fijaron, desde los años noventa, criterios que propiciaban la
adopción del bloque de constitucionalidad en materia de derechos. Con antelación
a la vigencia de la Constitución de 1999, nuestra Corte Suprema de Justicia había
dictado sentencias que impulsaron lo que se denominaría la constitucionalización
de los derechos humanos, es decir, el reconocimiento del valor constitucional de
los derechos garantizados en instrumentos internacionales de derechos humanos,
lo cual fue favorecido por el carácter expresamente enunciativo del elenco de dere-
chos consagrado en la Constitución. Esta tendencia halló amplio respaldo doctri-
nal y fue apuntalada también por el desarrollo de la actividad de organizaciones
no gubernamentales de defensa de los derechos humanos y de movimientos so-
ciales vinculados a estos derechos. Todo esto repercutió en el proceso de elabora-
ción de la Constitución de 1999, cuyas normas hicieron explícito el compromiso
con estos derechos y con su protección internacional. Esa Constitución recogió
los principales estándares internacionales referidos al respeto y la garantía de los
derechos humanos, y fue generosa en la previsión de sus mecanismos de tutela
en el orden interno y en la apertura a su protección internacional.9
El bloque de constitucionalidad o el bloque de derechos humanos hubiera
sido una herramienta provechosa para hacer valer en el orden interno las obli-
gaciones dimanantes de las convenciones o los instrumentos internacionales
correspondientes. Ello hubiera estado en consonancia con lo previsto en los
artículos 22 y 23 de la Constitución venezolana. El primero de ellos establece
el carácter meramente enunciativo del catálogo constitucional de derechos y
garantías y deja a salvo otros derechos “inherentes a la persona” que no estén
246 y Venezuela
terminan extendiendo la garantía constitucional de los derechos a los proclama-
dos en los tratados o las convenciones sobre derechos humanos, así como a otros
derechos que no estén consagrados ni en la Constitución ni en tales tratados.17
Las declaraciones internacionales de derechos humanos son un medio principal
para la identificación de esos derechos innominados o implícitos, a lo cual han
de agregarse los derechos que sean respaldados por fuentes del derecho interna-
cional distintas a los tratados, en particular por normas de ius cogens. Estas úl-
timas se suelen hallar en tratados o declaraciones, pero esta no es una condición
para su validez. El juez constitucional puede reconocer también otros derechos
inherentes al ser humano.
Pese al sólido sustento constitucional para la aplicación de los tratados u
otros instrumentos de derechos humanos en el derecho venezolano, en un plano
constitucional, eventualmente con apoyo en categorías como la del bloque de
constitucionalidad, la Sala Constitucional ha obstruido la apertura de los artí-
culos 22 y 23, y de otras disposiciones de la Constitución de 1999 (como los artí-
culos 19, 27, 29, 30 y 31), al derecho internacional de los derechos humanos. En
su jurisprudencia ha sobredimensionado el concepto de la soberanía nacional
y este “soberanismo constitucional”18 le ha llevado a fijar barreras a la eficacia
de los artículos 22 y 23 y a tergiversar su sentido. La jerarquía constitucional de
los tratados de derechos humanos y su prevalencia, de acuerdo con el principio
pro homine o pro persona, o de favorabilidad, a tenor del artículo 23 de la Cons-
titución, han sido sustituidas por la primacía de las interpretaciones realizadas
por la Sala Constitucional respecto tanto de dicho texto como de esos mismos
tratados, con prescindencia de la jurisprudencia de la Corte Interamericana de
Derechos Humanos (Corte IDH). Según la jurisprudencia constitucional, los in-
formes o las recomendaciones de la Comisión Interamericana de Derechos Hu-
manos (CIDH) y las sentencias de la Corte IDH solo son aplicables en Venezuela
si no contradicen criterios sentados por la Sala Constitucional, y le corresponde
a esta última pronunciarse sobre esta compatibilidad.
La categoría del bloque de constitucionalidad fue invocada tempranamen-
te por la jurisprudencia de esa Sala, pero en relación con la serie de normas
que, con arreglo a jurisprudencia de la misma Sala, pasaron a integrar el nivel
establecidas por esta Constitución y en las leyes de la República, y son de aplicación inme-
diata y directa por los tribunales y demás órganos del Poder Público.
17 Casal, Los derechos humanos, op. cit., pp. 49 y ss.
18 Ángela Di Gregorio, “Constitutional courts in the context of constitutional regression:
Some comparative remarks”, en M. Belov (ed.), Courts, Politics and Constitutional Law:
Judicialization of Politics and Politicization of the Judiciary, London, New York, Routledge,
2020, pp. 209 y ss.
El control de convencionalidad
Como es de suponer, con estas premisas era imposible que el control de con-
vencionalidad fuera bien recibido.22 Sin perjuicio de alguna mención aislada del
248 y Venezuela
concepto en su significación jurídico-internacional, la Sala Constitucional lo ha
invocado irónicamente, como fórmula utilizada para desafiar el dominio sobre
la interpretación vinculante en materia de derechos humanos que, a juicio de
esa Sala, la Corte IDH ha pretendido asumir. La Sala Constitucional ha llevado
a cabo lo que podríamos calificar como un control de convencionalidad a la in-
versa, es decir, una revisión por la misma Sala de la compatibilidad de las inter-
pretaciones y decisiones de la Corte IDH con el orden constitucional, o con otros
tratados, tal como la Sala Constitucional estima que deben ser interpretados.
La Sala Constitucional ejerció explícitamente este control de convenciona-
lidad a la inversa cuando se atribuyó la competencia para conocer de la “acción
innominada de control de constitucionalidad” interpuesta por el procurador
general de la República contra la sentencia dictada por la Corte IDH en el caso
López Mendoza vs. Venezuela.23 Después de citar párrafos de esta sentencia alusi-
vos al alcance del control de convencionalidad, la Sala Constitucional declaró que
250 y Venezuela
sentado la objetable doctrina del pasavante como requisito para la ejecución en
Venezuela de decisiones de órganos judiciales internacionales. Ello prefigura-
ba el control de convencionalidad a la inversa comentado. No sería pertinente
hacer ahora un recuento de esas violaciones al derecho internacional, basta con
insistir en que el control de convencionalidad no ha podido hallar terreno fértil
en el marco institucional autoritario al cual el país ha sido sometido, dentro del
cual la Sala Constitucional ha desempeñado un papel protagónico en el desman-
telamiento de la democracia y el Estado de derecho.
Después de un reiterado incumplimiento de decisiones de los órganos del
sistema interamericano, el gobierno venezolano, violando la Constitución,29 for-
malizó la denuncia de la CADH en septiembre de 2012,30 la cual se haría efectiva
un año después. La actuación que desplegaría la Organización de los Estados
Americanos (OEA) para la defensa de la democracia en el país motivaría lue-
go la denuncia de la Carta de la OEA,31 que habría entrado en vigor en abril de
2019, pero que puede considerarse que se encuentra suspendida en virtud de la
aceptación, por el Consejo Permanente de esta organización, en abril de 2019, y
luego por la Asamblea General, del nombramiento del representante permanen-
te designado por la Asamblea Nacional venezolana –presidida por el diputado
Juan Guaidó– “hasta que se celebren nuevas elecciones y el nombramiento de
un gobierno democráticamente electo”.32 Por tanto, correspondería a las autori-
dades que resultaren electas en tales comicios decidir al respecto, todo ello sin
perjuicio de los cuestionamientos que existen en torno a la licitud y eficacia de
la denuncia por Venezuela de la Carta de la OEA. La CIDH conserva, por tanto,
sus competencias respecto del Estado venezolano, en relación con posibles vio-
laciones de los derechos reconocidos en la Declaración Americana de los Dere-
chos y Deberes del Hombre, así como en lo concerniente a otras convenciones
interamericanas sobre derechos humanos que Venezuela no ha denunciado. Sin
252 y Venezuela
de reelección inmediata, por una vez; la eliminación del bicameralismo; la am-
pliación de las facultades del Poder Ejecutivo Nacional; la supresión del control
parlamentario sobre los ascensos militares a los más altos rangos de la Fuerza Ar-
mada Nacional; la expansión del papel de los militares en la vida pública; el de-
bilitamiento de la representación política y de los partidos políticos, y la apuesta
por una democracia participativa o protagónica.
La Constitución es, en términos generales, democrática. Reconoció los ele-
mentos fundamentales de un Estado de derecho, así como un generoso catálogo
de derechos humanos, junto a la apertura constitucional a su protección inter-
nacional. Al mismo tiempo, reforzó el presidencialismo, que estaba presente du-
rante la vigencia de la Constitución de 1961, y respecto del cual desde entonces
se habían formulado ideas encaminadas a ponerle coto, e incorporó otras regu-
laciones que debilitaron la contención en el ejercicio del poder público. El tex-
to constitucional albergaba, pues, luces y sombras, orientaciones encontradas,
pero no se correspondía en varios aspectos con las ambiciones del liderazgo au-
toritario emergente. Lo que terminó inclinando la balanza en esta dirección fue,
primero, la actuación de la Asamblea Nacional Constituyente, que mediante un
Decreto sobre el Régimen de Transición del Poder Público y otros actos neutrali-
zó lo que esa Constitución podía significar desde la perspectiva del constitucio-
nalismo y el control del poder. El propio proceso constituyente estuvo rodeado
de excesos que anticiparon el desarrollo posterior de los acontecimientos. En
segundo lugar, el desempeño de los órganos y las autoridades que debían reivin-
dicar en estos ámbitos la fuerza normativa de la Constitución y no lo hicieron.
Algunos han sostenido que la Constitución venezolana de 1999, junto a la
ecuatoriana de 2008 y la boliviana de 2009, forman parte de una corriente que
ha sido calificada como el nuevo constitucionalismo latinoamericano,35 la cual
se caracterizaría porque determinadas reivindicaciones o reclamos de mayorías
populares son canalizadas por los medios de participación política, preferible-
mente directa, en contextos en los que resulta decisivo el ejercicio del poder
constituyente por el pueblo como su titular, y en los que se enfatiza la vertiente
democrática del sistema constitucional, lo cual puede conducir luego a transfor-
maciones impulsadas gracias al protagonismo popular.
Es indudable que existen afinidades entre estos procesos y que una de estas
es la invocación directa del poder constituyente del pueblo. Sin embargo, no ha
de perderse de vista que uno de los modelos de referencia del caso venezolano, y
254 y Venezuela
que en principio podrían resultarle ajenos, como es característico de aquella con-
cepción, sino que, sobre todo, ha sobredimensionado y pretendido desplegar un
proyecto político subyacente a la Constitución, a expensas de su normatividad.
Nuevamente, la clave está en que esta Sala ha socavado hasta tal punto la idea
de la normatividad constitucional que no sería exacto identificar sus ejecutorias
con la corriente constitucional mencionada, tal como ha sido esbozada.
40 Véase, por ejemplo, la forma en que se reconocen determinados derechos (art. 102); la im-
posición de ciertos deberes relacionados con la participación (art. 132); y algunos de los
principios rectores del régimen socioeconómico (art. 299).
41 Pandectas Digital, “Exposición de Motivos de la Constitución de la República Bolivariana
de Venezuela”, Pandectas Digital, 20 de febrero de 2009. https://pandectasdigital.blogspot.
com/2016/05/exposicion-de-motivos-de-la.html
42 Margarita López Maya, Democracia participativa en Venezuela (1999-2010), Caracas, Fun-
dación Centro Gumilla, UCAB, 2011, pp. 7 y ss.
256 y Venezuela
de los partidos como instancias mediadoras para la participación política. Los
movimientos que en esos años apostaron por el reconocimiento de la sociedad
civil como actor relevante en la esfera pública respondieron en parte a la aspiración
a una mayor participación ciudadana, pero eran a la vez expresión de la voluntad
de hacer política desde espacios distintos a los partidos, los cuales eran percibidos
como elitistas o cogollocráticos, poco permeables a nuevos liderazgos y proclives
al tráfico de influencias y otras formas de corrupción. Los reclamos de mayor par-
ticipación surgieron, en parte, con un carácter antagónico respecto de los medios
tradicionales de organización para la acción política, hasta tal punto que algunos
desembocaron en la propuesta de la convocatoria de una Asamblea Nacional
Constituyente, tesis que años después sería tomada por Hugo Chávez.
De acuerdo con lo resuelto en la convocatoria constituyente de 1999, el texto
constitucional acogió diversos elementos participativos, pero es discutible que
haya adoptado un específico y coherente “modelo” de democracia participativa.
Normalmente las constituciones no reproducen modelos o sistemas teóricos pu-
ros, pero no es ocioso advertir que tampoco en este caso ha ocurrido. Más bien
pareciera que detrás de la idea participativa de la Constitución hay un conjunto
heterogéneo de aportes ideológicos con una inspiración y radicalidad diversas.43
Ello se explica porque la misma noción de democracia participativa puede tener
alcances diferentes.
Está claro que la Constitución apuesta por una democracia participativa, la
cual intenta superar las supuestas deficiencias de la democracia representativa.
Esta decisión está presente desde la misma gestación del proceso constituyente,
que fue adelantado al margen de los procedimientos de revisión de la Constitu-
ción de 1961 y eclipsando la normatividad del Estado de derecho. La sentencia
de la antigua Corte Suprema de Justicia del 19 de enero de 1999, que quiso tender
un puente de normatividad entre esta Constitución y su desmoronamiento, puso
la primera piedra de la actual democracia participativa, ya que se fundamentó,
entre otros argumentos, en la premisa de que en una democracia de este tipo el
pueblo debía poder ejercer el poder constituyente sin ataduras resultantes de la
Constitución en vigor, transformando de esa forma la democracia representativa
reflejada en el artículo 4 de aquella Constitución, al menos en su fase o momento
terminal, en una de carácter participativo.
Pero la Constitución de 1999, aunque intentó ocultarlos, dejó en pie los
principales pilares del sistema representativo. Algunas opiniones ilustran el
afán rupturista y, al mismo tiempo, las líneas de continuidad presentes en esta
43 Idem.
258 y Venezuela
democracia de la Carta Democrática Interamericana.46 El valor decisorio de al-
gunos mecanismos de participación política habría de determinarse en función
de su regulación concreta.47
De acuerdo con la Constitución, el ejercicio directo de la soberanía por el
pueblo no implica una negación de la normatividad constitucional, ya que di-
cho ejercicio solo es admisible “en la forma prevista en esta Constitución y en
la ley” (art. 5 CP). Es decir, ello no significa que el pueblo se coloque al margen
o por encima del Estado de derecho; solo indica que los respectivos cauces de
participación están directamente a su alcance y puede hacer uso de ellos por sí
mismo, en las condiciones constitucionales y legales, mientras que en el desplie-
gue de la soberanía mediante el sufragio se eligen representantes que tendrán
en sus manos los correspondientes mecanismos de acción y toma de decisiones.
En ambos casos, la soberanía está sometida o domesticada por la normatividad
constitucional. Por otra parte, en lo que concierne a la posible subordinación
del desarrollo individual a fines y procesos estatales, el mandato constitucional
de respetar la dignidad de la persona y su derecho al libre desenvolvimiento de
su personalidad (arts. 3 y 20) se opone a interpretaciones que la conviertan en
simple instrumento de aquellos.
Quedan, por supuesto, problemas sin resolver en orden a la compatibiliza-
ción de la representación con la participación directa, y la existencia de choques
entre ambas vertientes de la democracia plasmada constitucionalmente parece,
260 y Venezuela
Lo cierto es que, en virtud de la adopción del denominado Estado comunal,48
se ha establecido legalmente al socialismo como ideología vinculante y las es-
tructuras del llamado poder popular han minado las facultades de las entida-
des político-territoriales previstas en la Constitución, todo en beneficio de la
concentración de poderes en el presidente de la República. La evolución de los
últimos años ha conducido a que incluso la institucionalidad representativa na-
cional haya sido liquidada, como lo demuestra el desconocimiento de la Asam-
blea Nacional tras las elecciones de diciembre de 2015. Adicionalmente, en 2017
fue implantada una pretendida asamblea nacional constituyente, sin permitir
que el pueblo decidiera sobre el ejercicio de su poder constituyente,49 lo cual
implicó lanzar al mar los últimos vestigios de la participación y de la democracia
contempladas en la Constitución, para seguir a flote y navegar en una dirección
francamente autoritaria.
48 Para una crítica del Estado comunal, véase Allan Brewer-Carías, Sobre la democracia, Cara-
cas, EJV, 2019, pp. 205 y ss. Esta organización comunal se corresponde, en teoría, con uno de
los modelos de democracia analizados por Held, basado en el pensamiento de Marx (David
Held, Modelos de democracia, Madrid, Alianza Editorial, 2007, pp. 145 y ss.).
49 Véase Allan Brewer-Carías y Carlos García Soto (coords.), Estudios sobre la Asamblea Na-
cional Constituyente y su inconstitucional convocatoria en 2017, Caracas, Bogotá, Editorial
Jurídica Venezolana, Temis, 2017.
262 y Venezuela
hubieran sido respetados. El Proyecto de Reforma Constitucional de 2007, que
por negar el pluralismo político, imponer un modelo de legitimación política por
medio de comunas ideologizadas, minimizar el derecho de propiedad privada,
autorizar la reelección presidencial sin restricciones y por otras razones desbor-
daba los moldes democráticos, era nuevamente ilustrativo de lo que la llamada
revolución bolivariana quería realmente lograr y de los límites que para ello re-
presentaba la Constitución de 1999. El reconocimiento por el Consejo Nacional
Electoral del resultado negativo del referendo de 2007 era también indicativo del
hilo democrático que, a pesar de todos los abusos cometidos inconstitucional-
mente, aún no se había roto por completo.
En los últimos diez años el proceso de desmantelamiento de la institucio-
nalidad democrática se ha profundizado significativamente. Ya con la actitud
asumida por Hugo Chávez ante el rechazo popular de la propuesta de reforma
constitucional de 2007, que consistió en seguir adelante por otros medios en
la implementación de sus postulados, incluyendo la reiteración en 2009 de su
iniciativa para la modificación constitucional destinada a hacer posible nueva e
indefinidamente su reelección en la Presidencia de la República, se había abierto
una grieta en la estructura democrático-constitucional que se iría ensanchando
progresivamente. Ello porque a partir de allí el gobierno se sintió facultado para
determinar lo que era mejor para el pueblo, esto es, el socialismo del siglo XXI,
sin que fuera decisivo lo que los propios electores pudieran considerar al respec-
to. De allí las críticas de Chávez al resultado del referendo de 2007,50 en el que
parte importante del electorado chavista se abstuvo de votar; en el fondo, el lide-
razgo chavista pensaba que su derrota había sido producto de mentiras propaga-
das por la oposición,51 que habían desviado al pueblo llano de lo que realmente le
convenía. Cuando Chávez insiste en 2009 en la modificación constitucional en
materia de reelección, que esta vez fue aprobada, el proceso político se hizo aún
más plebiscitario e implícitamente se constitucionalizó el personalismo político.
El pueblo se habría equivocado en 2007 y su líder estaba dispuesto a hacerlo
entrar en razón. Esta disociación entre la voluntad efectiva del electorado y la vo-
luntad popular presunta o interpretada favorecería años después, ya con Nicolás
52 Véase el dictamen emitido por la Comisión de Venecia para la Democracia a través del De-
recho, en relación con el decreto dictado por el presidente de la República Bolivariana de
Venezuela en el que convocó elecciones para una asamblea nacional constituyente (Veni-
ce Commission, “Venezuela”. https://www.venice.coe.int/webforms/documents/default.
aspx?pdffile=CDL-AD(2017)024-e).
264 y Venezuela
EL PAPEL INSTITUCIONAL DE LA SALA CONSTITUCIONAL
DEL TRIBUNAL SUPREMO DE JUSTICIA
54 Brewer-Carias, Crónica, op. cit., pp. 350 y ss.; “Los actuales desafíos”, op. cit., pp. 316 y ss.
55 Jesús M. Casal, “La relativización de la garantía de los derechos fundamentales por la Sala
Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela”, en Víctor Bazán y Claudio
Nash (eds.), Justicia constitucional y derechos fundamentales: fuerza normativa de la Cons-
titución, Montevideo, KAS, 2011, pp. 181 y ss.
56 Jesús M. Casal, “Justicia y política: el caso de la jurisdicción constitucional en Venezuela”.
http://www.kas.de/wf/doc/kas_48234-1522-4-30.pdf?170316203548
266 y Venezuela
de esos derechos.57 Es un actor militante del menoscabo de las libertades ciuda-
danas, alineado con el Gobierno nacional.
La Sala Constitucional ha sido, pues, un instrumento del régimen autoritario,
aunque conviene aclarar que ha tenido cierta vida propia, en el sentido de que
no ha sido un mero ejecutor de órdenes gubernamentales ni se ha limitado a
convalidar las actuaciones oficiales al desechar de plano los recursos interpues-
tos contra ellas, sino que ha demostrado una especial capacidad de iniciativa, de
invención y, en definitiva, de cooperación activa en la apertura de caminos para
la consolidación de la hegemonía ideológica y del poder presidencial. Esta vida
propia no se basa obviamente en la independencia judicial, sino en la naturaleza
del sistema de dominación en el cual el poder judicial se inserta. El poder judi-
cial, y sobre todo su cúspide, han adquirido en este ciclo político una significa-
ción antidemocrática desconocida hasta ahora en Venezuela, pues el Tribunal
Supremo de Justicia, en particular su Sala Constitucional, no son ya propiamente
órganos de control jurisdiccional, ni siquiera de modo aparente o como fachada,
sino que forman parte de las estructuras de apoyo militante al proyecto y a la
gestión gubernamental. Habíamos tenido anteriormente serios problemas para
afianzar un poder judicial autónomo, pero eran de otra índole y alcance.
La Sala Constitucional no ha operado bajo las reglas de la iniciativa de parte
interesada ni conforme a competencias específicas normativamente atribuidas,
ni siquiera con apego al principio del contradictorio y al derecho a ser oído.58 Su
actividad se aproxima más a la de una instancia que, en consulta permanente con
el gobierno, prepara estrategias simuladamente jurisdiccionales para incremen-
tar las facultades ejecutivas, restar espacios de participación libre a la oposición
o a la sociedad en general, catapultar las posibilidades de intervención del Esta-
do en la economía y, correlativamente, relativizar el valor de los derechos econó-
micos, así como de los derechos fundamentales en general. No ha sido en rigor
un órgano jurisdiccional ni sus resoluciones merecen denominarse sentencias.
En tal sentido, la Sala Constitucional ha establecido interpretativamente los
fundamentos para la reelección indefinida del presidente de la República;59 la
censura judicial de informaciones y de la programación de los medios de
57 Véanse, entre otras, Sala Constitucional, sentencias 956 de 25 de mayo de 2007; 276 de 24
de abril de 2014; 269 de 21 de abril de 2016.
58 Véanse, entre otras, Sala Constitucional, sentencias 207 de 31 de marzo de 2014; 9 de 1 de
marzo de 2016; 473 de 14 de junio de 2016; 478 de 14 de junio de 2016; 797 de 19 de agosto de
2016; 1086 de 13 de diciembre de 2016; 2 del 11 de enero de 2017; 7 de 20 de enero de 2017; 156
de 29 de marzo de 2017.
59 Sala Constitucional, Sentencia 1488 de 28 de julio de 2006.
60 Véanse, por ejemplo, Sala Constitucional, sentencias 1013 de 12 de junio de 2001; 956 de 25
de mayo de 2007.
61 Sala Constitucional, sentencias 1613 de 17 de agosto de 2004; 2164 de 14 de septiembre de
2004.
62 Sala Constitucional, sentencias 1716 de 18 de septiembre de 2001; 740 de 13 de julio de 2010.
63 Sala Constitucional, Sentencia 1939 de 18 de diciembre de 2008.
64 Sala Constitucional, Sentencia 565 de 15 de abril de 2008.
65 Véanse, por ejemplo, Sala Constitucional, sentencias 1049 de 23 de julio de 2009; 1158 de 18
de agosto de 2014.
66 Sala Constitucional, Sentencia 651 de 11 de junio de 2014.
67 Brewer-Carías, Crónica, op. cit., pp. 419 y ss.; Casal, “Justicia y política”, op. cit.
68 Allan Brewer-Carías, Dictadura judicial y perversión del Estado de derecho, Caracas, Edito-
rial Jurídica Venezolana, 2016; Casal, Asamblea Nacional, op. cit., pp. 23 y ss.
268 y Venezuela
oficialista de la Asamblea Nacional, cuyo periodo vencería en breve, a adelantar
inconstitucionalmente la designación de 13 magistrados principales y 20 suplen-
tes del Tribunal Supremo de Justicia, mediante jubilaciones anticipadas fruto de
la presión oficial, lo cual privaba a la nueva Asamblea Nacional de la posibilidad
de renovar parcialmente este Tribunal en la oportunidad en que correspondía,
es decir, diciembre de 2016.
Este Tribunal Supremo de Justicia y su Sala Constitucional, que pasaron a
tener en diciembre de 2015 una composición todavía más abyecta, que no ca-
bía imaginar, procedieron a acometer un plan sistemático de demolición del
parlamento, mediante la sustracción a la oposición de esa mayoría calificada,
el bloqueo de las funciones de legislación y de control de la Asamblea Nacio-
nal y, finalmente, la completa anulación de este órgano parlamentario y de sus
actos.69 Después de numerosas decisiones dictadas por la Sala Constitucional
desde enero de 2016, sobre actos o supuestas omisiones o sobre las facultades
del parlamento, todas desfavorables a la Asamblea Nacional y carentes de sus-
tento y solidez constitucional, no quedó espacio para la actuación con eficacia
jurídica de este órgano democrático-representativo, el cual es, sin embargo, la
única expresión institucional genuina en Venezuela de legitimidad democrática.
La inmunidad parlamentaria ha sido pisoteada, en el marco de la persecución
política, y la sociedad misma ha sido cercada por la represión y la violación de los
derechos humanos, con una Sala Constitucional que había sometido inconsti-
tucionalmente el derecho de manifestación al requisito de la obtención de auto-
rización previa70 y había fijado las premisas para el cierre arbitrario de la vía del
referendo revocatorio presidencial como mecanismo de solución democrática
de la crisis política y social,71 luego eliminó el control parlamentario sobre la de-
claración ejecutiva de los estados de excepción72 y ha convalidado inconstitucio-
nalmente su prolongación hasta el presente, al margen de la Asamblea Nacional;
asimismo, sentó los fundamentos para la cancelación de los partidos de oposi-
ción,73 y avaló la imposición de una asamblea constituyente antidemocrática.74
Ciertamente, en mayo de 2017, la Sala Constitucional desconoció el alcance
de los artículos 347 y 348 de la Constitución, al afirmar que el presidente de la
69 Idem.
70 Sala Constitucional, Sentencia 276 de 24 de abril de 2014.
71 Sala Constitucional, Sentencia 2750 de 21 de octubre de 2003.
72 Sala Constitucional, Sentencia 7 de 11 de febrero de 2016.
73 Sala Constitucional, sentencias 1 de 5 de enero de 2016; 53 de 25 de enero de 2018.
74 Sala Constitucional, Sentencia 378 de 31 de mayo de 2017; véase también Brewer-Carías,
Dictadura, op. cit., pp. 91 y ss.; José I. Hernández G., “El asedio a la Asamblea Nacional”, en
Brewer-Carías, Dictadura, op. cit., pp. 51 y ss.; Casal, Asamblea Nacional, op. cit. 161 y ss.
270 y Venezuela
Artículo 43. Los organizadores de reuniones públicas o manifestaciones, debe-
rán participarlo con veinticuatro horas de anticipación cuando menos, por es-
crito duplicado, en horas hábiles, a la primera autoridad civil de la jurisdicción
con indicación del lugar o itinerario escogido, día, hora y objeto general que se
persiga. Las autoridades en el mismo acto del recibo de la participación deberán
estampar en el ejemplar que entregan a los organizadores, la aceptación del sitio
o itinerario y hora.
77 Artículo 44. Cuando hubiere razones fundadas para temer que la celebración simultánea
de reuniones públicas o manifestaciones en la misma localidad pueda provocar trastor-
nos del orden público, la autoridad ante quien deba hacerse la participación que establece
el artículo anterior podrá disponer, de acuerdo con los organizadores, que aquellos actos
se celebren en sitios suficientemente distantes o en horas distantes. En este caso tendrán
preferencia para la elección del sitio y la hora quienes hayan hecho la participación con
anterioridad.
78 Véase, entre otras fuentes, Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas,
“Informe del Relator especial sobre los derechos a la libertad de reunión pacífica y de aso-
ciación”, Consejo de Derechos Humanos, 21 de mayo de 2012, 20º periodo de sesiones, A/
HRC/20/27.
272 y Venezuela
tácita, lo que genera una dilación adicional ante la cual la convocatoria prevista
puede perder su objeto. Además, con alguna frecuencia, la instancia facultada
para otorgar la autorización habrá de estar relacionada con las denuncias o los
reclamos que motivan la solicitud correspondiente, lo que menoscaba la impar-
cialidad y confiabilidad en su tramitación. En el caso venezolano, la instauración
mediante sentencia del régimen de autorización es especialmente grave, porque
las normas de la ley vigente responden al modelo democrático de la comunica-
ción previa, por lo que no fijan un plazo dentro del cual la autorización deba ser
concedida o negada, lo que queda abierto a distintas interpretaciones sobre la
extensión de los plazos que a tal fin deberían aplicarse.
Por otro lado, aun si se adoptara un régimen de autorización, en sí mismo
violatorio del derecho de manifestación, no podría sostenerse que la ausencia de
autorización equivale a la inexistencia del derecho, como se deduce de la afirma-
ción de la sentencia según la cual el incumplimiento del requisito de obtener la
autorización restringe aquel derecho de manera “absoluta”. Sería preciso atender
a lo que exigiera el principio de proporcionalidad, que podría atemperar el rigor
del requisito de autorización, dadas ciertas circunstancias, como la demora en
emitirla. Este principio es violado igualmente cuando la sentencia dispone que la
falta de autorización justifica la disolución de la reunión, ya que esta medida po-
dría resultar excesiva en la situación concreta. Además, habría de quedar a salvo,
como se reconoce internacionalmente, la posibilidad de que se susciten mani-
festaciones espontáneas, ante hechos frente a los cuales la ciudadanía reaccione
de manera inmediata. Sin embargo, estas cautelas ligadas a la proporcionalidad
y otros estándares aplicables no tienen cabida en un pensamiento autoritario
proclive a torcer la legalidad y la Constitución para obstaculizar el ejercicio del
derecho a manifestar pacíficamente. Tampoco es admisible, por otra parte, que
los organizadores de una manifestación que se efectúe a pesar de la denegación
de la autorización sean presuntamente responsables del delito de desobediencia
a la autoridad, de manera casi automática, por cuanto el rechazo de la solicitud
de manifestar puede haber sido arbitrario, y el juez penal debe conservar la fa-
cultad de descartar la responsabilidad penal cuando la denegación haya sido
francamente injustificada, sobre lo cual nada dijo la Sala Constitucional. Tam-
bién es criticable que se aluda a la posibilidad de que se les haga responsables
penalmente por hechos de terceros.
En virtud de lo expuesto, el ejercicio del derecho de manifestación pacífi-
ca quedó desde entonces severamente condicionado, hasta el punto de hacerlo
jurídicamente inoperante. La consecuencia práctica de la decisión judicial fue
que los estudiantes u otros sectores sociales que querían organizar reuniones
en lugares públicos para protestar contra medidas gubernamentales no podían
274 y Venezuela
a detenidos que fueron cometidos contra manifestantes en 2014, lo cual se reite-
raría con motivo de las protestas de 2017. Si bien la mayoría de las protestas
convocadas por la oposición fueron pacíficas, los hechos de violencia que se
suscitaron en algunas de ellas, a veces provocados por personas ajenas a la ma-
nifestación, debían ser afrontados de manera particular y proporcional por los
cuerpos de seguridad, así como investigados y sancionados conforme a la ley,
pero no era admisible criminalizar todas las movilizaciones sociales en desarro-
llo ni mucho menos acudir a vulneraciones de derechos humanos –generaliza-
das además– para contrarrestar las respectivas convocatorias.
82 CIDH, Informe Anual 2009, Capítulo IV, Venezuela, párrs. 473 y 494. https://www.cidh.
oas.org/annualrep/2009sp/cap.4Venezuela09.sp.htm
83 La causa judicial sería desempolvada en 2016, cinco años después, a fin de utilizarla para
obstaculizar el funcionamiento de la Asamblea Nacional, ahora mayoritariamente oposito-
ra (Sala Constitucional, Sentencia 269 de 21 de abril de 2016).
276 y Venezuela
liquidó funcionalmente al parlamento de la forma arriba bosquejada. Y al re-
activarse las protestas en 2017, Maduro optó por seguir en la ruta autoritaria e
impuso una asamblea constituyente antidemocrática en mayo de ese año, con lo
cual buscaba desmoralizar y desmovilizar a la oposición, posponer y organizar a
su medida las elecciones regionales que debieron haberse celebrado en diciem-
bre 2016 y que se habían postergado para el primer semestre de 2017, y manipular
procesos electorales futuros, como la propia elección presidencial. La Sala Cons-
titucional colocó los adoquines de esta írrita senda seudoconstituyente, mientras
que había obstaculizado la realización del referendo revocatorio presidencial en
2016, en alianza con la Sala Electoral y el Consejo Nacional Electoral. Con poste-
rioridad a estos hechos, la Sala Constitucional y la espuria asamblea constituyen-
te se han alternado o combinado en la adopción de medidas alejadas del marco
constitucional y han conducido a la saturación de poder absoluto y arbitrario que
aflige al país, con consecuencias devastadoras para los derechos humanos.
Como conclusión puede afirmarse que el abismo entre la norma constitu-
cional y la realidad que hemos vivido en Venezuela obedece a la devastación del
orden constitucional democrático y a la implantación de un régimen autoritario,
que se resiste a la alternancia, que ha impuesto un modelo ideológico en detri-
mento del pluralismo político y de las libertades del ser humano, que ha perpe-
trado violaciones generalizadas de derechos humanos, y que se ha servido de la
Sala Constitucional en esta ruta de desmantelamiento de la institucionalidad
democrática. La recuperación de la democracia y el Estado de derecho en el país
no será posible bajo las actuales condiciones de dominación autoritaria. Tampo-
co cabe esperar cambios favorables en el desempeño de la Sala Constitucional. Es
necesaria una construcción de nueva planta que se sostenga sobre los pilares del
respeto a la voluntad popular libremente expresada, el pluralismo y los derechos
humanos, lo cual presupone la independencia judicial y, en general, el control
efectivo sobre el gobierno, como requisito indispensable de un Estado de derecho.
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