Enfoque Natural

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El enfoque sistémico en la gestión ambiental

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El enfoque sistémico en la gestión ambiental

Por Rodrigo Arce Rojas

6 de septiembre, 2010.- Cuando hablamos de enfoque sistémico estamos hablando de considerar las
diferentes dimensiones que están en juego sobre la naturaleza y que de manera simplificada
podemos aludir a lo social, ambiental y económico. De manera ampliada el factor social puede
incluir las siguientes variables: cultural, político, legal, institucional.

Al referirnos al ambiente podríamos reducirlo únicamente, como generalmente se entiende, a los


componentes biológicos y físico-químicos. Pero el ambiente también incluye al ser humano y todas
sus manifestaciones materiales y subjetivas. Consecuentemente, cuando hablamos de un enfoque
sistémico en la gestión ambiental estamos hablando no sólo de tomar en cuenta los diferentes
planos de la realidad sino también de las interrelaciones que se generan entre estos factores.

Otro elemento a considerar refiere al equilibrio de los ecosistemas. Según Nicolau (2006) la mayor
parte de los conceptos o ideas más importantes y conocidas de la Ecología implícitamente dan por
sentado que el estado normal de los elementos de un ecosistema se encuentra en equilibrio o cerca
de él.

Sin embargo, hay numerosas evidencias de que el cambio, el cambio en las condiciones ambientales
y el cambio en la composición, estructura y funcionamiento de las comunidades es la regla en la
naturaleza. Al respecto (Botkin, citado por Gudynas (2002) afirma que la dinámica de los
ecosistemas no está en equilibrio, sino en un continuo cambio, sin un orden pre-establecido. De
modo que a los componentes, estructuras, funciones e interrelaciones habrá que incorporar el factor
incertidumbre.

Estamos ahora en condiciones de asociar a lo sistémico, lo holístico, la complejidad y la


incertidumbre. Este es el marco en el que vamos a inscribir el enfoque sistémico en la gestión
ambiental.

Corresponde a nuestros países una gran diversidad biológica que está asociada a una gran
diversidad sociocultural. Ambos factores no discurren por caminos separados sino que tienen mutua
influencia en tanto estamos reconociendo que lo ambiental también incluye lo sociocultural. Estas
relaciones pueden darse desde un punto de vista de integración armónica o de antagonismos
aunque también es posible encontrar casos donde la cosmovisión y el cosmosentir vaya por un lado
y la práctica no sea precisamente sostenible.

Desde una perspectiva de la vida silvestre y el medio que la sustenta el enfoque sistémico alude a
no mirarlo únicamente desde el punto de vista de recursos naturales renovables o no renovables, o
separar el suelo del subsuelo. Tampoco sólo desde el punto de vista de árboles o especies
carismáticas de la fauna, pues es aquí que el concepto de recurso natural tiene sus limitaciones
porque sólo alude aquello que tiene utilidad para el ser humano, es transable, apropiable y sujeto a
precios.

Los árboles “no comerciales”, los arbustos, las hierbas, los insectos, los hongos, las bacterias, las
rocas, las aguas, el paisaje, las funciones regulatorias aunque no tengan precio también tienen valor
que no pasa necesariamente por la monetarización. Así es que no sólo corresponde administrar
ecosistemas y especies articulados al mercado sino el conjunto de biomas y ecosistemas. Por ello el
enfoque de gestión territorial con enfoque de cuencas, el enfoque de gestión considerando la
ecología de paisajes cobra real sentido.

Desde una perspectiva sociocultural corresponde tomar en cuenta la riqueza de los diferentes

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grupos humanos y sus diversas manifestaciones culturales. Es importante integrar tanto el medio
rural como el medio urbano así como las interrelaciones que se dan entre ambos espacios y que
muchas veces constituyen fronteras porosas y límites difuminados. Es así como es importante
considerar los pueblos indígenas, los ribereños, los colonos, los pobladores urbanos y sus múltiples
manifestaciones económicas.

Desde el punto de vista de los productores (hombres y mujeres) ligados a la naturaleza podemos
distinguir, entre otros, a los agricultores, los madereros, a los castañeros, los shiringueros, los
aguajaleros, los carboneros y los pescadores. Estamos hablando de los actores formales, los actores
informales e incluso ilegales puesto que son realidades que no podemos desconocer. Hacer visible a
los actores invisibles es parte de una política de inclusión en la gestión.

Desde el punto de vista económico y administrativo estamos hablando de los actores con diferentes
niveles gerenciales y de escalas de inversión. Reconocer el pluralismo administrativo y pluralismo
económico constituye factor clave para definir diferentes modalidades de emprendimiento. La
gestión ambiental con visión del pluralismo social no tiene que ver con el relajamiento de las
consideraciones ambientales sino de la generación de propuestas creativas y viables para respetar
el funcionamiento de los ecosistemas y mantener sus capacidades productivas. En ello se basa el
respeto a los derechos de autodeterminación económica y a definir el modelo de desarrollo que
consideren los pueblos indígenas.

Desde la perspectiva política, institucional y legal estamos hablando de incluir un enfoque de


gobernabilidad que no se reduce a cómo ejercer el poder sino a la manera en que las autoridades y
la sociedad civil definen mecanismos para procesar la toma de decisiones a favor del interés común
en un marco de legitimidad, confianza y transparencia.

Es en este marco que se entiende que tanto el diálogo, la concertación y la construcción de


consensos forman parte del proceso de profundización y consolidación de la democracia. Es en este
contexto que se entiende que la participación y los procesos de consulta previa no son actos
administrativos sino manifestaciones de respeto. Por ello se entiende que la lucha de la corrupción
tiene que ver con la recuperación de la confianza necesaria para fortalecer el capital social y la
cohesión social en el país.

También tiene que ver con la generación de una institucionalidad que no sólo genere leyes sino
también que sepa construir, implementar y respetar los grandes acuerdos sociales en torno a
objetivos comunes. De ahí la importancia de los procesos participativos de formulación de la política
pública para favorecer un encuentro axiológico entre todos los actores involucrados. Tan importante
como una estructura para hacer cumplir las leyes es una estructura que favorezca el cumplimiento
de las leyes. La rendición de cuentas, la transparencia, la información precisa y oportuna son
elementos que fortalecen la confianza pública. No hay mejor prédica que el ejemplo.

Es importante además considerar una gestión pública efectiva. El fortalecimiento de las capacidades
gerenciales de los administradores públicos también tiene un profundo significado ambiental. Las
malas decisiones, las indefiniciones y los silencios algunas veces terminan avalando la degradación
ambiental. Una buena capacidad de gestión descansa en el talento humano, en apropiados sistemas
de información, comunicación y gestión del conocimiento. Se requiere apropiados sistemas de
supervisión, fiscalización y vigilancia, herramientas y mecanismos que en verdad ejerzan efectos
disuasivos. Pero sobre todo se requiere una cultura preventiva y pedagógica. Es importante no
perder de vista que la razón del servidor público es brindar sus servicios a los usuarios con los más
altos estándares de calidad. El principio de justicia y el principio de sostenibilidad deben ser los
pilares para la toma de decisiones.

Finalmente, aunque pareciera obvio señalarlo, la gestión ambiental efectiva descansa en mucha
articulación, coordinación, integración y sinergias. La fragmentación institucional, las indefiniciones
de competencias, el ejercicio de ser juez y parte, los estándares ambientales desactualizados, las
falsas tensiones entre desarrollo económico y cuidado ambiental, la débil capacidad para prevenir y
reparar los daños ambientales, tienen que ser superados sobre la base del diálogo, el mejoramiento
de procedimientos, la gestión por procesos, el fortalecimiento de las capacidades planificadoras y
prospectivas y sobre todo con objetivos claros. Es indudable que hay grandes avances pero

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incuestionable también es el hecho que el reto todavía es mayúsculo. Todas y todos estamos
comprometidos.

Bibliografía citada:

- Gudynas, E. Ecología económica y ética del desarrollo sostenible en América Latina.


DEI/UNED/UBL/CLAES. San José de C.R. , 304 p.

- Nicolau, J. 2006. Sobre el paradigma del no-equilibrio de la naturaleza (la naturaleza en cambio).
Dpto. Ecología. Universidad de Alcalá. España, 5 p.

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* Rodrigo Arce Rojas es Ingeniero Forestal. Correo electrónico: [email protected] [1]

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