Libro El Espacio Protegido Del Dilogo

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El Espacio

Protegido del
Diálogo

La familia y la pareja ante


el reto de crecer con cada
nueva crisis.

â Copyright Sergio & Rosario Michel: Oct./2008.


CIPRE (462) 624-38-85.
Correo: [email protected]
Rosario Chávez y Sergio Michel 2

PRESENTACIÓN
La lectura del “El Camino del Diálogo” me dejó una agradable
sensación y la certeza de que Sergio y Rosario han tocado de manera
magistral el tema, tanto del origen como de la salida del caos fragmenta-
dor que en nuestras relaciones vivimos actualmente los humanos en el
planeta tierra. Me parece que retratan el conflicto humano fundamental
entre al tener y el ser, de manera muy directa, profunda y tan simple
como sucede en la cotidianeidad, desde el nivel individual hasta el
global, pasando por el familiar y el comunitario.
Ponen el dedo en la llaga al afirmar con claridad y contundencia, tal
vez de manera despiadada aunque necesaria, que para revertir los patro-
nes dolorosos, destructivos y tristemente repetitivos presentes en todos
los niveles de la relación humana, es necesario mucho más que una
simple buena intención, es necesario invertir en un proceso de desarrollo
de la conciencia personal. Mirar hacia adentro, observarse a sí mismo es
la clave para sortear la tentación de la salida fácil: voltear hacia fuera y
culpar a todo y a todos por lo que no podemos obtener. “Los padres de
corazón grande y conciencia chiquita suelen creer inocentemente en el
poder absoluto de la buena intención y del amor romántico” o en el favor
divino que solucione los conflictos más terribles sin que haya que tomar
decisiones o experimentar procesos difíciles y dolorosos. Ponen el dedo
en la llaga al denunciar la triangulación en la que los padres incurren al
utilizar a los hijos como rehenes y “embarrarlos” abierta o sutilmente de
sus limitaciones al momento de enfrentar sus diferencias.
En general veo que su descripción sobre la guerra cotidiana,
abiertamente enconada o hábilmente soterrada, tanto en el nivel familiar
como el de pareja, es una copia fiel del conflicto de la dualidad, que nos
impregna a nivel social, nacional e internacional en esta época. A través
del texto puedo ver la forma en que la experiencia cotidiana refuerza el
modelo fragmentado y dual, y puedo inferir cómo éste, a su vez,
configura las relaciones humanas cotidianas.
Me parece que Sergio y Rosario exponen perfectamente tanto la
ignorancia ingenua como la pobreza de comunicación en la vida cotidia-
3 Los Caminos del Diálogo

na de las parejas y de las familias. Ignorancia y pobreza que a su vez son


estimuladas por un sistema que se promueve el vivir más hacia fuera.
En cuanto a la propuesta para romper este círculo destructivo, veo
que va dirigida directamente al origen del problema, justo al espacio-
territorio en el que el caos puede ser neutralizado de manera sustentable
y efectiva: el espacio interior de cada individuo y el territorio de su pro-
pia experiencia, es decir, su propio organismo, dado que a través de éste
entra en relación con su mundo interno y con todo lo que le rodea. La
forma en la que se concatenan los ocho temas para el desarrollo de una
conciencia facilitadora me clarificó y me gustó especialmente.
El planteamiento de promover a la familia como un sistema
inteligente y autorregulable, en proceso de mejora continua y
crecimiento sostenible, me parece sumamente estimulante, necesario e
inspirador. Sólo enfatizaría que el origen de un sistema de esta
magnitud, en mi opinión personal, se encuentra en el sistema de la pareja
formada a partir del auto conocimiento personal.
El capítulo uno me pareció un compendio muy sencillo, claro y
significativo de la comunicación humana efectiva, esa que se basa en la
intención sana y real de entrar en contacto con el mundo del otro,
partiendo de sus antecedentes, características y elementos básicos. Algo
que tuve la oportunidad y el privilegio de vivir y aprender directamente
con Sergio y Rosario como su alumno en el entrenamiento para
Facilitador del Aprendizaje, en la maestría en Desarrollo Humano y en
los talleres de Paz Interior, además de vivirlo como un conspirador en la
aplicación de este conocimiento en una experiencia pionera en el campo
guanajuatense.
Como alumno, lector y conspirador de ese mundo que Sergio y
Rosario avizoran en este excelente libro, me siento muy agradecido,
estimulado e inspirado tanto por el contenido, claridad y sencillez en la
exposición de las ideas y las vivencias, como por el compromiso y
testimonio profesional y de vida de sus autores.

Gonzalo Díaz Garmendia.


Consultor en Desarrollo Comunitario,
Comunidad Educativa Del Bosque: Irapuato Gto. Junio 2008
Rosario Chávez y Sergio Michel 4

INTRODUCCIÓN
Las crisis que, en diferentes niveles, vive hoy el ser humano lo
impactan de diversas maneras. Hay quienes ven tocadas su conciencias
por las condiciones de pobreza extrema de una gran proporción de
pobladores de nuestro país y de nuestro mundo; hay quienes ven con
alarma los cambios climáticos y la contaminación que nos desborda con
sus múltiples orígenes y manifestaciones; En el nivel social, abunda la
corrupción, la drogadicción, el pandillerismo, el suicidio, la violencia
intrafamiliar, el abuso sexual, la inestabilidad. Como común denomina-
dor, a través de los diferentes niveles socioeconómicos los seres
humanos muestran una gran dificultad para mantener relaciones
interpersonales, especialmente en la pareja y la familia, por lo menos
medianamente estimulantes y constructivas.
Los caminos explorados han sido igualmente variados: Hay quienes
buscan con urgencia cambios en el mundo exterior; promueven vivienda
digna, mayor productividad, creación de fuentes de trabajo, leyes y
protocolos para la protección ecológica, hábitos de consumo moderados,
retorno a los valores tradicionales, la práctica de la oración, leyes y
castigos más severos contra los infractores y los corruptos, pena de
muerte a los secuestradores, etc., etc.
Como observadores de los medios de comunicación ya no nos
sorprende la pobreza de los modelos de interacción humana ahí
exhibidos. Basta con asomarnos a cualquier hogar con televisor y seguir,
por ejemplo, alguno de esos concursos dirigido por buenas conciencias
primitivas que en su búsqueda de audiencia montan modernos circos
romanos y de manera “sana e inofensiva” maltratan, ofenden, hostigan o
expulsan a los aspirantes a convertirse un día en el nuevo ídolo o
cantante de moda. Esta es la manera de prepararlos para la vida; entre
mayor es el hostigamiento mayor es la popularidad del programa cuyo
“modelo educativo” promueve y a la vez se alimenta de conciencias
primitivas.
Cualquier espacio público, o privado, –una cenaduría, un parque, el
comedor de algún hogar– es testigo silencioso de las pobres relaciones
familiares. La familia puede estar físicamente cercana pero distante en el
5 Los Caminos del Diálogo

afecto y la confianza. Usualmente papá está distraído, mamá ocupada


corrigiendo a los hijos que a su vez terminan lo más pronto posible sus
alimentos para buscar un lugar más atractivo donde estar. Detrás de esta
serie de interacciones cotidianas y aparentemente inofensivas, se
encuentra en juego, como un virus destructivo, una serie de heridas,
hábitos, creencias y miedos trasmitidos con sigilosa eficiencia de padres
a hijos por generaciones y generaciones. La velocidad con la que se lleva
a cabo esta transmisión de patrones destructivos cargada de dolor,
soledad, violencia, abandono, inseguridad, etc., es tal que cualquier
tratamiento terapéutico individual o familiar representa tan sólo un grano
de arena de una inmensa playa social infectada. Algunos casos tratados
individualmente tal vez llegan a ser “curados” de vez en vez pero
eventualmente su impacto se pierde en la inmensidad. La eficiencia con
la que un terapeuta tal vez sane una herida es insignificante cuando se
compara con la rapidez epidémica con la que se propaga “el trauma
familiar y social” en todos los niveles. Prácticamente en cada familia de
cada pueblo y de cada país –además de la ya de por sí grave inseguridad
social y de la contaminación de los medios masivos de comunicación–
existe un hijo lastimado y o abandonado, un papá ausente, alguien que
manipula, alguien que es manipulado, alguien que lastima, alguien que
es herido, alguien que prefiere no decir la verdad de sus sentimientos,
alguien que se calla con la boca pero ejerce la violencia de palabra obra u
omisión, alguien que desconfía, alguien que invalida, alguien que, como
si fuera un deporte, practica el hostigamiento o corrompe con el chantaje,
etc. Quien puede decir que de manera intencional o involuntaria no ha
jugado algunos o seguramente varios de estos papeles. Generalmente el
que lastima es el mismo que fue lastimado. Las terapias, consejos, libros,
conferencias, sermones dominicales, y numerosos “programas
preventivos” apenas rascan la superficie de una “salud mental” –de la
familia en lo particular y de la sociedad en lo general– tan
cotidianamente pobre que ya nos parece normal.
Finalmente una familia atrapada en sus propias relaciones
destructivas, es el primer eslabón de un ciclo más que se recrea por
generaciones y se manifiestan en todas las esferas: Lo que somos y
aprendemos en la familia, finalmente lo reproducimos en todos los
ámbitos de nuestras relaciones posteriores.
Rosario Chávez y Sergio Michel 6

Ahora bien: ¿Qué nos toca hacer más allá de sentirnos objetos
lanzados por la inercia de tantos hábitos destructivos en ésta nuestra
comunidad, nuestro país y nuestra aldea global? ¡Éste es el reto que nos
ocupa en este libro!
Sugieren los pioneros del movimiento “Simple living”: Piensa
globalmente pero actúa localmente. Para nosotros actuar localmente si-
gnifica comenzar ya, de una manera humildemente poderosa y concreta,
a partir del hogar. Se trata de convertir a la familia en un espacio de
crecimiento emocional sustentable. Sí, de crecimiento sustentable lo cual
quiere decir –que nos perdonen por la blasfemia nuestros colegas
profesionales de la salud mental– que no se requiere construir una
dependencia, otra más, de un especialista o agente ajeno para mantener
un proceso de sanación y desarrollo continuo en la familia. Sostenemos
que la familia posee un gran potencial; la capacidad de salir adelante por
sí misma y reencontrar su función original de ser espacio privilegiado de
desarrollo a través del recurso viable y de gran impacto –tema de este
libro–: “El espacio protegido del diálogo” (ver Cáp. VIII).
La historia de la humanidad da cuenta de revoluciones gestadas en la
esperanza de cambios profundos y de la construcción de un mundo
mejor. Sin embargo, cuando dichas revoluciones bien intencionadas con
su pretendida transformación de estructura (social, política, económica,
religiosa, etc.) no ocurren en paralelo con un desarrollo de la conciencia
personal, el cambio pretendido se diluye en la retórica. Observamos
discursos brillantes e ideas innovadoras en bocas de personas atrapadas y
limitadas por sus propias áreas ciegas, por sus propias limitaciones
modeladas tempranamente en el seno familiar. Hay líderes que hacia
afuera predican el camino de los valores, de la democracia, de la
emancipación, de la defensa de los derechos fundamentales, de la
hermandad, el amor, etc.; pero al interior de su organización y de sus
propios hogares resultan autoritarios, adictos al poder, incapaces de
escuchar, de resolver conflictos de manera verdaderamente constructiva
y respetuosa.
En las cámaras legislativas aparecen iniciativas, proyectos de ley, y
reformas muchas veces valiosas e interesantes, surgen debates que
eventualmente degeneran en espectáculos deplorables. En la televisión
las declaraciones de los bandos políticos enemigos muestran que cada
7 Los Caminos del Diálogo

bando, desde su paranoia, ve con toda claridad sólo al “gandalla de


afuera”. La verdadera ansia de poder desmedido está en el otro, en el
malo de enfrente. Cada estación del año trae versiones nuevas o
recicladas de pugnas entre figuras públicas jugando el ancestral “pleito
de verduleras”. Desafortunada y trágicamente, ninguna de las partes en
pugna es capaz de verse en el espejo del enemigo; ninguno de los con-
trincantes está dispuesto a reconocer su realidad interior. Los humanos
parecemos desarrollar una conciencia muy parcial y sobre todo
proyectada hacia el exterior; lo cual alimenta la percepción de ser
organismos separados con membresía en diferentes partidos, ideologías,
prácticas religiosas, nivel socio-económico, color de piel, etc. El ser
humano de conciencia primitiva no se reconoce en muchos aspectos que
sólo “ve afuera”. En el fondo los adversarios políticos se la pasan
peleando con el reflejo de si mismos; se reconocen y no se soportan
porque padecen de lo mismo incluidas sus conciencias primitivas. Los
nombres pueden variar y asimismo las formas del conflicto y hasta los
partidos protagonistas, pero en el fondo la queja es la misma: ¡cuidado
con el otro! es peligroso, ha secuestrado al país, tiene ansias de poder
desmedido, es tramposo, es deshonesto, es hipócrita e incongruente, es
manipulador sólo quiere su propio beneficio. Es tan fácil ver todo esto
afuera y tan difícil reconocerlo en sí mismo, reflejado en el mismísimo
espejo del enemigo aparente. En las cámaras legislativas es bastante
común observar como lo más natural la cultura del antidiálogo. El debate
de ideas, de pronto se convierte en una verdaderamente grotesca tertulia
entre los oyentes que alegremente hablan por su teléfono móvil o dan
campantemente la espalda al orador en turno, discuten, se ríen, se rascan
las orejas y se sacan discretamente los mocos, en fin hacen todo menos
escucharse con respeto. En el discurso, tal como se muestra en sus
promocionales desplegados con mercadotecnia impecable, se mencionan
orgullosamente los valores de la democracia, de la tolerancia, la
pluralidad, sin embargo, cuando se trata de traducir los conceptos a
conductas observables, aparece el lado feo de la incongruencia. Las
entrevistas y disertaciones públicas pueden ser bonitas y conmovedoras;
finalmente se pueden pulir, pensar y repensar, con inteligencia para el
momento de salir al escenario, sin embargo, las reacciones de irrespeto e
intolerancia son tan automáticas tan cotidianas y tan indiscretamente
Rosario Chávez y Sergio Michel 8

autenticas y reveladoras que finalmente terminan deslizándose en el


momento menos oportuno. Se habla con quisquillosa certeza de la
esquizofrenia, el autoritarismo, la intolerancia, el ansia de poder del otro
pero que difícil es reconocer todo ello como propio.
Sólo el desarrollo de la conciencia –el autoconocimiento– es capaz
de enfrentar a cada quien con sus propias reacciones automáticas –con
sus propias áreas ciegas– para trascenderlas. El ejercicio del poder
silenciosamente corroe a las personas y las convierte sin su
consentimiento en verdaderas adictas a él. Sin embargo, cuando ni
siquiera se es capaz de reconocer las propias adicciones, como al
alcohólico le ocurre, difícilmente se puede aspirar a la “desintoxicacion”.
No nos sirve de nada escandalizarnos por la corrupción que nos ha
penetrado profundamente como sociedad desde los niveles más bajos
hasta los más altos. No basta vociferar con indignación ante la violencia
y la inseguridad del secuestrador y del narcotraficante de afuera, tenemos
la obligación y la oportunidad de reconocer con la claridad que surge de
la conciencia que la corrupción, el trafico de influencia, la manipulación
la deshonestidad se maman en la familia pero no en la familia del vecino
sino en la propia. Por ejemplo, yo no tengo derecho de señalar con
indignación la falta de transparencia de un funcionario que oculta
información para proteger a su padrino o compañero de partido etc.,
cuando la interior de mi propio hogar mi pareja, por ejemplo, me
preguntan que me pasa y yo, a pesar de mi resentimiento, digo “nada”.
Cuando veo la falta de transparencia afuera, pero no veo la mía propia, y
entonces juego al “mudo que oculta información” y en lugar de confesar
mínimamente que “no estoy en este momento dispuesto a abrirme
contigo” con la mayor impunidad digo “nada” y después de un par de
horas aparece inadvertidamente la primera manifestación de mi
corrupción; se me sale “sin querer” –como si fuera un pedo inoportuno–
un comentario sarcástico o agresivo contra la persona con la que no pude
expresarme de manera constructiva y transparente. ¡Claro! cuando tengo
tanto temor a ser rechazado, criticado, señalado, prefiero callar con mi
boca aunque después mi conducta hable de manera destructiva. Quienes
practican alguna forma de cristianismo probablemente han oído de una
consigna bíblica curiosa y desde luego aplicable exclusivamente a los
demás: Si tu hermano te ofendió no dejes que se meta el sol sin ir a
9 Los Caminos del Diálogo

hablar con él. ¿Cómo voy a hablar con el hermano que me ofendió si ni
siquiera estoy conectado con mi conciencia? es decir, si ni siquiera la
reconozco, si no me doy cabalmente cuenta de lo que me ha lastimado.
El camino para iniciar la construcción de un mundo menos corrupto,
más transparente y constructivo; el camino de la sanación de las
relaciones fracturadas; el camino del autoconocimiento curiosamente
está más cerca de lo que las personas se imaginan. Está precisamente en
el espacio privilegiado del diálogo con quien tenemos a un lado. Quienes
nos producen más escozor, más dificultad, más sentimientos incómodos,
son potencialmente nuestros mejores maestros en el camino del
desarrollo de la conciencia.
Para nosotros, autores de esta obra, los problemas referidos incluido
la depredación ecológica –con todas sus manifestaciones– han sido
fabricados por el hombre y por ello una cuestión fundamental es iniciar
el proceso de adentro hacia fuera; explorar y buscar soluciones a partir
del hombre mismo. Todos los problemas mencionados, de diferente
manera, son a la vez síntomas y causas. Algunos de ellos requieren desde
luego atención inmediata, sin embargo, llegar a la raíz requiere algo más
que soluciones urgentes; requiere de un trabajo de tejido permanente y
silencioso con los hilos “magicos” de la conciencia y el diálogo.
Gabriel Marcel y de manera casi simultanea Erick Fromm, y
después otros muchos pensadores han apuntado a las dos orientaciones
existenciales básicas de la conciencia humana: el tener o el ser. Los
humanos solemos evaluar a los demás y a nosotros mismos por lo que
tenemos en términos de: la apariencia, el dinero, el estatus, el grado
académico, etc. Gastamos nuestra energía en la vida buscando cosas y
logros que ciertamente tienen su importancia relativa pero perdemos de
vista lo esencial: independientemente de cuanto tenemos, llevamos a
cuestas existencias pobres cargadas de relaciones pobres donde ni
siquiera parecemos tener permiso de ser nosotros mismos.
Este libro responde a la inquietud surgida de observar un fenómeno
que por cotidiano y “normal” poco a poco ha dejado de sorprendernos:
las relaciones de familia y de pareja –no solamente son pobres sino con
frecuencia francamente destructivas–. Violeta Parra cantaba en los años
setentas “sólo le pido a Dios que la guerra no me sea indiferente; Para
nosotros, la construcción de una cultura de la paz, de la solidaridad, de la
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convivencia constructiva y respetuosa, se lleva a cabo cotidiana e


inadvertidamente al interior de las relaciones familiares. Por eso nuestra
propia canción inspirada en aquel viejo tema diría: Que la guerra
cotidiana e invisible al interior de mi familia no me sea indiferente; Que
no llegue un día a considerar como algo natural, aunque estadísti-
camente sea “normal”, el relacionarme con los míos a la defensiva; que
jamás acepte al interior de mi familia como algo irremediable la
agresión –entre padres, hijos y hermanos– a veces explosiva que hiere
abiertamente, o en ocasiones encubierta pero igualmente destructiva con
sus múltiples modalidades como: la invalidación y el juicio sistemático,
el chantaje, la desconfianza, el distanciamiento, el sarcasmo, el reclamo
permanente, la indiferencia.
Resultan tan limitados, a pesar de las buenas intenciones de los
padres, los intentos por construir al interior de sus familia un ambiente
estimulante, de respeto y a la vez de libertad para expresar, para
escuchar, para sentir, y para permitir el desarrollo de lo mejor de cada
quien –es decir, su vocación, su capacidad de disfrutar la vida, el acceso
a relaciones constructivas con los demás–. Independientemente de
ingresos y nivel educativo, la mayoría de las familias viven relaciones
poco gratificantes y de una triste pobreza emocional. Nos confronta
profundamente, como autores de esta obra, constatar cómo los seres
humanos –de todas las condiciones– viven inmersos en una carrera sin
freno tratando supuestamente de “mejorar”. Finalmente las personas
encuentran, al alcanzar cada pequeña o gran meta –al aumentar sus
ingresos, al adquirir el ansiado auto, la casa, el título, el ascenso, el viaje
anhelado, o el encuentro con la pareja ideal, al superar la ultima crisis
economica– que el esfuerzo realizado no se traduce, tristemente, más allá
del instante efímero, en mejoría alguna en su calidad de vida. Cuando el
resultado anhelado no llega, nos sentimos justificadamente desdichados;
pero cuando, por otro lado, logramos algo y el futuro anhelado se
convierte finalmente en presente… igualmente seguimos experimentan-
do la misma miseria del pasado. Parece ser que buscamos soluciones en
el lugar equivocado. El vacío y la falta de sentido interior no se puede
arreglar con intentos bien intencionados de cambiar al mundo exterior.
No pretendemos con nuestra propuesta promover la calidad de vida
ignorando las condiciones estructurales de inequidad donde la
11 Los Caminos del Diálogo

distribución de la riqueza, y la explotación de seres humanos y recursos


naturales son sólo dos de los principales síntomas de nuestra manera de
funcionar como sociedad global. Sin embargo, coincidimos con el
planteamiento hecho por Duanne Elgin que en su libro, ya clásico,
“Simple Living” invita a una vida “interiormente rica y exteriormente
sencilla” como la opción apremiante para mantener un equilibrio
saludable en la búsqueda de la calidad existencial, tanto en el nivel
individual como en el familiar y el global. Buscamos, en otras palabras
promover la construcción sustentable de un mundo con viviendas
mejores y más accesibles; con mejores leyes de salud y seguridad, con
mejor educación y menos violencia, con mas democracia y equidad, etc.,
pero… comenzando ya, simultáneamente, justo ahora en el nivel micro o
individual y no hasta que llegue la nueva legislación y mejore la
impartición de justicia, ni cuando cambiemos de presidente o se resuelva
la última crisis financiera, o cuando estemos más legítimamente
representados todos los países en las Naciones Unidas (y deje de estar
secuestrada por el grupo elite de naciones o “consejo de seguridad” que
democráticamente deciden y vetan)
Sociedades de padres de familia, de maestros, líderes e instancias
gubernamentales de “Desarrollo” (humano, social, rural, económico,
etc.) han intentado promover la calidad de vida a partir del acceso a
recursos financieros, proyectos productivos y capacitación para el trabajo
de sus gentes pero sin transitar antes, o por lo menos paralelamente por
el desarrollo auténticamente humano. Familias emigradas de pronto
tienen cosas que nunca antes tuvieron; Pueblos y comunidades un día se
llegan a ver “beneficiados” con importantes derramas económicas: A
partir de un nuevo camino pavimentado, del establecimiento de una
nueva empresa, de un nuevo programa de apoyo gubernamental, de un
maravilloso “crédito a la palabra”, de un apoyo a proyectos productivos,
de la aparición de un yacimiento, etc., los habitantes de una comunidad,
rural o urbana, un día viven una efímera bonanza; multiplican sus
ingresos significativamente pero individualmente siguen funcionando
desde su conciencia primitiva; nunca crecieron internamente y ahora se
enfrentan a problemas muchas veces más serios de desintegración,
alcoholismo, violencia comunitaria, enredos, envidias y riñas que
Rosario Chávez y Sergio Michel 12

finalmente destruyen el espíritu comunitario existente antes del


“afortunado evento”.
Los programas oficiales de desarrollo, participación social y apoyo a
la familia con frecuencia tienen un impacto pobre en la realidad
cotidiana, en la calidad de vida de las familias y en el desarrollo de la
conciencia de sus miembros.
Las relaciones interpersonales de pareja, por ejemplo, siguen la
inercia de generaciones; suelen tornarse con el transcurso del tiempo, y
una vez pasada la luna de miel, en conflictivas y pobres; la conciencia de
cada miembro de la familia sólo alcanza para culpar y querer cambiar al
otro persona pero no para voltear hacia adentro; para autodescubrirse y
aprender de sus propios errores y áreas ciegas.
En obras anteriores hemos tocado estas cuestiones en el contexto de
la organización y la escuela1. En esta ocasión nos toca explorar la
dimensión de las relaciones interpersonales y el “desarrollo humano con
conciencia” en el seno del hogar a través de un recurso viable y
poderoso “el espacio protegido del diálogo”.
En general los criminólogos sostienen que las cárceles a pesar de su
intención rehabilitadora terminan convirtiéndose en escuelas del crimen;
Con los hogares disfuncionales ocurre lo mismo. Si bien la familia es el
espacio privilegiado donde se fomenta de diversas maneras; la
autoestima, la confianza en sí mismo y en los demás, la seguridad, los
valores de justicia, honestidad, solidaridad, respeto, etc.: es también en la
familia donde llegan a ocurrir buena parte de los aprendizajes más
destructivos y las grandes heridas de la infancia que difícilmente se
borran con el paso del tiempo para convertirse tarde o temprano en
herencias invisibles; en problemas que contaminan a toda la sociedad a
través de generaciones y generaciones. Los padres finalmente transmiten
a sus hijos de diversas maneras, y a pesar de su buena intención, toda su
inseguridad, ansiedad, depresión, falta de sentido de vida, baja
autoestima, su ausencia de reglas consistentes y razonables, su
propensión a la violencia intrafamiliar y a las adicciones, etc. Hay un

1
En el ámbito laboral y organizacional: En Busca de la comunidad, segunda edición: S.
Michel. Ed. Trillas (dic 2008). En el ámbito escolar El Maestro Facilitador (Chávez y
Michel 2003: Ed. Norte-Sur).
13 Los Caminos del Diálogo

descubrimiento harto común para cualquier adulto con un mínimo de


capacidad de auto observación:
“De pronto me doy cuenta con horror que en momentos de crisis, de
tensión, de frustración, etc., repito con mis hijos esas conductas que
tanto me lastimaron durante mi infancia; Me sorprendo a mí mismo
cuando agredo, soy impulsivo, grito, desconfío, critico, juzgo, ofendo,
hablo mal de mi pareja frente a mis hijos, exijo desmesuradamente, etc.
… exactamente como lo hicieron conmigo; exactamente como un día me
juré a mí mismo jamás repetir”.
Por lo pronto nos damos cuenta que ante la dimensión y complejidad
del problema no podemos quedarnos regodeándonos en el pesimismo;
nos vemos invitados a enfrentar el reto, desde nuestra trinchera, con
audacia, con creatividad, con consistencia y con esperanza.
Hace algunas décadas los indicadores internacionales de desarrollo
de un país giraban alrededor de su producto interno bruto o de su ingreso
“per cápita”. Posteriormente se establecieron en Naciones Unidas
indicadores más completos: de educación, de salud y de servicios básicos
para conformar un índice general que representase una apreciación más
completa del desarrollo de cada nación. Más recientemente se han hecho
esbozos de propuestas que ubiquen tanto a las personas como a los países
en un continuo que trascienda los indicadores clásicos de educación y
salud para llegar a un modelo aún más evolucionado, a una perspectiva
que incluya a la conciencia como indicador del desarrollo de personas y
países. La consolidación de un “Desarrollo Humano” desde éste enfoque
de la conciencia, sin embargo, es todavía muy incipiente y poco
conocida incluso para los responsables de programas gubernamentales de
desarrollo social y humano.2
Antes de esbozar propuestas para la creación de un clima de
desarrollo en los hogares, es necesario reconocer que éstos han sido
severamente golpeados en sus diferentes estratos socioeconómicos;
desde la familia campesina –especialmente vulnerable a la des-
integración cuando el padre emigra al norte en busca de oportunidades
de un trabajo ausente en su propio país– hasta las familias urbanas cuyos
2
Clare Graves es un autor connotado que se ha referido a los niveles de conciencia y a sus
implicaciones en el marco del desarrollo social y humano en diferentes niveles (individual,
comunitario y global).
Rosario Chávez y Sergio Michel 14

padres con variados niveles de ingreso viven igualmente horarios de


trabajo exhaustivos y por tanto con una disposición limitadísima de
tiempo y energía para la convivencia familiar de calidad.
No importa pues la ocupación –profesores de educación media o
básica, funcionarios públicos, campesinos, jornaleros, burócratas,
académicos, profesionistas independientes, empleados diversos,
comerciantes, etc– la gran mayoría de los padres de familia, saturados de
trabajo y por lo general totalmente absortos en la lucha por completar sus
ingresos, cuando ocasionalmente logran disponer de tiempo para
“disfrutar” a sus hijos, no saben hacer otra cosa que relacionarse con
ellos a través de las mismas viejas fórmulas que aprendieron en la
infancia a través de sus propios padres. Un número creciente de cabezas
de familia trabajan turnos dobles y cada vez es más frecuente –sobre
todo en algunos gremios como el de empleados de gobierno y en el
magisterio– que la mujer divida sus actividades entre el hogar y el
trabajo:
Queremos darles lo mejor a nuestros hijos y por eso trabajamos
tanto” –suelen decir con impotencia muchos padres– y no tenemos
tiempo disponible para estar con ellos, y cuando lo tenemos nuestra
energía está tan drenada que apenas nos alcanzan las fuerzas para
vegetar penosamente frente al aparato de televisión o peor aún, nos
dedicamos a descargar todo el cansancio y frustración en nuestros hijos
con reproches, sermones desproporcionados y en ocasiones hasta
golpes.
Abrumados por diversas presiones –pasando por la económica– aun
los padres prófugos del televisor cuando eventualmente logran disponer
de algo de tiempo con sus hijos, lo hacen de una manera pobre y
limitada. Después de largas jornadas en trabajos poco estimulantes que
con frecuencia apenas dan para solventar los gastos más apremiantes,
muchos padres de familia al llegar a casa se encuentran cargados de
intolerancia y malhumor. Ellos creen en un primer momento que tal
estado es debido a que los hijos, pelean demasiado entre sí, desobedecen,
no cooperan en labores de la casa, no estudian, son flojos, vagos,
irresponsables, impuntuales, etc., pero en realidad no se han dado cuenta
de que en un nivel más profundo se encuentran tan indispuestos, al llegar
a casa, más bien por razones de su estado emocional que por las
15 Los Caminos del Diálogo

conductas propias de sus hijos. El que un niño sea travieso e inquieto con
frecuencia no es un problema del pequeño, sino del padre y de su
intolerancia. Un padre que realiza un trabajo poco estimulante y mal
remunerado con frecuencia, sin ser muy conciente de ello, se encontrará
resentido y lastimado por la vida e inevitablemente experimentará falta
de consistencia y de energía amorosa y aceptante para con sus hijos y su
pareja. Un padre ansioso, inseguro, frustrado, y para colmo de males de
conciencia pequeña, con frecuencia no distingue entre una falta seria y
una travesura irrelevante; sus reacciones y castigos dependerán más de
su estado de ánimo en ese momento o de sus propias heridas que de la
gravedad de la falla. La capacidad de auto-observación –el desarrollo de
su conciencia– le permite a un padre dar la respuesta adecuada en el
momento adecuado, es decir atreverse a poner y sostener limites
razonables cuando así toca y a escuchar con total atención y respeto
cuando es tiempo de hacerlo. Un padre de conciencia primitiva, es decir,
un padre sin capacidad de auto-observarse, funciona de manera
totalmente reactiva y su mente no cesa de “brincotear”: Cuando es
tiempo de poner limites se siente culpable y se falta a sí mismo al respeto
al prometer pero no cumplir; y cuando es tiempo de escuchar tampoco lo
hace bien, termina regañando y reclamando.
Por otra parte, independientemente de sus condiciones económicas y
laborales, los padres se conducen con intolerancia y torpeza simple y
llanamente por imitación –esa tendencia humana a repetir patrones de
relación observados durante la infancia–. En otras palabras, papá y mamá
no pueden darles a sus hijos lo que ellos mismos no aprendieron ni están
dispuestos a aprender. Los padres heredaron de sus propios padres su
historia, sus heridas personales y sus carencias que llegado el momento
también depositarán en sus hijos. Una hija de padre alcohólico,
mujeriego, golpeador, etc., de pronto, sin saber porqué, se encuentra
siendo atraída por pretendientes muy parecidos a papá y que tarde o
temprano repiten el patrón y “sacan el cobre”. Los hijos de madres
sumisas o autoritarias también “inexplicablemente” se ven atraídos por
una especie de esposa-mamá parecida. Pareciera que todo es cuestión de
una fatídica química de la atracción, sin embargo, dicha química no es
más que parte de un aprendizaje, que aunque manifiesto de generación
en generación, no es ni inevitable ni irreversible.
Rosario Chávez y Sergio Michel 16

No basta pues que un hijo en su infancia o adolescencia se diga a sí


mismo: “esto que hacen mis padres, yo jamás lo voy a hacer con mis
hijos”. Para revertir el proceso, para poder escapar de estos tristes
patrones repetitivos, de esta herencia desafortunada que suele
transmitirse silenciosamente a través de generaciones y generaciones, en
algo que Bozormengy-Nagy ha llamado “lealtades invisibles”, (o
“memes” según Cziczenmilhayi) es necesario mucho más que una
simple buena intención; Es necesario un proceso de desarrollo de la
conciencia personal y una disposición a invertir cada vez más atención
en observarse a sí mismos. La buena intención de no repetir lo mismo
con los hijos no basta para actuar diferente. Además de una buena
intención es necesario desarrollar la capacidad de mirar hacia adentro.
Quien no ha aprendido a observarse a si mismo y a dedicarle tiempo y
energía a su propio crecimiento está condenado a repetir los mismos
patrones que aprendió: quien fue abandonado, suele abandonar; quien
sufrió abuso sexual suele abusar; quien fue agredido física o
mentalmente suele ser asimismo ser agresivo.
Ante los problemas interpersonales cotidianos el ser humano sin
desarrollo de conciencia suele utilizar el único recurso aprendido y
disponible: En lugar de voltear hacia adentro, le echa la culpa al
mundo: Se convierte en experto en el arte de mirar hacia el otro en
busca del error y la falla; hacia ese prójimo de “allá afuera” que hizo o
dejó de hacer. Por ejemplo, niños con déficit de la atención –conocidos
inicialmente como hiperactivos– se convierten en fuertes candidatos a
delincuentes del futuro si papá o mamá no son capaces de ir más allá de
sus viejas respuestas; de dar más de lo mismo; más castigos, más regaños
y más represión. En contraste, la alternativa del Desarrollo Humano
consiste “en voltear hacia adentro” para revisar lo que ya no sirve y
programar, por ejemplo, más actividades constructivas y sobre todo más
tiempo de calidad para escuchar –no en lugar, sino además del
establecimiento consistente de limites y consecuencias razonables.
Una madre que reniega constantemente del marido porque no la
cuida, porque no la atiende, porque ya no tiene los detalles de antes,
porque es desobligado, etc., es probable que un día observe a su hija
sintiéndose abandonada por el novio que por trabajar fuera viene poco a
visitarla. Sentirá enojo contra ese “desgraciado aspirante a yerno” que no
17 Los Caminos del Diálogo

le da lugar a su hija. Sin embargo, tal vez nunca se de cuenta de algo que
sólo aparece con el desarrollo de la conciencia: Que paralelamente a la
realidad tangible de “mi pareja no me cuida” existe también otra realidad
menos visible pero igualmente real: “Yo tampoco me cuido”. La mamá
primero y después también la hija esperan que el “otro” las cuide pues no
son capaces de tomar la responsabilidad de hacerse cargo de la persona
más importante –ellas mismas– y llevarlas; al concierto, al curso, al cine,
al viaje, a la conferencia, etc., y a todo lo que para ellas es
verdaderamente significativo: Estoy tan ocupada viendo todo lo que tu
no me cuidas que no alcanzo a ver todo lo que yo me descuido –parece
ser la consigna de la mujer “descuidada”.
Otro de los escenarios trágicos, que trataremos más adelante en este
libro, se refiere a los padres que, viviendo juntos o separados, no han
resuelto ni hablado suficientemente sus problemas de pareja; son
incapaces de escucharse a través de un verdadero diálogo y entonces
convierten a sus hijos en rehenes de sus conflictos constantes. Este
fenómeno, llamado triangulación, ocurre cuando los esposos le depositan
–o mejor dicho le embarran y contaminan– al hijo lo que no pudieron
hablar entre ellos: La madre, por ejemplo, frente a los hijos ofende,
desacredita y habla mal del padre y éste a su vez contesta de la misma
forma: ofende e invalida a la madre de manera pública. La triangulación
puede ser asimismo más discreta pero igualmente destructiva: La madre
se lleva al hijo a la cocina y le sirve su desayuno especial mientras
“amorosamente” le pone la mano sobre el hombro y le comenta que su
padre ya anda con otra vieja, o que su padre sigue tomando, o que su
padre no le da dinero, etc. El joven termina odiando al padre mientras la
madre en medio de sus sollozos sonríe –interna, casi inconcientemente–
por “su triunfo”: Se vengó del marido a costa de embarrarle mierda a su
hijo.
En un escenario menos trágico pero más cotidiano, no necesa-
riamente existe una guerra abierta entre papá y mamá. La no agresión no
significa paz y armonía. El distanciamiento, el silencio, el sarcasmo, los
comentarios casi imperceptiblemente agresivos o el simple alejamiento
afectivo son también formas de intercambiar rechazo entre los padres
que los hijos finalmente perciben y “cargan en sus espaldas”.
Rosario Chávez y Sergio Michel 18

Los padres de corazón grande y conciencia chiquita suelen creer


inocentemente en el poder absoluto de la buena intención y del “amor
romántico”; Con frecuencia se preparan en escuelas técnicas,
universidades y centros de capacitación para el trabajo a fin de adquirir
herramientas para su vida laboral. Algunos de estos padres leen libros y
hasta asisten a conferencias y cursos pero con muy raras excepciones
están dispuestos a invertir algo más que esporádicas acciones en
desarrollar con disciplina su conciencia. Eso de “disciplinar y promover
su conciencia” suena extraño y hasta esotérico; no tiene nada que ver con
la educación de sus hijos; de plano no entra en sus planes pues “siempre
hay cosas más importantes o urgentes que hacer”.
Quieren ser mejores pero con pura buena intención. Estos padres de
buena voluntad y conciencia pequeña fomentan muy a su pesar
ambientes familiares con una calidad de “convivencia” no solamente
deficiente sino a menudo de plano destructiva, tanto que a veces
parecería preferible mejor no promover relación alguna. Con la bandera
de la buena intención, de hacer lo mejor por los hijos, muchos padres
caen en “la educación del demasiado”; Según les fue en la vida de pronto
son demasiado estrictos o suaves, demasiado disciplinadores o
consecuentes, demasiado preocupados o protectores, etc.; No se dan
cuenta –aunque para el resto del mundo sea más que evidente– que a
pesar de lo bien intencionado,“el demasiado” en cualquier dirección es
contraproducente. Tampoco tienen la más remota idea de que para
reconocer su propio demasiado es necesario mirar no hacia fuera, sino
hacia adentro. Así, mientras más, estos padres, prisioneros y a la vez
ignorantes de sus propios demasiados– tratan de cambiar y mejorar a sus
hijos, no sólo fracasan en sus intentos de ayudarlos a crecer sino que
deterioran cada vez más la relación con ellos. Las intenciones suelen ser
buenas, pero las formas son pobres. La buena intención ya no es
suficiente. Un padre que, por ejemplo, cuando niño sufrió acoso sexual,
generalmente presenta una de dos posibilidades: Estará condenado, como
ya se mencionó, a repetir con otros niños el mismo patrón de acoso que
en su momento tanto lo lastimó o, por el contrario, tratará demasiado de
proteger de posibles agresiones y peligros a su hija la cual terminará
siendo una niña sobreprotegida e insegura ante la vida y por lo tanto,
paradójicamente, más expuesta a algún tipo de hostigamiento.
19 Los Caminos del Diálogo

Un papá que vivió privaciones –y sabe que su única manera de


sobrevivir fue el trabajo duro– será probablemente estricto con su hijo y
no escatimará en usar agresiones físicas o psicológicas, claro con la
buena intención de que el niño aprenda algo útil. Otro padre que fue
golpeado o agredido verbalmente elegirá una de dos opciones: O
agredirá demasiado a sus hijos o por el contrario no se atreverá a
ponerles reglas razonables ni siquiera a interpelarlos “porque pueden
sufrir demasiado como yo sufrí”. Los “demasiados”, dan lugar a patrones
de relación extremos y obsoletos. Ser demasiado estricto o demasiado
blando se originan por igual en heridas o experiencias del pasado que el
padre jamás será capaz de reconocer y menos de liberarse de su carga si
no voltea hacia adentro justo en esos momentos en los que está
experimentando un sentimiento perturbador.
Reconocer, compartir y explorar en un ambiente de respeto –como
se verá más adelante– estos momentos de “sentimiento fuerte” es uno de
los recursos más poderosos para crecer en la conciencia; para deshacer
los nudos de tantas “lealtades invisibles” y de tantos patrones
destructivos en las relaciones familiares. En los próximos capítulos
describimos y elaboraremos más sobre los elementos de este proceso; los
cómos de la creación de espacios protegidos para crecer en el diálogo.

Las relaciones cotidianas

Independientemente de la existencia de conflictos en la familia


resulta trágico que el reducidísimo espacio disponible aun a los padres
bien intencionados para “convivir” con sus hijos, sea totalmente
desperdiciado con intervenciones interpersonales totalmente irrelevantes
y pobres.
— Ya llegué
—¿Donde andabas?
—En casa de Chepe
—¿Quienes más fueron?
—Los de siempre
—¿Que hicieron?
—Lo mismo
—¿Como se la pasaron?
Rosario Chávez y Sergio Michel 20

—Equis
—Ta bueno
—Nos vemos.
El factor económico también interviene en el deterioro de las
relaciones. Con frecuencia observamos una carencia creciente de tiempo
en las familias donde ambos padres tienen que trabajar para aportar al
sustento del hogar y para mantener con gran esfuerzo “un nivel de vida”
siempre insuficiente. A veces con un gran esfuerzo, robando tiempo a
sus apretados horarios, un padre o un esposo logra dedicarle a su hijo o a
su pareja cinco minutos, media hora o excepcionalmente toda una tarde a
la semana y, sin embargo, el tiempo cronológico invertido en “los
tiempos libres” resulta ser, con honrosas excepciones, un espacio
conflictivo, tenso, frío o en el mejor de los casos simplemente insípido y
poco estimulante.
Algunas familias y parejas “afortunadas” a lo más que llegan cuando
disponen de unas vacaciones o fines de semana para convivir de manera
agradable y constructiva, es a ver algún programa o película juntos o a la
distracción del juego: Juegan a las cartas, al dominó, a la pelota, al
turista, etc. Desde luego que el juego tiene su parte atractiva y divertida.
El juego tiene ciertamente la función de compartir momentos agradables
y fomenta la interacción social. Sin embargo, el juego y la distracción
también en ocasiones sólo sirven para matar el tiempo o hacerlo
transcurrir sin demasiado aburrimiento. El juego y la distracción con
frecuencia fungen como el único recurso disponible de convivencia y
funciona en lugar de, no además del diálogo. La gente que sólo sabe
jugar y distraerse, en el fondo tal vez tiene miedo de abrirse y arriesgarse
y entonces, por decirlo metafóricamente, eligen la joyería de fantasía, las
perlitas de plástico en lugar del regalo de los diamantes; Toman las
migajas y renuncian al banquete de compartir experiencias significativas,
de conocerse, de sanar resentimientos, de perdonarse, de acercarse y
estrechar lazos, de aprender y crecer en las diferencias y de tantas
experiencias gratificantes que se dan naturalmente al calor estimulante
del diálogo.

¡Cada familia tiene derecho al banquete grande de la vida, al


pastel completo… y no nada más a las migajas!
21 Los Caminos del Diálogo

El grupo musical de promoción humana “Viva la Gente” cantaba el


siglo pasado en una de las estrofas de su tema musical: ...las cosas son
importantes pero la gente lo es más. Con frecuencia los padres atrapados
en su exceso de trabajo, en sus propios aprendizajes dolorosos y
obsoletos, en su incapacidad para escuchar, en sus exigencias e
inseguridades llegan, a pesar de todo su amor y buena intención, a
enviar un mensaje contradictorio a sus hijos –o a sus parejas–: “Las
cosas son más importantes que tú”. Muchos hijos, a través de toda su
vida, pueden contar con los dedos de una sola mano las veces que han
experimentado un momento de cercanía e intimidad con sus padres, es
decir, una verdadera experiencia de comunicación humana cuya lectura
implícita es: soy importante, soy aceptado, soy querido, soy profunda-
mente entendido. De estos de por sí escasos momentos valiosos, la
mayoría suelen ocurrir solamente en crisis dolorosas o en la cercanía de
la muerte cuando ante la inminencia del ultimo día hay finalmente una
disposición para expresar, para escuchar, para perdonar y para pedir
perdón. Es triste tal escasez de momentos significativos al interior de las
familias. Inclusive en ocasiones ni siquiera al final de la vida se da el
espacio para cerrar asuntos inconclusos; para sanar heridas añejas, para
la reconciliación. Todo un campo de aplicación terapéutica, de hecho, se
ha desarrollado recientemente alrededor de esta cuestión: La Tanatología
(el arte de despedirse y de cerrar ciclos para el bienmorir).
Los padres pues –en función de su propio estilo e historia personal,
en función de sus propios aprendizajes cuando fungieron como hijos– no
hacen otra cosa que desaprovechar, exactamente igual que sus padres lo
hicieron con ellos, las escasas oportunidades de “convivencia familiar”
que se presentan. En lugar de construir espacios de calidad y desarrollo
humano, es decir en lugar de escuchar, cuando llega el tiempo de
hacerlo, de manera respetuosa estimulante y cálida, se dedican
alegremente, y con la mejor intención, a persuadir a fiscalizar,
cuestionar, dar regaños, invalidar, sermonear, aconsejar, criticar y a
ofrecer sugerencias y cátedras profusas contundentes y eruditas acerca de
diversos temas.
Al igual que lo hacen sistemáticamente muchas parejas entre sí, los
padres sin ser plenamente concientes de ello, transmiten desconfianza a
Rosario Chávez y Sergio Michel 22

través de su manera de “no escuchar” es decir a través de sus interroga-


torios fiscalizadores y de otras muchas y variadas formas naturales y
cotidianas de bloquear la comunicación interpersonal de calidad. Lo
paradójico de este tipo de respuestas es que aunque de manera verbal,
como es el caso de las preguntas, se transmita una invitación a expresar y
dialogar con libertad, la forma de hacerlo transmite exactamente lo
contrario; “no expreses, no sientas, no seas”. Cuando una persona
expresa un sentimiento positivo o negativo o una preocupación cualquie-
ra, y a cambio recibe un consejo, una crítica un sermón, una pregunta
para distraer, etc.– es como si le dijeran “en este momento tus
sentimientos no son importantes”. Hay esposos, esposas, padres que se
quejan amargamente de que el “otro” no comparte nada, que está casi
mudo, sin embargo si se pudieran grabar –ojala lo pudieran hacer– se
darían cuenta con horror que la última vez que el o ella intentó expresar
es que no me quieres; quieres más a mi hermana que a mi;, me siento
decepciona, etc., les salió el cobre de la no escucha, ofrecieron de todo
menos “el regalo” de un humilde platícame más de eso para entenderte
seguido de un maravilloso si-len-cio acogedor para permitir que el otro
termine de expresar lo que siente, no lo que “debería de sentir”.
Si pudieran gravarse y observarse podrían ver con claridad no sólo
un lado de la moneda: el hecho que el otro no habla sino también el
reverso interior: cuando el eventualmente lo ha hecho yo no lo escucho.
Este libro no pretende disuadir a nadie sobre las virtudes de la
tenacidad, el conocimiento, el trabajo arduo, la disciplina, la organiza-
ción, la negociación y otros recursos variados e importantes para el
desarrollo de la familia y la obtención de logros materiales, académicos,
etc. El reconocimiento y la adquisición no depredadora del medio
ambiente de bienes materiales puede ciertamente contribuir a una vida de
mayor calidad pero, no nos podemos engañar: Es más factible acceder a
una vida de calidad sustentada en una buena y estimulante relación
interpersonal aunque con condiciones económicas modestas, que con
grandes recursos económicos y una pobre comunicación y conciencia
personal.
En este libro nos proponemos como objetivo invitar al lector a poner
su disciplina, su tenacidad, su disposición –su corazón– en aras de
construir relaciones de calidad. En otras palabras, estamos presentando
23 Los Caminos del Diálogo

una propuesta básica y de un alto potencial de impacto para desarrollar


de manera sistemática y viable espacios de interacción estimulantes,
significativos y enriquecedores al seno de la familia –dentro del espíritu
del diálogo, de la comprensión y de la expresión honesta de necesidades
(ver Lafarga 1976; D. Bohm, 1994, Rosemberg, 2002). Aunque no
tratamos de manera explicita en esta obra temas como la negociación, la
disciplina, los valores, la responsabidad, etc., creemos que el diálogo es
como diría Bergson el Elain o impulso vital de la evolución de la
conciencia y de las personas y de las sociedades.
Para Gabriel Marcel el “vacío existencial” tan presente en la
sociedad es precisamente una de las consecuencias de estar orientada al
tener –en contraste con la orientación al ser-- de los seres humanos. Gary
Foreman ha sostenido que existe en nuestras sociedades una epidemia
caracterizada por la búsqueda crónicamente insatisfecha de tener más y
más. Este mal social llamado “Afluencia” representa una verdadera
adicción que todo lo consume con graves síntomas como la soledad,
deudas en constante aumento, periodos más y más largos de trabajo,
contaminación ambiental, conflictos familiares y un consumismo y
comercialismo frenéticos.
La calidad de vida pues, no es un producto natural de la acumula-
ción cualquiera que ésta sea: de bienes, de prestigio, de poder, de
conocimientos, de grados académicos etc.; La vida de calidad –a pesar y
en contra de todo lo enseñado en nuestra cultura “del tener”– se
construye con el trabajo interior; con el desarrollo de la conciencia, de la
capacidad de auto observarse y de la capacidad de aprovechar, de
disfrutar, y de vivir en comunidad experiencias cotidianas “en el
presente”. Una relación de calidad no es el fruto natural del amor
romántico con el que llegan tantas parejas al matrimonio para, al cabo de
unos pocos meses o años, descubrirse decepcionados, frustrados,
engañados. El amor romántico, como sentimiento, desde luego que es
hermoso, tierno e incluso deseable sobre todo al inicio de la construcción
de una relación de calidad; pero no es en lo absoluto suficiente. Una
relación de calidad requiere mucho más que una buena intención, una
"buena química” o un estado de enamoramiento inicial. La historia de
las familias está plagada de ejemplos de parejas enamoradas que al
cabo de los años parecen deteriorarse irremediablemente.
Rosario Chávez y Sergio Michel 24

Una relación de calidad sólo puede cultivarse en el interior de la


familia cuando existe disposición para establecer con regularidad
espacios de intimidad, de confianza y de respeto, es decir, espacios de
libertad para expresar y de genuino interés para escuchar. Estos dos
elementos: escuchar y expresar son básicos e imprescindibles, como lo
veremos más adelante en cualquier relación de calidad tanto en tiempos
de paz y armonía como los tiempos de crisis y desacuerdos. Desafortu-
nadamente, tanto escuchar como expresar son elementos muy
escasamente promovidos al interior de “la comunidad familiar”
tradicional.
La capacidad de una familia para establecer relaciones estimulantes
o en contraparte, pobres, deterioradas y destructivas, determina de
manera importantísima la calidad de vida de cada uno de sus miembros.
En este libro, nos concentramos especialmente en explorar las
condiciones para promover ambientes de calidad en la familia. Reitera-
mos pues nuestra propuesta: Sin renunciar a mejorar –de manera
sustentable– nuestras condiciones materiales necesitamos construir con
urgencia ¡ya! espacios protegidos de diálogo donde las personas dejen
de destruirse y comiencen a crecer al calor de relaciones constructivas.

ADVERTENCIA: Sólo si el lector está dispuesto a recorrer el


camino, con consistencia, con disciplina y con compromiso, este libro
¡desde luego! le ofrece la posibilidad real de establecer con su pareja y
familia, una relación estimulante, de calidad y sobretodo promotora del
ser humano. Sin embargo, si el lector está permanentemente ocupado en
cosas más “importantes y urgentes”; si no está dispuesto a invertir de
manera sistemática un espacio semanal o por lo menos quincenal para
ejercitar la comunicación constructiva al interior de su relación de pareja
y de familia, le aconsejamos amistosamente que no pierda su precioso
tiempo ni gaste su dinero en la obtención de este material ni en la
búsqueda de espacios de desarrollo a través del diálogo o cosas
parecidas. Los cambios no ocurren de manera mágica. Le recomendamos
que siga con su vida conyugal y acepte con cristiana resignación el
intercambio más o menos frecuente de reclamos, manipulaciones,
mentirillas, resentimientos, distanciamientos emocionales, agresiones de
diversos tipos –incluida la ley del hielo, el enfriamiento sexual, el
25 Los Caminos del Diálogo

sarcasmo, las indirectas, la descalificación, las invasiones “metiches” a la


privacidad del otro– y otras tantas formas de convivir perfectamente
habituales entre las parejas comunes y corrientes de este mundo. La
mayoría de las parejas finalmente son “comunes y corrientes” y usted,
lector, ciertamente no tiene la obligación de ser ni menos común ni
menos corriente que el resto de la población. Después de todo el término
“normal” viene de “norma” que en el lenguaje estadístico el término se
refiere a ese rasgo presente en la mayor parte de la gente.
Es posible asimismo que el candidato a lector de esta obra sea una
persona verdaderamente capaz y preparada y conozca de física quántica,
de negocios, de finanzas, de medicina molecular, de filosofía, de
postmodernismo, de literatura contemporánea, de agricultura, de
informática, de mecánica, de arte, etc., etc., etc., sin embargo, si la
soberbia lo ha intoxicado y le impide reconocer su incapacidad para
relacionarse con sus seres queridos con cercanía, con calidez, con
respeto, es decir, con un mínimo de calidad y de paz interior, entonces –
si no es capaz de reconocer sus limitaciones– no tiene nada que aprender
porque para hacerlo se requiere de humildad para aceptar que existen
detrás de los errores verdaderas áreas de oportunidad. O tal vez este libro
tampoco sea para usted –independientemente de sus pocos o muchos
años de escuela formal-- si está aferrado a eso que aprendió muy en el
fondo y en algún período de su infancia: que una relación de calidad es
un lujo al que usted no tiene acceso ni derecho …y lo que uno cree con
convicción dogmática, como una declaración sagrada e intocable, se
convierte en realidad. Finalmente tampoco este material es para el lector
que no está dispuesto a revisar y cuestionar esa creencia profunda que
supone, el amor es cuestión de una cierta atracción que “se siente o no
se siente” pero no se puede forzar. Este no es un libro para quien cree
que irremediablemente a veces “por esas extrañas cosas de la vida” el
amor se acaba y entonces ya no hay más que hacer excepto buscar nueva
pareja con la cual volver a sentir por un tiempo esas mariposas del
enamoramiento en el estómago. Nosotros cuestionamos esta posición.
Creemos que ciertamente el amor se acaba y se va muriendo pero ello
no es algo mágico o fatal; ni se debe a que así son los hombres… y las
mujeres. Usualmente el amor se acaba cuando ocurre algo muy concreto
Rosario Chávez y Sergio Michel 26

y observable –algo de lo que la pareja es responsable–: dejar de atreverse


a expresar con honestidad y a escuchar con respeto y empatía.
Así pues, tener una pobre relación de pareja con su correspondiente
pobre capacidad de diálogo es algo, por desgracia, absolutamente normal
en los cinco continentes; algo que usted puede experimentar como
ciudadano del mundo– sin sentirse bicho extraño. Si éste es su caso pues
le recomendamos darle servicio de mantenimiento a su auto –cada cinco
o quince mil kilómetros más o menos– a su casa hay que cambiarle
llaves o empaques cuando empiecen a gotear, a la azotea
impermeabilizante, etc., etc. ¡Por favor! déle mantenimiento a sus
variadas pertenencias; a su bicicleta o a su moto pero no a su relación.
Después de todo, una relación común y sobre todo corriente no necesita
de gran cosa para seguir siendo como es.
Si el lector, por otro lado, de verdad quiere construir nuevas
realidades; si está dispuesto a invertir de manera consistente, es decir
disciplinadamente, un tiempo y una serie de recursos que ya
describiremos más adelante, para construir y para darle mantenimiento a
su relación, entonces este libro es para él-ella.
Al escribir este libro, entendemos que cada historia es diferente;
sabemos que cada miembro de la pareja –lo reconozca o no– tiene sus
propias heridas y aprendizajes producto de su historia. Estos aprendizajes
–que dan forma a las distintas maneras de experimentar el mundo– se
repiten y en algún nivel de la conciencia siguen vigentes aunque ya no
sirvan, aunque ya no resulten útiles como tal vez lo fueron en el pasado.
Aprendió el padre de familia en su infancia, por ejemplo: a desconfiar, a
hacerse el fuerte, a no expresar sentimientos y quedarse callado, a
esperar a que el otro adivine, a esperar el abandono, a auto-exigirse de
manera brutal o sutil, a culparse de todo, a competir entre hermanos, a
experimentar celos, inseguridades, a controlar al otro –por su bien, desde
luego–, etc., etc. En este libro no negamos ni minimizamos dichas
huellas de la historia personal; por el contrario, proponemos el
establecimiento de condiciones para que dichos elementos de la historia
personal –que se manifiestan en el presente a través de los sentimientos–
puedan expresarse con apertura y honestidad en la forma y momento
adecuado. Cuando el intercambio de sentimientos “difíciles” se
27 Los Caminos del Diálogo

desarrolla en un espacio protegido de diálogo3; entonces su expresión


se transforma verdaderamente en un maravilloso elemento de
acercamiento, de crecimiento mutuo y en ocasiones de sanación de viejas
heridas, en lugar de lo que en la vida de la pareja a través de
generaciones y generaciones ha llegado a representar: un preámbulo para
el distanciamiento y la ruptura.
En este libro encontrará el lector, pautas que le pueden ser de gran
utilidad de manera que un día, después de andar el camino aquí
propuesto, pueda identificarse plenamente con el testimonio de un
“graduado” de los espacios protegidos:

“Por mucho tiempo estuve convencido que hablar de ciertos temas


resultaba peor para la relación; cada vez que los tocábamos, salíamos
más lastimados, más alejados. Durante mucho tiempo preferí evitarlos,
al grado de que a veces nomás me paraba de la silla y me iba;
Simplemente le decía todo indignado “si vas a volver con tu mismo tema
de siempre, mejor me voy”. Y me largaba sin importar dejar toda
trabada a mi pareja. Mi relación, cuando “estaba bien” era pobre y
distante; cuando estaba mal era francamente dolorosa y hasta violenta:
en cualquier momento inevitablemente podía alguno de los dos decir,
hacer o dejar de hacer algo que nos disparaba una pequeña o gran
crisis y al final sólo nos quedaba, una vez más, el sabor de la amargura
y la impotencia.
Nos asomamos la principio con escepticismo a esto del espacio
protegido del diálogo; finalmente ¿que podíamos perder? ya peor no
podíamos estar. Poco a poco, sin embargo, nos pudimos escuchar y
acompañar. Aprendimos a dialogar primero en momentos cotidianos y
agradables de nuestra vida, de manera que cuando fueron llegando las
crisis, los verdaderos momentos difíciles, los temas espinosos e
incómodos –de esos que usualmente destruyen o dañan irreversiblemen-
te una relación– estábamos preparados, a pesar de la crisis, o tal vez
gracias a ella, para seguir creciendo como pareja y sentirnos, para
sorpresa nuestra, de manera natural más cercanos y a gusto el uno con

3
La propuesta metodológica de este libro “el espacio protegido del diálogo” gira
alrededor de este recurso que será descrito más adelante, especialmente en el Cap. VIII.
Rosario Chávez y Sergio Michel 28

el otro. Descubrimos algo mágico; que podíamos construir espacios


protegidos para nuestra comunicación aun en los momentos difíciles”.

En este libro reconocemos ciertamente pues los múltiples factores que


inciden en la calidad de una vida –salud, vivienda, recreación, educación,
etc–, sin embargo, elegimos concentrarnos en uno especialmente
poderoso y viable: Un recurso que tenemos a la mano todos los seres
humanos aquí y ahora; Nuestra propuesta no implica renunciar a la
búsqueda de bienestar económico y material y, sin embargo, no está
supeditado a conseguir algo de afuera “para yo ser feliz”. Si alguien,
motivado por alguna lectura de moda, quiere dejar de ser un padre pobre
para convertirse en padre rico; está perfecto. Esta invitación, sin
embargo, va en otra dirección, se refiere más bien a la riqueza interior a
través de la calidad de relación; Algo poderoso y simple; ambicioso y a
la vez tan viable, tan difícil y a la vez tan posible que cualquier persona,
familia o pareja pueden iniciar independientemente de su actual situación
social y financiera; independientemente de si son padres pobres o ricos,
si están en crisis o en armonía temporal, si tienen hijos pequeños o
grandes, si están empezando o terminando el ciclo de la vida, si tienen o
no casa propia, si son gordos o flacos, conservadores o liberales, leídos o
rústicos, cristianos, budistas o musulmanes. Proponemos una experiencia
de impacto que ¡sí depende! de cada persona y familia; que puede
iniciarse, no mañana que algunas cosas se arreglen, sino hoy mismo.
Invitamos al lector a través de la lectura de las siguientes páginas a un
proceso de desarrollo de su persona y su conciencia; a la construcción de
“sistemas inteligentes”. Lo retamos a hacer un viaje por los estimulantes
y sanadores espacios protegidos del diálogo.

Distribución del Contenido.

Presentamos en este libro siete capítulos referentes al desarrollo de


una comunicación facilitadora: Los dos primeros se refieren a las
competencias básicas –escuchar y expresar– que a pesar de ser
ampliamente referidas por múltiples autores especialistas en
comunicación interpersonal y ser supuestamente conocidas por cualquier
persona común, en realidad son raramente –muy raramente– entendidas
29 Los Caminos del Diálogo

y manejadas en su significado más profundo al interior de una relación


“común y corriente”. Los cinco siguientes, vinculan las competencias
básicas con el desarrollo o subdesarrollo de la conciencia personal. En
ellos se exploran recursos o limitaciones internos que facilitan,
dificultan, matizan la práctica del diálogo y del “antidiálogo” en sus
múltiples versiones. El lector está invitado a explorar siete temas, todos
interconectados que nos permiten explorar diferentes perspectivas de la
comunicación interpersonal en la familia. Finalmente el último capítulo
está pensado como una recapitulación, pero también como el momento
del cómo. El capitulo VIII es también para aquellos lectores más
impacientes con deseos de ir directo al grano y probar través de su propia
experiencia si este recurso es verdaderamente tan “humildemente
poderoso” como se pregona. Para ellos es una invitación y un reto, no
basta leerlo hay que probar con alguien cercano la experiencia deliciosa
de los espacios protegidos del diálogo. No crean todo lo que decimos
pero dense la oportunidad por lo menos de una práctica… y después
decidan si vale la pena.
El libro todo aunque construye sobre lo básico de la comunicación
interpersonal, representa el proceso de cambio de de paradigma de dos
terapeutas, los autores, cuyo proceso nos ha llevado a pasar de la terapia
individual que aunque seguimos practicando con vocación, sabemos, es
totalmente insuficiente si aspiramos a dejar una huella mayor en la
sociedad. En nuestro formación académica por ejemplo aprendimos que
cualquier “terapia seria” no puede hacerse con los parientes cercanos,
que un hijo no pude dar terapia a su madre ni un esposo a su esposa ni un
hermano a su hermana. En un sentido y en un rango de aplicación esto es
cierto sólo relativamente. En otro nivel, independientemente del nombre
que le demos a este proceso, hemos constatado, un verdaderamente
insospechado potencial de sanación y crecimiento dentro de la pareja y
de la relación familiar cuando se respetan las condiciones mínimas para
el diálogo protegido descritas en el capitulo VIII. Este efecto sanador lo
hemos también verificado en los salones de clase cuando por ejemplo
algún maestro, inicialmente de conciencia pequeña y limitada como
cualquier otro poblador de nuestro sistema educativo, pone en práctica
Rosario Chávez y Sergio Michel 30

los Círculos de Aprendizaje Interpersonal4 y después de un par de meses


cuando regresamos a visitar su comunidad encontramos una
transformación de conciencia gradual; un cambio en la manera de ver el
mundo, de percibir a los demás y a sí mismo. Eventualmente estos
maestros, en proceso de transformación a través del diálogo sostenido
con sus alumnos, dejan de sentirse víctimas indefensas de las
condiciones de carencia circundante y comienzan a ser cada vez más
protagonistas que independientemente de las contradicciones del sistema
pueden comenzar a hacer la diferencia ahí donde están.

Los ocho temas tratados en el libro son los siguientes:


1.
2. La capacidad de entrar al mundo del otro (escuchar
experiencialmente, es decir, de manera empática a través de
reconocer y reflejar sentimientos).
3. La capacidad de expresarse de manera clara, directa y
personal también conocida como comunicación asertiva.
4. El Funcionamiento automático y adictivo
5. La dimensión básica del auto-conocimiento o conciencia.
6. Presencia de asuntos inconclusos y resentimientos no
expresados.
7. Triangulación.
8. El pasaje o tránsito a la acción, es decir: “Lo que no se habla
se actúa”
9. La alternativa: El diálogo en espacio protegido y el lenguaje
experiencial.

El libro, en resumen, considera el potencial de la familia como un


sistema inteligente y autorregulable, en proceso de crecimiento
continuo. En esta obra proponemos un camino alternativo que
contrasta, como ya lo hemos mencionado, con la función tristemente
típica de la familia, más bien y a pesar de las buenas intenciones y
excepciones, como la perpetuadora de conductas disfuncionales,
4
En el libro El Maestro Faciltador se elabora sobre este recurso de aplicación escolar
como precursor de los espacios protegidos del diálogo S. Michel y R. Chávez, Ed.
Cipremex 2004)
31 Los Caminos del Diálogo

heredera y transmisora de experiencias traumáticas, pobre


autoestima y comunicación deficiente. Este libro plantea las dos
opciones posibles que los padres de familia tienen entre sí y para sus
hijos: O facilitan y contribuyen a formar mejores personas o
contagian de sus carencias, heridas y miedos a quienes tienen cerca
de pesar de todo su “amor”.
En esta obra, finalmente, nos referimos con mayor frecuencia a
las relaciones familiares, sin embargo, aunque el contexto es
mayormente de pareja, la propuesta es aplicable en general a la
construcción de relaciones significativas en diferentes contextos
(entre padres e hijos, hermanos, socios, amigos, etc.)
Rosario Chávez y Sergio Michel 32

I.- ENTRAR AL MUNDO DEL OTRO.


Uno de los pioneros más destacados en el ámbito de la psicoterapia
y de la Psicología Humanista, Carl Rogers, estudió a mediados del siglo
XX un recurso de gran valor y vigencia para el mundo de la
psicoterapia actual. Las investigaciones de Rogers sobre las
condiciones necesarias y suficientes para el cambio constructivo de la
personalidad establecen que cuando tres elementos básicos –congruen-
cia, empatía y aceptación incondicional– están presentes con un
mínimo de consistencia en una relación, se estimula un cambio positivo
(ver Lafarga & Gómez del Campo 1978, 1986). La promoción de
dichas condiciones en el campo de la psicoterapia dio a Rogers
renombre mundial como líder en la ciencia y arte de promover el
cambio a través de un recurso poderoso y sencillo a la vez: la creación
de un clima de seguridad psicológica. Marshall Rosemberg, autor y
líder mundial en el área de la comunicación no violenta, y Juan
Lafarga, promotor y pionero del Desarrollo Humano en México, son
sólo dos ejemplos de impacto de Rogers en el surgimiento de la
segunda generación de formadores del dialogo con conciencia social.
La psicoterapia de Rogers, de hecho, consiste en un ejercicio básico,
eficaz y humilde. Sesión tras sesión el terapeuta no hace otra cosa más
que escuchar; su atención completa está puesta en la experiencia de la
persona. A lo largo de todo el proceso, el terapeuta se limita a
reproducir lo que escucha, es decir, a ofrecer una especie de eco de la
experiencia del otro. No hay consejos, no hay juicios, no hay
interpretaciones, ni siquiera hay preguntas. El terapeuta graduado en
este modelo llamado “Centrado en la persona” se limita a hacer algo
poderosamente humilde: acompaña la experiencia del paciente quien
poco a poco, al reconocer sus sentimientos y necesidades, va aclarando
y encontrando su propio camino, sus propias soluciones. La persona va
develando dentro de sí, respuestas; va descubriendo mayor armonía,
aceptación e integración personal. El recurso básico utilizado en el
proceso de escuchar es el “Reflejo” –término utilizado por Carl Rogers
en su terapia de la empatía. Autores diversos dentro y fuera de la
psicología humanista como Kohut, Gendlin, Rimm, etc., han
33 Los Caminos del Diálogo

reconocido por igual la importancia básica de la empatía en el trabajo


terapéutico. Más recientemente Mahrer (1997) ha utilizado el término
escuchar experiencial para ir “dos pasos más allá de la empatía” y
resonar aún más con el mundo del otro.
Cuando un adolescente llega a su primera sesión de terapia
“centrada en la persona”, agobiado por algún problema propio de su
edad, de manera gradual e imperceptible cada vez que expresa algo –
que en otro contexto sería cuestionado, censurado, criticado o
simplemente recibido con un bonito y bien intencionado consejo o
pequeño sermón– de pronto se encuentre ante una inesperada respuesta
de escucha empática. El joven recibe una respuesta de aceptación y
reconocimiento a su experiencia no importa si expresa un sentimiento
positivo o negativo, claro o confuso, maduro o inmaduro; razonable o
irracional –“Odio la escuela; a la maestra Teresa; no soporto a mi
mamá, a mi hermana, todo mundo me rechaza, no me gusta que
critiquen a mi amigo Juan, mi novio es el único que me entiende, etc.,
etc.– El reflejo no transmite aprobación ni tampoco censura,
simplemente aceptación incondicional.
Al final de su sesión de terapia el joven “X” es capaz
sorpresivamente de expresar sentimientos difíciles; de abrir su corazón
con ese previamente desconocido que se limita simplemente a tratar de
entender y se abstiene de juzgar. Cuando el terapeuta al final de la
sesión pregunta:
—¿De esto has podido platicar con tu padre o con tu madre?
—¡Claro que no! –responde el joven– cuando intento hablar de
esto, me critican o me sermonean, y mejor me callo, mejor “les doy el
avión”; “de estas cosas no se puede hablar con ellos”. A mi mamá no le
gusta mi novio, a mi papá no le gusta mi música, mis amigos, etc. Mi
papá el otro día me dijo muy serio a ver “mijito” dime con confianza
que te molesta de mí, yo al principio le dije que nada pero luego me
insistió y me insistió y pues me animé a decirle “me molesta que
prefieras a mi hermana, y le des tantos privilegios”. Él, antes de cinco
segundos de yo haber empezado a hablar, me interrumpió me dijo que
no era cierto, que no era justo que yo pensara así, que a los dos nos
ofrecía los mismos premios pero yo los desaprovechaba con mi flojera
y mi irresponsabilidad para estudiar. Lo vi como gesticulaba y hablaba
Rosario Chávez y Sergio Michel 34

y hablaba y hablaba. Después de más de veinte minutos volvió a hacer


una pausa y me volvió a preguntar ¿O no crees que tengo razón?
Entonces yo me quedé callado y alcé los hombros como diciendo no
sé… o más bien, como diciendo tú no quieres que conteste lo que yo
siento, tú quieres que conteste lo que para ti es lógico, razonable y
válido. Mis sentimientos a la mejor son inmaduros, irracionales y
pendejos, pero por lo pronto así son y tal vez me gustaría que los
entendieras antes de quererlos cambiar. A veces siento que con sus
palabras me dice habla con libertad, pero “por debajo de la mesa” –con
su manera de interrumpirme cada cinco segundos– me dice: no
expreses, no sientas lo que sientes. Cuando entonces me vuelvo a
quedar callado y respondo con un gesto, con un “equis”, con un “no sé”
o algo así. Papá entonces de nuevo se molesta y me dice: ya ves como
nunca quieres hablar; no nos tienes confianza. Siento que si hablo me
calla, y si no hablo me regaña; haga lo que haga estoy mal. Lo peor es
que ni siquiera se da cuenta de lo que sin decirme, me dice por debajo
de la mesa.
Muchas personas; brillantes profesionistas, exitosos empresarios y
comerciantes, empleados dedicados y talentosos, esposos proveedores y
padres comprometidos, casi todos, a pesar de su capacidad indiscutible
en múltiples áreas de su funcionamiento, resultan estrepitosamente
torpes; totalmente reprobados en el manejo de una de las áreas básicas
de la inteligencia emocional: la empatía –sobre todo cuando se trata de
aplicarla en el seno de la propia familia.
La respuesta de escucha empática llamada reflejo, como su
nombre lo sugiere, funciona como un espejo frente a la persona que
expresa sus sentimientos, percepciones, incongruencias, deseos,
intenciones, peticiones, puntos de vista, y hasta reclamaciones. El
espejo tiene la función de reflejar, lo que ve, de repetir los sentimientos
que se escuchan sin quitar ni agregar nada. El reflejo se mantiene fiel a
lo que la otra persona expresa. El reflejo es una de las manifestaciones
más puras de la empatía.
Para quienes prefieren una metáfora más auditiva que visual el
término propuesto para la escucha empática es “eco”. La función del
eco o reflejo está pues limitada a repetir o reflejar lo que se escucha, a
amplificar los sentimientos que a menudo se encuentran por debajo de
35 Los Caminos del Diálogo

las palabras, en los gestos, en el tono de voz, etc. Así, en el proceso de


escuchar por medio del reflejo poco a poco se van elucidando los
sentimientos experimentados con la mayor precisión posible. El reflejo
no quita ni pone, tampoco interpreta, no aprueba ni reprueba, sólo
reporta y acepta.
Al principio, sin embargo, cuando se está desarrollando la capacidad
de escuchar es posible que los eco-reflejos sean demasiado literales y
que de hecho parezcan más bien una repetición acartonada y fría, una
especie de perico repitiendo el mensaje literal del emisor. Al principio
por ejemplo cuando la adolescente expresa espontáneamente a la madre:
—La maestra de Biología es una vieja regañona e injusta
La madre contesta casi de manera literal
—Es regañona e injusta tu maestra
Gradualmente los eco-reflejos se van haciendo más sintéticos y más
sensibles especialmente a los sentimientos incluso a aquellos no
expresados verbalmente. Eventualmente la madre es capaz de responder
más bien al sentimiento que al contenido:
—¿Estás enojada con la maestra hija?
O tal vez:
—¿Realmente te molesta la maestra?
Una de las instrucciones básicas para desarrollar una verdadera
escucha facilitadora es precisamente la de centrarse especialmente en
los sentimientos –más que en el contenido literal y los detalles externos
del relato–. La escucha fracasa cuando la persona deja de estar atento a la
experiencia del otro; cuando deja de percibir y reconocer los
sentimientos de la persona –por irracionales y arbitrarios que parezcan–.
Cuando en el caso arriba mencionado el joven le dice a su padre:
—Tú siempre prefieres a mi hermana
Papá tiene ciertamente la opción de responder con la vieja y
conocida respuesta de dar argumentos lógicos, es decir de contestar en
lugar de reflejar. Por otro lado, puede intentar la alternativa inversa:
reflejar en lugar de contestar:
—Me imagino que te molesta, o tal vez te duele cuando tú sientes un
trato que no es parejo.
En dicho momento hipotético tal vez el joven por primera vez en su
vida escucha de su padre, no del terapeuta, por medio de un reflejo de
Rosario Chávez y Sergio Michel 36

sentimiento, un algo no verbal que si se pudiera traducir diría: “Por un


momento independientemente de mi opinión o percepción, respeto tus
sentimientos, sólo quiero entenderlos, no quiero cambiarte ni
convencerte de lo contrario”.
El espíritu de este mensaje, enviado a través de un eco-reflejo
empático, transmite pues respeto, aceptación y confianza; dicho
mensaje se encuentra más allá de las palabras –en algo que
metafóricamente llamamos “debajo de la mesa”– y puede también ser
traducido como: “No necesito cambiarte para quererte”.
La capacidad de escuchar de manera técnicamente apropiada como
cualquier otra habilidad, se puede adquirir a través del estudio y de la
práctica disciplinada. En relación a la habilidad de escuchar hay
suficiente material de referencia (ver PET de Gordon, Rogers, etc.,
Michel y Chávez 2002). Desgraciadamente, a pesar de la amplia
variedad de material disponible en el tema de la empatía, vivimos
inmersos en una cultura de “anti-escucha” cuyas raíces no pueden ser
removidas con solamente comprensión intelectual o dominio técnico del
reflejo empático. La cultura de la anti-escucha está más directamente
relacionada con las etapas primitivas del desarrollo de la conciencia en el
ser humano. Una conciencia subdesarrollada, también llamada primitiva
o de primer orden, es bastante común y, como ya se verá más adelante,
se caracteriza por el énfasis en querer cambiar al mundo de afuera antes
de iniciar siquiera pequeñas dosis de observación interior y
reconocimiento de los propios sentimientos, carencias, heridas, etc.
Así por ejemplo, cuando un miembro de la familia expresa cualquier
esbozo de sentimiento honesto, la respuesta automática de la contraparte
suele ser, a pesar de la buena intención: de broma –cuando no de burla–,
de crítica, de consejo, de sugerencia, de contraataque, etc. Cuando la
joven adolescente del ejemplo previo expresa su opinión y sentimientos
de incomodidad sobre la maestra de Biología, su madre puede estar
técnicamente entrenada y preparada para responder con una respuesta
empática de reflejo al sentimiento
—¿Me imagino hija que no te sientes nada bien con esa maestra
¿verdad?–.
Sin embargo, igual que en el primer caso del padre sermoneador, si
dicha madre no ha experimentado un proceso mínimo de desarrollo
37 Los Caminos del Diálogo

interior, es probable que en un instante desaparezca de su mente todo lo


aprendido e insista, sin darse cuenta, en sus viejas respuestas automáticas
–comprensibles pero finalmente bloqueadoras – de querer cambiar al
otro, de cuestionarlo, de desconfiar:
—Algo has de haber hecho
—Tienes que poner más de tu parte para no meterte en problemas
—Y ¿de verdad estudiaste?
—Todo el fin de semana no tocaste un libro.
—Ya vamos a empezar con problemas otra vez.
Así pues, una de las dificultades importantes que surgen en el
momento de tratar de poner en práctica el arte de la escucha para el
diálogo no es precisamente la falta de comprensión intelectual del
concepto de empatía. Después de todo reflejar consiste básicamente en
reproducir con la mayor precisión lo que dice el otro; Sólo parece
cuestión de echar mano de un poco de atención y de la memoria
suficiente para reproducir en forma de relejo lo recién escuchado.
Reflejar pues no requiere de complicadas operaciones ni mayores
demandas intelectuales. Sin embargo, cuando estamos frente a una
persona, especialmente cercano e importante en nuestra historia, dicha
facilidad se desvanece y aun la persona más brillante y empática se llega
a comportar como el más torpe escuchador.
Otro de los obstáculos en el proceso de escuchar, es la creencia de
considerar como sinónimos la aprobación y la aceptación. Quien escucha
verdaderamente es capaz y totalmente libre de aceptar que el otro pueda
tener sus propios sentimientos, creencias, y maneras de pensar sin que
ello implique el estar de acuerdo o aprobar. En otras palabras se puede
escuchar a alguien –y por consecuencia aceptarlo– solamente cuando
se es capaz de renunciar a cambiarlo-a. Con gran frecuencia naufragan
los intentos de diálogo cuando alguno de los miembros involucrados cae
en la tentación de deslizar inocentemente cualquiera de las llamadas
respuestas automáticas bloqueadoras RAB’s (aconsejar, sugerir,
sermonear, bromear, consolar, etc.) cuyo mensaje implícito es finalmente
“para mí es mucho más importante cambiarte que entenderte”.
Cuando el diálogo, como forma de relación, fracasa, las familias se
quedan instaladas en formas automáticas disfuncionales y pobres; Las
parejas en especial se limitan a utilizar los recursos disponibles y
Rosario Chávez y Sergio Michel 38

preferidos por las conciencias primitivas: la agresión abierta o


soterrada, verbal o física, el sarcasmo, el distanciamiento emocional,
etc. Este tipo de intercambios disfuncionales producen cotidiana e
inadvertidamente heridas cada vez más dolorosas que a su vez reducen
aún más la capacidad de escucha.

“Cuando me siento dolido, no te escucho, entonces tú te sientes


dolida al no ser escuchada y una vez más tampoco me escuchas y al tú
no escucharme yo aún menos te escucho... y así hasta el infinito en un
cuento de nunca acabar”.

Este círculo vicioso termina por asfixiar cualquier relación,


especialmente la de pareja. Entre más se siente lastimada una persona
al ser no escuchada, menos calidad de diálogo es capaz de proporcionar
y entre menos diálogo experimenta, es menos capaz de escuchar a su
vez, pues está más enredada en procesar las ofensas, roces y heridas
que inevitablemente surgen al calor de cualquier relación.
Para entender el mundo del otro no se requiere de una formación
académica como terapeuta, ni siquiera de largos y costosos
entrenamientos: se requiere simplemente de crecer como persona, y
paralelamente desarrollar una cualidad básica: escuchar con respeto.
Escuchar verdaderamente no significa complacer al otro, ni resolverle
sus problemas, no significa tampoco estar de acuerdo con su manera de
ver las cosas, ni cargar con sus problemas.

Escuchar experiencialmente significa que puedo resonar con el


otro, entrar a su mundo y entender que se sintió lastimado cuando yo
hice, dije, dejé de hacer o de decir algo; Escuchar significa asomarme
al dolor, frustración, decepción del otro, de una manera concentrada
exclusivamente en entender como se sintió –aunque ello sea totalmente
diferente a como “yo supongo que se debería de sentir”.

En otras palabras en el momento de escuchar a mi pareja, a mi hijo,


o a mi padre, es mucho más importante que intentar cambiarlo, entender
su experiencia, entrar a su mundo, ponerme en sus zapatos, imaginarme a
mí mismo vestido con sus sentimientos y sus pensamientos. ¡Sí! entender
39 Los Caminos del Diálogo

los sentimientos del otro es muchas veces más importante que conven-
cerlo de su error o sentirme culpable y defenderme.
Cuando al tratar de escuchar al otro me siento culpable, entonces
probablemente me ponga a la defensiva y no podré escuchar, pues
defenderme o justificarme es algo totalmente incompatible con escuchar.
Reiteramos: escuchar no significa ni estar de acuerdo ni cargar la culpa
del sentimiento ajeno, escuchar significa simplemente reproducir lo que
el otro expresó de manera provisional; escuchar significa entender a
alguien con inocente frescura; alguien a quien quiero descubrir y veo con
profundo interés. Cuando escucho me asomo al mundo del otro como lo
haría si fuese la primera vez que veo y escucho a dicha persona; como lo
haría ante alguien que no me ha lastimado y a quien tampoco he
lastimado; como lo haría finalmente ante quien no quiero –
verdaderamente no me interesa– cambiar. Cuando quiero cambiar al
otro a toda costa, pronto empiezo a sugerir, aconsejar, criticar, etc., y
entonces difícilmente lo escucho. Escuchar y querer cambiar al otro son
funciones incompatibles: la energía que pongo en querer cambiar al
prójimo es energía que dejo de utilizar en entenderlo y viceversa:
Cuando yo empiezo a querer cambiar al otro, ya sea abierta o sutilmente,
dejo de escuchar; y de manera complementaria cuando me concentro en
escuchar con auténtico interés, cuando estoy absorto en la experiencia
del otro, en esa medida me olvido de quererlo cambiar “por su bien”.
Al querer cambiar al otro, dejo de escucharlo y al no ser escuchado
de manera paradójica el otro experimenta más resistencia al cambio: Esta
es la tragedia de las interacciones entre conciencias primitivas: se
estimulan entre sí para no escucharse, para resistirse al cambio a fuerza
de quererse cambiar mutuamente.
Cuando puedo escuchar bien a alguien con total atención, soy capaz
de frenar provisionalmente mis bien intencionadas RAB´s (respuestas
automáticas bloqueadoras5) y entonces ambos interlocutores experimen-
tamos apertura y accedemos de manera natural a un nuevo aprendizaje.

5
Son respuestas que ocurren de manera automática y dificultan la comunicación: Regañar,
aconsejar, burlarse, discutir, cambiar de tema, etc. (la docena sucia de Thomas Gordon es
una versión de RAB´s)
Rosario Chávez y Sergio Michel 40

Cualquier experiencia iluminada y penetrada con el faro de la


escucha respetuosa y aceptante se transforma en oportunidad de
aprendizaje y crecimiento para la relación.

Escuchar puede ser un ejercicio sorprendentemente fácil sólo si


existe la disposición de asomarme al mundo del otro sin pretenderlo
cambiar durante al menos algunos humildes y poderosos minutos.
Escuchar es asomarse al mundo de alguien –aunque sea mi pareja de
toda la vida– provisionalmente “como si fuera la primera vez”, como si
nos acabáramos de conocer, como si nunca hubiésemos esperado nada,
ni nos hubiésemos lastimado, ni presionado. Durante el tiempo de
escucha es más importante captar el mundo del otro desde su realidad –
por distorsionada e irracional que me parezca– que defender la mía
propia. Escuchar por otro lado puede ser la labor más difícil si la persona
se mantiene obsesionada en cambiar al otro; si insiste en corregirlo, en
informarlo, en defenderse, en seguir viendo el mundo desde los propios
zapatos para ni siquiera provisionalmente intentar meterse en los zapatos
del otro.

Tú tienes derecho a tener expectativas acerca de mí


Tienes derecho a esperar que te ayude
O que te aplauda
O que te adivine el pensamiento

Pero lo que tú esperes de mí,


Te pertenece a ti
Y así puedo verlo
Como algo tuyo
Y como algo tuyo
Puedo aceptarlo.

Por mi parte, lo que yo puedo hacer


Es escucharte con respeto, atención y empatía
Y escucharte de esta manera
No significa una adhesión
No significa que apruebo, que estoy de acuerdo
41 Los Caminos del Diálogo

Significa algo mucho más importante


Significa que puedo entrar a tu mundo.
Y entenderlo tal como existe para ti.

R. y S Michel (Aprender a Ser Vol. I. 2002)

Con frecuencia la persona “que supuestamente escucha” no está


dispuesta internamente a “entender antes que cambiar” el dolor
emocional ajeno y entonces clasifica automáticamente cualquier
expresión de incomodidad del otro como una oportunidad para sacar a
relucir al rescatador o a la doctora “corazón interior”. En algunos casos
cuando la persona quejosa se siente compadecida o rescatada inicia
entonces el juego interior de “la pobre víctima”.

—Tú eres una gente valiosa échale ganas


—No, no es cierto, soy un estúpido, no sirvo para nada
—No es cierto
—Si es cierto
—Etc., etc.

En otras ocasiones la persona que supuestamente escucha “la


expresión emocional del otro” se siente más bien atacada, acusada,
reclamada:

—Siento que no te importo nada, ayer estuve esperando tu


llamada todo el día y nunca te dignaste llamarme como habíamos
quedado, me dijeron que te vieron con…

Internamente se desliza entonces por inercia una especie de diálogo


interior, ocupado totalmente en defenderse, en justificarse y en
contraatacar.

"Me dices estas cosas para hacerme sentir mal, o tal vez me lo
dices porque te aconseja tu mamá o tu hermana o alguna de tus amigas
controladoras y chismosas que quieren tener a sus maridos vigilados…
Rosario Chávez y Sergio Michel 42

todo lo que me expreses lo interpreto con una intención de controlarme


o de lastimarme, de meterte en mi vida, y siendo así, cualquier cosa
que me digas no me sirve para nada. Cuando tú te diriges a mí de esa
forma yo no me siento dispuesto a revisar ni mucho menos a cambiar
mi comportamiento. Por el contrario debo protegerme de ti, debo
defenderme, justificarme, contraatacar. Otras veces cuando mi estado
de ánimo se encuentre menos contestatario y rebelde entonces en
lugar de sacar la espada, optaré sentirme mal conmigo, me sentiré
basura, víctima, incomprendido, etc. ...en fin, estaré tan ocupado
escuchando mis propias vocecillas internas, tan obsesionado en la
defensa de mi ego, tan enredado en mis sentimientos de insuficiencia,
depresión, victimez o enojo, que podrá suceder cualquier cosa, menos
que yo escuche que simplemente te sientes mal y menos aún podrá
suceder que yo esté dispuesto a revisar, a reconocer, a cambiar".

La persona que escucha un reclamo suele entrar en contacto, en


algún lugar de su conciencia, con su propia experiencia de ser atacada,
exigida o tal vez humillada o lastimada en algún momento lejano o
cercano de su historia; Desde ese lugar, lleno de ruido interior, no
puede entonces percibir la expresión de un sentimiento ajeno como el
simple acto de expresión de un sentimiento; no puede hacer algo
aparentemente tan sencillo: limitarse a ofrecer un humilde acuse de
recibo, a escuchar y reflejar los sentimientos del otro y después guardar
silencio, nada más:
—Me imagino que te quedaste muy preocupada y hasta enojada,
llena de dudas, con todo lo que te dijeron durante todo ese día que no
recibiste ni una llamada mía.
Más bien responde desde la única forma automática e inevitable a
su alcance: de manera defensiva de acuerdo a sus propias voces, ruidos
y heridas. Así, desde su diálogo interno se deslizan algunas frases que
contaminan al diálogo exterior –con lo cual a su vez se estimulará más
frustración en la otra parte:
—Tú nunca confías en mí
—Ya vas a empezar
—Le crees más a la gente que a mí
—Me robaron el celular
43 Los Caminos del Diálogo

—De seguro que tu hermana te fue con ese chisme, ella cree que
todos son como su marido.
Desde dicho espacio, la pareja se encuentra de pronto tan enredada
en sus propias reacciones emocionales de “santa indignación y justa
cólera” que le resulta imposible llevar a cabo una revisión interna
honesta, un aprendizaje constructivo, un verdadero diálogo reparador.
Los sentimientos desagradables que las personas experimentan en
el transcurso de una interacción humana –una conversación, un
intercambio de miradas, etc.– tienen que ver en última instancia con su
historia, con sus propias heridas, con sus abandonos, con sus carencias,
con sus apegos6. En otras palabras, lo ofensivo, lo “fuera de contexto y
de tono” que a “ella, en la última fiesta, le pareció mi comentario”
puede ser que no tenga absolutamente nada que ver con mi intención
–de divertir, de distraer, de cambiar de canal y alejarme de temas
dolorosos o incómodos, de hacer sonreír, etc.–. Así, cuando un
miembro de la pareja expresa por ejemplo:

1. Nunca le dedicaste tiempo a nuestro hijo


2. Ya no te importo
3. Me siento deprimida
4. Extraño a mi hijo
5. Estoy enojada contigo
6. Tu hijo es un grosero, un desconsiderado
7. ¿Por qué tienes que ir a visitar a tu mamá todos los días?
8. ¿Cuanto falta para llegar?

Quien recibe el mensaje cae redondo en la tentación de contestar


pobremente con alguna respuesta “bien intencionada” de tipo RAB´s

1. Todo se te hace tan fácil, ¿y quien iba a atender el negocio


mientras yo me iba a jugar? Tú nunca ves lo bueno que sí
hago.
2. No exageres
6
La palabra apego significa pegada al ego. Cada estado interior del ego es de alguna
manera un adicto a controlar, a complacer, a demostrar, a sentirse superior con sus
sermones, etc.
Rosario Chávez y Sergio Michel 44

3. Te voy a recomendar una película muy buena


4. Es bueno que se haya ido, no te preocupes
5. ¿Y que querías que te aplaudiera cuando me perdiste mi libro?
6. También tú lo provocas
7. Está enferma y no tiene quien la visite
8. Dos horas.

El Reto del Diálogo: ¿Contestar o escuchar?

Una persona capaz de verdaderamente convertir el conflicto de


pareja en oportunidad, inclusive ante la expresión de un “reclamo”,
se dispone, como parte de un ejercicio de diálogo, a cambiarse de lugar;
a salirse provisionalmente de si mismos; a desaparecer
momentáneamente de su identidad y convertirse poderosa y
humildemente en el eco de la experiencia del otro.
El uso del reclamo es para muchas parejas la única forma conocida
de expresar sentimientos guardados. Cuando así ocurre, el efecto es
más que apertura, resistencia al cambio. El reclamo es percibido como
un ataque personal, y no como una maravillosa oportunidad de
crecimiento. La persona entonces reacciona de manera automática y
poco facilitadora:
“Ya empezaste a quejarte, ya comenzaron los reclamos” es una
expresión interna que surge de quien comienza a oír expresiones de
incomodidad por parte de su pareja (llegas tarde, no me tomas en
cuenta, cuidas más a los demás que a mí, tus amigos, amigas son unos
tales por cuales, etc.).
Con frecuencia la manera, el momento y el tono usado al expresar
molestias no son, como lo veremos más adelante, de lo más adecuado y
facilitador, sin embargo, –independientemente de la manera pobre y
limitada utilizada para expresar experiencias generalmente de origen
añejo– una gran dificultad para el diálogo reside básicamente en la
incapacidad de escuchar los sentimientos desagradables especialmente
de las personas cercanas.
45 Los Caminos del Diálogo

Escuchar significa entender el mundo, la opinión y los


sentimientos del otro sin cargarlos o tenerse que aliar, sin sentirse
culpable, sin defenderse de ellos.

El silencio Interior

Escuchar es reconocer los sentimientos del otro –sin importar la


forma o las palabras utilizadas–; es enviar a través del humilde acuse de
recibo un mensaje poderoso e invisible de aceptación y respeto. Quien
reconoce sentimiento del otro –manifiesto o escondido– con todos sus
detalles y matices, expresa a veces en una sola frase o palabra-reflejo,
una experiencia de comprensión profunda. Para ello es necesario
permanecer en silencio no sólo exterior –el cual ocurre cuando la
persona no interrumpe y permite al otro terminar de decir su
experiencia– sino también en silencio interior, es decir con el botón en
pausa de las vocecitas, de todos los pensamientos, de todos los pericos
mentales que internamente no cesan de interrumpir el diálogo. La
Meditación Vipasanna es de hecho una práctica ancestral de silencio
interior que consiste en observar los pensamientos sin subirse a ellos.
Sí, solamente desde este espíritu de observar los pensamientos “sin
subirse a ellos” es posible un verdadero acto de escucha donde el yo
con toda su historia y prejuicios desaparece para convertirse en la
experiencia del tú. Y así, el silencio interior de pronto desplaza a todas
esas respuestas automáticas bloqueadoras que irrumpen con sus
variadas formas –criticar, aconsejar, confortar, sermonear, cuestionar,
etc.–. Quien escucha al otro no pretende convencer, explicar, razonar,
aconsejar, ni siquiera calmar. La escucha empática tiene como objetivo,
simple y llanamente, entender. Como una alternativa a las anteriores
ocho respuestas automáticas bloqueadoras, las siguientes son ejemplos
de respuestas empáticas reflejas surgidas del silencio acogedor.

1. Te hubiera gustado que yo le dedicara más tiempo a


nuestro hijo, ¿verdad?
2. Te sientes ignorada y poco importante para mí cuando
llego tan tarde?
3. Te duele?
Rosario Chávez y Sergio Michel 46

4. Te gustaría que estuviera aquí


5. Te molestó lo que dije, te sentiste ofendida ¿verdad?
6. ¿Te molesta verdaderamente su manera de hablarte?
7. ¿Te gustaría que estuviera más contigo?
8. Ya tienes hambre ¿ya estás cansado?
47 Los Caminos del Diálogo

II.- EXPRESAR
Escuchar es apenas la mitad del paquete del diálogo. La comunica-
ción constructiva sólo llega a completarse cuando se da la segunda
competencia básica para el diálogo. Además de ser buenos receptores es
necesario también ser emisores afinados o asertivos, es decir con
capacidad de expresar y compartir sentimientos, deseos y percepciones
de manera clara directa y personal. Al parafrasear el pasaje bíblico del
Eclesiastés: “Hay un tiempo para sembrar y un tiempo para cosechar...”,
se nos ocurre, con el mismo espíritu, el equivalente “bíblico de la
comunicación”: Hay un tiempo para escuchar, para reflejar, para
dar un eco para salirme de mi postura y ponerme en los zapatos del
otro... y hay también un tiempo para regresar a mí mismo; a
conectar y expresar mi experiencia interna; para sacar a la luz, para
no dejar como agua estancada que se pudre y se hace tóxica, los
sentimientos guardados: Hay un tiempo para hablar con honestidad,
claridad y “sin andar con rodeos”. Sólo pues, cuando se dan y se
respetan ambos tiempos –tiempo de hablar y tiempo de escuchar– es
posible construir el recurso central y tema de este libro que ya
elaboraremos más adelante: el espacio protegido del diálogo.
La comunicación familiar fracasa rotundamente cuando uno de los
interlocutores, en lugar de guardar silencio para escuchar, comienza a dar
su opinión. Un hijo, por ejemplo, después de algunos meses de haberse
ido de su casa un día, a pesar del trabajo que le cuesta, se anima a hablar
por teléfono con su padre y explicarle sus razones para huir de la casa.
—Papá soy José, te estoy hablando de la capital –expresa el joven
tímidamente.
—Quiero que regreses inmediatamente, esas no son maneras de
largarse, no puedes dejar la escuela así nomás tirada, no es un buen
ejemplo el que le das a tus hermanos menores –el padre lo interrumpe
atropelladamente sin dejar espacio al joven para terminar su frase.
El joven se queda callado mientras su padre deja fluir todos sus
reclamos (válidos por cierto pero expresados en el momento
Rosario Chávez y Sergio Michel 48

inoportuno7); Finalmente, después de algunos segundos de silencio, el


joven siente que en esta ocasión es inútil explicar más nada y
simplemente termina colgando el teléfono para desaparecerse por
algunos años más de la escena familiar.
De la misma importancia que el error cometido por dicho padre de
“hablar e interrumpir cuando es tiempo de escuchar”, es el error
contrario que abordamos en este capítulo: “quedarse callado cuando el
tiempo de hablar ha llegado”. El ciclo de la comunicación constructiva
se queda inconcluso cuando la persona se queda callada o espera a que
el otro le adivine lo que ella misma no ha sabido expresar con claridad.
Si bien escuchar es de gran importancia para el diálogo, no sirve de gran
cosa cuando la otra parte no está dispuesta –al llegarle el turno de
hablar– a cumplir con la parte complementaria del proceso.
Cuando la persona, en un clima de confianza, se ha arriesgado a
expresar temas difíciles (decepciones, viejos o nuevos resentimientos,
etc.) el efecto es profundamente facilitador y liberador en la medida que
la experiencia compartida se expresa de manera transparente, descriptiva
y personal. En otras palabras las heridas se empiezan a sanar y los
“asuntos inconclusos” comienzan a cerrarse cuando un miembro de la
familia puede expresar su mensaje y es capaz simplemente de reportar y
describir con honestidad y en primera persona su propia experiencia
frente a su compañero de diálogo.
Marshall Rosenberg, líder mundial en la promoción de la
“comunicación no violenta” ha enfatizado la importancia de conectar y
expresar las necesidades propias y las emociones básicas para que la
contraparte las pueda entender. Me sentí herido, me sentí lastimado, me
sentí frustrado, me sentí rechazado, etc, son formas honestas y
constructivas de iniciar un proceso de diálogo y enfrentar el conflicto. En
lugar de ello, desde nuestra conciencia primitiva, los humanos utilizamos
modalidades “más desconectadas” y disfuncionales; utilizamos la
segunda persona y atacamos; ponemos etiquetas al otro: tú eres un
desgraciado, un desconsiderado, eres un flojo, irresponsable agresivo,
deberías de haber hecho, nunca debiste haber dicho, etc. De acuerdo con
7
El momento inoportuno para expresar una molestia se puede entender en contraste con
nuestra propuesta, que en el ultimo capítulo describimos como el espacio protegido del
dialogo.
49 Los Caminos del Diálogo

Rosenberg, los conflictos surgen ante la no expresión y no satisfacción


de las necesidades particulares. Una necesidad no expresada
inevitablemente produce: depresión o agresión (Lafarga 2008).
La resolución no violenta del conflicto requiere necesariamente del
reconocimiento y la escucha respetuosa de las necesidades del otro por
incompatibles que parezcan con las mías. La expresión, formulada en
primera persona, de una necesidad no es pues algo pasado de moda ni un
asunto formal de menor importancia, es algo fundamental y facilitador
en el proceso de hacerle saber al otro lo que yo siento y lo que yo
necesito sin ser invalidado.
Cuando un miembro de la pareja deja de expresar sus sentimientos y
necesidades, aduciendo motivos de introversión, –soy callado; soy
tímido, no me gusta expresar mis sentimientos, soy seco, la última vez
que lo intenté me fue peor, etc. –la relación no solamente deja de
crecer sino comienza a deteriorarse. Con frecuencia la mujer se queja
de que su pareja es como una tapia que no expresa. Tal vez por razones
“culturales de género”, aunque no es una regla, es más común observar a
la mujer hablando demasiado y al hombre metido en su propio mundo,
callando demasiado.
Expresar “algo que la persona tiene guardado” con relación a
alguien más, recibe el nombre de retroinformación o retroalimentación.
La consigna bíblica: “Si tu hermano te ofendió no dejes que se meta el
sol sin ir a hablar con él”; o “...antes de dejar tus ofrendas al Señor
reconcíliate con tu hermano” representa el espíritu de la retroa-
limentación. Si en el idioma hebreo del antiguo testamento hubiera
existido el verbo “retroalimentar”, la cita exacta sería:

Antes de venir a mi altar a traerme flores u oraciones retroalimenta


y déjate retroalimentar por tu prójimo (Atte. Jehová).

La retroalimentación incluye lo positivo y lo negativo en el mismo


nivel de importancia. En otras palabras, es tan importante decir lo que
me molesta, como lo que me agrada del otro; Con frecuencia nos
callamos tanto los aspectos agradables como los desagradables de una
relación y así, al caer en la tentación de callarnos y guardarnos
nuestros sentimientos, al hacerlo le restamos riqueza y “salud
Rosario Chávez y Sergio Michel 50

mental” a una relación y la condenamos sin darnos cuenta a una


muerte gradual.
El decir y escuchar especialmente sentimientos desagradables –de
incomodidad, frustración, dolor etc.– puede ser una experiencia dolorosa
al interior de cualquier relación considerada importante: Sin embargo, lo
que realmente destruye una relación en el largo plazo no es tanto lo que
se habla sino lo que se calla.
En muchas ocasiones las condiciones experimentadas por una
persona para a no conectar lo que siente son poco claras. Pueden pasar
semanas sin que un miembro de la pareja –el varón probablemente–
reconozca que algo le ha incomodado. Se siente tenso irritable distante o
muy serio y sigue respondiendo “honestamente”: No tengo nada. Tal vez
sea cierto y no tiene nada pero también es posible, muy posible, que lo
que se calló ayer o anteayer lo tenga distante –y ha resultado peor el
remedio que la enfermedad–. La intención es buena –me callo para no
hacer olas, para no salir peor librado, para no incomodar a mi pareja con
temas espinosos que usualmente acaban en tragedia– pero el efecto es la
muerte gradual de la relación. Callarse y tragarse los sentimientos, pudo
haber sido aprendido y copiado directamente de los padres mudos, o a
través de la experiencia directa durante la niñez y juventud, por ejemplo,
cuando después de haber expresado algo durante un intento de diálogo
fue posteriormente sacado su comentario de contexto y utilizado como
chisme, broma, burla o reclamo.8 Es posible también que la persona en
su infancia haya vivido experiencias de violencia intrafamiliar, o
pérdidas importantes de alguno o de ambos padres de tal manera que
aprendió a sobrevivir siendo fuerte y dura: Si me pongo a llorar y a
lamentarme, si demuestro debilidad, en ese ambiente tan hostil y adverso
me va a ir peor. Ser fuertes y duros para aquellos niños en condiciones
de carencia representó en su momento tal vez un recurso desesperado; la
única forma de sobrevivir. Ahora las condiciones ya cambiaron, esos
niños de antaño ahora padres tienen hijos pequeños y sin embargo
transmiten la misma regla de ayer: “No sientas, no expreses, no hables”.
8
El reclamo es de hecho una manifestación de molestia expresada en forma de lenguaje
“tú”. Es importante hacer notar que la expresión de cualquier molestia es válida importante
y necesaria para mantener una relación saludable, sin embargo, la forma no personal es la
que resulta ser poco facilitadora del diálogo.
51 Los Caminos del Diálogo

Lo que ayer fue útil ahora ya es obsoleto y destructivo. Los padres con
incapacidad para expresar transmiten el mensaje de “es peligroso o
inapropiado hablar de ti”; Los hijos de estos modelos por su parte suelen
presentar diversos tipos de trastornos conductuales y/o psicosomáticos.
Cuando la boca no puede hablar finalmente, como se vara más adelante
en el capitulo correspondiente al actino out, el cuerpo lo hace a través de
ansiedades, depresiones, agresiones y diversos síntomas psicosomáticos.
Muchas veces gracias a la aparición de estos problemas en sus propios
hijos los padres por primera vez se ven invitados –más bien dicho
arrastrados– por la vida para revisar y cuestionar sus viejas formas de
comunicarse, es decir, sus formas de “no escucharse, ni expresarse”.

Martín y Marta

Martín era un hombre trabajador y razonablemente responsable. Era


una persona bastante parecida al resto de sus compañeros. Cuando se
trataba de hablar de sus sentimientos resultaba bastante parco, nunca
supo exactamente donde aprendió a ser de esa manera, tal vez lo apren-
dió de su padre que tampoco era muy expresivo de sus sentimientos, o tal
vez lo copió de la madre cuando los sábados al momento de desayunar le
preguntaba ¿que quieres de desayunar?. Entonces el joven respondía “no
se”, a lo que la madre agregaba una lista de posibilidades: ¿Quieres unos
huevitos revueltos o estrellados, o te hago unas quesadillas o prefieres
chilaquiles? La mamá le adivinaba el pensamiento y el niño tal vez
creció creyendo –sin saber que tenía tal creencia– que la gente que
verdaderamente lo quiere le podría y debería adivinar el pensamiento
pues después de todo parecía tan obvio, tan evidente lo que el deseaba.
El niño sólo tenía que decir “bueno está bien” cuando la mamá le
preguntaba ¿prefieres unos chilaquilitos con queso?
Un viernes al atardecer llegó Martín a su casa con ganas de
platicarle a su esposa acerca de un reconocimiento que le habían hecho
en la empresa. A las siete de la noche que él llegó, su esposa estaba de
visita con su madre. El tiempo que transcurrió hasta las ocho y media
–hora de llegada de su esposa– le pareció eterno. Ella era una mujer
cariñosa pero nunca fue entrenada como adivina profesional y por lo
tanto no tenía la menor idea de lo que había ocurrido ese día en el trabajo
Rosario Chávez y Sergio Michel 52

de Martín. Cuando llega a casa besa a su esposo y le preguntó


inocentemente:
—Hola mi amor como estás hoy ¿llegaste más temprano?
—Llegué como siempre –respondió él secamente–.
—Hablé como a las siete y media y nadie contestó
—Yo aquí estaba.
—¿Quieres cenar algo?
—No traigo hambre.
—¿Ni unas quesadillas?
—Que no traigo hambre.
Esa noche Martín se va a la cama con todo y hambre. Está tan
molesto con su mujer que no se digna aceptarle ni esas simples
quesadillas que tanto le gustan. Más tarde ya acostados, ella le busca la
mano y el la pone tiesita, ni la mueve; ella insiste y el de manera discreta
se da la vuelta. Ella después de un rato hace lo mismo.
—¿Que te pasa? –pregunta ella.
—Nada –responde él como de costumbre. .
Al otro día, el hombre sigue serio y tampoco le acepta el licuado
matutino de todos los días. Durante toda la jornada laboral Martín se la
pasa dándole vuelta en la cabeza a sus sentimientos. No se siente cómo-
do; sabe que tal vez esa noche o para el siguiente día ahora ella sea la
que esté enojada o molesta y resentida con él y entonces los dos
probablemente van a durar así unos tres cuatro o cinco días jugando al
juego de “cuando yo me acerco tú te alejas y cuando tú te acercas yo me
alejo”–hasta que probablemente alguno de los dos, sin necesidad de
hablar más del asunto, rompa la barrera del silencio y se acerque al otro
para finalmente coincidir y entonces tal vez hasta hagan el amor–. Este
patrón de juego de pronto les parece tan normal; tan inevitable, tan
cotidiano. Los días de estar contentos y cercanos son tan poquitos
durante un mes pues casi siempre algo “fuera de control” ocurre –como
ese día que justamente el llega a las siete y ella a las ocho y media–.
Parece que tal es el destino de la relación: Sólo tres o cuatro buenos días
al mes y el resto puras caras chuecas y reclamos silenciosos. Cualquier
evento puede destapar una crisis; hasta una inofensiva canción o
programa de televisión sirve de estímulo para invocar viejas heridas:
53 Los Caminos del Diálogo

—Seguro tú piensas igual que el gigoló ese de la película que hasta


se siente orgulloso de sus conquistas ¿verdad? –más de alguna vez le
preguntó Mariana a su esposo.
Esa noche, para variar, Martín llega a su casa preparando una cara
apropiada para la ocasión de marido herido por la reciente llegada tarde
de su mujer. Se imagina que al entrar a la cocina, con su esposa detrás de
él siguiendo sus pasos, dejaría sin detener la pequeña puerta tipo cantina
que divide la cocina con el comedor: “Si se pega en la cara pos ni modo,
al cabo no lleva tanta fuerza ¡se lo merece! –pensó para sus adentros de
una manera casi imperceptible–. Por una parte quiero agredirla pero si
ella me reclama yo le digo: “Hay no me fijé”. Como soy una persona
“civilizada” desde luego que no voy a reconocer que la puerta se suelta
“sin querer queriendo”.
Mientras se desarrolla de manera vagamente conciente todo este
diálogo interior; otra parte de Martín se comienza a sentir harta de jugar
ese juego y de repetir la misma respuesta “nada” cuando su mujer
preguntaba ¿Qué te pasa?
Hacía un par de semaanas que a Martín le había caído en su mano el
libro de Sara Secovich País de mentiras. Alguien lo dejó olvidado enla
peluquería y Juanito le dijo amablemente pos lleveselo si le gusta. El
realmente prefería leer el esto y las reseñas interminables de llos partidos
del domingo que daban cuenta cabal del desempeño de sus queridas
chivas rayadas. Tenía dos semanas de no leer el periodico; el libro lo
tenia atrapado. Se sentía furioso mientras lo ojeaba en sus breves
estancias en el escusado justo después de tomar su baño, de siete a siete
veinte de la mañana.
––¡Todo mundo está mal! ciertamente esa Sara Sevcovich es algo
negativa y puntillosa, pero por otro lado todo lo tiene bien documentado
la canija. El gobierno, los medios de información que solo publican men-
tiras o verdades maquilladas, los funcionarios públicos, el IMSS, el PRI,
el PAN, el PRD, la Iglesia; nadie se salva en este país de mierda –pensó
para sus adentros.
Que gacho vivir en un país así, se decía a sí mismo cada vez que
tenia que cerrar el libro porque su hija de quince años le tocaba
apuradamente la puerta en espera de tomar su baño matutino antes de
irse corriendo a la prepa. Martín cerraba con el señalador en la última
Rosario Chávez y Sergio Michel 54

pagina leída y salía del baño refunfuñando mientras se dirigía a la cocina


a tomarse su licuado. Durante algunos minutos mientras terminaba de
arreglarse Martín experimentaba una leve sensación de desasosiego, de
desesperanza por todo lo leído. Se sentía indignado y ultrajado por tantas
mentiras y dobles estándares documentados en la obra. Pensaba en la
última entrevista de la Gordillo a la que por un lado admiraba por fajarse
los pantalones y sostener su lucha por la calidad educativa. Textualmente
declaraba la lidereza que tenía que terminar la época del amiguismo. Y
sin embargo ella tenia a un yerno –bastante gris y mediocre– en un
puesto importante. Tal vez el amiguismo y el yernismo son cosas
diferentes, o tal vez el amiguismo sólo existe en la casa del vecino –entre
la amargura y el sarcasmo su mente oscilaba mientras se le derrumbaba
otro de sus ídolos. Pero si yo fuera presidente acabaría con todo esto;
metería a la cárcel a tanto mentiroso y los fusilaría –se decía
internamente mientras se dirigía al baño a lavarse los dientes antes de
partir a su jornada de trabajo.
Su indignación y su toma de conciencia social trascurría
exclusivamente en las mañanas y hasta su llegada al trabajo. Ahí su
mente cambiaba de canal, a los asuntos cotidianos de la chamba. Ya en
la tarde noche llegaba a su casa más bien conectado con esa sensación de
distanciamiento con su mujer y ese viejo y difuso resentimiento de “le
importa más su mamá que nosotros”. Lo de la mañana y lo de la noche
parecían asuntos totalmente ajenos entre sí, harinas de diferente costal.
Ese día a las nueve de la noche Martín estaba viendo una película
interesante. A la derecha del sofá le molestaba como su esposa daba
sorbitos a su te. Una vez más había rechazado su invitación de la esposa
cuando le ofreció ¿te sirvo una tacita?
De pronto le cayó un veinte. Tal vez fue alguna escena de la película
o tal vez algo en su sabiduría interior se resistía a comprar el boleto de
ese patrón estúpido de manera sorpresiva ahora podía reconocer
jocosamente como “el juego del mudito resentido”. Por más común y
corriente que pareciera ¡no tenía que ser el destino inevitable para él y
para todas las parejas del mundo: Tomó plena conciencia de estar frente
a una opción viable. En alguna ocasión había escuchado a su maestro
Héctor de la Rosa decir –ahora lo podía recordar con nitidez–: la vida es
como una alberca de posibilidades donde tú eliges. En ese momento
55 Los Caminos del Diálogo

finalmente entiende toda la importancia de aquel dicho de su profe de la


Universidad de Guanajuato. En ese momento puede hacer lo mismo de
siempre para conseguir los resultados de siempre o puede también, en un
maravilloso instante de libertad interior, responder de una manera
diferente… humilde y poderosamente diferente.
Así cuando al llegar a su casa su mujer le hace la misma inocente e
inofensiva pregunta de siempre: ¿que te pasa?, Martín se acicatea a sí
mismo en voz baja y a la vez enérgica: ¡No te hagas pendejo Martín!
¡claro que si te pasa algo! …¡dilo!
Justo entonces se da cuenta de que su vida cotidiana y la situación
del país están totalmente conectadas, Que todos esos funcionarios y
demás gentes importantes que mienten no son tan diferentes a él; tal vez
quieran decir la verdad pero están atrapados en un juego del que no
reconocen y ven hasta normal. Decirle “nada” a su esposa es una forma
de mentir porque no es verdad: ¡si le pasa algo! Ese dia decide comenzar
a cambiar su país desde un lugar humildemente poderoso: desde adentro
de su persona.
Ese día Martín ya no utiliza su vieja y conocida respuesta de “nada”;
ese día Martín se atreve a decirle a su mujer:
—Claro que me pasa algo y quiero decírtelo, me cuesta trabajo
hacerlo pues estoy acostumbrado a negar mis sentimientos, por lo que te
voy a pedir que hasta que termine por favor no me interrumpas, no me
cuestiones, no me respondas sólo guarda silencio y al final sólo te voy
a pedir que me repitas lo que me has entendido. ¿Puedes hacerlo?
Ese día se rompe el primer eslabón de la cadena social de mentiras;
se rompe el viejo y conocido juego del “mudito resentido” que parecía se
repetiría sin remedio hasta las bodas de oro de la pareja. Ese día después
de ser escuchado y de escuchar a su vez a su mujer, puede volverla a
tocar, puede dejarse ahora si tomar la mano y sentirse cerca de ella sin
cuentas pendientes.

Del silencio al mutismo.

Si bien es cierto, que el silencio es un preciado don especialmente


cuando es tiempo de escuchar, existe el mutismo –del ya referido mudito
resentido– que nada tiene que ver con el verdadero silencio interior,
Rosario Chávez y Sergio Michel 56

como lo apunta con toda claridad Alvear (2007). Cuando es tiempo de


hablar pueden surgir distintos tipos de mutismo: por complicidad,
envidia, recelo, miedo o impotencia. No importa la clase, el efecto es el
mismo: un dialogo incompleto y una relación pobre. Ni el perdón, ni la
reconciliación, ni el desahogo, ni mucho menos la deliciosa experiencia
de conexión entre el “Yo y Tú” propuesta por Martin Buber el gran
filosofo del diálogo, son posibles si la persona se niega la oportunidad de
arriesgarse y ser transparente; de sacar eso que aunque suene ilógico,
irracional, inmaduro, no desaparece al ser negado. Un dialogo reparador
requiere transparencia. Quien es capaz de hablar, y recibe el regalo de la
escucha, experimenta algo que a quienes nos dedicamos a la facilitación
del diálogo nos sigue conmoviendo profundamente; algo que va más allá
del concepto bonito, experimenta el significado de aquella consigna
bíblica signada como lema por más de alguna universidad: La verdad os
hará libres.

De la expresión al desahogo.

De acuerdo con Bessel (1972) y Jackins (1965) las heridas por


experiencias del pasado; fenómeno conocido como “trauma psicológico”
se da “no tanto por el dolor ocurrido cuando algo nos faltó o cuando
alguien nos lastimó”. La huella de una herida del pasado permanece de
alguna manera –aunque por momentos pareciera olvidarse– como una
especie de grieta por la que se nos escapa la energía y la vitalidad ante la
imposibilidad de expresión y desahogo. Con una gran frecuencia la
expresión y el desahogo en condiciones de seguridad psicológica son
suficientes para facilitar la integración constructiva de cualquier
experiencia por dolorosa que parezca. Dado que la experiencia del
trauma con sus diferentes variedades y matices, es prácticamente
condición humana, cada miembro de la pareja tiene ante sí durante todo
el proceso de su relación la posibilidad de fungir como un facilitador o
como un dificultador activo de la expresión y el desahogo.
Los seres humanos a través de la comunicación interpersonal –de
manera vicaria, es decir, con el ejemplo de lo que vemos que otros
hacen– aprendemos de las conductas observadas más que de los
consejos y las palabras pronunciadas: “Las acciones hablan más fuerte
57 Los Caminos del Diálogo

que los discursos”, o “La manera como me lo dices expresa tanto que
no alcanzo a escuchar lo que me dices”. Desgraciadamente el
aprendizaje temprano –las experiencias vividas en la familia de origen
de cada miembro de una nueva pareja– suelen proporcionar un muy
pobre modelo de comunicación. De niños usualmente los varones
aprenden a no escuchar tanto como a no expresar sentimientos. Los
padres de quienes ahora son padres, que a su vez tuvieron a sus propios
padres, recibieron en su momento un pobre ejemplo y por consecuencia
un pobre aprendizaje tanto en el arte de escuchar como en el de
expresar sentimientos, necesidades y preferencias. Así entonces la
adquisición de nuevas formas de comunicación constructiva –escuchar
con empatía y expresar con respeto, honestidad y claridad– se convierte
en la vida adulta en algo tan difícil no tanto por lo que hay que aprender
sino por todo lo que requiere ser desaprendido. La comunicación
deficiente en la infancia suele ser el primer eslabón para que el día de
mañana esos niños –al convertirse en padres de familia– lleguen a su
vez a ser promotores de experiencias traumáticas; facilitadores de un
pobre desarrollo emocional; modelos de triangulaciones e incapaces de
manejar los conflictos cotidianos de manera saludable, etc, etc.
Entre las herencias invisibles del aprendizaje en el seno familiar,
podemos resumir: la incapacidad para escuchar, para expresar
sentimientos y para pedir. Si el hijo observa que su padre raramente
expresa lo que le pasa, de manera inadvertida irá asumiendo que esa es
la forma natural de comportarse en las relaciones. El padre transmite
así implícitamente a su hijo una creencia: “quien de verdad te quiere
sabrá lo que te ocurre, te adivinará tus necesidades sin esperar a que tú
lo comuniques”.
Cuando, ante un incipiente conflicto familiar, un miembro expresa
una molestia o un sentimiento desagradable y entonces obtiene como
única respuesta una reacción defensiva y de resistencia por parte del
“supuesto escuchador”, generalmente la persona que se atrevió a
hablar, como mejor pudo –aunque sea en forma de reclamo– opta a
partir de entonces por callarse y refugiarse en una postura cómoda,
destructiva y victimezca:
Rosario Chávez y Sergio Michel 58

La última vez que hablé y expresé mis resentimientos me fue mal.


Mejor me callo y respondo con un totalmente falso “estoy bien no me
pasa nada estoy llorando porque se me metió el humo en los ojos”.

Lenguaje Yo vs. Lenguaje Tú: Los sentimientos de enojo,


decepción, rechazo, soledad, etc. generalmente no se expresan como
tales; se expresan más bien indirectamente en un lenguaje de reclamo, y
agresión; se expresan en forma de “tu eres” y no de “yo me siento”.
Atrapados en la comunicación indirecta la pareja o el hijo con frecuencia
“hacen cosas destructivas a través de su conducta” pero no expresan con
su boca cuando se les pregunta si algo les molesta; inicialmente sólo
atinan a decir: no tengo nada, no siento nada, no me pasa nada; suelen
echar la responsabilidad al otro: ustedes tienen la culpa de todo, tú eres
muy exagerada; tú eres muy egoísta, tú eres muy… etc. Culpar a otros –
no tomar la responsabilidad de conectarse con los propios sentimientos–,
promueve aún más la defensividad y contribuye al deterioro gradual de
las relaciones.

Los elementos básicos de una comunicación interpersonal: Al


referirnos a la retroalimentación hacemos uso básicamente de la
descripción de hechos y de la expresión de sentimientos. Sin embargo,
aunque contactar y describir sentimientos es especialmente importante en
lo que más tarde llamaremos el diálogo experiencial, queremos incluir a
los ya mencionados otros dos elementos que forman el repertorio de lo
que puede ser compartidos durante un proceso de diálogo. En síntesis,
los cuatro elementos del diálogo son:

a) Los eventos que ocurrieron y son descritos como realidades


externas a mí; (el cómo, cuándo y donde).
b) Que siento (molestias y agrados).
c) Que pienso. (que imagino, que interpreto, que supongo).
d) Que espero, necesito o quiero que tú hagas.

El describir una realidad pertenece a la dimensión de los hechos.


Los hechos son como son; son por así decirlo lo más cercano a la
realidad y como tal no son debatibles. Las interpretaciones o
59 Los Caminos del Diálogo

pensamientos pueden ser discutidos pero los hechos sólo pueden ser
observados y descritos. A pesar de que existen visiones radicales,
“quántica-postmodernistas” de la ciencia, que sostienen que no es
posible ser objetivos en la descripción de un hecho pues prácticamente
todo es subjetivo, nosotros proponemos que para fines de un diálogo, sí
es viable hacer descripciones objetivas parcialmente independientes del
observador. De cualquier manera, la importancia de esta distinción más
que de orden teórico, es de valor estrictamente práctico pues el no
distinguir claramente entre las diferentes categorías propuestas resulta
en una comunicación extremadamente pobre y enmarañada.
Uno de los errores cotidianos más comunes que impide el proceso
de diálogo resulta cuando las personas por ejemplo tratan lo que piensan
o interpretan como si fuera una realidad:
—Me ves con odio,
—Me rechazas.
—Te vale un cacahuate mi opinión
—Te caigo mal.
—Ya no me quieres.
Es imprescindible, en aras del diálogo, separar los hechos de los
pensamientos o interpretaciones. Decir, por ejemplo: Cuando llegas
tarde del trabajo yo comienzo a pensar, a imaginar que no te soy
importante, me empiezo a sentir insegura e imagino cosas que no puedo
evitar: por ejemplo que tal vez andes con alguien más, etc.; es muy
diferente a decir –aunque se refiera al mismo suceso – Seguro que andas
con otra vieja, ..que ya no te importo …que eres un mentiroso, siempre
llegas tarde, etc.
La importancia de distinguir categorías, reiteramos, es vital para
facilitar que la otra persona realmente escuche y se pueda así construir
un verdadero diálogo. Cuando una persona dice: siento que no me
quieres, de alguna manera pone al otro en una gran tentación de discutir
ese sentimiento al presentarlo como un hecho pues quien escucha puede
justificadamente replicar desde una perspectiva lógica: No es cierto si te
quiero, lo que pasa es que tú nunca ves lo que hago, bla bla bla bla…
Por otro lado: la descripción cuidadosa tanto de sentimientos
como de hechos invitan al interlocutor a simplemente asomarse al
mundo referido pues ni los sentimientos ni los hechos descritos son
Rosario Chávez y Sergio Michel 60

discutibles, simplemente son como son, y como tales pueden ser


expresados y escuchados.
Lo que el otro espera o quiere de mí igualmente tampoco es
discutible; esa persona quisiera que yo llegase más temprano, que saliera
más con mi hijo, que hiciera o dejara de hacer cosas, etc. Es
especialmente importante en la construcción de un espacio protegido de
diálogo tener en cuenta que las expectativas y deseos de la otra persona
los puedo escuchar y, sin embargo, ello no implica ni cambiar ni
prometer. Una condición básica para el diálogo es precisamente su
renuncia al cambio. Para que dialogamos si nunca vas a cambiar,
parece ser un argumento contundente capaz de boicotear el proceso
reparador del dialogo. Una conciencia primitiva, como lo elaboraremos
más tarde, se rige por la obsesión de querer cambiar al otro y en el
pecado lleva la penitencia; por estar tan ocupado en cambiar al otro
deja de escuchar y con ello más promueve la resistencia al cambio. Los
testarudos del cambio repiten lo que muchos marineros hicieron antes
de Cristóbal Colón, se regresan a las primeras millas de viaje y nunca
llegan a ver las magnificas tierras del nuevo continente; nunca llegan a
probar los deliciosos frutos del diálogo.
En el diálogo, la prioridad la tiene el entender al otro por sobre
todo lo demás especialmente sobre la presión al cambio a veces
implícita cuando una persona expresa una necesidad o expectativa. La
persona que verdaderamente escucha lo hace desde una postura de “no se
si podré cambiar y ajustarme a lo que tú necesitas de mi, pero lo que si te
ofrezco es que pondré toda mi atención y energía en salirme de mí para
entrar, contactar y entender tu experiencia, sentimientos y expectativas.
Desde esta perspectiva expresar una expectativa en lenguaje
imperativo: tú deberías darme mi lugar, resulta mucho menos facilitador
que simplemente reconocer “que la expectativa es mía y por lo tanto
puedo separar, diferencial y compartir: lo que siento, lo que espero, lo
que interpreto y lo que describo como hechos” por ejemplo:

a) Cuando estamos en la fiesta y tú me das la espalda para


platicar con tu compadre y así te quedas durante más de
diez minutos… (Descripción de hechos)
61 Los Caminos del Diálogo

b) Yo me siento ignorada, no tomada en cuenta, muy


incómoda (Sentimientos).
c) Me imagino en ese momento que no me quieres, que no
soy importante para ti (pensamientos, interpretación
…reconozco en este momento “eso” que empiezo a
imaginar independientemente de que sea o no verdad).
d) Me doy cuenta de que en ese momento yo espero, necesito
que platiques conmigo, que me incluyas en la conversa-
ción. (expectativas y deseos que independientemente de
que tú estés en condiciones de satisfacer, yo tengo derecho
a tener y a expresar).

Los sentimientos, como ya lo hemos apuntado, pueden ser


ciertamente discutidos y cuestionados como irracionales ilógicos,
inmaduros, etc; sin embargo, se rigen precisamente por la “lógica de las
emociones” y como tal cuando son cuestionados y se les quiere cambiar
con argumentos y razones aunque aparente y momentáneamente
desaparezcan y se escondan, finalmente vuelven a emerger.
Invitamos pues al lector a observar con cuidado sus propios vicios
de comunicación y, como diría Miguel Ríos, a ser impecable cuando se
comunica; lo invitamos a darse cuenta que al “describir los hechos y
poseer, es decir, expresarme en primera persona y hacerme responsable
de lo que siento pienso y quiero, entonces contribuyo grandemente a una
comunicación facilitadora”. Invitamos sobre todo al hombre a observarse
en una pauta de comunicación que suele acompañar más a su género:
hablar demasiado “de lo que pienso y espero” –como tú deberías actuar,
por lógica, por educación, por sentido común y por otras mil “razones
razonables”– y muy poco hacer referencia de de que siento. Es muy
frecuente, por ejemplo que el varón de la pareja, de plano habla nada o
cuando lo hace por cada sentimiento que menciona se acompaña de cien
razones –habito conocido como echar rollo–. Así, cuando un sentimiento
es escoltado de tantas razones, justificaciones, deberías y demás “rollos
mareadores”, el mensaje se diluye tanto que difícilmente llega a ser
simplemente entendido y respetado por la otra parte. El hombre de las
cien razones” no se da cuenta de sus hábitos y así entre más ve que ella
Rosario Chávez y Sergio Michel 62

pone su cara de aburrida o de niña regañada; el echa más consejos,


sugerencias, rollo:
—Me da coraje cuando llego a la casa y no está hecha la comida
pues creo que deberías hacerte más responsable, pues claro en la mañana
te sales a ayudar le a tu mamá y a tus hermanas y pues llegas ya estás
toda cansada y claro tu hermana es una “huevona” que no hace nada y
ahí estás tú, portándote como la sirvienta de ellos y …deberías darte tu
lugar y decirles que bla bla bla…
Un día tal vez después de tanto observarse y darse cuenta de lo
contraproducente de su rollo mareador, él –o ella– se limita a la primera
línea del diálogo, a expresar su sentimiento, y luego se calla, guarda
silencio, se abstiene por primera vez en su vida de decir lo que piensa
que el otro debería de hacer. Al ahorrarse todo el rollo tal vez descubra
con sorpresa que su mensaje llega más lejos:
—Me da coraje, y me siento triste, poco importante cuando ayer
llegué a casa y no está hecha la comida. PUNTO.
Para llegar a este espacio verdaderamente facilitador, de transmitir
con transparencia y humildad su mensaje, ha tenido que aprender a
observarse en diferentes momentos:

 Tú ya no me quieres: es una manera de tratar un


sentimiento como si fuera un hecho.
 Siento que no me quieres: es una manera de disfrazar un
pensamiento como si fuera sentimiento. (cuando se
inicia una frase con: siento que; generalmente estamos
queriendo decir : pienso que…
 Tú deberías llegar más temprano: es una manera de
disfrazar lo que yo espero o necesito como una
obligación y al hacerlo estimulo defensividad.
 Pienso o imagino que no me quieres: Cuando te veo
llegar tarde todos los días me siento no querida y
tengo ganas de verte más temprano…: es una manera
de tratar los hechos como hechos, los pensamientos o
interpretaciones como tales y de compartir con
honestidad y claridad lo que “yo necesito”; en síntesis
63 Los Caminos del Diálogo

es una es una forma más precisa, facilitadora y


transparente de comunicarme y de construir un diálogo.

Pensar, sentir y esperar de manera diferente no implica que uno de


los dos esté mal y el otro bien. Con frecuencia en el consultorio del
terapeuta familiar uno de los esposos que acuden en busca de ayuda
profesional expresa al especialista: “Venimos para que usted nos diga
quien de los dos esta mal”. Un día descubren que no es cuestión de que
él esté mal por decir sus comentarios ni ella por tomarlos tan a pecho y
considerarlos ofensivos. Un día descubren que lo importante no radica
en encontrar la “verdadera realidad” sino de entender las varias
realidades presentes en un intercambio entre personas con historias
diferentes. Aristóteles, uno de los pensadores más influyentes de la
cultura occidental con sus leyes de los silogismos, nos enseñó que nada
puede ser y no ser; que lo que se niega en una premisa no se puede
afirmar en otra; que hay categorías excluyentes, que algo no puede ser
negro y blanco a la vez. En las filosofías orientales, por otro lado, se
puede aceptar que las cosas pueden ser blancas y negras a la vez, es
decir que tu verdad puede ser verdad y a la vez la mía también por
incompatible que ello parezca. Los conflictos son finalmente la mejor
oportunidad de crecimiento de cualquier relación precisamente porque
abren, cuando son enfrentados por la vía del diálogo, la posibilidad de
ampliar la manera de percibir y de funcionar en el mundo, porque abren
la posibilidad de integrar nuevos aspectos a la visión individual, porque
de manera totalmente natural y poderosa facilitan la transformación de
la conciencia hacia estados mas complejos y evolucionados. El
conflicto representa pues una gran oportunidad de crecimiento, con una
condición: ser enfrentado a través del diálogo. De lo contrario el
conflicto puede tener efectos fatales para una relación. Lo que nos
decimos nos puede incomodar y hasta doler, pero sólo los
resentimientos que nos callamos pueden destruir nuestra relación:

“Lo que tú me digas, me podrá ofender, lastimar o enojar en un


primer momento, pero cuando puedo escuchar tus sentimientos como
algo válido y entendible a la luz de tu historia, nada de lo que me dices
pone en peligro nuestra relación, como por el contrario sí la pone,
Rosario Chávez y Sergio Michel 64

todo lo que en aras de una supuesta y malentendida prudencia te


callas, todo eso que habiéndote dolido, te guardas para tí mismo y lo
conviertes en mutismo hasta que tu cuerpo, a través de tus sentimientos
va manifestándose en forma de alejamiento y resentimiento crónico.
Todo eso que te callas, todo ese exceso de “prudencia educada” es lo
que finalmente llega a matar nuestra relación. (“Cartas a mi amiga”
R. Ch. R. 1993, fragmento).
65 Los Caminos del Diálogo

III. EL FUNCIONAMIENTO AUTOMÁTICO


La automaticidad en las relaciones interpersonales

El estudio del funcionamiento automático ofrece una perspectiva de


gran utilidad para, antes del diseño de cualquier estrategia de cambio,
entender esa inmensa gama del funcionamiento humano que a pesar de
ser autodestructivo y disfuncional se mantiene con frecuencia durante la
mayor parte de la vida de la persona sin control alguno de su voluntad.
En el contexto de las relaciones interpersonales –de pareja, familia y
amistad– es notoria la disfuncionalidad en la forma de responder ante el
conflicto y las diferencias con las ya esbozadas RAB´ (respuestas
automáticas bloqueadoras) que no solamente resultan poco útiles para
promover el cambio sino con frecuencia francamente destructivas.
Después de algún tiempo de intentar cambiar los malos hábitos del hijo o
de la pareja no sólo no logran que el otro deje de beber o de frecuentar a
“x” o “y” persona sino que además del primero logran un segundo
fracaso; deteriorar la relación aún más.
Juan –o Juana– se queja de que su hijo se queda mudo, que nunca
comparte nada personal, que nunca habla de sus sentimientos, etc. Un
buen día, inesperadamente el joven se arriesga a abrir un poco de sus
sentimientos y expresa:
—Estoy cansado de que…
Y entonces Juan o Juana responde en automático con alguna RAB.
—¿Y como quieres que me sienta yo?
En ese momento se inician una serie de comentarios sarcásticos
agresivos y similares. . En un análisis de las secuencias conductuales se
pueden observar respuestas que funcionan como reforzadores de ciertos
estímulos. En otras palabras, independientemente de su intención o
contenido verbal hay respuestas cuya ocurrencia refuerza o incrementa
las probabilidades de que el estimulo previo vuelva a aparecer.
Comprarle su paleta para callar a un niño en pleno berriche aunque sea
con palabras de no vuelvas a hacerlo, finalmente aumenta la
probabilidad de que el berrinche se vuelva a repetir posteriormente en el
supermercado. El llamado Análisis Experimental de la Conducta
describe los patrones de contingencias, es decir las formas regulares de
Rosario Chávez y Sergio Michel 66

responder y sus consecuencias en la conducta “problemática”. Entender


que hay respuestas que –independientemente de su intención– aumentan
las probabilidades que aparezcan ciertas conductas, y otras que
promueven que desaparezcan o se extingan las mismas conductas
pareciera ser suficiente para aplicar o dejar de aplicar inteligentemente
un reforzador.
La realidad de las relaciones interpersonales cercanas, sin embargo,
pareciera no tener nada que ver con la aplicación inteligente de
reforzadores. Cada vez que yo contesto con un reclamo o sarcasmo o con
cualquier “RAB” estoy aumentando la probabilidad de que mi
interlocutor conteste con una respuesta de cerrazón.
Por estúpido y disfuncional que esto parezca las relaciones viciadas
suelen ser verdaderas orgías de ataques y contraataques. Lo que
Watzalwick ha llamado cambio de primer orden y Michel y Chavez
“cambio primitivo”, como veremos más adelante, no es otra cosa que
intercambios interminables de “más de lo mismo” es decir yo le aplico a
mi hijo o a mi pareja una dosis cada vez mayor exactamente de eso cuyo
efecto conductual en él es precisamente hacerlo más callado, mas
rebelde, mas mentiroso, mas habitador de la calle y menos de la casa,
etc.
Le pido primero que hable y cuando lo hace lo atiborro de palabras
bloqueadoras, luego le vuelvo a pedir que me tenga confianza, que
comparta sus sentimientos y entonces me responde “no tengo nada” y
finalmente yo le reclamo “ya vez como no me tienes confianza”, etc.
Pueden pasarse toda una vida sin darse cuenta que funcionan como un
auto atascado en el fango del cambio primitivo; entre más acelera mas se
hunde. La vida pareciera mantenerse sin control directo de la voluntad.
En los intentos de acercarse o resolver el problema los interlocutores
hacen de todo menos escuchar y expresarse con transparencia –de “lo
que yo siento” no de lo que “tú deberías de hacer”.
La automaticidad ha sido objeto de estudio prácticamente desde el
nacimiento de la Psicología como ciencia. Primero James a finales del
siglo antepasado, después Pavlov a comienzos del siglo veinte y muchos
otros después se han referido a esas respuestas que desarrolla el
organismo a partir de ciertas condiciones de aprendizaje consistentes y
67 Los Caminos del Diálogo

repetitivas9. Sin pretender abrumar al lector sobre los mecanismos y


modelos del aprendizaje de lo automático, creemos básico referirnos a
los rasgos más destacadas del funcionamiento automático: inconciente,
rígido e involuntario.10.
Uno de los elementos que define automaticidad es precisamente su
ocurrencia sin el concurso de la conciencia. La persona se da cuenta de
lo que hizo cuando ya hizo “la tarugada”: cuando ya gritó, ya se
deprimió, ya se regaño a si mismo o al otro, etc.
El otro elemento que define el funcionamiento automático, es su
condición de ser vivido como “arrollado por algo fuera de la voluntad y
el control personal”. En otras palabras la respuesta automática depende
de la aparición de un estimulo y ocurre independientemente de la
voluntad: no está controlada por la persona sino por el estimulo –ya sea
externo o interno. Una respuesta automática asimismo tampoco es
modificable con pura información. La fobias son un ejemplo claro de que
una conducta de temor –un miedo– no cambia con buenas razones. Ante
un estímulo, como puede ser una palabra en forma de reclamo, una
pregunta, o un ratón, etc., la persona no puede evitar reaccionar con una
agresión, con una sensación de inseguridad o con un grito escandaloso
respectivamente… ¡esto es automaticidad! Las respuestas automáticas se
manifiestan de manera motora (un brinco), emocional (una sensación de
miedo o de amenaza) o cognoscitiva (un pensamiento de “ya no me
quiere”). Nuestro objetivo en este capítulo es precisamente explorar la
influencia del funcionamiento automático en las relaciones familiares.
Si consideramos que, de manera conservadora, por lo menos el
noventa por ciento de las interacciones entre las personas pertenece a la
dimensión automática, resulta entonces posible, con un poco de
conciencia, reconocer los patrones en los que se enredan con total
inocencia las parejas y las familias: Una conducta automática por
estúpida y destructiva que parezca – en la pareja o hijo– no puede ser
resuelta con respuestas igualmente automáticas de invalidación, regaño,
juicio, crítica, etc. El castigo, la critica, por ejemplo suelen ser reacciones
igualmente automáticas ante la aparición de conductas inadecuadas. Con
frecuencia el efecto del castigo es contraproducente, en el mejor de los
9
Logan 1979
10
Dixon en 1981 y Norman 1976, Shevrin y Dickman 1980; Neisser 1976)
Rosario Chávez y Sergio Michel 68

casos es simplemente efímero: Niños, jóvenes o esposos en ocasiones se


portan bien sólo cuando están siendo observados. Los cambios logrados
en dichas condiciones de vigilancia son posibles ¡claro! pero temporales;
totalmente pasajeros. Se quiere cambiar algo automático con más
automático. Al cabo de un tiempo no sólo ha aumentado la resistencia al
cambio sino que la relación se ha deteriorado visiblemente.
Alejandro de 16 años, había salido en la tarde entre semana un par de
horas con la promesa de regresar antes de las nueve para cenar todos
juntos. De regreso a casa se encontró a una amiga en crisis y “se tuvo
que quedar a escucharla y consolarla”. Mamá por su parte había
cocinado una cena modestamente especial al gusto de su hijo. Todo
estaba preparado a las nueve. Esperaron quince minutos y Alejandro no
llegaba. Pasó otros quince minutos y quince más. Mamá estaba furiosa,
se sentía frustrada y no tomada en cuenta por su hijo al que había querido
de sorpresa regalar su guiso favorito. A las diez y cuarto sale a buscarlo
y lo encuentra a unas cuadras de la casa, ya de camino de regreso.
—Súbete al coche.
—Mamá déjame explicarte es que me encontré a Carla llorando.
—No quiero oír nada estás castigado
—Pero mamá déjame explicarte
—Ahorita no quiero oírte y toda esta semana olvídate de salir.
—Mamá pero es que Carla
—Tu siempre tienes un pretexto para no cumplir
—Mamá pero es que Carla
—Estás castigado no quiero oírte estoy cansada de tu mentiras.
Tal vez diez o quince veces Alejandro intenta –en automático–
explicarle a su mamá y las mismas diez o quince veces que la mamá con
un sentimiento de no ser respetada por su hijo le contesta –también en
automático– con una negativa. Ahora Alejandro, que reacciona con rabia
ante la sensación de ser ignorado, es quien persigue a mamá
Que me escuches te digo que me escuches –la sangre le hierve; de
pronto esta totalmente alterado tocando una sensación de impotencia que
se manifiesta en una voz cada vez más subida de tono. Hasta que
interviene papá.
—A tu mamá no le grites
—Contigo no estoy hablando
69 Los Caminos del Diálogo

—Pos no le grites
—Este es un problema entre ella y yo
Papá también se siente automáticamente no respetado; ignorado por
su hijo, y así también automáticamente comienza a subir el tono.
Papá le tira un golpe. Alejandro alcanza apenas a esquivar la mano
agresora pero se resbala y cae al piso. Papá está frente a él con los puños
cerrados y la cara roja de rabia cuando atropelladamente llegan, entre
gritos y sollozos, el hermano menor y la mamá interponiéndose entre los
dos. La cena resulta todo un fracaso y así durante los siguientes días en
la casa sólo hay caras largas y silencio.
Santiago Ramírez observa que los seres humanos tendemos a vivir
las mismas emociones de la infancia una y otra vez como en la pieza
musical del bolero de Ravel donde la melodía aunque con diferentes
instrumentos se repite constantemente durante toda la vida de la pieza.
Así soy yo y así es mi pareja –parece ser la conclusión –; Ni me puedo
separar bien ni puedo convivir armoniosamente. Ni lo perdono ni lo dejo
ir, tal como sugiere aquella vieja canción popular: Contigo porque me
matas y sin ti porque me muero.
El gran drama de los círculos viciosos se inicia precisamente cuando
quien expresa un conflicto interno, una necesidad no satisfecha, o un
sentimiento fuerte cualquiera, lo hace sin las condiciones mínimas, de
manera tan indirecta, tan poco clara, tan agresiva, tan fuera de lugar, tan
provocadora, tan sarcástica… tan automática. En los siguientes capítulos
nos referimos asimismo a la triangulación y al “pasaje a la acción”, como
mecanismos automáticos de “relación humana”. La mamá de Alejandro
por ejemplo ante la llegada tarde de su hijo experimenta automáticamen-
te esa vieja y conocida sensación de ser ignorada –y desde ese lugar, no
puede escuchar, sólo atina a amenazar. A su vez, quien recibe el reclamo,
sólo atina –también de manera totalmente automática– a defenderse, a
justificarse, a contraatacar; Es incapaz de escuchar más allá de la forma,
más allá de lo aparente. Una respuesta automática de agresión
generalmente responde a una experiencia interna de dolor, de rechazo de
abandono, de exclusión. El camino del diálogo que terminaremos de
exponer en el ultimo capítulo precisamente nos invita a registrar y
aprovechar la primera oportunidad “protegida” –no precisamente en el
momento de la crisis, cuando Alejandro sube al auto y comienza el
Rosario Chávez y Sergio Michel 70

intercambio– para compartir una escena del sentimiento fuerte y


explorarla con mayor detalle y profundidad.

Quien más lastima al otro, probablemente es quien más necesita ser


entendido y, a su vez, quien menos capaz es de expresar con claridad lo
que le ocurre internamente.

Sin darnos cuenta, hacemos cosas para que nos pateen y luego nos
quejamos amargamente; En automático nos ponemos de pechito y luego
también en automático nos defendemos: Jorge le contaba a Maribel,
desde que eran novios, dos o tres mentiras a la semana, y luego ya de
casados un día le reclama todo indignado:
—¡Es que tú no me has sabido dar confianza!
Los estímulos que Jorge percibe, en su relación de pareja, son a su vez
respuestas condicionadas-automáticas de Maribel. Entre ellos, como
esposos, parece establecerse, como entre las naciones, una especie de
zona de libre comercio donde se intercambian con abundancia estímulos
y reacciones. Al final todo parece una madeja difícil de desenredar: las
conductas o reacciones de José; sus gestos, sus comentarios, hasta el
tono de su voz, estimulan en María sus propias reacciones (gestos
comentarios expresiones) y viceversa. En otras palabras, lo que para uno
es una simple reacción automática para el otro es un estímulo que
provoca su propia reacción. Watzlawick uno de los más importantes
estudiosos de la comunicación humana se refería, por ejemplo, en uno de
sus “axiomas” a que cada persona tiene su propia puntuación, es decir, su
manera de colocar las causas y los efectos, los estímulos y los
reforzadores –lo que yo hago lo refuerza a él y lo que él hace me
refuerza a mí–. Cuando al alcohólico, por ejemplo, se le pregunta porqué
toma, éste contesta que para olvidar a la metiche insoportable de su
mujer. Al preguntarle a ella por que es tan metiche e insoportable ella
pide que no la malinterpreten, que definitivamente no es metiche que
simplemente está haciendo algo heroico y altruista; está cuidando y
vigilando a su esposo para que no tome.
–Si con toda esta vigilancia, él de todos modos toma; imagínese si no
lo cuido –se queja amargamente la mujer –.
71 Los Caminos del Diálogo

Esta pareja como muchas otras, de diferentes formas, están atrapadas


en este juego, en este intercambio de automaticidades profundamente
agotador que nosotros llamamos de primer orden. Las conciencias
primitivas de primer orden precisamente perciben de manera automática
–y le echan la culpa– sólo al estimulo de afuera que las provocó.
—Tú me hiciste gritarte
—Tú me provocaste.
—Nunca te hubiera golpeado si fueras más cariñosa conmigo.
Las conciencias de primer orden se enredan más y más en su madejas
automáticas en la medida de su propia incapacidad de dialogar y de
asomarse a la experiencia del otro. En la historia de ese intercambio
interminable de reclamos es posible que la memoria no alcance a
detectar quien comenzó primero, quien inició todo: ¿el huevo o la
gallina? Finalmente no importa si el comenzó con su alcoholismo o ella
con su “metichismo” o los dos al mismo tiempo. Su única salida del
embrollo es cuando un día crecen y se dan cuenta de que “el otro” lo
único que puso fue el dedo para apretar el botón pero la automaticidad ya
la traían adentro (el sentimiento de ser ignorado, de no ser querido, de
ser atacado, etc.).
Aunque con “buena intención” quiere cambiar al marido, el efecto
contraproducente sólo podrá ser descubierto por la esposa cuando su
conciencia se expanda y pueda ver por fin lo que ha permanecido
invisible –obvio para todos menos para ella–. Entre más quiere cambiar
al otro, más se enreda la madeja; en la medida que ella es metiche, él
más toma y en la medida que él toma, ella es más metiche; en la medida
que él se siente más rechazado más reclama y en la medida que más
reclama ella más se aleja y entonces el más arremete, etc.
El libre intercambio entre marido y mujer, se da en la siguiente
secuencia:

a) Cuando Juan en automático funciona con sus amigos


como la monedita de oro y con todos quiere quedar bien y
por ejemplo le presta a su compadre Jacinto un dinero que
hace falta en la casa o llega tarde por no poderse negar a
la invitación hecha por “su mero compa”:
Rosario Chávez y Sergio Michel 72

b) María en automático se siente desplazada, poco


importante, no tomada en cuenta por su esposo y ante esa
sensación, también de manera automática:
c) Suelta más reclamos.
d) Él, para evadir las criticas de su mujer comienza a contar
mentiras cuando visita a su compadre Jacinto, le dice a su
mujer que está trabajando horas extras, pero cuando su
mujer finalmente se entera:
e) María también automáticamente experimenta más enojo y
le duplica a Juan la dosis de crítica. Así, en la medida que
ella más lo critica:
f) Él más se cierra y entre él más se cierra:
g) Ella más lo critica
h) Cinco veces al día durante cincuenta años ella regaña y el
se defiende… y así hasta que la muerte los separa.

La historia de las interacciones entre las parejas aunque con algunas


variaciones, en el fondo son muy similares: Ella reclama en automático y
luego él contesta con sarcasmo en automático y luego ella se retira en
automático y luego él se siente culpable en automático. Ella grita en
automático y luego el da un portazo en automático, internamente el se
siente vigilado, oprimido, fiscalizado, y ella también en lo interior se
siente abandonada, poco importante, etc. Las reacciones automáticas,
como lo hemos anotado dependen totalmente de un estímulo; ya dejaron
de ser voluntarias y por lo tanto difícilmente pueden ser cambiadas con
instrucciones verbales: Cada vez que él o ella, el padre, la madre o la
pareja dicen: “Tú deberías…” no se dan cuenta que en ese momento en
lugar de un cambio constructivo están estimulando una invisible pero
real respuesta automática resistencia, de cerrazón, de retraimiento o de
hostilidad soterrada en el otro. Así por ejemplo, la expresión “tu
deberías” representa una especie de campanita de Pavlov cuyo mensaje
es el siguiente: tú estás mal por ser así, si quieres que yo te apruebe así
no lo vas a lograr, yo te apruebo y tal vez te quiero sólo si cambias, así
como eres no te puedo querer, etc.”
Cada miembro involucrado en una relación conflictiva ejerce pues de
manera impecable, a través de un comentario, gesto o tono de voz, el
73 Los Caminos del Diálogo

poder de apretar el botón en el otro y “estimularle” una reacción


automática; un “hacerlo sentir bien o mal”. Pareciera que el dedo que
aprieta el botón de nuestras conductas y reacciones emocionales está en
poder de alguien “fuera de nuestra piel”; alguien que al aparecer logra
"cambiarnos de canal" y "hacernos reaccionar", o "hacernos sentir";
inseguros, competitivos, asustados, frustrados, humillados, poco
importantes, culpables, etc. El responder con gestos, comentarios de
crítica, invalidación y otras RAB´s, pertenece pues a la dimensión del
funcionamiento no controlado por la voluntad.

Más de lo mismo

Es por esta razón que en las relaciones familiares, a veces la madre, el


hermano o el esposo tienen un aparente gran poder de hacer sentirse mal
a la otra persona con sólo un gesto o con emitir una inocente palabra o
comentario. Gran parte de los estímulos que aprietan el botón de lo
automático son, como ya lo hemos mencionado, de origen interpersonal.
Las respuestas automáticas bloqueadoras (RAB´s) referidas son
utilizadas abundantemente como dedos que aprietan el botón y estimulan
la resistencia; Quienes la utiliza no son capaces de reconocer el circulo
vicioso y sólo aciertan a utilizar la estrategia de las conciencias
primitivas: a dar más de lo mismo: Si no lo cambié con una crítica, dos
consejo y tres rollos mareadores ahora le voy a echar dos críticas, tres
consejos y nueve rollos mareadores y si con eso no basta pues le voy a
recetar diez consejos y veinte rollos mareadores. Al final tal vez él no
cambie pero terminará odiándome.

“Los intentos de solución resultan ser el peor problema; la medicina


resulta ser peor que la enfermedad”:

A esta conclusión, al final de muchos años, han llegado las personas


cambiadoras del prójimo. Esta toma de conciencia, sobre la inutilidad de
la medicina, llega a veces demasiado tarde, es decir, cuando las
relaciones “con los seres queridos” ya se deterioraron casi
irreversiblemente. La resistencia al cambio es un ejemplo entre gracioso
y patético de cómo entre más una persona, en lugar de escuchar, se aferra
Rosario Chávez y Sergio Michel 74

a cambiar –por su bien– ciertas conductas del compañero, éste más se


aferra a su vieja respuesta; más se resiste al cambio. Finalmente, tan
automático es quien quiere cambiar al prójimo como éste que se
resiste a ser cambiado.
En los años sesentas los niños de primaria –autores de este libro–
solían leer un cuento en su libro de texto de Español sobre la conversa-
ción del viento fuerte con la brisa: ambos personajes de la naturaleza
observaron en el parque a un hombre con un pesado abrigo de lana.
—Te apuesto a que le quitaré rápidamente a ese caballero su abrigo
con el poder de mi fuerza –dijo desafiante el viento fuerte a la brisa al
tiempo que comenzó a soplar–.
Entre más soplaba el viento fuerte, el hombre no sólo no soltaba su
abrigo sino que comenzó a abotonárselo y a aferrarse más a él. Después
de varios intentos finalmente el viento fuerte se dio por vencido al ver
que, por más fuerte que soplaba, el hombre no descruzaba los brazos ni
soltaba su abrigo.
—Ahora es mi turno –susurro la brisa y comenzó apaciblemente a
soplar. Suavemente el cielo se fue despejando y las nubes dieron paso a
los rayos del sol que comenzaron a su vez a producir calor. El hombre
sentado en una banca comenzó entonces a sudar y pronto se desabotonó
y finalmente se quitó el abrigo y hasta la corbata mientras se dejaba
refrescar por la brisa que como la empatía suave y aceptante resultó ser
de lo más humildemente poderosa.
Querer con pura información, consejos, sugerencias, críticas, y demás
RAB´s que las personas cambien algo que pertenece a la dimensión de lo
automático es utilizar no solamente una estrategia equivocada, sino
contraproducente: en lugar de eliminar algo, se estimula. Cuando en el
mundo de las terapias estratégicas algunos autores han utilizado el
término de “más de lo mismo” se suelen referir a este fenómeno, tan
agotador en cualquier relación, donde una persona, como el viento
fuerte, al querer cambiar algo automático, insiste en aumentar la crítica,
el control, el castigo, la fiscalización, etc., y al final sólo consigue una
mayor reacción de cerrazón y defensividad.
75 Los Caminos del Diálogo

De lo Automático a las Adicciones

Aunque el estudio del fenómeno de la adicción en el nivel fisiológico-


celular es todavía incipiente, parece ser que las respuestas automáticas
emocionales conducen a patrones adictivos. Automaticidad y adicción
parecen ser procesos íntimamente vinculados. Existen en el cerebro unas
substancias llamadas genéricamente, neuropéptidos –cadenas de
aminoácidos ensambladas en el hipotálamo— producidas justamente
durante el desarrollo de distintos estados emocionales. La acción que
ejercen estas substancias no se limita a las neuronas –células del
cerebro– como en el caso de los neurotransmisores. Existen una gran
variedad de células distribuidas a través de todo el cuerpo cuyos sitios
receptores especializados se convierten en una especie de cerradura
donde sólo determinadas llaves tienen acceso. Los primeros
neuropéptidos descubiertos fueron las enkefalinas o endorfinas –especie
de morfina producida internamente– capaces de embonar en dichos sitios
receptores de las células. La evidencia sugiere que para cada estado
emocional automático o recurrente se estimula la presencia de un
neuropéptido específico que encaja en los sitios receptores de las células.
Parece ser que las células del cuerpo, a medida que el ser humano
práctica su “estado mental automático favorito”, desarrollan cada vez
más y más receptores de dichas substancias. Estos receptores suelen
reemplazar gradualmente el lugar de otros receptores originales a través
de los cuales la célula se solía nutrir de diversas substancias necesarias –
aminoácidos esenciales, vitaminas, minerales etc.–. Uno de los efectos
de las adicciones es precisamente el deterioro del cuerpo y la
consecuente aparición de enfermedades relacionadas precisamente con el
déficit de dichas substancias necesarias que ya no son recibidas o
procesadas por la célula a pesar de que la persona ingiera cantidades
abundantes (de vitaminas y nutrientes) que de nada sirven pues no
embonan con las nuevas “cerraduras adictivas” que se han ido
conformando y que gradualmente han remplazado a los sitios receptores
originales.
Por otro lado, la persona adicta –a cualquier estado emocional o
substancia ilegal o legal– experimenta una sensación de incomodidad
(ansiedad angustia incertidumbre, etc.) ante las condiciones internas de
Rosario Chávez y Sergio Michel 76

sus células cuando piden su dosis de enkefalina. Así pues las personas a
través de este mecanismo, por extraño y auto-destructivo que parezca, se
han hecho adictos (como puede ocurrir con cualquier otra droga) a
ciertos estados emocionales a través de las substancias que estos
producen y que a su vez las células “demandan”. ¿Que significa esto?
Que paradójicamente, aunque una parte de la persona –racional y lógica–
afirme con honestidad y candidez: “Odio sentirme así”, finalmente se
comportará en sentido contrario. Su cuerpo –de la misma manera que
puede depender del alcohol, de la heroína o de la morfina– en un nivel
celular será adicto a la experiencia de ser víctima, inseguro, abandonado,
traicionado, controlador, en competencia constante, atacado, hecho
menos, humillado, etc., etc. El ser humano común y corriente –más de lo
que es capaz de reconocer para sí mismo– funciona como un adicto
inconciente que busca su droga en cada esquina de la vida, y aunque, por
ejemplo, por una parte expresa “odio que me critiquen”, por otro lado se
pone de pechito saca a pasear a su niño herido; anda buscando como si
fuera un hobby mental con la lupa selectiva de su percepción: caras,
gestos y personas que tienen la apariencia de hostilidad. La persona
adicta es como un cazador de mortificaciones. Así: aunque en un grupo
de diez personas nueve me aprueben, me estaré fijando y amplificando la
imagen de la única persona que no lo hizo; la única que me vio feo o se
volteó a otro lado o tal vez enchuecó la boca en señal de desaprobación;
Cuando llego tarde, asimismo, estaré buscando caras de desaprobación
y si no las encuentro –las personas con frecuencia tienen cosas más
importantes que hacer que estar hostigando– pues de cualquier manera,
las inventaré.
Las personas que, por ejemplo, responden con comentarios,
sentimientos y pensamientos de victimez –siempre la riego, nadie me
quiere, soy de lo peor gorda fea y tonta, etc.– lo hacen con todo su
cuerpo a través de sensaciones generadas por la química interna de las
células que se ve afectada con la presencia de los neuropéptidos que
selectivamente entran en sus receptores especializados. Parece ser que
cada determinado tiempo –como ocurre con cualquier otra droga– las
células experimentan un estado de abstinencia que estimula a través de
un cierto mecanismo, el bombardeo, proveniente del hipotálamo, de la
enkefalina correspondiente produce sensaciones, evoca sentimientos y
77 Los Caminos del Diálogo

lleva a conductas …de ser la víctima, el abandonado, el inferior, el


excluido, etc.

El intercambio interminable

Durante una sesión de terapia de pareja, se describe una escena harto


conocida en cualquier relación: Ella esta platicando con una querida
amiga que ha venido a visitarla; están tomándose su café y fumando un
cigarro, cuando llega el esposo en una tarde lluviosa. Él ha estado
sonando el claxon para que le abran la cochera y nadie parece escuchar.
Cuando finalmente ella se percata del lejano sonido de la bocina, sale a
abrirle muy quitada de la pena muy relajada y hasta con un sentimiento
de ternura con ese esposo impaciente que no se baja del auto pues está
lloviendo.
Al abrir la puerta se lo encuentra como energúmeno. El marido que es
desde hace tiempo adicto a sentirse rechazado y excluido, en ese
momento sólo puede ver el estímulo de afuera pero no reconoce ni
siquiera remotamente algo que lo hace tan selectivo en su percepción: su
propia adicción a sentirse poco importante para los demás.
—Aquí estoy como tu pendejo esperándote a ver a que hora te da la
gana de abrirme pero eso si no puedes dejar de atender ni un momento a
tu amiguita que ella si es más importante que yo.
En el lapso de unos cuantos minutos ella pasa de un estado de
relajación y disfrute a un estado de ansiedad y de zozobra. Ella también
sin darse cuenta es adicta a experimentarse como la víctima, a través de
sentirse atacada y culpable. No le gusta sentirse así, ciertamente, pero
por otro lado no puede evitar hacerlo. La gran paradoja de la infelicidad
humana es que somos adictos a eso que nos lastima. Esa pequeña
interacción que dura apenas un par de minutos, es suficiente para que el
señor pasara de un estado a otro. Ahora ella esta deprimida y siente que
el hombre le echó a perder el día y de plano todo el fin de semana. De
esta interacción los dos esposos no se pueden reponer fácil ni
rápidamente. Ella experimenta la pérdida instantánea de su estado de
alegría y de ello tiene que nombrar a un culpable, su esposo, que cargue
todo el peso de su resentimiento.
Rosario Chávez y Sergio Michel 78

Desde esta perspectiva, uno de los retos de este libro es el de la


búsqueda de alternativas viables para trascender los patrones automáticos
que ocurren cotidianamente en el seno de las familias. A pesar de las
buenas intenciones usualmente presentes lo que hace o dice de manera
automática y adictiva un miembro de la familia, estimula una respuesta
igualmente bien intencionada, automática y tal vez adictiva en la otra
persona. Así la respuesta de uno se convierte en el estímulo del otro y la
respuesta del otro en el estímulo del uno.
—¿Te gusto la sopa que hice Juan?
—Si
—Dime la verdad.
—Si está buena.
—¿Porque pones esa cara? no lo dices muy convencido
—Es que estoy cansado
—Se me hace que no te gusto la sopa ¿Verdad?
—Si pues, tu sopa es una cochinada es lo que querías oír.
Cuando en una relación de pareja, como lo veremos en el siguiente
capítulo, por lo menos uno de los cónyuges a través de un proceso de
auto-conocimiento aprende a observar internamente lo previamente no
observado, el patrón de automaticidad comienza a diluirse. “No subirse
al tren de sus pensamientos automáticos” representa por un instante, la
opción de decidir con libertad desde un lugar diferente; Mirar a la cara
del otro al probar su sopa y simplemente no seguir el viejo juego; no más
asomarse a la vieja y conocida manera de percibir y entonces
simplemente abrir una nueva ventana a la percepción: –Que bueno que te
gusto la sopa, a mí también me gusto y “tan tan”. Con uno que rompa la
cadena de adicción –a las viejas ventanas, a las viejas formas de
reaccionar, de sentirse insuficiente, atacado, víctima, etc.– con eso basta
para romper la cadena de intercambios con lo cual de manera automática
desaparece buena parte del enredo. Se deja de alimentar la respuesta de
ataque, de control, de insistencia, de culpa, etc. Y de pronto la pareja cae
en cuenta que el gran problema no es el problema en sí sino los intentos
automáticos de resolver dicho problema.
79 Los Caminos del Diálogo

IV.- AUTOCONOCIMIENTO O
DESARROLLO DE LA CONCIENCIA.

Juan Antonio tenía siete años cuando se dio cuenta que su papá
era muy seco y no lo acompañaba a los festivales de fin de años,
tampoco salía con ellos, como su tío Luís lo hacía con sus hijos. Un día
se atrevió como pudo –en forma de pregunta-reclamo– a expresarle su
percepción, es decir su realidad de niño:
—Papá: ¿Porqué tú no nos quieres?
—Papá: ¿Porqué mi tío Luís si saca a mis primos y tú nunca nos sacas?
—Papá: ¿Porqué…..?
No se supo cual exactamente fue la pregunta que hizo Juan
Antonio, pudo haber sido cualquiera, la respuesta que recibió, sin
embargo, fue lo verdaderamente importante. Papá se sintió tenso con
dicha intervención de su hijo y al sentirse así en lugar de abrirse y
escuchar, su corazón se cerraba y se ponía a la defensiva. Parecía que
mentalmente abría alguno de los cajones de su cerebro donde guardaba
sus viejas y conocidas respuestas automáticas bloqueadoras, esas que él
mismo había aprendido de sus maestros y padres. Ese día no fue la
excepción y cuando su hijo lo confrontó papá echó mano de un soberano
rollo; bien intencionado y razonable pero también bastante “mareador”.
–Hay hijo un día cuando seas grande te darás cuenta que no es fácil ser
padre; ahora no entiendes nada de la vida, si te quiero pero lo que pasa es
que tengo que trabajar mucho… bla, bla, bla.
A treinta años de dicho incidente Juan Antonio después de haber
tomado algunos cursos y hecho algunas lecturas finalmente “ya sabía
como escuchar”. Un buen día, ya como padre, su propio hijo le hace unas
preguntas más o menos parecidas y aunque ahora Juan Antonio
aparentemente es capaz de escuchar con empatía es decir, “dar acuse de
recibo o reflejar a la otra persona de manera impecable”, sin embargo, en
esta ocasión sus conocimientos parecen insuficientes; está a punto de
repetir el mismo patrón frente a su hijo; se da cuenta que está tentado a
utilizar la misma herramienta de su padre; se da cuenta, experimenta en
su interior –en automático–, la imperiosa necesidad de convencer a su
hijo de que “eso no es cierto”; está a punto de recetarle una serie de
Rosario Chávez y Sergio Michel 80

razones lógicas, está a punto de vomitar el mismo rollo “mareador” que


hace veinte años había escuchado de su padre. Ya tiene la técnica
suficiente para escuchar, sin embargo, ahora por primera vez también
tiene la conciencia suficiente para observarse a sí mismo y sorprenderse
con las manos en la masa, en ese justo instante, con ese viejo y conocido
pensamiento de querer cambiar, convencer y persuadir a los demás.
Más allá de esbozar un buen reflejo al estilo Rogers –que
finalmente no es realmente difícil– ahora Juan Antonio puede observar
sus voces como trenes llenos de merolicos parlanchines. Una luz en su
conciencia le permite entender el significado de no subirse a sus
pensamientos y por fin romper esa cadena, esa especie de herencia, de
lealtad invisible que por generaciones había acompañado a los López
“que nunca escuchan a sus hijos”. Frente a su hijo puede por primera vez
escuchar con silencio interior e iniciar una nueva generación de
relaciones constructivas entre padres e hijos. Por fin logra esbozar un
reflejo; algo tan fácil y tan difícil a la vez:
—Me imagino hijo que te gustaría que yo fuera más cariñoso
contigo, que conviviera y jugara más contigo como lo hace tu tío con
sus hijos ¿verdad?
Tanto la expresión como la escucha facilitadora implican algo más
que el desarrollo de habilidades técnicas. Comunicarse de manera
constructiva va más allá de reflejar o expresar un sentimiento de forma
mecánica. No basta con conocer el cómo, el cuándo, y el dónde. Cuando
consideramos, el desarrollo de la conciencia de la persona –es decir, el
grado de evolución en la forma de ser, de sentir, de actuar y de percibir
al mundo– el reto de la comunicación se convierte en algo más complejo
que el dominio técnico, de la asertividad y la empatía, adquirido en un
buen curso de relaciones humanas.
Escuchar y expresar sentimientos de manera verdaderamente
constructiva está determinado en última instancia por el estado de
conciencia y de libertad interior –vinculados entre sí de manera
inevitable–. En este libro llamaremos auto-conocimiento y desarrollo de
conciencia al proceso de crecer en libertad interior, observarse a sí
mismo y darse cuenta de más y más elementos previamente ocultos a la
conciencia acerca de cómo la mente repita internamente y de manera
automática sus propios cuentos para controlar o complacer; para sentirse
81 Los Caminos del Diálogo

decepcionada o decepcionar; para exigirse o exigir al otro, para culparse


o resentir, etc.
El auto-conocimiento lo construyo básicamente sobre la capacidad
observarme en el justo instante que aparece esas vocecillas autoritarias.
Cuando justamente las puedo observar como lo que son –sólo el eco de
aprendizajes, mandatos y consignas de mi pasado– entonces, por primera
vez en mi vida puedo decidir no subirme a ese tren y no darle más el
poder de convertirme en él.

El auto-conocimiento representa el lugar preponderante del conocimien-


to humano ....yo soy lo más importante para mí… El conocimiento
profundo de lo que soy puede poner un sello diferente a mis relaciones
personales… ¿Cómo amar y darme a los demás si no me conozco? y así
esta cuestión se convierte en el punto de partida para proponer
humanamente una nueva sociedad, un entorno más favorable (Moreno
2006).

El auto-conocimiento es una condición necesaria para el impulso de


áreas tan diversas como la economía, la educación y el desarrollo social
de una familia, de una comunidad de una región, de un país. El intento
de promover globalmente cualquiera de estos importantes desarrollos,
que no considere de manera prioritaria, o por lo menos paralela, la
promoción de la conciencia personal, hace que el proyecto fracase. En
los contextos más cotidianos –en el trabajo, la amistad, la familia– de
una manera constante e inevitable, surgen pequeños, medianos y grandes
conflictos que, al no encontrar la salida del verdadero diálogo, terminan
envenenado una relación.
A cincuenta estudiantes universitarios se les preguntó cual fue la
primera escena de distanciamiento de una relación de amistad o noviazgo
que finalmente se rompió: las respuestas fueron variadas: Me reclamó
algo injustamente; habló mal de mí con alguien; queda de hablarme y no
lo hace; le reclamé algo y no me escuchó y se pone a la defensiva; Me
entero que no me dice toda la verdad sobre algo; no me creyó, no le
creí; no me invitó a una fiesta; no me regresó, o hizo mal uso de, algo
mío; me dijo que no traía dinero y si traía, etc. Parece ser simple
cuestión de tiempo para que la relación comience a deteriorarse y
Rosario Chávez y Sergio Michel 82

finalmente muera después del primer incidente. La falta de auto-


conocimiento y auto-observación promueve en la familia una cultura del
“no diálogo” donde se busca cambiar al otro sin tener que escuchar ni
voltear con honestidad hacia el interior de uno mismo.
Finalmente como ya lo hemos enfatizado en otro trabajo11 en el
mediano y largo plazo muchos esperanzadores programas y proyectos de
desarrollo social, económico, educativo y –desde luego– humano
fracasan rotundamente por esa inercia de sus miembros de responder de
manera destructivamente automática frente al conflicto. Las gentes
pueden ser intelectualmente brillantes, pero de conciencia chiquita
incapaz de auto-observarse. En el contexto de este libro, sostenemos que
así como ocurre en diversas instancias sociales –la escuela,
organizaciones, equipos deportivos y de trabajo, partidos políticos,
parlamentos, etc.– muchas relaciones de pareja y familias naufragan
básicamente por su muy pobre disposición para la autoobservacion que a
su vez afecta su capacidad de dialogar. El conflicto ciertamente es parte
inherente de cualquier relación, sin embargo, la cuestión relevante está
en la forma de explorar y tratar el conflicto. El nivel de diálogo al que
tienen acceso los interlocutores es en gran medida un reflejo del
desarrollo de sus conciencias. Una persona con pobre o nulo auto-
conocimiento –referida como una conciencia primitiva o de primer
orden12– cuando escucha un reclamo, sólo atina a responder como ya lo
hemos referido, en automático: reactivamente y a la defensiva; Ni
escucha, ni es capaz de hablar con transparencia de lo que siente. Una
conciencia sin auto-observación no es intencionalmente deshonesta;
simplemente no está conectada o conciente de sus propios sentimientos y
los proyecta a los demás. Una conciencia primitiva puede ser muy hábil
en proponer o imponer soluciones, en ganar debates y en manipular
cambios “deseables”, pero será incapaz de ponerle pausa a sus argumen-
tos para concentrarse de entender la experiencia del otro –aunque no esté
de acuerdo con él–. Una conciencia primitiva al no ser capaz de mirarse
y escucharse a sí misma, vive secuestrada e inundada por su
inconciencia, por sus reacciones automáticas.
En Busca de la comunidad (S. Michel Ed. Trillas 2008)
11

12
Ver “Busca de la Comunidad” y “Aprender a ser y a dejar ser Vol I” (S. Michel y R.
Chávez Ed. Cipremex 2003)
83 Los Caminos del Diálogo

Lo que callo o trato de ignorar en relación a mis sentimientos sólo


lo transformo en un ruido mental, que me impide crear las condiciones
mínimas de silencio interior que me permitan escucharte.

Cuando es tiempo de hablar, la conciencia primitiva tampoco puede


ser un buen emisor porque está tan alejado de sí mismo; difícilmente es
capaz de reconocer lo que siente, lo que espera, lo que le duele, etc.; está
tan desconectado de su experiencia interna que se hace bolas con sus
rollos mareadores. Dice lo que cree que piensa o lo que imagina que él
otro siente pero no puede compartir simplemente sus propios
sentimientos y sensaciones. No es capaz de decir: Tengo miedo de
perderte; Me sentí lastimada; Me dolió eso que hiciste; Necesito apoyo
y no se como pedírtelo; Tengo temor de que si te digo la verdad tu te
alejes, etc.; No es capaz de limitarse a compartir, a describir una
escena de sentimiento13 fuerte y después simplemente callarse. Todo
eso de hablar de los sentimientos le parece vil cursilería y por lo tanto no
forma parte de su repertorio. Puede andar irritable y o distante; puede
ser que se limita a proyectar es decir a usar la segunda persona con frases
como te has de querer largar, te gusta lastimarme, ya te cansaste de
estar aquí, etc., pero no es capaz de conectar el hecho de que hace dos
horas o tres días o cuatro semanas se sintió lastimado, frustrado
incomprendido, etc.
Así pues, una de las condiciones fundamentales para el desarrollo de
una comunicación verdaderamente promotora del ser humano en la vida
de una pareja y de una familia es en primera instancia voltear hacia
adentro; reconocer las propias reacciones y necesidades emocionales
para, a partir de ello, ser capaz de expresar los propios sentimientos que
a su vez puedan ser mejor escuchados cuando son transmitidos con
transparencia y oportunidad. Sin embargo, la persona común y corriente
–que no ha tenido la oportunidad de observarse y desarrollar su
conciencia– al pretender comunicar algo de manera constructiva,
usualmente lo hace como puede; desde sus propias áreas ciegas –sus
partes no reconocidas, no conectadas, no integradas a su conciencia–.
13
En el capítulo VIII se trata con mayor detalle la importancia en el dialogo de limitarse
de manera humildemente poderosa a compartir de escenas de sentimiento fuerte.
Rosario Chávez y Sergio Michel 84

Una conciencia no desarrollada es el mejor caldo de cultivo de


fenómenos como la proyección, la manipulación, la triangulación, la
comunicación indirecta, la violencia física y emocional, etc. Expresar o
escuchar al prójimo de forma técnicamente impecable es pues importante
pero no es suficiente. Es necesario considerar la dimensión de “La
Conciencia Personal” que nos permite precisamente observar el diálogo
interno durante el proceso de la interacción humana, es decir durante los
momentos justos de expresar, de escuchar, o de guardar silencio.
Cada nivel de conciencia tiene su propio paradigma o forma de
percibir –o mejor dicho de construir la realidad–. Por ejemplo para una
conciencia menos desarrollada una ley aprendida y que por algún tiempo
ha funcionado es la siguiente:

Si me reclama o si yo reclamo terminamos lastimándonos: Es mejor no


tocar estos temas pues en lugar de resolverse algo nos quedamos peor.

Poco a poco, cuando hay disposición al crecimiento y a la búsqueda,


la conciencia se va desarrollando; va descubriendo que las viejas formas
aprendidas –de no hablar, de no escuchar, de hacerse la víctima, de
controlar al otro, etc.– finalmente dejan de servir y se desploman.
Aunque en su momento dichos aprendizajes, llamados también lealtades
invisibles o viejos paradigmas heredados, parecen razonables y hasta se
disfrazan de valores familiares, o de creencias útiles y válidas, de pronto,
con el paso del tiempo se van resquebrajando. Cada vez se hace más
destructiva y dolorosa la falta de comprensión y de libertad para expresar
experimentada en el pasado. Por muy útiles e importantes que hayan
parecido en su tiempo, el no escuchar y el no expresar con libertad (no
chille porque le pierden el respeto ni diga todo porque luego lo pueden
usar en su contra) dichos aprendizajes verbales o no, se convierten tarde
o temprano en obstáculos para el desarrollo de personas y de relaciones
más sanas.
La pareja de conciencia primitiva, por un lado, ha evitado crisis y
momentos incómodos al no tocar ciertos temas prohibidos, sin embargo,
de manera gradual, casi imperceptiblemente se ha ido distanciando. No
hay problemas: No hay crisis; pero tampoco hay cercanía, afecto,
intimidad. Los antiguos novios enamorados, por evitar un pequeño
85 Los Caminos del Diálogo

problema de incomodidad crean otro peor: Como los náufragos en alta


mar, sin darse cuenta, se van muriendo silenciosa y lentamente de
inanición. Hay quienes se mueren sin jamás preguntarse ¿que parte de mi
conciencia ha quedado obsoleta? Hay también quien antes de morir en la
relación se alcanzan a dar cuenta de esa reacción aprendida y prudente
“ante los problemas”; de ese hábito de tragarse los resentimientos, de
quedarse callados por semanas, de sentirse lejanos, etc., –tal como mamá
y papá lo hacían–. Finalmente reconocen que el mutismo y la falta de
escucha son la leña que mantiene el fuego del “problema”. Las
conciencias que despiertan un día descubren que el problema no radica
en que “mi pareja no actúa como yo quisiera” el único problema real es
que cuando dichas diferencias surgen al interior de la pareja no son ni
expresadas ni escuchadas.

En un grupo, nos podrá  doler todo lo que nos decimos; nos


podrán lastimar los resentimientos acumulados, y las fricciones del
camino; pero lo que realmente nos destruye, es lo que nos dejamos de
decir, y lo que nos dejamos de escuchar....(En Busca de la comunidad.
Pág. 85: 2008)

Bienvenidas las diferencias

Cada persona tiene su propia historia, sus propios intereses,


necesidades y formas de ver la realidad. Las diferencias marcadas entre
dos personas, sin embargo, significan desde nuestra perspectiva no una
desventaja sino una verdadera oportunidad; significan, en otras palabras,
simple y llanamente diferentes historias. ¡Vive la difference! Dicen los
franceses; ¡que viva!
En el nuevo paradigma del conocimiento, es decir en las nuevas
formas de entender la realidad, propuestas por algunos pensadores
llamados post-modernistas, se reconoce que no existe una sola realidad,
existen varias, tantas como observadores. Cada persona crea su propia
realidad y por lo tanto la función del diálogo es de profunda importancia
para el desarrollo de la conciencia y para la evolución del ser humano en
Rosario Chávez y Sergio Michel 86

general: El diálogo por si mismo, y generalmente sin necesidad de ayuda


profesional exterior, es capaz de promover de manera poderosa el
crecimiento y evolución de una relación al integrar nuevas percepciones
o realidades a la propia de cada miembro. Por otro lado, la persona
convencida de la existencia de una realidad única y “verdadera”14,
separada e independiente del sujeto, es totalmente incapaz de intentar un
diálogo, pues cuando escucha algo que no concuerda con su verdad, con
su significado o con su versión de los hechos, moverá automáticamente
la cabeza en señal de negación o hará muecas de censura que
transmitirán al otro inefablemente el mensaje de: “estás mal”. Las frases
típicas en un intercambio –que no diálogo– de primer orden entre
conciencias con pobre desarrollo, son las siguientes: Las cosas no son así
como dices; tú estás distorsionando todo, etc. No tenías porqué haberte
sentido mal; etc.
La persona que no escucha, no se da cuenta de “que no sabe
escuchar”. Para todo mundo será obvia su carencia menos para ella. En
lugar de reconocer su limitación terminará proyectando, es decir,
quejándose: “la otra persona no me escucha”; Estará convencido que el
otro “es un terco con la mente cerrada y totalmente aferrado a su
estúpida percepción de los hechos pues las cosas definitivamente no son
así”. Como su conciencia se ha quedado chiquita y no lo reconoce –y
esto resulta verdaderamente trágico– tampoco se dará cuenta que la
persona de enfrente, usualmente su pareja, es un espejo de su propia
cerrazón; alguien que reacciona con los mismos gestos que previamente
recibió del ofendido. Solamente alguien que desarrolla su conciencia,
un día tiene acceso al conocimiento de la otra mitad de la realidad:
Si bien es cierto que la otra persona “no me escucha” o que la otra
14
Aunque esta reflexión podría dar pie a un debate axiológico sobre la universalidad de
valores y verdades, queremos reconocer la existencia de valores universales, sin embar-
go, el respeto, la dignidad, por mencionar algunos, sólo pueden ser entendidos en el
contexto de relaciones entre personas lo cual implica intercambio de subjetividades –
utilizado el término no en sentido peyorativo– y en este sentido nuestro énfasis y mayor
preocupación esta en la propuesta del dialogo como un camino a una verdad mas
compleja y evolucionada como dirían Graves o Wilber estudiosos del desarrollo de la
conciencia global. Quien momentáneamente “le pone pausa” a su obsesión por imponer
su verdad, paradójicamente invita al otro de manera humildemente poderosa a la
experiencia de la apertura y de la verdad en niveles de mayor complejidas.
87 Los Caminos del Diálogo

persona “no me toma en cuenta”, etc., un día tomo conciencia de que,


simultáneamente, yo tampoco escucho y yo tampoco lo tomo en cuenta.
Ese día algo comienzo a ser diferente en mi relación con el otro.

Niveles de Conciencia

Llevar una vida de calidad es una decisión personal por extraño


que parezca. Quien no ha llegado a descubrir que, en un nivel profundo y
a la vez accesible, la persona decide su propia historia y sus propias
percepciones, difícilmente puede entender que la calidad de vida es
también una elección que requiere un proceso gradual de auto-
observación; un caminar a través de los distintos niveles de conciencia;
un descubrimiento e iluminación de las áreas ciegas que un día
finalmente permiten a la apersona dejar de reaccionar en automático y
elegir con la mente en paz, es decir, “observar al ego sin subirme a él” o
su equivalente: “escuchar a mi pareja sin querer cambiarla o corregirla”.
A través de la historia, diferentes pensadores ilustres se han
referido, a su manera y con diferente énfasis, al desarrollo de la
conciencia o auto-conocimiento como uno de los retos más importantes
de la humanidad.

Teresa de Ávila.

En su libro “Las moradas del castillo Interior” esta religiosa


describe el camino hacia los estados de mayor conciencia o desarrollo
espiritual. Para Teresa de Ávila la primera morada representa la
condición del hombre dormido e inconsciente que vive fuera del castillo
del alma. En esta primera etapa el ser humano es prisionero, está tan
inmerso en las cuestiones mundanas y materiales que se mantiene
dormido; El alma está embrollada; está tan “metida en las cosas del
mundo y tan empapada en la hacienda u honra o negocios” que no puede
“descabullirse de tantos impedimentos y gozar de su propia hermosura”.
Al entrar a la siguiente morada el hombre deja su ser ordinario e inicia su
proceso de despertar verdadero que lo lleva de regreso a su esencia
espiritual. En la segunda morada, el hombre enfrenta la resistencia del
ego o naturaleza humana inferior que insiste en mantenerse dormida y
Rosario Chávez y Sergio Michel 88

apegada a las cosas del mundo. Aunque el ego “con sus cosas del
mundo” puede volver a atrapar al ser humano, éste está ahora despierto,
y eso hace una gran diferencia. La tercera morada representa un tránsito
hacia la esencia espiritual mucho más fluido pues ya se ha ganado la
batalla contra la naturaleza inferior (o ego). En esta y en la siguiente
etapa la persona avanza en la capacidad interior de vivir “el silencio”. En
las tres últimas etapas el camino continúa hacia el éxtasis y la
experiencia de unidad. Desde la óptica de la primera morada o etapa del
adormilamiento pareciera que quien llega a las últimas moradas, o
estados avanzados de conciencia lo hacen en un estado de privación
dolorosísima, pero no es así, en realidad la experiencia interna que
Teresa de Avila reporta es de un profundo júbilo unidad y armonía.

Ouspenski.

A principios del siglo veinte, este autor, mencionaba cuatro


estados de conciencia en el proceso de desarrollo interior de una persona:
En el primer estado, Ouspenski hace referencia a la conciencia de las
personas mientras duermen, En este estado la mente conciente cotidiana
se desconecta y apenas si deja lugar a algo de actividad durante los
sueños que aunque de utilidad terapéutica, parecen ocurrir a un menor
volumen o intensidad pues difícilmente son recordados cuando la
persona vuelve al estado de vigilia. El segundo estado se refiere a la
vigilia donde la persona aunque aparentemente está despierta, manifiesta
un funcionamiento mecánico; opera de manera totalmente reactiva. La
mente en este estado se rige por las leyes de la repulsión y la atracción,
es decir, está ocupada en evitar algunas cosas y perseguir otras. Este
segundo estado de Ouspenski es en esencia parecido a la primera morada
de Santa Teresa de Ávila donde la persona funciona como un robot
atrapado en las cosas del mundo. La persona está convencida de estar
despierta pero y no se da cuenta de su estado de adormilamiento
permanentemente.
En su búsqueda por entender el funcionamiento humano, y sus
trampas para acceder a estados más despiertos y libres, Ouspensky
después de viajar por todo el mundo y estudiar lo que en su momento
existía de conocimiento sobre el tema llego a una conclusión básica; a un
89 Los Caminos del Diálogo

punto de partida: La personas no tienen un asolo identidad, no son una


sola cosa. Cuando una persona hace algo inapropiado cuando pierde los
estribos y ofende, cuando se toma unas copas de más y hace desfiguros
es posible que a los días del incidente vaya con el agraviado y diga algo
así como no fue mi intención, no lo quise hacer. Esta manera de expresar
es parte importantísima del problema pues refleja una pobre conciencia
para reconocer que por lo menos una parte de si mismo –de su ego, de su
identidad– hizo lo que hizo y dijo lo que dijo, aunque otra parte no se
atreve –por lo menos cuando está sobria– a decir lo que siente y piensa
por temor a ser rechazada. Alvin Mahrer (1996, 1989) le llama a estas
partes Potenciales de Experiencia, otros le llaman estados del ego
(Watkins y Johnson, 1986) o partes interiores (Zalaquet 1986). Sólo una
persona capaz de reconocer sus diferentes parte –los lugares internos de
donde vienen diferentes tipos de voces y sentimientos– es capaz de ser
honesto y transparente y no negar a los demás ni mucho menos a sí
mismo lo que realmente siente y piensa en alguna de sus varias
“identidades” o como quiera que les llamemos.
El tercer estado de conciencia representa el inicio del verdadero
despertar lo cual implica mantener la posición de observador de los
propios sentimientos y pensamientos mientras fluyen constantemente. La
persona logra a través de observarse, ser consciente de sí misma. Cada
vez que la persona se identifica con su ego, es decir, se sube en el tren de
sus propios pensamientos para “convertirse en ellos”, olvida flagran-
temente algo básico y poderoso: su función de observador desapegado
correspondiente al tercer estado. Los momentos de observación suelen
ser esporádicos pues inmediatamente la persona vuelve a dejar de
“recordarse a sí misma”, es decir de observarse a sí misma y es de nuevo
atrapada por sus emociones y pensamientos. Las personas comunes y
corrientes –habitantes cotidianos de las dos primeras etapas– difícilmente
llegan a permanecer más de cinco o seis segundos observándose a sí
mismas pues inmediatamente vuelven a “convertirse en sus
pensamientos”.
En el contexto de nuestra propuesta, el diálogo requiere de un
emisor y de un receptor. Ser observador de los propios brincos de un ego
a otro es vital especialmente cuando llega el tiempo de hablar. Cumplir
con la función del emisor se logra cuando una persona aun cuando no
Rosario Chávez y Sergio Michel 90

haya alcanzado la iluminación total “del cuarto estado de conciencia” –ni


la llegue a alcanzar en los próximos cincuenta años–; es capaz de no
excluir a ninguno de sus pequeños o grandes egos y a todos ponerles el
micrófono y permitirles hablar justamente en un lenguaje “yo”.
Algún día, cuando la iluminación sea total, la persona tal vez
llegue a ver a todos sus egos sin subirse a ellos, pero mientras ello
sucede puede comenzar ya, desde ahora, a iniciar diálogos constructivos
y sanadores sin tener que jugar al mudo sin tener que decir no me pasa
algo cuando en realidad estoy muy lastimado:

Quiero pedirte que me escuches sin interrumpirme hasta que


termine y te ofrezco yo hacer lo mismo cuando sea tu momento de
hablar: Una parte mía se siente muy ignorada cuando decides irte sin
consultarme… otra parte tiene miedo de decírtelo pues pienso que te
vas a enojar… con otra parte tengo ganas de estar más tiempo contigo…
con otra parte me da coraje y decido esconderte las llaves para que no
las encuentres… con otra parte me da pena hacer esas cosas que
considero inmaduras y cuando me lo reclamas la verdad… con otra
parte prefiero negarlo pues me siento descubierto en algo que me
avergüenza.

En el cuarto estado de conciencia se alcanza la percepción de la


realidad “tal como es”. Según Ouspenski esta última etapa en el
desarrollo de la persona es la más avanzada y resulta de la práctica
sistemática de auto-observarse. La persona sin la distracción de tanta
brincadera, sin el ruido de tantas voces es capaz de percibir, cuando se
hace el silencio del ego, la otra realidad, la de la paz interior.

Mahrer y su Modelo de las Mesetas.

El ser humano puede desarrollar, a lo largo de su vida, distintas


competencias: Puede llegar a convertirse en un excelente abogado,
médico, puede llegar a ser presidente de la república o primera dama,
puede asimismo ser senador, exitoso comerciante, virtuoso violinista o
futbolista de clase mundial. Sin embargo, existe otra dimensión: la
91 Los Caminos del Diálogo

libertad interior, que no se desarrolla por inercia simplemente con el


transcurrir de los años. Las personas que no desarrollan esta área –a
pesar de sus múltiples logros en el resto de otros ámbitos; de desarrollo
económico, intelectual, cultural, etc.– permanecen indefinidamente
estacionados en la etapa del “Campo Primitivo”. Esta etapa representa la
primera fase del desarrollo del ser humano aunque para muchos –como
lo sugieren entre otros Ouspenski y La Madre de Ávila– llega a ser de
una manera frecuente y trágica la única etapa conocida en toda su vida.
En la etapa del campo primitivo la conciencia del infante es
literalmente ocupada por múltiples elementos depositados inicialmente
por sus padres biológicos. Posteriormente el campo primitivo continúa su
proceso de ser llenado por diversos grupos de pertenencia en la historia
de la persona. Al principio de su existencia el infante se convierte en un
experto lector de lo que papá y mamá esperan de él. Bástele al pequeño
con mirar las caras de sus progenitores para darse cuenta si está siendo
aprobado o desaprobado. Sin saber exactamente cómo ni cuándo, la
persona se convierte en experta en el arte de complacer; de voltear hacia
fuera para imaginar como el otro se siente. Nuria por ejemplo un día se
observa a sí misma volteando constantemente; a ver si su esposo ponía
buena o mala cara en las reuniones sociales; a estar al pendiente de que
no se aburriera etc. Un buen día se da cuenta de que ese habito inocente
lo inició sin darse cuenta desde que era niña y aprendió a quedar bien y
complacer primero a papá, después a su maestra Josefina luego a sus
amigas de la adolescencia y ahora desde luego al marido.
Sólo en el silencio se escucha lo esencial (Camile Berguis). Cuando el
niño falla y lo que hace no es suficiente para ganar la aprobación,
entonces se siente culpable. A través de su propio proceso de
socialización ---y alienación-- el infante deja cada vez menos espacio al
interior de su conciencia para escucharse a sí mismo; De pronto, todas
esas voces y aprendizajes del pasado hacen tal ruido, dan tantas ordenes
al mismo tiempo, hostigan de tal manera a la conciencia con: haz, deja
de hacer, deberías, no deberías, etc que la persona es incapaz de
escuchar. La falta el silencio interior, impide a la persona escuchar su
propia voz y saber lo que quiere y reconocer la parte más auténtica y
única de su persona: la esencia o alma (ver Zukav 2002)
Rosario Chávez y Sergio Michel 92

La conciencia primitiva se caracteriza por fungir como el


depósito de una gran cantidad de aprendizajes del medio ambiente
significativo –inicialmente los padres– durante el proceso de socializa-
ción del infante. Todo este proceso de interacción entre el niño y su
medio ambiente significativo va dando pie a su “personalidad” que en su
etapa primitiva es básicamente el producto de lo depositado por los
demás a través de “premios, castigos y traumas”. Con el proceso de
interacción, durante los primeros años de la vida, con alguien que premia
o castiga van surgiendo conductas, percepciones y sentimientos diversos.
Este proceso funciona de manera condicionada. Es decir, acepta algunas
partes, conductas y sentimientos del niño –partes consideradas virtudes–,
y rechaza otras consideradas como defectos o vicios. En otras palabras
este proceso inicial da forma a diferentes yoes (pequeños programas
interiores, identidades relativamente independientes, formas de operar en
el mundo o Potenciales Operativos como les llama Alvin Mahrer)
Algunas de estas formas del ego son limitadas o restringidas y otras más
son estimuladas.
Cuando la persona no avanza durante su vida más allá de la etapa
del campo primitivo su conciencia permanece estacionada en forma de
depósito pasivo de expectativas, mandatos, prohibiciones, hábitos,
gustos, miedos, contradicciones, sentimientos y pensamientos variados
originados en las figuras parentales.

4.- Etapa de Integración

3.- Consolidación de Potenciales ..

2.- Formación de Potenciales

1.- Etapa del Campo Primitivo

Figura 1.
La figura 1., muestra las diferentes etapas, según el modelo de las
mesetas, por donde puede transitar el ser humano. Para llegar a la etapa
de mayor desarrollo (integración) a partir de la etapa del campo
primitivo, es decir para recorrer el rectángulo de abajo hacia arriba, la
93 Los Caminos del Diálogo

persona puede hacerlo “pegado a la banda izquierda” atravesando la


línea que separa a cada una de las subsiguientes etapas o puede también
continuar su avance cronológico sin atravesar etapas y sin salirse del
campo primitivo, llegar “por la lateral de la derecha” hasta la parte final
de la vida. Así pues existen personas de ochenta años con grandes logros
que por otra parte nunca pasaron de la primera etapa. La película Joyeux
Noel15 narra un hecho histórico de la primera guerra mundial: Por unos
días en pleno invierno surge inesperadamente una maravillosa
experiencia de hermandad entre soldados escoceses, franceses y
alemanes. Más allá de sus nacionalidades se abre un espacio para
compartir y dialogar, para escucharse y entrar al mundo de manera
humildemente poderosa, para reconocerse como seres humanos tan
distintos en un nivel y tan semejantes en otro; con frío, con madres,
esposas e hijos esperando y orando por ellos en algún lugar; Sus vidas
son tocadas por la conmovedora experiencia de la unidad. Este trozo de
utopía dura hasta que las conciencias primitivas de alto rango rompen
con “semejante e inconcebible atrocidad”. Soldados rasos, capitanes y
uno que otro capellán vivieron por unos días algo que transformó sus
vidas y sus conciencias: Algo que, con sus conciencias chiquitas y
saturadas con las voces de todos sus egos ancestrales, sus obispos y
generales difícilmente serían capaces de tocar tal vez ni siquiera por un
instante en sus vidas. No podrían ver hermanos en el “prójimo” sólo
enemigos ideológicos, irreconciliables, peligrosos.

El huevo de las tres yemas

El estado de conciencia o campo habitado puede ser representado


como un círculo con tres áreas: las áreas de P y M representan el espacio
asignado para el depósito que especialmente a través de las primeras
etapas de la vida, llevan a cabo los padres biológicos o sustitutos.

15
Distribuida en Español como Noche de Paz.
Rosario Chávez y Sergio Michel 94

Figura 2

La pequeña “e” representa, en contraparte, el elemento no


atribuible a padres, madres u otras influencias significativas equivalentes
(maestro, tutor, modelo, líder, jefe de la pandilla, etc). Algunos autores
se han referido de diferente forma a esta parte: esencia (Michel y
Chávez, 2004); alma (Zukav. 2002); vocación (Jean Monbourquette
2002).
Cuando la personalidad tiene su conciencia totalmente habitada
de “ruidos” mentales producidos por esos inquilinos ancestrales de la “p”
y la “m”, entonces la esencia no se escucha; desaparece entre las dos
grandes masas que no le permiten ni respirar, como lo muestra la figura
2. La persona pierde gradualmente su capacidad de ser dueña de sí
misma y funciona solamente como un edredón donde los padres
biológicos y otros papás y mamás simbólicos han colocado “sus parches”
a través del tiempo. La persona se hace experta en percibir lo que los
otros esperan, lo que a los otros les molesta y les gusta, pero no tiene ni
idea de lo que ella siente y quiere.
La persona se convierte eventualmente en una colección de
copias fotostáticas o de retazos heredados por diversos tutores: De mamá
aprendió, por ejemplo, a ser pesimista y chismosa; de papá aprendió a
censurar y a reprobar todo; de la relación con su abuela aprendió a jugar
a la víctima pues sólo así al quejarse obtenía algo de atención. Todos
esos pedazos con los que está manufacturada la manta de la personalidad
o ego con frecuencia no sólo no facilitan la expresión de la esencia sino
que a menudo la bloquean. G. Zukav afirma que la personalidad está
desalineada del alma precisamente cuando el ego o el resto de la persona
apunta en una dirección y el alma o vocación personal apunta en otra.
Cuando se da este fenómeno tan común de desalineación, la persona
95 Los Caminos del Diálogo

pierde energía exactamente como ocurriría con un automóvil cuyas


llantas están alineadas en dirección del este y el motor en dirección del
norte. “El estrés más grande que puede vivir una persona es el de
permanecer desarrollando actividades ajenas a su vocación” (Michel
2008). Para Zukav uno de los objetivos básicos en la vida es poner las
condiciones para lograr que la personalidad –o conjunto de egos o
potenciales de experiencia– se ponga al servicio de la vocación, es decir,
para que las actividades que la persona desarrolle estén alineadas con su
alma o esencia. Cuando la personalidad y la vocación no están alineadas,
es decir cuando el funcionamiento cotidiano, por ejemplo, la relación de
pareja o de familia no permite el ejercicio de la esencia de la persona,
ésta, sin saber plenamente “la razón” de su funcionamiento, vive de
manera desvitalizada, triste y deprimida (o haciendo cosas destructivas
como se verá en el capítulo del pasaje a al acción). En un trabajo previo
hemos utilizado el término “tercer orden” para referirnos al cambio
verdaderamente poderoso que una persona puede hacer al concentrar su
energía e inteligencia en llevar a cabo actividades –no importa si
sencillas o complejas– relacionadas con su vocación. Cuando la persona
se regala a sí misma el privilegio de escuchar, reconocer, atender y
ejercer algo de su vocación, es capaz entonces de trascender una serie de
mandatos adictivos, cuya consigna había sido hasta entonces implacable:
hacer cosas y más cosas para sobrellevar la ansiedad y lograr algo de
poder, prestigio, afecto, lástima, control, atención, bienes materiales,
conocimiento académico, etc. Las personas desconectadas de su
vocación viven de las migajas; atrapadas en el mundo del ego donde
nada es suficiente. En el ámbito del ejercicio de la vocación, por el
contrario, las ganancias artificiales del ego son totalmente secundarias:
La experiencia de ejercer, de hacer cosas cercanas a los intereses
auténticamente propios es tan gratificante que la gente podría hasta pagar
por hacer lo que hace cuando lo hace justamente desde ese “lugar
llamado vocación”.
Cada miembro de la pareja enfrenta a fin de cuentas una pregunta
fundamental: Construyes o destruyes; ¿Te dedicas a facilitar o a
dificultar la vocación de tu pareja? O en otras palabras, ¿Te relacionas
con tu pareja a través de tu ego o lo haces también a través de tu
vocación?
Rosario Chávez y Sergio Michel 96

¿Te atreves a ser y a dejar que el-ella sea o ni eres, ni


permites ser a tu pareja?

Jarquín ha expresado en una frase la importancia de la vocación


en la promoción de relaciones facilitadoras: “Sólo promueve a ser
aquel que es” En otras palabras, cuando la persona ha caminado en el
desarrollo de su conciencia, ha entrado en contacto con su propia
vocación y ha dejado atrás la etapa del campo primitivo –aunque no
tomase cursos de desarrollo humano ni se capacitara de manera directa
en el tema de habilidades de comunicación– ello finalmente sería
suficiente para mantener una relación de calidad tanto con sus hijos
como con su pareja.16
Monedita de Oro

Si estás ejerciendo la esencia de tu vocación


aunque sea a través de un hobby
tus ojos van a brillar.

Pero aunque tu esencia brille internamente


No es monedita de oro
Para caerle bien a todos.
Yo no vine a complacerte a esta vida
Tú, tampoco viniste a complacerme
Cada cual tiene una misión
Mil veces más importante
Que recoger o dar migajas de aprobación
Cada uno vinimos a descubrir y a seguir
El llamado de nuestra vocación
De nuestra misión, de nuestro corazón.

Si al final de nuestras vidas


Después de haber coincidido nuestros caminos
Y compartido como pareja nuestras búsquedas

16
Ver el capítulo correspondiente en el libro aprender a ser II.
97 Los Caminos del Diálogo

Puedo decir que en mi contacto contigo fui más yo mismo


Y que mi presencia facilitó y estimuló
Que tú fueras más tú misma
Es decir, si fui capaz de promover
El desarrollo de tu vocación
De tu crecimiento
Y de tu persona
No señora de Fulano de Tal
Sino Señora de ti misma
Me puedo morir en paz.

Lo mejor que te puede ocurrir


Es que contactes y ejercites tu esencia
Pues lo que es bueno para ti
Es bueno para el mundo.

(R. y S. Michel. Del libro Aprender Ser y a dejar ser Vol I; 2002).

La capacidad de expresar y el desarrollo de la conciencia.

Una persona estacionada en la primera meseta, es decir en la


etapa del campo primitivo, se encuentra imposibilitada por su propio
estado de conciencia para siquiera reconocer sus más auténticas
necesidades. No puede expresar lo que realmente siente o quiere
simplemente porque ni siquiera se da cuenta de ello, está desconectada
de sí misma. La persona requiere primero aprender a escucharse a sí
misma para después aspirar a ser escuchada por el otro. Un “campo
primitivo” está más bien conectado y ocupado en percibir lo que otros
necesitan y esperan de él o ella.
Las conciencias primitivas, por otro lado, tampoco están capacita-
das para entender algo básico y elemental: que cada persona es, en el
nivel más profundo de su experiencia, responsable de sí misma.
El término conciencia parece ya haber perdido su significado a
fuerza de ser tan utilizado para referirse a todo y a nada a la vez. Para
aproximarnos a ella, de manera metafórica, podemos imaginar un gran
recipiente donde se almacenan las vivencias de la persona a través de su
Rosario Chávez y Sergio Michel 98

vida. La capa de encima, es decir la nata, se encuentra en la superficie de


todo el líquido acumulado de experiencias. Desde esta área de encima,
que podría asemejarse a lo que Chomski llama estructuras lingüísticas de
superficie, la persona responde ante los estímulos del presente por lo que
en ese momento percibe de su medio ambiente. La señora Esperanza, por
ejemplo, llega cansada de un día pesado que culmina con un viaje al
“súper” de compras semanales. Le pide al marido que le ayude y éste
con gusto empieza a llevar las bolsas del mandado, del auto a la cocina.
Justo en el tercer viaje el esposo de Esperanza recibe una llamada de un
cliente de su negocio que le solicita un servicio. El hombre toma lápiz y
papel y por un momento se sienta en el sillón de la sala para tomar nota y
preparar el pedido solicitado. Entretanto, todavía quedan varias bolsas
pendientes que la mujer “tiene” que seguir transportando. Al pasar por
donde su marido está haciendo su llamada la mujer le hace gestos y él le
contesta con más gestos como diciendo “pos estoy ocupado”. Ella
acentúa más sus gestos como diciendo “yo he estado trabajando todo el
día y no eres capaz de pararte un ratito a ayudarme; tú bien sabes que
todavía hay cosas pesadas que bajar del auto, eres un huevón”.
La parte más superficial, más externa y visible de ese conflicto es
precisamente un hecho irrefutable: “él se queda aplastadote mientras ella
como hormiguita que no ha parado todo el día sigue a las nueve de la
noche bajando cosas del auto”. Pareciera ser que ella se siente mal,
frustrada y enojada porque él no le ayuda a bajar las cosas. Sin embargo,
ya una vez pasado el enojoso incidente, cuando el marido se atreve a
preguntar, pueden surgir a la conciencia las capas más profundas del
recipiente:
—Esperanza, te veo muy contrariada, me gustaría saber si hay
algo más en este momento que te moleste… me gustaría escucharte.
—Que más quieres que haya si tú nunca me ayudas –responde en
automático y por unos segundos guarda silencio al ver un poco
sorprendida que en esta ocasión su marido está callado, receptivo; parece
no estar dispuesto a discutir ni a pelear. Parece que el hombre
verdaderamente está escuchando; en lugar de sacar la espada sacó el
espejo.
—Pues sí –Esperanza finalmente agrega– vengo hasta la madre
de harta después de todo el día de andar para arriba y para abajo y
99 Los Caminos del Diálogo

cuando ya me venía, al pasar por una tienda de ropa interior que está a la
entrada del centro comercial, me acordé que ya no tengo ni calzones que
ponerme, y ahora que veo en la tienda unas ofertas, ya no traigo ni un
peso para lo mío; ¡Ni para unos pinches calzones me alcanza!
—Me imagino que te has de sentir bien frustrada cuando todo el
dinero que traes lo gastas para cosas de la casa y al final para lo tuyo ya
no te queda ni un peso –responde el marido con un tono pausado y
cálido.
Conforme ella es capaz de voltear hacia adentro –mientras el
esposo simplemente le escucha y le sigue preguntando y explorando los
sentimientos de su mujer– puede finalmente compartir nuevos elementos
y sentimientos que se encuentran a mayor profundidad en el recipiente
de su conciencia, es decir, más allá de su estructura de superficie.
—Pues sí, esto me provoca esa misma sensación de cuando veía a
mi mamá trabajando sin parar para que luego mi papá llegara
tranquilamente y no aportara ni un cinco a la casa, y se quedara ahí
viendo la televisión sin hacer nada.
—Y en este momento, me imagino que es una sensación
parecida, a la de tu mamá que no para todo el día de trabajar y el hombre
de la casa ahí aplastado –el marido se tuvo que morder la lengua para no
sacar la espada; para no contestar con la típica respuesta de defensa
personal: “...y yo que culpa tengo , si yo no soy tu papá yo si trabajo,
etc., etc.”
—No sabes cuánto se me revuelve el estómago cuando veo eso
–continúa la mujer explorando sus sentimientos a mayor profundidad–.
Desde que tengo doce años me ponen a cuidar a mis hermanos y no
puedo jugar con mi samigas. Me veo en esa edad: no puedo perder el
tiempo pues tengo que estar al pendiente de ellos y muchas veces no
tengo ropa decente que ponerme pues a mamá no le alcanza para
comprarme “lujos” y en la escuela mis compañeras se burlan de mí
porque traigo los zapatos todos agujereados.
Conforme avanza el diálogo, en la medida que Esperanza es
escuchada, se atreve a explorar a niveles más profundos su experiencia;
Avanza así de la superficie hacia las capas más profundas del “contene-
dor”. Poco a poco cae en cuenta que el atribuir su enorme molestia al
hecho de ver a su marido “aplastado sin hacer nada” es sólo la nata del
Rosario Chávez y Sergio Michel 100

recipiente, más allá de la cual se encuentra la frustración de no poderse


comprar algo para ella. Finalmente, en el fondo de todo, está la vieja y
conocida experiencia de sentirse en su calidad de mujer desde niña, algo
así como la servidora de la casa. Durante el proceso de ser escuchada se
da cuenta de dos cosas: por un lado, odia con todas sus vísceras el ser
tratada como la esclava de todo el mundo; por el otro, se da cuenta
finalmente de que ella solita “se pone de pechito” y aunque reniega,
suele dejarse “sin querer queriendo” ella misma en último lugar, pues
cuando se compra algo, o se da un pequeño lujito inmediatamente es
atropellada por sentimientos de culpa y entonces se regresa ella solita al
lugar de la cenicienta. Un día descubre algo: “quiero que me cuiden pero
yo soy la primera en no cuidarme en sentir que no merezco”.
“Desarrollar la conciencia representa pues la capacidad de
mirar hacia adentro con más profundidad. Conciencia es poder
reconocer que mi molestia cuando mi esposo se queda aplastado es
solamente “la nata” de mi experiencia. Cuando al ser escuchada puedo
reconocer y expresar esos sentimientos que han estado desde antes que
mi esposo apareciera en mi vida, entonces, sólo entonces puedo
construir desde mi conciencia un auténtico diálogo con migo misma y
con mi pareja”.
Una conciencia primitiva igualmente culpa al otro de su infelici-
dad (como en el caso de Marta y Martín “el ofendidito”) que está
dispuesta a sentirse culpable o responsable absoluta de todos los “estados
emocionales dolorosos” del otro (que bien puede ser un simple
compañero de trabajo, la pareja, el hijo, la suegra el vecino, etc). Dada
esta tendencia de uno de los tantos egos a cargar con la culpa, las
conciencias habitadas sufren grandemente para expresar de manera clara,
directa y personal, sus sentimientos y pensamientos. “No sea que vaya a
lastimar a los demás si expreso lo que siento” –parecen decirse a sí
mismos. A los diez minutos de haberse atrevido a reclamar algo,
comienza la brincadera de egos y se sienten la cucaracha más aplastada y
desdichada del mundo por haber cometido tal atrocidad. En otras
palabras, las personas que funcionan desde su conciencia primitiva, al
responsabilizar o culpar a otros de sus sentimientos o al sentirse
culpables de los sentimientos de los demás, son fácilmente manipulables
(cuando muerden el anzuelo de “tu me haces sentir así”) y al mismo
101 Los Caminos del Diálogo

tiempo resultan manipuladores solícitos e inconscientes al enviar a otros


exactamente el mismo anzuelo.
Desde la experiencia de “ser habitado”, todo lo que Adán hace o
le dice a Eva, “le produce” a ella una cierta tensión; y por su parte él
también se siente culpable de lo que a ella le ocurre (la hice sentir mal).
Su relación es tan frágil aparentemente por todas las cosas que él o ella
hacen o dejan de hacer. Ambos pueden quejarse con alguien más, con
sus respectivos confidentes y convertirse en expertos chismosos
mitoteros, pero entre sí, al interior de la relación, deciden que es mejor
no hablar; “no vaya a romperse el jarrito de Tlaquepaque”. Su manera de
resolver problemas es empeorándolos: Cada vez que deciden no hablar
para no hacer el problema mayor, en el fondo y en el largo plazo lo
hacen peor aún.
—No se vale lo que me hace,
—No se vale que me reclame así… no se vale… no se vale…
Su falta de conciencia sólo le permite ver en el otro las conductas
agradables o desagradables pero difícilmente le permite verdaderamente
tomar nota de su propia adicción, de su compulsión a complacer o a
controlar, es decir, a cumplir expectativas o a que el otro las cumpla. Por
ejemplo después de un par de años es muy posible que Berta se queje de
que su marido ya no tiene detalles con ella, y es capaz de documentar
una larga lista de formas que su marido tiene de descuidarla. Por
ejemplo, la deja sola mientras él se pone a platicar con algún conocido a
la entrada de algún restaurante, en el supermercado, en la calle, en las
fiestas. Otras veces, cuando se digna tener algo de tiempo para
conversar, el marido es superficial y no comparte nada personal y ella
siente que él no confía para abrirse más pero cuando ella reclama más
profundidad él contesta internamente:
–La última vez que me atreví a decirle que me molestaba que se
metiera en mis cosas –mi celular, mis amigos, mi secretaria, mi
correspondencia, mi correo electrónico, etc.– ella no paró de
interrumpirme, de corregirme, de cuestionarme, de defenderse, de
hacerse la ofendida. Primero me pide que le diga que me pasa y cuando
lo hago no me escucha. Ese día decidí callarme. Mi boca enmudeció,
ahora ya no habla pero mi comportamiento, mi cuerpo si dicen muchas
Rosario Chávez y Sergio Michel 102

cosas, por ejemplo, cuando “sin querer” llego tarde para no oír sus
reclamos, cuando prefiero ver la tele que platicar con ella.

Escuchar una retroalimentación y ser capaz de convertirla en


oportunidad de crecimiento es uno de los indicadores más importan-
tes de salud mental y de inteligencia emocional en una relación.

Escuchar de manera amorosa y con paz interior –aun cuando la


pareja se encuentra en pleno arranque de histeria o de crisis menstrual o
de andropausia– es una conquista gradual, no de la técnica impecable,
sino de la esencia libre capaz de percibir al otro como realmente es con
todo su dolor, su historia, sus egos.
Sólo desde un espacio interior más libre se pueden ver los
reclamos y resentimientos del otro sin cargarlos y a la vez sin
invalidarlos. Una conciencia “primitiva” al escuchar una retroalimenta-
ción, especialmente cuando ésta viene en forma de reclamo, puede
deprimirse, agredir o corregir pero no será capaz de escuchar ni siquiera
un poquito “la realidad del otro”. Una conciencia primitiva cae
irremediablemente en la tentación “de ponerse de pechito” para auto-
embarrarse toda la culpa y así hacerse a la vez víctima y cómplice
indirecta de sus propias heridas del pasado. Por ejemplo cuando el
marido le dice a su esposa que quiere estar solo, ella en lugar de escuchar
algo tan simple inmediatamente “saca a pasear a su propia niña
abandonada” y desde ese lugar interior, responde al marido: “Ya te
aburrí verdad” y entonces deja de escuchar al marido que como muchos
organismos de su género –incluidos los chimpancés– de vez en cuando
sienten la necesidad de irse a aislar a su cueva para estar solos y punto,
no es nada personal contra su mujer, es una necesidad de género.
Por otro lado, sólo la persona con una esencia más libre
eventualmente es capaz de probar la deliciosa experiencia de escuchar,
con la mente en paz sin sarcasmo ni falsa prudencia, es decir, sin
defensividad, con un profundo respeto y con amorosa aceptación hacia el
otro y hacia sí misma.

Puedo escuchar tus sentimientos


103 Los Caminos del Diálogo

Puedo escuchar tus expectativas


Tus necesidades
Todo lo que esperas de mi
Puedo escucharlo con respeto auténtico
Con interés profundo
Y a la vez
Sí, a la vez
Sin sentirme culpable
Pues aunque esto parezca sarcasmo, cinismo, o indiferencia
¡No lo es!
Tú eres responsable de tus sentimientos
Y de tu propia “brincadera”.
Tanto como yo soy de los míos.

El mejor regalo que podremos hacernos mutuamente


Es escucharnos
En la expresión de nuestros múltiples sentimientos
Y así
Si yo no te censuro
Tal vez aprendas tú misma a no censurarte
Y si tú no me censuras
Tal vez yo aprenda a no censurarme
Y así, sin censurarnos por sentir lo que sentimos
Tal vez aprendamos poco a poco
Primero a reconocer nuestros sentimientos
Y después; sólo después
De haberlos entendido y aceptado.
Podamos integrarlos y transformarlos.

Fritz Perls en una expresión demoledora para la visión romántica


del amor que tanto ha inspirado a poetas y cantores inspira nuestra propia
versión de “su oración” que en el fondo de su aparente desamor, nos
ofrece una de las grandes pistas –la libertad de expresión –para recuperar
el amor.
Yo no vine a este mundo a cumplir tus expectativas
Ni tú viniste a cumplir las mías
Rosario Chávez y Sergio Michel 104

Tal vez podamos acceder a una forma de amor


Más evolucionado
Y romántico aunque de diferente forma

No vine a cumplir tus expectativas


Vine a acompañarte en el descubrimiento de ti misma
En tu desarrollo como persona,
Porque el camino del alma
Atraviesa por el mundo de los sentimientos.

Tú, por tú parte


Tampoco viniste a este mundo a cumplir mis expectativas.
Si después de escucharnos podemos coincidir en lo esencial
¡Que bueno!
Si no… Ni modo.
105 Los Caminos del Diálogo

V.- ASUNTOS INCONCLUSOS Y


COMUNICACIÓN
En los dos primeros capítulos nos referimos a las dos competencias
básicas de la comunicación interpersonal: expresar y escuchar. En esta
ocasión profundizaremos sobre las mismas ahora desde la perspectiva
del gran obstaculizador del dialogo; el ruido interior producido por los
asuntos pendientes. La ya referida consigna bíblica, “Si tu hermano te
ofendió no dejes que se meta el sol sin ir a hablar con él”, es difícil de
cumplir en una relación donde existen múltiples asuntos inconclusos que
aunque ocurrieron “ayer” de pronto brotan en pleno presente, e impiden
escuchar a la persona de enfrente con nitidez y frescura.
Los asuntos inconclusos –reconocidos o no por la conciencia– se
refieren a: a) Experiencias recientes y directas; b) Experiencias remotas y
ajenas y c) Experiencias mixtas.

a) Experiencias recientes y directas

Amalia la hija mayor, ahora casada, seguía experimentando la


necesidad de fungir como sostén de sus padres que vivían en situaciones
precarias. Juan, el marido, desde hacia tiempo tenía la sospecha que su
esposa se estaba quedando con dinero de la tienda de ropa que los dos
atendían. Un día Amalia llega con su esposo a platicarle uno de sus
múltiples problemas con el hijo mayor adolescente. La atribulada madre
se encuentra de pronto con un marido cuya mente está totalmente
concentrada en la experiencia acumulada de desconfianza hacia ella.
Desde dicho estado no puede escuchar, acompañar, y comprender lo que
su mujer le comparte. Para que Juan sea finalmente capaz de escuchar
con verdadera empatía y respeto a Amalia, es necesario primero hablar
con ella de su recelo, de sus dudas, de sus sospechas, y aunque suene feo,
de su desconfianza; sólo entonces, tal vez desaparezca el ruido de la
suspicacia y así la “mente” de Juan llegue a despejarse y disponerse
finalmente para escuchar en el aquí y en el ahora –en contraste con el
allá y entonces de la duda surgida ayer–. Así, en este caso –de ruidos de
Rosario Chávez y Sergio Michel 106

experiencias recientes– la conducta directa de la esposa (tomar su


pequeño porcentaje sin autorización para completar el gasto) estimuló
una reacción de desconfianza en Juan quien por su parte no podrá
escuchar cosas simples de la relación mientras no sea capaz de hablar de
sus sentimientos.
Chano y Marta, por otro lado, tenían sus buenos momentos por
ejemplo en vacaciones o aun los domingos. Su relación sexual tampoco
era mala por lo menos durante la primera década de su relación de
pareja. Sin embargo, el peso de múltiples pequeños abandonos
acumulados se va haciendo mayor y así también su relación íntima se
comienza a deteriorar.
Uno de los primeros incidentes que Marta puede recordar fue a
los dos años de casados cuando su esposo justamente empezó a trabajar
en la empresa ensambladora del pueblo, En aquel tiempo casi siempre él
llegaba tarde a casa por exceso de trabajo. Un viernes del mes de abril ya
habían quedado formalmente de salir a cenar. Ella se había comprado un
hermoso vestido amarillo para la ocasión; En la mañana había estrenado
un nuevo tinte y desde las siete de la noche estaba sentada en la sala de la
casa ojeando apuradamente su revista “Vanidades”. Así le dieron las
ocho y las ocho y media y las nueve y las diez y las once y las once y
media y finalmente se fue a dormir sin recibir ni poder conectar llamada
con Chano su marido. Dos días después se enteró que los teléfonos
estaban bloqueados, sin embargo esa noche subida en su tren construyó
su propio drama. Cuando llegó él, ella escuchó la puerta abrirse; estaba
tan enojada y a la vez tan triste que no quiso ni siquiera dirigirle la
palabra, se hizo la dormida aunque tardó casi dos horas para conciliar el
sueño. Así cuando Chano se metió en la cama y pronto quedó
profundamente dormido, empezó a roncar brevemente, Marta le dio “sin
querer” un cariñoso y bien dirigido codazo en “el hocico”. El se despertó
desconcertado, prendió la luz y volteó a todos lados, mientras la inocente
de su mujer fingía estar profundamente dormida. El ya no supo si la
agresión había sido imaginaria o real; finalmente después de un rato
volvió a quedarse dormido.
En la historia de Chano y Marta, esta escena fue solamente la
primera de una larga cadena de otras similares. Algunas veces al
Angelito se le ocurría recibir carga extra de trabajo justo el día en el que
107 Los Caminos del Diálogo

habían quedado de asistir al festival de los niños, o al aniversario de


bodas o al cumpleaños de su hija. Martita, cuando su esposo le
preguntaba ¿qué te pasa mi amor?, respondía secamente con un “nada
¿por qué?” Pero eso sí, cada que podía de manera totalmente
“involuntaria” le propinaba mientras dormía certeros codazos o
rodillazos en las partes más sensibles de su masculinidad. Desde su
inconciencia Martita se la pasaba brincando de la ofendidita y digna,
reina del “no me pasa nada” a la vengadora de agravios, campeona de los
codazos inocentes.
A pesar de las dificultades cotidianas la pareja sigue junta y ahora
que los hijos han crecido y ella dispone de más tiempo para sus cosas,
encuentra ahora nuevas maneras de practicar su viejo juego de la
brincadera de sentirse frustrada, no entendida y poco apoyada por su
pareja, especialmente cuando éste le reclama sistemáticamente cada vez
que ella regresa de tomar sus clases de manualidades, de Biblia, de
aeróbics, o de sus grupos de neuróticos anónimos, etc.
Un día, están “disfrutando” de una fiesta con sus compadres, que
pronto se convierte en una especie de terapia alcohólico-musical de
pareja. Ella, durante su último curso de comunicación humana, se hizo la
gran experta en escuchar con empatía congruencia y aceptación
incondicional. Técnicamente sabía a la perfección que el arte de escuchar
consistía en entender el mundo interno de la otra persona sin quererla
cambiar. En ese momento de la fiesta, sin embargo, estaba frente a una
prueba difícil. Ella misma se sentía atorada y profundamente descuidada
y resentida por una permanente falta de apoyo ante dicha persona , su
marido, a quien supuestamente tendría que escuchar.
En plena fiesta el compadre, psicólogo aficionado le dirige al marido
una atenta invitación para expresarle a la comadre Marta sus verdaderos
sentimientos.
–Ándale compadre dile lo que sientes.
El aludido en este momento, quizás facilitado por un par de copas y
por el empujoncito de su amigo se anima a trascender su habitual estado
de mutismo tan propio del género masculino, y así, en lugar de
encerrarse otra vez en su cueva y callar cualquier expresión emocional,
se atreve a decirle a su amada, sus verdaderos auténticos y más
profundos sentimientos.
Rosario Chávez y Sergio Michel 108

–Desde hace meses me he estado sintiendo muy solo –expresa el


hombre con los ojos discretamente mojados de agua de llanto.
Después de soltar en una frase su sentimiento de soledad, se hace un
breve silencio, En ese instante Marta, la experta en facilitar la
comunicación de todo el mundo, se encuentra totalmente incapaz de
contestar con un acto de escucha empática; de pronto se le olvida algo
básico: regresarle a su propio esposo un gracioso humilde, sencillo y
cálido acuse de recibo. Ella sabe perfectamente que escuchar es ser capaz
de transmitir –a través de un gesto, un silencio acogedor o una palabra–
“por debajo de la mesa” un poderoso mensaje: te entiendo, te respeto y te
acepto. Técnicamente la señora después de graduarse en su último curso
de comunicación en la “escuela de padres” sabe perfectamente como
escuchar con técnica impecable, sabe como utilizar uno de esos famosos
reflejos de sentimiento. Sin embargo, en ese momento parece que tiene
desconectado su canal de la escuchadora empática. En ese momento todo
lo que ella ve y siente es un marido, poco apoyador. Toda su percepción
está impregnada “de pasado”; Se le queda pegada la tecla del
resentimiento y ya subida en el correspondiente tren del ego es incapaz
de expresar nada que no sea una fuerte dosis de contra-reclamo. Así, a
pesar de su potencial dominio de la materia, en lugar de escuchar a través
de un cálido, humilde y poderoso reflejo:
–¿Te sientes solo, y poco importante para mí desde hace algunos
meses que llegas y yo usualmente estoy ocupada con los hijos o haciendo
alguna tarea?
Pero ¡no! en lugar de dicho “acuse de recibo”, la mujer
agraviada le escupe a su esposo un agrio e inevitable reclamo. Está
totalmente subida –sin darse cuenta– en el tren de la víctima
reclamona.
–Pos yo tengo quince años sintiéndome sola, ¡Y tú te vienes a quejar
de un par de meses!
En ese preciso momento tan insignificante y a la vez tan cargado de
tensión, se crea un vacío denso entre los esposos. Existen de pronto dos
personas que al mismo tiempo están expresando un dolor, un
resentimiento, una experiencia de soledad, mientras del otro lado de la
mesa no hay quien escuche.
109 Los Caminos del Diálogo

b) Experiencias remotas y ajenas.

El segundo nivel se refiere a la dificultad para escuchar a la persona


que está enfrente no tanto por lo que dicha persona específicamente hizo,
sino más bien por lo que alguien diferente, en algún lugar y tiempo
remoto de su historia, “realizó en su perjuicio”. Así, a partir de la “herida
infligida original” se establece un patrón de respuesta emocional ante
todo lo que de alguna manera se parezca, es decir, ante cualquier
estímulo capaz de evocar esbozos de viejas formas, tonos de voz,
colores, sabores, y contextos del momento original.
Teresa, por ejemplo, tiene un asunto pendiente con el papá de ayer
que abandonó a la familia cuando la niña tenía 8 años. Actualmente
Teresa está casada y cada vez que su esposo sale afuera por su trabajo,
Tere siente un terrible nudo en el estómago, siente un miedo a ser
abandonada; no es plenamente conciente de todo lo que le pasa. En su
conciencia ella tampoco nunca ha volteado hacia adentro y por la tanto
nunca ha crecido lo suficiente como para distinguir y separar
emocionalmente a los dos hombres de su historia. Mientras no lo haga,
estará destinada a embarrarle a “su esposo de hoy” el asunto que tiene
pendiente con su “papá de ayer”. Lo único que acierta a hacer la pobre
Tere frente a su esposo es reclamarle; es jugarle a la víctima y saturarlo
de advertencias sobre todos los peligros y tentaciones que existen
floridamente en su fantasía de niña abandonada. En el momento que su
esposo le anuncia el viaje de la próxima semana, Tere no puede evitar
experimentar exactamente de la misma manera de hace treinta años; el
piquete en el estómago, con la clara sensación de un abandono
profundamente doloroso.
Cuando uno de los grandes innovadores de la psicoterapia Alvin
Mahrer afirma que construimos afuera lo que traemos adentro, nos
sugiere algo muy fácil de comprobar: si Tere sigue por ese camino de
‘embarrarle’ a su esposo sus fantasías originadas en la experiencia
infantil, entonces, después de hartarlo con tanta duda, se acercará
gradualmente a la realidad original, es decir, a construir en el mundo de
afuera, una vez más, otra experiencia de abandono para después cantar
lastimeramente la canción; “Sufrir me toco a mí en esta vida, llorar es mi
Rosario Chávez y Sergio Michel 110

destino hasta el morir....” “Yo ya sabía que así son los hombres”. Puede
ser que Tere pase toda su vida echándole la culpa al mundo de los
hombres por su victimez y entonces al estar tan ocupada con sus
explicaciones mentales alimentada con las historias que le ocurren con
los “hombres de afuera”, ya no le quede ni un resquicio de silencio
interior para ver con claridad hacia adentro y reconocer su propia
adicción; su insistencia a reciclar viejas formas de percibir al mundo y de
ver constantemente “moros con tranchete” y “abandonos en el
horizonte”. Su incapacidad de reconocer su propia adicción a “jugarle a
la víctima”, una adicción que todo mundo ve menos ella, le impide
trascender esa trampa a la que se aferra: “echarle la culpa a los demás”.
Construir afuera lo que veo adentro significa que ante cualquier pequeño
retraso Tere va a reaccionar con un gran drama.
—Ya no me quieres ¿verdad?
—Has de andar con otra vieja
Cuando una persona es incapaz de voltear hacia adentro, se niega a
descubrir algo del mecanismo de su mente que funciona de manera
curiosa; es como si tuviese incrustado en la corteza cerebral, un pequeño
y potente proyector desde el cual pinta imágenes en las caras de los
demás. A pesar de que dichas caras tienen sus propios rasgos y
expresiones, la luz del proyector interno es tan poderosa, que opaca
totalmente la realidad de afuera para imponerle la realidad proyectada
desde adentro.
La intención y la buena voluntad son totalmente independientes de
la conciencia. Las conciencias chiquitas o primitivas de primer orden que
ya hemos mencionado son excelentes “proyectadoras”; quieren cambiar
al mundo de afuera con pura buena intención y con frecuencia sólo
cosechan más resistencia al cambio. Mientras una conciencia
proyectadora no se expanda, es decir, mientras no se asome a reconocer
que ella finalmente es la dueña del proyector y que la vieja receta
utilizada volverá a producir los mismos pasteles duros y feos, estará
condenada a vivir alimentando su adicción; a echarle la culpa al mundo;
a registrar y describir minuciosamente todo lo que el otro hace y deja de
hacer; a querer cambiar al mundo de afuera sin tener que revisar y
transformar su propio mundo interior. Finalmente una conciencia
chiquita es como un pequeña traviesa que carga con su proyector a todas
111 Los Caminos del Diálogo

partes y de cuando en cuando lo prende sin darse cuenta: las imágenes de


la película interior quedan entonces plasmadas en la pantalla de enfrente
–que puede ser una cara, una pared una situación cualquiera –. Dado que
la pequeña conciencia no sabe apagar su proyector, se enoja contra la
pantalla de enfrente y reniega contra ella de mil formas hasta que la
película pasa y la “niña” se queda con el mal sabor de boca durante
algunas horas, días o semanas, y así hasta que “solita” se vuelve a
prender el aparato y se reinicia un ciclo más; la misma historia en
diferentes pantallas. La pequeña conciencia sólo ve la película que ella
misma proyecta y es incapaz de un verdadero diálogo, es decir de
asomarse a la cara y a la historia del otro que suele resultar algo
totalmente nuevo y diferente. Cuando se produce el silencio interior,
se inunda de claridad la conciencia y se desvanecen las imágenes
proyectadas (y sólo entonces surge la experiencia del otro tal como es y
no como “yo espero y al mismo tiempo tengo miedo de que sea”). Tere,
por ejemplo, será totalmente incapaz de escuchar a su esposo cuando él
le quiere compartir acerca de su próximo viaje a menos que apague su
proyector y prenda el “faro de su atención” –pues sólo éste es capaz de
escuchar cada palabra como si fuera la primera vez y entender lo que el
otro siente y piensa aunque no sea lo que “debería” sentir y pensar.
Esposos y esposas a menudo confiesan después de veinte o treinta años
de casados y a partir de su primera experiencia de verdadero diálogo:
Ésta es realmente la primera vez que me siento escuchada/o.

La primera condición del diálogo

En todo diálogo, independientemente de lo reciente o remoto de las


heridas y asuntos inconclusos de los interlocutores, son necesarias, como
ya lo hemos apuntado, la presencia de las dos competencias básicas;
expresar y escuchar. La metáfora de esta primera condición está
representada por dos sillas frente a frente: una para quien habla y la otra
para quien escucha. Esta condición parece a primera vista tan fácil, y lo
es, y sin embargo, en la práctica resulta para algunas parejas casi
imposible. Con frecuencia, cuando es tiempo de escuchar –es decir de
reflejar simplemente los sentimientos del otro– en lugar de ello se
responde con un contra-reclamo. Con este inofensiva infraccion a la
Rosario Chávez y Sergio Michel 112

primera regla, el diálogo se rompe totalmente; la silla del receptor de


pronto se queda totalmente vacía. En ese instante hay dos emisores y
nada más; hay dos personas sentadas en la misma silla y nadie en la de
enfrente; hay dos personas usando la boca, pero ninguna utilizando la
“oreja”. Ciertamente el amigo metiche puede en ese momento entender
el sentimiento de soledad de ambos. Sin embargo ello no sirve de gran
cosa para la pareja. Entre ellos no se escuchan.
Marta con frecuencia le expresa a su marido su falta de apertura.
—¿Que te pasa? estás muy serio conmigo y muy distante, no te
quedes como mudo dime lo que sientes, tú nunca me expresas lo que
sientes”.
—Pues es que cuando te digo lo que siento siempre te enojas,
siempre acabas reclamándome
—No es cierto, a ver prueba esta vez
—De veras quieres oírme sin criticarme
—Claro pruébame.
—Tú sabes que mi papá ha estado muy enfermo y hace buen tiempo
que no lo voy a visitar y la verdad es que me gustaría traerlo a vivir aquí
con nosotros, de hecho cuando construimos el cuarto al fondo del jardín
que tiene una entrada independiente pensé que podría ser una buena
opción para mi papá. El ya está muy enfermo de diabetes y si vive aquí,
yo lo puedo meter al seguro social, me siento muy incómodo de saber
que está enfermo y yo ni siquiera le puedo hablar por teléfono
tranquilamente de mi propia casa, pues la última vez que lo hice tú
estabas frente a mí diciéndome que ya le colgara, que nos iba a salir
muy cara la larga distancia; desde entonces prefiero hablarle cuando
estoy fuera de la casa pues no me siento libre de hacerlo desde aquí.
Reconozco que me siento resentido contigo por ya no hablarle a mi
padre, y con enojo conmigo mismo por no atreverme a hacerlo cuando tú
estás enfrente; pues aunque sea muy imperfecto y muy metiche
finamente él es mi papá y yo lo quiero.
–Como quieres que yo me sienta –interrumpe el relato del marido y
deja vacía la silla de la oreja para pasarse a la de la trompa– si cuando tu
papá viene, se mete a la cocina y quiere opinar de todo y tu hermano
que es un alcohólico ni siquiera se preocupa de él, ni siquiera lo visita y a
nosotros nos deja toda la carga de él. Sabes tú, cómo me siento cuando a
113 Los Caminos del Diálogo

veces son las diez de la noche y tu llegas cansado del trabajo y yo tengo
ganas de ver una película o de cenar a gusto solos los dos y entonces tú
te vas a ver a tu papá en su cuarto y te quedas las horas con él y claro
cuando llegas yo ya estoy dormida. Parece que en ésta casa yo siempre
quedo en último lugar; siempre tienes tiempo para los demás pero nunca
para mí.
—Contigo no se puede hablar
—Lo que pasa es que no te gusta que te diga la verdad; a mí me
dejas siempre en último lugar.
Chano y Marta dan por terminado su diálogo justamente cando él
contesta su celular y después de un par de minutos ella se desespera y se
va dando un ruidoso portazo. El asunto se queda inconcluso y se repite la
misma historia de siempre: en lugar de sentirse mejor, cada uno esta peor
que antes del seudo diálogo; se sienten más frustrados que cuando lo
iniciaron.
Están tan metidos en el intercambio de dolores acumulados y de
resentimientos que no pueden ver ni siquiera con un mínimo de claridad
el juego en el que están enredados: algo tan fácil de detectar por
cualquier observador externo pero tan difícil de reconocer cuando están
ahí atascados en el lodo del intercambio interminable.

1. Ella le dice ¡expresa lo que sientes!


2. El comienza a contar su historia tal como él la vive.
3. Ella interrumpe –las cosas no son así como tú dices– pues al
tocar su propio dolor deja de escucharlo a él
4. Él, al no sentirse escuchado en su propia historia y dolor,
tampoco es capaz de escucharla a ella.
5. Ella saca más de su dolor.
6. El contraataca sacando el suyo propio.
7. Ella, aunque no se siente escuchada, continúa sacando más
de su dolor acumulado y expresado cada vez más en forma
de reclamo, es decir, en segunda persona: tú… tú… tú…
8. El opta por callarse o distraerse y evadirse con algo más.
9. O, en ocasiones, contesta con su vieja y conocida fórmula
“no tengo nada”
Rosario Chávez y Sergio Michel 114

10. Ella le dice ya ves como nunca quieres hablar de lo que


sientes

El problema de la comunicación en este caso no es que los dos


tengan sus necesidades diferentes ni sus propias formas de ver el mundo,
ni siquiera es que él quiera a su padre y ella lo odie –a su suegro. El
problema es que cuando él habla ella no lo escucha y viceversa. Con
sus palabras ella dice literalmente con toda la honestidad que su
conciencia le permite: “habla con confianza”, pero con su manera de
responder lo que ella expresa por debajo de la mesa es; “lo que sientes
son puras estupideces”.
Ella da dos mensajes al mismo tiempo: “dime con confianza lo
que sientes” pero “…no deberías sentir lo que sientes”. Esta
incongruencia de “no escuchar escuchando” es por un lado tan obvia
para cualquier observador externo pero, por otro lado, es tan invisible a
los ojos de quien habla. La conciencia chiquita sólo ve las palabras, pero
no reconoce a los otros egos que hablan a través de conductas y gestos;
Sólo ve lo de arriba de la mesa pero no lo que ocurre abajo. La
conciencia chiquita podría seguir por el resto de su vida diciendo ¡habla!
pero justo cuando él lo hace, comenzará a interrumpir …y no se dará
cuenta de su propia brincadera de su propia comunidad interior de egos
que se atropellan e invalidan entre sí porque ella no es capaz de
reconocerlos y darles la palabra cuando es tiempo de hablar para que a su
vez cuando sea tiempo de escuchar pueda concentrarse exclusivamente
en la historia de Chano (con la enfermedad de su padre y con sus intentos
de llamarle por teléfono, etc.).
Como buena cocinera de conciencia chiquita, podrá regañar a su
vecina por hacer ese pastel que le sale tan duro porque no bate bien la
mezcla y le pone sólo media cucharada de levadura en lugar de ponerle
dos cucharaditas.
—No seas mensa comadre si sigues la misma receta de siempre pues
siempre te va a salir duro el pan.
Para Marta, la experta en cocina, es tan claro la forma “tan mensa”
de su vecina de querer hacer un buen pastel siguiendo la vieja fórmula de
media cucharada de levadura que no le ha funcionado en el pasado. Sin
embargo Marta, la esposa, está haciendo exactamente lo mismo con su
115 Los Caminos del Diálogo

pareja: Quiere una relación más rica pero siguiendo la misma receta (con
la boca te digo habla y al minuto con mi conducta te digo no te escucho)
y lo que va a obtener será el mismo resultado; una relación dura y fea tal
como los pasteles de su vecina “la mensa”.
Ese día, sábado social por la noche, la historia se está repitiendo por
enésima ocasión: justo en el momento que el marido habla, ella, en lugar
de escuchar, contesta con su propio dolor. El dolor de Marta aunque
ciertamente es muy válido y entendible, es expresado en el momento
equivocado. De pronto en la “mesa del diálogo” hay dos bocas hablando
y ninguna oreja para escuchar. Al terminar el ríspido intercambio
deciden también dar por terminada su participación en la “simpática
reunión social” con sus compadres. En el camino a la casa se percibe en
el auto un ambiente pesado. Los dos se sienten aún más solos, ahora sí,
él está más instalado y atrincherado en su cueva y de plano ya no
responde nada cuando su mujer en un segundo intento por ser
comprensiva le pregunta con empática calidez ¿Tase-nojado?
¡Platícame que te pasa! El ni siquiera le contesta.
Así, atorada en este patrón tan “menso” –de brincar de una reacción
a otra– aparentemente sin salida, en el que han estado enredados como
pareja cada tercer día durante los últimos quince años, Marta finalmente
después de un par de semanas de silencio y reflexión, ve con claridad
que si quiere hornear un pastel más sabroso tiene que probar una receta
diferente. Por primera vez en su vida le cae el veinte de que tiene que
cambiar de receta si quiere cocinar una relación diferente; Por primera
vez se deja de concentrar en cambiar al marido, en retenerlo, en hacerlo
entrar en razón, etc. Ahora está preparada para concentrarse en ella
misma y en conectar sus sentimientos detrás de las palabras. Antes de
escucharlo a él, con calidad, debe aprender a escucharse a sí misma.
Invierte algunas horas en la exploración interior de sus sentimientos.
Después de dedicarse un tiempo a la lectura de libros como éste y a la
observación de sus sensaciones y pensamientos, un buen día logra
integrar el rompecabezas con todos los pedazos de su aprendizaje. Ese
día su conciencia comienza a crecer; ese día decide escribirse esta carta:

“Si me doy cuenta que, en este momento, no tengo disposición


para escuchar a mi pareja, si nada más de verlo me dan ganas de
Rosario Chávez y Sergio Michel 116

reclamarle, si su sola presencia me irrita: entonces es probable que


tenga “asuntos pendientes con él”. Antes de intentar ser una buena
persona, una compañera escuchadora e impecable, debo dejar mis
buenas intenciones y voltear hacia adentro para buscar alguna
experiencia reciente o remota donde me sentí lastimada o molesta por
algo que hizo o dejó de hacer él. Quiero tener presente que: “Antes de
ser empático necesito ser congruente”. Primero es requerida la
honestidad y después la comprensión. A veces tal vez me sea posible
dejar a un lado pequeños detalles pendientes y escuchar con
disposición. Sin embargo, en otras ocasiones simplemente no me será
posible dejar de lado dichos asuntillos pendientes y entonces con
honestidad y humildad es mejor decir: “En este momento no te puedo
escuchar pues traigo muy clavada esa espina aún. Para estar en el
presente y poderme conectar contigo aquí y ahora necesito cerrar
ciclos, necesito dar el micrófono a mis varias partes y dejarlas hablar
pues aunque no se gusten entre si ahí están. Necesito hablar de lo que
está pendiente para aspirar a dejarlo atrás para que un día ya no me
molesten; para que un día ya no los sienta como una carga cuando
estoy frente a ti y entonces te pueda escuchar, de manera ligera y
fresca como si fuera la primera vez. Pero mientras no lo haga, esta
reacción ahí está; podrá parecerte muy inmadura, tonta e irracional
pero finalmente así es y los sentimientos son como son y en este
momento quiero honrar, quiero reconocer mi experiencia interna
como es; aunque ello no corresponda a “como debería de ser”. Hoy
puedo reconocer por primera vez que mis sentimientos, al igual que los
tuyos, no desaparecen ni se transforman con buenas razones, sino con
la experiencia de ser escuchados. Cuando estoy resentida, en este
momento, el ruido que produzco con mi mente es tan fuerte que
simplemente no puedo escuchar el sonido de tus palabras ni ver el
color de tus sentimientos con claridad, y entonces de cualquier manera
va a saltar ese ego inconcluso; me va a salir lo reclamona de manera
natural. Tal vez en este momento necesito pedirte que tú me escuches
primero; quiero pedirte que te sientes en la silla “de la oreja” y no te
bajes de ahí hasta que yo termine. Tal vez después de ser escuchada yo
esté un poco –o un mucho, no lo sé– más preparada para entonces sí
escucharte. Tal vez esto necesite hacerlo una sola vez o varias veces, no
117 Los Caminos del Diálogo

sé cuantas, antes de poderte escuchar finalmente con toda mi


concentración, es decir con más claridad, empatía y paz. Cuando tengo
asuntos inconclusos; cuando mi hijo, mi esposo, mi amigo me hicieron
algo ante lo cual no pude expresar mi molestia, mi dolor o mi
decepción, me quedo con la carga de un asunto pendiente en mi
conciencia; me quedo atorada, asociada, anclada, “con la tecla
pegada” cada vez que el otro me deja caer un comentario, que aunque
sea inofensivo yo lo convierto en ofensivo. Entonces ya no puedo
escuchar a la persona en el presente, lo que escucho es solamente el
ruido insistente de la deuda pendiente. La palabra que se ahogó, al no
transformarse en voz, se convirtió en resentimiento, distanciamiento,
enojo contenido, etc. Hoy puedo reconocer que cuando estoy atorada,
ya no oigo el presente, solamente escucho el pasado. Aunque
teóricamente escuchar es algo relativamente fácil, de pronto se
convierte en algo extremadamente difícil cuando se trata de hacerlo
con alguien a quien llevo tan clavado; pero tan atorado en la garganta
que en lugar de percibirlo a él, lo que percibo es la “canallada” que
me hizo o la frustración que me provocó. Para volver a escuchar el
presente quizás sea necesario empezar a hacer propia aquella
consigna bíblica; “Si te sentiste ofendida por tu hermano no dejes que
se meta el sol para ir a hablar con él”.

En el ámbito popular se escucha decir que cuando una persona


reacciona de manera desproporcionada ante algún evento: “está
respirando por la herida”. Igualmente en el contexto de la comunicación
humana decimos que cuando una persona tiene una herida, reciente o
remota, sin sanar –un asunto inconcluso–, le es verdaderamente difícil
ponerse en los zapatos del otro. Desde sus heridas y asuntos
inconclusos las personas, no escuchan, sólo reaccionan. Fernando
Savater, premio Nóbel de literatura, afirma que el peor enemigo del
diálogo es el fanatismo. Así, cuando estamos heridos los seres humanos
nos solemos comportar como auténticos fanáticos, totalmente incapaces
de dialogar, de escuchar con respeto y de expresar con honestidad y sin
devaluar al otro.
Marta ahora puede ver –gracias a su expansión de conciencia y
gracias a su vecina la de los pasteles duros– cada vez con mayor claridad
Rosario Chávez y Sergio Michel 118

los enredos de su familia. Puede observar sin embrollarse cuando, por


ejemplo, alguno de sus encantadores y exigentes hijitos se fijan a ratos
muy bien en lo que mamá no les da: el juguete que no les compra, en el
restaurante al que no los lleva, el coche que no tiene, la casa o las
vacaciones que no están a la altura de sus reales deseos, etc.
Un día de repente ante un inofensivo comentario de “no me gusta
esta sopa”, o “necesito veinte pesos” entonces papá explota lleno de
cólera y comienza a despotricar contra los hijos. Marta, sin embargo,
puede ver desde afuera pero mirando hacia adentro, la película de lo
que ella misma solía practicar con total inconciencia y “a lo puro
menso”: Puede ver que la reacción de su esposo no es del tamaño de la
gravedad de la falta ni de lo oneroso del gasto solicitado. La reacción
corresponde finalmente a la acumulación de la tensión, del
resentimiento, y de las molestias no habladas. Ahora se da cuenta
después de algunos años de estar buscando y explorando los resquicios
de las complejas relaciones humanas que una mujer resentida por el
engaño de ayer por parte de su esposo; un hijo lastimado por un padre
violento; una hija dolida por los abandonos frecuentes de su madre, un
padre resentido por las demandas cada vez en aumento por parte de sus
hijos o su mujer, todos ellos tendrán serias dificultades para escuchar
peticiones sencillas o aun expresiones amorosas de quien perciben, en el
fondo y aunque no lo reconozcan, como “el autor de su herida”.
Escuchar a alguien que me “hirió” es sólo posible si antes tuve la ocasión
de ser escuchado en la expresión de mis asuntos pendientes. Papá en este
caso lleva años comprando cosas a sus hijos y endeudándose; lleva años
sintiendo que lo que hace no es suficiente y así de pronto una simple
petición de veinte pesos para un cuaderno se convierte en la gota que
derramó el vaso de todas sus molestias acumuladas.

—Tú no tienes llenadero, solamente me hablas cuando quieres


pedirme algo, sólo para eso te sirvo...

Cuando tengo algo atorado es como si estuviera frente a una vieja


fotografía de alguien que me lastimó ayer. No puedo ver que frente a
mí está una persona diferente a la de mi fotografía. Me puedo conectar
y hablar sólo con mi fotografía mental pero no podré hacerlo con la
119 Los Caminos del Diálogo

persona real que ahí está enfrente pues ni siquiera la veo. La cara del
otro funciona simplemente como una pantalla en blanco donde yo
embarro mi propia proyección. Hablar del pasado, tal como se siente
en el presente, frente a alguien que a pesar de “traerlo atravesado”, sin
embargo, me puede escuchar con todo su corazón, es paradójicamente
la mejor manera de soltar mis resentimientos, de perdonar, de sanar
para finalmente estar libre para concentrarme ahora sí en el presente.

La persona y sus múltiples egos

Desde la perspectiva del modelo de los Potenciales de Experiencia


mencionado en el capítulo anterior, cada persona posee su propia
comunidad interior de pequeños egos. Los asuntos inconclusos o
necesidades no resueltas pueden ubicarse, en este contexto, como
perteneciente a algún potencial. Rosemberg ha sugerido que el conflicto
humano se alimenta precisamente de necesidades no escuchadas. La
conciencia ante la presencia de necesidades insatisfechas comienza a
brincar alrededor del potencial implicado como cuando se prende la
televisión y aparece un partido de la selección de fútbol; de momento
desaparecen todos los problemas personales para dar lugar al gol. Las
distracciones, sin embargo, son momentáneas y la parte no escuchada se
quedará cargada e inconclusa y seguirá irrumpiendo en la conciencia,
seguirá “llamando la atención” cada vez que pueda. Después de todo,
cualquiera que sea la distracción –el partido de fútbol, la borrachera, o
la película– no pueden durar toda la vida. Aunque la persona no
reconoce todas las voces o necesidades de su comunidad interior, 17 éstas
de cualquier manera siguen ahí, no desaparecen; Se quedan como esos
cobradores que se van para después volver, como representantes de
recientes o antiguos deudores, de asuntos pendientes; siempre acechando
a la conciencia, siempre irrumpiendo, siempre distrayendo.

17
La Teoría de los Potenciales de Experiencia de Alvin Mahrer se refiere a una especie
de comunidad interior que habita en cada persona. No existe un yo rector sino múltiples
estados de experiencia que se activan y salen al escenario durante la actividad cotidiana.
La persona puede experimentarse alternativamente como alguien poderoso, miedoso,
envidioso, inseguro, generoso, etc.
Rosario Chávez y Sergio Michel 120

Cada uno de estos estados del ego o potenciales de experiencia


eventualmente pueden evolucionar y ser integrados, transformados o
trascendidos, sin embargo, alcanzar la “integración” –etapa de mayor
desarrollo– depende en gran medida de la aceptación humilde de la
realidad como es, es decir del reconocimiento de las heridas que existen
y de los asuntos inconclusos presentes. Las heridas y sentimientos no
expresados requieren finalmente para su integración y reacomodo
interior la experiencia de ser respetados, escuchados, honrados.
Querer olvidar y negar algo incómodo que “ya ocurrió
recientemente o hace tiempo y de nada sirve recordar” es una de las
trampas más costosas en una relación, pues en el largo plazo todo lo no
hablado se recicla una y otra vez hasta el cansancio. Cuando una parte,
de las muchas que existen en el interior de la persona, es finalmente
tomada en cuenta y es capaz de expresar sus necesidades de ser querida,
respetada, incluida, etc., deja entonces de llamar constantemente la
atención y provocar esa experiencia interna de constante “brincadera”
durante la cual la persona pasa del potencial del herido, al potencial del
educado, de la monedita de oro o del maduro, al resentido, del callado al
agresivo; del maduro al chismoso criticón, etc., etc. Un estado del ego no
escuchado, como refería Berne, comienza a colectar estampillas; se va
haciendo más y más irritable hasta que su umbral de explosión baja tanto
que ocurre que un día ante el más inocente y mínimo estímulo explota de
manera desproporcionada como el papá arriba mencionado –que ante la
petición de veinte pesos por parte de su hijo explota y le avienta todo un
“rollo mareador”. Según la metáfora de Berne, la última pequeña ofensa
representa justamente la pieza de colección con la que se completa el
álbum. A menudo una frase dicha de manera inadvertida, el olvido de un
encargo minúsculo, o un pequeño retraso se convierte en la gota que
derramó el vaso, y entonces la persona “ofendida” se desborda en su
dolor; se siente con todo el derecho y justificación para “sacar a pasear al
niño herido interior” y ahora sí explotar, ofender, deprimirse, aislarse, y
expresar: “Nadie me quiere; Nunca te importé; Todo el mundo es más
importante que yo; Te valgo madre; Te importo un cacahuate, etc.
121 Los Caminos del Diálogo

C. Experiencias Mixtas ¿Heridas nuevas o antiguas?

Aparentemente las heridas pueden clasificarse en nuevas y antiguas,


sin embargo, en la inmensa mayoría de los casos una herida nueva, por
ejemplo, “la vez que me dejaste plantada y no pude asistir a esa actividad
tan importante para mi” resulta con gran frecuencia ser en última
instancia una vieja herida reciclada. Aun en los casos donde se puede
identificar fácilmente el evento que provocó el dolor, éste, con
frecuencia está conectado emocionalmente con otra aún más vieja y
“empolvada” experiencia. La esposa cuyo marido siempre llega tarde, es
potencial y aparentemente capaz de hacer algo tan sencillo y funcional
como esperarlo un tiempo razonable y entonces, al ver que no llega –
para asistir al evento, a la reunión familiar, o a lo que sea– proceder a
dejarle un recado avisándole de manera respetuosa y a la vez clara que
ella ahí lo espera en el lugar de la reunión.
En lugar de elegir y actuar con la “mente en paz” desde un lugar de
auto-respeto, es posible que la "mujer plantada” comience a sentir en el
estómago esa misma sensación tan añeja de no ser tomada en serio, de no
ser importante, de ser excluida. Aunque probablemente no tenga
conciencia del momento original, donde la sensación de incomodidad
apareció por primera vez, no podrá impedir la sensación clara de una
experiencia interna de dolor emocional, un dolor totalmente real, tan
real que no puede evitar concluir categóricamente ante el estimulo
presente: Tú me haces sentir mal. En otras palabras, la esposa tendrá
totalmente ocupada su conciencia percibiendo la pantalla impuesta en el
mundo de afuera con la película que ella misma proyecta y ha
proyectado desde hace mucho tiempo. Estará pues, enojada o lastimada
con la pantalla a la que con toda indignación querrá patear y reclamarle.
Por otro lado, aunque sea parcialmente cierto todo lo que diga de la
pantalla de enfrente, no se dará cuenta –a pesar de su buena intención de
querer cambiar al otro– que el problema como dice la canción de Arjona:
no es que mientas, el problema es que te creo. Nosotros diríamos el
problema real y profundo no es que tu marido llegue tarde –lo cual ¡claro
que es cierto!– el problema es que tú tienes un proyector alimentado por
Rosario Chávez y Sergio Michel 122

tu adicción a no ser abandonada, a ser querida por otros para entonces tú


quererte, etc.
Fermín, el ya mencionado esposo de Marta, a menudo se siente
utilizado cuando alguno de sus encantadores y exigentes hijitos se fijan
sólo en el auto o en la casa que no tienen. En una de las tantas veces que
ellos simplemente expresan un honesto, válido y simple deseo de tener
un nuevo viaje, auto u hogar, el papá entra en cólera por “su actitud
demandante y entonces es incapaz de escucharlos; revienta y despotrica
contra ellos. Aunque ha tomado varios cursos de escucha empática y
comunicación familiar, en ese momento sencillamente no puede
escuchar a sus hijos. Finalmente su incapacidad de escuchar no resulta de
su falta de conocimientos, ni de capacidad técnica sino del ruido que en
su mente provocan sus asuntos inconclusos, de su frustración por sentirse
insuficiente y presionado a dar más y más. En suma cuando estalla la
crisis él se relaciona, no con la persona de enfrente –Fermincito que le
pide veinte pesos–, sino con su propia proyección; él no puede
simplemente escuchar los deseos de sus hijos. Él, en ese momento, no
puede entender algo en apariencia muy sencillo: que escucharlos sólo
significa asomarse al mundo del otro sin tener que dar, cargar o
complacer. Pero para escuchar al otro necesita verlo y percibirlo; entrar a
su mundo. Escuchar requiere algo tan fácil y difícil a la vez; requiere
apagar el proyector de la mente, silenciar al perico interior para que
entonces aparezca la cara y la expresión del otro, para que aparezcan sus
sentimientos y su historia, para que aparezcan sus dolores y desde luego
también eventualmente sus propias adicciones y sus necesidades que
sólo pueden ser completamente entendidas cuando son escuchadas en el
silencio total de la aceptación, cuando se renuncia por lo menos
provisionalmente a satisfacerlas o a tratar de cambiarlas “por su bien”:
cuando es más importante entender que cambiar.

La Pareja: el gran reto

Marta, nuestra protagonista, tiene años con sentimientos atorados,


no expresados, no escuchados y así, a pesar de su dominio en el arte de
escuchar, frente a su marido le brotan en la conciencia, como liebres, sus
asuntos inconclusos; Todo lo no hablado suficientemente con su marido
123 Los Caminos del Diálogo

se convierte de pronto cuando está frente a él, en un florido y grotesco


ejercicio de invalidación mutua.
Con las personas más cercanas, especialmente con la pareja, por
razón de la historia compartida durante un tiempo prolongado, se
generan, como ya lo hemos visto, inevitablemente más asuntos
inconclusos que con quien acabamos de conocer y con quienes paradóji-
camente –a pesar de ser personas menos significativas – nos resulta con
frecuencia más fácil escuchar de una manera técnicamente impecable.
La vida de pareja es probablemente la aventura más riesgosa y más
difícil de todas las aventuras que pueda emprender el ser humano en el
ámbito de las relaciones humanas (Gónzalez 2005). La pareja que
representa a la hermana o hermano más próximo con quien se generan
más asuntos pendientes por lo cual diversos autores subrayan la
importancia de dedicarle tiempo a cultivar su mantenimiento y
crecimiento. Las probabilidades estadísticas de mantener saludable, y
estimulante una relación de pareja son realmente mínimas. La gente con
frecuencia inicia su vida formal de pareja en un estado de enamoramien-
to emotivo. La luna de miel para algunas parejas dura unos cuantos días,
para otros la duración se alcanza a extender a algunos años, pero
difícilmente este estado de cercanía estimulante llega a sobrevivir en
condiciones “comunes y corrientes” a través de un tiempo más
prolongado.
La vida útil y de calidad de una pareja, en el mejor de los casos,
suele ser de unos pocos años después de los cuales una relación se agota
aparentemente sin remedio. Esta realidad ha llevado a más de algún
prófugo del matrimonio a afirmar que alrededor de los cinco años de
convivencia llega el momento inevitable de enfrentar la realidad con
valor y cambiar de plano de pareja. Para una buena proporción de la
población esta es una opción válida: Cambian de pareja aproxima-
damente cada cinco años sólo para encontrarse que la historia se repite.
Juan Manuel, por ejemplo, después de terminar con su cuarta pareja
experimenta la misma película de siempre; se vuelve a sentir herido
traicionado defraudado y por supuesto termina desde su pequeña
perspectiva echándole la culpa a “ellas”: No es capaz de voltear ni
siquiera remotamente a reconocer la parte de su propia complicidad en el
fracaso. Juan Manuel ha llegado a la conclusión basado en su propia
Rosario Chávez y Sergio Michel 124

experiencia que la muerte afectiva de una relación de pareja es


meramente cuestión de tiempo.
Expresar sentimientos desagradables puede tener efectos negativos
para la pareja especialmente cuando se hace en la forma y en el momento
inadecuado. La forma se refiere al reclamo, al sarcasmo, y en fin, a las
diferentes maneras de utilizar el mensaje “Tú estás mal”. El “momento
inadecuado” por su parte hace referencia a cuando la otra persona no está
en disposición de escuchar. En ambos casos como ya lo hemos
mencionado se genera resistencia y defensividad. Cuando el intercambio
de sentimientos fracasa, la pareja sufre un alejamiento emocional; En el
intento abortado de diálogo, el ‘imprudente” que se animó a expresar,
como pudo, su molestia, llega pronto a una conclusión: Para la próxima
vez en lugar de hablar de manera tan claridosa es mejor quedarme
calladito para evitarme problemas y reacciones desagradables. Está
atrapado en un dilema: Si hablo: mal; y si me callo: también.

El Reclamo

Cuando el diálogo es parte de la convivencia cotidiana al interior de


la pareja o del grupo familiar, usualmente la persona que llega a
experimentar molestias de manera natural expresa sus sentimientos que
al ser escuchados le permiten “darle vuelta a la hoja” y cerrar el asunto.
Sin embargo, está cultura y práctica del diálogo es más bien excepcional:
con frecuencia, la persona que se ha sentido, en algún momento de su
historia, lastimada por algo, no tomada en cuenta, ignorada, ofendida,
etc., queda predispuesta a expresar dicho asunto inconcluso o dicha
herida de una manera indirecta y pobre. Cuando la familia no vive la
cultura del diálogo –como suele ocurrir comúnmente– dicha herida o
asunto inconcluso se manifiestan a través de diferentes conductas o
incluso de manera paradójica “se expresan a gritos” a través de silencios
y distanciamientos. La utilización del reclamo representa –aunque no es
la única – una de las modalidades más utilizadas por quien alberga en su
interior “asuntos inconclusos” que no ha podido expresar en espacios
protegidos. Tocar reconocer y finalmente expresar con transparencia y
honestidad los verdaderos sentimientos detrás del reclamo representa
verdaderamente uno de los grandes retos en el proceso del diálogo, tal
125 Los Caminos del Diálogo

vez el más difícil. Las heridas del pasado, existentes en las personas de
conciencias comunes y corrientes, con gran frecuencia son expresadas en
una de las formas favoritas aprendidas en la cultura dominante: el
reclamo –cuya forma gramatical utiliza la segunda persona del singular o
del plural.
La persona lastimada es incapaz de expresarse constructivamente
según la guía del diálogo protegido que enunciamos en el último
capítulo: Yo me sentí dolida cuando hace algunos días te pedí… y tú
hiciste o dejaste de hacer…. En lugar de ello es muy frecuente escuchar
por ejemplo a una mujer reclamarle a su marido:
—No me alcanza para comprar lo que necesitamos ¡ah pero eso
si! tú siempre tienes para apoyar a otras gentes, a tu mamá, a tu hermana
a tu compadre, etc., pero no a mí. Para ti, el trabajo siempre es primero y
no tienes tiempo para acompañarnos a tus hijos y a mí etc., etc.
Por el otro lado está la experiencia de quien se encuentra
“escuchando” que en realidad más bien esta tocando su propia herida. En
otras palabras, mientras oye el reclamo de su pareja, la persona está
experimentando en su cuerpo una incómoda sensación de ataque: Se
siete atacado y de manera automática se pone a la defensiva.
—Fui al supermercado y a la salida estaba una tienda de ropa de
mujer y vi una blusa que me hace falta y pues claro no traigo dinero ni
para comprarme unos calzones pero eso sí, tú le estás ayudando a tu
hermano con los gastos de su accidente.
—Y que quieres ¿que lo deje ahí para que lo metan a la cárcel?
—Pues claro tu hermano y tu mamá siempre han sido más importantes
que nosotros
—¿No acabo de pagar el mes pasado la remodelación de la cocina?

Las formas de responder ante un reclamo por parte del hombre aunque
también es posible que sean de parte de una mujer de un “reclamón”,
rara vez incluye la escucha empática; en lugar de ello más bien:
—Se queda callado
—Se aísla.
—Responde con furia, contraataca
—Se cierra, evade, le da sueño
Rosario Chávez y Sergio Michel 126

VI. EL PASAJE A LA ACCIÓN

Otra manera de entender los circuitos repetitivos o intercambios


interminables automáticos y destructivos que llegan a formar más del 90
por ciento de una relación de pareja, es El pasaje a la acción. Éste
término, propio de la psiquiatría francesa a principios del siglo XX
inspiró a Freud a desarrollar un concepto cercanamente relacionado: el
"acting out" o descarga de conflictos mentales que ocurre no a través de
la expresión verbal sino a través de acciones o conductas frecuentemente
agresivas. “Lo que no se habla se actúa” es pues la formulación popular
de este fenómeno.
Cualquier relación, por armoniosa que sea, de manera frecuente o
esporádica, trae consigo roces inevitables. Cuando dichas pequeñas y
grandes fricciones son silenciadas, se convierten de manera gradual, casi
imperceptible en heridas, en resentimientos y en los ya referidos asuntos
inconclusos. Al paso del tiempo la incapacidad para comunicarse se va
acumulando silenciosamente hasta que la relación comienza a morir. Sin
embargo, reiteramos, no es la presencia de conflictos y roces lo que mata
a una relación, sino la incapacidad para construir un diálogo, y dar una
salida verdaderamente constructiva y sana a lo no expresado. En el
modelo topográfico de la personalidad de Sigmund Freud llamado
precisamente psicodinámico se considera a las conductas observables
como manifestaciones de una dinámica mental interior o ‘’inconciente’’.
En términos de la primera ley de la termodinámica que inspiró a Freud
–la energía no se destruye sólo se transforma– el actino out se refiere a la
expresión de conflictos no expresados. En el contexto de cualquier
relación interpersonal, el conflicto es prácticamente inevitable. Ante las
diferencias y el conflictos las personas enfrentan las opciones del dialogo
o del actino out:

Lo que dices me podrá doler, pero lo que mata nuestra relación es


todo lo que al callarlo con tu boca, dejas que lo hable de manera
destructiva tu conducta, tu “actino out”..
127 Los Caminos del Diálogo

En los capítulos anteriores hemos expuesto uno de los denominadores


de toda relación humana, especialmente la familiar: el conflicto. Cada
etapa del desarrollo de la persona y del ciclo de la familia tiene sus
propios conflictos. Es lo natural. la presencia del nuevo hermanito, los
pleitos interminables de los padres, las triangulaciones de papá o mamá
ya mencionadas, los hostigamientos en la escuela de parte de los
compañeros o maestros; las perdidas; las experiencias sexuales
traumáticas, abandonos decepciones, traiciones, etc., etc.
Un niño que no ha desarrollado la capacidad de expresar sus
conflictos internos, se convierte más pronto que tarde en un niño
“problema”, es decir en una fuente inagotable de “acting outs”. Los
niños, al no haber aprendido formas constructivas de expresar sus
sentimientos, manifiestan un amplio inventario de conductas destructivas
que a su vez provocan por parte de los padres, en un círculo sin fin, un
mayor hostigamiento. El niño del acting out, sin motivos aparentes,
arremete contra sus hermanos, reprueba examenes con consistencia,
roba, golpea, produce accidentes, se orina, en la cama, se produce
cortadas en la piel, toma alcohol, drogas, etc., etc., etc.
El acting out, los actos fallidos, las triangulaciones y una gran
cantidad de síntomas variados, para el propósito de este capítulo, tienen
cabida todos en la misma categoría de “pasaje a la acción”. El pasaje a la
acción funciona pues como un muy socorrido medio de comunicación
indirecta: Cuando la boca falla en expresar con claridad las necesidades
no satisfechas aparecen una multitud de conductas destructivas que a su
vez provocan más y más rechazo. La triangulación, por ejemplo, se
refiere al acto de enviar mensajes al destinatario equivocado –le decimos
al hijo lo que correspondía decirle al esposo–. El acting out es un término
más general que se refiere tanto al destino del mensaje –es decir a la
persona inadecuada-- como también a la forma disfrazada de manifestar
algo que duele y causa conflicto. Esta manera de expresar con el cuerpo
lo que no dice la boca, a su vez, fomenta un círculo vicioso: entre menos
es escuchada la persona, menos capaz es de expresar con claridad sus
necesidades y más censura e intentos de control de parte del medio
ambiente, más castigos, más rechazo por actuar como lo hace. Los
jóvenes pertenecientes a distintos grupos que hacen actos destructivos
para sí o para los demás (bandas, grafiteros, y variadas tribus urbanas)
Rosario Chávez y Sergio Michel 128

muy, pero muy escasamente han tenido la experiencia de ser


verdaderamente escuchados.
Una madre, por ejemplo, reprende a su hija menor por no ser tan
aplicada como su hermana. La afectada responde entonces, al sentirse
comparada, con mayor indisciplina en el estudio, la mamá, a su vez, le
reclama; la hija se rebela, etc., etc.
Juanito, otro niño del actino out, roba cosas o arremete contra su
hermanito. Conforme se conduce de formas reprobables y “extrañas”; los
padres más lo castigan y el pequeño a su vez se hace más rebelde, más
aislado, más indisciplinado, y así hasta el infinito en un círculo vicioso
que pareciera ser un destino fatal que mantiene atrapada a toda la familia
en un intercambio de agresión permanente: Los papás regañan al niño
“porque” es desobediente, y éste infringe más las reglas “porque” se
siente no comprendido.
Este patrón un día se rompe al estallar una crisis y ocurre algo terrible.
En la película Rapsodia en América, basada en una historia verídica, una
madre emigrada de Hungría en su intento por cuidar y proteger a su hija
en la nueva cultura estadounidense, le pone mayor vigilancia y horarios
más estrictos; la niña se siente en desventaja en relación al resto de sus
compañeros y al principio reclama sin mucho éxito pues la mamá
invariablemente le responde que todo es por su bien. La niña opta por
salirse a través de la ventana en las noches y hacer sus escapadas con sus
amigos hasta que la madre un día la descubre besándose con un joven y
entonces, alarmada, le aplica como receta disciplinaria “más de lo
mismo”. Aumenta el control y vigilancia: Le pone llave a la puerta y
protección a la ventana para que la niña ya no pueda escaparse. Su
argumento honesto es: “no voy a permitir que te suceda nada malo”. La
niña encerrada hurgando entre los tiliches guardados en el closet
encuentra el rifle de papá con el cual finalmente destroza con todo y
puerta, la cerradura que la mantiene encerrada. Dicho “pasaje a la
acción” de la niña prisionera pone en riesgo la vida de los habitantes de
la casa, pero también al ser una conducta extrema abre la posibilidad de
revisar la utilidad de la vieja medicina.
Las crisis implican el gran riesgo de deteriorar aún más las relaciones
y de provocar daños irreversibles… pero también son maravillosas
oportunidades que permiten, como en el caso de la película mencionada,
129 Los Caminos del Diálogo

revisar dichos patrones repetitivos o escaladas de violencia. Las crisis en


su función de oportunidad potencial son variados e impredecibles: A
veces se presentan en forma de consumo de droga en un hijo, de un
embarazo no deseado en la “niña”, de un accidente grave, de la
realización de un delito, de una infidelidad, una separación definitiva, y
hasta de un intento de suicidio –a veces fallido, otras exitoso.
Interesantemente, el fenómenos del pasaje a la acción ha sido tema
importante de estudio en el campo de la Criminología Clínica cuyo
objetivo es entender la dinámica interna de aquellas personas que
terminan cometiendo de manera “inexplicable” actos criminales. Mario
Aburto, el asesino del candidato a la presidencia de México en 1994, al
igual que Seung-Hui Cho, joven coreano-americano que acribilló a
muchos de sus compañeros en una de las peores masacres estudiantiles
en la historia de los Estados Unidos en el tecnológico de Virginia en el
año 2007, son ambos ejemplos representativos de casos extremos de
“acting out”.
Ambos jóvenes por ejemplo se caracterizaban por su perfil moderado,
poco expresivo y su ausencia de conductas agresivas. El joven Cho
estudiante del Tecnológico de Virginia era un estudiante hostigado y
excluido que pasaba desapercibido por la mayor parte de sus compañeros
y aun maestros. Ninguno de los dos jóvenes asesinos tuvo en su tiempo
la ocasión --en un ambiente protegido-- de expresar con toda claridad sus
sentimientos de exclusión, sus frustraciones, su aislamiento. Finalmente
llegó el día de su acting out y entonces en un sólo acto explotaron los
“muditos”. Explotaron peor que muchas personas consideradas como
explosivas y capaces de despotricar ante un evento desagradable y
también de olvidarlo a los pocos minutos. Para los “demasiado
prudentes”, el proceso es diferente: Unas horas, días, semanas o años
antes de explotar, los “muditos” empiezan a acumular presión, empiezan
a jugar a la ley del prudente, del no hagan olas, del no me pasa nada.
Finalmente ese frágil equilibrio del silencio se rompe tarde o temprano y
entonces “lo que por prudencia no hablas con tu boca de todas maneras
lo expresas a través de tus actos”. Dichos actos en condiciones límite
llegan a ser actos abiertamente violentos y destructivos.
En condiciones menos extremas se encuentran verdaderamente
innumerables casos de violencia intrafamiliar que tal vez nunca llegan a
Rosario Chávez y Sergio Michel 130

la notoriedad de estos dos grandes crímenes y, sin embargo, son igual-


mente experiencias penosamente dolorosas y cotidianas –mucho más
cotidianas de lo que muchos quisieran creer–. Por ejemplo la persona
calladita comienza a hablar a través de su intolerancia, su comentario
sarcástico, su jueguito de victimita, su silencio ensordecedor, su mutis-
mo, su aislamiento cuando se encierra a leer su periódico o a ver la
televisión y no hacer caso de más nada; comienza a hablar asimismo a
través de su desinterés y falta de pasión a la hora de hacer el amor, a
través de su incapacidad de escuchar, etc. La regla finalmente se
manifiesta: Lo que no me pudiste decir con palabras me lo vas a decir
con tus actos. Especialmente los esposos, por razones de género, con
frecuencia sufren de un entrenamiento temprano poco promotora de la
expresión de sentimientos de vulnerabilidad, inseguridad, dolor, rechazo.
Al no estar entrenados a contactar sus sentimientos y a expresarlos se da
con mayor frecuencia la tragedia de la violencia intrafamiliar:

PRIMER ACTO

El marido se encuentra viendo la televisión cuando llega la esposa


de la calle a las ocho de la noche y le pregunta
—Ya llegué mi amor fui a ver a mi mamá y sigue enferma.
—mmmmhh.
—¿Que te pasa, estás enojado?
—Mmmmmno.
—¿Estás seguro?
—No me dejas oír el programa.
—¿Te pasa algo?
—No.

SEGUNDO ACTO

Vuelve a llegar a las ocho de la noche la Sra. mientras el marido esta


viendo la televisión al tiempo de empinarse la última cerveza de su “six”.
—Hola mi amor ¿otra vez tomando?
—Y a ti que te importa ¿de donde vienes?
—De ver a mi mamá.
131 Los Caminos del Diálogo

—Cada vez que llegas de casa de tu mamá, tu hermanita divorciada


te mete sus ideas raras.
—Y que tiene de malo que vea a mi familia.
—Tu hermana es una zorra hipócrita que mete a sus amiguitos a su
casa y ya me imagino has de haber andado de loca igual que ella –Justo
en ese momento, el hombre se pone de pie bruscamente la agarra del
brazo.
—Suéltame idiota.
—Que andabas haciendo a esta hora pendeja.
—Que me sueltes.
—A mí nadie me grita ni menos una vieja zorra como tú: Pum…

TERCER ACTO

Al siguiente día la mujer no se quita los lentes obscuros con el fin de


tapar el ojo morado que su esposo le dejó. Ella anda todo el día sería y
callada y no le dirige palabra. Él, por su parte, está distante; se siente
entre ofendido y culpable.

CUARTO ACTO

El hombre le lleva flores al quinto día de la golpiza y tal vez le regala un


anillo, un auto, o la invita a salir al mejor restaurante a su alcance –todo
en función de su situación económica–. Ella se conmueve toda por el
detalle y comienza a darle permiso de acercarse. Esa noche hacen el
amor y todo queda “perdonado”.

QUINTO ACTO

Tres meses después, se termina la luna de miel y el hombre vuelve por


enésima ocasión “sin darse cuenta” al juego ancestral “del mudito”.
—¿Que te pasa mi amor? –pregunta la mujer
—Nada
—Estás muy serio
—No tengo nada
—Ta bueno pues
Rosario Chávez y Sergio Michel 132

SEXTO ACTO (muerte o artrosis degenerativa)

Con algunas cervezas en la cabeza, vuelve a manifestarse el ciclo


habitual; el hombre golpea a su mujer a la menor provocación (algunas
veces porque no estaba la comida caliente, otras porque saludo
amablemente al vecino o al mesero, o porque se arregla demasiado o de
plano no se arregla para nada, etc.). La vuelve a agredir y así se inicia
una vez más el ciclo del mudo que pasa luego al violento, después al
culpable, y finalmente al seductor para de nuevo regresar con el papel
del mudo y así en un “eterno retorno” hasta que ocurre una de dos
posibilidades a) el hombre a la edad de ochenta y cuatro años con
artrosis en todo su esplendor ya no puede levantarle la mano a la mujer
que se le escabulle o b) Finalmente de una golpizas la mujer fallece de
derrames internos.

Siembra, invalidación, silencio y triangulación y cosecharás violencia


133 Los Caminos del Diálogo

En el nivel legislativo se han hecho esfuerzos para enfrentar uno de los


fenómenos sociales más dolorosos y de efectos más devastadores en
todos los niveles. Leyes contra la violencia intrafamiliar han aparecido
por todo el país. En Guanajuato fue publicada la propia en el 2005, y sin
embargo, el problema sigue invadiendo los hogares de todos los estratos.
Aunque las leyes tienen su importancia, difícilmente se puede aspirar a
erradicar este hábito social con decretos y castigos. Para comenzar es
sumamente difícil documentar y llevar ante la justicia innumerables
casos que a diario ocurren en prácticamente todas las familias. Con la
excepción de los casos donde la violencia culmina en un crimen o delito
grave, en el resto de las ocasiones el proceso de la violencia es sigiloso;
el agredir y no escuchar al otro parece ser algo totalmente natural e
inevitable. Silenciosamente estamos construyendo y manteniendo con
nuestra manera de no comunicarnos y de no dialogar, una cultura de la
guerra: de la no paz, de la no participación, de la violencia intrafamiliar.
Cuando la manifestación de una mala comunicación lleva a las personas
al extremo de cometer un crímen, el escándalo y la nota roja surgen por
unos instantes, sin embargo al final las “personas normales” terminamos
creyendo que somos diferentes, que no tenemos nada que ver con ese
hombre que mato a su mujer y luego se mató o con esa familia donde un
niño de doce años se suicidó, etc.
Rosario Chávez y Sergio Michel 134

VII.- LA TRIANGULACION:
“EL ARTE DE EMBARRAR”

El fenómeno del embarre o triangulación es de los más destructivos en


la comunicación interpersonal y ocurre ante la incapacidad de expresar
sentimientos de manera oportuna dadas las condiciones ya esbozadas:
Por falta de un espacio y de disposición para escuchar; por falta de
expresión asertiva; por la existencia de resentimientos guardados, por un
limitado nivel individual de conciencia, etc.
Cualquiera que sea la causa, en cualquier interacción humana y
especialmente en la relación de pareja, el contacto cotidiano va
generando roces e incomodidades. Al paso del tiempo, la convivencia
diaria hace que dos personas casi inevitablemente vivan la experiencia:
de ser invalidadas, de no ser tomadas en cuenta, de ser no atendidas, de
ser ignoradas, de ser intencional o accidentalmente rechazadas o
lastimadas, etc. Algunas veces estas experiencias son expresadas en
forma de reclamo: “Me quedé esperándote como idiota más de una hora
a que llegaras”. En otras ocasiones, las molestias nunca salen por la
boca, nunca son expresadas con palabras, y entonces, de acuerdo al
principio popular de “lo que no se hable se actúa”, las molestias calladas
se convierten como ya lo vimos en el capítulo anterior en resentimien-
tos, en distancia, y especialmente en incapacidad de escuchar.
En una primera instancia pareciera que la triangulación es un
fenómeno propio sólo de las conciencias más primitivas, es decir de las
personas con poco desarrollo y auto-conocimiento, sin embargo en este
capítulo tenemos que reconocer que la triangulación es mucho más
generalizada de lo que pareciera y que incluso aparece eventualmente en
parejas con un mayor desarrollo, especialmente en condiciones de espe-
cial frustración, impotencia e injusticia. La triangulación como una
versión interpersonal de acting out es el recurso favorito de muchas
personas para lidiar con sus asuntos inconclusos y heridas personales.
Cuando una persona no alcanza por diversas circunstancias internas o
externas a expresar sus molestias e incomodidades, entonces puede
acudir a la ley del hielo es decir al silencio extremo cuyo mensaje es:
“no me pasa nada pero estoy con mi geta”. Por lo general cuando la
135 Los Caminos del Diálogo

persona, en su relación de pareja, decide callarse y cerrar la llave de


salida de sus sentimientos –por irracionales que estos parezcan– su
estado de ánimo comienza a apagarse y comienza a crearse una distancia
emocional con el ofensor percibido. Quien por no hacer el problema más
grande, decide aprudentar y callar, y afirma con sus palabras que todo
está bien, inevitablemente con su conducta terminará mostrándose
distante. La conducta hablará, de cualquier manera, cuando las
palabras no se atreven.
En ocasiones, sin embargo, el silencio y distanciamiento de pronto se
convierten, sin que la persona se de cabalmente cuenta de lo que hace, en
triangulaciones. En otras palabras la persona herida, callada, distanciada,
de pronto comienza a expresar o embarrar la molestia de manera verbal
pero con la persona equivocada. El “embarrador” experimenta deseos
irrefrenables de involucrar al vecino, de decirle de manera “totalmente
inocente” a la hermana, a la suegra, al amigo, al hijo o a la cuñada todas
las cosas malas “que me hizo mi pareja”. La persona que ha cerrado la
llave de expresión abierta y honesta de sus molestias y ha preferido
callarse para “no meterse en problemas”, comienza a hacer algo todavía
más destructivo que la ley del hielo: comienza a sacar su incomodidad a
través del chisme y la triangulación, es decir, a través de actuar la
molestia –en esta ocasión con palabras, a veces abundantes, a veces
escasas–. Expresarle a la persona equivocada una molestia, resentimien-
to, o un comentario inofensivamente venenoso eventualmente se
convierte en un abundante embarradero de mierda que afecta igualmente
a los tres puntos del triangulo: a quien recibe el chisme, a quien lo hace y
a quien es objeto del mismo. Cuando el hijo funge como el elemento
triangulado o embarrado por sus padres, las consecuencias son
especialmente funestas. Muchos, desgraciadamente demasiados, padres
de ambos géneros y de todas las clases sociales practican sin darse
cuenta de múltiples maneras el arte de embarrar a sus hijos a quienes
usan como testigos de sus conflictos permanentes.
Finalmente la manera de manejar una molestia en cualquiera de sus
dos versiones mencionadas –embarrar o practicar la ley del hielo–, solas
o combinadas, tiene un efecto altamente nocivo para la salud mental de
quienes son parte del entorno cercano.
Rosario Chávez y Sergio Michel 136

En el entorno familiar, los conflictos que papá y mamá no han


podido resolver de manera evolucionada y responsable, enredan a los
hijos, vecinos, amigos y parientes a tomar partido. Las hijas embarradas
finalmente le reclaman al papá –o a mamá– de sus errores e infidelidades
y toman partido con la víctima con lo cual el desgaste es aún mayor pues
además del deterioro de la relación de pareja, la hija también pierde a su
padre (o madre) éste(a) a su hija porque en la conciencia del primer
orden existe esa regla implícita y poderosa que suelen promover de
manera inconciente y sutil tanto los víctimarios como las víctimas: “estás
conmigo o estás contra mi”.
Los padres triangulan y embarran, a sus hijos cuando, de manera
inocente, les hacen algún comentario aparentemente inofensivo:

—Asómate a ver con quien está papá, a ver si no está platicando con
esa vieja resbalosa,
—Pídele a tu papá que nos de lo de la semana antes de que empiece
a tomar.
—A ti que te hace más caso dile que nos saque a pasear.
—Tu papá no sale con nosotros porque tiene cosas más importantes
que hacer como su fútbol.
—Tu papá es un borracho
—Tu mamá ha de andar de puta
—Tu mamá no sabe ni cocinar bien

El fenómeno de la triangulación se manifiesta en diferentes niveles de


interacción humana, por ejemplo, en los ancestrales conflictos entre
musulmanes y occidentales, entre palestinos y judíos, entre católicos y
protestantes irlandeses, entre Norte y Sur, entre terroristas malos y
terroristas buenos, entre los amarillos, los tricolores y los azules, etc.,
Tanto en el nivel internacional, como en el doméstico, la triangulación es
el arte y práctica de embarrar, de involucrar en un conflicto determinado
al resto de la humanidad que de pronto se ve forzada a “elegir de bando”
y a seguir así estacionada en las etapas más primitivas del desarrollo de
conciencia. Uno de los principios de las pequeñas conciencias
trianguladoras,“estás conmigo o estás contra mí”, se caracteriza por la
137 Los Caminos del Diálogo

tendencia a excluir a las personas y posturas que han cometido “el


pecado de no coincidir conmigo”.
En el contexto de la pareja quedan embarrados principalmente los
hijos aunque también los suegros, los amigos los vecinos, los parientes
cercanos y hasta uno que otro desconocido que fortuitamente se atraviesa
por el camino: Los comentarios pueden parecer inocentes o totalmente
mal intencionados: El efecto es el mismo, ensuciar y contaminar al
prójimo de un problema que no le pertenece.
Así como la sentencia bíblica reza: si tu hermano te ofendió no dejes
que se meta el sol sin ir a hablar con él; también existe la oración de la
secta de los Trianguladores de Santos Sepulcros Blanqueado (TSSB)
cuyas siglas también representan al patrono de la secta es el santo niño
Tesusubito.
Oración al Niño Tesubito

Si tu hermano te ofendió
Aunque estés en el lecho de tu muerte
Sé fiel a la consigna y repite
No me pasa nada, no me pasa nada, no me pasa nada.

Aunque te esté saliendo agüita por los ojos


Tú insiste que es por el humo del cigarro o el smog
Pero nunca reconozcas que tienes
Algo que te lastimó
Algo que perdonar
Algo que agradecer
Ni mucho menos algo de que pedir perdón.

Mejor visita a tus suegros y diles


Que su hijo o hija se ha portado mal.
En los momentos de mayor frustración y enojo
Coméntalo con tus hijos
Con sus hermanas
Con los demás parientes y vecinos
Rosario Chávez y Sergio Michel 138

Embarra mierda a tu alrededor


Con generosa abundancia
En honor a los mandamientos del santo niño Tesusubito
Patrono de nuestra secta.

Frente a la persona que se siente lastimada


Por algo que hiciste
O mortificada por algo que “te hizo”.
No escuches ni expreses lo que sientes
Limítate a las enseñanzas de tus mayores:
Reclamar, juzgar, defenderse.
Sermonear, usar sarcasmo y anexos.
Líbrate de caer en la tentación del diálogo
¡No lo quiera nuestro patroncito!
El niño Tesusubito.
Ni nuestra señora de los chismosos
La reverenda Pata Chapoya.

Pues si de verdad expresas y escuchas


Con honestidad y respeto
Tal vez descubras con horror
Que ya no tienes más mierda que embarrar.

Caso 1: “Ma Elena”. HTA (Hijos Triangulados Anónimos)

—Mi madre descubrió que mi papá tenía una novia y un día me pidió
que la acompañara a las siete de la mañana a buscarlo a la casa de la
fulana –María Elena comenzó a recordar, durante el proceso de su
terapia.
—Ese día papá no había ido a dormir y mamá ya había sido avisada,
por una de sus amigas, acerca del lugar donde mi padre se quedaba en
sus escapadas nocturnas. Fuimos muy temprano y mi mamá estuvo
tocando en la casa de rejas verdes. En la planta alta se vio un
movimiento en las cortinas y de pronto todo se quedo en silencio. Nadie
salía a abrirnos. Mamá tomó una piedra y rompió el vidrio de una
ventana de la planta alta. Nadie se asomó por más que mamá continuó
139 Los Caminos del Diálogo

gritando groserías. La tal Juana –esa vieja ramera a decir de mi mamá–


nunca se animó a dar la cara. Yo estaba asustada y, sin embargo, con el
tiempo pasé del miedo al más profundo de los resentimientos. Mi mamá
lo decía y yo simplemente lo tomaba como un hecho “Papá nos había
traicionado”. Aceptar y hacer propia la versión de mamá era una
inevitable y a la vez muy dolorosa, muestra de mi lealtad hacia ella. La
fulana resultó ser una maestra que trabajaba en el mismo lugar donde lo
hacia mi padre. Mi madre cuando yo salía de la escuela me pedía
constantemente que me fuera discretamente a la salida del trabajo de mi
papá para ver si se iba con ella. Otras veces me pedía que en mi bicicleta
pasara por la casa de la fulana para ver si el auto de mi padre estaba por
ahí. Cada vez que mi mamá me preguntaba sobre mis “investigaciones”
yo sentía un nudo en la garganta ya fuese que efectivamente hubiese
visto a mi padre con esa mujer o que simplemente no hubiese encontrado
nada sospechoso. No me atrevía a pedirle que se abstuviera de hacerme
esos encargos. Mi pobre madre sufría tanto que por lo menos yo no podía
fallarle; sentía que era mi obligación convertirme en su emisaria, en su
cómplice. En aras de la lealtad a mi madre finalmente me estaba
convirtiendo en su aliada primitiva: Los que no están conmigo, están
contra mí –decía con frecuencia –. Yo la quería proteger y acompañar
cuando la veía triste, cuando la veía sola. Yo hubiese querido, por otro
lado, no tener que tomar partido y funcionar simplemente como una hija
“normal” y como tal dedicarme a vivir mi vida, a hacer mis tareas de la
escuela y a jugar con mis amigas. Sin embargo, a mis nueve años sentía
ya la responsabilidad de cuidar a mi madre. Mis padres finalmente se
reconciliaron pero yo siempre fui muy fría y seca con él y cuando alguna
vez me preguntó, yo simplemente le dije que no tenía nada que así era
yo. Muy en el fondo me hubiese gustado ser más cariñosa con él y que
él lo fuese conmigo …pero no sabía como hacerlo. Mi única respuesta
manifiesta ante él era esa cierta frialdad con la cual, en el fondo, logré
encubrir exitosamente mis ganas ocultas de tener algo de su afecto.
—Recuerdo todavía –continuó con su relato la joven– mi reacción de
molestia tan fuerte cuando observaba a mi hermana menor que se
acercaba con tanta facilidad a mi padre que a su vez le respondía
afectuosamente con gran disponibilidad. En ese entonces me caían tan
gordos los dos; me parecían tan empalagosos, tan ridículos y tan cursis,
Rosario Chávez y Sergio Michel 140

tan estúpidos. ¡Los odiaba con todas mis vísceras! Una noche después de
leer en algún lado que los sentimientos fuertes 18 son los grandes maestros
del auto-conocimiento me quedé pensando en ese sentimiento fuerte que
me producía el ver a mi hermana “haciéndole la barba a mi padre” La
pregunta que en ese momento trate de hacerme con honestidad fue: ¿qué
tiene ella de mí que yo no acepto? Siempre había creído que desde luego,
¡yo no tenía nada que ver con esas reacciones ridículas y estúpidas de mi
hermana! Para contestar la pregunta incómoda me imaginé por un
momento, estrictamente a manera de juego inofensivo, que yo era mi
hermana e imaginé también, insisto: estrictamente a manera de juego
inofensivo, la experiencia interna de mi hermana, es decir sus
sentimientos mientras abrazaba a papá. Así, “jugando, jugando”, empecé
a sentir fugazmente, casi a escondidas, una sensación de gran gozo ante
el abrazo imaginario de papá. Era como experimentar un gozo que por
otra parte me apenaba reconocer. Si en otro momento alguien me hubiese
sorprendido o “cachado” en ese efímero instante de experimentar
descaradamente dicho gocecillo de ser yo la consentida, si alguien me
hubiese dicho “Miren ella se siente la consentida y le gusta éjele”, yo
me hubiera indignado, me hubiera sentido ofendida y desde luego lo
hubiera negado rotundamente –tal como lo ordena el niño Tesusubito
patrono de las conciencias chiquitas–; Esa afrenta la hubiese guardado en
mi corazón en forma de resentimiento profundo contra el atrevido que
aparentemente me malinterpretó. Sin embargo, ahora estaba en un
momento diferente de mi vida, una parte, desconocida para mí,
necesitaba crecer; quería evolucionar más allá de mi círculo vicioso de
toda la vida (pasar de sentirme víctima de la vida, a estar enojada con mi
papá; de víctima a enojada, de enojada a víctima y así atrapada en esa
brincadera mental durante el noventa por ciento de mi vida). Ahora, en
lugar de cambiar de tema me quedé concientemente en esa escena
disfrutando furtivamente, entre apenada y sorprendida, de la experiencia
gozosa del abrazo. Me di cuenta entonces que mi hermana había estado
fungiendo para mí como un espejo. ¡Sí! –que pena pero ahora estaba
dispuesta a reconocerlo– ella sólo era la pantalla de afuera donde yo
18
La búsqueda del momento de sentimiento fuerte representa la consigna básica de la
terapia Experiencial y de la terapia de reconstrucción experiencial. En el capítulo
siguiente se explora la importancia de los MSF (momentos de sentimiento fuerte).
141 Los Caminos del Diálogo

construía algo que no era capaz de reconocer adentro de mí. Yo tenía


ganas de tener el afecto de papá pero esos deseos profundos los escondí
debajo de mi resentimiento “por haber sido traicionada”. Aunque mamá
un día parece ser que finalmente lo “medio-perdonó”, yo me quede
instalado en mi distanciamiento que me sirvió por mucho tiempo para
ocultar el resentimiento “comprado a mi madre”. Poco a poco descubrí
que lo enterrado sólo desaparece de la vista pero no de la experiencia
interna.

Caso 2: Marco Antonio.

Marco Antonio otro joven triangulado del grupo comparte su


experiencia:
—Mi caso es diferente pero a la vez parecido al de María Elena. Yo
recuerdo, como si estuviera ocurriendo ahorita, una tarde cuando
acompañé a mi mamá de compras a un centro comercial. Veníamos de
regreso en el auto de una de sus amigas cuando entró una llamada a su
teléfono celular. Al colgar ella se puso a hablar de manera alterada con
su amiga en voz baja. Mi madre le pidió a su amiga que la llevara al
lugar de trabajo de mi padre y cundo yo me disponía campantemente a
bajarme del auto con mi madre para acompañarla, como siempre lo había
hecho, me informa que su amiga me va a llevar a su casa y que más tarde
ella pasaría por mí. Esa tarde fue eterna para mí. Estuve en una casa
totalmente ajena viendo la televisión en un rincón sin saber porqué mi
madre de pronto había decidido mandarme con alguien tan ajena y
desconocida para mí. Lo único que sabía era que esa llamada telefónica
habría tenido que ser acerca de algo terrible. Yo me sentía como un
objeto que no tenía la mayor importancia, alguien que no merecía ser
informado, alguien que simplemente era depositado en cualquier lugar.
No sabía el porqué pero sí estaba seguro que yo en ese momento le
estorbaba a mi madre. Y no estaba tan equivocado. Cuando llegué a mi
casa –la amiga de mi madre me llevó ya de noche– el ambiente se sentía
denso, mi madre tenía los ojos rojos. Su cara me decía que algo grave y
doloroso estaba ocurriendo pero su boca simplemente repetía que no
pasaba nada. Yo estaba todo confundido. Dos días después entro al
cuarto de mis padres después de escuchar el escandaloso ruido de una
Rosario Chávez y Sergio Michel 142

lámpara que cae al piso. Veo a mi madre tirada en el piso con la mirada
perdida musitando la frase “me quiero morir” Me agacho y al verla tengo
la convicción de que mi madre está al borde de la muerte. Sólo tengo
diez años y volteó desesperado con mi papá para pedirle que me ayude y
el sólo dice: “está loca”. Yo siento verdaderamente que mi madre se va a
morir y a nadie parece importarle. Papá seguramente sabía que las
pastillas que se había tomado no la iban a matar, pero yo eso lo ignoraba;
estaba viendo a mamá con la mirada perdida y hablando con la lengua
arrastrada. Olía a vino y tenía un frasco de pastillas vacío en su mano
derecha. En ese momento sin darme cuenta yo tomo una decisión que
habría de cargar durante un largo tiempo: Si mi madre no tiene un
esposo que la proteja si tiene un hijo que nunca la va a dejar sola. Me
convierto ese día –sin ser plenamente consciente de ello– en una especie
de esposito para mi madre y también ese día decido, dentro de mi
confusión, odiar a mi padre. Inicia una temporada larga de agresiones
contra mi padre. Ese día renuncio emocionalmente a mi padre para
identificarme totalmente con mamá. Yo me convierto en su confidente y
ella es para mí el tesoro más preciado del mundo. Un día la escucho
hablar por teléfono con mi tía Cuca; Le dice que yo soy un gran apoyo,
que soy como una bendición. Tengo totalmente comprado el boleto de
ser la salvación de mamá; en ese momento lo siento como un romántico
privilegio, sin embargo, hasta ahora me doy cuenta de lo pesado e injusta
que resultaba esa carga para mi edad. Tuve pocos amigos varones. La
mayoría de mis compañeros me hacían burla por ser tan consentido de
mamá. Mi mamá era mi amiga y confidente. Por momentos sentía que
nada me faltaba, yo no necesitaba de un papá. Ahora me doy cuenta que
con mi mejor intención al tomar partido con mamá perdí el contacto y tal
vez la posibilidad de identificarme con mi papá. Ahora soy homosexual
y no me arrepiento, pero en algún rincón me pregunto como sería mi
vida si no hubiese tenido que tomar partido, si hubiese podido
mantenerme al margen de sus broncas queriéndolos a los dos aunque
ellos a ratos no se quisieran entre sí. No lo sé.

Caso 3 y 4: José y Yolanda.


143 Los Caminos del Diálogo

En 1984 La joven señora Tere Gómez, se entera de un affaire de su


marido con una clienta de la empresa donde trabaja. Ese día arde Troya
en la casa de la familia. Los esposos se encierran más de dos horas en su
recámara y durante ese tiempo los hijos pegados a la puerta pueden
escuchar gritos y palabras altisonantes. Como a las nueve y media de la
noche sale la madre con los ojos rojos de tanto llorar a prepararles la
cena. Cuando los hijos le preguntan ¿Qué te pasa mamá?, Tere sólo
acierta a responder con un tono apagado; “nada, no tengo nada; cómanse
sus quesadillas que se les van a enfriar”. Los niños ya no se atreven a
preguntar más pero esa noche no pueden dormir. mamá niega que pase
algo y a la vez todo lo observado y escuchado por los hijos indica
precisamente lo contrario. Es como para volverse locos, mamá dice que
no pasa nada y ellos están viendo –aunque no conocen los detalles– que
algo grave ocurre. En su fantasía, que suele ser peor que la realidad, los
niños --que en algún momento pescaron una frase del dialogo
fragmentado de sus padres: por mi muérete--, empiezan a especular que
quizás su padre la amenazó de muerte y que ella no puede decir nada
pues papá la podría matar, o que tal vez los van a abandonar o ya no los
quieren por ser tan traviesos, etc. Al siguiente día mamá le pide a papá
que se vaya de la casa un cierto tiempo por lo menos. Cuando los hijos
inquieren sobre la razón de no ver más a papá en las noches, la madre
sólo responde; “A papá ya no le importamos”. Aunque el marido
eventualmente regresa, la relación no mejora gran cosa. Mamá, por su
parte continúa dosificando cuidadosa-mente la información sobre papá
en variadas ”frases inofensivas” como las siguientes: Tiene cosas más
importante que nosotros; ha de andar con alguna puta, con alguna de
esas zorras que trabajan con él, etc.. No tenemos ahora para comer
porque se lo ha gastado con alguna de sus amiguitas. Prefiere andar con
ella que sacarlos a ustedes a pasear, etc. Un día cuando José Jr. tiene
diecisiete años –y con la cabeza totalmente caliente de tantas “quejas
inocentes” de mamá sobre la conducta de papá– se le deja ir con su padre
a los golpes; los dos se gritan y afortunadamente en ese momento llega
de visita el tío Pedro y el pleito es momentáneamente pospuesto. Padre e
hijo viven emocionalmente muy alejados por un tiempo. Finalmente el
Rosario Chávez y Sergio Michel 144

joven se casa y se va a vivir a otra ciudad. No quiere saber nada de su


padre: lo odia con el odio que mamá le depositó.
Veinte años después, José Jr. Está platicando en su grupo mensual de
terapia de hijos triangulados anónimos donde asisten sobrevivientes de la
triangulación: En esta ocasión escucha el testimonio de una compañera
llamada Yolanda:
—A mi madre tengo más de un año que no la visito, la verdad es que
aunque por un lado me siento culpable de no hacerlo, cada vez que voy a
verla se me revuelve el estómago tengo la misma sensación de cuando
era niña y mis papás empezaban a tener problemas. Mi madre empezaba
a hablar mal de mi papá y yo me angustiaba, sentía en aquel entonces
que por lealtad a mi madre yo tenía que tomar partido. Personalmente no
puedo decir que yo tuviera un problema causado directamente por mi
papá. Conmigo en realidad mi padre fue cariñoso, por lo menos en un
principio. Sin embargo yo no podía tolerar ver a mi madre sufriendo. En
aquel tiempo realmente estaba convencido de que sufría por culpa de mi
papá. Ahora sé que ella sufría por su propio juego inconsciente a ser
víctima; por su propio apego a tener a una pareja junto a ella –a
cualquier precio–; Por su dependencia, mejor dicho por su adicción a
tener a alguien junto a ella para sólo así creer que valía como persona y
como mujer.
—Siempre creí que las adicciones tenían que ver con sustancias como
el alcohol o con drogas ilegales como la heroína –continúa Yolanda su
monólogo–, pero nunca imaginé que también hubiese adicciones a las
personas y a las relaciones. Ahora entiendo; mi madre en aquel entonces
reaccionó de la única manera que podía; de la única forma que aprendió
de sus propios padres, y de su escuela, de sus amigas y de la televisión.
Respondió con su fuerte adicción a tener con ella a su lado a mi papá al
precio que fuese. En su lucha por conservarlo por cualquier medio, llegó
a hablar con mi abuela materna y con las hermanas de mi padre. Pronto
se hicieron dos bandos. Mi mamá también nos enseñó a no hablarle a mi
tía Tere ni a mi tío Joaquín que según ella estaban del lado de mi papá.
Aún ahora –mucho tiempo después de la separación– mi madre no ha
sabido soltar ni perdonar a mi papá. Yo por mi parte, poco a poco dejé de
ver a mi padre, que de vez en cuando nos hablaba por teléfono pero
siempre le respondíamos –mis hermanos y yo– con groserías.
145 Los Caminos del Diálogo

—Recuerdo –prosiguió Yolanda con su descripción detallada– cada


vez que yo le colgaba groseramente el teléfono a “ese señor”, a mi lado
mi madre me hacía un cariño en el pelo. Yo sabía que en el fondo ella
estaba orgullosa de mí porque yo había tomado partido con ella; porque
no la había traicionado. Aprendí muy pronto a sentirme orgullosa de ser
la defensora de mi madre. Por una parte me sentía como la heroína de la
película, pero otra parte mía pagaba un precio muy elevado, un dolor
profundo un desgarramiento interno que ni siquiera alcanzaba a poner en
palabras; simplemente me sentía, sin saber porqué, sola y amargada.
Mientras esto ocurría en mi interior, en mi relación con el mundo de
afuera, cada vez era más natural escuchar a mi madre hablar mal de mi
padre. Recuerdo haber leído una investigación hecha en la Universidad
de Pensilvania con mil niños de familias divorciadas: La gran mayoría de
ellos no había visto a su papá para nada, durante el año previo al estudio.
Me daba mucho coraje saber que no era nomás yo; que para muchos
otros niños de mi edad los padres varones eran una bola de desobligados
e irresponsables. Sigo sin justificar a los padres que se alejan de sus hijos
para evitar problemas, pero ahora sé que la otra mitad de la historia la
construyen muchas de las madres mártires del abandono. Ahora sé que
muchas de estas mamás prefieren sentirse acompañadas en el abandono.
En lugar de decir: fulano terminó la relación conmigo; prefieren decir: tu
papá nos dejó. Se friegan al papá y de paso también al hijo y a ellas
mismas. Recuerdo perfectamente un domingo en una reunión de familia.
Después de dos cervezas mi prima Chela pareció darse cuenta de algo
que yo no era capaz de reconocer en mí misma; me confrontó de una
manera que nunca voy a olvidar:
—Oye prima cuando te escucho hablar así; haz de cuenta que estoy
escuchando a tu mamá, usas exactamente sus mismas palabras. A ti ¿tu
papá te traicionó en algo?
—Claro el desgraciado se fue con otra vieja, con una desgraciada puta.
—Si, yo sé que traicionó a tu madre, sé que como esposo falló y eso
no lo discuto ni lo apruebo, pero te estoy preguntando si a ti como hija,
¿te traicionó en algo?
—Estaba a punto de contestar con mi manera habitual de hacerlo con
la misma perorata impresa en mi mente; con una especie de “Tú también
estás de parte de mi papá y de todas sus sinvergüenzadas, ¿verdad?”. Sin
Rosario Chávez y Sergio Michel 146

embargo, me callé sin saber porqué. Quizás me sentí descubierta por la


pregunta y me sorprendí a mí misma; me vi con horror en ese momento
repitiendo algo que me había lastimado; haciendo precisamente lo que
mi madre había hecho toda la vida conmigo: “Si no estás conmigo estás
contra mi”, es decir, si quieres a tu padre, no me puedes querer a mí. Esa
noche no pude dormir, me daba vueltas y vueltas la pregunta de mi prima
Chela. Me sentí expuesta en lo más íntimo; fue como si me hubiese
desnudado frente a los demás y al ver mis miserias descubiertas sentía
mucha vergüenza. Recuerdo que experimenté un odio profundo hacia mi
prima por entrometida e indiscreta. ¿Quién le había dado autorización a
la muy desgraciada a hurgar en mi interior y exponer sin ningún pudor
mis juegos y alianzas secretas? También recuerdo que a partir de
entonces, y por un buen tiempo, no le volví a dirigir la palabra. Sin
embargo, también tuve que reconocer, en algún lugar profundo de mi
conciencia, en alguna partecilla de mi ego, que estaba reproduciendo,
estaba repitiendo, con la gente a mi alrededor, exactamente el mismo
patrón de respuesta que mi madre había practicado conmigo. Había
aprendido, sin darme cabalmente cuenta, una especie de “ecuación
mental”: amor es igual a lealtad. Sonaba bonito y romántico. Parecía un
verdadero heroico acto de amor filial, eso de tomar partido; eso de
defender a mi madre contra el “infeliz cabrón ese”; Sin embargo, en el
fondo también resultaba ser algo profundamente costoso para mí. Me
había dejado de escuchar a mí misma, me había convertido en un campo
habitado, en una conciencia primitiva, en una extensión de mi madre. Por
ser leal a ella me estaba perdiendo a mí misma. De pronto me di cuenta
que necesitaba un espacio para encontrarme.
Cuando Yolanda menciona esta frase tan cotidiana y a la vez tan
importante, José se siente totalmente identificado; se transporta a su
propia historia. Recuerda con absoluta claridad aquel lejano 10 de
septiembre cuando le llegó por escrito la aceptación de una vieja
solicitud casi olvidada para trabajar en una nueva empresa. Desafortuna-
damente, algo que no estaba en sus planes, la invitación implicaba salir a
trabajar fuera de su ciudad.
—Mi madre me dijo ¡de manera tajante! –retoma ahora su relato José
mientras Yolanda le cede espacio– “eso no te conviene”. Sin embargo,
algo desconocido en ese momento me hizo aceptar la oferta y así fue que
147 Los Caminos del Diálogo

a pesar de mis culpas por dejarla y de mis sentimientos divididos,


finalmente decidí yo también tomar distancia de ella.
—Poco a poco –continuó– pude aclarar aún más mi principal razón
para aceptar el puesto: precisamente la oportunidad de tener un espacio
para intentar pensar por mí mismo. Parecía que escuchar a mamá tan
cerca de mí, era como tener una bocina a todo volumen pegada a la oreja
que me impedía escuchar a mi propia voz.
—Y eso como ha afectado tu relación con tu madre –pregunta
Yolanda con curiosidad–.
—Ahora tengo cuarenta y cinco años ¿y sabes una cosa? la verdad me
da mucha flojera ir a visitarla –confiesa José ante el grupo–. La quiero y
entiendo sus sufrimientos, puedo imaginar todo lo frustrada, engañada,
desilusionada, impotente, etc., que debió haberse sentido. Sin embargo,
cuando voy a visitarla, cada vez que se toca, aunque sea muy
tangencialmente, como no queriendo la cosa, el tema de mi papá se me
hace un nudo en el estómago y siento la misma sensación de ahogamien-
to de cuando era niño. Otras veces, cuando estoy a punto de ir a verla
encuentro un pretexto para no hacerlo. Sé perfectamente que quien en
verdad se quedó conmigo cuando era pequeño fue mi madre, que ella
estuvo en los momentos difíciles; estuvo cuando me enfermé y en la
mayoría de mis fiestas de fin de cursos. La quiero por un lado y, por el
otro, puedo también reconocer y no negar mi resentimiento hacia ella.
Con mi padre ahora he vuelto a retomar la relación, lo visito lo más
seguido que puedo y cuando lo hago me siento movido por el puro gusto
de verlo y no por obligación alguna. Ahora, al paso del tiempo, puedo
ver la enorme diferencia entre mis padres. Él nunca, jamás, me habló mal
de mi madre ni siquiera para referirse a algunos de sus “malos hábitos”
como sus exageraciones, sus juegos de víctima, sus manipulaciones y su
afición por el chisme.
Papá nunca me dijo en palabras pero, eso sí, me transmitió a través de
su silencio discreto algo que mi madre a pesar de todo su amor jamás
pudo hacer: un mensaje implícito que hasta ahora finalmente puedo
descifrar con claridad:
Rosario Chávez y Sergio Michel 148

”Los problemas entre tu madre y yo no son tuyos ni tienes la culpa de


ellos. No tienes que tomar partido entre nosotros dos, yo para quererte
no necesito que estés contra tu madre”.

Acto seguido: José saca de la bolsa derecha de su saco un sobre


rotulado dirigido a su madre y le pide a Yolanda que le de lectura frente
al grupo. Se hace el silencio.

Carta a mi madre

Querida mamá: Quizás te extrañe que te escriba esta carta después de


tanto tiempo de no tener noticias mías. Se que te ha lastimado mi
distanciamiento y que has comentado a todo el mundo como es tu
costumbre que: “así somos los hijos, unos ingratos después de que uno
como madre les ha dado todo”.
Yo sé que gran parte de tu vida la dedicaste a tus hijos y que estabas
constantemente al pendiente de nuestras necesidades; Nos inscribiste al
mejor colegio que estaba al alcance de tu presupuesto. Nunca nos faltó
un techo donde dormir, ni ropa con que cubrirnos a mi hermana y a mí.
Realmente a pesar de algunas épocas relativamente difíciles en lo
económico, yo no tengo nada que reclamarte en el aspecto de los
cuidados básicos. De hecho te puedo decir que me considero un niño
suficientemente feliz hasta la edad de los doce años cuando empezaron
los pleitos entre tú y mi papá hasta que finalmente se divorciaron.
Durante algunos años antes de la separación –entre mi niñez y mi
adolescencia– no tuviste empacho en embarrarme tu propio resentimien-
to con mi padre. Como prueba de lealtad en aquel entonces y por
durante mucho tiempo yo fungí, sin darme cuenta, como la tasa del
escusado donde tú echabas tu mierda. Tú no tienes idea lo que para mí
significaba en la noche quedarme con la convicción inevitable de que
para ser leal a ti, para cuidarte, tenía que hacer mío tu resentimiento
con papá. En ese momento me parecía lo más natural, era un acto de
lógica solidaridad el tomar partido del lado de la víctima, de la
ofendida –que obviamente eras tú–. Ya que tú lo estabas perdiendo, yo
también tenía que perderlo por amor a ti; por lealtad a ti, tenía que
necesariamente escoger entre tú y él; entre él, desgraciado
149 Los Caminos del Diálogo

abandonador, y tú la pobre víctima desprotegida; Tenía que renunciar a


tener papá, tenía que renunciar a ser leal a él. Ojalá en aquel entonces
hubiese yo podido decirles con todas mis fuerzas a ustedes
–A los dos los quiero mucho, muchísimo y por favor no me pidan que
tome partido, si se quieren pelear entre ustedes háganlo pero en privado
y no me metan en ello. Yo puedo acompañarte verdaderamente puedo
estar contigo pero ello no significa que te cargue, que haga míos a tus
enemigos. Yo tengo derecho a quererlos a los dos aunque ustedes no se
quieran entre sí. Su pleito es de ustedes, tu pleito con mi papá “es tu
pedo”. Perdón, quise decir “estupendo”. Si quieres romper con una re-
lación destructiva para ti, eso lo puedo respetar como una decisión tuya.
Con esto no quiero decir que lo hecho por mi padre estuvo bien, pero
como hijo a mí no me corresponde juzgarlo a él. Hoy quiero expresarte
que yo en aquel entonces no me pude zafar de tus leyes internas, de tus
reglamentos no hablados de “estás conmigo o estás contra mí”. Ahora
lo entiendo de manera diferente: No tenía que aprobar a papá, pero
tampoco tenía que tomar partido de una bronca que era de ustedes, de
una bronca en la que siempre me sentí enredado, involucrado
involuntariamente. Recuerdo por ejemplo esas comidas que me
parecían eternas donde nadie hablaba donde tú y él no se dirigían la
palabra pero eso sí, llegado el momento, tú me instruías a acercarme a
papá para pedirle dinero para mis libros, para comer, para mi ropa. Yo
tenía que hacer lo que a ti te correspondía y sabes una cosa odiaba tener
que hacerlo.
Nunca pude decirte nada de esto. Ahora pienso que aunque hubiese
sido agresivo, haberlo hecho en aquel momento, me hubiese salvado de
estarte cobrando hoy con tanto tiempo de distancia la factura de
aquellos viejos resentimientos. Sí, ese es exactamente mi resentimiento
contigo; el haberme callado tanto; ese es el resentimiento que se ha
convertido en una profunda resistencia y flojera cada vez que trato de ir
a visitarte. Es curioso pero con mi padre con quien pasé menos tiempo,
mucho menos tiempo que contigo ahora me siento más cómodo. Ahora
no siento que tengo nada que cobrarle. Mi gusto por visitarlo con cierta,
aunque no demasiada frecuencia, tiene que ver con una sensación que
experimento cuando estoy con él: Me siento respetado, no me siento
Rosario Chávez y Sergio Michel 150

exigido a cambiar, me siento aceptado hoy como ayer, tal como soy. Con
él no tengo que tomar partido.
Contigo fue todo lo contrario. Sabía que me querías y mucho, pero ese
amor tenía un precio. Siempre sentí que si osaba acercarme a mi papá,
tú no me lo perdonarías. Muchas veces me dijiste sin decírmelo, es decir
de manera implícita, por debajo de la mesa: “te quiero mucho,
muchísimo pero a condición de que seas como necesito que seas, a
condición de que te pongas de mi lado”. Yo en aquel tiempo no podía
descifrar el mensaje, simplemente me sentía atrapado.
Como es la vida mamá, ahora a mi me toca venirte a hablar de papá.
Ahora yo vengo a decirte que ojalá hubieses hablado y resuelto tus
problemas con él en lugar de venir a quejarte conmigo. Esto que te digo
a ti también se lo he dicho a él: Mi padre me solía decir, sin palabras,
con su manera de actuar: “no necesito que cambies o que tomes partido
para que yo te quiera”. Este mensaje lo recibí de mi padre ciertamente
no con mucha frecuencia pero si con consistencia, con claridad cada vez
que fue necesario. Eso para mí fue más que suficiente.
El mensaje tuyo, por otra parte, nunca lo escuche expresado
literalmente en palabras, fue a través de tus gestos, de tus comentarios
indirectos, de tus actitudes, de tu sutil manera de hacerte la víctima a
quien yo valientemente tenía que rescatar. Tu mensaje no verbalizado es
algo que hasta ahora puedo traducir más o menos así:
“Si de verdad me quieres tienes que estar de mi lado pues ese es el
signo mayor de amor y lealtad a mí. Tienes que tomar partido del lado
de la justicia y tú sabes; la justicia está de mi lado. Si te acercas a tu
padre o si accedes a salir con él, quiere decir que estás contra mi, quiere
decir que tú también me abandonas, que de alguna manera tú también
decides traicionarme. En otras palabras mis broncas con tu papá tú las
debes de abanderar, las debes de hacer tuyas. O estás conmigo o estás
contra mí”.
Querida mamá, antes de despedirme quiero decirte que tengo la
esperanza de un día poder sentir no sólo con mis palabras, sino con todo
mi corazón que realmente ya te perdoné que vuelvo a sentir ganas de
visitarte sin ese antiguo miedo de sentirme como el depósito de tu odio
por mi papá; quizás un día pueda ocurrir eso, pero todavía no lo siento.
Antes de hacerlo necesito decirte con todas mis palabras, aquello que en
151 Los Caminos del Diálogo

su momento me callé: Necesito decirte que me sentía totalmente


embarrado de mierda; necesito decirte que te resiento que me la hayas
echado a mí, que no hayas tenido todo el valor de separarte bien de mi
papá “dizque por nosotros”. Claro que me hubiera gustado ser hijo de
una relación bonita entre uds. Pero eso no existía, y quedarte con mi
papá así como lo hiciste no te lo puedo agradecer. Mamá, tal vez tu
intención fue buena pero, discúlpame, yo ya no quiero ni puedo creer
que la intención justifica todo. Me duele saber que en esos momentos tú
tenías tu dolor , impotencia, rabia y no se cuantas cosas más. Pero de
este lado de mi piel, en aquel niño de once y doce años, te lo quiero
decir con toda claridad…a mí no me tocaba ser depósito de esa mierda
yo era tu hijo, no tu depósito. No puedo agradecerte que te quedaras en
una relación donde te sentías como víctima; engañada, no respetada, no
apreciada. Me sentía utilizado y ahora pienso que eso de utilizar aliados
involuntarios es algo que viene de tu familia, algo que se ha transmitido
desde hace muchas generaciones. Yo por mi parte te confieso que
prefiero mil veces estar bien separado a mal juntado y constantemente
embarrado.
Hoy entiendo que, cuando fui pequeño, mi padre tenía la debilidad de
las mujeres, siempre fue enamorado y eso mismo lo llevó a ser
desobligado como esposo y como padre de familia. Me imagino todas las
veces que te sentiste injustamente tratada por él; todas las veces que sus
infidelidades te indignaron y lastimaron. Sin embargo por el momento
me cuesta trabajo perdonarte y disfrutarte; sentirme cómodo contigo.
Después de decirte esto espero que algún día, no sé si cercano o
lejano, pueda venir a visitarte y entonces simplemente entender que me
diste lo que pudiste y lo que habías aprendido. Tengo pues la esperanza
de algún día venir a visitarte y hasta, por que no, poder escucharte, sin
cargarte, sin sentirme responsable de ti, sin tener que defender a mi
papá, sin tener tampoco que odiarlo. Tal vez algún día, antes de morir,
entiendas que eso de hacerse la víctima es como comer de las migajas de
la vida cuando tienes derecho al pastel grande. Ojalá algún día
empieces a cuidarte y a quererte. Sin embargo esto no depende de mí, tú
puedes decidir seguir viendo la vida desde la misma vieja ventana desde
donde hace mucho tiempo lo haces como la musa de la canción “sufrir
me tocó a mí en esta vida…” Yo no puedo remediar que insistas en
Rosario Chávez y Sergio Michel 152

asomarte para ver los eventos de la vida a través del mismo periscopio
o que un buen día, cansada de tanta victimez te atrevas a construir uno
nuevo desde donde tú también te perdones y perdones a los que te
ofendieron y disfrutes tu jugo de naranja de las mañanas y tantas otras
cosas. Tal vez esto sea algo que logres hacer, como dicen los hindúes,
en esta vida o dentro de unas dos, tres o cuatro existencias… lo harás
cuando estés lista.
Y yo también, por mi parte, espero, cuando esté preparado, ojalá sea
en esta vida, te pueda perdonar, y entonces cuando lo haga sé que me
sentiré liberado –para no repetir– con mis hijos lo mismo que tú hiciste
conmigo como madre.
Sabes madre, hace uno años en una borrachera un amigo, de esos que
solo que sólo hablan de asuntos personales y profundos cuando están
tomados-- me compartió una carta, Al terminar de leerla, los dos nos
sorprendimos llorando como chiquillos. Le confesé que me hubiera
gustado enviarle una carta así a mi madre.
Ahora pienso que tal vez un día pueda agradecerte –o tal vez ya lo
estoy comenzando a hacer– que lo vivido contigo sea parte de mi
preparación para yo algún día recibir mi propia carta de
agradecimiento.

Una carta diferente

Madre: Ahora que soy padre de tres hijos y te veo ya grande y con
caminar cansado por todo lo que tuviste que enfrentar en la vida, quiero
que sepas –pues tal vez nunca te lo dije como hoy quiero hacerlo, con
total claridad– que estoy profundamente agradecido por uno de los más
grandes regalos que pude recibir de ti. De hecho mi agradecimiento no
es por algo que me hayas dado o por algo que me hayas dicho o
expresado de manera verbal. Lo que tú me diste, madre, fue algo que
con el paso del tiempo cada vez valoro más: Tuviste muchas ocasiones
más que justificadas para desacreditar la imagen de papá ante mis ojos;
muchas veces te sentiste ofendida engañada por mi padre, incluso hubo
un par de ocasiones en los que mi padre te golpeo después de alguna
discusión, y sin embargo no caíste en la tentación de triangularme, es
decir, no te fuiste por la salida fácil de tantas madres, que conozco de
153 Los Caminos del Diálogo

mis amigos, que se sienten con todo el derecho de cobrarle al papá a


través de los hijos; madres que probablemente dentro de su dolor y
sufrimiento hasta experimenten un placer oculto cuando se alían al hijo
con frases como:
——Tu padre no nos quiere se va con sus viejas.
——A tu padre le importa más el fútbol que nosotros.
——Ten cuidado cuando tu papá, esta enojado, que no te vaya a pegar
como lo hizo conmigo ayer.
——Pídele a tu papá que nos de lo del gasto de esta semana, si es que
no se lo ha gastado en sus parrandas.
——Asómate a su escritorio a ver si no tiene una carta.
——Tú que sabes de esas cosas, mira su celular a ver si no tiene
mensajitos de esa fulana.
——Tú que sabes asómate a su computadora a ver si no se está
escribiendo con la vieja lagartona esa.
——Le importan más sus amigos que nosotros.
——Se compró una camisa nueva pero no tiene para tus zapatos que te
hacen falta.
——Acompáñame hijo a ponerle una demanda.
——Diles a tus hijos a ver ¡diles! con quien andabas el jueves en la
noche.
Tú, probablemente –estoy seguro– te llegaste a sentir
frustrada, engañada, dolida y con ganas de cobrarle de la manera más
fácil y accesible a tu alcance: a través de nosotros tus hijos. Sin
embargo, no lo hiciste, te reservaste todo tu dolor, tu enojo, tu rabia
para enfrentarte con él. Recuerdo por ejemplo esa vez cuando después
de dos meses de un fuerte pleito con papá nos convocas a todos y nos
dices que se van a separar y sólo nos explicas en voz pausada y firme:
“Cuando dos personas no se llevan bien y se han dejado de amar es
mejor separarse pues si se quedan juntas se pueden hacer mucho daño y
hasta los hijos pueden salir lastimados. Luego agregaste “como papá, el
trata de darles lo mejor a su manera, yo estoy segura de que los quiere a
su manera si él se va de mi vida como mi esposo, como mi pareja eso no
significa que ustedes se tengan que ir de la vida de él ni él de la de
ustedes. Ustedes no tienen que perder a su padre. Los problemas de
Rosario Chávez y Sergio Michel 154

nosotros son de nosotros y nos toca a nosotros resolverlos. Ojalá lo


puedan querer y aceptar como es y asimismo ojalá sepan tomar lo bueno
que él tiene para ustedes. En todo caso les quiero decir que si ustedes le
tienen que reclamar algo, reclámenle algo propio. A ustedes no les toca
reclamarle a él su conducta conmigo, ni a ustedes como hijos les toca
reclamarme mi actuar con él. Los dos somos adultos y podemos
resolver esto entre él y yo. Yo puedo hacer mis reclamos, si los llego a
tener, y me puedo defender pues conozco la ley y no soy ninguna
pendeja. Ustedes tienen derecho a tener a un papá y una mamá y sobre
todo tienen derecho a ser libres de querernos a los dos sin tener que
tomar partido; tienen derecho a experimentar esa libertad maravillosa
de poder amar a dos personas aunque entre ellas no se lleven bien”.
Mamá, todavía recuerdo tus palabras, con toda claridad; nosotros
sabíamos que a veces él te golpeaba porque un día ocurrió el
zafarrancho justo frente a nosotros. El estaba tomado y tú le dijiste con
firmeza “ en frente de los niños no voy a discutir contigo y te fuiste al
cuarto y el detrás de ti, luego se cerro la puerta y aunque oímos por
unos momentos su voz fuerte y enojada de ahí no paso a mayores, y al
siguiente día nos sacaste al parque a nosotros y cuando te preguntamos
por papá nos dijiste que el día de hoy no se sentía bien. Aunque no nos
dijiste toda la verdad tampoco nos decías mentiras.
Nunca nos pediste que te acompañáramos a levantar demandas ni a
ser testigos de nada relacionado con nuestro padre.
Un día llegamos de visitar a mi papá que se quedaba en la casa de su
madre. Mi abuela y é se habían dedicado a hablar pestes de ti. Cuando
te preguntamos que opinabas de mi papá nos dijiste: “los problemas
entre él y yo son sólo nuestros y a nosotros nos toca resolverlos; de mi
parte ustedes tienen derecho a quererlo pues es su padre yo no voy a
hablar mal de él con ustedes. ¿me entienden?”
Ya no volvimos a insistir pero hoy aprecio madre que ese día que
papá te provocaba para que tú respondieras en ese mismo nivel
primitivo y limitado de “ahora que él habla mal de mí, yo tengo que
defenderme y cobrársela hablando mal de él y echarle tierra como él lo
ha hecho conmigo”. Pero no lo hiciste, ni ese ni cualquier otro día: En
esa ocasión nos mostraste tu calidad de mujer amorosa y evolucionada:
tus problemas con él, eran con él y no tenías –así lo decidiste – porqué
155 Los Caminos del Diálogo

embarrarnos de dichas broncas. Con gran gracia y dignidad nos miraste


a los ojos y sólo nos volviste a repetir tu mensaje valiente, digno y
amoroso. No lo defendías pero tampoco lo atacabas:
“Los problemas que tenemos son nuestros, no de ustedes. Tienen
derecho a querernos a los dos. Créanmelo si ustedes quieren mucho a su
padre yo no me siento traicionada ni nada por el estilo, al contrario, me
da gusto por ustedes pues tener un papá es algo muy bonito e
importante”.
Algunas veces inclusive fui grosero contigo por las cosas que mi papá
me decía de ti, sin embargo, poco a poco me fue ganando tu amor
incondicional y aunque tú no tenías los recursos económicos de mi
padre que seguido trataba de comprarnos con reglaos y viajes la verdad
es que fuimos descubriendo lo delicioso de estar a tu lado. Contigo
vivíamos algo que no podíamos vivir al lado de papá a pesar de todo su
dinero: la libertad de querer a los dos sin sentirnos ni culpables ni
traicioneros.
Actualmente aunque vivo lejos de ti, te quiero decir que cuando te
visito lo hago con gran gusto, no me mueve el sentimiento de obligación,
la verdad no; me mueve el gusto por ver y estar con esa mujer
maravillosa, mi madre, que se amaba lo suficiente a sí misma como para
no necesitar que su hijo llenara el hueco que sólo puede ser llenado con
respeto y estima propia. Agradezco profundamente el haberte
desarrollado lo suficiente como persona como para no actuar como
mente primitiva y ponerme en la disyuntiva de: “estás conmigo o estás
contra mí”. Gracias por ese maravilloso regalo de no embarrarme.
Gracias mamá por todo; Gracias por ser y por dejarme ser.
Rosario Chávez y Sergio Michel 156
157 Los Caminos del Diálogo

VIII. EL DIÁLOGO

En buena parte de este libro nos hemos dedicado a explorar y


definir las variadas modalidades y consecuencias de la comunicación
deficiente. Muchas familias y parejas después del matrimonio –ya lo
hemos mencionado– pueden contar con los dedos de sus manos las
ocasiones donde existió una comunicación realmente significativa,
honesta, cercana y a la vez libre. Conforme transcurre una relación, las
ocasiones de comunicación significativa se van haciendo menos y menos
frecuentes.
Una primera reacción ante las relaciones familiares tan
cotidianamente pobres, nos conecta con el pesimismo. Para donde
volteemos encontramos una comunicación deficiente cuando no
miserable y francamente destructiva. Qué difícil parece ser cambiar lo
adictivo y lo automático de las relaciones humanas; qué difícil es
verdaderamente escuchar especialmente a aquellos que más queremos.
Cómo zafarnos del dolor que provocamos y nos provocan, con las
triangulaciones y los “acting outs”, nuestros seres cercanos. ¿Quién se
escapa? De pronto parece inevitable sentirnos prisioneros –“atrapados y
sin salida”– de esos estados primitivos, repetitivos, mecanizados,
automáticos.
En este último capítulo de síntesis, elaboraremos aún más y
recapitularemos sobre lo ya expuesto en los anteriores: Ante el acting
out, la triangulación, el conflicto, la crisis, etc., compartimos nuestra
alternativa esperanzadora, poderosa y viable para la promoción de la
salud mental; compartimos nuestra confianza básica en el diálogo
promotor de la familia, del desarrollo de la conciencia y de la
inteligencia emergente.

Diálogo versus debate: David Bohm y Juan Lafarga desde diferentes


perspectivas han señalado la diferencia y contraste entre las dos maneras
clásicas de intercambiar información de los seres humanos. El diálogo
versus la controversia o debate.
El debate es el instrumento donde chocan argumentos y predomina
la consigna de cambiar al otro. En la construcción de un sistema
Rosario Chávez y Sergio Michel 158

democrático, el debate es un ejercicio muy socorrido supuestamente


dignificante y esclarecedor. Sin embargo, el debate representa en el
fondo un pobre modelo de relaciones humanas; implica una lucha por
ganar aprobación pública a través de convencer, persuadir, disuadir, etc.
Debatir es un deporte practicado en un mundo impregnado por la cultura
de la competencia cuyo objetivo principal es derrotar al adversario con
argumentos. El debate busca, en otras palabras, cambiar al otro que está
“equivocado” –a quien por supuesto al estar en el error, hay poco que
escucharle y mucho que rebatirle–. Una pobre caricatura del debate se
puede observar en los intercambios verbales de las cámaras legislativas
donde –basta observar el canal del congreso mexicano o de cualquier
otro país– cuando un legislador está en tribuno exponiendo sus ideas,
muchas veces de manera agresiva y descalificadora, otros miembros de
la audiencia aparecen en pantalla en pleno acting out. En una práctica
descaradamente normal del diálogo legislativo (sic) y del quehacer
democrático, los diputados y senadores, representantes del pueblo,
platican campantemente entre sí, hablan por su teléfono celular, dan la
espalda, se duermen y hasta mastican chicle, mientras un compañero
generalmente del otro partido expone sus ideas.
El espacio protegido del diálogo, desgraciadamente nada tiene que
ver con la práctica legislativa. El verdadero diálogo, tal como lo
entienden Bohm y Lafarga, implica una renuncia a cambiar al
interlocutor y en lugar de ello, se concentra exclusivamente en entender
su significado y su experiencia. Finalmente, en un intercambio interper-
sonal al practicar el debate o el diálogo, los interlocutores –legisladores,
pueblo, empleados o directores, padres, esposos o hijos– toman una
decisión, conciente o inconcientemente, de profundas implicaciones:

Pone su energía y su atención ya sea en cambiar al otro o en entrar


a su mundo y entender su experiencia.

En el debate la solución que se quiere imponer generalmente se lleva


preparada desde antes de iniciar el intercambio; el diálogo, por otro lado,
se inspira en un paradigma totalmente diferente: el paradigma del cambio
transformacional de Mahrer (1997, 2003):
La dirección del cambio aparece durante el proceso
159 Los Caminos del Diálogo

En el contexto educativo, por ejemplo, a menudo se reportan casos


de maestros que llevan a cabo con regularidad la versión escolar de los
espacios protegidos del diálogo: “Los Círculos de Aprendizaje
Interpersonal”. Después de algunos meses de dicha práctica del CAI en
escuelas públicas de estado de Guanajuato, es notable la transformación
de la conciencia de los participantes –alumnos y maestro–; Al poner la
energía y la atención no en cambiar al prójimo, sino en entenderlo, poco
a poco se va transformando la manera de percibir al “otro”, de
entenderlo, de relacionarse entre sí, de manejar sus conflictos, de dejarse
de hostigar mutuamente, etc. En la programación de dichas actividad no
hay un plan específico de mejora continua, de reducir la violencia, de
erradicar errores, ni de establecer metas e indicadores, ni cosa por el
estilo, sin embargo, la transformación se va gestando desde un lugar
diferente: el intercambio respetuoso de experiencias. La práctica regular
de las reglas básicas del diálogo –un tiempo para hablar y un tiempo para
escuchar– va haciendo emerger un “sistema inteligente”. Estos cambios
tal vez no aparezcan, o tal vez sí, reflejados en las pruebas nacionales de
evaluación del desempeño académico, sin embargo, el maestro en su
corazón sabe que su trabajo está haciendo la diferencia en el desarrollo
de sus alumnos como personas.

Dialogar o poner límites: Algunos lectores tal vez se pregunten sobre


las medidas correctivas necesarias en algunos de los casos “donde el otro
manifiesta conductas reprobables” que “requieren urgentemente” por
parte del ofendido, –un padre, una madre, un esposo, un maestro, la
autoridad, etc.– de límites, sanciones y otro tipo de “consecuencias
disciplinarias” Existen numerosas obras relacionadas con la manera de
poner limites, de ser consistentes, de atreverse a disciplinar, a ser
asertivo… “porque soy tu padre”, etc., etc. Nuestra propuesta, representa
un enfoque alternativo, de integración no de exclusión. No sugerimos
que los padres y esposos renuncien a poner límites y consecuencias.
¡Desde luego que no! Creemos que el aprendizaje de la responsabilidad
consiste precisamente en enfrentar “la consecuencia de mis actos”:
Cuando robo, puedo ir a la cárcel o ser llevado a procesos legales y
demandas, cuando miento, es posible que a los demás les cueste trabajo
creerme en le futuro, etc., etc. La necesidad de tomar medidas ante los
Rosario Chávez y Sergio Michel 160

actos del otro, aunque no es algo mayormente tratado como tema en este
libro, sabemos que ha de ser aplicado con consistencia, sin culpas y en el
momento correspondiente. La consistencia se logra cuando un padre de
familia le dice a su hijo “si repruebas te cambio de escuela o te pongo a
trabajar…” y lo hace; Cuando una esposa le dice a su marido “si me
sigues gritando me bajo del auto…” y lo hace, “si me vuelves a golpear
te demando” …y lo hace; “si vuelvo a saber de una aventura tuya,
demando divorcio… y lo hace, etc. Sin embargo, mientras no llegue el
momento de despedirse de una relación y ésta siga viva, el momento de
“aplicar consecuencias” ha de hacerse no en lugar de, sino además de la
práctica de la escucha en un espacio protegido para el diálogo.
La dirección del cambio se clarifica durante el proceso. El transitar
por los caminos del diálogo, con frecuencia, lleva a “los dialogantes” de
manera natural a establecer nuevos límites y nuevas formas de
relacionarse desde un lugar totalmente diferente al habitual. No desde la
coerción y el castigo impuesto desde afuera como “medida correctiva y
necesaria” sino desde un lugar sorprendente de libertad y
responsabilidad. Así, la construcción del diálogo, especialmente en
medio de circunstancias conflictivas y difíciles, surgen de manera a
veces inesperada nuevas formas de comprender la realidad; de ver las
cosas y de plantear y resolver “el problema”.

El Diálogo: ¿Renunciar al cambio para cambiar? Las teorías modelos


y paradigmas de la ciencia, al igual que las creencias personales y otras
formas automáticas –de percibir, de pensar y de actuar– suelen
desplomarse mediante un proceso abrupto, no gradual, de expansión de
conciencia.19 En la experiencia personal, las estructuras se rompen
cuando se toca fondo, se pierde o se está a punto de perder a un ser
querido, surge una vivencia cercana a la muerte o una conversión de fe.
Las personas, en una sacudida de conciencia, de pronto experimentan un
cambio; repentinamente dejan de renegar de la vida, de controlar, de
juzgar, de tenerle miedo a hacer el ridículo, de temer la desaprobación,
de estar atrapados en la permanente e insaciable exigencia; etc., etc.

19
Terapia de Reconstrucción Experiencial (Michel y Chávez, 2005) ver capítulos 7 y 8.
161 Los Caminos del Diálogo

Un día, por ejemplo, Marta entiende, a través de un diálogo honesto


con su pareja, que su problema no es tanto que el marido tome; su
verdadero problema –que por fin Marta ahora puede reconocer, después
de escuchar, escuchar y escuchar a su Juan y de escucharse a sí misma–
es su adicción a controlar; es decir a querer a fuerza que su marido deje
de tomar. Normalmente cuando el hombre tomaba y llegaba crudo ella,
aunque de mal modo, le preparaba sus chilaquiles; cuando necesitaba
dinero le pagaba sus deudas, lo sacaba de la cantina, lo llevaba al
hospital, lo recogía del hospital… ¡Claro! luego ella ante tanto sacrificio
le reclamaba de todo lo que hacía por él sin tener respuesta. Ahora, sin
embargo, todo es diferente para Marta, que de pronto llega a una
conclusión liberadora:

Puedo quererlo como es y dejar de abrigar la esperanza de cambiarlo


como una condición para “ahora si ser feliz”; O si de plano si no
puedo convivir con sus conductas y lo que él hace me parece tan grave,
tan destructivo, tan intolerable, tengo la opción de separarme por
respeto a mí misma. Hoy dejo de jugar a la victima que no puede
cambiar, ni aceptar ni dejar al marido y entonces se dedica a joderlo.

A Marta, le llevó mucho tiempo hacerse cargo no de la


responsabilidad de su marido, sino de la suya propia. Le hubiera gustado
entender esto hace veinte años pero tal vez hasta ahora estaba preparada
para asimilar esa nueva forma de percibir… y eso no tiene remedio.
Ahora que Marta ya no está obstinada en cambiar a su marido; ahora que
ya no enchueca la boca, ni mueve la cabeza, ni discute, ni hace
comentarios sarcásticos cada vez que él comenta “lo chévere que se la
pasó con sus amigos en la última reunión”; ahora que ella escucha con
verdadera atención y como si fuera la primera vez, ahora él comienza a
llegar más temprano a su casa, porque la verdad –les ha platicado a sus
cuates cuando le reclaman su gradual ausencia de las cantinas–: “es
maravilloso llegar a tu casa y platicar con alguien que te escucha, que te
entiende”.
Cuantas veces había leído Marta esa graciosa frasecita… y hasta
ahora le cae el veinte: Cuando te escucho te digo sin decírtelo “no
necesito cambiarte para quererte”. Marta ahora entiende porqué a su
Rosario Chávez y Sergio Michel 162

marido le encantaba escuchar esa canción del siglo pasado cantada por
Daniela Romo que en un párrafo dice: Quiero amanecer con alguien que
no me quiera cambiar, que me acepte como soy.

EL ESPACIO PROTEGIDO DEL DIÁLOGO

La diferencia entre una relación verdaderamente constructiva y una


destructiva, descansa en gran medida no en la cantidad de conflictos que
enfrentan sus miembros, sino en su capacidad de promover espacios
protegidos y de calidad para el intercambio. Para Christlieb (1973) la
opción se llama diálogo y consiste en:

Ser capaz de dar a las ideas y sentimientos del otro una importancia
semejante a la que daríamos a los nuestros.

En este capítulo retomamos los elementos ya esbozados de la


comunicación constructiva para proponer algunos “comos” poderosos y
viables. El diálogo, como ya lo hemos indicado, está compuesto de un
tiempo y un espacio donde de manera protegida interactúan los dos
recursos básicos de la comunicación interpersonal: escuchar y expresar.
El diálogo tiene como objetivo la construcción de un sistema inteligente
y de un espíritu de comunidad. El diálogo es un poderoso medio capaz
de trascender las profundas e inevitables diferencias individuales entre
los seres humanos en sus diferentes contextos y relaciones: de pareja; de
familia; de trabajo, etc.
El diálogo, cuando es aplicado de manera disciplinada y sistemática,
tiene el poder de convertir “las diferencias irreconciliables”, los
conflictos, las crisis y las experiencias dolorosas en autenticas y
maravillosas oportunidades de crecimiento, y de cercanía respetuosa.
Pero el diálogo, insistimos, no puede surgir espontáneamente de la buena
voluntad ni del amor romántico por muy bonito que parezca. Ciertas
condiciones, mínimas pero imprescindibles hacen del diálogo un
verdadero catalizador para el desarrollo de la conciencia y la
transformación interior.
A menos que ocurran condiciones, mínimas y accesibles de “diálogo
en espacios protegidos”; ni una bien intencionada pregunta ni muchas
163 Los Caminos del Diálogo

ganas de comunicarse bastan para sacar “la verdadera sopa”, para curar
las heridas, ni para promover el acercamiento respetuoso. La persona
aprende a hablar, a conectar y a reconocer sus verdaderos sentimientos
poco a poco en la medida que se siente escuchada y entendida.
La única manera de romper patrones y trascender formas repetitivas
de actuar y de responder; la única forma de desembarazarse del yugo de
tantas automaticidades irracionales y destructivas que saturan el
repertorio humano y lo atrapan en conflictos interminables, es a través de
experiencias concretas y vivas de expansión de conciencia …y
precisamente una manera privilegiadas y viables de promover la
expansión de la conciencia y liberarse de dichos patrones automáticos en
el seno de la familia es a través de la humilde y poderosa práctica del
diálogo.20El diálogo en otras palabras permite de manera sorprendente un
proceso de evolución de un sistema humano –llámese pareja, familia o
grupo– hacia niveles de mayor inteligencia, comunicación, armonía, etc.
El diálogo promueve un proceso permanente e desarrollo y evolución,
donde por un momento se trascienden viejos juegos de comunicación,
patrones21 complementarios, simétricos o cruzados de poder, de
sumisión, de manipulación, de mentira: La esposa juega primero a la
mamá buena que se sacrifica y luego a la mamá mala que reclama y
controla; la niña o niño-esposo juega a “si te digo la verdad te enojas” y
entonces “te miento mientras me pescas y me regañas” etc. De pronto
ante una práctica inofensivamente poderosa cuya consigna provisional es
renunciar a cambiar al otro y poner toda la energía en entenderlo; la
relación se mueve a un lugar inesperado de integración, intercambio y
fluir de información que a su vez promueven en el sistema –llámese
familia pareja u organización– una transformación hacia estados mas
evolucionados, “complejos” e inteligentes. (ver nota 24)
Al no invalidarse la experiencia del otro, se descubren así, otras
formas de ver el mundo, otras maneras de percibir y de construir la
realidad. El diálogo conduce pues a la construcción de un nuevo
20
Nuestra propuesta de diálogo está inspirada en la práctica de los círculos de
aprendizaje interpersonal, así como en las ideas de autores como: Rosemberg, Rogers,
Lafarga, Mahrer y David Bohm
21
Watzalwick en sus axiomas de la comunicación da cuenta de los niveles y patrones de
comunicación en la interacción humana.
Rosario Chávez y Sergio Michel 164

conocimiento de orden superior con la aportación de distintas


experiencias; de distintas “realidades”.
Por otro lado, un sistema humano que no dialoga termina tarde o
temprano funcionando “estúpidamente” pues aunque esté compuesto de
personas inteligentes; lo inteligente no quita lo automático.
Por último queremos consignar que con frecuencia las personas que
inician una vida de pareja terminan separándose al descubrir que sus
diferencias son irreconciliables. Creemos que la vida en pareja tiene
limites y que si una relación de pareja en lugar de promover el desarrollo
de sus miembros los devalúa y lastima: deja de cumplir su misión.
Entendemos y respetamos que hay un momento para decir adiós, sin
embargo, también creemos que una gran mayoría de dichas separaciones
son debidas más que a las diferencias irreconciliables a la profunda
incapacidad de dialogar; y el precio de ello lo paga tanto la pareja como
los hijos.
Los adictos al enamoramiento de cada cinco o diez años vuelven a
sentir que necesitan una nueva pareja “que sí me comprenda”. Como no
aprendieron a dialogar tarde o temprano llegan a la conclusión
irreversible de: “que el amor se acabó”. Para una conciencia pequeña, el
reto del amor, como diría Erick Fromm, es encontrar a la persona
adecuada. Un día la conciencia crece y se da cuenta que tal vez –tal vez–
es tan importante o aun más, ser la persona adecuada que encontrar a la
persona adecuada; un día se da cuenta que la muerte del amor no es nada
mágico ni fuera de control de las persona; un día finalmente se da cuenta
que el principal virus que mata al amor es la ausencia del diálogo.

GUIA PARA EL DIÁLOGO.

Mirar hacia adentro: Cuando es momento de expresar, comienza


por voltear hacia adentro y conectarte contigo misma, es decir, observa
cuales son tus sentimientos, y sensaciones; identifícalos y descríbelos
primero para ti misma para después comunicarlo al otro. Trata de
concentrarte inicialmente más con lo que sientes y distraerte lo menos
con lo que piensas (demasiados pensamientos desconectan la experiencia
de sentimientos y sensaciones).
165 Los Caminos del Diálogo

Observa y decide cada vez que aparece fugazmente por tu mente la


tentación de iniciar una frase comenzando con expresiones “bloquea-
doras” –que promueven en tu compañero la resistencia psicológica a
escuchar con verdadera disponibilidad– como: Tú deberías de llegar más
temprano; Tú tienes que..; Tú nunca debiste…; No se vale..; No te
importo; Te valgo un cacahuate; Te importan más tu trabajo y tus
amigos que yo.
Para expresar de manera facilitadora se requiere de distinguir, como
ya se mencionó, por lo menos cuatro categorías y expresarlas de manera
diferenciada, inequívoca, clara: a) descripción de hechos; b) pensa-
mientos o interpretaciones; c) deseos o expectativas y d) sentimientos.
Así por ejemplo, la siguiente expresión: “ayer en la noche que no
llegaste” se refiere a la descripción de hechos que ocurre de manera
“objetiva”. Un hecho es por así decirlo la realidad que cualquier persona
observadora podría describir, es algo que no tiene discusión. Los
sentimientos son tristeza, enfado, enojo, etc. Los pensamientos son la
manera como yo interpreto la realidad, es decir representan mi realidad
interior NO LA REALIDAD EXTERIOR, OBJETIVA, Y ÚNICA. En
otras palabras es válido decir: yo pienso –cuando veo que no llegas –
que no me quieres; me imagino que no te importo. Sin embargo, lo que
resulta disfuncional, bloqueador, poco facilitador, es cuando trato la
realidad interior –sentimientos, pensamientos y expectativas– como si
fueran la realidad exterior (como en las expresiones arriba mencionadas).
Cuando en lugar de apegarme a hablar en primera persona “de lo que yo
siento pienso y espero cuando tú haces o dejas de hacer algo” utilizo la
vieja formula de “tu deberías y a ti no te importo” finalmente a pesar de
la mejor de las intenciones, conseguiré mayor resistencia y cerrazón. En
síntesis, una expresión mucho más cercana a tu experiencia y a tu
corazón y por lo tanto más facilitadora y capaz de promover la apertura y
disponibilidad en el otro, es: Espero, deseo, tengo ganas de verte a la
hora acordada y me sentí muy decepcionada –muy triste, muy sola,
enojada, irritada, desesperada, angustiada– ayer en la noche que no
ocurrió así, y entonces pienso que no te importo, que no me quieres que
no…
Respetar cada tiempo: Como ya se mencionó en el capítulo IV: El
problema de la relación de pareja no es que cada uno tengan sus propias
Rosario Chávez y Sergio Michel 166

necesidades y su forma de ver el mundo: El problema surge cuando él


habla y ella no lo escucha o cuando ella habla y él tampoco escucha. La
primera regla para el diálogo es pues una regla de orden mínimo. Iniciar
un diálogo en espacio protegido, como ya lo hemos bosquejado, consiste
en acordar quién va a hablar, y quién va a escuchar. Nunca ha de
iniciarse un diálogo protegido si no se ha llegado a este primer acuerdo
por obvio y ocioso que parezca. Cuando dos personas, cargadas de
historia, intentan dialogar, el orden es lo primero que se rompe y de
pronto hay dos bocas hablando desde sus heridas y del otro lado de la
mesa las orejas están desconectadas; nadie está dispuesto a escuchar.
Pueden transcurrir así horas y la pareja no se da cuenta que al haber roto
esta primera regla los resultados en el mejor de los casos son pobres en el
peor de los casos francamente destructivos. De hecho en la mayoría de
los casos cuando una pareja común y corriente intenta hablar de cosas
importantes, de temas sensibles y difíciles, lo hace con buena intención
pero con una pobre preparación para el diálogo protegido. Cuando en
lugar de diálogo se establece un debate –exceso de expresión y ausencia
de escucha– usualmente la pareja o familia termina en un estado
deplorable de mayor distancia y resentimiento. Lo que pretendía ser un
diálogo termina en una agria discusión donde cada quien habla en
automático cuando se le pega la gana. Es como una obra de teatro en la
carnicería de don Chema donde salen a escena muchas trompas y
ninguna oreja. La conclusión al final de dichos intentos tan
desproporcionados suele ser tajante y llena de desesperanza: Lo mejor
hubiese sido jamás tocar estos temas con el-ella. Estas parejas están
condenadas a una muerte lenta por indigestión de trompa, pues si
hablan; mal y si se callan; peor. Así pues, en un intento de diálogo,
cuando el primer acuerdo relativo al "orden” es pasado por alto y ambas
partes hablan al vacío; la inteligencia y la capacidad de escucha que
pudieran existir resultan contaminadas y sirven de muy poco.
El primer paso al iniciar un diálogo es establecer quien va a hablar
primero y quien va a escuchar. Cuando queda establecido el orden para
expresar, es importante mantener los dos lugares claramente definidos:
el de quien habla y el de quien escucha. Ambas partes han de respetar su
turno; han de permanecer en su función hasta cerrar por lo menos un
ciclo o ronda de intercambio. Reiteramos, si al mismo tiempo hay dos
167 Los Caminos del Diálogo

personas que hablan y no hay nadie sentado en la silla del escuchador; no


hay diálogo. Tampoco lo hay “cuando hay pura oreja”, es decir, cuando
están las dos personas dispuestas a escuchar pero ninguna de ellas a
correrse el riesgo de expresar. Quien escucha no puede, por muy
razonable que parezca, interrumpir para hacer precisiones, aclaraciones o
cuestionamientos. Quien escucha –hasta que no le toque su turno de
hablar— “desaparece” como persona y se convierte en un eco fiel; en un
espejo cuya función no es aprobar, aclarar, refutar juzgar ni dar su
opinión, etc.; Su función es sólo reflejar de manera aceptante los
sentimientos que la otra persona experimenta. (en los dos primeros
capítulos hemos explorado ya con amplitud la función de las dos
competencias básicas y hemos hecho referencia a esta consigna: Hay un
tiempo para hablar y un tiempo para escuchar).
La confianza básica en la expresión de momentos de sentimiento
fuerte: Una de las consignas básicas en la búsqueda del cambio
transformacional o de tercer orden indica que la dirección del cambio
aparece sólo durante el proceso. Este mandato requiere que los actores
de la comunicación interpersonal puedan creer verdaderamente en la
riqueza de sus sentimientos fuertes y en la sabiduría o inteligencia que
emerge de manera natural al calor del verdadero diálogo. Sólo desde un
lugar de confianza básica en este proceso podremos ver emerger el orden
detrás del supuesto caos, y el cambio que paradójicamente surge cuando
se renuncia al cambio:
Cuando aparentemente no vamos a ningún lado con el intercambio de
“experiencias difíciles” la práctica sistemática del diálogo, de una
manera suave y sabia, nos entrega un verdadero regalo; nos lleva
finalmente por un proceso gradual de desarrollo interpersonal y de
inteligencia emergente. Por otro lado, si no hemos desarrollado esa
confianza básica en el proceso del diálogo y específicamente en la
riqueza de los sentimientos fuertes como maestros del crecimiento, es
muy posible que, antes de dos minutos de intercambio, terminemos
cayendo en la tentación de interrumpir, juzgar o criticar; terminemos
totalmente indignadas por “las estupideces que el otro está diciendo”.
Abrir y explorar crisis sólo en espacios protegidos: Ciertamente
no es posible estar en condiciones de escuchar experiencialmente cada
vez que surgen crisis y sentimientos fuertes, sin embargo, es importante
Rosario Chávez y Sergio Michel 168

tener muy presente la opción de programar en un tiempo razonablemente


cercano y factible un espacio protegido de diálogo. Ventilar algo
importante y fuerte en espacios no protegidos, por otro lado, es decir
cuando no se han establecido ni respetado las condiciones mínimas de
orden y seguridad psicológica puede convertirse en una experiencia
destructiva para la relación, puede reavivar la tentación de regresar a la
vieja y conocida postura de las conciencias primitiva: Mejor ni hablar.
Ilya Prigogine se refiere, en el contexto de la termodinámica, a una
de las dos direcciones posibles ante la crisis o “indigestión de
informacion”: el deterioro del sistema o la evolución del mismo hacia
niveles de mayor complejidad e inteligencia. En el contexto
interpersonal, una persona puede sentirse totalmente apabullada al entrar
en contacto con el abandono, rechazo, decepción, infidelidad, engaño por
parte de su pareja. A partir de dicho evento, el bombardeo de
información –difícil de asimilar– de dicha experiencia atizada en una
discusión puede ser el inicio, como lo hemos mencionado, de un
deterioro inexorable donde ella reclama, y arremete contra él… y él más
se defiende y se aleja. El dolor producido por alguno de los conyugues,
cuando no se han dado las condiciones de diálogo, promueve, como ya lo
apuntamos; triangulaciones y pasajes a la acción. Una crisis no resuelta a
través del diálogo degenera en discusiones y distanciamientos de diverso
tipo, promueve asimismo con frecuencia que a los hijos se les triangule y
se les presiona a tomar partido hasta quedar en posición de “haga lo que
haga pierdo …si elijo a papá traiciono a mamá; si elijo a mamá
traiciono a papá”.
La segunda opción consiste en explorar las experiencias difíciles en
un espacio protegido sin esperar siquiera que ella perdone ni él “no lo
vuelva a hacer”. Enfrentar constructivamente una crisis requiere de un
primer paso, de algo básico y simple: renunciar a cambiar al otro y
concentrarse en entenderlo. La practica del dialogo requiere de un
compromiso mínimo: aplicar las reglas de “un tiempo para hablar y un
tiempo para escuchar” durante un periodo mínimo hasta que del mismo
proceso surja una solución con frecuencia difícil de predecir. No se
descarta la eventualidad de una separación constructiva, aunque en
muchos casos cuando la pareja permanece –pase lo que pase – por lo
menos un par de meses comprometida en el proceso del diálogo
169 Los Caminos del Diálogo

sistemático; ocurre que ambos se mueven, “como sin darse cuenta”, en la


dirección de los sistemas inteligentes. El puro proceso de intercambiar e
integrar información difícil, y aparentemente incompatible lleva a la
pareja a lugares de evolución inesperados: Después de un episodio de
infidelidad, por ejemplo, es desde luego posible que la pareja rompa
definitivamente, pero también es posible que a partir del diálogo surgido
ante la crisis, ella finalmente se de cuenta de su hasta entonces “parte
ciega”: su manera de tratarlo como niño, de controlarlo, de “no dejarlo”
salir con sus amigos. Él a su vez, quizá se de cuenta, gracias al diálogo,
de su forma cotidiana de guardar silencio; de quedarse callado para no
empeorar la bronca; de su papel de de niño guerrillero que se sale a
escondidas de mamá; de su “juego del mudito” que termina hablando
con su conducta las inconformidades que no ha sido capaz de expresar
con la boca. La pareja tal vez descubra –y estén por primera vez en su
vida en condiciones de asimilar una maravillosa y dolorosa lección– que
ha estado jugando a la mamá y al hijo, justo hasta que el niño es
finalmente pillado por su mami-esposa. Tal vez descubran que no han
sido capaces de funcionar como adultos responsables y que ahora las
cosas ya no pueden seguir como antes porque el juego de mamá-hijo ya
se agotó, ya tronó. Ahora quedan sólo tres caminos: a) Se separan con la
sensación, cada uno, de que el otro “de afuera” tuvo la culpa y por lo
tanto no hay nada que cambiar internamente (con su siguiente pareja, ella
seguirá siendo una mamá controladora y el seguirá siendo un irredento y
mentiroso buscador a escondidas de aventuras); b) Se separan por
considerar la herida irreparable y pierden a su pareja pero no pierden la
lección, no pierden la oportunidad de voltear hacia adentro y aprender a
ser mejores para lo que venga; c) Aprenden la lección –cada quien la
suya propia – y ya no tratan de volver atrás a lo que ya se agotó, más
bien inician una relación nueva; más vital y saludable, una relación que
con el paso del tiempo tal vez les permita agradecer “la bendita crisis que
la vida les regaló”.
El diálogo en espacio protegido es pues un espacio de renovación
donde las diferencias, cualquiera que ellas sean, son procesadas hasta
convertirse en evolución pura. Así, por ejemplo; a ella le gusta visitar a
su mamá, a él le incómoda que ella visite a su madre; a él le gusta salir
con sus amigos, a ella le produce mucha inseguridad dichas salidas; ella
Rosario Chávez y Sergio Michel 170

ya quiere ponerle un nombre a su hijo recién nacido, el prefiere esperarse


para estar seguro; el quiere poner un nuevo negocio, ella tiene miedo a
los cambios y lo desanima; a el no le gusta como ella hace el amor, a
ella no le gusta como huele él; ella quiere pasar navidad en México, él
prefiere quedarse en provincia; ella quisiera que él lo apoyara más y de
vez en cuando le adivinara el pensamiento y a ella le gustaría que ella
pidiera las cosas con más claridad, etc., etc. Después de escuchar con
interés y sin invalidación dichas diferencias, la relación se transforma. La
información intercambiada en espacios de diálogo protegido se convierte
en algo nuevo, útil, transformador: el que tú prefieras algo diferente a
mí, es simplemente porque eres diferente y resulta no ser algo personal
en mi contra …esa pequeña diferencia ya hace una gran diferencia.

Cuando es tiempo de hablar:

 Privilegiar la expresión de Escenas concretas –específicas de


sentimiento fuerte
 Descripción del contexto o entorno de manera suficiente pero no
excesiva.
 Descripción de la experiencia interna; de sentimientos y
sensaciones físicas.
 Si tienes un pensamiento que compartir reconócelo propiamente
como tal: que espero, que interpreto, que imagino, que pienso,
que fantasía tengo …cuando sales, etc.
 Procura hablar en primera persona.
 Cuando estés a punto de dar un consejo, sugerencia, órdenes,
advertencias o reclamos, opiniones, –y especialmente preguntas–
trata de reconocer lo que hay detrás de ello (sentimientos,
expectativas o deseos fantasías o pensamientos). Decir: me siento
inseguro cuando llegas tarde, tengo miedo de que te pase algo,
es una forma más conectada transparente y por lo mismo facilita
mucho más el ser entendida y escuchada que cuando está
disfrazada de pregunta, regaño, reclamo, etc.
 Refiere tus sentimientos, descríbelos sin juzgarlos y sin quererlos
explicar con razones. Si tratas de explicar o justificar tus
171 Los Caminos del Diálogo

sentimientos es posible que termines desconectándolos y


ahogándolos en un mar de palabras y de racionalizaciones.
 Si eres mujer no se te ocurra querer programar un espacio
protegido para hablar de tus sentimientos fuertes justo cuando
está jugando la selección mexicana, o su equipo o personaje de su
deporte favorito.
 Si eres hombre: no se te ocurra querer programar un espacio
protegido mientras tu pareja no está totalmente dispuesta para
hablar y para escuchar. (si está por llegar el gas, si se están
cociendo los frijoles, si tu hijo tiene calentura).
 Si hace más de un mes que no haces tu diálogo porque siempre
hay cosas urgentes “más importantes”; No te quejes de que tu
relación continúe deteriorada.
 Los sentimientos son como son. Reconoce con honestidad su
existencia aunque no te gusten (celos, inseguridad, envidia, etc.)
A los sentimientos, primero es necesario honrarlos, es decir,
contactarlos, expresarlos y aceptarlos como son y después –
solamente después– es posible transformarlos (a partir de su
reconocimiento, no de su negación). En otras palabras recuerda
que en este diálogo es más importante reconocer que negar;
aceptar que reprimir. Por ejemplo si te sentiste celoso, inseguro,
solo, no entendido, abandonado, excluido, etc., simplemente
reconoce ante tu pareja eso que estás sintiendo. Insistimos, los
sentimientos pueden no ser en lo absoluto lógicos ni maduros ni
razonables. Los sentimientos simplemente SON. Si no los
reconoces tal cual son peor para ti.
 Veinte, veinte, veinte cuarenta: No es un teléfono de emergencia,
es nuestra propuesta para que distribuyas de manera aproximada
el tiempo en las cuatro categorías mencionadas. Algunas
personas tienden a referir con todo detalle la descripción de
hechos: Yo llegué a las seis y a los quince minutos te pasan la
llamada y es tu tía de Tijuana, y luego ella te dijo, y tú le
contestaste, en eso sonó el timbre de la puerta, etc., etc. Decimos
que estas personas utilizan el ochenta o más de su tiempo de
intercambio verbal en describir las cosas de afuera y menos del
Rosario Chávez y Sergio Michel 172

diez por ciento en describir su experiencia interna, es decir sus


sentimientos tal como son experimentados en los momentos de
mayor intensidad. Te sugerimos tratar de encontrar una escena en
tu experiencia personal reciente o remota y describir solamente lo
suficiente del contexto en el que ocurre (como, cuando, donde,
quien) lo cual requiere un veinte por ciento del tiempo total. Otro
veinte puedes distribuirlo en referir lo que piensas o interpretas –
imagino que estás con alguien más, imagino o pienso que no me
quieres, que no te gusto, que me engañas, etc—otro veinte puede
ser utilizado en referir lo que deseas o esperas y luego
concéntrate por lo menos un cuarenta por ciento del tiempo en
describir lo que pasa adentro de ti22: Sentí un nudo en la
garganta, se me apretó el estómago y experimenté mucho enojo;
Me sentí totalmente desplazada ignorada …pensé, imaginé como
si lo mío no fuera importante en ese momento en el que te
quedaste callado y no me defendiste cuando tu hermano me pidió
que me largara. Me sentí poco importante para ti cuando me
dijiste “bueno y que quieres que haga !ya olvídalo!”

La Oración de la buena escucha.

Señor: permíteme disponerme a iniciar en este diálogo en mi


función de escucha y pueda yo aquietar a los loros de mi mente en este
lugar sagrado del diálogo protegido, y ponerle pausa a mis sentimientos,
pensamientos y a todo aquello que me estorbe. Permíteme, por lo menos
durante este espacio, suspender mis respuestas automáticas bloqueadoras
que distraen mi atención de la experiencia de mi compañera/o.

22
Compartir un sentimiento fuerte, por sí solo puede ser el recurso más poderoso del
diálogo. Muchos hombres y algunas mujeres tienen dificultad para conectar sus
sentimientos y les es mucho más fácil hablar de lo que piensan que de lo que sienten.
Para ellos es una experiencia poderosa y a la vez facilitadora el simplemente compartir
una escena de sentimiento fuerte sin más nada, si quererla explicar, justificar, sin usar
deberías, etc. Invitamos al lector a darse la oportunidad e ir directamente al grano y
simplemente compartir un MSF –en un espacio protegido—y entonces decidir si vale o
no la pena.
173 Los Caminos del Diálogo

Permíteme conectar mi corazón, y todos mis sentidos en la


experiencia de mi compañero/a no en mis propias expectativas, heridas,
opiniones y preferencias personales.
Que mis oídos sean como antenas parabólicas totalmente
orientadas a lo que mi pareja siente, espera, y piensa.
Aunque nada de esto coincida con lo que él/ella debería…; es decir
con lo que yo quisiera que sintiera, pensara y quisiera.
Cuando me diga que le molesta eso que yo hice o deje e hacer
Ayúdame a dejar bien guardada para otras ocasiones y para otros
debates mi ametralladora de las mil respuestas
No me dejes caer en la tentación de contestar antes de haber
escuchado y entendido hasta el último detalle y significado.
Libérame por lo menos durante este momento de repetir mi vieja y
conocida respuesta: Pues si no te gusta… yo lo hacia por ayudarte; óyelo
bien es la ultima vez que lo hago, no tienes razón de sentirte así, y que
quieres que haga, etc.
Hoy no tengo que contestar, criticar, dar razones, ser lógico; hoy
por un momento ni siquiera tengo que solucionar nada.
Permíteme sostener firmemente mi atención en su experiencia, no
en la mía
Ayúdame a tener presente: que por lo menos aquí y ahora no tengo
que cambiarla/lo.
Que por un momento no me importe si lo que me dice es ilógico,
inmaduro, fuera de lugar, incongruente, egoísta, tonto, etc., etc.
Que por un momento pueda poner toda mi energía en imaginar,
entender y sintonizarme con ese momento cargado de sensaciones, senti-
mientos, percepciones y pensamientos tal cual es descrito por mi pareja.
Ayúdame a ser capaz de dejar todo mi pasado, todas mis ideas y
formas de percibir el mundo y en ese justo momento cuando me
comparte lo suyo –que se sintió bien o mal, decepcionado o agradecido,
deshecha o conmovida– ayúdame a desaparecer para poder escuchar
experiencialmente; para convertirme (sin aprobar ni reprobar) todo yo en
esa escena y como tal poderla reproducir a través de simplemente
resonar, reflejar, escuchar experiencialmente lo recién expresado:
Ayúdame a humildemente ser un eco de su experiencia: Me
imagino ese momento cuando, yo hago ese comentario frente a todos los
Rosario Chávez y Sergio Michel 174

asistentes y ellos se ríen, tú te sientes verdaderamente lastimada,


burlada, sola, engañada, agredida, atacada, triste, etc.

Cuando es tiempo de escuchar.

 Recuerda que en este momento tú sólo funcionas como el eco de la


voz de tu pareja o como el espejo que reproduce la experiencia del
otro tal como el otro la vivió no tal como tú la interpretas.
 EEscuchar es como sacar un espejo y concentrarte en reflejar con él
la experiencia del otro; sin quitarle ni ponerle nada; La experiencia
del otro sólo requiere ser reflejada.
 Si por un momento te sientes atrapado por la tentación de interrumpir
con un razonable “pero es que las cosas no fueron así, o no estás
diciendo toda la verdad”, etc., recuerda, todas las veces que tengas
que recordar, que no existe una sola realidad sino varias, tantas como
personas; que cada persona vive su propia realidad y entonces la
función del diálogo es básicamente entender y entrar a la realidad del
otro. La función del diálogo NO ES ENCONTRAR LA
VERDADERA Y UNICA REALIDAD (…es que yo no te dije esto,
es que no fue así, es que tú exageras, no tienes porqué sentirte así,
no llegué a las doce llegué a las once y media… son todas formas de
negar que la realidad del otro es tal como el la experimenta y la
describe)…
 Utiliza básicamente la segunda persona para repetirle a tu pareja lo
que escuchaste: “Tú me dices que ese día que llegué tarde tú estabas
muy angustiada , tú me estabas esperando desde las ocho..”
 Si tu pareja te hace una pregunta, es importante concentrarte en
reflejar la inquietud o sentimiento detrás de la pregunta (En ese
momento te preguntas donde estoy yo; en ese momento tienes dudas
de si te quiero; cuando me ves enojado te imaginas…) No tienes que
contestarla, no porque no quieras ser honesto, sino porque al
contestar una pregunta cuando en un espacio protegido y te toca la
función “de oreja” rompes el principio básico de orden: hay un
momento para hablar y otro para escuchar. Contestar una pregunta
175 Los Caminos del Diálogo

cuando es tiempo de escuchar es una de las trampas más comunes.


Cuando caes en ella todo el ciclo se rompe.
 No tienes que responder, justificar ni defender a tu persona, a tu ego.
En este momento te conviertes sólo en el eco o reflejo de lo que el
otro dice aunque lo que el otro dice sea diferente a lo que tú viviste o
a lo que tú percibiste en la misma ocasión. En otras palabras, tu ego
que tiene sus propia historia, percepciones, opiniones y sentimientos
desaparece provisionalmente y te conviertes en la experiencia del
otro. Cualquier aclaración reclamación, corrección, explicación
TUYA la guardas para cuando sea tu turno de expresar. Recuerda
hay un momento para expresar y un momento para escuchar y justo
ahora es tu momento de escuchar. Abre tus oídos y la boca sólo úsala
para reflejar. Si rompes esta regla, rompes el diálogo.
 Ten muy presente que escuchar la experiencia del otro no quiere
decir que estés de acuerdo; no quiere decir que estás aprobando lo
que el otro hace o deja de hacer; tampoco significa que ello te
comprometa a cambiar y a no volver a hacer esa conducta que al
otro-a le molesta. Escuchar significa algo mucho más humilde y
poderoso a la vez: Que puedes entender el mundo, por lo menos por
un instante, tal como el otro lo vive …ni más ni menos.
 De todo el relato escuchado aunque pueden ciertamente ser
necesarios los detalles del cómo ocurrieron las cosas, es
especialmente importante poner atención y reconocer los momentos
donde aparecen los sentimientos –especialmente los sentimientos
fuertes. Cuando los encuentres, no los juzgues, solamente refléjalos.
 Por un momento olvídate de querer cambiar o responsabilizar a tu
compañero/a de tus expectativas frustradas, concéntrate en el
humilde y poderoso arte de simplemente observar e imaginar escenas
concretas donde aparecen sentimientos fuertes en tu pareja. Escucha
con tu corazón abierto todas las expresiones de sentimientos,
cualquiera que estos sean, por absurdas, ridículas, cuestionables,
irracionales, tontas, ilógicas, inmaduras, etc, que te parezcan.
Escucha como si fuera la primera vez que te asomas a la experiencia
del otro. Escucha como si la persona que lo hace se expresara por
primera vez. Imagina sólo por un momento que nunca antes nadie lo-
Rosario Chávez y Sergio Michel 176

la había escuchado y que el o ella nunca antes había expresado esto –


aunque el perico de tu mente te susurre al oído “otra vez la misma
historia chin…” Cuando un sentimiento puede ser expresado de
manera completa y con total aceptación entonces está mucho más
cerca de ser transformado. Por otro lado si la expresión de un
sentimiento recibe como respuesta sistemática –automática –de parte
del interlocutor, más de lo mismo, es decir más de las conocidas
respuestas de juicio, reclamo, cuestionamiento aplauso apoyo,
indiferencia, etc.; es posible que dicho sentimiento se quede aún más
atorado o se transforme en algo defensivo, destructivo. Cuando un
esposo dice “Es la misma cantaleta de siempre, eso ya me lo ha
repetido cinco mil veces" es muy posible que las mismas cinco mil
veces que ella toca el tema el repite la misma receta –contesta, aclara,
juzga, sermonea, regaña, da soluciones, etc.– PERO NO ESCUCHA.
Tal vez la mujer necesita diez veces de escucha autentica para dar el
asunto por concluido y el mejor momento para iniciar la cuenta de
esas diez experiencias ES AHORA MISMO. Si comienzas hoy tal
vez te puedas comenzar a ahorrar para el futuro la siguientes
totalmente inútiles cinco mil cantaletas con sus respectivas y
anunciadas cinco mil invalidaciones.
 Recuerda lo que te expresan con honestidad y transparencia te puede
lastimar en un inicio pero al final cuando es debidamente escuchado
se convierte en el mejor combustible para el crecimiento, para la
evolución de la relación
 Lo que por otro lado no se expresa, eso si puede destruir la relación
pues “lo que no se habla con la boca se actúa de múltiples formas”.
 Además de escuchar “como la primera vez” imagina que la “queja”,
si es que se refiere a tu persona” en el fondo viene de un lugar más
profundo, y de alguna manera, ajeno a ti. Sólo por un momento no lo
tomes como algo personal. Si te sirve puedes imaginar que se hable
de alguien a quien hoy no tienes que defender aunque esa persona a
quien “se acusa” tenga tu mismo nombre y apellido.
 Concéntrate en escuchar y entender los sentimientos y no en discutir
los hechos.
177 Los Caminos del Diálogo

 Hoy no tienes que defender ni justificar a tu persona. Cuando te


toque el momento de hablar, expresarás tu experiencia y podrás
hablar, si quieres, de lo que te pasa en relación a sus preguntas y
dudas, etc. Pero en este momento no es aún tu turno de hablar.
CUANDO ES MOMENTO DE ESCUCHAR ES MOMENTO DE
ESCUCHAR Y CUANDO ASÍ ES, TU PERSONA DESAPARECE
PARA CONVERTIRSE EL ECO FIEL Y ACEPTANTE DE LA
EXPERIENCIA DEL OTRO TAL COMO EL OTRO LA VIVE.

La Oración de la buena expresión

Señor; cuando llegue el momento de expresar ayúdame a tener


conectada la boca con mi corazón, con mis sentimientos, con mis
emociones. Ayúdame a no usar mi silencio como un castigo contra mi
pareja por haberse “portado mal”; ayúdame a ver mi profunda y olvidada
necesidad de hablar, especial y paradójicamente cuando más ganas tengo
de aplicar la ley del hielo; de callarme; de hacerme el ofendidito; de
decir victimezcamente con cara de perro atropellado: “no tengo nada”.
Dame le valor para salirme de ese juego con el que al mismo tiempo
hago dos cosas: agredo a mi compañero y especialmente me lastimo a mí
mismo. Señor mi destino no es vivir como víctima callada; quiero con
valor –con el valor que se requiere para dejar viejos juegos conocidos
pero destructivos– reconocer que merezco algo mejor que este patrón de
castigarlo a él castigándome a mí. Ayúdame a recordar que cuando más
ganas tengo de hacerme el ofendidito, es seguramente cuando más me
puedo beneficiar del diálogo si me arriesgo. Ayúdame ante la tentación
del silencio a decirme con toda la autoridad –y con todo el deseo de
crecer y de merecer una relación mejor–: No te hagas pendeja ¡claro
que si traes algo! …hoy voy a compartir una escena de sentimiento
fuerte y tengo el derecho de pedirle a mi pareja que me escuche sin
interrupciones ni juicios.
Ayúdame a ver hacia adentro de mí y a conectarme con lo que
siento, pienso, imagino y espero desde cualquier lugar de mi experiencia.
Es posible que alguna parte de mi ego pueda juzgar dichas experiencias
como algo inválido, no razonable, injusto ilógico, inmaduro, a pesar de
Rosario Chávez y Sergio Michel 178

ello, dame el coraje para conectar lo que siento y expresarlo con


honestidad y transparencia. Tal como es, no tal como debería de ser.
Señor tal vez tengo la tendencia, sin darme cuenta, a conectar mi
cabeza, en lugar de mis sentimientos, y así cuando alguien me pregunta
como me siento o que siento, quizás termine diciendo campantemente
que pienso, como deberían de ocurrir las cosas, o de quien es la culpa de
todo. Tal vez aprendí a sentirme más cómodo al hablar de lo que pienso
y más torpe cuando se trata de expresar simple y sencillamente lo que
siento. Tal vez sin darme cuenta he hecho trampa en mi vida y así
cuando comienzo alguna frase esforzándome por decir lo que siento
termino diciendo sólo lo que pienso. Cada vez que inicio una frase con
“siento que” en realidad estoy diciendo “pienso que” …solo que con el
verbo equivocado.
Tal vez no me sea fácil hablar de mí, por eso: ayúdame a registrar,
a escribir si es necesario, esos momentos impregnados de sentimientos
fuertes que vivo durante el día; Ayúdame a reconocerlos como un tesoro
detrás de la apariencia de “castigo”. Ayúdame a ver más allá de lo
molesto o incómodo; Ayúdame a reconocerlos como un regalo de la
vida; como un impulso natural al crecimiento y a la evolución. Ayúdame
a confiar en el poder sanador e integrador que surge cuando un
sentimiento fuerte es verdaderamente escuchado.

Los momentos de sentimiento fuerte (MSF)

Para entender el proceso de construcción de un espacio protegido de


dialogo, es necesario elaborar sobre El Momento de Sentimiento fuerte
(MSF). Tanto la Terapia Experiencial de A. Mahrer (1997) como el
modelo de Reconstrucción Experiencial (Chávez y Michel 2003, 2008)
le dan un valor especial como punto de partida a los MSF en el proceso
de cambios profundos. Una de las aportaciones de Mahrer (premio anual
al mérito profesional en 1997 por la Asociación de Psicología
Americana) al mundo de la Psicoterapia, es justamente su convocatoria,
simple y revolucionaria a la vez, de iniciar cada sesión, cada proceso de
cambio, con una invitación humildemente poderosa: “Descríbeme un
momento de sentimiento fuerte, el primero que se te venga a la mente”.
179 Los Caminos del Diálogo

Así da inicio una sesión de terapia experiencial; desconcertante para


aquellos practicantes ortodoxos de diferentes escuelas terapéuticas que
prefieren hacer largas historias clínicas y diagnósticos para “enfrentar
apropiadamente un problema”. Todo ello de pronto, en el modelo
Experiencial de Mahrer, se convierte en obsoleto, innecesario, largo y
costoso.

La dirección del cambio aparece en el proceso, y los momentos


de sentimiento fuerte son el camino:

El nuevo paradigma del diálogo en espacio protegido te convoca,


cuando es tiempo de expresar, a concentrarte especialmente en las
escenas de sentimiento fuerte; en el proceso; en la experiencia que fluye.
Cuando el tiempo de hablar llega la consigna parece ser tan fácil: Deja
salir tus sentimientos, expresa lo que traes adentro. Sin embargo, en la
mente de pronto se agolpan razones, explicaciones, reclamos, “deberías”
y “no deberías” –sólo por mencionar algunas respuestas automáticas 23
que obstaculizan la expresión ágil y facilitadora–.
Algunos modelos recientes sobre el cambio sugieren precisamente
que detrás del caos existe un exquisito orden y detrás del orden también
se comienza a gestar el caos en un continuo círculo dialéctico. Ilya
Prigogine, premio Nóbel, con su teoría de las estructuras disipativas
sugería ya en 1977 que el bombardeo de información 24 puede hacer que
un sistema “al digerirla” se organice en una estructura más evolucionada
o al “indigestarse” e inicie un proceso de descomposición. Esto aplicado
a sistemas sociales y en concreto a la familia y a la pareja nos lleva a

23
Así como en el capítulo II mencionamos las respuestas automáticas bloqueadoras
(RAB´s) de la escucha; en esta ocasión nos referimos al mismo efecto bloqueador de
dichas respuestas cuando llega el “tiempo de expresar”.
24
Una crisis con sus variadas formas representa en el lenguaje de Prigogine un
“bombardeo de información”. Así una guerra, una catástrofe natural, una muerte, un
conflicto una enfermedad una experiencia cercana a la muerte, etc., son todas
situaciones de crisis, de bombardeos de información que tienen el potencial de llevar a
la destrucción o a la evolución y desarrollo. En esta misma linea, para Barbara Hubbard
(1993) en su libro “The Revelation: Our Crisis is a Birth” cada crisis es una
oportunidad equiparable a un nacimiento.
Rosario Chávez y Sergio Michel 180

reflexionar sobre un par de cuestiones importantes: La primera de ella


relacionada a una postura de confianza básica en las crisis-conflictos y
en sus grandes maestros o emisarios “los momentos de sentimiento
fuerte”. La confianza en la riqueza y utilidad de los sentimientos fuertes
hace que estos sean no sólo tolerados sino verdaderamente bienvenidos
y apreciados. Una postura de confianza básica en las crisis o conflictos
hace del diálogo una opción natural. Los sentimientos no se evaden, no
se niegan ni se rechazan, en lugar de ello son bienvenidos, se exploran y
se acompañan hasta que aparece durante el proceso, una luz, una
dirección nueva, un aprendizaje.
Con frecuencia en la vida cotidiana, y hasta en las telenovelas,
cuando aparecen experiencias difíciles y dolorosas cargadas de emoción
es común observar a los interlocutores responder atropelladamente de
mil formas todas automáticas y bloqueadoras. Difícilmente se llega a
observar a alguien dispuesto y preparado a responder “silenciosamente”
con confianza básica en el proceso y en el contacto emocional que
permita reconocer y aprovechar así la oportunidad para darle la
bienvenida más cordial al momento de sentimiento fuerte. En lugar de
ello tiramos el diamante al caño; utilizamos un variado repertorio de
respuestas que sólo tienen algo en común: negar, evitar o por lo menos
limitar el contacto y expresión emocional. Estas intervenciones
conllevan un mensaje de desconfianza básica en los sentimientos
fuertes:
–Tranquilízate.
–Todo va a estar bien.
–Relájate.
–No llores mi amor se te va a correr el rimel.
–Si vas a empezar a llorar mejor me voy.
–Yo también me pongo triste cuando te veo así.
–Tienes que ser fuerte.
–No llores.
–No tienes porqué sentirte así.
–Tus hijos tienen que verte fuerte en estos momentos.
Parece ser que en lugar de confianza básica en la exploración y
acompañamiento de un sentimiento fuerte, existe más bien desconfianza
básica; De pronto emergen en dichas circunstancias toda una serie de
181 Los Caminos del Diálogo

“viejos aprendizajes” cuyo mensaje hablado o no hablado pero


finalmente transmitido de mil maneras, durante la infancia y juventud,
fue: no expreses, no hables, no toques sentimientos, puede ser peligroso,
mejor tranquilízate, ponte la mascara, etc.
Quienes son “pobres expresadores” de sentimientos fuertes también
en su momento son “pobres escuchadores”: Cuando sus propios hijos o
parejas empiezan a sentir dolor y emociones fuertes, sienten entonces
miedo, se sienten torpes para escuchar con la mente en paz; sienten que
el otro está en riesgo de desmoronarse de ser arrastrada por la crisis y
entonces ¿que va a pasar? Deciden que la mejor manera de ayudar –tan
bien intencionada como primitiva– es parar cuanto antes dichas
manifestaciones “histéricas, inmaduras, irracionales, etc.”.
Alvin Mahrer ha dicho que cada día la vida nos da el regalo de
proporcionar sentimientos fuertes y cada uno de ellos es un camino
potencial al crecimiento pero desgraciadamente en lugar de aprender a
registrarlos para explorarlos en su oportunidad, desaprovechamos el
regalo; los dejamos pasar; los ignoramos; nos enojamos con ellos; los
vemos como una maldición pues nos alteran y entonces perdemos la
oportunidad de convertirlos en crecimiento puro. Mahrer, creador de uno
de los modelos terapéuticos más innovadores así como de la “ultima
teoría importante de la personalidad del siglo XX”, (Corsinni 2004) ha
vaticinado que un día la psicoterapia será obsoleta cuando las personas
aprendan por sí mismas –sin necesidad de especialistas sabios que desde
afuera les digan cual es su problema y cual es su solución– a conectar,
integrar y aprender de sus sentimientos fuertes.
En el espíritu del diálogo, es absolutamente más importante entrar al
mundo del otro y entenderlo, que cambiarlo. Así pues, cuando un MSF
es expresado y escuchado experiencialmente, es decir, cuando es
penetrado, explorado y bienvenido de manera incondicional, de pronto,
por extraño que parezca, se abren nuevas ventanas a la percepción, y
entonces, con frecuencia de imprevisto, las cosas se comienzan a ver de
otra manera, más integrada y constructiva.
Así entonces, la concepción oriental de la crisis como riesgo y a la
vez como oportunidad de pronto se convierte en una posibilidad
totalmente accesible y práctica. Alvin Mahrer nos muestra cuán
poderoso y sencillo puede ser el camino de convertir en realidad
Rosario Chávez y Sergio Michel 182

concreta un concepto bonito; cómo hacer de una crisis, un dolor, un


sentimiento desagradable, una verdadera oportunidad.

¿Cómo se elabora una escena de sentimiento fuerte? Durante el


proceso de escribir este libro fuimos explorando, aclarando y finalmente
documentado la importancia de los MSF en el desarrollo de los Espacios
Protegidos del Diálogo. Descubrimos gradualmente que cuando en un
intercambio los dialogantes se concentran exclusivamente en la
experiencia de compartir un sentimiento fuerte –y nada más–, el poder
del diálogo se multiplica sorprendentemente. Aun cuando no estén todos
“los cuatro elementos” (pensamientos, sentimientos, descripción de
hechos, deseos y expectativas), los dialogantes en este atajo experiencial
se limitan con flexibilidad a compartir escenas de sentimientos fuertes
que incluyen la descripción de escenas o hechos exteriores (el lugar, las
personas presentes, las palabras, etc.), así como también la descripción
de los sentimientos y sensaciones internas de quien comparte (siento
miedo, una sensación de opresión en el pecho, se me cierra la garganta,
etc.). Reconocer y describir con honestidad y transparencia estas escenas
de sentimientos fuertes sin quererlos explicar ni justificar, es a la vez
sorprendentemente sencillo y poderoso. La consigna es simple y directa:
Sólo describe como te sientes en determinada escena “de sentimiento
fuerte” y por un momento renuncia a tratar de convencer de nada al otro.
Scott Peck, por ejemplo, sostiene que en el proceso de convertirse
en verdadera comunidad –el grado máximo de desarrollo de un grupo–
las personas aprenden a no perderse en conceptos e ideologías sino a
concentrarse en compartir humildemente su experiencia. 25 Los conceptos
son debatibles, las experiencias no; simplemente son como son.
Así pues, cuando tanto quien escucha como quien habla es capaz
de enfocar su atención, de una manera cuidadosa y especial, en la
experiencia emocional y dentro de ella, en los momentos específicos o
escenas “de sentimiento fuerte”, entonces el poder transformador de
dicho diálogo se expande.
25
Por ejemplo, en un intercambio en lugar de hablar y discutir sobre el divorcio, en
términos de ser algo bueno o malo, “que yo defiendo o condeno”, las personas se
limitan exclusivamente a compartir “cómo me fue a mi, cual fue mi experiencia cuando
yo o mis padres se divorciaron, etc..
183 Los Caminos del Diálogo

La exploración de los sentimientos fuertes tal como surgen, en un


espacio de total libertad y seguridad psicológica puede convertirse en
una experiencia profunda de cambio transformacional (Mahrer 2003) o
cambio de tercer orden (Michel y Chávez 2004; Chávez y Michel 2008).
Para extraer toda la riqueza de un sentimiento fuerte compartido es
necesario realizar de manera experiencial tanto la función de escuchar
como la de expresar. El lenguaje experiencial es diferente a muchos otros
tipos de lenguaje (lenguaje, causal, narrativo, explicativo, etc.) El
lenguaje experiencial es profundamente fenomenológico –descriptivo– y
utiliza casi exclusivamente el tiempo presente aunque se refiera a
eventos del pasado. Evita utilizar adjetivos y calificativos; describe la
experiencia interna sin matices, sin evaluación, sin juicio, sin crítica,
aprobación o rechazo. El lenguaje experiencial no utiliza términos de
causalidad –por tu culpa, porque, a causa de, etc–, simplemente describe
en tiempo presente una secuencia –de hechos externos y de experiencias
internas: sentimientos, sensaciones emociones– sin establecer relaciones
“determinísticas”. Utiliza más el cuando que el porqué. Por ejemplo en
lugar de expresar: Me sentí mal por tu culpa, porque no llegaste; has de
andar con otra, etc., describe en el aquí y ahora una secuencia: Por
teléfono a mediodía te escucho decir “ahí estoy temprano antes de las
ocho para ir a cenar”… cuando veo el reloj en la tarde, ya son las siete
y media; me comienzo a arreglar para estar lista para cuando tú llegues.
Estoy esperando que llegues desde las siete cincuenta de la noche; dan
las ocho y las nueve y las diez y ahí estoy con un sentimiento de enojo y
tristeza, me doy cuenta de una opresión en el pecho y comienzo a
imaginar que andas con alguien más, etc. Mi momento de sentimiento
más fuerte es cuando estoy tirada en la cama, toda ansiosa, con el
control de la tele cambiando de un canal a otro, no me puedo concentrar
en nada y en eso –cuando– suena el teléfono, creo que eres tú …pero
¡no! …es mi amiga Tere que me pregunta: ¿otra vez te plantaron?
Siento crueldad; me da mucha vergüenza… ese es el momento más
fuerte. PUNTO.
Al comunicarse en lenguaje experiencial el emisor –sin importar
cuan verborreico o escueto sea en su vida cotidiana– se ve grandemente
facilitado por este sencillo y poderoso recurso; se mantiene conectado a
su experiencia, no tiene que explicar, justificar, cuestionar nada; no tiene
Rosario Chávez y Sergio Michel 184

que desconectarse de sus sentimientos para conectarse con su mente


analista y racional, tan dada al juicio y a la lógica. ¡Por el contrario! Sólo
tiene que, por un momento al menos, “desconectarse de su cabeza para
conectarse con su corazón”; solo tiene que describir simplemente lo que
pasó afuera y lo que sintió adentro (no lo que debió haber pasado ni lo
que tendría que haber sentido).

En el lenguaje experiencial el emisor describe Y PUNTO.

Al así hacerlo, permite al receptor convertirse en algo más que un


traductor de texto, en un decodificador del lenguaje verbal. El diálogo
experiencial hace mucho más que eso: el lenguaje experiencial permite la
resonancia –¿mórfica?–26 de dos personas diferentes que por un
momento se conectan. Por momentos, tal como lo ha descrito Mahrer en
su modelo terapéutico, ambos están resonando en una misma vivencia, se
convierten en la misma experiencia; por un momento el esposo es la
experiencia de angustia y profunda decepción de ella cuando el martes
pasado –es decir “hoy martes pasado”– ella se queda esperándolo par
salir a cenar. O cuando el sábado en la noche mientras él está dormido de
borracho, ella está revisando su teléfono celular a las dos de la mañana y
en él se encuentra un recado amoroso dirigido a otra mujer.
–Son las dos de la mañana y justamente acaba de ocurrir esto que
tanto he temido –continua ella su relato en tono estrictamente
experiencial– quisiera que todo fuese un sueño y, sin embargo, aquí
estoy como golpeada por un rayo viendo el recado en el celular.
Él está escuchando esta experiencia y, en lugar de defenderse o
justificarse, se comienza a imaginar la escena, se mete a ella y permite,
sin saber muy bien cómo ocurre el fenómeno, que la experiencia de ella
pase a través de su cuerpo y lo atraviese. Por un momento a pesar del
26
Por un lado Rupert Sheldrake ha recoceptualizado los el fenómenos de percepción
extrasensorial, –como la telepatía– como ejemplos de resonancia mórfica, lo cual
sugiere que los organismos son capaces de resonar como campos mórficos conectados
entre sí. En el nivel subatómico o quántico de la materia así mismo se ha documentado
el fenómeno de interconexión cuando en 1997 partículas subatómicas, llamadas
fotones, separadas a millas de distancia siguen conectadas: En el justo instante que uno
de los fotones es cambiado de estado quántico –algo equivalente a cambio de po-
laridad–, el otro “hermano distante” hace lo correspondiente.
185 Los Caminos del Diálogo

momento de aparente antagonismo, dos personas con historias y “formas


biológicas” bien diferenciadas, coinciden en una sola conciencia. Él, en
ese momento, sólo es la caja de resonancia de una mujer –con el corazón
destrozado y con unas profundas ganas de desaparecer de la faz de la
tierra– sentada en una silla verde despintada y con el teléfono de su
esposo en la mano. Escuchar y expresar experiencialmente, por un
instante, son la misma cosa: dos personas hablando en tiempo presente,
sentados en la silla verde del baño, con un teléfono en la mano, con una
gran decepción en el corazón. Los dos son de pronto la misma
experiencia, los dos están sintonizados en algo que aunque ocurrió hace
dos semanas o tres meses, de pronto… está ocurriendo aquí y ahora.
–Al ver el cellular –refleja él en voz baja– te estás enterando de esa
llamada. Sientes la mandíbula apretada mientras lees el mensaje enviado
por otra mujer: “¿Cómo has estado hoy mi amor?” No lo puedes creer.
Hoy te das cuenta de que no eres la única personas que lo llama: mi
amor. Me imagino una decepción y una rabia profunda.
El escuchar y el expresar experiencial son algo muy cercano a lo
que hacen los grandes novelistas cuando transportan al lector justo a las
escenas de sentimientos fuertes, donde de pronto todo es presente: el
lector y la escena descrita son una misma cosa. Quien habla lo hace en
tiempo presente; y quien escucha lo hace en tiempo presente. Pareciera
que los dos son, por un instante, la misma persona. No hay juicio, no hay
censura, tampoco hay aprobación ni aplausos. Sólo la experiencia
reconocida y honrada tal como es.
Utilizar el atajo del diálogo experiencial puede llegar a convertirse
en una de las experiencias más gratificantes, más constructivas, y de
mayor impacto para el desarrollo de la conciencia y del crecimiento
personal y familiar. El diálogo experiencial es increíblemente sencillo,
engañosamente fácil, y a la vez sorprendentemente raro como recurso
cotidiano en la vida de la familia y la pareja.
Incorporar los espacios protegidos para el diálogo (EPD) de
manera sistemática, a una nueva cultura de la relación de pareja familia 27

27
En las organizaciones y ambientes de trabajo esta misma idea es explorada a partir de
los círculos de de aprendizaje interpersonal (CAI) y de retroalimentación (CR)
esbozados en el libro “En Busca de la Comunidad” (S. Michel: Ed. Trillas, 2008)
Rosario Chávez y Sergio Michel 186

puede ser una experiencia transformadora; puede ser el inicio del cambio
de adentro hacia afuera.
Si bien el EPD es una práctica estimulante en tiempos de paz y
relativa ausencia de conflictos y crisis, su establecimiento como un
ejercicio sistemático y de rutina semanal, quincenal o mensual; resulta
más que aconsejable, vital especialmente cuando aparecen los
desacuerdos y problemas. Si alguna oportunidad tiene la relación de
crecer a partir de la crisis, es precisamente a partir de su disponibilidad
para no dejar pasar mucho tiempo y concentrarse humilde y poderosa-
mente en la expresión y escucha experiencial de los sentimientos fuertes
que van surgiendo de una y otra parte. Después de la escena del teléfono,
por ejemplo, es posible que ahora ella comience a escuchar y
sorprendentemente, a conectarse con otra escena: Ahora él esta hablando
y ella resonando en la escena cuando él llega después de un viaje largo y
su oficina está toda revuelta, su secretaria le informa que anteayer llegó
su esposa y revolvió todo
–Ahí estás –dice “experiencialmente” la mujer, dirigiéndose al
marido– sentado sobre tu escritorio todo revuelto sintiéndote totalmente
invadido, humillado; en tu propia oficina. Te sientes ante toda tu gente
sin ninguna autoridad. Te sientes el centro de la burla. Sientes en el
estómago que algo se revuelve; es algo entre una tristeza profunda y un
enojo enorme. En ese momento quisieras ahorcarme, estás temblando. Te
imaginas la cara de todos en la oficina diciendo: ni su mujer lo respeta.
Te sientes verdaderamente humillado devaluado ante los demás.
Después de reconocer –tal como ella lo hizo en su momento con
él– que su mujer realmente le describió y reflejó su experiencia aun con
mayor exactitud y profundidad, la sesión del diálogo de ese día se da por
terminada. Durante ese intercambio ambos renunciaron a cambiar o a
solucionar nada; renunciaron a hacer y a contestar preguntas. Mientras él
escuchaba a su mujer en diversos momentos estuvo tentado a decir pues
mejor terminemos, así no funciona la cosa, si no me respetas mejor me
voy, y cosas por el estilo. Ella también se vio tentada a mandarlo al
ultimo infierno, sin embargo el compromiso que habían establecido fue
de escucharse durante tres meses antes de decidir nada, durante ese
tiempo no tenían que elegir ni siquiera perdonarse, separarse, o
187 Los Caminos del Diálogo

contentarse. El único compromiso fue mantener el diálogo; lo demás se


acomodaría por sí mismo.
Si en una situación de crisis cada persona puede concentrarse
exclusivamente en compartir una experiencia de sentimiento fuerte; si
dicha expresión se hace en lenguaje experiencial, es decir descriptivo,
exento de juicios, explicaciones y análisis; entonces es muy posible que
esas dos o más personas involucradas en el diálogo –que usualmente se
hubiesen relacionado a través del debate, la agresión, la justificación, la
competencia, y la exhibición de desacuerdos e incompatibilidades, etc.–
de pronto sin negar o soslayar lo que las hace diferentes ¡sí! de pronto se
pueden conectar en ese espacio profundo de unidad y ahí se convierten
en la misma experiencia. Parece algo incompatible y excluyente eso de
estar separados y unidos a la vez, y de pronto es posible. Ceja Gallardo
sostenía que en el momento del diálogo una pareja pude alcanzar el
máximo de unidad y el máximo de individualidad.
Después de un proceso de diálogo es posible que algunas parejas
lleguen a la decisión de tomar caminos distintos, sin embargo, aun
entonces la separación se lleva a cabo desde un espacio de aceptación y
aprendizaje. Parece una utopía tan lejana, y a la vez está tan cercana, tan
fácil y tan difícil.

Resultados de la Práctica del Dialogo Protegido.

Para documentar el efecto de la práctica del dialogo en el interior


del hogar realizamos una investigación preliminar con un grupo de
treinta parejas que solicitaron ayuda profesional ante la aparición de
algún tipo de crisis con relación a un hijo problema, a una infidelidad, a
una experiencia de violencia física o psicológica, a un amago de
divorcio, etc. En este estudio las treinta parejas invitadas a practicar “el
diálogo experiencial protegido” fueron posteriormente clasificadas, de
acuerdo a su evolución, en cinco grupos, de seis pares. Cada uno de estos
5 grupos representó pues un diferente nivel de cambio registrado después
del tratamiento en la calidad de su relación (en términos de cercanía con
el conyugue, satisfacción personal, gusto e iniciativa por buscar y pasar
tiempo con la pareja, mayor libertad para compartir –escuchar y
expresar– experiencias significativas).
Rosario Chávez y Sergio Michel 188

Un hallazgo especialmente significativo para nosotros fue que el


grupo de mejores resultados en su calidad de relación fue asimismo el
grupo con significativamente mayor promedio de diálogos protegidos
por semana (1.4). De este grupo de alta calidad, la pareja que más
diálogos tuvo, promedió 2.3 por semana; y la pareja que registró menos
diálogo fue de .8 por semana. En otras palabras cada una de estas seis
parejas “de alto rendimiento” llevó a cabo su diálogo en espacio
protegido por lo menos una vez cada quince días. Por otra parte el
grupo peor evaluado –con las calificaciones más bajas en calidad de
relación– en promedio sólo llevó su diálogo protegido en promedio .3
veces al mes es decir solamente una vez cada tres meses. En el periodo
de tres meses que duró el proceso de tratamiento e investigación de este
último grupo de “parejas reprobadas” hubo quienes no fueron capaces de
hacer por su cuenta ni una sola vez su diálogo en espacio protegido. La
mejor pareja en este grupo de bajo rendimiento apenas hizo dos prácticas
en tres meses.
En otras palabras el cambio reportado por las parejas no muestra
relación significativa con otros aspectos o variables como lo es la
gravedad de su problema, lo cerca que habían reportado estar del
divorcio, el grado de agresión, de distanciamiento. Tampoco la edad ni el
tiempo de vivir en pareja fue determinante: Hubo parejas de más de
setenta años de edad promedio y de menos de treinta en ambos grupos
(tanto en el de alto como en el de bajo rendimiento). El éxito del
tratamiento, que finalmente no lo hizo el terapeuta sino la misma pareja,
estuvo relacionado básicamente con el establecimiento sistemático de los
espacios de diálogo protegido cuyo entrenamiento no requiere de más de
un par de sesiones (o tal vez, de la lectura conjunta y minuciosa de este
libro o de algún otro material autodidáctico). El hallazgo de esta
investigación nos ha llevado, en nuestra práctica como terapeutas de
pareja, a decirles a nuestros clientes: Llueve, truene, relampaguee, estés
contento, sentido, con ganas de castigarlo, tierno, furioso, o desconfiado
con ella, etc: Si no puedes hacer esta practica por lo menos unas
cuantas sesiones; mejor ya no vengas, mejor no desperdicies tu dinero,
ni tu tiempo, ni el nuestro. Luego les advertimos que si llegan a la quinta
o sexta sesión “sin rajarse” probablemente comiencen a vislumbrar la
dirección del cambio y a cosechar los frutos de hablar con libertad y
189 Los Caminos del Diálogo

entender cosas que jamás habían entendido cabalmente del otro.


Finalmente, –les advertimos con toda claridad– que tal vez en la
segunda, tercera o cuarta sesión, uno de ellos se encuentre muy, pero
muy tentado a usar la invitación al diálogo como instrumento para
castigar al otro –como un resabio de conciencia primitiva; como un
acting out ni más ni menos–: Si no vas a cambiar;¿ para que sirve esto?
si no me vas a pedir perdón ¿cuál es la utilidad? Tú, el diálogo y ese
estúpido libro no sirven para nada, etc. Este es justamente un momento
crítico para seguir o no con la nueva consigna de: Sólo por hoy renuncio
a cambiarte y sólo por hoy pongo mi energía en entenderte.
Especialmente cuando a partir de una crisis, la pareja hace por
primera vez en su vida el intento de dialogar se le pide tomarse unos
minutos en la lectura de la oraciones descritas en páginas anteriores (de
la escucha y de la expresión) Este ritual de lectura previa se sugiere por
lo menos para las diez primeras sesiones de dialogo.

No renuncies ni te comprometas a cambiar nada, ni siquiera a


quedarte… o a irte; durante seis o quizás diez sesiones dispón toda tu
atención a contactar tu experiencia y a entrar al mundo del otro; honra
el tiempo de hablar y el tiempo de escuchar. Permite que la dirección del
cambio se vaya esbozando suavemente.

El desarrollo, investigación y seguimiento preliminar de esta


propuesta nos estimula profundamente a continuar en nuestra búsqueda
sobre el impacto del diálogo en la calidad de la relación de pareja.
Vemos asomarse una nueva posibilidad en la promoción de un recurso
poderoso en manos de la familia: “el espacio protegido del diálogo” para
la promoción de la conciencia individual sin la cual cualquier cambio
social es efímero.
Por décadas algunos celosos profesionistas de la salud mental han
defendido la exclusividad en el tratamiento de los problemas
emocionales. Muchos de ellos se hacen especialistas en la patología
aunque desconocen tanto el término como la aplicación de la fortología y
de la nueva psicología positiva ocupada en el estudio y promoción de los
recursos de la persona. Por nuestra parte podemos entender una
preocupación válida de ser profesionales y hacer las cosas bien.
Rosario Chávez y Sergio Michel 190

Reconocemos la utilidad de especialistas con experiencia para


acompañar y ayudar a las personas a superar sus problemas y carencias
emocionales. Sin embargo, por nuestra parte

nos inclinamos a propuestas más ambiciosas en la promoción de la


salud mental en contraste con enfoques centrados tanto en la patología
como en el tratamiento individual. Nuestra propuesta le regresa a la
gente el poder de sanarse y de crecer en conciencia en el mismísimo seno
de una relación de pareja y de familia.
Como ya lo hemos consignado, resulta abrumadora la velocidad
con la que se transmiten las experiencias traumáticas –de padres a hijos,
de maestros a alumnos, de mayores a menores, de fuertes a débiles, de
hombres a mujeres, etc –. Cada día millones de niños, jóvenes y adultos
son abusados, invalidados, no escuchados, agredidos, hostigados en el
seno de la familia de diferentes formas que dejan huella. La promoción
de la salud mental de pronto resulta profundamente elitista e insuficiente.
Aun las cuotas más módicas que pudieran cobrar algunos terapeutas
para muchas personas están fuera de su alcance, amén de que una gran
variedad de tratamientos –farmacológicos y psicológicos– muestran con
frecuencia resultados raquíticos.
Con esta propuesta, accesible a cada pareja y familia dispuesta a
probar, tal vez –¿por que no?– estemos acariciando la posibilidad
vaticinada por Mahrer cuando en el 2005 sentencio que un día la
psicoterapia sería obsoleta cuando las personas vivieran
transformaciones profundas en su conciencia a través de hacer sus
propios viajes por los senderos de la exploración profunda de sus
sentimientos.
191 Los Caminos del Diálogo
Rosario Chávez y Sergio Michel 192

BIB LIOGRAFÍA

Ceja Gallardo la idea del maximo de unidad y de diversidad

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Camile berguis citado por carlos alvear. Solo en el sienio se escucha lo
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con Bessel (1972) y Jackins (1965)
Duanne Elgin que en su libro, ya clásico, “Simple Living”

Gary Foreman
193 Los Caminos del Diálogo

Gabriel Marcel y de manera casi simultanea Erick Fromm,

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195 Los Caminos del Diálogo

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Korzybski, A. (1933) Science and Sanity. Lakeville, Ct: The International Non
Aristotelian Library.

El auto-conocimiento representa el lugar preponderante del conocimien-


to humano ....yo soy lo más importante para mí… El conocimiento
profundo de lo que soy puede poner un sello diferente a mis relaciones
personales… ¿Cómo amar y darme a los demás si no me conozco? y así
esta cuestión se convierte en el punto de partida para proponer
humanamente una nueva sociedad, un entorno más favorable (Moreno
2006).

Rogers, C. (1951). Client Centered Therapy: Its current Practice, Implications and
Theory. Boston: Houghton Mifflin.

Bozormengy-Nagy ha llamado “lealtades invisibles”, (o “memes”


según Cziczenmilhayi)

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