El Cambio Lingüistico
El Cambio Lingüistico
El Cambio Lingüistico
Directores:
Manuel Maceiras Fafián
Juan Manuel Navarro Cordón
Ramón Rodríguez García
El cambio lingüístico.
Sus causas, mecanismos
y consecuencias
© EDITORIAL SÍNTESIS, S. A.
Vallehermoso, 34. 28015 Madrid
Teléfono 91 593 20 98
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ISBN: 978-84-907774-4-2
ISBN: 978-84-907721-0-2
Depósito Legal: M. 30.567-2015
Introducción ...................................................................................................... 9
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El cambio lingüístico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
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Índice
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Introducción
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Introducción
es que las selectas referencias bibliográficas que se proponen aluden con mucha
frecuencia a manuales de lingüística histórica y a otras monografías fundamenta-
les de la historia de nuestra disciplina. Pero otra deuda capital del autor de estas
páginas es la contraída durante muchos años con los varios centenares de estu-
diantes que han cursado la asignatura Lingüística histórica y comparada en la
Universidad de Zaragoza. Sin duda, reconocerán ellos en muchas de las páginas
que siguen algunos de los temas, ejemplos y obsesiones de quien intentó guiarlos
por entre la enrevesada amalgama de argumentos circulares, datos malinterpreta-
dos y objetivos confusos que es nuestra disciplina.
Si el lector es la causa final de esta obra y los estudiantes fueron la causa efi-
ciente, Juan Carlos Moreno Cabrera, el director de esta colección, fue sin duda la
causa inicial por su invitación para redactar este volumen, que deseo agradecer
profundamente. Agradecimiento que también va dirigido al diligente personal de
la editorial Síntesis, causa material de esta invitación a la apasionante odisea de
las lenguas humanas a través de la historia.
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básicos y asunciones previas
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Para entender qué es una lengua desde un punto de vista científico puede resultar
muy útil atender a la comparación entre lenguas y especies naturales, asumiendo
que nos será más fácil entender qué son los organismos vivos y sus agrupaciones
(las especies) que las lenguas humanas, objetos mucho más abstractos y elusivos.
En efecto, las lenguas humanas se parecen mucho a las especies naturales. Ya
Darwin se percató de ello y declaró en El origen del hombre (de 1871) que la
evolución de unas y de otras era “curiosamente paralela” (“curiosamente la mis-
ma” llegó a escribir en la primera edición). Lo que llamó la atención de Darwin es
que, como las especies naturales, las lenguas cambian, se separan en ramas des-
cendentes y, con frecuencia, se extinguen. El enfoque que le vamos a dar aquí a la
comparación es algo distinto al del padre de la teoría evolutiva moderna, aunque
basado en la misma intuición.
El punto de partida esencial de la comparación que se aquí propone es que
tanto las especies como las lenguas (eso que llamamos ruso, español o chino) son
agrupaciones de individuos semejantes. Así, una especie natural está formada por
individuos (por ejemplo animales) lo suficientemente semejantes como para pro-
crear otros individuos capaces, a su vez, de reproducirse. Un orangután y una
persona se parecen más entre sí que un orangután y una vaca, pero los tres anima-
les pertenecen a especies distintas. Sabemos que la mayor semejanza entre un
orangután y una persona se debe a que el ancestro común de ambos es mucho más
reciente (de hace unos 6 millones de años) que el ancestro común de los dos con
las vacas (de hace cientos de millones de años).
Por su parte, una especie lingüística, una lengua, está formada por individuos
(gramáticas mentales, no personas) lo suficientemente similares como para permi-
tir a sus poseedores comunicarse fluidamente. El individuo, el equivalente lin-
güístico del organismo natural (por ejemplo un tigre) es el órgano del lenguaje de
cada persona, esto es, aquel estado o propiedad de su cerebro que le permite ha-
blar con otras personas. Por tanto, el equivalente lingüístico de la especie natural
(por ejemplo la de los tigres) es la agrupación de órganos lingüísticos de ese tipo
basada en la mutua inteligibilidad, esto es, la lengua en el uso habitual de la pala-
bra. Y del mismo modo, el español y el francés se parecen más entre sí que el
francés y el ruso, pero son tres lenguas distintas. Sabemos que la mayor semejan-
za entre el español y el francés se debe a que su ancestro común es mucho más
reciente (de hace unos 1.500 años) que el ancestro que comparten con el ruso (de
hace unos 6.000 años).
En biología no suele haber confusión entre el organismo y la especie, pero
en lingüística la terminología es más confusa, así como las ideas al respecto. Si
aceptamos el modelo de comparación esbozado, parecería que la palabra lengua
sirve tanto para el equivalente del individuo como para el equivalente de la es-
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millones de ellos, tantos como hablantes de las dos lenguas). Pero es importante
subrayar que el hecho de que la lengua-i de una francesa y de una española sean
históricamente distintas no debe hacernos pensar que se trata de objetos puramente
históricos, del mismo modo que un caballo y un búfalo son objetos históricos dis-
tintos, pero no son netamente históricos, sino también naturales.
Al igual que no hay dos personas –ni dos tigres– iguales, tampoco hay dos
lenguas-i iguales. Por supuesto, si vemos dos personas y un tigre, enseguida deci-
dimos que, comparadas con el tigre, las dos personas son iguales, haciendo abs-
tracción de sus obvias diferencias. Del mismo modo, si oímos hablar a dos rusos y
a una japonesa, enseguida decidiremos –aunque no hablemos esas lenguas– que
los rusos hablan lo mismo, y que la japonesa no. Lo que estamos afirmando en-
tonces es que los dos rusos hablan la misma lengua. Pero aquí ya no estamos ha-
blando de la lengua-i (que es propia de cada persona), sino de un tipo de lengua
externa (o lengua-e).
Esta distinción terminológica nos permite ser más precisos. Así, a la pregun-
ta de cuántas lenguas hay en el mundo, deberíamos responder que depende: si
nos preguntan por lenguas-i, tendríamos que responder que hay miles de millo-
nes; si nos preguntan por lenguas-e, tendríamos que decir que quizá unos pocos
miles (entre cinco y siete mil será la respuesta que hallemos en manuales y catá-
logos). A la pregunta de qué es una lengua, también tendremos que responder
con un depende: si hablamos de lengua-i, entonces tendremos que responder que
una lengua-i es un sistema de conocimiento de una persona, un órgano mental,
un estado de su cerebro; si hablamos de lengua-e, entonces tendremos que res-
ponder que es un conjunto o población de lenguas-i lo suficientemente semejan-
tes entre sí.
El término lengua-e ha tenido usos muy variados en la bibliografía y resulta
llamativo lo mucho que se ha usado el término si tenemos en cuenta que quien lo
acuñó, Chomsky, lo hizo para negar su relevancia:
Podemos definir lengua-e de una forma u otra, o de ninguna, puesto que es-
te concepto no desempeña ningún papel en una teoría del lenguaje (Chomsky,
1985: 42).
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sino manifestaciones de la especie de los tigres. Parece más razonable asumir que
los individuos (sean lingüísticos u orgánicos) preceden a los grupos que podemos
hacer basándonos en sus semejanzas y diferencias.
En lo sucesivo usaremos el término lengua en el sentido de lengua-e, pero en-
tendida esta estrictamente como una población o grupo de lenguas-i semejantes,
esto es, como una especie de lenguas-i. Así, el español es el grupo de lenguas-i
que hay en las personas que (decimos que) hablan español, el ruso es el grupo de
lenguas-i que hay en las personas que (decimos que) hablan ruso, etc. A este tipo
de entidades (grupos de lenguas-i) las denominamos habitualmente lenguas natu-
rales y son el objeto fundamental de la lingüística como ciencia. Para designar el
objeto de estudio que necesitamos desde el punto de vista del estudio de los cam-
bios lingüísticos requeriremos otro término que incluya no solo a las lenguas-i
semejantes (esto es, las que convencionalmente consideramos muestras de la
misma lengua, como el español o el ruso), sino que incluya las lenguas-i relacio-
nadas históricamente en distintas generaciones de hablantes. Denominaremos
lengua histórica a ese constructo, pero siempre teniendo en cuenta que no es un
objeto real (ni biológica ni socialmente), sino un constructo teórico útil para refe-
rirnos conjuntamente a las lenguas-i modificadas históricamente a partir de otras
lenguas-i. Así, cuando decimos del español que se habla en Madrid y en Buenos
Aires, que tuvo su apogeo literario en el Siglo de Oro y que ha sufrido tales o
cuales cambios desde el siglo XV estamos hablando de la lengua histórica, no de
un sistema de conocimiento o lengua-i.
También es muy importante distinguir las lenguas naturales (tal y como las hemos
definido) de las llamadas lenguas cultivadas. Las lenguas cultivadas no son obje-
tos naturales, sino creaciones socioculturales. Las comunidades lingüísticas refle-
xionan sobre sus lenguas, regulan su uso y establecen normas con diversos fines
prácticos. Las normas cultas escritas, las variedades estándar establecidas por
ciertos grupos sociales, las lenguas rituales o literarias, los diccionarios, etc., son
ejemplos típicos de lenguas cultivadas.
Las lenguas cultivadas se suelen crear conscientemente a partir de las lenguas
naturales y se basan en su estructura, pero son objetos diferentes, puesto que a las
reglas o principios que caracterizan a las lenguas naturales se les añaden normas,
reglas y principios externos a las propias lenguas. Para evitar equívocos innecesa-
rios no se usará en esta obra el término lengua para referirnos a las llamadas len-
guas cultivadas, sino que nos referiremos a ellas como normas (para una discu-
sión más detallada de la diferencia entre lengua natural y lengua cultivada, véase
Moreno y Mendívil, 2014).
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Hemos visto que cuando nos preguntamos qué es una lengua nos tenemos que
limitar a responder que es una agrupación de lenguas-i suficientemente semejan-
tes. Esta respuesta, aun siendo la mejor que la ciencia del lenguaje puede dar,
plantea no pocos problemas. Uno de ellos es qué cuenta como suficientemente
semejante, esto es, qué grado de semejanza hace falta para decidir si dos lenguas-i
forman parte de la misma lengua-e o no.
El mismo problema se le plantea al naturalista. ¿Cómo decide si dos orga-
nismos que son muy parecidos pero tienen ciertas diferencias pertenecen a dos
variedades de la misma especie o a dos especies distintas? El criterio habitual en
biología se basa en la capacidad reproductiva fértil. Así, un mastín y un caniche
son animales relativamente distintos, pero los agrupamos en la misma especie
(Canis lupus) porque –al menos en teoría– pueden procrear entre ellos otros pe-
rros que, a su vez, pueden seguir procreando perros. Un toro y un búfalo son
animales relativamente semejantes, pero pertenecen a distintas especies porque
no pueden procrear entre ellos.
En general es un criterio claro que se centra en el aislamiento reproductivo
(no en vano las especies se definen como comunidades reproductivas), pero eso
no significa que esté libre de zonas borrosas. Es bien conocido el caso de las
llamadas especies anillo. Una especie anillo es una serie conectada de poblacio-
nes vecinas, cada una de las cuales puede cruzarse con las adyacentes. Sin em-
bargo, entre poblaciones distantes en los extremos se han acumulado tantas dife-
rencias que ya no pueden cruzarse entre sí. En todo caso, aún es posible un cierto
flujo de genes entre las poblaciones, a través de las “fronteras fértiles”. El caso
más conocido es el de ciertas gaviotas en el ártico (Larus).
El problema, claro está, tiene que ver con el hecho biológico de que la repro-
ducción fértil no es una relación transitiva. Si A puede cruzarse con B diremos
que A y B forman parte de la misma especie. Si B puede cruzarse con C, diremos
que B y C pertenecen a la misma especie, pero entonces A y C, que no pueden
cruzarse entre sí, tienen que ser a la vez la misma especie y una especie distinta.
Para los lingüistas esto no es extraño. Ya en el siglo XIX se hablaba de conti-
nuos dialectales y Bloomfield (1933) los definió precisamente como áreas dialec-
tales entre cuyos extremos se perdía la intercomprensión:
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lingüístico. Todos los demás criterios que empleamos son, también en términos
de Dixon, criterios políticos.
Así, por poner ejemplos relativamente claros, según el criterio lingüístico el
serbio y el croata son la misma lengua, pero según criterios políticos son dos len-
guas diferentes. Hace no muchos años (antes de la separación de Serbia y Croacia
en dos estados diferentes) el serbo-croata se consideraba una única lengua tam-
bién desde el punto de vista del criterio político, lo que pone de manifiesto su
carácter arbitrario.
El problema es que la mutua inteligibilidad también es una cuestión de grados
(al fin y al cabo, se basa, como la capacidad de reproducción fértil, en un umbral
de semejanza) y, por tanto, también tendremos que imponer al final un criterio
arbitrario para decidir si la hay o no. Esto es así simplemente porque las lenguas-i
no son ejemplares (tokens) de tipos (types) previamente definidos.
Muchas personas piensan que las lenguas-i son como los objetos matemáti-
cos, de manera que dados varios ejemplares, podemos determinar objetivamente
su identidad tipológica. Si nos dan un conjunto cualquiera de números naturales
(sean 3, 5, 34 y 35), podemos demostrar cuáles pertenecen al conjunto de los nú-
mero pares y cuáles al conjunto de los números impares, o cuáles son números
primos y cuáles no lo son. Lo importante es que en esa operación no entran cálcu-
los de grado de semejanza: no hay un número un poco menos par que el 34 pero
menos impar que el 35, o uno un poco más o menos primo que el 5.
Imaginemos que en lugar de un conjunto de números nos ofrecen un conjunto
de animales (por ejemplo dos ratones, una rata y un gato) y nos piden que los
agrupemos por especies. Nunca podremos ofrecer una demostración matemática
de a qué clase pertenecen ni de que los dos ratones pertenecen a la misma especie.
En el mejor de los casos podríamos compararlos gen a gen. Si hiciéramos eso, en
un momento dado estaríamos en disposición de decir que los dos ratones compar-
ten algunos genes más entre sí que con el resto de organismos, por lo que decidi-
ríamos que pertenecen a la misma especie, de la que están excluidos los demás.
Tendríamos razón, pero no como en el caso de los números, sino simplemen-
te porque hemos establecido que el grado de semejanza entre los dos ratones es
suficientemente alto como para considerarlos, arbitrariamente, de la misma clase.
Nótese que el que afirmemos que el criterio es arbitrario no significa que sea
gratuito o que no sea relevante. Lo único que eso significa es que previamente
hemos establecido, basándonos en criterios externos al propio objeto en cuestión,
cuál es el límite que consideraremos suficiente.
La tarea de decidir si dos lenguas-i pertenecen a la misma lengua-e (sincróni-
ca o diacrónicamente) es, pues, más parecida a la de los ratones que a la de los
números, una tarea basada en consideraciones externas (políticas, sociales, cultu-
rales) a los propios objetos (las lenguas-i).
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Una vez que sabemos que, en sentido estricto, las lenguas (en tanto que lenguas-i)
no cambian a lo largo del tiempo, obviamente aún tenemos que investigar cómo y
por qué sucede que las lenguas-i de generaciones sucesivas van divergiendo hasta
hacerse diferentes y también si hay algún sentido o alguna dirección en dicha
deriva. Abordaremos el estudio de las causas de los cambios lingüísticos en el
capítulo 2, sus mecanismos en los capítulos 3, 4, 5 y 6, y sus consecuencias en el
capítulo 7, pero antes deberíamos intentar comprender mejor qué es lo que cam-
bia en las lenguas, esto es, qué partes o dimensiones de las lenguas humanas pue-
den resultar afectadas por esos procesos de copia imperfecta y cuánto pueden
hacerlo. La pregunta esencial de cuánto pueden cambiar las lenguas no se ha plan-
teado en esos términos en la bibliografía, al menos de manera habitual, pero eso
no significa que la ciencia del lenguaje no se haya ocupado de este asunto. En
realidad la posible respuesta a la pregunta de cuánto cambian las lenguas es la
misma respuesta que la que podamos ofrecer a la pregunta de cuán diversas son
las lenguas entre sí, esto es, de cuáles son los límites, si los hay, de la diversidad
lingüística, dado que la diversidad de las lenguas es una consecuencia obvia de
los cambios lingüísticos. Nótese que en función de la respuesta a esta pregunta,
nuestra perspectiva sobre las causas, los mecanismos y las consecuencias de los
cambios lingüísticos puede ser muy diferente.
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[…], sino que esperan que las lenguas difieran ampliamente y muestren las más
inesperadas idiosincrasias” (Haspelmath, 2008: 93, traducción nuestra).
Ello implica entonces que desde el punto de vista generativista los cambios
lingüísticos estarán estrictamente limitados por aquellos factores que restringen
qué es una lengua humana posible, mientras que este margen se concebirá como
mucho menos restricto desde el punto de vista funcionalista, en el sentido de que
el cambio lingüístico podría, por ejemplo, crear o destruir categorías y funciones
sintácticas.
La diferencia entre estos dos puntos de vista sobre el lenguaje y las lenguas se
puede expresar en los siguientes términos: el modelo funcionalista implica una
aproximación inductiva al lenguaje, mientras que el paradigma chomskyano im-
plica una aproximación deductiva a las lenguas.
En la concepción deductiva se enfoca la lengua-i como el objeto de estudio y,
como en cualquier investigación científica, se construye una teoría sobre las pro-
piedades y principios que rigen ese órgano del lenguaje y se distribuyen las res-
ponsabilidades entre los diversos factores implicados en su desarrollo. A medida
que se van analizando más lenguas-i y estudiando otros sistemas cognitivos, se va
ajustando la teoría inicial intentando siempre que aumente la capacidad explicati-
va sin descuidar la adecuación descriptiva, ineludible en toda ciencia empírica.
Como en el estudio del movimiento de los cuerpos o en el del desarrollo celular,
se asume que las leyes y principios formulados son máximamente generales y que
las peculiaridades observadas se deben seguir deductivamente de la consideración
de factores adicionales (sea el rozamiento, la presencia de ciertas proteínas o los
llamados parámetros, esto es, la diversa manera de satisfacción de principios
lingüísticos universales).
La aproximación inductiva procede de otra manera. Desde esta perspectiva,
los objetos deben estudiarse en sí mismos. Debe hacerse una descripción detallada
de cada objeto en sus propios términos y, una vez agotada o completada dicha
descripción, llega el momento de hacer generalizaciones sobre su posible unifor-
midad subyacente.
La historia de la ciencia desde tiempos de Galileo (y pasando por Newton y
Einstein) nos enseña claramente que la estructura de la investigación científica es
esencialmente deductiva y no inductiva. Aunque este no sea un argumento directo
en nuestra apreciación del rango de variación de las lenguas, parece que una
aproximación puramente inductiva no es recomendable si se quiere lograr una
explicación científica de hechos del lenguaje que se pueda integrar en el grueso
de las ciencias naturales.
Como observa Haspelmath desde el punto de vista funcionalista, para el mo-
delo funcionalista “la descripción está estrictamente separada de la explicación”
(2008: 93, traducción nuestra), pero esa separación es simplemente inconcebible
desde el punto de vista de la ciencia natural.
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la vida no se localiza en alguna propiedad de una sola molécula, –en los deta-
lles– sino que es una propiedad colectiva de sistemas de moléculas en interac-
ción. La vida, así vista, emergió como un todo […], no está localizada en las
partes, sino en las propiedades colectivas emergentes del todo que crean […]
Es el sistema colectivo el que está vivo, sus partes son meros productos quími-
cos (Kauffman, 1995: 18, 24, traducción nuestra).
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tad del lenguaje y por qué lo habrían de hacer solo en la especie humana, perma-
nece como un misterio” (Rothstein y Treves 2010, ibid., traducción nuestra).
La solución para explicar ese misterio es precisamente la de aceptar que el
lenguaje, como sistema emergente, puede tener sus propias propiedades, de mane-
ra que las estructuras lingüísticas serán el resultado de una determinada organiza-
ción y acumulación de procesos neurales necesaria e inevitablemente más bási-
cos. Por supuesto que hay una gran cantidad de investigación por hacer para
determinar la forma, la naturaleza, el alcance y la evolución de los principios que
regulan el origen, el desarrollo y el uso de la facultad del lenguaje de las personas,
así como cuánto esta puede variar en el tiempo y en el espacio, pero no tiene sen-
tido cifrar la controversia en ideas a priori sobre el falso problema del innatismo
y la emergencia de la FL.
Es razonable pensar que en determinados niveles de discusión y de conoci-
miento, ciertos principios serán específicamente lingüísticos (y específicamente
humanos) y que dichos principios habrán de ser reducidos a otros principios que,
en un momento dado y necesariamente, dejarán de ser específicamente lingüísti-
cos (y específicamente humanos). Pero inferir de ello que no existe la FL humana
es un paso ilícito y ciertamente nocivo para una investigación naturalista del len-
guaje, a no ser, obviamente, que se piense que el lenguaje no es un objeto natural,
sino cultural, que es la idea que parece subyacer al modelo funcionalista.
Si definimos la GU como una parte del estado inicial de la FL, esto es, como
el conjunto de principios que determinan la arquitectura de las lenguas humanas y
limitan sus márgenes de variación, la GU en este sentido existe por definición.
Por supuesto, podría objetarse la denominación, que presume que esos principios
son específicamente lingüísticos (de hecho, específicamente gramaticales, si nos
atenemos a la literalidad de la expresión). Tal es la objeción del psicolingüista
Michael Tomasello:
Por supuesto, todas las lenguas del mundo tienen cosas en común […] pero
esos aspectos comunes no proceden de ninguna gramática universal, sino más
bien de aspectos universales de la cognición humana, de la interacción social y
del procesamiento de información, la mayoría de los cuales existían en los seres
humanos antes de que surgiera algo parecido a las lenguas humanas (Tomase-
llo, 2009: 471, traducción nuestra).
En esta objeción hay dos argumentos diferentes entremezclados: por una par-
te, un asunto terminológico de importancia menor en sí mismo y, por otra parte,
un asunto conceptual de importancia central.
El problema terminológico tiene que ver, obviamente, con el significado de la
expresión Gramática Universal. Nótese que Tomasello no tiene problema en
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Figura 1.1. El círculo mayor representa lo que los autores denominan la Facultad
del Lenguaje en sentido amplio (FLA), que excluye otros sistemas que son
necesarios pero no suficientes para el lenguaje, como la memoria o la respiración.
Dentro de la FLA se representa con el círculo interior la Facultad del Lenguaje en
sentido estricto (FLE), que sería –por hipótesis– lo único específicamente humano
y específicamente lingüístico y que, según presupuestos minimalistas, incluiría
únicamente un sistema computacional responsable de la sintaxis y la recursividad.
Adaptada de Hauser, Chomsky y Fitch (2002: 1570).
Por supuesto, estos autores observan que los contenidos de la FLE deben ser
determinados empíricamente y que hasta podría ser un conjunto vacío. En tal caso
(esto es, si se probara que ningún componente de la FLE es exclusivamente hu-
mano y específicamente lingüístico) deberíamos concluir que lo único específi-
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Si nos centramos en estos tres factores podría decirse que el modelo de Prin-
cipios y Parámetros, que asumía la biología geneticista del momento, se basaba
más en los factores de tipo 1, mientras que el programa minimalista, más en sin-
tonía con la moderna biología del desarrollo, se centra en los principios del tipo 3
(principios generales en la determinación de la forma orgánica). Más concreta-
mente, la estrategia de construir una teoría de la FL de “abajo a arriba” consiste
en asumir que por defecto los principios que determinan el desarrollo de la FL
serán del tipo 3, mientras que únicamente el residuo de lo que no pueda recibir
una explicación “fundamentada” debería atribuirse al factor 1:
Si damos un paso atrás y ampliamos la perspectiva con una visión más filosó-
fica, podríamos decir que el objetivo esencial del programa minimalista de la
nueva gramática generativa es mostrarnos que en el lenguaje humano hay más de
necesidad formal y estructural (de perfección matemática, si se quiere), y menos
de puro accidente evolutivo, de capricho histórico aleatorio. Sea como fuere, en lo
que a nosotros nos concierne aquí, el programa minimalista brinda una excelente
perspectiva para entender más adecuadamente los factores que restringen y cana-
lizan los procesos de cambio en las lenguas. Y, como veremos a continuación,
proporciona un modelo explícito de qué ámbitos de la estructura total de las len-
guas-i están sujetos a posible variación y cambio.
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simetría, de computación eficiente, etc.), dado que, en principio, estos dos tipos
de factores serán comunes a todos los seres humanos e invariables en tiempo
histórico.
Más concretamente, si volvemos a la arquitectura general de la FL antes pre-
sentada (figura 1.1), la gramática generativa reciente sostiene la hipótesis bastan-
te radical de que el único ámbito de variación entre las lenguas es el de la llama-
da externalización, esto es, el proceso de conexión entre las representaciones
sintácticas formadas por el sistema computacional (la sintaxis en sentido estricto)
y el componente sensorio-motor (SM). Esto implicaría, expresado de manera
informal, que todas las lenguas tendrían la misma sintaxis (en sentido estricto) y
el mismo componente conceptual-intencional (por así decirlo, la misma semánti-
ca), de manera que los cambios lingüísticos estarían restringidos al ámbito (aún
por definir mejor) de lo que tradicionalmente se considera como fonología y
como morfología. Lo que en otras palabras se está sugiriendo es que la influencia
del entorno lingüístico (el factor 2) únicamente es relevante en la manera en que
se produce la externalización y materialización de las expresiones lingüísticas,
esto es, en la transferencia de los productos del sistema computacional al sistema
sensorio-motor.
Consideremos, aunque sea brevemente, la fundamentación de esta hipótesis
general y en el capítulo 3, dedicado al análisis de los mecanismos del cambio
lingüístico, abordaremos el asunto central de qué tipo de apoyo empírico tiene
semejante propuesta, y el no menos central de qué ventajas explicativas podría
aportar a nuestra comprensión del cambio en las lenguas.
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dilatado en el tiempo (en escala geológica). Este escenario es coherente con dos
hechos fundamentales: la discontinuidad del lenguaje humano con respecto a las
capacidades lingüísticas de especies filogenéticamente cercanas y la inexistencia
de seres humanos en los que no ha evolucionado la facultad del lenguaje, esto es,
que hablen lenguas primitivas (ambos hechos han sido infructuosamente cuestio-
nados, como se discute con más detalle en el capítulo 7).
Como hemos visto, una manera de hacer coherentes la naturaleza biológica-
mente mínima de la GU y la complejidad del “fenotipo” resultante (las lenguas-i)
es la descomposición de la FL en varios componentes que pueden tener una histo-
ria evolutiva independiente y una naturaleza diversa. Así, la clave de la disconti-
nuidad que parece existir entre el lenguaje humano y los sistemas de conocimien-
to y de comunicación de otras especies (incluyendo otros modos de comunicación
humanos) no sería la improbable evolución biológica repentina de un órgano
complejo, que no habría tenido tiempo de evolucionar (especialmente si tenemos
en cuenta que no parece haber ningún antecedente del mismo en especies relacio-
nadas), sino más bien un evento biológicamente mínimo que dotó a los sistemas
preexistentes de un “ingrediente extra”, dando lugar a nuevas e inesperadas pro-
piedades.
En términos más precisos, podría suponerse que los diversos sistemas que
forman parte de la FLA podrían estar presentes en otras especies, pero que la
emergencia evolutiva de la FLE, exclusiva de nuestra especie (o conectada con
los otros sistemas de manera específica en nuestro linaje), daría al complejo po-
tencialidades inexistentes anteriormente, explicando de manera coherente ese
vacío evolutivo aparente.
Chomsky ha formulado explícitamente la hipótesis de que lo que hizo emer-
ger el lenguaje en nuestra especie bien pudo ser un pequeño cambio evolutivo
asociado al ingrediente principal de la FLE: la operación de ensamble ilimitado
(unbounded merge):
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Este escenario sugiere que el sistema computacional que es la FLE fue en ori-
gen, y seguiría siéndolo, un lenguaje del pensamiento independiente de la comu-
nicación y de los sistemas de externalización: “el más temprano estado del len-
guaje habría sido precisamente eso, un lenguaje del pensamiento usado
internamente” (Chomsky, ibid.). Ello implica de manera crucial que la relación
entre la FLE (el sistema computacional) y los sistemas CI y SM es asimétrica.
Tanto Chomsky como otros autores han señalado que hay indicaciones claras de
que el diseño de la FLE (o sea, el sistema computacional o sintaxis interna) está
optimizado para su conexión e interacción con el sistema CI, y no para su cone-
xión con el sistema SM. Esta asimetría explicaría por qué es precisamente en el
proceso de “externalización” y “materialización” de la sintaxis interna donde
aparece la posibilidad de la variación y del cambio lingüístico:
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¿Y qué sucede con la relación entre este sistema interno y el sistema senso-
rio-motor? Ese es el problema de la externalización. Bien, el sistema sensorio-
motor ha estado ahí por cientos de miles de años. Es un sistema completamente
separado. No tiene nada que ver con esa entidad interna. Por tanto, aquí hay un
problema difícil que resolver. ¿Cómo relacionamos ese sistema interno con el
sistema sensorio-motor para la externalización? Bien, es un problema difícil y,
de hecho, si nos fijamos en el lenguaje, es ahí donde radica toda su compleji-
dad. Cuando estudias una segunda lengua, casi todo lo que estudias es la exter-
nalización. Estudias los sonidos, las elecciones léxicas particulares, que son ar-
bitrarias, el sistema flexivo, ya sabes, cómo conjugar los verbos, algunas cosas
sobre el orden de palabras, y así. Eso es casi lo único que tienes que aprender.
No hay que aprender la sintaxis ni la semántica porque ya están ahí. Son parte
de tu naturaleza y probablemente son parte de tu naturaleza porque así es como
funcionan las leyes físicas. […] En los sistemas de externalización es donde
mayoritariamente –quizá algún día descubramos que enteramente– las lenguas
difieren una de otra. La amplia diversidad de las lenguas está casi enteramente,
puede que enteramente, en el proceso de externalización, el proceso secundario
de volcar el sistema interno en el sistema sensorio-motor. Ahí es también donde
las lenguas son proclives al cambio, bien por la jerga juvenil, por una invasión
o por cualquier otra cosa. Ahí es donde las lenguas cambian mucho, ahí es
donde varían (Chomsky, 2010: 20-21, traducción nuestra).
De acuerdo con este modelo, la sintaxis interna sería universal (común a todas
las lenguas) e invariable (insensible al cambio histórico). Si esto fuera así, las
diferencias entre la sintaxis de las lenguas y los cambios sintácticos deberían en-
tenderse como consecuencia de la variación en el ámbito de la externalización del
sistema computacional, esto es, como consecuencia de la variabilidad en las len-
guas de los sistemas de conexión entre el sistema computacional y el sistema SM.
En la actualidad hay diversos modelos de desarrollo de estas ideas que trabajan en
esta dirección: intentar mostrar que las diferencias sintácticas entre las lenguas
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El cambio lingüístico: conceptos básicos y asunciones previas
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El cambio lingüístico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
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El cambio lingüístico: conceptos básicos y asunciones previas
45
2
Las causas de los cambios
lingüísticos
Aunque la obra magna de Charles Darwin, El origen de las especies por medio de la
selección natural, suele superar el medio millar de páginas en las ediciones en rústi-
ca de tipo menudo, su contenido se puede resumir en unas pocas palabras: la estruc-
tura de los seres vivos es el resultado de la evolución, y la evolución no es más que
el resultado de la variación ciega y aleatoria sometida a la acción de la selección
natural. En la evolución, en el cambio, no hay diseño ni designio, no hay dirección
ni finalidad. Como dejó Darwin escrito en sus memorias, “en la variabilidad de los
seres orgánicos y en los efectos de la selección natural no parece haber más designio
que en la dirección en la que sopla el viento” (Darwin, 1893/2000: 63, traducción
nuestra).
En cualquier caso, cosa que Darwin no ignoraba, la estructura, la forma de los
seres vivos tiene que ser consecuencia necesariamente de dos tipos de factores: la
contingencia histórica, por supuesto, pero también las leyes que rigen el universo.
La biología evolutiva ha estado dividida sobre cuál de los dos factores tiene más
peso en la explicación de la forma efectiva de los seres orgánicos, y una contro-
versia paralela se presenta, como veremos, en el ámbito de la teoría del cambio
lingüístico y de la teoría lingüística en general.
Por supuesto, el paralelismo que proponemos entre la teoría de la evolución y
la lingüística histórica es deudor del paralelismo más básico que ya hemos suge-
rido, aquel que se produce entre las lenguas y las especies y sus modos de evolu-
ción. En el presente capítulo formularemos de manera más precisa los términos
de la comparación entre las lenguas humanas y las especies naturales y, partiendo
de dicha propuesta, buscaremos inspiración en la teoría evolutiva y su desarrollo
para intentar comprender mejor cuáles son las causas de los cambios lingüísticos.
La conclusión que vamos a alcanzar afirma que, aunque es obvio que hay
ciertos límites a esta comparación, los mismos se deben esencialmente al medio
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El cambio lingüístico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
Desde el punto de vista naturalista que informa esta aproximación, el lenguaje es,
como hemos visto en el capítulo 1, una propiedad de nuestra especie y la lengua
que habla una persona (la lengua-i) es su órgano del lenguaje. Por ello, como ha
sugerido durante años Chomsky, la lingüística, esto es, el estudio del órgano del
lenguaje de las personas, debe concebirse como un tipo muy abstracto de biolo-
gía. Siguiendo a Jenkins (2000), y por evitar equívocos, podríamos denominar a
la lingüística así entendida como biolingüística.
El objeto de estudio de la biología es, por supuesto, la vida. El objeto de estudio
de la biolingüística es, por supuesto, el lenguaje. Este será el primer escalón de nues-
tra aproximación a la comparación entre lenguas y especies, entre lingüística y bio-
48
Las causas de los cambios lingüísticos
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El cambio lingüístico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
También veo con qué gran efecto puede Vd. usarla en nuestras ocasionales
discusiones sobre el diseño; de hecho, apenas veo cómo evitar una conclusión con-
traria al diseño especial (Carta de Asa Gray a Darwin, 1862, apud Alter, 1999: 56,
traducción nuestra).
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Las causas de los cambios lingüísticos
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El cambio lingüístico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
mán afincado en Oxford que había aplicado su teoría de la evolución por selección
natural al cambio lingüístico. Por supuesto, la aplicación de Müller es defectuosa,
ya que predice que el cambio lingüístico es un proceso de optimización, mejora o
refinamiento que, como discutiremos con detalle, no tiene ningún fundamento em-
pírico (a no ser que queramos decir que el español es una lengua mejor y más ade-
cuada que el latín o el sánscrito). La introducción por parte de Darwin del “amor a
la novedad” de los seres humanos nos sitúa mejor sobre la pista correcta de qué tipo
de motivaciones explican por qué ciertas variantes lingüísticas triunfan y se expan-
den y otras desaparecen. Y esa razón no es, como discutiremos con detalle en 2.3,
su “valor inherente y propio”, como decía Müller, sino el prestigio social.
Como ha mostrado con especial claridad en documentadas y minuciosas in-
vestigaciones empíricas William Labov, el factor crucial en la explicación de la
difusión de las variantes lingüísticas es esencialmente social, singularmente la
imitación por parte de los hablantes de normas o variantes percibidas como pres-
tigiosas o atractivas (que lo mismo pueden ser novedosas o arcaizantes). Si los
hablantes escogen un determinado uso de una palabra sobre otro, o pronuncian un
sonido de una manera y no de otra, no es porque la forma elegida tenga un valor
inherente mejor a las otras variantes, ni porque una “mano invisible” los guíe por
una determinada ruta, sino porque así hablan las personas a las que quieren pare-
cerse, las que admiran o las que más aparecen en su entorno habitual.
Nótese que Darwin concluye afirmando que esa conservación de ciertas pala-
bras y formas afortunadas en la lucha por la existencia es una selección natural, no
como la selección natural. Como sugiere Alter (1999), al declarar el naturalista que
la evolución de las especies y las lenguas eran paralelas, cada lado de la ecuación
servía para explicar el otro, por lo que la analogía daba la impresión de suficiencia
interna: en cualquier dirección que apuntara, la comparación suponía el evolucio-
nismo darwiniano, dando a entender que los mecanismos puramente naturales eran
suficientes para producir tanto el desarrollo lingüístico como el biológico. Esta es
una hipótesis que –en lo que respecta al cambio lingüístico– Darwin no se molestó
en justificar, ocupado como estaba en argumentar acerca de la evolución natural.
La tarea que nos queda por delante es mostrar que, en efecto, las lenguas cambian
como lo hacen las especies y, en tal caso, explicitar claramente cuáles son exacta-
mente los términos de la comparación entre los dos órdenes, algo que no hacen ni
la formulación de Darwin ni otras muchas aportaciones posteriores.
52
Las causas de los cambios lingüísticos
un conocido pasaje afirma que las lenguas son organismos naturales, por lo que la
lingüística (la glótica decía, en analogía a la botánica) es una ciencia natural:
Las lenguas son organismos de la naturaleza; nunca han sido dirigidas por
la voluntad humana; surgen, se desarrollan por sí mismas de acuerdo con leyes
definidas; envejecen y mueren. Las lenguas están sujetas también a esa serie de
fenómenos que incluimos bajo el nombre de “vida”. La ciencia del lenguaje es
consecuentemente una ciencia natural; su método es en general el mismo que el
de cualquier ciencia natural (Schleicher, 1863: 20-21, traducción nuestra).
Una argumentación que a todo lector atento actual le sonará muy familiar, ya
que es idéntica a la que ha usado Chomsky en diversas ocasiones para justificar el
carácter de ciencia natural de la gramática generativa:
Nos gustaría poder instalar un laboratorio dentro del Sol para poder obte-
ner pruebas más directas, pero como somos incapaces de hacerlo, debemos
probar y confirmar nuestra teoría en forma indirecta. [...] Carece de sentido
pedir otra clase de justificación para atribuir realidad física a las construccio-
nes de la teoría que no sea considerar su adecuación para explicar la evidencia
y su conformidad con el conjunto de la ciencia natural contemporánea”
(Chomsky, 1980: 203).
53
El cambio lingüístico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
Las especies de un género son lo que llamamos las lenguas de una familia,
las razas de una especie son para nosotros los dialectos de una lengua; los sub-
dialectos o patois se corresponden con las variedades de la especie y aquello
que es característico del modo de hablar de una persona se corresponde con el
individuo (Schleicher, 1863: 32, traducción nuestra, la cursiva también).
54
Las causas de los cambios lingüísticos
tome en serio la aproximación naturalista. Solo desde este punto de vista natura-
lista la correlación tiene realmente la capacidad explicativa que esperamos de una
comparación que sea algo más que una ilustración. No necesitamos un modelo de
proyección de la teoría de la evolución a los objetos culturales, puesto que ni el
lenguaje ni las lenguas lo son en el sentido relevante.
Como hemos visto en el capítulo 1, la concepción naturalista del lenguaje se
asienta en la idea de que la FL es una atributo biológico de la especie humana que
posibilita que podamos adquirir, conocer y usar una lengua y que impone ciertas
propiedades, constantes históricamente y universales, a las lenguas naturales.
Cada lengua-i es pues, además de un objeto natural, un objeto histórico restringido
en su estructura por la FL. Hasta el momento hemos sugerido una correlación entre
el orden biológico y lingüístico en los términos representados en el cuadro 2.1.
Como se ve en el mismo, las entidades equivalentes al organismo, al individuo
(animal, planta, etc.) que compone una especie no son, como en las analogías
habituales, los componentes de una lengua (como los fonemas, morfemas, pala-
bras o construcciones), sino que son precisamente los órganos del lenguaje de las
personas (lenguas-i), esto es, lo que Schleicher intuía como “la manera caracterís-
tica de hablar de una persona”.
CUADRO 2.1
Propuesta de correlación (preliminar)
Evolución natural Evolución lingüística
Vida Lenguaje
Organismo Lengua-i
Especie Población de lenguas-i
Una especie lingüística (una lengua) estará constituida entonces por un con-
junto o población de órganos del lenguaje o lenguas-i, esto es, por un conjunto de
objetos naturales históricamente modificados, como los propios organismos natu-
rales. Es importante que no caigamos en el error de identificar las lenguas-i, los
órganos del lenguaje, con las personas enteras. El individuo que forma una espe-
cie lingüística no es el hablante, sino su lengua-i, su órgano del lenguaje. Así, los
individuos que forman las especies lingüísticas, como los que forman las especies
naturales, no tienen propensiones ni tendencias adaptativas o evolutivas de ningún
tipo. Los organismos, como las lenguas-i, “sufren” la evolución, pero no tienen
ningún control sobre ella (véase el apartado siguiente para un desarrollo de esta
idea esencial).
55
El cambio lingüístico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
56
Las causas de los cambios lingüísticos
1. Inversión de sujeto
Fr. Jean arrivera (*Arrivera Jean)
Ing. John comes (*Comes John)
It. Verrà Gianni (Gianni verrá)
Esp. Vendrá Juan (Juan vendrá)
2. Omisión de sujeto
Fr. Il arrivera (*Arrivera)
Ing. He comes (*Comes)
It. Verrà
Esp. Vendrá
3. Extracción de sujeto
Fr. *Qui veux-tu que _ épouse Jean?
Ing. *Who did you say that _ saw John in the park?
It. Chi credi che verrà
Esp. ¿Quién crees que vendrá?
4. Verbos meteorológicos
Fr. Il pleut / *Pleut
Ing. It rains / *Rains
It. Piove
Esp. Llueve
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El cambio lingüístico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
todas las propiedades reflejadas en los ejemplos tienen el mismo grado de evi-
dencia en el estímulo lingüístico del entorno).
El problema de la teoría paramétrica no está en su lógica interna, sino en la
concepción de la GU en la que se inspiraba, que (como hemos visto en el capítu-
lo 1) ha sido revisada en el desarrollo del programa minimalista a favor de un
modelo con más peso en factores de tipo 3 (generales) que en factores de tipo 1
(específicos). El paso del peso en la explicación del factor 1 al factor 3 implica,
en lo que ahora nos afecta, que la diversidad estructural de las lenguas ya no pue-
de capturarse en un modelo paramétrico tradicional, precisamente porque no exis-
ten apenas principios específicamente lingüísticos que puedan parametrizarse, y
los factores de tipo 3 han de ser por definición universales e invariables. Pero si
prescindimos de una GU ricamente especificada en favor de un sistema más sim-
ple complementado con factores del tercer tipo ¿cómo podemos dar cuenta de los
efectos paramétricos? En otras palabras: ¿dónde están los parámetros, dónde están
los genes de las lenguas?
La respuesta más común es la llamada conjetura de Borer-Chomsky, según la
cual todos los parámetros de variación son atribuibles a diferencias en rasgos de
ciertas categorías del léxico-i. Ello implica que los parámetros son léxicos en el
sentido de que la diversidad estructural entre las lenguas no se seguiría de opcio-
nes paramétricas que afectan a toda la gramática de una lengua, sino de diferen-
cias en la forma y contenido de las entradas léxicas que guían la materialización
de las estructuras. Más concretamente, según la conjetura Borer-Chomsky men-
cionada, se seguirán de diferencias en la manera en que cada una de las categorías
funcionales o clases de categorías funcionales que determinan la proyección sin-
táctica de las oraciones se expresan morfológicamente (una visión que analizare-
mos con más detalle en el capítulo 6).
Así, por ejemplo, si en una lengua la categoría responsable de la definitud está
lexicalizada tendremos una lengua con artículos, pero si no lo está, tendremos una
lengua sin ellos (en la que los nombres se moverán quizá a esa categoría sin reali-
zación fonológica propia o quizá en la que la definitud se exprese por medio de
afijos; véase el apartado 3.4 para más detalles). Este tipo de diferencias es lo que
se ha dado en llamar microparámetros y el grueso de la investigación actual asume
que todos los parámetros son microparámetros (véase Biberauer, 2008 para una
revisión actualizada). Esta teoría tiene atractivos indudables: se relaciona bien con
el modelo minimalista al no requerir de muchos principios ad hoc para explicar la
parametrización y también con el propio hecho de la adquisición, pues es evidente
que el léxico es algo que debe aprenderse, al menos en parte sustancial, del en-
torno. También está en buena sintonía con la intuición –tradicional ya en el estruc-
turalismo– de que el léxico es el repositorio de la irregularidad y la diferencia.
Como hemos adelantado, el léxico-i (incluyendo esencialmente la morfología
flexiva) es concebible como un sistema de interfaz entre el sistema computacional
58
Las causas de los cambios lingüísticos
CUADRO 2.2
Propuesta de correlación (versión final)
Ámbito biológico Ámbito lingüístico
Vida Lenguaje
Organismo Lengua-i
Especie Población de lenguas-i
ADN GU
Gen Parámetro
Reproducción fértil Mutua inteligibilidad
Desarrollo Adquisición
Mutación Reanálisis
Selección natural Prestigio social
59
El cambio lingüístico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
60
Las causas de los cambios lingüísticos
Al adoptar una teoría del lenguaje en la que el objeto de estudio central es la len-
gua-i (la FL de cada persona, un objeto natural históricamente modificado), he-
mos planteado una equivalencia entre la lengua-i en el plano lingüístico y el indi-
viduo orgánico en el plano biológico. Ello implica primordialmente que la
persona, el individuo que posee una lengua-i se desdibuja como un agente del
proceso de cambio lingüístico y pasa a ser, con sus deseos e intenciones, incluso
con sus propias ideas sobre su lengua, un factor ambiental más, una parte del pai-
saje adaptativo en el que se desenvuelven las lenguas-i a lo largo del tiempo, de
generación en generación.
Ello implica entonces que las lenguas-i no están sujetas en su evolución a la
intención de los hablantes, no más que los organismos naturales están sujetos en
la suya a su propia voluntad o intenciones o a las del entorno natural. Este punto
de vista es la base de la afirmación, crucial en este libro, de que el cambio lingüís-
tico es un proceso de evolución natural.
La respuesta más directa a tal cuestión es asumir, tal y como propone Pinker
(1994, capítulo 8), que el mecanismo evolutivo en las lenguas es el mismo que el
del mundo natural, esto es, que se basa en los mismos principios: la herencia, la
mutación y el aislamiento.
La herencia explica que los organismos se parezcan a sus descendientes (los
leones tienen cachorros de león y no pollitos); la mutación explica que (por diver-
sas razones) los descendientes no sean exactamente idénticos a sus progenitores;
la replicación es imperfecta. La mutación genética y otros factores generan varia-
ción en los organismos y es precisamente sobre la variación entre los organismos
sobre la que actúa la selección natural. El aislamiento impide que la selección
natural sea homogénea en todas las poblaciones, propiciando la distribución de-
sigual de variantes entre diversas poblaciones.
En las lenguas sucede exactamente igual; los hijos hablan la misma lengua
que sus padres (en el supuesto de que estos los críen), pero no exactamente la
misma. A veces se producen reanálisis que generan variación, y de la variación se
sirve la selección social que nos lleva a adoptar nuevas formas y transmitirlas,
61
El cambio lingüístico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
junto con las tradicionales, a las generaciones sucesivas. Barreras físicas y socia-
les impiden la homogeneización y la nivelación de las frecuencias relativas de
variantes.
Darwin nos enseñó que el significado del término evolución en biología evo-
lutiva no es (o no debería ser) mejoramiento, optimización o refinamiento, sino
simplemente la transmisión diferencial de ciertas variantes por encima de otras. Y
lo mismo se debe aplicar a las lenguas si nos tomamos la analogía en serio, como
estamos haciendo.
Esto es crucial, pero no siempre ha sido bien entendido. Muchas de las com-
paraciones entre la evolución de las lenguas y de las especies que se han hecho
tras Darwin, incluyendo la muy temprana de Max Müller, han ido en la dirección
equivocada, fundamentalmente por dos razones, que bien podrían ser las dos ca-
ras de la misma moneda: (a) porque con frecuencia se han inspirado en una visión
simplista de la teoría de la evolución, según la cual la adaptación al entorno es lo
único que necesitamos para explicar la estructura efectiva de los seres vivos y (b)
porque se han basado en una concepción teleológica o finalista de los cambios
lingüísticos, según la cual los cambios lingüísticos estarían dirigidos a un fin de-
terminado. Pero las dos cosas son falsas.
Es cierto que la teoría de la evolución estándar dice que los organismos que
mejor se adaptan a su entorno son los que sobreviven, lo que es correcto. Sin em-
bargo, muchas veces, en el ámbito de la divulgación (que solía ser el que frecuen-
tan los lingüistas) se formula en otros términos: los organismos se adaptan para
sobrevivir o, peor aún, los organismos evolucionan para adaptarse mejor al me-
dio ambiente y así sobrevivir. Obviamente esto es incorrecto. Nadie que lo piense
detenidamente cree que eso sea posible en el ámbito natural. Los organismos no
se adaptan a nada evolutivamente: se limitan a crecer, procrear y morir. Si, como
resultas de ese proceso iterado, algunos cambios hacen que a ciertas poblaciones
les resulte más fácil crecer y procrear, dichas poblaciones se extenderán (normal-
mente en detrimento de las demás), y entonces diremos que han evolucionado.
Los organismos no se adaptan sino que, si acaso, resultan adaptados. Y en todo
caso, la noción de adaptación no deja de ser subjetiva y valorativa.
Sin embargo, cuando hablamos de las lenguas la cosa cambia. La mayoría de
la gente, incluyendo a muchos investigadores, cree que el cambio lingüístico está
orientado a un fin, que tiene unos objetivos. Pero no es así. Las lenguas no cam-
bian para adaptarse a nada, ni para ser más expresivas o más coherentes, más fáci-
les de utilizar o de aprender o más o menos complejas. Simplemente cambian por-
que se replican de manera imperfecta, esto es, porque en el paso de generación en
generación se producen variantes que los hablantes transmiten diferencialmente.
Como decíamos, es cierto que, aunque de manera ciega y azarosa, los orga-
nismos naturales resultan adaptados al entorno. Pensemos en un hipopótamo o en
una ballena. Está claro que están adaptados para vivir en el agua, pero esa sensa-
62
Las causas de los cambios lingüísticos
ción emerge solo si los comparamos con una vaca o un antílope y no, por ejem-
plo, con una carpa o con un atún.
Igualmente podría alegarse entonces (y se ha hecho) que las lenguas, de algu-
na manera, se adaptan a la cultura que las habla, se adaptan a la cosmovisión o a
la perspectiva del mundo de sus hablantes. Si esto fuera así, deberíamos esperar
que hubiera algún tipo de correlación entre la estructura de las lenguas y el en-
torno cultural en el que se hablan. Este es el punto de vista de muchos relativistas
modernos, normalmente basados en una concepción teleológica (explícita o im-
plícita) de los cambios lingüísticos. Pero tenemos muchas razones para pensar que
eso es erróneo, más allá de aspectos superficiales del léxico sustantivo (tal y como
se discute con detalle en el capítulo 7). En este caso el error no está solo en atri-
buir direccionalidad o finalidad a los cambios, sino en identificar inadecuadamen-
te el entorno.
Cuando decimos que un organismo se adapta al entorno, en realidad no que-
remos decir que el entorno le proporcione la estructura o lo moldee (si fuera así,
las ballenas no deberían tener que emerger para respirar, ni deberían tener huesos
y piel, sino espinas y escamas, como las sardinas); lo que decimos simplemente es
que ciertos rasgos fenotípicos tienen mayores o menores posibilidades de ser se-
leccionados, dadas las condiciones del entorno. El hecho de que haya distintos
entornos posibles explica en última instancia que haya distintas especies. Con el
cambio lingüístico sucede lo mismo: simplemente ciertas variantes lingüísticas
tienen mayores posibilidades de ser elegidas que otras, primordialmente en fun-
ción de factores externos, tales como el prestigio o la moda. El entorno obviamen-
te influye en la selección de variantes, pero es difícil de delimitar. Hablar de cul-
tura, de ideología o de visiones del mundo es demasiado laxo y general. Cuando
se habla del entorno en el caso de la evolución de las lenguas no se puede consi-
derar únicamente la sociedad o la cultura de los hablantes, sino también su propia
estructura biológica y su organización cognitiva, que canalizan los cambios y
funcionan como elementos restrictores de la variación.
De hecho, también en el mundo natural el entorno puede llegar a ser muy
complejo. Si pensamos en una ballena, nos viene a la mente el medio físico en el
que vive, el agua del mar. Pero si pensamos en un pavo real, el entorno físico en
el que vive no será de mucha ayuda para explicar algunas de sus propiedades
anatómicas. Al menos a los machos, la cola hipertrófica que tienen no les ayuda
precisamente a pasar inadvertidos y a escapar con agilidad de los depredadores.
Pero las hembras seleccionan esas colas, quizá simplemente porque les gustan.
Claro que se puede decir que el pavo real se ha adaptado al entorno, pero siempre
que ampliemos la noción de entorno e incluyamos en el entorno a las pavas y sus
preferencias de apareamiento.
Lo mismo sucede con las lenguas: la cantidad de factores distintos que pueden
determinar la suerte de las variantes lingüísticas es tan compleja y variada que
63
El cambio lingüístico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
Algunos teóricos del cambio lingüístico han visto esto con claridad. De manera
singular, el germanista Roger Lass (1980, 1997) enmarca su visión del cambio
lingüístico en una teoría generalizada de la evolución de la que las especies y las
lenguas solo serían capítulos particulares, una teoría generalizada que se refiere a
sistemas autorreplicantes imperfectos. En pocas palabras se puede decir que Lass
reintroduce el modelo schleicheriano en el que una lengua es una entidad autó-
noma que evoluciona independientemente de los hablantes y de sus intenciones o
tendencias. De forma explícita afirma: “No creo que el cambio lingüístico sea el
resultado de la ‘acción humana’ excepto de una manera distante, secundaria y
probablemente carente de interés” (Lass, 1997: 337, traducción nuestra).
Argumenta Lass, frente a teóricos del cambio lingüístico como Anttila (1989)
o Keller (1990), que las aproximaciones a la explicación del cambio lingüístico en
64
Las causas de los cambios lingüísticos
términos de “acción” por parte de los hablantes, bien sea en términos de “motiva-
ción funcional”, de “racionalidad inconsciente” o de “objetivos cognitivos” son
teórica y empíricamente inadecuadas.
En pocas palabras se podría plantear el problema en los siguientes términos:
¿cómo es posible traducir un cambio de orden de palabras de SOV a SVO, una
mutación consonántica o la pérdida de caso morfológico en términos de creencias,
actitudes o intenciones? Aunque podamos ser imaginativos y eficaces proponien-
do vinculaciones (y muchos autores lo han sido), no deja de ser cierto que cual-
quiera de esos procesos de cambio estructural abarca temporalmente más que la
vida de cualquier hablante individual. Incluso los cambios que actualmente (en un
modelo de equilibrio interrumpido) se consideran relativamente abruptos suelen
implicar a varias generaciones de hablantes y muchos tardan varios siglos en
completarse. Obviamente, estos cambios no pueden explicarse acudiendo a la
voluntad, la intención o la acción de un individuo, ni siquiera aunque nos limite-
mos a decir que el individuo es inconsciente y que solo provoca el inicio del cam-
bio, o que funciona como un detonante ciego del proceso (que luego será guiado
por una “mano invisible”). Porque incluso si este fuera el caso, la explicación
basada en la acción (consciente o inconsciente) sería falsa.
Saussure, además de inspirador del estructuralismo moderno orientado al es-
tudio sincrónico del lenguaje, era un consumado especialista en lingüística histó-
rica y fue muy claro al respecto cuando hablaba precisamente de la inmutabilidad
del signo: “Los sujetos son, en gran medida, inconscientes de las leyes de la len-
gua; y si no se dan cuenta de ellas ¿cómo van a poder modificarlas?” (Saussure,
1916: 144).
Aunque el argumento es simple y fácil de comprender, con frecuencia ha sido
rechazado, probablemente porque implica que toda explicación del cambio lin-
güístico como un proceso motivado de alguna manera es incorrecta. Ciertamente
tendemos a pensar que para comprender un proceso debemos encontrar las causas
que lo motivaron, y rechazamos toda explicación que no nos dé alguna motiva-
ción. Los motivos parecen jugar un papel esencial en la explicación de cualquier
evento humano, de manera que no suele ser suficiente con saber que algo sucedió,
dónde sucedió y quiénes o qué intervinieron, sino que también queremos saber
por qué. Esto es comprensible, pero no es un argumento racional.
Como señala Lass (1997: 341 y ss.), muchos teóricos del cambio lingüístico
(especialmente los de persuasión funcionalista) suelen fundamentar la explicación
del cambio en tendencias dinámicas internas, esto es, ciertas tendencias universa-
les que actúan sobre sistemas “desequilibrados” o “no óptimos”, proporcionando
otros más equilibrados, más cercanos a lo óptimo, más simples o menos marca-
dos, por emplear una terminología más o menos equivalente en diversas aproxi-
maciones. Esa concepción inherentemente teleológica del cambio lingüístico es la
65
El cambio lingüístico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
66
Las causas de los cambios lingüísticos
Junto con esto, quedaría el problema de cómo se las arreglan los hablantes pa-
ra llevar a cabo los cambios. Lass (1997: 359 y ss.) y McMahon (1994: 314 y ss.)
argumentan convincentemente tanto en contra de la concepción de la actuación
del hablante en términos de “profilaxis” como en términos de “terapia”. Los mis-
mos problemas tendrían las teorías que en vez de confiar en tendencias cognitivas
como las señaladas se formulan en términos de la facilidad o dificultad respecto
del aprendizaje. Por ejemplo Bauer (citada por Lightfoot, 1999: 215) argumenta
que el latín era una lengua difícil de aprender por su estructura preferente de nú-
cleo a la derecha, y que por ello cambió al núcleo a la izquierda en las lenguas
romances. Pero entonces por qué el latín llegó a ser (parcialmente) del tipo SOV
es algo que, según esa autora, “aún debe ser explicado”.
Si mantenemos la explicación de un cambio dado en la tendencia cognitiva X
y no reconocemos las excepciones como contraejemplos, sino que simplemente
decimos que es una tendencia general que aún no se ha instanciado en ciertos
casos, entonces lo que estamos haciendo es convertir la hipótesis de la tendencia
cognitiva X en una hipótesis infalsable y, por tanto, no científica. En consecuen-
cia, aunque funcione bien en algunos casos, tendremos que rechazarla como una
explicación. Esa es la práctica científica normal.
Pero en el ámbito de la explicación del cambio lingüístico esa práctica no rige
por lo general. Lo habitual es todavía que todo cambio estructural que encaje en
una motivación cognitiva o psicológica (tendencia a la iconicidad, al equilibrio
forma/significado, etc.) se explique según esas tendencias y, aún más, se conside-
re una prueba de la existencia de esas tendencias, mientras que los contraejem-
plos no se consideran tales porque, o bien se explican con tendencias opuestas o
en conflicto, o bien simplemente se consideran “estados inestables” a la espera de
que se aplique la tendencia “latente”.
Estas y otras consideraciones permiten a Lass (1997: 350) establecer una con-
clusión relevante que definiremos como la hipótesis uniformitaria: no importa
realmente en qué estado estructural esté una lengua, porque todo estado en el que
esté una lengua es adecuado por definición, o de lo contrario no existiría.
Discutiremos con más detalle la hipótesis uniformitaria y sus implicaciones
metodológicas y empíricas en el capítulo 7. De momento, cabe señalar que esta
hipótesis es plenamente compatible con una concepción del lenguaje naturalista
como la descrita en el primer capítulo, según la cual toda lengua, independiente-
mente de su “antigüedad” histórica está estrictamente constreñida por la FL, que
es insensible al tiempo histórico. Si esto es así, es decir, si, por utilizar la termino-
logía de Lass (1997: 366), todos los estados de una lengua son “equifuncionales”,
el cambio lingüístico no puede mejorar un estado lingüístico ni satisfacer requisi-
tos que no se satisfagan ya.
Esta conclusión es plenamente razonable si pensamos de nuevo en la evolu-
ción de las especies. No tiene sentido decir que un cambio evolutivo da lugar a
67
El cambio lingüístico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
Todos los intentos de explicar el cambio como una tendencia psicológica o cogni-
tiva se enfrentan a una paradoja: el cambio se inicia en el individuo (que es el
depositario de esas “motivaciones”), pero se implementa en la comunidad (que
carece de ellas).
Hemos asumido que una lengua natural dada, por ejemplo el español, solo
tiene existencia en las mentes de los individuos, esto es, que no tiene una existen-
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Las causas de los cambios lingüísticos
cia independiente y que una comunidad lingüística no es, por tanto, más que la
suma de sus hablantes. Como observa Lass, si la motivación de un cambio lin-
güístico es realmente psicológica o cognitiva, entonces el cambio debería produ-
cirse simultáneamente en todos los hablantes de una determinada comunidad
(“pansocialmente”, viene a decir), pero sabemos que eso nunca sucede así. Los
cambios se inician en algunos individuos y acaban extendiéndose a otros muchos.
Si aducimos que solo algunos miembros de la comunidad experimentan esa “pul-
sión” que lleva a la innovación, entonces estamos rebajando seriamente la plausi-
bilidad de una explicación cognitiva o psicológica. Si el cambio se basa en una
tendencia cognitiva del hablante, no se propagaría por las comunidades lingüísti-
cas siguiendo patrones sensibles a variables sociales como el prestigio, la edad o
el sexo, pero sabemos que lo hace siempre así.
Tal y como penetrantemente señala Lass (1997: 363), toda explicación del
cambio lingüístico basada en propiedades mentales o tendencias o deseos del
individuo, en realidad neutraliza al propio individuo: se interpreta el cambio como
si ocurriera en un hablante individual con sus habilidades cognitivas y propensio-
nes, etc., y esta situación individual se proyecta luego a la historia colectiva de
una lengua, que se convierte en la suma de un conjunto de actos individuales
idénticos. Por último, se vuelve a revertir la proyección y la lengua se convierte
en un individuo, lo que nos permite hablar de tal motivación o de tal tendencia de
una lengua.
Por supuesto, como ha mostrado Labov, los cambios son iniciados por ciertos
individuos y luego se difunden entre más individuos de generaciones posteriores,
pero entonces no cabe decir que la motivación del cambio está en tal o en cual
propensión del individuo, pues el cambio ya es un hecho colectivo.
En ese sentido es en el que Lass afirma que, salvo que sea realmente arbitra-
ria, no tiene ningún sentido que una innovación lingüística esté sometida en su
difusión a factores contingentes como la edad, el sexo o el prestigio social. Si la
motivación para aceptar o copiar una innovación lingüística es esencialmente
social, es obvio que no es funcional (aun en el improbable caso que lo fuera en
el inicio), salvo que, como observa sarcásticamente Lass (1997: 364), presiona-
dos por el prestigio social, los hablantes se dieran cuenta de que también ellos
están al fin y al cabo sujetos a esas motivaciones cognitivas o psicológicas ini-
ciales.
Por eso hemos afirmando en el capítulo anterior que en realidad las lenguas
no cambian. Para poder decir con cierta propiedad que la lengua X ha cambiado
tenemos que construir una entidad compleja y abstracta que incluye las lenguas-i
de comunidades de hablantes de X de diferentes épocas. Ese constructo no es un
objeto natural en el mismo sentido que lo es una lengua-i. Hemos llamado a ese
complejo lengua histórica, en contraste con la lengua natural (conjunto de len-
guas-i).
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El cambio lingüístico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
Hemos visto que la idea de que una lengua solo tiene existencia en las mentes
de los individuos es una grave dificultad para una explicación motivada o fun-
cional del cambio lingüístico, pero es importante observar de nuevo que es preci-
samente esa la noción de lengua con la que estamos operando (lengua-i). Por
tanto, una lengua histórica como lo que llamamos lengua española no es un ob-
jeto de estudio lícito desde este punto de vista. No es un objeto natural, sino un
constructo. El español como lengua histórica contiene fenómenos puramente
históricos y contingentes como el sustrato vasco, el origen geográfico de los pri-
meros pobladores romanos de la Península o las diversas guerras contra los mu-
sulmanes que, obviamente, no forman parte de la dotación cognitiva inicial que
permite a los hijos de los hispanohablantes aprender a hablar y usar esa lengua (o
cualquiera otra).
Por supuesto, el hecho de que las lenguas tengan una dimensión histórica y
que puedan (y deban) analizarse y estudiarse como sistemas históricos no implica
que las lenguas sean únicamente entidades históricas o instituciones sociales. Una
lengua cualquiera (una lengua-i), en tanto en cuanto es un sistema de conocimien-
to de un ser humano, como hemos visto, ya no es un objeto netamente histórico,
sino que es un objeto natural, una propiedad o un estado de la mente o del cerebro
de una persona.
Quizá una comparación un tanto burda pueda arrojar algo de luz en este pun-
to. Podemos imaginar el cráneo como una entidad histórica. De hecho, podría-
mos trazar la evolución histórica (en tiempo geológico, claro) del cráneo hu-
mano partiendo de un estado muy similar al del cráneo del chimpancé (e incluso
ir más atrás y comenzar con el cráneo de un reptil ancestral). Es posible decir
lícitamente que desde este punto de vista el cráneo es un objeto histórico, e in-
cluso podríamos decir que es un sistema complejo adaptativo y hasta que es un
sistema replicante imperfecto (como cualquier especie natural). Es posible ima-
ginar que podríamos derivar leyes históricas específicas de la evolución de los
cráneos que no se aplicaran a la evolución de los hígados o de los sistemas in-
munológicos, pero todo ello no nos autorizaría en modo alguno a decir que el
cráneo no es un órgano, que no es una realidad biológica, que es un puro objeto
abstracto.
Del mismo modo, una lengua se puede analizar desde el punto de vista histó-
rico (y quizá solo desde ese punto de vista podamos explicar sus “leyes” de evo-
lución), pero sería un grave error pensar que es únicamente eso, que esa es su
naturaleza. Los cráneos tienen propiedades puramente históricas que no son ins-
tanciaciones directas de leyes naturales, en el sentido de que factores externos y
contingentes como el clima o una hambruna podrían haber dado como resultado
un cráneo ligeramente distinto (más combado, menos capaz, etc.). Pero no nos
sentimos tentados de afirmar que el cráneo es una realidad netamente histórica y
que no es una realidad biológica cuya formación esté naturalmente condicionada.
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Las causas de los cambios lingüísticos
Una lengua-i es en este mismo sentido una mezcla (aunque en un plano mucho
más complejo) de biología e historia. Tiene propiedades puramente históricas y
contingentes que la diferencian de otras lenguas (como un cráneo difiere de otros
cráneos) pero no deja de ser, como los cráneos, una instanciación históricamente
condicionada de “leyes naturales”, en este caso, de las que podemos resumir en la
FL (que sería ella misma un objeto evolutivo en el plano biológico, pero inmuta-
ble en el plano histórico).
Lightfoot ha sido quizá el autor que mejor ha encarnado esta sofisticada com-
plementariedad de los puntos de vista sobre la doble naturaleza de las lenguas. Lo
plasma claramente este autor con una afortunada comparación (1999: 225): el
cambio lingüístico no es direccional ni motivado, como cuando damos un golpe
fortuito a un bola de billar que golpea a otra y esta empieza a rodar por una super-
ficie ondulada fuera de nuestro control. La bola puede pararse en cualquier lugar,
pero nunca se parará en la cresta de una ondulación o en una rampa. Por eso las
lenguas no se dispersan ni se destruyen, ni son más fáciles o difíciles de aprender,
más o menos útiles en una época que en otra. Es la FL que todos empleamos para
“construir” nuestra lengua, nuestro “órgano mental del lenguaje”, la que determi-
na los “puntos posibles de caída”. El detonante del movimiento inicial de la bola
no tiene nada que ver con la facultad del lenguaje, ni con nuestro sistema cogniti-
vo, ni con nuestros deseos o intenciones. Simplemente algunos sucesos (como el
cambio de moda en usar una construcción y no otra, la presencia masiva de ha-
blantes de otras lenguas, el bilingüismo –contacto de lenguas–, o ciertos condi-
cionantes pragmáticos) alteran los datos esenciales, los estímulos fundamentales
que necesitamos para fijar los “parámetros” de nuestra capacidad de adquisición
del lenguaje y, de forma catastrófica, nuestras gramáticas internas cambian. Y las
lenguas también.
En ese sentido se podría decir que Saussure tenía razón; porque, aunque rece-
laba de las formulaciones algo radicales de Schleicher, percibía claramente la dife-
rencia entre la visión histórica de las lenguas y su consideración sincrónica, y des-
confiaba de todo intento de mezclarlas inadecuadamente. Los individuos pueden
tener inclinaciones e imponen requisitos a los sistemas de conocimiento que se
desarrollan en ellos, pero los cambios lingüísticos no son individuales, sino que
son un fenómeno colectivo y externo a los hablantes:
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El cambio lingüístico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
2.2.4. Sobre la tentación finalista y por qué hay que resistirse a ella
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Las causas de los cambios lingüísticos
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El cambio lingüístico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
co e inmutable, al igual que una ballena es estática como organismo y como espe-
cie, por mucho que sepamos que evolucionó de algo parecido a una vaca y que,
quizá, seguirá evolucionando.
Para Coseriu la lengua no existe salvo como “el hablar”. Es, dice repetida-
mente, un hablar históricamente condicionado:
Lo que ofrece Coseriu es, pues, una visión antinaturalista del lenguaje, siendo
como era un firme partidario de la separación neta e irreductible entre las ciencias
humanas y las ciencias naturales. No romper el círculo del que hablaba Coseriu
implica precisamente eso: que la ciencia del lenguaje debe ser hermenéutica y, en
consecuencia, finalista, frente a la ciencia natural, que debe ser empírica y causal.
Esto queda claramente manifiesto en el siguiente fragmento del lingüista rumano
en el que también señala el error de considerar que el problema racional del cam-
bio (“por qué cambian las lenguas”) se pueda contestar causalmente:
Uno de los errores que más afligen a la lingüística –y que también procede
del considerar las lenguas como “cosas” y de la confusión entre ciencias del
hombre y ciencias de la naturaleza– es el de querer reducir los problemas teóri-
cos (racionales) a problemas “generales”. En el caso del cambio lingüístico, ese
error consiste en creer que el problema de la mutabilidad de las lenguas se re-
suelve encontrando la “causa”, o todas las pretendidas “causas”, de los muchos
cambios particulares (Coseriu, 1973: 66-67).
Así, para Coseriu, en realidad no hay que explicar por qué cambian las lenguas,
ya que esto no es algo que les suceda, sino que es parte de su propia definición:
Por tanto, si Coseriu en realidad niega que exista un problema del cambio
lingüístico, es precisamente porque no reconoce estatuto epistemológico alguno
al estado de una lengua: “la no-historicidad (sincronicidad) pertenece al ser de
la descripción, y no al ser de la lengua” (1973: 26). Pero entonces la superación
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Las causas de los cambios lingüísticos
Es más, de forma rotunda, afirma que “la lengua cambia para seguir funcionan-
do como tal” (1973, 30), lo que entraña no ya una concepción finalista del cambio,
sino incluso lo que podríamos denominar como una concepción metafinalista.
Argumenta Coseriu que las lenguas que no cambian son las lenguas muertas,
y tiene razón, pero ello no debería hacernos pensar que una lengua que no cam-
biase no sería utilizable o no sería una lengua humana. No hay justificación algu-
na para tal afirmación. Pero eso precisamente se deduce de las afirmaciones cita-
das y de la siguiente:
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El cambio lingüístico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
Pero lo que se nos propone en realidad es casi una afirmación tautológica: las
lenguas cambian porque tienen que cambiar. Puede que sea cierto que las lenguas
tengan que cambiar, pero no porque esa sea su finalidad estricta, ni un requisito
para ser tales, sino por la existencia de variaciones, innovaciones y reanálisis (esto
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Las causas de los cambios lingüísticos
es, como dice Coseriu, por “su modo de existir concreto”) y por su transmisión
tradicional, es decir, por el hecho de que tenemos que aprenderlas en unas deter-
minadas condiciones.
Hemos visto que el hecho de que las lenguas cambien es una consecuencia de
su naturaleza de sistemas autorreplicantes imperfectos, mientras que Coseriu se
centra en algo no irrelevante como es la libertad, la creatividad de los hablantes
en el uso. Sin duda esto es importante para explicar (al menos) parte de las inno-
vaciones lingüísticas (el equivalente de las mutaciones en los organismos), pero
ello no implica necesariamente que las lenguas solo sean objetos históricos, que
solo exista la actividad de hablar (y no el conocimiento de la lengua) o que deba-
mos admitir una explicación finalista de los cambios.
De hecho, un logro temprano y relevante del análisis de Coseriu del meca-
nismo del cambio es su insistencia en distinguir como dos procesos distintos
la propia innovación y la posterior difusión, algo que fue puesto de manifiesto por
la sociolingüística durante todo el siglo XX.
Y, sin embargo, también cae Coseriu en la “trampa funcionalista” al conside-
rar que la adopción de una innovación es también finalista y consciente. Puede
que en ocasiones la adopción de una innovación sea voluntaria, pero no lo es
siempre, como sugiere el hecho de que normalmente somos inconscientes de que
hemos adoptado formas ajenas (sean acepciones léxicas, muletillas, entonaciones
o modismos fonéticos). Por otra parte, y lo que es más importante, la transmisión
de las innovaciones de una generación a otra, que es lo que determina si realmen-
te hay cambio lingüístico o no, en modo alguno es voluntaria o finalista.
Un ejemplo paradigmático puede ser su tratamiento del futuro analítico ro-
mance (Coseriu, 1973: 157-177). El ataque de Coseriu a la explicación “idealista”
de Vossler es lúcido y penetrante y se basa en el hecho evidente de que genera-
ciones de hablantes de clases populares emplearon las formas de futuro del tipo
amabo y, en última instancia, en que no se ve por qué habría de reponerse una
categoría que, según Vossler, estaba debilitada.
Pero cae Coseriu en la tentación finalista cuando pretende explicar por qué las
formas del tipo amabo (de cuya desaparición por problemas morfológicos –según
la propuesta de Wartburg o Pagliaro– es copartícipe) fueron sustituidas por la
perífrasis del tipo amare habeo y no por cualquier otra cosa. Lo curioso es que
precisamente rechaza la explicación más acorde a su punto de vista no causal
(esto es, que se seleccionó simplemente porque estaba ahí) y dice que esta expli-
cación es tautológica porque es una explicación que “se refiere al ‘cómo’ y no al
‘porqué’ del cambio o de su sentido” (1973: 166), lo que parece contradictorio
con su postura respecto del problema racional del cambio y con su acertada des-
confianza hacia las explicaciones causales.
Se decanta Coseriu por una versión corregida de la explicación “semántico-
estilística” de Vossler aduciendo que en otras familias lingüísticas en las que no
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El cambio lingüístico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
Salvo que se piense que las formas sintéticas se sustituyeron por las peri-
frásticas (de valor diverso) a falta de otras formas más apropiadas, es decir, por
mera pereza intelectual de los hablantes (Coseriu, 1973: 166, n. 41).
Pero esa nota revela mucho de la concepción de Coseriu del cambio lingüísti-
co y, por tanto, del lenguaje. Hoy en día lo que Coseriu llama “mera pereza inte-
lectual de los hablantes” no tiene tan mala prensa, no solo ya por los diversos
marcos teóricos que emplean nociones como “último recurso”, “dilación” o “ava-
ricia”, sino porque la pereza es en sí misma una forma de economía. Pero a Cose-
riu una explicación que no entronque con su concepción del lenguaje como fuerza
creadora del hablante es insuficiente, de manera que al final, por decirlo así, clau-
dica a favor de una explicación puramente teleológica o basada en pulsiones cog-
nitivas o ideológicas que, como hemos visto, realmente no explican los cambios.
Su solución, como se refleja en sus siguientes palabras, se basa en la exten-
sión del cristianismo:
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Las causas de los cambios lingüísticos
Pero como hemos visto, el hecho de que la difusión de los cambios se realice
por cauces socialmente estructurados no se puede compaginar con las supuestas
necesidades expresivas, salvo que admitamos la irónica explicación de Lass antes
citada de que los hablantes, presionados por el prestigio social o la moda, vean
que al fin y al cabo también son sensibles a esas nuevas necesidades expresivas.
Lo relevante es que las causas, ahora da lo mismo si son eficientes o finales
(por usar la terminología aristotélica tan querida por Coseriu), no son las mismas
en la fase de innovación o variación y en la fase de adopción o difusión, lo que
realmente invalida la explicación funcional. Es concebible que un cierto número
de innovaciones respondan a “nuevas necesidades expresivas”, pero la adopción
responde a causas diferentes de prestigio e imitación, por lo que la explicación
basada en la causa inicial es inadecuada. Como hemos visto, un logro fundamen-
tal de la teoría de la evolución darwiniana fue precisamente el planteamiento de
que las mutaciones que dan lugar a la variación (la “innovación”) de la que se
“alimenta” la selección natural son independientes de las posibles funciones adap-
tativas que puedan tener dichas mutaciones.
De hecho, el propio Coseriu es muy consciente de que muchos hablantes pu-
dieron adoptar el cambio por razones puramente sociales de prestigio:
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El cambio lingüístico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
nal se debilita seriamente, algo que desde nuestro punto de vista es un logro, pero
que para Coseriu y otros muchos autores resulta inaceptable.
¿Y por qué para tantos autores, entre ellos Coseriu, es inaceptable una expli-
cación que no esté funcionalmente basada? Ya lo sabemos bien: a causa de la
frecuente incapacidad de distinguir netamente entre el lenguaje como un objeto
natural y el constructo histórico que halla el lingüista, esto es, entre la lengua
natural y la lengua histórica.
Para Coseriu, como hemos visto, el lenguaje solo se puede estudiar como fe-
nómeno cultural, esto es, histórico. Pero entonces la idea de que los cambios no
están orientados a una finalidad es inconcebible, ya que equipararía el lenguaje a
una suerte de objeto natural:
Hemos visto que la concepción del lenguaje como un objeto cultural le lleva a
una concepción no causal del cambio, pero solo en apariencia, ya que, como él
mismo se encarga de señalar, la finalidad es, en términos de Aristóteles, un tipo
de causalidad:
Así, pues, la finalidad (causa final) es una causa y, precisamente, una cau-
sa que puede darse solo si el “motor próximo” es un ente dotado de libertad e
intencionalidad (Coseriu, 1973: 200-201).
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Las causas de los cambios lingüísticos
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El cambio lingüístico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
Y si entre dos “estados” la lengua cambia sin dejar de ser sistemática, ello
significa que el cambio encuentra en el sistema su lugar necesario: que se justi-
fica por una posibilidad o una “insuficiencia” del primer “estado”, con respecto
a las nuevas necesidades expresivas de los hablantes (Coseriu, 1973: 117).
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Las causas de los cambios lingüísticos
Cada vez que una lengua-i se desarrolla en un cerebro a partir del estímulo del
entorno y del programa interno de desarrollo emerge un orden generado por los
mismos principios que dieron lugar a la lengua-i original. Dentro de los límites
especificados, los sistemas emergentes son diversos y, sobre todo, son contingen-
tes. Por ello precisamente el estudio del cambio lingüístico no puede ofrecer pre-
dicciones, sino explicaciones retrospectivas. Exactamente igual que sucede en
biología evolutiva.
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El cambio lingüístico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
Hasta el momento hemos dedicado buena parte de este largo capítulo sobre las
causas de los cambios lingüísticos a descartar las respuestas dadas en la tradición
anterior. Hemos rechazado las propuestas basadas en las intenciones, inclinacio-
nes o deseos de los hablantes y, en general, todas las que interpretan los cambios
lingüísticos en un sentido funcional, esto es, todas las propuestas que atribuyen a
los cambios alguna función, bien sea comunicativa o estructural.
Hemos buscado inspiración en la teoría evolutiva y hemos encontrado que la
respuesta más coherente y sólida es la que nos dice que las especies cambian por-
que los organismos se replican de manera imperfecta. Y a esa respuesta nos va-
mos a atener. Pero aún debemos considerar otros tipos de propuestas formuladas
en el pasado y en el presente y, sobre todo, aún debemos describir adecuadamente
cómo cambian las lenguas realmente y cuáles son las causas de los cambios lin-
güísticos concretos. Dedicaremos los capítulos siguientes a la cuestión de cómo
cambian las lenguas y analizaremos cómo se producen los cambios en los diver-
sos ámbitos de la estructura de las lenguas (sonidos, palabras, oraciones, etc.). En
el presente apartado revisaremos brevemente algunas otras teorías sobre las cau-
sas de los cambios, a la vez que formulamos una respuesta más específica a la
pregunta de por qué cambian las lenguas.
Solo por facilidad de exposición vamos a agrupar, siguiendo a Sihler (2000),
las posibles causas en externas o internas, según si los potenciales factores causa-
les son ajenos al propio sistema lingüístico o internos a este.
En los albores de la lingüística histórica (principios del siglo XIX) no era extraña
la atribución del cambio lingüístico (típicamente el cambio fonético, prácticamen-
te el único tenido en cuenta entonces) a factores climáticos o geográficos. La ló-
gica de estas propuestas (las antiguas y las modernas) es siempre la misma: se
establece una correlación entre un rasgo lingüístico y uno no lingüístico (externo)
y se infiere que el segundo es la causa del primero. Otro atributo habitual de estas
propuestas es que los autores o bien no se molestan en determinar objetivamente
una relación causal entre ambos fenómenos, o bien se inventa una conexión débil
y ad hoc.
Así, por ejemplo, no es infrecuente que se motiven ciertos cambios fonéticos
en función de los climas cálidos o fríos (que favorecerían ciertas articulaciones
frente a otras) o bien si se trata, por ejemplo, de regiones montañosas o no. Típi-
camente se tiende a atribuir a los climas cálidos la relajación en la articulación y a
los fríos la rigidez en la misma.
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Las causas de los cambios lingüísticos
Así, por ejemplo, en 1901 Meyer (véase McMahon, 1994 para referencias)
afirmaba que la vida en zonas muy elevadas favorecía la fricativización de los
sonidos oclusivos (quizá porque se haría más difícil contener la respiración). Es-
tas explicaciones se basan habitualmente en un reducido número de lenguas y, a
poco que se amplíe la muestra, se observa que la correlación no se mantiene. Po-
dría parecer que el reciente desarrollo de las tecnologías de la información y de
las bases de datos habrían de mejorar las cosas, pero nada más lejos de la reali-
dad. Así, en 2013 C. Everett publica un artículo en un medio de impacto (aunque
no de lingüística) en el que establece una correlación entre la altitud y la aparición
de sonidos eyectivos, afirmando que ello prueba la influencia de la geografía en la
estructura de los sonidos de las lenguas.
Otros artículos recientes similares (véanse las contribuciones de Asya Perelts-
vaig en el blog geocurrents.info para referencias y discusión) proponen correla-
ciones entre la presencia de vocales nasales y los climas húmedos y fríos (lo que
supuestamente explicaría por qué las hay en francés y no en español) o, ya salién-
donos del clima o la geografía, entre ciertas mutaciones genéticas y los sistemas
tonales, de nuevo sin explicar qué correlación pueda haber entre el alelo en cues-
tión y el sistema motor que produce los tonos vocálicos. La misma (nula) atención
merecen explicaciones más concretas y populares, como la que atribuye la pérdi-
da de la f inicial latina en castellano a la (supuesta) ausencia de incisivos superio-
res en los primeros hablantes de esa lengua o la que atribuye la r uvular francesa a
un problema de dicción del rey Luis XIV.
Pero no solo se han establecido correlaciones con aspectos físicos del entorno
(o de los hablantes), sino también con el “espíritu de los pueblos”. El padre de la
filología germánica, Jacob Grimm, vinculaba el ensordecimiento de las oclusivas
sonoras germánicas (uno de los procesos descritos por las famosas leyes que lle-
van su nombre) al carácter enérgico de los germanos que luchaban por la libertad
en los albores de la Edad Media. Y de nuevo las cosas no han mejorado mucho
desde 1848, pues recientemente (en 2012 y 2013) se han publicado artículos con
gran despliegue estadístico que correlacionan las marcas de género y el poder
social de las mujeres, la complejidad de los sistemas de marcación de caso con la
complejidad orográfíca del paisaje montañoso, o la expresión del tiempo por me-
dio de afijos verbales con la previsión del futuro y el cuidado de la salud.
Detengámonos brevemente en este último, que puede ser representativo de su
categoría, esto es, una propuesta no elaborada por un lingüista, publicada en un
medio prestigioso, basada en amplios datos estadísticos e infundada. Concreta-
mente se trata de un artículo de un economista de la Universidad de Yale,
M. Keith Chen, que propone una correlación entre, de una parte, el grado de gra-
maticalización en las lenguas de la marcación del tiempo futuro y, de otra, aspec-
tos culturales como el ahorro de dinero, cuánto se fuma o con cuánta precaución
se practican las relaciones sexuales. Lo que estipula Chen es que los hablantes de
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El cambio lingüístico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
lenguas en las que hay una marcación diferente para el futuro que para el presente
(como en español) tenderán a ahorrar menos y a cuidarse menos que los hablantes
de lenguas en las que se usan las formas de presente para expresar el futuro (como
por ejemplo en finés). La correlación parece basarse en la premisa de que quienes
hablan lenguas con morfemas gramaticales para el futuro tienden a darle menos
importancia al porvenir, cosa que no harían quienes no disponen de tales morfe-
mas. Dicha propuesta desató la respuesta adversa de no pocos lingüistas, entre
ellos la de Östen Dahl (en http://dlc.hypotheses.org/360, donde aparece la refe-
rencia al trabajo de Chen), que es relevante porque Dahl es uno de los lingüistas
sobre cuyos datos y estudios tipológicos se asienta parte del estudio de Chen.
De entre las observaciones muy interesantes que hace Dahl, cabe señalar que
la correlación entre la marcación del tiempo y el ahorro de dinero, sin que se esta-
blezca una relación causal clara entre una dimensión y otra, es tan relevante como
la correlación que hay entre los países en los que se juega al criquet y se conduce
por la izquierda. Puede que haya una causa común a ambos rasgos (en este caso el
antiguo dominio británico), pero son independientes el uno del otro. Imaginemos
además, sugiere Dahl, que la estadística nos llevara en la otra dirección: que los
países o regiones en los que se marca el futuro con morfemas expresos fueran
aquellos en los que se ahorra más y se fuma menos. En tal caso bien podríamos
decir que es la presencia de la marca de futuro la que nos obliga a prestarle más
atención al porvenir y, por tanto, a ahorrar más y cuidar la salud. Como discuti-
remos con más detalle en el capítulo 7, dedicado a las consecuencias del cambio
lingüístico, los intentos de establecer correlaciones entre rasgos lingüísticos y
aspectos culturales o físicos externos a las lenguas (correlación que sería espera-
ble si los cambios lingüísticos fueran adaptativos en el sentido neodarwinista) se
han revelado infructuosos.
Pero no todas las llamadas causas externas son tan débiles como explicacio-
nes de los cambios lingüísticos. La más respetable y acreditada es la formulada en
principio como teoría del sustrato y que forma parte del fenómeno más amplio
del contacto entre lenguas.
La lengua de sustrato es la lengua original de una población que por diversas
razones aprende una lengua segunda o desarrolla cierta competencia en ella (esta
segunda es la lengua de superestrato). El efecto de sustrato se refiere entonces a
los efectos de la lengua primera en la segunda. Por ejemplo, el latín vulgar era el
superestrato de los hablantes romanizados de la península ibérica, siendo el sus-
trato las diversas lenguas prerrománicas habladas en el territorio. Así, algunos de
los cambios fonéticos efectuados en el sistema latino que da lugar a una lengua
romance como el castellano podrían deberse al efecto de sustrato, lo que no im-
plica obviamente que todos puedan o deban explicarse así. Los cambios que son
comunes a todas o a muchas lenguas románicas, o que concurren en otras familias
lingüísticas, no podrían atribuirse a ese efecto, pero quizá sí los más específicos,
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Las causas de los cambios lingüísticos
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El cambio lingüístico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
el proceso de extensión del cambio lingüístico, eso no debe implicar que el habla
infantil, que en efecto es distinta de la del adulto, deba o pueda ser la causa de
cambios fonéticos, morfológicos o sintácticos, como se ha propuesto en ocasio-
nes, especialmente en lo que respecta a los cambios fonéticos.
Aunque es cierto que algunas características del habla de los niños coinciden
con pautas históricas habituales de cambio fonético (simplificación, alteración
posicional de segmentos, analogía, etc.), lo cierto es que no hay total coincidencia.
Es más, si eso fuera realmente así, entonces la predicción sería que las lenguas
tendrían que cambiar mucho más rápidamente de lo que lo hacen. Además, desde
el punto de vista sociolingüístico, los niños pequeños no están en posición de ser
muy influyentes a la hora de afectar los patrones de difusión de los cambios.
Si se pretende defender la idea de que los niños podrían mantener esas pro-
piedades en la edad adulta, entonces no se podría explicar por qué algunos de los
cambios fonéticos más frecuentes, como la sonorización de los segmentos sordos
intervocálicos (véase el capítulo 4), no están entre los errores que cometen típi-
camente los niños. Lo mismo se puede decir de la regularización analógica en
morfología, o del reanálisis sintáctico: ambos fenómenos, como veremos, son
muy relevantes para explicar el surgimiento de variantes lingüísticas, y ambos
fenómenos son estadísticamente más frecuentes en el habla infantil, pero aún
quedaría por explicar por qué en algunas ocasiones el habla infantil se preserva en
la edad adulta y en otras no.
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Las causas de los cambios lingüísticos
torio. Así, el prefijo negativo in- en español se pronuncia (y se escribe) im- cuan-
do va delante de raíces que comienzan con un sonido bilabial, como, por ejemplo,
en las palabras impío o imprudente. Podría decirse entonces que la causa de ese
cambio fonético ha sido el facilitar la pronunciación, esto es, el ahorro de esfuer-
zo por parte del hablante. Pero esa es una (extendida) tentación en la que no debe-
ríamos caer, fundamentalmente por dos razones.
Por una parte, porque a pesar de la apariencia, no está del todo claro que sea
más eficaz pronunciar, por ejemplo, in-pío que im-pío. Si fuera así cabría pregun-
tarse por qué en muchas lenguas no se han producido esas asimilaciones. Por
ejemplo, en inglés actual se dice unpardonable (con n) e impossible (con m) y no
está claro que los hablantes nativos de esa lengua consideren más torpe o menos
eficaz la primera palabra que la segunda. Es cierto que la asimilación parece
hacer menos compleja la maniobra articulatoria para pasar de un sonido a otro,
pero eso no significa que el ahorro de esfuerzo sea la causa del cambio de, por
ejemplo, [np] a [mp]; si acaso, como veremos, el ahorro articulatorio sería un
factor que explicaría por qué ciertas variantes son más frecuentes que otras, lo
que a su vez explicaría por qué tienen más probabilidades de ser seleccionadas
diferencialmente.
Por otra parte, aunque admitiéramos el argumento, no dejaría de ser una con-
fusión entre causa y efecto, puesto que si afirmamos que la simplificación es la
causa del cambio, entonces tendríamos que atribuir al proceso un propósito, una
finalidad. Pero, como hemos visto, en modo alguno podemos decir que los ha-
blantes sean conscientes de que si hacen determinados cambios su lengua será
mejor o más económica que antes (entre otras razones porque estaríamos asu-
miendo que los hablantes pueden imaginar estados futuros de lengua, compararlos
con el presente, y actuar en consecuencia, lo que parece implausible).
Consideremos, por ejemplo, la evolución del grupo fónico [kt] en latín vulgar,
por ejemplo en la palabra octo ‘ocho’. Según la hipótesis de que la causa del
cambio puede ser la facilitación de la pronunciación podríamos alegar que la so-
lución del italiano (otto) es la forma óptima, al ser la más claramente asimilatoria,
quedando otras formas históricas como intentos fallidos o no completados de
dicho proceso, tales como el huit francés, el vuit catalán, el ocho español o el opt
rumano. Tampoco sería fácil explicar por qué los romanos y sus ancestros estu-
vieron pronunciando okt- durante cientos o miles de años, ni por qué una forma
de origen común ha evolucionado en griego moderno a okhtó, interponiendo un
sonido fricativo velar. Como discutiremos en el capítulo 4, cuando estudiemos el
cambio fonético no podemos tener en cuenta únicamente al hablante, sino, esen-
cialmente, también al oyente. Puede que al hablante le interese simplificar la pro-
nunciación, pero los intereses cognitivos del oyente probablemente serán muy
diferentes, incluyendo, por ejemplo, el discriminar mejor los sonidos, algo que no
se ve ayudado necesariamente por la asimilación.
89
El cambio lingüístico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
Otro tipo de causas internas son las que podríamos llamar causas estructura-
les. Se habla de causas estructurales o funcionales cuando se atribuye la motiva-
ción de un cambio a la función que dicho cambio pueda desempeñar en un deter-
minada parte del sistema lingüístico. Ha sido la tradición del funcionalismo
europeo la que más ha desarrollado este tipo de explicaciones, especialmente
(aunque no de manera exclusiva) en el ámbito del estudio del cambio fonético.
Este tipo de explicaciones se basa en la idea de que las causas de ciertos cambios
pueden residir en tendencias inherentes de los sistemas fonológicos a la simetría y
la economía. Es importante señalar que las cuestiones de simetría, economía o
simplicidad son relevantes para comprender el flujo de los cambios lingüísticos,
pero como sucede con toda teoría funcionalista, la idea de que los cambios están
dirigidos a un fin debe expurgarse de argumentaciones circulares y de la confu-
sión entre causas y consecuencias.
Consideremos un ejemplo. Una manifestación muy frecuente de este tipo de
aproximación funcionalista es la que podría denominarse “teoría del relleno de
huecos”. Sucede a veces que ciertas lenguas parecen presentar algún hueco o casi-
lla vacía en sus sistemas fonológicos. En el cuadro siguiente tenemos el sistema
fonológico de las oclusivas en protocéltico (tomado de Shiler 2000):
CUADRO 2.3
Sistema fonológico de las oclusivas
en protocéltico
Labial Apical Velar Labiovelar
Sordo - t k kw
Sonoro b d g gw
90
Las causas de los cambios lingüísticos
derablemente y, además, la teoría se hace infalsable (así, bastaría con decir que
cuando el hueco no se llena, es que no se ha llenado todavía).
Además, las teorías funcionalistas tienen serios problemas cuando una situa-
ción da resultados distintos. Así, el hueco del protocéltico se rellenó en galés,
pero no en antiguo irlandés, en el que el sonido labiovelar sordo se fundió con
[k] dejando el hueco vacío. Es cierto que el hueco de p se acabó llenando tam-
bién en antiguo irlandés, pero no por el mismo proceso que en otras lenguas, que
habría quedado misteriosamente en suspenso, sino por medio de préstamos que
incluían ese fonema, como peccad ‘pecado’ y no sin resistencia. De hecho, ob-
serva Sihler (2000: 66-67) que en los primeros préstamos el primitivo irlandés
sustituía la p de los préstamos por kw labiovelar, como atestigua Kwatrikios, que –
tomado del latín Patricius– dio en antiguo irlandés Cothrige.
Veremos en el capítulo 4 que la estructura de los sistemas fonológicos es un
factor muy relevante en la explicación de algunos cambios fonéticos y que, en
general, la estructura de los sistemas lingüísticos (y, por supuesto, del organismo
que los sustenta) limita y restringe las pautas de cambio que encontramos en las
lenguas, pero ello no debería hacernos pensar que es correcta la inferencia de que,
dado que cierto cambio establece (o reestablece) cierto equilibro en el sistema, ha
sido la tendencia al equilibro del sistema lo que ha causado el cambio, simple-
mente porque es incorrecta.
91
El cambio lingüístico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
92
Las causas de los cambios lingüísticos
Esta perspectiva social del cambio permite explicar mejor algunos procesos
de cambio que, en primera inspección, inducen a una (inadecuada) solución teleo-
lógica. Por ejemplo, si, como veíamos más arriba, se produce una asimilación
fonética, la explicación de que la causa ha sido la de facilitar el habla no puede
resolver el problema de por qué la asimilación se produce en una dirección y no
en otra.
Por ejemplo, dada una cadena de sonidos [tm], a priori podemos esperar di-
versas soluciones convergentes con dicho fin asimilatorio, como [pm], [bm] o
[mm], con varios grados de asimilación del primer segmento al segundo, [tn], [td]
o [tt], con varios grados de asimilación del segundo al primero, o incluso se po-
drían modificar los dos, en formas diversas: [tp], [db], [dd], [pp], [bb].
De hecho, si vamos a un ejemplo real (tomado de Hock y Joseph, 1996: 146),
hay descendientes tempranos del sánscrito que han convertido [tm] en [tp], pero
también en [tt] y también en [pp], de manera que la forma original atman- (‘mis-
mo’) se ha transformado en atpan-, en attan- o en appan-.
Lo interesante de esto es que la decisión de cuál ha de ser el resultado del
cambio, por así decirlo, no se puede predecir en términos puramente lingüísticos,
ni podemos decir que una de las soluciones responda mejor o peor a la supuesta
demanda, porque esta no es la causa del cambio. Lo que revela este ejemplo, co-
mo el anterior del grupo [kt] latino, es que la suerte de las variantes no depende
de su función, sino de cuál se sancione socialmente en un momento dado.
Nótese que esta perspectiva nos permite explicar también por qué son tan fre-
cuentes los cambios asimilatorios, algo que sin duda está detrás de las tentadoras
explicaciones basadas en la facilitación de la pronunciación como causa del cam-
bio. Es razonable que en el rango natural y esperable de dispersión de las realiza-
ciones fonéticas (que consideraremos con más detalle en el capítulo 4) el mayor
porcentaje de las realizaciones de, por ejemplo, el grupo [tm] corresponda a va-
riantes asimilatorias.
Supongamos, por poner una cifra arbitraria, que el 80% de las variantes de
[tm] en el habla real son asimilaciones y que solo el 20% son disimilatorias. Ima-
ginemos ahora que la selección social procede ciegamente, como si fuera un sor-
teo, sobre el conjunto de las variantes. Las posibilidades de que se elija una va-
riante asimilatoria son mucho mayores de que se elija una disimilatoria,
simplemente porque las primeras son más frecuentes, lo que explicaría por qué
los cambios asimilatorios son más frecuentes sin necesidad de acudir a la infe-
cunda explicación funcional que, a diferencia de la ahora ofrecida, no puede ex-
plicar ni la disparidad de soluciones, ni que el cambio sea impredecible (o no se
produzca), ni que a veces el cambio sea disimilatorio.
93
El cambio lingüístico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
94
3
Los mecanismos
de los cambios lingüísticos
95
El cambio lingüístico. Sus cambios, mecanismos y consecuencias
Para comprender los mecanismos del cambio exploraremos por separado los di-
versos niveles o ámbitos estructurales de las lenguas humanas en los que se pro-
ducen cambios históricos, tales como el nivel fonético-fonológico (capítulo 4), el
morfológico y el léxico-semántico (capítulo 5) o el sintáctico (capítulo 6) y aten-
deremos a los aparentemente peculiares mecanismos de cada ámbito estructural.
Sin embargo, este examen relativamente detallado no solo tiene como objetivo
presentar al lector una visión comprehensiva de cómo y cuánto puede cambiar la
estructura de las lenguas, sino también el mostrarle que, a pesar de la aparente
diversidad que presentan entre sí los cambios fonéticos, morfológicos, sintácticos
y léxicos, todos ellos se basan en un único e idéntico mecanismo: el reanálisis.
Si el lector dirige su mirada al cuadro 2.2 del capítulo 2 en el que se propo-
nían las correlaciones entre los conceptos básicos de la teoría evolutiva y de la
lingüística histórica, comprobará que se hacía equivaler el concepto de reanálisis
al concepto biológico de mutación genética.
Antes de centrarnos en el concepto de reanálisis, es preciso observar que no
estamos haciendo un uso preciso y técnico del concepto de mutación genética.
Lo único que nos interesa del complejo proceso biológico de mutación genética
es que es uno de los mecanismos esenciales por los que se crea variación fenotí-
pica heredable en los organismos naturales, como por ejemplo, en los animales.
Una alteración accidental en el proceso de duplicación del ADN puede dar lugar
a ciertas diferencias en el fenotipo concreto de un individuo con respecto a otros,
produciendo variación en la forma de un individuo con respecto al resto en una
población determinada. Dichos rasgos diferenciales de un individuo (por ejemplo
en la coloración exterior) pueden ser nocivos, pueden ser irrelevantes, o pueden
conferir a tal individuo una mayor tasa de supervivencia en un determinado me-
dio ambiente (por ejemplo, proporcionando un mejor camuflaje frente a los de-
predadores habituales), lo que podría implicar que ese gen accidentalmente mu-
tado, innovado, se extendiera en la población a costa de los genes no mutados o
“antiguos”.
Si el individuo portador de ese gen mutado tiene una mayor tasa de supervi-
vencia en comparación con los organismos no mutados, tendrá mayores posibili-
dades de reproducirse y transmitir dicho gen a sus descendientes que, a su vez,
tendrán mayores posibilidades de reproducción, haciendo progresivamente que la
población no mutada sea más escasa y llegue incluso a desaparecer, dando lugar a
una modificación, a un cambio, en la fisionomía global de la población resultante,
esto es, produciendo un cambio evolutivo.
La analogía que proponemos entre la mutación genética y el reanálisis se basa
en que el reanálisis consiste en una alteración de la relación entre una expresión
lingüística y su estructura subyacente. De manera algo simplificada, se podría
96
Los mecanismos de los cambios lingüísticos
97
El cambio lingüístico. Sus cambios, mecanismos y consecuencias
materializan en una onda sonora continua y lineal, esto es, como un objeto ma-
terial que no refleja sino muy pobremente la estructura sintáctica y la represen-
tación semántica de dicha expresión. A lo que el oyente (o el niño que está ad-
quiriendo una lengua) tiene acceso inmediato no es pues a la estructura
sintáctica o a la representación semántica que subyacen a una expresión dada,
sino únicamente a la onda sonora que la materializa en un determinado contexto
comunicativo.
A B
B C
C D W, X, Y
W X Y
98
Los mecanismos de los cambios lingüísticos
tico. No en vano Anthony Kroch afirmaba que “el cambio lingüístico es por de-
finición un error en la transmisión de rasgos lingüísticos a lo largo del tiempo”
(2000: 699, traducción nuestra).
Volvamos a nuestro ejemplo para ilustrar este proceso y para terminar de ex-
poner cómo el fenómeno del reanálisis puede explicar el origen de la variante
arradio. Consideremos que la expresión E de nuestra definición anterior es la
frase He comprado una radio. Tal frase tendría la siguiente estructura en la mente
del emisor del mensaje (en el capítulo 6 se proporciona una justificación de este
tipo de representaciones):
T V
V D
D N
99
El cambio lingüístico. Sus cambios, mecanismos y consecuencias
1. /ekompraunarradio/
100
Los mecanismos de los cambios lingüísticos
Como veremos con cierto detalle en los capítulos siguientes, este mismo meca-
nismo, con las diferencias pertinentes que iremos considerando, es el que subyace a
todos los tipos de cambio lingüístico (fonológicos, morfológicos, sintácticos y léxi-
cos) que están detrás de la diversidad de las lenguas que hablan los seres humanos.
T V
V D
D N
he ccomprado un arradio
Figura 3.3. Estructura reanalizada de la secuencia He comprado un arradio.
101
El cambio lingüístico. Sus cambios, mecanismos y consecuencias
son, por definición, los hablantes que están precisamente en proceso de adquisi-
ción y desarrollo de su propia lengua-i.
Como hemos visto en el capítulo anterior, es habitual en la bibliografía sobre
el cambio lingüístico atribuir este al proceso de adquisición del lenguaje. De he-
cho, en nuestra analogía entre el cambio lingüístico y la evolución natural (capítu-
lo 2, cuadro 2.2) hemos hecho corresponder el proceso de desarrollo de un orga-
nismo (desde la concepción hasta el estado adulto maduro) con el proceso de
adquisición del lenguaje (desde los primeros balbuceos –o incluso desde antes del
nacimiento– hasta la pubertad). Y, en general, hemos dado a entender conscien-
temente que al igual que el proceso de evolución natural se produce a través de la
reproducción de los organismos, el proceso de cambio lingüístico se produce a
través de la transmisión diferencial de la lengua-i a través de las generaciones.
Todo ello es adecuado, pero debe tenerse en cuenta que no significa que el origen
de todos los cambios lingüísticos esté necesariamente en el habla infantil o impli-
quen la perpetuación de estados inmaduros del desarrollo en la edad adulta. Mu-
chos cambios lingüísticos pueden tener su origen en reanálisis producidos por
adultos maduros. Sin embargo, dado que en última instancia hablamos de un
cambio lingüístico cuando las innovaciones respecto a estados anteriores se gene-
ralizan en una población y se transmiten a generaciones sucesivas (lo único que
nos permite tener una perspectiva histórica adecuada), en la práctica asumiremos
que los cambios lingüísticos se producen con la transmisión diferencial de la len-
gua-i a lo largo de las sucesivas generaciones de hablantes, por mucho que ello no
nos autorice a ignorar que los cambios también se deben extender “horizontal-
mente” en las poblaciones para poder ser operativos como tales en la dimensión
histórica.
Como hemos señalado, otro punto fértil de nuestra analogía inspiradora radica
en que el proceso de replicación biológica es inseguro, ya que depende de un
complejo proceso de replicación de la larga cadena de ADN que contiene las ins-
trucciones para generar los tejidos y estructuras que configuran un organismo. Esa
posible fluctuación en la codificación es la que puede dar lugar a mutaciones ge-
néticas que, en función de factores externos variables y contingentes, pueden dar
lugar a cambios evolutivos en las poblaciones de individuos. Pues bien, el proceso
de adquisición del lenguaje es típicamente inseguro y, al igual que el proceso de
replicación genética, está claramente expuesto a mutaciones, esto es, en nuestro
caso, a procesos de reanálisis.
Las razones por las que el procedimiento de adquisición del lenguaje (es de-
cir, de replicación de las lenguas-i a través de las generaciones) es inseguro tienen
relación directa con la arquitectura de la FL a la que hemos estado aludiendo.
Recuérdese que el único nexo directo que existe entre la lengua-i de un hablante
H (asumiendo que H es el ‘progenitor’) y la lengua-i de un oyente O (asumiendo
que O es el ‘descendiente’) son las expresiones lingüísticas producidas por H (y,
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Los mecanismos de los cambios lingüísticos
103
El cambio lingüístico. Sus cambios, mecanismos y consecuencias
Generación 1 G1 Corpus 1
Generación 2 G2 Corpus 2
104
Los mecanismos de los cambios lingüísticos
y los dos siguen la ley (la gramática del español en este caso), aunque solo uno
era el pretendido por el hablante.
La clave esencial de este modelo del cambio lingüístico por medio de reanáli-
sis es pues la naturaleza abductiva de la adquisición del lenguaje (y, por tanto, de
la transmisión de las lenguas), que a su vez es consecuencia de que el único nexo
entre G1 y G2 (esto es, entre dos estados históricos distintos de una lengua dada)
es el corpus producido por G1. Dado que el oyente (o el aprendiente) no puede
tener acceso directo a la gramática mental del hablante (o del modelo lingüístico),
tiene que abducir G a partir de C1 y C1 es intrínsecamente ambiguo, en el sentido
de que más de una G puede producir C1 respetando las condiciones generales
impuestas al proceso (biológicas o de cualquier otro tipo). No es por tanto casua-
lidad que en nuestro ejemplo ilustrativo de reanálisis la fuente de la abducción sea
precisamente una secuencia sonora ambigua entre dos análisis sintácticos y mor-
fológicos posibles (una radio / un arradio).
Nótese que este modelo del cambio lingüístico basado en un único mecanismo,
el reanálisis, establece una predicción que encaja perfectamente con la visión del
cambio lingüístico que hemos formulado en los capítulos anteriores, según la cual
los cambios lingüísticos están severamente restringidos por la parte históricamente
invariable de la facultad del lenguaje (los sistemas internos) y, por tanto, no pue-
den crear nada nuevo más allá de modificar los exponentes inventariados en el
léxico-i característico de cada lengua-i. En otras palabras, los cambios lingüísticos
no pueden alterar la sintaxis interna (el sistema computacional), ni el sistema con-
ceptual-intencional, ni –en sí mismo– el sistema sensorio-motor, sino únicamente
el sistema de interfaz concreto que externaliza dichos sistemas internos hacia el
sistema sensorio-motor (el léxico-i). Por tanto, también se sigue de este modelo
basado en el reanálisis la visión no direccional y no teleológica (no funcional) de
los cambios lingüísticos que hemos defendido en el capítulo anterior.
La hipótesis de que todos los cambios lingüísticos son instancias de procesos
de reanálisis tiene como desafío principal mostrar hasta qué punto pueden expli-
carse todos los cambios lingüísticos como procesos de reanálisis abductivo.
Abordaremos este desafío en los capítulos siguientes (4, 5 y 6) dedicados respec-
tivamente a los cambios fonéticos, morfológicos y sintácticos, pero antes merece
la pena considerar específicamente uno de los más relevantes y estudiados meca-
nismos de cambio lingüístico, como es la llamada gramaticalización, el proceso
por el que se crean históricamente categorías gramaticales a partir de categorías
léxicas.
El modelo presentado asume que la gramaticalización también es una ins-
tancia del reanálisis. De hecho, tradicionalmente se ha considerado este proceso
como un tipo de reanálisis (por ejemplo, en Meillet, 1912) y esa interpretación
vamos a mantener en el capítulo 6 (dedicado a los cambios sintácticos).
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El cambio lingüístico. Sus cambios, mecanismos y consecuencias
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Los mecanismos de los cambios lingüísticos
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El cambio lingüístico. Sus cambios, mecanismos y consecuencias
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Los mecanismos de los cambios lingüísticos
pula que el mecanismo por el que surgió el lenguaje moderno es el mismo exac-
tamente por el que un nombre o un verbo se reanalizan como una preposición o
un sufijo en las lenguas humanas modernas. Esto es, se implica que el problema
del origen de la complejidad estructural del lenguaje humano se resume en el
problema del cambio lingüístico. Desde esta perspectiva, el cambio lingüístico (y
concretamente la gramaticalización) sería entonces el causante de la propia evolu-
ción del lenguaje humano. Consideraremos con más detalle las dificultades teóri-
cas y empíricas de este planteamiento en el capítulo 7, dedicado precisamente a
las posibles consecuencias de los cambios lingüísticos, y nos centraremos ahora
en mostrar que es plausible defender que la gramaticalización no es sino un caso
más de reanálisis.
En todo caso, es evidente que la TG tiene un indudable atractivo, y ello expli-
ca lo fecundo de su tradición reciente y su amplia influencia en la lingüística his-
tórica contemporánea, especialmente en el ámbito funcionalista y de la llamada
lingüística cognitiva. Tres son al menos las razones de tal éxito.
En primer lugar está el hecho claramente establecido por la lingüística históri-
ca de que las formas gramaticales (afijos, conjunciones, auxiliares, etc.) tienden a
proceder históricamente (etimológicamente) de categorías léxicas (nombres y
verbos esencialmente) (véase Heine y Kuteva, 2002 para una recopilación de unos
400 procesos de gramaticalización en más de 500 lenguas).
En segundo lugar, la tendencia anterior parece encajar adecuadamente en la
idea intuitiva habitual (tanto en el ámbito funcionalista como generativista) de
que en la evolución del lenguaje humano como facultad las unidades léxicas sus-
tantivas (nombres, verbos, adjetivos) debieron preceder evolutivamente a los ope-
radores (preposiciones, conjunciones, determinantes, cuantificadores, etc.) que
empleamos para unir entre sí e interpretar las entidades conceptuales designadas
por las unidades léxicas mayores (objetos, animales, eventos, etc.). Según esa
visión, las categorías gramaticales procederían evolutivamente de un proceso de
abstracción –de sublimación, por así decirlo– de los significados más concretos y
tangibles de las palabras léxicas.
En tercer lugar, es también evidente que los procesos de gramaticalización pa-
recen ir más allá del reanálisis clásico, en el sentido de que muchos de ellos crean
nuevas categorías gramaticales que no existían previamente en el estado lingüísti-
co anterior. Tal es el caso, por ejemplo, del surgimiento de los artículos (por
ejemplo el, la en español) a partir de los demostrativos, innovando una categoría
que era desconocida en la lengua latina.
Consideraremos estos argumentos en el apartado siguiente, pero frente a ellos
cabe señalar, ya que este modelo se enfrenta a dos dificultades serias, una empíri-
ca y otra teórica: por una parte (a) no hay evidencia de que las lenguas más anti-
guas a las que tenemos acceso sean “menos gramaticales” que las lenguas más
recientes, ni de que existan hoy categorías gramaticales que no existieron en el
109
El cambio lingüístico. Sus cambios, mecanismos y consecuencias
pasado, y por otra parte (b) la explicación de cómo surge un formante para una
determinada categoría gramatical (funcional) no explica necesariamente cómo
surge esa categoría en la mente de las personas, ni explica las propiedades semán-
ticas y formales que tiene.
Respecto de (a) cabría decir que los partidarios de la TG hacen un razona-
miento similar al de los cosmólogos: puesto que detectamos que los cuerpos ce-
lestes se están alejando entre sí (esto es, que el universo se expande), podemos
deducir que en el pasado estaba menos expandido y, dado un tiempo retrospectivo
suficiente, postular que en realidad toda la materia estaba condensada en un punto
a partir del cual empieza a expandirse. Se trata, como el lector sabe bien, de la
teoría del big bang, la explicación generalmente admitida sobre el origen del uni-
verso tal y como lo conocemos. Muchas otras razones, entre ellas la detección de
la llamada radiación de fondo (que habría sido emitida en el momento de la ex-
plosión inicial y que aún podemos captar con la misma intensidad en todos los
rincones del universo) o la segunda ley de la termodinámica (que estipula que la
entropía crece) confirman que la hipótesis es razonablemente correcta.
Podría decirse que los partidarios de la TG hacen un razonamiento similar:
puesto que observamos que históricamente las lenguas se están gramaticalizando,
podemos postular que las lenguas más antiguas serían menos gramaticales y, dado
un tiempo suficiente, que encontraríamos lenguas sin gramática de ningún tipo
(las lenguas primitivas, quizá). Sin embargo, no hay nada parecido a la detección
de la radiación de fondo en la evolución de las lenguas. Ciertamente, ese no sería
el mayor problema para la propuesta de la TG, ya que no podemos pedir a todas
las teorías el mismo grado y tipo de confirmación empírica. El mayor problema
para esta visión es que tampoco hay evidencia empírica alguna de que realmente
las lenguas actuales sean más gramaticales que las lenguas más antiguas, es decir,
no tenemos razones para pensar que las lenguas se gramaticalicen en el tiempo
(esto es, que “el universo se expanda”). Así lo ha señalado Nichols como conclu-
sión a su examen comparativo de la diversidad de las lenguas en el pasado y en el
presente:
110
Los mecanismos de los cambios lingüísticos
111
El cambio lingüístico. Sus cambios, mecanismos y consecuencias
112
Los mecanismos de los cambios lingüísticos
punto con la discusión de un caso concreto que nos permitirá, además, mostrar
que los argumentos que parecen sustentar la TG no son tales en realidad.
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El cambio lingüístico. Sus cambios, mecanismos y consecuencias
D D
D N D N
el profesor Elisa Elisa
114
Los mecanismos de los cambios lingüísticos
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El cambio lingüístico. Sus cambios, mecanismos y consecuencias
(K) SK
K SD
D SN
116
Los mecanismos de los cambios lingüísticos
SK
K SD
homini
para D N
homini homini
el hombre
Figura 3.7. Representación sintáctica (ignorando el orden de palabras)
de las expresiones homini en latín clásico y para el hombre en español.
117
El cambio lingüístico. Sus cambios, mecanismos y consecuencias
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Los mecanismos de los cambios lingüísticos
119
El cambio lingüístico. Sus cambios, mecanismos y consecuencias
riamente tener representación fonológica, luego es esperable que cuando las cate-
gorías funcionales, por efecto del reanálisis histórico, adquieren formantes especí-
ficos, lo hagan a partir de los de las categorías léxicas tales como nombres, verbos
o adjetivos.
En conclusión, desde el punto de vista que defendemos (véase el capítulo 1),
lo que singulariza al lenguaje humano es la sintaxis (el sistema computacional
recursivo que subyace al pensamiento y al lenguaje) y, por tanto, la idea de que
esta sea el resultado del cambio histórico en las lenguas carece de todo sentido. Es
bien cierto que en este modelo el origen evolutivo de las categorías funcionales
(los rasgos formales que manipula el sistema computacional y que resultan exter-
nalizados por las categorías gramaticales tradicionales) queda inexplicado (véanse
Chomsky, 2007 y Sigurdsson, 2011 para sugerentes especulaciones al respecto),
pero en todo caso, creemos haber mostrado que la explicación basada en la TG es
inadecuada.
En los siguientes capítulos (4, 5 y 6) abordaremos los distintos tipos de cam-
bio lingüístico (fonético, morfológico, léxico y sintáctico) con el desafío de mos-
trar que todos ellos se basan en el modelo de reanálisis presentado en el presente
capítulo.
120
4
Mecanismos del cambio fonético
Uno de los más influyentes teóricos del cambio fonético, John Ohala, ha afirma-
do que la relación entre la variación sincrónica en la articulación de los sonidos y
el cambio fonético es como la relación entre los océanos y una gota de agua
(Ohala, 2012: 24). En efecto, la variación en la manera en que producimos los
sonidos de nuestra lengua es inmensa, no solo si comparamos cómo hablan dis-
tintos hablantes de distintas regiones, sino incluso si comparamos cómo una
misma persona dice la misma palabra (los “mismos sonidos”) en diversas oca-
siones, incluso en el mismo día. Y, sin embargo, los cambios fonéticos, aunque
nos puedan parecer muy radicales cuando los estudiamos, son extraordinaria-
mente raros y muy conservadores.
Comparemos, siguiendo también a Ohala, la palabra española pez con la pala-
bra inglesa fish. A primera vista son palabras totalmente distintas, aunque en
realidad sabemos que las dos son términos cognados, esto es, términos que proce-
den históricamente de una misma forma, al igual que un Homo sapiens y un
chimpancé proceden de un ancestro común de hace unos seis millones de años. El
ancestro común de pez y fish data de hace más de 3.000 años, cuando se separa-
ron la familia germánica y la románica a partir del tronco común indoeuropeo (y
en última instancia derivó de la forma proto-indoeuropea reconstruida como
*piscus). Y a pesar de esos miles de años transcurridos y de una vida paralela y
aislada, las dos palabras son extraordinariamente semejantes: ambas comienzan
con una consonante labial sorda ([p], [f]), tienen una vocal anterior ([e], [i]) y una
fricativa apical sorda al final ([θ], [∫]). Que las dos palabras hayan permanecido
tan semejantes después de más 3.000 años de uso constante (y que la [p] inicial de
pez haya durado más de 8.000 años sin cambios notables), dada la gran variación
que se implica en la producción de sonidos, sugiere claramente que el cambio
fonético es un fenómeno raro y que tiene fuertes presiones para no producirse.
Otro hecho relevante que observamos en este sencillo ejemplo es que el cam-
bio fonético, además de raro, es sorprendentemente regular. Como hemos visto, la
121
El cambio lingüístico. Sus cambios, mecanismos y consecuencias
p inicial de *piscus se mantiene como oclusiva sorda en español (y, por supuesto,
en latín, además de en griego y en sánscrito) y se hace fricativa (f) en inglés (y en
gótico y en alemán). Lo interesante es que esa misma relación proporcional la
hallaremos en cuantas palabras hayan tenido la misma trayectoria histórica. Así,
al español pie le corresponde el inglés foot y a padre le corresponde father. Nóte-
se que podríamos representar la evolución de ese sonido en inglés (en realidad en
todas las lenguas germánicas) como una especie de regla de correspondencia:
[p] > [f]. Una regla así vendría a decir que toda palabra que tuviera un sonido [p]
en protoindoeuropeo tendrá, ceteris paribus, un sonido [f] en su descendiente en
inglés (e igualmente podríamos hacerlo con el resto de lenguas indoeuropeas). A
leyes de este tipo se las conoce como leyes fonéticas. Como veremos más adelan-
te con cierto detalle (apartado 4.3), el descubrimiento de las leyes fonéticas fue un
hito crucial en el desarrollo de la lingüística histórica y está en la base del método
comparativo, el procedimiento esencial en la reconstrucción de la historia y evo-
lución de las lenguas. Pero a la propia formulación del concepto de ley fonética
subyace otro descubrimiento esencial, el de la regularidad de los cambios fonéti-
cos, un fenómeno que se suele conocer como la hipótesis neogramática. La hipó-
tesis neogramática (así llamada por el nombre de la escuela lingüística que la
formuló) es una hipótesis sobre la naturaleza de los cambios fonéticos que afirma
que, a pesar de la evidencia a veces contraria, estos son siempre regulares. La
regularidad de los cambios fonéticos es un hecho controvertido y que ha generado
una ingente cantidad de investigación y de debate, aunque (hechas ciertas preci-
siones) no parece cuestionable. Lo que nos interesará especialmente de la hipóte-
sis neogramática es que la misma se sigue directamente si los cambios fonéticos
(como los que llevan en la familia germánica de [p] a [f] en ciertos contextos fo-
néticos) son interpretados como procesos de reanálisis.
Así, la idea esencial que vamos a desarrollar en este capítulo es que, conforme
a la visión general del cambio lingüístico presentada en los capítulos precedentes,
los cambios fonéticos no son ni direccionales, ni teleológicos, ni funcionales, sino
que son consecuencia de procesos de reanálisis, esto es, son el resultado de erro-
res en la interpretación de la relación entre una expresión lingüística (sonidos) y
su representación estructural (fonológica en este caso). La apariencia que, como
vamos a ver, tienen muchos cambios fonéticos de estar “guiados” a un fin (típi-
camente el simplificar la pronunciación) es, en realidad, consecuencia también de
la naturaleza “reanalítica” de los cambios en la pronunciación.
Consideraremos en primer lugar qué tipos de cambios fonéticos ocurren habi-
tualmente en las lenguas (4.1), abordaremos a continuación el análisis de los
cambios fonéticos como procesos de reanálisis (4.2) y volveremos después sobre
las leyes fonéticas y la hipótesis neogramática (4.3) para concluir considerando
los efectos del cambio lingüístico en el sistema fonológico de las lenguas (4.4).
122
Mecanismos del cambio fonético
Hay diversas posibilidades para clasificar los cambios fonéticos que se producen
en las lenguas. Siguiendo a Hock y Joseph (1996) vamos a agruparlos en cam-
bios que parecen simplificar la pronunciación, frente a cambios que parecen
complicarla:
CUADRO 4.1
Clasificación de los cambios fonéticos
Facilitan la pronunciación Complican la pronunciación
Asimilación Disimilación
Lenición Fortición
Pérdida Epéntesis
123
El cambio lingüístico. Sus cambios, mecanismos y consecuencias
Además, como observa Sihler (2000: 19-20), esta visión, aunque es muy anti-
gua y está muy asentada, no deja de ser una confusión entre los posibles efectos
del cambio (la simplificación, por así decirlo) y sus causas.
Consideremos algunos ejemplos de cada uno de estos procesos reflejados en
el cuadro anterior (salvo indicación contraria, los ejemplos mencionados proce-
den de Hock y Joseph, 1996). La asimilación, como sugiere su propia denomina-
ción, consiste en hacer la pronunciación de un determinado sonido “más similar”
a la de otro sonido cercano y así simplificar los gestos articulatorios requeridos
para pronunciar la palabra o cadena de sonidos. Un ejemplo notable (un meta-
ejemplo) es la propia expresión latina ad similis, que produce ya en latín assimi-
lare, proceso en el que la asimilación es tan perfecta que produce un sonido idén-
tico, que en español, además, se simplifica. Un caso particular de asimilación,
muy frecuente en las lenguas germánicas, es el llamado proceso de Umlaut (me-
tafonía o inflexión vocálica). Básicamente consiste en que la vocal de una raíz se
asimila parcialmente a la de un sufijo ([u] pasa a [ü] por efecto de [i]), tal y como
tenemos en el estado II del ejemplo del cuadro 4.2 respecto del estado de I, sin
Umlaut:
CUADRO 4.2
Umlaut en inglés antiguo
Estado I Estado II Estado III (inglés antiguo) Glosa
ku-z ku-z cu [ku] “vaca”
ku-iz kü-iz cy [kü] “vacas”
Nótese que, como se muestra en el estado III, la posterior pérdida del sufijo
hace que se morfologice el cambio, siendo la inflexión la que representa la oposi-
ción morfológica entre singular y plural. En nuestro ejemplo se ha perdido el plu-
ral etimológico en el inglés actual, derivándose un plural analógico (cow, cows),
pero aún quedan ejemplos en esta lengua en los pares del tipo de foot/feet, mou-
se/mice, man/men, woman/women, tooth/teeth, etc. Como señalan Hock y Joseph,
también se ha detectado asimilación en las lenguas de signos, algo que los espe-
cialistas suelen denominar simetría (por ejemplo el signo para ‘final’ en la lengua
de signos americana consistía en el índice de una mano señalando el meñique de
la otra, pero se ha asimilado señalándose un meñique con el otro).
Siguiendo esa imagen de fuerzas en contraposición se podría suponer que si
la asimilación funcionara de manera irrestricta, habría un colapso de todos los
sonidos, reduciendo las posibilidades distintivas. La tendencia opuesta es, por
124
Mecanismos del cambio fonético
125
El cambio lingüístico. Sus cambios, mecanismos y consecuencias
puede decir que A es más fuerte que B (teniendo en cuenta que el signo > significa
‘más fuerte’) en sentidos algo distintos:
Las primero cuatro escalas (2a-d) tienen que ver con diferentes grados de obs-
trucción a la salida del aire por la boca, la quinta (2e) con la obstrucción a la sali-
da del aire por la nariz, y la última (2f) refleja que antes del proceso de ensorde-
cimiento hay más diferencia con las vocales y mayor tensión de los órganos
fonadores, para que no vibren las cuerdas vocales. En este sentido, una consonan-
te más débil es la que implica menos esfuerzo articulatorio que su correspondiente
más fuerte, o en otras palabras, que la débil es “más vocálica” que la fuerte. No
por casualidad la lenición sucede primordialmente entre vocales, ya que el paso
de una vocal a una consonante fuerte implica más esfuerzo, más trabajo que el
paso a una consonante débil. Es por eso por lo que, como adelantábamos, la leni-
ción se puede considerar un tipo de asimilación. Trask (1996: 56 y ss.) ofrece
ejemplos de las seis escalas en diversas lenguas, tal y como se muestra en 3:
126
Mecanismos del cambio fonético
Cabe observar, además, que la lenición puede avanzar dos o más pasos en el
mismo contexto. Si reconsideramos los ejemplos de 1 observaremos que en la
evolución lupus > lobo, status > estado y locus > luego no solo ha habido una
sonorización de [p], [t] y [k], sino también una fricativización que alcanza al esta-
do de aproximante. En habere > haber solo hay una fricativización, ya que el ori-
gen ya era sonoro, y en videre > ve(e)r y legere > le(e)r ya hemos alcanzado el
estado máximo de lenición, que es la desaparición de sonidos. De hecho, el verbo
haber también ha sufrido ese proceso en la conjugación de algunas personas del
auxiliar (he, has, ha, hemos, han) y totalmente en la forma reanalizada como afijo
verbal, tanto en presente (futuros del tipo de amaré, amaremos) como en pasado
(condicionales del tipo de amarías, amaríamos).
No es infrecuente que la lenición lleve a la pérdida de sonidos en una lengua,
aunque tampoco es raro que dichos sonidos vuelvan a introducirse en la misma en
momentos posteriores. Un sonido especialmente interesante a este respecto es la
aspiración glotal [h] (vulgarmente llamada “hache aspirada”). De hecho, se podría
decir que [h] es el mínimo sonido consonante posible (por lo que también se suele
considerar una especie de “vocal sorda”). Lo normal es que desaparezca fácilmen-
te, ya que el mínimo ahorro de esfuerzo con él implica que no queda nada más.
Por ejemplo, en latín era un sonido frecuente (cfr.: habere, homo, honor, hora,
hortus, nihil, mihi), pero en ninguna de las lenguas romances se pronuncia. En
español muchas de ellas se siguen escribiendo, pero no se han pronunciado desde
hace más de 2.000 años.
Por su parte, tanto en francés como en español han aparecido nuevos sonidos
[h], que también se han perdido. En el caso del francés entraron a través de prés-
tamos germánicos como hibou ([ibú] “búho”) que hasta el siglo dieciséis se pro-
nunciaron, pero que volvieron a perderse. El español desarrolló otro sonido aspi-
rado [h] a partir precisamente de la lenición de la f inicial latina, de manera que
palabras de latín vulgar como ficu, filiu, farina o facere dieron lugar a higo, hijo,
harina o hacer, que se pronunciaban aspiradas y que hoy solo llevan “haches
mudas”. Y aún hoy, en amplios dialectos del español, hay una tercera generación
de [h] derivada de la lenición del sonido velar fricativo sordo [x].
Parece claro que si la lenición no tuviera algún tipo de contrapeso, las lenguas
solo deberían tener vocales, algo bastante incómodo para la comunicación. Así,
como hemos visto, un sonido consonántico que se ha perdido vuelve a entrar en la
lengua, por la evolución de otros sonidos o por medio del préstamo. Ya hemos
visto que eso sucedió en francés, y lo mismo sucedió en el caso del vasco, en el
que la lenición llevó a la desaparición total de [n] entre vocales, pero que después
ha tomado miles de préstamos del latín, del español y del francés que han repues-
to ese sonido. En inglés desaparecieron todos los sonidos [k] por lenición para
hacerse [x] y luego [h] (que hoy se está perdiendo), pero se reintrodujeron nuevos
sonidos [k] por el ensordecimiento de [g] y también por medio de préstamos co-
127
El cambio lingüístico. Sus cambios, mecanismos y consecuencias
mo sky o skin del antiguo noruego, carry, carrot o picture del francés normando,
kinetic del griego, actor del latín o kayak del esquimal. Por otra parte, en español
no debería haber sonidos oclusivos intervocálicos, pero hay muchos, como en
gato, rato, meter, pipa o saco. Muchos de estos sonidos oclusivos son simplifica-
ciones de geminadas y otros se han introducido en la lengua como cultismos o
como préstamos en etapas posteriores a la de actuación del proceso fonético. Del
mismo modo, no debería haber f iniciales pero las hay, por las mismas razones:
fin, falta, fiador, fábrica o funeral.
Desde el punto de vista fonético, los seis tipos de lenición que hemos visto
en 2 tienen su contrapartida en los procesos de fortalecimiento o fortición, tal y
como vemos en los ejemplos (también tomados de Trask 1996) de 4:
128
Mecanismos del cambio fonético
de la palabra. Así, por ejemplo, el étimo del inglés five es *finf con una vocal
breve (compárese con el alemán fünf). Pero la n se perdió pronto, lo que supuso
el alargamiento de la vocal. En francés antiguo beste, feste o maistre se pronun-
ciaban como se escribían, pero luego la s final de sílaba dejó de pronunciarse y
pasaron a escribirse bête [be:t], fête [fe:t] y maître [me:tr]. El acento circunflejo
indicaba la cantidad vocálica alargada, pero lo cierto es que en la actualidad
tienden a acortarse, de manera que maître se pronuncia como mettre ‘poner’,
por lo que la academia francesa recomienda que se elimine esa marca de la es-
critura.
Pero el alargamiento vocálico no es la manera más frecuente de compensar la
tendencia a la eliminación de sonidos en las lenguas. Otro mecanismo típico es lo
que se denomina epéntesis, que consiste básicamente en la inserción de sonidos
que antes no estaban. Un tipo muy común de epéntesis es la inserción de un soni-
do al principio de una palabra, lo que se denomina prótesis. Por ejemplo, en cas-
tellano o en francés se inserta una e delante de palabras latinas como spata (cfr.
esp. espada o fr. épée, con la esperable pérdida posterior en francés de la s final
de sílaba).
Pero también se insertan consonantes, normalmente en medio de una pala-
bra y especialmente entre sonidos nasales seguidos de sonidos líquidos como
[r] o [l]. Así, en español hombre parece haber tenido esa evolución partien-
do del latín hominem. La caída de la vocal postónica y otras pérdidas regula-
res darían lugar a omne (que ha dado soluciones de asimilación total como el
medieval ome, u home en catalán), pero que ha podido derivar también en una
disimilación del tipo de omre, que luego habría introducido la b epentética. Un
proceso similar, avalando la idea de la disimilación, ha sucedido en el antiguo
inglés, que tenía una forma zunrian ‘tronar’ que dio lugar al antiguo inglés
thundrian (inglés moderno thunder). Es posible argumentar (véase Sihler 2000:
132-133) que estos procesos son consecuencia de un problema de timing en la
maniobra de pasar de un sonido nasal a un sonido líquido no nasal.
Los sonidos nasales [m] o [n] se pronuncian como los oclusivos sonoros,
pero dejando salir el aire por la nariz. El paso de un sonido oclusivo nasal (co-
mo [m] o [n]) a un sonido líquido (como [r] o [l]) tiene que producirse exacta-
mente al mismo tiempo en el que se interrumpe la salida del aire por la nariz,
de manera que los labios deben abrirse a la vez que se interrumpe la salida del
aire por la cavidad nasal y se activa la lengua para articular [r] o [l] siguientes.
La epéntesis sería el resultado si esta transición se hace a destiempo, ya que si
se interrumpe la salida del aire por la nariz antes de separar los labios, lo que
aparece, antes del segmento siguiente, es una versión no nasal del sonido oclu-
sivo, esto es, [b] en el caso de [m] o [d] en el caso de [n]. En esquema sería
algo así: [mr] > [mbr] para el caso de hombre o [nr] > [ndr] en el caso de zun-
drian (cfr. el español marginal Endrique por Enrique).
129
El cambio lingüístico. Sus cambios, mecanismos y consecuencias
130
Mecanismos del cambio fonético
131
El cambio lingüístico. Sus cambios, mecanismos y consecuencias
Hablante Oyente
/ut/ /ut/
132
Mecanismos del cambio fonético
Pero aún quedaría por explicar cómo se producen los cambios complementa-
rios, esto es, los disimilatorios. El propio Ohala propuso que estos se podrían
producir si el oyente, en lugar de hacer una hipocorrección aplica el procedimien-
to de normalización o corrección, pero lo hace de una manera inadecuada, esto es,
produciendo una hipercorrección.
Si, como hemos visto, la normalización del oyente consiste en eliminar las
distorsiones que los factores contextuales producen en los segmentos fonéticos,
cuando dos sonidos contiguos o cercanos son voluntariamente similares o iguales,
¿no podría el hablante deducir erróneamente (esto es, abducir) que uno de ellos no
se pretendía tan similar al otro?
Esta circunstancia queda representada en el esquema de la figura 4.3, que re-
fleja el proceso de hipercorrección.
Como se observa en el esquema de la figura 4.3, el hablante produce una vocal
aguda [y] junto con [t]. Como tal es oída la secuencia por el oyente, que en este caso
133
El cambio lingüístico. Sus cambios, mecanismos y consecuencias
134
Mecanismos del cambio fonético
aún, como un proceso no guiado a un fin determinado. Pero ello no significa que
no puedan explicarse también las asimetrías en los cambios fonéticos que hemos
observado en el apartado anterior y que han inspirado (e inspiran) visiones direc-
cionales de los cambios. Recuérdese que hemos señalado que los cambios asimila-
torios (incluyendo la lenición) son típicamente más regulares y frecuentes que los
disimilatorios. Ello se explica fácilmente con este modelo sin tener que asumir que
la motivación de los cambios es facilitar o simplificar la pronunciación (ni el len-
guaje en general), asunción que, como hemos visto con detalle en el capítulo ante-
rior, nos lleva a caminos sin salida.
Consideremos, por ejemplo, el hecho empírico de que es más probable que
una secuencia [ke] se convierta en [te] que al contrario. La explicación tradicional
es que la vocal anterior produce el adelantamiento del punto de articulación de la
consonante velar. Esto se manifiesta claramente en la asimetría de evolución del
sonido [k] latino ante las vocales anteriores y posteriores en español (y en el resto
de lenguas romances). Así, las secuencias [ko], [ku] tienden a conservar el punto
de articulación posterior, como en computare > contar o cupa > cuba, mientras
que las secuencias [ke], [ki] producen adelantamiento de la articulación de la con-
sonante, como en certus > cierto, cinque > cinco. Nótese que en castellano (o en
francés) la evolución es en estos casos [k] > [s] en los dialectos seseantes y [k] >
[θ] en el resto, pero en ambos casos se adelanta el punto de articulación. La solu-
ción del italiano (certo, cinque) con un sonido palatal [t∫] es también concurrente
con la asimilación. Lo interesante es que en condiciones de laboratorio también es
mucho más probable que los sujetos confundan [ke] con [te] que [te] con [ke]
(véase Ohala 2012: 30 para discusión y referencias). Ello es así porque la secuen-
cia [ke] tiene rasgos acústicos adicionales que, si son perdidos por el oyente, pue-
den dar lugar a “reconstruir” la secuencia [te], siendo mucho menos probable que
el oyente introduzca rasgos que no estaban en la secuencia original, la única ma-
nera posible de que se produzca un cambio, un reanálisis, de [te] a [ke].
Así pues, la conclusión de este apartado no puede ser otra que las palabras
con las que concluye Ohala su revisión de la teoría de los cambios fonéticos:
Hemos visto hasta el momento que es posible entender los cambios fonéticos
como procesos de reanálisis y, por tanto, que encajan adecuadamente en la con-
135
El cambio lingüístico. Sus cambios, mecanismos y consecuencias
136
Mecanismos del cambio fonético
en latín (y, por tanto, tampoco es natural que el cambio se produzca). Así, si en
español de octo tenemos ocho, en italiano tenemos otto, en francés huit y en ru-
mano tenemos opt, en todos los casos con la misma regularidad. Es precisamente
esa “proporcionalidad” la que está en la base de la reconstrucción histórica, en la
base de la noción de ley fonética, y en la de la propia hipótesis de la regularidad.
Así, las correspondencias regulares de este tipo nos permiten hacer ciertas
predicciones, algo solo posible si los cambios son regulares. Dados los ejemplos
vistos, podemos asumir las siguientes leyes fonéticas (muy simplificadas) para las
lenguas citadas:
137
El cambio lingüístico. Sus cambios, mecanismos y consecuencias
El árbol se puede leer en dos direcciones: de arriba abajo nos dice que el latín
es la protolengua de la que derivan históricamente las lenguas romances, y de
abajo a arriba nos dice que, conocidas las formas de las lenguas descendientes, es
posible, con mucha precisión, reconstruir la forma de la protolengua. En el caso
que hemos visto, la segunda opción es innecesaria (en general, aunque no son
pocas las voces latinas no documentadas que se han reconstruido por este método,
pues debemos recordar que las lenguas romances no derivan exactamente del latín
clásico documentado, sino de sus dialectos hablados), pero es crucial en el caso
de las protolenguas no documentadas históricamente. Consideremos otra familia
de términos cognados romances, tales como los siguientes: padre (español), pare
(catalán), père (francés) y pai (portugués). En este caso sería relativamente senci-
llo construir un árbol como el de la figura 4.4 y no necesitaríamos reconstruir la
forma original, sabedores de que es la palabra latina pater:
pater
138
Mecanismos del cambio fonético
Protoindoeuropeo
(*pH₂tér-)
Protorromance Protogermánico
(pater) (?)
139
El cambio lingüístico. Sus cambios, mecanismos y consecuencias
140
Mecanismos del cambio fonético
La lengua sánscrita, sea cual fuere su antigüedad, posee una estructura ad-
mirable. Es más perfecta que el griego, más rica que el latín y más refinada-
mente exquisita que ambas. Con ellas tiene una afinidad tal, tanto en lo que se
refiere a las raíces verbales como por lo que atañe a las formas gramaticales,
que no ha podido originarse accidentalmente. Hasta tal punto es fuerte la afini-
dad, que ningún filólogo podría examinar las tres lenguas sin pensar que proce-
dan de una fuente común que, acaso, ya no existe. Hay, además, una razón se-
mejante, aunque no tan concluyente, para suponer que tanto el gótico como el
céltico, mezclados con otra lengua muy distinta, tienen el mismo origen que el
sánscrito. También el antiguo persa podría ser asociado a la misma familia (Wi-
lliam Jones, 1786, apud Arens, 1969: 221).
No hay razones para pensar que estas observaciones, bien poco científicas,
fueran el detonante de este movimiento, especialmente teniendo en cuenta que ya
en el siglo XV se había señalado la semejanza de esa lengua de la India con el
griego y el latín, pero sigue siendo una buena descripción del núcleo de interés de
esta escuela (cuya culminación son los neogramáticos) y un buen ejemplo de có-
mo el triunfo de una hipótesis científica debe tanto a su contenido como al am-
biente intelectual en el que se formula.
Los neogramáticos representan, pues, la maduración del modelo histórico-
comparativo del siglo XIX y el verdadero surgimiento de la lingüística moderna.
Saussure, aunque es revolucionario en muchos sentidos y es el artífice de un cam-
bio radical en el paradigma científico de la lingüística, es realmente un neogramá-
tico más. Los neogramáticos no “inventaron” las leyes fonéticas, ni aportaron
ningún descubrimiento excepcional con respecto a la generación anterior en lo
que respecta a la reconstrucción, pero sí formularon la hipótesis que aún hoy se
sigue discutiendo: la hipótesis de la regularidad del cambio fonético o, para ser
más precisos, la hipótesis de que las leyes fonéticas no tienen excepciones. El
141
El cambio lingüístico. Sus cambios, mecanismos y consecuencias
Claro que las leyes fonéticas presentan con frecuencia excepciones; lo que los
neogramáticos afirman es que las excepciones siempre son aparentes y se deben o
bien a que la ley no está bien formulada (enseguida veremos un célebre ejemplo) o
bien a que ha intervenido el proceso de analogía, que era el otro pilar de su teoría.
La analogía, fenómeno relevante que abordaremos con más detalle en el capí-
tulo 5 (donde analizaremos su estatus de mecanismo de cambio lingüístico), se
suele expresar como una relación proporcional entre formas lingüísticas. Conside-
remos de nuevo el ejemplo mencionado en 4.1 en relación con la inflexión vocáli-
ca. Veíamos que en inglés antiguo la palabra para ‘vaca’ era cu [ku] y la palabra
para ‘vacas’ era cy [kü]. En inglés moderno el descendiente de cu es cow, pero el
plural de esa forma no es el etimológico (kine, derivado de cy), sino analógico,
según el siguiente modelo:
A stone – A’ stones
B cow – B’ cows
Las analogías de este tipo (llamadas por ello analogías a cuatro partes) deben
leerse así: B es a B’ como A es a A’. En dicha formulación se establece que a
partir de la forma B se obtiene una forma nueva, B’, sobre la base del modelo
ofrecido por la relación entre A y A’. Lo relevante de la analogía en este momen-
to es que introduce una forma lingüística que rompe la cadena histórica. Por tanto,
razonaban los neogramáticos, una excepción a una ley fonética provocada por la
analogía no es tal, puesto que la forma etimológica ha sido reemplazada por la
creación analógica. Saussure usó un ejemplo especialmente claro para explicarlo
a sus estudiantes al abordar el cambio inesperado del latín antiguo honos al clási-
co honor:
A oratorem – A’ orator
B honorem – B’ honor
142
Mecanismos del cambio fonético
En este caso la forma nueva (B’) es honor, que según las leyes fonéticas, de-
bería ser honos. Nótese que en origen el nominativo era honos y el acusativo ho-
nosem. Posteriormente hubo un cambio fonético (un rotacismo) que sustituyó la s
intervocálica latina por r. La forma honosem fue sometida al proceso de rotacis-
mo general dando honorem, pero la s de honos no debía cambiar, al no ser inter-
vocálica. Lo hizo (honor es la palabra que encontramos en latín clásico), pero no
como una excepción a la ley fonética, sino como consecuencia de un proceso
analógico, esto es, de la regularización de un paradigma.
Siguiendo la tendencia habitual en los manuales de lingüística histórica, exa-
minaremos la cuestión de la regularidad de los cambios fonéticos usando como
ejemplo las célebres “leyes de Grimm”. Los primeros comparatistas habían ob-
servado que ciertas pautas de diferencia entre lenguas como el latín, el griego, el
sánscrito y el gótico y otras lenguas germánicas eran muy regulares, de manera
que un sonido determinado en un grupo de lenguas tendía a corresponderse con
otros sonidos en las otras.
Así, Rasmus Rask fue el primero que en 1814 formuló lo que después se co-
nocería como las leyes de Grimm. Se denominan leyes de Grimm porque este
también las descubrió (independientemente) y, aunque su gramática se publicó
más tarde (1816), tuvo más éxito, al ser más divulgada y ser Grimm alemán (Rask
era danés) y fundador de la filología germánica.
Si volvemos al párrafo de William Jones citado arriba veremos que presenta-
ba ciertas dudas sobre el germánico (o gótico) y precisamente Rask y Grimm,
entre otros, empezaron a prestar mucha atención a esas diferencias entre el grupo
germánico y las lenguas indoeuropeas clásicas y observaron que el sonido recons-
truido para el protoindoeuropeo (PIE) se mantenía en griego y seguía ciertos
cambios en el gótico (una lengua germánica antigua). Su objetivo era dilucidar
más claramente la relación entre el germánico y las lenguas clásicas como el grie-
go, el latín o el sánscrito, además de demostrar que el germánico era, en efecto,
un grupo indoeuropeo.
En términos simplificados y actualizados, las leyes de Grimm dicen lo que te-
nemos en 1.
1. Leyes de Grimm:
a) El sonido oclusivo sordo en PIE se hace fricativo sordo en gótico.
b) El sonido oclusivo sonoro en PIE se hace oclusivo sordo en gótico.
c) El sonido aspirado sonoro en PIE se hace oclusivo o fricativo sonoro
en gótico (según el contexto en que aparezca).
Veamos algunos ejemplos, tomados de Hock y Joseph (1996: 115), en los que
se emplean las tres lenguas clásicas indoeuropeas y dos lenguas germánicas, el
gótico y el antiguo inglés:
143
El cambio lingüístico. Sus cambios, mecanismos y consecuencias
144
Mecanismos del cambio fonético
incompleta) el cambio descrito por la ley de Grimm. Las excepciones parecían ser
aleatorias.
Para complicar más las cosas, había otras palabras en las que sí se operaban
cambios, pero con resultados distintos a los predichos por la ley de Grimm: así, en
ciertas palabras, como las que tenemos en 4a, los sonidos oclusivos sordos proto-
indoeuropeos, en vez de hacerse fricativos sordos, se hacían oclusivos sonoros,
esto es, se sonorizaban, tal y como se observa comparando en 4a los sonidos en
negrita del latín y el sánscrito con los equivalentes del gótico y del antiguo inglés:
145
El cambio lingüístico. Sus cambios, mecanismos y consecuencias
mánicos, exactamente igual que el inglés actual street (del latín strata, ‘camino
empedrado’). Esos términos se introdujeron en el tronco germánico una vez que
había pasado el tiempo de acción de la ley fonética, al igual que hemos visto que
sucede con cultismos del español que preservan la f- inicial perdida en castellano.
El progresivo reconocimiento de los errores y los préstamos antiguos contri-
buyó a reforzar la idea de que los procesos descritos por Rask y Grimm eran
realmente leyes. Más tarde se descubrió también que excepciones recalcitrantes,
como las que hemos visto en 3, no eran realmente aleatorias, sino que eran ellas
mismas regulares y, por tanto, parte de la propia ley. Así, en 1862 Lottner observó
que los sonidos oclusivos sordos sin cambiar de los ejemplos de 3 siempre apare-
cen detrás de un sonido fricativo sordo, bien sea indoeuropeo, como en standan,
bien sea germánico (precisamente como resultado de la ley de Grimm), como en
haeft (de pt). Por tanto, bastaba una simple corrección de la primera ley de Grimm
especificando que los sonidos oclusivos sordos están exentos del cambio si apare-
cen después de uno fricativo sordo, germánico u original.
Pero aún quedaban los ejemplos del tipo de los de 4, que no eran tan fáciles
de explicar sin cambiar drásticamente la formulación de la ley. De hecho, la solu-
ción no apareció hasta 1877, cuando el lingüista danés Karl Verner encontró la
manera de tratar esos casos como instancias regulares de cambio. La solución fue
más complicada porque no se podía arreglar cambiando o adaptando las leyes de
Grimm, sino que había que formular otra ley regular independiente y hasta enton-
ces desconocida (oculta). Además, la formulación de la nueva ley requería de la
especificación de condiciones que no se podían encontrar si no se consideraba,
además de las lenguas germánicas en las que aparecían esos sonidos sonoros ex-
cepcionales, la propia evolución de otras lenguas, especialmente del griego y del
sánscrito. Y además Verner tuvo que recurrir a otro factor que aparentemente no
tenía nada que ver con la sonoridad, como era la posición del acento en las fuen-
tes indoeuropeas. Una vez que se juntaron todos esos factores resultó una solu-
ción tan limpia y clara que mereció el nombre de ley de Verner, y así se sigue
conociendo en nuestros días. La ley de Verner es la siguiente:
146
Mecanismos del cambio fonético
CUADRO 4.3
Aplicación de LG > LV > MA
‘padre’ ‘hermano’
PIE patér bhráter
LG faθér bróθer
LV fadér inaplicable
MA fáder bróθer
IA faeder bróθθ or
Como puede apreciarse en el cuadro 4.3 las formas obtenidas en inglés anti-
guo son las correctas. Así, la palabra patér del PIE primero sufre de manera regu-
lar el cambio descrito por la primera ley de Grimm [t] > [θ] (y deja de ser una
excepción) y después refleja el cambio descrito por la ley de Verner (el sonido
fricativo sordo se sonoriza al no ser inicial, estar flanqueado por vocales y no
estar el acento en la sílaba precedente, según el preciso contexto fonético recogi-
do en el enunciado de la ley) y después refleja el cambio de acento a la primera
sílaba. Por su parte, la palabra del PIE bhráter igualmente refleja en primer lugar
la acción de la ley de Grimm (se hace fricativo el sonido oclusivo sordo [t]). Pero
no es objeto de la ley de Verner, ya que incumple una de las condiciones contex-
tuales, al llevar el acento en la sílaba anterior al sonido fricativo sordo, ni refleja
el cambio acentual, al ser ya una palabra acentuada en la sílaba radical. Por tanto,
faeder, a pesar de las apariencias, no es una excepción, sino una confirmación de
la ley.
147
El cambio lingüístico. Sus cambios, mecanismos y consecuencias
CUADRO 4.4
Aplicación de LV > LG > MA
‘padre’ ‘hermano’
PIE patér bhráter
LV inaplicable inaplicable
LG faθér bróθer
MA fáθer bróθer
IA *faeθ
θ er bróθθ or
CUADRO 4.5
Aplicación de MA > LG > LV
‘padre’ ‘hermano’
PIE patér bhráter
MA páter bhráter
LG fáθer bróθer
LV inaplicable inaplicable
IA *faeθ
θ er bróθθ or
148
Mecanismos del cambio fonético
149
El cambio lingüístico. Sus cambios, mecanismos y consecuencias
sia en este caso parece haberse resuelto a favor de los neogramáticos, en el sen-
tido de que, aunque es cierto que existen evidencias de que ciertos cambios fo-
néticos se implementan según el modelo de la difusión léxica, ello no implica
que no existan cambios neogramáticos (esto es, regulares y bruscos) y que, de
hecho, estos sean los más frecuentes y significativos. La conclusión del largo,
detallado y equilibrado informe de Labov es clara al respecto:
150
Mecanismos del cambio fonético
CUADRO 4.6
Dos tipos de cambios fonéticos (adaptado de Labov, 1981)
“Cambio léxico” “Cambio neogramático”
Discreto sí no
Condicionamiento fonético poco mucho
Excepciones léxicas sí no
Condicionamiento gramatical sí no
Predictibilidad no sí
Difusión léxica sí no
151
El cambio lingüístico. Sus cambios, mecanismos y consecuencias
Saco la conclusión, por tanto, de que la existencia de los dos tipos de cam-
bio fónico, la difusión léxica y el cambio “neogramático”, es consecuencia de la
existencia de dos tipos de reglas fonológicas, reglas léxicas y reglas postléxicas
(Kiparsky, 1988: 463).
152
Mecanismos del cambio fonético
153
El cambio lingüístico. Sus cambios, mecanismos y consecuencias
En una interesante reflexión Hale (2012) plantea que aunque parece claro que
tanto la hipótesis neogramática como la hipótesis foneticista de Ohala son esen-
cialmente correctas, aún queda por explicar cómo se sigue la una de la otra, esto
es, aún queda por determinar si la concepción de los cambios fonéticos de Ohala
explica la regularidad de los mismos. Hale concluye su reflexión afirmando que
únicamente apelando al papel de la fonología (la estructura subyacente de los
sonidos de las lenguas) se podrían unificar ambas hipótesis.
Y acabamos de ver que, en efecto, Hale parece tener razón. El mecanismo del
cambio (el reanálisis) no explica en sí mismo la regularidad de los cambios, salvo
si tenemos en cuenta que el reanálisis no es estrictamente fonético, sino fonológi-
co. Cuando el oyente reanaliza una secuencia fonética lo que está haciendo es
cambiar la estructura fonológica que subyace a esa secuencia, exactamente igual
que sucede, como vimos, con el reanálisis sintáctico en nuestro ejemplo de arra-
dio (recordemos que la secuencia unarradio en realidad no es modificada por el
hablante, sino solamente su estructura subyacente, de una/radio a un/arradio).
Así, pues, como hemos visto en el apartado anterior, en realidad los cambios fo-
néticos son el resultado de cambios en las reglas fonológicas que regulan la rela-
ción entre los fonemas que forman la representación subyacente y los alófonos
154
Mecanismos del cambio fonético
que los realizan en el habla. Todo cambio fonético implica, en realidad, un cam-
bio fonológico. O en términos más precisos, los cambios fonéticos son en realidad
cambios fonológicos.
Podría argumentarse, por el contrario, que los cambios fonéticos no condicio-
nados, esto es, los cambios que suceden en todas las instancias de un sonido, in-
dependientemente del contexto en el que aparecen (sea por contacto lingüístico o
cualquier otro factor), no tienen efectos en los sistemas fonológicos. Por ejemplo,
si en un dialecto de una lengua se sustituye una s apicoalveolar por una s dorsal,
entonces siempre que aparezca una s será dorsal, lo que no afectaría al elenco de
fonemas ni a su organización (sus oposiciones internas). En efecto, desde una
perspectiva tradicional de la fonología, en tal caso no estaríamos ante un cambio
en el sistema fonológico, ya que el sistema fonológico, en dicha concepción, solo
consta de oposiciones fonológicas, que no habrían cambiado. Así, si el cambio no
da lugar a nuevas oposiciones fonológicas o no cambia ninguna de las existentes,
no hay tal cambio en el sistema.
No obstante, aún podríamos decir que ha habido un proceso de refonologiza-
ción (una reorganización del sistema fonológico consistente en cambios en algu-
nos alófonos de ciertos fonemas). Además, por lo general, los cambios no condi-
cionados suelen afectar el sistema fonológico incluso en sentido tradicional. Por
ejemplo, en el español actual se ha perdido el sonido labial sonoro [v] realización
del fonema /v/, lo que ha hecho que se amplíe la distribución del fonema /b/ a su
costa, de manera que la pérdida de un alófono implica que se hayan “fundido” dos
fonemas y la lengua ha perdido uno. Lo mismo sucede en los dialectos en los que
se pierde la aspiración de h inicial: al desaparecer el sonido, desaparece también
el fonema y todas las oposiciones en las que entraba.
En todo caso, la fuente habitual de cambios fonológicos son los cambios foné-
ticos condicionados, esto es, cuando un cambio fonético afecta a algún alófono de
un fonema y después ese alófono se convierte a su vez en un fonema propio. Un
ejemplo típico en muchas lenguas es el cambio fónico producido por asimilación
del sonido velar oclusivo sordo [k] a la vocal siguiente. Por ejemplo, en el inglés
primitivo (ejemplo tomado de Trask 1996: 78) había un fonema /k/ que tenía dos
alófonos: una versión posterior ante vocal posterior y una versión más anterior
ante vocal anterior, exactamente igual que en español actual los sonidos oclusivos
de las secuencias [ke] y [ku] tienen normalmente distinto punto de articulación.
En el inglés primitivo, como en las lenguas romances, el sonido [k] ante voca-
les anteriores o ante el diptongo [ea] y [eo] se palatalizó como un sonido africa-
do [t∫]. En principio, eso solo significa que el fonema /k/ tenía dos alomorfos,
según el contexto fónico. Pero más adelante, como se muestra en el cuadro si-
guiente, el primer elemento de los diptongos /ea/ y /eo/ se perdió por un cambio
fonético independiente, por lo que el sonido africado, que solo aparecía ante voca-
155
El cambio lingüístico. Sus cambios, mecanismos y consecuencias
CUADRO 4.7
Partición de /k/ en inglés antiguo (de Trask, 1996: 78)
‘gato’ (cat) ‘barcia’ (chaff) ‘barba’ (chin)
[katt] [keaff] [kinn]
Estado I
/katt/ /keaff/ /kinn/
[katt] [t∫eaff] [t∫inn]
Estado II
/katt/ /keaff/ /kinn/
[katt] [t∫aff] [t∫inn]
Estado III
/katt/ /t∫aff/ /t∫inn/
156
Mecanismos del cambio fonético
En un momento posterior, otra ley fonética convirtió todos los sonidos [z] en
[ɾ]. Al suceder eso, los sonidos [ɾ] intervocálicos se identificaron con los que ya
existían en la lengua y no procedían de [s].
Una representación esquemática de ambos procesos de partición puede permi-
tir apreciar mejor la diferencia entre ellos:
/s/ /s/
/r/ /r/
/k/
/k/
/t∫/
Figura 4.9. Representación esquemática de los procesos
de partición fonológica.
157
El cambio lingüístico. Sus cambios, mecanismos y consecuencias
158
Mecanismos del cambio fonético
p t
b m d n
Figura 4.10. Correlaciones fonológicas (órdenes labial y dental).
Fricativo sordo f θ x
↑ ↑ ↑ 1
Oclusivo sordo p t k
↑ ↑ ↑ 2
Oclusivo sonoro d d g
↑ ↑ ↑ 3
Oclusivo aspirado sonoro bh dh gh
159
El cambio lingüístico. Sus cambios, mecanismos y consecuencias
160
Mecanismos del cambio fonético
CUADRO 4.8
Mutación consonántica del español (Alarcos, 1965)
Cambio fonético latín > español Ejemplo latín > español
pp > p cuppa > copa
p>b cupa > cuba
b> β habere > haber
β>∅ habeo > he (p. ej. he venido)
161
El cambio lingüístico. Sus cambios, mecanismos y consecuencias
Desde los siglos imperiales hasta los inicios románicos se producen tres fe-
nómenos fonéticos, caracterizados por el debilitamiento de estas consonantes
en posición intervocálica: 1) fricación de algunas oclusivas sonoras […], 2) so-
norización de sordas; 3) simplificación de geminadas. La documentación a
mano presenta en ese orden los procesos. Pero hay que tener en cuenta la lenti-
tud en la generalización de los cambios fonéticos y la relación sistemática de
estos fenómenos. Es decir, que los tres fenómenos están en relación, unos arras-
tran a los otros: el fenómeno de la sonorización, típico del occidente, ha triun-
fado porque había geminadas que tendían a simplificarse, o bien las geminadas
se simplificaron porque previamente las simples sordas se modificaron, empu-
jando a (o arrastradas por) las sonoras oclusivas que se debilitaban (Alarcos,
1965: 242-243).
162
5
Mecanismos del cambio
morfológico y léxico
163
El cambio lingüístico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
A B
B C
C D W, X, Y
W X Y
164
Mecanismos del cambio morfológico y léxico
el capítulo 4 hemos examinado con detalle los cambios fonéticos y hemos podido
comprobar que su mecanismo central es, en efecto, el reanálisis. Veremos en el
presente capítulo que, aunque en un nivel de estructuración diferente, el cambio
morfológico también se sigue, en lo esencial, del mecanismo de reanálisis. Así, en
el primer apartado (5.1) abordaremos el fenómeno conocido como morfologiza-
ción (la creación de morfemas ligados) y su influencia en la tipología de las len-
guas. La morfologización, como veremos, no es sino un tipo especial de reanálisis
que, con frecuencia, también opera en los procesos de gramaticalización (que ya
abordamos en el capítulo 3 con cierto detalle y que retomamos en el capítulo 6).
Una posible excepción a la afirmación de que el reanálisis es el mecanismo único
del cambio lingüístico es el fenómeno de la analogía, que también hemos encon-
trado ya, al discutir la hipótesis neogramática. En el segundo apartado (5.2) con-
sideraremos con más detalle el concepto de analogía y de cambio analógico y
abordaremos el problema de si se puede considerar o no un mecanismo de cambio
diferente del reanálisis y qué influencia tiene tanto en el cambio morfológico co-
mo en el léxico. En 5.3 revisaremos los mecanismos esenciales de cambio en la
forma de las unidades léxicas y en 5.4 las pautas generales del cambio del signifi-
cado de las palabras.
165
El cambio lingüístico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
Dado que es frecuente que los morfemas gramaticales sean también ligados,
hay cierta tendencia a confundir los dos tipos de procesos: la gramaticalización,
que implica el reanálisis de un morfema léxico como gramatical (flecha vertical
en el esquema) y la morfologización, que implica el reanálisis de un morfema
libre como un morfema ligado (flecha horizontal en el esquema de la figura 5.2),
pero nótese que puede haber tanto morfologización sin gramaticalización (como
cuando un verbo auxiliar se convierte en un sufijo verbal, caso del paso en espa-
ñol del futuro analítico cantar he al futuro sintético cantaré), como gramaticaliza-
ción sin morfologización (como cuando un verbo léxico se convierte en un auxi-
liar, caso del paso del verbo léxico latino habere ‘poseer’ al auxiliar he del
ejemplo anterior).
Figura 5.2. Ejemplos de morfema léxico libre, morfema léxico ligado, morfema
gramatical libre y morfema gramatical ligado. Las flechas muestran la dirección
de cada uno de los dos procesos de reanálisis: la gramaticalización (reanálisis
de morfema léxico a morfema gramatical) y la morfologización (reanálisis
de morfema libre a morfema ligado).
166
Mecanismos del cambio morfológico y léxico
como igual mente, nueva mente u obvia mente. La ulterior aparición de estas ex-
presiones revela que el reanálisis se ha producido: mente ya no se interpreta como
un nombre, sino como un afijo que expresa la función adverbial del adjetivo, y se
ha pasado de un análisis de una construcción de ablativo a la de un adverbio
(construcciones que en un nivel abstracto probablemente sean similares). En todo
caso, normalmente su interpretación es composicional y en español (a diferencia
de lo que sucede, por ejemplo, en francés) aún presenta evidencias de una estruc-
tura interna subyacente, de manera que podemos decir clara y llanamente, (con
elisión del afijo en el primer elemento, claramente). Esto implicaría que el proce-
so de gramaticalización se ha completado del todo, pero que no es así en el caso
de la morfologización, algo que en español también sucede con muchos prefijos.
Por supuesto, la morfologización no solo produce afijos derivativos, sino que
también está detrás del surgimiento de morfemas flexivos. La flexión tiene una
conexión más directa con la sintaxis que la derivación, lo que implica que los
procesos de cambio morfológico que afectan a la flexión suelen tener mucha más
repercusión en la sintaxis de una lengua y en su propia tipología que los cambios
en la derivación.
Como ejemplo del desarrollo de la flexión nominal consideremos el desarro-
llo de una marca de caso a partir de un nombre (ejemplo tomado de Trask
1996: 115-116). En vasco existió un nombre, reconstruido como kide, con un
significado similar a ‘compañía’ o ‘asociación’. De hecho, la palabra todavía
existe, pero solo con el sentido ‘colega, amigo’. Este nombre se empezó a usar
con mucha frecuencia en frases nominales con genitivo para expresar la noción
‘en compañía de’: así, con el pronombre gu ‘nosotros’ en forma genitiva (gure
‘nuestro, de nosotros’), más el artículo definido a, más la terminación locativa -n,
podía formar expresiones como gure kidean ‘en (la) nuestra compañía’ (como en
gure etxean ‘en nuestra casa’, de exte ‘casa’). Tal frase debió extenderse como la
forma habitual de expresar compañía, y la forma (r)e kidean se reanalizó como
una terminación gramatical única que, con los consiguientes cambios fonéticos,
aparece en el vasco actual con la forma -(r)ekin, que es la marca de caso comita-
tivo, como se ve en los ejemplos de 1:
167
El cambio lingüístico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
CUADRO 5.1
Conjugación del verbo joan y pronombres personales
del vasco actual
Conjugacion de joan ‘ir’ Pronombres personales
noa ‘voy’ ni ‘yo’
hoa ‘vas’ hi ‘tú’
goaz ‘vamos’ gu ‘nosotros’
zoaz ‘vais’ zu ‘vosotros’
168
Mecanismos del cambio morfológico y léxico
Por su parte, las lenguas aglutinantes son las lenguas en las que las palabras
están formadas por diversos morfemas, pero en las que cada morfema está repre-
sentado por un morfo independiente, tal y como se muestra en la figura 5.4.
Ejemplos típicos son el turco, el finés o el swahili. El siguiente ejemplo, tam-
bién tomado de Trask, es del turco (PART: participio; OBJ: objeto; GER: gerundio;
T: tiempo):
169
El cambio lingüístico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
Nótese que si solo existieran lenguas aislantes (y si las lenguas aislantes fue-
ran puramente aislantes, cosa que no sucede) no haría falta distinguir entre pala-
bras y morfemas, ni entre morfemas y morfos. Dadas las lenguas aglutinantes se
explica la necesidad de distinguir entre palabras y morfemas, pero no entre mor-
femas y morfos. La diferencia entre morfemas y morfos se hace evidente si consi-
deramos el último tipo de la clasificación tradicional, el de las lenguas flexivas.
palabra
palabra
morfo morfo
Figura 5.5. Las lenguas flexivas: a una palabra le pueden corresponder varios
morfemas, que pueden ser realizados por un solo morfo.
170
Mecanismos del cambio morfológico y léxico
171
El cambio lingüístico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
Pero, por lo que sabemos del cambio lingüístico (entendido como un proceso
accidental y no teleológico) y por la distribución de las lenguas en el tiempo y en
el espacio, ninguna de esas dos opiniones tiene sentido. Las lenguas, en efecto, se
mueven en la historia según la secuencia aislante > aglutinante > flexiva (algo que
requiere explicación), pero esta evolución no es direccional, sino circular. Esto es,
las lenguas flexivas siguen, por así decirlo, dando vueltas al círculo y se convier-
ten en aislantes de nuevo (aunque no iguales a como eran), lo que implica auto-
máticamente que no hay ninguna relación entre el tipo morfológico preferente de
una lengua y aspectos sociales o culturales externos. Ni si quiera hay una correla-
ción entre el grado de complejidad morfológica (mínima en el extremo aislante y
máxima en el extremo flexivo) y la “antigüedad” de las lenguas, dado que las
decenas o cientos de miles de años que llevan cambiando han oscurecido total-
mente la posible relación entre ambos parámetros.
Dixon ha usado una metáfora afortunada al respecto colocando los tipos lin-
güísticos en la esfera de un reloj y describiendo los lugares relativos en los que se
encuentran las lenguas:
172
Mecanismos del cambio morfológico y léxico
La figura 5.6 emplea esa convención para ilustrar visualmente lo que plantea
el autor citado. (Quizá el lector se pregunte por qué habría de estar el tipo flexivo
en las doce en punto, y quizá la respuesta sea que, a pesar de que pretende
argumentar lo contrario, el tópico tradicional flexión = perfección también afecta
a este autor). Según observa Dixon, el protoindoeuropeo estaba sobre las doce,
pero las ramas modernas de la familia se han desplazado, a ritmos diferentes,
hacia una posición más aislante (algunas hacia la una o las dos en punto, algunas
hasta las tres, cerca del polo aislante). A continuación observamos que el chino
antiguo se supone situado sobre las tres en punto; el chino clásico era un tipo
puramente aislante, en las cuatro en punto, mientras que las modernas lenguas
chinas están adquiriendo una estructura medianamente aglutinante, hacia las cinco
en punto. Yendo hacia el polo aglutinante, el protodrávida se ha reconstruido
como una lengua en el lado aislante del tipo aglutinante, sobre las siete, y las
modernas lenguas drávidas se han movido por el círculo hasta las nueve. A su
vez, el protofinoúgrico puede haber estado situado sobre las nueve y las lenguas
modernas se hallarían entre las diez y las once. Aún señala Dixon, aunque no lo
hemos reflejado en el reloj de la figura 5.6, que el egipcio, que tiene una larga
historia de documentación, puede considerarse que ha recorrido todo el periplo,
desde un estado flexivo hasta otro de nuevo flexivo durante un periodo de unos
3000 años.
La figura 5.6 ofrece al menos cuatro lecciones importantes: en primer lugar,
los tipos lingüísticos no son clases estancas ni homogéneas; las lenguas no están
en uno u otro grupo, sino que se muestran más o menos cercanas a los tipos puros
o prototipos en función del grado de homogeneidad interna que tengan.
En segundo lugar, los tipos lingüísticos no son focos de atracción ni puntos de
destino fijos de las lenguas en su devenir histórico. Las lenguas no son más o
menos fáciles de aprender o de usar, más o menos estables o más o menos
perfectas en función de si están en las doce en punto, en las cuatro, en las ocho o
en cualquier otro lugar del círculo. Además, véase que las lenguas no tienden a
apareder “amontonadas” en esas “horas”, sino que se distribuyen de manera más
o menos uniforme por todo el “espacio de diseño”.
En tercer lugar, las lenguas no “van a ninguna parte”, porque no pueden
escapar del círculo. Los cambios lingüísticos implicados en los tránsitos de un
tipo a otro (básicamente la morfologización y el cambio fonético) se limitan a
construir, modificar o destruir los morfos que realizan a las palabras. Por ello, el
hecho de que una lengua sea predominantemente aislante, aglutinante o flexiva (o
cualquier mezcla entre esos tipos) no nos informa directamente de la antigüedad
de tal lengua (ni, por supuesto, de su grado de desarrollo).
En cuarto lugar, el cambio tipológico considerado, aunque no es direccional
en términos absolutos, sí lo es en términos relativos. Las lenguas no puden “girar”
173
El cambio lingüístico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
en el sentido contrario a las agujas del reloj, sino que siempre encontramos el
mismo sentido de deriva: aislante > aglutinante > flexivo > aislante.
Este último hecho requiere de explicación y debería seguirse esencialmente
del mecanismo único de cambio morfológico que hemos considerado (dejando al
margen de momento el fenómeno de la analogía, que retomamos en el apartado
siguiente): la morfologización.
Y en efecto, tal es el caso. Pero antes de considerar esto con más detalle, es
importante reflexionar brevemente sobre la manera en que hemos represendado la
deriva histórica de las lenguas: aislante > aglutinante > flexivo > aislante. Nótese
que hemos situado en primer lugar el tipo aislante (así como en el último,
simplemente para capturar la circularidad del proceso). Podría pensarse que
estamos incurriendo en el mismo error en el que cayeron los lingüistas del pasado
cuando identificaban las lenguas aislantes con las lenguas primitivas. De hecho,
174
Mecanismos del cambio morfológico y léxico
175
El cambio lingüístico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
Aislante A–B–C
Aglutinante A – BC
Flexivo A–D
Figura 5.7. Cambio de tipo morfológico. El tipo aislante consta de tres palabras
(A - B - C). Un proceso de morfologización reanaliza al menos una de ellas como un
morfema ligado y produce una palabra compleja (BC). Después, un cambio fonético
elimina la segmentación entre BC, dando lugar a un morfema fusionante (D).
176
Mecanismos del cambio morfológico y léxico
mente crucial en ambos procesos fueron los cambios fonéticos sistemáticos que
afectaron a la pronunciación al final de sílaba y, especialmente, al final de pala-
bra. Como tanto en inglés antiguo como en latín las marcas de caso eran sufijos,
se vieron claramente afectados por esos cambios fonéticos. Consideremos el caso
del inglés, más sencillo de representar (al tener menos casos y menos declinacio-
nes que el latín):
177
El cambio lingüístico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
distinguen solo por la escritura por la posición de la tilde). Aunque esta es solo
una visión muy parcial de una lengua (y no sería sensato afirmar que el inglés sea
una lengua aislante), lo cierto es que es el mismo mecanismo el que ha llevado a
lenguas flexivas a ser lenguas aislantes: cambios fonéticos y cambios analógicos
de nivelación paradigmática.
No siempre es el cambio fonético el que accidentalmente produce este tipo de
cambio tipológico. En muchas ocasiones, bien estudiadas, ha sido el contacto
de lenguas el que ha desencadenado esos cambios. Por ejemplo, el vietnamita ha
perdido todo su complejo sistema flexivo por siglos de contacto con el chino
(véase Trask, 1996). De hecho, el propio chino, que se suele emplear como ejem-
plo típico de lengua aislante, no lo es en realidad. Es su ancestro, el chino clásico,
el que era una lengua casi puramente aislante que, a su vez, procede de una len-
gua anterior que se podría reconstruir como flexiva.
Así, en 7 se presenta la flexión parcial de caso, tal y como se ha reconstruido
para el protochino:
178
Mecanismos del cambio morfológico y léxico
Este tipo de datos parece indicar pues que el chino clásico llegó a ser una len-
gua aislante como el resultado de ciertos cambios fonéticos (y del efecto de la
analogía).
Prestemos ahora atención al paso inicial de la tipología clásica: el paso de ais-
lante a aglutinante. En estas ocasiones el cambio fonético también es importante,
aunque no es suficiente. El requisito es que haya un proceso de reanálisis (morfo-
logización), aunque el cambio fonético es con muchísima frecuencia un importan-
te coadyuvante en estos procesos. En efecto, un factor que parece estar en la base
de un proceso de morfologización es la pérdida de “substancia fónica” de los ex-
ponentes de ciertas categorías gramaticales, que propiciaría su ulterior reanálisis
como morfemas ligados, en muchas ocasiones a través de un proceso de clitiza-
ción (como hemos visto al considerar el desarrollo de los sistemas de concordan-
cia a partir de pronombres).
Los siguientes ejemplos del chino actual muestran que esta lengua no es real-
mente aislante, sino que en realidad ese es un prejuicio derivado de su escritura
(véase Moreno Cabrera 2014 para una formulación explícita de esa hipótesis y
una discusión al respecto). La evidencia procede de ejemplos como los reflejados
en (10), donde se aprecia que en chino actual existen palabras complejas:
179
El cambio lingüístico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
Ya sabemos que la analogía era muy importante para los neogramáticos. Les
permitía explicar cambios fonéticos que parecían irregulares y que aparentemente
violaban su teoría de la regularidad de los cambios fonéticos (recuérdese el cam-
bio honos > honor en latín mencionado por Saussure). De hecho, fueron también
los neogramáticos quienes primero se tomaron en serio la analogía (especialmente
su teórico más destacado, Hermann Paul). Hasta entonces se empleaba el término
en el sentido de la tradición gramatical griega, esto es, para designar la regulari-
dad del lenguaje y, sobre todo, la proporcionalidad de los paradigmas flexivos.
No en vano desde la época de la gramática alejandrina en muchas gramáticas
tradicionales (griegas, latinas y de lenguas vernáculas) se denominaba analogía a
lo que hoy consideramos morfología: la exposición de los paradigmas formales de
la declinación y conjugación de las palabras. Para los griegos y sus sucesores,
curiosamente, lo que hoy en día llamamos analogía no era sino falsa analogía;
falsa en el sentido normativo en el que hoy consideraríamos ‘falsa’ (esto es, erró-
nea) la palabra analógica tenió (porque esta palabra analógica propiciaría a una
palabra desviarse de su forma ‘verdadera’, esto es, tuvo).
Fue a partir de los neogramáticos cuando se empezó a llamar analogía a lo
que hasta entonces era falsa analogía. Por supuesto, también fueron ellos quienes
acabaron con la errónea (pero extendida) creencia de que las lenguas en las que
había “falsas analogías” eran lenguas decadentes o inferiores. De hecho, esa sen-
sación de que la sustitución de formas etimológicas (o simplemente validadas
normativamente) por formas analógicas es síntoma de ‘degeneración’ es todavía
hoy habitual en los comentarios que suscitan en los vigilantes de la norma lingüís-
tica sustituciones analógicas del español del tipo de las de los pares frito / freído o
impreso / imprimido, o de las cada vez más habituales andé o andamos por andu-
ve o anduvimos.
Hemos sostenido hasta el momento que el mecanismo esencial del cambio
lingüístico es el reanálisis y hemos comprobado, considerando los cambios foné-
ticos y la morfologización, que tal propuesta es razonable. Los procesos analógi-
cos referidos podrían considerarse una excepción a dicha generalización, en el
180
Mecanismos del cambio morfológico y léxico
181
El cambio lingüístico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
A – A’
B – X (= B’)
182
Mecanismos del cambio morfológico y léxico
183
El cambio lingüístico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
Nótese que en este caso los cambios del inglés antiguo al actual no son resul-
tado de una ley fonética regular, sino de la extensión de la forma de unos ítems
sobre el resto, lo que genera regularidad morfológica, incluso aun a costa de ‘vio-
lentar’ las leyes fonéticas, aunque en un sentido irrelevante.
CUADRO 5.2
Nivelación en inglés moderno
Inglés antiguo Inglés actual
Presente ceosan choose
Pasado singular ceas chose
Pasado plural curon chose
Participio pasado (ge)coren chosen
CUADRO 5.3
Falta de nivelación en español actual y en francés antiguo
Español Latín Francés antiguo Francés actual
tengo amo aim aime
tienes amas aimes aimes
tiene amat aimet aime
tenemos amamus amons aimons
tenéis amatis amez aimez
tienen amant aiment aiment
184
Mecanismos del cambio morfológico y léxico
CUADRO 5.4
Nivelación en alemán actual
Antiguo alto alemán Alemán actual (anticuado)
Presente kiosan küren
Pasado singular kos kor
Pasado plural kurun koren
Participio pasado (gi)koren gekoren
185
El cambio lingüístico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
CUADRO 5.5
Nivelación y analogía proporcional
Antiguo alto alemán Alemán actual glosa
singular plural singular plural
gast gest-i Gast Gäste ‘huésped’
boum bouma Baum Bäume ‘árbol’
186
Mecanismos del cambio morfológico y léxico
cuando suceda. Y eso es lo que pretenden capturar sus célebres leyes (que expo-
nemos en el cuadro 5.6 y ejemplificamos siguiendo el orden y algunos ejemplos
que propone Trask, 1996 en su discusión).
CUADRO 5.6
Leyes de la analogía de Kurylowicz
Ley Texto
Primera ley Una marcación compleja sustituye a una simple.
Segunda ley El cambio analógico se realiza de una forma básica o simple a una
forma derivada.
Tercera ley Una forma transparente que consista en una raíz más un afijo sirve
como modelo para rehacer formas relacionadas en las que la estructura
raíz + afijo es opaca.
Cuarta ley Cuando una forma sufre un proceso analógico, la nueva forma es la
principal y la antigua desempeña una función marginal.
Quinta ley Cuando hay que restablecer una distinción relevante, se abandona una
distinción menos relevante.
Sexta ley Una forma nativa puede rehacerse analógicamente por la influencia de
una forma no nativa, si la forma no nativa es más prestigiosa.
La primera ley establece que una marcación compleja sustituye a una simple y
la hemos visto reflejada en el ejemplo del cuadro 5.5, donde apreciamos que se
añade una marcación de inflexión vocálica no etimológica a la forma plural Bäume,
que no la tenía etimológicamente, de manera que la doble marcación de plural de
Gäste (inflexión y afijo) se sobrepone a una palabra que solo tenía una (el afijo
etimológico). Algunos autores han cuestionado esta formulación, ya que parece
antieconómica al favorecer lo complejo sobre lo simple, pero ya sabemos que las
motivaciones de los cambios y su interacción con los sistemas de paradigmas son lo
suficientemente complejas y enrevesadas como para desconfiar de explicaciones
simplistas. No obstante, es cierto que hay una tendencia general, no recogida explí-
citamente por Kurylowicz, según la cual es más frecuente que se eliminen las alter-
nancias en la raíz que se introduzcan (esta es la segunda tendencia de Manczak, que
reelabora las propuesta de Kurylowicz), lo que iría en contra de esa ley.
Hock (1986) observa que en realidad Kurylowicz tenía razón, aunque podría
decirse que más en el espíritu que en la letra, en el sentido de que no se trata tanto
de que las formas complejas reemplacen a las simples, sino que se prefiere la
marcación más explícita sobre la menos explícita (de nuevo parece que el oyente
es la fuente de esos cambios). Así, también deberíamos incluir aquí todos los
187
El cambio lingüístico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
frecuentes casos en los que la marcación implícita se sustituye por un afijo, como
por ejemplo el popular viruses en español o las -s añadidas al plural del inglés
antiguo sin ellas, como en words (en antiguo inglés word era la forma tanto del
singular como del plural), así como las analogía regulares que hemos considera-
do, en las que la nueva forma es más transparente que la antigua (cfr. ceñido con
cinto, como participio de ceñir).
La segunda ley, según la cual el cambio analógico se realiza de una forma bá-
sica o simple a una forma derivada, se ilustra perfectamente con la analogía pro-
porcional que acabamos de mencionar. En todos los casos que hemos visto, de
una forma simple (cow) deriva una forma compleja (cows), pero lo cierto es que
no siempre es aplicable, en el sentido de que no podemos decir que en los casos
de nivelación una forma sea más simple que otra (por ejemplo, ello nos obligaría
a decir que las formas con s del cuadro 5.2 eran más simples que las formas con r
en inglés antiguo, pero que eso era al revés en antiguo alto alemán, como se ve en
el cuadro 5.3).
La tercera ley especifica que una forma transparente que consista en una raíz
más un afijo sirve como modelo para rehacer formas relacionadas en las que la
estructura raíz-afijo es opaca, lo que nos introduce de lleno en el ámbito del
reanálisis morfológico y léxico, así como en el de la llamada analogía irregular
(que revisamos con más detalle en el apartado siguiente). Sirva como ejemplo el
reanálisis del nombre simple bikini como compuesto del prefijo bi- (que encon-
tramos en bilateral o bianual) y que da lugar a ulteriores formaciones como
monoquini o triquini.
La cuarta ley se refiere a las consecuencias que pude tener la formación analógi-
ca en los términos a los que sustituye, en el sentido de que establece que cuando una
forma sufre un proceso analógico, la nueva forma es la principal y la antigua desem-
peña una función marginal (se implica que la forma subsiste en la lengua, lo que no
siempre sucede). Trask ofrece el ejemplo del término inglés brothers ‘hermanos’,
plural analógico de brother, que ha desplazado al plural etimológico brethren, que
solo se usa en ciertos contextos litúrgicos. Algo parecido podemos decir que sucede
en español con los dobletes creados por la introducción de participios analógicos
como freído o imprimido, que han desplazado –o están desplazando– a frito o im-
preso al ámbito nominal, como sucedió con torso o tinto respecto a torcido o teñido
(que son términos que los hablantes no relacionan con los participios ni con los ver-
bos de los que derivan).
Otro ejemplo muy popular del inglés: el compuesto antiguo de hus ‘casa’ y
wif ‘mujer’ (‘ama de casa’) derivó por cambio fonético regular en hussy, pero
luego se reintrodujo el analógico housewife ‘ama de casa’ que ha desplazado a
hussy a un ámbito peyorativo (‘pícara, desvergonzada’). En todo caso, también es
posible que primero haya un reanálisis de la forma histórica que la haga candidata
a ser sustituida por una forma analógica (véase 5.3).
188
Mecanismos del cambio morfológico y léxico
CUADRO 5.7
Evolución de la declinación de murus en francés
Caso Latín clásico Francés antiguo Francés actual
Singular Plural Singular Plural Singular Plural
Nominativo murus muri murs mur mur murs
Acusativo murum muros mur murs mur murs
A causa de los cambios fonéticos regulares, los casos del latín clásico de la
primera columna quedaron en francés antiguo como tenemos en la columna cen-
tral, donde vemos que la forma con s puede ser nominativo singular o acusativo
plural, mientras que la forma sin s puede ser tanto acusativo singular como nomi-
nativo plural. Puede aventurarse que en este caso se privilegió la marca de núme-
ro sobre la de caso imponiéndose las formas del acusativo como las formas por
defecto en el francés actual (columna de la derecha).
La sexta ley afirma que una forma nativa puede rehacerse analógicamente por
la influencia de una forma no nativa, si la forma no nativa (un préstamo) es más
prestigiosa. Siguiendo de nuevo a Trask, podemos ilustrar el caso con un ejemplo
del vasco. En esta lengua existe el sufijo -tasun para derivar nombres abstractos: así
de bakar ‘solo’ se deriva bakartasun ‘soledad’, de eder ‘bello’ se deriva edertasun
‘belleza’ y de bat ‘uno’ se deriva batasun ‘unidad’. Sin embargo, muchos hablan-
tes, dado que el vasco ha incorporado como préstamos numerosos términos abstrac-
tos con los sufijos romances -dad y -dura, emplean palabras como bakardade ‘so-
ledad’ o ederdura ‘belleza’, reemplazando el afijo nativo -tasun. Un fenómeno
análogo, aunque no idéntico, serían formaciones en español como puenting.
Como vemos, estas leyes no son tales en realidad, sino interesantes generaliza-
ciones descriptivas que nos permiten comprender mejor en qué sentido la analogía
(de cualquier tipo) es un fenómeno típicamente irregular que genera regularidad.
Las leyes muestran que hay una clara conexión entre los cambios analógicos y la
tendencia de los paradigmas formales a la simplicidad (‘es mejor aprender una
sola forma y una regla que el doble de formas’) o a la iconicidad (que establece
189
El cambio lingüístico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
190
Mecanismos del cambio morfológico y léxico
Reanálisis-A Reanálisis-A’
A A’
B X
Reanálisis-B Reanálisis-X
Figura 5.8. Tipos de reanálisis léxico.
Por otra parte, otra modalidad de reanálisis-X es lo que Fertig denomina (con
otra notación) reanálisis X → B, según el cual una forma que era el resultado de
la aplicación de una regla determinada se reanaliza como candidato de entrada
para la misma regla. Ello implica, obviamente, que la forma X termina doblemen-
te marcada. Fertig menciona ejemplos del inglés como bestest o worstest (en las
que la regla de formación del superlativo, que añade -est, se ha aplicado dos veces
y que recuerdan a expresiones del español como más mejor). Un proceso similar
parece ser el que subyace a formas españolas como conmigo, en las que el obscu-
recimiento del elemento comitativo original (me cum ‘mí con’) se compensa con
una nueva aplicación del proceso: con + [mi + go (< con)].
Un ejemplo que recapitula ambos tipos de reanáliss-X es el inglés near ‘cer-
ca’ (véase Fertig, 2013: 28), que era originalmente una forma comparativa. Un
reanálisis X → B desmotivó su estructura comparativa y propició la nueva forma
regular comparativa nearer, mientras que el reanálisis-X del superlativo irregular
next abrió la puerta para el nuevo superlativo regular nearest.
Además, como también señala Fertig, el surgimiento de los paradigmas su-
pletivos se puede concebir básicamente como un reanálisis-X inverso, de manera
que una forma que originalmente no estaba relacionada con la forma B se reana-
liza como parte de su paradigma. Así, por ejemplo, en el paradigma de presente
del verbo ser en castellano se reanalizó como segunda persona del singular eres,
que era en latín una forma del futuro (esto es, eris; la correspondiente al presente
era es).
191
El cambio lingüístico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
Ejemplos similares son, por ejemplo, los verbos ingleses sculpt ‘esculpir’ y
edit ‘editar’, que –según Trask (1996)– son retroformaciones de los nombres
sculptor y editor, préstamos latinos que luego se han reanalizado como si estuvie-
ran formados en inglés por el sufijo agentivo que hallamos en writer ‘escritor’, de
idéntica pronunciación.
El tercer tipo de reanálisis léxico según el esquema de la figura 5.8 es el
reanálisis-A’, esto es, el reanálisis de la forma derivada o compleja del modelo
ideal de la relación a cuatro partes. En este caso se reanaliza la estructura morfo-
lógica de la forma A’ y también se reanaliza su relación con la forma A. Puede
suceder entonces que emerja una nueva regla morfológica (o un nuevo afijo) de
donde no había tal, en el sentido de que una coincidencia de forma se reanaliza
como una estructura derivada de una regla. Los casos de nueva creación de proce-
sos morfológicos (nuevas reglas) son esporádicos y se documentan sobre todo en
el lenguaje infantil y en los juegos de palabras, normalmente de vida efímera.
Fertig (2013) ilustra este caso con el esquema que tenemos en la figura 5.9:
four for-mation
two two-mation
Figura 5.9. Reanálisis del elemento A’ y extensión de la nueva regla al par B-B’.
192
Mecanismos del cambio morfológico y léxico
Las palabras más usuales y corrientes de la lengua las pronuncia el que ha-
bla viendo en ellas íntimamente encarnada su significación; así que al pronun-
ciar una palabra no tan corriente, sobre todo si tiene una apariencia rara, bien
sea por su configuración o agrupación poco común de sonidos, bien sea por su
grande extensión, le produce una sensación de extrañeza, y queriendo descubrir
en ese vocablo la transparencia significativa que halla en los familiares, pro-
pende voluntaria o involuntariamente a asociar la voz oscura a otra de las más
comunes y conocidas, con la cual advierte alguna semejanza de sonidos, y sien-
te la necesidad de hacer esa semejanza mayor de lo que en realidad es. La eti-
mología popular es, pues, como un cruce de palabras procedente de un error de
interpretación de una de ellas; el que habla cree equivocadamente que entre
ellas hay una conexión etimológica. (Menéndez Pidal, 1904: 190-101).
193
El cambio lingüístico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
194
Mecanismos del cambio morfológico y léxico
Hemos visto que la alteración en la forma de las palabras (el cambio en el signifi-
cante, por usar la célebre terminología de Saussure) va a veces acompañado de un
cambio en el significado. De hecho, en muchas ocasiones, el cambio en la forma
viene provocado por un cambio previo en el significado (como parece que suce-
dió en el caso de altozano). Nos centraremos ahora en los cambios semánticos
que no son consecuencia directa del reanálisis de la estructura de las palabras.
El cambio semántico es un fenómeno complejo, motivado por muy diferentes
razones y difícil de sistematizar y –mucho más– de predecir. Además, es constan-
te, progresivo y nunca se detiene. Aunque tendemos a pensar que las palabras de
nuestra lengua tienen un significado fijo y constante, lo cierto es que este siempre
fluctúa y está lleno de matices no siempre objetivables. Y esto es así por la propia
naturaleza del léxico de las lenguas humanas. Para empezar, las unidades léxicas,
las palabras, son esencialmente polisémicas. Fuera de los inventarios cerrados y
artificiales de terminologías específicas (las nomenclaturas en la terminología de
Saussure), todas las palabras tienen diversos significados. Esta flexibilidad, que es
esencial para el propio funcionamiento del lenguaje, es la que hace posible que
una palabra pueda, por ejemplo, adquirir un nuevo sentido sin perder el antiguo.
Aunque es posible que la gran mayoría de palabras tengan un significado central
o prototípico, todas tienen significados más o menos metafóricos, figurados o
connotativos que en un momento dado pueden desplazar al significado nuclear
(haciéndolo marginal o eliminándolo). Es entonces cuando decimos que ha suce-
dido un cambio semántico.
Nótese que el cambio semántico es en realidad un ejemplo prototípico de
reanálisis. Recuérdese, una vez más, que hemos definido el reanálisis como un
proceso en el que el oyente asigna a una expresión lingüística una representación
subyacente diferente a la original. Cuando un hablante del español emplea, por
ejemplo, la palabra lívido para señalar que alguien está ‘amoratado’ (que es el
sentido etimológico) y alguien interpreta que la persona referida está ‘pálida’ (que
es el sentido que tiene la palabra lívido para la inmensa mayoría de los hablantes
que usan ese término), lo que se ha producido es un reanálisis de esa forma, en el
195
El cambio lingüístico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
significado significado
significante significante
Figura 5.9. La doble arbitrariedad del signo según Saussure (1916). La flecha
vertical indica que la relación entre significados y significantes es arbitraria,
mientras que las flechas horizontales representan que la identidad
de los significados y de los significantes depende de oposiciones
entre ellos y no de la realidad externa al lenguaje.
196
Mecanismos del cambio morfológico y léxico
nados, definidos, por los conceptos o los referentes externos que en última instan-
cia los substancian, sino que deben su identidad lingüística a su posición en el
sistema, esto es, que los significados (como los significantes) se definen negati-
vamente y no positivamente. Consideremos un ejemplo sencillo adaptado del de
Saussure, que se refleja en la figura 5.10:
pez
fish
pescado
español inglés
Figura 5.10. Partición desigual del mismo espacio conceptual
en español y en inglés.
197
El cambio lingüístico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
Lengua A Lengua B
198
Mecanismos del cambio morfológico y léxico
CUADRO 5.8
Préstamos léxicos en el inglés y sus efectos
Palabra Significado de la Palabra inglesa Evolución de la Significado de
inglesa palabra inglesa actual procedente palabra inglesa la palabra
medieval medieval de préstamo léxico original inglesa actual
deor ‘animal’ animal deer ‘ciervo’
wyrm ‘dragón’ dragon worm ‘gusano’
wamb ‘estómago’ stomach womb ‘matriz’
fugol ‘ave’ bird fowl ‘gallina’
steorfan ‘morir’ die starve ‘morir de hambre’
199
El cambio lingüístico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
200
Mecanismos del cambio morfológico y léxico
201
El cambio lingüístico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
CUADRO 5.9
Clasificación de los cambios semánticos
de Ullmann (1962)
Semejanza Contigüidad
Sentido Metáfora Metonimia
Forma Etimología popular Elipsis
202
Mecanismos del cambio morfológico y léxico
203
El cambio lingüístico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
podría representar como no subjetivo > subjetivo. Así, ciertas unidades léxicas
son primero elementos internos a la oración (esto es, refieren a la proposición),
luego adquieren valor textual (por ejemplo, porque sirven para vincular oracio-
nes) y después se hacen expresivas. Traugott (1989) estudia el término while en
inglés, pero su análisis se puede ilustrar con su equivalente en español, mientras.
Consideremos las siguientes tres expresiones de 13:
CUADRO 5.10
Tendencias del cambio semántico, según Tragott (1989)
Tendencia I Significados basados en la situación descrita externa > signi-
ficados basados en la situación descrita interna (evaluati-
va/perceptiva /cognitiva).
Tendencia II Significados basados en la situación descrita externa o inter-
na > significados basados en la situación textual o metalin-
güística.
Tendencia III Los significados tienden a basarse crecientemente en las
creencias subjetivas y actitudes del hablante.
204
Mecanismos del cambio morfológico y léxico
205
El cambio lingüístico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
objetivos) fueran menos aptas o adecuadas para expresar los estados internos y las
opiniones del hablante (del yo enunciador) con respecto a la situación comunica-
tiva o al resto de interlocutores.
Retomemos el ejemplo de while mencionado. Aunque es posible admitir que
en inglés antiguo while no tenía el sentido subjetivo que tiene en la actualidad (lo
que representa una observación descriptiva meritoria e interesante), sería muy
arriesgado afirmar que el inglés antiguo era una lengua menos apta para expresar
la subjetividad que el inglés actual. En la medida en que se afirme eso, la alusión
a direccionalidad del cambio semántico entra en conflicto con la hipótesis defen-
dida en esta obra de que todo cambio es accidental (esto es, un reanálisis).
Nótese que aquí, como en otros muchos estudios de este tipo, se establece una
especie fragmentación arbitraria de la realidad histórica que distorsiona nuestras
conclusiones. Al comenzar la descripción en el antiguo inglés y acabarla en el
inglés actual estamos dando a entender (erróneamente) que antes del inglés anti-
guo no ha habido un tiempo igual de largo que el transcurrido desde la Edad Me-
dia hasta ahora, lo cual es obviamente falso.
Si los efectos de la subjetivización en las lenguas se pueden mostrar empíri-
camente analizando los cambios semánticos ocurridos desde el siglo XI hasta aho-
ra (y si eso no depende de aspectos sociales o culturales externos sino que son
pautas naturales del cambio semántico), entonces tenemos que admitir que en los
miles de años transcurridos antes de llegar al estado que encontramos en el inglés
antiguo (supuestamente hablado entre los siglos V y XI) esas mismas fuerzas sub-
jetivizadoras han tenido que estar actuando exactamente igual que desde entonces
hasta ahora (véase el capítulo 7 para una discusión del principio uniformitario que
estamos empleando).
Por tanto, hablar de direccionalidad es inadecuado, salvo que se matice ade-
cuadamente, por ejemplo, en el sentido de que en realidad estamos hablando de
cómo ciertas unidades lingüísticas pueden adquirir sentidos subjetivos que antes
no tenían y de que las lenguas nos muestran que es más habitual o frecuente el
cambio no subjetivo > subjetivo que el inverso, algo que, sin duda, requiere de
explicación, pero que no implica que los cambios semánticos sean direccionales
en sentido estricto.
De hecho, para explicar por qué ese tipo de cambio es direccional (en el senti-
do débil especificado) la teoría del reanálisis puede ser perfectamente apta y, de
hecho, con predicciones más acordes a lo que encontramos en las lenguas. Así, en
los ejemplos revisados, la subjetivización típicamente afecta a adverbios que pa-
san de tener una significación interna al enunciado a tener una significación que
refiere a la enunciación, por usar la célebre distinción de Benveniste entre el suje-
to del enunciado y el sujeto de la enunciación. La subjetividad en el lenguaje se
refiere a la manera en que las lenguas permiten la expresión de las actitudes y
creencias del sujeto de la enunciación. El uso de while en 13c, o el uso de fran-
206
Mecanismos del cambio morfológico y léxico
camente en una oración como Francamente, no creo que te puedas aprender todo
eso, revela las actitudes y creencias del enunciador, aunque ambos términos quizá
no las tenían en sus usos originales. Los mecanismos por los que esto sucede son,
sin duda, complejos, ya que pueden implicar la lexicalización de implicaturas
conversacionales y otros procesos, de manera que unidades léxicas se pueden
convertir en unidades ‘procedimentales’, pero en última instancia, se sujetan al
mecanismo general del reanálisis.
Veamos cómo puede suceder esto, aunque solo sea esquemáticamente (en la
siguiente explicación se van a introducir principios de análisis sintáctico que serán
relevantes también en el capítulo siguiente, en el que se exponen detalladamente).
En la teoría sintáctica moderna ha prevalecido una aproximación “cartográfi-
ca” (Cinque, 1999) según la cual las oraciones (las derivaciones sintácticas pro-
ducidas por el sistema computacional) están constituidas por jerarquías binarias y
endocéntricas de categorías funcionales que definen diversos dominios sintácti-
cos. Hemos visto (apartado 3.4) que, por ejemplo, D define el dominio de las
expresiones referenciales (SD), que típicamente son los argumentos de los predi-
cados. En la estructura oracional completa se pueden postular tres niveles o capas
de estructura que vienen a corresponder básicamente con tres ámbitos semánticos
específicos: los eventos, las situaciones y las proposiciones (este enfoque de la
tripartición de la oración procede de Ramchand y Svenonius 2014 y se justificará
más ampliamente en el capítulo siguiente).
Un evento es básicamente una relación entre un predicado y sus argumentos. Por
supuesto, un evento puede ser relativamente simple (Juan llega) o complejo (Juan
mató a Pedro), en cuyo caso se puede considerar formado de subeventos. Desde el
punto de vista sintáctico, un evento es un sintagma verbal, SV (un verbo con los
argumentos a los que asigna papeles semánticos del tipo de agente, paciente, etc.).
Por su parte, una situación es una elaboración sobre un evento, ya que añade una
acotación modal-temporal-aspectual a un evento y selecciona típicamente un argu-
mento como tópico del evento (un sujeto). Representaremos las situaciones como un
sintagma tiempo, ST (siendo T una categoría de tiempo que selecciona un SV).
Y por encima de la situación está la proposición, que es una elaboración de es-
ta. La proposición, a diferencia de la situación, está anclada al contexto del enun-
ciado y es en ese nivel en el que aparecerían los parámetros asociados al hablante.
Siguiendo la tradición de la sintaxis generativa, se representa una proposición co-
mo un sintagma complementante, SC, siendo C (tradicionalmente referido al com-
plementante o subordinante) una abreviatura para diversas categorías de la llama-
da “periferia izquierda” de la oración (Rizzi, 1997).
Según esta visión, totalmente independiente de los trabajos de Traugott men-
cionados, una proposición (SC) es una relación entre una situación y un enuncia-
dor y contiene por tanto información sobre el hablante y sus actitudes, así como
sobre la familiaridad y novedad de la información con respecto a los miembros de
207
El cambio lingüístico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
SC
C’
C ST
T’
T SV
V’
V
Figura 5.13. La estructura básica de una oración. Se sigue la convención
de la ‘teoría de la X-barra’ según la cual cada categoría (X) proyecta un nivel
de complemento (X’) y, junto con su especificador, una proyección máxima (SX).
Las posiciones de complemento de V y los especificadores de V, T y C
se representan vacíos en el esquema y serían ocupados por los argumentos
(típicamente SSDD) de los predicados. El complemento de C es ST
y el complemento de T es SV.
208
Mecanismos del cambio morfológico y léxico
verbo que define el evento, tal y como se muestra en la figura 5.14. Esta represen-
tación muestra que sinceramente modifica al evento de ‘hablar a María’ y, por
tanto, no expresa actitudes del enunciador:
SC
C’
C ST
T’
T SV
SD V’
Juan
V’ SAdv
sinceramente
V SD
habló A María
Figura 5.14. Representación simplificada de la oración Juan habló a María
sinceramente. Se omite ahora por conveniencia el desplazamiento de V a T,
propio del español, así como el desplazamiento del SD sujeto al especificador
de T. (Véase el apartado 6.1 para una explicación de estos procesos).
209
El cambio lingüístico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
SC
C’
SAdv C’
sinceramente
C ST
T’
T SV
SD V’
Juan
V SD
habló A María
Figura 5.15. Representación simplificada de la oración Sinceramente, Juan habló
a María. Se omite ahora por conveniencia el desplazamiento de V a T, propio del
español, así como el desplazamiento del SD sujeto al especificador de T. (Véase
el apartado 6.1 para una explicación de estos procesos).
210
Mecanismos del cambio morfológico y léxico
211
6
Mecanismos del cambio sintáctico
Este libro no debería tener un capítulo dedicado al cambio sintáctico, dado que
hemos partido de una concepción de la Facultad del Lenguaje en la que la sintaxis
es interna, universal y, por tanto, insensible al cambio histórico (véase el aparta-
do 1.2). Pero es evidente, incluso en una primera aproximación superficial, que
las lenguas no solo difieren (y cambian) en su estructura fonológica y en su mor-
fología, sino también en su sintaxis.
El contraste entre las dos oraciones siguientes, del español y del vasco, es
ilustrativo:
213
El cambio sintáctico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
214
Mecanismos del cambio sintáctico
215
El cambio sintáctico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
SX
Z X’
X Y
Figura 6.1. Representación de la proyección del núcleo X
de acuerdo a la teoría de la X-barra.
216
Mecanismos del cambio sintáctico
SC
C’
C ST
T’
T SV
V’
V
Figura 6.2. Representación abreviada de la oración en la que se reconocen
tres grandes componentes (SC, ST y SV) como proyecciones, según la teoría
de la X-barra, de las categorías C (complementante), T (tiempo) y V (verbo).
217
El cambio sintáctico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
218
Mecanismos del cambio sintáctico
CUADRO 6.1
Muestra parcial de la jerarquía universal de categorías funcionales
oracionales (Cinque, 1999: 106)
Categoría funcional Adverbio Capa de estructura
Modo-acto de habla francamente SC
Modo-evaluativo afortunadamente SC
Modo-evidencial supuestamente SC
Modo-epistémico probablemente ST
T-pasado ayer ST
T-futuro entonces ST
Modo-irrealis quizá ST
ASP-habitual usualmente ST
ASP-frecuentativo a menudo ST
ASP-proximativo pronto ST
ASP-durativo brevemente ST
Asp-prospectivo casi SV
Asp-completivo totalmente SV
Asp-repetitivo de nuevo SV
Nota: se usa la convención de abreviar tiempo con T, el aspecto gramatical como ASP y el
aspecto léxico como Asp.
219
El cambio sintáctico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
220
Mecanismos del cambio sintáctico
Sv
v’
v SAsp
Asp’
Asp SV
V’
V
Figura 6.3. Representación expandida del SV. Se incluyen las categorías V
(que representa al verbo), Asp (que representa el aspecto léxico
o Aktionsart) y v (que representa un verbo funcional que introduce
un argumento externo).
Aunque la estructura propuesta para el “nivel léxico” o del evento (figura 6.3)
está simplificada (Cinque incluye al menos nueve categorías en ese nivel en su
propuesta, sin contar V), es relativamente simple en comparación con las propues-
tas estándar para el “nivel gramatical” o de la situación, correspondiente al tradi-
cional ST (también conocido durante mucho tiempo como SF, sintagma flexión).
El modelo que vamos a manejar (aunque lo representaremos simplemente como
ST cuando convenga) es el que tenemos en la figura 6.4. Este esquema representa
221
El cambio sintáctico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
SModo
Modo’
Modo ST
T’
T SASP
ASP’
ASP
Figura 6.4. Representación de la expansión del ST en capas funcionales
correspondientes al modo, al tiempo (T) y al aspecto gramatical (ASP).
222
Mecanismos del cambio sintáctico
ST
SD T’
Juan
T Sv
subió
v’
v SV
subió
V’
V SD
subió las maletas
Figura 6.5. Representación parcial de la oración Juan subió las maletas en la que
se muestra el movimiento de V a v y de v a T o, alternativamente, que la palabra
subió materializa a tres nudos sintácticos distintos.
En el esquema hemos representado subió tres veces, aunque solo aparece sin
tachar en la superior, que es en la que se pronuncia. La idea clave es que en reali-
223
El cambio sintáctico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
dad un núcleo (como subió) que incluye un cierto número de categorías “pertene-
ce” a todas ellas, pero en la externalización, probablemente por razones de eco-
nomía, solo se materializa (se pronuncia) en la superior. Así, aunque en nuestro
esquema subió acaba en T, en realidad también se interpreta (composicionalmen-
te) en v y en V (de hecho, en varios nudos más, en función de lo detallado que
hagamos el análisis).
Una potencial fuente de variación sintáctica reside, pues, en las diferencias in-
terlingüísticas sobre este tipo de movimientos. Así, por ejemplo, en inglés se
asume que v no se mueve a T, lo que explicaría diferencias de orden como la que
hay entre el inglés y el francés (cfr. I often eat apples vs. Je mange souvent des
pommes ‘frecuentemente como manzanas’), tal y como se refleja en el siguiente
cuadro:
CUADRO 6.2
Diferencia de orden de palabras como consecuencia del movimiento de
V a T. En inglés el adverbio se sitúa entre el sujeto y el verbo, mientras
que en francés puede aparecer entre el verbo y el objeto directo
Lengua Sujeto (espec-ST) T Adverbio Sv
Inglés I – often eat apples
Francés je mange souvent - des pommes
Como se observa en el cuadro 6.2, asumiendo una posición fija del adverbio
(a la izquierda del Sv) la diferencia en el orden de palabras entre estas dos lenguas
se seguiría de que en inglés (de morfología verbal más bien pobre) el verbo no
materializa a T, por lo que no se mueve a esa posición, mientras que en francés
(como el español, de morfología verbal más rica) sí lo hace, apareciendo antes del
adverbio, en la posición que corresponde a T y fuera del Sv.
Nótese además que en la figura 6.5 hemos representado el sujeto (Juan) en el
especificador de ST, siguiendo el análisis convencional de que en esa posición es
donde el sujeto de la oración recibe el caso nominativo y establece la concordan-
cia con T (como se discutirá con más detalle más adelante). Si hacemos que la
oración sea interrogativa, como en ¿Subió Juan las maletas?, observaremos que
el verbo ha ascendido aún más, dejando el sujeto detrás, tal y como se muestra en
el esquema de la figura 6.6.
Según esta representación subió realiza en español, en este ejemplo (al me-
nos) cuatro categorías funcionales de la oración: V, v, T y C. Tendremos ocasión
de comprobar que una fuente importantísima de (aparente) diversidad sintáctica
224
Mecanismos del cambio sintáctico
tiene que ver con las diferencias que hay en las lenguas en el número y tipo de
categorías que una palabra determinada puede materializar, lo que se puede refle-
jar no solo en la morfología, sino también en la sintaxis superficial (orden de pa-
labras). Así, como hemos visto, en inglés el verbo no se desplaza a T, por lo que
en las interrogativas observamos que es un auxiliar con tiempo el que se antepone
al sujeto, como en Did John lift the suitcases? Nótese que la representación de
esta oración inglesa (figura 6.7) es idéntica a la del español de la figura 6.6, con la
única diferencia, puramente léxico-morfológica, de que en inglés el verbo no sube
a T y C (no materializa a T y C) y se inserta un auxiliar en su lugar.
C S
subió
SD T
Juan
T S
subió
v S
subió
V
V S
subió las maletas
Figura 6.6. Representación parcial de la oración ¿Subió Juan las maletas? en la
que se muestra el movimiento de V a v, a T y a C o, alternativamente, que la pa-
labra subió materializa a cuatro nudos sintácticos distintos (V, v, T y C).
225
El cambio sintáctico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
SC
C’
C ST
did
SD T’
John
T Sv
v’
v SV
V’
V SD
lift the suitcases
Figura 6.7. Representación parcial de la oración Did John lift the suitcases?
Se decía arriba que el nivel del ST representado expandido en la figura 6.3 co-
rresponde, de alguna manera, al ámbito más gramatical de la oración (frente al
226
Mecanismos del cambio sintáctico
carácter más léxico del nivel del SV y al más pragmático del nivel del SC). Esta
atribución no se debe solo a que en esta parte de la estructura oracional se confi-
gure el tiempo, el modo y el aspecto, sino también a que en muchas lenguas es en
este ámbito donde se establecen las relaciones de caso y concordancia entre los
argumentos y el verbo, especialmente del sujeto.
Centrémonos, de momento, en el español. Sabemos que el sujeto concuerda
en número y persona con el verbo. En realidad, ahora podemos decir con más
propiedad que con quien concuerda el sujeto es con T, puesto que cuando encon-
tramos un tiempo verbal expresado por un auxiliar y una forma léxica (por ejem-
plo el perfecto compuesto del tipo he amado) el sujeto concuerda con el auxiliar y
no con el verbo léxico. Por supuesto, cuando el verbo es simple (como en amé)
decimos que el sujeto concuerda con el verbo, pero en este caso ya sabemos que,
en realidad, amé es tanto V como T.
Aunque el asunto es extraordinariamente controvertido en la teoría sintáctica
actual, asumiremos, sin mayor discusión, que el mecanismo de concordancia es
una expresión morfológica de la relación sintáctica entre T y uno de los argumen-
tos del verbo (véase más adelante el apartado 6.6 para una visión más detallada).
Por tanto, la motivación para el desplazamiento del sujeto desde el Sv hasta el
especificador de T tiene que ver con una expresión redundante de dicha relación,
que técnicamente se ha venido denominado en la bibliografía como asignación de
caso nominativo.
Otra manera de verlo es asumir que T (marcado para concordancia en espa-
ñol) requiere tener acceso a su especificador para obtener los rasgos de concor-
dancia adecuados (si el argumento es primera, segunda o tercera persona, si es
singular o plural) y que en ciertas lenguas el propio argumento se debe desplazar
a dicha posición para establecer una relación local con T. Es interesante observar
que, normalmente, en las lenguas en las que la concordancia es obligatoria y muy
especificada morfológicamente, es menos frecuente que el sujeto se deba despla-
zar al especificador de ST.
Asimismo, asumiremos que la marcación morfológica de caso es también una
expresión de la relación sintáctica entre el verbo y sus argumentos (de hecho, ya
hemos estipulado que la marca de caso acusativo expresa la relación entre el obje-
to directo y el nudo Asp, parte de la estructura del Sv). El resto de casos (dativo,
genitivo, etc.) normalmente tienen una interpretación semántica estable, lo que
sugiere que vienen regidos por el significado del verbo o de la preposición de que
dependen. Por ello, el nominativo y el acusativo se suelen considerar casos es-
tructurales (pues dependen más de su relación estructural con sus rectores), mien-
tras que los demás casos se suelen considerar inherentes, pues dependen más
claramente de los papeles semánticos que desempeñan).
Está fuera del alcance de esta obra abordar una explicación más profunda del
origen de esos sistemas de marcación en el lenguaje humano, pero veremos al
227
El cambio sintáctico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
discutir algunos cambios sintácticos en los apartados siguientes, que es muy pro-
bable que el origen de todos esos sistemas de marcación de caso y concordancia
(extraordinariamente variables en las lenguas, aunque sujetos a principios genera-
les) tengan un origen puramente histórico y no formen parte de la llamada Gramá-
tica Universal. Ello explicaría perfectamente por qué las lenguas varían tanto en
el uso de los sistemas de marcación en el núcleo (concordancia) o en el depen-
diente (caso), llegando a no presentar ninguno de los dos. Nótese, sin embargo,
que podemos representar dos lenguas con sintaxis distinta usando la misma repre-
sentación sintáctica subyacente, como se comprueba comparando los esquemas de
las figuras 6.6 y 6.7.
Queda pendiente para completar esta breve descripción de la oración el ámbito
superior (el SC), también conocido como la “periferia izquierda” de la oración (Rizzi,
1997) y que se ha definido como el ámbito pragmático de la oración. El esquema más
extendido en la bibliografía actual es el relativamente simplificado de la figura 6.8.
Esta zona estructural, que normalmente emplearemos compilada en SC (por
facilitar la lectura de los esquemas y porque normalmente no será relevante cuál
de los nudos concretos que lo componen es el relevante), se podría decir que “mi-
ra fuera de la oración” (van Gelderen, 2013: 150).
Así, el SC de una oración principal marca el modo (indicativo, subjuntivo;
declarativo, interrogativo, etc.), acoge a los posibles tópicos (información vieja) y
focos (información nueva) de la estructura informativa del enunciado y también
expresa la finitud. Si la oración es subordinada, (su uso original, como se ha seña-
lado ya) entonces expresa la relación con la oración principal y en tales casos,
normalmente, está menos expandido, aunque en ello también hay mucha diversi-
dad entre las lenguas.
Como hemos observado, además de proporcionar una posición para el com-
plementante (la conjunción subordinante), C y su proyección se han utilizado con
mucho éxito para modelizar estructuralmente procesos de extracción de sintagmas
interrogativos, procesos de topicalización y focalización, y también para explicar
el orden de palabras en las llamadas lenguas V2 (las más analizadas son las ger-
mánicas) en las que el orden de palabras difiere en las oraciones principales y en
las subordinadas. Considérense, por ejemplo, los siguientes casos del alemán:
228
Mecanismos del cambio sintáctico
229
El cambio sintáctico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
230
Mecanismos del cambio sintáctico
SFuerza
Fuerza’
Fuerza STópico
Tópico’
Tópico SFoco
Foco’
Foco SFin
Fin’
Fin
Figura 6.8. Análisis en capas de categorías funcionales del SC.
Se representan los nudos Fuerza (modalidad), Tópico, Foco y Fin (finitud).
231
El cambio sintáctico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
232
Mecanismos del cambio sintáctico
SC
a quiénes C’
C ST
Papel pragmático: asesinó
foco
el mayordomo T
T’
Modo interrogativo
T Sv
asesinó
Caso nominativo el mayordomo vv’
v SAsp
asesinó
a quiénes Asp’
Papel semántico:
agente
Asp SV
asesinó
V’
Caso acusativo
V SD
asesinó a quiénes
Papel semántico:
tema
233
El cambio sintáctico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
234
Mecanismos del cambio sintáctico
Sin embargo, antes es preciso que consideremos una visión global de la tipo-
logía sintáctica en las lenguas y su relación con el concepto central de parámetro
en la teoría sintáctica actual.
235
El cambio sintáctico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
básica que subyace a la misma, por mucho que no podamos mantener el concepto
clásico de los parámetros como opciones predefinidas en los principios de la GU,
lo que hemos visto que es insostenible (incluso desde el punto de vista más favo-
rable a la existencia de una GU).
La noción matemática de parámetro tiene que ver, básicamente, con la de un
valor que determina el comportamiento de un sistema. Ese es el uso original en la
formulación de Chomsky y el que debería conservarse. Un parámetro no es, pues,
una opción entre las diversas ya previstas para cada principio, sino que debe in-
terpretarse simplemente como una diferencia gramatical entre dos lenguas que
tiene repercusión sistemática en otras diferencias gramaticales.
La tarea relevante, una vez descrita la correlación (como hemos mostrado
con el ejemplo del sujeto nulo en 2.1.3), es encontrar la propiedad de la que de-
penden las demás, una tarea muy semejante a la explicación de las diferencias
fenotípicas en función de las diferencias genéticas. Desde este punto de vista, la
única manera de convertir la noción de parámetro en prescindible es la de demos-
trar que en realidad no existen correlaciones entre las propiedades gramaticales,
pero entonces también toda la tipología clásica y la funcionalista actual estarían
en entredicho. La misión de la teoría paramétrica es, entonces, la de intentar ex-
plicar diferencias aparentemente independientes por medio de opciones más sim-
ples, una tarea a todas luces acorde con la práctica científica habitual y que es
relativamente independiente de las convicciones que se puedan tener respecto de
la GU y la FL.
Si volvemos a la noción de GU discutida en el capítulo 1, podemos asumir
que la GU guía la construcción de una lengua-i y la fuerza a una determinada
arquitectura, que debe satisfacerse. Es lícito suponer que esa arquitectura puede
satisfacerse de diversas maneras, esto es, que el sistema de interfaz entre las par-
tes invariables de la FL puede encontrar diversas soluciones al problema plantea-
do, dados los datos disponibles. Lo que sugiere la lógica profunda de la teoría
paramétrica es que las agrupaciones paramétricas son una consecuencia de que
también hay ciertas restricciones a cómo se pueden satisfacer esas condiciones,
por ejemplo, como efecto de que ciertas opciones sobre cómo se satisface un re-
quisito ya condicionarán cómo se desarrolla el resto del sistema, o ciertas partes
del mismo, lo que hará emerger los tipos, esto es, las agrupaciones paramétricas
de alto nivel.
Explotando la analogía ilustrativa que establece entre los átomos y los pará-
metros, Mark Baker (2001: 45) observa que si la teoría atómica de la química
hizo la sorprendente afirmación de que la enorme diversidad de substancias que
tenemos ante nosotros se pueden caracterizar como diferentes disposiciones de un
número mucho menor de elementos discretos, la teoría paramétrica plantea un
panorama similar al sugerir que los diversos tipos de lenguas que podemos obser-
var se pueden caracterizar como diferentes disposiciones de un número mucho
236
Mecanismos del cambio sintáctico
237
El cambio sintáctico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
238
Mecanismos del cambio sintáctico
variación lingüística restringido al léxico-i y una teoría del cambio sintáctico limi-
tada al reanálisis son adecuadas para explicarlos:
239
El cambio sintáctico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
CUADRO 6.3
Relaciones de orden núcleo-complemento en inglés y japonés (Baker, 2001: 60)
Elemento A Elemento B Inglés Japonés
Verbo Objeto directo A precede a B A sigue a B
Verbo SP A precede a B A sigue a B
Verbo Oción subordinada A precede a B A sigue a B
Pre-/posposición SN A precede a B A sigue a B
Nombre SP A precede a B A sigue a B
Complementante Oración subordinada A precede a B A sigue a B
Auxiliar Verbo principal A precede a B A sigue a B
CUADRO 6.4
Combinación del parámetro de la dirección del núcleo
y de la posición del sujeto
Núcleo a la izquierda Núcleo a la derecha
Sujeto delante SVO SOV
Sujeto detrás VOS OVS
240
Mecanismos del cambio sintáctico
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El cambio sintáctico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
Inglés Galés
S S
S T T S
T S S V
V S V S
242
Mecanismos del cambio sintáctico
CUADRO 6.5
Porcentaje de lenguas en relación con el orden básico de palabras,
adaptado de Baker (2001) y basado en datos de Tomlin (1986)
Orden de palabras Porcentaje de lenguas Ejemplos
SVO 42 inglés, edo, indonesio
SOV 45 japonés, turco, quechua
VSO 9 zapoteco, galés, niveano
VOS 3 zozil, malgache
OVS 1 hixcariana
OSV 0 (warao)
243
El cambio sintáctico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
ST ST
SD T SV T
SV T SD V’
SD V SD V
244
Mecanismos del cambio sintáctico
245
El cambio sintáctico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
tales lenguas podrían no ser imposibles, pero serían lo más raro entre lo ra-
ro, surgiendo únicamente cuando cada parámetro está fijado justo de la
manera adecuada” (Baker, 2001: 139, traducción nuestra).
En otras palabras, que una lengua del tipo OSV, de existir como tal,
no emergería de la combinación pura de dos parámetros al mismo nivel,
246
Mecanismos del cambio sintáctico
247
El cambio sintáctico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
Nótese que esto permite predecir que no habrá lenguas con verbos seria-
les del tipo VSO (ya que hemos asumido que este orden se forma por movi-
miento del verbo sobre el sujeto “bajo”), lo que según Baker (2001: 143) se
cumple de forma estricta.
En un salto cualitativo de la teoría, Baker también estipula que la JP
puede explicar la existencia de lenguas que tradicionalmente se han des-
crito como “mezclas” de otros tipos. Con ello, se refiere, por ejemplo, al
chichewa (de la familia bantú). Lo característico de esta lengua es que
comparte propiedades de las lenguas polisintéticas y de las que no lo son,
poniendo en cuestión la cima la propuesta de Baker. En chichewa (siem-
pre según Baker) los sujetos concuerdan siempre con los verbos y los ob-
jetos también pueden hacerlo, aunque no obligatoriamente.
Según la teoría polisintética del propio Baker ello implica que cuando
concuerda, el argumento expreso (el SN/SD) es un adjunto que no ocupa
la posición argumental (que en cierto modo está bloqueada por el afijo
concordante en el verbo). Dado que en esta lengua la concordancia con el
objeto es opcional (con efectos semánticos que ahora no son relevantes),
se puede decir que cuando concuerda, el objeto se comporta como en
mohaqués (de manera que se puede omitir y tiene orden libre), mientras
que cuando no concuerda se comporta como en inglés (de manera que no
se puede omitir y tiene orden rígido).
Este tipo de lenguas (que Baker identifica en su metáfora química con
los compuestos) son relativamente frecuentes y se dan tanto en lenguas del
tipo VO (con núcleo a la izquierda) como en lenguas del tipo OV (con nú-
cleo a la derecha), lo que parece indicar que la posición del parámetro que
las posibilita debería ser alta en la jerarquía.
El parámetro en cuestión es el que, simplificando algo la exposición
de Baker, podría denominarse parámetro de la polisíntesis opcional. La
idea es que si una lengua tiene la opción no en el parámetro de la polisín-
tesis (el primero) aún puede tener un sí en el parámetro de la polisíntesis
opcional, según esta formulación:
7. Parámetro de la polisíntesis opcional: en este parámetro, el verbo puede
o no corcordar con el objeto. La opción sí daría lugar a lenguas como el
chichewa o el slave (una lengua análoga al chichewa pero de orden
SOV) y la opción no a lenguas como el inglés o el japonés.
Lo relevante de este parámetro en lo que ahora nos interesa es que se
aplica tanto a la opción de núcleo a la derecha como a la izquierda (ya que
cuando el objeto no concuerda su orden es fijado por el parámetro del nú-
cleo). Pero como además depende del valor no del parámetro superior de
polisíntesis, Baker lo sitúa en paralelo con el parámetro de la dirección del
núcleo, como se observa en el esquema de la figura 6.10, para lo que em-
248
Mecanismos del cambio sintáctico
249
El cambio sintáctico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
250
Mecanismos del cambio sintáctico
Hemos visto que los parámetros no son opciones preestablecidas de los princi-
pios de la GU, sino que son agrupaciones sistemáticas de propiedades gramatica-
les diferenciales y, además, que dichos parámetros es muy posible que estén
agrupados jerárquicamente.
Uno de los problemas empíricos más serios de la teoría paramétrica clásica es
que parecía revivir los errores de la tipología holística tradicional (esto es, la que
establecía que las lenguas pertenecen completamente a los tipos definidos), algo
que, como hemos visto con detalle al considerar la tipología morfológica (aparta-
do 5.1), es inadecuado. Sabemos que una lengua no pertenece realmente a un tipo,
sino que habitualmente presenta rasgos mezclados, con diversa intensidad, de mas
de uno. Como hemos visto, la conjetura Borer-Chomsky viene a plantear que los
valores de los parámetros no se asocian con lenguas o con gramáticas, sino con
ítems léxicos particulares. Así, desde Borer (1984) se plantean dos aspectos que,
aunque independientes en principio, van a resultar determinantes en el desarrollo
de la teoría paramétrica posterior: (a) por una parte, desde el punto de vista estric-
tamente gramatical, se observa que buena parte de la diversidad tipológica de las
lenguas podía representarse en términos de diversidad en la morfología flexiva;
(b) por otra parte, esta propuesta se enlaza con el problema de la evidencia positi-
va que el entorno lingüístico del niño debe proporcionar para explicar la “selec-
ción de parámetros”. Al asociarse la selección paramétrica a las unidades léxicas
(que indudablemente deben aprenderse del entorno) se permite que una misma
lengua tenga diversas “opciones paramétricas”, esto es, que una misma lengua
pueda tener propiedades tipológicas compartidas, lo cual está de acuerdo con el
hecho evidente de que no hay tipos puros de lenguas.
Pero entonces, si los parámetros no son “de toda la lengua”, como en la for-
mulación clásica, se predice que el cambio sintáctico no operará como un cambio
absoluto en los valores paramétricos (que es la explicación “clásica” en el ámbito
generativista), sino que procederá afectando a los grupos de propiedades correla-
cionados, tal y como sugiere, de hecho, la organización jerárquica de los mismos.
Así pues, el desafío que queda por delante es motivar la JP en las propiedades
morfológicas de los ítems del léxico-i y, según el modelo asociado a la conjetura
Borer-Chomsky, más concretamente al reanálisis de los exponentes de las catego-
rías funcionales con las que opera el sistema computacional. La formulación de
Chomsky es explícita al respecto:
251
El cambio sintáctico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
Debe observarse que cuando Chomsky estipula que la diferencia entre las
lenguas se reduce a un “rincón del léxico” está descontando las diferencias fono-
lógicas y la “arbitrariedad saussureana”. La hipótesis que subyace a esa afirma-
ción es que las diferencias estructurales entre las lenguas serán consecuencia de
diferencias en la correspondencia entre los rasgos y propiedades de las categorías
funcionales y su expresión morfológica. Así, por ejemplo, en el modelo desarro-
llado extensamente por Borer (2005), las categorías funcionales se conciben como
variables a las que se debe asignar rango en la derivación. El comportamiento
sintáctico de una lengua dependerá en buena medida de la disponibilidad en dicha
lengua de asignadores de rango a las variables, o de determinadas realizaciones
fonológicas de combinaciones de núcleos y asignadores de rango. Dicho en tér-
minos más simples, que las diferencias sintácticas dependerán directamente de las
propiedades morfológicas y fonológicas de los formantes gramaticales. Lo rele-
vante desde nuestro punto de vista es que las diferencias que presentan las len-
guas en sus propiedades morfológicas y fonológicas, como hemos visto en los dos
capítulos anteriores, son el resultado del cambio lingüístico, lo que refuerza la
idea central que inspira este libro de que la diversidad de las lenguas en todos
los ámbitos no es sino el resultado del cambio lingüístico y que este solo afecta al
léxico-i.
La tarea pendiente es la de correlacionar sistemáticamente la variación sintác-
tica descrita en la figura 6.10 con las propiedades morfológicas de las categorías
funcionales universales reflejadas en la figura 6.9.
Una contribución relevante en esta dirección fue el desarrollo de la sintaxis
minimalista (Chomsky, 1995), en la que el desplazamiento o movimiento sintácti-
co, uno de los fenómenos que parece estar detrás de los principales patrones de
variación sintáctica entre las lenguas, se sigue de las operaciones del sistema
computacional para eliminar morfología “no interpretable” de las derivaciones,
lo que Piatelli-Palmarini y Uriagereka (2004) caracterizan como una especie de
“inmunización” contra el “virus morfológico” que entra en las derivaciones a
través del léxico aprendido de las lenguas y, centralmente para nuestra aproxima-
ción, resultante de los procesos de reanálisis.
Piatelli-Palmarini y Uriagereka (2004: 362) estipulan que el establecimiento
de un parámetro morfosintáctico sería el equivalente de la inmunización, esto es,
del proceso por el que el sistema inmune memoriza los antígenos contra los que
ha tenido que actuar ofreciendo al organismo protección de por vida. Nótese
que este sugestivo planteamiento (sistematización de las secuencias anteriores)
encaja perfectamente en el modelo presentado al basar la selección de parámetros
en la consecuencia del proceso de adquisición, esto es, de establecimiento del
interfaz (el léxico-i) en función de los datos del entorno.
Siguiendo una línea de argumentación desarrollada en Mendívil (2009), de
donde se ha adaptado esta exposición de la teoría paramétrica, podríamos sugerir
252
Mecanismos del cambio sintáctico
253
El cambio sintáctico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
mitivo (como viene a sugerir Baker), sino que es el resultado de procesos de con-
dicionamiento gramatical, más concretamente, morfológico.
Consideremos un ejemplo muy simplificado para introducir un modelo gene-
ral de conexión entre la conjetura Borer-Chomsky y la JP. Asumamos, retomando
el modelo presentado en la figura 6.9, que la categoría T es la responsable de la
asignación de caso al sujeto de la oración y de reflejar la concordancia con este,
mientras que la categoría Asp es la responsable de asignar caso al objeto y de
reflejar la concordancia con este. Pero esas propiedades no tienen por qué ser
uniformes interlingüísticamente.
Siguiendo la tipología estudiada por Nichols (1986), podemos distinguir entre
la marcación en el núcleo (concordancia) y la marcación en el dependiente (caso).
Un tipo lingüístico dado sería aquel en el que todos los verbos marcan su relación
con sus argumentos por marcación en el núcleo (como en el chichewa), otro sería
el que marca los argumentos de las dos maneras (como el valpriri, otra lengua
polisintética con un rico sistema de casos), otro tipo sería el que no marca nin-
guno (como el chino) y por fin tendríamos el que solo marca el dependiente (co-
mo el japonés). Pero sabemos que hay lenguas en las que se combinan los siste-
mas de otras maneras: por ejemplo en latín se marcaba el sujeto por concordancia
y el objeto con caso, y en español se marca el sujeto por concordancia y el objeto
(salvo excepciones) sin caso ni concordancia. Una manera de aproximarse al pro-
blema sería considerar si ese comportamiento especial, por ejemplo, del latín (y
de tantas lenguas de todas las partes del mundo) no se puede deber simplemente a
las diferentes propiedades morfológicas de las categorías funcionales responsa-
bles de esos sistemas.
En este sentido se podría decir que la categoría T y la categoría Asp en latín
pertenecen a distintos tipos, en el sentido de que T se comporta como un marca-
dor en el núcleo y Asp como un marcador en el dependiente.
La teoría del cambio lingüístico desarrollada en los primeros tres capítulos im-
plica que los cambios lingüísticos son esencialmente procesos de reanálisis de las
expresiones lingüísticas que se extienden y generalizan en ciertas generaciones de
hablantes. Esta visión entronca con la aproximación tradicional en gramática gene-
rativa de que una parte relevante de la adquisición del lenguaje consiste en la fija-
ción de los valores paramétricos y de que el cambio sintáctico equivale al cambio
en la “opción paramétrica” elegida por una determinada generación de hablantes
(véase Lightfoot 1991). Sin embargo, la revisión del concepto de parámetro que
hemos planteado (apartado 6.2) parece poner en cuestión dicha visión. De hecho,
el modelo propuesto, de acuerdo con la conjetura Borer-Chomsky, obscurece la
noción de “fijación de un parámetro” en general y también como posible locus de
los cambios sintácticos. A pesar de ello, seguimos necesitando explicar la tipología
sintáctica y, como veremos con más detalle en los apartados siguientes, los cam-
bios históricos en la tipología sintáctica de las lenguas.
254
Mecanismos del cambio sintáctico
SX SX
Z X’ X’ Z
X Y Y X
255
El cambio sintáctico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
256
Mecanismos del cambio sintáctico
que ese orden es el resultado del movimiento obligatorio del objeto a un especifi-
cador superior a V, desde donde lo manda-c y, por tanto, lo precede.
¿Cuál podría ser la razón por la que el objeto directo se mueve a una posición
en la que manda-c asimétricamente al verbo? Es bien sabido desde los estudios
pioneros de Greenberg que las lenguas del tipo OV son las que más frecuente-
mente presentan sistemas de marcación de caso y de concordancia de objeto. Por
otra parte, también hemos visto que los procesos de movimiento están motivados
por procesos de cotejo o eliminación de rasgos formales, entre ellos, crucialmen-
te, los flexivos. Por tanto, es plausible pensar que el parámetro de Baker describe,
precisamente, aquellas lenguas en las que su morfología determina un ascenso
obligatorio del objeto por encima de V.
Por supuesto, debemos seguir tratando la correlación como paramétrica, en el
sentido central de que los parámetros, como hemos visto, no son propiedades de
las lenguas (ni opciones sobre principios), sino de las construcciones gramatica-
les. Por decirlo en otros términos: es la historia gramatical de cada lengua, su
historia morfológica (su “genoma” como registro histórico), la que determinará
qué opciones paramétricas selecciona.
Puede ser ilustrativo verlo en términos de diagrama de flujo. Supongamos, par-
tiendo de la cima de la JP (figura 6.10), que el input es SVO. Si vamos hacia la
derecha ya no hay caso, pues el orden es irrelevante, por condicionamiento pura-
mente morfológico. Si vamos a la izquierda SVO permanecerá como tal en dos
opciones y cambiará a SOV en otras dos. Si ha ido hacia cualquiera de las dos ra-
mas de la derecha, el orden básico ya no cambiará (tendremos siempre lenguas del
tipo SOV, que serán parcialmente polisintéticas o no, de tópico o de sujeto, ergati-
vas o acusativas). En estos casos hará falta un condicionamiento morfológico espe-
cial que mueva el objeto delante del verbo (lo que se correlacionaría con la típica
riqueza morfológica casual y de concordancia de objeto de esas lenguas).
Si va por la segunda rama de la izquierda tendremos una lengua SVO de poli-
síntesis opcional. Y si va por la primera rama de la izquierda, entonces pueden
pasar dos cosas: (a) si va por la rama de la derecha, entonces el orden cambiará a
VOS (en este caso el condicionamiento morfológico es menos claro, aunque una
manera de justificar el parámetro del orden del sujeto sería asumir, en la línea del
estilo de argumentación de Kayne, que es el SV completo el que asciende sobre el
sujeto); (b) si tomamos el camino de la izquierda pueden pasar de nuevo dos co-
sas: (b-1) si hay atracción del verbo tendremos VSO; en caso contrario, (b-2) el
orden permanecerá como SVO (para, ulteriormente, derivar lenguas con o sin
verbos seriales). Nótese que la opción VSO de nuevo conlleva condicionamiento
morfológico (en este caso del verbo). Si partimos de ese nudo, tendremos un suje-
to bajo o un sujeto alto. Ello implica, en realidad, que si vamos a la izquierda
seguiremos teniendo VSO (porque nada haría salir al sujeto del SV), mientras que
si vamos a la derecha, un movimiento del sujeto repondrá el orden SVO, con lo
257
El cambio sintáctico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
258
Mecanismos del cambio sintáctico
Señalan Roberts y Roussou (2003: 29) que las categorías funcionales se carac-
terizan globalmente por tener menos contenido de interfaz (con CI y SM) que las
categorías léxicas. Así, aunque una categoría funcional siempre tiene contenido
semántico (siempre es + CI) este siempre es más pobre o menos específico que el
de las categorías léxicas. Si nos fijamos, por ejemplo, en entidades verbales como
los verbos auxiliares o modales, observamos que, frente a los verbos léxicos norma-
les, carecen de estructura temática o argumental. Y si consideramos su relación con
SM, observamos que incluso las categorías funcionales que tienen realización fono-
lógica (esto es, que son + SM) la suelen tener interlingüísticamente muy debilitada:
típicamente carecen de acento e, incluso pueden tener una representación fonológi-
ca por debajo de los criterios fonológicos mínimos que se aplican a la palabra en
una lengua (por ejemplo, en español solo las “palabras funcionales” pueden ser
monomoraicas y átonas). Esta pobreza de información de interfaz típica de las cate-
gorías funcionales sería precisamente la causa del frecuente reanálisis de las mis-
mas y la fuente última de la variación en la organización gramatical de las lenguas.
Siguiendo también el modelo de Roberts y Roussou (2003) vamos a notar una
categoría funcional (F) que es [+ SM] como F*. La “parametrización” de las cate-
gorías funcionales se podría entonces entender como la asignación arbitraria de *
a las categorías universales F; así, cuando en el léxico-i de una lengua se asigna *
a una categoría funcional dando F*, ello implica que F* debe tener una realiza-
ción fonológica en el léxico-i que materializa cualquier derivación sintáctica que
incluya a F*.
Podríamos entonces asumir que el léxico-i de una lengua cualquiera contiene
mínimamente los siguientes elementos:
259
El cambio sintáctico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
T’ T’
T SV T SV
will iré
V V
go iré
Figura 6.14. Derivación del futuro analítico (inglés)
y del futuro sintético (español) por ensamble de will en T
en el primer caso y por movimiento de V (iré) a T en el segundo.
Intuitivamente, es claro que en el caso del futuro sintético español son los afi-
jos segmentables del infinitivo (-é) los que representan a T, precisamente porque,
como es sabido, esos afijos proceden del reanálisis histórico del verbo auxiliar
‘haber’ (véase más adelante el apartado 6.4 para una discusión de estos procesos).
Sin embargo, en muchas ocasiones la fusión de formantes hace poco recomenda-
ble esa derivación “por morfemas” y lo mismo sucede cuando la flexión emplea
260
Mecanismos del cambio sintáctico
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El cambio sintáctico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
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Mecanismos del cambio sintáctico
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El cambio sintáctico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
que el verbo tener en español, un verbo posesivo al igual que habent, no puede
considerarse un auxiliar desprovisto de significado léxico, que es precisamente
la caracterización que haríamos de han en 3.
En el ejemplo de 1 podemos estipular una estructura como la siguiente (se
cambia el orden para mayor claridad):
ST
T’
T SV
habent
V’
V SN
habent
N SADJ
collocatas
N SADJ
pecunias magnas
264
Mecanismos del cambio sintáctico
Es relevante observar, como muestra Pinkster (1987), que en una primera fase
del proceso de gramaticalización el verbo principal se construye con predicados
secundarios que son omisibles. Así, collocatas en 4 podría faltar y la secuencia
habent pecunias magnas sería perfectamente gramatical y las partes conservadas
tendrían el mismo sentido que en 1 (y por ello hemos representado collocatas
como un adjetivo).
Sin embargo, no está claro que el análisis de 4 o su equivalente más explícito
de la figura 6.15 sirviera para ejemplos contemporáneos al de 1, como el siguien-
te, también tomado de Cicerón (en este caso procedente de Pinkster 1987):
265
El cambio sintáctico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
ces con verbos como perdere o dare, precisamente porque retiene parte de su
significado posesivo, aunque sea metafórico. De hecho, este habere de 5 es in-
compatible con verbos intransitivos como venir (datos de Olbertz 1993 y
Pinkster 1987).
Lo importante del ejemplo del título de este apartado, he venido, es precisa-
mente que muestra un grado máximo de gramaticalización del verbo haber, pues-
to que no hay posible objeto del que el participio pudiera ser un complemento
predicativo, ni es posible emplear un verbo que signifique posesión sin comple-
mento directo. De hecho, en algunas lenguas aún hoy se emplea el verbo ser en
vez de haber para formar el perfecto de verbos inacusativos, como en italiano
sono venuto ‘he venido’.
ST
T’
T SV
habeas
V’
V SV
habeas
V SC
cognitum quod sit
summi rectoris
numen
Figura 6.16. Representación muy simplificada de la oración de (5) en la que se
representa el complemento del verbo habeas como un SV formado por un verbo
no finito que expresa resultado (el participio) y un argumento de dicho predicado
(realizado por una oración subordinada). Se altera el orden para mayor claridad.
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Mecanismos del cambio sintáctico
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El cambio sintáctico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
ST
T’
T SV
hayas
V’
V SC
conocido cuál sea el
deseo del
señor supremo
Figura 6.17. Representación simplificada de la oración Hayas conocido cuál sea
el deseo del señor supremo. Nótese que el equivalente de cognitum en la figu-
ra 6.16 (conocido) ocupa ahora el lugar del verbo principal y no del subordinado
(que ya no aparece en la estructura) y que el equivalente de habeas (hayas) se in-
terpreta como un auxiliar en T y no como un verbo principal que se ha desplazado
a T. A su vez, la oración (SC) se reanaliza como el complemento directo
del nuevo verbo principal.
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Mecanismos del cambio sintáctico
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El cambio sintáctico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
CUADRO 6.6
Evolución temporal en español de las propiedades de las construcciones
de perfecto, indicado en porcentajes. Adaptado de Olbertz (1993: 256)
Lengua CID MIL LBA RIM TAL CAR CEL LOZ TER
No concordancia 14 13 29 29 88 100 100 100 100
Orden Aux-V 77 95 75 95 90 100 95 100 100
Contigüidad 77 59 73 91 91 91 91 95 95
Incompatibilidad 27 23 14 27 27 41 55 55 59
Uso de tener 20 19 44 47 78 95 88 97 89
En el cuadro 6.6, las siglas se refieren a las siguientes obras: (CID) Poema de
mío Cid (1140-1180); (MIL) Milagros de Nuestra Señora (1252?) de Berceo;
(LBA) Libro de buen amor (1343) del Arcipreste de Hita; (RIM) Rimado de pa-
lacio (1386) de López de Ayala; (TAL) Arcipreste de Talavera o Corbacho
(1438) de Martínez de Toledo; (CAR) Cárcel de amor (1492) de Diego de San
Pedro; (CEL) Celestina (1599) de Rojas; (LOZ) La lozana andaluza (1528) de
Francisco Delicado; (TER) Epistolario (1562) de Teresa de Jesús.
El proceso descrito suscita dos preguntas: primero, por qué en la creación his-
tórica de un perfecto perifrástico se ha de emplear una forma posesiva y una pre-
dicación secundaria con participio resultativo y, segundo, por qué, en última ins-
tancia, hacía falta crear otra forma de expresar el perfecto, dado que el latín (y la
mayoría de las lenguas en las que un proceso similar sucede) ya tenía una forma
sintética para expresar el pasado perfecto.
En primer lugar, hay que tener en cuenta que estructuras con verbos poco ri-
cos léxicamente como haber, tener, hacer, tomar, etc., no son solo el origen de
las perífrasis españolas y románicas en general, sino que este es un hecho habitual
en todas las lenguas del mundo. De hecho, Pinkster observa que el origen de he
visto y de veré en las lenguas romances es similar en las primeras fases y que
ambos se basan en un esquema paralelo (la forma para el futuro es un gerundivo
pasivo futuro que después fue sustituido por el infinitivo activo), de acuerdo con
el siguiente esquema:
270
Mecanismos del cambio sintáctico
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El cambio sintáctico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
mones, aunque lo hicieron. Por ello no podremos decir en ningún caso que la apa-
rición de bolsas natatorias en los peces se explica porque estas habrían de evolu-
cionar en pulmones. Sencillamente, dado un contexto ambiental determinado, las
bolsas natatorias sufrieron este proceso accidentalmente. Así es como han sucedi-
do siempre las cosas en la evolución.
Por supuesto, y esto tiene que ver con la presencia del participio pasado en la
evolución de los perfectos compuestos, no es accidental la semejanza funcional y
anatómica entre bolsas natatorias y pulmones. Es obvio que los pulmones moder-
nos no pudieron evolucionar con la misma rapidez y eficacia partiendo de un hue-
so maxilar o de una aleta, y también que muchos mamíferos usan también los
pulmones como bolsas natatorias.
En realidad, lo mismo podemos decir de los perfectos compuestos derivados
de una perífrasis con un verbo posesivo y un participio pasado. Como veremos en
el apartado siguiente, en algunas lenguas, como el hindi, los perfectos compuestos
parecen haberse derivado del reanálisis de antiguas pasivas perifrásticas, un pro-
ceso semejante al que nos ocupa. Aunque por distintos caminos, podría decirse
que en ambos casos se trata de formar un perfecto complejo, pero en realidad no
“se trata” de formar un perfecto complejo, lo que sucede es que en ambos casos el
resultado de una serie de reanálisis históricos es una construcción que llamamos
perfecto complejo.
Carecería de sentido decir que la pasiva perifrástica se desarrolló para que
luego, a partir de ella, se formara un tiempo compuesto de perfecto. Del mismo
modo, carece de sentido afirmar que las perífrasis latinas y romances posesivas y
de predicación secundaria se formaran para dar lugar a las formas verbales actua-
les, ni que estaban necesariamente abocadas a ello. Tanto a las pasivas del hindi y
de otras muchas lenguas, como a las perífrasis posesivas latinas les sucedió lo
mismo: se reanalizaron accidentalmente para dar lugar a un tiempo compuesto de
perfecto porque reunían los ingredientes necesarios, esto es, un verbo debilitado
semánticamente y un participio pasado con valor resultativo.
Consideremos el contraste entre los ejemplos de 9, tomados de Pinkster
(1987):
272
Mecanismos del cambio sintáctico
pezó a desplazarse al uso narrativo. Esto es, de alguna forma, una expresión de
posesión con predicación secundaria comienza a tener el mismo valor en ciertos
contextos que el perfecto simple. Este es sin duda un contexto coadyuvante para
que la estructura de 9a sufra un reanálisis sintáctico que dé lugar a una estructura
como la española actual He cocido el alimento. Este contexto, propiciado tanto
por las propiedades semánticas y formales de la expresión como del contexto de
uso, es el equivalente a las condiciones ambientales del entorno en la explicación
de la selección natural.
Hemos visto en la jerarquía de parámetros de Baker (figura 6.10) que uno de los
parámetros que la integran se refiere a la existencia de lenguas ergativas. Aunque
no podremos entrar en muchos detalles de este complejo fenómeno, mostraremos
en este apartado que la existencia de lenguas ergativas (más adecuadamente, la
existencia de estructuras ergativas) podría explicarse también como el resultado
de un proceso de reanálisis sintáctico y que, por tanto, también la tipología tradi-
cional en términos de “organización gramatical” es consecuencia de cambios
lingüísticos accidentales y está desconectada de procesos direccionales de evolu-
ción o de aspectos culturales o cognitivos ajenos a la propia estructura gramatical.
En términos simplificados (pero suficientes para nuestros propósitos), una
lengua ergativa es la que trata de la misma forma al objeto directo de un verbo
transitivo y al sujeto de un verbo intransitivo, considerándose marcado el sujeto
del verbo transitivo. Por el contrario, una lengua acusativa es aquella que trata de
igual forma al sujeto de un verbo intransitivo y al sujeto de un verbo transitivo,
considerando al objeto del verbo transitivo como marcado.
Si, por ejemplo, consideramos la concordancia, en una lengua acusativa la
concordancia se establece siempre con el sujeto, bien sea este agente o paciente,
bien se trate de un verbo transitivo o de un verbo intransitivo. Así, en español, la
concordancia siempre se produce con el sujeto sintáctico, mientras que no hay
concordancia con el objeto:
Nótese, además, que en este caso el argumento que lleva una marca explícita de
caso es el objeto directo (asumiendo ahora sin mayor discusión que la preposición
a que encabeza el sintagma al profesor es una marca acusativa en un patrón de
marcado diferencial de objeto).
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El cambio sintáctico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
En una lengua ergativa, como el vasco, la marca de caso nos permite observar
el patrón ergativo. Así, en esta lengua el sujeto de un verbo intransitivo (gizona)
no lleva marca de caso (o lleva el caso no marcado, llamado absolutivo en estas
lenguas):
Gizona etorri da
el hombre llegado es
‘el hombre ha llegado’
El siguiente esquema (adaptado de Moreno, 1991: 422, al igual que los ante-
riores ejemplos del vasco) resume la distinción desde el punto de vista de la mar-
ca de caso:
Sistema ergativo-absolutivo
1 A-0
2 A-M P-0
3 P-0
Sistema nominativo-acusativo
1 A-0
2 A-0 P-M
3 P-0
Figura 6.18. Representación esquemática de los distintos patrones de marcación
gramatical de los argumentos oracionales fundamentales.
La primera línea 1 de cada esquema de la figura 6.18 representa los verbos in-
transitivos (esto es, de un solo argumento) cuyo sujeto es agente (A). La línea 2
representa los verbos transitivos de dos argumentos con el sujeto agente y el obje-
to paciente (P) y la línea 3 representa los verbos intransitivos cuyo argumento
274
Mecanismos del cambio sintáctico
sujeto es paciente (los llamados verbos inacusativos). Por otra parte, la indicación
M significa “marcado”, esto es, que si existe un caso marcado y otro no marcado,
el caso marcado irá con el argumento que lleva M y el no marcado con el argu-
mento que lleva 0. En las lenguas nominativo-acusativas el caso no marcado es el
nominativo y el caso marcado el acusativo. En las lenguas ergativas el caso mar-
cado es el ergativo y el no marcado el absolutivo.
De este modo, como puede observarse en los esquemas, en el sistema ergativo-
absolutivo el sujeto agentivo de un verbo intransitivo (1) va sin marca de caso o
con el caso no marcado o “por defecto” (el absolutivo). Si se tratara de concordan-
cia, entonces el verbo concordaría con el sujeto. En el caso de un verbo transitivo
(2), el sujeto agentivo lleva marca de caso ergativo (A-M) y el objeto paciente va
sin marca de caso o lleva el caso no marcado (absolutivo). Nótese que en el siste-
ma nominativo-acusativo es al revés: el sujeto no llevaría marca de caso o llevaría
el caso no marcado (nominativo) y el objeto llevaría marca de caso (acusativo). En
lo que respecta a los llamados verbos inacusativos de la línea 3, observamos que
tanto en un sistema como en otro no hay marca de caso o se usa el caso no marca-
do (absolutivo-nominativo).
La concordancia es, en términos generales, simétrica con respecto a la marca
de caso. Si en lugar de marcas de caso consideráramos la concordancia, entonces
observaríamos que el sistema ergativo privilegia la concordancia con el sujeto
intransitivo (1 y 3) y la concordancia con el objeto en el verbo transitivo (2) (lo
que no impide que el sujeto también pueda concordar, aunque típicamente con
una morfología diferente). En las lenguas nominativo-acusativas la concordancia
siempre es con el sujeto, ya sea el verbo transitivo o intransitivo (y ya sea este
inacusativo o no).
Así, cuando se dice que una lengua “trata” de una u otra forma al sujeto o al
objeto, en general se está hablando del tratamiento que de los argumentos sintác-
ticos se hace con respecto a ciertos aspectos gramaticales de expresión morfológi-
ca, como la marca de caso o la concordancia con el verbo. Por ello, precisamente,
es difícil hablar en realidad de tipos puros de ergatividad o acusatividad. Un as-
pecto relevante en lo que ahora nos ocupa es que, en efecto, como señala Dixon
(1994: 224), no hay lenguas totalmente ergativas, esto es, que en todas las lenguas
ergativas hay siempre algún ámbito en el que se refleja la estructura nominativo-
acusativa, bien sea en el marcado gramatical de los argumentos o en las propieda-
des sintácticas de los mismos a efectos de coordinación o subordinación. En este
sentido, podríamos decir que todas las lenguas ergativas (y muchas de las acusati-
vas) presentan en realidad algún tipo de “ergatividad parcial” (split ergativity).
Uno de los casos más llamativos de ergatividad parcial es el de lenguas aus-
tralianas como el dyirbal, del norte de Queensland (según el análisis de Di-
xon 1994). Esta lengua tiene un sistema partido en la marcación de caso: así, los
pronombres de primera y segunda persona se flexionan en un sistema casual típi-
275
El cambio sintáctico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
camente acusativo, esto es, un sistema en el que el sujeto será el no marcado (no-
minativo) y el objeto será el marcado (acusativo), mientras que los pronombres de
tercera persona y los nombres, incluidos los nombres propios, activan un marcado
típicamente ergativo, esto es, el sujeto transitivo con caso ergativo y el sujeto
intransitivo y el objeto directo sin marca.
Dixon sugiere que los criterios que condicionan los sistemas de ergatividad
parcial se asientan frecuentemente en el hecho de que un SN que se refiere a un
agente implica a un participante que inicia o controla la acción, mientras que el
SN paciente se refiere a un participante que no controla la acción. Por su parte,
parece claro que el argumento único de un verbo intransitivo puede o no ser con-
trolador de la acción. El sistema acusativo parecería “insistir” en que el sujeto
intransitivo a veces es agente y lo marca –por tanto– como al agente, mientras que
el sistema ergativo parecería “insistir” en que el sujeto intransitivo a veces es
paciente, y lo trata como al objeto. Por ello, algunos autores sugieren que las len-
guas ergativas son lenguas orientadas al paciente, mientras que las lenguas acu-
sativas son lenguas orientadas al agente. Esta noción es la que subyace, por
ejemplo, al tratamiento en ciertas tradiciones en términos del concepto de pivote
sintáctico y de la asunción de que la jerarquía de marcado de argumentos en las
lenguas acusativas es agente > paciente y en las ergativas es paciente > agente.
Esta caracterización parece descriptivamente correcta y podría sugerir que el
criterio fundamental en la orientación tipológica de las lenguas es de base cogni-
tiva, semántica o hasta cultural, lo que implicaría una colisión directa con la hipó-
tesis defendida en esta obra de que la diversidad tipológica es más superficial
(esto es, confinada a la externalización de estructuras homogéneas, como hemos
visto). Sin embargo, el mero hecho de que la ergatividad sea un fenómeno típica-
mente parcial sugiere en realidad que una aproximación puramente cognitivo-
semántica, aunque necesaria y relevante para explicar aspectos del uso del lengua-
je, es insuficiente para explicar el surgimiento y la naturaleza de lo que denomi-
namos ergatividad.
Como observa Dixon, en algunas lenguas, como el guaraní, la ergatividad
parcial puede basarse en la estructura interna del verbo: es lo que Dixon denomi-
na “sujeto intransitivo partido”, de modo que un verbo intransitivo cuyo argumen-
to sea paciente será tratado como en un sistema ergativo, y un verbo cuyo argu-
mento sea agente será tratado como en un sistema acusativo. Como hemos visto
respecto de ciertas lenguas australianas, según el mismo autor, otro factor que
condiciona la ergatividad parcial es el tipo “semántico” de argumento.
Así, las lenguas parecen sensibles, aunque en distinta medida, al grado de ca-
pacidad de ser controlador del argumento: los pronombres y los nombres con refe-
rentes humanos y animados son los más propensos a mostrar una gramática acusa-
tiva, mientras que los menos propensos, como los no humanos o los inanimados,
tienden a forzar una estructura ergativa. Sin embargo, como en el caso de los pro-
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El cambio sintáctico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
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Mecanismos del cambio sintáctico
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El cambio sintáctico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
3. tenedam uktan
(tena + idam)
por él + esto dicho (part. pas. pasivo neutro)
‘Esto fue dicho por él’
Como, según Comrie, las lenguas indoiranias apenas conservan el pasado per-
fectivo simple, suelen tender a dos derivaciones: o bien presentan perfectos peri-
frásticos basados en el participio, o bien reanalizan la construcción pasiva indoeu-
ropea del tipo de 3 como una construcción activa, de modo que, según afirma el
mismo autor, “lo que era originalmente el sujeto de una construcción pasiva se
reinterpreta como el objeto directo de una construcción activa, y el antiguo agente
de la pasiva se reinterpreta como el sujeto de una construcción activa” (Comrie
1976: 85, traducción nuestra), dando lugar, pues, a un esquema ergativo.
La motivación más antigua al respecto la ofrece ya Kurylowicz (1964), quien
observa que el perfecto relaciona una acción pasada con un estado presente, esto
es, puede expresar un estado presente como siendo el resultado de una acción
pasada. Así, cuando una acción implica a un agente y un objeto, el cambio resul-
tante en el estado suele ser más aparente en el objeto que en el agente, y la pasiva
280
Mecanismos del cambio sintáctico
es, precisamente, la forma que predica un cambio de estado del objeto de una
acción.
Por otra parte, como hemos visto en el apartado anterior, los perfectos basa-
dos en verbos posesivos como haber o tener también tienen una clara relación
con el aspecto, en este caso no a través de la pasividad, sino de la posesión y de
los participios como predicados secundarios. Así, cuando Benveniste (1952) con-
sidera que es muy frecuente en las lenguas emplear un verbo de posesión para
crear una forma de perfecto, observa que, por ejemplo en bretón (donde se emplea
una forma perifrástica para denotar la posesión), una expresión con la forma ‘para
mí es el problema resuelto’ tiene una interpretación del tipo ‘tengo el problema
resuelto’ y de ahí, ‘he resuelto el problema’. Lo relevante del caso es que, de for-
ma distinta, nos lleva también a las construcciones ergativas. Una expresión como
para mí es el problema resuelto es en realidad muy semejante a una expresión
ergativa: el “sujeto lógico” aparece de forma oblicua y el “objeto” en nominativo
y concordando con el verbo. Es, pues, exactamente el mismo caso que el de una
pasiva reanalizada como activa. De hecho, Benveniste argumenta que este sistema
de posesión es el origen del sistema casual ergativo de los perfectos innovados del
persa antiguo, del armenio clásico y del egipcio, entre otras lenguas.
Como ya se ha mencionado, Anderson (1977 y 1988) observa que la forma
más habitual de que una lengua acusativa desarrolle un sistema de ergatividad
parcial es a través de la reinterpretación de una pasiva para la creación de una
forma de perfecto y, de forma semejante, la forma más habitual de que una lengua
ergativa desarrolle una acusatividad parcial es a través de las construcciones anti-
pasivas como base para la creación histórica de formas imperfectivas.
Hemos visto que, para Dixon y otros muchos autores, la motivación que sub-
yace a que las construcciones pasivas sean la fuente principal de ergatividad en las
lenguas acusativas radica en la sintonía que se establece entre el aspecto perfectivo
y el esquema ergativo de organización de participantes, ya que, parafraseando a
Dixon, se puede decir que tanto el pasado como el aspecto perfectivo tienden
a centrarse en lo que le pasó al objeto, más que en lo que hizo el agente. También
observa Anderson (1977) que las construcciones pasivas son semánticamente cer-
canas al perfecto porque normalmente presentan un estado como el resultado de
una acción completada. Sin embargo, el mismo Anderson (en 1988), insiste en un
aspecto realmente crucial cuando consideramos la explicación de estos hechos,
como es la delimitación de cuál es la exacta naturaleza de la relación tantas veces
observada entre perfectividad y ergatividad. Así, observa lo siguiente:
Podríamos afirmar que la búsqueda de esa conexión está basada en una in-
comprensión fundamental de la naturaleza de la correlación que hay que expli-
car (Anderson, 1988: 398).
281
El cambio sintáctico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
Pasiva Activa
(con esquema acusativo) (con esquema ergativo)
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Mecanismos del cambio sintáctico
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El cambio sintáctico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
participio que concuerda con el paciente y un auxiliar ser que igualmente con-
cuerda con el paciente.
En realidad, pues, 4a y 4b son muy parecidas superficialmente, a pesar de
que una es una pasiva en una lengua acusativa y la otra es una activa transitiva
en un esquema ergativo. El contexto óptimo para el reanálisis (o sea, la confu-
sión) sería el proporcionado cuando una construcción en hindi análoga al ejem-
plo español de 2a se dejara de considerar una estructura derivada de una activa y
se reanalizara como un activa ella misma, esto es, se interpretara por la policía
como el sujeto sintáctico (con una marca de caso ergativo como un “legado in-
cidental”) y los ladrones se interpretara como el objeto directo (con la codifica-
ción típica del sujeto para el objeto como otro legado incidental). Como observa
Anderson:
284
Mecanismos del cambio sintáctico
ST
los ladrones T’
T Sv
fueron
v’
v SV
V’
V SD
detenidos los ladrones
Figura 6.19. Representación simplificada de Los ladrones fueron detenidos. La
categoría v está inactiva (o ausente) por definición en las construcciones pasivas,
de manera que el objeto directo no recibe caso acusativo y se desplaza al especifi-
cador de T para recibir caso nominativo por medio de la concordancia. A su vez,
el verbo detenidos (no finito) no está marcado para tiempo, por lo que el auxiliar
se ensambla en T para materializar esa categoría.
285
El cambio sintáctico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
reanaliza como si fuera activa (como si fuera una manera normal de decir ‘la poli-
cía detuvo a los ladrones’), entonces se implicaría que detenidos se analizaría
como situado en v (que estaría disponible al considerarse la expresión no deriva-
da, esto es, activa) y, por tanto, su objeto directo estaría marcado como si fuera un
sujeto (esto es, con el caso por defecto y con concordancia con el auxiliar y con el
verbo), que es exactamente lo que define a las construcciones ergativas, como
hemos visto. Adicionalmente, el adjunto agentivo preposicional (por la policía)
quedaría reanalizado como un sujeto marcado con caso oblicuo, el otro ingredien-
te esencial de la marcación ergativa.
Es relevante tener en cuenta ahora que ya Chung (1978) estableció de forma
concluyente (basándose en evidencia etimológica) que la estructura ergativa del
tongano (una lengua polinesia) deriva del reanálisis de pasivas como activas del
maorí. Chung describe este desarrollo en un contexto en el que el uso de pasivas
está ya muy extendido. Así, observa que en maorí las oraciones pasivas se em-
plean con mucha más profusión que en inglés (y, por tanto, con mucha más que
en español); además, observa esta autora que la construcción pasiva es obligatoria
en algunos contextos, como las expresiones imperativas, y que se emplea habi-
tualmente en esta lengua para marcar el objeto afectado de un verbo transitivo.
Debemos entonces asumir que esta preferencia por resaltar el objeto afectado por
la acción empleando pasivas (esto es, construcciones en las que el objeto afectado
aparece como sujeto sintáctico) se hizo obligatoria en muchos contextos en el
tongano, aumentando el riesgo de reanálisis en la dirección que hemos descrito.
La vinculación que se ha señalado en la bibliografía entre la perfectividad, la
perspectiva del objeto o paciente, la información nueva frente a la vieja, etc., pue-
de, quizá, explicar por qué el uso de la pasiva se hizo profuso en ciertos contex-
tos, e incluso se podría decir que explica por qué la pasiva dio lugar a formas de
perfecto y no, por ejemplo, de futuro, pero no explica cómo sucede esto ni, por
supuesto, por qué. De hecho, como hemos argumentado, realmente no hay un
porqué, dado que los cambios sintácticos (y los cambios lingüísticos en general)
no son necesarios para mejorar la capacidad lingüística o cognitiva de los hablan-
tes, sino que son accidentes evolutivos en el discurrir histórico del componente de
externalización de las lenguas humanas.
286
Mecanismos del cambio sintáctico
287
El cambio sintáctico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
que viniera). En todo caso, es relevante recordar que la definitud es una propiedad
típica de los sujetos en muchas lenguas, en comparación con los objetos.
Otra diferencia importante entre la noción de tópico y la de sujeto es que el
sujeto debe ser un argumento seleccionado semánticamente por el verbo o el pre-
dicado, mientras que el tópico no tiene por qué serlo. Esto se aprecia en el si-
guiente ejemplo del chino (tomado de Li y Thompson, 1976: 462) en el que, co-
mo en los siguientes, se subraya el tópico para mayor claridad:
288
Mecanismos del cambio sintáctico
Otra diferencia relevante entre el tópico y el sujeto tiene que ver con el orden.
El tópico, a diferencia del sujeto, siempre tiene que estar en posición inicial. De
hecho, a pesar de que en muchas lenguas del tipo de 1b los tópicos se marcan con
morfemas especiales (como wa en japonés) aún deben permanecer en esa posi-
ción, con lo que parece que la marca es redundante. En todo caso, las marcas de
tópico no siempre aparecen y lo que caracteriza siempre a los tópicos es la posi-
ción inicial. Por supuesto, como hemos visto, interlingüísticamente los sujetos
tienden a estar en posición inicial, pero no es extraño encontrar lenguas en las que
los sujetos van uniformemente detrás del verbo.
Li y Thompson consideran que esa preferencia por la posición inicial de los
tópicos tiene clara relación con las estrategias discursivas. No en vano el análisis
tradicional en términos de tópico-comentario no es una alternativa al análisis suje-
to-predicado, sino una superposición derivada de un punto de vista distinto en el
análisis: la llamada estructura informativa del enunciado. Si consideramos una
estructura como un enunciado más que como una oración, entonces es claro que
el discurso, el habla, impone una serialización, una linealidad de la información
que se va a comunicar, con lo que es esperable que el tópico, el que determina de
qué se va a hablar, o que se refiere a la información vieja o conocida, vaya en
primer lugar.
Es importante señalar ahora que en los términos de nuestra aproximación a la
estructura oracional (apartado 6.1) la diferencia entre tópicos y sujetos tiene rela-
ción en realidad con la “altura” en la que se interpreta un determinado constitu-
yente, de manera que los tópicos lo son porque ocupan una posición determinada
en el ámbito del SC, mientras que los sujetos se analizan típicamente como argu-
mentos situados en el ámbito del ST (o en cualquier caso, en una posición inferior
a la del tópico, véase la figura 6.9). Veremos en seguida que cualquier análisis
que pretenda relacionar históricamente los tópicos y los sujetos se hace mucho
más plausible con esta visión “continua” de la derivación sintáctica que con una
visión más tradicional que opone sendos conceptos en función de distintos niveles
de análisis (por ejemplo, gramatical vs. pragmático).
De hecho, esta breve caracterización de las propiedades de tópicos y sujetos
pone claramente de manifiesto que hay una estrecha relación entre el tópico y el
sujeto, aunque sean nociones distintas. El hecho de que los sujetos sean tan fre-
cuentemente iniciales y definidos, y el hecho de que, en los casos no marcados, el
sujeto sea normalmente el tópico en las lenguas del tipo de 1a y 1d, sugiere que
hay una estrecha relación entre ambas nociones. Una posible manera de compren-
der esta relación (sin descartar las diferencias), que es la que emerge del modelo
oracional propuesto en el apartado 6.1, sería la de considerar que todas las len-
guas son de sujeto-predicado (con una escala de grado de marcación gramatical
del sujeto), y que en todas las lenguas se da la estructuración del enunciado en
tópico-comentario, por lo que las diferencias que dan lugar a la tipología de Li y
289
El cambio sintáctico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
Thompson tendrían que ver con el grado en que en las lenguas se marca gramati-
calmente el sujeto y con el grado en que esa marcación afecta a la posición sintác-
tica de los sujetos.
Li y Thompson ofrecen ejemplos y argumentos para justificar su afirmación
de que el análisis en términos de tópico-comentario es más básico que el análisis
en términos de sujeto-predicado en las lenguas de tipo 1b. Los ejemplos más in-
teresantes provienen del lisú (lengua tibetana hablada en China por medio millón
de personas), una de las pocas lenguas de tipo tópico prominente en las que no
hay ningún tipo de marca para el sujeto. Veamos solo un ejemplo (tomado de Li y
Thompson, 1976: 474):
290
Mecanismos del cambio sintáctico
riores al tópico), sigue siendo aplicable a esa lengua. La diferencia con respecto a
una lengua como el español radicaría entonces en que los sujetos en español (y en
el resto de lenguas de su tipo) tienen en realidad propiedades de tópicos o, en
otras palabras, que mientras que en las lenguas del tipo del lisú los sujetos son
totalmente independientes de los tópicos, no es el caso en las lenguas de sujeto
prominente.
De manera interesante, Li y Thompson proponen que su tipología se puede
representar con el siguiente esquema (adaptado de Li y Thompson, 1976: 483):
japonés, coreano
Tópico Sujeto
prominente prominente
lisú chino tagalo inglés español
Figura 6.20. Representación de la tipología de Li y Thompson, como una
continuidad en torno a dos vértices inferiores con los tipos tópico prominente
y sujeto prominente en los extremos y el tipo de ambos prominentes en el vértice
superior. El tipo en el que no son prominentes ni el tópico ni el sujeto quedaría
en la zona intermedia de la base del triángulo.
En el vértice izquierdo del triángulo tenemos lenguas en las que el tópico jue-
ga un papel prominente, y en el otro extremo de la base, las lenguas en las que los
sujetos son los que lo juegan, dentro de una continuidad. En el vértice superior se
representan las lenguas en las que ambas nociones son prominentes, en el sentido
de que ambas nociones (sujeto y tópico) tienen su marca morfológica específica,
y en la zona intermedia de la base del triángulo habrían de situarse las lenguas
que, de acuerdo con la caracterización de Li y Thompson no son ni de tópico ni
de sujeto prominente (esto es, que no permiten una distinción clara entre ambos).
De manera interesante para lo que nos afecta, Li y Thompson sugieren que los
sujetos tradicionales (como los del español) se podrían considerar tópicos grama-
ticalizados históricamente. De ahí derivaría entonces el hecho de que sujetos y
tópicos compartan algunas propiedades en estas lenguas. Esto explicaría también
que en estas lenguas los sujetos normalmente son los tópicos. Según este plan-
teamiento, en el momento en el que en una lengua empiezan a codificarse los
291
El cambio sintáctico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
sujetos, esto es, empiezan a marcarse los argumentos más definidos y agentivos
con concordancia o con un caso especial (tomado frecuentemente del marcador de
tópico cuando lo hay), entonces los tópicos empiezan a ser secundarios (esto es,
empiezan a marcarse perifrásticamente, como en español: En lo que respecta a la
fiebre, Pepe se encuentra bien). Lo relevante ahora es que una lengua puede mo-
verse de un lado a otro de la tipología por medio del cambio lingüístico, lo que,
dado el modelo del cambio y de la gramaticalización que hemos desarrollado,
hace plausible pensar que en realidad la propia tipología no refleja una diferencia
sintáctica profunda.
Li y Thompson asumen que la noción de tópico es universal y que se refleja
en las lenguas con diferente intensidad: mientras que en algunas lenguas, como el
lisú o el chino, los tópicos están codificados claramente con sus propios marcado-
res y parece que la estructura tópico-comentario es la básica, en otras, como el
español, los sujetos tienen parte de las propiedades de los tópicos y la expresión
del tópico diferente del sujeto emplea recursos perifrásticos o derivados (del tipo
de respecto de, etc.). Así, proponen una evolución circular como la siguiente:
El orden expresado 1 > 2 > 3 > 4 no es lineal, sino circular. Del estado 4, que
corresponde al tipo 1c de la clasificación, se pasaría de nuevo al estado 1 (lo que
implicaría la aparición de un tópico con marcas específicas en una lengua del tipo
sujeto-prominente, como el español). Como en el caso de la tipología morfológi-
ca, encontramos de nuevo una estructura cíclica, lo que, como hemos argumenta-
do entonces (apartado 5.1), evidencia que el cambio no está orientado a un fin, ni
se correlaciona con fases culturales o actitudes vitales, sino que sigue tendencias
independientes basadas en los procesos contingentes de reanálisis. De ahí lo acer-
tado de la consideración circular del proceso (1 > 4 > 1) por parte de Li y Thom-
pson: si todas las lenguas tienen ambos niveles de estructuración, en lo que se
diferencian es en el grado en el que se acercan a uno de los extremos (el tipo 1a o
el tipo 1b de la tipología).
292
Mecanismos del cambio sintáctico
Y del mismo modo que argumentamos al considerar los llamados tipos mor-
fológicos, el hecho de que sea posible estipular que el “punto de partida” lógico
sea el de lenguas de tópico (ya que para que haya “lenguas de sujeto” se requiere
morfología específica), no significa en absoluto que las lenguas de tópico sean
más antiguas o más “primitivas”, ni que las lenguas de sujeto sean mejores, más
modernas o más avanzadas. Dado el carácter circular del proceso y las decenas de
miles de años durante los cuales las lenguas han podido estar cambiando, esas
consideraciones carecen de sentido.
El cambio sintáctico relevante en este proceso es, por tanto, el del propio ori-
gen de la marcación gramatical del sujeto y, especialmente, de la concordancia,
uno de los rasgos esenciales de este concepto sintáctico tradicional y uno de los
factores que parece ser crucial en la tipología que estamos considerando. Para
entender adecuadamente este proceso vamos a seguir el modelo basado en la teo-
ría de la gramaticalización propuesto por Givón (1976), aunque concibiendo la
gramaticalización como un caso más de reanálisis.
Cabe recordar ahora que Givón, como buena parte de los autores funciona-
listas de su órbita, tiende a no distinguir claramente entre el proceso evolutivo
de la facultad del lenguaje en la especie y el proceso histórico por el que las
lenguas cambian en el tiempo. Es cierto que el proceso de gramaticalización del
que nos ocupamos parecería reproducir en cierto modo el proceso evolutivo (si
es que se pudiera defender que la “pragmática” es anterior evolutivamente en la
especie a la “gramática”), un poco de la misma forma que el crecimiento de un
embrión a veces parece reproducir el trayecto evolutivo de esa especie (es sabi-
do que los naturalistas del pasado asumían que la ontogenia recapitula la filoge-
nia, algo que se ha revelado infértil como programa de investigación). Mas por
mucho que las semejanzas sean estimulantes, dado que la ontogenia nos puede
dar pistas interesantes sobre la filogenia, no cabe identificar ambos procesos
(véase el capítulo 7).
De manera relevante para nuestra discusión, la propuesta de Givón sugiere
que los propios sistemas de concordancia que marcan el sujeto en las lenguas
derivan del reanálisis de pronombres que sustituyen a tópicos extraídos del sin-
tagma verbal. Ya hemos visto que incluso en algunas lenguas (apartado 5.1, cua-
dro 5.1) esta relación es evidente a primera vista. Lo que nos interesa ahora es
considerar con más detalle cómo un pronombre puede dar lugar a morfología de
concordancia y qué efectos implica ello en la sintaxis de una lengua.
Siguiendo la argumentación de Givón, imaginemos una lengua en la que no
hubiera concordancia. Para hacerlo más inteligible, usaremos el español, pero
representando el verbo principal con el infinitivo para simular una lengua sin
concordancia de sujeto. En tal lengua el esquema básico de una oración finita
afirmativa simple podría ser el siguiente:
293
El cambio sintáctico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
Contexto 2: Había una vez un brujo. Era muy listo y muy anciano. Tenía tres
hijos, uno que vivía con él y quería aprender sus trucos, otro que
había muerto hacía mucho tiempo, y otro que se había convertido
es su peor enemigo al haber sido seducido por las fuerzas del
bien.
Estrategia 1: ??Éste vivía en África.
Estrategia 2: Respecto al brujo, éste vivía en África.
294
Mecanismos del cambio sintáctico
8. ol i sindaun
todos él sentarse
‘ellos se sentaron’
295
El cambio sintáctico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
296
Mecanismos del cambio sintáctico
297
El cambio sintáctico. Sus causas, mecanismos y consecuencias
interrogativa, una topicalización o una pasiva) pasa a analizarse como una posi-
ción “de base”. Así, un elemento topicalizado pasa a analizarse como un sujeto,
un sujeto derivado pasa a reanalizarse como un objeto directo o un complemen-
tante interrogativo pasa a reanalizarse como parte de la flexión verbal.
Siguiendo de nuevo a Givón (1977), consideraremos como caso ilustrativo el
cambio de orden VSO a SVO en el hebreo bíblico. Aunque el análisis de Givón es
complejo, la línea esencial de su argumentación establece que ese cambio de or-
den básico en el hebreo bíblico es consecuencia de cambios en la distribución de
dos tipos de formas verbales.
Así, el hebreo bíblico antiguo tenía dos conjuntos de formas verbales, conoci-
das como las de perfecto y las de imperfecto (el análisis de Givón también incluye
las que denomina formas participiales, que no nos conciernen ahora). Las llama-
das formas imperfectas eran las más frecuentes y las que más se empleaban en
casi todos los contextos. Por razones diversas, relacionadas con el uso discursivo
de esas formas (en general podría decirse que esas formas tienden a mantener el
tópico o tema del discurso), el orden de palabras que aparece típicamente con el
imperfecto es VSO, mientras que las llamadas formas de perfecto, habitualmente
empleadas para introducir un cambio de tópico, inducían el orden SVO y podrían
considerarse las formas marcadas.
En 1 se pude observar un ejemplo del imperfecto y en 2 del perfecto, ambos
tomados por Givón del Génesis. Nótese el orden de palabras diferente:
Sin embargo, con el paso del tiempo, la forma marcada con el orden SVO
comenzó a usarse más frecuentemente y en más contextos diferentes (incluyendo
los de mantenimiento del tópico del discurso), mientras que el imperfecto, con el
orden no marcado VSO empezó a ser reemplazado por el perfecto, especialmente
en las oraciones principales (y se acabó especializando para la expresión de los
modos irrealis). Conforme las formas marcadas (al ser reanalizadas como no
marcadas) se hacen cada vez más frecuentes a expensas de las formas de imper-
fecto, la frecuencia de oraciones principales con el orden SVO se incrementa,
hasta producir un cambio en el llamado “orden básico de palabras”.
Esta tendencia se puede documentar claramente en los diversos libros bíbli-
cos. En el cuadro 6.6 se presenta una tabla, adaptada de Givón (1977), en la que
se observa cómo en seis de los libros de la Biblia, ordenados cronológicamente,
298
Mecanismos del cambio sintáctico
CUADRO 6.6
Orden de palabras en hebreo bíblico
(adaptado de Givón 1977: 234)
Libro VS SV Total % de SV
Génesis 169 25 194 12,9
Reyes II 174 53 227 23,2
Esther 99 36 135 26,7
Lamentaciones 36 36 72 50,0
Eclesiastés 11 41 52 79,0
Cantar 2 26 28 92,0
299
7
Las consecuencias
de los cambios lingüísticos
La visión del cambio lingüístico que ha inspirado esta larga exposición sobre sus
causas y mecanismos deja, en realidad, muy poco espacio para la discusión de sus
consecuencias, ya que estas se limitan a un único fenómeno (la diversidad de las
lenguas) y excluye otros muchos, tales como el mejoramiento, el refinamiento o
la transformación cualitativa de las lenguas y del propio lenguaje. Por supuesto, la
diversidad de las lenguas es un hecho de importancia trascendental para los seres
humanos, pero en sí misma no es el objetivo o finalidad de proceso alguno, sino
un efecto colateral del mecanismo de transmisión de estas a través de las genera-
ciones, incapaz de prevenir los procesos de reanálisis que, como hemos argumen-
tado, subyacen a los cambios lingüísticos.
Aun en este punto, nuestra analogía con la teoría evolutiva se mantiene estre-
chamente, puesto que la diversidad de las especies no es sino es una consecuencia
de la evolución natural. Es cierto que gracias a la evolución natural nuestra orgu-
llosa especie ocupa ahora una pequeña punta de una pequeña rama del frondoso y
complejo árbol de la vida terrestre, pero no deberíamos sentirnos inclinados a
pensar que el objetivo o finalidad de la evolución fue que, de entre la prolija des-
cendencia de los primeros organismos vivos, emergiera nuestra especie (o cual-
quier otra) a través de lluvias radiactivas, glaciaciones, erupciones volcánicas e
impactos de meteoritos.
Ciertamente, cuando comparamos una humilde bacteria con un almendro,
cuando comparamos un almendro con un lagarto, un lagarto con un chimpancé, o
un chimpancé con un ser humano, nos sentimos obligados a interpretar que la
evolución implica un incremento de la complejidad, de la sofisticación, incluso de
la libertad. Pero esa es una sensación sesgada y subjetiva. Al fin y al cabo, somos
seres vivos y somos humanos. Si pudiéramos adoptar el punto de vista de las le-
yes fundamentales del Universo en el nivel de la mecánica cuántica, todo eso
301
El cambio lingüístico. Sus cambios, mecanismos y consecuencias
carecería de sentido. Pero, probablemente, ese punto de vista nos está vedado, por
nuestra propia naturaleza.
Afortunadamente, el mundo de las lenguas no obliga a semejante ejercicio de
enajenación. Las lenguas son parte de nuestro mundo, de nuestra naturaleza, y
podemos examinarlas, investigarlas y contrastar empíricamente nuestras teorías
acerca de su naturaleza, de su complejidad, de su grado de evolución. A pesar de
ello, en modo alguno hay consenso entre los científicos del lenguaje sobre el sen-
tido profundo de la afirmación de que la consecuencia esencial del cambio lin-
güístico es la diversidad de las lenguas, ya que en función de la concepción del
cambio lingüístico con que se opere, la concepción del grado de profundidad de la
diversidad de las lenguas también será diferente.
Así, si identificamos las lenguas con las expresiones que empleamos para
externalizar el lenguaje (como sucede en ciertas tradiciones), el referido punto
de vista de Martin Joos según el cual “las lenguas difieren entre sí sin límite y
de manera impredecible” sería adecuado, ya que, en efecto, los cambios lingüís-
ticos pueden afectar profundamente los componentes variables (aunque superfi-
ciales) de las lenguas. Pero si las concebimos como un lenguaje interno al que se
añade en cada persona un interfaz léxico históricamente condicionado, entonces
sería adecuada la también famosa afirmación de Chomsky de que, hecha abs-
tracción de ese componente externo, “todos los humanos hablamos la misma
lengua” (véase el capítulo 1). La determinación del grado de diversidad de las
lenguas también es, como vemos, un asunto subjetivo que depende, en realidad,
del punto de vista, esto es, del conjunto de entidades cognitivas que uno decida
denominar lengua.
El objetivo de este último capítulo de conclusión será contrastar las prediccio-
nes sobre las posibles consecuencias del cambio lingüístico que emanan de la con-
cepción del cambio lingüístico desarrollada en este libro (según la cual el cambio
lingüístico se limita al componente de externalización de las lenguas) con las que
surgen de la concepción alternativa (de acuerdo con la cual el cambio lingüístico
modifica profundamente la estructura de las lenguas), con el fin de mostrar que lo
que encontramos en las lenguas actuales es más coherente con la primera opción
que con la segunda.
Pero antes de ello deberemos considerar con más detenimiento la pregunta
central de toda disciplina histórica: ¿qué es lo que pueden cambiar en realidad los
cambios? Así, en el apartado 7.1 consideraremos el problema del principio uni-
formitario que subyace a todas las ciencias históricas; en el apartado 7.2 pondre-
mos en relación el principio uniformitario con la llamada hipótesis uniformitaria
de las lenguas y con el problema de identificar el cambio lingüístico con la evolu-
ción del lenguaje; en el apartado 7.3 evaluaremos las posibles consecuencias de
los cambios lingüísticos en la vida intelectual de los usuarios de las lenguas y,
para finalizar, en el apartado 7.4 presentaremos las conclusiones finales.
302
Las consecuencias de los cambios lingüísticos
303
El cambio lingüístico. Sus cambios, mecanismos y consecuencias
304
Las consecuencias de los cambios lingüísticos
Es posible concebir que las propias leyes físicas tengan un origen o incluso
que procedan de otras diferentes, pero entonces se tiene que asumir una discon-
tinuidad (una singularidad), como por ejemplo, el momento anterior al big
bang.
Lo mismo cabe aplicar en biología, como hemos visto, de manera que los
cambios evolutivos se producen entre formas de vida, y lo mismo debe aplicarse
en lingüística histórica. El origen de la biología (y de la biología evolutiva) estaría
en el momento en el que surgió la vida, y el origen de la lingüística (y de la lin-
güística histórica) estaría en el momento en el que surgió el lenguaje humano.
El principio aplicado en los tres ámbitos es el llamado principio uniformita-
rio, un principio metodológico general de toda ciencia histórica (sea lingüística,
biológica o física). Se suele atribuir su formulación al gran geólogo Charles Lyell,
que ya hemos encontrado en el capítulo 2.
El subtítulo de sus célebres Principios de Geología (de 1830-1833) es una ex-
presión clara del mismo: “Un intento de explicar los primeros cambios de la su-
perficie de la tierra por medio de causas hoy en funcionamiento”. El mérito de la
obra de Lyell radica precisamente en que intentaba explicar la estructura de la
superficie terrestre acudiendo a mecanismos de cambio verificables en la actuali-
dad (movimientos de placas, erupciones, etc.) y no postulando mecanismos
inexistentes hoy.
La idea general es que los principios que rigen el mundo (esto es, el dominio
de investigación de una disciplina) son hoy los mismos que en el pasado. Roger
Lass propone la siguiente formulación en el ámbito de la lingüística histórica:
Debemos, pues, operar con la máxima de que nada que hoy sea imposible fue,
en principio, posible en el pasado, por lo que deberíamos descartar propuestas de
reconstrucción que impliquen estados o procesos hoy imposibles. Lass proporcio-
na un ejemplo sencillo: puesto que todas las lenguas conocidas tienen consonan-
tes, se rechazaría por ese principio una reconstrucción que proyectara una proto-
lengua sin consonantes.
El lector recordará que fue precisamente este argumento el que opusimos a
la llamada Teoría de la Gramaticalización en el capítulo 3 (apartado 3.3), ya
que este modelo recurre a los estados de lengua ancestrales (early language),
estados de lengua que en la actualidad no existen, para argumentar que la evolu-
ción del lenguaje se produce por medio del cambio lingüístico direccional. Es
ahora el momento de considerar por qué esa práctica es inadecuada en el ámbito
de la lingüística histórica.
305
El cambio lingüístico. Sus cambios, mecanismos y consecuencias
FLx FLy
306
Las consecuencias de los cambios lingüísticos
307
El cambio lingüístico. Sus cambios, mecanismos y consecuencias
con, 1997) habría sido el cambio histórico el responsable de los posibles cambios
biológicos producidos en el cerebro humano como “adaptación” al nuevo tipo de
lenguas, que se habría originado por medio de cambios históricos.
Según la argumentación del apartado precedente, las familias de lenguas Lx
(Lx1, Lx2, Lx3, Lxn) y Ly (Ly1, Ly2, Ly3, Lyn) de nuestro esquema estarían afecta-
das por el principio uniformitario, en el sentido de que serían secuencias de even-
tos desconectados de una continuidad. La novedad evolutiva que separa FLx de
FLy (aunque sea continua en términos estrictamente biológicos) representa para
las lenguas una discontinuidad, lo que justifica la aplicación del principio unifor-
mitario. Si, por el contrario, consideramos que la evolución del lenguaje es el
resultado del cambio en las lenguas, entonces no se justifica dicho principio,
emergiendo una concepción direccional, creativa, del cambio lingüístico.
Sin embargo, es importante observar que, independientemente de la persua-
sión teórica de los autores o de su concepción del lenguaje y de las lenguas, en la
lingüística moderna hay un fuerte consenso en torno a lo que podríamos denomi-
nar la hipótesis de la uniformidad de las lenguas (HUL en lo sucesivo).
Así, Moreno Cabrera, por ejemplo, presenta una variante central de dicha hi-
pótesis (la de que no existen lenguas primitivas) como un logro de la lingüística
contemporánea, sin especificar escuelas o tendencias concretas:
Aunque es posible que en ocasiones se trate de una compensación por las de-
nigratorias afirmaciones del pasado, lo cierto es que la HUL es moneda común en
la divulgación lingüística y prácticamente todo manual de lingüística, indepen-
dientemente de su orientación teórica, incluye una formulación de la misma. La
HUL que se encuentra en tales obras suele estar formada por diversos componen-
tes, tales como los siguientes:
308
Las consecuencias de los cambios lingüísticos
dida de la HUL que viene a compilarlas todas en la afirmación de que todas las
lenguas actuales tienen el mismo grado de evolución, esto es, que no existen
lenguas que representen un estado anterior o menos desarrollado del lenguaje
humano.
A diferencia del principio uniformitario, la HUL no es un principio metodoló-
gico, sino una hipótesis basada en la realidad empírica, por lo que plantea bási-
camente dos tipos de problemas: si es correcta y, si lo es, cuál es la razón. Dado
que la inmensa mayoría de los lingüistas dan por sentado que la HUL es correcta
empíricamente, cabe pensar que es razonablemente adecuada, por lo que nos cen-
traremos en la segunda cuestión: ¿por qué no existen lenguas primitivas?
Nótese que las dos aproximaciones al cambio lingüístico esbozadas pueden
ser compatibles con el hecho de que no existan lenguas primitivas. Sin embargo,
la HUL no resulta predicha por ambas: solo se deduce de la primera aproxima-
ción.
Así, si se preguntara a los numerosos defensores de la HUL por qué no exis-
ten lenguas primitivas cabrían esencialmente dos tipos de respuestas:
309
El cambio lingüístico. Sus cambios, mecanismos y consecuencias
el sentido de que se afirma que todas las lenguas humanas, antiguas y modernas,
son variantes de una misma facultad cognitiva, que limita su rango de dispersión.
Las respuestas de tipo 2 se pueden considerar teorías analógicas de la uniformi-
dad, en el sentido de que sería la evolución histórica convergente de cada lengua
la que explicaría la uniformidad alcanzada.
Como hemos visto, una diferencia crucial y no siempre señalada entre las dos
aproximaciones en lo que respecta a la HUL es la relevancia que se le concede al
cambio lingüístico en el proceso de la evolución del lenguaje. Para las teorías
“homológicas”, el cambio lingüístico no tiene efectos positivos ni negativos fun-
cionalmente y es totalmente independiente del fenómeno de la evolución del
lenguaje, que es un asunto relativo a la evolución biológica de la especie. Sin
embargo, para las teorías “analógicas” el cambio lingüístico es típicamente sen-
sible a esos factores externos y, aunque no se suele reconocer explícitamente, no
se concibe como algo independiente del fenómeno de la evolución del lenguaje.
De hecho, es fácil observar la ambigüedad con la que en la bibliografía en in-
glés se emplea la expresión language evolution, en el sentido de que se utiliza
tanto para designar el cambio histórico de las lenguas como para mencionar la
propia evolución en la especie de la capacidad o facultad para el lenguaje. En
efecto, en inglés se emplea el mismo término language para designar el fenómeno
del lenguaje y para designar las lenguas, pero no es en realidad esa “desafortuna-
da ambigüedad” (en palabras de Hurford, 1992: 273) la única causa de la frecuen-
te indefinición en el uso de expresiones como language evolution o language
development, sino que realmente para muchos autores hay una auténtica indistin-
ción entre el fenómeno de la evolución del lenguaje y el fenómeno de la evolu-
ción de las lenguas, lo que tiene una importancia capital a la hora de predecir o no
la HUL.
Desde este punto de vista indefinido, el lenguaje evoluciona a través de la
evolución de las lenguas (según la línea inferior del esquema de la figura 7.1) que,
a su vez, se ven afectadas por la evolución cultural, mientras que para los “homo-
logistas” las lenguas no evolucionan en absoluto, simplemente cambian.
Considérese, por ejemplo, el siguiente fragmento de Comrie (que no traduci-
mos por la necesidad de considerar la formulación literal del autor):
310
Las consecuencias de los cambios lingüísticos
Prelenguaje
(prelenguas)
100.000 años AP
(aprox.)
FL
Lenguaje
(lenguas)
Presente
311
El cambio lingüístico. Sus cambios, mecanismos y consecuencias
312
Las consecuencias de los cambios lingüísticos
de lengua no primitiva (un momento histórico que podría ser diferente para cada
linaje lingüístico). Nótese que el esquema incluye la posibilidad de que ciertas
lenguas humanas (extintas y no documentadas) no alcanzasen esa frontera (con-
cretamente las tres líneas de la derecha del esquema).
La línea irregular descendente indica en qué momento, a partir de la configu-
ración evolutiva del Homo sapiens anatómicamente moderno, cada linaje lingüís-
tico alcanza el grado de evolución suficiente para dejar de ser primitivo. Ninguna
lengua primitiva llega hasta el presente.
Pre-lenguaje
(prelenguas)
100.000 años AP
(aprox.)
Lenguaje
(lenguas)
Presente
Es importante observar que la HUL también se puede seguir desde este escena-
rio, pero de una manera muy diferente. En esta visión es concebible que algunas
lenguas, aunque sean habladas por seres humanos anatómicamente modernos,
sigan siendo lenguas primitivas. De hecho, este modelo predice que es muy proba-
ble que durante largos periodos de tiempo algunos grupos humanos hablaran len-
guas primitivas y otros lenguas modernas. Según este modelo, si no existen hoy
lenguas primitivas es, como se decía antes, bien porque se han extinguido, bien
porque han evolucionado históricamente hacia el estatus moderno. En otras pala-
bras, según el escenario “analógico” la HUL es, aunque probable, contingente.
Quizá ahora se entienda mejor por qué Comrie propone que los modernos es-
tudios de gramaticalización, que lo postulan como un proceso direccional, pueden
darnos pistas sobre estados anteriores del lenguaje humano, o por qué propone
313
El cambio lingüístico. Sus cambios, mecanismos y consecuencias
Nótese que si asumimos este escenario necesitamos asumir que todas las
lenguas humanas en un momento dado han alcanzado la complejidad suficiente
como para afectar a los cerebros de sus hablantes. Pero entonces el modelo pre-
dice que es posible que haya grupos humanos con capacidades cognitivas pre-
humanas, esto es, aquellos grupos cuyas lenguas no habrían evolucionado de la
manera esperable. No parece que nadie haya afirmado eso expresamente, pero
en realidad es una conclusión inevitable para esa perspectiva. Si fuera cierto,
como parece ser el caso, que cualquier bebé humano puede aprender cualquier
lengua humana, independientemente de su etnia u origen genético, la teoría de la
coevolución quedaría seriamente debilitada.
El modelo “analógico” se caracteriza, frente al “homológico”, por carecer de
la acotación que al segundo le proporciona la asunción de un salto cualitativo
314
Las consecuencias de los cambios lingüísticos
315
El cambio lingüístico. Sus cambios, mecanismos y consecuencias
Pre-lenguaje
(prelenguas)
100.000 años AP
(aprox.)
Lenguaje
(lenguas)
Presente
316
Las consecuencias de los cambios lingüísticos
que la realización del potencial puede ser diferente en las lenguas, lo que solapa-
damente también niega la HUL.
En este sentido, parece que se puede concluir que la robustez empírica de la
HUL se puede considerar como un argumento más a favor del escenario descrito
por la teoría “homológica” de la uniformidad de las lenguas, precisamente porque
la predice.
Hemos visto que una concepción direccional del cambio lingüístico, junto con
una visión del mismo como un proceso que puede alterar profundamente la es-
tructura de las lenguas (hasta el punto de hacer evolucionar el lenguaje), predice
además un grado profundo de diversidad estructural entre las lenguas, lo que im-
plicaría entonces que los cambios lingüísticos pueden afectar a la mentalidad y a
la capacidad cognitiva de las personas que las hablan. Sin llegar al extremo de
contemplar la existencia de lenguas primitivas, algunos autores han propuesto
recientemente revitalizar el relativismo lingüístico. A esas otras posibles conse-
cuencias del cambio lingüístico dedicaremos el próximo apartado.
Como hemos visto a lo largo de este obra, las afirmaciones del pasado según las
cuales serían los aspectos culturales, sociales o políticos los que explicarían la
tipología de las lenguas no han soportado el paso del tiempo y son incompatibles
con el carácter circular que frecuentemente tienen los cambios que dan lugar a las
tipologías estructurales y con la propia naturaleza accidental de los cambios lin-
güísticos. Sin embargo, preguntas como hasta qué punto las lenguas que habla-
mos determinan cómo vemos el mundo, cómo pensamos y cómo vivimos la vida
han sido siempre objeto de fascinación y han sido abordadas por multitud de filó-
sofos, antropólogos, lingüistas y, con mucho más afán recientemente, por psicó-
logos y psicolingüistas.
Precisamente por la mucha atención que ha recibido desde diversos ámbitos,
no es fácil definir el llamado relativismo lingüístico. Valga como caracterización
de su encarnación moderna la siguiente afirmación de la prestigiosa psicóloga
experimental Lera Boroditsky:
317
El cambio lingüístico. Sus cambios, mecanismos y consecuencias
318
Las consecuencias de los cambios lingüísticos
Lo que hemos descubierto es que las personas que hablan lenguas distintas
piensan, en efecto, de manera diferente, y que incluso pequeñas peculiaridades
gramaticales pueden afectar profundamente nuestro modo de ver el mundo (Bo-
roditsky, 2009: 118).
319
El cambio lingüístico. Sus cambios, mecanismos y consecuencias
320
Las consecuencias de los cambios lingüísticos
desiertos, pero sería arriesgado decir que el tener muchos términos para varieda-
des distintas de setas causa un mayor aprecio por tal alimento, o que tener muchos
términos para designar especies de hongos determina profundamente la capacidad
cognitiva de esas personas.
Cuando Deutscher o Boroditsky (siguiendo a numerosos autores) afirman que
las lenguas determinan o condicionan la visión del mundo, en realidad lo que están
diciendo es que las partes de las lenguas sensibles a la cultura determinan o condi-
cionan la cultura, algo que no se puede discutir.
Boroditsky (2009: 144) también se pregunta cómo sabemos que es la lengua
en sí misma la que crea esas diferencias y no otros aspectos de la cultura. Su res-
puesta se basa en experimentos en los que se adiestra a hablantes de inglés para
expresar, por ejemplo, el tiempo como hablantes de griego. Una vez que están
adiestrados, se revela que su actuación cognitiva empieza a parecerse a la de los
hablantes del griego, lo que de acuerdo con la autora sugiere que “los patrones de
una lengua pueden desempeñar un papel causal en la construcción de la forma
que tenemos de pensar” (2009: 145). Pero nótese que asumir que esos sujetos han
cambiado su ‘manera de pensar’ implica una definición muy vaga e imprecisa de
‘pensar’ (que excluye, por ejemplo, el juicio lógico). Igualmente se podría argu-
mentar que cuando se adiestra a los sujetos se les está proporcionando una nueva
‘cultura’ que está detrás de su actuación. Boroditsky más bien interpreta que
“cuando aprendemos una lengua nueva, no solo aprendemos una nueva forma de
hablar, sino que, sin darnos cuenta, aprendemos una nueva forma de pensar”
(2009: 145), pero eso no es muy diferente de afirmar que se está aprendiendo una
nueva forma de cultura, que puede afectar nuestra conducta. Parece que identifi-
car ‘manera de pensar’ con ‘cultura’ debilita seriamente la pretensión de que la
lengua que uno habla condiciona o determina su estructura cognitiva.
Es indudable que el orientarse en el espacio es parte de la cultura, de la for-
ma de vida de los hablantes de Kuuk Thaayorre. También es indudable que esa
cultura ha hecho que su lengua, como la de muchos aborígenes australianos,
exprese de esa manera la localización espacial y, por analogía, la temporal, co-
mo se demuestra en los experimentos que revisa Boroditsky (2009) en los que se
pidió a hablantes de dicha lengua ordenar temporalmente unos dibujos y, en
lugar de hacerlo de izquierda a derecha, como hacen los hablantes del inglés, lo
hacían siempre de este a oeste. Pero lo que muestra realmente el experimento no
es que la lengua determine el pensamiento, sino que los hablantes de Kuuk
Thaayorre son sensibles a su cultura tanto cuando hablan como cuando realizan
experimentos.
Boroditsky formula la pregunta fundamental en los siguientes términos:
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El cambio lingüístico. Sus cambios, mecanismos y consecuencias
Pero nótese que la disyuntiva que ofrece es demasiado estrecha y bloquea una
buena cantidad de opciones posibles que se descartan sin consideración. De he-
cho, como hemos visto, tenemos muchas razones para pensar que las lenguas no
son instrumentos para expresar pensamientos ni dan forma a nuestros pensamien-
tos. Cabe la opción de que las lenguas sean distintas materializaciones, variables e
históricamente condicionadas, de un mismo sistema de conocimiento. Y, por su-
puesto, sería sorprendente que el sistema computacional que permite crear nuevas
expresiones sin límite teórico y sin restricción de ámbito ni condicionamiento de
estímulo, y que está en el centro de toda lengua humana, no estuviera también
implicado en la manera en que los seres humanos piensan sobre el mundo e inten-
tan comprenderlo con un estilo específicamente humano, por encima de evidentes
y apasionantes diferencias culturales.
En el modelo del lenguaje que hemos presentado, aquellos aspectos que están
sujetos a variación histórica y que, por tanto, son los únicos que diferencian las
lenguas entre sí, son aspectos superficiales (integrados en el interfaz léxico in-
teriorizado del entorno para la externalización del lenguaje) que difícilmente po-
drían afectar a los procesos de pensamiento y de conceptualización de la realidad.
Si el sistema conceptual y el sistema computacional son insensibles al cambio
lingüístico, es poco esperable que los cambios en las lenguas se correlacionen con
cambios en la concepción de la realidad, como parece ser el caso.
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El cambio lingüístico. Sus cambios, mecanismos y consecuencias
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Las consecuencias de los cambios lingüísticos
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argumentos para afirmar que esos aspectos se manifiestan más o menos intensa-
mente en unas lenguas que en otras. Más bien al contrario, la uniformidad de las
lenguas sugiere precisamente lo contrario. Si esto es así, entonces los aspectos
formales y funcionales son propios de lo que es común a las lenguas, precisamen-
te porque son los que han moldeado evolutivamente la GU, la arquitectura común
a todas las lenguas humanas. Las partes variables, por tanto, son reflejo de la na-
turaleza esencialmente histórica de nuestros órganos del lenguaje.
Podría pensarse que este punto de vista trivializa el campo de estudio del
cambio lingüístico, pero en modo alguno eso es así. Más bien al contrario, la po-
sibilidad única del lenguaje de ofrecer una perspectiva comparada de numerosas
configuraciones históricas del mismo órgano mental convierte a la perspectiva
comparada, sincrónica y diacrónicamente, en un ámbito central en la comprensión
de la naturaleza esencial del lenguaje, que es el objetivo central de los lingüistas.
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