Sociedades Tribales Caribes de Caracas

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INTRODUCCIÓN

El presente trabajo de investigación denominado “Las Sociedades Tribales


Caribes de Caracas: su cultura ancestral”, es el resultado de la primera etapa del
proyecto científico “Estudios Arqueológicos e Históricos del Valle de Caracas”,
adscrito a la Unidad de Arqueología y Etnografía del Instituto de Investigaciones
Económicas y Sociales “Rodolfo Quintero”, perteneciente a la Facultad de
Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Central de Venezuela. Esta
investigación contó, además, con el auspicio y apoyo logístico de la Fundación
para la Investigación y Preservación del Patrimonio Histórico-Cultural y Natural
de Venezuela (FIPREVE).

Esta primera etapa del mencionado proyecto, tuvo como objetivo


fundamental la reconstrucción de los modos o patrones de vida de los pueblos
ancestrales indígenas, que habitaron la Región Histórica de Caracas, durante los
siglos XV y XVI, para así conocer y comprender los desarrollos culturales que
poseían dichos pueblos y sus aportes a la cultura del venezolano actual, aspectos
éstos que han sido negados, minimizados o tergiversados por más de 500 años de
historia oficial.

El modelo implementado para llevar a cabo esta investigación fue el


interdisciplinario, contando para ello con la fructífera participación de la
Antropología, la Arqueología, la Historia y la Geografía. Estas disciplinas

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enriquecieron con sus bases epistemológicas y sus abordajes metodológicos el
proceso de investigación llevado a cabo, obteniéndose una visión más amplía del
fenómeno o problema estudiado.

Dentro del enfoque interdisciplinario, por un lado, la antropología junto


con la arqueología se encargó del estudio de las sociedades tribales indígenas a
través de la etnografía de sus costumbres, mitos, creencias y elaboración de
artefactos o utensilios. Mientras que la historia, en combinación con la
antropología, reconstruyó la etnohistoria de estas agrupaciones humanas del
pasado indígena. La geografía, auxiliada por la historia, abarcó los aspectos del
uso geohistórico del paisaje geográfico por parte de las esas sociedades tribales.

Se ha dividido este informe final en: 1) Aspectos Generales del Marco

Teórico y Metodológico; 2) La Región Histórica de Caracas como Escenario


Geográfico de los Procesos Culturales de los Pueblos Indígenas Ancestrales; y, 3)
La Etnohistoria y Etnografía de los Pueblos Indígenas Ancestrales de la Región
Histórica de Caracas.

En la primera parte de este trabajo de investigación, se abarcaron los


siguientes aspectos: lo concerniente al contexto problemático y la formulación del
problema estudiado; los antecedentes de investigaciones etnohistóricas,
etnográficas y arqueológicas llevadas sobre la misma problemática formulada; la
determinación de la población y muestra que se manejó durante la investigación,
delimitando, de esta forma, la región y los grupos indígenas que fueron
estudiados; y por ultimo los enfoques epistemológicos que se emplearon para
explicar la problemática acontecida durante el siglo XVI, la cual fue el objeto
principal de esta investigación.

En la segunda parte, se abarcaron los aspectos que permitieron la


descripción geográfica de la Región Histórica de Caracas, como el escenario
fundamental donde acontecieron los procesos culturales de los pueblos indígenas

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ancestrales. Para ello, se desarrollaron aspectos como: el origen geológico y
geomorfológico de la región; la descripción del clima; la descripción del relieve y
la hidrografía; la determinación del origen y potencialidad de los suelos; y, la
determinación de las especies animales y vegetales de la región y el
aprovechamiento de las mismas por parte de los pueblos indígenas ancestrales.

La tercera parte, que como se mencionó anteriormente, se titula “La


Etnohistoria y Etnografía de los Pueblos Indígenas Ancestrales de la Región
Histórica de Caracas”, trató de los actores históricos que llevaron a cabo sus
vivencias y desarrollos culturales antes y durante el siglo XVI, o sea, que hace
referencia a las Sociedades Tribales Indígenas que habitaron la región en esos
tiempos. En esta parte de la obra, se abarcó inicialmente el origen de los pueblos
tribales y su parentesco lingüístico, asentándose las bases iniciales para lograr una
aproximación de estos aspectos de éstas agrupaciones humanas. Dentro de la
determinación de dichos aspectos, se planteó el cómo posiblemente se forma la
identidad cultural del indígena, durante el proceso de la simbiosis de él con los
rasgos culturales de su pueblo o comunidad y con los rasgos naturales de su
entorno geográfico.

Asumiendo, el planteamiento antropológico de la visión de la cultura como


un sistema, se pasó a la determinación etnográfica de los rasgos culturales a través
de cada uno de los subsistemas que conformaron el sistema cultural de dichos
pueblos.

La visión sistémica de la cultura conllevo a concebirla como una estructura


conformada por cinco subsistemas culturales, que a saber fueron: el social, el
político, el económico, el tecnológico y el ideológico. En cada uno de estos
subsistemas se determinaron los aspectos etnográficos de la cultura de cada una de
las sociedades tribales.

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En el subsistema social, se abarcaron aspectos como: la familia; el
matrimonio y el divorcio; las relaciones de parentesco y la residencia
postmatrimonial; patrones de asentamiento de las comunidades; y, la práctica de
la esclavitud. En el subsistema político, se estudiaron: la formación de las
sociedades tribales; los tipos de liderazgo dentro de estas sociedades; y, la
actividad bélica implementada por estos pueblos. En el subsistema económico, se
consideraron los siguientes aspectos: la densidad de la población indígena, en la
región histórica, para el siglo XVI; la agricultura como actividad productiva; la
caza, pesca y recolección; la navegación y sus alcances; y, el comercio llevado a
cabo por estas poblaciones indígenas y las rutas desplegadas para tal fin. En el
subsistema tecnológico, se estudiaron todas las tecnologías asociadas con las
siguientes actividades: agricultura; caza, pesca y recolección de recursos
naturales; domesticación de plantas y animales; la preparación de alimentos y
bebidas; construcción de viviendas; la navegación; la producción textil y
ornamental; la medicina y procedimientos curativos; metalurgia y orfebrería; y
con las actividades bélicas. Y por último, en el subsistema ideológico, se
abarcaron los aspectos concernientes a: las creencias mítico-religiosas de esas
sociedades, ahondando en el animismo, el chamanismo y el sentido ideológico de
la práctica de la antropofagia; el arte en su manifestación decorativa de la
cerámica y el tallado de dibujos o glifos en las piedras.

Todos esos aspectos permitieron conocer los detalles de la etnografía


cultural de las sociedades tribales y el como lograron subsistir en su relación
medioambiental con el paisaje geográfico en el cual estuvieron asentadas sus
comunidades.

Se incorporó, y en gran parte se elaboraron ad hoc para este trabajo, un


amplio número de mapas, gráficos y dibujos que hemos considerado necesario
colocar para que el lector, conocedor o no, pueda visualizar la vida de estas
sociedades tribales.

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Por último, este trabajo de investigación se enmarca históricamente en un
momento muy especial para este territorio hoy llamado Venezuela, donde el
reconocimiento de los derechos de los pueblos indígenas ha sentado precedente a
nivel mundial; consideramos que parte de esos derechos también es el estudio de
los pueblos indígenas que por razones expuestas en el presente trabajo
desaparecieron o se transformaron. Se espera que el presente trabajo dé
importantes aportes al conocimiento de la cultura de nuestros antepasados
indígenas ancestrales y permita construir una historia, más objetiva y justa, que
reivindique a las bases culturales que hemos heredado y a la memoria de sus
creadores.

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PRIMERA PARTE

ASPECTOS GENERALES DEL MARCO TEÓRICO Y


METODOLÓGICO.

En esta sección, se presentan tanto las estrategias metodológicas, como el


desarrollo de las bases teóricas con las que se ha abordado la problemática objeto
de estudio de esta investigación. Empezando en primer término, con la
descripción del contexto, en el que ésta inmersa dicha problemática, determinando
dentro de él los distintos elementos interrelacionados que le dan origen al
problema, hasta llegar a formular a éste último como fenómeno u objeto que este
proceso de investigación científica ha tratado metodológicamente, en cuya
secuencia procesal, establecimos los objetivos que nos trazamos para implementar
la referida investigación y así llegar a solucionar el problema formulado.

Para el desarrollo de la investigación se llevó a cabo un abordaje


interdisciplinario, en el cual, la antropología, la historia y la geografía pudieran
tener un espacio común donde los datos de estas disciplinas lograran concertar. Es
decir, negandose adoptar explicaciones monocausales para los fenómenos sociales
de los hombres y mujeres que habitaron en la actual Venezuela.

Se asume el enfoque geohistórico del que se desprende la definición de


Región Histórica, que son unidades espaciales en las que se intenta estudiar las

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acciones de los hombres en un determinado espacio partiendo de las
informaciones que nos da la antropología, la sociología y la historia. Asimismo,
interesó la acción de la etnohistoria que se encargó de la reconstrucción de la vida
de los pueblos, lograda a través de fuentes documentales, arqueológicas y orales
usando el marco conceptual y el enfoque de la antropología sociocultural. 1

I.- ENFOQUE TEÓRICO- METODOLÓGICO.

El proyecto “Estudios Arqueológicos e Históricos del Valle de Caracas”,


fue llevado a cabo con la misión de realizar investigaciones interdisciplinarias en
la región centro-norte de Venezuela, cuyos resultados permitan comprender la
dinámica de la fenomenología cultural de sus pretéritos habitantes, en tiempos
previos y de contacto a la llegada de los españoles en el siglo XVI, y así poder
determinar las bases indígenas de la actual sociedad caraqueña, la cual, ha sido el
producto del mestizaje acontecido entre las tres culturas que hicieron vida en ese
pasado histórico, como lo fueron la indígena, la española y la africana.

1.- PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA.

Como primer paso metodológico de esta investigación estuvo la


descripción del contexto problemático, que ocupó la atención y los esfuerzos
investigativos de este proyecto. En dicha descripción se busca determinar los
distintos elementos, de causa y efecto, que tienden a producir la situación
problemática a resolver, y como también a descubrir las fuerzas interactuantes que
definen su contexto.

1
Estas cuestiones serán desarrolladas infra en la sección de la Metodología de esta investigación.

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En el contexto problemático, se agrupan los elementos y las fuerzas de
interacción entre ellos, en cinco (5) sectores que a saber, son: 1) el
desconocimiento, por parte del actual venezolano, de los modos de vida de los
pueblos indígenas ancestrales antes y durante el momento del contacto con los
españoles del siglo XVI; 2) el origen de los pueblos indígenas ancestrales de la
región y sus aspectos culturales; 3) El uso geohistórico de la región por parte de
esos pueblos; 4) la problemática presentada por investigaciones etnológicas y
arqueológicas realizadas anteriormente en la región; y 5) la perentoria necesidad
de una investigación interdisciplinaria, que aborde de una manera más sistemática
el fenómeno del proceso cultural de los pueblos indígenas ancestrales, de la región
mencionada, que integre los conocimientos de muchas disciplinas que realizaron
importantes aportes a esta interpretación fenomenológica.

Se pasa de inmediato a presentar esa descripción contextual, que


científicamente denominamos como “Planteamiento del Problema” (Tamayo y
Tamayo, 2002), comenzando con el primer sector mencionado.

La región de estudio está ubicada en la parte centro-norte del actual


territorio venezolano, limitada físicamente: al Norte, por la formación montañosa
que hoy se denomina Parque Nacional El Ávila; al Sur, por la Sierra del Interior;
al Este, con las Filas de Mariches y los valles aledaños de Guarenas y Guatire; y al
Oeste, con las zonas de los valles de Macarao, San Pedro de los Altos y San
Antonio de los Altos (estas dos últimas zonas conocidas como los altos
Mirandinos). En esta región, antes e inclusive durante 1567 y a través de milenios,
habitaron sucesivos pueblos que concretaron allí sus asentamientos, después de
numerosas oleadas de migración en el que dejaron huellas en lo tangible y lo
intangible como consecuencias de sus acciones culturales.

Después de 500 años de historia, el actual venezolano desconoce los


detalles de los procesos históricos acontecidos en esa región. Su mentalidad está

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llena de grandes vacíos e incoherencias sobre el conocimiento de ese pasado,
como muestra de ello está lo captado por él a lo largo de su formación educativa,
que lo lleva al contacto con un vago conocimiento de la existencia de sólo dos
grandes sociedades tribales o pueblos en esa región, a los que conoce con las
denominaciones de los Teques y los Caracas, y de caciques como Guaicaipuro,
Tamanaco, Chacao y otros tantos, los cuales presentaron una gran resistencia ante
la conquista española durante las expediciones acometidas por Francisco Fajardo
y Diego de Losada. Otro conocimiento difuso sobre esos pueblos, es el que da
referencia a un desarrollo cultural incipiente en comparación con sus
conquistadores y la práctica del canibalismo o antropofagia.

El desconocimiento del pasado indígena, por parte del actual venezolano,


es producto de un proceso de enseñanza-aprendizaje tergiversado, dentro del
marco del sistema educativo de nuestra nación, moldeado por múltiples variables
en lo histórico, social, económico, político y religioso. Esto es debido a una
manipulación de los valores culturales indígenas, por parte de ciertos
historiadores, que han utilizado como fuentes de investigación las crónicas del
siglo XVI, lo que nos ha hecho herederos de una visión nada objetiva de los
acontecimientos, quedándose atrapados en el olvido elementos importantes que
son fundamentales para reconstruir gran parte de esa historia.

Por lo tanto, se necesita trascender más allá de esa visión viciada de


subjetividad y de esa forma ir en búsqueda de los referidos elementos que
permitan conocer el pasado de nuestros indígenas con un mayor rigor científico.
Que pueda reconstruir sus aspectos culturales en lo social, económico, político,
tecnológico e ideológico, y así entender el uso geohistórico que le dieron a la
región que habitaron y de las bases que aportaron a nuestra actual identidad
cultural.

Dentro de esto, una variable importante que ha influido, de igual forma, en


el desconocimiento del pasado indígena, por parte del venezolano actual, es la

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postura asumida por algunos de nuestros ilustres historiadores, en lo referente al
aporte de la cultura indígena del pasado a nuestra sociedad actual, que en muchos
casos se caracteriza por una postura reduccionista, que conlleva casi a calificar de
insignificante dicho aporte, dándole realce, en contraste, a la cultura hispana como
el centro fundamental de la formación social venezolana.

Muchos intelectuales han realizado sus estudios, partiendo de la premisa


de la comparación cultural entre lo “civilizado” y lo “primitivo”. Prácticamente,
esta comparación es una postura que atiende a lo sostenido por la corriente
evolucionista, teoría que marca las inferencias antropológicas durante el siglo
XIX. Con ella se buscaba justificar la preponderancia de una cultura sobre otra, la
de los pueblos conquistadores sobre los conquistados. El etnocentrismo es su más
clara evidencia y en nuestro caso, el eurocentrismo se aplica sobre la cultura
autóctona que habitaba la actual Venezuela. Este comparativismo cultural diezma
en demasía los rasgos de las sociedades nativas, no permitiendo reconocer en
ellos sus trascendentales aportes a la sociedad venezolana del devenir.

Manifestar que el indígena cumple reglas de comportamiento dentro de su


escenario cultural, no teniendo conciencia del origen, la estructura y la
trascendencia de las mismas, es negar las capacidades creadoras de esos
habitantes de tiempos pasados. Es no aceptar sus producciones cognoscitivas en el
manejo de los elementos ontológicos de su entorno medio ambiental, que conllevó
a la formación de sus culturas atendiendo a principios adaptativos, como así lo ha
realizado el resto de la humanidad a lo largo de la historia siguiendo esos mismos
principios que estudia y define la Ecología Humana.

La experiencia antropológica que se tiene de los pueblos y de sus distintos


desarrollos culturales, indica que sus protagonistas han creado a lo largo de la
historia complejas estructuras, que no sólo les han permitido un mejor
aprovechamiento de los recursos naturales para su subsistencia, sino también les
ha creado identidad como pueblos, manifestándose en las riquísimas creaciones

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sociales, políticas, económicas e ideológicas que han logrado mantenerlos unidos
por fuertes lazos de identificación a través del tiempo y de generación en
generación.

Es inaceptable que las diferencias culturales entre el español conquistador


y el indígena autóctono atiendan a diferencias congénitas, por el contrario como
lo sostiene la sociología corresponde, más bien, a desarrollos desiguales
producidos por circunstancias externas (Gil Fortoul, 1977, p. 69). Entre estas
circunstancias podemos mencionar las de tipo ecológico, las psicológicas, las
tempo-espaciales, las gnoseológicas, las ontológicas, etc., que influyendo sobre un
grupo humano determinado, podría éste tender a formar estructuras culturales
distintas dependiendo del grado de influencia de dichas circunstancias, pero
siendo no más que aproximaciones diferentes de la realidad.

El historiador José Gil Fortoul (1977), en su obra “Historia Constitucional


de Venezuela”, sostiene:

Orgánicamente no era inferior Guaicaipuro a Diego de Lozada,


ni el cumanagoto Guayquerúa a Fernández de Serpa, ni
Paramaconi a Garci-González; no era menos ofensiva la macana
de los unos a la espada de los otros, ni combinaba menos
peligrosas estratagemas el cerebro del indio que el cerebro del
español. No lo eran tampoco moralmente. Si el conquistador, con
los sentimientos e ideas de su época, consideraba legítimo
dominar, despojar, esclavizar y aún destruir a pueblos
recientemente descubiertos, que poseían tierras, oro y una
religión calificada entonces de idólatra, el indígena defendía su
patria, sus tradiciones, su hacienda (sic), sus costumbres, sus
dioses. ¿Corazones salvajes los unos, cristianos los otros? La
sensibilidad contemporánea del indio y del español apenas era
diferente. Con igual impasibilidad presenciaban uno y otro, en la
misma época, el espectáculo que les ofrecían los quemadores de
La Inquisición y la piedra de los sacrificios. El Dios de los
españoles de entonces no era menos implacable que el Dios de
los aztecas. Este siquiera, permitía ya que los sacerdotes
verdugos procuraran anestesiar con jugos vegetales el corazón de
las victimas. El concepto de ‘bárbaros’ en que tuvieron al
principio los de España a los de América se explicaba por
iguales motivos en el cerebro y en el corazón del indígena (pp.
69-70).

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Ahí se tiene un enfoque que conlleva a inferir que las dos culturas en
contacto, tienen sus propias caracterizaciones y sus propias visiones de la realidad
en un mismo contexto temporal, pero moldeadas de manera diferente por un
conjunto de circunstancias que producen distintas formas en el pensar y de asumir
el quehacer cotidiano. Diferencias que son claramente visibles en el plano de la
concepción de la realidad en lo social, lo político, lo económico, lo tecnológico y
lo ideológico.

A pesar de lo citado, dicho autor durante el desarrollo de su obra, en lo que


se refiere a su versión histórica del período del contacto y de la conquista, se
ocupa de realzar el abolengo de la hidalguía del español frente a lo indígena. Esta
visión de los hechos y personajes está muy influenciada por la subjetividad de los
relatos recogidos en las crónicas españolas, anteriormente mencionadas, e
influenciada además de esa orientación eurocéntrica a la que también hicimos
referencia y que afianza la imposición de una cultura sobre otra.

Eso lleva a citar lo planteado por la postura metodológica originada en el


seno de la corriente de pensamiento antropológico conocida como Particularismo
Histórico, se hace referencia al “Relativismo Cultural”, que sin llegar a extremos
en el uso del mismo, indica que:

[…] cada cultura es una configuración única, con su propio


sabor, estilo y espíritu.
[…]
Los relativistas nos dicen que una cultura debe ser examinada
como una totalidad y sólo en términos de sí misma […] no
existen dos culturas iguales; que los patrones, categorías y
significados son violados al separarse con fines comparativos; de
ahí que la comparación de las partes abstraídas del todo es
analíticamente inadmisible. (Kaplan y Manners, 1979, p. 25)

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Esa postura metodológica, incluyendo a la corriente de pensamiento
antropológica donde se origina, que se contrapone al comparativismo cultural
derivado de la corriente denominada “Evolucionismo”, se desarrolló a partir del
siglo XIX, creada por Franz Boas y afianzada por sus discípulos posteriormente
durante el siglo XX. Con ella se busca desmontar la idea de reglas generales que
rigen la cultura a nivel mundial y los conceptos de primitivo y civilización como
estadios de una escala evolutiva de las sociedades, que permitían erróneamente
realizar comparaciones culturales. Culturas diferentes jamás pueden compararse
en niveles donde no existan igualdades o semejanzas y el estudio que de ellas
debe hacerse, ha de circunscribirse a sus propias superestructuras y a sus propias
características y valores. “El relativismo nos recuerda claramente que al estudiar
culturas diferentes a la nuestra debemos tratar de no dejarnos influir por nuestras
preconcepciones culturales” (Ob. Cit., p. 27).

El determinismo de la historia sustentado en posturas etnocéntricas de lo


español, que crea una visión de los acontecimientos parcializada y que se traduce
en el “antes” y “después” de la presencia del conquistador, hay que trascenderlo.
Esta trascendencia, se dará en la medida en que se vaya aceptando la existencia de
unos pobladores ancestrales que ya estaban asentados en la región estudiada,
quienes poseían un desarrollo cultural importante, y de esa manera entender que la
herencia indígena que se ha recibido viene a constituir una parte también muy
significativa de algunos de nuestros valores de identidad.

Los indígenas que habitaron la región en estudio, en las cercanías a la


llegada de los europeos, desarrollaron a lo largo de ese ámbito geográfico una
cultura, cuya complejidad queda atestiguada por la evidencia de sus creaciones en
cada uno de los subsistemas que la conforman, en concordancia a lo sostenido por
la Ecología Cultural o Ecología Humana. Los innumerables datos provenientes de
los cronistas españoles de la época y de muchas de las posteriores investigaciones
históricas y antropológicas llevadas a cabo, traen significativas referencias de esos

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desarrollos culturales, en lo tangible e intangible, alcanzados por nuestros
antepasados indígenas.

La etnohistoria como disciplina de investigación proporcionaría


importantes datos sobre la realidad cultural que vivieron los pueblos ancestrales.
El etnohistoriador mexicano Carlos Martínez Marín, en su “Discurso de
Incorporación a la Academia Mexicana de la Historia” (1976), define la
etnohistoria como “[…] la explicación diacrónica y sincrónica de la cultura del
hombre y de las sociedades, tratando de comprender mejor su estructura y su
desarrollo histórico” (citado en Strauss, 1981, p. 45). De esta forma su aporte al
conocimiento humano es de un valor imponderable ya que su productiva
propuesta metodológica sirve como punto de partida para la revisión y
ponderación de las conclusiones o tesis sostenidas por la arqueología, la
lingüística y la historia.

La interpretación de las diferencias culturales entre los pueblos que


asistieron, en condición de actores, al escenario que constituyó el espacio
geográfico de la región estudiada, en la época marcada por el contacto entre ellos,
y lo referente a las aportaciones de la cultura autóctona al devenir histórico, deben
resolverse en la jurisdicción de la “Etnoecología”, dentro de la cual, pasamos a
estudiar las diferentes condiciones externas que influyeron en el moldeamiento de
la cultura del autóctono indígena y por ende en la formación de sus sociedades
ancestrales como un proceso. El análisis de este proceso determinará los
elementos que conforman su estructura social y las fuerzas interactivas que
definen su dinámica de comportamiento, lográndose comprender a la sociedad
indígena de esos tiempos.

La Etnoecología surge por primera vez en un trabajo de Conklin y Frake


entre 1954 y 1967, “…donde se sugiere a los etnólogos ocupados de ecología
combinar las tradicionales técnicas de la ecología cultural y biológica con otras
destinadas a incorporar de forma sistemática las ideas de los nativos sobre su

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propio medio ambiente.” (Hardesty, 1977, p. 215). La etnoecología, entendida
como la disciplina encargada de estudiar la relación entre un pueblo determinado
y su entorno medioambiental, fue aplicada en nuestros estudios etnohistóricos con
las mismas precauciones de la aplicación de la arqueología. Por medio de ella,
llegamos a inferencias tentativas sobre el fenómeno cultural indígena, ya que
como sabemos es imposible conocer la forma de pensar o las ideas de esos
pueblos del pasado, extintos en la actualidad, pues apenas llegamos a parciales
reconstrucciones de sus modos o patrones de vida a través de relatos de terceros.
Estos relatos, que como indicamos con anterioridad, pueden estar cargados de
otros valores políticos, sociales y morales, y del análisis de los restos culturales.

El segundo sector que agrupa los elementos del contexto problemático, es


el que se refiere al origen y rasgos culturales de los pobladores ancestrales de la
región estudiada. Pasese a ver que plantea la historiografía venezolana al respecto,
a través de autores como J. M. Siso Martínez, Salcedo Bastardo y Federico Brito
Figueroa.

Para el historiador J. M. Siso Martínez en su obra “Historia de Venezuela”


(1953), sostiene que el poblamiento del territorio se dió a través de las siguientes
oleadas migratorias, manifestando al respecto lo siguiente:

[…] cuatro grandes oleadas se precipitaron sobre el territorio


venezolano: la primera, de nivel muy bajo que quizás responda a
la capa antigua considerada por Krickeberg, y que parece no
haber dejado huellas. Se extendió por las riveras de los ríos de la
selva y de los llanos. La segunda, de recolectores, cazadores y
pescadores, especializados en el moriche y en la construcción de
palafitos, cuya principal área de distribución fue la costa
septentrional, especialmente los alrededores del Lago de
Maracaibo, y que evidentemente fueron las que introdujeron la
construcción de palafitos en las sabanas secas de la sierra de
Roraima, en la Guayana. La tercera, estuvo representada por los
Arawak, quienes se extendieron por todo el territorio nacional y
se proyectaron hasta las Antillas, y ocupaban extensas regiones
al occidente de Venezuela para la llegada de los españoles, la
cuarta y última, estuvo representada por los caribes (pp. 27-28).

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Como se observa, este autor que realiza un estudio del proceso, visto por
Krickeberg, presenta una secuencia temporal de las entradas de dichas oleadas a
nuestro actual territorio y referencias en cuanto al área territorial de expansión,
dando mayor descripción en la primera oleada y no así con las dos subsecuentes.

Salcedo Bastardo en su obra “Historia Fundamental de Venezuela” (1982),


manejando el concepto de “área cultural” propuesto por la Etnología moderna, da
referencia sobre los niveles de desarrollo de esos grupos migratorios, sin entrar a
identificarlos de manera específica, diciendo al respecto que en:

[…] Venezuela contenía pueblos pertenecientes a varias ‘áreas


culturales’. Hoy se conoce que dentro de esa demarcación
vivieron grupos de cultura Subandina, Subantillana y Antillana o
Circuncaribe; los más adelantados se localizaron en los Andes –
eran los timoto-cuicas- y los menos en los Llanos –recolectores,
cazadores y pescadores (p. 75)

Federico Brito Figueroa en su obra “Historia Económica y Social de


Venezuela” (1993), no se detiene a describir el proceso migratorio de poblamiento
de Venezuela, sino que pasa describir la cultura de los grupos lingüísticos Timo-
Cuicas, Arawacos y Caribes y de los sitios geográficos donde se asentaron, indica
con respecto a ese proceso, que:

[…] las evidencias históricas en sentido estricto, suministradas


por las fuentes, tienen que ser ampliadas y completadas por las
investigaciones arqueológicas y etnolingüísticas, apoyadas en
una teoría coherente de los fenómenos de la cultura. Sólo de esta
manera se logrará caracterizar definitivamente el proceso del
poblamiento del territorio venezolano en el pasado indígena,
primitivo o prehistórico. (p. 21)

Como se ha de hacer notar, la historiografía venezolana da referencias de


los procesos migratorios de una manera poco profunda, de las que no se puede
inferir aspectos en lo concerniente a los lugares de origen de las oleadas y sus

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condiciones geográficas, de las rutas de penetración y expansión, en el hoy
territorio venezolano, y de cronologías tentativas de esos acontecimientos. Aquí
hay que darse cuenta de la problemática que representa, para la formación
histórica del venezolano común, esa superficialidad de información, que se lleva a
cabo en nuestras instituciones educativas donde las obras de esos autores son
textos fundamentales de la enseñanza. Hace falta buscar las fuentes antropológicas
y arqueológicas que estudien con mayor profundidad y sistematización esos
procesos. Por cierto, los resultados de muchas investigaciones en esa área del
conocimiento, por parte de estas disciplinas, hasta ahora no han sido incorporados
a los programas del primer y segundo niveles de nuestro sistema educativo.

En lo referente a la migración Caribe, hacia la parte centro-norte de


Venezuela, sólo se tiene información proveniente de las crónicas españolas del
siglo XVI y de las fuentes historiográficas que se basan en citas de éstas, que
hablan de grupos de habla caribe, rasgo que ha permitido establecer nexos de
parentesco de dichos grupos con esa oleada. No existen datos, en las obras de
nuestros historiadores, que den referencia al momento histórico del advenimiento
de la oleada hacia la región en estudio y cómo se realizó ese proceso migratorio.
Si se buscan datos que permitan reconstruir el proceso de migración caribe, en
tiempos pasados, se puede sustentar con mayores bases los rasgos de parentesco
cultural entre los pueblos ancestrales de la región estudiada.

De esos datos, comienzan a surgir inferencias importantes que orientan


hacia el conocimiento de que en esa región estudiada habitaban, para ese
momento histórico, más de siete (7) “naciones” indígenas, cuyos restos materiales
hacen también referencia a un desarrollo cultural, que no tiene esa caracterización
de meramente incipiente como se ha pretendido dar a conocer, sino por el
contrario, poseyeron una cultura con aportes muy significativos y con inventivas
que atendía a su relación de adaptación ecológica con el medio ambiente que les
rodeaba.

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En cuanto a la identificación de los pobladores de la región, muy pocos
autores de la historia venezolana trascienden los dos pueblos tribales que hicieron
resistencia a la conquista, los Caracas y los Teques, dejando por fuera a grupos
como los Arbacos, Tarmas, Paracotos, Mariches, Toromaimas y Cheregotos que
han sido identificados por la Etnología. A estos grupos, que ya estaban asentados
en la región para el momento de la llegada de los españoles, no se les conoce con
precisión las locaciones de sus asentamientos, ni los rasgos de sus culturas y
mucho menos su etnohistoria para el momento del proceso bicultural. Es de una
gran importancia conocer la cultura y la etnohistoria de estos pueblos, pues ello
nos permitirá no sólo reconstruir parcialmente la historia regional, de esa
sincronía de tiempo y espacio, sino que además ayudará a entender el
desenvolvimiento de la actual sociedad que hace vida en esa región.

En términos más amplios, Siso Martínez (1953), manifiesta lo siguiente:

El estudio a fondo de las áreas culturales indígenas venezolanas


es indispensable para una reconstrucción cabal de nuestra
historia y para una posible interpretación social. El interés por el
estudio de las culturas indígenas es fundamental para el proceso
de integración venezolano. La actitud de los historiadores
clásicos que se limitaban a negar influencia cultural indígena en
nuestra vida como pueblo, atendiendo a los escasos restos
humanos contemporáneos, debe ser suplantada por una nueva
que valore en su exacta dimensión la importancia que desde el
punto de vista social, lingüístico, biológico, etc., tiene la
revelación de interrogantes sin las cuales nuestra historia cultural
permanecería incompleta. (Ob. Cit. p. 32).

El tercer sector de nuestro planteamiento problemático, se refiere al uso


geohistórico de la región estudiada por parte de sus pobladores indígenas
ancestrales. La referida región presenta cambios en su ecología y en su geografía,
producto de la acción cultural que se ha sucedido a lo largo de su diacronía
histórica. De acuerdo a esto, es preciso entender que dichos cambios no pueden
ser abordados sólo a través de estudios de las acciones acometidas en el presente.

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Al respecto, el geohistoriador Pedro Cunill Grau indica lo siguiente:

[…] es limitativo, incluso simplista, analizar el deterioro


ecológico sólo en instantáneos panoramas contemporáneos,
trivializándolo como una simple consecuencia del cambio
geofísico planetario y de los embates de desbordadas presiones
socioeconómicas del presente, sin ninguna perspectiva de
evolución y/o involución histórica en su proyección territorial…
(Cunnill Grau, 1999, p. 7).

La región estudiada, como así se tiene conocimiento desde el siglo XVI, es


un espacio geográfico muy rico en vegetación y fauna, con un clima de montaña,
un conjunto de sabanas muy fértiles y unos abundantes recursos hídricos, que a lo
largo de los ya pasados 500 años de historia venezolana, ha sufrido cambios
marcados en su topografía y en su ecología, producto no sólo de la acción
humana, sino también de la acción de la naturaleza. Conocer las formas como los
asentamientos de los pueblos ancestrales, utilizaron los recursos naturales y los
espacios de la misma, redundaría positivamente en la reconstrucción de los modos
de vida de esos pobladores y permitiría completar la visión geohistórica de esa
importante región de Venezuela, más aún cuando estos asentamientos indígenas
funcionaron como base de los procesos de implantación de la sociedad colonial.
Hay supuestos que indican la posibilidad que los actuales asentamientos
poblacionales, atienden a las mismas estrategias adaptativas que las empleadas por
los asentamientos en nuestro pasado indígena. Corroborar esas suposiciones
llevaría a comprender el actual uso de la región.

Existe una cantidad de nombres geográficos, denominados topónimos, de


origen lingüístico caribe, esparcidos a lo largo y a lo ancho de la región, que dan
referencia al parentesco de los pueblos que la habitaron. El estudio de los
topónimos, permitirá determinar los lugares de la acción cultural de los
pobladores de esos tiempos, estableciéndose las bases para futuras
investigaciones, que permitan resolver la disparidad existente entre la visión
antropolingüística y arqueológica de la región.

19
El cuarto sector del planteamiento problemático, es el que tiene que ver
con las investigaciones etnológicas, etnográficas, etnohistóricas y arqueológicas
que se han realizado en la región. Al respecto se puede comenzar diciendo que los
pueblos indígenas ancestrales, como se indicó con anterioridad, fueron diezmados
casi en su totalidad por el genocidio acometido durante la conquista. No hay
descendientes directos sobre los cuales realizar estudios etnológicos, la única
evidencia sobre ellos, a parte de la referencia encontrada en las crónicas europeas
del siglo XVI, es la cultura material que aún yace tapiada en la región por
aluviones montañosos acumulados durante más de 500 años, más los topónimos
lingüísticos que aún son usados en la actualidad para identificar locaciones
geográficas.

Actualmente también, la región está abarcada por el área urbana de la


ciudad de Caracas, como capital de Venezuela, con calles y avenidas
pavimentadas y sus entramadas construcciones de habitación, que se conglomeran
en numerosas urbanizaciones y barriadas, dando paso a sólo muy pequeñas áreas
de zonas verdes, aún no alteradas por la acción humana, que se concretan en
parques naturales como El Ávila y Los Chorros, las zonas de reservas forestales
ubicadas en Macarao, San Antonio y San Diego en los Altos Mirandinos, las de la
Fila de Mariches, Baruta, El Hatillo, Las Mayas y las inmediaciones del fuerte
militar Tiuna. En dichos lugares debe encontrarse intacta la evidencia
arqueológica de la cultura de los ancestrales pobladores indígenas, esperando por
ser estudiadas de manera sistemática.

Las investigaciones etnológicas y etnográficas llevadas a cabo en la región


en períodos de tiempo anteriores a este proyecto de investigación, todas se han
basado en las crónicas y de más fuentes documentales de los siglos XV y XVI.

Las investigaciones etnológicas realizadas, durante el período que


comprende los finales del siglo XIX y los comienzos del siglo XX, en la región

20
objeto del presente estudio, atendieron a dos corrientes de pensamiento, que a
saber fueron: 1) la corriente etnográfica y 2) la corriente etnohistórica.

En la primera, destacan los antropólogos que “[…] de manera


sistemática aplicaron las reglas de la Etnología científica al estudio de la
realidad aborigen, prefiriendo el manejo de los datos obtenidos de manera
directa al análisis documental fundamentado en las narraciones de los antiguos
cronistas”. (Vargas Arenas, 1998, p. 160). De esta corriente realizaron
investigaciones importantes en la región: Gaspar Marcano y Lisandro Alvarado.

El etnógrafo Gaspar Marcano en su obra “Ethnografhie Précolombienne


Du Venezuela”, publicada en 1889, realizó investigaciones arqueológicas y
etnográficas en los Valles de Aragua y en el Valle de Caracas, centrándose más
en la primera región que en la segunda. Su sistematización es asombrosa en el
manejo de las evidencias culturales de tipo material, como también de restos
humanos, provenientes de las excavaciones arqueológicas del lugar “Los
Cerritos” ubicado en el sector de Magdaleno de los valles aragüeños.

Lamentablemente, Marcano no realizó una investigación con esos


mismos alcances en el Valle de Caracas, sino por el contrario, en está región se
limitó a la interpretación de las narraciones y descripciones de los cronistas
españoles, sobre hechos y aspectos culturales de los indígenas de la época. No
realizó excavación arqueológica alguna que le permitiera producir inferencias
etnográficas sobre la cultura material, como sí lo había hecho en la otra región.
Hemos de hacer notar que los valles aragüeños y el valle de Caracas, son
tratados por este investigador como una misma región, lo que conllevó a que
infiriera los aspectos culturales a partir de su investigación de Los Cerritos.

En el caso de Lisandro Alvarado, en su obra “Datos Etnográficos de


Venezuela”, publicada en 1956 “[…] tiene como punto de partida la
reevaluación ponderada y comparada de los datos históricos suministrados por

21
los cronistas, sistematizados y analizados a la luz de los conocimientos de la
época” (Vargas Arena; 1976, p.164). Para él, la cultura indígena venezolana
tiene su origen en lo que hoy conocemos como región de los Andes Centrales y
región Circuncaribe, tomando en cuenta los procesos migratorios que se
realizaban desde y entre ambas regiones. En lo referente al valle de Caracas,
expone lo producido por las investigaciones de Marcano y lo descrito por los
cronistas españoles, no aportando datos directos de alguna investigación a nivel
de campo que se haya realizado.

La corriente etnohistórica de los estudios etnológicos, contempla


“paralelamente a las investigaciones de campo que consideraban las fuentes
históricas como otro instrumento de análisis de la situación cultural aborigen
venezolana” (Ob. Cit, p., 169), orientándose “hacia las interpretaciones
documentadas en las crónicas y relaciones españolas de los siglos de la
conquista y la colonización europea” (ibid). Entre sus más preclaros exponentes
que la realizaron estudios en la región resaltan Julio C. Salas y Miguel Acosta
Saignes.

Julio C. Salas en su obra “Etnología e Historia de Tierra Firme” (1908),


corrigiendo las clasificaciones etnográficas de Humboldt, Codazzi y otros, crea
la denominada “Clasificación de Primer Grupo (Centro)” para los Estados
Aragua, Carabobo, Falcón Lara, Miranda, etcétera, de la geopolítica de la
Venezuela de su tiempo. Donde menciona a los pueblos Caracas, Teques,
Tarmas, Taramainas y Mariches, como grupos pertenecientes a nuestra región
en estudio. En la continuidad de esta obra y en “Etnografía Americana. Los
Indios Caribes” (1919), contempla datos etnográficos, en una visión general,
del tronco lingüístico caribe, quedando englobados dentro de ella los rasgos
pertenecientes a los pueblos mencionados.

Para finales de la primera década de siglo XX, se cuenta con los


valiosos estudios etnográficos y etnológicos de Miguel Acosta Saignes, quien

22
según L. Margolies y M. M. Suárez “[…] además de haber desarrollado
investigación etnohistórica, particularmente en grupos tribales extinguidos, ha
sido el primer etnólogo profesional en realizar docencia en antropología en la
Universidad Central de Venezuela” (citado en Amodio, 1998, p. 119). Publica
su obra “Estudios de Etnología Antigua de Venezuela” (1954), en la cual
establece las áreas culturales de la Venezuela Prehispánica (ver Mapa No 1.1).

El mérito de Acosta Saignes consistió en haber utilizado por


primera vez para la población aborigen que ocupó el territorio
venezolano, el concepto de ‘área cultural’. En una versión
preliminar (1949), este autor, basándose en una revisión de
fuentes y tomando en cuenta entre otros aspectos la tecnología,
las actividades de subsistencia y las creencias religiosas,
distribuyó a los grupos aborígenes prehispánicos en ocho áreas
culturales. Acosta Saignes, siempre en la búsqueda de rasgos
culturales que le permitieran definir áreas culturales expresó un
interés especial por los Caribes y los Timoto-Cuicas. Para ambos
grupos presentó caracterizaciones etnohistóricas (1946,1952), las
cuales le sirvieron posteriormente para la clasificación definitiva.
Esta última, incluyendo diez áreas culturales para la Venezuela
prehispánica fue formulada en un volumen que en nuestros días
constituye un clásico de la etnología venezolana (1961) (ob. cit.,
p.119).

De esas áreas planteadas por Acosta Saignes, la de mayor importancia


para este estudio es la denominada “Costa Caribe y Ciparicotos”, descrita muy
extensamente en su obra “Los Caribes de la Costa Venezolana” (1946). En ella,
basándose en su interpretación de las crónicas españolas, menciona a los
Teques, Caracas, Arbacos, Tarmas, Mariches, Paracotos, Toromaimas y
Cheregotos como pueblos que habitaron la región objeto del presente estudio y
sus zonas aledañas, sobre los cuales, ahonda en la descripción de sus rasgos
culturales, manifestados en sus artefactos de uso cotidiano, sus organizaciones
sociales, políticas y religiosas, y sus actividades de subsistencia; como además,
hace referencia sobre los líderes de estos pueblos que comandaron la resistencia
ante la conquista española. En esta obra también, se encuentra la filiación
lingüística de estos grupos indígenas con los caribes. Se puede decir que el
trabajo etnográfico que presenta este autor, por la manera científica en que

23
24
han sido tratados y presentados los datos etnográficos, es una de las principales
fuentes que se tiene de la etnografía de la región en estudio, pero se hace la
salvedad que dichos datos no han sido contrastados con los restos culturales
arqueológicos que aún no se han excavados y estudiados sistemáticamente.

La contribución de Acosta Saignes consistió entonces en haber


fundamentado el concepto de área cultural en la evidencia
etnohistórica y de llegar así a un conocimiento sistemático de las
culturas indígenas venezolanas desaparecidas. Lamentablemente,
este autor no realizó trabajo de campo sino cortas visitas de
reconocimiento a los grupos Goajiros, Motilón y Warao por lo
que su obra, enrumbada a establecer clasificaciones, al carecer
de informaciones etnográficas provenientes del presente de los
grupos tribales, necesariamente tuvo que depender de las fuentes
históricas (ob. cit., pp. 119-120).

En cuanto a las investigaciones arqueológicas que se han realizado en la


región del valle de Caracas, en la búsqueda de la interpretación de los procesos
culturales de los pueblos indígenas, que en el pasado la habitaron, han sido muy
escasas, las cuales, no pasaron de ser simples exploraciones con recolecciones
superficiales y/o excavaciones de pozos aislados, que no guardan
sistematización de estudio alguno. Entre los investigadores que pasaron por esta
región, podemos mencionar a Luis R. Oramas, P. Jam, Irving Rouse y J. M.
Cruxent.

Luis R. Oramas, en su obra “Investigaciones Arqueológicas en el Litoral


del Norte de Venezuela” (1937), hace referencia a hallazgos arqueológicos en
dos lugares del Valle de Caracas, que se obtuvieron por medio de recolecciones
superficiales en el terreno.

Empezando por las faldas que caen a la quebrada de Tacagua,


(jurisdicción de la parroquia Catedral de la ciudad de Caracas)
en los puntos denominados Sanchorquiz (Sancho de Alquila),
Ojo de Agua, Cantinas, Las Brujas, en los cuales hallamos
fragmentos de hachas de piedra” (p. 669)

25
Dicho autor manifiesta que “al terminar la subida del camino del cerro
de Caracas a La Guaira en La Cumbre localizamos un peñasco de jadeíta con
varias señales de corte que manifiestan que de ella tomaron material para la
manufactura de hachas y planchuelas de adorno” (ob. Cit, p. 673). Esas
evidencias reportadas por la expedición de Oramas, tienden a tener poca
significación a la hora de establecer inferencias sobre la totalidad cultural de los
pueblos indígenas del pasado en la región. Otra obra que tiene que ver con la
región, pero que sólo arroja datos etnográficos sustraídos de las crónicas
españolas, es la de “Prehistoria y Arqueología de Venezuela” (1939).

El autor P. Jam en “Una Estación Arqueológica en el Valle de Caracas”


(1958), reporta el hallazgo y excavación de una pequeña estación arqueológica
ubicada en área de las urbanizaciones Valle Arriba y Las Mercedes en el sector
oriental del Valle de Caracas. El material rescatado muestra características que
lo relacionan con el del Lago de Valencia y el lugar indica ser un asentamiento
agrícola de “carácter defensivo-activo”, que se infiere, según el autor, del hecho
de estar situado en un lugar de acceso al valle del río Guaire desde sus
tributarios de Baruta y El Hatillo. Esta investigación, aunque aporta una
información de filiación importante, por no atender a un estudio sistemático de
la región, se convierte en un estudio localizado y aislado del que no pueden
desprenderse inferencias más generales.

La obra “Arqueología Cronológica de Venezuela” de J. M. Cruxent e


Irving Rouse (1958), constituye una manifestación pionera de la Arqueología
en Venezuela. Esta es producto de un trabajo de investigación con una visión
sistemática en cuanto al territorio venezolano, que atendió a los criterios
sustentados por la escuela Normativa y arrojó todo un manejo conceptual
acorde a la misma, una cronología para el fechamiento de acontecimientos y
culturas del pasado y una taxonomía de clasificación de las evidencias
arqueológicas para todo el territorio. Por la incidencia que tiene está obra en el

26
cuadro problemático que presenta la región en estudio, es necesario detenerse
en el análisis de ella.

Por su parte, la Escuela Normativa es una teoría de la Arqueología, que


marca su enorme influencia en las investigaciones que desarrolla esta disciplina
científica, a lo largo del siglo XX, hasta aproximadamente los años 60. Ya en
1929 Gordon Childe nos manifestaba lo siguiente, en cuanto a la idea de cultura
arqueológica:

Encontramos cierto tipo de restos –vasijas, implementos,


ornamentos, ritos de entierro y formas de habitación- muy
recurrentes. A este complejo de rasgos asociados lo podríamos
denominar ‘grupo cultural’ o simplemente ‘cultura’. Suponemos que
cada uno de esos complejos es la expresión material de lo que hoy
llamaríamos un ‘pueblo’ (citado en Matthew, 2000, p. 33).

Esta idea es la que denominamos como “Visión Normativa”, dentro de


la cual se plantea que “[…] los objetos son expresiones de normas culturales, de
ideas que residen en las mentes de los individuos, y […] que tales normas
definen lo que es ‘cultura’” (Ibid., p. 34), concluyendo en la concepción, de que
“la cultura se define como un conjunto de ideas compartidas” (Ibid., p. 92).
Para los arqueólogos normativos es de preponderante importancia el estudio
morfológico de los objetos arqueológicos y de las posibles técnicas de
manufactura que les dieron origen, ya que de éstas últimas debemos inferir las
ideas, de la mente de los pueblos, que los produjeron y de esta forma definir el
ámbito cultural de los mismos.

El arqueólogo norteamericano Walter W. Taylor asumió que:

[…] Las construcciones mentales, que en parte son un


patrimonio del pasado, idiosincrásicas o bien compartidas por
cierto número de pueblos, constituyen creencias y valores,
siendo una guía para las actividades sociales así como para el
conocimiento técnico requerido para producir la cultura material.
Concluía que, mientras que la cultura pertenecía al mundo de las

27
ideas y por tanto no sobrevivía en el registro arqueológico, sí
había muchos aspectos de la cultura, aparte del conocimiento de
la manufactura de los artefactos, que se reflejaban
arqueológicamente […] (citado en Trigger, 1992, pp. 259-260).

Los precursores de investigaciones arqueológicas en Venezuela,


sustentadas en esa visión normativa de la cultura, son precisamente Cruxent y
Rouse (1982). En la obra citada, estos autores crean una serie de categorías
conceptuales que les permitió establecer un sistema de clasificación de los
artefactos arqueológicos, como son la de “estilos”, “complejos”, “sectores” y
“áreas”.2

En su obra “Arqueología Cronológica de Venezuela” (1958), Cruxent y


Rouse, dividen al país a partir de sus principales accidentes geográficos: las
Islas, la Costa, las Montañas, los Llanos y el río Orinoco, no incluyendo la
región amazónica y de las Guayanas por considerarlas dentro de un estudio

2
Al respecto, manifiestan:
Nuestra unidad clasificatoria es el estilo, palabra con la que designamos un
conjunto de caracteres cerámicos aislados en un yacimiento típico o cabecero,
conjunto que se repite en otros yacimientos… En el yacimiento cabecero y en las
demás estaciones homogéneas en las que el estilo no se presenta mezclado con
otros, se incluyen todos los caracteres cerámicos del material, forma y
ornamentación, reflejando así la totalidad de las costumbres referentes a la
alfarería poseídas por un pueblo o grupo durante un período de su historia
(Cruxent, y Rouse, 1982, pp. 22-23).
Esa definición de estilo, dentro de la relación planteada, corresponde a la de “fase”, término
empleado por Kidder (1944) y otros, como es el caso de Rouse (1955), y no debe confundirse con
la definición de “tipos cerámicos”, usada por este primer autor y otros como por ejemplo Ford y
Willey (1949).
Cruxent y Rouse, aclaran el por qué usan el término de estilo y no el de fase, acotando que:
Hemos preferido utilizar el concepto de estilo en lugar del de fase porque
poseemos tan escaso material no cerámico en la mayoría de nuestras estaciones
que nos ha parecido preferible definir las unidades culturales que proponemos en
término de los artefactos que poseemos, esto es, especialmente de la alfarería.
Cuando se disponga de mayor cantidad de material no cerámico, será quizás
posible volver a definir nuestros estilos considerándolos como fases. (Ibid., p. 23).
En estaciones arqueológicas donde los artefactos no sean cerámicos, usan el término de
“complejo”, el cual toman de la arqueología paleo-india, “para indicar […] que al clasificar
nuestras estaciones no cerámicas para definir la existencia de culturas, hemos tenido que manejar
en número relativamente pequeño de yacimientos y de tipos de artefacto que en ocasiones no ha
sido mayor de dos a tres” (Ibid., p.24).

28
separado. A estos accidentes geográficos se les denominó con el término de
“sectores” y dentro de estos se consideraron las “áreas”.3

Establecieron una cronología relativa, a base a cinco (5) períodos, para


estudiar las evidencias arqueológicas de Venezuela, haciéndolos coincidir con
la escala de épocas con la que la Arqueología americana asume los estudios del
continente, que a saber son: época Paleo-India (20.000 – 5.000 A. C.), época
Meso-India (5.000 – 1.000 A. C.), época Neo-India (1.000 A. C. – 1.500 A. D.)
y época Indo-Hispana (1.500 A. D. hasta el presente)

En la época Meso-India coincide el período I de la cronología relativa,


mientras que los períodos II, III y IV, denominados Confirmativo y Formativo,
Clásico y Post-clásico respectivamente, corresponden a la época Neo-India. La
época Indo-hispana va a corresponder con la llegada de los españoles a partir de
1.500 D. C. y en ella se ubica el período V.

Los pueblos Indígenas ancestrales del valle de Caracas, como lo fueron:


los Teques, los Toromaimas, los Mariches, los Arbacos, los Paracotos, los
Tarmas y los Cheregotos, de acuerdo a los planteamientos de Cruxent y Rouse,
estuvieron ubicados en el sector montaña, abarcando las áreas de Los Teques y
la de Caracas. Por ser pueblos que hicieron contacto con los españoles,
pertenecen a la época Indo-Hispana y se corresponden con el período V de la
cronología relativa planteada.

3
Estas divisiones quedaron establecidas de la siguiente forma: el sector de las Islas abarcó dos
áreas como fueron la de Los Roques y la de Margarita; el sector de la Costa, comprendió 10 áreas,
como fueron la de Maracaibo, la de Coro, la de Tucacas, la de Puerto Cabello, la de La Guaira, la
de Río Chico, la de Barcelona, la de Cumaná, la de Carúpano y la de Güiria; el sector de las
Montañas, abarcó 8 áreas como fueron la de San Cristóbal, la de Mérida, la de Trujillo, la de
Barquisimeto, la de San Felipe, la de Valencia, la de Los Teques y la de Caracas; el sector de los
Llanos, quedó dividido en 4 áreas como fueron la de Barinas, la de San Fernando, la de Valle de la
Pascua y la de El Tigre y el Sector del Río Orinoco, quedó divido en tres áreas como fueron la del
Alto Orinoco, la del Medio Orinoco y la del Bajo Orinoco.

29
Una vez que establecieron la cronología relativa, crearon otras unidades
de clasificación. Una de ellas es la de “Serie”, que definimos como:

[…] grupo de estilos similares y contiguos. Para formar una


Serie, los estilos semejantes han de compartir muchas de sus
características, aunque no necesariamente todas ellas. Deben, así
mismo, dar lugar a una Serie en el sentido de su continuidad, ya
sea en espacio, en tiempo, o en espacio y tiempo, de tal manera
que podamos tener razonable confianza en que los caracteres
compartidos han podido ser comunicados en cierto momento y
no han sido inventados de manera independiente, ya que
consideramos que cada Serie es resultado de la difusión de
caracteres cerámicos de un área a otra y de la persistencia de los
caracteres de un período en otro (Cruxent y Rouse citado en
Colmenares, 1992, p. 22).

Los autores emplearon la categoría “Horizonte” para referirse a la


extensión de la Serie en el espacio y la de “Tradición” cuando tratan de su
persistencia en el tiempo.

Según los estudios realizados por estos autores, evaluaremos ahora las
exploraciones arqueológicas realizadas en la región que estudiamos. En el caso
del área de Los Teques podemos manifestar que:

Esta área ha atraído escasa atención desde un punto de vista


arqueológico, posiblemente porque “los artefactos aborígenes
eran poco característicos o llamativos, por lo que no llegaban a
interesar al observados superficial” (Osgood y Howard, 1943:
95). Sea cual sea la razón, solamente conocemos de dos casos en
que se han realizado investigaciones. Dupouy y Cruxent (1947)
excavaron en 1944 en las estaciones de Las Minas y de El Paují
(…), mientras Cruxent excavó en 1955 en un enterramiento de
urna en Quiripal y localizó un lugar de habitación cercano,
ambos perteneciente posiblemente al mismo estilo de Las Minas.
Situamos este estilo en el Período IV… (Cruxent y Rouse, 1982,
p. 319).

El estilo Las Minas debe su denominación a la estación del mismo


nombre localizada en las oficinas de lo que fue una mina de oro, ubicada a 4
kilómetros al sudeste de Los Teques. El material excavado por Dupouy y

30
Cruxent (1947) consistió en 826 tiestos cuyas técnicas de manufactura no
reflejan con claridad la utilización del enrollado y poseen superficies raspadas y
ligeramente alisadas con frecuentes manchas de ahumado. Entre las formas de
vasijas predominan los boles de panzas salientes (ver fig. 1.1), en minoría se
encuentran las ollas con panzas globulares y cuellos angulares (ver fig. 1.2).
Todas las bases son planas (ver fig. 1.3). Caracteriza a los boles su perfil
sinuoso producido por la combinación de un vértice de panza pronunciado, con
una concavidad de la misma que lo equilibra frecuentemente (ver fig. 1.4). Los
bordes tienen la tendencia de ser cónicos y redondeados. En cuanto a la
ornamentación, pocos tiestos la presentan, sólo se consiguieron: un fragmento
de asa unitubular, con otro con asa bitubular (ver fig. 1.5), cuatro apéndices
colocados sobre los bordes poseen ojos grano-de-café y al parecer representan
cabezas humanas (ver fig. 1.6), una rana toscamente modelada aparece en la
inflexión de un tiesto (ver fig. 1.7), en el interior de otro hay siete líneas incisas
(ver fig. 1.8). El engobe rojo es muy frecuente (Cruxent y Rouse, 1982).

El estilo Las Minas se le ubica en período IV y se le engloba dentro de


la Serie Valencioide donde también están los estilos Valencia, Cementerio de
Tucaras, El Pinar, El topo, Krasky y Río Chico.

En el caso del área de Caracas tenemos lo siguiente:

Ni Kidder […] ni Osgood y Howard […] pudieron localizar


restos arqueológicos en la cuenca de Caracas. Cruxent y Rouse
examinaron ligeramente en 1946 las colinas de Catia, situadas al
oeste de la ciudad […] y colectaron algunos tiestos sencillos. En
1947-48, la Sociedad de Ciencias Naturales La Salle realizó un
estudio en las zonas de Baruta y de El Hatillo, al sudeste de
Caracas, en el que participó Cruxent (1951) en calidad de
arqueólogo, consiguiendo localizar varios lugares de habitación,
petroglifos y morteros fijos, además de colectar tiestos en la
superficie de las dos estaciones de La Peñonera y El Sitio […]
En 1948 Cruxent y el coronel B. R. Lewis excavaron un pozo de
prueba en la cueva Lira, en fila (de) Mariches, en el que se
encontró mayor cantidad de material alfarero. Al hacer los
cimientos de una casa en El Pinar […], en 1952, se encontraron
nuevos ejemplares de los que tanto Cruxent como el doctor

31
Fig. 1.1 Fragmento de bol con panza saliente
Nota. Tomado de Arqueología cronológica de Venezuela Vol II (p.148) por
J.M. Cruxen e Irving Rouse, 1982, Caracas: Ernesto Armitano Editor

Fig. 1.2 Corte de olla globular con cuello angular


Nota. Tomado de Arqueología cronológica de Venezuela Vol II (p.148) por
J.M. Cruxen e Irving Rouse, 1982, Caracas: Ernesto Armitano Editor

Fig. 1.3 Vasija con base plana.


Nota. Tomado de Arqueología cronológica de Venezuela Vol II (p.149) por
J.M. Cruxen e Irving Rouse, 1982, Caracas: Ernesto Armitano Editor

32
Fig. 1.4 Cortes de boles sinuosos.
Nota. Tomado de Arqueología cronológica de Venezuela Vol II (p.148) por
J.M. Cruxen e Irving Rouse, 1982, Caracas: Ernesto Armitano Editor

Fig. 1.5 Fragmentos de vasijas con asas


unitubulares y bitubulares.
Nota. Tomado de Arqueología cronológica de Venezuela Vol II (p.149) por
J.M. Cruxen e Irving Rouse, 1982, Caracas: Ernesto Armitano Editor

Fig. 1.6 Apéndice en forma de “Ojo grano de café”


Nota. Tomado de Arqueología cronológica de Venezuela Vol II (p.148) por
J.M. Cruxen e Irving Rouse, 1982, Caracas: Ernesto Armitano Editor

33
Fig. 1.7 Apéndice modelado en forma de rana.
Nota. Tomado de Arqueología cronológica de Venezuela Vol II (p.149) por J.M.
Cruxen e Irving Rouse, 1982, Caracas: Ernesto Armitano Editor

Fig. 1.8 Bol con líneas incisas sobre el borde


Nota. Tomado de Arqueología cronológica de Venezuela Vol II (p.148) por J.M.
Cruxen e Irving Rouse, 1982, Caracas: Ernesto Armitano Editor

34
Antonio Requena obtuvieron colecciones. Por último, la erosión
puso al descubierto cinco pipas de arcilla modeladas
fragmentarias en La Yaguara […] (Ibid., p. 322).

Las pipas encontradas en el sitio denominado La Yaguara, como en el


caso de las localizadas en Los Teques, pueden ser evidencias de ocupaciones en
el Período III en la cuenca de Caracas, teniendo contemporaneidad con los
estilos La Cabrera y El Palito de las áreas de Valencia y de Puerto Cabello
respectivamente. En cambio, el resto del material colectado parece ser de un
estilo del Período IV al que los autores llaman El Pinar (Cruxent y Rouse,
1982).

Los tiestos de El Pinar fueron encontrados bajo una capa de 5 metros de


suelo estéril al excavar los cimientos de una casa en la zona de El Silencio en
Caracas. Al parecer el sitio correspondía con un lugar de habitación. La
colección alcanzó el número de 114 tiestos. Las características de los materiales
rescatados son las siguientes: los tiestos son ásperos y gruesos con un espesor
medio de 9 milímetros, habiéndose empleados en ellos antiplástico formado por
partículas pequeñas de cuarzo y arena. Entre las técnicas de manufactura
detectadas se encuentra el enrollado con superficies raspadas y alisadas, y otras
cuantas alisadas. Entre las formas de vasijas predominan las ollas sobre boles
en proporción de 22 las primeras y 13 los segundos, las ollas poseen panzas
globulares y sencillas aunque los cuellos tienden a formar ángulos (ver fig.
1.9); los boles son ligeramente de forma recta o extendidos hacia fuera y sólo
uno de ellos posee perfil sinuoso (ver fig. 1.10); los bordes presentan la
tendencia a ser redondeados y cónicos (ver fig. 1.11) existiendo varios de ellos
con una cadeneta ancha en su parte inferior (ver fig. 1.12); las bases son planas.
En lo que se refiere a la ornamentación se puede decir que es poco frecuente,
sólo uno de los fragmentos ofrece una pequeña expansión sobre el borde, incisa
con línea curva (ver fig. 1.13), la pintura presente es engobe rojo (Ob. Cit.,
1982).

35
Fig. 1.9 Olas con panza globular y cuello angular
Nota. Tomado de Arqueología cronológica de Venezuela Vol II (p.150) por
J.M. Cruxen e Irving Rouse, 1982, Caracas: Ernesto Armitano Editor

Fig. 1.10 Bol extendido


Nota. Tomado de Arqueología cronológica de Venezuela Vol II (p.150) por
J.M. Cruxen e Irving Rouse, 1982, Caracas: Ernesto Armitano Editor

Fig. 1.11 Borde redondeado Fig. 1.12 Borde redondeado


Nota. Tomado de Arqueología Con cadeneta ancha en su
cronológica de Venezuela Parte superior.
Vol II (p.150) por J.M. Nota. Tomado de Arqueología
Cruxen e Irving Rouse, 1982, cronológica de Venezuela
Caracas: Ernesto Armitano Editor Vol II (p.150) por J.M.
Cruxen e Irving Rouse, 1982,
Caracas: Ernesto Armitano Editor

36
Fig.1.13.- Ornamentación con pequeña expansión Semicircular sobre el borde, incisa
con línea curva
Nota. Tomado de Arqueología cronológica de Venezuela Vol II (pl. 70) por J.M.
Cruxen e Irving Rouse, 1982, Caracas: Ernesto Armitano Editor

37
El estilo El Pinar se emparenta con el estilo Valencia en cuanto a
material, formas y algo del engobe rojo, pero en cambio falta la ornamentación
característica de éste último. Los autores citados ubican provisionalmente este
estilo en el horizonte Valencioide.

Como se observa, tanto el estilo Las Minas como el estilo El Pinar


tienen nexos de filiación con la Serie Valencioide.

Se cree que la serie Valencioide se originó en la cuenca de


Valencia, quizás de La Cabrera (el anterior estilo Barrancoide
del área), y que desde allí se extendería hacia el área de Tucacas,
en la costa occidental, pasando a las áreas de La Guaira y de Río
Chico de la costa central a través de las montañas y dirigiéndose
luego a las islas del grupo de Los Roques. La serie muestra
mayor variación local que ninguna otra, lo que en parte se debió
a la intensidad de las influencias exteriores a que estaba
sometida. Por ejemplo, el estilo valencia, que es el cabecero, se
encuentra influido fuertemente por la serie Arauquinoide de los
Llanos, y el estilo Topo por las series Dabajuroide y
Ocumaroide, de la costa (Ibid., p. 452).

La visión normativa que arrojan las investigaciones de Cruxent y Rouse


(1958) hacen entender que los creadores de los estilos Las Minas y El Pinar,
que estuvieron ubicados en las inmediaciones de la región del Valle de Caracas,
corresponden a un pueblo o pueblos que se asentaron en la cuenca del lago de
Valencia y que luego se extendieron llegando a esta región. Como también la
relación de la serie Valencioide con otras series como la Barrancoide y la
Arauquinoide, que ubicada la primera como tradición desde el período II al IV
y la segunda como tradición desde el período III al IV de la cronología relativa,
originándose ambas en la Amazonía y en la Guayana venezolanas, nos hace
pensar sobre unos pueblos que en proceso de migración llegaron hasta la parte
centro-norte de Venezuela.

Con respecto a ese modelo de interpretación, que se ha denominado


como Visión Normativa, frente a otros enfoques teóricos de la moderna

38
Arqueología, hay que hacer referencia a las limitantes que produce a la hora de
implementarlo. Los arqueólogos normativos tendieron a confundir las unidades
de clasificación que utilizaron en sus investigaciones, que se refieren a
artefactos de la cultura material, con los pueblos que la crearon. El uso
cotidiano de los términos comienza a producir una confusión, al denominar a
los creadores de la cultura material con los nombres de los estilos, las series, los
horizontes y las tradiciones que se emplearon para clasificar arqueológicamente
sus artefactos.

Esa confusión provoca el choque de las propuestas teóricas de la visión


etnográfica y etnohistórica, de la moderna Etnología, sobre el origen de esos
pueblos. Que en el caso de nuestra región se habla de pueblos de origen
lingüístico caribe y con las denominaciones de Caracas, los Teques, los
Toromaynas, los Tarmas, los Arbacos, los Mariches y los Cheregotos, en
contraposición de los términos de estilo Las Minas, estilo El Pinar y el de la
serie Valencioide. Aquí se está frente a una situación problemática de nuestro
contexto, donde la investigación etnológica y la arqueológica comenzaron a
transitar caminos diferentes, distanciándose una de la otra en sus enfoques de la
realidad del pasado indígena en esta región.

Otro trabajo de investigación arqueológica de importancia para ser


citado aquí es el desarrollado en la obra “Antiguas Formaciones y Modos de
Producción Venezolanos” de Mario Sanoja e Iraida Vargas (1974, 1978, 1992)
basado en el modelo teórico del materialismo histórico y que en la
Arqueología, al igual que en otras disciplinas científicas tuvo un gran impacto,
dando origen a la Arqueología Social entre cuyos más destacados exponentes
en Latinoamérica se encuentran Guillermo Lumbreras (1981) y Luis Felipe
Bate (1998), entre otros.

Los autores Sanoja y Vargas, son los primeros en publicar en Venezuela


una obra de tendencia marxista, aplicada a los estudios arqueológicos en el

39
país. Aportan nuevas redefiniciones de las categorías clásicas del materialismo
histórico, como son las de Formación Económica y Social y Modos de
Producción. El método que emplean para el análisis de los materiales, que
suministra la Arqueología y las fuentes históricas, se expresa como sigue:

A raíz de un simposio celebrado en el Congreso de


Americanistas de Lima, el año de 1970, sobre el tema
‘Formaciones Aborígenes de América’, se nos planteó a un
grupo de arqueólogos latinoamericanos la tarea de reestructurar
la periodificación del desarrollo de las sociedades aborígenes
americanas, utilizando conceptos integradores de validez
universal tales como el de Formación Económico Social,
enunciado originalmente por Marx 1857 y 1858. De esta manera,
se esperaba, podría intentarse un análisis más profundo de las
culturas aborígenes desbordando el marco puramente descriptivo
de determinados elementos de la cultura material, estudiar a
fondo los problemas planteados por la aparición de determinadas
formas de organización social y económica que, si bien
representaban una respuesta a las exigencias que planteaban la
explotación de un área determinada por una población aborigen,
podrían, eventualmente, ser aglutinadas dentro de categorías
conceptuales que tuviesen, al mismo tiempo, carácter histórico y
cultural. Estas categorías deberían constituir un modelo que
fuese a la vez amplio y definido consistentemente, como para
poder ser manejado por los especialistas de las diversas áreas del
continente y elaborar secuencias culturales locales cuyos
elementos fuesen compatibles entre sí. (Sanoja y Vargas, 1982,
p. 23).

Ahí se ve como los autores implementan el método dialéctico y como


redefinen las categorías que éste plantea como epistemología, adaptándolas al
fenómeno que desean estudiar a través de la arqueología social. De ese manejo
teórico, plantean, para estudiar el pasado indígena en Venezuela, tres
formaciones económicas-sociales y modos de producción.4
4
1) Formación de Cazadores y Recolectores. (14.000 a 1000 a. C.)
a) Modo de producción de los cazadores. 14.000 a.C. – 4.000 a.C.
b) Modo de producción de los recolectores marinos (4.000 a.C. – 1.000 a.C.)
2) Formación Agricultora. (1.000 a.C. – 1500 d.C.)
a) Modo de producción tropical. (1.000 a.C. – 1.500 d.C.)
b) Modo de producción teocrático. (200 – 900 d.C. – 1.500 d.C.)
3) Formación Indo Hispánica. (1.500 d.C. – 1.700 d.C.)
a) Modo de producción Indohispánico. 1.500 d.C. 1.700 d.C.

40
Este modelo presenta una nueva cronología y basa sus inferencias en el
determinismo económico de la cultura, que es el planteamiento propuesto por el
materialismo histórico. Este enfoque se implementa en la arqueología
venezolana, como una alternativa frente a los inconvenientes que ya venía
presentando el modelo normativo, al que anteriormente se hizo referencia. La
Arqueología Social, como así se le denomina a este enfoque, contrapone a la
visión normativa, un análisis crítico que nos lleva a la importancia del
individuo autónomo que ha sido excluido de todas las corrientes arqueológicas
(Hodder, 1988).

Para la región del Valle de Caracas no se registran estudios


arqueológicos, por parte de lo arqueólogos sociales, orientados a analizar el
proceso cultural de los pueblos indígenas del contacto indohispano, sólo se
tienen referencias de las excavaciones realizadas por Sanoja y Vargas en el
marco del “Proyecto de Arqueología Urbana de Caracas”, llevado a cabo a
partir de 1987, orientado al estudio de los procesos culturales del período
colonial. Dichas excavaciones fueron realizadas en el Palacio de Las
Academias; la actual Plaza El Venezolano (antiguo Mercado de San Jacinto); el
antiguo Teatro Ayacucho, el Teatro Municipal y la Escuela de Música “José
Ángel Lamas”, durante los procesos de restauración de estas edificaciones. En
esta investigación los autores se trazaron como objetivo principal “… estudiar
el origen del capitalismo en Venezuela y su expresión en la ciudad” (Vargas
Arena, 1995, p. 316).

Aquí se culmina con las referencias de las investigaciones y estudios


etnológicos y arqueológicos relacionados con nuestra región en estudio,
afirmando que la disparidad entre planteamientos y resultados de esas
investigaciones viene a convertirse en una situación problemática que debe
resolverse. Es necesario, que la estupenda visión de áreas culturales, propuestas
por Acosta Saignes, sea contrastada con la cultura material que produzca la

41
investigación arqueológica. Es de suma importancia también, determinar los
asentamientos de los pueblos que habitaron el Valle de Caracas, de los que hace
referencia la etnología, y proceder a través de arqueológica sistematizadas a
ubicar los yacimientos a partir de los cuales se rescaten los artefactos
necesarios para ser analizados en la relación con las fuentes etnográficas y
etnohistóricas, para de esta forma concebir una visión más amplia del proceso
cultural de dichos pueblos ancestrales.

Una problemática más de nuestro contexto que anteriormente


catalogamos como el quinto sector, es la necesidad de implementar una
investigación interdisciplinaria que permita, a través de los enfoques
epistemológicos, análisis y resultados de la etnología, la arqueología, la
historia, la geografía y otras disciplinas, la posibilidad de acercarse a una
reconstrucción, con mayor rigor científico, de esos procesos acontecidos en el
pasado y vividos por los pobladores de esos tiempos remotos. La presente
investigación atendió a este aspecto, al lograr la concertación interdisciplinaria
de la antropología, la historia y la geografía en la fenomenología estudiada,
como un primer avance de la sistematización de los estudios que deberán
seguirse acometiendo.

Todo el planteamiento problemático expuesto hasta ahora, a través de


los sectores mencionados, nos lleva a la formulación del problema, fenómeno u
objeto de estudio de nuestra investigación. De esta manera, el problema que fue
tratado por este proyecto de investigación fue el aspecto concerniente a la
Etnografía y Etnohistoria de los Pueblos Indígenas Ancestrales de la Región
Histórica de Caracas, que con un abordaje interdisciplinario, se pretendió
determinar el origen, los rasgos culturales, los asentamientos, y el uso
geohistórico de la región por parte de esas agrupaciones humanas del pasado,
extintas en el presente, y de esa forma, asentar las bases para un estudio
regional sistematizado, donde la etnología y la arqueología logren coincidir con
sus metodologías e inferencias, en el proceso descriptivo y explicativo del

42
fenómeno cultural que significó el desarrollo de la cultura indígena en esos
remotos tiempos.

2.- LA METODOLOGÍA DE LA INVESTIGACIÓN.

Una vez que se ha cumplido con el planteamiento y la formulación de


nuestro problema de estudio, se pasó a determinar la metodología a seguir en
el proceso de investigación científica implementada. Entendiendo por
metodología, a todo el plan de diseño y puesta en práctica de dicho proceso, a
través del cual, definimos la población estudiada, el tipo y niveles de
investigación implementados, los métodos utilizados, el proceso de
recolección de datos y objetivos propuestos.

La población de estudio de nuestra investigación, fue la conformada por


los pueblos indígenas ancestrales que habitaron la Región Histórica de
Caracas durante finales del siglo XV y siglo XVI, a los que se hacen
referencia en los relatos de las crónicas europeas de esa época.

La denominada Región Histórica de Caracas, vino a quedar constituida por


la depresión denominada Valle de Caracas, cuyo eje principal es el río Guiare,
las zonas montañosas constituidas por Los Altos Mirandinos y sus
correspondientes valles, la vertiente sur del Parque Nacional El Ávila, una
parte de la Serranía del Interior (El Hatillo y Alto Hatillo), las Filas de
Mariches, el valle de Baruta y el valle del río Macario (ver Mapa No 1.2).

43
44
El criterio metodológico para establecer la delimitación de la Región
Histórica de Caracas atendió a los siguientes aspectos: 1) no se reproduce
dentro de los límites políticos administrativos actuales; 2) los limites asumidos
no son inmutables; 3) la geografía física no determina, por sí sola, la región
histórica, porque más bien viene a constituir un factor de interpretación de las
dinámicas geohistóricas acontecidas en el espacio; y 4) la delimitación
asumida atendió a la relación que existió entre los asentamientos de los
pueblos indígenas ancestrales y las características físicas de la región,
constituyendo como eje central del estudio el aprovechamiento de los recursos
naturales por parte de esas culturas humanas.

La investigación asumida por este proyecto fue una Etnografía, entendida


como “el estudio de una comunidad, o de alguno de sus aspectos
fundamentales, bajo la perspectiva global de la misma” (Aguirre Baztán,
1997, p. 3), que como etapa de una investigación cultural, utilizó el método
etnográfico nacido de la ciencia antropológica.

En este sentido, la Etnografía es una “Investigación Cualitativa”,


definida como la que:

[…] Por su enfoque metodológico y su fundamentación


epistemológica tiende a ser de orden descriptivo, orientado a
estructuras teóricas y suele confundirse con la investigación
etnográfica dado su origen y su objeto de estudio.
Utiliza preferentemente información cualitativa, descriptiva y
no cuantificada. Estos paradigmas cualitativos interpretativos
son usados en el estudio de pequeños grupos: comunidades,
escuelas, salones de clase, etcétera (Tamayo y Tamayo, 2002,
p. 57).

Esta investigación se caracteriza por lo siguiente (Taylor, S. J. y R.


Bogdan, 1996; Tamayo y Tamayo, 2002):

45
1. La investigación cualitativa es inductiva, o mejor cuasi-inductiva su ruta
metodológica se relaciona más con el descubrimiento y el hallazgo que
con la comprobación o la verificación.
2. En la metodología cualitativa el investigador ve al escenario y a las
personas en una perspectiva holística: las personas, los escenarios o los
grupos no son reducidos a variables., sino considerados como un todo.
3. Los investigadores cualitativos son sensibles a los efectos que ellos
mismos causan sobre las personas que son objeto de su estudio.
4. Los investigadores cualitativos tratan de comprender a las personas dentro
del marco de referencia de ellas mismas.
5. El investigador cualitativo suspende o aparta sus propias creencias,
perspectivas y predisposiciones.
6. Para el investigador cualitativo, todas las perspectivas son valiosas.
7. Los métodos cualitativos son humanistas, porque al ser aplicados sobre las
personas llegamos a conocerlas en lo personal y a experimentar lo que
ellas sienten en sus luchas cotidianas en la sociedad.
8. Los investigadores cualitativos dan énfasis a la validez en su
investigación, la cual es una pieza sistemática conducida con
procedimientos rigurosos, aunque no necesariamente estandarizado.
9. Para el investigador cualitativo, todos los escenarios y personas son dignas
de estudio.

Por lo tanto, el nivel asumido por nuestra investigación es descriptivo


y explicativo con un enfoque cualitativo, donde se abarca una compilación de
datos etnográficos, etnológicos, lingüísticos y ambientales en una sola obra
sobre los pueblos que constituyeron esa área cultural de la Región Histórica de
Caracas en ese remoto pasado histórico. Enfoque que ya se viene generando,
como una contribución de la antropología producida en el continente
americano (Nutini, 2001).

46
Dentro del marco metodológico se implementó, como proceso de
recolección de datos, un diseño documental sobre las fuentes de información
utilizadas, conformadas por las crónicas europeas del siglo XVI y demás
fuentes secundarias (historiográficas, etnológicas, arqueológicas, ecológicas y
geográficas) que trataban sobre la problemática planteada.

La presente investigación implementó el modelo interdisciplinario, en


el que se contó con la participación teórico-metodológica de la antropología,
la historia y la geografía, como disciplinas científicas que aportaron sus bases
epistemológicas y sus métodos para el abordaje y estudio del problema
formulado. Este modelo permitió asumir a la etnografía como método
aportado por la antropología, que como ha sido explicado anteriormente, se
encargó de la descripción de los modos de vida y de la cultura material de los
pueblos ancestrales indígenas; la geohistoria, entendida como la conexión
entre la geografía y la historia, facilitó el estudio de la región como escenario
de la actividad humana ancestral y su uso por parte de esos pueblos; y la
etnohistoria, como alternativa de relación antropología-historia, posibilitó
reconstruir los modos de vida de esos pueblos a través del análisis, con rigor
científico, de los relatos y crónicas europeas de la época.

El enfoque geohistórico se fundamenta en la geografía y la historia, según


Ramón A. Tovar, el aporte de la primera, es el análisis del espacio como
producto concreto o síntesis de la acción de los grupos humanos sobre su
medio ambiente, y el de la segunda, que se realiza dentro de condiciones
históricas determinadas. Este enfoque tiene tres direcciones fundamentales: la
antropológica, la sociológica y la histórica, en donde todas estas conllevan a la
fundamentación económica, que se resuelve en el espacio o territorio, donde
se forman unidades espaciales concretas con las que el hombre asegura su
permanencia sobre la superficie de la tierra (Tovar, 1994).

47
Basándose en las características propias que presenta cada unidad espacial
que determinan a la región histórica, como afirma Pedro Cunill Grau, en ellas
se expresan “las correlaciones espaciales y los procesos históricos en el
ámbito de un territorio regional” (Cunill Grau, 1994, p. 38). Según el mismo
autor, para entender acertadamente la utilización y conformación del paisaje
es clave la cambiante geografía de la percepción, ya que los recursos
específicos y especies de la biodiversidad eran aceptados con variables
percepciones en esos siglos pasados (Cunill Grau, 2004). De igual manera
Ramón Tovar, también apoya esta postura afirmando que “la calidad del
recurso no obedece exclusivamente a la esencia natural sino a su
incorporación en el ámbito de una civilización y en determinado nivel de
desarrollo” (Tovar, 1994, p. 99).

Los pueblos ancestrales indígenas del valle de Caracas y sus alrededores


estaban inmersos dentro de una región histórica que estuvo conformada por
condiciones muy diferentes de las actuales, donde el aprovechamiento del
espacio y de los recursos fue acorde a la percepción de los habitantes de la
época. Por lo tanto, los elementos que en la actualidad son recursos para los
habitantes de Caracas, para los pueblos ancestrales carecían de valor o
simplemente no fueron conocidos por ellos y viceversa. Razón por la cual, la
geohistoria es la disciplina indicada para lograr una acertada interpretación de
la dinámica generada por la utilización del paisaje de la región histórica de
Caracas.

En cuanto a la etnohistoria, ésta fundamentalmente nace y crece bajo los


esquemas de un modelo interdisciplinario. En este sentido, se propone como
una disciplina “rescatadora, analizadora, difusora y sintetizadora” (Strauss,
1981, p. 43) que se encarga de la reconstrucción de la vida de los pueblos a
través de fuentes documentales, arqueológicas y orales usando el marco
conceptual y el enfoque de la antropología sociocultural.

48
Las fuentes de que se vale la etnohistoria representan recursos
documentales que deben ser sometidos a un riguroso análisis crítico, ya que
forman parte de testimonios emitidos por entes ajenos a la realidad cultural de
un pueblo determinado; que si bien dan cuentan de sus impresiones, no están
exentos de intereses y sus correspondientes esquemas mentales de que alguna
manera tienden deformar la realidad.

Las fuentes en las que se basó nuestra investigación fueron las crónicas de
viajeros del siglo XVI, por ser éstas las primeras descripciones “etnográficas”
de las culturas que habitaron este territorio en esa época y por ende pueden
considerarse como testimonios de “testigos presenciales” que recolectaron las
evidencias del desarrollo cultural de los pueblos ancestrales indígenas que
aquellos observaron para ese momento histórico.

Hay que acotar, que las descripciones realizadas por esos cronistas de
ese siglo y referenciadas por muchos historiadores, sobre la vida y el quehacer
de los indígenas del pasado, están impregnadas de una enorme subjetividad
que atendió a las tácticas, estrategias e intereses de la empresa conquistadora
implementada por la cultura invasora proveniente de Europa, para cuyo éxito
se fraguó a bases de mentiras y fantasías, desvirtuando de esta forma la
realidad histórica de nuestros antepasados indígenas. Esto nos ha hecho
herederos de una visión nada objetiva de los acontecimientos, quedándose
atrapados en el olvido elementos importantes que son fundamentales que nos
permite reconstruir la sociedad y la cultura de los pueblos de esos tiempos
históricos.

Para esta investigación, la etnohistoria proporcionó datos importantes


para rescatar los modos de vida de los pueblos ancestrales indígenas cuyo

49
desarrollo social fue básicamente interrumpido por la acción dominadora y
colonizadora de los europeos.5

Finalmente, la presente investigación buscó reconstruir histórica y


culturalmente a los pueblos ancestrales que habitaron la Región Histórica de
Caracas para el momento que antecede a la llegada de los invasores europeos
y, por otra parte, unir los nexos entre los estudios arqueológicos, lingüísticos,
etnológicos, geográficos e históricos con el fin de corregir y aclarar las
posibles tergiversaciones y cubrir los desconocimientos que en esta materia
existen.

3.- OBJETIVOS DE LA INVESTIGACIÓN.

Esta investigación se trazó un conjunto de objetivos, atendiendo a la visión


y abordaje interdisciplinario, que la misma realizó sobre el fenómeno en
estudio, para así lograr solucionar la problemática formulada. Estos objetivos
fueron:

Objetivo General:

Determinar la etnografía y la etnohistoria de los rasgos culturales de los


pueblos indígenas ancestrales de la Región Histórica de Caracas y su uso del
espacio geográfico, para el momento de la llegada de los europeos.

5
En este sentido, debemos ante todo empezar a desechar la idea de que la historia de la región, y
de la América en general, como se ha venido haciendo desde antes del movimiento del V
Centenario del “Descubrimiento”, no comienza con la presencia de los europeos y menos que
únicamente forma parte de su “oficialista” visión heroica de la conquista. Así mismo, la
etnohistoria es una disciplina fundamental para terminar de tirar al traste el esquema evolucionista
de Lewis H. Morgan de –salvajismo, barbarie, civilización- que relegaba a las culturas indígenas al
primer estadio, en tanto que proporciona el método preciso por el que se evalúan estas sociedades
en su justa dimensión, activando de esta forma, un invalorable y necesario proceso reivindicativo.

50
Objetivos Específicos:

1) Delimitar geográficamente la región en estudio.


2) Evaluar las condiciones climáticas de la región.
3) Evaluar las características geomorfológicas de la región.
4) Evaluar la red hidrográfica de la región.
5) Determinar las características edafológicas de la región.
6) Identificar los tipos de vegetación existentes en la región.
7) Identificar los tipos de fauna existentes en la región.
8) Determinar el origen y filiación de los pueblos indígenas ancestrales
asentados en la región Histórica de Caracas.
9) Identificar los tipos de recursos naturales explotados por los pueblos
ancestrales indígenas de la época.
10) Determinar los topónimos indígenas que actualmente se usan para la
demarcación de la región.
11) Determinar la demografía de los pueblos indígenas ancestrales de la región
para el momento de la llegada de los europeos.
12) Identificar étnicamente el número de pueblos indígenas ancestrales
asentados en la región en siglo XVI.
13) Determinar la ubicación geográfica de los asentamientos indígenas
ancestrales en la región.
14) Evaluar los aspectos económicos de la cultura de los pueblos indígenas
ancestrales.
15) Evaluar los aspectos de organización política de los pueblos indígenas
ancestrales.
16) Evaluar los aspectos de organización social de los pueblos indígenas
ancestrales.
17) Evaluar los aspectos tecnológicos de la cultura de los pueblos indígenas
ancestrales.

51
18) Evaluar los aspectos míticos y religiosos de la cultura indígena ancestral
de la Región Histórica de Caracas.
19) Establecer las bases etnográficas y etnohistóricas sobre la interpretación
de la fenomenología indígena ancestral, en la Región Histórica de Caracas,
de los siglos XV y XVI, para ser corroboradas por las futuras
investigaciones sistemáticas que ha de implementar la arqueología.

4.- POSTURAS EPISTEMOLÓGICAS.

A continuación se pasa a establecer las bases epistemológicas en las que se


sustenta la presente investigación, analizando varias posturas teóricas en cuanto a
la fenomenología tratada y empleando marcos teóricos coherentes y sustentables,
provenientes de las diferentes disciplinas científicas que participaron en dicho
estudio interdisciplinario.

Para comenzar a analizar las implicaciones ideológicas del denominado


“descubrimiento del Nuevo Mundo”, con el fin de desmontar los conceptos
eurocéntricos que impuso la cultura invasora, asumiendo y discutiendo algunas
categorías que permitan la construcción de una visión más aproximada de la
historia de los procesos. Luego se determina el conjunto de teorías útiles
provenientes de la antropología, la historia y la geografía, para la descripción y
explicación de la fenomenología cultural de los pueblos indígenas ancestrales que
habitaron la Región Histórica de Caracas en los tiempos del siglo XVI.

Asumir una postura ideológica a partir de la cual se analice un proceso


histórico tan rico en variables tan distintas y, con frecuencia, resueltamente
enfrentadas, resulta una tarea muy comprometedora, fundamentalmente porque es
un tema realmente extenso y con muchas interpretaciones, que no solamente son

52
frutos de posiciones o estudios cuya polémica tuvo lugar en el pasado, sino que se
retoma consecutivamente; representando hoy en día un asunto de notable
vigencia, en muy diversos ámbitos de la vida social americana.

En este sentido, a lo largo de la presente investigación se busca


sintetizar algunas líneas de este gran debate que se genera y se ha generado a lo
largo de los quinientos años de la historia de nuestra América

Como una forma de resistencia cultural surge a partir de la


conmemoración del quinto centenario del descubrimiento de América 6, el
6
A raíz de la celebración del V Centenario del llamado “descubrimiento de América”, hecho que
se celebró el 12 de octubre de 1992, el gobierno del Estado español propuso una serie de actos
para conmemorar tal fecha. Actos que se organizaron a partir de los eventos surgidos en el seno de
las comisiones que se formaron en todos los países de habla hispana en América. Este hecho fue
visto con interés por los países latinoamericanos como un punto de entrada de estos pueblos a un
nuevo marco de la historia que los pueblos expansionistas convertirían en universal.

Sería un momento para reflexionar sobre lo que significa y significará el hecho del
“descubrimiento” para toda la región latinoamericana. Oportunidad que conllevaría a exponer los
diversos rasgos culturales de los pueblos de América y al mismo tiempo permitiría que los pueblos
ibéricos asumieran el lugar que les corresponde en la historia y entre las naciones que conforman
el mundo actual (Zea, 1986).

A raíz de esto, el Instituto Panamericano de Geografía e Historia (IPGH) ha presentado una serie
de proyectos dirigidos al análisis de las diferentes expresiones que se encuentran en la región. La
Comisión de Historia, del Comité de Historia de las Ideas de dicho instituto, puso en marcha el
proyecto titulado “Las Ideas del Descubrimiento de América”, el cual, analizó esas ideas desde el
12 de octubre de 1492 al 12 de octubre de 1992.

Dicha Comisión de Historia, realizó el Primer Simposio sobre el tema entre los días 26 a 30 de
Noviembre de 1984, contando con el patrocinio de la Universidad Autónoma de México (UNAM)
y con la colaboración del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT), el Instituto de
Cooperación Iberoamericana (ICI) y la Asociación de Investigación y Especialización sobre
Temas Iberoamericanos (AIETI), estadounidenses y europeos. Anticipándose a los trabajos de
España la UNAM realizó, a través de la Cátedra Gaos, un ciclo de conferencias sobre el tema, de
este evento surgió el primer programa sobre la temática que habría de ser desarrollada hasta su
finalización el 12 de octubre de 1992.

El programa aprobado y puesto en práctica fue ampliado en un Seminario que se llevó a cabo en la
XIII Asamblea del IPGH realizada en Río de Janeiro, Brasil, entre los días 7 al 11 de abril de
1986. Lográndose con ello, que el proyecto aprobado en México fuese enriquecido con las
ampliaciones logradas con los puntos de vista de especialistas de esa amplía región de habla
portuguesa.

El Simposio “Las Ideas del Descubrimiento de América” celebrado en la ciudad de México del 26
al 30 de noviembre de 1984, tras analizar los puntos de vistas de las delegaciones latino-
norteamericanas, españolas y de tros países europeos aprobó una importante declaración al

53
denominado movimiento de “Los No Descubiertos”, como respuesta a la
tendencia eurocéntrica de celebrar dicho acontecimiento. Este movimiento recluta
en sus filas a una serie de importantes intelectuales del sector universitario
venezolano, entre los que podemos mencionar a Agustín Blanco Muñoz, Carmen
Bohórquez, Alexis Caliman González, Arturo Cardozo, Jerónimo Carrera, Omar
González Ñañez, José Lira, Ángel Lombardi, D. F. Maza Zavala, Filadelfo
Morales, Fulvia Nieves, Luis Cipriano Rodriguez, Mery Sananes, Ramón
respecto contentiva de cinco (5) propuestas para una preparación del quinto centenario del
descubrimiento de América 1992.

La primera de ellas, propone una revisión sistemática de los siguientes términos: descubrimiento,
conquista, resistencia, encuentro, evasión, genocidio, asimilación, encubrimiento, enfrentamiento,
etcétera, considerando para ello a las diferentes opiniones de los distintos agrupamientos
socioculturales implicados, con el fin de construir una significación del proceso histórico que fuera
más allá de la connotación eurocéntrica, como hasta ahora ha sido establecida, y permitiera la
visión histórica de los pueblos subyugados. Esto nos llevaría al desmontaje de la historia oficial,
impuesta por los pueblos imperialistas que desde el siglo XVI hasta el presente nos han enmarcado
a nuestros pueblos dentro de su geopolítica expansionista y hegemónica.

Como segunda propuesta, está la elaboración de documentos por parte de los intelectuales del
Simposio, dirigido a los gobiernos de los países involucrados, para darles a conocer las nuevas
perspectivas que no aceptan visiones idealizadas del “Descubrimiento”, sino por el contrario, una
visión de dicho hecho histórico en sus verdaderas connotaciones ideológicas y de sus
consecuencias políticas, sociales, económicas para los pueblos que conforman al llamado
continente del “Nuevo Mundo”.

La tercera propuesta, es el establecimiento de un equipo plurinacional de investigadores de historia


de las culturas, de las ideas y las mentalidades para la realización de un riguroso análisis
historiográfico comparativo y una crítica ideológica que conlleve hacia una nueva coyuntura
latinoamericana, ibérica, europea y norteamericana. Análisis y crítica que permitan esclarecer los
verdaderos hechos históricos que acontecieron, desprovistos del herraje de imposición etnocéntrica
que hasta ahora los ha caracterizado.

La cuarta propuestas es la de proponer, fomentar y respaldar, en el ámbito conmemorativo, a


nuevas formas alternativas de políticas, inclusive de políticas culturales para nuestros pueblos, en
contraposición de la visión que tienen de nosotros las potencias imperialistas en expansión de
relegarnos a la condición de “nuevos bárbaros”. Políticas que tomando en cuenta las idiosincrasias
de los pueblos americanos, impulsen sus desarrollos socioeconómicos y el afianzamiento de sus
identidades culturales.

Como quinta propuesta de la Declaración, se exalta a dedicarnos a sistematizar los puntos de


resistencia cultural contenidos en los planteamientos de los intelectuales Miro Quesada, Morse,
Zea y otros. Esa visión de resistencia cultural tomaría en cuenta las actuales concepciones sobre la
nueva sociedad y sobre autonomías culturales planteadas en México, Estados Unidos, Brasil, Haití,
Nicaragua, España, Italia, Argentina, Chile, Uruguay, etc. Haciendo hincapié en la necesidad de
una crítica a los medios de comunicación de masas, en cuanto al intercambio de información sobre
nosotros y nuestra historia, como además la participación más democrática de todos los sectores de
la sociedad. Esta propuesta llevaría también a la urgente revisión de las estructuras educacionales
inclusive de los manuales respectivos tanto en América como en Europa. Como también, la
generación de estímulos concretos y sistemáticos que consoliden una nueva memoria social

54
Santaella y Fruto Vivas, quienes han elaborado trabajos al respecto desde 1985,
los cuales, han sido procesados y publicados por la Cátedra Pío Tamayo de la
Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Central de
Venezuela (UCV).

Ellos resaltan la configuración implícita en el término “descubrimiento”, al


decir:

No hay sociedades descubiertas ni descubridoras. ¡Nadie


descubre a nadie! La sociedad que hoy recibe el nombre de
América como el conjunto social mundial no puede analizarse a
partir de la aceptación de tal Descubrimiento como categoría
histórica. La realidad que se configura con ese nombre y lo que
con el mismo se ha hecho en tanto instrumento de saqueo,
exterminio y explotación. Es una manera de hacerle ver al
hombre de estas tierras que su capacidad y su hacer es inferior,
sin la dimensión que puede imprimirle la gente que vino de más
allá de los mares. En esto reside “la grandeza” del llamado
descubrimiento (Cátedra “Pío Tamayo”, 1992, pag. 8).

En la obra titulada “El libro de los No Descubiertos” cuyo editor es la


cátedra “Pío Tamayo” (1992) de la Universidad Central de Venezuela, se
encuentra la declaración de principios a la que llegaron los anteriormente
citados intelectuales venezolanos, que se considera como la esencia de dicho
movimiento:

Somos la otra cara de la historia, la historia No Descubierta, la


historia anónima y colectiva que escriben los pueblos, a pesar de
las minorías que los rigen y los dominan, la historia luminosa de
la resistencia, más allá de toda muerte impuesta, toda masacre
ejercida (p. 24).

[…]
Somos y seremos No Descubiertos, porque, aunque se nos haya
impuesto, no aceptamos la invasión, la expropiación, la violencia
explotadora, la injusticia, la desigualdad, la miseria y el hambre,
como formas de vida. Más allá de toda derrota temporal, pervive
la rebeldía, la decisión de ir abriendo grietas en los sólidos muros

emergente que nos lleve a la decisiva resistencia cultural (Zea, 1986).

55
de la dominación y dejar pasar los vientos rigurosos de los sones
que vienen resonando desde los milenios del tiempo (p. 26)
[…]
Buscamos las raíces par encontrar la verdad y la historia que
corresponde a los pueblos, a sus luchas, sus combates, sus
derrotas, para convertirlas en victorias. Vamos más allá de las
mentiras oficiales para advertir la inmensidad de la destrucción y
la infinita posibilidad que tienen los pueblos de levantarse sobre
los reveses, en sus anhelos de ser alfareros y constructores de un
tiempo distinto. De ser cantores del porvenir. (p. 27)

En estos tres párrafos citados, se localizan los elementos declarativos que


conciben a los “No Descubiertos” como la historia de los pueblos sometidos,
la cual se encuentra fuera del universalismo histórico creado e impuesto por
los pueblos vencedores. Se manifiesta como una forma de resistencia cultural
a la connotación eurocéntrica de la conmemoración del quinto centenario del
descubrimiento de América, atendiendo a las propuestas planteadas por el
mencionado Simposio de México celebrado en 1984. Un movimiento que va
en busca de nuestro pasado, para encontrar la verdad en los acontecimientos
históricos y así entender nuestro presente y poder enrumbarnos hacia un mejor
porvenir.

Como un aspecto fundamental de la historia “No Descubierta” está la


igualdad y soberanía de los hombres y de los pueblos, donde cada
conglomerado social e histórico vive libre y autónomo dentro de un contexto
inter-regional e internacional libertario, cooperativo, solidario y el
mantenimiento del condominio de los bienes que el hombre y el colectivo
producen. La Historia de los “No Descubiertos”, interpreta los intereses de los
pueblos explotados y oprimidos. Para ello se propone investigar y enseñar
algunos asuntos claves que contribuyan al fortalecimiento de la conciencia y la
autoestima de los pueblos que han vivido, desde el 12 de octubre de 1492, bajo
el yugo de la subordinación, la explotación, la esclavitud, el olvido y la
miseria. Si los pueblos actuales olvidan a sus gloriosos ancestros y a sus

56
propias culturas autóctonas, perderían su identidad con una parte importante
de su pasado.

El movimiento de los No Descubiertos (1992) sostiene que a través de


la crítica y el debate, se aborden una serie de asuntos trascendentales a
investigar. Entre los que son importantes para nuestra investigación los
siguientes:

1.- La ruptura que representa en el marco histórico-político la fecha del


12 de octubre de 1492, creando la profunda brecha entre la libertad y la
esclavitud, que a pesar de mediatizaciones, dichas contradicciones subsisten
hasta nuestros días, separándonos entre países ricos y países pobres, países
desarrollados y países subdesarrollados.

2.- Que la historia no comienza a partir del 12 de octubre de 1492, pues


los pueblos de América, que vienen de vivir sobre este suelo desde hace más
de 15.000 años, tienen su propia historia marcada sobre la relación equilibrada
Hombre  Naturaleza, a través de la cual obtuvieron los recursos
necesarios para su subsistencia y permitió crear sus propias organizaciones
culturales y sus propias vivencias.

3.- Que los valores de uso de los recursos naturales que poseían los
hombres de esta tierra, son suplantados por el modelo “Civilización”, a partir
del hecho del “descubrimiento”, por otros valores impuestos como los de
cambio, germen de los procesos de explotación y de desigualdades. Antes
nuestros pueblos vivían en una armonía con el entorno ambiental, en beneficio
de sus comunidades y en el engrandecimiento de sus propias culturas, para
luego pasar a vivir en la explotación de los recursos para otros pueblos (los
invasores), dejándolos en plenas condiciones de empobrecimiento, de hambre
y de miseria.

57
4.- El proceso “civilizatorio” impuesto por los europeos a partir del 12
de octubre de 1492, establece una historia oficial basado en la violencia, la
expoliación y el exterminio. Es la creación de un nuevo modelo cultural de
dominación impuesto por la fuerza, que conllevó a la violencia física, la
violencia espiritual, la violencia ideológica y la violencia racial.

5.- A partir del 12 de octubre de 1492, el hombre y la naturaleza son


sometidos a un proceso de explotación, donde la rapiña, el saqueo y el
exterminio son sus manifestaciones de primera mano. Los espacios
geohistóricos y sus habitantes son saqueados y depredados, conllevando al
agotamiento de los recursos naturales y humanos, provocando el rompimiento
del equilibrio ecológico, el conservacionismo ambiental, reciclaje recuperativo
y la libertad humana.

6.- El estudio de otras etnias oprimidas y explotadas, además de la


indígena, es algo que implica la historia de los “No Descubiertos”. Como es el
caso de los negros cazados y traídos con violencia, desde África, a realizar en
América labores de mano de obra esclava en los procesos de explotación de
riquezas en beneficio de las clases gobernantes.

7.- Los aspectos culturales de las etnias sometidas, tales como la


música, escultura, danza, mitología, alimentación, la tecnología, etcétera,
destruidas por el proceso de dominación eurocéntrica, son aspectos de
relevante importancia a ser investigados, rescatados, restaurados,
reinterpretados por la historia de los No Descubiertos.

8.- Las dimensiones clasistas e internacionales son también aspectos


importantes. La historia de los “No Descubiertos” debe identificar: a lo
interno, las clases sociales dominantes que han explotado a los habitantes de
estas tierras, a través del pillaje, la expropiación y la descapitalización de los
pueblos; en lo externo, el modelo de opresión y explotación capitalista desde

58
las grandes metrópolis (euronorteamericanas), desde donde operan las grandes
corporaciones transnacionales encargadas, en el ayer y en el hoy, del saqueo y
explotación excesiva de los recursos de los pueblos latinoamericanos y
restantes del llamado tercer mundo.7

Los autores de la obra “El libro de los No Descubiertos” aseveran que


durante más de quinientos años, nuestras regiones han sido explotadas por las
sucesivas potencias capitalistas, que desde el Imperio Español hasta nuestros
días se han sucedido a lo largo de la historia. La relación dialéctica entre
pueblos dominadores y pueblos dominados no es un asunto del pasado, sino
también del presente.

Según sostiene Edgardo Lander (2000), el proceso colonial emprendido


por Europa en América a partir del siglo XVI trajo consigo la colonización de
los saberes, de los lenguajes, de la memoria y del imaginario, persiguiendo el
fin de construir una universalidad a base de la experiencia de los europeos, que
conllevó a una interpretación del tiempo y del espacio en torno a esa
experiencia particular, convirtiéndose este supuesto básico en un aspecto
excluyente de toda cultura que no fuese la europea. Este universalismo
eurocéntrico excluyente, mantiene el principio que a diferencia de los pueblos
que son portadores históricos de la razón universal, las naciones bárbaras y sus
habitantes carecen de soberanía y de autonomía. De esto parte el diseño de una
sociedad que coloca como patrón de referencia a la especificidad histórico-
cultural de la España como modelo de superioridad y universalidad.

7
Podemos decir al respecto de estos asuntos referidos anteriormente, que:
Estas situaciones y prácticas se inscriben en los conceptos del colonialismo
(1492-1824), semicolonialismo (1824-1930) y el neocolonialismo (1930 hasta
hoy). El imperialismo marca negativamente estas relaciones desde 1880 hasta
nuestros días. Tales conceptos revelan que a partir de 1492 se perdió la libertad y
la autonomía de este mundo (llamado hoy Latinoamérica o Nuestra América); no
somos independientes (en este sentido somos dependientes), y estamos violenta y
compulsivamente, sometidos a la explotación, descapitalización y
desnacionalización con graves pérdidas de todo tipo de recursos (que no pueden
ser utilizados para nuestra liberación pues son monopolizados por los
dominadores internos e internacionales) (L. Cipriano Rodríguez citado en Cátedra
Pio Tamayo, 1992, pp. 75-76).

59
Ese modelo dispone imponer a los pueblos de América la forma de
construir sus nuevas sociedades, atendiendo a los requerimientos de los
conquistadores y colonizadores.

Una forma de organización y de ser de la sociedad, se


trasforma mediante el dispositivo colonizador del saber en la
forma “normal” del ser humano y de la sociedad. Las otras
formas de ser, las otras formas de organización de la sociedad,
las otras formas del saber, son transformados no sólo en
diferentes, sino en carentes, arcaicas, primitivas, tradicionales,
premodernas. Son ubicadas en un momento anterior del
desarrollo de la humanidad, lo cual dentro del imaginario del
progreso enfatiza su inferioridad. Existiendo una forma
“natural” del ser de la sociedad y del ser humano, las otras
expresiones culturales diferentes son vistas como esencial u
ontológicamente inferiores o imposibilitadas por ello de llegar
a “superarse” y de llegar a ser modernas (debido
principalmente a la inferioridad racial). Los más optimistas las
ven como requiriendo la acción civilizadora o modernizadora
por parte de quienes son portadores de una cultura superior
para salir de su primitivismo o atraso. Aniquilación o
civilización impuesta definen así los únicos destinos posibles
para los otros (Lander, 2000, p. 24).

Este modelo de sociedad construye a su vez un enfoque de su historia que


también atiende al universalismo planteado, denominada por algunos autores
opuestos al modelo como “Historia Oficial”, en la cual, la manera de excluir a
aquellas sociedades que no se ajustan al patrón es calificándolos como
“Pueblos sin Historia”. La historia oficial resalta los personajes y los sucesos
acaecidos durante los últimos 500 años, lo que representa una milésima parte
de toda la historia acontecida en la región venezolana que llega alcanzar la
cifra de 15.000 años de vivencias de los pueblos aborígenes por estos parajes
geográficos.

Durante el transcurrir de 15.000 años, se edificaron los diversos modos de


vida o patrones culturales, que tomaron identidades étnicas que dejaron huellas
imborrables durante el desarrollo histórico y que permitieron ser la base
fundamental de la diversidad cultural presente en las diferentes regiones de la

60
Venezuela contemporánea. Esos modos de vida recogen años de experiencias
producidos en la relación del hombre indígena con su entorno natural, con su
grupo social, con sus necesidades vitales y culturales.

La antropóloga Fulvia Nieves, en el “libro de los No descubiertos” (1992)


establecía que:

Hay que rechazar la idea de los mal llamados ‘Pueblos sin


Historia’, de los pueblos que no cambian a través del tiempo, ya
que todos los grupos humanos, forman parte de la humanidad
en el proceso histórico social concreto, determinan la dinámica
que a cada uno le caracteriza en un momento específico; por
ello la historia no se define, como bien lo anota Henri Maniot
(1978): (…) “por la aplicación de una dimensión cronológica a
los hechos humanos, ni es evidente que las disciplinas históricas
y la enseñanza pertinente que propone sobre los movimientos
de las sociedades, estén siempre apegadas a las raíces de un
tiempo lineal regularmente medido y descendido. (p.162)

Los pueblos que habitaron el territorio venezolano y por ende la Región


Histórica de Caracas, sí son pueblos con historia, con una que tiene la
acumulación de experiencias de 15.000 años, que fue capaz de estructurarlos
culturalmente para subsistir a través de la relación medioambiental, que los
conllevó a crea sus propias inventivas tecnológicas, sus organizaciones
sociopolíticas y económicas, y sus propias creaciones ideológicas. Aspectos
que les permitió formar sus propias identidades como pueblos y de esa manera
fueron capaces de transmitir rasgos culturales de generación en generación,
hasta llegar a convertirse en pilares fundamentales de la identidad cultural del
venezolano en general y del caraqueño en particular en tiempos actuales.

Los resultados que hasta los actuales momentos han ofrecido las
investigaciones de índole arqueológica y etnohistórica […]
fundamentadas en el estudio y comprensión de un proceso de
fusión de etnias y de patrones de vida, han demostrado que el
devenir de una Nación sólo puede entenderse enmarcándola en
la coyuntura propia de cada grupo o sociedad, sin desprenderse
de la dimensión espacial y temporal que le da especificidad, lo
cual en términos históricos podemos llamar “Historia regional”,

61
donde lo aborigen “prehispánico” no es un elemento extraño
sino por el contrario la raíz o fundamento de la sociedad
nacional y por ende de la identidad cultural de cada pueblo
(Ibid. pp.164-165).

Es por ello, la enorme importancia que representa el estudio etnográfico de


los pueblos indígenas que habitaron la Región Histórica de Caracas, cuyos
rasgos culturales son el fundamento de la identidad de los pueblos que habitan
en la actualidad en esa región. Dicho estudio acrecienta la comprensión de la
historia regional, a través del entendimiento de las dinámicas histórico-
culturales que representaron las coyunturas por las que vivieron esos pueblos
en el pasado.

Es necesario plantearnos y perfeccionar una óptica distinta a la que ha


prevalecido en los últimos 500 años de historia. Fulvia Nieves al respecto
propone lo siguiente:

Descubrir hoy este mundo bajo una óptica distinta a la que ha


prevalecido en 500 años de historia, constituirá el camino que
nos brinda la respuesta acertada ante la actual crisis y la
oportunidad de afianzar la autenticidad de nuestro pueblo, como
realidad cultural con marcado origen indígena en el contexto
latinoamericano, que demuestre lo que el mundo actual le debe
al mundo aborigen (Ibid., p. 166).

La nueva óptica debe comenzar a crearse ya, y por ello a través del
presente trabajo de investigación pretendemos colaborar con ello. Se plantea
crear categorías conceptuales y de definición que de manera objetiva den
luces sobre la participación en el escenario histórico de aquellas pueblos, cuya
participación les fue negada por la “historia oficial”, permitiendo así conocer
la otra historia, la de aquellos que en el caso de las regiones de la América, la
han realizado durante casi 15.000 años y han dejado tus testimonio para la
posteridad.

62
Las categorías de “precolombino”, “prehispánico”, “postcolombino”,
“posthispánico” e “Indohispano” atienden a visiones, posturas y políticas
colonialistas impuestas por el eurocentrismo y muy usadas en la literatura
histórica, antropológica y arqueológica, que no tienen más que la clara misión
de asentar lo hispánico como eje central y motriz de nuestro desarrollo
sociocultural, negando casi de manera absoluta el aporte fundamental de otras
culturas, entre ellas la autóctona indígena. Para la presente investigación, no
existieron en nuestra historia “pueblos precolombinos” o “pueblos
prehispánicos”, sino por el contrario, lo que siempre existieron fueron pueblos
ancestrales indígenas portadores de un glorioso pasado lleno de vivencias,
creaciones y aportes culturales muy diversos.

De ahora en adelante y a lo largo de la presente obra, se referirá a los


pueblos que en el pasado habitaron lo largo y lo ancho de la geografía del
actual territorio venezolano, y por ente de Región Histórica de Caracas, como
los Pueblos Ancestrales Indígenas y al hecho del mal llamado
“Descubrimiento”, se le denominará con la categoría de “el momento histórico
de la invasión europea sobre las tierras de los pueblos indígenas”. De esta
forma se eleva a estos gloriosos antepasados al sitial que siempre debieron
tener ante la historia, el de pueblos que vivieron durante milenios en estás
tierras, conservando la naturaleza, poseyendo una gran cultura y realizando
grandes aportes no solo a los habitantes de la actual Venezuela, sino también
del mundo.

Otra postura epistemológica importante para esta investigación la


constituyó la contenida en la obra titulada “Formación Histórico Social de
Venezuela”, producida por el Equipo Socio-histórico del Centro de Estudios
para el Desarrollo (CENDES) de la Universidad Central de Venezuela, bajo la
coordinación del historiador Germán Carrera Damas, publicada en 1981, en la
que se plantean y desarrollan una serie de objetivos para el prediagnóstico
histórico del país, siguiendo una igual metodología que para el caso de

63
América Latina se produjo a través de la obra titulada “Formación Histórico-
Social de América Latina”, terminada en 1977, como producto del proyecto
de investigación denominado “Desarrollo y Dependencia de América Latina”,
y auspiciado por la misma institución y el mismo equipo de investigadores
referidos.

En la obra citada, el Equipo Socio-histórico del CENDES se planteó y


contrastó una serie de hipótesis, de diverso nivel de cobertura, con el fin de
permitir la reelaboración crítica de lo esencial del conocimiento obtenido
sobre el proceso sociohistórico de Venezuela.

Fundamentalmente, se trata de fomentar una interpretación del


acaecimiento sociohistórico de Venezuela, desde un punto de vista global e
integral, que considera tanto el proceso histórico mundial como la
particularidad de la realidad venezolana. De esa forma, el conocimiento
producido permitiría proveer un suministro útil e importante para el diseño del
diagnóstico de la realidad venezolana.

En ese trabajo se puede inferir que los iberos en su relación inicial con el
hoy llamado territorio venezolano, establecieron núcleos denominados
primeros y primarios de explotación económica, a través de un proceso que
los investigadores llaman “implantación”. “Las actividades de captación de
riqueza ya generada por la base indígena consistieron, como indica su
denominación, en la obtención de esa riqueza directamente de manos de sus
poseedores, sin explotar las fuentes productoras” (CENDES, 1993, p. 27).

Los invasores hispanos se dedicaron al principio de su estadía en el


territorio, antes de proceder a estructurar a la futura sociedad colonial por
medio del universalismo eurocéntrico, a explotar la riqueza no directamente
de las fuentes naturales de recursos, sino por el contrario de las manos directas
de las bases indígenas. Esto los conllevó, que se implantaran sobre las

64
creaciones de los autóctonos, estableciendo sus poblados en los mismos
lugares donde estaban ubicados los asentamientos aldeanos de los indígenas,
utilizaran las calzadas o caminos construidos por éstos, se aprovecharan de la
producción de sus agriculturas, de sus minerías, y de sus actividades de caza y
pesca. Tal es el caso en la Región Histórica de Caracas, donde la ciudad
fundada por los conquistadores es construida en el mismo sitio donde estaba
asentada la aldea de los Toromaynas y el que más tarde se denominaría
Camino Real que comunicaba a Caracas con la zona costera del litoral central,
fuese también realizado sobre el camino que los indígenas habían construido
con iguales fines. De esa manera los invasores utilizaron toda la caminería
indígena de comunicación y emplearon los mismos recursos tanto hídricos,
provenientes de río Guaire y sus afluentes, como los suelos fértiles de los
campos agrícolas, la vegetación y la fauna cuya explotación por parte de los
indígenas ya estaba en marcha.

Todo lo anterior tiende a demostrar la trascendencia de la base indígena,


como formación social perfectamente adaptada a la explotación y
aprovechamiento de los recursos naturales, de un medio ambiente con el que
estuvieron relacionados por casi 15.000 años. Su importancia en relación con
el tema que nos ocupa, amerita un tratamiento detallado. Ese es el objetivo de
las siguientes partes de este trabajo de investigación.

65
SEGUNDA PARTE

LA REGIÓN HISTÓRICA DE CARACAS COMO


ESCENARIO GEOGRÁFICO DE LOS PROCESOS
CULTURALES DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS
ANCESTRALES

En esta segunda sección, se pasará a estudiar los procesos dentro de un


ámbito espacial. Los actores vienen a ser representados por los pueblos indígenas
ancestrales que habitaron la región antes del 1567 y el escenario lo representa la
Región Histórica de Caracas. Dentro de este marco geohistórico, estudiamos el
acontecer indígena de esos tiempos, donde evaluamos el uso del espacio, el
aprovechamiento de los recursos naturales y el desarrollo de las culturas
autóctonas de esa época. Se ha tomado en cuenta, de manera fundamental, para la
realización del estudio de la región citada y la facilidad de la interpretación de sus
aspectos, lo referente a la percepción que del espacio tenían los pueblos
originarios.

66
2.- ASPECTOS GENERALES DE LA REGIÓN HISTÓRICA DE
CARACAS EN TIEMPOS DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS
ANCESTRALES.

La Región Histórica de Caracas, delimitada metodológicamente para su


estudio en la sección anterior, fue objeto de una amplia investigación, a través de
la cual se determinaron sus aspectos de ubicación geográfica, origen geológico y
geomorfológico, clima, relieve, hidrografía, suelos, fauna, flora y recursos
minerales. Estos aspectos son fundamentales en las relaciones etnoecológicas de
los pueblos indígenas ancestrales que la habitaron en el pasado, los cuales serán
descritos con profundidad a continuación.

2.1.- CARACTERÍSTICAS GEOGRÁFICAS DE LA REGIÓN


HISTÓRICA DE CARACAS.

La Región de Histórica Caracas está situada en la parte centro-norte


de Venezuela, ubicada entre los paralelos 100 33’ 36” y 100 19’ 25” Norte y
los meridianos 660 40’ 00” y 660 10’ 00” Este. Limita al Norte con el Litoral
Central; al Sur, con los Valles del Tuy; al Este, con los Valles de Guarenas y
Guatire; y al Oeste, con los Valles de Aragua y Carabobo (Ver Mapa No
1.2). Ella posee una diversidad de aspectos geofísicos y de recursos
naturales, que permitieron durante milenios los asentamientos humanos y el
desarrollo de sus culturas. Dichos aspectos geofísicos y ecológicos que la
caracterizan, se pasan a describir a continuación.

La región objeto de nuestro estudio está inmersa dentro de los


límites de lo que se conoció, en el siglo XVI, como la Provincia de Caracas,

67
de la cual Pimentel en su relación de 1578 determina la extensión de dicho
espacio geográfico y el origen de su nombre, manifestando que:
... esta provincia de Caracas tiene de Oriente a poniente como
treinta y cinco leguas y de norte a sur como veinte y cinco leguas
de la mar a los llanos llamase todo esta provincia generalmente
entre españoles Caracas por que los primeros cristianos que a
ella vinieron con los primeros indios que hablaron fue vna
nación que se llamaba caracas que esta en la costa del mar y
aunque en esta provincia ay otras naciones yndios demas
cantidad que los caracas ... tomo el nombre de esta provincia de
los caracas por lo arriba dicho y esta nación de indios caracas
tomo este nombre por que en su tierra ay muchos bledos que en
su lengua se llaman caracas (Pimentel, 1927a, pp. 231-232)

2.1.1.- ORIGEN GEOLÓGICO Y GEOMORFOLOGÍA.

La región en estudio se formó hace millones de años, como


consecuencia de procesos geológicos que siguen actuando en su evolución.
Su origen se remonta a los finales del Cretáceo, hace unos 78 millones de
años, cuando se origina la Serranía del Litoral, siendo más reciente la
formación de la Serranía del Interior, la cual, emerge hace 12 millones de
años durante el Plioceno. Se formó entre ellas depresiones, que
posteriormente, junto a la acción erosiva del río Guaire y sus afluentes
durante el cuaternario reciente, darán origen a la formación del Valle de
Caracas, el Valle de Macarao, los valles de los Altos Mirandinos y otros
(ver Mapa No 2.1) (Guevara Díaz, 1983).

Los procesos orogénicos que dieron origen a esos valles están


compuestos por un sistema de fallas, el cual se originó en el Cretáceo
Inferior. Éste produjo el choque de la placa tectónica del Caribe contra la
placa tectónica continental, provocando inicialmente una compresión lenta
en dirección Noroeste-Sureste, la cual plegó y fracturó los sedimentos

68
modelando de esta forma la estructura actual. A finales de este período y
durante el Terciario Inferior, se intensifican estos procesos orogénicos

69
70
responsables del levantamiento del bloque de El Ávila (Wehrmann, 1972 visto en
Villarroel, 1974).

Con el levantamiento del bloque caribeño se origina la formación


de la Cordillera de la Costa, que integran la Serranía del Litoral, la
Serranía del Interior y los valles intermedios (Guevara, 1983). La Serranía
del Litoral posee una altura de 2.765 m.s.n.m. en su pico más alto
denominado Naiquatá. Geológicamente es un macizo constituido por
formaciones de granito y gneises, estos materiales son resistentes a la
erosión, debido a esto, esta formación montañosa no ha sido erosionada en
mayor cuantía a través del tiempo.

Por el contrario, la Serranía del Interior, la cual cierra los valles


intermedios por el Sur, posee una altura de 1.200 m.s.n.m. y está
constituida por rocas muy metamórficas, conglomerados, cuarcitas,
calizas, esquistos calcáreos grafitosos y micáceos. La presencia de
conglomerados demuestra que estos terrenos son de formación
sedimentaria (Vila, 1947).

Los valles intermedios son de dos tipos que podemos llamar Valles
menores y valles mayores. Los valles menores, entre los que se encuentran
el de Macarao, los de Altos Mirandinos, el Hatillo, Alto Hatillo y el de
Baruta, situados en las inmediaciones de la Serranía del Interior, son
originados por la erosión de los afluentes del río Guaire, asumen la forma
de “V” como evidencia de la acción fluvial. En el caso de los valles
mayores, que lo viene a representar el Valle de Caracas, es de origen
tectónico asumiendo una forma trapezoidal, debido a la acumulación
constante de los aluviones que provienen de las montañas (ver Fig. 2.1).

71
72
Desde el punto de vista geomorfológico, otro factor que influye en
el modelamiento de la región es el clima, especialmente los ciclos de
precipitaciones pluviales en las partes altas de las montañas, en donde el
agua de escorrentía arrastra los sedimentos desde la parte alta de las
mismas hasta las zonas bajas donde la pendiente es menor, provocando
acumulaciones de aluviones en forma de conos. Aunado a esto, está la
erosión causada por el río Guaire y sus afluentes, cuyas corrientes de agua
han ido erosionando la composición rocosa y han depositado, a lo largo
del tiempo, los sedimentos en los fondos de las depresiones. Este proceso
de erosión ha formado terrazas en la parte Norte del río, desapareciendo
las mismas hacia la parte Sur, esto debido a la poca consistencia del
terreno, que permitía una acción erosiva con mayor intensidad. Esto hace
que el Valle de Caracas sea un valle fluvial.

Según Alfred Zinck (1980), un valle fluvial es aquella porción de


espacio que es relativamente plana y alargada, situada entre dos áreas de
relieve más altas, la cual tiene como eje un río principal y sus
correspondientes cursos de aguas secundarios. De acuerdo a esto, el Valle
de Caracas por su relación con el río Guaire y sus afluentes, cumple esas
características, que permiten clasificarlo dentro de ese renglón. “El río
Guaire nace en la Cordillera de la Costa, corre por un curso de origen
tectónico y su corriente ha excavado el Valle de Caracas” (Villarroel,
1974, p. 26)

El proceso de origen geológico de la región es causado por fallas


tectónicas. Entendiéndose por falla tectónica el quiebre de la corteza
terrestre provocado por las fuerzas del movimiento de las placas tectónicas
del planeta. Estas fallas tienen también una gran influencia en el modelaje
del paisaje.

73
Haciendo referencia al Valle de Caracas, se puede decir que “es un
graven asimétrico limitado por fallas Este-Oeste, pronunciadas al Norte y
menos pronunciadas al Sur, en el que se intercalan abanicos fluviales
morfoclimáticos, depósitos lacustres y fluviales” (González de Juana,
1980, p 699).

El sistema de fallas geológicas que influyen en la región en estudio,


se encuentra formado básicamente por tres fallas importantes, que a saber
son: la Falla de San Sebastián, la Falla de Tacagua-El Avila y la Falla de
La Victoria (ver Fig. 2.2). La Falla de San Sebastián es submarina, ubicada
en el Mar Caribe, paralela a la costa y a la Serranía del Litoral,
perteneciendo al grupo de las fallas del mencionado mar y es una de las
tantas donde acontece el choque de la placa tectónica del Caribe con la
placa tectónica del continente suramericano. La Falla de Tacagua-El Ávila,
es la más predominante para la región, ya que en ella se enclava el curso
del río Guaire y es parte del horst de la Silla de Caracas, orientada en
dirección Noroeste-Sureste. Esta falla es la que representa el mayor riesgo
sísmico para los habitantes del valle. Por último, la Falla de La Victoria,
ubicada al Sur de las dos fallas anteriores, orientada con dirección
Suroeste-Noreste, se encuentra asociada a la Serranía del Interior. En
cuanto a sus fallas geológicas podemos decir que unas zonas del valle son
más inestables que otras.

Los deslizamientos que sufre el sistema de fallas, anteriormente


descrito, han producido a lo largo del tiempo, numerosos movimientos
sísmicos en el Valle de Caracas. Esto hace suponer, que los pueblos
indígenas ancestrales que habitaron la región sufrieron un sin número de
movimientos sísmicos que pudieron haber colocado en peligro sus
subsistencias.

74
75
El tiempo en que suceden los grandes cambios geológicos y
geomorfológicos trascienden al tiempo humano. Muchas generaciones
humanas se suceden en una era geológica, por lo cual, ellas sólo pueden
presenciar eventos geológicos y geomorfológicos poco trascendentales
para lo que significan un cambio en ese marco temporal.

Sin embargo, los casos en los cuales las poblaciones humanas


pudieran estar presentes frente a un determinado evento de esa naturaleza,
puede ser catastrófico en términos de pérdidas humanas y materiales.
Entre esos eventos geológicos se encuentran los terremotos o movimientos
sísmicos que causan movimientos en masas, que por lo general se traducen
en corrimientos de rocas y deslizamientos de tierra. En cambio, los
eventos geomorfológicos son causados por el agua como agente activador.

La evidencia de la acción de esos eventos, en el caso geológico, lo


atestigua que durante el período comprendido entre el año 1641 y el año
1967, se han registrado 6 terremotos de importancia en el valle, lo que
quiere decir que en un lapso de 326 años se ha generado un evento de este
tipo en un período de recurrencia de 54 años aproximadamente (Guevara
Díaz, 1983).

Por la parte de los eventos geomorfológicos, tenemos como


evidencia reciente el deslave hacia el litoral central, con repercusiones
sobre el Valle de Caracas, acontecido en 1999. Estos fenómenos están
directamente asociados a períodos de intensas lluvias que conjugadas a las
altas pendientes de la Serranía del Litoral, tienden a convertirse en
verdaderos eventos catastróficos para los habitantes del valle de Caracas y
de la costa. De estos eventos se tienen evidencia que han ocurrido con
cierta recurrencia, lo que permite inferir que en tiempos de la existencia de
los pueblos indígenas ancestrales, estos grupos debieron haber sido
afectados por esta fenomenología en algún momento.

76
Todo lo anterior evidencia que en el pasado esos eventos afectaron
a las poblaciones indígenas ancestrales que estaban asentadas en la región.
Los eventos tanto geológicos como geomorfológicos que hemos descrito
cumplen con períodos de recurrencia en su acción sobre el valle.

2.1.2.- CLIMA.

Para la época del siglo XVI, se tiene la siguiente descripción del


clima de la región:

... es su temperamento fresco y umedo y de muchas lluvias


comiencan jeneralmente dende mayo y acaban por diciembre
corren en ella dos vientos contrarios todo lo más del año uno
de oriente y el otro de occidente el de oriente cuenta dende las
nueve u diez horas del dia hasta las tres de la tarde viene por la
mayor parte claro y templado salvo el ynvierno que viene con
muchas aguas y este viento se llama brisa es mas ordinario que
otro ninguno el de occidente vienta a las tardes y dura hasta la
noche y dos u tres horas despues viene con neblina
emparamada aspero y desabrio porque viene de unas sierras
altas paramos y valles que estan a la vanda del poniente deste
pueblo como tres leguas es viento que lo sienten mucho los
que estan tocados de dolores de buba por venir frio y desabrio
algunas vezes vienta el sur y quando le ay es cierta el agua por
que no corre sino en invierno suelo mostrarse el cielo en este
valle todo lo más del tiempo del año nubloso de dia y de noche
ay muchas mudanzas y diferencias de tiempo por que no se ve
en doze oras el cielo este de un ser (Pimentel, 1927a: pp. 234-
235).

En esta descripción los españoles, con el lenguaje de esa época,


plasmaron en la fuente documental los elementos que caracterizaron las
condiciones climáticas de la región, tal cual como ellos las percibieron
durante su vivencia en ese ámbito geográfico.

Vease ahora, como la actual ciencia geográfica describe y explica


dichas condiciones climáticas.

77
La influencia de la zona tropical sobre el clima del actual territorio
venezolano, se manifiesta a través de dos elementos importantes que a
saber son: la isotermia y la precipitación. La isotermia, es la diferencia no
mayor de 50 C en la temperatura promedio de los meses durante el año,
siendo una característica propia de los climas tropicales. Las
precipitaciones, tienen su gran importancia como manifestación que
acontece en el mayor tiempo del año, provocada por la convergencia de
vientos cargados de humedad en el trópico.

El clima de la región en estudio, depende de varios factores como


lo son la altitud, la latitud y la presencia de altas cordilleras, que son
determinantes en los elementos climáticos como la temperatura, la
precipitación y los vientos.

El tipo del clima presente en la región está clasificado como clima


tropical con lluvia en la posición alta del sol (Guevara Díaz, 1983). Las
características generales de este de tipo de clima son sus períodos lluviosos
y secos bien definidos, asociados con temperatura alta todo el año y con la
temperatura media del mes más frío superior a 18 0 C. Haciendo referencia
a la temperatura calida presente en la región, se puede decir que “el
temperamento es templado, de modo que ni el calor molesta en el verano
ni el frío en el invierno. El clima es algo melancólico” (Cisneros, J. 1912,
p. 43). Lo melancólico del clima, puede interpretarse como la visión de
cielo gris que se produce por la alta nubosidad en períodos lluviosos.
Según Alejandro Humboldt (1799, 1800, 1801, 1802, 1803 y 1804), el
clima de Caracas se ha designado a menudo como una primavera perpetua,
esto es referente a lo agradable de la temperatura, cuyas oscilaciones no
llegan a los extremos en ninguna época del año.

En los valles rodeados de montañas, como lo son el Valle de


Caracas, el Hatillo, Alto Hatillo, Baruta, Macarao y los Altos Mirandinos,

78
se originan precipitaciones medias abundantes, donde la media anual es
de 819 mm (Troconis, H. 1993). Las lluvias se presentan en el período
comprendido entre los meses de abril a noviembre. Particularmente, en
Caracas, durante los meses de abril, mayo y junio, son sumamente
abundantes, sin embargo, el día con mayor precipitación puede presentarse
fuera de este período.

En el caso particular de los Altos Mirandinos, las precipitaciones


suelen ser alteradas por los cursos de los vientos cargados de vapor o
vientos secos. En Los Teques la precipitación media es de 1.300 mm.,
mayor que en el Valle de Caracas, siendo el mes de junio el de mayor
precipitación y la época de sequía suele ser bastante acentuada. Los pastos
y arbustos de las laderas de las montañas, sufren durante este período de
una gran sequedad, siendo un medio propenso para incendios forestales
(Vila, M., 1967b).

En lo referente a la temperatura, según las observaciones de


Humboldt, los tres meses de noviembre, diciembre y enero son muy
frescos. “A menudo en el mes de enero, una noche cuya temperatura
media es de 160, va seguida de un día durante el cual el termómetro a la
sombra se sostiene a más de 220 por 8 horas consecutivas” (Humboldt,
1941, p.319). Esta fluctuación diaria, es la característica más importante de
la temperatura de la región en estudio, aunque no se observa en los
promedios mensuales.

Según Troconis (1993), la fluctuación diaria de temperatura es de


un promedio de 110 C, pues generalmente la mínima es de 180 C. Esto es lo
que da origen a una mañana fría y a un medio día muy caluroso. Hay que
acotar, que para los tiempos en que habitaron la región los pueblos
indígenas ancestrales, las temperaturas eran más frescas. Los cambios que
ha sufrido, en las últimas décadas, el paisaje geográfico, por parte de la

79
intervención humana, ha provocado el aumento paulatino de la
temperatura.

En lo referente a los vientos, en la región se presentan dos


corrientes predominantes: la que viene del Oeste o del lado marítimo y la
que viene del Este o del interior del territorio venezolano.

Los vientos del Este y del Oeste que hacen su entrada al Valle de
Caracas pertenecen a una misma corriente que es la de los vientos Alisios
del Noreste. En su recorrido, una parte de ellos penetra a través de la
depresión de Barlovento y en el encuentro con numerosos accidentes
topográficos van descargando su humedad, hasta el momento que al llegar
al interior del valle, entrando por los lados de las Filas de Mariches, se
convierten en corrientes secas llamados vientos del Este de Caracas.

La otra parte de los vientos Alisios continúa su recorrido por el


Litoral Central, recogiendo la humedad de la zona costera, chocando
constantemente contra la Serranía del Litoral, hasta el momento en que
llega a la Quebrada de Tacagua, que es una zona donde se rompe la
continuidad del sistema montañoso. Esta quebrada le permite la entrada al
valle a estos vientos cargados de humedad, denominados vientos del Oeste
o de Catia, que traen consigo densa nubosidad y producen precipitaciones
de lluvia que son provocadas cuando alcanzan la parte alta de las
montañas, produciendo la condensación de la humedad y cubriendo de
densas nubes y neblinas La Silla de Caracas, el pico Oriental y el pico
Naiguatá. Los vientos del Oeste extienden también su influencia hasta los
valles de los Altos Mirandinos y el de Macarao. En el valle de Macarao los
vientos asumen un igual comportamiento al que tienen en el Valle de
Caracas.

80
Los vientos que hacen su entrada a los Altos Mirandinos provienen
de Los Valles de Aragua y de los Valles de Tuy, en cuyo trayecto la
variada orografía modifica el curso de los mismos.

Los vientos que predominan en el Valle de Caracas son los


denominados vientos del Este, que cuando llegan a la región, a través de
su condición seca, permiten despejar la nubosidad provocada por los
vientos del Oeste.

2.1.3.- RELIEVE E HIDROGRAFÍA.

Se debe comenzar exponiendo como concibieron, los españoles del


siglo XVI, el aspecto del relieve y de la hidrografía de la región y para ello
citamos a continuación el relato de Pimentel en 1578, el cual dice que:

Esta provincia de Caracas es un pedazo de sierra de la qual


dende ella llega al piru y viene la cordillera della de hazia
oriente y asi corre casi al poniente, y viene la cordillera della,
es tierra alta aspera y por la mayor parte montuosa y de
muchos arroyatos y quebradas que llevan agua siempre tiene
dos rios principales el uno y menor dellos pasa cerca desta
ciudad de Santiago de Leon menos que medio quarto de legua
a la parte del sur llamasse guayre nombre de los naturales no
se sabe por que causa el otro mayor se llama tuy va por medio
de esta provincia recoge las mas aguas della nacen estos dos
rrios en esta cordillera de sierra como ocheo leguas desta
ciudad a la parte de poniente vanse a juntar estos dos rios en
unos llanos que dizen de salamanca nombre que les puso ansi
un capitan como doze leguas desta ciudad y de alli va a
desembocar en la mar del norte como cinco u seis leguas del
cabo de la codera, al oriente el rrio guayre pierde el nombre en
entrando en el tuy y este le guarda dende que nace hasta la mar
(Pimentel, 1927a: p. 235).

81
En este relato se encuentra una descripción de la hidrografía y de
las cordilleras que conforman nuestra región en estudio, arrojando datos
importantes sobre sus ríos principales en cuanto a su ubicación y trayecto
de sus causes.

A continuación, vease la descripción que aportan los modernos


estudios geográficos sobre los mismos aspectos.

El relieve al Norte de la Región Histórica de Caracas, que


corresponde a la Serranía del Litoral, cuyo nombre original dado por los
indígenas es Guaraira-Repano, presenta una altitud entre los 2.640 m.s.n.m
en la Silla de Caracas y 2.765 m.s.n.m en el pico Naiquatá (ver Mapa 2.1).
Los picos de El Ávila le dan al paisaje del Valle de Caracas características
muy singulares, de tal forma lo refiere Humboldt: “La poca extensión del
valle y la proximidad de los altos montes del Ávila y la Silla le dan a la
posición de Caracas un carácter tétrico y serero [sic] ... Las montañas son
entonces de gran belleza: durante un ciclo puro y sereno se ven las dos
cúpulas o pirámides de la silla y la cresta dentada del cerro el Ávila ...”
(Humboldt,1799, 1800, 1801, 1802, 1803 y 1804, pag.317)

Al sur del Guaraira-Repano se encuentra el Valle de Caracas, cuya


longitud desde Antímano a Petare es de 25 Km, la altitud media de 900
m.s.n.m. y una anchura aproximada de 5 Km (Guevara, 1983). Lo
empinado de la pendiente de la serranía norte del valle no permite su
poblamiento, razón por la cual, los asentamientos de mayor importancia de
la región se han establecido en el fondo del valle, por ser éste la zona más
amplia y relativamente plana.

Al este del área en estudio se encuentra la Fila de Mariches


desarrollándose en dirección noroeste, con la misma orientación
disminuye en altitud desde los 1600 a los 260 m.s.n.m., separa las aguas

82
del Río Guaire y del Río Grande o Caucagua, y al mismo tiempo
constituye un importante obstáculo para los vientos del Este (Vila, 1967b).

Los montes al sur y oeste del valle de Caracas esta alineados en una
dirección más o menos noreste, siguiendo el rumbo de la estructura
geológica presente en el área. Son mas bajos que la Serranía del Ávila y
tiene declives menos pronunciados y presentan valles angostos, la mayoría
de los cuales son paralelos a las filas de los montes. Sin embargo, algunos
son transversales (Dengo, 1951). Este conjunto se inicia al sur del valle de
Caracas y termina con el corte producido por el cauce del río Tuy (Vila,
1967a).

Se encuentra dentro de este grupo de montes, los valles menores de


de Baruta y el Hatillo y los correspondientes al conjunto montañoso de los
Altos Mirandinos, que se compone por los valles de San Pedro, Los
Teques, San Antonio y San Diego. Los montes continúan hasta llegar a la
parte alta del río El Valle, cortada del Guayabo y río Charallave. Por estos
lados las penillanuras y las laderas no son excesivamente pronunciadas y
los valles de las corrientes fluviales permitieron poblamientos de
importancia (Vila, 1967b).

Al norte del conjunto montañoso anteriormente referido se


encuentra el valle fluvial de Macarao, que está rodeado de un relieve
abrupto, cuyas laderas le dan la forma de “V” (Vila, 1956). Lo atraviesa de
este a oeste el río Macarao, el cual al encontrarse con el río San Pedro a la
altura de las Adjuntas, dan origen al río Guaire (ver Mapa 2.1).

El río Guaire es el más importante de la región, se dirige después


de su nacimiento en dirección este hasta la Cuesta de Auyamas y luego se
dirige al sur desembocando en el río Tuy, a la altura de Santa Teresa del
Tuy, cuyas aguas de confluencia terminan desembocando en el Mar Caribe

83
84
en la zona de Paparo. Anteriormente, el río Guaire debe haber corrido más cerca
de la zona de fallas, y más o menos paralelo a ellas.

En lo referente a la apariencia del río Guaire en tiempos pasados,


Eduardo Róhl (1948), comenta que: “el río Guaire, como una cinta de
plata, serpenteaba por entre los campos de verde claro hasta desaparecer
en la lejanía” (Rohl, 1948, pag.103), lo que hace referencia a la belleza y
pureza de la aguas de este río y lo importante de su presencia dentro del
Valle de Caracas.

Es importante resaltar el aprovechamiento que se le daba al río por


los habitantes indígenas del Valle de Caracas. Estos utilizaban sus aguas
para actividades productivas en lo social, económico, tecnológico e
ideológico.

Entre los principales tributarios del Guaire, que bajan por la


vertiente sur del Guaraira-Repano, cortando los profundos valles en “V”,
se encuentran:

- El Río Catuche, que se inicia al pie de las culebrillas (1807 m.s.n.m.).


Recibe por el oeste la quebrada El Cedro y mas abajo por el oeste la
quebrada Las Mayas. Se pone en contacto con la ciudad a la altura de
Puerta de Caracas y fue uno de los principales surtidores de agua para los
habitantes del valle, desemboca en el río Guaire (Vila, 1967a).
- El Río Anauco, nace al pie de la fila maestra en las cercanías de la
Boca de Tigre (1.897 m.s.n.m.). Recibe por el oeste la quebrada El
Guayabal, Bosua y río Gamboa, en el cual se reúnen las aguas de las
quebradas Ño San Juan del Carmen, El Pelón y Las Beatas. Al río Arauco
le llegan por el Oeste las aguas del río Cotiza y por el sur la quebrada
Caraballo (Vila, 1967a).

85
- El Río Tócome, se origina al este de la fila maestra del Ávila (2.300
m.s.n.m.). Recibe por el oeste la quebrada Guayabal y atraviesa los
Chorros (Villarroel, 1974).

Otros ríos de importancia son el río Cotiza, el río Caurimare y el río


Gamboa.

Entre las Quebradas que llegan por la misma vertiente destacan:


- Quebrada Caroata, que se forma al pie del Topo Las Piñas (1360
m.s.n.m.), se haya en el ramal orográfico que avanza de oeste a este hasta
el calvario. Pasa por Catia formando una gran curva antes de entrar al
viejo casco de Caracas por el norte y desemboca al Guaire en las cercanías
del Paraíso.
- Quebrada Chacaito, nace en la fila maestra de la cordillera a los 2000
m.s.n.m. y desemboca en el Guaire a la altura de lo que hoy es Bello
Monte.
- Quebrada Sebucán, nace en la Serranía norte a los 1800 m.s.n.m., en su
trayecto pasa por lo que es actualmente la Urbanización Sebucán y luego
confluye al Guaire a la altura de la Carlota (Ibidem).

De igual manera existen otras quebradas importantes como los son,


Agua Salud, Polvorín, Maripérez, Los García, El Ávila, Quintero, Pajarito,
Tenería, La Julia o La Camburí, Pasaquire, Galindo, La Cortada y La
Váquira, que de igual forma drenan hacia el Sur y tienen sus nacientes a
una altura que oscila entre los 1.500 m.s.n.m. y 2.000 m.s.n.m (Vila,
1947).

Por el este, desde la Fila de Mariches también llegan diversas


quebradas como lo son: Arenosa, Siquire, Picacho, entre otras. (Vila,
1967a)

86
Por el sur el río Guaire también tiene importantes afluentes, ya que
su principal tributario dentro de la región viene en esta dirección, es el río
El Valle, que nace en la cortada del Guayabo con rumbo norte-sur.
También se encuentran en este sector sur los ríos Macarao y San Pedro
(ver Mapa 2.1). El primero nace en el Cerro de Las Peonías y recibe como
tributarios una serie de quebradas como son Sabaneta, Aguare, Las
Marías, Llano de Cura, El Cajón y Los Indios (Vila, 1956). El río San
Pedro nace en el cerro Los Canjilones, al norte de la población de El
Jarillo, en su recorrido pasa por los valles de San Pedro y los Teques, en
dirección sur hasta encontrarse con el río Macarao, para dar origen al
Guaire, como ya se refirió anteriormente.

Entre otros tributarios importantes del Guaire, que vienen desde el sur
se encuentran el río La Vega y la quebrada Baruta.

2.1.4.- SUELOS

Los suelos del área de estudio son generalmente aluvionales y de


origen cuaternario, principalmente en los fondos del valle de Caracas y de
los demás valles secundarios. Debido a la acción erosiva de los ríos y a la
escorrentía de las lluvias, existen grandes cantidades de sedimentos
depositados en los fondos del valle, donde posteriormente, los ríos y
quebradas, que llegan a los diferentes valles, cortan sus propios
sedimentos aluvionales.

Estos suelos han sido clasificados como suelos del orden zonal,
dentro del gran grupo de suelos color marrón rojizo lateríticos propios de
la zona norte del país. En donde, debido a su clima tropical menos lluvioso

87
con respecto a otras zonas del país, han tenido un proceso de laterización
menos intenso (Villarroel, 1974).

En el piedemonte del Ávila, al norte de Chacao y al noreste de


Guatire, los suelos son de ladera baja cubiertos de pajonales y árboles en
las quebradas, donde no se nota la erosión y conservan poco la humedad.

La Fila de Mariches presenta suelos fértiles con potencialidades


agrícolas sí se evita la erosión. Abundan en esta área las formaciones
boscosas, beneficiadas por un régimen pluvial bastante permanente a lo
largo del año.

En el sector oriental del valle de Caracas y en el sector de los Altos


Mirandinos los suelos de los valles son profundos y en las montañas los
suelos son de origen vegetal, de poco grosor y con tendencia a la erosión.
(Vila, 1967b).

En el valle de Macarao, los suelos de fondo de valle son


aluvionales como todos los demás valles menores de la región en estudio.
En la ladera norte, los suelos presentan una capa de humus poco profunda
y en la ladera sur las rocas son duras y no se retiene la humedad. (Vila,
1956).

Las laderas de la serranía del interior no son aptas para cultivos,


debido a la inclinación que presentan y se encuentran cubiertos con selvas
veraneras debido a la pluviosidad.

88
2.1.5.- FLORA.

Se ha de entender por flora al conjunto de especies vegetales que


crecen en determinado medio o región. Ésta posee 4 tipos de niveles: el
herbáceo, el arbustivo, el arbóreo y el criptogámico. La flora herbácea, se
caracteriza por su baja altura, generalmente menor a un metro, posee una
densidad de carácter uniforme u homogéneo, y la constituyen especies de
plantas cuyas fisonomías son endebles y no leñosas. La flora arbustiva, se
caracteriza por tener una altura promedio de 4 metros, cuyo tallo es leñoso
y ramificado desde la base, teniendo una densidad heterogénea o irregular.
Las plantas que pertenecen a esta tipología morfológicamente tienden a no
ser simétricas. La flora arbórea, se caracteriza por poseer tallo,
ramificaciones, copas y hojas. El tallo es generalmente alto y superior a los
cuatro metros, aunque su tamaño varía de acuerdo a su edad. Su densidad
tiende a ser homogénea. La flora criptogámica, se caracteriza por carecer
de flores o que no tienen órganos sexuales a simple vista, crecen en
lugares sombríos, sobre afloraciones rocosas, cortezas de árboles, el suelo
y hasta dentro del agua. Entre las especies que constituyen a las plantas
criptógamas se encuentran los líquenes, hongos y musgos.

Los niveles de flora a los que hemos hecho referencia, constituyen


la formación vegetal de una región o espacio particular. La distribución y
extensión de estos niveles varía según las condiciones climáticas, edáficas,
geomorfológicas y topográficas, así como también por la forma de
dispersión de las especies. Estas condiciones forman zonas con
características apropiadas para el desarrollo vegetal.

Es importante mencionar que los niveles de flora no son cien por


ciento homogéneos, existen especies vegetales que comparten las mismas
condiciones para desarrollarse. En cada piso altitudinal pueden existir
varios niveles de flora. A medida que aumenta o disminuye la altura, hay

89
factores climáticos cambiantes asociados como lo son la temperatura, la
presión, la disminución de oxígeno, entre otros, que influyen en un
proceso de adaptación de las especies vegetales, lo que conlleva a que en
cada piso altitudinal exista un determinado tipo de vegetación.

En la región en estudio se encuentran los siguientes pisos


altitudinales: Sabanas, Selva veranera, Selva de transición, Selva nublada,
Selva de galería y Sub-páramo.

Los recursos de flora que están ubicados en esos pisos altitudinales


fueron inventariados no en su totalidad, sino más bien atendiendo al
criterio de la importancia y uso que pudieron haber tenido por parte de los
pueblos indígenas ancestrales que habitaron la Región Histórica.

Comenzando la descripción de estos pisos altitudinales, iniciaremos


con los de tipo sabana. A este respecto Lacoste y Salanon, en su libro
“Biogeografía” publicado en 1973, definen la sabana y comentan sobre el
origen de la misma, señalando que son “Extensos territorios de la zona
intertropical, están ocupados por formaciones herbáceas altas y densas,
muy a menudo sembradas de árboles o arbustos de talla variable, a las que
se ha dado el nombre de sabanas” (p. 234) El origen de las mismas es
considerado como un punto polémico en el ámbito científico, ya que por
mucho tiempo se pensó que factores climáticos eran determinantes en sus
formaciones, pero en la actualidad se conoce que la influencia ejercida por
el hombre ha tenido que ver con el origen de las mismas a través de la
destrucción de los bosques o selvas.

Según Vareschi (1968), los estudios palinológicos aplicados a los


suelos de la región evidencian que en tiempos pasados existieron en el
lugar de las actuales sabanas densas selvas, cuya extinción se le atribuye a
las actividades humanas de tala y quema. De esta manera se explica la

90
existencia de amplias áreas de sabanas en el Valle de Caracas, de
aproximadamente un 30 a un 50 % de extensión, ubicadas en las laderas
meridionales del Ávila, de La Silla de Caracas y del pico Naiguatá (Pereira
y Aso, 1984).

Entre las especies vegetales que se encuentran en las áreas de


sabanas y que fueron utilizadas por nuestros ancestros indígenas, tenemos
las siguientes: fríjol (Vigna unguilata) (Biord, 1995, p. 249); caraota (Ph
vulgaris) (Tello, 1968, p. 21); mapuey (Discorea trifida y la Draba
empetroides) (Biord, 1995, p. 250); ocumo (Xanthosoma saguittifolium)
(Tello, 1968, p. 21 ); yuca (Manihot suculaenta y M. dulcis) (Ibid., p. 21);
auyama (Curcubita maxima, C. moschata) (Biord, 1995, p. 248); capazo o
capacho (Canna indica) (Tello, 1968, p. 21); algodón (Gossypium
hirsutum y G. barbadense) (Biord, 1995, p. 248), y el maní (Arachis
hipogea) (Tello, 1968, p. 21), todas estas especies eran cultivadas como
alimentos por los indígenas.

Las siguientes especies vegetales son de uso medicinal: El piñón o


Mechoacan (Jastropha curcas) (Tello, 1968, p. 25) de efectos eméticos o
vomitivos; el tabaco (Nicotiana tabacum) (Ibid., p. 25), para las heridas y
el frío; la caraca (Amaranthus virisi) (Biord, 1995, p. 120), ambas de uso
estimulante; la piña (Anana comosus) (Biord, 1995, p.250); el guayacan
(Guaicum officinale) (Tello, 1968, p. 23), de uso diurético y depurativo; la
zarzaparrilla (Smilax cumanensis) (Ibid., p. 23), de efectos antisifílicos; la
salvia (pluchea adorata) (Ibid. p. 87), empleada contra veneno, alivio de
fiebres y para la cura de la perlesía, y la manzanilla (Matricaria
chamomilla) (Ibid., p. 84) que es estomática y tónica.

Hay especies vegetales que son exclusivas de las áreas de sabanas


y caracterizan a las comunidades herbáceas de este piso altitudinal, siendo
muy llamativas y jugando un rol fundamental dentro de estos hábitats

91
ecológicos, entre ellas se encuentran: Micay (Axonopus aureus) (Vareschi,
1968, p. 45); yaragua (Melinis minutiflora) (Ibid., p. 47); gamelote o
hierba de Guinea (Panicum maximum) (p. 49); Taparón (Miconia
albicans) (Ibid., p. 51); hipericón (Hypericum thesiifolium) (Ibid. p. 53);
salvia (Hyptis fulva) (Ibid. p. 56); fruta de culebra (Coccocypselum
lanceolatum) (Ibid. p. 56); clavel de pozo (Sipanea hispida) (Ibid. p. 58);
hierba San Martín (Sauvagesia sprengelii) (Ibid., p. 61), y taurepán
(Bubostylis paradoxa) (Ibid., p.61) .

El piso altitudinal denominado selva veranera presenta un alto


porcentaje de especies arbóreas desiduas, las cuales pierden su follaje en el
período de sequía. En la selva veranera se encuentran árboles cuya altura
oscila entre los 15 y 20 metros, caracterizados generalmente por copas de
forma triangular. Sin embargo, en el nivel arbustivo permanecen especies
siempre verdes, debido a que requieren menos absorción de nutrientes para
su desarrollo. El nivel arbustivo es denso y dificultoso de penetrar debido
a la presencia abundante de enredaderas y arbustos espinosos. “Este tipo
de bosques debe haber ocupado en el pasado, áreas mucho más extensas en
las regiones bajas. Su disminución se debe probablemente a la acción del
fuego, la cual, a provocado la sustitución de selva veranera por sabanas”
(Pereira y Aso, 1984).

Entre las especies que pertenecen al piso altitudinal de selva


veranera, se encuentran: el maíz (Zea mays) (Tello, 1968, p. 21); la batata
(Hipogea batata) (Ibid.); el guanábano o catuche (Annona muricata)
(Biord, 1995, p. 120); el aguacate o curagua (Persea americana) (Tello,
1968, p. 21), como lo llamaban nuestros ancestros. Estás cuatro especies
son cultivadas para alimento por nuestros antepasados indígenas. El
totumo (Crescentia cujete) (Ibid., p. 22), utilizada su pulpa para la
alimentación y su concha para hacer utensilios; el uvero de playa
(Coccoloba uvifera) (Ibid., p. 22), recolectado como alimento; el dividivi

92
(Caesalpinia coriaria) (Biord, 1995, p. 249), que se empleaba para
producir tinturas y tiene acciones astringentes; el onoto (Bixa orellana)
(Ibid., p. 270), empleado como repelente de mosquitos y como tintura para
tatuaje corporal, y el manzanillo (Thevete peruviana y Posoqueria
latifolia) (Ibid, p. 270), utilizado para preparar veneno.

Hay especies que se emplearon para la construcción de viviendas,


canoas y utensilios, entre las que podemos mencionar: el jobo (Spondias
mombin) (Tello, 1968, p. 21) y el guayabo (Psidium guajaba) (Ibid.).

La llamada selva de transición lleva este nombre por ser este piso
altitudinal una etapa intermedia entre la selva nublada y selva veranera,
esta condición hace que ésta posea una composición vegetal muy
heterogénea, convirtiendo esta zona en difícil de identificar por
componerse por especies vegetales de los niveles contiguos. Ésta ocupa las
vertientes medias del Ávila y de la Silla de Caracas, entre los 1600 y 1800
m.s.n.m.

Algunas de las especias vegetales que se desarrollan en este piso


altitudinal de transición, son: El Hayo (Erythotoxilum sp.) (Tello, 1968, p.
25), el cual sembraban y cultivaban para alimento utilizado como
vigorizante para el trabajo pues este les daba fuerza les quitaba el hambre
y la sed; El Jabillo (Hura Crepitans) (Biord, 1995, p. 249); Maguey o
Caroata (Furcrea humboltiana) (Tello, 1968, p. 23), que era utilizado de
mástil para construir bohíos y las de las pencas sacaban fibras para
cordelería; Mamey (Mammea Americana) (Ibid., p. 22); Plátano (Musa
spp) (Ibid., p. 22) y (Musa paradisiaca) (Biord, 1995, p. 250), estos
últimos cultivados para alimentación; Araguaney (Tabeuia chisantha)
(Troconis, 1993, p. 21); Bucare (Eritrina poeppigian) (Ibid., p. 21);
Carabalí (Albizia policephala) (Ibid., p. 21); Higuerón (Figus) (Ibid., p.
21); Merecure de Montaña (Licania Crassifolia) (Ibid., p. 21); Rosa de

93
Montaña (Brownea grandiceps) (Ibid., p. 21); Cují (Acacia) (Ibid., p. 21);
el guamo (Inga Edulis, I. fastuosa, I. spectabilis, I. panurensis) (Biord,
1995, p. 249) y (Inga spp) (Tello, 1968, p. 22); mamón (Melicocca)
(Tello, 1968, p. 22), que eran utilizados para la construcción y cultivados
también para comer; el indio desnudo (Bursera) (Troconis, 1995, p. 21);
Majagua o Damahagua (Eliocarpus trichopodus) (Tello, 1968, p. 23);
Rabo de Iguana (Piptadenia) (Troconis, 1995, p. 21) y Roble
(Platymiscium diadelphum, (Tello, 1968, p. 23), el cual era utilizado para
la construcción.

El nivel altitudinal de selva nublada se reconoce fácilmente por la


abundancia de palmas y existencias de epífitas (Orquídeas y Bromelias),
abundantes en las ramas superiores de los árboles. Topográficamente ésta
zona se ubica aproximadamente entre los 1800 y 2200 m.s.n.m.

En la selva nublada de la vertiente sur del Guaraira Repano,


encontramos las siguientes especies: nogal (Juglans columbiensis) (Tello,
1968, p. 23); Almendro (Ibid., p. 23) (Prunus myrtifolius) (Ibid., p. 23);
cedro (Cedrela mexicana, Swetenia candollei) (Ibid., p. 23) y (Cedrela
angustifolia, C. montana, C. odorata) (Biord, 1995 p.248), utilizados para
la construcción; ceiba (Ceiba petantra) (Tello, 1968, p. 23), que además de
utilizarse para la construcción de canoas y de vigas para sus casas, el fruto
que de esta nace servía como purgante; anón (Annona reticulada) (Biord,
1995, p.248), cultivado para alimentación; la palma coroszos (Corozo
oleifera) (Tello, 1968, p. 23), que servía de mastil para construcir bohíos y
también de esta se comían su fruto; palma bendita o Palma Cera
(Ceroxilon Klopstofia) (Troconis, 1995, p. 21); guayabo de hierro
(Eugenia) (Ibid., p. 21); helechos (Cythea) (Ibid., p. 21); jarillo (Escallonia
Floribunda) (Ibid., p. 21); marablanca (Protium avilencis) (Ibid., p. 21);
matapalo (Picus macrosyee) (Ibid., p. 21); naranjillo (Turpina heterphilla)
(Ibid., p. 21); peonía (Ormosea avilenses) (Ibid., p. 21); quina (Chinchona

94
pubescens) (Ibid., p. 21), y caoba (Swietenia macrophylla) (Biord, 1995, p.
248).

El piso altitudinal de subpáramo se caracteriza por tener un tipo de


vegetación herbácea y arbustiva, esto debido a las difíciles condiciones
climáticas de esta zona, especialmente el poco oxígeno y la escasa
profundidad del suelo. Aquí la vegetación se desarrolla después de los
2.200 m.s.n.m. De manera que la vegetación del subpáramo del Guaraira
Repano, según Vareschi, “…es un tipo de vegetación relativamente
reciente e inmadura, que se encuentra en plena fase de desarrollo y
evolución hacia comunidades estables y más específicamente
seleccionadas.” (citado en Pereira y Aso, 1984, p. 29). Esta reciente
comunidad vegetativa tiene que adaptarse a estas condiciones para formar
una composición florística abundante, sin embargo son tres las especies
típicas del subpáramo que abundan en la Silla de Caracas y en el Pico
Naiquatá, dos de ellas con el mismo nombre común que es Rosa del Ávila,
pero especies diferentes: Befaria glauca y Bifarian ledifolia (Ibid), esta
última fácil de reconocer por sus flores de color rojo intenso, también
tenemos a la hierba de páramo (Agrostis humboldtiana) (Vareschi, 1968,
p. 63).

Se llama selva de galería a los conjuntos de especies que se


desarrollan en las adyacencias de las quebradas y ríos, son zonas que
poseen una alta humedad, razón por la cual su vegetación permanece verde
durante los períodos de lluvia y sequía, situación que las mantiene a salvo
de los fuegos que se generan durante estos ciclos climáticos. (Pereira y
Aso, 1984).

En ese piso altitudinal, a diferencia de los ya mencionados, la


franja de ocupación es vertical y no horizontal, debido a que este piso se
desarrolla alrededor de los ríos. Es por esta razón que posee una

95
composición florística muy heterogénea, ya que limita, desde su naciente
en el Subpáramo hasta su explayamiento o desembocadura en la Sabana,
con todos los pisos altitudinales nombrados, en donde cada uno de estos
comparte con este piso parte de su flora. Algunas especies que
comúnmente crecen en este piso son: el yagrumo (cecropia purpurea)
(Troconis, 1993, p. 21); el copey (Clusia) (Ibid., p. 21), y la Turagua
(anona purpurea) (Ibid., p. 21).

2.1.6.- FAUNA.

La fauna es el conjunto de especies animales que viven en una


región o en un medio. De esta manera, entre las principales características
que la describen se tiene el poblamiento animal y su distribución espacial.
Es importante tomar en cuenta que la fauna, en comparación con la flora,
tiene una capacidad de dispersión más rápida, la cual se desplaza para
mejorar su calidad de vida, teniendo como causas más comunes los
cambios climáticos o la falta de alimento, haciendo esto que su capacidad
de adaptación sea más rápida y posea una mayor amplitud de ocupación.

Es importante acotar, que al igual que en la flora, se hizo un estudio


exploratorio de la fauna de la región, objeto de nuestra investigación, en el
cual se investigaron una amplia variedad de especies que en su gran
mayoría posiblemente fueron fuentes de recursos que permitieron la
subsistencia de los ancestrales pobladores indígenas.

Siguiendo ese orden de ideas, tomando en cuenta que


biológicamente existe una amplia gama de especies que componen el
Reino Animal, la fauna se clasifico en Vertebrados e Invertebrados, de los
cuales sólo se estudiarán en la rama de los vertebrados a los peces, los

96
anfibios, los reptiles, las aves y los mamíferos; y por la rama de los
invertebrados, sólo se mencionarán los insectos, arácnidos y moluscos.
(Postigo, 1955).

2.1.6.1.- LOS ANFIBIOS.

Estos son actualmente de gran utilidad para el hombre, sobre todo


en el caso de los sapos y ranas, los cuales son utilizados medicinalmente
en su mayoría, así como también para el consumo. Estas costumbres tienen
su origen en nuestros ancestros indígenas, quienes utilizaban a estas
especies como alimento y como medicina, por ejemplo para curar la
disentería utilizaban infusiones del huevo de sapo; para el dolor de muelas
utilizaban como mondadientes un hueso de sapo o un pedazo de carne de
sapo caliente y, otro uso, algo supersticioso, es para la erisipela o
inflamación, restregando la barriga de un sapo vivo encima de la parte
afectada y este debería inflarse y enrojecer, desapareciendo el maleficio
que causó la infección (Solano de Chapin, 1968). El veneno de alguno de
estos anfibios era utilizado en puntas de flechas y lanzas que eran
implementadas como artefactos de caza y de pesca.

En este grupo de la fauna en estudio serán descritos los sapos y


ranas que habitan o han habitado la Región Histórica de Caracas, debido a
que estas especies son citadas en las fuentes consultadas. Algunos anfibios
diferentes a estos son los que menciona Vila en su trabajo “Aspectos
Geográficos del Estado Miranda” (1967b), entre los que encontramos el
morrocoy (testudo tubulata) (p. 105) y los galapagos (Cinosternon
scorpioides) (Ibid).

Haydee Solano de Chapín, en su artículo “Anfibios Comunes del


valle de Caracas”, compilado en la obra “Estudios de Caracas” (1968),

97
describe las principales especies de anfibios presentes en el lugar del
estudio, que pasamos a mencionar a continuación:

- El Sapito rayado (Atelopus cruciger) (Solano de Chapin, 1968, p. 265),


es hallado habitualmente en los arroyuelos, se distribuye principalmente en
las Quebradas de Caurimare y Chacaito, así como en los alrededores del
Hatillo.
- El sapo común (Bufus marinus) (Ibid., p. 267), es la especie más común
dentro de la zona estudiada. Su capacidad de adaptación y de reproducción
hace que sea de encuentro frecuente en cualquier río, riachuelo o quebrada.
Este espécimen suelta una sustancia lechosa, a través de su piel, que puede
causar irritación pero nada de gravedad; si ésta cae en los ojos no causa
ceguera como suelen decir. El Bufus marinus es el sapo más frecuente.
- De los llamados sapitos, el prostherapis trinitatis es el más común del
valle. Otro de los sapitos de mayor abundancia en el Valle Histórico es el
sapito niñera (Prostherapis trinitatis) (Ibid., p. 274), se le llama de esta
manera por tener una forma particular de vigilar a sus crías mientras están
en proceso de incubación. Otro sapito muy conocido pero no tan común es
el sapito lipón (Pleurodema brachyops) (Ibid., p. 286), llamado de esta
manera por su graciosa fisonomía de cuerpo ancho redondeado y vistosa
coloración.
- El sapito silbador (Heptodactylus sibilatri) (Ibid., p. 272), el cual debe su
nombre a su particular silbido que es entrecortado, rápido al principio y
lento al final, es encontrado en la extinta Quebrada de La Vega.

Las especies que a continuación se mencionan, tienen como


característica en común que son ranas arborícolas: la Rana blanca o
cantora (Hyla crepitans) (Ibid., p. 276), la cual puede encontrarse a un
metro de altura en los árboles cercanos a pozos o quebradas, sobre todo es
típica de las quebradas de Chacaito y Caurimare; la Rana lechera
(Phrynobias zonatas) (Ibid., p. 278), llamada de esa forma por segregar un

98
pegajoso líquido similar al látex, y a medida que se seca se convierte en
una especie de chicle muy difícil de quitar, si se encuentra en gran
cantidad provoca estornudo, y si por alguna razón se lleva a los ojos éstos
se irritan al punto de imposibilitar la visión y provocar dolores de cabeza,
pero sin efectos permanentes; la ranita (Hyla misera) (Ibid., p. 280), a
pesar de ser ésta una especie de apreciada abundancia, es difícil de
conseguir por tener hábitos nocturnos, además de adherirse a las hojas de
las plantas de forma tal que quedan completamente escondidas; la ranita de
cristal (Cochranella fleishmanni) (Ibid.), debe su nombre a que posee la
parte ventral de su cuerpo transparente, lo que permite ver su corazón
palpitar así como otros órganos, es vista actualmente en las quebradas de
Caurimare.

La rana verde acuática (Rana palmipes) (Ibid., p. 285), de hábitos


acuáticos, se distribuyen por toda la región de estudio y son muy comunes
en el Valle, Baruta y El Hatillo, específicamente en las orillas de los ríos o
pozos. “La única verdadera Rana, es la que se conoce como ‘Rana Verde
Acuática´, ya que ella pertenece al genero Rana, a diferencia de los
Hilydos que, a pesar de tener nombre vernáculo ´rana´, pertenece al genero
Hyla y a una familia completamente diferente” (Ibid., p. 284).

2.1.6.2.- LOS REPTILES.

Los reptiles son especies muy preciadas por sus pieles, además de
utilizarse en rituales y como elementos medicinales. Su carne se
consumía y el veneno de algunos de ellos era utilizado para la caza y la
guerra.

99
Dentro de este grupo del reino animal serán descritas las
serpientes, venenosas y no venenosas, que habitan o han habitado la
región histórica, debido a que estas son las más citadas en la bibliografía
referida al tema. Las pocas referencias de otras especies de reptiles
provienen de los trabajos de Marco Aurelio Vila (1967b), quien
menciona el caimán (Cocodrylus acutus) (Ob. Cit., p.105) ubicado en el
Río Tuy y sus afluentes, pero agrega que la baba (Caiman sclerops)
(Ibid) y la Iguana (Iguana iguana) (Ibid.) son especies de mayor
abundancia, aunque la segunda posee mayor amplitud de dispersión.

En cuanto a las serpientes citaremos las especies mencionadas en


el trabajo de Lancini, denominado “las Serpientes del Valle de Caracas”,
compilado en la obra “Estudios de Caracas” (1968).

La Boa o Tragavenado (Boa constrictor) (Lancini, 1968, p. 300),


conocida como la especie más grande de América, generalmente mide
algo más de cuatro metros, vive en sabanas y selvas tropicales, es de
color pardo grisáceo, de hábitos nocturnos y es carnívora. Otra especie
perteneciente a la misma familia es la Boa tornasol o dormilona
(Epicrates maurus) (Ibid., p.300), pero es de menor tamaño y color
marrón rojizo, su escamación brilla tornasolado cuando se expone a la
luz del sol, también es de hábitos nocturnos, de alimentación de tipo
carnívora y habita en zonas boscosas.

La Verdegallo (Coluber carinatus) (Ibid., p. 302), llamada


también Cazadora, se alimenta especialmente de pájaros y roedores, es
de color verde y a veces con colores rojizos en los laterales. Es muy
veloz y sube rápidamente a los árboles, donde comúnmente se encuentra.

La Lora verdegallo (Leptothis coeruleodorszus) (Ibid., p. 309),


también es de hábitos arborícolas, se alimenta de pájaros y su color,

100
como lo indica su nombre, es verde. Es común encontrarla tanto en el
Valle de Caracas como en sus alrededores.

La Rabo amarillo (Drymarchon corais corais) (Ibid., p. 305) y la


Cazadora (Drymarchon corais melanurus) (Ibid., p. 306), son especies
que deben ser conocidas y protegidas por ser su principal alimento
serpientes venenosas. La primera, es de color pardo oscuro en el dorso y
el vientre amarillento, y la segunda, muy parecida a la anterior, pero con
tres rayas negras en las escamas supralabiales.

La Ratonera o tuqui (Coluber clelia) (Ibid., p. 303), es una


especie que a pesar de su nombre vulgar, su principal alimento son
serpientes venenosas, es de color negro con el vientre blanco marfil.

La Coral Venenosa (Elaps isozonus) (Ibid., p. 318), (E.


semipartitus) (Ibid., p. 319), cuyo nombre común se deriva de su
coloración de anillos negros, rojos y blancos. La primera acostumbra
vivir enterrada y en hojarascas en zonas húmedas y de alta densidad de
vegetación, ambas se alimentan preferiblemente de otras serpientes. Su
veneno es mortal para cualquiera que sea su victima, hombre o animal,
sin embargo, por ser de cabeza y colmillos pequeños su mordida sólo
puede ser efectiva en lugares blandos o fáciles de morder con su
mandíbula. Se diferencian de las corales falsas por el orden del color de
sus anillos, la primera tiene tres anillos negros dos blancos y uno rojo de
mayor tamaño, repetitivos de la cabeza hasta la cola, y la segunda solo
tiene un anillo rojo en la cabeza y cinco en la cola teniendo el resto del
cuerpo con anillos blancos y negros. Las siguientes especies por su
forma y coloración similar a la coral venenosa tienden a confundir
inclusive a expertos en la materia: Coral Falsa (Coluber Petola) (Ibid., p.
311), (Erythrolamprus aesculapii) (Ibid., p. 307), (Oxyrhopus

101
venezuelanus) (Ibid., p. 312), (Hetherondon guianenses) (Ibid., p. 312),
(Scitale neuwiedii) (Ibid., p. 313).

La Mapanare falsa (Coluber ashmeadii) (Ibid., p. 309), habita


entre los 0 y 1600 m.s.n.m. muy común en nuestra región de estudio.

La Viejita (Coluber atratus) (Ibid., p. 310), es de costumbres


subterráneas con frecuencia se encuentra bajo tierra y entre la hojarasca.

La Bejuca (drynus aeneus) (Ibid., p. 310), muy conocida por su


particular forma de cazar a su presa, ya que su cuerpo delgado de color
gris y de cabeza puntiaguda tiende a confundirse con las ramas de los
arbustos donde vive, camuflaje letal para los reptiles de los que se
alimenta.

La Tigra Cazadora (Coluber pullantus) (Ibid., p. 314), vive en las


selvas tropicales, entre las ramas de los árboles. Se alimenta
especialmente de pájaros y roedores. Este animal posee una coloración
amarilla con manchas negras y alcanza una longitud aproximada de 3
mts.

La Sapanare ó Sapa (Coluber severus) (Ibid., p. 317), tiene una


amplia distribución en la selva tropical y vive a la orilla de los cauces de
agua, alimentándose de anfibios como sapos y ranas. Posee un tamaño
mediano y una contextura gruesa. En las especies jóvenes su piel es
marrón-rojiza, y en los adultos pardo-gris o verdoso.

La Cascabel (Crotalus durrissus cumanenses) (Ibid., p. 324), fue


citada por Humboldt en 1811. Alcanza aproximadamente 1,45 mts. de
longitud y posee una coloración pardo-rojiza con dibujos en forma de
rombo en todo su cuerpo. La característica principal de esta especie es la

102
sonaja que posee en la cola, que genera un ruido particular cuando la
serpiente se irrita. Además posee un potente veneno, que ataca el sistema
nervioso y el aparato urinario.

La Cieguita (Stenostoma macrolepsis) (Ibid., p. 320), (Typhlops


flavoterminatus) (Ibid., p. 320) y (Liotyphlops caracasensis) (Ibid., p.
321), es muy común en la región de estudio, vive en lugares húmedos,
bajo tierra y es inofensiva. Estas dos últimas especies mencionadas
pertenecen a familias diferentes a la primera, sin embargo todas
comparten las mismas características.

La Mapanare ó Macagua (Trigonocephalus colombiensis) (Ibid.,


p. 322), alcanza una longitud aproximada de 1,80 mts., y posee una
coloración madera o grisáceo-verdoso que le sirve de camuflaje para
confundirse entre la vegetación. Está dotada de un veneno hemotóxico y
necrosante.

La Rabo Frito ó Rabo Candela (bothrops lansbergii


venezuelensis) (Ibid., p. 323), citada por Jan (1841), es una serpiente de
pequeño tamaño, su cuerpo es robusto y de color pardo claro, con
manchas rectangulares alternas y con una línea vertebral blanquecina.
Una característica de esta especie que la hace fácil de reconocer es su
hocico levantado. Además pertenece al grupo de las serpientes
venenosas.

La Tigra-Mariposa (bothropus venezuelensis) (Ibid., p. 323), es


una especie venenosa común en la región de estudio, de color pardo-
negruzco con manchas negras o pardas en forma de alas de mariposa,
siendo los bordes de estas manchas de color pardo-amarillento. Su
vientre es de color negro.

103
La Mapanare ó Viejita (lachesis medusas) (Ibid., p. 323), es una
especie endémica de la parte central de la Cordillera de la Costa,
reconocida por su veneno. Es de tamaño pequeño (de 0,50 mts. a 0,70
mts.), de color gris a pardo claro y con manchas transversales
blanquecinas.

2.1.6.3.- LOS PECES.

La piscicultura en nuestra etnia ancestral Caribe, debió


representar una de las formas más comunes de obtener los alimentos de
su dieta diaria. Esto debido a la amplitud de la red hidrográfica que
posee nuestra área estudiada, en donde el río Guaire y sus principales
tributarios tenían una importancia de uso para nuestros ancestros
indígenas.

En este sentido, la información obtenida sobre las especies de


peces provienen del trabajo denominado “Notas sobre los peces del río
Guaire” de Mago-Leccia, compilado en la obra “Estudio de Caracas”
(1968), en el cual se recolectó una variedad de especies “decididamente
escasa”, como él mismo hace mención. Sin embargo, el autor hace
referencia a otros estudios anteriores que, en conjunto al suyo, nos dan
una idea de la ictiofauna de la región histórica de nuestros ancestros.
Entre ellos pueden mencionarse los siguientes:

Rudolf Kner (1854), describe a un corroncho (Ancistrus


mystacinus) (citado en Mago-Leccia, 1968, p. 229); Peters (1859) a un
poecílido (Poecilia reticulata) (Ibid., p.229); Bleker (1863) un bagre
(Hemiloricaria caracasensis) (Ibid.); Gunther (1864) describe un
carácido (Anostomus fasciatus) (Ibid.) y el Bagre (Farlowella acus

104
(Ibid.); Ernst (1877) a la anguila (Synbranchus marmoraus) (Ibid., p.
230), al corroncho (Hypostomus sp.) (Ibid.), poecílido (Poecilia
vivipara) (Ibid.) y a un bagre pimelódido (Sorubimichthys planiceps)
(Ibid.), esta especie de dudosa existencia de la ictiofauna del Río Guaire;
y, por último tenemos a Steindachner (1882) que menciona un corroncho
Chaetostomus (Ancistrus) dolichopterus (Ibid.).

Mago-Leccia (1968), menciona las siguientes especies y su


distribución en la región de estudio: la Sardina (Creagutus beni) (Ibid.,
p. 233), capturada en el río Tócome, en los Chorros -Estado Miranda- y
en La Mariposa -Distrito Federal-; las Sardinas (Astianax fasciatus)
(Ibid., p. 235) y (Characidium catenatum) (Ibid., p. 236), de las cuales
no se capturó ningún ejemplar, pero se mencionan de acuerdo al trabajo
de Eigenmann (1920); el Bagre (Rhamdia guairencis) (Ibid.), también
referido por Eigenmann (1920) fue tomado en el Guaire, Antímano -
Distrito Federal-; el Bagre (Nannorhamdia Benedetti) (Ibid.) de acuerdo
a Fernández, Yépez y Martín (1952) se capturó en la quebrada Ojo de
Agua y quebrada La Guairita –Baruta-; el Bagre (Pygidium mondolfi)
(Ibid., p. 238), según Schultz (1945) se tomó muestra de esta especie en
la quebrada Chacaito y también por Fernández, Yépez y Martín (1952)
en la quebrada Ojo de Agua en Baruta, quebrada de Jesús, cerca de
Turgua, en el caño La Providencia, afluente de la quebrada Tusmare,
quebrada La Guarita en Baruta y en la quebrada Tusmare en el Hatillo;
el Bagre (Trichomycterus mondolfi) (Ibid., p. 239), según Schultz (1945)
se capturó esta especie en la quebrada Tusmare en el Hatillo.

Entre otras especies de peces localizados en la Región Histórica


de Caracas tenemos: el Corroncho (Chaetostoma guaierencis)(Ibid.),
como menciona Steindachner (1882), fue capturada esta especie en el
río Guaire y Fernández, Yépez y Martín (1952) señalan que fue
capturada también en la quebrada Ojo de Agua y en la quebrada La

105
Guarita, ambas en Baruta, y en la quebrada Tusmare en el Hatillo; el
Corroncho (Riuulus bondi) (Ibid., p. 241), capturado en la Quebrada
Sorocaima, tributario del Río Valle, cerca de La Mariposa. (Schultz,
1945); la Sardinita Gupi (Poecilia reticulata) (Ibid., p. 243), de la que
Peters (1859) señala que fue encontrada en el río Guaire; la Sardinita
Gupi (Girardinus reticulatus) (Ibid.), según Schultz (1949) fue
encontrada en el río Valle y Fernández, Yépez y Martín (1952) también
señalan que fue encontrada en la quebrada Ojo de Agua y en uno de sus
afluente, la quebrada El Encantado, también en la quebrada Los
Guayabitos, río Suapire, quebrada la Guairita y en la quebrada Tusmare;
la Sardinita Gupi (Lebistes reticulatus) (Ibid.) según Gunther (1866)
esta especie también fue hallada en la región de estudio, pero no se
especifica el lugar; la Anguila (Symbrandus marmoratus) (Ibid., p. 246),
según Bloch (1795) fue capturado en la Quebrada del Ávila y otros
riachuelos alrededor de la región histórica de nuestros ancestros,
Eigenmann (1920) la reseña también en el río Guaire y Fernández,
Yépez y Martín (1952) en la quebrada Ojo de Agua; el Mataguaro
(Crenicichla macrophthalma) (Ibid., p. 248), Heckel (1840) señala que
esta especie fue capturada en el río Suapire, Estado Miranda; Schultz
(1949) señala otra especie de mataguaro, la Sicydium punctatum (Ibid.,
p. 250), capturada al noreste de Petare, en una laguna.

Por último menciona Vila en su obra “Aspectos Geográficos del


estado Miranda” (1967b), que en el río Tuy y sus afluentes se encuentran
las siguientes especies: Bagre (Plattystoma Planiceps) (p. 105), Bagre
rayado (Plastystoma fasciata) (Ibid.), los corronchos (Plecostomus
pantherinus) (Ibid.) y (Chaestostomus cirrhossus) (Ibid.), la guabina
(Erythrinus gronovii) (Ibid.) y el caribe (Serrsalmo irritans) (Ibid.).

106
2.1.6.4.- LAS AVES.

Entre las especies de aves ubicadas en la Región Histórica de


Caracas, encontramos principalmente algunas que eran utilizadas (y en la
actualidad lo siguen siendo) para el consumo humano, así como también
su plumaje era empleado para producir artesanías y como adornos para el
cuerpo.

Aveledo (1968), Troconis (1995) y Biord, (1995) mencionan


algunas de las especies pertenecientes a este grupo y que se listan a
continuación.

Dentro de las sabanas y selvas veraneras del Valle y sus


alrededores, específicamente en las sabanas arboladas, claros de selva,
zonas arbustivas y en las sabanas con monte bajo, nuestros ancestros
podían encontrar para su consumo o cualquiera que fuere el fin, una
extensa variedad de aves. De esta podemos mencionar la siguiente lista de
especies:

El aguaitacamino común (Nictidromus albicollis) (Aveledo, 1968


p. 348)
La amazilia bronceada (Amazilia tobaci) (Ibid., p. 348)
El chocolatero (Tachyphonus rufus) (Ibid., p. 400)
El perico cara sucia (Aratinga pertinax) (Ibid., p. 342)
La tangara monjita (Tangara cayana) (Ibid., p. 392
El espiguero pigmeo (Sporophila minuta) (Ibid., p. 404)
El bobito encrestado (Sublegatus arenarum) (Ibid., p. 371)
El atlapetes ajicero (Atlapetes semirufus) (Ibid., p. 403)
El atrapamoscas barbiblanco (Conopias inornata) (Ibid., p. 368)
El atrapamoscas jinete (Machetornis rixosa) (Ibid., p. 367)

107
El bobito copetón vientre amarillo (Elania flavogaster) (Ibid., p.
370)
El canario de mangle (Dendroica petechia) (Ibid., p. 383)
El candelita gargantipizarra (Myioborus miniatus) (Ibid., p. 384)
El capa negra (Spinus psaltria) (Ibid., p. 406)
El chupaflor pechinegro (Anthracothouex nigricollis) (Ibid., p. 353)
El colibrí rubí (Chrysolampis mosquitus) (Ibid., p. 352)
El correporsuelo (Zonotrichia capensis) (Ibid., p. 407)
El curruñata saucito (Tanagra trinitatis)
El frutero cabecileonado (Thlypopsis fulviceps) (Ibid., p. 400)
El garrapatero (Crotophaga ani) (Ibid., p. 343)
El gran atrapamoscas listado (Myiodynastes maculatus) (Ibid., p.
374)
El guitio gargantiblanco (Synallaxis albescens) (Ibid., p. 361)
El maraquita (Scardafella sqammata) (Ibid., p. 340)
El paloma turca (Leptolila verreauxi) (Ibid., p. 341)
El paraulata lechosera (Saltador coerulescens) (Ibid., p. 401)
El paraulata ojo de candil (Turdus nudigenis) (Ibid., p. 378)
La pavita hormiguera (Thamnophilus doliatus) (Ibid., p. 362)
El perdiz (Colinus cristatus) (Ibid., p. 339)
El pico chato sulfuroso (Tolmomyias sulphurescens) (Ibid., p. 373)
El pico chato vientre perla (Idioptilon margaritaceiventer) (Ibid., p.
372)
El pico gordo guaro (Cianocompsa cyanea) (Ibid., p. 402)
El pitirre copete rojo (Myiozetetes similis) (Ibid., p. 369)
El ponchito pechicastaño (Grallaicula ferrugineipectus) (Ibid., p.
364)
La reinita (Coereba flaveola) (Ibid., p. 380)
La sauce (Tapera naevia) (Ibid., p. 344)
El semillero chirri (Volatinia jacarina) (Ibid., p. 406)
La tijereta (Muscivora tirannus) (Ibid., p. 367)

108
El tordito común (Tiaras bicolor) (Ibid., p. 405)
El titiriji (Talirostrum cinereum) (Ibid., p. 372)
El tordo mirlo (Molothrus bonariensis) (Ibid., p. 385)
El tordo negro (Quiscalus lugubris) (Ibid., p. 386)
El zamuro (Coragyps atratus) (Ibid., p. 337)
El turpial (Icterus icterus) (Ibid., p. 388), habita zonas áridas,
actualmente es muy importante por ser el ave nacional.
El trepador pico de garfio (Campyloramphus trochilirostris) (Ibid.,
p. 360), también se puede encontrar en las selvas transicionales.

A continuación se listan las especies que comúnmente habitan en


las selvas de galerías, viven en escondites rocosos y húmedos cercanos a
cuerpos de agua:
El vencejo grande (Streptoprogne zonaris) (Aveledo, 1968, p.
349),
El martín pescador pequeño (Chloroceryle americana) (Ibid., p.
354),
El carpintero real (Phloeoceastes melanoleucos) (Ibid., p. 358),
El atrapamoscas pecho amarillo (Myiozetetes cayanensis) (Ibid., p.
369),
El cucarachero chocorocoy (Campilorhynchus nuchalis) (Ibid., p.
377), también se encuentra en las Sabanas y Selvas Veraneras.
El flamenco (Phoenicopterus iquipalliatus), (Vila, 1967b, p. 105)
El corocoro (Ibis melanosis), (Ibid.)
El garzón o pájaro soldado (Mycteria americana), (Ibid.)
El pato guirirí (Dendrocyna viduata), (Ibid.)
La cotúa (Plotus ahinga), (Ibid.)
El aruco (Palameda corneta), (Ibid.)
La garza blanca (Ardea candidissima). (Ibid.)

109
Dentro de las Selvas nubladas del Valle y sus alrededores,
específicamente entre los arbustos que crecen bajo la alta vegetación, en
las selvas tupidas, zonas arbóreas, arbustivas y en el monte bajo, nuestros
ancestros podían encontrar las siguientes especies:

El cucarachero pechicastaño (Thriothorus rutilus) (Aveledo, 1968,


p. 375)
El querrequerre (Cyanocorax incas) (Ibid., p. 374)
El halcón golondrina (Falco rufigularis) (Ibid., p. 338)
El lechosero pechirayado (Saltator albicollis) (Ibid., p. 400)
La lechuza de campanario (Tyto alba) (Ibid., p. 345)
Nyctibio grisáceo (Nyctibius griseus), (Ibid., p. 346)
Sangre de Toro (Ramphocelus carbo) (Ibid., p. 396)
Tangara copino (Tangara cyanoptera) (Ibid., p. 392)
Pico de frasco (Aulacorhynchus sulcatus) (Ibid., p. 355)
Trepador verdón (Sittasomus griseicapillus) (Ibid., p. 361) habita
la Cordillera Central de la Costa.
Tucuso (Colibrí coruscans) (Ibid., p. 353)
El gavilán primito (Falco sparverius), (Vila, 1967a, p.128),
La gallineta azul (Porphyrula martinica), (Ibid.)
El gallito de agua (Jacama Spinosa), (Ibid.)
El loro real (Amazona ochorocephala), (Ibid.)
La piscua (Piaya cayana), (Ibid.)
La pavita (Glaucidium brasilianum), (Ibid.)
El rabo de machete (Aglaiocercus kingi), (Ibid.)
El tucuso montañero (trogon collares), (Ibid.)
El Tucuso de montaña (Gafula ruficauda) (Ibid.)
El aguantapiedras (Hipnelus bicintus) (Ibid.)
El tin (Pipreola formosa). (Ibid.)

110
Las siguientes especies son cosmopolitas de la región histórica de
nuestros ancestros:
La ala de sable pecho violeta (Campylopterus falcatus) (Aveledo,
1968, p. 352);
La atrapamoscas cresta negra (Myiarchus tuberculifer) (Ibid., p.
373);
La atrapamoscas picón (Megarynchus pitangua) (Ibid., p. 368);
El azulejo golondrina (Tersina viridis) (Ibid., p. 389);
La cabeza de lacre (Tangara gyrola) (Ibid., p. 394);
La candelita migratoria (Setophaga ruticilla) (Ibid., p. 383), que
migra desde Norteamérica al país desde abril hasta septiembre;
El candelo (Piranga flava) (Ibid., p. 395);
El cardenal guanero (Piranga leucoptera) (Ibid., p. 396);
El cardenal migratorio (Piranga rubra) (Ibid., p. 395);
El carpintero habado (Centurus rubricapillus) (Ibid., p. 356);
El carpintero verde (Piculus rubiginosus), (Ibid., p. 355);
El chirito de chaparrales (Polioptila plumbea) (Ibid., p. 379);
El colibrí esmeralda (Chlorostilbon mellisuga) (Ibid., p. 351);
El colibrí Inca (Coeligena coeligena) (Ibid., p. 352), vive en las
selvas a más de 1000 mts. de altitud;
El colibrí pecho canela (Glausis hirsuta) (Ibid., p. 350);
El cristofué (Pitangus sulphuratus) (Ibid., p. 365);
El cucarachero (Troglodytes aedon) (Ibid., p. 376);
El currucucú (Otuscholiba) (Ibid., p. 345);
La curruñata Corona Azul (Tanagra musica) (Ibid., p. 391);
El gonzalito (Icterus nigrogularis) (Ibid., p. 387);
El gorro gris (Leptopogon superciliaris) (Ibid., p. 371);
La guacharaca (Ortalis Rificauda) (Ibid., p. 339);
El guaiti (Phacellodomus rufifrons) (Ibid., p. 362);
El hormiguero pechigris (Myrmeciza longipes) (Ibid., p. 363);
La lechuza listada (Asio clamator) (Ibid., p. 346);

111
El limpiacasa (Phaethornis augusti) (Ibid., p. 350);
El mirlo (Catharus aurantiirostis) (Ibid., p. 377);
La paraulata montañera (Turdus leucomelas) (Ibid., p. 378);
El periquito (Forpus passerinu) (Ibid., p. 343);
El pitirre chicharrero (Tyrannus melancholicus), (Ibid., p. 366);
La reinita gargantianaranjada (Dendroica fusca) (Ibid., p. 382), la
cual migra desde Norteamérica al país desde octubre hasta marzo.
La reinita montañera (Parula pitiayumi) (Ibid., p. 382)
El sirirí (Cyclarhis gujanenses) (Ibid., p. 379)
La tangara pintada (Tangara chrysophrys) (Ibid., p. 392)
El toche (Icterus chrysater) (Ibid., p. 386)
La tortolita grisácea (Columbigallina passerina) (Ibid., p. 340)
El tucuso de montaña (Cyanerpes Cyaneus) (Ibid., p. 382)

2.1.6.5.- LOS MAMIFEROS.

La fauna mamífera es una de las más importantes dentro del


sistema de valles de la Región Histórica de Caracas, por ser este tipo de
fauna la principal proveedora de proteínas a través de la carne, aunque
muchos de estos animales se han hecho raros en la región de estudio, en
algún momento eran de común frecuencia.

Los mamíferos roedores del valle y sus alrededores los podemos


encontrar entre los 1500 y 2200 m.s.n.m. Especialmente en los Venados
pueden encontrarse ratones de monte, entre ellos están: el Ratón delicado
(Orizomys delicatus), Ratas semiarborícola (Orizomys concolor), Ratón
de semiespinos (Neacomys tenuipes) (Ibid., p. 452), Roedor mochilero
(Heteromys anomalus) (Ibid., p. 451), y Rata montañera (Oryzomys
albigularis caracolus) (Ibid., p. 450), estos 3 últimos especialmente

112
encontrados en los bosques de galería de la quebrada de Chacaito, a 1170
metros de altitud. (Ojasti y Mondolfi, 1968, p. 451)

En la Selva Nublada del valle y sus alrededores se pueden hallar al


Puerco Espin (Coendou prehensilis) (Ibid., p. 445), y Picures (Dasyprocta
aguti cayona). (Ibid., p. 447).

En las sabanas se encuentran: la Rata sabanera (Sigmodon


hispictus), y en Baruta y el Hatillo abundan las Rata de Monte o
Casiraguas (Proechimys guayannesis) (Ibid., p. 452). En el Ávila existe el
Ratón Achocolatado (Akodon urichi) (Ibid., p. 438) y Ratón de las
Cumbres (Microoryzomys) (Ibid., p. 438). Otro roedor, pero con hábito
arborícola, es la Ardilla (Sciurus grunatensis griseogena) (Ojasti y
Mondolfi, 1968, p. 446).

Entre las selvas y montes de Caracas por encima de los 1500


m.s.n.m. pueden encontrarse los siguientes tipos de marsupiales: Marsupial
de los Bosques la comadreja (Monodelphis brevicaudata), (Ibid., p. 443),
Marmosa cafeícola (Marmosa marica) (Ibid., p. 455), Marmosa sombría
(Marmosa fuscata) (Ibid., p.454), y particularmente en la selva nublada
alcanzando su distribución altitudinal hasta los 2000 m.s.n.m se encuentra
el Rabipelado (Diselphis marsupiales) (Ibid. p.443).

En los Altos Mirandinos así como en las cercanías del Hatillo


puede observarse un mamífero logomorfo: el Conejo Nativo (Sylvilagus
brasilensis caracasensis) (Pereira y Aso, 1984, p. 31).

Entre los Mamíferos desdentados se tiene al Cachicamo o


Armadillo (Dasypus novemcinctus) (Ibid.), puede desplazarse hasta los
2700 metros de altitud, y el Oso Hormiguero (Myrmecophava tridactyla);
ambos con hábitos insectívoros (Ibid.). Otro mamífero desdentado pero

113
arborícola de las selvas nubladas y de hábito vegetariano es la Pereza o
Perezoso (Bractypus infuscatus fluccidus) (Ojasti y Mondolfi, 1968, p.
446).

Otros mamíferos comunes de las Selvas Nubladas son el Venado


matacán (Mazama americana Sheila) (Ibid., p. 447), el venado (Cervus
rufus) (Vila, 1967b, p. 104), el Báquiro de Collar (Dicotyles tajacu),
Danta o Tapir (Tapirus terrestris), la Lapa (Coelonys paca) (Ibid., p. 103),
Perro de Agua (Myopotamus coypus) (Ibid., p. 103), el Acurito (Cavia
cabaya) (Ibid., p. 103), el Chiguire (Hydrocharos capybara) (Ibid., p.
103), y osos meleros (Myrmeo cophaga tetradactyla) (Ibid., p. 104).

De los primates del valle y sus alrededores, animales arborícolas


que habitan especialmente las selvas nubladas, cerca de los cauces de los
ríos pueden encontrarse: el Araguato (Alouatta ursina) (Vila, 1967a, p.
127); el Frontino (Cebus nigrivittatus bruneus) (Ibid., p. 128); el
Capuchino (Cebus nigrivittatus), (Ibid., p. 127) y el Titís (chrisothrix
sciura) (Vila, 1967b, p.103), es frecuente observarlo también en zonas
bajas cerca de zonas de cultivos .

En las faldas del Ávila y en los cerros aledaños pueden verse


algunas especies de hábitos carnívoros como: el Mapurite (Conepatus
semistriatus) (Ojasti y Mondolfi, 1968, p. 433); Zorrito gris (Urocyon
cinereoargenteus venezuelae) (Ibid., p. 436); Zorro cangrejero (Porción
canrivorus) (Vila, 1967b, p. 104); Zorro guache (Nasua socialis) (Ibid.);
Zorro perro (Canis (Cerdocyon) thous) (Pereira y Aso, 1984); Zorro
Guapán (Eira bárbara) (Ojasti y Mondolfi, 1968, p. 448), este último es
una especie con hábitos arborícolas y combina una alimentación carnívora
con frugívora y se le puede ver con mayor frecuencia en la selva nublada.
Otro mamífero de hábitos carnívoros, pero arborícola de las selvas
nubladas es el Cuchi-Cuchi (Potos flavus) ((Ibid., p. 444).

114
También pueden encontrarse en la región histórica ancestral al
Gato de monte (Felis tigrina pardinoides) (Ibid., p. 448); la Onza, Gato
Pardo u Ocelote (Felis yaguarundi), (Ibid., p. 435); el Puma (Felis
concolor) (Ibid., p. 448), visto en los Venados; el Tigre o Jaguar
(Pantheara onca) (Ibid., p. 450); el Huroncito (Mustela frenata
medridana) (Ibid., p. 448); el Cunaguaro (Felis (leopardus) pardalis)
(Pereira y Aso, 1984, p. 32 ).

De los mamíferos voladores se tiene en el valle y sus alrededores


una gran cantidad de murciélagos, entre ellos: el Mordedor o Vampiro
(Lasiurus cinereus) y (Desmodus rotundus) (Troconis, 1993, p. 23);
Murciélagos de Charreteras (Sturnira lilium) (Ibid.); el Apache
(Sphearongeteris toxophylum) (Ibid.); el Mastin de Cola de Ratón
(Molossus major) (Ibid.); el Murciélago Blanco o Albino (Dielidurus
albus) (Ibid.); el Frugívoro común (Phyllostomidae) (Ibid.); el Nariz de
Lanza (Phyllostomus discolor) (Ibid.), y el Constructor de Toldos
(Uroderma bilobatum) (Ibid.).

Los Murciélagos que viven a mayores alturas son los siguientes: El


Ornado (Vampyrops dorsalis) (Ibid.), en el pico el Ávila, la Silla de
Caracas y los Venados; el Listado de Salvin (Chiroderma salvini) (Ibid.),
en el pico el Ávila, los Venados y quebrada Tigre; el Frugívoro de Hart
(Enchistenes harti) (Ibid.), en el Ávila y los Venados; el Cara-Chata
(Ametrida centurio) (Ibid.), en el pico el Ávila y los Venados, y el
Vampiro (Vampyresa jusilla), en los Venados. (Ibid.).

Otros murciélagos que se encuentran en el Ávila son los siguientes


murciélagos: el Bigotudo (Chilonyteris parnellii) (Ibid.); el Orejudo
(Micronycteris megalotis) (Ibid.); el Insectívoro (Myotis nigricans) (Ibid.);

115
el Insectívoro Brasileño (Eptesicus brasilensis) (Ibid.); el Insectívoro
Oscuro grande (Eptesicus fuscus miradorensis) (Ibid.), y el Escarchado
(Lasiurus amereus villosimus) (Ibid.).

Como se mencionó con antelación, entre las especies animales


invertebradas, nuestro trabajo se centro en la investigación de los insectos
sobre los que existen mayores bases de datos; como lo fueron las moscas
necrófagas y los escorpiones (arácnidos). Ubicando además a los moluscos
pulmonados dentro de la fauna invertebrada.

2.1.6.6.- LAS MOSCAS NECRÓFAGAS.

El estudio y conocimiento de este insecto es de gran importancia,


ya que la abundancia de estos genera brotes epidémicos de diversas
enfermedades, los cuales de alguna manera afectaron y regularon el
crecimiento poblacional de los habitantes ancestrales de esta región
histórica. Como muestran en su trabajo Díaz y Machado-Allison (1968),
las especies más comunes de moscas necrófagas son: Musca domestica
(Diaz y Machado Allison, 1968, p.171); Stomoxys calcitrans (Ibid.,
p.171); Sarcophagula occidua (Ibid., p.171); Symthesiomyia nudiseta
(Ibid., p.171); Phaenicia eximia (Ibid., p. 172); Cochliomagyia
macellaria (Ibid., p.172); Synthesiomyia nudiseta (Ibid., p.172); Ophyra
sp (Ibid., p.172); Paraphrissopoda chrisostomia (Ibid., p.172);
Hemolucilia segmentaria (Ibid., p.172); Muscina stabulans (Ibid.,
p.173); Oxysacoedexia sp (Ibid., p.173); Sarcodexia sternodontes (Ibid.,
p.173); Hystricoenema plinthopyga (Ibid., p.173); y Phaenicia sericata
(Ibid., p.173).

116
2.1.6.6.- LOS ESCORPIONES (ARÁCNIDOS).

Uno de los arácnidos más temidos por los pobladores de este


valle no sólo ahora, sino también en antaño, es el Escorpión o Alacrán,
por su veneno que en algunos casos es mortal, sobre todo en los
momentos de la historia en que los antídotos no estaban tan
desarrollados. Nuestros ancestros a las especies grandes de estos
arácnidos le extraían la ponzoña, para obtener su veneno y cocinaban
algunas partes para su consumo. En el trabajo de Esquivel de Verde
titulado “Los Alacranes del Valle de Caracas), compilado en el “Estudio
de Caracas”, 1968, solo trabaja con escorpiones y menciona varios
autores que hacen referencia a algunas especies del área en estudio, que
agregado al suyo nos dan una representación de la fauna arácnida,
específicamente la escorpiofauna de la región histórica de nuestros
ancestros. A continuación las especies y sus autores respectivos:
(Hadruroides Pocock, 1893) (citado en Esquivel de Verde, 1968, p.
207), (Rhopalurus junceus Herbst, 1800) (Ibid.), (Hadruroides lunatus
Koch, 1876) (Ibid.), (Tityus cambridgei championi Kraepelin, 1895)
(Ibid.), (Tityus ramirezi) (Ibid.).

Otras especies de escorpiones presentadas por Esquivel de Verde


en su trabajo, son las siguientes: Broteochactas gollmeri (Esquivel de
Verde, 1968, p.213), Chactas gollmeri (Ibid.), Centruroides gracilis (Ibid.,
p.214), Scorpio gracilis (Ibid.), Tityus dasyurus fulvipes (Ibid., p.218).
Existen otras que, además de encontrarse en el Valle de Caracas y sus
alrededores, son muy frecuentes en lugares puntuales de la actual Región
en estudio. Es importante hacer mención que estas especies fueron
capturadas en un trabajo actual, pero esta distribución nos da un espectro
de cómo estaban distribuidos los mismos.

117
En el Guaraira Ripano: Chactas laevipes (Ibid., p. 213), Broteas
laevipes (Ibid.), Tityus bolivianus ecuadorensis (Ibid., p.215); en Los
Chorros y Los Rosales: Tityus clathratus (Ibid., p.217); en la actual
Ciudad Universitaria de Caracas: Tityus ramirezi(Ibid., p.217); en los
Chorros: Androcottus discrepans (Ibid., p.219); en los Venados: Tityus
melanostictus (Ibid., p.220);en el Distrito Federal y Los Teques: Tityus
spinipalpis (Ibid., p.221), Tityus discrepans (Ibid., p.219); en el Hatillo -
Estado Miranda-: Hadruroides lunatus (Ibid., p.221), Telegonus lunatus
(Ibid., p.221).

2.1.6.7.- LOS MOLUSCOS PULMONADOS.

La fauna malacológica del valle y sus alrededores proviene de


dos fuentes principales, la existente antes del intercambio español y la
posterior al mismo. Las especies terrestres y acuáticas de moluscos
pulmonados nombradas en este trabajo son las mencionadas por
Martínez y Miranda en El Estudio de Caracas (1968). Estas fueron
capturadas en Urbanización Las Palmas, La Florida, Bello Monte, El
Cafetal, Catia, Hacienda La Urbina y en los alrededores del valle, como:
Baruta, en la carretera de la entrada al Hatillo y La quebrada Turgua
(Hatillo). Es importante resaltar que estos especimenes son el resultado
de un estudio actual, por lo tanto, dan una idea de lo que pudo existir en
el momento de nuestros ancestros. Estos son los siguientes: Helix octona
(Martinez y Miranda,1968, p. 128), Stenogyra octona (Ibid., p.129),
Helix unillamellata (Ibid., p.134), Lynacea columella (Ibid., p.137),
Lynacea stagnalis (Ibid., p.139), Lynacea cubensis (Ibid., p.141),
Armiger crista (Ibid., p.142), Helisoma Trivolis microstomum (Ibid.,
p.142), Helisoma scalare (Ibid., p.142), Planorbis glabratus (Ibid.,

118
p.143), Physa rivales (Ibid., p.146), Physa acuta (Ibid., p.149), Physa
gyrima (Ibid., p.149), Succinea Tamsiana (Ibid., p.151), Succinea unguis
(Ibid., p.151), Limax lavéis (Ibid., p.154), Onchidium occidentale (Ibid.,
p.156) y Veroniella tenax (Ibid., p.129).

2.1.7.- RECURSOS MINERALES.

Entre los posibles minerales existentes en la Región Histórica de


Caracas, nuestra investigación centro su atención en las fuentes de oro
que pudieron haber existido en esos tiempos, ya que la referencia
histórica nos da información sobre el uso de este mineral por parte de los
habitantes indígenas ancestrales.

Entre esas referencias tenemos el siguiente relato, contenido en la


Relación del Gobernador Pimentel (1578):

Creo se a hallado en esta provincia de caracas en quince


u veinte quebradas y arroyos que llevan agua asi en sus
vertientes y en las madres fuera dellas como un tiro de
ballesta asi tomado puntas de ochenta pesos de oro e de
ay para abaxo muchos porque por la mayor parte el oro
granado y entremetido con mucha piedra tanbien se an
hallado piedras que tenían la mitad de lo que pesavan de
oro y otras las dos terceras partes y estas se an hallado en
los altos hazia el nacimiento de las quebradas por donde
se entiende que ay muchas vetas y nacimientos de
mucho oro que por falta de espirencia y conocimiento no
Se an descubierto el oro de las quebradas y madres como
extranjero y no nacido alli se a ydo acabando todo en los
terminos destas ciudad ay muchas requemazones y
mermejales que demuestran tener mucho metal ase
provado a ver lo que es y la poca espirencia que aquí
dello se tiene y la pobreza no lo a dado a entender la mas
de las piedras que travadas y sueltas se demuestran en la

119
superficie de la tierra son entre pardas bermejas y
mezcladas en piedra marmoleña blanca rrequemadas y
ahondando algunos estados se an mostrado entre
moradas y azules y con el mismo guijarro blanco no se
sabe el secreto de lo que es (Pimentel, 1927b: pp. 287-
288).

Este relato no solo nos da referencia en cuanto a la ubicación de los


yacimientos auríferos, sino que también arroja datos sobre la cantidad de
oro contenidas en las rocas.

Para finalizar esta sección, se debe manifestar que en las crónicas y


demás fuentes documentales que hacen referencia a los acontecimientos
del siglo XVI, se encontrará numerosa información acerca de las especies
animales y vegetales, y recursos minerales, citados anteriormente, que
fueron explotados por los pueblos indígenas ancestrales, que como
sociedades tribales los usaron para lograr su subsistencia.

120
TERCERA PARTE

LA ETNOHISTORIA Y ETNOGRAFÍA DE LOS


PUEBLOS INDÍGENAS ANCESTRALES DE LA
REGIÓN HISTÓRICA DE CARACAS.

En este capitulo, se hace referencia a los procesos migratorios que dieron


origen a los pueblos indígenas ancestrales, asentados en la Región Histórica de
Caracas antes del siglo XVI, así como lo concerniente a sus modos de vida y a la
etnografía de sus culturas materiales, todo esto hilado dentro de una perspectiva
global que nos permitió ver con más claridad el uso del espacio geográfico por
parte de esos pueblos del pasado.

Dentro del aspecto de los procesos migratorios, el estudio de la “Teoría de


la H”, planteado por Cornelius Osgood, centró nuestro interés, por constituir un
importante modelo interpretativo de esos movimientos de grupos humanos en lo
que hoy se conoce como el territorio venezolano, permitiendo comprender la
variada distribución etnolingüística con la que se toparon los europeos a su
llegada en el siglo XVI.

En lo que refiere a los aspectos socio-culturales de los pueblos indígenas


que hicieron vida en la región, se pretendió presentar una visual pormenorizada de

121
las actividades de subsistencia y la cultura material asociada a tales desarrollos,
que en el ámbito de lo económico, político, social, tecnológico e ideológico nos
facilitó la reconstrucción de sus modos de vida y de cómo utilizaron el escenario
geográfico para lograr tales fines.

3.1.- PROCESOS MIGRATORIOS Y EL ORIGEN DE LOS


PUEBLOS INDÍGENAS ANCESTRALES.

En la mayoría de las veces y de manera equivocada, se suele


escuchar decir sobre “lo poco importante que es Venezuela para la
arqueología americana”, basándose esta conjetura en la ausencia, dentro de
ese territorio, de evidencias que refieran a altos desarrollos de civilización
como los observados en Mesoamérica y en el altiplano Andino.

Es muy cierto, hasta hoy, que las investigaciones arqueológicas


realizadas dentro del actual territorio venezolano no han revelado evidencias
sobre materiales como los tenidos por las ya extintas civilizaciones-estados
Toltecas, Chichimecas, Zapotecas, Olmecas, Mayas, Aztecas, Chibchas-
Muiscas e Incas, puesto que los indígenas de nuestro territorio no alcanzaron
ni la densidad poblacional de esos pueblos ni el nivel de desarrollo cultural
que permitiera calificarlos de “civilización” a niveles de las ya citadas.

No obstante, el territorio venezolano en contraposición a lo


conjetural que se ha venido planteando, es de una gran trascendencia e
importancia para los estudios de la Prehistoria Americana, por considerarse
a Venezuela, debido a sus características y posición geográficas, como una
suerte de “encrucijada” para el paso de las influencias de las oleadas de
migración de las culturas centro-americanas, antillanas y suramericanas, de
las que se vienen encontrando irrefutables evidencias por parte de los

122
sucesivos estudios arqueológicos sistemáticos que se han venido realizando
en la región (Dupouy, 1952).

3.1.1.- LA TEORÍA DE LA H.

La Teoría de la H, es un modelo que da base científica al


poblamiento indígena ancestral de Venezuela, el cual fue desarrollado por
el Dr. Cornelius Osgood (1943), del Departamento de Antropología de la
Universidad de Yale. Este autor refiriéndose al territorio venezolano,
señala al respecto:

[…] debió ser el paso natural, por sus condiciones geográficas,


para las influencias culturales que provenientes de Centro-
América llegarían hasta el Brasil. Y, a la inversa, las
influencias culturales propias de los pueblos aborígenes
amazónicos pasarían por el territorio venezolano hasta llegar a
Centro-América. Asimismo, del altiplano andino emanarían
influencias culturales que en su paso hacia el noreste dejaron
sus rasgos impresos en el material arqueológico venezolano,
llegando hasta las Antillas. Y, a inversa, de las Antillas
partieron influencias culturales que igualmente fijaron sus
rasgos en los materiales que los arqueólogos han venido
hallando en nuestro país (Dupouy, 1952, p. 16).

En este modelo, la parte izquierda de la H representa a América


Nuclear (México y Perú) con su desarrollo basado en el cultivo de maíz.
La parte derecha semeja el este de América del Sur, con los centros
antillanos y amazónicos, en donde el alimento fundamental fue la yuca.
Venezuela representa el segmento intermedio que relaciona estas dos
líneas de desarrollo (ver Mapa No 3.1), conllevando a que su arqueología
se representa como una unión positiva para definir las relaciones entre
aquellas zonas. Los puntos donde se une el segmento intermedio a los dos

123
124
segmentos verticales, ubicados al este y oeste venezolanos, corresponden a
las contribuciones positivas que ha aportado el país a estas dos zonas de
desarrollo, como pudo haber sido la domesticación de la yuca (Rouse y
Cruxent, 1963).

Esta teoría ha permitido a algunos estudiosos la formulación de


lo que se conoce como dicotomía cultural de Venezuela,
aunque algunos trabajos arqueológicos de Erika Wagner en los
Andes venezolanos han dado pie para que se hable más bien de
una tricotomía cultural. La base de este planteamiento radica
en la consideración del maíz y la yuca como los dos grandes e
importantes productos agrícolas del occidente y del oriente de
Venezuela, a los cuales se agregaría, por vía del
replanteamiento, el cultivo de la papa en el sector alto de
nuestros Andes (Strauss, 1992, p. 50).

J. M. Cruxent (1951) hace la observación que el segmento


horizontal, en la Teoría de la H, no debe ser considerado como una sola
línea, sino más bien como una serie de líneas que representan rutas de
migración u otras vías de difusión por la que grupos humanos y factores
culturales se han desplazado en distintas direcciones.

Este autor, a su vez, plantea la hipótesis basada sobre:

…la posibilidad de que Venezuela habría estado conectada a


algún centro clásico del Perú (pre-incaico), por una o más de
las siguientes rutas: a) descenso del Amazonas, subiendo luego
el Río Negro y descendiendo al Orinoco; b) más directamente,
desde el norte del Perú a través de Ecuador y Colombia, para
penetrar a Venezuela por el occidente; y c) descenso por el
Amazonas hasta sus bocas y luego moviéndose hacia el norte
por la costa hasta el oriente de Venezuela” (Dupouy, 1952, p.
17).

De ese planteamiento hipotético, Cruxent infiere que a través de la


ruta (a) las oleadas migratorias se desplazaron hacia la región de
Barrancas en el Orinoco Medio y la ruta (b) conllevó desplazamientos

125
hacia La Cabrera en la región del Lago de Valencia, sustentado esta
inferencia en las evidencias de la filiación que el material arqueológico de
estas dos regiones tiene como su posible centro el Perú. Sostiene Cruxent
además, que esas oleadas migratorias se extendieron luego hacia el norte a
través de la desembocadura del Río Orinoco y de la cadena de Las
Antillas.

El arqueólogo norteamericano Alfred Kidder II (1944) coincide


con Osgood, al manifestar que:

Las culturas venezolanas, conocidas en pequeña perspectiva


histórica, parecen haber resultado de la fusión de muchos
elementos occidentales, posiblemente centroamericanos,
muchos de los cuales parece han pasado hacia el este y el sur
de Venezuela propiamente, y de elementos más
definitivamente de origen oriental y del sur, muchos de los
cuales, a su vez, parece que pasaron hacia el norte y el oeste.
Esta es una situación que uno puede predecir razonablemente
sobre fundamentos geográficos, pero los factores del tiempo,
adaptación local y cambio se combinan para hacer de ella una
situación muy compleja (citado en Dupouy, 1952, p. 17).

La mencionada Teoría de la H, hasta ahora, ha representado un


importante modelo que permite la orientación hacia los posibles orígenes y
proceso de difusión de los denominados troncos lingüísticos, de los
pueblos indígenas ancestrales, que poblaron el territorio venezolano y aún
continuaban presentes para el momento del advenimiento de los europeos
en el siglo XVI.

126
3.1.2.- LOS TRONCOS LINGÜÍSTICOS: TIMOTO-CUICA,
ARAWACO Y CARIBE.

Al sustentar la referida Teoría de la H, se puede decir que las


influencias de elementos culturales externos a Venezuela, tuvieron su
origen en un proceso de oleadas migratorias que llegaron a formar dos
importantes núcleos de poblamiento, cuyas características atendieron a dos
corrientes de movimientos de grupos humanos. La primera corriente
originaria del occidente de América Central y Suramérica, habrían de dar
origen a la cultura Timoto-Cuica (ver Mapa No 3.2), asentada en la región
de los Andes Venezolanos; y la originaria del oriente, proveniente de la
región amazónica, conformada por oleadas emparentadas con las familias
lingüísticas identificadas como Arawaca y Caribe. La arqueología y la
etnohistoria han considerado que además de éstas, existieron otras
corrientes migratorias menores que dejaron sus evidencias y que pudieron
originar a los pueblos denominados grupos independientes dentro de la
clasificación de “Áreas Culturales” planteada por Acosta Saignes (1961).

El conjunto de pueblos indígenas ancestrales que se asentaron en lo


que hoy es Venezuela y que conformaron las llamadas “Áreas Culturales”,
tienen sus orígenes en esas cuatro corrientes de movimiento migratorio.

Como la Región Histórica de Caracas fue habitada, en tiempos


ancestrales, por grupos indígenas de filiación Caribe, se realiza una breve
descripción de los troncos lingüísticos Timoto-Cuicas y Arawacos, para
luego dedicarse con mayor detenimiento a detallar el proceso de migración
con el que están emparentados nuestros antiguos pobladores.

En la región de los Andes de Venezuela se encuentran las serranías


más elevadas, cuyas cimas se mantienen nubladas la mayor parte del día,

127
128
en algunas de las cuales, se encuentra la presencia de nieve perpetua. Existen en esta
región gran cantidad de páramos cubiertos de vegetación baja. Debido a la
influencia glacial se han conformado múltiples valles en forma de “U” y
lagunas como las de de Santo Domingo, Mucubají, Laguna Negra y
Laguna Verde. Los valles fluviales andinos, generalmente son alargados y
profundos, y las terrazas que se forman en ellos constituyen los suelos más
fértiles de la región donde se asentaron las poblaciones indígenas
ancestrales que se denominaron Timoto-Cuicas.

El término Timoto-Cuica, con el se identifican a los grupos


indígenas ancestrales asentados en la región de los Andes venezolanos, es
atribuido al historiador Mario Briceño Irragorri. Estas poblaciones fueron
descritas en el siglo XVI por los cronistas de indias y analizadas
posteriormente por historiadores y antropólogos, entre los que podemos
mencionar a Lares (1950), Acosta Saignes (1952), Febres Cordero (1960)
y Salas (1956, 1997), quienes mantienen la opinión general de la
utilización de dicho término para identificar como una sola etnia a la
culturas asentadas en dicha región.

La antropóloga Clarac (1982), rebate el empleo de dicho término


argumentado que implica una visión reduccionista de la diversidad
sociocultural de los Andes venezolanos. Ella sostiene que los cronistas de
indias “…aludían generalmente a los nombres de los caciques locales de
los pueblos tales como Carache, Cuica, Boconó, Timote, Escuque, etc, sin
pretender clasificación alguna de los mismos” (Clarac, citado en Sanoja y
Vargas, 1999, p. 79). La autora propone:

[…] la existencia de dos poblaciones principales diferenciadas


en la región andina: una que ya estaba asentada en la zona
desde hacía varios siglos, alrededor de grandes poblados como
Zamu, Macaria o Mucuria (la actual Lagunillas de Mérida),
Chama, Mucuchies y Timotes, en el actual Estado Mérida, y
en Boconó, Cuica, Escuque y Esnujaque, actual Estado

129
Trujillo. La segunda, que podrían ser los caquetíos del
noroeste de Venezuela, un grupo invasor. Algunos de estos
pueblos como Mucuria y Zamu, tenían poblaciones de hasta
2.500 habitantes, mayores que las que existían en los poblados
indohispanos hasta el siglo XVIII. (Ibid.)

Las denominaciones de Mucu-Chama, son propuestas por esa


autora para identificar a las poblaciones indígenas ancestrales que se
encontraban asentadas a lo largo de la cuenca del río Chama y
conservando el término “Cuicas”, a pesar de su arbitrariedad, para
identificar a los pueblos asentados en el ahora Estado Trujillo.

Los autores Sanoja y Vargas (1999), coinciden con la propuesta de


Clarac argumentando que a partir de las investigaciones arqueológicas, se
considera a la región andina conformada a partir de un poblamiento
inicial, que se ubicaría cronológicamente en los primeros siglos de la era
cristiana, que tendría como frontera norte a las poblaciones aldeanas de
Cuicas, Carache y Boconó a cuyas cercanías penetraron las etnias
caquetías, en el siglo XI d.C., provenientes de los valles subandinos del
actual Estado Lara.

Los diversos pueblos asentados en la región andina se les considera


emparentados con la cultura Chibcha de Colombia o por lo menos
transculturizados por ellos, poseían el dominio de la más avanzada
tecnología de su tiempo permitiéndoles crear y estabilizar los centros más
densamente poblados y con más eficientes servicios de la prehistoria
(Salazar y Vargas, 1992).

Los pobladores de los Andes venezolanos alcanzaron una clara


complejidad en la tecnología agraria, la cerámica y la vida ceremonial.
Con respecto a la tecnología agraria, cultivaban además de la papa, otros
tubérculos como la oca y el ulluco y como sistemas agrícolas desarrollaron

130
el uso de terrazas artificiales. Emplearon la construcción de diques de
aguas en las alturas de las montañas, que luego trasladaban por medio de
canales o acequias hasta los sistemas de terrazas. No solo llegaron a
practicar la agricultura en las tierras altas sino también lo hicieron en las
tierras bajas, utilizando la técnica de la siembra intensiva a través de la
roza. Aprovecharon los diferentes pisos altitudinales para cultivar una gran
variedad de vegetales alimenticios. En cuanto a las creencias religiosas
habían alcanzado un mayor formalismo, que se ve evidenciado en sus
ceremonias rituales cotidianas, sus templos y las ofrendas votivas. Se
encuentra la presencia del chaman que era llamado “mohan”.

Los Arawacos son considerados la tercera oleada migratoria que


penetra el territorio venezolano, procedentes de la Selva Amazónica,
utilizando para su desplazamiento la ruta de la selva, las costas brasileñas
y a través de la zona andina. Se expandieron por toda la parte septentrional
de Suramérica y las Antillas alcanzando a la península de la Florida en
Norteamérica (ver Mapa No 3.3). Se considera a la lengua Arawaca como
la más difundida en el continente Americano (Acosta Saignes, 1961).

Tardíamente llegaron a Venezuela expandiéndose y asentándose en


las extensas regiones del occidente, centro y llanos del país. Se cree fueron
desalojados de algunas zonas por los Caribes y tras cruentos
enfrentamientos, fueron desplazados por éstos hacia el occidente del país y
hacia las Antillas.

Específicamente, el área de extensión de los Arawacos en


Venezuela comprende la península de la Goajira, una amplia zona que va
desde el Estado Falcón hasta el Guaviare y en regiones orinoquenses. Se
cree que muchos grupos indígenas de la región central del país, que han
venido siendo considerados de filiación caribe, sean en realidad de
parentesco arawaco (ver Mapa No 3.4).

131
132
133
Para la llegada de los europeos existía una marcada dicotomía
lingüística en el territorio venezolano, representada por los pueblos de
habla arawaca y los pueblos de habla caribe.

Según estudios etnohistóricos llevados a cabo por Miguel Acosta


Saignes, el perfil de los grupos Arawacos los representa como pueblos que
“[…] sobreponían las relaciones comerciales a la violencia necesaria, eran
amigos de largos parlamentos y esperas, de negociaciones, de
intercambios de todas clases” (citado en Strauss, 1992, p. 57).

Entre las características culturales se puede destacar entre los


Arawacos su gran habilidad para la navegación a través de embarcaciones
como las piraguas, canoas y balsas, siendo las segundas una
especialización tecnológica de los medios de transporte acuático, que llegó
a permitirles expandirse por los espacios fluviales y marítimos, como el
Mar Caribe por medio del cual, como indicamos con anterioridad,
alcanzaron las Antillas y la península de la Florida. Estos pueblos son una
cultura que cultivó la yuca y el maíz, evidencia que pudiera indicar las
influencias occidentales y orientales de los elementos culturales portados
por los grupos migratorios de estas longitudes. El ambiente selvático les
permitió la extracción y cultivo de la yuca, mientras que el maíz
prevaleció en las costas, en las Antillas y en otros muchos sitios de tierra
firme. Otros cultivos desarrollados por estos pueblos fueron: el tabaco,
batata, ñame, fríjol, ají y el algodón. Practicaban la caza de animales como
monos, pécaris, roedores y venados, Realizaban la pesca con cestos en
forma de embudos o utilizando venenos vegetales, acostumbraban asar el
pescado. Conocieron el arte de hilar y tejer, utilizando el huso y telar
vertical. Se establecían en aldeas confederadas y sistemas de palafitos en
las zonas costeras (Siso Martínez., 1953).

134
3.1.3.- EL PROCESO MIGRATORIO CARIBE: SUS
MARCADORES ARQUEÓLOGICOS Y TOPONÍMICOS.

Remembrando la Teoría de la H, el eje vertical oriental lo va a


representar la oleada de los Caribes, los cuales en sucesivos movimientos
migratorios penetraron al actual territorio venezolano provenientes de la
selva amazónica. Los rasgos culturales de estos pueblos hacen que se les
ubique dentro de la agrupación circuncaribe, clasificación propuesta por
Julián H. Steward (1947), dentro de la cual incluye a las culturas
centroamericanas y las del norte y noroeste de Suramérica en un sentido
geográfico cultural.

Steward le asigna un origen andino a los Caribes, y al respecto


manifiesta:

Dichas culturas se habrían extendido desde los Andes en parte


por migraciones de pueblos que habían perdido algunos de sus
rasgos típicamente andinos, conservando otros en forma más
simple. Considera que esa “degeneración” se debe a la presión
de otras poblaciones y a la dificultad de adaptación en un
ambiente diferente del de tierras altas (citado en Girard, 1976,
p.p. 1379-1380).

Según ese planteamiento hipotético, las culturas clasificadas como


circuncaribe habrían conservado la forma general de la cultura del
Altiplano e incluso habrían agregado elementos materiales de los ámbitos
de la Selva Tropical, pero no fueron capaces de mantener los logros
sociales, políticos, religiosos y materiales de los pueblos que alcanzaron
un mayor desarrollo cultural como el estatal.

Existe una serie de modelos para explicar el proceso migratorio


caribe hacia lo que es actualmente Venezuela., como son: el modelo de

135
Lathrap (1970), Schwerin (1972), Meggers (1975), Durban (1977),
Roosevelt (1978, 1980) y Tarble (1985).

Lathrap (1970), atribuye las migraciones Caribes a fuerte factores


de presión demográfica en las varzeas de la Selva Amazónica, a partir del
500 D.C., las cuales eran zonas muy fértiles y propicias para el cultivo de
la yuca. Propone como centro de la dispersión la Guayana, por la ribera
norteña del río Amazonas, empleando como rutas a los ríos principales
dirigiéndose a la Amazonía colombiana, la costa de Guyana y las Antillas.
Este modelo relaciona los diferentes desarrollos de la región Orinoco-
Amazonas, interpretándolos como producto de una serie sucesiva de
movimientos migratorios. Este autor es el primero en vincular a los
pueblos pertenecientes a la familia lingüística caribe con los portadores de
la alfarería con antiplástico de cauxí, nombre con el se le conoce a la
espícula de esponja de agua dulce. Meggers y Evans (1961) han
denominado a esta alfarería como tradición de línea incisa fina o el estilo
horizonte inciso-punteado planteado por el mismo Lathrap (1970). En el
caso de Venezuela esta alfarería es denominada por Cruxent y Rouse
(1961, 1963) como la Serie Arauquinoide (Zuchi, 1985; Tarble, 1985).

Schwerin (1972), concibe la migración caribe a través de dos


etapas. La primera, a partir de el 500 D.C., provocada por la introducción
del cultivo del maíz, se produce en la Cordillera Oriental de Colombia
utilizando a los ríos principales como rutas de expansión se dirigieron
hacia el Orinoco, Guayana y el Amazonas. La segunda etapa, que es la de
los Caribes venezolanos, es causada por actividades comerciales, la guerra
y supuestamente el canibalismo ritual, se origina en el Orinoco Medio a
partir del 1000 D.C. y utiliza a los ríos y las costas como rutas para
dirigirse hacia el Bajo Orinoco, las costas y las Antillas. Este autor al
proponer los factores que causan esta última etapa no relaciona los datos

136
lingüísticos, etnohistóricos y etnológicos con las evidencias arqueológicas
(Tarble, 1985).

El modelo de Meggers (1975, 1977) para tratar de explicar la


compleja distribución étnica en la Amazonía, introduce datos etnográficos
y lingüísticos al denominado modelo biológico de diversificación. Su
planteamiento se diferencia de los autores antes citados al proponer que
las migraciones se dieron por vía terrestre, a través de extensas sabanas,
provocadas durante los períodos de reducción de la selva, que les sirvieron
de corredores a los pueblos Caribes que iban en busca de mejores recursos
de recolección. Este modelo propone dos etapas de expansión. La primera,
provocada por la reducción de las zonas selváticas y la búsqueda de
recursos en ambientes empobrecidos, se origina en el Sur del Amazonas a
partir del 8000 A.C., utiliza los corredores de sabana para expandirse hacia
el Norte de la cuenca amazónica. La segunda etapa, causada por el
seguimiento del ambiente al cual, se habían adaptado, se origina en el
Norte del Amazonas, a partir del 1000 A.C. y también utiliza los
corredores de sabana como rutas que los llevan a expandirse hacia sectores
sabaneros del Amazonas.

El modelo de Durbin (1977) sustentado sobre las bases de la


glotocronología y la comparación lingüística, trata de explicar las
derivaciones del Proto-Caribe y la diversidad y complejidad de las lenguas
de esta familia lingüística que se encontraban presentes durante los siglos
XV y XVI. El autor parte de la hipótesis de que mientras una lengua se
aleja del tronco originario, mayor será la distancia de su lugar de origen.

Para explicar las diferentes subdivisiones lingüísticas, Durbin


plantea las siguientes expansiones de los Caribes:

137
1) Una expansión a través del área de las Guayanas, que reemplaza
a grupos anteriores como los Arawac e independientes y a otros
cuyas lenguas no han sido clasificadas (Warao, Otomano,
Yaruro, Guahibo, Hoti, etc.). En la misma estuvieron
involucradas las siguientes subdivisiones lingüísticas: Caribe de
la Guayana este-oeste, Galibí, Caribe de la Guayana occidental y
Caribe del sur de Guayana.
2) Un moviendo desde la Guayana brasileña hacia el Amazonas
(Caribe del norte del Brasil y Caribe de la cuenca del Xingú).
3) Un movimiento desde la costa Caribe de Venezuela, a través de
los Llanos y el Orinoco, hasta el sur del Lago de Maracaibo y de
allí hacia la Sierra de Perijá y Colombia (Caribe de la costa)
(citado en Tarble, 1985, p. 49).

Para Durban, el factor que provocó los movimientos migratorios


fue la introducción del cultivo de la yuca, acontecido hacia el 1000 A.C.,
debido al aumento demográfico que trajo consigo.

Otro modelo que trata de explicar las migraciones tardías de las


poblaciones indígenas ancestrales del Orinoco Medio es el de Roosevelt
(1978, 1980), aunque no está referido exclusivamente al caso caribe, lo
tomamos en cuenta por basar sus inferencias en evidencias arqueológicas
posiblemente de la alfarería Serie Arauquinoide de Venezuela. Roosevelt,
plantea lo siguiente:

[…] la introducción del complejo maíz/fríjol/calabaza originó


el aumento de población percibido en el registro arqueológico
del Orinoco Medio para el período 1000-1400 D.C.; este
complejo suministró recursos proteínicos adicionales,
complementarios de aquellos que proporcionaban la caza y la
pesca. (Ob. Cit., p. 48)

Para Roosevelt, lo que afectó la abundancia de recursos


provenientes de la caza y la pesca fueron las fluctuaciones estacionales, las
cuales causaron fuertes limitantes al crecimiento poblacional. Al contrario
de lo planteado por Lathrap, considera que la actividad agrícola encontró

138
un gran auge en las riberas inundables de los ríos a través el cultivo del
maíz. Eso explicaría el porque en el caso de la yuca, ésta produce un gran
follaje en las tierras fértiles, sin afectarse el tamaño del tubérculo.

Kay Tarble (1985), al analizar los anteriores modelos manifiesta:

Los autores mencionados proponen cuatro


diferentes centros de origen para los Caribes, y dos
vías de movilización: terrestre y fluvial. Según
unos, cultivan yuca, mientras que, para otros,
cultivan maíz. Se les ubica principalmente en
sabanas o en riberas inundables […] señalamos
como una falla de estos modelos una tendencia a
generalizar al concebir a todos los pueblos de
lengua caribe como si fueran homogéneos. (Ob.
Cit., pp. 49-50)

Tarble (1985), tomando en cuenta la heterogeneidad cultural de los


pueblos Caribes y las diferencias del medio ambiente que rodeaba sus
asentamientos, plantea un nuevo modelo que explica o interpreta los
movimientos migratorios basándolo en estrategias adaptativas al medio
que conlleva a tres modalidades de ocupación del espacio. Este nuevo
modelo de expansión Caribe propone 4 etapas.

En cuanto a las estrategias adaptativas son tres las consideradas por


dicha autora, que a saber son:

1) La primera se caracteriza por asentamientos de 600 a 4.000


personas, viviendas multifamiliares, una subsistencia
basada en el cultivo mixto (maíz-fríjol-yuca), asociada,
según el caso, con técnicas agrícolas intensivas y con la
explotación de recursos acuáticos como fuente principal de
proteína animal […] Esta estrategia adaptativa puede ser
caracterizada básicamente por una tendencia a la
intensificación de la actividad agrícola y comercial, así por
una mayor especialización y centralización del poder.
2) La segunda estrategia adaptativa se relaciona con los
asentamientos que explotaban extensivamente las zonas

139
interfluviales selváticas, particularmente en la zona de
Guayana. Estos asentamientos eran pequeños, dispersos y
estaban y estaban integrados por una sola casa comunal
que servía de vivienda a unas 80 personas. La subsistencia
se basaba principalmente en el cultivo de la yuca y otros
tubérculos, pero también practicaban la caza, la pesca y la
recolección. La organización política era descentralizada,
con jefes locales con un poder que no era coercitivo, sino
más bien persuasivo. La actividad comercial jugaba un
papel importante para su vinculación con otras etnias, y
para la obtención de artículos básicos y de “lujo”.
3) […] La tercera estrategia corresponde a la sabana alta
(Escudo Guayanés). El patrón de asentamiento es aún más
disperso que en el caso anterior, debido a la pobreza de
recursos de la zona […] (Ob. Cit., pp. 51-52).

De estas estrategias adaptativas podemos inferir la evidente


relación existente entre los tipos de medio ambiente explotado, las
técnicas y modos de subsistencia y la densidad de población de los grupos
Caribes. La mayor concentración de población se encuentra ubicada en las
zonas donde existen mayores recursos acuáticos y tierras aptas para el
cultivo del complejo maíz-fríjol-calabaza y de la yuca. Por el contrario, en
las zonas selváticas y centros boscosos de las sabanas altas, donde
prevalecía el cultivo de la yuca, los recursos proteínicos provenían de la
caza, la pesca y la recolección, las poblaciones tienden a un mayor grado
de dispersión y la densidad suele ser más baja.

En cuanto a las modalidades de expansión Caribe, Tarble (1985)


sostiene que dicha expansión debe ser comprendida como un proceso de
acumulación de sucesivas y continuas reubicaciones de los asentamientos
y no como movimientos de población planificados o deliberados. En
función a los datos etnohistóricos, lingüísticos y arqueológicos de que se
dispone hasta el momento, se puede explicar a través de tres modalidades
de expansión la distribución de los grupos Caribes para el siglo XVI, estas
modalidades se relacionan con las estrategias adaptativas citadas
anteriormente:

140
1) Primera modalidad: las comunidades que ocuparon la s
zonas interfluviales parecen haber adoptado una expansión
gradual, no lineal, debido, fundamentalmente, a que los
recursos que requerían para su estrategia adaptativa no
estaban concentrados en un solo sector, sino dispersos en
toda la región (…) La dirección de las migraciones para
esos grupos no fue intencional.
2) Segunda modalidad: los recursos requeridos para el patrón
ribereño están localizados de manera mucho más
restringida (tierras fértiles y régimen de lluvias adecuado
para el cultivo del maíz, pesca abundante, ríos navegables
para el comercio, etc.). Estas condiciones, aunadas a la
lucha por el control de las rutas comerciales, originaron
movimientos migratorios de carácter lineal y más
intencional […] el poblamiento de las riberas de los
grandes ríos siguió una cierta secuencia: en primer
momento los asentamientos se distribuyeron a lo largo del
río […] Luego, fueron ocupados los espacios intermedios.
En vista de que la explotación basada en el cultivo del
maíz-fríjol-yuca, y en la caza y la pesca, permite una
mayo densidad de población, los primeros asentamientos
pudieron crecer más y convertirse en los grandes centros
poblados o “provincias” que mencionan los cronistas […]
Al saturarse los sitios ribereños, se iniciaron las
migraciones tierra adentro o hacia otras zonas ribereñas.
3) Tercera modalidad: dentro de las sabanas altas […] los
movimientos de población dependieron principalmente de
las vías terrestres. La relativa pobreza de este medio
ambiente de sabana alta, en relación con las anteriores,
ocasionó reubicaciones más frecuentes y a mayores
distancias, en busca de parches selváticos para la
agricultura de tala y quema. Las “vecindades”, […] en este
patrón de asentamientos, estarían, por lo tanto, formadas
por casas aisladas (Ob. Cit., p. 54).

La autora además de plantear esas modalidades, destaca el


importante papel que ocupó el comercio en las migraciones que se
produjeron en las regiones implicadas, manifestando que fue un factor
integrador y diferenciador de los pueblos de la cuenca del Orinoco. Por
otra parte también destaca la trascendencia de la actividad bélica que junto
con el comercio, se convierte en factor que puede explicar el crecimiento
de la población y los movimientos migratorios tardíos en la región
amazónica.

141
El modelo de expansión Caribe planteado por Tarble (1985),
consta de 4 cuatro etapas que a saber son las siguientes:
1) Primera etapa: data del 2500 A.C. – 1500 A.C. corresponde a la lenta
expansión de grupos sedentarios cuyo desplazamiento es determinado
por la abundancia y estacionalidad de la cacería y la recolección. El
centro de expansión se encontraba ubicado en la Guayana de
Venezuela, Guyana, Surinam o Guayana francesa (ver Mapa 3.5).
2) Segunda etapa: comienza alrededor de los 1500 A.C. (ver Mapa No
3.5), la estrategia de subsistencia a base del cultivo de la yuca
transmitido por lo Arawacos, los grupos Caribes experimentaron una
mayor sedentarización y aumento de la población. Las dinámicas
internas de cada pueblo (crecimiento/escisión, reubicación por
creencias o razones de salud), los factores ambientales (disminución de
recursos: caza, pesca, tierra cultivable cercana) y los factores sociales
(guerras, invasión de otros en expansión) pudieron haber influido en
los movimientos migratorios de esta etapa. Los Caribes se expanden a
través de las Guayanas, manteniendo un patrón de asentamiento
interfluvial, pero existe la probabilidad que se generan enfrentamientos
bélicos entre los grupos que dominaba los grandes ríos y los que
provenían del interior.
3) Tercera etapa: acontece alrededor del 400 D.C. cuando algunos grupos
Caribes desde el Amazonas o el Orinoco tendieron a dominar sectores
de los ríos circunvecinos, en los cuales desarrollaron nuevas estrategias
de adaptación (ver Mapa No 3.6). El complejo maíz/fríjol/calabaza
proveyó una fuente de proteína adicional a la proveniente de la caza o
la pesca, cuya disponibilidad fluctuaba estacionalmente. Unido a este
complejo proteínico se presentó la intensificación de las actividades
comerciales e interactivas con otros grupos de la región, cuyas posibles
repercusiones en lo social, económico y tecnológico se manifestaron
en un crecimiento de la densidad demográfica, una mayor
jerarquización política y ritual, nuevas inventivas tecnológicas y la

142
intensificación de las actividades agrícolas que conlleva a la
producción de excedentes, la especialización de otros productos para el
intercambio comercial, disputas territoriales, un aumento de la
actividad bélica y la utilización de “esclavos”.
Por no haberse alcanzado, durante este período, niveles más altos y
sofisticados de tecnologías aplicadas a las actividades agrícolas. Los
grupos humanos con una incipiente agricultura basa en el cultivo de la
yuca estarían limitados a asentarse en las franjas de las tierras
aluvionales de los grandes ríos. Los grupos humanos de las tierras
interiores, seguirían su proceso de expansión a través de las Guayanas,
empleando como vías los ríos secundarios.
4) Cuarta etapa: data del 1000 D.C. a 1500 D.C. y durante este período se
incrementa la actividad bélica y comercial, tal vez inducida por un
fuerte crecimiento de la población en las zonas ribereñas causada por
un mayor desarrollo de la agricultura. Los destinos de las migraciones
fueron los siguientes: por presiones de otros grupos (como los
Tupiguaraní y los Arawacos) que venían expandiéndose desde el sur y
el oeste pudieron haber desalojado a los Caribes del Orinoco Medio;
siguiendo los ríos secundarios se expanden fuera del Orinoco, hacia el
noreste y el noroeste, en busca de tierras aptas para el cultivo del
complejo maíz/fríjol/calabaza, que en el caso de no conseguirlas
pudieron readoptar el cultivo de la yuca; por vías fluviales y terrestre
los grupos del interior de Guayana se seguirían expandiendo; por
presiones de otros grupos, los Caribes penetraron más hacia la ribera
sur del Orinoco y hacia las sabanas altas, como la Gran Sabana y
Sabana de Rupununi. (ver Mapa No 3.7).

El modelo anteriormente descrito tiene una fundamentación


lingüística y una arqueológica. En la primera, la autora se sustenta en el
planteamiento de Migliazza (1982) para establecer el árbol genealógico de

143
Mapa No 3.5

Nota. Tomado de Un Nuevo Modelo de


Expansión Caribe para la Época
Prehispánica. (p. 59). Por Kay Tarble. En:
Antropológica No 63-64, 1985: pp. 45-81.
Caracas: Fundación La Salle, Instituto
Caribe de Antropología y Sociología.

144
Mapa No 3.6

Nota. Tomado de Un Nuevo Modelo de


Expansión Caribe para la Época
Prehispánica. (p. 60). Por Kay Tarble.
En: Antropológica No 63-64, 1985:
pp.45-81. Caracas: Fundación La Salle,
Instituto Caribe de Antropología y
Sociología.

145
Mapa No 3.7

Nota. Tomado de Un Nuevo Modelo de


Expansión Caribe para la Época
Prehispánica. (p. 62). Por Kay Tarble. En:
Antropológica No 63-64, 1985: pp.45-81.
Caracas: Fundación La Salle, Instituto Caribe
de Antropología y Sociología.

146
las lenguas Caribe, el cual se ubica geográficamente en Venezuela y
Colombia como sigue a continuación:

PROTO-CARIBE (Guayana) (5000-4000 A.P.):


Norte (3800-3500 A.P):
Caribe de la Guayana Occidental (3500-2000 A.P.):
Panare (Dtto. Cedeño) (2000-0-A. P.)
Wanai (Dtto. Cedeño) (2000-0-A. P.)
Yabarana (E. Amazonas) (2000-0-A. P.)
Caribe de la Guayana Este-Oeste (2000 A.P.):
Apalai (700 A. P.)
Wayana (700 A. P.)
Trio (1700 A. P.)
Pemón (Roraima) (500 A. P.)
Kapon (500 A. P.)
Makushi (500 A. P.)
Waimiri (900 A. P.)
Costa (3000 A.P.):
Costa Oriental (2500 A. P.):
Galibí (Bajo Orinoco) (2500 A. P.)
Caribe de la Costa (2700 A.P.):
Tamanaco (Medio Orinoco) (+/- 2200 A. P.)
Cumanagoto (Costa Oriental) (+/- 1500 A. P.)
Caraca (Cordillera Oriental) (+/- 1500 A. P.)
Chaima (Costa Central) (+/- 1500 A. P.)
Yukpa (E. Zulia) (1700 A. P.)
Opone/Carare (1700 A. P.)

Sur (3800- 2600 A.P.):


Caribe del Sur de Guayana (1600 A.P.):

147
Warikyana (900 A. P.)
Parukoto (1300 A. P.)
Wayumara (1300 A. P.)
Yekuana (E. Amazonas) (900 A. P.)
Caribe del Sureste de Colombia (2300 A. P.):
Hianacoto (1000 A. P.)
Carijona (1000 A. P.)
Guaque (1000 A. P.)
Caribe de la Cuenca del Xingú (2800 A.P.):
Nahubwa (700 A. P.)
Bakairi (700 A. P.)

La fundamentación arqueológica del modelo de Tarble (1985) se


sustenta en las investigaciones de Cruxent y Rouse (1958), incorporando
las prospecciones de Zuchi en el Orinoco y el Distrito Cedeño del Estado
Bolívar. Al respecto, la autora concluye que las series arqueológicas que
se corresponden con el grupo Caribe son: la Arauquinoide, la Valloide, la
Valencioide y la Guayabitoide.

Al unir la fundamentación lingüística con la arqueológica, Tarble


(1985) reconstruye la expansión Caribe de la siguiente forma:

1) Primera etapa: a partir de los 3000 A.C., los grupos de habla Pro-
Caribe se dispersaron lentamente por las Guayanas, en donde
lingüísticamente se produjo una fragmentación formándose los grupos
del norte y los del sur. Para esta fecha la única evidencia arqueológica
de la presencia de los grupos Caribes en estas regiones nos la
suministran los restos líticos de Tukupen y Canaima en la Sabana Alta
de la Guayana venezolana (Cruxent, 1971), y en Sipaliwini, en
Surinam (Boomert citado en Tarble, 1985).

148
2) Segunda etapa: a partir del 1000 A.C., asociada a la introducción del
cultivo de la yuca y la expansión a través de las sabanas, se produjo la
separación de tres grupos lingüísticos Caribes: Guayana occidental,
Guayana este-oeste y sur de Guayana. Las evidencias arqueológicas
son muy limitadas en lo que respecta a los grupos Caribes del interior
de Guayana. La fase Corobal (Evans citado en Tarble, 1985) ubicada
en el río Ventuari, del actual Estado Amazonas, es una posible
correlación con algún grupo Caribe de la Guayana occidental a pesar
de ser situada en 800 A.C. a 500 D.C.

3) Tercera etapa: a partir de los 400 D.C. con la entrada de un grupo


portador de la alfarería con antiplástico de Cauxí (espícula de esponja
de agua dulce) que algunos autores atribuyen de origen Caribe
(Lathrap, 1970; Sanoja y Vargas, 1974; Zuchi, 1975), el cual, esta
asociado a los sitios de asentamiento temprano de Nericagua (Alto
Orinoco), Agüerito, Cedeño, Parmana (Medio Orinoco), Macapaima
(Boca del Caroní) y Barrancas (Bajo Orinoco). El contacto entre los
grupos portadores del cauxí y los grupos originarios de la región
produjo nuevas tecnologías y estilos en la cerámica que se evidencia
por la aparición de estilos regionales con una gran diferenciación entre
sí, como lo son los estilos Nericagua, Arauquín, Camoruco y
Macapaima/Guarguapo. Esta diferenciación estilística coincidió con la
formación, según Durbin, de dos subgrupos lingüísticos: Caribe de la
costa en el Medio Orinoco y el Galibí en el Bajo Orinoco.

4) Cuarta etapa: comprendida entre los 1000 D.C. y 600 D.C Los
portadores de la cerámica con cauxí dominan toda la región del
Orinoco, presentado una densidad demográfica bastante alta y
evidenciada por el gran volumen de restos arqueológicos encontrados
en esa región. Los grupos asociados con la Serie Arauquinoide se
trasladaron fuera del Orinoco dirigiéndose hacia los Llanos

149
occidentales como lo evidencian los sitios Caño Caroní (Edo. Barinas),
Turén (Edo. Portuguesa), Matraquero y Guayabal (Edo. Guárico). En
este período aparecen en el escenario regional un nuevo grupo portador
de la cerámica que muestra semejanzas con los estilos de las series
Arauquinoide y Valloide en el Orinoco Medio (Zuchi y Tarble, 1984)
y en la zona de Valencia (Cruxent y Rouse, 1982). Este nuevo grupo se
le asocia con la Serie Valencioide, cuyos estilos se encuentran en la
costa norte de Venezuela, en la cordillera de la Costa (entre Tucaras y
Río Chico), y en el archipiélago de Los Roques (estilo Krasky). Las
evidencias arqueológicas reflejan una expansión de los grupos Caribes
de la costa a partir del Orinoco Medio hacia el norte utilizando dos
posibles vías de migración: hacia la cuenca del Lago de Valencia vía
los ríos Portuguesa y Pao, y hacia la costa oriental por el Guárico y el
Unare. Expandiéndose luego al resto de la costa y la Cordillera
Central. De igual forma, lo hicieron además por el Apure y El Meta,
donde sin embargo debieron encontrar resistencia en los grupos que ya
estaban asentados allí.

La ruta que los grupos asociados con las Series Arauquinoide y


Valencioide tomaron para desplazarse desde el Orinoco Medio hacia la
Cuenca del Lago de Valencia, es la que posiblemente le da origen a los
pueblos que se encontraban asentados, para el momento de la llegada de
los europeos, en lo que este estudio a denominado como la Región
Histórica de Caracas (ver Mapa No 3.8).

La descripción y explicación de manera más exhaustiva el modelo


de expansión Caribe propuesto por Table (1985), en comparación con los
que le antecedieron, fue por ser la propuesta más completa e
interdisciplinaria existente, donde se relacionan las evidencias que
provienen de los estudios etnohistóricos, lingüísticos y arqueológicos de
las regiones implicadas en los procesos de migración, lográndose de esta

150
forma una interpretación más integral del fenómeno, cuyo enfoque
coincide con la visión metodológica de la presente investigación.

Los marcadores tempo-espaciales con los que se puede visualizar


las rutas de migración y los asentamientos de los pueblos indígenas
ancestrales de la Región Histórica de Caracas, son los arqueológicos y
toponímicos.

Los marcadores arqueológicos son constituidos por todas las


evidencias obtenidas en las investigaciones arqueológicas, las cuales han
sido clasificadas en estilos y series cerámicos. Tomando en cuenta para la
ubicación temporal de dichas evidencias, la cronología propuesta por
Cruxent y Rouse (1958): Paleoindio, Mesoindio (Período I), Neoindio
(Períodos II-III-IV) e Indohispano (Período V). Las Series implicadas
como marcadores arqueológicos de los procesos acontecidos en la Región
Histórica de Caracas antes del siglo XVI son: la serie Arauquinoide y la
Valencioide.

La Serie Arauquinoide, se originó en el Periodo III con el estilo


cabecero de Arauquín (ubicado en San Fernando de los Llanos, área
inmediata al Alto Orinoco) y se extiende a lo largo del período IV con los
estilos Matraquero (área de San Fernando de Apure), Camoruco (Orinoco
Medio) y Guarguapo (Bajo Orinoco), con este último se extiende hasta el
período V en el Bajo Orinoco (ver Mapa No 3.9). Esta serie se caracteriza:

[…] por la abundancia de ornamentos puntiformes


y lineales incisos, escasean las expresiones
curvilíneas; casi todos los ojos son del tipo de
grano de café y muy pocos desde buñuelo. Usan
aunque discretamente, el recurso del rebajado en
pequeñas partes, típico del complejo Marajoara de
Evans y Meggers del Bajo Amazonas y del
complejo Shaki-Mu del Perú, estudiado por
Lathrap (Cruxent, 1971).

151
152
153
Los apéndices modelados-incisos con los que están decorada la
cerámica del estilo Arauquín, guardan una cierta semejanza con los del
estilo Barrancas.

La Serie Valencioide, la cual toma su nombre del estilo cabecero


Valencia, surge en el período III y comprende además a los estilos
Cementerio Tucacas (área de Tucacas en la costa occidental), Las Minas
(en el valle del Tuy al oeste del Lago de Valencia), El Pinar (ubicado en el
Valle de Caracas), El Topo (área de La Guaira), Krasky (en el archipiélago
de Los Roques) y Río Chico (ubicada en el área del mismo nombre) (ver
Mapa No 3.9). Se dice que esta serie se originó en la Cuenca del Lago de
Valencia, posiblemente a partir del estilo la Cabrera (de la serie
Barrancoide) y de allí se expandió hacia el área de Tucacas, en el Estado
Falcón, recorriendo luego las áreas de La Guaira, El Valle de Caracas
hasta Río Chico. La cerámica de esta serie se caracteriza por sus
tradicionales ollas globulares y la ornamentación a base de técnicas de
punteado, incisión y aplicado. Proliferan los apéndices decorativos
zoomorfos y antropomorfos, estilizaciones de murciélagos y también
numerosas figurinas con la evidencia del empleo de tablillas que
representan la deformación artificial del cráneo (Cruxent y Rouse, 1982;
Cruxent, 1971).

Los grupos pertenecientes a la serie Valencioide, presentaron una


altísima densidad demográfica en la Cuenca del Lago de Valencia lo que
conlleva a la aparición de extensos yacimientos con profundas capas de
cultura material. Se dice que fueron constructores de túmulos, sobre los
que construían sus sitios de habitación y eran empleados además para
enterrar a sus muertos. Se extendieron por vía marítima hacia el
archipiélago de Los Roques y las islas de Curazao, Aruba y Bonaire
(Cruxent y Rouse, 1982; Cruxent, 1971).

154
Los marcadores toponímicos están representados por los nombres
de los sitios geográficos, y son el producto de la toponimía, la cual es una
disciplina que une a la historia, la geografía y la lingüística que consiste en
“[…] el estudio integral en el espacio y en el tiempo de los aspectos:
históricos, geográficos, socio-antropológicos y lingüísticos que
permitieron y permiten que un nombre de lugar se origine y subsista”
(Salazar Quijada, 1978, p. 8). El estudio toponímico permite la obtención
minuciosa de nombres geográficos indígenas, que con sus subsiguientes
análisis etimológicos y semánticos podemos proporcionar datos valiosos
para reconstruir el pasado.

Desde el punto de vista histórico el dato proporcionado por esa


disciplina, que denominamos “topónimo”, es el que permite al
investigador “[…] reconstruir la cultura de un pueblo: su economía, sus
movimientos migratorios, sus aspectos lingüísticos y aspectos de la vida
social y espiritual de las personas que habitan y habitaron esa determinada
región” (Ob. Cit., p.20).

Para el caso de la Región Histórica de Caracas, los topónimos


constituyeron una fuente de valiosa información en cuanto al
conocimiento sobre sus ancestrales pobladores indígenas, ya que no sólo
suministraron datos importantes acerca de los posibles lugares de
asentamientos de estos grupos humanos, sino además proporcionaron
información acerca de aspectos de sus modos de vida, técnicas de
subsistencia, acontecimientos etnohistóricos y personajes.

En la presente investigación se analizaron un número


representativo de topónimos indígenas, que se encuentran a lo largo de la
región estudiada, de cuyo análisis etimológico y semántico transcribimos a

155
continuación sus significados (Arístides Rojas, 1882; Salazar-Quijada,
1993; Cruxent, 1971; Chiossone, 1992; Casale, 1997; Montenegro, 1983)8:

ARAIRA: (Capital de la Parroquia Simón Bolivar, Municipio Zamora,


Edo. Miranda). Araira, es voz del origen indígena Caribe, con que se
designa a un árbol de porte mediano (Rollinia mucosa), que crece en
Venezuela en forma silvestre y que produce un fruto carnoso comestible
parecido al anón, también se le conoce con el nombre de “anón cimarrón”.

ARBACOS o ARVACOS: Bravos indios Caracas que vivían en la cuenca


del río Las Lagunetas y en las filas montañosas vecinas. Eran vecinos de
los indios Teques hacia el este, de los Tarmas hacia el norte, de los
Meregotos hacia el oeste y de los Quiriquires hacia el sur. Una de sus
poderosos caciques fue Terepaima, quien extendía sus dominios sobre
toda la comarca de los Caracas y por este, hasta las riberas del río Unare.

AUYAMA: Es una voz de origen cumanagoto y se encuentran igualmente


en otros dialectos Caribes, y es usado para darle nombre a ala calabaza
criolla empleada en nuestras cocinas, especialmente en sopas y sancochos.

BÁQUIRA: el vocablo es de origen Caribe y designa al cochino silvestre


pequeño; al grande (Tagassu pecari), se le llama Puinke, en Caribe galibi,
tamanaco, chaima y cumanagoto. Se le da el nombre también al riachuelo
que desciende de las estribaciones del Pico de Naiquatá, hacia el sur, y al
este de la quebrada Caurimare.

BAQUIRACOTO: Agrupación de indios Caribes que vivían en las


inmediaciones de nuestra ciudad capital. Nombre compuesto de Báquira,
cuyo significado hemos anotado en las líneas anteriores y de la desinencia

8
El glosario de los topónimos es agregado al texto de manera directa y no como un anexo, con el
fin de permitir que a través de la lectura y análisis de primera mano de los mismos, se logre
relacionarlos dentro del contexto teorico-analítico que se viene planteando.

156
Cotos que es lo mismo que Gotos, que significa “Pueblo”, dialectos
Caribes. Se traduce, pues, como “el pueblo de las Báquiras”.

BARIQUEZA: Tintura de color rojo vivo que confeccionaban los Caribes,


con hojas y cortezas de árboles, para pintarse el rostro u otras partes del
cuerpo, como engalanamiento en sus fiestas y en sus guerras.

BARUTA: (Municipio del Edo. Miranda). El municipio lleva el nombre de


su capital. Baruta, es vocablo de origen cumanagoto (Caribe) con que se
denomina al árbol conocido como “jabillo” (Hura crepitans), de donde
deriva la designación de un jefe indígena de la región.

CACHICAMO: armadillo (Dasypus novemcinctus). Edentado de amplia


distribución en el país, famoso por su fuerte coraza imbricada, que le sirve
de formidable armadura defensiva. Es vocablo cumanagoto (Caribe), en
tamanaco se pronuncia “caiccamo” y en Caribe se dice también capachi.

CARACAS: (Capital de la República Bolivariana de Venezuela). Santiago


de León de Caracas fue fundada en 1567 por el conquistador español
Diego de Losada. El término Caracas refiere a pueblo indígena de origen
Caribe que habitó la región y además se refiere a la planta “bledo” que en
lengua indígena se pronuncia con ese nombre.

CARICUAO: (parroquia del Municipio Libertador, Distrito Capital). La


parroquia toma el nombre de su capital. Caricuae, Cuaricuao o Cariauao
son corrupciones de Caricuao que equivale a “Quebrada del Caribe”.
Caricuao fue el nombre que llevó el cacique del río Turmero, hoy río
Valle. Según Arístides Rojas (1882) por los pueblos de este cacique pasó
el conquistador Losada, después de haber sido bien tratado por los indios
de Macarao, en 1567, antes de fundar la ciudad de Caracas.

157
CAROHOTA: Término indígena, exclusivo de Venezuela, de origen
estrictamente Caribe. Se trata de la popular haba criolla, de intenso color
negro, plato obligado de la cocina nacional. Su nombre taxonómico es
phaseollus vulgaris.

CATIA: (Capital de la Parroquia Sucre, Municipio Libertador, Distrito


Capital). Se llamaba y aún hoy se llama, a la explanada que se entiende al
oeste-noroeste del Valle de Caracas. Se dice que las tierras del cacique
Catia abarcaban la parte alta –actual Catia- hasta el mar, a la largo de la
quebrada de Tacagua.

CATUCHA o CATUCHE: vocablo cumanagoto (Caribe) que significa


“guanábana” (Annona muricata). También se le conoce con este nombre
al riachuelo principal que cruzaba a la antigua Caracas y la surtía con sus
purísimas aguas. Igualmente se le llamó quebrada del Catuche o quebrada
del Guanabano, o lo que es lo mismo en lengua cumanagota “catuchacao”.

CATUCHAQUAO: Proviene de Catuche (Guanábana) y Cuao


(Quebrada); es decir, la quebrada del Guanábano. Sin duda en aquella
remota época, la mencionada quebrada estuvo poblada de muchos árboles
de Guanábano.

CAUCAGÜITA: (Parroquia del Municipio Sucre, Edo. Miranda).


Caucagüita, es diminutivo español del vocablo indígena Caucagua de
origen cumanagoto (Caribe) que equivale a “lugar de aguas locas” o
“lugar de aguas impetuosas” o bien “lugar de quebradas tormentosas”.

CHACAO: (Municipio del estado Miranda). El municipio lleva el nombre


de su capital. Chacao, es vocablo de origen indígena cumanagoto (Caribe)
que significa “arena”, “arenal” o “lugar donde abunda la arena”. Su

158
nombre fue dado a un jefe indígena que dominó parte de la región aledaña
a Caracas.

CHAGARAGATO o CHAGARAGOTO: Grupo o tribu indígena que


formó parte del conglomerado Caribe, que vivían en las montañas que
separan el Valle de Caracas del mar. De la etimología del nombre
proviene Changaragato, vocablo que en la Isla De Margarita, se aplica al
saltamonte o a la langosta. Si la desinencia es realmente Gotos, en lugar de
Gatos, se cumple nuevamente la regla de Hervás y Gilig, por la cual, los
pueblos que terminan con este sufijo son de origen Caribe.

CURAGUA: Se le denomina Curagua a unos árboles altos sembrados por


los indios junto a sus casas y cuyo fruto es como peras “verdeñales” con
un cuesco dentro, como trompo y a la cual los españoles la denominan
aguacate.

ESMEGOROTO: otra de las tribus Caribe. No hemos hallado la


etimología del patronímico, pero, el vocablo nos ofrece otra oportunidad
más de demostrar el origen Caribe de estos indios, pues se repite la regla
de Gilig.

GUACHARACA: es un vocablo cumanagoto (Caribe) y persiste como


nombre único y exclusivo del faisán criollo, descritas por Pimentel como
“mayores que palomas, tienen buena carne; tirala (sic) color a perdiz…”.

FILA DE MARICHES: (Parroquia del Municipio Sucre, Edo. Miranda).


La parroquia tiene un nombre compuesto, por una parte genérica (Fila),
que es un término geográfico con que se identifica a una hilera de cerros y
una parte específica (Mariches), que es el gentílico de un grupo indígena
de la familia Caribe, cuyo jefe –según las crónicas- fue el indio Tamanaco.

159
GUAICAIPURO: (Municipio del Estado Miranda). El nombre del
municipio honra la memoria del indómito jefe de los indios Teques y
Caracas (Caribes), quien acaudilló la resistencia a la penetración española
de la región centro-norte de Venezuela. Guaicaipuro. Es palabra de origen
indígena cumanagoto (Caribe) que proviene de las voces Guaica “punta”,
“espina”, “lanza” e Ipur “cerro”, “colina”, de donde Guaicaipuro equivale
a “El lancero de la colina”.

GUARAIRA RIPANO: Vocablo indígena de origen Caribe con el que los


ancestrales pobladores de el Valle de Caracas denominaban a la sierra que
separa a éste del mar. Guaraira ripano significa “Sierra grande”. Esa
sierra es conocida actualmente como el Parque Nacional El Ávila.

LOS TEQUES: (Capital del Estado Miranda y del Municipio


Guaicaipuro). Los Teques es el nombre de una parcialidad indígena Caribe
que dominó la región montañosa que se conoce hoy con el nombre de Los
Altos, en el Estado Miranda. Su jefe fue el indómito guerrero Guaicaipuro,
indígena que acaudilló la resistencia de la penetración española a la región
centro-norte de Venezuela. La voz Teque, parece ser onomatopéyica
(teque-teque). Puede tener su origen en una forma de comunicación de los
aborígenes de la zona o bien provenir del sonido que emitían al caminar
los collares y colgantes que usaban los indígenas como adorno personal.

MACARAO: (Capital de la Parroquia, Municipio Libertador, Distrito


Capital). La parroquia toma el nombre de su capital. La población de
“Nuestra Señora del Rosario de Curucai de Macarao”, fue fundada en
1740. Macarao, vocablo de origen Caribe, fue uno de los guerreros de
Guaicaipuro a quien acompañó siempre contra los españoles.

MAPORITE (MAPURITE): Es el nombre Caribe de la célebre mofeta


(Mephitis mapurite y Mephitis suffocans), animal pequeño y pintado que

160
cuando otro animal lo acecha, éste despide un mal olor tal que espanta a su
atacante. Se conoce igualmente con el nombre de Mapurite, a la Petiveria
alliacea, pequeña planta humilde con olor a ajo, cuya raíz machacada se
aplica sobre las muelas careadas para quitar el dolor, se le atribuye poder
abortivo y vermífugo. También se conoce con este nombre a un árbol de
tronco grueso (Fagara chiloperone), cuyas hojas tienen un fuerte olor que
recuerda al orín del mapurite y se dice que tiene efectos medicinales.

MAPUEY: (Discorea triphilia), tubérculo comestible propio de América,


parecido al ñame, pero con cierto color morado, muy feculento,
ingrediente común del popular hervido. Se dice que era una raíz
comestible usada por los indígenas de la provincia de Caracas.

MARA: en cumanagoto se llama también Cucheme y es una resina


extraída del árbol Indo Desnudo o Pellejo de Indio (Bursera simaruba),
árbol muy común en nuestras laderas calientes donde sobresale por el
color rojizo de su corteza, que se desprende a trechos como si se estuviera
despellejándose. Los Caribes la usaban para ungir su piel, bien con fines
de protegerla contra la intemperie o para que sirviera de base para la
aplicación de los pigmentos usados en las ocasiones festivas o guerreras.
A esta resina también se le llama Orcay.

MARICHES: Con este nombre se reconoce a los pueblos que habitaron la


serranía que se levanta en el extremo oriental del Valle de Caracas. Este
pueblo extendía sus dominios a lo largo del río Guaire hasta su
desembocadura en el Río Tuy. Entre los jefes guerreros de los Mariches
podemos nombrar a Sunaguto, Chicumaray, Noroguto, Patima,
Aramaipuro, Tapiaracay y Tamanaco. Este nombre se ha conservado
como un topónimo, para identificar las filas elevadas a unos mil metros de
altura al sureste de Petare, que se desvían en esa dirección al río Guaire.

161
MINAS DE BARUTA: (Parroquia del Municipio Baruta, Estado
Miranda). La parroquia tomó el nombre de su capital. La denominación
del lugar recuerda unas minas de oro que fueron explotadas desde épocas
de la colonia. La voz Baruta, es de origen Caribe.

PARACOTOS: (Parroquia del Municipio Guaicaipuro, Edo. Miranda). La


parroquia tomó el nombre de su capital. Paracotos, es voz de origen
cumanagoto (Caribe) compuesta de los términos Para que significa
“eterno”, “por siempre” o “inmortal” y coto, que equivale a “gente”,
“pueblo” o “nación” por lo que Paracotos, es un gentilicio indígena caribe
que significa “nación inmortal” o “pueblo eterno”. Los Paracotos fueron
una cultura indígena ubicada en las serranías de los Teques y el actual
poblado de Paracotos.

PETARE: (Capital del Municipio Sucre, Edo. Miranda). Petare, según


Arístides Rojas, es voz indígena de origen Caribe que deriva de per o
petar y significa “cara” o “frente”; por lo que Petare equivale a “lugar que
está al frente”.

TARAMAS o TARMAS: Sociedad tribal Caribe que vivían entre la


Serranía y el mar, al oeste de los Toromaymas. También se conoce con
este topónimo a las localidades de Tarma en las vecindades de Carayaca, y
de Tarma Abajo, cerca de Oricao. También lleva este nombre una pequeña
punta cercana en la costa, y la ensenada que le sigue al oeste. Este pueblo
por ser vecino de los Toromaymas poseía costumbres similares.

TEREPAIMA: este fue un cacique del pueblo de los Arbacos, el cual dio
muerte al conquistador Juan Rodríguez Suárez fundador de Mérida. El
dominio de este cacique alcanzaba los confines del río Unare. La loma de
los Arbacos se le conoce con el topónimo de Loma de Terepaima, pero
actualmente se le da el nombre de Fila de Marquez.

162
TOROMAIMAS: Este pueblo habitaba las inmediaciones del Valle de
Caracas y en las costas del litoral, teniendo su lugar de asiento en el lugar
donde más tarde los españoles fundaron la ciudad de Santiago de León de
Caracas. Entre los caciques más renombrados de este pueblo, tenemos:
Guaicamacuto, Guaraguta, Tiuna. Se le da también el nombre de
Toromayma a un pájaro que en su canto da la impresión que dice
“mayma” y por se llamado los pájaros “Toro”, surge este vocablo
compuesto que quiere decir “pájaro que canta mayma”.

TOTUMOS: Es un árbol sembrado por lo indios Caribes, de cuyos los


frutos hacen escudillas, taparas para agua, como botijas, cucharas y
coberturas para sus miembros genitales; esta fruta es parecida a una
calabaza. En cumanagoto (Caribe) al árbol, y su fruto, se le conoce con el
nombre de Guire y Camaza. Cuando el árbol es de fruto pequeño se le
denomina Maraca, nombre con el cual se denomina a un instrumento
sonajero y el topónimo Maracapana, que significa “sitio donde abunda las
maracas”, hace referencia a la sabana situada al norte de la ciudad de
Caracas. El nombre taxonómica de dicho árbol es Crescentia cujete.

Del análisis etimológico y semántico de los 36 topónimos citados,


los cuales se encuentran en la región estudiada, sepuede inducir: 1) el
origen o parentesco con la lengua Caribe que reafirma, junto con la
evidencia estilística cerámica, aportada por anteriores investigaciones
arqueológicas, que los pueblos Teques, Caracas, Arbacos, Tarmas,
Mariches, Paracotos, Toromaymas y Cheregotos son originados por la ola
migratoria que proviene del Orinoco Medio; 2) permitió la identificación
cultural de los pueblos asentados en esos tiempos pasados en la región
estudiada y como esos lugares de asentamiento asumieron posteriormente
los nombres de esos pueblos indígenas; 3) proveen referencia de
acontecimientos etnohistóricos como el de la resistencia de estos pueblos a

163
la cruel conquista por parte de los españoles a partir del siglo XVI; 4) la
identificación de personajes indígenas en funciones de mando
denominados caciques; y 5) datos sobre algunas especies botánicas y
faunísticas conocidas y utilizadas por estas culturas indígenas.

3.2.- LA ETNOGRAFÍA Y LA ETNOHISTORIA DE LOS


PUEBLOS INDÍGENAS ANCESTRALES.

Como se había empezado a enfocar al principio de esta obra, para


comprender la producción cultural de los pueblos o agrupaciones humanas,
es necesario entender el proceso de relación que existe entre éstos y el
medio ambiente que les rodea. El hombre logra su subsistencia obteniendo
del medio ambiente los recursos necesarios para lograr tal fin, pero este
proceso no lo lleva a cabo a expensas sólo de su cuerpo orgánico, como así
lo hacen el resto de las especies animales, sino más bien por medio del
empleo de un factor intermedio de carácter extrasomático que le permite
proyectar de manera exitosa las funciones orgánicas, con las que entra en
contacto con su entorno, facilitando de esta manera un óptimo
aprovechamiento de los recursos que le provee el entorno natural. Ese factor
extrasomático es lo que denominamos cultura (White, 1964), que Alfred
Louis Kroeber y Clyde Kluckhohn (1952) definen textualmente como “un
conjunto de atributos y productos de las sociedades humanas y, en
consecuencia, de la humanidad, que son extrasomáticos y trasmisibles por
mecanismos distintos de la herencia biológica […]” (citado en Harris, 1979:
p. 8).

Para Leslie White, en su obra “La Ciencia de la Cultura: un estudio


sobre el hombre y la civilización” (1964), la cultura:

164
[…] es una clase de fenómenos extrasomáticos y
suprabiológicos. Tiene una existencia que antecede al
nacimiento de todo individuo. Son externos a él e influyen
sobre él desde afuera. Son tradicionales; pasan de una a otra
generación, y pueden ser tomados en préstamo, lateralmente,
de contemporáneos y vecinos. La cultura consiste en
creencias, costumbres, instituciones, herramientas, utensilios,
etc. Que se apoderan de los organismos del Homo sapiens
desde el momento en que nacen y los moldean y conforman de
uno y otro modo (p. 194).

De eso se desprende el criterio de que la conducta, ya sea individual


o social, no es una función del organismo humano, sino más bien es función
de la cultura, tal cual lo expresa dicho autor en la ecuación B = f (C) ,
donde B es la conducta y C la cultura (White, 1964). Esto quiere decir que
los factores extrasomáticos determinan las distintas formas de conducta y
organización en sociedad de las agrupaciones humanas, o sea que la
diversidad de comportamientos de los seres humanos a lo largo del espacio
del globo terráqueo es producto de la influencia de los aspectos o factores
culturales. Esta cualidad es la que diferencia a la especie humana del resto
de las especies vivientes del planeta.

La ecuación H --- CULTURA--- N, donde H es el ser humano


y N es el medio ambiente, sería el modelo que representa el proceso de
relación del hombre con su entorno ambiental, donde la cultura es ese
componente extrasomático, en el cual, el ser humano crea una serie de
estrategias y artefactos materiales, por medio de los cuales logrará
aprehender los recursos naturales que le sean vitales para su sobrevivencia.
Ahí al mismo tiempo, se definen las diferentes conductas de las poblaciones
humanas a través de procesos de aprendizaje y no de procesos genéticos.

Los pueblos indígenas ancestrales en su estadía por muchos milenios


en la Región Histórica de Caracas, lograron su supervivencia a través del
contacto con su medio ambiente. Para poder comprender el éxito de tal

165
proceso, es necesario conceptuar lo que es medio ambiente y lo que es la
adaptación como proceso, y asumir la cultura como un sistema y no un
conjunto de ideas, valores y creencias compartidos. Para ello, hay que
compartir las conceptualizaciones que maneja la ecología cultural como
modelo teórico metodológico de la antropología.

Edmund Leach, con respecto al medio natural o ambiental, asume


que:

El medio ambiente no es lago natural; es una serie de


percepciones interrelacionadas, un producto de la cultura […]
Lo que este medio ambiente es no puede ser descubierto
objetivamente; es un asunto de percepción. La relación de una
sociedad y su medio ambiente puede ser entendida cuando
vemos cómo el medio ambiente está organizado en términos
de las categorías verbales de aquellos que lo usan (citado en
Kaplan y Manners, 1979, p. 139)

Para los ecólogos culturales, la manera como los pueblos utilizan el


ambiente es una función del modo como ellos lo perciben y lo
conceptualizan, o sea que hay una clara distinción entre un hábitat como tal
y un hábitat modificado y utilizado por el hombre. Esta postura asumida
entra en el orden cognoscitivo o fenomenológico de la concepción de lo que
es el medio ambiente, en cual se desarrollan las culturas humanas. Los
geohistoriadores al respecto manifiestan:

La cambiante geografía de la percepción es la clave para


entender la geografía histórica del comportamiento humano en
la conformación y utilización del paisaje. No existe un paisaje
inmutable, que objetivamente proporciona su biodiversidad y
sus recursos naturales. Todo paisaje es interpretado y percibido
variablemente por las geografías personales, inmersas en sus
respectivas expresiones vividas históricas y sociales. Es decir,
la visión del paisaje geográfico es personal, mezclando la
realidad con la fantasía, con los sueños, con los temores, con
las esperanzas que tiene todo ser humano (Cunill, 2004, p. 28).

166
La ecología cultural da un peso preponderante a los factores
extrasomáticos, denominados factores culturales, como elementos causales
de la transformación del ambiente natural en un ambiente efectivo, que es
capaz de permitir, a través del proceso de la adaptación, la sobrevivencia de
las agrupaciones humanas. La adaptación se concibe como “un proceso que
relaciona a los sistemas culturales con el medio ambiente” (Kaplan y
Manners, 1979, p. 145). Los antropólogos al estudiar una cultura
determinada, asumen que los humanos que la portan han logrado una
adaptación exitosa con el medio ambiente; de lo contrario, la cultura se
hubiera extinguido dejando apenas rastros arqueológicos de su existencia o
evidencia arqueológica de su fracaso adaptativo.

Debido a lo difícil que es observar y estudiar las ideas que se forman


en la mente de un ser humano y mucho más difícil en la de un ser humano
extinto, es muy complicado estudiar la cultura de los pueblos a través de una
perspectiva normativa. Lo que es evidente ante nuestros ojos es el conjunto
de artefactos creados por el hombre, dicho conjunto es lo que denominamos
cultura material de un pueblo, y constituyen los elementos concretos de los
que debemos deducir las características de la cultura creadora.

Como se ha venido asumiendo, la cultura se puede equiparar a los


elementos extrasomáticos con los que un ser humano se adapta a su medio
ambiente, trasformando a éste para cubrir más efectivamente sus
necesidades de sobrevivencia, se cree que es importante además, asumir a la
cultura dentro de una perspectiva sistémica para lo cual debe razonarse
sobre el por qué.

Para razonar el por qué de una concepción sistémica, es necesario


puntualizar seis aspectos importantes de la Teoría General de Sistemas
(Johnson, 2000), paradigma que en la actualidad ha permeado a la casi
totalidad de las disciplinas científicas.

167
El primer aspecto, el sistema es un todo conformado por partes,
denominadas subsistemas, que tiene una clara relación con su entorno (con
el cual intercambia información, energía, insumos, entre otros) este último, a
su vez, puede de ser un sistema mayor denominado supersistema.

El segundo aspecto, es que un sistema es observable, o sea en el caso


cultural no podemos observar las ideas en la mente de un ser que crea una
serie de artefactos para la caza, por ejemplo, pero si podemos medir dentro
de un subsistema de subsistencia, la evidencia material de esa cultura quede
nos permita llegar a las inferencias y deducciones necesarias en cuanto a la
relación entre la cultura material para la cacería y los niveles de
subsistencia.

El tercer aspecto consiste en que los sistemas, como propuestas de


análisis, pueden modelarse a voluntad, siendo posible su simulación en
ordenadores, que permiten la elaboración de generalizaciones sobre los
procesos culturales.

El cuarto aspecto, se refiere a la interdependencia de los subsistemas,


si concebimos a la cultura como un todo conformado por los subsistemas
tecnológico, económico, político, social e ideológico, el cambio que
experimente uno de ellos a la totalidad del sistema cultural, provocando una
respuesta positiva o negativa, un estado de equilibrio (homeostasis una) o
transformación del sistema como tal.

El quinto aspecto, nos indica que los subsistemas se relacionan unos


con otros y se comprenden por la función que realizan, por ejemplo, en el
caso del subsistema social vemos como el matrimonio, las relaciones de
parentesco, el lenguaje, son mecanismos culturales que permiten la
agrupación de los seres humanos con base a la identidad étnica y

168
consanguínea en familias nucleares y extendidas, caseríos, aldeas, pueblos,
ciudades; siendo éstas las estructuras de asociación que llevan al
establecimiento de una sociedad humana. La función del subsistema social
podría ser en este ejemplo, el logro de la agrupación en sociedad de los seres
humanos a través de esos mecanismos culturales.

El sexto aspecto de la Teoría General de Sistemas, nos establece que


las relaciones entre los subsistemas pueden examinarse en términos de
correlación y no tanto en términos meramente causales. Por ejemplo, la
producción de más y mejores artefactos agrícolas, entra en coincidencia con
la intensificación de la actividad agrícola en un territorio y el aumento de la
densidad demográfica dentro del mismo. Aquí no debe detenerse a
determinar cual de esos factores pudo ser el primero en evidenciarse, sino
buscar la correlación entre los tres fenómenos que podría dar vestigio de los
cambios o estabilidad de un sistema cultural.

Para el especialista en teoría de sistema, la cultura está hecha


de partes, cada una estructuralmente diferente de las demás,
pero articuladas dentro del sistema total. En sentido más
amplio, la cultura y sus ambientes representan un número de
sistemas articulados en los que el cambio ocurre a través de
una serie de variaciones menores y conectadas en uno o más
de ellos […] (Struever citado en Watson, LeBlanc y Redman,
1971, p. 83).

De esta forma la cultura se concibe como un sistema, compuesto por


la interrelación de los subsistemas social, político, económico, tecnológico,
e ideológico (ver Fig. 3.1), que se relaciona con el medio ambiente y con
otros sistemas culturales buscando su adaptación exitosa, que permita lograr
para sus portadores alcanzar los niveles óptimos de

169
Fig.3.1.- La cultura como sistema.

170
subsistencia. De esta forma el estudio etnográfico de los pueblos Caribes que
ancestralmente habitaron la Región Histórica de Caracas fue abordado a
través de los subsistemas que conformaron dicha cultura.

3.2.1.- LOS PUEBLOS INDÍGENAS ANCESTRALES:


IDENTIFICACIÓN CON EL ESPACIO GEOGRÁFICO.

Los ancestrales habitantes de la Región Histórica de Caracas,


fueron grupos indígenas posiblemente emparentados con el tronco
lingüístico Caribe, que llegaron a este paraje geográfico provenientes del
Orinoco Medio, entre 400 D.C. y 1000 D.C., según la tercera y cuarta
etapa del modelo explicativo propuesto por Tarble (1985), cuyas oleadas
migratorias en su paso y asentamiento por la Cuenca del Lago de
Valencia, terminan llegando a la referida región.

Al asentarse estos pueblos en este medio geográfico, comenzaron a


desplegar estrategias adaptativas que los llevó a realizar demarcaciones
territoriales donde construyeron sus poblados y explotaron el medio
ambiente circundante, y con el transcurrir del tiempo asumieron
identidades étnicas muy propias, con las que se toparon los invasores
europeos que irrumpen en el escenario geográfico en el siglo XVI.

La identidad cultural de los pueblos indígenas ancestrales de la


región estudiada, como grupos sociales en interacción con el medio
ambiente, viene a ser una consecuencia de la etnicidad, la cual podemos
definirla como:

[…] la existencia, material y habitual, de mecanismos de


producción y reproducción diferencial de las condiciones de
existencia por parte de un grupo social, que se manifiesta en

171
las múltiples formas que adoptan los sistemas de interrelación
y las expresiones culturales (sistemas de organización social,
costumbres y normas comunes, pautas de conducta, lengua,
tradición histórica, producción material, etc.) y que está
condicionada y definida por las particularidades de su
estructura y dinámica sociohistórica, directamente relacionada
con los procesos de identificación intra-societal a nivel de la
conciencia habitual del grupo, en correspondencia con las
condiciones fundamentales del modo de vida particular, al fin
de sustentar y dar viabilidad histórica a las condiciones
particulares de desarrollo de la sociedad (Navarrete, 1990, p.
61)

Según el arqueólogo Rodrigo Navarrete (1990), la etnicidad es una


especie de conciencia social que le permite al hombre asumir su
identificación individual así como con otros seres humanos de su cercanía,
conllevándolo a agruparse socialmente con aquellos con los cuales
comparte las mismas costumbres culturales, dentro de la habitualidad
cotidiana, y a diferenciarse de otros que no las poseen. Así resuelve las
contradicciones en la relación Hombre ------ Naturaleza, y de este
modo transforma su medio ambiente y logra satisfacer sus necesidades
individuales y sociales.

El hombre indígena ancestral que habitó la Región Histórica,


objeto de nuestro estudio, comenzó tomando conciencia de su quehacer
cotidiano, de esa habitualidad en la que realiza actividades de caza y
pesca, de siembra de cultivos, de elaboración de instrumentos o artefactos,
de realización de ritos, parentesco, lenguaje y comunicación, de relaciones
de conducta y de otras tantas; que más tarde somete a un proceso de
reflexión sobre la importancia que tuvieron para sí mismo y para otros que
de igual forma las realizaban. Formándose entonces, un gran sentimiento
de identidad entre todos aquellos que realizaban las mismas formas de
subsistencia y de diferenciación con aquellos que practicaban otros valores
culturales. De esta forma trasciende el ser social, como individualidad, y
se agrupa en estructuras más amplias de identidad cultural, como el grupo

172
social, dándole un tratamiento al medio ambiente circundante buscando la
transformación de éste y adaptándolo culturalmente a la estructura social
identitaria.

Cuando un grupo humano llega a un lugar geográfico determinado,


monitorea los recursos naturales necesarios que pudieran permitir su
subsistencia; luego, al comprobar la existencia o no de los mismos, asienta
sus núcleos de población en dicho lugar; para más tarde, diseñar un
conjunto de estrategias que permitan el aprovechamiento de los recursos
disponibles. Durante todo ese proceso comienzan a ponerse en práctica
una serie de actividades extractivas y productivas, las cuales vienen
acompañadas de una tecnología de elaboración artifactual como soporte de
las mismas. La fabricación de esta cultura material y la ejecución de las
mencionadas estrategias, conllevan a la ejecución de una serie de
relaciones entre los miembros del grupo humano, que las lleva a cabo,
estableciéndose una serie de normas de conducta entre ellos. Estas
conductas tienden a ser modeladas por la influencia del medio ambiente
que circunda al grupo humano y las relaciones intrasocietales entre los
miembros del mismo, y a través de ellas, surge una percepción social del
paisaje natural que tiende a convertirlo en paisaje cultural. Aquí
comienzan a solucionarse los problemas que surgen de la relación
dialéctica Hombre-Naturaleza, en la cual el medio ambiente es
transformado por el grupo social humano para adaptarlo a sus necesidades.
Todo este proceso se da dentro de una dimensión tempo-espacial, por la
que pueden pasar varias generaciones del mismo grupo humano.

Frente a la relación Hombre-Naturaleza, el medio ambiente


pareciera presentar dos escenarios de acción del grupo humano. Esos
escenarios son: 1) el espacio local y 2) el espacio extralocal. El primero, es
el espacio circundante más allegado al asentamiento poblacional del
grupo, donde se experimenta el proceso anteriormente descrito, y donde

173
además, habitaba el núcleo familiar del individuo y por ende donde estuvo
asentado su hogar. En este espacio y gracias a las filiaciones de parentesco
y a los elementos que hacen capaz la identidad cultural consciente entre
los miembros del mismo grupo, es donde operan las relaciones
intrasocietales entre los individuos que componen al grupo social. El
segundo, es el espacio que denominaremos extralocal, que se encuentra
más allá de las inmediaciones del asentamiento, en el que entraron en
contacto con otras agrupaciones sociales a través de relaciones positivas y
negativas que pasamos a denominar como relaciones intersociales. Las
relaciones intersociales positivas pudieran quedar representadas por el
intercambio de bienes, ideas y establecimientos de acuerdos en la
explotación conjunta de los recursos naturales de esos ambientes
extralocales; y las relaciones negativas, por desacuerdos y desavenencias
entre los grupos socioculturales frente a la explotación ambiental. A pesar
de unas relaciones intersociales positivas como las descritas, los grupos
implicados en ella conservan la identidad cultural que posee cada uno, la
cual se originó en la relación con el ambiente local donde estaban
asentados (ver Fig. 3.2a y Fig. 3.2b).

Cuando el área de influencia del grupo humano, trasciende el


ambiente local y llega a expandirse hacia el ambiente extralocal, pudiera
ser causado por múltiples variables entre las que podemos mencionar el
crecimiento de la densidad demográfica como un ejemplo.

En el caso de la Región Histórica de Caracas, que es un ambiente


de poca extensión, para la supuesta diversidad cultural indígena que
ancestralmente estuvo asentada en él, el planteamiento de la utilización
del espacio local y extralocal, por parte de esos grupos humanos, pudiera
explicar cómo en una región de tan poca extensión habitaron seis grupos
socioculturales (Teques, Toromaimas, Tarmas, Arbacos, Paracotos,
Mariches y Cheregotos), donde cada uno mantuvo su propia identidad,

174
Sociedad Tribal

ESPACIO LOCAL

Fig.3.2 a.- Relaciones Intrasocietales dentro del Espacio Local

175
Sociedad
Sociedad Tribal
Tribal
Espacio
Espacio Local
Local

Sociedad
Tribal

Espacio
Local

Espacio Extralocal
llocal

Fig.3.2 b.- Relaciones Intersociales dentro del Espacio


Extralocal

176
pero que tendieron a diferenciarse muy poco en las actividades extractivas
y productivas cuando se habla de la explotación de los recursos naturales,
en todo el ámbito del espacio geográfico de la mencionada región. Esa
poca diferenciación puede posiblemente deberse a que las características
físico-naturales de las localidades, que componen el espacio geográfico de
la Región Histórica, son muy semejantes entre si, lo que implicaría la
ejecución de actividades extractivas y productivas semejantes dentro del
marco de las estrategias adaptativas de estos grupos étnicos a ambientes
similares.

Este modelo teórico es una alternativa de explicación para la


problemática que plantea la disparidad de información que existe acerca
de los rasgos culturales de los pueblos indígenas ancestrales, a partir de los
datos proporcionados por las fuentes historiográficas, aportadas por los
cronistas europeos del siglo XVI. La problemática consiste en que algunos
cronistas engloban a todos los pueblos en una sola forma de manifestación
cultural como una única “nación” étnica, en cambio, otras fuentes arrojan
datos de diferenciación étnica entre los habitantes indígenas ancestrales de
la región y llegan a establecer la existencia de seis sociedades tribales
diferentes. En este sentido, el modelo teórico propuesto puede dar una
explicación al por qué estas sociedades indígenas fueron percibidas como
poseedoras de características socioculturales similares, que las englobaban
en una sola “nación” y, a la vez, podían diferenciarse en “naciones”
distintas unas de otras hasta el punto de ser portadoras de una identidad
que las separaba. El hecho de que algunas fuentes lo agrupen en un
conglomerado étnico, atiende a que desde el punto de vista espacial éstas
explotan los recursos de un medio ambiente en común: un espacio extra
local. Así mismo, sus diferencias estriban fundamentalmente en que estas
sociedades indígenas desarrollaron características culturales que atienden

177
a una serie de relaciones determinadas por los vínculos identitarios que se
forman a partir del uso del espacio local.

3.2.2.- LAS SOCIEDADES TRIBALES ANCESTRALES:


IDENTIFICACIÓN Y DISTRIBUCIÓN GEOGRÁFICA.

Los grandes actores de los procesos culturales acontecidos en el


ámbito geográfico de la Región Histórica de Caracas, vienen a ser las
sociedades indígenas ancestrales de filiación Caribe que llegaron a estos
parajes para asentar sus poblaciones, provenientes de la región
orinoquense. Estas sociedades adaptaron sus poblaciones a las condiciones
físico-naturales de la región, logrando, como lo veremos más adelante,
cultivar sus identidades culturales en los espacios locales muy próximos a
sus aldeas.

Según las crónicas europeas y demás fuentes documentales existen


siete (7) sociedades indígenas asentadas en la región hasta el siglo XVI,
que a saber son las siguientes: Arbacos, Teques, Paracotos, Tarmas,
Cheregotos, Mariches y Toromaimas (ver Mapa No 3.10). Hay que hacer
la acotación que la sociedad indígena de los Caracas, la cual aparece
mencionada en las crónicas durante el proceso de la conquista española,
no está asentada en la Región Histórica, sus poblados estaban ubicados en
el litoral, en una localidad que actualmente se le identifica
geográficamente con el topónimo del sitio de Los Caracas.

El nombre de la Región Histórica y de la ciudad de Caracas, es el


de una planta que los habitantes de esta región consumían en su dieta
diaria. Este nombre “Caracas” utilizado comúnmente por los indígenas,
fue escuchado por los cronistas españoles y rubricado en los informes que

178
éstos presentaron luego de su visita al actual territorio de a Venezuela.
Esto, junto con la aparición de los indios Caracas en las actividades de
resistencia indígena que se llevaron a cabo en la región en contra de los
españoles, pudo provocar la equivocada suposición de que esta sociedad
tribal habitaba en el valle que actualmente lleva su nombre.

La sociedad tribal Toromaima, estuvo ubicada en el mismo sitio


donde se fundó la ciudad de Santiago de León de Caracas en 1567, tal cual
se evidencia de este relato contenido en La Relación del Gobernador
Pimentel:

[…] Santiago de León […] la cual esta fundada en una


comarca que se llama toromaymas porque los naturales
que en ella viven se llaman ansi y dizen que en tiempos
pasados según se a podido averiguar vinieron de otra
comarca donde ellos eran naturales que se llaman
toromayma […] (Pimentel, 1927a: p. 232)

Este sitio constituyó el área de valle más amplia de la Región


Histórica, la cual es atravesada por el cauce del río Guaire e irrigado por
un número importante de quebradas, cuyas tierras fueron terrenos
inundadizos del mencionado río, donde éste depositó sedimentos muy
ricos en nutrientes que los hizo sumamente fértiles para la agricultura.

El área de extensión, aproximada, de la zona que asienta a la


sociedad Toromaima abarca las localidades conocidas actualmente como
Catia, Antimano y Caricuao, por el Oeste; Chuao, por el Este; las faldas
del Parque Nacional El Ávila, por el Norte; y por el Sur, hasta las zonas de
las localidades del Valle y Las Mayas. Limita con las siguientes áreas de
influencias tribales: al Norte, con los Tarmas; al Este, con los Mariches; al
Sur, con los Teques; y al Oeste con los Cheregotos (ver Mapa No 3.10).

179
180
La sociedad tribal de los Tarmas, mayormente concentrada en el Litoral Central,
se relaciona con la Región Histórica porque sus poblados llegaron a
asentarse en las localidades adyacentes a la quebrada de Tacagua, las
cuales se caracterizan por estar ubicadas en una zona bastante montañosa
con fácil acceso al mar. Esto hace suponer, que las poblaciones Tarmas de
esta zona estaban muy cercanas a la zona territorial de los Toromaimas,
los cuales se ubicaban al Sureste, limitando también con los Cheregotos al
Suroeste (ver Mapa No 3.10).

La sociedad tribal de los Cheregotos, habitaba principalmente el


valle del río Macarao y la vertiente sur de las montañas que separa a este
valle del mar (donde quedan actualmente las localidades de la Yaguara y
del Junquito). Este valle es sumamente encajonado por la pronunciada
pendiente de las montañas que lo rodean. El área de influencia de este
pueblo indígena limita: al Norte, con los Tarmas; al Este, con los
Tormaimas; al Sur, con los Teques; y al Suroeste, con los Arbacos (ver
Mapa No 3.10).

La sociedad tribal de los Arbacos, descrita por el cronista Oviedo y


Baños como una “nación activa y guerrera”, estaba ubicada en la zona que
abarca desde el nacimiento del río San Pedro hasta lo que es actualmente
Las Tejerías, en un espacio caracterizado por filas montañosas orientadas
en diferentes direcciones. Este espacio posee muchas quebradas,
provocadas por las múltiples vertientes que presentan las montañas que lo
componen. El área de influencia de los Arbacos limita: al Noreste, con los
Cheregotos; al Este, con los Teques; al Sur, con los Meregotos; y al Oeste,
con los Araguas y Meregotos (ver Mapa No 3.10).

La sociedad tribal de los Teques abarcó un espacio geográfico


aproximado que contempla a las localidades actuales de San Pedro, Los
Teques, Carrizales, San Antonio de Los Altos, San Diego de Los Altos, el

181
Embalse de La Mariposa, La Boyera, Pozo de Rosas, Las Guamas. Este
espacio esta irrigado por el río San Pedro, y sus quebradas tributarias La
Guama, La Virgen, El Rincón y Carrizal; constituyéndolo además los
valles de Los Altos Mirandinos. El área de influencia de Los Teques
limita: con los Toromaimas, al Noreste, con los Cheregotos, al Noroeste;
con los Arbacos, al Oeste; con los Paracotos, al Sur; y con los Mariches, al
Este (ver Mapa No 3.10).

La sociedad tribal de los Paracotos supuestamente abarcaba un


espacio geográfico que comprendía las actuales localidades de
Guareguarito, El Guanábano, La Mora, y el pueblo de Paracotos. Este
espacio es de menos altura que los anteriores, con temperaturas menos
frías, irrigado por un número importante de pequeñas quebradas. Limita:
al Norte, con el área de influencia de los Teques; al Este, con los
Mariches; al Sur, con los Quiriquires y Meregotos; y al Oeste, con los
Arbacos (ver Mapa No 3.10).

La sociedad tribal de los Mariches se ubica al extremo Este de la


Región Histórica de Caracas, abarcando un espacio geográfico de mayor
extensión que comprende loa actuales Municipios Sucre (Petare), Baruta,
El Hatillo y las localidades más al sur como Los Ocumitos, el Paují, Las
Casitas y Sabaneta. Este espacio está caracterizado por filas montañosas
que van en dirección Este-Oeste, es irrigado por el río Guaire y por un
número importante de quebradas. El área de influencia Mariche, limita: al
Norte, con los Caracas y los Tarmas; al Noroeste, con los Toromaimas; al
Oeste, con los Teques; al Suroeste, con los Paracotos; al Sur, con los
Quiriquires; y al Este, con los Guarenas (ver Mapa No 3.10).

182
3.2.3.-ASPECTOS ETNOGRÁFICOS DE LA CULTURA DE
LAS SOCIEDADES TRIBALES INDÍGENAS
ANCESTRALES.

La descripción etnográfica de los pueblos indígenas ancestrales que


habitaron en tiempos pasados la Región Histórica de Caracas, atendió a la
concepción sistémica de la cultura que se ha venido sosteniendo a la largo
de esta investigación. Por lo tanto, dichas descripciones se refirieron a los
subsistemas social, político, económico, tecnológico e ideológico, que
interrelacionados entre sí conforman el sistema cultural de esos pueblos.

3.2.3.1.- ETNOGRAFÍA EN EL SUBSISTEMA SOCIAL.

Los pueblos Caribes, una vez terminadas las oleadas migratorias


que los trajeron de sus lugares de origen, desde la Amazonía y el Medio
Orinoco, llegan a asentarse en el ámbito geográfico de la Región Histórica
de Caracas. En estos parajes desarrollan sus estrategias adaptativas para
lograr los recursos naturales para sus subsistencia, para ello necesitaron
organizarse socialmente de una manera que permitiera a cada uno de los
miembros del grupo actuar mancomunadamente para lograr tales fines.

Los pueblos Caribes de la región hablaban un mismo idioma y al


respecto, Pimentel informa que: “[…] de toda esta provincia y nación es
toda una y en general caracas […]” (citado en Strauss, 1992), aunque
suelen diferir en algunos partes de dicho idioma pero de todos modos
logran entenderse entre sí.

183
En el subsistema social de los pueblos Caribes, se estudiaron sus
relaciones de parentesco, la familia, el matrimonio, para poder entender la
estructura social que poseían dichos grupos, y a través del estudio de los
patrones de asentamiento, saber como se organizaron para ocupar el
espacio doméstico. A continuación se presentan los resultados
encontrados.

3.2.3.1.1.- LA FAMILIA INDÍGENA ANCESTRAL.

Los indígenas ancestrales trascendieron los ámbitos de la


familia nuclear, para formar familias extendidas o extensas que
vienen a constituir agrupaciones de parientes cercanos. La “[…]
familia extensa es un grupo doméstico integrado por hermanos, sus
cónyuges y sus hijos y/o padres e hijos casados” (Harris, 2000, p.
405). Esta forma de organización social se hace presente en estas
sociedades, motivado a que:

Probablemente, porque muchas veces las familias


nucleares no disponen de suficiente mano de obra
masculina y femenina para desempeñar con eficacia
las tareas domésticas y de subsistencia. Las familias
extensas proporcionan un mayor contingente de
mano de obra y pueden realizar variedad de
actividades simultáneamente (Ob cit, p. 406).

Para el hombre y la mujer indígena ancestral que conforman


un núcleo familiar con sus hijos, les resultaba más apropiado la
agrupación en familias extensas, por permitirle al primero, asumir
actividades externas al hogar como por ejemplo la guerra, viajes
comerciales, actividades de caza y pesca a grandes distancias; y, a
la segunda, realizar la labor agrícola en los campos y las
actividades de recolección a grandes trayectos, sin que esas

184
actividades provocaran una desatención del hogar, pues siempre
existirían otros miembros de la familia extendida que atenderían las
labores del mismo.

3.2.3.1.2.- MATRIMONIO Y DIVORCIO.

Existe la presencia del matrimonio como institución,


aunque la ceremonia nupcial era sumamente sencilla y consistía en
un acto de hospitalidad por parte de la mujer, como se describe a
continuación:

Cuando a un indio le ha parecido bien una india,


se lo da a entender con palabras y si le parece que
le muestra buena cara vase a su casa della y si ella
le pone en qué sentarse y le trae una totuma de
agua para que se lave y pone que coma ya él
entiende la voluntad de la moza y se van a dormir
juntos sin que sus padres ni parientes les parezca
mal y ansí quedan casados […] (Pimentel citado
en Dupouy, 1946, p. 14).

Hay que acotar que la forma de matrimonio practicado por


los indígenas ancestrales no es la monogamia, como pudiera
desprenderse de la cita anterior, sino por el contrario, es la
poliginia, lo cual se infiere del relato del gobernador Pimentel al
decir “[…] porque ay (sic) indio que tienen cinco u seis mujeres y
las que puede sustentar que esto no ay (sic) tasa y lloro” (citado en
Biord, 2002, p. 126).

A pesar que la crítica de los españoles hacia la


organización social indígena era muy negativa, le atribuían a éstos
relaciones incestuosas, como lo indica Pimentel al decir “[…] no
guardan parentesco en sus acetos [sic, por actos] carnales si no es

185
el hijo a la madre y algunos a sus hermanas y desto aun se duda por
que de todas las demas usan mal hasta padres con hijas” (ob. Cit.,
p. 129). Pero al parecer, existió el tabú al incesto, como todas las
sociedades lo tienen, de donde las uniones entre padres e hijos, y
entre hermanos eran prohibidas. El incesto actuó en estos casos en
función a los sistemas de parentesco de los pueblos Caribes (Biord,
2002).

Hay evidencia de que los pueblos Caribes de la región


practicaban la exogamia, entendiéndose ésta como las uniones
conyugales entre miembros que no pertenecen al mismo grupo. Al
respecto, Julio Salas (1921) nos refiere lo siguiente:

Rasgo también muy general de la familia caribe


[…] acompaña siempre la exogamia o el robo de
mujeres a las otras tribus, practicado de una
manera regular. De esa costumbre de adquirir sus
esposas por la fuerza y, cuando no pueden, por
medio de la compra se deriva a su vez el que,
introducidos los elementos femeninos a la tribu, no
se incorporan sino como simple propiedad del
marido (p. 152).

La unión marital podía separarse fácilmente, se realizaba a


través del simple repudio, por ambas partes, lo que convertía dicho
acto en una separación muy sencilla. La evidencia de la institución
del divorcio en los pueblos Caribes, la tenemos en el siguiente
relato de Pimentel:

[…] si la india le parece que su marido no es buen


labrador o por otra ocasión, lo deja y toma otro
marido y él por otra cualquiera cosa por liviana
que sea hace lo mismo (Pimentel citado en
Dupouy, 1946, p. 14).

186
3.2.3.1.3.- RELACIONES DE PARENTESCO Y RESIDENCIA
POSTMATRINONIAL.

La cotidianidad de un pueblo se va a reflejar a través de las


relaciones de parentesco entre sus miembros, las cuales permiten al
individuo el tipo de acceso a las actividades de explotación de los
recursos naturales, las alianzas políticas entre comunidades, sus
derechos y deberes dentro del grupo social.

El parentesco se forma a través de las relaciones de afinidad


y de filiación. La afinidad son relaciones que surgen a través del
matrimonio, en las que existe la relación entre el hombre y la mujer
en la unión conyugal. La filiación es la relación de linaje, es decir,
la descendencia de los hijos de una relación de afinidad (Harris,
2000).

Las filiaciones pueden ser culturalmente de tres tipos:


patrilineal, matrilineal y ambilineal. La filiación patrilineal es
cuando los hijos y las hijas de cada generación de descendencia
pertenecen al grupo familiar paterno y la relación de parentesco se
trasmite a través de los varones. La filiación matrilineal, es cuando
un individuo está relacionado con un grupo familiar a través de una
mujer, es decir, los hijos e hijas de cada generación pertenecen al
grupo materno y la relación de parentesco se trasmite a través de la
mujer. En el caso de la filiación ambilineal, un individuo está
relacionado a una familia a través del varón o la mujer, en la que la
relación de parentesco en un grupo de descendencia se trasmite sin
distingo por medio de ambos. En este tipo de filiación es de igual
importancia la descendencia por la vía masculina y por la
femenina.

187
En el caso de los pueblos indígenas Caribes la relación de
parentesco es patrilineal. El etnógrafo Julio Salas (1921), nos
refiere en el caso de las incursiones bélicas Caribes para raptar
mujeres a otras tribus, lo siguiente:

[…] quien puede disponer a su antojo de tales


esposas, que se consideran esclavas y cuyos hijos
siguen la condición de su padre [lo que quiere
decir que a diferencia de la condición de
esclavitud de la mujer, sus hijos poseen la libertad
del hombre caribe quien es su padre] […] siendo
entre los Caribes la sucesión patrilineal […] (p.
152)

La presencia de estas mujeres provenientes de otros


pueblos, de seguro de origen arawaco, trajo consigo la formación
de cierto sincretismo cultural, que conllevó a que en las
comunidades Caribes se hablara ambas lenguas y se asumieran
algunos rasgos culturales de esos otros pueblos. Entre esos rasgos
pudieran estar las manufacturas de la cerámica y de ciertos objetos
artifactuales, como también de ritos, mitos y creencias.

En la sociedad caribe era importante la procreación de las


hijas, ya que esto le permitía al jefe de la familia contar con una
mano de obra masculina, que provenía del enlace matrimonial, la
cual le ayudaba en las actividades de explotación ambiental. Con
este hecho se forma una gran parentela, que conlleva a un apoyo
natural e incondicional con él (Biord, 2002).

De esa importancia se desprende el hecho de la residencia


postmarital, la cual es matrilocal, en la que el hombre se traslada al
seno de la localidad familiar de su mujer.

188
Por otra parte, los hijos varones desde muy pequeños eran
adiestrados en conocimientos y estrategias de guerra, lo cual era de
su suma importancia. Cuando llegaban a la edad adulta se iban a
formar sus propias familias siguiendo el mencionado patrón
matrilocal, pero al momento de una incursión bélica contra otra
comunidad étnica, los mismos eran convocados, por un jefe mayor
y de gran prestigio, y éstos asistían para combatir
mancomunadamente.

3.2.3.1.4.- PATRONES DE ASENTAMIENTOS.

Los pueblos indígenas Caribes ancestrales de la Región


Histórica de Caracas tenían patrones de asentamiento que atendían
a las relaciones de parentesco y a la concepción de familia
extendida o extensa. Los Caribes constituían grupos de
asentamiento, que podían equipararse con el grupo doméstico
conceptualizado por Sanoja y Vargas (1999), como aquel
constituido:

[…] por todos aquellos individuos unidos por el


parentesco biológico, incluido o no todos los
descendientes de una misma pareja o de una
misma familia, y podía comprender también a
personas extrañas al vínculo biológico ligadas a la
familia parental por lazos de adhesión social.
El grupo doméstico implica también la comunidad
de habitación en un espacio determinado, bajo la
autoridad reconocida de un jefe de grupo, supone,
asimismo, la utilización comunitaria de equipos
domésticos, lo cual no excluye que algunos de los
mismos sean propiedad individual de
determinados miembros del grupo. […] (p. 14).

189
Estos grupos representativos de familias extendidas se
asentaban en pequeñas aldeas, las cuales estuvieron conformadas
de tres, cuatros, seis casas o más, que los españoles del siglo XVI
llamaron barrios. Hay evidencias de que estas casas pudieron ser
viviendas multifamiliares. Las aldeas estaban separadas entre sí
con distancias aproximadas de dos (2) kilómetros, esto
aparentemente se atribuye a la necesidad de proveer a cada
comunidad de una cantidad suficiente de tierra alrededor de la
vivienda.

Estas comunidades aldeanas realizaban su cotidianidad en


el espacio local, del que hicimos referencia anteriormente, el cual
es el medio ambiente que de seguro albergaba suficientes recursos
naturales para el sostenimiento de la población, como lo hemos
visto evidenciado en los espacios locales donde están asentadas las
aldeas de las diferentes sociedades culturales que habitaron la
Región Histórica, como fueron los Teques, Toromaynas, Tarmas,
Arbacos, Mariches, Paracotos y Cheregotos.

3.2.3.1.5.- LA ESCLAVITUD EN LOS PUEBLOS INDÍGENAS


ANCESTRALES CARIBES.

Como parte de la estrategia expansionista de las sociedades


tribales Caribes a lo largo de sus movimientos migratorios, a
continuación se mencionará, lo relativo a sus incursiones bélicas a
otros pueblos, lo cual trajo como consecuencia la existencia de
grupos denominados “itotos” (esclavos) dentro de las comunidades
Caribes. Los itotos tuvieron una función específica dentro de la

190
organización social de los pueblos Caribes, como lo podemos
evidenciar en el siguiente relato, proveniente de la obra de J. C.
Terrero Monagas, denominada “Ana Carina Rote”, publicada en
1933:

[…] Estos Caribes, como lo dicen todos los que se


han ocupado de investigar su historia y su
etnografía, tenían la costumbre, tanto en los
triunfos como en las invasiones extranjeras, de
capturar a las mujeres y a los muchachos de otras
naciones para que les sirvieran en calidad de itotos
(presos) que después distribuían en todas las zonas
de sus dominios […] (p.15)

Como ya fue mencionado anteriormente, esta figura surge de


las invasiones a otros pueblos, pero se debe acotar, que la misma es
completamente diferente a la concepción occidental de esclavitud.
Los itotos, si bien es cierto, fungían como mano de obra dentro de la
comunidad caribe, su trabajo no era de beneficio para una persona
en particular, sino que buscaba el beneficio de todos los integrantes
de la misma, no concibiéndose como un bien de propiedad. Por el
contrario, dentro de la sociedad occidental, representada por los
españoles, el esclavo poseía un valor de cambio en la economía de la
época y el dueño era quien recibía el beneficio de su labor.

Por otro lado, la característica fundamental que diferencia a


estas dos concepciones de esclavitud, es el hecho de que, en el caso
de la sociedad tribal indígena, la misma es de carácter temporal,
debido a que una vez era saldada, por así decirlo, su deuda, el itoto
tenía la posibilidad de ser asimilado dentro de la comunidad caribe,
a través del matrimonio, en igualdad de condiciones como los
antiguos miembros de la misma y sus hijos también gozaban de
libertad (Brito Figueroa, 1993). Por el contrario, en la sociedad

191
estratificada europea el esclavo era permanente, victima de la más
vil segregación y jamás podía tener la aspiración de formar parte de
la misma en iguales condiciones que el resto de sus integrantes.

El hecho del surgimiento de esta figura de esclavitud dentro


del entorno de estos pueblos, podría explicar la existencia de la
misma, se encuentra enmarcado en la concepción de superioridad e
identidad que tenían los integrantes de los pueblos Caribes como
sociedad tribal. Éstos, a lo largo de su entorno no concebían la idea
de que otros pueblos se encontraran por encima de ellos y este hecho
se infiere de la siguiente expresión “Ana carina rote aunicon
papororo itoto nantó” (Salas, 1921, p.154), la cual era la afirmación
que hacían orgullosamente los Caribes de la época y que traducida
significa “Nosotros sólo somos gente: los demás indios […] son
nuestros esclavos” (Ibidem). Evidentemente y en concordancia con
lo anteriormente explicado, es ratificada la existencia de la
esclavitud dentro del entorno de estos pueblos ancestrales, la cual
debe ser comprendida desde su propia concepción cultural, para
poder así establecer una clara diferenciación entre la idea de
esclavitud aplicada por el invasor español y la que era aplicada por
los Caribes dentro de sus dominios. Esto permitió comprender la
idiosincrasia cultural de la figura de la esclavitud, dentro de la
organización social de los grupos Caribes.

3.2.3.2.- ETNOGRAFÍA EN EL SUBSISTEMA POLÍTICO.

En el momento de estudiar los aspectos de la organización


política de los pueblos indígenas ancestrales de la Región Histórica
de Caracas, se tropieza con un gran problema a resolver y es

192
precisamente la contradictoria visión de los cronistas a este
respecto.

Por una parte, las crónicas españolas del siglo XVI hacen
reiterada referencia al carácter guerrero de estos indígenas Caribes,
con un amplio conocimiento de fabricación de venenos de plantas
que utilizaban para impregnar sus puntas de flechas y así aumentar
la capacidad destructiva de dichos artefactos de guerra, también
hacen alusión a un gran número de caciques que en la región
organizaban y comandaban a los grupos indígenas en contra de los
invasores españoles. Por otra parte, las crónicas también hacen
referencia a la carencia de organización política de estos grupos
indígenas, como se evidencia en la “Relación del Gobernador
Pimentel” sobre la Provincia de Caracas (1578), al decir que “[…]
los naturales de esta provincia no tuvieron ni pulicia en cosa de
justicia ni en otra cossa que a esto parezca en [sic por es] behetría
que como no ay ni avido caciques ni señores no han tenido a quien
obedecser”. La reiteración de esta negación se continua
encontrando en esta fuente, cuando se expone que “no ay ni se ha
podido averiguar que en toda esta provincia de Caracas aya avido
caciques ni Señores de propiedad e señorio ni tributavan a
ninguno” (Pimentel, 1927a: p. 237) Esta última postura de las
fuentes pudiera estar influenciada por el carácter etnocéntrico de
los españoles, que les conllevó a desconocer todo tipo de avance y
desarrollo en la cultura aborigen, diezmándola en todo momento
(Biord, 2002).

Desde el punto de vista de la antropología es difícil pensar


que un grupo humano no posea una estructura política, por más
rudimentaria que ésta sea, que le permita la cohesión y
organización del grupo para enfrentar las actividades de

193
subsistencia en el medio ambiente, en el cual tiene sus
asentamientos o poblaciones.

En el caso de los pueblos indígenas de la región estudiada,


lo que entorpece la visión objetiva de los aspectos contenidos en el
subsistema político de su cultura, es la mentalidad de los españoles
al llegar a ese ámbito geográfico. Esa mentalidad hispana, venía
imbuida por la estructura de señorío medieval de la sociedad
europea de esos momentos históricos a la cual pertenecía. Esta
óptica, no les permitió a los españoles comprender las
características e idiosincrasias de los sistemas políticos indígenas,
las cuales era totalmente diferentes al sistema de señorío del que
hacemos referencia. Por el contrario, se encuentran con unas
figuras de personajes notables en la sociedad indígena, que
pudieron ser individuos distinguidos en las actividades del grupo
social, sin poseer la caracterización necesariamente de dominación,
pero que sí eran tenidos en gran estima e importancia dentro de los
miembros de esas comunidades.

Para buscar mayor claridad en esta controversia, se pasó a


estudiar los aspectos de la organización política de los pueblos
indígenas de la Región Histórica, haciendo referencia etnográfica
en lo que respecta a la sociedad tribal, el cacicazgo y la
confederación cacical y la guerra.

3.2.3.2.1- LAS SOCIEDADES TRIBALES.

Como se ha venido sosteniendo, los indígenas ancestrales


tienden a agruparse en familias extendidas o extensas, obedeciendo

194
a su vez a sus relaciones de parentesco. Este tipo de familias, que
es equiparable a los grupos domésticos definidos por Sanoja y
Vargas, se asientan en el espacio geográfico de la región formando
aldeas en las distintas localidades que la conforman. Estas aldeas
supuestamente dirigidas por un jefe de familia o de grupo
doméstico, a través de factores de identidad cultural tienden a
conformar una estructura mayor como lo es la sociedad tribal.

La sociedad tribal se puede definir como “[…] un grupo de


gentes de origen y costumbres comunes, en posesión y dominio de
su territorio extensivo propio” (Sahlins, 1977, p. 5), en la que las
familias extendidas se unen a través de las relaciones
intrasocietales entre sus miembros. Esta forma de organización
social se mantiene unida a través de una identidad, que atiende a
las muy variadas respuestas que dieron las poblaciones indígenas, a
los diferentes factores ambientales, económicos, sociales y
culturales que debieron enfrentar en la constitución de sus
asentamientos. Caracterizados éstos, por un modo de vida
sustentado en el aprovechamiento y utilización de los diversos
recursos naturales que la región ofrecía; los cuales adecuaron en el
momento histórico inicial de estas poblaciones, comunidades
nómadas de recolectores de conchas, que parecen haberse
extinguido o transformado en los primeros siglos de la era
cristiana; acrecentándose desde ese entonces las comunidades
sedentarias o semisedentarias, con una continua explotación de
recursos marinos y fluviales, a través de la pesca y recolección de
conchas, unido a actividades agrícolas y la caza terrestre (Nieves,
1986).

Dentro de una sociedad tribal, la economía, la política y la


religión no están dirigidas por instituciones diferentes creadas para

195
tal fin, sino casualmente por las estructuras de parentesco o locales:
como los linajes, las familias extendidas y las aldeas, pareciéndose
de esta forma, a organizaciones ligeras que tienen a su cargo el
control de la vida cotidiana.

Las sociedades tribales como formaciones culturales


descentralizadas y funcionalmente generalizadas, se consideran
como unas sociedades segmentarias. Éstas son caracterizadas por
Marshall Sahlins (1977) como pequeños grupos locales autónomos;
con un igualitarismo a nivel político, donde todas están en un
mismo nivel y ninguna se encuentra por debajo de otra; poseen
soberanía propia sobre el espacio donde están asentadas; y
finalmente, a pesar de esta soberanía, pueden entrar en alianzas
estratégicas entre sí para el logro de objetivos comunes, como
pueden ser por ejemplo las incursiones militares, y una vez logrado
los mismos vuelven a activar sus soberanías locales.

Los Teques, Arbacos, Tarmas, Mariches, Paracotos,


Toromaymas y Cheregotos fueron esas sociedades tribales
segmentarias a las que se hace referencia, que poseían una
estructura de liderazgo que pasaremos a analizar a continuación.

3.2.3.2.2.- LOS TIPOS DE LIDERAZGO DE LAS


SOCIEDADES INDÍGENAS ANCESTRALES.

Para poder entender las formas de liderazgo de las


sociedades indígenas ancestrales, se deben describir las formas de
conducción de los elementos segmentarios que componen a dichas
sociedades tribales.

196
Cuando adviene el siglo XVI, las comunidades indígenas
que habitaron el norte de Venezuela, estaban constituidas por
pequeños grupos autónomos en términos de su organización política,
de los que surgieron algunos liderazgos de importancia, los cuales
poseyeron dos características resaltantes: en primer lugar, estos
liderazgos tenían un prestigio que sobrepasaba las fronteras de su
grupo local, y en segundo lugar, no conformaron una confederación
política bajo la dirección de un núcleo de dominación permanente
(Langebaek, 1992).

El individuo prominente de estos liderazgos fue


denominado, por los españoles de esos tiempos, con el término de
“cacique”, el cual es vocablo de origen taíno (lengua de filiación
arawaca) hablada en las Antillas para el momento del contacto
hispano. Este viene a ser el equivalente semántico del vocablo
“capitán” en la estructura político hispana, cuyo significado de este
último se refiere al caudillo militar de una tropa. El término
“cacique” o cacicazgo es muy utilizado y aceptado para definir el
modelo político reinante en las sociedades indígenas ancestrales.

Los indígenas Caribes de la región, se congregaron en


grupos domésticos en un espacio local determinado asentándose en
aldeas, que los cronistas europeos llamaron “Barrios”, cuya
población no superaba la mayoría de las veces los cien individuos.
Estos fueron los patrones del uso espacial de las familias extendidas,
unidas por las relaciones de parentesco. Estas unidades socio-
políticas poseían un liderazgo local, representado por el individuo
que podemos denominar “Pequeño Jefe”, el cual era:

[…] una autoridad debidamente constituida, el


jefe oficial de una comunidad o grupo de
descendencia local. […] el jefe, más que crear su

197
preeminencia, entra en ella, y sus seguidores no
son tanto sus subordinados personales como
sujetos al cargo en tanto que miembros del grupo.
La sucesión a la jefatura puede ser por
descendencia, o bien puede recaer en el más viejo,
por costumbre […] El jefe es, generalmente,
portavoz y maestro de ceremonia del grupo; a
parte de esto tiene poca influencia, contadas
funciones y ningún privilegio. Una palabra suya y
todos le complacen; pero por regla general se
procura que las cosas se gobiernen por sí mismas
en las comunidades de parientes próximos que
saben cómo comportarse debidamente entre sí y
suelen sentirse inclinados a ello, so pena de caer
en ridículo y de destruir la reciprocidad (Sahlins,
1977, p. 40).

Estos pequeños jefes pudieran ser los caciques


locales a los que hacen referencia las crónicas europeas. Esto
significa que tanto los asentamientos aldeanos unifamiliares y
multifamiliares estaban conducidos por este tipo de liderazgo. En
el caso de la aldea constituida por una familia extendida, el cacique
local venía a ser el jefe de la familia; y en el caso de las aldeas
multifamiliares, lo asumía el individuo escogido por sus hazañas o
proezas en el quehacer cotidiano de la comunidad. El cacique de
una localidad además de ser escogido entre los individuos más
notables de la misma, también pudo ser escogido entre un grupo de
aspirantes a través de severas pruebas iniciáticas, según lo
documentan los cronistas para algunas sociedades indígenas. El
cacicazgo local logró mantener la unidad de las aldeas y de la
sociedad tribal.

Hay otra figura que las fuentes mencionan, denominada


“cacique mayor”, el cual puede ser el equivalente de la figura del
“Gran Hombre” que antropológicamente encontramos en las
sociedades tribales en general, la que podemos definir como:

198
[…] un hombre que no pasa a ocupar una posición
existente de jefatura sobre un hombre
determinado, si no que adquiere personalmente el
dominio sobre otros miembros de la comunidad,
un hombre que se levanta por encima del rebaño
común […] se conquista la obediencia por la
fuerza de su personalidad, sus dotes persuasivas,
tal vez por sus hazañas bélicas, como mago o
jardinero, y con frecuencia mediante la calculada
explotación de sus bienes; que se gana el respeto
otorgando favores a los demás y les inspira
prudencia y circunspección. Este es un […] gran
señor […] aún cuando no desempeñe ningún cargo
ni tiene ningún poder atribuido, ejerce influencia
sobre los otros y goza de alta reputación […] El
grado de influencia que esta clase de individuo
superior ejercerá, parece depender de la estructura
de la tribu y de la involucración de la comunidad
local en diversas maniobras de cooperación y
competición con otros grupos […] Al conquistarse
fama [el gran hombre] en otros grupos locales, un
jefe puede lograr unirlos a todos para la guerra, la
ceremonia o el comercio. Pero esta unión superior
es generalmente temporal y con ello lo es también
la mayor autoridad del jefe (Sahlins, 1977, pp. 40-
41).

Lo anterior, pudiera explicar la aparición de liderazgos


mayores en estas sociedades indígenas en los momentos donde
acontece la confrontación bélica con los invasores europeos, que
irrumpieron el escenario histórico del siglo XVI. Como por
ejemplo, el caso de Guaicaipuro, que siendo cacique local de una
aldea de la sociedad tribal de los Teques, se convirtió más tarde en
el cacique mayor que comandó al resto de las sociedades indígenas
de la región centro norte de Venezuela en contra de los
conquistadores españoles.

En épocas de guerra algunos pueblos indígenas se unían y


de entre sus respectivos jefes se escogía a uno para que coordinara
las estrategias a seguir, mientras que los demás lo asesoraban
reunidos en consejo. Los guerreros se agrupaban alrededor del

199
cacique mayor al que obedecían directamente y a través de jefes
secundarios (caciques locales). Al desaparecer el peligro bélico se
volvía a descentralizar y los grupos vivían familiarmente sin que se
les impusiese más autoridad que la que exigían las costumbres y
las necesidades de la conveniencia.

Carl Henrik Langebaek R. (1992) sostiene que el Cacicazgo


Mayor registrado en las crónicas, es una figura muy efímera que no
existió como figura política permanente en las sociedades
indígenas, sino por el contrario, es un liderazgo temporal al
momento del logro de objetivos comunes a ser cumplido por
diferentes pueblos o sociedades tribales como lo indica el ejemplo
anterior.

La evidencia de los liderazgos cacicales, tanto locales como


mayores, nos la proporcionan las fuentes de cronistas e
historiadores al presentarnos una nutrida lista de nombres de
personajes indígenas que asumieron esas posiciones y funciones,
en los tiempos de la conquista de la región por parte de los
españoles en el siglo XVI.

Entre esos personajes que lideraron el proceso de la


resistencia indígena ante la conquista española (Montenegro, 1983;
Reyes, 1953; Quevedo M., 2000), podemos mencionar los
siguientes, representando a cada una de las sociedades tribales
asentadas en la región:

SOCIEDAD TRIBAL DE LOS TEQUES:


Guaicaipuro (cacique local y cacique mayor).
Baruta (cacique local y piache)
Conopoima (cacique local y cacique mayor)

200
Sorocaima (cacique local)

SOCIEDAD TRIBAL DE LOS MARICHES:


Tamanaco (cacique local y cacique mayor)
Chicuramay (cacique local)
Cuaricurian (cacique local)
Sunaguto (cacique local)
Noroguto (cacique local)
Patima (cacique local)
Aramaipuro (cacique local)
Tapiaracay (cacique local)
Aricabuto (cacique local)
Urimare (cacica local)

SOCIEDAD TRIBAL DE LOS TARMAS:


Paisana (cacique local)
Urimaure (cacique local)
Paramacay (cacique local)
Maiquetía (cacique local)
Naiquatá (cacique local y cacique mayor)
Tarmas (cacique local)
Guarauguta (cacique local)
Carapa o Caracaipa (cacique local)
Caruao (cacique local)
Pariata (cacique local)
Guaicamacuare (cacique local y piache)
Amanaure (cacique local)

SOCIEDAD TRIBAL DE LOS TOROMAIMAS:


Paramaconi (cacique local y cacique mayor)
Tiuna (cacique local y cacique mayor)

201
Guaicamacuto (cacique local)
Guaraguta (cacique local)
Chacao (cacique local)

SOCIEDAD TRIBAL DE LOS ARBACOS:


Terepaima (cacique local y cacique mayor)

Existen otros caciques en la región, como son los casos de


Macarao y Caricuao, éste último es citado muy someramente en las
crónicas de Oviedo y Baños, ambos con participación en la
resistencia indígena a la conquista española, quienes actuaron en
alianza con Guaicaipuro, pero que no se les encuentran suficientes
datos para poder relacionarlos con alguna de las sociedades tribales
en específico descritas anteriormente.

3.2.3.2.3.- LA ACTIVIDAD BÉLICA DE LOS PUEBLOS


CARIBES ANCESTRALES.

El carácter guerrero de las sociedades tribales Caribes, los


ha calificado, a lo largo de su historia, como una sociedad muy bien
organizada en el ámbito militar. Esto les benefició al momento de
realizar sus movimientos migratorios y sus incursiones guerreras, en
el ámbito de la geografía del actual territorio venezolano y del
insular del mar de las antillas (ahora denominado Mar Caribe). Este
hecho propició la invasión y posterior conquista de muchas de las
otras sociedades tribales en la época anterior a la llegada de los
españoles. Igualmente, en el momento de la conquista española, esta
organización militar caribe fue fundamental para hacerle frente a la
avanzada del invasor, ya que en toda Venezuela las únicas

202
sociedades indígenas que realizaron una resistencia férrea, frente a
las pretensiones expansionistas y de dominio del conquistador, lo fue
la de los pueblos Caribes, entre los que se encuentran los de la
Región Histórica de Caracas. El férreo carácter guerrero de la
resistencia caribe, se infiere de la siguiente información suministrada
por Julio Salas (1921), proveniente de su obra “Los Indios Caribes”:

[…] Los Caribes eran asaz valientes, como


pudieron ver (los españoles), pues sólo cuatro
indios se enfrentaron a veinticinco españoles, que
se convencieron entonces de que no todos los
indígenas eran cobardes, ya que, volcada la canoa
de los Caribes y muerto de un lanzaso uno de
ellos, los otros tres se defendieron de los blancos,
y, al par que nadaban, no dejaban de hacer uso de
sus arcos y flechas contra los invasores […] (pp.
62-63).

El carácter guerrero de los miembros de estas sociedades,


era constantemente afianzado en el seno de las mismas. Desde muy
pequeño, el niño caribe era adiestrado en el arte de la guerra. Las
madres les colocaban los alimentos a diferentes alturas, suspendidos
en las copas de los árboles, de la espesa selva, teniendo el niño
caribe que flecharlo para poder acceder a él. Esto los hacía ser muy
certeros y diestros en el manejo del arco y flecha, como lo podemos
inducir del siguiente relato del gobernador Pimentel: “[…] son muy
certeros y diestros en el arco porque dende niños son ejercitados en
el y fácilmente a un conejo como va corriendo lo flechan y matan
[…] (Pimentel, 1927a: p. 241). En la edad adulta, dicho
adiestramiento continuaba afianzándose, ya que se tienen evidencias
de prácticas de guerra ficticia, que se realizaba en muchas de sus
fiestas, como lo evidencia el siguiente relato:

[…] algunas vezes en las borracheras que hazen


partirse en dos puestos muchos indios como

203
cuando nosotros solemos jugar cañas y se flechan
unos a otros son tan diestros e sutiles en saberse
guardar de las flechas que sin sacar los pies tanto a
conpas como con ellos pueden ocupar haziendo
meneos y quebrando el cuerpo se guardan que no
les den las flechas y esta es valentia entre ellos se
tiene en mucho y las flechas llevan señaladas para
que se conozcan y se sepa la flecha que hirió al
contrario y al herido le da el que le hirio ciertos
cestos de comida que gasta mientras sana los
quales llevan para el efeto y con esto se paga la
herida […] (Pimentel, 1927a: p. 240)

La destreza guerrera caribe se observa a través de sus


estrategias y tácticas en el campo de combate. Ellos al salir al
mismo, estaban divididos en dos grupos: la guardia delantera y la de
la retaguardia. Esta última, realizaba un movimiento de retroceso
buscando mejores posiciones estratégicas para armar una
emboscada; luego la primera, en forma de sebo, emprendía igual
movimiento, haciendo aparentar una huída sin que el enemigo se
diera cuenta que era atraído hacia una trampa. De igual forma, en los
ríos y en el mar, los Caribes “[…] hacían zozobrar las flecheras aún
en alta mar, peleando dentro del agua, escudados con el casco de la
embarcación, en que apoyaban sus arcos” (Terrero, 1933, p. 13).
Acostumbraban a minar el campo, por donde ellos presumían que
pasarían sus enemigos, con fosos u hoyos llenos de estacas, tostadas
al fuego, punzo-penetrantes impregnadas de veneno (Dupouy, 1946).
Los Caribes causaban pánico a sus enemigos con cantos de guerra y
el sonar de innumerables guaruras en los enfrentamientos. Otra
estrategia utilizada por los Caribes en los campos de batalla era el
mimetismo o camuflaje como nos lo refiere Oviedo y Baños:

[…] los indios aprovechándose de la obscuridad,


salieron de las quebradas donde se habían
ocultado, y […] se vistieron de la misma paja de la
sabana, y como esta por ser verano, estaba seca, y
crecida, sin que pudieran ser vistos se llegaban

204
hasta el mismo alojamiento y disparaban sus
flechas (citado en Biord,1995, p. 91).

Sus estrategias en la guerra, llevó a los Caribes a trascender


los límites de la sociedad tribal, conformando una poderosa
estructura de mando y control militar, integrada por los caciques
locales de las aldeas y por caciques mayores, tal cual lo hemos
descrito anteriormente. Dicha estructura, en el caso de la Región
Histórica de Caracas, para el momento de la conquista española,
permitió a las sociedades tribales resistir con verdadero heroísmo y
gallardía, causándole al invasor considerables pérdidas en los
enfrentamientos bélicos.

El guerrear caribe no sólo fue sumamente estratégico, sino


que además estuvo acompañado de toda una tecnología en
armamentos, que sustentó el poderío de las incursiones y
enfrentamientos bélicos llevados a cabo por esas sociedades tribales.
Esta tecnología será descrita con mayor detenimiento, en la sección
referida al subsistema tecnológico.

3.2.3.3.- ETNOGRAFÍA EN EL SUBSISTEMA ECONÓMICO.

En este subsistema se pretendió realizar una amplia


descripción de las actividades de explotación de recursos naturales, y
de producción e intercambio de bienes entre las sociedades tribales
de la Región Histórica de Caracas, que permitieron la subsistencia de
estos grupos indígenas del pasado.

205
En esta sección se abarcó el aspecto de la densidad de la
población indígena en la región; las formas de agricultura
desarrolladas por estos pueblos y los principales cultivos de su
producción; la caza y pesca, y las principales especies depredadas;
las actividades de recolección de frutos, semillas, moluscos,
crustáceos, entre otros; las actividades comerciales como el medio
de intercambio de bienes; y, la navegación y las vías de
comunicación terrestres como rutas impulsadas por el comercio
indígena.

3.2.3.3.1.- DENSIDAD POBLACIONAL INDÍGENA DURANTE


EL SIGLO XVI.

En los tiempos de las sociedades tribales ancestrales, la


Región Histórica de Caracas estuvo densamente poblada, como así
lo atestiguan quienes presenciaron el proceso de la conquista
española de 1567. Se dice que la región albergaba una población
que oscilaba entre 10.000 y 50.000 indígenas (Brito Figueroa,
1993). Un hecho que nos pudiera ejemplificar esos altos valores de
la densidad poblacional, sería el relato sobre la hazaña del cacique
Tiuna, cuando éste logró reunir un contingente de guerreros
compuesto por 4.000 indígenas con el propósito de expulsar a los
españoles de la región, el cual unido al contingente de los 11.000
que dirigían los caciques Acarigua, Uripatá, Naiquatá, Mamacuri,
Araguaire, Prepocunate, Querequeremare, Guarauguta,
Aramaipuro, Aricabuto, Guaicamacuto, Baruta y Chacao, logró
reunir una fuerza de guerreros compuesta por 15.000 Indígenas
(Quevedo M., 2000). La Relación del Gobernador Pimentel, de
1578, nos relata lo siguiente:

206
Viven como en toda esta provincia como siete u
ocho mil yndios estan de buena paz y obedientes
al servicio de vuestra magestad como cuatro mil
los más cercanos a este pueblo de Santiago y
nuestra señora los demás estar tirtables uvo
muchos más yndios en esta provincia al tiempo
que en ella entraron los capitanes don Francisco
Fajardo y Diego de Losada y otros las causas de
ser oy menos son enfermedades de biruela
sarampión camaras y romadizo y el desasosiego de
sus guerras pasadas y la entrada de los españoles a
su pacificación […] (Pimentel, 1927a: p. 235)

De este relato se infiere que la altísima densidad


demográfica indígena, a la que se ha venido haciendo referencia,
se vio diezmada a causa de las guerras de conquista y exterminio
por parte de los invasores españoles y de una serie de
enfermedades traídas por éstos, desde Europa, ante las cuales los
nativos Caribes no tenían defensa inmunológica.

La densidad poblacional fue un factor decisivo en el


desarrollo económico y tecnológico alcanzado por esas sociedades
indígenas del pasado, quienes necesitaron una mayor extracción de
recursos naturales y a su vez, una mayor producción e intercambio
de bienes para lograr sustentar las necesidades de esa población.

3.2.3.3.2.- LA AGRICULTURA.

Las sociedades indígenas que en tiempos ancestrales


llevaron sus cotidianas vidas en la Región Histórica de Caracas,
utilizaron los sistemas de la vegecultura y la semicultura en las
actividades de producción agrícola. La vegecultura es la práctica

207
agrícola basada en el cultivo de raíces de tubérculos, mientras que
la semicultura se basa en el cultivo de semillas de granos.

Como la base fundamental de las sociedades indígenas es la


familia extendida, de la cual ya hemos dado referencias con
anterioridad, ésta conllevo a que la agricultura se llevara a cabo a
través de la labranza del conuco (ver Fig. 3.3) por parte de los
miembros de la parentela, y si los campos del cultivo eran muy
extensos, entonces la labranza de los mismos la realizaban todos
los miembros de la comunidad, sin distinción de sexo y edades
(Brito Figueroa, 1993).

Dos cultivos fundamentales representan la producción


agrícola de la región, como son el de la yuca (Manihot esculenta
Crantz) y el maíz (Zea mays) (ver Fig. 3.4), pertenecientes a la
vegecultura y la semicultura respectivamente. Los indígenas
conocían y utilizaban dos especies de la yuca, la Manihot utilísima
o yuca amarga de la que producían el casabe y la Manihot dulcis o
yuca dulce que la consumían directamente (ver Fig. 3.5). La
práctica del cultivo de la yuca, fue, posiblemente, introducido en la
región por las oleadas Caribes en su proceso de migración, puesto
que se le atribuye a estas culturas la domesticación de dicha planta.
El cultivo del maíz se le atribuye a los Arawacos y se piensa que su
uso paralelo con el de la yuca, por parte de los pobladores
indígenas de la región, se debió al sincretismo cultural formado por
el contacto que tuvieron los pueblos Caribes con los Arawacos
durante el proceso migratorio. Pimentel (1578) refiere al respecto
que “[…] los indios usavan y agora usan son maiz de tres u quatro
maneras e colores” (Ob Cit., p.241), de lo que se deduce que se
utilizaron de tres a cuatro especies de maíz en los cultivos
indígenas.

208
Estas dos especies de cultivo suministraron una importante
cantidad de carbohidratos a la dieta de la población indígena, la
cual era complementada por las proteínas provenientes de otros
granos y de la carne animal obtenida a través de la caza, la pesca y
la recolección.

Al igual que en otras regiones de Venezuela, las futuras


investigaciones arqueológicas han de descubrir las evidencias que
se asocien a estos tipos de cultivos. Entre esas evidencias se
pueden mencionar a los pequeños budares o “aripos” utilizados
para la elaboración de las tortas de maíz y “los morteros” o manos
de moler utilizados para triturar granos asociados con dicho cultivo
y como también, los grandes budares y los ralladores utilizados
para procesar la yuca y elaborar el casabe.

Especies como la caraota, auyama, maní, fríjol y algunas


especies de tubérculos como el pericuar, ocumo, batata, zapacola y
mapuey también eran cultivas por las sociedades indígenas
(Pimentel, 1927a).

La Relación del Gobernador Pimentel de 1578, nos da


importantes referencias de especies frutales cultivadas por los
indígenas alrededor de sus aldeas y de sus conucos, entre las que
podemos mencionar la piña, guanábana, plátano, aguacate, jobo,
guayaba, mamón, guamo, guanábana, totumo, anones, mamey,
cañafístola y uva de mar.

Los indígenas cultivaron el tabaco, que Pimentel (1578)


describe diciendo:

209
[…] ay tabaco de que alla se tiene rrelacion
tomandolo los españoles y naturales en humo por
la boca y molido por las narices tienese por muy
medicinal aunque aca no se sabe aplicar bien
tienenlo mucho los naturales y curan con este
tabaco especialmente humores frios y heridas […].
(Pimentel, 1927b: p. 286).

Esta planta como deducimos de esa referencia, no solo se


usaba para el fumar, sino también se empleaba como medicina.

En los conucos indígenas se encontraba también el algodón


(ver Fig. 3.6) como uno de los más importantes cultivos, cuyo uso
era muy versátil, como también sembraban con especial cuidado el
hayo, del que Pimentel describe los efectos de su consumo
diciendo que “[…] es muy preciada entre los naturales porque
trayendola en boca dizen que les quita la hanbre y sed y les da
fuerza para trabxar y asi usan deste hayo en general cuando
trabaxan y caminan sienbranlo y cultivanlo con cuydado para este
efecto” (Ob. Cit., p. 286).

Hay evidencias que las comunidades indígenas de la región,


protegían sus sitios de labranza por medio de cercados de estacas
envenenadas que colocaban a sus alrededores, tal como lo hacían
también con sus sitios de habitación (Brito Figueroa, 1993).

210
Fig.3.3.- Siembra en el conuco indígena

211
Fig.3.4.- La Planta del Maíz (Zea mayz)

Fig.3.5- La Planta de la yuca (Manihot


esculenta)

Fig.3.6- La Planta de algodón (Gossypium


sp.)

212
Es importante indicar también que aparte de las especies
vegetales cultivadas por los indígenas, se encuentra un importante
número de especies silvestres que fueron utilizadas por ellos como
fuentes madereras, medicinales y de venenos.

Los aspectos tecnológicos y su respectiva producción


artifactual asociados con las actividades agrícolas, que permitieron
una mayor producción de recursos alimenticios aprovechados por
las sociedades indígenas, serán abordados en la sección del
subsistema tecnológico.

3.2.3.3.3.- LA CAZA, PESCA Y RECOLECCIÓN.

En la sección anterior se encontraron un gran número de


especies vegetales que fueron domesticadas por los indígenas para
convertirlas en sus cultivos predilectos, pero por el contrario no
hay evidencias en las fuentes documentales sobre la posible
domesticación de especies animales, por parte de estos grupos
humanos, lo que hace suponer que la caza y la pesca eran
actividades fundamentales al igual que la misma agricultura.

Como la agricultura proveyó a las sociedades indígenas de


los carbohidratos necesarios para su dieta alimenticia, la caza y la
pesca representaron los medios para obtener las proteínas que
complementaron ese sustento diario. Por medio de la caza obtenían
la carne rica en proteínas de especies animales como venados,
monos, báquiros, cachicamos, conejos, patos silvestres,
guacharacas, tórtolas, paujíes y pavos que formaban parte de la
extensa fauna asentada en la región (Pimentel, 1927b). La pesca
que llevaban a cabo era del tipo fluvial, realizándose en los

213
principales ríos y afluentes de la cuenca hidrológica de la región; la
mayor obtención de pescado y de tortuga de mar, ricas también en
proteína y fósforo, eran obtenidas de la costa por medio del
intercambio comercial con las sociedades tribales de ese paraje
geográfico.

Las actividades de recolección posiblemente fueron


dirigidas a obtener frutos comestibles, maderas, colorantes
vegetales, fibras vegetales y demás plantas silvestres y pequeñas
especies animales que les sirvieron en las labores de producir
medicinas y venenos, estos últimos muy usados por los indígenas
en sus actividades bélicas. Hay evidencias de recolección de miel
como se infiere del testimonio de la Relación de Pimentel al decir
que “[…] en lo hueco de este arbol [jobo] y de otros, crian las
abejas muchas y buena billa [colmena] […]” (citado en Biord,
1995, p. 139).

3.2.3.3.4.- LA NAVEGACIÓN CARIBE.

Los pueblos de filiación caribe estuvieron muy adaptados a


los medios fluviales, lacustres y marítimos, debido al uso de estos
medios durante todo el proceso de migración que los llevó a
recorrer muchísimos lugares de la geografía del norte de
Suramérica y de las Antillas. El recorrido de estos grupos
humanos, que en cientos de años y en sucesivas oleadas, comenzó
desde las Guayanas, su posible lugar de origen, los llevó a
trasladarse a las regiones orinoquenses, los llanos venezolanos, la
región costera y los puentes insulares de las Antillas, logrando así
su expansión por esta vasta región. No solo encontraron en estos

214
medios ambientes, simples vías de traslados y expansión, sino que
además les sirvieron de lugares de asentamiento.

Esa experiencia tuvo que haber convertido a los pueblos


Caribes en unos expertos navegantes, que fueron capaces de crear
una gran tecnología para diseñar sus embarcaciones, las cuales
debieron ser cada vez más sofisticadas y adaptadas a las
circunstancias de las vías acuáticas a utilizar en su estrategia
expansiva, siendo capaces de remontar los más extensos y
caudalosos ríos, de lo que hoy se conoce como Venezuela, hasta
conquistar las grandes masas de agua del extenso y turbulento mar
antillano.

En el caso de la Región Histórica de Caracas, las sociedades


tribales Caribes, asentadas en ella, encontraron en el río Guaire y
sus afluentes todo un complejo de vías para ejercitar su ancestral
conocimiento de navegación y realizar a través de él sus relaciones
comerciales y sus actividades bélicas con otras sociedades étnicas.

Todos los aspectos de la tecnología de navegación de los


Caribes implementada para creación de sus embarcaciones, será
tratado más adelante en la sección correspondiente.

3.2.3.3.5.- EL COMERCIO Y SUS RUTAS.

Las fuentes documentales dan muy pocas referencias, en


cuanto a la actividad comercial llevada a cabo por las sociedades
indígenas de la región. Sin embargo, se puede inducir que los

215
recursos de origen marino pudieron ser compartidos por estos
pueblos, a través del intercambio con las sociedades Caribes que
estaban asentadas en las zonas costeras e insulares.

El comercio de estos pueblos parece haber sido muy


abundante. Los frutos como el coco y las denominadas “uvas de
playa”, que se sabe de su consumo en esta región, en esos
pretéritos tiempos, pudieron obtenerse por esa vía. La Relación del
Gobernador Pimentel (1578) nos da referencias de este último
fruto diciendo:

[…] en la costa los indios della tienen y


benefician muchos arboles que llamamos uveros
llevan unos racimos como de uvas que llaman aca
uvas de mar la uva de estos es de el grandor de las
de España y comen lo de encima que es poco y lo
demas es quexco son gustosas y sanas […]
(Pimentel, 1927b: p. 286).

Sí existe una clara referencia sobre el comercio de la sal y


del pescado, que se infiere del siguiente relato:

[…] no tienen ni tuvieron genero de granjeria ni


contracción sino es para sal y pescado que los de
la tierra adentro con cosas de comer van al la mar
a comprarla y trocar la sal y pescado por lo que
llevan la lengua de toda esta provincia y nación
[…] (Pimentel, 1927a: p.236).

La comercialización de la sal pareció ser una actividad que


llevó a las sociedades Caribes de la Región Histórica de Caracas, a
hacer contactos, a grandes distancias, con otros pueblos indígenas,
como así lo evidencia el siguiente relato contenido en la Relación
del Gobernador Pimentel:

216
[…] a mas de quinza leguas de la ciudad de
nuestra señora de Caraballeda a la parte del oriente
del cabo de la codera ay una pequeña salina cerca
de la mar de que se trae poca sal y esta no es cierta
todo el año en borburata que esta como veynte y
dos leguas desta ciudad a la parte de poniente ay
dos salinas la una grande de que de mucho tiempo
ase solia aprovechar esta provincia y se provee
tanbien esta tierra de sal de la salina de araya que
esta en tierra firme la costa arriba hazía oriente
cerca de cumana frontero de la isla cubagua y de
una isla que esta norte sur con el cabo de la codera
quinze o veynte leguas en la mar que se dize la isla
de la tortuga tanbien se trae mucha sal y muy
buena […] (Pimentel, 1927b: p. 288).

Esta relato determina la ubicación de salinas en lugares


distantes y hasta muy apartados de la Región Histórica, como lo
son Caraballeda, en las costas del litoral central; Borburata, en las
costas del actual Estado Carabobo; las salinas de Araya, en el
extremo oriente del actual territorio venezolano, y la isla de La
Tortuga, ubicada en el mar frente al litoral central. Estos lugares
reflejan las distancias de la comercialización de la sal que llegaba a
la región para ser consumida por los Teques, Toromaimas,
Cheregotos Tarmas, Mariches, Paracotos y Arbacos.

Para implementar las actividades comerciales, las


sociedades tribales emplearon una serie de vías terrestres que
utilizaron para tales fines. Dichas vías fueron modeladas por el
constante transitar de los indígenas y se les daba el nombre de
“picas”, las cuales son caminos que se entrecruzaban unos con
otros, eran angostas y apenas permitían el paso de un hombre.
Estas picas permitían la comunicación entre las localidades
inmersas en la interioridad de la Región Histórica de Caracas,
como también la comunicación de ésta con las zonas costeras y
demás zonas circunvecinas.

217
Las picas indígenas en cuanto al tiempo de su uso, unas
llegaron a ser temporales y otras permanentes. “[…] Algunas
guardaban el misterio de comerse las distancias. Cuando andando
por un lado se tardaba una jornada completa para llegar al mar, por
otro se podía hacer lo mismo en la mitad del tiempo” (Rivero,
1982, p. 22), de lo que podemos deducir la existencia de picas a
largas distancias y de picas que servían de atajos.

Entre los caminos indígenas que existieron en esa época del


siglo XVI, tenemos:

[…] Unas subían por la fila de Catia y otras


partían de las tierras que formaban el dominio del
cacique Chacao. Al Norte de la ciudad [Santiago
de León de Caracas] comenzaba la que era más
conocida, que nombraban ‘La Culebrilla’ [este
nombre indica la forma del camino que en varias
de sus partes era retorcido y seguía las laderas de
la serranía], por la cual, más tarde, se trazará el
primer camino real […] (Ob Cit., p. 21).

Del siguiente relato de la Relación del Gobernador


Pimentel, encontraremos referencias de la serie de picas que
comunicaban la región con otras regiones circunvecinas y alejadas:

Las leguas en esta gobernación antes son grandes


que pequeñas las seis leguas que ay desta ciudad
de santiago de leon a nuestra señora de
Caraballeda son de camino muy torcido porque la
sierra que esta en medio no da lugar a otra cosa y
ansy saliendo deste pueblo para ella se va una
legua por llano a el occidente y luego se sube y
atraviesa volviendo al norte hasta baxar a la mar y
luego se camina tres leguas la costa arriba hazia
levante los demas caminos que ay deste pueblo a
truxillo se caminan de pueblo en pueblo […] son
los caminos torcidos y en parte siguen algunos
buenos trechos derechos ay lomas y sierras y
buenos pedazos de llanos es camino andable
aunque en ynvierno es muy trabajoso a coro se va

218
desta ciudad hasta valencia y de alli se atraviesa la
sierra que seran como de ocho leguas a la mar y
luego la costa abaxo hasta coro es tierra llana
aunque muy mala de andar en ynvierno por los
rrios grandes que se han de pasar y cienagas y de
coro a zamora que es la laguna de Maracaybo se
va por tierra muy llana y tiene dos rrios en el
camino que pasar que ynvierno son peligrosos y
una laguna que por ella se camina dos leguas que
da a los cavallos el agua cerca de los pechos
(Pimentel, 1927a: pp. 236-237).

Las picas indígenas no solo comunicaron localidades


cercanas entre sí, sino que constituyeron además grandes caminos
que unieron diversas regiones del territorio venezolano en esa
época. La efectividad de comunicación a través de estas vías fue tal
que los invasores españoles las utilizaron, y construyeron sobre
ellas sus posteriores caminos reales. Estos caminos indígenas no
solo sirvieron para que las sociedades tribales realizaran sus
intercambios comerciales, sino que además debieron servirles para
acometer actividades bélicas con pueblos enemigos.

Hasta estos momentos, se ha abarcado la descripción


etnográfica de las actividades económicas, que caracterizaron la
vida cotidiana de las sociedades tribales indígenas de la Región
Histórica de Caracas. A continuación, el estudio de las técnicas e
inventivas tecnológicas que hicieron posible la elaboración
artifactual que constituyó la cultura material, las cuales son la base
fundamental de la economía y del resto de los procesos
socioculturales de estas sociedades.

219
3.2.3.4.- ETNOGRAFÍA EN EL SUBSISTEMA
TECNOLÓGICO.

Los indígenas de la Región Histórica de Caracas en su


relación con el medio ambiente circundante, obtuvieron de éste, por
medio de la tecnología, los alimentos, los vestidos, el abrigo, las
medicinas y las herramientas para sobrevivir. Los artefactos que
usaron para lograr estos fines vienen a constituir lo que
denominamos como cultura material.

El estudio de los aspectos tecnológicos de las sociedades


indígenas permitió la comprensión de sus culturas, que conlleva a
una comprensión de la ecología humana de estos pueblos, es decir,
para el estudio de cómo las poblaciones indígenas y sus actividades
se vieron afectadas por los rasgos inorgánicos y orgánicos de sus
ambientes y de cómo esos rasgos fueron a su vez afectados por las
poblaciones indígenas y sus actividades (Harris, 2000).

El autor Melville J. Herskovits (1984), en “El Hombre y sus


obras”, sostiene que:

Aparte del equipo material y del conocimiento


tecnológico, se pueden abstraer ciertos principios
de aplicación universal de los datos abundantes de
muchos pueblos. Primero, toda sociedad ha
desarrollado una cultura material y técnicas para
explotar los recursos naturales de su hábitat, que
proporciona las bases para aquellos otros aspectos
de la cultura no materiales que existen de manera
predominante fuera de este ámbito. Segundo, al
explotar los recursos de su hábitat, todo grupo
demuestra un tenaz enfrentamiento en el problema
que aquél presenta. Obran tan de acuerdo con los
principios físicos implicados que ello demuestra
que sus técnicas están basadas en procesos de
inferencia de causa y efecto; que estas técnicas

220
suponen ingenio y capacidad de invención y que
las gentes son capaces de aprovechar el método de
ensayo y error (p. 272).

Esto fue lo que se determinó en el estudio de la tecnología


de las sociedades indígenas ancestrales a lo largo de este estudio. La
inventiva de estos pueblos para crear toda una estructura tecnológica,
que los llevó a experimentar con la naturaleza para lograr adaptarla
como medio cultural a sus sociedades, y de cuya evidencia tenemos
su cultura material, representada por el conjunto de artefactos
creados y empleados, y las técnicas o formas de proceder en la
extracción de recursos naturales y producción de bienes materiales.

Pesece a evaluar, a continuación, la inventiva de las


sociedades indígenas del pasado, en cada artefacto y técnica
asociados a las actividades de subsistencia, producto del incesante
transitar metodológico del ensayar y errar, que llevaron a cabo en ese
remoto pasado.

3.2.3.4.1.- LA TECNOLOGÍA ASOCIADA A LA ACTIVIDAD


AGRÍCOLA.

En el caso de las actividades agrícolas, ocupó la atención


las tecnologías implementadas por las sociedades indígenas
ancestrales en cuanto a la domesticación de especies vegetales y el
uso del espacio para la realización de las actividades de labranza.

La agricultura por sí sola es una especie de sistema


tecnológico, que Mario Sanoja (1982), define como:

221
[…] una actividad productiva en la cual los
hombres. A través de la utilización de un
instrumental apropiado, la acumulación de un
cuerpo de experiencias relativas al crecimiento y
desarrollo de determinadas plantas útiles, el
conocimiento sobre la forma de reproducir
artificialmente dichos ciclos naturales y la
organización de la fuerza de trabajo para llevar a
cabo toda la secuencia de actividades
tecnoeconómicas de apoyo y mejoramiento de
aquella actividad productiva, logran obtener la
cantidad necesaria de energía para alimentarse,
capacitando al grupo social para romper su
dependencia directa de los procesos de ampliación
natural de la biota (p. 21).

La domesticación de especies vegetales útiles para la


alimentación, es una de las preclaras manifestaciones de
conocimiento tecnológico por parte de los indígenas, donde se
evidencia el ingenio de los mismos al lograr, a través del ensayo y
error, convertir especies silvestres en plantas controladas y
mejoradas para su cultivo por parte de éstos grupos humanos. El
ingenio en el manejo de la experiencia, que obtuvieron al observar
el caer de las semillas sobre el suelo y el posterior crecimiento de
éstas hasta llegar a ser plantas plenamente desarrolladas, y
convertir este proceso natural en un proceso artificial controlado
por la mano humana, implica una manifestación importante del
desarrollo tecnológico de las poblaciones indígenas de esos
tiempos. No solo era simplemente el imitar el desarrollo de las
semillas, sino lo más trascendental fue el ensayo de lograr mejorar
las especies haciéndolas más útiles y nutritivas al poder realizar
cruces genéticos entre especies vegetales.

Las evidencias de ese proceso tecnológico de la


domesticación de plantas se va a encontrar en la vegecultura y

222
semicultura desarrolladas por los indígenas y que hemos definido
con anterioridad. Los pueblos Caribes desde sus orígenes, son
portadores de cultivos vegecultores importantes como fue, por el
ejemplo, entre tantos, el de la yuca, a los que se les atribuye su
domesticación, que ha subsistido hasta nuestros días y ha alcanzado
difusión a nivel mundial.

Del amplio género de la Manihot a la que pertenece la yuca,


se ha definido la especie que se le conoce como Manihot esculenta,
que pudo vivir de manera silvestre en cualquiera o en todos los
habitats de las tierras bajas, piedemonte andino o en los sistemas
montañosos, como el de la Región Histórica, siendo al principio
domesticada por los indígenas al azar o por una selección no
sistematizada de aquellas plantas cuyo contenido de ácido
cianhídrico no fuera dañino para la salud. La domesticación de la
Manihot esculenta consistió en la manipulación de la planta al
propagarla mediante estacas tomadas del mismo tallo, los
cultivadores indígenas contuvieron en la planta los otros
mecanismos reproductivos naturales, de forma que la mayoría de
energía que planta pudo haber empleado al crecimiento de las
semillas y otros órganos reproductivos, podría ser almacenada en
las raíces incrementando así el volumen de la parte comestible
(Sanoja, 1982). Surgiendo entonces así, la especie domesticada
denominada Manihot esculenta Crantz. Parecido ensayo de
domesticación que aplicaron los indígenas a otros géneros y
especies de tubérculos.

Hay que recordar que los indígenas dominaron el uso y


consumo de las dos especies de la Manihot, la yuca dulce (Manihot
dulces) de bajo contenido de HCN que puede consumirse
directamente y la yuca amarga (Manihot utilissima) con alto

223
contenido de HCN que no puede ser consumida directamente, sino
por el contrario debe ser sometida a un proceso técnico de
disminución de dicha sustancia tóxica, creando una masa con la
que se fabrica la torta del casabe, la cual si es comestible. El
proceso de la yuca amarga lo describiremos con mayor
detenimiento cuando tratemos la tecnología culinaria.

En el caso de semicultura, la domesticación de las plantas


viene a ser representada por la hibridación del maíz (Zea mayz),
planta cuyo cultivo en el actual territorio venezolano se le atribuye
a los pueblos de filiación arawaca y que pasó a los Caribes, por los
contactos culturales que éstos últimos hicieron con los primeros.

Los indígenas del norte de Colombia lograron el cruce de


las especies Confite Morocho y Confite Puntiagudo, especies de
maíz reventón, del que surgen una serie de híbridos cada vez más
resistentes y aprovechables para el cultivo, entre la que podemos
mencionar la raza Pollo, la cual fue la más difundida en lo que hoy
llamamos Venezuela. El maíz Pollo, se encuentra en las diferentes
alturas que implican la amplia orografía venezolana, lo que
demuestra la enorme capacidad de adaptación ambiental de esta
especie, la cual es un logro del ingenio indígena en el proceso de
hibridación de las especies de maíz (Sanoja, 1981).

La Relación del Gobernador Pimentel da una clara


evidencia de las tipologías de maíz empleadas por las sociedades
indígenas de la región, al decir que “[…] los mantenimientos de
que los indios usavan y agora usan son maiz de tres u quatro
maneras e colores […]” (Pimentel, 1927b: p. 214), de la que se
infirió el uso de tres o cuatro especies para su cultivo.

224
Otro aspecto de las tecnologías asociadas a las actividades
agrícolas está lo referente al uso del suelo o espacio de labranza. El
conuco viene a representar el uso más típico que las sociedades
indígenas le dieron al suelo. El conuco es una porción de tierra en
el que los indígenas sembraban un policultivo a base de especies
vegecultoras y semicultoras entre las que se encuentran la caraota,
auyama, maní, fríjol, yuca, pericuar, ocumo, batata, zapacola,
tabaco, algodón, onoto, totumos, mapuey y otras. El conuco por la
diversidad de especies vegetales sembradas en él, era considerado
como la gran despensa de la familia o comunidad indígena.

El terreno o suelo del conuco era sometido a un proceso


técnico de preparación conocido como roza y tala, el cual consistía
en lo siguiente: el indígena comienza a talar una área no muy
extensa dentro de la selva, procurando que ésta no esté contigua a
otras ya taladas y así evitar una destrucción masiva de la
vegetación natural de la zona; una vez finalizada la tala, dejan que
los restos vegetales se sequen en la superficie del suelo; luego
proceden a quemar el terreno, logrando con esto eliminar el manto
de maleza que cubre el suelo dejándolo limpio para recibir las
semillas, esto permite también limpiar el conuco de insectos y
posibles plagas que dañen los cultivos y produce además, una gran
cantidad de cenizas que se convierten en abono para el suelo; una
vez cumplida esta etapa, se espera la llegada de las primeras lluvias
para comenzar a sembrar las semillas entre los troncos
chamuscados que aun quedan en el terreno, su lenta
descomposición produce abono adicional, asimismo protege al
suelo de las lluvias torrenciales y de las impactantes radiaciones
solares.

225
La estrategia tecnológica de sembrar policultivos en el
conuco atiende a que las diversas especies que lo componen se
consumen diferencialmente los nutrientes del suelo evitando de
esta forma que éste se empobrezca. Esa misma diversidad no
permite la instauración de plagas o epidemias específicas. La
siembra se realiza de tal manera que la distribución de las especies
permita entre ellas una ayuda mutua, por ejemplo se distribuyen de
tal manera que las necesidades de crecimiento de sus raíces no se
vean estorbadas y que las plantas de más amplio follaje descarguen
sombra sobre las de menor tamaño, protegiéndolas así del impacto
de intensas lluvias (ver Fig. 3.7).

El hecho ejemplar de la actividad agrícola experimentada


en el conuco indígena, es que éste no causa daños irreversibles al
medio ambiente, ya que la creación de conucos es rotativa,
permitiendo que las áreas de labranza abandonadas se recuperen
por la acción de los factores naturales.

Toda esta tecnología del policultivo del conuco indígena ha


sido heredada culturalmente por la nueva generación de
campesinos actuales que moran sobre los mismos territorios,
llevándose a cabo con igual exactitud las técnicas de preparación
del terreno.

Desde la etnohistoria no se tienen suficientes evidencias


palpables de la tipología instrumental o artifactual asociada con la
siempre del conuco indígena, pero el Gobernador Pimentel en su
relación de 1578 manifiesta que “[…] entre los naturales se han

226
Fig.3.7.- Conuco Indígena con policultivo

227
hallado hartas piedras a yjada [¿jadeita, jade?] no se sabe de donde
han venido” (citado en Dupouy, 1946, p. 8), pudiera inferirse la
utilización de instrumentos de piedra elaborados con la tecnología
de la percusión lítica, con la que pudieron fabricarse hachas de
mano y otros instrumentos cortantes que fueron utilizados en el
desmonte y tala de árboles. También pudieron elaborar
instrumentos de labranza hechos de madera, entre los que podemos
mencionar las siguientes:

“[…] palas, puyones, y machetotes de macana, con


las cuales rozaban el monte bajo, al que después
de seco prendían fuego, quedando la tierra limpia
y en disposición de ser sembrada, preferían para
hacer sus cementeras los lugares en que no era
muy tupido ni alto el bosque, por la dificultad que
tenían para derribar los árboles, labor que
ejecutaban con sus hachas de silex y ayudados del
fuego (Salas, 1971, p. 35).

De las tecnologías más importantes que se desprenden de la


actividad agrícola está la alfarería, que a nivel mundial es un
referente histórico-arqueológico asociado con la aparición de la
agricultura y sedentarismo poblacional, Esta tecnología permitió
utilizar el barro crudo (arcilla), al que le agregaban un tipo de
aditivo o antiplástico orgánico o mineral que permitía el fácil
moldeamiento de la masa de barro y evitaba el cuarteado de la
pieza cerámica al ser cocida en el fuego para lograr el
endurecimiento de sus paredes. Las piezas cerámicas asociadas a
las actividades agrícolas eran envases de gran tamaño destinados al
almacenaje de granos y semillas, y de botellas para el agua.

En el caso de las sociedades indígenas ancestrales de la


Región Histórica de Caracas quienes están emparentadas con la

228
cultura portadora de la cerámica que arqueológicamente se le
denomina Valencioide, la descripción de la manufactura de ésta y
los utensilios que se elaboraban ilustra la posible cerámica de esas
sociedades.

La cerámica Valencioide fue elaborada con arcilla a la que


se le agregaba un antiplástico de arena, cuarzo y mica produciendo
un material generalmente grueso y áspero, se le aplicaba la técnica
del enrollado para crear las vasijas, la cual consiste en formar una
serie de rolletes de arcilla que eran colocados unos sobre otros para
luego ser unidos por el raspado y alisado de las superficie, tanto
interior como exterior (ver Fig. 3.8), una vez estructurada la forma
de la vasija era alisada para luego someterla a la cocción en el
fuego y así endurecer sus paredes. Una vez finalizada la cocción y
el enfriamiento de la vasija se procedía a pulir las superficies en
algunos casos. La cerámica procesada por esta tecnología alfarera
producía vasijas que eran utilizadas en muchas actividades
cotidianas. En el caso de la agricultura, como ya se manifestó
anteriormente, se utilizaron envases de gran tamaño para guardar
granos y semillas, y en el caso del almacenaje de agua potable se
empleó la denominada tinaja, la cual era una vasija globular de
gran tamaño, de boca estrecha y paredes gruesa, que mantenía el
líquido a muy frescas temperaturas y evitaba su rápida
evaporación.

229
230
3.2.3.4.2.- LA TECNOLOGÍA ASOCIADA A LAS
ACTIVIDADES DE CAZA, PESCA Y
RECOLECCIÓN.

Los indígenas de las sociedades tribales de la Región


Histórica de Caracas utilizaron el arco y flecha, que llegaron a ser
artefactos con una gran potencialidad aerodinámica, con los cuales
podían cazar animales a grandes distancias. Los arcos y flechas de
los Caribes eran de pequeño tamaño y por ende, de fácil transporte
en un ambiente boscoso y montañoso como era el espacio de
geográfico habitado (ver Fig. 3.9), como se infiere de lo referido por
Pimentel en 1578 al decir “[…] los arcos con que flechan son algo
pequeños por ser la tierra fragosa y montuosa por la mayor parte
[…]” (Pimentel, 1927a: p. 241). Las puntas de las flechas fueron
elaboradas con sofisticadas técnicas de percusión lítica y además se
impregnaban de sustancias venenosas para hacerlas más efectivas al
momento de causar daño a las presas animales como así nos lo
refiere el siguiente relato “[…] untan las flechas con yerba malísima
[…]” (Ibid).

La sustancia venenosa utilizada para untar sus flechas era


producida con un claro conocimiento de las propiedades tóxicas de
los elementos empleados para su elaboración. Dicha sustancia se
hacía de:

[…] una fruta que llaman manzanilla que son


como manzanas pequeñas amarillas que huelen
bien la yerva que es sola desta manzanilla no es
muy mala aunque algunos con ella mueren pudre
la carne y haze otros daños esta manzanilla suelen
confeccionarla con bivoras sapos y arañas metido
todo esto en una tinajuela y allí se muelen desto y
sangre de costumbre de mujer y de otras cosas
ponzoñosas […] (ibidem).

231
232
Esta sustancia, sumamente venenosa, fue también muy
usada en las incursiones bélicas contra otros pueblos indígenas y se
convirtió en un arma mortal durante la confrontación con los
invasores españoles. La elaboración de los venenos y sus
respectivos antídotos, que junto a las sustancias medicinales que
más adelante describiremos, son consideradas como las más
preclaras manifestaciones de la tecnología química ancestral de las
sociedades indígenas Caribes.

En cuanto a la pesca, aunque los relatos en las crónicas y


demás fuentes documentales del siglo XVI son muy generales, ha de
suponerse la fabricación y uso de anzuelos del tallado de hueso y
concha marina, y de pequeñas trampas hechas de trenzados de
bejucos o de hojas de palma, tal cual lo realizan los pueblos caribe
de la actualidad. Todos estos artefactos son de mucha utilidad en
pescas pequeñas y grandes, tanto en ecosistemas fluviales (como el
río Guaire y sus afluentes) y marítimos, teniendo de estos últimos la
siguiente referencia de explotación en las islas cercanas al litoral
central: “[…] en todas [las islas de la Orchila, las Aves y la Tortuga]
los naturales van a ellas en los meses de bonanzas por sal y pescado
y por tortugas para comer y hazer aceytes dellas […] (Pimentel,
1927b: p. 290).

Para las actividades de recolección emplearon la


elaboración tecnológica de la cestería, que es el tejido a mano de
fibras vegetales (ver Fig. 3.10), el cual alcanzó un gran desarrollo en
las sociedades Caribes, con la que crearon manares, esteras,
chinchorros, sebucanes, redes, morrales petacas, estuches y cestos de
diferentes tamaños, llamados cataures, para ser implementados en
dichas actividades como así lo evidencia el siguiente relato del

233
234
Gobernador Pimentel: “[…] mugeres con sus uso cataures que es un cesto en que
meten su ajuar que es un uso y panapanillas quentas y algunas joyas
de oro y otras cosas […]” (Ob. Cit., p. 240).

3.2.3.4.3.- LA TECNOLOGÍA ASOCIADA A LA


DOMESTICACIÓN DE ANIMALES.

De acuerdo a las evidencias se puede decir que en cuanto a


la domesticación de animales, los Caribes de la región no
alcanzaron un desarrollo representativo. Solo hay efímeras
referencias sobre la manutención de pequeñas mascotas, las cuales
lograron domesticar después de observar continuamente sus
comportamientos y sus formas de alimentarse, que luego imitaron,
permitiéndoles la convivencia dentro de las comunidades con esos
animales. Los cronistas de la época de la conquista, dan referencias
sobre la domesticación de un perro mudo que les servía de
alimentos a las agrupaciones indígenas, cuya descripción coincide
con la del picure, el cual se asemeja a un perro pequeño (Salas,
1971).

Entre las aves que llegaron a domesticar los indígenas del


pasado se encuentran la pava de monte, guachararca, paujil, grullas
o garzas, loros de diversas especies, y aves de canto o de plumaje
rico, que les servían de diversión o para aprovecharse de sus
plumas, las cuales, les servían para ornamentar sus cuerpos (Salas,
1971).

235
3.2.3.4.4.- LA TECNOLOGÍA ASOCIADA A LA
PREPARACIÓN DE ALIMENTOS Y BEBIDAS.

Para la preparación de alimentos y bebidas, las sociedades


tribales Caribes elaboraron un diverso ajuar culinario, compuesto por
envases de diferentes formas, tamaños y estilos, hechos de dos
materias primas como los son la arcilla y la tapara o totumo. Todos
estos utensilios del ajuar fueron empleados como artefactos para
cocinar y dispensar los alimentos.

Entre los utensilios cerámicos culinarios tenemos las ollas


globulares, boles, las tinajas y botellas, los aripos y los budares, los
cuales fueron elaborados con los materiales y técnicas alfareras
descritas con anterioridad. Las ollas globulares (ver Foto 3.1), fueron
empleadas para la cocción de los alimentos; los boles, para servir los
mismos, las tinajas y las botellas, para guardar bebidas fermentadas
o agua; los aripos, son pequeños budares para cocer las tortas de
maíz, y los budares, de gran tamaño para tostar la torta de casabe.

Pimentel (1578) en su Relación relata que “[…] crían estos


indios otros arboles que llaman totumos que de su fruta hazen
escudillas taparas para agua como botijas cucharas […]” (Pimentel,
1927b: p. 285). La fruta de este árbol se procesa abriéndole una
abertura en su parte superior, sacándole el contenido interior de la
misma, dejando sólo su cáscara que al secarla al sol se endurece
formando el cuenco. La forma de la fruta dará la forma del cuenco, si
es redonda sirve para formar boles y si es alargada sirve para
elaborar botijas y cucharas. Los cuencos en forma de boles, eran
utilizados para servir las comidas y las bebidas.

236
Foto. 3.1.- Botellas, Boles y Ollas globulares.
Nota. Tomado de Apuntes sobre Arqueología Venezolana. En: Arte
Prehispánico de Venezuela (2da Edición) (pp. 123, 126 y 128 ) por
J.M. Cruxent. 1977, Caracas: Fundación Eugenio Mendoza.

237
De las plantas del maíz y la yuca se obtienen las básicas
preparaciones de alimentos ricos en carbohidratos. Una vez recogida
la mazorca de maíz, se desgrana y es colocado en un metate para ser
molido con una mano de piedra, formándose una fina harina, a la que
se le agrega agua hasta formar una masa. Luego con las manos se
toman pequeñas porciones de dicha masa, dándole la forma de una
pequeña torta aplanada y redonda, que es colocada sobre un aripo
caliente, ubicado sobre el fogón, para asarla y cocerla
completamente hasta estar lista para su consumo. Otra forma de
utilizar la masa de maíz para el consumo, es envolviendo porciones
de la misma en las hojas de la mazorca o en hojas de plátano y
cocinarla en agua hirviendo en una olla globular.

El maíz también se suele desgranar y cocinar en una olla


globular de arcilla hasta ablandarse o ser cocido desde la propia
mazorca directo al fuego, para ser consumido posteriormente.

De las variedades de la yuca (Manihot esculenta), ambas


con contenidos diferenciales de ácido cianhídrico, que es perjudicial
para la salud humana, son sometidas a la acción del calor, debido
que al someterse a cocción se eliminan las propiedades toxicas de
dicho ácido.

El proceso técnico de la utilización de la yuca para la


preparación del casabe, es el siguiente:

1) Se extraen los tubérculos de la yuca del conuco;


2) Se procede a lavarlos y pelarlos;

238
3) Una vez limpios, se rallan utilizando para ello grandes rallos que
se fabrican con una tabla de madera rectangular, en la cual se
incrustan minúsculas lascas líticas.
4) La pulpa rallada se recoge en curiaras o canoas desechadas (ver
Foto 3.2);
5) Se introduce luego en un sebucán o tipití que consiste en un
cilindro cerrado en su extremo inferior, tejido de las hojas de una
planta herbácea;
6) El tejido diagonal del sebucán permite estirarlo verticalmente y
cuando ello ocurre se reduce el diámetro del cilindro y se ejerce
presión sobre la pulpa;
7) Una vez lleno, se suspende el sebucán por el asa en su extremo
superior y se le presiona utilizando una palanca de madera que se
atraviesa por el asa en su parte inferior. Uno de los extremos de
la palanca queda fijo mientras que el otro se introduce en las
muescas labradas en un poste de madera clavado en el piso. A
medida que se forza la palanca hacia las muescas inferiores del
poste y se estira el sebucán, aumenta la presión sobre la pulpa y
se extrae así buena parte del jugo de la yuca (ver Foto 3.3). La
pulpa que queda en el sebucán se pasa por un tamiz, tejido
también con hojas herbáceas (ver Foto 3.4);
8) Y con la harina fina que se obtiene de este cernido se hace el
casabe;
9) Para la cocción del casabe se utiliza un budare de arcilla
colocado sobre un fogón;
10) Cuando el budare está caliente, se extiende sobre él una capa de
harina, formándose así la torta de casabe (ver Foto 3.5);
11) La harina se compacta con el calor y una vez que se ha cocido
por ambos lados, esta lista para el consumo (ver Foto 3.6);

239
12) Al final las tortas de casabe son secadas al sol, a veces sobre el
techo de los bohíos, a fin de eliminar el exceso de humedad que
queda en ellas (ver Foto 3.7).

El casabe es muy rico en carbohidratos y es utilizado como


una especie de pan para acompañar carnes, guisados y sopas, pero
puede consumirse solo o ser utilizado en la preparación de bebidas
fermentadas. Por ser un producto de poco peso y fácil de dividirlo
en pequeños trozos, el casabe era una provisión que llevaban los
Caribes en sus incursiones guerreras y en sus expediciones de caza
y pesca (Segall, 1979).

Con respecto a la variedad de la Manihot denominada


comúnmente como yuca dulce, sus tubérculos eran pelados,
lavados y cocidos en agua hirviendo, en una olla globular de
cerámica, hasta quedar blandos y poder ser consumidos
directamente.

Los indígenas Caribes elaboraban bebidas fermentadas, a


las que denominaban “macato” o mazato, que utilizaban en muchas
de sus fiestas y ceremonias rituales. Los indígenas “[…] ni beven
otra cosa sino un vaso de macato [mazato] que es el vino dellos
hecho de maiz batatas u casave […]” (Pimentel, 1927a: p.238). La
bebida fermentada de maíz era una de ellas, producida al masticar
en la boca los granos de la mazorca y ponerlos a macerar o
fermentar con la saliva en una botija o tinajero. Otra bebida
embriagante era el yare, jugo extraído de la yuca rallada y
exprimida en el sebucán. La obtenida de la fermentación del
casabe, también era una bebida embriagante. En el ritual de la
guerra, los indígenas “[…] procuran de bever bien cuando an de yr

240
Foto 3.2.- Rayado de la yuca en una curiara.
Nota. Tomado de El Casabe. (p. 11) por Thea Segall. 1979,
Caracas: Editorial Arte

241
Foto 3.3.- Pulpa de la yuca rayada guindada en un sebucán.
Nota. Tomado de El Casabe. (p. 16) por Thea Segall. 1979, Caracas:
Editorial Arte

242
Foto 3.4.- Cernido de la harina del casabe sobre el budare.
Nota. Tomado de El Casabe. (p. 21) por Thea Segall. 1979,
Caracas: Editorial Arte

243
244
Foto 3.6- Casabe ya hecho.
Nota. Tomado de El Casabe. (p. 29) por Thea Segall.
1979, Caracas: Editorial Arte

245
Foto 3.7.- Secado del casabe sobre los techos del bohío
Nota. Tomado de El Casabe. (p. 31) por Thea Segall. 1979,
Caracas: Editorial Arte

246
a pelear y en anflojando el macato [mazato] tanbien afloja la furia […]”
(Pimentel, 1927a: p. 241).

3.2.3.4.5.- LA TECNOLOGÍA ASOCIADA A LA


CONSTRUCCIÓN DE VIVIENDAS.

La vivienda de los indígenas Caribes era el bohío o


churuata, la cual construían utilizando los troncos y las maderas del
árbol que denominaban caroata, del cual la Relación de Pimentel nos
proporciona la siguiente referencia: “[…] ay otro arbol que en
nombre de yndio se llama coroata y en otras partes maguey echa un
mastil largo derecho de grosor como la pierna sirve de enmaderar
buhios […]” (Pimentel, 1927b: p. 285). Estas viviendas eran
multifamiliares. La vivienda caribe ha sido heredada por las actuales
sociedades indígenas pertenecientes a ese mismo tronco lingüístico.

El bohío o churuata, era construido comunalmente y las


características son las siguientes (ver Fig. 3.11): son de forma cónica
y los muros en círculos; su estructura se construía colocando un
tronco de Caroata o maguey en la parte central, a manera de mástil,
que era rodeado de una serie de vigas de madera que conformaban
dos círculos concéntricos; ambos círculos, que constituían los muros,
poseían múltiples puertas protegidas por simples esteras de palmas y
entre ellos se estructuraba una serie de habitáculos con múltiples
entradas y salidas; los muros eran cubiertos de bejucos, palos y
barro; el techo se construía al colocar una serie de varillas alrededor
del mástil, que luego eran recubiertas por varios mantos de paja o
palmas secas; el techo tenía una abertura por donde salía el humo de
los fogones (ver Fig. 3.12); el piso era hecho a base de tierra

247
apisonada (Pimentel, 1578;. Dupouy, 1946; Salas, 1971; Gasparini y
Margolies, 1986; Biord, 1995).

Elaboraban sogas de las fibras del árbol de caroata o


magüey (Acosta Saignes, 1946), que utilizaban para realizar los
amarrares en las estructuras de sus viviendas (ver Fig. 3.13) y de las
hamacas.

El mobiliario de la vivienda lo constituían


fundamentalmente las hamacas, las cuales eran guindadas de las
vigas, pues prácticamente el suelo es el asiento de los indígenas, con
la diferencia del mobiliario de los jefes de la comunidad, quienes
“[…] usaban un mueblo especial y muy parecido en todas partes, que
los Caribes denominaban duho, butaca o silla de cuatro palos y
respaldo, baja, barnizada en algunas partes y en otras labrada con
varios arabescos” (Salas, 1971, p. 63).

Finalmente, hay que decir que los bohios o churuatas, tal


cual se acotó anteriormente, eran construidos de 4, 5, o 6 por aldea,
que era rodeada por una zanja llena de estacas cortantes a manera de
protección.

3.2.3.4.6.- LA TECNOLOGÍA ASOCIADA A LA


NAVEGACIÓN.

Las sociedades Caribes de la Región Histórica, como lo


mencionamos con anterioridad, eran expertos navegantes, tal cual
sus antepasados de la región orinoquense, tanto así que surcaron ríos,

248
249
250
251
lagos y el extenso mar en sus estrategias de expansión, actividades
bélicas y en el comercio.

Para el desarrollo de las actividades de navegación,


emplearon diversas técnicas y materias primas en la producción
tecnológica de sus embarcaciones. Entre las materias primas que
utilizaron los indígenas para elaborar sus embarcaciones,
denominadas “curiaras” -las que llegaban a tener un tamaño
promedio de tres metros de largo y capacidad máxima de cinco
personas- emplearon los árboles de Ceiba y Jobo. Del primero, se
encuentra la siguiente referencia en la Relación de Pimentel: “[…]
ay otros arboles en este valle muy grandes que se llaman ceyuas unas
espinosas y otras no de que los naturales hacen canoas que son sus
barcos […]” (Pimentel, 1927b: pp. 284-285); en la misma fuente
documental, tenemos que “[…] ay otros arboles muy grandes que se
llaman hovos […] y de este arbol tanbien hazen canoas […]” (Ibid).

La elaboración de las embarcaciones en la región del


Orinoco y en la Región Histórica de Caracas es muy parecida, por
estar ambas pobladas por sociedades tribales Caribes. Felipe
Salvador Gilij (1773) nos da referencia de las técnicas de
elaboración de una embarcación (ver Fig. 3.14) y al respecto nos
dice:

[…] cortan un árbol de los más grandes. Después


de quitar todas las ramas que estorban al tronco,
cavan éste con azuela y hacha. Llegados a la
profundidad de uno y a lo más de dos palmos,
comienza el trabajo por fuera, y se reduce por
todas partes el tronco para hacerlo ligero y fácil de
mover con los remos. El grueso, no menos en el
fondo, donde se ponen los pies de los viajeros, que
en los costados, donde se apoyan los remos, es a lo
sumo de dos dedos. Lo excavado es de figura
comúnmente oval, y de la misma figura son

252
también los costados de la barca […] (Gilij, 1987,
p. 78).

Aparte de raspadores y hachas líticas utilizados en la


elaboración de las embarcaciones, en las zonas cercanas al mar,
emplearon pedazos rotos de caracoles, como el fragmento de concha
denominado “gubia”, obtenido del Strombus gigas o botuto de
origen marino, que utilizaron para raspar el interior quemado de los
troncos de árboles y así obtener la forma ovalada de las
embarcaciones.

Para la elaboración de las embarcaciones Caribes, es bueno


acotar que no se utilizan otros materiales que no sea madera, ya que
el empleo de clavos y demás artefactos hechos de hierro sólo
aparecen con la llegada de los invasores europeos (Gilij, 1987).
Sellaban las hendiduras de las maderas con resina fósil que llamaban
“brea”.

Las características de las embarcaciones Caribes es la


siguiente:

[…] Su anchura tiene diez, doce y aún más


palmos. Al tronco excavado añaden, uniéndolas
con cortezas de árboles, tablas, que son toscas y
hechas de cualquier modo con hacha, pero que son
de alguna defensa contra las furias de las olas […]
(Ob. Cit., p. 79).

Existió una embarcación de mayor tamaño y capacidad que


la curiara, la llamada “Piragua” que “[…] tenían veinte y cinco á
treinta varas de largo por o tres de ancho, podían contener hasta
cincuenta hombres […]” (Salas, 1971, p. 56). Las piraguas estaban

253
254
provistas de velas hechas de palma. Estas embarcaciones eran las
usadas por los Caribes en sus grandes travesías o en sus incursiones
bélicas.

El remo lo nombraban los Caribes como “Canalete”, el cual


tiene una estructura de pala derecha que medía de unos seis a siete
palmos y su anchura no más de un palmo. El uso del mismo
consiste en poner “[…] en el extremo del mango, excavado a modo
de media luna, una mano, después, metiendo la pala derecha en el
río empujan el agua hacia atrás. Apoyan ligeramente el canalete en
el borde la canoa para darle el impulso mejor y con más fuerza”
(Gilij, 1987, p. 80).

La utilización de la navegación para las incursiones bélicas


era admirada y temida por sus enemigos. Constituían grandes
flotillas de piraguas y curiaras, las cuales desplegaban con
verdadera táctica y destreza en una confrontación, portando un
número bastante considerable de guerreros.

3.2.3.4.7.- LA TECNOLOGÍA ASOCIADA A LA ACTIVIDAD


TÉXTIL Y ORNAMENTAL.

Los Caribes de la región, por el contacto que tuvieron con


los Arawacos, pudieron adoptar, de éstos últimos, las técnicas del
telar. Estos pueblos no alcanzaron un alto desarrollo en el manejo
de este instrumento textil, más bien, lo utilizaron para producir sus
atuendos básicos y otros objetos utilitarios, elaborados a base de

255
tejidos e hilos del algodón (ver Fig. 3.15) que cultivaron en sus
conucos. El tejido a mano es la actividad textil más común entre
ellos. Se sabe que los indígenas tejían las hamacas, que eran sus
camas, constituyéndose en uno de los objetos de gran importancia
para ellos, y al mismo tiempo eran los más comercializados por los
mismos.

El vestido, en el sentido que tenía para los europeos, no


existió en estas sociedades indígenas, pero sí utilizaban sus
atuendos para vestir (ver Fig. 3.16). La Relación de Pimentel nos
refiere que los hombres “[…] andan desnudos ellos traen un
calabazo como cuello de calabaza en que meten el miembro genital
y el calabazo traen asido a un hilo que traen por la cintura […]
(Pimentel, 1927a: p. 239). Biord (2002), nos informa que el
europeo Galeotto Cey, quien estuvo en Tierra Firme entre los años
de 1539 y 1553, da una descripción más minuciosa de este atuendo
masculino del portapene entre los indígenas:

[…] lleva la mayor parte de ellos, como aquellos


de la gobernación de Venezuela donde nosotros
estuvimos establecidos, y de la provincia de
Cubagua, y se puede decir la mayor parte de los
indios, el miembro viril metido en un calabacín de
poco menos de un palmo de largo, grueso casi en
proporción al falo, y con un hilo que se lo amarran
al cuerpo sobre las caderas, de modo que le sirvan
de braqueta, aunque los testículos quedan afuera.
(Cey citado en Biord, 2002, p. 146).

Las mujeres, por el contrario, “[…] traen unas panpanillas


tegidas de algodón pintadas con que se cubren las nalgas y
delantera son estas panpanillas con que ellas se cubren de dos
palmos y medio en largo y palmo y medio en ancho asidas tanbien
por delante y por detrás de un hilo que traen atado en la cintura

256
257
258
[…]” (Pimentel, 1927a: p. 239). De esta referencia, puede inferirse
que usaban pigmentos colorantes para pintar los tejidos de algodón.

La tecnología de elaboración de colorantes a base de


sustancias vegetales, es conocida entre las sociedades Caribes de la
región. Un ejemplo de ello nos lo refiere el mismo Pimentel, al
decir que “[…] ay arboles que con la corteza dellos se tiñe de
amarillo como fina gualda y otros que de sus hojas se haze color
morado que a la hojas y color llaman su jubana […]” (Pimentel,
1927b: p. 285).

La ornamentación indígena era muy diversa. La pintura


corporal era usada por motivos de guerra o de fiestas rituales y era
sumamente importante para ellos, como se infiere del siguiente
relato: “[…] vestidura no la tienen si no es de pintarse qual de
medio para abaxo o para arriba qual todo de colorado u negro qual
con las medias piernas o brazos y caras […] (Ob. Cit., p. 241).
También empleaban objetos ornamentales hechos de oro para
adornar orejas, narices, labios, cuello y extremidades (Acosta
Saignes, 1946). Los indígenas Caribes, a sus fiestas traían “[…] sus
guirnaldas de plumas de colores o cabezas de animales como son
leones osos tigres gatos monteses e colas dellos puestas en sus
cabezas […]” (Pimentel, 1927a: p. 241). Los penachos de plumas
de mayor tamaño, los portaban los jefes de las comunidades o
caciques (Biord, 1995). Los hombres se enmascaban para sus
fiestas.

Otro aspecto de ornamentación lo constituyó la práctica de


la deformación ornamental del cuerpo. En las figurinas de arcilla
de la cerámica valencioide y en cráneos que han sido excavados

259
arqueológicamente en zonas circunvecinas, se evidencia la
deformación craneal (ver Foto 3.8). También, utilizaban amarres en
las piernas, con cordones de algodón, para causar deformación,
como lo evidencia el siguiente relato:

[…] tanbien traen por debaxo de la rodilla donde


se traen las legabanbas arrodeado mucho hilo de
algodón teñido y muy apretado para adelgazar
aquella parte y hazer mucha pantorrilla por lo que
lo tienen por gala y ansi mismo ellos y ellas se
ponen por ensima de los tobillos unos hilos o
cordones de algodón torcido y ansi lo van
rodeando hasta que esta medio dedo o uno de
gordo […] (Pimentel, 1927a: p. 239).

Finalmente, se puede decir que los indígenas Caribes


también se ataviaban con collares muy vistosos, cuyas cuentas eran
hechas de arcilla, oro, hueso o conchas.

3.2.3.4.8.- LA TECNOLOGÍA ASOCIADA A LA ACTIVIDAD


MEDICINAL O CURATIVA.

Como dentro de todo ambiente geográfico, las poblaciones


indígenas Caribes padecían de ciertas enfermedades que enfrentaban
dentro de su cotidianidad de vida, lo cual los llevó a dominar un gran
conocimiento de las propiedades medicinales o curativas de ciertas
plantas silvestres, que muchas veces llegaron a cultivar en sus
conucos.

Las fuentes documentales, específicamente la Relación de


Pimentel, proporcionaron referencias importantes de ciertas

260
Foto 3.8.- Figurina con deformación craneal.
Nota. Tomado de Apuntes sobre Arqueología Venezolana. En:
Arte Prehispánico de Venezuela (2da Edición) (p. 109) por J.M.
Cruxent. 1977, Caracas: Fundación Eugenio Mendoza.

261
enfermedades que padecieron los indígenas de la Región Histórica, como así se
atestigua en el siguiente relato:

[…] las enfermedades mas generales son


romadizo y cato [negrita añadida] continos que
suelen dar dos vezes en el año a la entrada y salida
del ynvierno y camaras [diarreas, negrita añadida]
que las mas vezes quiebran en sangre y estas no
son muy ordinarias los catarros [negrita añadida]
son mas malos ala entrada del invierno que a la
salida por que con las lluvias nuevas se revuelven
las quebradas y rios como descienden destas
sierras y vienen mas asentadas quebrantadas y
crecidas y poco asoleadas hazen mucha impresión
esta enfermedad y mas en los naturales por el
catarro como tienen costumbre de bañarse siempre
saltales en dolor de costa y este se les abiva con el
maiz jo joto que es tierno y con lo mucho que
beven en las borracheras […] tanbien a los
naturales les da una enfermedad que ellos dizen
dolerles el corazon [Posible enfermedad
cardiovascular; negrita añadida] de que se paran
muy flacos e ymaginativos y se mueren y escapan
pocos […] (Pimentel, 1927b: p. 283).

Como puede inferirse, las enfermedades más comunes entre


los indígenas de la región eran las gripales, las dermatológicas, las
cardiovasculares y las digestivas. Para todos estos tipos de
padecimientos, los indígenas crearon toda una tecnología de
elaboración de sustancias, a base de plantas y animales, que
emplearon como medicinas para combatir dichas dolencias. Los
Caribes eran verdaderos especialistas de plantas con propiedades
curativas, al extremo de ganarse la fama de grandes herbolarios.
Empleaban sustancias obtenidas de las plantas que servían de
antídoto contra venenos; de los frutos de la ceiba y del fruto
denominado piñón, que proviene de la hierba llamada mechoacan,
obtenían sustancias purgantes para tratar sus enfermedades
digestivas; también emplearon plantas e hierbas que son
estimulantes, como el tabaco y el hayo, para combatir la fatiga y el

262
cansancio. Las heridas solían también curarse con tratamiento a
base de hierbas, como lo evidencia el siguiente relato: “[…] Pero
un indio resultó herido y se fue al campo y buscó ‘dos maneras de
yerbas’, las cuales las mezclo y ‘majo’ entre piedras y el sumo de
ellas se las puso en las heridas, quedando sano […]” (Alegria,
1968, p. 140).

La práctica medicinal entre los pueblos Caribes se conocía


como curanderismo y era llevada a cabo exclusivamente por los
piaches, chamanes o curanderos, quienes “[…] son por la mayor
parte hechizeros y herbolarios y curan y por eso son en algo
tenidos y respetados […]” (Pimentel, 1927a: p. 239). La terapia
curandera que solían hacer a los enfermos “[…] es soplillo como
saludador y sovalles con las manos adonde el enfermo dize que le
duele y alli tambien le soplan y aplican algunas yervas y le chupan
donde tiene el dolor y hazen que con saliva escupe el piache va el
mal […]” (Ibíd.). El tratamiento del enfermo era de entera
responsabilidad de los piaches o chamanes, quienes podían ser
severamente castigados por la comunidad si aquel se les moría, tal
cual lo inferimos del siguiente relato:

[…] ay algunos indios que si al piache se le muere


el enfermo le suelen dar muy buenos palos y a
otros matan si no se escapan o el diablo los avisa
que huyan y ansi algunos piaches viendo que el
enfermo va de mal en peor procuran con tiempo
tomar las de Villadiego por que no les maten
paganle por que curen y si el enfermo no queda
bien sano ban a su casa y le quitan lo que le dieron
[…] (Ibid).

Para finalizar este punto sobre la práctica de curar enfermos


por parte de los indígenas Caribes, se puede decir que el amplio
conocimiento de las raíces e hierbas del medio circundante y de

263
sus propiedades para tratar y curar enfermedades y heridas, hizo
que de esta práctica heredáramos, las generaciones del porvenir, un
amplio conocimiento de la etnobotánica, que ha servido de base
fundamental a la actual industria farmacéutica. También se tiene
que agregar que ese mismo conocimiento, permitió a los pueblos
ancestrales elaborar sustancias alucinógenas, que fueron utilizadas
exclusivamente en los actos rituales de los chamanes o piaches.

3.2.3.4.9.- LA TECNOLOGÍA METALÚRGICA Y LA


ORFEBRERÍA.

En cuanto a la manipulación tecnológica y uso de los


metales por parte de los Caribes, podemos decir que algunos
etnógrafos como Paul Rivet (citado en Acosta Saignes, 1961),
sostienen que, en términos generales, estos pueblos conocieron el
uso del cobre y del oro, el cual pudieron haber aprendido de sus
contactos con otros pueblos indígenas como los Timoto-Cuicas,
Chibchas y Arawacos.

En el caso específico de las sociedades indígenas de la


Región Histórica de Caracas, el uso del cobre no está referenciado
en las fuentes documentales, pero en lo que respecta al oro,
encontramos muchos indicios de yacimientos de este metal en
dicho espacio geográfico, como así se ha indicado anteriormente.

Sobre el manejo tecnológico del oro, no se encontraron


referencias importantes que nos ilustraran el uso de técnicas
específicas en cuanto a la metalurgia y la orfebrería con ese metal,
pero si por el contrario el uso de muchos objetos de ornato que los

264
indígenas usaron, cuyo origen no se conoce con certeza si
provienen del comercio con otros pueblos o si son de elaboración
propia. Hay un indicio de Oviedo y Baños que ejemplifica el uso
de estos objetos de oro, cuando hace referencia al cacique Tiuna,
quien en una confrontación contra los españoles pierde la vida a
manos de éstos, diciendo que:

[…] sólo quedó en la campaña, para vender bien la


suya, un indio llamado Tiuna, natural de Curucutí
[…] cayó luego muerto, dejándolos a los tres, en
parte de recompensa de las heridas recibidas, un
idolillo de oro, del largo de un geme, que tría
prendiente al cuello, y unos brazaletes de lo
mismo (citado en Acosta Saignes, 1946, p. 29).

El idolillo y los brazaletes de oro a los que se refiere este


relato, hace inferir posibles técnicas de orfebrería para su
elaboración, pero no da una información más detallada de los
mismos, de la que se pudiera determinar con precisión como fueron
fabricados.

Los indígenas Caribes fueron muy esquivos frente a los


incesantes interrogatorios y búsqueda ambiciosa de dichos objetos
de oro, por parte de los españoles, valiéndose de diversas
estratagemas con el fin de ocultar la fuente de origen de los
mismos. Llegaron a inventar fantasiosos centros de elaboración,
con ubicación geográfica incierta, que confundía a los
conquistadores sobre los sitios exactos de su producción.

En la región, los indígenas realizaron muchas de sus


creaciones materiales sin el uso de los metales, los cuales, como es
el caso del hierro, cobre y bronce, sólo se conocieron con la llegado

265
de los invasores, quienes trajeron dichas metalurgias a este ámbito
geográfico a partir del siglo XVI.

3.2.3.4.10.- LA TECNOLOGÍA ASOCIADA A LAS


ACTIVIDADES BÉLICAS.

Las sociedades tribales Caribes se han caracterizado, a lo


largo de su historia, por ser agrupaciones acostumbradas a la
guerra. El guerrear se convierte en uno de sus rasgos culturales más
sobresaliente de estos grupos humanos. Las tácticas y usos de las
herramientas y artefactos bélicos son parte de la formación del
hombre caribe desde su niñez.

Las actividades bélicas conllevaron a que las sociedades


indígenas Caribes crearan toda una tecnología, que sustentó la
ejecución con éxito de las mismas. Dicha tecnología, se vio
representada por el conjunto de técnicas para elaborar los artefactos
y para la preparación de sustancias tóxicas que pudieron
considerarse como una clara tecnología química.

La tecnología de elaboración de artefactos estuvo


representada por la percusión lítica para la elaboración de puntas y
de objetos cortantes, el arco y flecha, la macana, las lanzas y las
estacas.

La percusión lítica es una tecnología (ver Fig. 3.17) que


consistió en emplear un núcleo rocoso, denominado percutor, que
tomado con la mano es chocado con fuerza sobre otro núcleo de
piedra, llamado yunque, al que se le van separando lascas, por la

266
acción de los golpes o percusión, y que de cuyo desprendimiento
de éstas, van quedando filos cortantes. Esta tecnología llegó a
especializarse de tal modo, que de ella lograron elaborarse
diferentes artefactos de distintos tamaños, formas y capacidad
filosa. Las puntas líticas para flechas y lanzas, fueron los productos
de la tecnología de percusión más especializada. Los cuchillos de
pedernal son también un producto de elaboración lítica.

Las armas Caribes a base de puntas líticas, tuvo un posible


estadio de evolución. Para llegar a la utilización de la lanza o arma
de asta, se pasó por un proceso de cambio, que fue desde las puntas
de flechas planas, pasando luego a la forma de hoja lanceolada
hasta asumir, de esta última, la forma tubular (ver Fig. 3.18).

Los Caribes emplearon las puntas líticas para elaborar el


arco y flecha, el cual es uno de los artefactos con una capacidad
aerodinámica muy importante. Esta arma, al igual que otras, en
estas sociedades tribales, se sometía al siguiente tratamiento de
elaboración:

[…] manejaban el fuego y el agua que, en esta


labor, suplían los más importantes instrumentos
del tallado, pues arrimando las brasas, abrían y
gastaban lo que se proponían de las maderas más
duras, que eran las preferidas en todas sus
construcciones, tanto para el uso de la armada
como para la fabricación de todos sus armamentos.
[…] después de consumido lo necesario para que
el palo tomara la forma del arma que desearan
hacer, entraban a trabajar con los enceres de

267
268
269
pedernal que eran los usados en la terminación
(Terrero Monagas, 1933, p. 49).

El arco caribe se le denominó alouba (Ob. Cit.), el cual era


hecho de varias clases de madera que poseían valiosas condiciones
de dureza y elasticidad. La madera labrada con los instrumentos
líticos, era forzada a encorvarse por efecto de la tensión de la
cuerda que iba sujeta a cada extremo de la misma, adquiría una
gran elasticidad que permitía lanzar las flechas a grandes
distancias. Este arco era de pequeño tamaño, que lo hacia más
manipulable y transportable en las condiciones boscosas y
montañosas de la región, tal cual se desprende del siguiente relato
de Pimentel: “[…] los arcos con que flechan son algo pequeños por
ser la tierra fragosa y montuosa […]” (Pimentel, 1927a: p. 241).
Las cuerdas de los arcos eran elaboradas con tripas de dantas
retorcidas y su longitud era siempre menor al madero. Los Caribes
al momento de armar el arco se valían de unas ranuras que existían
a los extremos del mismo, para encorvar el madero e instalar la
cuerda. Las flechas eran decoradas con el sentido de identificar al
usuario o dueño de la misma.

La técnica para disparar las flechas con el arco, nos lo


ilustra la siguiente descripción:

[…] cogían el arco por el medio, en el


encabullado, con la siniestra mano, y tirando de la
cuerda con la diestra hacia el pecho apoyaban en
ella la orqueta (muesca) de la flecha hasta que la
punta se acercaba al arco; prontamente soltaba la
cuerda con la flecha que mediante la fuerza
desarrollada por la elasticidad del arco, recibía una
violenta impulsión que lanzaba la flecha (Terrero
Monagas, 1933, pp. 51-52).

270
La macana es una de las armas más usadas por los guerreros
Caribes. La siguiente descripción nos ilustra en que consistió:

[…] es un arma a manera de espada con dos filos


cortos es ancha la punta como una mano son
largas hasta la cinta y otras hasta la barba con las
quales juegan de montante a dos manos y con las
pequeñas con una hazen las labradas y pintadas y
siempre traen estas macanas en las manos que le
sirven de armas […] (Pimentel, 1927a:p. 241).

Las macanas eran las armas insignes de las sociedades


tribales Caribes (ver Fig. 3.19), las cuales eran elaboradas de
madera con las siguientes técnicas: 1) la madera era torneada y
labrada a mano; 2) se le abrían, en los cantos, aberturas
longitudinales en las que se incrustaban, de cada lado, cinco hojas
líticas filosas; y 3) las hojas líticas eran trancadas, en las aberturas,
por medio de un taco de madera incrustado. Las hojas líticas tenían
la particularidad de ser gruesas en sus bases, lo cual permitía que
quedaran bien calzadas a los orificios de la macana (Terrero
Monagas, 1933). Estas armas eran de dos clases, unas largas y
otras cortas, que además de ser labradas eran pintadas y su uso se
disponía para el combate cuerpo a cuerpo.

Las lanzas eran hechas a base de labrar maderos resistentes,


a los que se les amarraba en el extremo superior una punta lítica
lanceolada o tubular. Esta arma se originó entre los Caribes, como
una inventiva tecnológica para enfrentar aquellos ataques que el
arco no podía contrarrestar. A la lanza se le denominó “Guaica”.
Esta arma fue también de uso muy importante en las incursiones
bélicas Caribes, al extremo que estos pueblos crearon agrupaciones
militares de lanceros, como lo evidencia el siguiente relato del

271
272
cronista Castellanos de la confrontación contra los invasores españoles: “[…] Y
fueron sus guerreros pareceres, -esperar en el campo como buenos,
con largas guaicas […]” (Ob. Cit., p. 38).

Otro instrumento de guerra lo constituyen los maderos


delgados y resistentes, a los que se les chamuscaba las puntas, con
el fuego, para luego ser labradas y convertirlas en armas punzo-
penetrantes, que eran clavadas en fosos a manera de trampas, como
fue mencionado anteriormente.

Después de haber descrito etnográficamente los artefactos


de guerra más comunes y resaltantes de las sociedades tribales
caribes, se pasará de inmediato a lo que se ha llamado como
“tecnología química”, que estos pueblos desarrollaron como parte
de la infraestructura que sustentaba sus actividades bélicas.

La tecnología química asociada a las actividades bélicas de


los Caribes, es fundamentalmente representada por las técnicas de
elaboración de sustancias tóxicas, que fueron empleadas como
venenos para ser untados en las puntas de flechas y lanzas de sus
armas, y pócimas del mismo para contaminar bebidas y comidas de
los enemigos. Pimentel, refiere el modo de elaboración de los
venenos entre los pueblos Caribes de la Región Histórica de
Caracas, diciendo que:

[…] con yerva mailisima con la qual an muerto


muchos españoles hazenla de una fruta que llaman
manzanilla que son como manzanas pequeñas
amarillas que huelen bien la yerva que es sola
desta manzanilla no es muy mala aunque algunos
con ella mueren pudre la carne y haze otros daños
esta manzanilla suelen confeccionarla con bívoras,
sapos y arañas metido todo esto en una tinajuela y
alli se muelen desto y sangre de costumbre de

273
muger y otras cosas ponzoñosas […] (Pimentel,
1927a: p. 241).

Aquí se evidencia el uso de sustancias, tanto de origen


vegetal o animal, con propiedades muy tóxicas, como las
segregaciones de ofidios, batracios, arácnidos, de frutos de plantas
venenosas y sustancias sanguinolentas portadoras de bacterias
infecciosas. Se encargaba a una anciana de la comunidad para
que elaborara el veneno con dichas sustancias, quien moría a causa
de contaminarse con el mismo.

De esta referencia, se puede inducir que los Caribes tenían


un conocimiento bastante acertado de la flora y la fauna que
emplearon para producir las sustancias tóxicas que fueron armas
básicas en su arsenal de guerra.

3.2.3.5.- ETNOGRAFÍA EN EL SUBSISTEMA IDEOLÓGICO.

En el subsistema ideológico, se pretendió estudiar la


etnografía del mundo de las ideas, la manera como el indígena
concibe su relación medioambiental desde la abstracción, o sea
desde su pensamiento. El indígena caribe, en su papel de sujeto
congnoscente, aprehende a los elementos ontológicos de la
naturaleza, que captando sensorialmente imágenes de ellos, las
procesa en su conciencia, formando un conjunto de ideas que le
permiten una interpretación del mundo fáctico. En su conciencia,
partiendo de la experiencia en su cotidianidad de vida, crea
idealizaciones de la realidad que le circunda y construye sistemas
ideológicos que le permiten reforzar a los otros subsistemas que
conforman su cultura.

274
Las manifestaciones de los sistemas de ideas se cristalizan
en el plano de las concepciones del mundo natural circundante, que
dieron origen a sus creencias y ritos. En el mundo mitológico
indígena encontramos los elementos necesarios, para poder
interpretar la concepción cosmogónica de cómo estas sociedades
tribales concebían su realidad. El subsistema ideológico de las
sociedades Caribes de la región estudiada, se evaluó
etnográficamente a través de las manifestaciones culturales: por un
lado, en lo religioso; y por el otro, en el plano de la concepción de
sus creaciones artísticas.

En el plano de lo religioso, se pasó de inmediato a estudiar


el animismo, el chamanismo, la idea de la muerte y la antropofagia
practicada por estos pueblos, como claras manifestaciones de la
concepción ideológica de sus realidades.

3.2.3.5.1.- LAS CREENCIAS RELIGIOSAS DE LAS


SOCIEDADES CARIBES.

El antropólogo Anthony Wallace (1966), define a la


religión como el conjunto de creencias y ritos relacionados con
seres, poderes y fuerzas sobrenaturales. El mundo no solo se
concibe a través de los objetos fácticos que lo conforman, sino
también del intento por comprender lo que está más allá de la
simple captación sensorial.

Lo que está más allá de lo sensorial es lo que denominamos


el mundo de lo sobrenatural, caracterizado por ser algo no

275
empírico, inverificable, misterioso e inexplicable en términos de la
razón humana. Todo lo que en el mundo de realidad no se
comprenda, en cuanto a su origen y funcionamiento, es ubicado en
lo sobrenatural. Las dinámicas sobrenaturales son interpretadas a
través de concepciones abstractas, que conllevan a crear en la
conciencia humana, un conjunto de seres inmateriales con poderes
para controlar las fuerzas que están inmersas en dichas dinámicas
(Kottak, 1994).

Los pueblos Caribes conciben el mundo sobrenatural y las


dinámicas dentro de él, a través de la idea de que en el cuerpo
humano existe un ser no material que es el espíritu, que es
intangible y posee el poder de producir y controlar al cuerpo
material. Esa concepción del espíritu se hace extensible a todos los
elementos materiales del entorno, o sea, todo en la naturaleza posee
un espíritu. Lo que permite inferir la existencia de un mundo
intangible compuesto de estos seres sobrenaturales que rigen el
destino del mundo natural. El mundo de lo real no puede
entenderse desprendido de su intima conexión con el mundo
sobrenatural, desde donde supuestamente están las fuerzas
contralores que lo dinamizan.

Por lo tanto, el indígena caribe concibe a su mundo real


circundante a través de la creencia, de que éste, esta formado por
un conjunto de espíritus, que animan el funcionamiento de los
elementos materiales que lo conforman. De allí surge la concepción
animista de que todos los elementos que conforman a la naturaleza,
llámense plantas, animales, ríos, montañas, el suelo, el sol, la luna,
las estrellas y todo el resto de los elementos materiales, poseían en
su interior ese ser o fuerza espiritual que los dinamizaban o
animaban.

276
Pimentel (1578), al respecto de la concepción animista de
los Caribes nos relata que “[…] con más de un entendimiento
tienen puestos nombres a los demonios y a los sitios y lugares
donde presumen que estan aun o reputan por demonio del agua y a
otros del maiz y a otros de las camaras […]” (Pimentel, 1927a: p.
238). De este relato puede inferirse, que los pobladores Caribes de
la región identificaban con nombres a los espíritus y de todas las
cosas y fenómenos, que conformaban su entorno. Esto seres
sobrenaturales a los que se ha denominado “espíritus”, vinieron a
conformar el conjunto de deidades que los indígenas adoraban.

El etnógrafo Gaspar Marcano (1971), manifiesta que los


pobladores de la región adoraban a los espíritus que conformaban
cada elemento natural y a los sitios donde éstos estaban ubicados.
No se les conoce la adoración hacia una deidad suprema o
principal, sino por el contrario su practica era politeísta. Los actos
de adoración los realizaban en chozas, la cima de una montaña, la
orilla de un río o un arroyo y hasta en los huecos de los árboles,
donde colocaban allí sus ofrendas y ejecutaban sus ritos sagrados
dirigidos por el chaman o piache.

A través de la concepción del animismo, el indígena caribe


trato de explicarse el funcionamiento y relación existente entre la
vida y la muerte.

La muerte entendida como el desprendimiento permanente


del espíritu del cuerpo físico, fue una fenomenología tratada por los
indígenas de manera muy especial. Esto se puede inferir, del
tratamiento que se le hacía al cadáver durante los rituales
mortuorios. A los cadáveres de los hombres “[…] entierranse en

277
pie o sentados en un hoyo rredondo y con ellos su arco y flechas y
macanas y hamacas comida y bebida para el camino […]”
(Pimentel, 1927a: p. 240); en cambio, los de las mujeres se
enterraban con “[…] sus usos cataures que es un cesto en que
meten su ajuar que es en huso y panapanillas quentas y algunas
joyas de oro y otras cosas y sus comidas y bevidas […]” (ibid.). De
estos relatos, puede interpretarse la concepción que tenían los
indígenas de la existencia de una vida después de la muerte, ya que
acompañan al cadáver de provisiones para recorrer el “camino” que
ha de llevarlos a esa nueva vida.

Cuando el difunto era un hombre o una mujer importante de


la comunidad, el tratamiento del cadáver y su rito mortuorio es
distinto. Según nos relata Pimentel, en estos casos existió un
tratamiento especial, que se infiere del siguiente relato:

[…] si son muy enparentados o piaches no los


entierran tan presto sino puestos en su hamaca le
dan fuego por debaxo y se derrite hasta que lo
secan y con la grasa que sale del se untan las
mugeres y esto es el luto entre ellos llorando
cantando sus parientes e mugeres […] y en su
canto y lloro rrefieren sus hazañas y valentías u si
era buen labrador o pescador y otras cosas como
estas y después por mucha honra quemanlo y los
huesos molidos los beven y para entonces hazen
solene boorarachera (Ibid).

Se pueden inferir además dos cosas importantes, como son:


1) el culto a los difuntos que eran parte de la familia,
demostrándose a través de este hecho un apego a la misma; y 2) la
manifestación de la antropofagia, como una práctica ritual que
posee una base ideológica sustentada en el animismo, que se
manifiesta en el acto de comerse partes específicas del cadáver.

278
Desde el punto de vista ideológico, la antropofagia es un
ritual que tiene sus orígenes en asignar poderes mágicos y
trascendentales al cuerpo humano, durante el cual se consume una
porción del cuerpo del difunto para poder así obtener su valor,
fuerza y prestigio que le eran característicos en vida. Este ritual no
puede ser interpretado fuera de la concepción simbólica del mismo,
pues en cuanto a su fundamentación animista, se buscaba preservar
el espíritu de los hombres y mujeres honorables. A este respecto, la
historiadora Zuly Chacón (1993), manifiesta que la antropofagia
debe concebirse:

[…] desde la explicación mágico-mítico que


desarrolla una sociedad dada, y no bajo el punto de
vista de la concepción moralista de la historia.
Consideraremos que no es la crueldad y la maldad
incorporada en el indio caribe el móvil de su
antropofagia, sino más bien obedece a una
explicación mágico-religiosa de atribuirle poderes
trascendentales a la carne y huesos humanos
(Chacón, Zully, 1993, p. 504).

Esta práctica ritual trascendió al ámbito de las actividades


bélicas de los Caribes, donde los prisioneros de gran valor y coraje
eran consumidos con el objetivo de heredar el espíritu de los
guerreros más valientes, como así se infirió de la siguiente
descripción del ritual hecha por el etnógrafo Julio Salas, en su obra
“Los Indios Caribes”, publicada en 1921:

Cuando los Caribes […] sometían a sus


prisioneros a horribles tormentos; en efecto, los
Caribes amarraban a sus víctimas a los árboles,
hacíanles sajaduras con cuchillos de macana, les
escalpelaban o arrancaban el cabello junto con la
piel, flechaban o destrozaban con púas de rayas y
[…] prolongaban el sufrimiento a sus víctimas, y
arrancándoles pedazos de carnes, tenían cuidado
de no infringirles heridas mortales; […]

279
Celebraban la victoria con grandes borracheras; a
las víctimas supliciadas, si eran jefes valientes o
no habían demostrado cobardía durante el
martirio, les lamían la sangre y aún devoraban
pedazos de sus miembros palpitantes, pues creían
con ello heredar el valor del vencido (p. 155).

Esta es la manera como debe entenderse el ritual de la


antropofagia entre los pueblos Caribes, distanciándose de la
concepción viciada y manipulada de los invasores españoles, que
la utilizaron como arma ideológica para justificar el saqueo, rapto
avaricia y genocidio que acometieron contra estas sociedades
indígenas ancestrales. De esta forma, se arrojaron indicios
importantes de la concepción de este ritual, tal cual lo practicaban
los indígenas de esos tiempos del pasado, rompiendo así con la
visión desdoblada que presenta la historia oficial sobre estos
acontecimientos, sustentada sobre las bases de la expansión
dominadora del invasor europeo.

Dentro del subsistema ideológico, surgió en los indígenas


Caribes la necesidad de comunicar el mundo de los vivos con el
mundo de lo sobrenatural, o sea la comunicación con los diferentes
espíritus que animan el entorno. Para ello, las sociedades Caribes
produjeron la figura religiosa del chaman o piache, como un
individuo especializado en esa comunicación. La dedicación de
éste a las actividades mágico-religiosas de mediar entre las
personas, espíritus y las fuerzas sobrenaturales, es a tiempo parcial,
siendo un especialista mágico-médico dentro de la comunidad, tal
cual lo mencionamos anteriormente. En el caso de la sociedad
tribal caribe, ocupaba un lugar de importancia, donde a veces se
fusionaba sus labores con las del cacique. En el siguiente relato de
Pimentel, se nos describe el proceso de iniciación de estos
individuos en la Región Histórica de Caracas:

280
[…] llaman pinches que quiere dezir sabio o como
alfaqui a los quales tienen los demás alguno
respeto y veneración, estos de hedad de catorce o
quinze años aprenden el […] oficio y para que lo
aprendan los meten dentro de su misma casa en
una camreta que para ello les hazen y alli estan
ayunando veynte o treinta dias y no comen ni
beven otra cosa sino un vao de macato que es el
vino dellos […] paranse muy flacos y no hablan
con nadie salen a trabaxar o a lo que les conviene
y se vuelven a meter en su camara hasta que se
acababa el ayuno y algunos dias mientras les dura
el ayuno entra de noche en la camareta un piache
donde esta el que aprende para serlo y alli le están
cantando de papo y el muchacho tambien no se
dexa entender lo que canta mas de que las palabras
conque llaman al Diablo [Espíritu del mundo
sobrenatural] se las muestran al discipulo y
acabado el tiempo del ayuno lo sacan y hazen una
gran fiesta que ellos llaman ytanera que quiere
decir borrachera […] (Pimentel, 1927a: p. 238).

Se determina que estos individuos de la comunidad, son


iniciados en las artes mágico-religiosas desde muy jóvenes,
prácticamente al comienzo de la pubertad. Estos son sometidos a
grandes pruebas de purificación, durante las cuales se les hace
consumir sustancias que les provocan alucinaciones, a través de las
que, supuestamente, entran en contacto con los seres y fuerzas del
mundo sobrenatural. Durante este proceso acontece la transmisión de
los conocimientos de un viejo chaman a un discípulo en estado de
iniciación.

La manera en que los chamanes o piaches se comunicaban


con los seres y fuerzas sobrenaturales, lo ilustra el siguiente relato de
Pimentel:

[…] en todas las borracheras en las quales presiden


los pinches y les dan los mas onrrosos lugares para
sentarse y alli hazen visajes y hablan de papo y

281
esto es publico y todos entienden que entonces
llama al demonio [espíritu del mundo
sobrenatural] y cunado tiemblan entienden los
demas yndios que ya el diablo esta en el y le van a
ofrecer de lo que traen los mas de los que vienen a
la fiesta y son todas osas de comer y tienen para si
que ya aquellos no lo ofrecen al piache sino al
demonio y ansi el indio piache no les habla sino
como persona que ha venido de lejos y que no es
el que habla sino el demonio y alli le piden que
llueva y que les haga buenas labranzas y que no
los maten y que no enfermen y otras cosas y el
piache les responde y ellos entienden que es el
demonio y la respuesta las mas de las veces es
dudosa […] (Ibid).

La comunicación con los seres y fuerzas sobrenaturales,


empleando al chaman o piache como intermediario, se asemeja a
ciertos cultos actuales, denominados espiritistas, donde se emplea a
un médium, el cual es un ser con poderes especiales, que al entrar en
un proceso de trance, hipnosis o éxtasis, que permite que su cuerpo
reciba a un espíritu o fuerza sobrenatural y éste pueda hablar y actuar
a través de él. En el proceso de la comunicación trascendental con lo
sobrenatural, el que hace las veces de médium es precisamente el
chaman o piache, que durante este proceso realiza las actividades de
curación, adivinación y exorcismo.

Los indígenas Caribes concebían que las enfermedades del


cuerpo y todas aquellas afecciones negativas en la vida cotidiana,
pudieran ser causadas por la influencia de los malos espíritus y de
acciones de terceros. Es por ello, que encomendaban al chaman o
piache de la labor de exorcizar a las personas afectadas por tales
males y a los espacios o lugares donde éstos se alojaban,
contrarrestando así, a base de conjuros, a los espíritus malignos y a
otros chamanes o individuos que provocaban dichas afecciones. La
práctica de exorcizar con conjuros a través de estos seres, aún se
realiza en sociedades indígenas Caribes de la actualidad. Cesáreo de

282
Armellada (1972), denominaba al conjuro, utilizado en el exorcismo
realizado por un chaman, como “Taren” y el uso de éste, no era de
propiedad exclusiva de este individuo, pues pudiera ser conocido y
puesto en práctica por otros miembros de la comunidad, en un
número reducido de la misma conformado por quienes poseían y
dominaban dicho conocimiento.

De la recién finalizada descripción de las creencias


religiosas y rituales de los indígenas Caribes, se pudo comprender la
cosmogonía de estas sociedades del pasado. Del cómo el mundo de
las ideas, formadas en sus conciencias, hacía que estos ancestrales
pobladores asumieran sus cotidianidades de vida y la forma como
concibieron a la realidad que los circundaba. La idea fundamental de
asumir la existencia de una conexión básica entre el mundo de lo real
y sobrenatural, entre los seres vivos y los seres espirituales. De cómo
el universo funciona y se comporta frente a ellos, que los llevó a
comprenderse así mismos y a entender sus roles protagónicos, en esa
realidad mediatizada por lo sensorial y la conciencia.

3.2.3.5.2.- EL ARTE, LA DANZA Y LA MUSICA EN LAS


SOCIEDAES CARIBES.

El mundo de las ideas no solo se manifestó en los ritos y


ceremonias de los pueblos caribes, sino que también tuvo su
representación en sus manifestaciones artísticas, la música y la
danza. Aquí las ideas son representadas por símbolos, que en forma
plástica son plasmados como iconos decorativos, como sonidos en
melodías musicales y como formas o maneras de danzar en las
fiestas y ceremonias de estas sociedades del pasado.

283
Las manifestaciones del arte de las sociedades Caribes se
van a encontrar plasmadas en la decoración cerámica y en los
glifos labrados en piedra. Los ceramistas Caribes prefirieron el uso
de las arcillas de color rojo y en su defecto la gris. Emplearon
técnicas para el tratamiento de la superficie de las vasijas y
figurinas, y para la ornamentación de las mismas.

El engobado es una técnica de tratamiento de la superficie


cerámica, que consistía en una especie de “atol” hecho con arcilla
muy fina y agua, con la cual se recubría la superficie de la pieza
cerámica con el fin de variar el color y la textura de la misma. Era
aplicado cuando la pieza estaba húmeda, seca o cocida. Los colores
del engobe dependieron del color de la arcilla existente para la
alfarería. La densidad de dicha sustancia arcillosa dependía de la
cantidad de agua agregada y podía llegar a ser casi transparente
según fuera el grado de la solución de los componentes. Los Caribes
que elaboraron la cerámica de la Serie Valencioide emplearon los
engobes rojo y gris (Arrollo, Blanco y Wagner, 1999).

El pulido es otra técnica de tratamiento de la superficie


cerámica, que busca resaltar la belleza visual y táctil de la arcilla.
Para alcanzarlo, los alfareros Caribes tomaban generalmente piedras
esféricas, ovoidales, con una cara convexa o plana, la cual frotaban
contra la superficie de la figura o vasija aún sin quemar, logrando un
acabado uniforme de la misma.

Las ornamentaciones caribes de la cerámica eran


generalmente plásticas. Estas son hechas con arcillas e incluían
apéndices, dentro de los que podemos mencionar: antropomorfos,
zoomorfos, relieves, incisos y grabados.

284
Los caribes emplearon además la técnica decorativa de la
incisión, la cual consistió en el efecto producido por medio de la
presión y deslizamiento de un instrumento de punta aguda o roma,
sobre la superficie de la vasija. Se produce por medio de esta técnica
un deslizamiento de la materia por la acción del instrumento
utilizado.

La cerámica de la Serie Valencioide producida por las


sociedades caribes de la región, se caracterizó por la utilización de
las siguientes técnicas de decoración: las vasijas son cubiertas de
engobe rojo y no hay pintura; es frecuente la decoración punteada,
incisa y aplicada en bandas punteadas, conjuntamente con los
elementos decorativos repetidos en series; abundan los apéndices
zoomorfos y antropomorfos (ver Foto No 3.9) y la típica estilización
de los murciélagos. El pulido era reservado para algunas piezas
ceremoniales y de ritos, la cual era empleada parcialmente en las
figurinas y totalmente en las vasijas. Las decoraciones son únicas y
sorprenden por su complejidad tecnológica y diseño (Cruxent, 1977).
Los diseños decorativos empleados por estos pueblos indígenas
hacen alusión a divinidades, animales posiblemente venerados o
temidos, fuerzas oscuras y amenazadoras.

Uno de los elementos sobresalientes del arte cerámico


caribe de la región, es la abundancia de figurinas humanas. Estas
figurinas por lo general poseen la evidencia del uso de tablillas para
las deformaciones craneales y la presencia de posible estetopigia en
las extremidades inferiores, poseen además en el rostro los
denominados ojos “grano de café”. La mayoría de las figurinas son
mujeres representadas sentadas o de pie (ver Fotos No 3.10 y 3.11).

285
El uso ceremonial del tabaco entre las sociedades caribes de
la región, trajo como consecuencia la elaboración de pipas de arcilla
decoradas con las mismas técnicas del resto de la cerámica
Valencioide (ver Foto 3.12) con el fin de ser utilizadas en los ritos
del consumo de dicha planta.

Otra manifestación artística que se asocia con la cultura


Caribe es la referente al arte rupestre, en especial los denominados
petroglifos, el cual consistía en tallar diseños sobre la superficie de
rocas ya sea al aire libre, en cuevas o abrigos rocosos. Los diseños
parecieran ser arquetipos concebidos en la mente de los indígenas,
que como símbolos fueron perpetuados en la roca por éstos. No se
tienen evidencias si estas simbologías pertenecían a algún tipo de
lenguaje ya desaparecido, o si eran lugares de culto y ritos. En toda
la región se encuentran toda una variedad de estos símbolos,
generalmente caracterizados por diseños antroporfos, zoomorfos y
geomorfos (ver fig. No 3.20 a y b).

En cuanto a la música y la danza, Pimentel en su Relación


de 1578 refiere que los indígenas Caribes “[…] entran danzando y
cantando en la casa del que los conbido y tañendo con sus
instrumentos y esto es ordinario en todas las borracheras en las
quales presiden los piaches […] (Pimentel, 1927a: p. 238). Aunque
este autor no menciona que tipo de instrumentos usaban los
indígenas en sus fiestas y ceremonias rituales, Acosta Saignes (1946)
menciona el uso de instrumentos musicales de madera, huesos, caña,
tambores, fotutos y flautas. Se induce también, que la danza es muy
común en las fiestas y rituales de estas sociedades indígenas.

Con este último tópico de la descripción cultural de las


Sociedades Tribales Caribes de la Región Histórica de Caracas,

286
Foto 3.9.- Apéndices cerámicos decorativos
zoomórficos y antropomórficos.
Nota. Tomado de Apuntes sobre Arqueología
Venezolana. En: Arte Prehispánico de Venezuela (2da
Edición) (pp. 124,125 y 126) por J.M. Cruxent. 1977,
Caracas: Fundación Eugenio Mendoza.

287
288
Foto 3.12- Pipas Valencioides
Nota. Tomado de Apuntes sobre Arqueología Venezolana.
En: Arte Prehispánico de Venezuela (2da Edición) (p. 135)
por J.M. Cruxent. 1977, Caracas: Fundación Eugenio
Mendoza.

289
290
291
se ha finalizado el estudio sobre estas agrupaciones humanas.

4.- CONCLUSIONES.

Del proceso de análisis de los datos de la presente investigación que se


encargó de determinar la etnografía de los pueblos ancestrales indígenas de la
Región Histórica de Caracas, durante el siglo XVI, se llegaron a las siguientes
conclusiones:

1) Existieron siete sociedades tribales ubicadas a lo largo de la extensión


geográfica estudiada, que hablaban una misma lengua que los españoles
llamaron “Caracas”, y que fueron identificadas con los nombres de:
Teques, Toromaimas, Mariches, Tarmas, Cheregotos, Arbacos y
Paracotos.
2) A pesar de hablar una misma lengua, estás sociedades se diferenciaban
una de la otra en sus rasgos culturales. Dicha diferenciación se
determinó a través de la relación de los miembros de la comunidad con
los elementos culturales y naturales dentro del espacio local donde ésta
estaba ubicada, o sea que la identidad étnica del individuo se relacionaba
con el espacio local donde su hogar, sus parientes y su comunidad estaba
asentada.
3) La base de estas sociedades tribales la constituyó la familia extendida
que se asentaba en aldeas.
4) Dentro de estas sociedades se practicaba el matrimonio poligámico y
exogámico, con el respectivo tabú al incesto, y contaron con el divorcio
como parte de sus instituciones sociales.
5) La relación de parentesco de estas sociedades tribales caribes fue la
patrilineal.

292
6) La esclavitud practicada por estas sociedades difiere completamente del
concepto que tenían los europeos. La esclavitud era temporal y los
individuos que eran sometidos a ella, eran luego insertados dentro de la
sociedad con los mismos derechos y deberes que poseían sus miembros
naturales.
7) En cuanto a la organización política, la conducción era comunal o
aldeana, la cual estaba a cargo del jefe de la familia extendida que la
constituía, al que se le denominó cacique local. Solamente, en casos de
eventos de guerras con otros pueblos es cuando se concibe la jefatura
central de la confederación de estas sociedades a manos de un cacique
principal, cuyas funciones cesaban una vez que la acción bélica había
finalizado.
8) Se puede considerar que las sociedades tribales ancestrales de la región,
eran agrupaciones guerreras como lo evidencia la enseñanza, que en
aspectos de combate, se impartía a los miembros de la comunidad desde
la niñez; y la fortaleza y resistencia que estos pueblos presentaron, ante
la invasión española del siglo XVI.
9) El arte de la guerra desarrollado por estas sociedades tribales estuvo
acompañado por claras y efectivas estrategias, sustentado además por
toda una tecnología artifactual y química que permitió la derrota de los
enemigos y la resistencia ante ellos.
10) Estas sociedades demostraron ser arduas y hábiles navegantes como lo
evidencian las embarcaciones que construían y los largos trechos de
dominio territorial fluvial, lacustre y marítimo que poseían para la época,
a través del cual expandieron su comercio.
11) Las Sociedades Tribales Ancestrales con el fin de lograr la subsistencia,
hicieron un uso del espacio geográfico equilibrado no produciendo
rompimientos ecológicos lamentables, como lo evidencian el uso del
policultivo rotatorio y la técnica de tala y quema del conuco como
unidad de producción agrícola.

293
12) El complejo yuca-maíz-calabaza-fríjol representa la base fundamental de
la agricultura de las sociedades tribales que era complementada por la
caza, la pesca y la recolección para así lograr sus dietas diarias. Dicho
complejo tendió a consumir de manera diferencial los nutrientes de los
suelos sin provocar el agotamiento de éstos.
13) La domesticación de plantas y animales son unas evidencias importantes
de la alta inventiva tecnológica, que en hibridación de especies,
alcanzaron las sociedades tribales ancestrales de la región, con la que
lograron optimizar dichas especies haciéndolas cada vez más aptas para
su consumo.
14) Hasta estos momentos se consideran a estos pueblos como sociedades
agrafas o sin escritura, por no tenerse evidencias que demuestren lo
contrario.
15) La cosmogonía de las sociedades tribales esta sustentada por el
animismo y el chamanismo, o sea por el carácter de vida espiritual que
concebían en todos los elementos de su entorno.
16) La figura del Chaman es concebida por estas sociedades tribales, como
el personaje encargado de los aspectos rituales en la cosmogonía.
17) La antropofagia practicada por estas sociedades en momentos de guerra,
no puede interpretarse fuera de su contexto. Para comprenderla hay que
estudiarla dentro de sus creencias cosmogónicas, puesto que los caribes
no eran meros comedores de carne humana, sino que dicha práctica tenía
toda una connotación ritual e ideológica. Lo del canibalismo atroz es una
propaganda política desprestigiadota implementada por los
conquistadores europeos.
18) Estas sociedades alcanzaron a desarrollar grandes manifestaciones en
cuanto al arte, representado por las hechuras de sus cerámicas y las
técnicas decorativas aplicadas a las mismas; por los diseños glíficos
multivariados tallados en las rocas; y por la música que los llevo a crear
implementos para tales labores y danzas al compás de los mismos.

294
5.- RECOMENDACIONES.

Del estudio realizado y de las conclusiones obtenidas durante la ejecución


de esta investigación, se desprenden las siguientes recomendaciones:

1) La realización de estudios más profundos en las fuentes documentales de


los siglos XV y XVI, ubicados en los archivos históricas en búsqueda de
más datos que refuten o sustenten aún más los resultados de esta
investigación.
2) Que se implemente un estudio arqueológico en las zonas donde fueron
ubicadas las siete sociedades tribales, para evaluar in situ los patrones de
asentamiento de las aldeas que conformaron a estas comunidades del
pasado.
3) Que se profundice aún más en los estudios lingüísticos, para que la
glotocronología tenga suficientes elementos de evidencia para resolver el
problema de la filiación de estas supuestas sociedades caribes.
4) Implementar toda una investigación sistemática e interdisciplinaria que
permita conocer más aspectos sobre la cultura y los modos o patrones de
vida de las sociedades tribales ancestrales de la Región Histórica de
Caracas.
5) Seguir ahondando metodológica y teoricamente en la creación de una
historia más objetiva, que rompa definitivamente con los vicios
instaurados por la denominada “Historia oficial”, que permita de esta
forma la reconstrucción acertada de los acontecimientos y personajes
históricos, reivindicando a los pueblos indígenas ancestrales como parte
fundamental de la base de identidad cultural del actual venezolano.

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