Moreso y Vilajosana - El Derecho Como Fenómeno Social
Moreso y Vilajosana - El Derecho Como Fenómeno Social
Moreso y Vilajosana - El Derecho Como Fenómeno Social
Por tanto, no basta con establecer normas que limiten ciertas accio
nes, puesto que la sumisión a ellas sería insensata sin una organización
que se encargue de castigar a los que no cumplen voluntariamente.
Concluye este autor:
«Hacen falta sanciones (...) como garantía de que aquellos que obe
decen voluntariamente no serán sacrificados a quienes no lo hacen. Si
no hubiera tal organización, obedecer sería arriesgarse a tener la peor
parte. Dado este peligro, lo que la razón reclama es cooperación volun
taria dentro de un sistema coercitivo» (HART, 1961: 244-245, cursiva en
el original).
aunque fuera racional para los seres humanos que viven bajo ciertas
circunstancias desarrollar instituciones que cumplan con funciones que
les son útiles, ello no garantizaría que tales instituciones aparezcan.
Los seres humanos no son siempre individualmente racionales y aun
cuando lo fueran, no siempre son capaces de realizar las acciones colec
tivas que requieren la creación y el mantenimiento de las instituciones.
Por ejemplo, podría ser muy útil para la humanidad tener un gobierno
mundial eficaz, sin embargo no ha sido creado. Por tanto, no es verdad
que la utilidad funcional de una institución sea una condición suficiente
para su existencia.
En segundo lugar, las explicaciones funcionales no proporcionan
condiciones necesarias para la existencia de las instituciones. Siempre
es posible imaginar alternativas que realizarían igualmente bien las
mismas tareas. Por ejemplo, se puede imaginar una sociedad en la
que el monopolio de la violencia no esté centralizado en unas auto
ridades, sino que exista un sofisticado sistema de autodefensa, con gen
te permanentemente armada, dispuesta psicológicamente a repeler
cualquier ataque (MARTIN, M., 1987: 187).
Estas críticas son correctas frente a explicaciones funcionales de
la realidad; es decir, frente a teorías causales que pretendan explicar
cómo han surgido las instituciones. Sin embargo, no parecen ser tan
contundentes frente a teorías justificativas que, como la de HART, explí
citamente sostienen que, dado cómo somos los seres humanos, existen
buenas razones para tener sistemas jurídicos con un cierto contenido
mínimo común.
A las anteriores críticas se podría añadir otra bastante obvia: la
supervivencia no es la única finalidad de los seres humanos. Ahora
bien, con ser esto cierto, no lo es menos que la supervivencia juega
un papel básico, ya que sin ella cualquier otro objetivo carece de
sentido.
Por consiguiente, reconducida a sus justas dimensiones, la teoría
de HART es aceptable, aunque tal vez incompleta. Podría decirse que
un aspecto adicional importante común a todas las sociedades humanas
es éste: las personas en cualquier parte del mundo y a lo largo de
la historia tienen valores y propósitos, los cuales son compartidos en
general dentro de una determinada sociedad y que su realización sin
lugar a dudas requiere cooperación y coordinación entre sus miembros.
Esta es la razón por la que se puede completar la lista de verdades
obvias propuesta por HART con una más, que tenga en cuenta este
factor. Siguiendo a LAGERSPETZ, podemos llamar a esta característica
“sociabilidad parcial” y formular el enunciado correspondiente de este
modo (LAGERSPETZ, 1995: 139).
f) Los seres humanos tienen valores y propósitos que pueden ser
realizados sólo a través de acción común.
34 JOSÉ JUAN MORESO Y JOSEP MARIA VILAJOSANA
Este nombre procede del ejemplo clásico a través del cual se puso
de manifiesto la estructura formal de un tipo de situaciones muy fre
cuente, en el que siguiendo cada individuo racionalmente un deter
minado curso de acción se llega a resultados colectivos ineficientes.
Supóngase el caso de dos prisioneros (Juan y Pedro) sometidos
a proceso por un delito grave, que están bajo las siguientes condiciones:
a) Si uno de ellos confiesa la participación de ambos en el delito,
él quedará libre y el otro será castigado con la pena de diez años
de prisión.
b) Si ambos confiesan, serán castigados con una pena de cinco
años de prisión.
c) Si ninguno confiesa, sólo podrán ser condenados a dos años
de prisión cada uno.
Dada esta estructura de interacción, cada uno de los prisioneros,
si es racionalmente autointeresado, confesará. La razón es la siguiente:
Si Pedro no confiesa, a Juan le conviene confesar, puesto que en este
caso él quedará libre (en vez de sufrir la condena a dos años de cárcel,
que es lo que ocurriría si no confiesa). Si Pedro confiesa, a Juan tam
bién le conviene confesar, ya que de este modo será condenado a cinco
años en vez de los diez que le corresponderían si no lo hiciera. Por
supuesto, si el problema se lo plantea Pedro también llegará a la misma
conclusión. Por tanto, si cada uno de los prisioneros es racional y sabe
que el otro también lo es, se impone la decisión de confesar, ya que
cada uno puede prever que el otro confesará, con lo cual si él mismo
36 JOSÉ JUAN MORESO Y JOSEP MARIA VILAJOSANA
Los ejemplos citados bastarán para poner de relieve que las normas
en general y las jurídicas en particular sirven (entre otras cosas) para
ayudar a solventar problemas de interacción 6.
No obstante, debe quedar claro que no cualquier norma cumplirá
este cometido y que en todo caso su existencia será sólo una condición
necesarìa, pero no suficiente, para llevar a cabo acciones colectivas efi
cientes. Así, la eficiencia puede frustrarse porque las normas no son
las adecuadas o porque aunque lo sean, no se dan otras condiciones
también necesarias.
0 Para un desarrollo crítico de estas cuestiones, véase CALVO, 2003.
38 JOSÉ JUAN MORESO Y JOSEP MARIA VILAJOSANA
Dicho esto, las razones por las que las normas contribuyen a gene
rar esta eficiencia son básicamente dos (NINO: 1992,176):
a) Contribuyen a modificar las preferencias de los individuos.
b) Ayudan a asegurar sus expectativas.
En primer lugar, la existencia de una norma puede cambiar el orden
de preferencias de los individuos posibilitando así salir de situaciones
como las del dilema del prisionero o las de existencia de free riders.
Las normas pueden estar respaldadas por la amenaza de castigos o
la promesa de recompensas, que se añadirán de este modo a los aspec
tos negativos o positivos que tienen para los individuos las diferentes
alternativas de acción, haciéndolas más o menos costosas y, por ende,
más o menos atractivas. Ante la alternativa entre pagar o no pagar
impuestos, es posible que la preferencia de un individuo sea la de
no pagar. En cambio, la presencia de una norma que sanciona el impa
go puede hacer tan costosa esta opción que el sujeto acabe modificando
sus preferencias y termine prefiriendo pagar impuestos sin verse sujeto
a la sanción, antes que no pagar y arriesgarse a ser sancionado.
En segundo lugar, la existencia de una norma puede solucionar
problemas de coordinación, al hacer más seguras las expectativas que
tenemos respecto al comportamiento de los demás. Nos puede resultar
indiferente conducir por la izquierda o por la derecha (es decir, no
tenemos preferencia por ninguna de las dos opciones), pero estamos
interesados en coordinar nuestras acciones para lograr la máxima segu
ridad y fluidez en el tráfico automovilístico (y sabemos que esto se
consigue si todos conducimos por el mismo lado de la calzada). Si
hay una norma que obliga a conducir por uno de los lados (y esa
norma se cumple) hemos visto reforzadas nuestras expectativas res
pecto a lo que los demás harán y podemos entonces ajustar nuestro
comportamiento en el sentido adecuado.
esta cuestión, sin embargo, nada se va a decir aquí, por entender que su análisis tiene mejor
acomodo en el ámbito de la filosofía política o moral.
40 JOSÉ JUAN MORESO Y JOSEP MARIA VILAJOSANA
no son más que palabras» (HOBBES, 1651: cap. XVII, 143). Según esta
vision, en resumen, la sociedad y con ella el Estado y el Derecho son
artificios que permiten a los individuos racionales salir del dilema del
prisionero en el que se verían atrapados si siguieran en el estado de
naturaleza. Además, las normas coactivas son necesarias, en este esque
ma, porque de lo contrario el surgimiento de free riders está garantizado.
Hemos examinado en las páginas precedentes algunas de las notas
características de los seres humanos y de las sociedades en las que
viven. Estos rasgos pueden llegar a justificar racionalmente la presencia
de sistemas normativos en general y del Derecho, en particular. Tam
bién hemos adelantado que el Derecho puede ser considerado un ins
trumento para conseguir ciertas finalidades, las cuales, sin embargo,
tendrán los límites impuestos por las citadas características. Ahora es
el momento de entrar a analizar esas finalidades bajo el rótulo, usado
comúnmente entre los teóricos, de “las funciones sociales del Dere
cho”.
Lecturas recomendadas
Sobre el Derecho como sistema normativo institucionalizado y dis
tinto de la moral puede leerse HART, 1961, caps. 5 y 8. Quien también
insiste en estas cuestiones, pero subrayando más el aspecto instrumen
tal del Derecho, es Hans KELSEN (véase KELSEN, 1960: 44-82). Respecto
a los problemas de interacción, merecen leerse ULLMAN-MARGALIT,
1977 y LAGERSPETZ, 1995: especialmente cap. 2. Para el estudio de una
aplicación práctica de estas ideas, puede verse NINO, 1992, donde se
analiza la que este autor denomina “anomia boba argentina”.