T.S. Eliot - Criticar Al Critico

Descargar como pdf
Descargar como pdf
Está en la página 1de 12
1, Criticar al critico' ¢Para qué sirve la critica literaria? es pregun- ta que vale la pena plantearse una y otra vez, aunque no hallemos una respuesta satisfactoria. Tal vez sea la critica eso que F. H. Bradley dice de la metafisica: «Hallar malas razones para lo que creemos por instinto, aunque el hallazgo de esas razones sea también un instinto». Ahora bien, como me propongo hablar de la critica que yo he escrito, la eleccién del tema exige una ma- yor defensa, En una ojeada de mi critica litera- ria de los ultimos cuarenta afios, poco mds o me- nos, espero poder deducir algunas conclusiones, ciertas generalizaciones plausibles de vigencia mds amplia o —lo que merece tenerse mds en cuenta ain— estimular a que lo hagan otras mentes; espero también que pueda inducir a otros criticos a formular confesiones andlogas. Para justificarme a este respecto, he de decir que no hay critico, vivo o muerto, de cuya obra esté 9 Capitulo ; como de la mia propj de mis ensayos y aioe Sé de cualquier otro critico; cong! las circunstancias en que se one o, el motivo de escribirlo y toq,. titud, gusto, interés y creencine pasar, traen consigo. No dispon. cién tan completa de Ig obr; ingleses de la critica a los a la reverencia. Me refiero ey fohnson y Coleridge, y no ol. Pero tengo que estable. entre las diversas clases recordarles que las ge- al estudiar la obra de tipo tal vez no sean applica. , entre todas esas clases pondria yo al critico mr cuya critica literaria es nico, para la fama. el supercritico, por- de alguna revista o cada uno . o a algun nuevo libro. critica es, sin duda, cuya obra —aun- s libros, Port 5 amis— esta inte una sucesién de en un peri -—como sin duda or de creacion _ juntos porque cabe la simultane’ Criticar al critico nl critico profesional no es necesariamente un poe- ta, novelista o autor teatral fracasado: yo sé que mi antiguo amigo Paul Elmer More, norteamerica- no, cuyos ensayos sobre Shelburne tienen algo del aspecto monumental de las Causeries du lundi, jamas intenté una obra de creacién. Otro viejo amigo mio, Desmond MacCarthy, critico profe- sional de libros y de teatro, limité su actividad literaria a su articulo o resefa semanal y dedicé sus ratos de ocio a una amena conversacién en lugar de dedicarse a los libros que no escribid. Y Edmund Dosse constituye otro caso distinto todavia: porque lo que perpetuara su nombre no es su actividad como critico, sino su autobio- grafia, obra clasica ya, Father and Son. En segundo lugar pongo al critico con fervor. Su vocacian no es ef sitial del SEE acta, por el contrario, como abogado de los autores cuya obra resefia, autores a veces olvidados o indebi- damente menospreciados. Atrae nuestra atencién sobre esos escritores, nos ayuda a ver el mérito que nos ha pasado inadvertido y a descubrir en- canto donde sélo esperdbamos aburrimiento. Asi era George Saintsbury, hombre erudito y genial, con apetito insaciable por la mediania y con ol- fato para descubrir las excelencias que suelen ocultarse en esa mediania. ¢Quién si no Saint- sbury, en un libro sobre la novela francesa, hu- biera dedicado mas paginas a Paul de Kock que a Flaubert? Y ahi esta mi viejo amigo Charles Whibley; léase, por ejemplo, lo que ha escrito sobre sir Thomas Urquart o sobre Petronio. Tam- bién figura entre ellos Quiller-Couch, quien hubo de ensefar a muchos de los que asistian a sus leceiones en Cambridge a encontrar nuevas fuen- tes de deleite en la literatura inglesa. Tercero, el académico y el tedrico, Los cito idad; aunque tal amplia, puesto 12 que va desde el puramente erudito Ker —capaz de esclarecer lo que dij, de determinada época o idioma, mediant. ralelo inesperado con algun otro autor dk o idioma distintos—, hasta el critica §), como I. A. Richards, y su discipulo, William | son, eritico filosdfico también. Richards y son ademas poetas, pero no considero como subproducto de su poesia. 2 Y dé a otros contemporaneos, como L. C. Kr Wilson Knight, sino como hombres que com ron la ensenanza con una obra critica ori ¢Y a otro critico de important el Dr. F.R | vis, a quien podria llamarse critico moralis El critico que ademas desempefia un puesio cente es probable que haya realizado un estudio especial de un periodo o autor determinados; pero denominarlo critico especialista podria pa recer que, en cierto modo, iba en detrimento su derecho a examinar la literatura que le venga en gana. ¥ Ilegamos, por ultimo, al critico de! que pe dria decirse que su critica es un subproducto di su actividad creadora. En particular, el cr que es ademas poeta. ¢ Habremos de decir el pox ta que ha escrito alguna critica literaria? La condicién para ingresar en esta categoria es qu¢ al candidato se le conozea primordialmente por su poesia, pero al mismo tiempo que lo que escrito de critica se distinga por derecho prop’ y no sélo por la luz que pueda proyectar sobre Sus versos, Incluyo aqui a Samuel Johnson y C° leridge; a Dryden y Racine, en sus prologos:,* Matthew Arnold; con ciertas reservas; Y, timida- mente, con esta compaiiia, tengo yo que pres? tarme. Espero que no necesiten que les dé T yores seguridades de que no fue la pereza ee ore me indujo a materiales en mis prop!” escritos. Ni fue, con absoluta certeza, la vanidat: coma Criticar eritico porque cuando empecé a leer lo que necesite para esta conferencia hacia tanto tiempo que habia leido muchos de mis ensayos, que me qué a ellos con mds recelo que esperanza ilu nada Me complace decir que no me senti tan aver- gonzado como habia temido. Encontré, claro es afirmaciones con las que ya no estoy conform opiniones que ahora sostengo con menos firme: que cuando las expresé por vez primera o que mantengo slo con importantes reservas; y ma- nifestaciones cuyo significado ya no entiendo. Tal vez en ciertas esferas mis conocimientos hayan aumentado, pero hay otras en los que se han evaporado. Al relecr mi ensayo sobre Pascal, por ejemplo, quedé aténito de la profusa infor- macién que parecia poseer cuando lo escribi. Y habia también algunas cuestiones en las que he perdido pura y simplemente el interés, de modo que si se me preguntara si abrigo todavia la misma creencia, sdlo podria contestar « ] sé» o «No me importa». Hay errores de juicio y, lo que lamento mas, errores de tono: la nota ocasional de arrogancia, de vehemencia, de petu- lancia o aspereza, la jactancia del hombre de sua- yes maneras atrincherado y a salvo tras su ma- quina de escribir. Y, sin embargo, he de reconocer mi relacién con el hombre que dijo eso y, pese a todas esas reservas, continto sintiéndome iden- tificado con el autor. Pero, al decirlo, tengo presente una salvedad. Me irrita siempre que se citen las palabras que escribi hace treinta o cuarenta afios como si lo hubiera hecho ayer. Un comentarista muy inte- ligente, y adem4s muy benévolo, de mi obra ha- blaba hace afios de mis criticas como si, al co- menzar mi carrera como critico literario, hubiera disefiado un gigantesco armazén literario para pasar el resto de mi vida rellenandolo con deta- Capinuy ; les, Cuando publico una coleccién de .,.. autoriza a que se reedite donde seq aa mio, tengo como principio que se indiquc |, fe que se publicé por vez primera, Para rec ech al lector la distancia en el tiempo que ot autor tal como era cuando lo escribis y tai "| ay. Pero raro es el escritor que, al cit,” «Esto es lo que el sefor Eli 6 sentia) en 1933 (0 cuando fucra)s. Tod. esta habituado a que sus palabras oo contexto, de modo que polemict eae pacdan interpretarlas ae corresponde a la intencidn., P, i mas frecuente citar lo dicho hace ae afios como si se hubiera proferido ayer suele hacerse casi siempre sin mali. : como ejemplo una expresién que autor mucho tiempo des. | juicio, habia dejado de exponer = lo que crefa. Es una frase de equefia coleccién de ensayos Andrews: decia yo que era i, Mondrquico en politica y igién. Debi prever que frase citada iba a perseguirme como Shelley nos dice que Criticar al critico 5 yo a Babbitt desde hacia algunos afios, y me crei obligado a darle a conocer un hecho, desconocido alin para mi pequefio circulo de lectores (ocurrié esto creo que hacia el aiio 1927): el hecho de que me habia bautizado y confirmado recientemente en la Iglesia Anglicana, Sabia yo que para él se- Tia una sacudida enterarse de que un discipulo suyo habia yuelto asi la casaca, aunque habia su- frido ya lo que para él tuvo que ser un golpe mu- cho mas duro cuando su intimo amigo y aliado Paul Elmer More deserté del Humanismo para pasarse al Cristianismo. Pero todo lo que dijo Babbitt fue: «Creo que deberia usted decirla pu- blicamente». Tal vez me sintiera un poco agui- joneado por esta observacién; la frase citada aparecié en el prélogo a un libro de ensayos que estaba yo preparando: se puso en érbita y desde entonces ha estado girando en torno a mi peque- fio mundo. Pues bien, mis creencias religiosas no han cambiado y sigo vigorosamente a favor de que se mantenga la monarquia en todos los paises en que existe; en cuanto al clasicismo y romanticis- ma, he llegado a Ja conclusién de que esos concep- tos no tienen ya para mi la importancia que en su dia tuvieron. Pero sieges mi profesién de creen- cias no exigiera salvedad alguna al cabo de los afios, no me-sentiria inclinado ahora a expresar- Jaen forma idéntica. A juzgar por las referencias, citas y reproduc- ciones en antologias, son mis primeros ensayos Jos que han causado una impresién mds profun- da. Lo atribuyo a dos causas. La primera, el dog- matismo de la juventud. Cuando somos jévenes ‘vemos las cuestiones definidas con precisidn ta- jante; a medida que envejecemos tendemos a mas reservas, a matizar nuestras afir- maciones, a dejar mas cosas entre paréntesis. Descubrimos reparos a nuestras propias opinio- ‘nes, miramos al adversario con mayor tolerancia Capitule ; con simpatia. Cuando ‘en nuestras. opiniones, S€guros HOS Sentimos entusia. —incluso Somos ie dificil de para los lectores ¢ Bs la de que en mic mis iciones ge. lo que escribia ) en mi— defen- que escri- ya a mis ensayos ardor del alegato de vindicar mis ensa- a the Poets, de - colecciones la tesis de Criticar al critico 7 tando de entender. Aunque ya solo ese esiuerzo de imaginacién y el tener presentes esas dilicul- tades es algo que vale la pena. Al revisar mis primeras criticas, me sorprende la medida en que estaba condicionado por la situacién de Ia litera- tura en el momento de escribirlas, por el grado de madurez que habia alcanzado yo, por las in- fluencias a que habia estado sometido y por la ocasion de cada ensayo. No consigo recordar to- das esas circunstancia: reconstruir todas las condiciones en que escri mucho menos podria un critico futuro de mi obra tener conocimiento de ellas o, de conocerlas, comprenderlas; oi aun en el caso de que las conociera y comprendiera, ‘encontrar en mis ensayos el mismo interés que tuvieron para quienes, al aparecer por vez pri- mera, leyeron esos ensayos con simpatia, No hay eritica literaria que en una generacién posterior pueda despertar mas que curiosidad, salvo que siga siendo util por si misma para esas genera- ciones por su valor intrinseco al margen de las circunstancias histéricas. Ahora bien, si hay una parte de ella que tiene ese valor intemporal, apre- eiaremos ese valor con la maxima precision si os situarnos en el punto de vista del autor y de sus primeros lectores, No hay duda de que resulta remunerador estudiar de ese modo Jas criticas de Johnson o de Coleridge. Poco mas o menos, puedo dividir mis escritos criticos en tres peri . Primero, el perioda de The Egoist, la interesante revista quincenal que dirigia y editaba la senorita Harriet Weaver. Habia ponede el puesto de subdirector Richard Alding- ton, y cuando le Ilamaron a filas en la Primera Mundial, Ezra Pound propuso mi nombre a senorita Weaver para ocupar ese cargo. En The nist aparecié mi ensayo titulado Tradition and ¢ Individual Talent, que goza todavia de inmen- ari entre quienes preparan antologias << lS eo. Criticar al critico 9 eee OS Pero también aqui tengo que establecer una dis- tincién, Hace varios afios mis editores neoyor- quinos publicaron un libro en rustica con una seleccién de mis ensayos sobre el teatro en las épocas de la reina Isabel y el rey Jacobo. Yo mismo hice la seleccién y escribi un prologo para explicar lo que habia elegido, Descubri que los ensayos que todavia me complacian eran los que trataban de los contemporaneos de Shakespeare y no los que se referian al propio Shakespeare. De esos dramaturgos menores aprendi mis lec- ciones de formacion poctica; fueron ellos, y no Shakespeare, los que estimularon mi imagina- cién, formaron mi sentido del ritmo y nutrieron mis emociones. Los lei a la edad en que mejor se acomodaban a mi temperamento y fase de desa- rrollo, y los lei con apasionado deleite mucho antes de abrigar pensamiento alguno de escribir sobre ellos o tener la oportunidad de hacerlo, ¥ cuando la comezén de escribir versos se fue haciendo acuciante, tomé como tutores a €s0s hombres. Asi como el poeta moderno que influyd en mi no fue Baudelaire sino Jules Laforgue, los } dramaticos que lo hicieron fueron Mar- we, Webster, Tourneur y Middleton, y no Sha- espe Un poeta de la grandeza suprema de apenas puede influir: sélo puede ser ido. ¥ la diferencia entre influencia ¢ imita- estriba en que la influencia puede fecundar, ato que la imitacion —especialmente la imita- inconsciente— lo unico Sg puede hacer es (No obstante, cuando me propuse una tacién del Dante tenia yo cincuenta y ‘sabia exactamente lo que estaba . Ademas, la imitacién de un escritor en ranjera muchas veces puede resultar Capitulo | tienen mayores proba. ¢reo que son los : gros y hacer que mas amplia de jos las genera- floreciente, dad» y el «corre- pen un articulo ——————tst—“‘i‘—i‘C; Criticar al critica a creo, de mi reaccién contra la poesia en lengua inglesa del siglo x1x y comienzos del siglo xx, y de mi pasién por la poesia lirica y dramatica de finales del siglo xvi y comienzos del siglo xvi. I «correlative objetivo» en el ensayo sobre Ham- Jet puede indicar mi inclinacién por las comedias de la fase mds madura de Shakespeare —sobre todo Timon, Antony and Cleopatra, y Coriolanus— y por las tiltimas obras de Shakespeare sobre las que escribié esclarecedoramente Wilson Knight. ¥ la «disociacién de la sensibilidad» tal vez repre- sente mi devacién por Donne y los poctas metafi- sicos, y mi reaccién contra Milton. ‘Lo qué me parece en realidad es que esos con- ceptos, esas generalizaciones, tuvieron su origen en mi sensibilidad. Emanaron de Ja afinidad que sentia por un poeta o una clase de poesia con preferencia a otros. No voy a pretender que lo que digo ahora valga para eriticos de género dis- tinto al mio, y ni siquiera para otros eriticas del tipo-en que me incluyo, ¢s decir, de poetas que escribieron tambien ensayos de critica. Pero cuan- do se trata de alguien que escribe sobre temas de estética, me siento siempre inclinado a preguntar: -¢Con qué obras literarias. de pintura, escultura, a tectura y musica disfruta realmente ese ted- rico? Es nosible, claro esta —v es éste un peligro que ronda tal vez al critico filosdfico de arte— que adoptemos una teorfa y nos convenzamos ego a nosotros mismos de que nos gustan las obras de arte que se ajustan a esa teorfa. Pero seguro de que mis teorias han sido epife- eos de mis pustos, y ello es asi en cuanto fruto de mi experiencia directa con aque- ores cue influyeran profundamente en lo escribi, Desde luego, me doy cuenta de que ative objetives y mi «disociacién de la > han de ser atacados o defendidos io plano de abstracién, y no he hecho Capituly ; yal una general; Hay algo, no ido: lo me escritores que escritores> y no entre ellos 4 a afiadir sy sta. (Criticar al critica gaz; el gusto es algo que fluye de mis profund: hontanar. En un idioma en el que se ha escrito gran poesia durante much neraciones, como ocurre con el nuestro, a cada gen én varia- ran las preferencias entre los clasicos de ese idio- ma. Algunos escritores de lo se acomodaran mas al gusto de Ja generacién en vida que otros algunos periodos s pueden presentar afi dad mas intima que otros con nues a. Pars un lector joven, o para un critico supert autores que gozan del favor de su generacién pue- den parecer mejores que aquellos que gustaron a la generacién anterior; ©! critico mas conscien- te tal vez reconozca sencillamente que existe res- pecto de ellos una mayor afinidad, aunque no tengan necesariamente un mérito mayor. Una de Jas funciones del critico ¢s ayudar al publico li- terario de su tiempo a darse cuenta de que tiene mayor afinidad con un poeta o con un tipo de rc 6 con una época podtica que con otros el critico no puede crear un gusto. A ha atribuido el haber iniciado la boga de ‘otros poetas metafisicos, y la de los dra- jos menores de las ¢pocas de la reina Isabel rey Jacobo. Sin embargo, no descubri 2 de esos noetas. Coleridge, y mas tarde admiraban a Donne; y en lo que se re- turgos primitivos, ahi esta Lamb, por otra parte en modo aleuno de los entusiastas elogios de Swin- Je ha faltado publicidad en nues- 4 Donne: Life and Letters, en dos aparecié en 1899. Recuerdo que quien la poesia de Donne, en mi primer -en Harvard, fue el profesor admirador suyo; Ja edicién en los poemas, hecha por Grier- 1912; y fue precisamente el Poetry, de Grierson, que me Capitulo | 3 Criticar a! eritico resefia critica, Io para escribir acer. decadencia y cugndo hay qu ‘eseribi sobre los eros cambios, ni para me: fue porque eran ién aqui, por lo que a mi re: si puede de. no. se ha alterado mi opinién de los poe Det en for- obra influyo en mi fase de formacién, y 10 ‘por ellos, se noro en nada el elogio que les tributé Ciertc poeta Bess que ahora no me producen Ia intensa © Bec qi y esa sensacién de © amiento de hori: a y de liberacién que P sabrimiento, que es a Ja vez descubrimiento misma; pero ésa es una exp meia que § pasar una vez. ¥ la realidad es qu deleite, es mas probable que acuda poetas distintos. Hojeo con mas frecue bras de. Mallarmé de Lafoi George Herbert que Jas de Donne, las que las de sus conte rosamente un ju ilamente, que lo que d, mi madurez es diferente a la nutricién que ia mi juventud. Shakespeare, sin embargo, ‘tan grande que toda wna vida apenas basta . Tlegar a apreciarlo. Hay, no obstante, un me causd profunda impresidn cuando ‘afios, cuando, con sdlo un cono- dimentario de su idioma, empece a lo decfan sus versos: un poeta do consuelo y asombro de mi edad mi conocimiento de su idioma sige entario. Nunca pas¢ de ser un me- de los clasicos; el poeta de que Creo que, en mi juventud, Ja sor- edad y precision del lenguaje de flecha va siempre jnfaliblemente al fue un saludable corrective cias de los autores de las énocas de los reves Jacobo '¥ Carlos, ‘me recreaha.

También podría gustarte