La Didachc3a9 y Otros Escritos Del Cristianismo Primitivo3

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 205

LA DOCTRINA DE LOS DOCE

APÓSTOLES

(Didaché)
Enseñanza del Señor transmitida a las naciones por los Doce
Apóstoles

PRIMERA PARTE

El Catecismo o los «Dos caminos»

I. Existen dos caminos, entre los cuales, hay gran diferencia; el que conduce a la vida
y el que lleva a la muerte. He aquí el camino de la vida: en primer lugar, Amarás a
Dios que te ha creado; y en segundo lugar, amarás a tu prójimo como a ti mismo; es
decir, que no harás a otro, lo que no quisieras que se hiciera contigo. He aquí la
doctrina contenida en estas palabras: Bendecid a los que os maldicen, rogad por
vuestros enemigos, ayunad para los que os persiguen. Si amáis a los que os aman,
¿qué gratitud mereceréis? Lo mismo hacen los paganos. Al contrario, amad a los que
os odian, y no tendréis ya enemigos. Absteneos de los deseos carnales y mundanos. Si
alguien te abofeteare en la mejilla derecha, vuélvele también la otra, y entonces serás
perfecto. Si alguien te pidiere que le acompañes una milla, ve con él dos. Si alguien
quisiere tomar tu capa, déjale también la túnica. Si alguno se apropia de algo que te
pertenezca, no se lo vuelvas a pedir, porque no puedes hacerlo. Debes dar a cualquiera
que te pida, y no reclamar nada, puesto que el Padre quiere que los bienes recibidos de
su propia gracia, sean distribuidos entre todos. Dichoso aquel que da conforme al
mandamiento; el tal, será sin falta. Desdichado del que reciba. Si alguno recibe algo
estando en la necesidad, no se hace acreedor a reproche ninguno; pero aquel que
acepta alguna cosa sin necesitarlo, dará cuenta de lo que ha recibido y del uso que ha
hecho de la limosna. Encarcelado, sufrirá interrogatorio por sus actos, y no será
liberado hasta que haya pasado el último maravedi. Es con este motivo, que ha sido
dicho: «¡Antes de dar limosna, déjala sudar en las manos, hasta que sepas a quien la
das!»

II. He aquí el segundo precepto de la Doctrina: No matarás; no cometerás adulterio;


no prostituirás a los niños, ni los inducirás al vicio; no robarás; no te entregarás a la
magia, ni a la brujería; no harás abortar a la criatura engendrada en la orgía, y después
de nacida no la harás morir. No desearás los bienes de tu prójimo, ni perjurarás, ni
dirás falso testimonio; no serás maldiciente, ni rencoroso; no usarás de doblez ni en
tus palabras, ni en tus pensamientos, puesto que la falsía es un lazo de muerte. Que tus
palabras, no sean ni vanas, ni mentirosas. No seas raptor, ni hipócrita, ni malicioso, ni
dado al orgullo, ni a la concupiscencia. No prestes atención a lo que se diga de tu
prójimo. No aborrezcas a nadie; reprende a unos, ora por los otros, y a los demás,
guiales con más solicitud que a tu propia alma.

III. Hijo mío: aléjate del mal y de toda apariencia de mal. No te dejes arrastrar por la
ira, porque la ira conduce al asesinato. Ni tengas celos, ni seas pendenciero, ni
irascible; porque todas estas pasiones engendran los homicidios. Hijo mío, no te dejes
inducir por la concupicencia, porque lleva a la fornicación. Evita las palabras
deshonestas y las miradas provocativas, puesto que de ambos proceden los adulterios.
Hijo mío, no consultes a los agoreros, puesto que conducen a la idolatría. Hijo mío, no
seas mentiroso, porque la mentira lleva al robo; ni seas avaro, ni ames la vanagloria,
porque todas estas pasiones incitan al robo. Hijo mío, no murmures, porque la
murmuración lleva a la blasfemia; ni seas altanero ni malévolo, porque de ambos
pecados nacen las blasfemias. Sé humilde, porque los humildes heredarán la tierra. Sé
magnánimo y misericordioso, sin malicia, pacífico y bueno, poniendo en práctica las
enseñanzas que has recibido. No te enorgullezcas, ni dejes que la presunción se
apodere de tu alma. No te acompañes con los orgullosos, sinó con los justos y los
humildes. Acepta con gratitud las pruebas que sobrevinieren, recordando que nada nos
sucede sin la voluntad de Dios.

IV. Hijo mío, acuérdate de día y de noche, del que te anuncia la palabra de Dios;
hónrale como al Señor, puesto que donde se anuncia la palabra, allí está el Señor.
Busca constantemente la compañía de los santos, para que seas reconfortado con sus
consejos. Evita fomentar las disenciones, y procura la paz entre los adversarios. Juzga
con justicia, y cuando reprendas a tus hermanos a causa de sus faltas, no hagas
diferencias entre personas. No tengas respecto de si Dios cumplirá o no sus promesas.
Ni tiendas la mano para recibir, ni la tengas cerrada cuando se trate de dar. Si posees
algunos bienes como fruto de tu trabajo, no pagarás el rescate de tus pecados.No estés
indeciso cuando se trate de dar, ni regañes al dar algo, porque conoces al dispensador
de la recompensa. No vuelvas la espalda al indigente; reparte lo que tienes con tu
hermano, y no digas que lo tuyo te pertenece, poque si las cosas inmortales os son
comunes, ¿con cuánta mayor razón deberá serlo lo perecedero? No dejes de la mano la
educación de tu hijo o de tu hija: desde su infancia enséñales el temor de Dios. A tu
esclavo, ni a tu criada mandes con aspereza, puesto que confían en el mismo Dios,
para que no pierdan el temor del Señor, que está por encima del amo y del esclavo,
porque en su llamamiento no hace diferencia en las personas, sinó viene sobre
aquellos que el Espíritu ha preparado. En cuanto a vosotros, esclavos, someteos a
vuestros amos con temor y humildad, como si fueran la imagen de Dios. Aborrecerás
toda clase de hipocresía y todo lo que desagrade al Señor. No descuides los preceptos
del Señor, y guarda cuanto has recibido, sin añadir ni quitar. Confesarás tus faltas a la
iglesia y te guardarás de ir a la oración con mala conciencia. Tal es el camino de la
vida.

V. He aquí el camino que conduce a la muerte: ante todo has de saber que es un
camino malo, que está lleno de maldiciones. Su término es el asesinato, los adulterios,
la codicia, la fornicación, el robo, la idolatría, la práctica de la magia y de la brujería.
El rapto, el falso testimonio, la hipocresía, la doblez, el fraude; la arrogancia, la
maldad, la desvergüenza; la concupiscencia, el lenguaje obsceno, la envidia, la
presunción, el orgullo, la fanfarronería. Esta es la senda en la que andan los que
persiguen a los buenos; los enemigos de la verdad, los amadores de la mentira, los que
desconocen la recompensa de la justicia; los que no se apegan al bien, ni al justo
juicio; los que se desvelan por hacer el mal y no el bien; los vanidosos, aquellos que
están muy alejados de la suavidad y de la paciencia; que buscan retribución a sus
actos, que no tienen piedad del pobre, ni compasión del que está trabajando y cargado,
quie ni siquiera tienen conocimiento de su Creador. Los asesinos de niños, los
corruptores de la obra de Dios, que desvían al pobre, oprimen al afligido; que son los
defensores del rico y los jueces inicuos del pobre; en una palabra, son hombres
capaces de toda maldad. Hijos míos, alejaos de los tales.

VI. Ten cuidado que nadie pueda alejarte del camino de la doctrina, porque tales
enseñanzas no serían agradables a Dios. Si pudieses llevar todo el yugo del Señor,
serás perfecto; sinó has lo que pudieres. Debes abstenerte, sobre todo, de carnes
sacrificadas a los ídolos, que es el culto ofrecido a dioses muertos.

SEGUNDA PARTE

De la Liturgia y de la Disciplina

VII. En cuanto al bautismo, he aquí como hay que administrarle: Después de haber
enseñado los anteriores preceptos, bautizad en el agua viva, en el nombre del Padre,
del Hijo y del Espíritu Santo. Si no pudiere ser en el agua viva, puedes utilizar otra; si
no pudieres hacerlo con agua fría, puedes servirte de agua caliente; si no tuvieres a
mano ni una ni otra, echa tres veces agua sobre la cabeza, en el nombre del Padre, del
Hijo y del Espíritu Santo. Antes del bautismo, debe procurarse que el que lo
administra, el que va a ser bautizado, y otras personas, si pudiere ser, ayunen. Al
neófito, le harás ayudar uno o dos días antes.

VIII. Es preciso que vuestros ayunos no sean parecidos a los de los hipócritas,puesto
que ellos ayunan el segundo y quinto día de cada semana. En cambio vosotros
ayunaréis el día cuatro y la víspera del sábado. No hagáis tampoco oración como los
hipócritas, sinó como el Señor lo ha mandado en su Evangelio. Vosotros oraréis así:

«Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga tu


reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo; danos hoy
nuestro pan cotidiano; perdónanos nuestra deuda como nosotros
perdonamos a nuestros deudores, no nos induzcas en tentación, sinó
libranos del mal, porque tuyo es el poder y la gloria por todos los
siglos.»

Orad así tres veces al día.

IX. En lo concerniente a la eucaristía, dad gracias de esta manera. Al tomar la copa,


decid:

«Te damos gracias, oh Padre nuestro, por la santa viña de David, tu


siervo, que nos ha dado a conocer por Jesús, tu servidor. A tí sea la
gloria por los siglos de los siglos.»

Y después del partimiento del pan, decid:

«¡Padre nuestro! Te damos gracias por la vida y por el conocimiento


que nos has revelado por tu siervo, Jesús. ¡A Tí sea la gloria por los
siglos de los siglos! De la misma manera que este pan que partimos,
estaba esparcido por las altas colinas, y ha sido juntado, te suplicamos,
que de todas las extremidades de la tierra, reunas a ti Iglesia en tu reino,
porque te pertenece la gloria y el poder (que ejerces) por Jesucristo, en
los siglos de los siglos.»

Que nadie coma ni bebe de esta eucaristía, sin haber sido antes bautizado en el nombre
del Señor; puesto que el mismo dice sobre el particular: «No déis lo santo a los
perros.»

X. Cuando estéis saciados (de la ágapa), dad gracias de la menera siguiente:

«¡Padre santo! Te damos gracias por Tu santo nombre que nos has
hecho habitar en nuestros corazones, y por el conocimiento, la fe y la
inmortalidad que nos has revelado por Jesucristo, tu servidor. A ti sea la
gloria por los siglos de los siglos. ¡Dueño Todopoderoso! que a causa de
Tu nombre has creado todo cuanto existe, y que dejas gozar a los
hombres del alimento y la bebida, para que te den gracias por ello. A
nosotros, por medio de tu servidor, nos has hecho la gracia de un
alimento y de una bebida espirituales y de la vida eterna. Ante todo, te
damos gracias por tu poder. A Ti sea la gloria por los siglos de los
siglos. ¡Señor! Acuérdate de tu iglesia, para librarla de todo mal y para
completarla en tu amor. ¡Reúnela de los cuatro vientos del cielo, porque
ha sido santificada para el reino que le has preparado; porque a Ti solo
pertenece el poder y la gloria por los siglos de los siglos!»

¡Ya que este mundo pasa, te pedimos que tu gracia venga sobre nosotros! ¡Hosanna al
hijo de David! El que sea santificado, que se acerque, sinó que haga penitencia. Maran
atha ¡Amén! Permitid que los profetas den las gracias libremente.

XI. Si alguien viniese de fuera para enseñaros todo esto, recibidle. Pero si resultare
ser un doctor extraviado, que os dé otras enseñanzas para destruir vuestra fe, no le
oigáis. Si por el contrario, se propusiese haceros regresar en la senda de la justicia y
del conocimiento del Señor, recibidle como recibiríais al Señor. Ved ahí como según
los preceptos del Evangelio debéis portaros con los apóstoles y profetas. Recibid en
nombre del Señor alos apóstoles que os visitaren, en tanto permanecieren un día o dos
entre vosotros: el que se quedare durante tres días, es un falso profeta. Al salir el
apóstol, debéis proveerle de pan para que pueda ir a la ciudad donde se dirija: si pide
dinero, es un falso profeta. Al profeta que hablare por el espíritu, no le juzgaréis, ni
examinaréis; porque todo pecado será perdonado, menos éste. Todos los que hablan
por el espíritu; no son profetas, solo lo son, los que siguen el ejemplo del Señor. Por su
conducta, podéis distinguir al verdadero y al falso profeta. El profeta, que hablando
por el espíritu, ordenare la mesa y comiere de ella, es un falso profeta. El profeta que
enseñare la verdad, pero no hiciere lo que enseña, es un falso profeta. El profeta que
fuere probado ser verdadero, y ejercita su cuerpo para el misterio terrestre de la
Iglesia, y que no obligare a otros a practicar su ascetismo, no le juzguéis, porque Dios
es su juez: lo mismo hicieron los antiguos profetas. Si alguien, hablando por el
espíritu, os pidiere dinero u otra cosa, no le hagáis caso; pero si aconseja se dé a los
pobres, no le juzguéis.

XII. A todo el que fuere a vosotros en nombre del Señor, recibidle, y probadle
después para conocerle, puesto que debéis tener suficiente criterio para conocer a los
que son de la derecha y los que pertenecen a la izquierda. Si el que viniere a vosotros,
fuere un pobre viajero, socorredle cuanto podáis; pero no debe quedarse en vuestra
casa más de dos o tres días. Si quisiere permanecer entre vosotros como artista, que
trabaje para comer; si no tuviese oficio ninguno, procurad según vuestra prudencia a
que no quede entre vosotros ningún cristiano ocioso. Si no quisiere hacer esto, es un
negociante del cristianismo, del cual os alejaréis.

XIII. El verdadero profeta, que quisiere fijar su residencia entre vosotros, es digno
del sustento; porque un doctor verdadero, es también un artista, y por tanto digno de
su alimento. Tomarás tus primicias de la era y el lagar, de los bueyes y de las cabras y
se las darás a los profetas, porque ellos son vuestros grandes sacerdotes. Al preparar
una hornada de pan, toma las primicias, y dalas según el precepto. Lo mismo harás al
empezar una vasija de vino o de aceite, cuyas primicias destinarás a los profetas. En lo
concerniente a tu dinero, tus bienes y tus vestidos, señala tú mismo las primucias y haz
según el precepto.
XIV. Cuando os reuniéreis en el domingo del Señor, partid el pan, y para que el
sacrificio sea puro, dad gracias después de haber confesado vuestros pecados. El que
de entre vosotros estuviere enemistado con su amigo, que se aleje de la asamblea hasta
que se haya reconciliado con él, a fin de no profanar vuestro sacrificio. He aquí las
propias palabras del Señor: «En todo tiempo y lugar me traeréis una víctima pura,
porque soy el gran Rey, dice el Señor, y entre los pueblos paganos, mi nombre es
admirable.»

XV. Para el cargo de obispos y diáconos del Señor, eligiréis a hombres humildes,
desinteresados, veraces y probados, porque también hacen el oficio de profetas y
doctores. No les menospreciéis, puesto que son vuestros dignatarios, juntamente con
vuestros profetas y doctores. Amonestaos unos a otros, según los preceptos del
Evangelio, en paz y no con ira. Que nadie hable al que pecare contra su prójimo, y no
se le tenga ninguna consideración entre vosotros, hasta que se arrepienta. Haced
vuestras oraciones, vuestras limosnas y todo cuanto hiciéreis, según los preceptos
dados en el Evangelio de nuestro Señor.

XVI. Velad por vuestra vida; procurando que estén ceñidos vuestros lomos y
vuestras lámparas encendidas, y estad dispuestos, porque no sabéis la hora en que
vendrá el Señor. Reuníos a menudo para buscar lo que convenga a vuestras almas,
porque de nada os servirá el tiempo que habéis profesado la fe, si no fuéreis hallados
perfectos el último día. Porque en los últimos tiempos abundarán los falsos profetas y
los corruptores, y las ovejas se transformarán en lobos, y el amor se cambiará en odio.
Habiendo aumentado la iniquidad, crecerá el odio de unos contra otros, se perseguirán
mutuamente y se entregarán unos a otros. Entonces es cuando el Seductor del mundo
hará su aparición y titulándose el Hijo de Dios, hará señales y prodigios; la tierra le
será entregada y cometerá tales maldades como no han sido vistas desde el principio.
Los humanos serán sometidos a la prueba del fuego; muchos perecerán
escandalizados; pero los que perseverarán en la fe, serán salvos de esta maldición.
Entonces aparecerán las señales de la verdad. Primeramente será desplegada la señal
en el cielo, después la de la trompeta, y en tercer lugar la resurrección de los muertos,
según se ha dicho: «El Señor vendrá con todos sus santos» ¡Entonces el mundo verá al
Señor viniendo en las nubes del cielo!

Fuente: Historia de la Iglesia Primitiva, por E. Backhouse y C. Tylor. Editorial CLIE


www.clie.es

EPÍSTOLA A DIOGNETO
I. Como veo, muy excelente Diogneto, que tienes gran interés en comprender la
religión de los cristianos, y que tus preguntas respecto a los mismos son hechas de
modo preciso y cuidadoso, sobre el Dios en quien confían y cómo le adoran, y que no
tienen en consideración el mundo y desprecian la muerte, y no hacen el menor caso de
los que son tenidos por dioses por los griegos, ni observan la superstición de los
judíos, y en cuanto a la naturaleza del afecto que se tienen los unos por los otros, y de
este nuevo desarrollo o interés, que ha entrado en las vidas de los hombres ahora, y no
antes: te doy el parabién por este celo, y pido a Dios, que nos proporciona tanto el
hablar como el oír, que a mí me sea concedido el hablar de tal forma que tú puedas ser
hecho mejor por el ofr, y a ti que puedas escuchar de modo que el que habla no se vea
decepcionado.

II. Así pues, despréndete de todas las opiniones preconcebidas que ocupan tu mente, y
descarta el hábito que te extravía, y pasa a ser un nuevo hombre, por así decirlo, desde
el principio, como uno que escucha una historia nueva, tal como tú has dicho de ti
mismo. Mira no sólo con tus ojos, sino con tu intelecto también, de qué sustancia o de
qué forma resultan ser estos a quienes llamáis dioses y a los que consideráis como
tales. ¿No es uno de ellos de piedra, como la que hollamos bajo los pies, y otro de
bronce, no mejor que las vasijas que se forjan para ser usadas, y otro de madera, que
ya empieza a ser presa de la carcoma, y otro de plata, que necesita que alguien lo
guarde para que no lo roben, y otro de hierro, corroído por la herrumbre, y otro de
arcilla, material no mejor que el que se utiliza para cubrir los servicios menos
honrosos? ¿No son de materia perecedera? ¿No están forjados con hierro y fuego?
¿No hizo uno el escultor, y otro el fundidor de bronce, y otro el platero, y el alfarero
otro? Antes de darles esta forma la destreza de estos varios artesanos, ¿no le habría
sido posible a cada uno de ellos cambiarles la forma y hacer que resultaran utensilios
diversos? ¿No sería posible que las que ahora son vasijas hechas del mismo material,
puestas en las manos de los mismos artífices, llegaran a ser como ellos? ¿No podrían
estas cosas que ahora tú adoras ser hechas de nuevo vasijas como las demás por medio
de manos de hombre? ¿No son todos ellos sordos y ciegos, no son sin alma, sin
sentido, sin movimiento? ¿No se corroen y pudren todos ellos? A estas cosas llamáis
dioses, de ellas sois esclavos, y las adoráis; y acabáis siendo lo mismo que ellos. Y por
ello aborrecéis a los cristianos, porque no consideran que éstos sean dioses. Porque,
¿no los despreciáis mucho más vosotros, que en un momento dado les tenéis respeto y
los adoráis? ¿No os mofáis de ellos y los insultáis en realidad, adorando a los que son
de piedra y arcilla sin protegerlos, pero encerrando a los que son de plata y oro durante
la noche, y poniendo guardas sobre ellos de día, para impedir que os los roben? Y, por
lo que se refiere a los honores que creéis que les ofrecéis, si son sensibles a ellos, más
bien los castigáis con ello, en tanto que si son insensibles les reprocháis al propiciarles
con la sangre y sebo de las víctimas. Que se someta uno de vosotros a este tratamiento,
y que sufra las cosas que se le hacen a él. Sí, ni un solo individuo se someterá de buen
grado a un castigo así, puesto que tiene sensibilidad y razón; pero una piedra se
somete, porque es insensible. Por tanto, desmentís su sensibilidad. Bien; podría decir
mucho más respecto a que los cristianos no son esclavos de dioses así; pero aunque
alguno crea que lo que ya he dicho no es suficiente, me parece que es superfluo decir
más.

III. Luego, me imagino que estás principalmente deseoso de oír acerca del hecho de
que no practican su religión de la misma manera que los judíos. Los judíos, pues, en
cuanto se abstienen del modo de culto antes descrito, hacen bien exigiendo reverencia
a un Dios del universo y al considerarle como Señor, pero en cuanto le ofrecen este
culto con métodos similares a los ya descritos, están por completo en el error. Porque
en tanto que los griegos, al ofrecer estas cosas a imágenes insensibles y sordas, hacen
una ostentación de necedad, los judíos, considerando que están ofreciéndolas a Dios,
como si El estuviera en necesidad de ellas, deberían en razón considerarlo locura y no
adoración religiosa. Porque el que hizo los cielos y la tierra y todas las cosas que hay
en ellos, y nos proporciona todo lo que necesitamos, no puede Él mismo necesitar
ninguna de estas cosas que El mismo proporciona a aquellos que se imaginan que
están dándoselas a Él. Pero los que creen que le ofrecen sacrificios con sangre y sebo
y holocaustos, y le honran con estos honores, me parece a mí que no son en nada
distintos de los que muestran el mismo respeto hacia las imágenes sordas; porque los
de una clase creen apropiado hacer ofrendas a cosas incapaces de participar en el
honor, la otra clase a uno que no tiene necesidad de nada.

IV. Pero, además, sus escrúpulos con respecto a las carnes, y su superstición con
referencia al sábado y la vanidad de su circuncisión y el disimulo de sus ayunos y
lunas nuevas, yo [no] creo que sea necesario que tú aprendas a través de mí que son
ridículas e indignas de consideración alguna. Porque, ¿no es impío el aceptar algunas
de las cosas creadas por Dios para el uso del hombre como bien creadas, pero rehusar
otras como inútiles y superfluas? Y, además, el mentir contra Dios, como si Él nos
prohibiera hacer ningún bien en el día de sábado, ¿no es esto blasfemo? Además, el
alabarse de la mutilación de la carne como una muestra de elección, como si por esta
razón fueran particularmente amados por Dios, ¿no es esto ridículo? Y en cuanto a
observar las estrellas y la luna, y guardar la observancia de meses y de días, y
distinguir la ordenación de Dios y los cambios de las estaciones según sus propios
impulsos, haciendo algunas festivas y otras períodos de luto y lamentación, ¿quién
podría considerar esto como una exhibición de piedad y no mucho más de necedad? El
que los cristianos tengan razón, por tanto, manteniéndose al margen de la insensatez y
error común de los judíos, y de su excesiva meticulosidad y orgullo, considero que es
algo en que ya estás suficientemente instruido; pero, en lo que respecta al misterio de
su propia religión, no espero que puedas ser instruido por ningún hombre.

V. Porque los cristianos no se distinguen del resto de la humanidad ni en la localidad,


ni en el habla, ni en las costumbres. Porque no residen en alguna parte en ciudades
suyas propias, ni usan una lengua distinta, ni practican alguna clase de vida
extraordinaria. Ni tampoco poseen ninguna invención descubierta por la inteligencia o
estudio de hombres ingeniosos, ni son maestros de algún dogma humano como son
algunos. Pero si bien residen en ciudades de griegos y bárbaros, según ha dispuesto la
suene de cada uno, y siguen las costumbres nativas en cuanto a alimento, vestido y
otros arreglos de la vida, pese a todo, la constitución de su propia ciudadanía, que ellos
nos muestran, es maravillosa (paradójica), y evidentemente desmiente lo que podría
esperarse. Residen en sus propios países, pero sólo como transeúntes; comparten lo
que les corresponde en todas las cosas como ciudadanos, y soportan todas las
opresiones como los forasteros. Todo país extranjero les es patria, y toda patria les es
extraña. Se casan como todos los demás hombres y engendran hijos; pero no se
desembarazan de su descendencia (abortos). Celebran las comidas en común, pero
cada uno tiene su esposa. Se hallan en la carne, y, con todo, no viven según la carne.
Su existencia es en la tierra, pero su ciudadanía es en el cielo. Obedecen las leyes
establecidas, y sobrepasan las leyes en sus propias vidas. Aman a todos los hombres, y
son perseguidos por todos. No se hace caso de ellos, y, pese a todo, se les condena. Se
les da muerte, y aun así están revestidos de vida. Piden limosna, y, con todo, hacen
ricos a muchos. Se les deshonra, y, pese a todo, son glorificados en su deshonor. Se
habla mal de ellos, y aún así son reivindicados. Son escarnecidos, y ellos bendicen;
son insultados, y ellos respetan. Al hacer lo bueno son castigados como malhechores;
siendo castigados se regocijan, como si con ello se les reavivara. Los judíos hacen
guerra contra ellos como extraños, y los griegos los persiguen, y, pese a todo, los que
los aborrecen no pueden dar la razón de su hostilidad.

VI. En una palabra, lo que el alma es en un cuerpo, esto son los cristianos en el
mundo. El alma se desparrama por todos los miembros del cuerpo, y los cristianos por
las diferentes ciudades del mundo. El alma tiene su morada en el cuerpo, y, con todo,
no es del cuerpo. Así que los cristianos tienen su morada en el mundo, y aun así no
son del mundo. El alma que es invisible es guardada en el cuerpo que es visible; así
los cristianos son reconocidos como parte del mundo, y, pese a ello, su religión
permanece invisible. La carne aborrece al alma y está en guerra con ella, aunque no
recibe ningún daño, porque le es prohibido permitirse placeres; así el mundo aborrece
a los cristianos, aunque no recibe ningún daño de ellos, porque están en contra de sus
placeres. El alma ama la carne, que le aborrece y (ama también) a sus miembros; así
los cristianos aman a los que les aborrecen. El alma está aprisionada en el cuerpo, y,
con todo, es la que mantiene unido al cuerpo; así los cristianos son guardados en el
mundo como en una casa de prisión, y, pese a todo, ellos mismos preservan el mundo.
El alma, aunque en sí inmortal, reside en un tabernáculo mortal; así los cristianos
residen en medio de cosas perecederas, en tanto que esperan lo imperecedero que está
en los cielos. El alma, cuando es tratada duramente en la cuestión de carnes y bebidas,
es mejorada; y lo mismo los cristianos cuando son castigados aumentan en número
cada día. Tan grande es el cargo al que Dios los ha nombrado, y que miles es legítimo
declinar.

VII. Porque no fue una invención terrenal, como dije, lo que les fue encomendado, ni
se preocupan de guardar tan cuidadosamente ningún sistema de opinión mortal, ni se
les ha confiado la dispensación de misterios humanos. Sino que, verdaderamente, el
Creador Todopoderoso del universo, el Dios invisible mismo de los cielos plantó entre
los hombres la verdad y la santa enseñanza que sobrepasa la imaginación de los
hombres, y la fijó firmemente en sus corazones, no como alguien podría pensar,
enviando (a la humanidad) a un subalterno, o a un ángel, o un gobernante, o uno de los
que dirigen los asuntos de la tierra, o uno de aquellos a los que están confiadas las
dispensaciones del cielo, sino al mismo Artífice y creador del universo, por quien Él
hizo los cielos, y por quien Él retuvo el mar en sus propios límites, cuyos misterios
(ordenanzas) observan todos los elementos fielmente, de quien [el sol] ha recibido
incluso la medida de su curso diario para guardarlo, a quien la luna obedece cuando Él
le manda que brille de noche, a quien las estrellas obedecen siguiendo el curso de la
luna, por el cual fueron ordenadas todas las cosas y establecidos y puestos en sujeción,
los cielos y las cosas que hay en los cielos, la tierra y las cosas que hay en la tierra, el
mar y las cosas que hay en el mar, fuego, aire, abismo, las cosas que hay en las alturas,
las cosas que hay en lo profundo, las cosas que hay entre los dos. A éste les envió
Dios. ¿Creerás, como supondrá todo hombre, que fue enviado para establecer su
soberanía, para inspirar temor y terror? En modo alguno. Sino en mansedumbre y
humildad fue enviado. Como un rey podría enviar a su hijo que es rey; Él le envió
como enviando a Diós; le envió a El como [un hombre] a los hombres; le envió como
Salvador, usando persuasión, no fuerza; porque la violencia no es atributo de Dios. El
le envió como mvitándonos, no persiguiéndonos; Él le envió como amándonos, no
juzgándonos. Porque Él enviará en juicio, y ¿quién podrá resistir su presencia?... ¿[No
ves] que los echan a las fieras para que nieguen al Señor, y, con todo, no lo consiguen?
¿No ves que cuanto más los castigan, tanto más abundan? Estas no son las obras del
hombre; son el poder de Dios; son pruebas de su presencia.

VIII. Porque, ¿qué hombre tenía algún conocimiento de lo que Dios es, antes de que
Él viniera? ¿O aceptas tú las afirmaciones vacías y sin sentido de los filósofos
presuntuosos, de los cuales, algunos dijeron que Dios era fuego (invocan como Dios a
aquello a lo cual irán ellos mismos), y otros agua, y otros algún otro de los elementos
que fueron creados por Dios? Y, pese a todo, si alguna de estas afirmaciones es digna
de aceptación, cualquier otra cosa creada podría lo mismo ser hecha Dios. Sí, todo
esto es charlatanería y engaño de los magos; y ningún hombre ha visto o reconocido a
Dios, sino que El se ha revelado a sí mismo. Y El se reveló (a sí mismo) por fe, sólo
por la cual es dado el ver a Dios. Porque Dios, el Señor y Creador del universo, que
hizo todas las cosas y las puso en orden, demostró no sólo que era propicio al hombre,
sino también paciente. Y así lo ha sido siempre, y lo es, y lo será, bondadoso y bueno
y justo y verdadero, y El sólo es bueno. Y habiendo concebido un plan grande e
inefable, lo comunicó sólo a su Hijo. Porque en tanto que El había mantenido y
guardado este plan sabio como un misterio, parecía descuidarnos y no tener interés en
nosotros. Pero cuando Él lo reveló por medio de su amado Hijo, y manifestó el
propósito que había preparado desde el principio, Él nos dio todos estos dones a la
vez, participación en sus beneficios y vista y entendimiento de (misterios) que
ninguno de nosotros habría podido esperar.

IX. Habiéndolo, pues, planeado ya todo en su mente con su Hijo, permitió durante el
tiempo antiguo que fuéramos arrastrados por impulsos desordenados según
deseábamos, descarriados por placeres y concupiscencias, no porque Él se deleitara en
nuestros pecados en absoluto, sino porque Él tenía paciencia con nosotros; no porque
aprobara este período pasado de iniquidad, sino porque Él estaba creando la presente
sazón de justicia, para que, redargüidos del tiempo pasado por nuestros propios actos
como indignos de vida, pudiéramos ahora ser hechos merecedores de la bondad de
Dios, y habiendo dejado establecida nuestra incapacidad para entrar en el reino de
Dios por nuestra cuenta, hacerlo posible por la çapacidad de Dios. Y cuando nuestra
iniquidad había sido colmada plenamente, y se había hecho perfectamente manifiesto
que el castigo y la muerte eran de esperar como su recompensa, y hubo llegado la
sazón que Dios había ordenado, cuando a partir de entonces Él manifestaría su bondad
y poder (oh la bondad y amor de Dios sobremanera grande), Él no nos aborreció, ni
nos rechazó, ni nos guardó rencor, sino que fue longánimo y paciente, y por
compasión hacia nosotros tomó sobre sí nuestros pecados, y El mismo se separó de su
propio Hijo como rescate por nosotros, el santo por el transgresor, el inocente por el
malo, el justo por los injustos, lo incorruptible por lo corruptible, lo inmortal por lo
mortal. Porque, ¿qué otra cosa aparte de su justicia podía cubrir nuestros pecados? ¿En
quién era posible que nosotros, impíos y libertinos, fuéramos justificados, salvo en el
Hijo de Dios? ¡Oh dulce intercambio, oh creación inescrutable, oh beneficios
inesperados; que la iniquidad de muchos fuera escondida en un Justo, y la justicia de
uno justificara a muchos que eran inicuos! Habiéndose, pues, en el tiempo antiguo
demostrado la incapacidad de nuestra naturaleza para obtener vida, y habiéndose ahora
revelado un Salvador poderoso para salvar incluso a las criaturas que no tienen
capacidad para ello, Él quiso que, por las dos razones, nosotros creyéramos en su
bondad y le consideráramos como cuidador, padre, maestro, consejero, médico, mente,
luz, honor, gloria, fuerza y vida.

X. Si deseas poseer esta fe, has de recibir primero un conocimiento pleno del Padre.
Porque Dios amó a los hombres, por amor a los cuales había hecho el mundo, a los
cuales sometió todas las cosas que hay en la tierra, a los cuales dio razón y mente, a
los cuales solamente permitió que levantaran los ojos al cielo, a quienes creó según su
propia imagen, a quienes envió a su Hijo unigénito, a quienes Él prometió el reino que
hay en el cielo, y lo dará a los que le hayan amado. Y cuando hayas conseguido este
pleno conocimiento, ¿de qué gozo piensas que serás llenado, o cómo amarás a Aquel
que te amó a ti antes? Y amándole serás un imitador de su bondad. Y no te maravilles
de que un hombre pueda ser un imitador de Dios. Puede serlo si Dios quiere. Porque la
felicidad no consiste en enseñorearse del prójimo, ni en desear tener más que el débil,
ni en poseer riqueza y usar fuerza sobre los inferiores; ni puede nadie imitar a Dios
haciendo estas cosas; sí, estas cosas se hallan fuera de su majestad. Pero todo el que
toma sobre sí la carga de su prójimo, todo el que desea beneficiar a uno que es peor en
algo en lo cual él es superior, todo el que provee a los que tienen necesidad las
posesiones que ha recibido de Dios, pasa a ser un dios para aquellos que lo reciben de
él, es un imitador de Dios. Luego, aunque tú estás colocado en la tierra, verás que Dios
reside en el cielo; entonces empezarás a declarar los misterios de Dios; entonces
amarás y admirarás a los que son castigados porque no quieren negar a Dios; entonces
condenarás el engaño y el error en el mundo; cuando te des cuenta que la vida
verdadera está en el cielo, cuando desprecies la muerte aparente que hay en la tierra,
cuando temas la muerte real, que está reservada para aquellos que seran condenados al
fuego eterno que castigará hasta el fin a los que sean entregados al mismo. Entonces
admirarás a los que soportan, por amor a la justicia, el fuego temporal, y los tendrás
por bienaventurados cuando veas que el fuego...

Epílogo

XI . Mis discursos no son extraños ni son perversas lucubraciones, sino que


habiendo sido un discípulo de los apóstoles, me ofrecí como maestro de los gentiles,
ministrando dignamente, a aquellos que se presentan como discípulos de la verdad, las
lecciones que han sido transmitidas. Porque el que ha sido enseñado rectamente y ha
entrado en amistad con el Verbo, ¿no busca aprender claramente las lecciones
reveladas abiertamente por el Verbo a los discípulos; a quienes el Verbo se apareció y
se las declaró, hablando con ellos de modo sencillo, no percibidas por los que no son
creyentes, pero sí referidas por Él a los discípulos a quienes consideró fieles y les
enseñó los misterios del Padre? Por cuya causa Él envió al Verbo, para que Él pudiera
aparecer al mundo, el cual, siendo despreciado por el pueblo (judío), y predicado por
los apóstoles, fue creído por los gentiles. Este Verbo, que era desde el principio,
apareció ahora y, con todo, se probé que era antiguo, y es engendrado siempre de
nuevo en los corazones de los santos. Este Verbo, digo, que es eterno, es el que hoy es
contado como Hijo, a través del cual la Iglesia es enriquecida y la gracia es desplegada
y multiplicada entre los santos, gracia que confiere entendimiento, que revela
misterios, que anuncia sazones, que se regocija sobre los fieles, que es concedida a los
que la buscan, a aquellos por los cuales no son quebrantadas las promesas de la fe, ni
son sobrepasados los límites de los padres. Con lo que es cantado el temor de la ley, y
la gracia de los profetas es reconocida, y la fe de los evangelios es establecida, y es
preservada la tradición de los apóstoles, y exulta el gozo de la Iglesia. Si tú no
contristas esta gracia, entenderás los discursos que el Verbo pone en la boca de
aquellos que desea cuando Él quiere. Porque de todas las cosas que por la voluntad
imperativa del Verbo fuimos impulsados a expresar con muchos dolores, de ellas os
hicimos partícipes, por amor a las cosas que nos fueron reveladas.

XII. Confrontados con estas verdades y escuchándolas con atención, sabréis cuánto
concede Dios a aquellos que (le) aman rectamente, que pasan a ser un Paraíso de
deleite, un árbol que lleva toda clase de frutos y que florece, creciendo en sí mismos y
adornados con vanos frutos. Porque en este jardín han sido plantados un árbol de
conoçimiento y un árbol de vida; con todo, el árbol de conocimiento no mata, pero la
desobediencia mata; porque las escrituras dicen claramente que Dios desde el
comienzo plantó un árbol [de conocimiento y un árbol] de vida en medio del Paraíso,
revelando vida por medio del conocimiento; y como nuestros primeros padres no lo
usaron de modo genuino, fueron despojados por el engaño de la serpiente. Porque ni
hay vida sin conocimiento, ni conocimiento sano sin verdadera vida; por tanto, los
(árboles) están plantados el uno junto al otro. Discerniendo la fuerza de esto y
culpando al conocimiento que es ejercido aparte de la verdad de la influencia
(dominio) que tiene sobre la vida, el apóstol dice: El conocimiento engríe, pero la
caridad edifica. Porque el hombre que supone que sabe algo sin el verdadero
conocimiento que es testificado por la vida, es ignorante, es engañado por la serpiente,
porque no amó la vida; en tanto que el que con temor reconoce y desea la vida, planta
en esperanza, esperando fruto. Que vuestro corazón sea conocimiento, y vuestra vida
verdadera razón, debidamente comprendida. Por lo que si te allegas al árbol y tomas el
fruto, recogerás la cosecha que Dios espera, que ninguna serpiente toca, ni engaño
infecta, ni Eva es entonces corrompida, sino que es creída como una virgen, y la
salvación es establecida, y los apóstoles son llenados de entendimiento, y la pascua del
Señor prospera, y las congregaciones son juntadas, y [todas las cosas] son puestas en
orden, y como El enseña a los santos el Verbo se alegra, por medio del cual el Padre es
glorificado, a quien sea la gloria para siempre jamás. Amén.

Fuente: Los Padres Apostólicos, por J. B. Lightfoot. Editorial CLIE www.clie.es

DOCTRINA DE LOS APÓSTOLES


(Doctrina Apostolorum)
1. 1. Dos caminos hay en el mundo, el de la vida y el de la muerte, el de la luz y el de
las tinieblas. En ellos han sido establecidos dos ángeles, el de la justicia y el de la
iniquidad. Pero grande es la diferencia entre los dos caminos. 2. Así pues, el camino de
la vida es éste: en primer lugar, amarás al Dios eterno que te hizo; en segundo, a tu
prójimo como a ti mismo. Por otra parte, todo lo que no quieras que sea hecho contigo,
tú no lo hagas a otro. 3.La explicación de estas palabras es ésta:

II. 2.No adulterarás, no matarás, no darás falso testimonio, no violarás al niño, no


fornicarás, no practicarás la magia, no fabricarás perversos brebajes, no matarás al
niño mediante aborto ni darás muerte al nacido, no codiciarás nada de tu prójimo. 3.No
perjurarás, no hablarás mal, no recordarás las malas acciones. 4.No tendrás doblez al
dar consejo, ni serás de doble lengua, pues la lengua es trampa de muerte. 5.Tu palabra
no sera vana ni engañosa. 6.No serás ambicioso ni avaro ni voraz ni adulador ni
pendenciero ni de malas costumbres. No admitirás plan malo contra tu prójimo. 7.No
odiarás a ningún hombre, sino que los amarás más que a tu vida.

III. 1. Hijo, huye del hombre malo y del hombre falso. 2.No seas iracundo, porque la
ira conduce al homicidio, ni seas deseoso de maldad, ni apasionado, pues de todo esto
nace la ira. 4. No seas astrólogo ni purificador, cosas que conducen a la vana
superstición; ni siquiera desees ver u oír estas cosas. 5.No seas mentiroso porque la
mentira conduce al robo; ni amante del dinero ni vano, pues de todo esto nacen los
robos. 6.No seas murmurador, porque conduce a la difamación. No seas temerario ni
pienses mal, pues de todo esto nacen las difamaciones. 7. Por el contrario, sé manso,
porque los mansos poseerán la tierra santa. 8. Sé también paciente en tu trabajo, sé
bueno y temeroso de todas las palabras que oyes. 9.No te enaltecerás ni te gloriarás
antes los hombres, ni infundirás soberbia a tu alma; no te unirás en espíritu con los
altivos, sino que tratarás con los justos y humildes. 10.Las cosas adversas que te
sucedan las recibirás como bienes, sabiendo que nada sucede sin Dios.

IV. 1. Del que te habla la palabra del Señor Dios, te acordarás día y noche. Lo
respetarás como al Señor, pues donde se presenta lo relativo al Señor, allí está el
Señor. 2.Así pues, busca el rostro de los santos, para que te recrees en sus palabras.
3.No causes disensiones, pon paz entre los que contienden, juzga rectamente sabiendo
que tú serás juzgado. No abatirás a nadie en su desgracia. 4.No dudarás sí será o no
verdadero. 5.No seas de los que extienden la mano para recibir y la encogen para dar.
6.Si, gracias a tus manos, tienes la redención de los pecados, no dudarás en dar,
sabiendo quién es el remunerador de esta recompensa. 7.No te desviarás del
necesitado, sino que compartirás todas las cosas con tus hermanos, y no dirás que son
tuyas. Si somos copartícipes en lo inmortal, ¿cuánto más debemos iniciarlo ya desde
aquí? Pues el Señor quiere dar a todos de sus dones. 9.No apartarás tu mano de los
hijos, sino que desde la juventud les enseñarás el temor del Señor. 10.A tu siervo o a tu
sierva, que esperan en el mismo Señor, no los mandarás con ira para que tema a
ambos, al Señor y a ti, pues no vino con acepción de personas, sino a aquellos en los
que encontró un espíritu humilde. 11.Vosotros, siervos, permaneced sujetos a vuestros
señores como a figura de Dios, con pudor y temor. 12.Odiarás toda hipocresía y no
harás lo que no agrade a Dios. 13.Así pues, guarda, hijo, lo que has oído y no le añadas
cosas contrarias, ni lo disminuyas. 14.No te acerques a la oración con conciencia mala.
Este es el camino de la vida.

V. 1. En cambio, el camino de la muerte es contrario a aquél. Ante todo, es malo y


lleno de maldiciones: adulterios, homicidios, falsos testimonios, fornicaciones, malos
deseos, actos mágicos, inicuos brebajes, robos, vanas supersticiones, rapiñas,
hipocresías, repugnancias, malicia, petulancia, codicia, lenguaje impúdico, envidia,
osadía, soberbia, altanería, vanidad. 2.Los que no temen a Dios, los que persiguen a los
buenos, los que odian la verdad, los que aman la mentira, los que no conocen la
recompensa de la verdad, los que no se aplican al bien, los que no tienen un juicio
recto, los que velan no por el bien sino por el mal, 3. de los cuales está lejos la
mansedumbre y cerca la soberbia, los que persiguen a los remuneradores, los que no
se apiadan del pobre, los que no se afligen con el afligido, los que no conocen a su
Creador, los que asesinan a sus hijos, los que abortan, los que se alejan de las buenas
obras, los que oprimen al que trabaja, los que esquivan el consejo de los justos.
Apártate, hijo, de todos estos.

VI. 1.Y vigila para que nadie te aparte de esta doctrina; de lo contrario, serás
enseñado fuera de la disciplina. 4. Si cada día, con deliberación, haces estas cosas,
estarás cerca del Dios vivo; si no lo haces, estarás lejos de la verdad. 5.Pon todas estas
cosas en tu espíritu, y no te olvidarás de tu esperanza, sino que llegarás por estos
santos combates a la corona. 6. Por Jesucristo, el Señor, que reina y es Señor con Dios
Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.

Fuente: Colección Fuentes Patrísticas, volumen 3, por Juan José Ayán Calvo. Editorial
Ciudad Nueva www.ciudadnueva.com

EPÍSTOLA DE BERNABE
Saludo

I 1. Salud en la paz, hijos e hijas, en el nombre del Señor que nos ha amado.

Motivo y objeto de la carta

2. Como sean tan grandes y ricas las justificaciones de Dios para con vosotros, yo me
regocijo, sobre toda otra cosa y por todo extremo, en vuestros l)ienaVenturados y
gloriosos espíritus, pues de Él habéis recibido la semilla plantada en vuestras almas, el
don de la gracia espiritual.

3. Por lo cual, aun me congratulo más a mi mismo con la esperanza de salvarme, pues
verdaderamente contemplo entre vosotros cómo el Señor, que es rico en caridad, ha
derramado su Espíritu sobre vosotros. Hasta tal punto me conmovió, estando entre
vosotros, vuestra vista tan anhelada.

4. Como quiera, pues, que estoy convencido y siento íntimamente que, habiéndoos
muchas veces dirigido mi palabra, sé que anduvo conmigo el Señor en el camino de la
justicia, y me veo también yo de todo punto forzado a amaros más que a mi propia
vida, pues gran. de es la fe y la caridad que habita en vosotros por la esperanza de su
vida; 5. considerando, digo, que de tomarme yo algún cuidado sobre vosotros para
comunicaros alguna parte de lo mismo que yo he recibido, no ha de faltarme la
recompensa por el servicio prestado a espiritus como los vuestros, me he apresurado a
escribiros brevemente, a fin de que, juntamente con vuestra fe, tengáis perfecto
conocimiento.

Síntesis de la vida cristiana

6. Ahora bien, tres son los decretos del Señor: la esperanza de la vida, que es principio
y fin de nuestra fe, y la justicia, que es principio y fin del juicio; el amor de la alegría y
regocijo, que son el testimonio de las obras de la justicia. 7. En efecto, el Dueño, por
medio de sus profetas, nos dió a conocer lo pasado y lo presente y nos anticipó las
primicias del goce de lo por venir. Y pues vemos que una tras otra se cumplen las
cosas como Él las dijo, deber nuestro es adelantar, con más generoso y levantado
espíritu, en su temor. 8. Por lo que a mí toca, no como un maestro, sino como Uno de
entre vosotros, quiero poner a vuestra consideración unos pocos puntos, por los que os
alegraréis en la presente situación.

Tiempos difíciles. Contra los sacrificios judíos

II 1. Como quiera, pues, que los días son malos y el poder está en manos del Activo
mismo, deber nuestro es, atendiendo a nosotros mismos, inquirir las justificaciones del
Señor.

2. Ahora bien, auxiliares de nuestra fe son el temor y la paciencia, y aliados nuestros la


largueza de alma y la continencia.

3. Como estas virtudes estén firmes en todo lo atañedero al Señor santamente,


regocíjanse con ellas la sabiduría, la inteligencia, la ciencia y el conocimiento.

4. En efecto, el Señor, por medio de todos sus profetas, nos ha manifestado que no
tiene necesidad ni de sacrificios ni de holocaustos ni de ofrendas, diciendo en una
ocasión:

5. ¿Qué se me da a mi de la muchedumbre de vuestros sacrificios?—dice el Señor—.


Harto estoy de vuestros holocaustos y no quiero el sebo de vuestros corderos ni la
sangre de los toros y machos cabríos, ni aun cuando vengáis a ser vistos de mí.
Porque ¿quién requirió todo eso de vuestras manos? No quiero que volváis a pisar mi
atrio. Si me trajereis la flor de la harina, es cosa vana; vuestro incienso es para mí
abominación; vuestros novilunios y vuestros sábados no los soporto.

La ofrenda cristiana no hecha por mano de hombre

6. Ahora bien, todo eso lo invalidó el Señor, a fin de que la nueva ley de nuestro Señor
Jesucristo, que no está sometida al yugo de la necesidad, tenga una ofrenda no hecha
por mano de hombre. 7. Y así dice de nuevo a ellos: ¿Acaso fui yo quien mandé a
vuestros padres, cuando salían de la tierra de Egipto, que me ofrecieran holocaustos
y sacrificios? 8. ¿0 no fué más bien esto lo que les mandé, a saber: que ninguno de
vosotros guarde en su corazón rencor contra su hermano y que no amarais el falso
juramento?

9. Debemos, por tanto, comprender, no cayendo en la insensatez, la sentencia de la


bondad de nuestro Padre, porque con nosotros habla, no queriendo que nosotros,
andando extraviados al modo de aquéllos, busquemos todavía cómo acercarnos a Él.
10. Ahora bien, a nos otros nos dice de esta manera: Sacrificio para Dios es un
corazón contrito; olor de suavidad al Señor, un corazón que glorifica al que le ha
plasmado.

Debemos, por ende, hermanos, andar con toda diligencia en lo que atañe a nuestra
salvación, no sea que el maligno, logrando infiltrársenos por el error, nos arroje, como
la piedra de una honda, lejos de nuestra vida.

El ayuno acepto a Dios

III 1. Díceles, pues, otra vez acerca de estas cosas:

¿Para qué me ayunáis, de modo que hoy sólo se oyen los gritos de vuestra voz? No es
éste el ayuno que yo me escogí—dice el Señor—no al hombre que humillo su alma. 2.
Ni aun cuando dobléis como un aro vuestro cuello y vistáis de saco y os acostéis sobre
ceniza, ni aun así lo llaméis ayuno aceptable.

3. A nosotros, empero, nos dice: He aquí el ayuno que me elegí—dice el Señor—: No


al hombre que humilla su alma, sino: Desata toda atadura de iniquidad, rompe las
cuerdas de los contratos violentos, despacha a los oprimidos en libertad y rasga toda
escritura inicua. Rompe tu pan con los hambrientos y, si vieres a un desnudo, vístelo;
recoge en tu casa a los sin techo; si vieres a un humilde, no le desprecies, ni te
apartes de los de tu propia sangre. 4. Entonces tu luz romperá matinal, y tus vestidos
resplandecerán rápidamente, y la justicia caminará delante de ti, y la gloria de Dios
te cubrirá. 5. Entonces gritarás y Dios te escuchará; cuando aun estés hablando, dirá:
Heme aquí presente, a condición que quites de ti la atadura y la mano levantada y la
palabra de murmuración y des de corazón tu pan al hambriento y hayas lástima del
alma humillada.

6. En conclusión, hermanos, mirando anticipadamente el Señor longánirne que el


pueblo que preparó en su Amado había de creer con sencillez, anticipadamente nos lo
manifestó todo, a fin de que no vayamos como prosélitos a estrellarnos en la ley de
aquéllos.
Huyamos de toda maldad, porque se acerca el fin de los tiempos

IV 1. Así, pues, es preciso que, escudriñando muy despacio lo presente, inquiramos


las cosas que pueden salvarnos. Huyamos, por ende, de modo absoluto de todas las
obras dc la iniquidad, a fin de que jamás las obras de la iniquidad se apoderen de
nosotros y aborrezcamos el extravío del tiempo presente, a fin de ser amados en el por
venir. 2. No demos suelta a nuestra propia alma, de suerte que tenga poder para correr
juntamente con los pecadores y los malvados, no sea que nos asemejemos a ellos. 3. El
escándalo consumado está cerca, aquel del que está escrito, corno dice Henoch; pues
el Dueño abrevió los tiempos y los días, a fin de que se apresure su Amado y venga a
su heredad. 4. Además, el profeta dice así: Diez reinos reinarán sobre la tierra y tras
ellos se levantará un rey pequeño que humillará de un golpe a tres reyes. 5.
Igualmente, Daniel dice sobre lo mismo: Y vi la cuarta bestia, mala y fuerte, y más
fiera que todas las otras bestias de la tierra, y cómo de ella brotaban diez cuernos y
de ellos un cuerno pequeño, como un retoño, y cómo éste humilló de un golpe a tres
de los cuernos mayores. 6. Ahora bien, obligación nuestra es comprender.

La alianza es nuestra

Además, os ruego una cosa, como uno de vosotros que soy y que particularmente os
amo a todos más que a mi propia alma, y es que atendáis ahora a vosotros mismos y
no os asemejéis a ciertas gentes, amontonando pecados a pecados, gentes que andan
diciendo que la Alianza es de aquéllos y nuestra. Nuestra, ciertamente; pero aquéllos
la perdieron en absoluto del modo que diré, después de haberla ya recibido Moisés. 7.
Dice, en efecto, la Escritura: Y estaba Moisés en el monte, ayunando por espacio de
cuarenta dias y de cuarenta noches, y recibió la Alianza de parte del Señor, las tablas
de piedra, escritas por el dedo de la mano del Señor. 8. Mas, corno ellos se volvieron
a los ídolos, la destruyeron. Dice, en efecto, el Señor de esta manera: Moisés, Moisés,
baja a toda prisa, pues ha prevaricado tu pueblo, los que sacaste de la tierra de
Egipto. Y Moisés lo entendió y arrojó de sus manos las dos tablas e hízose pedazos la
Alianza de ellos, a fin de que la de su Amado, Jesús, quedara sellada en nuestro
corazón en la esperanza de su fe.

No basta poseer la Alianza: La reprobación de Israel, aviso para el pueblo cristiano

9. Muchas cosas quería escribiros, no como maestro, sino comoo dice con quien gusta
no faltar en lo que tenemos; de ahí que me apresuré a escribiros, aun siendo escoria
vuestra. Por lo tanto, atendamos a los últimos días, pues de nada nos servirá todo el
tiempo de nuestra fe, si ahora, en el tiempo inicuo y en los escándalos que están por
venir, no resistimos como conviene a hijos de Dios, a fin de que el Negro no se nos
infiltre.
10. Huyamos de toda vanidad; odiemos absolutamente las obras del mal camino. No
viváis solitarios, replegados en vosotros mismos, como si ya estuvierais justificados,
sino, reuniéndoos en un mismo lugar, inquirid juntos lo que a todos en común
conviene.

11. Porque dice la Escritura: ¡Ay de los prudentes para si mismos y de los sabios ante
sí mismos. Hagámonos espirituales, hagámonos templo perfecto para Dios. En cuanto
esté en nuestra mano, meditemos el temor de Dios y luchemos por guardar sus
mandamientos, a fin de regocijarnos en sus justificaciones.

12. El Señor juzgará al mundo sin acepción de personas: Cada uno recibirá conforme
obró. Si el hombre fué bueno, su justicia marchará delante de él; si fuere malvado, la
paga de su maldad irá también delante de él. 13. Recordémoslo, no sea que,
echándonos a descansar como llamados, nos durmamos en nuestros pecados, y el
príncipe malo, tomando poder sobre nosotros, nos empuje lejos del reino del Señor.

14. Además, hermanos mios, considerad este punto: cuando estáis viendo que, después
de tantos signos y prodigios sucedidos en medio de Israel y que, sin embargo, han sido
de este modo abandonados, andemos alerta, no sea que, como está escrito, nos
encontremos muchos llamados y pocos escogidos.

La Gracia de la Redención

V 1. Porque el Señor soportó entregar su carne a la destrucción, a fin de que fuéramos


nosotros purificados por la remisión de nuestros pecados, lo que se nos concede por la
aspersión de su sangre. 2. Acerca de esto, efectivamente, está escrito, parte que se
refiere a Israel, parte a nosotros, y dice así: Fué herido por nuestras iniquidades y
debilitado por nuestros pecados: Con su llaga fuimos nosotros sanados. Fué
conducido como oveja al matadero y como cordero estuvo mudo delante del que le
trasquila.

3. Por tanto, tenemos deber de dar sobremanera gracias al Señor, porque nos dió a
conocer lo pasado, nos instruyó acerca de lo presente y no estamos sin inteligencia
para lo por venir. 4. Y así dice la Escritura: No se tienden injustamente las redes a los
volátiles. Lo cual quiere decir que con razón se perderá el hombre que, teniendo
conocimiento del camino de la justicia, se precipita a si mismo por el caniino de las
tinieblas.

Por qué sufre el Señor en su carne

5. Consideremos, otrosí, este punto, hermanos míos: Si es cierto que el Señor se dignó
padecer por nuestra alma, siendo como es Señor de todo el universo, a quien dijo Dios
desde la constitución del mundo: Hagamos al hombre a imagen y semejanza nuestra,
¿cómo, digo, se dignó padecer bajo la mano de los hombres? Aprendedlo. 6. Los
profetas, teniendo como tenían de Él la gracia, con miras a Él profetizaron. Ahora
bien, Él, para destruir la muerte y mostrar la resurrección, toda vez que tenía que
manifestarse en carne, 7. sufrió primero para cumplir la promesa a los padres, y luego,
a par que se preparaba Él mismo para si un pueblo nuevo, para demostrar, estando
sobre la tierra, que después de hacer Él mismo la resurrección, juzgará. 8. Por fin,
predicó, enseñando a Israel y haciendo tan grandes prodigios y señales, con lo que le
mostró su excesivo amor. 9. Y cuando se escogió a sus propios Apóstoles, los que
habian de predicar su Evangelio, hombres ellos injustos respecto a la ley sobre todo
pecado—a fin de mostrar que no vino a llamar a los justos, sino a los pecadores—,
entonces fué cuando puso de manifiesto que era Hijo de Dios. 10. Porque de no haber
venido en carne, tampoco hubieran los hombres podido salvarse mirándole a Él. como
quiera que mirando al sol, que al cabo está destinado a no ser, como obra que es de sus
manos, no son capaces de fijar los ojos en sus rayos. 11. En conclusión, el Hijo de Dios
vino en carne a fin de que llegara a su colmo la consumación de los pecados de
quienes persiguieron de muerte a sus profetas. 12. Luego para ese fin sufrió. Dice Dios,
en efecto, que la haga de su carne procede de ellos: Cuando hirieren a su propio
pastor, entonces perecerán las ovejas del rebaño.

13. Ahora bien, Él mismo fué quien quiso así padecer, pues era preciso que sufriera
sobre el madero. Dice, en efecto, el que profetiza acerca de Él: Perdona a mi alma de
la espada. Y: Traspasa con un clavo mis carnes, porque las juntas de malvados se
levantaron contra mi.

14. Y otra vez dice: He aquí que puse mi espalda para los azotes y mis mejillas para
las bofetadas; pero mi rostro lo puse como una dura roca.

Preludios de la Pasión del Señor

VI 1. Ahora bien, ¿qué dice cuando hubo cumplido el mandamiento? ¿Quién es el


que me juzga? Póngase frente a mí. ¿Quién es el que se justifica en mi presencia?
Acérquese al siervo del Señor.

2. ¡Ay de vosotros, porque todos habéis de envejecer como un vestido y la polilla os


consumirá. Y otra vez dice el profeta, una vez que fué puesto Jesús como roca fuerte
para despedazamiento: Mira que voy a echar en los cimientos de Sión una piedra de
mucho valor, escogida, angular, preciosa. 3. ¿Qué dice después? Y el que esperare en
ella, vivirá para siempre. Luego ¿nuestra esperanza estriba sobre una piedra? De
ninguna manera. Lo que significa es que el Señor puso su carne en fortaleza. Pues
dice: Y púsome como una roca dura.
4. Pero dice de nuevo el profeta: La piedra que desecharon los constructores vino a
ser cabeza de ángulo. Y otra vez dice: Este es el día grande y maravilloso que hizo el
Señor.

5. Os escribo con demasiada sencillez, a fin de que entendáis, yo, que soy sólo
barredura de vuestra caridad. 6. ¿Qué sigue, pues, diciendo el profeta? Me rodeó la
junta de los malvados; cercáronme como abejas al panal. Y: Sobre mi vestidura
echaron suerte.

7.Como quiera, pues, que había el Señor de manifestarse y sufrir en la carne, fué de
antemano mostrada su pasión. Dice, en efecto, cl profeta contra Israel: ¡Ay dcl alma de
ellos, pues han tramado designio malo contra si mismos! Atemos al justo, porque nos
es molesto.

Nuestra renovación íntima, fruto de la Pasión del Señor

8. ¿Qué les dice el otro profeta, Moisés?

He aquí lo que dice el Señor Dios: Entrad en la tierra buena, que el Señor juró dar a
Abraham, Isaac y Jacob, y poseedla en herencia, tierra que mana leche y miel.

9. ¿Qué dice el conocimiento? Aprendedlo: "Esperad —dice—en Jesús, que ha de


manifestárseos en carne. El hombre, en efecto, no es sino un pedazo de tierra que
sufre, pues de la haz de la tierra fué plasmado Adán. 10. Ahora bien, ¿qué quiere decir
lo de tierra que mana leche y miel? Bendecido sea el Señor nuestro, hermanos, por
haber puesto en nosotros sabiduría e inteligencia de sus secretos. El profeta, en efecto,
nos pone una parábola del Señor. ¿Quién lo entenderá, sino el sabio e inteligente y que
ama a su Señor? 11. Ahora bien, ello significa que, habiéndonos renovado por el
perdón de nuestros pecados, hizo de nosotros una forma nueva, hasta el punto de tener
un alma de niños, como que de veras nos ha plasmado Él de nuevo.

12. Y, en efecto, la Escritura dice de nosotros lo mismo que Dios dijo’a su Hijo:
Hagamos al hombre a imagen y semejanza nuestra, y tenga imperio sobre las bestias
de la tierra y sobre las aves del cielo y sobre los peces del mar. Y dijo después de
contemplada la hermosa figura nuestra: Creced y multiplicaos y henchid la tierra.
Todo eso a su Hijo.

13. Mas también te demostraré cómo nos lo dice a nosotros. La segunda creación la
cumplió en los últimos tiempos, pues dice el Señor: He aquí que hago lo último como
lo primero. Luego en relación con esto predicó el profeta: Entrad en la tierra que
mana leche y miel y enseñorearos de ella.
14. Siguese, por tanto, que nosotros somos los plasmados de nuevo, al modo como, a
su vez, lo dice en otro profeta: Mira—dice el Señor—que voy a quitar de éstos, es
decir, de aquellos que antevió el Espíritu del Señor, los corazones de piedra y les
meteré dentro corazones de carne. Y es que Él había de manifestarse en carne y
habitar en nosotros.

15. Y, en efecto, hermanos míos, templo santo es para el Señor la morada de nuestro
corazón. 16. Porque dice otra vez el Señor: ¿Y en qué seré visto por el Señor mi Dios y
seré glorificado? Dice: Te confesaré en la reunión de mis hermanos y te cantaré
himnos en medio de la congregacion de los santos. Luego nosotros somos los que
introdujo en la tierra buena.

17. Pues ¿qué quiere decir la leche y la miel? Es que el niño se cría primero con miel y
luego con leche; consiguientemente, de esta manera también nosotros, criados con la
fe de la promesa y con la palabra divina, viviremos señoreando la tierra. 18. Ya lo dijo
más arriba: Y crezcan y multipliquense y manden sobre los peces. Ahora bien, ¿quién
es ahora capaz de mandar sobre la tierra o sobre los peces o sobre las aves del cielo?
Porque debemos darnos cuenta que mandar es asunto de potestad. que implica
dominar con imperio. 19. Ahora bien, si es cierto que ahora no se cumple eso, luego a
nosotros se nos ha dicho cuándo se cumplirá: cuando también nosotros alcancemos
punto tal de perfección que vengamos a ser herederos de la Alianza del Señor.

El Macho cabrío emisario, símbolo de la Pasión del Señor

VII 1. Asi, pues, considerad, hijos de la alegría, cómo el Señor bueno nos lo ha
manifestado todo de antemano, para que sepamos a quién debernos alabar con acciones
de gracia por todo. 2. Ahora bien, si el Hijo de Dios, Señor que es y que ha de juzgar a
los vivos y a los muertos, padeció para que su herida nos vivificara a nosotros,
creamos que el Hijo de Dios no podía sufrir sino por causa nuestra. 3. Es más, clavado
ya en la cruz, fué abrevado con vinagre y hiel. Escuchad cómo de antemano mostraron
este pormenor los sacerdotes del templo. Como está escrito el precepto: El que no
ayunare el ayuno, sea exterminado con muerte; la razón de mandarlo el Señor fué
porque Él había de ofrecer en sacrificio por nuestros pecados el vaso del Espíritu y
cumplir a la par la figura de Isaac ofrecido sobre el altar. 4. Ahora bien, ¿qué dice en el
profeta? Y coman del macho cabrío ofrecido durante el ayuno por todos los pecados.

Atended cuidadosamente: Y coman los sacerdotes solos y todos el intestino sin lavar
con vinagre. 5. ¿Con qué fin? "Pues vosotros sois los que me habéis de abrevar un día
con hiel mezclado de vinagre, a mi, que he de ofrecer mi carne por los pecados de mi
pueblo nuevo; comed vosotros solos, mientras el pueblo ayuna y se golpea el pecho en
saco y ceniza." Para demostrar que Él había de sufrir mucho de parte de ellos.
6. Atended a lo que mandó: Tomad dos machos cabrios, hermosos e iguales, y
ofrecedlos en sacrificio, y tome al uno el sacerdote en holocausto. 7. ¿Y qué harán del
otro? Maldito—dice la Escritura—es el otro. Atended cómo se manifiesta aquí la
figura de Jesús: 8. Y escupidle todos y pinchadle y poned en torno a su cabeza la lana
purpúrea y de este modo sea arrojado al desierto. Y cumplido esto, el que lleva el
macho cabrío lo conduce al desierto, le quita la lana y la coloca sobre un arbusto
llamado zarza, cuyos frutos solemos comer cuando los hallamos en el campo. De ahí
resulta que sólo los frutos de la zarza son dulces.

9. Ahora bien, ¿qué quiere decir todo esto? Atended: El uno puesto sobre el altar y el
otro maldecido. Y justamente el maldecido es el coronado; es que entonces, en aquel
día, le verán llevando el manto de púrpura sobre su carne y dirán: "¿No es éste a quien
nosotros un día crucificamos, después que le hubimos menospreciado, atravesado y
escupido? Verdaderamente, éste era el que entonces decía ser el Hijo de Dios. 10.
Porque ¿cómo semejante a aquél? Para esto dijo ser los machos cabrios semejantes,
hermosos, iguales, para que, cuando le vean venir entonces, se espanten de la
semejanza del macho cabrio. En conclusión, ahí tienes al macho cabrio, figura de
Jesús, que tenía que sufrir.

11. ¿Y por qué motivo pone la lana en medio de las espinas? He ahí otra figura de
Jesús puesta para la Iglesia; porque el que quiere coger la lana purpúrea, no tiene otro
remedio que sufrir mucho por lo terrible que son las espinas, y tras la tribulación
apoderarse de ella. "Así—dice el Señor—, los que quisieren verme y alcanzar mi
reino, han de pasar por tribulaciones y sufrimientos antes de apoderarse de mí."

La novilla roja y su simbolismo

VIII 1. ¿Y qué figura pensáis representa el que se mande a Israel ofrecer a los
hombres que tienen peeados consumados una novilla y, después de sacrificada,
quemarla completamente y tomar entonces los siervos la ceniza y depositarla en unos
vasos, y poner sobre un madero la lana purpúrea y el hisopo (ahí tienes otra vez la
figura de la cruz y la lana purpúrea), y de esta manera rocían los siervos uno por uno a
todo el pueblo, a fin de purificarse de sus pecados? 2. Considerad cómo en sencillez
nos lo dice a nosotros: El novillo es Jesús; los hombres pecadores que lo ofrecen son
los que le condujeron a la muerte; después ya no son hombres, ya no es la gloria de los
pecadores. 3. Los siervos que rocían son los que nos trajeron la buena noticia del
perdón de nuestros pecados y la purificación del corazón; aquéllos, digo, a quienes
dió el Señor el poder del Evangelio, los cuales eran doce para testimonio de las tribus
(pues doce son las tribus de Israel), para pregonarlo. 4. Mas ¿por qué motivo son tres
los siervos que rocían? Para atestiguar que Abraham, Isaac y Jacob son grandes
delante de Dios. 5. ¿Y qué significa que la lana se ponga sobre el madero? Que el
reino de Jesús está sobre el madero y que los que esperen en Él vivirán para siempre.
6. Mas ¿por qué se ponen juntos la lana y el hisopo? Porque en su reino habrá días
malos y sucios, en que nosotros nos salvaremos, pues el que padece en su carne se
cura por el jugo del hisopo. 7. Y por eso, las cosas así practicadas resultan claras para
nosotros; para aquellos, en cambio, siguen oscuras por no haber oído la voz del Señor.

La verdadera circuncisión: la de los oídos y la del corazón

IX 1. En efecto, dice otra vez sobre los oídos, cómo circuncidó nuestro corazón. Dice
el Señor en el profeta: En oído de oreja me obedecieron. Y otra vez dice: Con oído
oirán los que están lejos, y conocerán lo que yo hice. Y: Circuncidad—dice el
Señor—vuestros corazones. 2. Y otra vez dice: Escucha, Israel, porque esto dice el
Señor Dios tuyo. Y de nuevo el Espíritu del Señor profetiza: ¿Quién es el que quiere
vivir para siempre? Con oído oiga la voz de mi siervo. 3. Y otra vez dice: Escucha,
cielo, y tú, tierra, presta oídos, porque el Señor ha hablado esto para testimonio. Y
dice de nuevo: Oíd la voz del Señor, príncipes de este pueblo. Y dice otra vez:
Escuchad, liijos, la voz que grita en el desierto.

4. En conclusión, circuncidó nuestros oídos, a fin de que, oída la palabra, creamos


nosotros. Por lo demás, la misma circuncisión, en que ponen su confianza, está
anulada; porque el Señor habló de que se practicara una circuncisión, pero no de la
carne. Mas ellos transgredieron su mandamiento, pues un ángel malo los engañó. 5.
Díceles a ellos: Esto dice el Señor Dios nuestro (aquí hallo yo el mandamiento): No
sembréis sobre las espinas; circuncidaos para vuestro Señor. ¿Y qué quiere decir:
Circuncidad la dureza de vuestro corazón y no endurezcáis vuestro cuello? Toma
ahora, otrosí: He aquí—dice el Señor—que todas las naciones son incircuncisas de
prepucio; mas este pueblo es incircunciso de corazón.

6. Pero diréis: Es que el pueblo se circuncida para sello. Mas también—te


contestaré—se circuncidan los sirios y los árabes y todos los sacerdotes de los ídolos;
finalmente, también los egipcios usan la circuncision.

7. Así, pues, hijos del amor, aprended Copiosamente acerca de todo esto: Abraham,
que fué el primero en practicar la circuncisión, circuncidó a los de su casa mirando
anticipadamente en espíritu hacia Jesús, tomando los símbolos de tres letras. 8. Dice,
en efecto, la Escritura: Y circuncidó Abraham de su casa a trescientos dieciocho
hombres. Ahora bien, ¿cuál es el conocimiento que le fué dado? Atended que pone
primero los dieciocho y, hecha una pausa, los trescientos. El dieciocho se compone de
la I, que vale diez, y la H, que representa ocho. Ahí tienes el nombre de IHSOUS. Mas
como la cruz había de tener la gracia en la figura de la T, dice también los trescientos.
Consiguientemente, en las dos primeras letras significa a Jesús, y en otra, la cruz. 9.
Sábelo Aquel que pone en nosotros la dádiva ingénita de su enseñanza: Nadie
aprendió de mí más genuina palabra; pero yo sé que vosotros sois dignos de ello.

Los animales impuros y su simbolismo


X 1. Y lo que Moisés dijo: No comeréis cerdo ni águila, ni gavilán ni cuervo, ni pez
alguno que no tenga escamas, no es sino que tomó tres símbolos en inteligencia. 2. Por
lo demás, díceles en el Deuteronomio: Y estableceré con este pueblo mío
justificaciones. Luego no está el mandamiento del Señor en no comer, sino que
Moisés habló en espíritu.

3. Ahora bien, el cerdo lo dijo por lo siguiente: "No te juntarás—dice—-con hombres


tales que son semejantes a los cerdos; es decir, que cuando lo pasan prósperamente, se
olvidan del Señor, y cuando se ven necesitados, reconocen al Señor, al modo que el
cerdo, cuando come, no sabe de su señor; mas cuando tiene hambre, gruñe y, una vez
que toma su comida, vuelve a callar.

4. Tampoco comerás el águila, ni el gavilán, ni el milano, ni el cuervo. No te


juntarás—dice—ni te asemejarás a hombres tales, que no saben produrarse el alimento
por medio del trabajo y del sudor, sino que arrebatan en su iniquidad lo ajeno, y
acechan como si anduvieran en sencillez, y miran por todas partes a quién despojar
por medio de su avaricia, al modo que estas aves son las únicas que no se procuran a si
mismas su alimento, sino que, posadas ociosamente, buscan la manera de devorar las
carnes ajenas, siendo perniciosas por su maldad.

5. Y no comerás—dice—la morena ni el pólipo ni la sepia. No te asemejarás—díce,


juntándote con ellos, a hombres tales, que son impíos hasta el cabo y están ya
condenados a muerte, al modo que estos peces, que son los únicos maldecidos, se
revuelcan en el fondo del mar y no nadan como los otros, sino que habitan en la tierra
del fondo.

6. Mas tampoco comerás liebre. ¿Por qué? No serás corruptor ni te asemejarás a los
tales. Porque la liebre multiplica cada año su ano, pues cuantos años vive, tantos
agujeros tiene.

7. Mas tampoco comerás la hiena. No serás—dice— adúltero ni corruptor, ni te


asemejarás a los tales: ¿Por qué? Porque este animal cambia cada año de sexo y una
vez se convierte en macho y otra en hembra.

8. Mas también tuvo razón de abominar de la ardilla. No serás—dice—tal cuales

oímos que son los que cometen, por la impureza, iniquidad en su boca, ni te unirás
con las mujeres impuras que cometen la iniquidad en su boca. Porque este animal
concibe por la boca.

9. En conclusión, tomando Moisés tres símbolos so bre los ahimentos, así habló en
espiritu mas ellos lo entendieron, conforme al deseo de la carne, como si se tratara de
la comida. 10. De esos tres mismos símbolos toma también David conocimiento, y
dice igualmente: Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de impíos, al
modo como peces nadan entre tinieblas en las profundidades del mar; y en el camino
de los pecadores no se detuvo, al modo de algunos que aparentan temer al Señor y
pecan como el cerdo, y sobre silla de Pestilencia no sesentó, al modo de las aves
apostatadas para la rapiña. Ahí tenéis perfectamente lo que atañe a la comida.

11. Dice otra vez Moisés: Comerás todo animal de pezuña partida y que rurnia. ¿Qué

quiere decir? El que toma el alimento, conoce al que le alimenta y, refocilando en él,
parece alegrarse. Bellamente lo dijo con miras al mandamiento. ¿Qué es, pues, lo que
dice? Juntaos con los que temen al Señor, con los que meditan en su corazón el
precepto de la palabra que recibieron, con los que hablan y observan las justificaciones
del Señor, con los que saben que la meditación es obra de alegría y rumian la palabra
del Señor.

¿Y qué significa la pezuña partida? Que el justo camina en este mundo y juntamente
espera el siglo santo. Mirad cuán hermosamente legisló Moisés. 12. Mas ¿de dónde
pudiera venirles a aquéllos entender y comprender estas cosas? Mas nosotros,
entendiendo, como es justo, los mandamientos, hablamos tal como quiso el Señor;
pues para que esto entendamos, circuncidó nuestros oídos y corazones.

Los simbolos del bautizmo y la cruz

XI 1. Mas inquiramos si tuvo el Señor interés en manifestarnos anticipadamente algo


acerca del agua y de la cruz. Ahora bien, acerca del agua se dice contra Israel cómo no
habían de aceptar el bautismo, que trae la remisión de los pecados, sino que se
construirían otros lavatorios para sí mismos. 2. Dice, en efecto, el profeta: Pásmate, oh
cielo, y ericese aún más sobre esto la tierra: Dos males ha hecho mi pueblo: A mi me
abandonaron, fuente de vida, y para sí se cavaron pozo de muerte. 3. ¿Acaso es una
roca desierta mi monte santo de Sinaí? Porque seréis como los polluelos de un ave,
que se echan a volar cuando se les quita el nido.

4. Y otra vez dice el profeta: Yo mandaré delante dc ti, y allanaré las montañas, y haré
pedazos las puertas de bronce y añicos los cerrojos de hierro, y te daré tesoros
sombríos, escondidos, invisibles, para que sepas que yo soy el Señor. Y: Habitará en
la cueva elevada de la peña fuerte. 5. Y: El agua suya, fiel; veréis al rey con gloria y
vuestra alma meditará el temor del Señor. 6. Y de nuevo dice en otro profeta: El que
esto hiciere, será como árbol plantado a par de la corriente de las aguas, que dará su
fruto a debido tiempo, y su hoja no caerá, y todo cuanto hiciere prosperará. 7. No así
los impíos, no así, sino como el tamo, que esparce el viento de sobre la haz de la
tierra. Por lo cual, no se levantarán los impíos en el juicio, ni los pecadores en el
consejo de los justos; porque el Señor conoce el camino de los justos y perecerá el
camino de los impíos.

8. Daos cuenta cómo definió en uno el agua y la cruz. Pues lo que dice es esto:
Bienaventurados quienes, habiendo puesto su confianza en la cruz, bajaron al agua;
porque su recompensa dice que será en el tiempo debido. Entonces—dice—daré la
paga. Lo que luego añade sobre que las hojas no caerán significa que toda palabra que
saliere de vuestra boca en fe y caridad, será para conversión y esperanza de muchos.

9. Además, otro profeta dice: Y era la tierra de Israel celebrada sobre toda otra tierra.
Lo que quiere decir: El Señor glorifica el vaso de su Espíritu. 10. ¿Qué dice
seguidamente? Y el río fluía por la derecha y brotaban de él hermosos árboles; y
quien comiere de ellos vivirá para siempre. 11. Esto quiere decir que nosotros bajamos
al agua rebosando pecados y suciedad, y subimos llevando fruto en nuestro corazón,
es decir, con el temor y la esperanza de Jesús en nuestro espíritu. Y el que comiere de
ellos, vivirá para siempre, quiere decir: quien escuchare, cuando se le hablan estas
cosas, y las creyere, vivirá eternamente.

Los símbolos o figuras de la cruz

XII 1. De nuevo igualmente define acerca de la cruz en otro profeta, que dice: ¿Y
cuándo se cumplirán estas cosas? Dice el Señor: Cuando el madero se incline y se
levante y cuando del madero destilare sangre. Ahí tienes otra vez cómo se habla de la
cruz y del que había de ser crucificado.

2. Otra vez habla también en Moisés, en ocasión en que Israel era combatido por los
extranjeros; y para recordarles que eran derrotados porque a causa de sus pecados
habían sido entregados a la muerte, el Espíritu inspira en el corazón de Moisés que
fabricara una figura de la cruz y del que había de sufrir en ella; pues si no
confiaren—dice—en Él, serán derrotados para siempre. Coloca, pues, Moisés arma
sobre arma en medio del campamento y, poniéndose más alto que todos los demás,
extendía sus brazos. Y de esta manera vencía de nuevo Israel. Luego, cuando los
bajaba, otra vez eran pasados a cuchillo. 3. ¿Para qué fin? Para que conocieran que no
podían salvarse, si no confiaban en Él. 4. Y otra vez dice en otro profeta: Todo el día
extendí mis manos a un pueblo incrédulo y que contradice mi camino justo.

5. Y otra vez, en ocasión que Israel también caía, fabrica Moisés una figura de Jesús,
figura de cómo Él tenía que padecer, y Él, otrosí, vivificar, cuando ellos creían que
había perecido en el signo. En efecto, el Señor hizo que les mordieran toda clase de
serpientes, y morían de sus mordeduras; serpientes, justamente, pues la transgresión en
Eva se debió a la serpiente, para convencerlos de que por su transgresión serían
entregados a tribulación de muerte. 6. En resolución, Moisés, que había establecido
por mandamiento: No tendréis imagen esculpida ni fundida para Dios vuestro, la
fabrica él mismo para mostrar una figura de Jesús. Así, pues, manda hacer Moisés una
serpiente de bronce y la levanta gloriosamente y, a voz de pregón, convoca al pueblo.

7. Reunidos que estuvieron, suplicaban a Moisés que ofreciera oraciones por la


curación de ellos. Y Moisés les respondió: Cuando alguno de vosotros—dice-—fuere
mordido, venga a la serpiente colocada sobre el madero y confíe con viva fe que ella,
aun siendo muerta, puede darle la vida y al punto quedará sano." Ahí tienes otra vez,
en estos nuevos símbolos, la gloria de Jesús, pues todo está en Él y todo es para Él.

Josué, David e Isaías, testigos de Jesús

8. ¿Qué dice, además, Moisés a Josué (o Jesús), hijo de Navé, profeta que era, después
de ponerle este nombre, con el solo fin de que el pueblo oyera que el Padre lo pone
todo patente acerca de su Hijo Jesús? 9. Dicele, pues, Moisés a Josué, hijo de Navé,
después de ponerle este nombre, cuando lo mandó como explorador de la tierra: Toma
un libro en tus manos y escribe lo que dice el Señor, a saber: que el Hijo de Dios
arrancará de raíz, en los últimos días, a toda la casa de Arnalec.

10. He aquí otra vez a Jesús, no como hijo del hombre, sino como hijo de Dios, si bien
manifestado por figura en la carne. Como quiera, pues, que habían de decir que Cristo
es hijo de David, el mismo David, temiéndose y comprendiendo el extravío de los
pecadores, profetiza y dice: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, hasta
que ponga a tus enemigos por escabel de tus pies. 11. Y a su vez, Isaías dice de esta
manera: Dijo el Señor a mi Ungido Señor, a quien yo tomé de la diestra, para que
delante de Él obedezcan las naciones, y romperé la fuerza de los reyes. Mira cómo
David le llama Señor y no le llama hijo.

El pueblo cristiano, menor y segundogénito, heredero del Testamento

XIII 1. Mas veamos si es este pueblo o es el primero el que hereda, o si el


Testamento nos pertenece a nosotros o a ellos. 2. Escuchad, pues, lo que sobre el
pueblo cuenta la Escritura: Rogaba Isaac por Rebeca, su mujer, pues era estéril, y
concibió. Luego: Salió Rebeca a consultar al Señor, y díjole el Señor: Dos naciones
hay en tu vientre y dos pueblos en tu seno, y un pueblo sobre pujará a otro pueblo y el
mayor servirá al menor. 3. Debéis pcrcataros de quién es Isaac y quién Rebeca y por
quiénes da a entender la Escritura que este pueblo es mayor que aquél.

4. Y más claramente todavía habla Jacob en otra profecía a José, diciéndole: He aquí
que no me defraudó el Señor de tu vista; tráeme acá tus hijos para bendecirlos. 5. Y
llevó José a Efraín y Manasés, queriendo que fuera bendecido Manasés, pues era el
mayor; y, en efecto, José le puso a la derecha de su padre Jacob. Mas Jacob vió en
espíritu la figura dcl pueblo por venir. ¿Y qué dice la Escritura? Y mudó Jacob de sitio
sus manos y puso su derecha sobre la cabeza de Efraín, el segundo y más joven, y le
bendijo, y dijo José a Jacob: Cambia tu diestra sobre la cabeza de Manasés, pues es
mi primogénito. Y respondió Jacob a José: Lo sé, hijo, lo sé; mas el mayor servirá al
menor. Sin embargo, también estotro será bendecido. 6. Mirad por quién puso que este
pueblo es el primero y el heredero de la Alianza. 7. Ahora bien, si, sobre lo dicho,
también nos lo recordó por medio de Abraham, no tenemos ya más que pedir en orden
al acabamiento y perfección de nuestro conocimiento. ¿Qué le dice, pues, el Señor a
Abraham cuando, habiendo sido el único en creer, le fué contado a justicia? Mira que
te he puesto a ti, Abraham, por padre de las naciones que han de creer en Dios por
prepucio.

La nueva alianza por la redención de Jesús

XIV 1. Muy bien! Mas inquiramos si les dió la Alianza que juró a sus padres daria al
pueblo. Diósela, ciertamente; mas ellos, por sus pecados, no se hicieron dignos de
recibirla. 2. Dice, efectivamente, el profeta: Y estuvo Moisés ayunando en el monte
Sinaí durante cuarenta días y cuarenta noches para recibir la Alianza del Señor. Y
recibió Moisés de parte del Señor las dos tablas escritas por el dedo de la mano del
Señor en espíritu. Y tomándolas Moisés, estaba para bajárselas al pueblo. 3. Y dijo el
Señor a Moisés: Moisés, Moisés, baja a toda prisa, pues ha prevaricado tu pueblo,
que sacaste de la tierra de Egipto. Y entendió Moisés que se habia otra vez fabricado
imágenes de fundición y arrojó de sus manos las tablas, y se hicieron pedazos las
tablas del Testamento del Señor.

4. Moisés, pues, recibió la Alianza; mas ellos no se hicieron dignos. Ahora bien ¿cómo
la recibimos nosotros? Aprendedlo: Moisés la recibió como siervo que era; mas a
nosotros nos la dió el Señor en persona para hacernos, habiendo sufrido por nosotros,
pueblo de su herencia. 5. Manifestóse, por una parte, para que aquellos llegasen al
colmo de sus pecados, y nosotros, por otra, recibiéramos la Alianza por medio del
Señor Jesús, que la hereda; de Jesús, digo, que fué aparejado para que, apareciendo Él
en persona y redimido que hubiera de las tinieblas nuestros corazones, consumidos
que estaban por la muerte y entregados al extravío de la iniquidad, estableciera una
Alianza entre nosotros por su palabra.

6. En efecto, escrito está cómo el Padre le pone mandamiento de que, redimido que
nos hubiere a nosotros de las tinieblas, se prepare para sí un pueblo santo. 7. Dice,
pues, el profeta: Yo, el Señor Dios tuyo, te llamé en justicia y te tomaré de tu mano y
te fortaleceré; y te di para Alianza de un linaje y por luz de las naciones, para abrir
los ojos de los ciegos y sacar de sus cadenas a los trabados y de la casa de la custodia
a los que se sientan entre tinieblas. Conozcamos, pues, de dónde fuiiiios rescatados.
8. Otra vez dice el profeta: Mira que te he puesto por luz de las naciones, para que tú
seas salvación hasta los confines de la tierra. Así dice el Señor, el Dios que te ha
rescatado.

9. Y de nuevo dice el profeta: El Espíritu del Señor sobre mí, / por lo cual me ha
ungido, / para llevar a los humildes la buena noticia de la gracia; / me ha enviado a
sanar a los triturados fe corazón, / a pregonar a los cautivos la libertad / y a los
ciegos la recuperación de la vista, / a proclamar el año del Señor aceptable, / el día fe
la recompensa, / a consolar a todos los que están tristes.

La verdadera santificación del sábado

XV 1. Pasando a otro punto, también acerca del sábado, se escribe en el decálogo, es


decir, en las diez palabras que habló I)ios en el monte Sinaí a Moises cara a cara: Y
santificad el sábado del Señor con manos limpias y corazón puro. 2. Y en otro lugar
dice: Si mis hijos guardaren el sábado, entonces pondré sobre ellos mi misericordia.
3. Del sábado habla al principio de la creación: E hizo Dios en seis días las obras de
sus manos y acabólas en el día séptimo, y descansó en él y lo santificó.

4. Atended, hijos, qué quiere decir lo de: Acabólos en seis días. Esto significa que en
seis mil años consumará todas las cosas el Señor, pues un día es para Él mil años. Lo
cual, Él mismo lo atestigua, diciendo: He aquí que el día del Señor será camo mil
años. Por lo tanto, hijos, en seis días, es decir, en los seis mil años, se consumarán
todas las cosas.

5. Y descansó en el día séptimo. Esto quiere decir: Cuando venga su hijo y destruya el
siglo del inicuo y juzgue a los impíos y mudare el sol, la luna y las estrellas, entonces
descansará de verdad en el día séptimo.

6. Y por contera dice: Lo santificarás con manos limpias y corazón puro. Ahora, pues,
si pensamos que pueda nadie santificar, sin ser puro de corazón, el día que santificó
Dios mismo, nos equivocamos de todo en todo. 7. consiguientemente, entonces por
nuestro descanso lo santificaremos de verdad, cuando, justificados nosotros mismos y
en posesión ya de la promesa, seremos capaces de santificarlo; es decir, cuando ya no
exista la iniquidad, sino que nos hayamos vuelto todos nuevos por el Señor, entonces,
si, santificados primero nosotros, podremos santificar el día séptimo.

8. Por último, les dice: Vuestros novilunios y vuestros sábados no los aguanto. Mirad
cómo dice: No me son aceptos vuestros sábados dle ahora, sino el que yo he hecho,
aquél en que, haciendo descansar todas las cosas, haré el principio de un día octavo, es
decir, el principio de otro mundo. 9. Por eso justamente nosotros celebramos también
el día octavo con regocijo, por ser día en que Jesús resucitó de entre los muertos y,
después de manifestado, subió a los cielos.
El alma del cristiano, verdadero templo de Dios

XVI 1. Quiero también hablaros acerca del templo, cómo extraviados los miserables
confiaron en el edificio y no en su Dios que los creo, como si aquél fuera la casa de
Dios. 2. Pues, poco más o menos como los gentiles, le consagraron en el templo. Mas
¿cómo habla el Señor destruyéndolo? Aprendedlo : ¿Quién midio el cielo con el palmo
y la tierra con el pulgar? ¿No he sido yo?—dice el Señor? —. El cielo es mi trono y la
tierra escabel de mis pies: ¿Qué casa es ésa que me vais a edificar o cuál es el lugar
de mi descanso? Luego ya os dais cuenta de que su esperanza es vana.

3. Y por remate, otra vez les dice: He aquí que los que han destruído este templo, ellos
mismos lo edificarán. 4. Así está sucediendo, pues por haberse ellos sublevado, fué
derribado el templo por sus enemigos, y ahora hasta los mismos siervos de sus
enemigos lo van a reconstruir. 5. Además, ya estaba manifiesto cómo la ciudad, el
templo y el pueblo de Israel había de ser entregado. Dice, en efecto, la Escritura: Y
sucederá en los últimos días, y entregará el Señor las ovejas del rebaño y su majada y
su torre a la destrucción. Y conforme habló el Señor, así sucedió.

6. Pues inquiramos si existe un templo de Dios: Existe, ciertamente, allí donde Él


mismo dice que lo ha de hacer y perfeccionar. Está, efectivamente, escrito: Y será,
cumplida la semana, que se edificará el templo de Dios gloriosamente en el nombre
del Señor.

7. Hallo, pues, que existe un templo. ¿Cómo se edificará en el nombre del Señor?
Aprendedlo. Antes de creer nosotros en Dios, la morada de nuestro corazón era
corruptible y flaca, como templo verdaderamente edificado a mano, pues estaba llena
de idolatría y era casa de demonios, porque no hacíamos sino cuanto era contrario a
Dios. 8. Mas se edificará en el nombre del Señor. Atended a que el templo del Señor
se edifique gloriosamente. ¿De qué manera? Aprendedlo. Después de recibido cl
perdón de los pecados, y por nuestra esperanza en el Nombre, fuimos hechos nuevos,
creados otra vez desde el principio. Por lo cual, Dios habita verdaderamente en
nosotros, en la morada de nuestro corazón. 9. ¿De qué manera? Porque en nosotros
mora la palabra de su fe, el llamamiento de su promesa, la sabiduría dc sus
justificaciones, los mandamientos de su doctrina; profetizando Él mismo en nosotros,
morando Él en persona dentro de nosotros, abriéndonos la puerta del templo, es decir,
nuestra boca; dándonos penitencia, nos introduce a nosotros, que estábamos
esclavizados por la muerte, en el templo incorruptible. 10. Y es así que quien desea
salvarse no mira a un hombre, sino al que mora y habla dentro de sí, maravillado de no
haber oído jamás antes las palabras de la boca de quien hablaba y no tener él siquiera
deseo de escucharle. Este es templo espiritual que se edifica para el Señor.

Recapitulación
XVII 1. En cuanto cabía en lo posible y sencillo manifestároslo, mi alma confía que
por mi deseo nada he omitido de cuanto atañe a vuestra salvación. 2. En efecto, si os
escribo acerca de lo presente o de lo por venir, me temo no me entendáis, por ser cosas
envueltas en parábolas. Y de esto basta.

Los dos caminos

XVIII 1. Pues pasemos también a otro género de conocimiento y doctrina. Dos


caminos hay de doctrina y de potestad, el camino de la luz y el camino de las tinieblas.
Ahora bien, grande es la diferencia que hay entre los dos caminos. Porque sobre el uno
están apostados los ángeles de Dios, portadores de luz; sobre el otro, los ángeles de
Satanás. 2. Y el uno es Señor desde los siglos y hasta los siglos; el otro es el príncipe
del presente siglo de la iniquidad.

Descripción del camino

XIX 1. Ahora bien, el camino de la luz es como sigue: Si alguno quiere andar su
camino hacia el lugar determinado, apresúrese por medio de sus obras. Ahora bien, el
conocimiento que nos ha sido dado para caminar en él es el siguiente: 2. Amarás a
Aquel que te creó, temerás al que te formó, glorificarás al que te redimió de la muerte.
Serás sencillo de corazón y rico de espíritu. No te juntarás con los que andan por el
camino de la muerte, aborrecerás todo lo que no es agradable a Dios, odiarás toda
hipocresía, no abandonarás los mandamientos del Señor.

3. No te exaltarás a ti mismo, sino que serás humilde en todo. No te arrogarás a ti


mismo la gloria. No tomarás mal consejo contra tu prójimo. No consentirás a tu alma
la temeridad.

4. No fornicarás, no cometerás adulterio, no corromperas a los jóvenes. Cuando hables


la Palabra de Dios, que no salga de tu boca cón la impureza de algunos. No mirarás la
persona para reprender a cualquiera de su pecado. Serás manso, serás tranquilo, serás
temeroso de las palabras que has oído. No le guardarás rencor a tu hermano.

5. No vacilarás sobre si será o no será. No tomes en vano el nombre de Dios. Amarás a


tu prójimo más que a tu propia vida. No matarás a tu hijo en el seno de la madre ni,
una vez nacido, le quitarás la vida. No levantes tu mano de tu hijo o de tu hija, sino
que, desde su juventud, les enseñarás el temor del Señor.

6. No serás codicioso de los bienes de tu prójimo, no serás avaro. Tampoco te juntarás


de buena gana con los altivos, sino que tu trato será con los humildes y justos. Los
acontecimientos que te sucedieren los aceptarás como bienes, sabiendo que sin la
disposición de Dios nada sucede.
7. No serás doble ni de intención ni de lengua. Te someterás a tus amos, como a
imagen de Dios, con reverencia y temor. No mandes con acritud a tu esclavo o a tu
esclava, que esperan en el mismo Dios que tú, no sea que dejen de temer al que es
Dios de unos y otros; porque no vino Él a llamar conforme a la persona, sino aquellos
para quienes preparó su espíritu.

8. Comunicarás en todas las cosas con tu prójimo, y no dirás que las cosas son tuyas
propias, pues si en lo imperecedero sois partícipes en común, ¡cuánto más en lo
perecedero! No serás precipitado en el hablar, pues red de muerte es la boca. En
cuanto puedas, guardarás la castidad de tu alma.

9. No seas de los que extienden la mano para recibir y la encogen para dar. Amarás
como a la niña de tus ojos a todo el que te habla del Señor.

10. Te acordarás, de noche y día, del día del juicio, y buscarás cada día las personas de
los santos. Ya en el ministerio de la palabra, y caminando para consolar y meditando
para salvar un alma por la palabra, ya ocupado en oficio manual, trabajarás para
rescate de tus pecados.

11. No vacilarás en dar, ni cuando des murmurarás, sino que conocerás quien es el
buen pagador de tu galardón. Guardarás lo que recibiste, sin añadir ni quitar cosa.
Aborrecerás hasta el cabo al malvado. Juzgarás con justicia.

12. No formarás bandos, sino que guardarás la paz, tratando (le reconciliar a los que
luchan. Confesarás tus pecados. No te acercarás a la oración con conciencia mala.

Este es el camino de la luz.

El camino del "Negro"

XX 1. Mas el camino del "Negro" es torcido y lleno de maldición, pues es camino de


muerte eterna con castigo, en que están las cosas que pierden el alma de quienes lo
siguen: idolatría, temeridad, altivez de poder, hipocresía, doblez de corazón, adulterio,
asesinato, robo, soberbia, transgresión, engaño, maldad, arrogancia, hechicería, magia,
avaricia, falta de temor de Dios.

2. Perseguidores de los buenos, aborrecedores de la verdad, amadores de la mentira,


desconocedores de la recompensa de la justicia, que no sc adhieren al bien ni al juicio
justo, que no atienden a la viuda y al huérfano, que valen no para el temor de Dios, si
no para el mal, de quienes está lejos y remota la mansedumbre y la paciencia, que
aman la vanidad, que persiguen la recompensa, que no se compadecen del
menesteroso, que no sufren con el atribulado, prontos a la maledicencia,
desconocedores de Aquel que los creó, matadores de sus hijos por el aborto,
destructores de la obra de Dios, que echan de sí al necesitado, que sobreatribulan al
atribulado, abogados de los ricos, jueces inicuos de los pobres, pecadores en todo.

Exhotación final: proximidad del fin de las cosas

XXI 1. Bueno es, por ende, que, aprendido que hayamos cuantas justificaciones del
Señor quedan escritas, caminemos en ellas. Porque quien éstas cumpliere será
giorificado en el reino de Dios; mas quien escogiere lo otro, perecerá con sus obras.
De ahí la resurrección, de ahí la recompensa. 2. Si tomáis de mí algún consejo de
buena sentencia, yo suplico a los preeminentes: Tened entre vosotros a quienes hagáis
el bien. No lo omitáis. 3. Cerca está el día en que todo perecerá juntamente con el
maligno. Cerca está el Señor y su galardón.

4. Una y otra vez os lo ruego: Sed buenos legisladores de vosotros mismos, sed unos
de otros consejeros fieles, arrancad de entre vosotros toda hipocresía. 5. Y Dios, que
señorea todo el universo, os conceda sabiduría, inteligencia, ciencia, conocimiento de
sus justificaciones y paciencia.

6. Haceos discípulos de Dios, inquiriendo qué busca el Señor de vosotros, y obrad de


manera que seáis hallados en el día del juicio. 7. Y si hay algún recuerdo del bien,
mientras todo esto meditáis, acordaos de mí, a fin de que también mi deseo y vigilia
termine en algún bien. Os lo ruego, pidiéndoos gracia.

8. Mientras está todavía en vosotros el hermoso vaso, no desfallezcáis para ninguno de


entre vosotros, sino inquirid continuamente estas cosas y cumplid todo mandamiento.
Porque dignos son de cumplirse.

9. Por eso principalmente me apresuré a escribiros sobre lo que yo alcanzaba, a fin de


alegraros.

Salud, hijos de amor y paz.

El Señor de la gloria y de toda gracia sea con vuestros espíritus. Amén.

Fuente: Padres Apostólicos, por Daniel Ruiz Bueno. BAC

EPÍSTOLA A LOS CORINTIOS


Clemente de Roma
La Iglesia de Dios que reside en Roma a la Iglesia de Dios que reside en Corinto, a los
que son llamados y santificados por la voluntad de Dios por medio de nuestro Señor
Jesucristo. Gracia a vosotros y paz del Dios Todopoderoso os sea multiplicada por
medio de Jesucristo.

I. Por causa de las calamidades y reveses, súbitos y repetidos, que nos han acaecido,
hermanos, consideramos que hemos sido algo tardos en dedicar atención a las
cuestiones en disputa que han surgido entre vosotros, amados, y a la detestable
sedición, no santa, y tan ajena y extraña a los elegidos de Dios, que algunas personas
voluntariosas y obstinadas han encendido hasta un punto de locura, de modo que
vuestro nombre, un tiempo reverenciado, aclamado y encarecido a la vista de todos los
hombres, ha sido en gran manera vilipendiado. Porque, ¿quién ha residido entre
vosotros que no aprobara vuestra fe virtuosa y firme? ¿Quién no admiró vuestra
piedad en Cristo, sobria y paciente? ¿Quién no proclamó vuestra disposición
magnífica a la hospitalidad? ¿Quién no os felicitó por vuestro conocimiento perfecto y
sano? Porque hacíais todas las cosas sin hacer acepción de personas, y andabais
conforme a las ordenanzas de Dios, sometiéndoos a vuestros gobernantes y rindiendo
a los más ancianos entre vosotros el honor debido. A los jóvenes recomendabais
modestia y pensamientos decorosos; a las mujeres les encargabais la ejecución de
todos sus deberes en una conciencia intachable, apropiada y pura, dando a sus propios
maridos la consideración debida; y les enseñabais a guardar la regla de la obediencia,
y a regir los asuntos de sus casas con propiedad y toda discreción.

II. Y erais todos humildes en el ánimo y libres de arrogancia, mostrando sumisión en


vez de reclamarla, mds contentos de dar que de recibir, y contentos con las
provisiones que Dios os proveía. Y prestando atención a sus palabras, las depositabais
diligentemente en vuestros corazones, y teníais los sufrimientos de Cristo delante de
los ojos. Así se os había concedido una paz profunda y rica, y un deseo insaciable de
hacer el bien. Además, había caído sobre todos vosotros un copioso derramamiento
del Espíritu Santo; y, estando llenos de santo consejo, en celo excelente y piadosa
confianza, extendíais las manos al Dios Todopoderoso, suplicándole que os fuera
propicio, en caso de que, sin querer, cometierais algún pecado. Y procurabais día y
noche, en toda la comunidad, que el número de sus elegidos pudiera ser salvo, con
propósito decidido y sin temor alguno. Erais sinceros y sencillos, y libres de malicia
entre vosotros. Toda sedición y todo cisma era abominable para vosotros. Os sentíais
apenados por las transgresiones de vuestros prójimos; con todo, juzgabais que sus
deficiencias eran también vuestras. No os cansabais de obrar bien, sino que estabais
dispuestos para toda buena obra. Estando adornados con una vida honrosa y virtuosa
en extremo, ejecutabais todos vuestros deberes en el temor de Dios. Los
mandamientos y las ordenanzas del Señor estaban escritas en las tablas de vuestro
corazón.
III. Os había sido concedida toda gloria y prosperidad, y así se cumplió lo que está
escrito: Mi amado comió y bebió y prosperó y se llenó de gordura y empezó a dar
coces. Por ahí entraron los celos y la envidia, la discordia y las divisiones, la
persecución y el tumulto, la guerra y la cautividad. Y así los hombres empezaron a
agitarse: los humildes contra los honorables, los mal reputados contra los de gran
reputación, los necios contra los sabios, los jóvenes contra los ancianos. Por esta
causa la justicia y la paz se han quedado a un lado, en tanto que cada uno ha olvidado
el temor del Señor y quedado ciego en la fe en Él, no andando en las ordenanzas de
sus mandamientos ni viviendo en conformidad con Cristo, sino cada uno andando en
pos de las concupiscencias de su malvado corazón, pues han concebido unos celos
injustos e impíos, por medio de los cuales también la muerte entró en el mundo.

IV. Porque como está escrito: Y aconteció después de unos días, que Caín trajo del
fruto de la tierra una ofrenda a Jehová. Y Abel trajo también de los primogénitos de
sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda;
pero no prestó atención a Caín y a la ofrenda suya. Y se ensañó Caín en gran manera,
y decayó su semblante. Entonces Jehová dijo a Caín: ¿Por qué te has ensañado, y por
qué ha decaído tu semblante? Si has ofrecido rectamente y no has dividido
rectamente, ¿no has pecado? ¡Calla! Con todo esto, él se volverá a ti y tú te
enseñorearás de él. Y dijo Caín a su hermano Abel. Salgamos a la llanura. Y
aconteció que estando ellos en la llanura, Caín se levantó contra su hermano Abel y
lo mató. Veis, pues, hermanos, que los celos y la envidia dieron lugar a la muerte del
hermano. Por causa de los celos, nuestro padre Jacob tuvo que huir de delante de Esaú
su hermano. Los celos fueron causa de que José fuera perseguido a muerte, y cayera
incluso en la esclavitud. Los celos forzaron a Moisés a huir de delante de Faraón, rey
de Egipto, cuando le dijo uno de sus paisanos: ¿Quién te ha puesto por juez entre
nosotros? ¿Quieres matarme, como ayer mataste al egipcio? Por causa de los celos
Aarón y Miriam tuvieron que alojarse fuera del campamento. Los celos dieron como
resultado que Datán y Abiram descendieran vivos al Hades, porque hicieron sedición
contra Moisés el siervo de Dios. Por causa de los celos David fue envidiado no sólo
por los filisteos, sino perseguido también por Saúl [rey de Israel].

V. Pero, dejando los ejemplos de los días de antaño, vengamos a los campeones que
han vivido más cerca de nuestro tiempo. Pongámonos delante los nobles ejemplos que
pertenecen a nuestra generación. Por causa de celos y envidia fueron perseguidos y
acosados hasta la muerte las mayores y más íntegras columnas de la Iglesia. Miremos
a los buenos apóstoles. Estaba Pedro, que, por causa de unos celos injustos, tuvo que
sufrir, no uno o dos, sino muchos trabajos y fatigas, y habiendo dado su testimonio, se
fue a su lugar de gloria designado. Por razón de celos y contiendas Pablo, con su
ejemplo, señaló el premio de la resistencia paciente. Después de haber estado siete
veces en grillos, de haber sido desterrado, apedreado, predicado en el Oriente y el
Occidente, ganó el noble renombre que fue el premio de su fe, habiendo enseñado
justicia a todo el mundo y alcanzado los extremos más distantes del Occidente; y
cuando hubo dado su testimonio delante de los gobernantes, partió del mundo y fue al
lugar santo, habiendo dado un ejemplo notorio de resistencia paciente.

VI. A estos hombres de vidas santas se unió una vasta multitud de los elegidos, que
en muchas indignidades y torturas, víctimas de la envidia, dieron un valeroso ejemplo
entre nosotros. Por razón de los celos hubo mujeres que fueron perseguidas, después
de haber sufrido insultos crueles e inicuos, +como Danaidas y Dirces+, alcanzando
seguras la meta en la carrera de la fe, y recibiendo una recompensa noble, por más que
eran débiles en el cuerpo. Los celos han separado a algunas esposas de sus maridos y
alterado el dicho de nuestro padre Adán: Ésta es ahora hueso de mis huesos y carne de
mi carne. Los celos y las contiendas han derribado grandes ciudades y han
desarraigado grandes naciones.

VII. Estas cosas, amados, os escribimos no sólo con carácter de admonición, sino
también para haceros memoria de nosotros mismos. Porque nosotros estamos en las
mismas listas y nos está esperando la misma oposición. Por lo tanto, pongamos a un
lado los pensamientos vanos y ociosos; y conformemos nuestras vidas a la regla
gloriosa y venerable que nos ha sido transmitida; y veamos lo que es bueno y
agradable y aceptable a la vista de Aquel que nos ha hecho. Pongamos nuestros ojos
en la sangre de Cristo y démonos çuenta de lo precioso que es para su Padre, porque
habiendo sido derramado por nuestra salvación, ganó para todo el mundo la gracia del
arrepentimiento. Observemos todas las generaciones en orden, y veamos que de
generación en generación el Señor ha dado oportunidad para el arrepentimiento a
aquellos que han deseado volverse a Él. Noé predicó el arrepentimiento, y los que le
obedecieron se salvaron. Jonás predicó la destrucción para los hombres de Nínive;
pero ellos, al arrepentirse de sus pecados, obtuvieron el perdón de Dios mediante sus
súplicas y recibieron salvación, por más que eran extraños respecto a Dios.

VIII. Los ministros de la gracia de Dios, por medio del Espíritu Santo, hablaron
referente al arrepentimiento. Sí, y el Señor del universo mismo habló del
arrepentimiento con un juramento: Vivo yo, dice el Señor, que no me complazco en la
muerte del malvado, sino en que se arrepienta; y añadió también un juicio
misericordioso: Arrepentíos, oh casa de Israel, de vuestra iniquidad; decid a los hijos
de mi pueblo: Aunque vuestros pecados lleguen desde la tierra al cielo, y aunque sean
más rojos que el carmesí y más negros que la brea, y os volvéis a mí de todo corazón
y decís Padre, yo os prestaré oído como a un pueblo santo. Y en otro lugar dice de
esta manera: Lavaos, limpiaos, quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de
mis ojos; dejad de hacer lo malo; aprended a hacer lo bueno; buscad la justicia;
defended al oprimido, juzgad la causa del huérfano, haced justicia a la viuda. Venid
luego, dice Jehová, y estemos a cuenta; aunque vuestros pecados sean como la grana,
como la nieve serán emblanquecidos; aunque sean rojos como el carmesí, vendrán a
ser como blanca lana. Si queréis y obedecéis, comeréis el bien de la tierra; si rehusáis
y sois rebeldes, seréis consumidos a espada; porque la boca de Jehová Lo ha dicho.
Siendo así, pues, que Él desea que todos sus amados participen del arrepentimiento, lo
confirmó con un acto de su voluntad poderosa.

IX. Por lo cual seamos obedientes a su voluntad excelente y gloriosa, y


presentémonos como suplicantes de su misericordia y bondad, postrémonos ante Él y
recurramos a sus compasiones prescindiendo de labores y esfuerzos vanos y de celos
que llevan a la muerte. Fijemos nuestros ojos en aquellos que ministraron de modo
perfecto a su gloria excelente. Miremos a Enoc, el cual, habiendo sido hallado justo en
obediencia, fue arrebatado al cielo y no fue hallado en su muerte. Noé, habiendo sido
fiel en su ministerio, predicó regeneración al mundo, y por medio de él el Señor salvó
a las criaturas vivientes que entraron en el arca de la concordia.

X. Abraham, que fue llamado el «amigo», fue hallado fiel en haber rendido
obediencia a las palabras de Dios. Por medio de la obediencia partió de su tierra y su
parentela y de la casa de su padre, para que, abandonando una tierra escasa y una
reducida parentela y una casa mediocre, pudiera heredar las promesas de Dios. Porque
Él le dijo: Vete de tu tierra y de tu parentela y de la casa de tu padre a la tierra que te
mostraré. Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré; y engrandeceré tu nombre y
serás bendición. Bendeciré a los que te bendigan y a los que te maldigan maldeciré; y
serán benditas en ti todas las familias de la tierra. Y de nuevo, cuando se separó de
Lot, les dijo: Alza ahora tus ojos, y mira desde el lugar donde estás hacia el norte y el
sur, y al oriente y al occidente. Porque toda la tierra que ves, la doré a ti y a tu
descendencia para siempre. Y haré tu descendencia como el polvo de la tierra; que si
alguno puede contar el polvo de la tierra, también tu descendencia será contada. Y de
nuevo dice: Dios hizo salir a Abraham y le dijo: Mira ahora los cielos, y cuenta las
estrellas, si las puedes contar. Así será tu descendencia. Y Abraham creyó a Jehová, y
le fue contado por justicia. Por su fe y su hospitalidad le fue concedido un hijo siendo
anciano, y en obediencia lo ofreció a Dios en sacrificio en uno de los montes que Él le
mostró.

XI. Por su hospitalidad y piedad Lot fue salvado de Sodoma, cuando todo el país de
los alrededores fue juzgado por medio de fuego y azufre; el Señor con ello anunció
que no abandona a los que han puesto su esperanza en Él, y que destina a castigo y
tormento a los que se desvían. Porque cuando la esposa de Lot hubo salido con él, no
estando ella de acuerdo y pensando de otra manera, fue destinada a ser una señal de
ello, de modo que se convirtió en una columna de sal hasta este día, para que todos los
hombres supieran que los indecisos y los que dudan del poder de Dios son puestos
para juicio y ejemplo a todas las generaciones.

XII. Por su fe y su hospitalidad fue salvada Rahab la ramera. Porque cuando Josué
hijo de Nun envió a los espías a Jericó, el rey del país averiguó que ellos habían ido a
espiar su tierra, y envió a algunos hombres para que se apoderaran de ellos y después
les dieran muerte. Por lo que la hospitalaria ramera los recibió y los escondió, en el
terrado, bajo unos manojos de lino. Y cuando los mensajeros del rey llegaron y le
dijeron: Saca a los hombres que han venido a ti, y han entrado en tu casa; porque han
venido para espiar la tierra, ella contestó: Es verdad que los que buscáis vinieron a
mt, pero se marcharon al poco y están andando por su camino; y les indicó el camino
opuesto. Y ella dijo a los hombres: Sé que Jehová os ha dado esta ciudad; porque el
temor de vosotros ha caldo sobre sus habitantes. Cuando esto acontezca y toméis la
tierra, salvadme a mí y la casa de mi padre. Y ellos le contestaron: Será tal como tú
nos has hablado. Cuando adviertas que estamos llegando, reunirás a los tuyos debajo
de tu techo, y serán salvos; porque cuantos sean hallados fuera de la casa, perecerán.
Y además le dieron una señal, que debía colgar fuera de la casa un cordón de grana,
mostrando con ello de antemano que por medio de la sangre del Señor habrá redención
para todos los que creen y esperan en Dios. Veis pues, amados, que se halla en la
mujer no sólo fe, sino también profecía.

XIII. Seamos, pues, humildes, hermanos, poniendo a un lado toda arrogancia y


engreimiento, y locura e ira, y hagamos lo que está escrito. Porque el Espíritu Santo
dice: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el
rico se alabe en sus riquezas; mas el que se alabe que lo haga en el Señor, que le
busca y hace juicio y justicia; y, sobre toda~ recordando las palabras del Señor Jesús,
que dijo, enseñando indulgencia y longanimidad: Tened misericordia, y recibiréis
misericordia; perdonad, y seréis perdonados. Lo que hagáis, os lo harán a vosotros.
Según deis, os será dado. Según juzguéis, seréis juzgados. Según mostréis
misericordia, se os mostrará misericordia. Con la medida que midáis se os volverá a
medir. Afiancémonos en este mandamiento y estos preceptos, para que podamos andar
en obediencia a sus santas palabras, con ánimo humilde. Porque la palabra santa dice:
¿A quién miraré, sino a aquel que es manso y humilde de espíritu y teme mis
palabras?

XIV. Por tanto, es recto y apropiado, hermanos, que seamos obedientes a Dios, en
vez de seguir a los que, arrogantes y díscolos, se han puesto a sí mismos como
caudillos en una contienda de celos abominables. Porque nos acarrearemos, no un
daño corriente, sino más bien un gran peligro si nos entregamos de modo temerario a
los propósitos de los hombres que se lanzan a contiendas y divisiones, apartándonos
de lo que es recto. Seamos, pues, buenos los unos hacia los otros, según la compasión
y dulzura de Aquel que nos ha hecho. Porque está escrito: Los rectos habitarán la
tierra, y los inocentes permanecerán en ella; mas los transgresores serán cortados y
desarraigados de ella. Y de nuevo dice: Vi al impío elevado y exaltado como los
cedros del Líbano. Y pasé, y he aquí ya no estaba; y busqué su lugar, y no lo encontré.
Guarda la inocencia, y mira la justicia; porque hay un remanente para el pacífico.

XV. Por tanto, hemos de adherirnos a los que practican la paz con la piedad, y no a
los que desean la paz con disimulo. Porque Él dice en cierto lugar: Este pueblo de
labios me honra, pero su corazón está lejos de mí; y también: Bendicen con la boca,
pero maldicen con su corazón. Y de nuevo Él dice: Le lisonjeaban con su boca, y con
su lengua le mentían, pues sus corazones no eran rectos con él, ni se mantuvieron
firmes en su pacto. Por esta causa, enmudezcan los labios mentirosos, y callen los que
profieren insolencias contra el justo. Y de nuevo: Arranque Jehová todos los labios
lisonjeros, y la lengua que habla jactanciosamente; a los que han dicho:
Engrandezcamos nuestra lengua; nuestros labios son nuestros, ¿quién es señor sobre
nosotros? A causa de la opresión del humilde y el gemido de los menesterosos, ahora
me levantaré, dice Jehová; le pondré en seguridad; haré grandes cosas por él.

XVI. Porque Cristo está con los que son humildes de corazón y no con los que se
exaltan a sí mismos por encima de la grey. El cetro [de la majestad] de Dios, a saber,
nuestro Señor Jesucristo, no vino en la pompa de arrogancia o de orgullo, aunque
podría haberlo hecho, sino en humildad de corazón, según el Espíritu Santo habló,
diciendo: Porque dijo: ¿Quién ha creído a nuestro anuncio? ¿Ya quién se ha revelado
el brazo de Jehová? Lo anunciamos en su presencia. Era como un niño, como una
raíz en tierra seca. No hay apariencia en Él, ni gloria. Y le contemplamos, y no había
en Él apariencia ni hermosura, sino que su apariencia era humilde, inferior a la
forma de los hombres. Era un hombre expuesto a azotes y trabajo, experimentado en
quebrantos; porque su rostro estaba vuelto. Fue despreciado y desechado. Llevó
nuestros pecados y sufrió dolor en lugar nuestro; y nosotros le consideramos herido y
afligido. Y Él fue herido por nuestros pecados y afligido por nuestras iniquidades. El
castigo de nuestra paz es sobre Él. Con sus llagas fuimos nosotros’ sanados. Todos
nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su propio camino; y el Señor
lo entregó por nuestros pecados. Y Él no abre su boca aunque es afligido. Como una
oveja fue llevado al matadero; y como un cordero delante del trasquilador, es mudo y
no abre su boca. En su humillación su juicio le fue quitado. Su generación ¿quién la
declarará? Porque su vida fue cortada de la tierra. Por las iniquidades de mi pueblo
he llegado a la muerte. Daré a los impíos por su sepultura, y a los ricos por su
muerte; porque no obró iniquidad, ni fue hallado engaño en su boca. Y el Señor desea
limpiarle de sus heridas. Si hacéis ofrenda por el pecado, vuestra alma verá larga
descendencia. Y el Señor desea quitarle el padecimiento de su alma, mostrarle luz y
moldearle con conocimiento, para justificar al Justo que es un buen siervo para
muchos. Y Él llevará los pecados de ellos. Por tanto heredará a muchos, y dividirá
despojos con los fuertes; porque su alma fue entregada a la muerte, y fue contado
como los transgresores; y Él llevó los pecados de muchos, y por sus pecados fue
entregado. Y de nuevo, Él mismo dice: Mas yo soy gusano y no hombre; oprobio de
los hombres y despreciado del pueblo. Todos los que me ven me escarnecen; tuercen
los labios, menean la cabeza, diciendo: Esperó en el Señor, que le libre; sálvele,
puesto que en él se complacía. Veis, queridos hermanos, cuál es el ejemplo que nos ha
sido dado; porque si el Señor era humilde de corazón de esta manera, ¿qué deberíamos
hacer nosotros; que por Él hemos sido puestos bajo el yugo de su gracia?

XVII. Iimitemos a los que anduvieron de un lugar a otro en pieles de cabras y pieles
de ovejas, predicando la venida de Cristo. Queremos decir Elías y Eliseo y también
Ezequiel, los profetas, y aquellos que han merecido un buen nombre. Abraham
alcanzó un nombre excelente y fue llamado el amigo de Dios; y contemplando
firmemente la gloria de Dios, dice en humildad de corazón: Pero yo soy polvo y
ceniza. Además, también se ha escrito con respecto a Job: Y Job era justo y sin tacha,
temeroso de Dios y se abstenía del mal. Con todo, él mismo se acusa diciendo: Ningún
hombre está libre de inmundicia; no, ni aun si su vida dura sólo un día. Moisés fue
llamado fiel en toda su casa, y por medio de su ministración Dios juzgó a Egipto con
las plagas y los tormentos que les ocurrieron. Y él también, aunque altamente
glorificado, no pronunció palabras orgullosas sino que dijo, al recibir palabra de Dios
en la zarza: ¿Quién soy yo para que me envíes a mí? No, yo soy tardo en el habla y
torpe de lengua. De nuevo dijo: Yo soy humo de la olla.

XVII. Pero, ¿qué diremos de David que obtuvo un buen nombre?, del cual dijo: He
hallado a un hombre conforme a mi corazón, David, el hijo de Jsaí, con misericordia
eterna le he ungido. También dijo David a Dios: Ten misericordia de mí, oh Dios,
conforme a tu gran misericordia; y conforme. a la multitud de tus compasiones, borra
mi iniquidad. Ltmpiame más aún de mi iniquidad, y lávame de mi pecado. Porque
reconozco mi iniquidad, y mi pecado está siempre delante de mí. Contra Ti sólo he
pecado, y he hecho lo malo delante de tu vista; para que Tú seas justificado en tus
palabras, y puedas vencer en tu alegación. Porque he aquí fui concebido en iniquidad,
y en pecados me llevó mi madre. Porque he aquí Tú amas la verdad; Tú me has
mostrado cosas oscuras y escondidas de tu sabiduría. Tú me rociarás con hisopo y
seré limpiado. Tú me lavarás, y pasaré a ser más blanco que la nieve. Tú me harás oír
gozo y alegría. Los huesos que han sido humillados se regocijarán. Aparta tu rostro
de mis pecados, y borra todas mis iniquidades. Hazme un corazón limpio dentro de
mí, oh Dios, y renueva un espíritu recto en mis entrañas. No me eches de tu presencia,
y no me quites tu Santo Espíritu. Restáurame el gozo de tu salvación, y corrobórame
con un espíritu de gobierno. Enseñaré tus caminos a los pecadores, y los impíos se
convertirán a Ti. Líbrame de la culpa de sangre, oh Dios, Dios de mi salvación. Mi
lengua se regocijará en tu justicia. Señor, tú abrirás mi boca, y mis labios declararán
tu alabanza. Porque si Tú hubieras deseado sacrificio, te lo habría dado; de
holocaustos enteros no te agradas. El sacrificio para Dios es un espíritu contrito; un
corazón contrito y humillado Dios no lo desprecia.

XIX. Así pues, la humildad y sumisión de tantos hombres y tan importantes, que de
este modo consiguieron un buen nombre por medio de la obediencia, nos ha hecho
mejores no sólo a nosotros, sino también a las generaciones que fueron antes que
nosotros, a saber, las que recibieron sus palabras en temor y verdad. Viendo, pues, que
somos partícipes de tantos hechos grandes y gloriosos, apresurémonos a volver al
objetivo de la paz que nos ha sido entregado desde el principio, y miremos fijamente
al Padre y Autor de todo el mundo, y mantengámonos unidos a sus excelentes dones
de paz y beneficios. Contemplémosle en nuestra mente, y miremos con los ojos del
alma su voluntad paciente y sufrida. Notemos cuán libre está de ira hacia todas sus
criaturas.

XX. Los cielos son movidos según sus órdenes y le obedecen en paz. Día y noche
realizan el curso que Él les ha asignado, sin estorbarse el uno al otro. El sol y la luna y
las estrellas movibles dan vueltas en armonía, según Él les ha prescrito, dentro de los
límites asignados, sin desviarse un punto. La tierra, fructífera en cumplimiento de su
voluntad en las estaciones apropiadas, produce alimento que es provisión abundante
para hombres y bestias y todas las criaturas vivas que hay en ella, sin disentir en nada,
ni alterar nada de lo que Él ha decretado. Además, las profundidades inescrutables de
los abismos y los inexpresables +estatutos+ de las regiones inferiores se ven
constreñidos por las mismas ordenanzas. El mar inmenso, recogido por obra suya en
un lugar, no pasa las barreras de que está rodeado; sino que, según se le ordenó, así lo
cumple. Porque El dijo: Hasta aquí llegarás, y tus olas se romperán dentro de ti. El
océano que el hombre no puede pasar, y los mundos más allá del mismo, son dirigidos
por las mismas ordenanzas del Señor. Las estaciones de la primavera, el verano, el
otoño y el invierno se suceden la una a la otra en paz. Los vientos en sus varias
procedencias en la estación debida, cumplen su ministerio sin perturbación; y las
fuentes de flujo incesante, creadas para el goce y la salud, no cesan de manar
sosteniendo la vida de los hombres. Todas estas cosas el gran Creador y Señor del
universo ordenó que se mantuvieran en paz y concordia, haciendo bien a todos, pero
mucho más que al resto, a nosotros, los que nos hemos refugiado en las misericordias
clementes de nuestro Señor Jesucristo, al cual sea la gloria y la majestad para siempre
jamás. Amén

XXI. Estad atentos, pues, hermanos, para que sus beneficios, que son muchos, no se
vuelvan en juicio contra nosotros, si no andamos como es digno de El, y hacemos las
cosas que son buenas y agradables a su vista, de buen grado. Porque Él dijo en cierto
lugar: El Espíritu del Señor es una lámpara que escudriña las entrañas. Veamos cuán
cerca está, y que ninguno de nuestros pensamientos o planes que hacemos se le
escapa. Por tanto, es bueno que no nos apartemos de su voluntad. Es mejor que
ofendamos a hombres necios e insensatos que se exaltan y enorgullecen en la
arrogancia de sus palabras que no que ofendamos a Dios. Sintamos el temor del Señor
Jesu[cristo], cuya sangre fue entregada por nosotros. Reverenciemos a nuestros
gobernantes; honremos a nuestros ancianos; instruyamos a nuestros jóvenes en la
lección del temor de Dios. Guiemos a nuestras mujeres hacia lo que es bueno: que
muestren su hermosa disposición de pureza; que prueben su afecto sincero de bondad;
que manifiesten la moderación de su lengua por medio del silencio; que muestren su
amor, no en preferencias partidistas, sino sin parcialidad hacia todos los que temen a
Dios, en santidad. Que nuestros hijos sean participantes de la instrucción que es en
Cristo; que aprendan que la humildad de corazón prevalece ante Dios, qué poder tiene
ante Dios el amor casto, que el temor de Dios es bueno y grande y salva a todos los
que andan en él en pureza de corazón y santidad. Porque Él escudriña las intenciones y
los deseos; su aliento está en nosotros, y cuando Él se incline a hacerlo, lo va a quitar.

XXII. Ahora bien, todas estas cosas son confirmadas por la fe que hay en Cristo;
porque Él mismo, por medio del Espíritu Santo, nos invita así: Venid a mí, hijos,
escuchadme y os enseñaré el temor del Señor. ¿Quién es el hombre que desea vida,
que busca muchos días para ver el bien? Guarda tu lengua del mal y tus labios de
hablar engaño. Apártate del mal y haz el bien; busca la paz, y corre tras ella. Los ojos
de Jehová están sobre los justos, y sus oídos atentos a sus oraciones. Pero el rostro
del Señor está sobre los que hacen mal, para destruir su recuerdo de la tierra.
Claman los justos, y Jehová oye, y los libra de todas sus angustias. Muchos son los
males del justo, y de todos ellos le librará Jehová. Y también: Muchos dolores habrá
para el pecador, mas al que espera en Jehová le rodeará la misericordia.

XXIII. El Padre, que es compasivo en todas las cosas, y dispuesto a hacer bien, tiene
compasión de los que le temen, y con bondad y amor concede sus favores a aquellos
que se acercan a Él con sencillez de corazón. Por tanto, no seamos indecisos ni
consintamos que nuestra alma se permita actitudes vanas y ociosas respecto a sus
dones excelentes y gloriosos. Que no se nos aplique este pasaje de la escritura que
dice: Desventurado el de doble ánimo, que duda en su alma y dice: Estas cosas oímos
en los días de nuestros padres también, y ahora hemos llegado a viejos, y ninguna de
ellas nos ha acontecido. Insensatos, comparaos a un árbol; pongamos una vid.
Primero se le caen las hojas, luego sale un brote, luego una hoja, luego una flor, más
tarde un racimo agraz, y luego un racimo maduro. Como veis, en poco tiempo el fruto
del árbol llega a su sazón. Verdaderamente pronto y súbitamente se realizará su
voluntad, de lo cual da testimonio también la escritura, al decir: Su hora está al caer, y
no se demorará; y el Señor vendrá súbitamente a su templo; el Santo, a quien vosotros
esperáis.

XXIV. Entendamos, pues, amados, en qué forma el Señor nos muestra


continuamente la resurrección que vendrá después; de la cual hizo al Señor Jesucristo
las primicias, cuando le levantó de los muertos. Consideremos, amados, la
resurrección que tendrá lugar a su debido tiempo. El día y la noche nos muestran la
resurrección. La noche se queda dormida, y se levanta el día; el día parte, y viene la
noche. Consideremos los frutos, cómo y de qué manera tiene lugar la siembra. El
sembrador sale y echa sobre la tierra cada una de las semillas, y éstas caen en la tierra
seca y desnuda y se descomponen; pero entonces el Señor en su providencia hace
brotar de sus restos nuevas plantas, que se multiplican y dan fruto.

XXV. Consideremos la maravillosa señal que se ve en las regiones del oriente, esto
es, en las partes de Arabia. Hay un ave, llamada fénix. Esta es la única de su especie,
vive quinientos años; y cuando ha alcanzado la hora de su disolución y ha de morir, se
hace un ataúd de incienso y mirra y otras especias, en el cual entra en la plenitud de su
tiempo, y muere. Pero cuando la carne se descompone, es engendrada cierta larva, que
se nutre de la humedad de la criatura muerta y le salen alas. Entonces, cuando ha
crecido bastante, esta larva toma consigo el ataúd en que se hallan los huesos de su
progenitor, y los lleva desde el país de Arabia al de Egipto, a un lugar llamado la
Ciudad del Sol; y en pleno día, y a la vista de todos, volando hasta el altardel Sol, los
deposita allí; y una vez hecho esto, emprende el regreso. Entonces los sacerdotes
examinan los registros de los tiempos, y encuentran que ha venido cuando se han
cumplido los quinientos años.

XXVI. ¿Pensamos, pues, que es una cosa grande y maravillosa si el Creador del
universo realiza la resurrección de aquellos que le han servido con santidad en la
continuidad de una fe verdadera, siendo así que Él nos muestra incluso por medio de
un ave la magnificencia de su promesa? Porque Él dice en cierto lugar: Y tú me
levantarás, y yo te alabaré; y: Me acosté y dormí, y desperté; porque Tú estabas
conmigo. Y también dice Job: Tú levantarás esta mi carne, que ha soportado todas
estas cosas.

XXVII. Con esta esperanza, pues, que nuestras almas estén unidas a Aquel que es
fiel en sus promesas y recto en sus juicios. El que manda que no se mienta, con mayor
razón no mentirá; porque nada es imposible para Dios, excepto el mentir. Por tanto,
que nuestra fe en Él se enardezca dentro de nosotros, y comprendamos que todas las
cosas están cercanas para Él. Con una palabra de su majestad formó el universo; y con
una palabra puede destruirlo. Quién le dirá: ¿Qué has hecho?; o ¿quién resistirá el
poder de su fuerza? Cuando quiere, y si quiere, puede hacer todas las cosas; y ni una
sola cosa dejará de ocurrir de las que Él ha decretado. Todas las cosas están ante su
vista, y nada se escapa de su control, puesto que Los cielos declaran la gloria de Dios,
y el firmamento proclamo la obra de sus manos. Un día da palabra al otro día, y la
noche proclama conocimiento á la otra noche; y no hay palabras ni discursos ni se
oye voz alguna.

XXVIII. Siendo así, pues, que todas las cosas son vistas y oídas, tengámosle temor,
y abandonemos todos los deseos abominables de las malas obras, para que podamos
ser protegidos por su misericordia en los juicios futuros. Porque, ¿adónde va a escapar
cualquiera de nosotros de su mano fuerte? ¿Y qué mundo va a recibir a cualquiera que
deserta de su servicio? Porque la santa escritura dice en cierto lugar: ¿Adónde iré, y
dónde me esconderé de tu presencia? Si asciendo a los cielos, allí estás tú; si voy a los
confines más distantes de la tierra, allí está tu diestra; y si me escondo en las
profundidades, allí está tu Espíritu. ¿Adónde, pues, podrá uno esconderse, adónde
podrá huir de Aquel que abarca todo el universo?

XXIX. Por tanto, acerquémonos a Él en santidad de alma, levantando nuestras


manos puras e inmaculadas a Él, con amor hacia nuestro Padre bondadoso y
compasivo, el cual ha hecho de nosotros su porción elegida. Porque está escrito:
Cuando el Altísimo dividió a las naciones, cuando dispersó a los hijos de Adán,
estableció los límites de las naciones según el número de los ángeles de Dios. Su
pueblo Jacob pasó a ser la porción del Señor, e Israel la medida de su herencia. Y en
otro lugar dice: He aquí, el Señor toma para sí una nación de entre las naciones como
un hombre toma las primicias de su era; y el lugar santísimo saldrá de esta nación.

XXX. Viendo, pues, que somos una porción especial de un Dios santo, hagamos
todas las cosas como corresponde a la santidad, abandonando las malas palabras,
intereses impuros y abominables, borracheras y tumultos y concupiscencias
detestables, adulterio abominable, orgullo despreciable; porque Dios (dice la
Escritura) resiste al orgulloso y da gracia al humilde. Por tanto mantengámonos
unidos a aquellos a quienes Dios da gracia. Vistámonos según corresponde, siendo
humildes de corazón y templados, apartándonos de murmuraciones y habladurías
ociosas, siendo justificados por las obras y no por las palabras. Porque Él dice: El que
habla mucho, tendrá que oír mucho también. ¿Cree que es justo el que habla mucho?
Bienaventurado es el nacido de mujer que vive corto tiempo. No seas abundante en
palabras. Que nuestra alabanza sea de Dios, no de nosotros mismos; porque Dios
aborrece a los que se alaban a sí mismos. Que el testimonio de que obramos bien lo
den los otros, como fue dado de nuestros padres que eran justos. El atrevimiento, la
arrogancia y la audacia son para los que son malditos de Dios; pero la paciencia y la
humildad y la bondad convienen a los que son benditos de Dios.

XXXI. Por tanto acojámonos a su bendición y veamos cuáles son las formas de
bendición. Estudiemos los datos de las cosas que han sucedido desde el comienzo.
¿Por qué fue bendecido nuestro padre Abraham? ¿No fue debido a que obró justicia y
verdad por medio de la fe? Isaac, con confianza, como conociendo el futuro, fue
llevado a un sacrificio voluntario. Jacob con humildad partió de su tierra a causa de su
hermano, y fue a casa de Labán y le sirvió; y le fueron concedidas las doce tribus de
Israel.

XXXII. Si alguno los considera uno por uno con sinceridad, comprenderá la
magnificencia de los dones que Él nos concede. Porque de Jacob son todos los
sacerdotes y levitas que ministran en el altar de Dios; de él es el Señor Jesús con
respecto a la carne; de él son reyes y gobernantes y soberanos de la línea de Judá; sí, y
el resto de las tribus son tenidas en un honor no pequeño, siendo así que Dios
prometió diciendo: Tu simiente será como las estrellas del cielo. Todos ellos fueron,
pues, glorificados y engrandecidos, no por causa de ellos mismos o de sus obras, o sus
actos de justicia que hicieron, sino por medio de su voluntad. Y así nosotros, habiendo
sido llamados por su voluntad en Cristo Jesús, no nos justificamos a nosotros
mismos,o por medio de nuestra propia sabiduría o entendimiento o piedad u obras que
hayamos hecho en santidad de corazón, sino por medio de la fe, por la cual el Dios
Todopoderoso justifica a todos los hombres que han sido desde el principio; al cual
sea la gloria para siempre jamás. Amén.
XXXIII. ¿Qué hemos de hacer, pues, hermanos? ¿Hemos de abstenemos
ociosamente de hacer bien, hemos de abandonar el amor? Que el Señor no permita que
nos suceda tal cosa; sino apresurémonos con celo y tesón en cumplir toda buena obra.
Porque el Creador y Señor del mismo universo se regocija en sus obras. Porque con su
poder sumo Él ha establecido los cielos, y en susabiduría incomprensible los ha
ordenado. Y la tierra Él la separó del agua que la rodeaba, y la puso firme en el
fundamento seguro de su propia voluntad; y a las criaturas vivas que andan en ella Él
les dió existencia con su ordenanza. Habiendo, pues, creado el mar y las criaturas
vivas que hay en él, Él lo incluyó todo bajo su poder. Sobre todo, como la obra mayor
y más excelente de su inteligencia, con sus manos sagradas e infalibles Él formó al
hombre a semejanza de su propia imagen. Porque esto dijo Dios: Hagamos al hombre
según nuestra imagen y nuestra semejanza. Y Dios hizo al hombre; varón y hembra
los hizo Él. Habiendo, pues, terminado todas estas cosas, las elogió y las bendijo y
dijo: Creced y multiplicaos. Hemos visto que todos los justos estaban adornados de
buenas obras. Sí, y el mismo Señor, habiéndose adornado Él mismo con obras, se
gozó. Viendo, pues, que tenemos este ejemplo, apliquémonos con toda diligencia a su
voluntad; hagamos obras de justicia con toda nuestra fuerza.

XXXIV. El buen obrero recibe el pan de su trabajo con confianza, pero el holgazán
y descuidado no se atreve a mirar a su amo a la cara. Es, pues, necesario que seamos
celosos en el bien obrar, porque de Él son todas las cosas; puesto que Él nos advierte
de antemano, diciendo: He aquí, el Señor, y su recompensa viene con él; y su paga va
delante de él, para recompensar a cada uno según su obra. El nos exhorta, pues, a
creer en Él de todo corazón, y a no ser negligentes ni descuidados en toda buena obra.
Gloriémonos y confiemos en Él; sometámonos a su voluntad; consideremos toda la
hueste de sus ángeles, cómo están a punto y ministran su voluntad. Porque la escritura
dice: Diez millares de diez millares estaban delante de El, y millares de millares le
servían; y exclamaban: Santo, santo, santo es Jehová de los ejércitos; toda la
creación está llena de su gloria. Sí, y nosotros, pues, congregados todos concordes y
con la intención del corazón, clamemos unánimes sinceramente para que podamos ser
hechos partícipes de sus promesas grandes y gloriosas. Porque Él ha dicho: Ojo no ha
visto ni oído ha percibido, ni ha entrado en el corazón del hombre, qué grandes cosas
Él tiene preparadas para los que pacientemente esperan en Él.

XXXV. ¡Qué benditos y maravillosos son los dones de Dios, amados! ¡Vida en
inmortalidad, esplendor en justicia, verdad en osadía, fe en confianza, templanza en
santificación! Y todas estas cosas nosotros las podemos obtener. ¿Qué cosas, pues,
pensáis que hay preparadas para los que esperan pacientemente en Él? El Creador y
Padre de las edades, el Santo mismo, conoce su número y su hermosura.
Esforcémonos, pues, para que podamos ser hallados en el número de los que esperan
pacientemente en Él, para que podamos ser partícipes de los dones prometidos. Pero,
¿cómo será esto, amados? Si nuestra mente está fija en Dios por medio de la fe; si
buscamos las cosas que le son agradables y aceptables; si realizamos aquí las cosas
que parecen bien a su voluntad infalible y seguimos el camino de la verdad,
desprendiéndonos de toda injusticia, iniquidad, avaricia, contiendas, malignidades y
engaños, maledicencias y murmuraciones, aborrecimiento a Dios, orgullo y
arrogancia, vanagloria e inhospitalidad. Porque todos los que hacen estas cosas son
aborrecidos por Dios; y no sólo los que las hacen, sino incluso los que las consienten.
Porque la escritura dice: Pero al pecador dijo Dios: ¿Por qué declaras mis
ordenanzas, y pones mi pacto en tus labios? Tú aborreces mi enseñanza, y echaste mis
palabras a tu espalda. Si ves a un ladrón, te unes a él, y con los adúlteros escoges tu
porción. Tu boca multiplica maldades y tu lengua teje engaños. Te sientas y hablas
mal de tu hermano, y contra el hijo de tu madre pones piedra de tropiezo. Tú has
hecho estas cosas y guardas silencio. ¿Pensaste, hombre injusto, que yo sería como
tú? Pero te redargüiré y las pondré delante de tus ojos. Entended, pues, estas cosas,
los que os olvidáis de Dios, no sea que os desgarre como un león y no haya quien os
libre. El sacrificio de alabanza me glorificará, y éste es el camino en que le mostraré
la salvación de Dios.

XXXVI. Ésta es la manera, amados, en que encontramos nuestra salvación, a saber,


Jesucristo el Sumo Sacerdote de nuestras ofrendas, el guardián y ayudador en nuestras
debilidades. Fijemos nuestra mirada, por medio de Él, en las alturas de los cielos; por
medio de Él contemplamos como en un espejo su rostro intachable y excelente; por
medio de Él fueron abiertos los ojos de nuestro corazón; por medio de Él nuestra
mente insensata y entenebrecida salta a la luz; por medio de Él el Señor ha querido
que probemos el conocimiento inmortal; el cual, siendo el resplandor de su majestad,
es muy superior a los ángeles, puesto que ha heredado un nombre más excelente que
ellos. Porque está escrito: El que hace a sus ángeles espíritus y a sus ministros llama
de fuego; pero de su Hijo el Señor dice esto: Mi Hijo eres tú, yo te he engendrado hoy.
Pídeme y te daré a los gentiles por heredad, y los extremos de la tierra por posesión
tuya. Y también le dice: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por
estrado de tus pies. ¿Quiénes son, pues, estos enemigos? Los que son malvados y
resisten su voluntad.

XXXVII. Alistémonos, pues, hermanos, con toda sinceridad en sus ordenanzas


intachables. Consideremos los soldados que se han alistado bajo nuestros gobernantes,
de qué modo tan exacto, pronto y sumiso ejecutan las órdenes que se les dan. No todos
son perfectos, ni jefes de millares, ni aun de centenares, ni de grupos de cmcuenta,
etc.; sino que cada hombre en su propio rango ejecuta las órdenes que recibe del rey y
de los gobernantes. Los grandes no pueden existir sin los pequeños, ni los pequeños
sin los grandes. Hay una cierta mezcla en todas las cosas, y por ello es útil. Pongamos
como ejemplo nuestro propio cuerpo. La cabeza sin los pies no es nada; del mismo
modo los pies sin la cabeza no son nada; incluso los miembros más pequeños de
nuestro cuerpo son necesarios y útiles para el cuerpo entero; pero todos los miembros
cooperan y se unen en sumisión, para que todo el cuerpo pueda ser salvo.
XXXVIII. Así que, en nuestro caso, que todo el cuerpo sea salvado en Cristo Jesús,
y que cada hombre esté sometido a su prójimo, según la gracia especial que le ha sido
designada. Que el fuerte no desprecie al débil; y el débil respete al fuerte. Que los
ricos ministren a los pobres; que los pobres den gracias a Dios, porque Él les ha dado a
alguno por medio del cual son suplidas sus necesidades. El que es sabio, dé muestras
de sabiduría, no en palabras, sino en buenas obras. El que es de mente humilde, que no
dé testimonio de sí mismo, sino que deje que su vecino dé testimonio de él. El que es
puro en la carne, siga siéndolo, y no se envanezca, sabiendo que es otro el que le
concede su continencia. Consideremos, hermanos, de qué materiales somos hechos;
qué somos, y de qué manera somos, y cómo vinimos al mundo; que Él nos ha formado
y moldeado sacándonos del sepulcro y la oscuridad y nos ha traído al mundo,
habiendo preparado sus beneficios de antemano, antes incluso de que hubiéramos
nacido. Viendo, pues, que todas estas cosas las hemos recibido de Él, debemos darle
gracias por todo a Él, para quien sea la gloria para siempre jamás. Amén.

XXXIX. Los hombres insensatos, necios, torpes e ignorantes se burlan de nosotros,


deseando ser ellos los que han de ser exaltados, según sus imaginaciones. Porque,
¿qué poder tiene un mortal? O ¿qué fuerza tiene un hijo de tierra? Porque está escrito:
No había ninguna forma delante de mis ojos; y oí un aliento y una voz. ¿Qué, pues?
¿Será justo un mortal a la vista de Dios; o será un hombre intachable por sus obras;
siendo así que Él no confía ni aun en sus siervos y aun halla faltas en sus ángeles?
No. Y ni aun los cielos son puros ante sus ojos. ¡Cuánto más en los que habitan en
casas de barro, del cual, o sea del mismo barro, nosotros mismos somosformados!
Los quebrantó como la polilla. Porque no pueden valerse de sí mismos, y perecieron.
El sopló sobre ellos y murieron, porque no tenían sabiduría. Pero tú da voces, por si
alguno te obedece, o si ves a alguno de sus santos ángeles. Porque la ira mata al
insensato, y la envidia al que se ha descarriado. Yo he visto al necio que echaba
raíces y de repente su habitación fue consumida. Lejos estén sus hijos de la seguridad.
Sean burlados en la puerta por personas inferiores, y no haya quien los libre. Porque
las cosas preparadas para ellos se las comerá el justo; y ellos mismos no serán
librados de males.

XL. Por cuanto estas cosas, pues, nos han sido manifestadas ya, y hemos escudriñado
en las profundidades del conocimiento divino, deberíamos hacer todas las cosas en
orden, todas las que el Señor nos ha mandado que hiciéramos a su debida sazón. Que
las ofrendas y servicios que Él ordena sean ejecutados con cuidado, y no
precipitadamente o en desorden, sino a su tiempo y sazón debida.Y donde y por quien
Él quiere que sean realizados, Él mismo lo ha establecido con su voluntad suprema;
que todas las cosas sean hechas con piedad, en conformidad con su beneplácito para
que puedan ser aceptables a su voluntad. Así pues, los que hacen sus ofrendás al
tiempo debido son aceptables y benditos, porque siguiendo lo instituido por el Señor,
no pueden andar descaminados. Porque al sumo sacerdote se le asignan sus servicios
propios, y a los sacerdotes se les asigna su oficio propio, y a los levitas sus propias
ministraciones. El lego debe someterse a las ordenanzas para el lego.

XLI. Cada uno de nosotros, pues, hermanos, en su propio orden demos gracias a
Dios, manteniendo una conciencia recta y sin transgredir la regla designada de su
servicio, sino obrando con toda propiedad y decoro. Hermanos, los sacrificios diarios
continuos no son ofrecidos en cualquier lugar, o las ofrendas voluntarias, o las
ofrendas por el pecado y las faltas, sino que son ofrecidos sólo en Jerusalén. E incluso
allí, la ofrenda no es presentada en cualquier lugar, sino ante el santuario en el patio
del altar; y esto además por medio del sumo sacerdote y los ministros mencionados,
después que la víctima a ofrecer ha sido inspeccionada por si tiene algún defecto. Los
que hacen algo contrario a la ordenanza debida, dada por su voluntad, reciben como
castigo la muerte. Veis, pues, hermanos, que por el mayor conocimiento que nos ha
sido concedido a nosotros, en proporción, nos exponemos al peligro en un grado
mucho mayor.

XLII. Los apóstoles recibieron el Evangelio para nosotros del Señor Jesucristo;
Jesucristo fue enviado por Dios. Así pues, Cristo viene de Dios, y los apóstoles de
Cristo. Por tanto, los dos vienen de la voluntad de Dios en el orden designado.
Habiendo recibido el encargo, pues, y habiéndo sido asegurados por medio de la
resurrección de nuestro Señor Jesucristo, y confirmados en la palabra de Dios con
plena seguridad por el Espíritu Santo, salieron a proclamar las buenas nuevas de que
había llegado el reino de Dios. Y así, predicando por campos y ciudades, por todas
partes, designaron a las primicias (de sus labores), una vez hubieron sido probados por
el Espíritu, para que fueran obispos y diáconos de los que creyeran. Y esto no lo
hicieron en una forma nueva; porque verdaderamente se había escrito respecto a los
obispos y diáconos desde tiempos muy antiguos; porque así dice la escritura en cierto
lugar: Y nombraré a tus obispos en justicia y a tus diáconos en fe.

XLIII. Y ¿de qué hay que sorprenderse que aquellos a quienes se confió esta obra en
Cristo, por parte de Dios, nombraran ellos a las personas mencionadas, siendo así que
el mismo bienaventurado Moisés, que fue un fiel siervo en toda su casa, dejó
testimonio como una señal en los sagrados libros de todas las cosas que le fueron
ordenadas? Y a él también siguió el resto de los profetas, dando testimonio juntamente
con él de todas las leyes que fueron ordenadas por él. Porque Moisés, cuando
aparecieron celos respecto al sacerdocio, y hubo disensSión entre las tribus sobre cuál
de ellas estaba adornada con el nombre glorioso, ordenó a los doce jefes de las tribus
que le trajeran varas, en cada una de las cuales estaba inscrito el nombre de una tribu.
Y él las tomó y las ató y las selló con los sellos de los anillos de los jefes de las tribus
y las puso en el tabernáculo del testimonio sobre la mesa de Dios. Y habiendo cerrado
el tabernáculo, selló las llaves y lo mismo las puertas. Y les dijo: Hermanos, la tribu
cuya vara florezca, ésta ha sido escogida por Dios para que sean sacerdotes y
ministros para El. Y cuando vino la mañana, llamó a todo Israel, a saber, seiscientos
mil hombres, y les mostró los sellos de los jefes de las tribus y abrió el tabernáculo del
testimonio y sacó las varas. Y la vara de Aarón no sólo había brotado sino que había
dado fruto. ¿Qué pensáis, pues, amados? ¿No sabía Moisés de antemano que esto era
lo que pasaría? Sin duda lo sabía. Pero hizo esto para que no hubiera desorden en
Israel, para que el nombre del Dios único y verdadero pudiera ser glorificado; a quien
sea la gloria para siempre jamás. Amén.

XLIV. Y nuestros apóstoles sabían por nuestro Señor Jesucristo que habría
contiendas sobre el nombramiento del cargo de obispo. Por cuya causa, habiendo
recibido conocimiento completo de antemano, designaron a las personas mencionadas,
y después proveyeron a continuación que si éstas durmieran, otros hombres aprobados
les sucedieran en su servicio. A estos hombres, pues, que fueron nombrados por ellos,
o después por otros de reputación, con el consentimiento de toda la Iglesia, y que han
ministrado intachablemente el rebaño de Cristo, en humildad de corazón,
pacíficamente y con toda modestia, y durante mucho tiempo han tenido buena fama
ante todos, a estos hombres nosotros consideramos que habéis injustamente privado de
su ministerio. Porque no será un pecado nuestro leve si nosotros expulsamos a los que
han hecho ofrenda de los dones del cargo del obispado de modo intachable y santo.
Bienaventurados los presbíteros que fueron antes, siendo así que su partida fue en
sazón y fructífera: porque ellos no tienen temor de que nadie les prive de sus cargos
designados. Porque nosotros entendemos que habéis expulsado de su ministerio a
ciertas personas a pesar de que vivían de modo honorable, ministerio que ellos
+habían respetado+ de modo intachable.

XLV. Contended, hermanos, y sed celosos sobre las cosas que afectan a la salvación.
Habéis escudriñado las escnturas, que son verdaderas, las cuales os fueron dadas por
el Espíritu Santo; y sabéis que no hay nada injusto o fraudulento escrito en ellas. No
hallaréis en ellas que personas justas hayan sido expulsadas por hombres santos. Los
justos fueron perseguidos, pero fue por los malvados; fueron encarcelados, pero fue
por los impíos. Fueron apedreados como transgresores, pero su muerte fue debida a
los que habían concebido una envidia detestable e injusta. Estas cosas las sufrieron y
se comportaron noblemente. Porque, ¿qué diremos, hermanos? ¿Fue echado Daniel en
el foso de los leones por los que temían a Dios? ¿O fueron Ananías y Azarías y Misael
encerrados en el horno de fuego por los que profesaban adorar de modo glorioso y
excelente al Altísimo? En ninguna manera. ¿Quiénes fueron los que hicieron estas
cosas? Hombres abominables y llenos de maldad fueron impulsados a un extremo de
ira tal que causaron sufrimientos crueles a los que servían a Dios con intención santa e
intachable, sin saber que el Altísimo es el campeón y protector de los que en
conciencia pura sirven su nombre excelente; al cual sea la gloria por siempre jamás.
Amén. Pero los que sufrieron pacientemente en confianza heredaron gloria y honor,
fueron ensalzados, y sus nombres fueron registrados por Dios en memoria de ellos
para siempre jamás. Amén.

XLVI. A ejemplos semejantes, pues, hermanos, hemos de adherirnos también


nosotros. Porque está escrito: Allégate a los santos, porque los que se allegan a ellos
serán santificados. Y también dice el Señor en otro pasaje: Con el inocente te
mostrarás inocente, y con los elegidos serás elegidos y con el ladino te mostrarás
sagaz. Por tanto, juntémonos con los inocentes e íntegros; y éstos son los elegidos de
Dios. ¿Por qué hay, pues, contiendas e iras y disensiones y facciones y guerra entre
vosotros? ¿No tenemos un solo Dios y un Cristo y un Espíritu de gracia que fue
derramado sobre nosotros? ¿Y no hay una sola vocación en Cristo? ¿Por qué, pues,
separamos y dividimos los miembros de Cristo, y causamos disensiones en nuestro
propio cuerpo, y llegamos a este extremo de locura, en que olvidamos que somos
miembros los unos de los otros? Recordad las palabras de Jesús nuestro Señor; porque
Él dijo: ¡Ay de este hombre; mejor sería para él que no hubiera nacido, que el que
escandalice a uno de mis elegidos! Sería mejor que le ataran del cuello una piedra de
molino y le echaran en el mar que no que trastornara a uno de mis elegidos. Vuestra
división ha trastornado a muchos; ha sido causa de abatimiento para muchos, de duda
para muchos y de aflicción para todos. Y vuestra sedición sigue todavía.

XLVII. Tomad la epístola del bienaventurado Pablo el apóstol. ¿Qué os escribió al


comienzo del Evangelio? Ciertamente os exhortó en el Espíritu con respecto a él
mismo y a Cefas y Apolos, porque ya entonces hacíais grupos. Pero el que hicierais
estos bandos resultó en menos pecado para vosotros; porque erais partidarios de
apóstoles que tenían una gran reputación, y de un hombre aprobado ante los ojos de
estos apóstoles. Pero ahora fijaos bien quiénes son los que os han trastornado y han
disminuido la gloria de vuestro renombrado amor a la hermandad. Es vergonzoso,
queridos hermanos, sí, francamente vergonzoso e indigno de vuestra conducta en
Cristo, que se diga que la misma Iglesia antigua y firme de los corintios, por causa de
una o dos personas, hace una sedición contra sus presbíteros. Y este informe no sólo
nos ha llegado a nosotros, sino también a los que difieren de nosotros, de modo que
acumuláis blasfemias sobre el nombre del Señor por causa de vuestra locura, además
de crear peligro para vosotros mismos.

XLVIII. Por tanto, desarraiguemos esto rápidamente, y postrémonos ante el Señor y


roguémosle con lágrimas que se muestre propicio y se reconcilie con nosotros, y
pueda restaurarnos a la conducta pura y digna que corresponde a nuestro amor de
hermanos. Porque ésta es una puerta a la justicia abierta para vida, como está escrito:
Abridme las puertas de justicia; para que pueda entrar por ellas y alabar al Señor.
Esta es la puerta del Señor; por ella entrarán los justos. Siendo así que se abren
muchas puertas, ésta es la puerta que es de justicia, a saber, la que es en Cristo, y son
bienaventurados todos los que hayan entrado por ella y dirigido su camino en santidad
y justicia, ejecutando todas las cosas sin confusión. Que un hombre sea fiel, que pueda
exponer conocimiento profundo, que sea sabio en el discernimiento de las palabras,
que se esfuerce en sus actos, que sea puro; tanto más ha de ser humilde de corazón en
proporción a lo que parezca ser mayor; y ha de procurar el beneficio común de todos,
no el suyo propio.
XLIX. Que el que ama a Cristo cumpla los mandamientos de Cristo. ¿Quién puede
describir el vínculo del amor de Dios? ¿Quién es capaz de narrar la majestad de su
hermosura? La altura a la cual el amor exalta es indescriptible. El amor nos une a
Dios; el amor cubre multitud de pecados; el amor soporta todas las cosas, es paciente
en todas las cosas. No hay nada burdo, nada arrogante en el amor. El amor no tiene
divisiones, el amor no hace sediciones, el amor hace todas las cosas de común
acuerdo. En amor fueron hechos peffectos todos los elegidos de Dios; sin amor no hay
nada agradable a Dios; en amor el Señor nos tomó para sí; por el amor que sintió hacia
nosotros, Jesucristo nuestro Señor dio su sangre por nosotros por la voluntad de Dios,
y su carne por nuestra carne, y su vida por nuestras vidas.

L. Veis, pues, amados, qué maravilloso y grande es el amor, y que no hay manera de
declarar su perfección. ¿Quién puede ser hallado en él, excepto aquellos a quienes
Dios se lo ha concedido? Por tanto, supliquemos y pidamos de su misericordia que
podamos ser hallados intachables en amor, manteniéndonos aparte de las facciones de
los hombres. Todas las generaciones desde Adán hasta este día han pasado a la otra
vida; pero los que por la gracia de Dios fueron perfeccionados en el amor residen en la
mansión de los píos; y serán manifestados en la visitación del Reino de Dios. Porque
está escrito: Entra en tus aposentos durante un breve momento, hasta que haya
pasado mi indignación, y yo recordaré un día propicio y voy a levantaros de vuestros
sepulcros. Bienaventurados somos, amados, si hacemos los mandamientos de Dios en
conformidad con el amor, a fin de que nuestros pecados sean perdonados por el amor.
Porque está escrito: Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, y
cuyos pecados son cubiertos. Bienaventurado el hombre a quien el Señor no imputará
pecado, ni hay engaño en su boca. Esta declaración de bienaventuranza fue
pronunciada sobre los que han sido elegidos por Dios mediante Jesucristo nuestro
Señor, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

LI. Respecto a todas nuestras transgresiones que hemos cometido por causa de las
añagazas del adversario, roguemos para que nos sea concedido perdón. Sí, y también
los que se hacen cabecillas de facciones y divisiones han de mirar a la base común de
esperanza. Porque los que andan en temor y amor prefieren ser ellos mismos los que
padecen sufrimiento más bien que sus prójimos; y más bien pronuncian condenación
contra sí mismos que contra la armonía que nos ha sido entregada de modo tan noble y
justo. Porque es bueno que un hombre confiese sus transgresiones en vez de endurecer
su corazón, como fue endurecido el corazón de los que hicieron sedición contra
Moisés el siervo de Dios; cuya condenación quedó claramente manifestada, porque
descendieron al Hades vivos, y la muerte será su pastor. Faraón y sus huestes y todos
los gobernantes de Egipto, sus carros y sus jinetes, fueron sumergidos en las
profundidades del Mar Rojo, y perecieron, y ello sólo por la razón de que sus
corazones insensatos fueron endurecidos después de las señales y portentos que habían
sido realizados en la tierra de Egipto por la mano de Moisés el siervo de Dios.
LII. El Señor, hermanos, no tiene necesidad de nada. Él no desea nada de hombre
alguno, sino que se confiese su Nombre. Porque el elegido David dijo: Confesaré al
Señor y le agradará más que becerro con cuernos y pezuñas. Lo verán los oprimidos y
se gozarán. Y de nuevo dice: Ofrece a Dios sacrificio de alabanza y paga tus votos al
Altísimo; e invócame en el día de la angustia, y yo te libraré, y tú me glorificarás.
Porque sacrificio a Dios es el espíritu quebrantado.

LIII. Porque, amados, conocéis las sagradas escrituras, y las conocéis bien, y habéis
escudriñado las profecías de Dios. Os escribimos estas cosas, pues, como recordatorio.
Cuando Moisés subió al monte y pasó cuarenta días y cuarenta noches en ayuno y
humillación, Dios le dijo: Moisés, Moisés, desciende pronto de aquí, porque mi pueblo
que tú sacaste de la tierra de Egipto ha cometido iniquidad; se han apartado
rápidamente del camino que tú les mandaste; y se han hecho imágenes de fundición.
Y el Señor le dijo: Te he dicho una y dos veces, este pueblo es duro de cerviz.
Déjame que los destruya, y borraré su nombre de debajo del cielo, y yo haré de ti una
nación grande y maravillosa y más numerosa que ésta. Y Moisés dijo: No lo hagas,
Señor. Perdona su pecado, o bórrame también a ml del libro de los vivientes. ¡Oh, qué
amor tan poderoso! ¡Oh, qué perfección insuperable! El siervo es osado ante su Señor;
y pide perdón por la multitud, o pide que sea incluido él mismo con ellos.

LIV. ¿Quién hay, pues, noble entre vosotros? ¿Quién es compasivo? ¿Quién está
lleno de amor? Que diga: si por causa de mí hay facciones y contiendas y divisiones,
me retiro, me aparto adonde queráis, y hago lo que está ordenado por el pueblo: con
tal que el rebaño de Cristo esté en paz con sus presbíteros debidamente designados. El
que haga esto ganará para sí un gran renombre en Cristo, y será recibido en todas
partes; porque la tierra es del Señor y suya es la plenitud de la misma. Esto es lo que
han hecho y harán los que viven como ciudadanos de este reino de Dios, que no da
motivo de arrepentirse de haberlo hecho.

LV. Pero para dar ejemplo a los gentiles también, muchos reyes y gobernantes,
cuando acaece una temporada de pestilencia entre ellos, habiendo sido instruidos por
oráculos, se han entregado ellos mismos a la muerte, para que puedan ser rescatados
sus conciudadanos por medio de su propia sangre. Muchos se han retirado de sus
propias ciudades para que no haya más sediciones. Sabemos que muchos entre
nosotros se han entregado a la esclavitud, para poder rescatar a otros. Muchos se han
vendido como esclavos y, recibido el precio que se ha pagado por ellos, han
alimentado a otros. Muchas mujeres, fortalecidas por la gracia de Dios, han ejecutado
grandes hechos. La bendita Judit, cuando la ciudad estaba sitiada, pidió a los ancianos
que se le permitiera ir al campamento de los sitiadores. Y por ello se expuso ella
misma al peligro y fue por amor a su país y al pueblo que estaba bajo aflicción; y el
Señor entregó a Rolofernes en las manos de una mujer. No fue menor el peligro de
Ester, la cual era perfecta en la fe, y se expuso para poder librar a las doce tribus de
Israel cuando estaban a punto de perecer. Porque con su ayuno y su humillación
suplicó al Señor omnisciente, el Dios de las edades; y Él, viendo la humildad de su
alma, libró al pueblo por amor al cual ella hizo frente al peligro.

LVI. Por tanto, intercedamos por aquellos que están en alguna transgresión, para que
se les conceda mansedumbre y humildad, de modo que se sometan, no ante nosotros,
sino a la voluntad de Dios. Porque así el recuerdo compasivo de ellos por parte de
Dios y los santos será fructífero para ellos y perfecto. Aceptemos la corrección y
disciplina, por la cual nadie debe sentirse desazonado, amados. La admonición que
nos hacemos los unos a los otros es buena y altamente útil; porque nos une a la
voluntad de Dios. Porque así dice la santa palabra: Me castigó ciertamente el Señor,
mas no me libró a la muerte. Porque el Señor al que ama reprende, y azota a todo hijo
a quien recibe. Porque el justo, se dice, me castigará en misericordia y me
reprenderá, pero no sea ungida mi cabeza por la +misericordia+ (óleo) de los
pecadores. Y también dice: Bienaventurado es el hombre a quien Dios corrige, y no
menosprecia la corrección del Todopoderoso. Porque él es quien hace la herida y él
la vendará; él hiere y sus manos curan. En seis tribulaciones te librará de la
aflicción; y en la séptima no te tocará el mal. En el hambre te salvará de la muerte, y
en la guerra te librará del brazo de la espada. Del azote de la lengua te guardará, y
no tendrás miedo de los males que se acercan. De los malos y los injustos te reirás, y
de las fieras no tendrás temor. Pues las fieras estarán en paz contigo. Entonces sabrás
que habrá paz en tu casa; y la habitación de tu tienda no irá mal (fallará), y sabrás
que tu descendencia es numerosa, y tu prole como la hierba del campo. Y llegarás al
sepulcro maduro como una gavilla segada en sazón, o como el montón en la era,
recogido a su debido tiempo. Como podéis ver, amados, grande es la protección de los
que han sido disciplinados por el Señor; porque siendo un buen padre, nos castiga con
miras a que podamos obtener misericordia por medio de su justo castigo.

LVII. Así pues, vosotros, los que sois la causa de la sedición, someteos a los
presbíteros y recibid disciplina para arrepentimiento, doblando las rodillas de vuestro
corazón. Aprended a someteros, deponiendo la obstinación arrogante y orgullosa de
vuestra lengua. Pues es mejor que seáis hallados siendo poco en el rebaño de Cristo y
tener el nombre en el libro de Dios, que ser tenidos en gran honor y, con todo, ser
expulsados de la esperanza de Él. Porque esto dijo la Sabiduría, suma de todas las
virtudes: He aquí yo derramaré un dicho de mi espíritu, y os enseñaré mis palabras.
Porque os llamé y no obedecisteis, y os dije palabras y no quisisteis escucharlas, sino
que desechasteis todo consejo mío, y no aceptasteis mi reprensión; por tanto, yo
también me reiré de vuestra destrucción, y me regocijaré cuando caiga sobre vosotros
vuestra ruina, y cuando venga de repente sobre vosotros confusión, y vuestra
desgracia llegue como un torbellino, cuando sobre vosotros vengan la tribulación y la
angustia. Porque cuando me llamaréis yo no responderé. Los malos me buscarán con
afán y no me hallarán; porque aborrecieron la sabiduría y no escogieron el temor del
Señor, ni quisieron prestar atención a mis consejos, sino que se mofaron de mis
reprensiones. Por tanto, comerán los frutos de su propio camino, y se hartarán de su
propia impiedad. Porque el extravío de los ignorantes los matará, y la indolencia de
los necios los echará a perder. Mas el que me escucha habitará confiadamente en
esperanza, y vivirá tranquilo, sin temor a la desgracia.

LVIII. Sed obedientes a su Nombre santísimo y glorioso, con lo que escaparéis de


las amenazas que fueron pronunciadas antiguamente por boca de la Sabiduría contra
los que desobedecen, a fin de que podáis vivir tranquilos, confiando en el santísimo
Nombre de su majestad. Atended nuestro consejo, y no tendréis ocasión de
arrepentiros de haberlo hecho. Porque tal como Dios vive, y vive el Señor Jesucristo, y
el Espíritu Santo, que son la fe y la esperanza de los elegidos, con toda seguridad el
que, con humildad de ánimo y mansedumbre haya ejecutado, sin arrepentirse de ello,
las ordenanzas y mandamientos que Dios ha dado, será puesto en la lista y tendrá su
nombre en el número de los que son salvos por medio de Jesucristo, a través del cual
es la gloria para Él para siempre jamás. Amén.

LIX. Pero si algunas personas son desobedientes a las palabras dichas por Él por
medio de nosotros, que entiendan bien que se están implicando en una transgresión y
peligro serios; mas nosotros no seremos culpables de este pecado. Y pediremos con
insistencia en oración y suplicación que el Creador del universo pueda guardar intacto
hasta el fin el número de los que han sido contados entre sus elegidos en todo el
mundo, mediante su querido Hijo Jesucristo, por medio del cual nos ha llamado de las
tinieblas a la luz, de la ignorancia al pleno conocimiento de la gloria de su Nombre.

[Concédenos, Señor,] que podamos poner nuestra esperanza en tu Nombre, que es la


causa primaria de toda la creación, y abramos los ojos de nuestros corazones para que
podamos conocerte a Ti, que eres sólo el más Alto entre los altos, el Santo entre los
santos; que abates la insolencia de los orgullosos, y desbaratas los designios de las
naciones; que enalteces al humilde, y humillas al exaltado; que haces ricos y haces
pobres; que matas y das vida; que eres sólo el benefactor de los espíritus y el Dios de
toda carne; que miras en los abismos, y escudriñas las obras del hombre; el socorro de
los que están en peligro, el Salvador de los que están en angustia; el Creador y
observador de todo espíritu; que multiplicas las naciones sobre la tierra, y has
escogido de entre todos los hombres a los que te aman por medio de Jesucristo, tu
querido Hijo, por medio del cual nos enseñaste, nos santificaste y nos honraste. Te
rogamos, Señor y Maestro, que seas nuestra ayuda y socorro. Salva entre nosotros a
aquellos que están en tribulación; ten misericordia de los abatidos; levanta a los
caídos; muéstrate a los necesitados; restaura a los apartados; convierte a los
descarriados de tu pueblo; alimenta a los hambrientos; suelta a los presos; sostén a los
débiles; confirma a los de flaco corazón. Que todos los gentiles sepan que sólo Tú eres
Dios, y Jesucristo es tu Hijo, y nosotros somos tu pueblo y ovejas de tu prado.

LX. Tú, que por medio de tu actividad hiciste manifiesta la fábrica permanente del
mundo. Tú, Señor, que creaste la tierra. Tú, que eres fiel de generación en generación,
justo en tus juicios, maravilloso en la fuerza y excelencia. Tú, que eres sabio al crear y
prudente al establecer lo que has hecho, que eres bueno en las cosas que se ven y fiel a
aquellos que confían en Ti, compasivo y clemente, perdónanos nuestras iniquidades y
nuestras injusticias y nuestras transgresiones y deficiencias. No pongas a nuestra
cuenta cada uno de los pecados de tus siervos y tus siervas, sino límpianos con tu
verdad, y guía nuestros pasos para que andemos en santidad y justicia e integridad de
corazón, y hagamos las cosas que sean buenas y agradables a tu vista y a la vista de
nuestros gobernantes. Sí, Señor, haz que tu rostro resplandezca sobre nosotros en paz
para nuestro bien, para que podamos ser resguardados por tu mano poderosa y
librados de todo pecado con tu brazo levantado. Y líbranos de los que nos aborrecen
sin motivo. Da concordia y paz a nosotros y a todos los que habitan en la tierra, como
diste a nuestros padres cuando ellos invocaron tu nombre en fe y verdad con santidad,
[para que podamos ser salvos] cuando rendimos obediencia a tu Nombre todopoderoso
y sublime y a nuestros gobernantes y superiores sobre la tierra.

LXI. Tú, Señor y Maestro, les has dado el poder de la soberanía por medio de tu
poder excelente e inexpresable, para que nosotros, conociendo la gloria y honor que
les has dado, nos sometamos a ellos, sin resistir en nada tu voluntad. Concédeles a
ellos, pues, oh Señor, salud, paz, concordia, estabilidad, para que puedan administrar
sin fallos el gobierno que Tú les has dado. Porque Tú, oh Señor celestial, rey de las
edades, das a los hijos de los hombres gloria y honor y poder sobre todas las cosas que
hay sobre la tierra. Dirige Tú, Señor, su consejo según lo que sea bueno y agradable a
tu vista, para que, administrando en paz y bondad con piedad el poder que Tú les has
dado, puedan obtener tu favor. ¡Oh Tú, que puedes hacer estas cosas, y cosas más
excelentes aún que éstas, te alabamos por medio del Sumo Sacerdote y guardián de
nuestras almas, Jesucristo, por medio del cual sea a Ti la gloria y la majestad ahora y
por los siglos de los siglos! Amén.

LXII. Os hemos escrito en abundancia, hermanos, en lo que se refiere a las cosas que
corresponden a nuestra religión y son más útiles para una vida virtuosa a los que
quieren guiar [sus pasos] en santidad y justicia. Porque en lo que se refiere a la fe y al
arrepentimiento y al amor y templanza genuinos y sobriedad y paciencia, hemos hecho
uso de todo argumento, recordándoos que tenéis que agradar al Dios todopoderoso en
justicia y verdad y longanimidad y santidad, poniendo a un lado toda malicia y
prosiguiendo la concordia en amor y paz, insistiendo en la bondad; tal como nuestros
padres, de los cuales os hemos hablado antes, le agradaron, siendo de ánimo humilde
hacia su Padre y Dios y Creador y hacia todos los hombres. Y os hemos recordado
estas cosas con mayor placer porque sabemos bien que estamos escribiendo a hombres
que son fieles y de gran estima y han escudriñado con diligencia las palabras de la
enseñanza de Dios.

LXIII. Por tanto, es bueno que prestemos atención a ejemplos tan grandes y
numerosos, y nos sometamos y ocupemos el lugar de obediencia poniéndonos del lado
de los que son dirigentes de nuestras almas, y dando fin a esta disensión insensata
podamos obtener el objetivo que se halla delante de nosotros en veracidad,
manteniéndonos a distancia de toda falta. Porque vais a proporcionarnos gran gozo y
alegría si prestáis obediencia a las cosas que os hemos escrito por medio del Espíritu
Santo, y desarraigáis la ira injusta de vuestros celos, en conformidad con nuestra
súplica que os hemos hecho de paz y armonía en esta carta. Y también os hemos
enviado a hombres fieles y prudentes que han estado en medio de nosotros, desde su
juventud a la ancianidad, de modo intachable, los cuales serán testigos entre vosotros
y nosotros. Y esto lo hemos hecho para que sepáis que nosotros hemos tenido, y aún
tenemos, el anhelo ferviente de que haya pronto la paz entre vosotros.

LXIV. Finalmente, que el Dios omnisciente, Señor de los espíritus y de toda carne,
que escogió al Señor Jesucristo, y a nosotros, por medio de Él, como un pueblo
peculiar, conceda a cada alma que se llama según su santo y excelente Nombre, fe,
temor, paz, paciencia, longanimidad, templanza, castidad y sobriedad, para que podáis
agradarle en su Nombre, por medio de nuestro Sumo Sacerdote y guardián Jesucristo,
a través del cual sea a Él la gloria y majestad, la potencia y el honor, ahora y para
siempre jamás. Amén.

LXV. Enviad de nuevo y rápidamente a nuestros mensajeros Claudio Efebo y


Valerio Bito, junto con Fortunato, en paz y gozo, con miras a que puedan informar
más rápidamente de la paz y concordia que nosotros pedimos y anhelamos
sinceramente, para que nosotros también podamos gozarnos pronto sobre vuestro buen
orden.

La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vosotros y con todos los hombres, en
todos los lugares, que han sido llamados por Dios y por medio de El, a quien la gloria
y honor, poder y. grandeza y dominio eterno, a El, desde todas las edades pasadas y
para siempre jamás. Amén.

Fuente: Los Padres Apostólicos, por J. B. Lightfoot. Editorial CLIE www.clie.es

ANTIGUA HOMILÍA
(Secunda Clementis)
I. Hermanos, tendríamos que pensar en Jesucristo como Dios y como Juez de los
vivos y los muertos. Y no deberíamos pensar cosas mediocres de la salvación; porque,
cuando pensamos cosas mediocres, esperamos también recibir cosas mediocres. Y los
que escuchan como si se tratara de cosas mediocres hacen mal; y nosotros también
hacemos mal no sabiendo de dónde y por quién y para qué lugar somos llamados, y
cuántas cosas ha sufrido Jesucristo por causa nuestra. ¿Qué recompensa, pues, le
daremos?, o ¿qué fruto digno de su don hacia nosotros? ¡Y cuántas misericordias le
debemos! Porque El nos ha concedido la luz; nos ha hablado como un padre a sus
hijos; nos ha salvado cuando perecíamos. ¿Qué alabanza le rendiremos?, o ¿qué pago
de recompensa por las cosas que hemos recibido nosotros, que éramos ciegos en
nuestro entendimiento, y rendíamos culto a palos y piedras y oro y plata y bronce,
obras de los hombres; y toda nuestra vida no era otra cosa que muerte? Así pues,
cuando estábamos envueltos en la oscuridad y oprimidos por esta espesa niebla en
nuestra visión, recobramos la vista, poniendo a un lado, por su voluntad, la nube que
nos envolvía. Porque Él tuvo misericordia de nosotros, y en su compasión nos salvó,
habiéndonos visto en mucho error y perdición, cuando no teníamos esperanza de
salvación, excepto la que nos vino de Él. Porque Él nos llamó cuando aún no éramos,
y de nuestro no ser, Él quiso que fuéramos.

II. Regocíjate, oh estéril. Prorrumpe en canciones y gritos de júbilo la que nunca


estuvo de parto; porque más son los hijos de la desamparada que los de la que tenía
marido. En este: Regocíjate, oh estéril, la que no daba a luz, hablaba de nosotros;
porque nuestra Iglesia era estéril antes de que se le hubieran dado hijos. Y en lo que
dice: Prorrumpe en canciones y gritos de júbilo la que nunca estuvo de parto,
significa esto: como la mujer que está de parto, no nos cansemos de ofrecer nuestras
oraciones con simplicidad a Dios. Además, en lo que dice: Porque más son los hijos
de la desamparada que los de la que tiene marido, dijo esto porque nuestro pueblo
parecía desamparado y abandonado por Dios, en tanto que ahora, habiendo creído,
hemos pasado a ser más que los que parecían tener Dios. Y también otro texto dice:
No he venido a llamar ajustos, sino a pecadores. Significa esto: que es justo salvar a
los que perecen. Porque es verdaderamente una obra grande y maravillosa el
confirmar y corroborar no a los que están de pie, sino a los que caen. Así también
Cristo ha querido salvar a los que perecen. Y ha salvado a muchos, viniendo y
llamándonos cuando ya estábamos pereciendo.

III. Vemos, pues, que Él nos concedió una misericordia muy grande; ante todo, que
nosotros los que vivimos no sacrificamos a los dioses muertos ni les rendimos culto,
sino que por medio de Él hemos llegado a conocer al Padre de la verdad. ¿Qué otra
cosa es este conocimiento hacia Él, sino el no negar a Aquel por medio del cual le
hemos conocido? Sí, El mismo dijo: Al que me confesare, yo también le confesaré
delante del Padre. Esta es, pues, nuestra recompensa si verdaderamente confesamos a
Aquel por medio del cual hemos sido salvados. Pero, ¿cuándo le confesamos? Cuando
hacemos lo que Él dijo y no somos desobedientes a sus mandamientos, y no sólo le
honramos con nuestros labios, sino con todo nuestro corazón y con toda nuestra
mente. Ahora bien, El dice también en Isaías: Este pueblo me honra de labios, pero su
corazón está lejos de mí.
IV. Por tanto, no sólo le llamemos Señor, porque esto no nos salvará; porque Él dijo:
No todo el que me llama Señor, Señor, será salvo, sino el que obra justicia. Así pues,
hermanos, confésemosle en nuestras obras, amándonos unos a otros, no cometiendo
adulterio, no diciendo mal el uno del otro, y no teniendo celos, sino siendo templados,
misericordiosos y bondadosos. Y teniendo sentimientos amistosos los unos hacia los
otros, y no siendo codiciosos. Con estas obras le hemos de confesar, y no con otras. Y
no hemos de tener temor de los hombres, sino de Dios. Por esta causa, si hacéis estas
cosas, el Señor dice: Aunque estéis unidos a mí en mi propio seno, si no hacéis mis
mandamientos, yo os echaré y os diré: Apartaos de mí, no sé de dónde sois, obradores
de iniquidad.

V. Por tanto, hermanos, prescindamos de nuestra estancia en este mundo y hagamos


la voluntad del que nos ha llamado, y no tengamos miedo de apartarnos de este
mundo. Porque el Señor ha dicho: Seréis como corderos en medio de lobos. Pero
Pedro contestó, y le dijo: ¿Qué pasa, pues, silos lobos devoran a los corderos? Jesús
contestó a Pedro: Los corderos no tienen por qué temer a los lobos después que han
muerto; y vosotros también, no temáis a los que os matan y no pueden haceros nada
más; sino temed a Aquel que después que habéis muerto tiene poder sobre vuestra
alma y cuerpo para echarlos a la gehena de fuego. Y sabéis, hermanos, que la
estancia de esta carne en este mundo es despreciable y dura poco, pero la promesa de
Cnsto es grande y maravillosa, a saber, el reposo del reino que sera y la vida eterna.
¿Qué podemos hacer, pues, para obtenerlos, sino andar en santidad y jusficia y
considerar que estas cosas del mundo son extrañas para nosotros y no desearlas?
Porque cuando deseamos obtener estas cosas nos descarriamos del camino recto.

VI. Pero el Señor dijo: Nadie puede servir a dos señores. Si deseamos servir a la vez
a Dios y a Mammon, no sacaremos ningún beneficio: Porque ¿qué ganará un hombre
si consigue todo el mundo y pierde su alma? Ahora bien, esta época y la futura son
enemigas. La una habla de adulterio y contaminación y avaricia y engaños, en tanto
que la otra se despide de estas cosas. Por tanto, no podemos ser amigos de las dos,
sino que hemos de decir adiós a la una y tener amistad con la otra. Consideremos que
es mejor aborrecer las cosas que están aquí, porque son despreciables y duran poco y
perecen, y amar las cosas de allí, que son buenas e imperecederas. Porque si hacemos
la voluntad de Cristo hallaremos descanso; pero si no la hacemos, nada nos librará del
castigo eterno si desobedecemos sus mandamientos. Y la escritura dice también en
Ezequiel: Aunque Noé y Job y Daniel se levanten, no librarán a sus hijos de la
cautividad. Pero si ni aun hombres tan justos como éstos no pueden con sus actos de
justicia librar a sus hijos, ¿con qué confianza nosotros, si no mantenemos nuestro
bautismo puro y sin tacha, entraremos en el reino de Dios? O ¿quién será nuestro
abogado, a menos que se nos halle en posesión de obras santas y justas?

VII. Así pues, hermanos, contendamos, sabiendo que la contienda está muy cerca y
que, aunque muchos acuden a las competiciones, no todos son galardonados, sino sólo
los que se han esforzado en alto grado y luchado con valentía. Contendamos de modo
que todos recibamos el galardón. Por tanto, corramos en el curso debido la
competición incorruptible. Y acudamos a ella en tropel y esforcémonos, para que
podamos recibir también el premio. Y si no todos podemos recibir la corona, por lo
menos acerquémonos a ella tanto como podamos. Recordemos que los que pugnan en
las lides corruptibles, si se descubre que están pugnando de modo ilegítimo en ellas,
primero son azotados, y luego son eliminados y echados de la competición. ¿Qué
pensáis? ¿Qué le pasará a aquel que ha pugnado de modo corrupto en la competición
de la incorrupción? Porque, con referencia a los que no han guardado el sello, El dice:
Su gusano no morirá, y su fuego no se apagará y serán un ejemplo para toda carne.

VIII. En tanto que estamos en la tierra, pues, arrepintámonos, porque somos arcilla
en la mano del artesano. Pues de la misma manera que el alfarero, si está moldeando
una vasija y se le deforma o rompe en las manos, le da forma nuevamente, pero, una
vez la ha puesto en el horno encendido, ya no puede repararla, del mismo modo
nosotros, en tanto que estamos en este mundo, arrepintámonos de todo corazón de las
cosas malas que hemos hecho en la carne, para que podamos ser salvados por el Señor
en tanto que hay oportunidad para el arrepentimiento. Porque una vez hemos partido
de este mundo ya no podemos hacer confesión allí, ni tampoco arrepentimos. Por lo
tanto, hermanos, si hemos hecho la voluntad del Padre, y hemos mantenido pura la
carne, y hemos guardado los mandamientos del Señor, recibiremos la vida eterna.
Porque el Señor dice en el Evangelio: Si no habéis guardado lo que es pequeño,
¿quién os dará lo que es grande? Porque os digo que el que es fiel en lo poco, es fiel
también en lo mucho. De modo que lo que Él quiere decir es: Mantened la carne pura
y el sello sin mácula, para que podáis recibir la vida.

IX. Y que nadie entre vosotros diga que esta carne no va a ser juzgada ni se levanta
otra vez. Entended esto: ¿En qué fuisteis salvados? ¿En qué recobrasteis la vista si no
fue en esta carne? Por tanto hemos de guardar la carne como un templo de Dios;
porque de la misma manera que fuisteis llamados en la carne, seréis llamados también
en la carne. Si Cristo el Señor que nos salvó, siendo primero espíritu, luego se hizo
carne, y en ella nos llamó, de la misma manera también nosotros recibiremos nuestra
recompensa en esta carne. Por tanto, amémonos los unos a los otros, para que
podamos entrar en el reino de Dios. En tanto que tenemos tiempo para ser curados,
pongámonos en las manos de Dios, el médico, dándole una recompensa. ¿Qué
recompensa? Arrepentimiento procedente de un corazón sincero. Porque Él discierne
todas las cosas con antelación y sabe lo que hay en nuestro corazón. Por tanto démosle
eterna alabanza, no sólo con los labios, sino también con nuestro corazón, para que Él
pueda recibirnos como hijos. Porque el Señor también ha dicho: Estos son mis
hermanos, los que hacen la voluntad de mi Padre.
X. Por lo tanto, hermanos míos, hagamos la voluntad del Padre que nos ha llamado,
para que podamos vivir; y prosigamos la virtud, abandonando el vicio como precursor
de nuestros pecados, y apartémonos de la impiedad para que no nos sobrevengan
males. Porque si somos diligentes en hacer bien, la paz irá tras de nosotros. Porque por
esta causa le es imposible al hombre +alcanzar la felicidad+, puesto que invitan a los
temores de los hombres, prefiriendo el goce de este mundo a la promesa de la vida
venidera. Porque no saben cuán gran tormento acarrea el goce de aquí, y el deleite que
proporciona la promesa de lo venidero. Y verdaderamente, si hicieran estas cosas con
respecto a ellos mismos, aún sería tolerable; pero lo que hacen es seguir enseñando el
mal a almas inocentes, no sabiendo que tendrán una condenación doble, la suya y la de
los que los escuchan.

XI. Por tanto sirvamos a Dios con el corazón puro, y seremos justos; pero si no le
servimos, porque no creemos en la promesa de Dios, seremos unos desgraciados.
Porque la palabra de la profecía dice también: Desgraciados los indecisos, que dudan
en su corazón y dicen: Estas cosas ya las hemos oído, incluso en los días de nuestros
padres; con todo, hemos aguardado día tras día y no hemos visto ninguna. ¡Necios!,
comparaos a un árbol; pongamos una vid. Primero se desprende de las hojas, luego
sale un brote, después viene el agraz y finalmente el racimo maduro. Del mismo modo
mi pueblo tuvo turbación y aflicciones; pero después recibirá las cosas buenas. Por
tanto, hermanos míos, no seamos indecisos, sino suframos con paciencia en esperanza,
para que podamos obtener también nuestra recompensa. Porque fiel es el que prometió
pagar a cada uno la recompensa de sus obras. Si hemos obrado justicia, pues, a los
ojos de Dios, entraremos en su reino y recibiremos las promesas que ningún oído oyó,
ni ha visto ojo alguno, ni aun han entrado en el corazón del hombre.

XII. Por tanto esperemos el reino de Dios a su sazón, en amor y justicia, puesto que
no sabemos cuál es el día de la aparición de Dios. Porque el mismo Señor, cuando
cierta persona le preguntó cuándo vendría su reino, contestó: Cuando los dos sean
uno, y el de fuera como el de dentro, y el varón como la hembra, ni varón ni hembra.
Ahora bien, los dos son uno cuando decimos la verdad entre nosotros, y en dos
cuerpos habrá sólo un alma, sin disimulo. Y al decir lo exterior como lo interior quiere
decir esto: lo interior quiere decir el alma, y lo exterior significa el cuerpo. Por tanto,
de la misma manera que aparece el cuerpo, que se manifieste el alma en sus buenas
obras. Y al decir el varón con la hembra, ni varón ni hembra, significa esto: que un
hermano al ver a una hermana no debería pensar en ella como siendo una mujer, y que
una hermana al ver a un hermano no debería pensar en él como siendo un hombre. Si
hacéis estas cosas, dice Él, vendrá el reino de mi Padre.

XIII. Por tanto, hermanos, arrepintámonos inmediatamente. Seamos sobrios para lo


que es bueno; porque estamos llenos de locura y maldad. Borremos nuestros pecados
anteriores, y arrepintámonos con toda el alma y seamos salvos. Y que no seamos
hallados complaciendo a los hombres. Ni deseemos agradarnos los unos a los otros
solamente, sino también a los que están fuera, con nuestra justicia, para que el Nombre
no sea blasfemado por causa de nosotros. Porque el Señor ha dicho: Mi nombre es
blasfemado en todas formas entre todos los gentiles; y también: ¡Ay de aquel por
razón del cual mi Nombre es blasfemado! ¿En qué es blasfemado? En que vosotros no
hacéis las cosas que deseo. Porque los gentiles, cuando oyen de nuestra boca las
palabras de Dios, se maravillan de su hermosura y grandeza; pero cuando descubren
que nuestras obras no son dignas de las palabras que decimos, inmediatamente
empiezan a blasfemar, diciendo que es un cuento falaz y un engaño. Porque cuando
oyen que les decimos que Dios dice: ¿Qué clase de merecimiento es el vuestro, si
amáis a los que os aman?; pero sí es un merecimiento vuestro si amáis a vuestros
enemigos y a los que os aborrecen; cuando oyen estas cosas, digo, se maravillan de su
soberana bondad; pero cuando ven que no sólo no amamos a los que nos aborrecen,
sino que ni aun amamos a los que nos aman, se burlan de nosotros y nos desprecian, y
el Nombre es blasfemado.

XIV. Por tanto, hermanos, si hacemos la voluntad de Dios nuestro Padre, seremos de
la primera Iglesia, que es espiritual, que fue creada antes que el sol y la luna; pero si
no hacemos la voluntad del Señor, seremos como la escritura que dice: Mi casa ha
sido hecha cueva de ladrones. Por tanto, prefiramos ser de la Iglesia de la vida, para
que seamos salvados. Y no creo que ignoréis que la Iglesia viva es el cuerpo de
Cristo; porque la Escritura dice: Dios hizo al hombre, varón y hembra. El varón es
Cristo y la hembra es la Iglesia. Y los libros y los apóstoles declaran de modo
inequívoco que la Iglesia no sólo existe ahora por primera vez, sino que ha sido desde
el principio: porque era espiritual, como nuestro Jesús era también espiritual, pero fue
manifestada en los últimos días para que Él pueda salvarnos. Ahora bien, siendo la
Iglesia espiritual, fue manifestada en la carne de Cristo, con lo cual nos mostró que, si
alguno de nosotros la guarda en la carne y no la contamina, la recibirá de nuevo en el
Espíritu Santo; porque esta carne es la contrapartida y copia del espíritu. Ningún
hombre que haya contaminado la copia, pues, recibirá el original como porción suya.
Esto es, pues, lo que Él quiere decir, hermanos: Guardad la carne para que podáis
participar del espíritu. Pero si decimos que la carne es la Iglesia y el espíritu es Cristo,
entonces el que haya obrado de modo inexcusable con la carne ha obrado de modo
inexcusable con la Iglesia. Este, pues, no participará del espíritu, que es Cristo. Tan
excelente es la vida y la inmortalidad que esta carne puede recibir como su porción si
el Espíritu Santo va unido a ella. Nadie puede declarar o decir las cosas que el Señor
tiene preparadas para sus elegidos.

XV. Ahora bien, no creo que haya dado ningún consejo despreciable respecto a la
continencia, y todo el que lo ponga por obra no se arrepentirá del mismo, sino que le
salvará a él y a mí, su consejero. Porque es una gran recompensa el convenir a un alma
extraviada y a punto de perecer, para que pueda ser salvada. Porque ésta es la
recompensa que podemos dar a Dios, que nos ha creado, si el que habla y escucha, a
su vez habla y escucha con fe y amor. Por tanto permanezcamos en las cosas que
creemos, en la justicia y la santidad, para que podamos con confianza pedir a Dios que
dice: Cuando aún estás hablando, he aquí Yo estoy contigo. Porque estas palabras son
la garantía de una gran promesa: porque el Señor dice de sí mismo que está más
dispuesto a dar que el que pide a pedir. Viendo, pues, que somos participantes de una
bondad tan grande, no andemos remisos en obtener tantas cosas buenas. Porque así
como es grande el plaçer que proporcionan estas palabras a los que las ejecutan, así
será la condenación que acarrean sobre sí mismos los que han sido desobedientes.

XVI. Por tanto, hermanos, siendo así que la oportunidad que hemos tenido para el
arrepentimiento no ha sido pequeña, puesto que tenemos tiempo para ello,
volvámonos a Dios que nos ha llamado, entretanto que tenemos a Uno que nos reciba.
Porque si nos desprendemos de estos goces y vencemos nuestra alma, rehusando dar
satisfacción a sus concupiscencias, seremos partícipes de la misericordia de Jesús.
Porque sabéis que el día del juicio está acercándose, como un horno encendido, y los
poderes de los cielos se disolverán, y toda la tierra se derretirá como plomo en el
fuego, y entonces se descubrirá el secreto y las obras ocultas de los hombres. El dar
limosna es, pues, una cosa buena, como el arrepentirse del pecado. El ayuno es mejor
que la oración, pero el dar limosna mejor que estos dos. Y el amor cubrirá multitud de
pecados, pero la oración hecha en buena conciencia libra de la muerte.
Bienaventurado el hombre que tenga abundancia de ellas. Porque el dar limosna quita
la carga del pecado.

XVII. Arrepintámonos, pues, de todo corazón, para que ninguno de nosotros perezca
por el camino. Porque si hemos recibido mandamiento de que debemos también
ocuparnos de esto, apartar a los hombre de sus ídolos e instruirlos, ¡cuánto peor es que
un alma que conoce ya a Dios perezca! Por tanto, ayudémonos los unos a los otros, de
modo que podamos guiar al débil hacia arriba, como abrazando lo que es bueno, a fin
de que todos podamos ser salvados; y convirtámonos y amonestémonos unos a otros.
Y no intentemos prestar atención y creer sólo ahora, cuando nos están amonestando
los presbíteros; sino que también, cuando hayamos partido para casa, recordemos los
mandamientos del Señor y no permitamos ser arrastrados por otro camino por nuestros
deseos mundanos; asimismo, vengamos aquí con más frecuencia, y esforcémonos en
progresar en los mandamientos del Señor, para que, unánimes, podamos ser reunidos
para vida. Porque el Señor ha dicho: Vengo para congregar a todas las naciones,
tribus y lenguas. Al decir esto habla del día de su aparición, cuando vendrá a
redimirnos, a cada uno según sus obras. Y los no creyentes verán su gloria y su poder,
y se quedarán asombrados al ver el reino del mundo entregado a Jesús, y dirán: Ay de
nosotros, porque Tú eras, y nosotros no te conocimos y no creímos en Ti; y no
obedecimos a los presbíteros cuando nos hablaban de nuestra salvación. Y su gusano
no morirá, y su fuego no se apagará, y serán hechos un ejemplo para toda carne. Está
hablando del día del juicio, cuando los hombres verán a aquellos que, entre vosotros,
han vivido vidas impías y han puesto por obra falsamente los mandamientos de
Jesucristo. Pero los justos, habiendo obrado bien y sufrido tormentos y aborrecido los
placeres del alma, cuando contemplen a los que han obrado mal y negado a Jesús con
sus palabras y con sus hechos, cuando sean castigados con penosos tormentos en un
fuego inextinguible, darán gloria a Dios, diciendo: Habrá esperanza para aquel que ha
servido a Dios de todo corazón.

XVIII. Por tanto seamos hallados entre los que dan gracias, entre los que han servido
a Dios, y no entre los impíos que son juzgados. Porque yo también, siendo un pecador
extremo y aún no libre de la tentación, sino en medio de las añagazas del diablo,
procuro con diligencia seguir la justicia, para poder prevalecer consiguiendo llegar por
lo menos cerca de ella, en tanto que temo el juicio venidero.

XIX. Por tanto, hermanos y hermanas, después de haber oído al Dios de verdad, os
leo una exhortación a fin de que podáis prestar atención a las cosas que están escritas,
para que podáis salvaros a vosotros mismos y al que lee en medio de vosotros. Porque
os pido como una recompensa, que os arrepintáis de todo corazón y os procuréis la
salvación y la vida. Porque al hacer esto estableceremos un objetivo para todos los
jóvenes que desean esforzarse en la prosecución de la piedad y la bondad de Dios. Y
no nos desanimemos y aflijamos, siendo como somos necios, cuando alguien nos
aconseje que nos volvamos de la injusticia hacia la justicia. Porque a veces, cuando
obramos mal, no nos damos cuenta de ello, por causa de la indecisión e incredulidad
que hay en nuestros pechos, y nuestro entendimiento es enturbiado por nuestras vanas
concupiscencias. Por tanto pongamos en práctica la justicia, para que podamos ser
salvos hasta el fin. Bienaventurados los que obedecen estas ordenanzas. Aunque
tengan que sufrir aflicción durante un tiempo breve en el mundo, recogerán el fruto
inmortal de la resurrección. Por tanto, que no se aflija el que es piadoso si es
desgraciado en los días presentes, pues le esperan tiempos de bienaventuranza.
Volverá a vivir en el cielo con los padres y se regocijará durante toda una eternidad sin
penas.

XX. Y no permitas tampoco que esto turbe tu mente, que vemos que los impíos
poseen riquezas, y los siervos de Dios sufren estrecheces. Tengamos fe, hermanos y
hermanas. Estamos militando en las filas de un Dios vivo; y recibimos entrenamiento
en la vida presente, para que podamos ser coronados en la futura. Ningún justo ha
recogido el fruto rápidamente, sino que ha esperado que le llegue. Porque si Dios
hubiera dado la recompensa de los justos inmediatamente, entonces nuestro
entrenamiento habría sido un pago contante y sonante, no un entrenamiento en la
piedad; porque no habríamos sido justos yendo en pos de lo que es piadoso, sino de las
ganancias. Y por esta causa el juicio divino alcanza al espíritu que no es justo, y lo
llena de cadenas.

Al único Dios invisible, Padre de la verdad, que nos envió al Salvador y Príncipe de la
inmortalidad, por medio del cual Dios también nos hizo manifiesta la verdad y la vida
celestial, a Él sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Fuente: Los Padres Apostólicos, por J. B. Lightfoot. Editorial CLIE www.clie.es

EPÍSTOLA DE LA IGLESIA DE ESMIRNA


A LA DE FILOMELIO
(Martirio de Policarpo)
La Iglesia de Dios que reside en Esmirna a la Iglesia de Dios que reside en Filomelio,
y a todas las fraternidades de la santa y universal Iglesia que reside en todo lugar,
misericordia y paz y amor de Dios el Padre y nuestro Señor Jesucristo os sean
multiplicados.

I. Os escribimos, hermanos, un relato de lo que sucedió a los que sufrieron martirio, y


en especial al bienaventurado Policarpo, que puso fin a la persecución, habiendo
puesto sobre ella, por así decirlo, el sello de su martirio. Porque casi todos los sucesos
antes mencionados acaecieron para que el Señor pudiera mostrarnos una vez más un
ejemplo de martirio que es conforme al Evangelio. Porque fue demorándolo para que
pudiera ser entregado, como hizo el Señor, con miras a que nosotros también
pudiéramos ser imitadores suyos, no mirando sólo a lo que nos afecta a nosotros, sino
también a lo que afecta a nuestros prójimos. Porque incumbe al amor verdadero y
firme no sólo desear ser uno salvado, sino también que lo sean los hermanos.

II. Benditos y nobles son, pues, todos los martirios que tienen lugar según la voluntad
de Dios (porque nos corresponde ser muy escrupulosos y asignar a Dios el poder sobre
todas las cosas). Porque, ¿quién podría dejar de admirar su nobleza y resistencia
paciente y lealtad al Señor, siendo así que cuando eran desgarrados por los azotes, de
modo que el interior de su carne quedaba visible incluso hasta las venas y arterias de
dentro, lo soportaban con paciencia, de modo que los mismos que lo contemplaban
tenían compasión y lloraban; en tanto que ellos mismos alcanzaban un grado tal de
valor que ninguno de ellos lanzó un grito o un gemido, mostrándonos con ello a todos
que en aquella hora los mártires de Cristo que eran torturados estaban ausentes de la
carne, o, mejor dicho, que el Señor estaba presente y en comunión con ellos? Y
prestando atención a la gracia de Cristo, despreciaban las torturas del mundo,
comprando al coste de una hora el ser librados de un castigo eterno. Y hallaron que el
fuego de sus inhumanos verdugos era frío: porque tenían puestos los ojos en el hecho
de ser librados del fuego eterno que nunca se apaga; en tanto que los ojos de sus
corazones contemplaban las buenas cosas que están reservadas para aquellos que
soportan con paciencia cosas que no oyó ningún oído o ha visto ojo alguno, y que
nunca han entrado en el corazón del hombre, pero que les fueron mostradas a ellos
porque ya no eran hombres, sino ángeles. Y de la misma manera también los que
fueron condenados a las fieras soportaron castigos espantosos, ya que les hicieron
echar sobre conchas aguzadas y sufrir otras formas de torturas diversas, para que el
diablo pudiera conseguir que se retractaran, de ser posible, por la persistencia del
castigo; pues el diablo intentó muchas añagazas contra ellos.

III. Pero, gracias a Dios, El prevaleció contra todo. Porque el noble Germánico animó
la pusilanimidad de ellos por medio de la constancia que había en él; y luché con las
fieras en una forma destacada. Porque cuando el procónsul deseaba prevalecer sobre él
y le mandó que tuviera compasión de su juventud, él, haciendo uso de violencia,
arrastró a la fiera hacia él, deseando conseguir más rápidamente ser librado de su vida
injusta y arbitraria. De modo que después de esto la multitud, asombrada del valor de
los cristianos amados de Dios y temerosos de Dios, levantó un clamor: «Fuera los
ateos; que vayan a buscar a Policarpo.»

IV. Pero un hombre, que se llamaba Quinto, un frigio llegado recientemente de


Frigia, cuando vio las fieras se acobardó. Fue él que se había forzado a sí mismo y a
otros a presentarse por su propia y libre voluntad. De éste el procónsul, con muchos
ruegos, consiguió que hiciera el juramento y ofreciera incienso. Por esta causa, pues,
hermanos, no alabamos a los que se entregan ellos mismos, puesto que el Evangelio
no nos enseña esto.

V. Ahora bien, el glorioso Policarpo, al principio, cuando lo oyó, lejos de


desanimarse, tenía deseos de permanecer en la ciudad; pero la mayoría le persuadieron
a que se retirara. Así que se retiró a una casa de campo no lejos de la ciudad; y allí se
quedó con unos pocos compañeros, no haciendo otra cosa noche y día que orar por
todos los hombres y por las iglesias por todo el mundo; porque ésta era su costumbre
constante. Y mientras estaba orando tuvo una visión tres días antes de su captura; y
vio que su almohada estaba ardiendo. Y se volvió y dijo a los que estaban con él: «Es
menester que sea quemado vivo.»

VI. Y como los que le estaban buscando persistían, él se fue a otra casa de campo; y
al poco llegaron allí los que le buscaban, y como no le hallaron, echaron mano de dos
muchachos esclavos, uno de los cuales confesó bajo tortura; porque le era imposible
permanecer escondido cuando las mismas personas que le habían delatado eran gente
de su propia casa. Y el capitán de los gendarmes, que resulté precisamente llamarse
Herodes, tenía muchos deseos de llevarle al estadio. (Esto sucedió para que pudiera
cumplir su suerte designada, o sea, el ser hecho participante con Cristo, en tanto que
ellos —los que le traicionaban— sufrían el mismo castigo de Judas.

VII. Así que llevándose al muchacho con ellos, en viernes, hacia la hora de la cena,
los gendarmes y jinetes se dirigieron con sus armas acostumbradas, apresurándose
como contra un ladrón. Y llegando todos ellos tarde al anochecer, hallaron al hombre
echado en cama en un aposento alto de cierta cabaña; y aunque él podría haberse ido a
otro lugar, no quiso, diciendo: Sea hecha la voluntad de Dios. Así que cuando oyó que
venían, se dirigió hacia abajo y conversó con ellos, en tanto que los presentes se
maravillaban de su edad y de su constancia, preguntándose cómo podía haber tanta
ansia para aprehender a un anciano como él. Con lo cual, inmediatamente dio orden de
que se dispusiera una mesa para ellos, para que comieran y bebieran en aquella hora
tanto como desearan. Y les persuadió a concederle una hora para que pudiera orar sin
ser molestado; y cuando ellos consintieron, él se levantó y oró, estando tan lleno de la
gracia de Dios, que durante dos horas no pudo callar, y todos los que le oían estaban
asombrados, y muchos se arrepentían de haber acudido contra un anciano tan
venerable.

VIII. Pero cuando finalmente puso fin a su oración, después de recordar a todos los
que en. un momento u otro habían estado en contacto con él, pequeños y grandes, altos
y bajos, y a toda la Iglesia universal por todo el mundo, llegó la hora de partir, y le
sentaron sobre un asno y le llevaron a la ciudad, y era un gran sábado. Y fue recibido
por Herodes, el capitán de la policía y por su padre Nicetes, los cuales le hicieron bajar
de su montura y subir a su carruaje, y procuraron convencerle, sentándose ellos a su
lado y diciéndole: «~,Qué mal hay en decir César es Señor, y en ofrecerle incienso»,
añadiendo a esto «y con ello salvarte?» Pero él al principio no les dio respuesta. Sin
embargo, cuando ellos persistieron, les dijo: «No voy a hacer lo que me aconsejáis.»
Entonces ellos, viendo que no podían persuadirle, hicieron uso de amenazas y le
hicieron bajar rápidamente, de modo que se hirió en la espinilla cuando bajaba del
carruaje. Y sin volverse tan sólo, siguió su camino al punto y rápidamente, como si
nada le hubiera sucedido, y fue llevado al estadio; y había en el estadio un tumulto tal
que no era posible oír la voz de ninguno al hablar.

IX. Pero cuando Policarpo entró en el estadio le llegó una voz del cielo: «Mantente
firme, Policarpo, y sé un hombre.» Y nadie vio al que hablaba, pero los que son de los
nuestros que estaban presentes oyeron la voz. Y al final, cuando fue traído, hubo un
gran tumulto, porque oyeron que habían capturado a Policarpo. Así pues, cuando lo
presentaron delante del procónsul, éste inquirió si él era el hombre. Y al confesar que
lo era, intentó persuadirle a que se retractara, diciendo: «Ten respeto a tu edad», y
otras cosas apropiadas, como acostumbran decir: «Jura por el genio de César; y
retráctate y di: Fuera los ateos.» Entonces Policarpo, con mirada solemne, contemplé
toda la multitud de paganos impíos que había en el estadio, y les hizo señas con la
mano; y gimiendo y mirando al cielo, dijo: «Fuera los ateos.» Pero cuando el
magistrado insistió y le dijo: «Jura, y te soltaré; insulta a Cristo», Policarpo dijo:
«Durante ochenta y seis años he sido su siervo, y no me ha hecho mal alguno. ¿Cómo
puedo ahora blasfemar de mi Rey que me ha salvado?»
X. Pero cuando el procónsul persistió diciendo: «Jura por el genio del César», él
contestó: «Si supones, en vano, que voy a jurar por el genio del César, como dices, y
haces ver que no sabes quién soy, te lo diré claramente: soy cristiano. Pero si quieres
aprender la doctrina del Cristianismo, señala un día y escúchame.» El procónsul dijo:
«Convence al pueblo.» Pero Policarpo contestó: «En cuanto a ti, he considerado que
eres digno de hablarte; porque se nos ha enseñado a rendir honor como es debido a los
príncipes y autoridades designadas por Dios, salvo que no sea en nuestro perjuicio;
pero en cuanto a éstos, no los considero dignos de que tenga que defenderme delante
de ellos.»

XI. Ante lo cual el procónsul dijo: «Tengo fieras aquí y te echaré a ellas como no te
retractes.» Pero él dijo: «Que las traigan; porque el arrepentirse de lo mejor a lo peor
es un cambio que no nos es permitido; pero es noble el cambiar de lo perverso a lo
justo.» Entonces le dijo: «Haré que ardas con fuego si desprecias las fieras, como no te
arrepientas.» Pero Policarpo dijo: «Tú me amenazas con fuego que arde un rato y
después se apaga; pero no sabes nada del fuego del juicio futuro y del castigo eterno,
que está reservado a los impíos. ¿Por qué te demoras? Haz lo que quieras.»

XII. Diciendo estas y otras cosas, iba llenándose de valor y gozo, y su rostro se
henchía de gracia, de modo que no sólo no se desmayó ante las cosas que le decían,
sino que, al contrario, el procónsul estaba asombrado y envió a su propio heraldo a
proclamar tres veces en medio del estadio: «Policarpo ha confesado que es un
cristiano.» cuando el heraldo hubo proclamado esto, toda la multitud, tanto de gentiles
como de judíos que vivían en Esmirna, clamó con ira incontenible y grandes gritos:
«Éste es el maestro de Asia, el padre de los cristianos, el que derriba nuestros dioses y
enseña a muchos a no sacrificar ni adorar.» Diciendo estas cosas, a grandes gritos
pidieron al asiarca Felipe que soltara un león a Policarpo. Pero él dijo que no podía
hacerlo legalmente, puesto que ya había dado por terminados los juegos. Entonces
ellos decidieron gritar unánimes que Policarpo debía ser quemado vivo. Porque era
menester que se cumpliera la visión que se le había mostrado con respecto a su
almohada, cuando la vio ardiendo mientras oraba, y volviéndose dijo a los fieles que
estaban con él: «Es menester que sea quemado vivo.»

XIII. Estas cosas sucedieron rápidamente, más aprisa de lo que pueden contar las
palabras, y la multitud empezó a recoger en obradores y baños leña y haces, y los
judíos en especial ayudaron, según acostumbran. Pero cuando estuvo listo el montón
de leíia, él mismo se quitó las prendas externas y se soltó la faja, esforzándose también
en quitarse los zapatos, aunque no tenía la costumbre de hacerlo antes, porque todos
los fieles en todo momento se esforzaban por quién tocaría antes su carne. Porque
había sido tratado con todo honor toda su vida, incluso antes de que le salieran canas.
Al punto, los instrumentos que estaban preparados para la hoguera fueron colocados a
su alrededor; y como iban también a clavarle a la estaca, él dijo: «Dejadme como
estoy; puesto que El me ha concedido que pueda resistir el fuego, también me
concederá que pueda permanecer inmóvil en la hoguera, sin tener que ser sujetado por
los clavos.»

XIV. Y ellos no le clavaron, pero le amarraron. Entonces él, colocando las manos
detrás y amarrado a la estaca como un noble cordero del gran rebaño para ser como
una ofrenda, un holocausto preparado y aceptable a Dios, mirando al cielo dijo: «Oh
Señor Dios Todopoderoso, Padre de tu amado y bendito Hijo Jesucristo, por medio del
cual hemos recibido conocimiento de Ti, el Dios de ángeles y poderes, y de toda
creación y de toda la raza de los justos, que viven en tu presencia; te bendigo porque
me has concedido este día y hora para que pueda recibir una porción entre el número
de los mártires en la copa de [tu] Cristo en la resurrección de vida eterna, tanto del
alma como del cuerpo, en la incorruptibilidad del Espíritu Santo. Que pueda ser
recibido con ellos en tu presencia este día, como un sacrificio rico y aceptable, que Tú
has preparado y revelado de antemano, y has realizado, Tú que eres el Dios fiel y
verdadero. Por esta causa, sí, y por todas las cosas, te alabo, y bendigo, y glorifico, por
medio del Sumo Sacerdote eterno y celestial, Jesucristo, tu Hijo amado, por medio del
cual, con El y el Espíritu Santo, sea gloria ahora y [siempre] y por todos los siglos.
Amén.»

XV. Cuando hubo ofrecido el Amén y terminado su oración, el verdugo encendió el


fuego. Y cuando surgió la llama poderosa, todos los que pudimos verlo,
contemplamos un portento, sí, y fuimos preservados para que pudiéramos referir al
resto lo que había sucedido. El fuego, formando la apariencia de una bóveda, como la
vela de un navío llenada por el viento, formé una pared alrededor del cuerpo del
mártir; y estaba allí en medio, no como carne quemándose, sino como [un pan en el
horno o como] oro y plata refinados en un horno. Porque percibimos un olor fragante,
como si desprendiera olor de incienso o de algún bálsamo precioso.

XVI. Así que, finalmente, los impíos, viendo que su cuerpo no podía ser consumido
por el fuego, ordenaron al verdugo que fuera y le apuñalara con una daga. Y cuando lo
hubo hecho, salió [una paloma y] una cantidad de sangre tal que extinguió el fuego; y
toda la multitud se maravillé de que hubiera una diferencia tan grande entre los
incrédulos y los elegidos. En el número de éstos estaba este hombre, el glorioso mártir
Policarpo, que fue un maestro apostólico y profético en nuestros propios días, un
obispo de la santa Iglesia que está en Esmirna. Porque cada palabra que pronunció su
boca se cumplió o bien se cumplirá.

XVII. Pero el Maligno, celoso y envidioso, el adversario de la familia de los justos,


habiendo visto la grandeza de su martirio y lo intachable de su vida desde el principio,
y cómo fue coronado con la corona de la inmortalidad, y hubo ganado un premio que
nadie puede desmentir, se las arregló para que ni aun su pobre cuerpo fuera sacado y
llevado por nosotros, aunque muchos deseaban hacerlo y tocar su carne santa. Así que
hizo salir a Nicetes, el padre de Herodes y hermano de Alce, para rogar al magistrado
que no entregara su cuerpo, según se dijo: «para que no abandonen al crucificado y
empiecen a adorar a este hombre»; lo cual fue hecho por instigación y ruego
apremiante de los judíos, que también vigilaban cuando iban a sacarle del fuego, no
sabiendo que será imposible que nosotros abandonemos en este tiempo al Cristo que
sufrió por la salvación de todo el mundo de los que son salvos —sufriendo por los
pecadores siendo El inocente—, ni adorar a otro. Porque a Él, siendo el Hijo de Dios,
le adoramos, pero a los mártires, como discípulos e imitadores del Señor, los
respetamos y queremos como merecen, por su afecto incomparable hacia su propio
Rey y Maestro. Que nuestra suerte sea también ser hallados copartícipes y
condiscípulos de ellos.

XVIII. El centurión, pues, viendo la oposición levantada por parte de los judíos, le
puso en medio y lo quemó según su costumbre. Y así nosotros, después, recogimos
sus huesos, que son mucho más valiosos que piedras preciosas y que oro refinado, y
los pusimos en un lugar apropiado; donde el Señor nos permitirá congregarnos, según
podamos, en gozo y alegría, y celebrar el aniversario de su martirio para la
conmemoración de todos los que ya han luchado en la contienda y para la enseñanza y
preparación de los que han de hacerlo más adelante.

XIX. Así ha sucedido que el bienaventurado Policarpo, habiendo recibido el martirio


en Esmirna con los de Filadelfia —doce en conjunto—, es recordado de modo especial
más que los otros por todos, de manera que se habla de él incluso entre los paganos en
todas partes; porque mostró no sólo que era un maestro notable, sino también un
mártir distinguido, cuyo martirio todos desean imitar, viendo que fue según el modelo
del Evangelio de Cristo. Habiendo vencido con su sufrimiento al gobernante injusto en
el conflicto y recibido la corona de la inmortalidad, se regocija en la compañía de los
apóstoles y de los justos, y glorifica al Dios y Padre Todopoderoso, y bendice a
nuestro Señor Jesucristo, el salvador de nuestras almas y piloto de nuestros cuerpos y
pastor de la Iglesia universal que se halla por todo el mundo.

XX. En verdad pedisteis que se os mostraran en gran detalle todas las cosas que han
sucedido; pero nosotros, hasta aquí, os hemos mostrado cómo fue en un sumario por
medio de nuestro hermano Marciano. Cuando os hayáis enterado de estas cosas,
enviad la carta también a otros hermanos que están más lejos, para que ellos también
puedan glorificar al Señor, que elige entre sus propios siervos. Ahora, al que es
poderoso para traernos a todos por su gracia y bondad a su reino eterno, por medio de
su Hijo unigénito Jesucristo, sea gloria, honor, poder y grandeza para siempre.
Saludad a todos los santos. Los que están con nosotros os saludan, y Evaresto, que
escribió esta carta, con toda su casa.

XXI. El bienaventurado Policarpo sufrió el martirio el segundo día de la primera


parte del mes Xanticus, el séptimo día antes de las calendas de marzo, en un gran
sábado, a la hora octava. Fue capturado por Herodes, cuando Felipe de Tralles era
sumo sacerdote, en el proconsulado de Statius Quadratus, pero en el reino del Rey
eterno Jesucristo. Al cual sea la gloria, honor, grandeza y trono eterno, de generación
en generación. Amén.

XXII. (1) Que Dios os sea propicio, hermanos, en tanto que andáis en la palabra de
Jesucristo que es según el Evangelio; con quien sea la gloria de Dios para salvación de
sus santos elegidos; así como el bienaventurado Policarpo sufrió el martirio, en cuyas
pisadas sea nuestra suene para ser hallados en el reino de Jesucristo.

(2) Este relato Gayo lo copió de los papeles de Ireneo, un discípulo de Policarpo. Este
mismo vivió también con Ireneo.

(3) Y yo Sócrates los escribí en Corinto de la copia de Gayo. La gracia sea con todos
los hombres.

(4) Y yo Pionio lo escribí de nuevo de la copia antes mencionada, habiéndola buscado


(según el bienaventurado Policarpo me mostró en una revelación, como declararé en la
secuela), recogiéndola y juntándola cuando ya estaba casi desgastada por la edad, para
que el Señor Jesucristo pueda recogerme también a mí con sus elegidos en su reino
celestial; al cual sea la gloria con el Padre y el Espíritu Santo, por los siglos de los
siglos. Amén.

Los tres párrafos precedentes según se hallan en el manuscrito de Moscú

(2) Este relato lo copió Gayo de los papeles de Ireneo. Este vivió con Ireneo, que
había sido un discípulo del santo Policarpo. Porque este Ireneo, estando en Roma al
tiempo del martirio del obispo Policarpo, instruyó a muchos; y hay en circulación
muchos tratados ortodoxos y muy excelentes que son suyos. En éstos hace mención de
Policarpo, diciendo que le había enseñado a él. Y fue capaz de refutar toda herejía y
entregar la regla católica de la Iglesia tal como la había recibido del santo. Menciona
este hecho también: que cuando Marción, según el cual son llamados los marcionitas,
se encontró con el santo Policarpo en una ocasión, y dijo: «Te reconozco, Policarpo»,
él respondió a Marción: «Ciertamente, te reconozco como el primogénito de Satanás.»
La afirmación siguiente se hace también en los escritos de Ireneo: que en el mismo día
y hora en que Policarpo era martirizado en Esmirna, Ireneo, estando en la ciudad de
Roma, oyó una voz como de una trompeta que decía: «Policarpo está sufriendo el
martirio.»

(3) De estos papeles de Ireneo, pues, como ya se ha afirmado, Gayo hizo una copia, y
de la copia de Gayo, Isócrates hizo otra en Corinto.
(4) Y yo Pionio de nuevo escribo la copia de Isócrates, habiéndola buscado en
obediencia a una revelación del santo Policarpo, juntándola, cuando ya estaba casi
desgastada por los años, para que el Señor Jesucristo pueda recogerme también a mí
con sus elegidos en su reino celestial; a quien sea la gloria con el Padre y el Hijo y el
Espíritu Santo para siempre jamás. Amén.

Fuente: Los Padres Apostólicos, por J. B. Lightfoot. Editorial CLIE www.clie.es

DEMOSTRACIÓN DE LA PREDICACIÓN
APOSTÓLICA

(Epideixis)
Irineo de Lión
PRÓLOGO (cc. 1-3)

Irineo escribe a su amigo Marciano y le promete un compendio de la fe cristiana

1. Conozco, querido Marciano, tu empeño en seguir la senda de la piedad el único


camino que lleva al hombre a la vida eterna; me alegro por ello y pido por ti para que,
conservando pura la fe, resultes grato a Dios, tu Creador. ¡Ojalá pudiésemos estar
siempre juntos para ayudarnos mutuamente y aligerar las preocupaciones de la vida
terrena mediante el intercambio continuo de cuestiones provechosas! Dado que en la
actualidad estamos físicamente separados uno del otro, he decidido, dentro de mis
posibilidades, conversar contigo por escrito y exponerte brevemente la predicación de
la verdad para fortalecer tu fe. Lo que te envío es una especie de promemoria sobre los
puntos fundamentales, de tal modo que en pocas páginas puedas encontrar abundante
material teniendo reunidas concisamente las líneas fundamentales del cuerpo de la
verad y con este compendio tengas a mano las pruebas de las realidades divinas.
Pienso que te será útil no sólo para tu salvación sino también para confutar a los que
defienden falsas opiniones y, a quien lo quiera conocer, le podrás exponer con
seguridad nuestra enseñanza en su integridad y pureza. En realidad, para aquéllos que
ven no hay más que un camino ascendente, iluminado por la luz celeste; pero para
aquéllos que no ven, los caminos son muchos, sin iluminación y descendentes. El
primero conduce al reino de los cielos y une al hombre con Dios; los otros llevan a la
muerte y alejan de Dios. Por lo tanto, para ti y para los que desean ardientemente su
salvación, es necesario que caminen en la fe, sin desviarse, con coraje y
determinación, para evitar que, por falta de tenacidad y perseverancia, se entreguen a
los placeres materiales o que, errando el camino, se alejen de la recta dirección.
El conocimiento de la verdad y las buenas obras

2. Y como el hombre es un ser viviente compuesto de alma y cuerpo, así es necesario


y conveniente que exista en virtud de tales dos elementos; y puesto que del uno y del
otro, de los dos, emanan las caídas, la pureza del cuerpo está en abstenerse y rehuir
toda cosa inverecunda y toda acción injusta, y la pureza del alma está en conservar
intacta la fe en Dios, sin agregar ni quitar nada de ella. Porque la piedad se empaña y
pierde su candor cuando se contamina con la impureza del cuerpo; se rompe, se
mancha y se desintegra cuando el error entra en el alma; se mantendrá en su belleza y
en su justa proporción cuando la verdad habita constantemente en el alma y la santidad
en el cuerpo. Pero ¿para qué sirve conocer la verdad de palabra si se profana el cuerpo
y se realizan acciones degradantes? ¿De qué sirve la santidad del cuerpo si la verdad
no anida en el alma? Ambos, pues, se alegran de estar juntos, están aliados y luchan
mano a mano para llevar al hombre a la presencia de Dios. Por esto dice el Espíritu
Santo por medio de David: Dichoso el hombre que no ha caminado en el consejo de
los impíos (Sal 1,1), es decir, en el consejo de los pueblos que no conocen a Dios; de
hecho, impíos son aquellos que no veneran a Aquél que es, por naturaleza, Dios. De
ahí que el Verbo dice a Moisés: Yo soy el que soy (Ex 3,14). De esta forma los que no
veneran a Aquél que verdaderamente es, son impíos. El que no se ha parado en el
camino de los pecadores (Sal 1,1). Y son pecadores los que poseen el conocimiento
de Dios y no guardan sus mandamientos, es decir, los que le desprecian. Que tampoco
se sienta en la cátedra de los cínicos (Sal 1,1). Cínicos son los que con doctrinas
falsas y perversas no sólo se corrompen a sí mismos sino también a los demás. La
cátedra de hecho es el símbolo de la escuela. Así son los herejes: se sientan en la
cátedra de los cínicos y corrompen a los que toman el veneno de sus doctrinas.

La Regla de la fe: fundamento de la verdad y de la salvación

3. Así pues, por temor a cosa semejante, nosotros debemos mantener inalterada la
Regla de la fe, y cumplir los mandamientos de Dios creyendo en Él, temiéndole como
a Señor y amándole como a Padre. Por lo tanto, un comportamiento de este estilo es
una conquista de la fe, pues, como dice Isaías: Si no creéis no comprenderéis (Is 7,9);
la fe nos es concedida por la verdad, pues la fe se fundamenta en la verdad. De hecho
nosotros creemos lo que realmente es y como es; y creyendo lo que realmente es y
como siempre es, mantendremos firme nuestra adhesión. Ahora bien, puesto que la fe
sostiene nuestra salvación, es necesario prestarle mucha atención para lograr una
auténtica inteligencia de la realidad. La fe es la que nos procura todo eso como nos
han transmitido los presbíteros, discípulos de los apóstoles. En primer lugar la fe nos
invita insistentemente a rememorar que hemos recibido el bautismo para el perdón de
los pecados en el nombre de Dios Padre y en el nombre de Jesucristo, Hijo de Dios
encarnado, muerto y resucitado, y en el Espíritu Santo de Dios; que el bautismo es el
sello de la vida eterna, el nuevo nacimiento de Dios, de tal modo que no seamos ya
más hijos de los hombres mortales, sino de Dios eterno e indefectible; que el Eterno e
Indefectible es Dios, por encima de todas las creaturas, y que cada cosa, sea de la
especie que sea, está sometida a Él, y cuanto a Él fue sometido fue por Él creado.
Dios, por lo tanto, no ejerce su poder y soberanía sobre lo que pertenece a otros, sino
sobre lo que le es propio. Y todo es de Dios. En efecto, Dios es omnipotente y todo
proviene de Él.

LA CATEQUESIS APOSTÓLICA (cc. 4-41)

Dios creador de todas las cosas

4. Porque es necesario que las cosas creadas tengan por principio alguna causa grande,
y el principio de todo es Dios; Él no tiene origen en otro, antes por el contrario, todo
fue creado por Él. Es, pues, necesario creer primeramente que hay un Dios, el Padre,
el cual lo creó y organizó el conjunto de los seres e hizo existir lo único que no existía,
y conteniendo el conjunto de los seres es el único incontenible. Ahora bien, en tal
conjunto se halla igualmente este mundo nuestro, y en el mundo, el hombre. También,
pues, este mundo fue creado por Dios.

Dios crea por medio del Verbo y del Espíritu

5. He aquí la demostración [de esta doctrina]: que hay un solo Dios, Padre, increado,
invisible, creador del universo; ni por encima de Él ni después de Él existe otro Dios;
que Dios es racional y por esto todos los seres fueron creados por medio del Verbo; y
Dios es Espíritu, y con el Espíritu lo dispuso todo, según dice el profeta: Por la
palabra del Señor fueron establecidos los cielos, y por obra de su Espíritu todas sus
potencias (Sal 32,6). Ahora bien, ya que el Verbo establece, es decir, crea y otorga la
consistencia a cuanto es, allí donde el Espíritu pone en orden y en forma la múltiple
variedad de las potencias, justa y convenientemente el Verbo es denominado Hijo, y el
Espíritu, Sabiduría de Dios. A este propósito el apóstol Pablo dice: Un solo Dios
Padre, que está por encima de todo, con todo y en todos nosotros (Ef 4,6). Porque
sobre todas las cosas está el Padre, pero con todo está el Verbo, puesto que por su
medio el Padre ha creado el universo; y en todos nosotros está el espíritu que grita
«Abbá» (Padre) y ha plasmado el hombre a semejanza de Dios. Así pues, el Espíritu
muestra al Verbo; a su vez los profetas anunciaron al Hijo de Dios; mas el Verbo lleva
consigo el Espíritu, y así es Él mismo quien comunica a los profetas el mensaje y
eleva al hombre hasta el Padre.

Los tres artículos de la Fe: Padre, Hijo y Espíritu Santo

6. He aquí la Regla de nuestra fe, el fundamento del edificio y la base de nuestra


conducta: Dios Padre, increado, ilimitado, invisible, único Dios, creador del universo.
Éste es el primer y principal artículo. El segundo es: el Verbo de Dios, Hijo de Dios,
Jesucristo nuestro Señor, que se ha aparecido a los profetas según el designio de su
profecía y según la economía dispuesta por el Padre; por medio de Él ha sido creado el
universo. Además al fin de los tiempos para recapitular todas las cosas se hizo hombre
entre los hombres, visible y tangible, para destruir la muerte, para manifestar la vida y
restablecer la comunión entre Dios y el hombre. Y como tercer artículo: el Espíritu
Santo por cuyo poder los profetas han profetizado y los padres han sido instruidos en
lo que concierne a Dios, y los justos han sido guiados por el camino de la justicia, y
que al fin de los tiempos ha sido difundido de un modo nuevo sobre la humanidad, por
toda la tierra, renovando al hombre para Dios.

El bautizmo nuevo nacimiento en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo

7. Por eso el bautismo, nuestro nuevo nacimiento, tiene lugar por estos tres artículos,
y nos concede renacer a Dios Padre por medio de su Hijo en el Espíritu Santo. Porque
los portadores del Espíritu de Dios son conducidos al Verbo, esto es, al Hijo, que es
quien los acoge y los presenta al Padre, y el Padre les regala la incorruptibilidad. Sin el
Espíritu Santo es pues imposible ver el Verbo de Dios y sin el Hijo nadie puede
acercarse al Padre, porque el Hijo es el conocimiento del padre y el conocimiento del
Hijo se obtiene por medio del Espíritu Santo. Pero el Hijo, según la bondad del Padre,
dispensa como ministro al Espíritu Santo a quien quiere y como el padre quiere.

Dios Padre bondadoso y justo

8. Y si el padre es denominado por el Espíritu Santo, Altísimo, Omnipotente y Señor


de las potencias, es para que lleguemos a conocer a Dios, es decir, el creador del cielo
y de la tierra y de todo el universo, creador de los ángeles y de los hombres y Señor de
todos, por medio del cual todo existe y permanece en vida, misericordioso, compasivo,
tiernísimo, bueno, justo, Dios de todos, de los Judíos, de los Gentiles y de los
creyentes; pero de los creyentes es Dios Padre, pues al fin de los tiempos abrió Él el
testamento de la adopción filial; sin embargo para los Judíos es Señor y legislador
porque cuando aquellos hombres, en los tiempos medios, olvidaron a Dios alejándose
y rebelándose contra Él, los recondujo a la obediencia mediante la ley para que
cayeran en la cuenta que tenían un Señor que es autor, creador y que da el soplo de
vida, al cual debemos prestar culto día y noche; y para los Gentiles es creador,
demiurgo y omnipotente. Para todos, sin excepción, es dador de alimento y manjar,
rey y juez, porque nadie escapará a su juicio, ni judío, ni gentil ni ningún creyente que
haya pecado y ni siquiera un ángel. Aquellos que en el presente se nieguen a creer en
su bondad, experimentarán en el juicio su poder, como dice el santo Apóstol: No
reconociendo que la bondad de Dios te está empujando a la enmienda, antes por el
contrario, con la dureza y la impenitencia de tu corazón te estás almacenando la ira
para el día de la ira cuando se revelará el justo juicio de DIos que pagará a cada uno
según sus obras (Rm 2,4-6). Éste es Aquel que en la Ley es llamado el Dios de
Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, Dios de vivos (Ex 3,6). De este Dios es
indescriptible su trascendencia y magnitud.
Los siete cielos, los dones del Espíritu y el culto angélico

9. Este mundo hállase rodeado de siete cielos, en los cuales habitan innumerables
potencias, ángeles y arcángeles, que aseguran un culto a Dios todopoderoso y creador
del universo. No porque tenga necesidad de ellos, sino para que no estén al menos sin
hacer nada e inútiles y malditos. Por eso es múltiple la presencia interior del Espíritu
de Dios, y el profeta Isaías la enumera en siete formas de ministerio, que han
descansado en el Hijo de Dios, a saber, el Verbo en su venida humana. En efecto, dice:
Sobre él se posará el Espíritu de Dios, Espíritu de sabiduría e inteligencia, Espíritu de
consejo y de fortaleza, [Espíritu de Ciencia] y de piedad; le conquistará el Espíritu
del temor de Dios (Is 11,2-3). El primer cielo, pues, a partir de lo alto, que contiene a
los restantes, es la sabiduría; el segundo es la inteligencia; el tercero es el consejo; el
cuarto, en línea descendente, es la fortaleza; el quinto es la ciencia; el sexto es la
piedad; el séptimo, que corresponde a nuestro firmamento, está repleto del temor de
este Espíritu que ilumina a los cielos. De ahí tomó Moisés el modelo del candelabro de
los siete brazos que arde ininterrumpidamente en el Santuario. De hecho organizó el
culto según este esquema celeste con lo que le había significado el Verbo: Te
ajustarás al modelo que te fue mostrado en la montaña (Ex 25,40).

La glorificación del padre por el Hijo y por el Espíritu Santo

10. Aqueste Dios, es decir el Padre, viene pues glorificado por su Verbo, que es su
Hijo para siempre, y por el Espíritu Santo, que es la Sabiduría del Padre de todos. Y
sus potencias, la del Logos y de la sabiduría, llamadas también Querubines y
Serafines, glorifican a Dios con voz incesante; y cualquier otra creatura que con ellas
está en los cielos da gloria a Dios, Padre de todos. Él con la palabra confirió la
existencia al universo entero; y en este universo hay también ángeles; y a este universo
entero le dio leyes, ordenando que cada cual esté y permanezca en lo suyo, sin salirse
de los límites decretados por Dios, cumpliendo cada uno el trabajo que le asignaron.

Dios plasma al hombre con sus manos

11. Al hombre empero lo plasmó Dios con sus propias manos, tomando el polvo más
puro y más fino de la tierra y mezclándolo en medida justa con su virtud. Dio a aquel
plama su propia fisonomía, de modo que el hombre, aun en lo visible, fuera imagen de
Dios. Porque el hombre fue puesto en la tierra plasmado a imagen de Dios. Y a fin de
que pudiera vivir, sopló Dios en su rostro un hálito vital, de manera que tanto en el
soplo como en la carne plasmada el hombre fuera semejante a Dios. Fue creado por
Dios libre y señor de sí, destinado para ser rey de todos los seres del cosmos. Este
mundo creado, preparado por Dios antes de plasmar al hombre, fue entregado al
hombre como territorio propio con todos los bienes que contenía. En este lugar
trabajaban, cada uno según sus propias funciones, los siervos de aquel Dios que había
creado todoas las cosas; y allí mandaba el regidor y cabeza que había sido constituido
jefe de sus consiervos; y los siervos eran ángeles y el regidor y cabeza era un arcángel.
El paraíso lugar de delicias

12. Habiendo, pues, constituído al hombre dueño de la tierra y de toda cosa que hay
sobre ella, secretamente le constituyó también dueño de aquellos que en ella tienen
oficio de siervos. Sin embargo, éstos, es decir los ángeles, se hallaban en la plenitud
de su posiblidad, mientras que el dueño, esto es, el hombre, era aún pequeño, como
niño, y debía crecer para llegar a la madurez. Y a fin que se alimentara y desarrollara
con gozo y alegría, fuele preparado un sitio mejor que este mundo, superior a él por el
aire, la belleza, la luz, el alimento, las plantas, los frutos, las aguas y todas las demás
cosas necesarias para la vida. Y este lugar tiene por nombre Jardín. El Jardín era tan
bello y agradable que el Verbo de Dios se personaba con frecuencia en él; se paseaba
y entretenía con el hombre prefigurando lo que había de suceder en el futuro, es decir,
que el Verbo de Dios se haría conciudadano del hombre y conversaría y habitaría con
todos los hombres enseñándoles la justicia. Pero el hombre era todavía niño y no tenía
aún pleno uso de razón, de ahí que le fuera fácil al seductor engañarle.

La creación de Eva

13. Entonces Dios hizo comparecer ante la presencia de Adán, que estaba paseando
por el Jardín, a todos los animales y le dió orden de imponerles nombres a cada uno, y
el nombre con que denominó Adán a un ser viviente, tal fue su nombre. Decidió,
asimismo, crear una ayuda al hombre, diciendo: No es bueno que el hombre esté solo,
voy a hacerle el auxiliar que le corresponde (Gn 2,18). Entre todos los vivientes no
fue hallada una ayuda igual, parangonable y similar a Adán. Dios mismo inspiró,
entonces, un éxtasis a Adán y le adormeció. Como el sueño no existía en el Jardín, fue
inspirado sobre Adán por voluntad de Dios, para realizar una obra a partir de otra
obra. Tomó, entonces, una costilla de Adán, llenó de carne el vacío creado, y con la
costilla extraída hizo a la mujer y así la presentó a Adán. Éste, en viéndola, exlamó:
¡Ésta si que es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Su nombre será hembra,
porque la han sacado de su hombre! (Gn 2,23).

Adán y Eva en perfecta armonía

14. Y Adán y Eva, pues así se llamaba la mujer, estaban desnudos y no sentían
vergüenza, porque su mentalidad era inocente e infantil y no brotaban en ellos
imaginaciones y pensamientos como los que engendran en el alma la concupiscencia y
la pasión atizados por el mal. De hecho vivían en estado de integridad, conservando su
propia naturaleza, porque lo inspirado en el plasma era un soplo de vida. Ahora bien,
mientras dura y persevera aquel soplo, en su orden y con su vigor, no es posible
entender y concebir cosas abyectas. Por eso no sentían vergüenza al besarse y
abrazarse con la inocencia más infantil.
El mandamiento de Dios

15. Pero para que el hombre no tuviese pensamientos de soberbia y se enorgulleciese,


como si no tuviera amo, por razón de la autoridad que le había sido conferida y de la
libertad de acceso a Dios para que no faltase, y, por complacencia en sí, concibiese
pensamientos de orgullo contra Dios, le fue dada por Dios una ley, a fin de que
reconociera que tenía por Señor al Señor de todo. Y le impuso Dios algunas reglas, de
suerte que, si observaba el mandamiento de Dios, permanecería siempre tal como era,
esto es, inmortal. Pero, si no la observaba, se haría mortal, destinado a disolverse en la
tierra de donde había sido tomado su plasma. Y éste era el mandamiento: De todo
árbol que está en el interior del Jardín, come y aliméntate. Mas del árbol de donde
procede la ciencia del bien y del mal, de ése sólo no comerás, pues el día que comáis
de él moriréis de muerte (Gn 2,16-17).

Satán provoca el pecado, la ruina del hombre

16. El hombre no cumplió el mandato sino que desobedeció a Dios. El ángel lo sedujo,
celoso y envidioso del hombre por los numerosos dones con que Dios le había
colmado. Y al persuadirle la desobediencia al mandato divino, provocó su propia ruina
al mismo tiempo que hacía al hombre pecador. El ángel, convertido así en jefe y guía
del pecado, fue castigado por haber ofendido a Dios, y consiguió al mismo tiempo que
el hombre fuera expulsado del Jardín. Y porque con su intento se rebeló y apostató de
Dios, fue llamado en hebreo Satán, es decir, apóstata, aunque también le dicen diablo.
Dios maldijo además a la serpiente, que había sido disfraz del diablo; maldición que
alcanzó al animal msimo y al ángel escondido en él, Satán. Y al hombre le expulsó de
su presencia, le transfirió y le hizo habitar entonces en el camino que conduce al
Jardín, ya que el Jardín no admite al pecador.

El drama de los hijos de Adán: Caín y Abel

17. Desterrados del Jardín, Adán y su mujer, Eva, padecieron muchas miserias y
vivieron en este mundo llenos de tristeza, fatigas y lamentos. Porque el hombre
trabajaba la tierra bajo los rayos del sol, y la tierra producía espinas y abrojos, castigo
del pecado. Entonces se cumplió el dicho de la Escritura: Adán se unió a su mujer;
ella concibió, dio a luz a Caín y, después, dio a luz a Abel. Mas el ángel rebelde, el
mismo que impulsó al hombre a la desobediencia, que le había hecho pecador y
causado su destierro del Jardín, no contento con el primero, obró un nuevo daño, esta
vez sobre los dos hermanos; porque llenando a Caín de su propio espíritu le hizo
fraticida. Así murió Abel, asesinado por su hermano, como un signo del futuro,
cuando algunos serían perseguidos, atormentados y muertos, y serían los injustos
quienes matarían y perseguirían a los justos. Por esto Dios montó en cólera y maldijo a
Caín y desde entonces todos los descendientes en la línea de su sucesión fueron
semejantes a su progenitor. Dios, después, hizo que Adán tuviese otro hijo en
sustitución del asesinado Abel.
Los Gigantes. La dilatación de la maldad y la disminución de la justicia

18. La maldad, extendiéndose continuamente, alanzó e inundó la raza humana; sólo un


poco de semilla de justicia quedaba en ella. Porque, además, sobre la tierra tenían
lugar uniones ilegítimas: los ángeles fornicaron con las hijas de los hombres, quienes
dieron a luz unos hijos que por su enorme estatura fueron llamados gigantes. Los
ángeles, entonces, dieron a sus esposas como regalo malignas enseñanzas. Les
enseñaron la manera de obtener extractos de flores y plantas, tintes y pinturas, joyas y
cosméticos, los celos y los amores apasionados, la seducción y la coquetería, los
sortilegios de la magia, toda clase de adivinación e idolatría odiados por Dios. Y una
vez desencadenadas tales cosas, el mal se expandió hasta desbordar, y la justicia
disminuyó hasta casi desaparecer.

El diluvio como juicio de Dios

19. Finalmente, cuando vino sobre el mundo el justo juicio de Dios con el diluvio en la
décima generación, contando desde el primer hombre, únicamente Noé fue encontrado
justo y, gracias a su propia justicia, fue salvado con su mujer, sus tres hijos y sus
mujeres, encerrados en el arca con los animales que Dios había ordenado a Noé
introducir en el arca. Cuando la destrucción se cernía sobre toda la tierra, sobre
hombres y seres vivientes, se salvaron solamente los que estaban en el arca. Los tres
hijos de Noé eran Sem, Cam y jafet, y su estirpe volvió a multiplicarse de nuevo.
Éstos son el origen de todos los nacidos después del diluvio.

Las bendiciones y las maldiciones en la familia de Noé

20. De entre los hijos de Noé, uno cayó en maldición, mientras que los dos restantes
recibieron la bendición pos sus obras. Pues el más joven de entre ellos, llamado Cam,
por haberse reído de su padre y haber sido condenado por pecado de impiedad a causa
de ultraje e ignomia para con su padre, atrájose una maldición que le trasmitió a toda
su descendencia. Resultó por ello que toda la raza que le siguió fue maldita y en este
pecado creció y se multiplicó. En cambio Sem y Jafet, sus hermanos, por razón de su
piedad con el padre, obtuvieron una bedición. He aquí los términos de la maldición
lanzada por Noé sobre Cam: Maldito sea el joven Cam. Sea el siervo de su hermanos
(Gn 9,25). Cuando alcanzó la edad adulta, tuvo sobre la tierra un posteridad numerosa
como una floresta, desarrolándose por catorce generaciones de descendientes, hasta
que, tras haber sido condenada, fue sesgada por Dios. De hecho los cananeos, los
jeteos, los fereceos, los jeveos, los amorreos, los jebuseos, los guergeseos, los
sodomitas, los árabes, los habitantes de Fenicia, todos los egipcios y los libios
descienden de Cam y cayeron bajo la maldición, la cual se extendió apliamente sobre
los impíos.
El triunfo de las bendiciones

21. Igual que la maldición siguió su camino, la bedición continuó en la posteridad del
que había sido bendecido, cada uno según su orden. En primer lugar fue bendecido
Sem con estas palabras: Bendito el Señor Dios de Sem. Sea Cam su siervo (Gn 9,26).
De esta bendición resultó que Dios, Señor del universo, llegó a ser para Sem objeto
privilegiado de su piedad; la bendición se desarrolló hasta alcanzar a Abrahán, que, en
la posteridad de Sem, llega a la décima generación según el orden genealógico
descendente. Y es ésta la razón por la que el Padre, Dios del universo, se complace en
ser llamado Dios de Abrahán, Dios de Isaac y Dios de Jacob (Ex 3,6; Mt 22,32; Mc
12,26; Lc 20,37), porque la bendición de Sem llegó hasta Abrahán.

La bendición de Jafet fue formulada del siguiente modo: Que Dios dilate a Jafet y
habite en la casa de Sem, y Cam sea su siervo (Gn 9,27). Esta bendición floreció al
final de este período, cuando el Señor se manifestó a las naciones por su llamamiento
—pues Dios dilató su llamamiento hasta ellas— y a toda la tierra alcanzó su pregón y
sus palabras han llegado hasta los límites del orbe (Sal 18,5). Dilatar significa, pues,
el llamamiento de entre las naciones, a saber, la Iglesia. Y habitar en la casa de Sem
indica la herencia de los patriarcas, por haber recibido en Jesucristo el derecho de
primogenitura. De este modo, según el orden de la bendición, cada uno recibió por
medio de la descendencia el fruto de la bendición.

La Alianza universal

22. Después del diluvio, Dios estableció un pacto de alianza con el mundo entero, en
particular con todos los animales y con los hombres, en virtud del cual no destruiría
jamás con un diluvio lo que reflorece sobre la tierra, y le dio una señal: Cuando el
cielo se cubra de nubes, aparecerá en las nubes un arco, y yo me recordaré de la
alianza y no volveré a destruir con el agua todo lo que rebulle sobre la tierra (Gn
9,14-15). Y cambió de alimento a los hombres, dándoles orden de comer carne, pues a
partir de la primera creatura, Adán, hasta el diluvio, los hombres se alimentaban de
solos granos y frutos de árboles; pero el alimento de la carne no les estaba permitido.
Y como los tres hijos de Noé eran el principio de la raza de los hombres, Dios los
bendijo para que se multiplicaran y creciesen, diciendo: Creced y multiplicaos, llenad
la tierra y dominadla. Os temerán y respetarán todos los animales y todas las aves del
cielo. Os servirán de alimento, lo mismo que los vegetales. Pero no comáis carne con
sangre, que es su vida, porque yo pediré cuentas de vuestra sangre a cualquier animal
y al hombre. Si uno derrama la sangre de un hombre, otro derramará la suya, porque
Dios hizo al hombre a su imagen (Gn 9,1-6). Y la imagen de Dios es el Hijo, a cuya
imagen ha sido hecho el hombre. He aquí por qué, en los últimos tiempos, se ha
manifestado, para dar a entender que la imagen era semejante a Sí. Depués de esta
alianza el género humano se multiplicó y se propagó a partir de la posteridad de los
tres hijos de Noé. Y había, entonces, un solo labio en la tierra, es decir, una sola
lengua.
La torre de Babel

23. Levantadas las tiendas, partieron de Oriente y en su peregrinación llegaron hasta la


extensa llanura de Senaar, donde decidieron edificar una torre. Buscaban con ella
llegar hasta el cielo, pretendiendo, asimismo, dejar su obra como memorial para las
futuras generaciones. Construyeron el edificio con ladrillos cocidos y betún; crecía su
audacia y temeridad y, gracias a su unión en el mismo objetivo y al uso de una sola
lengua, lo que intentaban se realizaba. Pero para que no fuese adelante su obra, Dios
dividió sus lenguas con el fin de que no se entendiesen entre ellos. De esta forma se
dispersaron y ocuparon la tierra en distintos grupos según sus lenguas. De aquí las
diferencias entre los pueblos y la diversidad de lenguas. De hecho tres razas humanas
se adueñaron de la tierra. Una de ellas estaba bajo la pesadilla de la maldición, en
cambio las dos restantes eran bendecidas. La bendición descendió primero sobre Sem,
cuyos descendientes habitaron en Oriente y ocuparon el país de los caldeos.

La alianza con Abrahán

24. Posteriormente, en la décima generación después del diluvio, se encuentra


Abrahán que busca al Dios que le corresponde y que le pertenece por la bendición de
su antepasado [Sem]. Cuando, siguiendo el ardiente deseo de su corazón, peregrinaba
por el mundo preguntándose dónde estaba Dios y comenzó a flaquear y estaba a punto
de desistir en la búsqueda, Dios tuvo piedad de aquel que, solo, le buscaba en silencio.
Y se manifestó a Abrahán, dándose a conocer por medio del Verbo como por un rayo
de sol; le habló desde el cielo y le dijo: Sal de tu tierra, de tu pueblo y de la casa de tu
padre; emigra al país que te indicaré y fija allí tu morada (Gn 12,1). Él se fio de la
voz celeste y, a pesar de tener setenta años y una mujer anciana, con ella abandonó la
Mesopotamia y se llevó consigo a Lot, hijo de su hermano difunto. Cuando llegó a la
tierra que hoy se denomina Judea, habitada entonces por siete pueblos descendientes
de Cam, Dios se le apareció en visión y le dijo: A ti y a tu descendencia en futuras
generaciones te daré esta tierra como posesión perpetua (Gn 12,7; 13,15; 17,8; Hch
7,2-5). Y añade que su descendencia andaría errante por un país extranjero en el que
sería maltratada, afligida y esclavizada a lo largo de 400 años; pero aquélla, en la
cuarta generación, volvería a la tierra prometida a Abrahán, y Dios condenaría al
pueblo que le había esclavizado a su posteridad. Y para que Abrahán conociese la
grandeza y esplendor de su descendencia, Dios le hizo salir de noche y le dirigió estas
palabras: Mira a lo alto, al cielo, y, si puedes, cuenta las estrellas del cielo. Así será tu
descendencia (Gn 15,15). Y Dios viendo la fe y la firme decisión de su espíritu, se lo
testimonió diciendo en la Escritura por medio del Espíritu Santo: Abrahán se fio de
Dios y le fue reputado por justicia (Gn 15,6). Era incircunciso cuando recibió este
testimonio, y para que la grandeza de su fe fuera reconocida con un signo, le dio la
circunsición como sello de la justicia de la fe de la incircuncisión (Rm 4,11). Después
de esto, según la promesa de Dios, de la estéril Sara le nació un hijo, Isaac, que
circuncidó según el pacto que Dios había estipulado con él. De Isaac nació Jacob. De
esta manera la inicial bendición de Sem llegó hasta Abrahán y de Abrahán pasó a
Isaac y De Isaac a Jacob, gracias a la asignación de la herencia hecha por el Espíritu.
Por esto a Dios se le denomina Dios de Abrahán, Dios de Isaac y Dios de Jacob (Ex
3,6; Mt 22,32). Jacob, asu vez, engendró doce hijos, de los cuales tomaron el nombre
las doce tribus de Israel.

El misterio de la Pascua

25. Cuando el hambre afligió a toda la tierra, y solamente Egipto contaba con géneros
alimenticios, Jacob emigró con toda la familia a aquel país. El número total de los
emigrantes ascendía a 75 personas y en 400 años llegaron a ser, según las
predicciones, 660.000. Dado que sufrieron muchas vejaciones y opresiones en una
cruel esclavitud, y gemían y se lamentaban ante Dios, el Dios de sus padres, Abrahán,
Isaac y Jacob, los sacó de Egipto valiéndose de Moisés y de Aarón, después de haber
castigado a los egipcios con 10 plagas, en la última de las cuales mandó un ángel
exterminador para matar a los primogénitos tanto de los hombres como de los
animales. Así salvó a los hijos de Israel, prefigurando de un modo misterioso la pasión
de Cristo en la inmolación de un cordero inmaculado y en su sangre, derramada como
garantía de inmunidad, para rociar las casas de los Hebreos. Este misterio recibe el
nombre de «Pasión», manantial de liberación. Dividido el mar Rojo, condujo —con
toda clase de precauciones— a los hijos de Israel al desierto, mientras que los
egipcios, que se lanzaron en su persecución por el mar, perecieron todos. Éste fue el
juicio de Dios contra los que injustamente habían oprimido a la estirpe de Abrahán.

El Decálogo entregado a Moisés

26. Moisés, en el desierto, recibió de Dios la ley: el Decálogo, grabado en tablas de


piedra por el dedo de Dios— el dedo de Dios es lo que sale del Padre en el Espíritu
Santo—, los preceptos y los derechos que transmitió a los hijos de Israel para que los
guardasen. Por orden de Dios construyó el tabernáculo del testimonio, construcción
visible en la tierra de las realidades espirituales e invisibles del cielo, figura de la
Iglesia y representación profética de las realidades futuras. Allí colocó los vasos, los
altares y el arca en la que introdujo las Tablas. Constituyó sacerdotes a Aarón y sus
hijos, que descendían de Leví, confiriendo el sacerdocio a toda esta estirpe para
ejercer el ministerio cultual en el templo de Dios. Y les dio la ley levítica que fija qué
cualidad y conducta debe adornar a los que permanentemente van a dedicarse al
servicio del culto en el templo de Dios.

La explotación de la Tierra Prometida y la peregrinación por el Desierto

27. Cuando estaban cerca de la Tierra Prometida por Dios a Abrahán y a su


posteridad, Moisés escogió a un hombre de cada tribu y les envió a explorar aquella
tierra, las ciudades y sus habitantes. Entonces fue cuando Dios le reveló el único
Nombre capaz de salvar a los que en Él creyeran. Moisés cambió el nombre a Oseas,
hijo de Navé, uno de los exploradores, y le puso por nombre Jesús. Y Moisés les envió
junto con el Poder de aquel Nombre, persuadido de que los acogería incólumes a su
vuelta, por haber sido conducidos por aquel Nombre. Lo que, en efecto, ocurrió.
Concluida su misión de espionaje y de exploración, regresaron trayendo un racimo de
uvas; pero alguno de los doce exploradores atemorizó y alarmó al pueblo al relatar que
las ciudades eran inmensas y fortificadas y que los hombres, hijos de los Titanes,
tenían una estatura gigantesca y estaban capacitados para defender su tierra. Al recibir
tales noticias, el pueblo lloró, resquebrajándosele la fe en aquel Dios que le fortalecía
y le sometía todo el mundo. Murmuraron del país, como si no fuese bueno y como si
por un país de tal naturaleza no merecía la pena correr riesgo alguno. Pero dos de entre
los doce, Jesús, hijo de Navé, y Caleb, hijo de Jefoné, se rasgaron las vestiduras por el
mal cometido y suplicaron al pueblo que no se abatiese y desanimase porque Dios le
había puesto todo en sus manos y el país era excelente. Mas, como el pueblo no se
convencía y persistía en la incredulidad, Dios desvió y cambió su itinerario para que
se dispersara y le afligió en el desierto. Y contando un año por cada día de los
empleados por el viaje de ida y vuelta por los que habían ido a explorar e inspeccionar
el país, es decir, 40 días, Dios los tuvo cuarenta años en el desierto. Ningún adulto y
en pleno uso de razón fue juzgado digno de entrar en el país por motivo de la
incredulidad, excepto Jesús, hijo de Navé, y Caleb, hijo de Jefoné, que habían hablado
bien de la herencia prometida, y los niños incapaces de distinguir la derecha de la
izquierda. Poco a poco, el pueblo incrédulo llegó al final y, paulatinamente, pereció en
el desierto, justamente castigado por su incredulidad. Los niños crecidos en estos 40
años cubrieron los lugares que habían dejado vacíos los muertos.

El Deuteronomio

28. Transcurridos los 40 años, el pueblo llegó a las cercanías del Jordán y,
reagrupándose, se alineó para la batalla frente a Jericó. Aquí, ante el pueblo reunido,
Moisés evocó la historia pasada recordando las grandes hazañas de Dios hasta el
presente, preparando y disponiendo a aquellos que habían crecido en el desierto a
temer a Dios y a observar los mandamientos. Impuso a éstos una nueva legislación,
añadiéndola a la que había establecido anteriormente. Este nuevo cuerpo legislativo lo
llamó Deuteronomio, es decir Ley segunda, en el que están escritas muchas profecías
referentes a Nuestro Señor Jesucristo, al pueblo, a la vocación de los gentiles y al
Reino.

La distribución de la Tierra

29. Cuando Moisés estaba a punto de acabar sus días, Dios le dijo: Sube al monte y
muere en él, porque no serás tú quien entre con mi pueblo en la Tierra Prometida.
Según la palabra del Señor, murió Moisés y le sucedió Jesús, hijo de Navé. Atravesó
éste el Jordán, condujo al pueblo a la Tierra Prometida y, vencidos y aniquilados los
siete pueblos que la habitaban, la distribuyó entre el pueblo. Allá se encuentra
Jerusalén, donde reinaron David y su hijo Salomón, quien construyó el templo en el
nombre de Dios a imagen del tabernáculo hecho por Moisés como tipo de las
realidades celestes y espirituales.

El envío de profetas

30. Allá a Jerusalén fueron enviados por Dios, por medio del Espíritu Santo, los
profetas que aconsejaban al pueblo y lo convertían al Dios Omnipotente de sus padres;
como heraldos de la revelación de Nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios, anunciaban
que de la estirpe de David había de florecer Su cuerpo, para que fuese, según la carne,
hijo de David —que era hijo de Abrahán— en virtud de una larga cadena de
generaciones y, según el Espíritu, Hijo de Dios, preexistente con el Padre, engendrado
antes de la fundación del mundo, y aparecido, como hombre, al mundo entero en los
últimos tiempos; Él es el Verbo de Dios que recapitula en sí todas las cosas, las del
cielo y las de la tierra (Ef 1,10).

La desobediencia y la Encarnación

31. Unió, pues, al hombre con Dios y obró la comunión entre Dios y el hombre,
porque no habríamos podido en absoluto obtener participación alguna en la
incorruptibilidad si no hubiera venido [el Verbo] a habitar entre nosotros. Pues si la
incorruptibilidad hubiera permanecido invisible y oculta, no nos hubiera sido de
ninguna utilidad. Hízose, pues, visible a fin de que íntegramente [es decir, en cuerpo y
alma] recibiésemos una participación de esta incorruptibilidad. Y porque, envueltos
todos en la creación originaria de Adán, hemos sido vinculados a la muerte, por causa
de su desobediencia, era conveniente y justo que, por obra de la obediencia de quien
se hizo hombre por nosotros, fueran rotas las [cadenas] de la muerte. Y porque la
muerte reinaba sobre la carne, era preciso que fuera abolida por medio de la carne, y
que el hombre fuera liberado de su opresión. El Verbo se hizo carne (Jn 1,14) para
destruir por medio de la carne el pecado que por obra de la carne había adquirido el
poder, el derecho de propiedad y dominio; y para que no existiese más entre nosotros.
Por esta razón Nuestro Señor tomó una corporeidad idéntica a la de la primera creatura
para luchar en favor de los primogénitos y vencer en Adán a quien en Adán nos había
herido.

Adán y Cristo

32. Ahora bien ¿de dónde proviene la esencia de la primera creatura? De la voluntad y
de la Sabiduría de Dios y de la tierra virgen. Porque Dios aún no había enviado lluvia
a la tierra —dice la Escritura— antes de que el hombre fuese plasmado y antes de que
el hombre estuviese allí para cultivar la tierra (Gn 2,5). De esta tierra, pues, todavía
virgen, Dios tomó barro y plasmó al hombre, principio del género humano. Para dar,
pues, cumplimiento a aqueste hombre, asumió el Señor la misma disposición suya de
corporeidad, que nació de una Virgen por la Voluntad y por la Sabiduría de Dios, para
manifestar también él la identidad de su corporeidad con la de Adán, y para que se
cumpliese lo que en el principio se había escrito: el hombre a imagen y semejanza de
Dios.

Eva y María

33. Y así como por obra de una virgen desobediente fue el hombre herido y
—precipitado— murió, así también, reanimado el hombre por obra de una Virgen, que
obedeció a la Palabra de Dios, recibió él en el hombre nuevamente reavivado, por
medio de la vida, la vida. Pues el Señor vino a buscar la oveja perdida, es decir, el
hombre que se había perdido. De donde no se hizo el Señor otra carne, sino de aquella
misma que traía origen de Adán y de ella conservó la semejanza. Porque era
conveniente y justo que Adán fuese recapitulado en Cristo, a fin de que fuera
abismado y sumergido lo que es mortal en la inmortalidad. Y que Eva fuese
recapitulada en María, a fin de que una Virgen, venida a ser abogada de una virgen
[Eva], deshiciera y destruyera la desobediencia virginal mediante la virginal
obediencia. El pecado cometido a causa del árbol fue anulado por la obediencia
cumplida en el árbol, obediencia a Dios por la cual el Hijo del hombre fue elevado en
el árbol, aboliendo la ciencia del mal y aportando y regalando la ciencia del bien. El
mal es desobedecer a Dios; el bien, en cambio, es obedecer.

La crucifixión cósmica

34. El Verbo, preanunciando por medio del profeta Isaías los acontecimientos futuros
—son profetas porque anuncian lo que va a suceder—, se expresa así: Yo no me rebelo
ni contradigo. He ofrecido mis espaldas a los azotes y mis mejillas a las bofetadas; no
hurtaré mi rostro a la afrenta de los esputos (Is 50,5-6). Así pues, por la obediencia a
que se sometió hasta la muerte, pendiente del madero, destruyó la desobediencia
antigua cometida en el árbol. Y como el Verbo mismo Omnipotente de Dios, en su
condición invisible, está entre nosotros extendido por todo este universo [visible] y
abraza su largura y su anchura y su altura y su hondura —pues por medio del Verbo
de Dios fueron dispuestas y gobernadas aquí todas las cosas—, la crucifixión [visible]
del Hijo de Dios tuvo también lugar en esas [dimensiones, anticipadas invisiblemente]
en la forma de cruz trazada [por Él] en el universo. Al hacerse en efecto visible, debió
de hacer manifiesta la participación de este universo [sensible] en su crucifixión
[invisible], a fin de revelar, merced a su forma visible, su acción [misteriosa y oculta]
sobre lo visible, a saber, cómo es Él quien ilumina la altura —es decir, lo celeste— y
contiene la hondura —las regiones subterráneas— y se extiende a lo largo desde el
Oriente hasta el Ocaso y gobierna como piloto la región Norte y la anchura del
Mdiodía y convoca de todas partes al conocimiento del Padre a los dispersos.

El cumplimiento de la promesa de Abrahán


35. Se realizó así la promesa hecha por Dios a Abrahán según la cual su descendencia
sería como las estrellas del cielo. Cristo cumplió la promesa naciendo de la Virgen, de
la estirpe de Abrahán, y convirtiendo en luminarias del mundo a los creyentes en Él y
justificando a los gentiles con Abrahán por medio de la misma fe. Abrahán creyó al
Señor y le fue reputado por justicia (Gn 15,6). Del mismo modo también nosotros
somos justificados en virtud de la fe en Dios, porque el justo vivirá por la fe. La
promesa de Abrahán no fue hecha por el cumplimiento de la ley sino por medio de la
fe. De hecho Abrahán fue justificado por la fe: la ley no fue establecida para el justo
(1 Tm 1,9). De igual forma también nosotros no somos justificados por la ley sino por
la fe, que ha recibido el testimonio de la ley y los profetas y que nos presenta el Verbo
de Dios.

Cristo, nacido de la Virgen de la descendencia de David

36. Y cumplió lo prometido a David, pues Dios habíasele comprometido a suscitar del
fruto de su seno un Rey eterno, cuyo reino no tendría ocaso. Este Rey es el Cristo,
Hijo de Dios hecho hijo del hombre, es decir, nacido, como fruto, de la Virgen
descendiente de David; y si la promesa fue del fruto de su seno —a saber un pimpollo
de la concepción característica de una mujer, y no del fruto del lomo ni del fruto de los
riñones, lo que es característico del varón,— era para anunciar lo que de singular y
propio había en la producción de este fruto de un seno virginal procedente de David,
que reina en la casa de David, por los siglos, y cuyo reino no conocerá el ocaso.

La Encarnación: destrucción de la muerte y don de la vida

37. En tales condiciones, pues, realizaba magníficamente nuestra salvación, mantenía


las promesas hechas a los patriarcas y abolía la antigua desobediencia. El Hijo de Dios
se hace hijo de David e hijo de Abrahán. Para cumplir las promesas y recapitularlas en
Sí mismo con el fin de restituirnos las vida, el Verbo de Dios se hizo carne por el
ministerio de la Virgen, a fin de desatar la muerte y vivificar al hombre, porque
nosotros estábamos encadenados por el pecado, y destinados a nacer a través del
régimen del pecado y a caer bajo el imperio de la muerte.

Nacimiento, muerte y resurrección de Cristo

38. Dios Padre, por su inmensa misericordia, envió a su Verbo creador, el cual, venido
para salvarnos, estuvo en los mismos lugares, en la misma situación y en los
ambientes donde nosotros hemos perdido la vida. Y rompió las cadenas que nos tenían
prisioneros. Apareció su luz e hizo desaparecer las tinieblas de la prisión y santificó
nuestro nacimiento y abolió la muerte, desligando aquellos mismos lazos en que nos
habían encadenado. Manifestó la resurrección, haciéndose él en persona primogénito
de los muertos; levantó en su persona al hombre caído por tierra, al ser elevado a él a
las alturas del cielo hasta la diestra de la gloria del Padre, como había Dios prometido
por medio del profeta al decir: Levantaré la tienda de David, caída en la tierra (Am
9,11), es decir, el cuerpo que proviene de David. Nuestro Señor Jesucristo cumplió
realmente esto actuando gloriosamente nuestra salvación, a fin de resucitarnos de
veras y presentarnos libres al Padre. Y, si alguien no acepta su nacimiento de una
virgen, ¿cómo va a admitir su resurrección de entre los muertos? Porque nada tiene de
milagroso, extraño e inesperado, que resucite de entre los muertos el que no nació; ni
siquiera podemos hablar de resurrección para el que vino a la existencia sin
nacimiento; el innascible, en efecto, es también el inmortal, y quien no se ha sometido
al nacimiento, tampoco será sujeto a la muerte. Pues quien no tomó principio del
hombre, ¿cómo va a poder recibir su fin?

Cristo primogénito de toda la cración

39. Si, pues, no nació, tampoco murió. Y, si no murió, tampoco resucitó de entre los
muertos. Y, si no resucitó de entre los muertos, no es el vencedor de la Muerte ni el
destructor de su imperio. Y, si no quedó vencida la Muerte, ¿cómo subiremos a la vida
quienes, desde los orígnes de aquí abajo, sucumbimos al imperio de la Muerte? Según
eso los que niegan al hombre la redención y no creen que Dios le resucitará de entre
los muertos, desprecian también la natividad de nuestro Señor, a que por nosotros se
sometió el Verbo de Dios al hacerse carne, a fin de mostrar la resurrección de la carne
y tener la primacía sobre todos en el cielo: como primogénito de la mente del Padre, el
Verbo perfecto dirige todas las cosas en persona y legifera en la tierra; como
primogénito de la Virgen es justo, hombre santo, piadoso, bueno, agradable a Dios,
perfecto en todo, libra del infierno a los que los siguen; como primogénito de los
muertos es origen y señal de la vida de Dios.

La continua llamada del Vebo

40. Así pues el Verbo de Dios ostenta el primado sobre todas las cosas, porque es
verdadero hombre y admirable consejero y Dios fuerte (Is 9,6), que llama de nuevo
[con la resurrección] al hombre a la comunión con Dios para que por medio de la
comunión con Él participemos en la incorruptibilidad. El que es anunciado por Moisés
y por los profetas del Dios altísimo y omnipotente, Padre del universo, origen de todo,
que conversó con Moisés, vino a Judea, engendrado por Dios por medio del Espíritu
Santo, y nacido de la Virgen María, que era de la estirpe de David y de Abrahán,
Jesús, el Ungido de Dios, el que se reveló a sí mismo como el que había sido predicho
por los profetas.

La Iglesia comunica el espíritu de salvación por medio del Bautismo

41. Juan el bautista, el precursor, cuando preparaba y disponía al pueblo para recibir el
Verbo de la vida, hizo saber que éste era el Cristo sobre quien el Espíritu de Dios
había descansado unido con su carne. Los dicípulos y testigos de todas sus buenas
obras, de su enseñanza, de su pasión, de su muerte, de su resurrección, de la ascensión
al cielo después de la resurrección corporal, es decir los apóstoles, con el poder del
Espíritu Santo, enviados por Él por toda la tierra, convocaron a los gentiles, enseñando
a los hombres el camino de la vida para apartarlos de los ídolos, de la fornicación y de
la avaricia, purificando sus almas y sus cuerpos con el bautismo de agua y de Espíritu
Santo, distribuyendo y suministrando a los creyentes este Espíritu Santo que habían
recibido del Señor. Así instituyeron y fundaron esta iglesia. Con la fe, la caridad y la
esperanza confirmaron la llamada a los gentiles que, preanunciada por los los profetas,
les fue dirigida según la misericordia de Dios manifestada con su ministerio,
acogiéndoles en la promesa hecha a los patriarcas, es decir, a a quellos que creyeron y
amaron a Dios; y a los que viven en su santidad, la justicia y la paciencia, el Dios de
todos otorgará, por medio de la resurrección de los muertos, la vida eterna; gracias a
aquel que murió y resucitó, Jesucristo, al cual confió la realeza sobre todos los seres
de la tierra, la autoridad sobre los vivos y los muertos, y el juicio. Los apóstoles, con
la palabra de verdad, exhortaron a los gentiles a guardar su cuerpo sin mancilla en
orden a la resurrección y su alma al abrigo de la corrupción.

LA DEMOSTRACIÓN PROFÉTICA (cc. 42-85)

La obra del Espíritu en los fieles y en los profetas

42. En efecto, así deben comportarse los creyentes por el hecho de que en ellos habita
permanentemente el Espíritu Santo, donado por el Señor en el bautismo y custodiado
por aquel que lo recibe si es que vive en la verad y en la santidad, en la justicia y en la
paciencia. De hecho la resurrección de los creyentes es también obra de este Espíritu
cuando el cuerpo acoge nuevamente al alma, y a una con ella resucita por la fuerza del
Espíritu Santo y es introducido en el reino de Dios. El fruto de la bendición de Jafet es
manifestado por la Iglesia en la llamada a los gentiles que viven en continua
obediencia para poder habitar en la casa de Sem, según la promesa de Dios. Que estas
cosas hubieran de ocurrir, lo predijo el Espíritu Santo por medio de los profetas, a fin
de que cuantos sirven a Dios en la verdad tengan tengan fe firme sobre ellas. En
realidad, todos estos hechos imposibles a la naturaleza humana y, por lo tanto, poco
creíbles a los hombres, Dios, por medio de los profetas, los predijo mucho tiempo
antes —y se realizaron a su tiempo como se había anunciado— para que, por el hecho
de haber sido profetizados, y aún mucho tiempo antes, conociésemos que era Dios el
que desde el principio nos había preanunciado nuestra salvación.

Identdad entre el Verbo y el Hijo de Dios, por medio del cual todo fue hecho

43. A Dios se debe creer todo porque es veraz en todo. Y creer que un hijo existía en
Dios y que existía no sólo antes de su aparición en el mundo sino también antes de que
el mundo fuese creado. Y Moisés fue el primero en profetizarlo cuando escribió en
hebreo: BERESIT BARA ELOVIM BASAN BENOWAM SAMENT'ARES. Y esto
traducido [en armenio] significa: Un Hijo en el principio estableció Dios, luego
estableció el cielo y la tierra. El profeta Jeremías lo testimonió cuando dice: Antes de
la estrella matutina te he engendrado y antes del sol [es] tu nombre, es decir, antes de
la creación del mundo y antes de las estrellas creadas con el mundo. Dice todavía:
Dichoso Aquel que existía antes de ser hombre. Pues para Dios el Hijo fue el principio
antes de la cración del mundo, pero para nosotros no existe más que desde ahora, es
decir, desde cuando se ha manifestado. Antes, pues, no existía para nosotros porque no
lo conocíamos. Por esto su discípulo Juan explicándonos quien es el Hijo de Dios que
estaba junto al Padre antes de que el mundo fuese formado y que por su mediación
todo fue creado, dice: Al principio era el Verbo, y el Verbo estaba en Dios, y el Verbo
era Dios. Él estaba al principio en Dios. Todas las cosas fueron hechas por Él, y sin
Él, no se hizo nada de cuanto ha sido hecho (Jn 1,1-3). De esta forma demuestra
claramente que todas las cosas han sido creadas por medio de este Verbo, el cual
desde el principio estaba con el Padre, es decir, su Hijo.

El Hijo de Dios conversa con Abrahán

44. Dice también Moisés que el Hijo de Dios se acercó a Abrahán para conversar con
él: Y Dios se apareció junto al encinar de Mambré, al mediodía... Y alzando la vista
vio a tres hombres de pie frente a él, se posternó en tierra diciendo: Si realmente he
hallado gracia a tus ojos... (Gn 18,1-3). Y a continuación lo que él dijo al Señor y el
Señor a él. Ahora bien, dos de los tres eran ángeles, pero el tercero era el Hijo de Dios.
Con él también habló Abrahán suplicándole por los habitantes de Sodoma, para que no
fuesen exterminados si al menos se encontraban allí diez justos. Mientras discurrían
así sobre esto, los dos ángeles que bajaron a Sodoma fueron recibidos por Lot. A este
respecto dice la Escritura: El Señor hizo llover azufre y fuego provenientes del Señor,
desde lo alto del cielo, sobre Sodoma y Gomorra (Gn 19,24). Quiere decir que el Hijo,
aquel mismo que conversaba con Abrahán, siendo Señor, había recibido el poder de
castigar a los habitantes de Sodoma del Señor desde lo alto del cielo, del Padre, que es
Señor del Universo. Abrahán, pues, era profeta y vio cuánto había de suceder en el
futuro; a saber, cómo el Hijo de Dios, bajo humanas formas, conversaría con los
hombres, comería con ellos, y luego ejercitaría el oficio de Juez, por el hecho de haber
recibido del Padre, Señor del Universo, la autoridad para castigar a los habitantes de
Sodoma.

Jacob contempla el Verbo

45. Y también Jacob cuando viajó a Mesopotamia, le vio en sueños de pie en lo alto de
la escalera, es decir, en el madero que estaba fijo de la tierra al cielo. Pues por este
madero los que creen en Él ascienden al cielo, porque su pasión es nuestra ascensión.
Todas las visiones de este género significan al Hijo de Dios que conversa con los
hombres y está en medio de ellos. Ciertamente, no es el Padre del Universo, invisible
al mundo y creador de todo, quien dice: El cielo es mi trono, y la tierra el estrado de
mis pies; ¿qué casa vais a edificarme o qué lugar para mi descanso? (Is 66,1-2; Hch
7,49), y, ¿quién sostiene la tierra en un puño y el cielo en la palma de la mano? (Is
40,12); no era ciertamente Él el que estaba de pie en un pequeño espacio y conversaba
con Abrahán, sino el Verbo de Dios que, siempre presente en medio del género
humano, nos daba a conocer anticipadamente lo que había de suceder e instruía a los
hombres sobre las cosas de Dios.

El Hijo de Dios conversa con Moisés

46. Fue Él quien en la zarza ardiente conversó con Moisés y dijo: He visto los
sufrimientos de mi pueblo en Egipto y he bajado para liberarlo (Ex 3,7-8). Él subía y
bajaba para liberar a los oprimidos arrancándonos del poder de los Egipcios, es decir,
de toda clase de idolatría e impiedad; salvándonos del mar Rojo, es decir,
liberándonos de las turbulencias homicidas de los Gentiles y de las aguas amargas de
sus blasfemias. Estos acontecimientos eran continua repetición de lo que a nosotros se
refiere en el sentido que el Verbo de Dios mostraba entonces anticipadamente en tipo
las cosas futuras, mientras ahora nos arranca de veras de la servidumbre cruel de los
Gentiles. Y en el desierto hizo brotar con abundancia un río de agua de una roca. Y la
roca es Él. Y produjo doce fuentes, esto es, la doctrina de los doce apóstoles. Y a los
recalcitrantes e incrédulos los hizo morir y desaparecer en el desierto. Y a los que
creían en Él, hechos niños por la malicia, los introdujo en la herencia de los Padres
que recibió y distribuyó no Moisés sino Jesús; todavía más, nos ha liberado de Amaleq
extendiendo sus manos, y nos condujo e hizo subir al reino del Padre.

La Unción del Verbo

47. El Padre, pues, es Señor y el Hijo es Señor; es Dios el Padre y lo es el Hijo, porque
el que ha nacido de Dios es Dios. Así según la esencia de su ser y de su poder, hay un
solo Dios; pero, al mismo tiempo, en la administración de la economía de nuestra
redención, Dios aparece como Padre y como Hijo. Y dado que el Padre del Universo
es invisible e inaccesible a los seres creados, es por medio del Hijo como los
destinados a acercarse a Dios deben conseguir el acceso al Padre. David, clara y
patentemente, se expresó de este modo a propósito del Padre y del Hijo: Tu trono, oh
Dios, permanece para siempre; tú has amado la justicia y detestado la iniquidad, por
eso Dios te ha ungido con óleo de alegría más que a tus compañeros. Esto significa
que el Hijo, en cuanto Dios, recibe del Padre, es decir, de Dios, el trono de un reino
eterno y el óleo de la unción más que sus compañeros. El óleo de la unción es esl
Espíritu Santo con el que es ungido, y sus compañeros son los profetas, los justos, los
apóstoles y todos los que participan del reino, es decir, sus discípulos.

El primado y realeza de Cristo, Sacerdote eterno

48. Y también dice David: Dice el Señor a mi Señor: siéntate a mi derecha, hasta que
yo haga de tus enemigos el estrado de tus pies. Desde Sión extenderá el Señor un
cetro de poder; ¡domina en medio de tus enemigos! Contigo, al principio, en el día de
tu poder, en el esplendor de los santos, del seno, antes de la aurora, te he engendrado.
El Señor lo ha jurado y no se arrepentirá. Tú eres sacerdote eterno según el orden de
Melquisedec y el Señor está a tu derecha. En el día de su cólera ha quebrantizado a
reyes; juzgará a las naciones, llenará de ruinas, quebrantará las cabezas de muchos
sobre la tierra. En el camino beberá del torrente, por eso levantará la cabeza (Sal
109,1-7). Mediante estas palabras, anunció que vino primero a la existencia, domina
sobre los pueblos, juzga a los hombres y a los reyes, a los que aborrecen ahora y
persiguen su nombre, pues esos son su enmigos. Denominándole sacerdote eterno de
Dios declara la inmortalidad. Cuando dice: En el camino beberá del torrente, por eso
levantará la cabeza, se refería a la exaltación gloriosa, después de su condición
humana, de su humillación y abyección.

El Hijo de Dios rey universal

49. El Profeta Isaías a su vez afirma: Así dice el Señor Dios al Ungido, mi Señor, a
quien yo he tomado de la diestra para que le obedezcan las naciones (Is 45,1; Ps.-
Bern. 12,11). En cuanto a la afirmación de que el Hijo de Dios es llamado Ungido y
rey de las naciones, es decir, de todos los hombres, David repite que Él es y es
llamado Hijo de Dios y rey de todos con estas palabras: El Señor me ha dicho: tú eres
mi Hijo, yo te he engendrado hoy. Pídeme y te daré en herencia las naciones; te daré
en propiedad los confines de la tierra (Sal 2,7-8). Estas palabras no fueron
pronunciadas refiriéndose a David porque no gobernó todas las naciones, ni toda la
tierra, sino solamente a los Judíos. Es, pues, evidente que la promesa hecha al Ungido
de reinar sobre toda la tierra se refiere al Hijo de Dios, al que el mismo David
reconoce como su Señor cuando escribe: Dice el Señor a mi Señor: siéntate a mi
derecha (Sal 109,1), como poco ha hemos referido. En efecto, esto significa que el
Padre conversa con el Hijo, como arriba hemos demostrado a propósito de Isaías que
decía: Así dice el Señor al Ungido mi Señor: obedézcanle las naciones. Idéntica
promesa aparece en ambos profetas: Él será rey; consecuentemente las palabras de
Dios se refieren a una sola y a una misma persona, a saber, a Cristo, Hijo de Dios.
Desde el momento que David dice: El Señor me ha dicho, es preciso afirmar que ni
David ni otro profeta hablan por propia iniciativa, pues no es un hombre quien
profiere las profecías, sino el Espíritu de Dios, el cual, tomando figura y una forma
semejantes a las personas interesadas, hablaba en los profetas y discurría ora en
nombre de Cristo ora en el del Padre.

Testimonio de los profetas sobre la preexistencia de Cristo

50. Oportunamente, pues, Cristo afirma por medio de David que el padre le habla a él,
y por medio de los profetas dice él mismo, a su propia cuenta, las demás cosas, como,
por ejemplo, entre otras en Isaías cuando escribe: Y ahora así habla el Señor, el que
me plasmó para servidor suyo desde el seno materno para hacer que Jacob vuelva a
él, y que Israel se le una. Yo seré glorificado a los ojos del Señor, y mi Dios será mi
fuerza... Él me ha dicho: Gran cosa será para ti ser llamado siervo mío, para levantar
y restablecer las tribus de Jacob y hacer volver a los preservados de Israel; te he
puesto como luz de las gentes para que mi salvación alcance hasta los confines de la
tierra (Is 49,5-6).

El Hijo siervo del Padre

51. Porque aquí, sobre todo, del coloquio del Padre con el Hijo y del hecho que aún
antes de su nacimiento el Padre se hizo visible a los hombres, se deduce la
preexistencia del Hijo de Dios; después, [también se manifiesta] aún antes de nacer, el
que había de ser hombre nacido de hombres, el que Dios mismo había de plasmar del
seno —es decir, que había de nacer del Espíritu de Dios— el que es Señor de todos los
hombres y Salvador de los que creen en Él, de los judíos y de todos los hombres.
«Israel», de hecho, es el nombre del pueblo Judío en lengua hebrea, nombre que le
proviene del patriarca Jacob, que fue el primero en ser llamado «Israel». Y denomina
«Gentiles» a todos los hombres. El Hijo de Dios se llama a Sí propio «siervo del
Padre», a causa de su obediencia al Padre, ya que todo hijo, aun entre los hombres, es
siervo de su padre.

La preexistencia a la luz de la Escritura

52. Que Cristo, Hijo de Dios, existente antes del mundo, estaba con el Padre y junto al
Padre y al mismo tiempo cercano a los hombres y en íntima unión con ellos, rey del
Universo, porque el Padre le ha sometido todas las cosas, y Salvador de aquellos que
creen en Él, tal es el mensaje de semejantes textos de la escritura. Porque no es nuestra
intención ni está, por otra parte, dentro de nuestras posiblidades hacer unas
concordancias de todos los textos bíblicos, pero con la ayuda de los pasos ya citados
podrás comprender también los otros que hablan de la misma manera, mas los
interpretarás a condición de que creas en Cristo y le pidas a Dios sabiduría e
inteligencia para comprender cuanto fue dicho por los profetas.

El signo profético que anuncia al Mesías-Cristo y Jesús-Salvador

53. Que este Cristo, que estaba junto al Padre, por ser el Verbo del Padre, haya debido
encarnarse, hacerse hombre, someterse a la generación y al nacimiento de una Virgen
y vivir entre los hombres, operando asimismo el Padre del Universo su encarnación, es
lo que expresa Isaías: Pues el Señor mismo va a daros una señal; he aquí que una
virgen concebirá y dará a luz a un hijo que llamaréis Emmanuel; comerá mantequilla
y miel y antes de conocer o distinguir el mal, escoge el bien, porque antes que este
niño conozca el bien o el mal, rechazará el mal para escoger el bien (Is 7,14-16).
Indicó que nacería de una Virgen. Significó que sería verdadero hombre por el hecho
de comer y por llamarle «el infante», y hasta por imponerle su nombre. Ya que éste es
un extravío aún del que ha nacido. En hebreo tiene un doble nombre: Mesías-Cristo y
Jesús-Salvador. Estos dos nombres indican las obras que había de realizar. En efecto,
ha recibido el nombre de Cristo, porque el Padre por su medio y teniendo en cuenta su
venida como hombre ha ungido y dispuesto todas las cosas, porque fue ungido por el
Espíritu de Dios su Padre, como afirma refiriéndose a Sí mismo en Isaías: El Espíritu
del Señor está sobre mí, por cuenta que me ha ungido para llevar la buena noticia a
los pobres (Is 61,1). Y el nombre de «Salvador» porque es causa de salvación para
todos los que, desde entonces, fueron liberados por Él de toda enfermedad y de la
muerte; para los que
habían de creer en él después de ellos es también dador de salvación eterna.

Emmanuel: Dios-con-nosotros

54. He aquí el por qué es llamado «Salvador». «Emmanuel» se traduce por «Dios-con-
nosotros», o como expresión de buen deseo formulada por el profeta «Dios esté con
nosotros». De este modo Él es la interpretación y la revelación de la «buena nueva».
Por eso dice: He aquí que una Virgen concebirá y dará a Luz a un hijo (Is 7,14). Y
éste, que es Dios, tiene el destino de estar con nosotros. Y al mismo tiempo,
maravillado por tal acontecimiento, anuncia lo que ha de suceder, es decir, que «Dios
estará con nosotros». Y también, en torno a su nacimiento, el mismo profeta dice en
otra parte: Antes de que engendre la que está en dolores y antes de que lleguen los
dolores de parto, dio a luz un niño (Is 66,7). Así dio a conocer lo inesperado e
inopinado de su nacimiento de la Virgen. El mismo profeta dijo aún: Un hijo nos ha
nacido y un niño nos han dado, y recibió por nombre Admirable Consejero, Dios
fuerte (Is 9,6).

Admirable Consejero

55. Le llama «Admirable Consejero» sea del Padre sea nuestro. Del Padre, lo indica el
hecho de que el Padre hizo con él todas las cosas, según se dice en el primer libro de
Moisés, titulado «Génesis»: Y dijo Dios: hagamos al hombre a imagen nuestra y a
semejanza (Gn 1,26). Aquí visiblemente habla el Padre al Hijo, como a Admirable
Consejero del Padre... . Él es también consejero nuestro; habla y no obliga, como
Dios, aunque sea igualmente como el Padre «Dios fuerte». Nos aconseja renunciar a la
ignorancia y recibir la gnosis, apartarnos del error para encaminar hacia la verdad,
rechazar la corrupción para poseer la incorruptibilidad.

La paz y su dominio no tendrán límites

56. E Isaías dice de nuevo: Querrán haber sido consumidos por el fuego, porque un
niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado; en cuyos hombros estuvo el poder y es
llamado con el nombre del Angel del gran consejo. Y traerá la paz entre los príncipes
y aun paz y salvación para Él. Grande es su dominio y la paz no tendrá límites sobre
el trono de David y su reino, para sostenerlo y consolidarlo con la justicia y el
derecho, desde ahora y por siempre (Is 9,5-7 (LXX)). En estos términos es anunciado
el nacimiento del Hijo de Dios y la eternidad de su reino. Pero las palabras, querrán
haber sido consumidos por el fuego (Is 9,5 (LXX)),están dichas dirigiéndose a quienes
no creen en el Emmanuel e hicieron contra Él todo lo que hicieron. Pues dirán en el
día del juicio: «¡Ojalá hubiésemos sido abrasados antes del nacimiento del Hijo de
Dios que no haber creído en Él luego que nació!». Porque aquellos que han muerto
antes de la manifestación de Cristo tienen esperanza de obtener la salvación en el
Juicio del Resucitado. A esta categoría pertenecen los que temieron a Dios y han
muerto en la justicia y han poseído el Espíritu de Dios, como los patriarcas, los
profetas y los justos. Mas para aquellos que después de la manifestación de Cristo no
han creído en Él será inexorable la vindicación en el juicio. En cuanto a aquello, En
cuyos hombros estuvo el poder (Is 9,6), se designa alegóricamente la cruz, en la que
tenía clavados los brazos; porque la cruz que era y es oprobio para Él —y para
nosotros, a causa de Él— esa misma cruz es, dice, su poder, a saber, el signo de su
realeza. Lo llama Angel del gran consejo de aquel Padre que Él nos ha revelado.

El esperado de las naciones

57. Por todo lo que fue dicho y expuesto con la ayuda de los profetas está claro que el
Hijo de Dios debía nacer, de qué manera había de nacer y que se daría a conocer como
Cristo. Incluso fue predicho en qué país y entre qué hombres debía nacer y darse a
conocer. Así lo dio a entender Moisés en el Génesis: No le faltará un príncipe a Judá,
ni un jefe de su estirpe, hasta que venga aquel a quien le está reservado; y El será el
esperado de las gentes; lavará en el vino su vestimenta y en la sangre de la uva su
manto (Gn 49,10-11). Pero Judá, hijo de Jacob, es el antepasado de los Judíos, de
quien éstos han tomado su nombres. Hasta la venida de Cristo no les faltó ni príncipe,
ni jefe. Pero después de su venida, le fueron quitadas las flechas de la aljaba, el país de
los Judíos fue sometido por los Romanos y no volvió a tener un príncipe o un rey
propio. Ya que había venido aquel a quien esta reservado el reino del cielo; aquel que
lavó su vestimenta en el vino y con sangre de la uva su manto. Su vestimenta igual que
el manto, son quienes creen en Él, a los cuales también Él purificó, con su sangre; y su
sangre dícese sangre de la uva, porque así como no es producto del hombre la sangre
de la uva, sino de Dios que hace que se alegren aquellos que la beben, de igual forma
su cuerpo y su sangre no son obra del hombre sino de Dios. El Señor mismo dio el
signo de la Virgen, es decir, el Emmanuel, nacido de la Virgen y alegra los ánimos de
aquellos que lo beben, es decir, de aquellos que reciben su Espíritu, alegría eterna. Por
eso es también el esperado de las gentes, para aquellos que esperan en Él. También
nosotros esperamos de Él la restauración del reino.

La estrella de Jacob

58. Y Moisés cuando escribe de nuevo: Se levantará una estrella de Jacob y un jefe
surgirá de Israel (Nm 24,17), anuncia explícitamente que la economía de su
encarnación se realizará entre los hebreos y que Aquel que descendiendo del cielo
nacerá de Jacob y de la estirpe judía se ha sometido a esta economía.Porque una
estrella apareció en el cielo y si se llama jefe a un rey es porque éste es el rey de todos
los salvados. Por otra parte esta estrella apareció, cuando su nacimiento, a los Magos,
que habitan en Oriente y por su medio tuvieron conocimiento del nacimiento de
Cristo. Guiados por la estrella vinieron a Judea, hasta que la estrella llegó a Belén,
donde había nacido Cristo, y entrada en la casa donde estaba acostado el niño envuelto
en pañales, se detuvo encima de su cabeza, indicándoles a los Magos al Hijo de Dios,
Cristo.

El vástago de Jesé

59. Y el mismo Isaías dice aún más: Saldrá un vástago del tronco de Jesé y de su raíz
brotará una flor. Sobre Él se posará el Espíritu de Dios, espíritu de sabiduría y de
inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de conocimiento y de piedad.
Lo llenará el espíritu de temor de Dios. No juzgará por sola opinión ni acusará por
solos rumores, sino que juzgará la causa del humilde y tendrá piedad de los humildes
de la tierra. Castigará a la tierra con la palabra de su boca, ejecutará al impío con el
soplo de sus labios. La justicia será cinturón de sus lomos, y la lealtad cinturón de sus
flancos. Pacerá el lobo con el cordero, el leopardo con el cabrito, el novillo y el león
pacerán juntos... El niño meterá la mano en la boca del áspid y en el escondrijo de los
viboreznos y no le harán daño. En aquel día sucederá...; la raíz de Jesé es aquel que
se yergue para ejercer el poder sobre las naciones, y éstas a Él le buscarán; y su
resurrecciónserá gloriosa (Is 11,1-10).Con estas palabras quiere decir que nacerá de
aquella que desciende de David y de Abrahán. Efectivamente, Jesé descendía de
Abrahán y era padre de David. De este modo la Virgen, que concibió a Cristo, era el
vástago. Por esto Moisés hacía sus prodigios ante el Faraón, sirviéndose de un bastón.
Entre los hombres el bastón es signo de poder. Llama flor a su cuerpo, que floreció
bajo la acción del Espíritu, como antes hemos indicado.

Justo juez

60. En cuanto a: No juzgará por sola opinión,ni acusará por solos rumores, sino que
juzgará la causa del humilde y tendrá piedad del humilde de la tierra (Is 11,3-4), da a
entender con mayor firmeza su divinidad. Pues juzgar imparcialmente y sin acepción
de personas, sin honrar al ilustre y otorgando al pobre lo que merece en equidad e
igualdad es conforme a la suprema y celeste justicia de Dios. Dios, en efecto, no se
deja influir por nadie, y sólo compadece al justo. Y el hacer misericordia es propio y
peculiar de aquel Dios que puede asimismo salvar en virtud de su misericordia. Y
herirá la tierra con una palabra y destruirá al impío con la sola palabra (Is 11,4) es
propio de Dios que hace todas las cosas con su Verbo. Cuando dice: La justicia será el
cinturón de sus lomos y la verdad cinturón de sus flancos (Is 11,5), anuncia su forma
externa humana y su verdadera y suprema justicia.

La concordancia y la paz universal


61. En cuanto al entendimiento, la concordia y la paz entre los animales de especies
diferentes y que por naturaleza son contrarios y hostiles unos a otros, enseñan los
Presbíteros que así será en verdad a la venida de Cristo, al tiempo en que debe
personalmente reinar sobre todas las cosas. Pues ya [aquí] en símbolo da a conocer
que los hombres de razas diferentes, pero de costumbres semejantes, se juntarán en la
concordia y la paz, gracias al nombre de Cristo; porque los justos [unidos] a la vez,
que han sido parangonados a los novillos y a los corderos y a los cabritos y a los niños
tiernos, no recibirán daño por parte de ninguno de cuantos, en época anterior, se
habían convertido —hombres y mujeres— a causa de su codicia, por forma y
costumbres, en bestias feroces, hasta el punto que algunos de ellos se asemejaban a
lobos o a leones, y despojaban los bienes de los más débiles y hacían guerra a sus
semejantes; y las mujeres eran como leopardos y víboras, cuando recurriendo a
venenos mortales llegaban a dar muerte a los propios amantes, o arrastrados por su
pasión... Reunidos en un solo nombre, lograrán tener costumbres de justos, por la
gracia de Dios, cambiando su naturaleza salvaje y feroz. Esto es lo que ha ocurrido ya,
pues los que antes eran crudelísimos hasta no retroceder ante ningún acto impío, una
vez instruidos sobre Cristo y creído en Él, han dado fe todo a una y han cambiado
hasta no retroceder ante ningún exceso de justicia. Tanta es la mudanza que la fe en
Cristo, Hijo de Dios, opera entre cuantos en Él creen. Y si dice: Se levantó para
enseñorear sobre los gentiles (Is 11,10), es porque, una vez muerto, resucitará y será
confesado y creído Hijo de Dios, rey. Por eso dice: Y su resurrección será gloriosa (Is
11,10), esto es, magnificencia, porque en el momento en que fue glorificado como
Dios, es cuando resucitó.

La tienda de David y el cuerpo de Cristo

62. Por eso el profeta cuando dice: En aquel día levantaré la tienda de David, caída
en tierra (Am 9,11), afirma claramente que el cuerpo de Cristo, nacido de David,
como hemos dicho, después de la muerte es resucitado de entre los muertos. Llama
tienda a su cuerpo. Y, en efecto, por estas palabras dijo también que Cristo —el cual
según la carne desciende de David— será Hijo de Dios y después de su muerte
resucitará y será hombre por el aspecto externo, pero Dios por el poder será juez del
universo y el único justo y Redentor. Todo ello se encuentra en la Escritura.

Belén: patria de David

63. A su vez el profeta Miqueas indicó también el lugar del nacimiento de Cristo, a
saber en Belén de Judá. Se expresa así: Y tú, Belén de Judá, no eres insignificante
entre los jefes de Judá, pues de tí saldrá un jefe que será pastor de mi pueblo, Israel
(Mi 5,1). Pero Belén es también el pueblo de David, de suerte que Cristo es de la
posteridad de David, no sólo por la Virgen que le dio a luz, sino también por ser
nacido en Belén, patria de David.
Rey para siempre

64. A su vez dice David que Cristo nacerá de su posteridad: Por causa de David, tu
siervo, no apartes el rostro de tu Cristo. El Señor juró a David la verdad y no la
mentira: del fruto de tu seno pondré sobre tu trono, si tus hijos guardan mi alianza y
mis testimonios, objeto de mi pacto con ellos, y el hijo de ellos será hasta la eternidad
(Sal 131,10-12). Mas no hay ninguno, entre los hijos de David, que haya reinado hasta
la eternidad, ni su reino permaneció para siempre, pues ha sido destruido; [indica] en
efecto al rey que ha nacido de David, a saber Cristo. Todos estos testimonios dan a
entender clarísimamente, sobre su descendiente según la carne, tanto el linaje como el
lugar donde iba a nacer. Los hombres no tienen por qué buscar el nacimiento del Hijo
de Dios entre los Gentiles o en cualquier otro lugar, sino en Belén de Judá, entre la
descendencia de Abrahán y David.

La entrada en Jerusalén

65. Cómo hizo su entrada en Jerusalén, la capital de Palestina, donde estaba su


residencia y el Templo de Dios, díjolo Isaías: Decid a la Hija de Sión: he aquí viene a
ti tu rey, dulce, sentado en un asno, sobre un borrico, hijo de asna (Is 62,11). Entró en
Jerusalén sentado sobre un pollino de asna, y la muchedumbre alfombraba el camino
con sus mantos para que pasase por encima. Hija de Sión es el nombre dado a
Jerusalén .

El anuncio de los profetas

66. Los profetas anunciaban entonces que el Hijo de Dios había de nacer, cómo y
dónde había de nacer y quién es Cristo, el único rey eterno. Han predicho también, que
una vez hecho hombre, había de curar a los que curó, de resucitar a los muertos que ha
resucitado, que había de ser odiado, despreciado, torturado, matado y crucificado, tal
como fue odiado, despreciado y matado.

Los milagros de Jesús

67. Trataremos ahora de las curaciones. Dice Isaías: El soportó nuestras dolencias y
aguantó nuestros dolores (Is 53,4; Mt 8,17), es decir, soportará y aguantará. A veces
el Espíritu de Dios narra en los profetas como pasados, acontecimientos que han de
suceder en el futuro. Esto acontece porque en Dios lo que es establecido, determinado
y destinado a existir ya es considerado como existente y el Espíritu se expresa
teniendo en cuenta el tiempo en que se realiza la profecía. En estos términos recuerda
los distintos modos de curaciones: En aquel día oirán los sordos las palabras del
libro; y en las tinieblas y oscuridad verán los ojos de los ciegos (Is 29,18). Y todavía:
Fortaleceos, manos débiles, rodillas vacilantes y débiles; animaos, pusilánimes,
tomad fuerzas, no temáis; mirad, nuestro Dios hace justicia, vendrá a salvarnos.
Entonces se abrirán los ojos de los ciegos y oirán los oídos de los sordos; entonces el
cojo saltará como un ciervo y se soltará la lengua del mudo (Is 35,3-6). Y acerca de la
resurrección de los muertos dice: Así resucitarán los muertos y se levantarán los que
están en los sepulcros (Is 26,19). Cuando esto se cumpla se creerá que es Hijo de
Dios.

La Pasión de Cristo

68. Isaías dice que había de ser despreciado, torturado y finalmente matado: He aquí
que mi Hijo comprenderá: será exaltado y glorificado sobremanera. Como muchos se
espantarán de ti, así sin gloria será tu rostro a los ojos de los hombres; muchos
pueblos se asombrarán y los reyes cerrarán la boca porque contemplarán algo
inenarrable y comprenderán algo inaudito. Señor ¿quién creyó nuestro anuncio? ¿A
quién se reveló el brazo del Señor? Lo hemos narrado ante Él, como a un niño, como
a una raíz en tierra árida; no tenía figura ni gloria. Lo hemos visto sin aspecto y sin
belleza. Su aspecto era despreciable, más abatido que los demás hombres. Hombre de
dolores acostumbrado a sufrimientos; porque volvía su rostro hacia otra parte era
despreciado y tenido a menos. El cargó con nuestros pecados y sufre por amor a
nosotros; lo hemos creído víctima del dolor, de los golpes y torturas. Fue traspasado
por nuestros delitos, maltratado por nuestros pecados. El castigo que nos da la paz
cayó sobre él y sus cicatrices nos curaron (Is 52,13-53, 5). David anunció con estas
palabras sus torturas: Yo fui torturado (Sal 38,9). Sin embargo David nunca fue
torturado sino Cristo cuando ordenaron que fuese crucificado. Una vez más el Verbo
dice en Isaías: Ofrecí la espalda a los golpes y las mejillas a las bofetadas; no me tapé
el rostro ante ultrajes ni salivazos (Is 50,6). El profeta Jeremías repite lo mismo en
estos términos: Presentará la mejilla al que lo hiere y será colmado de oprobios (Lm
3,30). Todo esto lo sufrió Cristo.

La Pasión y su sentencia

69. Isaías continúa así: Merced a sus llagas hemos sido curados todos. Errábamos
como un rebaño, cada uno iba por su camino y el Señor lo consignó por nuestros
pecados (Is 53,5-6.7). Está claro que por voluntad del Padre le han sucedido estas
cosas en favor de nuestra salvación. Y luego prosigue: A pesar de sus padecimientos
no abrió la boca; como oveja fue llevado al matadero; como un cordero ante el
esquilador está sin voz (Is 53,7). De esta forma anuncia que acepta libremente la
muerte. Mas al decir el profeta: En la humillación fue eliminado su juicio (Is 53,8), se
refiere a su humilde aspecto exterior. Según su aspecto sin honra fue pronunciada la
sentencia; y proferida la sentencia conduce a algunos a la salvación, a otros a las penas
de la perdición. Hay efectivamente lo tomado por uno a cuestas, y lo que quitan a otro.
Así es la sentencia: por algunos ha sido sufrida y estos la toman sobre sí mismo como
propia condena; para otros ha sido eliminada y se salvan. Han cargado sobre sí la
sentencia quienes lo crucificaron, y habiéndose portado así no creen en Él; de tal
suerte, la sentencia recibida por ellos los condenará a la perdición entre los tormentos.
La sentencia ha sido eliminada para quienes en Él creen, y no están ya sujetos a ella,
es decir a la sentencia de condenación. La sentencia de condenación, acompañada de
fuego, será de exterminio para los incrédulos, al fin de este mundo.

La generación inenarrable

70. A continuación dice: ¿Quién narrará su nacimiento? (Is 53,8).Esto se dijo para
ponernos en guardia con el fin de que no le tengamos como a un hombre insignificante
y de poca importancia por razón de sus adversarios y de los dolores de su pasión.
Aquel que ha sufrido todo esto cuenta en su haber con un origen inefable. Porque por
nacimiento se entiende su origen, o sea, su Padre inefable e indescriptible. Reconoce,
pues, que este es el origen de Aquel que ha soportado esta pasión y no lo tengas a
menos por la pasión que ha sufrido por ti intencionadamente. Mas, por su origen,
guárdale temor.

La vida a la sombra de su cuerpo

71. Dice en otra parte Jeremías: El Espíritu de nuestro rostro es el Señor Cristo;cómo
fue apresado en sus redes, aquel de quien hemos dicho: A su sombra viviremos entre
las naciones (Lm 4,20). La Escritura dice que Cristo, aun siendo Espíritu de Dios,
debía hacerse hombre sometido al sufrimiento, y revela en cierto modo sorpresa y
sobresalto ante la Pasión que debía sufrir Aquel a cuya sombra hemos dicho que
íbamos a vivir. Sombra significa su cuerpo,pues así como la sombra viene producida
por un cuerpo, así el cuerpo de Cristo fue producido por su Espíritu. Mas la voz
sombra significa asimismo la humillación de su cuerpo y la facilidad de ser
humillado.En efecto, como la sombra de los cuerpos erguidos se proyecta al suelo y es
hollada bajo los pies, así el cuerpo de Cristo, echado a tierra en la Pasión, fue, por así
decirlo, hollado bajo los pies. Llama sombra al cuerpo de Cristo por haber venido a
ser sombra de la gloria del Espíritu que velaba. Con frecuencia, al paso del Señor,
venían colocadas a lo largo de su camino personas afectadas de enfermedades varias;y
todos aquellos a quienes alcanzaba su sombra eran salvos.

La muerte del justo

72. Y el mismo profeta, a propósito de la Pasión de Cristo, dice lo siguiente: He aquí


como el justo ha perecido y nadie hace caso; los hombres justos son quitados de en
medio y nadie se entera, pues el justo es llevado en presencia de la injusticia. Su
sepultura será paz: él ha sido preservado (Is 57,1-4). ¿Qué otro hay perfectamente
justo fuera del Hijo de Dios, que hace del todo justos a quienes en Él creen, los cuales,
a semejanza de Él, son perseguidos y muertos? Cuando dice: Su sepultura será paz,da
a conocer como murió por nuestra salvación, que está en la paz de la salvación; y
[anuncia] que por su muerte quienes antes eran enemigos y adversarios unos de otros,
no bien crean juntos en Él, tendrán paz entre sí, dando y recibiendo señales de amistad
por su común fe en Él. Es exactamente lo que ocurre. Las palabras ha sido preservado
se refieren a la resurrección de entre los muertos, porque después de la sepultura nadie
le vio muerto. Que una vez muerto y resucitado Cristo, debía permanecer inmortal,
dícelo el profeta en estos términos: Pidió la vida y tú le has concedido además la
longevidad por los siglos de los siglos (Sal 21,5). ¿Por qué dijo pidió la vida, cuando
debía morir? En efecto, anuncia su resurreccion de entre los muertos, y que resucitado
de entre los muertos es inmortal. Ya que recibió la vida para resucitar, y la longevidad
por los siglos de los siglos para ser incorruptible.

La muerte (sueño) y resurrección según David

73. Y dice de nuevo David a propósito de la muerte y de la resurrección de Cristo: Yo


me acosté y me dormí; me desperté porque el Señor me acogió (Sal 3,6). David no
decía esto de sí mismo, porque muerto él no resucitó. Sino el Espíritu de Cristo, que
habló también de Él en otros profetas, dice también ahora por medio de David: Yo me
acosté y dormí; me desperté porque el Señor me acogió.Llama sueño a la muerte,
porque resucitó.

Herodes y Pilato

74. Sobre la Pasión de Cristo, David dice: ¿Por qué se agitan los gentiles y los
pueblos planean fracasos? Se alían los reyes de la tierra y los príncipes conspiran
contra el Señor y su Ungido (Sal 2,1-2; Hch 4,24-28). De hecho, Herodes, rey de los
Judíos, y Poncio Pilato, procurador de Claudio César, se reunieron y lo condenaron a
ser crucificado. Porque Herodes temía perder el reinado, como si Él fuese a ser un rey
terreno, y Pilato fue obligado, contra su voluntad, por Herodes y por los judíos que lo
rodeaban, a condenarlo a muerte, por el hecho de que no hacerlo se interpretaría como
ir en contra del César dejando en libertad a un hombre al que se dio el título de Rey.

El anuncio de la Pasión

75. Y, a propósito de la Pasión, dice todavía el mismo profeta: Tú nos has rechazado y
despreciado; has repudiado a tu Ungido; has roto la alianza de mi siervo; has echado
a tierra tu santuario; has derrumbado su cerca; has hecho temblar sus fortalezas;
cuantos pasan de largo la han saqueado; se ha convertido en el oprobio de sus
vecinos; has robustecido la derecha de sus opresores, has alegrado a sus enemigos; le
has torcido la hoja de su espada y no lo has sostenido en el combate; lo has excluído
de la purificación, echando por tierra su trono; le has acortado los días de su tiempo
y lo has cubierto de ignominia (Sal 88,39-46). El profeta afirma abiertamente que
debía sufrir todo esto y que ésta era la voluntad del Padre, puesto que por voluntad del
Padre sufrió la Pasión.

La captura de Jesús
76. Zacarías se expresa así: Alzate, espada, contra mi pastor, contra el hombre, mi
compañero; hiere al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño (Za 13,7; Mt 26,31;
Lc 14,27). Y esto sucedió cuando fue capturado por los Judíos. Entonces todos los
discípulos lo abandonaron por miedo a perecer con Él, porque ellos no creyeron
firmemente en Él hasta que no le vieron resucitado de entre los muertos.

Jesús motivo de reconciliación entre Pilato y Herodes

77. Y se dice también en los doce profetas: Prisionero le presentaron al rey como
tributo(Os 10,6 (LXX)). Poncio Pilato era procurador de Judea y alimentaba entonces
un profundo rencor en contra de Herodes, rey de los Judíos. Precisamente en esta
situación Pilato remitió a Cristo, a quien se lo había enviado, atado a Herodes con el
ruego de que le interrogase para confirmar lo que quería hacer con Él. De este modo
Cristo se convirtió en un buen pretexto para reconciliarse con el rey.

La bajada a los infiernos

78. Y en Jeremías, ve con qué términos se expresa para dar a conocer su muerte y su
descenso a los infiernos: Y el Señor, el Santo de Israel, acordóse de sus muertos, de
los que estaban ya dormidos en el polvo de la tierra, y descendió a ellos para llevarles
el Evangelio de su salvación y salvarles. Aquí se revelan también las razones de su
muerte, porque su descenso a los infiernos era para la salvación de los difuntos.

Profecías sobre la Cruz

79. Y de nuevo en torno a su cruz Isaías dice: Extendí las manos todo el día hacia un
pueblo indócil y rebelde (Is 65,2). Así prefiguraba la cruz. Y todavía más claramente
David: Perros de caza me rodearon, una multitud de malvados me ha cercado; me
han taladrado mis manos y mis pies (Sal 21,17). Y nuevamente: Mi corazón se hizo
como cera líquida en medio de mis entrañas; han descoyuntado mis huesos (Sal
21,15). Y sigue diciendo: Perdona a mi alma la espada y enclava mis carnes, pues
una muchedumbre de malvados se levantó contra mí. En estos pasajes, muestra e
indica en modo luminoso su crucifixión. Moisés dice la misma cosa a su pueblo: Y tu
vida colgará delante de tus ojos, y temerás día y noche, y no creerás en tu vida (Dt
28,66).

Profecías sobre los vestidos

80. Nuevamente dijo David: Ellos me miraron fijamente. Se dividieron mi vestido y


echaron a suertes mi túnica (Sal 21,19). En efecto, cuando le crucificaron, repartieron
los soldados sus vestidos según su costumbre; el vestido se lo dividieron luego de
haberlo desgarrado; mas en cuanto a la túnica, como estaba tejida desde arriba y sin
costura, la echaron a suertes para ver quién se la llevaba (Jn 19,23-24).
Judas, la venta de Cristo y la compra del campo a un alfarero

81. El profeta Jeremías añade: Tomaron las treinta monedas de plata, el precio de uno
que fue tasado según la tasa de los hijos de Israel, y pagaron con ellas el Campo del
Alfarero, como me lo había mandado el Señor (Mt 27,9). En efecto, Judas, uno de los
discípulos de Jesús, habiéndose comprometido con los Judíos y habiendo sellado con
ellos un pacto —de hecho sabía que le querían matar— y porque había sido
reprendido por Él, aceptó los treinta denarios del país y le entregó a Cristo. A
continuación, movido por los remordimientos de lo que había hecho, tiró el dinero a
los pies de los jefes de los Judíos y se ahorcó. Pero éstos no consideraron conveniente
devolver el dinero al Tesoro, porque era precio de sangre, y con él compraron el
campo perteneciente a un alfarero para enterrar allí a los extranjeros.

Profecía sobre el vinagre mezclado con hiel

82. Y una vez crucificado, al pedir de beber, le dieron vinagre mezclado con hiel. Y
esto mismo lo había dicho David: Me dieron por alimento hiel, y en mi sed me dieron
a beber vinagre (Sal 69,22; Mt 27,34; Jn 19,28).

La Ascensión

83. He aquí lo que dice David de la Ascensión al cielo, después de la resurrección de


entre los muertos: Los carros de Dios a decenas de millares, y millares los cocheros.
El Señor está entre ellos, en Sión, en el Santuario; subió a lo alto, cautivó al
cautiverio; ha recibido y entregado dones a los hombres (Sal 67,18-19). Por cautivar
entiende la destrucción de poder de los ángeles rebeldes. Dio a conocer el lugar donde
habría de subir de la tierra al cielo al decir: El Señor en Sión subió a lo alto (Sal
67,18). En efecto, en el monte de los Olivos, frente a Jerusalén, después de resucitado
de entre los muertos, reunió a sus discípulos y habiéndoles recordado lo concerniente
al reino de los cielos, fue levantado ante sus ojos y vieron ellos cómo lo acogían,
abiertos, los cielos.

El triunfo del Rey de la gloria

84. La misma cosa dice nuevamente David: Alzad, oh príncipes, vuestras puertas;
levantaos, puertas eternas, y entrará el rey de la gloria (Sal 23,7). Las puertas eternas
son, efectivamente, los cielos. Mas como el Verbo decendió invisible para los seres
creados, no fue reconocido, a su descenso, por ellos. Pero como se había encarnado, se
hizo visible cuando ascendió al cielo. Al verle los principados de los ángeles
inferiores, gritaron a los que estaban en el firmamento: Alzad vuestras puertas; alzaos,
puertas eternas, para que entre el rey de la gloria. Éstos, asombrados, se preguntaban:
¿Quién es éste?, y los que le habían visto, atestiguan por segunda vez: El Señor
poderoso y fuerte es el rey de la gloria (Sal 23,10).

El Juicio

85. Resucitado y subido al cielo, aguarda a la diestra del Padre el momento por Él
fijado para juzgar a todos sus enemigos que a Él habían de ser sometidos. Los
enemigos son todos los que fueron hallados en rebelión: ángeles, arcángeles,
principados, tronos, que menoprecian la Verdad. David afirma aún: Dijo el Señor a mi
Señor: Siéntate a mi derecha, hasta que ponga a tus enemigos a tus pies (Sal 109,1).
Aún más, David dice que subió al lugar de donde había bajado: Él sube de los últimos
confines del cielo y su reposo alcanza el otro extremo del cielo. Señala después el
juicio al decir: Ninguno se sustraerá a su ardor (Sal 18,7).

LA BUENA NOTICIA (cc. 86-97)

El testimonio de los Apóstoles

86. Ahora bien, si los profetas han vaticinado que el Hijo de Dios debía manifestarse
sobre la tierra y han predicho el lugar, la manera y la forma de su manifestación sobre
la tierra, y si en el Señor se han cumplido todas estas predicciones, nuestra fe en Él
está bien fundada, es auténtica la tradición de la predicación, es decir, el testimonio de
los Apóstoles. Éstos, enviados por el Señor, han predicado por el mundo entero que el
Hijo de Dios había venido para sufrir la Pasión, la había soportado para destruir la
muerte y dar vida al cuerpo, y que dando fin a la hostilidad hacia Dios, es decir, a la
iniquidad, hemos de obtener su paz cumpliendo lo que es de su agrado. Así nos ha
sido dado a conocer por los profetas cuando dicen: ¡Qué hermosos son los pies de los
mensajeros que anuncian la buena nueva de la paz, que pregonan la alegre noticia
del bien! (Is 52,7; Rm 10,15). Isaías dice que estos mensajeros vendrían de Judea y de
Jerusalén para anunciarnos la palabra de Dios, que para nosotros es también ley: Pues
de Sión saldrá la ley y de Jerusalén la palabra del Señor (Is 2,3). David afirma que
habían de predicar por toda la tierra: A toda la tierra alcanza su pregón y hasta los
límites del orbe su palabra (Sal 18,5).

El primado del amor

87. Pero no es con la locuacidad de la ley como se salva el género humano sino con la
brevedad y precisión de la fe y de la caridad. Isaías dice: Una palabra concisa y breve
en la justicia, porque Dios enviará una palabra concisa, con eficacia, sobre toda la
tierra (Is 10,23 (LXX); Rm 9,28). De ahí que Pablo afirme: El amor es la plenitud de
la ley (Rm 13,10).Pues el que ama a Dios cumple la ley. Cuando le preguntaron al
Señor: ¿Qué mandamiento es el primero de todos?, respondió: Amarás al Señor tu
Dios con todo tu corazón, con toda tu fuerza; y el segundo es similar a éste: Amarás
al prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos penden la ley y los profetas
(Mc 12,30; Mt 22,37). Así pues, con la fe en Él ha crecido nuestro amor por Dios y
por el prójimo, haciéndonos piadosos, justos y buenos. Es por esto por lo que ha
enviado con eficacia una palabra concisa sobre la tierra, en el mundo.

Salvados por un hombre-Dios

88. Y que después de la Ascensión había de ser elevado sobre todas las creaturas y que
nadie había de ser parangonado o comparado a Él, lo dice Isaías: ¿Quién es juzgado?
Que comparezca. ¿Quién es justificado? Que se acerque al Hijo del Señor. Ay de
vosotros que os consumís como un vestido y la polilla os roerá. El hombre será
humillado y abatido. Sólo el Señor será exaltado con aquellos que serán enaltecidos
(Is 50,8.10.9; 2,17). Isaías afirma que los que le sirvieron a Dios serán, al final,
salvados por medio de su nombre: Los que me sirven recibirán un nombre nuevo que
será bendito en toda la tierra y ellos bendecirán al Dios verdadero (Is 65,15-16). Esta
bendición debía Él realizarla personalmente y Él mismo debía salvarnos por su propia
sangre, según lo dio a conocer Isaías cuando dijo: No un intercesor ni un ángel, sino el
Señor en persona los salvó, porque los ama y tiene cuidado de ellos. Él mismo los
redimió (Is 63,9).

El Espíritu sobre la faz de la Tierra

89. A los que fueron así liberados [Dios] no quiere llevarlos de nuevo a la legislación
de Moisés —pues la ley se cumplió en Cristo—, sino salvarlos mediante la fe y el
amor hacia el Hijo de Dios en la renovación de la Palabra, como lo dio a entender
Isaías cuando exclamó: No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo; mirad
que renuevo a quien va a germinar ahora, y vosotros le conoceréis. Abriré un camino
en el desierto, y en la región árida ríos para dar de beber a mi nación y a mi pueblo
elegido, que adquirí para contar mis hazañas (Is 43,18-20). Desierto y yermo era
antes la vocación de los gentiles, pues el Verbo no había pasado entre ellos, ni les
había dado a beber el Espíritu Santo. El [Verbo] dispuso el nuevo camino de la piedad
y de la justicia, e hizo brotar ríos en abundancia, diseminando el Espíritu Santo sobre
la tierra, según había prometido mediante los profetas, que extendería al fin [en los
últimos tiempos] el Espíritu sobre la faz de la tierra.

La novedad del Espíritu

90. Nuestra vocación, pues, acontece en la novedad del Espíritu y no en la letra vieja,
como profetizó Isaías: Mirad que llegan días, dice el Señor, en que yo con la casa de
Israel y la casa de Judá haré [una alianza nueva no como] la alianza que hice con sus
padres cuando los llevé de la mano para sacarlos de Egipto, pues ellos quebrantaron
la alianza y yo me desinteresé de ellos, dice el Señor. Porque ésta será la alianza que
yo haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice el Señor: pondré mi ley en
sus mentes y además la escribiré en sus corazones. Yo seré su Dios y ellos serán mi
pueblo. No tendrán que enseñarse unos a otros, entre conciudadanos y hermanos
diciendo: ¡Conoced al Señor!, porque todos me conocerán, desde el más pequeño al
más grande; porque les perdonaré sus maldades y no me acordaré más de sus
pecados.

La apertura de la nueva Alianza (= N.T.)

91. Y estas promesas habían de ser una herencia en el tiempo de la vocación de los
gentiles, para quienes fue también inaugurada la nueva Alianza; así lo recuerda Isaías
en estos términos: Dice el Dios de Israel: En aquel día el hombre pondrá su
esperanza en su Creadora y sus ojos contemplarán al Santo de Israel; y ya no
pondrán su esperanza en los altares de los ídolos, ni en las obras de sus manos, que
fabricaron sus dedos (Is 17,6-8). Manifiestamente estas palabras están dirigidas a
aquellos que abandonan a los ídolos y creen en Dios, nuestro Creador, gracias al Santo
de Israel. El Santo de Israel es Cristo. Él se manifestó a los hombres y en Él tenemos
fija nuestra mirada. Y ya no ponemos nuestra esperanza en los altares ni en las obras
de nuestras manos.

Manifestado a los que no le buscaban

92. Y que debía manifestarse en medio de nosotros —porque el Hijo de Dios se haría
hijo del hombre— y que nosotros habíamos de encontrar al que desconocíamos, lo
afirma el mismo Verbo en Isaías: Me he manifestado a los que no me buscaban; he
sido hallado por los que no preguntaban por mi. Dije: Aquí estoy ante un pueblo que
no había invocado mi nombre (Is 65,1; Rm10,20).

Profecías sobre el pueblo de Dios

93. Que este pueblo estaba llamado a ser un pueblo santo, lo vaticinó Oseas, uno de
los doce profetas: Al no-pueblo-mío lo llamaré pueblo mío y a la no-amada será
amada. Donde se diga no-mi-pueblo, allí se llamarán hijos del Dios viviente (Os 2,25;
1,9; Rm 9,25,26). También Juan Bautista vuelve a decir lo mismo: Dios puede hacer
surgir de estas piedras hijos de Abrahán (Mt 3,9). En efecto, después de habernos
arrancado por la fe del culto a las piedras, nuestros corazones ven a Dios y se hacen
hijos de Abrahán, el cual fue justificado por la fe (Rm 3,28; 4,3; Ga 3,6; St 2,23). Por
esto dice Dios por boca del profeta Ezequiel: Y les daré otro corazón y pondré en ellos
un espíritu nuevo; quitaré de su cuerpo su corazón de piedra y les daré un corazon de
carne para que sigan mis mandamientos y observen y practiquen mis preceptos. Ellos
serán mi pueblo y yo seré su Dios. (Ez 11,19-20; 36,26-27).

La Iglesia y la Sinagoga

94. De ahí que por la nueva llamada se realiza un cambio de corazones entre los
gentiles por medio del Verbo de Dios que se encarnó y puso su tienda en medio de los
hombres, como dice Juan, su discípulo: Y su Verbo se hizo carne y habité entre
nosotros (Jn 1,14). Por lo tanto la Iglesia engendra un gran número de frutos, es decir,
de salvados, porque ya no es un intercesor —Moisés— ni un mensajero —Elías—
quienes nos salvan sino el Señor en persona, que da más hijos a la Iglesia que a la
Sinagoga del pasado, como predijo Isaías con estos términos: Regocíjate, estéril, que
no dabas a luz —y estéril es la Iglesia que antes no había dado hijo alguno a Dios—
grita y dama, tú que no has tenido los dolores porque los hijos de la abandonada son
más numerosos que los hijos de la que tenía marido (Is 54,1; Ga 4,27). Y la antigua
Sinagoga tenía por marido la Ley.

La incorporación de los Gentiles

95. Moisés dice en el Deuteronomio que los Gentiles estarán a la cabeza y el pueblo
incrédulo a la zaga. Y poco después: Habéis provocado mi celo con vuestros no-
dioses, me habéis irritado con vuestros ídolos; yo provocaré vuestro celo con uno que
no es pueblo y os irritaré con un pueblo insensato (Dt 32,21). Pues han abandonado al
Dios verdadero, adoraron a falsos dioses, mataron a los profetas de Dios y
profetizaron por medio de Baal, que era un ídolo de los Cananeos; rechazaron a]
verdadero Hijo de Dios al escoger a Barrabás, un bandido detenido por flagrante
homicidio, al abjurar del rey eterno y reconocer como rey al César que es perecedero.
Por esto Dios decidió entregar su heredad a los estultos Gentiles y a aquellos que no
eran ciudadanos de la ciudad de Dios y desconocían quién es Dios. Ahora bien, dado
que por esta llamada se nos ha dado la vida y Dios ha restaurado en nosotros la fe de
Abrahán en Él, no debemos volver atrás, es decir, a la antigua legislación. Porque
hemos acogido al Señor de la ley, el Hijo de Dios, y por medio de la fe en Él
aprendemos a amar a Dios con todo el corazón y al prójimo como a nosotros mismos.
Pues el amor a Dios excluye todo pecado y el amor al prójimo no causa mal a nadie.

La superación de la Ley

96. Por lo tanto no necesitamos de la ley como pedagogo; he aquí que nosotros
hablamos con el Padre y estamos en su presencia convertidos en niños sin malicia y
afincados en la justicia y honestidad. La Ley, en efecto, no afirmará más: no cometer
adulterio a aquel que ni siquiera ha deseado la mujer de otro; o no matar a aquel que
ha erradicado de sí la ira y la enemistad; o no desear el campo de tu vecino, su buey o
su asno a los que no tienen ambición por las cosas terrenas sino que acopian
provisiones para el cielo; ni siquiera ojo por ojo, diente por diente a quien no tiene
enemigos y a todos trata como prójimo y por eso no levanta la mano para vengarse; no
exigirá los diezmos de quien ha consagrado a Dios todos sus bienes y ha dejado padre,
madre y toda su familia para seguir al Verbo de Dios . Ya no mandará guardar un día
de descanso al que todos los días observa el sábado, es decir, al que rinde culto a Dios
en el templo de Dios que es el cuerpo del hombre y practica siempre la justicia.
Prefiero misericordia, dice, al sacrificio, el conocimiento de Dios a los holocaustos.
Pero el impío que inmola un ternero es como si matase a un perro, y cuando ofrece
flor de harina es como si ofreciese sangre de cerdo (Is 66,3). Y todo el que invocare el
nombre del Señor se salvará (Hch 2,21; Rm 10,13; Jl 2,32 (Vulg.)), y ningún otro
nombre se nos ha dado bajo el cielo por el cual los hombres se salven (Hch 4,12) si
no es el nombre de Dios, Jesucristo, Hijo de Dios, al que obedecen todos los
demonios, los espíritus malvados y todas las potencias rebeldes.

La salvación en Jesucristo

97. Por la invocación del nombre de Jesucristo, crucificado bajo Poncio Pilato,
Satanás fue alejado definitivamente de entre los hombres. Allí donde haya alguien que
creyendo en Él y haciendo su voluntad le recuerde e invoque, Jesús se hace presente y
atiende las súplicas de quien le invoca con corazón puro. De este modo, habiendo
obtenido la salvación, nosotros permanecemos en constante acción de gracias a Dios,
nuestro Salvador, el que por su magna e insondable Sabiduría, nos salva y proclama la
salvación desde lo alto de los cielos, salvación que es la venida visible de Nuestro
Señor, es decir, su vida humana, salvación que por nuestras propias posibilidades no
podíamos conseguir. Pero lo que es imposible para los hombres es posible para Dios
(Lc 18,27).A este respecto Jeremías dice: ¿Quién subió al cielo y se apoderó de ella y
la hizo descender de las nubes? ¿Quién atravesó los mares y la descubrió y la trajo
con preferencia al oro más puro? No hay quien haya encontrado su camino ni quien
conozca su sendero. Pero el que sabe todas las cosas, la conoce con su sabiduría, el
que cimentó la tierra para siempre y la pobló de animales cuadrúpedos, el que manda
a la luz y ésta se expande, el que la llama y ella le obedece temblando; los astros se
levantan para sus vigilias y se complacen. Él los llama y contestan: Henos aquí; y
lucen alegremente en honor del que los hizo. Este es nuestro Dios; ningún otro cuenta
a su lado para nada. Él descubrió todos los caminos con su sabiduría y se lo
comunicó a Jacob, su siervo, y a Israel, su amado. Y después de esto se hizo ver en la
tierra y converso con los hombres. Éste es el libro de los mandamientos de Dios y de
la Ley perdurable, para siempre. Los que la guardan alcanzarán la vida; los que la
abandonan morirán. Llama Jacob e Israel al Hijo de Dios que ha recibido del Padre
dominio sobre nuestra vida y, después de haber recibido la vida, hace que descienda
sobre nosotros, que estábamos alejados de Él, cuando se manifestó sobre la tierra y
converso con los hombres mezclando y uniendo el Espíritu de Dios Padre con el
cuerpo plasmado por Dios para que el hombre fuese a imagen y semejanza de Dios.

CONCLUSIÓN (cc. 98-100)

A modo de conclusión

98. Ésta es, mi querido amigo, la predicación de la verdad y la imagen de nuestra


salvación: así es el camino de la vida que los profetas han anunciado, el que Cristo ha
instituido, que los Apóstoles han consignado y que la Iglesia transmite a sus hijos a
través de toda la tierra. Debe ser custodiado con mimo y con voluntad decidida para
agradar a Dios con las buenas obras y con un modo sano de pensar.

Las desviaciones de los herejes

99. Por lo tanto, que ninguno piense que existe otro Dios Padre distinto de nuestro
Creador, como lo imaginan los herejes, que desprecian al Dios verdadero y hacen un
ídolo del Dios inexistente, creándose un padre por encima de nuestro Creador y tienen
para sí el haber descubierto algo más grande que la verdad. En realidad todos estos son
impíos y blasfeman contra su Creador y Padre como ya hemos demostrado en la
Exposición y Refutación de la falsa gnosis. Otros, todavía desprecian la venida del
Hijo de Dios y la economía de su encarnación trasmitida por los Apóstoles y
vaticinada por los profetas para la restauración de la humanidad, como concisamente
hemos demostrado. También a estas personas hay que contarlas entre los incrédulos.
Otros todavía no acogen los dones del Espíritu Santo y rechazan el carisma profético,
por cuyo rocío el hombre produce frutos de vida divina. De estos dice Isaías: Serán
como un terebinto sin hojas y como un jardín sin agua (Is 1.30). Estos no son de
utilidad alguna para Dios, pues no producen frutos.

Hay que mantenerse lejos del error

100. En lo referente a los tres artículos de nuestro bautismo, el error motivó muchas
digresiones lejanas de la verdad. Porque o desprecian al Padre, o no acogen al Hijo
hablando en contra de la economía de la encarnación, o rechazan al Espíritu, es decir,
desechan la profecía. Debemos defendernos de esta clase de personas, evitar sus
caminos si de verdad queremos agradar a Dios y obtener la salvación.

Demostración de la predicación apostólica de San Ireneo. Gloria a toda la Santa


Trinidad, Dios único, Padre, Hijo y Espíritu Santo, providencia universal,
eternamente. Amén. Tened un recuerdo en el Señor del divino y beatísimo Señor
Arzobispo Juan, propietario de este libro, hermano del rey santo. Y acordaos también
de mí, pobre copista.

Fuente: Colección Fuentes Patrísticas, volumen 2, por Eugenio Romero Pose.


Editorial Ciudad Nueva www.ciudadnueva.com

EPÍSTOLAS DE IGNACIO
1 A LOS EFESIOS
Ignacio, llamado también Teóforo, a la (iglesia) que ha sido bendecida en abundancia
por la plenitud de Dios el Padre, que había sido preordenada para los siglos futuros
para una gloria permanente e inmutable, unida y elegida en una verdadera pasión, por
la voluntad del Padre y de Jesucristo nuestro Dios; a la iglesia que está en Efeso [de
Asia], digna de toda felicitación: saludos abundantes en Cristo Jesús y en (su) gozo
intachable.

I. He recibido con albricias, a Dios [vuestro] bien amado nombre, que lleváis por
derecho natural, [con mente recta y virtuosa], por fe y amor en Cristo Jesús nuestro
Salvador: siendo imitadores de Dios, y habiendo sido encendidos vuestros corazones
en la sangre de Dios, habéis cumplido perfectamente la obra que os era apropiada; por
cuanto oísteis que yo había emprendido el camino desde Siria, en cadenas, por amor
del Nombre y esperanza comunes, y esperaba, por medio de vuestras oraciones, luchar
con éxito con las fieras en Roma, para que, habiéndolo conseguido, pudiera tener el
poder de ser un discípulo, vosotros sentisteis ansia de visitarme; siendo así que en el
nombre de Dios os he recibido a todos vosotros en la persona de Onésimo, cuyo amor
sobrepasa toda expresión y que es además vuestro obispo [en la carne], y ruego a Dios
que lo améis según Jesucristo y que todos podáis ser como él; porque bendito sea
Aquel que os ha concedido en conformidad con vuestros merecimientos el tener un
obispo semejante.

II. Pero, en cuanto a mi consiervo Burrhus, que por la voluntad de Dios es vuestro
diácono bendecido en todas las cosas, ruego que pueda permanecer conmigo para
vuestro honor y el de vuestro obispo. Sí, y Crocus también, que es digno de Dios y de
vosotros, a quien he recibido como una muestra del amor que me tenéis, me ha
aliviado en toda clase de maneras —y así quiera el Padre de Jesucristo vivificarle—
junto con Onésimo y Burrhus y Euplus y Fronto, en los cuales os vi a todos vosotros
con los ojos del amor. Es por tanto apropiado que vosotros, en todas formas,
glorifiquéis a Jesucristo que os ha glorificado; para que estando perfectamente unidos
en una sumisión, sometiéndoos a vuestro obispo y presbítero, podáis ser santificados
en todas las cosas.

III. No os estoy dando órdenes, como si yo fuera alguien que pudiera hacerlo. Porque
aun cuando estoy en cadenas por amor del Nombre, no he sido hecho perfecto todavía
en Jesucristo. [Porque] ahora estoy empezando a ser un discípulo; y os hablo como a
mis condiscípulos. Porque yo debería ser entrenado por vosotros para la contienda en
fe, exhortación, persistencia y longanimidad. Pero como el amor no me permite que
quede en silencio con respecto a vosotros, por tanto me atreví a exhortaros, para que
corráis en armonía con la mente de Dios; pues Jesucristo, nuestra vida inseparable, es
también la mente del Padre, así como los obispos establecidos hasta los extremos de la
tierra están en la mente de Jesucristo.

IV. Por lo tanto es apropiado que andéis en armonía con la mente del obispo; lo cual
ya lo hacéis. Porque vuestro honorable presbiterio, que es digno de Dios, está a tono
con el obispo, como si fueran las cuerdas de una lira. Por tanto, en vuestro amor
concorde y armonioso se canta a Jesucristo. Y vosotros, cada uno, formáis un coro,
para que estando en armonía y concordes, y tomando la nota clave de Dios, podáis
cantar al unísono con una sola voz por medio de Jesucristo al Padre, para que Él pueda
oíros y, reconocer por vuestras buenas obras que sois miembros de su Hijo. Por tanto
os es provechoso estar en unidad intachable, a fin de que podáis ser partícipes de Dios
siempre.

V. Porque si en un período tan breve tuve tal trato con vuestro obispo, que no fue a la
manera de los hombres sino en el Espíritu, cuánto más os felicito de que estéis
íntimamente unidos a él como la Iglesia lo está con Jesucristo y como Jesucristo lo
está con el Padre, para que todas las cosas puedan estar armonizadas en unidad. Que
nadie se engañe. Si alguno no está dentro del límite del altar, carece de pan [de Dios].
Porque si la oración de uno y otro tiene una fuerza tan grande, ¡cuánto más la del
obispo y la de toda la Iglesia! Por lo tanto, todo el que no acude a la congregación, con
ello muestra su orgullo y se ha separado él mismo; porque está escrito: Dios resiste a
los soberbios. Por tanto tengamos cuidado en no resistir al obispo, para que con
nuestra sumisión podamos entregarnos nosotros mismos a Dios.

VI. Y en proporción al hecho de que un hombre vea que su obispo permanece en


silencio, debe reverenciarle aún más. Porque a todo aquel a quien el Amo de la casa
envía para ser mayordomo de ella, debe recibírsele como si fuera el que le envió.
Simplemente, pues, deberíamos considerar al obispo como al Señor mismo. Ahora
bien, Onésimo, de su propia iniciativa os alaba en gran manera por vuestra conducta
ordenada en Dios, porque todos vivís en conformidad con la verdad, y no hay herejía
alguna que halle albergue entre vosotros; es más, ni aun escucháis a nadie si habla de
otras cosas excepto lo que se refiere a Jesucristo en verdad.

VII. Porque algunos son propensos a engaño malicioso sobre el Nombre, y lo


propagan y hacen ciertas cosas indignas de Dios. A éstos tenéis que evitarlos como si
fueran fieras; porque son perros rabiosos, que muerden a escondidas; contra los cuales
deberíais estar en guardia, porque son difíciles de sanar. Sólo hay un médico, de la
carne y del espíritu, engendrado y no engendrado, Dios en el hombre, verdadera Vida
en la muerte, hijo de María e Hijo de Dios, primero pasible y luego impasible:
Jesucristo nuestro Señor.

VIII. Que nadie os engañe, pues, y en realidad no estáis engañados, siendo así que
pertenecéis totalmente a Dios. Porque cuando no tenéis deseo carnal establecido en
vosotros con poder para atormentaros, entonces vivís verdaderamente según Dios. Yo
me entrego a vosotros, y me dedico como una ofrenda para vuestra iglesia, efesios,
que es famosa por todos los siglos. Los que son de la carne no pueden hacer las cosas
del Espíritu, ni tampoco pueden los que son del Espíritu hacer las cosas de la carne;
del mismo modo que la fe no puede hacer las cosas de la infidelidad, ni la infidelidad
las cosas de la fe. Es más, incluso las cosas que hacéis según la carne son espirituales;
porque hacéis todas las cosas en Jesucristo.

IX. Pero me he enterado que ciertas personas pasaron entre vosotros de lejos,
trayendo mala doctrina; a las cuales no permitisteis que sembraran semilla en
vosotros, porque os tapasteis los oídos, para no tener que recibir la simiente que ellos
sembraban; por cuanto vosotros sois piedras de un templo, preparadas de antemano
para un edificio de Dios el Padre, siendo elevadas hacia lo alto por medio del motor
(instrumento) de Jesucristo, que es la Cruz, y usando como cuerda el Espíritu Santo;
en tanto que la fe es vuestro cabrestante, y el amor es el camino que lleva a Dios. Así
pues, todos sois compaiieros en el camino, llevando a vuestro Dios y vuestro
santuario, vuestro Cristo y vuestras cosas santas, adornados de pies a cabeza en los
mandamientos de Jesucristo. Y a mí también, tomando parte en la festividad, se me
permite por carta estar en compañía de vosotros y regocijarme con vosotros, para que
no pongáis vuestro amor en nada que sea según la vida de los hombres, sino sólo en
Dios.

X. Y orad sin cesar por el resto de la humanidad (los que tienen en sí esperanza de
arrepentimiento) para que puedan hallar a Dios. Por tanto, dejad que tomen lecciones
por lo menos de vuestras obras. Contra sus estallidos de ira sed mansos; contra sus
palabras altaneras sed humildes; contra sus vilipendios presentad vuestras oraciones;
contra sus errores permanccedfirmes en la fe; contra sus furores sed dulces. Y no
sintáis celo de imitarles desquitándoos. Mostremos que somos sus hermanos con
nuestra mansedumbre; pero seamos celosos en ser imitadores del Señor, emulándonos
unos a otros por ser cada uno el que sufre la mayor injusticia, el que es más
defraudado, el que es más destituido, para que no quede ni una brizna del diablo entre
vosotros, sino que en toda pureza y templanza permanezcáis en Jesucristo con vuestra
carne y con vuestro espíritu.

XI. Estos son los últimos tiempos. Por tanto seamos reverentes; temamos la
longanimidad de Dios, para que no resulte en condenación contra nosotros. Porque o
bien temamos la ira que ha de venir o amemos la gracia que está presente ahora —lo
uno o lo otro—; siempre y cuando seamos hallados en Cristo Jesús como nuestra vida
verdadera. Que nada relumbre ante vuestros ojos, aparte de Aquel en quien llevo mis
cadenas, mis perlas espirituales, en las cuales quisiera levantarme de nuevo por medio
de vuestras oraciones, de las cuales sea suerte poder participar siempre, para que
pueda ser hallado en la compañía de los cristianos de Efeso, que han sido siempre
unánimes con los apóstoles por medio del poder de Jesucristo.

XII. Sé quién soy y a quiénes escribo. He sido condenado, pero he recibido


misericordia; estoy en peligro, pero soy fortalecido y afianzado. Vosotros sois la ruta
de aquellos que están en camino para morir en Dios. Estáis asociados en los misterios
con Pablo, que fue santificado, que obtuvo un buen nombre, que es digno de todo
parabién; en cuyas pisadas de buena gana quisiera estar andando, cuando llegue a
Dios; el cual en cada carta hizo mención de vosotros en Cristo Jesús.

XIII. Sed, pues, diligentes en congregaros con más frecuencia para dar gracias a Dios
y para su gloria. Porque cuando os congregáis con frecuencia, los poderes de Satanás
son abatidos; y sus asechanzas acaban en nada frente a la concordia de vuestra fe. No
hay nada mejor que la paz, en la cual toda lucha entre las cosas del cielo y las de la
tierra queda abolida.

XIV. Ninguna de estas cosas está escondida de vuestra vista si sois perfectos en
vuestra fe y amor hacia Jesucristo, porque ellas son el comienzo y fin de la vida —la
fe es el comienzo y el amor el fin—, y las dos halladas en unidad son (de) Dios, en
tanto que todas las demás cosas siguen en pos de ellas hacia la verdadera nobleza
(vida santa). Ninguno que profesa tener fe peca, y ninguno que tiene amor aborrece. El
árbol es manifestado por su fruto; así también los que profesan ser de Cristo se
manifiestan por medio de sus acciones. Porque la Obra no es una cuestión de profesar
ahora, sino que se ve cuando uno es hallado (continuando) en el poder de la fe hasta el
fin.

XV. Es mejor guardar silencio y ser, que hablar y no ser. Es bueno enseñar, si el que
habla lo practica. Ahora bien, hay un maestro que habló y lo que dijo sucedió; sí, e
incluso las cosas que hizo en silencio son dignas del Padre. El que posee la palabra de
Jesús es capaz de prestar atención a su silencio, para que pueda ser hecho perfecto;
para que por medio de su palabra pueda actuar y por medio de su silencio pueda ser
conocido. No hay nada escondido del Señor, sino que incluso nuestros secretos están
cerca de Él. Hagamos todas las cosas considerando que El vive en nosotros, para que
podamos ser sus templos, y Él mismo pueda estar en nosotros como nuestro Dios. Esto
es así, y será manifestado a nuestra vista por el amor que debidamente le tenemos a Él.

XVI. No nos engañemos, hermanos. Los que corrompen las casas (familias) no van
a heredar el reino de Dios. Así pues, si a los que hacen estas cosas según la carne se
les da muerte, cuánto más si un hombre, con mala doctrina, corrompe la fe de Dios por
la cual Jesucristo fue crucificado. Este hombre, habiéndose corrompido a sí mismo, irá
al fuego que nunca se apaga; y lo mismo irán los que le escuchan y hacen caso de él.

XVII. Por esta causa recibió el Señor ungüento sobre su cabeza, para que pueda
soplar (instilar) incorrupción a la Iglesia. No seáis ungidos con el mal olor de la
enseñanza del príncipe de este mundo, para que no se os lleve cautivos y os robe la
vida que está puesta ante vosotros. Y ¿por qué no andamos prudentemente, recibiendo
el conocimiento de Dios, que es en Jesucristo? ¿Por qué perecer en nuestra locura, no
haciendo caso del don de gracia que el Señor ha enviado verdaderamente?
XVIII. Mi espíritu es cual un desecho por razón de la Cruz, que es una piedra de
tropiezo para los que no creen, pero para nosotros salvación y vida eterna. ¿Dónde
está el sabio? ¿Dónde está el que disputa? ¿En qué se glorían los que son llamados
prudentes?, Porque nuestro Dios, Jesús el Cristo, fue concebido en la matriz de María
según una dispensación de la simiente de David, pero también del Espíritu Santo; y
nació y fue bautizado para que por su pasión pudiera purificar el agua.

XIX. Y escondidos del príncipe de este mundo fueron la virginidad de María y el que
diera a luz, y asimismo la muerte del Señor —tres misterios que deben ser
proclamados—, que fueron obrados en el silencio de Dios. ¿En qué forma fueron
manifestados a las edades? Brilló una estrella en el cielo por encima de todas las
demás estrellas; y su luz era inefable, y su novedad causaba asombro; y todas las
demás constelaciones con el sol y la luna formaron un coro alrededor de la estrella;
pero la estrella brilló más que todas ellas; y hubo perplejidad sobre la procedencia de
esta extraña aparición que era tan distinta de las otras. A partir de entonces toda
hechicería y todo encanto quedó disuelto, la ignorancia de la maldad se desvaneció, el
reino antiguo fue derribado cuando Dios apareció en la semejanza de hombre en
novedad de vida eterna; y lo que había sido perfeccionado en los consejos de Dios
empezó a tener efecto. Por lo que todas las cosas fueron perturbadas, porque se echó
mano de la abolición de la muerte.

XX. Si Jesucristo me considerara digno por medio de vuestra oración, y fuera la


voluntad divina, en un segundo tratado, que intento escribiros, os mostraré más acerca
de la dispensación de la cual he empezado a hablar, con referencia al nuevo hombre
Jesucristo, que consiste en fe hacia Él y en amor hacia Él, en su pasión y resurrección,
especialmente si el Señor me revelara algo. Congregaos en común, cada uno de
vosotros por su parte, hombre por hombre, en gracia, en una fe y en Jesucristo, el cual
según la carne fue del linaje de David, que es el Hijo del Hombre y el Hijo de Dios,
con miras a que podáis obedecer al obispo y al presbiterio sin distracción de mente;
partiendo el pan, que es la medicina de la inmortalidad y el antídoto para que no
tengamos que morir, sino vivir para siempre en Jesucristo.

XXI. siento gran afecto hacia vosotros y por los que enviasteis a Esmirna para el
honor de Dios; por lo cual también os escribo con agradecimiento al Señor, y teniendo
amor a Policarpo lo tengo también a vosotros. Recordadme, tal como yo deseo que
Jesucristo os recuerde. Orad por la iglesia que está en Siria, desde donde soy llevado
preso a Roma —yo que soy el último de los fieles allí; aunque fui considerado digno
de ser hallado para el honor de Dios—. Pasadlo bien en Dios el Padre y en Jesucristo
nuestra esperanza común.
2 A LOS MAGNESIANOS
Ignacio, llamado también Teóforo, a la (iglesia) que ha sido bendecida por la gracia de
Dios el Padre en Cristo Jesús nuestro Salvador, en quien saludo a la iglesia que está en
Magnesia junto al Meandro, y le envío abundantes salutaciones en Dios el Padre y en
Jesucristo.

I. Cuando me enteré del superabundante buen orden de vuestro amor en los caminos
de Dios, me alegré y decidí comunicarme con vosotros en la fe de Jesucristo. Porque
siendo contado digno de llevan un nombre piadoso, en estas cadenas que estoy
llevando, canto la alabanza de las iglesias; y ruego que pueda haber en ellas unión de
la carne y del espíritu que es de Jesucristo, nuestra vida siempre segura: una unión de
fe y de amor preferible a todas las cosas, y —lo que es más que todas ellas— una
unión con Jesús y con el Padre; en el cual, si sufrimos con paciencia todas las
asechanzas del príncipe de este mundo y escapamos de ellas, llegaremos a Dios.

II. Por cuanto, pues, me fue permitido el veros en la persona de Damas vuestro
piadoso obispo y vuestros dignos presbíteros Bassus y Apolonio y mi consiervo el
diácono Socio, en quien de buena gana me gozo, porque está sometido al obispo como
a la gracia de Dios y al presbiterio como a la ley de Jesucristo.

III. Sí, y os corresponde a vosotros también no tomaros libertades por la juventud de


vuestro obispo, sino, según el poder de Dios el Padre, rendirle toda reverencia, tal
como he sabido que los santos presbíteros tampoco se han aprovechado de la evidente
condición de su juventud, sino que le han tenido deferencia como prudente en Dios;
no ya a él, sino al Padre de Jesucristo, a saber, el Obispo de todos. Por tanto, por el
honor de Aquel que os ha deseado, es apropiado que seáis obedientes sin hipocresía.
Porque un hombre no engaña a este obispo que es visible, sino que intenta engañar al
otro que es invisible; y en este caso debe contar no con carne sino con Dios, que
conoce las cosas escondidas.

IV. Por tanto, es apropiado que no sólo seamos llamados cristianos, sino que lo
seamos; tal como algunos tienen el nombre del obispo en sus labios, pero en todo
obran aparte del mismo. Estos me parece que no tienen una buena conciencia, por
cuanto no se congregan debidamente según el mandamiento.

V. Siendo así que todas las cosas tienen un final, y estas dos —vida y muerte— están
delante de nosotros, y cada uno debe ir a su propio lugar, puesto que sólo hay dos
monedas, la una de Dios y la otra del mundo, y cada una tiene su propia estampa
acuñada en ella, los no creyentes la marca del mundo, pero los fieles en amor la marca
de Dios el Padre por medio de Jesucristo, si bien a menos que aceptemos libremente
morir en su pasión por medio de El, su vida no está en nosotros.

VI. Siendo así, pues, que en las personas antes mencionadas yo os contemplé a todos
vosotros en fe y os abracé, os aconsejo que seáis celosos para hacer todas las cosas en
buena armonía, el obispo presidiendo a la semejanza de Dios y los presbíteros según la
semejanza del concilio de los apóstoles, con los diáconos también que me son muy
caros, habiéndoles sido confiado el diaconado de Jesucristo, que estaba con el Padre
antes que los mundos y apareció al fin del tiempo. Por tanto, esforzaos en alcanzar
conformidad con Dios y tened reverencia los unos hacia los otros; y que ninguno mire
a su prójimo según la carne, sino que os améis los unos a los otros siempre en
Jesucristo. Que no haya nada entre vosotros que tenga poder para dividiros, sino
permaneced unidos con el obispo y con los que presiden sobre vosotros como un
ejemplo y una lección de incorruptibilidad.

VII. Por tanto, tal como el Señor no hizo nada sin el Padre, [estando unido con Él],
sea por sí mismo o por medio de los apóstoles, no hagáis nada vosotros, tampoco, sin
el obispo y los presbíteros. Y no intentéis pensar que nada sea bueno para vosotros
aparte de los demás: sino que haya una oración en común, una suplicación, una mente,
una esperanza, un amor y un gozo intachable, que es Jesucristo, pues no hay nada que
sea mejor que El. Apresuraos a congregaros, como en un solo templo, Dios; como ante
un altar, Jesucristo, que vino de un Padre y está con un Padre y ha partido a un Padre.

VIII. No os dejéis seducir por doctrinas extrañas ni por fábulas anticuadas que son
sin provecho. Porque si incluso en el día de hoy vivimos según la manera del
Judaísmo, confesamos que no hemos recibido la gracia; porque los profetas divinos
vivían según Cristo Jesús. Por esta causa también fueron perseguidos, siendo
inspirados por su gracia a fin de que los que son desobedientes puedan ser plenamente
persuadidos de que hay un solo Dios que se manifestó a través de Jesucristo su Hijo,
que es su Verbo que procede del silencio, el cual en todas las cosas agradó a Aquel
que le había enviado.

IX. Así pues, silos que habían andado en prácticas antiguas alcanzaron una nueva
esperanza, sin observar ya los sábados, sino moldeando sus vidas según el día del
Señor, en el cual nuestra vida ha brotado por medio de Él y por medio de su muerte
que algunos niegan —un misterio por el cual nosotros obtuvimos la fe, y por esta
causa reSistimos con paciencia, para que podamos ser hallados discípulos de
Jesucristo, nuestro solo maestro-, si es así, ¿cómo podremos vivir aparte de Él, siendo
así que incluso los profetas, siendo sus discípulos, estaban esperándole como su
maestro por medio del Espíritu? Y por esta causa Aquel a quien justamente esperaban,
cuando vino, los levantó de los muertos.

X. Por tanto, no seamos insensibles a su bondad. Porque si Él nos imitara según


nuestros hechos, estaríamos perdidos. Por esta causa, siendo así que hemos pasado a
ser sus discípulos, aprendamos a vivir como conviene al Cristianismo. Porque todo el
que es llamado según un nombre diferente de éste, no es de Dios. Por tanto, poned a
un lado la levadura vil que se había corrompido y agriado y echad mano de la nueva
levadura, que es Jesucristo. Sed salados en Él, que ninguno entre vosotros se pudra,
puesto que seréis probados en vuestro sabor. Es absurdo hablar de Jesucristo y al
mismo tiempo practicar el Judaísmo. Porque el Cristianismo no creyo (se unió) en el
Judaísmo, sino el Judaísmo en el Cristianismo, en el cual toda lengua que creyó fue
reunida a Dios.

XI. Ahora bien, digo estas cosas, queridos, no porque haya tenido noticias de que
alguno entre vosotros las piense, sino que, como siendo menos que cualquiera de
vosotros, quisiera que estuvierais en guardia en todo tiempo, para que no caigáis en los
lazos de la doctrina yana; sino estad plenamente persuadidos respecto al nacimiento y
la pasión y la resurrección, que tuvieron lugar en el tiempo en que Poncio Pilato era
gobernador; porque estas cosas fueron hechas verdadera y ciertamente por Jesucristo
nuestra esperanza; de cuya esperanza ninguno de vosotros se desvíe.

XII. Dejadme que me regocije a causa de vosotros en todas las cosas, si soy digno de
ello. Porque aunque me hallo en prisiones, con todo no soy comparable a ninguno de
vosotros que estáis en libertad, Sé que no sois engreídos; porque tenéis a Jesucristo en
vosotros. Y, cuando os alabo, sé que por ello sentís más modestia; como está escrito:
El justo se acusa a sí mismo.

XIII. Que vuestra diligencia sea, pues, confirmada en las ordenanzas del Señor y de
los apóstoles, para que podáis prosperar en todas las cosas que hagáis en la carne y
en el espíritu, por la fe y por el amor, en el Hijo y Padre en el Espíritu, en el comienzo
y en el fin, con vuestro reverenciado obispo y con la guirnalda espiritual bien trenzada
de vuestro presbiterio, y con los diáconos que andan según Dios. Sed obedientes al
obispo y los unos a los otros, como Jesucristo lo era al Padre [según la carne], y como
los apóstoles lo eran a Cristo y al Padre, para que pueda haber unión de la carne y el
espíritu.

XIV. Sabiendo que estáis llenos de Dios, os he exhortado brevemente. Recordadme


en vuestras oraciones, para que yo pueda llegar a Dios; y recordad también a la iglesia
que está en Siria, de la cual no soy digno de ser llamado miembro. Porque tengo
necesidad de vuestra oración unida y vuestro amor en Dios, para que se le conceda a la
iglesia que está en Siria el ser reavivada por el rocío de vuestra ferviente suplicación.

XV. Los efesios de Esmirna os saludan, desde donde os estoy escribiendo. Están aquí
conmigo para la gloria de Dios, como tambien estáis vosotros; y me han confortado en
todas las cosas, junto con Policarpo, obispo de los esmirneanos. Sí, y todas las otras
iglesias os saludan en el honor de Jesucristo. Pasadlo bien en piadosa concordia, y
poseed un espíritu firme, que es Jesucristo.

3 A LOS TRALLIANOS
Ignacio, llamado también Teóforo, a la que es amada por Dios el Padre de Jesucristo;
a la santa iglesia que está en Tralles de Asia, elegida y digna de Dios, teniendo paz en
la carne y el espíritu por medio de la pasión de Jesucristo, que es nuestra esperanza
por medio de nuestra resurrección en Él; iglesia a la cual yo saludo también en la
plenitud divina según la forma apostólica, y le deseo abundantes parabienes.

I. He sabido que tenéis una mente intachable y sois firmes en la paciencia, no como
hábito, sino por naturaleza, según me ha informado Polibio vuestro obispo, el cual por
la voluntad de Dios y de Jesucristo me visitó en Esmirna; y así me regocijé mucho en
mis prisiones en Jesucristo, que en él pude contemplar la multitud de todos vosotros.
Por tanto, habiendo recibido vuestra piadosa benevolencia de sus manos, di gloria,
pues he visto que sois imitadores de Dios, tal como me habían dicho.

II. Porque cuando sois obedientes al obispo como a Jesucristo, es evidente para mí
que estáis viviendo no según los hombres sino según Jesucristo, el cual murió por
nosotros, para que creyendo en su muerte podamos escapar de la muerte. Es necesario,
por tanto, como acostumbráis hacer, que no hagáis nada sin el obispo, sino que seáis
obedientes también al presbiterio, como los apóstoles de Jesucristo nuestra esperanza;
porque si vivimos en El, también seremos hallados en Él. Y, del mismo modo, los que
son diáconos de los misterios de Jesucristo deben complacer a todos los hombres en
todas las formas. Porque no son diáconos de carne y bebida sino siervos de la Iglesia
de Dios. Es propio, pues, que se mantengan libres de culpa como si fuera fuego.

III. De la misma manera, que todos respeten a los diáconos como a Jesucristo, tal
como deben respetar al obispo como tipo que es del Padre y a los presbíteros como
concilio de Dios y como colegio de los apóstoles. Aparte de ellos no hay ni aun el
nombre de iglesia. Y estoy persuadido que pensáis de esta forma en lo que respecta a
estas cuestiones; porque he recibido la muestra de vuestro amor, y la tengo conmigo,
en la persona de vuestro obispo, cuyo comportamiento es una gran lección, cuya
mansedumbre es poder; un hombre a quien creo que incluso los impíos prestan
reverencia. Siendo así que os amo, os trato con blandura, aunque es posible que
escriba de modo más estricto en su favor; pero no creí que tuviera competencia para
hacerlo, y que, siendo un reo, os dé órdenes como si fuera un apóstol.

IV. Tengo muchos pensamientos profundos en Dios; pero procuro tener mesura, no
sea que perezca a causa de mi jactancia. Porque ahora debería tener más miedo y no
prestar atención a los que quisieran que me enorgulleciera; porque los que me halagan
son para mi como un azote. Porque aunque deseo sufrir, con todo no sé seguro si soy
digno de ello: porque la envidia del diablo verdaderamente muchos no la ven, pero
contra mí está librando una guerra encarnizada. Así pues, ansío ser manso, con lo cual
el príncipe de este mundo es reducido a la nada.

V. ¿No soy capaz de escribiros de cosas celestiales? Pero temo que pudiera causaros
daño siendo vosotros aún niños. Así que tened paciencia conmigo, para que no os
atragantéis no siendo aún capaces de ingerirlas. Porque yo mismo también, a pesar de
que estoy en cadenas y puedo comprender cosas celestiales y las formaciones de los
ángeles y las revistas de los príncipes, cosas visibles y cosas invisibles, yo mismo, no
por esta razon soy un discípulo. Porque carecemos de muchas cosas, para que no nos
falte Dios.

VI. Os exhorto, pues —aunque no yo, sino el amor de Jesucristo-, que toméis sólo el
alimento cristiano, y os abstengáis de forraje extraño, que es herejía; porque estos
hombres incluso mezclan veneno con Jesucristo, imponiéndose a los otros con la
pretensión de honradez y sinceridad, como personas que administran una porción letal
con vino y miel, para que uno no lo reconozca, y no tema, y beba la muerte con un
deleite fatal.

VII. Estad, pues, en guardia contra estos hombres. Y será así ciertamente si no os
envanecéis y si sois inseparables de [Dios] Jesucristo y del obispo y de las ordenanzas
de los apóstoles. El que está dentro del santuario es limpio; el que está fuera del
santuario no es limpio; esto es, el que hace algo sin el obispo y el presbiterio y los
diáconos, este hombre no tiene limpia la conciencia.

VIII. No es, realmente, que haya sabido de alguna cosa así entre vosotros, pero estoy
velando sobre vosotros siempre, como amados míos, porque veo con antelación los
lazos del diablo. Por tanto armaos de mansedumbre y cubríos de la fe que es la carne
del Señor, y el amor que es la sangre de Jesucristo. Que ninguno tenga inquina o
rencor alguno contra su prójimo. No deis ocasión a los gentiles, para que no ocurra
que por algunos necios la multitud de los píos sea blasfemada; porque Ay de aquel por
cuya vanidad mi nombre es blasfemado delante de algunos.

IX. Sed sordos, pues, cuando alguno os hable aparte de Jesucristo, que era de la raza
de David, que era el Hijo de María, que verdaderamente nació y comió y bebió y fue
ciertamente perseguido bajo Poncio Pilato, fue verdaderamente crucificado y murió a
la vista de los que hay en el cielo y los que hay en la tierra y los que hay debajo de la
tierra; el cual, además, verdaderamente resucitó de los muertos, habiéndolo resucitado
su Padre, el cual, de la misma manera nos levantará a nosotros los que hemos creído
en El —su Padre, digo, nos resucitará—, en Cristo Jesús, aparte del cual no tenemos
verdadera vida.

X. Pero si fuera como ciertas personas que no son creyentes, sino impías, y dicen que
Él sufrió sólo en apariencia, siendo ellos mismos mera apariencia, ¿por qué, pues,
estoy yo en cadenas? Y ¿por qué también deseo enfrentarme con las fieras? Si es así,
muero en vano. Verdaderamente estoy mintiendo contra el Señor.

XI. Evitad, pues, estos viles retoños que producen un fruto mortal, que si uno lo
prueba, al punto muere. Porque estos hombres no son plantados por el Padre; porque si
lo fueran, se vería que son ramas de la cruz, y su fruto imperecedero —la cruz por la
cual El, por medio de su pasión, nos invita, siendo sus miembros—. Ahora bien, no es
posible hallar una cabeza sin miembros, siendo así que Dios promete unión, y esta
unión es Él mismo.

XII. Os saludo desde Esmirna, junto con las iglesias de Dios que están presentes
conmigo; hombres que me han confortado en todas formas, tanto en la carne como en
el espíritu. Mis cadenas, que llevo por amor a Jesucristo, os exhortan suplicando que
yo pueda llegar a Dios; permaneced en vuestra concordia y en oración los unos con los
otros. Porque os conviene a cada uno de vosotros, y de modo más especial a los
presbíteros, el alegrar el alma de vuestro obispo en el honor del Padre [y en el honor]
de Jesucristo y de los apóstoles. Ruego que me prestéis atención en amor, para que no
sea yo testimonio contra vosotros por haberos escrito estas cosas. Y rogad, también,
vosotros por mí, que tengo necesidad de vuestro amor en la misericordia de Dios, para
que me sea concedida la suerte que ansío alcanzar, a fin de que no sea hallado
reprobado.

XIII. El amor de los esmirneanos y los efesios os saluda. Recordad en vuestras


oraciones a la iglesia que está en Siria; de la cual [además] no soy digno de ser
llamado miembro, siendo el último de ellos. Pasadlo bien en Jesucristo, sometiéndoos
al obispo como al mandamiento, y del mismo modo al presbiterio; y cada uno de
vosotros ame al otro con corazón indiviso. Mi espíritu es ofrecido por vosotros, no
sólo ahora, sino también cuando llegue a Dios. Porque todavía estoy en peligro; pero
el Padre es fiel en Jesucristo para satisfacer mi petición y la vuestra. Que podamos ser
hallados intachables en Él.

4 A LOS ROMANOS
Ignacio, que es llamado también Teóforo, a aquella que ha hallado misericordia en la
benevolencia del Padre Altísimo y de Jesucristo su único Hijo; a la iglesia que es
amada e iluminada por medio de la voluntad de Aquel que quiso todas las cosas que
son, por la fe y el amor a Jesucristo nuestro Dios; a la que tiene la presidencia en el
territorio de la región de los romanos, siendo digna de Dios, digna de honor, digna de
parabienes, digna de alabanza, digna de éxito, digna en pureza, y teniendo la
presidencia del amor, andando en la ley de Cristo y llevando el nombre del Padre;
iglesia a la cual yo saludo en el nombre de Jesucristo el Hijo del Padre; a los que en la
carne y en el espíritu están unidos a cada uno de sus mandamientos, siendo llenos de
la gracia de Dios sin fluctuación, y limpiados de toda mancha extraña; salutaciones
abundantes en Jesucristo nuestro Dios en su intachabilidad.

I. Por cuanto como respuesta de mi oración a Dios me ha sido concedido ver vuestros
rostros piadosos, de modo que he obtenido aún más de lo que había pedido; porque
llevando cadenas en Cristo Jesús espero saludaros, si es la divina voluntad que sea
contado digno de llegar hasta el fin; porque el comienzo ciertamente esta bien
ordenado, si es que alcanzo la meta, para que pueda recibir mi herencia sin obstáculo.
Porque temo vuestro mismo amor, que no me cause daño; porque a vosotros os es fácil
hacer lo que queréis, pero para mí es difícil alcanzar a Dios, a menos que seáis
clementes conmigo.

II. Porque no quisiera que procurarais agradar a los hombres, sino a Dios, como en
realidad le agradáis. Porque no voy a tener una oportunidad como ésta para llegar a
Dios, ni vosotros, si permanecéis en silencio, podéis obtener crédito por ninguna obra
más noble. Porque si permanecéis en silencio y me dejáis solo, soy una palabra de
Dios; pero si deseáis mi carne, entonces nuevamente seré un mero grito (tendré que
correr mi carrera). [Es más], no me concedáis otra cosa que el que sea derramado
como una libación a Dios en tanto que hay el altar preparado; para que formando
vosotros un coro en amor, podáis cantar al Padre en Jesucristo, porque Dios ha
concedido que (yo) el obispo de Siria se halle en el Occidente, habiéndolo llamado
desde el Oriente. Es bueno para mí emprender la marcha desde el mundo hacia Dios,
para que pueda elevarme a Él.

III. Nunca habéis recibido a nadie de mala gana; fuisteis los instructores de otros. Y
mi deseo es que las lecciones que impartís como maestros las confirméis. Rogad, sólo,
que yo tenga poder por dentro y por fuera, de modo que no sólo pueda decirlo, sino
también desearlo; que pueda no sólo ser llamado cristiano, sino que lo sea de veras.
Porque si resulto serlo, entonces puedo ser tenido como tal, y considerado fiel, cuando
ya no sea visible al mundo. Nada visible es bueno. Porque Dios nuestro Dios
Jesucristo, estando en el Padre, es el que es más fácilmente manifestado. La obra no es
ya de persuasión, sino que el Cristianismo es una cosa de poder, siempre que sea
aborrecido por el mundo.

IV. Escribo a todas las iglesias, y hago saber a todos que de mi propio libre albedrío
muero por Dios, a menos que vosotros me lo estorbéis. Os exhorto, pues, que no uséis
de una bondad fuera de sazón. Dejadme que sea entregado a las fieras puesto que por
ellas puedo llegar a Dios. Soy el trigo de Dios, y soy molido por las dentelladas de las
fieras, para que pueda ser hallado pan puro [de Cristo]. Antes atraed a las fieras, para
que puedan ser mi sepulcro, y que no deje parte alguna de mi cuerpo detrás, y así,
cuando pase a dormir, no seré una carga para nadie. Entonces seré verdaderamente un
discípulo de Jesucristo, cuando el mundo ya no pueda ver mi cuerpo. Rogad al Señor
por mí, para que por medio de estos instrumentos pueda ser hallado un sacrificio para
Dios. No os mando nada, cosa que hicieron Pedro y Pablo. Ellos eran apóstoles, yo
soy un reo; ellos eran libres, pero yo soy un esclavo en este mismo momento. Con
todo, cuando sufra, entonces seré un hombre libre de Jesucristo, y seré levantado libre
en Él. Ahora estoy aprendiendo en mis cadenas a descartar toda clase de deseo.

V. Desde Siria hasta Roma he venido luchando con las fieras, por tierra y por mar, de
día y de noche, viniendo atado entre diez leopardos, o sea, una compañía de soldados,
los cuales, cuanto más amablemente se les trata, peor se comportan. Sin embargo, con
sus maltratos paso a ser de modo más completo un discípulo; pese a todo, no por ello
soy justificado. Que pueda tener el gozo de las fieras que han sido preparadas para mí;
y oro para que pueda hallarlas pronto; es más, voy a atraerlas para que puedan
devorarme presto, no como han hecho con algunos, a los que han rehusado tocar por
temor. Así, si es que por sí mismas no están dispuestas cuando yo lo estoy, yo mismo
voy a forzarlas. Tened paciencia conmigo. Sé lo que me conviene. Ahora estoy
empezando a ser un discípulo. Que ninguna de las cosas visibles e invisibles sientan
envidia de mí por alcanzar a Jesucristo. Que vengan el fuego, y la cruz, y los
encuentros con las fieras [dentelladas y magullamientos], huesos dislocados,
miembros cercenados, el cuerpo entero triturado, vengan las torturas crueles del diablo
a asaltarme. Siempre y cuando pueda llegar a Jesucristo.

VI. Los confines más alejados del universo no me servirán de nada, ni tampoco los
reinos de este mundo. Es bueno para mí el morir por Jesucristo, más bien que reinar
sobre los extremos más alejados de la tierra. A Aquél busco, que murió en lugar
nuestro; a Aquél deseo, que se levantó de nuevo [por amor a nosotros]. Los dolores de
un nuevo nacimiento son sobre mí. Tened paciencia conmigo, hermanos. No me
impidáis el vivir; no deseéis mi muerte. No concedáis al mundo a uno que desea ser de
Dios, ni le seduzcáis con cosas materiales. Permitidme recibir la luz pura. Cuando
llegue allí, entonces seré un hombre. Permitidme ser un imitador de la pasión de mi
Dios. Si alguno le tiene a Él consigo, que entienda lo que deseo, y que sienta lo mismo
que yo, porque conoce las cosas que me están estrechando.

VII. El príncipe de este mundo de buena gana me despedazaría y corrompería mi


mente que mira a Dios. Que ninguno de vosotros que estéis cerca, pues, le ayude. Al
contrario, poneos de mi lado, esto es, del lado de Dios. No habléis de Jesucristo y a
pesar de ello deseéis el mundo. Que no haya envidia en vosotros. Aun cuando yo
mismo, cuando esté con vosotros, os ruegue, no me obedezcáis; sino más bien haced
caso de las cosas que os he escrito. [Porque] os estoy escribiendo en plena vida,
deseando, con todo, la muerte. Mis deseos personales han sido crucificados, y no hay
fuego de anhelo material alguno en mí, sino sólo agua viva +que habla+ dentro de mí,
diciéndome: Ven al Padre. No tengo deleite en el alimento de la corrupción o en los
deleites de esta vida. Deseo el pan de Dios, que es la carne de Cristo, que era del linaje
de David; y por bebida deseo su sangre, que es amor incorruptible.

VIII. Ya no deseo vivir según la manera de los hombres; y así será si vosotros lo
deseáis. Deseadlo, pues, y que vosotros también seáis deseados (y así vuestros deseos
serán cumplidos). En una breve carta os lo ruego; creedme. Y Jesucristo os hará
manifiestas estas cosas (para que sepáis) que yo digo la verdad —Jesucristo, la boca
infalible por la que el Padre ha hablado [verdaderamente]—. Rogad por mí, para que
pueda llegar [por medio del Espíritu Santo]. No os escribo según la carne, sino según
la mente de Dios. Si sufro, habrá sido vuestro (buen) deseo; si soy rechazado, habrá
sido vuestro aborrecimiento.

IX. Recordad en vuestras oraciones a la iglesia que está en Siria, que tiene a Dios
como su pastor en lugar mío. Jesucristo sólo será su obispo —El y vuestro amor—.
Pero en cuanto a mí, me avergüenzo de ser llamado uno de ellos; porque ni soy digno,
siendo como soy el último de todos ellos y nacido fuera de sazón; pero he hallado
misericordia para que sea alguien si es que llego a Dios. Mi espíritu os saluda, y el
amor de las iglesias que me han recibido en el nombre de Jesucristo, no como mero
transeúnte: porque incluso aquellas iglesias que no se hallan en mi ruta según la carne
vinieron a verme de ciudad en ciudad.

X. Ahora os escribo estas cosas desde Esmirna por mano de los efesios, que son
dignos de todo parabién. Y Crocus también, un nombre que me es muy querido, está
conmigo, y muchos otros también.

Por lo que se refiere a los que fueron antes que yo de Siria a Roma para la gloria de
Dios, creo que ya habéis recibido instrucciones; hacedles saber que estoy cerca;
porque ellos son todos dignos de Dios y de vosotros, y es bueno que renovéis su vigor
en todas las cosas. Estas cosas os escribo el día 9º antes de las calendas de septiembre.
Pasadlo bien hasta el fin en la paciente espera de Jesucristo.

5 A LOS FILADELFIANOS
Ignacio, llamado también Teóforo, a la iglesia de Dios el Padre y de Jesucristo, que
está en Filadelfia de Asia, que ha hallado misericordia y está firmemente afianzada en
la concordia de Dios y se regocija en la pasión de nuestro Señor y en su resurrección
sin vacilar, estando plenamente provista de toda misericordia; iglesia a la cual saludo
en la sangre de Jesucristo, que es gozo eterno y permanente; más especialmente si son
unánimes con el obispo y los presbíteros que están con él, y con los diáconos que han
sido nombrados en conformidad con la mente de Jesucristo, a los cuales Él de su
propia voluntad ha confirmado y afianzado en su Santo Espíritu.

I. He hallado que este obispo vuestro ostenta el ministerio que pertenece al bienestar
común, no por sí mismo o por medio de hombres, ni para vanagloria, sino en el amor
de Dios y el Padre y el Señor Jesucristo. Estoy maravillado de su longanimidad; cuyo
silencio es más poderoso que el hablar de los otros. Porque está en consonancia y
armonía con los mandamientos como una lira con sus cuerdas. Por lo cual mi alma
bendice su mente piadosa, porque he visto que es virtuoso y perfecto —incluso su
temperamento calmado y sereno, viviendo en toda tolerancia de piedad—.

II. Como hijos, pues, [de la luz] de la verdad, evitad las divisiones y las doctrinas
falsas; y allí donde está el pastor, seguidle como ovejas. Porque muchos lobos
engañosos con deleites fatales se llevan cautivos a los que corren en la carrera de
Dios; pero, cuando estéis unidos, no hallarán oportunidades.

III. Absteneos de las plantas nocivas, que no son cultivadas por Jesucristo, porque no
son plantadas por el Padre. No que haya hallado divisiones entre vosotros, pero sí
filtración. Porque todos los que son de Dios y de Jesucristo están con los obispos; y
todos los que se arrepientan y entren en la unidad de la Iglesia, éstos también serán de
Dios, para que puedan vivir según Jesucristo. No os dejéis engañar, hermanos míos. Si
alguno sigue a otro que hace un cisma, no heredará el reino de Dios. Si alguno anda
en doctrina extraña, no tiene comunión con la pasión.

IV. Sed cuidadosos, pues, observando una eucanstía (porque hay una carne de nuestro
Señor Jesucristo y una copa en unión en su sangre; hay un altar, y hay un obispo, junto
con el presbiterio y los diáconos mis consiervos), para que todo lo que hagáis sea
según Dios.

V. Hermanos míos, mi corazón rebosa de amor hacia vosotros; y regocijándome


sobremanera velo por vuestra seguridad; con todo, no soy yo, sino Jesucristo; y el
llevar sus cadenas aún me produce más temor, por cuanto aún no he sido
perfeccionado. Pero vuestras oraciones me harán perfecto [hacia Dios], refugiándome
en el Evangelio como la carne de Jesús, y en los apóstoles como el presbiterio de la
Iglesia. Sí, y amamos a los profetas también, porque nos señalaron el Evangelio en su
predicación y ponían su esperanza en Él y le aguardaban; y teniendo fe en Él fueron
salvados en la unidad de Jesucristo, siendo dignos de todo amor y admiración como
hombres santos, aprobados por Jesucristo y contados juntos en el Evangelio de nuestra
esperanza común.

VI. Pero si alguno propone el Judaísmo entre vosotros no le escuchéis, porque es


mejor escuchar el Cristianismo de uno que es circuncidado que escuchar el Judaísmo
de uno que es incircunciso. Pero si tanto el uno como el otro no os hablan de
Jesucristo, yo los tengo como lápidas de cementerio y tumbas de muertos, en las
cuales están escritos sólo los nombres de los hombres. Evitad, pues, las artes malvadas
y las intrigas del príncipe de este mundo, no suceda que seáis destruidos con sus
ardides y os debilitéis en vuestro amor. Sino congregaos en asamblea con un corazón
indiviso. Y doy gracias a mi Dios que tengo buena conciencia de mis tratos con
vosotros, y nadie puede jactarse, sea en secreto o en público, de que yo haya impuesto
carga para ninguno, sea en cosas pequeñas o grandes. Sí, y ruego a Dios, para todos
aquellos a quienes haya hablado, que no transformen mis palabras en testimonio en
contra de ellos mismos.

VII. Porque aun cuando ciertas personas han deseado engañarme según la carne, con
todo, el espíritu no es engañado, siendo de Dios; porque sabe de dónde viene y adónde
va, y escudriña las cosas escondidas. Porque, cuando estuve entre vosotros, clamé,
hablé en voz alta, con la voz propia de Dios: Prestad atención al obispo y al presbiterio
y a los diáconos. Pese a ello, había algunos que sospechaban que yo decía esto porque
conocía de antemano la división de algunas personas. Pero Aquel por quien estoy
atado me es testigo de que no lo supe por medio de carne de hombre; fue la
predicación del Espíritu que hablaba de esta forma: No hagáis nada sin el obispo;
mantened vuestra carne como un templo de Dios; amad la unión; evitad las divisiones;
sed imitadores de Jesucristo como Él mismo lo era de su Padre.

VIII. Yo hice, pues, mi parte, como un hombre amante de la unión. Pero allí donde
hay división e ira, allí no reside Dios. Ahora bien, el Señor perdona a todos los
hombres cuando se arrepienten, si al arrepentirse regresan a la unidad de Dios y al
concilio del obispo. Tengo fe en la gracia de Jesucristo, que os librará de toda atadura;
y os ruego que no hagáis nada en espíritu de facción, sino según la enseñanza de
Cristo. Porque he oído a ciertas personas que decían: Si no lo encuentro en las
escrituras fundacionales (antiguas), no creo que esté en el Evangelio. Y cuando les
dije: Está escrito, me contestaron: Esto hay que probarlo. Pero, para mí, mi escritura
fundacional es Jesucristo, la carta inviolable de su cruz, y su muerte, y su resurrección,
y la fe por medio de Él; en la cual deseo ser justificado por medio de vuestras
oraciones.

IX. Los sacerdotes también eran buenos, pero mejor es el Sumo Sacerdote al cual se
encomienda el lugar santísimo; porque sólo a El son encomendadas las cosas
escondidas de Dios; siendo Él mismo la puerta del Padre, por la cual entraron
Abraham e Isaac y Jacob, y los profetas y los apóstoles y toda la Iglesia; y todas estas
cosas se combinan en la unidad de Dios. Pero el Evangelio tiene una preeminencia
singular en el advenimiento del Salvador, a saber, nuestro Señor Jesucristo, y su
pasión y resurrección. Porque los amados profetas en su predicación le señalaban a Él;
pero el Evangelio es el cumplimiento y perfección de la inmortalidad. Todas las cosas
juntas son buenas si creéis por medio del amor.

X. Siendo así que, en respuesta a vuestra oración y a la tierna simpatía que tenéis en
Jesucristo, se me ha dicho que la iglesia que está en Antioquía de Siria tiene paz, os
corresponde, como iglesia de Dios, el designar a un diácono que vaya allí como
embajador de Dios, para que pueda darles el parabién cuando se congreguen y puedan
glorificar el Nombre. Bienaventurado en Jesucristo es el que será considerado digno
de este servicio; y vosotros seréis glorificados. Ahora, pues, si lo deseáis, no os será
imposible hacer esto por el nombre de Dios; tal como las iglesias que están más cerca
han enviado obispos, y otras presbíteros y diáconos.

XI. Pero, por lo que se refiere a Filón, el diácono de Cilicia, un hombre de buen
nombre, que ahora también me sirve a mí en el nombre de Dios, junto con Rhaius
Agathopus, uno de los elegidos que me sigue desde Siria, que se ha despedido de esta
vida presente; éstos dan testimonio en favor vuestro —y yo mismo doy gracias a Dios
por causa de vosotros, porque los recibisteis, como confío que el Señor os recibirá a
vosotros—. Pero que los que los han tratado con desprecio sean redimidos
(perdonados) por la gracia de Jesucristo. El amor de los hermanos que están en Troas
os saluda; desde donde yo también os escribo por mano de Burrhus, que fue enviado
conmigo por los efesios y los esmirneanos como marca de honor. El Señor los
honrará, a saber, Jesucristo, en quien está puesta su esperanza en la carne, el alma y el
espíritu, por la fe, el amor y la concordia. Pasadlo bien en Cristo Jesús, nuestra común
esperanza.

6 A LOS ESMIRNEANOS
Ignacio, llamado también Teóforo, a la iglesia de Dios el Padre y de Jesucristo el
Amado, que ha sido dotada misericordiosamente de toda gracia, y llena de fe y amor y
no careciendo de ninguna gracia, reverente y ostentando santos tesoros; a la iglesia
que está en Esmirna, en Asia, en un espíritu intachable y en la palabra de Dios,
abundantes salutaciones.
I. Doy gloria a Jesucristo el Dios que os concede tal sabiduría; porque he percibido
que estáis afianzados en fe inamovible, como si estuvierais clavados a la cruz del
Señor Jesucristo, en carne y en espíritu, y firmemente arraigados en amor en la sangre
de Cristo, plenamente persuadidos por lo que se refiere a nuestro Señor que Él es
verdaderamente del linaje de David según la carne, pero Hijo de Dios por la voluntad
y poder divinos, verdaderamente nacido de una virgen y bautizado por Juan para que
se cumpliera en El toda justicia, verdaderamente clavado en cruz en la carne por amor
a nosotros bajo Poncio Pilato y Herodes el Tetrarca (del cual somos fruto, esto es, su
más bienaventurada pasión); para que Él pueda alzar un estandarte para todas las
edades por medio de su resurrección, para sus santos y sus fieles, tanto si son judíos
como gentiles, en el cuerpo único de su Iglesia.

II. Porque Él sufrió todas estas cosas por nosotros [para que pudiéramos ser salvos]; y
sufrió verdaderamente, del mismo modo que resucitó verdaderamente; no como
algunos que no son creyentes dicen que sufrió en apariencia, y que ellos mismos son
mera apariencia. Y según sus opiniones así les sucederá, porque son sin cuerpo y
como los demonios.

III. Porque sé y creo que El estaba en la carne incluso después de la resurrección; y


cuando El se presentó a Pedro y su compañía, les dijo: Poned las manos sobre mí y
palpadme, y ved que no soy un demonio sin cuerpo. Y al punto ellos le tocaron, y
creyeron, habiéndose unido a su carne y su sangre. Por lo cual ellos despreciaron la
muerte, es más, fueron hallados superiores a la muerte. Y después de su resurrección
Él comió y bebió con ellos como uno que está en la carne, aunque espiritualmente
estaba unido con el Padre.

IV. Pero os amonesto de estas cosas, queridos, sabiendo que pensáis lo mismo que
yo. No obstante, estoy velando siempre sobre vosotros para protegeros de las fieras en
forma humana —hombres a quienes no sólo no deberíais recibir, sino, si fuera posible,
ni tan sólo tener tratos [con ellos]; sólo orar por ellos, por si acaso se pueden
arrepentir—. Esto, verdaderamente, es difícil, pero Jesucristo, nuestra verdadera vida,
tiene poder para hacerlo. Porque si estas cosas fueron hechas por nuestro Señor sólo
en apariencia, entonces yo también soy un preso en apariencia. Y ¿por qué, pues, me
he entregado a mí mismo a la muerte, al fuego, a la espada, a las fieras? Pero cerca de
la espada, cerca de Dios; en compañía de las fieras, en compañía de Dios. Sólo que sea
en el nombre de Jesucristo, de modo que podamos sufrir juntamente con Él. Sufro
todas las cosas puesto que Él me capacita para ello, el cual es el Hombre perfecto.

V. Pero ciertas personas, por ignorancia, le niegan, o más bien han sido negadas por
Él, siendo abogados de muerte en vez de serlo de la verdad; y ellos no han sido
persuadidos por las profecías ni por la ley de Moisés, ni aun en esta misma hora por el
Evangelio, ni por los sufrimientos de cada uno de nosotros; porque ellos piensan
también lo mismo con respecto a nosotros. Porque, ¿qué beneficio me produce [a mí]
si un hombre me alaba pero blasfema de mi Señor, no confesando que Él estaba en la
carne? Pero el que no lo afirma, con ello le niega por completo y él mismo es portador
de un cadáver. Pero sus nombres, siendo incrédulos, no considero apropiado
registrarlos por escrito; es más, lejos esté de mí el recordarlos, hasta que se arrepientan
y regresen a la pasión, que es nuestra resurreción.

VI. Que ninguno os engañe. Incluso a los seres celestiales y a los ángeles gloriosos y
a los gobernantes visibles e invisibles, si no creen en la sangre de Cristo [que es Dios],
les aguarda también el juicio. El que recibe, que reciba. Que los cargos no envanezcan
a ninguno, porque la fe y el amor lo son todo en todos, y nada tiene preferencia antes
que ellos. Pero observad bien a los que sostienen doctrina extraña respecto a la gracia
de Jesucristo que vino a vosotros, que éstos son contrarios a la mente de Dios. No les
importa el amor, ni la viuda, ni el huérfano, ni el afligido, ni el preso, ni el hambriento
o el sediento. Se abstienen de la eucaristía (acción de gracias) y de la oración, porque
ellos no admiten que la eucaristía sea la carne de nuestro Salvador Jesucristo, cuya
carne sufrió por nuestros pecados, y a quien el Padre resucitó por su bondad.

VII. Así pues, los que contradicen el buen don de Dios perecen por ponerlo en duda.
Pero sería conveniente que tuvieran amor, para que también pudieran resucitar. Es,
pues, apropiado, que os abstengáis de los tales, y no les habléis en privado o en
público; sino que prestéis atención a los profetas, y especialmente al Evangelio, en el
cual se nos muestra la pasión y es realizada la resurrección.

VIII. [Pero] evitad las divisiones, como el comienzo de los males. Seguid todos a
vuestro obispo, como Jesucristo siguió al Padre, y al presbiterio como los apóstoles; y
respetad a los diáconos, como el mandamiento de Dios. Que nadie haga nada
perteneciente a la Iglesia al margen del obispo. Considerad como eucaristía válida la
que tiene lugar bajo el obispo o bajo uno a quien él la haya encomendado. Allí donde
aparezca el obispo, allí debe estar el pueblo; tal como allí donde está Jesús, allí está la
iglesia universal. No es legítimo, aparte del obispo, ni bautizar ni celebrar una fiesta
de amor; pero todo lo que él aprueba, esto es agradable también a Dios; que todo lo
que hagáis sea seguro y válido.

IX. Es razonable, pues, que velemos y seamos sobrios, en tanto que tengamos
[todavía] tiempo para arrepentimos y volvernos a Dios. Es bueno reconocer a Dios y
al obispo. El que honra al obispo es honrado por Dios; el que hace algo sin el
conocimiento del obispo rinde servicio al diablo. Que todas las cosas, pues, abunden
para vosotros en gracia, porque sois dignos. Vosotros fuisteis para mí un refrigerio en
todas las cosas; que Jesucristo lo sea para vosotros. En mi ausencia y en mi presencia
me amasteis. Que Dios os recompense; por amor al cual sufro todas las cosas, para
que pueda alcanzarle.
X. Hicisteis bien en recibir a Filón y a Rhaius Agathopus, que me siguieron en la
causa de Dios como ministros de [Cristo] Dios; los cuales también dan gracias al
Señor por vosotros, porque les disteis refrigerio en toda forma. No se perderá nada
para vosotros. Mi espíritu os es devoto, y también mis ataduras, que no despreciasteis
ni os avergonzasteis de ellas. Ni tampoco Él, que es la fidelidad perfecta, se
avergonzará de vosotros, a saber, Jesucristo.

XI. Vuestra oración llegó a la iglesia que está en Antioquía de Siria; de donde,
viniendo como preso en lazos de piedad, saludo a todos los hombres, aunque yo no
soy digno de pertenecer a ella, siendo el último de ellos. Por la voluntad divina esto
me fue concedido, no que yo contribuyera a ello, sino por la gracia de Dios, que ruego
pueda serme dada de modo perfecto, para que por medio de vuestras oraciones pueda
llegar a Dios. Por tanto, para que vuestra obra pueda ser perfeccionada tanto en la
tierra como en el cielo, es conveniente que vuestra iglesia designe, para el honor de
Dios, un embajador de Dios que vaya hasta Siria y les dé el parabién porque están en
paz, y han recobrado la estatura que les es propia, y se les ha restaurado a la dimensión
adecuada. Me parece apropiado, pues, que enviéis a alguno de los vuestros con una
carta, para que pueda unirse a ellos dando gloria por la calma que les ha llegado, por la
gracia de Dios, y porque han llegado a un asilo de paz por medio de vuestras
oraciones. Siendo así que sois perfectos, que vuestros consejos sean también
perfectos; porque si deseáis hacer bien, Dios está dispuesto a conceder los medios.

XII. El amor de los hermanos que están en Troas os saluda; de donde también os
escribo por la mano de Burrhus, a quien enviasteis vosotros a mí juntamente con los
efesios vuestros hermanos. Burrhus ha sido para mí un refrigerio en todas formas.
Quisiera que todos le imitaran, porque es un ejemplo del ministerio de Dios. La gracia
divina le recompense en todas las cosas. Os saluda. Saludo a vuestro piadoso obispo y
a vuestro venerable presbiterio [y] a mis consiervos los diáconos, y a todos y cada uno
y en un cuerpo, en el nombre de Jesucristo, y en su carne y sangre, en su pasión y
resurrección, que fue a la vez carnal y espiritual, en la unidad de Dios y de vosotros.
Gracias a vosotros, misericordia, paz, paciencia, siempre.

XIII. Saludo a las casas de mis hermanos con sus esposas e hijos, y a las vírgenes
que son llamadas viudas. Os doy la despedida en el poder del Padre. Filón, que está
conmigo, os saluda. Saludo a la casa de Gavia, y ruego que esté firme en la fe y el
amor tanto de la carne como del espíritu. Saludo a Alce, un nombre que me es
querido, y a Daphnus el incomparable, y a Eutecnus, y a todos por su nombre. Pasadlo
bien en la gracia de Dios.
7 A POLICARPO
Ignacio, llamado también Teóforo, a Policarpo, que es obispo de la iglesia de Esmirna,
o más bien que tiene por su obispo a Dios el Padre y a Jesucristo, saludos en
abundancia.

I. Dando la bienvenida a tu mente piadosa que está afianzada como si fuera en una
roca inconmovible, doy gloria sobremanera de que me haya sido concedido ver tu faz
intachable, por la cual tengo gran gozo en Dios. Te exhorto por la gracia de la cual
estás revestido que sigas adelante en tu curso y en exhortar a todos los hombres para
que puedan ser salvos. Reivindica tu cargo con toda diligencia de carne y de espíritu.
Procura que haya unión, pues no hay nada mejor que ella. Soporta a todos, como el
Señor te soporta. Toléralo todo con amor, tal como haces. Entrégate a oraciones
incesantes. Pide mayor sabiduría de la que ya tienes. Sé vigilante, y evita que tu
espíritu se adormile. Habla a cada hombre según la manera de Dios. Sobrelleva las
dolencias de todos, como un atleta perfecto. Allí donde hay más labor, hay mucha
ganancia.

II. Si amas a los entendidos, esto no es nada que haya que agradecérsete. Más bien
somete a los más impertinentes por medio de la mansedumbre. No todas las heridas
son sanadas por el mismo ungüento. Suaviza los dolores agudos con fomentos. Sé
prudente como la serpiente en todas las cosas e inocente siempre como la paloma. Por
esto estás hecho de carne y espíritu, para que puedas desempeñar bien las cosas que
aparecen ante tus ojos; y en cuanto a las cosas invisibles, ruega que te sean reveladas,
para que no carezcas de nada, sino que puedas abundar en todo don espiritual. Los
tiempos te lo requieren, como los pilotos requieren vientos, o un marino zarandeado
por la tormenta (busca) un asilo, para poder llegar a Dios. Sé sobrio, como atleta de
Dios. El premio es la incorrupción y la vida eterna, con respecto a la cual ya estás
persuadido. En todas las cosas te soy afecto, yo y mis cadenas, que tú estimaste.

III. No te desmayes por los que parecen ser dignos de crédito y, pese a todo, enseñan
doctrina extraña. Mantente firme como un yunque cuando lo golpean. A un gran atleta
le corresponde recibir golpes y triunfar. Pero por amor de Dios hemos de soportar
todas las cosas, para que El nos soporte a nosotros. Sé, pues, más diligente de lo que
eres. Marca las estaciones. Espera en Aquel que está por encima de toda estación, el
Eterno, el Invisible, que se hizo visible por amor a nosotros, el Impalpable, el
Impasible, que sufrió por amor a nosotros, que sufrió en todas formas por amor a
nosotros.

IV. Que no se descuide a las viudas. Después del Señor sé tú su protector. Que no se
haga nada sin tu consentimiento; ni hagas nada tú sin el consentimiento de Dios, como
no lo haces. Mantente firme. Que se celebren reuniones con más frecuencia. Dirígete a
todos por su nombre. No desprecies a los esclavos, sean hombres o mujeres. Pero no
permitas que éstos se engrían, sino que sirvan más fielmente para la gloria de Dios,
para que puedan obtener una libertad mejor de Dios. Que no deseen ser puestos en
libertad a expensas del pueblo, para que no. sean hallados esclavos de su (propia)
codicia.

V. Evita las malas artes, o más bien evita incluso la conversación o plática sobre ellas.
Di a mis hermanas que amen al Señor y estén contentas con sus maridos en la carne y
en el espíritu. De la misma manera encargo a mis hermanos en el nombre de Jesucristo
que amen a sus esposas, como el Señor amó a la Iglesia. Si alguno puede permanecer
en castidad para honrar la carne del Señor, que lo haga sin jactarse. Si se jacta, está
perdido; y si llega a ser conocido más que el obispo, está contaminado. Es apropiado
que todos los hombres y mujeres, también, cuando se casan, se unan con el
consentimiento del obispo, para que el matrimonio sea según el Señor y no según
concupiscencia. Que todas las cosas se hagan en honor de Dios.

VI. Prestad atención al obispo, para que Dios también os ténga en cuenta. Yo soy
afecto a los que están sometidos al obispo, a los presbíteros y a los diáconos. Que me
sea concedido el tener mi porción con ellos en la presencia de Dios. Laborad juntos los
unos con los otros, luchad juntos, corred juntos, sufrid juntos, reposad juntos,
levantaos juntos, como mayordomos y asesores y ministros de Dios. Agradad al
Capitán en cuyo ejército servís, del cual también habéis de recibir la paga. Que
ninguno sea hallado desertor. Que vuestro bautismo permanezca en vosotros como
vuestro escudo; vuestra fe como vuestro yelmo; vuestro amor como vuestra lanza;
vuestra paciencia como la armadura del cuerpo. Que vuestras obras sean vuestras
garantías, para que podáis recibir los haberes que se os deben. Por tanto, sed pacientes
unos con otros en mansedumbre, como Dios con vosotros. Que siempre pueda tener
gozo de vosotros.

VII. Siendo así que la iglesia que está en Antioquía de Siria tiene paz, según se me ha
informado, por medio de vuestras oraciones, ello ha sido una gran consolación para
mí, puesto que Dios ha eliminado mi preocupación; si es posible, que a través del
sufrimiento pueda llegar a Dios, para que sea tenido como discípulo, mediante vuestra
intercesión. Te conviene, muy bienaventurado Policarpo, convocar un concilio
piadoso y elegir a alguno entre vosotros, a quien tú quieras y que sea celoso también, y
que sea digno de llevar el nombre de correo de Dios —para que se le nombre, digo, y
que vaya a Siria y glorifique vuestro celoso amor para la gloria de Dios—. Un
cristiano no tiene autoridad sobre sí mismo, sino que da su tiempo a Dios. Esta es la
obra de Dios, y la vuestra también, cuando la terminéis; porque confío en la gracia
divina que estáis dispuestos a hacer un acto benéfico que es apropiado para Dios.
Conociendo el fervor de tu sinceridad, te he exhortado en una carta breve.

VIII. Como no he podido escribir a todas las iglesias debido a que parto súbitamente
de Troas para Neápolis, según manda la voluntad divina, escribirás tú a las iglesias
nombradas delante, como uno que conoce el propósito de Dios, con miras a que ellos
hagan también lo mismo: que los que puedan, envíen mensajeros, y el resto canas por
las personas enviadas por ti, para que puedan ser glorificados por un acto que siempre
sera recordado; porque esto es digno de ti.

Saludo a todos por nombre, en especial a la esposa de Epitropo, con toda su casa y sus
hijos. Saludo a Attalus, amado mío. Saludo también al que será designado para ir a
Siria. La gracia será con él siempre, y con Policarpo que le envía. Mis mejores deseos
siempre en nuestro Dios Jesucristo, en quien permanecéis en la unidad y supervisión
de Dios. Saludo a Alce, un nombre muy querido para mí. Pasadlo bien en el Señor.

Fuente: Los Padres Apostólicos, por J. B. Lightfoot. Editorial CLIE www.clie.es

EPÍSTOLA A LOS FILIPENSES


Policarpo de Esmirna
Policarpo y los presbíteros que están con él a la Iglesia de Dios que reside en Filipos;
misericordia a vosotros y paz del Dios Todopoderoso y Jesucristo nuestro Salvador os
sea multiplicada.

I. Me gocé en gran manera con vosotros en nuestro Señor Jesucristo, por el hecho de
que recibisteis a los seguidores del verdadero Amor y los escoltasteis en su camino,
como os correspondía hacer —hombres puestos en santas cadenas que son las
diademas de los que son verdaderamente escogidos por Dios y nuestro Señor— y que
la firme raíz de vuestra fe, cuya fama llega a los tiempos primitivos, permanece aún
ahora y lleva fruto para nuestro Señor Jesucristo, que sufrió para hacer frente incluso a
la muerte por nuestros pecados, a quien Dios levantó, habiendo soltado de los dolores
del Hades, a quien amáis sin haberle visto, con gozo inefable y glorioso; en cuyo gozo
muchos desean entrar; por cuanto vosotros sabéis que es por gracia que somos salvos,
no por obras, sino por la voluntad de Dios por medio de Jesucristo.

II. Por lo cual ceñid vuestros lomos y servid a Dios con temor y verdad, abandonando
las parlerías vanas y vacías y el error de muchos, porque habéis creído en Aquel que
levantó a nuestros Señor Jesucristo de los muertos y le dio gloria y un trono a su
diestra; al cual fueron sometidas todas las cosas en el cielo y en la tierra; al cual toda
criatura que tiene aliento sirve; que viene como juez de los vivos y los muertos; cuya
sangre Dios requerirá de todos los que le son desobedientes. Ahora bien, el que le
levantó a Él de los muertos nos levantará también a nosotros; si hacemos su voluntad
y andamos en sus mandamientos y amamos las cosas que El amó, absteniéndonos de
toda injusticia, codicia, amor al dinero, hablar con malicia, falso testimonio; no
devolviendo mal por mal o burlas por burlas, o golpe por golpe, o maldición por
maldición; sino recordando las palabras que dijo el Señor cuando enseiió: No juzguéis,
para que no seáis juzgados. Perdonad, y seréis perdonados. Tened misericordia, para
que podáis recibir misericordia. Con la medida que medís, se os medirá a vosotros; y
también: Bienaventurados los pobres y los que son perseguidos por causa de la
justicia, porque de ellos es el reino de Dios.

III. Estas cosas os escribo, hermanos, con respecto a la justicia, no porque yo me


impusiera esta carga, sino porque vosotros me invitasteis. Porque ni yo, ni hombre
alguno, puede seguir la sabiduría del bienaventurado y glorioso Pablo, el cual, cuando
estuvo entre vosotros, enseñó cara a cara a los hombres de aquel día la palabra de
verdad con cuidado y certeza; y cuando estuvo ausente, os escribió una carta, en la
cual, si la escudriñáis con diligencia, podréis ser edificados en la fe que se os ha dado,
la cual es la madre de todos nosotros, en tanto que la esperanza sigue en pos y el amor
va delante —amor hacia Dios y Cristo y hacia nuestro prójimo—. Porque si un
hombre se ocupa de ello, ha cumplido los mandamientos de la justicia; porque el que
ama está lejos de todo pecado.

IV. Pero el amor al dinero es el comienzo de todos los males. Sabiendo, pues, que no
trajimos nada a este mundo ni tampoco nos llevaremos nada de él, aprestémonos con
la armadura de la justicia, y enseñémonos primero a andar en el mandamiento del
Señor; y luego nuestras esposas también, a andar en la fe que les ha sido dada y en
amor y pureza, apreciando a sus propios esposos en toda verdad y amando a todos los
hombres igualmente en toda castidad, y criando a sus hijos en el temor de Dios.
Nuestras viudas deben ser sobrias en lo que se refiere a la fe del Señor, haciendo
intercesión sin cesar por todos los hombres, absteniéndose de toda calumnia, de hablar
con malicia, dar falso testimonio, amar el dinero y toda cosa mala, sabiendo que son el
altar de Dios, y que todos los sacrificios son inspeccionados cuidadosamente, y nada
escapa de Él, ni sus pensamientos ni las intenciones o alguna de las cosas secretas del
corazon.

V. Sabiendo, pues, que de Dios nadie se mofa, deberíamos andar dignamente en su


mandamiento y su gloria. De igual manera los diáconos deben ser intachables en la
presencia de su justicia, como diáconos de Dios y Cristo y no de hombres; no
calumniadores, ni con doblez de palabra, ni amantes del dinero, templados en todas las
cosas, compasivos, diligentes, andando en conformidad con la verdad del Señor que se
hizo ministro (diácono) de todos. Porque si le agradamos en este mundo presente,
recibiremos también el mundo futuro, según Él nos prometió que nos levantaría de los
muertos, y que si nos conducimos dignamente de Él, también reinaremos con Él si en
verdad tenemos fe. De la misma manera también los jóvenes deben ser intachables en
todas las cosas, cuidando de la pureza ante todo y apartándose de toda clase de mal.
Porque es bueno refrenarse de las concupiscencias del mundo, porque toda
concupiscencia batalla contra el Espíritu, y ni los fornicarios, ni los afeminados, ni
los que se contaminan entre sí con hombres heredarán el reino de Dios, ni los que
hacen cosas impropias. Por lo tanto es justo abstenerse de todas estas cosas,
sometiéndoos a los presbíteros y diáconos como a Dios y a Cristo. Las vfrgenes deben
andar en una conciencia inmaculada y pura.

VI. Y los presbíteros también deben ser compasivos, misericordiosos hacia los
hombres, haciendo volver a las ovejas que se han extraviado, visitando a todos los
enfermos, sin descuidar una viuda o un huérfano o un pobre: sino procurando hacer
siempre lo que es honroso a la vista de Dios y de los hombres, absteniéndose de toda
ira, acepción de personas, juicios injustos, apartándose de todo amor al dinero, no
prontos a creer nada en contra de un hombre, sin enjuiciar precipitadamente, sabiendo
que todos somos deudores de pecado. Si, pues, rogamos al Señor que nos perdone,
nosotros deberíamos también perdonar: porque estamos delante de los ojos de nuestros
Señor y Dios, y todos hemos de presentarnos ante el trono del juicio de Cristo, y cada
uno tendrá que dar cuenta de sí. Por tanto, sirvámosle de tal modo con temor y toda
reverencia, como Él mismo dio mandamiento y los apóstoles que os predicaron el
Evangelio y los profetas que proclamaron con antelación la venida de nuestro Señor;
siendo celosos en cuanto a lo que es bueno, absteniéndoos de ofensas y de los falsos
hermanos y de los que llevan el nombre del Señor hipócritamente, que hacen
descarriar a los necios.

VII. Porque todo el que no confiesa que Jesucristo ha venido en la carne, es


anticristo; y todo el que no confiesa el testimonio de la cruz, es del diablo; y todo el
que tergiversa las palabras del Señor para sus propios deseos carnales y dice que no
hay resurrección ni juicio, este hombre es el primogénito de Satanás. Por lo tanto,
abandonemos las acciones vanas de muchos y sus falsas enseñanzas, y volvamos a la
palabra que nos ha sido entregada desde el principio, siendo sobrios en la oración y
constantes en los ayunos, rogando al Dios omnisciente, con suplicaciones, que no nos
deje caer en la tentación, según dijo el Señor: El espíritu a la verdad está dispuesto,
pero la carne es débil.

VIII. Por tanto, mantengámonos sin cesar firmes en nuestra esperanza y en las arras
de nuestra justicia, que es Jesucristo, el cual tomó nuestros pecados en su propio
cuerpo sobre el madero, y no pecó, ni fue hallado engaño en su boca, sino que por
amor a nosotros sufrió todas las cosas, para que pudiéramos vivir en Él. Por tanto
seamos imitadores de su resistencia en los sufrimientos; y si sufrimos por amor a su
nombre, glorifiquémosle. Porque Él nos dio este ejemplo en su propia persona, y
nosotros lo hemos creído.

IX. Por tanto, os exhorto a todos a ser obedientes a la palabra de justicia y a


soportarlo todo, según visteis con vuestros propios ojos en los bienaventurados
Ignacio, Zósimo y Rufo, sí, y en los otros también que han venido a vosotros, así
como en el mismo Pablo y en el resto de los apóstoles; estando persuadidos de que
todos éstos no corrieron en vano, sino en fe y justicia, y que están en su lugar debido
en la presencia del Señor, con el cual han sufrido también. Porque no amaron al
mundo presente, sino a Aquel que murió por amor a nosotros y fue resucitado por
Dios para nosotros.

X. Estad firmes, pues, en estas cosas y seguid el ejemplo del Señor, manteniéndoos
firmes en la fe e inconmovibles, amad la fraternidad, y tened afecto los unos a los
otros, adheridos a la verdad, previniéndoos los unos a los otros en la mansedumbre del
Señor, sin despreciar a nadie. Cuando podáis hacer bien, no lo demoréis, porque la
compasión libra de la muerte. Estad sometidos los unos a los otros, y que vuestros
tratos con los gentiles sean intachables, para que de vuestras buenas obras podáis
recibir alabanza y a la vez que el Señor no sea blasfemado en vosotros. Porque ¡ay de
aquel a causa del cual es blasfemado el nombre del Señor! Por tanto, enseñad
sobriedad a todos los hombres, y andad vosotros en ella.

XI. Sentí gran pena a causa de Valens, el cual en otro tiempo era presbítero entre
vosotros, a causa de su ignorancia respecto al cargo que le fue conferido. Os advierto,
pues, que os abstengáis de la codicia y que seáis puros y fieles. Absteneos de todo
mal. Pero el que no puede gobemarse en estas cosas, ¿cómo puede hacerlas cumplir a
otros? Si un hombre no se abstiene de la codicia será corrompido por la idolatría y será
juzgado como uno de los gentiles que no conocen el juicio del Señor. ¡Cómo! ¿No
sabéis que los santos juzgarán al mundo, según enseña Pablo? Pero no he hallado cosa
semejante en vosotros, ni la he oído, entre aquellos con quienes trabajó el
bienaventurado Pablo, que fuisteis sus cartas al principio (alabados al principio de su
carta). Porque él se gloriaba de vosotros en todas las iglesias que eran las únicas que
en aquel tiempo conocían a Dios; porque nosotros no le conocíamos todavía. Por
tanto, tengo muchísima pena a causa de él y de su esposa, a los cuales el Señor quiera
conceder verdadero arrepentimiento. Por lo tanto, sed vosotros también sobrios, y no
los tengáis como enemigos, sino restauradles como miembros débiles y descarriados,
para que pueda ser salvo todo el cuerpo de vosotros. Porque al hacerlo os edificáis los
unos a los otros.

XII. Porque estoy persuadido de que estáis bien versados en los escritos santos, y
nada está escondido de vosotros. Pero a mí esto no me ha sido concedido. Sólo que,
según dicen estas escrituras: Enojaos y no pequéis, y Que el sol no se ponga sobre
vuestro enojo. Bienaventurado es el que recuerda esto; y confío que es así con
vosotros. Ahora bien, que el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, y el mismo
Sumo Sacerdote eterno, el [Hijo] de Dios Jesucristo, os edifique en fe y en verdad, y
en toda mansedumbre y a evitar todo enojo, y en resistencia, y en longanimidad, y en
soportar con paciencia y en pureza; y que Él os conceda la suerte y parte de sus santos,
y a nosotros con vosotros, y todos los que están bajo el cielo, que creerán en nuestro
Señor y Dios Jesucristo y en su Padre que lo levantó de los muertos. Orad en favor de
todos los santos. Orad también por los reyes y potentados y príncipes, y por los que os
persiguen y aborrecen, y por los enemigos de la cruz, que vuestro fruto pueda ser
manifiesto entre todos los hombres, para que podáis ser perfeccionados en Él.

XIII. Me escribisteis, y también Ignacio, pidiéndome que si alguno fuera a Siria


llevara consigo las cartas vuestras. Y esto es lo que haré si tengo una buena
oportunidad, sea yo mismo o aquel a quien enviaré como embajador en vuestro
nombre también. Las cartas de Ignacio que él me envió, y tantas otras cartas como hay
en posesión nuestra, os las enviamos, según nos encargasteis; y van incluidas con esta
carta; de ellas vais a recibir gran beneficio. Porque hay en ellas fe y resistencia y toda
clase de edificación, que pertenece a nuestro Señor. Además, respecto al mismo
Ignacio y a los que estaban con él, si es que tenéis noticias fidedignas, dádnoslas a
conocer.

XIV. Os escribo estas cosas por medio de Crescens, a quien os encomendé


recientemente y ahora os encomiendo: porque ha andado de modo intachable entre
nosotros; y creemos que también ha hecho lo mismo con respecto a vosotros. Pasadlo
bien en el Señor Jesucristo en gracia, vosotros y todos los vuestros. Amén.

Fuente: Los Padres Apostólicos, por J. B. Lightfoot. Editorial CLIE www.clie.es

EL PASTOR DE HERMAS
Visión Primera

[1] I. El amo que me crió me vendió a una tal Roda en Roma. Al cabo de muchos años
la encontré de nuevo, y empecé a amarla como a una hermana. Después de cieno
tiempo la vi bañándose en el río Tíber; y le di la mano, y la saqué del río. Y, al ver su
hermosura, razoné en mi corazón, diciendo: «Cuán feliz sería si tuviera una esposa así,
en hermosura y en carácter.» Y reflexioné meramente sobre esto, y nada más. Después
de cieno tiempo, cuando estaba dirigiéndome a Cumas, y glorificando las criaturas de
Dios por su grandeza y esplendor y poder, mientras andaba me quedé dormido. Y el
Espíritu cayó sobre mí y se me llevó por un terreno sin caminos, por el cual no podía
pasar nadie: porque el lugar era muy abrupto, y quebrado por hendiduras a causa de
las aguas. Así pues, cuando hube cruzado el río, llegué a un país llano, y me arrodillé,
y empecé a orar al Señor y a confesar mis pecados. Entonces, mientras oraba, se abrió
el cielo vi a la señora, a quien había deseado, saludándome desde el cielo, diciendo:
«Buenos días, Hermas». Y, mirándóla, le dije: «Señora, ¿qué haces aquí?» Entonces
ella me contestó: «Se me ha traído aquí para que te redarguyera de tus pecados delante
del Señor. » Le dije: «¿Es acerca de ti que me acusas?» «No», dijo ella, «pero oye
estas palabras que te diré. Dios, que reside en los cielos, y creó de la nada las cosas
que son, y aun las aumentó y multiplicó por amor a su santa Iglesia, está enojado
contigo, porque pecaste contra mí.» Yo le contesté y dije: «¿Pequé contra ti? ¿En qué
forma? ¿Te dije alguna vez alguna palabra inconveniente? ¿No te consideré siempre
como si fueras una diosa? ¿No te respeté siempre como una hermana? ¿Cómo pudiste
acusarme falsamente, señora, de tal villanía e impureza?» Riendo, ella me dijo: «El
deseo hacia el mal entró en tu corazón. Es más, ¿no crees que es un acto malo para un
justo si el mal deseo entra en su corazón? Es verdaderamente un pecado, y un pecado
grande», dijo ella; «porque el justo tiene sólo propósitos justos. En tanto que sus
propósitos son rectos, pues, su reputación se mantiene firme en el cielo, y halla al
Señor fácilmente propicio en todo lo que hace. Pero los que albergan malos propósitos
en sus corazones, se acarrean la muene y la cautividad, especialmente los que
reclaman para sí mismos este mundo presente, y se jactan de sus riquezas, y no se
adhieren a las cosas buenas que han de venir. Sus almas lo lamentarán, siendo así que
no tienen esperanza, sino que se han abandonado a sí mismos y su vida. Pero ora a
Dios, y Él sanará tus pecados, y los de toda tu casa, y de todos los santos.»

[2] II. Tan pronto como hubo dicho estas palabras se cerraron los cielos; y yo fui
presa de horror y de pena. Entonces dije dentro de mí: «Si este pecado es consignado
contra mí, ¿cómo puedo ser salvo? ¿O cómo voy a propiciar a Dios por mis pecados
que son patentes y burdos? ¿O con qué palabras voy a rogar al Señor que me sea
propicio?» En tanto que consideraba y ponderaba estas cosas en mi corazón, vi delante
de mí una gran silla blanca de lana como la nieve; y allí vino una señora anciana en
vestido resplandeciente, con un libro en las manos, y se sentó sola, y me saludó:
«Buenos días, Hermas.» Entonces yo, apenado y llorando, dije: «Buenos días,
señora.» Y ella me dijo: «¿Por qué estás tan abatido, Hermas, tú que eres paciente y
bien templado, y siempre estás sonriendo? ¿Por qué estás tan caído en tu mirada y
distante de la alegría?» Y le dije: «A causa de una de las palabras de una dama
excelente contra la cual he pecado.» Entonces ella dijo: «¡En modo alguno sea así en
un siervo de Dios! Sin embargo, el pensamiento entró en tu corazón respecto a ella. En
los siervos de Dios una intención así acarrea pecado. Porque es un propósito malo e
insano, en un espíritu devoto que ya ha sido aprobado, el desear algo malo, y
especialmente si es Hermas el templado, que se abstiene de todo mal deseo y está
lleno de toda simplicidad y de gran inocencia.

[3] III. »Con todo, no es por esto que Dios está enojado contigo, sino con miras a que
puedas convenir a tu familia, que ha obrado mal contra el Señor y contra vosotros sus
padres. Pero por apego a tus hijos tú no les amonestaste, sino que toleraste que se
corrompieran de un modo espantoso. Por tanto, el Señor está enojado contigo. Pero Él
quiere curar todos tus pecados pasados, que han sido cometidos en tu familia, jorque a
causa de sus pecados e iniquidades tú has sido corrompido por las cosas de este
mundo. Pera la gran misericordia del Señor tuvo piedad de ti y de tu familia, y te
corroborará, y te afianzará en su gloria. Sólo que no seas descuidado, sino que cobres
ánimo y robustezcas a tu familia. Porque como el herrero trabajando a martillazos
triunfa en la tarea que quiere, así también el recto discurso repetido diariamente vence
todo mal. No dejes, pues, de reprender a tus hijos; porque sé que si se arrepienten de
todo corazón, serán inscritos en los libros de vida con los santos.» Después que
hubieron cesado estas palabras suyas, me dijo: «¿Quieres escucharme mientras leo?»
Entonces le dije: «Sí, señora.» Ella me dijo: «Está atento, y escucha las glorias de
Dios.» Yo escuché con atención y con asombro lo que no tuve poder de recordar;
porque todas las palabras eran terribles, que ningún hombre puede resistir. Sin
embargo, recordé las últimas palabras, porque eran apropiadas para nosotros y suaves.
«He aquí, el Dios de los ejércitos, que con su poder grande e invisible y con su gran
sabiduría creó el mundo, y con su glorioso propósito revistió su creación de
hermosura, y con su palabra estableció los cielos, y fundó la tierra sobre las aguas, y
con su propia sabiduría y providencia formó su santa Iglesia, a la cual Él también
bendijo; he aquí, quita los cielos y los montes y las colinas y los mares, y todas las
cosas serán allanadas para sus elegidos, para que Él pueda cumplirles la promesa que
había hecho con gran gloria y regocijo, siempre y cuando ellos guarden las ordenanzas
de Dios, que han recibido con gran fe.»

[4] IV. Cuando hubo terminado de leer y se levantó de su silla, se acercaron cuatro
jóvenes, y se llevaron la silla, y partieron hacia Oriente. Entonces ella me dijo que me
acercara y me tocó el pecho, y me dijo: «¿Te gustó lo que te leí?» Y yo le dije:
«Señora, estas últimas palabras me agradaron, pero las primeras eran difíciles y
duras.» Entonces ella me habló y me dijo: «Estas últimas palabras son para los justos,
pero las primeras eran para los paganos y rebeldes.» En tanto que ella me estaba
hablando, aparecieron dos hombres y se la llevaron, tomándola por los brazos, y
partieron hacia el punto adonde había ido la silla, hacia Oriente. Y ella sonrió al partir
y, mientras se marchaba, me dijo: «Pónate como un hombre, Hermas.»

Visión Segunda

[5] I. Yo iba camino a Cumas, en la misma estación como el año anterior, y recordaba
mi visión del año anterior mientras andaba; y de nuevo me tomó un Espíritu, y se me
llevó al mismo lugar del año anterior. Cuando llegué al lugar, caí de rodillas y empecé
a orar al Señor, y a glorificar su nombre, porque me había tenido por digno, y me
había dado a conocer mis pecados anteriores. Pero después que me hube levantado de
orar, vi delante de mí a la señora anciana, a quien había visto el año anterior, andando
y leyendo un librito. Y ella me dijo: «¿Puedes transmitir estas cosas a los elegidos de
Dios?» Y yo le contesté: «Señora, no puedo recordar tanto; pero dame el librito, para
que lo copie.» «Tómalo», me dijo, «y asegúrate de devolvérmelo.» Yo lo tomé, y me
retiré a ciesto lugar en el campo y lo copié letra por letra; porque no podía descifrar las
sílabas. Cuando hube terminado las letras del libro, súbitamente me arrancaron el libro
de la mano; pero no pude vér quién lo había hecho.
[6] II. Y después de quince días, cuando hube ayunado y rogado al Señor
fervientemente, me fue revelado el conocimiento del escrito. Y esto es lo que estaba
escrito: «Hermas, tu simiente ha pecado contra Dios, y han blasfemado del Señor, y
han traicionado a sus padres a causa de sus grandes maldades, sí, han conseguido el
nombre de traidores de los padres, y, con todo, no sacaron provecho de su traición; y
aun añadieron a sus pecados actos inexcusables y maldades excesivas; así que la
medida de sus transgresiones fue colmada. Pero da a conocer estas palabras a todos tus
hijos, y tu esposa será como tu hermana; porque ella tampoco se ha refrenado en el
uso de la lengua, con la cual obra mal. Después que tú les hayas dado a conocer todas
estas palabras, que el Señor me mandó que te revelara, entonces todos los pecados que
ellos han cometido con anterioridad les serán perdonados; sí, y también a todos los
santos que han pecado hasta el día de hoy, si se arrepienten de todo corazón, y quitan
la doblez de ánimo de su corazón. Porque el Señor juró por su propia gloria, con
respecto a sus elegidos: que si, ahora que se ha puesto este día como límite, se comete
pecado, después no habrá para ellos salvación; porque el arrepentimiento para los
justos tiene un fin; los días del arrepentimiento se han cumplido para todos los santos;
en tanto que para los gentiles hay arrepentimiento hasta el último día. Por
consiguiente, tú dirás a los gobernantes de la Iglesia, que enderecen sus caminos en
justicia, para que puedan recibir en pleno las promesas con gloria abundante. Los que
obráis justicia, pues, estad firmes, y no seáis de doble ánimo, para que podáis ser
admitidos con los santos ángeles. Bienaventurados seáis, pues, cuantos sufráis con
paciencia la gran tribulación que viene, y cuantos noiiiieguen su vida. Porque el Señor
juró con respecto. a, su Hijo, que todos los que nieguen a su Señor serán rechazados
de su vida, incluso los que ahora están a punto de negarle en los días venideros; pero a
los que le negaron antes de ahora, a ellos les fue concedida misericordia por causa de
su gran bondad.

[7] III. »Pero, Hermas, no guardes ya rencor contra tus hijos, ni permitas que tu
hermana haga lo que quiera, para que puedan ser purificados de sus pecados
anteriores. Porque ellos serán castigados con castigo justo, a menos que les guardes
rencor tú mismo. El guardar un rencor es causa de muerte. Pero tú, Hermas, has
pasado por grandes tribulaciones tú mismo, por causa de las transgresiones de tu
familia, debido a que no te cuidaste de ellos. Porque tú les descuidaste, y te mezclaste
a ellos con tus propias actividades malas. Pero en esto consiste tu salvación: en que no
te apanes del Dios vivo, y en tu sencillez y tu gran continencia. Estas te han salvado si
permaneces en ellas; y salvan a todos los que hacen tales cosas, y andan en inocencia
y simplicidad. Estas prevalecen sobre toda maldad y persisten hasta la vida eterna.
Bienaventurados todos los que obran justicia. Nunca serán destruidos. Pero tú dirás a
Máximo: "He aquí viene tribulación (sobre ti) si tú crees apropiado negarme por
segunda vez. El Señor está cerca de todos los que se vuelven a Él, como está escrito
en Eldad y Modat, que profetizaron al pueblo en el desierto"»

[8] IV. Luego, hermanos, un joven de extraordinaria hermosura en su forma me hizo


una revelación en mi sueño, y me dijo: «¿Quién crees que es la señora anciana, de la
cual recibiste el libro?» Y yo dije: «La Sibila». «Te equivocas», me dijo, «no lo es».
«¿Quién es, pues?», le dije. «La Iglesiá», dijo él. Yo le dije: «¿Por qué, pues, es de
avanzada edad?» «Porque», me contestó, «ella fue creada antes que todas las cosas;
ésta es la causa de su edad; y por amor a ella fue formado el mundo.» Y después vi
una visión en mi casa. Vino la anciana y me preguntó si ya había dado el libro a los
ancianos. Yo le dije que no se lo había dado. «Has hecho bien», me contestó, «porque
tengo algunas palabras que añadir. Cuando habré terminado todas las palabras, será
dado a conocer, mediante ti, a todos los elegidos. Por tanto, tú escribirás dos libritos, y
enviarás uno a Clemente, y uno a Grapte. Y Clemente lo enviará a las ciudades
extranjeras, porque éste es su deber; en tanto que Grapte lo enseñará a las viudas y
huérfanos. Pero tú leerás (el libro) a esta ciudad junto con los ancianos que presiden
sobre la Iglesia.»

Visión Tercera

[9] I. La tercera visión que vi, hermanos, fue como sigue: Después de ayunar con
frecuencia, y rogar al Señor que me declarara la revelación que El había prometido
mostrarme por boca de la señora anciana, aquella misma noche vi a la señora anciana,
y ella me dijo: «Siendo así que eres tan insistente y estás ansioso de conocer todas las
cosas, ven al campo donde resides, y hacia la hora quinta apareceré ante ti, y te
mostraré lo que debes ver.» Yo le pregunté, diciendo: «Señora, ¿a qué parte del
campo?» «Adonde quieras», me dijo. Yo seleccioné un lugar retirado y hermoso; pero,
antes de hablarle y mencionarle el lugar, ella me dijo: «Iré allí donde tú quieras.» Fui,
pues, hermanos, al campo, y conté las horas, y llegué al lugar que yo había designado
para que ella viniera, y vi un sofá de marfil colocado allí, y sobre el sofá había un
cojín de lino, y sobre el cojín una cobertura de lino fino.

Cuando vi estas cosas tan ordenadas, y que no habla nadie allí, me asombré, y me puse
a temblar, y se me erizó el pelo; y un acceso de temor cayó sobre mí, porque estaba
solo. Cuando me recobré, y recordé la gloria de Dios, y me animé, me arrodillé y
confesé mis pecados al Señor una vez más, como había hecho en la ocasión anterior.

Entonces vinieron seis jóvenes, los mismos que había visto antes, y se quedaron de pie
junto a mí, y me escucharon atentamente mientras oraba y confesaba mis pecados al
Señor. Y ella me tocó y me dijo: «Hermas, termina ya de rogar constantemente por tus
pecados; ruega también pidiendo justicia, para que puedas dar parte de ella a tu
familia.» Entonces me levantó con la mano y me llevó al sofá, y dijo a los jóvenes:
«Id, y edifica». Y después que los jóvenes se hubieron retirado y nos quedamos solos,
ella me dijo: «Siéntate aquí.» Y yo le dije: «Señora, que se sienten los ancianos
primero.» «Haz lo que te mando», dijo ella, «siéntate». Entonces, cuando yo quería
sentarme en el lado derecho, ella no me lo permitió, sino que me hizo una seña con la
mano de que me sentara en el lado izquierdo. Como yo estaba entonces pensando en
ello y estaba triste, porque ella no me habla permitido sentarme en el lado derecho, me
dijo ella: «¿Estás triste, Hermas? El lugar de la derecha es para otros, los que han
agradado ya a Dios y han sufrido por su Nombre. Pero a ti te falta mucho para poder
sentarte con ellos; pero así como permaneces en tu sencillez, continúa en ella, y te
sentarás con ellos, tú y todos aquellos que han hecho sus obras y han sufrido lo que
ellos sufrieron. »

[10] II. «¿Qué es lo que sufrieron?», pregunté yo. «Escucha», dijo ella: «Azotes,
cárceles, grandes tribulaciones, cruces, fieras, por amor al Nombre. Por tanto, a ellos
pertenece el lado derecho de la Santidad -a ellos, y a los que sufrirán por el Nombre-.
Pero para el resto hay el lado izquierdo. No obstante, para unos y otros, para los que se
sientan a la derecha como para los que se sientan a la izquierda, hay los mismos dones,
y las mismas promesas, sólo que ellos se sientan a la derecha y tienen cierta gloria. Tú,
verdaderamente, deseas sentarte a la derecha con ellos, pero tienes muchos defectos;
con todo, serás purificado de estos defectos tuyos; sí, y todos los que no son de ánimo
indeciso, serán purificados de todos sus pecados en este día.»

Cuando hubo dicho esto, ella deseaba partir; pero, cayendo a sus pies, yo le rogué por
el Señor que me mostrara la visión que me había prometido. Entonces ella me tomó de
nuevo por la mano, y me levantó, y me hizo sentar en el sofá en el lado izquierdo, en
tanto que ella se sentaba en el derecho. Y levantando una especie de vara reluciente,
me dijo: «¿Ves algo muy grande?» Y yo le dije: «Señora, no veo nada.» Ella me dijo:
«Mira, ¿no ves enfrente de ti una gran torre que es edificada sobre las aguas, de
piedras cuadradas relucientes?» Y la torre era edificada cuadrada por los seis jóvenes
que habían venido con ella. Y muchísimos otros traían piedras, y algunos de ellos de
lo profundo del mar y otros de la tierra, y las iban entregando a los seis jóvenes. Y
éstos las tomaban y edificaban. Las piedras que eran arrastradas del abismo las
colocaban, en cada caso, tal como eran, en el edificio, porque ya se les había dado
forma; y encajaban en sus junturas con las otras piedras; y se adherían tan juntas la
una a la otra que no se podía ver la juntura; y el edificio de la torre daba la impresión
como si fuera edificado de una sola piedra. Pero, en cuanto a las otras piedras que eran
traídas de tierra firme, algunas las echaban a un lado, otras las ponían en el edificio, y
otras las hacían pedazos y las lanzaban lejos de la torre. Había también muchas
piedras echadas alrededor de la torre, y no las usaban para el edificio; porque algunas
tenían moho, otras estaban resquebrajadas, otras eran demasiado pequeñas, y otras
eran blancas y redondas y no encajaban en el edificio. Y vi otras piedras echadas a
distancia de la torre, y caían en el camino y, con todo, no se quedaban en el camino,
sino que iban a parar a un lugar donde no había camino; y otras caían en el fuego y
ardían allí; y otras caían cerca de las aguas y, pese a todo, no podían rodar dentro del
agua, aunque deseaban rodar y llegar al agua.

[11] III. Cuando ella me hubo mostrado estas cosas, quería irse con prisa. Yo le dije:
«Señora, ¿qué ventaja tengo en haber visto estas cosas, si no sé lo que significan?»
Ella me contestó y me dijo: «Tú eres muy curioso, al desear conocer todo lo que se
refiere a la torre.» «Sí, señora», le dije, «para que pueda anunciarlo a mis hermanos, y
que ellos [puedan gozarse más y] cuando oigan [estas cosas] puedan conocer al Señor
en gran gloria.» Entonces me dijo: «Muchos (las) oirán; pero cuando oigan, algunos
estarán contentos y otros llorarán. Sin embargo, incluso estos últimos, si oyen y se
arrepienten, también estarán contentos. Oye, pues, las parábolas de la torre; porque te
revelaré todas estas cosas. Y no me molestes más sobre la revelación; porque estas
revelaciones tienen un término, siendo así que ya han sido completadas. No obstante,
no cesarás de pedirme revelaciones; porque eres muy atrevido.

»La torre, que ves que se está edificando, soy yo misma, la Iglesia, a quien viste antes
y ves ahora. Pregunta, pues, lo que quieras respecto a la torre, y te lo revelaré, para
que puedas gozarte con los santos.» Yo le digo: «Señora, como me consideraste digno,
una vez por todas, de revelarme todas estas cosas, revélamelas.» Entonces ella me
dijo: «Todo lo que se te pueda revelar, se te revelará. Sólo que tu corazón esté con
Dios, y no haya dudas en tu mente sobre las cosas que veas.» Le pregunté: «¿Por qué
es edificada la torre sobre las aguas, señora?» «Ya te lo dije antes», dijo ella, «y
verdaderamente tú inquieres diligentemente. Así que por tus preguntas descubrirás la
verdad. Oye, pues, por qué la torre es edificada sobre las aguas: es porque vuestra vida
es salvada y será salvada por el agua. Pero la torre ha sido fundada por la palabra del
Todopoderoso y el Nombre glorioso, y es fortalecida por el poder invisible del Señor.»

[12] IV. Yo le contesté y le dije: «Señora, esto es grande y maravilloso. Pero los seis
jóvenes que edifican, ¿quiénes son, señora?»

«Estos son los santos ángeles de Dios, que fueron creados antes que cosa alguna; a
ellos el Señor entregó toda su creación para que la aumentaran y edificaran, y para ser
señores de toda la creación. Por sus manos, pues, es realizada la edificación de la
torre.». «Y ¿quiénes son los otros que acarrean las piedras?» «Son también ángeles de
Dios; pero estos seis son superiores a ellos. El edificio de la torre, pues, será
terminado, y todos juntos se regocijarán en el corazón (cuando estén) alrededor de la
torre, y glorificarán a Dios que la edificación de la torre haya sido realizada.» Yo
inquirí de ella, diciendo: «Señora, me gustaría saber con respecto al fin de las piedras
y su poder, de qué clase son.» Ella me contestó y dijo: «No es que tú entre todos los
hombres seas especialmente digno de que te sea revelado; porque hay otros antes que
tú, y mejores que tú, a los cuales deberían haber sido reveladas estas visiones. Pero
para que sea glorificado el nombre de Dios, se te ha revelado y se te revelará, por
causa de los de ánimo indeciso, que preguntan en sus corazones si estas cosas son así
o no. Diles, pues, que estas cosas son verdaderas, y que no hay nada apane de la
verdad, sino que todas son firmes, y válidas, y establecidas sobre un fundamento
seguro.

[13] V. »Oye ahora respecto a las piedras que entran en el edificio. Las piedras que
son cuadradas y blancas, y que encajan en sus junturas, éstas son los apóstoles y
obispos y maestros y diáconos que andan según la santidad de Dios, y ejercen su
oficio de obispo, de maestro y diácono en pureza y santidad para los elegidos de Dios,
algunos de los cuales ya duermen y otros están vivos todavía. Y, debido a que siempre
están de acuerdo entre sí, tuvieron paz entre sí y se escucharon el uno al otro. Por
tanto, sus junturas encajan en el edificio de la torre.» «Pero hay las que son sacadas de
la profundidad del mar, y colocadas en el edificio y que encajan en sus junturas con
las otras piedras que ya estaban colocadas; éstos, ¿quiénes son?» «Estos son los que
han sufrido por el nombre del Señor.» «Pero las otras piedras que son traídas de tierra
seca, me gustaría saber quiénes son éstos, señora.» Ella contestó: «Los que entran en
el edificio, y todavía no están labrados, a éstos el Señor ha aprobado porque
anduvieron en la rectitud del Señor y ejecutaron rectamente sus mandamientos.» «Pero
los que van siendo traídos y colocados en el edificio, ¿quiénes son?» «Son jóvenes en
la fe, y fieles; pero fueron advertidos por los ángeles que obren bien, porque en ellos
fue hallada maldad.» «Pero los que fueron desechados y puestos a un lado, ¿quiénes
son?» «Estos han pecado, y desean arrepentirse, por tanto no son lanzados a gran
distancia de la torre, porque serán útiles para la edificación si se arrepienten. Los que
se arrepienten, pues, silo hacen, serán fuertes en la fe si se arrepienten ahora en tanto
que se construye la torre. Este privilegio lo tienen solamente los que se hallan cerca de
la torre.

[14] VI. »Pero, ¿quisieras saber acerca de los que son hechos pedazos y lanzados
fuera de la torre? Estos son los hijos del libertinaje. Estos recibieron la fe
hipócritamente, y no hubo maldad que no se hallara en ellos. Por tanto, no tienen
salvación, porque no son útiles para edificar, por razón de su maldad. Por tanto son
desmenuzados y tirados por causa de la ira del Señor, porque le provocaron a ira. En
cuanto al resto de las piedras que tú has visto echadas en gran número y que no entran
en el edificio, de ellas, las que son mohosas son las que conocieron la verdad, pero no
permanecieron en ella ni se mantuvieron adheridos a los santos. Por lo tanto, son
inservibles.»

«Pero las que están resquebrajadas, ¿quiénes son?» «Estos son los que tienen discordia
en su corazón el uno respecto al otro, y no hay paz entre ellos; tienen una apariencia
de paz, pero cuando se separan el uno del otro, los malos pensamientos permanecen en
sus corazones. Éstas son las rajas que tienen las piedras. Pero las que están cortadas y
son más pequeñas, éstos han creído, y tienen su mayor parte en justicia, pero hay en
ellos partes de iniquidad; por tanto, son demasiado pequeñas, y no son perfectas.»

«Pero, ¿quiénes son, señora, las piedras blancas y redondas que no encajaron en el
edificio?» Ella me contestó: «¿Hasta cuándo vas a seguir siendo necio y obtuso, y lo
preguntarás todo, y no entenderás nada? Éstos son los que tienen fe, pero también
tienen las riquezas de este mundo. Cuando viene la tribulación, niegan a su Señor por
razón de sus riquezas y sus negocios.» Y yo contesté y le dije: «¿Cuándo serán, pues,
útiles en el edificio?» Ella me contestó: «Cuando les sean quitadas las riquezas que
hacen descarriar sus almas, entonces serán útiles a Dios. Porque tal como la piedra
redonda, a menos que sea cortada y pierda alguna parte de sí misma, no puede ser
cuadrada, del mismo modo los que son ricos en este mundo, a menos que sus riquezas
les sean quitadas, no pueden ser útiles al Señor. Aprende primero de ti mismo. Cuando
tenías riquezas no eras útil; pero ahora eres útil y provechoso para vida. Sé útil a Dios,
porque tú mismo también eres sacado de las mismas piedras.

[15] VII. »Pero las otras piedras que viste echadas lejos de la torre y que caen en el
camino y van a parar fuera del camino a las regiones en que no hay camino, éstos son
los que han creído, pero por razón de su corazón indeciso han abandonado el
verdadero camino. De esta manera, ellos, pensando que pueden hallar un camino
mejor, se extravían y son gravemente afligidos, cuando andan por las regiones en que
no hay camino. Pero los que caen en el fuego y son quemados, éstos son los que
finalmente se rebelaron contra el Dios vivo, y ya no entró más en sus corazones el
arrepentirse, por causa de sus deseos atrevidos y de las maldades que han obrado. Pero
los otros, que caen cerca de las aguas y, con todo, no pueden rodar al agua, ¿quieres
saber cuáles son? Estos son los que han oído la palabra y quisieran ser bautizados en el
nombre del Señor. Luego, cuando recapacitan sobre la pureza requerida por la verdad,
cambian de opinión y vuelven a sus malos deseos.» Así terminó ella la explicación de
la torre. Siendo yo importuno todavía, le pregunté aún si para todas aquellas piedras
que fueron rechazadas y no encajaban en el edificio de la torre había arrepentimiento y
un lugar en esta torre. «Pueden arrepentirse», me dijo, «pero no pueden encajar en esta
torre. Serán encajados en otro lugar mucho más humilde, pero no hasta que hayan
sufrido tormentos por esta razón y hayan cumplido los días de sus pecados. Y serán
sacados por esta razón, porque participaron en la Palabra justa; y entonces serán
aliviados de sus tormentos si se arrepienten de los actos malos que han cometido; pero
si éstos no les llegan al corazón, no son salvos a causa de la dureza de sus corazones.»

[16] VIII. Cuando cesé de preguntarle sobre todas estas cosas, pues, ella me dijo:
«¿Quisieras ver otra cosa?» Teniendo deseos de contemplarla, me gocé en gran
manera de poder verla. Ella me miró, y sonrió, y me dijo: «¿Ves a siete mujeres
alrededor de la torre?» «Las veo, señora», le dije. «Esta torre es sostenida por ellas,
según orden del Señor. Oye ahora sus ocupaciones. La primera, la mujer de las manos
fuertes, se llama Fe, por medio de la cual son salvados los elegidos de Dios. Y la
segunda, la que está ceñida y tiene el aspecto enérgico de un hombre, se llama
Continencia; es la hija de la Fe. Todo el que la sigue, pues, será feliz en su vida,
porque se abstendrá de todo acto malo, creyendo que, si se abstiene de todo mal deseo,
heredará la vida eterna.» «Y las otras, señora, ¿quiénes son?» «Son hijas la una de la
otra. El nombre de la primera es Sencillez; el de la siguiente, Conocimiento; la
próxima es Inocencia; la otra, Reverencia; la siguiente, Amor. Cuando tú, pues, hagas
todas las obras de su madre, podrás vivir.» «Me gustaría saber, señora», le dije, «qué
poder tiene cada una de ellas.» «Escucha, pues», dijo ella, «los poderes que tienen.
Sus poderes son dominados cada una por la otra, y se siguen una a otra en el orden en
que nacieron. De Fe nace Continencia; de Continencia, Simplicidad; de Simplicidad,
Inocencia; de Inocencia, Reverencia; de Reverencia, Conocimiento; de Conocimiento,
Amor. Sus obras, pues, son puras y reverentes y divinas. Todo aquel que sirva a estas
mujeres, y tenga poder para dominar sus obras, tendrá su morada en la torre con los
santos de Dios.» Entonces le pregunté, con respecto a las sazones, si la consumación
es ya ahora. Pero ella gritó en alta voz: «Necio, ¿no ves que la torre va siendo
construida? Cuando la torre haya sido edificada, habrá llegado el fin; pero será
edificada rápidamente. No me hagas más preguntas: este recordatorio es suficiente
para ti y para los santos, y es la renovación de vuestros espíritus. Pero no te fue
revelado sólo a ti, sino para que puedas mostrar estas cosas a todos. Después de tres
días -porque tú has de entender primero, y te encargo, Hermas, con las palabras que
voy a decirte- (a ti te encargo) di todas estas cosas a los oídos de los santos, para que
las oigan y las hagan y puedan ser purificados de sus maldades, y tú mismo con ellos.

[17] IX. »Oídme, hijos míos. Os crié en mucha simplicidad e inocencia y reverencia,
por medio de la misericordia del Señor, que instiló justicia en vosotros, para que
pudierais ser justificados y santificados de toda maldad y perversidad. Ahora pues,
oídme y haya paz entre vosotros, y tened consideración el uno al otro, y ayudaos el
uno al otro, y no participéis de lo creado por Dios a solas en la abundancia, sino
también compartid con los que están en necesidad. Porque algunos, a causa de sus
excesos en la comida, acarrean debilidad a la carne, y dañan su carne, mientras que la
carne de los que no tienen nada que comer es dañada por no tener suficiente nutrición,
y su cuerpo es echado a perder. Este exclusivismo, pues, es perjudicial para vosotros
los que tenéis y no compartís con los que tienen necesidad. Advenid el juicio que
viene. Así pues, los que tenéis más que suficiente, buscad a los hambrientos, en tanto
que la torre no está terminada; porque una vez que la torre haya sido terminada,
desearéis hacer bien y no hallaréis oportunidad de hacerlo. Mirad, pues, los que os
alegráis en vuestra riqueza, que los que están en necesidad no giman, y su gemido se
eleve al Señor, y vosotros con vuestra [abundancia de] cosas buenas halléis cerrada la
puerta de la torre. Ahora, pues, os digo a vosotros los que gobernáis la Iglesia y que
ocupáis sus asientos principales, no seáis como los charlatanes. Los charlatanes,
verdaderamente, llevan sus drogas en cajas, pero vosotros lleváis vuestra droga y
vuestro veneno en el corazón. Estáis endurecidos, y no queréis limpiar vuestros
corazones, y mezclar vuestra sabiduría en un corazón limpio, para que podáis
conseguir misericordia del Gran Rey. Mirad, pues, hijos, que estas divisiones no os
priven de vuestra vida. ¿Cómo es posible que queráis instruir a los elegidos del Señor,
en tanto que vosotros no tenéis instrucción? Instruíos unos a otros, pues, y tened paz
entre vosotros, que yo también pueda estar contento delante del Padre, y dar cuenta de
todos vosotros a vuestro Señor.»

[18] X. Así pues, cuando ella hubo cesado de hablarme, los seis jóvenes que
edificaban vinieron y se la llevaron a la torre, y otros cuatro levantaron el sofá y se lo
llevaron también a la torre. No les vila cara a éstos, porque la tenían vuelta al otro
lado. Y cuando ella se iba, yo le pedí que me revelara qué significaban las tres formas
en que ella se me había aparecido. Ella me contestó y dijo: «Con respecto a estas cosas
has de preguntar a otro, para que puedan serte reveladas.» Pues yo la vi, hermanos, en
mi primera visión del año pasado, como una mujer muy anciana y sentada en una silla.
En la segunda visión su rostro era juvenil, pero su carne y su cabello eran añosos, y
me hablaba estando de pie; y ella estaba más contenta que antes. Pero en la tercera
visión era del todo joven y de extraordinaria hermosura, y sólo su cabello se veía de
edad; y estaba contenta en gran manera y sentada sobre un sofá. Y yo estaba muy
deseoso de saber la revelación de estas cosas. Y veo a la anciana en una visión de la
noche, diciéndome: «Toda pregunta requiere humildad. Ayuna, pues, y recibirás del
Señor lo que has pedido.» Así que ayuné un día; y aquella noche se me apareció un
joven y me dijo: «Siendo así que insistes pidiendo revelaciones, vigila que con tu
mucho preguntar no dañes tu carne. Bástente estas revelaciones. ¿No puedes ver otras
revelaciones más poderosas que las que has visto?» Y yo le dije en respuesta: «Señor,
sólo pregunto una cosa, con respecto a las tres formas de la anciana: que me sea
concedida una revelación completa.» El me dijo como respuesta: «¿Hasta cuándo
serás sin entendimiento? Es tu ánimo indeciso que hace que no tengas entendimiento,
y que tu corazón no esté puesto hacia el Señor.» Yo le contesté y le dije de nuevo: «De
ti, Señor, sabré las cosas con más precisión.»

[19] XI. «Escucha», me dijo, «con referencia a las tres formas sobre las cuales
preguntas. En la primera visión, ¿por qué no se te apareció como una anciana y
sentada en una silla? Porque tu espíritu era añoso, y ya decaído, y no tenía poder por
razón de tus debilidades y actos de indecisión. Porque como un anciano, no teniendo
ya esperanza de renovar su juventud, no espera nada sino caer dormido, así vosotros
también, siendo debilitados con las cosas de este mundo, os entregáis a lamentaciones,
y no echáis vuestros cuidados sobre el Señor, sino que vuestro espíritu está
quebrantado, y sois achacosos con vuestras aflicciones.» «¿Por qué, pues, estaba
sentada en una silla, quisiera saber, Señor?» «Porque toda persona débil se sienta en
una silla por causa de su debilidad, para que sea sostenida la debilidad de su cuerpo.
Así que tú tienes el simbolismo de la primera visión.

[20] XII. »Pero en la segunda visión la viste de pie, y con el rostro más juvenil y más
alegre que antes; pero su carne y su cabello eran añosos. Escucha esta parábola
también», me dijo. «Imagfnate a un anciano que ha perdido toda esperanza de sí
mismo, por razón de su debilidad y su pobreza, y no espera nada más que su último
día en la vida. De repente le dejan una herencia. Oye las noticias, se levanta y, lleno de
gozo, se viste con energia, y ya no está echado, sino de pie, y su espíritu, que estaba
quebrantado hace un momento por razón de sus circunstancias anteriores, es renovado
otra vez, y ya no está sentado, sino que se siente animoso; así también era contigo,
cuando oíste la revelación que el Señor te reveló. Porque Él tuvo compasión de ti, y
renovó tus ánimos, y puso a un lado tus dolencias, y te vino fuerza, y fuiste hecho
poderoso en la fe, yel Señor se regocijó en verte fortalecido. Y, por tanto, El te mostró
la edificación de la torre; si, y también otras cosas te mostrará si de todo corazón
tenéis paz entre vosotros.

[21] XIII. »Pero en la tercera visión la viste más joven y hermosa y alegre, y su
forma hermosa. Porque tal como uno que está lamentándose, al recibir buenas
noticias, inmediatamente olvida sus penas anteriores y no admite nada sino las noticias
que ha oído, y es fortalecido por ellas en lo que es bueno, y su espíritu es renovado por
razón del gozo que ha recibido, del mismo modo también vosotros habéis recibido una
renovación de vuestros espíritus al ver estas cosas buenas. Y si la viste sentada en un
sofá, la posición es firme; porque el sofá tiene cuatro patas y se mantiene firme;
porque el mundo también es sostenido por medio de cuatro elementos. Así pues, los
que se han arrepentido plenamente serán jóvenes de nuevo, y afianzados firmemente,
siendo así que se han arrepentido de todo su corazón. Ahí tienes la revelación entera y
completa. No pidas más revelaciones; pero si aún te falta algo, te será revelado.»

Visión Cuarta

[22] I. La cuarta visión la vi, hermanos, veinte días después de la anterior que había
tenido, y era un tipo de la tribulación inminente. Yo andaba por la Vía de la
Campania, hacia el campo. Desde la carretera (al lugar adonde iba) hay unos diez
estadios; el terreno es fácil de andar. Iba solo, y rogaba al Señor que completara las
revelaciones y las visiones que me había mostrado por medio de su santa Iglesia, para
que Él me fortaleciera a mí mismo y diera arrepentimiento a sus siervos que han
tropezado, para que su Nombre grande y glorioso pueda ser glorificado, pues me había
considerado digno de mostrarme sus maravillas. Y mientras le daba gloria y acción de
gracias, me contestó como si fuera el sonido de una voz: «No dudes en tu mente,
Hermas.» Empecé a preguntarme y decirme: «¿Cómo puedo dudar en mi mente siendo
así que he sido tan firmemente afianzado por el Señor y he visto cosas gloriosas?» Y
seguí un poco adelante, hermanos, y he aquí, vi una nube de polvo que se levantaba
hacia el cielo, y empecé a decirme: «¿Es posible que sea ganado que se acerca, y
levanten una nube de polvo?», porque estaba.a un estadio de distancia. Cuando la nube
de polvo se fue haciendo cada vez mayor, sospeché que se trataba de algo
sobrenatural. Entonces el sol brilló un poco, y he aquí, vi una gran bestia como un
monstruo marino, y de su boca salían langostas de fuego. Y la bestia tenía unos cien
pies de longitud, y su cabeza era como si fuera de arcilla. Y empecé a llorar y a rogar
al Señor que me rescatara de ella. Y recordé la palabra que había oído: «No tengas
dudas en tu mente, Hermas.» Así que, hermanos, habiéndome revestido de la fe del
Señor y recordado las obras poderosas que Él me había enseñado, cobré ánimos y me
dirigí hacia la bestia. Ahora bien, la bestia se acercaba con tal furia que podría haber
dejado en ruinas una ciudad. Llegué cerca de ella, y aunque el monstruo era enorme,
se tendió en el suelo, y meramente sacó la lengua y no se movió en lo más mínimo
hasta que yo hube pasado por su lado. Y la bestia tenía en su cabeza cuatro colores:
negro, luego color de fuego y sangre, luego oro, luego blanco.
[23] II. Así pues, una vez hube pasado la bestia y avanzado unos treinta pasos, he
aquí, vino hacia mí una virgen ataviada como si saliera de la cámara nupcial, toda
blanca y con sandalias blancas, velada hasta la frente, y la cobertura de su cabeza era
un turbante, y su cabello era blanco. Sabía por visiones anteriores que era la Iglesia, y
me alegré algo. Ella me saludó y me dijo: «Buenos días, buen hombre»; yo la saludé a
mi vez: «Buenos días, señora.» Ella me contestó y me dijo: «¿No has encontrado
nada?» Yo le dije: «Señora, una bestia enorme, que podría haber destruido pueblos
enteros; pero, por el poder del Señor y por su gran misericordia, escapé de ella.» «Tú
escapaste de ella, cieno», dijo ella, «porque pusiste en Dios todos tus cuidados, y
abriste tu corazón al Señor, creyendo que puedes ser salvado sólo por medio de su
Nombre grande y glorioso. Por tanto, el Señor envió a su ángel, que está sobre las
bestias, cuyo nombre es Segri, y le cerró la boca para que no pudiera causarte daño.
Tú has escapado de una gran tribulación por causa de tu fe, y porque, aunque viste una
bestia tan inmensa, no dudaste en tu mente. Ve, pues, y declara a los elegidos del
Señor sus obras poderosas, y diles que esta bestia es un tipo de la gran tribulación que
ha de venir. Por tanto, si os preparáis de antemano, y os arrepentís (y os volvéis) al
Señor de todo corazón, podréis escapar de ella si vuestro corazón es hecho puro y sin
mácula y si durante el resto de los días de vuestra vida servís al Señor de modo
intachable. Echa tus cuidados sobre el Señor y Él se hará cargo de ellos. Confiad en el
Señor, hombres de poco ánimo, porque El puede hacer todas las cosas, sí, puede
apanar su ira de vosotros, y también enviar sus plagas sobre vosotros los que sois de
ánimo indeciso. Ay de aquellos que oyen estas palabras y son desobedientes; sería
mejor para ellos que no hubieran nacido.»

[24] III. Le pregunté con respecto a los cuatro colores que la bestia tenía sobre la
cabeza. Entonces ella me contestó y me dijo: «Otra vez eres curioso sobre estas
cosas.» «Sí, señora», le dije, «hazme saber qué son estas cosas.» «Escucha», me dijo;
«el negro es este mundo en el cual vivís; y el fuego y el color del fuego y la sangre
muestran que este mundo perecerá a sangre y fuego; y el dorado son los que han
escapado de este mundo. Porque así como el oro es probado por el fuego y es hecho
útil, así también vosotros [que habitáis en él] sois probados. Los que permanecen y
pasan por el fuego serán purificados por él. Porque como el oro pierde su escoria, así
vosotros también vais a desprenderos de toda aflicción y tribulación, y seréis
purificados, y seréis útiles para la edificación de la torre. Pero la parte blanca es la
edad venidera, en la cual residirán los elegidos de Dios; porque los elegidos de Dios
serán sin mancha y puros para la vida eterna. Por lo tanto, no ceses de hablar a los
oídos de los santos. Ahora tenéis el simbolismo también de la tribulación que se
avecina potente. Pero si estáis dispuestos, no será nada. Recordad las cosas que han
sido escritas de antemano.» Con estas palabras partió, y no vi en qué dirección había
partido; porque se hizo un ruido; y me volví atemorizado, pensando que la bestia venía
hacia mí.

Visión Quinta
[25] Mientras oraba en la casa y estaba sentado en el sofá, entró un hombre de rostro
glorioso, vestido como un pastor, envuelto en una piel blanca, y con su zurrón al
hombro y un cayado en la mano. Y me saludó, y yo le devolví el saludo. E
inmediatamente se sentó a mi lado y me dijo: «Me ha enviado el ángel más santo, para
que viva contigo el resto de los días de tu vida.» Yo pensé que había venido a tentarme
y le dije: «¿Por qué?, ¿quién eres? Porque sé», le dije, «a quién he sido confiado.» Él
me dijo: «¿No me reconoces?» «No», le contesté. «Yo», me dijo, «soy el pastor a
quien has sido confiado.» En tanto que me estaba hablando, su forma cambió, y le
reconocí como el mismo a quien había sido confiado; e inmediatamente quedé
confundido, y el temor se apoderó de mí, y quedé anonadado por la aflicción de
haberle contestado de modo tan malvado e insensato. Pero él me contestó y dijo: «No
te quedes azorado, sino sé confirmado en los mandamientos que estoy a punto de
darte. Porque yo he sido enviado», dijo, «para mostrarte de nuevo las cosas que viste
antes, en especial las que sean convenientes para ti. Ante todo, escribe mis
mandamientos y mis parábolas; y las otras cosas las escribirás según te mostraré. Y
me dijo: La razón por la que te mando que escribas primero los mandamientos y las
parábolas es que puedas leerlas sobre la marcha, y así puedas guardarlas.» Así que
escribí los mandamientos y las parábolas, tal como me mandó. Por tanto, si, cuando
las oís, las guardáis y andáis en ellas, y las hacéis con el corazón puro, recibiréis del
Señor todas las cosas que Él ha prometido; pero si, cuando las oís, no os arrepentís,
sino que añadís todavía a vuestros pecados, recibiréis del Señor lo opuesto. Todas
estas cosas me mandó que escribiera el pastor, el ángel del arrepentimiento.

Primer Mandato

[26] «Ante todo, cree que Dios es uno, y que Él creó todas las cosas y las puso en
orden, y trajo todas las cosas de la no existencia al ser, que comprende,todas las cosas
siendo Él solo incomprensible. Cree en Él, pues, y témele, y en este temor ejerce
dominio sobre ti mismo. Guarda estas cosas, y te verás libre de toda maldad, y serás
revestido de toda excelencia y justicia, y vivirás para Dios si guardas este
mandamiento.»

Segundo Mandato

[27] Y me dijo: «Mantén la simplicidad y la inocencia, y serás como un niño pequeño,


que no conoce la maldad que destruye la vida de los hombres. Ante todo, no digas mal
de ningún hombre, ni tengas placer en escuchar a un calumniador. De otro modo, tú
que escuchas serás también responsable del pecado de aquel que habla mal, si crees la
calumnia que oyes; porque, al creerla, tú también tendrás algo que decir contra tu
hermano. Así que serás responsable del pecado del que dice el mal. La calumnia es
mala; es un demonio inquieto, que nunca está en paz, sino que siempre se halla entre
divisiones. Abstente, pues, de ella, y tendrás paz en todo tiempo con todos los
hombres. Pero revístete de reverencia, en la cual no hay tropiezo, sino que todas las
cosas son suaves y alegres. Haz lo que es bueno, y de todas tus labores, que Dios te da,
da a todos los que están en necesidad generosamente, sin hacer preguntas sobre a
quién has de dar y a quién no has de dar. Da a todos, porque Dios desea que todos
reciban de su abundancia. Los que reciben, pues, tendrán que dar cuenta a Dios de por
qué lo han recibido y a qué fin; porque los que reciben en necesidad no serán
juzgados, pero los que reciben con pretextos simulados recibirán el castigo. Así pues,
el que da es inocente; porque como recibe del Señor el servicio a ejecutar, lo ha
ejecutado en sinceridad, sin hacer distinción entre a quién da y a quién no da. Esta
ministración, pues, cuando es ejecutada sinceramente, pasa a ser gloriosa a la vista de
Dios. El que ministra así sinceramente, pues, vivirá para Dios. Por tanto, guarda este
mandamiento que te he dado: que tu propio arrepentimiento y el de tu casa puedan ser
hallados sinceros, y [tu] corazón puro y sin mancha.»

Tercer Mandato

[28] De nuevo dijo: «Ama la verdad, y que no salga de tu boca otra cosa que la
verdad, que el espíritu que Dios hizo residir en esta tu carne pueda ser hallado veraz a
la vista de todos los hombres; y así el Señor, que reside en ti, será glorificado; porque
el Señor es fiel en toda palabra, y en Él no hay falsedad. Por tanto, los que dicen
mentiras niegan al Señor, y pasan a ser ladrones del Señor, porque no le entregan a Él
el depósito que han recibido. Porque ellos recibieron de Él un espíritu libre de
mentiras. Si devuelven un espíritu mentiroso, han faltado al mandamiento del Señor y
han pasado a ser ladrones.» Cuando oí estas cosas, lloré amargamente. Pero, viéndome
llorar, dijo: «¿Por qué lloras?» «Señor», le contesté, «porque no sé si puedo ser salvo.»
«¿Por qué?», me dijo. «Señor», contesté, «porque nunca en mi vida he dicho una
palabra de verdad, sino que siempre he vivido engañosamente con todos los hombres y
he cubierto mi falsedad como verdad delante de todos los hombres; y nadie me ha
contradicho nunca, sino que se ha puesto confianza en mi palabra. Señor, ¿cómo, pues,
puedo vivir siendo así que he hecho estas cosas?» Él me contestó: «Tu suposición es
cierta y verdadera, porque te corresponde como siervo de Dios andar en la verdad, y el
Espíritu de verdad no puede tener complicidad con el mal, ni afligir al Espíritu que es
santo y verdadero.» Y le dije: «Nunca, Señor, oí claramente palabras semejantes.» Y
me contestó: «Ahora, pues, las oyes. Guárdalas, para que las falsedades anteriores que
dijiste en tus asuntos y negocios puedan por sí mismas pasar a ser creíbles, ahora que
éstas son halladas verdaderas; porque también pueden pasar aquéllas a ser dignas de
confianza. Si guardas estas cosas y, en adelante, no dices otra cosa que la verdad,
podrás alcanzar la vida para ti mismo. Y todo el que oiga este mandamiento y se
abstenga de falsedad —este hábito tan pernicioso— vivirá para Dios.»

Cuarto Mandato

[29] I. «Te encargo», me dijo, «que guardes la pureza, y no permitas que entre en tu
corazón ningún pensamiento con referencia a la mujer de otro, o referente a
fornicación, u otros actos malos semejantes; porque al hacerlo cometes un gran
pecado. Pero recuerda siempre a tu propia esposa, y no irás descaminado nunca.
Porque si este deseo entra en tu corazón, irás descaminado, y si entra otro alguno tan
malo como éste, cometes pecado. Porque este deseo en un siervo de Dios es un gran
pecado; y si un hombre hace esta maldad, obra muerte para sí mismo. Mira bien, pues.
Abstente de este deseo; porque allí donde reside la santidad, la licencia no debe entrar
en el corazón de un hombre justo.» Y le dije: «Señor, ¿me permites hacer algunas
preguntas más?» «Pregunta», me contestó. Y yo le dije: «Señor, si un hombre que
tiene una esposa que confía en el Señor la descubre en adulterio, ¿comete pecado el
marido que vive con ella?» «En tanto que esté en la ignorancia», me dijo, «no peca;
pero si el marido sabe que ella peca, y la esposa no se arrepiente, sino que continúa en
la fornicación, y el marido vive con ella, él se hace responsable del pecado de ella y es
un cómplice en su adulterio.» Y le dije: «¿Qué es, pues, lo que ha de hacer el marido
si la esposa sigue en este caso?» «Que se divorcie de ella», dijo él, «y que el marido
viva solo; pero si después de divorciarse de su esposa se casa con otra, él también
comete adulterio». «Así pues, Señor», le dije, «si después qve la esposa es divorciada
se arrepiente y desea regresar a su propio marido, ¿no ha de ser recibida?» «Sin duda
ha de serlo», me dijo; «si el marido no la recibe, peca y acarrea gran pecado sobre sí;
es más, el que ha pecado y se arrepiente debe ser recibido, pero no varias veces,
porque sólo hay un arrepentimiento para los siervos de Dios. Por amor a su
arrepentimiento, pues, el marido no debe casarse con otra. Esta es la manera de obrar
que se manda al esposo y a la esposa. No sólo», dijo él, «es adulterio si un hombre
contamina su carne, sino que todo el que hace cosas como los paganos comete
adulterio. Por consiguiente, si hechos así los sigue haciendo un hombre y no se
arrepiente, mantente aparte de él y no vivas con él. De otro modo, tú también eres
partícipe de su pecado. Por esta causa, se os manda que permanezcáis solos, sea el
marido o la esposa; porque en estos casos es posible el arrepentimiento. Yo», me dijo,
«no doy oportunidad para que la cosa se quede así, sino con miras a que el pecador no
peque más. Pero, con respecto al pecado anterior, hay Uno que puede dar curación: El
es el que tiene autoridad sobre todas las cosas.»

[30] II. Y le pregunté de nuevo, y dije: «Siendo así que el Señor me tuvo por digno de
que permanecieras siempre conmigo, permíteme todavía decir unas pocas palabras,
puesto que no entiendo nada, y mi corazón se ha vuelto más denso por mis actos
anteriores. Hazme entender, porque soy muy necio, y no capto absolutamente nada.»
El me contestó, diciéndome: «Yo presido sobre el arrepentimiento y doy comprensión
a todos los que se arrepienten. Es más, ¿no crees», me dijo, «que este mismo acto es
comprensión? El arrepentirse es una gran comprensión», dijo él. «Porque el hombre
que ha pecado comprende que ha hecho lo malo delante del Señor, y el hecho que ha
cometido entra en su corazón y se arrepiente y ya no obra mal, sino que hace bien en
abundancia, y humilla su propia alma, y la atormenta porque ha pecado. Ves, pues,
que el arrepentimiento es una gran comprensión.» «Es por esto, pues, Señor», le dije,
«que lo pregunto todo minuciosamente de ti; primero, porque soy un pecador;
segundo, porque no sé qué obras he de hacer para poder vivir, porque mis pecados son
muchos y varios.» «Tú vivirás», me dijo, «si guardas mis mandamientos y andas en
ellos; y todo el que oye estos mandamientos y los guarda, vivirá ante Dios.»

[31] III. Y le dije: «Todavía voy a hacer otra pregunta, Señor.» «Di», me contestó.
«He oído, Señor», le dije, «de ciertos maestros, que no hay otro arrepentimiento aparte
del que tuvo lugar cuando descendimos ab agua y obtuvimos remisión de nuestros
pecados anteriores.» El me contestó: «Has oído bien; porque es así. Porque el que ha
recibido remisión de pecados ya no debe pecar más, sino vivir en pureza. Pero como
tú inquieres sobre todas las cosas con exactitud, te declararé esto también, para que no
tengan excusa los que crean, a partir de ahora, en el Señor, o los que ya hayan creído.
Pues los que ya han creído, o van a creer en adelante, no tienen arrepentimiento para
los pecados, sino que tienen sólo remisión de sus pecados anteriores. A los que Dios
llamó, pues, antes de estos días, el Señor les designó arrepentimiento. Porque el Señor,
discerniendo los corazones y sabiendo de antemano todas las cosas, conoció la
debilidad de los hombres y las múltiples añagazas del diablo, en qué forma él
procurará engañar a los siervos de Dios, y se portará con ellos perversamente. El
Señor, pues, siendo compasivo, tuvo piedad de la obra de sus manos y designó esta
(oportunidad para) arrepentirse, y a mí me dio la autoridad sobre este arrepentimiento.
Pero te digo», me añadió, «si después de este llamamiento grande y santo, alguno,
siendo tentado por el diablo, comete pecado, sólo tiene una (oportunidad de)
arrepentirse. Pero si peca nuevamente y se arrepiente, el arrepentimiento no le
aprovechará para nada; porque vivirá con dificultad.» Yo le dije: «He sido vivificado
cuando he oído estas cosas de modo tan preciso. Porque sé que, si no añado a mis
pecados, seré salvo.» «Serás salvo», me dijo, «tú y todos cuantos hagan todas estas
cosas.»

[32] IV. Y le pregunté de nuevo, diciendo: «Señor, como has tenido paciencia
conmigo hasta aquí, declárame esta otra cuestión también.» «Di», me contestó. «Si
una esposa», le dije, «o supongamos un marido, muere, y el otro se casa, ¿comete
pecado el que se casa?» «No peca», me dijo; «pero si se queda sin casar, se reviste de
un honor mucho mayor y de gran gloria delante del Señor; con todo, si se casa, no
peca. Preserva, pues, la pureza y la santidad, y vivirás ante Dios. Todas estas cosas,
pues, que te digo ahora y te diré después, guárdalas desde ahora en adelante, desde el
día en que me fuiste encomendado, y yo viviré en tu casa. Pero, para tus
transgresiones anteriores habrá remisión si guardas mis mandamientos. Sí, y todos
tendrán remisión si guardan estos mandamientos y andan en esta pureza.»

Quinto Mandato

[33] I. «Sé paciente y entendido», dijo, «y tendrás dominio sobre todo lo malo, y
obrarás toda justicia. Porque si eres sufrido, el Espíritu Santo que habita en ti será
puro, no siendo oscurecido por ningún espíritu malo, sino que residiendo en un gran
aposento se regocijará y alegrará con el vaso en que reside, y servirá a Dios con
mucha alegría, teniendo prosperidad. Pero si sobreviene irascibilidad, al punto el
Espíritu Saiito, siendo delicado, es puesto en estrechez, no teniendo [el] lugar
despejado, y procura retirarse del lugar porque es ahogado por el mal espíritu, y no
tiene espacio para ministrar para el Señor como desea, ya que es contaminado por el
temperamento irascible. Porque el Señor mora en la longanimidad, pero el diablo en la
irascibilidad. Así pues, que los dos espíritus habiten juntos es inconveniente, y malo
para el hombre en el cual residen. Porque si tomas un poco de ajenjo y lo viertes en un
tarro de miel, ¿no se echa a perder toda la miel, y esto por una cantidad muy pequeña
de ajenjo? Porque destruye la dulzura de la miel, y ya no tiene el mismo atractivo para
el que lo posee, porque se ha vuelto amarga y ya es inservible. Pero si no se pone el
ajenjo en la miel, la miel es dulce y es útil para su dueño. Ves [pues] que la
longanimidad es muy dulce, más aún que la dulzura de la miel, y es útil al Señor, y El
reside en ella. Pero la irascibilidad es amarga e inútil. Si el temperamento irascible se
mezcla, pues, con la paciencia, la paciencia es contaminada y la intercesión del
hombre ya no es útil a Dios.» «Quisiera conocer, Señor», le dije, «la obra del
temperamento irascible, para que pueda guardarme de él.» «Sí, verdaderamente», me
contestó; «si tú no te guardas de él —tú y tu familia— has perdido toda esperanza.
Pero guárdate de él; porque yo estoy contigo. Sí, y todos los hombres deben
mantenerse alejados de él, todos los que de todo corazón se han arrepentido. Porque
yo estoy con ellos y los preservaré; porque todos fueron justificados por el ángel
santísimo.

[34] II. »Oye ahora», me dijo, «cuán mala es la obra de la irascibilidad, y en qué
forma subvierte a los siervos de Dios por sí misma, y cómo les lleva a extraviarse de la
justicia. Pero no descarría a aquellos que están plenamente en la fe, ni puede obrar
sobre ellos, porque el poder del Señor está con ellos; pero a los que están vacíos y son
de ánimo indeciso les hace descarriar. Porque cuando ve a estos hombres en
prosperidad se insinúa en el corazón del hombre, y sin ningún otro motivo, el hombre
o la mujer es agraviada a causa de las cosas seculares, sea sobre comidas o alguna
cosa trivial, o algún amigo, o sobre dar o recibir, o sobre cuestiones de este estilo.
Porque todas estas cosas son necias y vanas y sin sentido e inconvenientes para los
siervos de Dios. Pero la paciencia es grande y fuerte, y tiene un poder vigoroso y
grande, y es próspera en gran crecimiento, alegre, gozosa y libre de cuidado,
glorificando al Señor en toda sazón, no teniendo amargura en sí, permaneciendo
siempre tranquila y dulce. Esta paciencia, pues, reside en aquellos cuya fe es perfecta.
Pero el temperamento irascible es en primer lugar necio, voluble e insensato; luego, de
la necedad se engendra rencor; del rencor, enojo; del enojo, ira; de la ira, despecho;
entonces el despecho es un compuesto de todos estos elementos viles y pasa a ser un
pecado grande e incurable. Porque cuando todos estos espíritus residen en un vaso en
que reside también el Espíritu Santo, este vaso no puede contenerlos, sino que rebosa.
El espíritu delicado, pues, no estando acostumbrado a residir con un espíritu malo, ni
con aspereza, se aparta del hombre de esta clase, y procura residir en tranquilidad y
calma. Entonces, cuando se ha apartado de aquel hombre en el cual reside, este
hombre se queda vacío del espíritu justo, y a partir de entonces, siendo lleno de malos
espíritus, es inestable en todas sus acciones, siendo arrastrado de acá para allá por los
espíritus malos, y se ve del todo cegado y privado de sus buenas intenciones. Esto,
pues, ha sucedido a todas las personas de temperamento irascible. Abstente, así, del
temperamento irascible, el peor de los espíritus malos. Pero revístete de paciencia, y
resiste la irascibilidad y la aspereza, y te hallarás en compañía de la santidad que es
amada por el Señor. Procura, por tanto, no descuidar nunca este mandamiento; porque
si dominas este mandamiento, podrás asimismo guardar los restantes mandamientos
que estoy a punto de darte. Mantente firme en ellos dotado de poder; y que todos estén
dotados de poder, todos cuantos deseen andar en ellos.»

Sexto Mandato

[35] I. «Te encargué», me dijo, «en mi primer mandamiento que guardes la fe y el


temor y la templanza.» «Sí, señor», le dije. «Pero ahora», insistió, «quiero mostrarte
sus poderes también, para que puedas comprender cuál es el poder y efecto de cada
una de ellas. Porque sus efectos son dobles y hacen referencia tanto a lo justo como a
lo injusto. Por consiguiente, tú confía en la justicia, pero no confíes en la injusticia;
porque el camino de la justicia es estrecho, pero el camino de la injusticia es torcido.
Pero anda en el camino estrecho [y llano] y deja el torcido. Porque el camino torcido
no tiene veredas claras, sino lugares sin camino marcado, tiene piedras en que
tropezar, y es áspero y lleno de espinos. Así pues, es perjudicial para los que andan en
él. Pero los que andan en el camino recto, andan en terreno llano y sin tropezar:
porque no es ni áspero ni tiene espinos. Ves, pues, que es más conveniente andar en
este camino.» «Estoy contento, señor», le dije, «de andar en este camino.» «Tú
andarás, sí», dijo, «y todo el que se vuelva al Señor de todo corazón andará en él.»

[36] II. «Oye ahora», me dijo, «con respecto a la fe. Hay dos ángeles en cada hombre:
uno de justicia y otro de maldad.» «Señor», le dije, «¿cómo voy, pues, a conocer sus
actividades si los ángeles moran en mí?» «Escucha», me contestó, «y entiende sus
obras. El ángel de justicia es delicado y tímido, manso y sosegado. Por lo tanto,
cuando éste entra en tu corazón, inmediatamente habla contigo de justicia, de pureza,
santidad, contento, de todo acto justo y toda virtud gloriosa. Cuando todas estas cosas
entran en tu corazón, sabe que el ángel de justicia está contigo. [Estas, pues, son las
obras del ángel de justicia.] Confía en él, pues, y en sus obras. Ahora, ve las obras del
ángel de maldad también. Ante todo, es iracundo y rencoroso e insensato, y sus obras
son malas y nocivas para los siervos de Dios. Siempre que éste entra en tu corazón,
conócele por las palabras.» «No sé cómo voy a discernirle, Señor», le contesté.
«Escucha», dijo él. «Cuando te viene un acceso de irascibilidad o rencor, sabe que él
está en ti. Luego, cuando te acucia el deseo de muchos negocios y el de muchas y
costosas comilonas y borracheras y de varias lujurias que son impropias, y el deseo de
mujeres, y la codicia y la altanería y la jactancia, y de todas las cosas semejantes a
éstas; cuando estas cosas, pues, entran en tu corazón, sabe que el ángel de maldad está
contigo. Tú, pues, reconociendo sus obras, mantente apanado de él, y no confíes en él
en nada, porque sus obras son malas e impropias de los siervos de Dios. Aquí, pues,
tienes las obras de los dos ángeles. Entiéndelas, y confía en el ángel de justicia. Pero
del ángel de maldad mantente apanado, porque su enseñanza es mala en todo sentido;
porque aunque uno sea un hombre de fe, si el deseo de este ángel entra en su corazón,
este hombre, o esta mujer, ha de cometer algún pecado. Y si además un hombre o una
mujer es en extremo malo, y las obras del ángel de justicia entran en el corazón de este
hombre, por necesidad ha de hacer algo bueno. Ves, pues», dijo, «que es bueno seguir
al ángel de justicia y despedirse del ángel de maldad. Este mandamiento declara lo que
hace referencia a la fe, para que puedas confiar en las obras del ángel de justicia y,
haciéndolas, puedas vivir para Dios. Pero cree que las obras del ángel de maldad son
difíciles; así que, al no hacerlas, vivirás ante Dios.»

Séptimo Mandato

[37] «Teme al Señor», me dijo, «y guarda sus mandamientos. Así que guardando los
mandamientos de Dios serás poderoso en toda obra, y tus actos serán incomparables.
Porque en tanto que temas al Señor, harás todas las cosas bien. Este es el temor con el
cual deberías temer y ser salvo. Pero no temas al diablo; pues si temes al Señor, te
enseñorearás del diablo, porque no hay poder en él. [Porque] de aquel en quien no hay
poder, tampoco hay temor; pero a aquel cuyo poder es glorioso, a éste hay que temer.
Porque todo aquel que tiene poder es temido, en tanto que el que no tiene poder es
despreciado por todos. Pero teme las obras del diablo, porque son malas. Cuando tú
temas al Señor, temerás las obras del diablo y no las harás, sino que te abstendrás de
ellas. El temor es, pues, de dos clases. Si deseas hacer lo malo, teme al Señor, y no lo
hagas. Pero si deseas hacer lo bueno, teme al Señor y hazlo. Por tanto, el temor del
Señor es poderoso y grande y glorioso. Teme al Señor, pues, y vivirás para El; sí, y
todos los que guardan sus mandamientos y le temen, vivirán para Dios.» «¿Por qué,
Señor», le pregunté, «has dicho con respecto a los que guardan sus mandamientos:
"Vivirán para Dios"?» «Porque», me dijo, «toda criatura teme al Señor, pero no todos
guardan sus mandamientos. Así pues, los que le temen y guardan sus mandamientos,
tienen vida ante Dios; pero los que no guardan sus mandamientos no tienen vida en
sí.»

Octavo Mandato

[38] «Te dije», prosiguió, «que las criaturas de Dios tienen dos aspectos; porque la
templanza también los tiene. Porque en algunas cosas es justo ser templado, pero en
otras no lo es.» «Dame a conocer, señor», le dije, «en que cosas es recto ser templado
y en qué cosas no lo es.» «Escucha», me dijo: «Sé templado respecto a lo que es malo,
y no lo hagas; pero no seas templado respecto a lo que es bueno, sino hazlo. Porque si
eres templado para lo que es bueno, de modo que no lo haces, cometes un gran
pecado; pero si eres templado respecto a lo que es malo, de modo que no lo ejecutas,
haces una gran justicia. Sé templado, por consiguiente, absteniéndote de toda maldad, y
haz lo que es bueno.» «¿Qué clases de maldad, Señor», le dije, «son aquellas de que
hemos de abstenernos siendo templados?» «Oye», me dijo; «del adulterio y la
fornicación, del libertinaje y la embriaguez, de la lujuria perversa, de las muchas
viandas y lujos de los ricos, del jactarse y la altivez y el orgullo, de la falsedad y
hablar mal y la hipocresía, la malicia y toda blasfemia. Estas obras son las más
perversas de todas en la vida de los hombres. De estas obras, pues, el siervo de Dios
debe abstenerse, siendo templado; porque el que no es templado de modo que no se
abstiene de ellas, tampoco vive para Dios. Escucha, pues, lo que ocurre a éstos.»
«¡Cómo!», dije, «¿hay otros actos malos todavía, Señor?» «Sí», me dijo, «hay muchos
ante los cuales el siervo de Dios ha de ser templado y abstenerse: hurtos, falsedades,
privaciones, falsos testimonios, avaricia, malos deseos, engaño, vanagloria, jactancia,
y todas las cosas que son semejantes. ¿No crees que estas cosas son malas, sí, muy
malas», [dijo Él], «para los siervos de Dios? En todas estas cosas el que sirve a Dios
debe ejercer templanza y abstenerse de ellas. Sé, pues, templado, y abstente de todas
estas cosas, para que puedas vivir para Dios y ser contado entre los que ejercen
dominio propio en ellas. Estas son, por tanto, las cosas de las cuales debes abstenerte.
Ahora escucha», dijo, «las cosas en que no deberías ejercer abstención, sino hacerlas.
No ejerzas abstención en lo que es bueno, sino hazlo.» «Señor», le dije, «muéstrame el
poder de las cosas buenas también, para que pueda andar en ellas, y servirlas, para que
haciéndolas me sea posible ser salvo.» «Oye también», me dijo, «las cosas buenas que
debes hacer, de las cuales no tienes que abstenerte. Primero están la fe, el temor del
Señor, el amor, la concordia, las palabras de justicia, verdad, paciencia; no hay nada
mejor que estas cosas en la vida de los hombres. Si un hombre las guarda, y no se
abstiene de ellas, es bienaventurado en esta vida. Oye ahora las otras que se sigue de
ellas: ministrar a las viudas, visitar a los huérfanos y necesitados, rescatar a los siervos
de Dios en sus aflicciones, ser hospitalario (porque en la hospitalidad se ejerce la
benevolencia una y otra vez), no resistir a otros, ser tranquilo, mostrarse más sumiso
que todos los demás, reverenciar a los ancianos, practicar la justicia, observar el
sentimiento fraternal, soportar las ofensas, ser paciente, no guardar rencor, exhortar a
los que están enfermos del alma, no echar a los que han tropezado en la fe, sino
convertirlos y darles ánimo, reprender a los pecadores, no oprimir a los deudores e
indigentes, y otras acciones semejantes. ¿Te parecen buenas?», me preguntó. «¿Cómo,
Señor! ¿Puede haberlas mejores», le contesté. «Entonces anda con ellas», me dijo, «y
no te abstengas de ellas, y vivirás para Dios. Guarda este mandamiento, pues. Si obras
bien y no te abstienes de hacerlo, vivirás para Dios; sí, y todos los que obren así
vivirán para Dios. Y de nuevo, si no obras mal, sino que te abstienes de él, vivirás para
Dios; sí, y vivirán para Dios todos los que guardan estos mandamientos y andan en
ellos.»

Noveno Mandato

[39] Y él me dijo: «Aparta de ti todo ánimo indeciso y no dudes en absoluto de si has


de hacer suplicar a Dios, diciéndote a ti mismo: "¿Cómo puedo pedir una cosa del
Señor y recibirla siendo así que he cometido tantos pecados contra Él?" No razones de
esta manera, sino vuélvete al Señor de todo corazón, y no le pidas nada vacilando, y
conocerás su gran compasión, pues Él, sin duda, no te abandonará, sino que cumplirá
la petición de tu alma. Porque Dios no es como los hombres que guardan rencores,
sino que El mismo es sin malicia y tiene compasión de sus criaturas. Limpia, pues, tu
corazón de todas las vanidades de esta vida, y de las cosas mencionadas antes; y pide
al Señor, para que recibas todas las cosas, y no se te negará ninguna de todas tus
peticiones si no pides al Señor las cosas vacilando. Pero si fluctúas en tu corazón no
recibirás ninguna de tus peticiones. Porque los que vacilan respecto a Dios son los de
ánimo indeciso, y éstos nunca obtienen sus peticiones. Pero los que están llenos en la
fe, hacen todas sus peticiones confiando en el Señor, y reciben porque piden sin
vacilación, sin dudar; porque todo hombre de ánimo indeciso, si no se arrepiente,
difícilmente se salvará. Purifica, pues, tu corazón de toda duda en tu ánimo, y ten fe,
porque es fuerte, y confía en Dios para que recibas todas las peticiones que haces; y si
después de pedir algo al Señor recibes tu petición con alguna demora, no vaciles en tu
ánimo porque no has recibido la petición de tu alma al instante. Porque es por razón de
alguna tentación o alguna transgresión de la que tú no sabes nada que no recibes la
petición sino con demora. Por tanto, no ceses en hacer la petición de tu alma, y la
recibirás. Pero si te cansas, y dudas cuando pides, cúlpate a ti mismo y no a Aquel que
te lo da. Resuelve esta indecisión; porque es mala y sin sentido, y desarraiga a muchos
de la fe, sí, incluso a hombres fieles y fuertes. Porque verdaderamente esta duda en el
ánimo es hija del diablo y causa gran daño a los siervos de Dios. Por tanto, desprecia
estas dudas del ánimo y domínalas en todo, revistiéndote de fe, que es fuerte y
poderosa. Puesto que la fe promete todas las cosas, realiza todas las cosas; pero el
ánimo indeciso, que no tiene confianza en sí mismo, falla en todas las obras que hace.
Ves, pues», dijo, «que la fe viene de arriba, del Señor, y tiene gran poder; pero el
ánimo vacilante es un espíritu terreno del diablo, y no tiene poder. Por tanto, sirve a la
fe que tiene poder, y mantente lejos del ánimo vacilante, y vivirás para Dios; sí, y
todos los que piensan igual vivirán para Dios.»

Décimo Mandato

[40] I. «Ahuyenta de ti la tristeza», me dijo, «porque es la hermana del ánimo indeciso


y el temperamento irascible.» «¿Cómo, Señor», le dije, «es hermana de éstos? Porque
el temperamento irascible me parecer ser una cosa; el ánimo vacilante, otra; la pena,
otra.» «Eres un necio», me contestó, «[y] no te das cuenta que la tristeza es peor que
todos los espíritus, y muy fatal para los siervos de Dios, y más que todos los espíritus
destruye al hombre, y apaga al Espíritu Santo, y por otro lado lo salva.» «Yo, Señor»,
le dije, «no tengo entendimiento, y no comprendo estas parábolas. Porque ¿cómo
puede destruir y salvar?, esto no lo comprendo.» «Escucha», me dijo: «Los que nunca
han investigado respecto a la verdad, ni inquirido respecto a la divinidad, sino
meramente creído, y se han mezclado en negocios y riquezas y amigos paganos y
muchas otras cosas de este mundo; cuantos, digo, se dedican a estas cosas, no
comprenden las parábolas de la deidad; porque han sido entenebrecidos por sus
acciones, y se han corrompido y hecho infructuosos. Como las viñas buenas, que
cuando se las abandona y descuida se vuelven infructuosas por las zarzas y hierbas de
todas clases, lo mismo los hombres que, después de haber creído, caen en estas
muchas ocupaciones que hemos mencionado antes, pierden su entendimiento y no
comprenden nada en absoluto con respecto a la justicia; porque si oyen acerca de la
deidad y la verdad, su mente está absorta en sus ocupaciones, y no perciben nada en
absoluto. Pero si tienen el temor de Dios, e investigan con respecto a la deidad y a la
verdad, y dirigen su corazón hacia el Señor, perciben y entienden todo lo que se les
dice más rápidamente, porque el temor del Señor está en ellos; porque donde reside el
Señor, allí también hay gran entendimiento. Adhiérete, pues, al Señor, y comprenderás
y advertirás todas las cosas.

[41] II. »Escucha ahora, hombre sin sentido», me dijo, «en qué forma la tristeza
oprime al Espíritu Santo y le apaga, y en qué forma salva. Cuando el hombre de ánimo
indeciso emprende alguna acción, y fracasa en ella debido a su ánimo indeciso, la
tristeza entra en el hombre, y contrista al Espíritu Santo y lo apaga. Luego, cuando el
temple irascible se adhiere al hombre con respecto a algún asunto, y está muy
contrariado, de nuevo la tristeza entra en el corazón del hombre que estaba contrariado
y es compungido por el ácto que ha cometido, y se arrepiente de haber obrado mal.
Esta tristeza, pues, parece traer salvación, porque se arrepiente de haber hecho el mal.
Así pues, las operaciones entristecen al Espíritu, primero, el ánimo indeciso entristece
al Espíritu, porque no consigue el asunto que quiere, y el temple irascible también,
puesto que hizo algo malo. Por consiguiente, los dos contristan al Espíritu: el ánimo
indeciso y el temple irascible. Ahuyenta de ti, pues, tu tristeza, y no aflijas al Espíritu
Santo que mora en ti, para que no suceda que interceda a Dios [contra ti] y se aparte
de ti. Porque el Espíritu de Dios, que fue dado a esta carne, no soporta la tristeza ni el
ser constreñido.

[42] III. »Por tanto, revístete de alegría y buen ánimo, que siempre tiene favor delante
de Dios, y le es aceptable, y regocíjate en ellos. Porque todo hombre animoso obra
bien, y piensa bien, y desprecia la tristeza; pero el hombre triste está siempre
cometiendo pecado. En primer lugar comete pecado, porque contrista al Espíritu
Santo, que fue dado al hombre siendo un espíritu animoso; y en segundo lugar, al
contristar al Espíritu Santo, pone por obra iniquidad, ya que ni intercede ante Dios ni
le confiesa. Porque la intercesión de un hombre triste nunca tiene poder para ascender
al altar de Dios.» «¿Por qué», pregunté yo, «la intercesión del que está triste no
asciende al altar?» Me contestó: «Porque la tristeza está situada en su corazón. Por
ello, la tristeza mezclada con la intercesión no permite que la intercesión ascienda pura
al altar. Porque como el vinagre cuando se mezcla con vino en el mismo (vaso) no
tiene el mismo sabor agradable, del mismo modo la tristeza mezclada con el Espíritu
Santo no produce la misma intercesión (que produciría el Espíritu Santo solo). Por
consiguiente, purifícate de tu malvada tristeza, y vivirás para Dios; si, y todos viven
para Dios, los que echan de sí la tristeza y se revisten de buen ánimo y alegría.»

Undécimo Mandato
[43] Y me mostró a unos hombres sentados en un sofá, y a otro hombre sentado en
una silla. Y me dijo: «¿Ves a éstos que están sentados en el sofá?» «Los veo, Señor»,
le dije. «Estos», me contestó, «dan fruto, pero el que está sentado en la silla es un falso
profeta que destruye la mente de los siervos de Dios —es decir, los de ánimo
vacilante, no de los fieles—. Estos de ánimo indeciso, por tanto, van a él como un
adivinador e inquieren de él lo que les sucederá. Y él, el falso profeta, no teniendo
poder de un Espíritu divino en sí, habla con ellos en concordancia con sus preguntas [y
en concordancia con las concupiscencias de su maldad], y llena sus almas según ellos
desean que sean llenadas. Porque, siendo vacío él mismo, da respuestas vacías a los
inquiridores vacíos; porque a toda pregunta que se le haga, responde en conformidad
con lo vacío del hombre. Pero dice también algunas palabras de verdad; porque el
diablo le llena de su propio espíritu, por si acaso le es posible abatir a algunos de los
justos. Así pues, todos los que son fuertes en la fe del Señor, revestidos de la verdad,
no se unen a estos espíritus, sino que se mantienen a distancia de ellos; pero cuantos
son de ánimo vacilante y cambian su opinión con frecuencia, practican la adivinación
como los gentiles y acarrean sobre sí mismos mayor pecado con sus idolatrías. Porque
el que consulta a un profeta falso sobre alguna cosas, es un idólatra y está exento de la
verdad y de sentido. Porque a ningún Espíritu dado por Dios hay necesidad de
consultarle, sino que, teniendo el poder de la deidad, dice todas las cosas de sí mismo,
porque es de arriba, a saber, del poder del Espíritu divino. Pero el espíritu que es
consultado, y habla en conformidad con los deseos de los hombres, es terreno y
voluble, no teniendo poder; y no habla en absoluto, a menos que sea consultado.»
«¿Cómo, pues, señor», le dije, «sabrá un hombre quién es un profeta y quién es un
profeta falso?» «Escucha», me contestó, «respecto a estos dos profetas; y, como te
diré, así pondrás a prueba al profeta y al falso profeta. Por medio de su vida pon a
prueba al hombre que tiene el Espíritu divino. En primer lugar, el que tiene el Espíritu
[divino], que es de arriba, es manso y tranquilo y humilde, y se abstiene de toda
maldad y vano deseo de este mundo presente, y se considera inferior a todos los
hombres, y no da respuesta a ningún hombre cuando inquiere de él, ni habla en secreto
(porque tampoco habla el Espíritu Santo cuando un hombre quiere que lo haga), sino
que este hombre habla cuando Dios quiere que lo haga. Así pues, cuando el hombre
que tiene el Espíritu divino acude a una asamblea de hombres justos, que tienen fe en
el Espíritu divino, y se hace intercesión a Dios en favor de la congregación de estos
hombres, entonces el ángel del espíritu profético que está con el hombre llena al
hombre, y éste, siendo lleno del Espíritu Santo, habla a la multitud, según quiere el
Señor. De esta manera, pues, el Espíritu de la deidad será manifestado. Esta, por tanto,
es la grandeza del poder que corresponde al Espíritu de la divinidad que es del Señor.»
«Oye ahora», me dijo, «respecto al espíritu terreno y vano, que no tiene poder, sino
que es necio. En primer lugar, este hombre que parece tener un espíritu, se exalta a sí
mismo, y desea ocupar un lugar principal, e inmediatamente es imprudente y
desvergonzado y charlatán y habla familiarizado en -muchas cosas lujuriosas y
muchos otros engaños, y recibe dinero por su actividad profética, y si no lo recibe, no
profetiza. Ahora bien, ¿puede un Espíritu divino recibir dinero y profetizar? No es
posible que un profeta de Dios haga esto, sino que el espíritu de estos profetas es
terreno. En segundo lugar, nunca se acerca a una asamblea de justos; sino que los
evita, y se junta con los de ánimo indeciso y vacíos, y profetiza para ellos en los
rincones, y los engaña, diciéndoles toda clase de cosas en vaciedad, para gratificar sus
deseos; porque también son vacíos aquellos a los que contesta. Porque el vaso vacío es
colocado junto con el vacío, y no se rompe, sino que están de acuerdo el uno con el
otro. Pero cuando este hombre entra en una asamblea llena de justos, que tienen un
Espíritu de la divinidad, y ellos hacen intercesión, este hombre es vacío, y el espíritu
terreno huye de él con temor, y el hombre se queda mudo y se queda desconcertado,
sin poder decir una sola palabra. Porque si colocas vino o aceite en una alacena, y
pones una vasija vacía entre ellos, y luego deseas vaciar la alacena, la vasija que
habías colocado allí vacía la vas a sacar vacía. Del mismo modo, también, los profetas
vacíos, siempre que se ponen en contacto con los espíritus de los justos, después
quedan igual que antes. Te he mostrado la vida de las dos clases de profetas. Por lo
tanto, pon a prueba, por su vida y sus obras, al hombre que dice que es movido por el
Espíritu. Así pues, confía en el Espíritu que viene de Dios y tiene poder; pero en el
espíritu terreno y vacío no pongas confianza alguna; porque en él no hay poder, puesto
que viene del diablo. Escucha [pues] la parábola que te diré. Toma una piedra y échala
hacia arriba al cielo, ve si puedes alcanzarlo; o también, lanza un chorro de agua hacia
el cielo, y mira si puedes penetrar en el cielo.» Y le dije: «Señor, ¿cómo pueden
hacerse estas cosas? Porque las dos cosas que has mencionado están más allá de
nuestro poder.» «Bien, pues», me dijo, «del mismo modo que estas cosas están más
allá de nuestro poder, igualmente los espíritus terrenos no tienen poder y son débiles.
Ahora toma el poder que viene de arriba. El granizo es una piedrecita pequeña y, con
todo, cuando cae sobre la cabeza de un hombre, ¡cuánto dolor causa! O, también, toma
una gota que cae del tejado al suelo y hace un hueco en la piedra. Ves, por
consiguiente, que las cosas pequeñas de arriba caen sobre la tierra con gran poder. De
la misma manera, el Espíritu divino, viniendo de arriba, es poderoso. Confía, pues, en
este Espíritu, pero mantente lejos del otro.»

Duodécimo Mandato

[44] I. Y me dijo: «Aparta de ti todo mal deseo, y revístete del deseo que es bueno y
santo; porque revestido de este deseo podrás aborrecer el mal deseo, y le pondrás brida
y lo dirigirás según quieras. Porque el mal deseo es salvaje, y sólo se domestica con
dificultad; porque es terrible, y por su tosquedad es muy costoso a los hombres; más
especialmente, si un siervo de Dios se enmaraña en él y no tiene entendimiento, le es
en extremo costoso. Además, es costoso a los hombres que no están revestidos del
buen deseo, sino que están enzarzados en esta vida. A estos hombres, por tanto, los
entrega a la muerte.» «Oh Señor», dije yo, «ide qué clase son las obras del mal deseo,
que entrega al hombre a la muerte? Dame a conocer estas obras para que pueda
mantenerme alejado de ellas.» «Escucha», [dijo él], «a través de qué obras el mal
deseo acarrea muerte a los siervos de Dios.
[45] II. »Ante todo, el deseo de la esposa o marido de otro, y de los extremos de
riqueza, y de muchos lujos innecesarios, y de bebidas y otros excesos, muchos y
necios. Porque todo lujo es necio y vano para los siervos de Dios. Estos deseos, pues,
son malos, y causan la muerte a los siervos de Dios. Porque este mal deseo es un hijo
del diablo. Por lo tanto, tenéis que absteneros de los malos deseos, para que,
absteniéndoos, podáis vivir para Dios. Pero todos los que son dominados por ellos, y
no los resisten, son puestos a muerte del todo; porque estos deseos son mortales. Pero
tú revístete del deseo de justicia, y habiéndote armado con el temor del Señor,
resístelos. Porque el temor de Dios reside en el buen deseo. Si el mal deseo te ve
armado con el temor de Dios y resistiéndole, se irá lejos de ti y no le verás más, pues
teme tus armas. Por tanto, tú, cuando seas recompensado con la corona de victoria
sobre él, ven al deseo de justicia, y entrégale el premio del vencedor que has recibido,
y sírvele, según ha deseado. Si tú sirves al buen deseo, y estás sometido a él, tendrás
poder para dominar al mal deseo, y someterle, según quieras.»

[46] III. «Me gustaría saber, Señor», le dije, «en qué formas debería servir al buen
deseo». «Escucha», me dijo; «practica la justicia y la virtud, la verdad y el temor del
Señor, la fe y la mansedumbre, y otros actos buenos así. Practicándolos, serás
agradable como siervo de Dios, y vivirás para El; sí, y todo el que sirve al buen deseo
vivirá para Dios.»

Así completó él los doce mandamientos, y me dijo: «Tú tienes estos mandamientos;
anda en ellos, y exhorta a los que te escuchan a que se arrepientan y sean puros
durante el resto de los días de su vida. Cumple este ministerio que te encargo, con toda
diligencia, hasta el fin, y habrás hecho mucho. Porque hallarás favor entre aquellos
que están a punto de arrepentirse, y obedecerán tus palabras. Porque estaré contigo, y
yo les constreñiré a que te obedezcan.»

Y yo le dije: «Señor, estos mandamientos son grandes y hermosos y gloriosos, y


pueden alegrar el corazón del hombre que es capaz de observarlos. Pero no sé si estos
mandamientos pueden ser guardados por un hombre, porque son muy difíciles.» El me
contestó y me dijo: «Si te propones guardarlos, los guardarás fácilmente, y no serán
difíciles; pero si entran alguna vez en tu corazón que no pueden ser guardados por el
hombre, no los guardarás. Pero ahora te digo: si no los guardas, sino que los
descuidas, no tendrás salvación, ni tus hijos ni tu casa, puesto que ya has pronunciado
juicio contra ti que estos mandamientos no pueden ser guardados por el hombre. »

[47] IV. Y me dijo estas cosas muy enojado, de modo que yo estaba consternado, y
en extremo espantado; porque su aspecto cambió, de modo que un hombre no podía
soportar su ira. Y cuando vio que yo estaba perturbado y confundido, empezó a hablar
de modo más amable [y jovial], y me dijo: «Necio, vacío de entendimiento y de ánimo
indeciso, ¿no te das cuenta de la gloria de Dios, lo grande y poderosa y maravillosa
que es, que ha creado el mundo por amor al hombre, y le ha sometido su creación, y le
ha dado toda autoridad para que se enseñoree de todas las cosas debajo del cielo? Si,
pues», [dijo],«el hombre es señor de todas las criaturas de Dios y domina todas las
cosas, ¿no puede también dominar estos mandamientos? Sí», dijo él, «el hombre que
tiene al Señor en su corazón puede dominar [todas las cosas y] todos estos
mandamientos. Pero los que tienen al Señor en sus labios, en tanto que su corazón está
endurecido y lejos del Señor, para ellos estos mandamientos son duros e inaccesibles.
Por tanto, vosotros los que sois vacíos y volubles en la fe, poned a vuestro Señor en
vuestro corazón, y os daréis cuenta que no hay nada más fácil que estos
mandamientos, ni más dulce ni más agradable. Convertíos los que andáis según los
mandamientos del diablo, (los mandamientos del cual son) difíciles y amargos y
extremosos y disolutos; y no temáis al diablo, porque no hay poder en él contra
vosotros. Porque yo estaré con vosotros, yo, el ángel del arrepentimiento, que tiene
dominio sobre él. El diablo sólo tiene temor, pero este temor no es fuerza. No le
temáis, pues, y huirá de vosotros.»

[48] V. Y yo le dije: «Señor, escúchame unas pocas palabras.» «Di lo que quieras»,
me contestó. «Señor», le dije, «el hombre está ansioso de guardar los mandamientos
de Dios, y no hay uno solo que no pida al Señor que le corrobore en sus
mandamientos, y sea sometido a ellos; pero el diablo es duro y se enseñorea de ellos.»
«No puede enseñorearse de los siervos de Dios», dijo él, «cuando ponen su esperanza
en El de todo su corazon. El diablo puede luchar con ellos, pero no puede vencerlos.
Así pues, si le resistís, será vencido, y huirá de vosotros avergonzado. Pero todos
cuantos sean por completo vacíos», dijo él, «que teman al diablo como si tuviera
poder. Cuando un hombre ha llenado suficiente número de jarras de buen vino, y entre
estas jarras hay unas pocas que han quedado vacías, él se llega a las jarras, y no
examina las llenas, porque sabe que están llenas; sino que examina las vacías,
temiendo que se hayan vuelto agrias. Porque las jarras vacías pronto se vuelven agrias,
y echan a perder el sabor del vino. Así también el diablo viene a todos los siervos de
Dios para tentarles. Todos los que tienen una fe completa, se le oponen con poder, y él
los deja, no teniendo punto por el cual pueda entrar en ellos. Así que va a los otros que
están vacíos y, hallando un lugar, entra en ellos, y además hace lo que quiere en ellos,
y pasan a ser sus esclavos sumisos.

[49] VI. »Pero yo, el ángel del arrepentimiento, os digo: No temáis al diablo; porque
yo fui enviado para estar con vosotros los que os arrepentís de todo corazón, y para
confirmaros en la fe. Creed, pues, en Dios, vosotros los que por razón de vuestros
pecados habéis desesperado de vuestra vida, y estáis añadiendo a vuestros pecados, y
haciendo que se hunda vuestra vida; porque si os volvéis al Señor de todo corazón, y
obráis justicia los días que os quedan de vida, y le servís rectamente según su
voluntad, Él os sanará de vuestros pecados anteriores y tendréis poder para dominar
las obras del diablo. Pero no hagáis ningún caso de las amenazas del diablo; porque
sus tendones son impotentes, como los de un muerto. Oídme, pues, y temed a Aquel
que puede hacer todas las cosas para salvar y para destruir, y observad estos
mandamientos y viviréis para Dios.» Y yo le dije: «Señor, ahora me siento fortalecido
en todas las ordenanzas del Señor, porque tú estás conmigo; y sé que tú vas a aplastar
todo el poder del diablo, y nos enseñorearemos de él y prevaleceremos sobre todas sus
obras. Y espero, Señor, que ahora seré capaz de guardar estos mandamientos que tú
has mandado, capacitado por el Señor.» «Los guardarás», me dijo, «si tu corazón es
puro ante el Señor, sí, y los guardarán todos cuantos purifiquen sus corazones de los
deseos vanos de este mundo y vivan para Dios.»

Parábolas que me explicó

[Parábola primera]

[50] Me dijo: «Sabéis que vosotros los siervos de Dios estáis viviendo en un país
extranjero; porque vuestra ciudad está muy lejos de esta ciudad. Así pues, si conocéis
vuestra ciudad, en la cual viviréis, ¿por qué os procuráis campos aquí, y hacéis
costosas preparaciones, y acumuláis edificios y habitaciones que son superfluos? Por
tanto, el que prepara estas cosas para esta ciudad no tiene intención de regresar a su
propia ciudad. ¡Oh hombre necio, de ánimo indeciso y desgraciado!, ¿no ves que todas
estas cosas son extrañas, y están bajo el poder de otro? Porque el señor de esta ciudad
dirá: "No quiero que éste resida en mi ciudad; vete de esta ciudad, porque no te
conformas a mis leyes." Tú, pues, que tienes campos y moradas y muchas otras
posesiones, cuando serás echado por él, ¿qué harás con tu campo y tu casa y todas las
otras cosas que has preparado para ti? Porque el señor de este país te dice con justicia:
"O bien te conformas a mis leyes, o abandonas mi país." ¿Qué harás, pues, tú que estás
bajo la ley de tu propia ciudad? ¿Por amor a tus campos y el resto de tus posesiones
repudiarás tu ley y andarás conforme a la de esta ciudad? Vigila que no te sea
inconveniente el repudiar tu ley; porque si quieres regresar de nuevo a tu propia
ciudad, con toda seguridad no serás recibido [porque has repudiado la ley de tu
ciudad], y se te excluirá de ella. Vigila, pues; como residente en una tierra extraña no
prepares más para ti, como no sea lo estrictamente necesario y suficiente, y está
preparado para que, cuando el señor de esta ciudad desee echarte por tu oposición a su
ley, puedas partir de esta ciudad e ir a tu propia ciudad, y usar tu propia ley
gozosamente, libre de toda ofensa. Procura, pues, que sirvas a Dios y le tengas en tu
corazón; haz las obras de Dios teniendo en cuenta sus mandamientos y las promesas
que Él ha hecho, y cree en Él que Él las realizará si guardas sus mandamientos. Por
tanto, en vez de campos, compra almas que estén en tribulación, como puede cada
cual, y visita a las viudas y los huérfanos, y no lo descuides; y gasta tus riquezas y
todos tus recursos, que has recibido de Dios, en campos y casas de esta clase. Porque
para este fin os ha enriquecido el Señor, para que podáis ejecutar estos servicios suyos.
Es mucho mejor comprax campos [y posesiones] y casas de esta clase, que hallarás en
tu propia ciudad cuando vayas a residir a ella. Este dispendio abuñdante es hermoso y
gozoso y no trae tristeza ni temor, sino gozo. El gasto del pagano, pues, no lo
practiques; porque no es conveniente para los siervos de Dios. Sino practica tu propio
dispendio en el cual puedes gozarte; y no corrompas, ni toques lo que es de otro, ni lo
desees; porque es malo desear las posesiones de otro. Pero ejecuta tu propia tarea y
serás salvo.»

Otra Parábola [segunda]

[51] Mientras andaba por el campo noté un olmo y una vid, y estando distinguiéndolos
a los dos y a sus frutos, el pastor se me apareció y me dijo: «¿Qué estás meditando
dentro de ti?» «Estoy pensando, [señor]», le dije, «sobre el olmo y la vid, que son en
extremo apropiados el uno al otro.» «Estos dos árboles», me dijo, «son designados
como un (ejemplo) para los siervos de Dios.» «Quisiera saber [señor]», le dije, «el
ejemplo contenido en estos árboles de los cuales estás hablando.» «Mira», me dijo, «el
olmo y la vid.» «Los veo, señor», le dije. «Esta vid», dijo él, «da fruto, pero el olmo es
de un tronco que no produce fruto. Con todo, esta vid, a menos que se encarame por el
olmo, no puede llevar mucho fruto cuando se arrastra por el suelo; y el fruto que
produce entonces es malo, porque no está suspendida del olmo. Cuando la vid se
adhiere al olmo, pues, da fruto de sí y desde el olmo. Ves, pues, que el olmo también
da [mucho] fruto, no menos que la vid, sino más aún.» «¿Cuánto más, señor?»,
pregunté yo. «Porque», dijo él, «la vid, cuando cuelga del olmo, da fruto en
abundancia y en buena condición; pero cuando se arrastra por el suelo, da poco fruto y
éste se pudre. Esta parábola, por lo tanto, es aplicable a los siervos de Dios, a los
pobres y a los ricos por un igual.» «¿Cómo?, señor», le pregunté; «dímelo».
«Escucha», contestó; «el rico tiene mucha riqueza pero en las cosas del Señor es
pobre, pues las riquezas le distraen y su confesión e intercesión al Señor es muy
escasa; y aun cuando da, es poco y débil, y no tiene poder de arriba. Así pues, cuando
el rico va al pobre y le ayuda en sus necesidades, creyendo que por lo que hace al
pobre recibirá recompensa de Dios —porque el pobre es rico en intercesión [y
confesión], y su intercesión tiene gran poder con Dios—, el rico, pues, suple todas las
cosas al pobre sin titubear. Pero el pobre, siendo provisto por el rico, hace intercesión
por él, dando gracias a Dios por el (rico) que le ha dado a él. Y el otro es todavía más
celoso de ayudar al pobre, para que pueda seguir viviendo; porque sabe que la
intercesión del pobre es aceptable y rica delante de Dios. Los dos, pues, cumplen su
obra; el pobre haciendo intercesión, en que es rico [y que él recibe del Señor]; y la
devuelve, otra vez, al Señor que se la proporciona. El rico, también, de igual manera
provee al pobre, sin vacilar, las riquezas que ha recibido del Señor. Y esta obra es
grande y aceptable a Dios, porque (el rico) entiende (el objeto) de sus riquezas, y
provee para el pobre de los tesoros del Señor, y realiza el servicio del Señor
rectamente. A la vista de los hombres, pues, el olmo parece no llevar fruto, y no saben
ni perciben que si viene una sequía, el olmo, teniendo agua, nutrirá a la vid, y la vid,
teniendo provisión constante de agua, dará doble cantidad de fruto, tanto para sí como
para el olmo. De la misma manera el pobre, al interceder ante el Señor por el rico,
afianza sus riquezas, y también el rico, supliendo las necesidades del pobre, afianza su
alma. Así pues, los dos participan en la obra justa. Por tanto, el que hace estas cosas
no será abandonado por Dios, sino que será inscrito en los libros de los vivos.
Bienaventurados son los ricos que entienden también que son enriquecidos por el
Señor. Porque los que piensan así podrán hacer una buena obra.»

Otra Parábola [tercera]

[52] Y me mostró muchos árboles que no tenían hojas, sino que me parecía a mí como
si estuvieran secos; porque todos parecían lo mismo. Y él me dijo: «¿Ves estos
árboles?» «Los veo, señor», le dije; «todos son iguales, y están secos.» El me contestó
y me dijo: «Estos árboles que ves son los que residen en este mundo.» «¿Por qué es
así, señor», le pregunté, «que es como si estuvieran secos, y todos igual?» «Porque en
este mundo, ni el justo es distinguible ni el pecador; todos son iguales. Porque este
mundo es invierno para el justo, y no son distinguibles, pues residen con los
pecadores. Porque así como en el invierno los árboles, habiendo perdido sus hojas, son
semejantes, y no se puede distinguir cuáles están secos y cuáles están vivos, así
también en este mundo, ni el justo ni los pecadores son distinguibles, sino que todos
son iguales.»

Otra Parábola [cuarta]

[53] Y me volvió a mostrar muchos árboles, algunos que estaban brotando, otros
secos, y me dijo: «¿Ves estos árboles?» «Los veo, señor», le contesté; «algunos están
brotando y otros están secos.» «Estos árboles», me contestó, «que están brotando son
los justos, que residirán en el mundo venidero; porque el mundo venidero es verano
para los justos, pero invierno para los pecadores. Así, cuando la misericordia del Señor
resplandezca, entonces los que sirven a Dios serán manifestados; sí, y todos los
hombres serán manifestados. Porque como en verano los frutos de cada árbol son
manifestados, y son reconocidos y se distingue de qué clase son, así también los frutos
de los justos serán manifestados, y todos [incluso el más pequeño] se verá que
florecen en el otro mundo. Pero los gentiles y los pecadores, tal como viste los árboles
que estaban secos, así se hallarán también, secos y sin fruto, en el otro mundo, y serán
quemados como combustible, y serán puestos de manifiesto, porque su conducta
cuando vivían había sido mala. Porque los pecadores serán quemados, porque pecaron
y no se arrepintieron; y los gentiles serán quemados, porque no conocieron al que les
había creado. Da, pues, fruto, para que en el verano pueda ser conocido tu fruto. Pero
abs-tente del exceso de negocios, y nunca caerás en pecado alguno. Porque los que
están ocupados en exceso, pecan mucho también, siendo distraídos de sus
ocupaciones, y en modo alguno sirven a su propio Señor. ¿Cómo es posible», preguntó
él, «que un hombre tal pueda pedir algo del Señor y recibirlo, siendo así que no sirve
al Señor? [Porque] los que le sirven, éstos recibirán sus peticiones, pero los que no
sirven al Señor, éstos no recibirán nada. Pero si alguno se ocupa de una sola acción, es
capaz de servir al Señor; porque su mente no es desviada de (seguir) al Señor, sino que
le sirve, porque guarda su mente pura. Por consiguiente, si haces estas cosas, podrás
dar fruto para el mundo venidero; sí, y todo el que hace estas cosas dará fruto.»
Otra Parábola [quinta]

[54] I. Mientras estaba ayunando y sentado en cierta montaña, y dando gracias al


Señor por todo lo que Él había hecho por mí, vi al pastor sentado junto a mí, que me
decía: «¿Por qué vienes aquí tan temprano por la mañana?» «Señor», le contesté,
«porque estoy guardando "una temporada"» Y me preguntó: «¿Qué es "una
temporada"?» «Estoy ayunando, señor», le contesté. «¿Y qué es este ayuno», dijo él,
[que estás observando]?» «El que estoy acostumbrado a observar, señor», dije yo; «así
ayuno.» Y me contestó: «No sabes cómo ayunar ante el Señor, ni es ayuno este ayuno
sin provecho ni valor que estas haciendo ante Él.» «¿Por qué, señor», pregunté yo,
«dices esto?» «Te digo», me contestó, «que esto que observas no es un ayuno; pero yo
te enseñaré que es un ayuno completo y aceptable al Señor. Escucha», dijo; «Dios no
desea un ayuno tan vano; porque al ayunar así ante Dios no haces nada por la justicia.
Pero observa [ante Dios] un ayuno así: no hagas maldad en tu vida, y sirve al Señor de
puro corazón; observa sus mandamientos y anda en sus ordenanzas, y que ningún mal
deseo se levante en tu corazón; sino cree en Dios. Entonces, si haces estas cosas y le
temes y te abstienes de todo mal, vivirás para Dios; y si haces estas cosas, guardarás
un gran ayuno, un ayuno aceptable a Dios.

[55] II. »Escucha la parábola que te contaré con relación al ayuno. Cierto hombre
tenía una hacienda, muchos esclavos, y una porción de su hacienda la había plantado
de viñas; y escogiendo a cierto esclavo que era de confianza y agradable (y) tenido en
honor, llamándole, le dijo: "Toma esta viña [que yo he plantado] y ponle una valla
alrededor [hasta que yo venga], pero no hagas nada más a la viña. Ahora bien, guarda
este mi mandamiento, y serás libre en mi casa." Entonces el amo de los siervos se fue
a viajar al extranjero. Cuando se hubo ido, el siervo puso una valla, alrededor de la
viña; y habiendo terminado de poner el vallado a la viña notó que estaba llena de
malas hierbas. Así que razonó dentro de sí: "Esta orden de mi señor ya la he cumplido.
Ahora voy a cavar esta viña, y estará más limpia cuando termine; y cuando no tenga
malas hierbas rendirá más fruto, porque no será ahogada por las malas hierbas." Así
que cayó la viña, y todas las raíces que había en la viña fueron arrancadas. Y la viña se
veía limpia y floreciente cuando no tenía raíces que la ahogaban. Después de cieno
tiempo el amo del siervo [y de la finca] regresó y fue a ver la viña. Y viendo la viña
con su vallado alrededor, y [todas] las malas hierbas arrancadas, y las vides
floreciendo, se regocijó [muchísimo] por lo que el siervo había hecho. Así que llamó a
su querido hijo, que era su heredero, y los amigos que eran sus consejeros, y les dijo lo
que él había mandado a su siervo, y cuánto había encontrado. Y ellos se regocijaron
con el siervo por el testimonio que su amo había dado de él. Y el amo les dijo: "Yo
prometí a este siervo la libertad si él guardaba los mandamientos que le había
mandado; pero él guardó mis mandamientos e hizo una buena obra, además, a la viña,
y me agradó muchísimo. Por esta obra que ha hecho, pues, deseo hacerle coheredero
con mi hijo, porque, cuando tuvo esta buena idea, no la descuidó, sino que la
cumplió." El hijo del amo estuvo de acuerdo con este propósito de su padre, que el
siervo debía ser hecho coheredero con el hijo. Después de algunos días, su amo hizo
una fiesta, y le envió muchos manjares exquisitos de la fiesta. Pero cuando el siervo
recibió [los manjares que le enviaba el amo], tomó lo que era suficiente para él y
distribuyó el resto entre sus consiervos. Y sus consiervos, cuando hubieron recibido
los manjares, se regocijaron, y empezaron a orar por él, para que pudiera hallar mayor
favor ante el amo, porque los había tratado con largueza. Su amo oyó todas estas cosas
que tuvieron lugar, y de nuevo se regocijó sobremanera de su acto. Así, el amo llamó
de nuevo a sus amigos y a su hijo, y les anunció lo que el siervo había hecho con
respecto a los manjares que había recibido; y ellos aprobaron todavía más su decisión,
que su siervo debía ser hecho coheredero con su hijo.»

[56] III. Yo le dije: «Señor, no comprendo estas parábolas, ni puedo captarlas, a


menos que me las expliques.» «Te lo explicaré todo», me dijo; «y te mostraré todas las
cosas que te diga. Guarda los mandamientos del Señor, y serás agradable a Dios, y
serás contado entre el número de los que guardan sus mandamientos. Pero si haces
algo bueno aparte del mandamiento de Dios, ganarás para ti una gloria más excelente,
y serás más glorioso a la vista de Dios que si no lo hubieras hecho. Así pues, si
mientras guardas los mandamientos de Dios añades estos servicios también, te
regocijarás si los observas en conformidad con mi mandamiento.» Yo le dije: «Señor,
todo lo que me mandaste lo guardaré; porque sé que tú estás conmigo.» «Yo estaré
contigo», me dijo él, «porque tú tienes tanto celo por hacer lo bueno; sí, y yo estaré
con todos los que tienen un celo semejante. Este ayuno», dijo él, «si se guardan los
mandamientos del Señor, es bueno. Esta es, pues, la manera en que has de guardar este
ayuno [que estás a punto de observar]. Ante todo, guárdate de toda mala palabra y de
todo mal deseo, y purifica tu corazón de todas las vanidades de este mundo. Si guardas
estas cosas, este ayuno será perfecto para ti. Y así harás. Habiendo cumplido lo que
está escrito, en el día en que ayunes no probarás sino pan y agua; y contarás el importe
de lo que habrías gastado en la comida aquel día, y lo darás a una viuda o a un
huérfano, o a uno que tenga necesidad, y así pondrás en humildad tu alma, para que el
que ha recibido de tu humildad pueda satisfacer su propia alma, y pueda orar por ti al
Señor. Así pues, si cumples así tu ayuno, según te ha mandado, tu sacrificio será
aceptable a la vista de Dios, y este ayuno será registrado; y el servicio realizado así es
hermoso y gozoso y aceptable al Señor. Estas cosas observarás, tú y tus hijos y toda tu
casa; y, observándolas, serás bendecido; sí, y todos los que lo oigan y lo vean serán
bendecidos, y todas las cosas que pidan al Señor las recibirán.»

[57] IV. Le rogué mucho que me explicara la parábola de la hacienda y del amo, y de
la viña, y del siervo que puso vallado a la viña, [y del vallado], y de las malas hierbas
que había arrancado de la viña, y del hijo, y de los amigos los consejeros. Porque me
di cuenta que todas estas cosas eran una parábola. Pero él me contestó y dijo: «Eres
excesivamente importuno con tus preguntas. No deberías», [dijo él], «hacer ninguna
pregunta en absoluto; porque si es justo que se te explique una cosa, se te explicará.»
Y le dije: «Señor, todas las cosas que me muestres y no me las expliques las habré
visto en vano.» Pero de nuevo me contestó, diciendo: «Todo el que es un siervo de
Dios, y tiene a su Señor en su corazón, pide entendimiento de Él y lo recibe, e
interpreta cada parábola, y las palabras que el Señor dice en parábola le son dadas a
conocer. Pero todos aquellos que son lentos y débiles en la intercesión, éstos vacilan
en preguntar al Señor. Pero el Señor es abundante en compasión, y da a los que le
piden sin cesar. Pero tú, que has sido vigorizado por el santo ángel, y has recibido
estos (poderes de) intercesión, y no eres descuidado, ¿por qué, pues, no pides
entendimiento al Señor, y lo obtienes de Él?» Yo le dije: «Señor, yo que te tengo a ti
conmigo (sólo) tengo que preguntarte a ti e inquirir de ti; porque tú me muestras todas
las cosas, y me hablas; pero si yo las hubiera de ver u ofr aparte de ti, habría pedido al
Señor que me fueran mostradas.»

[58] V. «Ya te dije hace un momento», continuó, «que tú eres poco escrupuloso e
importuno al inquirir sobre las interpretaciones de las parábolas. Pero como eres tan
obstinado, voy a interpretarte la parábola de la hacienda y todo lo que la acompaña,
para que puedas darla a conocer a todos. Oye, ahora, y entiende. La hacienda es este
mundo, y el señor de la hacienda es el que creó todas las cosas, y las ordenó, y las dotó
de su poder, y el siervo es el Hijo de Dios, y las vides son este pueblo a quien Él
mismo plantó; y las vallas son los [santos] ángeles del Señor que guardan juntos a su
pueblo; y las malas hierbas, que son arrancadas de la viña, son las transgresiones de
los siervos de Dios; y los manjares que Él envió de la fiesta son los mandamientos que
Él dio a su pueblo por medio de su Hijo; y los amigos y consejeros son los santos
ángeles que fueron creados primero; y la ausencia del amo es el tiempo que queda
hasta su venida.» Yo le dije: «Señor, grandes y maravillosas son todas las cosas, y
todas las cosas son gloriosas; ¿había alguna probabilidad, pues, de que yo pudiera
haberlas captado?» «No, ni ningún otro hombre, aunque estuviera lleno de
entendimiento, podría haberlas captado.» «Con todo, señor», insistí, «explícame lo
que estoy a punto de inquirir de ti.» «Sigue», me dijo, «si deseas algo.» «¿Por qué,
[Señor]», dije yo, «es el Hijo de Dios representado en esta parábola en la forma de un
siervo?»

[59] VI. «Escucha», me contestó; «el Hijo de Dios no está representado en la forma
de un siervo, sino que está representado en gran poder y señorío.» «¿Cómo, señor?»,
dije yo; «no lo comprendo.» «Porque», dijo él, «Dios plantó la viña, esto es, creó al
pueblo y lo entregó a su Hijo. Y el Hijo colocó a los ángeles a cargo de ellos, para que
velaran sobre ellos; y el Hijo mismo limpió sus pecados, trabajando mucho y
soportando muchas labores; porque cavar sin trabajar o esforzarse. Habiendo, pues, Él
limpiado a su pueblo, les mostró los caminos de vida, dándoles la ley que Él recibió de
su Padre. Ves, pues», me dijo, «que Él es el mismo Señor del pueblo, habiendo
recibido todo el poder de su Padre. Pero escucha en qué forma el señor tomó a su hijo
y sus gloriosos ángeles como consejeros respecto a la herencia del siervo. Dios hizo
que el Espíritu Santo preexistente, que creó toda la creación, morara en carne que Él
deseó. Esta carne, pues, en que reside el Espíritu Santo, fue sometida al Espíritu,
andando honorablemente en santidad y pureza, sin contaminar en modo alguno al
Espíritu. Cuando hubo vivido, pues, honorablemente en castidad, y trabajado con el
Espíritu, y hubo cooperado con él en todo, comportándose él mismo osada y
valerosamente, Él lo escogió como colaborador con el Espíritu Santo; porque el curso
de esta carne agradó [al Señor], siendo así que, poseyendo el Espíritu Santo, no fue
contaminado en la tierra. Por tanto, tomó a su Hijo como consejero y a los gloriosos
ángeles también, para que esta carne, además, habiendo servido al Espíritu
intachablemente, pudiera tener algún lugar de residencia, y no pareciera que había
perdido la recompensa por su servicio; porque toda carne que es hallada sin
contaminación ni mancha, en que reside el Espíritu Santo, recibirá una recompensa.
Ahora tienes la interpretación de esta parábola también.»

[60] VII. «Estoy muy contento, señor», le dije, «de ofr esta interpretación.» «Escucha
ahora», dijo él. «Guarda esta tu carne pura e incontaminada, para que el Espíritu que
reside en ella pueda dar testimonio de ella, y tu carne pueda ser justificada. Procura
que nunca entre en tu corazón que esta carne tuya es perecedera, y con ello abuses de
ella en alguna contaminación. [Porque] si tú contaminas tu carne, contaminarás al
Espíritu Santo también; pero si contaminas + la carne +, no vivirás.» «Pero, señor»,
dije yo, «si ha habido alguna ignorancia en tiempos pasados, antes de haber oído estas
palabras, ¿cómo será salvado un hombre que ha contaminado su carne?» «Sólo Dios
tiene poder de sanar los antiguos hechos de ignorancia», dijo él, «porque toda
autoridad es suya. [Pero ahora guárdate, y el Señor Todopoderoso, que está lleno de
compasión, dará curación para los antiguos hechos de ignorancia] si a partir de ahora
no contaminas tu carne ni el Espíritu; porque ambos comparten en común, y el uno no
puede ser contaminado sin el otro. Por tanto, mantente puro, y vivirás para Dios.»

Sexta Parábola

[61] I. Estando sentado en mi casa, y glorificando a Dios por todas las cosas que había
visto; y considerando, respecto a los mandamientos, que eran hermosos y poderosos y
gozosos y gloriosos y capaces de salvar el alma de un hombre, dije para mí:
"Bienaventurado seré si ando en estos mandamientos; sí, y todo el que ande en ellos
será bienaventurado". Mientras decía estas cosas dentro de mí, súbitamente vi que él
estaba sentado junto a mí, y me decía lo siguiente: «¿Por qué eres de ánimo indeciso
con respecto a los mandamientos que yo te he mandado? Son hermosos. No dudes en
absoluto; pero revístete de la fe del Señor, y andarás en ellos. Porque yo voy a
corroborarte en ellos. Estos mandamientos son apropiados para los que intentan
arrepentirse; porque si no andan en ellos, su arrepentimiento es vano. Los que os
arrepentís, pues, arrojad de vosotros las maldades de este mundo que os oprimen; y,
revistiéndoos de toda excelencia de justicia, podréis observar estos mandamientos y no
añadir más a vuestros pecados. Si no añadís, pues, ningún otro pecado, os apartaréis de
vuestros pecados anteriores. Andad, pues, en estos mandamientos míos, y viviréis para
Dios. Estas cosas ya te las he dicho [todas].» Y después que él me hubo dicho estas
cosas, me dijo: «Vayamos al campo, y te mostraré los pastores de las ovejas.»
«Vayamos, señor», le contesté. Y fuimos a cierta llanura, y él me mostró a un joven,
un pastor, vestido con un leve manto de color de azafrán; y estaba apacentando un
gran número de ovejas, y estas ovejas se veía que estaban bien alimentadas y eran muy
retozonas, y estaban contentas y daban saltos de un lado a otro; y el mismo pastor
estaba muy contento acerca de su rebaño; y la misma mirada del pastor era alegre en
extremo; y corría por entre las ovejas.

[62] II. Y me dijo: «¿Ves este pastor?» «Le veo, señor», le contesté. «Éste es el ángel
de la indulgencia propia y del engaño», me dijo. «Destruye las almas de los siervos de
Dios, y las pervierte de la verdad, descarriándolas con malos deseos, en los cuales
perecen. Porque se olvidan de los mandamientos del Dios vivo, y andan en engaños
vanos y actos de complacencia propia, y son destruidos por este ángel, algunos de
ellos a muerte, y otros a corrupción.» Y yo le dije: «Señor, no comprendo lo que esto
significa: "a muerte" y "a corrupción".» «Escucha», me dijo; «las ovejas que viste
contentas y juguetonas, son las que se han apartado de Dios por completo, y se han
entregado a sus propios deleites y deseos de este mundo. En ellas, pues, no hay
arrepentimiento para vida. Porque el Nombre de Dios es blasfemado entre ellas. La
vida de estas personas es muerte. Pero las ovejas que viste que no están dando saltos,
sino que están paciendo en un lugar, éstas son las que se han entregado a actos de
autoindulgencia y engaño, pero no han pronunciado ninguna blasfemia contra el
Señor. Estas, pues, han sido corrompidas de la verdad. En éstas hay esperanza de
arrepentimiento, por el cual pueden vivir. La corrupción, por tanto, tiene esperanza de
una renovación posible, pero la muerte tiene destrucción eterna.» Y seguimos un poco
más adelante, y me mostró un gran pastor, como un hombre tosco en apariencia, con
una gran piel de cabra, blanca, echada sobre su cuerpo; y tenía una especie de zurrón
sobre los hombros, y un cayado muy duro, con nudos en él, y un gran látigo. Y su
mirada era muy agria, de modo que tuve miedo de él a causa de su mirada. Este pastor,
entonces, fue recibiendo del pastor joven aquellas ovejas juguetonas y bien
alimentadas, pero que no saltaban, y las ponía en cierto lugar que era muy abrupto y
cubierto de espinos y zarzas, de modo que las ovejas no podían desenredarse de los
espinos y zarzas, sino que [se enmarañaban entre los espinos y zarzas. Y así estas
ovejas] pacían enmarañadas en los espinos y zarzas, y su estado era en extremo
desgraciado, pues él las azotaba; y las hacía avanzar de un lado a otro, sin darles
descanso, y en conjunto aquellas ovejas lo pasaban muy mal.

[63] III. Cuando las vi tan maltratadas por el látigo y desgraciadas, me dio pena su
situación, porque eran atormentadas y no tenían reposo alguno. Y dije al pastor que
estaba hablando conmigo: «Señor, ¿quién es este pastor, que es [tan] cruel y severo, y
no tiene la menor compasión de estas ovejas?» «Este», me dijo, «es el ángel del
castigo, y es uno de los ángeles justos, y preside sobre el castigo. Así que recibe a los
que se apartan de Dios y van en pos de sus concupiscencias y engaños en esta vida, y
los castiga, según merecen, con castigos espantosos y variados.» «Me gustaría saber
de qué clase son estos castigos diversos, señor», le dije. «Escucha», me respondió;
«las diversas torturas y castigos son torturas que pertenecen a la vida presente; porque
algunos son castigados con pérdidas, y otros con necesidades, y otros con
enfermedades variadas, y otros con [toda clase] de turbaciones, y otros con insultos de
personas dignas y con sufrimiento en muchos otros aspectos. Porque muchos,
viéndose perturbados en sus planes, ponen mano en muchas cosas, y nada les
prospera. Y entonces ellos dicen que no prosperan en sus actos, y no entra en sus
corazones que han cometido malas acciones, sino que echan la culpa al Señor. Cuando
son afligidos, pues, con toda clase de aflicción, entonces me los entregan a mí para
recibir buena instrucción, y son corroborados en la fe del Señor, y sirven al Señor con
un corazón puro el resto de los días de su vida. Y cuando se arrepienten, las malas
obras que han hecho se levantan en sus corazones, y entonces glorifican a Dios,
diciendo que Él es un Juez justo, y que sufren justamente cada uno según sus actos. Y
sirven al Señor a partir de entonces con un corazón puro, y prosperan en sus actos,
recibiendo del Señor todas las cosas que piden; y entonces glorifican al Señor porque
les ha entregado a mí y ya no sufren ningún mal.»

[64] IV. Y yo le digo: «Señor, declárame más sobre esta cuestión.» «~,Qué es lo que
quieres saber?», me preguntó. «Señor, dime silos que viven en la autoindulgencia y
son engañados sufren tormentos durante el mismo período de tiempo en que han
vivido en la autoindulgencia y son engañados.» El me contestó: «Sufren tormentos
durante el mismo período de tiempo.» Y le dije yo: «Entonces, señor, sufren tormentos
muy leves; porque los que viven así en autoindulgencia y se olvidan de Dios deberían
ser atormentados a razón de siete por uno.» Él me dijo: «Tú eres un necio, y no
comprendes el poder del tormento.» «Es verdad», le respondí, «porque si lo hubiera
comprendido, no te habría pedido que me lo declararas.» «Escucha», me dijo: «el
poder de los dos, [de la autoindulgencia y del tormento]. El tiempo de la
autoindulgencia y el engaño es una hora. Pero una hora de tormento tiene el poder de.
treinta días. Si uno vive en la autoindulgencia y es engañado durante un día, y es
atormentado un día, el día de tormento es equivalente a todo un año. Porque un
hombre es atormentado durante tantos años como días ha vivido en la autoindulgencia.
Ves, pues», me dijo «que el tiempo de la autoindulgencia y el engaño es muy corto,
pero el tiempo del castigo y el tormento es largo.»

[65] V. «Señor», le dije, «como no comprendo del todo lo que hace referencia al
tiempo del engaño y la auto indulgencia y tormento, muéstramelo más claramente.» Él
me respondió y me dijo: «La necedad está pegada a ti; porque no quieres limpiar tu
corazón y servir a Dios. Vigila», [me dijo], «que el tiempo no se cumpla y seas
hallado en tu necedad. Escucha, pues», [me dijo], «según quieres, para poder
comprender esto. El que vive en la autoindulgencia y es engañado durante un día, y
hace lo que quiere, está revestido de mucha locura y no comprende lo que está
haciendo; porque el día de mañana olvida lo que hizo el día anterior. Porque la
autoindulgencia y el engaño, por razón de su locura, no tienen recuerdos con los
cuales revestirse; pero cuando el castigo y el tormento están unidos al hombre durante
un solo día, este hombre es castigado y atormentado durante todo un año; porque el
castigo y el tormento tienen recuerdos prolongados. Así que, siendo atormentado y
castigado durante todo un año, el hombre recuerda largo tiempo su autoindulgencia y
engaño, y se da cuenta de que es a causa de ellas que está sufriendo estos males. Todo
hombre que vive en la autoindulgencia y es engañado, pues, es atormentado de esta
manera porque, aunque posee la vida, se ha entregado a sí mismo a la muerte.» «¿Qué
clase de autoindulgencia es perjudicial, señor?» «Toda acción que hace con placer es
autoindulgencia para el hombre», me contestó; «para el hombre irascible, cuando da
rienda suelta a su pasión, es autoindulgencia; y el adúltero y el borracho y el
calumniador y el mentiroso y el avaro y el defraudador y el que hace cosas semejantes
a éstas, da las riendas a su pasión peculiar, por lo que es autoindulgente en su acción.
Todos estos hábitos de autoindulgencia son perjudiciales para los siervos de Dios; a
causa de estos engaños sufren, pues, los que son castigados y atormentados. Pero hay
hábitos de autoindulgencia, también, que salvan a los hombres; porque muchos son
autoindulgentes en hacer bien, siendo arrastrados por el placer que les produce. Esta
autoindulgencia, por consiguiente, es conveniente para los siervos de Dios, y trae vida
a un hombre de esta disposición; pero las autoindulgencias perjudiciales antes
mencionadas producen a los hombres tormentos y castigos; y si continúan en ellas y
no se arrepienten, les acarrean la muerte.»

Séptima Parábola

[66] Después de unos días le vi en la misma llanura donde había visto también a los
pastores, y me dijo: «¿Qué buscas?» «Señor», le contesté, «estoy aquí para que
mandes al pastor que castiga que salga de mi casa; porque me aflige mucho.» «Te es
necesario», me dijo, «ser afligido; porque así lo ha ordenado respecto a ti el ángel
glonoso, porque quiere que seas probado.» «¿Por qué?, ¿qué he hecho que sea tan
malo, señor», le dije, «que deba ser entregado a este ángel?» «Escucha», me dijo:
«Tus pecados son muchos; con todo, no son tantos que hayas de ser entregado a este
ángel; pero tu casa ha cometido grandes iniquidades y pecados, y el ángel glorioso
está enojado por estos actos, y por esta causa ha mandado que seas afligido durante
cierto tiempo, para que ellos puedan también arrepentirse y ser limpiados de todo
deseo de este mundo. Por consiguiente, cuando ellos se arrepientan y sean limpiados,
entonces el ángel del castigo partirá.» Y yo le dije: «Señor, si ellos han perpetrado
estos actos por los que el ángel glorioso está enojado, ¿qué he hecho yo?» «Ellos no
pueden ser afligidos de otra manera», dijo él, «a menos que tú, la cabeza de [toda] la
casa, seas afligido; porque si tú eres afligido, ellos también por necesidad serán
afligidos; pero si tú eres próspero, ellos no pueden sufrir aflicción alguna.» «Pero,
mira, señor», le dije, «ellos se han arrepentido de todo corazón.» «Me doy perfecta
cuenta», contestó él, «que ellos se han arrepentido de todo corazón; ahora bien, ¿crees
tú que los pecados de los que se arrepienten son perdonados inmediatamente? No lo
son en modo alguno; sino que la persona que se arrepiente ha de torturar a su propia
alma, y ha de ser del todo humilde en cada una de sus acciones, y afligido con toda
clase de aflicción; y si soporta las aflicciones que le vienen, sin duda el que creó todas
las cosas y las dotó de poder será movido a compasión y concederá algún remedio. Y
esto (hará Dios) si en alguna forma ve el corazón del penitente puro de todo mal. Pero
es conveniente que tú y toda tu casa seáis afligidos ahora. Pero, ¿por qué platicar tanto
contigo? Tú has de ser afligido como ordena el ángel del Señor, el que te entrega a mí;
y por esto da gracias al Señor, que te ha considerado digno de que yo te revele de
antemano la aflicción, para que sabiéndolo con antelación la soportes con entereza.»
Yo le dije: «Señor, sé tú conmigo, y podré soportar toda aflicción [fácilmente].» «Yo
estaré contigo», me dijo; «y pediré al ángel que castiga que te aflija más levemente;
pero tú serás afligido durante un tiempo corto, y serás restaurado de nuevo a tu casa.
Sólo sigue siendo humilde y sirve al Señor con el corazón puro, tú y tus hijos y tu
casa, y anda en mis mandamientos que te ordeno, y de este modo será posible que tu
arrepentimiento sea fuerte y puro. Y si guardas estos mandamientos con tu casa, será
apartada de ti toda aflicción; sí, y la aflicción será apartada de todo aquel que anda en
estos mis mandamientos.

Octava Parábola

[67] I. Y me mostró un [gran] sauce, que hacía sombra a llanuras y montañas, y bajo
la sombra del sauce se habían congregado los que son llamados por el nombre del
Señor. Y junto al sauce había de pie un ángel del Señor, glorioso y muy alto, que tenía
una gran hoz, y estaba cortando ramas del sauce, y dándolas a la gente que se
resguardaba debajo del sauce; y les daba varas pequeñas de un codo de longitud. Y
después que todos hubieron tomado las varas, el ángel puso a un lado la hoz, y el árbol
estaba sano, tal como yo lo había visto al principio. Entonces me maravillé dentro de
ml y dije: «¿Cómo es posible que el árbol esté sano, después que le han cortado tantas
ramas». El pastor me dijo: «No te asombres que el árbol permanezca sano después que
se le han cortado tantas ramas?» sino espera hasta que veas todas las cosas, y se te
mostrará lo que es.» El ángel que dio las varas a la gente les mandó que se las
devolvieran; y tal como cada uno de ellos las había recibido, así también fue
citándolos, y cada uno le devolvió la vara. Pero el ángel del Señor las tomaba y las
examinaba. De algunos recibía varas secas y como comidas por larvas; el ángel les
ordenaba a los que entregaban varas así que se pusieran a un lado. Y otros las
entregaban medio marchitas; éstos también eran puestos aparte. Y Otros entregaban
varas medio secas y con grietas; éstos eran puestos también aparte. Y otros entregaban
sus varas verdes y con grietas; éstos también se quedaban aparte. Y otros entregaban
sus varas medio secas y medio verdes; éstos también quedaban aparte. Y otros
entregaban las varas dos tercios verdes y la otra tercera parte seca; éstos se quedaban
aparte. Y otros entregaban varas con dos panes secas y la tercera verde; éstos también
se quedaban aparte. Y otros entregaban sus varas casi todas verdes, pero una pequeña
porción seca en el extremo; pero había grietas en ellas; éstos también se quedaban
aparte. Y en las de otros había una pequeña parte verde, pero el resto de la vara estaba
seca; éstos también estaban aparte. Y otros venían trayendo sus varas verdes, tal como
las habían recibido del ángel; y la mayor parte de la multitud entregaba sus varas en
este estado; y el ángel se regocijaba en gran manera en éstos; éstos también estaban
aparte. Y otros entregaban sus varas verdes y con retoños; éstos también eran puestos
aparte; y ante éstos también el ángel se regocijaba grandemente. Y otros entregaban
sus varas verdes y con retoños; y los retoños tenían lo que parecía una especie de
fruto. Y éstos estaban contentos en extremo de que sus varas estuvieran en este estado.
Y sobre éstos el ángel se gozaba, y el pastor estaba muy contento con ellos.

[68] II. Y el ángel del Señor ordenó que trajeran coronas. Y trajeron coronas, hechas
como si fuera de ramas de palmera; y coronaba a los hombres que habían entregado
las varas que tenían retoños y algo de fruto, y los enviaba a la torre. Y los otros eran
también enviados a la torre, a saber, los que habían traído las varas verdes y con
retoños, pero los retoños no tenían fruto; y ponía un sello sobre ellos. Y todos los que
iban a la torre tenían el mismo vestido, blanco como la nieve. Y los que habían
entregado sus varas verdes tal como las habían recibido fueron despedidos, y se les dio
un vestido [blanco] y sellos. Después que el ángel hubo terminado estas cosas, dijo al
pastor: «Me voy; pero a éstos los enviarás a sus (lugares dentro) de los muros, según
lo que cada uno merezca; pero examina las varas cuidadosamente, y envíalos. Mas sé
muy cuidadoso al examinarlas. Asegúrate que ninguno escape de ti», le dijo. «Con
todo, si alguno se escapa, yo le probaré en el altar.» Cuando hubo dicho esto al pastor
se marchó. Y después que el ángel hubo partido, el pastor me dijo: «Tomemos las
varas de todos y plantémoslas, para ver si algunas de ellas pueden vivir.» Y, yo le dije:
«Señor, estas cosas secas, ¿pueden vivir?» Él me contestó y dijo: «Este árbol es un
sauce, y esta clase de árboles se aferra a la vida. Si se plantan las varas y tienen un
poco de humedad, muchas de ellas viven. Y después procuremos poner algo de agua
sobre ellas. Si alguna de ellas puede vivir, yo me gozaré de ello; pero si no vive, por lo
menos no habré sido negligente.» Así que el pastor me mandó que los llamara, a cada
uno según estaba colocado. Y ellos vinieron, fila tras fila, y entregaron sus varas al
pastor. Y el pastor tomó las varas y las plantó en hileras, y después de haberlas
plantado vertió mucha agua sobre ellas, de modo que no se podían ver las varas por el
agua. Y después que hubo regado las varas, me dijo: «Vayámonos ahora, y dentro de
unos pocos días regresemos e inspeccionemos todas las varas; porque el que ha creado
este árbol quiere que vivan todo os que han recibido varas de este árbol. Y yo mismo
espero que estas pequeñas varas, después de haber recibido humedad y haber sido
regadas, vivan la mayor parte de ellas.»

[69] III. Y yo le dije: «Señor, infórmame de qué es este árbol. Porque estoy perplejo
por su causa, porque aunque se le cortaron tantas ramas, el árbol está sano, y no parece
que se le haya cortado ninguna; por tanto, estoy perplejo por ello.» «Escucha», me
dijo; «este gran árbol que hace sombra sobre llanuras y montañas y toda la tierra es la
ley de Dios, que fue dada a todo el mundo; y esta ley es el Hijo de Dios predicado a
todos los extremos de la tierra. Pero el pueblo que está bajo la sombra son los que han
oído la predicación y han creído en Él; pero el ángel grande y glorioso es Miguel, que
tiene poder sobre esta gente y es su capitán. Porque es él el que pone la ley en los
corazones de los creyentes; por tanto, él mismo inspecciona a aquellos a quienes la ha
dado, por ver si la han observado. Pero, tú ves las varas de cada uno; porque las varas
son la ley. Tú ves muchas de estas varas por completo echadas a perder; y notarás a
todos los que no han observado la ley, y verás el lugar (destino) de cada uno en
particular.» Yo le dije: «Señor, ¿por qué envió a algunos a la torre y dejó a otros para
ti?» El me dijo: «Todos los que transgredieron la ley que han recibido de él, a éstos los
ha dejado bajo mi autoridad, para que se arrepientan; pero a cuantos ya han satisfecho
la ley y la han observado, a éstos los tiene bajo su propia autoridad.» «¿Quiénes son,
pues, señor», le dije, «los que han sido coronados y entrado en la torre?» [«Todos los
que han luchado con el diablo y le han vencido en la lucha», me dijo, «éstos son
coronados]: éstos son los que han sufrido por la ley. Pero los otros, que también
entregaron sus varas verdes y con retoños, aunque no con fruto, son los que fueron
perseguidos por la ley pero no sufrieron ni tampoco negaron la ley. Mas los que las
entregaron verdes, tal como las habían recibido, son hom bres sobrios y rectos, que
anduvieron del todo en un corazón puro y han guardado los mandamientos del Señor.
Pero todo lo demás lo sabrás cuando examine estas varas que he plantado y regado.»

[70] IV. Y después de varios días llegamos al lugar, y el pastor se sentó en el lugar
del ángel, en tanto que yo estaba de pie a su lado. Y él me dijo: «Cíñete con una ropa
de lino crudo, y ayúdame. » Así que me ceñí con una ropa limpia de lino crudo hecha
de material tosco. Y cuando me vio ceñido y dispuesto a servirle, me dijo: «Llama a
los hombres cuyas varas han sido plantadas, según la fila en que cada un presentó su
vara.» Y yo salí a la llanura y los llamé a todos; y ellos estaban de pie según sus filas.
Y él les dijo: «Que cada uno arranque su propia vara, y me la traiga.» Y los primeros
que la entregaron fueron los que habían tenido las varas secas y agrietadas, y seguían
igual: secas y agrietadas. El les ordenó que se quedaran aparte. Luego las entregaron
los que las tenían secas pero no agrietadas; y algunos entregaron varas verdes, y otros
secas y como roídas por larvas. A los que le dieron varas verdes él les ordenó que se
quedaran aparte; pero a los que se las dieron secas y agrietadas les ordenó que se
unieran a los primeros. Entonces las entregaron los que tenían las varas medio secas y
con grietas; y muchos de ellos las entregaban verdes y sin grietas; y muchos las
entregaban verdes y con retoños y fruto en los retoños, como los que habían ido a la
torre coronados; y algunos de ellos las entregaban secas y roídas, y algunos secas y no
roídas, y algunos tal como eran, medio secas y con grietas. El les ordenó que se
pusieran a un lado, algunos en sus propias filas y otros aparte de ellas.

[71] V. Entonces las entregaron los que tenían sus varas verdes pero con grietas.
Estos las entregaron todos verdes, y se quedaron en su propia compañía. Y el pastor se
regocijó sobre éstos, porque estaban todos cambiados y habían eliminado las grietas.
Y las entregaron también los que tenían la mitad verde y la otra mitad seca. Las varas
de algunos fueron halladas verdes del todo, las de algunos medio secas, las de y
roídas, y las de algunos verdes y con retoños. Estos fueron todos enviados cada uno a
su compañía. Luego las entregaron los que tenían dos partes verdes y la otra seca;
muchos de ellos las entregaban verdes, y muchos medio secas, y otros secas y roídas.
Todos éstos se quedaron en su propia compañía. Luego las entregaron los que tenían
dos partes secas y la tercera parte verde. Muchos de ellos las entregaban medio secas,
algunos secas y roídas, y otros medio secas y con grietas, y unos pocos verdes. Todos
éstos se quedaron en su propia compañía. Luego las entregaron los que habían tenido
sus varas verdes pero con una pequeña porción [seca] y con grietas. De éstos, algunos
las entregaron verdes, otros verdes y con retoños. Estos también fueron enviados a su
propia compañía. Entonces las entregaron los que tenían una pequeña parte verde y las
otras partes secas. Las varas de éstos fueron halladas en su mayor parte verdes y con
retoños y fruto en los retoños, y otras del todo verdes. Ante estas varas el pastor se
regocijó [sobremanera] porque fueron halladas así. Y éstos fueron enviados a su
propia compañía.

[72] VI. Cuando [el pastor] hubo examinado las varas de todos, me dijo: «Ya te dije
que este árbol es tenaz en mantenerse vivo. ¿Ves», me dijo, «como muchos se
arrepintieron y fueron salvados?» «Lo veo, señor», le contesté. Y él me dijo: «Es para
que tú puedas ver la abundante compasión del Señor, cuán grande es y gloriosa, y Él
ha dado (su) Espíritu a los que eran dignos de arrepentimiento.» «¿Por qué, pues,
señor», le pregunté, «no se arrepintieron todos?» «A aquellos cuyo corazón Él vio que
estaba a punto de volverse puro y de servirle a Él de todo corazón, Él les dio
arrepentimiento; pero a aquellos en los que vio astucia y maldad, que intentaban
arrepentirse en hipocresía, a éstos no les dio arrepentimiento, para que no profanaran
de nuevo su nombre.» Y yo le dije: «Señor, ahora muéstráme, con referencia a los que
han entregado sus varas, qué clase de hombre era cada uno de ellos, y su morada, para
que cuando oigan esto los que han creído y recibido el sello y lo han roto y no lo han
guardado entero, puedan entender lo que están haciendo, y arrepentirse, recibiendo de
ti un sello, y puedan glorificar al Señor, que tuvo compasión de ellos y te envió a ti
para renovar su espíritu.» «Escucha», me dijo: «Aquellos cuyas varas fueron halladas
secas y comidas de larvas, éstos son los renegados y traidores de la Iglesia, que han
blasfemado al Señor en sus pecados, y todavía más, se avergonzaron del Nombre del
Señor, que fue invocado sobre ellos. Estos, pues, perecerán del todo para Dios. Pero tú
ves también que ninguno de ellos se arrepintió, aunque oyeron las palabras que les
dijiste, que yo te había mandado. De hombres de esta clase ha partido la vida. Pero los
que entregaron (varas) verdes y sin marchitar, éstos están también cerca de ellos;
porque eran hipócritas, y trajeron doctrinas extrañas, y pervirtieron a los siervos de
Dios, especialmente a los que no habían pecado, no permitiéndoles que se
arrepintieran, sino persuadiéndoles con sus doctrinas insensatas. Éstos, pues, tienen
esperanza de arrepentirse. Pero ves que muchos de ellos verdaderamente se han
arrepentido desde que tú les hablaste de mis mandamientos; sí, y (otros) todavía se
arrepentirán. Y todos los que no se arrepientan, habrán perdido la vida; pero cuantos
de ellos se arrepintieron se volvieron buenos; y su morada fue colocada dentro de los
primeros muros, y alguno de ellos, incluso, ascendió dentro de la torre. Ves, pues»,
[me dijo], «que el arrepentimiento de los pecados trae vida, pero el no arrepentirse trae
muerte.

[73] VII. »Pero, en cuanto a los que entregaron (varas) medio secas y con gnetas en
ellas, oye respecto a los mismos. Aquellos cuyas varas estaban medio marchitas del
todo, eran los indecisos; porque ni viven ni están muertos. Pero los que las tienen
medio secas y con grietas, éstos son los indecisos y calumniadores, y nunca están en
paz entre sí, sino que siempre causan disensiones. Con todo, incluso éstos», [dijo él],
«reciben arrepentimiento. Ves, [me dijo], que algunos de ellos se han arrepentido; y
todavía hay», me dijo, «esperanza de arrepentimiento entre ellos. Y todos los que de
ellos», me dijo, «se han arrepentido, tienen su residencia dentro de la torre; pero todos
los que se han arrepentido tardíamente morarán dentro de los muros; y los que no se
arrepintieron, sino que continuaron en sus actos, morirán de muerte. Pero los que han
entregado sus varas verdes y con grietas, éstos fueron hallados fieles y buenos en todo
tiempo, [pero] tienen cierta emulación los unos de los otros para obtener el primer
lugar y gloria de alguna clase; pero todos ellos son necios al mostrar (rivalidad) el uno
del otro por los primeros lugares. Pese a todo, éstos también, cuando oyeron mis
mandamientos, siendo buenos, se purificaron a si mismos y se arrepintieron
rápidamente. Tienen, por tanto, su habitación dentro de la torre. Pero si alguno vuelve
otra vez a la disensión, será echado fuera de la torre y perderá su vida. La vida es para
todos los que guardan los mandamientos del Señor. Pero en los mandamientos no hay
nada sobre los primeros lugares, ni sobre gloria de alguna clase, sino sobre paciencia y
humildad en el hombre. En estos hombres, pues, hay la vida del Señor, pero en el
sedicioso y libertino hay muerte.

[74] VIII. »Pero los que entregaron sus varas medio verdes y medio secas, éstos son
los que están mezclados en negocios y no se unen a los santos. Por lo tanto, la mitad
de ellos vive, pero la otra mitad está muerta. Muchos de ellos cuando oyeron mi
mandamiento se arrepintieron. Todos los que se arrepintieron tienen su morada dentro
de la torre. Pero algunos de ellos están puestos aparte. Estos, pues, no tienen
arrepentimiento; porque a causa de sus negocios blasfemaron al Señor y le negaron.
Así que perdieron su vida por la maldad que cometieron. Pero muchos de ellos eran de
ánimo indeciso. Estos todavía tienen oportunidad para el arrepentimiento; si se
arrepienten rápidamente, su morada será dentro de la torre; y si tardan en arrepentirse,
morarán dentro de los muros; pero si no se arrepienten, ellos también habrán perdido
la vida. Pero los que han entregado varas dos partes verdes y la tercera seca, éstos son
los que han negado con negaciones múltiples. Muchos de ellos se han arrepentido,
pues, y han partido hacia el interior de la torre; pero muchos se rebelaron del todo
contra Dios; éstos perdieron finalmente la vida. Y algunos de ellos eran de ánimo
indeciso y causaban disensiones. Para éstos, por tanto, hay arrepentimiento si se
arrepienten rápidamente y no siguen en sus placeres; pero si siguen en sus acciones,
éstos también se procurarán ellos mismos la muerte.
[75] IX. »Pero los que han entregado sus varas dos tercios secas y un tercio verde,
éstos son los que han sido creyentes, pero se hicieron ricos y tuvieron renombre entre
los gentiles. Se revistieron de gran orgullo y se volvieron arrogantes, y abandonaron la
verdad y no se juntaron con los justos, sino que vivieron del todo a la manera de los
gentiles, y su camino les pareció más placentero a ellos; pese a todo no se apartaron de
Dios, sino que continuaron en la fe, aunque no hicieron las obras de la fe. Muchos de
ellos, por consiguiente, se arrepintieron y tuvieron su habitación dentro de la torre.
Pero otros, al final, viviendo con los gentiles y siendo corrompidos por las opiniones
vanas de los gentiles, se apartaron de Dios e hicieron las obras de los gentiles. Estos,
pues, son nombrados con los gentiles. Pero otros entre ellos eran de ánimo indeciso,
no esperando ser salvos por razón de algunos actos que habían cometido; y otros eran
indecisos y hacían divisiones entre ellos. Para los que eran indecisos a causa de sus
hechos hay todavía arrepentimiento; mas, su arrepentimiento debería ser rápido, para
que su morada pueda ser dentro de la torre; pero para los que no se arrepienten, sino
que siguen en sus pasiones, la muerte está cerca.

[76] X. »Mas los que entregaron sus varas verdes, pero con el extremo seco y con
grietas, son los que fueron hallados en todo tiempo buenos y fieles y gloriosos a la
vista de Dios, pero pecaron en un grado leve por causa de deseos triviales y porque
tenían algo los unos contra los otros. Pero, cuando oyeron mis palabras la mayor parte
se arrepintió rápidamente, y su morada fue asignada dentro de la torre. Pero algunos
de ellos eran indecisos, y algunos, siendo indecisos, causaron una mayor disensión. En
éstos, por lo tanto, hay todavía esperanza de arrepentimiento, porque fueron hallados
buenos; y apenas habrá alguno de ellos que muera. Pero los que entregaron sus varas
secas, pero con una pequeña porción verde, éstos son los que creyeron pero
practicaron las obras de injusticia. Con todo, no se separaron nunca de Dios, sino que
llevaron el nombre alegremente, y alegremente recibieron en sus casas a los siervos de
Dios. Así que, al oír de este arrepentimiento, se arrepintieron sin vacilar, y practicaron
toda excelencia y justicia. Y algunos de ellos, incluso, sufrieron persecución
voluntariamente, sabiendo los hechos que hacían. Todos éstos, por tanto, tendrán su
morada en la torre.»

[77] XI. Y después que hubo completado la interpretación de todas las varas, me dijo:
«Ve y di a todos los hombres que se arrepientan, y vivirán para Dios; porque el Señor
en su compasión me envió a dar arrepentimiento a todos, aunque algunos no lo
merecen por sus actos; pero, siendo el Señor paciente, quiere que sean llamados por
medio de su Hijo para que sean salvos.» Y le dije: «Señor, espero que todos los que
oigan estas palabras se arrepentirán; porque estoy persuadido de que cada uno, cuando
conozca plenamente sus propios actos y tema a Dios, se arrepentirá.» El me respondió
diciéndome: «Todos cuantos», [dijo él], «se [arrepientan] de todo corazón [y] se
limpien de todas las malas acciones antes mencionadas, y no añadan ningún peéado
más a los anteriores, recibirán curación del Señor para sus pecados anteflore a menos
que sean de ánimo indeciso con respecto a estos mandamientos, y vivirán para Dios.
[Pero cuantos añadan a sus pecados», me dijo, «y anden en las concupiscencias de este
mundo, se condenarán a sí mismos a muerte.] Pero tú anda en mis mandamientos, y
vive [para Dios; sí, y cuantos anden en ellos y obren rectamente, vivirán para Dios.]»
Habiéndome mostrado todas estas cosas [y habiéndomelas dicho] me dijo: «Mira, te
declararé el resto dentro de unos días.»

Novena Parábola

[78] I. Después de haber escrito los mandamientos y parábolas del pastor, el ángel del
arrepentimiento vino a mí y me dijo: «Deseo mostrarte todas las cosas que el Espíritu
Santo, que habló contigo en la forma de la Iglesia, te mostró. Porque este Espíritu es el
Hijo de Dios. Porque cuando tú eras más débil en la carne, no te fue declarado a través
de un ángel; pero cuando fuiste capacitado por el Espíritu, y te hiciste fuerte en tu
fortaleza de modo que pudiste incluso ver un ángel, entonces te fue manifestada de
modo claro, a través de la Iglesia, la edificación de la torre. En forma justa y apropiada
has visto todas las cosas, (instruido) como si fuera por una virgen; pero ahora ves
(siendo instruido) por un ángel, aunque es por el mismo Espíritu; pese a ello, has de
aprenderlo todo con más exactitud de mí. Porque para esto también fui designado por
el ángel glorioso para permanecer en tu casa, para que pudieras ver todas las cosas con
poder, sin sentirte aterrado en nada, no como antes.» Y él me llevó a Arcadia, a cierta
montaña redondeada, y me puso en la cumbre de la montaña, y me mostró una gran
llanura, y alrededor de la llanura doce montañas, las cuales tenían cada una un aspecto
diferente. La primera era negra como hollín; la segunda, desnuda, sin vegetación; la
tercera, llena de espinos y zarzas; la cuarta tenía la vegetación medio mustia, la parte
superior de la hierba era verde, pero la parte cercana a las raíces, seca, y parte de la
hierba se había marchitado, siempre que el sol la había quemado; la quinta montaña
tenía hierba verde y era áspera; la sexta montaña estaba llena de barrancos por todas
partes, algunos pequeños y otros grandes, y en las hendiduras había vegetación, pero
la hierba no era muy lozana, sino más bien marchita; la séptima montaña tenía
vegetación sonriente, y toda la montaña estaba en condición próspera, y había ganado
y aves de todas clases que se alimentaban en esta montaña; y cuanto más ganado y
aves alimentaba, más florecía la hierba de esta montaña. La octava montaña estaba
llena de fuentes, y toda clase de criaturas del Señor bebían en las fuentes de esta
montaña. La novena montaña no tenía agua alguna y era por completo un desierto; y
tenía fieras y reptiles mortíferos, que destruían a la humanidad. La décima montaña
tenía árboles muy grandes y mucha umbría, y bajo la sombra había ovejas echadas y
paciendo y reposando. La montaña undécima tenía una gran espesura de bosques por
todas partes, y los árboles de la misma eran muy productivos, cubiertos de varias
clases de frutos, de modo que uno al verlos deseaba comer estos frutos. La duodécima
montaña era del todo blanca y su aspecto era alegre; y la montaña era en extremo
hermosa de por si.

[79] II. Y en la mitad de la llanura me mostró una gran roca blanca, que se levantaba
sobre la llanura. La roca era más elevada que las montañas, y tenía cuatro lados, de
modo que podía contener a todo el mundo. Ahora bien, esta roca era antigua y tenía
una puerta excavada en ella; pero la puerta me pareció haber sido excavada muy
recientemente. Y la puerta brillaba más que el resplandor del sol., de modo que me
maravillé del brillo de la puerta. Y alrededor de la puerta había doce vírgenes. Las
cuatro que estaban en los extremos me parecieron más gloriosas (que el resto); pero
las otras también eran gloriosas; y (las cuatro) estaban de pie en las cuatro partes de la
puerta, y había vírgenes, en parejas, entre ellas. E iban vestidas de túnicas de lino y
ceñidas de manera apropiada, teniendo el hombro derecho libre, como si intentaran
llevar alguna carga. Así estaban preparadas, porque eran muy animosas y alegres.
Después que vi estas cosas, me maravillé de la grandeza y la gloria de lo que estaba
viendo. Y de nuevo me quedé perplejo con respecto a las vfrgenes, que, aunque fueran
delicadas, estaban de pie como hombres, como si intentaran llevar todo el cielo. Y el
pastor me dijo: «¿Por qué te haces preguntas y estás perplejo, y te pones triste? Porque
las cosas que no puedes comprender no te las propongas, si eres prudente; pero ruega
al Señor, para que puedas recibir entendimiento para comprenderlas. Lo que hay
detrás de ti tú no puedes verlo, pero lo que hay delante de ti lo contemplas. Las cosas
que no puedes ver, por tanto, déjalas, y no te preocupes de ellas; pero las cosas que
puedes ver, éstas domínalas, y no tengas curiosidad sobre el resto; pero voy a
explicarte todas las cosas que te mostraré. Observa, pues, lo que queda.»

[80] III. Y vi seis hombres que venían, altos y gloriosos y de aspecto semejante, y
éstos llamaron a una gran multitud de hombres. Y los otros que habían venido también
eran altos y hermosos y poderosos. Y los seis hombres les ordenaron que edificaran
una torre sobre la puerta. Y hacían un gran ruido estos hombres que habían venido
para edificar la torre, cuando corrían de un lado a otro alrededor de la puerta. Porque
las vírgenes que había junto a la puerta dijeron a los hombres que se apresuraran a
edificar la torre. Y las vírgenes tendieron las manos como para recibir algo de los
hombres. Y los seis hombres ordenaron que subieran piedras de cierto hoyo profundo,
que habían de servir para la edificación de la torre. Y subieron diez piedras cuadradas
y pulimentadas, [no] labradas de una cantera. Y los seis hombres llamaron a las
vfrgenes, y les ordenaron que llevaran todas las piedras que habían de entrar en la
edificación de la torre, y que las pasaran por la puerta y las entregaran a los hombres
que estaban a punto de edificar la torre. Y las vírgenes se cargaron las primeras diez
piedras que habían aparecido de lo profundo del hoyo, y las transportaron entre todas,
piedra por piedra.

[81] IV. Y tal como estaban juntas alrededor de la puerta, en este orden las llevaron;
las que parecían ser bastante fuertes se habían inclinado a los ángulos de la piedra, en
tanto que las otras se inclinaban a los lados de la piedra. Y así acarrearon todas las
piedras. Y las trasladaron a través de la puerta, tal como se les había ordenado, y las
entregaron a los hombres para la torre; y éstos tomaron las piedras y edificaron. Y la
edificación de la torre era sobre la gran roca y sobre la puerta. Estas diez piedras
fueron entonces juntadas, y cubrían toda la roca. Y éstas formaron un fundamento para
el edificio de la torre. Y [la roca y] la puerta sostenían toda la torre. Y después de las
diez piedras subieron de la profundidad otras veinticinco piedras, y éstas fueron
encajadas en el edificio de la torre, siendo acarreadas por las vírgenes, como las
anteriores. Y después de éstas subieron treinta y cinco piedras. Y éstas, asimismo,
fueron encajadas en la torre. Y después de éstas vinieron otras cuarenta piedras, y
éstas fueron puestas todas en el edificio de la torre. Así que se pusieron cuatro hileras
en los fundamentos de la torre. Y (las piedras) dejaron de subir de la profundidad, y
los edificadores también cesaron un rato. Y entonces los seis hombres ordenaron a la
multitud de gente que trajera piedras de las montañas para la edificación de la torre.
Fueron traídas, pues, de todas las montañas, de varios colores, labradas por los
hombres, y entregadas a las vírgenes; y las vírgenes las acarreaban a través de la
puerta y las entregaban para la edificación de la torre. Y cuando las distintas piedras
fueron colocadas en el edificio, se hicieron semejantes todas y blancas, y perdieron sus
muchos colores. Pero algunas piedras fueron entregadas por los hombres para el
edificio, y éstas no se volvieron brillantes; sino que tal como eran colocadas, así
permanecían; porque no eran entregadas por las vírgenes ni habían sido acarreadas a
través de la puerta. Estas piedras, pues, eran disformes y desagradables a la vista en el
edificio de la torre. Entonces los seis hombres vieron que las piedras eran impropias
en el edificio, y ordenaron que fueran quitadas y fueran llevadas (abajo) a su lugar
propio, de donde habían sido traídas. Y dijeron a los hombres que estaban trayendo
piedras: «Absteneos del todo de entregar piedras para la edificación; pero colocadlas
junto a la torre, para que las vfrgenes las acarreen a través de la puerta y las entreguen
a los que edifican. Porque», [dijeron ellos], «si no son acarreadas a través de la puerta
por las manos de estas vírgenes no pueden cambiar su color. No trabajéis, pues»,
[dijeron], «en vano.»

[82] V. Y el edificio quedó terminado en aquel día; con todo, la torre no quedó
terminada por completo, porque había de ser elevada [todavía] un poco más; y hubo
una interrupción en la edificación. Y los seis hombres ordenaron a los edificadores que
se retiraran un rato [todos ellos] y descansaran; pero a las vírgenes no les ordenaron
que se retiraran de la torre. Y yo pensé que las vírgenes se habían quedado para
guardar la torre. Y después que todos se hubieron retirado [y descansado], yo le dije al
pastor: «Señor, ¿por qué no ha sido completada la edificación de la torre?» «La torre»,
me contestó, «no puede ser completamente terminada hasta que su Señor venga y
ponga a prueba este edificio, con el fin de que, si hay algunas piedras que se
desmenuzan, las pueda cambiar porque la torre es edificada según su voluntad.»
«Quisiera saber, señor», le dije, «qué es el edificio de esta torre, y respecto a la roca y
la puerta, y las montañas, y las vírgenes, y las piedras que vinieron de lo profundo y
no fueron labradas, sino que fueron usadas tal como estaban en la edificación; y
porqué fueron colocadas primero diez piedras en los fundamentos, luego veinticinco,
luego treinta y cinco, luego cuarenta; y respecto a las piedras que han entrado en la
edificación y fueron quitadas otra vez y devueltas a su lugar; con respecto a todas
estas cosas da descanso a mi alma, señor, y explícamelas.» Y me dijo: «Si no eres
dominado por una curiosidad yana, conocerás todas estas cosas. Porque después de
unos pocos días vendremos aquí, y verás lo que a continuación ocurrirá a esta torre y
entenderás todas las parábolas con exactitud.» Y después de unos días volvimos al
lugar en que nos habíamos sentado, y él me dijo: «Vayamos a la torre, porque el
propietario de la torre viene para inspeccionarla.» Y fuimos a la torre y no había nadie
allí cerca, excepto las vírgenes. Y el pastor preguntó a las vírgenes si el amo de la
torre había llegado. Y ellas le dijeron que llegaría pronto para inspeccionar el edificio.

[83] VI. Y he aquí, después de poco vi un despliegue de muchos hombres que venían,
y en medio un hombre de una estatura tal que sobrepujaba la torre. Y los seis hombres
que habían dirigido la edificación andaban con él a su derecha y a su izquierda, y
todos los que habían trabajado en la edificación estaban con él, y muchos otros
gloriosos ayudantes alrededor. Y las vírgenes que vigilaban la torre se adelantaron y le
besaron, y empezaron a caminar a su lado alrededor de la torre. Y este hombre
inspeccionó el edificio tan cuidadosamente, que palpó cada una de las piedras, y
empuñaba una vara en la mano, con la cual golpeaba cada una de las piedras que
estaba colocada en el edificio. Y cuando golpeaba, algunas de las piedras se volvían
negras como hollín, otras mohosas, otras se resquebrajaban, otras se rompían, otras no
se volvían ni blancas ni negras, otras deformes y no encajaban con las otras piedras, y
otras mostraban muchas manchas; éstos eran los aspectos diversos de las piedras que
se veía eran impropias para el edificio. Así que ordenó que todas ellas fueran quitadas
de la torre, y fueran colocadas junto a la torre, y fueran traídas otras piedras y
colocadas en lugar de aquéllas. Y los edificadores le preguntaron de qué montaña
deseaba que fueran traídas las piedras y puestas en su lugar. Y él no quiso que fueran
traídas de las montañas, sino que mandó que fueran traídas de cierta llanura que había
muy cerca. Y cavaron en la llanura, y se hallaron piedras allí brillantes y cuadradas,
pero algunas de ellas eran demasiado redondeadas. Y todas las piedras que había por
todas panes en aquella llanura fueron traídas, y fueron acarreadas a través de la puerta
por las vírgenes. Y las piedras cuadradas fueron labradas y puestas en el lugar de las
que habían sido quitadas; pero las redondeadas no fueron colocadas en el edificio,
porque era difícil darles forma, y el trabajo en ellas era lento. Así que fueron
colocadas al lado de la torre, como si se intentara darles forma y colocarlas en el
edificio; porque eran muy brillantes.

[84] VII. Así que, habiendo realizado estas cosas, el hombre glorioso que era el señor
de toda la torre llamó al pastor hacia sí, y le entregó todas las piedras que había
puestas al lado de la torre, y que fueron quitadas del edificio, y le dijo: «Limpia estas
piedras cuidadosamente, y ponlas en el edificio de esta torre; se entiende las que
puedan encajar con el resto; pero las que no puedan encajar, échalas lejos de la torre.»
Habiendo dado estas órdenes al pastor, se marchó de la torre con todos los que habían
venido con él. Y las vírgenes estaban alrededor de la torre observándole. Yo le dije al
pastor: «¿Cómo pueden estas piedras entrar otra vez en el edificio de la torre, siendo
así que han sido desaprobadas?» Él me contestó: «¿Ves estas piedras?» «Las veo,
señor», le dije. «Yo mismo daré forma a la mayor parte de estas piedras y las pondré
en el edificio, y encajarán con las piedras restantes.» «¿Cómo es posible», le dije,
«cuando sean recortadas con el cincel, que encajen en el mismo espacio?» El me dijo
como respuesta: «Todas las que sean halladas pequeñas, serán puestas en medio del
edificio; pero las que sean mayores, serán colocadas cerca del exterior, y se enlazarán
con las otras.» Con estas palabras me dijo: «Vayámonos, y después de dos días
volvamos y limpiemos estas piedras y pongámoslas en el edificio; porque todas las
cosas alrededor de la torre han de ser limpiadas, no sea que el señor venga súbitamente
y halle los alrededores de la torre sucios y se enoje, y resulte que estas piedras no
entren en la edificiación de la torre y yo sea tenido por descuidado a los ojos de mi
señor.»

Y después de dos días fuimos a la torre, y él me dijo: «Inspeccionemos todas las


piedras, y veamos cuáles pueden servir para la edificación.» Yo le dije: «Señor,
inspeccionémoslas.»

[85] VIII. Y así, empezando, primero inspeccionamos las piedras negras; y tal como
habían sido descartadas del edificio, así las hallamos. Y el pastor ordenó que fueran
quitadas de la torre y fueran puestas a un lado. Luego inspeccionó las que eran
mohosas, y las tomó y moldeó muchas de ellas, y ordenó a las vírgenes que las
tomaran y las pusieran en el edificio. Y las vírgenes las tomaron y las colocaron en el
edificio de la torre en una posición media. Pero para las restantes ordenó que fueran
colocadas con las negras, porque éstas también eran negras. Luego empezó a
inspeccionar las que tenían rajas; y de éstas moldeó algunas, y ordenó que fueran
llevadas por las manos de las vírgenes para el edificio. Y fueron colocadas hacia fuera,
porque se vio que eran sanas. Pero el resto no pudo ser moldeado debido al número de
rajas. Por esta razón, pues, fueron echadas fuera del edificio de la torre. Luego siguió
inspeccionando (las piedras) de tamaño reducido, y muchas de ellas estaban negras, y
algunas tenían grandes rajas; y ordenó que éstas también fueran colocadas con las que
habían sido descartadas. Pero las que quedaban, él las limpió y les dio forma, y ordenó
que fueran colocadas en el edificio. Así que las vírgenes las tomaron y las encajaron
en medio del edificio de la torre; porque eran algo débiles. Luego empezó a
inspeccionar las que eran medio blancas y medio negras, y muchas de ellas (ahora)
eran del todo negras; y ordenó que éstas fueran llevadas con las que habían sido
descartadas antes. +Pero todas las restantes fueron [halladas blancas, y fueron]
llevadas por las vírgenes; porque siendo blancas fueron encajadas por las mismas
[vírgenes] en el edificio.+ Pero fueron colocadas hacia fuera, porque estaban sanas, de
modo que podían unirse a las que habían sido colocadas en medio; porque ni una sola
de ellas era demasiado pequeña. Entonces empezó a inspeccionar las duras y
deformes; y unas pocas fueron descartadas, debido a que no se podían moldear,
porque eran demasiado duras. Pero moldeó las restantes, les dio forma [y fueron
llevadas por las vírgenes], y fueron encajadas en medio del edificio de la torre, porque
eran algo débiles. Luego siguió inspeccionando las que tenían manchas, y algunas de
éstas se habían vuelto negras y fueron echadas con el resto; pero las restantes eran
brillantes y sanas, y fueron encajadas por las vírgenes en el edificio; pero fueron
colocadas hacia fuera debido a su fuerza.

[86] IX. Entonces fue a inspeccionar las piedras blancas y redondas, y me dijo:
«¿Qué haremos con estas piedras?» «¿Cómo puedo saberlo yo, señor?», le respondí.
[Y él me dijo]: «j,No te das cuenta de nada con respecto a las mismas?» Y le dije:
«Señor, no entiendo en este arte, ni soy cantero, ni puedo decir nada.» «¿No ves», me
dijo, «que son muy redondas, y si quiero hacerlas cuadradas es necesario quitar de
ellas mucho con el cincel? Con todo, algunas tienen que ser colocadas por necesidad
en el edificio.» «Señor», dije, «si ha de ser así, ¿por qué te desazonas, y por qué no
escoges para el edificio las que quieras y las encajas en él?» El escogió de entre las
grandes y brillantes algunas y las picó; y las vírgenes las tomaron y las encajaron en
las panes exteriores del edificio. Pero las restantes que habían quedado se las llevaron
y las pusieron en la llanura de donde habían sido traídas; éstas no fueron echadas, sin
embargo, porque», dijo él, «queda todavía parte de la torre para ser construida. Y el
señor de la torre desea muchísimo que estas piedras sean encajadas en el edificio,
porque son muy brillantes.» Así que fueron llamadas doce mujeres, de muy hermosa
figura, vestidas de negro, [ceñidas y con los hombros desnudos], con el pelo colgando.
Y estas mujeres, pensé yo, tenían un aspecto arisco. Y el pastor ordenó que tomaran
las piedras que habían sido desechadas del edificio, y las llevaran a las mismas
montañas de las cuales habían sido traídas; y ellas las tomaron con alegría, y se
llevaron todas las piedras y las pusieron en el lugar de donde habían sido sacadas. Y
después que habían sido quitadas todas las piedras, y no quedaba una sola alrededor de
la torre, el pastor me dijo: «Demos la vuelta a la torre y veamos que no haya defecto
en ella.» Y yo di la vuelta con él. Y cuando el pastor vio que la torre era muy hermosa
en la edificación, se puso en extremo contento; porque la torre estaba tan bien
edificada que, cuando yo la vi, deseé con ansia la edificación de la misma; porque
estaba edificada como si fuera de una sola piedra, encajada toda junta. Y la obra de
piedra parecía como si hubiera sido excavada de la roca; porque me parecía como si
fuera todo una sola piedra.

[87] X. Y cuando andaba con él yo estaba contento al ver una vista tan airosa. Y el
pastor me dijo: «Ve y trae yeso y arcilla fina, para que pueda rellenar las formas de las
piedras que han sido tomadas y puestas en el edificio; porque toda la torre alrededor
ha de ser lisa.» E hice lo que me mandó, y se lo traje. «Ayúdame», me dijo, «y la obra
será realizada rápidamente.» Así que él llenó las formas de las piedras que habían
entrado en el edificio, y ordenó que los alrededores de la torre fueran barridos y
limpiados. Y las vírgenes tomaron escobas y barrieron, y quitaron todos los escombros
alrededor de la torre, y rociaron con agua, y el terreno alrededor de la torre quedó
alegre y muy hermoso. El pastor me dijo: «Todo ha quedado limpio ahora. Si el señor
viene a inspeccionar la torre, no tiene nada de qué acusarnos.» Diciendo esto, quería
marcharse. Pero yo eché mano de su zurrón y le conjuré por el Señor que me explicara
[todo] lo qüe me había mostrado. El me dijo: «Estoy ocupado durante un rato; luego te
lo explicaré todo. Espérame aquí hasta que vuelva.» Yo le dije: «Señor, cuando esté
solo aquí, ¿qué es lo que tengo que hacer?» «Tú no estás solo», me contestó, «porque
estas vírgenes están aquí contigo.» «Encomiéndame, pues, a ellas», le dije. El pastor
las llamó y les dijo: «Os encomiendo a este hombre hasta que vuelva», y se marchó.
Así que yo quedé solo con las vírgenes; y ellas estaban muy alegres, y amablemente
dispuestas hacia mí, especialmente las cuatro que eran más gloriosas en apariencia.

[88] XI. Las vírgenes me dijeron: «Hoy el pastor no viene aquí.» «¿Qué haré yo,
pues?», dije. «Espérale», dijeron, «hasta el anochecer; y si viene, él hablará contigo;
pero si no viene, te quedarás aquí con nosotras hasta que venga.» Yo les dije: «Le
esperaré hasta el anochecer, y si no viene, me marcharé a casa y regresaré temprano
por la mañana.» Pero ellas contestaron y me dijeron: «Él te encomendó a nosotras, y
no puedes marcharte de nosotras.» «¿Dónde me quedaré, pues?» «Tú pasarás la noche
con nosotras», dijeron, «como un hermano, no como un marido; porque tú eres nuestro
hermano, y a partir de ahora nosotras moraremos contigo; porque te amamos
entrañablemente.» Pero yo tenía vergüenza de quedarme con ellas. Y la que parecía
ser la principal empezó a besarme y abrazarme; y las otras, viendo que ella me
abrazaba, empezaron también a besarme, y me llevaban alrededor de la torre y
jugaban conmigo. Y yo me había vuelto como si fuera un joven, y comencé yo mismo
a jugar con ellas. Porque algunas de ellas empezaron a danzar, [otras a dar saltos],
otras a cantar. Pero yo me quedé en silencio y andaba con ellas alrededor de la torre, y
estaba contento con ellas. No obstante, cuando llegó la noche, deseaba irme a casa;
pero ellas no me dejaron, sino que me detuvieron. Y yo pasé la noche con ellas, y
dormí al lado de la torre. Porque las vírgenes esparcieron sus túnicas de lino sobre el
suelo, y me hicieron echar en medio de ellas, y ellas no hacían otra cosa que orar; y yo
oraba con ellas sin cesar, y no menos que ellas. Y las vírgenes se regocijaban de que
yo orara. Y yo estuve con las vírgenes allí hasta la mañana a la segunda hora.
Entonces vino el pastor y dijo a las vírgenes: «¿Le habéis hecho algún daño?»
«Pregúntaselo», dijeron. Y yo le dije: «Señor, estuve contento de estar con ellas.»
«¿Qué comiste para cenar?», me preguntó. «Cené, señor, las palabras del Señor
durante toda la noche», le dije. «¿Te trataron bien?», preguntó él. «Sí, señor»,
contesté. «Ahora», dijo él, «¿qué es lo que quieres oír primero?» «En el orden en que
me lo has mostrado, señor, desde el principio», le dije; «te ruego, señor, que me lo
expliques exactamente en el orden en que te lo preguntaré.» «Según tu deseo, así te lo
interpretaré», me dijo, «y no te esconderé nada a ti.»

[89] XII. «Primero, señor», le dije, «explícame esto. La roca y la puerta, ¿qué son?»
«Esta roca», me contestó, «y la puerta, son el Hijo de Dios.» «Señor», le dije, «¿cómo
es que la roca es antigua pero la puerta reciente?» «Escucha», me dijo, «y entiende,
hombre insensato. El Hijo de Dios es más antiguo que toda su creación, de modo que
fue el consejero del Padre en la obra de su creación. Por tanto, también El es antiguo.»
«Pero la puerta, ¿por qué es reciente, señor?», le pregunté. «Porque», dijo él, «El fue
manifestado en los últimos días de la consumación; por tanto, la puerta es hecha
recientemente, para que los que son salvos puedan entrar por ella en el reino de Dios.
¿Viste», me dijo, «que las piedras que pasaron por la puerta han entrado en la
edificación de la torre, pero las que no pasaron por ella fueron echadas otra vez a su
lugar?» «Lo vi, señor», dije yo. «Así, pues», dijo él, «nadie entrará en el reino de Dios
a menos que haya recibido el nombre de su Hijo. Porque si tú quieres entrar en una
ciudad, y esta ciudad está amurallada por completo y sólo tiene una puerta, ¿puedes
entrar en esta ciudad como no sea por medio de la puerta que tiene?» «Señor, ¿cómo
sería posible hacerlo de otra manera», le pregunté yo. «Así pues, si no puedes entrar
en la ciudad excepto a través de la puerta que tiene, lo mismo», dijo él, «ninguno
puede entrar en el reino de Dios excepto en el nombre de su Hijo que es amado por Él.
¿Viste», me dijo, «la multitud que está edificando la torre?» «La vi, señor», le
contesté. «Estos», dijo él, «son todos ángeles gloriosos. De éstos, pues, está rodeado
por todas panes el Señor. Pero la puerta es el Hijo de Dios; sólo hay esta entrada al
Señor. Nadie puede entrar hasta Él de otra manera que por medio de su Hijo. ¿Viste»,
me dijo, «los seis hombres, y el hombre glorioso y poderoso en medio de ellos, que
andaba alrededor de la torre y rechazaba las piedras del edificio?» «Le vi, señor», le
dije. «El hombre glorioso», dijo él, «es el hijo de Dios, y los seis son los gloriosos
ángeles que le guardan a su derecha y a su izquierda. De estos gloriosos ángeles ni uno
entrará ante Dios aparte de Él; todo el que no recibe su nombre, no entrará en el reino
de Dios.»

[90] XIII. «Pero la torre», dije yo, «¿qué es?» «La torre», contestó él, «¡cómo!, es la
Iglesia.» «Y estas vírgenes, ¿quiénes son?» Y me dijo: «Son los espíritus santos; y
ningún hombre puede hallarse en el reino de Dios a menos que éstos le revistan con su
vestido; porque si tú recibes sólo el nombre, pero no recibes el vestido de ellos, no te
sirve de nada. Porque estas vírgenes son poderes del Hijo de Dios. [Por lo tanto] si tú
llevas el Nombre, y no llevas su poder, llevarás el Nombre sin ningún resultado. Y las
piedras», dijo él, «que viste que eran echadas, éstas llevaban el Nombre, pero no
estaban vestidas con el vestido de las vírgenes.» «¿De qué clase, señor», pregunté yo,
«es su vestido?» «Los mismos nombres», dijo él, «son su vestido. Todo el que lleva el
nombre del Hijo de Dios, debería llevar los nombres de éstos también; porque incluso
el Hijo mismo lleva los nombres de estas vírgenes. Todas las piedras que viste que
entraban en el edificio de la torre», me dijo, «siendo dadas por sus manos y esperando
para la edificación, han sido revestidas del poder de estas vírgenes. Por esta causa tú
ves la torre hecha de una sola piedra con la roca. Así también los que han creído en el
Señor por medio de su Hijo y están revestidos de estos espíritus, pasarán a ser un
espíritu y un cuerpo, y sus vestidos son todos de un color. Pero estas personas que
llevan los nombres de las vírgenes tienen su morada en la torre.» «Las piedras que son
echadas, pues», dije yo, «¿por qué fueron echadas? Porque pasaron por la puerta y
fueron colocadas en el edificio de la torre por manos de las vírgenes.» «Como todas
estas cosas te interesan», dijo él, «e inquieres con diligencia, escucha lo que se refiere
a las piedras que han sido echadas. Todas éstas», [dijo él], «recibieron el nombre del
Hijo de Dios, y recibieron también el poder de estas vírgenes. Cuando recibieron,
pues, estos espíritus, fueron fortalecidas, y estaban con los siervos de Dios, y tenían un
espíritu y un cuerpo [y un vestido]; porque eran de un mismo pensar, y obraban
justicia. Después de cierto tiempo, pues, fueron persuadidas por las mujeres que viste
vestidas en ropa negra, y tenían los hombros desnudos y el pelo suelto, y eran de
hermosa figura. Cuando las vieron las desearon, y se revistieron de su poder, pero se
despojaron del poder de las vírgenes. Estos, por tanto, fueron echados de la casa de
Dios y entregados a estas (mujeres). Pero los que no fueron engañados por la
hermosura de estas mujeres permanecieron en la casa de Dios. Aquí tienes la
interpretación de las que fueron descartadas», dijo él.

[91] XIV. «¿Qué pasa, pues, señor», dije yo, «si estos hombres, siendo lo que son, se
arrepienten y se desprenden de su deseo hacia estas mujeres, y regresan a las vírgenes,
y andan en su poder y en sus obras? ¿No entrarán en la casa de Dios?» «Entrarán»,
dijo él, «si se desprenden de las obras de estas mujeres y vuelven a tomar el poder de
las vírgenes y andar en sus obras. Porque ésta es la razón por la que hubo una
interrupción en la edificación, para que si éstos se arrepienten, puedan entrar en el
edificio de la torre; pero si no se arrepienten, entonces otros ocuparán su lugar, y ellos
serán expulsados finalmente.» Por todas estas cosas yo di gracias al Señor, porque Él
tuvo compasión de todos los que invocan su nombre, y nos envió al ángel del
arrepentimiento a los que habíamos pecado contra Él, y reavivó nuestro espiritu, y
cuando ya estábamos echados a perder y no teníamos esperanza de vida, restauró
nuestra vida.» «Ahora, señor», dije yo, «muéstrame por qué la torre no está edificada
sobre el suelo, sino sobre la roca y sobre la puerta.» «Porque careces de sentido», dijo
él, «y eres sin entendimiento [haces esta pregunta].» «Me veo obligado, señor», dije
yo, «a preguntarte todas las cosas a ti porque yo soy totalmente incapaz de comprender
nada en absoluto; porque todas estas cosas son grandes y gloriosas y difíciles de
entender para los hombres.» «Escucha», continúo él. «El nombre del Hijo de Dios es
grande e incomprensible, y sostiene a todo el mundo. Así pues, si toda la creación es
sostenida por el Hijo [de Dios], ¿qué piensas tú de los que son llamados por Él, y
llevan el nombre del Hijo de Dios y andan conforme a sus mandamientos? ¿Ves tú en
qué manera Él sostiene a los hombres? Los que llevan su nombre de todo corazón. Él
mismo, pues, es su fundamento, y Él los sustenta alegremente, porque ellos no están
avergonzados de llevar su nombre.»

[92] XV. «Declárame, señor», le dije, «los nombres de las vírgenes y de las mujeres
vestidas de ropas negras.» «Escucha», respondió él, «los nombres de las vírgenes más
poderosas, las que se hallaban situadas en los extremos. La primera es Fe; la segunda,
Continencia; la tercera, Poder; y la cuarta, Paciencia. Pero las otras estacionadas entre
ellas tienen por nombres: Simplicidad, Inocencia, Pureza, Alegría, Verdad,
Entendimiento, Concordia, Amor. El que lleva estos nombres y el nombre del Hijo de
Dios podrá entrar en el reino de Dios. Escucha», me dijo, «también los nombres de las
mujeres que llevan las ropas negras. De ellas hay también cuatro que son más
poderosas que el resto: la primera es Incredulidad; la segunda, Intemperancia; la
tercera, Desobediencia; la cuarta, Mentira; y las que siguen son llamadas Tristeza,
Maldad, Lascivia, Irascibilidad, Falsedad, Locura, Calumnia, Rencor. El siervo de
Dios que lleva estos nombres verá el reino de Dios, pero no entrará en él.» «Pero las
piedras, señor», dije yo, «que vinieron de lo profundo y fueron encajadas en el
edificio, ¿quiénes son?» «Las primeras», dijo él, «a saber, las diez, que fueron
colocadas en los fundamentos, son la primera generación; las veinticinco son la
segunda generación de los justos; las treinta y cinco son los profetas de Dios y sus
ministros; las cuarenta son los apóstoles y maestros de la predicación del Hijo de
Dios.» «¿Por qué, pues, señor», pregunté yo, «entregaron las vírgenes también estas
piedras para la edificación de la torre y las llevaron a través de la puerta?» «Porque
estas primeras», contestó él, «llevaban estos espíritus, y nunca se separaron los unos
de los otros, ni los espíritus de los hombres ni los hombres de los espíritus, sino que
los espíritus permanecieron con ellos hasta que durmieron; y si ellos no hubieran
tenido estos espíritus con ellos, no habrían sido hallados útiles para la edificación de
esta torre.»

[93] XVI. «Muéstrame algo más aún, señor», le dije. «¿Qué deseas saber además»,
me dijo. «¿Por qué, señor», le pregunté «salieron las piedras de lo profundo, y por qué
fueron colocadas en el edificio aunque traían estos espíritus?» «Les era necesario que
se levantaran a través del agua, para que pudieran recibir vida; porque de otro modo
no habrían podido entrar en el reino de Dios, a menos que hubieran puesto a un lado lo
mortal de su vida [previa]. Lo mismo, pues, los que durmieron recibieron el sello del
Hijo de Dios y entraron en el reino de Dios. Porque antes que un hombre lleve el
nombre [del Hijo de] Dios, es muerto; pero cuando ha recibido el sello, deja a un lado
la mortalidad y asume otra vez la vida. El sello, pues, es el agua; así que descienden en
el agua muertos y salen vivos. Así que, también a ellos fue predicado este sello, y
ellos se beneficiaron de él para poder entrar en el reino de Dios.» «¿Por qué, señor», le
pregunté, «salieron las cuarenta piedras también de lo profundo, aunque ya habían
recibido el sello?» «Porque éstas», dijo él, «los apóstoles y los maestros que
predicaron el nombre del Hijo de Dios, después que hubieron dormido en el poder y la
fe del Hijo de Dios, predicaron también a los que habían quedado dormidos antes que
ellos, y ellos mismos les dieron el sello de la predicación. Por tanto, descendieron con
ellos en el agua y salieron de nuevo. Pero éstos descendieron vivos [y de nuevo
salieron vivos]; en tanto que los otros que habían dormido antes que ellos
descendieron muertos y salieron vivos. Así que por medio de ellos fueron vivificados
y llegaron al pleno conocimiento del nombre del Hijo de Dios. Por esta causa también
subieron con ellos, y fueron encajados con ellos en el edificio de la torre y fueron
edificados con ellos, sin que se les diera nueva forma; porque ellos durmieron en
justicia y gran pureza. Sólo que no tenían este sello. Tú tienes, pues, la interpretación
de estas cosas también.» «Las tengo, señor», le dije.

[94] XVII. «Ahora pues, señor, explícame respecto a las montañas. ¿Por qué son sus
formas distintas la una de la otra, y son varias?» «Escucha», me dijo. «Estas doce
montañas son [doce] tribus que habitan todo el mundo. A estas (tribus), pues, fue
predicado el Hijo de Dios por los apóstoles.» «Pero explícame, señor, por qué son
varias —estas montañas— y cada una tiene un aspecto diferente.» «Escucha», me
respondió. «Estas doce tribus que habitan todo el mundo son doce naciones; y son
diversas en entendimiento y en mente. Siendo diversas, pues, según viste, estas
montañas, también lo son las variedades de la mente de estas naciones, y su
entendimiento. Y yo te mostraré la conducta de cada una.» «Primero, señor», le dije,
«muéstrame esto: por qué las montañas, siendo tan distintas, pese a todo, cuando sus
piedras fueron puestas en el edificio, se volvieron brillantes y de un color como el de
las piedras que habían ascendido de lo profundo.» «Porque», me dijo, «todas las
naciones que habitan bajo el cielo, cuando oyeron y creyeron, fueron llamadas por el
nombre único de [el Hijo de] Dios. Así que, habiendo recibido el sello, tenían un
entendimiento y una mente, y pasó a ser suya una fe y [un] amor, y llevaron los
espíritus de las vírgenes junto con el Nombre; por lo tanto, el edificio de la torre pasó
a ser de un color brillante como el sol. Pero después que estuvieron juntas y se
hicieron un cuerpo, algunas de ellas se contaminaron, y fueron echadas de la sociedad
de los justos, y pasaron de nuevo a ser igual que eran antes, o aún peor.»

[95] XVIII. «Señor», le pregunté, «¿cómo se hicieron peor después de haber


conocido plenamente a Dios?» «El que no conoce a Dios», respondió él, «y comete
maldad, tiene cierto castigo por su maldad; pero el que conoce a Dios plenamente ya
no debería cometer más maldad, sino hacer lo bueno. Así pues, si el que debería obrar
bien comete maldad, ¿no parece cometer una maldad mayor que el que no conoce a
Dios? Por tanto, los que no habían conocido a Dios y cometen maldad son condenados
a muerte, pero los que han conocido a Dios y visto sus obras poderosas, y, con todo,
cometen maldad, recibirán un castigo doble y morirán eternamente. De esta forma,
pues, será purificada la Iglesia de Dios. Y así como tú viste las piedras quitadas de la
torre y entregadas a los espíritus malos, ellos también serán echados fuera; y habrá un
cuerpo de ellos que son purificados, tal como la torre, después de haber sido
purificada, pasó a ser como si fuera una sola piedra. Así será la Iglesia de Dios
también después de haber sido purificada, y los malvados e hipócritas y blasfemos e
indecisos y los que cometen varias clases de maldad hayan sido echados fuera.
Cuando éstos hayan sido echados fuera, la Iglesia de Dios será un cuerpo, un
entendimiento, una mente, una fe, un amor. Y entonces el Hijo de Dios se regocijará y
se gozará en ellos, porque Él ha vuelto a recibir a su pueblo puro.» «Grandes y
gloriosas son, señor, todas estas cosas. Una vez más, señor», [le dije], «muéstrame la
fuerza y las acciones de cada una de las montañas, para que cada alma que confía en el
Señor, cuando lo oiga, pueda glorificar su nombre grande, maravilloso y glorioso.»
«Escucha», me dijo, «la variedad de las montañas y de las doce naciones.

[96] XIX. »De la primera montaña, que era negra, los que han creído son como
sigue: rebeldes y blasfemos contra el Señor, y traidores de los siervos de Dios. Para
éstos no hay arrepentimiento, sino que hay muerte. Por esta causa son también negros;
porque su raza es rebelde. Y de la segunda montaña, la desolada, los que han creído
son así: hipócritas y maestros de maldad. Y éstos, pues, son como los primeros en no
tener el fruto de la justicia. Porque, tal como su montaña es sin fruto, del mismo modo
estos hombres tienen un nombre, verdaderamente, pero están vacíos de fe, y no hay
fruto de verdad en ellos. A éstos, por tanto, se les ofrece arrepentimiento si se
arrepienten presto; pero si lo demoran, morirán con los anteriores.» «¿Por qué, señor»,
pregunté yo, «es posible el arrepentimiento para ellos, pero no lo es para los
anteriores? Porque sus actos son casi los mismos.» «Por esto», me dijo, «les es
ofrecido arrepentimiento a éstos, porque no han blasfemado de su Señor ni han
traicionado a los siervos de Dios; pese a todo, por afán de lucro actúan de modo
hipócrita, y se enseñan el uno al otro [según] los deseos de los pecadores. No obstante,
éstos recibirán cierto castigo; con todo, hay arrepentimiento ordenado para ellos,
porque no han sido blasfemos o traidores.

[97] XX. »Y de la tercera montaña, la que tiene espinos y zarzas, los que han creído
son así: algunos de ellos son ricos, y otros están enzarzados en muchos asuntos de
negocios. Las zarzas son los ricos, y los espinos son los que están mezclados en varios
asuntos de negocios. Estos [pues, que están mezclados en muchos y varios asuntos de
negocios] no se juntan con los siervos de Dios, sino que se descarrían, siendo
ahogados por sus asuntos; por su parte, los ricos no están dispuestos a unirse a los
siervos de Dios, no sea que se les pueda pedir algo. Estos hombres, pues, difícilmente
entrarán en el reino de Dios. Porque tal como es difícil andar entre espinos con los
pies descalzos, también es difícil que estos hombres entren en el reino de Dios. Pero
para todos éstos es posible el arrepentimiento, aunque ha de ser rápido, para que lo
que omitieron hacer en días pasados, puedan ahora compensarlo y hacer algo bueno.
Si se arrepienten, pues, y hacen algo bueno, vivirán para Dios; pero si continúan en
sus actos, serán entregados a aquellas mujeres, las cuales les darán muerte.

[98] XXI. »Y con respecto a la cuarta montaña, la que tenía mucha vegetación, la
parte superior de la hierba era verde y la parte hacia las raíces seca, y alguna había
sido secada por el sol, los que han creído son así: los indecisos y los que tienen al
Señor en sus labios pero no lo tienen en su corazón. Por tanto, sus fundamentos son
secos y sin poder, y sólo viven sus palabras, pero sus obras son muertas. Estos
hombres no son ni vivos ni muertos. Son, por consiguiente, como los indecisos;
porque el indeciso no es ni verde ni seco; porque ellos no están vivos ni muertos.
Porque como su hierba se secó cuando vio el sol, así también el hombre indeciso,
cuando oye que se acerca tribulación, por su cobardía adora a los ídolos y se
avergüenza del nombre de su Señor. Éstos no están ni vivos ni muertos. Pese a todo,
éstos también, si se arrepienten presto, podrán vivir; pero si no se arrepienten, han sido
entregados ya a las mujeres que les quitan la vida.

[99] XXII. »Y de la quinta montaña, la que tenía la hierba verde y era abrupta, los
que han creído son así: son fieles, pero lentos para aprender y obstinados, y procuran
agradarse a sí mismos, deseando saber todas las cosas y, con todo, no saben nada en
absoluto. A causa de su obstinación, el entendimiento se mantuvo alejado de ellos, y
entró en ellos una insensatez sin sentido; y se alaban a sí mismos como si tuvieran
entendimiento, y desean ser maestros que se han nombrado a sí mismos, aunque
carezcan de sentido. Debido, pues, a este orgullo del corazón de muchos, aunque se
exaltan a sí mismos, han sido vaciados; porque la obstinación y la yana confianza son
un demonio poderoso. De éstos, pues, muchos fueron echados, pero algunos se
arrepintieron y creyeron y se sometieron a los que tenían entendimiento, habiéndose
dado cuenta de su propia insensatez. Con todo, y para el resto que pertenece a esta
clase, se les ofrçce arrepentimiento; porque ellos no se hicieron malos, sino más bien
insensatos y sin entendimiento. Si éstos, por tanto, se arrepienten, vivirán para Dios;
pero si no se arrepienten, tendrán su morada con las mujeres que obran mal contra
ellos.

[100] XXIII. »Pero los que han creído de la sexta montaña, que tiene barrancos
grandes y pequeños, y en las hendiduras la hierba se ha secado, son así: los que se
hallan en las hendiduras pequeñas, éstos son los que tienen algo el uno contra el otro,
y por sus murmuraciones se han secado en la fe; pero muchos de éstos se arrepienten.
Sí, y el resto de ellos se arrepentirá cuando oigan mis mandamientos; porque sus
murmuraciones son pequeñas y se arrepentirán pronto. Pero los que se hallan en las
grandes hendiduras, éstos persisten en sus murmuraciones y guardan rencores,
manteniendo la ira el uno contra el otro. Estos, pues, fueron quitados inmediatamente
de la torre y rechazados de su edificación. Estas personas, pues, con dificultad vivirán.
Si Dios y nuestro Señor, que gobierna sobre todas las cosas y tiene autoridad sobre
toda su creación, no guarda rencor contra los que confiesan sus pecados, sino que es
misericordioso, ¿debe el hombre, que es mortal y lleno de pecado, guardar rencor
contra otro hombre, como si pudiera destruirle o salvarle? Os digo yo el —ángel del
arrepentimiento— a cuantos sostenéis esta herejía, apartadla de vosotros y arrepentíos,
y el Señor curará vuestros pecados anteriores si os purificáis de este demonio; pero si
no, seréis entregados a él para que os dé muerte.

[101] XXIV. »Y de la séptima montaña, en la cual había hierba verde y sonriente, y


toda la montaña prosperaba, y había ganado de todas clases y las aves del cielo se
alimentaban de la hierba de esta montaña, y la hierba verde de la cual se alimentaban
crecía aún más lozana, los que creyeron son así: son simples e inocentes y benditos, no
teniendo nada los unos contra los otros, sino regocijándose siempre en los siervos de
Dios, y revestidos del santo Espíritu de estas vfrgenes, y teniendo compasión siempre
de todo hombre, y de sus propias labores suplen la necesidad de todos sin reproches y
sin recelos. El Señor, pues, viendo su simplicidad y su humildad, hizo que abundaran
en las labores de sus manos, y les ha concedido favor sobre ellos en todas sus
acciones. Pero os digo a los que sois como los tales —yo, el ángel del
arrepentimiento—, permaneced hasta el fin como sois, y vuestra simiente nunca será
borrada. Porque el Señor os ha puesto a prueba, y os ha contado entre su número, y
toda vuestra simiente morará con el Hijo de Dios; porque recibisteis de su Espíritu.

[102] XXV. »Y de la octava montaña, la que tenía muchas fuentes, y todas las
criaturas del Señor bebían de las fuentes, los que creyeron son así: apóstoles y
maestros, que predican a todo el mundo, y que enseñan la palabra del Señor en
sobriedad y pureza, y no retienen parte alguna por mal deseo, sino que anduvieron
siempre en rectitud y verdad, y también recibieron el Espíritu Santo. Estos, por tanto,
tendrán entrada con los ángeles.

[103] XXVI. »Y de la novena montaña, que estaba desierta, que tenía [los] reptiles y
las fieras que destruyen a los hombres, los que creyeron son así: los que tienen las
manchas son diáconos que ejercieron mal su oficio, y saquearon la sustancia de viudas
y huérfanos, e hicieron ganancia para sí con las ministraciones que habían recibido
para ejecutar. Estos, pues, si permanecen en el mismo mal deseo, son muertos y no
hay esperanza de vida para ellos; pero si se vuelven y cumplen sus ministraciones con
pureza les será posible vivir. Pero los que están mohosos, éstos son los que han
negado al Señor y no se han vuelto a Él, sino que se han vuelto estériles y desérticos,
porque no se juntan con los siervos de Dios, sino que viven en soledad, éstos
destruyen sus propias almas. Porque como la vid dejada a solas en un seto, si se la
descuida es destruida y echada a perder por las malas hierbas, y con el tiempo se
vuelve silvestre y ya no es útil para su dueño, así también los hombres de esta clase se
han entregado al abatimiento y se vuelven inútiles para su Señor, haciéndose
silvestres. A éstos, pues, les llega el arrepentimiento, a menos que hayan negado en su
corazón; y yo no sé si uno que ha negado en su corazón es posible que viva. Y esto no
lo digo con referencia a estos días, que un hombre después de haber negado haya de
recibir arrepentimiento; porque es imposible que sea salvo el que ahora intente negar a
su Señor; pero para los que le han negado hace mucho tiempo, el arrepentimiento
parece posible. Si un hombre se arrepiente, por tanto, que lo haga rápidamente antes
que la torre sea completada; pues si no, será destruido por las mujeres y le darán
muerte. Y las piedras de tamaño reducido, éstos son los traidores y los murmuradores;
y las fieras que viste en la montaña son éstos. Porque como las fieras con su veneno
envenenan y matan a un hombre, así también las palabras de estos hombres envenenan
y matan a un hombre. Estos, pues, están mutilados en su fe, a causa de lo que se han
hecho a sí mismos; pero algunos de ellos se arrepintieron y fueron salvos; y el resto
que son de esta clase pueden ser salvos si se arrepienten; pero si no se arrepienten,
hallarán la muerte en las manos de aquellas mujeres, por cuyo poder son poseídos.

[104] XXVII. »Y de la décima montaña, en que había árboles que cobijaban a


ciertas ovejas, los que creyeron son así: obispos, personas hospitalarias, que reciben
alegremente en sus casas en todo tiempo a los siervos de Dios sin hipocresía. [Estos
obispos] en todo tiempo sin cesar dieron albergue a los necesitados y a las viudas en
sus ministraciones, y se condujeron con pureza en todo momento. A [todos] éstos,
pues, les dará asilo el Señor para siempre. Los que han hecho estas cosas, por
consiguiente, son gloriosos a la vista de Dios, y su lugar es ahora con los ángeles si
siguen hasta el fin sirviendo al Señor.

[105] XXVIII. »Y de la undécima montaña, en que había árboles llenos de fruto,


adornados con varias clases de frutos, los que creyeron son así: sufrieron por el
Nombre [del Hijo de Dios], y también sufrieron dispuestos de todo corazón, y
entregaron sus vidas.» «¿Por qué, pues, señor», pregunté yo, «tienen todos los árboles
frutos, pero algunos de estos frutos son más hermosos que otros?» «Escucha», me
dijo: «todos cuantos han sufrido por amor al Nombre son gloriosos a la vista de Dios,
y los pecados de ellos fueron quitados porque sufrieron por el nombre del Hijo de
Dios. Ahora escucha por qué sus frutos son diversos y algunos sobrepujan a otros.
Todos cuantos fueron torturados y no negaron», dijo él, «cuando fueron puestos
delante del magistrado, sino que sufrieron dispuestos, éstos son los más gloriosos a la
vista del Señor; su fruto es el que sobrepasa. Pero todos los que se acobardaron, y se
perdieron en la incertidumbre, y consideraron en sus corazones si debían negar o
confesar, y pese a todo sufrieron, sus frutos son menores, porque este designio entró
en su corazón; porque este designio es malo, que un siervo niegue a su propio señor.
Procurad, pues, los que albergáis esta idea, que este designio no permanezca en
vuestros corazones y, con todo, muráis para el Señor. Pero, el que sufre por amor al
Nombre debería glorificar a Dios, porque Dios te considera digno de que lleves este
nombre, y que todos tus pecados sean sanados. Consideraos, pues, bienaventurados; sí,
pensad, más bien, que habéis hecho una gran obra si alguno de vosotros sufre por
amor a Dios. El Señor os concede vida, y no la echáis de ver; porque vuestros pecados
os hunden, y si no hubierais sufrido por el Nombre [del Señor] habríais muerto para
Dios por razón de vuestros pecados. Estas cosas os digo a los que vaciláis con respecto
a la negación o la confesión. Confiesa que tienes al Señor, para que Él no te niegue, no
sea que, denegándole, seas entregado a la cárcel. Si los gentiles castigan a sus
esclavos, si uno de ellos niega a su señor, ¿qué pensáis que os hará el Señor que tiene
autoridad sobre todas las cosas? ¡Fuera estos designios de vuestros corazones, para
que podáis vivir para siempre en Dios!

[106] XXIX. »Y de la montaña duodécima, que era blanca, los que creyeron eran
así: eran como verdaderos recién nacidos, en cuyo corazón no hay astucia alguna, ni
han aprendido lo que es maldad, sino que permanecen siendo niños para siempre.
Estos, pues, moran, sin duda, en el reino de Dios, porque no contaminaron los
mandamientos de Dios en nada, sino que siguen siendo niños todos los días de su vida
en su mentalidad. Cuantos de vosotros, por tanto, continuéis así», dijo él, «siendo
como niños que no tienen malicia, seréis más gloriosos [aún] que los que han sido
mencionados antes; porque los niños son gloriosos a la vista de Dios, y se hallan
primero ante su vista. Bienaventurados sois, pues, cuantos habéis ahuyentado la
maldad de vosotros yos habéis revestido de inocencia; viviréis para Dios más que
todos los demás.»
Y después que hubo terminado las parábolas de las montañas, le dije: «Señor,
explícame ahora respecto a las piedras que fueron sacadas de la llanura y colocadas en
el edificio en lugar de las piedras que habían sido quitadas de la torre, y respecto a las
(piedras) redondas que fueron colocadas en el edificio, y respecto a las que son
todavía redondas.»

[107] XXX. «Oye también», me dijo, «con respecto a todas estas cosas. Las piedras
que fueron traídas de la llanura y colocadas en el edificio de la torre en lugar de las
que fueron rechazadas, son las raíces de esta montaña blanca. Cuando los que
creyeron de esta montaña fueron hallados todos sinceros, el señor de la torre ordenó
que estos de la raíz de esta montaña fueran puestos en el edificio de la torre. Porque
sabía que si estas piedras entraran en el edificio [de la torre] permanecerían brillantes
y ni una de ellas se volvería negra. Pero si hubiera añadido (piedras) de otras
montañas, se habría visto obligado a visitar la torre de nuevo y purificarla. Así pues,
todos éstos han sido hallados blancos, que han creído y que creerán; porque son de la
misma clase. ¡Bienaventurada es esta clase, porque es inocente! Oye ahora, asimismo,
respecto a las piedras redondas y brillantes. Todas éstas son de esta montaña blanca.
Ahora oye por qué fueron halladas redondas. Sus riquezas las han oscurecido y
ofuscado un poco de la verdad; pese a todo, nunca se han apartado de Dios ni ha salido
ningún mal de su boca, sino toda equidad y virtud que viene de la verdad. Por lo tanto,
cuando el Señor percibió su mente, +que ellos podían favorecer la verdad+ y al mismo
tiempo permanecer buenos, Él mandó que les fuera quitada parte de sus posesiones,
aunque no que se las quitaran del todo, de modo que pudieran hacer algún bien con lo
que les había quedado, y pudieran vivir para Dios, porque vienen de una clase buena.
Así pues, han sido recortadas un poco y colocadas en el edificio de esta torre.

[108] XXXI. »Pero las otras (piedras), que han permanecido redondas y no han sido
encajadas en el edificio porque no han recibido todavía el sello, han sido vueltas a su
propio lugar, porque fueron halladas muy redondas. Porque hay que separarlas de este
mundo y de las vanidades de sus posesiones, y entonces van a encajar en el reino de
Dios. Porque es necesario que entren en el reino de Dios; porque el Señor ha
bendecido a esta clase inocente. De esta clase, pues, ninguno perecerá. Sí, incluso si
alguno de ellos, habiendo sido tentado por el demonio más malvado, haya cometido
alguna falta, retornará rápidamente a su Señor. A todos os digo que sois
bienaventurados —yo, el ángel del arrepentimiento—, que sois sinceros e inocentes
como niños, porque vuestra parte es buena y honrosa a la vista de Dios. Además, os
mando a todos, cualesquiera que recibáis este sello, manteneos sin doblez, no guardéis
rencor, y no sigáis en vuestra maldad ni en el recuerdo de las ofensas de amargura;
sino tened un solo espíritu, y sanad estas malas divisiones y quitadlas de entre
vosotros, para que el dueño de los rebaños pueda regocijarse respecto a vosotros.
Porque él se gozará si halla todas las cosas bien. Pero si halla alguna parte del rebaño
desparramada, ¡ay de los pastores! Porque si resulta que los mismos pastores están
esparcidos, ¿cómo van a responder de los rebaños? ¿Dirán que fueron hostigados por
el rebaño? Nadie los creería. Porque es algo increíble que un pastor sea herido por su
rebaño, y aún será castigado más a causa de su falsedad. Y yo soy el pastor, y me
corresponde estrictamente rendir cuentas de vosotros.

[109] XXXII. »Enmendaos, pues, en tanto que la torre está en curso de edificación.
El Señor mora con los hombres que aman la paz; porque El ama la paz; pero de los
contenciosos y de los que son dados a la maldad, manteneos lejos. Restaurad, pues, a
El íntegro vuestro espíritu tal como lo recibisteis. Porque supongamos que has dado a
un lavandero un vestido entero, y deseas recibirlo de nuevo entero, pero el lavandero
te lo devuelve rasgado, ¿vas a aceptarlo? ¿No vas al punto a indignarte, y le llenarás
de reproches, diciendo: "El vestido que te di estaba entero; por qué lo has rasgado y lo
has hecho inútil? Como ves, a causa del desgarro que has hecho en él ya no puede ser
usado." ¿No dirás, pues, todo esto a un lavandero a causa del desgarro que ha hecho en
tu vestido? Por tanto, si tú te enojas tanto a causa de tu vestido, y te quejas porque no
lo recibiste entero, ¿qué crees que te hará el Señor a ti, El, que te dio el espíritu entero,
y tú lo has dejado absolutamente inútil, de modo que no puede servir para nada a su
Señor? Porque su utilidad se volvió inutilidad cuando tú lo echaste a perder. ¿No va,
pues, el Señor de este espíritu a castigarte [a ti con la muerte] por este hecho?»
«Ciertamente», le dije, «a todos aquellos a quienes Él halla persistiendo en la malicia,
Él los castigará.» «No pisotees su misericordia», dijo él, «sino glorifícale, porque Él es
tan paciente con tus pecados, y no es como tú. Practica, pues, el arrepentimiento que
es apropiado para ti.

[110] XXXIII. »Todas estas cosas que he escrito antes yo, el pastor, el ángel del
arrepentimiento, las he declarado y dicho a los siervos de Dios. Así pues, creeréis y
escucharéis mis palabras, y andaréis en ellas, y enmendaréis vuestros caminos y
podréis vivir. Pero si seguís en la maldad y en albergar malicia, ninguno de esta clase
vivirá para Dios. Todas las cosas que yo había de decir (ahora) te las he dicho a ti.» El
pastor me dijo: «¿Me has hecho todas tus preguntas?» Y yo le contesté: «Sí, señor.»
«¿Por qué, pues, no me has preguntado respecto a la forma de las piedras colocadas en
el edificio cuando llenamos sus formas?» Y le dije: «Señor, me olvidé.» «Oye ahora»,
me dijo, «respecto a ellas. Estas son los que han oído mis mandamientos, y han
practicado arrepentimiento con todo su corazón. Por ello, cuando el Señor vio que su
arrepentimiento era bueno y puro, y que podían continuar en él, ordenó que sus
pecados anteriores fueran borrados. Sus formas, pues, eran sus pecados anteriores, y
han sido borrados con cincel para que no puedan aparecer más.»

Décima Parábola

[111] I. Después de haber escrito este libro por completo, el ángel que me había
puesto en manos del pastor vino a la casa en que yo estaba, y se sentó en un sofá, y el
pastor estaba de pie a su mano derecha. Entonces me llamó y me habló de esta
manera: «Te he puesto en las manos de este pastor», me dijo, «a ti y a tu casa, para
que puedas ser protegido por él.» «Cierto, señor», le contesté. Y él me dijo: «Así pues,
si deseas ser protegido de toda molestia y toda crueldad, tener éxito también en toda
buena obra y palabra, y todo el poder de la justicia, anda en sus mandamientos, que te
he dado, y podrás dominar toda maldad. Porque si guardas sus mandamientos, se te
someterá todo mal deseo y dulzura de este mundo; además, te acompañará el éxito en
toda buena empresa. Abraza su seriedad y moderación, y proclama a todos los
hombres que él es tenido en gran honor y dignidad por el Señor, y es un gobernante de
gran autoridad y poderoso en su cargo. A él solo, en todo el mundo, se le ha asignado
autoridad sobre el arrepentimiento. ¿Te parece, pues, que es poderoso? Con todo, tú
desprecias la seriedad y moderación que él usa hacia ti.»

[112] II. Yo le dije: «Pregúntale, señor, a él mismo, si desde el momento en que él


llegó a mi casa he hecho algo impropio con lo cual le haya ofendido.» «Yo ya sé», me
contestó él, «que no has hecho nada impropio ni estás a punto de hacerlo. Y por ello te
digo estas cosas, para que perseveres. Porque él me ha presentado un buen informe
acerca de ti. Tú, pues, dirás estas palabras a otros, para que aquellos que también
practican o practicarán el arrepentimiento puedan ser del mismo sentir que tú; y él
pueda darme un buen informe de ellos a mí y al Señor.» «Yo también, señor», le dije,
«declaro a todo hombre las poderosas obras del Señor; porque espero que todos los
que han pecado en el pasado, si oyen estas cosas, se arrepentirán con gozo y
recobrarán la vida.» «Sigue, pues», me dijo él, «en tu ministerio, y complétalo hasta el
fin. Porque todo el que cumple sus mandamientos tendrá vida; sí, este hombre (tendrá)
gran honor ante el Señor. Pero todos los que no guardan sus mandamientos huyen de
su propia vida, y se oponen a Él, y no siguen sus mandamientos, sino que se entregan
ellos mismos a la muerte; y cada uno de ellos pasa a ser culpable de su propia sangre.
Pero a ti te digo que obedezcas estos mandamientos, y tendrás remedio para tus
pecados.

[113] III. »Además, te he enviado a estas vfrgenes para que puedan morar contigo;
porque he visto que son propicias hacia ti. Tenlas, pues, como ayudadoras, para que
seas más capaz de guardar sus mandamientos; porque es imposible guardar estos
mandamientos sin la ayuda de estas vfrgenes. Veo también que están contentas de
estar contigo. Pero te encargo que no se aparten en absoluto de tu casa. Sólo que
purifiques tu casa; porque en una casa limpia ellas residen contentas. Porque son
limpias y castas y diligentes, y todas son favorecidas por el Señor. Por tanto, si hallan
tu casa pura, permanecerán contigo; pero si ocurre la más leve contaminación,
abandonarán tu casa al instante. Porque estas vírgenes no toleran la contaminación en
forma alguna.» Y yo le dije: «Señor, espero que les seré agradable, de modo que
puedan residir contentas en mi casa para siempre; y tal como aquel a quien tú me
encomendaste reside en mi casa para siempre, del mismo modo ellas no se quejarán.»
Y él dijo al pastor: «Veo que desea vivir como siervo de Dios, y que guardará estos
mandamientos y dará a estas vfrgenes una habitación limpia.» Con estas palabras, una
vez más me encomendó al pastor, y llamó a las vírgenes, y les dijo: «Por cuanto veo
que estáis contentas de residir en la casa de este hombre, os lo encomiendo, a él y a su
casa, para que no os apartéis en absoluto de su casa.» Y ellas escucharon estas
palabras con alegría.

[114] IV. Entonces el ángel me dijo a mí: «Pórtate como un hombre en este servicio;
declara a todos las poderosas obras del Señor, y tendrás favor en este ministerio. Todo
el que anda en sus mandamientos, pues, vivirá y será feliz en su vida; pero todo el que
los descuida, no vivirá y será desgraciado en su vida. Encarga a todos los hombres que
pueden obrar rectamente que no cesen en la práctica de las buenas obras; porque es
útil para ellos. Digo, además, que todo hombre debe ser rescatado de la desgracia;
porque el que tiene necesidad, y sufre desgracias en su vida diaria, está en gran
tormento y necesidad. Así pues, todo el que rescata de la penuria una vida de esta
clase, obtiene un gran gozo para sí mismo. Porque el que es hostigado por la desgracia
de esta clase es afligido y torturado con igual tormento que el que está en cadenas.
Porque muchos hombres, a causa de calamidades de esta clase, como ya no lo pueden
resistir más, recurren a la violencia contra ellos mismos. Por tanto, el que conoce la
calamidad de un hombre de esta clase y no lo rescata, comete un gran pecado, y se
hace culpable de la sangre del mismo. Haced, pues, buenas obras todos los que hayáis
recibido (beneficios) del Señor, no sea que, demorándoos en hacerlas, sea completada
entretanto la edificación de la torre. Porque es a causa de vosotros que ha sido
interrumpida la obra de edificación. A menos que os apresuréis a obrar bien, la torre
será completada entretanto, y vosotros os quedaréis fuera.»

Cuando hubo terminado de hablar conmigo, se levantó del sofá y se marchó,


llevándose consigo al pastor y a las vírgenes. Me dijo, sin embargo, que enviaría al
pastor y a las vírgenes de nuevo a mi casa.

Fuente: Los Padres Apostólicos, por J. B. Lightfoot. Editorial CLIE www.clie.es

FRAGMENTOS DE PAPÍAS
(Citas en la literatura cristiana primitiva)
I. Eusebio, Cronicón (Syncell 655, 14) por Olymp. 220

Ireneo y otros registraron que Juan el Teólogo y apóstol sobrevivió hasta los tiempos
de Trajano; después de aquel tiempo, Papías de Hierápolis y Policarpo, obispo de
Esmirna, que fueron oyentes suyos, llegaron a ser bien conocidos.
II. Eusebio, Hist. Ecl. iii. 36, 1. 2

En este tiempo floreció en Asia Policarpo, un discípulo de los apóstoles, que había
recibido el obispado de la iglesia de Esmirna de manos de testigos y ministros del
Señor. En este tiempo se distinguió Papías, que era él mismo también obispo de la
diócesis de Hierápolis.

III. Eusebio, Hist. Ecl. iii. 39

Existen cinco libros de Papías, que tienen el título de Exposiciones de los Oráculos del
Señor. De éstos Ireneo hace también mención como los únicos libros que escribió, con
las siguientes palabras: «Estas cosas testificó Papías, que fue oidor de Juan y
compañero de Policarpo, un hombre digno antiguo, al escribir en el cuarto desus
libros. Porque hay cinco libros compuestos por él. Hasta aquí Ireneo.

Con todo, Papías mismo, en el prefacio de sus discursos, no declara, por cieno, que él
mismo fuera oyente y testigo de vista de los santos apóstoles, pero muestra, por el
lenguaje que usa, que recibió las materias de la fe de los que fueron amigos de ellos.

Pero yo no tendré escrúpulos también en citaros un lugar (de origen), junto con
mis interpretaciones, de todo lo que he aprendido cuidadosamente y recordado
cuidadosamente en el pasado de los ancianos, garantizándoos su verdad. Porque,
al revés de muchos, no tuve placer en los que tienen mucho que decir, sino en los
que enseñan la verdad; no en los querefieren mandamientos extraños, sino en
aquellos (que dan testimonio de) los que dio el Señor para la fe, y se derivan de la
misma verdad. Y también, siempre que venía una persona (cerca de mí) que
había sido seguidor de los ancianos, inquiría de él sobre los discursos de los
ancianos: lo que había dicho Andrés, o Pedro, o Felipe, o Tomás, o Jacobo, o
Juan, o Mateo, o algún otro de los discípulos del Señor, o lo que dicen Aristión y
el anciano (presbítero) Juan, discípulos del Señor. Porque no creía poder sacar
tanto provecho del contenido de libros como de las expresiones de una voz viva y
permanente.

Aquí vale la pena observar que él enumera dos veces el nombre de Juan. Primero lo
menciona en conexión con Pedro y Jacobo y Mateo y el resto de los apóstoles,
evidentemente indicando al Evangelista, pero el otro Juan lo menciona después de un
intervalo y lo pone con otros fuera del número de los apóstoles, colocando a Aristión
delante de él, y llamándole de modo bien claro un «anciano». Así que por ello resulta
bien evidente que es verdadera la afirmación de los que dicen que había dos personas
de este nombre en Asia, y que había dos tumbas en Efeso, cada una de las cuales hasta
el día de hoy es llamada (la tumba) de Juan. Y es importante notar esto; porque es
probable que fuera el segundo, si uno no quiere admitir que fuera el primero, que vio
la Revelación que es atribuida al nombre de Juan. Y Papías, del cual estamos hablando
ahora, confiesa que él ha recibido las palabras de los apóstoles de aquellos que los
habían seguido, pero dice que él mismo era un oyente de Aristión y el anciano Juan.
En todo caso, los menciona frecuentemente por su nombre, y además registra sus
tradiciones en sus escritos. Basta de estos puntos que espero no han sido aducidos sin
provecho.

Vale la pena, no obstante, añadir a las palabras de Papías que se dan en los otros
párrafos suyos transcritos antes, en que él da testimonio de algunos otros sucesos
maravillosos semejantes, que le habrían llegado por tradición. Ya se ha dicho que
Felipe el apóstol residía en Hierápolis con sus hijas, y debe ser notado aquí que
Papías, su contemporáneo, refiere que él había oído una historia maravillosa de las
hijas de Felipe. Porque él refiere que en su tiempo se levantó un hombre de los
muertos, y también da otra historia maravillosa sobre Justo, que tenía por sobrenombre
Barsabás, y que éste había bebido un veneno mortal, y, con todo, por la gracia del
Señor, no sufrió daño alguno. De este Justo, el libro de Hechos consigna que después
de la ascensión del Salvador los santos apóstoles le designaron con Matías, y oraron
pidiendo una elección (recta), en lugar del traidor Judas, que completara su número. El
pasaje es más o menos como sigue: «Y presentaron a dos, José, llamado Barsabás,
por sobrenombre Justo, y Matías; y oraron y dijeron.» Este mismo escrito ha
registrado otras noticias que le habrían llegado por tradición oral, ciertas parábolas
extrañas del Salvador y enseñanzas suyas, y algunas otras afirmaciones de un carácter
más bien mítico. Entre las cuales él dice que habrá un período de unos diez mil años
después de la resurrección, y que el reino de Cristo será establecido en forma material
sobre esta tierra. Estas ideas supongo él las obtuvo por un malentendido de los relatos
apostólicos, no dándose cuenta de que las cosas registradas allí en figuras se decían
místicamente. Porque, evidentemente, era un hombre de capacidad muy humilde,
como se puede juzgar de sus propias afirmaciones; pese a todo, se debe a él el que
tantos padres de la iglesia después de él hayan adoptado una opinión semejante,
instando en apoyo de la misma la antigüedad del hombre, como por ejemplo Ireneo y
todos los que han declarado que sostenían ideas semejantes. Papías también da en su
propia obra otros relatos de las palabras del Señor sobre la autoridad de Aristión, que
ha sido mencionado antes, y tradiciones del anciano Juan. A éstos remitimos al
curioso, y para nuestro propósito actual añadiremos meramente a sus palabras, que han
sido citadas antes, una tradición que él refiere en las siguientes palabras, respecto a
Marcos, el que escribió el Evangelio:

Y el anciano dijo esto también: Marcos, habiendo pasado a ser el intérprete de


Pedro, escribió exactamente todo lo que recordaba, sin embargo no registrándolo
en el orden que había sido hecho por Cristo. Porque él ni oyó al Señor ni le
siguió; pero después, como he dicho, (ayudó) a Pedro, el cual adaptó sus
instrucciones a las necesidades (de sus oyentes), pero no tenía intención de dar un
relato conexo de las palabras del Señor. Así que Marcos no hizo distinción
cuando escribió algunas cosas tal como las recordaba; porque en lo que tenía
interés, era en no omitir nada de lo que había oído, y en no consignar ninguna
afirmación falsa en ello.

Éste es, pues, el relato que da Papías respecto a Marcos. Pero, con respecto a Mateo,
hace la siguiente afirmación:

Así que entonces Mateo compuso las palabras en lengua hebrea, y cada uno las
interpretó como pudo.

El mismo escritor empleó testimonios procedentes de la primera Epístola de Juan, y


también de la de Pedro. Y ha referido otra historia sobre una mujer acusada de muchos
pecados delante del Señor, que se halla en el Evangelio según los Hebreos.

IV. Pericope Adulterae; ver Westcott y Hort: The New Testament in the Original
Greek, 1. p. 241, II. pp. 82 ss. 91; Lightfoot: Essays on Supernatural Religion, p.
203 ss.

Y se fueron cada uno a su propia casa; pero Jesús se fue al monte de los Olivos. Y
temprano por la mañana Él volvió al templo, [y todo el pueblo se allegó a Él; y Él
se sentó, y les enseñaba]. Y los escribas y los fariseos traen una mujer
sorprendida en adulterio; y habiéndola puesto en medio, le dicen: Maestro, esta
mujer ha sido sorprendida en adulterio, en el mismo acto. Ahora bien, en la ley
de Moisés [se nos] manda que apedreemos a las tales; tú, pues, ¿qué dices? [Y
esto lo decían para tentarle, para tener de qué acusarle.] Pero Jesús se inclinó, y
con el dedo escribía en el sueJo. Pero cuando ellos siguieron preguntando [le], Él
se levantó y [les] dijo: El que esté sin pecado entre vosotros, le eche la primera
piedra. Y de nuevo se inclinó, y escribía en el suelo. Y ellos, cuando lo oyeron, se
fueron uno a uno, empezando por los más ancianos; y Él se quedó solo, y la mujer
allí donde estaba, en medio. Y Jesús se levantó, y le dijo: Mujer, ¿dónde están?
¿Ninguno te condena? Y ella dijo: Ninguno, Señor. Y Jesús le dijo: Ni yo te
condeno; sigue tu camino; a partir de ahora no peques mas.

V. Felipe de Side (?), Hist. de Cristo

Papías, obispo de Hierápolis, que fue un discípulo de Juan el Teólogo y un compañero


de Policarpo, escribió cinco libros de Palabras del Señor, en los cuales da una lista de
los apóstoles, y, después de Pedro y Juan, Felipe y Tomás y Mateo, incluye entre los
discípulos del Señor a Aristión y a un segundo Juan, a quien llamaba también «el
anciano». [Dice] que algunos creen que este Juan es el autor de las dos Epístolas
cortas y católicas, que son publicadas en el nombre de Juan; y da como razón el que
los (padres) primitivos sólo aceptaran la primera epístola. Algunos también han
considerado equivocadamente al Apocalipsis como suyo (esto es, del anciano Juan).
Papías también está equivocado sobre el Milenio, y a partir de él Ireneo también.
Papías, en su segundo libro, dice que los judíos dieron muerte a Juan el Teólogo y a
Jacobo su hermano. El mencionado Papías afirmó, bajo la autoridad de las hijas de
Felipe, que Barsabás, que es también llamado el Justo, cuando le desafiaron a hacerlo
algunos no creyentes, bebió veneno de serpiente en el nombre del Señor, y fue
protegido de todo mal. Hace también otras afirmaciones maravillosas, y en particular
sobre la madre de Manaím que resucitó de los muertos. En cuanto a los que fueron
levantados de los muertos por Cristo, (afirma él) que ellos sobrevivieron hasta el
tiempo de Adriano.

VI. Georgius Hamartolus, Cronicón

Después de Domiciano reinó Nerva un año, el cual mandó llamar a Juan de la isla
(esto es, Patmos) y le permitió que residiera en Éfeso. En este tiempo él era el único
superviviente de los doce apóstoles, y después de esciribir su Evangelio recibió el
honor del martirio. Porque Papías, obispo de Hierápolis, que fue un testigo presencial
suyo, en el segundo libro de las Palabras del Señor dice que fue muerto por los judíos,
y con ello, evidentemente, cumplió, junto con su hermano, la profecía de Cristo con
respecto a ellos, y su propia confesión y empeño respecto a él. Porque cuando el Señor
les dijo: ¿Podéis beber de la copa que yo bebo?, y ellos asintieron al punto, él dijo: Mi
copa beberéis, y del bautismo que soy bautizado seréis bautizados. Y es natural que
sea así, porque es imposible que Dios mienta. Esto también afirma el sabio Orígenes
en su interpretación del Evangelio de san Mateo, que Juan fue martirizado, declarando
que él había sabido el hecho por los sucesores de los apóstoles. Y verdaderamente el
bien informado Eusebio también, en su Historia Eclesiástica, dice: «Tomás recibió por
suerte Partia, pero Juan, Asia, donde fijó su residencia, y murió en Efeso.»

VII. Jerónimo, de vir. illust. 18

Papías, un oyente de Juan, (y) obsipo de Hierápolis en Asia, escribió sólo cinco libros,
que él tituló Una Exposición de los Discursos del Señor. En los cuales, cuando afirma
en su prefacio que no está siguiendo afirmaciones promiscuas, sino que tiene a los
apóstoles como sus autoridades, dice:

Yo acostumbraba inquirir lo que habían dicho Andrés, o Felipe, o Tomás, o


Jacobo, o Juan, o Mateo, o cualquier otro de los discípulos del Señor, y lo que
están diciendo Aristión y el anciano Juan, los discípulos del Señor. Porque los
libros para leer no me aprovechan tanto como la viva voz resonando claramente
en el día de hoy en (la persona de) sus autores.

De lo cual se ve claro que en su lista de nombres hay un Juan que es contado entre los
apóstoles, y otro, el anciano Juan, a quien enumera después de Aristión. Hemos
mencionado este hecho a causa de la afirmación que hicimos antes, que hemos
registrado bajo la autoridad de muchos, que las dos últimas epístolas de Juan no son
(la obra) del apóstol, sino del anciano. Este (Papías) se dice que propagó la tradición
judía de un Milenio, y que fue seguido por Ireneo, Apolinario y los otros, que dicen
que después de la resurrección el Señor reinará en la carne con los santos.

VIII. Jerónimo, ad Lucinium Epist. 71(28), c. 5

Además, me ha llegado un falso rumor según el cual los libros de Josefo y los escritos
de Papías y Policarpo han sido traducidos por mí; pero yo no tengo tiempo libre ni
fuerza para traducir obras así a otra lengua con la elegancia correspondiente.

IX. Jerónimo, ad Theodoram Epist. 75 (29), c. 3

Ireneo, un discípulo de Papías que fue oyente de Juan el Evangelista, refiere.

X. Andrés de Cesarea, Prefacio al Apocalipsis

Sin embargo, con respecto a la inspiración del libro (esto es, el Apocalipsis),
consideramos superfluo escribir de modo extenso; puesto que el bienaventurado
Gregorio (quiero decir el Teólogo) y Cirilo, y hombres de una generación pasada, así
como Papías, Ireneo, Metodio e Hipólito, dan testimonio de su autenticidad.

XI. Andrés de Cesarea, in Apocalypsin, c. 34, serm. 12

Pero Papías dice, palabra por palabra (le cito):


A algunos de ellos, claramente a los ángeles que eran santos al principio, El les
dio dominio también sobre la ordenación del universo, y El los comisionó a que
ejercieran su dominio bien.

Y dice luego:

Pero sucedió que su ordenación no sirvió de nada; porque el gran dragón, la


antigua serpiente, que es llamada también Satanás y el diablo, fue echado, sí, fue
echado a la tierra, él y sus ángeles.

XII. Anastasio de Sinaí, Contempl. Anagog. in Hexaëm, 1.

Teniendo su comienzo en Papías el grande, de Hierápolis, el discípulo del apóstol que


reclinó su cabeza sobre el pecho de Cristo, y de Clemente, Panteno el sacerdote de los
alejandrinos, y Amonio el gran erudito, estos antiguos y primeros expositores que
están de acuerdo entre sí en entender toda la obra de los seis días (como refiriéndose) a
Cristo y a su Iglesia.

XIII. Anastasio de Sinaí, Contempl. Anag. in Hexaëm, vii

Así pues, los expositores más antiguos de las iglesias, quiero decir Filón el filósofo, y
contemporáneo de los apóstoles, y el famoso Papías de Hierápolis, el discípulo de
Juan el Evangelista.., y sus asociados, interpretaron los dichos sobre el Paraíso
espiritualmente, y los refirieron a la Iglesia de Cristo.

XIV. Iirineo, Haer., v. 33. 3, 4

La bendición así predicha pertenece indudablemente a los tiempos del Reino, cuando
los justos se levantarán de los muertos y reinarán, cuando también la creación
renovada y liberada de servidumbre producirá una gran abundancia de alimento de
todas clases, del rocío del cielo y la gordura de la tierra; como los ancianos, que
vieron a Juan el discípulo del Señor, refieren que oyeron de él que el Señor
acostumbraba enseñar respecto a aquellos tiempos y decir:

Vendrán días en que crecerán vides, cada una de las cuales tendrá diez mil
brotes, y cada brote diez mil ramas, y cada rama diez mil ramitas, y en cada
ramita diez mil racimos, y en cada racimo diez mil granos, y cada racimo, una
vez prensado, producirá veinticinco medidas de vino. Y cuando alguno de los
santos habrá tomado en la mano uno de estos racimos, otro gritará: Yo soy un
racimo mejor; tómame, bendice al Señor a través de mí. Del mismo modo, un
grano de trigo producirá diez mil espigas, y cada espiga tendrá diez mil granos, y
cada grano diez libras de harina fina, brillante y limpia, y los otros frutos,
semillas y hierbas producirán proporciones similares, y todos los animales,
usando estos frutos que son productos del suelo, se volverán pacíficos y
armoniosos, obedientes al hombre en toda sujeción.

De estas cosas Papías, que fue un oyente de Juan y un compañero de Policarpo,


hombre respetado, dio testimonio por escrito en el cuarto de sus libros, porque
compuso cinco. Y añadió, diciendo:

Pero estas cosas son creíbles a los que creen. Y cuando Judas el traidor no creyó,
y preguntó: ¿Cómo van a ser realizadas estas cosas por el Señor?, refiere que el
Señor le dijo: Lo verán los que lleguen a estos (tiempos).

XV. Máximo el Confesor, Schol. in libr. Dionys. Areopag. de eccl. hierarch., c. 2

Los que practican la inocencia y sinceridad hacia Dios acostumbraban ser llamados
niños, como también muestra Papías en el primer libro de las Exposiciones del Señor,
y Clemente de Alejandría en el Pedagogo.

XVI. Máximo el Confesor, Schol. in libr. Dionys. Areopag. de eccl. hierarch., c. 7

Dice esto, él, indicando veladamente, supongo, a Pa pías de Hierápolis en Asia, el cual
fue un obispo en aquel tiempo y floreció en los días del santo Evangelista Juan.
Porque este Papías, en el cuarto libro de sus Exposiciones Dominicales, menciona
viandas como fuentes de deleites en la resurrección... E Ireneo de Lyon dice lo mismo
en su quinto libro contra las herejías, y presenta en apoyo de sus afirmaciones al antes
mencionado Papías.

XVII. Focio, Bibliotheca 232, sobre Stefanus Gobarus

Ni tampoco (sigue Stefanus) a Papías, el obispo y mártir de Hierápolis, ni a Ireneo, el


santo obispo de Lyon, cuando dicen que el reino del cielo consistirá en el disfrutar de
ciertos alimentos materiales.

XVIII. Compilado de Cramer, Catena ad Acta SS. Apost. (1838) p. 12 ss., y otras
fuentes

Apolinario. «Judas no murió ahorcado, sino que vivió, pues fue cortada la cuerda antes
que quedara asfixiado. Y los Hechos de los Apóstoles muestran esto, que cayó de
cabeza y se abrió por la mitad, y salieron todas sus entrañas. Este hecho lo refiere
más claramente Papías, el discípulo de Juan, en el cuarto (libro) de su Exposición de
las Palabras del Señor, como sigue:

Judas anduvo por este mundo como un ejemplo terrible de impiedad; su carne
hinchada hasta tal extremo que, donde un carro podía pasar sin estrechez, él no
podía pasar, ni aun la masa de su cabeza meramente. Dicen que sus párpados se
hincharon hasta el punto que no podía ver la luz en absoluto, en tanto que sus
ojos no eran visibles ni aun para un médico que mirara con un instrumento;
tanto se habían hundido en la superficie... »

(*) Sus partes vergonzosas dicen que aparecían más repugnantes y mayores que
que cuanto hay de indecoroso y que echaba por ellas de todo su cuerpo pus y
gusanos para escarnio sobre los propios excrementos. Y después de muchos
tormentos y castigos, murió -dicen- en un lugar de su propiedad, que quedó
desuierto y depoblado hasta el presente a causa del mal olor. Es más, hasta el día
de hoy no se puede pasar cerca de aquel lugar si no se tapa las narices con las
manos. Tan enorme fue la putrefacción que se derramó de su carne sobre la
tierra.

XIX. Un manuscrito Vaticano del siglo nueve

Aquí comienza el argumento del Evangelio según Juan. El Evangelio de Juan fue dado
a conocer y entregado a las Iglesias por Juan, en tanto que permaneció en el cuerpo;
como ha referido (un tal) Papías por nombre, de Hierápolis, un discípulo amado de
Juan, en sus cinco libros exotéricos (léase exegéticos); pero él escribió correctamente
el Evangelio que le dictó Juan.

(*) Pero Marción , hereje, habiendo sido reprobado por él, por sentir de modo
contrario, fue rechazado por Juan. Aquel, empero, le había traído escritos o cartas de
los hermanos que estaban en el Ponto.

XX. Catena, Patr. Graec. in S. Joan, publicado por B. Corder

Porque el último de éstos, Juan, por sobrenombre el Hijo del Trueno, cuando llegó a
una edad muy avanzada, como nos han dicho Ireneo y Eusebio y una sucesión de
historiadores dignos de confianza, hacia el tiempo en que surgían terribles herejías,
dictó el Evangelio a su propio discípulo, el virtuoso Papías de Hierápolis, para rellenar
lo que faltaba en los que antes que él habían proclamado la palabra a las naciones por
toda la tierra.

Fuente principal: Los Padres Apostólicos, por J. B. Lightfoot. Editorial CLIE


www.clie.es

(*) = Fuente complementaria: Padres Apostólicos, por Daniel Ruiz Bueno. BAC

También podría gustarte