Lecturas Unidad Iv
Lecturas Unidad Iv
Lecturas Unidad Iv
La política del “Buen Vecino” asumida por la administración del presidente Franklin
Delano Roosevelt, implicaba el reconocimiento de la soberanía y el apoyo a los
países de América para su crecimiento material, una vez superada la guerra. En su
toma de posesión, Roosevelt destacaba que: “En la esfera de la política mundial, yo
dedicaré esta nación a la política del buen vecino; el vecino que de modo resuelto se
respeta a sí mismo y, al hacerlo, a los derechos de los otros; el vecino que respeta sus
obligaciones y respeta la santidad de sus acuerdos en y con un mundo de vecinos”
(Roosevelt, 2001).
Esta política iría a contrapelo de la “Doctrina Monroe” que aplicó en el siglo XIX otro
Roosevelt, Teodoro, referida al dominio geoplítico y económico del continente
americano. El modelo del “Buen Vecino” resultó provechoso para el gobierno de
Medina, ya que logró reformar la legislación petrolera con el visto bueno del país
más poderoso del mundo, luego de la conflagración europea que echó por tierra el
avance alemán para dominar el mundo. Roosevelt tenía la intención de extender su
programa al mundo entero. En septiembre de 1943, dijo al Congreso de su país que:
“La política del buen vecino ha tenido tal éxito en el hemisferio de las Américas, que
su extensión al mundo entero parece ser el siguiente paso lógico” (Roosevelt, 2001).
En suelo norteamericano, Medina Angarita defendió su legislación destacando los
intereses de Venezuela. Dijo en un banquete efectuado en su honor por iniciativa
Sociedad Panamericana y la Cámara de Comercio Venezolana de los Estados Unidos,
que:
“El ejemplo de lo que hemos hecho con el petróleo debe ser tenido muy en cuenta
por los hombres de empresa que deseen cooperar con su iniciativa al desarrollo
material de Venezuela. Deben saber que no pueden contar con privilegios, ni
favores, pero deben saber, igualmente, que las empresas que inicien pueden contar
con un tratamiento equitativo, con la protección de un régimen democrático estable
y con la buena voluntad de toda una nación que sabe corresponder a quienes
también de buena voluntad vienen a cooperar con ella para su progreso” (Medina,
1983e, p. 269).
La palabra equidad aparece como una constante en los discursos oficiales. Con ello, y
logrado el respaldo del gobierno norteamericano, el Estado venezolano lograba una
opinión pública favorable. Ese clima de respaldo se mantendrá para hacer
contrapeso a la burguesía nacional que quería deshacerse de los controles que ya se
anunciaban para reorientar la economía, como se verá más adelante.
Obras de carácter social
La nueva legislación trajo cambios importantes en la dinámica financiera de un país
que hasta entonces estaba relegado a una proporción menor en la obtención de los
beneficios de la renta. El 27 de abril de 1944, dijo Medina que el año fiscal 1941-
1942, antes de la entrada en vigencia de ambas leyes Venezuela obtuvo 325.287.387
de bolívares por vía impositiva, y que en 1941 se importaron 4 millones de kilos de
papas, pero que al año siguiente “ni uno solo kilo”, gracias al estímulo a la
producción interna. Afirmaba con orgullo el militar presidente que: “hemos
establecido la verdadera y razonable nacionalización de la industria sometida al
imperio fiscal, técnico y económico del Estado” (Medina, 1983d, p. 151).
Uno de los objetivos que perseguía el Gobierno con la legislación petrolera, era el de
mejorar las condiciones socio económicas de los venezolanos, una suerte de pago de
la deuda social arrastrada de tiempos anteriores a la creación de la República. Las
políticas populares de carácter masivo con el aprovechamiento de la renta que desde
entonces caracteriza al Estado venezolano, tuvieron su despegue en el gobierno de
Medina. El 27 de abril de 1944, el Presidente anunciaba al Congreso Nacional que se
habían construido 14 edificios escolares, la urbanización El Silencio (la primera obra
de viviendas familiares subsidiadas por el gobierno), donde había 1.972 habitaciones
en malas condiciones en las que vivían 482 personas. Allí se construyeron 1.000
apartamentos (Medina, 1983d). No obstante, otros proyectos no pudieron
concretarse debido al golpe de Estado de 1945, ya que no hubo continuidad de la
obra medinista y quienes le siguieron en el poder tampoco tuvieron tiempo para
desarrollar su plan (tres años duró el tiempo de la Junta Revolucionaria y el gobierno
de Rómulo Gallegos). Los militares retoman el poder en 1948 y hasta 1958 se
desarrolla un programa de grandes obras que modifican la arquitectura urbana de
las ciudades. La democracia nacida en 1959, trajo nuevas formas de “Siembra de
petróleo” como se esperaba en el período de Medina, aunque con otros nombres.
El liberalismo económico desde dos perspectivas
Como se ha dicho, la política del general Medina implicaba no sólo la mayor
participación en la renta sino también el papel del Estado en la dinámica económica,
lo que generó reacciones de los voceros del sector privado que adversaban la
intervención oficial, porque a su entender, contravenía los principios del liberalismo.
Esta situación dio pie a interesantes debates entre los actores de cada bando que
explicaban su versión de cuál debería ser el rol del Estado según la doctrina liberal.
De una parte, para los que apoyaban al Gobierno, éste debería tener presencia activa
en la dirección de la economía. De la otra, el Estado debería ceñirse a la protección y
auxilio financiero a las empresas y dejar que el mercado imponga sus reglas al estilo
laissez faire.
Conceptualmente hablando, el liberalismo tiene tres acepciones: un liberalismo
económico que, según Touchard (2004), “descansa sobre dos principios: riqueza y
propiedad; se opone al dirigismo, aunque aviniéndose con los favores del Estado; es
el fundamento doctrinal del capitalismo” (p. 402). Este liberalismo, explica el
filósofo, se distingue del liberalismo político que “se opone al despotismo; es el
fundamento doctrinal del gobierno representativo y de la democracia
parlamentaria” (p. 402) y del liberalismo intelectual que se “caracteriza por el
espíritu de tolerancia y de conciliación” (p.402).
El liberalismo económico, el que interesa para este estudio, nació “en el siglo XVIII
(cuando daban sus pasos iniciales el industrialismo maquinista y el capitalismo) o
sea, la teoría del laissez faire, a la que dio su expresión clásica Adam Smith, como
aplicación específica del liberalismo individualista al fenómeno económico. Esta es la
tendencia que hoy se considera conservadora, frente al progreso de las corrientes
colectivistas” (Montenegro, 1987, p. 30).
Las conferencias del Club Venezuela
Dada la discusión que se generó por el proyecto oficial, varios personeros del ámbito
literario y económico, que además eran miembros del Partido Democrático
Venezolano que apoyaba al Presidente Medina, hicieron sus aportes desde el punto
de vista intelectual al programa económico. Esta organización (PDV), tuvo entre sus
filas a figuras prominentes como Arturo Uslar Pietri, Manuel Rodríguez Cárdenas,
Mario Briceño Iragorry, Ramón Díaz Sánchez, Pastor Oropeza, Miguel Pérez Carreño,
Juan Francisco Reyes Baena y José Rafael Pocaterra, entre otros.
Precisamente, para contrarrestar el clima de opinión impulsado por la oposición al
proyecto económico del Gobierno, se llevó a cabo en la sede del Club Venezuela de
Caracas entre el 5 y el 22 de septiembre de 1944, un ciclo de conferencias que tuvo
por nombre “La libertad económica y la intervención del Estado”.
Mario Briceño Iragorry fue uno de los oradores en aquellos encuentros. En sus
primeras palabras, expresó la posición de los intelectuales que apoyaban a Medina.
“Nuestro Movimiento en esa forma, declaró el firme propósito de separarse de los
viejos conceptos de liberalismo económico que, partiendo de una abultada
valorización de los derechos del individuo, dejó a éste la plena libertad de dirigir los
procesos de la producción y del consumo y el goce irrestricto de los instrumentos
que a ellos conducen. Pensamos los redactores de las Bases que para mantener el
movimiento progresivo de la civilización, precisa una distribución equitativa de los
bienes de la vida, que logre poner cese u ofrecer larga tregua a las luchas históricas
entre quienes poseen de sobra y los que de todo carecen” (Briceño, 1983, p.73).
Advierte el intelectual lo que sería una constante de algunos voceros del poder y
otros grupos críticos que cuestionan la dependencia del sector privado a la renta
petrolera, lo que ya para entonces era un síntoma de la economía venezolana.
“...Con apariencia liberaloide y al influjo de la misma oligarquía, que ha sabido
camuflarse oportunamente, nuestra economía general se ha mantenido en un
estado de atraso por lo que dice a la función social de las fuentes de producción y a
la ley racional de consumo humano. Nuestro capitalismo, con su peculiaridad de
ineficiencia industrial, no ha procurado sino su solo beneficio y, paralelamente a su
carácter de timidez ante los riesgos de grandes inversiones que no estuviesen
respaldadas por el poder político, el Estado se mantuvo con las manos caídas ante los
urgentes problemas del pueblo” (Briceño, 1983, p. 76).
Otra de las figuras destacadas del PDV que participó en aquel ciclo de conferencias
fue Arturo Uslar Pietri. El escritor echó mano de la Biblia para apoyar sus
argumentos:
“Allá en una página del Génesis, hermosa y conmovedora, llena de idealidad
humana, está un primer ensayo de planificación económica o de ‘New Deal’, como
ustedes quieran llamarlo; un ensayo de aquel gran ministro que se llamó José, que lo
propuso al Faraón de Egipto. El primer plan económico que recuerda la historia, es el
plan de las siete vacas gordas y las siete vacas flacas. No era sino una planificación
económica que se propuso reducir el mecanismo de la vida económica de un sistema
que tuviera en cuenta la oscilación del ciclo y de la coyuntura económica e implantar
un socialismo de Estado. Es la más remota y más vieja ejemplaridad del planismo o
intervencionismo, como quieran llamarlo” (Uslar, 1983, p. 81).
El liberalismo económico planteado en términos de ausencia de control como creían
los fisiócratas antiguos franceses, fue objeto de crítica por parte del conferencista.
“La libertad entre fuertes y débiles significa la esclavitud de los débiles. La libertad
entre poderosos e infelices, significa la servidumbre de los infelices. La libertad entre
lobos y corderos, significa la muerte de los corderos” (Uslar, 1983, p.84).
Pero, eso no significaba para Uslar y el medinismo la adhesión al polo opuesto de la
ideología comunista, patentada en la Unión Soviética. El término medio estaría en la
intervención de un Estado que, aun así se declaraba liberal.
“Teóricamente, el siglo XIX y la primera guerra europea estuvieron en presencia de
dos tesis extremas: el capitalismo liberal irrestricto, y las doctrinas colectivistas y
socialistas, con la aspiración de que el Estado tome en sus manos todos los
instrumentos de producción y confine al individuo a una gestión subalterna y
sometida. Entre esas dos tesis extremas, el intervencionismo no sólo es un
expediente, sino una tentativa muy seria de conciliación y acaso el único camino de
salud que tenga el mundo para salir de éste que lo lleva de guerra en guerra hacia la
negación de la civilización” (Uslar, 1983, p.89).
Ya que se estarían sentando las bases de economías más abiertas en lo que a los
ámbitos internacionales se refiere, el orador dibujaba un escenario promisorio para
el mercado mundial:
“... y es de prever que esta posguerra traerá la afirmación de ese intervencionismo
de una manera más amplia, porque se anuncia que no será una simple cuestión de
defensa nacional, sino el traslado, la elevación al plano internacional del principio de
la intervención, para desterrar la competencia de las economías nacionales y
establecer acuerdos monetarios, comerciales y sobre libre acceso a las fuentes de
materias primas que permitan una armoniosa complementación de las diversas
economías, en lugar de la guerra económica, que empieza en competencia de
mercados y termina en ese inmenso cementerio de jóvenes sacrificados que hoy
llena el mundo” (Uslar, 1983, p. 90).
La explicación de Uslar Pietri que justificaba el papel del Estado interventor pinta un
escenario trágico de la economía rentista. Al dejar de producir internamente:
“…esta tendencia a la baja del cambio internacional, al déficit acentuado de la
balanza de comercio, si se dejara jugar libremente, al cabo de quince años
transformaría a Venezuela en un inmenso Caripito, en un vastísimo campamento
petrolero, poblado de empleados petroleros, de funcionarios públicos, de abogados,
de médicos, de comerciantes importadores y el día en que el petróleo desapareciera,
nos encontraríamos en la situación de Caripito el día en que el petróleo desaparezca:
en la situación de morirnos de hambre, en un desierto rodeado de automóviles, de
viejas refrigeradoras y de cajas de avena despanzurradas” (Uslar, 1983, p.96).
Esta cita adquiere sentido en la Venezuela de hoy, afectada por una crisis material y
moral muy delicada. Lo que parece una admonición a los que llevaban las riendas del
Estado y a los que le adversaban, se plasmó en las palabras de Uslar de esta manera:
“Esta es, precisamente, la razón por la cual, indefectiblemente, en Venezuela no hay
sino dos caminos: o dejar que la acción de la transformación económica operada por
el petróleo juegue libremente, y esto se transforme en ese gigantesco Caripito, en un
inmenso Curazao; o que se haga punto de interés nacional que el Gobierno
intervenga enérgicamente, canalice ese flujo de riqueza, lo dirija y lo obligue a
invertirse en forma reproductiva y permanente, a fin de ir creando una actividad
económica que garantice que, el día en que desaparezca el petróleo, Venezuela será
una nación normal, que podrá seguir viviendo” (Uslar,1983, p.96).
¿Cómo respondía el Ejecutivo ante la situación económica que se ha descrito? Uslar
denominaba a las políticas del gobierno como parte de un “capitalismo de estado”
necesario para los tiempos que se avecinaban.
“Este es precisamente el camino que ha tomado el Gobierno de la Nación...Estas
medidas han sido: la protección arancelaria, que ha continuado el sistema de
contingentes de importación; el capitalismo de Estado, que es muy importante en
Venezuela, y por el cual la Nación, en función de promotora de industrias y en
función de gran banquero, como irónicamente se ha querido decir por allí, ha estado
aportando dinero barato para que se funden industrias, para que se emprendan
labores agrícolas, para que algo de la riqueza petrolera quede y arraigue en tierra
venezolana; las primas de exportación, el dólar-fruto, el sistema que ha establecido
el control de cambio y que permite que Venezuela siga exportando café y cacao,
porque de otra manera se podría llegar incluso a la paradoja de importar Medellín
Excelso del mercado de Nueva York y venderlo a precio más barato del que alcanza
nuestro pasilla más inferior; y por último, la legislación obrera, el seguro social, la
jornada de ocho horas, y la protección del capital humano de la República...” (Uslar,
1983, p. 96- 97).
El tiempo y la realidad de lo ocurrido en otros países y lo que temía podía sobrevenir
en Venezuela, harían que el mismo Uslar, con otra visión del mundo, desdeñara el
capitalismo de Estado que antes propugnaba. En una conferencia dictada en febrero
de 1958 en la Asociación de Ejecutivos de Venezuela, poco más de una década
después de aquellos encuentros en el Club Venezuela y como testigo de la estructura
burocrática de Marcos Pérez Jiménez, el doctor Uslar afirmó que el:
“Si sigue creciendo ilimitadamente, Venezuela va a llegar a ser un país, no ya de
dependientes del petróleo, sino de dependientes del Estado, y ese capitalismo
monstruoso de Estado llegará fatalmente a convertirse, como en el pasado se
convirtió, en una terrible máquina de tiranizar” (Uslar, 1990b, p. 219).
Las palabras de Uslar son como un presagio de la realidad de más de medio siglo
después. El capitalismo de Estado creció vertiginosamente e hizo que la población se
convirtiera en dependiente del Gobierno venezolano con las consecuencias sociales,
económicas y políticas conocidas en el país que otrora fuera considerado el más rico
de la región.
Los otros liberales
Del lado opuesto a las políticas oficiales, estaban otros actores que entendían de una
manera distinta la conducción del Estado. Los sectores económicos se organizaron
ante las presiones del Gobierno e hicieron sus observaciones. Por eso surge la
organización patronal Fedecámaras en este período. El escritor Enrique Bernardo
Núñez escribió en el diario El Universal que un informe de la Junta de Defensa
Económica
“…rechaza la dirección del Estado en las empresas particulares, aunque acepta y
solicita su ayuda...economistas de un día no tienen inconveniente, sobre todo si
gozan de impunidad, a causar los mayores daños. Aquí se copian leyes,
disposiciones, sin detenerse mucho. Los órganos consejeros del Estado pueden estar
en manos de gente inepta, mentalidad burocrática, inspirada en los intereses
políticos del momento o en propósitos demagógicos. Mucho se ha experimentado
aquí esto... Pero también es cierto que la capacidad puede faltar del otro lado y que
‘un capitán de la industria’ defraude el apoyo del Estado” (Núñez, 1983, p. 45).
La posición de otro diario, La Esfera, dirigido por Ramón David León, también
entraba en abierta confrontación con la política oficial. Dice esto uno de sus
editoriales de primera página:
“La intervención creciente del gobierno en la esfera de las actividades hasta ahora
reservadas al capital privado son el más claro indicio de que la tesis que patrocina
una organización económica dirigida oficialmente sigue cobrando cuerpo en el país, a
pesar del fracaso de las experiencias realizadas entre nosotros. La libre iniciativa, el
estímulo de las utilidades adecuadas a la inversión y a los riesgos, y el campo abierto
a las energías y al espíritu de empresa de los particulares, están siendo acorralados
bajo la influencia de postulados teóricos que en su forma original tuvieron
motivación en los preparativos guerreros, o en la tremenda crisis capitalista iniciada
en la semana trágica del otoño de 1929” (La Esfera, 1983, p.163).
El documento periodístico no ahorra epítetos para los partidarios de la política de la
intervención.
“Nuestros ‘diletantes’ de la economía y las finanzas, divorciados de la realidad,
ajenos a la labor creadora, ignorantes de las características del medio, y sin la
suficiente cultura científica para abarcar en profundo detalle el pro y el contra de la
cuestión, se lanzaron entusiasmados a extraer de las publicaciones tecnocráticas o
intervencionistas los elementos abstractos que luego han querido convertir en
artículo de fe, validos de la subversión de las jerarquías sociales y mentales que de
unos años a esta parte ha permitido el ascenso de los incapaces a los altos cargos de
la administración y la privanza de los pseudotécnicos, cuya labor dañina para la
República ha sido constante tema de nuestra línea de conducta editorial” (La Esfera,
1983, p.163).
Aunque el editorial anuncia que la intervención ha sido llevada a cabo en otros
países de la región, la rechaza por ser contraproducente a la economía.
“Aquí, como en todos los demás países americanos donde la doctrina de la economía
dirigida viene siendo objeto de ensayos temporales que siempre desembocan en la
bancarrota del descrédito, hemos sufrido los efectos de esa moda, que no de otra
manera puede calificarse la obsesión intervencionista de quienes, incapaces para
labrarse una posición en la órbita de la libre competencia profesional, comercial,
industrial o financiera, quieren jugar con los dineros públicos para aplicar su tesis, o
entrometerse en el círculo del capital privado para desviarlo conforme a su
criterio....Y los pueblos que como el norteamericano se han aventurado por los
caminos del intervencionismo a causa de la crisis ya citada, o de la conflagración
actual, han tenido buen cuidado de mantener intactas las líneas generales de un
templado liberalismo económico, como garantía de surgimiento en los años
inquietantes de la posguerra” (La Esfera, 1983, p.163 -164).
La preocupación del periódico es patente en el tema del control de precios.
Añadiendo calificativos a los intelectuales pro gobierno, dice el editorial de La Esfera:
“La economía dirigida es un arma que arruina a los empresarios y enriquece a los
elementos del oficialismo. La facultad de imponer restricciones, o de ampliar
facilidades, puede ser aprovechada en beneficio propio según lo demuestra la
experiencia. Mientras los hombres que van a la democracia y son, por tanto, los
encargados de aplicar las normas coactivas impuestas por el gobierno en materia
económica, no prueben su superioridad sobre los ciudadanos que en pugna con las
negativas condiciones del medio han sabido triunfar y fomentar fuentes de
producción y de prosperidad general, nadie podrá creer en las ventajas de una
economía dirigida que para mantenerse sólo dispone del poder ilimitado del
gobierno, y que se nutre de las lucubraciones plagiarias de pseudointelectuales
ineptos para surgir en la lucha personal por el bienestar y la riqueza” (La Esfera,
1983, p.165).
En el mismo diario escribió sobre “Los peligros de la economía dirigida” el joven
dirigente político José Antonio Pérez Díaz. Partidario del liberalismo sin control del
Estado, el articulista cuestiona el proteccionismo que justifica la intervención oficial.
“Las libertades políticas se hacen estériles en la práctica cuando no son
complementadas con las libertades económicas, como lo demuestra los ejemplos de
Alemania e Italia, donde el intervencionismo originó dos de los más monstruosos
regímenes que recuerda la historia...Lógicamente, el individuo, al ver las trabas que
se oponen a su espíritu de empresa y sabiendo que ni su talento ni sus relaciones ni
su dinero le permitirán sacar el mejor provecho de las oportunidades, porque el
gobierno le fijará limites caprichosos a su acción, se desvía hacia las inversiones
parasitarias, como está aconteciendo entre nosotros, conforme lo demuestra el
movimiento fabuloso de las operaciones en bienes raíces, única órbita abierta al
capital” (Pérez, 1983, p. 191).
La argumentación del gobierno giraba en torno a producir internamente para evadir
las importaciones. Pérez Díaz difiere de esa idea y se inclina por las importaciones
como factor clave de la economía.
“La gran nación del Norte, proveedora de la humanidad, está lista actualmente para
atender a los pedidos del continente, pero las limitaciones establecidas por nuestras
autoridades hacen imposible que los establecimientos mercantiles se surtan en
Norteamérica. Todos los tratados bilaterales, los acuerdos comerciales firmados, son
prácticamente inoperantes si nuestro gobierno no resuelve al fin devolver la libertad
a los comerciantes” (Pérez, 1983, p. 191).
La posición del articulista es a todas luces a favor de mantener las importaciones,
cosa que rechazaba el Gobierno que buscaba romper la dependencia externa de la
economía.
Realizada esta revisión crítica a la documentación y discursos de la época medinista,
se procede a unas reflexiones finales en torno al tema.
Conclusiones
1. El gobierno de Medina Angarita podría ser el primer antecedente de un modelo de
sustitución de importaciones en Venezuela, antes de que la Comisión Económica
para América Latina y el Caribe (CEPAL) se constituyera en Latinoamérica. La
propuesta cepalina tuvo su aplicación a finales de los años 50 como una vía para
sacar a los países del continente del llamado sub desarrollo, concepto que tomaría
fuerza tiempo después de la gestión medinista.
2. Isaías Medina Angarita tomó el pulso del rumbo que llevaría el mundo después de
la guerra. Ello explicaría decisiones inesperadas como la supresión del Inciso VI que
prohibía la propaganda y actividad comunista en Venezuela, una manera de
reconocimiento a la Unión Soviética como parte de los Aliados en el tablero del
ajedrez político mundial, ya que tras la conflagración, esta potencia se repartió áreas
de influencia en el mundo con los Estados Unidos como la Europa Oriental.
3. Pero también, el general Medina supo aprovechar los nuevos espacios que se
abrían desde el gran vencedor de la contienda mundial en el sentido del
reconocimiento de la soberanía de las naciones y en la necesidad de establecer un
nuevo orden mundial. Ambos, Venezuela y Estados Unidos se necesitaban, sobre
todo, ante la posibilidad de una nueva guerra que hacía a la nación del norte más
dependiente de una fuente petrolera en manos amigas, dada la experiencia de la
revolución en México y su nacionalización petrolera de 1939.
4. Con Medina se sentaron las bases de un Estado moderno que se acoplaba a
lineamientos de instancias de las Naciones Unidas. La idea de paz necesitaba un
respaldo concreto en mejores condiciones de vida para la población a través de
políticas de bienestar que deberían fomentar los gobiernos. Por ello, se crearon
organismos como el Seguro Social, programas de vivienda y se establecieron
normativas de protección laboral a tono con criterios internacionales. Ya lo advertía
el economista J.J. González Gorrondona en el ciclo de conferencias que se celebró en
el Club Venezuela: “Las obligaciones internacionales que se desprenden del pacto de
las Naciones Unidas y Asociadas implican la prosecución de políticas nacionales a
base de objetivos comunes: trabajo total, mejoramiento económico, seguridad
social” (González, 1983).
5. Sigue siendo materia pendiente en Venezuela la superación de una mentalidad
rentista que frena la iniciativa del trabajo productivo y emprendedor como fuente de
riqueza. El aserto de hace 60 años hecho por Arturo Uslar Pietri se mantiene como
diagnóstico de la realidad del presente: “…Venezuela es como una península
económica, aislada, por el cambio, los precios y los costos, del intercambio con el
extranjero y unida a la economía mundial por un solo producto: el petróleo”. (Uslar,
1990, p. 43)
6. Las tesis del liberalismo político y económico que vieron luz en el siglo XIX han
cobrado mucha fuerza en el mundo de hoy, a pesar de la permanencia de regímenes
totalitarios que se encuentran con la resistencia democrática. En el plano económico,
hasta China, que se rige por un sistema político declarado marxista, ha aprendido
que el mercado tiene sus reglas y en menos de cuatro décadas se ha convertido en
un imperio económico gracias a su apertura al capitalismo. La conquista de la
democracia es una necesidad donde perviven sistemas dictatoriales.
7. El capitalismo de Estado que desdeñó Uslar Pietri y que vio como una verdadera
amenaza a la libertad, terminó imponiéndose en Venezuela con una alta dosis de
populismo que creó relaciones de dependencia de la sociedad con el gobierno de
turno, consolidando una estructura de control con escaso margen para la auto
sostenibildad y las iniciativas independientes.