Area +Ser+Tema1+Bebiendo de Mi Manantial
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Área: Ser
Iluminación bíblica: “En cambio el que beba del agua que yo quiero darle, nunca más volverá a
tener sed. Porque el agua que yo quiero darle se convertirá en su interior en un manantial que
conduce a la vida eterna” (Jn. 4:14).
Iluminación carismática: “aprendan por experiencia la ciencia del corazón humano”, ya que sólo
puedes conocer a las personas en la medida que ellas se sientan queridas por ti, que tú les
acompañas y estás cerca de ellas en la convivencia diaria (Luis Amigó).
CONTEMPLO
Bebiendo de mi manantial
Era el país de los pozos. Cualquier visitante extraño que llegara a aquel país no vería más que
pozos: grandes, pequeños, feos, hermosos, ricos, pobres… Alrededor de los pozos apenas se veía
vegetación; la tierra estaba reseca.
Los pozos hablaban entre sí, pero a distancia; siempre había tierra de por medio. En realidad, lo
único que hablaba era el brocal: lo que se ve a ras de tierra.
Y daba la impresión de que, al hablar, sonaba a hueco. Porque claro, procedía de lugares huecos…
Como el brocal estaba hueco, en los pozos se producía una sensación de vacío, vértigo, ansiedad…
Y cado uno tendía a llenarlo como podía: con cosas, ruidos, sensaciones raras, y hasta con libros y
sabiduría…
Entre los pozos los había con un gran brocal en el que cabían muchas cosas.
Las cosas pasaban de moda: entonces los pozos las cambiaban, y continuamente estaban llenando
el brocal de cosas nuevas, diferentes… Y quien más tenía era más respetado y admirado…
Pero, en el fondo, no estaban nunca a gusto con lo que tenían. El brocal estaba siempre reseco y
sediento…
Bueno, sí: la mayoría, a través de los entresijos que dejaban las cosas, percibían en su interior algo
misterioso… sus dedos rozaban en ocasiones el agua en el fondo.
Ante aquella sensación tan rara, unos sintieron miedo y procuraron no volver a sentirla.
Otros, encontraban tanta dificultad a causa de las cosas que abarrotaban el brocal, que se rindieron
pronto, y optaron por olvidar aquello que había “en el fondo”.
También se hablaba –en la superficie– de aquellas “experiencias profundas” que muchos sentían…
Pero había quien se reía, bastantes, y decían que todo eso eran ilusiones… que no había más
realidad que el brocal y las cosas que entraban en el hueco.
Pero hubo alguno que empezó a mirar hacia dentro… y, entusiasmado con aquella sensación que
experimentaba en su profundidad, trató de calar más.
Como las cosas que había ido acumulando le molestaban, prefirió librarse de ellas, y las arrojó fuera
de sí. Y el ruido lo fue eliminando, hasta quedarse en silencio.
Entonces, en el silencio del brocal, oyó burbujear el agua allá abajo… y sintió una paz enorme, una
paz viva, que venía de la profundidad.
Y ya no eran sólo las manos, sino los brazos, y… todo el pozo, el que se refrescaba y saciaba su sed
en el agua.
Entonces el pozo experimentó que “aquello” justamente era su razón de ser; allí, en el fondo, se
sentía él mismo. Hasta entonces había creído que el ser pozo era el tener un gran brocal, muy rico y
adornado, bien lleno de cosas.
Y así, mientras otros pozos trataban de agrandar su brocal, para que el hueco fuese mayor y
cupieran más cosas, éste, buceando en su interior, descubría que lo mejor de sí mismo estaba en la
profundidad, y que era “más pozo” cuanta más profundidad tenía…
Feliz por su descubrimiento, intentó comunicarlo, y comenzó a sacar agua de su interior, y el agua,
al salir fuera, refrescaba la tierra reseca y la hacía fértil y pronto brotaron las flores alrededor del
pozo.
La noticia cundió enseguida. Las reacciones fueron muy variadas: unos se mostraron escépticos
ante el descubrimiento; otros sintieron la nostalgia de algo que, en el fondo, también ellos percibían.
Otros despreciaron aquel “alarde de poesía”, como lo llamaron. Hubo a quien le pareció una pérdida
de tiempo aquel trabajo de sacar agua de su interior…
Y la mayoría optó por no hacer caso, pues la verdad es que estaban muy ocupados rellenando de
cosas el brocal, y ya se habían acostumbrado a la satisfacción que el tener les producía, y se sentían
a gusto en el ruido, y estaban contentos con las sensaciones que experimentaban desde fuera…
Sin embargo, algunos intentaron la experiencia, y, tras liberarse de las cosas que les rellenaban,
encontraron también el agua de su interior.
A partir de entonces las sorpresas para éstos fueron en aumento: comprobaron que, por más agua
que sacaban de su interior para esparcirla en torno suyo, no se vaciaban, sino que se sentían más
frescos, renovados…
Y, al seguir profundizando en su interior, descubrieron que todos los pozos estaban unidos por
aquello mismo que era su razón de ser: el agua.
Así comenzó una comunicación “a fondo” entre ellos, porque las paredes del pozo dejaron de ser
límites infranqueables. Se comunicaban “en profundidad”, sin importarles como era el brocal de uno
o de otro, ya que eso era superficial y no influía en lo que había en el fondo.
Eso sí: en cada pozo el agua adquiría un sabor, incluso unas propiedades distintas: era lo
característico del pozo.
Pero el descubrimiento más sensacional vino después, cuando los pozos que ya vivían en su
profundidad llegaron a la conclusión de que el agua que les daba la vida no nacía allí mismo, en
cada uno, sino que venía para todos de un mismo lugar… y bucearon siguiendo la corriente del
agua…
El manantial estaba allá lejos: en la gran Montaña que dominaba el País de los Pozos, que apenas
nadie percibía su presencia, pero que estaba allí, majestuosa, serena, pacífica… y con el secreto de
la vida en su interior.
La montaña había estado siempre allí: unas veces apenas visible, entre brumas; otras veces
radiante, siempre vigilante y dándose cuenta de todo lo que ocurría en torno suyo…
Pero los pozos habían estado muy ocupados en adornar su brocal, y apenas se habían molestado
en mirar a la montaña.
La montaña también había estado siempre aquí, en la profundidad de cada pozo, porque su
manantial llegaba hasta ellos haciendo que fueran pozos.
Desde entonces, los pozos que habían descubierto su ser, se esforzaban en agrandar su interior y
aumentar su profundidad, para que el manantial pudiera llegar con facilidad hasta ellos…
Y el agua que sacaban de sí mismos hacía que la tierra fuera embelleciendo, y transformaban el
paisaje…
Mientras allá fuera, en la superficie la mayoría seguían ocupados en ampliar su brocal y en tener
cada vez más cosas. (Padre Nuestro.net, 2018)
DISCIERNO
2. Responde en el libro:
b. Busca el significado de los distintos elementos: pozo, brocal, tierra seca, profundidad,
vacío, cosas para llenar, corriente interna, sabor del agua, manantial, montaña, agua,
flores.
2. ¿Cuál consideras que sería el proceso para pasar de una actitud a otra?
Utilizando una metáfora bastante elocuente se puede comprender mejor esto. Los dos rostros
de nuestro corazón, nos hacen situarnos y comportarnos con nosotros mismos, con los otros,
con el entorno y con Dios de maneras diferentes: como moscas o como abejas obreras.
Las moscas están en el estiércol, en lo más sucio y lo llevan a donde debe haber mayor
riqueza...Las abejas trabajadoras extraen lo mejor de las flores, y además producen la miel
que es un alimento nutritivo y un remedio fundamental para los demás.
1. El peso de la herida...
La parte herida, golpeada, vulnerada, a veces es la que más resalta. Por no conocerla nos
juega malas pasadas, nos lleva a comportamientos que no entendemos y con los que nos
hacemos daño y hacemos daño a los demás, pero sobre todo, porque por no saber de su
existencia, por no haberla desentrañado y sanado, está ahí enturbiando nuestro pozo,
oscureciendo nuestras potencialidades, impidiéndonos realizar nuestros deseos más
profundos.
Lo vulnerado brota más claramente cuando hay excesivo cansancio o presiones externas,
pero también las sensaciones negativas surgen por sí mismas, como si tuvieran vida propia.
Reflexión personal:
¿No es verdad que hay cosas como un peso que te llevan siempre a la negatividad, al desánimo, a
la experiencia de estar como abandonada, aislado, como ansioso, como angustiado y que no sé ni
porqué vienen y casi tampoco sé ni cómo se va?
¿No es cierto que has intentado acallar, muchas veces, todos esos ruidos desequilibrantes del vacío
interno, con más trabajo, actividad, drogas, alcohol, música, televisión, que te distraigan?
Todo eso brota de lo que llamamos el peso de la herida, el peso de lo golpeado de las
primeras experiencias, que no necesariamente tienen que ser experiencias trágicas
La necesidad fundamental que tiene toda niña, todo niño, es la de recibir el reconocimiento de
su persona y sobre todo el derecho a recibir el amor incondicional de sus padres o quienes
hagan el papel de ellos. Pero este derecho primario puede ser violentado de muchas
maneras.
Es importante darnos cuenta que las heridas pueden darse por falta o por exceso. Es decir por la
no-satisfacción de la necesidad o por la satisfacción exagerada de ésta, por la falta de atención o
por la sobreprotección
Estas heridas al producir una sensación de indefensión en el niño, en la niña, hacen que surjan
unos miedos básicos: a ser condenada, a no ser querido, a fracasar, a ser comparada, a
quedarse vacío, a ser abandonada, a mostrarse débil, al conflicto.
Y ¿cuáles son los síntomas, las acciones que nos delatan o nos descubren la herida? Las
compulsiones, las reacciones desproporcionadas, el sentimiento malsano de culpa, la baja estima
personal, las voces negativas que nos repetimos y con las que hacemos daño, la postura corporal
y en general un patrón negativo de conducta (Verificar estos conceptos en el texto: Ser Persona
en Plenitud, página 18 a 24).
Todo ello nos lleva a permitir la planificación de la existencia que consiste en la capacidad de
crear el amor y las condiciones para el mismo y que se traduce en unas relaciones armónicas
conmigo misma, con las demás personas, con el entorno y con Dios.
Reconocer nuestra positividad tiene cierta facilidad si aprendemos a evaluar lo que hacemos y
sabemos analizar la realidad y la manera cómo podemos actuar en ella.
Esto significa que el crecimiento personal es un compromiso que sólo es posible si se nutre con
el agua del propio pozo, el agua que nace del manantial interior.
Reflexión personal:
Tengo muchas cualidades, y talvez nunca he hecho una cosecha de lo positivo: ¿Cuáles son esas
cualidades que más valoro en mí misma? ¿Cuáles son las que me dicen con mayor frecuencia
aunque me cueste aceptarlas? ¿Cuáles me hacen sentir gozo, gusto por tenerlas? ¿Cuáles me han
causado dificultades?
Lo más importante es conocer mis fuerzas internas personales que alimentan ese cúmulo de
cualidades. ¿Qué fuerzas mías nunca me abandonan sino que me han hecho salir de las
situaciones difíciles? ¿Qué es eso que me da más intimidad, más identidad, más sentido? Las
enumero porque por ahí ha de estar mi manantial.
El manantial es aquello que hay en ti que es inalterable, inagotable, lo que te saca en los
momentos más difíciles, lo que te da más intimidad. Si entras en tu manantial encontrarás,
además de tu máximo potencial, fundamentalmente otras dos realidades que seguramente
pasan desapercibidas en lo ordinario de tu vida: la conciencia y el agua viva.
En primer lugar, en el manantial que te identifica encuentras una voz que es la voz de tu ser
que está creciendo, una voz que te señala lo que te hace bien, lo que te ayuda a ser veraz, lo
que te empuja a la integración, y a la vez te lleva a generar el bien, la veracidad, la
integridad...Esto es tu conciencia. Por otra parte, en ese manantial, encuentras también el
agua viva que es la presencia actuante y transformante de Dios mismo en el fondo más íntimo
de ti.
Este doble descubrimiento te hace capaz de tomar en serio tu vida y de darte cuenta cómo en
la vida misma, en tu propia vida está inscrito en lo más hondo del manantial, algo que tiene
que ver con la solidaridad, algo que hace referencia a la metáfora del “agua” y del “pozo”: el
agua no sirve para sí misma, es para las otras realidades, para las demás personas.
Potenciar la positividad y hacer crecer cada vez más el pozo, se te nota en el compromiso con
tu proceso continuo de crecimiento –discernimiento y análisis de la realidad personal e
histórica-, en la capacidad de autocriticarte constructivamente, en la capacidad para tomar
decisiones, en la libertad en las relaciones, en la aceptación de la crítica externa como camino
de crecimiento, en la ausencia de miedos psicológicos, en el manejo de la culpa sana,
responsable y fecunda –la que lleva a reconocer errores e intentar repararlos-, en las
reacciones proporcionadas a las realidades presentes, en la disminución del empleo de los
mecanismos de defensa, en la ausencia de comportamiento compulsivo, en la autoestima
positiva, la conciencia solidaria y el comportamiento ético.
Tomado de: Algunas notas sobre pensamiento ignaciano. Carlos Rafael Cabarrús P, sj. ICE
2001.
Sugerimos profundizar, resolver los interrogantes y ampliar el tema en: “Ser Persona en Plenitud”,
de Carlos R. Cabarrús P, sj (que se entregará oportunamente)
Actividades:
a. A nivel humano-psicológico:
b. A nivel histórico:
● Revisa actuaciones, reacciones, manifestaciones y observa cuál de los dos rostros
ha hecho más eco en tus relaciones personales, familiares, comunitarias, de grupo y
laborales.
● ¿Qué invitación interior te surge como para vivir más desde el manantial e ir
trabajando poco a poco la parte vulnerada de tu historia?
● ¿Quisieras proponerte algunas tareas para conocerte más, no sólo desde tu parte
vulnerada y herida sino también desde tu positividad y la riqueza de tu manantial
que es lo más profundo y propio? ¿Qué te propondrías?
c. A nivel espiritual:
PROPONGO
4. Cierre creativo:
Termina la reflexión elaborando un dibujo, poema, mandala o collage que represente la
transformación de tu ser o los dos rostros, la herida y el pozo.
Bibliografía
● Cabarrús, Carlos Rafael, sj: Crecer bebiendo del propio pozo. Desclée de Brouwer, S.A.
España, 1998.
● Cabarrús, Carlos Rafael, sj: “Ser persona en plenitud” La formación humana desde la
perspectiva ignaciana. Textos editados por Fe y Alegría Internacional y por la Universidad
Rafael Landivar de Guatemala, 2003.
● Domínguez, Carlos. Creer después de Freud, Paulinas, Madrid 1992.