Cezanne
Cezanne
Cezanne
Bibliografía adicional:
-Rilke, Rainer María, Cartas sobre Cézanne. Buenos Aires, Goncourt, 1978
Cézanne casi siempre es contemplado más en relación con los efectos que ha tenido en artistas posteriores (sobre
todo los cubistas) que atendiendo los objetivos que animaban su propia pintura. Cézanne ha sido visto
fundamentalmente como un profeta: el de una parte de la modernidad que cree en un arte analítico, centrado en el
estudio de la mirada y la percepción en relación con su formulación pictórica. Durante muchas décadas ha sido,
pues, visto como precursor o padre del cubismo, pero también, ampliando el espectro de este sentido analítico en
el arte del siglo XX, del constructivismo y de la abstracción. Después, cuando la historiografía ha dejado de tender
a la exaltación de las vanguardias y al establecimiento de cierto sentido de linealidad genealógica entre ellas, se ha
Incluso, esa visión de Cézanne como profeta y precursor se ha adaptado a las exigencias de cada época, según la
sensibilidad de cada momento: Cézanne ha sido tanto el faro de la modernidad (cubismo, constructivismo...) como,
desde los años 1920s, el gran continuador de la tradición clásica, el heredero de Poussin: así lo vieron sobre todo
los partidarios del rétour à l’ordre , que querían verlo al servicio de la tradición francesa. También, entre los
partidarios de un nuevo clasicismo en las primeras décadas del siglo, destaca el Eugeni D’Ors noucentista, que en
1921 publica una monografía sobre Cézanne, un pintor en el que encuentra a un ejemplo legitimador de su
búsqueda de un orden, un equilibrio que pudiese contraponerse al arte, cada vez más anecdótico y decadente, de
De entre los pintores postimpresionistas que hemos llamado, siguiendo a Hoffman, “patres” del arte del siglo XX,
Cézanne es el único que no encontró el impresionismo como un lenguaje ya hecho, sino que asistió a su
nacimiento: es un poco mayor que Monet, Sisley y Renoir, y formó parte del grupo de artistas que se agruparon en
torno a Monet, descontentos con la pintura oficial. Aunque suele verse en su obra de 1872 a 1877 un “período
impresionista”, inspirado por Pisarro (siempre el más cercano a estos heterodoxos: también lo fue de Gauguin y
Van Gogh), en realidad podemos concluir más bien que esa época no es sino una especie de fase preparatorio de
su obra madura. Enseguida, a finales de los 1870s, se separa del grupo y se recluye en Provenza para buscar su
propio camino: quiere ir más allá de la mezcla óptica de los colores y de la atención a esa luz que disuelve las
formas. Se propone “hacer algo tan sólido y duradero como el arte de los museos”.
Con ello Cézanne no pretende dejar la naturaleza para volver a pintar en el estudio, no pretende cambiar la
realidad percibida por la imaginada, porque siempre sigue necesitando lo que el llama le motif, el encuentro con la
naturaleza.
Pero sí quiere “volver a ser clásico a través de la naturaleza”, como lo hicieron los grandes maestros del pasado,
de entre los que admira especialmente a Poussin: quiere “refair Poussin d’aprés nature”.
Es decir, su objetivo es solidificar las impresiones huidizas de la realidad, quiere devolver forma la concreción, la
sintetización. En este sentido podemos ver coincidencia con Gauguin en su alejamiento del impresionismo, pero
detrás de esta coincidencia hay concepciones divergentes. Cézanne no cree que convertir el impresionismo en
algo “duradero” justifique al pintor para alejarse del estudio directo de la naturaleza. El clasicismo que él busca no
es el de formas arbitrarias, por muy idealmente perfectas en sí mismas que sean (Ingres); o por muy sentidas y
-Por eso, considera a Ingres un “clasico dañino, como en general todos aquellos que, negando la naturaleza o
copiándola con una idea preconcebida, buscan su estilo en la imiación de griegos y romanos”.
-De Gauguin, simplemente dice que “no ha sido pintor, sólo ha hecho figuritas chinescas”.
Cézanne, siempre contenido, condena también el anhelo de expresión subjetiva y las deformaciones violentas que
se hagan en aras de esa expresión. Condena lo efectista, el pathos, lo explícito, lo que el llama “literario” en la
pintura: por eso no comparte los planteamientos de Van Gogh, que se oponen radicalmente a los suyos propios: el
Sus aforismos son al mismo tiempo primarios y sutiles, como la enigmática imagen que todavía hoy tenemos de él:
entre un torpe y tímido provinciano que esconde un ser hipersensible, y un personaje culto y refinado. Cézanne
siempre protegió su intimidad, su misterio (lo contrario del “exhibicionismo psíquico” de Van Gogh). Este hecho y la
ansiedad que le impedía frecuentemente dar por acabadas sus obras hacen que todavía hoy sepamos poco de las
fechas de sus obras o el lugar concreto donde fueron pintadas (salvo los paisajes). (Además, hay que tener en
cuenta que pinta un mismo “motivo” en muchos lienzos –como el Monte Saint-Victoire-, o que trabaja en varios
Como Velázquez, también misterioso y en gran medida desconocido, Cézanne ha sido un pintor admirado sobre
todo por pintores. Ya fue así desde su exposición en la galería de Ambroise Vollard en París en 1895, más
admirado por Renoir, Pisarro o Degas que por los posibles compradores. Y continuó siendo así con sus célebres
exposiciones de los salones de otoño de París, en 1906 y 1907, donde fue descubierto como una auténtica
revelación por una generación de artistas más jóvenes: Picasso, Braque, Matisse, Gris...
Después, de generación en generación, Cézanne será la sombra tutelar de casi todos los talleres de los grandes
Sus continuas dudas, errores y rectificaciones, rarezas , junto con un altísimo nivel de autoexigencia que habla de
la altura moral del personaje, han hecho de Cézanne un artista muy apreciado por los demás artistas, que le
No sólo los pintores, sino también muchos escritores se han sentido especialmente atraídos por la figura de
Cézanne (además de su compañero de infancia, Emile Zola, que se inspira en él para el personaje de Claude
Lantier en L’Oeuvre). Rilke, hablando de su visita a la exposición de 1907 en el salón de otoño, dice:
“esta mañana estuve de nuevo en el Salon d’Automne. Volví a encontrar a Meier-Graefe ante los
Cézannes. El conde Kessler también estaba allí y me dijo muchas cosas agradables sobre el Libro de las
Imágenes que él y Hofmannsthal se habían leído mutuamente. Todo eso acontecía en la sala de Cézanne,
que siempre vuelve a cautivar con sus intensos cuadros. Tú sabes que en las exposiciones siempre me
resultan mucho más interesantes las personas que las recorren, que los cuadros. También sucede lo
En la pintura de Cézanne se pone de manifiesto, sobre todo, la forma en que se relacionan el ojo y objeto. Todo su
esfuerzo se dirige al mundo físico, le motif, que puede ser desde una montaña (Monte Sainte-Victoire) hasta una
persona (su esposa, los jugadores de cartas, el muchacho del chaleco rojo...) o un objeto (un jarrón, manzanas,
valaveras..). Lo que Cézanne busca es ser “dueño” de esa relación, que se hace patente para el pintor en lo que el
De Cézanne, para confirmarlo como padre del cubismo, suele citarse una frase de una carta enviada a Emil
“permítame que le repita lo que le decía: trate a la naturaleza por el cilindro, la esfera, el cono, todo ello
puesto en perspectiva, se manera que cada lado de un objeto, de un plano, se dirija hacia un punto central.
Las lineas paralelas al horizonte dan razón bien de una sección de la naturaleza o bien , si lo prefiere, del
espectáculo que el pater omnipotens Aeterne Deus instala ante nuestros ojos. Las líneas perpendiculares a
este horizonte dan la profundidad. Pero la naturaleza, para nosotros los hombres, es más en profundidad
que en superficie, de ahí la necesidad de introducir en nuestras vibraciones de luz, representadas por los
rojos y los amarillos, una cantidad suficiente de azules, para hacer sentir el aire”.
A pesar de todo, y aunque esta frase se ha visto como una clave para encasillarlo también como padre de la
abstracción, no hay mucho de abstracción en su obra, que jamás se despegó del estudio de la naturaleza y su
percepción. Lo que hay más bien es una enorme curiosidad hacia la amplia variedad de formas de su entorno, que
Con ese estudio obsesivo de las formas observadas, Cézanne nos habla sobre todo de la relatividad de la visión
(RELACIONAR CON EINSTEIN), e incluso de sus dudas acerca de la posibilidad de captarla en su esencia.
“Debo decirte que como pintor mi visión de la naturaleza se ha vuelto más penetrante, pero siempre me
resulta penosa la comprensión de mis sensaciones. No puedo alcanzar la intensidad que se revela ante
mis sentidos. No tengo la magnífica riqueza de colorido que anima a la naturaleza. Aquí, en la orilla del río,
La misma escena vista desde un ángulo diferente me revela un motivo sumamente interesante, y es tan
variado que creo que podía estar atareado durante meses sin cambiar de posición, simplemente
-sino también las relaciones entre esas rocas, hierbas, árboles...., la inmensa variedad y riqueza que
El resultado es el peculiar estilo de Cézanne: contornos quebrados, dudas, etc: es como si hubiese realmente dos
temas a tratar:
Cézanne somete a examen el proceso de percepción. El proceso de “captación” de ese motivo pone al descubierto
Es decir, Cézanne ya no afirma: “esto es lo que veo”, sino que se interroga “¿esto es lo que veo?”
Todo es relatividad: la duda como parte de la pintura. En realidad, desde la Ilustración la duda ha sido la piedra de
toque de la tradición de la modernidad francesa, tanto en el campo del pensamiento como de arte:
-igual que la Enciclopedia, al tratar de examinar a fondo los contenidos de nuestros conocimientos y
creencias, los ponía a prueba, lo que en muchos casos significaba el final de las certezas heredadas (como
-en el terreno del arte, desde que partiendo del impresionismo Cézanne pone a prueba nuestras formas de
percepción, se abre un proceso que resquebraja las certezas del método tradicional. Luego, con el cubismo
quedarán definitivamente rotas, porque se lleva al extremo esa noción de relatividad de la visión, confirmando que:
verdaderamente importante no es el final (la imagen ilusionista) sino el proceso de análisis de sus estructuras para
llegar a su “esencia”:
En sus Cartas sobre Cézanne (9 octubre 1907, p. 22), Rilke habla de esa obsesión de Cézanne por captar la
naturaleza, por hacerse dueño de esas apariencias cambiantes para manifestar la esencia inmutable: la
réalisation.:
“...en lo que se refiere al trabajo, aseguraba haber vivido como un bohemio hasta los cuarenta
años. Recién entonces, al conocer a Pisarro, se le habría despertado el placer por el trabajo. Pero de tal
modo que durante los últimos treinta años de su vida no hizo más que trabajar. Sin alegría en realidad,
según parece, con saña constante, en desacuerdo con cada una de sus obras, porque ninguna le parecía
alcanzar aquello que era para él lo más imprescindible. La réalisation lo llamaba, y lo encontraba en los
venecianos que había visto en el Louvre una y otra vez, y a los que incondicionalmente había reconocido.
experiencia del objeto: esa era para él la meta de su trabajo más esencial (...). perseverando
escrupulosamente en el paisaje o la nature morte ante el objeto, iba adquiriéndolo solo a través de rodeos
sumamente complicados. Comenzando con la tonalidad más oscura, cubría su profundidad con una capa
de color que prolongaba un poco sobre la primera, y extendiendo así sucesivamente un color sobre otro,
llegaba poco a poco a otro elemento contrastante, nuevo centro desde donde procedía entonces del mismo
modo. Se me ocurre que en él, ambos procesos –el de la adquisición segura a través de la observación y
el de la apropiación y uso personal de lo adquirido- se sostenían entre sí debido quizás a que devenían
conscientes de sí mismos; a que, por así decirlo enseguida empezaban a hablar, se interrumpían uno a
Efectivamente, su obsesión era pintar, estar “sur le motif”, sin alegría pero también sin descanso. Reacio a teorizar
(en varias cartas encontramos afirmaciones en el sentido de que la única función del pintor es pintar, no teorizar.
Las especulaciones y teorías son, además, inútiles...), todos sin embargo lo reivindican por razones diversas:
único que puede liberar al pintor de la historia (narración) y de la literatura (excesos románticos, de los que él
“un intelectual atiborrado por la memoria de los museos, que no contempla la naturaleza suficientemente,
naturaleza”.
Por eso aborrece la estilización de Gauguin (sinuosas líneas negras, colores planos y arbitrarios): todo le parece
Porque lo que Cézanne intenta hacer con su escrupulosa observación de la realidad y su rigurosa aproximación a
Se trata de aproximarse a la naturaleza, no a un paisaje genérico, a una Arcadia culta o fantástica, sino a un
paisaje real, cercano, el de toda su vida, (sólo Van Gogh nos obliga tanto a reconocer un paisaje concreto). Y la
dificultad es hacer que ese paisaje se haga pintura a través de la petite sensation, (percepción momentánea que
pone de relieve la relación entre las formas y los colores) y que puede ser diferente cada vez, aunque uno esté
Se trata de traducir esa sensation a través de una organizada dialéctica de forma y color que conforma (desvela,
Por eso dice “pintar la naturaleza no es copiar el objeto: es darnos cuenta de nuestras propias sensaciones”:
Es decir, darles una sintaxis, una estructura, un andamiaje formal que se hace
Su objetivo es captar la presencia, ese “devenir objeto” que dice Rilke. Y ese “devenir objeto”, es decir, ser
consciente de su forma, de su estructura y, a través de ella, de su presencia, sirve no sólo para el paisaje o para el
objeto, sino también para la figura: es como si tratase por igual a todos los géneros: todos como naturalezas
muertas.
en una unidad extraña, la que hace que los retratos de Cézanne le resulten a la gente tan chocantes y
ridículos. Lo aceptan sin darse cuenta de que él reproducía manzanas, cebollas y naranjas sólo con el
color (que a ellos sigue pareciéndoles todavía un recurso subalterno en la ejecución pictórica) , pero ya
ante el paisaje, se quedan sin comentario, sin juicio, sin ventaja; e incluso en lo que se refiere al retrato, ha
cundido hasta en los círculos más burgueses la novedad de la captación espiritual, y con tanto éxito que ya
parece incluso en fotografías de domingo de parejas y familias. Y entonces naturalmente Cézanne les
Su objetivo es la presencia, la esencia del objeto, no la ilusión, y tampoco la literatura. Lo que le atrae de la
montaña, las manzanas o el personaje no está en relación con el uso que hacemos de ellas, con la relación
sentimental que tenemos con ellas, sino precisamente en su existencia independiente de la vida humana: son algo
Por ese énfasis en lo que está por encima del tiempo y de la contingencia, a través de formas puras, se ha hablado
museos): se trata de conseguir una fórmula que fuese moderna y clásica al tiempo. Así, en la medida en que los
datos perceptibles pierden la provisionalidad del impresionismo y su permeabilidad a la luz, el cuadro gana una
Pero también se afianza ante el espectador como una estructura compacta formada por colores. Tb. Rilke lo afirma
“nunca hasta ahora se había revelado hasta qué punto la pintura es algo que ocurre entre los colores.
Cómo hay que dejarlos totalmente solos para que se definan mutuamente. El tráfico entre ellos, eso es la
pintura”.
Cézanne no quiere abarcar con el color únicamente un momento, un instante cromático de la naturaleza percibida
(impresionismo) sino presentar una imagen en la que la construcción del mundo y la construcción del cuadro
concuerden.: “El contenido de nuestro arte se encuentra fundamentalmente en lo que nuestros ojos piensan”.
La comprensión última y universal del motivo en el que las naturaleza expresa sus leyes: extraer del mundo visible
su orden espiritual. Eso es “Refair Poussin d’aprés nature”: volver a la solidez de lo clásico pero partiendo siempre
de la observación de la naturaleza.
Cézanne cultiva el retrato cuando muchos de sus compañeros lo han abandonado (sin embargo, Gauguin y van
-aún, también, algo de “literatura” en el cuadro (= personalidad del retratado: parece huraño, sombrío...),
algo que después será sustituido escandalosamente por una especie de asepsia analítica (escrutinio de la realidad
a través de la percepción).
Prescinde ya casi por completo de todo deseo expresivo: la mirada, antes directa y desafiante, casi ha
desaparecido. Parece como si “lo espiritual”, como decía Rilke , cediese paso a la pura presencia física: la figura
La factura, que en los setenta y ochenta todavía es densa y tupida, se va haciendo cada vez más abierta: quedan
porciones de lienzo casi sin tratar, y los parches de color se hacen cada vez más anchos.
Esos trozos de lienzo sin cubrir, que a veces quedaban así por estar pendientes de resolución definitiva, expresan
las dudas del artista. La propia imagen final del retrato parece ser todavía algo en proceso, pendiente de continua
El jardinero, c. 1906
Una obra ya final, que muestra hasta que punto se despreocupa por el lado emotivo y se centra en la percepción,
José Ortega y Gasset, en La deshumanización del arte, 1925, habla de este proceso de pérdida de sentido
anecdótico y narrativo en aras de contenidos puramente visuales como uno de los síntomas clave de la
Si hablamos de Paisajes, hay que decir que después de una manera más influída por Pisarro, pero donde ya se
intuía su visión constructiva, Cézanne va evolucionando hacia facturas cada vez más abiertas y también más
estrictamente pictóricas (en el dilema por representar mejor lo táctil o lo visual, el volumen o el color, esto último
Como en Poussin, ramas en primer plano, como haciendo de bambalinas; después, la profundidad zigzaguea
De hecho, también como Poussin, orientación y composición muy clasicista: frente a las asimetrías de apariencia
casual de Degas, Cézanne prefiere siempre la vista centrada y con dominantes verticales y horizontales que
Evolución hacia una factura más abierta, y hacia una imagen cada vez más despojada de detalles anecdóticos y
más centrada en el análisis de la estructura fundamental del motif, esa estructura que habla de el objeto como algo
permanente, inalterable, por encima de los detalles cambiantes. (Refaire Poussin d’aprés nature.)
Aunque dedica al paisaje la mayor parte de su esfuerzo, realiza también como hemos visto algunos retratos, y
también bodegones.
Bodegones: Manzanas y naranjas, 1895-1900, Naturaleza muerta con botellas, El jarro azul, 1889-1890 i
El género del bodegón, más incluso que el paisaje, le permite una reflexión lenta. Estudia el espacio y su relación
con las formas que se despliegan ante él, vertebradas en horizontales, verticales, esferas...En el bodegón se
manifiesta más que en ningún otro género la tensión entre lo visual y lo táctil: sentido escultórico del volumen va
cediendo paso a unas imágenes en las que fondo y forma parecen fundirse: ligereza acuarelada, óleo muy diluído
sobre lienzo apenas preparado, muy absorbente, espacios de lienzo sin cubrir...lienzo y color son una sola cosa (al
revés que en Van Gogh, donde la pincelada se cargaba de materia para hacerse más expresiva).
Permanentemente dubitativo, insatisfecho, desinteresado por el éxito económico o social, con una gran ansiedad
ante la imposibilidad de plasmar su visión, Cézanne es al mismo tiempo un gran clásico y uno de los padres de la
modernidad artística.
Diapositivas.