ROSATO. Antropología y Construcción de Alteridades
ROSATO. Antropología y Construcción de Alteridades
ROSATO. Antropología y Construcción de Alteridades
CONTENIDO
ANA ROSATO
Los artículos presentados en este volumen tienen varios elementos en común, hecho nada
raro en la medida en que son productos de un equipo de trabajo sobre un tema específico:
"la construcción social de la discapacidad" Del conjunto de elementos en común, he elegido
uno sobre el cual me interesa realizar algunas precisiones: los mecanismos a partir de los
cuales se va construyendo un "otro" distinto.
Este elemento recurrente -el "otro" distinto- parece abordado desde perspectivas
particulares que remiten a diferencias en los ámbitos empíricos en los cuales se llevaron a
cabo las indagaciones. Así, por ejemplo, en el caso de "La producción social", los autores
reflexionan sobre la construcción de ese otro en el campo del saber académico o teórico; en
"Comunidad, discapacidad y exclusión social", la categoría "discapacidad" es analizada como
un constructo producto de otro desigual desde la mirada de una "comunidad"; en "Ciudades
accesibles", el otro aparece construido desde la reflexión sobre el espacio y la norma; en
"Parecerse a nosotros", el ámbito de indagación está centrado en el campo educativo y la
pregunta es sobre las "representaciones sociales" de ese otro y, por fin, en "Rehabilitar", ese
(Inicio de página 42) "otro" aparece como un sujeto definido desde la práctica profesional,
pero que en tanto "otro" se muestra como persona.
Esos diferentes modos de abordar la "otredad" remiten, de modo unánime -sea en el texto o
en notas al pie de página-, al uso de modelos de construcción del otro tal como han sido
planteados por la antropología y específicamente por las teorías antropológicas. (Nota 1) A
partir de ahí se nos abre una serie de cuestiones que intentaremos indagar en este artículo.
Pero aun cuando la relación de alteridad fue omitida en tanto objetivo específico de la
ciencia (por ejemplo, obviando en la explicación la relación y reconociendo que la distinción
es una condición del "ser" del otro), entró como uno de los supuestos que afectó la
construcción de los "otros lejanos y desconocidos" (Nota 3) y sus explicaciones "científicas
sobre ellos". Es sobre esos supuestos que fuimos armando los modelos de construcción del
"otro" a partir del análisis de algunas de las teorías antropológicas de tal forma de distinguir
los mecanismos de dicha construcción.
Mecanismos de construcción por la diferencia
La teoría evolucionista de fines del siglo XIX nos sirvió de base para construir el modelo de la
diferencia. En su momento de mayor aceptación, los teóricos no necesariamente habían ido
"personalmente" al encuentro del otro. Primó, en cambio, el uso de fuentes provenientes de
historiadores y viajeros. Por eso podemos distinguir dos operaciones en el "viaje" (más
mental que físico) del antropólogo decimonónico hada el universo de los otros: a)
desplazamiento desde el presente al pasado; b) descarte progresivo de adquisiciones
culturales. De ambas operaciones, retroceso y despojo, se desprenden dos mecanismos que
organizan la lógica de construcción de la diferencia.
Las teorías a partir de las cuales se comenzó a pensar al otro como diverso se desarrollaron a
partir de la década del '20, coincidiendo con el descrédito del evolucionismo y, por ende, con
la paulatina desaparición del sin como mecanismo de construcción del otro. A partir esas
teorías, (Nota 4) el sin, en tanto conocimiento y definición del otro, se sustituyó por el con.
(Inicio de página 46) Para ello, la primera tarea del antropólogo conocedor era la de viajar,
desplazarse al lugar del otro. La eliminación de la distancia física era condición inicial para
disminuir la distancia intelectual o el desconocimiento. En este caso, el viaje no era hacia el
"pasado" del nosotros para comprender al otro incompleto, sino al presente del otro
considerado "completo". Esto implicó universalizar las atribuciones del nosotros en un
presente y particularizar estas atribuciones en el mundo de los otros. En este mundo existen
los mismos sentidos, pero diferentes formas. La otredad no es la inmadurez (falta y
confusión) de la propia humanidad, sino la presencia "distinta “de esa humanidad.
Estas proposiciones tuvieron varias z implicancias. En primer lugar, la tarea del antropólogo
implica hallar en el mundo ajeno el sentido de las categorías de nuestra sociedad. En
segundo lugar, en el mundo del antropólogo la economía, la política, etcétera., aparecen
como categorías que poseen cierta especificidad autónoma. En el mundo del otro, esa
especificidad se debilita en favor de la presencia de instituciones menos especializadas y
diferenciadas. Esta indiferenciación, lejos de ser confusa, desordenada, oscura como en la
diferencia, es aquí "extraña" y supone la presencia de un orden distinto.
Estas implicancias remiten a los mecanismos a partir de los cuales el otro es construido
como diverso. La tarea del antropólogo es entonces viajar en la contemporaneidad de su
tiempo y "llenar" el mundo del otro con atribuciones del nosotros. La operación de llenar se
corresponde con el mecanismo de construcción: el con, la presencia. La operación de
"llenar" significa tanto encontrar presencias como universalizar necesidades; pero de
ninguna manera implica la identidad de las formas que asumen concretamente esas
presencias. En este sentido, se trata de presencias heterogéneas en sus modalidades. Lo
distinto sería el segundo mecanismo de construcción. Las presencias no son más
adquisiciones de la otredad en su camino hacia el nosotros, sino que son parte constitutiva
de ella, están organizadas e integradas en una totalidad funcional y significativa, aunque
revistan un contenido y ordenamiento distinto, singular. La singularidad del otro frente a
nosotros (Inicio de página 47) radica en la no especialización.
El proceso a través del cual se comenzó a pensar la alteridad como una relación desigual
tuvo lugar a partir de la segunda guerra mundial. El elemento detonante de ese proceso fue
la toma de conciencia, por parte de los antropólogos, de las transformaciones que las
"diversas" culturas habían sufrido o estaban sufriendo: la mayoría de ellas habían estado o
aún estaban bajo el régimen colonial y buscaban su independencia política.
Así es que las teorías antropológicas que construyeron el otro por la desigualdad tuvieron
en común la crítica consciente a los dos modelos anteriores (diferencia y diversidad) y el
supuesto de que, desde el momento en que Occidente se hizo presente, la relación que
entabló con las otras culturas fue de dominación. Teniendo en cuenta estos dos elementos,
podemos deducir mecanismos de construcción del otro a partir de la desigualdad. Por un
lado, tanto la diversidad como la diferencia eran consideradas como hechos empíricos
constatables, en este caso, la desigualdad también fue considerada (Inicio de página 48) una
realidad, pero no dada de manera "natural" sino como producto histórico coyunturalmente
determinado. Por otro, en los modelos anteriores, el sin expresaba distintos grados de
evolución y el con la heterogeneidad de las modalidades de la vida humana, la desigualdad,
en cambio expresa (y es producto de) una relación de dominación. La desigualdad se
fundamenta en una relación de dominación de algunos hombres, de algunos grupos y de
algunas sociedades sobre otros hombres, grupos y sociedades. Esa relación tiene una
estructura común, pero no hay idea de gradación sino de transformación: cada forma
distinta es una transformación de esa estructura común. Ésta se funda en una apropiación
desigual de bienes materiales y simbólicos, una parte se apropia de algo a expensas de otra.
Esta apropiación genera relaciones sociales asimétricas que toman formas diversas (entre
sexos, entre parientes, entre clases sociales, entre sociedades, entre grupos) y que se
expresan en formas culturales, económicas, políticas y sociales distintas.
En definitiva, si en los otros dos modelos la especificidad de una cultura se explicaba por ser
parte atrasada de la propia o por su ordenamiento funcional diferencial, en este modelo, se
explica como producto del modo particular que toman las relaciones de dominación. Por
eso, ambos mecanismos, con y sin, están presentes de manera simultánea. El sin está
presenil te no como falta o confusión, sino como despojo: el otro no tiene, no ya como
consecuencia de un acto deliberado del observador, sino como un hecho objetivo
"producido" por los hombres cuando un grupo, una clase, una cultura se apropia de algo
despojando a otro (otra clase, otro grupo, otra cultura) de los medios materiales y
simbólicos que garantizan su reproducción. Esta carencia no es transitoria, sino que es un
estado estructural que sólo se modifica cambiando la relación. El con está presente porque
la apropiación no deja un vacío, no queda un otro "incompleto", sino un otro completado
deliberadamente por el nosotros. El nosotros no sólo se apropia de algo, sino que además
participa activamente y de modo determinante en la conformación de los atributos del otro.
Podemos ahora volver a nuestra hipótesis sobre cómo estos modelos de construcción del
otro pueden haber impactado en el sentido común en nuestra sociedad. Decíamos al
respecto que fueron las "políticas" sobre la alteridad las que actuaron de vehículo para esta
imposición de sentido. Agregamos que los modelos pueden haber sido la base ideológica -
sea como construcción de sentido, sea como legitimación "científica"- de prácticas políticas
con respecto al otro.
En el caso del modelo de construcción del otro por la diferencia, el mecanismo -el sin como
falta o confusión- sirvió de base para un tipo de política específica. Debemos recordar que
dicho mecanismo fue construido antropológicamente sobre la base de un método científico
aplicado al sentido común. De alguna manera, los críticos posteriores siempre han sostenido
que, en el caso de los evolucionistas, los supuestos básicos sobre los que construyeron sus
modelos -por ejemplo, la deducción especulativa- derivaban del sentido común y por lo
tanto tenían, en el fondo, una explicación etnocéntrica del otro. Así, la falta, la carencia,
estaban tanto en el pasado del nosotros como en el presente de los otros, pero no había
nada en este presente que les impidiera llegar a ser, con el tiempo, semejantes a nosotros.
Esta carencia era producto de una inmadurez que inevitablemente -por efecto de la ley de
progreso humano derivaría en madurez. En términos de la época, la ontogénesis y la
filogénesis eran parte de un mismo proceso. Proceso de adquisición que, en ambos casos,
podría acelerarse con el contacto. Así es que el modelo (cuyo mecanismo es sin, la falta y la
confusión) sirvió de base ideológica y de legitimación científica para políticas del tipo
asimilacionista o integracionista. La herramienta -práctica- más eficaz para implementar este
tipo de políticas ha sido "la educación". Como ejemplo de este tipo de política pensamos en
la acción (Inicio de Página 50) desplegada por Sarmiento cuando fue superintendente
general de escuelas en 1881. Pero cuando la asimilación -que es una forma de eliminación
cultural y de violencia simbólica- fallaba, la solución más rápida era la de la eliminación física.
Nuevamente podemos ejemplificar con las políticas que Sarmiento se encargó de
implementar: en 1863, como gobernador de San Juan y director de la guerra del norte,
ordena la eliminación "ejemplar" del Chacho Peñaloza, o una década después, en 1879,
siendo ministro del interior, cuando se realiza la campaña al desierto.
En el caso del modelo de construcción del otro por la diversidad, su influencia en las políticas
se dio cuando el mecanismo con -basado en la equivalencia funcional y en "lo distinto"- se
unió al relativismo ideológico. Éste tiene dos preceptos básicos -la igualdad y la fraternidad o
respeto mutuo-. Preceptos que ya no derivan del sentido común, sino de los ^ llamados
grandes sistemas religiosos (cristianismo, islamismo, etcétera), filosóficos (liberalismo,
marxismo, etcétera) y de las declaraciones universales de derechos humanos. El ejemplo
más "ejemplar" de la unión entre los mecanismos de construcción del otro por la diversidad
y el relativismo ideológico o han sido los documentos de la UNESCO sobre la diversidad
producidos por antropólogos. Por ejemplo, los de 1952 dirigidos por el antropólogo francés
Leví-Strauss y los de 1995, dirigidos por el antropólogo norteamericano Sahlins.
Más allá de las buenas intenciones de estos documentos, en el ámbito de las políticas de
Estado, la unión sirvió de base ideológica para la implementación de políticas de tipo
segregacionistas. La diversidad -entendida como esencia de lo humano- debía preservarse y
por lo tanto debían de mantenerse los límites a fin de que no hubiera mezcla. Así, en el
interior de los estados nacionales, las políticas de segregación puede ejemplificarse con el
sistema de reservas respecto de los nativos norteamericanos y con el sistema denominado
"appartheid" en Sudáfrica. Al mencionar este tipo de política, espero que quede claro que el
uso de la violencia física fue, en la mayoría de los casos, la práctica más frecuente para
obligar a las personas a entrar dentro de los límites y mantenerlas en ellos.
Bibliografía
Levi-Strauss, C., "Raza e historia". En: Antropología Estructural II, México, Siglo XXI, 1979.
Levi-Strauss, C., "Raza y cultura”. En: La mirada distante, Barcelona, Argos Vergara. 1984.
Nota 2. En ningún momento decimos que haya sido el único vehículo, solamente que puede
haber sido el vehículo más importante para que ello suceda.