Juaquin Crespo Volumen 1 Tomo Ii
Juaquin Crespo Volumen 1 Tomo Ii
Juaquin Crespo Volumen 1 Tomo Ii
Biográfica
Venezolana
TOMO II Ramón J. Velàsquez
¡up
EL NACIONAL Que s e dejan ve r BANCO DEL CARIBE
Ram ón J. Velásquez
Los venezolanos que puedan exhibir una trayecto
ria intelectual y una hoja de servicios al país como
la que ostenta Ramón J. Velásquez han sido
excepcionales. Doctor en Ciencias Políticas,histori
ador y periodista, a Velásquez se le deben iniciati
vas de tanto relieve para la memoria documental
de nuestro país como la creación del "Boletín
Histórico de Miraflores", la edición de las colec
ciones Pensamiento Político de los siglo XIX y XX,
así como las diversas publicaciones que corrieron a
su cargo al frente de la Fundación para el Rescate
del Acervo Histórico Venezolano (FUNRES).
Joaquín Crespo
BIBLIOTECA BIOGRÁFICA VENEZOLANA
Consejo Asesor
Ramón J. Velásquez
Eugenio Montejo
Carlos Hernández Delfino
Edgardo Mondolfi Gudat
Simón Alberto Consalvi
II / G u zm án B la n c o y C resp o
en lu ch a p o r el p o d e r
Vol. I / t o m o II
C o n v ersació n c o n e l le cto r
El fin al de Telm o
La quem a del libro de Telm o debió parecerle a los caraqueños más
u n exorcism o que u n h om en aje a Vargas, pues, ju n to con los papeles
que ardieron en el patio de la Universidad se convirtieron en cenizas
los poderes curativos de Romero. Quedaba tam bién aparentem ente
roto “el anillo de h ierro ” que los crespistas habían fabricado en su
p retensión de cercar a G uzm án Blanco para obligarlo a devolver al
llan ero la silla del poder en febrero de 1888. No habían transcurrido
dos años y ya el “leal am igo y su b altern o ” de 1884 se había convertido
en el más peligroso de los rivales de quien ahora regresaba com o el
“aclam ado de los pu eblos”.
Las críticas de los guzm ancistas arrecian cada día y entre otras las
referidas al papel desem peñado por Telmo A. Romero. El doctor Fran
cisco González G uinán que era m in istro de Crespo en 1884, cuando en
reu nión de Gabinete se aprobó el con trato del gobierno n acion al con
Telm o, ahora en 1887 aplaude la quem a de El Bien General en el patio
cen tra l de la Universidad y co m en ta que “casi siem pre los estudiantes
tien en la in tu ició n de la verdad y de la ju sticia , com o se vio en la in ci
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Joaquín Crespo
La historia de La Aclamación
El año 1884 y el p rim er sem estre de 1885, el debate político estuvo
dom inado por un tem a: la lealtad del gobierno a G uzm án Blanco, el
ausente jefe suprem o. La oposición no dirigía sus ataques con tra la
gestión de Crespo sino que condenaba el avasallante y largo dom inio
de Guzmán Blanco y alertaba acerca de sus planes continuistas. El
gobierno proclam aba cada día su fervor guzm ancista, al m ism o tiem
po que los políticos liberales, que n o form aban en las filas de la Admi
nistración, acusaban a Crespo de no ser definitivam ente “guzmancis-
ta ” y al unísono los voceros del descontento popular proclam aban la
urgencia de acabar con Guzmán Blanco. En suma, Crespo no era el
problem a.
Las necesidades de la Causa Liberal y el propósito de com placer al
general Guzmán Blanco en el sentido de lograr que su “aclam ación y
su reelección no se viera interrum pida por aisladas críticas”, llevó al
Presidente Crespo a ordenar la prisión de Pedro Obregón Silva y la
clausura de La Conciencia Pública, el período liberal am arillo que se ha
bía constituido en vocero de la oposición antiguzm ancista. Bastaba de
contem placiones. En extensa com unicación dirigida al gobernador del
Distrito Federal, cuyo texto literario parece escrito por el doctor José
Ram ón Núñez, el Presidente denuncia que “la prensa independiente
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Joaquín Crespo
rio que con el andar del tiempo será señalado com o la segunda gene
ración de positivistas. Fracasó el Partido Nacional D em ocrático (1887),
pero en 1889, Alejandro U rbaneja, Luis López Méndez, Nicomedes
Zuloaga, David Lobo y Odoardo León Ponte, fundan la “Unión Demo
crática” y publican El Partido Democrático, periódico que, por la nove
dad de las reform as institucionales que propone, es punto esencial de
referencia en el estudio de las ideas políticas venezolanas del siglo
XIX. Fracasa una vez m ás Urbaneja, pues el escándalo continuista de
Andueza Palacio clausura el ciclo del debate político, pero en 1897,
con motivo de las elecciones presidenciales para elegir al sucesor de
Joaquín Crespo, nuevam ente Urbaneja prom ueve la creación de un
partido, el Liberal Nacionalista o Nacionalism o, y lanza la candidatu
ra del general José Manuel Hernández, el legendario Mocho, candida
tu ra y partido que provocan la m ayor m ovilización de m asas enfrenta
das a los liberales am arillos que contem pló el país.
Urbaneja respondía en 1887 a los editoriales de los periódicos guz-
m ancistas y, de m anera especial, a La Opinión Nacional:
Tenemos derecho a trabajar para derrotaros, ora por medio de la prensa, ya por míti-
nesy conferencias públicas. Tenemos derecho de decir a la faz de la nación que no somos
copartidarios vuestros porque la vuestra es la política de las sombras; la política de la
falacia; la política de las prevaricaciones; la política de la mordaza y la Rotunda; la
política de la fuerza y las argucias desleales. ¿A quién teméis cuando llenáis las cárceles
de hombres libres, a los hombres o a la libertad?. Si a los primeros no creáis que todos van
a morir en vuestras manos; si a la segunda, tened presentes que la libertad es inasible e
impalpable, tened presentes que la libertad es fénix que ha de vivir a vuestro despecho”.
”Cómo habéis retrocedido. ¡Con que las doctrinas liberales, que no detienen el paso, son
doctrinas socialistas. Protestamos contra la represión, contra esa arma astuta que una
vez nos llama revolución, ora conspiración, lazo previamente preparado por mano de los
Césares para apresar en el momento dado el niveo cuello a la hermosa libertad.
Según nuestra Constitución, ni él está facultado para pedirlas, ni el otro para conce
derlas; no hay pretexto siquiera para concederlas. Hacer eso sería confesar que estamos
condenados a vivir bajo gobiernos discrecionales, en que la voluntad de un hombre es el
único camino y debería quemarse el libro de nuestras leyes. El país goza de p az octavia-
na. ¿Con qué pretexto se concederían esas facultades, será para inventar conspiraciones
y por eso será que se encarcela a escritores independientes?. ¡No hay tales revoluciones!
No necesitamos facultades extraordinarias. De lo que tenemos es sed de Constitución.
¿Habéis descubierto el complot? ¿Cómo veis los ejecutores del crimen? ¿No están con
victos y confesos? ¿No conocéis a sus cómplices?. Pues entonces que esperáis, que os detie
ne; ¿por qué no publicáis el nombre de los criminales?
¿Cómo que hay miedo? ¿A quién?. ¿Al pueblo? Qué espectáculo tan ridículo aquel de
las tropas rodeando el Capitolio, aquello de traer a los albañiles, empedradores y a los
pobres de los campos para form ar la barra del Congreso. Las Cámaras Legislativas apro
baron un reglamento para prohibir a quienes asistan a las barras del Congreso cual
quier manifestación de apoyo o censura.
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22 Joaquín Crespo
“Cómo son d e cambiantes las pasiones hum anas”, com entaba el fiel
González Guinán, pues m eses antes los caraqueños habían recibido al
general G uzm án Blanco entre dem ostraciones de delirante entusias
mo y ahora lo insultaban diariam ente en u n a prensa “que él mismo
había estim ulado”. Y com o consuelo d e su guzm ancism o agregaba:
“Que m ucho que así se com batiera a Guzm án Blanco cuando caudillo
más excelso com o el Libertador y Padre de la Patria había sido negado
y perseguido p o r la im placable reacció n ”.
Manifestación a la República
Al punto que ha llegado ya la cuestión revolucionaria creemos que
es indispensable hacer u n a declaratoria para cum plir los deberes que
el patriotism o nos im pone y conservar a toda costa los grandes in te re
ses creados por el partido liberal, regenerador de Venezuela. Pertene
ciendo com o pertenecem os a varias agrupaciones eleccionarias, sinte
tizam os esa aclaratoria así:
I o Ratificam os nuestro antiguo, constante y sincero reconocim ien
to al General Guzm án Blanco com o Jefe, C entro y D irector del partido
liberal.
2° Concurrirem os a la Convención electoral que próxim am ente h a
de reunirse en Valencia, en virtud de la sabia indicación del Jefe del
Partido Liberal.
3o Aceptam os y sostenemos la definitiva resolución de la Conven
ción electoral, rechazando desde luego todo propósito en contrario; y
en el caso de que no haya en dicho Cuerpo una solución, por desacuer
do de sus m iem bros, apelarem os al arbitraje patriótico del Jefe del
Partido Liberal.
4 o Dése conocim iento de estas aclaratorias a los demás candidatos,
solicitando su adhesión a ella.
Comuniqúese al Jefe del Partido Liberal para su superior inteligen
cia y publíquese en los periódicos eleccionarios para conocim iento de
todos los círculos.
Firm ado en la ciudad de Caracas a los siete (7) días del mes noviem
bre de 1887.
R. Fonseca, J. P. Rojas Paúl, M. A. Matos, J. M. Ortega M artínez, F. Gon
zález Guinán.
Los crespistas fundan La Verdad. Es otro de los num erosos periódicos
que en todo el país se oponen a Guzmán Blanco, algunos redactores se
expresan en lenguaje y tono panfletarios, y en el que no escasean las
burlas y los chismes, actitud característica del com bate político de las
nuevas generaciones en contraste con el eterno concurso de alaban
Guzmán Blanco y Crespo en lucha por el poder 25
Explicado está que un hombre superior como Guzmán Blanco vuelva al poder a poco
andar, porque su administración se traduce en bienes para los pueblos; y estos por causa
justificadas, lo llaman de nuevo a regir sus destinos, siempre con el anhelo del bien y con
la natural aspiración al mejoramiento social, en el porvenir; pero aquel cuya adminis
tración ha sido para unos pueblos infecunda; para otros, perniciosa, y para todos mengua
da, a ese no debe volvérsele a llamar al poder, porque tal llamado será siempre calificado
de antipatriótico y sospechado de aparcero en el manejo de los intereses públicos.
El General Crespo es hombre ya conocido. Venezuela ha quedado desencantada en
absoluto con su administración del bienio; y le ve muy lejos de llevar con merecimiento
el honroso timbre con que se llamó para adelantarlo en el sendero del bien. El General
Crespo no es el “Héroe del Deber Cumplido”, porque no correspondió a la confianza que
el Ilustre Americano y la mayoría de sus ciudadanos depositaron en él al llevarlo a la
Presidencia de la República.
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Joaquín Crespo
Y agregaba:
Los secuaces del General Joaquín Crespo sufren un lamentable error, que queremos
presentarles a su vista para que sepan a que atenerse. Macheteros adocenados como
Crespo, no meten miedo hoy a Venezuela: pues tenemos militares, con honoríficas condi
ciones, de que él carece: el partido liberal está de pié para sostener resueltamente lo que
resuelva la Convención electoral que ha de reunirse en Valencia, respecto del candidato
definitivo para la Presidencia de la República; y más aún, lo que decida el Ilustre Ameri
cano, su Centro, Jefe y Director, si los Miembros de aquella Corporación no pudieren
acordarse en el candidato; y el pueblo de “Los Andes” se levantará como un solo hombre
para sostener a Guzmán Blanco y sus sabias deliberaciones; y no se dejará quitar el
primer puesto para sostener y defender con su sangre, si es necesario, el Gobierno que
presida los destinos de Venezuela, a cuyo frente se coloque el ciudadano que escoja la
Convención electoral de Valencia, o el Ilustre Americano; cualquiera otra aspiración, la
tendremos como una provocación de guerra, que desde luego aceptamos con entusias
mo, para castigar a los traidores.
contesté, con mi ruda pero honrada franqueza de siem pre: que an
tes de ser Presidente en las condiciones co n que lo había sido prefe
ría pasar el Río Negro e irm e co n m i familia a Brasil, declarándole
que yo lo había hecho m uy mal en m i período de mando: m e contes
tó Ud., que yo lo había hecho bien, y com o le arguyera que no debía
ser así, cuando Ud. se había visto obligado a h acer tantas m odifica
ciones, m e respondió Ud. que aquellas eran necesidades de Adminis
tración; y seguidamente m e habló de mi viaje a Europa, y term inó
m anifestándom e que com o Ud. tam bién tenía resuelto venirse, ha
blaríam os aquí.
Creí discreto esperar la iniciativa de Ud., y quedé en esa expectati
va hasta que vino el Gral. B arret a Barcelona a proponerm e de Ud. la
propaganda de m i candidatura. En esa ocasión el Gral. Barret me
significó que había m erecido de Ud. una larga visita, durante la cual,
m ostrándosele Ud. preocupado con la situación de Venezuela y ha
ciéndole apreciaciones sobre cada uno de los candidatos presenta
dos, reclam aba com o u n servicio a la causa y al país, lan zar m i nom
bre a la discu sión p ú b lica ju zg án d o lo b en évolam en te Ud. tan
autorizado com o que podía evitar la anarquía. Con toda m i ingenui
dad le m anifesté al Gral. Barret que en m i concepto toda propagan
da anticipada de una candidatura, dadas nuestras instituciones, era
a todas luces inconveniente, que el propósito de Ud. en la Conven
ción a m as de fundar un antecedente que m inaba los poderes del
Congreso no produciría el resultado práctico que Ud. esperaba; le
dije tam bién que por afecto a Ud. no quería servirle de obstáculo en
ninguna com binación que tuviese form alizada y prefería abstener
me; pero que si las circunstancias m e imponían la ardua tarea de
volver a presidir la República, quería com pleta independencia para
la Adm inistración; sin reacción, pero sin trabas; respetando el pasa
do com o quien respeta sus propias obras y responsabilidades, pero
libre para dar franca entrada a las aspiraciones del porvenir, y con
cluí diciéndole, que a pesar de todas mis repugnancias a una propa
Guzmán Blanco y Crespo en lucha por el poder
jos, cuando les decía que la em presa no era tan fácil porque el ganado
andaba desbarajustado y había m ucho tigre que m atar. Pero a solas y
de noche cuando se habían ido los adulantes, los espías y los chismo
sos, se reunía con Velutini, con Guzmán Álvarez, con Amengual, con
Juan Francisco Castillo para h acer las cuentas de la revolución que
preparaba.
33
(Duplicado)
43 rué Copernic
(Anagram a de Guzmán Blanco)
París, 8 de julio de 1888
Señor General Hermógenes López
Caracas
Mi estim ado am igo:
Cinco cartas tengo tuyas, venidas por los dos últim os vapores en la
segunda quincena de junio. No te las había contestado, porque esta
ba esperando la definitiva solución de la crisis después de lo que te
dije con Fonseca e Ibarra.
Por tus cablegram as y de otros am igos, he sabido en la últim a se
m ana que Rojas Paúl fue elegido, que tom ó posesión y que ya esta
mos en pleno régim en constitucional. Feliz suceso, que debemos más
que todo a la cabalidad y acierto con que te has m anejado. Felicito a
la República, te felicito a ti, y m e felicito yo m ism o.
Ahora dependerá todo de la cabalidad, acierto y energía del Doctor
Rojas Paúl, Presidente constitucional de la República.
Es evidente que Crespo está lanzado en la revolución. Probable
m ente espera u n vapor con m uniciones y fusiles que piensan sacar
de LiejayA m beres. Ese vapor lo despachan para Colón, puerto libre,
y creen poderlo arm ar en el tránsito para h acer la guerra.
Yo estoy procurando con el gobierno belga que no lo deje salir, ni
com o buque m ercante, si el arm ador no consigna u n a caución de
que el buque y el arm am ento van a puerto habilitado de alguna
nación.
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Joaquín Crespo
Pero para el caso que al fin lo despachen p ara Colón, puerto fran
co, es necesario que le digas a Rojas Paúl que m ande inm ediatam en
te u n hombre com petente a Panam á para que reclam e de las au to ri
dades locales e l em bargo del buque y del arm am en to, y que por
telégrafo lo pida igualm ente a Bogotá al Doctor Núñez.
Además, creo que Fonseca debe irse a Barcelona com o jefe de ope
raciones de Oriente, que tu debes con igual carácter, ir a Carabobo
com o jefe de Occidente; que Tinedo Velasco debe serlo e n el Estado
Falcón, Araujo de Los Andes, Ovidio Abreu de Zamora y Juárez de
Lara. Todos bajo tu dirección, pues que tu atención inm ediata ten
dría que ser Carabobo, Yaracuy y Cojedes.
Ten presente y adviértele a Ju an Pablo que deben ten er especial
cuidado en que el p ertrech o de los rem ington sea el correspondien
te a sus calibres respectivos. En el parque hay tres o cuatro calibres
diferentes, y cada uno tiene su pertrecho correspondiente, Olivo sabe
todo esto m uy bien; pero siempre es bueno que V.V. y el M inistro de
la Guerra, lo inspeccionen para estar a cubierto de todo error.
Todo lo que m e dices en tus cinco cartas es relativo a la crisis que
ya pasó: por consiguiente es inútil que m e refiera a ellas.
Tu afffno, amigo,
Guzm án Blanco
al poder del ex Presidente Crespo, para luego dar paso a una nueva
au tocracia de otro signo regional, que se m antendrá en el poder du
rante treinta y cinco años.
La elección de Rojas Paúl pasó casi desapercibida para los caraque
ños, cuyo interés continuaba dedicado a la presencia de Joaquín Cres
po en la isla de Trinidad. A la isla se dirigen las visitas de los liberales
-d o ctores y generales- que van a saludarlo y a pedir instrucciones,
pues an dan en busca de u n Jefe, ya que en su experiencia clasificadora
el Dr. Rojas Paúl solam ente figura en el escalafón de los m inistros. Se
sabía que Crespo ya había com prado en Bélgica un m oderno arm a
m en to y se hablaba de fusiles, am etralladoras y cañones en núm ero
que la im aginación de los caraqueños aum entaba cada día. Además,
Crespo era dueño de una flota de goletas que operaba en el comercio
del cabotaje venezolano y prestaba iguales servicios en islas del Caribe.
Desde los prim eros días de su gobierno, Rojas Paúl trata de estable
cer m ínim as diferencias con el estilo político de Guzmán Blanco al
u tilizar palabras com o “rehabilitación” y “concordia” que estaban des
terradas por peligrosas del lenguaje guzm ancista. Además, empiezan
a visitar la Casa Am arilla políticos que regresan del destierro y perio
distas que en los últim os años atacaron a Guzmán Blanco. González
Guinán m ira con gran preocupación estos actos heterodoxos del Presi
dente que cobran m ayor im portancia, pues la oposición crespista es
cada día más num erosa y desafiante.
Rojas Paúl le escribe a Guzm án Blanco el 2 2 de agosto para contarle
los problem as que se plantean en el cam po político y m ilitar con Joa
quín Crespo, convertido en la am enaza mayor, pues la gente está dis
puesta a seguirlo y le dice: “La situación del país, es sum am ente críti
ca para m i. En frente, Crespo, con elem entos de guerra suficientes,
con nexos crim inales en m ucha parte de los empleados públicos, en
tre los que se cuentan algunos m ilitares. Y el espíritu reaccionario
m eciéndose terríficam ente, con un gran tem or, pero que ha extendi
do sus negras alas por sobre toda la República oscureciendo sus hori
zontes, y no dejando en ellos sino alguno que otro punto claro que
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38 Joaquín Crespo
El lenguaje de la espada
En los días del ascenso presidencial de Crespo (1884), Guzmán Blan
co le regaló su espada que ahora Joaquín Crespo le devuelve com o un
rito para disolver el com prom iso de lealtad:
Rojas Paulo el final delguzmancismo 39
“Señor General”:
Sírvase leer mi Manifiesto al país del 19 del presente, en el cual
explico con m i genial franqueza cuánto ha o cu rrid o en tre nuestros
nexos políticos, que en vano traté de evitar. Tomamos cam inos dis
tintos, y el porvenir dirá quién ha errado...
En cierta época, que le confieso m e causa em oción recordar, me
regaló usted una espada que creí poder transm itir a mis hijos com o
tim b re de orgullo para ellos. Le dije entonces que aquella espada no
se desenvainaría sino en el servicio de la causa y en defensa de usted,
que era para m í en aquella época de ardiente fe y ciega confianza el
dios tu telar de la Patria.
Reiterando a usted las gracias por la distinción que entonces m ere
cí, devuelvo a usted dicha espada, para em puñar en su oportunidad
la que me dé el pueblo de Venezuela con el fin de defender sus insti
tuciones y su libertad...
Soy de usted,
Joaquín Crespo”
El pacto de La Rotunda
Los caraqueños decían desde mediados de noviembre (1888) “en esta
nochebuena el General Crespo y doña Jacin ta se com en las hallacas en
“Santa Inés”. Los com prom etidos no ocultaban fechas ni planes: se
tratab a de un levantam iento que abarcaba a liberales y conservado
res, llaneros y orientales.
El 2 de diciem bre, la goleta “Ana Jacin ta” se acerca a las costas vene
zolanas. La suerte es esclava de los audaces y Velutini, que no cree en
el triunfo pero está jugando a futuro, escribe en sus m aletas: “Veluti
ni, La Rotunda”. En un inform e dirigido al Presidente Rojas Paúl por
el general Francisco de Paula Páez, com andante del buque de guerra
“Libertador”, le participa: “El 2 (diciembre 1888) a las 9 a.m . reconoci
mos la “Ana Ja cin ta ”, a toda m áquina la alcanzam os y la abordamos,
rom piéndole el botalón por lo cual no pudo navegar, y fue entonces
cuando el General Velutini salió sobre la cubierta de la goleta, hasta
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40 Joaquín Crespo
ción de Rojas Paúl com o Jefe del Estado. Durante dos o tres años lo
u nirá con Joaquín Crespo la em presa com ún de liquidar las bases de
u n posible retorno de Guzmán Blanco. Los otros jefes liberales, los
caudillos m enores, habían perdido la capacidad para la autonom ía y
la rebelión, pues veinte años de sumisión política los llevó a conceder
a Guzm án Blanco el derecho de pensar por ellos y acatar las fórm ulas
que les propusiera, naturalm ente que suavizada esta situación por fra
ses adornadas de m uchos adjetivos y referidas siempre a los princi
pios dem ocráticos y liberales. Con acierto pensaba el doctor Roj as Paúl
que después de veinte años de acatam iento de una posición cortesana
y subalterna, era imposible que ninguno de sus rivales tuviera el pres
tigio necesario para convertirse de repente en un jefe, en lo que en
Venezuela se llam aba Jefe.
Y van tan lejos en sus propósitos reaccionarios, que me afrontan por medio de Olava
rría, el más empedernido de los godos bravos, quien sostiene que los contratos de ferroca
rriles y de inmigración que he hecho y estoy haciendo no tienen razón de ser y que
debemos renunciar a ese progreso y limitarnos a lim piar los caminos que existen y hacer
las carreteras que se puedan.
Y lo más grave todavía, y por lo que en realidad estoy dictando estas ideas, es que tu
círculo más inmediato, la atmósfera que respiras constantemente y tú, participen de tan
increíble, p or absurdo e infecundo modo de pensar.
¿Cómo? ¡Te propondrías que tu Gobierno retirase por toda gloría haber cuidado la
recaudación de la renta, despachando lo ordinario de la Administración, distribuido
algunos empleos y luchando con más o menos buen éxito con las intrigas de política
personal!
La Regeneración ha tenido tres etapas, la de la guerra, para lograr la paz impuesta
por el partido liberal; la de la organización como base del porvenir, y la del progreso
intelectual y material como resultado permanente y progresivo d é la Regeneración de la
Patria. El progreso intelectual sigue su proceso tan bien como pudiera desearse con las
leyes prácticas y rentas de la Instrucción Popular. El progreso material se ha llevado con
Rojas Paúl o el final del guzmancismo
gran facilidad hasta este momento, que es el momento d e los ferrocarriles y d éla inm i
gración, p ara que todo lo realizado se convierta en verdaderamente fecundo. Esto últi
m o es lo que estoy haciendo y lo que sólo yo podría realizar si hay allá, en Venezuela, un
Gobierno que sepa secundarme.
Sólo yo puedo realizarlo, primero, porque mis antecedentes me han dado la notorie
dad y el crédito necesario para que todos los centros financieros de Europa m e oigan con
entera confianza y me busquen como consultor para la colocación de sus dineros en
empresas venezolanas en momentos en que los capitales europeos no tienen colocación
productiva en los mercados de Europa; y , segundo: porque conociendo perfectamente a
m i país, sus necesidades, sus medios, la renta y todos los detalles de la Administración,
puedo hacer que se realice el gran desenvolvimiento pendiente, sin comprometer al pre
sente gobierno, ni tampoco a los futuros.
Por esto los contratos que he celebrado durante tres o cuatro años no tienen que p agar
subvención o interés alguno y la mayor parte de ellos no tendrá que pagarlo nunca,
porque el movimiento actual mismo demuestra que darán más del 7 por 100.
Con semejantes convicciones, tan profundas y concienzudas, como lo revela bien lo que
he dicho, no puedo aceptar que esos contratos remitidos y los que estoy haciendo sigan
en el Despacho Ejecutivo d e Venezuela un proceso vergonzante como al que hasta ahora
se han sometido, y, por el contrario, reclamo la más grande notoriedad y hasta la os
tentoso publicidad, porque el Regenerador de la Patria no necesita ni quiere gracia, favor
ni complicidad en lo que se refiere a sus responsabilidades para con la opinión pública, la
cual sabe de antemano que los resultados lo justificaran como lo han justificado siempre.
Todo lo hago a plena luz, pido la plena luz para que el pueblo juzgue y m e cubra de
nueva gloria.
¿Por qué decir tú que la opinión rechaza los contratos?
Yo digo que los acepta con alborozo y tengo mejor criterio para juzgarlo que tú y tus
allegados, porque he probado más que todo el mundo en Venezuela que tengo la pres
ciencia de la política de mi patria.
Esa pusilanimidad tuya no tiene fundamento, porque la responsabilidad de lo que yo
hago es mía y no tuya, aunque tú compartirla quisieras. Esto está en la naturaleza de
las cosas. No puede serse a un tiempo Regenerador de la patria y compartir responsabi
lidades con nadie, aunque sí se comparta la alegría que se deriva.
Es además, esa pusilanimidad de que tu mente está supeditada a ese círculo de enemi
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Joaquín Crespo
gos míos, que saben, que el día que por este o p o r otro camino salgan de mí, la República
volverá a ese pasado de desorden y vergüenza que buscan, y de donde he logrado sacarla
tres veces, a despecho de todos ellos.
so. No precisam ente para que sea aceptada, sino para prom over como
respuesta un plebiscito nacional que, al reclam ar su perm anencia en
la jefatu ra del Estado, le otorgue un nuevo origen político, popular y
antiguzm ancista a su m andato. Los senadores y diputados com o en
un orfeón, pues ningún parlam entario desafina, le ruegan que per
m anezca al frente del gobierno y Rojas Paúl, en frase altisonante, les
prom ete obedecer el reclam o de la patria.
Retrato de un político
Un famoso caudillo afirm aba que el político com etía un sólo error, y
que los dem ás que lo envolvían com o u n a red y lo h acían fracasar eran
siempre consecuencias del prim ero. La verdad de la observación del
caudillo se puede com probar en la cadena de errores políticos que
llevaron al fracaso a Rojas Paúl en su sueño de perdurar en el ejercicio
del cargo de Presidente de la República. El prim er error lo constituyó
la excesiva confianza que otorgó de pronto a Raimundo Andueza Pala
cio, quien era un viejo rival, dotado de mayores habilidades en el arte
de m aniobrar y de tejer com prom isos. En las elecciones que realizó el
Consejo Federal en 1890, Andueza Palacio lo engañó y con la simple
alteración en el orden de las m aterias a tra ta r en las sesiones del Con
greso, Anduela Palacio se hizo designar jefe del Estado, frustrando el
propósito de reelección del Presidente Rojas Paúl. Sin em bargo, Rojas
Paúl se había proclam ado jefe de una nueva causa política, la Rehabi-
litadora, y creyó que Andueza Palacio se conform aría con un bienio
presidencial como Joaquín Crespo en 1884, y que en 1892 volvería a
ser Presidente, ahora por cu atro años.
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54 Joaquín Crespo
ros, excelente bodegas y co n el pretexto del dom inó y del brandy desfi
laban liberales y godos que se sentían más cómodos con esta nueva
fórm ula de ejercer el gobierno, m ás cercan a a su ideal de vida, que
dentro del protocolo distanciador e irrom pible de Guzmán Blanco o
frente al aislam iento casi m onástico de Rojas Paúl. Quienes buscaban
h acer política transitando el cam ino del Club “Venezuela” tam poco
habían podido en trar en el cam po prom etedor del futuro eres pista,
pues Velutini había cerrado la puerta. A um entaba el núm ero de los
amigos del Presidente, y en las inform ales reuniones nocturnas que se
celebraban en la Casa A m arilla se hablaba con alegría del prom etedor
futuro del nuevo jefe, el doctor Andueza Palacio.
Las reuniones nocturnas en la Casa A m arilla que celebraba el Dr.
Anduela Palacio tam bién eran m uy gratas, pues los senadores y dipu
tados que concurrían, casi siempre los m ism os, frecuentaban por pri
m era vez el palacio presidencial en plan de confianza y de im portan
cia. En su mayoría eran personas que vivían en la provincia y que nunca
habían tenido experiencia tan interesante en sus viajes a Caracas para
relatarles a sus paisanos, al regreso de la capital. A medida que se rep e
tían los brindis presidenciales, la confianza era mayor y desaparecía la
timidez provinciana. Asiduo concurrente a la tertulia era el joven dipu
tado tachirense Cipriano Castro, quien adm iraba al Presidente y le envi
diaba su facilidad oratoria y sus gestos tribunicios.
Pero entre estas reuniones y las gratas horas en el Club “Venezuela”
se le había ido el tiem po al Presidente y de pronto se encontraba con
un problem a cuya difícil solución iba cam biar de m anera inesperada
el escenario nacional. La república de oradores, periodistas, parlam en
tarios y de gente de club estaba en peligro de desaparecer y Venezuela
a punto de regresar al tiem po de los hom bres a caballo.
las arm as, la gente y el prestigio de Crespo, los parlam entarios creían
tener resuelto el problem a y seguro el porvenir.
La Opinión Nacional llam aba “godos” a los m agistrados d e las dos Cortes
que habían firm ado los m anifiestos.
El 2 4 de mayo, un suceso conm ovió a Caracas. El Noticiero del día 25
cu enta que a las nueve de la noche del día anterior se oyó en toda
Caracas u n a fuerte detonación que causó grandísima alarm a. El esta
llido fue producido por u n cartu ch o de dinam ita que estalló en uno
de los extrem os de la Plaza Bolívar. Y agregaba El Noticiero: “la confu
sión que se produjo fue espantosa; todos los coches y tranvías que es
taban en la estación partieron aterrados por el susto d e los caballos y
tam bién de los cocheros, la gente que se aglom eraba en la Plaza de la
Universidad con motivo de la retreta trató de correr y arrollándose se
cayeron unos sobre otros, todos los establecim ientos cerraro n sus puer
tas, produciéndose u n ruido infernal. La gente co rría desesperada.
Todavía no se h a descubierto al autor de tal desastre”.
La Revolución Legalista
desde su hato “El Totum o”, le ordena al general Ram ón Ayala: “Ponga
en ejecución el Plan M aracay”. Es la g u erra que ahora se bautiza com o
“Revolución Legalista”.
Las contradicciones entre las palabras y los hechos siem pre han sido
norm a perm anente en la política venezolana y así el general Joaquín
Crespo, un soldado sin ninguna form ación universitaria, se levantaba
en arm as com o el defensor de la ley ultrajada m ientras el d octor An
dueza Palacio, la figura m ás im portante de la vida parlam entaria de
las últim as décadas del siglo XIX, atenta con sus actos contra el orden
constitucional y divide al partido liberal am arillo y abre el cam ino de
la guerra civil para defender su empeño continuista. Para com pletar
ese catálogo de las contradicciones, com o desde 1874 el partido liberal
amarillo no tiene enemigos a quien com batir, es necesario que sus ge
nerales se arm en, se dividan en “continuistas” y “legalistas”, como ban
dos irreconciliables para no perder la costumbre de la guerra civil.
Tan desconfiado se m ostraba el doctor Andueza Palacio para esco
ger entre el núm ero infinito de generales liberales al jefe que debía
com and ar los ejércitos en cam paña, que al final entrega esa jefatura
al doctor y general Sebastián Casañas, el menos experto para cumplir
una tarea de cuyo éxito o fracaso dependía la existencia m ism a de su
gobierno. Eran ignoradas las condiciones de Casañas com o com an
dante en jefe y sus hazañas no figuran en la crónica de nuestras esca
ram uzas bélicas: sin em bargo, los aduladores de la época lo llam aban
“El Canciller de H ierro”, no se sabe por cuál parecido con Bismarck.
Casañas estaba obligado a aceptar el riesgo, pues Andueza Palacio siem
pre le repetía: “por no saber arreglar tus cosas a tiempo se alteraron
mis planes y m e veo m etido en este lío”. Casañas cumplió pero fue
muy corta y desafortunada su aventura militar, pues en el campo apure-
ño de “Jobo M acho”, Crespo se apuntó una victoria que significó el final
político de “El Canciller de Hierro” y el com ienzo del desastre de Andue
za Palacio, que se ve obligado a confiar su suerte en los generales Do
mingo Monagas, Julio Sarria y Luciano Mendoza, a quienes siempre había
m antenido a distancia pues conocía m uy bien sus intenciones.
La Revolución Legalista
De Liverpool (2 2 f e b r e r o 1892)
Acabo de leer su magnífico artículo sobre Programas políticos, publicado en El Radi
cal. Digo su porque el estilo, las ideas y aquella clarísima visión de la historia son cosas
esencialmente suyas de usted. ¡Bravo! Yo pense como usted, para fortuna mía, cuando se
fun dó la Unión Democrática, y m i negativa a contribuir a sostener tal program a me
ocasionó muchas discusiones con los amigos. Ya deben estar convencidos de que anduvie
ron errados.
22 de marzo de 1892
El continuismo (Andueza Palacio) está decidido de una manera irrevocable. La oposi
ción tiene gran partido; hasta el extremo que sacó de Presidente en la Comisión del
Senado a Muñoz Tébar y empató la votación en Diputados. Se cree generalmente que si
el Gobierno no consigue mayoría absoluta, no dejará reunir el Congreso. Y se declarará
la dictadura, y, p o r consiguiente, la vigencia inmediata de la Constitución (el proyecto
presentado en 1891 por el Presidente Andueza).
30 de marzo
Malas, malísimas noticias de Venezuela:
la dictadura y la guerra, ¿a donde iremos?
6 de abril
Lea lo que sobre Venezuela publicó ayer el Herald. Aún suponiendo que sólo la mitad
de esas noticias serán exactas, a juzgar p o r ellas parece difícil el triunfo del Gobierno. No
sería extraño que de un momento a otro llegara la noticia de la tom a de Caracas. Los
caraqueños deben estar dentro de un zapato. Quién sabe cuántas revivicencias federales va
a traemos este conflicto. Y lo peor que ya se hacia necesidad. La riqueza nacional -única
cosa que ha venido salvándonos desde que nacimos a la República- volverá a pagar esta
vez los trastos rotos.
8 de abril
Según la última noti eia de Venezuela los revolucionarios estaban ya cerca de Caracas
e iban ... a paso de vencedores.
14 de abril
Verá usted las noticias que se publicaban en Caracas hasta el 23 de marzo. ¿Qué habrá
sucedido después? Terrero Atienza me telegrafía: «Telegrama Presidente para mí: revolu
ción vencida, paz en quince días más». ¿Verdad? Al tiempo le pido tiempo y el tiempo me
da Mientras el gobierno no diga que ha capturado a Crespo, todo es posible.
La Revolución Legalista
22 de abril
Lo m ás serio es que a Crespo no lo han atacado todavía y como es más que probable
que el grueso de las tropas insurgentes sean capitaneadas por él, mientras no lo derro
ten podemos creer que la revolución es más potente que lo que el Gobierno dice. Por mi
parte creo seguro el triunfo de Crespo; pero el estado de guerra va a durar quién sabe
hasta cuándo, y esto es lo triste para la patria. Debemos desear el triunfo de los rebeldes
pues es el único medio de volver a la legalidad violada por el Gobierno. Desgraciadamen
te si Crespo -q u e será en ese caso el presidente- empieza a gobernar como lo hizo la otra
vez, estamos perdidos. Bien es cierto que los hombres en que ahora confía no son los
mismos de marras., ...¿pero serán los mejores?
20 de mayo
Las noticias de Venezuela siguen siendo alarmantes. Aún ateniéndonos únicamente a
las noticias del gobierno publicadas en La O p inión N acional, podemos pensar que el
estado de guerra es más que serio. Leo con dolor los partes de guerra. Hemos vuelto al
salvajismo de los cinco años (se refiere a la Guerra Federal).
Las consecuencias son funestas y durarán mucho. Dura contrariedad para los que
llevamos una vida intelectual y procuramos influir en los sentimientos e ideas de la
muchedumbre. La plum a va a ceder de nuevo a la espada y el pensador tendrá que
m archar detrás del politicastro an jo u r le jour. Vamos a tener que andar otro via crucis.
Con tal que no perdamos la esperanza y tengamos fuerzas para lanzar siempre el grito
redentor: p e r áspera ad astra.
20 de junio
Porfin cayó Andueza y se fu e (se refiere Gil Fortoul al golpe realizado por los generales
Domingo Monagas, Julio Sarria y Luciano Mendoza que obligó al Presidente Andueza a
marcharse al destierro. La revolución legalista continuó y solamente el 7 de octubre de
1892 entró Joaquín Crespo triunfante a Caracas). Desgraciadamente ha sido el miedo y
no el patriotismo lo que lo ha obligado a renunciar.
¡La eterna historia de todas las dictaduras!. Ya son cuatro los nombres de nuestros
dictadores que se han marchado salvos, dejando en la patria la guerra y la anarquía
política, como José Tadeo Monagas; la guerra y la confusión de todos los partidos, como
Páez; la más espantosa crisis de la moralidad pública, como Guzmán Blanco; la guerra
y la crisis económica, como Andueza. Los demás Presidentes, por débiles que fuesen,
como Vargas, o timoratos como Tovar y como Guál, o incompetentes como Crespo, o
Biblioteca Biográfica Venezolana
Joaquín Crespo
El retorno
El 7 de octubre de 1892 entra Joaquín Crespo a Caracas. Va a ser el
penúltim o de los conquistadores del poder que iniciaban una larga
etap a de dom inación haciendo su entrada triunfal a Caracas, rodeado
de u na m ultitu d arm ada de m achetes y fusiles, m ezcla de guerrilla y
caravana. Con él volvían los llaneros que habían figurado en escenas
sem ejantes en los años de 1847 y 1863, unidos nuevam ente co n ara-
güenos y corianos. Entre truenos y rayos, co n el Guaire desbordado,
envueltos en las aguas de un diluvio, llegan a la capital de Venezuela
las tropas de la Revolución Legalista.
En verdad no debería hablarse de un retorno de Joaquín Crespo a la
presidencia, pues en la ocasión de desem peñar el m ism o cargo duran
te el bienio 1894-1896, el papel de Crespo se redujo al de un simbólico
encargado del Poder Ejecutivo, vigilado en sus pasos y nom bram ien
tos por el grupo que representaba en Caracas los intereses de Guzmán
Blanco y teniendo que recu rrir diariam ente a la vía del kalogram a para
recibir com o respuesta los regaños del dictador ausente, para que no
olvidara su real situación y las norm as de conducta que en ese cargo
debía observar en su condición de leal servidor de la Causa de Abril.
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80 Joaquín Crespo
perdiendo interés com o lugar de cita de la gente que se ocupa del proce
so político. Ya se sabe que las m odificaciones fundamentales se reduci
rán a ampliar el período presidencial a cuatro años, liquidando el famo
so bienio de Guzmán Blanco. El antagonismo que se transform ó en 1892
en guerra civil y que dividió definitivamente al partido liberal amarillo
en dos bandos irreconciliables, no se originaba en la reforma constitu
cional m isma, sino en la persona que debía estrenar la ampliación del
m andato presidencial. Los liberales continuistas querían que fuera An
dueza Palacio y los liberales legalistas preferían a Joaquín Crespo.
La nueva Constitución Nacional devolvía a los venezolanos el dere
cho a elegir en votación universal, directa y secreta a los Poderes Públi
cos, conquista alcanzada en la Constitución de 1864 y lim itada y arre
b atad a a los ciudadanos en las sucesivas reform as im puestas por
Guzm án Blanco, hasta llegar a la reform a de 1881 al otorgar al consejo
Federal, organism o integrado por u n senador y un diputado por cada
estado de la Unión, el derecho de elegir al Presidente de la República.
El empréstito de 1896
En los años 80, Guzmán Blanco en su condición de ex Presidente de
Venezuela y de em bajador universal ante los gobiernos de Europa, rea
lizó la contratación de num erosos em préstitos con grupos de banque
ros y prestam istas alem anes, ingleses y franceses. Se trataba de reali
zar un gran plan nacional de com unicaciones y de extender, por todas
las regiones de u n país aislado y desierto, redes de ferrocarriles que
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Joaquín Crespo
El Banco Tudesco
Durante la Presidencia de Crespo num erosos grupos extranjeros se
interesaron en fundar establecim ientos bancarios, en establecer rela
ciones financieras y colaborar en la prom oción de diversos proyectos
de desarrollo económ ico y de obras públicas. Anota Leopoldo Landae-
ta que m uchos de esos grupos trataban de buscar la colaboración del
capital extranjero, otros aspiraban a adquirir la m ayoría de las accio
nes de la banca nacional, pero los aportes que podían ofrecer los vene
zolanos eran insignificantes y la suspicacia acerca de las verdaderas
tentaciones de estos negociantes ayudó el propósito de los bancos de
Venezuela y Caracas de elim inar en lo posible la com petencia.
Rondón Márquez hizo la lista de los proyectos bancarios presenta
dos a la consideración de Crespo entre los años 1892 y 1898: Banco
Nacional A grícola y Com ercial, proyectado por el francés Rodolphe de
Paula; Banco com ercial Anglo - Venezolano, proyectado p o r el inglés
Alfred Hastings; Banco Hipotecario promovido por el general Manuel
Antonio Matos y Eleuterio Morales; Banco Agrícola Colonizador pro
yectado por José M achado Pinto y Rodolfo Salazar con m iras a u n pro
yecto de colonización del Alto Orinoco; Banco Nacional de Venezuela
con intervención del Disconto de Berlín; Banco Bolívar para operacio
nes com erciales y de crédito territorial auspiciado por Rutgers de Beau
fort, de Ám sterdam ; Banco Com ercial e Industrial proyectado por Fe
derico Flersheim , de París.
Biblioteca Biográfica Venezolana
Joaquín Crespo
Presidente y caudillo
En agosto de 1895 cumplió Joaquín Crespo cin cu en ta y cuatro años
de edad. A los 43 años, en 1884, había ocupado durante u n bienio
(1884-1886) la Presidencia de la República. Pero no obstante el hecho,
de que se cum plieran todos los requisitos que la Constitución pautaba
para elegir al Jefe del Estado, la posición de los Presidentes en aquellos
fugaces turnos era precaria, pues sim plem ente cuidaban los intereses
y ejecutaban las órdenes del ausente Guzmán Blanco.
Ahora, en 1895, era distinto. En el horizonte político y m ilitar del
país no se asom aba ninguna personalidad que pudiera rivalizar con
éxito en el dom inio que sobre Venezuela había logrado Crespo, des
pués del triunfo de la Revolución Legalista en octubre de 1892. Una
copla m uy repetida y conocida a finales del siglo XIX decía:
rru aje. Crespo ordenó a los edecanes que siguieran, sin darse por noti
ficados del incidente. A su regreso a “Santa Inés, el gobernador de
Caracas le participó que ya estaban presos todos los estudiantes, auto
res de la agresión, y el m inistro de Instrucción Pública le consultó un
proyecto de decreto clausurando la Universidad. Crespo guardó silen
cio, oyó las razones de sus m inistros y al final respondió: “Yo tengo
o tra solución para este caso”. Y ante la pregunta hecha al unísono por
todos los Ministros: “¿Cuál, Presidente? ”, Crespo respondió: “No vuel
vo a pasar por enfrente de la Universidad”. Y dejó sin efecto prisiones y
clausura.
Era alto, im ponente, de brazos y piernas de poderosa m usculatura,
de tez bronceada, m uy oscura, rodeado el rostro por una g ran barba.
En sus recuerdos, el doctor José Izquierdo anotó que siendo niño vio
u n a vez a Crespo en el pequeño jard ín zoológico de El Calvario m iran
do un tigre enjaulado. Y que en su im presión de niño vio tam bién en
Crespo a un poderoso tigre.
de las tres Presidencias. Todo iba a cam biar en esos cuatro años, y para
ese 1902 habitaría en el Palacio de Mirafiores, m ansión que era copia de
un palacio que visitó en Barcelona, en sus días españoles.
Andrade, el Escogido
El escritor colom biano José M aría Vargas Vila, quien actu ó com o Se
cretario Privado del Presidente Crespo, relata en sus M emorias una
conversación que asegura haber tenido con Crespo acerca de algunas
de las razones que lo asistieron para escoger al general Ignacio Andra
de com o candidato presidencial del liberalismo am arillo para el pe
ríodo 1898-1902. De ser cierta esta confidencia presidencial se advier
te que proclam ó la candidatura de Andrade tom ando en cu en ta un
con ju nto de debilidades de su personalidad com o hom bre público,
diría el llanero, de “virtudes negativas”. Según Vargas Vila, Crespo bus
caba una persona que en ninguna oportunidad pudiera rom per su
dependencia y en este cam ino hacía suyas, com o ventajas, las objecio
nes populares al nom bre del candidato, pues sus opositores considera
ban a Andrade com o godo o conservador de origen por el grupo social
andino al que pertenecía su fam ilia y p o r la destacada figuración de
su padre, el general Escolástico Andrade, héroe de la independencia y
jefe de los ejércitos conservadores en los tiempos federales. Pensaba
Crespo que los liberales am arillos lo verían con desconfianza y los con
servadores com o renegado, además com o su fe de bautism o se extra
vió en los libros de la catedral de Mérida y su padre había tenido du
rante la independencia gran figuración en Nueva Granada y Ecuador,
Crespo creía que los venezolanos adversarios propagarían que era co
lom biano y los colom bianos lo verían con desagrado. Todas razones
que el caudillo consideraba com o de necesaria sumisión.
Ante la sorpresiva candidatura de Andrade, saltaron en el seno del
liberalism o am arillo las críticas, los reparos, las objeciones. Los pre
candidatos habían sido derrotados sin haber podido dar ninguna ba
talla, y m uchos ocultos aspirantes unieron su voz a un coro de peligro
so descontento. Ahora, sus derrotados rivales decían que Andrade era
conservador, “godo” por ancestro, y recordaban los apellidos de los
conservadores m erideños (los Troconis, los Febres, los Picón, los Dávi-
la, los Parra), grupo social al que pertenecía la fam ilia Andrade.
Presidente por derecho de conquista
Cinco candidaturas
El entusiasm o electoral se hacía evidente en las num erosas candida
turas presidenciales que se habían presentado en el curso del año 1897
y que llegaban a la jornada del l s de septiem bre.
Eran cinco los candidatos presidenciales: el general Ignacio Andra
de, escogido por el Presidente Crespo com o el continuador de su cau
sa, de tal m anera que quienes lo proponían eran los crespistas, frente
a la desconfianza de otros sectores del liberalismo am arillo; el general
José Manuel H ernández, el fam oso Mocho, representante de la oposi
ción al liberalismo amarillo que había logrado congregarse en u n nuevo
partido, el Liberal Nacionalista, y que contaba con partidarios en Ca-
rabobo, Lara, el Zulia, los Andes y Guayana. Lo seguía el e x Presidente
Ju an Pablo Rojas Paúl con una parte del liberalism o am arillo que h a
bía colaborado en su gobierno y que rechazaba a Ignacio Andrade com o
candidato. Igual era el caso del general Tosta García, liberal am arillo
de abolengo, escritor, periodista y hom bre de historias m ilitares, au
tor de una serie de Episodios Nacionales, y quien tam poco creía en el
“am arillism o” de Andrade; y, finalm ente el poeta, escritor y general
Pedro Arism endi Brito, candidato de una nueva organización denom i
nada Partido Popular, de m atices socialistas. El ingenio caraqueño les
calificó asegurándole características: a Andrade, las mesas (electora
les); a H ernández (las masas); a Rojas Paúl (las misas); a Arismendi Bri
to (las musas); y a Tosta García (las mozas).
Biblioteca Biográfica Venezolana
Joaquín Crespo
2 la reseña más com pleta de los acontecim ientos. Bajo el título de “Elec
cion es”, el 2 de septiembre, dice el editorial de El Pregonero:
y Santa Rosalía, sucedía lo mismo que en Catedral: fueron rechazados los grupos anta
gónicos a Andrade que querían votar. En todas las parroquias se em pleaban parecidos
procederes y en todas las arm as de los electores traídos defu era, eran obstensibles. “No
faltaron tampoco las provocaciones p o r parte de la recluta que ocupaba las plazas”.
“Las directivas parroquiales d e las otras candidaturas, al ver que m ás que a m a lucha
cívica, pacífica parecía que las incitaban a un combate que habría dado el m ás horroro
so espectáculo en las plazas y calles de Caracas, resolvieron abstenerse y protestar, no sin
antes haber reclamado a las autoridades municipales el cumplimiento de la ley, mien
tras que el bando qu e se había apoderado de las plazas celebraba los comicios y form aba
la totalidad de las mesas, sin un solo contendor. Consternadas estaban las fam ilias por
el temor de un combate en las calles, tal era la sobreexcitación en que se encontraban los
ánimos a la vista del atentado.
la irrupción de los peones de las haciendas, bajo las ruinas del sufra
gio libre”.
En o tra n ota editorial, El Criterio Nacional se preguntaba: “¿A ceptará
el general Ignacio Andrade u na Presidencia ganada por m edio de unas
elecciones írritas, insubsistentes, le convendrá hacerse el heredero del
golpe de m ano del l s de septiem bre?” El periódico insiste en calificar
el episodio de las elecciones del l 9 de septiembre com o un golpe del
elem ento m ilitar a quien califica com o “la tropa” y dice: “La Repúbli
ca se h a ido, queda en pie la tropa. Terrible realidad que pone en cons
tern ación a los ciudadanos, a los intereses que conform an la n acion a
lidad venezolana. La tropa se h a erguido sobre los escom bros del
d erecho”.
La opinión de E l Tiempo
El m ás im portante de los periódicos caraqueños de la época, El Tiem
p o, com enta los acontecim ientos electorales ocurridos el l 2 de septiem
bre de 1897:
El atentado político que presenció ayer la capital, es la solución que siempre ha dado
el partido (liberal amarillo) a los problemas políticos.
Examinemos el asunto con relación a los jefes civiles, obligados por la Ley a orientar y
defender a los vecinos del municipio, en relación al derecho natural violado p o r la inva
sión de ciudadanos arm ados de otros distritos, y los andradistas incapaces de tener
electores en Caracas, los traen de Miranda e invaden con ellos, a media noche la capital,
ocupan las plazas públicas señaladas por los jefes civiles para realizar la elección y
entonces rechazan a los que, en grupos pacíficos, llegaron a la hora pretisa sin divisas,
garrotes ni machetes a ejercer el acto legal más importante que pueda realizarse en una
República.
Con las mesas electorales ocupadas por gente armada, el sufragio quedaba, de hecho,
anulado, las garantías constitucionales violadas y desconocida la organización demo
crática de la República”. “Como el candidato Ignacio Andrade desempeñó en los últimos
meses la Presidencia del Estado Miranda reclutaron gente en Guarenas, Guatire, Santa
Lucía, Los Teques y peones de todas las haciendas de esa región. Se trataba de un asalto
Biblioteca Biográfica Venezolana
Joaquín Crespo
brutal de los forasteros sobre Caracas, pues no podían triunfar legalmente”. Y conclu
ye: “Con este golpe prueba la oligarquía am arilla que no respeta el derecho ajeno, que
no acepta los comicios conforme a la ley y que está dispuesta a dom inar el país por las
malas y aunque el país los rechaza”.
La Revolución de Queipa
El 2 8 de febrero de 1898, Ignacio Andrade presta ante el Congreso
Nacional el ju ram en to com o nuevo Presidente de la República, y de
signa sus m inistros en tre los cuales se destaca el general Zoilo Bello
Rodríguez com o responsable de las Relaciones Interiores y del ru m
bo de la p olítica, en m arch a h acia el año 1902. La respuesta del na
cionalism o burlado en las urnas electorales es el alzam ien to del ge
n eral José M anuel H ernández, en tierras de Cojedes. Es la revolución
de Queipa. En su m ayoría lo acom pañan generales y soldados de ori
gen conservador que desde 18 92 , cuando colaboraron en las filas de
la Revolución Legalista, andaban dispersos e im potentes frente al po
der liberal am arillo. El general Joaquín Crespo entregó en febrero la
Presidencia de la República, pero en las elecciones de septiem bre de
1 8 9 7 se h abía hecho elegir Presidente del Estado Bolívar (Miranda,
A ragua y Guárico, unidos), y tam bién se hizo designar por el Presi
dente Andrade com o Jefe de la P rim era C ircunscripción Militar. En
cu m p lim ien to de los deberes de su nuevo carg o m ilitar le correspon
día en fren tarse al levantam ien to nacionalista, defender y salvar al
general A ndrade, com o Páez lo hizo en 1835 con Vargas. Salvar el
gobierno de Andrade era la fórm u la segura para poder co n tro lar el
proceso electoral de 1 9 0 2 . Como en sus m ejores días de las cam p a
ñas federales, el caudillo llanero salió de Caracas al frente de su ejér
cito, confiado en un fácil triunfo y en un retorno victorioso que le
p erm itiera liquidar a Bello Rodríguez y a Villanueva, sus posibles
rivales del futuro. Al llegar a Valencia, sus am igos le advierten de
ru m ores que co rren acerca de am enazas co n tra su vida. Crespo son
ríe, nin gú n p resentim iento ensom brece su buena estrella. Avanza
confiado p or los llanos de Cojedes, cuando desde la copa de un sa
Presidente por derecho de conquista
para cum plir con su prom esa, el Presidente Andrade presidió la in
m ensa com itiva que siguiendo al féretro se dirigió al Cementerio Ge
n eral del Sur. El general Delfín Aguilera, tam bién periodista y escri
tor, com entaba m uchos años después que en su enfrentam iento o
rivalidad con Guzmán Blanco, Crespo tuvo la previsión de construir
su propio Panteón, pues no quería que sus restos fueran inhum ados
en el cem enterio de ilustres que había construido Guzm án Blanco.
Con la m uerte de Joaquín Crespo desaparecía el últim o gran “taita”
que figuró en la historia de las guerras llaneras. “Taita” e ra el padre en
el lenguaje campesino, y para la m ultitud de m uchachos llaneros, casi
niños que reclutó Boves o que luego se fueron co n Páez, ese personaje
a caballo que los llevaba por cam inos desconocidos era algo m uy dis
tinto a u n jefe m ilitar que en su m undo infantil no habían conocido.
Ese hom bre representaba al padre ausente, pues en su simple vida
ru ral eran los valores familiares los únicos que estaban a su alcance.
Ese hom bre que los llevaba lejos sin decirles a donde, que le ordenaba
h acer cosas que nu nca habían hecho, al que tenían que pedirle perm i
so para dar cualquier paso, que com partía la com ida con ellos y dor
m ía entre todos en el cam pam ento, era igualito al taita ausente. Era
un taita con m ás hijos. Le tenían confianza y cariño y sentían su pro
tección. Era un pacto de por vida.
• Andueza Palacio, Raimundo. Mensaje Presidencial. Caracas, 1891
Hemerografía
La R evolución Legalista 69
En Venezuela ya nadie pelea 69
Los generales de Caracas destituyen
a Andueza Palacio 73
Gil Fortoul opina sobre la guerra legalista 75
Joaquír Biblioteca
Biográfica
Crespi Venezolana
Ramón J. Velásque
Los historiadores clásicos venezolanos del sinlo XIX.
■
dCA1. V
Baralt, Gil-Fortoul, González-Guinán, no completaron
su visión de la centuria. Baralt, el primero (y por razones
obvias), apenas logró registrar el proceso hasta 1835
en Resum en d e la Historia de Venezuela. Gil-Fortoul ter
mina su Historia Constitucional de Venezuela con la dicta
dura de Páez y el triunfo de la Federación en 1863,
y González-Guinán cierra en 1890, al final de la presiden
cia de Juan Pablo Rojas Paúl, las páginas de la Historia
contem poránea de Venezuela.