La Parábola Del Elefante

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La parábola del elefante

Érase una vez seis hombres sabios que vivían en una pequeña aldea.

Los seis sabios eran ciegos. Un día alguien llevó un elefante a la aldea.
Los seis sabios buscaban la manera de saber cómo era un elefante, ya
que no lo podían ver.

Ya lo sé, dijo uno de ellos. ¡Palpémoslo!. Buena idea, dijeron los demás.
Ahora sabremos como es un elefante. Así, los seis sabios fueron a "ver"
al elefante. El primero palpó una de las grandes orejas del elefante. La
tocaba lentamente hacia adelante y hacia atrás. El elefante es como un
gran abanico, gritó el primer hombre. El segundo tanteó las patas del
elefante. Es como un árbol, exclamó. Ambos estáis equivocados, dijo el
tercer hombre. El elefante es como una soga. Éste le había examinado
la cola.

Justamente entonces el cuarto hombre que examinaba los finos


colmillos, habló:El elefante es como una lanza.

No, no, gritó el quinto


hombre. Él es como un alto muro, había estado palpando el costado del
elefante. El sexto hombre tenía cogida la trompa del elefante.Estáis
todos equivocados, dijo. El elefante es como una serpiente.

No, no, como una soga.

Serpiente.

Un muro.
Estáis equivocados.

Estoy en lo cierto.

Los seis hombres se ensarzaron en una interminable discusión durante


horas sin ponerse de acuerdo sobre cómo era el elefante.

Moraleja: Es difícil encontrar la verdad a partir de visiones parciales de la realidad.

Una selección de relatos, anécdotas, historias que quieren contribuir a aumentar el


número de educadores militantes por una cultura solidaria. Visita nuestra sección de
parábolas de vida y esperanza en esta web. Cientos de parábolas pensadas para la
escuela autogestionaria Iqbal Masih.

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En una ocasión, por la tarde, un hombre vino a nuestra casa, para contarnos el caso de una
familia hindú de ocho hijos. No habían comido desde hacía ya varios días. Nos pedía que
hiciéramos algo por ellos. De modo que tomé algo de arroz y me fui a verlos. Vi cómo brillaban
los ojos de los niños a causa del hambre. La madre tomó el arroz de mis manos, lo dividió en
dos partes y salió. Cuando regresó le pregunté: qué había hecho con una de las dos raciones de
arroz. Me respondió: "Ellos también tienen hambre". Sabía que los vecinos de la puerta de al
lado, musulmanes, tenían hambre. Quedé más sorprendida de su preocupación por los demás
que por la acción en sí misma. En general, cuando sufrimos y cuando nos encontramos en una
grave necesidad no pensamos en los demás. Por el contrario, esta mujer maravillosa, débil, pues
no había comido desde hacía varios días, había tenido el valor de amar y de dar a los demás,
tenía el valor de compartir. Frecuentemente me preguntan cuándo terminará el hambre en el
mundo. Yo respondo: Cuando aprendamos a compartir". Cuanto más tenemos, menos damos.
Cuanto menos tenemos, más podemos dar.
(Madre Teresa de Calcuta)

PARABOLAS DEL ELEFANTE Y LOS SEIS SABIOS

El conflicto es tan viejo como la historia misma. El ser humano siempre ha intentado conocer su
mundo y comunicarse con los demás. Aunque esto no es fácil ya que no todas las personas ven
los problemas de la misma forma. Si lees este viejo cuento de la India descubrirás una de las
causas de la falta de entendimiento entre las personas.

Érase una vez seis hombres sabios que vivían en una pequeña aldea.
Los seis sabios eran ciegos. Un día alguien llevó un elefante a la aldea. Los seis sabios buscaban
la manera de saber cómo era un elefante, ya que no lo podían ver.
"Ya lo sé", dijo uno de ellos. "¡Palpémoslo!". "Buena idea", dijeron los demás. "Ahora sabremos
como es un elefante". Así, los seis sabios fueron a "ver" al elefante. El primero palpó una de las
grandes orejas del elefante. La tocaba lentamente hacia adelante y hacia atrás. "El elefante es
como un gran abanico", gritó el primer hombre. El segundo tanteó las patas del elefante. "Es
como un árbol", exclamó. "Ambos estáis equivocados", dijo el tercer hombre. "El elefante es
como una soga". Éste le había examinado la cola.

Justamente entonces el cuarto hombre que examinaba los finos colmillos, habló: "El elefante es
como una lanza".

"No, no", gritó el quinto hombre. "Él es como un alto muro", había estado palpando el costado
del elefante. El sexto hombre tenía cogida la trompa del elefante. "Estáis todos equivocados",
dijo. "El elefante es como una serpiente".

"No, no, como una soga".


"Serpiente".
"Un muro".
"Estáis equivocados".
"Estoy en lo cierto".

Los seis hombres se ensalzaron en una interminable discusión durante horas sin ponerse de
acuerdo sobre cómo era el elefante.

Probablemente esta historia te ha hecho sonreír, ya que, ¿Cuál es el problema?


¡Eso es! Cada hombre podía "ver" en su mente sólo lo que podía sentir con sus manos. Como
resultado cada uno se reafirmaba en que el elefante era como él lo sentía. Ninguno escuchaba a
los demás.

Esos hombres estaban inmersos en un conflicto basado en la percepción (lo que creían "ver").

Afortunadamente su conflicto no tuvo un final violento. Aunque, desafortunadamente todavía no


saben como son los elefantes.

Esta pequeña parábola es una de las explicaciones más hermosas que he leído sobre el relativismo.

Efectivamente, como señala Fromm, esta idea jamás podría haber tenido cabida en el pensamiento

occidental, regido por la lógica aristotélica. Sin embargo, la lógica paradójica maravillosamente

plasmada en esta historia demuestra que, aunque una persona diga blanco y otra negro, ambas

pueden equivocarse y tener razón al mismo tiempo. El relativismo queda eliminado por completo,

porque se considera la existencia de una única Verdad. Sin embargo, nadie puede estar en posesión

de esa Verdad: cada uno aportará su propia visión sobre el mundo. Aunque superficialmente pueda

parecer que las visiones se contradicen, en realidad forman parte de algo mucho más complejo. La

Verdad siempre será infinitamente más compleja que cualquiera de los acercamientos del ser

humano.

¿Se puede aplicar la parábola de Rumi a las grandes cuestiones universales? ¿Es posible que tanto

un creyente como un ateo acierten y se equivoquen en sus planteamientos, y que ambos ofrezcan

diferentes puntos de vista de la misma Verdad? Es difícil pensar en esta opción, porque ninguno de

los sabios postuló la no existencia del elefante, pero desde luego resulta una estimulante invitación a

no ceñirse a un único punto de vista. Tal vez si lográramos unir la visión de todos los hombres que
fueron, son y serán a lo largo de la Humanidad nos encontraríamos de cara a esa Verdad. Desde

luego, no puedo dejar de sorprenderme cuando encuentro a personas plenamente convencidas de

que están en posesión de esa Verdad. En Occidente nos queda mucho que aprender de Oriente.

PARÁBOLA DEL SUPUESTO LOBO FEROZ

(Seminario de Educación para la Paz )

El bosque era mi hogar. Yo vivía allí y me gustaba mucho. Siempre trataba de mantenerlo limpio
y ordenado. Cuando...Un día soleado mientras estaba recogiendo la basura dejada por unos
excursionistas, sentí pasos. Me escondí detrás de un árbol y ví venir a una niña vestida en forma
muy divertida, toda de rojo y con su cabeza cubierta, como si no quisiera que la vieran.
Naturalmente, me puse a investigar. Le pregunté quien era, a dónde iba, de dónde venía, etc.
Ella me dijo, cantando y bailando, que iba a casa de su abuelita con una canasta para el
almuerzo. Me pareció una persona honesta, pero estaba en MI bosque y ciertamente parecía
sospechosa con esa ropa tan extraña. Así que decidí darle una lección y enseñarle lo serio que es
meterse en el bosque sin anunciarse antes y vestida en forma tan extraña. Le dejé seguir su
camino, pero corrí a la casa de su abuelita. Cuando llegué vi a una simpática viejita y le expliqué
el problema y ella estuvo de acuerdo en que su nieta merecía una lección. La viejita estuvo de
acuerdo en permanecer oculta hasta que yo la llamara. Y se escondió debajo de la cama.

Cuando llegó la niña, la invité a entrar al dormitorio donde estaba acostado, vestido con la ropa
de la abuelita. La niña llegó sonrojada y me dijo algo desagradable acerca de mis grandes
orejas. He sido insultado antes, así que traté de ser amable y le dije que mis grandes orejas
eran para oírla mejor. Me gustaba la niña y trataba de prestarle atención, pero ella hizo otra
observación insultante acerca de mis ojos salidos. Ustedes comprenderán que empecé a
sentirme mal; la niña tenía una bonita apariencia pero era muy antipática. Sin embargo, seguí la
política de poner la otra mejilla, y le dije que mis ojos me ayudaban a verla mejor. Su siguiente
insulto si que me encolerizó. Siempre he tenido problemas con mis dientes tan grandes, pero
esa niña hizo un comentario muy desagradable. Sé que debía haberme controlado pero salté de
la cama y le gruñí enseñándole mis dientes y le dije que eran grandes para comerla mejor.

Ahora seamos serios; ningún lobo puede comerse a una niña. Todo el mundo lo sabe, pero esa
niña loca empezó a correr alrededor de la habitación gritando, y yo también corría detrás de ella
tratando de calmarla. Como tenía puesta la ropa de la abuelita, me la saqué, pero fue peor, de
repente la puerta se abrió y apareció un leñador con un hacha enorme. Yo lo miré y comprendí
que corría peligro, así que salté por la ventana y escapé.
Me gustaría decirles que éste es el final de la historia, pero, desgraciadamente no es así, pues la
abuelita jamás contó mi parte de la historia. Y no pasó mucho tiempo sin que se corriera la voz
de yo era un lobo malo. Y todo el mundo empezó a evitarme. No se que le pasaría a esa niña
antipática y vestida en forma tan rara, pero yo nunca más pude ser feliz...

:::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::

¿Cuáles eran tus sentimientos hacia el Lobo en la Caperucita Roja, antes de haber oído este
cuento?
Ahora que escuchaste la historia del Lobo, ¿como te sientes respecto a él?
¿Cuáles eran tus sentimientos respecto a Caperucita Roja antes de oír este cuento?
¿Qué piensas ahora de Caperucita Roja?
¿Ha existido en tu vida una situación en que has pensado de una manera y has cambiado de
opinión al escuchar el punto de vista de la otra persona?
¿Qué has aprendido de esta historia y de su discusión?
:::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::

CONTRATIEMPO DE UN NÁUFRAGO

El único sobreviviente de un naufragio llegó a la playa de una diminuta y deshabitada isla. El oró
fervientemente a Dios pidiéndole ser rescatado, y cada día escudriñaba el horizonte buscando
ayuda, pero no parecía llegar. Cansado, finalmente optó por construirse una cabaña de madera
para protegerse de los elementos y almacenar sus pocas pertenencias. Un día, tras de merodear
por la isla en busca de alimento, regresó a casa para encontrar su cabañita envuelta en llamas,
con el humo ascendiendo hasta el cielo. Lo peor había ocurrido... lo había perdido todo. Quedó
anonadado con tristeza y rabia. "Dios: como me pudiste hacer esto a mi!" se lamentó. Temprano
al día siguiente, sin embargo, fue despertado por el sonido de un barco que se acercaba a la isla.
Había venido a rescatarlo. "Como supieron que estaba aquí?" preguntó el cansado hombre a sus
salvadores. "Vimos su señal de humo", contestaron ellos.

Autor: Solidaridad.net- Fecha: 2003-11-06

El problema ético de Jasid Nagar

Después de visitar la Gran Sinagoga de Budapest fuimos a una cafetería

cercana para tomarnos un descanso. Era un garito acogedor, tenía un aire

vintage con fotografías de Robert Capa, Elliott Erwitt y Henri Cartier-Bresson y

música de fondo de Django Reinhardt. ¿Qué más se puede pedir? Mientras

esperábamos las bebidas nos llamó mucho la atención un rabino que había en

la mesa de al lado, quizá porque no estamos acostumbrados a ver a este tipo

de personajes más que en películas. Estaba hablando en inglés con un joven.

No podía decirse que fuese una discusión, pero era evidente que el chico estaba

nervioso, hacía aspavientos y hablaba con un tono de voz inusualmente alto.

Fue lo curioso de la situación lo que, después de una mirada furtiva y cómplice,

nos hizo callarnos y poner el oído en la conversación que tenían.

Parece ser que estaban discutiendo sobre una noticia que había en un periódico

que tenían abierto sobre la mesa. En el momento no lo entendí bien, pero

parecía ser sobre un tipo que habían condenado a muerte y ejecutado en

Estados Unidos por haber envenenado a su bebé. Ya por la tarde estuve

buscando información y la historia me dejó sin palabras. Cuando el tipo murió


su mujer estaba embarazada de un segundo hijo. Al nacer el niño volvió a caer

enfermo como su hermano, y al repetir los análisis quedó demostrado que en

lugar de envenenamiento se trataba de una rarísima enfermedad genética. Sin

duda fue esa equivocación la que dio más relevancia a la noticia, porque

decenas de presos son condenados a muerte y ejecutados todos los años en

Estados Unidos y nada se dice sobre ello en la prensa.

El chico hablaba rápido y entrecortado, haciendo constantes referencias a la ley

de Dios, aludiendo a la prohibición de que un hombre quite a otro hombre la

vida bajo cualquier circunstancia, y lamentando que en muchos casos la ley y la

ética vayan por caminos divergentes. El rabino, que había escuchado toda la

perorata casi sin pronunciar una palabra, le dijo al chico que, aun estando en lo

cierto, no somos frías máquinas diseñadas para aplicar la palabra de Dios, que

somos seres humanos, sometidos a pasiones que sobrepasan el estricto

sometimiento a un puñado de leyes morales. El joven insistió en la

universalidad de esas mismas leyes y en la obligación que tenemos todos de

cumplirlas.

El rabino permaneció unos instantes callado, como pensativo. Al cabo de unos

segundos le preguntó al chico si conocía el problema ético de Jasid Nagar. El

joven contestó que no. El rabino le explicó que se trataba de una vieja historia

—según dijo era real— que demuestra que en determinadas circunstancias un

buen hombre puede llegar a asesinar a otro hombre, o incluso a un inocente, a

un bebé. El chico sonrió e hizo una referencia a Abraham y a Isaac, a Job, y a

cómo Dios puede ponernos a prueba, a la necesidad de cumplir su palabra,

aunque desde nuestra limitada finitud no podamos entender la totalidad del

plan divino. El rabino le respondió que no era de eso de lo que hablaba, sino de

algo mucho más mundano, algo como lo que le ocurrió a Jasid Nagar.

Llegado a este punto voy a intentar transcribir lo más fielmente posible las

palabras del rabino. No pretendo recoger todos los detalles ni dar una
formulación exacta a la historia, simplemente quiero dejar testimonio del

contenido.

—Jasid Nagar era un buen hombre, todo lo bueno que puede ser un hombre

hasta que se demuestra que no lo es. Era un buen amigo, un buen vecino, un

buen marido, un buen padre, e incluso un buen carpintero, porque este era el

oficio que ejercía. Llevaba una vida sencilla, no sin ciertas estrecheces

económicas, con su mujer y sus dos hijos, una niña de cuatro años a la que

quería con toda su alma y un niño de diez que era el orgullo de su casa, porque

desde pequeño había demostrado dotes para tomarle el relevo en la carpintería.

Sin ambiciones, su familia era, al cabo, su consuelo. Jasid Nagar tenía cuarenta

y tres años y había vivido toda su vida en una cochambrosa callecita en un

humilde barrio de Varsovia.

»Pero meses después de que Alemania invadiera Polonia, las autoridades

alemanas, que eran ahora las que tenían el control de la ciudad, comenzaron a

reubicar a la población judía en lo que terminaría siendo conocido como el

Gueto de Varsovia. Jasid Nagar, que amaba a su familia más que a nada en el

mundo, tuvo que verlos sometidos a penosas condiciones de vida, rodeados de

miseria y podredumbre. En la época de las deportaciones al campo de

Treblinka, y aun después, cuando el gueto presentó batalla a los nazis, Jasid

Nagar hubiera defendido a los suyos con su propia vida. Poco importaba que

tuviera un carácter pacífico, que fuera contra sus principios o que estuviera

muerto de miedo; no dudó ni un segundo en empuñar su viejo rifle y en

disparar contra los alemanes. Hubiera hecho cualquier cosa por su familia.

»Pero ya sabemos cómo acabó el Gueto de Varsovia: en 1943 los alemanes

consiguen entrar en el gueto y lo arrasan a sangre y fuego. Los judíos,

agotados, enfermos, desesperados, se ocultan entre los escombros como ratas

agonizantes. Previendo lo que estaba por llegar cientos de judíos habían

trabajado durante meses construyendo refugios, búnkers, sótanos y todo tipo


de escondites camuflados en el subsuelo. Esto, por supuesto, era sabido por las

autoridades alemanas, que escudriñaron meticulosamente cada rincón del

gueto.

»He aquí Jasid Nagar y toda su familia en uno de los refugios. Aún no lo sabe,

pero ha llegado el momento más difícil de toda su vida. Quiere sobrevivir, pero

por encima de todo, quiere que sus hijos sobrevivan. A cualquier precio.

Todavía no lo sabe, pero dentro de unos minutos deseará haber muerto en el

cerco del gueto, deseará no haber bajado al refugio, no tener que elegir. Jasid

Nagar y su familia no son los únicos judíos que hay escondidos en el refugio.

Otras familias y la suya misma conforman este retrato grotesco de la

desesperación humana. Hay ancianos, hombres, mujeres, adolescentes, niños

pequeños, bebés... Uno de esos bebés, en brazos de su madre, está junto a

Jasid Nagar y su familia. El pequeño está enfermo, tiene hambre, y

seguramente no ha dormido bien en los últimos días. El caso es que empieza a

llorar. Y he aquí el dilema ético que se le plantea a Jasid Nagar: si el bebé no se

calla no tendrán la más mínima oportunidad de sobrevivir, los soldados

acabarán encontrándolos y los matarán a todos. Como un relámpago fulminante

la idea atraviesa a Jasid Nagar: la única posibilidad es asfixiar al bebé, quizá

matar antes a la madre, que podría ponerse a gritar. Son unos segundos y sin

embargo, Jasid Nagar es perfectamente consciente del problema en su

conjunto. En uno de los platillos de la balanza están el bebé y su madre, en el

otro el resto del refugio, incluyendo a su familia, a sus hijos de cuatro y diez

años. Si los alemanes los encuentran todos estarán muertos, incluyendo al bebé

y a la madre; si se sacrifican el resto puede tener una posibilidad de sobrevivir.

¿Pero es lícito sacrificar a un inocente en bien de la comunidad? Lo último que

tal vez Jasid Nagar pudo pensar antes de tomar la decisión fue que matar al

niño y a la madre no era una garantía de supervivencia, que si a pesar de

manchar sus manos con sangre inocente los descubrían, lo cual era muy
probable, habría tenido que cargar con una culpabilidad demasiado pesada para

sus débiles hombros.

Aquí detuvo el rabino su narración e hizo una pausa solemne. El interlocutor,

que había escuchado con gran atención, formuló la pregunta que seguramente

todos tenemos ahora mismo en mente:

—¿Pero qué fue lo que hizo finalmente Jasid Nagar?

La respuesta del rabino nos dejó atónitos.

—Lo cierto es que el final de la historia no se conoce, y seguramente es así

como debe ser. Se sabe sin embargo que, independientemente de lo que hiciera

Jasid Nagar, los alemanes encontraron el refugio, que apresaron a su familia y

que los enviaron a Treblinka. Pero la verdadera pregunta que deberías haberte

hecho no es qué hizo Jasid Nagar, sino qué hubieras hecho tú en su lugar.

El joven farfulló que era una situación muy complicada, que era muy difícil dar

una respuesta sin vivirla, pero que en todo caso él creía que no hubiera sido

capaz de matar al bebé. Sin embargo, al decirlo hubo un cambio en su actitud.

Permanecieron en silencio un rato y al volver a hablar cambiaron radicalmente

de tema.

Como nos habíamos terminado el café y la conversación perdió todo interés

pagamos la cuenta y nos fuimos. Al salir de la cafetería sólo podía pensar en

una cosa: «¿Y tú qué hubieras hecho?».

Reflexiones: Parábola de los Seis Sabios Ciegos y el Elefante


Hoy compartiremos un antigua enseñanza:

"Parábola de los Seis Sabios Ciegos y el Elefante".


Atribuida a Rumi, sufí persa del s. XIII.

Esta tiene varias versiones, e incluso es nombrada en el libro de "Fromm, el arte de amar" el
capítulo IV, cuando compara la lógica aristotélica con la lógica paradójica de las culturas orientales.

Siempre con el anhelo de la reflexion y la participacion, os invito a leer dos versiones de esta gran
enseñanza.

"...la historia de varios hombres a quienes se pidió que describieran un elefante en la oscuridad. Uno
de ellos, tocándole la trompa, dijo: «este animal es como una cañería»; otro, tocándole la oreja,
dijo: «este animal es como un abanico»; un tercero, tocándole las patas, lo describió como una
columna."

Fuente: "Fromm, el arte de amar" capítulo IV

Una vez, Buddha estaba al Jetavana, en el reino de Sravasti. A la hora de la comida los monjes
cogieron sus cuencos y fueron a la ciudad a mendigar alimento. Pero como no era aún mediodía y
era muy temprano para entrar en la ciudad decidieron de ir a sentarse un rato en una a sala dónde
se reunían los brahmanes, cogieron sitio y se sentaron.

En aquel momento los brahmanes discutían entre ellos acerca de sus libros santos y se había
formado una disputa que no conseguían resolver. Llegando a reñir y enemistar unos con otros,
diciéndose mutuamente: ''Esto que sabemos es ley ; lo que sabéis vosotros, ¿cómo puede ser la ley?
Lo que nosotros sabemos está de acuerdo con la doctrina ; lo que vosotros sabéis ¿cómo puede
estar de acuerdo con la doctrina? Lo que debe decirse después, vosotros lo decís antes. Vuestra
ciencia es vana y no tenéis el menor conocimiento''. Era así como repartían los golpes con el arma
de la lengua y, por un golpe recibid devolvían tres. Los monjes observando a las dos partes
insultarse, no autentificaron ninguna de las opiniones, se levantaron de sus sitios y fueron a
mendigar alimento a la ciudad.

De vuelta a Jetavana se sentaron cerca de Buddha y le contaron lo sucedido. El Buddha contó esta
historia:

Hace mucho tiempo, había un rey que comprendía la Ley búdica pero las personas, ministros o
gente del pueblo, estaban en la ignorancia, referente a las enseñanzas parciales, tenían fe en el
resplandor de cualquier estrella brillante y dudaban de la claridad del sol y de la luna. El rey ,
deseando que sus gentes no se quedaran entre mares y navegaran por grandes océanos, decidió
mostrarles un ejemplo de su ceguera. Ordenó a sus emisarios recorrer el reino para buscar ciegos de
nacimiento y traerlos al palacio.

Cuándo los ciegos fueron reunidos en la sala del palacio el rey dijo: ''''enseñadles los elefantes''''.
Los oficiales llevaron a los ciegos junto a los elefantes y se los mostraron guiándoles las manos.
Entre los ciegos uno cogía la nalga del elefante, otro agarraba la cola, otro cogía la raíz de la cola,
otro tocaba el vientre, otro, el costado, otro, la espalda, otro una oreja, otro, la cabeza, otro, un
colmillo, otro, la trompa.

Los emisarios llevaron después los ciego al rey quien les preguntó : ''''¿A qué se parece un
elefante?''''. Aquel que había tocado una nalga contestó: ''''Oh sabio rey , un elefante es como un
tubo''''. Aquel que había tocado la cola decía que el elefante era como un escoba; aquel que había
agarrado la raíz de la cola que era como un bastón; aquel que había tocado el vientre, que era como
una pared; aquel que había tocado la espalda que era como un mesa elevada; aquel que había
tocado la oreja que era como un gran plato; aquel que había tocado la cabeza, que era como un
gran extensión; aquel que había tocado un colmillo; que era como una asta; aquel que había tocado
la trompa, contestó ''''Oh gran rey, un elefante es como un cuerda''''.

Los ciegos empezaron entonces a discutir, cada uno afirmaba que el estaba en lo cierto y los otros
no, diciendo: ''''Oh gran rey , el elefante es realmente como yo lo he descrito''''.

El rey rió entonces a carcajadas y dijo: ''''todos vosotros sois como estos ciegos. Discutís inútilmente
y pretendéis decir la verdad; habiendo percibido una parte, decís que el resto es falso, y por un
elefante, os querelláis''''.

El Buddha dijo a los monjes: ''''así son estos brahmanes. Sin sabiduría, debido a su ceguera, llegan a
disputarse. Y debido a su discusión quedan en al oscuridad y no hacen ningún progreso''''

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