Taller Julio Cortázar
Taller Julio Cortázar
Taller Julio Cortázar
OBJETIVOS:
1- Conocer uno de los escritores más importante de la literatura argentina
2- Fortalecer la lectura crítica y reflexiva
3- Poner en acto la capacidad de producir un texto escrito que se adecue a la situación comunicativa
pedida
INTRODUCCIÓN
Se ha dicho que Cortázar elaboró una literatura de paisajes. Si contar es siempre, metafóricamente, contar un
viaje
(narrar la experiencia de un viaje en busca de historias), los héroes de sus relatos van de un mundo a otro o de
un
tiempo a otro distinto, pero este viaje no se inscribe en el transcurrir del realismo sino en el fantástico. Sus
textos
tematizan las consecuencias del pasaje entre espacios que la percepción normalizada mantiene escindidos. En
sus
cuentos esas dos historias referidas por el pasaje se cruzan en una sola.
Julio Cortázar (Bruselas, 1914-París, 1984) es, junto con Borges, el gran renovador del cuento
hispanoamericano. Entre las colecciones de cuentos más conocidas se encuentran Bestiario (1951), Final del
juego (1956), Las armas secretas (1959), Todos los fuegos el fuego (1966), Octaedro (1974), Alguien que anda
por ahí (1977), Queremos tanto a Glenda (1980) y Deshoras (1981). Entre el relato y el ensayo imaginativo de
difícil clasificación, entre el collage experimental y la prosa audaz se encuentran Historias de cronopios y de
famas (1962), La vuelta al día en ochenta mundos (1967) o Último round (1969). Su obra se inscribe en lo
fantástico, entendido lo fantástico como parte del mundo real, no como una irrupción en él: «Yo vi siempre el
mundo de una manera distinta, sentí siempre, que entre dos cosas que parecen perfectamente delimitadas y
separadas, hay intersticios por los cuales, para mí al menos, pasaba, se colaba, un elemento, que no podía
explicarse con leyes, que no podía explicarse con lógica, que no podía explicarse con la inteligencia razonante.
[…] Ese sentimiento [de lo fantástico], que creo que se refleja en la mayoría de mis cuentos, podríamos
calificarlo de extrañamiento.[…] Ese sentimiento, ese extrañamiento, está ahí, a cada paso, vuelvo a decirlo, en
cualquier momento y consiste sobre todo en el hecho de que las pautas de la lógica, de la causalidad del
tiempo, del espacio, todo lo que nuestra inteligencia acepta desde Aristóteles como inamovible, seguro y
tranquilizado se ve bruscamente sacudido, como conmovido, por una especie de viento interior, que los
desplaza y que los hace cambiar. »
El elemento fantástico o maravilloso en Cortázar es deudor tanto de la tradición americana que rompe con el
realismo decimonónico a partir de los años cuarenta como de la liberación imaginativa de las vanguardias (y
en especial del surrealismo). Cortázar cuenta de forma objetiva lo anómalo y lo fantástico, con lo que lo
insólito e imaginario resultan creíbles y verosímiles. Para Cortázar, la literatura fantástica, al romper con la
lógica de la realidad conocida, pone en cuestión los pilares de una sociedad erigida sobre la fe absoluta en la
razón. El absurdo, la incongruencia, la irracionalidad también forman parte de lo cotidiano, y la exploración del
absurdo conduce, como ya habían descubierto los surrealistas, a desvelar escondidas facetas de la realidad y
penetrar en ella más allá de las apariencias. En definitiva, se vale de estas situaciones para hablar de la soledad
y el desconcierto existencial y, en ocasiones, de la sociedad en la que se desenvuelve. Para desarrollar estos
temas se vale de distintos motivos que aparecen recurrentemente en su obra: la mezcla o superposición de
realidad y ficción, el motivo del doble para tratar el tema destino humano, el viaje (medios de transporte,
espacios de paso,…) como metáfora de la vida humana que no se detiene, la consideración del tiempo como
algo no lineal,… La ruptura con lo convencional se produce también en Cortázar en el plano formal o técnico,
esto es, en la construcción del relato, en el tipo de narrador o en el tratamiento del tiempo del relato. Los
cuentos poseen una estructura rigurosa, minuciosamente diseñada para lograr el efecto o la eficacia
expresiva que persigue: «he comparado [el cuento] con una esfera; es algo que tiene un ciclo perfecto e
implacable; algo que empieza y termina satisfactoriamente como la esfera en que ninguna molécula puede
estar fuera de sus límites». Sus cuentos parten de una situación que se ve alterada por algo inesperado,
maravilloso o sorprendente que desencadena el relato.
En general, no se detiene mucho en los personajes ni en los ambientes ni en las peripecias, para buscar en el
desenlace, el final sorpresa o el final en suspensión. Cortázar narra habitualmente desde la perspectiva del
personaje, ya utilice la primera o la tercera personas. Por tanto, el lector conoce, piensa y espera lo mismo que
el protagonista. El tiempo, una de sus obsesiones, posee en sus cuentos una dimensión interior que no
siempre coincide con la convencional y que fluye en los relatos con la misma naturalidad que el otro. Son
frecuentes los cuentos en los que se confunden dos series temporales distintas.
El estilo de Cortázar busca ante todo la fluidez de la prosa y su eficacia. De él dijo Borges: «el estilo no parece
cuidado, pero cada palabra ha sido elegida. Nadie puede contar el argumento de un texto de Cortázar; cada
texto consta de determinadas palabras en un determinado orden. Si tratamos de resumirlo verificamos que
algo precioso se ha perdido».
En sus relatos siempre hay lugar para el humor, en forma de ironía o de juego. Cortázar fue un prodigioso
cultivador del cuento en el que lo fantástico surge de la vida cotidiana para mostrar la abismal complejidad de
lo real. Fue, además, una de las principales figuras de la narrativa hispanoamericana del boom.
Así fue tan importante la figura del gaucho tanto para la narrativa como para la lírica de Borges; los mitos
prehispánicos son fundamentales en la cuentística de Cortázar
Uno de esos libros que marco tendencia fue Historias de cronopios y de famas (1962) pero, ¿qué son eso de
cronopios y famas? Muchos de los que se dicen entendidos juegan con esta pregunta y no hay mejor manera
que el propio Cortázar nos explique lo que son.
En esta entrevista concedida al programa “A fondo” de TVE en 1970 nos da algunas claves:
El problema conmigo -ya te habrás dado cuenta- es que cuando me piden explicaciones es la pura pérdida. A
mí me cuesta mucho explicar cosas que no me las explico yo mismo, lo que te puedo decir es como nacieron
los cronopios. Yo estaba en París en 1952 y fue a un concierto donde había un gran homenaje a Igor Stravinski,
yo estaba muy conmovido viendo por primera vez a Stravinski. Vino el entre acto y todo el mundo salió a
tomar café. Yo estaba sol y no tuve ganas de salir y me quedé. Entonces de golpe tuve la sensación de que
había en el aire personajes indefinibles, una especie de globos que yo los veía de color verde., muy cómicos,
muy divertidos y muy amigos que andaban por ahí circulando. Y su nombre era cronopios, se llamaban
cronopios y venían así. Más tarde los críticos han buscado las explicaciones…
Para ser más concretos: los cronopios son seres como él, marginales, poetas, aparentemente locos, sin
miedos. Y las famas son seres importantes que defienden el orden establecido (presidentes, jueces). Y por
último están los esperanza que son personajes que se dejan llevar por ambos.
...Centrándose en el efecto que un cuento debe tener sobre su lector, Cortázar compara la novela con una
pelea de boxeo ganada por puntos y al cuento con una pelea en la que se vence por knock-out…
Había empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó por negocios urgentes, volvió a abrirla cuando
regresaba en tren a la finca; se dejaba interesar lentamente por la trama, por el dibujo de los personajes. Esa
tarde, después de escribir una carta a su apoderado y discutir con el mayordomo una cuestión de aparcerías
volvió al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los robles. Arrellanado en su sillón
favorito de espaldas a la puerta que lo hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dejó
que su mano izquierda acariciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso a leer los últimos capítulos. Su
memoria retenía sin esfuerzo los nombres y las imágenes de los protagonistas; la ilusión novelesca lo ganó casi
en seguida. Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando línea a línea de lo que lo rodeaba, y sentir a la
vez que su cabeza descansaba cómodamente en el terciopelo del alto respaldo, que los cigarrillos seguían al
alcance de la mano, que más allá de los ventanales danzaba el aire del atardecer bajo los robles. Palabra a
palabra, absorbido por la sórdida disyuntiva de los héroes, dejándose ir hacia las imágenes que se concertaban
y adquirían color y movimiento, fue testigo del último encuentro en la cabaña del monte. Primero entraba la
mujer, recelosa; ahora llegaba el amante, lastimada la cara por el chicotazo de una rama. Admirablemente
restallaba ella la sangre con sus besos, pero él rechazaba las caricias, no había venido para repetir las
ceremonias de una pasión secreta, protegida por un mundo de hojas secas y senderos furtivos. El puñal se
entibiaba contra su pecho, y debajo latía la libertad agazapada. Un diálogo anhelante corría por las páginas
como un arroyo de serpientes, y se sentía que todo estaba decidido desde siempre. Hasta esas caricias que
enredaban el cuerpo del amante como queriendo retenerlo y disuadirlo, dibujaban abominablemente la figura
de otro cuerpo que era necesario destruir. Nada había sido olvidado: coartadas, azares, posibles errores. A
partir de esa hora cada instante tenía su empleo minuciosamente atribuido. El doble repaso despiadado se
interrumpía apenas para que una mano acariciara una mejilla. Empezaba a anochecer.
Sin mirarse ya, atados rígidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la cabaña. Ella
debía seguir por la senda que iba al norte. Desde la senda opuesta él se volvió un instante para verla correr
con el pelo suelto. Corrió a su vez, parapetándose en los árboles y los setos, hasta distinguir en la bruma malva
del crepúsculo la alameda que llevaba a la casa. Los perros no debían ladrar, y no ladraron. El mayordomo no
estaría a esa hora, y no estaba. Subió los tres peldaños del porche y entró. Desde la sangre galopando en sus
oídos le llegaban las palabras de la mujer: primero una sala azul, después una galería, una escalera
alfombrada. En lo alto, dos puertas. Nadie en la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta del salón, y
entonces el puñal en la mano. la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la
cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela.
1- ¿Cómo es la vida habitual del protagonista del cuento? ¿Qué podemos deducir sobre este aspecto
tomando en cuenta el principio del texto?
2- ¿Cómo es la relación entre los amantes? Explíquenlo con sus palabras apoyándose en citas del cuento
(recuerden que las citas se escriben entre comillas).
3- ¿A qué “parques” hace referencia el título del cuento? Busquen citas del cuento que les permitan
reconocer la continuidad entre un parque y otro.
4- ¿Cómo puede interpretarse el siguiente fragmento, de acuerdo con el final de la historia? (…) de
espaldas a la puerta que lo hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones (…)
5- ¿Qué sucede al final del cuento para ustedes?
NO SE CULPE A NADIE
El frío complica siempre las cosas, en verano se está tan cerca del mundo, tan piel contra piel,
pero ahora a las seis y media su mujer lo espera en una tienda para elegir un regalo de casamiento,
ya es tarde y se da cuenta de que hace fresco, hay que ponerse el pulóver azul, cualquier cosa que
vaya bien con el traje gris, el otoño es un ponerse y sacarse pulóveres, irse encerrando, alejando.
Sin ganas silba un tango mientras se aparta de la ventana abierta, busca el pulóver en el armario y
empieza a ponérselo delante del espejo. No es fácil, a lo mejor por culpa de la camisa que se
adhiere a la lana del pulóver, pero le cuesta hacer pasar el brazo, poco a poco va avanzando la
mano hasta que al fin asoma un dedo fuera del puño de lana azul, pero a la luz del atardecer el
dedo tiene un aire como de arrugado y metido para adentro, con una uña negra terminada en
punta. De un tirón se arranca la manga del pulóver y se mira la mano como si no fuese suya, pero
ahora que está fuera del pulóver se ve que es su mano de siempre y él la deja caer al extremo del
brazo flojo y se le ocurre que lo mejor será meter el otro brazo en la otra manga a ver si así resulta
más sencillo. Parecería que no lo es porque apenas la lana del pulóver se ha pegado otra vez a la
tela de la camisa, la falta de costumbre de empezar por la otra manga dificulta todavía más la
operación, y aunque se ha puesto a silbar de nuevo para distraerse siente que la mano avanza
apenas y que sin alguna maniobra complementaria no conseguirá hacerla llegar nunca a la salida.
Mejor todo al mismo tiempo, agachar la cabeza para calzarla a la altura del cuello del pulóver a la
vez que mete el brazo libre en la otra manga enderezándola y tirando simultáneamente con los dos
brazos y el cuello. En la repentina penumbra azul que lo envuelve parece absurdo seguir silbando,
empieza a sentir como un calor en la cara aunque parte de la cabeza ya debería estar afuera, pero
la frente y toda la cara siguen cubiertas y las manos andan apenas por la mitad de las mangas. por
más que tira nada sale afuera y ahora se le ocurre pensar que a lo mejor se ha equivocado en esa
especie de cólera irónica con que reanudó la tarea, y que ha hecho la tontería de meter la cabeza
en una de las mangas y una mano en el cuello del pulóver. Si fuese así su mano tendría que salir
fácilmente pero aunque tira con todas sus fuerzas no logra hacer avanzar ninguna de las dos
manos, aunque en cambio, parecería que la cabeza está a punto de abrirse paso porque la lana
azul le aprieta ahora con una fuerza casi irritante la nariz y la boca, lo sofoca más de lo que
hubiera podido imaginarse, obligándolo a respirar profundamente mientras la lana se va
humedeciendo contra la boca, probablemente desteñirá y le manchará la cara de azul. Por suerte
en ese mismo momento su mano derecha asoma al aire al frío de afuera, por lo menos ya hay una
afuera aunque la otra siga apresada en la manga, quizá era cierto que su mano derecha estaba
metida en el cuello del pulóver por eso lo que él creía el cuello le está apretando de esa manera la
cara sofocándolo cada vez más, y en cambio la mano ha podido salir fácilmente. De todos modos y
para estar seguro lo único que puede hacer es seguir abriéndose paso respirando a fondo y dejando
escapar el aire poco a poco, aunque sea absurdo porque nada le impide respirar perfectamente,
salvo que el aire que traga está mezclado con pelusas de lana del cuello o de la manga del pulóver,
y además hay el gusto del pulóver, ese gusto azul de la lana que le debe estar manchando la cara
ahora que la humedad del aliento se mezcla cada vez más con la lana, y aunque no puede verlo
porque si abre los ojos las pestañas tropiezan dolorosamente con la lana, está seguro de que el azul
le va envolviendo la boca mojada, los agujeros de la nariz, le gana las mejillas, y todo eso lo va
llenando de ansiedad y quisiera terminar de ponerse de una vez el pulóver sin contar que debe ser
tarde y su mujer estará impacientándose en la puerta de la tienda. Se dice que lo más sensato es
concentrar la atención en su mano derecha, porque esa mano por fuera del pulóver está en
contacto con el aire frío de la habitación es como un anuncio de que ya falta poco y además puede
ayudarlo, ir subiendo por la espalda hasta aferrar el borde inferior del pulóver con ese movimiento
clásico que ayuda a ponerse cualquier pulóver tirando enérgicamente hacia abajo. Lo malo es que
aunque la mano palpa la espalda buscando el borde de lana, parecería que el pulóver ha quedado
completamente arrollado cerca del cuello y lo único que encuentra la mano es la camisa cada vez
más arrugada y hasta salida en parte del pantalón, y de poco sirve traer la mano y querer tirar de
la delantera del pulóver porque sobre el pecho no se siente más que la camisa, el pulóver debe
haber pasado apenas por los hombros y estará ahí arrollado y tenso como si él tuviera los hombros
demasiado anchos para ese pulóver lo que en definitiva prueba que realmente se ha equivocado y
ha metido una mano en el cuello y la otra en una manga, con lo cual la distancia que va del cuello
a una de las mangas es exactamente la mitad de la que va de una manga a otra, y eso explica que
él tenga la cabeza un poco ladeada a la izquierda, del lado donde la mano sigue prisionera en la
manga, si es la manga, y que en cambio su mano derecha que ya está afuera se mueva con toda
libertad en el aire aunque no consiga hacer bajar el pulóver que sigue como arrollado en lo alto de
su cuerpo. Irónicamente se le ocurre que si hubiera una silla cerca podría descansar y respirar
mejor hasta ponerse del todo el pulóver, pero ha perdido la orientación después de haber girado
tantas veces con esa especie de gimnasia eufórica que inicia siempre la colocación de una prenda
de ropa y que tiene algo de paso de baile disimulado, que nadie puede reprochar porque responde
a una finalidad utilitaria y no a culpables tendencias coreográficas. En el fondo la verdadera
solución sería sacarse el pulóver puesto que no ha podido ponérselo, y comprobar la entrada
correcta de cada mano en las mangas y de la cabeza en el cuello, pero la mano derecha
desordenadamente sigue yendo y viniendo como si ya fuera ridículo renunciar a esa altura de las
cosas, y en algún momento hasta obedece y sube a la altura de la cabeza y tira hacia arriba sin que
él comprenda a tiempo que el pulóver se le ha pegado en la cara con esa gomosidad húmeda del
aliento mezclado con el azul de la lana, y cuando la mano tira hacia arriba es un dolor como si le
desgarraran las orejas y quisieran arrancarle las pestañas. Entonces más despacio, entonces hay
que utilizar la mano metida en la manga izquierda, si es la manga y no el cuello, y para eso con la
mano derecha ayudar a la mano izquierda para que pueda avanzar por la manga o retroceder y
zafarse, aunque es casi imposible coordinar los movimientos de las dos manos, como si la mano
izquierda fuese una rata metida en una jaula y desde afuera otra rata quisiera ayudarla a
escaparse, a menos que en vez de ayudarla la esté mordiendo porque de golpe le duele la mano
prisionera y a la vez la otra mano se hinca con todas sus fuerzas en eso que debe ser su mano y que
le duele, le duele a tal punto que renuncia a quitarse el pulóver, prefiere intentar un último
esfuerzo para sacar la cabeza fuera del cuello y la rata izquierda fuera de la jaula y lo intenta
luchando con todo el cuerpo, echándose hacia adelante y hacia atrás, girando en medio de la
habitación, si es que está en el medio porque ahora alcanza a pensar que la ventana ha quedado
abierta y que es peligroso seguir girando a ciegas, prefiere detenerse aunque su mano derecha siga
yendo y viniendo sin ocuparse del pulóver, aunque su mano izquierda le duela cada vez más como
si tuviera los dedos mordidos o quemados, y sin embargo esa mano le obedece, contrayendo poco a
poco los dedos lacerados alcanza a aferrar a través de la manga el borde del pulóver arrollado en
el hombro, tira hacia abajo casi sin fuerza, le duele demasiado y haría falta que la mano derecha
ayudara en vez de trepar o bajar inútilmente por las piernas en vez de pellizcarle el muslo como lo
está haciendo, arañándolo y pellizcándolo a través de la ropa sin que pueda impedírselo porque
toda su voluntad acaba en la mano izquierda, quizá ha caído de rodillas y se siente como colgado
de la mano izquierda que tira una vez más del pulóver y de golpe es el frío en las cejas y en la
frente, en los ojos, absurdamente no quiere abrir los ojos pero sabe que ha salido fuera, esa
materia fría, esa delicia es el aire libre, y no quiere abrir los ojos y espera un segundo, dos
segundos, se deja vivir en un tiempo frío y diferente, el tiempo de fuera del pulóver, está de
rodillas y es hermoso estar así hasta que poco a poco agradecidamente entreabre los ojos libres de
la baba azul de la lana de adentro, entreabre los ojos y ve las cinco uñas negras suspendidas
apuntando a sus ojos, vibrando en el aire antes de saltar contra sus ojos, y tiene el tiempo de bajar
los párpados y echarse atrás cubriéndose con la mano izquierda que es su mano, que es todo lo que
le queda para que lo defienda desde dentro de la manga, para que tire hacia arriba el cuello del
pulóver y la baba azul le envuelva otra vez la cara mientras se endereza para huir a otra parte,
para llegar por fin a alguna parte sin mano y sin pulóver, donde solamente haya un aire fragoroso
que lo envuelva y lo acompañe y lo acaricie doce pisos.
GUÍA DE LECTURA
1- Señalen las sensaciones que le provocó a ustedes la lectura del texto. Justifica.
2- Marquen con una cruz los aspectos de la narración que favorecen esas sensaciones
a. Oraciones largas
b. Oraciones cortas
c. Muchos párrafos
d. Un solo párrafo
e. Diferentes acciones encadenadas
f. Acciones repetitivas que se confunden entre sí
3- Escriban una explicación lógica y otra fantástica para el final del relato
4- Piensen en actividades de todos los días, como ponerse un pulóver, que puedan ser el punto de partida
para una historia fantástica e imaginen las complicaciones “fantásticas” que podrían ocurrirnos, al
estilo de Cortázar.
INSTRUCCIONES PARA SUBIR UNA ESCALERA
Nadie habrá dejado de observar que con frecuencia el suelo se pliega de manera tal que una parte
sube en ángulo recto con el plano del suelo, y luego la parte siguiente se coloca paralela a este
plano, para dar paso a una nueva perpendicular, conducta que se repite en espiral o en línea
quebrada hasta alturas sumamente variables. Agachándose y poniendo la mano izquierda en una de
las partes verticales, y la derecha en la horizontal correspondiente, se está en posesión
momentánea de un peldaño o escalón. Cada uno de estos peldaños, formados como se ve por dos
elementos, se sitúa un tanto más arriba y adelante que el anterior, principio que da sentido a la
escalera, ya que cualquiera otra combinación producirá formas quizá más bellas o pintorescas,
pero incapaces de trasladar de una planta baja a un primer piso.
Las escaleras se suben de frente, pues hacia atrás o de costado resultan particularmente
incómodas. La actitud natural consiste en mantenerse de pie, los brazos colgando sin esfuerzo, la
cabeza erguida aunque no tanto que los ojos dejen de ver los peldaños inmediatamente superiores
al que se pisa, y respirando lenta y regularmente. Para subir una escalera se comienza por levantar
esa parte del cuerpo situada a la derecha abajo, envuelta casi siempre en cuero o gamuza, y que
salvo excepciones cabe exactamente en el escalón. Puesta en el primer peldaño dicha parte, que
para abreviar llamaremos pie, se recoge la parte equivalente de la izquierda (también llamada pie,
pero que no ha de confundirse con el pie antes citado), y llevándola a la altura del pie, se le hace
seguir hasta colocarla en el segundo peldaño, con lo cual en ‚este descansará el pie, y en el
primero descansará el pie. (Los primeros peldaños son siempre los más difíciles, hasta adquirir la
coordinación necesaria. La coincidencia de nombre entre el pie y el pie hace difícil la explicación.
Cuídese especialmente de no levantar al mismo tiempo el pie y el pie).
Llegado en esta forma al segundo peldaño, basta repetir alternadamente los movimientos hasta
encontrarse con el final de la escalera. Se sale de ella fácilmente, con un ligero golpe de talón que
la fija en su sitio, del que no se moverá hasta el momento del descenso
Dejando de lado los motivos, atengámonos a la manera correcta de llorar, entendiendo por esto un llanto que
no ingrese en el escándalo, ni que insulte a la sonrisa con su paralela y torpe semejanza. El llanto medio u
ordinario consiste en una contracción general del rostro y un sonido espasmódico acompañado de lágrimas y
mocos, estos últimos al final, pues el llanto se acaba en el momento en que uno se suena enérgicamente. Para
llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo, y si esto le resulta imposible por haber contraído el hábito de
creer en el mundo exterior, piense en un pato cubierto de hormigas o en esos golfos del estrecho de
Magallanes en los que no entra nadie, nunca. Llegado el llanto, se tapará con decoro el rostro usando ambas
manos con la palma hacia adentro. Los niños llorarán con la manga del saco contra la cara, y de preferencia en
un rincón del cuarto. Duración media del llanto, tres minutos.
Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de
rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos
que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese
menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan -no lo saben, lo
terrible es que no lo saben-, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es
tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito
desesperado colgándose de tu muñeca.
Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga
siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías,
en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo
roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una
marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu reloj con los demás relojes. No
te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj
En grupos pequeños investigar la vida y obra de Julio Cortázar. Recorrer internet en busca de datos
biográficos y profesionales interesantes y crear con ellos un ARTÍCULO PERIODÍSTICO que incluya
aspectos sobresalientes de su vida, su posición política, su vida en Europa, su relación con la literatura,
su relación con el país, y sobre todo el valor de su obra. Es decir, una investigación exhaustiva sobre
este autor.
Lejos de intentar crear un resumen de la vida de Cortázar, el artículo tiene como premisa abrir las
puertas hacia el mundo cortazariano. Para aquellos que aman su obra, para los que sólo conocen
algún párrafo y sobre todo para quienes aún no se han acercado a sus trabajos.