Definicion de Deidad
Definicion de Deidad
Definicion de Deidad
El término “Deidad” aparece tres veces en el Nuevo Testamento (Hechos 17:29; romanos 1:20;
Colosenses 2:9). En cada uno de estos pasajes la palabra Deidad denota la esencia y la naturaleza de
Dios. La palabra "Deidad" significa lo mismo que "Dios"; es decir, el termino “Deidad” significa la
esencia divina, la personalidad de Dios, los atributos de Dios y Su naturaleza divina.
Por lo tanto, cuando hablamos de la “Deidad de Cristo” estamos hablando o presentando la idea y la
verdad de que Cristo comparte la esencia y la misma naturaleza divina que el Padre posee. Por
consiguiente, Cristo es Dios, Su esencia y naturaleza. Nuestro Señor Jesucristo, hablando con los
judíos dijo, “Yo y el Padre uno somos” (Juan 10:30). Eso quiere decir que según el contexto del
evangelio según Juan, este pasaje quiere decir que Jesús y el Padre comparten la misma naturaleza y
esencia divina.
Una de las doctrinas más básicas y fundamentales del Nuevo Testamento es el hecho de que
Jesucristo era más que un hombre. La Verdad proclama que Él es en realidad Divino, Dios el Hijo
(Juan 1:1; He. 1:6-8). Es tan importante creer en Su Deidad que Jesús dijo: "... si no creéis que yo
soy, en vuestros pecados moriréis" (Juan 8:24). Jesús, en efecto, está usando la designación divina
que fue dada a Moisés cuando le preguntó a Dios: "He aquí que llego yo a los hijos de Israel, y les
digo: El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros. Si ellos me preguntaren: ¿Cuál es Su
nombre?, ¿qué les responderé? Y respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y dijo: Así
dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros" (Éxodo 3:13-14). Nuevamente, el punto
que debe ser enfatizado es que ¡la creencia en la Deidad de Cristo es esencial para la salvación! En
la tierra Él era "Dios con nosotros", Dios y hombre (Mat. 1:23; Juan 1:14).
Desde muy temprano en su historia la iglesia ha sufrido ataques de corrientes contrarias a la fe que
profesa. Es cierto que el cristianismo ha vivido siempre en medio de gran oposición. Con todo eso,
el mayor daño que la iglesia ha sufrido no ha sido causado por ataques externos, aunque sin duda
éstos han sido grandes, sino más bien producidos por la infiltración de doctrinas contrarias a la
Palabra de Dios y a los postulados del Evangelio.
Los ebionitas: Estos consideraban a Cristo como una criatura y además negaban Su
concepción virginal. Aquellos de tendencia filosófica especulativa que consideraban a
Jerusalén como el centro del mundo religioso, practicaban un ascetismo estricto,
consideraban a Cristo como una criatura pero como el Señor de los ángeles y al Espíritu
Santo como un ángel de sexo femenino que acompañaba a Cristo. Esta corriente del
cristianismo primitivo tenían una cristología "baja", es decir que los cristianos primitivos
afirmaban que Jesús era el Mesías ("Cristo"), pero rechazaban su preexistencia, que tuviera
naturaleza divina y también negaban su nacimiento virginal.
Los gnósticos: El gnosticismo era una filosofía racionalista con tendencia intelectualmente
exclusivista que pretendía dar una respuesta a la interrogante de la existencia del mal y al
origen del universo. En cuanto a Cristo, los gnósticos decían que era una emanación o eón
salido de Dios. Por medio de ese eón (el más perfecto de todos) se efectúa el regreso del
mundo material sensible al mundo ideal que está más allá de los sentidos. Los gnósticos
lograron introducirse en la iglesia cristiana porque aparentaban tener una alta estimación
hacia Cristo, pero en el último análisis creían que el Señor vino sólo a disipar la ignorancia.
Los maestros de esta secta ponían el énfasis sobre las enseñanzas de Cristo, dándole poca
importancia a la Persona y la obra de Jesús.
Los docetas: Los docetas afirmaban que el nacimiento, el cuerpo, los sufrimientos y la
muerte de Cristo fueron solamente una apariencia ilusoria. Cristo sólo asumió forma visible
como una visión transitoria para revelarse a Sí mismo a los sentidos naturales del hombre.
En resumen, el Redentor no era ni hombre real ni Dios absoluto, según la herejía de los
docetas. Ni murió en la cruz ni resucitó de los muertos. Como es de esperarse, los docetas
también negaban una segunda venida corporal y judicial de Cristo a la tierra. Estos
conceptos paganos de cristología se infiltraron en la iglesia cristiana a principios del siglo II
de nuestra era, si no antes, y causaron gran confusión en la mente de muchos. Sólo la
apologética y la exposición bíblica de hombres como Ireneo, Justino Mártir, Tertuliano,
Hipólito, y otros lograron ahuyentar el peligro que se cernía sobre la iglesia en aquella etapa
temprana de su historia.
Arrianismo: Arrió enfáticamente sostenía que Cristo era de una sustancia diferente a la del
Padre y, por lo tanto, no era Dios en el sentido estricto de la Palabra. Es más, para Arrió, el
Logos, es decir, Cristo no poseía un alma humana, de modo que no era verdadero hombre.
Tampoco era verdadero Dios, ya que no poseía ni la esencia ni los atributos que pertenecen
a la absoluta deidad.
Martin Lutero expresa de Juan 1:1: Cuando Dios creaba a los ángeles, el cielo, la tierra y
todo lo que contiene, y todas las cosas comenzaron a existir, el Verbo ya existía. ¿Cuál era
su condición? ¿Dónde estaba El? A eso el Evangelio de Juan da una respuesta tan buena
como lo permite el tema: «El era con Dios, y El era Dios.» Eso equivale a decir: El era con
Dios y por Dios; El era Dios en sí mismo; El era el Verbo de Dios. El evangelista
claramente distingue entre el Verbo y la Persona del Padre. Hace énfasis en el hecho de que
el Verbo es una Persona distinta de la Persona del Padre.
Juan Calvino: fue sin duda, el gran teólogo de la Reforma. Su obra cumbre, Institución de
la Religión Cristiana, dio expresión a la teología reformada y ha servido de base para
muchos estudios posteriores. Respecto a la afirmación que «el Verbo fue hecho carne» (Jn.
1:14), no hay que entenderla como si se hubiera convertido en carne, o mezclado
confusamente con ella; sino que en el seno de María ha tomado un cuerpo humano como
templo en el que habitar; de modo que el que era Hijo de Dios se hizo también hijo del
hombre; no por confusión de la sustancia, sino por unidad de la Persona. Porque nosotros
afirmamos que de tal manera se ha asumido, que cada una de estas dos naturalezas retiene
íntegramente su propiedad, y sin embargo ambas constituyen a Cristo.
Romanos 9:5 “Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos.”
Si Jesús no fuera Dios, no habría un testimonio tan tremendo en las Escrituras acerca de esta
gloriosa verdad. ¿Quién puede dudar Su Divinidad cuando tantas Escrituras lo llaman, “DIOS”?
En Juan 20:28 “Señor mío y Dios mío” donde Tomás hace su confesión de fe, la Deidad absoluta es
atribuida a Jesucristo. Esta no es una expresión de admiración, sino una confesión de fe. Jesús
acepta esta confesión y adoración de Tomás.
Los versículos de las Escrituras mencionados anteriormente revelan el misterio que estuvo oculto
por siglos, pero que ahora nos es revelado: Dios en Cristo reconciliando al mundo a El mismo y
Cristo en vosotros, la esperanza de gloria (Colosenses 1:27).
B. JESÚS FUE LLAMADO EL HIJO DE DIOS:
Referencias Bíblicas:
Lucas 22:70 “Dijeron todos: ¿Luego eres tú el Hijo de Dios? Y él les dijo: Vosotros decís que lo
soy.”
En Mateo 16:16 tenemos la confesión de Pedro. Fue sobre esta revelación, esta verdad de Su
Deidad, que Jesús dijo que edificaría Su iglesia.
Referencias Bíblicas:
Isaías 44:6 “Yo soy el primero, y yo soy el postrero, y fuera de mí no hay Dios.”
Apocalipsis 1:8 “Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin, dice el Señor.”
Apocalipsis 22:13 “Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el último.”
Referencia Bíblica:
Juan 8:58 “De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy.”
E. LA PRE-EXISTENCIA DE JESUCRISTO:
Referencias Bíblicas:
Juan 1:1 “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.”
Debemos tener bien en cuenta que fue Su Deidad, no Su humanidad la que preexistió. Antes que
María concibiera por el Espíritu Santo, el Hijo existía solo en la mente y en el plan de Dios.
Absolutamente no hay ningún fundamento bíblico para la teoría del eterno.”
Cristo es omnipotente: Solamente Dios puede poseer ese atributo. Apocalipsis 1:7–8,
Jesús tiene autoridad y soberanía sobre todo el universo (Ap. 4:8; He. 1:3; Col. 1:7).
Cristo es Santo: Uno de los aspectos de la vida de Jesús que más ha asombrado a los
hombres ha sido Su absoluta santidad e impecabilidad. La Biblia afirma repetidas veces que
Jesús es santo. En hebreos 7:26–27, El mismo escritor subraya la impecabilidad de Cristo,
diciendo: Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras
debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado
(He. 4:15). Del mismo modo el apóstol Juan escribió: «Y sabéis que El [Cristo] apareció
para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en El» (1.a Jn. 3:5) Durante su ministerio
terrenal, Jesús retó a los líderes religiosos de Israel, diciéndoles: «¿Quién de vosotros me
redarguye de pecado?» (Jn. 8:46). Aún los demonios reconocieron que Jesús era el «Santo
de Dios» (Mr. 1:24). El apóstol Pablo afirma que «al que no conoció pecado, por nosotros
lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él» (2.a Co. 5:21).
Sólo un Cristo impecable podía ofrecerse a sí mismo como expiación por hombres
pecadores. Así como el cordero pascual tenía que ser absolutamente santo y sin mancha (1.a
P. 1:18–20; 2:22). El apóstol Juan, refiriéndose a la visión del profeta Isaías (6:1–3), afirma
que Aquel de quien los serafines hablaron, diciendo: «Santo, Santo, Santo, Jehová de los
ejércitos», era nada menos que el propio Señor Jesucristo. Juan dice: «Isaías dijo esto
cuando vio su gloria y habló acerca de El» (Jn. 12:41). En resumen, el testimonio de las
Escrituras es enfático. Cristo fue y sigue siendo impecable (He. 13:8). Su santidad es
incuestionable. Tal característica es una demostración de que Jesús es una Persona divina.
Cristo es eterno: Cristo no comenzó Su existencia el día de Su nacimiento en Belén de
Judea. Como la segunda persona de la Trinidad, Jesucristo ya era desde la eternidad. El
profeta Miqueas, al hablar de la venida del Mesías al mundo, dice: Pero tú Belén Efrata,
pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti saldrá el que será Señor en Israel, y sus
salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad (Mi. 5:2). El profeta Miqueas
enfatiza el hecho de que el Mesías que nacería de la tribu de Judá, no sólo sería el Señor de
Israel sino alguien que existe desde el principio, es decir, desde la eternidad. Esa profecía
de Miqueas fue citada por los escribas, cuando Herodes les preguntó dónde nacería el
Cristo (Mt. 2:4–6). Los judíos rehusaban creer en el Señor, afirmando que por ser hijos de
Abraham serían bendecidos de todas maneras (Jn 8:33). Jesús les responde que en realidad
son hijos del diablo (Jn 8:44) y que morirán en sus pecados si no creen en El (Jn 8:45). Fue
a raíz de esa discusión que Jesús dijo a los judíos: «De cierto, de cierto os digo: Antes que
Abraham fuese, yo soy» (Jn. 8:58). Los judíos reclamaban que Abraham era el padre
espiritual así como el progenitor de la nación judía. Jesús les señala que «Abraham se gozó
de que había de ver mi día; y lo vio, y se gozó» (Jn. 8:56). Al escuchar esas palabras, los
judíos se asombraron de que Jesús pudiese haber visto a Abraham ya que, según ellos, Jesús
aún no tenía 50 años (Jn 8:57). Fue ahí donde Jesús afirma Su carácter eterno, usando una
frase que sólo corresponde a Dios. El Señor no indica meramente que Su existencia
precedía a la de Abraham, sino que El tiene existencia eterna en el mismo sentido en que
Dios la tiene
El apóstol Pablo escribió en Colosenses 1:17 que «El es antes de todas las cosas, y todas las
cosas en El subsisten». El apóstol Juan, en el prólogo de su evangelio, afirma que el Verbo
(Cristo) era en el principio con Dios (Jn. 1:2). Cristo hizo referencia a la gloria que tuvo con
el Padre antes de que el mundo fuese (Jn. 17:5). El profeta Isaías, escribiendo tocante a la
venida del Mesías, dice que «un niño nos es nacido, Hijo nos es dado» (Is. 9:6). El niño
nace, pero el Hijo es dado. El Hijo existía con el Padre antes de Su venida al mundo. Es por
eso que Pablo dice que, «cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo…»
(Gá. 4:4). El Hijo existía desde la eternidad.
La Biblia no sólo otorga a Cristo los atributos de la deidad, sino que también le concede
prerrogativas que son exclusivas de Dios.
Cristo tiene autoridad para perdonar pecados: En el capítulo 2 del Evangelio según San
Marcos, se relata que Jesús sanó a un paralítico. Antes de efectuar la sanidad, Cristo dijo al
enfermo: Hijo, tus pecados te son perdonados (Mr. 2:5). Los judíos presentes se asombraron
al oír aquella declaración, y dijeron: ¿Por qué habla este hombre así? Blasfemias dice.
¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios? (Mr. 2:7). Los judíos reconocieron que
Jesús estaba ejerciendo una prerrogativa que sólo corresponde a Dios. En Marcos 2:10,
Jesús declara que El posee esa autoridad:
Cristo es adorado como Dios: Lo cierto es que Jesús aceptó el ser adorado como
solamente Dios debe ser adorado. Los sabios del Oriente, cuando vinieron a ver al rey que
había nacido «postrándose lo adoraron» (Mt. 2:11). Los discípulos que estaban a punto de
perecer en el mar de Galilea y fueron rescatados por el Señor «… vinieron y le adoraron,
diciendo: «Verdaderamente eres Hijo de Dios»» (Mt. 14:33). El ciego de nacimiento a
quien Jesús sanó, también se postró y adoró al Señor (Jn. 9:38). Las mujeres a las que Jesús
se manifestó después de Su resurrección, «… abrazaron sus pies y le adoraron» (Mt. 28:9).
Antes de Su ascensión a la gloria, Jesús se reunió con Sus discípulos en el monte de los
Olivos y ellos le adoraron (Lc. 24:52).
Cristo es el Creador y Sustentador de todas las cosas: La Biblia dice que: «En el
principio creó Dios los cielos y la tierra» (Gn. 1:1). De modo que, para el estudiante de las
Escrituras, el universo es el resultado del poder creador de Dios. En Juan 1:3, esa obra es
atribuida al Verbo, es decir, a Jesucristo: «Todas las cosas por él fueron hechas, y sin El
nada de lo que ha sido hecho fue hecho.» El Verbo es el Creador, de otro modo se caería en
el absurdo de pensar que el Verbo se creó a sí mismo. También, en Colosenses 1:17, dice:
«Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten.» Cristo no es tan sólo el
Creador, sino también el sustentador de todas las cosas. «El sustenta todas las cosas con la
palabra de su poder» (He. 1:3). Cristo es el sustentador por cuanto as el preservador de todo
lo que El mismo creó.
A través de la Biblia encontramos un gran número de frases y de títulos usados para describir a
Cristo. Pero todas esas frases y títulos enfatizan de una manera clara la deidad de nuestro Señor. He
aquí algunos ejemplos:
Jesús: "Escudriñad las Escrituras ya que en ellas esperáis tener la vida eterna; ellas testifican de mí"
(Jn. 5, 39).
Familia
a. Del linaje de la mujer saldrá la victoria contra la serpiente: "Enemistad pondré entre ti y la
mujer, y entre tu linaje y su linaje: él te pisará la cabeza mientras acechas tú su calcañar.»
(Gen. 3, 15)
b. Será descendiente de Abraham, Isaac y Jacob (Gen 12, 2;17, 19; Num 24:17), de Judá (Gen
49, 8-10), David (II Sam. 7, 11-13 // Mt. 1,18-23)
Misión
a. Daniel 9:24
Setenta semanas están fijadas Sobre tu pueblo y tu ciudad santa Para poner fin a la rebeldía, Para
sellar los pecados, Para expiar la culpa, Para instaurar justicia eterna, Para sellar visión y profecía,
Para ungir el santo de los santos.
La Madre
a. Nacerá de una virgen (Is. 7,14 // Mt. 1, 18; Lc. 1, 27)
Lugar de nacimiento
a. Belén (Miq. 5, 1-2 // Mt. 2, 1; Lc. 3, 31).
El Precursor
a. El Mesías tendrá un precursor (Mal. 3,1) // Juan Bautista (Jn. 1, 15)
b. Que predicará a lo largo de la ribera del Jordán, en la región de Galilea (Is. 9, 12).
Su vida
a. Maestro y profeta (Deut. 18, 15).
b. Legislador y portador de una nueva alianza entre Dios y los hombres (Is. 55, 3-4).
c. Sacerdote víctima (Is. 52, 15; 53).
d. Manso y humilde (Is. 11, 1-5).
e. Salvador de la humanidad y piedra de escándalo (Is. 8, 14).
f. Sobre él reposará el espíritu del Señor (Is. 11, 2).
g. Milagros de todo género (Is. 35, 4-6 // Lc. 7, 18, 23; Mt. 11, 5 ss.).
h. Entrará triunfante en Jerusalén (Zac. 9,9)
Pasión y muerte
a. Los eventos de su pasión y muerte (Is. 53, Is. 50, 6; Sal. 22, 12-19 // Jn. 19, 21-23; Mc. 15,
24; Mt. 27) .
b. Rechazado por los suyos (Is. 53, 3 // Jn. 1, 11).
c. "con palabras de odio me envuelven, me atacan sin razón". Salmo 109,3
d. Traicionado y Vendido por treinta monedas (Sal 41, 10; Zac. 11, 12-13 // Mt. 26, 14-15)).
e. Flagelado y escupido en el rostro (Is. 50, 6);
f. Taladradas las manos y el costado (Sal. 22, 17-18);
g. Le darán hiel como bebida (Sal. 69, 22);
h. Burlado: "todos los que me ven de mí se mofan, tuercen los labios, menean la cabeza"
Salmo 22,8
i. Repártanse entre sí mis vestiduras y se sortean mi túnica. Salmo 22,19
j. Lo crucificarán (Zac. 12, 10);
k. Su cuerpo no estará sujeto a la corrupción (Sal. 15, 9-11);
l. Tendrá un sepulcro glorioso (Is. 53, 9);
m. Se sentará a la derecha de Dios (Sal. 109, 1).
CONCLUSION:
Pese a todo, la fe de la Iglesia se ha mantenido inquebrantable. El Dios que creó el mundo, que
inspiró las Escrituras, que liberó al pueblo de Israel del yugo de Egipto y que guio a los profetas, se
encarnó en una humilde virgen judía para morir en una cruz y con su sangre preciosa redimirnos. A
esa cruz de la que colgó nuestro Dios encarnado en un carpintero Galileo miramos conmovidos por
su amor, que no retrocedió ante nada para obtener nuestra salvación. Han pasado casi dos milenios
desde entonces y no deja de seguir siendo un gran misterio que el Señor de la gloria, al que
adoraron los ángeles y los apóstoles, se humillara como un esclavo para padecer en favor nuestro.
Quizá es que el amor siempre tiene algo de misterioso e inexplicable; y el de Dios no es una
excepción a ese principio, sino una confirmación. Cristo, según nos enseñan las Escrituras, no fue
un dios o el arcángel Miguel enviado por Jehová a la tierra a cargar con el peso de la obra de la
redención; tampoco fue el mesías fracasado, es el Dios de amor que triunfo sobre la cruz en su
inmenso amor y misericordia por el hombre.
INTRODUCCION:
La palabra "Deidad" significa lo mismo que "Dios"; es decir, el termino “Deidad” significa la
esencia divina, la personalidad de Dios, los atributos de Dios y Su naturaleza divina.
La Doctrina de la deidad de Cristo ha sido y sigue siendo uno de los pilares fundamentales de la
Iglesia Cristiana. Esta doctrina ha sido creída por la mayoría de los cristianos a lo largo de los siglos
por considerarla como una enseñanza profunda e indiscutiblemente necesaria a todo creyente.
La deidad de Jesús, el Cristo, es una doctrina clave y extremamente importante en la Biblia. Sin esta
doctrina, no importa mucho que Jesús vino y murió. La importancia de su muerte se basa sobre
quién es Jesús, Dios encarnado en hombre, y no nada más un hombre.
Las Escrituras dan testimonio de Cristo (Jn. 5:39). Escudriñarlas, por lo tanto, debe de ser la tarea
primordial de todo aquel que desea saber a cabalidad quién es Jesucristo. Es, pues, el propósito de
este trabajo conocer lo que la Biblia dice en relación a la Deidad de Cristo.