Incidencias de La Música en Los Procesos Cerebrales
Incidencias de La Música en Los Procesos Cerebrales
Incidencias de La Música en Los Procesos Cerebrales
EVOLUCIÓN DE LA MÚSICA Y
CAMBIOS EN SU FUNCIÓN SOCIAL
Antes de comenzar a hablar del valor formativo que posee la música, y de los efectos
benéficos que ésta ejerce sobre el individuo, es de suma importancia dejar aclarado a qué
tipo de música nos estaremos refiriendo.
En las sociedades primitivas la música formaba parte de las actividades comunitarias. No
había autor, no había obra, no había público. Los asistentes eran casi todos participantes,
y las reglas de ejecución, selección de instrumentos, ritmos utilizados, etcétera, estaban
supeditados a las circunstancias de la vida social y religiosa.
Por muchos siglos la música continuó siendo una manifestación cultural colectiva, pero
llegó un momento en que la comunidad comenzó a delegar su práctica a grupos
especializados, dándose así la división entre músicos activos y público oyente. Sin
embargo, la música seguía siendo accesible a la mayoría de las personas, dado que aún
estaba asociada con los rituales y con las tradiciones sociales, por lo que, generalmente, el
público era altamente receptivo y manifestaba su placer o su descontento ante el músico
bueno y el músico improvisado.
Con el paso del tiempo, el público fue adquiriendo un comportamiento más pasivo debido a
las innovaciones cada vez más elaboradas que iban introduciendo los músicos
especializados. La actividad musical del resto de la población quedó circunscrita a la
ejecución doméstica de música más o menos simplificada y accesible para los aficionados.
La música se fue volviendo compleja y terminó convirtiéndose en patrimonio de una
minoría selecta, social y culturalmente. Los grandes músicos comenzaron a salir del
anonimato, y la forma en que dominaban una técnica elaborada y refinada les fue dando
prestigio. El pueblo comenzó a apartarse de la música culta o académica que no oía mas
que en las iglesias, y muy eventualmente, en las antecámaras y jardines palaciegos, y
empezó a cultivar otro tipo de música transmitida oralmente y adaptada a sus capacidades
y necesidades sociales. Se abrió entonces una brecha entre la música culta y la música
popular, que jamás volvería a llenarse.
Durante los siglos XVIII y XIX, la música dejó de ser patrimonio exclusivo de monasterios y
cortes, y se democratizó relativamente gracias a la multiplicación de los teatros de ópera y
de los conciertos públicos. Sin embargo, el ritual asociado a estos sitios disuadía de asistir
a una gran parte del público popular.
Ya en el siglo XX, la comercialización de la música estimuló la formación de clases
diferenciadas de oyentes, y los públicos se volvieron cada vez menos cultivados. Comenzó
a componerse música de diferentes estilos según el público a quien estuviera destinada y
según la demanda existente. Dado que es más redituable producir música fácil, que pagar
a músicos profesionales ya sea para componer o para interpretar la música de calidad, la
industria musical favoreció la aparición de un producto menos elaborado, de contenidos
vacuos e insulsos, que resultara más rentable para los intereses comerciales. Esto
determinó, por una parte, los mitos que rodean a la música culta: que es elitista, aburrida,
incomprensible, cara e inabordable; y por otra, el falso prestigio atribuido a la música
comercial, artificialmente creado en razón de las fabulosas cifras que reditúa a las
industrias discográficas.
La vida musical, en la actualidad, ha llegado a ser controlada por profanos, por
negociantes astutos para quienes la música es, más que un arte, un bien de consumo
como cualquier otro. Estos comerciantes han decidido dividir al público musical en dos
familias de tamaño desigual: los aficionados a la música culta, y los aficionados a la
música comercial. Mientras que el gran público sigue la moda sin ningún discernimiento, el
aficionado educado comienza a formar parte de una minoría selecta cada vez más
reducida y agredida sonoramente en su cotidianidad.
La industria musical se encuentra en manos de un grupo de controladores que se ha
atribuido la facultad de fijar las normas de la “buena música” y de decidir lo que le conviene
al público, imponiendo, en nombre de un pensamiento o “gusto superior”, lo que la mayoría
debe escuchar. Esto ha llevado a que las multitudes estén cada vez menos cultivadas y
sean totalmente sumisas a la presión de los medios de comunicación.
Actualmente, la forma de escuchar de la mayoría de los públicos está condicionada por
una apatía cultural. Lo que comenzó siendo un alimento para el espíritu de todas las
sociedades, el arte de la música, hoy en día se haya limitado a un círculo reducido de
audiencia; mientras que la “música” que producen los comerciantes, y que consumen
las mayorías, se ha vuelto un excitante, una droga que a mayor volumen, mejor aturde. Su
función ha quedado limitada a sonorizar un ambiente y a sobrestimular al público para
condicionar sus respuestas a un consumismo inconsciente, inmediato y frenético.
Desde la época de los griegos se sabía que la música podía facilitar la persuasión y la
armonía social; pero también, que ciertas composiciones musicales causaban pereza e
incitaban a la gente a realizar actos de agresión y desorden. Incluso Platón, en su obra La
República, afirma que la música puede mejorar, pero también empeorar a los ciudadanos;
por lo que señala la necesidad de desterrar a algunos artistas de su sociedad ideal,
afirmando que con sus obras se estimula la inmoralidad.
Ahora, más que nunca antes, existe una clara e infranqueable división entre la música
como expresión artística, y la “música” que es fabricada únicamente para ser un producto
comercial. Por supuesto, cuando en este trabajo se habla del valor formativo de la música
y de los efectos benéficos que ésta proporciona a la vida del ser humano, nos referimos a
la música de arte, a aquella que permite al individuo expresar y percibir la verdad y la
belleza.
Todos los que de alguna u otra forma nos dedicamos a esta disciplina artística, tenemos la
obligación de dar a conocer los beneficios que la música de arte brinda, y así lograr
rescatarla y ponerla al alcance de un mayor número de personas; para que, conociéndola,
sepan distinguirla, valorarla, gozarla, y disfrutar de sus bondades.
NEUROBIOLOGÍA DE LA MÚSICA
INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS.
Efectos de la música.
En las últimas décadas, la comunidad científica ha mostrado un gran interés por investigar
los efectos benéficos que la música ejerce sobre el ser humano; y se ha comprobado que
la música es capaz de producir notables cambios fisiológicos en el organismo. Entre los
más importantes están los siguientes: acelera o retarda las principales funciones orgánicas
(ritmo cerebral, circulación, respiración, digestión y metabolismo)(Nota 2); incrementa o
disminuye el tono y la energía muscular; modifica el sistema inmunitario; altera la actividad
neuronal en las zonas del cerebro implicadas en la emoción, e incrementa la resistencia
para el trabajo y para las actividades de alto rendimiento, entre otros.(Nota 3)
Psicológicamente, la música puede despertar, evocar, estimular, robustecer y desarrollar
diversas emociones y sentimientos. Es una fuente de placer, y puede provocar catarsis y
sublimaciones. También puede traer a la memoria olores y colores, y modificar el estado
de ánimo del oyente y su percepción del espacio y del tiempo.(Nota 4)
La música suscita el placer estético y mueve a la reflexión; incita y favorece la expresión
de uno mismo e induce a la colaboración intergrupal y al entendimiento cultural.
Intelectualmente, la música desarrolla la capacidad de atención y favorece la imaginación
y la capacidad creadora; estimula la habilidad de concentración y la memoria a corto y
largo plazo y desarrolla el sentido del orden y del análisis. Facilita el aprendizaje al
mantener en actividad las neuronas cerebrales, y ejercita la inteligencia, ya que favorece el
uso de varios razonamientos a la vez al percibir diferenciadamente sus elementos, y
sintetizarlos en la captación de un mensaje integrado, lógico y bello.(Nota 5)
Terapéuticamente hablando, la música se utiliza en el tratamiento de dolencias como la
hipertensión arterial, estados de ansiedad, depresión y estrés, y alteraciones del sueño.
También se emplea en la rehabilitación de pacientes psicóticos, de niños autistas y de
adolescentes con trastornos del comportamiento.(Nota 6)
El empleo terapéutico de la música se denomina musicoterapia, ciencia que se ocupa del
mantenimiento, la restauración y el acrecentamiento de la salud, tanto física como mental,
a través de la música. Mediante técnicas específicas de la musicoterapia, se pueden
estimular los neurotransmisores endógenos del cerebro, de tal forma que provoquen
reacciones químicas que mejoren, aceleren o favorezcan el aprendizaje.(Nota 7)
Desarrollo cerebral de los músicos.
A nivel cerebral y neurológico, la música brinda innumerables beneficios a quienes la
practican regularmente. Las investigaciones realizadas por Richard Frackowiak del
Instituto de Neurología de Londres, han comprobado que el cuerpo calloso (conglomerado
de fibras nerviosas que conectan los hemisferios cerebrales transfiriendo información de
uno a otro) es más grueso y está más desarrollado en los músicos que en otras personas.
Esto comprueba que la música incrementa las conexiones neuronales y estimula tanto el
aprendizaje –actividad prioritaria del hemisferio izquierdo–, como la creatividad, actividad
principalmente desarrollada en el hemisferio derecho.
Este investigador también descubrió que el lóbulo temporal de la corteza cerebral es más
pronunciado en los músicos. Al parecer, en esta zona del cerebro que está relacionada con
los procesos del lenguaje se “clasifican“ los sonidos, lo que sugiere la existencia de un
eslabón perceptivo entre el lenguaje oral y el lenguaje de la música. La música estimula
una zona del hemisferio izquierdo que también se asocia con el lenguaje, llamada área de
Broca, lo que ha llevado a los investigadores a pensar que en esta región se interpretan no
solamente los sonidos del lenguaje, sino todos aquellos que, de alguna u otra forma, nos
resultan familiares.(Nota 8)
En un artículo aparecido el 23 de abril de 1998 en el Journal Nature, se refiere que
investigadores de la Universidad de Münster, Alemania, descubrieron que las lecciones de
música en la niñez agrandan el cerebro de quien las recibe. Estos investigadores
encontraron que el área cerebral que se ocupa del análisis de las notas musicales, es un
25% más grande en los músicos que en la gente que nunca ha practicado la ejecución de
un instrumento. Estos hallazgos sugieren que los músicos, a diferencia del resto de la
población –y debido a su entrenamiento–, crean nuevas conexiones neuronales para
procesar los sonidos y mejorar su sincronización durante la práctica de un instrumento, lo
que ocasiona que el área se vaya agrandado a través de la práctica y la experiencia.
Conjuntando los resultados de un gran número de investigaciones, se ha llegado a la
conclusión de que no existe una zona cerebral exclusiva y específica encargada de
procesar la información musical, sino que la apreciación y el ejercicio de la música
comprometen, y por lo tanto favorecen, la actividad cerebral completa.
INTELIGENCIAS MÚLTIPLES Y
DESARROLLO INTEGRAL DEL INDIVIDUO
La teoría de las inteligencias múltiples de Howard Gardner(Nota 12) afirma que cada
persona tiene por lo menos siete inteligencias o habilidades cognoscitivas que son: la
lingüística, la musical, la lógico–matemática, la espacial, la cinestésico–corporal, la
interpersonal y la intrapersonal. La mayoría de los individuos tenemos la totalidad de este
espectro de inteligencias, cada una desarrollada de modo diferente y en un nivel particular,
producto de nuestra dotación biológica propia, de su interacción con el entorno y de la
cultura imperante en su momento histórico. Las combinamos y las usamos en diferentes
grados, de manera personal y única.
Aquellos en quienes predomina la inteligencia musical, muestran una especial sensibilidad
hacia la música y gustan de escucharla; poseen una gran habilidad para ejecutar
instrumentos musicales y son entonados para cantar.
Gardner ha comprobado que de todos los dones con que pueden estar dotados los
individuos, ninguno surge más temprano que el talento musical. Durante la infancia, los
niños normales cantan y balbucean por igual; pueden emitir sonidos únicos, producir
patrones ondulantes, e incluso imitar trozos melódicos cantados por otros con algo más
que exactitud casual. Los pequeños, desde los dos meses de edad, ya pueden igualar el
tono, volumen y contornos melódicos de las canciones de sus madres, y a los cuatro
meses pueden también igualar la estructura rítmica. Los niños están predispuestos de
manera especial a absorber estos aspectos de la música, y también pueden involucrarse
en juegos sonoros que claramente muestran propiedades creativas.
A la mitad del segundo año de vida, los niños naturalmente comienzan a emitir series de
sonidos cortos que exploran diversos intervalos. Inventan canciones propias, y poco
tiempo después comienzan a reproducir pequeñas secciones de canciones familiares que
oyen a su alrededor. Durante cerca de un año se alternan melodías naturales con la
reproducción de pequeñas secciones de canciones familiares; pero hacia los 3 ó 4 años
ganan las melodías de la cultura dominante y por lo general disminuye, hasta desaparecer,
la creación de canciones espontáneas y del juego sonoro exploratorio.(Nota 13)
Tanto más que en el lenguaje, encontramos impresionantes diferencias individuales en los
niños pequeños cuando aprenden a cantar. Algunos pueden repetir grandes segmentos de
una canción hacia los dos o tres años, mientras que muchos otros, a esta misma edad,
difícilmente pueden aproximarse al tono, y aún hacia los cinco o los seis años pueden
seguir teniendo dificultad para reproducir contornos melódicos exactos.(Nota 14)
Durante la edad escolar se incrementa el desarrollo musical, permitiendo que los niños
puedan cantar las melodías con mayor exactitud y expresividad. Sin embargo, la escuela le
da gran importancia a las habilidades lingüísticas, mientras que el desarrollo de las
destrezas musicales ocupa un lugar prácticamente inexistente en la cultura, siendo
tolerable el “analfabetismo musical”.
Esta rápida descripción de la evolución musical en el niño nos muestra, primero, que al
nacer disponemos de habilidades innatas que necesitan ser estimuladas para no
desaparecer; y segundo, que el ser humano es primordialmente creativo, y que son la
influencia familiar en primer lugar, y después la escolar, las que lo van condicionando a
absorber las manifestaciones musicales propias de la cultura imperante, llevándolo
gradualmente a la pérdida de su creatividad.
Es esta una aseveración tan importante que, si como educadores queremos contrarrestar
su realidad, deberemos tener siempre en cuenta. Primero, exigiendo la implantación de la
educación musical como asignatura obligatoria dentro del currículo escolar, de tal forma
que podamos favorecer en los niños el desarrollo de estas capacidades innatas. Segundo,
para que al elaborar el plan de trabajo se incluyan actividades en las cuales los niños
puedan expresar sus habilidades propias, y se favorezca el desarrollo de las mismas y la
expresión de su creatividad.
EQUIDAD COGNOSCITIVA.
Debido a la herencia, adiestramiento prematuro o, con toda probabilidad, a una interacción
constante entre estos dos factores, algunos individuos despliegan determinadas
inteligencias en mayor grado que otras; pero toda persona normal debería poder
desarrollar cada una de ellas en cierta medida, aunque sólo fuera modestamente. Estas
habilidades intelectuales jamás se desarrollan en forma espontánea, sino que son puestas
en acción por las actividades que dentro de las diferentes culturas poseen ya un
significado y una practicidad especificas.(Nota 15)
En este punto cabría preguntarnos qué porcentaje de las diversas habilidades existentes
jamás se desarrollan a causa de los sistemas escolares actuales; cuántos individuos se
ven afectados en su desarrollo por estas circunstancias, y cómo influye esto dentro de la
sociedad.
Todavía hasta hace muy pocos años, se suponía que la cognición humana era unitaria y
que era posible describir en forma adecuada a las personas como poseedoras de una
única y cuantificable inteligencia; sin embargo, ahora sabemos que cada ser humano
posee en forma innata habilidades diferentes, y que en la medida que las pueda
desarrollar y poner en práctica, podrá vivir plenamente y participar dentro de la sociedad
desempeñándose con sus talentos propios, específicos y únicos.
Dentro del sistema escolar actual, existen muchos alumnos a quienes se les diagnostica
déficit de atención o dificultades en el aprendizaje; difícilmente obtienen logros escolares y
les desagrada el estudio. Al analizar los programas de enseñanza, vemos que estos se
concentran en el predominio de las inteligencias lingüística y matemática, dando mínima o
nula importancia a las otras posibilidades de conocimiento. Esta es la razón de que
muchos alumnos no se destaquen en el dominio de las asignaturas académicas
tradicionales y que, por lo tanto, no obtengan reconocimiento, diluyéndose así su aporte al
ámbito cultural y social. Se piensa que han fracasado, cuando en realidad son los sistemas
escolares los que están suprimiendo sus talentos, a cambio de privilegiar una única visión
cultural, que hoy en día es la tecnológica. De esta forma la cultura imperante privilegia y
valoriza algunas inteligencias en detrimento de otras, favoreciéndose un desarrollo parcial
del intelecto que de otra manera podría ser mucho más holístico o completo.(Nota 16)
UN POCO DE HISTORIA.
CIVILIZACIONES ANTIGUAS.
La música tuvo un papel preponderante en las culturas más antiguas de la civilización.
China y Grecia la asociaron con la moralidad: era un símbolo de lo bueno que hay en el
hombre. Hacia el año 500 a. C. Confucio dijo: “La fuerza moral es la columna vertebral de
la cultura humana y la música es la flor de esta fuerza moral”. Los chinos consideraban
que la música era un elemento para gobernar el corazón de los pueblos; afirmaban que al
haber música en el hogar, existe el afecto entre padres e hijos; y que cuando la música es
ejecutada en público, crea armonía entre la gente. Los objetos capaces de producir música
bajo el arbitrio humano, eran considerados por los chinos como vínculos con lo divino y lo
eterno.(Nota 17)
Refiriéndose al aspecto formativo de la música, Confucio insistió: “El carácter de un
hombre debe ser despertado por los cantos, establecido por las formas y completado con
la música. La música debe ser considerada como uno de los elementos básicos de la
educación, y su pérdida o su corrupción es el signo más evidente de la decadencia de los
imperios. ¿Queremos saber si un reino está bien gobernado, si las costumbres de sus
habitantes son buenas o malas? Examinemos la música vigente”.(Nota 18)
En la Grecia clásica, la música gozaba de gran estima. Los griegos designaban a una
persona educada y distinguida como “hombre musical”, y utilizaban el término ”amúsico”
para referirse a las personas incultas. La música y la poesía estaban unidas en una sola, y
la declamación se acompañaba del canto y a veces de la danza.(Nota 19)
Fueron los griegos los primeros en señalar la importancia de brindar educación musical
desde muy temprana edad, debido a las virtudes únicas y esenciales que se le atribuían a
la música, y por considerarse un factor esencial en la formación de los individuos. La
perfección de la ciudad–estado iba de la mano con una escrupulosa educación musical
que se consideraba esencial para la formación de un pueblo disciplinado. Para los griegos,
la música consistía en la enseñanza de lo verdadero, para así alcanzar a equilibrar el
espíritu del hombre. Sus funciones principales eran formar la inteligencia y el carácter, y
propiciar la salud.
Una vez mencionada la apreciación que de la música tenían las antiguas culturas, cabe
hacer el siguiente planteamiento. Desde las primeras civilizaciones eran ampliamente
conocidos los beneficios que la música brinda al ser humano y la importancia que ésta
tiene en la formación integral del individuo. En la actualidad, época de grandes adelantos y
descubrimientos científicos, todos estos fenómenos han sido más que comprobados. Sin
embargo, la educación musical como asignatura no se incluye dentro del currículo escolar
de gran parte de los países latinoamericanos, y no podemos dejar de mencionar que la
música de arte, la que aporta todos estos beneficios, día a día pierde más espacios y se
vuelve cada vez no sólo más inaccesible para la mayor parte de la población, sino tan
desconocida que en algunos casos, especialmente en los medios de comunicación, resulta
objeto de rechazo y menosprecio.
¿Acaso las autoridades educativas no están al tanto de los resultados de estas
investigaciones? Y si sí lo están, ¿por qué no se ha incluido la educación musical en los
planes de estudio...? ¿Por qué las autoridades culturales no defienden los pocos espacios
que quedan para la música de arte...? ¿Quiénes son los beneficiarios de que no se tomen
decisiones claras en este sentido?
SOCIEDADES ACTUALES.
En algunas culturas contemporáneas se aprecia enormemente la competencia musical. En
China, Japón y Hungría, por ejemplo, se espera que los niños logren pericia en el canto y,
de ser posible, también en la ejecución de algún instrumento.
En Japón, el músico y pedagogo japonés Shinichi Suzuki ha demostrado que un gran
número de personas pueden aprender a tocar instrumentos musicales muy bien y desde
edades muy tempranas. Su método se ha centrado en el desarrollo de la inteligencia
musical y ha ayudado a muchos individuos a progresar con rapidez dentro de esta
habilidad, poniéndola al alcance de una población mucho más amplia. Su objetivo principal
no es crear músicos profesionales, sino que los alumnos amen y vivan la música. Esto lo
logra a través de potenciar un ser humano completo que, con trabajo y esfuerzo y en un
entorno que le anime con amor y paciencia, pueda desarrollar confianza y respeto en sí
mismo. El maestro Suzuki busca un sentido de educación global, de educación musical en
la que el instrumento es el medio de alcanzarla.(Nota 20)
Es interesante mencionar que la sociedad japonesa se ha percatado de que existe un
amplio perfil de inteligencias humanas, mismas que ellos se han ocupado de desarrollar a
través de sistemas educativos integrales. Saben que cada individuo, al poseer
características distintas, puede contribuir a un óptimo desarrollo de la sociedad, aportando
sus capacidades propias y específicas.
Cada cultura apuesta de manera distinta al despliegue de las inteligencias de sus
individuos. La existencia de la habilidad para cantar lograda en determinados grupos
culturales, y de ejecuciones instrumentales destacadas entre los violinistas judeorrusos o
los xilofonistas balineses, indica que el logro musical no es únicamente un reflejo estricto
de la habilidad innata, sino que puede favorecerse a través del estímulo y adiestramiento
culturales.
Un grupo que se distingue especialmente por favorecer el desarrollo de las habilidades
musicales son los Anang de Nigeria. Los bebés de apenas una semana de edad son
iniciados en la música y en la danza por sus madres, y los padres fabrican pequeños
tambores para sus hijos. Cuando llegan a los dos años, los niños se incorporan a grupos
en los que adquieren habilidades culturales básicas, dentro de las que se incluyen cantos,
bailes y ejecución de instrumentos. A los cinco años, los pequeños anang pueden entonar
cientos de canciones, tocar varios instrumentos de percusión y realizar docenas de
intrincados movimientos de danza. Los mencionados anang afirman que todos los
individuos están ampliamente capacitados para la música, y los antropólogos que han
estudiado a este grupo aseguran que jamás han encontrado en él a ningún miembro “no
musical”.(Nota 21)
Todas estas culturas mencionadas, son prácticamente las únicas que en la actualidad se
preocupan seriamente por cultivar la inteligencia musical, y por lo tanto, las únicas que
brindan a sus individuos la oportunidad de desarrollarse ampliamente dentro del ámbito
musical.
Mas allá de las innumerables bondades de la música, cabe señalar dos aspectos adversos
importantes: primero, que cierto tipo de música puede provocar efectos contrarios a los
que ya han sido mencionados; y segundo, que vivimos inmersos en un mundo sonoro que
continuamente pone en riesgo la integridad de nuestro sistema auditivo.
MÚSICA COMERCIAL.
Serafina Poch Blasco afirma que la música puede elevarnos hasta lo más sublime, pero
que también puede degradar, llevar a la droga, e incluso a determinadas personas
conducirlas al suicidio. Todo depende del tipo de música que se escuche, del impacto que
ésta ejerza sobre la persona, y de la frecuencia, la duración y el volumen con que sea
escuchada.(Nota 26)
La música comercial es un producto industrial que únicamente persigue la complacencia
de las demandas del mercado. Si la analizamos, descubriremos que en su mayoría está
dirigida a la satisfacción de exigencias inmediatas, transitorias y vulgares; y podemos
agregar a esto la inmoralidad que expresan las letras de muchas de las canciones en las
que se alaba a delincuentes, narcotraficantes, criminales y alcohólicos; o se hace alarde
de expresiones soeces y de doble sentido. La característica general de este producto de
consumo masivo es que divierte sin revelar nada nuevo, sino incurriendo en lugares
comunes que el público espera ansiosamente oír y repetir, como si fuese un niño feliz que
se regodea por enésima vez en un cuento que ya conoce. Todo lo desconocido, por temor
a no comprenderse o por pereza mental, resulta insoportable.
La música comercial de consumo masivo es uno de los instrumentos de persuasión oculta
más eficiente. Es monótona y con un bajo rítmico acompañado de escasos acordes que se
repiten de principio a fin. Sus ritmos perpetuos producen frecuentemente una excitación
corporal que puede llegar hasta la embriaguez, provocando un desdoblamiento de la
personalidad (sin la validez social que esto aporta a la ritualística). Estos ritmos muchas
veces van acompañados por cantos que expresan ideas, sentimientos o estados anímicos
negativos, causando desequilibrio nervioso en el estado físico y mental del joven, dando
como resultado una verdadera ebriedad, con exaltación de los sentidos y de la
imaginación. La personalidad se transforma y se mimetiza con la de los compañeros y la
de los espectadores, y en consecuencia, el individuo se convierte en un simple elemento
de una entidad colectiva; en una partícula de una multitud en estado de embriaguez. Esta
“música” convierte a los oyentes que se prestan a ello, a los jóvenes principalmente, en
autómatas, porque en ese momento se paraliza el proceso mental de la conciencia.
Llegados a este punto, son fácilmente conducidos al sexo inconsciente e irresponsable, al
alcohol, a la droga, etcétera. Si a esto agregamos que la intensidad del sonido que
prevalece en los sitios a donde las multitudes acuden a consumir esta “música” se eleva
20 decibeles por encima del límite de tolerancia del oído humano, el resultado es un asalto
deliberado y directo hacia la integridad de la persona. El fin perseguido es exaltarla y
paralizar su conciencia, sumergiéndola en un océano sonoro; de nuevo, con fines
puramente comerciales y enajenantes.
Esta situación sólo puede ser aceptada por individuos sin ningún juicio musical, y sin la
sensibilidad educada para apreciar la belleza. Brindando educación musical, y
proporcionando a los jóvenes las herramientas para conocer la buena música, no se
prestarán tan fácilmente a estos asaltos.
CONTAMINACIÓN SONORA.
Los habitantes de los países industrializados o con cierto nivel de desarrollo, vivimos
inmersos en un mundo lleno de ruidos, que parecen ya inseparables de nuestra vida
cotidiana. A diferencia de la visión, nuestro sistema auditivo está siempre abierto al mundo,
lo que implica una recepción continua de estímulos y de informaciones sonoras de las que
no podemos sustraernos.
El progreso técnico, la proliferación de los medios de transporte, el hacinamiento, los
hábitos culturales y el crecimiento urbano carente en muchos casos de una planificación
adecuada son, entre otros, algunos de los factores que han contribuido en gran medida a
la degradación acústica del medio, y al deterioro de las relaciones entre la persona y su
entorno.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) afirma que el 76% de la población que vive en
los grandes centros urbanos sufre un impacto acústico muy superior al recomendable; y
científicos y expertos que trabajan en la materia han declarado en forma unánime que el
ruido daña seriamente nuestra capacidad auditiva y ejerce una influencia negativa en
nuestro organismo, propiciando graves trastornos. Estos perjuicios van desde daños
puramente fisiológicos, como la conocida pérdida progresiva de la audición, hasta los
psicológicos, al producir una irritación y un cansancio que provocan disfunciones en la vida
cotidiana, tanto en el rendimiento laboral como en la relación con los demás. La lista de
posibles consecuencias de la contaminación acústica es larga: Individualmente provoca
dolor de cabeza, problemas de estómago, alteración de la presión arterial y del ritmo
cardíaco; vasoconstricción, depresión del sistema inmunológico y alteración de los niveles
de segregación endocrina; irritabilidad, cansancio, estrés y perturbaciones del sueño,
que conducen a conductas agresivas, dificultades para la comunicación, problemas
mentales y estados depresivos, disminución del rendimiento y de la concentración,
etcétera, todo esto con una alta repercusión en el deterioro social y elevados costos en
productividad laboral.
El ruido no sólo produce perjuicios directos y acumulativos sobre la salud, sino que
además tiene efectos socioculturales, estéticos y económicos: aislamiento social, pérdida
de privacidad, desaparición de culturas sonoras, pérdida de señales sonoras alertantes,
depreciación económica de la vivienda, etcétera. Con niveles de ruido altos, la tendencia
natural de la gente hacia la ayuda mutua disminuye o desaparece, reapareciendo en el
momento en que se suprime la presión sonora.(Nota 27)
Los niños cuyas escuelas se ubican en zonas ruidosas, aprenden a leer más tarde,
presentan mayor agresividad, fatiga, agitación, peleas y riñas frecuentes; mayor tendencia
al aislamiento, y cierta dificultad de relación con los demás. El deterioro del aprendizaje y
del desarrollo humano nos comprueba que la contaminación acústica conlleva efectos
negativos para las generaciones futuras.
El exceso de automóviles, las obras públicas, la cercanía de los aeropuertos, el ruido
social y la actividad nocturna son los principales responsables de la contaminación
acústica de las grandes ciudades. Sin embargo, existen otras fuentes de ruido que
podríamos controlar con un poco de educación y legislaciones adecuadas.
Desde muy pequeños los niños acuden a fiestas en donde son expuestos a música a gran
volumen y son incitados a responder a gritos a las preguntas de los animadores. En el
mercado se encuentran sofisticados juguetes que hacen alarde de una fuerte sonoridad, a
más de artificial y distorsionada.
El uso excesivo de reproductores de discos compactos y radios con auriculares, y el
volumen de la música en las discotecas, provocan cada vez más problemas auditivos entre
los jóvenes. El oído tarda más de 36 horas en recuperar la sensibilidad auditiva normal,
después de estar sometido una noche a la música atronadora de una discoteca.
La utilización permanente de “música” a impresionantes volúmenes en cines, restaurantes
y lugares públicos, origina que muchos de nosotros pensemos dos veces la conveniencia
de acudir a estos lugares. Normalmente decidimos no hacerlo. Sólo bajo caso de extrema
necesidad nos vemos obligados a exponernos a tantas violaciones a nuestra integridad
física. Una legislación en este sentido es urgente.
La consecuencia más preocupante del nivel sonoro elevado es la hipoacusia o pérdida de
la capacidad auditiva. Muchos jóvenes de hoy sufrirán trastornos del sentido del oído en un
futuro cercano. Lamentablemente el individuo advierte su discapacidad cuando ya es
demasiado tarde, dado que la misma se produce por la destrucción irreversible de las
delicadas células sensoriales del oído interno. La razón es que el proceso de deterioro es
gradual y puede demorar varios años en hacerse patente, ya que se va produciendo una
adaptación o acostumbramiento progresivo.(Nota 28)
Los niveles de ruido constantes, aunque no superen los límites máximos permitidos,
aceleran el proceso de la disminución auditiva, de tal forma que tenemos un oído mucho
más viejo del que correspondería a nuestra edad fisiológica. En otras ocasiones la
exposición a ruidos de poca duración, pero de gran intensidad, precipitan este trastorno
irreversible y para el que no existe tratamiento alguno. Estos problemas se han
incrementado a tal grado, que ya existe el término socioacusia, que se refiere a la
disminución auditiva o a la pérdida total del oído debida a causas sociales.
A lo largo de la historia, la música ha sido parte importante de la vida del ser humano;
aunque debido al desarrollo de las civilizaciones, y a los avances científicos y tecnológicos,
su función –y el disfrute que de ella se tiene– ha sufrido enormes modificaciones. Si
comparamos los recursos de que dispuso el hombre en los siglos precedentes, no dejará
de admirarnos la superabundancia de medios de comunicación masiva que en la
actualidad transmiten música grabada. Sin embargo, esta circunstancia, lejos de
beneficiarnos, ha despertado un desmedido interés comercial y económico que nos ha
conducido a vivir en medio de una invasión sonora, quitándole a “la Música” su lugar como
legítima expresión artística y estética, con todo lo que esto conlleva.
En la sociedad actual se han perdido, como tantos otros valores, el concepto de lo bello y
el gusto por lo estético. Todo es válido. Todo... es cultura. En el campo musical se acepta
cualquier cosa con tal de que llame la atención. Que perdure no es importante, no es lo
que se busca. Al contrario, el objetivo es que no perdure, porque detrás hay grandes
intereses económicos que ganan con lo intrascendente; no con lo que permanece, sino
con lo que desaparece.
La clave para cambiar favorablemente esta situación se halla en “promover la perennidad y
la belleza del arte”, con el fin de elevar la moral y el espíritu de los seres humanos, y para
hacer frente a las contingencias actuales y superarlas.
Solo desarrollando apropiadamente su espectro emocional, el hombre podrá abrir una
nueva fuente de energía moral, cuya necesidad para él y para la sociedad completa es tan
apremiante. Se debe trabajar por educar positivamente la vida emotiva de los seres
humanos y de esta forma alcanzar un equilibrio entre el plano moral y el progreso técnico.
Es nuestra tarea, como músicos y como educadores, preservar lo que ha permanecido por
años..., por siglos..., por milenios. El arte, la música, no es una moda, no podemos permitir
que esté sujeta a intereses comerciales y que se pretenda desaparecer una expresión
artística producto de la evolución del ser humano. Perder la música es negar nuestra
historia, porque lo que ahora somos no es resultado de lo que se inventó para
desaparecer, sino de lo que, en la Creación, mereció la naturaleza de trascender.
Hemos presentado detalladamente los efectos benéficos que ejerce la música sobre el ser
humano, así como las consecuencias negativas que cierta música puede producir en
quienes la escuchan, y es de suma importancia resaltar los resultados que han arrojado
las investigaciones en cuanto a los alcances que tiene la música para favorecer el
desarrollo cerebral y el aprendizaje. Enfatizamos también sobre las diversas y específicas
facultades que tiene cada ser humano, y que debiera ser capaz de desarrollar si el
conocimiento de diversos símbolos y formas de aprendizaje fueran puestos a su alcance a
través de la educación.
Quedan demostradas las bondades que puede proporcionar la música, tanto al individuo
como a la sociedad en general, si la ponemos al alcance de un mayor número de
personas. Esto se logrará únicamente a través de una educación musical escolarizada.
Cada uno de los integrantes de la comunidad musical tenemos la obligación moral de
defender la forma de expresión que nos es común y de devolverle a todo ser humano el
derecho que a la música tiene. Por tanto, una vez establecida la importancia del valor
formativo de la música, tenemos las siguientes responsabilidades:
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
(Nota 1) Paula Coronas Valle. Euterpe y Pitágoras. FILOMÚSICA. Revista De Música
Culta. Revista en Internet. Número 11, Diciembre 2000.
(al texto)
(Nota 2) Makoto Iwanaga. Relationship Between Heart Rate and Preference for Tempo of
Music. Perceptual and Motor Skills. 1995.
(al texto)
(Nota 3) Don CAMPBELL. El efecto Mozart. 3ª ed. Urano, Barcelona, 1998.
(al texto)
(Nota 4) Serafina Poch Blasco. Compendio de Musicoterapia. Volumen I. Biblioteca de
Psicología. Editorial Herder, 1999.
(al texto)
(Nota 5) Ibíd.
(al texto)
(Nota 6) Juliette Alvin. Musicoterapia. Paidós, Barcelona, 1997.
(al texto)
(Nota 7) José Cruz Ramírez. Química del Pensamiento. 2ª edición. Editorial Orión, México,
2001.
(al texto)
(Nota 8) Mon-Chaio Lo. Music And Its Affect On The Human Brain. River Ridge High
School. Graduation Project 1997-98.
(al texto)
(Nota 9) Ibíd.
(al texto)
(Nota 10) Don Campbell. Op.cit.
(al texto)
(Nota 11) Ibíd.
(al texto)
(Nota 12) Howard Gardner. Estructuras de la Mente. La Teoría de las Inteligencias
Múltiples. Tercera reimpresión. Biblioteca de Psicología, Psiquiatría y Psicoanálisis. Fondo
de Cultura Económica, México, 2001.
(al texto)
(Nota 13) Ibíd.
(al texto)
(Nota 14) Ibíd.
(al texto)
(Nota 15) Ibíd.
(al texto)
(Nota 16) Fernando H. Lapalma. La Teoría de las Inteligencias Múltiples y la Educación.
2001.
(al texto)
(Nota 17) Yehudi Menuhin y Curtis W. Davis. La música del hombre. Fondo Educativo
Interamericano, 1981.
(al texto)
(Nota 18) Edgar Willems. El valor humano de la educación musical. 1ª ed. Paidós,
Barcelona, 1981.
(al texto)
(Nota 19) Yehudi Menuhin y Curtis Davis. Op.cit.
(al texto)
(Nota 20) Howard Gardner. Op.cit.
(al texto)
(Nota 21) Ibíd.
(al texto)
(Nota 22) Serafina Poch Blasco. Op.cit.
(al texto)
(Nota 23) Ibíd.
(al texto)
(Nota 24) Eduard Hanslick. The beautiful in Music. New York. Bobbs-Merril, 1957. (1ª
edición, 1858).
(al texto)
(Nota 25) Susan Langer. Philosopy in a new key. Mentor Books. Nueva York, 1951.
(al texto)
(Nota 26) Serafina Poch Blasco. Op.cit.
(al texto)
(Nota 27) Día Internacional de Concienciación contra el Ruido. Comunicado de Prensa,
abril 12 de 2000.
(al texto)
(Nota 28) Federico Miraya. Ambiente hostil. Biblioteca virtual del Laboratorio de acústica y
electroacústica de la Escuela de ingeniería electrónica. Facultad de ciencias exactas,
ingeniería y agrimensura. Universidad Nacional de Rosario, Argentina.