Kris Is Conk
Kris Is Conk
Kris Is Conk
Taylor
Krisis
con K
1
2
3
"Sube la escalera de la vida con el niño Jorge en las páginas de 'Krisis con K'...
Súbela a tu ritmo, como desees y te resulte más cómodo... Pero súbela con valentía
y optimismo... Cada ‘Krisis’ (del griego “cambio, evolución… change evolution…”
asemeja un peldaño en la escalera de la vida, reto y oportunidad para aprovechar
cada crisis personal o en la sociedad… ¡Vive en el sí y destierra la negación que te
mutila! Busca en las páginas de Krisis un no: ¡no lo encontrarás! Y cultiva igual
que Jorge a lo largo de su vida los cinco vocablos mágicos, piedra filosofal: ¡sí,
siempre, gracias, te amo! Abre Krisis con K por una página. ¡Elígela sin pensar!
Todas las respuestas que buscas están ahí y dentro de ti." (G. Taylor)
SINOPSIS
Krisis con K. REIRÁS HASTA A CARCAJADAS Y TE EMOCIONARÁS EN OTROS
PASAJES... DESCUBRE POR QUÉ UN BARCO FANTASMAL NAVEGA POR LAS PÁGINAS...
("Porque el infierno sobrevive dentro de ti... y tu felicidad, tu Cielo, se halla siempre en peligro
permanente.", página 151). El timbre de la puerta como el Destino, nunca avisa. Llega de repente a tu
vida. Como el niño Jorge disfrutaba chupándose los dedos manchados de chocolate, disfruta tú de los
desafíos que brotan ante ti. Si indagas en otros horizontes y relaciones, sabrás quién eres y adónde vas
igual que va descubriendo el protagonista de esta novela. Cuando Jorge sintió cerca la muerte comprendió
la vida. Y después de dos suicidios aprendió que si anhelas la muerte para huir en los brazos del olvido, te
resulta imposible descansar después de muerto. Aprende de la naturaleza y de la vida como muestran las
vivencias de Jorge. Disfruta de sus aventuras y del mundo de los sueños, sube a las montañas y toca las
nubes; sonríe y llora; navega y baila con la vida; comparte y evoluciona como él siendo luego Jordi y
Gorka… Encontrarás muchas sorpresas; saludos y conversaciones traducidas en chino, inglés, árabe, ruso
y alemán, francés, bambara y wolof de África, latín, maya, euskara, galego, català, valencià y otros
idiomas; leyendas y mitología de casi todas las culturas y civilizaciones.
G. Taylor entrega el 80% de los beneficios de Krisis a proyectos de UNICEF, de Cruz Roja y
la ONG Educo in situ en África, Asia, India, Centroamérica y Sudamérica: evitemos la muerte por el
hambre de 100 millones de niñas y niños al año.
¡Vive en el sí y destierra la negación que te mutila!
Busca en las páginas de Krisis un no: ¡no lo encontrarás!
Y cultiva igual que Jorge los vocablos mágicos, Piedra Filosofal:
¡Sí, siempre, gracias, te amo!
Son un centenar las mujeres y los hombres de distintos ámbitos de la actividad humana –por sus
aportaciones a la cultura, la convivencia y solidaridad universal– homenajeados por G. Taylor con su
presencia aquí en las páginas de Krisis con K, como John F. Kennedy, Luther King y Mandela, John
Lennon, Hermann Hesse, Eliot, Disney, Kafka, Agatha Christie, Diana ‘Lady Di’, Chavela Vargas,
Jadiyat al-Kubrà, Yanusari, Poe, Michael Jackson y Whitney Houston, Molière, Onassis, Chaplin,
Warhol, Marilyn Monroe, Cervantes y Shakespeare, Rubén Darío, Benedetti, Federico Fellini, Blas de
Otero y Mikel Laboa, Gandhi, Teresa de Calcuta y Chiara Lubich, ‘Coco Chanel’, Chopin, Steve Jobs,
Nuréiev y Darwin.
Abre Krisis con K por una página. ¡Elígela sin pensar!
Todas las respuestas que buscas están ahí y dentro de ti.
4
ÍNDICE
(click en los capítulos)
In memoriam................................................................................................................ 331
De Krisis con K ............................................................................................................ 358
From Krisis con K (Krisis with a K) ........................................................................... 359
FRASES LEMAS PHRASES SLOGANS ............................................................. 360
PROYECTO LÚDICO Y PEDAGÓGICO .............................................................. 362
GAME-ORIENTED AND EDUCATIONAL PROJECT ....................................... 363
Back cover ................................................................................................................... 365
Índice anexo ................................................................................................................. 366
5
6
PRIMERA PARTE
Caminando en la trinchera
7
8
Simio atrevido Volver al índice
9
acercándose al haz dibujado por la luz sobre el polvillo en suspensión, a modo de
pizarra de aire. La precocidad de jugar y descubrir, innata en la infancia,
provocó a los dedos de Jorge que se alargaron a por el regalo que flotaba en la
nada. Deseaba aquel rayo apetitoso. ¡Tocarlo! ¡Cogerlo ya!
Perdida en la quimera, como extraterrestre E.T. buscando su identidad en
planeta extraño, la mente de Jorge indagó el porqué de tanta luminosidad en el
pasillo. Fuera de su órbita habitual, los ojos saltaron más allá de la nariz,
enfocando la mirada hacia otra dimensión. Y se aproximaron así al remolino de
luz, con vida propia, que ante los ojos del niño se presentaba como espirales
microscópicas, gracias al polvo en suspensión dando forma material a lo que era
energía luminosa e inmaterial.
El pequeño de cabellos rizados, hipnotizado, dejó caer la galleta al suelo.
Sus manos, muelles, se estiraron una y otra vez en vanos intentos que
atravesaban la figura amarilla, etérea. Jorge se frotó los párpados, por si tenía
ante sí un espejismo, y ahí le azuzó la inquietud de su madre, reflejada por la
cristalera. Impaciencia, hasta la desesperación, porque el haz amarillento se le
dibujaba en el suelo, en los dedos y la palma de la mano. Pero se deshacía si lo
tocaba. Desaparecía el haz… y recuperaba luego su forma de espada, cuando el
niño dejaba de agitar la mano para cogerla.
Desconcertado por lo que se le antojaba inexistente, el cansancio por los
intentos fallidos le concedió el alivio de un descanso. A punto de desistir, miró
hacia la cocina y vio a su madre encaramada en la silla. Seguía frota que te frota
las cristaleras, sin parar de limpiar. ¡Podía descansar un ratito! Entonces, le
pediría a la mamá ayuda para atrapar al ser amarillo, escurridizo.
Sin embargo, hizo lo contrario, con valentía. Pues si rogaba apoyo, su
mamá le persuadiría de proseguir la aventura. Y por ello rechazó respirar el
miedo de su progenitora. Protectora a ultranza, Rosa vivía en la inconsciencia
que te origina el temor de perder al hijo, en demasía hasta asfixiar a las crías en
el nido. Su mamá le obligaría, seguramente, a salir del pasillo como tantas otras
veces o le asustaría con mentiras. “¡Que viene El Hombre del Saco”, falacia,
monstruo sólo en la mente, devorador de niños y niñas audaces, independientes.
10
La madre quería tener, a toda costa, vigilado siempre al hijo. ¡Protegerlo!
Pero así le limitaba la libertad.
En el pasillo, Jorge se olvidó de la galleta. Le seducía más la espada
excalibur clavada en la puerta, energía formada de polvo transparente y luz,
desconocida por el niño, como las energías gravitacionales y las de la génesis que
persiguen los científicos.
¡Vaya si existe! ¡Y la agarraré!
El fenómeno centelleante, incorpóreo, obedecía a su causa motriz, igual
que todo sentimiento carente de sustancia pero real en nuestro interior. Como la
alegría y su gozo, que nadie puede tocar, o la tristeza y la compasión. Igual que
confiere dicha el amor, imposible de agarrar pero sí de sentir sus emociones en tu
cuerpo y el alma. ¿Puedes tocar la alegría o la tristeza? ¿Acaso puedes
encadenarte a la felicidad egoísta y apropiártela en exclusiva? ¿Y el amor? Pero
coincidiréis conmigo: ¡existen!
De igual modo ocurría con el haz de luz intangible, pero con vida y
movimiento, que había hipnotizado al espíritu de Jorge, sentado en la escalinata,
hasta conseguir levantarlo de su asiento y hacerle peregrinar hacia él. Porque en
el atrevimiento de los primeros pasos, ni te arredra la negrura del pasillo. En el
ánimo de los años primerizos impera, en todo momento, la predisposición. Pues
11
sólo por la luz de las vivencias y del conocimiento abandonas la caverna de las
sombras y la ignorancia.
12
–¡Jorge, quédate ahí! ¡Quieto!
Ante la disyuntiva forzada por el sobresalto en su madre, por suerte en ese
lance a Jorge le tendió una mano el inconformismo, innato al nacer, que te incita
a caminar y sobrevivir o a cruzar el umbral de la puerta. Desoyendo el miedo, en
el caso de este niño. Un paso. Sólo un paso necesitaba Jorge -¡y lo dio como
quien juega!- para de este modo descubrir el gran secreto de vivir, esto es el
aprendizaje que otorga dos premios: el saber y la libertad. Eso sí, si has superado
el mito de la caverna y las sombras. Así nos lo explicó Platón, pensador y
filósofo en la Grecia Clásica.
–¡Redondo y grande, amarillo! –exclamó el niño–. ¿Quién es, mamá?
–El sol. –Alargó Rosa una mano, ansiosa por retener a su lado al hijo.
Pero llegó tarde el freno.
Porque Jorge había aprovechado la alfombra tendida por el valor. La
criatura había quitado, sin darse cuenta, el primer velo al misterio de la evolución
humana: sintió osadía, don valioso. Pues el atrevimiento, impulso que guió
también en sus creaciones al dibujante Walt Disney, en la escuela donde trazó
sus primeros garabatos en 1910, se convierte con el tiempo en el coraje que
agudiza tu ingenio y la curiosidad de abrir nuevas puertas.
¿Qué necesita el alma para volar en la felicidad?
¿Quieres descubrirlo?
Las aventuras de Jorge contienen experiencias y claves que puedes vivir
en estas páginas. ¿Cómo hallarlas?
¿Deseas saberlo? ¿De verdad?
Ante todo relaja la agitación mental de tu ego verdugo. ¡Deja que duerma
su ciclón de pensamientos reales e imaginados! ¡Qué descanse tu huracán
interior! ¡Deja de hacerte daño! ¿Tienes hambre? ¿Qué tipo de hambre? Primero,
sin demora, coge la galleta que Jorge dejó en el pasillo. La dejó ahí para ti y para
quienes sientan la necesidad de vivir y buscar, navegar por la vida y aprender.
¡Atrévete! ¡Muérdela! Y luego, sigue leyendo: aliméntate de cada experiencia.
Cierto es que existen razones que la razón jamás entenderá, magister dixit
Aristóteles, dijo el filósofo griego.
13
Si observas y experimentas, hallarás la inestabilidad y las diversas partes
que integran un todo, sin excepciones, escondidas en lo que en un primer vistazo
te pareció que era homogéneo. Así aprenderás y crecerás siempre. Demostrado
está que cada causa o hecho genera, sucesivamente o a la vez, más de un efecto o
consecuencia. Sólo si nos abrimos a opciones menos teóricas, si sientes y
experimentas y, sobre todo, si vives en la libertad, recordarás las respuestas ante
cada interrogante que te plantea la vida. Esas respuestas las traes contigo, al
reaparecer tu alma en el vientre materno. Porque desde que nacemos, tu camino
se asemeja a un laboratorio de descubrimientos que percibirás, con mayor
claridad, si te adentras aquí en las memorias de Jorge.
14
tuvo alas”. Oída esta ocurrencia, sonaron cien carcajadas: el gentío de simios se
burló una vez más de él. Pero consumidos los instantes de cortesía, se escuchó el
ultimátum divino: “¿Quién levanta la mano? ¡Hay voluntario o lo elijo yo!” Y
entonces, sin saber para qué, Sapiens alzó la mano. ¡Y sonaron mil carcajadas!
¡Hubo suerte! OK. Para lo que le esperaba en adelante a Sapiens… era sin
duda el simio ideal: ¡Despistado pero siempre valiente! Y a continuación en otro
pensamiento divino, pues todo empieza a cobrar vida a través de la mente, la
bióloga celeste le sirvió un conjuro, enviado como en sobre lacrado, secreto.
Porque aquel consejo sólo podía escucharlo él… y además le indicó que
observase con paciencia a la naturaleza para aprender de ella.
En esta versión del nacimiento humano ni hay castigo ni nadie fue
expulsado del edén. Nuestro albedrío brotó sencillamente, fruto de la voluntad y
su reacción química, gracias a la mano levantada por Sapiens. ¿Crees en la vida
como destierro y condena en un infierno terrenal o más bien sientes que tu vida
es un premio y un paraíso por descubrir? ¿Acaso crees en la manzana
ponzoñosa? ¡Cómo nos pudo condenar Quien amó nuestra creación y por ello
nos creó! Parece improbable que el Padre o la Madre condene al nacer a su hija o
al hijo. Olvida ya las mentiras divulgadas durante milenios. Ocurrió seguramente,
así lo apunta la mayoría de indicios, que el grupo de los sapiens cobardes quiso
eliminar con mentiras a la mitad de su competencia en la evolución. Su fin último
consistía en apartar a las féminas del poder y de la organización de la tribu.
Y por ello esos Sapiens escribieron y han gritado a lo largo de la historia
humana: ¡Las mujeres –Eva, primera mujer según el mito hebreo, y Pandora, en
el mito griego– son las culpables de todos los males!
15
Desde la puerta de su casa, el flequillo infantil de Jorge oteaba el cielo
huertano y así le penetró la inspiración del sol, energía pura como la del viento,
sin el riesgo de las catástrofes nucleares sufridas por los habitantes de Chernóbil
y Fukushima.
–¡Quiero tocar ese sol, mamá!
–¡Imposible!
–Si ya lo hice… Ven. ¡Tócalo! ¡Es luz y polvito! Ven, ven. ¡Tócalo tú!
Sonreía el crío en el hogar apoyando su pie izquierdo, pero su voluntad y
el otro pie sobre la acera impulsado por el atrevimiento de la niñez. Satisfecho
por el descubrimiento, Jorge rogó a la madre pasear por la calle, donde una idea
le atravesó la cabeza y el corazón. Pues allí el alma recordó que podía crecer, por
el aprendizaje que otorga cada experiencia, e insistió en agarrar el balón volador
junto a las nubes.
–¡Cógelo para mí, mamá! –le recabó.
–¡Imposible! El sol está muy alto.
–Súbeme en tus brazos; yo lo cogeré, por favor, mamá. –Quiso trepar por
las rodillas de Rosa.
–¡Mi niño, otro día!
–¡Puedo hoy! –Refunfuñó… y finalmente cruzó los brazos.
¿Sabes que si eres capaz de imaginar algo, también eres capaz de convertir
un pensamiento en realidad? Ni lo dudes un instante.
¡Existimos de designio en designio!
Al contemplar el sol desde la puerta, el alma del niño, vieja y sabia, trajo a
la mente del pequeño Jorge el recuerdo del poeta Miguel Hernández, éste
hipnotizado por los versos, a quien contempló escribiendo una tarde bajo la
higuera, en el patio de su casa, -“Glú, glú, glú/ hace la leche al caer en el
cubo./(…)/ Glú, glú, glú. Se infla la espuma/ que exhala/ una finísima bruma.”- y
recordó, en otro pensamiento, que su amiguito de Orihuela, en cuclillas y
pantalón corto, ese día primavera de 1915, ordeñaba las cabras de su padre y el
sueño de ser poeta en la eternidad. ¡Y lo consiguió!
16
Cuando conocí a Jorge, yo bordeaba el seto de un parque con un amigo y
la joven Migdal. Le vi junto a los lirios: leía un manuscrito. Le miré la cara y
luego su camisa blanca, sin arrugas. Yo diría que Jorge se encamina a los
cincuenta años. ¿Qué edad tiene hoy? ¡Ni sé la mía! Pues si puedes avanzar en
una noche el camino de cien años, gracias a una elección que cambia tu rumbo o
tras la asunción de un sueño, ¿cómo saber entonces con certeza la edad de un
alma? Cuando vi a Jorge, la primera vez, sentí la sonrisa amable que le llenaba
las pupilas y su rostro impoluto. Su pálpito apacible, indomable, reflejaba el
halo del espíritu que ha desterrado el alma de vasallo que nos esclaviza a
todos. Lo que yo buscaba, quién sabe si hacía siglos, él me lo dijo en ese
instante, sin palabras. Lo que anhela el corazón, el mío y el tuyo, brillaba en su
mirada. Bebí de ella. Sentí signos inefables que me hablaron. Juan se mantuvo en
la serenidad. Migdal, tranquila.
Los cuatro nos miramos. Y guardamos silencio un minuto que pareció la
eternidad. E inmediatamente nos acarició su voz ecuánime:
–¡Feliz día! ¿Qué buscáis aquí? –Con la mano izquierda, Jorge invitó a
sentarnos a su lado.
Desde aquel día, compartí tertulias con Jorge y aprendí a conocerme
mejor, gracias a su saber y paciencia, mientras ahora me regocijo en las cartas
que me envía desde que vive con Malena. Jorge se dejó guiar hacia el Norte por
la estrella Mizar. Sé que hoy ya me está permitido narraros parte de las vivencias
que compartí a su lado.
¿Acaso el árbol te ordena dejar en su rama la naranja porque es suya?
Y heme aquí, de cronista, en la reinvención de vocablos y verbos, como
quien crea una humanidad nueva, hecha una sola familia.
17
Cuando el niño Jorge se acercó a la puerta y traspasó el umbral, siendo
muy atrevido, recuperó ahí en su espíritu un hábito oculto, como lo está aquí en
la arquitectura de las frases. Más claro, atesorar fe para reflexionar en la
experiencia plural y así aprender de la humanidad: Lo sabemos todo… y luego
actuar libremente. Así se mantuvo Jorge fiel al ideal de amistad, que brotó a
borbotones de su interior desde que partió del hogar, como sabréis más adelante.
Con el fin de caminar luego entre sombras y sentir el dolor y la alegría de
una lección doble: ser feliz en soledad y aprender a renacer por amor.
De niño, Jorge jugó muchas tardes con su madre. Soñaba con alcanzar el
sol. Hijo y madre se daban amor y recibían amor.
¡Libérate ya! Confía en tu corazón. Déjate guiar por él.
Permite que te amen, siéntete libre como el sabio dragón de fuego, el sol,
que a través de la puerta llamó al alma de Jorge, recién regresada a este mundo.
18
ignoraba el origen del relinchar metálico, de la bici que montaba su papá al salir
por la puerta, ni conocía el significado de unas palabras que oía sin entender:
–¡Me voy al trabajo! Volveré a la una para comer.
–Coge el almuerzo –le recordó el amor de Rosa, abrazada con ternura a su
hijito en la cama.
–¡Se va al trabajo! ¿Qué es el trabajo, mamá?
–Hoy, la juventud lo busca en vano… y sin trabajo se sufre. ¡Tú, olvídate
de esa palabra que esclaviza… juega y sé feliz! –Bajó la cabeza y besó al hijo.
Media hora después, la madre abandonó el dormitorio.
Al poco, Jorge se sintió solo.
En la estancia oscura, posó los pies en el suelo y buscó sus zapatillas. Se
las calzó en la entrada a la habitación. Por la puerta entornada de la casa, el niño
atisbó la claridad del día. Se acercó y ahí sacó a la calle, sin permiso, su cabecita
llena otro día de curiosidad. En ese instante, el maullido de una gata de ojos
violeta, tal vez la actriz Liz Taylor reencarnada, le cautivó tanto como la selva
que se extendía hacia el amanecer. Jorge divisaba un paisaje verde, amarillo al
fondo, y observaba los saltos que daban por el arbolado, de hoja en hoja, los
destellos solares. En unos segundos, los rayos iluminaron todo. Sin embargo,
ante el reclamo de Rosa, el pequeño regresó al interior del hogar. Se acercó a la
cocina y desayunó.
Pasaron las horas. Ya al mediodía en la contemplación diaria, niño vigía
en la puerta, de nuevo en la mente de Jorge creció el interés por saber qué habría,
a lo lejos, en lo más verdísimo de la escena huertana.
Había nacido en un pueblo agrícola, de gente esclavizada por las faenas de
sol a sol. Allí, la luz del astro ordena los ritmos vitales, el día y la noche, desde el
nacimiento hasta la muerte. Jorge vino a la vida -¿o tal vez regresó su alma?- en
esta ocasión fruto del amor que prendió en dos jóvenes enamorados: Rosa y
Pedro. Su madre limpiaba a diario las estancias de la casa y la escalera y
mantenía ordenado el patio. Lavaba con agrado pañales pero muchas veces en la
cansina rutina doméstica, si bien de regreso a la cocina disfrutaba ante el
puchero. Y luego frotaba y frotaba los cristales, con esmero, en la sumisión de la
19
esposa rural. Mientras tanto, en la atalaya de la puerta, Jorge entretenía a su
hermanito recién nacido.
A diez metros de la casa, la última del pueblo junto a la huerta, se
levantaba una pared de vegetación frondosa. Pintada a brochazos verdes, aparecía
sólo interrumpida por un estrecho paso de tierra. Cuando Jorge dormía, sentía
que le llamaba en sueños la voz del agua en libertad por la acequia. Despierto, le
provocaba el susurro que corría entre la maleza, bajo el puente. El día que fuese
capaz de cruzar al otro lado, de un salto o de dos –ya vería él cómo-, tal vez en la
otra orilla podría hablar con su amigo el sol.
Sentado en el portal, el niño de ojos ávidos cual mítica lechuza, símbolo
del saber en la Atenas Clásica, observaba con esmero el paso de las jornaleras y
labradores en su trasiego diario hacia las tierras de cultivo. Los carros tirados por
mulos cruzaban despacio el puente y envolvían de magia el enclave. Una
mañana, empujado por recuerdos en el alma, pero inconscientes en los primeros
años de vida, el espíritu del pequeño dio un paso en la imaginación.
Se situó más allá del puente, cual aventurero que llega en caravana a un
oasis. Montado en las fantasías infantiles, sin mover los pies del suelo, Jorge
trotaba en su inspiración desbocada por la selva enigmática, huerta poblada de
palmeras, crestas rebeldes al viento.
20
vuelo de las nubes, cuando vio aparecer a su padre en la bicicleta. Él podía
llevarle al otro lado del puente para tocar el sol. Había hallado por fin,
rebuscando en la mente, la incógnita de la ecuación que le azoraba. Sí, en la bici
podría adentrarse en la selva. Y ahí montado en el velo de la esperanza, su padre
traía la solución a sus anhelos.
–¿Qué haces en la puerta, hijo?
–Veo a la gente y aquella selva –Señaló con el índice izquierdo.
–¿Selva? Es la huerta, hijo,… árboles y muchas frutas. –Acarició la carita
mofletuda.
–¿A qué jugabas tú de niño, papá? ¡El sol vive allá en la selva!
–El sol vive en todas partes. De niño, yo jugaba con mis amigos al fútbol
pero con balones de trapo.
Con sus manos nervudas, gigantescas vistas por el niño desde abajo, Pedro
posó la bicicleta detrás de la puerta. Besó a su delgada esposa, morena, y marchó
a lavarse para acudir a la mesa. Había llegado minutos después del mediodía.
Más temprano que otras veces. ¿Para qué? Con suma cautela, Jorge puso un ojito
en la puerta del patio, pues allí se cambiaba Pedro de zapatillas, y luego
aproximó su curiosidad al esqueleto metálico. Quería saber. Como había visto a
su padre mover los pies en círculos sobre la rueda central, de menor tamaño que
otras dos en los extremos, concluyó que en el centro –como en los humanos y su
equilibrio interior– radicaba ahí, justo en el centro, la solución del enigma. Sin
dilación, decidió coger el disco central para mover el artilugio. Y alargó su mano
derecha hacia el redondel, sin miedo de sufrir daño:
–¡Duele! ¡Duele! –gritó, con la manita atrapada en la rueda.
Sufría el ataque de un animal feroz:
–¡Me muerde! ¡Mierda! –Pegó un estirón hacia atrás y cayó de espalda.
Libre por fin.
Decir la palabra “¡mierda!” por primera vez en su vida, qué gran suerte.
La manita resbaló liberada. De modo que cuando retiró los deditos de los dientes,
libre Jorge de la cadena, y orgulloso de su gesta, sintió alivio. Había sido capaz,
con una brizna de suerte, de repeler las dentelladas de una bestia imaginaria que
21
parecía pacífica. El animal traicionero, parapetado tras la puerta, ni le avisó. Ni
ladró como el perro ni arañó como el gato. El bicho se mantuvo expectante,
pegado a la pared. Pero atacó al menor descuido cuando Jorge se acercó, como
los hombres o mujeres que agreden, de modo irracional, si nunca superan sus
turbaciones y desconfianzas. Los colmillos de la cadena, marcados en los
deditos, respaldaron el engaño que sufría el niño. ¡Vaya si atacó! ¡Y mordió!
22
Generosa, la naturaleza alentaba el despertar del alma de Jorge en su
regreso al mundo tangible. Por ello, ante la vasta fuente de sabiduría que fluye de
la naturaleza y de sus ciclos, ningún castigo en la infancia resulta peor para ti que
te ponga el profesor cara a la pared en el colegio o que mires para otro lado ante
las situaciones de la vida. Porque ambos te acarrean la ceguera de la ignorancia.
23
–¡Sube en la bici! Sube… ¡Sube antes de que nos llame tu madre!
Miraba a todas partes, el niño John Wayne desde el asiento trasero de la
bici, imaginaria diligencia conducida por su padre, y le sorprendía cada rincón
huertano. Policromía de cosechas a orillas del río Segura, paraíso en la Tierra o la
Yanna del Corán musulmán. Vergel u oasis de aguas rebozando azarbes y
acequias, esfuerzo y saber de la agronomía árabe, pueblo afincado siete siglos en
al-Ándalus (España y Portugal hasta 1492, año de la toma de Granada por los
Reyes Católicos). En la tierra levantina sobrevivieron los descendientes árabes,
mezclando la sangre con aragoneses y castellanos, igual que tras la invasión
árabe y colonización de la Península Ibérica, desde el 711, ellos convivieron con
los pobladores hispanos.
Jorge atesoraba imágenes y detalles en el paseo en bicicleta por la huerta.
En la excelencia de aquel universo verde, qué gozo, quiso aprender cada día algo
nuevo. Y además había conquistado ya un sueño: cayó el muro verde del puente,
lo sobrepasó con su padre en la bici. Se había adentrado en el sentimiento de la
libertad de la huerta, del mismo modo que cayó en 1989 el Muro de Berlín para
el nacimiento de una nueva Europa sin fronteras.
–¡Ya estoy en la selva! –Abrió de par en par los ojos sonrientes, felices.
–Es la huerta –le recalcó su padre–: con tomates, naranjas y limones.
–¿Y esa melodía en los árboles? ¡Yo quiero ser músico!
–Son pájaros cantores: jilgueros. Puedes acudir a las escuelas de
educandos del pueblo y aprender solfeo.
24
en New York y alabó la belleza de Lady Liberty luciendo la antorcha en su mano.
“Liberty Enlightening the World” (“La Libertad iluminando el mundo”).
–¿Y aquel animal? –preguntó Jorge.
–Un caballo que come hierba y descansa.
–¡Móntame en él! ¡Como en esta bici! –Hizo un amago de bajarse.
Más padrazo en sus respuestas al hijo, conmovida su complexión de
jornalero, Pedro veía a su pequeño mirar a lo alto, azul abierto, en aquel despertar
de su alma. En el cielo de luz espléndida, el balón de fuego seguía a sus anchas y
jugaba con las nubes.
–¡Cógeme el sol, papá!
–Tú; lo harás tú. ¡Algún día! ¡Espera unos años!
–Quiero ya, ¡mierda!... –Se removió en el asiento de la bici. Casi se cae.
–¿Por qué dices esa palabrota?
–Me trajo suerte esa palabra, con los dedos en la bici: ¡Quiero ya! –Quiso
saltar al suelo.
Pedro alentaba siempre el inconformismo y afán de superación en el hijo.
Abrió así la puerta a la esperanza de que un día se acercaría, él mismo, al sabio
dragón amarillo.
–¡Lo cogeré, papá!
–Seguro que sí, mi niño; lo harás tú solo, algún día.
El viento de Levante descargó nubarrones. Truenos, lloraron las nubes.
Encorvado, un anciano segaba alfalfa. Vio llegar a los dos, padre e hijo en
la bici, y les gritó.
–¡Regresad al pueblo! Llueve. Es la cabañuela de hoy 3 de agosto… ¡Y
habrá inundación en octubre! –Se estiró Manuel El Carrizo y agitó su gorra para
alertarles.
–¿Cómo lo sabes, Manuel? –Detuvo Pedro la bici, a su lado.
–Según el día que llueve en agosto: si ocurriera el cuatro empiezas a
contar por agosto y tronaría dentro de cuatro meses: agosto, septiembre,
octubre… ¡en noviembre!
–¿Y si lloviese el 19 de agosto?
25
–Contaría diecinueve meses: agosto, septiembre, octubre, noviembre,
diciembre, enero,… julio, agosto, repito agosto y cuento hacia atrás, es decir,
julio, junio, mayo, abril y marzo: hasta diecinueve días. Por lo tanto: ¡Lluvia
torrencial el próximo marzo!
En el camino de vuelta a casa, su padre le observaba de reojo. Miraba a su
hijo embelesado en el deleite del entorno. Por un momento, el alma del niño
Jorge sintió tristeza por despedirse de la huerta, rebosante de vida. Triste también
al recordar versos de Federico García Lorca y que podía llover el 19 de agosto,
sin saber que ese día fusilaron al poeta. Sucedió de madrugada, en el camino
cobarde junto a una carretera solitaria: corría en Granada el verano de 1936.
Asesinado García Lorca por los prejuicios contra su persona, tal vez por envidia,
rabia o despecho, con la excusa de la maldita Guerra Civil en España.
Pero ante todo, el niño Jorge quiso aprender del instante que vivía, sobre
la bici y en el asiento trasero, con los baches del camino golpeando su culo una y
otra vez, e indagó en su padre por qué Manuel El Carrizo chupaba, sin parar, un
palito de madera oscura.
–Chupa regaliz, hijo; lo hace desde que dejó de fumar –le aclaró.
–¿Qué es fumar?
–Tragar humo como si comiera basura por la boca.
–¡Qué asco, papá! –Gesticuló el niño con la boca arqueada.
El método huertano de predicción meteorológica es bastante eficiente. Por
eso el padre atendió con prontitud el consejo, dando la media vuelta con la bici.
Jorge miró hacia el pueblo y notó algo moverse por los rizos de su cabeza.
Llovía. Las hormigas de cristal saltaban también por la maleza. La más gorda
chorreó por la hoja de un árbol, se precipitó hasta el borde… y cayó al vacío. Al
estrellarse en el suelo, Jorge la vio reventar como las pompas de jabón de su
madre al lavar la ropa. En el camino, atacados padre e hijo desde el aire por un
hormiguero torrencial, Pedro aceleró las pedaladas. Pero frenó en seco el caballo
de dos ruedas ante la puerta de casa. Rosa les sonrió:
–¡Vaya chaparrón! ¡Entrad en casa! Secaos… y a comer.
–¡Mamá, fui a la selva! –Saltó con alegría a los brazos de Rosa y la besó.
26
–Un paseo en bici por la huerta –La besó Pedro, agarró la silla y se sentó.
Con las cucharas y platos sobre el mantel anaranjado, Pedro cogió la
botella de vino. Echó al vaso hasta la mitad y completó el resto del vidrio con
burbujas. El líquido oscuro, como la noche o la ignorancia, ganó claridad cuando
la gaseosa llenaba el vaso. Madre e hijo bebían agua. Los tres comían lentejas,
aunque Pedro prefería el arroz con pollo o conejo.
–¡Qué ricas… calentitas! –el hijo agradeció a su madre.
De pronto, en la entrada a la cocina, al borde de la escalera, el cepo de su
padre contra las ratas dio un salto por el aire. Al caer y chocar en el suelo, el
ruido por el golpe de la cajita de madera, por sus agujeros y rejillas, movilizó la
curiosidad del niño.
–¿Ocurre algo, papá? ¿Ese ruido? –Giró su cabecita hacia la izquierda.
–Una ratita en el cepo. –Echó la cucharada de lentejas en la boca, como si
nada, y disimuló.
–¿Dónde está la pobrecita?
Pedro dejó de comer, lanzó hacia atrás su silla y se levantó deprisa. Así
impidió que el hijo viese la cabeza del animal atrapada en el cepo. Pero hubo más
preguntas:
–¿Adónde vas, papá? –Le persiguió el hijo con la mirada ávida de saber,
sin moverse de la silla.
–Sacaré a la ratita del agujero.
–¿Me la enseñas? ¡Enséñamela, papá! –Quiso levantarse pero su madre le
sujetó.
Pedro escondía al roedor, entre sus dedos, y miraba a Rosa. Nadie escuchó
qué le dijo, pero el niño sí cazó la conversación al vuelo. Sintió que sucedía una
tristeza. ¡Porque las miradas hablan! Pues por la observación se descubren los
hechos nuevos.
–¡Enséñame la ratita!
–Ya te lo contaré algún día. –Tragó saliva… y con ese gesto echó por
tierra el disimulo.
–¿Qué me contarás? ¡Dímelo ya! ¡Dímelo ya!
27
–Otro día. ¡Te lo contaré otro día! –Con el puño cerrado y la ratita dentro,
Pedro salió hacia el patio por la puerta de la cocina.
Dos semanas después, llegó la jornada prometida. El sol tocaba la torre de
la iglesia cuando el padre explicó al hijo, sentados en la puerta, por qué puso el
cepo. Y el porqué la ratita perdió su cabeza. El niño prestó atención como si
escuchara un cuento de los Hermanos Grimm. Resulta que el roedor comió su
porción de queso y esa vez por suerte escapó sin daño. Pero por avaricia deseó el
trocito de otra ratita y volvió a meter la cabeza en el cepo… y la perdió. Pese a
todo, el tiempo ha enseñado a Jorge que las ratas más peligrosas se visten y se
calzan los pies con el fin de camuflar sus vergüenzas.
28
biológico. Ocurrió justo nueve meses antes de salir a la superficie en un cuerpo
neonato. ¡Vivir, nadar ahí dentro, in vitro! Nutrido por la ambrosía, allí ni
imaginas el dolor al acecho en el parto mismo, ni supones los acantilados que
creamos, con el cerebro, aquí en el exterior.
En aquella ensoñación, el alma del niño Jorge contempló a su amigo
Miguelillo, en noche blanca de luna, recitando con el juglar Serrat, de oficio
cantautor: “Menos tu vientre,/ todo es confuso./ Menos tu vientre,/ todo es futuro,/
fugaz, pasado/ baldío, turbio./ (...) Menos tu vientre/ claro y profundo.” Neruda y
Benedetti aplaudían. Impresionado por el niñito poeta, el nano de Poble-Sec
chupó un palo de regaliz… y prometió a Miguelillo: “Sé que deseas presentar tu
poesía en Madrid. Pero algún día, ¡recuérdalo, chaval!, te llevaré a mi tierra…
mi corazón ensalzará tus poemas… ¡y el mundo entero cantará tus versos!” En
este sueño, Jorge también se vio a punto de nacer, dando volteretas dentro de
Rosa. Y se deleitó con la guitarra del trovador catalán. ¡Qué divertido! En ese
encierro idílico, ni sabía para qué necesitaba la boca y la nariz, dos ojos y orejas,
manos, dedos… Se le agrandaba todo. La genética le sorprendió. ¿Qué ocurría?
En nuestro cuerpo, que crece y trae en sus entrañas el amor y la muerte,
deseas durante la vida material caer en la tentación de volver al mar apacible y
fabuloso. Así debió de intuir el filósofo Platón, como dejó escrito, que los viajes
en barco de la embarazada influyen saludablemente en el feto. Asimismo, el
espécimen humano, neonato en ciernes, goza sin deseos ni albedríos egoístas
mientras vive en el lago puro.
De súbito, el pequeño Jorge deseó con vehemencia vivir fuera de aquel
lago y despertó sobresaltado.
En cambio, el deseo de las madres es conservar cerca al retoño y aplacarse
el sufrimiento, generado por ellas mismas, al temer la pérdida. Por afán protector,
abrirían las piernas incluso después del nacimiento para que la hija o el hijo
retornen al útero. ¡Qué falacia! Ni hay espacio ni oxígeno. Pero muchas veces
tardan demasiado en darse cuenta de que su temor protector manipula la
personalidad del neonato en su vientre. Por culpa de su egoísmo, coartan luego al
nacido. Ante la ley universal de sentir dolor por el alejamiento de un ser amado,
29
hasta los vástagos, de la mayoría de especies, comparten con su madre el duelo.
Pero jamás se lo evitan por ser natural. Porque hembra y cría deben aprender de
la pérdida para volar con alas propias.
Como nuestras dos vidas, tanto la del mundo de los sueños como la de la
vigilia, ambas complementarias, se entrecruzan más de lo que comprendemos, el
niño Jorge se durmió. Vencido por el agotamiento de un día entero de carreras y
juegos, e ignorante de la mágica creación mental, se entregó a los brazos del dios
Morfeo. Descansó primero en un valle profundo, vacío, y ahí emergió ante él la
forma de vida, etérea, que habita en los sueños. En décimas de segundo, el
espíritu de Jorge voló hacia otro mundo astral donde el sendero del pasado,
borrado al despertarnos, se le desplegó de nuevo sobre las sábanas. Sin
percatarse, un hálito cercó su cuerpo, en atonía muscular, y se aproximó a su piel
para reemprender el curso hacia lo más profundo de su ser. Imágenes
entrecortadas del edén maternal allanaron, en la mente del niño, un desfiladero
oscuro, conducto vaginal de su madre, quien le invitaba a regresar adentro. La
veía joven, delgada.
Dormido, el raciocinio del pequeño indagó si vivía en los sueños o estaba
despierto. Y salió pronto de dudas.
¡Soñaba!
En la ensoñación, Jorge metió su cabeza entre los muslos de Rosa. Se
arrojó sin miedo en picado y se zambulló en unas cataratas tan bellas como en el
río Iguazú. Nadaba en la cabeza del útero, donde la razón veía oscuridad. Pero
apareció ante sí la luz deslumbrante al fondo y alcanzó a nado un lago azulísimo,
similar al bellísimo Nahuel Huapi en los siete lagos de Bariloche. Sabio y
confiado, el espíritu de Jorge nadó, en todo momento, cogido a la cuerda que le
unía a su madre.
Respiraba paz. Tranquilidad. Alegría.
¡Qué armonía!
En la regresión onírica que estaba viviendo Jorge, descubrió que la mujer
elegida esta vez, para traer su alma al mundo material, nutría de amor cada célula
30
del embrión. Madre e hijo latían a compás. Jorge se reencontró con Rosa
embarazada, en aquel plano donde soñaba el niño. Estaba dormido
profundamente pero sentía todo vivamente como si fuese muy real y palpable.
De esa manera, en los sueños, Jorge revivió un diálogo con su madre
encinta de siete meses:
¡Gracias, gracias mamá!
–Gracias a ti pequeñín, soy una mujer feliz. –Rosa se acarició la
barriguita.
¿Y muy guapa, verdad mamá?
Rosa se acarició más la barriguita. Escuchaba el latido del hijo y sentía la
ternura que le transmitía el feto. Allí dentro, el cuerpo y el alma de Jorge
vibraban de regocijo.
Madre e hijo unidos por la sutil comunicación espiritual:
¿Mamá, qué hay ahí?
–Un papá que te adora –dijo con voz tenue.
¿Papá?
–Un ser maravilloso igual que tú.
¿Puedo jugar con él? –Dio otra voltereta en el lago uterino.
–Jugaréis cuando regrese a casa. ¡Está trabajando!
Dónde. ¿Dónde está?
–Trabaja en la huerta. –Cogió una patata y la peló con el cuchillo para el
cocido del mediodía.
¿En la huerta? ¿Qué es la huerta, mamá? ¿Juega allí papá?
–Le gusta mucho el aire puro, los árboles, las flores y el sol –Rosa
encendió el horno.
El feliz instante propició un sentimiento espontáneo en el feto:
¡Mamá, gracias por esta vida! ¡Gracias, mamá!
De repente, Jorge sintió su esencia, impresa en su espíritu:
¡Mamá, te amo! –Se dio otra voltereta en el lago, más alegre en ese
instante dentro de Rosa.
–Juega ahí, nada y se feliz. ¡Mi niño, te amo!
31
Apenas fue invocada la magia del “¡te amo!”, Pedro entró por la puerta:
–¡Hablas sola, Rosarico! ¿Te ocurre algo?
Liberado de la esclavitud que nos impone el tiempo, sin saber qué ocurría
entre sus padres, Jorge se divertía en el lago. Nadaba. Hacía piruetas. Dio saltos
de delfín y le acarició una ola. Olas y más olas cálidas, tiernas, llegaban
procedentes del exterior:
–¡Mua, muuua, muuuuuua! –Besó Pedro la barriguita de su esposa
embarazada.
Sin reconocer el oleaje amoroso que manaba de su padre, sí sentía el niño
inquietud en la soledad fetal. En la emoción de la escena, la boca de la madre
calló, muda, y el corazón recuperó el lenguaje que comunica a las almas:
¡Es tu papi, hijo! –Rosa le explicó sin articular palabra.
¡Mi papá… es una ola, verdad. Es una ola!
¡Besos! Son los besos de tu papi en mi barriguita.
¡Que me hable, como tú, mamá! ¡Papá, estoy aquí!
Y se obró otro milagro, en el corazón del padre:
¡Hijo, te escucho! –Sonrió con felicidad Pedro, en silencio, con su cara
frente a la barriguita.
Ven, papi; ¡nada conmigo! –Estiró los bracitos para coger al papá.
Cuando salgas nadaremos aquí juntos, hijo.
¿Cómo salgo? ¡Quiero estar contigo! –Volvieron a estirársele las manitas.
Crece ahí dentro, sin prisa, y serás más fuerte para nadar hasta aquí.
Si al alma le basta con poco para reconocerse pronto en su esencia, por ser
amor eterno, sin embargo el ego se angustia por el deseo de reavivar deprisa su
pasado de egoísmo y supervivencia. Resulta comprensible que al ego, del
neonato en la matriz, le angustie ignorar cómo defenderse, ahí fuera, en un
universo físico por explorar, desconocido. Pero sus experiencias sólo pueden
iniciarse tras el nacimiento corpóreo.
¿Papá, qué hay ahí fuera?¡Dímelo! –suplicó el ego de su hijo.
Una mamá que te adora. –Pedro besó de nuevo a Rosa.
32
¡Pero oigo voces! ¡Mucho ruido, papá!
Debido al instinto de subsistencia connatural al ego, innato en todas las
especies, al niño le motivaba su afán por adiestrarse para nadar en el exterior. Y
más al percatarse de la existencia de ruidos y de vida fuera del lago.
El yo de Jorge deseaba identificar, sin ver, la forma del árbol y de la
huerta, de las flores y el sol, antes de enfrentarse a todos esos supuestos
enemigos.
–El ruido es el sonido de las cosas que hay aquí este mundo material –dijo
el padre por la boca.
¡Me molestan! ¿Qué son? Háblame como antes; en el silencio, papá –le
rogó el feto.
–¡Te hablo con palabras! ¿Quieres salir aquí? ¿Deseas vivir entre
nosotros?
El alma del niño desconocía la jerga ruidosa que invadía su enclave
idílico. Se hallaba en un recinto de paz, y armonía plena, donde todo consistía en
nadar y jugar. Y se comunicaba con su madre, en el exterior, pero en la vibración
del sentimiento.
Saltaba de ola en ola y reía. Sentía felicidad.
Al contrario, el ego fetal, desesperado, se dirigió a sus progenitores:
¿Quién me obliga a abandonar esta isla maravillosa? –Retrocedió el feto
hasta el fondo del útero.
Preguntas, hubo más preguntas.
Pues como la gaviota prevé la tempestad y grita, el alma de Jorge,
contaminada por el ego, presintió la tormenta de dudas. Oleadas de tribulaciones,
jamás avistadas en el lago amoroso, amenazaron la felicidad del espíritu:
¿Ahí fuera con mamá, seguro que puedo nadar y divertirme, papá?
–¡Te esperamos, hijo! –Pedro abrazó a su esposa.
De inmediato, en la ternura de Pedro abrazado a Rosa, otra marea de
besos, formando olas en el líquido amniótico, acarició a Jorge en el útero:
–¡Mua, muua, muuua! ¡Mua, mua, muua, muuua! –Pedro besó siete veces
seguidas la barriguita.
33
Ahí se reavivó plenamente la naturaleza de Jorge, quien se reconoció
repleto de amor. El alma del feto sentía los besos sobre la barriguita de mamá, al
besar Pedro la piel de su esposa embarazada. Sintió que dos cuerpos, dos almas
amigas, le habían transportado hasta las puertas de un mundo por descubrir. Y
por ello sintió más felicidad, igual que los enamorados besándose en una góndola
navegando por Venecia.
El oleaje de besos del padre traspasaba la piel de Rosa y avanzaba mar
adentro hacia las entrañas de la madre. Y allí el amor fluía en su forma genuina.
–¡Mua, muua, muuua! –Más besos de Pedro sobre la barriguita de Rosa.
El cariño de una mujer y un hombre, entregando a su primer hijo,
acrecentó el origen amoroso que Jorge sentía ya, por fin, a cada latido en la
matriz. Se imaginó a mamá y papá juntos en el amor: nadaban en las olas. Queda
claro que nadar en el amor y la serenidad, en este mundo material, insensible y a
veces cruel, constituye un regalo incalculable. Mucho mayor si lo regalan el
padre y la madre que lo ofrecen al espíritu de un hijo, todavía en cuerpo fetal.
Porque pese al dolor y la alegría del parto, la feminidad elevada a maternidad
resulta por custodia la vida que late en su vientre.
¡Gracias, mamá, papá! ¡Gracias!
En la felicidad, tras sentir en sus almas el agradecimiento del hijo, Rosa y
Pedro retomaron el idioma más universal:
¡Somos felices gracias a ti! –Pusieron sus manos sobre la barriguita.
Jorge había transmutado, dentro del corazón, el ajetreo de la colmena
ruidosa. Había logrado convertirla también en laguna de amor donde sus padres
nadaban fuera:
¡Mamá, papá, ahí puedo nadar! –Las manos del feto buscaron el ombligo.
Dentro de Rosa, la marea de amor que envolvía al hijo creció sin cesar
hasta desbordar el lago, como ola en reflujo, trampolín para la salida de Jorge.
Madres y padres poseen el Potosí, manantial, que supera barreras y
fortalece el alma del feto en gestación. Potente célula-madre. ¡Energía creadora
que transforma! Aprovéchala, compártela, como Rosa y Pedro la ofrecieron al
hijito a punto de nacer.
34
¡Te amamos, Jorge; te esperamos!
Emocionado por sus sentimientos en aquel sueño, el niño Jorge despertó
en la cama. Había escuchado su nombre en ese sueño. Había nadado en el lago y
lo podía hacer fuera. ¡Qué descubrimiento!
Medio adormilado en la cama, nuestro niño recibió otro regalo:
–¡Hijo, ven a desayunar! ¡Chocolate caliente y lo que más te gusta!
¿Adivinas?
–Sí. ¡Voy, mamá! –El pequeño retiró las sábanas y saltó de la cama.
Cuando sientas como propias las experiencias del niño Jorge, sé mujer
osada, sé hombre audaz. Decid siempre sí a las vivencias como hace él. La
negación te alejara de la felicidad al descargar sobre ti miedos y dudas. Acércate
a la confianza, a la valentía. Decir sí cambia el mundo. Mueve los brazos, nada
en libertad, igual que lo hacías en el lago maternal. ¿Recuerdas por fin de dónde
somos oriundos? Se libre, conserva el nirvana original y el vigor creador de la
primavera toda tu vida.
35
Kennedy y Mandela Volver al índice
36
Jorge oyó el reclamo y supuso, con tino, que era una carta de papá. El niño
se puso rápidamente de pie, dejó el balón en el patio, y siguió los pasos de su
mamá hacia la puerta de la casa.
El hombre delgado había llegado en bicicleta. Solícito y puntual, vestía de
uniforme gris. La gorra calada mostraba hacia delante una oreja. Pero tapaba
media cara y le escondía la mirada. Sin embargo, su sonrisa famélica confirmó la
alegría postal:
–¡Carta! Viene de Francia. ¡Os la envía Perico desde Hyères!
La buena nueva epistolar convertía esas jornadas en días de fiesta, de buen
humor y optimismo, que culminaban por la noche con la lectura postal.
Por la alegría que sentía la familia hecha una piña más unida esos días,
Rosa preparó con mimo su mejor postre: arroz con leche para merendar.
En un relámpago pasó la siesta, sin enterarse Jorge, y la merienda en un
suspiro sabor canela y limón, dulce como un sapillo con leche en el Jerte.
Entusiasmados, Jorge y sus dos hermanitos esperaban la llegada del
anochecer. Jugaban los chiquillos en la acera, clavados los ojos en la puerta por
si salía su madre con la cena. Pero en el televisor de Josefica, quien veía el
noticiero a través de la ventana, sentada al fresco en la calle, resonó un idioma
que llamó la atención del mayor de los hermanos. Los subtítulos de la traducción
simultánea aclararon manifestaciones con acento extraño. Un hombre de piel
oscura, esposado, denotaba honradez. Jorge leyó deprisa las letras que aparecían
en la tele: “Es un ideal por el que espero vivir y, si es necesario, un ideal por el
que estoy dispuesto a morir.”
–¿Quién es, Josefica?
–¡Mandela! ¡Nelson Mandela!
–¿Qué dice? –Dejó el balón a sus dos hermanos y se acercó a la tele.
–Defiende la libertad y la igualdad en Sudáfrica y en el mundo.
La pantalla soltó dos relámpagos y sonó el trueno. Jorge recordó los días
de tormenta. Y apareció en la tele la sombra fúnebre de otro titular: “¡Kennedy
ha muerto!”
–¿Quién?
37
–¡Quería cambiar el mundo! –le explicó Josefica.
–¡Cambiarlo! ¿Por qué?
–Asesinado como Lincoln y Luther king. ¡Asesinaron a otro presidente
bueno en los Estados Unidos! –La vecina cogió la taza de café que tenía sobre la
mesita. Bebió.
–¿Es que murió en una guerra?
Sobre la negrura de la pantalla apareció un féretro, mientras en un
recuadro que ocupaba el ángulo izquierdo del televisor se veía el semblante de un
hombre soñador, vivo y seguro de sí mismo, que impresionó a Jorge, sin
necesidad de comprender qué decía: “Now the trumpet summons us again. (…)
My fellow citizens of the world: ask not what America will do for you, but what
together we can do for the freedom of man. (…) With a good conscience (…) that
here on earth God’s work must truly be our own.” (“Los clarines vuelven a
llamar. Conciudadanos del mundo: Nos preguntan (…) qué podremos hacer
juntos por la libertad del hombre. (…) conscientes de que aquí en la tierra la obra
de Dios es realmente la que nosotros realicemos.”)
–¡Lo mataron, Josefica!
–Pero perdura su mensaje y será realidad el sueño de igualdad. ¡Tú lo
verás! ¡Seguro que lo verás hecho realidad en tu vida!
De repente, Rosa sacó a la acera la mesita y luego tres sillas. La vieron
venir sus hijos. ¡Hora de cenar! Corrieron los tres hacia el interior de la casa. Sin
perder un segundo, se lavaron las manos en el patio y regresaron a la acera, tan
rápido como antes habían desaparecido. Sentados los niños aguardaban la salida
de mamá cargada de platos y vasos. En ese instante, por la calle pasó un
carromato de gitanos. Acurrucada en el pecho de su madre, entre cajas y
cachivaches, un bebé se sorbía los mocos. Jorge vio la escena y dio gracias por la
cena que le había preparado su madre.
–¡La carta de papá; yo la quiero ya. Y también el vaso de chocolate! –
pidieron los hoyuelos del hijo más chiquitín.
Como cuando tú o yo éramos niño o niña, el más chiquito quería comer
primero los postres:
38
–¡La lees ya, mamá! –Se levantó de la silla para llamar la atención.
–¡Cena, cena! ¡La leeré después! –Le acarició la cabeza y lo sentó.
–¡Yo terminé de cenar! –la interrumpió Jorge, sin moverse de la silla.
–Espera a tus dos hermanitos –ordenó la madre.
Con el discurrir de los años, Rosa cedió a Jorge la lectura de las cartas. A
mano, el azul del bolígrafo contaba, despacio y con buena letra, la crónica diaria
del padre en el país vecino. Pedro relataba todo cuanto le acontecía. Con qué
lavaba la ropa… qué cocinaba. Y explicaba dónde dormía y soñaba con el
regreso al hogar. Esa vez les envió una foto con su cuadrilla. “Llueve menos en
El Midi –leyó en esa ocasión la madre– y trabajó muchos días. Volveré antes de
lo previsto. He escuchado cantar a Édith Piaf.”
De inmediato, el trío coreó:
–¡Viene ya! ¡Viene ya papá! –Saltaron de alegría.
–¡Sí! ¡Vendrá pronto! ¿Queréis verlo aquí en esta foto?
–¡Sí, sí, sí! –Se levantaron los tres de las sillas y se acercaron a mamá.
–Mirarlo aquí… en la fotografía que nos ha enviado.
–¿Y estos hombres?
–Amigos suyos del trabajo. –La madre recogió los platos y los cubiertos.
Qué suerte la de Jorge por tener un padre emigrante.
Porque así, desde la infancia, conoció el significado de la riqueza personal
que aporta conocer la diversidad de lenguas y tradiciones, y así valoró el respeto
a la solidaridad universal. Desde niño, Jorge entendió el mundo como una malla,
encrucijada de caminos en la convivencia e igualdad, donde el hombre y la mujer
se esfuerzan por el futuro de la familia. Porque todos merecemos lo mejor, en un
planeta que nació sin fronteras.
–¿Por qué van estos hombres a Francia?
–Por lo mismo que vuestro padre: ¡Por el trabajo!
–¡Trabajo! –chapurreó el más pequeño y pecoso.
–¡Pero si papá trabaja aquí! Se va en la bici a trabajar con otros hombres
en la huerta –aclaró Jorge.
–Ganan más dinero en Francia. –Rosa metió los platos en el fregadero.
39
–¿Dónde hay dinero? –Candela adelantó el flequillo rubio y movió las
manos. Le atraía mucho la economía, ya desde niño, y era muy gracioso
contando chistes.
–Con dinero compras comida y ropa.
–¿Y sin él qué ocurre, mamá? –preguntó el mayor de los hijos.
Rosa frenó los impulsos y recuerdos en su cabeza: ¡Y ahí se le abrió
completamente el corazón!
Los interrogantes de Jorge fueron cargando de dificultad las respuestas de
la madre. Rosa miró a sus tres niños en la inocencia. Les quería ofrecer consejos
atinados. ¡Qué decirles!
Y reflexionó, un segundo en silencio, sobre qué es la vida sin el dinero.
–¡Tu padre y yo nos casamos, sin pensar en el dinero!
–¿Y qué comíais? –preguntó José Manuel.
–Él trabajaba. Y yo me encargaba de la casa y la comida.
–¿Y así vivíais bien?
–Vivíamos con el dinero que recibía tu padre del jornal en la huerta.
–¿Se puede vivir sin dinero, mamá? –indagó Jorge.
40
Rosa y Pedro se miraron de niños y luego de novios, a escondidas.
Madrugada fría, 31 de enero; calor en sus corazones. Pedro caminó hacia la casa
donde esperaba la novia. Pasearon en familia hacia el templo, bajo el luto de la
oscuridad. Había muerto hacía poco el padre de la novia. Caminaban juntos.
Sonaba el tañido de la campana próximo, más fuerte a cada paso, más cerca. Las
estrellas anunciaban alborada. Pero por un instante, Rosa regresó al presente:
miró a sus hijitos. Y luego regresó al recuerdo íntimo: les casó don Jesús. Ante el
altar, se besaron sus almas. De convite hubo desayuno, en la casa de la novia:
chocolate de su madre, con magdalenas de La Teresina. Hubo cine en la luna de
miel por la ciudad de Alicante. Tres días en la Pensión Consuelo. Besos sobre las
olas del paseo de La Explanada. Y a continuación disfrutaron de atardeceres
amorosos en Elche, por El Huerto del Cura, invitados en el piso de su hermana
Luz y de Pepito, su cuñado, antes de volver al pueblo.
En la remembranza, seducida por recuerdos que hipnotizan, –corazón de
esposa, piel de mujer–, Rosa anheló las caricias y los besos de los recién casados.
Por primavera, floreció un alma en el útero que dio a luz a Jorge el último
día de diciembre. Sonrisas, sacrificio, esfuerzo, miradas de esperanza. Cuatro
años de casada, tres embarazos: tres hijos. En aquella dicha de alegrías y partos,
un matrimonio amigo que carecía de descendencia, en tiempos de posguerra y
escasez, insinuó a la pareja la adopción de Jorge. Pero tras el silencio por
respuesta, Rosa y Pedro entregaron sus sacrificios y esfuerzos, en cuerpo y alma,
al cuidado de sus tres niños juntos. Qué vida tan distinta hubiese sido la del hijo
mayor, en la capital y alejado de la huerta, y también la vida de sus dos
hermanos. En Alicante, con padre militar, de estrellas en su uniforme, los pasos
de Jorge hubieran trepado, muy seguros, por el escalafón castrense.
41
Y Rosa confesó a los niños:
–Hijos, fueron años difíciles tras casarnos… pero fáciles donde hay amor.
–¿Qué es el amor, mamá? –rogó Jorge.
Por la inquietud del hijo, la madre lloró en el silencio del amor puro,
sacrificio incondicional, felicidad donde goza el alma. Su esposo había nacido el
4 de julio, fiesta en Estados Unidos. Independencia, criterio propio, honradez,
ahínco y valor, que Pedro transmitió a sus hijos y sus hijas. Trabajó con gran
esfuerzo como inmigrante y sacó adelante a la familia. Por su parte, Rosa, en la
creación de un hogar feliz, cuidó con ternura a sus tres hijos y luego dio a luz a
dos niñas y al benjamín de la casa.
El alma del niño Jorge miró a los ojos de su madre y le agradeció haber
mantenido siempre a los hermanitos juntos.
En las vidas de Rosa y Pedro, juntos desde las alegrías del verano en la
infancia, de correrías y juegos en la Calle Ancha, por fin salieron un día más
unidos de la iglesia, siendo jóvenes desposados. Y ahí, en el albor de aquel día,
caminaron por el amanecer de una vida nueva, unidos para siempre. Sin saber
que su hogar iba a contener más almas de las que hubiesen imaginado. Pues el
tiempo ha congregado a su alrededor a hijos e hijas, seis al fin, más las almas de
las esposas y esposos, nietas y nietos, nacidas a cientos de kilómetros de
distancia. Pero reunidas y abrazadas, cincuenta años después, en la familia creada
gracias al amor.
Rosa miró a Jorge y el espíritu en la mirada del hijo la conmovió.
¿Para qué nacisteis tan cerca, mamá y papá? ¡Tienes ahora ya la
respuesta, verdad!
Rosa sintió, sin palabras, el mensaje del niño en el lenguaje más universal,
del mismo modo que el alma de Jorge le habló antes, años atrás, desde la matriz.
Estaba claro. Quienes acompañaban en esta vida a sus seis hijos, además de ellos
mismos en su nacimiento, constituían el fruto del amor con Pedro.
El niño Jorge miró entonces a Rosa y le agradeció en el lenguaje eterno:
Gracias… gracias a ti y a papá disfrutamos del presente y del futuro feliz.
42
Y así vivimos y sentimos vuelta a vuelta, rotación a rotación, como si
limpiases cristales o limpiaras, vida a vida, los sentimientos que refleja tu mirada.
Purificar el alma y crecer. Con el fin de comunicarte, sin la palabra, en el idioma
universal del amor.
–Jorge, sigue tú con la carta… ¡Lee, hijo! –Se la entregó Rosa.
–“Tenéis que ir a Callosa, a la estación del tren –leía Jorge, ahora con
interés desbridado– donde habrá llegado ya, supongo, un paquete que os mandé
hace un mes.”
Alegres noches de verano, de luceros y estrellas.
Rosa leía cartas a los hijos. Amorosas, lejanas cartas del esposo, padre
añorado. En Francia, trabajando de sol a sol, también hubo gozo en aquellas
jornadas de sudor y callada entrega. Tras un viaje a la ciudad de Hyères, Pedro
sostuvo en sus manos el regalo que había enviado a España.
–Lee, continúa Jorge… –rogó la madre.
–“He enviado una sorpresa para Jorge.” –Se puso de pie el niño,
ensimismado, sin reconocer la emoción que le cortó la voz–: ¿Qué… qué es una
sorpresa, mamá?
–Lo que ni esperabas ni pensaste y te llega… cargado de felicidad.
–¡Sorpresa para mí, de papá! –Cogido a la carta, dio vueltas Jorge igual
que Miguel López cuando guía a Los Armaos en la danza El Caracol. Ve a
Orihuela en Semana Santa, verás a Pitoto reencarnado, siente la Retreta romana
tras las procesiones, y aplaude a la centuria en la Plaza Marqués de Rafal.
Un sello impreso en el alma de Jorge, por el regalo de su padre, resucita
con él cada día al despertar. El recuerdo imborrable de la felicidad, grabada en el
niño de cinco años, viajando con su mamá en autobús por vez primera. Llegaron
a Callosa. Jorge descubrió allí hileras de ventanas, apiladas unas encina de otras.
Todas con las persianas echadas. Ciegas, sin luz ni vida propia. Todas igualmente
tabicadas por párpados sucios. El niño desconocía la existencia de la persiana. Y
la ciudad le gustaba menos que su pueblo. Entró caminando en la estación,
agarrado con fuerza a la mano de su madre. Pero sintiendo curiosidad como
siempre. Un tren trajo ruido, gentío, prisas. La gente corría. Luego de dar un
43
concierto de pito y de agitar su banderola roja, el señor del silbato abrió la puerta
de un almacén. Y Jorge cantó su ventura:
–¡Una bici, mamá! ¡Una bicicleta! –Jorge soltó deprisa la mano de su
madre y agarró el manillar. Se montó en la bici y salió por la puerta. Pedaleó
hacia la luz de la acera, seguido por Rosa, como quien agarra su vida e intenta
dirigirla guiado por el atrevimiento y el amor. Bici para aprender pronto a
guardar el equilibrio en la vida.
–¡Te la envía tu papá! –Entre lágrimas, Rosa explicó al hijo. Pues nada
sabía la madre de la sorpresa que le emocionó sintiendo el amor de un padre, su
amado esposo.
La caja de cartón guardaba el tesoro de un corazón de padre, amor que
Pedro, desde Francia, había logrado en ese instante de felicidad traspasar desde
su alma a la del hijo. Como la piedra filosofal de los recuerdos alegres, magia
que te guía hacia la felicidad.
44
castellanos… Bañados por las caricias del sol y la brisa que navega tierra
adentro, nadie levantó muros en un valle abierto al Mediterráneo, sin obstáculos,
gracias al río Segura que discurre hacia un mar sabio y sin fronteras.
En ese debate, ni se mordió la lengua ni calló. Frente al separatismo rancio
y el desprecio al forastero que oía allí en Alcoy, Jorge recalcó:
–¿Qué hubiese ocurrido si a mi padre lo hubieran despreciado en Francia?
Y reiteraban:
–Al sur de La Carrasqueta, todo África. –Le ojearon casi todos como
quien mira a un loco.
–¿Y si en los EE UU hubieran rechazado o limitado la llegada de millones
de inmigrantes?
Ahí ya sin respuesta, xenófobos y aborregados, subsistían a duras penas en
su engaño mental y egoísta. Porque hasta entonces se habían escondido tras el
accidente orográfico de la montaña de La Carrasqueta, antaño separador, para
autoproclamándose señores de su frontera. Vivían como androides en la falacia
de la muralla arrollada hacía años por la autovía Alicante-Alcoy.
¡Pero por suerte son cada día menos!
–Al sur de La Carrasqueta, África –repetía uno de los autómatas, hipo
parlante y melenudo, sin respeto al inmigrante, como si rechazara la leprosería.
45
–¿Os asusta el tantán africano? ¿Teméis acaso una invasión zulú o masai?
¿Y que os roben el bocadillo? –Espetó mientras daba un mordisco al suyo; pan,
aceite y sal.
Como zombis que ni devuelven la mirada en el autobuses o el metro,
sordos y ciegos, dieron por respuesta el silencio del pavor y la falta de respeto a
los inmigrantes. Jamás entendieron la canción We Are The World (‘Somos el
mundo’), de Jackson.
Minutos después, Jorge oyó interferencias en la emisión de noticias que
ofrecía Matías Prats por la radio, situada sobre un armario en el trabajo. Nadie se
movió para sintonizarla. Jorge se acercó al aparato, sintonizó la emisora y subió
el volumen. Había encallado una patera argelina en la costa torrevejense.
Trece hombres, una embarazada y dos niños de cuatro años. ¡Ahogados!
Diecisiete estómagos que buscaban comida.
46
Copiar de otros Sapiens… ¡qué fácil! Pero la comprensión es complicada.
Los chicos vieron pasar junto a la valla del instituto un camión con redes.
–Que Roldán te lo explique. ¡Es quien más sabe Filosofía! ¡Pídeselo!
–Déjalo; igual ni pregunta. ¡Me da igual! –Bostezó y cayó en los brazos de
su amiga la pereza. Pasó a Manolo la bolsa de pipas que compartían.
Existe sabiduría en todo; tanto o más que en los libros.
Entender los lances de la vida y ser consciente de sus consecuencias es un
acto de voluntad, de valentía e inteligencia. El fluir natural de la conciencia se
erige en tabla de salvación que impide tu caída en el hábito de la multitud,
errónea costumbre. “¿Adónde va Vicente? A donde va la gente.” ¿Allá donde
fueres haz lo que vieres? ¡Depende!
–¿Habéis fumado ya? –espetó Antoñito, pésimo estudiante, gallito y
supuesto maestro de sus amigos en el parvulario juvenil.
En el patio del instituto y bajo la morera, nadie se atrevió a contestar, ni a
respirar al maestro Antoñito, por si acaso. Ni una boca abierta. La mirada
sorprendida de los muchachos dejaba entrever, a todas luces, la respuesta
negativa de quien nunca fumó. Se impuso el silencio y la sumisión. Almas todas
de vasallo. Menos una que guardó astuto y prudente silencio.
–¡Probemos este cigarrillo! –Lo sacó Antoñito de su cartera. Ocultos, entre
las páginas de una libreta, escondía tres cigarrillos en una bolsita de plástico.
–Yo sí quiero. ¡Dame! –asintió el juan lanas de Manolo.
–¿Quiénes queréis fumar? ¡Decid!
–Yo sí –respondió sin dudarlo la dentadura amarilla de Pepito.
–¡Lo enciendo ya! –Chupó y la punta gris se torno rojo incandescente.
47
juzgado por la mayoría de poca hombría y de cobarde. Un pequeño saltamontes,
pegado al árbol, huyó tras respirar el humo.
Cuando pides coraje: la vida te envía peligros para enfrentarlos con valor.
El pitillo sobrevoló una por una las cabezas de sus seis compañeros,
peleles. En la boca de Jorge iba a completarse el círculo. Tenía tres amigos a su
izquierda y otros tres a la derecha. Sabed que la luz ilumina desde el centro del
candelabro. La perfección del siete corrige la imperfección del seis. Jorge trató de
adivinar el enigma:
¡Ya llega el cigarrillo! ¿A qué sabrá? ¿A basura como dijo mi padre?
Pablo acercó el chupete humeante a Jorge.
Nuestro amigo lo cogió con la mano derecha.
Chupó, experimentó, y se le forjó todavía mucho más su voluntad propia.
El humo raspó ligeramente la garganta que con voz firme sentenció–: ¡Esta
calada; ni una más!
De inmediato, le condenó la mayoritaria. Pero él ni se inmutó. En ese
trance juvenil, Jorge paseó su memoria hasta regresar a los siete años. Ya en la
escuela, por un castigo inmerecido, apartó su mano de la regla de don Francisco.
Y luego se desquitó el maestro en su respuesta de la letra con sangre entra.
Propinó a Jorge un golpe tan fuerte que se meó encima. Pero valió la pena el
escozor de la orina en la ingle, por el golpe que el déspota se pegó con la regla en
su muslo. Decidido como en la escuela, pero en el instituto, Jorge plantó cara a
las miradas, reproches escondidas en la humareda:
–¡Sí, nunca más! –recalcó–: ¿Para qué fumar ? ¡Apesta y toso!
–¡Miedica! ¡Eres un miedica! –quisieron socavar su decisión, marginarlo
como al insecto kafkiano.
48
en junio. Repitieron cursos y ninguno terminó el Bachillerato, excepto el
aplicado becario de nuestro amigo.
Tomar decisiones propias y elegir cada paso que damos en la vida: te
enseña mucho más que cursar cien asignaturas y que mil profesores.
–¡Queréis fumar! –Jorge azuzó a los amigos–: ¡La boca apesta igual que a
perro muerto!
–Todos fumamos aquí.
–¡Mentira! Yo prefiero un rico helado americano Häagen-Dazs. –Jorge se
relamió los labios–. O comer estas pipas Son Sánchez.
–¡Bueno, todos fumamos menos tú! –Le señaló Antoñito con el dedo.
–Otra mentira. ¿Cuántas estás dispuesto a inventar para convencerme?
Antoñito pretendía domesticar a Jorge: que agachase las orejas ante él.
–¿Fumas o qué? –Lanzó dos columnas de humo por la boca presumida.
–¡Te empeñas en que fume! ¿Por qué? Pierdes el tiempo conmigo.
El cuerpo se afina con los años como instrumento para identificar la
realidad. Igual le ocurrió a Jorge al dar la primera calada en el instituto. Y pudo
así rechazar el tabaco. Pues toda sensación física te acerca a la consciencia.
Mientras aguardaban el aviso del altavoz para acudir esa tarde al aula,
Jorge les endiñó:
–Traeré mañana una botella de lejía. La más grande. ¿Beberéis para
comprobar a qué sabe?
–¡Beberla sería de tontos! –Frunció el ceño Antoñito y se rascó una oreja.
–¡Tonto serías si bebes lejía! –Tramó Jorge un símil–: ¿Fumar es también
de tontos?
–¡Pues, pues…! –la conciencia descargó las primeras dudas sobre ellos.
–Sí sabéis que la lejía os dañan el estómago. –Puso Jorge la mano derecha
en su barriga.
–¡Qué tiene que ver la lejía con el tabaco! –se excusó Antoñito.
Con los amigos del instituto, lo intentó Jorge sin éxito. Si ciego es quien
rechaza abrir los párpados y su entendimiento, con la conciencia ocurre lo mismo
49
que al percatarte de lo dañino del tabaco. Al fumador se le advierte, en la funda
del paquete y por escrito: ¡El fumar tabaco le puede matar! Pero ni caso: fuma
más. ¿Por qué? Porque existe quien vive de modo inconsciente las experiencias,
tanto las físicas como las emocionales, pues necesita aprender sufriendo
enfermedades y desengaños.
En cualquier caso, camina siempre más quien sabe y actúa que quien sabe
y se duerme.
Esa siesta por el camino lindero junto al instituto, el terrible tío Saturnino,
agricultor cruel del trigal contiguo al patio de deportes, pasó cargando en la
espalda lo que parecía un saco de melones. ¡Qué melones! ¡Eran balones de
fútbol! Y llevaba allí más de una docena. El homicida de las tardes de balompié,
como temían y consideraban los alumnos, escondía al caminar la mirada de
presunto verdugo, bajo su boina enlutada. Sin embargo, el alumnado supo días
después que el falaz asesino de balones, a navajazos por caer en sus posesiones,
al contrario estuvo entregando durante años los balones a los niños y niñas más
pobres del barrio La Cruz. El único delito de Saturnino fue aprovechar el regalo
de los delanteros menos avezados en el remate a la portería, situada ante la pared
de su finca. Con paciencia del pescador avezado, sentado horas enteras junto al
cereal, el anciano benefactor pescó en su red cientos de pelotas de cuero y de
plástico. Sin excepción, atrapó cuantos balones volaron fuera del instituto para
caer en sus dominios. Pero ni era homicida ni ladrón de balones. Nunca destrozó
a navajazos ni un balón.
El comportamiento anónimo de Saturnino, solidario, provocó debates y
reflexiones al descubrirse sus donaciones generosas. Y elogios merecidos a la par
que los artesanos callosinos y su magnífica Casa del Belenista, con una colección
ejemplar de belenes llegados de todos los confines del mundo.
Cuántos juicios erróneos hemos formulado en la vida.
¡Saturnino, un buen hombre!
Entonces, por qué Saturnino se colocaba el disfraz de malvado.
¿Lo hiciste tú también alguna vez?
50
¿Fue tu armadura de ataque o una máscara de defensa?
En un ejercicio de convicción frente al poder de la nicotina, de constancia
de Jorge ante la presión de los compañeros, nuestro amigo echó el resto esa tarde:
–Con un trago de lejía… te perforas el estómago.
–¡Hasta el más tonto lo sabe! –Antoñito tiró con desprecio de las orejas de
Manolo.
–¿Y si fumas qué sucede? –Abrió Jorge las manos y ofreció la respuesta
en bandeja.
Pero permanecieron sordos. Mudos los borregos.
–¡Te acostumbras! –Caín se rascó una oreja.
–¿Y los dientes se te ponen amarillos? –Jorge les mostró su dentadura
blanca y limpia.
–Dejemos la discusión… –zanjó Antoñito–: ¡A éste, nadie lo convence!
Oportuno, el timbre del instituto les obligó a levantarse deprisa. Con el
pensamiento fijo en el castigo, si la valla se cerraba antes de entrar al recinto, los
estudiantes corrieron conscientes de la acción que más les interesaba. Ni una
duda. Trotaron hacía la puerta. Porque el miedo les pisaba los talones.
¿Debían aprender siempre a fuerza de látigo?
Jorge se sorprendió porque todos acudían aprisa poseídos por evitar la
falta de puntualidad. Pero en cambio nadie, salvo él, dio importancia al malestar
que provoca el tabaco. Ni sopesaron los efectos dañinos del humo en los
pulmones y de ahí a la sangre.
51
¿Cómo?
Fácil te resultará aprender en la alegría y el gozo cuando tu ego insaciable
sienta, en todo momento, el antídoto de la sabiduría y el amor que el espíritu trae
consigo a este mundo.
52
–¿Cazarlas por qué? Yo envidiaba sus saltos –elogió Jorge.
–Yo las atravesaba con palos que les metía en la barriga. –Cerró el puño y
frunció con violencia el ceño.
En cambio, Jorge las admiraba:
–Dan grandes saltos de piedra en piedra. Mi padre, de niño, jugaba con
ellas en las acequias.
–Sí. Yo vi a una saltar siete metros –aseguró la exageración de Joaquinito.
–¡Saltos! En mi casa, nos las comíamos fritas. ¡Qué sabrosas están las
ancas de rana!
–Yo prefiero el arroz con costra de la fiesta de fin de curso en Callosa.
Las ranas y las anguilas juegan en las acequias. –Movió Jorge las cejas.
–¡A pedradas… yo he pescado más de una vez anguilas! –Hizo Antoñito el
gesto de lanzar su bolígrafo al gorrión, quieto sobre el borde de la ventana. Y
huyó el ave.
Vivían en el mismo mundo, cierto es, pero en dimensiones humanas
diferentes. El marimandón de Antoñito presumía de haber matado animales en la
huerta, a la vez que esparcía por doquier su agresividad y sus temores
injustificados. Pero en el lado opuesto, nuestro amigo Jorge evocaba el disfrute y
el aprendizaje en la naturaleza.
53
–¿Qué sucedía en el agua? –Le picó por fin la curiosidad y acercó más la
oreja izquierda. Quería escuchar mejor.
–Podrida por los jabones y por los vertidos de las fábricas. –Jorge puso
cara de asco.
–¿Se murieron todas las ranas y las anguilas? –Con gesto preocupado,
Antoñito indagó.
–Las ranas… murieron casi todas.
La inspiración, amiga de Jorge desde el lago donde nació, generosa y
astuta, había curado la ceguera de Antoñito, ya en la consciencia. Y se interesó
todavía más.
–¿Y las anguilas? ¿Qué ocurrió con ellas?
–Se libraron del holocausto.
Su padre le había explicado que las anguilas, nadadoras oceánicas,
surcaron kilómetros, ahora por acequias y azarbes de la huerta, hasta alcanzar la
meta de su salvación en el mar de aguas limpias. Y evitaron la hecatombe, por la
contaminación del agua en la huerta, que aniquiló finalmente a todas las ranas.
–¡Me habló también de un dragón que vivía en el río Segura!
Contagiado ya Antoñito por la idea del respeto a la naturaleza, inmerso de
lleno en el cuento que Jorge había inventado para él, le creció el interés:
–¡Un dragón! ¿Dónde está ese dragón, Jorge?
–¡El dragón del Segura voló! Huyó de la contaminación. –Elevó la mano.
El conjuro de Jorge había surtido efectos justo con el profesor de Física
entrando por la puerta del aula.
–¡Chavales, vaya golazo que Messi marcó ayer! –Sonrió con sorna a los
hinchas de Ronaldo y el portero Casillas–. Sabéis que las redes de la portería del
Camp Nou las fabrica una empresa callosina en la carretera de Catral.
–Este profe es un fanático del futbolista argentino, como antes lo fue
también de Maradona, porque es socio del FC Barcelona. Pero yo admiro más a
Gento, Amancio y Di Stéfano del Real Madrid. ¿Y el dragón? ¡Dime, Jorge!
–¡Ya te lo contaré! –Jorge silenció deprisa la voz, al oír aproximarse la
cojera del risueño y respetado profesor.
54
Y a ti también te referirá el caso y la leyenda del legendario dragón del río
Segura. Pero lo hará más adelante.
Entretanto, disfruta de las aventuras de Jorge.
55
En el pueblecito donde nació Jorge, teatro y música enraizaron de modo
extraordinario, fértil como el árbol en la huerta. Desde niño, se inclinó por estas
artes. A los siete años, gracias a la banda de Emiliano, aprendió la solfa con el
método Eslava. Y a los diez años sentía emociones con el clarinete en sus manos.
En medio de corcheas y armonías, nuestro amigo se ejercitó en la sensibilidad
artística y disfrutaba en los viajes a localidades lejanas, desconocidas; viajes que
para Jorge constituían excursiones. ¡Vaya suerte ser músico!
Cada vez que veía partir a su hijito en el bus de la banda de música, Rosa
se preocupaba siempre en demasía:
–¡Mañana, tocáis en la procesión de los Los Salzillos en Murcia! ¿Cuándo
descansarás, hijo? Toma 50 pesetas: acuérdate de traer dos pasteles de carne
murcianos. Tu padre y yo lo queremos probar. ¡Dicen que el chorizito está rico!
–¡Descansaré recostado en el autobús! Regreso de madrugada. Al acabar
la procesión, los músicos estamos invitados en el Teatro Romea al concierto de la
Banda Real, con el director Grau Vegara, de Bigastro. Tranquila, te compraré los
pasteles de carne. –Dio un beso a su madre y salió hacia el autobús.
Con apenas un millar de habitantes, había más de un centenar de músicos
en el pueblo, en dos bandas surgidas de las discrepancias y enfrentamientos. Así
ocurre entre los humanos si disputan por vanidad o competencia. Porque la
agrupación primitiva dejó de tocar al unísono y se partió por la mitad.
Afortunadamente hoy, enterradas las disonancias, recuperaron la sinfonía en una
sola banda de música.
En otra ocasión, la banda donde se formó Jorge fue contratada para ofrecer
un concierto, conjunto con La Filarmónica de Callosa dirigida por el magnífico
Maestro Albert, por las fiestas de la Virgen del Carmen en Cox. Porque aquí
carecían de banda y querían alentar la creación de una en el pueblo.
–Hijo, coloco tu clarinete en la mesa. Lo quito de la silla.
–¡Ten cuidado! ¿Por qué lo cambias de sitio? ¡Si me voy ya!
–Necesito la silla donde lo dejaste. –Puso la ropa planchada sobre la silla.
–¡Si me voy! ¡Que el autobús sale a las nueve! ¡Dentro de diez minutos!
–Llévate el bocadillo de la cena. Te lo coloco junto al clarinete.
56
–¡Gracias! Cenaré durante el viaje, mamá.
El clarinete y el saxofón, más el fliscorno y la trompa, eran cuatro bebés
sin bautizar en casa. Las familias sin músicos constituían la excepción en el
pueblo. Jorge y sus hermanos, éstos tras los pasos del mayor, solfearon para salir
después en cientos de desfiles. Pero sus hermanas, Eva y Myriam, tras aprender
solfeo, desistieron hartas de esperar el permiso paterno para tocar por la calle.
Ninguna mujer había en la banda. Rosa y Pedro mantenían con esfuerzo a sus
seis vástagos naturales más al cuarteto musical, por los cuantiosos gastos que
acarreaba la compra de instrumentos musicales. ¡Diez hijos tenían!
–Emiliano quiere que pase a tocar el saxo.
–¡Y el clarinete para tu hermano pequeño! –supuso la madre.
–Eso me ha dicho.
–Candela seguirá con el fliscorno.
–Sí.
–¡Un saxo para ti! ¿De dónde?
–Lo traerá de París, de la casa Selmer. Bueno y barato, de segunda mano.
Con el paso de los años, los tres hermanos abandonaron la banda por sus
trabajos y novias. Pero el benjamín siguió con la trompa hasta que se volcó, con
todo el empeño y esfuerzo, en sus estudios en la Facultad de Medicina.
En los pasacalles y conciertos, Jorge creció en sus experiencias y disfrutó
de sentimientos por influjo del divino Orfeo. Interpretaba marchas, pasodobles,
oberturas y zarzuelas, entre otras composiciones de variados estilos, y sintió muy
dentro el resonar de la hermosa y dulce voz del saxo tenor. Hasta viajó a Alicante
y recibió clases de Joaquín Chicano, maestro del conservatorio Óscar Esplá. Pero
el instituto fue alejando a Jorge de su formación en la música como un oficio.
57
astucia envidiable, poseía por nombre el de legendarios filósofos: Aristóteles
Sócrates. Usaba gafas. En la despedida, el telefonista ambicioso, de piel
bronceada, aseguró a los músicos que sería dueño de un imperio.
–La voluntad y la apariencia dominan el mundo. ¡Oiréis hablar de mi
fortuna, pronto! –Soltó carcajadas que dejaron al descubierto su blanca
dentadura, brillante.
58
Sin posibilidad de vacaciones en la costa, la música ofreció al jovencito
Jorge la ocasión inolvidable de pasar sus primeros días en el litoral. En la huerta,
oía conciertos de cigarras y lechuzas, las noches de verano. Las palmeras y la
luna se besaban en un gigantesco fondo rojo. Ahora en la isla, escuchaba a las
estrellas y silbar a los delfines por las noches. Qué misteriosas, mágicas, las
voces del mar y del cielo. Jorge sintió una madrugada en la isla que había
escuchado ya esas mismas voces, mucho antes.
En la isla de Tabarca en fiestas, soltaban vaquillas por la tarde y había
verbena desde el anochecer. Después de la cena, los niños músicos cruzaron la
plaza llena de parejas que bailaban agarradas.
La banda del clarinetista Woody y el genial Armstrong, con Machín de
vocalista, interpretaba rancheras de Rocío Dúrcal y baladas de Julio Iglesias:
“¡Siempre hay por qué vivir, por qué luchar;/ siempre hay por quién sufrir y a
quién amar./ Al final, las obras quedan las gentes se van,/ otros que vienen las
continuarán:/ La vida sigue igual./”
El eco de una melodía gospel llevó en volandas a los músicos hasta la
orilla de un mar de fantasía. Allí, cantaba una niñita negra con voz de ángel. La
aplaudieron y se presentó: “¡Soy la hija de Ciccy Houston! ¡Despisté al
guardaespaldas!” ¿Whitney Houston allí? La sonrisa de la luna convirtió la
superficie marina en pista de baile. Igual que el haz luminoso le llamó con
fluorescencia y así Jorge cruzó el umbral de la puerta, siendo un crío, allí en la
playa la estela selenita le invitaba a ponerse de pie y caminar sobre las olas. El
más pequeñín del grupo, Miguel, movió las rodillas como Elvis y se deslizó
suavemente. Bailando en el agua sobre la alfombra lunar, de repente la piel
morena se le tornó blanca. Parecía Michael Jackson.
En las olas, esa noche en Tabarca, competían Poseidón y Neptuno sobre
delfines blancos. La vela de un yate fondeado en una cala de la isla parecía el
magnífico hotel Burj Al Arab de Dubai, visto a la luz de la luna.
Jorge elevó la vista y contempló la bóveda celeste. Estrellas preciosas.
¡Siete faros en la Osa Mayor! Miró la constelación mitológica y se enamoró para
siempre del pestañeo de Mizar que le señalaba al Norte.
59
Descifró luego la atracción del mar y la reconoció en la memoria, recordó
Jorge sus paseos siendo niño por las playas de La Mata, Los Locos y El
Acequión en Torrevieja, y sus correrías entre las palmeras de Cala Ferri:
–¡Navegemos! –exclamó su alma de capitán.
–¡Jorge, ya estás con tus historias e invenciones!
–¡Se mueve el suelo! –Se tambaleó, moviendo los pies dentro del agua.
–¡Qué va a moverse! ¡Calla, Jorge!
–¿Notáis el balanceo de las olas? ¡Navegamos! Sentir el viento en la cara.
–Jorge se adentró en la playa y señaló–: ¡Rumbo al Norte! ¡Adelante!
–¿Dónde está el barco, Jorge?
–El barco es la isla. ¡Viento en popa a toda vela! –Se zambulló Jorge.
–¡Vale, Jorge! ¡Navegaremos! –Se descalzaron y entraron en el agua.
Ese verano, la banda dio pasacalles por Pilar de la Horadada. Desde el
autobús, observó Jorge un mar ascendiendo tierra adentro. Al llegar, comprendió
que los invernaderos de hortalizas dibujaban en el horizonte el mar de plástico.
Al mediodía en La Torre, los músicos se bañaron en sus playas. Tanto le gustó a
nuestro amigo que soño con vivir allí algún día.
60
–Recorren las calles. Y nosotros tocamos marchas detrás de sus filas.
–¡Somos guerreros! –Cuatro niños imitaron el paso marcial festero.
–¡La música une siempre a los pueblos! –De pie, sostuvo el director.
–¿Pero nos vestimos igual que ellos? ¡Somos guerreros!
–¡Esa chilaba es de mi talla! –Se la enfundó Emiliano.
La mirada nazarí, envuelta en sedas, desdecía la fiereza de los guerreros.
Las mujeres sobrevolaron la pendiente hasta desaparecer cuesta arriba, mientras
ellos hundían los pies esfumándose en el horizonte del asfalto vaporoso.
Una primavera, Jorge disfrutó en el Entierro de la Sardina de Murcia
gracias a la banda de música. Ese año, el actor Paco Rabal (Gran Pez) y su hija
Teresa (Doña Sardina) hicieron sonreír a miles de murcianas y murcianos. Tras
el desfile, Jorge y Jesús contemplaron en un museo pinturas de Ramón Gaya.
A primeros de mayo, en las tierras murcianas de La Vera Cruz, con cuatro
patas, alas en el equino mitológico, los caballos de Caravaca escalan el empinado
cerro del castillo. La muchedumbre abarrota la cuesta, apiñados hombres y
mujeres en abrazo callejero. Como en Los Sanfermines de Pamplona, un pañuelo
al cuello identifica al miembro de cada peña, luciendo colores que las distinguen.
Jorge quedó arrobado, como si oyese en una playa el ukelele en Hawai:
–¡Caballos de oro! –Se apartó el joven músico.
–Los engalanan con capas doradas –le precisó una vecina.
Cada caballo poseía una corte de seguidores que le gritaba y animaba:
–¡Sube! ¡Sube! –Voceaban enardecidos.
–Deben calcular la resistencia más que la velocidad –dijo un vecino a otro.
Idéntica a la carrera de fondo de nuestra maratón diaria, inteligencia y
ahínco combinan sus potencias en las calles de la ciudad murciana, en la carrera
festiva de Los caballos del vino en Caravaca, para cruzar con seguridad la meta.
Por cargados de dificultad que resulten, en apariencia, los envites en la
vida, tu resistencia y tu voluntad te sirven fortaleza para alcanzar el fin.
–Qué lentitud la de aquel caballo –le reprochó la chulería de un joven.
–Pues termina siempre el primero –le defendió la sensatez de otro.
–Es más experimentado –reveló un anciano– y también quien lo dirige.
61
Malgastar las fuerzas, como las virtudes humanas, es un derroche
injustificado. Te puedes empeñar en ayudar a alguien, una y otra y hasta mil
veces, pero su albedrío determinará si desea coger tu mano o por el contrario, con
su negativa, reclama que te alejes de su vida. Y quedarás así en libertad para
ofrecerte a quienes más lo necesitan.
Los niños músicos chillaron a los caballos:
–¡Se detienen! ¿Qué sucede?
–¡Reventaron por dentro! Calcularon mal la resistencia.
–El caballo lento… adelanta a todos. Gana como siempre por su
experiencia y la del jinete. Dos hechas una.
Media hora después, Jorge sentado en el autobús, regresó a casa con la
lección aprendida. La carretera le acercaba a su tierra. Olía ya la huerta en el
arcén. Tarde sin nubes que anunciaba una noche de luceros, presencia en el cielo
de su querida estrella Mizar. En la mente traía Jorge la destreza del caballo. Es
más, traía en el alma la alegría de un pueblo que le había sorprendido, por la
idéntica devoción que el suyo hacia la reliquia del Lignum Crucis.
Y creció en el joven músico el convencimiento de avanzar en la vida,
compás por compás en el pentagrama de cada día, y cabalgar con la firmeza de
aquel Pegaso del vino, sin desfallecer en los repechos más duros y tristes.
62
–Si subo a una palmera… toco el sol –propuso un día a Pedro.
–¿Cómo, hijo? ¿Crees que puedes hacerlo?
–¡Mira! De esa palmera salto a la otra más alta… y de allí doy un salto a
aquella nube. –Dibujó Jorge saltos en el aire, con el dedo índice derecho.
–¡Saltas a una nube de gas! ¿Dónde te sujetarás allí, hijo?
–¡De nube en nube, subo y subo hasta el sol! –De pie, afirmó convencido.
–Igual que hiciste en la escalera de la sala.
–¡Sí, de peldaño en peldaño, papá. Así! –Movió las rodillas.
En la adolescencia, aprendió entre palmeras, en el bosque árabe de Elche.
Con el risueño primo Agatángelo correteó por los huertos. Jugó al fútbol en el
once del equipo de Safo y marcó goles en el patio del colegio salesiano. Cañete,
El Lute y El Peru aplaudían. Los dátiles son testigos de su puntería.
–¡Pasa, pásame el balón! –Corría por la banda derecha hacia la portería.
–Toma. ¡Marca! –Dio un puntapié su primo y le cedió la pelota.
–¡Gol!
Esa tarde, con Marcial como técnico, la selección de salesianos San Rafael
ganó al colegio San Antón de Madrid. Emilio ‘El Buitre’, goleador madrileño,
por una lesión se perdió el partido. Tras la victoria, descalzándose las zapatillas,
la imaginación situó a Jorge en un campo lleno hasta la bandera. Verano de 1976.
Miles de aficionados vitoreaban a los suyos en el mítico Altabix. Con el número
siete, alas en su espalda, Jorge dirigía el juego con Xavi Hernández. Sintió tardes
de gloria. Goles, alegrías de hombres y mujeres por el juego espléndido que
adoraban. Juan Cartagena, Campello y Escarabajal debutaron ese día con el
Elche. El pichichi Vavá, con hambre de gol esa tarde, le pidió el balón:
–¡Che! Pasa el balón, Jorge.
–¡Ahí va! ¡Toma! –Con el pie derecho hizo volar el esférico con efecto.
–¡Salto de Vavá! ¡Cabezazooooooo! ¡Gooooooooooooooooooool! –cantó
Santiago Gambín, el locutor de Radio Elche.
En el patio del colegio ilicitano, como antes en la plaza de su pueblo o el
campo del instituto en Callosa, Jorge aprendió a recibir el balón… y ahora es él
quien da. De inmediato, lo cede a alguien como quien pasa la alegría de mano en
63
mano. Aprendió que la voluntad del equipo reporta más satisfacción, multiplica
el esfuerzo individual. Antes de que la pelota llegue a sus pies, como si jugase en
la vida con el balón de la felicidad, mira alrededor para saber quién la necesita…
y se la envía sin perder un segundo. Esa tarde, tras marcar Jorge un gol magistral,
por una escuadra de la portería en un remate desde fuera del área, el viento agitó
las ramas de las palmeras, deseosas de aplaudir la genialidad del muchacho.
Alegre, la afición coreó:
–¡Goooooool! ¡A Primera División, a Primera…!
Y lo que pasa tantas veces. Que otro camino, distinto al que siguió Pelé en
el fútbol, se abrió a Jorge para perfeccionar el arte de hermanarse en equipo.
Rogó ser magnífico futbolista como Di Stéfano o Kubala, Eusebio y Bobby
Charlton, o como Cruyff, Maradona, Francéscoli, Pirlo, Zidane y Butragueño…
O ser atrevido como Cazorla, Navas, Ander Herrera, Cesc, Diego Costa, Silva y
Juan Mata. ¡Siete magníficos en la Premier League! Y el portero De Gea.
Pero en cambio le enviaron ocasiones para comunicar su amor a la vida y
contagiarlo a millones de corazones. El micrófono de una emisora y un periódico
durante años, y ahora el lápiz invisible del ordenador, son la voz de su alma.
¿Quién regala la inspiración? Nada hay que comprender.
Ni preguntes. Sólo lee, avanza...
La mano de Jorge avanza sobre el papel, cual mandato en la eternidad. Y
su brazo se apoya en paz, tranquilo y firme sobre la mesa, como en una vida que
renace una y otra vez, frase a frase, verbo a verbo, pregunta tras pregunta.
¿Qué alma late en el pecho de Jorge?
¿Creéis en la eternidad del alma? ¿Creéis en el amor universal e infinito?
Jorge comprendió quién regala la imaginación. Y sintió, por fin, que en
este nuevo despertar era quien siempre fue.
64
Hoy, consagrado a la utopía cervantina de un mundo de hidalgos y dulcineas, da
gracias a las musas y los ángeles que le impulsan cual Ave Fénix.
Por agosto, en su juventud a orillas del Vinalopó, le deslumbró la
fantástica Nit de L’Albà. Genio y toneladas de pólvora en el cielo. Ingeniería
pirotécnica de la familia valenciana Caballer o de la familia oriolana hermanos
Ferrández. Palmeras aladas y de fuego junto a las estrellas. Bellísimas como las
filigranas de la palma blanca que elaboran las artesanas ilicitanas. En la terraza
del edificio, atestada de espectadores, Jorge se vio surcando el aire montado
sobre una palmera verde. Amarillas, rojas y anaranjadas. Palmeras blancas, puras
como el amanecer que en la medianoche del 13 al 14, todos los veranos en Elche,
ilumina la ciudad entera.
–Dame un petardo. –Acercó la mano derecha hacia su primo.
–Toma. ¡Pero ten cuidado! –le socorrió la prudencia de Agatángelo.
–Dame también esos rojizos. Los más pequeños.
Estallaban enloquecidos, hechos mil pedazos, los petardos chinos. Los
cachitos de papel y sus saltos entre el humo, le recordaron a las ranas en las
acequias. En la terraza, apareció la temida tía Luz, vigilante igual que Rosa, su
madre, controlando a los dos aventureros. Cogidas a la falda de su mamá,
sonreían las pecas graciosas de la prima Araceli.
–¡Venid a cenar! Metí al horno una pizza vegetal e hice un sandwich.
–¡Vamos enseguida, mamá! ¡Sí, enseguida, tía! –Se perdieron a la carrera
Agatángelo y Jorge entre la gente, por la otra punta de la terraza.
–¡Venid! He preparado hamburguesas vegetales. –Envió su tía la orden –.
Bajad y ayudadme a batir los huevos para el arroz y costra de mañana.
–Quiero enseñarle al primo La Palmera de la Virgen. ¡Espera mamá!
–¡A cenar! Veréis luego la gran palmera. –Luz les dejó pasar delante y los
primos bajaron la escalera. La puerta del piso estaba abierta. Entraron.
Después de la cena, Jorge brincó otra vez entre los petardos. Dio saltos de
nuevo de neurona en neurona, cabalgando en la imaginación, y así pudo trotar
por las estrellas. Montaba un saltarín rayo verde, de palmera en palmera. En
segundos, el gentío regresó a la terraza, inundada igual que si las nubes
65
descargasen la gota fría torrencial de agosto. En el cielo, las palmeras de fuego se
desempolvaron los coloretes y de repente dejaron de silbar. Enmudeció la ciudad.
Oscuridad. Silencio.
Del vacío fértil y la espera muda nació el trueno. Un relámpago ascendió a
lo altísimo. ¡El cohete hacia el espacio! Imparable. Y se hizo la luz blanquísima,
como la vida cuando estalló el firmamento. ¿Surgió así el universo sin fin?
–¡El Sol! –exclamó Jorge.
–¡La Palmera de la Virgen! –el primo señaló el big bang ilicitano, festivo.
Todos aplaudían. Todas sonreían.
Manos, aplausos; almas sobrevolaban las terrazas.
Miles de corazones felices las colmaban de emoción. Entre ellos el de
Jorge deslumbrado por aquel sol en la noche. ¡Radiante! Como la energía a
través de la piel de su madre, gracias a los besos del padre en la barriguita
embarazada, calentando el lago azul donde nadó. Comparable al rayo de luz que
atravesó la grieta de la puerta, siendo Jorge un niño. El mismo sol que le atrajo
como un imán en su infancia, hasta alcanzar el umbral de la casa que se tornó
senda, para dar Jorge un paso y descubrir la huerta. Para comprender el
aprendizaje de atreverse a vivir. Ni le cabía una duda en la terraza de Elche y se
acordó ahí del astro rey que nos da calor y la vida. Misterio de la naturaleza, ¡el
sol!, como lo es también el sentimiento amoroso, de la madre y del padre, y la
calidez eterna que infunde al alma del hijo o la hija en su renacer.
66
colosal. Porque si desesperadamente buscas en todas partes, nunca encontrarás.
Calma tu mente, tus pensamientos, y espera.
Te llegará la respuesta adecuada, a través de un pensamiento o en el fluir
natural y sencillo de la vida.
Jorge prosiguió sincerándose consigo:
¡Te busco, te necesito! ¿Dónde estás, dime adónde viajas, amor sin
nombre amor?
Y le brotó otra respuesta del alma:
Lejos buscas, mas hace siglos que vivo en tu mente, en tu alma y en tu
corazón.
Deslumbrado, el muchacho Jorge intentó en vano ver, en el exterior, la
impronta de cuanto sentía allí correr a borbotones dentro de sí.
¿Quién vive en nuestra alma?
Sumergiéndose poco a poco en la serenidad, le resonó a Jorge una voz
intensa en el pecho:
¡Contigo viajo en lo eterno! Mi nombre es amor.
En ese trance crucial, Jorge vislumbró la verdad:
¡Dime! ¿Yo soy también el amor?
De inmediato, la mente de Jorge recibió más pistas:
Vivo en todo, voy al infinito; ése es mi viaje, ése mi destino.
Y el joven, en su reflexión íntima, quiso saber toda la verdad:
¿Yo también voy al infinito?
Desprendida de la piel de Jorge la armadura de dudas que le bloqueaba, la
sabiduría de la luz del Dragón universal, allí en el cielo de Elx una palmera de
luz que le había propiciado reflexiones, embargó con su saber al muchacho.
Entonces, nuestro querido amigo comprendió su viaje en la eternidad… y
ahí fue cuando el alma y el corazón de Jorge se abrazaron para vivir y navegar
con valentía…
¡Para sentir tu alma y el corazón hechos uno y amar!
Porque ése es nuestro viaje, ése tu destino.
¡Vivir y aprender; sentir y amar!
67
Absorto en su monólogo interior, Jorge despertó gracias a un petardazo
que lanzó Agatángelo, su primo.
¡Paggg!
–¿Jorge, te gusta La Palmera de la Virgen?
–¡Y el sol!
–¿El sol en la noche? ¡Qué dices! –Agatángelo le miró extrañado.
–¿Viste cómo amaneció por unos segundos? ¡Precioso!
Y la sensibilidad del primo entendió por fin:
–¡Ah, te refieres a la luz de La Palmera de la Virgen!
–¡Gracias, primo, por traerme a este amanecer!
Jorge sintió el rebullir del amor y el sol, fuentes de vida.
Bebió del manantial y voló en la imaginación.
Le latían en el pecho millones de estrellas, las mismas que veía en lo alto,
latidos de vida. Había terminado el espectáculo de La Nit de L`Albà.
Poblada de palmeras de colores hasta entonces la bóveda, Jorge vibró con
otros fogonazos. Caprichosas, fugaces, las lágrimas de San Lorenzo aparecían y
desaparecían, y volvían a aparecer, como neuronas que encienden pensamientos e
ideas y guían tu acción. Preludio de vida auténtica y del amanecer sin fin.
Ahí fue donde Jorge entendió la visita, esa tarde, a la Dama en La Alcudia
y luego el descubrimiento de la Calahorra almohade. Buscadla en la ciudad de
Elche. ¡Visitadla! Allí dentro se sintió Jorge en la cámara secreta de la gran
pirámide por sus jeroglíficos de logia masónica, enigmáticos, pintados en paredes
y techos. Y de seguido recordó Jorge su emoción y alegría al sentir la lluvia de
oropel sobre su cabeza rizada, esa tarde en Santa María, en la representación de
El Misteri d’Elx. Suena el órgano del templo y se abre el Cielo en la bóveda
mayor: desciende El Araceli. La piel de Jorge se erizó de emoción y el alma se le
conmovió en el canto de los ángeles inundando la basílica.
Todavía inmerso Jorge en su audición claustrofóbica, despertó de golpe,
esa Nit de L’Albà en la terraza, al escuchar de nuevo la voz del primo:
–Jorge, bajemos a casa. ¡Hay que dormir!
–¡Y soñar!
68
Sin miedos Volver al índice
69
–Subid: os dejo cerca. –Les abrió la puerta lateral y subieron los
adolescentes al vehículo. Allí dentro había cajas con lechugas, tomates…
melocotones y naranjas.
–¡Gracias, señor! –Se sentaron los amigos como pudieron, sobre cajas
vacías, entre las frutas y las hortalizas chorreando agua.
–¿Quién es tu padre, muchacho?
–Perico... –contestó Jorge.
–¡Hombre! Yo hice la mili con tu abuelo Pedro en Alicante.
–¿Y el tuyo, chaval? –preguntó a Antoñito.
–Trabaja en el Sindicato de Riegos…
–¡Le conozco también! Lleva la oficina y la contabilidad.
En apenas dos acelerones, la furgoneta de colores azul y blanco subió El
Portichuelo y cruzó el peñasco del castillo medieval.
Desde lo alto de la rasante, avistaron las palmeras que poblaban el valle y
descendieron por la cuesta que discurre abrazada a las casas y calles de Cox. En
la complacencia, el taxista efímero intercambió saludos con una joven que
caminaba por la acera. Periche Rocamora, nombre del benefactor, tras regatear
con habilidad dos cruces de calles y dejar a la derecha los árboles de la Glorieta,
frenó en seco su furgoneta de color azul y grana. La detuvo junto al Convento del
Carmen.
–¡Bueno; pues ya hemos llegado! –Periche bajó de la furgoneta a gran
velocidad y abrió la puerta, junto a la acera, para que salieran deprisa los chicos.
–¡Muchas gracias! –Bajaron los tres estudiantes.
–En cuatro pasos estáis en vuestro pueblo. Y si echáis una carrera, mucho
antes. Pensad que corréis deprisa la banda en un campo de fútbol.
–¡Que tenga un buen día! –le pagaron el viaje, con ese buen deseo.
–Jorge, da recuerdos a tu padre. ¡Cuánto tiempo sin verlo!
Desde La Glorieta, dos muchachos cargando su mochila a la espalda y el
tercero cartera en su mano, se dieron al trote los tres. El conductor había
calculado con maestría los tiempos y distancias, cual veloz extremo en el fútbol
que había sido en su juventud, o como Jim Brown, Lombardi y Wayne Carey del
70
footbal americano. Pues resultó cierto que en cuatro pasos, a lo sumo diez
minutos, los amigos se plantaron en la puerta de sus casas, antes de que el
autobús que venía de Callosa diese señales de vida en su pueblo. Jorge había
ahorrado el dinero del billete. Y así podría jugar una hora más al ping-pong, entre
sus deportes favoritos, en el regreso al instituto para las clases de la tarde.
–¡Ya estás aquí, hijo! –exclamó la madre, sorprendida, sin ponerle las
peras a cuarto.
Atenta siempre al rugido del autobús, Rosa sabía, con precisión de reloj
suizo, cuándo ponía su hijo el pie en la parada. Sin embargo, qué incomprensible,
ese día lo tenía en casa, sin haber oído el chirriar del frenazo del viejo microbús.
Ni había oído siquiera, tal vez en atisbo de sordera prematura, el estruendo del
tubo de escape del bus por su acelerón en la partida. ¿Se estaba quedando sorda?
–¿En qué has venido hoy, Jorge? –Rosa cortaba la lechuga para hacer la
ensalada.
–Hemos caminado desde Cox...
–¿Y el autobús? –Troceó un tomate del que sacó siete cachos.
–Hicimos autostop.
–Lo tienes prohibido. Tu padre se enfadará, si se entera. –Añadió dos
gajos de cebolla picante.
–¡Quería llegar hoy más pronto!
–¿Para qué quieres llegar pronto? ¡Comemos a la una y media! –Aliñó la
ensalada con aceite y olivas.
–Así… antes de comer hago los ejercicios de esta tarde. Tú, nunca echas
vinagre a las ensaladas. ¿Por qué, mamá? –Jorge trató de desviar la conversación.
–¡Tu padre se enfadará por el autostop! Sólo pongo unos pepinillos entre
la lechuga.
–¡Nunca más lo haré, mamá!
Jorge abrió con intranquilidad la cartera, mientras saludó a sus dos
hermanitos, Candela y Pepe. De inmediato, resolvió el problema más complicado
de Matemáticas y luego estudió las fórmulas de las ecuaciones. Las copió en
unos folios durante quince minutos, hasta que las memorizó todas. Entretenido en
71
hallar una incógnita, cavilaba con la imagen del padre y un posible castigo, por lo
del autostop, cuando sonó el motor de su motocicleta, puntual. Y de seguido oyó
la frase de siempre:
–¡Chica, ya estoy aquí!
–Preparo enseguida la mesa, Perico.
Los hermanos corrieron a recibirlo. Tres galgos en pantalón corto corrían
por el pasillo.
–Volved a casa. ¡Adentro! –Tocó Pedro con la mano derecha las cabezas
de sus tres hijos.
–¡Vale, papá! ¡A comer! –Pepe le estiró del pantalón.
Había para comer arroz caldoso con verduras de la huerta del Segura y
ensalada fresca. En la mesa, Pedro repasó sus labores de la mañana. Primero
cortó en dos horas las alcachofas en un bancal lindero con el pueblo vecino. Pero
demoró el regreso por el reparto de la tanda del agua. A punto de arrancar la
moto para regresar a casa, llegó a la acequia un viejo amigo, de sus tiempos de
recluta en Alicante, con quien se entretuvo un buen rato.
–Apareció Periche... Llevábamos sin vernos más de seis años. Ahora, se
dedica a la compra y la venta al por mayor de hortalizas y frutas –contó, con
cierta alegría.
–¿El de Cox que hizo la mili con tu padre? –preguntó Rosa
–Sí. Y sabes que luego jugó al fútbol en Primera División con el Hércules
y el FC Barcelona –recordó Pedro.
La cabellera de Jorge sintió un escalofrío seco y se le erizó mucho más de
lo que ya estaba. Se agitaban atribulaciones sobre sus rizos, a semejanza de las
serpientes enloquecidas que atormentaban a la Medusa griega, protectora de
Alejandro Magno. En el desvarío, Jorge suplicó la aparición de Perseo, que
decapitase a la bicha que rondaba su cabeza, pero nadie respondió a la súplica.
72
nerviosismo, sin mover la mirada un milímetro del plato, y le sobrevino la
imagen de la ratita incauta ante el cepo. Ni desvió su vista del arroz caldoso
huertano, mientras disfrutaba de las bleas. Nada que ver la tensión del niño con
el disfrute exquisito del arroz caldoso y marisco en Meruelo, años después con
Malena y el Txoko Guretoki de Ortuella. El niño Jorge disimulaba tranquilidad,
inquieta su mente. Y en ésas estaba, en el disimulo, cuando su padre continuó:
–Periche me ha contado… que trajo en su furgoneta a Jorge desde Callosa.
–¡Desde dónde! –Rosa se hizo la despistada.
–Hacía autostop en Callosa, junto al instituto con otros amigos del pueblo.
Los dejó en Cox.
73
Pero en la vida ocurre, casi siempre, lo impensado.
–… da a tu madre el dinero del billete que ahorraste con el autostop –
concluyó.
Jorge había barruntado reprimendas varias. Y sin embargo nunca supuso
que se podía quedar sin la partida extra de ping-pong. El padre desconocía esta
afición del hijo.
–Le devuelvo ya las veinticinco pesetas. –Sacó la moneda del bolsillo.
–¡Tienes otra para el autobús de esta tarde!
–¡Sí! ¡Bueno…
–¿Necesitas algo? ¿Un dulce?
–Quería jugar hoy una hora más al ping-pong, antes de la primera clase.
–¿Cuánto cuesta, hijo?
–Poco.
–¿El precio de un viaje?
–Sí. –Jorge miró por última vez la moneda que había depositado sobre la
mesa, mientras su padre de reojo vio al hijo mirarla.
Quien manda sin consultar: se equivoca más. Pero quien escucha, acierta.
–Rosa, creo que Jorge se puede quedar la moneda. ¡La ahorró y es suya!
–¡Pedro, si a ti te parece bien!
Jorge nunca había disfrutado de viajes de estudios, pese a comportarse
como un estudiante aplicado. Le enriquecieron más las salidas del pueblo con la
banda de música. Pues el dinero de su beca costeaba los gastos en libros y viajes
en autobús.
–¡Gracias por la partida extra de ping-pong! –Agradecido, recuperó la
moneda.
Para que nadie sepa que hiciste autostop, como le ocurrió al adolescente
Jorge con sus padres, o que nadie sepa que pensaste hacer alguna otra cosa… ni
la hagas ni tampoco la pienses.
Los pensamientos son invisibles.
Pero vuelan de una mente a otra.
74
Quien diseña… los experimentos humanos, en sus tubos del laboratorio
celestial, proporciona a Sapiens uno y mil ensayos en las diferentes etapas de
nuestra vida. La finalidad es que aprendamos.
Solamente, si eres consciente de las oportunidades de aprendizaje te
acercarás a la verdad, decisión tras decisión, como quien camina paso a paso
hacia la felicidad.
A pocos jóvenes se les pasa hoy por la mollera arriesgar un dedo pulgar,
incauto, haciendo autostop. Pues del mismo modo que en la pinada reseca se
propaga el fuego a la velocidad del viento, igualmente se extienden a gran
velocidad la maldad y la cautela en una sociedad insegura, inhumana, que debe
recuperar el civismo y la confianza.
A la vuelta de la esquina, entiéndase que quiero decir hace pocos años,
dejabamos la puerta de la casa abierta. Y sin adoptar precauciones, te entregabas
a la creencia de que abunda más la gente de bien. Pero la malicia que prolifera en
la calle, y en la cabeza insensata, ha doblegado a la esperanza y fe en el prójimo.
Hemos levantado murallas idiotas a nuestro alrededor. Pero caerán pronto.
Pasear por la acera es caminar por cementerios.
Recuerdo aquí que un matrimonio oriolano, recién llegado de las
vacaciones de su piso en Torrevieja, con las maletas todavía en su coche,
mantenía en el portal de la casa una conversación con otra pareja que acababa de
arribar de su casita de la playa de El Acequión, a media tarde.
–¡Vaya puerta de hierro! ¿Quién la habrá instalado?
–¡Y qué rejas! ¡Macizas!
–¡Las de una prisión! –exclamó con idéntico temor que un condenado.
–¿Cómo entramos ahora? –Apretó Luis un barrote y comprobó su frialdad.
–Llama al timbre del presidente. –Armengol señaló el pulsador en el panel
junto a la puerta.
–Sí. Él tiene la solución. –Monse pulsó el interruptor en el panel.
A los pocos minutos, ya con la llave en sus manos para entrar, les
informaron de que la medida había sido aprobada en reunión urgente, por
unanimidad menos ellos que disfrutaban en la playa. Luis y Armengol sopesaron,
75
por unos segundos, la posibilidad de recabar otra asamblea, con el fin de recibir
una explicación al respecto. Pero desistieron tras recibir la sentencia firme del
presidente de la comunidad.
–¡Votamos todos a favor! –rugió el bigotito del mandamás–. Hay muchos
robos por el barrio.
–¿En los pisos? –Levantó Luis un dedo hacia lo alto.
–¡Te roban hasta cuando duermes en tu casa!
–¿Y nadie oye al ladrón?
–Lo hacen con sigilo –bajó el tono de voz, como si tuviese al caco
escuchándole tras su nuca.
–¿Ni te despierta el ruido del ladrón en tu casa? –dudó Armengol.
–Arrojan gas somnífero –casi silenció las tres palabras.
–¡Creo que vivís con mucho… mucho temor! –lamentó Luis, el más
anciano del corro.
–¡Yo he puesto cuatro candados nuevos en mi puerta! –proclamó el
presidente vecinal.
Hoy, la entrada a numerosos inmuebles se asemeja más a un panteón,
enrejado y triste, que al vestíbulo acogedor y alegre de las viviendas. Te
atrincheras tras portones fortificados que convierten tu hogar en un castillo. Ni
dejamos entrar a un hermano en el peor caso, por levantar muros que aíslan tu
corazón.
Sabed que vivir en el miedo es una enfermedad contagiosa. En cambio,
confiar en las personas, creer en ellas con valentía, pero sin ser incauto, es una
alegre maravilla que te trae la felicidad.
76
la plenitud con Malena y de años felices. Ni acertó por asomo que sentiría allí la
alegría de divulgar y compartir creaciones literarias.
El valor de Adonai es el nuestro. Pidió Jorge favores a la vida y le
procuraron el regalo de conocer otra cultura, para quien como él había crecido en
el Mediterráneo. Sin embargo, el sentido común de quien carece de voluntad y
hace lo que hacen otros, sin discernir, pretendió desviarle de la decisión de irse a
la mili. Porque en las montañas vascas llovía mucho más que en Alicante. Pero al
final, nuestro amigo optó por abrir un paréntesis en la universidad para marcharse
a la milicia. Así podía conocer secretos de esa región críptica donde se conserva
un idioma antiguo, único. Es más, su fuero interno le convenció de que el
siguiente sorteo, de destinos castrenses, le depararía otra zona militar. Este
presentimiento inclinó finalmente la balanza hacia Euskadi. Y por si acaso quiso
aprovechar la ocasión de descubrir los enigmas que oculta el sirimiri.
Con su familia en el hogar preñado de instinto protector, Rosa insistió en
aconsejar a Jorge todo lo contrario, con desazón de madre presa de la
intranquilidad:
–¡Termina la carrera! –Le acercó un tentador bocadillo de jamón serrano
con aceite de oliva–. ¡Toma. La merienda!
Sin ceder ni avenirse al ruego maternal, ni morder la tentación del Jabugo
o el Guijuelo exquisitos en el pan, Jorge compartió sus objetivos con ella:
–Quiero meditar en la mili, madre, si acabo la licenciatura o cambio a otra.
–¿Por qué?
–Hay pocas opciones de trabajar con lo que estudio. –Mordió el bocata.
–Puedes enseñar en un instituto. La juventud necesita nuevos ideales.
–Convocan poquísimas plazas de profesor. –Bebió un trago de agua.
–¡Hijo, acaba la universidad! –Le tendió un plato de arroz con leche y
canela. ¡Tentación!
Becario desde los nueve años en el instituto, sabía que renovaría la ayuda
sin dificultad después de la mili, como así ocurrió, para completar los dos últimos
cursos de sus estudios o matricularse en otra especialidad. Ser médico o cirujano.
Pedro ignoraba los pensamientos del hijo.
77
Pero llegó de la huerta e indagó:
–¿Hijo, sabes lo que quieres? –Metió un saco que traía en la espalda.
–Me iré al servicio militar y lo decido allí. –Sujetó el saco de patatas.
Comprensible en toda madre y padre, la inquietud por el hijo que se
marchaba lejos, muy lejos del nido, nada hizo mella en Jorge. Ni frenó su vuelo
de emancipación. Nuestro amigo hizo lo mismo que los demás jóvenes de su
edad, irse a la mili, pero en su caso por convencimiento y criterio propio.
Así pues, Jorge puso un nuevo rumbo a su vida cuando subió al tren.
Destino: Vitoria.
En el convoy, viajaba en la creencia de disponer en la mili de tiempo para
moldear su futuro. El tren descansó siete horas en Teruel. Con otro recluta, Jorge
contempló La Torre del Salvador y la capilla sixtina del arte mudéjar en La
Catedral. Un autobús les llevó a Albarracín. Le deslumbró la muralla. Jorge
probó las migas y una trucha de la sierra. Deseó ver las pinturas rupestres del
Pinar de Rodeno pero debían volver ya al tren. De regreso en la estación, escuchó
una canción de John Lennon (“La vida es lo que sucede mientras estás ocupado
haciendo otros planes…”) y juzgó su idea sobre el futuro y ante todo vivir. El
verano y el calor se apagaban. Y se acortó la tarde y el viaje en vagón de tercera.
En los accesos al recinto militar en Vitoria, había un letrero rodeado de
verde: “Araka”. Al leerlo, recibió una ráfaga congelada y hasta se le antojó que el
ulular del viento norte le había dado la bienvenida. Pues creyó oír una voz:
¡Hola, Jorge! ¡Tienes frío! ¡Estoy aquí!
Miró a todas partes pero a nadie vio. ¿Le había hablado su mente como en
otras ocasiones? ¿El frío tenía voz?
Sin que el recluta lo sospechara, la tierra le había dado el recibimiento más
veraz. Se le acababa de mostrar desnudo el gélido clima vitoriano. Y se le erizó
su piel morena, mediterránea, azotada por inusual frío en agosto. Viajero sin
equipaje, llevaba lo puesto. Manga corta y una muda de paisano en la bolsa.
78
Y por la tarde, la tropa color caqui, se entrenaba en la trinchera embarrada. Las
botas le mordían las uñas de los dedos; le arañaban los talones. Lo acorralaban
por delante y detrás –¡suplicio diario!, más que el inexistente enemigo en la
trinchera de enfrente. El ataque de los botines sí le resultaba real, doloroso. Las
ampollas en los pies le escocían cada día más y por ello sospechó que el tiempo
se estaba cobrando la minuta.
Había pedido ayuda para la reflexión y creyó poseer, qué iluso, dieciocho
meses para elegir su futuro.
Vivir te enseña sin descanso. ¿Alguien lo pone en duda?
Seguro que os interesa hallar la verdad. Porque la vida sale a tu encuentro
cuando tomas decisiones y las vives.
¿Acaso el bagaje de las experiencias y los recuerdos, ocultos la mayoría en
tu inconsciente, te sirven de salvoconducto en el camino?
Le caían copos de nieve en la cara. Jorge jamás los tuvo tan cerca. Había
nacido cerca de la costa mediterránea. Y aunque ahora la experiencia del frío le
seducía, por ser novedosa, en verdad que ninguna maravilla se le antojó. En
cambio, se imaginó envuelto por los dedos alargados de la chimenea… abrazado
a su amada. ¡Besos junto a la ventana! Caían copos de nieve al compás de los
besos... ¡Pero despierta, despierta ya lector o amiga lectora de esta ilusión.
Regresa a la realidad de la crónica militar! Porque lejos del idilio junto a la
chimenea, Jorge ni tenía manos que acariciar ni labios que besar, salvo su propia
cara golpeada por alfileres helados, copos de nieve.
¿Dónde estaba?
¡Imagina!
En la garita del cuartel y sin cristales, de centinela. En la oscuridad y a la
intemperie, camuflado por la gorra, diez metros más allá de su nariz se alzaban
dos muros de alambres. Los ojos deseaban con ansias saltar las alambradas y
escapar por la carretera. Hacía un frío de pelar y le quedaban aún dos horas de
guardia. Con la mirada al frente, concentrado en el perímetro del arcén que
circundaba el cuartel, la luz de los focos le reforzaba su misión de vigilancia. La
79
vía goteó dos coches y un par de furgones de leche, de madrugada, en la desierta
carretera comarcal. Nadie se atrevió a parar allí. Ningún vehículo se detuvo junto
a las farolas que delimitaban la calzada, en interminables meses de guardias.
Jorge sentía el frío de la garita, sin saber qué hacía con el fúsil cargado. ¿A
quién defendía? ¿Se protegía de su pavor al devenir profesional siempre oculto
hasta que el destino te sorprende? Si ahuyentaba a tiros a los espectros que le
taladraban el cerebro, si se le hubiese ocurrido atacar a las sombras a golpe de
gatillazo, sólo le hubiera servido para dormir en una celda. El castigo era el
calabozo, si se le escapaba un tiro.
Rendido Jorge al silencio en la garita fría, tantas horas daban para meditar
en lo existencial y analizar mil cuestiones. Terminada la mili… ¿Seguir con sus
estudios o dar el salto a la Facultad de Medicina? Sitiado en el cuartel por los
dilemas, consumía el tiempo más deprisa de lo que percibía. Cada fin de semana,
los reclutas pretendían disipar su frustración, por la rutina acuartelaría, con
borracheras de calimocho, botellas vacías. Lejos de este desahogo estéril de la
mayoría, Jorge hacía autostop hasta Lezama y veía jugar a los cachorros del
equipo de fútbol de esas tierras. Corrían y corrían tras el balón, pero pensaban
poco. Todo lo contrario, al correr y pensar e inventar siempre, que aprendió Jorge
en las plazas de su pueblo y en el campo de fútbol del instituto en Callosa.
80
del zurdo Chechu y del joven Argote… y los testarazos de Telmo, ¡Pichichi
reencarnado! Y elogiaban los méritos del contrario vencido. A Jorge le hubiese
encantado dirigir como centrocampista aquel once de futbolistas y doblegar la
defensa del alemán Beckenbauer.
Terminado el partido en San Mamés, ya de noche, llovía siempre.
En medio de los aficionados, el recluta bajó la cuesta del Sagrado
Corazón… y enfiló a la carrera el Puente de Deusto. Apresuradamente, Jorge
alcanzó la carretera de Mungía. Debía darse prisa. Le arrestarían si llegaba al
cuartel con la puerta cerrada.
Con el sirimiri por testigo, Jorge sacó una vez más el dedo pulgar en el
arcén de la carretera y le llegó de inmediato una respuesta amable:
–¿Adónde vas? –Preguntó una voz por la ventanilla entreabierta del coche.
–A Mungía; al cuartel.
–¿Vienes de San Mamés, muchacho? –Abrió la puerta el conductor.
–Sí. –Jorge entró al turismo y se sentó. Se abrochó el cinturón.
–¡Vaya partidazo que hicimos! –Secó con un guante las gotas de sudor de
la frente. Se expresaba como si acabara de quitarse los borceguíes en el vestuario.
–Tenéis un gran equipo… y un entrenador muy listo –elogió el recluta.
–¡Cierto!
–Y jugadores con astucia y mucha clase –pronosticó Jorge–: Yo creo que
podéis ganar otra Liga española.
–¿De dónde procedes, majo? –le regaló el piropo más popular en Euskadi.
–Nací en un pueblo pequeño… entre Orihuela y Elche.
–Ganamos al Elche la final de la Copa de fútbol en el año 1969. Recuerdo
a Vavá, a Lezcano, Llompart y al joven Asensi…
–¡Lo recuerdo! Fue el verano que Armstrong pisó la Luna.
–Vencimos al Elche por (1-0) pero yo tuve que evitar dos goles en la
primera parte…
Escuchando esto Jorge, por el protagonismo que había adquirido el
conductor, el joven recluta giró la cabeza y miró de soslayo, igual que al mirar
venir el balón hacia él cuando jugaba al fútbol siendo un muchacho. Entre
81
sombras y pegado al volante del vehículo, le pareció a Jorge reconocer el perfil
de una vieja gloria del fútbol.
Bajo la txapela, que despejaba todo equívoco, se le antojó a Jorge ver una
nariz realmente inconfundible. Pero respetó, en silencio, el anonimato que
exhibía el guardameta de leyenda:
¡Es Iríbar! ¡Iribar me acerca al cuartel!
Allí, ciudades y caseríos se cogen las manos convertidas en una. Puertos,
pescadores y mar se abrazan a las olas. Gaviotas y gorriones comparten el cielo.
La flor de la argoma y las txibiritas bailaban en la campa feliz, ajena a la
frenética agitación en fábricas y calles. Pensamientos y mundos opuestos
conviven en una tierra rica en contrastes.
Una tarde de domingo, soleada en Bilbao, tras disfrutar de la goleada en
San Mamés, el recluta alicantino, incauto, atravesó la manifestación abertzale.
Condescendientes, los manifestantes comprendieron las prisas del muchacho por
cruzar las rejas del cuartel y presentarse tras el permiso. ¿Recordaron la premura
de algún amigo o familiar al término de un fin de semana en libertad? Antes o
después, pero siempre y por ventura, por supuesto que también en el País del
Txirimiri, el rencor, la muerte y el dolor dejan pasar a la vida.
La estancia lejos de su tierra y la familia, año y medio, le sirvió tiempo y
entusiasmo. Añoraba el sol levantino, compartir un piso de estudiantes para
aprobar los dos últimos cursos en la universidad. Había decidido terminar sus
estudios. El futuro laboral, incierto como antes, le preocupaba mucho menos.
¡Paso a paso… todo llega!
Jorge regresó al Mediterráneo, sin presentir que años después regresaría a
Bilbao para construir allí un hogar en el País del Txirimiri.
Porque sabed que la historia se repite.
La vida de Jorge así lo demuestra.
¿Para qué se repite? ¿Así lo prefiere Quien nos creó o la razón se halla en
nuestras decisiones? Los desafíos rebrotan ante ti, en pos de la felicidad, si
combinas tu memoria y la comprensión de tus recuerdos. Y así se te aparecen
encrucijadas, dilemas: oportunidades nuevas.
82
El devenir cambia casi siempre paulatinamente hacia donde ni imaginas.
El gran secreto ante cada dilema consiste en atreverte a subir al tren.
Acepta que los hechos, retos en esencia, vuelven a ti cíclicamente, con
otras caras y nombres, los mismos hechos o parecidos. Observa y comprobarás
que así acontece. Seguro que el caso de nuestro amigo Jorge, sin duda, es
semejante al tuyo o similar al de alguien que conociste o conoces.
Dentro de pocos años, en el discurrir del tiempo que nunca se detiene,
pues aquí corre a la velocidad de tu lectura, Jorge subirá otra vez al tren en
Alicante. ¿Destino? Bilbao:El País del Txirimiri. ¿Casualidad? Ya lo descubrirás.
83
Aplicados en los estudios, Noelia y Jorge aprobaban en junio. Y a medida
que las asignaturas y los suspensos depuraron el conglomerado de simios
estudiantes, el premio de superar los cursos dejó más asientos libres en el bus.
Pese a continuar en clases separadas, al menos por los suspensos que vaciaban el
autobús verano tras verano, por fin se veían las caras durante los viajes. Y se
saludaban a diario. Un viernes en La Rambla, de vuelta al pueblo esperando en la
parada, el retraso acumulado por el conductor, procedente de Orihuela, propició
el intercambio de miradas. Y un interrogatorio amable:
–¿Qué tal, Noelia? –Agachó la cabeza y ocultó el rojo en su cara.
–¿Y los exámenes, Jorge? –Se tocó el pendiente izquierdo.
–Apruebas siempre –la elogió.
–Tú también, Jorge.
Había deseado hablar con ella desde hacía tantos años. Y conocerla mejor.
La suponía hija única que vivía en una casa al borde de la carretera. Allí la vio
entre los claveles del jardín, un día que miró desde la ventana del autobús en el
viaje de regreso del instituto. En los últimos años del Bachillerato y COU,
compartieron Noelia y Jorge un par de miradas fugaces y a lo sumo tres o cuatro
saludos. Lo más que se envalentonó esa atracción virginal y adolescente, en el
autobús, fue en conversaciones efímeras:
–¡Hola!
–¡Hasta luego!
Transcurrieron los años.
Jorge y Noelia se alejaron, pese a estudiar en la misma Facultad en la
Universidad de Alicante. Sus vidas prosiguieron por caminos distantes, a partir
de llegar a la primera bifurcación del camino. Igual que le sucede a tantas
personas que cruzan sus miradas pero sin atreverse a expresar lo que siente en
ese instante su alma.
Atareado con el lanzamiento de sus flechas en numerosos frentes, Cupido
ignoró durante dos décadas a nuestro amigo. Primero con el clarinete y luego con
el saxofón a cuestas, Jorge viajó los fines de semana con la banda de música. Y
en los últimos compases de su etapa en el reino de Orfeo, nuestro amigo tocó el
84
saxo en charangas y fiestas con un grupo callosino. Conoció así más pueblos y
ciudades gracias a la música. Entraba en recintos de peñas y barracas, en kábilas
y cuarteles repletos de muchachas simpáticas, atractivas.
Pero las flechas de Cupido volaban siempre hacia otros músicos.
–Ven, Jorge, liguemos con esas festeras.
–Ve tú –contestó siempre.
En veinte años de disfrute y deambular musical, nunca volvió Jorge a
reconocer en su ombligo el hormigueo de abobamiento originado por mirar a
Noelia, la muchacha tímida del instituto. Ni había percibido la flecha de la
ceguera que provoca la mujer en la mayoría de hombres.
Pero por decir Jorge ¡sí! a la oportunidad de hacer una prueba radiofónica
ofrecida por Pedro Pagán, y otra de Valentín Medina en el diario La Verdad,
comenzó su vida en Orihuela. Y aumentó deprisa su popularidad, sin que en esto
volcase la intención, gracias a su voz y labor en la emisora de Baldomero y
Conchita. Se le acercaron mujeres, mas Cupido seguía en otros menesteres más
provechosos para él. Pero como los hechos cruciales en la vida se desencadenan
a su antojo, casi siempre, apareció un buen día una rosa blanca y bella, periodista
y locutora, nueva redactora jefe de la emisora. ¿Quién? Batu.
Apenas se hablaban Jorge y Batu en la emisora. Saludos y poco más. Y lo
que pasa en el ámbito secreto del magnetismo humano y sus entresijos: Todo
comenzó en la indiferencia mutua.
Una noche, la joven le sorprendió por teléfono:
–¡Ayúdame, por favor, Jorge!
¿Por qué lo llamó precisamente a él en ese otoño de 1990?
En un primer momento por amistad, Jorge acudió a socorrerla con
Candela, el hermano que tenía a mano, sin temer que revoloteaba ya allí el
arquero caprichoso. Cupido, celestina con alas, observó los acontecimientos y
así culminó su plan, tres semanas después, colocando a la bella Batu y a Jorge en
el centro de la misma diana. Comprometida como estaba para desposarse con un
joven, tuvo ante sí el reto de escuchar al corazón y restablecer su valor femenino.
Y superó la prueba a los pocos días de un incidente con su novio, porque Batu,
85
Lady Di enamorada, devolvió la alianza al sentir amor con Jorge. En un
almuerzo, taquitos de queso Camembert y ensaladilla, las lágrimas de nuestro
amigo prendieron el chispazo que encendió la relación. Jorge aportó su entrega
incondicional. Por su parte, la dote de Batu consistió en su elegante rosal de
mujer, más una docena de zapatos… esperanza, ilusión a raudales.
–¿Nos casamos?
–Sí. –Se besaron con amor.
Por Eros y su gracia, del desparpajo de la joven y la disciplina de Jorge
floreció el nacimiento de dos criaturas maravillosas. Desde entonces, cayó sin
pausa la arena en el reloj del tiempo y crecieron las hijas en su infancia. Pero sin
que nadie lo advirtiera, el trabajo incesante de la pareja fue socavando esa
primera relación y los cimientos de un hogar feliz.
86
Por inmadurez, Batu colocó en segundo término a quien más la amaba.
–Por la noche, Batu, quiero que estés menos al teléfono con tu amiga
manicura –le rogó Jorge–: Siento que necesito tenerte cerca cuando llego a casa.
Entregada de forma desmedida a esa mujer aburrida y parlanchina, Batu
arrojó a su esposo un dardo envenenado que le dio jaque al corazón:
–¡Jorge, nunca me des a elegir entre mi amiga o tú!
La respuesta inconsciente, sin sopesar sus efectos, alejó los corazones de
Jorge y Batu. Desde esa respuesta aciaga se resquebrajó el amor solícito.
La duda transforma tanto como las crisis y los desastres de las guerras.
Noches, semanas y meses, desde aquella respuesta de su amada Batu,
Jorge se devanaba los sesos y se torturaba a toda hora. Cómo pudo contestarle así
la esposa, mientras él se sacrificaba cuidando a las hijas, en sus dos trabajos y
ayudándola a ella en sus tareas profesionales, repasando por la noche su revista.
Hasta repartiéndola por la calle cuando Batu se encontraba enferma de la espalda.
Por las dudas, Jorge acabó perdiendo el control de su cabeza y el timón, en su
relación de pareja con Batu y se ahogó en la primera tempestad emocional.
Naufragó por novato con las mujeres, bisoño en la convivencia matrimonial
hundida en el egoísmo instintivo, aniquilador como la ola del tsunami.
La sesera se le desbocó finalmente a Jorge:
¿Qué soy yo para ella? ¿Qué soy yo para ella?¿Qué…?
La especulación mental, en lo oscuro de la ceguera neuronal de Jorge y los
tormentos de Medusa en el cerebro, primero imagina y teoriza… hasta que
termina creyéndose sus propias invenciones.
Cuando crecen las dudas éstas producen más estragos que la enfermedad.
Dado el panorama con su esposa y la desazón que soliviantó a Jorge, en
una familia todavía feliz con dos hijas inocentes, Cupido optó por la solución
más drástica: cortar cuanto antes la relación del matrimonio, por lo sano, de un
flechazo. Disponía de muchas flechas y entre ellas, por supuesto, la que creyó
adecuada. Sopesadas las circunstancias, Cupido lanzó a mi amigo una flecha
87
color rosa, afilada en forma de compañera de trabajo, solidaria y tierna, que le
brindó la puerta de un mundo de sosiego y libertad.
¡Y en la amistad floreció el cariño y la dependencia!
Por el altruismo de la joven cuando Jorge se sintió agobiado en el
periódico, cerca de enfermar de estrés, más el entusiasmo de la novata por el
oficio, nuestro amigo quiso premiarla y la avaló en una prueba de selección. Esta
oportunidad constituía una ocasión irrepetible, para la hormiguita reportera, de
consolidación profesional.
–Te lo ganaste a pulso. Márchate. ¡Aprovecha el curso… y aprende!
Desde la lejanía, en Bilbao estudiaba María, ésta le agradeció el apoyo:
–Jorge, todos los días despierto con el deseo de verte.
Comoquiera que la distancia avivó el cariño hacia la amiga en el Norte,
donde la estrella Mizar señala siempre a Jorge e influye sobremanera en él,
Cupido decidió apuntar a ambos. Y les lanzó la flecha platónica, el 14 de febrero,
con la legendaria destreza del ballestero Guillermo Tell.
¿Debían sentir juntos, María y Jorge, esa flecha como sucedió?
¿Les correspondía experimentarla para aprender?
Pasados los años, salta a la vista que de ningún modo hubiesen esquivado
la flecha platónica. Porque les correspondía.
A todas horas, noche tras noche, el universo sometió a Jorge a un tormento
mental. Sin apenas dormir en nueve meses, el esposo y padre se estuvo
debatiendo entre dos sentimientos, contrarios entonces por su inexperiencia.
Chocaron el amor que sentía por Batu, las hijas y el hogar, frente al
entontecimiento que se burló de dos corazones, sólo compañera y compañero de
trabajo. Con la flecha del embobamiento clavada en sus mentes, la novata y el
novato enamoradizos confundieron amistad y amor. Por la puntería de Cupido,
Jorge fue inconsciente del espejismo y la borrachera platónica que le cegó.
Sin embargo, la sabiduría de Eros creó la encrucijada al trío implicado -
Batu, María y Jorge- para que eligiesen, desde el albedrío, un camino hacia la
felicidad. María y Jorge ignoraban que compartían sólo ternura y apoyo. Nada
más. Fue ahí cuando el Divino benefactor… desplegó el laberinto que conduce al
88
amor verdadero, en igualdad de condiciones para los tres implicados, con el fin
de que cada cual lo embocase en solitario.
Jorge sufrió en silencio. Y cual capitán que cede el timón del barco y de su
vida a la bondad del oleaje, contó a su esposa lo que arredraba su corazón. Pero
al ser sincero ignoró que el rosal posee espinas para proteger la belleza de sus
pétalos. Cuando oyó la confesión del esposo, Batu Lady Di descorazonada, pues
Jorge se estaba enamorando de otra mujer, ni dejó pasar el primer chaparrón, ni
se dio tiempo para comprender tanta sinceridad y el agobio que sentía el corazón
de su esposo. Reaccionó como ola que arrasa con todo:
–¡Elige entre ella o yo!
¿Qué sucedía entre Batu y Jorge? ¿Dónde radicó la causa del conflicto?
A pesar de que desconocía las causas, las consecuencias se presentaron
deprisa y sin rodeos. Ni un segundo tuvo para besar el adiós en los labios del
tiempo de felicidad en el hogar. De sopetón, se quedó entre tinieblas. Solo. Con
la luz del amor de dos luceros, sus hijas. Pero lejos de Batu y también de María.
Así estaba escrito en el destino de Jorge.
¡Quedarse solo!
A los tres años de la convulsión matrimonial de Jorge, éste ya con acopio
de fuerzas para abandonar la oscuridad, apareció Maya, espejo de los hechos
sucedidos a Jorge en el pasado con María. Pues luego en la relación de Maya con
su amante cubano, nuestro amigo pudo reconocerse en ella, por fin, en idéntico
embobamiento que le había hipnotizado a él antaño con María. Y además sintió
las diferencias entre un flechazo juguetón de Cupido y la flecha del amor
incondicional que madura, siempre, en el alma de toda madre y padre.
–¡Jorge, estás enamorado del amor! –certera por su experiencia y ternura,
le diagnosticó Carmen, Frida oriolana, pintora maestra del retrato en Oleza.
89
los errores de Jorge en la vivencia de Maya con su gachó habanero. Y así pudo
interpretar Jorge, en su medida, las emociones que le habían cegado, años atrás,
por recibir el flechazo del enamoramiento egoísta.
90
–¡Estás enamorado de la vida! –sintió Malena al conocerlo–: ¡Te quiero!
–Y enamorado de ti, Malena. ¡Te amo, te deseo! –Se besaron.
Pero de las vivencias y crisis en la vida de Jorge, que adelanté de refilón
en los párrafos anteriores, os ampliaré más adelante cada etapa y sus cambios.
Porque en la confianza depositada en mí, hasta donde me guíen la
prudencia y la memoria, en los próximos capítulos te reseñaré todo lo que
aprendió mi amigo, gracias a la vida y las mujeres.
En uno de los paseos con Jorge, volé una tarde en sus palabras:
–Somos quien los demás ni se imaginan que somos.
Retomar nuestra esencia y reidentificarla, pues habita en nuestro interior,
facilita que podamos entender con claridad el presente. Normal y lógico parece el
hábito de integrarnos en las costumbres de nuestros semejantes. Pero a veces
tomamos decisiones a ciegas, como cuando empiezas a fumar, sin discernir si esa
decisión, influenciada por la gente, conviene a tu salud. La ceguera compartida
nos invade pese a saber que las experiencias deberían orientarnos hacia un
mañana más próspero y solidario, vinculado a toda la humanidad.
¿Os preguntáis cómo crear ese lazo universal?
Yo veo con claridad el nexo común como ser humano al escuchar a Jorge
o recordar sus acciones. E identifico nuestra esencia humana al reconocer mi vida
en las vivencias de nuestro amigo.
Esa perla está también a tu alcance.
Necesitas sólo un requisito.
¿En verdad quieres saber cuál?
¡Ábrete siempre plenamente a la vida como hizo Jorge!
91
agrandaron los interrogantes. Pasados los primeros días, Pedro inquirió al hijo,
mientras ambos limpiaban de malas hierbas un huerto:
–¿Qué has decidido, hijo? –Agarró una mandarina del árbol y la arrancó.
Jorge le miró… calló y prosiguió con las labores en el huerto. Sacó cajas
de mandarinas, más y más cajas anaranjadas, pesadas como las dudas que
mantenía aún sobre su futuro profesional. La rueda de la carretilla se hundía, más
por el peso de los pensamientos de Jorge que por la fruta en sí, en la senda que
conducía a la furgoneta. Necesitaba respuestas, cuanto antes. De repente, las
hojas del naranjo refulgieron al sol, cual lenguas que le hablaron con sabiduría.
En ese instante, cogió el cántaro de agua, apostado a la sombra de una higuera
milenaria, lo elevó y sació la sed. Al cuarto de hora del chorro refrescante en su
garganta, y recibida ya la respuesta en su cerebro, Jorge contestó:
–Aprobaré las asignaturas y seré profesor: me quedan sólo dos cursos.
–Tienes mi apoyo y también el de tu madre. –Le dio una naranja para
sofocarle el calor de la faena.
Más sereno Jorge, sin la mili al acecho, completó sus estudios
universitarios. Y decidido por idéntica vocación que Gabriela Mistral, se allanó
el camino con prácticas en el instituto de Almoradí. Sin embargo, nuestro
travieso compañero de viaje, el destino, dirigió los pasos de Jorge hacia otra
senda, donde conquistar su reencuentro con el pasado. Pues la tarea humana
siempre pedagógica consiste en lo mismo: ser mensajera o mensajero. Labor que
tú puedes ejercer también, sin regatear esfuerzos.
Porque la misión universal se muestra igual, en todo tiempo, aunque los
humanos la manifestemos de mil modos y maneras.
–Convocan una plaza fija… –le informó su agradable tío Pepito.
–¿Dónde?
–En Correos… al lado del pueblo. ¡En Cox!
–Tío, yo quiero ser profesor. Tengo claro mi futuro.
Pero le convenció la experiencia del tío. Podía trabajar allí la media
jornada asignada, con contrato y Seguridad Social, y preparas por la tarde las
oposiciones para profesor de Secundaria.
92
Por asumir Jorge su decisión de tomar un trabajo con la voluntad de
provisionalidad en Correos, emprendió nuestro amigo, sin saberlo, una andadura
polifacética que se prolongó durante tres décadas. Al principio siempre en el
desconocimiento, pues en lo impensado radica casi siempre el designio, Jorge
pudo arribar luego a puertos de vastos ámbitos.
Más de una vez después, Jorge ha recordado la frase de John Lennon (“La
vida es lo que sucede mientras estás ocupado haciendo otros planes…”). Porque
gracias al trabajo fijo, disponible desde entonces en Correos, se le estimuló una
actitud independiente, así como el afán por el conocimiento de sí mismo y de las
peculiaridades de la especie Sapiens.
–Para el reparto de las cartas en Cox, Jorge, usa esta motocicleta. La tenía
arrumbada en el almacén –de este modo el padre echaba una mano al hijo.
–¡OK! ¡Gracias, padre!
En los años siguientes, a Jorge se le fueron despejando los caminos. Pero
eso mismo nos ocurre a todos. Sólo debemos aprender a verlo. Si bien la gran
ventaja la disfrutan quienes se atreven, sin temor, y aprovechan cada oportunidad
de vivir. Nuestro amigo se atreve siempre a caminar, sin saber si el sendero que
conduce a su objetivo es por donde camina en ese preciso instante. Sin miedos,
avanza y nada más.
¿Cómo reconocer entonces la senda que te corresponde?
Sólo si vives en el atrevimiento continuo resurge en ti el jardín de La
Fragancia que vivifica… y se te abre para que la disfrutes como una primavera
en todo su aroma.
93
¿Por qué esa contradicción?
Le miré, predispuesto mi ánimo, y me respondió con otro pensamiento:
del yo insistente y egocéntrico nace la pugna de tu ego contra el alma.
Desde la libertad, imprescindible en todo aprendizaje, seguimos la
consigna del “¿y yo qué?”, dictada por el resentimiento del ego. Cuesta
reconocerlo pero nos tranquiliza echar la culpa al otro, a terceros, antes que
admitir las propias carencias. Permanecemos anclados más en el interés
individual, solitario y egoísta, que en los nexos compartidos.
94
–Les has conmovido, Jesús,… son muy felices –hizo hincapié el director
melenudo, Pedro Ramón–: Saluda al público. ¡Levántate y agradece siempre!
A medida que cumplió años y ganó habilidades, Jorge supo dejar a un lado
por largos períodos la profesión de Correos, gracias al derecho que tenía de
solicitar excedencias laborales, y así se aventuró en otras caras gemelas del
mensajero feliz. Delante del micrófono en una emisora de radio y ante el teclado
del ordenador en la redacción del periódico, nuestro amigo amplificó el cometido
que subyace en la transmisión de noticias, sentimientos y reivindicaciones
vecinales. Sin esfuerzo, Jorge hallaba a través del periodismo la oportunidad
diaria de cooperar y hermanarse.
Garabato a garabato, desde la humildad y la constancia, nuestro amigo me
contó que fue aprendiendo, día por día como periodista y persona, el oficio de
escribir y de servicio a los demás.
Un buen día, a fin de librarme del determinismo del nacimiento que divide
a los humanos, para liberarme de lo consanguíneo y las imposturas familiares que
separan a las personas, me reconocí en Jorge y sus acciones.
Porque procedemos de la misma fuente y a ella regresamos, muy de vez
en cuando, si descubrimos la vibración que la sustenta. ¡Seguro que la conoces!
¿Adivinas? Gracias a esa vibración hemos nacido… y luego damos vida al ser
madre o padre. Jorge lleva la marca de esa energía impresa en los ojos. ¡Tú
también! Mírate en el espejo. Es incorpórea como un haz de luz. Pero real como
los sueños en tu memoria.
Pues amor y felicidad, en combinación divina, es lo que somos y anhela
toda la especie humana. Una energía que se te prodiga cuando nada persigues.
Ocurre de repente. ¿Cómo?
A prueba de por vida Sapiens, lo material acecha sus pasos y hace lo
impensable por conquistarlo. Seducción similar a la mujer que provoca una
reacción automática en cierto tipo de hombre: se le cae a éste el pantalón al suelo,
incluso ante la mirada de la mujer más fea e idiota. Porque a fin de cuentas, la
sustancia material posee una potencia enorme de atracción. Y así, en el plano
laboral, puedes vivir por y para el trabajo o decidir que sea un instrumento de
95
felicidad, en vez de convertirse en tu fin único. Entre ambas opciones existe una
frontera, puerta sutil, que separa el cuidado de tu afortunado nacimiento humano
o dedicarte a consumir tu vida embriagado por los intereses.
96
–Tienes razón… y además pudo hacer su primer viaje en avión.
–¡Feliz día, Jerónimo! ¡Jugaré esta noche a los cartones de la suerte!
–¡Buen día, cartero! ¡Que cantes bingo!
–¡Ya lo canté, hombre, y fuerte, cuando aprobé la oposición y entré a
trabajar en Correos! –Mientras se alejaba en la bici, reveló el funcionario.
Otro día, cuando la aurora extendía sus anaranjados dedos por el barrio en
fiestas, la banda de música donde tocaba Jorge pregonó el despertar feliz. Las
falleras cantaban ese día por la calle: “¡La manta al coll i el cabasset/ mon
anirem al Postiguet!/ La manta al coll i el cabasset/ mon anirem mon anirem al
Postiguet! ¡Arreando xim-pam-pum, arreando xim-pam-pum!” (¡La manta al
cuello y el capacico/ nos iremos al Postiguet… ¡Arreando chim-pam-pum,
arreando chim-pam pum!)
Por una ventana, se asomaron la belleza y la simpatía de la fallera mayor:
–Venid, os saco chocolate caliente –convidó Amparo.
En el pentagrama de la amabilidad, la mujer valenciana había creado en
sus fogones la sabrosa bienvenida.
Y los músicos le respondieron con melodías exquisitas.
–Dejad de tocar. ¡Subid! El chocolate está caliente –insistió Josefina, la
madre de la guapa fallera–. O si lo preferís: horchata de chufa fresca y fartons.
En los minutos de asueto, el director ilustrado, Pedro Ramón, echó un
vistazo al diario de la mañana. En esa ocasión bienaventurada, las páginas del
periódico, exponentes de una mutación asombrosa, divulgaban noticias
agradables con cariz de excelso futuro: “Cien mil billones de euros para acabar
con el hambre y la malaria en África”, leyó Trives.
–¿Quién los da?
–Un grupo de países.
Y otra noticia: “Inauguran en Orihuela el pabellón deportivo Bernardo
Ruiz”
–Fue el primer ciclista español que subió en París al podio en El Tour y el
primer español que corrió El Giro.
97
–¡Y lo celebran con fiesta en su ciudad natal!
En las páginas culturales, los libros y los cuentos glosaban mensajes de
entrega y libertad, realzaban la gallardía. ¡Ni patrañas ni quebrantos! Ni un
rumor. ¡Qué milagro ocurría en el diario! ¡Ni violencia, ni sangre ni guerras! ¡Ni
vampiros!
Con fruición en las carteleras, los estrenos de cine vigorizaban la paz y la
verdad, la alegría y la diversión.
–Mira aquí, en esta sección, la última novela publicada.
–¿De quién?
–De autor inédito. Debe de ser un seudónimo, G. Taylor.
–¿Qué dicen en la reseña?
–¡Sólo viene el título! ‘Krisis con K’. Y en inglés: ‘Krisis with a K’.
–¿Qué Krisis? ¿Por qué con K?
–Hay un subtítulo: ‘El Cambio está dentro de ti…’ ¡Habrá que leerla!
98
capaz de crear, de la conducta correcta, brota siempre el principio de la alegría
plena. Y nace el embrión de la hermandad y la paz, semillas del altruismo y la
Justicia ecuánime.
¿Quieres ser mensajera o mensajero?
Sí, tú… quien me juzga y también juzga a Jorge y sus utopías. Me dirijo a
tu cerebro y tu alma: ¡Creemos un mundo nuevo! El Creador nunca fue un ente
abstracto sino la vida que se pone en acción. El acto de la creación resulta de tus
actos y la acción de millones de voluntades en movimiento. Elige tu camino y
actúa sin dilaciones.
¿Qué sentido aporta a tu vida escuchar el tantán de la hambruna africana?
O el tantán que procede de la desesperación en Haití, La India, Guatemala…
¿Acaso ese tantán te transforma?
¡Acude a socorrerles!
¿O acaso abrirías un campo de exterminio, en la isla italiana de
Lampedusa, para los millones de africanas y africanos que huyen del hambre y la
muerte segura?
¡Ponte en su lugar! ¡Hazlo sólo unos segundos!
¿Y si hubieras nacido allí, donde ellas o ellos?
Teresa de Calcuta aseguró a Jorge que el corazón humano siempre les
socorrerá y les dejará cruzar la frontera.
99
–¡Fue un flechazo certero! –me reconoció mi amigo, una tarde de tertulia.
Jorge y Batu vibraron en torbellino de ilusiones. Abandonaron sus familias
por un pisito de enamorados, luna de miel frente al Teatro Circo en Orihuela.
Salía ella hacia el trabajo, al amanecer, y él le lanzaba silbos de ruiseñor desde la
terraza. Se casaron y hubo una segunda luna de miel. En la Ciudad de la Luz,
París, ¡Tour Eiffel! Montmartre, Moulin Rouge, Place Pigalle, el funicular…
Pero antes la pareja recién casada pasó por el País del Txirimiri. En ese
viaje, reparó Jorge en el caserío de Itziar, entre Bilbao y San Sebastián-Donostia,
lugar arrinconado seguramente en su memoria existencial. Circulaban en su
vehículo, camino de Francia. Noche de galerna torrencial a orillas del
Cantábrico. Gracias al aguacero que cegó el parabrisas del coche, Jorge decidió
salir de la autopista, a tientas, guiado por la intuición o el Destino. Durmieron en
el primer pueblo que apareció junto a la carretera, Deba.
De regreso a la autovía, el día soleado les condujo a la ermita.
Subieron la cuesta y estacionaron el turismo en la placita.
Desprendía el portón de la iglesia un halo que atrajo a Jorge, como siendo
un niño le embelesó el rayo luminoso por la hendidura de la puerta de su casa.
Cruzó el umbral del templo y se sintió en casa propia.
Cogidos de la mano, paso a paso por el suelo entarimado de roble,
avanzaron Jorge y Batu hacia el altar, al fondo en la umbría. Suspendida en el
aire, sujeta al techo por dos hilos finísimos, invisibles a la vista, la maqueta de
una carabela antigua parecía volar allí dentro.
De repente, una luz entró por la vidriera para alumbrar su memoria:
–¡Me encanta estar aquí en el templo de Itziar! –confesó a su flamante
esposa–: Deseo llamar Itziar a nuestra primera hija. ¿Qué te parece?
–¡Me gusta! –Besó a Jorge, su esposo.
En el mismo instante que salía el nombre de Itziar por la boca de Jorge,
éste sin saber que los marineros sienten devoción por esa virgen vasca, la
creación se puso en marcha. De igual modo le profesó devoción el navegante de
Getaria, Juan Sebastián del Cano (Elkano), quien hizo realidad un sueño y
emprendió el proyecto de dar en barco la primera vuelta al mundo.
100
Veinte años después de aquella primera visita al templo con su esposa
Batu, Jorge volvió a pasear en esta ocasión con Malena por el santuario de Itziar.
Y al entrar de nuevo por la puerta sintió el porqué del nombre elegido para su
primera hija. La vida le había llevado al mismo sitio. Gracias a ese entendimiento
sabe hoy analizar mejor los destellos que fluyen del ayer. ¡El mundo de los
sueños ha revelado a Jorge que fue navegante, discípulo del dios Neptuno!
Jorge había pedido de corazón el nacimiento de una hija y la creó en un
instante, con Batu en el santuario de Itziar, en la matriz de un pensamiento suyo
que salió volando. Porque primero existe el sueño, el deseo del corazón, que
luego con voluntad y amor se encarna y materializa.
Existen millones de almas con derecho a la vida, millones de nombres
para bautizarlas. Pero Gorka (le conoceréis en los próximos capítulos pues aquí
es todavía Jorge), bien desde el devenir del Destino o desde el pasado, latente en
su memoria existencial, sí Gorka susurró a Jorge sólo un nombre:
¡Itziar!
Desde entonces, Jorge iba a todas partes con el nombre de Itziar. Y lo
besaba como si lo hiciera ya con la hija en sus brazos. En verdad, por el misterio
liberado en cada fecundación, un espermatozoide y un óvulo se unieron para que
regresara el alma de Itziar. Siendo niña, con Jorge a los pies de la cama, medio
dormida Itziar acarició a su papi y escuchó el origen mágico de su nombre: Luz
que emerge del fondo del mar, diosa Afrodita que vista desde las embarcaciones
parece suspendida sobre las aguas. Puntito de luz, esperanza en la oscuridad.
Lucecita del candil colgado en la ventana del templo. Faro que desde la tierra
firme guía a los pescadores y navegantes durante las tormentas, en la travesía de
sus almas en la eternidad. Allí en el caserío vasco de Itziar, celebran en agosto
días de fiesta en sus campas floridas.
¡Hermosa luna de miel!: Desde Itziar recalaron en San Sebastián. Noches
de fábula en la cumbre de Monte Igueldo. Besos en el paseo de La Concha. ¡Qué
suerte llegar por la Aste Nagusia. La pareja disfrutó de la fiesta de Donostiako
Piratak: un Abordaje Pirata espectacular, multitudinario. Ronda de pintxos por
bares y tabernas. ¡Más sorpresas en Donosti: Ainhoa Arteta en el Kursaal! Jorge
101
quedó encantado por la soprano virtuosa en la ópera Tosca. Y de madrugada:
concierto del cantautor Mikel Laboa en una placita de la Parte Vieja.
Se completó la luna de miel en Burdeos y París, donde Luis Cobos ofreció
un concierto de zarzuelas, Lyon, Andorra y Barcelona… y regreso a Orihuela.
Ya en agosto, se obró el milagro indescifrable para la ciencia:
–¡Estoy ovulando, Jorge! –Se recostaron sobre la cama, se besaron.
Como lluvia en primavera, millones de aleluyas avanzaron hacía dentro de
Batu. Pero sólo una llegó a la meta y fecundó el óvulo. A los nueve meses…
reapareció, en esta vida, su hijita del alma, Itziar. Más adelante en las vivencias
de estas crónicas, entenderéis cómo la identificó. Os doy una pista. ¿En qué fecha
regresó Itziar a este mundo? Es el número mágico que Jorge adora desde niño.
¡Acertaste! Un día siete…
Primer embarazo. En la tierra culiparda donde nació, Ciudad Real, se
había refugiado Batu, cuidada por la madre y sus tías.
–Nos vamos al hospital –la madre de Batu alertó por teléfono a Jorge.
–¿Dará a luz ya? –se preocupó, por teléfono, desde su trabajo en Orihuela.
–Tienes tiempo de llegar –le tranquilizó la abuela Prado–. Como muy
pronto, puede que Batu dé a luz esta noche o de madrugada.
En Orihuela, Jorge periodista grabó el programa nocturno de la radio.
Baldomero le aconsejó viajar sin prisas, tranquilo. Y emprendió en coche el viaje
hacia tierras manchegas. La esperanza de que Batu sufriese poco, en el parto,
compartía su corazón con la dicha de ser padre. Rogó por la salud de su amada y
la felicidad de Itziar. Y superó pronto las cavilaciones que le acompañaban, justo
al final de la autovía del Vinalopó, cuando dejó atrás las atalayas medievales de
Novelda, Elda, Petrer, Sax y Villena. Ante sí se erigían ya los castillos de
Almansa y Chinchilla. En el anhelo de la esposa y la hija, dentro de ella, hasta
pensó Jorge que el coche deseaba llegar pronto y abrazarlas tanto como él.
Vencido Jorge por el cansancio se le cerraban los ojos en la carretera.
Cerca de Albacete, paró en una gasolinera. Al lado, unos niños jugaban al fútbol.
Todos pedían el balón a Andrés(también le llamaban Iniesta). Era el niño más
habilidoso. Prosiguió unos kilómetros en el coche, hasta que estacionó entre
102
molinos. Descansó diez minutos, en medio de La Mancha. ¡Fabuloso reino de
ensoñación! Cual hidalgo caballero, Quijote que concibe a la amada ideal, Jorge
amaba a dos Dulcineas, como tú y yo buscamos nuestra media naranja, alma
gemela. Y dio gracias a Batu y a su hija Itziar por convertirlo en padre.
103
El universo se manifestó: ¡Jorge disfrutaría de la paternidad!
Gran Señora se hallaba en otro lugar.
¿Has olvidado que al venir firmaste un documento sin fecha de retorno?
¿Nada recuerdas? Te refresco aquí la memoria: cuando decidiste venir aceptaste
solo una condición para disfrutar de la vida. Sí, solo una: Gran Señora finiquitará
el contrato cuando lo considere oportuno. ¿Sabes a quién me refiero? ¡Está claro!
Entretanto, vive la vida y siéntela intensamente, sin miedos.
Al cabo de poco más de una hora, superado el percance de la carretera,
Jorge cruzó la puerta de Urgencias. Quiso ver a la esposa pero resultó imposible.
–Quiero ver a Batu. –Se aproximó Jorge a la puerta del quirófano.
–Lleva muchas horas de contracciones y dolores –lamentó la abuela.
–¿Se encuentra bien? –insistió Jorge.
–¡Tú, descansa del viaje! Yo estoy con ella –lo calmó la tía enfermera de
Ciudad Real.
Más allá de la medianoche, Jorge se tumbó en el sofá de la sala de espera.
Sentía dolorida la nuca por el accidente. Cerca ya de la una, maduró el parto.
¡Batu e Itziar, sanas y por fin a su lado! Jamás hubo imaginado que le cabía tanta
felicidad en el pecho. Dio un beso a su esposa y a la hijita:
–Te amo, Batu.
–¡El doctor me amenazó con la cesárea! –Acunando a su hija en los
brazos, se lamentó.
–¡Porque te costaba parir! –La besó Jorge otra vez.
–El médico se confundió… yo creo que pensó que soy madre soltera.
Se sintió sola Batu en el paritorio. Aunque tenía allí dentro a su tía; con
Jorge en la sala de espera.
104
curiosidad de Itziar. Todos le sonreían. Viajaba con su papá y su mamá, los
domingos por los campos de fútbol.
Antes de cumplir Itziar los tres años, en el segundo embarazo de Batu, una
hermanita venía de camino dentro de su mamá. Más fácil este parto, en Orihuela,
Jorge pudo acompañar a su esposa en el quirófano.
–¡Estoy contigo, tranquila, Batu! ¡Estoy aquí, a tu lado! –Cogió la mano
de la esposa y se la besó.
¿Quién siente la dicha gloriosa? ¿A quién nubla la vista el amor?
¿Lo sabéis? La sienten la madre y el padre. Al traer en tus entrañas un
alma, a quien amas hasta el último hálito, la madre siente felicidad infinita. Y la
siente por igual el hombre al recoger en sus manos el fruto que maduró en el
vientre de su amada.
–¡Empuja, Batu! ¡Batu, sigue empujando! ¡La niña está sancando ya la
cabecita! –pregonó Myriam, la enfermera hermana de Jorge.
–¡Claudia! –Jorge feliz con la hija en sus brazos, suave osito panda.
Cuando se agarra el bebé a tu dedo…
se agarra para siempre a tu corazón.
Las niñas de Jorge se convirtieron en joyas. El padre las vestía y calzaba.
Les daba la leche y colocaba los desayunos en sus carteras. Y luego las dejaba en
el bello claustro del colegio. Un miércoles, al bordear los jardines del pozo, junto
a la Capilla Sixtina orcelitana, la más pequeña esbozó su olfato sagaz:
–¿Quién es, papá, ese señor de piedra?
–Es el busto de Loazes. Quedó viudo y se hizo sacerdote, arzobispo. Nació
hace siglos aquí. Gracias a él tenéis estos claustros y sus capiteles bellísimos.
Esa mañana, el rector Pedreño, Olcina y Gregorio Canales inspeccionaban
las aulas para Turismo, en la recuperada Universidad Histórica.
Corría y corría Jorge en el trabajo pero el mundo se transfiguraba en un
plis-plas cuando la tarde le regalaba risas. Ese día con sus hijas, vio a un amigo:
–He acabado de trabajar. ¡Vamos hacia la biblioteca! ¿Antonio, te vienes?
–¡Sí, Antonio! ¡Jugaremos a subirnos en tu espalda como en el periódico!
–¡Otro día! He convocado una reunión para coordinar las procesiones.
105
El presidente de la Semana Santa, muchas tardes en la Redacción de La
Verdad, entretenía a las niñas mientras su padre cerraba las páginas del día.
–¡Sí, papá, a la biblioteca! –Claudia le pegó un tirón del pantalón.
Al entrar por la puerta, Jorge saludó a Sánchez Portas y a César Moreno
que subían con prisas por la escalera hacia la sala de los incunables, -sesenta y
siete joyas editadas antes del Día de Pascua de 1501 atesora la biblioteca
orcelitana-, que los dos expertos catalogaban por aquellos días.
Leían cuentos de Hello Kitty y de aventuras, antes de volver al hogar.
Con los pijamas colocados, Jorge ordenaba la ropa del cole, supervisaba
labores escolares y hacía la cena. Batu tenía jornada partida. Él se llevaba a casa
parte de su tarea de la mañana, imposible de terminar en su puesto de Correos.
–Tengo que ordenar cartas para entregarlas mañana –aclaró a su esposa.
–¡Pero ni se te ocurra ensuciar el piso! –le espetó.
106
siempre estuviste a mi lado o en mi pensamiento. ¿Es una de las maneras de
demostrar amor?¡Gracias, mamá!” Abrazadas en la cama, madre e hija se
besaron. Al contemplar la escena, Jorge se sintió muy emocionado.
107
–¡Son guay! ¡Son guay! –Le brillaban a la niña sus dos ojos en felicidad.
Al contemplar la alegría de su querido papá, Claudia escondió con
disimulo, en la cartera del cole, su varita mágica entre los lápices. Cerró la
cremallera. La niña había pensado en las zapatillas, las pidió… y las halló su
padre. ¡Era maga! ¡Como Merlín!
En el contento de los saltos, al contemplar a su hija con las zapatillas
azules, Jorge sintió una energía que envolvía todo. Igual que si extendiera un
genio sus poderes, la frase “¡Son guay!”, sólo dos palabras, atesoraba el mayor
regalo que un padre puede recibir en el alma y el cerebro.
Amanecían días maravillosos con las niñas, Batu y Jorge en el hogar feliz.
Y allí jamás hubiera sospechado el ego de nuestro amigo, ni en la peor pesadilla,
que el Destino le sometería pronto a la mayor prueba.
¿Cuál? Pregunta a tu alma. Ella te dará la respuesta.
¿Qué prueba?
Sabed que la mayor prueba del Destino y de la vida humana consiste en
alejarte de quienes más amas.
Perderles para crecer en el amor.
108
Ese día, a las cinco de la tarde, nada más recoger a Itziar y Claudia en el
Colegio Santo Domingo, Jorge paseó con sus hijas en compañía de la inocencia y
la placidez infantil. Caminaban unas tardes hasta el despacho de pan de Masip y
otras al Horno del Obispo.
–¡Qué rica merienda! –El padre bajó la cabeza, acercó la boca a la mano
de Itziar, y dio un mordisco pequeño en la palmera de chocolate. Así provocaba
el apetito en la hija mayor.
Por si acaso, como ella vio comer a su papá con ganas, Claudia aceleró los
mordiscos en el bollo, invisible segundos después. Hambrientas por las correrías
en el cole, comían chocolatinas y sembraban risas en las callejuelas. En un solar
excavaban los arqueólogos Emilio Diz y Mari Carmen. Jorge pisó, sin darse
cuenta, la caca de un perro. Al verlo, las niñas soltaron carcajadas de broma.
Rodeados padre e hijas por bellos palacios, recalaron en la explanada del alcalde
Medina, frente a la magnífica biblioteca y el Palacio Marqués de Rafal.
Las niñas alargaron sus pasitos en la plaza, más al cruzar el dintel de
Pinohermoso, donde alcanzaron a la carrera su rincón preferido en la biblioteca.
–¡A los cuentos, papá! –le susurraron al oído, tras leer en la sala de lectura
el cartel–: “¡Silencio!”
El hada Fantasía vive en el solar del Palacio del Conde de Pinohermoso,
reconstruido como biblioteca. El trío infantil, padre e hijas, removió montañas de
imaginación, levantadas con cientos de historias y aventuras fabulosas,
ejemplares de mil diseños y tamaños.
–¡Papá, léeme éste; éste papá! –se empeñó Claudia, atrevida y siempre
innovadora, en conocer historias y cuentos del chino Mo Yan. Disfrutaba y
aprendía allí tanto que el tiempo ni pasaba, como aconsejó Einstein a su hijo.
Mientras tanto, en el otro extremo de la sala, Itziar rebuscaba en los
anaqueles llenos de enciclopedias. En su ingenuidad, la niña buscaba el saber
desde que nació igual que lo hizo su padre, Jorge desde niño:
–¡Papá! ¿Qué es la Arqueología? ¿La Botánica? ¿Y la Biología?
Itziar estudió luego Medicina.
¡Pensó como su padre! ¡Salvará vidas!
109
Llegada la hora de regreso a la casa, las niñas pedían siempre un ratito
más en el mundo de papel y tinta. La afinidad vespertina de hijas y padre
cambiaba el escenario de felicidad de la biblioteca por el calor de su hogar. Nada
más llegar, Jorge les retiraba sus ropas escolares. Hacían ejercicios y repasaban
las lecciones. Jorge les ayudaba en la tarea mientras acababa de ordenar, sobre la
mesa de la cocina, la faena que había dejado por la mañana a medias en Correos.
El padre marchaba a toda velocidad de un lado a otro, al límite, para cruzar la
meta de una tarea y llegar a tiempo de emprender la próxima. Desde las seis de la
tarde, otro objetivo de mi amigo consistía en ordenar por calles y viviendas las
cartas pendientes, con el fin de entregarlas a la mañana siguiente a los vecinos en
sus domicilios. Y ya agotado la media jornada de su contrato en Correos, al
mediodía, Jorge debía presentarse en el periódico.
Entretenido, se le echó la noche encima. Jorge guardó la correspondencia
ordinaria que tenía ya dispuesta para el reparto del día siguiente.
¡La cena sin hacer! Sacó la sartén mediana. Mejor la grande: minutos
antes, había pelado seis patatas y una cebolla. Su esposa solía llegar cansada.
Dejó caer en la sartén un buen chorro de aceite de oliva. Enseguida… añadió las
papas y la cebolla en láminas. Espero tres minutos de cocción… y salpicó todo
con dos pizcas de sal. La justa: ni salada ni sosa. Retiró el aceite sobrante y bañó
todo con huevo batido. Vuelta y vuelta en la sartén, otra vez vuelta y vuelta…
jugosa. Dorada ya la tortilla por ambas caras, la retiró del fuego. Luego, arrojó
las cáscaras de la media docena de huevos al cubo de la basura. Fregó deprisa los
utensilios… y limpió más deprisa todavía la encimera. Dobló los trapos. Se quitó
el delantal y lo colgó dentro de un armario. Todo listo para la cena.
Ahora sí: ¡Qué rica tortilla! ¡Para chuparse los dedos!
En las farolas del barrio, la iluminación voceó la pronta llegada de Batu.
De inmediato, Jorge se alegró de oír el ruido de la llave en la cerradura:
–¡Salid, llega vuestra mamá! –alentó la bienvenida a su esposa.
El juego amoroso consistía en que las hijas corriesen en pijama por el
pasillo, hasta alcanzar la puerta donde abrazaban a la madre. El corazón ruiseñor
de Jorge ascendía a sus labios y sobrevolaban los silbos por el nido:
110
–¡Suu suu, siii suu! ¡Suu suu, siii suu! ¡Besos a la mamá!
Reunidos los cuatro un día más en el hogar, por fin juntos en la hora de
disipar las sombras y preocupaciones laborales. Hubo esa vez para Batu un
regalo del esposo, paquete sorpresa llegado de Yves Rocher, repleto de perfumes
y cremas. Las niñas se lo entregaron esa noche de alegría.
Sin embargo, nuestro amigo oyó un tic-tic frío y metálico. Ojeó el reloj de
pared -¡las ocho y cuarto!- y Batu irrumpió en la cocina.
–¡Cuantas veces te repetiré que dejes de traer a casa las cartas! –le
recriminó esa velada fastidiosa.
–Sabes que me falta tiempo por la mañana para los dos trabajos…
–¡Deja de traer las cartas a casa! –Batu presionó, sin motivo ni causa
aparente, a su esposo.
–¿Cuándo terminó el trabajo si antes de la una debo acudir al periódico?
Lo peor de esas llegadas frías de Batu eran las frases que lanzaba a Jorge,
mientras éste recogía todo, apoyada en la encimera junto al frigorífico.
A toda prisa, nervioso, Jorge retiró de la mesa de la cocina las cartas e
impresos sin clasificar. Metió todo en bolsas y las guardó en la galería.
–¿Y la cena? –Batu presionó otra vez al esposo, sin ver la tortilla recién
hecha, aún caliente, que entristeció y se enfrió de golpe en el plato.
–Sabes que preparo la cena siempre que puedo, Batu,…
¿En qué recodo del camino había perdido Jorge la sonrisa de caramelo de
su dulce Batu? ¡Fue en el trabajo! Nada reconocía ya de su novia amable y
enamorada. Pero la disculpó. Sopesó su dolor de hija por la muerte del padre, en
un accidente, y ponderó el nerviosismo de Batu por el cierre, contrarreloj esa
misma tarde, del último número de la revista quincenal que editaba y dirigía. Ella
lloró en el hombro del esposo tamaña pérdida familiar. Es más, por amor, Jorge
retiraba a veces por la noche las erratas de los textos de la revista que editaba su
esposa en Orihuela.
¿Qué más podía hacer por ella que comprenderla y amarla?
–¡Ves, Batu! Guardé todas las cartas. Estoy sin parar toda la tarde –intentó
convencerla. Sin excusas–: ¡Hago todo lo que puedo, Batu!
111
Las dos hermanitas dormían juntas en la habitación de Itziar.
Después de cenar, Jorge preparaba las camas de sus angelitos y volaban
los tres con las musas. Acariciadas por las sábanas, en el sentimiento de nana y
de beso de buenas noches, las niñas pedían cuentos a su papá. Aprendieron a
conciliar el sueño mientras dejaban vía libre a la creatividad. Todas las noches,
durante años de ensoñación, los relatos infantiles trenzaron el lazo balsámico que
las hijas, sin saberlo, regalaban a su padre.
La fabulación, inventar historias, es una de las aficiones preferidas de
nuestro amigo Jorge. Desde pequeño la practicó con sus hermanas y hermanos,
con amigos y primos.
–¿Papá, cuál toca? –Tiró Itziar de una manga del pijama de papá.
–¡Érase una vez un país en las nubes… allí dos golondrinas y un gorrión…
Los cuentos de Jorge tienen siempre final feliz… para quien los comparte
sintiéndose niña o niño. En las veladas de cuentos, Jorge se acostumbró al
disfrute del hogar. Pero emprendida la aventura, en el rincón cuentacuentos de la
habitación de las niñas, si Batu se dejaba vencer por la fatiga laboral y por sus
fastidiosas migrañas crónicas, estos gusanos cerebrales e inoportunos aniquilaban
la feliz escena del padre y las hijas.
–… las golondrinas sobrevolaban el río, los campos de naranjas… –Movió
Jorge su mano izquierda simulando el vuelo de las aves.
–¡He dicho que a dormir; que ya es hora! –sentenció la migraña de Batu.
–¡Enseguida! ¡Las dos golondrinas y el gorrión… –Dibujó el vuelo.
–¡He dicho que a dormir! –ordenó Batu, y santas pascuas.
Los fantasmas espectrales de la migraña cruel, dolorosos, se apoderaban
de la cabeza de Batu y la poseían sin piedad. Los bichos saltaban de golpe con
sus pezuñas en la mente de Batu, y luego saltaban también al cuento que
compartían las hijas y el padre, y se adueñaron de él. Y ahí sí, en ese punto y sin
contemplaciones, se terminó el cuento.
Los años, las ilusiones y la felicidad, quedan atrás a veces como el paisaje
contemplado desde el tren en marcha. Como tu vida y el paso del tiempo.
112
A nuestro amigo le resultaba cada día más complicado conciliar su vida
familiar y el oficio del periodismo. A duras penas lograba Jorge mantenerse en la
armonía que te propicia el hogar feliz. Sólo conseguía cierto equilibrio, si se
movía en el trabajo a la carrera todo el día. Así podía disponer de más tiempo
para sus dos hijas, llevarlas y recogerlas en el colegio, y cuidarlas por la tarde.
Todas las mañanas desde hacía años en Orihuela, Jorge periodista recorría
las mismas aceras y calles… los mismos personajes noticiables y sus gestos, el
mismo camino. Pero la mañana que nos ocupa aquí, sin embargo, ante Jorge se
abriría otra puerta, nueva y desconocida hasta entonces para nuestro amigo.
En la Catedral, sonaron las campanadas de mediodía. Concentrado en un
titular, en la Redacción del periódico en Orihuela, se fijó de reojo en el reloj.
Un resorte diario le alertaba instintivamente de acudir al colegio a por las
hijas. Esa jornada, dejó el asiento y cerró el ordenador con la idea de salir antes
en dirección al cole. Pasó por el aseo. Pero había llegado la hora de algo distinto
a lo que pensaba, cuando se dirigió hacia la puerta de salida.
¿Cuántas veces te ha ocurrido eso mismo a ti?
Que estás pensando en algo y te ocurre algo diferente.
De repente, se coló por la puerta Ahtohno, con una joven:
–Dóbrei diéñ! (¡Buen día!) –Agitó un saludo con la mano izquierda–.
Tengo prisa: viajo mañana de turismo para ver el Kremlin y Troitskaya.
–Schastlívei diéñ! (¡Feliz día!) –Jorge les saludó con una sonrisa.
–Te presento a María, desea escribir… licenciada en Filología Hispánica.
–¡Hola! Dame el currículo y se lo doy al delegado en Alicante. Se lo envió
también a Vicente Crespo, de ‘Información’, que busca corresponsal en Orihuela.
–Me gusta leer y escribir. –De pie, explicó la joven, sin moverse del sitio.
–El oficio de periodista exige vocación y esfuerzo. –La invitó a sentarse.
–¿Puedo intentarlo? –Sacó unos folios del bolso y los colocó en la mesa.
–Todos te vamos a ayudar. –Jorge cogió el currículo.
Era una mujer de apariencia débil y aspecto educado. Pelirroja de ojos
oscuros. Veintiséis años. Metro y sesenta centímetros o poco más de altura. Se
presentó con ropa elegante. Pendientes Swarovski. Abrigo ceñido, gris y tristón,
113
que le marcaba su cintura de hormiga. Desde el principio, con el visto bueno del
delegado del periódico en Alicante, María se entregó con denuedo a la tarea. Era
la primera mujer en la historia de la Redacción de La Verdad en Orihuela.
Escribía los textos de sus noticias y los repasaba, con el entusiasmo de quien
relee cartas de un viejo amor. Sorteó las semanas y soslayó con inteligencia las
dificultades. Al menos por lo que aparentaba, incapaz de invadir la cocina de otra
fémina, parecía mujer que nunca había roto un plato.
Campaba el compañerismo y se forjó la amistad de María con Jorge. Ella
tarareaba la canción de Alejandro Sanz, muy popular, aquella del corazón partío.
Y por ser quienes más horas pasaban en el periódico, afloró la gratitud:
–Ve tranquilo a por tus hijas al cole –se ofreció–: Yo llevaré luego las
fotos al autobús, cuando me marche hacia mi casa.
–Si acabas la página de los pueblos: yo la repaso esta tarde. Vete tranquila
–le agradeció Jorge–. ¡Ah, aquí está, toma ‘El estilo del periodista’! Ya te traeré
‘El dardo en la palabra’ de Lázaro Carreter. ¡Toda periodista debe conocerlos!
114
El estilo… de Alex Grijelmo, de ‘El País’. Eligieron las fotos, las más atrayentes,
tras un intenso debate entre Tony Sevilla y el alicantino Ángel García.
–La foto oportuna desata siempre la interpretación –sostuvo la perilla
genial de Ramón– como demuestra a diario nuestro fotógrafo Ángel García.
–¡Yo soy notario de la actualidad según dice mi amigo Eduardo de Gea,
de Información! –se encumbró en su corpulencia el barbudo de la cámara, Tony
Sevilla, contrariado por la falta de respeto y la crueldad de algún paparazzi.
–Decir sin decir en el texto y sugerir con titulares y fotos… esa es la mejor
estrategia aquí en Orihuela; ¡quede claro, Ramón!, –enunció Jorge– que
procuramos proceder siempre con el respeto que merecen nuestras lectoras y
lectores. ¡Aquí, jamás campará el rumor por vender un ejemplar más!
–¿Cómo consigues el equilibrio, Jorge? –María, tímida novata, preguntó
para aprender, y miró al torrevejense Francisco Reyes.
–Es un oficio arriesgado y de malabaristas. Cuídate del off the record
sumiso y manipulador, como sostiene Paco Atienza, decano en Torrevieja.
–¡Como en los circos! –apostilló Ahtohno, con peculiar humor ruso.
–Puedes contar todo. Busca sólo cómo y con qué. Usa los textos aunque es
mejor buscar el verbo adecuado, los titulares y fotos. Ahí radica el arte del
malabarismo. Similar a lo que hace el querido Tirso Marín al escribir de toros.
–¡En la cuerda floja! –la joven captó la chicuelina dibujada por Jorge.
–Malabares con el titular, las fotos, verbos y palabras –tendió el capote.
–¡Y más habilidades! –Pilar, abnegada, dejó entrever otros secretos.
–Audacia y don de gentes, –alabó Cutillas el oficio al que regaló el
corazón (falleció tres años después de un infarto)– humildad y constancia.
–El periodista tiene siempre la sartén por el mango y domina todas las
situaciones –intervino el docto Juan José Sánchez.
–¡Somos la nada sin las lectoras y lectores! –sostenía a diario Jorge.
Se marcharon Jorge y Tony.
Sabían de una reunión secreta de alcaldes unidos por la estrategia de
reivindicar proyectos a todas las administraciones. Lo sabían también los
periodistas Manuel Pamies y Eduardo López. Eduardo de Gea entretuvo la espera
115
contando la leyenda de La Encantá de Rojales. Acudió Moya El Califa de la
Vega, Hernández Mateo y Eduardo Dolón, Medina, Manuel Aldeguer y
Marylene, Alonso y Antonio Ángel, García Meseguer y Rufete, García Gerardo,
Rocamora, Carmelo Rives y Javier Pérez. ¿Ocurrió en verdad el pacto tácito o
todo es aquí una grata invención literaria?
116
Jorge recibió el ultimátum de su esposa, aturdido además por la flecha
platónica de Cupido. Batu renunció a todo género de recursos persuasivos.
¿Poco más cabía desde la visión de mujer agraviada?
Nunca pidió al esposo quédate a mi lado y con las hijas.
Creo que ni ella misma supo comprender que amaba a Jorge más de lo que
su razón le espetaba como esposa agredida, puesto que con su actitud devolvió a
Jorge a la libertad.
Porque nuestro amigo Jorge sí entendió pronto, agradeciendo la respuesta
tajante de Batu, que el mayor testimonio de amor que puede ofrecerte un ser
humano es dejar en libertad a quien ama.
¿Luchar por él hubiese sido amor o esposarlo en la mazmorra?
La inexperiencia de los cónyuges acarreó un mal trago necesario. Porque
en tan doloroso parto se abrió camino otra vida para Batu y las hijas. Nuestro
amigo decidió vivir solo. Tal vez escogió el destierro de la soledad, como apela
Nietzsche, para vivir y así poder hoy contar su verdad. Mientras que Batu halló
alivio en un joven compañero de trabajo.
¿Casualidad?
Más bien sucedió que el ansioso yo egoísta de Jorge se cambió de bando:
regresó como un boomerang que le pasó factura. Pensó -¡sólo lo pensó!- en
marcharse con la compañera del periódico… y quien le repudió a él, e hizo lo
que él pensó, fue su esposa. Escogió a un compañero de trabajo para ser más
feliz. Las hijas recibieron así el regalo de un nuevo hogar con un hermanito a
quien cuidaron y contaron cuentos. ¡Lo mismo que su padre les enseñó a ellas!
Ambiciosa, María tramó con su mejor amiga, la periodista Ana Riquelme,
la aventura de fundar el semanario ‘Activa Orihuela’. Mujer emprendedora, niña
débil y astuta rodeada de hermanos, luchaba ahora con ahínco femenino en una
maraña donde el hombre quiere extender, a toda costa, la supremacía.
Pero el fin jamás justifica los medios y sus efectos.
Un par de años hará, Jorge me envió una carta con versos de Rubén Darío.
Nuestro amigo me contagió, a Dios gracias, la vocación literaria y ha logrado que
117
en la poesía me comprenda mejor: “Huyendo del mal, de improviso/ se entra en
el mal/ por la puerta del paraíso/ artificial.” (Poema de Otoño). Hace un siglo,
el poeta nicaragüense nos legó sus sentimientos. La poesía es meditación en
estado puro. ¡Lee poesía y medita! Jorge se emociona cuando rememora a Darío:
“Te lamentas de los ayeres/ con quejas vanas:/ ¡aún hay promesas de placeres/
en los mañanas!/ (…)¡Desventurado el que ha cogido/ tarde la flor!/ y ¡ay de
aquél que nunca ha sabido/ lo que es amor!/ (…) Apartad el temor que os hiela/
y que os restringe; (…) El corazón del cielo late/ por la victoria/ de este vivir,
que es un combate/ y es una gloria./ Pues aunque hay pena y nos agravia/ el sino
adverso,/ en nosotros corre la savia/ del universo./ (…) En nosotros la vida
vierte/ fuerza y calor./ ¡Vamos al reino de la Muerte/ por el camino del Amor.”
118
Jorge me reafirma, en sus experiencias, que la felicidad toma cuerpo con
la levadura de las ideas hechas acciones.
Las experiencias que sentiréis en el devenir corroboran que lo mejor que
acaeció a Jorge al perder a sus tres Dulcineas, entre lágrimas, fue quedarse solo
para renacer. ¿Te preguntaste si es la libertad el mayor regalo que nos puede
hacer quien te ama?
119
que adoptó a su amiga rubia, por prescripción del especialista, antes de salir a la
calle se miró y remiró en el gran espejo del salón. ¿La visión de sí misma le
ayudó a elegir la perrita? ¿Por eso la caniche se parecía tanto a su ama?
Hacía pocos días que doña Gertrudis había enviudado, de modo misterioso
y repentino, gracias al inesperado ataque al corazón que sufrió el marqués. Nada
triste la observó Jorge esa mañana. Por cierto, la Policía investiga todavía, seis
años después del suceso, esa muerte o crimen con visos novelescos de Agatha
Christie. La mirada intrigante de la Marquesa resulta a veces sospechosa.
–¡Jorge, buen día, buen día…! –Contoneó las hombreras y la pamela
ridícula del color de la calabaza. Y movía la boca cual autómata, la abría y la
cerraba después de hablar, como el Papamoscas de la Catedral de Burgos.
–¡Feliz domingo, señora marquesa! ¡Adiós! –Aceleró el paso para escapar.
Los Ezcurra, padre e hijo, le lanzaron saludos desde el puente. Perseguido
Jorge por el eco del perfume inquietante de Gertrudis y su reclamo insistente,
nuestro amigo se hizo el sordo en un regate a lo Cruyff, futbolista holandés. Con
la elegancia del genio del balompié, Jorge hizo el giro y dio la vuelta a la esquina
del Sabi, como a ritmo de fuga hacia la portería para marcar gol. Y así escapó por
los jardines que le calmaban la fatiga de tantas noticias y personajillos fatuos.
Sobre el cauce, extendían sus uñas rojas las buganvillas, acariciando los
muros que se relamían a esa hora, de dulce contento, tomando el sol. La brisa de
la mañana le refrescó los labios. Sabía a leche y canela, merienda infantil.
Caminó pausadamente y le sorprendió la presencia, a lo lejos, de desconocidas
gotas de rocío, dueñas del vergel. Calado de aroma de jazmín, se acercó a ellas.
Bajaba ya la cuesta, a mitad de camino por el oasis que discurre abrazado
al río Segura, cuando le deslumbró un haz de luz. Rayos le encendieron sus
sentidos. Y Jorge se deleitó observando los haces de luz en la libertad primaveral,
cual Rosas -¡Trece!- catorce en la roja revolución de abril.
Seducido por el feliz huracán femenino, Jorge escuchó con disimulo y
avanzó con sigilo. Las musas y ninfas, transformadas allí en niñas, se musitaban
al oído sentadas en el jardín del río. Compartían sus secretos y deseos. La
120
hipnotizadora inspiración infantil, convertida en relato que las niñas compartían
como un juego, fulminó el miedo que Jorge sentía por lo desconocido.
Atrapado. Cauteloso, contuvo la respiración.
¡Asustarlas, lo último!
En su sorpresa, nuestro amigó disfrutó de la historia recreada por el grupo
de amiguitas. Al escucharlas, cobró vida, existencia real en su pensamiento, una
ilusión que Jorge había sentido antaño, como si la imaginación fundida al amor,
en vuelo eterno, superase todo escollo.
Pero en un paso descuidado por el jardín, comparable al tropiezo humano,
a Jorge le cegó el pesimismo, igual que si las jovencitas hubieran desaparecido
de repente de su vista. Y cegada la felicidad de Jorge junto al río, imploró:
¿Dónde estáis? ¡Volved, vocecitas! ¡Quiero la verdad de vuestra historia!
Se resistía nuestro amigo a deambular otra vez en lo tenebroso, historia de
odio y muerte de La Armengola en la legendaria Uryula medieval. Necesitaba
recuperar el relato alegre que compartían las niñas jugando.
Inmerso en la pesadilla, perdido, se ahogaba Jorge en la duda. Buscó
ayuda pero oía sólo la nada. Había perdido la estela de las niñas, mudo había
quedado el relato que susurraban sentadas en el paseo. Vencido en ese instante,
Jorge se entregó al engaño de su Medusa cerebral. Sin las voces infantiles,
perdida la historia feliz que se contaban, la leyenda de odio en Aurariola resucitó
para adueñarse de la cabeza de mi amigo. ¿Y el susurro angelical? Lejos ya del
despertar jubiloso en el jardín, Jorge cayó en la ceguera. Desaparecida la ilusión
inicial, sintió el miedo del obrero sobre la viga en construcción, en el piso
noventa de un rascacielos en Manhattan.
Por los negros presagios que caían sobre Jorge, la mente de nuestro amigo
se alió en su debilidad con la versión oficial, del mito histórico y cruel de
Orihuela. Leyenda ancestral que era la antítesis de la historia alegre y feliz que
compartían las niñas. Por ello Jorge navegó, otra vez sin quererlo, entre olas de
sangre y dolor:
Cuentan desde tiempos remotos, las ancianas a las nietas, que la heroína
oriolana de La Reconquista, Armengola, fue loba con piel de cordero, tornado
121
que sembró la muerte y la destrucción. La leyenda evoca el ardid de la mujer que
liberó al pueblo del dominio musulmán. La tradición sostiene que el alcaide
Benzaddón habitaba la alcazaba del castillo, con su familia y los soldados de su
guardia, en la cumbre del monte Oriolet, a cuyos pies dormían los incautos
cristianos. La Armengola vivía con tres hijas y su marido, Pedro Armengol, en el
arrabal Roche de los mozárabes. Y gracias a su quehacer solícito, la nodriza de
los hijos del alcalde se había granjeado su afecto y protección.
En aquel trance medieval, durante las asfixiantes jornadas del estío
levantino, los sarracenos de Murcia se habían conjurado con los árabes de
Granada para la rebelión, en la noche del 16 de julio, contra los cristianos de toda
la región y del reino al que pertenecía Uryula (Orihuela). Degollándolos a todos,
con alevosa nocturnidad, querían sacudirse el yugo de Castilla en la región. Pero
ante tamaña matanza, guiado por el agradecimiento Benzaddón alertó de la
masacre a Armengola, en el deseo de librarla con toda su familia del holocausto
fulminante. Si iba a suceder así en los planes mahometanos, dispensó el alcaide a
la criada, su marido e hijas, con el favor de flanquear la entrada de la alcazaba,
amparándoles dentro a fin de salvarles la vida.
Pero Armengola, fiel al pueblo donde nació -sostiene en Orihuela la
trascripción de la historia oral que ha llegado hasta nuestros días-, como cristiana
corrió a avisar a los suyos del peligro de muerte. Generosa, deseó compartir el
privilegio de su ventura para salvar a todos sus paisanos mozárabes. Y esa noche,
al acostarse, tuvo una idea. La estratagema resultó de vestir con los trajes de sus
hijas a dos jóvenes, los más valerosos del arrabal, para que ocultasen las armas
bajo los ropajes de apariencia femenina. ¿Los elegidos? Ruidoms y Juan de Arún.
Acompañada de estos dos héroes oriolanos y de su esposo Pedro Armengol,
cuando la noche desplegó su túnica sobre la sierra, la nodriza se dirigió a la
puerta de la alcazaba.
–¿Quién vive? –le inquirió un centinela, advertido por el alcaide de que
llegaría por allí Armengola con sus dos hijas y el esposo.
Abriendo el cuarteto asesino iba delante Armengola, camuflando a la
mesnada, despejando el camino con sus mentiras:
122
–¡Soy La Armengola, con mi marido y mis dos hijas!
Al darles paso, la cobardía de Ruidoms y Arún, héroes según la leyenda,
degolló en silencio a los vigilantes. Y así, valiéndose sólo de la mentira y la
traición, puñalada a puñalada, se aproximaron al castillo. Era la víspera de la
festividad de las dos hermanas de Triana, Justa y Rufina (Patronas de Orihuela),
y en el cielo orcelitano aparecieron las vírgenes hispalenses, protectoras.
Transformadas en luceros, descendieron sobre el Oriolet para guiar con su luz a
los cristianos por las cuestas rocosas. Una se situó justo encima de la torre del
homenaje. La otra, sobre los torreones del arrabal.
La Armengola y sus acompañantes penetraron en el castillo, gracias a la
treta mentirosa y ruin. Sin embargo, descubierto el engaño, la guarnición opuso
resistencia. La heroína combatía, valerosamente, con un asta en su mano derecha.
El alcaide se defendió con arrojo. Hirió a Juan de Arún… y murieron los dos en
la pelea. ¡Lucha encarnizada! La mujer de Benzaddón, al huir del furor de los
asaltantes, se arrojó al precipicio con su hija pequeña en los brazos. Mientras los
guerreros se apoderaban de la fortaleza, la hembra traidora y desagradecida
corrió, cuesta abajo, al encuentro de los aliados que subían, a toda prisa, guiados
por el halo celestial de las santas.
Esa misma madrugada, cuando los musulmanes de Murcia acudieron al
arrabal Roche oriolano, con el propósito infame de cumplir el designio de
acuchillar a los cristianos, se vieron sorprendidos por la hazaña de Armengola y
por el ejército de don Jaime que entraba en la comarca. Huyeron despavoridos.
Jorge me ha explicado que por desgracia todavía se trasmite hoy así la
leyenda cruel de la refriega contra los musulmanes en Uryula, conmemorada cual
gesta heroica el 17 de julio en la capital de la vega alicantina del río Segura.
En la noche anterior a la efeméride, resplandecen en la sierra dos luces
sobre los torreones en ruinas de Hans Arguala, fortaleza del califato extinguido.
Todos los años, se encienden las dos luminarias (antaño antorchas) por mandato
del Ayuntamiento, cuya Corporación desfila bajo mazas a la mañana siguiente
por la ciudad. La comitiva porta la enseña de El Oriol, ave heráldica (la bella
oropéndola) que venera el pueblo orcelitano, hasta recalar en el templo de Santas
123
Justa y Rufina. Y se celebra allí misa solemne, donde el Concejo y los feligreses
escuchan la susodicha fábula de la hazaña. Desde el púlpito, un predicador evoca
a modo de elogio la cruel traición de Armengola a Benzaddón.
Perdido Jorge, aquella mañana de paseo por los jardines del río Segura, se
atormentaba por la leyenda de odio y sangre transmitida de generación en
generación en Orihuela. Pero su alma le sirvió una señal.
¿Quién podía saber la verdad de lo acontecido en la sierra hacía siglos?
De inmediato, le llegó la respuesta. ¡Lo sabe el corazón de la mujer
oriolana¡ En el acto, Jorge despertó de la pesadilla y escuchó de nuevo a las
niñas. Al divisar la figura de las amiguitas, se le aquietaron sus serpientes
cerebrales, alucinaciones. Y un relámpago de dicha le liberó de la traición
ancestral, fulminó toda sombra. Ahí estaban otra vez: ¡las niñas heroínas! Jorge
las escuchaba y siguió sus risas.
¡Qué alegría! ¡Veía y escuchaba de nuevo a las niñas!
Sintió el murmullo infantil y respiró tranquilidad. Le envolvió el ciclón
femenino, escuchó el relato de las pequeñas y se mantuvo a distancia. Para nada
quería asustarlas.
Jorge había conseguido regresar de la alucinación dantesca, recuperada la
inocencia infantil que conservamos siempre en un rincón del corazón. Mi amigo
124
seguía ahora más atento al relato fabuloso que las niñas musas compartían junto
al río Segura. A Jorge le conmovía la historia que escuchaba con el corazón,
contraria a la leyenda ancestral de traición y muerte en Uryula, y se prometió
guardarla en su alma.
Las jovencitas se estaban recreando en la fantasía y Jorge sentía felicidad.
En ese trance, Jorge alimentó su espíritu con profundas respiraciones,
cerró los ojos. Deseaba visualizar en su corazón el relato de las niñas.
¡Hazlo cuando necesites soñar despierto!
¡Hazlo mujer! ¡Tú, hombre, también!
En esa práctica de meditación consciente, con los ojos cerrados, nuestro
amigo me aseguró que pudo aislarse de la materia. Y por fin sintió en plenitud la
leyenda de La Armengola que contaba la pelirroja a sus amiguitas. Como en un
sueño hecho realidad, allí en los paseos del río, Jorge volvió a ser niño para
sentarse en el corro de las niñas, en su imaginación.
¡Acompáñale! Vuelve a ser niña o niño.
Yo lo hice. Imagina esta nueva leyenda de La Reconquista orcelitana,
fruto de la alegría y de la imaginación femenina, vuela con las alas que posee tu
esperanza infantil:
Penumbra, sombras, miedos y temor, tribulaciones se adueñaron de
Oriola. Días, meses, años y siglos, noches sin fin de odio por la leyenda falsa de
muerte y traición. Pero el alma de Jorge, aliada a su mente y su corazón, batalló
al mito infame.
¡Todo falso!
El sol lucha con las nubes; el ser humano, con las mentiras.
Los párpados de Jorge formaron una pantalla donde se proyectaron las
imágenes creadas por la fabulación de las niñas. Aislada su vista del exterior y
nuestros espectros íntimos, la contienda a muerte de Armengola con Benzaddón
se convirtió en un relato de amistad y amor. En la complacencia de la nueva
versión, Jorge descartó la antigua leyenda, declinó airearla por siniestra.
Y de ese modo Jorge escuchó a su corazón, fiel amigo, quien jamás te
miente ni te abandona. Porque te acompaña y te dice la verdad.
125
La felicidad que vivía Jorge en los jardines, sentado en su imaginación
como un niño junto a las niñas musas, le trasladó al pasado en el hogar feliz con
sus tres Dulcineas:
Dos luceros en las camas, ¡sus hijas!, una noche en las tinieblas de elegir
entre su esposa Batu o la atracción por María, le revelaron la verdad suprema,
igual que a Armengola los destellos de las santas iluminaron el sendero hacia el
castillo. Cuando contemplaba a sus angelitos dormidos, soñando sonrientes,
sintió el alma emerger a borbotones, reconoció el amor, generoso, que desde
entonces comparte siempre. Y hoy lo comparte contigo. ¡Dar sin esperar nada a
cambio hasta el límite!
Ni hubo muerte ni traición, sólo amor, cuando Jorge partió del hogar.
Gracias al genio de las ninfas que contempló Jorge junto al río, nació en su
corazón la nueva historia de amistad entre musulmanes y cristianos, dos pueblos
hermanados, a semejanza de Jorge y su esposa Batu.
Con la versión feliz de la leyenda, nuestro amigo había personalizado,
hecho propio el relato de las niñas, igual que tú puedes asumir los sueños.
Jorge había conseguido trasladar la leyenda de amor que contaban las
niñas a sus decisiones más dolorosas y las de su esposa Batu, retrocediendo en el
tiempo al instante mismo de su crisis y separación matrimonial.
¿Importa que sea realismo o ensoñación?
“(…)/ ¿Qué es la vida? Un frenesí./ ¿Qué es la vida? Una ilusión,/ una
sombra, una ficción,/ y el mayor bien es pequeño:/ que toda vida es sueño,/ y los
sueños, sueños son./)”, del drama La vida es sueño, obra de Calderón de la Barca
(1600-1681).
Pues sabed que ambas caras, vida y sueños, configuran tu globalidad
existencial. Así lo siente nuestro amigo.
Te referiré la leyenda feliz tal cual la escuchó mi amigo, con alma de niño,
y la sintió en su corazón relatada por las niñas musas que jugaban a contarse
cuentos en el paseo del río. Propágala. Defiende tú también la gesta verdadera
vivida por Armengola y Aben Mohor (Benzaddón) hace siete siglos en Uryula,
126
comparable al dolor de Batu y Jorge en su despedida al divorciarse, más el dolor
de sus hijas al perder al padre.
Deja por un instante de mirar con tus ojos, apremia el tiempo; ciérralos,
visualiza en tu alma la verdad de lo acontecido entre Jorge y su esposa Batu:
“Ha caído el sol por el horizonte. Parece que refresca el ambiente.
Anochece en Uryula. (...) Permítame Alá un sueño reparador y placentero. Se me
olvidaba reseñar que mañana celebran fiesta solemne los mozárabes de Uryula.”
(Diario de Ibn Al Murabit. Verano del año 640 de la Hégira, 16 de julio del año
1242 de la Era Cristiana).
Imagina a la esposa Batu como actriz que en el teatro de la vida representó
al alcaide Benzaddón, mientras que por su parte la feminidad de Jorge,
redescubierta por su alma, cobró vida convertida en el papel de La Armengola.
El corazón os ruega silencio.
¡Sentid con el corazón!
Sentid como propio el relato que compartían las niñas junto al río. Así
mismo lo sintió Jorge, emocionado:
–Temeraria, –contó la pelirroja a sus compañeras– me encontraba
desvelada, esa noche en el arrabal Roche. De repente, escuché venir unos pasos
por la callejuela.
Y prosiguió la niña:
–Escondida, levanté la vista, apostada junto a una palmera.
La niña vio aquella figura por vez primera en su vida y sin dudarlo la
reconoció. Porque a la figura desconocida la envolvía una luz celestial que la
distinguía en la negrura de la noche.
¿Quién llegaba? Era la heroína.
–¡Valentía y Amor de Armengola!
Marisa, la niña pelirroja, relató que la mujer desconocida (en realidad se
trataba de el alma de Jorge y su renaciente feminidad descubierta por él) avanzó
hacia la cuesta de la sierra. Ante ella, se levantaban repechos sinuosos, un
laberinto de interrogantes. Dudaba entre seguir con Batu, sus hijas y en el hogar
o en cambio marchar con María y la libertad.
127
–El alcaide (Batu y su ultimátum a Jorge “¡Elige entre ella o yo!”) mandó
pasar a cuchillo al pueblo (aniquilar por las bravas el sentimiento de Jorge por
María). ¡Seguidme! Conquistemos la fortaleza, salvemos a todos –desveló
Marisa, la niñita, que fueron las órdenes que dio la Armengola a sus tres
seguidores.
En la nueva versión, nada existe ya sobre las presuntas mentiras y traición,
cuchilladas y sangre de la leyenda ancestral.
128
se celebra cada 17 de julio en Orihuela. Y ahí se le despejó a Jorge el oído del
corazón para escuchar mejor el relato de amor:
–Ilusión y alborozo, fiesta y alegría. ¡Vida! ¿Dónde hubo traición de
Jorge (Armengola) y odio de Batu (alcaide)? –cuestionaron las niñas.
Al borde Jorge del delirio por las dudas e interrogantes, en sus párpados
echados, extendidos, pudo leer mi amigo en ellos, letras blancas sobre fondo
oscuro, un lema:
“¡Todo falso!”
Sapiens abandonó con valentía los árboles y la bestialidad, y luego dejó
atrás las cavernas oscuras, y sin luz, para construir el mundo que habitamos.
Sapiens dibujó en las cuevas y sobre lienzos de piedra los misterios de la vida,
incomprensibles para él, hasta que pudo reconocer su alma y los sentimientos del
amor y la igualdad. Pero hoy hemos olvidado cómo descubrimos nuestro ser
espiritual hace ya milenios.
129
nuevo en el optimismo bajo balcón de copas de pinos, cobijado por melodías de
lechuzas y búhos.
Y ahí el vuelo de golondrinas y palomas anunció un acontecer glorioso:
Madrugada del 17 de julio en Orihuela: la tierra se echó a temblar… y El
Oriol, ecuánime y justo como el Amor, desplegó alas de arcángel en sus
dominios. Cruzó el firmamento como un rey. Admirado ese día de fiesta, vuela
orgulloso y dueño del valle. Soberano del cielo, infunde bravura. Y el pueblo
palpita en su manto protector.
Por suerte, Jorge comenzó a ver la verdad en su corazón al divisar desde la
peña la alegría de los paladines desfilar por las calles de Orihuela en fiestas. ¡Ni
rastro de odio y muerte! La multitud vitoreaba a los dos embajadores festeros.
Los ejércitos sarracenos y cristianos, enzarzados en su desfile festivo por la
conquista del valle, derrochaban una elegancia que admiró nuestro amigo desde
la sierra. El alma orcelitana se estremeció de dicha. Sus hijos vibraban al ritmo
de las marchas y pasodobles. Y tras la fiesta cayó la noche. El arrabal Roche de
los cristianos dormía sin recato, sin privar al cielo del deleite de su bella vista.
Las estrellas rociaban de azahar a sus queridos hijos e hijas oriolanas. El
balsámico olor de los huertos en flor regalaba dulces sueños fantásticos.
130
Y las musas infantiles le inspiraron de nuevo con su relato de amor:
–¡Jorge, nada temas! Sube la cuesta hasta el castillo. Tu esposa te ama.
Sanará su dolor por tu sinceridad, por haberle desvelado lo que sentías por María.
En la ensoñación, gracias a las niñas y su cuento feliz, Jorge cruzó
impávido las puertas de la alcazaba y luego atravesó los jardines. Su corazón,
nervioso, le golpeaba el pecho por dentro. Y oyó de sopetón el silencio de su ego
en el silencio de la sierra. Sintió una ráfaga de pánico y el pálpito de la tragedia
que se gestaba en el castillo, como en su hogar. Jorge vislumbró un fatal
desenlace en su matrimonio o la reconciliación en la confianza y el amor
recíprocos. Y por fin entró Jorge al salón del palacio.
Se había transmutado completamente el relato de las niñas.
Primero fue un sueño y anhelos en la mente de Jorge, por haber cerrado
los ojos en meditación, convertidos ahora en una realidad que sentía nacer con
vigor en su corazón:
La Armengola (la feminidad de Jorge) y el alcaide Aben Mohor (Batu, la
esposa) frente a frente en lance donde vida y muerte, amor y odio, felicidad y
desamor, penden del tenue hilo que separa los sentimientos opuestos dentro de ti.
Igual que acontece en la frágil convivencia humana, aunque nos cueste aceptarlo.
Armengola irrumpió hermosa, altiva. Aben Mohor la vio entrar.
Se miraron a los ojos. Trance pavoroso.
Los guerreros se aprestaron a la matanza. Pero el séquito despiadado que
flanqueaba a la heroína quedó inerme y mudo. Por la claraboya a oscuras, el
resplandor de dos rayos de aurora, recuerdo en el alma de Jorge del amor que
sintió al contemplar a sus hijas dormidas en las camas, se derramó por la
estancia: inundó ojos y almas.
–¡Sangre y odio se tornó en amistad y amor de por vida! –confesó Jorge.
Armengola (Jorge) y Aben Mohor (Batu) separados, pero coaligados
siempre en pacto de paz. Hubo un beso, un abrazo en el castillo, anhelo de
unidad de dos corazones.
Como durante siglos lo hicieron tantas culturas fundidas en el oasis del
Mediterráneo, como hoy en este mundo nuevo y de paz en gestación. E igual que
131
se festeja cada julio en Orihuela y lo sienten las festeras y festeros Moros y
Cristianos, siempre hermanados por la alegría de la fiesta.
Ya en el siglo XIII, Ibn Said Al-Magribi narra: “Al ir hacia el mar,/ pasé
por Uryula/ y la contemplé como un trozo de paraíso en la eternidad./ Su río
fluía/ y los cangilones de las norias cantaban a compás./ Los pájaros trinaban/ y
los árboles se abrazaban con sus ramas.” El poeta árabe adoraba esta tierra al ir
obligado hacia el exilio.
El mito de la traición de Armengola al alcaide, preñado en Orihuela por
las mentiras y el rencor…
–¡Es falso! –Jorge me repitió con serenidad–. Armengola defendió su
libertad en la amistad. Y Aben Mohor (Batu) le perdonó y le comprendió.
La heroína oriolana arriesgó la seguridad con el alcalde y la vida de su
familia, por mantenerse fiel al pueblo orcelitano: ¡defender la libertad y la verdad
que vencen siempre!
Porque entregarse hasta el límite, sin pedir algo, es nuestra esencia
humana y ley fundamental, olvidada por la humanidad durante siglos y guerras.
–El amor verdadero semeja un lazo. Ni ata ni obliga, sólo une en lo eterno
hasta extremos insospechados. –Me regaló Jorge un abrazó esa tarde de tertulia.
Veneno inexorable, el amor es bálsamo de felicidad que te salva siempre.
Mi amigo visitó el castillo de Uryula, en medio de turbulencias de
sentimientos: entre Batu, sus hijas y el hogar, frente a la libertad y amistad de
María. Y por ello su experiencia me aportó una respuesta tajante: ni hubo muerte
ni traición. ¡Sólo hubo amor!
¡Creedle! Sin ti es la nada.
Pero con tu voluntad y acción, de la suma de acciones de millones de
almas solidarias, justas, será realidad la evolución: Krisis hacia un mundo nuevo.
Eliminadas por fin el hambre… la muerte de cien millones niños y niñas cada
año. Leed ‘Versos para un Amor Verdadero’, del oriolano Atanasio Die, sentid
en sus poemas el Amor ecuánime: “(…)/Te espero donde siempre y en silencio/
sin exigirte nada hasta que muera.” ¡Qué gozo el Amor Verdadero! Escapar al
132
fin de la dependencia, grita el poeta orcelitano, y desterrar el apego carnal en ‘La
otra cara de la Primavera’: “(…)/Voy a arrancarte a mordiscos y a bocados/ de
la cárcel de tu piel lunas y estrellas.”
La murmuración y el relato del engaño de la Armengola (Jorge) a Aben
Mohor (Batu) nos apagan la vida del alma, me ha insistido nuestro amigo.
¡Creed todas las leyendas de amor!
¡Qué fecunda Orihuela de poesía! Espinosa Albertus regala esperanza en
‘La espuma de tus versos’: “(…)/Que los hombres y mujeres/ crezcan sin
barreras/ y una nota musical/ despierte acuarelas/ de nuevos horizontes./”
Por bucear en sus recuerdos y sentimientos, casi enloquece Jorge.
Pero pese a la herida dolorosa y las tentaciones en la sierra, como en la
vida, sigue incólume. Más consciente ya, después de fusionarse su feminidad con
su esencia masculina, su alma está aquí ante ti, desnuda letra a letra.
Gracias por acariciar estas páginas con vuestro corazón.
El alma de Jorge me aconsejó que en todas partes busque ¡amor
verdadero!: lo hallaré sólo por ir a buscar. Si buscamos la Perfección y la
Felicidad, guiados por la Voluntad y el Amor, las hallaremos en el camino.
Y me ha repetido muchas veces que en la familia Sapiens sólo existimos
por la razón de ser felices y amar.
Sé feliz allá donde estés, lleva contigo el beso de alianza eterna de Aben
Mohor y Armengola, el primer beso de Jorge y Batu, como el primer beso de
tantas mujeres y hombres separados por el oleaje de la vida y el Destino.
Hace siete meses, Jorge volvió a escribirme una carta sobre sus recuerdos
de Orihuela… y me decía: “Lee a la poetisa rumana Elena Liliana Popescu, la
descubrí gracias Zerón Huguet y su revista Empireuma: “Priveste, în fiecare zi,/
cum râsare soarele,/ fascinant, în inima ta,/ revârsând în sufletul tâu/ o senzatie
de nedescris/ în cuvinte./ În fata ochilor tâi uimiti,/ el e de fiecare datâ altul,/
râmânând mereu acelasi./” (“Mira cada día/ como sale el sol,/ fascinante, en tu
corazón,/ inundando tu alma/ de una sensación indescriptible/ con palabras./
Ante tus ojos atónitos,/ él es cada día otro,/ siendo siempre el mismo.”).
133
Renacer Volver al índice
134
Plantado en la puerta de la iglesia, el párroco de Santas Justa y Rufina
charlaba rodeado de niños y niñas del colegio Oratorio Festivo. Jorge imaginó al
cura sobre una burrita blanca, obispo entrando a Orihuela entre palmas y olivos.
–¡Aleluya, Jorge! –el párroco le saludó con simpatía.
–¡Feliz día, José Luis! Tengo prisa.
–¡Siempre deprisa! ¡Detente un segundo! ¿Vas a apagar un fuego?
–Me espera Tony. –Señaló con el dedo índice, el derecho, hacia el coche
estacionado–. ¡Allí, en su coche!
Parece este sacerdote un niño grande, alto y delgado como la espiga del
trigo. En su bondad solícita, el cura Satorre se granjea la simpatía de los
parroquianos y le rodean los chiquillos y las niñas.
Se le oye a veces decir: “¡Dejad que los niños se acerquen a mí!”
Quiso esa mañana el cura enterarse el primero, en su curiosear permanente
de niño grande, de la noticia todavía en estado de gestación:
–¿Qué sucede, Jorge?
–El incendio. ¡El pirómano de cada verano en el monte de Hurchillo!
Ocurrente y optimista, como pocos, el párroco cambió de tercio:
–Si regresáis pronto… termino enseguida la ensalada de habicas de La
Granja y El Escorratel y arcacilicos de Almoradí. Con tomates de La Campaneta
y cebollinas de Cox. ¡Estáis invitados! Acudirán José Luis, el cura de Catral, e
Isidro, ¡que ya ni fuma! Sé que te molesta el humo, Jorge. ¡Os esperamos! Da un
abrazo a Tony. ¡Ah! Probaremos papas arrugás de Canarias, con mojos picón y
verde que Acerina regaló a Isidro en Tacoronte. Y de postre hay granadas de
Albatera. Nos acompañará Sánchez Cánovas, de la ONCE. Y recuerda que esta
noche… es la Cena del hambre. –Peinó el cura a una gitanilla, con una caricia.
Se despidieron con un hasta luego.
A paso ligero, soslayó la puerta del Ayuntamiento. Allí, una niña morena
inflaba globos azules, con gaviotas dibujadas en blanco, e inflaba también el
sueño de sentarse algún día en el sillón de aquel palacio principesco. Ni perdía un
segundo: inflaba e inflaba globos e ilusiones. Le ayudaba Pedrito, su mejor
amigo. La mirada valiente de la niña recordó a Jorge el ímpetu político de la
135
británica Margaret Thatcher. La ambición de algún Macbeth pretendió, en vano,
convertirse en chincheta, pinchar los globos de la jovencita, novata entonces.
Pero al fin años después guapa alcaldable del Partido Popular.
Jorge devolvió una sonrisa fugaz a la niña morena, saludo al amiguito que
la acompañaba, y entró deprisa en el vehículo del reportero gráfico.
–Llegaremos a tiempo… se ve humo en la sierra. –Tony encendió la radio.
–Menos mal que es de día. Dame la cinta con sambas de Roberto Carlos.
–¡Dará un disgusto grande algún día el pirómano! ¿Te acordaste, Jorge, de
comprarme el pan?
El delincuente pirómano se camuflaba en la cobardía.
Calcinaba trozos de pinada cada verano y regresaba al escondite. Más que
delitos, le diagnosticaron una enfermedad.
–Se diría que disfruta del fuego –sospechó el arrojo policial de Párraga.
Encabezados por el jefe Laguía los bomberos se arriesgaban, en medio del
monte, socorriendo a los pinos indefensos. Mientras tanto la policía y los
municipales, comandados por Fonseca, Sebastián y Manchado, rastreaban las
sendas y los senderos solitarios en los barrancos.
Pero nunca pillaron in fraganti al culpable de la felonía.
Tampoco le cazaron esa vez.
En sus pesquisas, los agentes e inspectores arribaron a la casa del
culpable, quien ya estaba en la guarida, a resguardo y en compañía de testigos,
besuqueando la coartada.
–Sospechamos de… pero sin las pruebas… –concluyó Elías, el comisario.
–Sus ojos rojos, la mirada en éxtasis del pirómano, le delatan.
Hubo más incendios en verano, hasta una docena o más, en que la ropa del
sospechoso apestaba a humo… pero se excusaba con la quema de rastrojos en sus
fincas de naranjos. El hocico de musaraña, de delgadez sombría, vestía de luto, el
color del cuervo. Únicamente, su conciencia poseía la verdad de por qué dañaba
sin piedad a la naturaleza inocente y generosa.
–Sana sus llagas internas gracias al fuego. Seguramente, desfoga dolores
en su alma –sospechaban los expertos.
136
Sufrimientos enquistados. ¿De niño maltratado tal vez?
¿Desahogaron penas apagando colillas en su piel infantil y él enterraba
ahora su rabia bajo la ceniza del pinar?
Con el fin de propiciar explicaciones del suceso, inquirió el periodista:
–¿La terapia del pirómano es hacer daño, señores policías?
–¡Como el asesino psicópata! –apuntó Tony.
–¡Comparación exagerada, hombre! –precisó la sensatez y experiencia
policial de Sebastián.
–Se cura con la maldad pero ¿crea otra adicción? –insistió el fotógrafo.
–Él descarga traumas. Y todo lo demás, en su cabeza, está por demostrar.
–Sanará con las modernas terapias alternativas –propuso Jorge.
–Mejor una somanta –zanjó el caso, por la vía rápida, la mundología de
Tony Sevilla.
Las actitudes del ser humano se forjan, en gran medida, en los primeros
pasos y durante nuestra juventud. Amor y amistad, miedo y dolor, el saber, los
sentimientos y las sensaciones físicas: son sellos impresos en el subconsciente.
Porque el alma guarda marcas de experiencias primerizas y hasta de vidas
pasadas si éstas existen. Las heridas sin cicatrizar son espoletas que provocan
reacciones fulgurantes, irracionales.
–¿Quién está libre de esos traumáticos secretos? –un inspector sagaz,
premonitor sin saberlo, auguró la experiencia que viviría Jorge esa misma noche.
137
En la cocina, en compañía del hervido de verduras, cenaba el hombre
indefenso, solo. Jorge echó sal y aceite al pan que Tony se había dejado olvidado.
Se lo comió todo. Después, llenó un vaso de leche y mojó una magdalena.
Tras el postre, salió al pasillo en sombras y pulsó el interruptor de la luz.
Camino de la habitación, vio insignificantes pelusas apuntándole con un fusil,
alineadas a lo largo de la pared. Se detuvo ante la puerta del aseo y entró unos
minutos. De regreso en el pasillo, se agachó con el arma que tenía a mano, papel
higiénico. Recogió la hilera de pelusillas apostadas en la trinchera de polvo junto
a la pared, niños soldado indefensos capturados vilmente para las guerras. Jorge
regresó de inmediato al aseo y arrojó la suciedad en el cubo del papel usado.
De nuevo en el pasillo, sin percibir presencia extraña, apagó la luz, antes
de abandonarlo. Confiado, Jorge entró en su habitación.
Once y pico de la noche, agosto: hacía mucho calor. Sin sospechar que
enseguida le visitaría la temida Gran Señora, Jorge se recostó en la alcoba
solitaria, atrapado por la soledad. Tristeza y sentimiento de fracaso, pérdida de la
felicidad de Jorge en su hogar donde la vida le sonreía. En aquel instante triste
sobre la cama, igual que el pirómano está poseído por alucinaciones que lo
trastornan, allí estaba desprotegido Jorge en el dormitorio, ese verano peligroso.
Miró al techo, vacío, y un fantasma se lanzó a por él. Una visión furtiva
tomó forma, cual ladrón que te aborda en la noche, en su paranoia dispuesta a
truncarle el sino.
¿Le echaría alguien de menos si se arrojaba de cabeza por la ventana?
En esta seducción endemoniada Jorge vio su cuerpo inerte, boca abajo,
sobre el pavimento rojo.
¿La cercanía de la muerte es el comienzo de la comprensión?
Pero El Vigía… había planeado lo contrario y ayudó allí a Jorge a aprender
la lección, en millonésimas de pensamiento. Ya casi en la partida, apareció luz
entre las sombras: el recuerdo de la mano de su hijita Itziar, en los paseos a la
salida del colegio, agarrándose a la mano de su papá, sintiéndose protegida. Pero
ahora en el balcón, Jorge al borde del precipicio, sintió una mano imaginaria de
su hija, sujetándole a la vida, arrastrándole hacia la alcoba. Apartándole en ese
138
instante la daga ancestral del cuello, su tendencia al abandono y al suicidio, el
recuerdo feliz mantuvo a Jorge padre en esta vida:
¡Itziar, Claudia, hijas, os amo!
De la añoranza brotaron lágrimas.
El manantial sanador bajó por las mejillas de Jorge, regresó al pecho y ahí
cerró el ciclo del latigazo suicida. En un pestañeo, fotograma de imágenes, Jorge
vio la película de su vida. Paseos a la salida del cole. Los deditos de la hija
rogando protección al cruzar las calles atestadas de coches. Las travesuras de
Claudia. Las risas de sus hijas lo ataron a las sábanas y vencieron al albedrío
demente. El alma de Jorge respiró ganas de vivir al recordar las miradas de sus
niñas disfrutando de sus cuentos. Y sintió un latido fortísimo. ¡Valía la pena vivir
-¡mierda!- sólo por volverlas a ver!
Y más latidos de vida, recuerdos:
¡Papá, otro cuento, otro cuento…!
139
Nuestro amigo Jorge me ha asegurado que en aquel pensamiento sintió lo mismo
que un renacer.
A la mañana siguiente, Jorge caminaba por la calle Mayor.
El eco mudo de sus pasos dialogaba con la tierra, sin hallar respuesta
lógica a lo sucedido la noche anterior. Pero junto a la Catedral, la fe de una
letanía, cánticos de una celebración matinal, se escapó por las rendijas de las
vidrieras góticas: “Creemos en un solo Dios Padre Todopoderoso, Creador del
Cielo y de la Tierra, de todo lo visible y lo invisible…”
Ahí Jorge se acordó del recuerdo providencial del paseo de la mano de su
hijita, real en su mente, la misma mano ahora invisible de Itziar que le agarró con
ternura, en el balcón suicida. Y sintió de nuevo lágrimas de amor y emoción.
Porque en esa experiencia comprendió que existía lo visible y también lo
invisible. Distintos modos de existencia, sí. Pero existencia por igual.
Según pasaron los días, hubo en Jorge un clamor de aquiescencia. Se le
hicieron palmarias las ganas de vivir… y apareció entonces Pepe Esquiva,
durante un paseo matinal de nuestro amigo. Si la voluntad denota el privilegio de
los seres elegidos, la que poseía este hombre de Beniel era su talismán. El
optimismo abrumador del que supo rodearse, por su don de gentes, le salvó en las
vacas flacas. A la chita callando, el personaje se convirtió en un fenómeno
carismático, ídolo de masas, que contagiaba alegría a los aficionados al fútbol de
Orihuela y a los jugadores de su equipo. Con objetividad, Jorge lo había
estudiado a distancia y lo admiró alguna vez. Golpe a golpe, caída tras caída, el
coraje de Pepe para seguir hacía adelante se erigió en santo y seña, emblema del
escudo heráldico de Esquiva. Caballero de San Antón, con todo merecimiento.
Las proezas del presidente del club escorpión terminaron fatalmente, una
mañana de verano, por un golpe de orgullo personal. Bien por falta de
entendimiento o despropósito, sólo ellos lo saben realmente, entre Esquiva y el
regidor Cartagena mancillaron el nombre de una ciudad que se quedó a las
puertas de la gloria futbolística, el ascenso a la Primera División. La ilusión y el
riesgo del todo o nada de Esquiva, en su apuesta a tumba abierta por el ascenso,
condujo al club al precipicio del descenso por deudas y luego a la desaparición.
140
Con promesas cumplidas y ascensos con Tomeu Llompart, Esquiva se
granjeó la simpatía de toda la Vega Baja, 400.000 habitantes, en verano más de
un millón. El técnico mallorquín sembró la armonía en el equipo, con amistosas
comidas de arròs brut, sobrasadas y ensaimadas exquisitas. Menudo como la
chincheta, de sobresalir tanto en el fútbol, a Esquiva le envidiaron los políticos de
cortas miras, si bien lo idolatraba el pueblo. Elevó a los aficionados escorpiones
hasta la gloria. Pero luego los bajó de golpe al infierno de Dante.
Tras saludar en la Calle Mayor a Carolina Pascual e Isabel Pagán,
gimnastas olímpicas esa mañana de paseo; allí con José Samper como anfitrión,
años después de las gestas en fútbol y del suspenso contable del presidente, –en
lance alegre en el bar Cicuta–, Pepe Esquiva se interesó por la vida de Jorge:
–He oído algo raro de tu matrimonio… ¿Qué ha sucedido?
–Lo que nadie sospechó –desveló, al tiempo que Pepe El Cicuta se acercó.
–Os veía tan unidos con tus niñas en los viajes con el equipo. Me dejas de
piedra, Jorge, –dijo medio mudo, antes de añadir–: ¡La vida te da sorpresas!
–Y nosotros a ella. ¿Recuerdas tus proyectos? –le insinuó Jorge.
–Sí. Se vino abajo todo, como lo vuestro. –Sacó un cigarrillo de chocolate.
–Me enamoré de otra mujer y se lo conté a Batu, mi esposa.
–¡Vaya error! Cuánto daño hiciste por inexperto. –Mordisqueó la golosina
de cacao, mientras Juanan y Jesús observaban desde detrás de la barra.
–Le conté la verdad. ¡Veo que dejaste de fumar! Comes chocolate.
–¡Decir la verdad! ¿Pensaste en su dolor? Te conté que mi primo Juan
murió de cáncer y ni dijo antes una palabra, sobre el diagnóstico, a su mujer.
–¿Con quien podía yo, Pepe, compartir mi dolor más que con mi esposa?
–¡Ignoras que la verdad genera tantas desdichas como causan las mentiras!
Para comprender al pueblo español debes ir a una plaza de toros. –Moviendo la
cabeza, en resignada comprensión, la sabiduría huertana de Esquiva adivinó–:
¿Cómo aguantaste tanto dolor?
–Viví solo durante tres años. Pero hoy tengo pareja.
Exento de titubeos en su hablar murciano, panocho simple y conciso, sin
tapujos ni ambages, Esquiva quiso despejarse las dudas:
141
–¿Te has vuelto a casar, Jorge?
–Vivo solo. Busco el amor verdadero.
–¡Amor verdadero! ¡Vas a sufrir mucho, Jorge! ¿Lo sabes?
–¿Por el amor? ¡Qué va, hombre!
–De Pascuas a Ramos, de año en año, hallarás amor verdadero –sentenció.
142
encauzamiento, obra de ingenieros checos y el madrileño Julio Muñoz. Pero en el
proyecto, magistral contra las avenidas, falló el mantenimiento medioambiental
de un corsé de cemento que asfixia al río. María y Antonia Moreno, en rueda de
prensa del PSOE, criticaron ese día a la Confederación del Segura.
Tan grave también para la salud pública o hasta incluso peor que el río
Segura contaminado, por primavera otra guerra mantenía en vilo al vecindario.
Las batallas se repetían, a modo de castigo bíblico en el Antiguo Egipto, al
estallar la plaga de mosquitos.
Decenas de viviendas a orillas del río en Orihuela han sido convertidas en
refugios antiaéreos.
–Escuadrones lanzan andanadas todo el día –alertó Manolo y sus gafitas,
mirando a Zerón, de Tele Orihuela, y a Pedro J. Llorach de Onda Cero.
–Deben fumigar más –reclamó Monse, con un delantal en ristre.
Y como ni un pelo de tonta tiene… ni tiene pelos en la lengua, la tendera
socarrona y de sainete aportó una propuesta ocurrente:
–A Mónica, la guapa alcaldesa, la invitaremos a inflar aquí globos de la
gaviotas y a desayunar entre mosquitos en la terraza del Bar Manolo. Que venga
si quiere; yo desayunaré en Archena, en Fortuna o Mula, en un balneario.
–Nos vamos a reír, ¡ji ji ji!, con los mosquitos y los concejales. –Soltaron
carcajadas por el espectáculo cómico, imaginado en sus mentes, más propio de
los Hermanos Marx.
–¡Desayunar: al revés! Los mosquitos engordarán chupando la sangre de
los políticos. ¡Se lo merecen!
Entre risas y bromas, ya en la maniobra previa a sacar las fotos del día con
las pancartas que levantaban los vecinos, el genial Tony Sevilla fingió desinterés,
pero astuto soltó la bomba fétida para agitar aún más al gentío:
–¿Y quién pagará el convite a los ediles? Yo bebo sólo cerveza Damm.
–¡Yo ni un duro! Que pague la Corporación con los cojones –gritó la gente
enfurecida. En ese lance, Antonio Loíno preparó también su cámara.
–Que le den a la sinhueso pues lo hacen requetebién en los mítines… o
que saquen los billetes que un edil declaró al juez haber guardado en un piano…
143
–Haz las fotos. ¡Bien! ¡Tony, eres cojonudo, mejor que los espárragos!
De modo tan ingenioso, el artista fotógrafo, allí notario de la actualidad,
captó el malestar por las picaduras de los mosquitos, más las quejas por la
negligencia política.
La sabiduría de la naturaleza nos lleva de una enseñanza a otra, mientras
que el listillo Sapiens, despistado Homo Simpson, se empeña en la fabricación de
artilugios atómicos y desastres nucleares en su falaz Springfield. Pero ante una
solución artificial, resulta más eficiente la energía natural que nos ofrece el sol,
el viento y el mar.
Porque comienza a demostrarse que el universo regula los ciclos vitales en
el planeta Tierra, con exactitud cósmica, pese al fetichismo humano.
Antes de regresar a la barra de su bar, Manolo contó a Jorge, al oído:
–¡Sin golondrinas… vivir aquí es imposible!
Ante todo por la ética del oficio, el periodista debía comprobar la
afirmación que atribuía a las aves una trascendencia crucial. Y al día siguiente,
Jorge despertó pronto. Con el primer rayo de sol, volvió a la trinchera del río para
seguir la pista, de Manolo, con su fotógrafo Tony Sevilla. En las bocanas de las
acequias, hallaron al profesor Muñoz Grau El de la Pajarita, luciendo una de
color verde al cuello, con Nuria y María, de Pro-Río. Tomaba muestras del agua
y aseguró: “¡Denunciaremos hoy a la Confederación! Vecinos de Rojales, de
Segura Limpio, me esperan en el Juzgado para que les lleve esta muestra. Nos
respaldan más de 10.000 manifestantes en Orihuela y en Murcia…”
Sentado en la otra orilla del Segura, Alfonso Ortuño dibujaba el croquis
para una viñeta. Y ahí el periodista confirmó la primicia acerca de las
golondrinas: la superficie del río, sobre el papel del dibujante, se asemejaba al
escenario de una batalla sin cuartel.
¡Algunos mosquitos parecían águilas!
Pensativo, Jorge caviló cómo lograr en sí mismo tal transformación.
La contienda aérea se extendía por el cielo toda la jornada, hasta que las
aves quedaban saciadas o exhaustas de planear. Cientos de golondrinas dibujaban
144
piruetas, tirabuzones en el aire, y se lanzaban en picado. Se embuchaban de
mosquitos y echaban una mano contra las picaduras, sin que lo pidiera Sapiens
orgulloso. Desagradecidos, hubo vecinos que destrozaron, en ventanas y cornisas
de palacios y museos, los nidos de las golondrinas, salvadoras en el río.
¿Por qué castigar al ave aliada y benefactora?
Los excrementos de las golondrinas dañaban la piedra antigua de los
palacios e iglesias del casco antiguo.
¡Vaya excusa! Porque los detractores de las golondrinas adolecían sordera.
Las fachadas de los monumentos, más por desidia que por las aves, pregonaban
hacía años un estado de ruina que muy pocos habían escuchado. Esa mañana,
Rafael y Adolfo acudieron desde Madrid para inspeccionar el casco antiguo.
–Demos las gracias, muchas gracias a las golondrinas que nos libran de los
mosquitos. –Monse, la tendera, bajó la persiana del capítulo.
145
Existen decenas de métodos presentados como infalibles, diferentes
técnicas psiquiátrica y filosóficas que intentan capturar y luego tamizar las
imágenes de la vida en el plano onírico.
Prueba ésta: coloca papel y un lápiz junto al cabezal de la cama. ¿Quieres
saber para qué? Yo seguí los consejos de Jorge:
–Antes de dormir, hazte el propósito de recordar cuando despiertes y
regreses aquí a la vigilia. Y duérmete repitiendo en tu mente, deposítalo dentro
de ti, un asunto concreto.
Al despertar, esta fórmula determina que anotes, de inmediato, la escena
que el cerebro mantenga en tu mente. Escribe sin dilación lo que hay en tu
pensamiento pues la cortina del olvido, con el primer pestañeo, al abrir los ojos
borra la última ensoñación.
–Anota todo cuanto veas mentalmente, sin despreciar detalle.
146
tus sueños, comienzas a retroceder en el ayer para enfrentarte, aquí y ahora en tu
vida actual, a los espectros de tu pasado. Así podrás luego deshacerlos.
Expectante, pregunté a Jorge:
–¡Retroceder en el tiempo! ¿Cómo?
Imagina que existe mucho más en el potencial que conocemos hoy sobre
las capacidades de nuestro cerebro humano.
Reconozcamos nuestra ignorancia.
Abre tu mente a horizontes y dimensiones desconocidas. Porque aunque a
la razón le parezca hoy una entelequia, hasta puedes retrotraerte a vidas pasadas
con resonancia hoy dentro de ti. Eso sí, sólo conseguirás identificar esas otras
vidas del pasado, si das el segundo paso y asumes los mensajes de los sueños.
Con esta fórmula comprenderás mejor tus tareas en el presente.
Dirías que son entelequias o una genialidad real las obras pictóricas de
Dalí y Picasso. ¿Y las creaciones de Buñuel en el cine y de Gaudí en la
arquitectura? Las respuestas están ante ti. ¡Sí, acertaste! Son primero sueños
hechos después realidad. Recuerda siempre que en primer lugar existen el sueño
y el pensamiento que luego con imaginación, con voluntad y acción se encarnan
y materializan. ¡Recuérdalo!
147
–¿Qué ocurre? ¡Decidme! ¿Dónde está Blanca? ¿Y mi hija? –Agitó las
manos nervudas, curtidas por el sol y el mar.
Un anciano le miró como una boca abierta pero sin palabras. El viejo
lanzó su vista al bosque y señaló con el bastón. Aquella explícita cara de terror,
muda por la desgracia, atronó los oídos de Jorge. En esa dirección que señalaba,
encontraría respuestas.
–¡Dónde! ¡Dime, por Júpiter! –Cerró los puños y suplicó a la deidad
suprema, padre de los dioses.
–Junto al lago. ¡Toros! –Un muchacho mestizo corrió delante.
Jorge echó a correr monte arriba. Ni pensó. Sólo corría hacia una realidad
inevitable. Adelantó al joven y se distanció impulsado por el águila divina que
había desplegado sus alas en las piernas del pescador. El ego dependiente de
nuestro amigo voló sobre el olivar y luego sobre los repechos, poseedor de
poderío sobrehumano, azuzado por la desesperación. Al cruzar el riachuelo que
bajaba del lago, en hora roja, le perturbó la visión del color del presagio. ¿Agua
teñida de rojo? ¡Sangre!
Jorge temió a la muerte, lo pensó… y se hizo realidad segundos después
ante sus ojos.
¡Cuidado con tus juicios! Que los pensamientos se te revelen siempre
positivos. Haz de ellos tu mejor instrumento de voluntad y creación.
Vio un cuerpo tumbado boca arriba, en la orilla del estanque. Se acercó
deprisa. Era cuerpo de una mujer. La identificó enseguida por el azul de la estola
que vestía ese día, rasgada y rota. Blanca manaba sangre, a borbotones, del cuello
y del pecho. Las cornadas de un toro habían destrozado a su esposa. ¡Muerta!
–¡Por qué! –Clamó al sol cubierto por las nubes–: ¿Por qué, Saturno cruel?
Pasaron dos días de mortificante sufrimiento, de rabia y de odio a la vida y
su existencia humana. Nada le pudo aplacar el dolor. Ni pensó en la hija. Sólo
deseaba, de noche y de día, vivir con Blanca en el reino de la muerte. Yacía el
cadáver de la esposa sobre altar de ámbar, envuelto en sedas finísimas.
Arrodillado Jorge, la demencia en alucinaciones le sorbía el seso:
¿Por qué la devoró Saturno? ¡Por qué me abandonaste Júpiter, amigo!
148
Caía lentamente la niebla sobre el templete.
Se le echó encima el manto cegador de la noche.
Jorge sintió que de sus propias entrañas salía la muerte y escuchó, en el
silencio, el grito de la nada. Vacío fúnebre. La angustia, tristeza de soledad, se
adueñó de su voluntad. Con el corazón a oscuras, enloquecido, agarró la daga
que descolgó del cinto, la metió en su garganta… y se la hundió hasta la nuca. Ni
una pócima del griego Dioscórides, maestro de maestros, hubiese atajado la
libación sacrílega que le vació como un torrente las venas. Feneció su cuerpo.
Pero el alma quedó allí, huérfana.
El ego de Jorge había amado más a la muerte que a la vida.
Escapó su ego a la otra parte, huyo a otra dimensión de la existencia, por
su incapacidad ante la pérdida e insensatez frente a la renuncia a la amada
muerta. En su egoísmo inconsciente, Jorge dejó sola a una criatura inocente, su
hija indefensa. Sin madre y huérfana también de padre.
Durante años -pudo ser un siglo-, Jorge se asomó por encima de la tapia
del claustro y vio, desde allí, crecer a su hijita entre las flores del convento.
Nadie podía verle a él. Aconteció que en un destello inusual de misericordia, el
siniestro Caronte había concedido al alma en pena de Jorge la licencia de irse a
diario de la ciénaga. Y sólo cuando su niña, convertida en bellísima Diana, salió
una mañana soleada por la puerta de la Casa Cuna. Cuando la vio dirigirse al
poblado, sólo a partir de ese día el espíritu de Jorge dejó de acudir a la tapia.
Pues por fin había abandonado la errante vida vaporosa y fantasmal.
Así, como os lo cuento, lo revivió Jorge en aquella regresión a su pasado.
149
sienta con voluntad y amor suficientes. En nuestra existencia eterna,
completamos ciclos que se abren y luego se cierran propiciando el siguiente
aprendizaje.
Hasta ahora, Jorge nunca tuvo conciencia de haber residido al lado del
mar, si bien la inclinación por él late en sus propósitos y deseos de futuro. ¿Por
qué? Jorge fue pescador romano como ya sabes. Y luego navegante, tiempo atrás,
según le ha sido desvelado también en el mundo de los sueños.
150
amada. Y de repente, un griterío hiriente en la calle, le hizo saltar de la cama.
Corrió descalzo hacia el salón.
–¿Dónde estás, Aurora? –rogó Jorge, sin verla, nervioso.
Jorge se fue hacia el ventanal. Miró, qué fatalidad: vio el cadáver sobre los
adoquines, en medio del reguero de sangre. Fuera de sí, se lanzó escaleras abajo
hacia la muerte, se arrodilló a su lado y la besó, igual que hizo ante el altar
romano. Empapada su boca otra vez de rojo, -labios que la muerte besó de nuevo
sin piedad-, Jorge lloró sin consuelo la pérdida de la carne:
–¡He perdido a mi amada! ¡Por qué! ¿Por qué? –clamó enloquecido, en la
desesperación.
Pero de nada le sirvió el clamor.
Porque el infierno sobrevive dentro de ti… y tu felicidad, tu Cielo, se halla
siempre en peligro permanente.
Por la dependencia insana que le producían las pérdidas, la soledad dejaba
otra vez a Jorge a merced de la viajera fúnebre, fantasmal, Gran Señora.
Cogió la pistola que portaba en la cintura, se la colocó en la sien y puso un
dedo en el gatillo. Por un instante, el ánima recordó la daga en la garganta y la
sangre a borbotones en la boca, vio a su hijita huérfana, recordó la ciénaga y la
advertencia del barquero. Jorge rechazó el suicidio. ¡Quería vivir!
Pero qué le ataba a la vida. Ella muerta, su hijo ahogado. ¡Nada! ¡Nadie!
Y apretó el gatillo: Jorge murió en el acto.
Perdió de nuevo a una mujer y amó otra vez más a la muerte que a la vida.
151
entonces a la esposa, a sus dos hijas y el hogar, y ahí pensó, por tercera vez en su
existencia, escapar de la soledad con el tercer suicidio.
Nos lo contó Jorge de modo tan vívido, tan real como si él hubiese estado
ante un retrovisor sufriendo el pasado, que gracias a sus experiencias comprendo
mucho mejor hoy todos los designios que aparecen en mi vida.
152
Que a nadie sorprenda si el alma de Jorge regresó para proseguir en la
literatura. Compartir sentimientos y experiencias es la finalidad del escritor.
Jorge ha disfrutado ya en esta vida de la vocación por la música y el
teatro, por el arte, la poesía y la escritura, y gozó de los viajes como músico y
periodista. En su pueblo creció entre músicos y luego vivió en la tierra oriolana
que inspiró a un poeta universal.
Bajo la luz eterna del candil, se entusiasma Jorge en el deleite de escribir
durante madrugadas emotivas.
Enganchado a la rueda de la imaginación, relee y revisa cientos de
borradores. Porque en honor de Hemingway, mi amigo defiende también que la
papelera es la mejor aliada del escritor y la escritora. Ni le impidieron escribir las
serpientes. Pues en más de un sueño, Jorge ha dormido en el suelo junto a
culebras. Sierpes que le miraron a los ojos para imanarle la sabiduría suprema
que atrae a las musas. Jorge ha completado hasta hoy miles de páginas y vibra en
sincronía con la creación literaria.
En una ensoñación, como quien dibuja en el sueño un doble de sí mismo,
pero en otro plano o dimensión simétrica e invisible, Jorge se vio en una ocasión
escribiendo con pluma de ave. Pero le interrumpió su amada:
–¿Cenas?
–Termino este pasaje y voy. –Aceleró la caligrafía.
–¡Ven! Cena y acabas luego.
–La mano se me mueve sola –reveló a su bella amada de ojos verdes–:
Sigo un poco más…
–¡La mano se te mueve sola! ¡Qué cosas dices, Jorge!
–¡Esto es un regalo! Magia como tus besos. –Siguió escribiendo.
–¿Magia de quién, Jorge?
–Del universo y de la vida.
–¡Ven! Cena… y después sigues. –Asomó la cabeza por la puerta.
–Ven tú aquí. ¡Disfruta conmigo! –Le lanzó un guiño.
–Me encanta lo que cuentas en este párrafo pero tengo hambre.
La creatividad de Adonai es la nuestra.
153
Mi amigo inventaba, esa noche en sueños, las aventuras del caballero que
se alimentaba sólo de libros. Por tragarse con glotonería las páginas, comenzaron
a aparecerle palabras en la piel. Pero jamás se hubiese desprendido de su figura,
delgada y enfermiza, que degustaba lecturas copiosas donde se sentía hombre
íntegro y cabal. Le acompañaba un criado, gordo en kilos y conformista, que
desdeñaba los manuscritos. Ni quería ver incunables en la mesa. Jorge esbozaba
en esa página un diálogo en la novela, entre dos extremos juiciosos y ciertos, los
protagonistas, caras de su propia personalidad en la obra que usaba para
recrearlas. Con desparpajo teatral, nuestro amigo ordenó la tinta en el papel y
luego escenificó la plática para divertir a su amada:
–Esta tabla, amo, la inventó el hombre sólo para colocar las viandas. Ni
enciclopedias ni novelas de caballería. ¡En la mesa… sólo comida, Don Miguel!
–¡Borrico! ¡Acaso mis libros son morcillas! ¡Las de Burgos me gustan
mucho pero esto es un libro! –repuso el caballero, mostrándole La Galatea.
–Usted dijo al abate que la literatura alimenta al espíritu.
–El espíritu nada se parece a la barriga. Ni al convencionalismo comercial.
–¡Amo, yo sólo quiero las letras en la sopa! –Agarró la cuchara y un plato.
–¡Necio del demonio! Cree en utopías. Nada sé de la prosa pesimista.
Sancho, hagamos las Américas: me harté de miserias, de bachilleres y envidias.
–¡Con hambre, amo, soy capaz de comerme las tapas de este libraco!
–¡Bellaco! Lee en voz alta; desarrolla tu oído y juega con el Destino…
Olvida un instante los garbanzos… Fuentesaúco, ollas podridas y fabadas…
–Nada le entiendo. ¡Quiero cenar ya! ¡Pero amo, cuídese del Destino!
–Recuerda que William acude a cenar. ¡Nos traerá un pudding! Vístete
con las mejores ropas. Como si fuésemos al corral de comedias de Almagro…
–¿Repetirá el Otelo de odio y celos? Le entiendo poco en su spanglish…
–Nos leerá un borrador que le entusiasma: el romance de dos jóvenes
enamorados en Verona. ¡Apenas sí duerme por la creación de esta obra de teatro!
Le diré que la interprete una pareja oriolana… Elena y Alejandro.
Si en tu vida has sufrido una o más veces la desdicha de Romeo and Juliet,
piensa ya en protagonizar la feliz historia Pretty Woman.
154
En su ignorancia, el escudero de aquel sueño pretendió descabalgar a su
amo de una nube, donde viajaba por ínsulas fantásticas, y sin embargo él mismo
acabó de gobernador en la suya (Barataria). Hasta se enfundó en la armadura,
tomando el relevo al amo, con el fin de que el caballero muriese, al final de sus
días, pareciendo cuerdo. Pues se le antojo que así salvaría al espíritu de su
querido amo. Por ello el escudero vivió desde entonces, por ventura, loco de
ilusiones, igual que había vivido su adorado hidalgo.
–¡Por favor, mi amor! Descansa: deja de inventar y de escribir. ¡Cenemos
ya! ¡Por favor!
Noche de literatura y seducción. Entre insinuaciones y miradas, Jorge besó
a su bella amada de ojos verdes, dispuesta siempre a gozar.
155
aplicó un remedio popular: gárgaras de agua y limón. Uno, dos, tres enjuagues:
remedio natural que elevó a su cerebro el frescor nacido en los labios.
156
–¡Cuidado con la cabeza! –Jorge apartó la rama de un árbol que
dificultaba el paso por la senda estrecha.
Enfilaron el pasadizo serpenteante, decorado de matorral y de flores que
jugaban con el viento. Pasaron junto a la pared desnuda del acantilado que les
rozó la espalda para cachear discretamente a los desconocidos. Las dos osadas
ninfas, unos pasos delante de Jorge, le avivaron la curiosidad:
–Te gustará lo que hay abajo.
La afirmación de las anfitrionas disipó el temor de Jorge por lo nuevo:
nudismo en El Salt. Nuestro amigo dio otro paso y de repente se le encendió el
último sueño de la noche… que cobró existencia ante sus ojos:
–¡El árbol! ¡Aquel es el árbol!
–¿Qué árbol? –rastreó Maya.
–¡Lo soñé! Yo he estado aquí antes.
–¿Cuándo?
–Estuve aquí. Estoy seguro. ¡Lo sé! –Respiró más confiado.
En el paisaje verdísimo, izado al fondo junto a la peña solitaria, Jorge
reconoció el árbol y la misma sombra que le habían protegido en una dimensión
perdida hasta ese instante en su mente. Pero más importa que identifiques a
tiempo las señales ocultas en tu interior.
Soplaba una brisa agradable, cargada de recuerdos que subían lentamente
por la ladera. Le llamaba a descansar a su lado.
–¡Es ella!
Oído esto, mosqueada más, la chata narizota de Maya se agitó, preocupada
por la posible competencia de otra fémina desnuda. Y ya a punto de sacar los
pies del tiesto, por celos infundados, fisgoneó:
–¿Qué otra mujer ahí aquí? ¡Yo ninguna veo! ¿Y tú, Ángeles, ves alguna
otra mujer?
–Hablo de la sombra que me acarició en un sueño –aclaró Jorge.
–¿Una sombra? ¡Qué más da si todo es mentira! –Maya gesticuló,
incrédula.
–La sombra del árbol que acarició mi pecho en un sueño esta madrugada.
157
–¡Qué me dices! –Apiñó lo ojos con mayor perplejidad.
–Al despertar, vi en mi mente ese árbol y la sombra… –contó Jorge el
sueño– una premonición que me recuerda el olmo de Milleneta, bimilenario.
Sábado en la Sierra de Mariola.
Silencio.
Olía a tomillo y a lavanda silvestre azulísima.
Ojos al acecho desnudaron a los tres visitantes. Dos mujeres, rarísimas
pues ellas ni se asoman por el lugar, acompañadas de un forastero. La visita
resultaba contradictoria en el paraje acotado por la vegetación, rebosante de
ancianos y adonis aficionados al nudismo en Alcoy, que sí intercambiaron un
saludo de cortesía, escueto, con Jorge y las atrevidas féminas.
–¡Buen día! –se abrieron paso, con cautela y educación.
–¡Feliz día! –el coro anfitrión respondió al trío.
Tendidas las tres colchonetas en el suelo, dispuestas sobre ellas las toallas,
el ritual de la práctica nudista culminaba, acto seguido, retirando la envoltura de
ropa que nos desnaturaliza. En su virginidad, Jorge mantuvo un compás de
espera, sin prisa.
¿Y ahora qué?
Hacía un calor impropio de finales de marzo.
Jorge dejó que el sol le acariciara el pecho y le guió una intuición, igual
que guió a su alma infantil en el despertar a la luz, sentado de niño en la escalera
de la casa. Jorge giró despacio la cabeza: mirada inocente a la izquierda:
¡Desnuda!
Melena rubia de ninfa, sirena osada, Marilyn angelical en el casto oasis.
¡Pechos hermosos… hermosísimos! ¡Blancos… perfectos! ¡Boca de fresa! ¡Para
saborearla! Deseó un beso.
Incrédulos, los ojos de Jorge se movieron con rapidez, descendieron
ansiosos por el vientre de cisne, hasta abajo. Cierto: ¡Ángeles, desnuda!
Su corazón batía apasionado, le golpeaba con frenesí el pecho por dentro.
De la tierra, notó trepar por las piernas un calor desbocado de kundalini que
escaló luego por el centro de la columna vertebral. Un griterío le atronó las
158
entrañas. En la plenitud verde, le había asaltado un rayo de libertad primitiva.
Excitado por la feminidad, renacida hacía ya tiempo dentro de Jorge, las
valientes manos de hombre, sin pudor, se arrancaron el eslip que lanzó a Maya,
más una mueca pícara: ¡Tuyo es!
Maya lo atrapó y luego lo exhibió, en alarde de vanidad impropio de la
mejor Eva, como si ofreciese la manzana tentadora a todo el mundo.
A la espalda de Jorge, la cascada de agua, grito convertido en hielo,
perforaba el silencio de la sierra. Al aproximarte, el chorro origina cautela. Agua
casi congelada. La bienvenida de cristal, volcán frío en erupción, remueve tus
entrañas, paraliza los sentidos. Te ayuda a que grites, en la vehemencia, y
destierres tensiones, recelos:
–¡Aaaaaaaaaaaaaah! –Se estiró la espalda de Jorge y sintió gran bienestar.
159
–¡Disfruta de este instante, Jorge! –le complació la frescura de Ángeles.
Tumbado Jorge en la toalla, sobre la tierra a merced del sol, miró hacía
arriba y leyó, en la corteza del árbol, nombres grabados, corazones, fechas… “21
de diciembre” y “Tzolk’in o Cholq’ij”. Idéntico al garabato que leyó en la morera
centenaria del instituto, en lengua extraña, pero ahora más nítido que entonces.
Mediada la mañana, abandonó la toalla y se incorporó. Sus ojos miraban dos
cuerpos desnudos, ¡deseaban!; miraban otra vez a Maya y Ángeles ¡y más
deseaban! Pero gracias al manotazo helado, flagelación líquida, Jorge podía
combatir las tentaciones.
–¡Me voy al chorro fresco! –Caminó hacia la cascada.
–¿Mirarnos te sube la temperatura? –le fustigó Maya, otra vez socarrona.
Nada replicó. Por el sendero, subió apresurado.
Desvió la vista hacia el valle y advirtió la presencia de Ícaro con Dédalo y
sus alas en lo alto de un pino. Leonardo le voceaba instrucciones mientras Julio
Verne tomaba notas para su novela. Jorge alcanzó el agua. Poseído por deseos
promiscuos, los dedos carnosos del chorro se deslizaron por su espalda, rendida a
las caricias apasionadas que imaginaba con Ángeles. Desfogado, liberado, le
emergió a flor de piel el ego ennoblecido. ¡Ah! ¡Qué maravilla el chorro frío!
De regresó a la planicie, Jorge respiró con espíritu floreciente. ¡Recrearse
en el gozo! ¡Vivir! Al contármelo, se le sentía a mi amigo el placer en su mirada.
–¡Delicioso manjar de dioses, eh Jorge! –Ángeles se unió a su deleite.
Había llegado la hora de la comida. A poco de vestirse para regresar a la
ciudad, plantaron un manojo de pinos y se hacían fotos para inmortalizar la
experiencia nudista. Y justo ahí, medio desnudos todavía, oyeron un vocerío.
–¿Qué ocurre? ¡Voy a ver! –se acercó Jorge al corro enfurecido.
160
Halló también temor y subversión:
–Traman secar el caño como le sucedió al Hondo de Elche –alertó Serafín.
El espigado y sano ecologista vivía cerca del lugar, en la casita de madera
más pequeña de la pinada. Quiso invadir lo menos posible el monte.
Iluminaba su comedor un candelabro de siete brazos, tres a la izquierda y
otros tantos a la derecha, más uno en el centro, más alto que el resto. Éste con su
llama encendida siempre, según contó en una tertulia, “para perfeccionar la
imperfección del seis e infundir luz a los demás”.
En esta ocasión, Serafín denunciaba ante los nudistas que un agricultor
quería apropiarse del agua, robar todo el chorro, y clausurar la cascada de El Salt.
La maniobra egoísta aniquilaría el paraje alcoyano y la tradición del nudismo,
centenario allí. Pero se oponían los naturistas, con educación y firmeza:
–Se lo contaremos al alcalde. ¡Nos apoyará!
–¡Ajá, seguro que lo solucionamos así! Le gusta la naturaleza y el sol.
–¡Faltaría más; lo lleva en el apellido! –puso la guinda el más gracioso.
–¡Vayamos a los periódicos, a la radio y a la tele! Llamemos mañana a
Luis del Olmo, el locutor de Ponferrada, el más madrugador de la radio.
–¡Qué se entere todo el mundo!
La unión es la fuerza.
La sabiduría y el poder invisible del agua, del sol y el fuego, de la vida, la
tierra y el aire, se alzaron aliadas del naturismo. Surgieron propuestas resolutivas,
pacíficas, rebosantes de imaginación. En las tertulias de El Salt, encontraréis
ingenio, experiencia, entretenimiento y diversión. ¡Atrévete a participar!
–Llamemos al Sant Jordiet y a la hueste guerrera de La Festa.
–Que el niño les lance flechas. Y los festeros disparen la arcabucería.
–Traigamos a un dragón –Arturo quiso incitar reacciones nuevas.
–¡Has perdido la cabeza, Arturo! –Eduardo, nervioso, se tiró de los pelos.
–Vieron volar a uno que venía del Sur. –Arturo señaló la posible llegada.
–Los periódicos aseguran que el dragón huyó del río Segura, contaminado,
y que pasó de largo por El Hondo(El Fondo), seco, sin aves ni peces.
–¿Por culpa de la contaminación?
161
–Del agua y las fábricas. El dragón ama al sol y la naturaleza. Igual se
viene a vivir en el Salt.
De regreso sobre la toalla al sol, Jorge planteó a sus compañeras el
problema que ponía en peligro aquel oasis de libertad.
Dicho todo, la actitud unánime se mostró leal a la proclama nudista.
Convinieron los tres permanecer al sol otro rato.
Comerían más tarde.
Minutos después, casi sin voz, las amigas cuchicheaban cual niñas
traviesas, mientras Jorge estiró el oído para agarrar confusas frases descosidas. Y
se supuso en ellas como protagonista de los deseos femeninos, seguro de que
Maya y Ángela elogiaban su cuerpo desnudo.
Por el calor que te emborracha en las primeras horas de la tarde, a más de
40 grados junto a la pared abrasadora de El Salt, Jorge vagaba en la ensoñación
de los pinos, erectos en la sierra y en su cerebro. Creía que los susurros de las
amigas calculaban medidas fálicas, las suyas, y placeres orgásmicos con él. Y se
fabricó la ilusión de ser la estrella en un trío erótico con sus compañeras de
nudismo. A este engaño le incitó el sol y el roce de la brisa en su piel desnuda,
caricia suave, más sus deseos y dos vocecitas seductoras, cuerpos desnudos de
mujer. Uno moreno. Y el otro níveo.
–Jorge, con unas cuantas sesiones de pesas en mi gimnasio, agrandarías el
tórax, lo oxigenarías más –le sugirió Ángeles, sin mayor interés.
Se le encandiló la entrepierna a mi amigo.
Interpretó el consejo profesional, de la experta monitora, como invitación
para poseer el pecho de adonis, atractivo. Ángeles se estaba interesando por su
cuerpo. ¡Y eso le gustaba!
Provocado Jorge por la imaginación, “la loca de la casa” según Santa
Teresa, contuvo a duras penas las pulsiones sexuales.
Desnudo al sol, boca arriba, se contempló así mismo gozando con Ángeles
en el lecho del placer. Con los ojos cerrados, nada le impidió ver la melena rubia,
angelical, cabalgando sobre su pubis de hombre excitado y erecto.
162
Allí, esa tarde junto a la cascada de El Salt, aprendió Jorge ese día que
ninguna libertad supera a la libertad de tu pensamiento.
¿Acaso alguien puede encadenar tus ideas y pensamientos?
Su espíritu había sentido, bajo la cascada fría, la ablución creadora que
había devorado las impurezas de su piel y del cerebro. Quiso ser nudista y emuló
el vuelo de dos ángeles. ¿Quieres ser nudistas? ¡Acude a El Salt! ¡Inolvidable!
Sapiens lo habitó hace 60.000 años. ¡Destierra tu virginidad nudista! Sentirás
independencia, más libertad desde ese día. Compruébalo en la Sierra de Mariola.
163
–¡Sé claro, Jorge! ¡Sin acertijos, por favor! –Candela le echó una mano
sobre los hombros.
–Pasar a una vida nueva, en otro lugar, hermano.
–¿Por qué?
–Porque necesito –Le brillaban los ojos al afirmarlo con entusiasmo–
conocer las causas de los cambios que siento venir hacia mí.
–¡Abandonas todo! –Candela retiró sin avisar su mano de los hombros del
hermano mayor.
–Menos a la familia ni a mis hijas que crecen ya sin mí. Vendré a veros,
más si me necesitáis. Apenas estoy a cien kilómetros de distancia.
–¡Ojalá aciertes!
–Sigo mi camino, Candela. –Jorge posó la mano izquierda sobre los
hombros del querido hermano y sin razonar le refirió, con seguridad–. ¡Sigo un
camino! ¡El mío!
–¿Maya lo tiene tan claro como lo tienes tú, Jorge? –Gesticuló con la
mano derecha.
– Cortó con el amante en Cuba. Me ha pedido que viva en su casa.
–¿Tú que quieres? –Movió sus manos.
–Hacer lo que hago: transformar mi vida. Sentir felicidad y compartirla.
–¿Y si te equivocas o si ella rectifica y regresa con el cubano? ¡Mira que
la cabra tira siempre al monte, Jorge! –Candela le miró con inseguridad.
–Siento que siempre aciertas, si piensas que todo es para mejor –se
reafirmó.
–¿Y si ocurre algo distinto de lo que deseas? –Candela le puso a prueba.
–En lo que ocurre llega lo mejor para ti. Armstrong, el astronauta, se
atrevió a viajar y pisó la Luna.
164
La jornada del traslado en coche, de Orihuela al valle del Serpis, Jorge se
topó en las calles alcoyanas con tres semáforos en ámbar, ¡precaución! Pero
decidió avanzar sin miedo ni cautelas. Nada le detuvo. Ni una triste canción de
Laura Pausini en la radio. Le guiaban la seguridad y el amor. Con Maya había
regresado a un mundo que le resultaba acogedor. Aparecieron en esta vida el
vegetarianismo y el yoga, por haberse atrevido a cruzar la puerta que se le brindó
a través de la nueva compañera. Y la luz de este amanecer se fue ramificando
hasta llenar, por completo, el gran vacío que había dejado en Jorge la
desaparición del estómago agradecido, satisfecho y bien pagado, de su anterior
etapa en el periódico.
165
acabó abrazado al arbolito más pequeño que había quedado libre en la explanada
verde. ¿Su grosor? El de un brazo. Y se agarró a él.
¿Para qué se abrazaba al arbolito?
Sin pedir compensación, la naturaleza generosa nos sirve siempre las
respuestas oportunas.
El ser vegetal, sin oídos, percibió el pensamiento de Jorge y le contestó
con ojos humanos. Al mirar nuestro amigo las ramas, descubrió una respuesta. Se
hallaba bajo un ciruelo. Había deseado los troncos gruesos, sin frutos, pero todos
tenían compañía. Mas el árbol delgado y aparentemente estéril, a quien nadie se
abrazó, regalaba primicias dulces y nutritivas cada temporada.
–Tomad estas prunas… nos las regala este árbol. –Ofreció Jorge.
Pero nadie cogió de su mano. Ni antes habían reparado en las frutas, ni las
supieron ver cuando Jorge se tornó en lengua y voz del frutal. Mas la naturaleza
responde agradecida ante nuestra indiferencia e ignorancia.
¿Será que sólo ves el fruto en las ramas y lo tomas cuando puedes
disfrutarlo?
¡Conocer a la naturaleza es conocerte!
166
–¿Un libro?
–Más. Si buscas una respuesta, abre El Kybalión. ¡Elígela una página, sin
pensar! Todas las respuestas que buscas están ahí. En cada renglón y dentro ti.
Rafa le desveló verdades, gracias a la lectura de El Kybalión. Y otra más
crucial que se le reveló, pocos días después, cuando Jorge confundió el
sobrenombre del sabio. Pues al preguntar a Maya, ésta se burló, en un arranque
de superioridad nada femenina.
–¿Sabes de una obra de Hermes Trimegisto? Creo que la tienes en la
estantería de tus libros.
–¡Trimegisto! –Se rió y le miró con petulancia–: ¡Es Trismegisto!
¿Quién es Maya? ¿Qué ocultaba? ¡Nada dijo a Jorge de la existencia de
Hermes y su sabiduría!
En las charlas de los talleres, y junto a Maya en Alcoy, Jorge emprendió la
preparación que le ayudaría a identificar sus propias debilidades humanas.
Una tarde de mayo, Jorge oyó chorrear el pis de Maya en el aseo, porque
había olvidado cerrar la puerta del water. Y con el transcurrir de los meses, la
anfitriona volvió a mostrar nuevas peculiaridades que aclararon su personalidad
verdadera. Sin capirote que tapase ya la auténtica cara de Maya, Jorge
comprendió que la mejor amiga de ella, Ángela, psicóloga y terapeuta, le podía
echar una mano.
Y acudió a verla:
–Ángeles, sé que me puedes orientar. Tengo dudas sobre Maya pero…
–¿Dime? –La mano izquierda de Ángela cogió la de Jorge.
–… primero necesito saber quién soy yo.
Aquella tarde huidiza, ya entrada en las sombras de la noche alcoyana, el
alma de Jorge quiso echar a su hermano ego, a patadas, de su cuerpo y de la vida.
Y lo intentó con rabia, dando puñetazos a un saco de taekwondo, asistido por la
amiga, terapeuta Gestalt.
–¡Imposible, Jorge! Tu ego forma una parte de tu ser. Lo necesitas.
Ni sospechaba siquiera Jorge que su fuerza egocéntrica, sumada a su vigor
ególatra, crecía más y más en cada golpe que daba al saco. La violencia y la
167
sinrazón, presentes ahí en la mente, formaban el mejor caldo de cultivo que
necesita el egoísmo.
–¡Sal de mi vida! –Sacudía con los puños y gritaba enfurecido.
–Forma parte de ti –le repetía Ángeles.
–¡Fuera de mi vida! –chilló como el mameluco.
Exhausto ya el cuerpo, bañado por lágrimas de dolor y ternura, aniquilado
por fin el orgullo en el ego; ungida ya por el cántaro purificador, el alma sabia de
Jorge recordó que con besos infantiles, entre nanas y susurros, su ego se dormía y
se curaba. Esa misma tarde, nuestro amigo tramó un plan: cuando despertase su
ego individualista y vigoroso, reconduciría toda su energía hacia la felicidad.
168
–¡Más relajado, sin obsesión! ¡Eso quiere decir! –supusimos.
–Nada juzga el pensamiento en una mente abierta y limpia –transmitió.
–¿Y ello gracias a los alimentos?
–Si limpias tu cuerpo de impurezas y contaminación –nos reveló
comparable a Hermes y las reflexiones del sabio en sus textos– amplificas la
gracia de la intuición.
–¿Cómo?
–Con perseverancia. ¡Que la constancia sea tu causa!
169
organismo, completas otro paso crucial hacia tu transformación esencial. Gastas
menos tiempo en dormir y te mantienes más consciente durante el tiempo de
vigilia, despierto.
–Yo duermo cinco horas seguidas, por la noche, y otra de descanso
durante la siesta. Ésta después de la comida del mediodía.
–¿Tienes suficiente, Jorge?
–Siento, con el naturismo, mayor vitalidad en mi interior. –Dio otro
mordisco a la manzana.
–Porque te alimentas mejor. –Cogí una naranja con intención de pelarla.
–Porque el cuerpo aprovecha más los alimentos –Terminó de comer la
pieza de fruta.
–Y necesitas menos cantidades.
–Por el menor desgaste físico y mental en tus células –declaró.
–¿Mental? –Comencé a pelar la naranja.
–Es el motor que mueve todo. ¿Creerías si te digo que las células piensan?
170
Con el paso del tiempo, aliado de Sapiens en su crecimiento, entiendes
que los extremismos o polaridades cerebrales dificultan tu evolución, tanto o más
que los excesos en la alimentación.
Inconcebibles de percibir cuando sobrellevas la esclavitud material, sin
embargo, con los cambios celulares puedes percibir, de modo innato, claves
intuitivas que abren en tus neuronas órbitas y sinergias potentísimas.
Así ocurre gracias a tus pensamientos, pero si logras que todos surjan del
optimismo y la solidaridad.
Entonces sientes que te hallas inmerso en un torrente que además corre
por tu interior. Y finalmente actúas desde ti mismo, guiado por esa corriente de
experiencia global que te late dentro.
Creí entender esas explicaciones de Jorge y le pregunté:
–¿Se trata de energía cósmica?
Jorge minimizó la conclusión:
–Llámala como quieras. En cada época y civilización posee un nombre
distinto, según la escuela que la analice.
Sin comprenderle del todo, volví a indagar:
–¿Energía que te llega de fuera y fluye hacia tu interior?
–Llega de todas partes. Pues el conjuro que recibió Sapiens, al alzar su
mano entre los simios y probar a ser humano, propicia el fluir de esta energía en
tu interior.
Cuando a los siete días retomamos el asunto del debate sobre la energía
universal, tuvimos a su lado un momento de claridad y presentimos que nos
encontrábamos ante un gran hallazgo. Miramos a Jorge como oídos, expectantes
de escuchar y sentir. Nuestro amigo nos hizo ver que la especie humana, en su
desarrollo integral, es una de las creaciones más perfectas del universo. De la
fusión de un espermatozoide, de entre millones todos diferentes, con un óvulo
singular, nace la secuencia de ADN de un ser nuevo formado por un cuerpo y el
espíritu. Pero sin posibilidad de repetirse porque posee unos alelos comunes y
particulares. Sabed que el marcador genético natural de cada humano es único.
171
¿Por qué nos empeñamos entonces en cambiar nuestro origen y fabricar
clones? El cuerpo humano es una máquina capaz de responder ante la materia y
lo emocional. Existe lo visible y lo invisible. Así lo profesa la letanía religiosa,
desde hace siglos, y lo está demostrando ahora la mente científica cuántica.
–Con tu organismo depurado y tus glándulas y sustancias hormonales a
pleno rendimiento –Jorge bebió agua– multiplicas la energía hasta el infinito.
–¿Qué energía?
–¡Hay que sentirla! –Bebió más agua del cazo.
Nadie te enseña con mayor fiabilidad que tus emociones, tus sentimientos
y tu percepción sensorial. Los maestros de la Grecia legendaria sostenían ya
entonces que la palabra nunca iguala la huella que imprime en el ser humano
cada experiencia vital.
–¿Cómo distinguir esa energía de otras? –me atreví a rogarle a Jorge.
–Si la sientes es inconfundible, energía única. –Puso Jorge el cazo sin
agua sobre el brocal del pozo. Al lado había un cántaro vacío, atado a una cuerda,
para bajarlo al pozo y sacarlo lleno de agua.
Jorge me ha dejado un poco de él en mí.
Aprendí con Jorge que mirar desde el corazón, con los ojos o sensores
neuronales del alma, constituye uno de los secretos de la evolución humana. Otro
avance consiste en escuchar y sentir en la onda adecuada, por un don o cualidad
excelsa, que te adentra en dimensiones de la realidad incorpórea.
172
Al ahondar nuestro amigo Jorge en el yoga y el vegetarianismo, disponía
de oportunidades que le relacionaban con monitores y maestras. Unos traían a
otras y tuvo a su alcance distintas ramificaciones del saber. Ha leído nuestro
amigo que del sueño emerge la vida, recién creada, en estado imposible de
percibir por los sentidos físicos, pues éstos ahí están dormimos.
En el ser humano existe la capacidad ilimitada para la creación. Es lo que
cierta teoría considera un ángel despierto que lanza continuamente lemas a
Sapiens. La simiente de la realidad palpable o la emocional, biogénesis en la
mente, cae en tierra estéril si la descuidas. Pero por el contrario germina si
transformas tus ideas en hechos.
Sin que nos percatemos de ello, el cerebro humano ejerce unas influencias
que llegan al extremo de convertirte en el modo particular en que piensas.
173
En una de las situaciones más comunes en la actualidad, en nuestra
sociedad tecnológica y enfermiza, descrita hace siglos por los mayas, te das
cuenta de que sólo existe la persona, víctima de sus pensamientos y actitudes
estresantes. Porque el estrés es algo vacío físicamente, a pesar de estar en la
causa de enfermedades nuevas, más y más extendidas en las sociedades
modernas y consumistas del siglo XXI.
En una ocasión, cerca del puerto de Santa Pola, una discípula del Tao
mostró a Jorge un oráculo chino: “Conocer a los hombres da sabiduría;
conocerse a sí mismo es iluminación”. Se acordó de los viajeros de ‘La isla sin
aurora’ de Azorín y acudió al taller de un instructor nipón, en Guardamar, quien
le inició en el Kung-Fu, la meditación Mahayana y afirmaciones Zen. Con este
compendio, se regocija Jorge en su nueva actitud vital, a fe de practicarla:
–La voluntad es la reina de los poderes mentales –nos repite y recalca.
La asociación de pensamiento y tesón humano, con fines serviciales,
consigue maravillas.
–Todo puede ser sobre la Tierra –nos recalcó– para los hombres y las
mujeres de creencias respetuosas y determinación constante. Fijaos en el pueblo
174
japonés devastado tantas veces por terremotos, bombardeos atómicos y por la
catástrofe de Fukushima.
Sin embargo, desiste si puedes de cooperar con tu otra cara mental,
moscardón caprichoso e inestable dentro de tu cabeza. Si te pide y suplica dulces,
alcohol u otras drogas o hacer daño al prójimo, contesta que los comerá otro día,
y dile que respetas su libertad de proponer ideas… incluida la tuya.
175
–Dominarás al pensamiento, sólo si desarrollas la voluntad –afirmó Jorge.
Cuando sale una imagen del cerebro humano, a partir de ahí y de forma
incontrolable, brotan de ese visión vibraciones, en la atmósfera mental, que se
desplazan en todas las direcciones, penetran y se adentran en las personas y
revolucionan a su alrededor.
176
de los animales, Jorge ha logrado todo fundir y sintetizar, en su acción diaria,
gracias a un lema: ¿Para qué tanto saber sin actos puros y valientes? Deja de lado
las teorías. ¡Crea actos!
La compasión olvida nuestras proyecciones y necesidades, las
expectativas e intereses propios, y se centra en los derechos y necesidades del
otro, en la sinfonía de la bondad. Si el Dalai Lama vibra en la bodhitsitta, por su
parte Mateo (7,12) proclama a Jesús de Nazaret en el “haced a los demás
hombres todo aquello que deseáis hagan con vosotros” en disposición sin límite.
Porque “quien quiera ser mi discípulo, que renuncie a sí mismo”, Mateo (16, 24).
Cuanto más avanzas por la senda del altruismo, menos tareas mundanas
atraes hasta que desaparecen de tu mente y tu vida. Jorge respiró del Bhagavad
Guita y del Kriya Yoga de Yogananda, de Ramakrishna, de Ramdas y
Krisnamurti. Bebió en la conciencia del Samadhi y Satóri (Gù, oh). Porque los
textos Vedas comparten con los de Occidente que “Dios es Bienaventuranza
eterna” y que en la esencia del Ser Supremo nace el amor, la sabiduría y la dicha
que se aparece, ante los santos y santas, en la visión amada por cada creencia.
–El cristiano ve a Cristo como el hindú ve a Krishna o a la Madre Divina.
Los gurús, conscientes del “Yo Soy” en forma de luz infinita, se dirigen a
su aspecto impersonal o al maravilloso sonido vocal “Om”, El Verbo en la
transmutación budista, La Perfección Suprema o Espíritu Santo.
Así lo ha visto Jorge en la sabiduría de un Swami que expande la luz de
Surya y lo sintió Jorge en la Vacuidad, destreza para observar en ti y atajar las
interpretaciones de tu ego insaciable.
Un cálido atardecer en la pinada, Jorge se dirigió a los contertulios:
–Pensáis que Dios cumplirá vuestros deseos, con sólo rezarle.
177
–¿Crees Jorge que algo negativo te trae el pedir? –esperé la respuesta.
–Agradece primero pero después acomete con resolución y valor cada
situación en tu vida –me contestó Jorge.
–¿Y también los trances y hechos dolorosos?
–¡Todo es aprendizaje! –lo acreditó con una cicatriz y otras tristezas que
conocíamos ya de su vida.
–¿Aprender del dolor y el sufrimiento? –hubo una objeción anónima.
–¡Voluntad de aprender, siempre! –nos recalcó Jorge.
Como nos ejemplifica el relato Las mil noches y una noche, los seguidores
del llamado efecto Shahrazâd (princesa Persa que según la leyenda salvó su vida
178
contando cuentos que educaron a su esposo y supuesto verdugo) defienden que la
comunicación afianza las relaciones humanas.
–Evolucionamos gracias a las palabras y el lenguaje –resumió Jorge.
En el macho mamífero de Sapiens, su característica de ansiar la novedad
sexual y procrear es un viejo instinto nada fácil de controlar. Las investigaciones
sostienen que el paulatino desarrollo biológico del cerebro humano bendice cada
progreso cognitivo, en evolución desde la era de las cavernas, pues propicia y
aumenta las conversaciones del macho con su compañera. Evolución imparable
hacia la plena igualdad de hombres y mujeres, como seres humanos libres, que
siguen desarrollando los machos.
–Cuando el hombre descubre su feminidad siente una revolución –aseguró
Jorge puesto que la ha experimentado hace un pocos años–. Revolución humana
sin culminar, inacabada como la emprendida por el Ché y Fidel en Cuba, en el
espíritu guerrillero que impulsó al yate Granma hasta alcanzar la costa.
–¿Feminidad en lo masculino? ¿Cómo se explica ese fenómeno? –inquirió
una voz incrédula.
–El Yin que se funde en un Ser único y completo con el Yang, según la
filosofía Oriental. O la columna lunar Boaz (feminidad) y la solar Jakin
(masculinidad) que sostienen el mítico templo de Salomón, símbolo de armonía
en el Ser.
–¿Parece un proceso revolucionario? –quise ahondar en la propuesta.
–Crucial para la especie humana. Porque de la feminidad surge siempre la
creación y la nueva vida.
Un rato más tarde, bebimos agua de una fuente junto al camino. Allí,
Jorge argumentó que la inclinación mental masculina, su voluntad y
circunstancias familiares influyen en la búsqueda de otras actividades más
sofisticadas y estimulantes con la mujer. El hombre abandonará, con mayor o
menor dificultad, su obsesión vehemente por las novedades físicas de cambiar de
hembra, de modo impulsivo, según evolucione su desarrollo cognitivo y vaya
sintiendo su feminidad interior.
179
–Este ciclo en los machos alimenta la mejora biológica –dijo Jorge– que
ha ido agrandado el cerebro hacia facultades neuronales mayores, amén de la
generalización de habilidades más propias originariamente de la sensibilidad e
imaginación femenina.
180
Por experimentar tanto, en tan corto período, Jorge comulgó en retiros y
nyntüm. Supo del sanedrín judío y los sínodos católicos. Conoció a seguidores
fieles de Henry Dunant en la Cruz Roja, de Teresa de Calcuta y Vicente Ferrer,
de Chiara Lubich y del padre Ángel en Mensajeros de la Paz, de Tagore, Gandhi
y Lanza del Vasto. De Saint Germain, de La Ferrière, Leadbeater, Stanislav Grof
y Eckhart Tolle, de Erich Fromm, Sondra Ray, Conny Méndez. Dominaba las
meditaciones de Osho. Le presentaron a un erasmista sefardí, exilado en Sofía, y
a jesuítas amigos de Pedro Arrupe en la Hiroshima mutilada.
Una contertulia explicó la técnica japonesa del Reiki, si bien la imposición
de manos la conocían antes diferentes religiones y tradiciones espirituales. Juan
defendió que el maestro Jesús y los discípulos imponían sus manos con
facultades de sanación. Las iniciaciones con Alejandro, en esta maestría del
Reiki, capacitan para ser sanadora o sanador, según instruye este maestro
solidario. Porque canalizan la energía universal a través de tus chakras y sus
redes neuronales y espirituales ramificadas por el cuerpo.
Del yoga, Jorge aprendió de los beneficios hormonales inherentes a la
activación física y espiritual de los siete chakras, en el pecho la imparable
Anahata y el fluir cerebral del renacido espíritu Sahasrára. Practicó los
daikomios, en casa de una maestra, y Jorge sintió en el alma la asunción de cinco
mensajes, dones que recuerda al despertar y repite cada mañana, guías en su
pensar y acción diaria.
181
Esa tarde de la que os hablo aquí, caminando el grupo por otros senderos
de la sierra, menos habituales en nuestros paseos y tertulias, Jorge aseguró que
escuchó, leyó y aprendió, en poco más de veinticuatro meses, a la velocidad de
quien recuerda lo que había olvidado.
En charlas con devotos del Bab, por el mensaje del mundo avenido en la
diversidad, afianzó nuestro amigo sus creencias.
Jorge nos contó la alegría de su primer encuentro con Farhad:
–¡Allahuabha! (¡Dios es la Gloria Más Grande!) –el persa le dio la
bienvenida.
–¡Allahuabha! –Jorge se fundió con él en un abrazo.
–Con un corazón puro, bondadoso y radiante… –le ofreció Farhad uno de
sus lemas.
–… haz tuya una soberanía antigua, imperecedera y sempiterna: ¡Libertad!
¡Amor! –lo completó Jorge, como si otro ser que habitase dentro de su cuerpo
respondiese por su boca.
El abnegado bahá’í, de calva reluciente, piel tostada por el sol del
desierto, reza a diario que si deseas de corazón la amistad, con todas las criaturas,
esa hermandad espiritual, bienaventurada, será difundida y aunará el deseo de los
demás. El fin es crecer y crecer, más y más, hasta englobar la mente de la
humanidad entera.
A media tarde, Farhad le dejó entrar en su aula, donde relató a las niñas y
niños un cuento inspirado en las tablas de Bahá’u’lláh: “Sois como el pájaro que
se remonta, con toda la fuerza de sus poderosas alas y en alegre confianza, en la
inmensidad de los cielos, hasta que impelido para satisfacer su hambre se vuelve
anhelante al agua y al barro de la tierra que está bajo él. Y atrapado desde
182
entonces en la red de su deseo, se encuentra impotente para reanudar el vuelo
hacia los reinos de donde vino. Impotente para sacudirse la carga que pesa
sobre sus alas enlodadas, aquel pájaro habitante de los cielos es forzado ahora a
buscar su morada en el polvo. Por lo tanto, ¡oh siervos de Dios!, dejad de
manchar vuestras alas con el barro del descarrío y deseos vanos y dejad de
ensuciaros, con el polvo de la envidia y el odio, para que nada os impida
remontaros en los cielos del divino conocimiento. Romped las cadenas de este
mundo y liberad vuestra alma de la prisión del yo. Aprovecha tu oportunidad
puesto que difícilmente volverá a ti.” Una niña rubita se levantó del corro y besó
a su maestro.
183
–¿Cómo aparecieron a tu alrededor, Jorge, tantas enseñanzas y saber? –me
arrobó este fenómeno y así se lo pregunté junto al manantial.
–¡Amigo, el ser humano es un imán!
–Un imán que atrae con su mirada –fue lo primero que pensé– y con la sonrisa.
–La sonrisa pasa, si bien su recuerdo dura a veces siempre, toda la vida. Nada
cuesta una sonrisa pero crea hasta el infinito. –Jorge añoró a Fletcher y tocó el agua
traslúcida del manantial.
El cerebro atesora todavía secretos inalcanzables por ahora para la ciencia más
tradicional.
En los ojos de Jorge, pudimos leerle una pregunta, sin que articulase vocablo
alguno: ¿Sabéis qué es lo que hay en el fondo de una mirada y una sonrisa?
–Amabilidad, simpatía –respondí en mi simpleza, al tiempo que oía caer el agua
del mantial.
–¡Existe vibración! El lenguaje de una dimensión invisible.
Durante aquella sesión de aprendizaje, proseguimos el paseo con la bóveda
celeste poblada de estrellas. Por los ayunos y la desintoxicación paulatina, gracias al
cambio de dieta, Jorge consolidó una renovación en sus ritmos vitales. Nos dijo que a
veces ni come en varios días. Bebe zumos y agua. Las ensaladas y la vitamina C
alimentan y nutren al ego. Pero en sí mismas, sólo sustancia material, en nada
sustentan al alma. Una transmutación portentosa llenaba a Jorge de energía durante
horas, hasta varios días sin alimento físico: se marchaba a la cama, por consejo de
Paloma, maestra de meditación en el ashram, con el estómago vacío.
Sin nutrientes o residuos que se muevan dentro de ti, cuando duermes, las
vivencias y contemplaciones comienzan a ser intensas, más nítidas en el plano onírico.
–Gracias al vacío material, al despertar recordaba más de los sueños.
–¿Cómo lo conseguías?
–En un papel junto al cabezal –sintetizó– anotaba las imágenes presentes
en mi cerebro al abrir los ojos.
184
de dicha. Por sus palabras, esa tarde vivimos instantes de escepticismo y
confusión. Nos intrigaba el semblante de armonía, en su mirada, que jamás he
vuelto a ver en otra persona. Y Tomás Dídimo lanzó sus dudas al aire:
–¿Lágrimas de felicidad? ¿De dolor? ¿Sufrimiento?
–Felicidad porque sentí en sueños, a mi lado, a tres seres de luz blanca.
Dormido en la cama… –se retrotrajo al hecho– me rodeaban por la cabeza.
–¿Y te hablaron?
–Sin sonido… en una vibración similar a un sentimiento de paz interior.
–“¡Pronto; te vamos a perdonar! ¡Pronto!” –aseguró que le repetían.
–¿Perdonarte de qué?
–Sentí en lo más profundo del corazón, en ese sueño, que había causado
dolor a esas tres almas. –Se tocó el pecho.
–¿A quiénes? ¿Qué tres almas?
–En una especie de nube blanca, de bondad infinita, vi la mirada de mis
hijas y de Batu –confesó emocionado– sufriendo, mirando desde la ventana cómo
me alejaba del hogar.
–¡Los tres seres de luz que viste eran ellas, tus tres Dulcineas! –creí que se
desprendía de la visión de Jorge.
–Carecían de forma humana. Sólo vi juntos tres haces luminosos y las
caras de ellas.
–¡Tuviste un sueño y nada más! Sugestión o los sentimientos de culpa que
necesitabas sanar –le espeté.
–Un sueño, o fuese lo que fuese, que desde ese día lo cambió todo.
Esa madrugada en la cama, Jorge había despertado entre lágrimas, según
nos refirió, sintiéndose por vez primera en su vida en un estado inolvidable de
alegría completa.
–¿Aprendiste en ese sueño?
–Al día siguiente, ahí empezó... Todo a mi alrededor, más y más personas,
aún ocurre hoy, me llevan a la felicidad. Vivo, aprendo y siento con el corazón.
En ese instante, abandonamos el camino y pisamos un huerto de naranjas,
como si hubiéramos bajado de una nube, y decidimos regresar al ashram. Esa
185
noche, cenamos caldo vegetal. Tras la velada en silencio, sentí el mensaje de
nuestro amigo. Gracias a esas lágrimas, Jorge vive en la paz consciente, en elogio
al maestro Sócrates, de que “sólo sé que nada sé”.
¿Por qué?
Porque la sabiduría se sitúa más allá de la palabra, igual que la felicidad
vibra invisible detrás de cada hecho. Porque al espíritu de nuestro amigo le anima
una verdad que supera a la erudición, misterio que leí en sus pupilas. ¿Qué
verdad suprema? Deseas conocerla. ¿Te atreverás a experimentarla? Ejemplos
son las vidas de Gandhi, el Papa Wojtyla, la Madre Teresa de Calcuta y Mandela.
¡Sea ya!
Sabed que aun leyendo un millón de libros, la mejor escuela es vivir.
¿Acaso esperabas respuestas teóricas, dogmas? Aprender siempre de la
vida viviéndola y sentir felicidad te resultará más sencillo de lo que sospechas.
¡Atrévete a vivir! ¡Navega con valentía!
Porque tú eres el barco en la contraportada de este libro. Abandona la
oscuridad y la ignorancia, aprende y comparte.
Da un paso hacia la luz y ella dará mil pasos hacia ti. La Presencia
deseada… mantiene invisible el fruto del aprendizaje en toda relación, lo
desgrana y así lo oculta en tu interior, pues sólo te lo ofrece si madura en tu alma.
Al principio, somos incapaces de comprender e interpretar un acontecimiento o
hecho que nos rodea. Desentrañar el rompecabezas de por qué surgió una
determinada relación o hecho, con el fin aprender y pasar la lección, a su debido
tiempo, depende únicamente de ti.
A idéntica hora del día anterior, pasamos con Jorge junto al mismo huerto
de naranjas del día anterior. Caminábamos ese sábado en el sol del atardecer que
saludaba ya a la noche. El espliego desprendía su perfume amable y destellos
azulísimos. De pronto, tropecé con una piedra camuflada por la maleza. Por la
vibración del golpe que ascendió por un tronco, tintinearon las gotas de rocío en
186
las hojas. La composición musical en la rama del naranjo había nacido de la
sinfonía de la tierra y el cielo, fundidos el suelo fértil donde nació el árbol y las
nubes cargadas de agua, vida. De otro puntapié desenterré la piedra y ahí Jorge
me abordó, con su argumento elocuente:
–¿Acaso tropezaste, diste con esa piedra, sin motivo? ¿Acaso crees que
nos encontramos con personas en la vida, así porque sí, sin una causa y su fin?
Mi primer puntapié había surgido, ciertamente, del azar o el Destino que
traen de cabeza a la razón. ¿Pero y el segundo puntapié?
–Tropecé con la piedra, sin querer, y luego sí que di otro puntapié adrede.
–¿Cuántas veces necesitas tropezar? –Jorge lanzó una pregunta y otra–:
¿Hallas ahí en tu memoria algún significado?
En cada relación late un aprendizaje. El filósofo Descartes aconsejó
reconocer como verdadero sólo lo evidente, dividir la dificultad en porciones
para atacarla mejor, y luego analizar lo simple para remontarse a lo complejo.
¿Cambiamos de cara pero el alma conserva lo eterno? ¿De vida en vida, las
vivencias te configurar y te forman para los posteriores reencuentros?
Más allá de las seis de la tarde, un interrogante comenzó a llenarme de
contradicciones:
–¿Sí cuenta el libre albedrío, verdad, maestro?
Paseábamos hacia el sol, juguetón con los pinos, cuando Jorge nos ilustró:
–Tú eliges cuándo, dónde y con quiénes, salvo el desenlace que es una
potestad del Destino, casi siempre huidizo de la razón y la lógica humana.
Las teorías siembran dudas, miedos que te desvían del sendero más
accesible y natural.
Con juicio acertado, Goethe enunció que la teoría rezuma color gris,
puesto que “sólo es verde el árbol de dorados frutos que es el vivir”. ¿Por qué el
genio alemán nos legó su conmovedora Elegía de Marienbad? Porque se atrevió
a vivir, sin miedo a sufrir y sentir el dolor: deseó casarse enamorado de Ulrike
pero la jovencita rechazó al ya anciano escritor, creador de Fausto.
¿Qué importa tropezar cien veces si aprendes de los tropiezos?
187
Cerca de las siete de la tarde en aquel paseo, en tanto nos acercábamos a
la pinada y se escondía el sol por el horizonte, nuestro amigo nos desbrozó de
matojos la senda del traspié:
–La Guirnalda Preciosa de Nagarjuna muestra un gran secreto.
Nos sorprendió Jorge. Pero en mi intrepidez me indujo a recabar:
–¿Eso qué es una fórmula mágica?
En mi jovialidad exaltada por el rosa del atardecer y los arpegios de las
cigarras en la pinada, el dolor desapareció de mi pie. De repente, lo había
olvidado. Ni me acordaba del traspié.
Y Jorge glosó a Nagarjuna, filósofo oriental:
–Que yo sea objeto de gozo para todos los seres sensibles, de acuerdo a
sus deseos y sin mis interferencias egoístas, –rememoró la desiderata del
mahatma hindú– como lo son el sol, la tierra y el agua, el fuego y el viento, las
hierbas y los bosques salvajes, la naturaleza entera generosa con la humanidad.
Aprendamos de ella para trasladar su nobleza y ecuanimidad a nuestras
relaciones y convivencia humana.
188
–¿Quieres volver conmigo, Jorge? Ven conmigo a mi casa. ¡Yo quiero!
Por el teléfono, Jorge seguía oyendo la canción: “¡La culpa fue del cha-
cha-chá…!”
Que Maya hubiera sido capaz de colocar aposta, en ese preciso instante,
esa canción en un aparato de música, hubiese sido una treta impropia de quien
rogaba lealtad. Pero sospechar que Maya mentía o manipulaba a Jorge hubiera
sido la sospecha desleal de quien ofrecía amistad sin condiciones.
–¡Cómo me pides tú que sea leal, Maya! ¿Dónde estás tú? ¡En Cuba,
verdad! ¿Con quién? Yo sigo aquí solo y espero tu regreso. Sí, quiero ir contigo
a vivir a Alcoy y ser tu pareja.
–¡Vine a Cuba a despedirme de él, perdóname! ¡Digo la verdad, Jorge!
Nuestro amigo apostó por vivir la vida. Y confiando en Maya y en sus
palabras, hizo las maletas en Orihuela y dejó atrás fantasmas y dudas.
Pero ocurre distinto de cómo piensas.
Dos semanas después en Alcoy, cuando Maya lo tuvo en el piso, más el
dinero que le daba Jorge como alquiler, la boca de Maya cambió de apetencia.
En pocos días, nuestro amigo sintió que ella cambiaba el rostro y los gestos para
erigirse como casera cruel. Desprovista de la lealtad que había rogado, con el fin
de sentirse segura al cortar con su gachó cubano, Maya mandó de repente a criar
malvas el compromiso que rogó a Jorge. Hizo borrón y cuenta nueva, dominada
por su ego insaciable, interesado.
¿Se caen las palabras y las promesas como se caen a veces los sueños?
¿Sapiens, a quien trastornan los deseos tantas veces, debería limitarse sólo
a las necesidades? Pero si actuara así, con mesura, su aprendizaje vital sólo sería
pura teoría, sin corazón ni sentimientos, inerte y sin vida.
Con electrocardiograma enloquecido, Maya se despertó ese día antes que
Jorge. Sobre la mesilla dejó, a medias, la lectura del manual del Tartufo. Le
encantaba leer a Molière. Era mayo, mes de las flores virginales, cuando compró
a escondidas el billete para regresar al Caribe y disfrutar de su amante. Maya
salió al mediodía del trabajo. Un cuarto de hora antes de que apareciera por casa,
189
oyó Jorge el resonar de tacones en el portal de la calle. Pero el taconeo de Maya
se alejó calle abajo. Las plataformas en los pies y los moños en la cabellera nos
protegen del complejo de estatura menuda.
Durante cinco minutos, Jorge dejó de oír los tocanes: Maya, sin duda, se
había detenido en algún lugar.
Pasaron veinte minutos. Nuestro amigo escuchó de repente, en la
cerradura, el croar de una llave. Maya llegó sin taconear, sigilosa. La miró a la
cara y vio algo extraño: el entrecejo depilado. Traía los pómulos hinchados. Ojos
saltones. Le recordó a una rana en la acequia de su infancia. Maya había sufrido
La Metamorfosis, repentina y kafkiana, en la mente de Jorge. Nada quedaba en
su semblante del corazón amable ni la mujer encantadora que le invitó a vivir en
su casa. Seguro que se trataba de una interpretación subjetiva.
¿Cómo pudo cambiar todo de repente?
De admirar ciegamente belleza en Maya, pese a sus rasgos femeninos
poco agraciados, pasó Jorge en un instante a sentir repulsión inexplicable.
La anfitriona dejó el bolso en el sofá y le invitó a disfrutar de un helado
en la terraza de Chocolates Valor. Bajaron por la escalera. Maya caminaba como
muda. Por la acera, delante de la pareja, revoloteaba un puñado de palomas
agitadas, nerviosas.
Paseaban Maya y Jorge por la avenida de Santa Rosa.
Ella arrancó una margarita de los jardines. Murió de inmediato, de sed
entre sus dedos. Maya sudó y le entró tos nerviosa. A Jorge le extrañó tanto
sudor. Sentado ya ante el vaso, Jorge bebía, a ligeros sorbos, su combinación
preferida de leche a la canela. Ella saboreaba un mus de chocolate. Tal vez pensó
que si se lo decía con un helado, del mismo color de la piel de su amante, lo
comprendería incluso sin necesidad de palabras. Pero Jorge se hizo el tonto para
obligarla a hablar. Si sometes a tu pareja a pruebas eliminatorias, como hizo
Maya con dos hombres, Jorge y el gachó cubano, tus dudas se agrandan más.
Igual que David deseó a Betsabé viéndola desnuda en la terraza, y pensó
en matar al molesto marido, como si Maya hubiera soñado con el negrito en un
lago orgásmico, quiso deshacerse del molesto compañero de piso.
190
A eso de las cinco de la tarde, chorreándole el helado de chocolate por la
boca, Maya abrió la puerta del toril y empitonó a Jorge:
–Me traeré a mi amigo de Cuba. –Se metió en la boca dos cucharadas de
mus negro y lanzó luego excusas y cornadas de Minotauro. ¿Para resarcirse de
heridas por los engaños de otros hombres o para zanjar un dilema insoportable?
A Jorge se le cayó el alma a los pies. Se esfumó el aroma de la canela que
sorbía a traguitos. Con la sangre alterada, se acordó de Otelo interpretado por el
tenor Plácido Domingo. Y de seguido sintió un pianísimo triste en dúo de
Pavarotti y La Caballé. Pero elevó la mano hasta el costado izquierdo y tapó el
pinchazo. A la vez, sacó el capote, con la maestría de Belmonte y de Curro
Romero, y sesteó las embestidas de la fiera:
–¿Qué ocurre conmigo entonces, Maya?
–¡Deja de hacer conjeturas, Jorge! Ni sé si vendrá ni cuándo. Yo te quiero
a mi lado como mi mejor amigo. –Saltó al burladero y se refugió detrás de la
cobardía y sus dudas.
–¿Y lo que yo quiero, qué? Una pareja libre, feliz y estable.
–Quédate en mi casa, Jorge. ¡Como mi mejor amigo! –se enrocó en su
inseguridad.
–Tendrás que casarte con él en su país para traerlo a España –le auguró.
Oída la sentencia, Maya se enfangó en más caprichos mudables:
–Si me caso, que ni pienso -(¡lo estaba pensando y por ello lo había dicho,
ignorante del poder de la mente y la palabra!)-, te marcharías de mi piso cuando
llegue él a Alcoy.
–¡Bueno! Yo puedo seguir con vosotros en tu piso, como ahora mismo de
inquilino, ¡y siendo tu mejor amigo como tú misma quieres! –le metió Jorge ese
puyazo, por la zozobra que Maya mal disimulaba.
–¡Estás loco! –le interrumpió, con acritud de marimacho–: Viajaste a
Cuba y te vio él… y sabe que fuimos pareja. ¡Vivir juntos los tres: Imposible!
–Una relación libre… nada raro le parecerá por su buen humor habanero,
su juventud y mentalidad abierta. Deseo sentir, en tu casa, la amistad auténtica.
¡Como cuando os vi besaros en El Malecón!
191
–¡Imposible! –Tragó con ansias la última cucharada de mus y se levantó
en un gesto maleducado, de ego cobarde y avaricioso–: ¡Yo quiero, ahora, que tú
seas sólo un amigo!
–¿Y lo que yo quiero qué? ¡Ayúdame a amar de verdad a tu lado, siendo
él tu pareja en el piso!
Esa noche Jorge cenó ‘Arroz amargo’ que le recordó al genial actor
italiano Vittorio Gassman.
Pasaron ocho días. Maya se encomendó a San Antonio y sobrevoló el
Atlántico, mientras Jorge depuraba sentimientos como quien lava la ropa sucia.
La soledad le regaló la convicción de marcharse ya a otra vivienda.
Y así se lo dijo a Maya cuando la recibió en el aeropuerto:
–Necesito salir por la puerta de tu casa. Pero si quieres, luego vuelvo.
–¿Quieres seguir conmigo pero te marchas ahora? ¿Cuánto tiempo? ¡Nada
entiendo! ¿Y luego volverás? ¿Qué pretendes, Jorge?
192
Prefería Maya tenerlo a distancia pues temía que Jorge saliese por piernas
si sabía de sus planes de boda. Y peor: ¿se desesperaba al pensar en quedarse
sola ante tamaña empresa burocrática y económica?
¡Te acuerdas de Santa Bárbara y suplicas sólo cuando truena!
Por el imán habanero, rayano en la obsesión, ya le había fallado a Maya la
intentona de que un amigo empresario, y luego Ángeles en su gimnasio,
contratara al joven para evitarse así el riesgo de la boda. Pero resulta imposible
eludir las experiencias. Porque cada elección, tomada desde nuestro albedrío, se
convierte en una proclama que el cosmos trae a tu presente, aunque luego te pese
tu decisión inicial.
–Nada ni nadie –nos aseguró Jorge– impide aquello que un alma ha
elegido vivir y sentir.
–La muerte sí lo impide… –me aventuré a apostillarle.
–¡Pero por poco tiempo! Muere este cuerpo pero reanudas en otro, gracias
a la existencia eterna, aquello que quisiste evitar en una vida anterior. Y así se te
repite una y otra vez… hasta que superas tus retos y evolucionas –argumentó.
193
Sin presentir él la fertilidad de su regreso junto a Maya, cumpliendo a raja
tabla su pacto por la amistad, allí se liberó mi amigo de las cadenas sexuales. Y
hasta recibió otra señal, tras renunciar a ser pareja de su compañera, cuando al
fin se sintió únicamente como inquilino y amigo. El prodigio, esa otra señal,
aconteció minutos antes de rayar el día, en un pensamiento fugaz, como si el
mensaje llegara en las veloces alitas de colibrí de Mercurio.
El escenario: la carretera hacia el trabajo antes que despuntase el alba y su
luz. El hecho: Jorge atropelló con su coche a un perro que falleció en el acto.
En los ojos del magnífico pastor alemán, contempló Jorge su propia alma
reflejada en las pupilas del bendito animal, serenidad de quien moría en
oblación, entregándose hasta el final. Y ahí en un pensamiento fugaz vislumbró
su misión, de regreso con Maya en su piso, reflejada en la mirada compasiva del
animal. Eran los sentimientos de Jorge reflejados en las pupilas del perro
iluminadas por los faros del coche, como cuando siendo niño vio y sintió los
sentimientos de su madre reflejados en las cristaleras que limpiaba en la cocina.
Este relato de mi amigo tentó vivamente mis inquietudes más profundas. ¡Marcó
en mí una huella honda, para siempre!
194
A punto de morir, la mirada del pastor alemán reafirmándose en la
aceptación, consciente allí de su tarea inexcusable, para el animal tarea física y
dolorosa ante la muerte. Despojo de carne azotada. Mónada, esencia divina,
arrastrada por los latigazos de la carrocería del coche, cuesta arriba en la
carretera, vía crucis. Los sucesos amargos contienen lances necesarios para la
evolución. ¿Otro paso adelante en la existencia eterna del perro y la suya?
Quien descansó el séptimo día… ni dudó en sacrificar a su hijo, quien
murió por amor. ¿Todo para que Sapiens adivine el itinerario más corto en la
eternidad? Ni antes lo dudó Abraham, en el sacrificio del hijo Isaac, en prueba
de su fe en El Protector de los hijos del hombre…
Jorge nos miró a los ojos, en un claro del monte, y detuvo así nuestros
pasos. Sus explícitas pupilas verdes, mil lenguas de fuego en nuestros corazones,
apuntaron la dirección a seguir.
–¿Comprendiste que el perro había muerto por ti? –le mascullé sólo la
obviedad del percance.
Y Jorge me tuvo que asistir con su verbo:
–El animal vivió el atropello con felicidad. Así lo sentí en su mirada.
Se nos antojó aquella una situación incompatible:
–¿Muerte y felicidad unidas? –desdeñé, por creer que era un sofisma.
–El animal se manifestó sin apegos al mundo físico. ¡Alegría plena!
En los ojos del perro, espejo de sí mismo (del propio Jorge) donde vio
reflejada su mirada en las pupilas del bello animal, escuchó mi amigo la bondad
del pastor alemán y vio la suya. ¡Amar a Maya y su amante para ser mucho más
humano en la siguiente vida! En medio del asfalto, ante la llegada del coche a
toda velocidad, el animal inmóvil, plantado en actitud humana, se entregó en
acto de fe para que de ese modo Jorge saliera ileso del tremendo frenazo.
195
¿Subió ahí (el alma del perro) un peldaño, igual que tu alma aspira subir
los peldaños más elevados en la evolución?
¿Dejas tú algo pendiente en esta vida?
¿Si acaso pudieses reencarnar, regresarías después de la muerte?
¡Escúchate… y contéstate tú mismo!
196
por los pinos, nos despejó la vereda: que tu conciencia crezca, se abra y expanda
en el infinito.
–¿Por dónde seguimos, maestro? –miramos a Jorge.
–¿Aquí en el monte o en la vida? Sigue por donde te marquen tu valentía
y entrega. Difícil resulta a un escalador encontrar dos vías idénticas en la pared
agrietada del acantilado. Cada ser humano sube la escalera a su ritmo.
Las chicharras de la tarde serraban dulcemente los pinos, concierto
virtuoso y armónico del genio Pau Casals.
Dándome el beneficio de la duda en este mundo físico, de limitaciones y
apegos soldados al caparazón, avancé unos metros por el camino hacia la parte
delantera del grupo. Allí alcancé a Jorge y caminé a su lado:
–¿Cómo abrazaré, Jorge, al espíritu oculto bajo mi piel? –apelé a su vasta
experiencia.
–Por la voluntad de prepararte con acciones hacia la perfección, sólo así,
subirás al escalón de los Devas –evocó Jorge la sentencia del gurú que había
conocido en el ashram.
Sin sentido en un principio, la muerte del perro triunfante, liberado de
todas las ataduras corporales gracias al atropello y la muerte, había creado en
Jorge la alquimia necesaria para entender completamente el porqué del retorno
con Maya.
Asimilada esa enseñanza misteriosa, retomó el sendero que le
correspondía viviendo de nuevo en el piso de la amiga. La mente de Jorge había
latido al compás del corazón del animal tendido sobre el arcén. Y sintió el amor
que había irradiado a su alma la muerte del compañero, pastor alemán, que había
nacido con cuatro patas.
¿Nacería el perro con dos piernas en la próxima vida?
197
trayecto, le resonó la idea que captó, en un sueño, en su corta estancia en el piso
de Raquel: Había soñado que Maya le necesitaba todavía a su lado. Sin
necesidad de porqués ni razonamientos, tras ver a la amiga y a su amante cubano
reflejados en los ojos del pastor alemán, sintió refrendado que sus destinos y
actos continuaban enlazados todavía.
198
vida, ahora él quería apoyarla en un cambio de vida. Atreverse a ser feliz:
casarse en Cuba y traer al esposo a Alcoy. Pero ella ignoraba las intenciones
generosas de Jorge, pues por temor a perderlo le ocultó que tramitaba hacía
meses los documentos para su boda en La Habana.
Regresó Jorge con Maya y halló una sorpresa en el piso.
Porque entretanto Jorge se había hospedado unos días con Raquel, Maya
había instalado en su casa a un sujeto o compinche -¡sólo ella puede aclarar tal
condición!- a quien incitaba, con elogios pamplineros, a abandonar a la esposa.
¿Por si le fallaba el cubano y escapaba Jorge con Lady Liberty?
¿Buscaba en Abel un acólito?
¿Otro excitante o peonza sumisa?
La intención ruin se disfraza hasta que se quita el atuendo, en un
descuido, y ahí emerge una especie de maníaco o maníaca que llevamos dentro
todos y todas.
–Se queda a dormir en la habitación de mi hijo, vacía, porque ha roto con
la mujer –Maya comunicó a Jorge, con tajante afirmación y mirada altiva.
–¡Qué segura hablas, Maya! ¡Él me acaba de explicar que se lo está
pensando! Tómate este vaso de leche fría. Te bajará la temperatura. ¡Estás muy
excitada por el caso de tu amigo!
Cuando por pasión visceral e interesada te hierven el cerebro y el corazón,
hasta evaporarse, saca entonces sus garras la fiera que se camufla tras los
modales refinados. Maya tomó un sorbo de leche y se apoderó de su estómago
un vómito endemoniado:
–¡Se separa! ¡Que te digo yo que se separa! –Escupió la marisabidilla
mientras movía la mano, con el vaso de un lado a otro, bailando una jota en señal
de aprobación interesada–. ¡Está harto de su esposa! ¡Él nunca eligió lo que es!
–Maya, deja de meter cizaña. ¡Respeta sus inclinaciones sexuales!
–Abel es para mí el hermano que nunca tuve. –Tragó un poco de leche–:
¡Yo jamás le haría daño! Le conviene separarse ¡y sanseacabó!
Recién entrado en la cuarentena, Abel poseía semblante meloso. De poco
pelo en su calvicie incipiente, tenía entradas profundas a ambos lados de la
199
frente. El ojitos de avispa exhibía risa de hiena y bíceps de hormiga. Bebía tanto
café que por sus venas debía de fluir cafeína. Duchó en espionajes y palabrería,
toleró en su vida las intromisiones ruines de Maya, seguramente, por el hoy por
ti y mañana por mí. ¿Influía en ella al aconsejar a Abel cariño de hermana
entreverado de interés? Su actitud de taladradora ansiosa, sin ambages, revelaba
excitación febril en Maya. Y, si eso era así, a qué se debía. Jorge quiso saber. Lo
pensó y lo hizo: le acercó el ascua a Maya para que cantase sus propósitos:
–Desiste de jugar con él y de manipularle como a un títere.
El latigazo acusador y astuto de Jorge hizo aflorar en Maya un alarde de
pavoneo cursi:
–Por unos días, al menos por unos días, ¡tendré dos gallos en el gallinero
de mi piso! –Miró con tronío ridículo.
–¿Eres gallinácea? ¡Pones huevos! ¡Sé valiente! ¡Deja de ser una gallina!
Sonrieron como las castañuelas. Saltó leche del vaso de Maya y salpicó la
alfombra. Ella se fue a por la fregona a la cocina.
Cierto que había sus más y sus menos en un matrimonio que como tantos
otros atraviesa baches. Pero pesaban más en Abel los miedos y amor por su hija
y su esposa, impedida para trabajar por una lesión de espalda, que una supuesta
libertad gay. Sin embargo, por los elogios de Maya -la adulación presupone
interés oculto-, Abel decidió abandonar a la esposa para vivir con Ricky. Este
amor entre dos hombres sirvió para reinventar su libertad y que la pareja de
homosexuales adoptase una niña huérfana en Etiopía. Jorge ignora si Abel
regresó al otro hogar, salvo que sea feliz redescubriendo su feminidad, o si caerá
en las garras del ego gallina de Maya, sonrisa de la Berenice de Allan Poe.
200
–¡Jorge; un amigo!
–¡Hola, soy amigo de su hija! ¡Hago yoga como ella!
Hacia el mediodía de ese domingo, en la casita rodeada de huertos
agonizantes, Jorge saboreó el refresco que le sirvió la madre de su compañera:
–Toma, bebe malta. –La anciana ofreció un brindis que aceptó Jorge.
–Gracias. En mi casa, desde niño, mi madre la prepara a diario.
Al lado de la madrecita, de voz pacífica, Jorge bebía la mezcla con sabor
de adiós. Cuando el tentempié le refrescaba el paladar, un pensamiento -¿destello
del universo?- le sobrevino. Sintió que pronto, por el precio de la malta y el viaje
hogareño, su amiga le rogaría auxilio, a cambio del regalo inesperado. Porque sin
otra solución a mano para satisfacer su deseo caribeño, Maya convertiría en real
su intención de boda soterrada durante meses.
De regreso del pueblo, por la carretera hacia Alcoy, conducía Jorge. Había
llovido en las últimas horas, sobre la calzada y en su mente, y por ello tuvo que
sortear charcos resbaladizos a la altura de Ibi. La cabeza de Jorge pensó en la
probabilidad que más le interesaba si fracasaba la baza de la boda en Cuba, que
ella mantenía oculta, mientras el corazón de nuestro amigo había decidido ya
ayudarla en cuanto necesitara.
Justo al completarse el triduo, ritual orquestado por Maya, sucedió como
predijo la intuición de Jorge al disfrutar en su boca la malta el domingo. Pues al
saborear el refresco pensó que Maya le iba a pedir pronto algo, a cambio del
regalo de visitar a sus ancianos padres. ¿Cómo lo supo Jorge? ¿Por qué?
¡Ocurrió! ¿Qué mayor realidad existe si ocurrió en la mente de nuestro amigo?
Miércoles. Por la tarde, los perros aullaban como locos en la huerta
próxima al hospital. Olisquearon el temporal de mentiras que se avecinaba. Jorge
acompañaba a su padre convaleciente en una habitación. Anochecía: se
arrastraron las sombras por el naranjal semejándose al reptil. Ganaron terreno
aliadas a la oscuridad. Mas la sabiduría de la luna, sutil, tomó de repente el
relevo al sol para que prevaleciera la luz. Sonó el teléfono encima de la mesita.
Miró la pantalla. ¡El número de Maya! Salió al pasillo donde sonaba una balada
201
animosa de Elton John. Jorge sostenía el móvil con la mano derecha. Tenía la
otra ocupada por la manzana que merendaba hacía unos segundos.
–¿Cómo está tu padre? ¿Y tú?
Los disfraces de pésima calidad se rasgan y dejan pronto entrever el
contenido. Algo parecido le sucede a quien se tiñe y oculta las canas que
ennoblecen el semblante de su experiencia. A Maya le encantaba la farándula.
En la sala de espera del hospital, donde prosiguió la conversación
telefónica, en la música de ambiente escuchó poesías cantadas por Leonard
Cohen. Y observó por la ventana cómo los nubarrones cegaban un firmamento
que vomitó en su cara, por suerte protegida por el cristal, un borbotón arcilloso
que chorreó como sangre. Tras el exordio de interés aparente de Maya por la
salud del padre de Jorge, más unas carantoñas telefónicas, ella se dirigió al grano,
a lo que en verdad quería del amigo. Pero antes de quitarse la máscara, dio un
rodeo en estrategia de Kubrick para el Atraco perfecto:
–¿Cuándo tienes días libres este mes? –tanteó la jugada, restándole interés.
Porque jamás se hacen promesas para faltar a ellas, y poseía ya Jorge
voluntad fiel, recibió en su mente otra señal a modo de mensaje. De repente
recordó que Maya se había depilado el entrecejo el día anterior. Cosa que hacía
siempre antes de recibir una visita o de viajar. E hilando pistas Jorge halló la
respuesta, a la vez que le contestó:
–Para que te lleve a Madrid… –hizo la pausa, adrede– … y que puedas
tramitar los documentos para casarte con el cubano en su país. Te llevaré también
al Museo del Prado y luego veremos el Guernica de Picasso en el Reina Sofía.
La línea telefónica se cortó en silencio punitivo.
Muda, in albis, Maya se quedó muda, sorprendida en sus mentiras. Pero
seguía allí, al otro lado, porque se escuchaba el marcapasos caribeño que Maya
se había implantado en el pecho.
En un despiste, Jorge se mordió el labio inferior con la manzana que
merendaba. Esa sangre frenó a su ego interesado. Y así su ego generoso rompió
la cadena acción-reacción, en vez de propinar un puntapié en el culo, y tendió la
otra mano a Maya:
202
–Dime cuántos días necesitas y los pido para llevarte en mi coche.
¡Quien a buen árbol se arrima… buena sombra le cobija! Bien sabe mi
amigo de sombras amables, y da gracias. Maya le ocultó su plan pergeñado
contrarreloj, pero él lo sabía. Si la miraba a los ojos, le podía leer el pensamiento.
Porque una noche había leído en su mirada: Me caso en Cuba, si me apoyas
Jorge. Consigues lo que te propones.
Pasadas dos semanas, Jorge cortó las alambradas que impedían la boda de
su amiga en Cuba: derribó una tras otra, en veinticuatro horas.
Tres viajes en un día: Jorge obtuvo por la mañana documentos en Alcoy y
en Valencia. Por la tarde, emprendió con Maya el viaje en coche hacia Madrid.
Jorge conducía. Sonaba en la radio ‘La Puerta de Alcalá’, el himno madrileño de
Ana Belén y Víctor Manuel. Sentada a su lado, releyó las cartas de su amor
habanero. Leía con dificultad por su miopía. Sacó las gafas y se las colocó. Leía
besos de papel, paseos y bailes en El Malecón. Lloró de emoción en su asiento,
igual que el día en que suplicó, prometió fidelidad a Jorge, desde Cuba por
teléfono, antes de cortar la relación con quien ahora pretendía casarse. ¿Eran hoy
lágrimas verdaderas o como ayer mentiras de los deseos que la cegaban?
Maya ni se fijó en la carretera. Sólo releía cartas en su mente.
Ni vio el cementerio madrileño, ventanas ciegas en bloques de hormigón
propios de escenas de Hitchcock. Ni vio a las avenidas vomitar pavimento,
soledad y vacío. Ni advirtió en las aceras la prisa de la gente a tientas, ciega en
jornada laboral, cual doble de Maya misma sin ápice de paz. Ni olió el cocido ni
saboreó los callos en Casa Lhardy festejando los visados de la boda. ¡Qué pena!
¡Otra vez será! Ni escuchó las ocurrencias del genial Joaquín Sabina en la tertulia
del Café de Gijón. Ciega y sorda, Maya sólo pensaba en Cuba y en el amante.
De regreso a Alcoy en coche, al día siguiente por la A-3, con la carpeta de
los visados pegada al ombligo, viajaba Maya atada a deseos esquivos tantos
meses. ¿Por qué padeció tan agobiante espera? Gracias a Jorge, en ocho horas en
Madrid, tramitaron documentos en dos Ministerios y en la Embajada de Cuba.
Maya había sufrido por el temor de perder el apoyo, si hubiese compartido el
203
secreto de casarse y echar a Jorge del piso al llegar el esposo. Sufrió por ignorar
que el amigo, a quien rebajó de pareja a inquilino y a taxista sin tacógrafo, había
decidido hacía meses culminar la tarea emprendida de amarla, sin importarle
cuanto Maya tramara en la trastienda. Y ni recibió ella un mordisco, merecido, de
los zapatos de cocodrilo llorón que estrenó en ese viaje. Lo mejor del regreso fue
la parada en el Museo del Calzado en Elda, ¡qué maravilla!, imaginación y
artesanía fundidas. Y la visita al enigmático Tesoro de Villena, joya ibérica.
204
¿Qué regalo?
Lo sentirás si practicas los lemas. ¡Vívelos! Encuentra tu propia respuesta
y disfruta del regalo. El fin, siempre el mismo, incide en dar pasos en la ley que
rige los dictados del corazón: aprender a obrar y a servir; y aprender a callar.
En los paseos con Jorge por la sierra, sobre todo en primavera y verano,
por el sol y el buen tiempo, aumentaban los contertulios en derredor de nuestro
amigo. Tal vez igual que crecen más las cosechas en la tierra abonada y fértil. Al
despedirse la tarde, nos sentamos ‘A descansar bajo un olmo seco’ -¡así lo hizo
también Machado con sus versos junto a la tapia del camposanto soriano!- y
formamos al atardecer un corro, a modo de conclusiones. El círculo se agrandó
más en ese día espléndido. Escuchamos testimonios que arrojaron luz. Bebimos
de la sonrisa de Jorge, abrigados por su elocuencia y sus vivencias.
Por lo que nos estaba contando, sentimos próximo el desenlace en la
crónica de las experiencias y aprendizajes con Maya en Alcoy. Sólo le faltaba a
205
Jorge sumergirse en medio del caos. Como el poeta Antonio Machado eligió
vivir en Soria sin saber que allí mismo le esperaba Leonor, casi una niña, para
casarse y verla morir enseguida.
¿Vivir, sufrir y amar para aprender a renacer en el caos?
206
–Me renace el corazón; me estalla la boca como un volcán. –Movió los
labios entre suspiros de excitación y dudas por el temor a la pérdida–. Contigo
me siento amada. –Se acurrucó a Jorge, en medio del sofá, y se pegó a su pecho–.
¡Tú sí que me comprendes! Mi alma vibra con él en Cuba… como necesita hoy.
En esta sociedad de desengaños, Maya se complacía al ritmo de la salsa
como la adolescente en su primer beso furtivo. Era esa mujer madura el vivo
retrato de quien careció de la primorosa etapa juvenil, la adolescencia, tal vez por
las imposiciones de una madre de pueblo y de la más rancia beatería.
En definitiva, ella y sus circunstancias configuraban su vida actual, como
enunció Ortega y Gasset con filosofía. Gracias a los deseos, henchida de placer,
Maya se había precipitado en las manos de un joven a quien doblaba en edad.
207
Jorge se levantó y salió del salón.
Eran las tres de la madrugada.
Tenía hambre. En la cocina, troceó la barra de pan y cortó un par de
pinchos de tortilla de patata. Los calentó medio minuto en el microondas. De
regresó ya en el salón, Jorge vio que el televisor seguía apagado y ciego. Traía
las manos ocupadas por los platos pero tendió uno a la compañera de piso.
–Imagino lo que siente tu piel. ¿Pero te importa lo que él sienta por ti?
El tenedor en la tortilla de Maya lanzó a Jorge una mirada amenazante.
–¡Me importa sólo lo mío! –Se destapó por fin en el sofá, al echar a un
lado la manta que tapaba sus mentiras. Y le dio una tiritona repentina.
Durante la hora siguiente con Jorge en el sofá, Maya se esforzó con
argumentos vacíos y excusas para disimular su desplante egoísta.
Maya llenaba de optimismo sus maletas, allende los mares, y de regreso
en Alcoy se refugiaba en la exaltación momentánea de las maracas. Así se
endulzaba la mujer su retorno a la realidad, mal disimulada, de sus frustraciones
adolescentes. Pese a la euforia que bebía en las cartas del amante cubano, se
hundía de repente en la desazón de su Malecón alcoyano vacío. Sólo la compañía
de Jorge le calmaba el sufrimiento.
Que el futuro esposo se sintiese verdaderamente feliz y enamorado de ella,
ni le producía frío ni calor, como la noche anterior había desvelado en el sofá.
Sólo deseaba tener cerca la droga. ¿Estricnina cual remedio cardiaco? Sin
necesidad de nadie, así se lo decía a sí misma, ni se dio cuenta de que se dopaba
con dosis habaneras, sin ponderar las contraindicaciones del estimulante.
Vivía al día o tal vez sobrevivía, en su dislate de carpe diem (adagio del
poeta Horacio):
–Dure lo que dure la relación… –Se calzó las zapatillas y abandonó la
tortilla mordisqueada en el plato. Se dirigió al armario donde guardaba una
escopeta–. Soy feliz con él. ¡Me oyes! –Lanzó la perdigonada al aire, en la
puerta, y se retiró a dormir.
La errática afirmación nihilista, “Dure lo que dure… ”, arrancó la venda a
Jorge. El otro camino conducía al compromiso que ni quiso Maya con él ni
208
manifestaba querer con su joven objeto de deseo. Aconsejar estabilidad a alguien,
cuando para nada la busca, es pretender que un muerto te sonría si le haces
cosquillas en los pies.
Dure lo que dure… Estaba invocando Maya, inconscientemente, el fin de
una relación, antes de tener al cubano con ella en Alcoy.
209
¿Por qué? Un descuido en la carretera. Jorge quiso ahondar en el accidente pero a
ella nada le apetecía recordar. Con el coche destrozado en el arcén, los recién
casados renacieron en Urgencias, tras superar un coma, para proseguir el
matrimonio. Jorge quería saber qué sucedió en el siniestro y decidió rodearla de
preguntas. Por fin, superada cierta renuencia, ella dejó de sestear:
–Yo dormía y él conducía. –Maya se mojó los labios con la lengua y se le
activó la elocuencia verbal–. Le pudo el cansancio: tal vez una cabezada al
volante. Nada sé, ciertamente –reconoció con franqueza.
–Pudo ser… –Jorge pretendió provocar una reacción con un silencio
premeditado–: … por la resaca de la fiesta. –Al oír esto, le apareció de golpe a
Maya la incomodidad en su cara.
–¡Me voy a dormir, Jorge! Mañana, si me llaman del trabajo… –Se
levantó del sofá y al retirarse mandó como el ama al criado– … dices que estoy
en cama, indispuesta.
En una noche faltan horas para contarlo todo.
Al minuto de recibir la espantada de Maya por respuesta, Jorge se marchó
también a dormir. Pero en la tertulia del día siguiente, a la misma hora, se
despertaron por fin los recuerdos matrimoniales en la mente de Maya.
Después de la cena, y desde su último regreso de Cuba, ella acostumbraba
a tomar cada tres días una infusión de adelfas, por carecer en Alcoy de mangos y
besos tropicales, y así se elevaba su decaído tono cardiaco.
En su primer hogar con el sirio había abundado la risa. Alegría y bromas a
todas horas del padre cariñoso. Pero remolón en las tareas de la casa, tediosas y
en manos de ella, quien además trabajaba fuera del hogar. Sa’dî vagaba en la
inestabilidad pese a sus iniciativas, en toda suerte de oficios, incluida la profesión
de acupuntor, entonces novedosa. Futbolista, vendedor de verduras y objetos de
artesanía en los mercados. Buscaba y perseguía un camino laboral estable en la
sociedad europea.
Hablando de su primer matrimonio, en la terraza esa noche, de improviso,
Maya posó su mano derecha, temblorosa, sobre los hombros de Jorge. Con
inquietud en su mirada, se agarró a él, y destacó:
210
–Conservo mi trabajo estable en Alcoy… –Hizo muecas de satisfacción
pues lo mantenía y ahora con mucho más sueldo–. … aunque estuve a punto de
dejarlo por él.
Pasada la una de la madrugada en la terraza, se despidió la luna:
desapareció entre los pinos de la montaña alcoyana. Hacía un poco de fresco, esa
vez: decidieron entrar al salón y cerraron la terracita. Minutos después de
acomodarse en el sofá, tras sortear la última reticencia, Maya se permitió un
atisbo de rencor podrido:
–Tonteaba con todas… ¡Hasta en nuestra boda! –Se lamió la herida aún
abierta en su corazón.
–¡Exageras, Maya!
–Me lo aseguraron varias amigas en el convite y en el baile… –Maya
levantó deprisa la mano derecha y se rascó en la cara–: ¡Me pica la nariz!
–¡Seguro que exageras, Maya! ¿Te rascas la nariz porque te crece?
–¿Insinúas que como le crecía a Pinocchio por mentiroso?
–Tú lo pensaste… y tú te acusas. Yo nada he dicho. Sólo te he preguntado.
Su marido de Siria lucía mostacho.
¡Hombre simpático! Locuaz y amable.
Maya se enamoró de la sonrisa que Sa’dî llevaba pegada a los labios.
¿Sospecháis como ella que el sirio soñaba con poseer un harem? Sin aportación a
la economía familiar, ni trabajo fijo, le resultaba imposible mantener una prole y
menos lo que las cavilaciones de la esposa atraían a su familia. Lo que
cimentaron los celos de Maya en su cerebro… cobró luego realidad velada.
Quede más claro: la engañó primero, a escondidas, y luego la abandonó por otra
mujer más guapa que ella. ¿Por qué tantas rupturas matrimoniales? Sabido es que
existe un millón de motivos y ninguno a la vez. Acaso son simples etapas que
comienzan y luego terminan, como nacer y luego morir.
En el sofá con Jorge, Maya vencida por la infidelidad fantasmal, se puso
en pie con un grito mudo, sollozante, y reprochó a la vida:
–Me dejó por una mujer más joven… –Retorcía Maya los labios para
contener la rabia de esposa despechada que le mortificaba todavía. Acalló su
211
rencor, en disimulo, pero al fruncir el ceño se le escapó un espasmo por la boca–:
¡Fue un cobarde!
–Porque te ocultó la relación. –le facilitó el desahogo.
–¡Si yo te contara! –Apretó los párpados rabiosos, plantada junto al sofá, y
ahí se quedó ciega del todo. Se sentó como pudo–. ¡Quería seguir conmigo y
además con su amante!
–Era sirio y de cultura oriental. ¿Son polígamos?
–Yo le obligué a elegir a una de las dos. –Se puso de pie, otra vez.
–¡Y acabaste así con el matrimonio y tu hogar! ¿Por orgullo? ¿Por celos?
–le metió Jorge los dedos en la garganta para que vomitase toda la rabia.
–¡Él fue el culpable! –escupió Maya todavía con la lengua sucia–. ¡Él fue
el único culpable!
Jorge la sintió muy alterada por el suceso sentimental, vivo en la cabeza
de la esposa divorciada. Y viéndola envenenada, por el sufrimiento y las
infusiones de ad-difla que le daban náuseas, mi amigo quiso socorrerla y
concibió el antídoto:
–¡Tú, ahora, deseas vivir con el joven habanero y que yo continúe siendo
tu amigo preferido!
Sin reaccionar ni asumir el símil, embobada como estaba por el dolor del
ayer, se excusó:
–¡Todo distinto, Jorge! Yo te lo digo claro y sin rodeos. ¡El fue un cobarde
que me escondió la relación con su amante!
Lo que había denegado Maya años atrás a su marido, quien pidió seguir
con ella y con su amiga amante, Maya se lo pedía ahora a Jorge. Y además Maya
había ocultado a Jorge, durante meses, el intríngulis de todas sus acciones
fallidas para traerse al cubano y ahora su intención de boda en Cuba.
Pero nada entendió Maya de la prueba del Destino ni supo salir de la
caverna de las sombras, en su inconsciencia de los deseos habaneros. Ni vio que
ella misma repetía, ahora con Jorge y su amante cubano, pero al revés, el molde
de la propuesta que le había hecho su primer esposo años atrás.
212
–Yo quiero seguir como inquilino y amigo aquí con tu esposo, y tú lo
rechazas. Pero quieres que sea tu mejor amigo y nos veamos en mi casa. Lo
mismo que pidió tu esposo: seguir con vuestro matrimonio y tener él una
amante. ¡Parece lo mismo!
–¡Me duele mucho el oído! Me voy a dormir. –Caminó con prisa nerviosa
hacia la puerta del salón.
–¿Te duele el oído o nada deseas escuchar? ¿Lo calmarás con Ibuprofeno?
–le espetó recordando los sabios consejos del oriolano Baldomero Jiménez.
–¡Tú aquí en el piso, con él! ¡Juntos los tres! ¡Estás loco! –Dio la media
vuelta y dibujó aspavientos con la cabeza, porque ninguna gracia le hizo la
solución que planteaba Jorge.
–¡Hablo muy en serio, escucha Maya! ¿Qué problema hay en ello?
–¡Contigo nadie se puede entender, Jorge! –Dio otra media vuelta, a toda
prisa, y desapareció por la puerta–. ¡Me duele mucho la cabeza! ¡Me voy a
dormir! –sentenció en lo oscuro del pasillo.
Si al juzgar a quien tenemos enfrente, espejo que refleja nuestra propia
conciencia, lo que ves reflejado son tus carencias, ¿quiso decir Maya en realidad
“¡Conmigo nadie se puede entender!”?
213
bragueta, antes de quitarse el pantalón del pijama. ¿Quieres los pormenores?
¡Deja tu imaginación en libertad y prepárate para la sorpresa!
Porque el juego de adolescentes de aquella noche, compañeros de piso
esperando la llegada del esposo cubano, fue una niñería, sólo el aperitivo, si lo
comparas con la comilona lujuriosa que Maya se quiso dar en un prostíbulo.
214
–Y produce efectos afrodisíacos el intercambio de la pareja. Te llevo allí,
¡sólo si tú quieres!, para que veas otras formas de crecimiento. –Maya le quiso
engatusar y para ello levantó la cara con altivez–. Yo ningún otro interés tengo;
ya probé todo.
–¡Todo! ¿Con varios hombres a la vez?
–¡Experimenté todo! –fardaba.
–¿También con mujeres?
Se quedó sin habla. De golpe, se le secó la sinhueso. Del alardeo de su
lengua locuaz, la sabihonda se hundió de golpe en el mutismo. Esa noche, la lista
marisabidilla se tuvo que conformar con dormir en compañía del orinal. Sola.
Tres días después, el dentista le extrajo a Maya las muelas del juicio. Pasó
una semana y llegó el día del experimento lujurioso. Impaciente, ella despertó
antes, en la oscuridad previa a la salida del sol. Esa jornada de ‘Ensayo sobre la
ceguera’, se le olvidó a Maya lavarse la cara y las legañas de sus ojos.
Cuando ya amanecía, Jorge cambió los cinco preceptos de su meditación
de Usui: Nada de preocupaciones; nada de enfados; te doy gracias Padre
Creador-Madre Divina; trabajo duro para ser cada día mejor; soy amable con
todos y todas. Estás guías espirituales, afirmaciones, fueron revolucionando las
acciones de nuestro amigo hacia la convergencia y la hermandad.
Maya había elegido para la vejación sexual un Viernes de Cuaresma, de
ayuno católicos, Día Santo también en al-Qur´an. Jorge se preparó durante dos
semanas para frenar su entrepierna y saber in situ hasta dónde puede ser uno
presa de la lujuria, vete a saber por qué carencias o frustraciones varias de Maya.
Ese abril hacía demasiado calor y sobraba toda la ropa en una siesta
calurosa. Maya había organizado el festín sexual para la noche. ¿Pero qué
piensas que hicieron en la siesta? Tú harías lo mismo que ellos… ¿Qué pensaste?
Maya y Jorge… vieron la tele, únicamente eso, y luego ella se echó un trago de
Coca Cola fresca y se marchó al trabajo, con el deseo de regresar pronto.
En un santiamén, de santiguarse y rezar el avemaría en la librería, donde
mantenía imagen pública de seriedad, en esa tarde sin recato se enfundó blusa
215
escotada y minifalda negra. Jorge la esperaba en el salón. Oyó un taconeo
desconocido acercarse por el pasillo, como pidiendo guerra, y apareció Maya
montada en dos agujas. Su altura había crecido de golpe quince centímetros ¡o
más! Le costaba Dios y ayuda mantener el equilibrio. Imposible su equilibrio
ético y mental tras perder las muelas del juicio.
Quería Maya ocultar su pequeñez con un moño alto, ridícula lechuga, y
tacones que elevaban sus talones y glúteos. Jorge miró el uniforme de batalla.
Calló. Lucía medias negras de rejilla y ceñido cinturón. Pendientes que le
alargaban más las orejas y camuflaje antiarrugas. ¡Cierto que el vampiro se
esconde y sólo sale de noche! Maestra en yoga y en meditación, la vegetariana se
tapaba los hombros con una torerilla de zorro tiroteado. Ante la sex-symbol de
esperpento, pésima y ridícula drag queen -(la hubiesen echado a tomatazos de las
galas Drag Queen de Las Palmas y de Maspalomas)- Jorge hizo un esfuerzo de
disimulo y se aguantó la carcajada.
A bote pronto, por complementarle el disfraz, nuestro amigo le hubiese
regalado un látigo.
–¡Sorprendente! ¡La primera mujer vestida así con quien salgo! –La
aplaudió, disimulando Jorge la ironía.
Rozaba el ridículo pero ni dijo una palabra más. Mejor callar y observar.
Maya dejó ver el contenido de su bolso de mano, cubo de basura como su
cabeza allí en desorden, y Jorge sintió compasión. Ella cenó un té rojo pasión
mientras se cortaba con maestría las uñas de los pies. Salían enseguida de viaje
hacia la aventura sexual. Jorge bajó a la calle por la escalera, sin prisa. Pero la
anfitriona cogió el ascensor para descender a su infierno mental. El coche salió
hacia donde sólo ella sabía, cerca de la capital alicantina, minutos después de la
medianoche, en el Sabbat que el Judaísmo dedica a Dios. En el viaje, Jorge
rechazó la manzana que Maya le ofreció. Se comió la de él y luego la suya.
–Por ahí… –Señaló ansiosa la copiloto–. ¡Sigue por ahí! –Ordenó con
reacciones compulsivas–. ¡Sí, por ahí! ¡Mete, mete el coche por esa calle!
¡Mételo…! ¡Hasta el fondo… es por ahí! ¡Sí! –Terminó excitada y orgásmica,
antes de llegar al prostíbulo.
216
Durante el viaje, Maya se pintó todas las uñas de rojo.
Sabía de memorieta la ruta a su País de las maravillas, en un laberinto de
urbanizaciones gemelas y calles desnudas, donde se hubiese extraviado hasta la
mismísima Alicia, la del cuento de Carrol Lewis. Maya acudía a menudo al
barrio, con las amigas y compinches de sus cursillos de liberación sexual, pues
ella les supervisaba las clases prácticas de los viernes. La orientación perfecta de
la copiloto Maya, todo por huir unas horas de la vida tediosa que criticaba,
contrastaba con su despiste en otros viajes. Esa noche, debía de llevar Maya una
brújula escondida en la entrepierna.
–¡Ahí, aparca! ¡Esa es la puerta! ¡Aparca lo más cerca que puedas! –
Señaló con excitación la mano derecha.
Cuando Jorge abandonó el coche, al dar tres pasos por la acera se percató
del cordón suelto en su zapato izquierdo. Se lo apretó bien fuerte antes de entrar
al puticlub. Por su parte, Maya olvidó las gafas que usaba contra la miopía. ¡Qué
olvido! Se detuvo de repente en la acera y se pintó los labios de rojo en el espejo
retrovisor de un coche de la calle.
En la puerta del semisótano, les dio la bienvenida una madama
despampanante. Treintañera que al verla te quitaba el hipo. Quitó el hipo a mi
amigo pero su entrepierna ni se inmutó. Había dado sus frutos el ejercicio que le
fortaleció la musculatura de su voluntad. ¡Se había preparado a conciencia!
En un mostrador o taquilla, Maya sacó dos pesos del bolso y pagó las
entradas. La suya y la del acompañante inédito.
Maya se abrió camino por el pasillo en penumbra. Un bribón quiso echarle
mano a las bragas. Jorge me contó que sintió repugnancia por tal ostentación de
amoralidad. Maya pasó junto a la barra atestada de vasos vacíos y hombres -
¡perdón!, mejor jauría de fieras hambrientas-, y se obró en ella la metamorfosis
genética. Por su lucha contra la muerte del placer carnal, menopausia mal
entendida, Maya contoneó la cintura en la teatralidad y campaneó el culo para
atraer a los machos. Le saludó Don José Diplodocus, crápula mayor del burdel.
¿Quería que se la rifaran o ser protagonista de una subasta?
Jorge observó. Tomó buena nota del meneo… y la siguió.
217
En pro del saber y para comprender mejor mis propios actos, os cuento
aquí todo, sin pudor. Y aseguro que os lo cuento como a mí me lo contó Jorge.
Había allí dentro piscinas de aguachirle maloliente con sanguijuelas
retozando desnudas. Se enganchaban y desenganchaban a la carne y fornicaban
de un lado a otro. Jorge calló. Dejó pasar el primer chaparrón de lujuria demente.
Camina siempre como nuestro amigo lo hizo allí dentro, sin miedos ni
dudas, pero camina con más cuidado por las sendas inexploradas.
Una rubia platino, de voz aflautada, baboseó a un pelirrojo:
–¡Charles, pasa la botella! Diplodocus brindará por ‘Borrachera Letal’.
–¡Conejito, ya me la trinqué! –arguyó y vació de un trago el último vaso.
–¡Bukowski, mamón! Saca tu culo del agua y trae otra –le ordenó.
–¡Ok! Voy a por la botella. La comedia de Ata merece un brindis –asintió.
–Agarra una de la barra. ¡Regresa pronto o te …! –Amenazó con un puño.
–Pero antes de abrirla, ¡coñito!, lo haremos, ¡verdad!…
–Ni hablar. Vete a freír espárragos. ¡Menéatela!
Envueltos en toallas, Maya y Jorge recorrieron un antro gris donde se
podía contemplar todo tipo de escenas lascivas. En una especie de cuadra
sudorosa, enrejada para exhibir espectáculos, gemía una anatomía rolliza. Yacía
con cinco tipos velludos y daba placer al montón de grasa volcánica que daba
forma a su cuerpo. Saciaba sus apetitos fálicos, chupaba un cráter y escupía baba,
mientras una recua de pigmeos pasaba al receptáculo para acrecentar el festín de
la cerda, a punto de rumiar. En un rincón, cagaba un pelanas que pidió turno en la
cola que lamía las dos pechugas de la hembra grasienta. Vio un erecto chorro de
cerveza caer de repente en la flacidez. La vida consistía allí en cagar, mear
borracheras… y fornicar. ¡Lo más bajo de la especie!
Ni los monos más torpes del paraíso se hubiesen rebajado a imitarles.
Gruñidos. Hocicos. Sombras fálicas.
Había tías y tíos despelotados, revolcándose como una piara, agachados
hacia los chismes y chupando. Lo mismo chupaban ellos que ellas. Menudencia
nimia para Maya aquel parangón paranoico de las ilustraciones que representan
los desmanes en las míticas Sodoma y Gomorra.
218
El buen juicio yacía en una fosa mortuoria en el centro de la sala oscura.
La libertad nos invita a probar su licor celestial. Pero en aquel antro de lujuria, el
libertinaje emborrachaba en la orgía y la sangre, hasta embrutecer al animal que
llevamos dentro.
Lo prohibido brilla cual objeto de codicia. ¿Excusamos a las hijas de Lot?
Muy distante del divertido “¡Dale a tu cuerpo alegría Macarena... que tu
cuerpo es pa darle alegría y cosa buena!”, de Los del Río, consigna festiva de los
cantaores andaluces, nada tiene que ver Macarena con aquella película de
sonambulismo en el lupanar, sin pies ni cabeza y falta de conciencia, paradigma
de la bestialidad. El “allá donde fueres haz lo que vieres” estaba allí fuera de
lugar para nuestro amigo.
Jorge pensó en el Galileo audaz y probó a hacer una pregunta a Maya:
–¿Qué es todo esto? ¿Dónde están los gamusinos, Maya?
–Esto es libertad. ¡Divertido! ¡Espera, ya verás los gamusinos, espera!
219
troglodita del hombre, que sostenía Maya en sus clases teóricas. Y la mujer se
cabreó mucho más al notar que Jorge le apretó el brazo.
–¿Soy de tu propiedad? ¡Suéltame el brazo! –vomitó con boca de gárgola.
–Tú haz lo que desees, Maya, pero respeta mi libertad. –Apuntó Jorge a
los dos sementales que montaban hembras en el pajar de la cuadra–. ¿A qué
vinimos aquí, Maya? Dijiste que a enseñarme este sitio. ¡Tu intención es otra!
¿Qué folle como un sucio marrano? ¡Me has mentido, Maya!
–¡Lo viste ya todo! ¡Pues nos vamos! –Se dirigió al vestuario, enrabietada
por el fastidio, y se metió un buen rato en la ducha fría.
Jorge se vistió y se calzó. Maya se enfundó sus vestiduras negras. Pero
apareció con cara de pocos amigos.
–¡Qué prisa tienes! –Jorge le pidió calma–. ¿Y los gamusinos?
–¡Volvamos a mi casa! (Otro desliz: se le escapó el posesivo -“mi casa”-
en la presunta clase de desapego a lo material). –Maya lo miró con ojos de
serpiente cobra–. ¡De esto, ni palabra! –mosqueada, quiso atar los cabos de su
moralina hipócrita.
–¡Maya, haz lo que quieras! ¡Si lo deseas: quédate! Te espero en la calle.
220
Para Jorge ya estaba bien de aquello:
–¡Venga! Yo salgo de aquí. ¡Mierda!
Jorge juzgó como innegociable el asunto donde Maya deseaba
inmiscuirlo, forzándole la voluntad. Segundos después, camino de la salida,
nuestro amigo atravesó un pasillo, tracto intestinal con excrementos. Ni un
gamusino vio. Ni asomo de dignidad en un icono del extravío. Lejos allí de la
primavera virginal de Cupido y de la belleza de las cosas más puras y hermosas
de Eros, por fin Jorge divisó la puerta, guiado por su conciencia como brújula.
Apenas se intuía la salida, tapada por telarañas que colgaban del techo,
cortinas fétidas, y por la ausencia de luz en aquel sucio ano de Lucifer.
Había una cola larga, en la entrada a la caverna, y Jorge se encomendó al
“¡dejen salir antes de entrar!”
Al abandonar el avispero, Jorge vio la senda despejada.
Jamás haría nuestro amigo lo que nunca quisiera que se supiese y decidió
que contaría algún día la lección del lupanar.
Ya sintiéndose libre en la calle, dispuesto a ver el lado positivo, Jorge se
instauró en el convencimiento de que acompañar a Maya, a sitios de índole
semejante, nada significaba brindarle amistad fiel. Y silenciarlo, lo mismo. Se le
presentaría la ocasión de relatar todo con pelos y señales; pero en ese instante
prefirió el silencio y pensó como Galilei: “¡Eppur si muove!”
Eso sí, por aceptar a Maya con sus luces y sombras, le asaltó la idea
objetiva de valorar la experiencia que perdía en su condición de madre de la
ciencia. Atontado unos segundos por esa hipótesis, empezó a dar la media vuelta
con el ánimo de regresar al laboratorio con la docta experta. Pero por
insurrección de su independencia, rehizo los pasos hacia el coche. Lo que sentía
Jorge distaba kilómetros de la actitud del ego trastornado, manipulador e
indomable, que Maya desempolvó esa madrugada en la visita al lupanar.
221
En lo concerniente a la franqueza y el equilibrio, Jorge ha dado siempre un
paso adelante. Él cree que debes meter en cintura a tu albedrío. ¿Tolerancia cero
ante un desmán o respeto sin excepción de la libertad ajena? ¿Deben permitirse o
evitarse los errores de quien amas?
Hay quien sostiene que al ladrón se le debe frustrar la ocasión de robar.
Por ello, nunca dejarán una cartera con dinero junto a un condenado por robo. ¿O
mejor dejar tu cartera abierta, arriesgarte, y propiciarle la ocasión de renunciar al
delito? ¿Dejarías tragar lejía o ácido a una hija, a sabiendas de que le perforará el
estómago?
¿Ayunar o hartarse hasta reventar con la vacuna del exceso?
¿Cuál es el remedio para desoír el cascabel del deseo que te esclaviza?
Elíjelo tú. ¡Eres libre!
San Jorge luchó con ahínco contra el más fiero dragón, su ego infame, a
quien puso a sus pies, y así salvó a la princesa más cenicienta, su alma.
222
Nada más cruzar la puerta del piso, como venía hambrienta y sin saciar la
lujuria sexual, se dirigió a la cocina. Jorge la siguió: observó. El compañero la
conocía tan bien o mejor que ella se conocía a sí misma. Devoraba comida
siempre que se ponía nerviosa. Maya abrió el frigorífico. Agarró un plátano, el
más grande y gordo, y se lo tragó de un mordisco.
Sin embargo, Jorge decidió obviar el estado cambiante de Maya, por la
tarea emprendida de actuar al dictado del corazón y amarla. Si esto es una paja
mental, como definió Ángeles, qué importaba ya:
–Respeto si crees que me hago pajas mentales –contestó a Ángeles por
teléfono, esa vez– pero si tú y yo estamos ayudando a Maya… es por amor.
223
–Aléjate del miedo, Maya. ¡Tu esposo viene de camino! –rezó Jorge.
Tras la marcha de Maya a la boda en La Habana, mi amigo se encaminó
hacia la renuncia, liberadora, que se le había ofrecido cual la fruta sembrada en
su recta acción. Tenía las horas contadas su aprendizaje con la compañera de
Alcoy. El día en que salió de la casa de su maestra, mientras ésta celebraba el
convite de su boda y la Nochevieja bailando salsa, Jorge sacó el aspirador.
Limpió el piso: ni dejó una mota de polvo de su paso por allí. Pues la intuición le
decía que el esposo cubano llegaría enseguida, ocurrió en febrero y con el Año
Nuevo Chino, antes de lo que creyó ella misma.
224
–¡Subo y os saludo a los dos!
–Otro día. ¡Ya le veo que viene hacia mí! –se excusó con la boca chica.
–¡Sé feliz! ¡Dale un abrazo de mi parte! –Jorge colgó el teléfono.
La conversación ocurrió a la misma hora, ¡qué curioso!, del día en que
conoció a Maya en Orihuela en la casa del poeta Miguel Hernández, allí con Ata,
poeta y dramaturgo, y su musa Manoli. Jorge se alejaba despacio del puente por
donde caminaban Maya y su esposo. Pero de repente escuchó una voz: “¡Mira
por última vez hacia atrás!” Y lo hizo: en lo alto de la escena vio a Maya que
caminaba de la mano de su joven esposo. Desde la distancia, pincelada en
lontananza del pasado, Jorge les alzó la mano izquierda y se despidieron.
225
Le resultaba imposible a Maya esconder por más tiempo la verdad detrás
de sus excusas vanas y mentiras sin sentido. Viéndola derrota, exhausta en el
fondo de la pista, Jorge le lanzó un revés cruzado, liftado e imparable. Pero por si
acaso llegaba la endemoniada a la pelota, él subió a la red donde tuvo que
golpearla de volea para ganar el tanto y el partido.
–¿Cómo? ¿A una joyería para qué?
–¡La ha vendido!
–¡Dime la verdad! –creyó que le daba vergüenza confesar que la perdió.
–Sí. ¡La vendió! –Maya apartó la cara del auricular y preparó la huida.
Ni acertaba a explicarse Jorge lo que estaba oyendo en ese instante. Tenía
que ser mentira.
–¿Dijiste a tu tía que podía venderla? ¿Tú vendiste tu alianza?
–La guardo porque me recuerda mi primera boda.
–¿Y los recuerdos de mi boda? –Jorge se miró el dedo vacío.
–¡Tú me la diste a mí! –Maya se justificó, con descaro de truhán
desvergonzado.
–Para que la guardases. ¿Te la di para que la vendieras? –se vio timado.
–¡Santa Rita Rita… –soltó un bufido alioli y huyó sin acabar la frase …lo
que se da nunca se quita!. Y le colgó el teléfono, con la frialdad del regodeo.
El zumbido sordo del teléfono, por el tararí de Maya al colgárselo a Jorge,
como quien corta una rosa y apaga su aroma, hirió el silencio de la despedida.
Barrabasada necia de la desagradecida.
Puede que alguien diga que todo lo anterior es mentira o una exageración
imposible de creer, invenció de Jorge o mía en este relato. Pero como Jorge
mismo me lo contó, yo lo relaté aquí. Robar es coger lo que nadie te dio, reza
uno de los preceptos budistas. ¿Qué es vender algo sin permiso del dueño y
quedarte con el dinero? Jorge tendió siempre una mano, y hasta las dos, a la
compañera Maya por su felicidad, mientras que ella le propinó una coz que Jorge
esquivó con amor. En la estación de autobuses, desde donde mi amigo la había
telefoneado, se escuchaba por los altavoces, pese al revés recibido, la oda de la
alegría de Beethoven, en la hermandad universal.
226
En el fluir por el que unos vamos y otras vienen, Ave Colorín voló de la
vida de Maya, sin más prórrogas, dispuesto a alegrar nuevos jardines. Su mentora
en el sendero del Aquarius, alejada ya de éste pues huyó de la verdad, renunció al
honor y la ética en la aspiración espiritual del ashram. Maya eligió exaltar deseos
mundanos. Su albedrío y libertad son potestad de ella, al igual que la bondad o
inmoralidad de sus actos.
La conciencia es el único obstáculo insalvable para quien embauca y
manipula al teatralizar. Igual que seducía Genji, Don Juan a la japonesa, el truhán
acuña la facultad de burlar a todas las damas… menos a una: su conciencia. Ésta
equivale a la guía que te ayuda a mejorar lo imperfecto, si busca en esta vida
restaurar tu identidad plena.
La práctica otorga la maestría.
Ejercita libremente tus valores e ideales. Pero debes saber que la
perestroika de la transmutación requiere perseverancia y valor.
Si ofrecer tu mano y amar te proporciona contento y felicidad; mentir te
aleja de esa senda. ¿Se cumplirá la ley de la retribución justa, según sean tus
acciones?
227
SEGUNDA PARTE
Enamorarse de la vida
228
229
Contenedor solidario Volver al índice
230
–¡Más de lo que imaginas! –Parpadeó y le dejó con la miel en los labios.
–¡Ya me contarás! ¡Ya me contarás! –le pinchó.
La sonrisa de Daniel delataba personalidad audaz. Amable y persuasivo,
severo y justo: poseía alma de maestro. Su locuaz destreza como profesor de
autoescuela resultaba providencial para quienes accedían a su entorno. Jamás
consentía que una alumna o alumno flotara ni un segundo en las nubes de la
fantasía. Los baja al suelo con insinuaciones o cachetes, llegado el caso, si le
hacían oídos sordos con el freno o el acelerador. Por si acaso, Daniel llevaba
siempre en el bolsillo derecho una turquesa, que según él protegía sus acciones.
–Me lo pienso y te digo mañana. ¡Stop! Jorge, espera un poco. Quieres las
cosas para ayer –le hizo entender–: Deja… ¡Deja que me lo piense!
Tranquilo y reflexivo, Daniel exigía el orden perfecto en casa. Pero era
otro su cantar si vivía solo pues hacía cuanto le venía en gana. Y prevalecía en él
su defensa de la libertad tanto o más que poseer dinero. Jorge pudo compensar el
raciocinio del casero gracias a los consejos que aprendió en los manuales de
Ramón Tamames, catedrático de Economía en la Facultad. La intuitiva y genial
previsión del profesor Tamames le auxilio muchas veces ante al casero riguroso.
Como gato escaldado, si es verdad que siete vidas tienen, Daniel huía
incluso del agua fría. Alérgico al compromiso con la mujer, salía a la calle con
paraguas aunque amaneciera soleado. Nada quería de ellas, salvo en la cama. Y
exhibía con las féminas el veloz juego de piernas de Cassius Clay al esquivar
golpes en un combate de boxeo.
–A quien decide venir a mi piso, le advierto de que voy de aquí para allá;
siempre libre –se blindó el casero ante el compañero inquilino, en la primera
cena que compartieron cara a cara en la mesa de la cocina.
La sinceridad noble de Daniel concordaba, en parte, con la antojadiza de
Maya. Son análogas pero distintas por su opuesto comportamiento, como la
claridad del día frente a la bruma nocturna. Él se movía en la transparencia casi
abrupta. Mientras que Maya podía representar todo tipo de papeles teatrales, por
su miedo a la verdad, en la astucia de camuflar con medias verdades, a modo de
treta, su intención real.
231
Ni por asomo sospechaba Daniel, por una u otra causa, que su mejor
identidad se la daba el gesto risueño que se le escapaba, sin enterarse, entre los
ojos y la boca. Le desmontaba su apariencia de tipo impenetrable que cuida de
vez en cuando la musculatura en el gimnasio.
El ángel que le conocía mejor, madre de tres de sus cuatro hijos, sabía por
experiencia que bajo la piel dura de casero, curtida por decepciones y golpes,
palpitaba el alma inconformista y solidaria de un espíritu ingenioso.
En las líneas bien marcadas en la frente de Daniel, de piel sonrosa y clara,
se leían sus recuerdos:
–¡Conoces a la única mujer con quien reanudaría vida en pareja! –Cruzó
los brazos, sin mentarla, pero debía referirse a Ángeles, la amiga de Maya.
Más de una vez, la vida pasó como un huracán por dentro de Daniel.
Le fustigó la vida a Daniel para ayudarle a crecer, a fuerza de tropezones,
y le obligó a potenciar su ejemplar impronta de superación. Sus decisiones le
habían convertido en más independiente y solitario de lo que seguramente
deseaba. Y además se empeñaba en maquillar su cara con sonrisa alegre, colorete
de juventud, y rodearse de mujeres jóvenes. ¿Por qué este empeño?
232
–¡Magia! ¡Qué va! ¡Te abrí la puerta! ¡Soy yo! –le recibió el casero,
dentro del piso a oscuras, con una linterna clavada en el entrecejo.
Si Jorge hubiese sido Ulises, el instinto de supervivencia le hubiera
impulsado a correr marcha atrás para huir de las fauces de Polifemo. Pero era
sólo una más de sus visiones, alejadas de la realidad tangible. Daniel hacía yoga:
la carne ni la probaba.
Mejor pensado, Jorge se hallaba ante una de las reencarnaciones de Buda:
–¿Siddhartha, qué haces aquí?
–¡Déjate de chorradas! Soy yo, Daniel.
–¡Llevas el tercer ojo de los budistas! ¿Meditabas? –bromeó Jorge, al
tiempo que se dirigió a su habitación. Allí dejó sobre la cama una bolsa con ropa
de deporte.
–¿Acaso tengo monos en la cara? ¡Es una linterna colgada en mi frente!
–¿Una linterna para qué? –Salió Jorge del dormitorio y tropezó con él en
medio del pasillo.
–¡Ahorro energético! ¡Ahorro energético! –Tiró por el atajo mientras que
Jorge, al contrario, encendió la lámpara del salón–. ¡Ahorro energético, Jorge!
Estaba leyendo tranquilamente en el sofá… cuando oí el ascensor. Supuse que
eras tú y me levanté a abrirte la puerta.
–¡La madera se movió y pensé en la mano de un fantasma!
–¡Fantasmas… en tu cabeza! ¡Cuídate de ellos, Jorge!
–Pareces salido de la novela de Hesse. ¡Caminas en la paz del ojo del
Buda! –Se tocó Jorge el chakra del entrecejo–. Sólo te faltó soltarme el ¡Om
Mani Padme Hum!
–¿Qué…?
–El mantra budista por excelencia: “¡Solo Dios preside mi acción!”
233
–¡Tenemos sequía! –Le mostró un cubo, vacío, que puso boca abajo.
–¡Hay que ducharse, Daniel! –Jorge pretendió excusar los derroches.
–Hasta que sale el agua caliente del grifo, con el chorro que tú dejas
perder por la tubería, –el casero impuso la lógica indiscutible– yo lleno un cubo
para la cisterna.
–¿En la ducha, me voy a meter con un barreño? –Jorge se rascó el cogote.
–¡Qué hay sequía! –Agitó los brazos como espantapájaros que mece el
viento sahariano en Almería–. Reclamáis agua para vuestra huerta y los campos
de golf de Villamartín, Campoamor... en Orihuela. Pero si los pantanos siguen
vacíos: ¿de dónde la sacamos? ¡Ya me dirás tú!
–En el Cantábrico, la lluvia cae a mares. Pero nos secamos en el sureste.
¡Lloverá! ¿Quieres este trébol de cuatro hojas?
–¡Yo tengo mi turquesa de la suerte! –La sacó del bolsillo y se la mostró.
Puede antojársenos excesivo la linterna de minero sobre las cejas de
Daniel, al leer por la noche o cepillarse los dientes, y hasta obsesivo meterse en
la ducha con un cubo vacío para recoger las sobras. De todas todas -¡seguro que
pensáis como yo!-, resulta loable el logro de Daniel. Ahorra energía y agua. “¡Y
euros!”, repetía.
Jorge había conocido a Daniel dos años antes en el ashram, si bien les
acercó más una Nochebuena celebrada en la casa de Ángeles. Mientras su amiga
Maya se estimulaba en El Caribe, él se entusiasmó en la velada navideña.
Acudió el primero a la velada el astrólogo Java y luego los tres hijos de
Ángeles y Daniel, divorciados entonces pero unidos en lazo fraternal. Atenea se
parecía a la diosa. Serezade había aterrizado procedente de Londres, esa tarde,
mientras Guimel llegó ese día puntual a la cita. La risueña hija mayor repartió
palomitas inglesas y cantó:
–Silent night! Holy night! (…) (¡Noche de Paz, noche de Amor…).
Antes de la cena, Java interpretó a Jorge su carta astral:
–En ti hay ética pero vives con Maya. Por mor de la verdad, casi nada os
une salvo que sois opuestos, si tengo en cuenta sólo tu carta astral.
234
Esa noche de villancicos, turrón de Xixona, chocolate y picatostes estilo
‘El Segoviano’(Navacerrada) o de Limpias en Cantabria, atisbó ya Jorge el buen
juicio de Daniel. El experto motero poseía don de gentes y estilo de caballero y
truhán con las féminas. En la juventud residió en Francia y dominaba el ¡Voulez
vous dancer avec moi! (¡Quieres bailar conmigo!). En esa noche de hermandad
navideña, todo apuntó a que Jorge viviría con Daniel, algún día, para saber de la
congruencia del casero. Y así ocurrió al dejar nuestro amigo el piso de Maya.
Ángeles le había abierto su hogar esa noche de Navidad, con la misma
dulzura que meses antes le había acompañado en la sesión nudista con Maya en
El Salt. Amiga fiel de su anterior compañera, la solícita y osada ninfa del
Aquarius, tierna y sensible, orientaba a Jorge siempre hacia el saber y el
crecimiento humano.
A Daniel, la lejanía de las dos hijas y del hijo con Ángeles arrancó de su
alma lágrimas de padre, pero sin llorar. Además tenía otra hija de su primeriza
relación con una joven de Edimburgo. Jorge le vio quitarse espinas y le oyó
quejidos:
–Cuando necesitan tu dinero… entonces, Jorge, te buscan los hijos.
–A todos nos ocurre algo parecido –quiso aligerarle el peso de la pena.
–Si mi hija pequeña, Atenea, me llamase sólo una sola vez y me
preguntara por mi salud… –Daniel se colocó la mano izquierda en el centro del
pecho–: ¡Me sentiría el padre más feliz del mundo!
Jorge le regaló silencios, y asintió como suyos los lamentos de Daniel,
pues a todos los padres y las madres les ilusiona lo mismo. Una sonrisa y un
beso, un detalle cariñoso… del retoño.
235
más de una década. Si obvio su edad, topacio de juventud, la ahijada apostaba
entonces por la relación de pareja con él. Por el contrario, el padrino vivía en el
trepidar desconfiado de sus dos separaciones anteriores, la pelirroja escocesa y
luego Ángela. ¿Encontrará Daniel la vacuna? A la alhaja de Belissa debía de
confortarle la agridulce “a la tercera, la vencida…” Por añadidura, pasar juntos
el domingo en el sofá pero dormir luego en camas separadas, cada cual en su
casa por imposición tácita de Daniel, era el antídoto de éste contra las ataduras
emocionales.
–¡Yo le entiendo! –rezumó la impotencia de Belissa.
–Es un hombre simple –tendió Jorge la reflexión–: ¡Quiere sentir libertad!
–Me trata con mucha más dulzura, si corre el aire entre los dos. –Las
pecas de la muchacha sonrieron en la esperanza–. Le siento entonces más
cariñoso.
–¡Necesita tener el control! A veces, me pide tiempo para pensar. –Jorge
la miró a los ojos, antes de aclararle el trasunto–. Mantenemos una relación ideal,
en su piso, pues nada me preocupa ni condiciona la ruptura. Me iría a otro lugar.
–¿Quiere tiempo? –La joven se sentó al lado de Jorge, aprovechando que
en ese instante Daniel removía el trastero en el garaje.
–Yo necesité años para desterrar mis fantasmas –se sinceró Jorge.
–¿Daniel, cuánto necesitará? –Abrió la mano izquierda.
–¡Una vida entera o una noche! –Jorge juntó sus manos y las separó
deprisa como diciéndole, con ese gesto simple, que se alejara de Daniel–. Cuando
él te sienta mujer libre, te valorará y te amará como él mismo ama a la libertad.
Tened presente que los retos aparecen con el fin de reforzar tu facultad de
elegir. Cada acontecer en la vida trae un dilema, mensaje en la botella, que
incluye lecciones para tu desarrollo humano. Los valores que eliges practicar te
reactivarán la memoria existencial, eterna en Sapiens, con la finalidad de reavivar
tus joyas más valiosas.
Los escalones se dan la mano sin pausa y configuran la escalera. Así se
enlazan también los humanos en la cadena tricolor. Porque en el mejor mundo
236
posible, un alma se ofrece a otra y ésta tiende su corazón a terceras en lazo
infinito. Si vives la realidad, sin evasiones, te reencuentras seguro con tu ego
sensato y universal.
237
noches antes del cierre. La chincheta mañosa, a lo sumo tenía cinco años de
edad, colocaba en el carrito las provisiones que le pasaba su madre.
–¡Hija, mete estos cartones de leche! ¡Toma! –Alargó los dedos escuálidos
y alcanzó las manos de la niña, protegidas por guantes.
El hambre moviliza siempre a familias enteras. ¡En todo el mundo!
Caducados para la venta, los desechos comerciales alimentaban allí a
hombres y mujeres, jóvenes, ancianas y niñas que llegaban a diario al callejón.
Extraían las bolsas, cogían de ellas lo que necesitaban a diario para comer y se
ofrecían apoyo.
En el contenedor solidario había suficiente para el reparto diario, allí
siempre en hermandad, como riqueza genera nuestro planeta para alimentar a
toda la familia Sapiens. ¿Por qué mueren entonces personas por el hambre en
este mundo? Recogían del contenedor alimentos para la cena de esa noche y la
comida de los días siguientes.
Jorge nos contó que en otra ocasión escuchó desde la ventana:
–¡Toma patatas! –Dio un chico rubio a una muchacha–. Yo llevo ya tres
kilos dentro de mi bolsa.
–Gracias… –Agradecida, le miró con la bolsa vacía en sus manos–.
¡Muchas gracias!
Cierto es que existe el alimento espiritual.
¡Esperad un poco y lo conoceréis!
Dentro de tres páginas os lo presentaré.
¿Prefieres el alardeo de los más sabios o la acción callada y solidaria?
El contenedor rebosante, bendición de la providencia, atajaba la hambruna
además de producir efectos prodigiosos en los corazones. A Jorge le alentó desde
esa noche un despertar generoso en todas sus decisiones.
En la tertulia donde nos relató la experiencia del contenedor solidario,
nuestro amigo nos aseguró que desde esa vivencia siente la vida como una
delicia. Porque sobra dinero y alimentos.
¿Si nada caducase en el supermercado, colocarías tú por la noche cartones
de leche de tu despensa y bolsas de arroz y de lentejas, junto al contenedor?
238
Jorge lo hizo allí, en varias ocasiones, y los vecinos y las vecinas le vieron
dejar las bolsas.
Dos mujeres le imitaron al día siguiente.
¡Prueba tú! Repítelo y verifica lo que sientes.
Atrévete a descubrirlo y sentirás un diamante en tu corazón.
239
adorno natural de sus ojos de bella viuda. Aseguró a Jorge que añoraba a su
amado esposo, Muhammad, quien la respeto igual que a todas las mujeres de su
religión. Su mayor ilusión consistía en regresar a su país natal y vivir del
comercio de caravanas.
Tony plasmó en sus fotos la realidad humilde que conllevaban las familias
musulmanas unidas en la igualdad.
–Necesitamos poco… lo justo para trabajar en la huerta… –explicó Alí,
allí el cadí protector de la justicia–, … un pantalón, la camisa y este par de
zapatillas usadas.
Jorge dio las gracias a todos los inmigrantes, colaboradores en la
elaboración del reportaje, y regresó al periódico. Cuando terminó su jornada
laboral, ese día por suerte a media tarde, nuestro amigo apadrinó a una niña de
Guatemala gracias a una página web en Internet. Se registró allí como socio en
un programa de cooperación internacional de la ONG Educo.
Y además, esa misma noche, decidió cultivarse en el vaciado de armarios.
Más claro: entregar la mayor parte de su ropa a quienes menos poseen, y
así ejercitarse en el don de la renuncia solidaria.
¿Necesidad o capricho? ¿Equilibrio o derroche?
¿En qué mundo vives?
Te reencontrarás solamente con la libertad cuando sepas distinguir sin
dudas esas cuatro opciones vitales.
El jilguero toma sólo el aire que necesita y canta su felicidad.
Decenas de objetos materiales, vestidos, pantalones, zapatos y enseres,
metidos en muebles, cajones y más cajones, colgados por todas partes en la casa,
¿valen algo en el olvido? De la mayoría ni te acuerdas de que existe. ¡Practica el
vaciado de armarios!
240
la mañana. En una esquina, se cruzó y saludó a su amable compañero Julio, el
cartero del barrio, quien se dirigía con las cartas al Pasaje Gloria Fuertes.
En la plaza de La Palla, junto al árbol centenario, vio un corro de curiosos
a la puerta de la casa de Rafael el Hojalatero. El artesano retorcía, domaba más
bien, los trozos de hojalata que le traían Pascual y Vicente, sus hermanos. Con
destreza, por un don de valor incalculable, sacaba del metal un sin fin de formas
originales que cobraban vida en sus manos. Al verse observado por el
desconocido cartero, el tío Payá, vivaz y regordete, se dirigió a él en la lengua
que le enseñaron en su niñez:
–Tens fills? Em compres este joguet? (¿Tienes hijos? ¿Me compras este
juguete?) –Sus manos fuertes se movían velozmente como las del mejor mago.
–¡Eso es un juguete! –Cerró el carro del reparto y se tomó un descanso.
–L’Acabe de seguida. És una tartaneta. Te la venc per dos quinzets. (Lo
termino enseguida. Es una pequeña tartana. Te la vendo por cincuenta céntimos
de euro.).
–¿Cuántas horas requiere este cochecito?
–¡Una! Recuerdo el primero… hace cien años –le habló en castellano.
–¡Se equivoca usted! ¿Cien años?
–El tiempo vuela muy deprisa. Me alegra hacer felices con mis juguetes a
las niñas y niños. –Se caló la boina.
En su casa transformada en museo, la tía Teresa, su hijo Emilio, las hijas
Mila y María, ordenaban la exposición de juguetes ideados por su esposo. Rafael
fue el decano de la industria juguetera nacida hace más de un siglo en el pueblo
alicantino de Ibi.
–¡Gracias! ¡Hasta luego, tío Paya! Compraré alguno por Navidad.
–En la vecina localidad de Onil puedes también comprar la muñeca más
famosa del mundo –le apuntó Vicent.
Por la calle en el mediodía, saboreaba Jorge un cucurucho con rico helado
ibense y añoró las habichuelas de Maya. En su pueblo de Albacete, la anciana
madre de ésta las cocinaba al estilo panocho. Y la hija las compartía en el Serpis,
en secreto, con el entonces compañero de piso y pareja. Del mismo modo, tras
241
pasar por el pueblecito donde había nacido, Jorge regresaba a Alcoy con naranjas
de los huertos de su padre.
La naturaleza da siempre generosa.
Las habichuelas y las naranjas unieron entonces sus estómagos y también
sus corazones. ¿Qué brotó antes? ¿Cuántas habichuelas?
¡Nadie las contó, verdad!
¿Quién pesó la fruta? Eran kilos de amistad y de amor recíproco.
Dar y compartir es el alimento espiritual. ¡Ya lo sabéis!
Jorge había sentido alegría y muchísima felicidad mientras duró el trueque
amoroso con Maya, ahora casada y feliz con el cubano en Alcoy.
Mientras Jorge atravesaba la plaza de los Reyes Mayos repartiendo cartas
en Ibi, alejado de Maya hacía ya meses, sintió una mutación y valoró más la
pérdida de la amiga y antaño compañera. Su corazón la elogió por casarse con el
cubano, por sacarlo de la miseria de su país y ofrecerle un futuro mejor...
¿Para qué se encontraron Maya y Jorge?
Sencillamente, compartieron unos pasos en el camino que es la vida.
¿Por qué apareció el joven que les alejó?
¿Serías tú capaz de ayudar a un desconocido?
Estoy seguro de que darías tu mejor prenda de abrigo, llegado el caso, y
darías también tu calzado más cómodo a un indigente o una mendiga.
¿A quién y a qué renunciaste por amor?
Concibe las respuestas, vívelas… y crea tu propia vida.
242
mar. Le vibró en su pecho satisfacción, dicha del navegante que entra en el
puerto procedente de un país fabuloso.
Jorge acababa de regresar del reino de los sueños. Le refulgían las pupilas
de la luz que manaba su espíritu sereno. En ese instante, oyó una invitación:
–Jorge, me voy caminando al Salt. Haré un poco de ejercicio. ¿Te vienes?
–le avisó Daniel desde el pasillo, el casero y compañero de piso.
–¡Otro día! Me quedo un rato más en la cama. ¡Gracias! –Se recostó.
En sus pensamientos todavía medio adormilados, los colosos Amor y
Libertad se abrazaban, tras la batalla que habían librado en el último sueño de
nuestro amigo. Los dos gigantes se habían entregado por fin al plácido descanso
del dormir, preludio de la guerra que repetían en la cabeza de Jorge cada
madrugada desde hacía bastantes meses.
¿Qué asunto pendiente le estaba dando a Jorge vueltas noche tras noche en
su memoria? Necesitaba respuestas.
De un brinco, desde la cama, Jorge se encaramó en el tejado de la
buhardilla. Salía en ese instante el sol, ¡evento portentoso!, y practicó ejercicios
de respiración. El aire puro de la montaña alcoyana, brisa fresca, le trajo un
presagio: ¡En los sueños estaban las respuestas!
Recostado en la cama, cuando nadie le veía cogía un lápiz de madera con
la punta afilada. Lo prefería al contacto artificial del plástico del bolígrafo. En el
papel, escribía contrarreloj recuerdos que se le escapaban de las manos. Imágenes
tan escurridizas como la arena entre los dedos de quien levanta castillos en la
playa. Describía escenas evanescentes. Atesoraba emociones que acaba de sentir
en un mundo que desaparecía deprisa, en un pestañeo, al abrir los ojos y
convertirse todo en luz.
243
Y ello le desencadenó interrogantes:
¿Nos mueve un destino en cada vida? ¿Los sueños te trasladan al nivel
más eterno de la existencia? ¿El alma reencarnada en otro cuerpo regresa con
verdades guardadas en su espíritu? ¿Compromisos pendientes, ocultos en nuestro
inconsciente, invisibles durante años ante los ojos y la consciencia?
En el sueño surrealista que Jorge acababa de recrear a los contertulios,
sentados en el pinar, había sucedido en su cabeza una batalla interminable entre
el Amor y la Libertad, dones enfrentados pero unidos por la amistad pura. En ese
rato de visiones oníricas que relataba nuestro amigo, contempló a dos
golondrinas en vuelo fraternal. Amor y libertad fueron luego dos gaviotas
hermanas que jugaban a la amistad. Convertidas después en centellas que
alumbraban la senda donde dos delfines volaban saltando en las olas del Destino.
Finalmente, los delfines sabios invitaron a Jorge a que jugase con ellos en aquel
sendero de luz.
Embelesados por el relato de Jorge, nos sorprendió con una pregunta:
–¿Quién enjaula golondrinas? ¡Verdad que nadie!
Así pudimos sentir que el Amor y la Libertad, dos gaviotas hermanas
unidas en la eternidad, conviven en nuestra alma y se respetan.
Detuvimos el paso y nos sentamos un rato en un muro de piedras, junto al
hilo de agua de la fuente que alimentaba un rosal hermosísimo.
Nuestro amigo recordó que en aquel despertar de ensueño, al abrir los ojos
le acarició la luz que regalaba el amplio ventanal del dormitorio. Sintió calor y
caricias. Jorge nos contó que deseó dormirse otra vez y permanecer en el
escenario idílico del sueño, convertido en golondrina que jugaba con delfines,
pero el dragón amarillísimo elevó el vuelo.
¡Amaneció! Y saltó de la cama.
¿Qué será de nuestra vida carnal, cuando se apaguen los rayos del sol y su
energía? ¿Seguiremos entonces existiendo en el mundo de los sueños?
244
¿Desaprovechada cuántas veces? Desaprovechada la vida tantas veces
como pensamientos entusiastas vienen a la mente y los desoímos.
Porque nos dejamos invadir más por el pesimismo y el reproche.
Di siempre sí, sí al vivir: a las lágrimas y las risas.
Agradece cada despertar.
Elimina en ti la negación y los vocablos posesivos que resulten superfluos,
igual que han desaparecido en todas estas páginas.
¿Te diste cuenta?
Si ojeas con detenimiento las páginas de Krisis con K, desde la primera
página hasta la última, comprobarás la ausencia de la negación y del posesivo
innecesario.
¿Milagro? ¡Sólo es cuestión de voluntad!
Porque en nuestra esencia inicial, impulso imparable de la infancia, en
pocas ocasiones atiendes el dictado de esa palabra, fea y castradora, que con el
paso de los años te amordaza conforme te contamina más el entorno que te rodea.
Pues la niña y el niño, de inclinación natural al aprendizaje, hacen oído sordo a
esta afirmación negativa.
Deja de usar el vocablo que mutila tu vida y recupera tu esencia de niña y
niño. Ten la seguridad de que hallarás otras fórmulas y expresiones para avanzar
sin recurrir a la negación: algún día, tal vez, quién sabe, más adelante, quizá, en
otra ocasión…
En la vida de Jorge, las dos letras (la n y la o) que te encadenan en la
caverna, y que al juntarse te esclavizan, se conmutaron por las dos opuestas: Sí.
Implántate la confianza plena en el vivir y sentir, como a quien colocan un
marcapasos. Sé audaz y escucha a tu alma primeriza.
Vive en el sí… y para el sí.
Jorge abundó esa tarde, en la tertulia, sobre aquel sueño surrealista:
Sobre la cama, dormido su cuerpo, yacía su alma en el abrazo sereno del
Amor y la Libertad. De ese modo pudo liberar de nuevo el curso de sus
pensamientos olvidados. Situado ya Jorge en la puerta de otro sueño, explicó que
empezaron a recomponérsele imágenes.
245
Con el relato de aquella maravillosa vivencia onírica, Jorge nos estaba
dejando perplejos. Entonces, tocó el agua de la fuente y se refrescó un poco los
labios, antes de asegurar que había regresado, en sueños, a la niñez y a los
lugares que quería:
Se vio Jorge en medio de los chiquillos jugando en la calle.
Disponía del día entero para el juego. Carreras y alegría. Naturalidad
jovial. Verano. Más horas de luz y diversión.
Nuestro espíritu que transita por este mundo de mudanza física, en
cuerpos que una y otra vez se pudren y regresan al polvo, anhela la complacencia
de su origen neonato.
246
de John Ford. La comba daba vueltas en el aire sin freno, como la vida. Un grupo
de niñas la saltaba con gracia y habilidad. Joe DiMaggio enseñaba allí a batear a
dos niños y una niña.
De repente, la abuela Luz miró al nieto Jorge. Plantada en la puerta de su
entrañable casa, sonrió al pequeño. Atraído por el imán de dos ojos maduros y
limpios, acudió a ella.
–¿Dónde está tu madre, Jorge? –Se agachó y le dio un beso en la frente.
–En la casa con mis hermanos. –Se estiró de puntillas y la besó.
–¡Juega! ¡Un ángel va a tu lado! –Le susurró al oído–. Nada temas.
¡Diviértete!
La abuela le solía contar a Jorge cuentos de seres espléndidos: El Ángel de
La Guarda, de los más valerosos, insuflaba arrojo a sus protegidas y ahijados.
Estos seres oriundos del reino de Devachán o Skhavati llegan al planeta Tierra
donde se entregan al lema “¡Recta palabra, recta acción!” Guerreros de La Luz y
del Amor son valedores de un néctar que veneran y proclaman. Enfrentados con
la humanidad, cobarde y débil de espíritu, estos ángeles dudan y sufren en lucha
con los mismos egos que manipulan a los humanos. Resulta que su cuerpo físico
les ata a los deseos que pululan por aquí. En su afán ímprobo de Justicia, estos
espíritus pelean contra el egoísmo de quienes devoran la energía de millones de
inocentes. Pero pese a todo su poderío y voluntad, les resulta siempre más
denodada su batalla íntima contra el tirano que nace y se desarrolla en su cerebro
carnal, el pensamiento egoísta.
–Los ángeles te señalan siempre el camino y te recuerdan cómo puedes ser
muy feliz –le dijo la abuela.
Los guerreros espirituales encaran con valentía los juicios ruines de su
propia mente y combaten los deseos que penetraron su armadura fetal.
Porque el nacimiento humano de estos seres contaminó su esencia, igual
que contaminó la tuya y la mía, la nuestra. Estas almas impolutas, prisioneras
bajo la piel que se corrompe, sustentan en nuestro mundo atributos valiosos,
dones en peligro de extinción: Amor y Verdad, Compasión, Sinceridad,
Humildad y Comprensión, Libertad, Diálogo...
247
Y consagran la vida, sus esfuerzos y saber a la tarea de divulgar y predicar
Alegría y Solidaridad, Paz y Felicidad.
El Ángel del Amor, bautizado también como Arcángel San Gabriel o
Espíritu Santo, había explicado en sueños su misión a la anciana abuela Luz,
quien se lo estaba transmitiendo ahora a su nieto Jorge, a través de un cuento en
su infancia:
–Su misión consiste en mantener vivo, en medio de la humanidad, el
néctar del amor verdadero, manantial insondable, Jorge, donde te entregas hasta
el fin sin nada esperar a cambio…
–¿Sin qué? –Boquiabierto, preguntó el nieto.
–Sin esperar. El amor, veneno que dirige nuestra vida, es la medicina, un
tesoro, bálsamo que te reconforta y te salva siempre –contaba emocionada Lucía.
–¿Abuelita, dónde ésta escondido ese tesoro? –Se acercó para escucharla.
–Lo sientes al caminar y hacer amigos y amigas. –Tocó con ternura la
carita del pequeño–. Lo sientes dentro de ti y a tu alrededor. ¡Es mágico!
–¡Magia como la de Harry Potter! ¿Dónde vive, abuela?
–Vive en las personas y en todo, en la huerta y la naturaleza.
248
recuperamos en la vejez, Luz volvió a ofrecer de cuando en cuando muecas
cariñosas a las nietas y nietos.
La abuela Luz contagió a su nieto Jorge la fe en El Ángel de La Guarda.
Y le aseguró que todas las almas, sin excepciones, poseen la gracia de
imanar la potestad de ser ángeles.
¿Cuándo?
En un sueño que se le repite a Jorge, el corazón de nuestro amigo forma
parte, como el mío y el tuyo, de una cadena interminable de almas unidas como
eslabones fundidos.
249
voluntarias del turno de la mañana había caído enferma de gripe la noche anterior
y tenía fiebre. Sin dudarlo, Jorge desplegó la respuesta afirmativa:
–Estoy ahí dentro de quince minutos. –Comenzó a quitarse el pijama.
–¡Te esperamos! El conductor del vehículo viene de camino.
Repasa la memoria y tu vida. Recréate en ello pues merece la pena
hacerlo. Hasta en tus recuerdos más vagos aparecen huellas y retos parecidos a
los de Jorge. ¿Respondiste afirmativamente en algún caso o los rechazaste todos
con excusas?
250
–¡Buen día! –Le sonrió nuestro amigo–: ¿Está usted bien?
De repente, la estatua aniñada y calva cobró más vida. La delgadez de
Mauro, débil, se le había lanzado al pecho en achuchón tierno. Movía sus labios
como el recién nacido que busca la teta para mamar. Dio un beso a Jorge y se
abrazó más a él. Gratitud: Felicidad. En esa primera vez, les pareció a ambos que
se conocían hacía siglos.
–¡Gracias! ¡Gracias, muchacho! –Musitó la mandíbula esquelética.
Caminaba en el alzhéimer mutilado de recuerdos. Pero lo que le dolía de
verdad a Mauro era ignorar dónde enterraron a su padre. Imaginó el cadáver
arrojado en fosa común, en luna llena asesina, junto a otros mártires de la Guerra
Civil. Quería hallarlo y cerrar la herida, como los familiares de los muertos en el
otro bando. Odiaba su olvido y le palpitaba el corazón encadenado en su infierno
de odio. Se sometía al sub judice sin fin, en los juzgados, que te mutila e
imposibilita mirar hacia adelante y olvidar.
251
–Poseen una percepción extrasensorial de los sentimientos auténticos.
–¿Qué les guía? –Acercó a la joven un plato con galletas Príncipe.
–Nuestra mirada y la vibración de la voz. –Se sacó el pendiente y luego
hizo lo mismo con el otro.
–¿Vibración en voz? –Jorge le dio el café con leche que había pedido.
–Captan tu intención más profunda. Y en tu mirada detectan la entrega –
sostuvo la especialista, más guapa cuando se quitó las gafas negras que cubrían
sus ojos y la afeaban.
Las efusivas muestras de agradecimiento de Mauro indicaban que la ayuda
del voluntario le había salido del alma. Al contrario de la actitud manifestada por
una voluntaria de risita teatrera, e intención vacía, que busca agradar sin más.
Quienes falsean sus ademanes en público, desde la hipocresía y la teatralidad,
quedan luego en entredicho cuando rechazan asistir a los enfermos o personas
desvalidas. Pero despertará su ego.
252
los recuerdos e imágenes próximas, se ve impotente con las visiones más
emotivas y enraizadas en tu espíritu.
Segundos después, corroboró Alba:
–Hay enfermos que reproducen con exactitud escenas ocurridas décadas
atrás. Y con los sentimientos inmunes a la ponzoña, reviven las emociones del
pasado remoto.
Por la alegría que había propiciado en Jorge la lucidez de la psicología,
nuestro amigo quiso llegar a puerto gracias al impulso de su oleaje de dudas:
–¿Qué tipo de emociones nacidas en la infancia se mantienen? ¿Todas las
que sentimos por primera vez cuando somos niños o niñas?
–En la libertad de la niña y el niño que anida en tu alma, –reiteró Alba, a
la vez que limpiaba los pendientes– te alegra o entristece lo emocional cargado
de verdad, con más permanencia en el recuerdo que lo corpóreo y pasajero.
–¿Y podemos recordar nuestros sentimientos toda la vida?
–Yo creo que sí. Los necesitamos para renacer a la inocencia durante
nuestra vejez. –Abrió las manos como se abre la flor.
–¿Por qué ocurre también a estos enfermos?
–Porque la enfermedad parece vaciarnos del equipaje del ego insaciable y
sus intereses materiales. Así lo sentí en enfermos terminales –apostilló Santi.
–Pero la familia sufre. Conozco casos. –Batió Jorge las cejas.
–En cambio, la enferma o enfermo viven los últimos años en la inocencia
y la felicidad de los primeros años de la vida. ¡Con ellas nacemos! –dijo Alba.
–Pero los hay que se manifiestan también con violencia –espetó Jorge.
–Si los tratas como a un adulto –defendió– olvidan su sensibilidad infantil.
–¿Cómo les comprenderemos entonces?
Animada por el interés de Jorge, la psicóloga le regaló otra clave:
–La mejor solución a nuestro alcance es vibrar siempre en la confianza
mutua con los enfermos. –Se colocó el pendiente izquierdo.
–¿Cómo si fuera otra medicina? –Chupó Jorge el borde de otra galleta de
chocolate.
Santi y Alba le miraron en silencio, sin decir palabra.
253
–Nuestra medicina receta sólo anestésicos, calmantes… porque buscamos
poco el remedio, el único, de toda dolencia. –Sonrió la psicóloga, al tiempo que
se ajustó el pendiente derecho.
254
Jorge miró a los ojos a Migdal, la mejor compañera en las tertulias, y se
puso a prueba, ante nuestra sorpresa:
–¿Mi indiferencia ante la pobreza y la injusticia es una actitud reprobable?
Paso a paso a golpe de quimera, en la nueva vida que se labraba nuestro
amigo con sus decisiones diarias, se aplicaba esa pregunta en cada pensamiento y
acción. Y Jorge consultaba al mejor amigo, hermano que te dice la verdad.
¿Comprendes de quien te hablo? Búscalo en tu pecho.
–¡Siéntelo! Tócalo. ¡Adivinaste! Déjame… –Jorge cogió la mano
izquierda de Migdal y la colocó sobre mi corazón. Así mostró la lección a dos: a
ella y a mí.
255
muchos se sienten libres! Sin embargo, la mayoría de Sapiens vegeta prisioneros
en su cáscara carnal, con la cuenta bancaria llena. Conozco mentes encarceladas
en lo material.
Pero con todos los pesares económicos que imagines en muchas regiones
del planeta, ello es menos lamentable que malgastar el dinero y desaprovechar las
oportunidades de vivir y ser feliz.
256
Salía Jorge del centro comercial, cargado de optimismo. Saludó con una
sonrisa al vigilante. En la puerta, el bigote corpulento le devolvió el saludo. Jorge
subió por la calle y llegó en dos pasos al edificio donde vivía con Daniel. En el
colegio de enfrente, la sirena de las tres soltó su ladrido, previo al cacareo de las
madres y el revuelo infantil. Dejó descansar al ascensor, por lo del ahorro
energético, y potenció sus piernas.
En mitad de la escalera, Jorge oyó por una ventana entreabierta el
gallinero escolar. Nadie le esperaba en el piso. A esa hora, seguramente, el
casero iba caminando hacia su autoescuela. A las tres y media empezaba las
clases del turno de la tarde.
Dentro ya del piso, lo primero que hizo nuestro amigo fue ojear la
biblioteca. Una docena de libros. En la balda más alta de la estantería, alcanzó
con respeto Autobiografía de un yogui, de Yogananda. ¡Alimento espiritual! Os
aconsejo la lectura de esas aventuras y vivencias. Jorge buscó respuestas y le
saltaban los dedos por las hojas. ¡Sorpresa! Un billete olvidado le sonrió entre
dos páginas: ¡50 euros!
En la alegría súbita, mayor alegría por inesperada, rechinó con fuerza el
timbre desentonado. Se acercó a la mirilla de la puerta. ¡Otra sorpresa!
Era la cara del compañero de piso, Daniel, el casero.
–¡Gracias por abrir, Jorge! ¿Qué tal la semana? –Entró con más prisa que
de costumbre.
–De paseo en paseo por las calles, repartiendo cartas…
–Olvidé las llaves en la cocina… ¡Me voy! Tengo a Juana ahí abajo, al
volante del coche de las prácticas. –Se explicó.
Al ver la nariz siempre rojiza del casero, a Jorge le embargó la inquietud
por una deuda que mantenía con él: el pago del alquiler de la habitación. Como
dicen que quien paga descansa más tranquilo, Jorge se echó la mano a la cartera
y agarró los billetes que había sacado hacía media hora del cajero en un banco. Y
se los dio a Daniel:
–Aquí tienes: 225 euros. Pero te pediría un favor.
–¿Qué? ¡Dime! –Movió la boca sin pensar ni parar de contar billetes.
257
–¿Me devuelves el dinero y me cobras a fin de mes? Me impuse una tarea.
–¿Te impusiste qué…? –Metió en el bolsillo, a buen recaudo junto a su
turquesa, las cuatro golosinas de papel, de color de la naranja. Los cuatro billetes
de 50 euros. Más los otros tres billetes: 25 euros.
–Sí. Quiero ajustar los gastos imprescindibles a mi nómina de este mes.
–Te ayudaría si fuese por una causa mayor. ¡Me voy: Juana me espera
abajo en el coche!
–Tranquilo. ¡Nada te dije! Tengo ahorrado suficiente. Te lo pedía por
enfrentar este mes el reto de equilibrar los ingresos y los gastos. ¡Nada te dije! –
le tranquilizó.
Con la mentira quería Jorge camuflar sus problemas de liquidez. Sintió
sonrojo y bochorno, tras años de abundancia. ¿Qué escondía? Pretendía enlazar
dos nóminas, y retrasar el pago del alquiler, para llegar a fin de mes sin contar su
escasez económica, vergüenza ridícula. El pago de la nómina por su trabajo
entraba el último día del mes en su cuenta bancaria.
De haber compartido la verdad, qué hubiera respondido el casero. Sin
duda, le hubiese ayudado. ¡Atrévete a pedir ayuda y recibirás!
258
en el periódico. Poseía menos dinero pero se sentía más libre. Jorge contemplaba
a diario el perfil bellísimo del Barranc del Cint al atardecer y se sentía feliz.
En los días de escasez que siguieron en la región del Serpis, otro mediodía
en la mesa comía una tortilla de atún y tomate troceado con aceite y sal. De
repente, Jorge revisó por unos segundos en su mente la imagen pasada del
frigorífico vacío en casa de Maya. Escasez por su idea vehemente de reducir los
gastos para traerse al cubano a España.
En esa situación, el deseo arrollador y ciego pudo más que ella, hasta
situarla al borde del ayuno famélico. Seguro que el joven esposo, ya en Alcoy, le
agradeció tanto sacrificio, salvo que Maya haya silenciado su esfuerzo solidario.
259
¡Antiguo periodista cazado por ladrón!
¡Por un chorrito de lejía! Jorge se vio conducido a la fuerza por policías.
Caminaba cabizbajo y esposado, en su imaginación, mientras la vecina le
acusaba desde el balcón, a gritos:
–¡Ladrón! ¡Violador!
Y vio a Daniel mirarle, estatua de sal en la acera, pero el casero desvió la
vista hacia otro lado, temeroso de su implicación penal por dar cobijo al
delincuente.
¡El hambre te puede volver loco!
¿Todo aquello fue sueño o realidad?
Cuanto nos contó Jorge de aquella vivencia, yo creo que había ocurrido
sólo en su imaginación. Tal vez lo inventó para mostrarnos una lección más.
Sea lo que fuere, realidad o invención, Jorge consiguió predisponer a su
cerebro, como ahora al nuestro, para ayudar a quien nada tiene… ¡ni comida! La
hambruna de millones de niñas y niños, realidad cruel frente al derroche, debe ser
providencial para que aprendamos algún día a compartir.
Ya sabes que tu cabeza crea los problemas y también las soluciones.
Jorge se enfrentó en aquella etapa de su vida al sueldo escaso. ¡Cierto! Y
creció así en él, idea a idea, la conciencia de su fortuna, suerte grandísima, por su
nacimiento junto a una huerta que daba todo el año alimentos suficientes para el
pueblo entero y la familia de Pedro, su padre.
Días después a media tarde, Daniel regresó al piso, apenas sin hacer ruido
como el ladrón. ¿Por qué traía tanto sigilo? La puerta de la cocina estaba cerrada.
260
Pero había luz dentro. Allí al sol en la terraza, Jorge cavilaba todavía en sus
pensamientos y sus problemas económicos. Pero se le alivió la situación:
–¡Jorge! Me diste 50 euros más entre los billetes del alquiler. –El casero
asomó la cabeza–. Te los dejo en la repisa de la entrada. –Cerró la puerta:
desapareció su voz.
Ese billete era el que había hallado la semana pasada entre las páginas del
libro y que entregó a Daniel, en un descuido, mezclado con los siete billetes por
el alquiler de la habitación. ¡Dio gracias! Hacía dos meses que había extraviado
esos cincuenta euros, según su recuento de sumas y restas. Y ahora aparecieron
los cincuenta euros cuando más los necesitaba Jorge.
Otra preciosa mañana, paseaba Jorge con el carro de Correos por la acera
de la avenida Rey Felipe II en Ibi. Para Jorge el primer día laboral llegaba
siempre con el lunes. Así le ocurrió también en los tiempos del periódico en
Orihuela, donde trabajó además todos los fines de semana, de lunes a lunes sin
descanso. Esa jornada matinal de cartas y certificados en la soleada acera,
primavera de jardines y flores, se le aproximó la mansedumbre de un perro, al
que Jorge invitó a desayunar:
–¡Tienes hambre, amigo! ¿Quieres este trocito de magdalena o prefieres
mejor esta galleta?
Las exhortaciones a construir un mundo nuevo y justo sólo sirven
combinadas con la acción permanente. ¿Te atreves a depositar granitos de arena
para reconstruir la sociedad? Sé que guardas muchos granitos en tu corazón para
hacer realidad la utopía, hoy pensamiento. ¡Compártelos! Si aumentas tu
contribución solidaria cada día: se extiende la felicidad.
El ejemplar de perro labrador plantó delante de Jorge sus dos ojos bellos
que le miraban. Gracias a su olfato sabio y natural, el animal olió la
predisposición del hombre de camisa amarilla, y se aproximó sin miedo.
El universo combina en el cerebro tus palabras con el fin de que tu
conciencia las recuerde y las convierta en acciones. Toda causa genera el efecto
261
de ofrecerte otra oportunidad. Por las orejas mansas del perro, ojos tiernos,
rebrotó en Jorge la sentencia vacua que había pronunciado, dos días antes, en el
retiro budista del Sutra del corazón.
–Daría la vida por una persona pero creo que nunca por un perro –había
afirmado Jorge en el taller de meditación.
En ese retiro de fin de semana, Paz, la monja instructora, aseveró:
–En el amor y bondad fundamental, si deseas alcanzar la felicidad, das tu
vida por todo ser vivo. Sea persona o de otras especies. Tenlo presente, Jorge.
Tomada la frase entonces por nuestro amigo como pura teoría, ahora se le
estaba ofrecido en la acera el reto que le correspondía en su primer paseo por la
calle. El retiro espiritual había sido el sábado y el domingo. Era lunes, inicio de
la semana laboral. Cual arte de magia, el alma de Jorge intuyó el aprendizaje sin
fin, igual que lo había intuido hacía años, en el cuerpo del niño Jorge,
sorprendida el alma frente al haz de luz en el pasillo de su casa. Acercó a la boca
del perro su mano derecha, como aproximó siendo niño sus deditos a la grieta de
la puerta. Quería saber, sentir.
–¡Toma, come, come! ¡La magdalena, riquísima! ¡Toma esta galleta!
La sonrisa de Laura, mujer de anchas caderas, se dibujó idéntica a la del
grandote animal domesticado, orejas gachas como su dueña. ¿Tanto nos podemos
parecer a la mascota y amigo de compañía? ¡Yo deseo parecerme más a Jorge!
–¡Gracias! Venimos de pasear más de cuatro horas y, claro está, hay
mucha hambre –agradeció la joven.
–Tome usted esta magdalena. –Le tendió con la mano izquierda.
–¡Gracias, en otra ocasión! Soy diabética y debo dosificar mi azúcar.
262
Nubes de algodón redondas y blancas enjaezaban el cielo azul, mientras
en el asfalto se preparaba un examen a la abertura de sentimientos de Jorge.
Había terminado la jornada laboral. Conducía su coche, ya de regreso a la casa de
Daniel en Alcoy, cuando vio al cachorrito en grave riesgo, a merced de las fauces
más fieras de la ciudad. Hacía amagos el pequeñín de cruzar la calzada invadida
por cientos de coches, en una y otra dirección. Fauces que podían devorarle. Y
ahí el universo regaló otro interrogante a la conciencia de Jorge. ¿Sería capaz de
arriesgar la vida por salvar al perrito del atropello? De inmediato respondió el
corazón: sí, para salvar al perro u otro animal. Y Jorge recordó y sintió la
afirmación de Paz, la monja budista.
Había soñado nuestro amigo, una de tantas noches, que tras esta vida
existe otra y otra y otra... y antes existió otra y otra y otra. ¿Siete?
La muerte, renacer interminable, una y otra vez… nos da oportunidades:
nuevas ocasiones de ser generosos. Los retos y los mensajes, a través del
pensamiento, emanan de la vida y del cosmos.
Las preguntas y sus respuestas te aparecen en la rueda eterna, solamente si
has reconocido tu Destino. Los retos que emergen te despejarán todos los
caminos, en el laberinto humano, mas posees el albedrío de amar sin condición o
de ser egoísta y ruin. En el laboratorio de la vida, a Sapiens le está permitido
todo tipo de ensayos. Ni te juzgan ni condenan. Tú mismo juzgarás tu vida.
En la existencia sin fin, la sabiduría del alma obra por medio de la
comprensión y la conciencia. Tropiezas cien y hasta mil veces pero aprendes.
¿Gracias a las manzanas envenenadas?
Jorge me ha desvelado que él dejó ya de creer en lo fortuito… y dejó
también de creer en los premios y en los castigos de un dios cruel.
263
En esa charla, Jorge me mostró otro secreto:
–Siempre hay una prueba más, un reto mayor para todos los espíritus
libres y solidarios.
264
alimento que buscaba en vano en el salón. Mi amigo dejó la puerta entreabierta
por si alguien, con deseos de aprender y voluntad de ver más allá de sus narices,
salía al patio para ver comer al insecto. De regreso en la sala, Jorge vio preguntas
por doquiera que miraba. Unas aterradas por el supuesto chiflado. Pero las más
de admiración por el buen juicio del socorrista. Por el mismo acto, un
pensamiento elegido allí al azar, entre los que sobrevolaban las cabezas, situaba a
Jorge en el psiquiátrico o en un pedestal.
Siempre el juego de los opuestos.
¿Quién posee la verdad absoluta?
Nadie se atrevió a devolver al visitante a su medio natural.
Pero la mayoría comulgó en silencio con el supermán. Al sacar al insecto
al patio, había notado en su nuca un aliento invisible de apoyo. Aunque
insignificante en apariencia, una garrapata cumple su función en la cadena de
causas y efectos, manifestada ahí en el reto que enfrentó Jorge y su decisión de
actuar. Nadie debe desear la muerte de otro ser.
En demasiadas carreteras, despojos de animales atropellados, destrozados
por los coches, hieren a quienes sí respetan a la naturaleza.
¿Hundes al volante el pie en el pedal del acelerador o lo sitúas siempre a
media altura? Seguro que te conmueve la pena, cuando ves un cadáver humano
sobre el asfalto.
Al término del cursillo, más allá de las cuatro de la tarde, el coche de
Jorge abandonó la autovía de vuelta al piso de Daniel. En una curva dentro en la
pinada, se le aparecieron dos orejitas. Cual caracol ante las pisadas del senderista,
confiando en la compasión humana, una cría de liebre cruzaba despacio
¡despacito! la calzada. Jorge levantó el pie del pedal y lanzó una vocecita:
–¡Cuidado! ¡Busca a tu mamá!
Las patitas de la cría avanzaban lentamente.
La liebre indefensa quería alcanzar la maleza de la otra orilla. Pero por la
dificultad del alquitrán pegajoso, verdugo en el monte, la recién nacida se movía
en suelo artificial. Igual que el neonato que abandona la matriz y se adentra en un
mundo extraño.
265
Por la inocencia y debilidad de la liebre, el alma de Jorge se abrió paso a
través de la mente:
–Cruza, pasa: ¡tu mamá está cerca!
266
niña o niño. Levanta tu mirada hacia lo alto pues las nubes siguen ahí arriba.
¿Olvidadas cuánto tiempo? “Dondequiera que haya niños existe una edad de
oro”, evocó Novalis, escritor alemán.
267
–¿La comes todo el año? –Mordió una punta del triángulo tentador.
–En casa de mis padres en Ibi, sí. Y en el obrador de Rico, por catalinetes
en noviembre. Verás a las niñas con un lazo rojo en la cabeza: de excursión a
merendar. Y se come también la saginosa en carnestoltes (carnavales).
Y luego de contar que el exquisito invento de repostería lo idearon a
principios de 1900, hace más de un siglo, Ramona Rico e Isabelita Castelló,
sorprendió de repente a Jorge la coleta saltarina de Belsari:
–¿Jorge, te vienes a la entrada de La Burreta? –Se calzó unas babuchas.
–¿La Burreta? –Terminó de saborear la última ración de saginosa.
–Un desfile… hoy víspera de la Cabalgata de Reyes. Acuden niños y
niñas que piden los regalos. ¡Bonito y emotivo! –Desenfundó el planisferio.
–¡Parece muy entrañable! ¿Cuándo? –quiso saber la feminidad de Jorge.
–¡Esta misma noche! –Belsari desplegó con cuidado el planisferio.
–¿Llevo algo?
–Ven y mira. ¡Disfruta de la sorpresa! Vívelo in situ, sin preparativos.
Una hora después, tras el maravilloso viaje por las estrellas, antes de
despedirse preguntó Jorge:
–¿Dónde quedamos, Belsari?
–Ens veiem en la Plaça de Dins. A les onze. (Nos vemos en la Plaza de
Dins. A las once.) –Belsari abrió con gentileza la puerta de su casa y despidió al
invitado–. ¡Ah… y conocerás al Tio Piam!
–Allí estaré. ¡Hasta luego! –Se dieron dos besos.
Con todas las ilusiones a flor de piel, por el reencuentro con su niña y niño
más íntimos, inocencia infantil, Jorge se marchó a cenar. Engordada por las
calorías del dulce, su curiosidad le pesaba en las calles empinadas de Alcoy,
mucho más en el ascensor por el sobrepeso azucarado de la saginosa. Al rozar el
botón del cuarto piso, le gritaron la impaciencia y el deseo.
¿Quién le podía explicar aquello de La Burreta?
Al instante, la respuesta llegó a su mente: vio una imagen de Daniel. Su
casero lo sabía seguro porque vivía hacía años en esa ciudad.
268
Había subido solo en el ascensor, pero salió en compañía de la prisa. En el
rellano, sintió que la puerta del piso estaba muy lejos, a un kilómetro por lo
menos, cuando la tenía a dos metros. Nervioso ya, metió la llave en la cerradura
hasta el fondo y la giró. Luz en la cocina: ¡Daniel! Tocó la cristalera con el deseo
de hallar respuesta a su inquietud infantil y recibió otra alegría:
–¡Pasa, Jorge! ¡Buenas noches! ¿Cenas?
–¡Ensalada rica! –Cogió un tenedor y se echó la mitad en un plato.
–¡Fresquita, eh! Prueba el chorizo vegetariano. De soja, trigo y avena, con
orégano, pimentón y aceite de oliva. –Se lo acercó, generoso–. De postre hay
Tarta de San Lorenzo. Belissa la trajo de la confitería ‘Garrote’ de Valladolid.
–Tomaré sólo un poco. Este trocito. ¡Vengo con prisa! Me han invitado a
La Burreta. –Jorge dejó de masticar y abordó a Daniel–: ¿Quién es La Burreta?
–¡La Burreta! –exclamó con voz de niño.
Porque advirtió un inmenso prado juvenil en los ojos de Daniel y el
rebullir de la candidez en su mirada, impropia en un casero contable riguroso,
presintió algo inolvidable y próximo. ¡La Burreta seguro que es la felicidad!
–Ve al desfile, Jorge. Tú mismo lo entenderás. –Se cortó la punta más
curada del chorizo y prosiguió–: ¡Seguro que La Burreta te trae a ti más suerte
que a mí la turquesa! Van allí niñas y niños. Centenares de familias.
Jorge se acordó de Maya. Le extrañó que nada le hubiese hablado de La
Burreta en las tres Navidades que pasó con ella. Hecho incomprensible por su
actitud jovial, de aparente mujer alegre y amante del disfrute. Por qué le habría
silenciado la existencia de La Burreta. El alma de nuestro amigo quiso llegar más
hondo. ¿Algún recuerdo de La Burreta entristecía a Maya si iba a verla?
269
era de día como al amanecer. Rizados gorjeos infantiles le arrastraron hasta la
plaza y voló Jorge gracias a la imaginación. Corría la chiquillería allí a ritmo de
tarantella en el deseo de besar a la princesa del cuento. Las criaturas salían de
todas las esquinas. Bufandas y gorros subían la pendiente:
–¡Corre papá, mamá! ¡Que pasa La Burreta! –La niña corría muy deprisa.
En la esquina de la plaza, le esperaba puntual, como habían quedado, la
trenca sonriente de Belsari, en compañía de Belén, rubia de ojos azules. Ambas
se encontraban allí agazapadas para combatir el frío.
–¡Hola, Belén! ¡Belsari!
–¡Hola, Jordi! Preparado para la sorpresa.
La mirada desvalida de Belén creció en el hogar de los padrinos, amigos
de su madre, muerta a los pocos días de enviudar. Quedó huérfana, si bien la
costumbre añeja le otorgó una familia. El destino les dio la parejita que deseaban,
a costa de la niña que perdió al padre y la madre. Belén acababa de cumplir
diecinueve años. Pero desde los dieciocho donaba sangre y había autorizado la
donación de los órganos de su cuerpo. Y además compraba todos los viernes dos
o tres cupones del sorteo especial de la ONCE. ¡Loables muestras de solidaridad!
El farfullo veloz y alegre de la pecosa, medio adolescente medio mujer,
contrastaba con sus titubeos y pesadez al caminar. Sus carcajadas ostentosas
descongestionaban a buen seguro el fuego interno de un volcán triste.
De repente, apareció en escena el Tio Piam. Gritaba, repetía incansable:
–Que venen els reis! (¡Que vienen los reyes!) Que venen els reis!
Puntual como cada enero, el querido Tio Piam convocaba a todos: a niñas
y niños, madres y padres, y a los personajes vivos del mágico Betlem de Tirisiti.
Reclamaba su presencia, junto al Embajador, para acompañar a La Burreta.
–Quiero ver ya a La Burreta. ¿Es en la Plaza de Dins? –preguntó Jorge.
–Aquí. Baja por el carrer Sant Nicolau y entra por ahí. –Señaló Belén.
–¡Cuánta luz: parece de día! –Jorge miró hacia arriba.
–¡Sí. Amanece! –Belsari le dejó perplejo.
–¡Amanece en la medianoche! –se quedó dudando.
–¡Alegría, optimismo y felicidad! ¡Un amanecer en el corazón, Jorge!
270
Embelesado, nuestro amigo leía pancartas. Agasajos y colores en el papel.
Amigos y amigas daban la bienvenida a La Burreta. En brazos de mamá, un bebé
le regaló el chupete, pezón mentiroso, de plástico. Dos niñas rogaron a la maga
cenicienta el regalo de desfilar allí, la próxima primavera, en las escuadras de La
Festa. ¡Venid a Alcoi por San Jorge! Disfrutad en abril de las entradas festeras
Mora y Cristiana, espectaculares. Y saborea el típico café licor alcoyano y la
mentira con granizado de limón. Te sentirás como en tu propia casa.
Tirisiti y Tereseta salieron del Betlem (El Belén) y aplaudían a La Burreta.
El niño Sant Jordiet acudió a repartir sus flechas amorosas.
Los ruiseñores de Alcoy, cual de los dos más guapo, Camilo y Francisco,
con su amigo Nino, de Ayelo, le cantaban villancicos a trío.
Como en el paraíso, sobre tejados cubiertos de pétalos, La Burreta cruzó
el cielo como un ángel, descendió hasta el suelo y plegó sus alas en la gran plaza.
Gracias a un leve susurro, casi inaudible, Jorge giró la cabeza a la
izquierda y miró a su espalda. Allí descubrió, otra vez sin pensar, un tesoro
valioso que guarda el alma del pueblo alcoyano.
Quedó ensimismado. ¡Su amiga escribía en un papel!
–¿Qué haces, Belsari?
En los ojos de la joven hubo la misma felicidad que en Daniel, refulgir
idéntico, el mismo destello que en el casero al pronunciar Burreta.
Y Belsari le reveló el secreto:
–Escribo deseos en este papelito que echaré en una de las alforjas: ¡La
Burreta los lleva a los Reyes Magos!
¡Qué maravilla! ¡Esperanza!
En la plaza, el desparpajo de La Burreta avanzó entre la muchedumbre
que la acariciaba. Madres y padres levantaban a sus hijos hasta las alforjas que
portaba el animal menudo. Jorge veía manos y sintió que eran almas entregando
anhelos, aleluyas, en el corazón de la maga que se movía a cuatro patas.
Guiado por un impulso imparable, natural, pidió a Belén un trocito de hoja
en blanco y escribió con un lápiz: “Más amor para compartir.” Y en el corazón
de Jorge reapareció el recuerdo de Miguel, su amiguito poeta. Sonriente en la
271
ilusión de sus abarcas repletas, el oriolano allí reencarnado corría por la plaza
con niños alcoyanos, en un mundo fantástico que allí era una juguetería.
–¡Voy a entregar el papelito! –Jorge pasó el lápiz a Shruti, niña india que
se lo pidió, hipnotizado por el magnetismo que vibra ahí esa noche, 4 de enero.
Jorge se hizo un hueco en el gentío. Se acercó a La Burreta rodeada de
niñas y niños. La fe le alargó la mano. Alcanzó una alforja y depositó su petición,
ruego humilde, encima de la inocente carga de papel que llenaba las alforjas.
Elevado por la esperanza, le nació a Jorge en el pecho un torbellino de luz y
sintió el latido de su microcosmos. El vórtice daba vueltas. La espiral interior fue
agrandando más y más la órbita, más y más hasta que le alcanzó le cerebro. Y ya
ahí, a la velocidad de vértigo con que la mente desplaza las ideas, por planos
invisibles, sintió que su ruego de amor despegó hacia el universo.
Jorge sintió esa misma noche que todas las fuerzas del cosmos, fundidas
con su pensamiento puro, se movilizaron conectadas al alma. Porque la
afirmación en el papel se transformó en existencia corpórea, sólo una semana
después. Créelo aunque por ahora te parezca un hecho imposible de comprender.
¡Sí! A los ocho días, el cielo devolvió a Jorge su oración hecha realidad,
completando así la órbita espiritual que había nacido en su chakra del corazón.
Y Jorge halló “más amor para compartir” y oportunidades de amar.
Sin esperarlo, Jorge halló la respuesta a su ruego en un sitio enigmático:
Turballos, paraíso de amistad entre pinos y bellísimas flores silvestres.
272
–¡Ámame, si quieres hacer algo que necesito de ti! –le pidió.
–¿Qué me dices? –Apiñó Maya los ojos, sin comprender.
–Tú me dijiste en una ocasión que pregunte antes de regalar. Es más útil al
otro; eso repetías –le recordó–. Pregunta antes de regalar o rezar por mí.
¡Ámame, Maya!
El avión corrió con furia por la pista central y despegó. Al estar poseída
por el asunto cubano, Maya había hecho caso omiso de sus propios consejos.
Había rogado al universo que Jorge encontrase nueva pareja. El fin nunca
justifica cualquier medio para alcanzarlo. Maya rezó por Jorge y le deseó otra
mujer pues ella se casaba el mismo día que llegaba a Cuba. Pero a la vuelta,
Maya desea seguir como su mejor amiga y tenerlo en el piso hasta asegurarse la
llegada del esposo. ¿Con el ruego de que hallara una mujer le estaba amando o
quiso echarle una cadena al cuello en Alcoy?
Porque al rogar conviertes el ruego en más real, a los quince días del deseo
de Maya, justo ocho del papelito que Jorge echó a La Burreta, se le aparecieron
dos mujeres en su vida: Lucrecia y su hija Puri. En el caserío de Turballos, Jorge
atendía las explicaciones del profesor del taller. Acababan de formar un círculo,
sentados en posición de loto. De repente, se dejó oír la puerta y una voz
femenina, ahogada, preguntó si se hallaba en el aula de Reiki. Cuando escuchó la
aceptación de Alex, el maestro, nuestro amigo se movió para abrir espacio en la
alfombra, entre él y su amiga Sari. Así Jorge abrió el camino a Lucrecia, sin
saber que se estaba sentando a su izquierda otra mujer que sabía amar.
La mañana había transcurrido entre aprendizajes y prácticas y se acercaba
la hora de la comida. Abandonaron la sala de estudio y salieron al patio. En la
mesa llena de comensales, al sol, había quedado libre una esquina. ¿Otra
encrucijada de caminos?
–Me siento a tu lado –indicó Jorge a Lucrecia.
Situado frente al sol, pues prefería comer así cuando se le presentaba la
ocasión, Jorge tenía ahora a su izquierda al padre Vicent. Podría de este modo
charlar y hasta preguntar al mentor, alma mater, del lugar que había descubierto
hacía cinco horas. Nuestro amigo colocó sobre la tabla de madera un trozo de pan
273
integral, junto al tazón de caldo caliente con verduras que se había servido de la
olla. Contempló un nudo grande, tal vez milenario, en la madera de la vieja mesa
de roble. Y puso luego la cuchara encima de la servilleta blanca pura, doblada a
su derecha. Despacio, Jorge saboreaba los rayos de sol, tanto o más que el aroma
de la sopa. Mordisqueó una manzana reineta del Bierzo. El cura comía otra:
–Vaig pels huitanta anys. Les meues menjades solen començar amb una
poma. Em sent molt sa. (Voy para ochenta años. Mis comidas suelen empezar
con una manzana. Me siento muy sano.) –aconsejó el anciano, despreocupado de
su ropaje humilde y la barba descuidada, en su sencillez monástica.
Escuchó al cura hablar con soltura en el idioma de su nacimiento,
comprendió Jorge casi todo perfectamente, y asintió:
–Desde que soy vegetariano, yo también empiezo las comidas con fruta.
Esa mañana de sábado, a Jorge le agradó la inclinación culinaria del cura,
quien además calzaba sandalias como él.
Le impelía a mi amigo su ansia de conocer.
Sobremanera, le atrajo la fluorescencia al sol de la cabellera deshilachada
del sacerdote, exilado por convicción propia en ese remanso de paz en el monte.
Nuestro amigo se aproximó al personaje como mejor sabía, con preguntas,
apoyándose en sus años como reportero y periodista.
–¿Usted es sacerdote?
–Toda pregunta es afirmación que lleva implícita la respuesta. Acogemos
en esta comunidad a quien pide ayuda. ¿Cuál es la misión de un sacerdote?
–¿Lleva usted muchos años aquí?
–Más de treinta. Jordi, hay mucho que hacer aquí y en el mundo.
Comencemos por nuestra casa, nuestro corazón, y el entorno más próximo.
–¡Usted cree en el ser humano! –Dio un mordisco, oyó un chasquido en su
boca, y se abrió de golpe el centro de la manzana. Saltó una pepita negra al suelo.
–Es bondadoso por naturaleza. Hombres y mujeres poseen en su interior
un potencial infinito de bondad.
–¿Y las maldades qué son? ¡Un accidente artificial! ¿Nos contaminamos
después de nacer?
274
–Cada día, son más los corazones atraídos, en todo el planeta, por el
sentido verdadero de la existencia basada en la entrega y la solidaridad. –Pare
Vicent le miró a los ojos.
–¡Usted rebosa optimismo! –Jorge recogió la semilla del suelo. Y recordó
un ensayo de Gaby and company una noche en Orihuela, música y voz celestial
en la ermita de San Antonio. Gaby preparaba un concierto benéfico.
– Sóc realista. Conec el ser humà. (Soy realista. Conozco al ser humano.)
–¡La labor, pare Vicent, comienza en casa! –Jorge se tocó la frente.
–En el teu cos i el teu esperit. La humanitat necessita amor, comprensió.
(En tu cuerpo y tu espíritu. La humanidad necesita amor, comprensión.).
–¿Y ofrecer la otra mejilla? –Mi amigo parafraseó al Mesías.
–Vivir y sentir, Jordi, dar ejemplo en el camino de la comprensión y el
amor. Lo hizo Cristo y San Francisco de Paola. Y Gandhi con su acción humana,
nada violenta. De ella surgió esta Comunidad del Arca –le aclaró el cura.
–¿Ofrecer la otra mejilla y que te golpeen otra vez? –Jorge cerró con rabia
el puño derecho.
–Para que el agresor descubra en su conciencia, y sienta en el alma, el
cambio de rumbo. –Elevó el sacerdote la cabeza–. Que abandone la senda del
puñetazo y aprenda a amar.
275
–¡Debemos intentarlo, pare Vicent! –La mano derecha de Jorge tomó de la
mesa la cuchara y la hundió hasta el fondo en el plato.
El anciano sacerdote le miró sonriente, feliz; sólo le miró.
Cada día mueren 100.000 personas por las guerras, el hambre y la miseria.
Y un millón de indefensos mueren al año por la malaria.
¿Qué haces tú por evitarlo?
276
–Iba a regresar a Alcoy con Sari y Geo pero descubrí el mirador. Me
quedo pues hay luna llena esta noche. –Jorge fijó los ojos en la blanca redondez
lunar, reina del azul.
–¡Dormirás ahí, Jordi, con el frío! –Simuló con gracia una tiritona.
–Junto a la estufa, sobre colchonetas. ¡Con un par de mantas!
La sesión vespertina del taller se desarrolló más interesante que la matinal.
Las iniciaciones de las alumnas y alumnos de Reiki, por la experiencia del
instructor, sembraron un halo de espiritualidad.
Con las primeras sombras de la noche, despertó el fresco de enero, frío al
cuarto de hora, que les reunió alrededor de la estufa.
¿Qué calor buscaban allí?
¿Grados de temperatura o de amistad?
–Estoy harto de tirar y hacer pulsos –se espoleó Jorge.
Lucrecia enlazó la mirada con Jordi.
–Coge esta mano. –Se puso Jorge enfrente–. Para qué pulsos como éste;
tira hacia ti, más fuerte, yo tiro para mí. –Soltó bruscamente la mano de Lucrecia.
–Tampoco yo quiero de esto, Jordi –afirmó la voz femenina, entristecida.
Jorge tendió a la vez sus dos manos abiertas y abundó en la propuesta:
–¡Ven y acércate! Quiero que mi vida sea un gran abrazo. ¡Dar siempre y
recibir, Lucrecia! –Se abrazaron serenamente, con suavidad y dulzura.
Gracias al imán que nos guía en el camino, todo nace en el pensar y el
actuar. Pecho con pecho en ese abrazo inesperado, juntos el espíritu de Lucrecia
y el de Jordi, unidos en la felicidad natural, multiplicaron la calidez de aquel
primer contacto. Vibraban desde ese instante en una relación de aprendizaje
mutuo, en el respeto a la libertad y la ternura. Más una feliz sorpresa que recibiría
pronto Jorge. Un alma de niña, la hija de Lucrecia, con feliz inocencia y su
identidad Down, aportaría días después a nuestro amigo nuevos matices del arco
iris del amor.
Marcharon a cenar en compañía del maestro de Reiki.
Sentados en ambos extremos de gran mesa del comedor, más lejos
físicamente Lucrecia y Jordi que sobre la mesa del patio, sin embargo se sentían
277
ahora más cerca que con los platos al lado en la comida del mediodía. En torno al
calor de la chimenea, el postre de la tertulia espolvoreó miel sobre las cabezas.
De pregunta en pregunta, enlazadas por respuestas provocadoras del maestro, las
horas se sucedían por minutos y luego en medidas de segundos, hasta que el tic-
tac dejó paso al silencio.
El tiempo se había detenido, tomo forma imperceptible, y se calentó junto
a las brasas. Nadie pensaba en dormir, ni en despertar del sueño que sentían junto
a la luz de la chimenea. Las alumnas deseaban compartir. Los hombres, aprender.
En ese instante, había resurgido lo femenino y lo masculino de cada ser, suma de
la esencia humana. ¿Andrógino por fin allí invisible, en el reencuentro ideal de
sus mitades en armonía?
Ya de madrugada, tras la tertulia y deseos de buenas noches, Lucrecia y
Jordi marcharon al salón. En el ventanal que cubría toda la amplitud de la pared
estrellada, la luna lucía reina del firmamento. Jorge echó las colchonetas al suelo.
Se tumbó y tapó con mantas. Lucrecia se metió despacio en el saco de dormir…
Junto al calor de la estufa, dormidos los cuerpos, aliadas sus almas, en sueños se
fue trenzando entre Lucrecia y Jorge un lazo de comprensión y libertad.
278
–¡Hola! –Jorge saludó con la mirada, en medio del desorden por obras.
Lucrecia dirigió las presentaciones:
–¡Puri, mi hija! ¡Es Jordi, compañero de Reiki! Lo conocí en Turballos, el
pasado fin de semana.
Ese día, se le sentía calurosamente feliz a la muchacha. Había recibido una
carta de su amiguito Òe Hikari-Kenzaburò, de Hiroshima. Ciudad bombardeada:
vergonzoso holocausto atómico para desdicha de los Sapiens inhumanos.
En el mueble del comedor vio ‘Grandes pechos amplias caderas’ de Mo
Yan, ‘País de nieves’ y ‘El maestro de Go’ del japonés Yanusari, ambos Nobel
de Literatura. La jovencita despeinada, pelo negro, se retiró dos ojazos de cristal
de la cara y descubrió su nariz chata, salpicada de chocolate aún caliente.
Todo ese rato dulce al lado de Puri, Jordi olió a casta margarita.
La identidad Down de la muchacha, vivencia novedosa y especial para
Jorge, se reveló como regalo que agrandó el alma de nuestro amigo.
Inesperada puerta para avivar nuestra raíz más auténtica. Sin
razonamiento, el corazón de Jordi se fue abriendo al compás de la joven. Y la
flor virginal, voz suave y penetrante, le tocó la esencia:
–¿Me das un abrazo, Jordi? –Extendió las manos hacia Jorge igualito que
el inocente Mauro, el enfermo de alzhéimer.
–¡Y un beso, guapa! –La abrazó y hubo ocho besos en las mejillas. Porque
Puri acostumbraba a regalar dos besitos a cada lado de la cara. Y Jorge la imitó.
–¿Tienes hijos, Jordi? Diles que jueguen conmigo.
–Itziar cumple veinte años en mayo. Claudia, dieciocho en septiembre.
–¡Dale bechitos cuando las veas! ¡Acuérdate Jordi, acuérdate porfa!
–Se los doy esta noche por teléfono. ¡Tranquila, se los doy de tu parte!
–¡Acuérdate, Jordi, porfa! –elevó el tono de voz casi a la altura del grito.
279
se había hecho carne ante los ojos de Jordi. Mostró sus dibujos, sus pinturas… y
una tablilla de madera con la inscripción Tzolk’in. ¡Otra vez el mensaje maya!
Puri le trataba a besos y le contó sus tareas y aficiones cotidianas:
–Mira este saxo: ¡Estudio en La Nova! –Se lo colgó del cuello.
–¡Ha dado ya un concierto con la banda! –la elogió su madre,
entusiasmada.
–¡Anda, qué bien! Deseo escuchar el próximo –le dijo tras oírle soplar
como pudo tres notas seguidas.
Jorge vibró en lo más íntimo por aquella bendita coincidencia musical. Yo
creo mucho más en la providencia y el Destino desde que el alma de Jorge
comparte su vida conmigo.
–¡Siembras y recoges en la eternidad! –afirmó a Lucrecia.
Cuando menos esperas, se te abren sendas hacia una vida nueva. Es la vida
de la niña y el niño que todo hombre y toda mujer traen fundidas en el alma.
Reencontrar esa doble cara espontánea de tu infancia, alegre y fecunda, perdida
por el paso de los años, propicia oportunidades, si tu espíritu reabre sus ojos para
ser libre. “Que el Cielo exista aunque mi lugar sea el infierno” (en ‘La Biblioteca
de Babel’), como nos legó la esperanza de Borges.
En la casa de Lucrecia, el sol se unió a la fiesta inesperada a través de las
cristaleras amplias del salón. ¿Qué rayo prodigioso había deparado el encuentro
de Puri y Jordi?
¿En qué región del cerebro nace la felicidad plena? ¿O nace en el corazón?
Jorge anheló su niñez de músico pero fue Jordi quien desveló el secreto:
–Puri toca el saxo igual que yo...
280
El nuevo amigo había sorprendido a la madre y la hija:
–Manejo el saxofón –dijo–: primero toqué el clarinete y luego el tenor.
–¿Me enseñas, Jordi? –Se acercó con el saxo alto.
–¡Claro, tesorito! –Jorge ayudo a Puri a colocar los deditos en tres llaves
del instrumento.
–¡T´estime! (¡Te amo!). –Los labios de la pecosa besaron a Jorge.
Gracias al trinar alegre de Puri, le brotó a Jorge una fuente sin fin de
dulzura y compasión. Y entendió para qué había conocido a Lucrecia. Con Puri,
Jordi vivía en el paraíso, nirvana, de regreso en el cielo. En dúo con ella, nadó en
un océano de libertad. Se daban amor sin pensar ni juzgar. Sumaban hasta el
infinito la energía invisible que generaban en cada instante. Con sus nuevos
encuentros, multiplicaron por millones la energía común y agrandaron la
vibración que les acercó más y más. ¡Vaya suerte que había tenido Lucrecia con
esta hija! Jorge sintió día tras día que su compañera de Reiki, por el nacimiento
de Puri, gozó de la dicha de cultivarse en la ternura. Pues Lucrecia había
madurado dones que añoran muchas almas. Perlas que cosechó día por día, noche
a noche en la entrega, por la felicidad de su hijita indefensa. Y así Jordi valoró
más lo auténtico de las miradas y los propósitos que compartía con Lucrecia.
Puri tenía una hermana gemela que nada se le parecía. Mientras ella
semejaba el girasol que persigue la luz y vive dentro de ésta, su doble soltaba a
veces dentelladas y aullidos para disipar las tinieblas que la acorralaban.
Enrabietada, deseaba poseer todo. Nadie lograba hacerla entrar en razón, salvo la
sonrisa maternal de Lucrecia. Gracias a esta otra criatura, mi amigo comprendió
que en nuestro espíritu humano conviven dos polos opuestos, del mismo modo
que el sol y la luna conviven en el firmamento.
¿Sabéis que Allende y el dictador Pinochet nacieron en Valparaíso?
¡Dos caras de la moneda chilena! Marxismo y fascistas enfrentados.
¿Jugaron de niños en el mismo cerro?
De haber sido amigo en la infancia, hubiera sido distinto el futuro del
pueblo chileno.
281
¿Por qué oscila frenéticamente el péndulo de un lado al otro contrario?
Desde la era de las cavernas hasta la tecnología digital y atómica, a
Sapiens le ha resultado complicado mantenerse en armonía y equilibrio con su
madre naturaleza. Sin embargo, si aprendes a pedalear en la bicicleta nunca lo
olvidas. La bondad subsiste en el alma humana.
¿Pero quién carece de dos caras opuestas?
Si te completo la verdad de la inocente Puri, su enloquecida gemela
hitleriana era la otra cara de ella misma.
Para que tu caminar lejos del árbol de los simios sea aleccionador siempre,
los acontecimientos convierten en peliaguda y peligrosa la vivencia más simple.
Mirado así vas descubriendo paradojas hasta en la situación que te pareció al
principio más común. Sin embargo, a dios gracias, sientes en tu mente las
dificultades que se avecinan, gracias a las ráfagas innatas de sabiduría que te
alertan y auxilian en el momento justo.
Cuántas veces incontables vaciló nuestro amigo porque un asunto o
relación se complicaba. Pero él sigue adelante impulsado por la evolución sin fin
que preside la existencia de Sapiens.
La humanidad conoce ya sus retos del presente y sólo necesita más valor.
Cuando más aliados están tu raciocinio y el interés egoísta, por el progreso
y el bienestar como excusas, es la voz pura que te acompaña quien reclama
voluntad para vivir la emoción de entregarte y respetar a la naturaleza. Te
llegarán contratiempos y dudas. ¡Nada temas! Escucha a tu alma, sin malgastar
energía en generar pensamientos falsos que contaminan tu cerebro y las células.
Al contrario, Jorge aprende de la única verdad que te libera: entregar sin esperar
premios. Con ese método cambió su estructura celular. Porque alcanzado este
peldaño, se actúa ya siempre sin aguardar recompensa. Recuerda que en la Tierra
los retos están únicamente disponibles para el simio más audaz en la evolución,
Sapiens kamikaze, quien levantó la mano sin saber para qué.
282
Asimismo, el feto desconoce para qué se le agranda todo y para qué le
crece una boca y la nariz, inservibles ahí dentro en el útero, y dos ojos y orejas y
dedos que le golpean y hacen daño.
Del mismo modo ignoramos aquí, en nuestro entorno presente, para qué
debemos desarrollar los dones y potencias puras guardadas en nuestro espíritu. E
ignoramos también por qué debemos renunciar, en ocasiones, a nuestros criterios
propios, si de ello depende que te hermanes con los demás.
Si explicásemos al ser fetal que el crecimiento físico que observa en su
cuerpo, durante su estancia en el lago uterino, le servirá en una vida nueva dentro
de pocos meses en otro lugar, ¡aquí fuera entre nosotros!, –todo un galimatías de
suposiciones que ignora él si son ciertas o falsas–, el neonato debería guardar
silencio y esperar.
¿O te quedarías ahí dentro, congelado por tu miedo, sin salir a esta vida?
Si te recalcasen ahora aquí que puedes amplificar hoy tus cualidades para
vivir y sentir en otros planos de existencia, súpersimétricos al que vemos con los
ojos, qué responderías. ¿Renunciarías a esta experiencia o te pondrías como
Jorge manos a la obra para dar el salto a esa nueva dimensión humana?
Gracias a éstas y otras muchas parábolas de Jorge, sé que el fin último de la
humanidad consiste en crecer y acumular fuerza para subir a peldaños más
elevados en la evolución de Sapiens.
Porque las piernas del niño Jorge se desarrollaron, crecieron con los años, y
pudo al fin un día hacer realidad en la escalera el sueño de alcanzar la sala. Es
más, nuestro amigo asumió también hace ya tiempo la felicidad que reporta el
progreso espiritual.
–Si posees fe y cultivas la voluntad, nada necesitas más. Tu mente
desaparece y es todo ya luz que te guía dentro de ti: avanzas: renaces cada
mañana al despertar. –Jorge me tocó la frente.
283
hijita Puri. Quiso rendirse y alejarse de la relación, más de una vez, por la
enfermedad de la hija y su inocente identidad Down. Identidad que nada tiene
que ver con una minusvalía. Sólo que nació con tres cromosomas de un tipo
determinado en vez de dos como la mayoría. Es más, el ego de mi amigo deseó
responder con violencia a la agresividad del esposo de Lucrecia. Pero la
respuesta más acertada llegó a su corazón: ¡Jamás la violencia!
En otra tertulia, nos contó Jorge que un martes en casa de Lucrecia, solo y
desnudo en la bañera, soportó la provocación de Marte y del marido kafkiano.
Adolfo, esposo de Lucrecia, había sido maltratado de niño en el orfanato. Le
obsesionaba poseer y jugar con globos de aire que le estallaban en la cara como
al payaso Gran Dictador.
¿Por ello maltrataba inconscientemente ahora a la esposa?
Pese a los empellones hitlerianos del individuo, Jorge logró mantener a
Jordi en la determinación de secundar la causa de su compañera de Reiki.
Pese a sus dudas y temores, nuestro amigo auxilió a Lucrecia en la
recuperación de la dignidad frente al maltrato que sufría. Con voluntad, el
mensaje optimista de desoír las flaquezas de tu razón te llega siempre desde el
Devachán angelical. Sabed que los dilemas intentan corroer tu valor solidario.
Porque el raciocinio interesado y cobarde te incita siempre a retirarte a
posiciones cómodas.
Pero el espíritu de Jorge se suelta entonces la melena de león valiente.
Aunque sabes que te estrellas con monstruos de largos brazos, si decides
avanzar por la senda de la utopía como el hidalgo de La Mancha, sabes también
que posees el apoyo sine die del Defensor. El Demiurgo te socorre o te envía a un
Deva consejero, ángel amigo en los cuentos de Luz a su nieto Jorge, para
consolidar todas tus acciones puras. Porque la debilidad generalizada del ego es
dar rienda suelta a la cobardía y asfixiar las iniciativas del alma bondadosa.
Jorge nos hizo ver, en aquella tertulia vespertina, que al lado de Lucrecia y
Puri le asaltaron ideas conformistas. ¿Qué pintaba él en la pugna que ella
mantenía con su esposo maleducado? ¿Para qué se metía líos?
284
Barajó que lucharan solas madre e hija. Porque él había tenido suficientes
rifirrafes con el marido. Sin embargo, venció el alma pese al temor del ego.
Un mediodía en la bañera, duchándose en el piso de Daniel en Alcoy, sin
retroceder un milímetro ante los contrasentidos ni las paradojas del vivir, decidió
Jorge aplicarse siempre un hábito infantil: hacer en ocasiones lo que menos te
interesa y auxiliar al débil. En este caso a Lucrecia, visitándola en su casa de vez
en cuando, a pesar de la presencia intermitente del esposo agresivo.
285
En una de sus cartas, me escribió: “Se te aparecen trampas más
turbulentas, incomprensibles, y pisas tablillas y escalones que se esfuman bajo
los pies. Pero te agarras a la enredadera del amor que crece y así te alzas más
arriba.” Y más adelante me explicaba que todo lo mejor te ocurre cuando te das
cuenta de tu labor y tu posición en el tablero de ajedrez universal, solidario.
Desde ese discernimiento sentido, te resulta fácil identificar cada reto desde que
aparece en tu vida.
En el penúltimo párrafo de su misiva, me animó: “Sigue adelante con
ánimo porque amar es escuchar al otro y escuchar la voz del corazón. Haz
siempre lo que deseas que te hagan a ti. Sentirás profunda y pura felicidad.”
El universo solamente envía esos mensajes, solidarios y valientes, al
espíritu que ha sido capaz de dominar a su mente para que escuche y, sobre todo,
se coloque siempre al servicio de la verdad.
¿Cómo lo harás tú? ¡Sé que deseas saberlo!
Transformando tus ideas y pensamientos nobles en hechos.
Jorge me ha asegurado:
–Entendí los porqués de la vida gracias a las señales que acompañan las
situaciones más difíciles y arriesgadas.
Cuando te sientas en lances complicados, si decides sin apegos ni
dependencias, vislumbrarás la causa de la lección que enfrentas en cada
situación. Es posible que renquees como el común de los humanos. Si bien, el
aprendizaje se revela él mismo, envuelto en magia cósmica, para descubrirte el
sentido de cada misión en la vida.
Sapiens posee la habilidad de resolver conflictos sin generar otro mayor.
¿Por qué crees que a ti te resultará imposible reencontrar ese don natural?
Prueba a convertir en un blanquísimo agujero de luz el peor agujero negro
de dudas y complicaciones. Éstas sólo existirán si las piensa y las crea tu cerebro.
La cobardía emocional arrebata la energía a tu Guerrero de la luz, –lo
llevamos dentro todas las mujeres y hombres, según contó la abuela Luz al niño
Jorge–, y anula la energía vital de tu parte más humana que ha elegido vivir y
seguir aprendiendo de las experiencias.
286
Recuerda que el traje carnal que cubre a los seres humanos contiene las
debilidades de la materia.
Resuelto, Jordi estiró una vez más los dedos y decidió escalar por la
quebradiza enredadera del amor.
Ese fin de semana, invitado en el piso de Lucrecia, vio que merodeaba, iba
y venía el esposo como sabueso enrabietado, hombre enjuto y de pitillo humeante
siempre en su boca. A través de la cortina que le protegía en el salón, Jordi
advirtió en la calle la llegada de la chimenea con piernas. Caminaba por la acera.
Bajo el pelo repeinado, raya a la derecha y bigotito, Adolfo venía encorvado por
el peso de sus tribulaciones.
Segundos después, Jordi oyó las pisadas rabiosas que le corroboraron la
indefensión de Lucrecia para quebrar el despotismo del marido. Al poco,
retumbaron pasos en la escalera. Y ahí fue cuando el Guerrero de la luz de Jorge
alumbró la salida: fortalecer más a su protegida.
Comoquiera que el cocodrilo lanzaba lágrimas de mentira, lobo bajo el
disfraz de cordero, la solución para sanar su ego violento dependía de la fuerza
de voluntad de Lucrecia. A ésta nada le beneficiaba su actitud de enferma
convaleciente. Porque su esposo rogaba auxilio, con gritos mudos que le
carcomían las entrañas, deseando que su esposa le ayudara a abandonar sus
inestables cambios de opinión. Suplicaba a gritos a la esposa una bofetada que le
borrase su tono soez que destruía la armonía en el hogar.
Por suerte, los modales educados de Adolfo en las relaciones sociales y
públicas, más su don de gentes, constituían agarraderas seguras para una posible
reconstrucción personal.
Era domingo. El marido de Lucrecia subió deprisa por la escalera y llegó
al salón. Y sin venir a cuento, Adolfo entregó un regalo al amigo de su esposa:
–Jordi, te compré estas toallas para cuando estés aquí en nuestra casa. –Le
tendió el paquete.
¡Dos tentaciones color rosa!
287
En su cruel contienda marital, Adolfo quería ganar un aliado.
–Cojo una. ¡Gracias! –Abrió la bolsa y sacó la toalla más pequeña.
En la pretensión de comprar la objetividad del amigo y compañero de
Lucrecia, su esposa y enemiga, el bigotito insistió en la ñoñería:
–Ésta también es para ti. ¡Tómala! –Se la acercó con la mano derecha.
La experiencia de Jorge mantuvo a Jordi en el justo equilibrio:
–Aprovecha tú la otra toalla, Adolfo. Sólo necesito una –Tomó la primera
toalla y se la apretó al pecho.
Con el paso de los días, dos a lo sumo, en uno de sus arranques de esposo
agraviado, Adolfo se quitó la máscara. Convencido del fracaso, en su intento de
seducir a Jordi, decidió emprenderla de forma intempestiva contra sus visitas.
El susodicho martes, con Jordi en la bañera, el marido se olvidó del regalo
que había hecho, dos días antes, y saltó a la trinchera de la guerra sin cuartel.
Consciente de que el invitado se duchaba en el aseo, a sabiendas de la puerta sin
pestillo, más la bañera sin cortinas, Adolfo irrumpió con violencia de Gestapo
contra Jordi, desnudo y a medio ducharse. Jorge se sintió indefenso en
Auschwitz. Adolfo, ni tocó en la puerta para avisar ni dijo palabra. Vendaval
iracundo de ojos inyectados, tornado ciego, dio tres pasos dentro del aseo y
agarró el rollo de papel higiénico.
–Salió de allí como alma que lleva el diablo –nos aseguró Jorge.
Con efluvios vehementes en su mirada, en una mano el rollo de papel y en
la otra el desatascador del retrete, Adolfo abandonó la estancia para descargar
traumas pestilentes. Paso previo a vomitar su mal fario y sanar su ego.
–¡Perdón! –le exclamó Jordi, desnudo en la bañera.
Debió haber ocurrido al revés: que el maleducado ofreciera disculpas al
invitado. Lógicas por asaltar en la intimidad a quien él mismo regaló la toalla de
ducha. Le había abordado en su desnudez, estaba claro, con la intención de que
Jordi discutiera con Lucrecia.
¡Divide y vencerás!
Pero ignoraba el esposo que Jorge se había desprendido hacía ya tiempo
de la vergüenza corporal, gracias a las prácticas nudistas en El Salt de Alcoi.
288
Por debilidades o por las dependencias camufladas, abunda quien subsiste
hipotecado por la posesión de objetos y personas, en el convencimiento falaz de
que así hallará la felicidad. Desean y necesitan poseer tanto lo suyo, como lo del
otro y lo del resto: ¡Todo!
–Son egos viciados por la gula –nos alertó Jorge en esa tertulia.
Con medias verdades o mentiras completas, el ego dictador arremete
contra el corazón limpio por considerarlo débil. Debido a su mente viciada, este
ser egoísta jamás sintió el gozo que produce la generosidad altruista. Cegado por
la felonía, carente de moral y de ética, el ego enfermo chupa energía o sangre a
sus víctimas por la codicia mortificante que sufre en su interior.
–El alma despierta y transforma a su ego en abnegado –auguró Jorge.
289
Tras el asunto esclarecedor de las mantas, el frío y la solidaridad humana,
Jorge me espetó:
–¿Qué es para ti el bienestar? –Me ofreció la manzana que había limpiado
con el fin de comérsela.
En tu país de residencia, en EE UU, Europa o Japón, pese a la mendicidad
que deambula en su libertad particular, hemos situado muy alta la cota de la
comodidad material. Rebajar la tuya individual para compartirla depende de tu
audacia. Pruébalo por una hora y vivirás la gran revelación en carne propia.
Renacerán en ti sentimientos, como resuenan desde aquella noche en Jorge dos
interrogantes que provocan su acción:
–¿Cuántas personas duermen en la calle? ¿Qué puedo hacer por ellas?
Sin hallar yo qué responderle, Jorge ahondó en las reflexiones esotéricas:
–¿Por qué viven abandonadas a su suerte? ¿Para qué? –me lanzó la pregunta.
A estos solitarios y solitarias que viven en las calles les llamamos los
sintecho. Sin ataduras, vagan por los bancos de los jardines. Duermen encima de
cuatro cartones o bajo árboles y puentes. Si llueve, se tumba en la puerta de la
iglesia más próxima. ¿Quién se la cerró? Descansan donde pueden o les dejan la
lástima y la caridad.
290
Jordi se colocó el cinturón. Ella, el suyo. Nuestro amigo arrancó el
vehículo. Pisó el acelerador y se dirigió a las afueras del casco urbano. Lucrecia
acariciaba con ternura la mano que Jordi había colocado sobre el cambio de
marchas. Circulaba en segunda, sin miedo ni prisa.
Cruzó Jorge en ámbar varios semáforos vigilados por los celos infundados
del esposo. A lo lejos en silencio, la ciudad muda contemplaba a la pareja.
Amanecía. Ya en la mañana de ese miércoles dirigido por Mercurio en el
cosmos, la camiseta de Lucrecia se le había tornado amarilla.
–¿Qué tal dormiste, Jordi? –Lucrecia le acarició otra vez la mano.
La respuesta del amigo procuró mitigar la ansiedad de la anfitriona:
–Incómodo pero dormí de un tirón. –Bostezó y agarró la botella de agua
que tenía a mano. Echó de menos el colchón Pikolin de su cama. Pero calló.
–¿Seguro? –Lucrecia sacó una naranja pelada que traía envuelta en papel.
–Me costó adaptarme al asiento. ¡Pero la noche pasó deprisa!
–¿Dormiste alguna vez así, Jordi?
–¿En un coche? Sí. En Madrid. –Quitó el tapón a la botella y bebió agua.
–¿Por qué? –Lucrecia le acercó un gajo para que refrescase la boca.
–Acompañé a Maya. El pasado noviembre. –Se tragó Jordi la vitamina C.
Explicó luego a Lucrecia que llevó a la capital a su amiga Maya para
tramitar la documentación y casarse con un joven habanero. Recordó que
anochecía en Madrid. Dejaron el vehículo arrimado a la acera, ante el Ministerio
de Asuntos Exteriores.
Durmieron nada. Hablaron de todo.
–¡Una noche corta en un día muy intenso! –suspiró Lucrecia.
–El esfuerzo valió la pena. Todo resuelto: se casaron y él llegó a Alcoy.
Jordi comentó a Lucrecia que descansó de madrugada dos horas en el
coche, sin dormir, antes de abordar la vasta faena burocrática que enfrentaron por
la mañana en la capital madrileña.
En la emoción inefable, lágrimas silenciadas de dolor y dicha, el alma de
Jorge había amado en Madrid a la vida y a la mujer que estaba a punto de perder.
¡Lo había logrado, por fin!
291
Jordi contó a Lucrecia que en el viaje de vuelta a Alcoy en compañía de
Maya, se acordó de su esposa destrozada por el toro y de la daga en su garganta,
en el suicidio de su primera regresión al pasado. Recordó el cadáver de la mulata
y su dedo apretando el gatillo en el puerto, en la segunda ocasión, y luego se
acordó del divorcio y la pérdida de Batu y sus hijas, con otro pensamiento suicida
que le ocurrió en esta vida.
Liberado de las expectativas y los apegos, por fin, pues la compañera a
quien amaba se iba a casar en Cuba con otro hombre. Jorge sintió con Maya en el
coche que había superado el obstáculo, el escalón del yo cobarde y traicionero.
En esa pérdida, su alma y su ego amaron más a la vida que a la muerte.
¡Libre!
Y detalló a Lucrecia:
–Maya guardó turno sentada en ascuas, ante la funcionaria de Exteriores.
Me acerqué poco a poco, le sonreí con un sí y multipliqué mi felicidad al sentir la
de mi compañera.
Lucrecia le escuchaba. Jordi aclaró que su mano de albacea había alzado
al aire, y así los pudo ver Maya desde la distancia, los documentos que había
logrado refrendar minutos antes en el Ministerio de Justicia, precisos para la boda
en el extranjero.
– Sentí una dicha liberadora y sentí también dolor. Pero nada de
sufrimiento. ¡Comprendes! –Bebió otro trago de agua.
Y compartió luego con Lucrecia más emociones que respiró en Madrid:
En apenas veinticuatro horas, Maya se sentía tranquila, muy feliz, y Jorge
satisfecho por cumplir la palabra dada a sí mismo. El ego carente de apegos por
fin apoyó la misión del alma: ¡Amar! Porque semanas antes, había escuchado la
voz profunda de su espíritu en los ojos limpios del pastor alemán que atropelló en
la carretera. Aquella voz (al sentir su propia mirada reflejada en las pupilas del
perro) le había indicado que terminase la tarea emprendida de amar a Maya.
Lucrecia escuchaba entusiasmada el relato de Jorge.
En el regreso con Maya desde Madrid, aseguró Jordi a Lucrecia que sintió
la entrega incondicional que te adentra en la senda del néctar milagroso. Su
292
corazón reconoció al fin el ungüento en los cuentos de su abuela Luz y
contempló el tesoro del que le habló siendo niño. Puerta del presente eterno y del
cielo de la verdad. Altar de sabiduría en la Justicia ecuánime. Armonía y paz
inimaginables, salvo que las sientas y vivas.
Como los discípulos del cáliz sagrado, mi amigo aseguró a Lucrecia haber
sentido en sus labios la fuente que te despeja el último umbral:
–En ese viaje, sentí por mis venas un manantial, bálsamo, que apagó el
volcán de los instintos y las ataduras que me encadenaban a Maya –afirmó Jordi
a Lucrecia.
Pero existe el albedrío. Si eliges la senda del engaño, si las dudas dominan
tu mente, jamás llegas el altar. Jorge sintió que el camino de cien años se puede
recorrerse en una sola noche, si tu alma vibra en su condición esencial: el
Desprendimiento.
–En el amor y la entrega pura bebes del elixir de la libertad infinita y sin
igual –aseguró Jordi a Lucrecia.
293
El velo mudo de la noche tapaba el secreto de la amistad de Lucrecia y
Jordi por las calles de aquella ciudad de esplendor añejo, similar a la Oleza de
Gabriel Miró en sus novelas. Caminaban entre fuentes cómplices.
Los ninots de las fallas les miraban. Les sonreían.
Sólo los muñecos de cartón, poseedores del sexto sentido, adivinaron el
porqué de la unión de Lucrecia y Jordi.
Una alegre traca de pólvora e incienso cambió el decorado.
Sonaron doce campanadas.
Magia, cámaras: ¡Acción!
Una cicerone de película, Media Noche, salió al encuentro de la pareja,
Lucrecia y Jordi. A la vuelta de la esquina, vieron a la reina de la calle: Patty
Diphusa. ¡Divina de La Muerte! Plantada sobre dos plataformas, una en cada pie,
se erigió en diosa en medio del caos cual Escarlata O’Hara. Sola, intrépida y
frívola. Desvergonzada y locuaz, ingeniosa, en suma ¡encantadora! Exhibía Patty
en el escenario un embarazo hermoso y cantaba: “¡Sí! ¡Voy a ser mamá! ¡Voy a
tener un bebé!”. Jordi se sintió en un peliculón. Y pasó de espectador a actor.
Jordi juró a Jorge que la muñeca de cartón piedra, Patty Diphusa, le lanzó un
guiño que sólo vio él. ¡La mejor falla! Junto a la sex-symbol, rodeándola, habían
acudido Addy Possa y Ana Conda, Carmen Maura, Rossy, Bibí y Bosé. ¡Siete
Magníficas! Banderas y Poncela, Von Ética, allí todas y todos ninots, aplaudían
la actuación de las siete divas. El dedo de Warhol inmortalizó la escena. El
cuarteto Los Escarabajos estrenó con acento inglés. Raphael cantó de Escándalo.
¡Gurruchaga, mariachis! Madonna y Shaki bailaban a dúo el Waka Waka. Betty
quiso sumarse a la fiesta. Patty le arrojó un mohín de envidia pero exclamó
“¡Boop!”… y la dejó entrar en la barraca. Hoy, son amigas inseparables.
–¡Sólo falta Pedro! ¿Estará de gira con MacNamara? –se aventuró Jordi.
–Tal vez rueda en Alicante, ¡con Óscar! –apuntó Pe, la diva seductora,
quien agitaba el abanico enviando señales a Bardem en un balcón.
–Sí, según se mire, rodará cosas ligeramente falsas o ligeramente ciertas.
¡Una creación! Casi como suele explicar Almodóvar. –Bibí encendió la mecha y
lanzó el cohete.
294
En ese instante: ¡un frenazo!
En la plaza, irrumpió un taxi. Todo el tendido a la luz de la luna quedó A-
nonadado, todas pattidifusas, como Patty en su primera noche por Madrid La
Nuit. El varonil taxista traía… ¡Adivínalo antes de leerlo! ¡Sí, sí, síííííííííííí! ¡Una
bandeja de langostinos! ¡Y otra de jamón de Jabugo! Y estalló la ley del deseo en
la barraca. A los ojos de Jordi se movió algo en la entrepierna de Patty. Sonó
entonces la pulsión de un latido, tañido ensordecedor, ¡apasionado!, y otro y
otro… hasta la docena.
Con la última campanada, ¡espectacular!, se apagaron las luces de neón…
(sólo Pedro puede desvelar -¡lo hará al escribir el guión de esta fiesta!- qué
ocurrió allí en la oscuridad)… y cuando se escuchó por fin en la plaza “¡Hágase
la luz!”, habían desaparecido la sex-symbol, el taxista y la luna. ¿Cenaron
perdices? Jordi sigue preguntándose todavía si acaso “¡Pedro!” estaba dentro de
la atrevida ninot.
295
Llegaron a la puerta del bar en un tris de cerrarlo. Justo ahí el dueño
agarró la persiana e hizo el amago de bajarla. Al echar la vista arriba, el
alumbrado público le cegó. Abrió los ojos. Vio a los dos clientes y frenó la mano.
Les dejó entrar.
El deseo se hizo realidad:
–¡Vaya suerte: los últimos buñuelos, los nuestros! –Jordi agarró el
cucurucho de papel y agradeció con euforia.
Con el regalo de calabaza en la boca, Lucrecia y Jordi pasaron junto al
edificio de la sociedad musical a la que Puri, y su hermano, acudían los martes y
los jueves. Regresaron ahí a Jorge los recuerdos en la banda de su pueblo.
Aprendió de niño y adolescente a tocar el saxofón igual que los hijos de su amiga
Lucrecia. Y antes había tocado cuatro años el clarinete. Cerca de la fachada de la
sociedad musical, Jorge reafirmó sus convicciones por la semejanza musical: El
Destino que une en la rueda sin fin para que aprendan unas almas de otras.
Jordi guardó dos buñuelos. Ya en la heladería, se apoyó en el mostrador:
–¿De qué lo quieres, Lucrecia? –Le señaló la cristalera repleta de sabores.
–¡Hay tantos y tan variados! –Se le movía la cabeza de marioneta, de
derecha a izquierda y viceversa, sin pararse a pensar en el centro.
–Yo, un cucurucho pequeño de chocolate. ¡Exquisito con los buñuelos
fríos! –dijo Jordi.
Lucrecia seguía callada, en silencio, sólo miraba el surtido de sabores
expuestos en el mostrador. Tardaba demasiado en decidirse por un sabor, de
igual modo que dudaba a diario y encomendaba siempre su futuro al cristal
mágico de una calcedonia de 18 kilos. Pretendía atraer con la roca la decisión
más justa con su esposo.
Y por fin eligió:
–¡… de moka! ¡Ése lo he comido muchas veces; me gusta! –Esperó sin
moverse, frente al mostrador, donde le atendió una joven empleada rusa.
La dependienta llenó la tarrina. Lucrecia la cogió. Y Jordi pagó con una
moneda de dos euros. Despacio por la acera, saboreaban el helado y la compañía,
cuando les atrajo la melodía de una marcha procesional. Mater Dolorosa, de
296
Montero Ruiz. Cambiaron de calle en tres pasos. Nuevo rumbo en apenas un
segundo, como si cambias de ideas y de pensamientos.
Del desenfreno de las fallas saltaron a la Semana Santa espiritual, en
ciernes por primavera. Lucrecia y Jordi contemplaban la procesión. Pegados al
bordillo, trazaban dos hileras los cofrades y nazarenos, guiados por la fe y la luz
de la vela que portaban sus almas en la mano izquierda. En la alegre quietud del
vivir libre en la amistad, Lucrecia y Jordi compartían sabores y manjares. Ella
saludó a los músicos de La Nova. Y poco después, entre caricias de manos juntas
hermanadas, la pareja completó la aventura fallera al amanecer.
297
sierra, juntos en la esperanza y los anhelos, unidos a partir de ahí por haberse
atrevido a darse el corazón para gozo del espíritu y el cuerpo.
Disfrutarás de la vida y de las relaciones si decides con valor el camino a
seguir en cada situación. ¿Está escrito así en el cosmos?
298
Al cruzar la puerta y sentir las caricias de la luz, ante sí reapareció una
presencia perdida en su inconsciente: ¡Malena! Sola. Iluminada por el sol.
La Voz Invisible… le invitó a aproximarse a quien le resultaba familiar,
pues de alguno modo identificaba a esa mujer en su memoria, por su tono de voz
y gestos ante el cepillo de dientes. Ahora en la placita al sol, los segundos se
deslizaron, como adentrándose en los sueños e ilusiones olvidadas, y ahí dos
pensamiento al unísono les acercaron:
–¿Paseas sola o prefieres compañía? –repuso con cautela.
–¡Puedes venir a caminar! –respondió la desenvoltura de Malena.
En la primera pendiente del monte, a dos pasos de allí había una fuente.
Jordi arrancó desde el centro de la plaza y le señaló el camino.
Ella le siguió:
–Soy Malena. Me gusta Turballos pero vivo muy lejos de aquí: en Bilbao.
–Yo vengo a menudo por aquí. Me gusta este lugar. ¡Malena es nombre
poco común! –Caminaba sin mirarla.
–En realidad tengo tres nombres… más el de Malena. ¡Me encanta bailar!
–¡Ah, Malena es nombre de tango! –Bromeó con prudencia, sin
demasiadas confianzas–. Yo también tengo tres: Jorge y dos más. Jorge Jesús...
Pero aquí que hablan en valenciano o catalán me llaman Jordi.
–¡Qué coincidencia! Mi ex marido lleva tus dos primeros nombres.
–¡Vaya coincidencia! –Jorge se acordó en silencio, en la felicidad, de sus
hijas Itziar y Claudia.
Por la sierra, Malena revoloteaba en medio de dos mariposas invisibles
que sólo veía Jordi, tres pasos detrás de ella. Malena aleteó al sol, miró hacia
atrás un segundo y sonrió con simpatía. Se cruzaron las miradas y de inmediato
se regalaron dos besos, en las mejillas, a modo de presentación espontánea.
–Hace veinticinco años, viví en Bilbao por la mili. –Y por su nombre igual
al de su ex esposo, Jordi añadió–: Nada creo en el azar. Pero… ¡Siento que te
conozco, Malena!
Sin pensar que las potencias que rigen el cosmos, solícitas siempre,
convierten bien pronto toda petición en más real, Jordi lanzó otra afirmación:
299
–¡Sé que volveré a tu ciudad algún día! –Continuó dos pasos por detrás de
Malena, avanzando por la senda.
–¿Tu nombre y todo esto qué es? –pensativa, preguntó sin dejar de andar.
–¿Quién conoce el futuro?
Habrás comprendido ya que las realidades que les sorprendían en la sierra
abrigaban un origen. Sin embargo, al iniciar una relación la causa real es
indescifrable. En más de una tertulia, nuestro amigo me apremió a que me fije,
con atención, en las casualidades aparentes, de los hechos simples y naturales.
Sobre todo si fluyen y coligan a las personas. Éstas son precisamente las señales
que nos identifican el camino y te restituyen a la felicidad. Y que sólo captan
quienes ruegan y se atreven a soñar.
300
La naturalidad que dimanaba la conversación iluminaba el recorrido más
corto hacia la cumbre. Avanzaron cuesta arriba, como sus vidas desde que ambos
salieron de su hogar. El fluido rumor trazó el retorno al manantial. Hacia atrás en
el riachuelo, regresando al pasado donde coincidieron, y que completas vida tras
otra. Juntos ahora en el presente discurrir de su existencia, cuando Malena y
Gorka se podían reconocer.
301
–¡Llora, llora! ¡Lo necesitas! –Se la acercó a su hombro y la acogió.
El dedo corazón de Gorka tocó los ojos de Malena, manantial puro. Sus
lágrimas cerraron la herida de Jorge y la sanaron también a ella. Dolor del alma
entregada al amor y la verdad, hasta atreverse a dejar su familia y perder lo que
más ama. Pero que desconoce la felicidad futura. Malena y Jorge habían perdido
sus hogares, años atrás, para así renacer juntos en Turballos. Y en la pinada
cicatrizaron sus heridas:
–¡Gracias, Gorka!
Sonó otro latido en el interior de Jorge:
–¿Gorka? ¡Jorge en Euskera!
El Destino le envió un mensaje que compartió:
–Malena, estoy aquí contigo para hacerte feliz y compartir lágrimas –Jordi
le musitó dulcemente al oído.
El tañido mudo del silencio en la pinada gritó ¡pasa un ángel! Por la senda
de la sierra, caminaban sus almas en armonía, en idéntica vibración. Miró a los
ojos húmedos, reconfortados y más serenos de Malena. Gorka sintió pálpitos.
Como si se conocieran hacía siglos y volviesen a recalar en Turballos, en el bello
caserío que es la vida, gracias a la nave eterna de la existencia. Se habían
reconocido sus espíritus cual dúo a compás.
¿El amor verdadero nace de una mirada pura, bondadosa, compasiva?
Allí en Turballos, el paseo entre lágrimas sanadoras fue un renacimiento.
Malena y Gorka compartiendo los designios del cosmos, Destino oculto
que la razón nunca entiende.
Pasó la tarde y llegó la noche, donde las pesadillas y los tormentos se
deshacen, mientras los anhelos e ilusiones se hacen realidad en los sueños.
Dormidos los cuerpos de Malena y de nuestro amigo, aún Jordi por la relación
que mantenía con Lucrecia, sus espíritus se regocijaron en el medio o dimensión
incorpórea que les es más propia, la realidad onírica e inconsciente que los seres
humanos olvidan al despertar. Un mundo que sin embargo ha perdurado siempre
en nuestra existencia eterna y universal, frente a la realidad corpórea y las
ataduras materiales que mueren con el paso del tiempo.
302
¿Lo físico cambia en todo momento y luego fenece mientras que tus
sentimientos crecen vida tras vida?
Malena y Gorka se había reconocido por la misteriosa capacidad humana
de alumbrar ochenta mundos y hasta mil mundos etéreos distintos, armonizados
en el pentagrama cósmico.
303
Jordi recibió otra señal. Conocía a esa mujer por sus maneras al caminar y
subir la escalera, por su voz y las sensaciones que le había despertado.
–¿Preparados? –Advirtió con un ojo en la cámara y el dedo índice derecho
en el pulsador–: ¡Atención! Un compañero (Tony, genial fotógrafo fallecido
hacía dos años) aconsejaba decir Luiiiiiiiiiis para fijar las sonrisas en los labios
durante la foto. Malena sonrió.
– ¡Luiiiiiiiiiis! –cantaron los tres.
Se despidió Jordi, mientras oía a Malena y Eban hablar sobre acudir a la
ruta de pintxos de El Tubo y sus callejuelas en Zaragoza… y luego a La Estafeta
y la calle San Nicolás en Pamplona o a El Húmedo y la Catedral en León.
Malena y Jordi habían coincidido el día anterior, sábado, a solas entre
cepillos de dientes, bromas y piropos. Y minutos después, pasearon por las
sendas de la sierra y los recuerdos. ¿Reunirse en el patio fue también cosa del
Destino? ¿Acaso sueños que se hicieron realidad en la luz del domingo?
Mi amigo Jorge nos comentó en una tertulia que si ruegas al Cielo, –pero
en vez de hacerlo con palabras, hazlo con acciones solidarias–, el Cielo te envía
todo lo que conviene en tu aprendizaje. Te llegarán retos y situaciones diferentes
para que tomes decisiones en el camino de la felicidad.
304
recuperada, sintió al lado de Jordi que había llegado la hora de volar sola. Se
sentía fuerte para enfrentarse a los miedos que la atenazaron hasta enfermarla. El
alma de Jorge al volante, por el refinamiento de sus facultades femeninas,
observó a la amiga e intuyó que le escondía un deseo: aventurarse sola para
reconstruir su hogar en la libertad y el respeto. En las calles de Alcoy, parados en
el primer semáforo, recordó haber escuchado un ruego de Puri, la hija de
Lucrecia: “¡Mama, que sea como en Moixent…” -la criatura, en su permanente
infancia de Down, fue allí muy feliz en familia- “… con papá y mamá!”.
Desde el primer encuentro, seis meses atrás, Lucrecia se había
reincorporado al trabajo y buscaba ahora la independencia.
El olvido y el optimismo habían borrado sus radiografías de baja laboral
por enfermedad durante años.
¿Dolor físico o emocional?
Envejecida Lucrecia por los sufrimientos, había rejuvenecido en las
últimas semans superadas sus debilidades. Y por fin podía reconquistar al esposo
y padre del hogar. Jorge hizo también de aguijón que sacó al marido del letargo.
Dos días antes de desplazarse a Turballos, Lucrecia había escrito en la
libreta de Jorge: “Has hecho por mí, Jordi, más de lo que imaginé que alguien
podía darme.”
Y tras el taller, el alma agradecida y sincera de Lucrecia se desplegó en la
víspera de la despedida:
–Jordi, yo vivo en un agujero negro –le alertó.
–¿Negro? –él replicó con sonrisa de Gioconda–: ¡Vives en un agujero de
luz, Lucrecia!
–Jordi, sigues adelante como Luke en La Guerra de las Galaxias, sin
miedo a las amenazas y agresiones de mi marido. –Sus ojos destellaron temores.
–Ese agujero de luz, con tu hijita Down, –le declaró– me ayuda a
conocerme mejor.
–Soy poco misericordiosa –se sinceró–, con Adolfo violento y contra ti.
–En un agujero de luz, Lucrecia, –le reveló– me esfuerzo para hallar mi
raíz humana.
305
–¡Él, al acecho; te odia! ¿Ningún daño temes por venir a mi casa? –La
cara de Lucrecia dibujó el pálpito de una tragedia.
–¡Morir por amor es el último peldaño! ¿Lo sabías?
Jordi tenía en ese instante la espalda apoyada en la ventana. Enfrente, su
amiga Lucrecia. De pronto, a través del cristal, ella vio llegar a su esposo por la
acera. Adolfo se echó la mano al bolsillo. Buscó dentro. Sacó una navaja y un
pañuelo. ¡Qué horror! Pero se detuvo ante la puerta. Rebuscó en los bolsillos y
maldijo su mal sino, como el pequeño dictador, de Chaplin, a quien le estalló un
globo de aire en la cara. Adolfo había extraviado el paquete de tabaco. ¿Dónde?
Necesitaba una calada antes de enfrentarse a Lucrecia y Jordi. Regresó sobre sus
pasos calle abajo y desapareció en la esquina. ¡Qué alivio!
306
Nada sabía ella del paseo y la conversación de Malena y Gorka. Lucrecia, otra
mujer que sabía amar, abrió la puerta a Jorge. Salió de la vida de Jorge justo
cuando se hallaba cerca Malena, sin que lo supiera ninguno de los tres.
Al día siguiente, salieron pronto del piso de Daniel en Alcoy. Era lunes,
jornada laboral, pero Jordi disfrutaba de días libres en el trabajo. Lucrecia y
Jordi marcharon a descansar a un apartamento que ella tenía en la playa de
Xeraco. Había allí humedades y el amigo iba a ayudarla en las reparaciones. Por
la tarde, tras charla larga y tendida de Lucrecia con un viejo amigo de Moixent,
buscó a Jordi que esperaba en la terraza. Éste había cocinado una tortilla de
patatas con cebolla para cenar. Esa vez le había echado más sal a la tortilla de
patatas, como quien activa los sabores que te ofrece la vida. Puri dibujaba flores
en un papel sobre la mesa de la terraza. Jordi se dispuso a preparar la mesa: salió
de la cocina con el mantel, los platos y vasos, las servilletas y tenedores que le
llenaban las manos, y entonces oyó la cerradura en la puerta.
Lucrecia plegó de golpe las alas en el pasillo, tras el primer vuelo de su
libertad recuperada, y salió caminando hacia la terraza.
–¡Tienes que marcharte, Jordi! –afirmó Lucrecia.
–¿Por qué? –Dejó todo en la mesa y tapó con un plato la tortilla, igual que
si hubiese respondido, con audacia y sangre fría, el actor Robert De Niro.
–Seguir tú y yo juntos: ¡Imposible! –Ojeó de reojo los cubiertos dispuestos
sobre el mantel de la mesa.
–¿Me explicas tu decisión? –quiso comprobar la firmeza de la amiga.
–¡Imposible que sigas conmigo! ¡Adiós! –Recalcó Lucrecia, tajante.
–¡Hasta pronto! ¡Moltes gràcies! (¡Muchas gracias!) –se despidió Jordi.
Fue la primera y última vez que Jorge le habló en valenciano.
–¡Seguro: Hasta pronto! ¡Jordi, adéu! (¡Jorge, adiós!) –reafirmó Lucrecia.
307
Al sentir Jorge aquel “¡adéu!”, le resonó un significado profundo de
marcha sin retorno.
Bajaron por las escaleras. El ascensor estaba averiado.
Ya en la calle, Jordi entró al coche. Vio por la ventanilla abierta la fría
expresión de Lucrecia y pisó a fondo el acelerador. Por el espejo retrovisor
contempló a Lucrecia caminando hacia la playa, sobre la alfombra tendida por el
adiós, como quien camina en pos la libertad. Ella ni volvió la vista.
¡Quo scripsi, scripsi! (¡Lo escrito, escrito está!).
Ni vio alejarse al hombre que cumplió su palabra y subió el último
peldaño. Lucrecia acababa de enterrar a Jordi, muerto por amor como hizo antes
Jorge cuando el cubano llegó a la vida de Maya. En la misma sepultura, donde
yacían Jorge y Jordi tras culminar sus misiones, Lucrecia arrojó el pasado
amargo en el hogar y reemprendió un presente de esperanza con su esposo.
En el desprendimiento que libera, al volante del coche, nuestro amigo
miró hacia lo alto y dio gracias por la curación completa de la compañera de
Reiki. Y sintió en su corazón honda satisfacción y felicidad.
¡Vuestra libertad empieza donde acaba la mía y mis intereses!
¿O resulta que es al revés?
¡Mi libertad comienza a fraguarse cuando siento que empieza la tuya y tus
necesidades!
¿Cómo identificar entonces el amor verdadero?
El padre y la madre lo saben identificar por experiencia. ¿Amas cuándo te
amas tú primero o cuando tiendes la mano y amas sin esperar premios?
308
Tened presente que vuestros ruegos y afirmaciones son siempre
escuchados y atendidos. ¿Por quién?
¡Pide y al tiempo actúa! Si buscas la Perfección y la Felicidad, por el
camino ya vas sintiendo que te acercas a ella.
El Generoso… te da si ruegas desde la veracidad, requisito sine qua non, y
hasta dibuja para tu disfrute palmeras de colores entre la luna y su séquito de
estrellas. Porque en el firmamento viven artistas geniales.
Si siembras en la intención pura, cristal sin mancha, tu alma recoge ciento
por uno en el devenir sin fin.
309
La jornada en tren arrancó en tierras alicantinas. Jorge subió al vagón y se
encontró en el asiento contiguo con su cálido compañero de siempre. El sol
marchaba en pos de la estela del convoy, sin perder de vista a nuestro amigo en
su regreso al País del Txirimiri. Sepultados por el sudario del olvido sus años de
la mili en Garellano y Mungia, de eso hacía veinticinco años, acudía ahora Gorka
en el rescoldo de recomenzar.
Entre aquel antes militar y el hoy en libertad, sólo había cruzado otra vez
Euskadi. En esa ocasión breve, un rebullir invisible le inspiró el nombre de su
primera hija: Itziar: luz que emerge del mar. Destello que también le ha ayudado
a encontrar respuestas que buscaba. Huérfana por el divorcio de Jorge y Batu,
como ancestralmente por las dentelladas del león y la daga en el cuello de su
padre, el alma de Itziar le ha tendido los puentes de la comprensión del por qué
se suicidió, en vidas pasadas, y de su felicidad hoy con Malena. Recuerda que
Jorge recaló en el paraje de Itziar de manera accidental con Batu, cuando recién
casados pasaron por allí camino de San Sebastián. En aquel instante, en la ermita,
él fue quien eligió el nombre de su hijita del alma, en esta vida.
En el instante presente, sentado Jorge en el tren, el hollar del pasado
remoto, latente por siglos, resurgía a medida que se acercaba al País del Txirimiri
verde. Comenzó Gorka a sentir que había vivido antes en esas tierras vascas…
hacía muchísimos años… o tal vez vivió en el futuro y regresaba. Y vino a su
mente un agradecimiento. Mila esker! (¡Mil gracias!). Recordó la expresión en
Euskera que aprendió en la mili. Ya sabía con certeza el alma de Gorka el porqué
reapareció Itziar en su pensamiento y la razón de su regreso a Euskadi.
310
repudio y la oscuridad de quienes a dos pasos pretendían tabicar las ventanillas.
Intento en vano porque las cortinas se dejaban penetrar por el crepúsculo de la
tarde. De ese modo, el astro rey se divertía en el juego de los contrarios que
Gorka mantenía con los pasajeros del otro lado.
¡El sol posee fuerza imparable!
Sonaba la guitarra de Paco de Lucía en la música ambiental del vagón.
En el camino de la esperanza, amarilleaba el atardecer en tierras
castellanas. Cobijado por el sol, le embargó a Gorka el deleite de la naturaleza.
¡Qué maravilla! ¡El sol ofrece su calor pese al desdén humano! Hacía años que
Jorge había decidido ser agradecido siempre. Como respuesta a esta convicción,
unos kilómetros más adelante, en la curva que modificó la órbita del tren, el sol
agrandó su influencia salpicando la mirada de Gorka de refulgir electrizante.
La brillantez y luz que desprendían los ojos de Gorka incitaron el saludo
de un viajero, de origen alemán:
–Welch sonniger Tag! (¡Bello día soleado!) –aludió Sebastian.
–Glücklicher Tag! (¡Feliz día!) –le devolvió Gorka.
En el periódico que mecía el traqueteo del tren, y el germano barbudo en
sus manos, –sentado Gorka justo enfrente– el retrato de un hombre negro miraba
fijamente a nuestro amigo, a la vez que sostenía sobre su cabeza el titular, a cinco
columnas, de la noticia que abría The New York Times:
Obama dona a obras sociales
el sueldo completo de este año
En el repicar de su memoria infantil, la figura de piel morena, de este
presidente norteamericano, semejaba al Mandela que le habló desde la tele de la
vecina. ¡Dos quijotes! Leyó luego una noticia sobre los reporteros Pérez Reverte
y Almudena Ariza. Pero enseguida atrajo su atención el titular sobre un suceso
incluido en la columna de la primera página: Confesó su crimen la marquesa
oriolana, farmacéutica sospechosa de envenenar con arsénico a su esposo
millonario.
El resplandor verdoso en las pupilas de Gorka atrajo la complicidad de
una joven gallega, de piel suave y algodonada, blanca como la leche:
311
–Eu quero disfrutar do sol.(Quiero disfrutar del sol.) –Apartó su flequillo
pelirrojo. Al lado en una bolsa, tenía Queixo tetilla y dulces orellas de carnaval.
–¡Fermosa tarde! (¡Bella tarde!) –le rubricó la sonrisa de Gorka.
Enfrente, dos judíos de la diáspora interminable debatían en discusión al
estilo Bilbul, mientras atrajeron a Gorka los rizos y la sonrisa de una joven.
–¿Tú también gallega?
–¡De Sevilla!–. Alzó las manos sobre su cabeza y dibujó rosas flamencas.
–¡Macarena!, a buen seguro es tu nombre –supuso Gorka.
–Macarena vive junto a la muralla. Yo, al lado de la puerta de Córdoba.
–¿Conoces Córdoba? –preguntó Gorka, encantado por sus vivencias allí.
–Viví allí en mi infancia, como Cervantes de niño en la Plaza del Potro.
–¡Ciudad y embrujo! Cuna de Séneca, Maimónides, Averroes y Al-Arabi.
–Del torero Manolete y el pintor Romero de Torres –dijo la mujer morena.
–La Mezquita, Medina Azahara, la Sinagoga, el Puente Romano… ¡Qué
fresquito el salmorejo! Exquisito como el gazpacho. –Gorka se relamió los
labios, mientras recordó poesías de Antonio Gala y al genial cantaor Camarón.
–Mi hermana va allá detrás. ¡Es la del jersey morao con el triángulo verde
en el pecho! Nació el 14 de Abril. Mariana defiende la libertad, la ley y la
igualdad. –Dijo muy orgullosa por los ideales de la pequeña de su casa–. Estudia
Oftalmología y prepara la tesina sobre Al-Gafequi. ¡Lo suyo es el derecho y la
política! Pero mi padre le prohíbe secundar las manifestaciones. ¡Ah! Ella se
camufla entre las pancartas.
¡Qué parecido con Mariana de Pineda!
Y Gorka las piropeó:
–Sevilla y Córdoba ¡Encantadoras! ¡Ay Granada… la octava maravilla! La
Alhambra… Pero si Macarena es otra, quién eres tú –preguntó a la joven.
–Soy Hiniesta. Ya te dije que vivo en Sevilla; en la Puerta de Córdoba.
En Vitoria, tierra del Celedón en los días de la Virgen Blanca, subió al
vagón un chino de Hong Kong que sonrió a una compatriota anciana, venerada
en su país. La saludó con las uñas larguísimas por ser costumbre allí:
–nî hâo! (¡Hola!) –Lee, el chino, marcó otra sonrisa de oreja a oreja.
312
–nî hâo! (¡Buen día!) –contestó la mujer nacida en Beijing (Pekín).
–chî fàn le ma? (¿Has comido ya?) –Ofreció una jiao zhi, empanadilla
tostada al vapor.
–chî le. Xiè xie! (Sí. ¡Gracias!)
Jorge caviló sobre el saludo de ese pueblo. ¡Da que pensar la pregunta!
Y entonces le miró Binta, una senegalesa wolof, desde el asiento contiguo:
–Na nga dëf. (¡Hola! ¿Qué tal?)
–¡Ma ngi fi! (¡Me siento muy bien!) –le agradeció Gorka.
313
a punto de romper aguas, donde las almas de los viajeros se arremolinaban en la
salida para sacar la cabeza. Querían deshacerse del vagón inservible, igual que
rechaza el espíritu libre el corsé carnal, pues le condiciona sus movimientos al
entrar en este plano físico que desconoce.
En su regreso a Bilbao, Gorka dejó pasar delante a una dama estilo Coco
Chanel, con traje de chaqueta negro y suéter blanco que le realzaba su cuello de
cisne. La viuda elegante se mostraba con prisa por rebasar la puerta y saltar al
andén, a la calle, igual que desea el feto saltar a la vida. Por la premura que
traía… qué tarea le preocupaba a la viuda. Por fin, puso deprisa el pie en tierra.
–¡Casilda! Al fin acabaremos tu parque –la agasajó el bigote del alcalde.
–Eulalia, ¡maja!, haz la foto –pidió Koldo–: ¡Qué Azkuna tiene un Pleno!
La fotógrafa oficial de la villa recogió con su cámara la instantánea repleta
de barbudos y de señoras que exhibían diseños del modisto Balenciaga. La joven
Eulalia Abaitua plasmó en su foto los agasajos del regidor Iñaki y los aplausos
del pueblo a la benefactora bilbaína, viuda de Epalza, allí reencarnada.
Gorka pasó de soslayo junto a la multitud. Caminó hacia la salida.
¿Tropezar una vez sólo en la misma piedra o vivir sin temor al traspié?
Jamás es demérito el tropiezo, si aprendes de él.
Lejos ya del control racional de Jorge, Gorka se deslizó por el andén de la
estación como recién salido del paritorio. Sentía la felicidad abrazada a su pecho,
como la presintió Ulises al ver desde su velero los montes de Ítaca, antes de
bañarse en los besos de su amada Penélope. Gorka alzó la mirada en el deleite y
le arrobó una aleluya que le miró y se le acercó en el andén. ¡Guapa Malena!
Igual que Odiseo agradeció a su creador Homero el final feliz, Gorka
añoró a Shakespeare en la esperanza del reencuentro de Romeo y Julieta. Y
recordó el amor prohibido de Kinasi y su hermana Karu en el Japón imperial y el
de los amantes Juan Diego e Isabel en Teruel. ¿Cuándo volverán a besarse?
¡Se abrió el cielo radiante en la estación! Y le saludó un rubí femenino,
Malena, envuelto en sonrisas y guirnaldas:
314
–¡Hola, Gorka!
–¿Cómo te sientes, Malena? –preguntó a su anfitriona, mientras
contemplaba sus labios rojos y el simpático corte de pelo.
–¡Muy bien! Dame esa bolsa –Le sonrió acariciándole con la mirada–.
¡Deja que te ayude! ¿Qué tal el viaje? –Cogió una de las bolsas que traía Gorka.
Hacia el tintineo lluvioso que les esperaba fuera, avanzaron por la estación
en un río de esperanza: retomaban el paseo de Turballos.
¿Por qué? Porque en la sierra quedó escrito, en el inconsciente de ambos,
el reencuentro convertido ahora realidad material.
¿O acaso todo es soñar?
Unidos de nuevo se sentían en buena compañía.
Escalón a escalón en la estación del tren, paso a paso y peldaño a peldaño
descendieron hacia la puerta que les esperaba entreabierta.
Desde la calle, la noche les proyectó el frescor afrutado de un viejo amigo
que Gorka reconoció enseguida: el sirimiri.
–Iremos a mi piso… en tranvía. ¡Dejamos el equipaje y salimos a cenar!
–¡Tu mandas, Malena!
Se regalaban sonrisas.
Gorka vio la puerta de la estación, luminosidad y luces de neón fuera, y le
alcanzó un chorro de aire húmedo:
–¡Ya estoy en Bilbao! –Pisó la baldosa floreada, típica bilbaína.
–¡Regresaste a esta tierra, Gorka! –Le miró Malena y sonrió.
–Antes de lo que hubiera imaginado. ¡Acaba de llover! –dijo en la acera
de la plaza Circular, donde vendía claveles una señorita del barrio La Palanca.
–Tampoco supuse verme yo aquí a tu lado. ¡Acudiste tan pronto!
En viaje por el Cielo en la tierra, caminaban sobre baldosines de cuatro
pétalos cuyo corazón se agrandaba por la lluvia, gota a gota, a cada paso que
daba la pareja, como lo hace la flor de Jericó gracias al rocío madrugador.
315
lágrimas puras como las de Malena en Turballos. Se podían contar las gotas
como los viajeros del tren, almas en su regreso a este mundo fugaz, siempre con
la misión última del reinicio. Sin obstáculos, caían florecitas de las nubes como
caen del Cielo la Verdad y el Amor, igual que se divierte el agua en el riachuelo.
Igual que goza el alma del neonato en el lago maternal de su libertad inicial.
¡Fresco sirimiri!
–¡Ahí llega el tranvía! –Metió su bono, creditrans, en la canceladora.
Subieron al convoy. Sonaba el tango ‘Esta noche de luna’. Cantaban a dúo
Libertad Lamarque y Nina Miranda. Malena se acercó a Gorka… oyó el corazón/
contento latir como un brujo reloj… barcarola corría/ por un río de ilusión…”.
Gorka vio iluminadas las fachadas del Mercado de La Ribera y de San Antón.
Segundos después, sintió traqueteos de vagonetas cargadas de El rubio mineral
en Miribilla y la Mina del Morro. Y terminó el viaje en tranvía. Malena desplegó
el paraguas. Por la acera dibujaron la curva en la estación de Donosti y recalaron
en la plaza del templo añejo, convento de Dominicos. La afinidad emocional de
Malena y Gorka fluía natural como el suave sirimiri caía sobre los tejados.
–Vivo en esta callejuela. –Giró la esquina y dejó a mano derecha la puerta
del restaurante Miren Itziar. Gorka caminaba a su lado–. ¡Hemos llegado! Aquí:
en el bajo. Pocos peldaños. Espero que te guste mi estudio: pequeño y acogedor.
Ya ante el edificio, sacó la llave y abrió la puerta.
Subieron diecisiete escalones.
Abrió el bolso y apareció un manojo de pétalos.
Metió un pétalo verde en la cerradura y se abrió el hogar. Encendió la luz.
Sin perder un segundo, Malena cerró el portón y lo dejó atrás: borraba así el
pasado triste. Con Gorka, Malena acunó la mente en el respeto, compartieron
palabras y sentimientos: comunicación. En el estudio del barrio de Atxuri,
despertó la curiosidad de Gorka una figurita de alabastro de la Virgen de Peñas
Albas, patrona de un pueblecito en el bellísimo Valle del Jerte. Con cuidado, el
invitado cogió la imagen de la estantería de los libros y la acarició. Gorka se
imaginó paseando de la mano de Malena en el valle blanco de cerezos en flor en
la primavera del Jerte. Nada preguntó sobre la figurita, por discreción.
316
La primavera necesita de la lluvia y del sol para florecer.
Las conversaciones de Malena y Gorka se prolongaban cada noche hasta
la madrugada. Compartían anhelos, inquietudes, sonrisas y sentimientos.
–¡Son ya las tres de la madrugada! ¡Estarás cansada! Yo estoy de
vacaciones pero tú trabajas. ¡Vamos a dormir, Malena, que mañana es otra vida!
–¿Otra vida o la misma y mejor? –Se incorporó del sofá y entró a la cama.
Gorka dormía en el sofá-cama, mientras bajo la sábana del sueño el
inconsciente de ambos despertaba de madrugada para vivir en el reanudar gozoso
que sentían juntos en Bilbao. “(Cuerpo de la mujer, río de oro/ donde, hundidos
los brazos, recibimos/ un relámpago azul, unos racimos/ de luz rasgada en un
frondor de oro./(…)” (Del poeta Blas de Otero, Bilbao 1916-Madrid 1979).
317
bilbainadas y habaneras y añoró Torrevieja. En la placeta de Santiago, Ramonet
vendía mantas como aquel agosto que vendió un camión de mantas en una playa
torrevejenses. Sorprendió a Gorka la presencia del oriolano en el botxo bilbaíno.
El desparpajo del charlatán era digno de un espectáculo en el Teatro Arriaga.
En las fachadas de El Arenal, águilas bicéfalas lloraban el naufragio
carlista. El espectral ejército marchaba por la sombra de los tilos, con
Zumalacárregui al frente sin saberse cadáver, y repetía el estribillo: “¡Por Dios
por la Patria y el Rey, lucharon nuestros mayores; por Dios por la Patria y el
Rey, lucharemos nosotros también!”
En el verdor de las campas que coronan Bilbao, Seve Ballesteros,
chaqueta verde, junto a Olazábal, exhibía con un palo de golf su magistral swing
en el green. Desde lo alto, Jorge descubrió la antigua urbe industrial, vieja, ahora
saneada y de paseos abrazados a la ría. Peces y patos saltaban en el agua.
¡Han cambiado la ciudad!
¡Qué belleza! ¡Visítadla!
La policromía del paisaje urbano, de ciclámenes y pensamientos en los
jardines, nada se asemejaba al vertedero de embarcaciones muertas, cascos de
metal carcomidos por el óxido y la desidia, que Jorge había visto allí, hacía tres
décadas, en la ría contaminada. Pero defendida siempre por Greenpeace.
¡Impresionante nueva Abu Dhabi vizcaína!
En la misma ría del Nervión, aquella parecía otra ciudad dentro de la
misma, que conservaba sus tradiciones, la amabilidad de su gente y la
gastronomía de pintxos, txakolí, queso Idiazabal y afamados cocineros. Por el
encuentro gastronómico Ongi Etorri, en la plazoleta de Unamuno en Bilbao, el
cocinero donostiarra Juan Mari Arzak ofrecía ese día una charla: “Sólo si innovas
estás vivo. Y la mejor forma de hacerlo es pensar como un niño. Todos los
objetivos se alcanzan con la utopía”. El aplauso fue unánime.
Hasta el dragón del Segura, a la espera de regresar al Sur, nada allí y
entretiene a la chiquillería. Le acompaña un amigo de Lekeitio, Mingorri, que
escupe fuego por su lengua roja. En el devenir, sabréis de la amistad de Mingorri
con La Diablesa orcelitana. Plantada en el muelle de carga donde vive, Carola
318
alertó a los dragones que iba a bajar su brazo, de grúa jubilada, para dar la salida
de la carrera. Gorka quedó allí maravillado al ver sobre las aguas la maestría de
las dos traineras monstruosas. Los patrones Luis Karril y Kiriko aplaudían.
¡Milagrosa transformación de Bilbao!
Gorka vio el faro de Iberdrola que le guió hacia la Bilbao nueva, frente a
la histórica Universidad de Deusto. El humano convierte si quiere con tesón las
cloacas en un oasís de luz y color. Y acabará con el hambre como el boticario de
Atlanta elaboró el mágico tónico de burbujas con chispa, Coca Cola.
Porque tú puedes transmutar tus diez billones de células y el cerebro, si
cuidas la alimentación y aprendes del disfrute. Mujeres y hombres cambian y
renacen cuando se dejan guiar por el conjuro que recibió el valiente Sapiens…
¡Aléjate siempre del miedo que encadena tu voluntad!
Estoy seguro de que pisaste las aguas del Rubicón y diste la media vuelta.
Pero por hondo que sea el río y profundas las heridas, hallarás en tu voluntad y tu
corazón el paso que lo vadea y el bálsamo que cicatriza tus heridas.
Ensimismado Gorka por tanta belleza bilbaína, le atrajo una figura:
¿Un animal? ¡Un perro! ¡Gigantesco!
¿De colores? ¡De flores!
Puppy, simpático perrito de flores, jugaba con el sirimiri y custodiaba la
entrada al monumental museo, Guggenheim Bilbao, recubierto a modo de
escamas metálicas, brillantes como el casco del buque encerado por su creador
Frank Gehry. Barco cargado de inspiración genial. Gorka admiró el ingenio.
Semeja una ballena que traga y expulsa al tiempo a mujeres y hombres, jóvenes y
ancianos, niñas y niños, a la inteligencia sedienta de saber y deseosa de cultura.
Pero saciada siempre por la creatividad divina de las musas invisibles. En ese
instante entraban al museo Steve Jobs y Ray Tomlinson, con el bailarín Nuréiev.
Después de la comida, exquisita como las de Ferrán Adrià en El Bulli o los
camarones fritos en Cádiz, Malena y Gorka pasearon por la Plaza Nueva, las
Siete Calles y la casa de Simón Bolívar. El amigo de la verdad, ¡el tiempo!, les
fue acercando. La simpatía de Marijaia lanzó a Gorka un guiño, en un descuido
319
de Malena, e insistió con sonrisas para llamar la atención de Gorka. Pero éste
besó con ganas a Malena y pudo aplacar el risueño encantamiento de Marijaia.
Conoció luego la mitología de Mari (Madre Diosa en Euskal Herria), la leyenda
de Aitor y a Urtzi (el Dios cielo, cual Júpiter latino), a Alba, Josune y Adrián,
Néstor y Aitor. Le tentó la dulce Carolina en una confitería. En la puerta, un
joven de Malí vendía figuritas de madera. Se alegró al ver a una amiga.
–¿Ibedi? (¿Qué tal estás, Amaia?) –Se acercó a la mujer vasca.
–¡Herre dron! (¡Estoy bien!) –contestó la joven en perfecto bámbara.
Gorka vio a una bandada de pájaros surcar el cielo… y su corazón cantó
‘Txoria txori’: “Hegoak ebaki banizkio/ nerea izango zen,/ ez zuen aldegingo./
Bainan, honela/ ez zen gehiago txoria izango/meta nik... txoria nuen maite.(…)”
(“Si le hubiera cortado las alas/ habría sido mío,/ no habría escapado./ Pero
así,/ no hubiera vuelto a ser nunca más un pájaro./Y yo... yo lo que amaba era
que fuera pájaro.(…)”) (Mikel Laboa, San Sebastián 1934-Donosti 2008)
320
aguas, sobre el puente que acercaba a Gorka y Malena. Como los destellos del
recuerdo, en el túnel del inconsciente, que despiertan al espíritu para percibir
cada reencuentro.
321
en el oasis de Jaén, en la fraticida Guerra Civil que les separó enseguida por la
muerte del poeta. Los olivos jienenses, la tierra y su gente le inspiraron el poema
Aceituneros y otros de Viento del Pueblo. Felicidad de Miguel en Jaén, como
Hemingway en el bosque de Irati en el silencio del último paseo pamplonica.
A Malena y Gorka, la luz del primer beso abrió un ventanal en la puerta
cerrada de golpe, al dejar el hogar y lo que más amaban: ella, a dos hijas y un
hijo; él, dos hijas.
Se besaron sobre la campa y prendió en sus pechos un remolino, nacido en
los labios, que extendió en sus almas relámpagos de dicha inefable. ¡Muchísimo
más que contacto físico! En ese primer beso, aldabonazo celestial, como el beso
de Armengola y Aben Mohor en la leyenda oriolana de amor, se reconocieron
Malena y Gorka en sus pensamientos. Se sintieron espíritus libres, en el renacer
que creció como un fuego alimentado por la esperanza infantil unida a la
experiencia. Jugaban con las miradas y la atracción sensual. Gozaban del
acercamiento de sus almas, sus mentes y la piel.
322
Cosa. En Santoña, disfrutó del carnaval y sus anchoas. Y otra sorpresa: Gorka
vivió y sintió un fin de semana de ensueño en la costa cántabra: Castro, Laredo,
Isla... ¡Acércate a ella y conoce Noja! Como Malena y Gorka, pasead por los
acantilados y los bosques entre las playas de Ris y de Trengandín. Allí se
besaron. Gaviotas y cormoranes son testigos de la felicidad de Malena y Gorka
en Noja, igual que la sienten miles de turistas y veraneantes vizcaínos y
cántabros. ¡Acudid allí y preguntad a las aves! La naturaleza nos dice la verdad y
alerta al ser humano. ¡Escuchadla!
Al día siguiente de regresar de Cantabria, Jorge halló en el trabajo en Ibi
una carta en su casillero. Había llegado esa mañana el sobre por correo urgente
antes que él en autobús viajando toda la madrugada desde Bilbao.
¡De Malena! Le envió la novela Como agua para chocolate, de Laura
Esquivel. Y un segundo regalo: una dedicatoria: “Para Gorka (Jorge) con mi
afecto. Ni me cabe duda alguna de que hay muchos pasajes en estas hojas que te
recordarán los días pasados, compartidos juntos…” Al lado de estos
sentimientos, aparecía impreso en rojo el beso de sus labios, perfilado sobre el
papel, rubricando el devenir feliz.
Ese día ya de noche, en Ibi recostado en la cama, en un mensaje telefónico
le devolvió el regalo: “Dulces sueños. ¡Maite zaitut! (¡Te amo!)”. Malena le
respondió en el acto: “Son dulces pero fríos sin ti.” Y en la soledad de la cama
recordó los versos de Blas de Otero: “(…)/Cuerpo de la mujer, fuente de llanto/
donde, después de tanta luz, de tanto/ tacto sutil, de Tántalo es la pena.(…)”.
Y para hacerlo todavía mucho más realidad, Gorka la telefoneó:
–¡Muuua! Musutxus! (besitos).
–Descansa. ¡Hasta luego… en los sueños! ¡Te quiero! –se declaró Malena.
Instantes después, a setecientos kilómetros de distancia física, Gorka y
Malena se besaban de madrugada en los brazos de Morfeo, dios de los sueños. E
hicieron el amor en esa dimensión hecha vida. En el plano etéreo, el contacto
amoroso nada se parece al físico, igual que lo sienten la anciana y el anciano aún
enamorados. Cuando acaricias, por las yemas de los dedos respiras energía y
amor. Y así se unen las almas, las mentes y los cuerpos fundidos en la plenitud.
323
De repente, Gorka despertó en la cama, feliz pero solo.
Y en ese preciso instante Malena, también en la cama pero en Bilbao, alzó
al cosmos otro mensaje telefónico: “Segura estoy de que sueñas, pero ¿dormido
o despierto? Soñé que estabas a mi lado en la cama.”
Atreverse a amar y dejarse amar, son asignaturas del vivir que podemos
superar gracias a nuestro continuo mental eterno, en ésta o en las próximas vidas.
Hombres y mujeres anhelan reencontrarse en el disfrute del amor.
En la última carta, Jorge me regaló mensajes preclaros del Nobel de
Literatura en 1948, T. S. Eliot, en La Piedra: “El mundo da vueltas y el mundo
cambia, pero hay una cosa que nunca cambia. En todos mis años, una sola cosa
jamás cambia. Por mucho que la disfracéis, esta cosa nunca cambia: la lucha
perpetua del Bien y el Mal.”
324
Minutos después, de nuevo cuando dormían los cuerpos de Malena y
Gorka, desaparecieron otra vez cientos de kilómetros que les separaban. En la
vida en los sueños, Gorka la abrazaba y la besaba… y ella le acariciaba.
Malena dormía en su estudio de Bilbao… y nuesro amigo en Ibi. Pero sus
figuras etéreas dormían juntas porque se habían desprendido de la envoltura
física y egoísta que separa a las almas.
Parangón de la transformación surgida en el niño Jorge (que fue Jordi… y
ahora Gorka), amaneció un día más en Bilbao, con el fin de renacer con espíritu
renovado. Malena abrió los ojos en su cama. Tomó el teléfono y le preguntó:
–¿Recuerdas qué has soñado, Gorka?
–¡Adivínalo, Malena! –le contestó desde Ibi.
–Abrazado a ti estuve toda la noche, te acariciaba en mi sueño; tú me
besabas, Gorka.
¡Lo mismo que él en su sueño! ¿Habían estado verdaderamente juntos?
325
en un mundo unido. Pese a las recaídas en el camino, el esfuerzo florece en tu
esencia fértil. ¡Confía como Gorka y Malena! La felicidad sale a tu encuentro sin
rebozo. Ocurre lo que ocurre siempre para mejor, hasta donde tu voluntad y tu
corazón deciden en el lugar justo, con la persona que te corresponde.
326
¿Descuido o favor adrede para prolongar el misterio?
Pensó Gorka en la bicicleta que su padre le envió desde Francia,
“¡sorpresa!” en la infancia de Jorge y su primer gran momento de alegría en esta
vida, y así atrajo en ese instante a la felicidad.
Como si Gorka se hubiera desprendido por fin del cuerpo, sintiendo
plenamente el alma, su corazón vibró de emoción hasta que retiró la envoltura.
Igual que el espíritu aprende a desprenderse en esta vida del deseo que le
condiciona. ¡Le habían enviado un regalo! Una novela de autor inédito: J. Carax.
¡Y otro regalo dentro! ¡Dedicatoria!: “Como el viento espero que tu cuerpo me
rodee. Como el viento sur deseo que tus besos cálidos sean. Como nuestro viento
norte espero que continúe siendo el frescor de tus palabras y sonrisas. Peñy
(Malena), 4/4/10.”
Dos pistas le llegaron de pronto a Gorka en un pensamiento: la estatuilla
de la Virgen de Peñas Albas en la estantería de su casa y ahora ese nombre, Peñy.
¡Elemental! Tres conclusiones en una: ¡Peñy y Malena son la misma! ¡Dos
mujeres en una! ¡Miel sobre hojuelas!
327
En la Tesis XI sobre Feuerbach, Marx aboga por la praxis, por dejar la
contemplación y transformar la realidad. Evolución sin fin como lo es alcanzar y
sentir el Amor ecuánime.
¿Por qué subes a las cumbres de las montañas?
¿Para alejarte de la tierra y acercarte a las nubes y los sueños?
328
Jorge dejó de ver la botella de la Felicidad medio llena. Porque ahora la
comparte y bebe… y siente la botella más llena cada día. La puerta está siempre
entreabierta. ¿Qué hizo mi amigo de niño ante ella? La empujó y la abrió, la
cruzó, y halló la luz del sol… y un mundo donde aprender y actuar, guiado
siempre por la voluntad y el amor. Vive en la esperanza porque existe un
convenio tácito, eterno, que avala cada decisión de Sapiens.
329
330
In memoriam Volver al índice
331
(Capítulo: En la ciénaga de Caronte)
Enganchado a la rueda de la imaginación, relee y revisa cientos de
borradores. Porque en honor de Hemingway, mi amigo defiende también que la
papelera es la mejor aliada del escritor y la escritora.
(Capítulo: Alzhéimer)
En la ambulancia de la Cruz Roja, junto a los dedos amorcillados del
conductor al volante, Jorge se acordó de las vivencias del joven reportero
Hemingway, camillero en la guerra, herido de refilón en Italia por la puta
muerte. De sus casas, los mutilados por el alzhéimer salían con familiares. Mujer
es la mayoría que socorre a la madre o al padre enfermo. El alma en la feminidad
responde más sensible ante el dolor. También lo hace el hombre que ha
recuperado su esencia femenina, olvidada durante años.
332
(Capítulo: Dulcineas)
Jorge vivía feliz con sus Dulcineas.
En pocos años, las niñas crecieron: alondras que cantaban en el hogar.
Trinaba la sonrisa de pajarito de la pequeña, mientras la hermanita mayor
regalaba miradas y preguntas de inocente Bambi, de Disney.
333
(Capítulo: Maya y Bukowski)
Por lo que nos estaba contando, sentimos próximo el desenlace en la
crónica de las experiencias y aprendizajes con Maya en Alcoy. Sólo le faltaba a
Jorge sumergirse en medio del caos. Como el poeta Antonio Machado eligió
vivir en Soria sin saber que allí mismo le esperaba Leonor, casi una niña, para
casarse y verla morir enseguida.
¿Vivir, sufrir y amar para aprender a renacer en el caos?
334
_ J. F. Kennedy(1917-1963),Luther king(1929-1968) y Mandela(1918-2013)
(Capítulo: Kennedy y Mandela)
En un relámpago pasaron la siesta y la merienda, casi sin enterarse Jorge,
en un dulce suspiro de sabor a canela y limón.
Entusiasmados, Jorge y sus dos hermanitos esperaban la llegada del
anochecer. Jugaban los chiquillos en la acera, clavados los ojos en la puerta por
si salía su madre con la cena. Pero en el televisor de Josefica, quien veía el
noticiero a través de la ventana, sentada al fresco en la calle, resonó un idioma
que llamó la atención del mayor de los hermanos. Los subtítulos de la traducción
simultánea aclararon manifestaciones con acento extraño. Un hombre de piel
oscura, esposado, denotaba honradez. Jorge leyó deprisa las letras que aparecían
en la tele: “Es un ideal por el que espero vivir y, si es necesario, un ideal por el
que estoy dispuesto a morir.”
–¿Quién es, Josefica?
–Mandela.
–¿Qué dice? –Dejó el balón a sus dos hermanos y se acercó a la tele.
–Defiende la libertad y la igualdad en Sudáfrica y en el mundo.
La pantalla soltó dos relámpagos y sonó el trueno. Jorge recordó los días
de tormenta. Y apareció en la tele la sombra fúnebre de otro titular: “¡Kennedy
ha muerto!”
–¿Quién?
–¡Quiso cambiar el mundo! –le explicó Josefica.
–¡Cambiarlo! ¿Por qué?
–Asesinado como Lincoln y Luther king. ¡Asesinaron a otro presidente
bueno en los Estados Unidos! –La vecina cogió la taza de café que tenía sobre la
mesita. Bebió.
–¿Murió en una guerra?
Sobre la negrura de la pantalla apareció un féretro, mientras en un
recuadro que ocupaba el ángulo izquierdo del televisor se veía el semblante de un
hombre soñador, vivo y seguro de sí mismo, que impresionó a Jorge, sin
necesidad de comprender qué decía: “Now the trumpet summons us again. (…)
335
My fellow citizens of the world: ask not what America will do for you, but what
together we can do for the freedom of man. (…) With a good conscience (…) that
here on earth God’s work must truly be our own.” (“Los clarines vuelven a
llamar. Conciudadanos del mundo: Nos preguntan (…) qué podremos hacer
juntos por la libertad del hombre. (…) conscientes de que aquí en la tierra la obra
de Dios es realmente la que nosotros realicemos.”)
–¡Lo mataron, Josefica!
–Pero perdura su mensaje y será realidad el sueño de igualdad. ¡Lo verás!
336
movió para sintonizarla. Jorge se acercó al aparato, sintonizó la emisora y subió
el volumen. Había encallado una patera argelina en la costa torrevejense. Trece
hombres, una embarazada y dos niños de tres años. ¡Ahogados! Diecisiete
estómagos que buscaban comida.
337
abrió así el camino a su hermano Marc, a Calderón y Ricky, Ibaka… Pau con los
Harlem Globetrotters, igual que los voluntarios y voluntarias de Unicef y de
Médicos Sin Fronteras, prosigue hoy de gira benéfica con su amigo Jordan y los
Looney Tunes por una galaxia nueva, Solidaridad.
_ Alexander Sócrates Onassis (1906-1975)
(Capítulo: Whitney y Jackson)
Una tarde, la banda descansó en un hostal antes de un certamen en Santa
Pola. El joven que atendía la centralita telefónica les contó sus proyectos. De
origen griego, la familia Onassis conocía los entresijos del negocio del tabaco.
Convencido de que le guiaba el buen sino en el océano de la vida, Aris desveló
sueños que parecían hechos ya realidades. De inteligencia preclara, astucia
envidiable, poseía por nombre el de legendarios filósofos: Aristóteles Sócrates.
Usaba gafas. En la despedida, el telefonista ambicioso, de piel bronceada,
aseguró a los músicos que sería dueño de un imperio.
–La voluntad y la apariencia dominan el mundo. ¡Oiréis hablar de mi
fortuna, pronto! –Soltó carcajadas que dejaron al descubierto su blanca
dentadura, brillante.
_ John Lennon (1940-1980)
(Capítulo: Sube al tren)
(…) El tren descansó siete horas en Teruel. Con otro recluta, Jorge
contempló La Torre del Salvador y la capilla sixtina del arte mudéjar en La
Catedral. Un autobús les llevó a Albarracín. Le deslumbró la muralla. Jorge
probó las migas y una trucha de la sierra. Deseó ver las pinturas rupestres del
Pinar de Rodeno pero debían volver ya al tren. De regreso en la estación, escuchó
una canción de John Lennon (“La vida es lo que sucede mientras estás ocupado
haciendo otros planes…”) y juzgó su idea sobre el futuro y ante todo vivir. (…)
338
misma diana. Comprometida como estaba para desposarse con un joven, tuvo
ante sí el reto de escuchar al corazón y restablecer su valor femenino. Y superó la
prueba a los pocos días de un incidente con su novio, porque Batu, Lady Di
enamorada, devolvió la alianza al sentir amor con Jorge. En un almuerzo,
taquitos de queso Camembert y ensaladilla, las lágrimas de nuestro amigo
prendieron el chispazo que encendió la relación.
(Capítulo: Lady Di enamorada)
Jorge sufrió en silencio. Y cual capitán que cede el timón a la bondad del
oleaje, contó a su esposa lo que arredraba su corazón. Pero al ser sincero ignoró
que el rosal posee espinas para proteger la belleza de sus pétalos. Cuando oyó la
confesión de su esposo, Batu Lady Di descorazonada, pues Jorge se estaba
enamorando de otra, ni dejó pasar el primer chaparrón, ni se dio tiempo para
comprender la sinceridad. Reaccionó como ola despechada que arrasa con todo:
–¡Elige entre ella o yo!
339
triste la observó Jorge esa mañana. Por cierto, la Policía investiga todavía, seis
años después del suceso, esa muerte o crimen con visos novelescos de Agatha
Christie. La mirada intrigante de la Marquesa resulta a veces sospechosa.
–¡Jorge, buen día, buen día…! –Contoneó las hombreras y la pamela
ridícula del color de la calabaza. Y movía la boca cual autómata, la abría y la
cerraba después de hablar, como el Papamoscas de la Catedral de Burgos.
–¡Feliz domingo, señora marquesa! ¡Adiós! –Aceleró el paso para escapar.
Perseguido por el eco del perfume inquietante de Gertrudis, que voceaba
con insistencia el nombre de Jorge, éste se hizo el sordo en un regate propio de
Cruyff, el futbolista holandés.
_ Ibn Said Al-Magribi (1213-1286)
(Capítulo: Armengola, mujer valiente)
Ya en el siglo XIII, Ibn Said Al-Magribi narra: “Al ir hacia el mar,/ pasé
por Uryula/ y la contemplé como un trozo de paraíso en la eternidad./ Su río
fluía/ y los cangilones de las norias cantaban a compás./ Los pájaros trinaban/ y
los árboles se abrazaban con sus ramas.” El poeta árabe adoraba esta tierra al ir
al exilio.
340
niño, pájaro a punto de volar hacia lo alto. Le traían al hijo ahogado por un golpe
de mar, puñetazo de Poseidón furioso. Despavorida, soltó alaridos en el salón.
Jorge nada comprendía en la habitación, ¡pues nada veía! Esperó explicaciones.
Pero al contrario, enmudeció la voz de su amada. Y de repente, un griterío
hiriente en la calle, le hizo saltar de la cama. Corrió descalzo hacia el salón.
–¿Dónde estás, Aurora? –rogó Jorge, sin verla, nervioso.
(Capítulo: Alzhéimer)
A la mañana siguiente, Jorge regresó otra vez del sueño de la cadena
infinita de almas unidas. Despertó bajo las sábanas y la utopía de hermandad
universal se le convirtió en despertar hermoso. Con el lápiz hizo en la libreta
anotaciones sobre las almas cogidas de la mano y luego puso música. En la cama,
escuchaba una mazurca y repasaba apuntes sobre la vida de Chopin en Palma de
Mallorca.
341
–El espíritu nada se parece a la barriga. Ni al convencionalismo comercial.
–¡Amo, yo sólo quiero las letras en la sopa! –Agarró la cuchara y un plato.
–¡Necio del demonio! Cree en utopías. Nada sé de la prosa pesimista.
Sancho, hagamos las Américas: me harté de miserias, de bachilleres y envidias.
–¡Con hambre, amo, soy capaz de comerme las tapas de este libraco!
–¡Bellaco! Lee en voz alta; desarrolla tu oído y juega con el Destino…
Olvida un instante los garbanzos… Fuentesaúco, ollas podridas y fabadas…
–Nada le entiendo. ¡Quiero cenar ya! ¡Pero amo, cuídese del Destino!
–Recuerda que William acude a cenar. ¡Nos traerá un pudding! Vístete
con las mejores ropas. Como si fuésemos al corral de comedias de Almagro…
–¿Repetirá el Otelo de odio y celos? Le entiendo poco en su spanglish…
–Nos leerá un borrador que le entusiasma: el romance de dos jóvenes
enamorados en Verona. ¡Apenas sí duerme por la creación de esta obra de teatro!
Le diré que la interprete la pareja oriolana… Elena y Alejandro.
Si en tu vida has sufrido una o más veces la desdicha de Romeo and Juliet,
piensa ya en protagonizar la feliz historia Pretty Woman.
342
_ Marilyn Monroe (1926-1962)
(Capítulo: Marilyn en El Salt)
Tendidas las tres colchonetas en el suelo, dispuestas sobre ellas las toallas,
el ritual de la práctica nudista culminaba, acto seguido, retirando la envoltura de
ropa que nos desnaturaliza. En su virginidad, Jorge mantuvo un compás de
espera, sin prisa.
¿Y ahora qué?
Hacía un calor impropio de finales de marzo.
Jorge dejó que el sol le acariciara el pecho y le guió una intuición, igual
que guió a su alma infantil en el despertar a la luz, sentado de niño en la escalera
de la casa. Jorge giró despacio la cabeza: mirada inocente a la izquierda:
¡Desnuda!
Melena rubia de ninfa, sirena osada, Marilyn angelical en el casto oasis.
¡Pechos hermosísimos! ¡Blancos… perfectos! ¡Boca de fresa! ¡Para saborearla!
Deseó un beso.
Incrédulos, los ojos de Jorge se movieron con rapidez, descendieron
ansiosos por el vientre de cisne, hasta abajo. Cierto: ¡Ángeles, desnuda!
343
_ Johann W. von Goethe (1749-1832)
(Capítulo: Tartufo minotauro)
Las teorías siembran dudas, miedos que te desvían del sendero más
accesible.
Con juicio acertado, Goethe enunció que la teoría rezuma color gris,
puesto que “sólo es verde el árbol de dorados frutos que es el vivir”. ¿Por qué el
genio alemán nos legó su conmovedora Elegía de Marienbad? Porque se atrevió
a vivir, sin miedo a sufrir y sentir el dolor: deseó casarse enamorado de Ulrike
pero la jovencita rechazó al ya anciano escritor, creador de Fausto.
¿Qué importa tropezar cien veces si aprendes de los tropiezos?
_ Molière (1622-1673)
(Capítulo: Tartufo minotauro)
¿Se caen las palabras y las promesas como se caen a veces los sueños?
¿Sapiens, a quien trastornan los deseos tantas veces, debería limitarse sólo
a las necesidades? Pero si actuara así, con mesura, su aprendizaje vital sólo sería
pura teoría, sin corazón ni sentimientos, inerte y sin vida.
Con electrocardiograma enloquecido, Maya se despertó ese día antes que
Jorge. Sobre la mesilla dejó, a medias, la lectura del manual del Tartufo. Le
encantaba leer a Molière. Era mayo, mes de las flores virginales, cuando compró
a escondidas el billete para regresar al Caribe y disfrutar de su amante.
344
Maya ni se fijó en la carretera. Sólo releía cartas en su mente.
Ni vio el cementerio madrileño, ventanas ciegas en bloques de hormigón
propios de escenas de Hitchcock. Ni vio a las avenidas vomitar pavimento,
soledad y vacío. Ni advirtió en las aceras la prisa de la gente a tientas, ciega en
jornada laboral, cual doble de Maya misma sin ápice de paz.
345
–¡Llevas el tercer ojo de los budistas! ¿Meditabas? –bromeó Jorge, al
tiempo que se dirigió a su habitación. Allí dejó sobre la cama una bolsa con ropa
de deporte.
–¿Acaso tengo monos en la cara? ¡Es una linterna colgada en mi frente!
–¿Para qué? –Salió Jorge del dormitorio y tropezó con él en el pasillo.
–¡Ahorro energético! ¡Ahorro energético! –Tiró por el atajo mientras que
Jorge, al contrario, encendió la lámpara del salón–. ¡Ahorro energético, Jorge!
Estaba leyendo tranquilamente en el sofá… cuando oí el ascensor. Supuse que
eras tú y me levanté a abrirte la puerta.
–¡La madera se movió y pensé en la mano de un fantasma!
–¡Fantasmas… en tu cabeza! ¡Cuídate de ellos, Jorge!
–Pareces salido de la novela de Hesse. ¡Caminas en la paz del ojo del
Buda! –Se tocó Jorge el chakra del entrecejo–. Sólo te faltó soltarme el ¡Om
Mani Padme Hum!
–¿Qué…?
–El mantra budista por excelencia: “¡Solo Dios preside mi acción!”
346
Jorge charló con los inmigrantes hacinados en covachas. Jadiyat le contó
sus ilusiones femeninas, sin salir de un receptáculo, pero sí apartó la cortina que
le tapaba la salida. Así mostró la joven, con recato tras un velo finísimo, el
adorno natural de sus ojos de bella viuda. Aseguró a Jorge que añoraba a su
amado esposo, Muhammad, quien la respeto igual que a todas las mujeres de su
religión. Su mayor ilusión consistía en regresar a su país natal y vivir del
comercio de caravanas.
347
(Capítulo: Guerreros de la luz)
En otra tertulia, nos contó Jorge que un martes en casa de Lucrecia, solo y
desnudo en la bañera, soportó la provocación de Marte y del marido kafkiano.
Adolfo, esposo de Lucrecia, había sido maltratado de niño en el orfanato. Le
obsesionaba poseer y jugar con globos de aire que le estallaban en la cara como
al payaso Gran Dictador. ¿Por ello maltrataba inconscientemente ahora a la
esposa? Pese a los empellones hitlerianos del individuo, Jorge logró mantener a
Jordi en la determinación de secundar la causa de su compañera de Reiki.
348
Todo ese rato dulce al lado de Puri, Jordi olió a casta margarita.
La identidad Down de la muchacha, vivencia novedosa y especial para
Jorge, se reveló como regalo que agrandó el alma de nuestro amigo.
_ Jorge Luis Borges (1899-1986)
(Capítulo: Margarita Down)
Cuando menos esperas, se te abren sendas hacia una vida nueva. Es la vida
de la niña y el niño que todo hombre y toda mujer traen fundidas en el alma.
Reencontrar esa doble cara espontánea de tu infancia, alegre y fecunda, perdida
por el paso de los años, propicia oportunidades, si tu espíritu reabre sus ojos para
ser libre. “Que el Cielo exista aunque mi lugar sea el infierno” (en ‘La Biblioteca
de Babel’), como nos legó la esperanza de Borges.
349
se erigió en diosa en medio del caos cual Escarlata O’Hara. Sola, intrépida y
frívola. Desvergonzada y locuaz, ingeniosa, en suma ¡encantadora! Exhibía Patty
en el escenario un embarazo hermoso y cantaba: “¡Sí! ¡Voy a ser mamá! ¡Voy a
tener un bebé!”. Jordi se sintió en un peliculón. Y pasó de espectador a actor.
Jordi juró a Jorge que la muñeca de cartón piedra, Patty Diphusa, le lanzó un
guiño que sólo vio él. ¡La mejor falla! Junto a la sex-symbol, rodeándola, habían
acudido Addy Possa y Ana Conda, Carmen Maura, Rossy, Bibí y Bosé. ¡Siete
Magníficas! Banderas y Poncela, Von Ética, allí todas y todos ninots, aplaudían
la actuación de las siete divas. El dedo de Warhol inmortalizó la escena. El
cuarteto Los Escarabajos estrenó con acento inglés. Raphael cantó de Escándalo.
¡Gurruchaga, mariachis! Madonna y Shaki bailaban a dúo el Waka Waka. Betty
quiso sumarse a la fiesta. Patty le arrojó un mohín de envidia pero exclamó
“¡Boop!”… y la dejó entrar en la barraca. Hoy, son amigas inseparables.
–¡Sólo falta Pedro! ¿Estará de gira con MacNamara? –se aventuró Jordi.
–Tal vez rueda en Alicante, ¡con Óscar! –apuntó Pe, la diva seductora,
quien agitaba el abanico para mitigarse el calor… y enviar señales a Bardem en
un balcón.
–Sí, según se mire, rodará cosas ligeramente falsas o ciertas. ¡Una
creación! Casi como suele explicar Almodóvar. –Bibí encendió la mecha y lanzó
el cohete.
En ese instante: ¡un frenazo! En la plaza, irrumpió un taxi. Todo el tendido
a la luz de la luna quedó A-nonadado, todas patidifusas, como Patty en su
primera noche por Madrid La Nuit. El varonil taxista traía… ¡Adivínalo antes de
leerlo! (…)
350
¿O acaso abrirías un campo de exterminio, en la isla italiana de
Lampedusa, para los millones de africanas y africanos que huyen del hambre y la
muerte?
¡Ponte en su lugar! ¡Hazlo sólo unos segundos!
¿Y si hubieras nacido allí, donde ellas o ellos? Teresa de Calcuta aseguró
a Jorge que el corazón humano siempre les socorrerá y les dejará cruzar la
frontera.
(Capítulo: Patty Diphusa ninot)
Descubrir la mujer en ti, sea Yin o Tara, Guadalupe o Tonantzin, Lourdes
o Fátima, Teresa de Calcuta o Chiara Lubich, Patty Diphusa o Pedrita, es
reencontrar el hombre su lado femenino, gemelo de la ternura, la imaginación y
la felicidad, en vez de pretender una hembra de su propiedad. Y así mismo ocurre
a la mujer si desarrolla, en armonía, su parte derecha espiritual que le infunde
vigor y la libera, su lado masculino.
351
Bainan, honela/ ez zen gehiago txoria izango/meta nik... txoria nuen maite.(…)”
(“Si le hubiera cortado las alas/ habría sido mío,/ no habría escapado./ Pero
así,/ no hubiera vuelto a ser nunca más un pájaro./Y yo... yo lo que amaba era
que fuera pájaro.(…)”) (Mikel Laboa, San Sebastián 1934-Donosti 2008)
352
En Vitoria, tierra del Celedón en los días de la Virgen Blanca, subió al
vagón un chino de Hong Kong que sonrió a una compatriota anciana, venerada
en su país. La saludó con las uñas larguísimas por ser costumbre allí:
–nî hâo! (¡Hola!) –Lee, el chino, marcó otra sonrisa de oreja a oreja.
–nî hâo! (¡Buen día!) –contestó la mujer nacida en Beijing (Pekín).
–chî fàn le ma? (¿Has comido ya?) –Ofreció una jiao zhi, empanadilla
tostadas al vapor.
–chî le. Xiè xie! (Sí. ¡Gracias!)
Jorge caviló sobre el saludo de ese pueblo. ¡Da que pensar la pregunta!
Y entonces le miró Binta, una senegalesa wolof, desde el asiento contiguo:
–Na nga dëf. (¡Hola! ¿Qué tal?)
–¡Ma ngi fi! (¡Me siento muy bien!) –le agradeció Gorka.
353
_ Homero (c. siglo VIII a. C.) y Alejandro Magno (356 a. C. - 323 a. C.)
(Capítulo: Sin miedos)
La cabellera de Jorge sintió un escalofrío seco y se le erizó mucho más de
lo que ya estaba. Se agitaban atribulaciones sobre sus rizos, a semejanza de las
serpientes enloquecidas que atormentaban a la Medusa griega, protectora de
Alejandro Magno. En el desvarío, Jorge suplicó la aparición de Perseo, que
decapitase a la bicha que rondaba su cabeza, pero nadie respondió a la súplica.
(Capítulo: Sin miedos)
A Jorge se le salía el corazón del pecho. Disimuló el nerviosismo que
hacía estragos en su ánimo y temió lo peor. Ante sus ojos, las víboras ilusorias de
Medusa le invadieron de repente el flequillo, se le retorcían en la mente. Si
hubiera tenido a mano la espada de Perseo, ni lo hubiese dudado. Con un golpe
seco, Jorge habría decapitado a su propia Medusa ignorante, su cabeza
enloquecida.
(Capítulo: Puppy y el sirimiri)
Lejos ya del control racional de Jorge, Gorka se deslizó por el andén de la
estación como recién salido del paritorio. Sentía la felicidad abrazada a su pecho,
como la presintió Ulises al ver desde su velero los montes de Ítaca, antes de
bañarse en los besos de su amada Penélope. Gorka alzó la mirada en el deleite y
le arrobó una aleluya que le miró y se le acercó en el andén. ¡Guapa Malena!
Igual que Odiseo agradeció a su creador Homero el final feliz, Gorka
añoró a Shakespeare en la esperanza del reencuentro de Romeo y Julieta. Y
recordó el amor prohibido de Kinasi y su hermana Karu en el Japón imperial y el
de los amantes Juan Diego e Isabel en Teruel. ¿Cuándo volverán a besarse?
_ Severiano Ballesteros (1957-2011)
(Capítulo: Puppy y el sirimiri)
En el verdor de las campas que coronan Bilbao, Seve Ballesteros,
chaqueta verde, junto a Olazábal, exhibía con un palo de golf su magistral swing
en el green. Desde lo alto, Jorge descubrió la antigua urbe industrial y vieja,
ahora saneada y de paseos abrazados a la ría. Peces y patos saltaban en el agua.
¡Han cambiado la ciudad! ¡Qué belleza! ¡Visítadla!
354
_ Steve Jobs (1955-2011) y Rudólf Nuréiev (1938-1993)
(Capítulo: Puppy y el sirimiri)
¡Aléjate siempre del miedo que encadena tu voluntad!
Estoy seguro de que pisaste las aguas del Rubicón y diste la media vuelta.
Pero por hondo que sea el río y profundas las heridas, hallarás en tu voluntad y tu
corazón el paso que lo vadea y el bálsamo que cicatriza tus heridas.
355
_ T. S. Eliot (1888-1965)
(Capítulo: Lady Liberty)
Siempre, por inclinación natural, te guía la tendencia infantil de
comprender el mundo que exploras. Y después la osadía te afianza las tentativas
de experimentar. Hasta te atreves a comer un melocotón y gozar de su carne
jugosa y así aprendes, entre dudas y tropiezos, a poseer la energía de forzar cada
momento hasta su crisis, como aconsejaba el poeta vanguardista T. S. Eliot:
“Only those who will risk going too far can possibly find out hox far one can go.”
(“Sólo quienes se arriesgan a ir demasiado lejos pueden descubrir hasta dónde
se puede llegar.”).
356
_ Fiódor Dostoyevski (1821-1881) y Federico Fellini (1920-1993)
(Capítulo: Puppy y el sirimiri)
Disfrutaba del camino y vivía a sesenta pulsaciones por minuto.
¿Despacio o deprisa?
¿Quién fija la inquietud o la felicidad permanente de espíritu?
¡Tú misma! ¡Tú mismo!
Mejor que lo haga tu libertad antes que las circunstancias a tu alrededor.
Cuelga esa guirnalda de colores en el balcón de tu mente. Sonríe a la vida cogido
a la mano de Guido Contini y Federico Fellini y convierte tu vida en el alegre
circo de Philadelphia. Aprende de los niños como aconseja el príncipe Myshkin
en la obra de Dostoyevski.
357
De Krisis con K, Volver al índice
Casi todo nos entra por los ojos, en vez de entrar por la puerta del corazón.
En nuestra existencia eterna, completamos ciclos que se abren y después
se cierran propiciando el siguiente aprendizaje. Primero existen el sueño y el
pensamiento que luego, con tu voluntad y tu acción, se encarnan y materializan.
Ninguna libertad supera la libertad de tu pensamiento. Si la libertad es un acto de
afirmación y de voluntad; por qué deseas conquistarla, si te pertenece y forma
parte de ti desde siempre.
Porque en lo que ocurre en tu vida, llega siempre lo mejor para ti.
Jorge aprendió a gozar de la totalidad de la vida: lágrimas y sonrisas.
¡Emulemos a la infancia porque en ella se vive en un mundo ideal!
En duermevela, Jorge en un sueño revelador, lleno de simbolismos
surrealistas, vio lo que parecía ser el principio de la existencia humana. Y quiso
abrazarse al Amor y la Libertad para conservar su niño y niña del alma: esencia
masculina y femenina, el androgynos griego en armonía pura, presente en toda
mujer y todo hombre. Si sólo apuestas por sentir y vivir en la mitad de tu ser –el
lado femenino o el masculino en exclusiva–, serás infeliz. En cambio, sentir tu
totalidad es la Felicidad.
El timbre de la puerta como el Destino, nunca avisa. Llega de repente a tu
vida.
Sabed que los Sapiens sólo existimos por la razón de ser felices y amar.
358
From Krisis con K (Krisis with a K), Volver al índice
Practically everything that catches our attention is seen through the eyes,
instead of entering through the door of the heart.
In our eternal existence, we complete cycles which open and then close,
fostering the ensuing learning. First there are the dreams and thought, which then,
with your will and deeds, are embodied and see the light of day. No freedom bests
your freedom of thought. If freedom is a statement of affirmation and an act of will;
why should you wish to circumvent it, if it belongs to you and has always been
forever a part of you.
Because whatever happens in your life, everything that unfailingly takes
place is what is best for you.
Jorge learned to enjoy the totality of life: tears and smiles.
Let us emulate childhood because in childhood one lives in an ideal world!
As he was snoozing, Jorge had a revelatory dream, replete with surrealist
symbolism; he saw what appeared to be the beginning of human existence. And
wanted to embrace Love and Freedom to save his youthful (male and female child)
soul: the male and female essence, the Greek Androgynos in pure harmony, present
in every man and woman. If you decide solely to feel and live in half of your being,
the masculine or feminine side only, you will be unhappy. In contrast, the rest of you
which experiences feelings is called Happiness.
The ringing of the doorbell such as Destiny, never forewarns. It suddenly
lands on your doorstep and comes into your life.
Know that as Homo sapiens we only exist “by reason of being happy and
being able to love”.
359
FRASES LEMAS PHRASES SLOGANS Volver al índice
“(…) A crazy man his life he passed, but in his senses died at last.”
The ingenious gentleman Don Quixote of La Mancha,
Part II (1615).
Miguel de Cervantes (1547-1616).
360
“The man who has begun to live more seriously within
begins to live more simply without.”
“The world is a fine place and
worth fighting for and I hate very much to leave it.”
“Have you seen the nest where the bird nests and provides heat?
Look around as George did since he was a child
and learn from nature!
Look at the endless straws that make a nest.
Who taught the bird such mastery and love?”
361
PROYECTO LÚDICO Y PEDAGÓGICO Volver al índice
los subtítulos y sumarios, más diálogos cortos y frases que ocupan en muchos
debates sobre los conceptos y valores, tanto humanos como culturales, que
362
GAME-ORIENTED AND EDUCATIONAL PROJECT Volver al índice
deliberately been designed in a journalistic style to play with its titles, captions,
summaries, short dialogues and sentences that in most of the cases only take up
half a line to make the reading and understanding thereof more enjoyable and
easier.
The author of the work, the chief character of the novel George
(afterwards Jordi and then Gorka...) and other leading characters appearing in the
book support and try to favor the reader`s reflection in addition to promoting
students.
values to ensure global solidarity, freedom and coexistence and so on, as well as
respect for nature, shifting towards culture and its expressions. In this way it
may be used to train Secondary and High School students on social and
The digital version of the novel, which will come to light soon, includes
363
364
Back cover
365
Índice anexo Volver al índice
LITERATURA
LEYENDAS-MITOLOGÍA
GEOGRAFÍA-VIAJES
MÚSICA
¡La culpa fue del cha-cha…! 188, 189 ‘Nano de Poble Sec’ (J.M. Serrat) 29
‘Corazón partío’ (Pop latino) 108, 114 ‘Nuestro Padre Jesús’ 55
‘El porompompero’ (Rumba) 20 ‘The Mozart Effect’ 278
‘Escándalo’ (canción Pop) 294 ‘Tosca’ (opera de Puccini) 102
‘Esta noche de luna’ (Tango): 316 ‘Waka, waka’ (Pop latino) 294
‘Himno de la Alegría’ (Sinfonía) 226 ‘We Are The World’ (Pop gospel) 46
‘La Filarmónica’(banda de música)56 “¡Espera un poco…!” 223, 345
‘La Madrugá’ (Marcha) 55 “¡La manta al coll!” 97
‘La Nova’ (banda) 280, 295 y 297
‘La Puerta de Alcalá’ (canción Pop):
203 y 344 Abel Moreno(músico-compositor) 55
‘Macarena’ (Flamenco Pop) 219 Ainhoa Arteta (soprano, lírica) 101
‘Marcha fúnebre’ 150 Alejandro Sanz 108, 114, 293
‘Mater Dolorosa’ (Marcha) 296 Ana Belén Víctor Manuel 203, 344
‘My Way’ (Frank Sinatra) 204 Antonio Machín 59
armonías 56 John Lennon 78, 93, 338
banda de música 56, 84, 280, 295, 297 Julio Iglesias 59
Banda Real 56 La Caballé Monserrat (lírica) 191
Barcarola (Venecia) 316 Laura Pausini 165
batuta (del director musical) 119 Leonard Cohen 202
Beethoven (compositor) 226 Libertad Lamarque (argentina,
Bi Bi King 308 cantante de Tango): 316
Bibí 294 Los del Río (dúo) 219
bilbainadas 318 Louis Armstrong 59
Bob Marley 293 Luis Cobos (director musical y
Bob Dylan 303 compositor): 102
Camarón (cantaor) 312, 352 Luis Miguel 156
Camilo Sesto 271 MacNamara 294
Carlos Gardel 204 Madonna 294
Ciccy Houston 59 Maestro Albert (director musical) 56
clarinete 56, 57, 59, 281 Manolo Escobar 20
concierto 22, 44, 56, 59, 94, 102, 197, Mazurca (Chopín) 249
249 y 280 Método Eslava 56
corcheas 56 Michael Jackson 46, 55, 59, 331 y 336
charamita 20 Miguel Bosé 294
Chavela Vargas 223, 345 Mikel Laboa (cantautor) 102, 320
Chopin, Frédéric 150, 249, 340, 341 y 351
Don Campbell (Mozart) 278 Montero Ruiz (compositor) 297
Do-re-mi-fa-sol-la-sí… 55, 58 Nina Miranda (uruguaya, cantante
Édith Piaf 39 de Tango): 316
El Kursaal (Donosti-S. Sebastián)101 Nino Bravo (cantante) 271
Elton John 202 Óscar Esplá 57
Elvis Presley 59, 336 Otelo (ópera) 154, 191, 342
Ella Fitzgerald 308 Paco de Lucía 311
E. Cebrián (músico-compositor) 55 pasacalles 57, 60, 317
Escarabajos (The Beatles) 294 Pasodobles 57, 94, 130, 293
Esmeralda Grao (cantante) 55 Pau Casals (Chelo-Cello) 197
fliscorno 57 Pavarotti 191
Francisco (cantante) 271 Pavlova 165
Frank Sinatra 204 Pedro Ramón (músico y dtor) 55, 97
Freddie Mercury 293 Pedro Terol (zarzuela) 119
Gaby (cantautor, Orihuela) 275 pentagrama 55, 97, 303
Gaby and company (Orihuela) 275 Plácido Domingo 191
Gabriel García (músico director) 94 Queen 293
Gloria Estefan 156 Raphael (cantante) 294
Grau Vegara (director): 56 y 142 Ricardo Lafuente (compositor) 142
guitarra 29 96, 103, 166 y 311 Ricky (Ricky Martin) 200, 242
Gurruchaga 294 Roberto Carlos 136
Habaneras (Bilbao) 318 Rocío Dúrcal 59
Habaneras (Torrevieja) 318 Rudolf Nuréiev 319
Henry Mancini 313 Salsa (ritmo baile caribeño) 207, 224
Hip-hop (baile) 293 Salve rociera 96, 324
Joan Manuel Serrat 29, 334 Samba (baile-canto Brasil) 136
Joaquín Chicano 57 Sarita Montiel 55
Joaquín Sabina 203 saxo Tenor 57, 280, 281
Selmer (París) 57 Trives (tuba) 97
Serenata 239 trompa 57
Shaki (Shakira) 294 trompeta 58
Siete notas musicales 55 Txistus (flauta vasca) 317
Soleá (baile flamenco) 207 ukelele 61
Soleá (cante flamenco) 207 Villancicos 235, 271
Tango 204, 299, 316 Whitney Houston 59, 336
Teatro Romea (Murcia) 56 Woody Allen 59
Teresa Rabal 61 Zarzuelas 94, 102
Trikitixas (acordeoncito) 317
GASTRONOMÍA
CINE-ARTES
PERSONAJE UNIVERSAL
‘Coca Cola’ (USA) 215, 319 El Mesías 170, 178, 275, 356
‘El Bulli’ 319, 355 Ernest Hemingway (Nobel) 3, 15,
‘El Guernica’ 202 153, 250, 322, 331, 332 y 361
‘Frida oriolana’ 89 Federico Fellini 326, 357
‘The Masters Augusta’ 318, 354 Ferrán Adrià 319, 355
“¡Eppur si muove!” (Galileo) 221 Fiódor Dostoyevski 326, 357
Frank Gehry 319, 355
Frida Kahlo 89
Al-Arabi 312, 352 Galileo Galilei (G. G.) 219, 221
Albert Einstein 109 Gandhi 181, 186, 275, 356
Al-Gafequi 312, 352 Gaudí 147, 313, 340
Andy Warhol 294, 349 Goya, Francisco 329
Aris Onassis 57, 338 Guggenheim 319, 355
Averroes 312, 352 Guido Contini 326, 357
Balenciaga 314, 353 Henry Dunant 181
Barack Obama 311 Isaac Peral (inventor) 55
Buñuel 147, 340 J. Carax (novelista) 327
Cantinflas 94 J. Sebastián del Cano 100
Casa S. Bolívar (Bilbao) 319, 355 J. Sebastián Elkano 100
Cleopatra Isis 83 John F. Kennedy 37, 335 y 361
Coco Chanel 314, 353 John Ford 247
Cruyff o Cruijff (fútbol) 64 John Lennon 78, 93, 338
Charles Darwin 327, 357 Juan Mari Arzak 318, 358 y 359
Charles S. Chaplin 94, 206, 254, 259, Karl Marx 328, 281
306 y 347 Kremlin (Moscú) 113
Chiara Lubich 181, 350 Lady Di descorazonada 89, 338, 339
Dalí 147, 340 Lady Di in love 83, 86, 338 y 339
Dioscórides 149 Lady Liberty 18, 25, 199, 306 y 333
Lincoln 38, 335 Picasso 147, 202, 340
Luther King 38, 335 Pitágoras (Grecia Arcaica) 267
Maimónides 312, 352 Plácido Domingo 191
Margaret Thatcher 136 Premio Nobel (Nobel) 15, 29,
Mensajeros de la Paz 181 67, 92, 109, 173, 175, 181, 233, 269,
Michael Jackson 46, 55, 59, 331 y 336 279, 285 y 324
Miguel de Cervantes 3, 69, 154, 269, Puppy (Guggenheim) 319, 355
312, 341, 352 y 360 Ramón Tamames 231
Miguel Hernández 3, 16, 29, 44, 62, Ramón y Cajal 175
107, 124, 155, 225, 271, 321, 322, 332, Ray Tomlinson 319, 355
334, 342 y 360 Rhonda Byrne 321
Mumtaz Mahal 298 Rudolf Nuréiev 319, 355
Neil Armstrong 81, 164 Santa Teresa 162
Nelson Mandela 37, 186, 311 y 335 Séneca 312, 352
Newton 52 Severiano Ballesteros 318, 354
Olazabal (golfista) 318 y 354 Shakespeare 154, 341
Óscar (Óscar, cine) 294, 350 Steve Jobs 319, 355
Padre Ángel 181 Swarovski 113
Papa Wojtyla 186 Tagore 181
Parque Güell 313 Taj Mahal 300
Pau Casals 197 Teresa de Calcuta 99, 178, 181,
Pavarotti 191 186, 295 y 350
Pavlova 165 Tour Eiffel 100
Pedro Almodóvar: 294, 295 y 350 Vicente Ferrer 181
Pedro Arrupe 181 Walt Disney 13, 107, 332, 360
Peter Benenson 254 Yves Rocher 111
PERSONAJE POPULAR
RELIGIÓN-ESOTERISMO
¡Om Mani Padme Hum¡ 233 y 346 ‘El Kybalión’ 166 y 167
¡Quo scripsi, scripsi! 308 ‘el oído del corazón’ 129
‘A fuerza de látigo’ 51, 216 ‘el pincho’ rosal 301
‘Acción-reacción’ 132, 133, 180, ‘El Protector…’ 195
202 y 204 ‘El Talmud’ 182
‘Actos de voluntad’: 47 y 168 ‘Energía creadora’ 34
‘Ajedrez universal’ 14, 286 ‘Energía impresa’ 95
‘alquimia’ 197 ‘Energía unificadora’ 183
‘Amor ecuánime’ 12, 132 y 328 ‘Existencia eterna’: 150, 193, 195, 285,
‘Androgynos’ (griego) 246, 358, 359 302 y 358
‘Ángel Despierto’ 173 ‘Experiencia vital’ 172
‘Aprender y Actuar’: 266 y 329 ‘Gnoqi Seayton’ 174
‘arco iris del amor’(m) 277 ‘Gran Secreto’ 83, 131, 188
‘armadura fetal’ 28, 247 ‘Gran Señora’ (muerte)104, 138, 151
‘Cadena fatídica’ 180 ‘Gù’ (chino) 177
‘Cántaro vacío’ 172 ‘Guerrero del Amor’ 247
‘Continuo mental’ 324 ‘Guirnalda preciosa’ 188
‘dedo corazón’ 301, 302 ‘Inconsciente secreto’ 304
‘Divino benefactor’ 88 ‘Jorge padre’ (m) 139
‘Ego insaciable’ 12, 52, 177, 189, 206, ‘Jorge periodista’ (m) 102, 113, 134
214 y 253 ‘Juego de los opuestos’ 265, 310
‘ego insistente’ 12 ‘Justicia ecuánime’ 99, 293
‘El Creador’ 99, 140, 172, 215, 264 ‘La Biblia’ 182
‘El Credo’ 140 ‘La Creadora’ 172
‘El Generoso…’ 309 ‘La Fragancia’ 93
‘El Génesis’ 182 ‘La Luz…’ 209
‘La rosaleda’ (m. Felicidad) 327 ‘Tablas Bahá’u’lláh’ 182
‘La Última Cena’ 170 ‘Tablero de ajedrez’ 14
‘La Voz Invisible…’ 299 ‘The Secret’(‘El Secreto’)321
‘Laberinto del tiempo’ 327 ‘un pétalo verde’ 316
‘Las Crónicas de Núremberg’: ‘Vacío fértil’ 66, 321, 332
107 y 108 ‘Vibración de la voz’ 252
‘Lazo infinito’ 237 ‘Vibración madre-feto’ 33
‘Lenguaje eterno’ 42 ‘Vibración’ 95, 184-186, 242, 252,
‘lirios alcoyanos’ 196 281 y 302
‘Manantial puro’ (m) 302 ‘Vida vaporosa’ 148
‘mariposas invisibles’(metáfora): ‘Voluntad del equipo’ 64
299 y 300 ‘Voluntad divina’ 178
‘Merlinus’: 107 y 108 ‘Voluntad propia’ 48, 108
‘obelisco de sabiduría’ 165
‘Voluntad universal’ 178
‘oh’ (coreano) 177
‘Voluntad y Acción’ 132, 147, 340,
‘Opulencias’ (Hinduismo) 183
358 y 359
‘Pájaro del alma’ 180, 182, 183
‘Voluntad y Amor’ 101, 133, 150,
‘paraíso habanero’ 214
266 y 329
‘paraíso huertano’ 23
‘Voluntad y corazón’ 319, 326, 355
‘pelusas’ (imperfección) 325
‘Voluntad y creación’ 148
‘pentagrama cósmico’ 303
‘Voluntad y espíritu’ 327
‘pentagrama cósmico’ 303
“¡Muuuuuuuuua!” 328
‘Polos opuestos’ 281
“¿y yo qué? 94, 204
‘Pozo de la cobardía’ 130
“adéu!” (Valencià) 307-8
‘Pozo’ (m. Sabiduría) 172
“aun aprendo” (Goya) 329
‘Quien descansó…’ 195
“La loca de la casa” 162
‘Quien diseña’ 75
“La otra mejilla…” 275, 356
‘Quien grabo su…’ 327
“Om” (El Verbo) 177
‘Quien todo lo ve…’ 309
‘Quien vigila’ 149
‘Reino de la Muerte’ 148
Abraham 195
‘renacer’ (metáfora) 7, 119, 140,
Acupuntura 176 y 210
163, 165, 206, 253, 263, 302, 313,
322, 325 y 334 Adán 180
‘Rompecabezas’ 186 ADN (secuencia-alelos) 171
‘rosal hermosísimo’ 244 Adonai 55, 77, 153
‘Satóri’ (japonés) 177 Ain-Sho 181
‘Secreto evolución’ 172 Aitor (mito vasco) 320
‘Séder de Pésaj’(Pascua)170 albedrío 15, 29, 62, 86, 88, 172, 176,
‘semáforo en verde’ (m) 300 187, 193, 222, 227, 263 y 293
‘Senda fértil’ 118 Alegre sacrificio 196
‘Sentimientos opuestos’ Alejandro Ayuso 181, 273
‘Ser Supremo’ 177, 285 Alejandro VI (Rodrigo Borgia) 293
‘servilleta blanca, pura’ 274 alfombra (camino en la vida) 13, 273,
‘Soledad fetal’ 32 308, 325 y 332
Ali (árabe: excelso) 239, 240 Bhagaván o Srí Krsna 183
Alimento espiritual 238, 242 y 257 bicicleta (m. Felicidad) 44, 327
alma 9, 11, 12,13, 14, 16, 17, 19, 23, Biogénesis neuronal 173
24, 25, 29, 32, 47, 58, 64, 67, 94, 98, Bióloga celeste 15
99, 108, 124, 125, 126,128, 129, 133, Bodhitsitta 177
137, 146, 152, 153, 155, 164, 169, 177, botella de lejía 49
178, 180, 181, 184, 185, 186, 187, 191, botella más llena… 329
193, 194, 196, 197, 204, 206, 208, 222, Brian Weiss 181
232, 235, 237, 254, 262, 271, 278, 280, Buda 233, 345, 346
282, 285, 289, 292, 301, 309, 316, 323, Budismo 170, 183
324, 328 y 329 Buen Pastor 180
alma de Jorge 17, 18, 23, 24, 31, 33, cabellera de Jorge 72
43, 127, 128, 131-33, 139 y 153 Cabouli 181
alma de vasallo (metáfora) 17, 47 Cadena tricolor 236
alma del niño Jorge 26, 29, 42, 60, 62 Cadmus (en fenicio) 180
alma femenina 129 calcedonia (piedra) 296
al-qu´ran (Qur´an) 182, 215, 239 Calixto III (Alfonso de Borja) 293
Altar de ámbar 148 Cáliz sagrado 293
altar de sabiduría 293 cambio celular 170, 171
Amal (árabe: esperanza) 239, 346 camino de cien años 293
Amor infinito 64 camino-s (vida)14, 17, 18, 39, 52, 60,
Amor universal 64 64, 79, 84, 86, 88, 92, 93, 99, 105, 111,
Amor verdadero 142 113, 117, 118, 122, 128, 133, 164, 166,
Andrógino 278 181, 194, 196, 208, 210, 217, 221, 224,
Andrómeda 176 242, 247, 262, 263, 273, 275, 277, 293,
Ángel de La Guarda 247, 248, 249 298, 299, 300, 301, 304, 309, 311 y 326
Ángel del Amor 248 canales energéticos 168
Antonio Pomares (Gestalt) 103, 166 Candelabro siete brazos 161
Aquarius GFU (lemas universales): Carta astral 234
159, 205, 227, 235 y 285 cascabel (deseo esclavo) 222
Arcángel San Gabriel 239, 248 Casiopea 176
Arco iris 130 catarsis espiritual 219
Ashram 163, 165, 166, 185, 197, cerebro humano 147
221, 227, 234 y 264 Chakra Anahata 181
Astrología 176 Chakra Sahasrára 181
Augusto ser 14 Chakras (siete) 181
Ba-gua 181 Chelo (Ontinyent) 183
Bahá’í (religión-Persia) 182 Chiara Lubich 295, 351
Bálsamo 132, 293 choza en la selva 260
Bálsamo (Amor) 248 ciclón femenino 124
beber de una sonrisa 11 ciclos vitales 144
beber del llanto 11 Confucionismo (China) 321
Bhagavad Guita 182 Conny Méndez 181
Bhagavad Guita 177 Convento S. Francisco(Orihuela)55
Cosmología 276 Ego victorioso 224
Cosmos 106, 108, 193, 263, 272, 278, El Abuelo (Orihuela) 55
291, 298, 299, 300-302, 304 y 324 El Árbol (plano onírico) 157
crear con el corazón 98 El Bab 182
crecimiento humano 235 El cambio total 168
Cristo 275, 356 El chakra sánscrito 166, 181
cuenco tibetano 242 El Defensor 284
cura 135, 137, 274, 275, 276, 356 el ego de Jorge 130, 149
Dalai Lama 177 El Mesías 170, 178 y 275
De La Ferrière 181 el recluta Jorge (metáfora) 78
Demiurgo 284, El Ser consciente 116
Designio 16, 93, 123 y 152 El tiempo (aliado) 13, 18, 28, 32,
Desprendimiento 293 40,42, 48, 64,79, 80, 83, 86, 89, 92, 98,
Destino 66-68, 89, 101, 108, 133, 108, 110, 112, 116, 118, 126, 147, 150,
156, 165, 176, 187, 212, 230, 232, 263, 157, 160, 163, 166, 171, 172, 193, 200,
280, 285, 296, 302 y 304 205, 236, 241, 275, 278,300-2, 309,
Devachán (reino Ángeles) 247, 284 319, 327
Devas (Hinduismo-Budismo) 197, El timbre de la puerta 156, 257
247 y 284 El timón 87
Dharma 176 El Vigía 138
diecisiete escalones 316 el yo de Jorge 33
Dios 55, 177, 178, 216 y 320 Elizabet (México) 166
disfraz de malvado 50 embarazada 9, 18, 29, 31, 32, 34, 46,
Domingo de Ramos 142 66, 264 y 337
dones infinitos 285 en tu alma 131
druida (Celta) 165 encinta (mujer) 31
Eckhart Tolle 181 Eneagrama 176, 298, 303 y 309
Edén (Génesis) 15 Energía Universal 171, 181
Edén maternal 30 Enoch (en judío) 180
Efecto Shahrazâd 178, 234 ensoñación 24, 29, 30, 103, 112, 126,
Ego fetal 32, 33 131, 146, 153 y 162
Ego acomodado 164 Entrada de Obispo(Orihuela)135
Ego amable 183 Erich Fromm 181
Ego dependiente 148 esclavitud 17, 32, 108, 171
ego dictador 289 Esencia divina 195
Ego emborrachado 220 Esencia genuina 51
Ego ennoblecido 160 Esenios 170
ego infame 222 Eslabón (vital) 99, 103
ego más malvado 275 Esoterismo 166
ego narcisista 222 Esperanza Macarena 312
Ego sensato 237 Espíritu de Jorge 11, 30, 149 y 284
ego trastornado 221 Espíritu Santo 177, 248
Ego universal 237 Eternidad 9, 16, 17, 64, 67, 93, 101,
Ego verdugo 13 103, 132, 145, 165, 195, 244 y 280
Evolución humana 188 iglesia 28, 34, 42, 100, 128, 135,145,
extrasensorial 170 290 y 326
Farhad (Bahá’í) 182 Infinito 64, 67, 159, 172, 173, 184,
faro en el pasillo 9 197 y 281
Fátima 280, 295, 351 Isaac (hijo de Abraham) 195
Felicidad 9, 11, 13, 18, desde la 32 Jadiyat al-Kubrà 239, 347
a la 36, 40-44, 58, 64, 75, 76, 82, 88, Jesucristo 170
89, 95, 96, 102, 104-108, 110, 112, 119, Jesús de Nazaret 177, 178
121, 125, 126, 129, 131-133, 138, 149, Jesús en Jerusalén 135
151, 164, 168-69, 174-177,185, Jordi 267, 274 a 281, 284, 287, 288,
186,195-96, 206-207, 226, 227, 240, 290 a 300, 302 a 308 y 325
300, 302, 304, 307, 308-310,314-315, Jordi (valencià )267, 297, 325
322-327, 328 y 329 Josué (México) 166
felicidad egoísta 11 Juan (El Bautista) 17
feminidad de Jorge 127 Juan Hitzig 173
Feng shui 176 Juanjo (regresiones, Cartagena):
feto 29, 31, 33, 34, 51, 283, 313, 147, 149, 150, 151 y 292
314, 325 y 353 Jung 181
Filantropía 326 Júpiter 320
Filántropo Celestial… 315 Justa y Rufina 123, 124 y 128
Fletcher 184 Justicia 223
Flor de Jericó 315 K’ung-fu-tzu 174, 183
flor de loto 273 Karma 176, 180
Francisco de Paola 275, 356 Khristós 170
Freud 181 Krishna (Madre Divina) 177
Fuego renovador Krisis 86
Fuego sagrado 204 Krisnamurti 177
Fuente (Sabiduría) 155, 281, Kriya Yoga 177
293, 299 y 300 Kumara 180
fuente de sabiduría 23 Kundalini 158
galleta 9, 13, 252 (dos), 261, 262 Kundalini-Yoga 176
glándulas hormonales 172 la boca de Jorge 100
Garuda 180 La Inquisición 219
Génesis (Big bang) 11 La Justicia… 223
Gorka 101, 297, 300-327 la mano de Jorge(acción) 64
Guadalupe, Virgen295, 351 la mente de Jorge 10, 19, 131, 190
Guerrero de La Luz 247, 286, 287 La Presencia deseada…186
Gun gazing 176 La Soledad, Virgen 248
Gurú Carlos Moisés 165, 166, 264 laboratorio (experiencias en la vida):
Hermes Trismegisto 166, 167, 168, 14, 75, 221, 263 y 310
169 y 180 lama tibetano 175
Hiniesta (Sevilla) 312 Lanza del Vasto 181
Homeopatía 176 latigazo suicida 139
Huracán interior 13 Leadbeater 181
leitmotiv 14 meditación 118, 125, 131, 165, 174,
letanía religiosa 172 175, 180, 183, 184, 215, 216 y 262
Libertad 11, 13, 14, 20, 24, 25, 35, mente cuántica 172
37, 38, 48, 62, 80, 82, 88, 90, 94, 98, Mezquita 239, 312, 346, 352
117, 119, 120, 127, 132, 152, 155, 159, Microcosmos 272
162, 163, 175, 180, 182, 195, 200, 204, Migdal (María Magdalena) 17, 145,
214, 119,220, 222, 227, 231, 236, 239, 255 y 258
240, 243, 245, 247, 275, 277, 281, 290, Mil lenguas de fuego 195
293, 303, 305-308, 310, 312, 316 y 326 Mil mundos etéreos 303
libertad primitiva 159 miopía (ceguera-mente) 203, 217, 344
Lignum Crucis 62 Mónada 195
Lourdes 280, 295 Muhammad (La Meca) 240, 347
lucifer 221 Mundo astral 30
Luz 9 11, 12, 19, 25, 30, 41, 42, 43, Mundo del sueño 9, 11, 30, 146, 150
44, 48, 64, 66, 67, 89, 95, 100, 101, Musulmanes 240
102, 120, 123, 127, 129, 130, 138, 139, Nirvana 28, 35, 134, 160 y 281
152, 153, 158, 161, 165, 177, 185, 186, Nirvana maternal 28
194,196, 198, 201, 209, 221, 232, 243, nudo milenario de un roble 274
244, 246, 247, 248, 249, 261, 262, 266, Nyntüm (Budista) 181
269, 270, 272, 278, 281, 283, 284, 286, Oasis de libertad 162
287, 293, 295, 297, 299, 301, 303, 304, Obra en marcha 329
305, 310, 311, 316, 317, 319, 322, 323, Ochenta mundos 303
328 y 329 oleaje (vida) 133
Luz celestial 127 Oráculo de Delfos 174, 327
Luz de Surya 177 Orihuela 135
Macarena (Virgen en Sevilla) 312 Osho 181
Madre Divina 215 Otra dimensión 10
Madre Divina 177, 215, 264 Padre Creador 215
Maestro de Justicia 170 pájaro 14, 22, 24, 119, 132, 150, 180,
Mahayana 174 182, 183, 239, 266, 320, 327, 327, 340,
malas hierbas 92 341, 346, 351, 357 y 361
Manantial 34, 68, 139, 180, 184, Paloma 166, 184
293, 300 y 301 Paloma (Onteniente) 183
Manantial sanador 139 Papa Wojtyla 186
mantra budista 233, 346 Paraíso 15, 24, 206, 218, 271, 272, 281
manzana 15, 159, 202, 216, 263, pasillo (camino-vida) 10
274 y 290 pasillo oscuro negro 11, 12
maratón diaria 62 pastor alemán 95, 194, 197, 198, 292
Mari (mito vasco) 320 Pedrita(feminidad)295, 351
Marte 284, 290, 348 péndulo 282
matriz 32, 34, 42, 265, 328 Penroe 181
Matusalén 180 pentagrama 55, 62, 96, 97
medicina (Amor) 248 Perfección Suprema 177
perro labrador 261
Piedra Filosofal 44, 325 Saber 13, 17, 20, 21, 27, 64, 109,
piedra y puntapié 187 124, 167, 173-175, 177, 184, 198, 218,
Plano supersimétrico 12,181 235, 248, 262-63, 285 y 319
Polo opuesto 73 sacerdote 103, 274-76, 356
Potencial infinito 274 Sacramentos (siete) 181
Potosí 34 Samadhi 177
pozo cerebral 73 Samsara 176
presente eterno 293 San Antonio 192
primer peldaño 9, 118 San Mateo 177
Psicología Energética 176 Sanedrín (Judío) 181
puerta 9, 11,12,13,15,16, 18,19, 20, Santa Teresa de Jesús 162
21, 25, 34, 37, 58, 59, 66, 88, 96, 100, secreto-s 15, 83, 85, 90, 137, 139, 146,
113, 118, 139, 156, 163, 165, 193 ,204, 168, 264, 271, 280, 294 y 304.
208, 221, 245, 255, 262, 265, 269, 279, secretos cerebro 184
293, 299, 307, 315, 322 y 329 Sefiroth 181
pupilas (pastor alemán) 194 seis (número-imperfección) 48, 161
Qábbalah 181 senda (vida) 128, 164, 300 y 302
Qi gong (Alcoy, Noelia) 176 sendero (vida) 12, 30, 93, 182, 187,
Quien nos creó… 14, 82, 176, 329 196, 197, 227, 244, 263, 300 y 327
Quiromasaje 176 Sendero de luz 244
Rafa Artola 166, 167 sensor neuronal 172
Ramakrishna 177 Serotonina 173
Ramdas 177 Sexto sentido 294
Rayo luminoso 100 Shámatha 176
Redes espirituales 181 Shambhala (Alcoy) 170, 176, 267
Redes hormonales 181 Shejiná 181
Redes neuronales 181 Shiatsu 176
Reflexología 176 Shila 180
Región críptica 77 Shintoista (Japón) 321
Regresión onírica 30 siete (número, símbolo Perfección):
Regresión vida pasada 181 14, 24, 30, 31, 33, 48, 53, 55, 56, 63,
Reiki 176-181, 279-284, 290, 308, 348 102, 133, 161 y 171
Reiki Daikomios 181 Siete Calles (en Bilbao) 317, 319
Reiki Usui 176, 181, 193, 215, 264, siete Chakras 181
273, 277 y 279 siete días 193
Retiro (Católico) 181 siete divas 294
rezar (oración) 177, 182, 215, 226, Siete Magníficas 294
239 y 273 siete pétalos (m) 262
Rhonda Byrn 321 siete Sacramentos 181
Ruiseñor (corazón) 110 siete siglos 24, 333, 317
sábado/12/enero Turballos 297 siete vidas 231
sábado/12/julio Turballos 297 Sinagoga (Judaísmo) 312, 352
Sabbat (Judaísmo) 216 Sínodo (Católico) 181
Skhavati (mundo de Ángeles) 247
sobre lacrado 15 Universo 24, 32 (m), 36, 44, 66, 88,
Sondra Ray 181 99, 104, 107, 144, 153, 171, 201, 261,
sorpresa (metáfora) 327 263, 266, 272, 273, 278, 286, 297 y 321
Stanislav Grof 181 universo verde (metáfora) 24
sube la escalera (vida) 9, 36, 63, 150, universos paralelos 181
151, 158, 190, 197, 216, 236, 283, 298, Urtzi (mito vasco) 320
303 y 328 vaciado de armarios 240
subir al tren 83 Vacuidad 177
sueño REM 146 Vedas (textos) 177
sueño-s 9, 11, 14, 16, 17, 20, 28, 29, Veneno (Amor) 248
30, 31, 35, 36, 38, 57, 64, 95, 101, 125, Venus (estrella) 103, 198, 321
126, 127, 130, 131, 139, 145, 146, 147, Verdad Suprema 126
150, 153, 154,157,173, 175, 181,198, Vibración 170
206, 243, 244, 245, 249, 260, 264, 283, Vientre materno 14, 28, 51
290, 293, 299, 300, 302, 306, 317, 321, Viernes de Cuaresma 215
323, 324, 325, 328 y 329 Vipassana 176
Supercuerdas (teoría) 181 Virgen Blanca (Vitoria) 312
Sutra 183, 260, 261, 262 Virgen de Los Lirios (Alcoy) 196
Swami hindú 177 Virgen del Carmen (Cox) 56
Taichí 176 Virgen Peñas Albas (en Cabezuela
Talismán 140 del Valle-Cáceres): 316 y 327
Tana 180, 182 Virgen de San Lorenzo (en
Tara(Budismo)175, 183, 224, 280, 295 Valladolid): 269
teléfono (destino) 85, 87, 102, 134, Voluntad 69, 99, 132, 140, 152, 155,
188, 189, 201, 249, 309 y 323 168, 170, 174, 178, 245, 283, 319, 321,
Tercer ojo (Buda) 233, 346 355 y 361
Teresa de Calcuta 99, 178, 181, 186, Vuelo eterno 121
295 y 350 Work in progress 329
tertulia iniciática 180 Yang (Taoísmo chino) 179, 252
Thot (en egipcio) 180 Yanna (Paraíso islám) 24, 333
Tiféret 181 Yin (Taoísmo chino) 179, 252, 295
tinieblas 89, 126, 128 y 281 y 351
tobillo derecho 264 yo cobarde 292
Tomás ‘Dídimo’ 185 Yoga 181
Tonantzin (cultura Maya) 295, 351 Yoga 165, 173, 216
Turquesa (piedra) 231, 234, 258, 269 Yogananda 177
Tzolk’in o Cholq’ij (cultura Maya): Yogi Bhajan 176
46, 160, 223, 280 y 325
Zen afirmaciones 174
Último umbral 293
Umbral (El Saber) 13, 18, 59, 66, 100,
118 y 293
PLANTAS-ANIMALES
ENTIDADES
DEPORTES
PERIODISMO
TRADICIONES-FIESTAS