Cambio Cultural Papa Francisco

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Med. / vol. XLIII / No. 168 / Mayo - Agosto (2017) / pp.

495-514 - ISSN 0121-4977 / Bogotá-Colombia

El reto de la interculturalidad
en un mundo plural.
Reflexiones a la luz del cambio epocal
y de Francisco
Félix Palazzi *

Resumen:
La Iglesia vive su misión en medio de los pueblos de la
Tierra. Así lo entendió la eclesiología del Concilio Vaticano
II al asumir la vía sociocultural como fuente de identidad
y pertenencia que da sentido a la vida y al desarrollo
integral de los seres humanos. El magisterio del Papa
Francisco, siguiendo el espíritu del Concilio y su recepción
en el magisterio latinoamericano, asume esta vía como
modelo para la inculturación de la Iglesia. Sin embargo,
su visión no se limita al mero reconocimiento y respeto
multicultural, sino que busca la integración e interacción 495
de las distintas realidades culturales que coexisten en
medellín 168 / Mayo - Agosto (2017)
cada uno de nuestros pueblos. La interculturalidad es
signo de la universalidad de la Iglesia. Por ello, el presente
artículo busca ofrecer algunas pautas de reflexión sobre la
relevancia que tiene este tema en el magisterio del Papa
Francisco y los retos que implica respecto del modo como
entendemos la sociedad y la Iglesia.

Palabras clave: Cultura, interculturalidad, Iglesia y


mundo, renovación pastoral, cambio de paradigma.

* Laico venezolano. Licenciado en Teología Dogmática y Doctor en Teología (Pontificia


Università Gregoriana, Roma). Licenciado en Educación, mención Filosofía (Universidad
Católica Andrés Bello, Caracas), y tiene estudios en Filosofía (Università Pontificia
Salesiana, Roma). Ha realizado estadías de investigación académica en la Julius
The challenge of interculturality
in a plural world.
Reflections in light of the epochal
change and Francis

Summary:

The Church lives its mission in the midst of the peoples


of the earth. This is how the ecclesiology of Vatican II
understood it, assuming the socio-cultural path as a
source of identity and belonging that gives meaning to
life and to the comprehensive development of human
beings. The Magisterium of Pope Francis, following
the spirit of the Council and its reception in the Latin
American Magisterium, assumes this path as a model
for the inculturation of the Church. However, his vision
is not limited to the mere recognition and multicultural
respect, but rather it seeks the integration and interaction
of different cultural realities that coexist in each of our
peoples. Interculturality is a sign of the universality of
the Church. For this reason, this article seeks to provide
some guidelines for reflection on the relevance that this
theme has in the Magisterium of Pope Francis and the
496 challenges it presents with respect to the manner in
which we understand society and the Church.
medellín 168 / Mayo - Agosto (2017)

Key words: Culture, interculturality, Church and world,


pastoral renewal, paradigm shift.

Maximilians Universität (Würzburg). Ha sido Director de la Maestría en Teología


Fundamental y del Programa de Estudios Avanzados en Teología de la UCAB, en Caracas.
Es profesor de Antropología Teológica, Gracia y Escatología. Es profesor de la Universidad
Católica Andrés Bello (Caracas) y de la Escuela de Teología y Ministerio del Boston
College. Entre sus publicaciones está: La Tierra en el Cielo: el dogma de la Asunción según
Karl Rahner, UCAB, Caracas 2004. Correo electrónico: [email protected]
UN NUEVO PARADIGMA

L
a actual época global, caracterizada por el intercam-
bio de la tecnología y el conocimiento, también ha
generado una movilidad migratoria sin precedentes
que plantea serios retos en el orden sociocultural. La
rapidez con la que discurren los desplazamientos de
cientos de personas no ha permitido, en muchas ocasiones, proce-
sos de integración justos, simétricos y solidarios entre las distintas
culturas que se van encontrando y más bien han producido nuevas
formas de fundamentalismos y nacionalismos que ponen en peligro
la supervivencia de las mismas culturas. Separatistas y segregacio-
nistas han sido interpelados una y otra vez por una exigencia de
mayor tolerancia y respeto. En este complejo contexto, una narra-
tiva antropológica de la alteridad es insuficiente si no se entiende
497
que la apertura al otro debe llevar a la interacción, al reconoci-
medellín 168 / Mayo - Agosto (2017)

miento de ese otro y a la búsqueda de su integración sociocultural


en la nueva realidad en la que vive.

Ante estos retos epocales, la teología y la pastoral han asumido


la vía de la interculturalidad que el Papa Francisco, en la Exhorta-
ción Apostólica Evangelii Gaudium, define como «la conjunción de
los pueblos que, en el orden universal, conservan su propia pecu-
liaridad; la totalidad de las personas en una sociedad que busca un
bien común que verdaderamente incorpora a todos» (EG 236). Esta
vía actualiza el espíritu del Concilio Vaticano II cuando sostuvo que
«es propio de la persona humana el no llegar a un nivel verdadera y
plenamente humano si no es mediante la cultura» (Gaudium et Spes
53). Hoy en día podríamos agregar que lo humano se alcanza a par-
Félix Palazzi

tir de una auténtica relación intercultural, pues el sujeto humano


es, por naturaleza, un ser relacional y no puede desarrollarse de
otro modo. La Iglesia lo ha reconocido así en documentos recientes:

para un correcto planteamiento de la intercultura se


requiere, pues, un sólido fundamento antropológico, que se
base en la íntima naturaleza de ser relacional de la persona
humana, la cual, sin las relaciones con los demás no puede
vivir ni desplegar sus potencialidades. El hombre y la mujer
no son solamente individuos, una especie de mónadas auto-
suficientes, sino que están abiertos y orientados hacia aque-
llo que es diverso de ellos mismos. El hombre es persona, un
ser en relación, y que se comprende en relación con el otro1.

Para la tradición cristiana, esta condición relacional y diná-


mica del sujeto humano y las culturas encuentra su sentido último
en el mismo ser de Dios. «A la luz del misterio revelado de la Tri-
nidad se comprende que la verdadera apertura no significa dis-
persión centrífuga, sino compenetración profunda»2. Ad intra cada
persona divina vive de tal manera respecto de las otras que se da
completamente sin perder absolutamente nada que le sea propio.
Y aun así, surge el misterio de la novedad de la identidad de cada
una en su relación con las demás. Ad extra es Dios mismo quien se
498 ha revelado a la humanidad como quien se abre y acoge a todos los
pueblos de la tierra3, es él quien nos envía a vivir en medio de ellos.
medellín 168 / Mayo - Agosto (2017)


1
CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA, Educar al diálogo intercultural en la
escuela católica, 2013, 39.

2
CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA, Educar al diálogo intercultural en la
escuela católica, 2013, 37.

3
«La antropología cristiana pone el fundamento del hombre y de la mujer, y de su capacidad
de hacer cultura, en el hecho de estar creados a imagen y semejanza de Dios, Trinidad
de personas en comunión. Ya desde la creación del mundo, nos es revelada la paciente
pedagogía de Dios. A lo largo de la historia de la salvación, Dios educa a su pueblo en
orden a la Alianza —es decir, a una relación vital— y a que se abra progresivamente a
todos los pueblos. Esta Alianza tiene su vértice en Jesús, quien a través de su muerte
y resurrección la ha hecho nueva y eterna. Desde entonces, el Espíritu Santo continúa
enseñando la misión que Cristo confió a su Iglesia: Id y amaestrad a todas las naciones
(…) enseñándoles a observar todo lo que os he mandado (Mt 28,19-20)». CONGREGACIÓN
PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA, Educar al diálogo intercultural en la escuela católica,
2013, 34.
El reto de la interculturalidad en un mundo plural...

El Papa Francisco, siguiendo el espíritu del Vaticano II, ha asu-


mido la vía intercultural como una respuesta al llamado de la voca-
ción cristiana a constituir una gran familia universal4, en la cual no
se puede privilegiar a una cultura sobre las otras, como tampoco es
posible armonizar las diferencias en el marco de una uniformidad
pacificada. No basta la simple convivencia respetuosa para afirmar
que existe una real y sólida interculturalidad; es necesario un sano
balance entre la defensa del valor que tiene la propia identidad y
su interacción y expansión en su relación con otras culturas con
las que comparte un espacio común. En este sentido Benedicto XVI
afirmaba que «las posibilidades de interacción entre las culturas
han aumentado notablemente, dando lugar a nuevas perspecti-
vas de diálogo intercultural, un diálogo que, para ser eficaz, ha de
tener como punto de partida una toma de conciencia de la iden-
tidad específica de los diversos interlocutores»5, de donde brota,
entonces, la convicción de que en la valoración de la propia iden-
tidad está ya implícito el reconocimiento de la pluralidad, es decir,
de las diferencias existentes entre los pueblos y sus culturas6. Dicha
visión no es ni romántica ni abstracta. Estamos, ante todo, frente a
un modelo sociocultural alternativo, distinto al que ofrece la actual
tendencia de uniformidad globalizadora, pues supone el rescate de
las relaciones afectivas como esenciales para la reconstrucción de
los vínculos de sentido y pertenencia, que se han perdido, muchas 499
veces, en la movilidad migratoria y en el mero intercambio cientí-
fico-técnico del conocimiento.
medellín 168 / Mayo - Agosto (2017)

El sentido de la vía intercultural para la eclesiología es muy


relevante, pues se convierte en condición necesaria para la reali-
zación de la propia universalidad de la Institución, facilitando un
modelo de Iglesia policéntrica, inclusiva, abierta, en salida misio-
nera al otro, en diálogo y en continua conversión pastoral. Refi-

4
FRANCISCO, Laudato Si, 89.
5
BENEDICTO XVI, Caritas in Veritate, 26.
6
«La experiencia de la intercultura, a la par del desarrollo humano, se comprende
profundamente solo a la luz de la inclusión de las personas y los pueblos en la  única
familia humana, fundada en la solidaridad y en los valores fundamentales de la justicia y
la paz». CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA, Educar al diálogo intercultural
en la escuela católica, 2013, 37.
Félix Palazzi

riéndose a este carácter universal del pueblo de Dios, Francisco ha


recordado que:

«formado por millares de rostros, historias y orígenes, es un


pueblo multicultural y multiétnico. Esta es una de nuestras
riquezas. Es un pueblo llamado a acoger las diferencias, a
integrarlas con respeto y creatividad, y a celebrar la nove-
dad que procede de los demás»7.

El pueblo de Dios es en sí mismo, en su propia naturaleza,


una entidad «multicultural» y «multiétnica» en el que se recibe y
se «celebra la novedad» de las diferencias. Por ello, la intercultu-
ralidad no puede reducirse a una mera praxis externa o pastoral
coyuntural, sino que es el modo en que nuestra identidad como
pueblo de Dios se realiza en la historia. Es esencial a la naturaleza
de lo que significa ser pueblo de Dios en medio de los pueblos de
esta tierra, como destaca la eclesiología de la Lumen Gentium, asu-
mida por Francisco.

En esta perspectiva entendemos que el paradigma de la inter-


culturalidad no ha de ser visto por la Iglesia como un nuevo «pro-
grama» o proyecto pastoral alternativo; tampoco puede ser redu-
cido a la simple constatación de la existencia de identidades diver-
500 sas que comparten un mismo espacio eclesial aunque sin interac-
ción ni reciprocidad algunas. Esto, sin embargo, lamentablemente
medellín 168 / Mayo - Agosto (2017)

ocurre en muchos espacios eclesiales.

Cuando hay coexistencia entre personas de diferentes culturas


sin que se asuma el intercambio y el vínculo propios de las rela-
ciones humanas, el acontecimiento se limita a lo que se denomina
«multiculturalismo». Este puede abrir espacio a lo diferente pero
no necesariamente «celebra la novedad» del otro, como tampoco
da origen a algo nuevo, a una «nueva creación», como decía el padre
Pedro Arrupe al referirse a los frutos de una auténtica encarnación
en una cultura diferente a la propia:


7
FRANCISCO, Visita pastoral a Milán. Solemnidad de la Anunciación del Señor, 25 de marzo
de 2017.
El reto de la interculturalidad en un mundo plural...

«la inculturación es la encarnación de la vida y mensaje


cristianos en un área cultural concreta, de tal manera que
esa experiencia no solo llegue a expresarse con los ele-
mentos propios de la cultura en cuestión (lo que no sería
más que una superficial adaptación), sino que se convierta
en el principio inspirador, normativo y unificador que
transforme y recree esa cultura, originando así una nueva
creación»8.

A diferencia del multiculturalismo o del pluriculturalismo, la


dinámica intercultural no se caracteriza por el reconocimiento de
la propia identidad en oposición a otra diversa o extraña; tampoco
se basa solamente en la afirmación de lo propio por encima de lo
otro que le es distinto o ajeno, una lógica que convertiría la diferen-
cia y la pluralidad en simples medios para regresar «a sí mismo».
Entenderla así sería una suerte de autodefensa y autorreferencia-
lidad sociocultural que terminaría por ideologizar el propio modo
de ser y vivir. En otras palabras, contribuiría a la reafirmación de
la propia identidad, pero de forma antagónica o dispar respecto de
las otras personas o grupos socioculturales que conviven en espa-
cios comunes, sin capacidad o intención algunas de crear víncu-
los y dinámicas de integración y mutuo crecimiento9. Por ello, en
fidelidad al espíritu del Concilio Vaticano II, la Iglesia católica vive
una universalidad en la concreción de su singular determinación 501
sociocultural, por lo que se inserta en una realidad pluricultural en
medellín 168 / Mayo - Agosto (2017)

camino hacia otra intercultural.

UN ENFOQUE SOCIOCULTURAL

La condición de movilidad permanente que caracteriza a nues-


tra época nos coloca ante un nuevo modo de estar en el mundo, de
constituirnos en sujetos, que comporta el reto de pensar nuevos
modelos de relación entre los pueblos y sus culturas para garanti-

8
ARRUPE P., Carta y Documento sobre la inculturación (14 de mayo de 1978), en «Acta
Romana Societatis Iesu» XVII (1978), 230.
9
Cf. BAUM G., «Inculturación y multiculturalismo. Dos temas problemáticos», en Concilium
251 (1994), 133-140; MENESES P., «A cultura no plural», en Síntese 63 (1993), 445-458.
Félix Palazzi

zar la propia supervivencia de las identidades históricas y sociocul-


turales. Por ello, no es posible observar este nuevo paradigma como
algo coyuntural, sino que es preciso acogerlo en tanto esencial al
nuevo modo de constituirnos en sujetos de este tiempo transido
por un estado permanente de desplazamiento e intercambio. Así lo
ha reconocido la Congregación para la Educación Católica:

«elegir la perspectiva del diálogo intercultural significa no


limitarse solamente a estrategias de inserción funcional de
los inmigrados, ni a medidas compensatorias de carácter
especial, incluso considerando que el problema se plantea
no solo ante emergencias migratorias, sino también como
consecuencia de la elevada movilidad humana»10.

Esta nueva condición conlleva la ardua tarea de sanar tantas


historias y experiencias de vida fracturadas y hacerlo a la luz del
rescate y la preservación de sus modos de ser culturales, que en
adelante serán vividos en entornos diferentes a aquellos donde se
originaron.

En razón de esta nueva realidad plural y simbiótica que afecta


hoy el propio modo de ser y hacernos humanos, cabe precisar que
la cultura es siempre un sistema de relaciones en permanente
502 expansión, que rechaza el repliegue sobre sí mismo y la conse-
cuente separación del resto, ya que estaría anulándose. Como sos-
medellín 168 / Mayo - Agosto (2017)

tiene Francisco:

«las verdaderas culturas no están cerradas en sí mismas,


sino que están llamadas a encontrarse con otras culturas
y crear nuevas realidades. Cuando estudiamos historia,
encontramos culturas milenarias que ya no están más, han
muerto por muchas razones pero una de ellas es haberse
cerrado a sí mismas»11.

10
CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA, Educar al diálogo intercultural en la
escuela católica, 2013, 26.
11
FRANCISCO, Discurso a los representantes de la sociedad civil en el estadio León Condou,
11 de julio de 2015.
El reto de la interculturalidad en un mundo plural...

En este sentido, el enfoque sociocultural del Papa asume la vía


de la preservación de las culturas y su memoria histórica porque
estas no son entes axiológicos aislados, sino esenciales a la cons-
titución de los sujetos humanos: son fuente de sentido, horizonte
epistemológico y condición de posibilidades en la realización de
toda persona humana. Aquí Francisco sigue el pensamiento del teó-
logo argentino Lucio Gera, para quien

los hombres cultivan, esto es, realizan su relación con las


diversas realidades, con todas ellas: el mundo material, los
demás hombres y Dios. La cultura es esta actividad que pone
al hombre en relación humana con las realidades y que realiza
el mismo hombre. Pero, al realizar esa actividad en referen-
cia a otras realidades, se realiza a sí mismo como hombre. Al
realizarse en relación con las realidades, se autorrealiza, se
desarrolla y perfecciona a sí mismo. La cultura es entendida
como autoperfeccionamiento, como actividad por la que el
hombre logra niveles de vida más plenamente humanos12.

Al ser la cultura expresión de la realización del sujeto humano,


tiene que ver siempre con valores y modos de ser que definen a lo
humano13, como son el sentido y la pertenencia, entre otros. Por
ello, tanto la defensa de la propia cultura como el reconocimiento
de las otras son deberes y no solo derechos. Así lo entendió el Con- 503
cilio Vaticano II: medellín 168 / Mayo - Agosto (2017)

uno de los deberes más propios de nuestra época, sobre todo


de los cristianos, es el de trabajar con ahínco para que tanto
en la economía como en la política, así en el campo nacional
como en el internacional, se den las normas fundamentales
para que se reconozca en todas partes y se haga efectivo el
derecho de todos a la cultura, exigido por la dignidad de la

12
GERA L., «Puebla: evangelización de la cultura», en Teología 33 (1979), 76.
13
La cultura «es algo vital, una totalidad que viene desde ciertas raíces profundas del vivir.
La cultura es el vivir de los pueblos y de los hombres. Precisamente porque es un vivir,
un actuar desde las últimas profundidades del sujeto, y un constante asimilar del sujeto
hacia dentro de sí, hacia sus raíces». GERA L., «Puebla: evangelización de la cultura» en
Teología 33 (1979), 75.
Félix Palazzi

persona, sin distinción de raza, sexo, nacionalidad, religión


o condición social14.

En esta misma línea, los obispos reunidos en la III Conferencia


General del Episcopado Latinoamericano celebrada en Puebla sos-
tuvieron que «con la palabra cultura se indica el modo particular
como, en un pueblo, los hombres cultivan su relación con la natura-
leza, entre sí mismos y con Dios (GS 53b) de modo que puedan lle-
gar a un nivel verdadera y plenamente humano (GS 53a). Es el estilo
de vida común (GS 53c) que caracteriza a los diversos pueblos; por
ello se habla de pluralidad de culturas (GS 53c)»15. Cada cultura es,
pues, una realidad orgánica, pues «abarca la totalidad de la vida de
un pueblo. Cada pueblo, en su devenir histórico, desarrolla su pro-
pia cultura con legítima autonomía. Esto se debe a que la persona
humana por su misma naturaleza, tiene absoluta necesidad de la
vida social» (EG 115). De esta manera puede afirmarse que el ser
humano está siempre culturalmente situado y es en esa relación en
la que vive. Su naturaleza relacional y su concreción sociocultural
se hallan unidas estrechísimamente.

Esta fue la propuesta que se hizo en el Documento de Apare-


cida, el cual contó con la participación del entonces cardenal Ber-
goglio como presidente del comité de redacción del documento
504 conclusivo. Ahí se expone cómo la cultura actual se caracteriza por
una dinámica intercultural que se ha venido formando por la movi-
medellín 168 / Mayo - Agosto (2017)

lidad de una serie de culturas urbanas y suburbanas, de proceden-


cias muy distintas, que se han ido mezclando, compartiendo nuevos
espacios comunes, y que plantean, a su vez, «problemas de iden-
tidad y pertenencia, relación, espacio vital y hogar, cada vez más
complejos» (Aparecida 58). Precisamente esa complejidad llama a
la formulación de un modelo teológico-pastoral que camine en esa
nueva dirección sociocultural simbiótica16 y celebre las diferencias
integrándolas en una nueva creación:

14
Gaudium et Spes 60.
15
Puebla 386.
16
«La cultura urbana es híbrida, dinámica y cambiante, pues amalgama múltiples formas,
valores y estilos de vida, y afecta a todas las colectividades. La cultura suburbana es
El reto de la interculturalidad en un mundo plural...

los movimientos por la recuperación de las identidades,


de los derechos ciudadanos y contra el racismo, los grupos
alternativos de economías solidarias, hacen de las mujeres
y hombres negros sujetos constructores de su historia, y
de una nueva historia que se va dibujando en la actualidad
latinoamericana y caribeña. Esta nueva realidad se basa en
relaciones interculturales donde la diversidad no significa
amenaza, no justifica jerarquías de poder de unos sobre
otros, sino diálogo desde visiones culturales diferentes,
de celebración, de interrelación y de reavivamiento de la
esperanza17.

Tal visión del magisterio latinoamericano se enfrenta a la ten-


dencia dominante de esta época global que suele privilegiar los
procesos de hegemonía sociocultural mediante el dominio de lo
diverso o la simple asimilación de lo diferente, una realidad que nos
reta, entonces, a producir un cambio de mentalidad porque «asumir
la diversidad cultural, que es un imperativo del momento, implica
superar los discursos que pretenden uniformar la cultura, con enfo-
ques basados en modelos únicos» (Aparecida 59). En los procesos
de dominio y control hegemónicos la aceptación o tolerancia de las
diferencias no significa su reconocimiento y, por lo tanto, tampoco
la posibilidad de forjar interacción y construir comunión de expe-
riencias, horizontes de vida o valores comunes. En esta tendencia 505
los procesos de uniformización y homologación son privilegiados. medellín 168 / Mayo - Agosto (2017)
El Sínodo de los Obispos de 197118 ya había advertido que los pro-
cesos de cambio y transformación, sociales y eclesiales, no se deben
realizar por las vías de la imposición, del adoctrinamiento o de la
uniformización, pues sólo conducirían a nuevas formas de colonia-

fruto de grandes migraciones de población en su mayoría pobre, que se estableció


alrededor de las ciudades en los cinturones de miseria. En estas culturas, los problemas
de identidad y pertenencia, relación, espacio vital y hogar son cada vez más complejos».
Aparecida 58.
17
Aparecida 97.
18
«Si las naciones y regiones en vías de desarrollo no llegan a la liberación desarrollándose
a sí mismas, existe el peligro de que las condiciones de vida, creadas principalmente
por el dominio colonial, puedan convertirse en una nueva forma de colonialismo, en
el que las naciones en desarrollo serán víctimas del juego de las fuerzas económicas
internacionales». II Asamblea General del Sínodo de los Obispos, 1971.
Félix Palazzi

lismo o imperialismo ideologizantes. Por ello, se precisa compren-


der la repercusión de esta visión en nuestros modelos eclesiales,
pues muchas de nuestras pastorales siguen inspiradas en modelos
en los que la diversidad sociocultural no es reconocida ni integrada
dentro del ámbito eclesial. A lo sumo se conceden espacios, pero
carentes de cualquier acción que fomente la integración e interac-
ción con el resto, y que permita generar una simbiosis, o esa nueva
creación a la que se refería el padre Arrupe al hablar de los frutos
de la inculturación.

REPERCUSIÓN PARA LA IGLESIA

Esta nueva visión es posible si responde a un modelo pastoral


de Iglesia en salida y socioculturalmente desde adentro que permita
fomentar auténticos procesos de transformación sociocultural.
Nunca desde afuera o desde arriba19. Eso es lo que advierte Fran-
cisco durante su viaje apostólico a Paraguay, al insistir en que la
comunidad cristiana debe «insertarse y encarnarse en la experien-
cia nacional del pueblo y discernir acerca de la acción liberadora
o salvífica de la Iglesia desde la perspectiva del pueblo y sus inte-
reses», porque de otro modo las ideologías —o formas culturales
externas— ganarán terreno y «estas terminan mal, no sirven, las
506 ideologías tienen una relación incompleta, enferma o mala con el
pueblo porque no asumen al pueblo»20.
medellín 168 / Mayo - Agosto (2017)

Desde el punto de vista de los procesos de evangelización, la


relación de la Iglesia con las culturas es vital porque durante los
dos mil años de cristianismo «los pueblos han recibido la gracia de
la fe, la han hecho florecer en su vida cotidiana y la han transmi-
tido según sus modos culturales propios» (EG 116). La Iglesia ha
asumido la diversidad cultural desde siempre porque «toda cul-

19
«…la comunidad evangelizadora se mete con obras y gestos en la vida cotidiana de los
demás, achica distancias, se abaja hasta la humillación si es necesario, y asume la vida
humana, tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo. Los evangelizadores tienen
así “olor a oveja” y estas escuchan su voz». FRANCISCO, Evangelii Gaudium 24.
20
FRANCISCO, Viaje apostólico al Paraguay. Discurso a los representantes de la sociedad civil
en el estadio León Condou, 11 de julio de 2015.
El reto de la interculturalidad en un mundo plural...

tura propone valores y formas positivas que pueden enriquecer


la manera de anunciar, concebir y vivir el Evangelio (...). La Iglesia
incorpora los valores de las diversas culturas» (EG 116). En Fran-
cisco resuena el pensamiento de Pablo VI cuando se refirió a la pro-
funda tensión que existe entre el anuncio universal del Evangelio y
su inserción en una cultura particular:

el reino que anuncia el Evangelio es vivido por hombres


profundamente vinculados a una cultura, y la construcción
del reino no puede por menos de tomar los elementos de
la cultura y de las culturas humanas. Independientes con
respecto a las culturas, Evangelio y evangelización no son
necesariamente incompatibles con ellas, sino capaces de
impregnarlas a todas sin someterse a ninguna. La ruptura
entre Evangelio y cultura es sin duda alguna el drama de
nuestro tiempo, como lo fue también en otras épocas. De ahí
que hay que hacer todos los esfuerzos con vistas a una gene-
rosa evangelización de la cultura, o más exactamente de las
culturas. Estas deben ser regeneradas por el encuentro con
la Buena Nueva21.

En fin, la relación de la Iglesia con los pueblos y sus culturas


no es un apéndice de la eclesiología, y mucho menos de la teolo-
gía pastoral. Es una cuestión vital, universal, para la vida y la iden- 507
tidad cristianas en nuestro presente, por tanto, consustancial a medellín 168 / Mayo - Agosto (2017)
la naturaleza de la Iglesia, a su identidad y misión, a su razón de
ser y su modo de estar en el mundo. Sin embargo, hoy en día el
problema se ha agudizado porque la diversidad cultural coexiste
en espacios comunes y el reto radica en lograr construir puentes
entre esas realidades que son socioculturalmente diferentes y para
muchos incompatibles. Francisco describe esta nueva realidad en
los siguientes términos:

…en las grandes urbes puede observarse un entramado


en el que grupos humanos comparten las mismas formas
de soñar la vida y similares imaginarios y se constituyen

21
PABLO VI, Evangelii Nuntiandi, 20.
Félix Palazzi

en nuevos sectores humanos, en territorios culturales, en


ciudades invisibles. Varias formas culturales conviven de
hecho, pero ejercen muchas veces prácticas de segregación
y de violencia. La Iglesia está llamada a ser servidora de un
difícil diálogo (EG 74).

Su misión actual de construir puentes representa un ejercicio


difícil de diálogo porque aun cuando la Iglesia no puede identifi-
carse con una cultura específica, ni está llamada a formar culturas
cristianas o eclesiales, tiene la misión de adentrarse en todas las
culturas existentes, cuidar el ethos de cada una, y ayudar a que inte-
ractúen las unas con las otras. La Iglesia es ella misma pueblo de
Dios en medio de los pueblos de la tierra22. De cara a la nueva rea-
lidad pluricultural de nuestra época, tiene el compromiso de pen-
sar una nueva praxis pastoral intercultural que celebre la novedad
del encuentro y fortalezca los espacios comunes o puentes entre
la diversidad que la rodea. Por ello, el magisterio pontificio actual
busca rescatar los valores que constituyen a cada pueblo en térmi-
nos de identidad y pertenencia sociocultural, esos que nacen de la
interdependencia humana y se expresan en la cotidianidad com-
partida de su gente, a saber:

ese arraigo al barrio, a la tierra, al oficio, al gremio, ese reco-


508 nocerse en el rostro del otro, esa proximidad del día a día,
con sus miserias porque las hay, las tenemos y sus heroís-
medellín 168 / Mayo - Agosto (2017)

mos cotidianos, pero es lo que permite ejercer el mandato


del amor, no a partir de ideas o conceptos sino a partir del
encuentro genuino entre personas, necesitamos instaurar
esta cultura del encuentro porque ni los conceptos ni las
ideas se aman; se aman las personas23.

22
«La Iglesia no es de ninguna cultura, pero no puede vivir sin apropiarse de las culturas,
entonces lleva en sí misma la herencia de varias culturas y esto aunque la Iglesia
trasciende toda cultura integra inevitablemente el ser histórico concreto de la misma
Iglesia. La Iglesia trasciende las culturas, pero no solo está dentro de ellas, sino que las
arrastra en su memoria, su ser, y debe despojarse, purificarse, de unas culturas, para
penetrar en otras. La Iglesia es una identidad en continuas metamorfosis culturales».
METHOL FERRÉ A., «Visión histórica de los cristianos ante la cultura. En la modernidad:
Iglesia y cultura», en AA. VV., Teología de la cultura, Celam, Bogotá 1989, 12.
23
FRANCISCO, Viaje apostólico a Bolivia, 9 de julio de 2015.
El reto de la interculturalidad en un mundo plural...

No se trata de idealizar una cultura sobre otra, pero tampoco


de considerar solo cultura a lo que nace de los ámbitos ilustrados.
Todos los pueblos tienen formas culturales diversas que coexisten
en un mismo espacio. Las culturas populares24 exigen reconoci-
miento, hay que redescubrir sus valores, preservarlos y potenciar-
los porque humanizan más allá de sus propios lugares sociales.

…la cultura de los barrios populares, impregnada con esa


sabiduría particular, tiene características muy positivas, que
son un aporte para el tiempo que nos toca vivir, se expresa
en valores como la solidaridad; dar la vida por otro; preferir
el nacimiento a la muerte; dar un entierro cristiano a sus
muertos. Ofrecer un lugar para el enfermo en la propia casa;
compartir el pan con el hambriento: donde comen 10 comen
12; la paciencia y la fortaleza frente a las grandes adversida-
des, etc25.

Se trata de valores socioculturales que pueden contribuir


con la rehumanización de las ciudades y la vida moderna donde
la cotidianidad compartida y la solidaridad fraterna que brota del
encuentro cercano, personal, se han ido perdiendo. El modo en que
se viven las relaciones en los sectores populares es ante todo afec-
tivo, nos invita a desarrollar una «mirada interna»26 que se traduzca
en una creciente empatía con el otro. Francisco habla de desarrollar 509
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24
«Hablé de las culturas, hay unas culturas ilustradas, que es cultura, y es buena y hay
que respetarla o por ejemplo en una parte del ballet se tocó música de una cultura
ilustrada y buena, pero hay otra cultura que tiene el mismo valor que es la cultura de los
pueblos, de los pueblos originarios, de las diversas etnias, una cultura que me atrevería
a llamarla (pero en el buen sentido), una cultura popular. Los pueblos tienen su cultura
y hacen su cultura, es importante ese trabajo por la cultura en el sentido más amplio de
la palabra, no es cultura solamente haber estudiado, poder gozar de un concierto o leer
un libro interesante sino también es cultura mil cosas. Hablaban del tejido de Ñandutí
por ejemplo, eso es cultura, y es cultura nacida del pueblo, por poner un ejemplo».
FRANCISCO, Discurso a los representantes de la sociedad civil en el estadio León Condou,
11 de julio de 2015.
25
FRANCISCO, Palabras en la visita al barrio marginal de Kangemi en Nairobi, 27 de
noviembre de 2015.
26
NUSSBAUM M., The New Religious Intolerancce, Overcoming the Politics of Fear in an
Anxious Age, Harvard University Press, Cambridge 2013, 187.
Félix Palazzi

esa «capacidad del corazón» que hace posible el encuentro con el


otro, el acercamiento: «lo primero en la comunicación con el otro,
es la capacidad del corazón que hace posible la proximidad, sin la
cual no existe un verdadero encuentro espiritual» (EG 171). Esta
actitud es el presupuesto para que surjan la empatía y el acerca-
miento sociocultural que ayuden a ver a las demás culturas desde
un horizonte humanizador y a reconocer que pueden aportar a
nuestro propio crecimiento.

Este enfoque sociocultural no pone su énfasis en la aceptación


o la tolerancia de cada identidad cultural, lo que sería insuficiente.
La tolerancia puede ser mal entendida al usarse como una herra-
mienta de dominio y control sobre las minorías. En el más feliz de
los casos tolerar pudiera significar solo «dejar estar al otro» en su
propio espacio. Pero no implica o conlleva una real aceptación y
reconocimiento del otro y su consecuente integración a partir del
encuentro mutuo, recíproco. La tolerancia es necesaria para un pri-
mer paso que es el de dar espacio a la diversidad, pero debe caminar
hacia la integración de las diferencias27. Al moverse en este plano,
se ponen de relieve las relaciones entre los diversos grupos exis-
tentes y la necesidad de lograr vínculos permanentes y puntos de
encuentro entre ellos. Este proceso es fruto de una praxis cotidiana
510 del encuentro, de la cooperación y la interdependencia humanas,
por lo que necesita de un estilo pastoral que parta de relaciones
horizontales, de tú a tú, que conduzcan a un crecimiento mutuo en
medellín 168 / Mayo - Agosto (2017)

humanidad, a una reciprocidad de dones y bienes civilizatorios.

Únicamente desde una praxis del encuentro puede surgir una


sincera celebración de la novedad que brota de las diferencias,
cuando la apertura al otro excede lo esperado o simplemente plani-

«La diversidad simplemente reconoce una gama de formas distintas de comportamiento,


27

costumbres, actitudes y valores, sin poner en cuestión su administración por los grupos
hegemónicos; mientras que la diferencia sugiere una relación en donde los distintos
grupos subordinados insisten en el valor positivo de su cultura, sus historias y sus
experiencias específicas (...). Las diferencias nos ayudan a reconocer y reconocernos en
nuestra propia identidad». WALSH C., «Interculturalidad crítica. Pedagogía de-colonial»
en Villa W. y Grueso B. A. (eds.), Diversidad, interculturalidad y construcción de ciudad,
Universidad Pedagógica Nacional, Bogotá 2008, 50.
El reto de la interculturalidad en un mundo plural...

ficado con anterioridad, y surge algo nuevo entre ambos. Como sos-
tiene con toda claridad la Congregación para la Educación Católica:

esta actitud se basa en una concepción dinámica de la cul-


tura, que evita tanto la clausura como la manifestación de
las diferencias solamente a nivel de representaciones este-
reotipadas o folclóricas. Las estrategias interculturales son
eficaces si evitan separar a los individuos en mundos cul-
turales autónomos e impermeables, promoviendo, por el
contrario, el conocimiento mutuo, el diálogo y la recíproca
transformación, para hacer posible la convivencia y afrontar
los posibles conflictos. En definitiva, se trata de construir
una nueva actitud intercultural orientada a una integración
de las culturas en recíproca aceptación28.

La importancia que Francisco concede a las dinámicas intercul-


turales a lo largo de su magisterio no tiene como meta el que perda-
mos lo propio y nos mezclemos con lo distinto, sino que caminemos
juntos, en reciprocidad fraterna, sin sectarismos ni exclusiones, que
nos hermanemos a partir de una cultura del encuentro que expresa
una real pluriforme armonía29. La exigencia es aprender a vivir en
relaciones simétricas y recíprocas en la vía de la interculturalidad,
que hoy estamos llamados a asumir cuando salimos al encuentro
con el otro, con todos esos otros que coexisten en un mismo espa- 511
cio común en nuestras urbes modernas. La urgente conversión
pastoral queda expresada en este hermoso texto de la Evangelii
medellín 168 / Mayo - Agosto (2017)

Gaudium: «mientras en el mundo, especialmente en algunos países,


reaparecen diversas formas de guerras y enfrentamientos, los cris-
tianos queremos insistir en nuestra propuesta de reconocer al otro,
de sanar las heridas, de construir puentes, de estrechar lazos y de
ayudarnos mutuamente a llevar las cargas» (EG 67). Es el reto de la
interculturalidad.

28
CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA, Educar al diálogo intercultural en la
escuela católica, 2013, 28.
29
Esto implica «un proceso constante en el cual cada nueva generación se ve involucrada.
Es un trabajo lento y arduo que exige querer integrarse y aprender a hacerlo hasta
desarrollar una cultura de encuentro en una pluriforme armonía». FRANCISCO, Evangelii
Gaudium 220.
Félix Palazzi

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513
medellín 168 / Mayo - Agosto (2017)

Artículo recibido 28 de junio de 2017


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