02 - Seducida Por Un Ladrón (Rogues) de Connie Mason
02 - Seducida Por Un Ladrón (Rogues) de Connie Mason
02 - Seducida Por Un Ladrón (Rogues) de Connie Mason
Connie Mason
SOBRE LA AUTORA
ARGUMENTO
Ramsey Dunsmore, Conde de Braxton, creía que sus días como espía para el gobierno inglés
habían terminado, pero el Ministerio de Asuntos Exteriores ha solicitado su ayuda en la búsqueda
de un valioso amuleto. La tarea de Braxton consiste en hacer lo que mejor se le da: utilizar sus
encantos con una joven belleza para que le revele todo lo que sabe. Pero para Braxton esta misión
tiene una segunda intención. La dama en cuestión es una antigua amante de Ram, la mujer que
rompió su corazón cuatro años antes. Los seductores besos que deposite en sus exuberantes
labios serán algo más que apasionados… tendrán el dulce sabor de la venganza.
Los problemas de Phoebe Thompson no han hecho más que empezar. La ausencia de su padre,
que es egiptólogo, ha hecho recaer sobre él las sospechas del robo de una pieza antigua. Y para
colmo, ahora tiene un chichón en la cabeza después de sufrir el asalto a su casa por parte de unos
desconocidos en busca de la dichosa pieza. Lo último que necesita son las ardientes atenciones de
Lord Braxton, infame libertino londinense a quien una vez había entregado equivocadamente su
cuerpo y su corazón. Pero la seducción es cosa de dos y a pesar de la confianza de Ram en su
poderoso atractivo sexual, Phoebe planea vencerle en su terreno. El sensual lord Braxton
demostrará que sus intenciones eran honorables antes de que ella pueda renunciar a todo...
incluso a su corazón.
PROLOGO
mientras decía:
-Los conozco.
-Entonces, ¿podrás identificar a la señorita Thompson cuando la veas?
-Por desgracia, sí. ¿De qué se supone exactamente que debo enterarme por la señorita
Thompson?
-Del paradero de su padre en primer lugar. Parece haberse esfumado. Los egipcios creen que sir
Thompson robó el amuleto con intenciones de venderlo a un comprador privado y obtener así
ganancias personales.
-¿Cuándo regresaron los Thompson de Egipto?
-La señorita Thompson llegó hace cuatro semanas, por barco. Vino con tres grandes cajas de
objetos encontrados en la excavación que contaban con la autorización del gobierno egipcio para
salir del país. Sir Thompson embarcó dos semanas después que su hija, acompañado por David
Phillips, su ayudante y amante de la señorita Thompson.
Arthur Fielding carraspeó y, tras una pequeña pausa, prosiguió:
-Nuestras fuentes revelan que llegaron a Inglaterra hace dos semanas a bordo del Coritzthiatz,
luego, Thompson desapareció misteriosamente. Hemos estado vigilando muy de cerca los
movimientos de la señorita Thompson, pero ésta no se ha puesto en contacto con él. Su único
visitante hasta el momento ha sido David Phillips.
-¿Qué te hace pensar que yo sea el hombre adecuado para el trabajo?
Los ojos de Fielding brillaron divertidos.
-Tengo fe en ti, Braxton. Aunque mi experiencia es limitada comparada con la tuya, ambos
sabemos que la seducción es un poderoso instrumento. Utiliza tu legendario encanto y tu
habilidad sexual para obtener información de la señorita Thompson.
Dolorosos recuerdos endurecieron las hermosas facciones de Ram.
-Buscad a otro.
-No hay nadie más. Tú estás familiarizado con los procedimientos de Asuntos Exteriores y los
peligros que suponen.
-Lástima que Bathurst esté casado -reflexionó Ram-. Él sería perfecto para esta misión. ¿Y qué
hay del vizconde Westmore? Sus proezas con las damas superan incluso las mías.
Fielding agitó la mano descartándolo.
-Él no funcionaría. No tiene ninguna experiencia con Asuntos Exteriores. Inglaterra depende de
ti para evitar un incidente internacional. ¿Podemos contar contigo, Braxton?
Los pensamientos de Ram retrocedieron en el tiempo. No deseaba volver a ver a Phoebe, no
quería tener nada que ver con ella. Era astuta y manipuladora; no le sorprendería enterarse de
que era una ladrona además de una embustera. Si Asuntos Exteriores decía que ella y su padre se
habían conchabado para robar el valioso objeto, se sentía inclinado a creerlo. Pero no deseaba
participar en ninguna misión que lo pusiera en contacto con Phoebe Thompson.
-Me temo que voy a tener que...
-No te niegues aún, Braxton -le rogó Fielding-. Esto es demasiado importante. Inglaterra cuenta
contigo para evitar declaraciones de ruptura entre nuestro país y Egipto. ¿Por qué te muestras tan
CAPITULO 01
Phoebe Thompson echó una mirada por encima del hombro, pero apenas se veía nada a través
de la invasora oscuridad y la niebla del atardecer. En esos momentos preferiría no haberse
demorado departiendo con el presidente de la Sociedad de Egiptología después de la reunión.
Había disfrutado tanto hablando de cosas que la apasionaban con personas de parecida
mentalidad, que había abandonado el local más tarde de lo que se proponía. Puesto que el lugar
se hallaba a muy pocas manzanas de su casa, había decidido ir a pie, pero si encontrase un coche
de alquiler libre, lo pararía en el acto.
Phoebe se envolvió estrechamente en la capa y alargó sus pasos tratando de dejar atrás el frío
que recorría su esbelto cuerpo. Alguien la estaba siguiendo. Supuso que otro agente del gobierno.
Ya debería estar acostumbrada a ello, pero la sensación de ser observada era desasosegante.
«¿Dónde estás, padre? ¿Qué te han hecho?», se lamentó Phoebe en silencio. ¿Por qué Asuntos
Exteriores no creía que no tuviesen nada que ver con el amuleto desaparecido? Ella se hallaba con
su padre y David el día en que lo encontraron. Era un descubrimiento impresionante, y desde el
principio sabían que el gobierno egipcio nunca permitiría que algo semejante abandonase el país.
Su valor histórico era importantísimo.
Sólo alguien que no conociese a su padre podría pensar que él lo había robado.
Los pasos la perseguían y ella se apresuró aún más. La estaban siguiendo. ¿Sería algún agente
del gobierno o alguien más siniestro? ¿Dónde estaba la Guardia cuando se la necesitaba? Se
atrevió a lanzar otra mirada por encima del hombro y distinguió una silueta recortada contra el
débil resplandor de una farola. Echó a correr. Otra manzana y estaría en su casa.
Phoebe casi sollozaba sonoramente cuando el sombrío contorno de su casa apareció entre la
espeluznante niebla que había olvidado por completo durante los años pasados en el soleado
Egipto. Buscó a tientas la llave en su bolso y la tenía ya firmemente sujeta y a punto de introducirla
en la cerradura cuando una mano surgió de la bruma y la tocó en el hombro.
La llave cayó de sus temblorosos dedos mientras ella giraba en redondo dispuesta a
defenderse, presa de un terror desconocido.
-Hola, Phoebe. Ha pasado mucho tiempo.
La joven palideció estremecida al ver que su peor pesadilla se encontraba delante de ella, tan
elegante y dueño de sí mismo como lo recordaba. Confiado, arrogante y más hermoso de lo que
nadie tenía derecho a ser. Volver a verlo le echaba encima de golpe toda la carga emocional y la
culpabilidad que había ido arrastrando durante los últimos cuatro años. Él era la razón por la que
se había ido de Inglaterra, el motivo por el que no había regresado.
-¡Braxton! Me has asustado. ¿Cómo sabías que he vuelto? Ramsey Dunsmore, conde de
Braxton, recogió tranquilamente la llave que se le había caído a Phoebe y la metió en la cerradura.
-Tengo mis medios.
Giró la llave y abrió la puerta.
Phoebe mantuvo la voz notablemente firme pese a tener el corazón encogido.
-Gracias, puedo entrar en mi casa sin ayuda.
-Creo que no.
Ram la hizo a un lado y entró el primero en el vestíbulo de la vivienda de piedra gris que
Phoebe había alquilado en Mount Street, un vecindario modesto y de anodina respetabilidad, con
una mezcla de tiendas, casas de huéspedes y edificios sin pretensiones. El vecindario consistía en
la clase de gente que lleva existencias tranquilas y vidas sin incidentes, y Phoebe había confiado en
que le serviría para mantenerla apartada de la mirada pública. Era evidente que no había sido así,
porque Ramsey la había encontrado.
Ella lo siguió al interior.
-¿Cómo te atreves a irrumpir en mi casa sin haber sido invitado a entrar?
-Yo me atrevo a muchas cosas, Phoebe -repuso Ram-. Y al parecer tú también.
-Si te refieres al malentendido...
-Piensa lo que quieras.
-¿Qué estás haciendo aquí?
-Cierra la puerta -dijo él.
Phoebe cerró de un portazo y volvió para enfrentarse a Ram... y entonces se quedó sin aliento.
A la luz de la lámpara de la mesita del vestíbulo, se lo veía aún más impresionante de lo que ella
recordaba. Desde su regreso de Egipto, se había enterado de muchas cosas acerca de lord Braxton
y de la Liga de los Libertinos de Londres por las columnas de habladurías y estaba segura de que el
estilo de vida complaciente de Ramsey lo estaba conduciendo a la perdición. Sin embargo, mirarlo
despertaba en ella recuerdos que se había esforzado mucho por borrar.
-¿Dónde están tus criados?
Su pregunta la devolvió al presente.
-Sólo cuento con ayuda durante el día. Nuestros bolsillos no están tan forrados como los tuyos.
Mi padre y yo hemos destinado todos nuestros recursos a la investigación.
-¿No sabes que es peligroso andar por las calles de Londres de noche? ¿Dónde está tu padre?
De pronto, Phoebe pareció fascinada por sus propias uñas. -Está... lejos.
-¿Y tu amante? Debería haberte acompañado a casa.
Phoebe frunció las negras cejas.
-No tengo idea de a quién te estás refiriendo. Además, lo que yo haga o deje de hacer no es
asunto tuyo. Ya no somos...
Ram le dedicó una burlona sonrisa. -¿No lo somos? ¿Estás segura?
Del rostro de Phoebe desapareció todo vestigio de color. -Después de lo que hice... pensaba
que tú... que procurarías... Ram se encogió de hombros.
-No veo necesidad.
-Lo siento -dijo entonces.
Braxton sintió cómo la amargura le subía como arcadas por la garganta; pero la contuvo.
-Algo tarde para eso, ¿no crees?
Su expresión debía de ser feroz, porque Phoebe retrocedió como si la hubiera golpeado. -Me
odias.
-¿Puedes censurarme por ello?
-Yo... En realidad, no. Supongo que es demasiado tarde para pedirte disculpas.
Su dura mirada atrapó la suya y la mantuvo fija en sus ojos.
Ella inspiró hondo cuando Ram escudriñó su rostro buscando respuestas.
-Es demasiado tarde -contestó él finalmente.
-¿Por qué estás aquí? ¿Qué esperas obtener acechándome? Ramsey enarcó las cejas.
-¿Acechándote? Nada de eso. No has cambiado mucho en cuatro años, Phoebe. Sigues tan
hermosa como te recordaba.
Su cutis, levemente dorado por el sol egipcio, contrastaba vivamente con sus ojos azules y su
negra melena suelta. Fijó la mirada en sus apetecibles y carnosos labios y, de manera involuntaria,
acudieron a su mente una serie de recuerdos. Su sabor, la forma y el gusto de la boca de ella bajo
la suya, su lengua, sus manos, y se maldijo por ser tan necio. Phoebe no significaba nada para él.
Había tenido cuatro años para olvidar la humillación que ella le había infligido. Lo único que
deseaba ahora era información, y si para lograrla tenía que seducirla, lo haría.
Ram no tenía escrúpulos al respecto. No sentía nada, ni culpabilidad ni remordimientos, porque
él ya no era el mismo hombre de hada cuatro años. Había aprendido mucho desde entonces, y
nunca más se había permitido sentir apego por ninguna mujer, a ninguna otra le había dado
ocasión de convertirlo en un pelele, como había hecho Phoebe. Hada mucho que esperaba la
venganza.
-Ambos sabemos lo que sientes por mí, de modo que déjate de cumplidos, Braxton -espetó
Phoebe.
A él no le fue difícil esbozar su característica sonrisa que tanto gustaba y fascinaba a las
mujeres. La seducción era un juego, uno que él y sus amigos Westmore y Bathurst habían
perfeccionado.
Le acarició la atezada mejilla; al instante se apartó como si se hubiera quemado. Qué demonios
le estaba pasando, se preguntó mirándose la mano. La hormigueante sensación se extendía desde
sus dedos a lo largo de su brazo. Frunció el cejo, y metió la mano en el bolsillo.
-¿Por qué has hecho eso? -preguntó Phoebe tocándose la mejilla.
-Deseaba comprobar si tu cutis sigue siendo tan suave como lo recordaba.
La consternación se reflejó en los azules ojos de ella.
-¿Qué te propones, Braxton? ¿Aún soy un desafío para ti? Ram se encogió de hombros.
-En absoluto. Había pensado que podríamos hablar. ¿No vas a ofrecerme una bebida?
-No. Estoy cansada y deseo retirarme. Además, no puedo imaginar por qué te interesa lo que
yo tenga que decir.
-Te sorprendería Phoebe.
Aspiró profundamente, preparándose para las mentiras que estaba a punto de soltar. La
seducción tenía sus propias reglas y él había inventado algunas propias durante el camino. Si pese
a la amargura que sentía, podía conquistar a Phoebe, se consideraría a sí mismo un maestro de la
seducción. Tendría realmente algo de lo que vanagloriarse ante sus iguales, en especial con
Westmore.
-No trates de leer mis pensamientos, Phoebe. Sentémonos y hablemos como personas
civilizadas. Niégalo cuanto quieras, pero eres mía. Siempre has sido mía.
Cogió la lámpara con una mano y a ella por el codo con la otra y asomó la cabeza a una sala
oscura. Al ver que se trataba del salón, la condujo hacia el interior, depositó la luz sobre una mesa
y estrechó a Phoebe entre sus brazos.
La voz de la joven sonó con una nota de pánico. -¿Qué estás haciendo?
El calor del cuerpo femenino tuvo sobre Ram un efecto inesperado. Sintió que su miembro
crecía y se endurecía, y apartó a Phoebe rápidamente de sí mientras luchaba por mantener el
control. Quería creer que ella no tenía nada que ver con su excitación, que él había respondido
porque era un varón con poderosas necesidades sexuales, pero en realidad sabía la verdad. -¿Me
has echado de menos, Phoebe?
-No sigas por ahí, Braxton.
-Bebería algo. Supongo que no tendrás nada más fuerte que vino, ¿verdad?
-Si te doy una copa ¿te irás?
-¿Estás ansiosa por librarte de mí? No, no respondas a eso. Sé lo que piensas. En cuanto a esa
copa...
Vio cómo Phoebe se acercaba a la alacena, su esbelta figura tan atractiva como él la recordaba,
y numerosas preguntas acudieron a su mente. Pero su seducción acababa de comenzar; habría
mucho tiempo después para obtener las respuestas al imperdonable comportamiento de ella de
hada cuatro años. Una vez él hubiera cumplido su misión y se hubiera alejado de la vida de
Phoebe, deseaba que se quedara tan desolada como lo había estado él cuando ella lo abandonó
sin ninguna explicación.
-¿Te va bien brandy? Mi padre se toma uno antes de acostarse. A veces yo le acompaño.
-Brandy estará muy bien.
Sus entornados ojos la siguieron mientras cogía una botella de una mesita.
-¿Dónde has dicho que está tu padre? Si va a volver pronto a casa me gustaría esperarlo y
saludarlo. ¿Le hablaste alguna vez de nosotros?
Phoebe tensó los hombros y Ram comprendió que su pregunta había dado en el blanco.
-Mi padre está... fuera de la ciudad -respondió la joven. Al advertir que le temblaba la mano,
Ramsey se levantó, le cogió la botella y vertió una generosa cantidad del ambarino líquido en dos
copas. Le tendió una a ella.
-Nunca le hablaste de lo nuestro, ¿verdad?
-No, yo... no lo creí necesario.
-¿Cuándo crees que regresará tu padre? Tal vez debería verlo entonces y contárselo yo mismo.
«¡Maldición! ¿Qué me pasa? Se supone que debo seducir a Phoebe, no ahuyentarla.»
A Phoebe se le ensombreció el semblante y Ram sintió deseos de darse de bofetadas por no
controlar su ira.
-No digas nada más, Braxton. Ya me siento bastante culpable por lo que te hice. -Mientras se
llevaba la copa a la boca, le temblaba la mano.
Él tomó un largo sorbo de su bebida, le quitó a Phoebe la copa de la mano y la depositó junto
con la suya en la mesita. Luego la hizo volverse entre sus brazos.
-Todo ha cambiado -lo contradijo ella, y luego lo miró entornando los ojos. Me resulta difícil
creer que no me desprecies. El solo hecho de que me estés hablando ya es extraordinario. Buscas
algo, Ramsey. ¿Qué es?
-Estás dando demasiada importancia a mi visita, Phoebe.
-Sus verdes ojos brillaban traviesos. Tal vez deseaba comprobar si entre nosotros todavía existe
la antigua atracción. Y, por cierto, así es. O tal vez sólo deseaba hablar con tu padre. Si lo
recuerdas, él y yo nos llevábamos muy bien.
Phoebe no sintió ningún escrúpulo en no responder. Cuanto menos hablase de su padre, mejor.
Ella no haría ni diría nada que pusiera su vida en peligro. Además, ver de nuevo a Ramsey la había
perturbado más de lo que estaba dispuesta a admitir. No había cambiado nada. Pese al cinismo
claramente visible en sus verdes ojos y su burlona sonrisa, era tan atractivo y excitante como
siempre. Pero con los años, había aprendido a resistirse a los hombres encantadores. Además,
ahora no tenía tiempo para Braxton.
-Permíteme que te acompañe a la puerta, milord -dijo Phoebe pasando junto a él. Es tarde y
estoy sola. Aunque tú no tengas ninguna reputación que proteger, yo sí la tengo.
En el momento en que puso la mano sobre el pomo de la puerta, la aldaba de latón repicó
anunciando que había llegado alguien.
-¿Esperabas visita? -le preguntó Ram.
-No.
El golpeteo prosiguió.
-¿No vas a abrir para ver quién es?
La preocupación devoraba a Phoebe. La aparición de Ramsey aquella noche había sido muy
inoportuna.
-Sí, desde luego.
Giró el pomo despacio y abrió la puerta, y se sintió aliviada al ver a David Phillips en el umbral.
Su aspecto sobrio y agradable y su serio proceder eran bien recibidos tras la abrumadora mas-
culinidad y el amedrentador encanto de Braxton.
-¿Por qué has tardado tanto en abrir? -le preguntó David mientras entraba en la casa. ¿Estás
bien? ¿Has tenido alguna noticia de...?
Enmudeció de golpe al ver a Ramsey. -Hola, Phillips -saludó éste.
-¿Qué hace él aquí? -farfulló David.
-Yo también me alegro de verte -dijo Ram-. Ha pasado mucho tiempo.
-Lord Braxton estaba a punto de irse, David -intervino Phoebe.
-Eso ha sido idea tuya, no mía -Objetó Ram. Luego, volviendo la cabeza, añadió con un tono
sólo audible para ella: -Creía que habías dicho que no era tu amante.
Phoebe palideció, pero recobró rápidamente la compostura. -Adiós, milord.
Sin apresurarse, Ramsey pasó junto a ella. -Volveré otra vez a visitar a tu padre -comentó.
Phillips dio un portazo tras él.
-¿Qué quería Braxton? ¿Cómo te ha encontrado? No os movéis precisamente en los mismos
círculos.
Aún agitada por el encuentro, la joven trató de encontrar aliento para responderle a David.
Volver a encontrarse cara a cara con Ram la había sorprendido y confundido. Ella debería ser la
última persona a la que él deseara ver. Por su parte, Phoebe había hecho lo posible por no
tropezárselo.
-No sé lo que deseaba -contestó sinceramente. Yo regresaba a casa de la conferencia de la
Sociedad de Egiptología de esta noche y me ha seguido desde allí. Era casi como si supiera que yo
iba a ir. ¿Y dónde estabas tú? Creía que tenías previsto asistir al encuentro.
Phillips desvió la mirada.
-Me he retrasado. Cuando he llegado, tú ya te habías ido. No estarás enamorándote otra vez de
ese bastardo, ¿verdad? Pensaba que ya lo habías olvidado. Si te hubieras casado conmigo la
primera vez que te lo pedí, ahora estarías demasiado ocupada cuidando de nuestros hijos como
para frecuentar a alguien como Braxton.
Furiosa, Phoebe le espetó:
-No estaba frecuentando a Braxton. Él estaba a punto de irse cuando tú has llegado. Olvídale.
¿Te has enterado de alguna otra cosa sobre mi padre? No puedo resistir más no saber si está vivo
o muerto.
-No somos los únicos que le buscamos -le recordó Phillips-. Asuntos Exteriores sospecha que él
robó el amuleto. ¿Estás segura de que no sabes dónde está el objeto? Ocultándolo no ayudas a tu
padre, Phoebe, querida.
-Juro que no sé nada sobre él-reiteró Phoebe-. ¿Cómo puedes sospechar que mi padre sea un
malhechor? No es de los
Phillips dio un portazo tras él.
-¿Qué quería Braxton? ¿Cómo te ha encontrado? No os movéis precisamente en los mismos
círculos.
Aún agitada por el encuentro, la joven trató de encontrar aliento para responderle a David.
Volver a encontrarse cara a cara con Ram la había sorprendido y confundido. Ella debería ser la
última persona a la que él deseara ver. Por su parte, Phoebe había hecho lo posible por no
tropezárselo.
-No sé lo que deseaba -contestó sinceramente. Yo regresaba a casa de la conferencia de la
Sociedad de Egiptología de esta noche y me ha seguido desde allí. Era casi como si supiera que yo
iba a ir. ¿Y dónde estabas tú? Creía que tenías previsto asistir al encuentro.
Phillips desvió la mirada.
-Me he retrasado. Cuando he llegado, tú ya te habías ido. No estarás enamorándote otra vez de
ese bastardo, ¿verdad? Pensaba que ya lo habías olvidado. Si te hubieras casado conmigo la pri-
mera vez que te lo pedí, ahora estarías demasiado ocupada cuidando de nuestros hijos como para
frecuentar a alguien como Braxton.
Furiosa, Phoebe le espetó:
-No estaba frecuentando a Braxton. Él estaba a punto de irse cuando tú has llegado. Olvídale.
¿Te has enterado de alguna otra cosa sobre mi padre? No puedo resistir más no saber si está vivo
o muerto.
-No somos los únicos que le buscamos -le recordó Phillips-. Asuntos Exteriores sospecha que él
robó el amuleto. ¿Estás segura de que no sabes dónde está el objeto? Ocultándolo no ayudas a tu
padre, Phoebe, querida.
-Juro que no sé nada sobre él -reiteró Phoebe-. ¿Cómo puedes sospechar que mi padre sea un
malhechor? No es de los que roban. Ha dedicado toda su vida al estudio de las antigüedades; no
está interesado en las ganancias monetarias.
-Estoy de acuerdo -convino Phillips. Luego vaciló-: Sin embargo, es posible que el amuleto fuese
enviado a Inglaterra por error junto con las otras piezas aprobadas por el gobierno egipcio.
-Mi padre no cometería esa clase de error -resopló Phoebe. Lo he revisado todo dos veces, una
sola y la otra contigo, y no encontramos nada que no debiera estar allí. ¿Por qué no pueden
dejarme tranquila? Lo único que deseo es tener a mi padre de vuelta en casa sano y salvo.
-Lo encontraremos, Phoebe -le aseguró David mientras la conducía al salón. Aunque nos
ayudaría tener el amuleto. ¿Estás absolutamente segura de que no has encontrado nada entre los
objetos?
Phoebe parpadeó para no derramar las lágrimas que se le habían acumulado en los ojos.
-Si quieres, podemos volver a revisarlo. Todo ha sido desembalado y está expuesto en
estanterías en el estudio. Mi padre se proponía entregar todas las piezas al Museo de Egiptología.
-No les des todavía nada -le aconsejó David-. Debemos aguardar a tu padre.
-Pero ¿y si él? ¿Y si ellos...? Tenemos que encontrarlo, David. Tal vez deberíamos mostrar a
Asuntos Exteriores las notas que he recibido de sus secuestradores. -Se enjugó una lágrima-. Temo
por él.
-No podemos implicar a nadie en esto -le advirtió David con una nota de pánico en la voz. La
vida de tu padre está en juego. Esto ha de quedar sólo entre tú y yo.
Phoebe asintió, demasiado afectada para hablar. Su padre lo era todo para ella.
-¿Sabe Braxton lo que está sucediendo?
-¿Con mi padre? No lo creo. Creo que su aparición ha sido una coincidencia.
David se pasó los dedos por su fino cabello rubio y dijo: -No lo creo. No se me olvida cómo te
embaucó haciéndote creer que te amaba, simulando que tú eras la única mujer de su vida. Si yo
no te hubiera advertido acerca de él, te habría hecho muchísimo daño. Gracias a Dios que mi
intervención no llegó demasiado tarde.
«Sí fue demasiado tarde», pensó Phoebe con tristeza. Nadie sabía cuán lejos habían llegado las
cosas en realidad antes de que ella comprendiera su error y actuase en consecuencia. David había
sido un amigo incondicional en el que había podido apoyarse, pero él no conocía la verdad sobre
ella y Ramsey.
David le cogió una mano entre las suyas, la miró gravemente a los ojos y le dijo:
-Te amo. Hace años que deberías haberte casado conmigo.
Sabes que no es demasiado tarde. Tu padre sería el primero en felicitamos. Di que sí y pediré
una licencia especial mañana mismo.
-No puedo -repuso Phoebe. «Por más razones de las que tú sabes». -Ahora no. Debemos
concentrarnos en encontrar a mi padre. ¿Te has enterado de algo? ¿Has tenido noticias de los
secuestradores?
-Lo siento, Phoebe, no me he enterado de nada desde la última vez que hablamos. Tu padre y
yo íbamos juntos por la pasarela, tal como te expliqué. Yo fui a recoger nuestro equipaje, y cuando
regresé él ya no estaba. Se había esfumado. Lo busqué durante horas hasta que la oscuridad
dificultó mis pesquisas, luego vine directamente aquí, confiando en encontrarle contigo. Por
entonces, tú ya habías recibido la nota informándote de su secuestro.
-Lo sé, lo sé. Hemos revisado cada paso. Ya no sé qué pensar. Los secuestradores se están
impacientando, y también Asuntos Exteriores. Desean el amuleto y se niegan a creer que yo no lo
tenga.
-Seguiremos buscándolo -le aseguró David-. Tú estás cansada. Volveré mañana. Mientras tanto,
descansa y trata de no preocuparte. Y si Braxton regresa, no le digas nada. Ni siquiera le dejes
entrar en casa. Volverá a hacerte daño. -La besó en la frente. Buenas noches, querida. No te
molestes en acompañarme. Conozco el camino.
Phoebe irguió los hombros y asintió. Tenía que ser valiente por su padre. Gracias a Dios que
tenía a David. Él había sido su fortaleza y su consuelo, pero por muy esforzadamente que deseara
amarle, no podía. Pese a las numerosas propuestas de matrimonio de David, ella seguía
rechazándole. Hubiera sido injusta con él si se hubieran casado. Si hubiese aceptado su
proposición, lo habría hecho por razones totalmente equivocadas.
Aunque David era atractivo de un modo algo formal, además de fiable y constante, cada vez
que lo miraba, sin poderlo evitar lo comparaba con Ram, y salía perdiendo. Cuatro años no habían
bastado para borrar la imagen de su antiguo amante. Mientras que David era delgado y fibroso,
Ramsey era viril, y poseía una sólida e impresionante constitución. Los finos cabellos rubios de
David y sus ojos castaños palidecían al lado del abundante cabello castaño con reflejos dorados y
los verdes ojos del otro. Sin embargo, la mayor diferencia entre ellos era que David la amaba,
mientras que Ramsey era imposible que se interesase por ella después de lo que le había hecho.
Ram estaba aguardando entre las sombras, junto a la casa de Phoebe cuando David apareció en
la puerta. Su fiera expresión se suavizó un tanto al comprender que Phillips no había estado
bastante tiempo en la vivienda como para acostarse con Phoebe. No sabía por qué le importaba
eso. Deseaba odiar a la joven, pero no podía. Sin embargo, perdonarla le era imposible. Su corazón
estaba endurecido. No obstante, sus sentimientos tenían que permanecer ambivalentes mientras
estuviera seduciéndola. Tenía que ser encantador y fiable, de lo contrario, ella sospecharía antes
de que él lograse la información que necesitaba que le proporcionase.
Ramsey surgió de entre las sombras frente a Phillips. Éste se sobresaltó violentamente, pero no
retrocedió.
-¿Aún sigues aquí, Braxton? -dijo. Estás perdiendo el tiempo. Phoebe no desea tener nada que
ver contigo.
-Yo en tu lugar no estaría tan seguro.
-¿Qué estás haciendo aquí?
-Esperaba para ver cuánto tiempo te quedabas dentro. ¿Sucede algo malo? ¿Acaso la dama
tenía hoy dolor de cabeza?
-Tienes una mente perversa, Braxton. Lo sé todo sobre ti y tu poca recomendable reputación, y
me alegro de haber impedido que Phoebe cometiera el mayor error de su vida. A ella no le
importas nada.
Entró en Brook's poco rato después, todavía pensativo. Vio a Lucas, vizconde de Westmore,
hablando con el conde de Ashcombe, y fue a reunirse con ellos.
-Parece como si necesitaras un amigo -dijo Luc tras saludarlo-. ¿Te preocupa algo, Braxton?
Ram forzó una sonrisa. Aunque Luc era su mejor amigo, no podía hablarle de su investigación
acerca del amuleto desaparecido porque Fielding le había pedido que mantuviese el secreto.
Mucha gente sabía que había trabajado para Asuntos Exteriores durante la guerra, pero nadie
estaba enterado de su actual estatus dentro del Ministerio.
-Nada que no se pueda curar con unas copas y una mujer -contestó. Cenemos primero y luego
vayamos a casa de madame Bella. ¿Os parece bien?
-Conmigo no contéis -dijo lord Ashcombe-. Mi mujer tiene invitados esta noche y esperan que
yo asista. El matrimonio es un condenado y desafortunado asunto. En mala hora mis padres me
convencieron para que me encadenara.
-He aquí otro esposo disgustado -se rió Luc cuando Ashcombe se alejó. Hablando de esposos,
¿has tenido noticias recientes de Bathurst?
Olivia y él se han instalado en Bathurst Park. No creo que traiga muy pronto a sus gemelos a
Londres, de lo que deduzco que están indignantemente felices en el campo.
-A cada uno lo suyo -repuso Luc-. Gracias a Dios, somos lo bastante inteligentes como para
escapar de la trampa del párroco.
-Amén-murmuró Ram-. ¿Vamos al comedor?
-He oído decir que has vuelto con la reciente viuda lady Celeste. Supongo que debe de estar
eufórica por haberse liberado de su anciano esposo. Cuidado, Braxton, sin duda está buscando un
nuevo marido.
-Pues más sabio será que busque por otro lado -dijo Ram-. Yo no estoy hecho para el
matrimonio y siempre será así.
«Gracias a Phoebe», añadió para sí mismo. Ella había destruido su fe en el matrimonio y en la
fidelidad. En otro tiempo, lo había significado todo para él, desgraciadamente, ella no había
sentido lo mismo. Lo había tratado como a un necio, pero ahora le llegaba la hora de convertirse
en víctima.
-¿Estás seguro de que no te pasa nada? -le preguntó Luc mientras ambos entraban en el
CAPITULO 02
Un ruido despertó a Phoebe. Se había acostado preocupada tras la visita del conde de Braxton,
y acababa de dormirse cuando oyó un sonido amortiguado en la planta de abajo. Con el corazón
latiéndole con fuerza, se levantó, se puso una bata e inspeccionó el vestíbulo desde arriba. La
lámpara que había en la mesita, junto a la entrada, se había apagado dejando profundas e
inquietantes sombras donde no debería haber ninguna. Phoebe se retiró a su habitación cerrando
cuidadosamente con llave.
Con manos temblorosas prendió un fósforo y encendió la lámpara de su mesilla de noche. La
difusa luz se extendió por la habitación. Se estremeció aliviada al comprobar que estaba sola. Si
habían entrado intrusos en la casa, aún no habían llegado a la planta de arriba.
«¡El maldito amuleto!», pensó Phoebe. Ojalá su padre nunca hubiese encontrado ese
valiosísimo objeto. Otro sonido sofocado que le llegó desde abajo decidió a Phoebe y le prestó el
valor necesario para investigar. No estaba dispuesta a permitir que un intruso manoseara sus
pertenencias. Además, si quienquiera que fuese no encontraba abajo lo que estaba buscando,
probablemente subiría a continuación a las habitaciones.
Vio el atizador del fuego que estaba junto al hogar, lo cogió y, sentir su peso en la mano reforzó
su valor. Temiendo que la luz pudiera alertar al intruso de su presencia, apagó la lámpara y la dejó
sobre la mesilla. Luego abrió la puerta y bajó al vestíbulo.
Rogando que ningún escalón hiciese ruido, Phoebe asió el atizador y fue descendiendo
lentamente. Llegó al descansillo inferior con sólo un revelador crujido y se detuvo para orientarse.
Distinguió una débil luz procedente del estudio, y su corazón empezó a latir desenfrenado.
Asió el pomo de la puerta, abrió y asomó la cabeza por la apertura. Lo que vio le heló la sangre
en las venas. Los hallazgos arqueológicos que ella había catalogado y colocado tan
cuidadosamente en las estanterías estaban en desorden, y el escritorio, con los cajones abiertos y
los documentos desperdigados, habían sido registrado a fondo. Pero aún más aterrador era el
hombre vestido de negro que parecía estar buscando si había ladrillos sueltos en la repisa de la
chimenea.
Como si percibiera su presencia, el hombre giró en redondo para enfrentarse a ella. La parte
inferior del rostro la llevaba enmascarada con un pañuelo y sobre la frente y las orejas tenían
bajado un gorro de punto, por lo que era imposible su identificación.
-¿Quién es usted? -preguntó Phoebe esgrimiendo el atizador como una espada. ¿Qué es lo que
desea?
-¿Dónde está? -exigió saber el hombre con voz áspera.
-Si no se marcha ahora, llamaré a la Guardia.
El intruso se echó a reír, y el duro sonido de su risa hizo estremecer a Phoebe, aunque
exteriormente permaneció impasible.
El hombre avanzó un paso adelante, amenazador. -Ese atizador no me asusta, señora. ¿Dónde
está?
-No sé de qué me está hablando. Voy a llamar a la Guardia.
Agitando el atizador en un amplio abanico, Phoebe retrocedió, pero el intruso salió disparado
sobresaltándola, mientras la empujaba a un lado y se dirigía raudo hacia la entrada. Phoebe, que
no estaba preparada para el asalto, se cayó al suelo golpeándose la cabeza con el canto de la
puerta. La negrura devoró los restos de su conciencia y no se enteró de nada más.
Ram sabía que era demasiado temprano para visitas sociales, pero aquella mañana se había
despertado con un mal presentimiento. Puesto que en su propia casa todo parecía estar
funcionando sin problemas, se centró en Phoebe y sus planes para seducirla. Mientras Dudley, su
ayuda de cámara, lo afeitaba y arreglaba, Ram ponderaba las tácticas que podrían resultar mejor
con la joven. Había descubierto que no había dos mujeres iguales; cada una requería un trato
especial. Algunas respondían mejor a la seducción sutil mientras que otras preferían métodos más
directos.
Dada su anterior relación, Ram sabía que debía andarse con pies de plomo por lo que a Phoebe
concernía. Un acercamiento demasiado abierto despertaría sus sospechas y la asustaría.
Después de desayunar, Ram se subió a su carruaje y él mismo lo condujo a Mount Street. Supo
que algo iba mal en el momento en que se detuvo ante la casa de Phoebe. La puerta estaba
abierta y miembros de la Guardia inspeccionaban la zona inmediata.
-¿Qué ha sucedido aquí? -le preguntó a un hombre que acababa de salir de la casa.
-Un robo, milord -repuso éste.
-¿Hay alguien herido?
-La dueña de la casa. Ahora está con ella el médico. ¿Conoce usted a la señorita Thompson?
Lanzando una maldición, Ramsey no respondió a la pregunta mientras se precipitaba por la
puerta abierta. El ama de llaves de día lo detuvo cuando corría a toda velocidad hacia la escalera
que conducía a las habitaciones.
-Oiga, ¿adónde cree que va? -preguntó la mujer dirigiéndole a Ram una mirada que hubiera
detenido a un hombre de menos temperamento.
-¿Quién es usted? -preguntó Ram.
-La señora Crowley, ama de llaves. ¿Y usted quién es?
-El conde de Braxton, amigo de la señorita Thompson. ¿Puede explicarme qué ha sucedido?
La mujer contrajo el regordete rostro con expresión preocupada.
-Sabía que no estaba bien que la señorita Phoebe estuviera sola en casa. No entiendo qué hace
su padre. Debería estar aquí con ella.
-Estoy de acuerdo, señora Crowley -repuso Ramsey impaciente-, pero eso no responde a mi
pregunta.
-Cuando he llegado aquí temprano esta mañana la puerta estaba abierta. Entonces he visto a la
señorita Phoebe tendida semi-inconsciente en el suelo -le explicó la mujer. Tenía un bulto del
tamaño de la abadía de Westminster en la cabeza. La he ayudado a llegar hasta el lecho y he
avisado al médico. Ahora está con ella.
-¿Sabe la señorita Thompson quién la atacó?
-Ha murmurado algo acerca de un ladrón. Pobre y valiente muchacha. Tenía un atizador en la
mano cuando la he encontrado.
-Quiero saber lo que opina el médico, si a usted no le importa -declaró él en un tono que no
toleraba discusión. ¿Sabe usted si se llevaron algo?
-La única habitación alterada es el estudio y no puedo imaginar que alguien deseara esas
polvorientas y viejas reliquias. No sé si han robado algo, tendrá que preguntarle a la señorita
Thompson.
-Gracias, señora Crowley. Ha sido usted de gran ayuda.
-Buenos días, milord.
Una vez solo, Ram atravesó el vestíbulo dirigiéndose hacia el estudio. Agitando la cabeza con
consternación, observó el desorden que el ladrón había causado. Los documentos estaban
esparcidos por toda la sala, y estatuas, urnas y diversos objetos se veían caídos y revueltos por las
estanterías. Algunos habían sido hechos pedazos y eran irreconocibles.
-¿Qué sucede aquí?
La voz que sonó desde la puerta hizo que Ramsey girase en redondo.
-Phillips, ven conmigo. Quizá juntos podamos sacar algo en claro de todo esto.
David Phillips recogió un fragmento de cerámica rota y agitó la cabeza.
-¿Quién haría algo semejante?
-Dímelo tú. ¿Hay algo de valor entre estos objetos?
-No. O en todo caso sólo para los historiadores, que los valoran por lo que revelan sobre la
antigüedad. ¿Está Phoebe muy malherida?
Ram lo miró con atención. No recordaba haberle dicho nada acerca de que Phoebe hubiera sido
herida. Se relajó en parte al recordar que tanto el ama de llaves como alguien de la Guardia podían
habérselo mencionado.
-Todavía no lo sé. El médico aún está con ella.
-¿Qué haces tú aquí? Creía que Phoebe te había dicho claramente que no deseaba volver a
verte.
Ramsey dirigió a Phillips una mirada de soslayo. -En efecto, lo hizo. ¿Aclaramos este asunto?
-¡Ah, está usted aquí, lord Braxton! El ama de llaves me ha dicho que deseaba verme.
-Usted debe de ser el médico -contestó él al hombre delgado y vestido de oscuro que se
encontraba en la puerta. ¿Cómo está Phoebe?
-Se recuperará sin problemas, milord. Uno o dos días de descanso en el lecho y se pondrá
totalmente bien. Tiene un desagradable bulto en la cabeza, pero no he detectado señales de
conmoción cerebral. Si me disculpa, tengo otros pacientes que visitar.
-Envíele usted la factura al señor Proctor, mi abogado -le dijo al médico cuando éste se
despedía.
-Un momento, Braxton -intervino Phillips-, Phoebe no es responsabilidad tuya.
-Pues la estoy convirtiendo en mi responsabilidad -espetó Ram mientras se dirigía hacia la
puerta.
-¿Adónde vas?
-A ver a Phoebe.
-Estaba a punto de irme -explicó Ramsey-. ¿Podría tener unas palabras en privado con usted?
Con la preocupación pintada en el rostro, la señora Crowley siguió a Ram al vestíbulo.
-No deseo que Phoebe esté sola esta noche ni ninguna otra noche hasta que su padre regrese
-dijo él. La gratificaré satisfactoriamente si se queda en la casa con ella. Duplicaré su salario, si a
usted le parece bien.
-¡Por Dios! -exclamó la mujer al parecer abrumada por la generosa oferta de Ram-. Me hubiera
quedado sin que me aumentaran el salario, pero se lo agradezco. Me vendrá bien el dinero.
-Bien. No le hable a la señorita Phoebe de nuestro acuerdo, me temo que no lo aprobaría.
-Puede contar conmigo, milord. Nunca me pareció bien que la señorita Phoebe estuviera aquí
sola. No he llegado a conocer a su padre, pero cuando lo haga, me propongo decirle unas cuantas
cosas. ¿En qué estará pensando? ¡Y ese señor Phillips no es ninguna protección! El problema es
que la señorita Phoebe tiene sus propias ideas, e ignora la prudencia. Eso es lo que resulta de vivir
durante todos esos años en un país pagano.
-Qué me va a decir a mí -repuso Ram poniendo los ojos en blanco. Buenos días, señora Crowley.
Volveré mañana para ver cómo está Phoebe. Si el señor Phillips viene por aquí, le sugiero que le
diga que la señorita Phoebe no está en condiciones de recibir a nadie. Dudo que él insista
demasiado.
-¿Qué deseaba? -le preguntó Phoebe a la señora Crowley cuando ésta regresó.
-Sólo quería asegurarse de que cuidaré bien de usted -repuso el ama de llaves.
-No es asunto de lord Braxton -espetó Phoebe.
-Esta noche me quedaré en la casa, señorita Phoebe. Usted no debe estar sola después de lo
que ha sucedido. ¿Le apetece un caldo caliente?
Phoebe miró confusa a la mujer, que parecía saltar de un tema a otro.
-¿Caldo? Si, desde luego, pero acerca de que se quede, yo no puedo permitirme tener ayuda a
tiempo completo y...
-No importa, querida. Todo está solucionado. Cierre los ojos y descanse mientras voy a por el
caldo.
Phoebe cerró los ojos, pero no consiguió dormirse.
Phoebe sabía poco respecto a los jardines de Vauxhall, salvo que estaban algo mal
considerados. Eran una especie de festival escandaloso durante todo el año, un lugar donde ver y
ser visto, donde los ánimos se volvían pendencieros, la moral se relajaba y las cortesanas se
mezclaban con la buena sociedad.
Phoebe notó la excitación en el momento en que se apeó del coche de alquiler y cruzó la
entrada en dirección al Gran Paseo. Allí, abundaban las parejas cogidas del brazo y muchas de las
mujeres eran prostitutas. Se bajó la capucha cuanto pudo sobre la frente y pasó junto a las
artificiales ruinas góticas y la cascada, confiando en que la pasarela la condujese al Pabellón
Romano.
Ram llegó a casa de Phoebe y llamó insistentemente. En cuanto la señora Crowley abrió, lo hizo
pasar.
-Buenas noches, señora Crowley. Si la señorita Thompson está algo mejor de su herida, me
gustaría verla.
El ama de llaves se retorció las manos con evidente preocupación.
-No está en casa, milord.
Él le dirigió una sorprendida mirada. -¿Que no está? ¿Y dónde ha ido?
-No lo sé, no me lo ha dicho. No me ha gustado que se fuera y así se lo he dicho. -¿Estaba
Phillips con ella?
-Estaba sola, milord.
-¿Ha advertido usted algo extraño? ¿Ha pasado hoy algo fuera de lo normal?
La señora Crowley pensó unos momentos y luego dijo:
-La señorita Phoebe ha recibido una nota esta mañana. La abían dejado en el peldaño de la
puerta.
Ram se puso en tensión.
-¿Una nota? ¿Sabe usted de quién era?
-No lo sé, milord.
-¿Dónde estaba Phoebe cuando la ha leído?
-En el estudio, milord.
-¿Le importa que mire por allí?
-No, si usted cree que puede ser útil. No me gusta que salga sola. De noche, Londres puede ser
un lugar peligroso. He pensado que la nota podía proceder de su padre. Sé que está preocupada
por él.
Ram no respondió mientras entraba en el estudio. Efectuó una superficial inspección del
escritorio y del suelo y no encontró nada. Luego, su aguda mirada distinguió un papel arrugado en
la papelera y se inclinó para recuperarlo. Lo alisó, leyó el breve mensaje y maldijo entre dientes. Se
metió la nota en el bolsillo y salió en busca del ama de llaves.
-No se preocupe, señora Crowley -dijo cuando la localizó en la cocina. Sé dónde está Phoebe y
la traeré a casa en seguida.
Mientras Ram se dirigía a los jardines de Vauxhall llegó a una incómoda y mal recibida
conclusión: Phoebe debía tener el amuleto. ¿Por qué si no iba a seguir las instrucciones de la nota?
Cuanto más consideraba su teoría, más profundo se volvía el misterio. Las piezas del
rompecabezas no encajaban. Asuntos Exteriores creía que sir Andrew Thompson había
desaparecido con el amuleto. Pero de dar crédito a la nota, la desaparición del hombre no había
sido voluntaria y era Phoebe quien tenía realmente el objeto. Menudo lío.
Phoebe llegó al Pabellón Romano y se ocultó entre el follaje para aguardar y observar. Varias
parejas pasaron por allí en dirección al espectáculo que tenía lugar en el recinto del teatro. La
música flotaba hacia ella a impulsos de la cálida brisa, pero estaba demasiado distraída como para
advertirlo. Al ver que no aparecía nadie, salió de su escondrijo y se acercó a la estatua.
-Démelo -dijo una voz ronca.
Phoebe, sobresaltada, miró detrás de la estatua, de donde procedía la voz. Le temblaron las
piernas al distinguir la silueta de una persona embozada en una capa entre las sombras. Sin em -
bargo, sabía que aquél no era momento para que fallase su valor.
-No lo tengo. No lo he tenido nunca. ¿Dónde está mi padre? ¿Está bien?
-Por ahora sí -repuso el hombre en tono estridente. Su bienestar depende de su colaboración.
La voz de Phoebe tenía una nota de pánico.
-¿Por qué no me cree? Si tuviera el amuleto lo daría gustosamente a cambio de la vida de mi
padre.
-Creemos que sabe dónde está -siseó el hombre.
-¿Cómo? Eso no es cierto.
-Su padre nos ha dicho algo diferente.
La ira fortaleció su valor.
-¿Qué le han hecho para que mienta? Voy a hacer lo que debería haber hecho hace tiempo.
Recurrir a las autoridades.
Cuando se volvía para marcharse, el hombre la sujetó por detrás y con su brazo fuertemente
apretado en torno a su cuello, casi le impedía respirar. Tratando de recuperar el aire, Phoebe
luchó sin éxito para liberarse.
-Voy a con cuidado -gruñó él en su oído. Mataremos a su padre si no nos entrega lo que le
pedimos. ¡Búsquelo!
Rápidamente se sumergió en las sombras. Luego, entre la niebla de la inconsciencia, la joven
sintió cómo cesaba la presión, y oyó unas fuertes pisadas que corrían hacia ella.
Ram se apresuró a lo largo del Gran Paseo, reconocible por las oscilantes linternas de papel que
lo iluminaban, y dedicando escasa atención a los amigos que lo saludaban mientras avanzaba
rápidamente. Puesto que estaba familiarizado con los jardines de Vauxhall, sabía exactamente
dónde estaba el Pabellón Romano. Cuando pasó junto a las ruinas góticas y la cascada, echó a
correr, apremiado por el sombrío presentimiento que tenía de que Phoebe estaba en peligro.
El pánico puso alas en sus pies cuando la vio luchando con un asaltante desconocido cerca de la
estatua de César. Gritó su nombre y corrió hacia ella. El terror se apoderó de él al verla
desplomarse en los brazos de su asaltante. Su agudo grito atrajo la atención del hombre, que
empujó a Phoebe lejos de sí y, mientras la muchacha caía al suelo, ponía pies en polvorosa.
Ram dejó escapar al hombre; estaba más preocupado por Phoebe que por él. Se puso de
rodillas, le levantó la cabeza y examinó su rostro a la oscilante luz de un farol. Estaba pálida, muy
pálida, pero parecía respirar con normalidad. Comenzaba a removerse cuando advirtió las
magulladuras de su cuello. La ira se apoderó de Ramsey. Era despreciable que alguien pudiera
agredir a una mujer de tan infame manera.
-Phoebe, háblame, ¿estás bien?
Ella abrió los ojos y trató de decir algo, pero sus palabras sonaban tan distorsionadas que Ram
apenas logró entenderlas. Tras varias tentativas, Phoebe consiguió decir:
-Me duele la garganta.
Braxton la levantó cuidadosamente y la transportó a un banco próximo. La dejó un breve
instante para mirar en el interior de la urna que estaba a los pies de César. Nada. O el asaltante de
Phoebe ya había cogido el amuleto o aún lo tenía ella. Regresó al banco y se sentó a su lado.
-¿Qué ha sucedido? ¿Qué hacías tú aquí sola?
-Estaba... disfrutando de los jardines cuando me ha abordado un desconocido -mintió.
Ram soltó un resoplido de incredulidad.
-Vamos, Phoebe, te conozco demasiado bien. Estás mintiendo. ¿Qué hadas aquí realmente?
-Ya te lo he dicho.
-Te llevo a casa. ¿Puedes andar?
-Estoy bien.
-No pareces estarlo. Tienes algunas desagradables magulladuras en el cuello. ¿Qué quería ese
bastardo?
Silencio.
-Dinero -contestó ella tras una larga pausa. Sí, eso es lo que deseaba. Se ha irritado al ver que
no tenía nada para darle. -Comprendo -repuso Ram sin convicción mientras la ayudaba a ponerse
en pie y la conducía a lo largo del Gran Paseo.
Acababan de llegar junto a la cascada cuando se encontraron con el vizconde de Westmore,
que avanzaba hacia ellos llevando junto a sí a una descarada cortesana.
-¡Vaya, Braxton, qué casualidad encontrarte por aquí! -exclamó Luc. Fijó su aguda mirada en
Phoebe-. ¿Quién es tu amiga?
-Me alegro de verte, Westmore -repuso Ram-. Estoy encantado de presentarte a la señorita
Phoebe Thompson. Phoebe, éste es mi buen amigo el vizconde Westmore.
Luc y Ram intercambiaron una significativa mirada. -¡Ah, ya veo! Es la señorita Thompson.
Antes de que Phoebe pudiera tomar conciencia de sus palabras, Luc les presentó a su vez a su
acompañante. -Necesito un carruaje -soltó Ramsey sin preámbulos.
Los ojos color avellana de Westmore brillaron con curiosidad. -Puedes considerarte afortunado,
Braxton. Mi carruaje está aparcado en la esquina, junto a la entrada.
-¿Puedo cogerlo? La señorita Thompson ha tenido un ligero incidente cerca del Pabellón
Romano y necesita un transporte más cómodo que mi caballo.
-Desde luego -contestó Luc-. Sé que no lo pedirías si no fuera importante.
Fijó una especulativa mirada en Phoebe.
-Siéntate, Phoebe -dijo Ram-. Pareces a punto de desplomarte. Esta noche has tenido una
horrorosa experiencia y no estoy satisfecho con tu explicación. Sin embargo, bastará hasta que la
señora Crowley se voy a a la cama.
El té llegó en medio de un tenso silencio. Tras servir la infusión, la señora Crowley se despidió
deseándoles buenas noches y se retiró discretamente. Ram le tendió a Phoebe su té y bebió el
suyo a pequeños sorbos advirtiendo la mueca que la muchacha hacía al tragar su bebida.
«Le está bien merecido», pensó Ram con dureza. Phoebe debería haber buscado ayuda en
lugar de irse sola.
-Aún no me has dicho cómo sabías que estaría en los jardines de Vauxhall esta noche -empezó
Phoebe.
-No lo sabía -mintió Ram-. Cuando esta noche he pasado por aquí para ver cómo estabas, la
señora Crowley me ha dicho que habías salido. No estaba contenta con ello, ni yo tampoco. Pero
sabiendo lo independiente que eres, he decidido que no era asunto mío y me he ido a los jardines
para ver los fuegos artificiales. Mientras iba paseando, he visto a una mujer que estaba siendo
asaltada por un hombre, y siendo como soy un buen ciudadano, he acudido a defenderla.
-¿No sabías que se trataba de mí?
-No, hasta que el hombre se ha alejado corriendo y me he arrodillado a tu lado.
Phoebe parecía confusa, pero no le preguntó más.
Ram decidió que era mejor dejar correr el asunto y proseguir con su seducción, pero hasta que
no levantó los ojos hacia el rostro de Phoebe y contempló sus ojos, no comprendió que deseaba
besarla por razones muy distintas al deber. Dado que Phoebe pertenecía a su pasado y que su
deber con el país estaba en primer lugar, no vio ningún mal en disfrutar de la seducción. La
información que lograra sonsacarle a Phoebe podía ser tan valiosa como la lección que ella habría
aprendido cuando él la abandonara.
-Eres tan hermosa como recordaba -le susurró mientras la estrechaba suavemente entre sus
brazos. Le besó la sien, la mejilla, la punta de la nariz. ¿Recuerdas cómo era nuestra relación?
-He pasado cuatro años tratando de olvidarla -murmuró Phoebe-. ¿Con cuántas mujeres te has
acostado desde que salí de tu vida?
«Con demasiadas como para contarlas.»
-¿Con cuántos hombres te has acostado tú? -preguntó él a su vez.
-Mi respuesta te sorprendería. Ram sonrió.
-La mía también.
La joven escudriñó su rostro, y el perverso destello de sus ojos verdes le advirtió que debía
estar en guardia. Había visto antes aquella expresión y en otro tiempo había sido seducida por
ella, pero eso no volvería a suceder. No, nunca más. La reputación de
Ramsey como mujeriego y granuja era de conocimiento público, y Phoebe no podía concebir
que él pudiera interesarse de nuevo por ella tras su amarga separación; todos sus instintos le
advertían que nada bueno podía salir de aquello.
Posó la mirada en su boca; involuntariamente los recuerdos la asaltaron. ¿Serían sus labios tan
suaves como ella los recordaba? En otro tiempo, Phoebe nunca se cansaba de sus besos. Él había
llenado sus sentidos, saciado su cuerpo, y la había hecho sentirse amada. Por desdicha, no era la
única mujer que había creído en las mentirosas palabras de Ramsey. De no haber sido por David,
nunca habría encontrado el valor necesario para apartado de su vida antes de que se cansara de
ella y encontrase a otra que ocupara su lugar. Phoebe no quería creerlo, pero David la había
convencido de lo que sucedería una vez que Ram hubiera conseguido de ella lo que deseaba.
Los pensamientos de Phoebe se interrumpieron bruscamente cuando él le acarició la mejilla
con el dorso de la mano. Sus dedos eran cálidos mientras le rozaba la mandíbula, y casi se
sobresaltó cuando posó los dedos en la base de su garganta.
-Estas magulladuras te van a durar mucho tiempo -le dijo.
-Podría haber sido peor -repuso Phoebe todavía ronca.
«Podría haber perdido la vida en lugar de la voz.»
Braxton recorrió las marcas con la punta de sus dedos y luego la sorprendió posando sus labios
sobre ellas y lamiéndolas suavemente.
-¿Te alivia?
Phoebe lo apartó empujándolo débilmente. -Debes detenerte, Ramsey.
Él levantó la cabeza.
-¿Por qué? Reconozco esa mirada de tus ojos. Deseas que te bese. Ambos deseamos lo mismo,
Phoebe. ¿Por qué resistimos?
Ram le levantó la barbilla, y sus labios se acercaron tanto a los suyos que Phoebe sintió su
seductor aliento contra su mejilla. Sus ojos se habían vuelto de un verde brumoso, y ella no podía
desviar la mirada de ellos. Su mirada era tan intensa como recordaba. Cuando él ponía sus miras
en una mujer, ésta se convertía en el foco de su mundo... hasta que llegaba otra. Phoebe trató de
recordarlo mientras sus manos la acercaban más a él y dibujaba con su lengua la línea de sus
labios.
«¡Esto debe detenerse!» Phoebe no podía soportar la magia de los besos de Ram, ni el
magnetismo que atraía a las mujeres hacia él como polillas a una llama. Pero antes de que pudiera
activar su fuerza de voluntad, los labios de Ram se cerraron sobre los suyos. Su experto beso
aspiró su aliento y la realidad de su sabor la conmovió más poderosamente que su recuerdo.
-¡Ábrete a mí, Phoebe! -susurró contra sus labios.
-No.
Pero al tiempo que lo decía, separó los labios y sintió cómo la lengua de él exploraba su boca.
En el instante en que tocó la de ella, una llamarada se encendió en su interior enviando una
corriente de fuego líquido por sus venas y hacia la sensible región de su bajo vientre. Suspiró
mientras las manos de Ram cubrían sus senos, filtrándole su calor bajo la piel. La cruda pasión que
evocaba su contacto la abrumaba.
¿Era la de él o la de ella la que sentía con tanta fuerza? No estaba segura ni quería pensar en
ello.
Como en sueños, se sintió trasladada al sofá, y notó la dureza del cuerpo de Ram presionándola
contra los cojines. Phoebe trató de expresar una protesta, pero perdió la capacidad de hablar
cuando él deslizó la mano bajo sus faldas y la subió por el interior de su pierna. Esforzándose por
liberar su boca de sus persistentes besos, logró proferir un desesperado:
-¡Detente, Ram!
-Tú no quieres que me detenga, Phoebe. Sabes que me deseas. Soy el único hombre al que no
puedes negar tu cuerpo. Me perteneces.
Phoebe agitó la cabeza con vehemencia, queriendo discutir la pretensión de Ram, pero sabía
que era cierta.
Sofocó un grito cuando él subió más la mano y acarició los suaves pétalos de su sexo con las
yemas de los dedos.
-Te deseo, Phoebe. No me importa si Phillips es tu amante, aún podemos reanudado donde lo
dejamos. -Introdujo su dedo en ella. Siento cómo te estremeces. -La intensidad de su mirada abrió
un ardiente sendero en su piel. Estás... excitada.
Phoebe no podía pensar con claridad con las sensaciones que la estaban acosando. Deseaba
decirle a Ram que era el único hombre con el que había hecho el amor, pero no le daría tal
satisfacción.
Phoebe no deseaba aceptar lo que estaba experimentando con él, pero su ávida boca y su
encendida pasión le recordaban cuán desesperadamente lo había amado y cuán vibrante y viva la
había hecho sentir su amor.
-¿En qué estás pensando? -susurró Ramsey contra sus labios-. ¿Qué es lo que sientes?
-Me siento abrumada -respondió ella con voz grave. Y desconcertada. Es incomprensible que
volvamos a estar juntos de este modo.
-No veo por qué tiene que serlo. Yo no te abandoné. Si lo recuerdas, fuiste tú quien me dejó a
mí. ¿Tan difícil es creer que he estado suspirando por ti todos estos años?
Phoebe soltó un resoplido de incredulidad. -Eres un embustero y un farsante, lord Braxton. Él
sonrió.
-Tus besos saben a gloria. ¿Aprobará tu padre que nosotros estemos juntos? A propósito,
¿dónde está? ¿Esperas que regrese pronto?
La mención de su padre fue como una salpicadura de agua fría en sus entumecidos sentidos.
¿Por qué estaba Ram tan interesado en su padre? ¿Sabía algo sobre el amuleto? Lo estudió entre
sus párpados entornados, pero su hermética expresión no le reveló nada.
-No hay ningún nosotros Ramsey. Hubo un tiempo en que creí que podíamos ser felices para
siempre, pero entonces era joven e ingenua.
-A tu padre siempre le he gustado. Dime dónde encontrarlo y yo mismo le preguntaré si
aprobaría nuestra relación.
-Mi padre está visitando a unos amigos en el campo -le mintió. Él desea que yo sea feliz y eso,
tú no podrías lograrlo. Tu reputación te precede.
Él ignoró su última observación.
-Debes de echar de menos a tu padre. Estoy dispuesto a tomarme un descanso de Londres. Tal
vez podríamos ir juntos a visitarlo.
-Mi padre estaba delicado de salud cuando regresó de Egipto. Lo que más necesita ahora es
tranquilidad y reposo.
Ram no pareció estar de acuerdo.
-Ver a su hija lo animaría. Podemos partir mañana mismo si quieres.
-¿Por qué insistes tanto en esto? No voy a llevarte donde está mi padre ni a decirte dónde
encontrarlo, de modo que deja de darme la lata con el asunto.
-¡Mírame, Phoebe! Soy un hombre de vasta experiencia.
Puedo obtener cualquier información que desee de ti.
Ella miró las ardientes profundidades de sus ojos verdes y comprendió la verdad de sus
palabras. Aquella noche, ella le había permitido que la besara y la acariciara cuando todos sus
instintos le indicaban que estaba sumergiéndose en aguas peligrosas. Un libertino como Ram
podía convencer a una virgen para que se quitara las enaguas con sólo un parpadeo. Incluso podía
convencer a una mujer para... No, se negaba a recordar cuán profundamente se había enamorado
de lord Ramsey Braxton.
La curiosidad la incitó a preguntar:
-¿Qué te hace pensar que yo posea información que pueda interesarte?
-Me interesa todo cuanto te concierne -repuso él despreocupado-. Pero precisamente ahora
preferiría besarte.
La estrechó entre sus brazos, pero Phoebe se liberó.
-No voy a permitirte que entres en mi vida de nuevo, Ramsey. Aprecio lo que has hecho por mí
esta noche, pero nada bueno puede salir de que retornemos nuestra relación. Te sugiero que
tomes medidas legales para que nuestra ruptura sea definitiva.
-No voy a aceptar un no por respuesta, Phoebe -dijo él. Tu padre ha desaparecido, y pareces
estar rodeada de peligros. ¿Qué clase de hombre te dejaría sola y sin protección?
-Un hombre inteligente -replicó ella. Puedo cuidar de mí misma. Y además tengo a David.
-Phillips no estaba presente esta noche cuando lo necesitabas -la zahirió Ram-. ¿Por qué te ha
asaltado ese hombre? ¿En qué estás metida? Confía en mí, Phoebe. Deseo ayudarte.
Ella pensó con dureza que la honradez no era la mejor cualidad de Ramsey. Libertino, seductor
y embustero eran los adjetivos que describían mejor al depravado lord Braxton. Se le ocurrió que
él no estaría allí si no deseara algo de ella, algo más que un casual encuentro sexual o una
reanudación de su relación.
-Puedes ayudarme dejándome sola -contestó. No te metas donde no te llaman. Sólo
empeorarás las cosas. Personas inocentes pueden salir perjudicadas.
A Ram se le planteó una contradicción. El instinto le decía que Phoebe no tenía el amuleto, que
nunca lo había tenido, pero el sentido común le advertía que no debía volver a confiar en ella.
Aquella mujer había asestado un terrible golpe a su orgullo y hasta donde él podía discernir, no
había cambiado en absoluto. Seducirla no iba a resultar tan fácil como él había pensado.
Desconfiaba demasiado de él. No obstante, Braxton no tenía intención de defraudar a Fielding. Si
no encontraba el amuleto, podría producirse un incidente internacional.
-¿Qué voy a empeorar? ¿Quién resultará perjudicado? Te expresas con enigmas.
Phoebe se levantó y se dirigió hacia la puerta.
-Buenas noches, milord. Por favor, no vuelvas a esta casa. Ram la siguió al vestíbulo.
-No puedes librar te de mí tan fácilmente, Phoebe. ¿Te gustaría acompañarme a la ópera? Sé
que lo disfrutarías. Di que sí, por favor.
Hada años que Phoebe no iba a la ópera. La última vez había sido con su padre, en su última
visita a Londres, hada más de cinco años. Lo recordaba porque aquella noche había visto a Ramsey
por vez primera. Una joven belleza se pegaba a él como una garrapata. A ella le pareció el hombre
más hermoso y apuesto que había visto nunca. No lo conoció en persona hasta seis meses
después, cuando ella y su padre fueron a visitar a un patrocinador de su ex pedición egipcia cuyas
tierras colindaban con la casa solariega de lord Braxton. Ram asistió a un baile celebrado en honor
de su padre, y la joven se enamoró de aquel hombre al instante. Por su parte, Ramsey había
parecido tan cautivado por ella como Phoebe por él. Qué necia había sido al creer que era la única
mujer de su vida.
-Ir contigo a la ópera no es una buena idea, milord -repuso Phoebe-. Estás muy por encima de
mis posibilidades.
Ram enarcó las elegantes cejas.
-Estoy muy a tu alcance, querida, tanto si deseas recordar la intimidad de nuestra relación
como si no. Te recogeré a las ocho.
Interiormente rabiosa, Phoebe abrió la puerta invitándolo a marcharse. Debía haber
comprendido que se llevaba algo entre manos al advertir la perversa sonrisa que curvaba sus
labios, pero había olvidado cuán diabólicamente descarado podía ser. Al pasar por su lado, la cogió
por la cintura, y la estrechó de tal modo que cada parte del cuerpo de ella estuvo en contacto con
cada parte del cuerpo de él.
Phoebe sintió su erección presionándole entre las piernas, la dureza de su pecho contra sus
senos y los largos músculos de sus muslos aprisionando los de ella. Y su boca... Su beso sabía a
pecado mientras con las manos asía sus nalgas y la atraía con más firmeza contra su sexo.
-¡Suéltame! -le ordenó, esforzándose por respirar.
Ram la hizo girar en redondo riéndose y haciendo revolotear sus faldas antes de soltarla.
-Tu cuerpo recuerda el mío, dulce Phoebe. Que tengas gratos sueños.
Y entonces se marchó.
Phoebe cerró de un portazo y se recostó en la puerta para sostenerse, agitada todavía por su
encuentro. ¡Maldito fuera! ¿Cómo se atrevía a entrar de nuevo en su vida y alterarla de tal modo?
El día en que salió de su existencia, ella le había dejado bastante claro que no deseaba tener nada
que ver con su escandaloso estilo de vida. Hasta que Ram había vuelto a aparecer, nunca había la-
mentado su decisión, porque estaba convencida de que había escapado de un mundo de congoja.
Phoebe era entonces tan joven, estaba tan profundamente fascinada y tan enamorada que se
negaba a creer la dura verdad. Pero gracias a David había tenido el valor de dejar aquella relación
y embarcar en aquel buque con él. Pero todo aquello ya era agua pasada. No podía permitir que
Ram la distrajera de lo importante: encontrar a su padre y devolver aquel maldito amuleto a sus
propietarios.
Braxton se fue de casa de Phoebe con talante pensativo. Si no supiera que no se podía confiar
en ella, casi estaría tentado de creer que no sabía nada del amuleto. No obstante, estaba
convencido de que algo muy extraño sucedía con su padre. Tal vez sir Andrew Thompson hubiese
robado el amuleto y tal vez no. Ram no podría saberlo hasta que el hombre reapareciera y
demostrase su inocencia.
Sus pensamientos retornaron al individuo que había asaltado a Phoebe aquella noche en los
jardines de Vauxhall. Al parecer, alguien deseaba tanto el amuleto como para hacerle daño a sir
Andrew y amenazar a su hija. ¿Quién más conocía la existencia del valioso objeto? Desde luego,
David Phillips. Pero él era el ayudante de Thompson y el amante de Phoebe, ¿por qué iba a desear
perjudicada? Eso no tema sentido. Tal vez Fielding tuviese alguna hipótesis.
Condujo el carruaje de Westmore hasta los jardines de Vauxhall confiando en encontrar allí a su
amigo y convencerlo para que lo acompañase a casa de madame Bella. Besar y acariciar a Phoebe
lo había puesto como un sátiro. No se le había ocurrido que fuera a ser tan difícil seducirla y
obtener la información que necesitaba, pero no había contado con la obstinación de la muchacha.
Sonrió torvamente, más decidido que nunca a tener a Phoebe en su lecho.
Encontró su caballo aún atado donde lo había dejado, lo que significaba que Westmore estaría
en el quiosco de música. Dejó el carruaje en un lugar vacante, se apeó y se encaminó hacia la
música que llegaba hasta él a impulsos de la suave brisa nocturna.
La multitud que se veía alrededor del quiosco de música no había disminuido, pero Ram
distinguió fácilmente a su amigo de pie a la izquierda, una cabeza más alto que los demás. Ram se
dirigió hacia allá advirtiendo divertido que Westmore parecía muy absorto con su amiguita. Con
una mano exploraba audazmente su bien formado trasero mientras le hundía la otra en el
escotado corpiño.
-Veo que aún estás aquí -dijo Ram dándole un golpecito a Luc en el hombro.
Éste lo recibió con una sonrisa.
-He pensado esperar por aquí para ver si volvías. Debes estar perdiendo facultades, amigo. ¿La
joven te ha echado?
Ram ignoró la pregunta.
-¿Puedo tener unas palabras contigo en privado?
Luc introdujo una moneda entre los amplios senos de la prostituta, le dio unas palmaditas en el
trasero y la despidió.
-Soy todo tuyo, Braxton. ¿Qué travesura te propones ahora?
La señorita Thompson no es tu tipo, pero ésa no es razón para que te desagrade. ¿Aún no la has
seducido? No mantengas a tu mejor amigo en la ignorancia.
-¿Estás dispuesto a ir a casa de madame Bella? -le preguntó el otro sonriendo ante su equívoco.
He pensado en probar a Lulú esta noche si no está ya comprometida. Ataré a Duke al carruaje y te
lo explicaré todo por el camino.
-Siempre estoy listo para ir a Bella -rió Luc-. Vamos, amigo. Estoy ansioso por enterarme de en
qué diablura andas metido ahora. Lástima que Bathurst no esté por aquí. Estoy seguro de que
disfrutaría con tu historia tanto como yo voy a hacerla.
Una vez Ramsey estuvo instalado en el carruaje junto a Westmore, estuvo a punto de cambiar
de idea acerca de contarle lo que estaba sucediendo. Pero Luc, Bathurst y él habían compartido
múltiples confidencias, y era un hábito muy arraigado sincerarse con su mejor amigo y
compañero.
-Bien, estoy esperando -dijo el otro-. ¿Por qué no te gusta la señorita Thompson y por qué
tratas de seducirla? No digas que estás destinado al altar, Braxton. Odiaría quedarme como el
último Libertino de Londres. -Con despreocupación, se encogió de hombros. Pero si así debe ser,
seguro que sabré arreglármelas.
-¿Recuerdas que te dije que había trabajado para el Ministerio de Asuntos Exteriores mientras
Bathurst y tú luchabais en la Península?
-¡Gran Dios!, no te habrás metido en alguna intriga, ¿verdad?
-En cierto sentido.
-Creí que habías renunciado a eso después de la guerra.
-Lo hice, pero Asuntos Exteriores me pidió que me encargase de una misión especial que afecta
a Phoebe Thompson y a su padre.
-Confío en que no sea nada peligroso.
-No supone ningún peligro. Tengo que hacer lo que mejor hago.
Luc le dirigió una divertida mirada y luego estalló en carcajadas. -¿Por qué desea Asuntos
Exteriores que seduzcas a una joven de buena cuna? Ambos sabemos que las vírgenes no están a
nuestro alcance.
-Eso no parece haber sido obstáculo para Bathurst -repuso Ram secamente. Además, ¿qué te
hace pensar que Phoebe sea virgen?
Westmore enarcó las cejas.
-¿Sabes algo que los demás ignoramos? Parece como si la señorita Thompson y tú fuerais algo
más que simples conocidos. Algo me dice que aceptaste esta misión por razones personales.
-Lo único que puedo decirte es que conocía a Phoebe mucho antes de que se me asignara esta
misión.
-¿Qué desea exactamente Asuntos Exteriores de ella?
-Información. Quieren encontrar a su padre. Sir Andrew Thompson ha desaparecido.
-¡Ah, sí, el egiptólogo! No es un tema que me interese especialmente, pero creo haber oído
mencionar su nombre una o dos veces. De modo que debes seducir a su hija. Interesante. ¿Hay
algo más que quieras contarme?
-No de momento. Ya te he dicho más de lo que debía.
-Evidentemente, tu seducción no ha triunfado, si no, no tendrías tantas ganas de visitar a Bella.
-Phoebe es asustadiza y necesita tratamiento especial. Nuestra anterior relación no concluyó
bien... eso es todo cuanto voy a añadir.
-¡Ah, ya hemos llegado! -dijo Luc refrenando el carruaje ante el establecimiento de madame
Bella-. ¿Entramos?
Un alto y distinguido sirviente abrió la puerta y los introdujo en la decadente elegancia del
salón de Bella. Varias muchachas paseaban por la sala con sugerentes deshabillés. Ram distinguió
inmediatamente a Lulú, y habría acudido de inmediato a su lado si no hubiera aparecido Bella para
saludados.
-Bienvenidos, lord Braxton y lord Westmore. Me complace saber que aún puedo contar con los
dos Libertinos de Londres que quedan, para visitar mi establecimiento. ¿Qué les gustaría esta
noche?
-Esta noche me apetecería Lulú -repuso Ram-. ¿Está disponible?
-Para usted sí -sonrió Bella resplandeciente. ¿Y en cuanto a usted, lord Westmore? ¿Qué ha
pensado?
Luc dirigió a la mujer una ardiente mirada.
-¿Está usted libre? Sé que prefería a Bathurst, pero puesto que él ya no está disponible, tal vez
yo pudiese servir.
-Pues sí, precisamente estoy libre -contestó Bella enlazando su brazo con el de él.
Ram observó cómo se marchaban y luego se volvió hacia Lulú. Pero, mientras se abría paso por
la sala, le sucedió algo extraño. Sus pasos se volvieron más lentos y la tensión sexual producto de
su encuentro con Phoebe desapareció de su cuerpo dejándolo curiosamente desinteresado por
Lulú.
Los pelirrojos cabellos de la joven eran demasiado llamativos y su rostro pintado le pareció
ordinario y vulgar. Tenía los senos demasiado grandes y el transparente negligé que vestía era de
un evidente mal gusto, mientras que el triángulo de su sexo era negro, y no pelirrojo, como sus
cabellos. Sus pensamientos volvieron bruscamente a Phoebe.
«¿Por qué tendrá que entrometerse en mi mente?», se quejó Ram interiormente.
Había ido a casa de Bella para olvidar a la morena arpía y aplacar la lujuria que ella le había
provocado. Sin embargo, de manera totalmente indeseada, se encontraba recordando el aspecto
de Phoebe desnuda, cómo era sentirla entre sus brazos y cuán ansioso había estado de hacerla
suya. Cuatro años se esfumaron como si nada.
Ramsey había sido su primer amante, y ella se había mostrado tan ardiente como él. Pero sólo
había habido un modo de tenerla, y Braxton había sido tan necio como para consentir que su pene
rigiera su cabeza, y había hecho lo inimaginable. En aquel momento le había parecido muy
adecuado; en realidad se había creído enamorado.
Sin darse cuenta, se había detenido en medio de la habitación.
Al levantar la vista, comprendió que estaba llamando la atención. Hizo un esfuerzo por moverse
y acercarse a Lulú.
La joven lo saludó con una sonrisa llena de promesas sexuales. Se le acercó despacio y,
provocativa, le rozó el brazo con los senos.
-¿Subimos, milord? Le prometo que no se arrepentirá.
Ram ya estaba arrepentido. No podía imaginar por qué la chica lo había atraído, no se parecía
en nada a Phoebe. Ese pensamiento lo dejó helado. ¿De dónde procedía? ¿Desde cuándo
comparaba a otras mujeres con Phoebe?
«Desde que ella ha reaparecido en mi vida.»
-En otra ocasión, Lulú -dijo Ram-. De pronto he recordado que tengo un compromiso.
Giró sobre sus talones y efectuó una apresurada retirada.
CAPITULO 04
A la mañana siguiente, David Phillips llegó temprano a casa de Phoebe. La señora Crowley lo
hizo pasar al estudio, donde la joven estaba repasando las notas de su padre. Las había
encontrado en su baúl, y confiaba en que pudieran facilitarle información sobre el amuleto.
Al ver al hombre Phoebe le dedicó una impaciente sonrisa. -Buenos días, David. ¿Qué te trae
por aquí tan temprano?
-Él estuvo aquí anoche, ¿verdad?
Phoebe parpadeó. -¿A quién te refieres?
Phillips irguió la barbilla belicoso.
-A Braxton. ¿Qué estaba haciendo aquí? ¿No has aprendido la lección en lo que se refiere a él?
A Phoebe se le ocurrió que David no podía saber que Ram había estado allí a menos que... -
¡Estabas vigilando la casa!
Él movió los hombros incómodo.
-Estaba preocupado por ti, el asalto a tu casa me inquieta.
Anoche pasé por aquí para asegurarme de que estabas bien y entonces vi a Braxton que se
marchaba, cosa que no me gustó lo más mínimo.
-¿Por qué no te dejaste ver? No deberías haberte quedado observando a escondidas.
-Me sentía traicionado por tu disposición a volver a involucrarte con Braxton. Con lo cercanos
que hemos estado estos últimos cuatro años, imaginaba que recurrirías a mí en busca de consuelo.
Phoebe suspiró exasperada.
-No recurrí a Braxton para consolarme. Pero si te interesa, anoche él me rescató de una
peligrosa situación. Fui asaltada en los jardines de Vauxhall.
-No corriste ningún peligro -le quitó importancia David. Un escalofrío recorrió la columna de
Phoebe.
-¿Qué te hace decir eso? Tú no estabas allí. No puedes saber lo que sucedió.
-Los jardines de Vauxhall son un lugar público. Si fuiste atacada, probablemente sería por un
carterista necesitado de dinero y daría la casualidad de que tú estabas a mano.
-Mi asaltante tenía muy claro lo que deseaba: era el amuleto -le informó Phoebe-. Recibí una
nota diciéndome que se lo llevara a los jardines de Vauxhall y lo depositara en la urna que haya los
pies de César, en el Pabellón Romano.
-¿Por qué no me lo dijiste? Me ocultas información de manera intencionada. -La miró con
suspicacia. ¿Dejaste el amuleto en la urna?
Phoebe puso los ojos en blanco.
-Verás, David, no podía dejar lo que no tengo. Y no te dije que iba a ir allí porque sabía que no
me dejarías ir sola, como especificaba la nota.
-Desde luego que no hubiese permitido que fueras sola -confirmó Phillips-. ¿Qué sucedió?
-Fui a Vauxhall y me enfrenté al secuestrador pidiéndole que pusiera en libertad a mi padre.
Cuando le dije que no tenía el amuleto, él me atacó. Gracias a Dios, Braxton se presentó en aquel
momento.
-¡Qué coincidencia! -comentó David-. ¿Sospecha algo?
-Sabe que algo me preocupa y busca respuestas.
-No le digas nada-le aconsejó David-. Encontraremos el amuleto, y se lo daremos a los
secuestradores.
Phoebe le dirigió una extraña mirada. -¿Qué te hace pensar que mi padre lo robó?
-Es sólo una corazonada -repuso él evasivo.
La joven agitó la cabeza negando con vehemencia. -Me niego a creer que mi padre sea un
ladrón. El joven se encogió de hombros.
-Tal vez no conozcas a tu padre tan bien como crees.
-Conozco a mi padre mejor que nadie -rebatió Phoebe-. Mi mayor temor es que los
secuestradores se impacienten y le hagan daño.
-Mientras venía hacia aquí se me ha ocurrido una idea -explicó David-. ¿Has buscado bajo el
forro del baúl?
-No, no vi necesidad de hacerlo. Tras recibir aquella primera nota pidiendo el amuleto a cambio
de mi padre, busqué entre sus cosas antes de guardarlas y las guardé. -Dejó caer los hombros-. En
el baúl no había nada más que ropa, algunas piezas de la excavación y objetos personales.
-¿Estás segura?
-Desde luego.
-¿Te importa que eche una mirada?
Phoebe se enojó.
-Pues sí me importa. ¿Qué diablos te pasa? ¿No confías en mí? Sé que estás tan preocupado
por mi padre como yo, pero esto ya es ridículo. En el baúl no había nada importante.
-Lo siento, querida. Por supuesto que confío en ti. Deseo que seas mi esposa, ¿no es cierto?
¿Por qué eres tan obstinada en no querer casarte conmigo? No lo comprendo en absoluto. No hay
nada que nos impida contraer matrimonio.
«Si supieras», pensó Phoebe.
-Si deseara casarme contigo, lo hubiese hecho hace mucho tiempo -repuso con suavidad. En
serio, David, si mi padre no aparece pronto, iré a informar a las autoridades de cuanto sé. Simulé
ignorancia cuando aquellos hombres de Asuntos Exteriores me interrogaron, pero las cosas han
cambiado. Creo que deberían saber lo que está pasando.
-Dame otra semana para encontrar a tu padre -dijo Phillips-. Si no consigo más información,
iremos juntos a las autoridades. Entretanto, no tengas nada más que ver con Braxton. No es una
persona recomendable.
La besó ligeramente en los labios.
-Me tengo que ir. ¿Estarás bien? No vuelvas a salir por ahí sola, ¿has oído?
-Estaré perfectamente, David. No volveré a ser descuidada.
-¿Quiere tomar un té, querida? -le preguntó el ama de llaves cuando Phillips se hubo
marchado-. ¿Tiene hambre? Apenas ha desayunado.
El sol estaba alto en el cielo cuando Phoebe se levantó del lecho y se vistió. Se detuvo en la
puerta y sonrió cariñosa a Ram, que todavía seguía profundamente dormido. Luego bajó de
puntillas la escalera hacia la cocina. La noche anterior había sido la más maravillosa y gratificante
de toda su vida.
Ram había cumplido todo cuanto había prometido, y le había ofrecido una noche inolvidable.
Ella no había pasado ningún miedo. Él lo había hecho todo tan notablemente satisfactorio, tan
perfecto, que Phoebe no podría haber pedido una mejor iniciación al sexo.
Su cuerpo aún latía por el acto amoroso. Le dolía, pero de un modo agradable. Lo amaba con
locura, él le había demostrado asimismo su amor dándole lo único que ella le había pedido.
Aunque agotada, estaba impaciente por que volvieran a estar juntos. Deseaba sus besos y caricias,
ansiaba su contacto, no podía esperar a repetir todas aquellas cosas pecaminosas, decadentes y
sorprendentemente excitantes que habían hecho la noche anterior.
Mientras tarareaba una melodía sin palabras, Phoebe sacó teteras y sartenes para preparar
algo especial para el desayuno de Ram. La cocinera ya se había marchado, Ram y ella estaban
solos en la casa de campo. Si él no hubiera convertido su sueño en realidad, aquel día estaría
viajando con David Phillips hacia Liverpool para embarcar en un buque que la conduciría a Egipto,
donde se reuniría con su padre. Phoebe rió para sí misma al imaginar la reacción de éste cuando
leyese la carta que se proponía escribirle y confiarle a David antes de que se juera.
Desde luego, a David no iba a sentarle muy bien su decisión de quedarse en Inglaterra con Ram.
La había estado advirtiendo acerca de lord Braxton desde que se enteró de su creciente afecto, y
había hecho todo lo posible por separarla de él.
Sobre el sonido de las tintineantes teteras, Phoebe oyó que alguien llamaba a la puerta
principal.
David.
Le abrió al ayudante de su padre y salió juera para hablar con él sin despertar a Ramsey.
-Sólo quería asegurarme de que has hecho el equipaje y que estás preparada.
-No voy a ir, David.
-¿Cómo? Desde luego que vienes. Tu padre te está esperando.
Phoebe dejó escapar un prolongado suspiro y dijo: -Me quedo aquí con lord Braxton.
-¡No lo permitiré! -estalló él-. ¿Dónde está tu dignidad, tu orgullo?
-Donde deben estar. No armes un escándalo. Mi padre estará contento de que haya encontrado
un hombre a quien amar.
-Braxton sólo desea una cosa de ti, Phoebe, y ruego porque no te haya comprometido porque tu
padre nunca me perdonaría haberlo permitido.
-Soy mayor de edad, David Nadie puede decirme lo que debo hacer.
Con la cabeza hundida entre las manos, Phoebe recordó cómo se había sentido cuando la
descarada camarera del bar admitió con petulancia que Ram era uno de sus clientes habituales y
que precisamente la noche anterior había estado con ella. Y añadió además que recurría a ella
siempre que visitaba su finca en el campo. Luego prosiguió elogiando las proezas sexuales de Ram.
Phoebe se había negado a creer que Ramsey le hubiese mentido, pero cuando David la llevó a
visitar a una joven viuda que admitió estar manteniendo una relación con Braxton, su desengaño
fue completo. Phoebe sabía que la reputación de Ram no era inmaculada, pero él le había jurado
que sólo la quería a ella.
David la había convencido de que el conde sólo deseaba su virginidad. Que una vez la hubiera
conseguido la abandonaría.
De modo que lo abandonó ella primero.
Destrozada, le prometió a David que partiría con él de inmediato. Ram estaba despierto cuando
ella subió pesadamente la escalera para recoger sus pertenencias. Su última conversación con él
aún permanecía fresca en su mente.
-¿Adónde has ido?-preguntó Ram soñoliento-. Vuelve a la cama, querida. Tengo mucho que
enseñarte y eres una alumna entusiasta.
-¡Bastardo!-siseó Phoebe-. Creí que me amabas.
De pronto, él se despertó del todo.
-¿A qué viene eso? ¿He hecho algo para enojarte? Anoche me dijiste que yo era maravilloso y
que nunca habías sido más feliz.
Ella sacó su maleta ya preparada de debajo de la cama.
-Eso fue anoche, antes de que me enterara de cómo eres realmente. Ram le dirigió una mirada
perpleja.
-¿Me he perdido algo?
-No, he sido yo quien se lo ha perdido. Voy a reunirme con mi padre, como tenía planeado.
Se había ido de su vida y nunca había mirado atrás. Pero todo había cambiado. Aunque trataba
de negarlo, tenía el corazón destrozado. Debería haber sabido que para un hombre como Braxton
las mujeres no eran más que juguetes para ser utilizados y desechados, sin más pensamiento que
el que le dedicaría a un par de botas usadas.
Las lágrimas que tan valerosamente había contenido rodaron con lentitud por sus mejillas
cayendo sobre sus manos cruzadas. Deseaba ser fuerte por su padre, pero le estaba resultando
cada vez más difícil mantener la compostura. La naturaleza perspicaz de lord Braxton y su
habilidad para hurgar bajo su tranquila fachada eran inquietantes. Como también lo era la
resistencia de David a acudir a las autoridades.
Tal como estaban las cosas en aquellos momentos, los agentes del gobierno la tenían en el
punto de mira, Ram se entrometía en sus asuntos y David la conminaba a guardar silencio. Para
empeorar las cosas, un enemigo desconocido la acechaba. Phoebe sabía que era una mujer fuerte,
pero ¿cómo podía hacer para seguir como si nada sucediera? ¿Por qué se oponía David de manera
tan tajante a recurrir a las autoridades? ¿Por qué Braxton había aparecido de nuevo en su puerta
simulando interés por ella cuando tenía todos los motivos para odiarla?
De pronto, se le ocurrió que podía descifrar aquellos misterios enterándose de qué era lo que
Ramsey deseaba de ella y por qué razón se mostraba tan atento. Se proponía algo, pero ¿qué?
Fue a la cocina a prepararse un té. Mientras aguardaba a que hirviese el agua, se sentó ante la
mesa y consideró sus opciones.
Aguardar a que sucediera algo era angustioso. Hacía semanas que su padre había sido
secuestrado, y ella no sabía si aún seguía vivo.
Había tres grupos diferentes que deseaban el amuleto: el gobierno, Egipto y otra parte
desconocida. ¿Estaba Braxton implicado de algún modo?
Los pensamientos de Phoebe volvieron a éste mientras vertía el agua hirviendo en la tetera y
aguardaba a que el té se hiciera. David le había advertido que se mantuviera lejos de Ramsey, sin
embargo, su instinto le decía que si confiaba en él, Ram la ayudaría. Pero en primer lugar tenía que
descubrir qué pretendía y por qué.
Phoebe no era tonta. Braxton trataba de seducirla por alguna razón. ¿Tendría algo que ver con
el amuleto? Con algo de suerte, lo descubriría aquella noche. Pese a las advertencias de David, iba
a asistir a la ópera con Ram. La seducción es un juego de dos, y Phoebe se proponía vencer a su
antiguo amor en su propio terreno. Necesitaba conocer la razón que se escondía tras su repentino
interés por ella. De lo único que estaba segura era que él no la amaba.
Braxton informó a Fielding aquella tarde. En el momento en que la puerta se cerró tras él, se
encaró furioso con su superior. -Phoebe volvió a ser asaltada anoche. ¡Esto tiene que terminar,
Fielding! Retira a tus agentes. Te conseguiré ese maldito amuleto sin que nadie resulte herido.
-La última vez que me acusaste de interferir ya te dije que mis hombres habían dejado el caso.
No tenemos intención de causar ningún daño a la señorita Thompson. Lo que queremos es el
amuleto y a quienquiera que lo robase.
-Estoy convencido de que ella es inocente.
-Eso pone a su padre en el punto de mira -reflexionó Fielding.
-Sir Thompson es retenido contra su voluntad por unos secuestradores desconocidos que
desean el amuleto tanto como tú.
Fielding entornó los ojos. -¿Cómo sabes eso?
-Phoebe recibió una nota diciéndole que llevase anoche el amuleto a los jardines de Vauxhall.
Yo mismo vi la nota y no era ningún engaño. Acudió allí con intención de enfrentarse con los
secuestradores y pedirles la libertad de su padre, y sufrió las consecuencias. Yo conseguí hacer
huir a su asaltante antes de que ella sufriera grave daño, pero que eso suceda parece cada vez más
probable.
-¿Crees que se proponían herir a la señorita Thompson? Ram meditó un momento.
-Creo que iban en serio. Tal vez pretendían raptarla con el fin de apretarle las tuercas a su
padre. Conozco a sir Thompson. Él entregaría el amuleto si pensara que la vida de su hija corre
peligro.
-¿Crees realmente que Thompson está retenido contra su voluntad? Considera esto. ¿Y si se
hubiera ocultado con el amuleto y simulara estar prisionero con el fin de despistamos?
Ramsey se frotó la mandíbula mientras pensaba sobre las palabras de Fielding.
-Todo es posible. Confío saber pronto la verdad.
-Excelente. Los emisarios egipcios se están impacientando.
La Corona cuenta contigo, Braxton. ¿Cómo marcha la seducción? ¿Se muestra obstinada la
señorita Thompson?
-Esta noche la llevaré a la ópera. Mañana debería tener algunas respuestas para ti. Nuestra
turbulenta historia pasada está haciendo que esto esté resultando más difícil de lo que yo había
previsto, pero no te fallaré.
asegurado que era recatado comparado con la moda reinante. El color en cambio, a Phoebe le
encantó, y pensó que hacía un bonito contraste con su cutis dorado por el sol y su cabello negro.
El ama de llaves la ayudó también a recogerse el pelo en lo alto de la cabeza con un estilo
elegante que destacaba su esbelto cuello. Como toque final, la mujer introdujo una pluma de
avestruz en la brillante masa.
-Está encantadora, querida -susurró. Lord Braxton estará muy complacido.
-Gracias, señora Crowley -dijo Phoebe mientras se ponía sus largos guantes de ópera. Esta
noche no hace falta que me espere. Podré arreglar me por mi cuenta.
-En ese caso, ¿le importa si me quedo en casa de mi hija? -preguntó el ama de llaves. Ya sabe
que está encinta y no se encuentra muy bien. Me proponía visitarla esta noche y estar de vuelta
antes de que usted llegase, pero si no me necesita, me gustaría quedarme con ella.
-Ha sido muy amable por su parte acceder a pasar las noches conmigo. ¿Cómo puedo negarme
a su petición? Que pasen una agradable velada.
-Así será sin duda. ¡Oh! -exclamó al oír que alguien llamaba a la puerta. Lord Braxton ya ha
llegado. Voy a abrirle.
Ramsey aguardó impaciente a que alguien le abriera la puerta.
No había visto a Phoebe desde el día anterior y había esperado ansioso que llegara la noche.
Verla de nuevo después de todos aquellos años le había recordado la gran atracción que había
sentido por ella. Aunque se había acostado con mujeres más hermosas, había algo en la señorita
Thompson que lo conmovía profundamente.
Sonrió a la señora Crowley cuando ésta le abrió la puerta. -La señorita bajará inmediatamente,
milord. ¿Quiere usted aguardar en el salón?
-Si no le importa, la esperaré aquí mismo -repuso él. Deseaba ver a Phoebe cuando bajara la
escalera. Nunca la había visto ataviada para algo tan elegante como la ópera, y sabía que la espera
valdría la pena. No cabía duda de que Phoebe se había vuelto más hermosa en el transcurso de los
años. A los veinte había sido encantadora, pero a los veintiséis, su belleza había madurado y era
impresionante.
-Aquí viene -dijo la señora Crowley radiante. ¿No es como una aparición?
La descripción no hada justicia a Phoebe. Estaba extremadamente elegante, ataviada según la
moda más actual, con el peinado adecuado para realzar su belleza natural. Percibió la pluma de
avestruz colocada a modo de adorno entre sus negros rizos y decidió que le sentaba
perfectamente. Cuando comenzó a bajar la escalera, Ram se quedó sin aliento. No andaba sino
que parecía flotar. Era curioso que él casi se hubiera olvidado de lo exquisita que era.
Cuando ella llegó al pie de la escalera, Ram se adelantó. -Me alegro de que finalmente
aceptases mi invitación. Estás impresionante. -Le cogió la mano y le besó la punta de los dedos.
¿Dónde está tu chal?
La señora Crowley reapareció con una capa de terciopelo en el brazo. Braxton la cogió y se la
puso a Phoebe sobre los hombros. -¿Nos vamos? No vayamos a llegar tarde.
A continuación, salieron de la casa y él la ayudó a subir al carruaje.
-A la ópera, Wilson. Ordenó a su cochero.
Luego se sentó junto a Phoebe y le dedicó su más seductora sonrisa.
-Estás muy callada esta noche. ¿Te encuentras bien? Pareces nerviosa.
-Estoy perfectamente, milord. Sólo me pregunto si esto es una buena idea, y me intriga mucho
tu comportamiento. No tiene sentido. Es evidente que ninguno de vosotros ha cambiado en estos
cuatro años, por lo que es natural que me pregunte por tus motivos para reanudar nuestra...
relación.
-¿Cómo sabes que yo no he cambiado?
-Sé leer, milord. Las columnas de chismes de los periódicos y las revistas disfrutan de lo lindo
con tus hazañas amorosas. Sigues con las mismas costumbres, si acaso te has vuelto aún más
libertino. Tú y tus amigos Bathurst y Westmore os habéis hecho muy famosos en los cuatro años
que he estado ausente.
-Bathurst se ha casado y ya no puedes incluirlo en nuestras filas. Tal vez haya llegado el
momento de cambiar. Quizá envidio la felicidad de Bathurst. Parece bastarle con una mujer. ¿Qué
te hace pensar que no podría ser igual en mi caso?
-Tal vez esa mujer exista, pero desde luego no soy yo. Lo has demostrado.
-Estás equivocada. No sé qué es lo que te hizo huir aquella mañana, pero estoy dispuesto a
apostar a que David Phillips se encontraba detrás de ello.
Phoebe miró por la ventanilla, incapaz de enfrentarse a la acusación que se leía en los ojos de
Ram.
-Eso ya no importa. Ha transcurrido demasiado tiempo para que reanudemos nada -dijo
finalmente ella.
-Veremos -repuso Ramsey de manera enigmática. Nada puede cambiar nuestra relación.
Relajémonos esta noche y veamos adónde nos lleva la velada.
-A ninguna parte -replicó Phoebe con una voz sin inflexiones.
-¡Ah, ya hemos llegado! -anunció él mientras el coche se detenía tras una hilera de carruajes
que aguardaban para dejar a sus pasajeros.
-No me siento cómoda con esto -musitó Phoebe-. La gente comentará. Saben que yo no
pertenezco a la buena sociedad. Puedo imaginar las habladurías a que daremos lugar.
Ram se echó a reír.
-Déjales que hablen. Te dije una vez que no importaba que tú fueras plebeya y eso no ha
cambiado. Yo no me guío por las convenciones sociales.
El cochero abrió la puerta y desplegó la escalerilla. Braxton se apeó primero y luego ayudó a
Phoebe a bajar. Hizo que lo cogiese del brazo y la guió hacia el interior de la ópera.
Sobrecogida por la magnificencia del lugar, Phoebe contempló el esplendor que se desplegaba
ante sus ojos. Sobre sus cabezas, lámparas de araña destellaban como diamantes con la luz de
centenares de velas, y las colgaduras de terciopelo constituían un adecuado fondo para el
pavoneo de las damas y caballeros que merodeaban por el vestíbulo.
Phoebe se preguntó si realmente se había producido un silencio ante su entrada o si lo había
imaginado ella. ¿La estaba mirando la gente o era Ram quien atraía su atención? Decidió que
probablemente eso último. No había una dama presente que fuera inmune a su imponente
presencia. Las mujeres en general se veían atraídas por él como las abejas a la miel.
Ramsey le puso una mano en la espalda y la condujo hacia la escalera.
-¿Vamos a sentarnos? Tengo un palco privado, de modo que podremos ver cómodamente la
ópera.
-La gente nos está mirando -siseó Phoebe.
-Están celosos de tu belleza -le aseguró él.
-¿Dónde se había escondido, lord Braxton?
Phoebe miró a la dama que los había abordado en la escalera y suspiró resignada. Ninguna
poma resistirse a Ram. Dándole unos juguetones golpecitos en el hombro con su abanico, la mujer
continuó:
-Muchacho travieso. Anoche le eché de menos en el baile de los Hampton. Tema grandes
planes para nosotros.
-Lady Frampton -la saludó él cordialmente-, permítame presentarle a la señorita Phoebe
Thompson. Phoebe, ésta es lady Sylvia Frampton.
La dama en cuestión, una belleza rubia de voluptuosos senos, hizo caso omiso de la mano que
Phoebe le ofrecía y, mirándola despectivamente de arriba abajo, la descartó de un plumazo. -No
es tu tipo, Braxton. ¿Se trata de tu última amante?
-Compórtate, Sylvia -le advirtió Ram-. La señorita Thompson es una antigua y querida amiga. Su
padre es sir Andrew Thompson, el famoso egiptólogo.
-¿Es preciso decir algo más? -comentó Phoebe cuando Sylvia se alejó-. Nunca cambiarás,
Ramsey. Lo llevas en la sangre. No me dirás que lady Frampton no es una de tus amantes.
-No lo negaré, Phoebe. Me dejaste muy desconsolado y receloso de las mujeres. El único modo
de olvidarte fue pasando de una aventura amorosa a otra. Tu traición me dejó desolado.
Phoebe alzó aún más la barbilla que mantenía ya en un ángulo desafiante. Por fortuna, era una
mujer práctica. Hacía tiempo que había olvidado sus estúpidos sueños sobre ellos dos. Se había
hecho cargo de su vida dejando en el camino necias esperanzas e ilusiones que nunca podrían
hacerse realidad.
Aguardó a que Ram la instalara en su asiento en el palco para responder.
-No puedo imaginarte desolado, lord Braxton. Avergonzado quizá, pero apuesto a que tuviste
multitud de compañeras para ayudarte a olvidar. -Le volvió la espalda. El telón se está levantando
y me propongo disfrutar de la ópera.
Y; en efecto, Phoebe así lo hizo. La interpretación fue superior, y la historia fascinante. Llegó el
entreacto casi sin que se diera cuenta.
-¿Te apetece algún refresco? -le preguntó él. ¿Me acompañas a estirar un poco las piernas por
el vestíbulo o te traigo yo algo?
-Mejor tráeme algo -repuso Phoebe. Ya la habían mirado bastante por aquella noche. Te espero
aquí. Cualquier cosa que me sirva para apagar la sed estará bien.
-Volveré en seguida -le aseguró.
Phoebe se acomodó en la silla para aguardar el regreso de Ramsey. No podía censurar que
otras mujeres lo mirasen porque realmente era digno de admiración. Vestido a la moda, con
pantalones largos negros, chaqué y chaleco de brocado color violeta era la personificación misma
de la elegancia. Ningún hombre era tan hermoso como él.
CAPITULO 05
-Te acompañaré dentro -Dijo Ram mientras el coche se detenía ante la puerta de Phoebe-. ¿Te
espera la señora Crowley despierta?
-La señora Crowley pasará esta noche en casa de su hija -repuso Phoebe-. Le dije que no la
necesitaría.
A él no le parecía bien que se quedase sola. ¡Maldición! ¿Por qué habría aceptado aquella
misión? Alguien quería hacerle daño a Phoebe y él no tenía más remedio que protegerla. Cuanto
antes averiguase el paradero del amuleto, antes podría sacar a aquella mujer de su vida. No sabía
en qué se metía cuando aceptó aquella misión. Su conflictiva separación de hada cuatro años lo
había dejado amargado y desilusionado, pero para su sorpresa, volver a estar con ella había
debilitado su deseo de castigada. Aún deseaba seducida, y lo iba a intentar a fondo, pero el único
daño que sufriría sería quedarse como ella lo había dejado a él.
Ayudó a Phoebe a apearse del coche y la acompañó a la puerta. Mientras ella buscaba la llave
en su bolso, una incómoda sensación hizo que a Ram se le erizase el vello de la nuca. Su instinto le
decía que algo iba mal, muy mal. Asió a la muchacha por la cintura, se le puso delante y giró el
pomo de la puerta. Ésta se abrió.
-¡No está cerrada con llave! -exclamó Phoebe-. La señora Crowley la habrá dejado abierta.
Fue a pasar por delante de Braxton, pero éste la mantuvo detrás de él.
-Vuelve al carruaje -le dijo.
-No, entraré contigo.
-Phoebe...
-Es mi casa, Ramsey.
Él soltó un suspiro de exasperación.
-Muy bien, pero quédate detrás de mí. Quienquiera que haya entrado, probablemente se haya
ido, pero no voy a correr ningún riesgo.
La lámpara que la señora Crowley había dejado encendida en el vestíbulo estaba apagada, por
lo que todo estaba a oscuras. -¿Vas armado? -le preguntó ella.
-Esta noche no.
Se sacó un fósforo del bolsillo, encendió la luz e hizo entrar a Phoebe en el salón. Allí nada
parecía fuera de lugar, y Ram prosiguió hacia el estudio. Sin ver tampoco nada sospechoso,
continuó hacia la cocina y la habitación de la señora Crowley, en la parte posterior de la casa, con
Phoebe pisándole los talones.
-Todo me parece normal -dijo ella. Es posible que la señora Crowley se haya olvidado realmente
de cerrar.
-Miremos arriba -propuso él. Aunque me siento inclinado a pensar como tú, la señora Crowley
me parece demasiado responsable como para dejarse la puerta abierta.
Y dicho esto, la precedió con cautela por la escalera. -¿Cuántas habitaciones hay arriba?
-Sólo dos, la mía y la de mi padre. La mía está a la derecha, y la de mi padre a la izquierda.
Ambas habitaciones habían sido registradas. Nada había quedado sin abrir ni revolver. Los
colchones habían sido quitados de la cama y arrojados al suelo y las prendas de vestir estaban
esparcidas por todos lados. El baúl de sir Thompson había sido literalmente hecho trizas.
-¡Oh, Dios mío! -susurró ella.
-¿Quién ha hecho esto, Phoebe? -preguntó Ram con severidad-. ¿Estás dispuesta a confiar en
mí?
-No sé quién ha sido.
Parecía tan agitada que Braxton decidió no insistir más en el tema hasta que se tranquilizase un
poco. Con una cerilla, encendió la lámpara de la mesilla de noche.
-Quédate aquí. Volveré en seguida.
-¿Adónde vas?
-Voy a echar una mirada fuera de la casa. El intruso tal vez haya dejado huellas. -Ten cuidado.
Ramsey no encontró indicios del intruso ni dentro ni fuera de la casa. Sin embargo, despidió a
su carruaje sin él y se aseguró de que puertas y ventanas estuvieran cerradas. Regresó a la habita-
ción de Phoebe y la encontró sentada tal como la había dejado. Al verlo, ella se puso rápidamente
en pie.
-He oído que tu coche se iba y he pensado que te marchabas.
-Esta noche no voy a ningún lado, Phoebe. ¿Estás bien?
Ella asintió distraída. Luego, como si comprendiera lo que él acababa de decir, abrió mucho los
ojos.
-¿Qué quieres decir con que esta noche no vas a ningún lado?
-No voy a dejarte sola después de lo que acaba de suceder.
¿Por qué no preparas un té mientras ordeno un poco las habitaciones? He cerrado puertas y
ventanas antes de subir, de modo que abajo estarás a salvo. Me reuniré contigo en un momento.
Phoebe cogió la lámpara y salió por la puerta. -Estaré... perfectamente.
En poco tiempo, Ram recogió el desorden. Dobló con pulcritud las ropas de ella y las guardó.
Luego pasó por la segunda habitación antes de reunirse con la joven en la cocina.
-¿Qué me estás ocultando, Phoebe? -le preguntó al tiempo que se acomodaba en una silla.
Ella sirvió el té en dos tazas y se sentó frente a él. -Nada que te importe, Ramsey.
-Deseo ayudar.
-Puedo arreglármelas sola.
-Pues no lo estás haciendo muy bien. Durante los últimos días has sido atacada en un lugar
público y te han entrado en casa dos veces. ¿Qué tienes tú que alguien desee tanto?
Phoebe depositó con cuidado su taza en la mesa y se levantó. -Estoy cansada y tú tienes un
buen trecho hasta tu casa. Te sugiero que te vayas ya.
Ram retiró la silla y se levantó.
-No voy a marcharme. Necesitas protección, ¿y quién mejor que yo para procurártela? Estás
demasiado nerviosa como para dormir. Ven conmigo al salón. Tenemos que hablar.
Cogió la lámpara con una mano, la asió a ella por el codo con la otra y la guió al salón. La hizo
sentarse en el sofá, depositó la lámpara en una mesa y se sentó a su lado. A continuación la ro deó
beso audaz que convirtió su sangre en fuego líquido. Cuando él introdujo la lengua en su boca,
Phoebe tuvo que sofocar un grito de alegre bienvenida. Su cuerpo se estremecía, su sangre
palpitaba y la expectación la encendía. No podía sentir de ese modo... no deseaba sentir nada,
pero la oleada de placer era demasiado real como para negarla.
Aunque ella sospechara que Ram tenía algún motivo oculto para seducirla, no lograba
encontrar la fuerza de voluntad para resistirse a él. Había permitido que David Phillips la besara,
pero sus besos la habían dejado fría. Por él no sentía más que amistad, razón por la que se había
negado a aceptar sus propuestas de matrimonio tras dejar a Ram. Ahora resultaba que su rechazo
había sido una elección prudente, porque Braxton no había acabado legalmente con su relación
como ella había esperado.
Los pensamientos de Phoebe se volvieron dispersos cuando la boca de Ramsey se apartó de la
suya y comenzó un sensual trayecto por su garganta. No fue consciente de que le había bajado el
corpiño hasta que sintió revolotear su lengua por la parte superior de sus senos y por el surco
entre ellos. Luego sintió un tirón en los cordones de su corsé y se puso rígida.
-Liberémonos de este chisme -susurró él roncamente. Cuando él la cogió en brazos y se dirigió
hacia la escalera, ella profirió un grito sobresaltado.
-¿Qué estás haciendo?
-Llevarte al lecho. No me propongo un apareamiento apresurado en el sofá. Voy a amarte como
es debido, Phoebe. Deseo que los dos estemos desnudos cuando nos unamos, y que luego sea el
único amante que recuerdes.
«Tú eres el único amante que he tenido», deseó gritarle. En lugar de ello, dijo:
-Esto no es correcto, Ramsey.
-Esto es más que correcto. Soy el único hombre con derecho legal a hacerte el amor.
Oír la verdad la inquietó. Según la ley, él podía hacerle el amor siempre que quisiera, pero
moralmente era incorrecto. Sin embargo, Phoebe no podía negar que deseaba el consuelo que él
le ofrecía. Había estado tan preocupada últimamente, tan profundamente perdida y asustada, que
Ram era como un puerto seguro en una terrible tormenta. Necesitaba a alguien que la resguardara
y protegiera, que aliviara su corazón agitado. Permitir que le hiciese el amor no era una solución
permanente a sus problemas, pero por una noche deseaba olvidarse de todo.
Cuando llegaron a su dormitorio, abrió la puerta de un empujón y la condujo al interior.
Entonces, la puso en pie y comenzó a desnudarla con rapidez y habilidad. Phoebe no pudo dejar
de preguntarse a cuántas mujeres habría desnudado, pero desechó rápidamente aquel
inquietante pensamiento mientras Ram le quitaba el vestido, soltaba las cintas de sus enaguas y la
volvía de espaldas para soltar del todo los cordones de su corsé.
Oyó su suspiro de impaciencia, y luego la prenda se aflojó y cayó al suelo. A continuación la hizo
volverse y la miró con fijeza, sus ávidos ojos brillantes de admiración.
-¡Eres aún más hermosa de lo que recordaba!
Tendió la mano y le tocó el pezón. Ella sintió cómo éste se erguía y endurecía a su contacto. Se
le escapó un grito cuando él se inclinó y lo tomó en su boca, lamiéndolo con la lengua.
Arqueándose ante sus audaces caricias, sintió que el suelo desaparecía bajo sus pies y se aferró a
Ramsey; él era su asidero con la realidad. Sin embargo, luego cuando Ram se puso de rodillas y
trazó con la lengua un sendero de fuego por debajo de su estómago, hundiendo la lengua en el
negro triángulo que tenía entre las piernas, la realidad desapareció. A continuación, asió sus
nalgas, la oprimió contra su boca y, abriéndola con la lengua, se deslizó en los húmedos pétalos de
su feminidad.
Ella balbuceó su nombre, y se habría desplomado si él no la hubiera sostenido con firmeza.
Temblaba como una hoja cuando la cogió en brazos y la depositó en el lecho. La miró fijamente
mientras se iba desnudando. Phoebe deseaba desviar los ojos de la excitante visión de sus anchos
hombros, sus esbeltas caderas y sus piernas tensamente musculadas, pero no podía. Como
tampoco podía impedir que su mirada se desviase una y otra vez hacia su miembro.
Sorprendentemente densa y dura, su erección la dejó admirada.
Parecía imposible que un hombre que tenía tantos motivos para odiada pudiera excitarse tan
fácilmente, hasta que recordó que los libertinos necesitan muy poco para desear sexo. Una mu jer
dispuesta y un lecho era todo lo que uno de ellos precisaba para despertar su pasión. Phoebe
había aprendido la lección hacía mucho tiempo, y se había prometido no volver a caer nunca en
manos de hombres como Braxton. Ya no era la inocente virgen de hada cuatro años, y convencida
de que Ram la estaba utilizando por alguna razón desconocida, ella no sentía ninguna culpabilidad
por utilizarlo a él.
Lo necesitaba, quería su consuelo, su cuerpo, la sensación de saberse deseada. Al día siguiente,
probablemente se odiaría a sí misma por haber sucumbido a su encanto, pero aquella noche
ansiaba estar cerca de alguien.
Cerca de Ram.
Además, tenía que averiguar qué pretendía de ella y se había propuesto llegar al fondo del
asunto, al porqué de su repentina e injustificada atención. Una vez lo descubriera, seguiría el
consejo de David y borraría a Ram de su vida... de nuevo.
-¿En qué estás pensando? -le preguntó él mientras se tendía a su lado y la tomaba entre sus
brazos.
-Estaba recordando algo que me dijo David. Ramsey profirió una maldición.
Olvida a ese bastardo. Phillips nunca volverá a estar en tu cama. Soy el único hombre que tiene
ese derecho.
Como reforzando sus palabras, le tomó el rostro entre las manos y la besó con un fervor que le
quitó el aliento y trastornó sus sentidos. Cuando apenas podía respirar, él interrumpió el beso, e
incorporándose apoyado en los codos, la miró con sus intensos ojos.
-¿Has olvidado ya a Phillips?
-¿A quién?
Olvidar a David no era difícil estando en brazos de Ram. Lo miró. Sus cejas eran profundamente
negras, arqueadas y elegantes, pero su rostro era firme y anguloso y sus ojos estaban enturbiados
por la pasión. Era incluso más atractivo de lo que ella recordaba.
Él rozó sonriente sus senos con suaves y hábiles caricias que la hicieron estremecer abrasándola
por dentro, encendiendo un fuego entre sus piernas. A continuación, sustituyó los dedos por la
boca, chupando y lamiendo sus pezones hasta endurecérselos. Phoebe gimió quedamente. Casi
había olvidado cuán excitante podía ser la pasión, ¿qué le había hecho pensar que podría vivir sin
ella? Ram le estaba demostrando lo equivocada que había estado al negársela a sí misma.
Casi estalló en llamaradas cuando él le separó las piernas y la fue besando hasta llegar a su
sexo. El ardor se intensificó más, casi de modo insoportable, cuando introdujo los dedos y acarició
el núcleo latente de su feminidad. Sin misericordia, deslizó luego la lengua arriba y debajo por su
tierna hendidura. El anhelo la hizo arquearse contra su boca mientras sujetaba su cabeza para
acercárselo más. Y en un momento, de repente, se había ido. La decepción la invadió mientras
Ram se movía lentamente sobre su cuerpo.
-¡No! ¡No te detengas!
Comprendió que estaba rogando, pero no podía evitarlo. Entonces él se colocó encima de ella
hasta que cada parte de su cuerpo tocó cada parte del cuerpo de ella y Phoebe comprendió que
no iba a abandonarla.
-No te preocupes, no te dejaré. Deseo estar dentro de ti cuando te corras.
Le separó las piernas y se instaló entre ellas. -Cógeme con tu mano.
La joven vaciló un momento antes de curvar los dedos en torno a su pujante sexo. Se lo acarició
con dedos temblorosos y lo sintió agitarse, crecer y endurecerse. Había olvidado muchas cosas de
Ramsey durante aquellos años, pero no su fortaleza, ni su virilidad, ni sus proezas sexuales.
-Ponme dentro de ti.
Phoebe tembló, repentinamente temerosa de lo que sentía... temerosa e insegura del poder
que él ejercía sobre ella, de los fuertes sentimientos que le despertaba. Qué necedad por su parte
creer que hacer el amor con Ram no significaba nada salvo una momentánea gratificación y un
medio de enterarse de la verdad de su reaparición en su vida.
-Phoebe -dijo él con voz ronca. Ponme dentro de ti ahora.
Al ver que vacilaba, Ram retrocedió y arremetió luego deslizándose plena y profundamente en
la cálida hendidura, suave como terciopelo que ella tema entre las piernas. Phoebe entreabrió los
labios pero sin llegar a proferir ningún sonido, y él pudo adivinar por su expresión que le había
hecho daño. Estaba cerrada, demasiado cerrada. Si no supiera que no era así, casi podía creer que
no había habido nadie más después de él, pero incluso Fielding sabía que Phillips era su amante.
Entonces, todo pensamiento cesó mientras deslizaba las manos para asirle las nalgas,
levantándola, uniéndola a él del modo más elemental.
Phoebe se quedó conmocionada por el dolor que le había causado la penetración. Puesto que
no era virgen, no esperaba experimentar incomodidad. Luego, su cuerpo fue abriéndose,
ciñéndose tenso en torno al rígido miembro de Ram mientras él se hundía por completo en su
interior.
-Mírame, Phoebe.
El grave susurro del hombre obligaba a la obediencia, y ella lo miró. Sus rasgos estaban
contraídos en una mueca de tenso control. Los tendones del cuello se le veían abultados y los ojos
le brillaban mientras arremetía y se retiraba acelerando la cadencia de sus caderas para igualarse
al ritmo de los apresurados latidos del corazón de Phoebe. Una llama prendió en su interior y se
sintió profundamente poseída. Consumida. Sumida en un terrible infierno. Ahogándose entre
sensaciones se aferró a sus hombros y arqueó la espalda... buscando... deseando...
-Córrete conmigo, Phoebe.
Un estremecimiento recorrió el cuerpo de Ram. La sensación de los dedos de ella clavados en
él, sus inspiraciones a cada acometida de su cuerpo lo endurecían aún más y le hacían moverse
más rápido y con más profundidad. En su interior se estaba fraguando una tormenta, pero la
mantuvo controlada, aguardando el clímax femenino. Cuando la oyó gritar y contraerse en torno a
él, liberó la plena fuerza de su pasión penetrándola una y otra vez hasta que estalló, vertiendo su
simiente en su interior.
Con el excitante olor a sexo y semen, Braxton apoyó la frente en la de Phoebe hasta que se
sintió con fuerzas para moverse. El rápido ritmo de sus jadeos interrumpió el silencio mientras
rodó sobre el cuerpo de ella y se tendió a su lado. Cuando se recuperó, le complació ver cuán
fácilmente se acurrucaba entre sus brazos.
Le acarició la mejilla.
-Esto ha sido... casi lo había olvidado -dijo, tras una pausa-. Estás muy callada. ¿Te sientes bien?
Ella tenía los ojos cerrados, y una expresión soñadora le inundaba el rostro. -¿Cómo?
-¿Puedes oírme, Phoebe? Dime lo que sientes.
Cuando al fin abrió los ojos, Ram se quedó sorprendido al distinguir el brillo de lágrimas no
vertidas. -Estoy asustada -susurró.
-¿De mí?
-Tú formas parte de ello.
Ramsey comprendió que había llegado el momento de abordar el tema que había estado
esquivando desde hada días. -Háblame del amuleto. ¿Lo robó tu padre?
Su intensa aspiración le hizo comprender que había ido demasiado lejos y con excesiva rapidez,
pero era demasiado tarde para retroceder. Ahora sólo podía seguir adelante.
Las preguntas de ella fueron rápidas y furiosas.
-¿Qué sabes tú acerca del amuleto? ¿Para quién trabajas? ¿Eres uno de mis enemigos? Estoy
segura de que tus razones para seducirme tenían poco que ver con tu deseo por mí.
-No te engañes, Phoebe. Te deseaba. Aún te deseo, pero como todo lo demás, nuestra
necesidad y nuestros deseos tienen un precio. El mío es la verdad, de modo que podrías decirme
lo que deseo saber.
-¿Para quién trabajas?
-Para el gobierno. ¿Por qué no informaste a Asuntos Exteriores de que tu padre había sido
secuestrado cuando te interrogaron?
-Me advirtieron que no lo hiciera. ¿Crees sinceramente que pondría en peligro la vida de mi
padre?
Con expresión implacable, Ram dijo:
-No me has dado motivos para fiarme de ti. Ella se apoyó en los codos.
-¿Cómo te atreves a insinuar que no soy digna de confianza?
Tú eres quien prometió amor y fidelidad. Fui una necia al creer que honrarías tales promesas.
-No se trata de nosotros, Phoebe, sino de las relaciones diplomáticas entre Inglaterra y Egipto.
El gobierno egipcio desea que se les devuelva el amuleto. De no ser así, es probable que el
incidente derive en una situación embarazosa para la Corona.
Ella se sentó, subiendo la sábana para cubrir su desnudez.
Despreocupado de la suya, Ram se incorporó y apoyó la espalda contra la cabecera del lecho.
-Eres tú quien debería haberme dicho qué te proponías. Si hubieras sido sincero acerca de lo
que deseabas de mí, habrías podido ahorrarte esta seducción.
Ram le dirigió una mirada velada.
-Ahora que estamos metidos en explicaciones, cuéntame por qué me abandonaste hace cuatro
años.
-¿Para qué reabrir viejas heridas? -repuso Phoebe-. Ambos tenemos la información que
buscábamos. Puedes decirles a tus superiores que mi padre no tiene el amuleto, y yo podré volver
a la cuestión de encontrar a sus secuestradores.
Se disponía a levantarse, pero Ram la detuvo.
-No es tan sencillo. Estás cruzando aguas pantanosas, Phoebe. No tienes ni idea del peligro que
corres. Quienquiera que sea que desea el amuleto, no se detendrá ante nada para conseguido.
-Soy consciente de ello, pero ¿qué elección tengo? Si ni el gobierno egipcio ni mi padre tienen
el amuleto, ¿quién lo tiene entonces?
-¿Y qué hay de Phillips?
-¿David? ¡En absoluto! Él desea ver limpio el nombre de mi padre tanto como yo. Su apoyo
durante este tiempo de prueba ha sido inestimable. No hubiera podido arreglármelas sin él. Traba-
jamos juntos para encontrar a mi padre.
-Con escaso éxito -espetó Ram secamente. ¿Amas a Phillips?
-Ha sido un gran consuelo para mí -repuso ella, evitando una respuesta directa.
Él puso los ojos en blanco.
-Apuesto a que sí, pero no es eso lo que te he preguntado. ¿Le amas? Te debe de importar
mucho si le has permitido acostarse contigo.
-Piensa lo que quieras de David y de mí. De todos modos lo harás. Podría haber tenido una
docena de amantes desde que nos separamos.
-Yo fui el primero -le recordó él.
«Y el último», pensó Phoebe con silenciosa indignación. -¿Por qué seguimos discutiendo esto?
-¡Maldición si lo sé! Tal vez mi ego masculino aún está atónito por tu despiadada indiferencia
hacia mis sentimientos. Tal vez necesite entender por qué fui abandonado sin una explicación.
Ella profirió una amarga carcajada.
-Esto es ridículo, procediendo de un libertino sin principios que cambia de mujer como de
camisa. ¿No deberías irte? Hay un largo trecho hasta tu casa.
-No me voy, Phoebe. Tras el allanamiento de morada de esta noche y los ataques que has
recibido, no se te puede dejar sola sin protección. -La empujó hacia abajo junto a él y la arrimó a
su lado. Descansa un poco. Yo tengo el sueño ligero. Si alguien intenta volver a entrar, lo oiré.
-En realidad esto no es necesario, Ram.
-Para mí sí.
Para sí misma, tuvo que admitir que se sentía a salvo con él.
Aunque desconfiaba de él en el terreno amoroso, sentía que era fiable para que la protegiera.
Parecía rezumar poder y confianza, de modo que se relajó, cerró los ojos y aguardó a que le
llegase el sueño.
Ram no tenía intención alguna de dormir. Debía pensar en demasiadas cosas. Faltaban piezas
vitales de información que hacían confusa la cuestión del rapto de sir Thompson. Desde que
encontró la puerta principal abierta, Braxton se había dado cuenta de que no había sido un
allanamiento de morada propiamente dicho. La puerta había sido dejada abierta a propósito o de
manera accidental... o alguien más que Phoebe tenía una llave.
Era posible que la señora Crowley se hubiera olvidado de cerrar, pero le parecía altamente
improbable. Luego estaba Phillips. ¿Le habría dado Phoebe una llave a su amante? ¿Podía él haber
cogido el amuleto? Ramsey negó con la cabeza. Aquello no tenía sentido. Si Phillips tenía el
amuleto, ¿por qué había sido secuestrado sir Thompson? Y si lo tenía, ¿por qué motivo
aterrorizaría a Phoebe y buscaría el objeto? El misterio crecía. Si ni Phoebe ni su padre tenían el
amuleto, entonces ¿quién lo tenía?
Ram no se dio cuenta de que se estaba removiendo inquieto hasta que Phoebe le dijo:
-¿No puedes dormir? Tal vez estarías más cómodo en la otra habitación.
-Tengo muchas cosas en que pensar.
-Yo tampoco puedo dormir. Tengo la mente demasiado ocupada. No he dormido bien desde
que desapareció mi padre. -Puesto que los dos estamos despiertos...
Aunque su mente le aconsejaba auto control, su cuerpo respondía ansioso mientras tensaba las
manos en torno a ella. La piel de Phoebe era cálida y su cuerpo exhalaba aromas enorme mente
excitantes, femeninos y sexuales. Ni siquiera un santo podría resistir tan seductora combinación, y
Ram no lo era.
Había pensado con frecuencia en aquella mujer durante los últimos cuatro años,
principalmente con enemistad, pero era difícil mantener vivo ese odio cuando la tenía
confiadamente acurrucada entre sus brazos. Deseaba volver a hacerle el amor. Deseaba besarla,
tocarla y entrar en su interior. Cuando concluyera su misión y se alejara, deseaba que ella lo
recordase por encima de todos los hombres de su vida.
-Deseo volver a hacerte el amor, Phoebe. ¿Tienes alguna objeción?
-¿Importaría?
-No hay nada malo en satisfacer nuestras necesidades. Eres una mujer adulta que
evidentemente sabe lo que se hace. Eres hermosa, deseable y estás en mis brazos. Negar nuestras
pasiones no sería honesto.
-Mientras sepas que hacer el amor contigo esta noche no significa nada para mí -repuso ella.
-Estamos de acuerdo. Somos simplemente dos personas que se dan mutuo placer.
Entonces Phoebe se vio estrechada contra el cuerpo masculino y sus labios se fundieron en un
tórrido y devorador beso que eliminó de ella cualquier pequeña resistencia que le quedara. Las
manos de él sujetaron sus senos, uniéndolos de modo que los pezones quedaron erectos y
rosados y pudo oír un quedo gemido surgir de la garganta de Ram. Luego, éste cerró la boca sobre
uno de sus endurecidos pezones, succionando con fiereza, y poco después pasó al otro. Phoebe
sintió en todo momento el efecto en su latente núcleo.
A continuación, Braxton se levantó sobre el cuerpo femenino, flexionó las caderas y arremetió
con profundidad y fuerza. Con las ingles palpitando contra ella y su lengua saqueando su boca, la
llevó al paraíso. Llegaron a él juntos.
CAPITULO 06
Phoebe aún estaba durmiendo cuando Ram abandonó el lecho tras una noche de insomnio.
Faltaba poco para el amanecer, y no deseaba que la señora Crowley lo encontrase con Phoebe
cuando regresara. Se lavó y vistió, y luego bajó a la cocina, lamentando no tener una navaja para
afeitarse la áspera barba. Se sorprendió al descubrir que el ama de llaves había llegado temprano,
y que estaba ya afanándose en la cocina.
Intentó retroceder y salir rápidamente, pero la señora Crowley se volvió y lo vio. Se quedó
boquiabierta y con los ojos casi desorbitados. Pasaron varios segundos hasta que logró hablar:
-¡Lord Braxton!, ¿qué está haciendo aquí? Es imposible que haya venido a una hora tan
temprana. -Se llevó la mano al pecho. ¡No me diga que ha pasado aquí la noche! ¿Dónde está la
señorita Phoebe?
Él pensó rápidamente y respondió:
-Esto no es lo que parece. Anoche, cuando la acompañé a casa después de la ópera,
encontramos abierta la puerta principal y las habitaciones de arriba en desorden. Mi conciencia no
me permitía dejarla sola.
La señora Crowley se quedó boquiabierta.
-¿Encontraron la puerta abierta? Yo recuerdo perfectamente haberla cerrado cuando me
marché. No creerá que...
-En absoluto, señora Crowley, pero comprenderá que no me podía marchar y dejar sola a la
señorita Phoebe.
-Yo no debería haber dejado la casa sin protección -se lamentó la mujer. Puesto que la señorita
salía, pensé que era una buena ocasión para visitar a mi hija. La pobre muchacha está pasándola
mal con su embarazo.
-¿Tiene alguien más llave de la casa? -preguntó Ram.
-Sólo hay otra llave. Está colgada aquí mismo, junto a... ¡Santo Dios, ha desaparecido!
-¿Está usted segura de que no ha podido extraviarse?
-Estaba aquí la última vez que miré, milord.
-¿Cuándo fue eso?
Ella se retorció las manos.
-Yo... no puedo decirlo. Sólo supuse que estaría ahí como siempre.
-No se torture, señora Crowley. No es culpa suya si se ha extraviado. Si mantenemos esto entre
usted, Phoebe y yo, nadie se enterará nunca.
-¡Oh, lord Braxton! -exclamó el ama de llaves. Pobre señorita Phoebe. Suceden cosas extrañas.
Estoy muy preocupada por ella. -Chasqueó la lengua. Todos estos allanamientos de morada son
desconcertantes. ¿Qué pueden desear? Sin duda no serán esos antiguos vasos y estatuas. ¿Dónde
está el padre de la señorita Phoebe cuando ella lo necesita?
-Voy a pedirle otro favor, señora Crowley -dijo Ram-. Voy a pedirle a la señorita Phoebe que se
venga a mi casa y deseo que usted nos acompañe.
-¿Es eso prudente, milord? Ello va a dar que hablar. Al señor Phillips no le va a gustar. Yo tenía
-¡Basta de discutir! -intervino Phoebe-. Por mí, podéis iros los dos y dejarme sola.
-Todavía no -replicó Phillips-. Deseo saber qué está haciendo aquí él después de que te dije
específicamente que no lo Vieras.
-He pasado la noche con ella -replicó Ram sin pestañear. Un gemido de consternación brotó de
la garganta de la muchacha. Deseó poder desaparecer.
-¿Cómo has podido, Ramsey?
Phillips parecía a punto de escupir fuego.
-¡Por Dios, Phoebe!, ¿estás loca? ¿Disfrutas siendo utilizada? Si yo fuera un espadachín
semejante a Braxton, le desafiaría. -También soy bastante bueno con los puños -repuso él. Me
sentiría satisfecho enfrentándome a ti.
-¡Dejad de actuar como niños! Ordenó Phoebe-. Esto es absurdo. Soy lo bastante adulta como
para poder decidir por mí misma. Márchate, Braxton. Y tú también, David. Estoy harta de los dos.
-Me necesitas, Phoebe. Y tu padre también -señaló Phillips-. No te conviertas en una víctima de
las mentiras de este hombre. Él devora a las mujeres inocentes como tú. -Márchate, David. Sé muy
bien cómo es lord Braxton. Ahora, si me disculpáis los dos, tengo cosas que hacer.
La señora Crowley apareció junto a ella.
-Su equipaje está preparado, señorita Phoebe.
-Por favor, deshágalo, señora Crowley -replicó la joven.
No voy a ir a ninguna parte. -Phoebe -gruñó Ram.
El ama de llaves se metió dentro de la casa.
-Estaré en la cocina mientras ustedes se deciden -dijo antes de entrar.
-Las piezas de la excavación ya no están aquí, por lo que no veo ninguna razón para dejar mi
casa -añadió Phoebe cuando la mujer se hubo marchado.
-¿Que no están? -balbuceó Phillips-. ¿Qué has hecho con ellas?
-Lord Braxton dispuso que fuesen llevadas al Museo de Egiptología -explicó Phoebe.
-Supongo que eso tiene sentido -admitió Phillips-. Pero por favor, dime dónde piensas ir.
-Phoebe y la señora Crowley residirán en mi casa por el momento -contestó Ram en su lugar.
Ella necesita más protección de la que tú le estás prestando.
-¡No lo permitiré! -estalló Phillips de nuevo. El muy canalla está aprovechándose de tu
situación, Phoebe. Una vez haya concluido contigo te desechará. Seguro que no creerás esa basu ra
sobre protegerte, ¿verdad?
Ella ya estaba más que harta de la discusión. Nunca había tenido la menor intención de
trasladarse a casa de Ram. No era débil ni cobarde y la resolución le hizo erguir la espalda. Pese a
la determinación de Braxton, se negaba absolutamente a permitirle controlar su vida. En cuanto a
David, sus celos eran intolerables. Phoebe nunca había estimulado su cortejo pese a la frecuencia
con que él le había propuesto matrimonio.
Sin decir una palabra a ninguno de los dos, giró sobre sus talones y entró en la casa dando un
portazo y cerrando la puerta tras ella. Transcurrieron varios momentos antes de que ambos
hombres superaran la impresión de su brusca marcha.
-¡Phoebe! ¡Abre! -exigió Ramsey golpeando la puerta. Sólo estás retrasando lo inevitable.
-Tus dos primeras condiciones son razonables, pero la última es absurda. Me niego a
convertirme en prisionera en mi propia casa.
-Entonces no me dejas otra alternativa.
Phoebe estaba a punto de preguntarle qué quería decir cuando la señora Crowley irrumpió en
el vestíbulo seguida por un joven delgado con un alborotado mechón de cabello negro asomando
bajo una gorra de punto.
-Señorita Phoebe, algo terrible ha sucedido -se lamentó la señora Crowley-. Le presento a Dan,
el marido de mi hija. Molly tiene dolores y la comadrona teme que pierda al niño. Es su primer hijo
y el pobre Dan está fuera de sí. Odio tener que dejarla en la estacada, pero mi Molly me necesita.
-Debe ir con ella -repuso la joven. Quédese todo el tiempo que sea necesario. Le guardaré su
puesto de trabajo.
La señora Crowley se llevó las manos de Phoebe a los labios. -Gracias, gracias. No sabe cuánto
significa eso para mí.
-Si precisa algo, lo que sea, por favor siéntase en libertad de ponerse en contacto conmigo en
mi casa de Park Lane número veinticuatro -intervino Ram. Sacó una corona de oro del bolsillo y la
introdujo en la palma de la mujer. Esto la ayudará hasta que pueda regresar a su trabajo.
-¡Oh, milord! Ciertamente que sí. Dan se ha quedado sin trabajo desde que lord Amherst
heredó el título de su padre y vendió los antiguos establos del conde a fin de conseguir dinero
para la finca. Dan era el principal mozo de cuadras.
Braxton miró fijamente al joven, y le agradó.
-Si está interesado en trasladar a su familia al campo, Dan, yo puedo necesitar un mozo en mi
finca rural. Con el puesto va aneja una pequeña casa de campo.
El ojeroso rostro del muchacho se iluminó.
-A Molly le encanta el campo, milord, pero trasladarme ahora será difícil. Sin embargo, estaría
encantado de aceptar el cargo si sigue pendiente una vez Molly se recupere.
-Me aseguraré de que está pendiente para usted -contestó Ram-. Infórmeme cuando esté
dispuesto a viajar.
Dan se quitó el sombrero, y él Y la señora Crowley se despidieron. Phoebe miró a Ramsey con
los ojos abiertos de incredulidad.
-Me sorprendes, no creía que tuvieras corazón.
-Y no lo tengo. Te lo entregué a ti y tú lo destrozaste. Pero esto es otro asunto. La señora
Crowley se ha ido, y ahora estás sola. Ya no es posible que te quedes en esta casa.
La asió por el brazo y la condujo hacia la puerta. -Wilson recogerá tu equipaje.
Phoebe se afianzó en el suelo.
-¡Aguarda, Ram! Tiene que haber otra solución. Pensaba que comenzabas a ver las cosas a mi
modo.
-Eso era antes de que la señora Crowley se marchara.
La paciencia no era una de las mejores cualidades de Ram, y se estaba poniendo de muy mal
humor.
-Tu obstinación se está haciendo pesada. No importa lo que creas, sigo siendo responsable de
-No va a conseguir nada hasta que hable. En cuanto el amuleto esté en mi poder y yo en
marcha por el canal, podrás soltarlo. Pero no saldrá de esta habitación hasta que me diga lo que
deseo saber. Tal vez sea preciso ejercer un poco más de presión. Pensaré en ello y volveré dentro
de uno o dos días.
Watts acompañó a su patrono hacia la puerta, y luego volvió a la carga.
-Te vas a tener que aguantar, viejo -murmuró. Me alegro de no ser tú.
-En absoluto -le aseguró Ram-. En realidad has llegado en el momento más oportuno. Como mi
mejor amigo, deberías ser el primero en ser debidamente presentado a Phoebe.
-No lo hagas, Ramsey -rogó ella.
-¿De qué hablas, Braxton? La señorita Thompson y yo ya nos hemos conocido.
-Creo que conociste a la señorita Thompson -repuso Ram-. Ahora me gustaría presentarte a mi
esposa, lady Braxton.
Luc se quedó boquiabierto.
-¿Tu... esposa? -Soltó una carcajada. Me estás tomando el pelo. Por un momento me lo había
creído. Nadie mejor que yo sabe cuán escrupulosamente has evitado la trampa del párroco. -Es la
verdad, Westmore.
Como si las piernas se negaran a sostenerlo, Luc se desplomó en una silla.
-¿Cuándo os habéis casado? Nunca me habías dicho ni una palabra de ello. -Examinó
detenidamente a Phoebe y luego miró a su amigo con un ceño desaprobador-. ¡Santo Dios! Su-
pongo que la señorita Thompson... ejem... lady Braxton debe de estar encinta. Qué extraño que
abusaras de una inocente.
Phoebe, aferrándose a los brazos del sillón, lanzó una furibunda mirada a Ramsey.
-No puedo soportar esto. Disculpadme, por favor. Envuelta en su dignidad como si fuera una
capa, se levantó y salió apresuradamente.
-Porter te mostrará tus habitaciones -le dijo Ram mientras se iba.
Una breve inclinación de cabeza fue la única señal de que Phoebe lo había oído.
-¿Qué diablos sucede? -preguntó Luc-. No puedo creer que te casaras con una mujer a la que
apenas conoces. Además, es plebeya.
-Nos conocemos desde hace mucho tiempo... varios años en realidad.
-¿Por qué no la habías mencionado antes? ¿Por qué no os he visto nunca juntos?
-Como ya te expliqué, Phoebe y su padre han estado fuera del país. Acaban de regresar hace
poco.
-¿Debo creer que te enamoraste de manera desesperada, raptaste a Phoebe y te casaste con
ella en un período de pocas semanas? ¿Por qué no convertirla en tu amante? No puedo creer que
estés siguiendo las huellas de Bathurst. ¿No has aprendido nada de su caída?
-No pasa nada porque te cuente la verdad -dijo Ram con un suspiro. Phoebe y yo nos casamos
hace cuatro años, mucho antes de que te conociera.
-Eso es lo más ridículo que he oído nunca -replicó el otro. Déjame que ponga esto en orden. Te
casaste con Phoebe hace cuatro años y ella ha estado fuera del país hasta hace poco. ¿Qué clase
de matrimonio es ése y por qué guardar el secreto? -Entornó los ojos. No parecéis ni os
comportáis como una pareja enamorada. Algo extraño está sucediendo aquí.
-Más extraño de lo que tú crees -admitió Ramsey-. Phoebe y yo somos realmente marido y
mujer. Aunque sea humillante admitirlo, ella me dejó a la mañana siguiente de nuestra noche de
bodas.
-¿y tú seguiste casado con ella? El abandono es motivo de anulación.
Braxton se encogió de hombros.
CAPITULO 07
Phoebe paseaba enojada de un extremo a otro de la espaciosa sala. Ramsey estaba haciendo su
vida aún más difícil de lo que ya era. El insulto final había sido que la presentase como su esposa.
Si hubiera deseado ser su esposa, se habría quedado a su lado hacía cuatro años. ¿En qué estaba
pensando? ¿Qué sentía? Mantenía sus emociones demasiado cuidadosamente guardadas como
para que ella pudiera intuirlas.
Comprendió demasiado tarde que no debería haberle permitido hacerle el amor. Como de
costumbre, había mezclado las cosas. Aún más inquietante, ella había deseado que le hiciese el
amor. ¿Por qué? ¿Para demostrar que él no mandaba sobre sus emociones? De ser así, el
experimento había fracasado estrepitosamente.
Phoebe presintió la presencia de Ram antes de verlo. Él carraspeó y ella se volvió hacia aquel
sonido. Estaba de pie en la puerta que separaba sus habitaciones, apoyado en la jamba, con los
brazos y las piernas cruzados, en una exhibición de arrogancia masculina que le hizo apretar los
dientes.
-No te he oído llamar -dijo fríamente.
-¿Por qué iba a hacerla? Soy tu marido. No es insólito que un marido entre en las habitaciones
de su mujer sin anunciarse.
Su voz sonaba baja, ronca, íntima, como si acabara de susurrar algo deliciosamente sensual. Era
un tono que convocaba recuerdos de cuerpos empapados en sudor, besos, caricias y olor a sexo.
Ella expulsó esas imágenes de su mente y se esforzó por mantener la cabeza fría.
-Tu equivocada necesidad de protegerme ha causado estragos en nuestras vidas. ¿Qué
sucederá ahora, Ram? ¿Presentarás a tu plebeya mujer en sociedad? ¿O continuarás con tus
perversas costumbres y simularás que no existo?
-Si hubiera deseado que no existieras, no te habría reclamado. Puede darse algún pequeño
escándalo relacionado con nuestro «repentino» matrimonio, pero las habladurías pasarán, como
todo lo demás. Confío en que, quienquiera que te esté amenazando, deje de hacerla una vez
quede claro que soy tu marido y protector. He enviado un anuncio de nuestro matrimonio al
Times. Mañana por la mañana todo Londres sabrá que el conde de Braxton ha tomado esposa.
Esas palabras de Ram hicieron estremecer a Phoebe. -¿Cómo va a ayudar esto a mi padre? Tal
vez acabes de escribir su condena de muerte.
-Te prometí devolverte a tu padre ileso, y así lo haré.
-¿Cómo? Hablar es fácil-se burló Phoebe-. David ha estado buscándolo sin éxito desde que
desapareció. ¿Cómo esperas triunfar cuando él no lo ha conseguido?
-¿No confías en mí?
-En absoluto -contestó. No es posible confiar en ti, lord Braxton.
Ram se apartó de la puerta y entró en la habitación de ella, haciéndole pensar en un lobo que
acechara a un conejo. Sin embargo, se mantuvo quieta donde estaba, negándose a mostrarse inti-
midada si tal era su propósito.
-No tienes elección, Phoebe. Soy tu única esperanza de encontrar a tu padre. Tu falta de fe en
mí está injustificada. -Dime, si tienes éxito y lo encuentras, ¿qué sucederá entonces? ¿Volverás a
-¿Estás segura? Hacer el amor es propio de matrimonios. Mientras estés en mi casa te atendrás
a mis normas.
«¿Qué diablos me pasa?», se auto-reprendió Ram. Phoebe no deseaba tener nada que ver con
él, ¿por qué no podía aceptarlo? «Porque deseas más de lo que Phoebe está dispuesta a dar», le
susurró una voz interior. Hacer el amor con ella la noche anterior había despertado un demonio
dormido. Una vez no le bastaba. Ella no se había mostrado reacia a acostarse con él la noche
anterior, ¿por qué debería protestar por hacerlo una... y otra vez? Ram pensó que era un
intercambio justo por la vida de su padre.
-¿Por qué te muestras tan irracional? -le preguntó Phoebe. Él se quedó mirando sus labios,
hipnotizado por su exuberante plenitud y su color rosa. De repente, de manera inexplicable, se
sintió desesperado por probarlos. Su perfume único llenaba el espacio a su alrededor estimulando
sus sentidos.
-¿Es tan irracional desear a la propia esposa?
-Lo es si consideras nuestra historia. Estamos juntos por una razón, Ram. Para rescatar a mi
padre y devolver el amuleto a su verdadero propietario.
Él la rodeó con los brazos. -¿Estás segura, Phoebe?
Su voz enronquecida revelaba su excitación. Ella sofocó un grito y trató de liberarse cuando
sintió su endurecido miembro presionando decidido contra su cuerpo.
-Sé que no me has olvidado durante los años que hemos estado separados. No puedes negar
que anoche deseabas hacer el amor conmigo. ¿No te arrepientes de haberme abandonado? ¿No
te has preguntado nunca lo que estaba haciendo yo, con quién estaba?
Phoebe aspiró profundamente y mintió entre dientes.
-Hay muchas cosas que lamento, pero dejarte no es una de ellas. Por favor, Ramsey, me
confundes. No puedo pensar con claridad cuando estoy en tus brazos.
Él sonrió. -¿Sabes lo que acabas de admitir?
-No... Sí... No lo sé.
Él le acarició la mejilla con el dorso de la mano.
-Tan lisa, tan suave... Eres más hermosa de lo que recordaba. La joven al borde de la edad
adulta con la que me casé ha superado su juvenil promesa. Eres todo lo que yo creía que serías.
-Las palabras dulces que proceden de ti carecen de significado -replicó Phoebe-. Tú me
convertiste en una mujer, pero el valor de vivir mi vida sin ti surgió de mí misma.
Al advertir la mirada de ella fija en sus labios, Ram deseó proferir un grito triunfal. No era tan
inmune a él como quería hacerle creer. Sus ojos brillaron maliciosos.
-Bésame, Phoebe.
-No.
-Sabes que lo deseas.
Con el duro cuerpo de él oprimiendo el suyo, ella no podía encontrar aliento para negar sus
palabras. No deseaba a Ram. ¡No lo deseaba! Si dejaba que volviera a seducirla, perdería la
independencia que tan duramente había luchado por obtener. La noche anterior había sucedido
porque Phoebe lo había permitido. Ambos deseaban información y ambos habían obtenido lo que
querían.
-Bésame, Phoebe -repitió él.
Los labios de Ramsey eran plenos y estaban húmedos; eran tan suaves como parecían. En una
ocasión, sus besos la habían hipnotizado; nunca tenía suficiente. Contemplar la profundidad de sus
ojos era como caer en un volcán a punto de estallar. A Phoebe le ardía la piel, su sangre se había
espesado. Le costó hasta el último ápice de su fuerza de voluntad negarle lo que deseaba.
-Eres una cobarde. ¿Qué es lo que temes?
-No temo nada -repuso ella sin convicción.
-Demuéstralo.
-¡Maldito seas!
Lo asió por el cuello, lo aproximó de un tirón y oprimió sus labios contra los de él. Lo soltó igual
de bruscamente, sonriendo desdeñosa y satisfecha al vislumbrar la asombrada expresión de su
rostro.
-¿Llamas a esto un beso? Vamos, Phoebe, te he enseñado algo mejor.
Curvó la mano en su nuca y, con una suave coacción, unió sus bocas. En el momento en que sus
labios se rozaron y fundieron, ella comprendió que él había ganado. Sin voluntad, rodeó su cuello
con los brazos y abrió la boca para recibir su inquisitiva lengua. Él ladeó la cabeza y profundizó el
beso. Su aliento se interrumpió y las piernas le temblaron mientras el placer invadía sus sentidos.
Ram estaba volviendo a hacerla. Conseguía que su cuerpo lo deseara mientras su mente lo
rechazaba absolutamente.
Ramsey interrumpió el beso y la miró. -Creo que he demostrado mi teoría. Se volvió para
marcharse.
-¿Adónde vas?
Él arqueó sus elegantes cejas.
-Puedo quedarme si quieres, pero ambos sabemos a lo que conducirá.
Phoebe adelantó la barbilla, belicosa. La intimidación no funcionaba con ella.
-Me prometiste encontrar a mi padre. Siento curiosidad por saber cómo vas a hacerlo.
-Después de informar a Fielding, voy a seguir algunas pistas.
-¿Tienes algo específico que buscar? -le preguntó con entusiasmo-. ¿Por qué no me lo dijiste?
-Lo haré si da resultado. Descansa un poco mientras estoy fuera. Ninguno de los dos ha
dormido mucho la noche pasada. Ahora, aquí eres la señora. Usa el cordón de la campanilla para
ordenar lo que desees. Me ocuparé de que contraten una doncella para ti mientras estoy ausente.
Cuando se volvía para marcharse, Phoebe lo asió por la manga.
-Cuéntame lo que sabes. Ram se liberó.
-Todavía nada, querida. Te lo diré cuando me entere de algo definitivo.
-¡Ramsey, aguarda!
Era demasiado tarde. Él ya se había marchado.
-¿De qué te has enterado? -le preguntó éste sin más preámbulos.
Ram estiró las piernas ante sí y unió las yemas de los dedos. -En primer lugar, Phoebe no sabe
nada del amuleto ni de su desaparición. No puedo responder por su padre hasta que lo encuentre.
Anoche volvieron a asaltar su casa. No es seguro que ella permanezca allí sola, y he tomado
medidas para protegerla.
Fielding escudriñó el rostro de Ramsey.
-Muy prudente por tu parte. ¿Qué medidas has tomado?
¿Precisas ayuda?
Él se aclaró la garganta.
-He llevado a Phoebe a mi casa.
A Fielding se le desorbitaron los ojos.
-¿Que has hecho qué? Tu misión ha tomado un giro bastante extraño. ¿Te importaría
explicarte?
-De todos modos te vas a enterar, de manera que es mejor que te lo diga yo. Phoebe es mi
esposa. Nos casamos hace cuatro años y poco después nos separamos. Sin embargo, nadie lo
sabe. Todos creen que Phoebe y yo nos hemos casado hace poco y ésa es toda la explicación que
vas a obtener.
Fielding, sorprendido, resopló.
-Ésta es una situación difícil, Braxton. ¿Cómo va a afectar a tu misión? ¿Deseas retirarte?
-En absoluto. Te dije que recuperaría el amuleto y siempre mantengo mi palabra.
-Esto es bastante divertido -rió Fielding-. Un hombre no necesita seducir a su propia esposa.
-Tú no conoces a Phoebe -repuso él sonriendo a su vez. Hemos estado años separados.
Seducirla no era fácil, como tampoco obtener información. No obstante, ambos hemos conse-
guido lo que deseábamos. Yo me vi obligado a confesar mi servicio en Asuntos Exteriores.
-Comprendo -dijo Fielding acariciándose la barbilla. No estoy seguro de que me agrade la idea
de que tu mujer sepa que trabajas para nosotros, pero mientras recuperes el amuleto, supongo
que no importa. ¿Debo imaginar que tú y tu esposa os habéis reconciliado?
Braxton soltó una amarga carcajada.
-Yo no diría tanto. Hay resentimiento por ambas partes.
No estoy seguro de que podamos superar nuestro pasado. Ni siquiera estoy seguro de deseado.
Pese a mi desdichado matrimonio, he hecho lo que he querido y he ido donde he deseado sin que
una esposa me fastidiase. No tengo motivos para quejarme.
-Me parece extraño que no solicitaras la anulación a los tribunales -comentó Fielding.
-Sí, bueno, nunca me pareció importante. Y esto es todo lo que tengo que informar. Cuento con
una o dos pistas, aunque ambas parecen remotas. Te informaré de hasta qué punto son fiables
cuando haya tenido tiempo de investigar.
-Buena suerte -le deseó Fielding-. El tiempo va pasando, y si no devolvemos pronto el amuleto
al emisario egipcio, temo que Inglaterra se vea desacreditada.
Ram se fue de la oficina de Fielding con talante pensativo. Decidió no regresar a casa
inmediatamente porque sabía lo que sucedería si así lo hacía. No podía permitir que Phoebe
volviera a metérsele en el corazón. Se detuvo en una agencia de empleo para contratar a una
doncella, y luego decidió visitar el salón de juego de Cracker. Su cuerpo le pedía diversión y aquél
parecía el lugar indicado.
Al final le resultó aburrido. Ni siquiera el hecho de estar ganando a las cartas lo distrajo. Jugó
durante horas, hasta que se sintió razonablemente seguro de que Phoebe estaría ya acostada y
profundamente dormida. Estaba recogiendo sus ganancias de la mesa cuando llegó Luc.
-Nunca hubiera imaginado que el novio buscase tan pronto diversiones fuera de casa -le dijo
riendo.
-Contente, Westmore -lo cortó Braxton secamente.
-¿Ya te marchas? Yo voy camino de la casa de madame Bella. ¿Te decides a acompañarme?
A Ram le pareció una buena idea, hasta que se representó a Phoebe completamente desnuda
en su lecho. La imagen era tan erótica, tan excitante, que se sintió aliviado de que la chaqueta le
cubriera el bulto que distendía sus pantalones.
-¿Vienes conmigo o no, Braxton?
Ramsey deseaba decir que sí, pero la palabra que surgió de sus labios fue un enfático: -No.
Westmore enarcó las cejas. -¿Estás seguro?
Ram negó con la cabeza pero afirmó con palabras. ¿Qué diablos le estaba pasando?
-Pareces un poco confuso, amigo. ¿Te está inquietando tu Phoebe? Si no te conociera, diría que
te estás enamorando. -Imposible -replicó Ram. «¿Tendrá razón Westmore?»-.
Lo que tengo son deseos de emborracharme. Hay varias botellas de excelente brandy en mi
bodega. ¿Te importa acompañarme?
-¿Y qué hay de tu esposa?
-¿Qué pasa con ella? Está arropada, muy calentita y cómoda en su lecho; no creo que vayamos
a molestarla.
-Esta noche estaba buscando una diversión erótica que estimulase mis hastiados sentidos, y no
es exactamente lo que prefería, pero ¿por qué no? -Señaló hacia la puerta-. Detrás de ti, Braxton.
Para no tener que enfrentarse a Ram durante la cena, Phoebe había pedido que se la sirvieran
en una bandeja en su habitación, y que después le prepararan un baño. La comida era deliciosa;
dio buena cuenta de ella mientras los sirvientes preparaban la bañera en su habitación y la
llenaban. Cuando Ramsey se fue, ella deshizo su equipaje y dejó preparado un camisón y una bata.
Los sirvientes se marcharon dejándole la bañera llena y una esponjosa toalla, además de jabón
perfumado. La joven se desnudó y se sumergió en la deliciosa agua caliente.
Mientras se bañaba y se lavaba el pelo, escuchaba por si oía las pisadas de Ram, porque no
deseaba que la encontrase en tan vulnerable posición. Él era un mujeriego, y los mujeriegos
buscaban el placer con quien fuera. No obstante, la noche anterior le había hecho el amor como si
ella le importase, y Phoebe sabía con tanta certeza como respiraba que Braxton tenía todos los
motivos para despreciarla.
Salió de la bañera, se secó, se puso el camisón y la bata y llamó a los sirvientes para que
retirasen la tina.
-¿Desea algo más, milady? -le preguntó después Portero
Ram acabó él solo la botella y luego se dirigió lentamente a su habitación. Dudley, su ayuda de
cámara, estaba dormido en una silla, aguardando su retorno. Ram lo despertó y lo envió a la cama.
Luego se desvistió, se lavó, se limpió los dientes y se desplomó desnudo en el lecho. Al cabo de
unos minutos estaba dormido, pero se despertó una hora más tarde en un estado de desesperada
necesidad.
Un sueño erótico sobre Phoebe lo había transportado de un profundo sueño a una plena
excitación. Con un gemido, se desplomó boca abajo. Debería haberse ido con Westmore a casa de
madame Bella y calmado su lujuria con alguna de sus expertas cortesanas. Incapaz de volver a
conciliar el sueño, se levantó, se puso una bata y por un momento pensó en volver al estudio y
descorchar otra botella.
Pensar que Phoebe dormía apaciblemente en la habitación de al lado le hizo abandonar esa
idea. Dirigió sus pasos hacia la puerta de comunicación y se quedó mirándola, como si no acabara
de decidirse del todo. De no haber estado tan ebrio, la idea que se le estaba ocurriendo se habría
extinguido y desaparecido en seguida, pero su confundido cerebro y su cuerpo excitado exigían
atención, y él no podía no escuchados.
Posó un momento la mano en el pomo de la puerta antes de abrirla y entrar en la otra
habitación. La suave cadencia de la respiración de Phoebe, combinada con el curvado contorno de
su cuerpo bajo la sábana, lo excitó de inmediato. Sofocando un gemido, se dirigió con paso
inseguro hacia el lecho y se quedó mirando a su dormida esposa.
Pensó en lo bella que estaba a la luz de la luna, y admiró su inocente belleza bajo el plateado
resplandor que entraba por la ventana. Sofocó un esbozo de carcajada ante ese pensamiento.
Phoebe podía ser muchas cosas, pero desde luego no era inocente. Aquello no importaba.
Tampoco lo era él. Nunca se había permitido interesarse por otra mujer después de ella, nunca
había buscado más allá de su siguiente encuentro sexual. Sus muros defensivos eran firmes, y
hasta el momento había realizado una excelente tarea protegiendo su corazón.
La muchacha se agitó y, de pronto, Ram se sintió en sintonía con ella en cuerpo y alma. Era
sensible a su perfume, sutil pero excitante, al menor movimiento de su cuerpo, al calor que ema -
naba de él. Lo atraía a un nivel primario, y él respondió.
Phoebe se despertó con la certeza de que no estaba sola. Yacía de lado, frente a la pared, pero
sentía a Ramsey detrás. Su cuerpo se estremeció ante su requerimiento sexual al mismo tiempo
que retrocedía a su contacto. Podía oler su excitación, sentir la aguda intensidad de su mirada. La
habitación se había cargado de energía de repente.
Se volvió con lentitud, abrió los ojos y lo miró. Él tenía la mano levantada en el aire, como a
punto de tocarla.
-¿Qué quieres?
Ram se inclinó hacia ella y el olor a brandy flotó en el aire.
Cuando él bamboleó un poco la cabeza, comprendió que estaba ebrio.
-¡Estás borracho!
Una retorcida sonrisa le curvó la boca.
-No tanto como para no saber lo que deseo ni lo que estoy haciendo. Eres mi esposa, Phoebe.
Ella suspiró.
CAPITULO 08
La salud del prisionero encerrado en la atestada habitación no había mejorado. Tras semanas
de incansable acoso por parte de su captor, sir Thompson seguía estando débil y confuso, con la
mente aún turbia acerca del tiempo y los acontecimientos.
-No puedo sacarle nada que tenga sentido -informó Watts a su patrono-. Ese bastardo ha
perdido la cordura. Eso, o es más inteligente de lo que nosotros creemos.
Una aguda maldición surgió de boca de su jefe.
-¡Maldito sea! Me está obligando a actuar. Ha llegado el momento de emplear métodos más
drásticos.
Watts sonrió, mostrando una boca llena de dientes podridos. -¿Se refiere a la tortura?
-Está demasiado débil para eso. No me queda más remedio que ir en busca de la hija.
Necesitaremos ayuda. Alguien que no formule preguntas. ¿Tienes algún amigo necesitado de
dinero?
-Sí, desde luego -repuso Watts-. Benny mataría a su propia madre por un chelín.
-Excelente. Tráelo aquí. Volveré más tarde y esbozaré mi plan.
Phoebe carecía de la energía necesaria para salir del lecho y enfrentarse al nuevo día. Ram
había cambiado su vida y no estaba segura de desear saber qué le traerían las siguientes horas.
Oyó un golpecito en la puerta y una voz que no reconocía.
-¿Puedo pasar, milady? Lord Braxton ha dicho que estaba usted despierta, por lo que le he
traído un chocolate.
-Pase -respondió ella.
La puerta se abrió, y entró una joven regordeta de sonrosadas mejillas y nariz pequeña y
redonda. Depositó la bandeja que llevaba en una mesita e hizo una reverencia.
-Soy Abby, su nueva doncella. Su señoría me contrató ayer. Espero ser de su agrado, milady.
Puesto que Phoebe no había tenido nunca una doncella personal estaba segura de que Abby le
parecería excelente.
-Estoy convencida de que nos irá muy bien juntas, Abby.
-Miró la bandeja. ¿Qué me ha traído además de chocolate?
La muchacha retiró el paño de la bandeja.
-La cocinera le envía un bollo dulce para aguantar hasta la hora del desayuno. Confío que
merezca su aprobación.
-Parece delicioso. Dele las gracias a la cocinera de mi parte.
-Puedo prepararle la ropa mientras come -le ofreció Abby-. Su señoría le ruega que se reúna
con él en el vestíbulo dentro de una hora. Desea presentarle al servicio.
Phoebe sofocó un gemido. Ella no deseaba conocer a los sirvientes de Ram.
-Gracias, Abby. ¿Sería tan amable de traer me un poco de agua caliente de la cocina?
La chica hizo otra reverencia y se fue diligente. Phoebe bebió su chocolate con talante
pensativo, sorprendida de que Ram hubiera recordado cuánto le agradaba esa bebida. Acababa de
apurar la taza y se había comido ya el bollo cuando Abby regresó con el agua caliente. Tras una
rápida limpieza con esponja, dejó que la doncella la ayudara a vestirse y la peinase. No podía
recordar cuándo era la última vez que se había sentido tan mimada.
Al bajar la escalera, al cabo de un rato, vio a los sirvientes alineados en el vestíbulo, con rostro
expectante mientras la aguardaban. Ramsey estaba allí también, pálido pero hermoso como
siempre. Se adelantó hacia la escalera cuando ella llegó abajo y le tendió la mano. El calor irradió
por su brazo mientras depositaba la mano en la suya e intentó retirarla. Sin embargo él le dirigió
una extraña mirada, intensificó el apretón y procedió a las presentaciones.
Phoebe sabía que no podría acordarse de todos los nombres a la primera, pero hizo un esfuerzo
por sonreír y repetir el de cada uno, desde Porter, el mayordomo, hasta Babs el último ayudante
de cocina. Sintió una punzada de culpabilidad ante sus entusiastas salutaciones y se preguntó qué
pensarían de ella cuando desapareciera de la vida de Ram.
Éste despidió al equipo con un gesto.
-Ya conoces a Wilson, mi cochero. Más tarde podrás conocer también al jardinero y al mozo de
cuadra.
-Tienes muchos sirvientes para ti solo. ¿Los miembros de la buena sociedad no saben hacer
nada por sí mismos?
-Menos que nada -reconoció él. Somos un género mimado, querida. ¿Estás complacida con tu
doncella?
-Desde luego, ¿por qué no iba a estarlo? Confío que encuentres un lugar para ella entre tus
empleados cuando yo me vaya.
Braxton no tuvo ocasión de responder, porque unos golpes con el llamador de latón anunciaron
a un visitante.
-No se moleste, Porter -dijo Ramsey-. Iré yo.
Phoebe se dirigía hacia el saloncito de las mañanas para tomar el desayuno, cuando una voz
conocida la hizo volverse en redondo.
-¡David!
Ignorando a Phoebe, Phillips se encaró con Ramsey agitando ante su rostro el Times matinal. -
¡Bastardo! ¡Vas a romperle el corazón!
-Entra, por favor, y déjame explicarte -intervino Phoebe.
-¿Qué te hace pensar que le romperé el corazón? -preguntó Ram.
El otro irrumpió en el interior cerrando tras él de un portazo. -Yo fui el hombre al que ella
recurrió cuando encontró suficiente sentido común como para dejarte. Estaba desconsolada,
deshecha. En aquella ocasión, fue afortunada al escapar de ti. ¿Cómo la convenciste para que se
casara contigo? Es lo último que esperaba de ti, Braxton. Puedes tener a todas las mujeres que
quieras, ¿Por qué Phoebe?
-David, esto no es lo que parece -trató de explicar ella. Ram pasó un posesivo brazo en torno a
la cintura de la joven. -Precisamente íbamos a almorzar, Phillips. ¿Nos acompañas?
-Ya he comido -gruñó él.
-Estoy seguro de que una taza de café o de té no te irían mal.
Si quieres venir o no, es cosa tuya -añadió Ramsey guiando a Phoebe por el vestíbulo hacia el
saloncito matinal.
-Ven, David -le pidió Phoebe-. Estoy segura de poder explicártelo todo.
El almuerzo ya estaba dispuesto cuando llegaron a la soleada habitación que daba al jardín.
Braxton acomodó a Phoebe y luego le indicó a Phillips una silla delante de ella.
-Nos serviremos nosotros mismos -dijo Ram despidiendo así a los dos lacayos que estaban en
posición de firmes.
Phoebe se sirvió una loncha de jamón, huevos, riñones y una tostada. Se llenó la taza de té y se
concentró en la comida.
-No comprendo cómo puedes comer en unos momentos como éstos -la regañó David. Dirigió
una mirada de reojo al conde y prosiguió en voz baja-: ¿Has olvidado a tu padre?
-Lord Braxton lo sabe todo, David. Éste palideció.
-¿Se lo has contado? ¿Estás loca?
-No tuve elección -explicó ella. Ramsey sospechaba que algo iba mal y ha accedido a ayudamos.
-Acabas de firmar la condena de muerte de tu padre -balbuceó Phillips.
-No seas tan negativo, David. Esto ya está durando demasiado; hemos llegado a un punto en
que necesitamos ayuda.
Su respuesta no consiguió aplacarlo.
-Por favor, explícame tus razones para casarte con un hombre de la reputación de Braxton. No
me sorprendería que traicionase sus votos antes incluso de que la tinta se hubiese secado de los
documentos del matrimonio.
-Es hora de revelar la verdad, amor -intervino Ram-. ¿Deseas decírselo tú o lo hago yo?
-¿Decirme qué? -preguntó Phillips, mirando alternativamente a ambos.
Phoebe inspiró profundamente.
-Se lo diré yo. Merece enterarse por mí.
-Muy bien, querida, pero abrevia.
-Braxton y yo nos casamos hace cuatro años, antes de que yo me marchase de Inglaterra.
David se puso en pie de un salto. -¡Eso no puede ser cierto!
-Por favor, David, siéntate.
Él se dejó caer pesadamente en su silla.
-Lo es -prosiguió ella. Creí que cuando estuviéramos casados podría cambiar a Ramsey, pero tú
me demostraste que estaba equivocada. Esperaba que él pidiera la anulación del matrimonio al
marcharme, pero no fue así. Yo no tenía idea de que aún seguíamos casados hasta que apareció
en mi puerta.
Phillips se levantó y se asió al borde de la mesa, con el rostro congestionado y los nudillos
blancos.
-¿Te ha obligado este bastardo a tener relaciones matrimoniales?
-No ha sido así, David. Ram insistió en que me trasladara a su casa para mi protección. Tras los
asaltos a la casa y el ataque a mi persona, temió por mi seguridad. No hemos... intimado.
Miró a Braxton y apretó los dientes al ver que él enarcaba las cejas con una expresión divertida.
-No puedo creer que hayas estado dándome falsas esperanzas todos estos años -repuso el otro
fríamente. Confiaba en poder casarme contigo y ni siquiera tuviste el detalle de decirme que ya te
habías casado. Esto me parece despreciable, Phoebe. Tú me pareces despreciable.
Braxton se levantó de la silla con un movimiento instintivo.
En un abrir y cerrar de ojos tenía a Phillips arrinconado contra la pared, sujeto allí por sus
fuertes manos, y traspasado por su dura mirada.
-Una observación despectiva más sobre mi esposa y no soy responsable de mis actos. Puedo
partirte el cuello sin una pizca de remordimiento. Porter te acompañará a la calle; te advierto
seriamente que te abstengas de volver a aparecer por mi casa.
Phoebe se apresuró a salir en defensa de David.
-¡Suéltalo, Ram! Él no pretendía ofenderme. Se ha quedado sorprendido y simplemente estaba
desahogándose. Comprendo su rabia. Debería habérselo dicho hace años.
Justo en ese instante, el mayordomo apareció en la puerta.
Ramsey aflojó la presión y Phillips se deslizó por la pared. -Vas a arrepentir te por esto, Braxton.
-Lo dudo -repuso él. Porter, acompañe a nuestro invitado a la calle.
-Por aquí, señor -elijo el hombre asiendo al otro por el brazo. Phillips se soltó de él.
-¿Permitirás que Braxton se entrometa en nuestra amistad, Phoebe? Me necesitas. Nuestra
relación ha sido buena en el curso de los años.
-Tu relación con ella concluyó el día en que yo la reclamé -intervino Ramsey con un tono de
tranquila amenaza en la voz. Lo que hiciera contigo en el pasado no tiene ninguna relación con lo
que hará en el futuro. Me propongo ser el único hombre que Phoebe reciba en su lecho, ¿lo has
comprendido?
Ella se sonrojó avergonzada.
-¿Cómo te atreves, Ram? David es mi amigo.
-¡Fuera de aquí, Phillips! -dijo el conde amenazador.
Phoebe me tiene a mí ahora, no te necesita.
-Nos veremos -le dijo ella a David mientras Porter lo acompañaba a la puerta.
-¡Ni hablar! -rugió Ram encarándosele de golpe. No tienes nada más que ver con él, ¿está
claro?
-¡No puedes decirme lo que tengo que hacer, lord Braxton!
-El nuestro no es un verdadero matrimonio. ¿Por qué te estás comportando como un marido
celoso?
Ramsey entornó los ojos mientras evaluaba lo que acababa de suceder. ¿Se estaba
comportando como un marido celoso? ¡Maldición, lo era! Sólo pensar en ella y Phillips teniendo
relaciones íntimas despertaba en él una incontrolable ira. Apretó los dientes y, con la mandíbula
tensa, comprendió que tenía que marcharse antes de decir o hacer algo que más tarde lamentaría.
No obstante, no pudo evitar decir:
-Los celos no tienen nada que ver con esto. No me fío de Phillips. Él destruyó
intencionadamente nuestro matrimonio cuando comprendió que estábamos consolidando una
unión.
-Eso no lo sabes. David creía que tú me harías daño, y se propuso demostrármelo. No puedes
censurarlo por tus defectos. Además, se ha mostrado incansable en la búsqueda de mi padre. Yo
no hubiera podido arreglármelas sin él.
-Ahora me tienes a mí. Olvida a Phillips. No permitiré que mi esposa se acueste con otro
hombre.
-Tú no eres mío, Ram. Nunca lo has sido.
-Estás equivocada. No me diste la oportunidad de demostrártelo. Ninguno de los dos sabrá
nunca lo que podría haber sido. ¿Por qué me dejaste, Phoebe?
-Eso no importa.
-Me importa a mí. Tú eres responsable de mi caída en el libertinaje.
Ella soltó un resoplido impropio de una dama.
-Tú estabas muy en camino de eso mucho antes de que nos conociéramos. ¿Cuánto tiempo
hubieras permanecido conmigo una vez me quitaste mi inocencia? ¿Me habrías dejado en el
campo mientras continuabas con tus depravadas costumbres en Londres?
Pronunciando una maldición Ram asió a Phoebe del brazo y la llevó fuera de la habitación.
-Es hora de que hablemos en privado. Debo detener ya esta situación. He aguardado cuatro
años esta confrontación y ahora deseo la verdad. Sin evasivas ni mentiras.
-¿Adónde vamos?
-A mi habitación. Vas a hablar y yo voy a escucharte. Luego hablaré yo y tú me escucharás a mí.
Apretando la mandíbula, Braxton arrastró a una Phoebe que se debatía con furia hacia su
alcoba, cerrando la puerta tras ellos. -Siéntate.
-Prefiero estar de pie.
-Como quieras. -Él paseaba arriba y abajo por la estancia-. Puedes comenzar diciéndome qué
sucedió tras nuestra noche de bodas. Yo dormía profundamente, y no supe de tus intenciones de
dejarme hasta que regresaste y anunciaste tu intención de zarpar hacia Egipto para reunirte con tu
padre. A continuación te marchaste de inmediato sin una sola explicación.
-¿Estás seguro de que deseas saberlo? ¿De qué te servirá?
-Dará paz a mi mente. ¿Hasta qué punto estaba Phillips implicado?
-David tan sólo trataba de protegerme. Él no tenía idea de que nos habíamos casado cuando
llegó aquella mañana. Aún creía que iba a zarpar a Egipto con él cuando se enteró de que me
proponía quedarme en Inglaterra contigo. Intentó hacerme cambiar de idea. No llegué a decide
que habíamos contraído matrimonio.
-¿Qué dijo para ponerte en mi contra?
-Cuando se enteró de que no me iba a Egipto con él porque no deseaba dejarte, me dijo que tú
no eras capaz de permanecer fiel a una mujer, y para que me convenciera de ello, me presentó a
la camarera del bar y a la viuda con quienes compartías tus afectos.
Sorprendido, Ram preguntó:
-¿Cuándo sucedió todo eso? Las cosas no podían haber ido mejor entre nosotros en nuestra
noche de bodas. Sé que te complací y tú ciertamente me complaciste.
-Me levanté temprano y fui a la cocina a preparar el desayuno. Tú aún estabas durmiendo y no
quise despertarte. David llegó poco después. Cuando le dije que se marcharía sin mí, me contó
que había dos mujeres a las que deseaba que yo conociera.
-La camarera y la viuda -dijo Ram sonriendo con mofa -pertenecían a mi pasado, tú eras mi
futuro. Deberías haber confiado en mí. Sé que Phillips te deseaba, y que no se hubiera detenido
ante nada para separamos, pero eso fue despreciable.
-Estaba preocupado por mí -insistió Phoebe-. Yo tenía reservas desde el principio de nuestra
relación, pero luego me pediste que me casara contigo y me sentí feliz hasta el delirio. Pensé que
tu propuesta significaba que me amabas tanto como yo a ti. Era consciente de tu reputación como
libertino y mujeriego, pero creía que serías fiel a nuestros votos. David me salvó de un mundo de
congoja.
Ram negó con la cabeza.
-Tú no me amabas, Phoebe. Si tus sentimientos hubieran estado más profundamente
arraigados, me habrías dado la oportunidad de justificarme. Reaccionaste apresuradamente por
algo que yo ya había relegado a mi pasado. Acabaste con lo que hubiera podido ser un maravilloso
futuro juntos.
-De modo que soy yo la culpable -repuso ella burlona. Ramsey esbozó con desdén una sonrisa
ladeada. La ira heló sus verdes ojos. Su alto y elegante cuerpo irradiaba amargura.
-Tú y tu precioso David Phillips.
Phoebe se preguntó si Ram podía estar diciendo la verdad. ¿Habría cometido una grave
injusticia con él? ¿Y si sólo estaba tejiendo más mentiras? Había pasado demasiado tiempo para
que recuperaran lo que se había perdido con la distancia y el tiempo. Entre ellos siempre existiría
desconfianza y resentimiento.
-Si estuve equivocada, cometí un grave error de cálculo, pero me niego a creer que David sea la
clase de hombre malévolo que tú pretendes. Estás comprensiblemente amargado, y no te censuro
por ello. Puedo regresar a mi casa de Mount Street si mi presencia te incomoda.
Braxton se detuvo frente a ella con el rostro a pocos centímetros del suyo.
-Tu presencia no me incomoda, me inquieta. Demasiado -gruñó- Al parecer, no puedo
arrancarte de mi corazón. La atracción que sentimos el uno por el otro estalla siempre que
estamos juntos. Sé que tú lo sientes también.
-Yo... no sé a qué te refieres. Él le acarició la mejilla.
-Embustera.
Deslizó la mano por la curva de su cuello y siguió hacia abajo, hacia su seno izquierdo.
-Tu corazón está galopando. Todavía somos capaces de agitar nuestra sangre mutuamente.
Oh, sí, desde luego que su sangre estaba agitada. Ram era un maestro de seducción. Tan sólo
con palabras hada que su corazón latiera más de prisa, y su contacto irradiaba calor líquido por sus
venas. Inconscientemente se aproximó más a él presionando su seno contra el tórrido calor de su
palma. Por un momento, se permitió saborear las sensaciones que le despertaba antes de que él
retirase la mano tranquilamente.
-¿Me tienes miedo, Phoebe? ¿Temes lo que te hago sentir? No es vergonzoso sentir placer. El
matrimonio nos concede el derecho de hacer el amor siempre que nos plazca.
Le dirigió una voraz mirada que la dejó hipnotizada y, por un momento interminable, no pudo
hablar ni moverse. Luego, de manera involuntaria, desvió la mirada hacia el innegable bulto de sus
pantalones. Su cuerpo estaba rígido, agresivamente masculino, necesitado. Un sonido inarticulado
escapó de su garganta, y alzó la mirada hacia el ardiente anhelo de sus ojos. Su deseo se reflejaba
abiertamente en sus verdes profundidades.
-Nuestro matrimonio es una farsa; nuestro amor murió hace mucho tiempo -susurró Phoebe.
Él llevó una mano a su nuca y la acercó. -¿Es esto una farsa?
La besó cerrando su boca sobre la de ella y tanteando con la lengua despiadadamente. Bebió de
ella hasta que a Phoebe le temblaron las piernas. Entonces, la levantó y la depositó sobre el lecho
sin dejar de mirada mientras la tumbaba de espaldas y le levantaba la falda hasta la cintura.
Ella intentó inútilmente apartado empujándolo, con un creciente pánico en la voz.
-No podemos. Es pleno día. ¿Y si entra mi doncella?
Ram miró hacia la puerta y luego fue con rapidez a cerrarla.
Regresó al instante, deslizando la mirada por sus desnudas piernas, desde los esbeltos tobillos
hasta sus muslos y más allá. Phoebe se estremeció y trató de bajarse la falda, pero él no se lo
permitió.
Le cogió la mano y se la puso sobre el sexo.
-Mi pene está así por ti, amor. Deseo sumergirme dentro de ti y tomarte rápida y bruscamente.
Te quiero desnuda. Deseo sentir tu piel contra la mía. Deseo darte tanto placer que siempre
recuerdes lo que podríamos haber tenido juntos si no hubieras escuchado a Phillips. ¿Hace que
grites su nombre? ¿Te complace tanto como yo?
Ella dejó caer la mano como si le quemara.
-Esta conversación no tiene sentido. Seguramente no intentas hacer el amor ahora.
Él le hizo dar la vuelta y atacó los botones de la espalda del vestido. Su voz era baja, contenida,
jadeante a causa de la excitación.
-¡Oh, sí, Phoebe, lo haré! No me has dado nunca la oportunidad de arrancarte de mi corazón.
Pese a todo, aún te deseo. -Le bajó el vestido por los brazos y la puso de cara a él -No puedo
explicar cómo ni por qué, pero has vuelto a traer emociones a mi hastiada vida, y pretendo
aprovechado.
-¿Durante cuánto tiempo? -preguntó ella -¿Hasta que otra mujer te atraiga más?
Él le quitó el vestido y lo tiró a un lado.
-Aguardemos y veremos adónde nos conduce esto. Estamos juntos, seguimos casados y te
necesito. ¿No es bastante por ahora?
Phoebe bajó los párpados y luego la cabeza. Ram le cogió la barbilla con el dedo índice
atrayendo de nuevo su mirada. -Mírame, querida.
Sus ojos se encontraron y quedaron prendidos uno del otro. -En estos momentos eres la única
mujer de mi vida. Inclinó la cabeza y buscó sus labios. Eran dulces, exuberantes y suavemente
provocativos. Cálidos, húmedos, seductores. Él no era un santo. Tomaba lo que quería, cuando
quería y deseaba a Phoebe. Lamió su mentón saboreándola, probándola y luego asolando su boca
con la lengua.
Sus labios aletearon por su cuello, los siguieron sus dedos, que retiraron las cintas de su
camisola mientras rozaba sus hombros. En un momento, sus enaguas y su camisola habían
desaparecido. A continuación, le abrió las piernas y contempló su hendidura. Supo el momento en
que ella se excitó por el modo en que su cuerpo enrojeció y se removió bajo esa íntima mirada.
Luego, Phoebe empezó a quitarle la chaqueta deslizándosela por los hombros.
-¡Maldito seas, Braxton... tan arrogante y tan seguro de ti mismo! ¿No se te ha negado nunca
una mujer?
-No que yo recuerde.
Devolvió la mirada a su húmedo centro.
-Eres hermosa. Recuerdo lo tímida que te mostraste en nuestra noche de bodas.
Inclinó la cabeza y rozó su entrepierna con un beso.
Phoebe contuvo un grito, arqueando su cuerpo hacia arriba. -¡No hagas eso!
Él le sonrió.
-¿Te refieres a esto?
La asió por las caderas y posó la lengua en su suavidad, lamiendo una zona tan sensible que ella
se revolvió bruscamente y gritó. Luego, sintió la exploración de su lengua, y esas íntimas caricias
excitaron vertiginosamente sus sentidos. Sus nervios se tensaron y la piel le hormigueó.
-Un momento, amor -le dijo Ram mientras se apartaba de ella para quitarse la ropa.
Luego se le acercó de nuevo y sus besos le abrasaron los labios, la garganta y el hueco de la
misma, antes de saborear la firmeza de sus senos chupando sus pezones hasta que éstos se
irguieron orgullosos y desafiantes bajo el húmedo calor de su boca.
Inmersa en el éxtasis, Phoebe arqueó la espalda cuando él separó sus muslos y hundió su rostro
entre sus piernas, acariciando íntimamente su hendidura con la lengua. A continuación la penetró
explorando en profundidad. Phoebe se llevó la mano a los labios para sofocar el grito que pugnaba
por salir de su garganta mientras su sangre se precipitaba hacia los henchidos pétalos de su sexo.
Ram gimió, alentándola, asió su redondo trasero con ambas manos y la levantó, sumergiendo la
lengua profundamente en su interior.
La joven agitó la cabeza violentamente a un lado y a otro y exhaló un prolongado y penetrante
lamento, agitada por emociones primarias y sobrecogedoras. Se estremeció, se retorció, tembló y
luego estalló gritando su nombre. De inmediato, Ramsey se levantó y hundió su palpitante pene
en ella, arremetiendo y retirándose con fieras y audaces acometidas. "Mientras Phoebe se
aferraba a sus hombros, su cuerpo saciado volvía a despertarse levantándose para encontrar el de
Ram, tomando todo cuanto él tenía para darle y suplicando más.
-¿Puedes correrte otra vez, querida?
Ella, enmudecida, sintió que el fuego volvía a encenderse en su interior. Braxton deslizó la
mano entre sus muslos y su toque, suave como una pluma, se movió sobre el sensible núcleo
protegido por húmedos pliegues de carne rosada. La sensación fue tan vívida, tan arrebatadora,
que casi la puso fuera de sí.
En su cerebro estalló fuego y su alma se remontó. Alcanzó el clímax junto con él. Voló donde él
volaba. En los confusos límites de su mente lo oyó gritar, sintió cómo su cuerpo se ponía rígido y a
continuación la cálida oleada de su simiente llenando su interior.
-Podría estar siempre dentro de ti -jadeó Ram contra su oído mientras se esforzaba por retomar
el ritmo de la respiración.
Se separó, se tendió junto a ella y la tomó entre sus brazos.
Phoebe suspiró. Se sentía querida, como si aquél fuera su lugar, pero sabía que era una ilusión.
Ramsey era muy bueno en aquello, y ella sospechaba que todas las mujeres que habían hecho el
amor con él se habían sentido exactamente igual.
-¿En qué estás pensando, amor? Unos instantes después Phoebe dijo:
-En que todas esas incontables mujeres con quienes te has acostado han sido afortunadas. Te
has ganado merecidamente tu reputación, milord.
-Somos buenos juntos. No tenemos por qué poner fin a esto cuando hayamos encontrado a tu
padre.
-¿Puedes prometerme que estaremos juntos para siempre? Las esperanzas de Phoebe cayeron
en picada. Ram tardó tanto en responder, que ella comprendió que había cruzado una frontera
prohibida. Él no deseaba una mujer de forma permanente. Sólo hasta que otra mujer le atrajera.
-Tú no deseas una esposa -constató la joven con tristeza -Yo te agobio. Quiero más de lo que tú
estás dispuesto a dar, Braxton. Te pediría amor, fidelidad, confianza. Desearía ser la única mujer
de tu vida.
Él levantó los ojos y los fijó en los de ella. -Tienes razón, pero por Dios, te deseo.
Su respuesta le dolió, pero no la sorprendió.
-¿Has dicho la verdad respecto a la camarera y la viuda?
-Así es... y es todo cuanto voy a decir sobre el tema. Cómo enfoqué mi vida después de que tú
me abandonaste, es otro asunto. ¿Cuántos amantes has tenido tú durante los años que hemos
estado separados?
-Ninguno.
-¿Ninguno? Perdona, pero ¿qué hay de Phillips?
Phoebe apretó los labios.
-Ni David ni nadie, y esto es todo lo que voy a decir sobre el tema. ¿No deberías marcharte?
Marcharse era lo último que Ram deseaba hacer en aquellos momentos. Lo que quería era
quedarse en el lecho, tener a Phoebe en sus brazos y volver a hacerle el amor. El sentido posesivo
se afirmó en su interior. Ella era suya. Él la había reclamado y marcado. Ella se había rendido y él la
había tomado, dándole todo a cambio menos su corazón.
¿A cuántas mujeres había hecho el amor?
A centenares.
¿Cuántas mujeres lo habían hecho enloquecer de pasión? ¿Excitado con una simple caricia?
Ninguna más que Phoebe.
Reconocía el peligro, pero era impotente para evitar que ella destruyera toda la fachada que él
había construido después de que lo dejase.
-¿Tratas de librarte de mí?
-Hoy me propongo visitar a la modista, y se está haciendo tarde. Deseas que voy a debidamente
ataviada al baile de lady Belcher, ¿no es cierto?
CAPITULO 09
-Vuelva a buscarme dentro de tres horas -le dijo Phoebe a Wilson cuando él la ayudó a apearse
del carruaje -En este rato, haga lo que le apetezca. Las pruebas pueden ser interminables, y estoy
convencida de que puede emplear mejor su tiempo que aguardándome aquí.
-¿Está segura, milady? -preguntó Wilson-. No me importa esperar.
-Totalmente segura -repuso ella.
-Bien, entonces no me importará disfrutar de una o dos pintas mientras llega la hora, pero
estaré en la esquina cuando usted haya acabado.
Phoebe se despidió de Wilson y entró en el establecimiento que Ram le había recomendado.
Nunca había visitado aquella tienda en particular porque era demasiado cara.
Phoebe tenía que admitir que su guardarropa, salvo las dos recientes adiciones, estaba
totalmente pasado de moda. Aun así, estaba decidida a comprar solamente lo justo para
complacer a Ramsey mientras durase su estancia con él. No deseaba tener deudas de gratitud con
él cuando se separaran.
Una mujer con aire de pajarillo, manos aleteantes y agudos ojos azules saludó a Phoebe en la
puerta. Resopló desdeñosa mientras su escudriñadora mirada captaba su aspecto poco elegante.
-Soy madame LeBeau. Una de mis ayudantes se ocupará de usted -elijo despectiva -Tenemos
algunos vestidos ya confeccionados. No están a la altura de nuestros habituales modelos, pero son
más baratos, cosa que estoy segura que apreciará.
A Phoebe le molestó la condescendencia de madame LeBeau, pero no pudo culpar a la mujer
por suponer que ella no podía permitirse lo mejor. Nunca había sido propensa a las extravagancias
y siendo plebeya como era, jamás había sentido la necesidad de mantenerse a tono con la buena
sociedad, pero en esa ocasión no pudo evitar darle una pequeña lección amadame LeBeau.
-Mi marido me ha dicho que es usted la mejor modista de la ciudad, y me ha instado a que
encargara un guardarropa en su establecimiento. Desde luego, Braxton podía estar equivocado.
La mujer palideció.
-¿Braxton? ¿Lord Braxton? ¿El conde de Braxton?
-El mismo. Yo soy lady Phoebe Braxton, su esposa.
-¡Oh, querida, qué negligente por mi parte no haberlo sabido! He oído que lord Braxton se
había casado. -Deslizó su mirada hacia la cintura de Phoebe-. Muy repentinamente, ¿verdad?
-Nos conocíamos desde hace años -repuso ella-, pero si está ocupada, encargaré mi ropa en
otra parte.
-¡Oh, no, milady, discúlpeme! ¿En qué puedo ayudada?
-Necesito un traje de baile, varios vestidos de día, enaguas, ropa de noche y todos los
complementos precisos. He estado fuera del país, y mi guardarropa necesita renovarse. El traje de
baile y por lo menos otros dos vestidos lo preciso dentro de unos quince días. ¿Será eso posible?
La mujer dio una palmada e inmediatamente aparecieron dos jóvenes ayudantes de una
habitación posterior.
-Por favor, conducid a lady Braxton a la sala de pruebas y haced que se sienta cómoda. Yo iré
Winthorpe y lady Gardner eran sólo dos de sus muchas amantes. Debía de haber habido docenas
antes, y otras tantas desde que se habían casado.
-Presta atención, Phoebe -le dijo.
Ella se concentró en las muestras de tela que tenía extendidas delante, guardándose en un
rincón de la mente las observaciones de lady Winthorpe y lady Gardner para futuras referencias.
Mucho rato después, madame LeBeau, agradecida, prometió entregar un vestido de baile, dos
de mañana y apropiada ropa interior al cabo de una quincena. Tres vestidos de paseo y otros dos
más de día deberían seguir en rápida sucesión. Phoebe había protestado ante tales
extravagancias, pero Ramsey se mostró inflexible.
Insistió incluso en llevarla al zapatero para que le tomara medida para calzado que hiciera juego
con los vestidos, y dos pares de botas de paseo.
Después, Braxton ató su caballo a la parte posterior del carruaje y volvió a casa con ella.
-¿Con qué clase de problema te has topado? -preguntó Phoebe una vez estuvieron de camino -
¿Has visto a David?
-No, no estaba. Tampoco me he enterado de nada sobre sus costumbres. Parece tener pocos
amigos.
-Ha estado fuera del país durante cuatro años -le recordó ella -¿Qué cabe esperar? Te sugiero
que, para localizar al secuestrador de mi padre, busques en otro lado.
-Tal vez tengas razón -murmuró Ram poco convencido.
-A propósito -dijo Phoebe-, mientras estabas en la sala de pruebas he oído por casualidad una
conversación entre dos de tus amantes.
-¿Qué te hace pensar que fueran mis amantes?
-Hablaban entusiasmadas de tus proezas sexuales. Tal vez reconozcas sus nombres, lady
Winthorpe y lady Gardner.
-Pamela y Deborah -murmuró él -Son simples conocidas con...
-...con las que te has acostado -concluyó por él.
-Nunca he dicho que fuera un santo.
-Lo siento, Braxton, no tengo ningún derecho a entro meterme. Simplemente vivimos juntos
por conveniencia.
-Así es -repuso Ram dirigiéndole una divertida mirada de reojo-. Pasaré por tu casa y luego iré a
los muelles. Alguien tiene que haber visto lo que sucedió el día en que tu padre desapareció.
-Iré contigo -se ofreció Phoebe con un entusiasmo que iluminó su rostro.
-Esta vez, no. Los muelles de Londres son un lugar de pendencias. No te quiero allí. Te prometo
que serás la primera en enterarte de cualquier cosa que valga la pena saber.
Aunque aquello no le gustaba, Phoebe asintió y él la ayudó a apearse del carruaje y la
acompañó a la puerta principal.
Lo miró marcharse y sus pensamientos retornaron a la conversación que había oído en el
establecimiento de madame LeBeau. Si albergaba alguna esperanza de que su matrimonio
funcionase, lo que había oído aquel día la había eliminado de raíz. Un hombre como Braxton, cuyo
apetito sexual era legendario, no se conformaría con una mujer. Cuatro años no lo habían
cambiado en absoluto.
Phoebe suspiró con pesar, y estaba a punto de entrar en la casa cuya puerta un lacayo le
mantenía abierta, cuando un muchacho salió precipitadamente de detrás de unos arbustos, le me-
tió una nota en las manos y huyó.
-¿Desea que vaya a buscarlo, milady? -preguntó el lacayo.
-No, déjele ir -repuso Phoebe mientras contemplaba la mugrienta nota.
Se fue presurosa a su habitación. La intuición le decía que la nota era del secuestrador de su
padre, y el corazón le palpitaba ansioso.
Con mano temblorosa, desplegó la misiva y leyó las palabras garabateadas en ella.
Sus sospechas resultaron ser correctas. Era realmente del secuestrador. Se le ordenaba acudir a
la entrada occidental de Hyde Park el día siguiente a las dos de la tarde, para recibir información
sobre su padre, y se le advertía que no le hablase a nadie de la nota ni de su contenido.
Phoebe la releyó dos veces y luego la rompió en diminutos pedazos que echó al hogar. No le
gustaba ocultarle a Ram información de ese tipo, pero en aquel caso no tenía más remedio.
Ram regresó a casa poco antes de la hora de cenar. Se bañó, se vistió y se reunió con Phoebe en
el salón. Fue directamente a la mesita, se llenó una copa de brandy y se la bebió de un solo trago.
Cuando se volvió para saludada, su expresión era torva.
-¿Qué ha sucedido? -preguntó Phoebe.
-No mucho. -Parecía frustrado -Pero no tiene sentido.
¿Cómo pudo tu padre evaporarse? Creo que mañana por la mañana visitaré a Phillips. Ese
hombre sabe más de lo que dice.
-Te equivocas con él, Ramsey.
Él se desplomó en el sofá, a su lado.
-Antes estaba equivocado, pero en esta ocasión creo hallarme en lo cierto. ¿Puedes decirme
qué ha hecho Phillips desde su regreso de Egipto?
Ella lo miró y luego desvió la vista. Se sentía culpable de ocultarle el contenido de la nota, y
temía que sus ojos la delataran. Ignorando su pregunta, dijo:
-¿Qué vas a hacer ahora? No tenemos ninguna pista, ninguna clave acerca del paradero de mi
padre.
Su respuesta se vio interrumpida por Porter, que se presentó para anunciar que la cena ya
estaba servida. Ram la condujo al comedor antes de abordar el tema.
-¿Hay algo más que puedas decirme acerca del amuleto y del secuestro? ¿Algo que pudieras
haber olvidado?
Phoebe esquivó su mirada.
-¿Por qué iba a ocultarte nada?
Él entornó los ojos, suspicaz y miró la inclinada cabeza de Phoebe.
-¿Sí, claro, por qué?
Siguió una prolongada pausa, y luego Ramsey preguntó: -¿Qué sucede, Phoebe? Maquinas algo.
¿Qué me estás ocultando?
Ella se esforzó por mirado a los ojos manteniendo su expresión intencionadamente inocente.
-Estás imaginando cosas, Ram. ¿Por qué iba a ocultarte nada cuando necesito
desesperadamente tu ayuda?
-Eso digo yo ¿Quieres que luego nos retiremos al estudio y reanudemos nuestra conversación
con el café?
Estar a solas con Braxton era lo último que deseaba. Él siempre acababa sacándole la verdad,
sobre todo si ya sospechaba que ella estaba mintiendo.
-Estoy cansada, Ramsey. Además, esta conversación no conduce a nada.
Él no sabía exactamente qué lo inquietaba, pero con toda seguridad había algo. Phoebe estaba
mintiendo; sus ojos la delataban. Toda la noche estaba intentando esquivar su mirada. ¿Tendría
algo que ver con su episodio con dos de sus antiguas amantes? Se sentía obligado a explicarse.
Aquellos encuentros casuales no habían significado nada para él. Por otra parte, ella sabía que no
había vivido como un ermitaño aquellos últimos cuatro años.
-Seguro que no tan cansada -insistió mientras la ayudaba a levantarse de la silla y la cogía del
brazo -Tomaremos café en el estudio, Porter -le indicó al mayordomo.
Aquélla era la habitación preferida de Ram. Sus cómodos sillones de cuero, el mobiliario de
madera, los cortinajes de terciopelo oscuro y el gran hogar convenían a su masculinidad; allí era
donde se sentía más a gusto.
Ayudó a Phoebe a sentarse y acercó un sillón a ella, donde se acomodó él extendiendo sus
largas piernas hacia el fuego. Se quedó mirando las llamas en pensativo silencio hasta que Porter
sirvió el café y se retiró.
-Estás terriblemente callada esta noche -comentó mientras removía su café.
-Ya te lo he dicho, estoy cansada. Las pruebas me han agotado. No veo ninguna necesidad de
tantos vestidos. Mi padre y yo probablemente regresaremos a Egipto cuando todo esto haya
acabado, y esos vestidos tan elegantes allí serán inútiles.
-Mi esposa debe vestir de manera adecuada a su rango.
Ella desvió la mirada.
-Dices que no te has obtenido ninguna información de los estibadores -dijo, cambiando
bruscamente de tema -El tiempo va pasando.
Phoebe estaba tan convencida de que Phillips no tenía nada que ver con el secuestro de su
padre, que Ramsey había decidido no contarle de qué se había enterado en los muelles. De todos
los trabajadores con los que había hablado, sólo uno recordaba haber visto a hombres que
acordasen con la descripción de Phillips y Thompson desembarcando del Estrella de Egipto el día
que llegaron. El estibador recordaba haber visto a Phillips hablando con un matón de aspecto
peligroso que había estado merodeando por allí.
Esa información le había bastado a Braxton para renovar sus sospechas. Al día siguiente, se
proponía enfrentarse a Phillips y obligarlo a confesar la verdad.
-No te desanimes -la consoló-. El gobierno ansía tanto encontrar el amuleto como tú a tu padre.
No pararemos hasta lograrlo.
Ram observó a Phoebe tomar su café mientras él ordenaba sus pensamientos. Tras una larga
pausa, le preguntó:
-¿Todavía estás disgustada por lo que ha sucedido en casa de madame LeBeau? Deborah y
Pamela no significan nada para mí. No tenía motivos para privarme de nada después de que me
dejases.
-No estoy disgustada. Lo que hiciste desde que nos separamos no es asunto mío. Lo que sigo sin
comprender es por qué no pediste la anulación. Después de todo, yo te abandoné.
-Déjalo correr, Phoebe -contestó Ramsey.
Ella se encogió de hombros y se levantó. Braxton se puso también en pie.
-Te acompañaré a tu habitación.
-No es necesario. Conozco el camino.
Pero Ram insistió. Asió a Phoebe del brazo y la sintió temblar; comprendió que su proximidad la
afectaba tanto como a él la suya. Le acarició la mejilla e inclinó la cabeza para probar sus labios.
No trataba de ocultar su deseo, su necesidad. Sin llegar a salir del estudio, la besó hasta que
ambos se quedaron sin aliento, hasta que Phoebe se apartó de él y retrocedió.
-No es buena idea, milord.
Ram sonrió. -Es la mejor idea que he tenido en todo el día.
Se acercó a ella haciéndole sentir su desenfrenada erección. Rozó su mejilla con los labios y
luego recorrió la larga línea de su garganta mientras deslizaba las manos por su cuerpo. Phoebe
gimió. Aquellas perversas y atrevidas manos sabían demasiado bien cómo hacerla estremecerse,
temblar, sabían cómo tocada, cómo acariciada. Le hacía ansiar más, desearle hasta el punto de la
desesperación. Era un maestro de la seducción, y ella su juguete.
Si no dejaba de tocada y besada, pronto comenzaría a pedirle que siguiera, demostrando así su
debilidad. -No me toques de ese modo, Ram.
Él le puso la mano en un pecho.
-¿Te refieres a esto? Tus senos son perfectos, querida. Me encanta tocarlos.
El quedo y sensual timbre de su voz no contribuía a reforzar su decisión. Tenía el pecho sensible
y dolorido y él ni siquiera había tocado aún su carne desnuda. Había posado una mano posesiva en
su estómago, que acariciaba provocativamente. Ella gimió y se acercó a él. Sentía un hormigueo en
los pezones, y en su interior un tenso anhelo.
Ramsey deslizó la mano, y empezó a moverla arriba y abajo lenta e intencionadamente entre
sus muslos, sobre la falda, hasta que Phoebe creyó que iba a enloquecer de deseo.
-Estos condenados vestidos son un estorbo -gruñó Braxton. Sin aguardar su permiso, le soltó el
corpiño y se lo deslizó por sus hombros arrastrando la camisola con él.
-¡Aquí no! -exclamó Phoebe-. ¡Ahora no!
Cada vez que él le hacía el amor la dejaba expuesta y emocionalmente vulnerable.
-Aquí -confirmó Ram cogiéndola en brazos y depositándola en la mullida alfombra, junto al
hogar -Ahora. Hoy me ha invadido un enorme apetito viendo cómo te desnudabas en casa de
madame LeBeau. No puedes decir que tú no me deseas.
Le levantó la falda hasta por encima de las caderas, luego se inclinó sobre ella. Le separó los
muslos, la tocó y la acarició, y seguidamente deslizó uno de sus largos dedos profundamente en su
suavidad.
antes de volver a tomarla en brazos y salir por la puerta. Con gran alivio de Phoebe, a Porter no se
lo veía por ninguna parte, y llegaron a la habitación de Ram sin contratiempos. La depositó en el
lecho, se desnudó rápidamente y se tendió a su lado.
La estrechó entre sus brazos y le dijo: -Esto es mucho más agradable que el suelo.
Luego comenzó a hacerle el amor de una manera lenta y morosa. La resistencia de ella
desapareció mientras oleada tras oleada de pasión fluían por su interior llenándola y
transportándola. Phoebe le devolvió los besos abriendo la boca para recibir su lengua.
Cuando Ramsey se apartó para acariciarle con los labios la garganta y los senos, ella arqueó el
cuerpo y gimió su nombre. La boca de él prosiguió hacia abajo por su sedeña piel, y Phoe be acogió
sus caricias Íntimas mientras le abría los muslos y con la lengua acosaba su encendido núcleo. Al
cabo de un instante, la colocó boca abajo y le levantó las caderas.
Se la acercó más asiéndole las caderas con firmes dedos. Se puso a horcajadas sobre sus
pantorrillas y presionó la roma cabeza de su erección entre sus muslos, saboreando su henchida
carne. Luego deslizó las manos por su trasero, acariciándoselo ligeramente antes de proseguir por
sus muslos. Atormentada de un modo irresistible, Phoebe se acercó a él y se removió invitadora.
Con una ligera risa, él la sostuvo con firmeza y se introdujo en su interior, reclamando su
propiedad del modo más primario. Se retiró y volvió a arremeter, emprendiendo a continuación
un firme ritmo de acometidas y retiradas que la condujeron hacia el dulce olvido.
Apoyada en brazos y rodillas, su cuerpo oscilaba a cada embestida. Trató de moverse, pero las
piernas de Ram eran rígidas columnas, inamovibles, que no cedían ni un centímetro. Él la penetró
profundamente, excitándola cada vez más, encendiendo un infierno que ardía sin control.
La llenó una y otra vez, haciendo oscilar sus caderas al mismo ritmo que las suyas, con las
manos cubriéndole los senos desnudos, palpitando dentro de ella más dura, más rápida, más
intensamente.
El calor se extendía desde la nuca de Phoebe hasta el punto por donde estaban unidos. Ardía y
unos espasmos de placer al rojo vivo estallaban por su cuerpo. Gritó, consciente de las manos de
Ram que la mantenían en su sitio y de su ardiente semilla hirviendo en su interior. Sintió el clímax
de él estremeciéndolo y lo sintió desplomarse mientras pronunciaba su nombre y se reunía con
ella en el lugar donde sólo residen los amantes.
El corazón de Ramsey latía rápido e irregular mientras saboreaba la indescriptible sensación.
Ninguna otra mujer lo había conmovido de manera tan poderosa como Phoebe, y aquello lo
asustaba enormemente.
Phoebe despertó a la mañana siguiente en la cama de Ram, cansada pero satisfecha. Luego
recordó la información que le había ocultado. Si le hubiera dicho que iba a reunirse con el secues-
trador de su padre, él hubiera insistido en acompañarla, y eso sólo habría conducido a
complicaciones desastrosas. Tenía que escabullirse de la casa sin que nadie se enterase.
Contemplando el espacio vacío a su lado en el lecho, recordó vagamente que Ramsey se había
levantado temprano, y le había dicho que estaría ausente la mayor parte del día.
Consultó el reloj de la repisa de la chimenea y se sorprendió al comprobar que se había pasado
la mañana durmiendo. Se levantó, se puso la bata y llamó a Abby. La doncella apareció al cabo de
cinco minutos, llevando una bandeja con chocolate y bollos dulces recién salidos del horno.
-Lord Braxton ha dicho que la dejara dormir cuanto quisiera -explicó la muchacha mientras
-¿Adónde vamos?
-Ya se lo he dicho. Siéntese cómodamente y disfrute del trayecto.
-¿Puedo quitarme la venda de los ojos?
-No. Se supone que no debe saber adónde vamos.
Con los nervios en tensión, Phoebe se instaló en el borde del asiento y meditó sobre su
situación. Con los ojos tapados como estaba, no tenía idea de en qué dirección viajaban. Lo único
que podía hacer era escuchar atentamente, y confiaba en poder oír algo que fuera capaz de
identificar más tarde.
El coche pasó con estrépito sobre un puente, y ella retuvo ese dato en su memoria.
El viaje parecía interminable. Phoebe se preguntaba si Ram habría regresado a casa y si la
echaría de menos. ¿La buscaría? ¿Se preocuparía? Casi se rió en voz alta ante tal pensamiento.
Desde luego que se preocuparía, aunque sólo fuese porque deseaba el amuleto. Se enfadaría,
pues ya le había advertido que no saliera sola.
Entonces el coche giró bruscamente a la derecha, y al cabo de poco redujo la velocidad y se
detuvo.
-Ya hemos llegado -le dijo su acompañante.
Luego, éste abrió la puerta y le dio un empujón más bien poco amable. Phoebe tropezó
mientras se apeaba, pero recuperó el equilibrio. A continuación, oyó crujir los goznes de una
puerta y tropezó de nuevo con lo que supuso que sería el umbral. Sintió el cambio de atmósfera y
comprendió que estaba dentro de algún lugar cerrado. Ansiosa, se quitó la venda de los ojos y
aguardó a que sus ojos se adaptaran a la tenue luz.
Vio ante sí a un hombre. Era grande y musculoso y vestía las toscas ropas de un estibador.
-¿Quién es usted? ¿Dónde está mi padre? -preguntó Phoebe.
-Puede llamarme Watts. Sígame.
El susodicho Watts abrió una puerta y Phoebe lo siguió a una habitación a oscuras en la que se
veía un catre y poco más. Aguzando la vista en la oscuridad, Phoebe distinguió una figura
consumida tendida bajo una manta. Con un grito de consternación se abalanzó hacia su padre.
CAPITULO 10
Phoebe se arrodilló, asió la mano de su padre y lo llamó. Sir Thompson volvió la cabeza y se le
desorbitaron los ojos al verla inclinada sobre él.
-Phoebe, hija, ¿eres tú realmente?
-Sí, soy yo, padre -repuso ella con voz estrangulada -¿Qué te han hecho?
-Santo Dios, he rogado para que te mantuvieran fuera de esto. ¿Te han herido?
Phoebe le apartó con ternura un húmedo mechón de la frente. -Estoy perfectamente, padre.
¿Sabes quién te secuestró? ¿Watts trabaja solo?
-Watts simplemente cumple órdenes. Estoy seguro de que hay alguien más detrás del asunto.
Por desgracia, no he visto al hombre. Yo... he estado enfermo.
-¿Qué te pasa?
-Tengo malaria. Sufrí el primer acceso de fiebre después de que te marchaste de Egipto. Mal
asunto éste. El viaje por mar pareció aliviar los síntomas, pero volvieron después de ser
secuestrado y traído aquí. Desde que estoy cautivo, he pasado gran parte de tiempo desvariando.
Mi querida niña, yo no deseaba implicarte en nada de esto.
Se estaba alterando, y Phoebe trató de tranquilizado.
-No te preocupes, padre. Estoy implicada desde el momento en que desapareciste. Lamento el
día en que encontramos el amuleto. ¿Por qué no se creen que no lo tienes?
-Acércate más -susurró sir Thompson.
Phoebe se inclinó para oír las palabras de su padre. -Durante el viaje a Inglaterra, descubrí que
el amuleto estaba dentro de una jarra que había guardado en mi baúl. No tenía ni idea de cómo
había ido a parar allí, pero me proponía entregárselo a las autoridades de nuestro país para que lo
devolvieran al gobierno egipcio.
Phoebe, sorprendida, se quedó mirando a su padre. -¿No sabes cómo fue a parar allí?
-Desde luego que no. Yo no soy un ladrón, hija. Desde que lo encontramos en la tumba, yo
sabía que los egipcios no permitirían que algo tan valioso saliera del país. Se lo entregué a David y
él se lo llevó en seguida a las autoridades. Ésa es la última vez que lo vi hasta que volvió a aparecer
en mi baúl.
Recordando las sospechas de Ram, Phoebe preguntó: -¿Crees que David fue quien lo metió en
tu baúl?
-¡Jamás! David es mi ayudante; no es un ladrón, como tampoco lo soy yo. -Entonces, ¿quién?
Thompson se encogió de hombros.
-No lo sé. ¿Lo encontraste al desembalar mis cosas? Temiendo hablarle de los asaltos sufridos
en su casa y que se alterarse aún más, Phoebe dijo:
-Busqué concienzudamente en el baúl cuando lo vacié, y el amuleto no estaba allí.
El hombre se esforzó por esbozar una débil sonrisa.
-Lo escondí muy bien. Lo encontrarás dentro de mi estuche de afeitado, bajo el jabón de mi
bacía. Deseo que lo lleves a las autoridades. Sospecho que el gobierno egipcio debe de estar
ansioso por recuperarlo.
tener noticias de él hasta que regresé a Londres. Naturalmente, supuse que habría anulado
nuestro matrimonio, pero estaba equivocada. Seguimos casados.
-¿Te casaste y no me lo dijiste? -se asombró Thompson-. ¿Lo sabía David?
-No, pero ahora ya lo sabe.
-No me sorprende que te negaras a casarte con él. Debió de quedarse desolado cuando se
enteró. ¿Te ha dicho Braxton por qué no anuló el matrimonio?
-No. Cuando me visitó en Londres me sorprendió. Apareció en la casa que alquilé pocas
semanas después de tu desaparición.
-Hay algo más que lo que me estás contando, ¿verdad, Phoebe?
Ella suspiró.
-Lo siento, padre, esto es demasiado complicado. Ese condenado amuleto ha puesto nuestras
vidas patas arriba. Han allanado la casa dos veces, y a mí me asaltaron en los jardines de Vauxhall.
-¡Santo Dios! Lo siento, Phoebe. Nunca pensé que irían tras de ti. Continúa contándome lo que
me contabas, querida. ¿Qué tiene que ver Braxton en todo esto?
-Él trabajó para el gobierno durante la guerra. Cuando un enviado egipcio llegó a Londres e
informó a Asuntos Exteriores de que faltaba el amuleto, contactaron con Braxton y le pidieron que
lo encontrase. Tú, desde luego, eras el primer sospechoso, y él debía comunicarse contigo a través
de mí.
No tenía la intención de decirle a su padre que le habían encargado que la sedujera. Phoebe
sabía que Ram nunca se hubiera puesto de nuevo en contacto con ella a menos que tuviese un
motivo oculto para hacerla.
-¿Por qué dejaste a Braxton si le amabas? -preguntó Thompson-. No lo comprendo, Phoebe.
-David acudió en mi ayuda. Él me demostró cuán ingenua era al creer que mi marido me sería
fiel. Braxton tenía más de una amante en el pueblo, y sin duda una o dos amantes en Londres.
-Pero se había casado contigo, hija -la reprendió Thompson suavemente.
-Los hombres como él no pueden permanecer fieles. Me habría dejado cuando se hubiera
cansado de mí, y yo no podía soportado. Me fui lo más rápidamente posible. Dejé a Ram a la ma-
ñana siguiente de nuestra -se sonrojó y desvió la mirada- noche de bodas. David y yo nos fuimos
de inmediato a Portsmouth. Embarcamos en un buque unos días después. Eso fue lo último que
supe de Ramsey hasta que regresé a Londres.
-¿Qué sientes ahora por él?
-Nada ha cambiado. Ram sigue siendo un mujeriego y un libertino. Casi la mitad de las mujeres
de la buena sociedad han sido sus amantes, y las que no lo han sido lo serán. Ese granuja nunca ha
conocido a una mujer que no le guste -se lamentó.
-Todavía le amas. -Era más una afirmación que una pregunta.
-Yo... no estoy segura. Me instalé con él, pero sólo porque me obligó. No quería que viviera sola
después de los asaltos a la casa. Cree que somos inocentes, que no robamos el amuleto.
-¿Vas a decirle lo que hemos hablado hoy? Braxton podría ayudarte a devolver el amuleto a las
autoridades.
No tenía ninguna intención de contarle a Ram que sabía dónde encontrar el amuleto. Si se lo
decía, él lo cogería y lo entregaría al gobierno, y ella no podía permitirlo. Salvar a su padre era lo
primordial.
No llegó a contestar la pregunta, porque Watts entró en la habitación.
-Les he traído algo para comer y bebida -dijo, mientras colocaba en la mesa una bandeja con
pan y queso y unas jarras de cerveza.
Phoebe dirigió una desdeñosa mirada a la bandeja. -Mi padre necesita algo nutritivo, un caldo
de ternera.
-No me pagan para guisar -se burló Watts-. Coma o no, a mí me da igual.
Ella se cogió de inmediato la palabra «pagar», -¿Quién le paga? ¿Para quién trabaja?
-Tampoco soy un chismoso. Si mi patrono desea que usted lo sepa, ya se lo dirá él mismo.
Se volvió para irse.
-¡Aguarde! ¿Cuándo va a dejarme marchar?
-Usted no irá a ningún sitio hasta que el viejo le diga dónde tiene escondido el amuleto.
-Deseo hablar con su... patrono.
-Él se mostrará cuando sea el momento.
La puerta se cerró y la llave giró en la cerradura. Phoebe se quedó mirándola pensativa durante
unos momentos y luego se volvió hacia su padre.
-¿Tienes alguna idea de quién contrató a Watts?
-No he visto a nadie más que a él. Siéntate y come, hija. Alguien debe aprovechar los alimentos.
-Los compartiré contigo -dijo decidida acercando la mesa. Thompson negó con la cabeza.
-Yo no tengo apetito.
Después de mucho engatusarlo, Phoebe lo convenció por fin para que bebiera cerveza y
comiera un trocito de queso. Luego, él volvió a recostarse en el lecho y se sumió en un sueño
irregular. Phoebe cogió una silla y se instaló a su lado, escuchando su trabajosa respiración. Como
no tenía nada en que ocupar el tiempo, sus pensamientos volvieron a Ram.
La noche anterior en sus brazos había sido pura magia. Él tenía el poder de despertar su cuerpo
al deseo, de hacerla arder de excitación. Su habilidad para seducir y conquistar rozaba la per-
fección. Cuando se lo proponía, era irresistible.
Phoebe sabía que lo que iba a hacer lo pondría furioso, pero estaba decidida. Era el único modo
de que liberasen a su padre. Buscaría el amuleto, se lo entregaría a Watts y se llevaría a su padre a
casa para que se recuperase. Cuando estuviera bastante bien como para volver a Egipto, ella se
marcharía con él, porque no podía enfrentarse a Ram después de que hubiera vuelto a...
traicionarlo.
-¿Qué están haciendo ahí? -preguntó el hombre que estaba en la habitación con Watts.
-Sólo hablando -repuso éste -Creo que el viejo le ha dicho a su hija lo que deseamos saber. Los
he oído cuchichear.
-Excelente -repuso el otro frotándose las manos -Sabía que no me equivocaba trayéndola aquí.
-¿Desea interrogarla?
-No. Te cuidarás tú del asunto. Hazle entender que la vida de su padre se halla en peligro si ella
no satisface nuestras demandas. Si te dice dónde encontrar el amuleto, ve a buscarlo, pero intuyo
que debe de ser tan obstinada como su padre, y que insistirá en ir a buscarlo ella misma. Si eso
ocurriera, que Benny la conduzca donde sea que quiera ir y luego regrese aquí inme diatamente en
cuanto le entregue la joya.
-¿Y qué hay de Thompson?
-No veo ninguna razón para matarlo una vez tenga lo que deseo. Benny y tú podéis
desaparecer, y él puede encontrar el modo de regresar a Londres. Sugiero que los dos os perdáis
de vista durante un tiempo. Sigo contando contigo, Watts. No me decepciones.
-Benny no estará aquí con el carruaje hasta mañana.
-Perfecto. Eso le dará tiempo a la hija para considerar las consecuencias de no hacer lo que se
le dice. Llévame el amuleto mañana por la noche a El Zorro Cobrizo.
-¿Y si la mujer se niega? El viejo no nos dirá ni una palabra.
-Ella no se negará. -A continuación, le dedicó a Watts una dura mirada -El amuleto carece de
valor para ti si es que decidieras quedártelo. Ningún comprador de objetos robados querrá tener
que ver con eso. Yo mismo no podría colocarlo si no tuviera un comprador particular del
continente.
-No se preocupe, tendrá la baratija. Si lo que dice acerca de que el gobierno la está buscando es
cierto, no vale la pena. -Recuérdalo. Hasta mañana por la noche, Watts.
Cuando Ram regresó a casa se encontró con que Phoebe no estaba. Todos los sirvientes
parecían muy nerviosos y un alterado Porter le informó de que su esposa había salido al mediodía
y aún no había regresado.
La alerta se activó en la cabeza de Braxton. -¿Ha dicho adónde iba?
-A dar un paseo, milord. Traté de disuadida de que saliera sola, pero no me quiso escuchar.
-Adoptó una expresión afligida-. Debí haber insistido. Perdóneme, milord.
-No es culpa suya, Porter. Sé lo obstinada que Phoebe puede llegar a ser -contestó él distraído.
-Me pregunto... -reflexionó Porter acariciándose el mentón.
-Si sabe algo, Porter, dígamelo en seguida.
-Uno de los lacayos me dijo que un golfillo callejero le había entregado ayer una nota a lady
Braxton.
Ram se quedó rígido.
-¿Por qué no se me informó de ello?
-Yo mismo no lo he sabido hasta hoy. Puesto que lady Braxton no pareció darle importancia, el
lacayo simplemente olvidó el incidente. Le despediré de inmediato.
-Con una reprimenda bastará -dijo Ramsey-. Estoy seguro de que en el futuro se lo pensará dos
veces antes de olvidar mencionar algo que podría ser importante.
El temor se apoderó de Braxton mientras subía la escalera.
Phoebe estaba en peligro, lo sentía en los huesos. Debería haberle puesto un guardaespaldas.
Ella siempre tan impulsiva e independiente, actuaba primero y pensaba después. ¿Por qué no le
habría dicho nada del mensaje? Durante todo el tiempo que habían estado haciendo el amor
había mantenido en secreto algo que podía haberla puesto en grave peligro. Phoebe no había
confiado en él hacía cuatro años y no confiaba en él ahora.
Lo único que podía enviar a alguien como ella a las garras del peligro era un mensaje del
secuestrador de su padre. ¿Por qué habría actuado así, en nombre del cielo?
Una minuciosa búsqueda por su habitación no le dio ni la menor pista de su paradero. Miró por
la ventana y vio los últimos rayos de luz del día desaparecer. Cuando se hizo oscuro, comprendió
que acabaría volviéndose loco si no hacía algo. El temor le devoraba. Su primer impulso fue poner
patas arriba la ciudad con sus propias manos, pero prevaleció la cordura.
Se precipitó fuera de la habitación llamando a gritos a Porter, que subió corriendo la escalera.
El mayordomo se reunió con él en el vestíbulo.
-Voy a la zona portuaria a investigar sobre la desaparición de lady Braxton, Porter. Alguien tiene
que saber algo sobre el asunto, y las tabernas parecen los lugares más idóneos para empezar a
buscar. Envíe a algún lacayo a buscarme si aquí se enteran de algo.
Por desgracia, las pesquisas de Ram no condujeron a ninguna parte. Sus sutiles preguntas no le
reportaron más que miradas impacientes y desaires. Despuntaba el sol cuando Ram regresó a
casa. Porter estaba aguardándole. Se levantó del banco donde había estado dormitando.
-¿Alguna noticia, señor?
-Nada -repuso él, tenso -Es como si se la hubiese tragado la tierra. No hay nada más que pueda
hacer hasta que sea de día. Procure dormir, Porter.
Braxton subió la escalera abatido. Pensar que alguien pudiera causarle daño a Phoebe
despertaba toda su furia. Cuando se enteró de que había regresado a Inglaterra, sólo deseaba que
sufriese tanto como había sufrido él, pero su necesidad de venganza había sido aplazada por algo
más urgente. Ram no estaba totalmente seguro de qué era ese algo, pero ya lo pensaría más
tarde, una vez que Phoebe volviese a donde pertenecía.
Ese pensamiento lo llevó a otro. ¿Adónde pertenecía ella? Lo primero que se le ocurrió fue que
pertenecía a sus brazos, a su lecho. Su siguiente pensamiento fue más sombrío, más profun do.
¿Sería él capaz alguna vez de confiar en ella? La vida tenía un curioso modo de repetirse. Phoebe
no deseaba estar casada con él de igual modo que él no deseaba una esposa. Y ahí radicaba su
dilema, porque incluso un libertino de su calibre reconocía el sólido vínculo emocional que existía
entre ambos. Durante muchos años, el único sentimiento que Ram se había permitido había sido
el placer erótico. Aunque fuese superficial, le había bastado.
Había llenado su existencia de placeres hedonistas, se había dedicado a las mujeres, a beber y a
jugar. Luego Phoebe había vuelto a entrar en su vida y la había trastornado por completo. Una vez
la había amado desesperadamente y había estado dispuesto a entregarse para siempre a su
matrimonio y a la familia que crearían juntos.
Ramsey se tendió sobre el lecho completamente vestido y cerró los ojos, pero la imagen de
Phoebe no desapareció de su mente. Comprendió que sus diferencias ya no importaban. Sólo le
importaba ella. Tenía que encontrarla, aunque sólo fuera para retorcerle su esbelto cuello.
Phoebe despertó con la luz del día, entumecida por haber dormitado en una incómoda silla.
Miró a su padre y vio que seguía durmiendo. Le tocó la frente con suavidad. Tenía fiebre, y los
cabellos se le pegaban lacios a la frente.
Durante la larga noche transcurrida, ella había percibido su agitación y su malestar y, en lo más
profundo de sí misma, sabía que no podía dejado sufrir así. La promesa que le había hecho había
sido forzada; ahora haría lo que su conciencia le dictara. El amuleto era sólo un objeto frío e
inanimado, pero la vida de su padre era preciosa.
Avanzó con resolución hacia la puerta y dio unos golpecitos ligeros para no despertar al
enfermo.
-Señor Watts, abra. Tengo algo que decirle.
La puerta se abrió. Asiendo su bolso, Phoebe trató de cruzada, pero el guardián la detuvo.
-Por favor, señor Watts, no quiero despertar a mi padre. ¿Podemos hablar en privado?
El hombre consideró su petición y luego la dejó pasar. -¿Le ha dicho dónde encontrar el
amuleto?
-Cierre. No quiero que él nos oiga.
Watts hizo lo que le decía y se recostó contra la puerta observando a Phoebe con los ojos
entornados.
-Bien, ¿ha decidido ya que la vida de su padre es más importante que el amuleto?
Phoebe lo miró directamente a los ojos. -Eso es exactamente lo que he decidido.
-De acuerdo, hable. Dígame dónde está e iré a buscado.
Pero Phoebe no era ninguna necia, y no iba a darle a Watts más información de la necesaria. No
era un tipo de hombre que inspirase confianza.
-No. Lo buscaré yo misma, pero usted debe prometerme que una vez que el amuleto esté en
sus manos, liberará a mi padre.
-Mi patrono no está interesado en matarlos. Quedarán en libertad en cuanto el objeto sea
entregado.
-¿Cómo sé que me está diciendo la verdad?
-Bueno, tendrá que confiar en mí, ¿no cree?
Phoebe tenía que hacerlo o se volvería loca preguntándose si hacía lo adecuado. Lo que
planeaba disgustaría a su padre. Y engañar a Ram le preocupaba más de lo que se atrevía a admi-
tir. Cuando su marido se enterase de que había entregado el amuleto al enemigo, se desataría un
infierno.
Pero aunque Braxton los entregase a ella y a su padre a las autoridades, estarían mucho mejor
de lo que estaban en aquellos momentos. Estaba segura de que ambos podrían explicarlo todo a
satisfacción tanto de Inglaterra como de Egipto, y no dudaba de que las autoridades reconocieran
la verdad, ¿no era cierto?
-Muy bien, conseguiré el objeto y regresaré aquí con él.
Una vez usted lo tenga, debe devolvemos a mi padre y a mí a Londres.
-Lo haré. Dígame dónde encontrar el amuleto.
-No. Será a mi modo o de ninguno.
-No estoy seguro de que a mi patrono le vaya a gustar esto -dijo Watts.
-Él desea esa joya, ¿no es así?
-De acuerdo -dijo Watts indeciso -Benny llegará pronto con el carruaje. Él la conducirá a donde
usted deba ir. Cuando recupere el amuleto, tráigamelo. Una vez esté en mi poder, su padre será
puesto en libertad.
A Phoebe no le gustaba cómo sonaba aquello. No podía depender de la palabra de un
delincuente sin conciencia. -No, no lo haremos así.
-Tómelo o déjelo, señora.
-Mi marido se hará un liguero con sus tripas. Sabe usted quién es, ¿verdad?
-El conde de Braxton. A mi patrono no parece importarle, ¿por qué iba a importarme a mí?
Recuerde simplemente que su padre lo pasará mal si usted trata de ser más lista que nosotros. Por
lo que a mí respecta, el viejo puede morirse en esa habitación.
-No se preocupe, no voy a poner en peligro la vida de mi padre. Sé que estoy tratando con
criminales sin corazón a quienes la vida humana no les importa nada.
La puerta de la choza se abrió dando fin a la conversación. -Aquí está Benny -dijo Watts-. Llegas
justo a tiempo. La moza ha decidido cooperar.
Benny, aún más tosco y desastrado que Watts, miró lascivamente a Phoebe.
-¿Qué has tenido que hacer para que viera las cosas a nuestro modo?
-Nada -repuso el otro -Y hay órdenes de que no hay que ponerle una mano encima. Recuérdalo.
-Qué pena -se quejó Benny mirando a Phoebe con avidez-. Es bonita. ¿Qué se supone que debo
hacer con ella?
-Llévala a donde te indique y aguarda hasta que te entregue el amuleto. Luego tienes que
dármelo a mí.
-¿Y qué hago con ella? -preguntó Benny señalando a Phoebe-. ¿Debo traerla de regreso
conmigo?
-Eso no será necesario. Una vez tengamos lo que deseamos ya no nos será de ninguna utilidad.
-¿Y qué hay de mi padre? -exclamó Phoebe-. Ha prometido dejarlo en libertad.
-He dicho que lo haría, ¿no? -espetó Watts-. Voy a con Benny. Él la llevará donde usted le diga.
Pero si intenta algún truco, sufrirá las consecuencias.
Phoebe odiaba dejar a su padre allí, pero no tenía más remedio. Watts no lo soltaría hasta que
tuviera en su poder el amuleto. Sin embargo sí había algo que ella podía hacer. Volvería con Benny
para asegurarse de que Watts mantenía su palabra, aunque tuviera que subir al carruaje a la
fuerza.
-Estoy lista -anunció.
-¡Un momento! -dijo Watts sacándose un trapo del bolsillo-. Primero hay que vendarle los ojos.
Un estremecimiento de temor recorrió la columna de Phoebe. -¿Por qué?
-Como le he dicho antes, no voy a asumir ningún riesgo.
Irritada e impaciente, tuvo que permitir que Watts le tapase los ojos y la guiara por la puerta y
hasta el carruaje. Cuando el vehículo traqueteó poniéndose en marcha, se arrancó la venda. Sólo
vio oscuridad. Las persianas de cuero estaban bajadas y firmemente aseguradas. Aunque estuvo
manipulándolas durante casi una hora, permanecieron fijas en su sitio.
De pronto, el coche se detuvo y Benny abrió bruscamente la puerta.
-Hemos llegado a los límites de la ciudad -dijo -¿Adónde debo llevarla?
Phoebe miró por la puerta abierta y vio la Torre levantándose en la distancia. Intentó localizar
dónde estaban, pero Benny situó su voluminoso cuerpo delante impidiéndole ver. Sin embargo,
consiguió distinguir un letrero con el nombre del pueblo por el que acababan de pasar.
-A Mount Street -le indicó -Número treinta y dos.
El hombre cerró de un portazo y regresó al pescante. En seguida el vehículo volvió a traquetear
por la carretera.
Cuando se detuvieron ante la casa de Mount Street, Phoebe tenía los nervios de punta. Podían
salir mal muchas cosas. ¿Y si el amuleto no estaba donde su padre había dicho? Estaba enfermo y
confuso y su mente no funcionaba con total fiabilidad. Y, además, todavía quedaban muchas
preguntas sin respuesta. ¿Cómo había aparecido el amuleto en el baúl de su padre?
Él no lo había cogido.
Pero sin embargo alguien lo había hecho. ¿Quién?
CAPITULO 11
El carruaje se detuvo a breve distancia de la manzana de su casa, en Mount Street. Phoebe bajó
del coche sin ayuda. Benny la cogió por el codo y gruñó una advertencia.
-No intente nada raro. La estaré esperando aquí cuando regrese. Si no viene en un tiempo
razonable, iré a buscarla.
Ella se soltó de su mano.
-No se preocupe. No pienso abandonar a mi padre. Pero asegúrese de que Watts y usted
cumplen su parte del trato.
Y dicho esto, avanzó rápidamente hacia la casa, consciente de que estaba a punto de traicionar
tanto a Ram como a su patria, pero no podía evitarlo. Ella no podía permitir que su padre se
convirtiese en un peón de aquel peligroso juego.
La puerta principal chirrió al abrirla, y cuando fue a entrar, se detuvo bruscamente. ¡Oh, Dios, lo
había olvidado! El hombre que montaba guardia junto a la escalera principal, se puso firme,
dispuesto para la lucha. Phoebe comprendió inmediatamente quién era. Se le había olvidado que
Ramsey había contratado a los agentes de Bow Street para que vigilasen la casa.
Esbozando una sonrisa, la joven se esforzó por relajarse mientras se dirigía a él.
-Buenos días. Celebro verle aquí, cumpliendo las órdenes de mi marido.
Sus palabras parecieron mitigar apenas sus recelos. -¿Su marido?
-El conde de Braxton. Soy lady Braxton. Él se quitó el sombrero.
-Yo soy Slaughter, milady. ¿Puedo hacer algo por usted?
-No, gracias. He venido a recoger algunos objetos personales que me dejé.
El hombre miró detrás de ella. -¿Viene lord Braxton con usted?
Phoebe pensó rápidamente y contestó: -No. He venido sola. Mi marido tenía otras cosas de que
ocuparse.
Slaughter enarcó suspicaz las oscuras cejas.
-¿Cómo ha llegado hasta aquí? No he visto que ningún vehículo se detuviese delante de la casa.
-¿Está poniendo en duda mi veracidad, señor Slaughter? Éste se apresuró a disculparse.
-Perdóneme, milady, no pretendía faltarle al respeto. Sólo trataba de hacer mi trabajo.
Se hizo a un lado para dejada pasar.
Phoebe tuvo que hacer un esfuerzo para que no se le doblaran las piernas al pasar junto a él. Se
volvió una vez antes de entrar en la casa y lo encontró mirándola perplejo. Luego cerró rápida -
mente la puerta a sus espaldas apoyándose en ella hasta que se tranquilizó un poco. Ahora no
podía fallar.
Una vez hubo entrado, otro hombre surgió de detrás de un seto que había junto a la entrada
principal. -¿Has oído, Akers? -le preguntó Slaughter. El otro asintió.
-¿Qué deduces?
-Algo va mal-contestó Akers-. Mejor será que informemos a lord Braxton y que él decida.
-Voy en busca de su señoría -dijo Slaughter-. Si lady Braxton intenta marcharse, trata de
-En cuanto a Phoebe, sí. En lo que respecta a Thompson, acepto la palabra de su hija. -¿En qué
puedo ayudar?
-Estoy aguardando a que los agentes de Bow Street que contraté acudan a informarme. No sé
por dónde comenzar mi búsqueda, Luc, y eso me está matando.
-Phoebe te importa, ¿verdad?
-Dios sabe que he intentado que no fuera así. Tengo todos los motivos para aborrecerla y
desconfiar de ella, pero no puedo. David Phillips es el responsable de lo que sucedió entre
nosotros. Yo...
En ese momento, la puerta se abrió.
-Discúlpeme, milord, pero ha llegado un agente de Bow Street y he pensado que usted desearía
verlo inmediatamente.
-Sí, sí, hágalo pasar.
Porter se hizo a un lado, permitiendo que un hombre bajito y estrambótico pasara por su lado.
-¿Se ha enterado de algo, Markly? -preguntó Ram sin preámbulos.
-He localizado al conductor del coche de alquiler que recogió a su esposa y la condujo a su
destino.
Ramsey frunció el cejo. Si Phoebe había alquilado un coche de alquiler, significaba que no había
sido secuestrada. Aquello no tenía sentido.
-¿Y adónde la condujo el coche?
-A Hyde Park, milord. Pero allí se pierde su pista. Es como si hubiera desaparecido de la faz de la
Tierra.
-¿Está usted seguro?
-Sí. He puesto a todos mis hombres disponibles a trabajar en el caso, y no han dado con ningún
indicio desde que lady Braxton fuera depositada en Hyde Park.
Luc fue hacia la puerta.
-Yo cubriré el parque, Ram. Alguien tenía que haberla visto.
-¿Deben continuar mis hombres la búsqueda? -preguntó Markly.
-Sí, sí, desde luego. No importa lo que cueste, deseo que encuentren a mi mujer.
Markly asintió y se retiró. Ram fue inmediatamente a la mesita y se sirvió una generosa copa de
brandy. Con manos temblorosas se lo tomó sin saborearlo siquiera. ¿Cómo había podido permitir
que Phoebe fuera secuestrada cuando había prometido protegerla? ¿Cómo podía haber sucedido
algo así?
-Milord, alguien... -lo que Porter iba a decir se quedó a medias cuando un hombre irrumpió
bruscamente en la habitación.
-¿Ha sucedido algo en la casa, Slaughter?
-No estoy seguro, milord, pero Akers y yo pensamos que debería saberlo.
-¿Saber qué? Suéltalo ya, hombre.
-Lady Braxton está en la casa de Mount Street en estos momentos. Dice que ha ido a recoger
algunos objetos personales que había olvidado, pero hay algo en todo eso que nos ha sona do mal.
Phoebe depositó la bacía en un estante, junto a algunos platos, y fue hacia el cajón donde se
guardaban los cuchillos. Estaba buscando uno cuando oyó abrirse y cerrarse la puerta principal, y
pisadas que se aproximaban. Benny había dicho que iría en su busca si tardaba demasiado, pero
dudaba que se arriesgara a un encuentro con el agente. Lo más probable era que fuese el pro pio
Slaughter.
Phoebe estaba equivocada en ambas suposiciones. El corazón casi se le detuvo cuando la
puerta de la cocina se abrió y Ram apareció en ella. Una mirada a su fiera expresión le bastó para
sentirse invadida por el temor.
-¿Dónde has estado? -rugió-. Me has tenido terriblemente preocupado. No quiero mentiras,
Phoebe. Esta vez sólo la verdad.
-Yo... yo... -Le faltaban las palabras.
¿Qué podía decir? Contarle a Ramsey su verdadero propósito era imposible. Él cumpliría con su
deber hacia su patria y devolvería el amuleto al gobierno, con lo que su padre moriría. -Sabías en
todo momento dónde estaba el amuleto, ¿verdad? Has venido a recogerlo.
-No. Yo... yo...
Atravesándola con una dura mirada, repitió: -¿Dónde has estado?
-No te lo puedo decir.
-Dame el amuleto; sé que lo tienes.
La desesperación hizo temblar su voz. -No puedo, Ram. Yo... no lo tengo.
Se le trabó la lengua con aquella mentira, pero se mantuvo valientemente firme ante la
implacable furia de él.
-¡Mentiras! ¡Todas mentiras! Debería haber sabido que no ibas a cambiar. Déjame adivinar. Ah,
sí, has estado conspirando con los que desean el amuleto para su propia ganancia personal. -¡Eso
no es cierto!
-¿Y cuál es la verdad? Sé que te entregaron una nota. ¿De quién era?
Phoebe no podía arriesgarse a contarle la verdad, pero tal vez la sacaran del apuro medias
verdades.
-La nota era de los secuestradores de mi padre. Me ofrecían llevarme hasta él.
Ramsey soltó un bufido de incredulidad. -¿Y por qué iban a hacer eso?
Ella se encogió de hombros.
-No lo sé. Tal vez para que viese que está vivo.
-¿Lo está?
El agente, que había estado merodeando por allí, apareció casi al instante.
-Estaba vigilándole, milord. No sé cómo ha podido pasar por mi lado. -Dirigió a Phillips una
firme mirada -Si quiere seguirme, señor, lo acompañaré a la puerta.
David precedió a Slaughter fuera, mirando una vez más por encima del hombro para dirigirle a
Phoebe una mirada de estímulo.
-Casi te creí cuando dijiste que él no era tu amante -murmuró Ram agitando la cabeza -Es
evidente que eres una embustera. Ya no sé qué creer.
La asió del brazo, la guió por la casa y salieron por la puerta principal.
-¿Cómo has sabido que estaba aquí? -preguntó Phoebe.
-A Slaughter le ha parecido extraño que vinieras sola y ha decidido informarme. He venido tan
pronto como me he enterado.
Acababan de salir cuando Ramsey la detuvo poniéndole una mano en el brazo. -¿Quién es ése?
-¿A quién te refieres? -preguntó ella con fingida inocencia.
-Ese hombre que se aleja de nosotros. Lo único que le he visto ha sido la espalda, pero debe de
haber estado merodeando por aquí. Está subiendo al carruaje aparcado al final de la calle y se va.
Phoebe se encogió de hombros.
-¿Qué te hace pensar que sea sospechoso? Puede haber estado visitando a alguien cerca de
aquí.
Ram no opinaba lo mismo, pero decidió no insistir en el tema.
Sabía que ella no había dicho una verdad desde que la había sorprendido, de modo que ¿por
qué iba a esperar que se la dijera entonces?
-Tendremos que cabalgar juntos -dijo izando a Phoebe en la silla y subiendo detrás de ella -Pero
no te confíes, te lo advierto, tarde o temprano vas a decirme la verdad. No aceptaré menos que
eso.
Un hombre con capa y capucha entró en la choza de mal talante. Se reunió con Watts y Benny
en cuanto los vio.
-¡Necios! ¿No podéis hacer nada bien? ¿Por qué no os liberasteis de los agentes de Bow Street
previamente?
-No sabíamos que estaban allí y la mujer no creyó conveniente decírnoslo -explicó Watts-. No
nos culpe a nosotros. -¿Qué quiere que hagamos ahora? -preguntó Benny-. Tal vez deberíamos
presionar más al viejo. -¿Cómo está Thompson?
-Más o menos igual-repuso Watts.
-¿Tiene ya sentido lo que dice?
Watts se encogió de hombros.
-No más que de costumbre. Duerme mucho.
-Vamos a tener que ser más contundentes. Necesitamos que nos conduzca al amuleto. Su hija
ya no nos sirve de nada. Braxton probablemente no la perderá de vista. ¡Maldición! Nada ha salido
bien. ¿Quién hubiera podido pensar que el viejo sería tan obstinado?
-¿Desea que lo torture? -preguntó Watts ansioso. El hombre sonrió.
Ella se lo quedó mirando. ¿Se atrevería? Tal vez pudiese contarle parte de la verdad, lo
suficiente como para que confiase en ella. Lo bastante al menos como para que pusiera fin a su
confinamiento.
-Estoy esperando, Phoebe.
-¿Qué me harás si permanezco callada? ¿Pegarme? ¿Entregarme a las autoridades? ¿Qué,
Ram?
-Confío en que seas lo bastante razonable como para que ninguna de esas alternativas sea
necesaria.
Phoebe se mordió el labio inferior. Vacilaba, deseando ganarse la confianza de Ram, pero
temiendo las consecuencias de explicarle las cosas. Si por lo menos tuviese allí a David para
aconsejada. Él comprendería.
-Respóndeme sólo a una cosa, Ramsey -dijo Phoebe-. Hasta dónde llegarías por salvar a un ser
querido.
-Eso es injusto.
-Es totalmente justo.
-Esperaba que confiaras lo bastante en mí como para dejarme ayudarte.
-Si tuvieras el amuleto, ¿lo devolverías a sus verdaderos propietarios aunque ello significara la
muerte de un ser querido?
Él vaciló sólo un momento. -Sería hacer lo correcto.
-No si significara perder a mi padre por una baratija. ¿Lo comprendes ahora?
-Siempre lo he comprendido, Phoebe, pero es mi deber con mi patria.
Ella se negó a mirado.
-Lo sé. Lo mismo que sé que no puedo sacrificar a mi padre por una baratija.
-Una baratija muy valiosa, Phoebe. Se halla en juego la estabilidad de relaciones
internacionales. Dime dónde encontrar a tu padre y me cuidaré de todo.
-No lo sé. Llevaba los ojos vendados.
-¿Qué recuerdas? ¿Qué olores o sonidos recuerdas?
Phoebe rebuscó en su cerebro. ¿Podía realmente Ram rescatar a su padre? Si tal cosa fuera
posible, no tendría por qué mentirle. -Recuerdo haber cruzado un puente cuando salimos de la
ciudad -dijo -Viajamos durante cerca de una hora y luego dimos un brusco giro a la derecha por un
camino lleno de roderas.
-¿Algo más?
-¡Epping! -exclamó Phoebe con la excitación poniendo animación en su voz -Vi un letrero en la
carretera. La casa de campo donde retienen a mi padre está próxima al pueblo de Epping.
-¿Confiarás en mí si prometo devolvértelo ileso? ¿Me dirás dónde encontrar el amuleto?
Ella lo deseaba desesperadamente, pero consideró preferible pecar de prudente. Ramsey no
podía garantizarle la seguridad de su padre. Sólo ella podía hacerla. La vida de él dependía de que
mantuviese el amuleto lejos de las manos del gobierno.
-No puedo, Ram. No me pidas eso.
-Considéralo. Hasta que sus secuestradores comparezcan ante la justicia, tu vida está en
peligro. Posees información que ellos desean, y no se detendrán ante nada para conseguida. No
me dejas otra elección que confinarte en la casa.
-Yo no tengo lo que ellos desean -protestó ella.
¡Santo Dios! La situación estaba complicándose por momentos.
-Pero sabes dónde puedes encontrado.
Phoebe recurrió a su conciencia, pero no encontró ninguna respuesta clara a su dilema. Verse
encerrada en casa era un desolador giro de los acontecimientos. No podía recibir mensajes de
Watts y de su patrono ni recuperar el amuleto. Una lágrima se deslizó por su mejilla.
De pronto, se encontró en los brazos de Ram, con la cabeza hundida en su pecho mientras
sollozaba desconsolada. No se había propuesto que sucediera así, pero las lágrimas no se
detenían. Por fin, se dio cuenta de que él le estaba hablando con voz llena de emoción.
-¡Maldición! Me quedé desolado cuando vi que habías desaparecido. Mi imaginación se
desbordó y me recriminé por no haberte protegido. -Profirió una amarga risa -Ni por un momento
pensé que te hubieses ido por propia voluntad, ni que hubieses conspirado contra mí. Conseguiste
envolverme en tus mentiras desde el día en que te conocí.
Levantó su rostro bañado en lágrimas y la miró a los ojos. -¿Qué tengo que hacer contigo,
Phoebe? Incluso ahora, sabiendo lo mentirosa que eres, lo único que deseo es hacer el amor
contigo.
El nudo que Phoebe tenía en la garganta se hizo más grande.
Tragó saliva con dificultad y esbozó una temblorosa sonrisa. -¿Por qué estaría mal?
-Hacer el amor no resolvería nada en absoluto.
«Tal vez no -pensó Phoebe-, pero no podría hacer que las cosas empeorasen.»
Bajó la mirada, temiendo que Ram pudiera leer sus pensamientos y despreciarla. Pero
evidentemente los pensamientos de él coincidían con los suyos, porque la estrechó con más
fuerza contra su cuerpo.
-¡Que Dios me ayude, porque yo no puedo! –gimió, y su boca descendió sobre la de ella.
El corazón de Ramsey latía apresuradamente, su sangre palpitaba cálida y densa, y se moría de
deseo. Aquello no debería suceder, pero su cuerpo parecía tener voluntad propia. Besó a Phoebe
con desesperación, introduciendo la lengua en su boca en un insensato estallido de pasión.
Se había sentido tan aliviado al encontrarla sana y salva que le resultaba difícil mantener su
furia. Deseaba zarandearla hasta que los dientes le rechinaran, hacerle prometer que nunca
volvería a mentirle, pero pese a su ira, un hilo de algo básico y elemental evitaba que su
temperamento se des controlara. Ahora lo reconocía como necesidad, necesidad de hacer el amor
con su esposa. De protegerla de aquellos que podían dañarla.
-Eres mía, Phoebe -gimió contra sus labios -Siempre has sido mía. No lo olvides nunca. De nadie
más. Mía. No importa cuán lejos huyas, nada podrá cambiar nunca eso.
No podía evitarlo. En el momento en que la boca de ella se entregó a la suya, perdió el control.
Phoebe tal vez no lo amara, y él no estaba seguro de amarla, pero estaba terriblemente seguro de
que la deseaba y de que ella lo deseaba a él.
Deslizó la mano entre sus piernas bajo las capas de ropa.
Mientras ella sofocaba un grito, balanceó las caderas contra las de él. Ramsey contrajo el
cuerpo, frustrado. ¡Maldición! No quería que hubiese nada entre ellos dos.
Reprimiendo una imprecación, la hizo volverse de espaldas y comenzó a desabrocharle el
vestido. Éste se deslizó hasta el suelo y ella se quedó cubierta solamente por su diáfana camisola.
Intentó cogerla en brazos y conducirla al lecho, pero Phoebe negó con la cabeza y retrocedió.
-Aguarda, deseo hacer el amor contigo, pero primero dime si eso cambiará algo. ¿Todavía
entregarías el amuleto al gobierno de tenerlo en tu poder?
Ram se quedó inmóvil, con expresión cautelosa.
-Hacer el amor contigo no tiene nada que ver con el amuleto ni con las mentiras que me has
contado. Es por mí... por nosotros. Te deseo a pesar de todo lo que has hecho o no has hecho.
CAPITULO 12
Phoebe no se veía capaz de rechazar a Ram. Era el único hombre al que siempre había amado,
el único al que siempre había deseado. Él la creía una mentirosa, no confiaba en ella, pero aún la
deseaba.
Braxton tenía las manos en sus senos, se los acariciaba y moldeaba a través del tejido de la
camisola. Le separó los muslos con la rodilla y la impulsó hacia atrás, en dirección al lecho. Phoebe
se mordió el labio arqueándose contra el cuerpo de él, y sintió cómo sus pezones empezaban a
endurecerse bajo sus palmas. De pronto, Ram apartó las manos y, al cabo de unos momentos, la
camisola había desaparecido, y se vio desnuda tendida de espaldas sobre la cama, en licencioso
abandono.
Con los ojos entornados observó cómo él se desvestía, y se quedó sin aliento ante la vista de su
excitación surgiendo poderosamente del nido de rizos situado en la base de su abdomen. Luego,
Ram se tendió a su lado y su embriagador aroma masculino impregnó sus sentidos. La textura de
su piel, el áspero vello de su pecho, la virilidad que él desprendía era enormemente excitante.
Ramsey deslizaba las manos sobre su cuerpo, despacio al principio, tocándola con familiar
soltura, provocando deliciosos y pequeños temblores en ella. En su interior sentía la excitación
convirtiendo su sangre en fuego líquido mientras él iba tocando sus puntos más sensibles.
La besaba interminablemente, recorriéndole la boca con la lengua una y otra vez, como si
tratara de perderse en su interior. Sus labios, sus senos, sus pezones, entre sus muslos, nada
quedaba descuidado. El único sonido que competía con los leves jadeos de placer de la mujer era
la creciente furia de la lluvia golpeando los cristales.
Pero nada de eso podía compararse con lo que sintió cuando Ram le pasó el pulgar por el
sensible núcleo oculto en su sexo, aumentando la presión con cada caricia. El fuego quemaba sus
venas, se enroscaba en su vientre, se deslizaba entre sus piernas.
-¡Ramsey!
-¡Eres tan apasionada, Phoebe! -murmuró él -Me encanta el modo en que tu cuerpo se me
ofrece. ¿Me dejarás hacerte el amor?
Su aliento surgió como una ráfaga. Asintió sin palabras, la única respuesta que pudo emitir,
pero que a él le pareció suficiente.
El cerebro de ella se cerró cuando Ram la levantó hacia su boca sujetándole las nalgas. Ella
gritó, aferrándose a él mientras la excitaba con los labios, con sus dientes, con su lengua.
Su cuerpo se movía sin intervención de su mente, sus caderas se balanceaban con sus íntimas
caricias mientras su cálido aliento la quemaba.
Él le introdujo un dedo y ella gritó de nuevo, tan próxima al clímax que podía sentirlo
elaborándose profundamente dentro de sí. Se estremecía, casi frenética. Arqueó la espalda, asió
sus cabellos con fuerza y estalló. No podía detener la sensación y cedió voluntariamente a los
altibajos de su orgasmo. Ram la elevó transportándola más lejos de lo que ella jamás había
llegado, dejándola laxa y saciada.
-Ahora me toca a mí -dijo entonces, moviéndose sobre ella.
Con un grito de satisfacción se introdujo profundamente en su interior, levantándole las
caderas para que pudiera acogerlo por completo. De inmediato, se vio invadido por una
desconcertante sensación de haber perdido los puntos de referencia: inmerso en un confuso
remolino de emociones. Estar dentro de Phoebe era una pura gloria. Cuando las largas piernas de
ella rodearon su cintura atrayéndolo aún más adentro, casi perdió el poco control que le quedaba.
El poder que Phoebe ejercía sobre él era impresionante.
Arremetió con furia, retirándose y empujando cada vez más profundamente, hasta que sintió
que ella volvía a ponerse en tensión. Sonrió, orgulloso de su habilidad para revivir la pasión tan
recientemente volcada. Luego miró hacia abajo, hacia el punto por donde ambos estaban unidos,
se vio acogido en su suavidad y comenzó a temblar temiendo no ser capaz de contenerse. Apretó
los dientes y agradeció a Dios y a los ángeles que los músculos de Phoebe lo apretasen, y sentir la
rigidez que le provocaba su primera contracción de placer.
Gritó y se vació por completo, con los nervios a flor de piel.
Su cuerpo seguía acariciando el de ella, prolongando el calor latente del clímax de ambos.
Entonces, Ramsey hundió el rostro en su cuello, reteniendo las palabras que no se atrevía a
pronunciar.
A Phoebe le dolía la garganta de amor, de ansia y de todas las cosas que quería decir pero sabía
que Ram no creería. Desearía que aquel momento no acabase nunca, pero como es natural,
acabó. Y con ello llegó la realidad. Apoyó la palma en su firme mandíbula, y él le dirigió una mirada
con los ojos ligeramente entornados.
-¿Y ahora qué, Ram?
-No lo sé. Nuestro destino está en tus manos. Si no confías en mí, no tenemos futuro juntos.
Phoebe gimió. Sus palabras demostraban que no había ninguna esperanza para ellos. Lo único
que compartían era pasión. Una vez recuperase el amuleto, lo usaría para liberar a su padre, y
Ram no podía aceptar eso. ¿Qué le importaban a ella las relaciones entre países cuando lo único
que tenía en el mundo era su padre? ¿Por qué no podía Ramsey comprenderlo?
-Parece que estamos en un callejón sin salida. Si yo tuviera el amuleto, lo usaría para liberar a
mi padre -suspiró Phoebe.
El suspiro de Ram fue aún más profundo que el de ella. -Lo sé, y lo siento. -Rodó, apartándose
hasta salir del lecho-. Descansa, Phoebe, pareces agotada. -Comenzó a vestirse -Haré que te suban
una bandeja más tarde.
Ella bostezó. -¿Adónde vas?
-¿Importa?
-Supongo que no. ¿Soy una prisionera?
-En realidad, no. Puedes considerarte en libertad para ir a cualquier lugar de la casa que desees.
Pero no podrás salir sin que un agente de Bow Street o yo te acompañemos.
Phoebe abrió la boca para protestar, pero no encontró energías para ello; ya estaba
semidormida. Sus argumentos tendrían que esperar.
Porter aguardaba a Ram al final de la escalera.
-Lord Westmore le espera en su estudio, milord. Ha dicho que no lo molestáramos, que ya
aguardaría a que usted bajara. -Gracias, Porter. Voy para allá.
-Tienes un aspecto horrible -le dijo Luc cuando lo vio entrar en el estudio-. Porter me ha dicho
que habías encontrado a Phoebe. Puesto que fuera está lloviendo, he decidido que podía
esperarte aquí y enterarme de los detalles. -Levantó su copa -Es un whisky estupendo.
-Prefiero brandy -repuso Braxton yendo hacia la mesita.
-¿Deseas decirme dónde estaba tu esposa?
Con la copa en la mano, Ram se sentó frente a su amigo y apoyó la cabeza en el respaldo del
sillón.
-Es terriblemente complicado, Westmore. Phoebe dice que los secuestradores de su padre
contactaron con ella y la llevaron a verlo.
-¿Con qué objeto?
-No estoy seguro. Nada tiene sentido. Ella cree que deseaban demostrarle que estaba vivo y
bien.
-¿Y era así?
-Vivo, sí, pero según Phoebe no está bien. Dice que tiene malaria, y que necesita cuidados
médicos. -Contempló malhumorado su copa -La he encontrado en la casa de Mount Street. Estoy
convencido de que Thompson le dijo dónde había escondido el amuleto y que ella había ido a
recogerlo.
A Luc le brillaron los ojos de excitación. -¿Lo tienes?
-No. Phoebe niega conocer su paradero, e insiste en que sir Thompson no lo robó. -Bebió
largamente de su copa, tragó el líquido e hizo una mueca -Está mintiendo. ¿Qué voy a hacer, por
todos los diablos? Nada de lo que le he dicho hasta ahora la ha convencido de que confíe en mí
para encontrar a su padre.
-¿Estás seguro de que ella y su padre no están conspirando para vender el amuleto y obtener
beneficio? -preguntó Westmore -¿Crees lo que Phoebe te ha dicho?
-Cuando la he encontrado en la casa de Mount Street he pensado lo mismo que tú, pero ahora
creo que está realmente preocupada por su padre.
-No te envidio, amigo -dijo Luc-. ¿Qué vas a hacer?
-Intentar encontrar al padre de Phoebe.
-¿En qué puedo ayudarte?
-Acompañándome. Dos cabezas son mejor que una. Ella dice que la llevaron con los ojos
vendados, pero me ha podido facilitar algunas indicaciones. Con suerte, podremos localizar el lu-
gar y liberar a sir Thompson.
-Si es que está realmente prisionero -matizó Westmore.
-Ésa es la teoría en la que me baso ahora mismo. Hasta que se demuestre lo contrario, prefiero
creer que sir Andrew no está implicado en el robo. Resulta difícil creer que un hombre que ha
dedicado toda su vida a estudiar antigüedades robe una. Lo conozco, y no tengo la impresión de
que sea un hombre codicioso.
-Hagas lo que hagas, cuenta conmigo -dijo Luc.
-Gracias. Sin embargo nada puede hacerse en la oscuridad.
Saldremos por la mañana. Ven aquí. Iremos en mi carruaje. Si sir Thompson está enfermo,
como dice Phoebe, podría hacemos falta.
tenía que darme información sobre mi padre, y yo confiaba en convencer a quien fuera que
viniese para que lo soltara.
-Pero fuiste secuestrada, ¿no es así?
-Yo... supongo que sí. Pero estoy contenta. Conseguí ver a mi padre y juzgar su condición por mí
misma.
-Entonces él te dijo donde estaba escondido el amuleto -aventuró Ram-. Y tú prometiste
recogerlo y entregárselo a sus raptores.
-Mi padre no lo robó.
-No se trata de eso, Phoebe, y tú lo sabes.
-¿De qué se trata? -preguntó ella.
Ram suspiró.
-Hemos hablado de esto una y otra vez. Están en juego las relaciones de Inglaterra con Egipto.
-¿Y las personas no cuentan? -lo desafió Phoebe.
-Sigues sin confiar en mí, ¿verdad? Haré todo cuanto esté en mi mano por tu padre. Dime
solamente dónde encontrar el amuleto para que pueda ser devuelto a Egipto.
-Tú crees que mi padre lo robó, pero él no es un ladrón.
-Dime quién lo robó. Tal vez entonces te crea.
-¿Qué te hacer pensar que mi padre sabe algo sobre el amuleto?
-La lógica, Phoebe. Me lo he imaginado todo salvo... -Hizo una pausa.
-¿Salvo qué?
-Que no estoy seguro de si sir Thompson ha sido realmente secuestrado o si es un participante
en el complot para vender el amuleto al mejor postor.
-No reconocerías la verdad aunque te golpeará en el rostro -le espetó Phoebe.
La respuesta de Ramsey se vio interrumpida por la presencia de los sirvientes llevándoles la
cena. Con los labios firmemente apretados, Phoebe observó con furioso silencio cómo colocaban
ante ellos bandejas con faisán asado, crema de verduras, patatas glaseadas, pan recién hecho y
mantequilla. Su estómago se impacientaba ante los deliciosos olores que llegaban hasta su olfato.
El apetito sustituyó a la ira, pero retornó cuando Ram dijo: -Yo nunca te he mentido.
-¿No? Te casaste conmigo con falsedades. Por ejemplo no te proponías sentar nunca la cabeza.
-Ésa era mi intención cuando nos casamos.
-¿y qué hay de la camarera y la viuda?
-Pertenecían a mi pasado. Phillips las buscó con el fin de desacreditarme. Sabía que estábamos
intimando y temía que te negaras a ir a Egipto. ¿Por qué no le dijiste ni a él ni a tu padre que
estábamos casados?
-Me sentía herida y desilusionada.
-Si me hubieras amado, no habrías huido sin darme la oportunidad de defenderme. Tardé
meses en poder retomar las riendas de mi vida, y me costó mucho más olvidarte. Por primera vez
en mi vida estaba enamorado. -Inspiró profundamente antes de continuar-: La humillación de
verme abandonado dejó un poso de amargura en mi interior, por lo que no le hablé a nadie de
CAPITULO 13
-Siempre está tan encantadora, milady -dijo Abby dando los últimos toques al cabello de
Phoebe-. Su señoría debe de estar orgulloso de usted.
La masa de pelo negro, brillante y rizado de Phoebe estaba sujeta en lo alto de su cabeza con
horquillas de brillantes, un regalo de su padre en su decimoctavo aniversario. Eran las únicas joyas
que poseía.
-Póngase de pie para que pueda abrocharle el vestido -le pidió la doncella.
Phoebe obedeció y se alisó los pliegues de su falda de seda color esmeralda sobre sus bien
modeladas caderas. El corpiño era de escote bajo, a la moda, y dejaba al descubierto la parte
superior de sus redondeados senos mucho más de lo que ella hubiera deseado. La modista le
había asegurado que aquella moda hacía furor, y Ram había estado de acuerdo.
Abby acababa de abrocharle el vestido cuando se abrió la puerta y Ramsey entró en la
habitación.
-¿Estás preparada?
-¿No la encuentra atractiva, milord? -exclamó la doncella sonriendo orgullosa.
-Ciertamente -aseguró él -Puede retirarse, Abby. Y no nos espere. En realidad, tómese la noche
libre. Hoy ayudaré yo a la señora cuando volvamos.
Phoebe deseaba protestar, pero decidió contener la lengua hasta que estuvieran solos. La
muchacha cubrió con un chal los hombros de su señora y se retiró. En el momento en que la
puerta se cerró tras ella, Phoebe estalló.
-¿Cómo te atreves a despedir a mi doncella sin consultarme?
-Ésta sigue siendo mi casa, y la chica es mi empleada.
Paseó su mirada sobre ella lentamente, con los ojos brillantes de admiración.
-Abby tenía razón. Estás muy atractiva. -Le tocó la garganta-. ¿No tienes joyas? El vestido es
encantador, pero le falta realce. Tal vez encuentres alguna utilidad que darle a esto -dijo, sacando
una bolsita de terciopelo del bolsillo.
-¿Qué es?
-Eres mi condesa; no sería adecuado que aparecieras en público sin una o dos impresionantes
joyas. Tengo una reputación que mantener.
Phoebe inspiró profundamente cuando Ram sacó un collar de diamantes y esmeraldas de la
bolsa y lo hizo oscilar ante sus ojos. -¿Es para mí? Es... es... no se puede describir con palabras.
No había visto nada tan bonito en toda mi vida.
Ram se situó tras ella y le abrochó el collar. Apoyó ligeramente las manos en sus hombros y la
volvió hacia el gran espejo que se encontraba en el rincón.
-Tus orejas se ven desnudas -dijo, tocándole suavemente un lóbulo -Tal vez esto serviría.
-Volvió a hurgar en la bolsa y sacó un par de pendientes de esmeraldas y diamantes -Tuyos son
para que los conserves, sea lo que sea lo que el destino nos depare.
-¿Por qué haces esto?
Algo indescifrable relampagueó en los ojos de él.
-Ya te lo he dicho. No quiero que mis pares crean que soy un marido tacaño. Y otra cosa... sería
muy bueno para mí si esta noche apareciésemos como un matrimonio feliz. Todos suponen que el
nuestro es un enlace por amor.
-¿Por qué creen algo así?
-Nuestro matrimonio fue repentino e inesperado: y nada salvo el amor podría haber hecho caer
a uno de los miembros de la Liga de los Libertinos de Londres. La buena sociedad supone que
estoy perdidamente enamorado, como a mi amigo Bathurst le sucedió con Olivia.
-Ambos sabemos la verdad, ¿no es cierto? -repuso Phoebe secamente -No veo por qué hemos
de continuar con esta farsa.
-Sí lo comprendes. Te guste o no, todavía soy responsable de ti. Pretendo protegerte hasta que
todo esto haya concluido. ¿Nos vamos?
Decidida a no discutir, Phoebe se puso los pendientes y asintió. Mientras Ram la precedía hacia
la puerta, ella no pudo dejar de admirar lo elegante que estaba. Sabía que aquella noche él
causaría más impresión entre las mujeres que ella entre los hombres. Ramsey Dunsmore era de
esa clase de hombres.
Él la acompañó fuera de la casa y por la escalinata hasta el carruaje que aguardaba, que
ostentaba en un costado el blasón de los Braxton. Aquella noche hada algo de fresco y había un
olor de lluvia en el aire, por lo que Phoebe se envolvió bien en el chal para resguardarse de la
humedad.
-Respecto a esta noche -empezó Ramsey mientras el carruaje arrancaba- me propongo estar
contigo todo el rato. Ni se te ocurra escabullirte. Te dije que te protegería y así lo haré.
-¿Protegerme de qué? -lo desafió Phoebe.
-No de qué sino de quién -repuso él -No estarás a salvo hasta que el amuleto sea encontrado y
devuelto al gobierno egipcio. Me propongo asegurarme de que no haya más secuestros.
Se produjo un tenso silencio mientras se unían a la línea de carruajes que aguardaban para
dejar a sus pasajeros ante la elegante mansión de los Belcher. Cuando les llegó el turno, el cochero
bajó la escalerilla y mantuvo la puerta abierta mientras Braxton se apeaba y a continuación
ayudaba a Phoebe.
La aglomeración de personas intimidaba a la joven, que nunca había asistido a un baile tan
elegante. Las pocas fiestas a las que había ido nunca habían sido tan populosas. Y en Egipto, ella y
su padre no se mezclaban con la hermética sociedad de aristócratas y hombres de negocios
ingleses que vivían allí. Su vida había sido sencilla y sin complicaciones hasta que regresó a Inglate-
rra y Ramsey apareció ante su puerta.
-No te pongas nerviosa -le susurró él mientras avanzaban hacia la línea de recepción.
-¡Ya estáis aquí! -exclamó Luc, al parecer bastante aliviado mientras los observaba acercarse a
la puerta -Maryann desea que Phoebe y tú forméis parte de la línea de recepción, con Bel cher y
con ella.
Los hizo avanzar hábilmente hasta que se encontraron con una atractiva pareja a quienes
presentó como su hermana y su cuñado, lord y lady Belcher.
-De modo que usted es la mujer que ha conquistado el corazón de Braxton -dijo lady Belcher
con una radiante sonrisa, mientras asía la mano de Phoebe-. Deseo que su buena suerte influya en
mi hermano.
-Olvídalo, Maryann -se rió Luc-. No voy a seguir el camino de Braxton y Bathurst.
-Estoy encantada de conocerla, milady -dijo Phoebe devolviéndole la sonrisa a Maryann-. Ha
sido muy amable por su parte honrarnos con un baile.
-Mi esposa no necesita ninguna excusa para celebrar una fiesta -intervino lord Belcher
sonriéndole cariñosamente a Maryann.
Phoebe ocupó su puesto junto a Ram mientras personas cuyo nombre olvidaría pasaban por
allí. Nunca se había sentido tan el centro de atención ni tan incómoda. No sólo los hombres, sino
también las mujeres la examinaban de arriba abajo, como si calibraran sus deficiencias. Algunas de
las damas parecían burlarse abiertamente de su origen plebeyo y pudo advertir, por cómo se
comían a Ram con los ojos, que confiaban en que resultara ser todo lo contrario de un marido
devoto.
Phoebe estaba a punto de flaquear cuando la hilera fue menguando y se oyeron unos acordes
de música desde la sala de baile. -Por fin -dijo Maryann relajando la tensión de su espalda
-Vosotros dos id a disfrutar mientras yo voy a la cocina para asegurarme de que todo funciona sin
problemas.
Lord Belcher se disculpó a su vez y fue a mezclarse con los invitados. Ram condujo a Phoebe por
la escalera hasta la sala de baile y luego siguió con ella hasta la pista. Una vez allí, la rodeó con sus
brazos. Phoebe adoraba bailar, pero había tenido pocas oportunidades de hacerlo durante los
últimos años. En una ocasión tropezó, pero recobró rápidamente el ritmo y siguió la dirección de
Ram.
Él era un excelente bailarín, tal como ella había supuesto. Los libertinos sabían instintivamente
lo que les agradaba a las mujeres y de ellos surgía espontáneamente lo que a ellas las complacía.
Estaba en su naturaleza.
Phoebe bailó con diversos compañeros a medida que avanzaba la velada, desde nobles
maduros a jóvenes dandis, consciente de que la mirada de Ram la seguía por doquier. La
sorprendió descubrir que los celos la devoraban cuando él acompañó a varias damas a la pista de
baile.
La velada prosiguió. Casi había llegado la hora del bufé de medianoche cuando Phoebe sintió la
repentina necesidad de marcharse por unos momentos del salón. El calor de cientos de velas junto
con los olores corporales mezclados con el perfume la hicieron sentirse mareada y con náuseas. Se
dirigió hacia la sala de descanso de las damas con las piernas temblorosas.
Ram apareció ante ella con la preocupación pintada en el rostro.
-¿Adónde vas?
-A la sala de descanso de las damas. ¿Te importa?
Él se hizo a un lado para dejarla pasar.
-En absoluto. Te acompañaré. No estés demasiado tiempo. Es casi la hora de cenar.
-Pensándolo bien, me apetece más un poco de aire fresco. Estoy un poco mareada.
Braxton la cogió del brazo.
-Vamos a la terraza. Aquí el ambiente es algo sofocante. Sortearon la pista de baile, y casi
habían llegado a las puertas que daban a la amplia terraza, y que habían sido abiertas para de jar
entrar la brisa nocturna, cuando un lacayo les salió al paso. -Lord Braxton, lord Fielding desea
hablar con usted en la biblioteca.
-¿Fielding? No sabía que estuviera aquí. Muy bien, dígale que iré inmediatamente.
El criado se inclinó y se fue.
-¿Qué desea lord Fielding de ti? -le preguntó Phoebe.
-No lo sé, pero debe de ser importante. Aguárdame aquí, volveré en seguida.
-Ram, realmente necesito un poco de aire. Yo... no me siento bien.
Ramsey cogió a Phoebe de la mano y tiró de ella por entre la multitud en dirección a
Westmore, que estaba conversando con un grupo de invitados.
-Disculpen la interrupción, caballeros, pero me gustaría tener unas palabras en privado con lord
Westmore.
Luc se disculpó y se reunió con Ram y Phoebe enarcando las cejas interrogativo.
-¿Qué sucede, Braxton?
-¿Quieres acompañar a Phoebe a la terraza? No me atrevo a dejarla sola, y lord Fielding me ha
citado en la biblioteca. ¿Estaba invitado esta noche?
-No lo sé, pero puedo preguntárselo a Maryann.
-No te molestes. Cuida de Phoebe mientras yo no esté. Se siente algo mareada.
-Ve a ver a Fielding. Yo me encargaré de ella.
-Nadie tiene que «cuidarme» -protestó la muchacha -Soy perfectamente capaz de cuidar de mí
misma.
-Phoebe -le advirtió Ram-, no discutas conmigo por esto. Ya te dije cómo debía ser. Ve con
Westmore.
Ella giró sobre sus talones y salió airadamente. Luc se encogió de hombros y la siguió. Estaba a
punto de salir a la terraza cuando Maryann, acompañada de una rubia menudita, le interceptó el
paso. -Luc, estás aquí. Recuerdas a lady Caroline, ¿verdad? Siempre galante, Westmore se inclinó
para besar la mano que Caroline le tendía.
-Estoy encantado de volver a verla, milady.
-Están tocando un vals, Luc, y Caroline parece que no tiene pareja -insinuó Maryann sin mucho
disimulo.
Su hermano dirigió una inquieta mirada hacia la terraza. -Tal vez la próxima pieza, lady Caroline.
Verá, yo...
-¡Luc! -lo reprendió Maryann-. ¡Qué impropio de ti! No decepciones a Caroline.
-Comprendo -dijo la joven evidentemente violenta -Si lord Westmore no desea...
Él reprimió un gemido. Decepcionar a una dama, en especial a una tan hermosa como Caroline,
no era algo que le gustase. Además, ¿qué podía sucederle a Phoebe en la terraza, donde había
otras parejas?
Ofreció su mano a Caroline y la condujo a la pista de baile.
Phoebe esbozó una sonrisa al mirar por la puerta abierta y ver que Westmore la había
abandonado por una joven y rubia belleza. Bien. De todos modos deseaba estar sola. Sentía el
estómago realmente alterado, y la cabeza le daba vueltas. Tenía demasiadas cosas en mente. ¿Por
qué Ram le regalaba joyas cuando su matrimonio era sólo una farsa? Él no pretendía seguir casado
con ella, lo mismo que ella no pretendía seguir siendo su esposa.
-Parece sentirse mal, lady Braxton. ¿Quiere que voy a en busca de su esposo y le diga que
venga?
Phoebe se mordió el labio reprimiendo un gemido. Menuda mala suerte. «También era mala
suerte.»
-Nos han presentado al llegar. Soy lady Winthorpe, una antigua... conocida de lord Braxton.
«Una antigua amante», pensó Phoebe.
-Estoy bien, lady Winthorpe, gracias por su preocupación.
Le aseguro que mi marido sabe dónde encontrarme.
La mujer dedicó a Phoebe una astuta sonrisa. -¿Es ésta su primera disputa?
Phoebe no quiso darle a la mujer esa satisfacción, y dijo: -Lord Braxton y yo no nos hemos
peleado. Simplemente, he sentido necesidad de tomar un poco de aire.
-Se la ve pálida, querida. ¿De cuánto está? Ella gimió interiormente.
-No estoy embarazada, si es eso lo que insinúa.
-¿En serio? Todos pensábamos... Bien, conociendo a Braxton, naturalmente supusimos... -Dejó
la frase en suspenso, y luego se encogió de hombros -¿Qué otra cosa podíamos pensar? Es
conocida la aversión que Braxton le tiene al matrimonio. Ya sabe que él es un libertino.
-¡Estás aquí, Pamela! Ven, están tocando otro vals y me lo has prometido.
La mujer sonrió al hermoso joven y le ofreció la mano. -Desde luego, Gladstone, ¿cómo podría
haberlo olvidado? Estoy segura de que lady Braxton me disculpará.
-Desde luego -repuso Phoebe secamente.
Por suerte, la otra única pareja que había en la terraza los siguió también al interior dejando a
Phoebe sola. Fue hasta el extremo del balcón y contempló las estrellas que parpadeaban en el
oscuro cielo. Si pudiera tener tan pocas preocupaciones como aquellas estrellas... Ella no deseaba
estar allí aquella noche. Debería estar buscando a su padre, no fingiendo que disfrutaba ante un
encuentro social que no significaba nada para ella.
-Phoebe.
Su nombre había sonado en un susurro. ¿Lo habría imaginado?
-Phoebe.
Allí estaba de nuevo. No era fruto de su imaginación. -¿Dónde estás? -preguntó.
-Mira hacia abajo.
Ella bajó la mirada y no vio más que una ordenada hilera de setos que rodeaban la terraza.
De ellos asomó una cabeza. -Estoy aquí.
La incredulidad la hizo elevar un poco el tono de voz. -¡David! ¿Qué estás haciendo ahí?
-Me enteré del baile y he venido con la esperanza de encontrarte a solas. Necesitaba hablar
contigo, pero tu marido te tiene demasiado vigilada. Se trata de sir Andrew.
Las esperanzas de Phoebe revivieron.
mentiría, ¿verdad?
-¿Todavía está en la casa de Mount Street? -insistió David.
obstinada?
Ram siguió el quedo murmullo de las voces hasta que distinguió la tenue silueta de dos figuras:
un hombre y una mujer. No podía ver el rostro del hombre, pero sospechó que se trataba de David
Phillips y supo que la mujer era Phoebe.
-¡Aparta tus manos de mi mujer!
-¡Ram!
Ella comprendió que iba a tener que pagar un precio muy caro por aquello.
-¡Maldita sea tu obstinación, Phoebe! -siseó David. Ramsey saltó hacia adelante para rescatar a
Phoebe, presa de incontrolable ira. Phillips estaba maltratando a su esposa, y él se proponía
aplastarle la cara.
Al parecer David comprendió que estaba en peligro, porque tomó una rápida decisión. Empujó
a Phoebe con tanta fuerza que ésta se tambaleó hacia atrás, tropezó contra Braxton y ambos
cayeron hechos una maraña de brazos y piernas, dándole tiempo a Phillips de pasar junto a ellos e
irse por la puerta. Cuando Ram logró levantarse y hubo ayudado a Phoebe a ponerse en pie, David
ya había desaparecido.
-¿Qué estabas haciendo aquí con él? -rugió Ram.
-David está preocupado por mi padre. Deseaba saber si había tenido alguna noticia de sus
secuestradores. «Casi la verdad.»
-¿Cómo sabía dónde encontrarte?
-Se enteró del baile y confiaba en poder charlar en privado conmigo. Es muy triste que yo no
pueda hablar con mis antiguos amigos.
-Es muy triste que la esposa de uno sólo diga mentiras. -La asió del brazo y la arrastró fuera de
allí -Vamos a disculparnos con nuestros anfitriones y nos iremos.
Braxton rebosaba rabia mientras arrastraba a Phoebe hacia la terraza y dentro de la sala de
baile. Luc los estaba aguardando. -Gracias a Dios que la has encontrado. ¿Está usted bien, lady
Braxton?
-Está perfectamente -repuso Ramsey con sequedad-, pero voy a llevármela ahora mismo a casa.
¿Dónde está tu hermana y tu cuñado?
-Maryann y Belcher están comiendo en el bufé -dijo Luc-. ¿Quieres que vaya a buscarlos?
-No, no te molestes. Discúlpanos y diles que un imprevisto nos obliga a retirarnos. Mañana les
enviaré una nota.
Sujetó a Phoebe por el codo con firmeza y la condujo fuera de la sala de baile, en dirección al
carruaje que los aguardaba. -¡Maldición, Phoebe!, ¿qué voy a hacer contigo? -dijo tras darle
instrucciones a Wilson para que los llevase a casa -¿Por qué confías en Phillips y no en mí?
-David tiene más interés por mi padre. Se preocupa por él.
-Estoy convencido de que el interés de Phillips por el amuleto no tiene nada que ver con tu
padre. Espero que no le dijeras dónde encontrado.
-Yo... no sé dónde está.
El coche se detuvo ante la casa. Ramsey se apeó y ayudó a Phoebe antes de que Wilson
acudiera en su ayuda. La dejó en el suelo, le apoyó la mano en la zona lumbar y la impulsó hacia
adelante. Un lacayo abrió la puerta. Ram recogió una vela de la mesa del vestíbulo y la acompañó
hacia la escalera.
Una vez llegaron a su habitación, él depositó la vela y cerró de un portazo. Ella fue detrás del
biombo y comenzó a desnudarse. Ram la siguió.
-Vuélvete -gruñó, consciente de que no podía desabrocharse el vestido sola.
-Déjame sola. No puedo soportar más acoso esta noche.
Braxton se puso en tensión.
-¿Te ha acosado David?
Phoebe vaciló durante una décima de segundo. -¡No! ¿Estás satisfecho?
-¿Le has dado la información que quería?
-No le he dicho nada que él no supiera. Me ha explicado que un hombre llamado Watts se ha
puesto en contacto con él. Le ha dicho que el tiempo se estaba acabando para mi padre.
-Se está acabando para todos -replicó Ram-. El enviado egipcio zarpará dentro de quince días, y
Egipto suspenderá relaciones diplomáticas si no regresa con el amuleto.
-Mi padre está sufriendo.
Ram la sujetó por los hombros.
-Escúchame. Fielding tiene un plan. No me gusta, pero por ahora es lo único que tenemos. Tú y
yo sabemos que debo entregar el amuleto a las autoridades una vez se halle en mi poder, pero
haré todo lo posible para proteger a tu padre, aunque no puedo garantizarte su seguridad.
-Eso es lo que he estado tratando de decirte todo el tiempo. Por eso debo entregar el amuleto
a los secuestradores -palmoteó-. Estoy muy contenta de que finalmente lo hayas comprendido.
-Sí lo comprendo, pero no se trata de eso. Yo no puedo permitir que el amuleto vaya a parar a
manos indebidas. Éste es el plan de Fielding: tú ya no estarás confinada en la casa y se te permitirá
entrar y salir como desees, pero los hombres de Fielding o yo controlaremos tus movimientos.
Cuando los secuestradores se pongan en contacto contigo, debes acceder a un intercambio. Se te
seguirá hasta donde vaya a tener lugar el encuentro, y entonces intervendremos.
Phoebe no parecía convencida.
-¿Y si no se ponen en contacto conmigo?
-Lo harán. Se están desesperando.
-¿Dónde está la trampa? ¿Qué es lo que no me cuentas?
-Debes decirme dónde encontrar el amuleto.
Phoebe palideció.
-Muchas cosas pueden salir mal. Eso es lo único que tengo para negociar.
-No permitiré que te suceda nada, mi amor.
-No estoy preocupada por mí, sino por mi padre.
Él la atrajo hacia sí con ojos levemente implorantes.
-Te he dicho que haré lo imposible por protegeros a ti y a sir Andrew, y así será. Créeme cuando
te digo que no deseo que os ocurra nada a ninguno de los dos.
Le ladeó la cabeza y miró sus brumosos ojos azules por unos instantes, luego inclinó su boca
sobre la de ella. Sus labios temblaron bajo los suyos y profundizó en el beso deseando que Phoebe
confiara en él, que creyera en él. Introdujo la lengua en su boca. El suave revoloteo de la lengua de
ella en respuesta fue un afrodisíaco que lo excitó al instante. El ligero movimiento de su cuerpo
contra el de él era todo el estímulo que Ram necesitaba. La cogió en brazos y la trasladó a la cama.
Cayeron sobre el lecho convertidos en una maraña de brazos, piernas y vaporosas telas.
Phoebe se acurrucó contra su pecho, pero él no le permitió ocultarse. Le levantó la barbilla y la
besó una y otra vez. La dulzura de su boca lo arrastraba cada vez más hondo, dentro del pozo
insondable del deseo.
Por mucho que lo hiciera enfadar, por mucho que ella mintiera, seguía deseándola.
-Bruja -murmuró contra su boca.
La desnudó rápida y eficientemente, como un hombre que sabía lo que deseaba y no perdía el
tiempo. Luego, también él se quitó la ropa y se tendió a su lado.
Phoebe jadeaba excitada, sus senos subían y bajaban con rapidez, volviéndose hacia él,
presionando su ardiente cuerpo contra su húmedo y reluciente pecho.
-¿Por qué no puedo odiarte? -susurró ella con un suspiro irregular.
-Por la misma razón por la que yo no puedo odiarte a ti. -Enredó las manos en sus cabellos
-Hazme el amor.
Phoebe se apoyó en un codo y lo contempló con ojos adormilados y luego, lentamente, oh muy
lentamente, inclinó la cabeza y tomó en su boca su liso pezón masculino. Él aulló sorprendido
cuando ella le mordió suavemente y luego se lo lamió con la lengua.
-Bruja -repitió mientras deslizaba las manos por los deliciosos contornos de su espalda,
acercándola a él. A continuación, la acarició más abajo, sujetando los firmes montículos de su tra-
sero y levantándola sobre él.
Ella volvió a ofrecerle su boca, que él reclamó codicioso, saqueándola, forzándola
profundamente.
-Me estoy muriendo -dijo, cuando finalmente se incorporó en busca de aire.
La vela que había sobre la mesilla vaciló con una repentina corriente de aire y los azules ojos de
ella parecieron reflejar su brillo y reenviárselo a él, encendiéndolo.
A Ram se le quedó la mente en blanco cuando Phoebe se deslizó por su cuerpo, tomó su
erección con la mano e inclinó la cabeza pasando la lengua por la palpitante cabeza. Su cuerpo se
sacudió y él balbuceó:
-Ahora sí que me estoy muriendo realmente.
Ella volvió a empujarlo hacia abajo, acariciándolo con la boca y la lengua con sorprendente
experiencia, por delante y por detrás de su rígido miembro, resiguiendo con la lengua su húmeda
cabeza. Ram respiraba dificultosamente y el corazón le latía con furia. La dejó que prosiguiera
hasta que los dedos de los pies se le curvaron y estuvo a escasos momentos del clímax. Entonces,
la asió por la cintura y la tumbó de espaldas, penetrándola dura y rápidamente. Phoebe levantó las
caderas para recibir sus acometidas y él besó la parte inferior de sus senos, sus suaves pezones, su
boca. La besó hasta que sintió su cavidad contraerse alrededor de su endurecida longitud, y el
placer lo arrebató.
Aquello era demasiado. Se estremeció, tembló, echó la cabeza hacia atrás y gritó. Fue
vagamente consciente de que ella palpitaba contra él en mitad de su propio clímax. No dejó de
apremiarla hasta que la sintió quedarse flácida debajo de él. Entonces se apartó y se desplomó a
su lado en desmadejada latitud.
-Esto ha sido lo más cercano al cielo que probablemente llegue -murmuró.
Cuando ambos recuperaron el aliento, Phoebe se volvió hacia él.
-Esto no cambia nada, Ram. No me has convencido de que lord Fielding y tú podáis proteger a
mi padre. Hasta que me convenzas de ello, mis labios estarán sellados.
-Eres muy obstinada, Phoebe, pero me considero un rival de tu talla. Antes de que concluya la
noche, no habrá ya secretos entre nosotros.
CAPITULO 14
Phoebe pensó que Ramsey estaba demasiado seguro de sí mismo... y de ella. Debía tomar
decisiones y necesitaba mantenerse alerta. El plan que Ram le había expuesto le parecía seguro,
pero podían salir mal muchas cosas. Se le ocurrió que tal vez era hora de buscar su ayuda.
-¿En qué estás pensando Phoebe? -le preguntó él.
-En lo que me has dicho. ¿Puedes prometerme que no le sucederá nada a mi padre si accedo a
las condiciones de lord Fielding?
-Haré lo imposible por mantenerlo a salvo.
-Estoy cansada, Ram. Cansada de cargar con esto yo sola.
Por eso deseaba confiar en David, porque me fío de él.
-Has depositado tu confianza en la persona equivocada -le dijo Braxton.
-Lamento que pienses eso de él.
-¿Y te ves capaz de confiar en mí?
-Quizá. Una vez esto haya acabado y mi padre esté a salvo ¿habrá una amistosa separación de
caminos? No deseo que seamos enemigos. Lo más probable es que nunca más volvamos a vernos
y no quiero que vayas por la vida odiándome.
Su silencio la inquietó. ¿Qué estaría él pensando?
-Nuestra separación no es inevitable, Phoebe.
-Sí lo es. Yo condené nuestro matrimonio al fracaso antes de que tuviera la oportunidad de
florecer. No hay motivo para seguir casados una vez se recupere el amuleto. Ambos sabemos por
qué estamos juntos, y no es por amor.
-¿Qué te propones hacer?
-Cuando todo haya pasado, mi padre necesitará tiempo para curarse. No sé si planea otro viaje
a Egipto en el futuro, pero de ser así, tengo intenciones de acompañarlo.
-¿Con Phillips? -preguntó él mordaz.
-David es el ayudante de mi padre y mi amigo.
-¡Eres una necia si crees eso! -estalló Ram.
-Una vez nos divorciemos...
-No habrá divorcio -repuso él escueto cogiéndola entre sus brazos.
-¿Por qué no?
Él le dirigió una apreciativa mirada.
-Estar casado me protegerá de las debutantes cazadoras de maridos y de sus mamás.
-Y estarás libre para continuar con tus costumbres libertinas -añadió Phoebe.
Ramsey no contradijo esa evaluación de su carácter, aunque no se consideraba ya el mismo
hombre que había sido antes de que Phoebe volviera a entrar en su vida. Algo había cambiado. La
seducción seguía siendo su juego, pero la única mujer a la que deseaba seducir era a Phoebe.
¿Qué había hecho con él, en nombre de Dios?
-¿Qué te hace pensar que yo desee volver a mi antiguo estilo de vida? ¿Por qué crees que no
me basta con una sola mujer? Concédeme algún crédito, Phoebe. No me he descarriado desde
que volvimos a encontrarnos, ¿verdad?
-Tú tenías una misión y yo era tu presa, Ram. Una vez concluya tu trabajo, te cansarás de mí. Mi
plan es mejor.
-Nuestro futuro juntos o nuestra falta de futuro dependen de ti. Se produjo un prolongado
silencio. Luego él preguntó: -¿Estás dispuesta a decirme lo que deseo saber?
Phoebe pensó que estaba más dispuesta de lo que lo había estado nunca.
-Muy bien. Mi padre encontró el amuleto oculto en una vasija que llevaba en su baúl, cuando
se hallaba a bordo del barco que lo conducía a Inglaterra. No tenía ni idea de cómo había lle gado
hasta allí, y se proponía devolverlo a las autoridades en cuanto desembarcara.
-Prosigue -le pidió Ram.
-Él deseaba mantener a salvo el amuleto, por lo que lo ocultó bajo el jabón de su bacía de
afeitar. Yo la encontré, pero tú llegaste antes de que pudiera retirar el jabón.
-¿Dónde está ahora la bacía?
-En una estantería de la cocina.
-Gracias, Phoebe. Has hecho lo correcto.
-¿En serio? No estoy muy segura de ello. Pero sí estoy segura de que yo sola no puedo manejar
esto. Por favor, Ram, ayúdame.
-Eso es lo que siempre he deseado, amor.
Le levantó la barbilla y la besó profundizando su lengua para captar su dulzura. Luego le hizo el
amor con ternura, sin apresurarse, construyendo con paciencia la pasión de Phoebe hasta que ella
se retorció debajo de él, abriéndose entusiasta a su boca y su lengua. Entonces, Ramsey se situó
sobre ella y la penetró conduciéndolos a ambos a un estremecedor clímax.
-Duérmete, amor -dijo él luego mientras se dejaba caer junto a ella y la acomodaba en la curva
de su cuerpo -Y trata de no preocuparte. No permitiré que a tu padre le suceda nada.
Phoebe aún estaba rogando haber hecho lo correcto, cuando el sueño la reclamó.
Phoebe se despertó tarde a la mañana siguiente, decepcionada al ver que Ram ya no estaba, y
que su lado del lecho estaba frío. Abby entró en el dormitorio unos minutos después. Depositó la
bandeja que llevaba y corrió las cortinas para que entrara la luz del sol.
-La he oído removerse -le explicó mientras se desplazaba por la habitación.
-¿Ha visto a lord Braxton esta mañana? -quiso saber Phoebe.
-Ha salido temprano de casa, milady. Ha dicho que la dejara dormir cuanto desease.
-Quisiera tomar un baño, Abby.
-Ahora mismo, milady -contestó la chica saliendo presurosa.
Phoebe mordisqueó un bollo y tomó una taza de té, bastante disgustada con Ramsey por
haberla dejado en casa. Sin que se lo dijera sabía que había ido a la casa de Mount Street a buscar
el amuleto, y se preguntaba por qué no la había esperado. ¿No confiaba en ella? ¿Habría obrado
ella correctamente?
Se le ocurrió de repente que tal vez debería haberle pedido a David su opinión antes de revelar
dónde estaba el amuleto. Era su amigo, y estaba preocupado por su padre, merecía saber lo que
estaba sucediendo. Cuando la bañera estuvo instalada y llena, Phoebe había tomado una decisión.
Una vez se hubiera bañado y vestido, iría a ver a David y le contaría todo el asunto. Suponía que
no se pondría muy contento, pero se sentía obligada, y también le informaría del plan que Ram y
Fielding habían elaborado para rescatar a su padre.
Media hora después, Phoebe bajaba la escalera. Milagrosamente, no había nadie por allí, ni
siquiera estaba el lacayo.
Abrió la puerta y salió sin hacer ruido. Cruzó apresurada el umbral y llegó a la calle, donde
detuvo el primer coche de alquiler que pasó. Tras una rápida mirada a sus espaldas para
asegurarse de que nadie la seguía, le dio la dirección al cochero y se recostó contra los
deslustrados cojines.
Por fortuna, encontró a David en la sala común de El Ala y La Pluma, almorzando. Él se levantó
en seguida al veda, asombrado.
-¿Qué haces aquí, Phoebe? -Miró tras ella -¿Vienes sola?
-Necesito hablar contigo, David. En privado.
-Vamos a mi habitación. Es el único lugar donde podemos estar solos. ¿Te han seguido? -Nadie
me ha visto salir.
La cogió de la mano y subieron juntos la escalera.
-Me sorprende que Braxton te haya perdido de vista. Llegaron al descansillo superior; David la
condujo por el pasillo hasta llegar a su habitación. Entraron, y comenzó a dudar de su decisión en
el momento en que la puerta se cerró tras ella. -¿De qué se trata, Phoebe? ¿Ha ocurrido algo?
La joven suspiró.
-Se podría decir así. Se lo he dicho, David.
-¿Dicho? ¿A quién? ¿De qué estás hablando?
-De Ram. Le he dicho dónde encontrar el amuleto. Él cree que mi padre no lo robó, que alguien
lo colocó en su baúl antes de que saliera de Egipto.
-¡Maldita seas!
Las venas del cuello de David se hincharon y su furia creció hasta convertirse en una rabia
irracional.
-¿Cómo puedes haber sido tan necia? ¿No te importa nada tu padre? Sabes lo que va a suceder
ahora, ¿verdad?
-Desde luego. El amuleto será devuelto a los egipcios. Y Braxton tiene un plan para rescatar a
mi padre -le explicó ella.
-Eso es improbable que suceda sin el amuleto. Los secuestradores de sir Andrew se van a
quedar lívidos. Tu padre se halla en grave peligro y sin el amuleto no puedes liberado.
-Necesitamos ayuda, David. No podemos hacer esto nosotros solos.
-Si me hubieras dicho dónde estaba el amuleto, sir Andrew ya estaría en libertad.
-Es demasiado tarde para lamentaciones. Lo que está hecho, hecho está.
David entornó los ojos.
-Háblame de ese plan que Braxton y Fielding han pensado.
-Ellos creen que los secuestradores de mi padre volverán a tratar de ponerse en contacto
conmigo. Yo debo ser accesible para ellos. Lo que no sabrán es que los agentes de Fielding me
estarán vigilando. Cuando contacten conmigo, debo acceder a intercambiar el amuleto por mi
padre. Una vez se acuerde una hora y un lugar, los agentes de Fielding intervendrán.
-Inteligente -comentó David sin entusiasmo-. Sabes que te están usando como cebo, ¿verdad?
La despreocupación de Braxton por ti me horroriza. Mi opinión sobre él es ahora aún peor de lo
que era, si eso es posible.
Phoebe lo miró con frialdad. -Juzgas equivocadamente a Ram.
-¿Cómo puede uno juzgar equivocadamente a un reconocido crápula? Nada ha cambiado,
Phoebe. Braxton es el mismo hombre que hace cuatro años. No le importas en absoluto. Desea
que estés con él por una única razón. Desea el amuleto, y tú eres clave para recuperado.
Phoebe tragó saliva con dificultad. Tal vez David tuviese razón. Ella ya había considerado
aquella posibilidad.
-No me digas que te has enamorado de él -prosiguió su amigo incrédulo -Te creía más
inteligente.
-Desde luego que no me he enamorado -mintió Phoebe-. Cuando todo este asunto termine,
Ram y yo seguiremos caminos distintos. Mi padre necesitará un largo período de descanso antes
de que podamos ni siquiera pensar en regresar a Egipto.
Phillips permaneció bastante rato, observando especulativamente a Phoebe. De repente,
apartó la vista y esbozó una astuta sonrisa.
-No necesitamos a Braxton para rescatar a tu padre. -Se inclinó hacia ella -Podemos hacerlo
nosotros solos.
Phoebe apenas podía dar crédito a sus palabras. -¿Qué quieres decir?
-Sé dónde tienen a sir Andrew; No necesitamos subterfugios, ni arriesgar nuestras vidas para
rescatarlo. -¿Por qué no me lo has dicho antes?
-Me has sorprendido. Enterarme de que tu marido tenía el amuleto me ha dejado aturdido.
-¿Cuándo te enteraste de dónde estaba mi padre? ¿Cómo? -quiso saber Phoebe.
-Anoche, cuando te dejé en la cochera. ¿Crees que Braxton es el único que tiene a gente
encargada de buscar a tu padre? He estado llevando a cabo mi propia búsqueda. Anoche, uno de
mis hombres se encontró con un tipo llamado Benny en una taberna. Y el tal Benny estaba muy
bebido, y alardeaba de que estaba a punto de conseguir una gran cantidad de dinero.
-En el curso de la conversación se le escapó que un amigo y él mantenían cautivo a un hombre;
un hombre que pretendían intercambiar por un objeto de considerable valor.
-Mi padre -susurró Phoebe.
-Mi hombre siguió a Benny hasta un destartalado bloque de viviendas del East End. Ayer noche,
ya muy tarde, vino a decírmelo.
-Tenemos que contárselo a Ram -dijo ella -Necesitaremos su ayuda.
-No, Phoebe. Definitivamente no podemos decírselo a Braxton.
-¿Por qué no? No intentarás irrumpir en un nido de víboras con exigencias, ¿verdad? No sólo
sería imprudente, sino peligroso.
David le asió las manos; su voz era áspera a causa de la tensión y de algo que ella no pudo
identificar.
-Escucha, Phoebe. Mi hombre se enteró de que sir Andrew se queda con frecuencia solo en una
habitación cerrada. Podemos hacerlo sin ayuda. ¿Por qué meter a Braxton y a Asuntos Exteriores
en esto? Ellos sólo entorpecerán las cosas.
Ella no estaba convencida. Algo sonaba a falso, pero estaba hablando con David. Éste no haría
nada que pusiera en peligro la vida de su padre.
-Reconoces que mi sistema es mejor, ¿verdad, Phoebe?
-insistió él.
-Yo... supongo que sí, pero a Ram esto no va a gustarle.
-Una vez sir Andrew se halle en libertad puedes decirle a Braxton que se voy a al diablo. ¿Estás
conmigo en esto?
-Desde luego -repuso Phoebe, aferrándose a aquella inesperada oportunidad -Estoy dispuesta a
hacer lo que sea por ayudar a mi padre. Tú eres un buen amigo, David.
-Debemos partir inmediatamente. Sospecho que éste será el primer lugar adonde Braxton
acudirá cuando descubra tu desaparición. Concédeme sólo un momento para escribirle una nota
a... mi hombre.
Aguardó junto a la puerta mientras Phillips escribía a toda prisa una nota y la sellaba. Cuando
hubo acabado, bajaron juntos la escalera.
-Aguarda aquí -le pidió David-. Necesito hablar con el posadero acerca de la entrega de mi
mensaje.
Ella observó cómo David hablaba con el posadero y luego depositaba una moneda en su mano.
Regresó al cabo de un momento y salieron fuera. En seguida pasó un coche de alquiler que ahora
avanzaba traqueteando hacia el East End.
Al cabo de media hora, el coche se detuvo.
-¿Estás seguro de que ésta es la dirección correcta? -preguntó Phoebe, observando el ruinoso
edificio con recelo.
-Sí. Ven conmigo.
David pagó al conductor e hizo subir a Phoebe los peldaños hasta la puerta principal.
-¿Y si Watts y Benny están dentro? ¿No deberías asegurarte primero?
-¿Cómo propones tú que lo hagamos?
Las primeras semillas de duda empezaron a arraigar en la mente de Phoebe.
-Tal vez deberíamos buscar ayuda. Tu plan no es factible.
No sé qué pensaba cuando he accedido a venir. Sólo somos dos personas, David, y ambos
vamos desarmados. ¿Y si nos encontramos con problemas?
La expresión de él se endureció mientras le sujetaba el brazo con fuerza.
-Estoy armado, Phoebe, y tú no vas a ir a ninguna parte. Has dicho que sí, y ahora no puedes
echarte atrás.
Ella trató de liberarse, pero la presión de David era implacable. -¿Qué te pasa, David? Suéltame.
-No, Phoebe. He llegado demasiado lejos, he arriesgado demasiado. Vamos a llevar esto hasta
el final.
-¿Llevar qué? Me estás asustando. Abrió la puerta y la empujó dentro.
-Sube la escalera. Vamos, apresúrate.
-¿Dónde está mi padre?
-Vas a verlo muy pronto, te lo prometo.
Phoebe supuso que sus palabras estaban destinadas a hacerla sentirse mejor, pero sólo
incrementaron sus temores. De pronto, David le parecía un desconocido. Incluso sus rasgos habían
cambiado. Sus ojos eran fríos, sin ningún destello de calidez, y su expresión tenía un aire de dureza
que ella nunca había advertido anteriormente.
Phillips se detuvo ante una puerta cerrada, dio dos golpecitos, hizo una pausa y luego golpeó
otras tres veces. Abrieron una rendija y luego del todo para dejarlos pasar. Phoebe se negó a
avanzar.
-¡No! ¿Qué significa esto, David?
Él la empujó con violencia, enviándola a los brazos de Watts. Ella se apartó rápidamente.
-¡No me toque!
-¿Por qué la ha traído aquí? -preguntó Watts-. ¿Tiene usted el amuleto? Me gustaría echarle
una mirada. Debe de ser algo importante, con tanta gente persiguiéndolo.
La verdad comenzó finalmente a despuntar en la mente de Phoebe. El hombre en quien más
confiaba los había traicionado a ella y a su padre. Con la furia en los ojos se volvió hacia él. -¿Cómo
has podido? Ram tenía razón. Estás implicado en el secuestro de mi padre, ¿no es así? Yo confiaba
en ti, David. ¿Cómo has podido volverte contra nosotros de este modo?
-Por dinero, Phoebe. Ser el ayudante de tu padre no está bien pagado. Estoy cansado de ver
tantas riquezas escapándoseme de las manos. Deseo el estilo de vida que Braxton y la gente como
él disfrutan. Por una vez en mi vida deseo gastar dinero sin preocuparme de que los acreedores
me acosen.
-Sabes que será difícil vender el amuleto, ¿verdad?
-En absoluto, querida. Ya tengo un comprador, un coleccionista privado que lo quiere para su
propio deleite. Ya hemos llegado a un acuerdo. En cuanto la pieza se halle en mi poder, zarparé
hacia Francia y se la entregaré a su futuro dueño.
-Es demasiado tarde, David. Ram ya debe de haber encontrado el amuleto.
Antes de que David pudiera responder, en la puerta sonaron una serie de golpecitos. Watts
abrió y Benny pasó dentro. -¿Tienes noticias, Benny?
-Sí -contestó éste -Braxton ha ido a la casa de Mount Street. Se ha quedado poco tiempo en el
interior y ha vuelto a su casa. Ahora está allí.
-¡Has hecho que vigilasen a Ram! -exclamó Phoebe. David le sonrió, satisfecho de sí mismo.
-Según han resultado las cosas, fue una buena idea. No soy de los que dejan nada al azar. -Se
frotó las manos -Pronto descubrirás cuán poco te valora tu marido.
-¿Qué quieres decir? ¿Qué estás tramando ahora?
-La nota que he escrito antes de salir de mi habitación estaba destinada a él. Le informaba de
que estabas cautiva junto con tu padre y que el amuleto podía significar vuestra libertad.
A Phoebe le dio un vuelco el estómago. Sabía bien cuál sería la respuesta de Ramsey a la
proposición de David. Sin duda, ya habría entregado el amuleto a lord Fielding, pero si no lo había
hecho, no se plegaría al ultimátum de Phillips. El amuleto era importante para Inglaterra.
-Ram no accederá a tus propuestas -le advirtió.
-Veremos -contestó él muy confiado.
-¿Dónde está mi padre? ¿O también has mentido sobre eso?
-Llévala con Thompson -le ordenó David a Watts.
Éste la asió del brazo y la acompañó hasta una puerta cerrada.
Tras correr el cerrojo, la abrió y la empujó al interior. Phoebe entró dando traspiés, hasta topar
con su padre.
-Disfruten de su reencuentro -dijo Watts mientras cerraba la puerta y corría el cerrojo.
-¡Phoebe! ¡Por Dios! ¿Qué estás haciendo aquí? -exclamó sir Thompson-. ¿Hiciste lo que te
pedí? ¿Entregaste el amuleto a las autoridades?
-Le dije a Ram dónde encontrarlo. Él se encargará de que llegue a su destino. -Examinó su
rostro-. Tienes mejor aspecto. ¿Has tomado medicinas para tu dolencia?
-No, hija, pero el acceso de fiebre parece haber remitido.
Todavía estoy débil, pero recuperándome. -La condujo hacia una silla -Siéntate y cuéntame qué
está pasando. He estado muy confuso durante las pasadas semanas.
-Fue David, padre. Él robó el amuleto y lo ocultó en tu baúl.
Sospecho que lo colocó entre tus pertenencias para que fueses tú el acusado del robo en caso
de que fuera descubierto. Probablemente planeaba recuperarlo durante el largo viaje por mar,
pero tú lo encontraste primero y frustraste su plan. Entonces, él organizó tu secuestro y todo lo
demás.
Sir Andrew se desplomó en el lecho, articulando palabras sin emitir sonido alguno. Transcurrió
un largo rato hasta que recuperó la voz.
-No puedo creer que sea cierto, Phoebe. David no. Confiaba en él absolutamente.
La joven se arrodilló junto a él y le cogió una mano entre las suyas.
-Ambos estábamos equivocados, padre. Algo cambió al David que conocíamos. No es el mismo
hombre. No sé qué va a ser de nosotros. Ram nunca accederá a entregarle el amuleto.
-Mírame, hija. Ella levantó la cara.
-¿Confías en Braxton? -le preguntó. Ella le dirigió una temblorosa sonrisa.
-Sí, padre.
-Entonces confía en que encontrará el modo de sacarnos de esto.
Entretanto Ram había localizado la bacía. Estaba exactamente donde Phoebe había dicho. Si no
había mentido, allí encontraría el amuleto tanto tiempo buscado. Fielding estaría complacido e
Inglaterra se evitaría la vergüenza.
Pero ¿a qué coste?, se preguntó. ¿Cómo diablos iba a encontrar al padre de Phoebe cuando no
tenía ningún indicio de por dónde buscar? No le agradaba la idea de utilizar a su esposa como
cebo, pero no veía ninguna otra alternativa. Tendría que confiar en los hombres de Fielding para
protegerla, pero seguía sin gustarle la idea.
Asió la bacía y la golpeó con fuerza en el borde de la estantería. El recipiente se hizo pedazos y
él recogió el pequeño envoltorio que contenía antes de que éste cayese al suelo.
«Por fin», pensó, sosteniéndolo con reverencia. Por fin iba a ver lo que había causado todo
aquel lío. Abrió con cuidado la envoltura impermeabilizada y sacó el amuleto. Se quedó sin respi-
ración ante el impresionante rubí rojo como la sangre y la gema más grande que había visto
nunca. Incrustado en el centro de una estrella, era tan grande como un huevo de petirrojo. Ram
no podía siquiera imaginar su valor, porque la pieza estaba más allá de cualquier cotización.
Comprendía que el gobierno egipcio exigiese su devolución.
Con manos temblorosas, lo envolvió de nuevo y se lo guardó en el bolsillo. Sabía que debía
llevárselo inmediatamente a Fielding, pero deseaba mostrárselo primero a Phoebe. Ella lo había
visto antes, pero sólo brevemente y desde cierta distancia. Puesto que el amuleto los había unido,
sentía que ella debería sostenerlo en sus manos aunque sólo fuese un momento.
Los agentes de Bow Street le aguardaban en la puerta principal.
-¿Ha encontrado lo que estaba buscando, milord? -preguntó Akers-. Slaughter y yo registramos
la casa de arriba abajo y no hallamos nada.
-Lo he encontrado. A menos que ustedes hubieran sabido dónde mirar, era imposible que
diesen con ello -explicó Ram-. No se preocupen. Su trabajo ha sido impecable.
-Es muy generoso por su parte, milord -dijo Slaughter-. ¿Quiere que hagamos algo?
-No por el momento. Ya no hay necesidad de vigilar la casa.
Envíen su factura a mi abogado. Si volviera a necesitarles, los avisaría.
Ram regresó a su casa. En cuanto entró y saludó a Porter advirtió la tensión reinante y
comprendió que algo iba mal. Su jubiloso talante se convirtió en alarma cuando vio que el
mayordomo parecía realmente afligido.
Preguntó lo primero que se le ocurrió. -¿Dónde está lady Braxton?
Porter carraspeó.
-Ha sido culpa mía milord. No sé cómo, lady Braxton se ha ido sin que nadie la viese. Abby me
ha dicho sobre media mañana que milady no estaba. Nadie sabe cuánto tiempo llevaba fuera
antes de que se advirtiera su ausencia.
-¡Maldición! -estalló Ram.
-He enviado a varios lacayos en su busca -añadió Porter-, pero no la han encontrado. Lo siento,
milord. Parece que lady Braxton tiene cierta tendencia a marcharse sin decir nada.
Un escalofrío recorrió la espalda de Ramsey. ¿Adónde diablos habría ido Phoebe esta vez?
¿Habría sido secuestrada de nuevo? ¿Por qué había salido de casa antes de que él hubiera podido
disponer de protección? Ella sabía cuál era el plan, y sin embargo se había vuelto a poner
conscientemente en peligro. ¿Qué diablos estaba pasando?
-Hay algo más -prosiguió Portero Le temblaba la barbilla y parecía a punto de echarse a llorar
-Hace unos momentos, ha llegado esto.
Braxton observó la nota plegada que su mayordomo le tendía, y retrocedió. No deseaba leerla,
sin que nadie se lo dijera, sabía que serían malas noticias. Casi sin fuerzas, cogió la nota. La leyó
una vez, murmuró una serie de maldiciones, y volvió a leerla.
-¿Quién ha traído esto?
-Un golfillo callejero, milord -contestó Porter-. Está en la cocina, llenándose la panza. He
pensado que tal vez usted querría interrogarlo.
-Ha obrado perfectamente -dijo Ram dirigiéndose hacia la cocina.
Encontró al muchacho atiborrándose de tarta de frutas y bebiendo leche. En cuanto el chico vio
a Ram, se puso en pie de un salto.
-Tú eres el muchacho que ha traído esta nota -dijo el conde. El chico se secó la boca con la
manga y asintió.
-Sí, milord. Gracias por la comida. -Se dirigió hacia la puerta -Ahora será mejor que me vaya.
-No tan rápido, muchacho. ¿Quién te ha dado la nota? ¿Puedes describirme al hombre que te
pagó para entregarla?
-¡Oh, sí, milord! Fue el posadero de El Ala y La Pluma. Me dio un chelín por traerla aquí, ya lo
creo que lo hizo.
-Denle otro chelín al muchacho y que se vaya -ordenó Ram mientras pasaba junto a Porter, que
esperaba junto a la puerta. -¿Puedo serie de ayuda, milord? -preguntó el mayordomo. Ram no
contestó. Subió la escalera de dos en dos, entró en su dormitorio y cerró de un portazo. Estaba
literalmente temblando cuando se desplomó en un sillón y volvió a leer la nota. Ésta era breve, e
iba al grano. Phoebe había sido tomada como rehén. Si deseaba volver a veda con vida, no debía
entregar el amuleto al gobierno y tenía que aguardar nuevas órdenes. La nota no estaba firmada,
pero Ram estaba seguro de que procedía de David Phillips, que se alojaba en esa posada.
El deber pugnaba en su interior por el miedo por Phoebe. ¿Cómo podía darle el amuleto a
Fielding cuando eso podía costarle la vida a su esposa? Ahora entendía perfectamente lo que
había sentido Phoebe cuando supo que el amuleto era el precio por la vida de su padre.
¡Al infierno con el deber!, decidió. Utilizaría el amuleto como lo considerara adecuado, y ello
era salvar a Phoebe. Con la resolución pintada en el rostro, bajó precipitadamente la escalera,
ordenó que le trajesen su caballo y estuvo caminando impaciente arriba y abajo hasta que llegó el
mozo. Entonces montó con rapidez y se precipitó calle abajo.
Cuando llegó a El Ala y La Pluma, le tiró las riendas a un jovencito que merodeaba por allí y pasó
al interior. El posadero se apresuró a saludarle.
-¿Qué puedo hacer por usted, milord? Tengo un brandy muy bueno si desea una copa.
Ram abrió su monedero, sacó una corona de oro y la hizo destellar ante los ojos del hombre.
-Lo único que deseo es información. ¿Ha estado aquí esta mañana una dama con David Phillips?
El posadero se quedó mirando la pieza de oro y se pasó la lengua por los labios.
-No la vi entrar, pero sí marcharse con el señor Phillips.
-¿Parecía ella... ir de mala gana? ¿Cómo si se viera obligada a acompañarlo?
-¡Oh, no, milord, parecía ir de buen grado! Incluso aguardó mientras el señor Phillips acordaba
conmigo que se entregara un mensaje.
Ramsey no podía dar crédito a lo que estaba oyendo. De ser así, significaría que tanto Phoebe
CAPITULO 15
Ram llegó al cuartel general de los agentes de Bow Street. Fue introducido inmediatamente al
despacho del director.
-Deseo contratar a sus mejores investigadores -soltó Braxton sin más preámbulos.
-Akers y Slaughter han acabado su trabajo con usted. ¿Ha sucedido algo más que requiera
nuestros servicios?
-Así es -respondió Ram con expresión adusta -Mi esposa ha vuelto a ser secuestrada, y deseo
encontrar al responsable de ello. El coste no importa. Habrá una gratificación para quien aporte la
información que busco.
Ram prosiguió, describiendo tanto a Phillips como a Phoebe, lamentando no haberle pedido a
su esposa una descripción de los tipos llamados Watts y Benny.
-Tendré hombres batiendo la ciudad dentro de una hora, milord -le aseguró el director -¿Dónde
podemos localizarle para informarle de nuestros descubrimientos?
-En mi casa. Tengo que hacer otra gestión, pero no me ocupará mucho tiempo.
A continuación se despidió. No sabía si contratar a los agentes llevaría a algún resultado, pero
estaba desesperado. Su suposición era que Phillips podía ser conocido en alguna posada o taberna
del vecindario donde Phoebe y su padre permanecían cautivos. Los secuestradores tenían que
comprar alimentos en algún sitio y el más probable era en una posada o taberna. No tenía ni idea
de si Phillips realizaba él mismo la compra o lo hacían sus lacayos, pero rogaba por que hubiese
sido él, al menos en una ocasión.
Lord Fielding paseaba nervioso cuando Ram llegó. -Estaba a punto de enviar en tu busca,
Braxton -dijo.
-¿Qué ha sucedido?
-Hoy ha llegado un funcionario egipcio. Su barco ha atracado esta mañana temprano. Se ha
presentado ante el rey exigiéndole la inmediata devolución del amuleto. El monarca está furioso.
Se armará una buena si no lo recuperamos pronto.
Ramsey se llevó la mano al bolsillo donde tenía el objeto a buen recaudo. Él podía poner fin de
inmediato a ese conflicto y dejar a salvo el honor de su país, pero todo ello arriesgando la vida de
Phoebe. Aquello era demasiado pedir.
-¿Qué sucede, Braxton? -preguntó Fielding-. Te veo... raro. ¿Qué pasa?
-Phoebe ha sido secuestrada -soltó de repente.
-¿Otra vez? ¿Con qué fin?
Ram consideró brevemente sus opciones. Podía decide a Fielding que tenía el amuleto o podía
mentir. Decidió eludir la cuestión por el momento.
-He contratado a unos agentes de Bow Street para que rastreen la ciudad en busca de
información. Una vez sepa dónde están Phoebe y su padre podría necesitar tu ayuda. Te
mantendré informado.
Fielding estudió su semblante con expresión recelosa. -¿Qué es lo que no me estás diciendo,
Braxton? ¿Por qué ha sido secuestrada tu mujer por segunda vez? ¿Cómo puedo ayudarte cuando
-Parece como si hubieras perdido a tu mejor amigo. Deduzco que tu investigación está
tropezando con problemas.
-Nada avanza sin problemas.
-¿Todavía sigue sin aparecer el amuleto?
-El amuleto está donde debe estar, pero mi esposa ha vuelvo a desaparecer. -¿Encontraste el
objeto?
-Sí, y se lo he llevado a Fielding. El condenado amuleto era lo único que tenía para negociar y
acabo de entregado -se lamentó-. Ahora no tengo nada que ofrecer a cambio de la libertad de
Phoebe.
-¿Qué te propones hacer?
-Ahora mismo, los agentes de Bow Street están rastreando la ciudad en busca de pistas, y
Fielding me ha prometido ayuda en caso necesario. Estoy aguardando noticias de Phillips. Espero
que me diga dónde debe tener lugar el intercambio.
-Pero tú no tienes el amuleto -señaló Luc.
-Confío en que Phillips no lo sepa. Puede que Phoebe le haya dicho que he ido a buscarlo, y
David ignora que se lo he dado a Fielding.
Un breve golpecito sonó en la puerta antes de abrirse. -Milord, tiene una visita -anunció
Portero
Entró un hombrecillo anodino, era Slaughter.
-Tenemos información sobre el hombre que usted describió, milord -dijo.
-Gracias a Dios. Adelante. ¿Saben ya dónde retienen a mi mujer?
-No exactamente, pero creemos que se trata de un barrio del East End, cerca de los muelles. Un
hombre que respondía a la descripción de Phillips ha comprado hoy alimentos en El Cuer no y La
Pezuña. Está situada cerca de los muelles.
-Buen trabajo -lo felicitó Ram-. Por lo menos tenemos por dónde comenzar. Vamos.
-Te acompaño -se ofreció Westmore.
Ram cogió una pistola del cajón de su escritorio. Su expresión era despiadada mientras la
cargaba y cebaba. Luego, se la metió en el bolsillo y le hizo a Luc un gesto con la cabeza.
-Estoy listo -dijo.
-Mi carruaje está fuera.
Porter estaba en la puerta.
-Acaba de llegar un mensaje para usted, milord.
A Ram le temblaban las manos mientras cogía la hoja de papel doblada que el mayordomo le
tendía.
-¿Es de Phillips? -preguntó Luc.
-Pronto lo sabremos
Desplegó la nota y leyó rápidamente su contenido.
-Se supone que debo presentarme en Rotten Row, en Hyde Park, mañana por la mañana a las
diez en punto. Alguien se pondrá en contacto conmigo y yo debo entregarle el amuleto.
-¿Y qué hay de lady Braxton y su padre, sir Thompson? ¿No los menciona?
-Según la nota, serán liberados cuando la joya haya sido entregada. -Arrojó la nota al otro lado
de la habitación -¡Maldición!, como si pudiera confiar en que Phillips hará lo que dice. Vámonos.
Esto no nos deja mucho tiempo.
Phoebe jugueteaba con la comida que David le había llevado, esparciéndola por el plato y
convirtiéndola en un mejunje nada apetitoso.
-Esto es asqueroso -se quejó-. No es extraño que no hayas recuperado las fuerzas. ¿Quién
puede comerse estas gachas?
-La mayor parte de las veces no tenía apetito -le recordó sir Thompson-, pero esto tiene mejor
aspecto que lo que me daban antes de traerme a Londres.
Phoebe dejó a un lado su cuchara. -Tenemos que salir de aquí -dijo.
-¿Cómo te propones hacerla?
Ella fue hacia la ventana y apretó la frente contra las persianas de madera. Sintió un soplo de
aire refrescante filtrarse por las rendijas y aspiró profundamente.
-No lo sé. La puerta está cerrada con llave y las persianas de las ventanas claveteadas. No
puedo distinguir gran cosa entre las rendijas.
-¿Sabes dónde estamos? -preguntó su padre -Yo estaba semi inconsciente cuando me trajeron
aquí desde la choza. A veces puedo oler el río y hay otro olor que no logro identificar.
-Estamos cerca de los muelles. Lo que hueles es el río y el hedor de la pobreza. -Se estremeció
-Compadezco a la gente que se ve obligada a vivir aquí. ¿Cómo nos encontrará Ram en semejante
lugar?
La angustia se reflejaba en su rostro cuando le vino un repentino pensamiento a la cabeza.
-¿Y si a Ram no le importa lo que nos suceda? Al fin y al cabo ya tiene el amuleto.
-Eso no te lo crees -la reprendió sir Andrew.
La expresión de ella se volvió resuelta y sus ojos brillaron con determinación.
-Tenemos que intentar salvamos nosotros mismos, padre. Volvió a la mesa y se sentó en la
desvencijada silla, arrugando la frente pensativa calibrando sus recursos. En la habitación había
una cama, una mesita desvencijada, dos sillas y un biombo que protegía una cómoda. La huida no
parecía fácil. Colocó los codos en la mesa, apoyó la barbilla en las manos y consideró sus opciones.
Rendirse no era una de ellas.
Sabía que Ramsey era leal a su país y que nunca entregaría el amuleto a unos ladrones, por
mucho que personalmente le costara hacerlo así. ¿Los mataría David si Ram se negaba a aceptar
sus condiciones? No lo sabía; nunca antes había visto aquella faceta de Phillips.
Phoebe no podía dejar de culpabilizarse un poco por el cambio de personalidad de David. Él
decía que estaba enamorado de ella y le había propuesto matrimonio. ¿Había sido su rechazo
responsable en cierto modo del cambio de su carácter? ¿O ella no había sabido ver antes su
vertiente mercenaria?
Sus pensamientos se remontaron a varios años atrás, a la mañana siguiente a su matrimonio
con Braxton. Si David no hubiera sembrado la duda en su mente acerca de Ram, ella no hubiera
dejado al hombre al que amaba. ¿Por qué no había comprendido la jugada de David? ¿Cómo podía
haber sido tan ingenua?
Ciega de ira, golpeó la mesa con el puño. -¿Cómo ha podido David hacemos esto, padre?
La mesa se tambaleó y luego se quedó ladeada. Ella se recostó en la silla y contempló pensativa
la gruesa pata de la mesa, que había quedado inclinada en un ángulo poco natural. De repente se
animó.
-Ayúdame a poner la mesa boca abajo, padre.
-¿En qué estás pensando, hija?
-Te lo diré cuando haya echado una mirada a esta pata.
No era una mesa muy pesada y entre los dos la pusieron patas arriba fácilmente.
-Mira -exclamó Phoebe-. Esta pata tiene una gran hendidura cerca de la base. No nos costará
mucho soltada.
Sir Andrew le dirigió una mirada asombrada. -¿Con qué fin?
Phoebe quería muchísimo a su padre, pero el hombre no era muy imaginativo.
-Tenemos que convencer a Watts para que abra la puerta. Yo me esconderé detrás y le
golpearé con la pata cuando entre.
-¿Y si Watts no está solo?
-He oído cerrarse la puerta de la calle inmediatamente después de que David nos trajese la
comida, por lo que supongo que él debe de estar fuera, haciendo gestiones para organizar el inter-
cambio. Lo que significa que Watts está solo.
-Siempre has sido una mujer de recursos, hija. Tenemos que partir la madera y separarla de la
mesa, ¿no es así? Si los dos apoyamos nuestro peso en ella, se partirá con bastante facilidad.
Pero la pata era más sólida de lo que parecía. Les costó esfuerzo partirla, pero finalmente, con
un sonoro crujido, se quebró catapultando a Phoebe por los aires. Ésta aterrizó sentada. -¿Estás
bien, hija?
Ella se levantó y se frotó el trasero. -Estoy bien. ¡Lo hemos conseguido!
Sir Andrew sostuvo la pata de la mesa en las manos.
-Es bastante sólida. Será una espléndida arma. Pero debería ser yo quien la manejara.
Phoebe negó con la cabeza.
-Estás demasiado débil, lo haré yo. Ahora veamos cómo vamos a atraer al esbirro de David a la
habitación.
-Puedo simular que estoy enfermo -sugirió sir Andrew-. Cuando Watts entre a comprobarlo, tú
lo golpeas. O bien podemos esperar a que nos traiga el desayuno por la mañana.
-No, no podemos esperar tanto tiempo. Debe de estar ya oscuro, lo que podría ayudamos en
nuestra huida. Tenemos que hacerlo en seguida.
-Ruega por que haya sólo uno de ellos ahí fuera -dijo sir Andrew con fervor.
Ram-. Eso me basta. Puesto que ya no tengo el amuleto para negociar, necesito toda la ayuda
que podamos conseguir.
-¿Tenías que dárselo a Fielding?
-No me dejó otra elección -masculló Ram-. Vamos. Tenemos mucho terreno que cubrir.
Sadie se asomó por la esquina e hizo señas al hombre que estaba tras ella para que
permaneciera escondido.
-¿Qué decían? -siseó Benny.
-Algo sobre un amuleto -susurró Sadie.
Alertado al momento, el hombre preguntó: -¿Qué en concreto?
Ella se encogió de hombros.
-Su señoría dice que se lo ha dado a un hombre llamado Fielding. ¿Es importante?
-Para mí no, pero sí lo es para alguien que conozco. ¿Se han ido ya?
-Aún siguen hablando -informó Sadie-. ¿Por qué te están buscando, Benny?
-Es una larga historia. Creo que es hora de que visite a mi hermana en el campo, pero primero
tengo que advertir a mis amigos.
-Volverás, ¿verdad?
Él le dio unos golpecitos en su amplio trasero.
-Puedes contar con ello, Sadie, muchacha. Dame un beso antes de irme.
Tras un húmedo y tanteante beso, Benny salió a toda prisa por la puerta posterior y
desapareció por una oscura callejuela. Las ratas se escabullían a su paso y sus zapatos producían
un sonido chapoteante cuando pisaba basuras que desprendían un horrible hedor. Giró a la
derecha y entró por la puerta posterior de una desvencijada casa que había sido cubierta de
maderas y parecía deshabitada.
Los peldaños crujían mientras subía al segundo piso, maldiciendo a las cucarachas y los
animales peludos que huían a su paso. Dio una serie de rápidos golpecitos a la puerta y susurró:
-Soy Benny. Dejadme entrar. Hay problemas.
La puerta se abrió inmediatamente.
-Ya era hora de que aparecieras -se quejó David Phillips-. ¿Cuáles son esos problemas de los
que hablas?
-Acabo de llegar de El Cuerno y La Pezuña. Lord Braxton ha estado allí haciendo preguntas. Sólo
deseaba que supiera que no he estado perdiendo el tiempo.
Phillips asió a Benny por la chaqueta. -¿Le has visto?
-Sí. Sadie lo ha alejado de nuestra pista, pero hay algo más que usted debería saber.
-¿Qué es?
-El amuleto del que quiere apoderarse... bien, olvídese de él. Braxton no lo tiene.
Phillips sacudió a Benny furioso.
-Pensabas que habías dicho que se fue directamente a casa tras recuperarlo.
-Y lo hizo, pero yo no me he quedado por allí después de eso. Me imaginaba que querría saber
en seguida que lord Braxton había ido a Mount Street, y suponía que usted seguiría el asunto
desde ahí.
El rostro de Phillips adquirió un desagradable tono rojizo. -Mi nota debía de estar ya allí cuando
él volvió a casa. Ese bastardo ignoró mi advertencia. Phoebe tenía razón. A Braxton le importa más
su patria que su esposa.
-¿Qué va a hacer usted ahora? -preguntó Watts.
-Braxton tiene que pagar. Me llevaré a la mujer. Tengo un barco anclado en el río, aguardando
para atravesar el canal. Me iba a ir mañana, pero esta noche será lo mismo.
-¿Y qué hay del viejo? -preguntó Watts.
-Déjale libre. Ya no es importante.
-Sea lo que sea lo que vaya a hacer, será mejor que lo haga rápido -le aconsejó Benny. Puso la
mano en el pestillo de la puerta -Me voy. Buena suerte.
Watts se adelantó a detenerle.
-Déjalo ir -dijo Phillips-. Ya no lo necesitamos.
Sacó una pistola del bolsillo, se aseguró de que estaba cargada y se la metió en el cinturón.
-Trae a Phoebe -dijo.
Phoebe pegó el oído a la puerta tratando de entender algo de los murmullos que oía.
-Alguien acaba de marcharse -le dijo a su padre -He oído abrirse y cerrarse la puerta. Creo que
ahora sólo hay una persona fuera. Ha llegado el momento de poner en marcha nues tro plan.
Tiéndete en el lecho y simula estar enfermo y yo armaré jaleo hasta que alguien venga a ver qué
pasa.
Comenzó a gritar y a golpear la puerta.
-¡Socorro! ¡Mi padre está enfermo! ¡Por favor, ayúdenle! Siguió gritando y golpeando hasta que
oyó girar una llave en la cerradura. Entonces, asió con fuerza la pata de la mesa, se pegó contra la
pared, la levantó sobre su cabeza y se puso en tensión.
-¿Qué diablos está sucediendo aquí? -gruñó Watts mientras asomaba la cabeza por la
habitación. Al ver a sir Thompson tendido en el lecho, entró-. ¿Qué le pasa?
Ésas fueron sus últimas palabras antes de que la pata de la mesa se abatiera sobre su cabeza.
Cayó espiral desplomado y se quedó inmóvil.
-Confío en no haberlo matado -dijo Phoebe mientras dejaba caer el arma y se arrodillaba junto
al voluminoso Watts. -No le has golpeado con suficiente fuerza como para matarlo -le aseguró el
anciano-. Vámonos de aquí, hija.
-¿Adónde creen que van?
David Phillips apareció en el hueco de la puerta, apuntando con su pistola al pecho de sir
Andrew. A su hija casi se le detuvo el corazón. Había cometido un error, posiblemente fatal.
Negándose a admitir la derrota, miró a David desafiante.
-Ha sido muy inteligente por tu parte, Phoebe, pero tu pequeña travesura no ha funcionado.
-Miró a Watts en el suelo y agitó la cabeza -Sospecho que no va a sentirse muy contento cuando
despierte. -Hizo un brusco movimiento hacia la puerta-. Muévete. Te vienes conmigo.
-¿Adónde vamos?
-Lejos.
-No puedo creer que estés detrás de todo esto, David -intervino sir Andrew-. Estoy
terriblemente decepcionado contigo. Eras mi ayudante, mi amigo y confidente. Confiaba en ti.
-Siempre ha sido un alma cándida, sir Andrew. He estado robando piezas y objetos de valor de
las tumbas desde hace años, y enviándolos a un coleccionista privado de Francia. Tengo una
considerable suma de dinero aguardándome al otro lado del canal. Deseé el amuleto desde el
momento en que lo vi. Su gran valor me habría solucionado la vida.
Los ojos de sir Andrew se llenaron de tristeza. -Te compadezco, David.
-Reserve su compasión para alguien que la necesite. -Asió a la chica por la muñeca -Vámonos,
Phoebe.
Ella se resistió.
-No voy a ir a ninguna parte contigo. Ni tampoco mi padre.
-No voy a llevarme a tu padre. Pero si valoras en algo su vida, haz lo que te digo.
-Llévame a mí en lugar de ella -propuso sir Andrew.
-No. Deseo que Braxton sufra por lo que ha hecho.
Phoebe se quedó inmóvil. -¿Qué ha hecho?
-Me ha robado la oportunidad de convertirme en una persona rica más allá de mis más
atrevidos sueños. A él no le importas, querida. Pero eso siempre lo has sabido, ¿verdad?
-¿De qué estás hablando?
-Pese a mi advertencia, pese a la amenaza que pesaba sobre tu cabeza, Braxton le ha entregado
el amuleto a lord Fielding. De modo que ya ves, Phoebe, las acciones de Braxton demuestran cuán
poco valor tienes para él. No se preocupa de ti en absoluto.
¡Santo Dios, el dolor era insoportable! Desde el principio había sabido cuál sería la elección de
Ram si se veía obligado a escoger entre ella y el deber para con su país. Phoebe sabía bien lo que
él elegiría, ¿por qué, pues, le dolía tan intensamente?
Aturdida por las crueles palabras de David, Phoebe no podía pensar, no podía moverse. Era
como si se hubiera quedado congelada en el tiempo, aturdida ante la indiferencia que Ram de-
mostraba sentir hacia ella. No encontró fuerzas para resistirse cuando David la asió firmemente
por la muñeca y comenzó a llevársela lejos de allí.
De pronto, Watts gimió y se incorporó, sujetándose la cabeza. -¿Qué diablos ha sucedido?
-Phoebe te ha golpeado. Levántate, te necesito.
-¡Bruja! -dijo Watts agitando su puño ante ella.
-¡Contente, Watts! -le ordenó Phillips-. Phoebe y yo nos vamos. Quédate aquí con el viejo y no
le permitas marchar hasta mañana por la mañana. Luego, te sugiero que desaparezcas del
escenario londinense durante un tiempo. Coge el dinero que te di y busca acomodo en otro sitio.
-¿Vas a dejar a mi padre en libertad? -preguntó Phoebe, que finalmente había recuperado el
habla.
-No lo necesito.
Entonces, tiró de ella y la obligó a seguirlo hacia la escalera posterior. Salieron a la callejuela
que había detrás del edificio.
-¿Adónde me llevas?
CAPITULO 16
Una sonrisa apareció en su cara cuando encontró una respuesta lógica. Los muelles estaban
cerca, y Phillips necesitaba salir del país con el fin de escapar de la justicia. Ram fijó la mirada en
los muelles y el río que estaba más allá. Aceleró el paso corriendo en esa dirección.
Los vio antes que ellos lo vieran a él, y se ocultó tras un montón de barriles. Los vio correr hacia
un pequeño bote de remos que estaba amarrado en el embarcadero. Desde el ventajoso punto de
vista de Ramsey, no parecía que Phoebe se resistiese demasiado, pero sabía por experiencia que
no era prudente extraer conclusiones precipitadas sobre lo que ella hacía. Debía detener a Phillips
antes de que la obligara a subir en el bote.
Salió de detrás de un barril y saltó al embarcadero, en pos de Phoebe y Phillips. Éste debió de
oír sus pasos, porque giró en redondo colocando a la joven delante de él, a modo de escudo. -Te
estoy viendo, Braxton. ¡Detente dónde estás!
-¡Deja ir a Phoebe!
-Ni lo sueñes.
-Tiene un arma, Ram -le advirtió Phoebe.
-¡Cállate! -gruñó David en su oído.
-Tu enfrentamiento es conmigo, déjala irse a ella -gritó Ramsey-. Suéltala y te dejaré marchar.
-¡Al diablo si te creo! A ti no te importa Phoebe. Si así fuera, habrías accedido a mis
condiciones. Pero no, entregaste el amuleto a Fielding.
Ramsey avanzó un paso disimuladamente.
-Alto ahí, Braxton. Tengo un arma. Si valoras en algo tu vida, quédate dónde estás.
Ram profirió una maldición con la mirada fija en Phoebe.
Sólo podía ver el pálido óvalo de su rostro entre el remolino de niebla y la oscuridad.
-¿Estás bien, Phoebe?
-¡Sí!
-Ten en cuenta mi advertencia, Phillips -prosiguió Braxton -Esa pistola tiene una bala. Si
disparas contra Phoebe, sólo te dejaré vivir el tiempo necesario como para que lo lamentes. -Me
arriesgaré.
Durante todo el tiempo que Ram y David estuvieron discutiendo, Phoebe no dejó de pensar
buscando un modo de detener a David.
Cuando él comenzó a arrastrarla hacia el bote de remos, no se resistió. Podía ver a Ram
moviéndose lentamente hacia ellos y deseaba que fuera paciente.
-Deja de arrastrar los pies -gruñó David-. Cuando lleguemos al bote, subirás a él.
Simulando obediencia, Phoebe se preparó para lo que se proponía hacer a continuación y que
desde luego no era subir a aquel bote. Estaba haciendo acopio de fuerzas para volverse en redon-
do y arremeter contra David, cuando una docena de hombres surgieron de entre la niebla, detrás
de Ramsey. ¿Serían cómplices de David? Pero aunque su marido pareció sorprendido al verlos, no
se mostró especialmente preocupado.
Ram no podía creer lo que estaba viendo. ¡Era Fielding! ¡Y traía consigo a una docena de
agentes!
-No creerías que iba a dejarte solo en esto, ¿verdad? -dijo acercándose furtivamente a Ramsey-.
Lo tenemos acorralado. -Está armado y desesperado -contestó él -Temo que hiera a Phoebe.
-Te superamos en número, Phillips -gritó Fielding-. Deja en libertad a lady Braxton y entrégate
en paz.
-Me habéis obligado a actuar -repuso Phillips-. Ahora no tengo nada que perder. Si muero, me
llevaré a Phoebe conmigo.
Sobre el horrible rumor en sus oídos, Ram tuvo la presencia de ánimo de gritar:
-¿Sabes nadar, Phoebe?
Phoebe temió haberle oído mal, porque aquél no era momento de preocuparse por semejante
cosa. El arma que tenía en la espalda y la desesperación de David eran preocupaciones mucho más
urgentes.
-Sube al bote, Phoebe -ordenó David-. ¡Vamos! No hagas ninguna tontería. Te lo digo en serio.
No tengo nada que perder.
La presión del frío metal era un inexorable recordatorio de su grave situación. Entonces
comprendió que los hombres que habían aparecido entre la niebla estaban allí para ayudar a Ram,
pero mientras ella siguiera siendo rehén de David, poco podían hacer.
De repente, las palabras de Ramsey comenzaron a cobrar sentido.
-Desata el bote y dame la cuerda -le ordenó David.
Ella examinó el cabo atado a una anilla de metal incrustado en el embarcadero y se inclinó para
cogerla. Phillips asió la cuerda para mantener el bote en su sitio y empujó a Phoebe ha cia
adelante.
-Sube al bote.
La joven simuló obedecer, pero en el último momento tomó aire, se lanzó al río y se hundió en
él, con la falda hinchándose en torno a ella. Tocó fondo con los pies y se impulsó hacia arriba.
Mientras su cabeza salía de nuevo a la superficie, oyó gritar a David: -No me cogeréis.
Y entonces él también se lanzó al agua.
El peso de su ropa arrastró a Phoebe hacia abajo por segunda vez, pero ella volvió a impulsarse
hacia arriba y su cabeza surgió de nuevo sobre el agua. No podía ver a David, pero sí a Ram, que
nadaba enérgicamente en dirección a ella. Entonces tuvo una fugaz visión de los hombres de
Fielding desplegándose a lo largo del embarcadero, y escudriñando las arremolinadas y negras
aguas en busca de David.
Aterida de frío, Phoebe se sentía el cuerpo como si fuera de plomo, y apenas podía mover los
miembros. Si Ram no la hubiera alcanzado a tiempo, dudaba que hubiera podido mantenerse más
a flote. Nunca antes había intentado bañarse vestida.
-Ya te tengo -le dijo Ramsey mientras la llevaba hacia la orilla -Relájate.
-David...
-Olvídale. Es muy probable que se haya ahogado. Si nada hacia la orilla, los hombres de Fielding
lo atraparán.
Braxton llegó a la ribera y sacó a Phoebe del agua, tosiendo y escupiendo. Cuando trató de
levantarse, estaba tan agotada que las piernas se le doblaron. Ramsey la cogió en brazos y la subió
por la escarpada pendiente. Fielding los esperaba allí.
-Lleva a tu esposa a casa y que entre en calor -le aconsejó a Ram-. Nosotros acabaremos esto.
-Le dio a Phoebe unas palmaditas en el hombro-. Ha sido muy inteligente por su parte, lady
Braxton. Si Phillips está vivo, le encontraremos.
-¡Estoy aquí, milord!
-¡Wilson!-exclamó Ram al ver a su cochero-. ¿Cómo sabía dónde encontrarme?
-Por lord Westmore, milord. Ha dicho que usted necesitaría que lo llevasen a casa y me ha
enviado aquí.
-Habrá una gratificación para usted por esto, Wilson -dijo Braxton mientras depositaba a
Phoebe en el carruaje.
-Tengo frío -tartamudeó ella mientras el coche avanzaba dando bandazos calle abajo.
Ram cogió la manta doblada que había sobre el asiento y la envolvió con ella. -Pronto
llegaremos.
-No podemos irnos hasta que encontremos a mi padre.
-Sir Andrew está a salvo, querida. Lo encontramos, o más bien nos encontró él. Westmore lo ha
llevado a mi casa y ha avisado a un médico. Parecía ileso.
Phoebe hizo una mueca de dolor y se quejó cuando él le retiró los cabellos mojados del rostro.
-¿Qué sucede? ¿Estás herida?
-David me ha dado un golpe con la culata de la pistola para que no gritase.
-No volverá a hacer daño a nadie más -dijo Ramsey rechinando los dientes -La corriente del río
puede ser traicionera. Si no se ha ahogado, los hombres de Fielding lo encontrarán.
La manta no le servía de mucho a Phoebe, que sentía cómo el frío la calaba hasta los huesos.
Por fortuna, llegaron en seguida. Ram saltó al suelo en cuanto el coche se detuvo y cogió a Phoe be
en brazos.
-Puedo caminar, Ram.
Pero él ignoró sus palabras mientras Wilson se apresuraba delante de ellos para que no
tuvieran que demorarse en abrir la puerta. No tenía que preocuparse por eso, porque al primer
golpe abrieron de par en par.
Ram entró rápidamente y dijo:
-Que preparen d baño para lady Braxton. Y que traigan mucha agua caliente.
Dejó a Phoebe en una silla y fue inmediatamente a atizar el fuego. Ella aún estaba tiritando
cuando volvió a su lado. -Levántate. Tenemos que quitarte esas ropas mojadas.
-Deseo ver a mi padre.
-Más tarde.
La puso en pie, le retiró la manta de su estremecido cuerpo y rápida y hábilmente la desvistió.
Luego la metió en la cama y amontonó mantas sobre ella.
Abby llegó con los sirvientes transportando la bañera yagua caliente.
-¿En qué puedo ayudar? -preguntó la muchacha retorciéndose las manos.
-Yo cuidaré de ella, Abby -contestó Ramsey-. Sin embargo, un caldo caliente y té para su señora
serían bien recibidos.
La doncella hizo una reverencia y se marchó casi corriendo. Braxton dispuso la pastilla de jabón
cerca de la bañera, así como un montón de toallas. Cuando todo estuvo dispuesto volvió al lecho.
-Tu baño está listo, Phoebe.
-Ahora no, Ram -rogó ella -Estoy empezando a entrar en calor.
-El baño te irá bien, querida. Estás impregnada del hedor del río.
Retiró las mantas y la cogió en brazos. Cuando la depositó en el agua ella profirió un suspiro de
dicha. Mientras Phoebe se bañaba, Ramsey se quitó su propia ropa mojada y se puso una abrigada
bata. Luego se arrodilló junto a la bañera, cogió la manopla y el jabón y frotó con energía su carne
estremecida. Pronto, un agradable calor fue extendiéndose por el aterido cuerpo de Phoebe. Ésta
se preguntó si sería debido al agua caliente o al enérgico tratamiento.
-Casi he acabado -susurró él mientras le enjabonaba el cabello y se lo frotaba con suavidad.
Luego cogió un cubo y lo colocó sobre su cabeza -Cierra los ojos -le dijo.
Phoebe escupió mientras el agua caía a raudales sobre ella. Se retiró el agua jabonosa de la cara
y abrió los ojos exactamente cuando Ram dejaba caer su bata y se metía en la bañera. -¿Qué estás
haciendo?
-Calentarme yo también -respondió él con un escalofrío.
Se instaló detrás de ella acomodándola a la uve formada por sus piernas.
Tenía la piel fría, y ella sintió un inmediato remordimiento por haber pensado sólo en sí misma.
Comenzó a levantarse. -Perdóname por ser tan desconsiderada. Me has salvado la vida. Sé nadar,
pero la falda me arrastraba hacia el fondo. Debes de estar helado. La bañera es toda para ti.
Salió antes de que él pudiera detenerla, y se envolvió en una gruesa toalla. Luego, se sentó en
un banco ante el fuego para secarse los cabellos.
Ram posó su ávida mirada en ella mientras se secaba los lustrosos cabellos negros. La luz del
fuego arrancaba de ellos un halo rojo, confiriendo a los sedosos mechones una vida propia. La
toalla había resbalado dejando al descubierto un suave hombro y ofreciéndole una tentadora
visión de un seno coronado de rosa.
Ramsey se moría de ganas de acariciarle el resplandeciente cabello. Su sonrosada piel le
provocaba un doloroso anhelo, deseaba tocar cada fulgurante centímetro de su cuerpo.
Un temblor lo recorrió. Había estado a punto de perderla. Su fortaleza lo asombraba. Phillips la
había hecho vivir un infierno, pero ella había triunfado sobre sus perversas maquinaciones. Le
invadió la urgente necesidad de hacerle el amor. Quería sentir su carne íntimamente contra la de
él, explorar la dulzura de su boca y saborear su pasión.
Espoleado por el deseo, se lavó rápidamente y se puso en pie sin dilación. Cogió una toalla, fue
hasta el hogar y se sentó junto a Phoebe.
-¿Ya has entrado en calor?
Su voz se deslizó sobre ella como miel espesa. -No del todo. ¿Y tú?
Un brillo depredador iluminó sus ojos.
-Ambos entraremos en calor pronto... muy pronto.
La cogió entre sus brazos, le levantó la cara y la contempló un prolongado momento lleno de
incertidumbre antes de que sus labios se acercasen a los de ella. Phoebe abrió la boca y Ram hun-
dió la mano en sus cabellos, inmovilizándola para recibir sus depredadores besos.
Phoebe se entregó al placer, tan dichosa de estar en brazos de Ram que lo olvidó todo menos la
necesidad de volver a ser una con él. Más tarde pensaría en el futuro, y en si Ramsey y ella eran
realmente uno. Pero por el momento nada importaba salvo el calor del cuerpo masculino, la
avidez que sentía en sus venas, el fiero acceso de deseo que oprimía sus entrañas.
La toalla se deslizó de su cuerpo, innecesaria ya debido al calor que ambos estaban generando.
Braxton intensificó el beso y ella le rodeó la nuca con los brazos, todas sus inhibiciones vencidas
por las tórridas llamas de la pasión. Phoebe no tenía deseos de huir, sólo de experimentar todos
los matices del acto amoroso. La lengua de ella se unió a la de él en una danza delicada y sensual.
Lo sintió estremecerse y gemir y el fuego de su pasión creció vertiginosamente.
Ram deslizó la mano por su cuerpo hasta asirle un seno. Rodeó el pezón con el pulgar y Phoebe
gorjeó de placer mientras experimentaba primarias sensaciones. La respiración de él se hizo más
áspera y pesada, mientras sus dedos amasaban y acariciaban, presionando y estrujando
suavemente su pezón hasta que éste se endureció formando un tenso y doloroso capullo.
Entonces la tendió sobre el banco y se inclinó sobre ella besando la sonrosada punta y
tomándola luego en su boca, succionándolo, tan ansioso como un bebé en el seno materno. El
calor fluía entre las piernas de Phoebe aumentando a cada roce de su boca. Sofocó un grito
cuando se apartó de su seno y siguió hacia abajo, en dirección a su húmedo centro. La abrió con
los dedos y posó su boca exactamente en el lugar adecuado. Ella se arqueó ante su íntima caricia y
gritó su nombre mientras el éxtasis incendiaba su cuerpo.
Ramsey lamió, jugueteó y mordisqueó; la acarició con la lengua al tiempo que sus manos la
exploraban moviéndose sobre su estómago y muslos y entre ellos. Phoebe se estaba derritiendo,
deshaciéndose de placer. Su boca y sus manos la conducían a un frenesí sexual.
Le deslizó las manos por debajo y la levantó más arriba, avivando el movimiento de sus caderas,
sin darle cuartel, exigiendo su entrega absoluta. Con un grito estrangulado, ella le dio lo que él
deseaba, agitándose con violencia. Su cuerpo vibraba aún con la potencia de su clímax cuando
Ram la cogió y la transportó al lecho.
-Ya estoy caliente, Ram, realmente caliente -dijo ella jadeante.
-Pues vas a estado mucho más, cariño.
La mirada de Phoebe se prendió en la suya mientras la penetraba llenándola con la fuerza de su
poderoso deseo... arrastrándola de nuevo en brazos del éxtasis. Inmediatamente, su cuerpo se
contrajo en espasmos y sus músculos internos lo asieron mientras él arremetía una y otra vez
conduciéndola en una espiral fuera de control.
Alcanzaron el orgasmo simultáneamente, dándolo y recibiéndolo todo el uno del otro. Su
simiente se introdujo profundamente en su interior, que la acogió... porque podía ser la última vez
que estuviesen juntos de aquel modo.
Ram observó a Phoebe mientras dormía. Después de que ella lo dejara, se había acostado con
innumerables mujeres, pero ninguno de aquellos breves encuentros le había resultado tan satis-
factorio como el que acababa de experimentar con su esposa. ¿Qué era lo que la hacía tan
especial?
Ella había madurado extraordinariamente durante los años que habían estado separados, y se
había dado cuenta, del peor modo posible, de que las maquinaciones de David Phillips habían sido
la causa de su separación. Éste le había mentido y había intrigado para alejarla de él, y lo había
conseguido. Si Phoebe no hubiera sido tan confiada, habría visto a través de las mentiras de
Phillips.
Sin embargo, Ram no era totalmente inocente de su ruptura.
Él no había sido un modelo de decencia, y su reputación no era ni mucho menos inmaculada.
Pero se había enamorado intensamente de Phoebe y se había casado con ella con la intención de
serle fiel. Por desgracia, sus buenas intenciones nunca se pusieron a prueba. No se le dio la
oportunidad de convertirse en el marido que Phoebe deseaba.
Cuanto más rato la miraba, más se preguntaba qué les depararía el futuro. Cuando pensaba en
la vida sin ella, un sentimiento de vacío se instalaba en su pecho... un terrible anhelo, un dolor, un
deseo de tenerla consigo para siempre.
¿Deseaba Phoebe lo mismo? ¿Los había alejado tanto sus cuatro años de separación como para
no poder recuperar lo que en otro tiempo habían compartido? Tal vez su amor había sido una
ilusión... una momentánea lujuria que había concluido en matrimonio porque ella se negaba a
acostarse con él sin un anillo en el dedo.
Al ver que se removía, Ram suspiró pesaroso y abandonó el lecho. Si no se marchaba
inmediatamente, volvería a hacerle el amor, y por mucho que él lo deseara no era lo que más le
convenía a ella en aquellos momentos. Phoebe necesitaba descansar tras la terrible experiencia
que había vivido.
Se puso los pantalones y la camisa y bajó en busca de comida.
Porter acudió a su encuentro al pie de la escalera.
-Tengo el estómago en los pies, Porter. Vea si puede conseguirme algo de comer.
-La cocinera le ha mantenido comida caliente, milord. Voy a buscarla ahora mismo.
-¿Se ha instalado cómodamente a sir Thompson?
-Ha comido y se ha acostado en seguida en cuanto se marchó el doctor Bellows. Éste le ha
recetado una infusión de corteza de quina. Quinina, creo que se llama. Ha dicho que sir Thompson
se recuperará con descanso y una dieta nutritiva.
-Gracias, Porter. Comeré en el estudio.
-¿Envío a Abby arriba con el caldo de lady Braxton?
-Mi esposa está durmiendo. Creo que ahora le será más beneficioso descansar que comer.
Se encaminó a su estudio, donde comió en abundancia capón asado con verduras, pastel de
carne y tarta de manzana que Porter le sirvió. Una vez saciado, se recostó en su sillón con las
manos cruzadas sobre el estómago, pensando en su relación con Phoebe. Antes de volver al lecho,
había tomado ya una decisión. Dejaría que fuese ella quien decidiera su futuro. Si seguir casada
con él le resultaba intolerable, la dejaría marchar. Pero no habría divorcio. Su matrimonio era
permanente, y seguiría siéndolo.
A la mañana siguiente, Ramsey se despertó antes que Phoebe.
Se levantó, se vistió y salió de la habitación sin despertarla. Estaba ansioso por saber qué había
pasado con David Phillips, y pensaba visitar a Fielding inmediatamente después de desayunar.
Westmore llegó cuando se estaba acabando el café.
-¿Has desayunado, Westmore?
horrorosa experiencia.
Phoebe dio una palmada.
-¡Es una idea maravillosa! Saldremos inmediatamente. Podemos alojarnos en una posada
mientras buscamos una finca para alquilar.
-No me refiero a ti, Phoebe. Tu lugar está aquí, con tu marido.
-No se me ocurriría dejarte ir solo. Además -dijo evitando sus ojos-, pensaba volver a la casa de
Mount Street en cuanto tú estuvieras bien, pero tu idea es mucho mejor.
-¿Estás segura de eso, hija? A Braxton no le va a gustar.
-No he pensado en nada más desde que me he despertado esta mañana. Hasta que Ramsey
demuestre que desea una esposa, estoy mejor sola.
-¿No crees que eres un poco dura con él?
-Soy más dura conmigo misma. Estoy segura de mi amor por Ram. Él trató de enmascarar el
desprecio que sentía por mí el día que me visitó tras nuestros cuatro años de separación, pero no
me engañó. Su mirada expresó cuán bajo había caído en su consideración. Deseaba vengarse por
lo que le había hecho, y creía realmente que tú y yo habíamos conspirado para robar el amuleto.
-Pero ahora ya no piensa así.
-Tal vez no, pero sigue sin confiar en mí.
-No hagas nada precipitado, Phoebe. Habla primero con Braxton.
-Me propongo hacerla, padre, pero no voy a rogarle su amor. A menos que me diga que me
ama y que desea una esposa, estoy dispuesta a salir de su vida.
CAPITULO 17
-¿Qué quieres decir con que no sabes lo que le ha sucedido? -gritó Ram cuando lord Fielding le
dijo que no habían encontrado a Phillips.
-Tranquilízate, Braxton. Mis hombres todavía siguen allí buscándole, pero la idea general es que
se ha ahogado. Nadie lo vio salir a la superficie después de zambullirse en el río, y había una
docena de pares de ojos buscándolo.
-A menos que se encuentre su cuerpo, no podrás darlo por seguro.
-Si fue arrastrado hasta el mar por la corriente, su cuerpo nunca aparecería.
-Sólo podemos confiar en ello -murmuró Ram, en absoluto complacido por esas noticias.
-El rey me ha pedido que te comunique su gratitud. Sin tu ayuda, el caso tal vez no habría
podido resolverse. El gobierno egipcio se ha quedado satisfecho y todo va bien.
Las palabras de Fielding tranquilizaron poco a Ram. Había deseado oír que Phillips se hallaba
bajo custodia, o bien que estaba muerto y, por consiguiente, no amenazaría nunca más a nadie.
-Si te preocupa que Phillips aparezca de repente y os perjudique a ti o a tu esposa, dudo
sinceramente que tengas ningún motivo para ello. Aunque estuviera vivo, no tendría ninguna
razón para quedarse en Inglaterra. Mis agentes han estado investigándolo desde que tú
expresaste por primera vez tus dudas sobre él. Tiene una pequeña fortuna aguardándole en
Francia, amasada con la venta de objetos antiguos robados. Si está vivo, probablemente se halla
cruzando el canal en estos momentos.
Se iban a necesitar más que conjeturas para convencer a Braxton de que Phillips se dirigía a
Francia, pero insistir en el tema no conduciría a nada. Ramsey se proponía mantener vigilancia
hasta que se asegurara de que Phillips ya no seguía siendo una amenaza para Phoebe. La venganza
era un poderoso motivo. Podía llenar el alma de un hombre de negrura y cambiar el rumbo de su
vida... como le había sucedido a él.
Mientras regresaba a su casa, pensaba en Phoebe y en las cuestiones no resueltas pendientes
entre ellos. Su matrimonio estaba en grave peligro, eso lo sabía muy bien. No tenía ni idea de lo
que ella deseaba con vistas a su futuro.
Y, al parecer, sus propios sentimientos eran tan confusos como los de su esposa. En primer
lugar, volver a estar juntos le había recordado por qué se había casado con ella. Las cualidades que
tan atractivas le habían resultado no habían cambiado.
La deseaba y le encantaba hacer el amor con ella, pero la clase de vida que había llevado él
durante los pasados cuatro años no beneficiaba al matrimonio. Él reconocía que había sido un
libertino, y que había llevado una vida de crápula.
¿Estaba dispuesto a sentar la cabeza y ser un buen marido? Él creía que sí.
¿Amaba lo bastante a Phoebe como para ser la clase de esposo que ella deseaba? La respuesta
a esa pregunta era más difícil, más compleja.
¿Qué era exactamente el amor?
¿Podía mirar a Phoebe a los ojos y decirle sinceramente que la perdonaba por el doloroso
modo en que lo había abandonado?
Confiaba en que sí.
¿Estaba dispuesto a olvidar el pasado, a renunciar a su vida disoluta y forjar un futuro con su
esposa?
¿Podía arriesgarse a decirle a Phoebe lo que tenía en su corazón si sus sentimientos no eran
recíprocos? Él la había obligado a trasladarse a su casa, la había seducido para compartir su lecho,
había desconfiado de ella, la había acusado de ladrona y utilizado sus poderes de seducción con
ella.
Phoebe tenía muchas razones para odiarlo.
Ram llegó a su casa sin haber resuelto ni siquiera uno de los problemas que lo preocupaban.
Fue directamente a su estudio y llamó a Porter.
-¿Dónde está lady Braxton? -le preguntó cuando el mayordomo apareció.
-Con su padre, milord.
-¿Cómo está sir Thompson?
-Mejor. Ha desayunado en la sala matinal con lady Braxton -le informó Porter-. Creo que ahora
está descansando.
-Por favor, vaya a buscar a mi esposa.
-Estoy aquí, Ram -dijo Phoebe entrando por la puerta abierta.
Braxton despidió al mayordomo con una señal mientras ella se sentaba en una silla.
-Porter dice que tu padre se ha levantado y que está por aquí esta mañana.
Una sonrisa formó un hoyuelo en su mejilla. -Está definitivamente en camino de recuperarse.
-¿Qué planes tiene? Será bien acogido si se queda a vivir con nosotros si es lo que desea.
Debería tomarse tiempo para descansar y recobrar la salud antes de decidir si desea regresar a
Egipto.
-Los planes de mi padre aún están en el aire. -Miró hacia abajo, a sus manos cruzadas -Creo que
pasaremos algún tiempo en el campo. Está pensando en aceptar un cargo en la universidad, pero
no hay nada definitivo.
-Supongo que podríamos trasladamos a mi finca. Un poco de paz y tranquilidad en nuestras
vidas sería bien recibido. La Temporada de Londres no comenzará hasta dentro de un par de
meses, de modo que es un momento perfecto para partir.
Phoebe fijó en él una resuelta mirada. -¿Tanto significa para ti la Temporada?
La pregunta sorprendió a Ram. En el pasado, él no hubiera imaginado perderse una Temporada.
Londres era entonces una colmena de actividad. Proliferaban los antros de juego, los burdeles y
los salones de baile, y él Y sus amigos eran asiduos de todos ellos. Volver a casa antes de amanecer
y no levantarse antes de las tres de la tarde no era algo insólito entre la buena sociedad. Durante
la Temporada había muchas mujeres donde elegir, casadas y solteras, para tentar su hastiado
apetito.
La vacilación de Ram era reveladora. Decía mucho del modo en que quería vivir su vida. Phoebe
sabía que ella no podía competir con los placeres que el decadente Londres podía ofrecerle.
-En realidad, no he pensado mucho acerca de dónde podríamos vivir -repuso Ram tras una
prolongada pausa -Suponía que Londres tenía tanto atractivo para ti como para mí. No desearía
residir siempre lejos de la ciudad.
Phoebe digirió esas palabras, y luego preguntó: -¿Qué papel debería desempeñar yo en tu vida?
-Eres mi esposa -contestó él, como si eso lo explicara todo.
Ella inspiró hondo y luego casi susurró: -¿Deseas una esposa?
Ram le dirigió una valorativa mirada. -¿Qué tratas de decirme?
-Simplemente deseo saber qué hay en tu corazón y si hay en él lugar para mí.
-Sé que tenemos cuestiones sin resolver, pero... Phoebe fue directamente al núcleo del asunto.
-Son antiguas cuestiones. Tú no confías en mí. Mi comportamiento de hace cuatro años
ensombrece nuestra relación actual. ¿Me has perdonado por haberte abandonado? -Al ver que
vacilaba, prosiguió-: Quiero la verdad, Ram. Por lo menos nos debemos eso.
-Ha transcurrido mucho tiempo, pero puedo decir sinceramente que comprendo cómo Phillips
influyó en tu opinión sobre mí.
-Pero ¿me perdonas?
-¿Por qué quieres hablar de eso ahora, Phoebe? ¿Por qué no podemos simplemente partir de lo
que tenemos y olvidar el pasado?
Una lágrima rodó desde la comisura de su ojo. La conversación se estaba desarrollando
exactamente como ella había temido. -El pasado no desaparece. Siempre estará ahí.
-Te perdono, Phoebe. Creo que te perdoné hace mucho tiempo. Una vez ambos comprendimos
que había sido Phillips quien te volvió contra mi... -Otra larga pausa -Ya que estamos siendo
honestos, respóndeme a una pregunta, ¿por qué me dejaste sin darme la oportunidad de
demostrar que podía ser un buen marido? ¿No me amabas lo suficiente?
Otra lágrima se deslizó por su mejilla.
-Te amaba, Ram. Desde entonces, siempre he lamentado haberte dejado. El pecado fue mío y
he sufrido por ello. Dices que me perdonas, pero ¿confías en mí? Para que un matrimonio
prospere, tiene que existir confianza.
-La confianza es cosa de dos. ¿Confías tú en mí?
-¿Cómo no iba a hacerlo? A ti debo que mi padre esté con vida. -Lo miró a los ojos -Sin
embargo, me pregunto...
-¿Qué? ¿Qué te preguntas?
-Por qué le diste el amuleto a lord Fielding cuando sabías que con ello ponías en peligro mi vida.
David dijo que te importaban más el rey y la patria que yo.
Era evidente por la sorprendida expresión de Ramsey que no esperaba esa pregunta. Y era muy
patente que no tenía la respuesta que Phoebe esperaba oír.
-No tienes que responder.
-Deseabas la verdad y vas a tenerla. Me planteé utilizar el amuleto para negociar tu vida, pero
tuve que hacer lo que mi conciencia me exigía.
-Gracias por esta honesta respuesta. -Lo miró con fijeza a los ojos -¿Me amas, Ram?
-Me importas muchísimo. Nos entendemos bien.
-Te refieres a la cama.
-¿Por qué lo estás haciendo tan difícil, Phoebe? La mayoría de matrimonios no tienen tanto.
-Si lo estoy poniendo difícil es porque trato de tomar la mejor decisión para ambos.
-Yo soy capaz de tomar mis propias decisiones.
-Dado tu tumultuoso pasado, ¿puedes decir honestamente que nunca desearás a otra mujer?
Ramsey se puso súbitamente en pie.
-Esto es más que ridículo, Phoebe. Me niego a permanecer aquí sentado mientras soy
interrogado como si fuese un muchacho travieso. La confianza es cuestión tuya, no mía. Tal vez
deberíamos aguardar unos días para discutir nuestro futuro.
Phoebe se levantó.
-Dudo que nada cambie. -Exhaló un suspiro -Ha sido necio por mi parte confiar en palabras que
es evidente que no sientes.
A él le dio un vuelco el corazón. ¿Qué diablos le pasaba? ¿Por qué no podía decir lo que Phoebe
parecía necesitar oír? La respuesta le llegó volando desde el pasado. Otra traición lo destruiría sin
remedio. Si Phoebe lo abandonaba como había hecho hacía cuatro años, sencillamente no podría
soportado. Siempre tendría el temor de que la más ligera provocación ocasionara su huida.
Dios sabía que él no había llevado una vida ejemplar, pero ella tenía parte de responsabilidad
en el modo en que él se había comportado en el pasado.
-Phoebe, yo... -Las palabras se le quedaron en la garganta. Las sentía en el corazón, pero no
tenía el valor de decidas. Se sentía acongojado. Tal vez con el tiempo le abriría su corazón y le diría
lo que sentía, pero no hasta que estuviera seguro de que ella correspondía a sus sentimientos.
-Mi padre y yo nos vamos. Atónito, Ram la miró fijamente. -¿Iros? ¿Adónde?
-A mi padre le apetece el campo.
-Si te parece, podéis ir a mi finca. Puedo solucionar mis asuntos aquí y reunirme con vosotros
dentro de unos días.
-No, Ram. Quiero que nos separemos. No voy a ir a tu finca. Él apretó los labios.
-¿Estás segura de que eso es lo que deseas?
-Muy segura.
-No esperes que te ruegue que te quedes, Phoebe. No le he rogado a ninguna mujer en mi vida
y no pienso empezar ahora. Sin embargo, te diré que no deseo que te vayas. Creo que podríamos
hacer funcionar este matrimonio. Lo que suceda a partir de aquí es cosa tuya.
«Dime que me amas», imploró ella en silencio. Silencio.
-Muy bien. Si ésa es tu decisión, así será. Dispondré que depositen fondos a tu nombre en el
Banco de Londres. Gasta el dinero como creas conveniente.
-Eso no es necesario.
-Es muy necesario.
-Estás resentido.
Él negó con la cabeza.
-No estoy resentido sino indignado. Vuelves a hacerla, Phoebe. Me abandonas tal como hiciste
hace cuatro años. Por lo menos, dime adónde vas.
-Yo... pensaré en ello -le contestó.
Se volvió hacia la puerta. Ram la alcanzó antes de que la abriera. La asió por la muñeca y la
atrajo hacia sí, brillantes los ojos como esquirlas de cristal verde. Contempló sus labios por espacio
de unos segundos, luego hundió las manos en sus cabellos y alzó su rostro hacia él. Trató de poner
en su beso todo cuanto su falta de palabras dejaba de transmitir: que ella estaba cometiendo un
enorme error.
Profundizó en el beso: su lengua se internó en la dulzura de su boca, saboreando, jugueteando,
seduciendo. La sintió estremecerse, la sintió sumergirse en el beso, fundirse y entregarse. Una
sacudida de satisfacción se agitó en su cuerpo. Phoebe no era inmune a él. Su pasión era
explosiva. ¿Por qué no podía satisfacerla? ¿Por qué no comprendía que no estaba lo bastante
seguro de los sentimientos de ella como para entregarle su corazón? Phoebe lo había pisoteado en
una ocasión, temía que lo destruyera si volvía a traicionarlo.
El beso cobró vida propia. Ramsey ya no podía controlar su respuesta al sabor de ella, a la
presión de su cuerpo fundiéndose con el de él mientras caía más profundamente en el sensual he -
chizo que los atraía. Aquello era tan lógico, tan natural, que no podía detenerse.
Hundió los dedos entre sus cabellos desprendiendo las horquillas. La negra masa cayó, y él la
sostuvo saboreando la sensación de la densa seda deslizándose entre sus manos. Gimió contra los
labios de ella, rozando la sensible piel de su garganta. Luego, sus labios dejaron los de ella para
seguir el sendero de sus dedos.
Phoebe apoyó las manos en su pecho y empujó, pero él era tan inamovible como una roca.
-¡Ram, detente! No puedo pensar cuando me estás besando.
-Pues no pienses; limítate a sentir. Niégalo todo si quieres, pero la pasión que compartimos es
demasiado poderosa como para ser ignorada.
Sus labios volvieron a posarse en los de ella y cerró las manos sobre sus senos amasándolos,
acariciándolos, hasta que estuvieron henchidos y doloridos. Pero ella deseaba algo más de él que
pasión. Deseaba seguridad, palabras que tranquilizaran su inseguro corazón.
Sabía que debería detenerle, pero siguió los dictados de sus sentimientos en lugar de los de su
mente mientras él le quitaba el vestido liberando un hombro y luego el otro, murmurando cosas
que ella deseaba desesperadamente creer. ¿Cuántas mujeres habrían oído esas mismas palabras?
En su interior había tal confusión, que apenas fue consciente de que él tiraba bruscamente de su
camisa hacia arriba y sobre su cabeza.
Ella se removió inquieta contra él sintiendo su erección rígida contra el estómago. Trató de
apartarse, pero él la cogió por las caderas y la mantuvo prisionera entre sus piernas abiertas.
-Acabo de decirte que te dejaba, Ram. ¿Por qué haces esto? Las líneas de su rostro parecían
talladas en granito, y había un matiz acerado en su voz.
-Cuando estés haciendo el amor con otro hombre, quiero que me recuerdes... que recuerdes
esto.
«Como si pudiera olvidarlo», pensó Phoebe. Además, nunca habría otro hombre. Ram ya poseía
su corazón.
Ella le miró la cara y vio algo primitivo tras la dura máscara de su reserva. No podía leer nada en
su expresión, salvo deseo. Si el amor existía, lo mantenía a buen recaudo.
Sin embargo, su pasión era evidente. El calor de su cuerpo la excitaba, y entonces estalló la
pasión del hombre. Olvidó la dulzura y su expresión se volvió sombría, casi fiera. Sus ojos cobraron
vestía. No habló hasta que hubo conseguido controlar su temperamento. Separarse era decisión
de Phoebe, no de él; él había hecho cuanto había podido por evitarlo.
«Todo, salvo decirle que la amas», se reprendió. Lo había intentado, pero una pequeña parte
de él se negaba a poner el corazón a sus pies para que fuese pisoteado. ¿Cómo podía saber que no
aparecería otro David Phillips y la convencería para que lo dejase?
-Dudo de que nos veamos mucho antes de que te vayas, de modo que me despido de ti ahora
-le dijo fríamente.
Ella separó los labios en silenciosa despedida mientras él se marchaba precipitadamente.
Las emociones de Ram estaban tan tensas como las cuerdas de un arco cuando se encontró con
sir Andrew en el pasillo.
-¿Puedo tener unas palabras con usted, milord? -preguntó sir Andrew-. Aún tengo que darle las
gracias por haberle salvado la vida a Phoebe.
-¿Le parece bien en la salita matinal? El estudio está... ocupado en estos momentos.
Entró en la salita mirando atrás en una ocasión para asegurarse de que sir Andrew lo seguía.
-Puedo pedir té, si le apetece -dijo, señalándole un asiento.
-No será necesario. No le entretendré demasiado. Phoebe y yo le debemos mucho. ¿Hay algún
modo en que yo pueda compensarle?
-Verlos a usted y a Phoebe con vida y bien es toda la compensación que necesito. Porque está
usted mejor, ¿verdad?
-Así es -sonrió sir Andrew-. Gracias a su oportuna intervención.
Ramsey consultó su reloj.
-Confío en no estarlo entreteniendo -dijo sir Andrew-. Me gustaría hablar con usted acerca de
Phoebe.
Ram suspiró y se sentó, deseando superar pronto aquella cuestión.
-¿Qué sucede?
-¿Ha hablado usted con ella?
-En más de una ocasión.
-Entonces sabe que se propone dejarle.
Él esbozó una amarga sonrisa.
-Eso no es ninguna sorpresa. ¿Le ha hablado a usted de nuestra historia?
El hombre asintió solemne.
-Me lo ha contado todo, e incluso admitió que fue culpa suya. Ella le ama.
Levantó la mano al ver la mueca burlona de Ramsey.
-En otro tiempo, yo había confiado en que Phoebe y David se casaran, pero a medida que
pasaban los años, se hizo evidente que ella no deseaba hacerlo.
-Perdóneme por dudarlo, sir Andrew, pero su hija nunca me habría abandonado si me hubiese
amado. -Hizo una pausa para ordenar sus pensamientos -Phoebe duda que yo pueda ser la clase
de marido que ella desea. Puesto que se niega a dejarme demostrárselo, no tengo más remedio
que aceptar lo que decida.
los vínculos sería desastroso. Tal vez llegará usted a comprender que la ama lo suficiente como
para abrirle su corazón y decirle las palabras que ella necesita oír. Es del único modo en que la
ganará.
Ramsey hizo un breve gesto de asentimiento. Pero el siguiente movimiento, si es que tenía que
haber alguno, tendría que proceder de Phoebe.
Ram visitó a su abogado más tarde aquel mismo día para disponer que fuera ingresado un
estipendio mensual en una cuenta a nombre de Phoebe. La generosa cantidad que Ram mencionó
hizo enarcar las cejas del señor Hoskins, pero sabía que no era aconsejable cuestionar a lord
Braxton. Tras concluir su gestión, Ram sintió que necesitaba desesperadamente soledad y bebida,
de modo que se dirigió a White's.
Tras varios brandis, decidió que, después de todo, no era paz y tranquilidad lo que necesitaba, y
se encaminó al antro de juego Crocker, un lugar de reunión de modernos petimetres y calaveras
que compartían su búsqueda de placer y disipación. Pero su charla no provocó en él la habitual
camaradería que disfrutaba en el pasado. Antes de que Phoebe hubiera vuelto a entrar en su vida,
los habría obsequiado con alguna historia erótica.
La noche avanzaba, pero Ram no sentía ningunas ganas de volver a casa pese a su profundo
cansancio. Entonces se encontró con Westmore y, de pronto, la noche pareció prometedora.
-Deduzco que las cosas no van bien en casa -comentó Luc.
-Phoebe me deja -replicó Braxton agriamente -Pues adiós y viento fresco, digo yo. Sólo un necio
desearía a una mujer que no lo quiere.
-Pareces necesitado de diversión. Pensaba ir a casa de madame Bella. ¿Te gustaría
acompañarme?
Ramsey le dio una palmada a su amigo en la espalda. -Abre la marcha.
La casa de madame Bella estaba casi a rebosar con la habitual multitud de hombres ansiosos de
diversión. Ram y Luc se mezclaron con ellos durante un rato, y luego efectuaron su elección.
Westmore escogió a una belleza morena de grandes pechos mientras Ram se conformó con una
pelirroja de ojos color de ágata. Se llamaba Fancy y ya había estado antes con ella.
Fancy lo cogió de la mano y lo condujo escaleras arriba, contoneando provocativamente su
firme y respingón trasero, cubierto por negligé verde oscuro que dejaba poco a la imaginación. -
¿Dónde ha estado metido, lord Braxton? -le preguntó dirigiéndole una pícara sonrisa por encima
del hombro -Le hemos echado de menos.
-He estado ocupado -murmuró él.
Por alguna razón inexplicable, acostarse con Fancy le iba pareciendo cada vez menos atractivo.
Fijó la mirada en su trasero y se le ocurrió que era demasiado grande.
-Ya hemos llegado -ronroneó la muchacha abriendo la puerta de su habitación.
Ramsey retrocedió interiormente ante el empalagoso olor a perfume y sexo. ¿Por qué no lo
había advertido anteriormente? No era la primera vez que entraba en la habitación de Fancy. Si
ella no hubiera cerrado la puerta tras él, hubiera mascullado alguna excusa y se habría ido. Dirigió
una melancólica mirada hacia la puerta cerrada y luego hacia la mujer que lo esperaba junto al
lecho. En el breve instante en que había desviado la mirada, ella se había quitado el negligé.
Su primer pensamiento fue que sus senos carecían de firmeza, y que sus pezones eran casi
lisos. Cerró los ojos e imaginó los firmes y rotundos senos de Phoebe y sus maduros pezones.
Cuando volvió a abrir los ojos, Fancy estaba tendida sobre el arrugado cubrecama, con las piernas
abiertas en licenciosa invitación. Dobló un dedo y le hizo señas llamándolo.
Braxton avanzó dos pasos y se detuvo. No podía hacerla.
Con su sombrío talante, no resultaría agradable ni para Fancy ni para él.
-Yo... no puedo.
-No sea ridículo -se burló Fancy-. No hay mujer en Londres que no se cambiara de lugar
conmigo en estos momentos.
Sus habilidades amatorias son legendarias. Yo misma las he experimentado en más de una
ocasión, y sé que es usted incansable, soberbio en todos los aspectos.
Ramsey buscó una excusa que no empañara demasiado su reputación.
-Yo... estoy casado. Fancy soltó una risotada.
-Como las tres cuartas partes de hombres que frecuentan este establecimiento.
Braxton retrocedió.
-Acabo de recordar un compromiso anterior. ¡Estaba loco! ¡Total e inexplicablemente loco!
-¡Un momento! -gritó Fancy saltando del lecho-. Sé cuál es el problema. Todos los hombres lo
experimentan una o dos veces en su vida. Pero yo sé exactamente qué hacer. Usted siem pre ha
disfrutado cuando lo acaricio con la boca.
Se dejó caer de rodillas delante de él y con ágiles dedos le soltó el cinturón y le abrió los
pantalones.
-Fíjese -se vanaglorió-. Ya está duro.
Cuando ella fue a cogerlo, la asió por la muñeca con férrea presión y le apartó la mano.
-No soy un monje -gruñó, observando su erección con disgusto -Pero no estoy de buen humor.
Tal vez en otra ocasión.
Seguidamente, se abrochó los pantalones y luego sacó un soberano de oro de su bolsa y se lo
dio.
-Por las molestias -le dijo mientras se batía en apresurada retirada.
Fancy le dirigió una descarada sonrisa. -No ha sido ninguna molestia, su señoría.
Braxton se tomó un brandy mientras esperaba a que apareciese Luc. Transcurrió toda una hora
hasta que su amigo se reunió con él.
-¿Puedo utilizar tu habitación de invitados, Westmore? -le preguntó.
Su amigo le dirigió una penetrante mirada, pero no hizo ningún comentario fuera de lugar.
-Desde luego. Precisamente me iba ya a casa.
Ram no podía confiar en sí mismo mientras Phoebe aún viviera en su casa. Sabía que desearía
volver a hacer el amor con ella, y no podría soportar un nuevo rechazo.
CAPITULO 18
Cuando Ram regresó a su casa cuatro días después, para cambiarse de ropa, Porter le informó
de que Phoebe y su padre se habían marchado aquella mañana temprano. La solemne voz del
hombre sonaba temblorosa, y en sus ojos había una nota de reproche cuando le entregó una nota
en una bandeja de plata.
-De milady -dijo el mayordomo.
De mala gana, Ramsey cogió el papel doblado, se lo metió en el bolsillo y se encerró en su
estudio. Fue inmediatamente a la mesita y se llenó una copa de brandy hasta los bordes. Se lo
tomó de un trago antes de devolver su atención a la misiva de Phoebe. Su mensaje era más o
menos lo que esperaba.
Le deseaba felicidad en cualquier rumbo que quisiera dar a su vida, y le sugería que tramitase el
divorcio. Con una maldición, arrojó la nota al hogar y observó cómo las llamas la quemaban. No
habría divorcio. Ni entonces, ni nunca.
Con Phoebe fuera de la escena, Braxton retornó su antiguo modo de vida. Se entregó a las
variadas diversiones que Londres tema para ofrecer, frecuentando los sombríos y sórdidos lugares
que tanto le habían gustado en el pasado. Ningún antro de juego era demasiado salvaje, ninguna
taberna de los muelles demasiado tosca. La disipación no era difícil de alcanzar para un libertino
como él, y se esforzaba por hacer honor a su reputación.
Por desgracia, no ponía en ello el corazón. Aunque se lo veía paseando por los jardines de
Vauxhall con una mujer diferente del brazo cada noche, no se acostaba con ninguna de ellas. Sin
embargo, seguía acudiendo a Covent Garden, donde conseguía fácilmente las prostitutas, flirteaba
escandalosamente con las chicas que merodeaban por fuera de la ópera, y se lo veía regresar a
casa espectacularmente borracho a primeras horas del día.
Los columnistas de chismes no daban abasto para cubrir sus escándalos. Noticias relativas al
licencioso comportamiento de lord B comenzaron a aparecer regularmente en el London Times.
Un periodista llegó incluso a insinuar que lady B estaba encinta del obligado heredero, y que
había sido enviada a la finca rural de lord B para aguardar el nacimiento, dejando a lord B en liber -
tad para retomar sus decadentes costumbres. En los libros de apuestas de White's, se había
registrado una relativa a la fecha de nacimiento, dando por supuesto que la única razón de que
lord B hubiera caído en la trampa del párroco era porque había dejado embarazada a lady B.
Ramsey dedicaba poca atención a las habladurías y no hacía nada para detenerlas. Lord
Westmore parecía ser la única persona capaz de mantener una conversación seria con Braxton,
pero incluso para él había temas que eran territorio prohibido.
Ram se sumía cada vez más en el libertinaje. Casi había tocado fondo cuando le llegó una carta
de sir Thompson. El padre de Phoebe le decía que había alquilado una casa al final de un tran quilo
sendero, no lejos de la universidad, y le daba la dirección. Sir Andrew seguía diciendo que Phoebe
y él estaban bien, pero que su hija parecía melancólica y desdichada.
Tras leer la carta, a Braxton no le quedaron ganas de ir a su club. Se sentó en el estudio
rumiando su amargura. Si Phoebe era desdichada, ella era la única responsable.
Sin embargo, aquella noche se aventuró a salir, y si fue menos audaz de lo habitual en sus
objetivos, culpó de ello a Phoebe.
A la mañana siguiente, Ram estaba tomando café e intentando vencer un monumental dolor de
cabeza, cuando tuvo un extraño presentimiento. Algo sombrío e inquietante le advertía de que
Phoebe lo necesitaba.
Una inesperada visita apareció en el momento más oportuno. -Una tal señora Crowley ha
venido a verle, milord -anunció Porter.
Era el ama de llaves de Phoebe en Mountain Street. -Hágala pasar, Porter.
La señora Crowley entró en la estancia, se inclinó cortésmente y fue invitada a sentarse. La
mujer tomó acomodo en una silla y aceptó una taza de té.
-¿Qué puedo hacer por usted, señora Crowley?
-Usted me dijo que le informara cuando mi hija, después de tener al bebé, estuviese ya
recuperada para viajar. Dan, el marido de Lottie, está ansioso por trasladarse a la casa de campo
de la que usted le habló, y a empezar en su nuevo empleo en su finca. -Le dirigió una preocupada
mirada -Lo recuerda, ¿verdad? Dijo asimismo que también había un lugar para mí entre su servicio
doméstico.
-Así es -asintió Ram, aunque le resultaba difícil concentrarse-. Escribiré en seguida una nota a
mi administrador. Él cuidará de que su familia se instale en la casa de campo y le asignará a usted
una pensión.
La señora Crowley sonrió abiertamente. -¿Está la señorita Phoebe... lady Braxton bien?
Una repentina idea se le ocurrió de pronto. A Phoebe acaso no le gustara, pero a él le
proporcionaría alguna paz mental. Decidió sondear a la señora Crowley antes de planteársela.
-Phoebe está en el campo, con su padre.
La mujer chasqueó la lengua.
-Pobre hombre, ¿todavía está enfermo?
-Se está recuperando, pero mi esposa decidió que no debería estar solo. ¿Querría usted
considerar la posibilidad de irse a Cambridge con lady Braxton en lugar de acompañar a su hija y a
su yerno a mi finca?
-Consideraría un honor servir de nuevo a su esposa -dijo la señora Crowley.
-Entonces ya está solucionado. ¿Necesita su familia transporte hasta Derbyshire?
-No, se proponen viajar en el carro que transporte sus enseres domésticos.
-Muy bien. A usted la enviaré a Cambridge en mi carruaje. ¿Bastarán treinta libras anuales y
fiesta un domingo cada quince días?
A la señora Crowley se le desorbitaron los ojos. -Es más que generoso, milord. Y desde luego lo
era, porque el salario anual de un ama de llaves raras veces llegaba a las catorce libras.
-Solucionado entonces -dijo él -Deme su dirección y mañana por la mañana enviaré el carruaje
a recogerla. -Se levantó-. Por favor, aguarde aquí mientras yo escribo una breve nota para mi
administrador respecto a su yerno y su nuevo empleo.
Regresó al cabo de unos momentos.
-Tengo que pedirle un favor, señora Crowley.
-Lo que desee milord.
-Estoy preocupado por mi esposa. Deseo estar informado de si sucede algo fuera de lo
sus emociones? Ella no podía aceptado en aquellas condiciones. Finalmente, otra mujer lo atraería
y él se dedicaría a ella, lo que dejaría a Phoebe destrozada. Mejor separarse entonces, antes de
que hiciera pedazos su corazón.
La joven se quedó muy sorprendida el día en que la señora Crowley apareció ante su puerta.
Acogió cálidamente a la bondadosa ama de llaves y la invitó a pasar al salón. Entonces se le ocurrió
que sólo había un modo de que la señora Crowley hubiera sabido dónde encontrarla: su padre se
lo había dicho a Ram y éste le había mandado a la mujer. ¿Por qué?
-¿Qué la trae por aquí, señora Crowley? -le preguntó Phoebe.
-Verá, querida... quiero decir milady. Mi hija y su familia estaban ya dispuestos para aceptar la
oferta de empleo de lord Braxton, de modo que lo visité en su casa para informarle. Él me
preguntó si me gustaría servirla a usted y a su padre en mi ocupación, porque no tienen ama de
llaves, ¿verdad?
-No. Nos hemos trasladado recientemente y aún no he tenido la oportunidad de ir a una
agencia de empleo. -Dirigió a la señora Crowley una cautelosa mirada -¿Qué le ha contado lord
Braxton acerca de nuestros... acuerdos domésticos?
-No mucho. Me dijo que su padre se estaba recuperando en el campo y que usted lo
acompañaba. Pensó que le agradaría tener a alguien con quien estuviese familiarizada para
ocuparse de la casa.
Phoebe no estaba convencida de que aquello fuese toda la verdad. ¿Hasta qué punto estaba
dispuesto Ram a vigilarla? -No se preocupe por mi salario -prosiguió la señora Crowley-. Lord
Braxton se encarga de ello. He dejado mis maletas en el carruaje, por si usted no me acepta...
Tras una cuidadosa reflexión, Phoebe decidió que sí quería a la señora Crowley. La quería con
ella a pesar de que representaba una interferencia de Ram en su vida. Le dio un abrazo a la mujer
y se lo dijo así.
-¿A quién tenemos aquí, hija?
Phoebe sonrió a su padre, que entró en la habitación.
-Es la señora Crowley, padre. Fue mi ama de llaves en Mount Street.
-También sé guisar -añadió la mujer -Puedo preparar la clase de nutritivos alimentos que sir
Thompson necesita para recobrar fuerzas. Me parece un poco débil.
-Me siento mucho mejor -le quitó importancia sir Andrew-, pero esas comidas que ha
prometido serán bienvenidas. Estoy seguro de que serán deliciosas.
-¿Ha venido en un coche de alquiler, señora Crowley? -preguntó Phoebe.
-Lord Braxton fue muy amable y me ofreció su carruaje.
-¿La ha enviado lord Braxton? -preguntó sir Andrew.
-Así es.
-Dígale al cochero que traiga sus maletas y le mostraré la habitación que ocupará -dijo Phoebe-.
Creo que le gustará. Está cerca de la cocina y es bastante grande.
En el momento en que la señora Crowley salió fuera, ella se volvió hacia su padre y le preguntó:
-Le dijiste a Ram dónde encontramos, ¿verdad?
-Hum, es posible.
-Padre...
-¡Oh, de acuerdo! Le escribí y le di nuestra dirección. Es tu marido, y tiene derecho a saberlo.
¿No estás satisfecha con la señora Crowley? Considero bastante admirable por parte de lord
Braxton enviarte a alguien de confianza.
-Había confiado en que hiciese caso de mi petición de no interferir en mi vida -se quejó la
joven.
La señora Crowley regresó poniendo fin a la conversación entre ella y su padre. Phoebe le
mostró el camino a su habitación y la dejó para que deshiciera sus maletas y se instalara. Cuando
regresó al pequeño pero acogedor salón, sir Andrew había llevado a cabo una oportuna retirada.
A medida que pasaban los días, tuvo muchas razones para alegrarse de tener allí a la señora
Crowley. No sólo se encargaba de las compras, cosa que ella detestaba, sino que guisaba las
comidas nutritivas que había prometido y mantenía la casa en orden con la ayuda de una doncella
que Phoebe había contratado. Puesto que el lugar era más bien una casa de campo espaciosa que
una gran mansión, se conservaba fácilmente. Sin Ramsey, Phoebe prefería llevar una vida sencilla.
Su padre había conseguido unos decentes medios de vida para ambos, y siempre habían vivido
cómodamente, pero no obstante, ella nunca había ansiado riquezas. No había sido la fortuna de
Ram lo que la había atraído. Se había enamorado de él.
Una mañana, varias semanas después de la llegada de la señora Crowley, ésta encontró a
Phoebe vomitando. La mujer deslizó su experta mirada por la esbelta silueta de la joven
deteniéndose en su vientre.
-¿De cuánto está, querida?
-¡Oh, no! -negó ella -No es lo que usted cree. Estoy segura de que el pescado de anoche no me
sentó bien. Siempre he tenido problema para digerir las truchas, pero a mi padre le gustan mucho,
de modo que trato de comer un poco para complacerlo.
El ama de llaves le dirigió una valorativa mirada.
-Si usted lo dice, así será. Voy a la cocina a preparar una tetera para calmar su estómago.
Té era lo que ella necesitaba. Después de tomarlo, Phoebe se sintió tan bien que dio un paseo
rápido hasta el estanque del límite de la ciudad, y se sentó en una roca que le gustaba especial-
mente, y se dedicó a contemplar la vida y sus complejidades. Aquél era uno de sus lugares
preferidos: tranquilo y apacible, y alejado del bullicio de la ciudad. Lo había descubierto en un
paseo por Cambridge, e iba allí a menudo.
Cuando Phoebe salió a pasear, sir Andrew se reunió con la señora Crowley en la cocina. Se
había acostumbrado a almorzar en aquel acogedor ambiente que el ama de llaves había creado en
la soleada cocina. Aquella mañana, llevaba consigo un montón de periódicos londinenses que
habían llegado con el correo.
-Veo que han llegado sus periódicos, sir Thompson -dijo la señora Crowley.
-Por favor, llámeme Andrew; En esta casa no son necesarias las formalidades.
-¡Oh, señor! -se azoró la señora Crowley-. ¿Está usted seguro?
-Muy seguro.
-Entonces usted debe llamarme Annie.
Se sonrieron uno al otro con mutua simpatía y a continuación, sir Andrew comenzó a leer los
Había estado observando desde la puerta, sorprendida al ver a la señora Crowley y a su padre
con las cabezas juntas, como conspiradores.
Su padre la miró consternado y la señora Crowley ocultó los periódicos a su espalda.
-Deseo leerlos yo primero -dijo sir Andrew jactancioso. Su rápida ocurrencia no logró
tranquilizar a su hija, que tendió la mano.
-¿Me los da señora Crowley, por favor?
-Vamos, hija, no hay nada interesante en ellos.
Su fingida desgana reafirmó la decisión de Phoebe. -Los periódicos, señora Crowley.
Sir Andrew suspiró.
-Déselos, Annie.
«¿Annie? ¿Qué estaba sucediendo allí?»
La mujer le tendió los periódicos de mala gana, y ella se sentó junto a su padre para mirarlos,
preguntándose qué habrían visto que pudiera haberles parecido ofensivo para ella. No tardó
mucho en descubrir la causa de su preocupación. Las columnas de chismes semanales estaban
repletas de comentarios sobre el comportamiento de lord B. Los relatos de dónde y con quién
había sido visto, y de sus diferentes transgresiones parecían tener muy excitados a la buena
sociedad. Incluso se decía que lady Braxton se había retirado al campo para dar a luz al obligado
heredero.
Consciente de que su reacción a lo que leía estaba siendo atentamente estudiada, Phoebe
recogió los periódicos y se levantó.
-Creo que me los llevaré a mi habitación y los leeré en privado.
-¡Oh, Andrew! -dijo la señora Crowley cuando Phoebe desapareció por la puerta -¿Qué vamos a
hacer ahora?
-Voy a escribir esa carta inmediatamente y a enviársela a Braxton.
-No le mencione nuestras sospechas sobre el estado de lady Phoebe. Eso es algo que tiene que
decirle ella. Dígale solamente que debe venir lo antes posible.
-Tal vez ya no le importe -reflexionó sir Andrew-. A juzgar por lo que ahí se cuenta, tiene
bastante con lo que mantenerse ocupado en Londres.
-No obstante, merece saber que Phoebe lo necesita. Lo que haga al respecto será decisión suya.
Aunque Ram trataba de sentir entusiasmo por sus hedonistas placeres, estaba perdiendo el
deseo de beber y salir de farra hasta primeras horas de la mañana. La excesiva cantidad de alcohol
le dejaba la cabeza nebulosa y lo mantenían sumido en un constante estado de confusión. Las
elevadas apuestas en el juego estaban mermando su fortuna, y las damas que lo acompañaban se
impacientaban con sus pretextos para esquivarlas sexualmente.
Ram no había tenido noticias de la señora Crowley desde que la envió a Cambridge, y suponía
que Phoebe se las arreglaba bien sola. Lástima que él no pudiera decir lo mismo. Estaba sano y en
forma, pero mentalmente era una ruina. Ser abandonado dos veces por la misma mujer era algo
que dejaba huella.
Una fría y lluviosa mañana, mientras estaba sentado en su estudio con resaca, Ramsey decidió
que aquello no podía continuar. Se dio cuenta claramente de que estaba en un camino de
autodestrucción, y que tenía que detenerse. Llamó a Porter y le pidió un té.
-¿Té, milord?
-Té, Porter, y tráigame algo para comer. Necesito tomar algunas decisiones, y no puedo hacerlo
con la cabeza zumbándome y el estómago gruñendo.
El mayordomo sonrió.
-¿Tiene su decisión de cambiar sus costumbres algo que ver con lady Braxton?
-Tiene todo que ver con ella. Y, Porter, cuando salga, recoja las botellas vacías y deshágase de
ellas. No necesito recordatorios de cómo he desperdiciado las últimas semanas.
Mientras él hacía planes para reconducir su vida, la carta de sir Andrew llegaba a El Rey y La
Corona con una recomendación de pronta entrega a su señoría. Un mensajero fue enviado inme-
diatamente a Londres.
Braxton no se hallaba en casa cuando llegó el mensajero. Porter le dijo al hombre que
aguardase por si había una respuesta, y lo envió a la cocina para que comiese y descansase.
Ramsey regresó poco después y el mayordomo le entregó una carta en una bandeja de plata
informándole de que el mensajero de Cambridge aguardaba su respuesta. Ramsey leyó la carta, la
arrugó en la mano y le dijo a Porter que pagara al mensajero y lo despidiera porque no había
respuesta.
Aunque la misiva de sir Andrew era algo vaga, confirmaba su creencia de que Phoebe lo
necesitaba. Al cabo de unos minutos, había encargado a su ayuda de cámara que le hiciese la
maleta y a su mozo de cuadras que preparase su carruaje. Hacia media mañana, se encontraba de
camino a Cambridge.
Era cerca de medianoche cuando divisó la casa de Phoebe.
Cogió su maleta y envió a Wilson a una posada con el carruaje. Se aproximó a la vivienda con el
corazón latiéndole tumultuosamente mientras subía los peldaños de la escalera principal. No tenía
idea de cómo sería acogida su aparición en mitad de la noche.
La puerta estaba cerrada, por supuesto. Fue hacia la parte posterior y distinguió una luz en la
ventana de la cocina. Miró a hurtadillas y distinguió a sir Andrew de pie ante la cocina, sirviéndose
leche caliente en una taza. Ram dio unos golpecitos en el cristal. Sorprendido, el anciano caballero
se acercó a mirar, reconoció a Ram y le abrió la puerta posterior.
-¡Por Cristo! Ha venido en seguida.
-He venido en cuanto he recibido su carta. ¿Qué le sucede a Phoebe?
Sir Andrew negó con la cabeza.
-Debe ser ella quien se lo diga, pero no esta noche. Es demasiado tarde. No se preocupe, está
bien. Hay una habitación libre arriba... le mostraré el camino.
La frustración se apoderó de él. Tras llamarlo, ¿por qué no le decía sir Andrew qué era lo que
andaba mal?
-¿Qué hace usted levantado a estas horas? -le preguntó, procurando no formular la pregunta
más importante que tenía en mente.
-No he dormido bien desde que enfermé de malaria. A veces, cuando estoy inquieto me ayuda
tomar leche caliente.
Sir Andrew cogió la vela y alumbró el camino subiendo la escalera por delante de Ramsey.
-Ésta es la mía -dijo, señalando una habitación a la derecha. Pasó por una puerta cerrada a la
izquierda y se detuvo ante la segunda -Ésta es su habitación. Tome la vela, yo no la necesitaré.
Que duerma bien, Braxton. Mañana por la mañana podrá hablar con Phoebe.
Ram entró en la habitación, dejó su maleta y depositó la vela en la mesita de noche. Luego se
desvistió y se puso una bata que sacó de la maleta.
Aunque agotado por su larga cabalgada desde Londres, no podía relajarse. Fue hacia la ventana
y contempló distraído las distantes estrellas que destellaban en el cielo iluminado por la luna. Era
incapaz de pensar en nada más que en el hecho de que una tenue pared era lo único que lo
separaba de Phoebe.
Sus profundos sentimientos hacia su esposa se habían hecho sumamente claros durante las
pasadas semanas. Tras mucho examen de conciencia, había llegado a una decisión que podía abrir
el de la reconciliación. Sencillamente no podía, no permitiría que lo abandonara. No había modo
en que pudiera desentenderse de ella y olvidarla.
Su amor por Phoebe había estado presente en todo momento, pese a su resistencia a formular
las palabras. Nunca había dejado de amarla, y era hora de que se lo dijera. Una declaración de ese
tipo podía cambiar su futuro. El temor a verse herido de nuevo y su condenado orgullo masculino
le habían impedido desnudar su corazón ante ella. Pero ¿qué era el orgullo comparado con
infinitos años sin la mujer a la que amaba? Su abortado intento de retornar a una vida licenciosa le
había demostrado cuán equivocado había estado.
La casa estaba en silencio. Ram contempló la puerta cerrada con algo más fuerte que el simple
deseo. Guiado por su instinto, la abrió y recorrió la corta distancia que lo separaba de la habitación
de Phoebe. La puerta de ella se abrió silenciosa y él se metió en su alcoba cerrando
cuidadosamente a sus espaldas.
Se acercó al lecho y la contempló. Un errático rayo de luna le daba en el rostro creando un halo
en torno a su cabeza. Su radiante belleza lo hipnotizó, hizo que le flaquearan las piernas. En el
curso de los años, su necesidad de ella podía haberse atenuado, pero nunca había desaparecido.
Podía haber pasado días y semanas sin pensar en ella, mas su recuerdo siempre estaba acechando
en los sombríos confines de su mente. Era tan bella en aquellos momentos como lo era cuando la
había conocido.
Su olor lo impregnó, embriagando sus sentidos. Su vulnerabilidad despertaba sus instintos más
primitivos. Excitado al instante, deseándola de inmediato, se desprendió de la bata y se deslizó en
su lecho.
Sumida en el sueño, Phoebe tuvo una sensación de bienestar que no había experimentado
desde que abandonó la casa de Ram, en Londres. Los brazos que la rodeaban eran tan reales, tan
intensamente reconfortantes. Unas manos fantasmales acariciaban sus senos, excitaban sus
pezones endureciéndolos y recorrían su estómago, deslizándose por el negro vello de su
entrepierna.
Antes había soñado con Ramsey, pero nunca había sido tan real como aquello. Podía sentir su
respiración cosquilleándole la oreja, los rápidos latidos de su corazón. Su somnolencia fue
desapareciendo hasta que sólo quedó una aguda certeza y una alegría tan intensa como el dolor
físico.
Ram estaba allí. En su lecho. Estrechándola entre sus brazos. ¿Cómo? ¿Por qué?
Se volvió gimiendo. Al contemplar su rostro a oscuras, reconoció la línea de su mandíbula, sus
altos pómulos, la determinación que insinuaba su barbilla, los verdes ojos de pesados párpados,
descaradamente sensuales, y la tentadora plenitud de sus labios.
Le tocó la boca sin poderlo evitar. Lo amaba, amaba el aspecto que tenia, el modo en que se
movía, la manera en que su cuerpo reaccionaba al de ella. ¿Por qué él no podía amarla?
-¿Qué estás haciendo aquí? ¿Cómo has entrado?
-Tu padre me ha abierto. No podía seguir estando lejos de ti, Phoebe. Tú eres mía, no puedo
dejar que te vayas. Dime que me necesitas tan desesperadamente como yo a ti.
-Siempre te he necesitado, Ram, aun cuando estábamos a miles de kilómetros de distancia.
Nunca he cuestionado mis sentimientos; sólo los tuyos.
-¿Cómo podría devolverte a mí?
-Creo que lo sabes.
-El orgullo es un poderoso obstáculo. Cuando te marchaste, estaba herido, desilusionado y
enfadado. Tú eres la única mujer que me ha rechazado en la vida. No una, sino dos veces.
Phoebe sonrió para sí misma. Si un hombre necesitaba recibir su merecido, ése era Ram.
-El rencor que te guardaba me reconcomió durante cuatro años -prosiguió él -Luego, la
oportunidad de la venganza llegó a mis manos, y no la dejé escapar. -Suspiró -Por desgracia, las
cosas no salieron como yo había planeado. Deseaba que te enamoraras de mí. Deseaba que
sufrieras cuando yo te abandonase. Nunca esperé volver a enamorarme de ti.
Ella se quedó sin aliento. Había aguardado eternamente aquellas palabras.
-¿Me amas?
-Lamento haberte dado razones para dudar de mí. No podía declararme, porque temía el
rechazo. ¿Cómo podía decirte las palabras precisas cuando no tenía idea de si tú sentirías lo
mismo? -Hace semanas te dije que te amaba, pero tú te negaste a creerme.
Era un necio.
-¿Me amas de verdad? -repitió Phoebe.
-¿No te lo he dicho? -Inspiró profundamente -¿Serás mi esposa, Phoebe?
-Ya lo soy. ¿Serás tú mi marido?
Sus labios se cernieron a escasos centímetros de los de ella. -Siempre.
Ram la besó, saboreando su rendición, impregnándose de ella, saboreándola profundamente.
Nada le había sabido nunca tan dulce. Phoebe era suya. Nadie iba a quitársela. Nada volvería a
interponerse nunca entre ellos. Habría buenas y malas épocas, pero los dos estarían juntos para
enfrentar lo que viniese.
-¿Estás seguro de esto, Ramsey, muy seguro? -le preguntó ella, como si dudara de su sinceridad
-He leído inquietantes relatos de tus francachelas en el London Times. Si hay que darles crédito, no
estás preparado para sentar la cabeza.
-No deberías creer todo lo que lees. Es cierto que he bebido demasiado y jugado muy
alegremente, y que he sido visto aquí y allá con varias mujeres, pero no me he acostado con
ninguna de ellas. No eran tú -admitió tímidamente.
ver que ella no estaba, le habría preguntado a la señora Crowley donde podía encontrarla. No se le
ocurría ningún lugar más perfecto para darle la buena noticia. Se volvió para recibirlo con una
amplia sonrisa en el rostro.
Las comisuras de su boca temblaron y luego se desdibujaron cuando David Phillips apareció
ante ella. Se puso en pie bruscamente.
-¡Tú! Se suponía que estabas muerto.
-Pues lamento decepcionarte, Phoebe. Fui más listo que los necios hombres de Fielding, y me
oculté bajo el muelle hasta que se fueron. El agua era fría y estuve a punto de congelarme, pero
no estoy muerto, ni mucho menos.
-¿Cómo sabías dónde encontrarme?
-Sabía que te habías ido de Londres. Las columnas de chismes describían con gran detalle las
juergas de Braxton mientras que su mujer se hallaba ausente. Pero sabía que tu marido no
permanecería lejos de ti eternamente, y me limité a vigilarlo y esperar. Lo seguí cuando salió de la
ciudad. No me sorprendió que me condujera directamente hacia ti. El pobre y fatuo necio no tenía
ni idea de que lo estaban siguiendo. He aguardado fuera de la casa confiando en encontrarte a
solas, y mi paciencia ha tenido su premio.
-¿Qué estás haciendo en Inglaterra? Tenía entendido que poseías una fortuna en Francia.
-No es exactamente una fortuna. Pero espero incrementarla muy pronto.
David se interpuso en su camino bloqueándole la huida. Phoebe intentó rodeado con cautela,
pero David no iba a permitírselo. La asió del brazo deteniéndola.
-Vas a venir conmigo -siseó.
Ella se negó.
-No voy a ir contigo a ninguna parte. Ram y yo volvemos a estar juntos, y vamos a hacer que
nuestro matrimonio funcione.
El otro se rió burlonamente.
-Braxton no podría serte fiel aunque lo intentase. Está demasiado sumido en el libertinaje. Una
mujer nunca será bastante para él.
Comenzó a arrastrada hacia el sendero.
-Me encontré con Watts cuando me ocultaba en los bajos fondos londinenses. Me aguarda con
un carruaje cerca de aquí, en la carretera.
-¿Por qué haces esto?
-Con el amuleto, esperaba conseguir bastante dinero para mantenerme lujosamente toda la
vida. Braxton me privó de ello, de modo que he decidido pedir rescate por ti. Le exigiré diez mil
libras por tu libertad. Es rico, diez mil libras no son nada para él.
-¡Diez mil libras! ¡Estás loco! Braxton nunca accederá a esto.
-El tiempo lo dirá. Una vez que lleguemos a nuestro destino, Watts se cuidará de que sea
entregada la nota informando de mis condiciones.
Ella trató de liberarse en vano.
-Ramsey no es un necio. No accederá a tus condiciones.
-Veremos. Vámonos. Protestar no servirá de nada; de un modo u otro, me propongo conseguir
lo que merezco.
-Estoy segura de que eso es exactamente lo que conseguirás -dijo Phoebe seca -No puedes
competir con Ram. Pagarás por esto.
-Lo dudo. Primero tendrá que encontrar me. Me propongo viajar, ver algo más que el interior
de una tumba. -¿Con dinero robado?
-Yo no lo veo de ese modo. Me he ganado cada penique.
Phoebe decidió que había llegado el momento de jugar sus cartas.
-Estoy encinta del heredero de Ram. Silencio.
-¿Me has oído? Estoy embarazada. David se echó a reír.
-¡Un niño! ¡Encantador! Me has garantizado que se aceptarán mis condiciones.
-Ram te perseguirá como al animal que eres.
-Tal vez debería pedir veinte mil libras -reflexionó en voz alta -El niño que llevas en el vientre
debe de valer por lo menos otras diez mil.
Ram despertó poco después de Phoebe con un extraño hormigueo en el pecho. ¿Una
premonición? Algo iba mal; lo intuía. No era sólo su decepción al despertarse solo; era algo más
profundo que aquello. Era un dolor opresivo, una clara señal de advertencia que nunca lo había
engañado.
Saltó del lecho y, tras unas breves abluciones, se vistió rápidamente. Cuando apareció en la
cocina, la señora Crowley se quedó tan sorprendida al vedo que dejó caer el pan que acababa de
sacar del horno.
-¡Lord Braxton! ¿Cuándo ha llegado?
-Anoche. Sir Andrew me abrió la puerta. ¿Ha visto a Phoebe esta mañana?
-¿No está en su habitación?
-No. Acabo de bajar de allí.
El ama de llaves enarcó las cejas, y una sonrisa flotó en sus labios.
-Debe de haberse despertado temprano -prosiguió Ram-. Esperaba encontrada en la cocina.
-Lady Braxton a veces va a dar un paseo antes de desayunar.
Supongo que la encontrará en su lugar favorito. Le indicaré cómo llegar si quiere.
Incapaz de disipar el singular presentimiento que lo acuciaba, Ram se impacientaba mientras la
mujer le explicaba cómo encontrar la roca del estanque. Le dio las gracias y marchó en seguida.
Encontró el sendero fácilmente y no prestó demasiada atención al carruaje que estaba parado en
las proximidades. Entró en las frías sombras del bosque y avanzó con rapidez por el camino.
Distinguió un distante sonido de voces, y se preguntó si el padre de Phoebe la habría acompañado.
La aspereza de la voz masculina pronto le hizo descartar tal idea.
Ram se detuvo bruscamente cerca de donde concluía el terreno y se deslizó tras un árbol para
espiar lo que estaba sucediendo. El pánico lo invadió al ver a David Phillips sujetando a Phoebe.
¿Por qué no se habría ahogado en el río?
Prudentemente, se acercó más hasta que pudo oír lo que estaban diciendo. Fuera lo que fuese
lo que él decía, Phoebe protestaba con energía. Ram iba a retorcerle el pescuezo a aquel bastardo
y luego meterlo entre rejas, donde debía estar.
Cuando oyó decir a Phoebe: «Estoy encinta del heredero de Ram. ¿Me has oído? Estoy
embarazada», se quedó sin aliento, y la cabeza comenzó a darle vueltas. Se esforzó por recuperar
el control y lo consiguió. ¿Por qué no se lo había dicho? ¿Cuánto tiempo hacía que lo sabía?
Aunque su corazón le de da que arremetiera y atacara a Phillips, su mente le aconsejaba
precaución. No podía permitirse actuar de manera precipitada; era evidente que Phillips estaba
trastornado, y temía que pudiera herir a Phoebe y al niño que llevaba dentro.
«Mi hijo.»
Aquellas dos palabras llenaron su corazón de alegría. Se agazapó contra el árbol para ordenar
sus pensamientos y elaborar un plan. Aunque Phillips no había exhibido ninguna arma, Ram no
estaba seguro de que fuera desarmado. El hombre no podía estar en plena posesión de sus
facultades mentales si se proponía secuestrar a Phoebe. Si hubiese tenido un ápice de sentido
común se habría ido de Inglaterra. ¿Qué diablos quería?
Para su consternación, la respuesta a esa pregunta le llegó de inmediato.
¡Rescate! Se proponía retener a Phoebe para pedirle dinero a él. Entonces recordó el carruaje
que aguardaba junto a la carretera, y comprendió que era para llevársela de allí.
«Sobre mi cadáver», pensó, maldiciendo su falta de previsión.
Había salido de la casa sin un arma. Ni siquiera llevaba la pistola que solía usar cuando viajaba,
y que había dejado en su coche. -No voy a ir contigo -gritó Phoebe afirmándose en el suelo.
Ram decidió que había llegado el momento de intervenir. Salió de detrás del árbol
presentándose ante el otro.
-¡Maldición! -balbuceó David-. ¿De dónde sales?
-De tu peor pesadilla, Phillips. Suelta a Phoebe.
Los temores de Ram se vieron confirmados cuando Phillips sacó una pistola del bolsillo y la
apretó contra la espalda de ella. -No deseo dispararle, pero lo haré si no retrocedes.
-Tómame a mí como rehén en vez de a ella. Escribiré una nota a mi abogado ordenándole que
pague la cantidad que pidas. Phoebe podrá entregártela.
-No soy un necio, Braxton. A ella puedo manejarla, pero tú eres un peligro. -Comenzó a
arrastrarla hacia atrás por el sendero-. Regresa a Londres y aguarda allí instrucciones.
-Si le haces daño...
-No tengo intención de hacerle daño... a menos que no hagas lo que yo te diga. Alguien tiene
que pagar por la pérdida del amuleto. Me costaste una pequeña fortuna, Braxton. Hazte a un lado
y déjame pasar.
Ram no tenía más remedio que obedecer a Phillips. No podía poner en peligro la vida de
Phoebe.
-No te preocupes, cariño. No permitiré que este bastardo salga impune de esto.
Observó impotente cómo Phillips arrastraba a su esposa por el sendero, empujándola
despiadadamente, hundiendo la pistola en su suave carne. Ram los siguió a discreta distancia,
planeando ya su próximo movimiento. Salió del bosque a tiempo de ver cómo Phillips la obligaba a
subir al carruaje y la seguía al interior. Ramsey salió tras ellos mientras Watts fustigaba a los
La ayudó a llegar a un costado de la carretera y la instaló bajo la sombra de un árbol. Luego fue
a examinar el escenario del accidente, sujetándose las costillas en un esfuerzo por controlar el
agudo dolor. Rodeó el carruaje y descubrió a Watts; la parte inferior de sus piernas habían
quedado atrapadas debajo de las ruedas.
-Ayúdeme -rogó el hombre -Creo que tengo las piernas rotas.
Ram contempló la rueda, pensativo.
-No puedo levantar la rueda y arrastrarlo a usted yo solo. Watts comenzó a gimotear.
-Me duele terriblemente.
-¿Dónde está su compañero de crímenes?
-No lo sé. Olvídelo. No puedo soportar el dolor.
Haciendo oídos sordos a los gritos de auxilio de Watts, Ram fue en busca de Phillips. Recordaba
que había salido disparado por la puerta momentos antes de que el coche volcara, y confiaba en
que el bastardo no hubiera escapado ileso.
Comenzó a mirar por un lado de la carretera. -¿Adónde vas? -le gritó Phoebe.
-A buscar a Phillips. No puede estar muy lejos de donde ha volcado el coche.
No había avanzado mucho cuando lo descubrió con la cabeza junto al tronco de un árbol. Ram
se aproximó, primero cauteloso y luego más rápido cuando comprendió que Phillips estaba
inconsciente. Se arrodilló junto a él y le comprobó el pulso. Aún respiraba. No hada falta ser un
detective para comprender lo que había sucedido. Debió de golpearse la cabeza con el árbol cuan-
do salió despedido del carruaje. Rebuscó en sus bolsillos, encontró la navaja de bolsillo que
siempre llevaba consigo y regresó al coche.
-¿Lo has encontrado? -preguntó Phoebe.
-Sí. Está vivo pero inconsciente.
Se acercó a los caballos, vio que estaban ilesos y les cortó las riendas. Luego cortó también un
buen trozo de cuero y regresó junto a Phillips.
-¿Qué vas a hacer? -quiso saber Phoebe.
-Usar las riendas para atar a Phillips. Hay una larga caminata de regreso hasta la ciudad y no
deseo que se escape. Watts está atrapado bajo el carruaje y en muy mal estado. Tenemos que
conseguir ayuda. ¿Puedes andar?
Ella se apuntaló contra el árbol, se levantó y fue hacia donde Ramsey.
-Estoy bien.
Él le pasó el brazo por la cintura le dio un apretón de ánimo y la condujo carretera adelante.
-Buena chica -le dijo.
-¡Oh, veo a David! -exclamó Phoebe-. Se lo ve... patético.
-Tardaré sólo un segundo en atarle piernas y manos.
En ese momento percibieron el traqueteo de un carruaje que se acercaba.
-¡Alguien viene! -dijo ella.
-Bien. Eso significa que no tendremos que ir andando hasta la ciudad. Hazte a un lado mientras
les hago señales para que se detenga.
Sin embargo, no hubo necesidad, porque el vehículo se detuvo de todos modos. La puerta se
abrió y vieron descender a sir Andrew.
-¡Gracias a Dios que os he encontrado! Abrió los brazos y Phoebe corrió hacia él. -¿Cómo lo ha
sabido? -preguntó Ram.
-Wilson llegó esta mañana, poco después de que usted se marchara. Estaba preocupado. Por
casualidad había oído a Watts esta mañana temprano hablando con el mozo de cuadras.
-Así es, milord -intervino el cochero-. Fui a los establos para ver los caballos y oí a un hombre
llamado Watts que hablaba con el mozo. Watts comenzó a alardear de que un lord londinense
asquerosamente rico iba a pagar un fajo de billetes por recobrar algo que le pertenecía. Sumé dos
y dos y me imaginé que sería mejor informar de lo que había oído.
-Bien hecho -dijo Braxton.
-Hemos ido al estanque y no hemos visto a nadie -prosiguió sir Andrew-. Se veían señales de
lucha por doquier. Regresamos al coche con la intención de advertir a las autoridades. Entonces
Wilson descubrió huellas de un carruaje que parecían bastante recientes. Dado que no teníamos
otra pista, las seguimos. ¿Qué ha sucedido? -preguntó señalando el coche volcado.
-Es una larga historia -repuso Phoebe-. David Phillips está vivo. Siguió a Ram a Cambridge y se
disponía a secuestrarme y retenerme como rehén.
-¿Ha escapado?
Ram señaló hacia donde Phillips yacía tendido en el suelo. -Está inconsciente. Iba a atarlo
cuando ustedes han llegado.
-La tendió a Wilson las tiras de cuero -Usted puede hacer los honores -dijo.
El cochero acabó rápidamente su tarea dejando a Phillips amarrado como un ganso navideño.
-Es un milagro que Phoebe y usted no resultaran heridos. ¿Cómo se volcó el carruaje?
-preguntó sir Andrew.
-Los caballos se asustaron y Watts no pudo controlarlos -explicó Braxton. Pensó que sería mejor
no mencionar la pistola-. Él está inmovilizado debajo del carruaje. Nos disponíamos a ir a la ciudad
en busca de ayuda, pero los tres podemos levantar el coche y sacarlo de ahí.
-Ramsey está herido -dijo Phoebe-. Necesita atención médica.
-No es nada. Sólo un par de costillas rotas.
-Yo puedo vendarle, milord -se ofreció Wilson.
-Puede usar mis enaguas -ofreció Phoebe.
Se volvió de espaldas y se levantó la falda para soltar las cintas. Luego se quitó la prenda y se la
tendió a Wilson, que inmediatamente comenzó a desgarrarla a tiras.
-Quítese la chaqueta y la camisa, milord -le pidió el hombre.
-Le dan demasiada importancia a esto -se quejó él.
-Hazlo por mí -susurró Phoebe.
Formulado de ese modo, Ram no podía negarse a la petición.
Se desvistió de cintura para arriba y dejó que Wilson se ocupara de sus heridas.
Una vez tuvo las costillas tensamente sujetas, los tres hombres fueron en ayuda de Watts. Éste
se había desmayado, lo cual fue muy conveniente. Mientras Ram y Wilson levantaban la rueda, sir
Andrew tiró de Watts sacándolo de allí. Tras un examen superficial, Wilson confirmó que tenía
rota la pierna derecha.
El cochero encontró un sólido trozo de madera y lo ató a la pierna rota con una de las tiras de
cuero que Braxton había cortado de las riendas. Luego, Watts y Phillips, que comenzaba a
despertarse, fueron instalados dentro del carruaje.
Ram ordenó a Wilson que los llevara a la ciudad y se los entregara al magistrado.
-No hay sitio para todos en el coche, de modo que Phoebe y yo aguardaremos aquí su regreso.
Sir Thompson lo acompañará y explicará la situación al magistrado.
Sir Andrew se subió al banco del conductor, junto a Wilson, y el coche se puso en marcha. Ram
cogió a Phoebe de la mano, la hizo sentarse debajo de un árbol y se tendió junto a ella.
-Todo ha concluido, amor, realmente concluido -dijo-.
Phillips no volverá a aparecer en nuestras vidas. -Le dirigió una solemne mirada -Y ahora,
háblame acerca del bebé que estás esperando.
CAPITULO 20
por los golpes recibidos dentro del carruaje, aunque se guardó tal información. No deseaba que
Ramsey se preocupara innecesariamente. Al cabo de unos minutos se había dormido.
Braxton la besó en la cabeza y la sostuvo cómodamente contra él. Las costillas le dolían
endiabladamente, pero las cosas hubieran podido ser peor. Phoebe podía haber perdido su hijo.
Un estremecimiento lo recorrió entero. Si eso hubiera sucedido, habría matado a Phillips. Aún
podía matado si Phoebe sufría cualquier consecuencia a causa del accidente.
Le pesaban los ojos. Su precipitaba salida de Londres y la noche sin dormir que le había seguido
lo habían agotado. Y el agudo dolor de sus costillas rotas se sumaba a su incomodidad. Todo lo
sucedido durante los dos últimos días se combinaba para sumirlo en las profundidades del sueño.
-Despierte, milord.
Ram se despertó e intentó incorporarse, y en seguida lo lamentó; su brusco movimiento había
agravado su dolor.
-¡Ya ha regresado Wilson! Debo de haberme quedado dormido. ¿Cuánto rato hace que se
marcharon?
-Algo más de dos horas, milord -contestó el hombre -Sir Thompson le ha dado una verosímil
explicación a la policía y se ha encargado de las formalidades. Yo he regresado en cuanto he
podido.
El sonido de voces despertó a Phoebe, que abrió los ojos y se incorporó.
-¿Es hora de irnos?
-Wilson acaba de llegar, querida.
Ram comenzó a levantarse, se sujetó las costillas y se dobló. Transcurrieron varios minutos
hasta que pudo respirar con normalidad. -Permítame ayudarle, milord -se ofreció Wilson.
-Estoy bien -repuso él rechazando su apoyo -Ayude a lady Braxton; lo necesita más que yo.
-Estoy en mejores condiciones que tú -afirmó ella pasando un brazo por la cintura de Ramsey.
Aferrados el uno al otro, recorrieron la breve distancia que los separaba del coche. Wilson cerró
la puerta tras ellos, se subió al pescante y azuzó a los caballos.
Cuando llegaron a la casa de campo, la señora Crowley insistió en que Phoebe se acostase e
inspeccionar las costillas de Ram. Phoebe protestó, pero la señora Crowley se mostró inflexible.
Una vez estuvo debidamente arropada, el ama de llaves deshizo el vendaje de Ram, le examinó las
costillas y declaró que tenía dos rotas. Luego impregnó las vendas con un emplasto curativo y
volvió a vendarlo.
-La comida está lista, milord. ¿Traigo una bandeja para milady y usted?
-Traiga sólo comida para ella -contestó Ram-. Yo iré a la policía para controlar a los prisioneros.
-No soy una inválida -protestó Phoebe.
-Lo único que te pido es que descanses hasta la hora de cenar -le dijo él.
-Su señoría tiene razón -afirmó la señora Crowley-. Según Andrew, se ha visto sacudida en el
accidente. Una mujer en su estado tiene que ser sumamente cuidadosa.
Braxton besó a Phoebe en la frente y luego siguió a la señora Crowley fuera de la habitación.
-¿Cree usted que está bien? -le preguntó ansioso.
-No hay nada que indique que vaya a perder el bebé -repuso el ama de llaves -Ni siquiera está
muy magullada. Supongo que tiene que agradecérselo a usted, que tiene en cambio magulladuras
en abundancia.
-Mejor yo que Phoebe. Soy yo quien condujo a Phillips hasta ella y quien puso su vida en
peligro. No puedo creer que fuese tan descuidado.
-No se censure, Braxton -elijo sir Andrew-. Phillips ha sido muy astuto. Siéntese y coma algo.
Esta mañana ha salido de casa sin desayunar. La policía puede esperar.
Ram no se había dado cuenta de lo hambriento que estaba hasta que vio el tentador surtido de
alimentos que la señora Crowley colocaba delante de él.
Una vez hubo comido hasta hartarse, se disculpó.
-No tardaré mucho. Asegúrense de que Phoebe sigue acostada.
El policía, un hombre capaz que seguía la ley al pie de la letra, escuchó atentamente el relato
que Ram hizo de los acontecimientos que habían conducido hasta la captura de Watts y Phillips.
Tras escuchado, accedió a transportar a los prisioneros a Londres, donde serían acusados y
juzgados por el más alto tribunal del país.
-No tema, milord, no escaparán -le aseguró el hombre -Serán trasladados a Londres con
cadenas.
-Watts probablemente no pueda ser movido en uno o dos días -dijo Ram-. Será acusado de
cómplice. Espero regresar a Londres mañana o al día siguiente. A mi vuelta, informaré perso-
nalmente a lord Fielding de todo lo que ha ocurrido aquí. Creo que eso será todo. Luego regresaré
a buscar a mi esposa.
-Yo me encargaré de los presos hasta entonces -dijo el policía-. Buenos días, milord.
Phoebe estaba durmiendo cuando Ram volvió a la casa. Se desvistió y se tendió junto a ella, y al
cabo de unos minutos también se durmió.
Phoebe se despertó y vio a Ramsey a su lado, profundamente dormido. Miró por la ventana y le
sorprendió ver que el sol se había ocultado ya en el horizonte. Debía de haber dormido durante
horas. ¿Cuándo se había reunido Ram con ella? Se levantó con cuidado de no despertado, pero su
ligero movimiento le hizo abrir los ojos.
-¿Adónde vas?
-Necesito...
-¡Ah!
Ella desapareció tras el biombo y regresó al cabo de unos momentos.
-¿Has hablado con la policía?
-Sí. Va a entregar a Phillips ya Watts a lord Fielding en Londres. Ahora he concluido lo que me
había propuesto hacer, y no pienso volver a trabajar para Asuntos Exteriores. -Una lenta sonrisa
impregnada de promesas sexuales curvó sus labios -Vuelve a la cama.
Phoebe agitó su melena de negros cabellos.
-Tendrás que esperar, milord. -Se dio unos golpecitos en el estómago -Estoy hambrienta. La
señora Crowley pronto tendrá la cena en la mesa.
-No se me ocurriría privar a una futura madre de sustento -bromeó él mientras salía del lecho-.
Bajaremos juntos.
-Ya están aquí -dijo la señora Crowley cuando Ram y Phoebe aparecieron en el salón, cogidos
del brazo-. La cena está casi lista. Póngale algo para beber a su señoría, Andrew, mientras yo me
encargo de la comida.
-¿Va bien un brandy, lord Braxton? -preguntó sir Andrew yendo hacia la alacena.
-Un brandy será estupendo -repuso él.
-Padre, tú y la señora Crowley parecéis llevaros bastante bien -observó Phoebe.
-Annie es una mujer estupenda, hija.
-Desde luego lo es ciertamente -admitió ella -Sin embargo...
La señora Crowley asomó la cabeza por el salón. -A comer antes de que se enfríe.
Sir Andrew le ofreció el brazo a Phoebe y Ram los siguió de cerca. Ella se quedó algo
sorprendida cuando el ama de llaves se sentó con ellos a la mesa, pero en cierto modo le pareció
correcto. Había un sentimiento oculto, algo inexplicablemente dulce entre su padre y la señora
Crowley y ella se proponía descubrir qué era. La conversación de la mesa se centró en David
Phillips y en los acontecimientos del día, hasta que Ramsey cambió bruscamente de tema.
-Phoebe y yo saldremos mañana o pasado mañana para Londres, según cómo se encuentre.
Nos gustaría que viniera a vivir con nosotros, sir Andrew. En la casa hay muchas habitaciones.
Nosotros probablemente nos retiraremos a mi finca del campo para aguardar el nacimiento de
nuestro hijo. Será bienvenido para acompañamos, sir Andrew. O, si lo prefiere, puede quedarse en
nuestra casa de Londres. Queda a su elección.
-Estoy bastante encariñado con Cambridge -contestó él dedicando a la señora Crowley una
tenue sonrisa -Y esta casa me va perfectamente. Pienso aceptar un puesto para enseñar en la
universidad. Además, ustedes dos no me necesitan merodeando por allá. Son casi recién casados,
y necesitan intimidad, y a mí aún me quedan algunos años buenos para contribuir al estudio de la
Egiptología.
-¿Estás seguro, padre? -preguntó Phoebe-. Nos encantaría tenerte con nosotros.
-Desde luego. Pero después de todo, Cambridge no está tan lejos de Londres... podemos
visitamos con frecuencia, y me propongo haceros una prolongada visita a la finca de Braxton cuan-
do nazca el bebé.
-Supongo que usted deseará reunirse con su familia en la finca, señora Crowley -intervino
Phoebe-. Lo organizaré todo para su viaje.
El ama de llaves y sir Andrew cambiaron una significativa mirada.
-Annie se queda conmigo -dijo él finalmente -No podría arreglármelas sin ella.
-¿Es también su deseo, señora Crowley? -preguntó Ram. A ella se le formaron unos bonitos
hoyuelos y dio unos golpecitos en la mano de Andrew:
-No se me ocurriría dejarlo solo.
-¿Hay algo que yo debiera saber, padre? -preguntó Phoebe -¿Me he perdido algo?
Sir Andrew estrechó la mano de la señora Crowley.
-Annie y yo tenemos la misma edad. Tú tienes a Braxton y su hija tiene su familia. Annie y yo
somos muy parecidos y nos respetamos mutuamente. No veo ninguna razón por la que no
debiéramos llevar adelante nuestra relación.
FIN