Evangelio de La Salud, Rollos Del Mar Muerto

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EVANGELIO DE LA

SALUD DE SAN JUAN


Método natural de curación enseñado
por nuestro Señor Jesucristo
LOS ROLLOS DEL MAR MUERTO
Traducción del Arameo
Por: Edmond S. Bordeaux

1
ÍNDICE DEL LIBRO
“Aun tengo muchas cosas que deciros,
pero ahora no las podéis sobrellevar”.
(Juan 16:12)
PRÓLOGO ...................................................................................................... 6
PREFACIO. EL HALLAZGO ......................................................................... 8
CAPÍTULO 1
OS ENFERMÁIS Y SUFRÍS DOLORES, PORQUE HABÉIS
DESOBEDECIDO LOS MANDAMIENTOS DE LA MADRE NATURA ..... 13
CAPÍTULO 2
EL HOMBRE DEBE SU VIDA A LA MADRE NATURA Y
AL PADRE CELESTIAL ................................................................................ 15
CAPÍTULO 3
MADRE NATURA AMA TIERNAMENTE A SUS HIJOS AUNQUE
ELLOS NO LA AMEN .................................................................................... 19
CAPÍTULO 4
CRISTO CONTESTA A LOS FARISEOS PREGUNTAS ACERCA
DE LA INTERPRETACIÓN DE LAS ESCRITURAS .................................... 22
CAPÍTULO 5
LA LETRA MUERTA, SIN VIDA, MANTIENE MUERTO
VUESTRO CORAZÓN ................................................................................... 24
CAPÍTULO 6
RESISTID VUESTRAS BAJAS PASIONES .................................................. 26
CAPÍTULO 7
LOS PODEROSOS ÁNGELES DEL AIRE, DEL AGUA Y EL SOL ............. 28
CAPÍTULO 8
LA INMENSA IMPORTANCIA DE LOS BAÑOS DE SOL .......................... 30
CAPÍTULO 9
PRESENTARSE DIGNAMENTE ANTE EL TRONO DEL ALTÍSIMO ........ 31

2
CAPÍTULO 10
LA META CUMBRE DEL HOMBRE ES LA UNIÓN CON DIOS ................ 33
CAPÍTULO 11
LA SUPREMA LEY DE LA VIDA, LA LEY DEL AMOR ............................ 35
CAPÍTULO 12
EL PADRE CELESTIAL ME HA ENVIADO PARA ENCENDER
LAS LUCES DENTRO DE VOSOTROS ........................................................ 37
CAPÍTULO 13
QUÉ NOCHE MÁS MARAVILLOSA, OJALÁ QUE FUESE ETERNA ....... 39
CAPÍTULO 14
EL PODEROSO AGENTE TIERRA ............................................................... 40
CAPÍTULO 15
CRISTO ENSEÑA CON LA MARAVILLOSA PARÁBOLA
DEL HIJO PRÓDIGO ...................................................................................... 42
CAPÍTULO 16
CRISTO EXPLICA A SUS OYENTES EL POR QUÉ LES ENSEÑA
CON PARÁBOLAS......................................................................................... 46
CAPÍTULO 17
TODA ENFERMEDAD TIENE SU ORIGEN EN EL ALMA ........................ 48
CAPÍTULO 18
EL LIBRO DE LA VIDA................................................................................. 49
CAPÍTULO 19
MAESTRO, TEN PIEDAD DE NOSOTROS, SÁNANOS DE
NUESTROS ACHAQUES ............................................................................... 51
CAPÍTULO 20
CÓMO CONQUISTAR UNA PERFECTA SALUD,
PROSPERIDAD MATERIAL Y ESPIRITUAL .............................................. 54
CAPÍTULO 21
LAS ENFERMEDADES SON PECADOS DEL ALMA Y NO

3
DEL CUERPO ................................................................................................. 56
CAPÍTULO 22
LA MARAVILLOSA ORGANIZACIÓN CELULAR QUE EXISTE DENTRO
DEL CUERPO HUMANO CRISTO INSISTE EN QUE LA ATENCIÓN
MÉDICA DEBE SER GRATUITA.................................................................. 60
CAPÍTULO 23
CRISTO EXPULSÓ DEL CUERPO DE UN DESVALIDO
UNA ENORME LOMBRIZ ............................................................................. 63
CAPÍTULO 24
FERVIENTES ORACIONES Y RIGUROSOS AYUNOS .............................. 67
CAPÍTULO 25
LA JUSTICIA INFALIBLE ............................................................................. 69
CAPÍTULO 26
EL AMOR IMPIDE MATAR PARA COMER ................................................ 72
CAPÍTULO 27
CRISTO CONTESTA LA PREGUNTA DEL POR QUÉ ÉL
PROHÍBE COMER CARNE ........................................................................... 73
CAPÍTULO 28
DENSIFICAR EL ESPÍRITU .......................................................................... 74
CAPÍTULO 29
EL MUNDO ESPIRITUAL, EL VERDADERO Y PERMANENTE
HOGAR DEL HOMBRE HECHO ÁNGEL .................................................... 76
CAPÍTULO 30
EN QUÉ SE CONOCE A UN VERDADERO PROFETA ............................... 78
CAPÍTULO 31
LA VIDA SÓLO VIENE DE LO VIVO .......................................................... 81
CAPÍTULO 32
CRISTO EXPLICA CÓMO COCER EL PAN SIN
DESTRUIRLE LA VIDA ................................................................................ 83
CAPÍTULO 33

4
CRISTO ENSEÑA QUE EL PAN INTEGRAL ES MÁS SANO .................... 85
CAPÍTULO 34
DEBE BENDECIRSE EL PAN NUESTRO DE CADA DÍA .......................... 87
CAPÍTULO 35
SEGÚN LO QUE COMÁIS, ASÍ SERÁ VUESTRO CARÁCTER ................. 91
CAPÍTULO 36
EL TRABAJO, FUENTE INAGOTABLE DE SATISFACCIONES ............... 93
CAPÍTULO 37
DURANTE EL PROFUNDO SUEÑO, EL ALMA SALE DEL CUERPO ...... 94
CAPÍTULO 38
COMBATIR EL ALCOHOLISMO ................................................................. 95
CAPÍTULO 39
LAS CÁRCELES DEBEN SER REFORMATORIOS OBLIGATORIOS ....... 96
CAPÍTULO 40
CRIMEN Y CASTIGO .................................................................................... 98
CAPÍTULO 41
SUICIDIO ...................................................................................................... 100
CAPÍTULO 41B
LA ESCALA DE JACOB HASTA DIOS MISMO ........................................ 102
CAPÍTULO 42
CONQUISTAR TODAS LAS VIRTUDES ................................................... 104
CAPÍTULO 43
LA PUREZA SEXUAL ES INDISPENSABLE PARA FORJAR
UNA RAZA HUMANA SUPERIOR ............................................................. 105
CAPÍTULO 44
PROCREACIÓN, FORNICACIÓN, SODOMÍA ........................................... 107
CAPÍTULO 45
MUCHOS SON LOS PELDAÑOS QUE TENÉIS QUE TREPAR ................ 108

5
PRÓLOGO
“Aun tengo muchas cosas que deciros,
pero ahora no las podéis sobrellevar”.
(Juan 16:12)
Con estas palabras Jesús hablaba a sus discípulos para advertirles sobre la
profundidad y grandeza de su doctrina cuando se acercaba el momento de la
separación. Tal como lo demuestran los manuscritos del Evangelio de San Juan,
Jesús habló sobre la conveniencia de una vida pura y regulada subrayando la
importancia de una alimentación vegetariana a fin de tener una vida saludable
como base indispensable para un desarrollo espiritual auténtico.
De este modo el Divino Maestro reveló los secretos de cómo lograr una vida
larga y placentera, disfrutando a plenitud de las facultades físicas, mentales y
psíquicas, sin enfermedades ni dolores, colmados de bendiciones y de una
imperturbable paz y equilibrio.
En este libro, es el propio apóstol Juan quien nos presenta 45 capítulos
condensados las extraordinarias y reveladoras enseñanzas de nuestro Señor
Jesucristo, las cuales son de incalculable valor para aquellas almas sinceras que
verdaderamente desean avanzar por la “escala de Jacob” (perfección espiritual).
“La ascensión de esta escala tan sólo ha comenzado, quedando aun muchos
peldaños por trepar, muchos vicios por vencer y muchas virtudes por conquistar”
(Cap. XLII)
Nunca antes habíamos encontrado un documento tan sencillamente
científico y esclarecedor relacionando a la persona de Jesús con estos temas.
El presente volumen constituye aproximadamente la octava parte del
manuscrito completo escrito en arameo. Se espera que los futuros hallazgos
arqueológicos puedan revelarnos una nueva información tan valiosa y sublime
como la de esta parte.
Los detalles sobre las leyes naturales que regulan la creación entera, las
implicaciones de nuestras actividades vida tras vida, las causas de nuestro
destino y la extraordinaria claridad con que se enfoca el tema de la salud,
estamos seguros que sacará de su estancamiento cultural y espiritual a toda la
humanidad, tanto creyente como no creyente. La lectura de esta obra, despejará
las dudas de los escépticos, convencerá a los impíos, salvará a los inocentes y
finalmente despertará a todos aquellos que por falta de información sobre la
Verdad, se habían autosepultado en el fanatismo doctrinal de sus propias
especulaciones.

6
Sabemos muy bien que este libro causará una auténtica revolución –tan
positiva como deseada- en todo el género humano que cansado de sufrir se
encuentra atrapado en el pozo oscuro de sus propias limitaciones.
Conscientes de la urgente necesidad de ayuda que tiene la humanidad y del
valor incuestionable de la información que brinda el Evangelio de Salud de San
Juan, nos complacemos en presentar esta joya de libro que como medicina
celestial contribuirá sin duda alguna a la regeneración total de la humanidad,
exterminando sus vicios y malos hábitos, sus miserias físicas y morales y todos
los males que sufre debido precisamente a su desinformación.
Que Nuestro Señor Jesucristo nos dé a todos sus bendiciones, a fin de recibir
los rayos del Sol de la Verdad que se encuentran en este libro para que
desaparezcan por siempre las densas brumas de la confusión, codicia, envidia,
prejuicios, errores y vanidades que cubren nuestros corazones y nuestras mentes.
Orden Samaritana Internacional
Nota.- La presente versión ha sido revisada y autorizada por el Presidente de
la Orden Samaritana Internacional, Dr. Victorino Alonso, en su sede en Santiago
de Chile, casilla 1763 (*).
Puede imprimirse y traducirse
(*) Nota: El detalle sobre la casilla
es del año 1989, por lo que no se puede
asegurar que esa dirección exista hoy en día.

7
PREFACIO
EVANGELIO DE SALUD DE SAN JUAN
LOS ROLLOS DEL MAR MUERTO

Los primeros rollos del Mar Muerto fueron encontrados –por obra de la
casualidad- por un niño beduino en el año 1947, en el interior de una gruta.
Mohammed el Chacal, que así se llamaba este descubridor, no tenía más de
15 años de edad y pertenecía a la tribu de los Ta Emire. En esta ocasión andaba
buscando una cabra que se le había extraviado. Arrojó una piedra en una cavidad
y sintió que este proyectil golpeaba contra algo que emitió un ruido extraño y
comprobó que había chocado en greda; encontró así varias jarras o tinajas de este
material, las cuales contenían rollos forrados en lino, que habrían de constituir el
principio de una serie sucesiva de hallazgos de igual naturaleza y uno de los
tesoros arqueológicos más grandes de los últimos tiempos.
Mohammed jamás imaginó que su rutinaria labor de pastor lo conduciría a
tan trascendental descubrimiento.
La gruta en la que encontraron las vasijas que contenían los rollos está
ubicada en la costa noroeste del Mar Muerto, y por eso se le conoce por este
nombre, como asimismo los encontrados posteriormente.
Cuando este hecho llegó a conocimiento público, se desató una verdadera
fiebre por encontrar más de estos rollos. Este afán fue estimulado por el interés
que demostró el Museo de Jerusalén en su adquisición, pues pagaba por ello
precios elevadísimos.
Para los pastores nómadas significaba el negocio más lucrativo encontrar
aunque fuera una pequeña parte de dichos manuscritos, ya que eran verdaderas
fortunas las que obtenían por su venta.
La importancia del hallazgo hecho por el niño Mohammed consiste en que
los rollos que encontró contienen escritura en pergaminos y láminas de cobre

8
oxidado, de más de dos mil años de antigüedad, que encierran la historia, los
conocimientos y las creencias de un grupo de judíos llamados “esenios”.
De la primera gruta, descubierta en 1947, se lograron sacar 7 metros de
pergamino. Tres de estos fueron adquiridos por el Profesor E. L. Subenik, por
cuenta de la Universidad Hebrea, los cuatro metros restantes los compró el
Convento Sirio Jacobita San Marcos de Jerusalén y luego fueron llevados a
Estados Unidos, de donde el Estado de Israel los adquirió en 1954 por la suma de
250.000 dólares.
Los beduinos mientras tanto, no cesaban de explorar los huecos del
acantilado de esta primera gruta.
Al mismo tiempo, el R. P. Vaux y el director inglés del Servicio de
Antigüedades de Jordania, C. Lankester Harding, organizaban, por sugerencia
del oficial belga Ph. Lippans, observador de la O.N.U., una expedición científica,
que se encargaría de reconocer el lugar de ubicación de la primera gruta, a la que
se sometió a excavaciones entre el 15 de febrero y el 5 de marzo de 1949, dando
una extensión de 8 metros de largo por dos de ancho y tres de altura, y en ellas se
encontraron 50 jarras con no menos de 70 metros de rollos escritos.
Entre el 24 de noviembre y el 12 de diciembre de 1951 se llevó a efecto una
campaña de excavaciones en Khibert Qumran, que arrojó como resultado el
hallazgo de una serie de rollos. Entre el 21 de enero y el 3 de marzo de 1952 se
llevaron a cabo trabajos de exploración en las grutas del Wadi Murabba’at,
situadas en un punto de muy difícil acceso, 25 kilómetros al sudeste de Jerusalén
y a casi 5 kilómetros del Mar Muerto.
El estudio que se hizo de los textos de estas grutas demostró que tenían un
origen distinto a los encontrados en Qumran. En efecto, durante el segundo
levantamiento judío, ocurrido entre los años 132-135 d.C., las grutas de Wadi
Murabba’at sirvieron de guarida a los soldados de Bar Kokeba y entre los
documentos hallados en este lugar figuran varias cartas enviadas por el jefe judío
al comandante rebelde de la región. Los beduinos, por su parte, guiados por
propósitos muy diferentes al interés científico, seguían explorando para
encontrar nuevas grutas en la costa del Mar Muerto.
Hasta el 29 de marzo de 1952 se habían encontrado tres grutas con valiosos
escritos.
Las campañas organizadas de excavaciones terminaron el 21 de marzo de
1956 en Ain Fenkha, haciendo un total de once grutas que encerraban tinajas de
greda que contenían manuscritos fragmentados los cuales sumaban la cantidad
de 600 metros, más o menos; de éstos, sólo once se conservaban completos.

9
En estos rollos hay un manuscrito que se refiere al Levítico, Libro del
Antiguo Testamento, escrito en caracteres hebreos antiguos; una colección de
Salmos, correspondientes a los de la Biblia, pero con un ordenamiento diferente;
un Tárgum de Job en arameo; algunos fragmentos de un Tárgum del Levítico en
arameo y un texto litúrgico de carácter apocalíptico, escrito en hebreo.

El contenido de los rollos de la primera gruta, descubierta por Mohammed,


tiene relación con la Biblia. Dos de estos manuscritos son copias del Libro
Bíblico de Isaías y el tercero es un comentario de otro Libro de las Sagradas
Escrituras, el de Habacuc. Los cuatro escritos restantes han recibido, según su
contenido, los siguientes títulos: “Regla o manual del Génesis”, “Reglamento de
la Guerra entre los Hijos de la Luz y los Hijos de las Tinieblas” e “Himnos”.
Al ser descifrados algunos de los rollos encontrados en la costa del Mar
Muerto dejaron al descubierto antecedentes geográficos para ubicar tesoros de
oro y plata, centenares de vasos con substancias aromáticas, vestiduras sagradas,
etc., escondidos por los esenios.
Los rollos del Mar Muerto demuestran que existió una agrupación humana
que depositó dichos manuscritos en los lugares en que han sido hallados. Esta
comunidad fue la de los “esenios”, vocablo que es la transcripción griega de un
término hebreo o arameo que todavía no se ha podido identificar con certeza. En
los textos de los rollos mismos no aparece tal denominación. Sin embargo, ellos
–los esenios- se designan como “Los Numerosos”, “La Comunidad”, “Los Hijos
de la Luz”, “Los Hijos de Zadoc”.
El historiador Plinio El Viejo localiza esta secta con bastante precisión al
decir que al occidente del Mar Muerto estaban instalados los esenios. Esta
comunidad, según los historiadores Filón de Alejandría y Josefa, repudian los

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placeres como un mal y tienen por virtud la continencia y la resistencia a las
pasiones.
Lo que hasta ahora se ha descifrado de los manuscritos del Mar Muerto está
relacionado con esta secta; en forma precisa en los escritos titulados “La Regla”,
“El Escrito de Damasco”, “El Reglamento de la Guerra de los Hijos de la Luz
contra los Hijos de la Tinieblas”, el de los “Himnos” y los “Comentarios
Bíblicos”.
Se dice que la comunidad “esenia” existió entre el último tercio del siglo II
a.C. y el 68 d.C., lo que coincide con las fechas fijadas para los Manuscritos,
después de diversas pruebas científicas realizadas por los expertos. El rollo de
Isaías data del 100 a.C.; para las envolturas de lino se fijó un período entre 168
a.C. y 233 d.C. Las vasijas que contenían los rollos son anteriores al siglo 1 a.C.,
o sea, pre-Herodianas.
Finalmente, es de mucha importancia destacar que del estudio de los rollos
del Qumran se establece la existencia de un personaje perteneciente al
sacerdocio, organizador de la secta de los “esenios”, de donde provienen
manuscritos, que fue perseguido, desterrado, abandonado por gran parte de sus
seguidores. Los manuscritos lo distinguen con el nombre de Maestro de Justicia.
Este personaje es de gran fuerza religiosa y constituye, a juicio de las
autoridades en la materia, uno de los resultados más sensacionales de los
hallazgos del Qumran, pues reveló una extraordinaria figura religiosa de la
Humanidad.
Los textos de los rollos relatan que este “Maestro de Justicia” fue objeto de
una revelación en el sentido de que los últimos tiempos anunciados por los
profetas habían llegado y que el Mesías estaba próximo.
La comunidad esenia fue atacada en su retiro del Qumran y el “Maestro de
Justicia” arrojado a prisión por los hombres del “sacerdocio impío”, que
mencionan con frecuencia los comentarios bíblicos de los manuscritos del
Qumran.
Todo esto es solamente una parte del contenido de los rollos del Mar
Muerto, pues los científicos y estudiosos de la Universidad Hebrea de Jerusalén
están en la actualidad dedicados a la difícil tarea de reconstruir gran parte de
estos textos. Algunos pedacitos de estos rollos no son más grandes que una
estampilla; otros están indescifrables, porque la acción del tiempo los destruyó,
haciéndolos casi ilegibles.
Se ha recurrido a toda clase de medidas para evitar el deterioro de estos
manuscritos. En este sentido el Profesor H. Wright Baker de la Universidad de

11
Manchester de Inglaterra inventó una pequeña máquina, con la cual se pudieron
cortar los rollos con gran precisión, para luego proceder al armado de los trozos
sin perder ni una sola letra.
Han sido tan profundos y minuciosos los trabajos realizados por los
científicos y se han adentrado tanto en el conocimiento de los rollos del Mar
Muerto, que reconocen los que han escrito por una misma mano, en otras
palabras, identifican a los escribas que intervinieron.
El trabajo de ordenamiento y de restauración de estos textos puede demorar
todavía algunas generaciones de paciente e inteligente labor.

12
CAPÍTULO 1
Enfermos suplican al Divino Maestro que les
explique la causa por la cual ellos enfermaban y
sufrían dolores. Cristo les contesta diciendo: Os
enfermáis y sufrís dolores, porque habéis
desobedecido los Mandamientos de la Madre
Natura.
n aquel tiempo muchos enfermos acudieron
a Jesús, preguntándole: Maestro, tú que

E sabes todas las cosas, dinos, ¿por qué nos


enfermamos?, ¿por qué sufrimos achaques
y dolores? Señor, sánanos para que no
suframos y seamos útiles a nosotros y a los
demás seres humanos. Tú que tienes el poder de
sanarnos, en tus manos tienes nuestra salud y
nuestro bienestar. Señor, líbranos del poder de Satanás, que nos está
atormentando. Maestro, ten compasión de nosotros, no nos abandones y sánanos.
Cristo les respondió: Felices vosotros que tenéis sed y hambre de sabiduría.
Yo os satisfaré, dándoos agua de la vida que nunca más os dará sed; os daré pan
del conocimiento que nunca más os dará hambre.
Bienaventurados vosotros que llenos de fe acudís a mí, golpeando la
verdadera y única puerta de conocimiento y sabiduría, la cual os abriré de par en
par. Felices vosotros porque yo os liberaré de Satanás y os llevaré al reino de los
Ángeles de vuestra Madre Natura, donde sólo hay goce y felicidad, porque
Satanás no tiene acceso a ese reino.
Los hambrientos de sabiduría, ante todos los discípulos selectos
encabezados por Juan, que siempre estaban cerca del Divino Maestro para que
no se les escapara ninguna palabra de sabiduría que salía de su divina boca,
escuchaban con toda atención sus enseñanzas y a veces le hacían preguntas,
¿Quién es nuestra Madre Natura?, ¿Quiénes son sus Ángeles y dónde está su
morada?
Cristo les respondió: vuestra Madre Natura está dentro de vosotros y
vosotros dentro de ella. Esta Madre os parió, os dio vuestro cuerpo, os dio todo
lo que sois, porque os dio la vida. Este cuerpo que os dio vuestra Madre, algún
día se lo tendréis que devolver. Felices vosotros porque experimentaréis una
alegría inmensa al conocer a esa bondadosa Madre y a su Santo Reino.
Conoceréis a vuestra madre tan pronto recibáis sus Santos Ángeles, es decir, tan

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pronto obedezcáis las inmutables leyes de la Naturaleza, porque cada Ángel
representa una Ley, un don Divino, una virtud humana.
Ahora os invito a que grabéis en vuestras mentes la Suprema Verdad que
dice: “El individuo que rigurosamente obedece los mandamientos de la Madre
Natura, acatándolos todos los días, jamás se enfermará”. Porque el poder de la
Madre Natura es infinito y omnipotente. Está lleno de misericordia, de sabiduría
infinita, de belleza y amor. Este compasivo poder de la Madre Natura expulsa a
Satanás que se adueñó de vuestro corazón, induciéndoos a la maldad, al fraude,
al crimen y hasta a matar. Pero una vez expulsado Satanás de vuestro corazón y
habitado éste por un Ángel, cambiaréis radicalmente de conducta; seréis
bondadosos, correctos, honrados, amaréis al prójimo como a vosotros mismos,
incluyendo a los que os odian y asimismo, amaréis a todas las criaturas que Dios
ha creado en la faz de esta tierra. Este omnipotente poder de la Madre Natura
tiene dominio absoluto sobre vosotros y vuestros cuerpos y también sobre los
cuerpos de todos los seres vivientes y hasta sobre el Reino Mineral, Vegetal y
Animal.

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CAPÍTULO 2
Cristo explica que todos los componentes del cuerpo humano, es decir, todos los
visibles, proceden de la Madre Natura, la Madre Tierra, y los invisibles
proceden del Padre Celestial (el alma y el espíritu). Por lo tanto, el hombre debe
su vida a la Madre Natura y al Padre Celestial a los que debe venerar y
obedecer sus mandamientos.
uestras carnes, vuestros huesos, vuestras venas y arterias y la sangre que
corre dentro de ellas, todo esto ha salido de la Madre Tierra: De sus

V minerales, vegetales como verduras y frutas, sus aguas, el aire, el Sol,


todo esto lo debéis a la bondadosa Madre Tierra.
La luz de vuestros ojos, el oír de vuestros oídos, el olfato de
vuestras narices, todos estos dones nacieron de los colores, los sonidos y los
aromas provenientes de la Madre Tierra.
La sangre que os da la vida tiene su origen en el agua, que es la sangre de la
Madre Tierra y que la compenetra íntegramente. Ella llena los mares, lagos y
ríos. El sol la evapora haciéndola subir a la atmósfera como nubes que con sus
rocíos matinales y sus benéficas lluvias hacen crecer la vegetación, las siembras
de trigales para vuestro pan cotidiano.
Esta bendita atmósfera nos compenetra hasta las profundidades de nuestro
ser y nos envuelve como el agua envuelve al pez, la tierra a la simiente, o al aire
a las avecillas del cielo. Esa bendita atmósfera forma policromas nubes que
adornan los cielos con hermosos paisajes, tornándose a veces, en tempestades
con sus ígneos relámpagos y ensordecedores truenos que estremecen, remueven,
reviven y despiertan la dormida capa terrestre, beneficiándola de múltiples
maneras. Todos los fenómenos de la naturaleza tienen razón de ser, porque son
útiles y necesarios, aunque el hombre, por ahora no lo comprenda.
Esa bienhechora atmósfera, con las diferentes temperaturas de sus capas,
causa impetuosos vientos que remueven el aire viciado, oxigenándolo con sus
frescas brisas que diseminan el polen, fecundando las flores, haciendo fructificar
toda la vegetación.
Este primordial elemento de la Naturaleza –el agua- que, repito, es la
vivificante sangre de la Madre Tierra, circula dentro de ella y en todo su
contorno, en el aire con sus benéficas lluvias y rocíos, en las profundidades con
sus cristalinas vertientes, dando vida que palpita sobre la faz de este ameno
planeta, llamado Tierra; en sus eternas nieves, que también son agua, pero
sumida en sueño, que adornan los picachos de los montes, de cuyas alturas ese
bendito elemento desciende en puras y cristalinas gotas que luego unidas con

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otras gotas, forman surcos, susurrantes arroyos y riachuelos, para engrosarlos en
imponentes ríos, desembocando finalmente en lagunas, lagos e impetuosos
mares.
De cierto os digo, sois hijos de la Madre Natura, de la Madre Tierra, porque
de ella habéis recibido todo lo que sois, todo vuestro cuerpo material, igual como
habéis recibido vuestro cuerpo celestial de vuestro Padre Celestial.
Este hecho es tan cierto e innegable, como cierto es que el niño recién
nacido es hijo de las entrañas de su madre carnal.
Polvo sois y en polvo os convertiréis, porque habéis salido de la Madre
Tierra y a ella un día tendréis que volver, ya que sois una sola unidad con la
Madre Tierra, pues ella está en vosotros y vosotros dentro de ella. De ella
nacisteis, en ella vivís y a ella algún día volveréis, porque vuestro cuerpo materia
es y en materia se convertirá.
Guardad por lo tanto, los sabios preceptos de la Madre Natura, porque nadie
puede alcanzar una perfecta salud y una larga vida ni ser feliz, sino mediante el
fiel acatamiento de los Mandamientos de la Madre Natura, amándola y
sirviéndola con todos vuestros esfuerzos, con todo vuestro entendimiento.
Amarla y servirla significa practicar y vivir las grandes virtudes humanas.
Vosotros estáis íntimamente ligados a la Madre Natura, porque vuestro
aliento es su aliento; vuestro pulso es su pulso, vuestras emociones son sus
emociones. Vuestra sangre es su sangre, vuestra carne es su carne, vuestros
huesos sus huesos, vuestras entrañas sus entrañas. También vuestros ojos, oídos
y olfatos son sus ojos, oídos y olfatos.
En verdad os digo, si con vuestros vicios o malos hábitos ocasionáreis algún
daño a vuestro cuerpo, o a cualquiera de sus órganos, infringiréis gravemente los
sabios preceptos de la Madre Natura y os haréis merecedores de dolorosas
sanciones, enfermedades, dolores y sufrimientos.
Porque el cuerpo que vosotros creéis vuestro, no es vuestro, sino tan sólo
prestado por la Madre Natura, como herramienta e instrumento de evolución,
para que vuestra alma con su auxilio pueda practicar en este Taller del Señor,
adquirir experiencia, conocimiento y sabiduría.
Cuando padecéis de alguna enfermedad o algún dolor, es señal segura de
que habéis abusado de vuestro cuerpo y desobedecido los Mandamientos de la
Madre Natura.
En cambio, si en cualquier edad gozáis de una perfecta salud, pero ante todo
en una avanzada ancianidad, es señal segura de que habéis obedecido los

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Mandamientos de la Madre Natura, que ahora os premia con una larga vida y una
buena salud.
De cierto os digo que si abusáis de vuestro cuerpo estáis infringiendo
gravemente contra los Mandamientos de la Madre Natura, y en tal caso no
escaparéis del castigo, consistente en graves enfermedades, achaques, dolores y
muerte prematura.
Benditos los hijos de la Madre Tierra que sumisamente le obedecen, porque
serán mimados y agasajados por ella, otorgándoles bienestar y felicidad,
prosperidad material y espiritual, una buena salud y una larga vida.
Si estáis sufriendo graves achaques, enfermedades y dolores, os aseguro que
estos males se os quitarán como por obra de encanto si os incorporáis dentro de
las Leyes Naturales, obedeciéndolas rigurosamente, cual premio por haber vuelto
al regazo de la Madre Natura. Al incorporarse dentro de la Ley Natural vuestra
ancianidad será plácida, sin achaques ni dolores, gozando de una perfecta salud y
una larga vida, colmada de felicidad y protegida de lo alto.
Es el hijo pródigo que regresa sumiso al regazo de la Madre Natura,
recibiendo todo cariño y protección de ella; lo protege de accidentes, asaltos de
bandoleros, de picaduras de serpientes venenosas, de animales feroces, de
incendios, inundaciones, malas cosechas, terremotos y de tantos riesgos y
peligros que acechan a los hijos rebeldes que se mofan de su propia Madre al
pisotear sus Mandamientos. Pero, a pesar de esta rebelión, Madre Natura ama
tiernamente aun a sus hijos malos, sacrificándose para cuidarlos cuando caen
enfermos. Es que únicamente la Madre Natura tiene el poder exclusivo de
sanaros si estáis enfermos. Fuera de ella, nada ni nadie en el mundo puede
sanaros, ni el más docto de los médicos con sus remedios milagrosos y sus
menjunjes, porque las medicinas y los remedios jamás curan, ni pueden curar. Lo
único que cura y sana las enfermedades es el estricto acatamiento a la Ley
Natural. Es por este motivo, por infringir contra las Leyes Divinas, que jamás
sabio alguno hallará una droga milagrosa para sanar una enfermedad.
Bienaventurados los obedientes y sumisos hijos que aman a la Madre
Natura, porque serán agasajados por ella y protegidos y así, seguros reposarán en
su blando regazo. Porque en verdad os digo, la Madre Natura nunca deja de amar
a sus hijos, sólo que se entristece cuando ellos la desobedecen, se avergüenzan
de ella, o la abandonan. Grande es el gozo que ella experimenta cuando el hijo
pródigo, sumiso y arrepentido vuelve a sus brazos. Este es su mayor goce; más
grande que las montañas, más grande y más profundo que el más hondo de los
mares.

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A tales hijos arrepentidos, ella los colma con sus bendiciones, con sus
dádivas y sus distinciones. Los cuida y los protege, como la gallina cuida y
protege sus polluelos o la leona sus cachorros. Así, la amorosa Madre Natura
afanosamente protege a sus hijos, los cuida y salva de tantos peligros que en el
camino los asechan, si ellos con absoluta fe y confianza se entregan en sus
brazos, tal como el niño confía en su madre al entregarse sin titubear en sus
protectores brazos.

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CAPÍTULO 3
Madre Natura ama tiernamente a sus hijos aunque ellos no la amen. Ella ama y
protege aun a los más malos. Siendo la ignorancia la raíz y la causa de todos los
males, Madre Natura se esfuerza de enseñar y aleccionar a sus hijos. A los más
aplicados y obedientes, ella los premia prodigándoles buena salud, mientras que
a los rebeldes, ella los castiga con enfermedades y dolores.

N o me canso de repetiros, que Madre Natura ama tiernamente a sus


hijos. Ama aun a los más malos y los protege afanosamente en su
desgracia. No niega su amorosa protección aun a los que la insultan,
la huyen y desdeñan. Con métodos amorosos, suaves y persuasivos, les habla
mediante la voz de la conciencia y el remordimiento, tratando de convencerlos a
que se incorporen en su confortable regazo, es decir, al camino del recto vivir.
Pero cuando sus buenos consejos fallan y también todos sus esfuerzos
persuasivos, entonces la faz amorosa y sonriente de la Madre Natura se torna
seria, dura y severa. Sin compasión entrega a sus hijos desobedientes y rebeldes
al maestro dolor, al severísimo Ángel dolor, que mediante suplicios duros y a
veces persuasivos, sabe hacerlos llevar a una vida decente y decorosa, al
ejercicio de las grandes virtudes humanas, empezando por el esforzado y
honrado trabajo.
Ángel dolor, simbolizado por la figura de un diablo simpático de rostro
atrayente, agradable y siempre alegre, de maneras afables, pero que en el fondo
es perverso, malo, criminal. Por esto se le llama Belcebú, que es el príncipe de
los demonios, es decir, el más malo de los malos. Es maestro en tender trampas a
los humanos, tejer finas redes como las arañas, para hacerlos caer en ellas como
moscas. Como cebo y anzuelo emplea las propias tendencias e inclinaciones de
cada cual, sus propios alegres vicios, exponiéndolos a dolorosas experiencias que
jamás son vengativas, sino altamente aleccionadoras e instructivas, que en el
fondo son inspiradas por el más puro amor.
A sus pupilos los expone a serios peligros, a graves accidentes y
calamidades sin fin, para hacerle palpar y ver los efectos de sus propios vicios y
así persuadirlos de dejarlos, de odiarlos y de volver al camino del recto vivir.
Este príncipe del mal, vistiendo elegantes y atractivos ropajes, sabe
deslumbrar y seducir a cada cual, aprovechándose de los propios gustos e
inclinaciones arraigados en su corazón. Así, algunos pupilos caen mejor en su
trampa poniendo en ella deslumbrantes riquezas, el brillo del oro o la plata,
fantásticos castillos con lujosas servidumbres; otros, en cambio, caen más
fácilmente tentándolos con el poder, el mando, la celebridad, el lujo, títulos

19
nobiliarios, la fama, la gloria; a otros los tienta con bellas damas, orgías
amorosas, deleites del opio, el juego, casino, carreras.
Cegados ante tan espléndidos halagos, tanto brillo, belleza y gloria, pronto
se enredan en las telarañas tendidas por Satanás. Entonces ya enredados, Satanás
les deja gozar un corto tiempo con toda su plenitud en sus desenfrenos naturales.
Pero, cuando llegan al colmo sus deleites, Satanás los deja caer en lo más hondo
de los abismos. Les quita todo lo que les halaga, riqueza, oro, plata, castillos,
lujo, fama, mujeres y hasta la salud, haciéndolos rodar cuesta abajo, de tumbo
en tumbo, hasta los abismos de la más espantosa depravación moral, a la
fornicación, embriaguez, vicio del opio, juego de azar, vida disoluta del
holgazán, para finalmente caer como basuras y desechos sociales, en hospitales,
hospicios, manicomios, presidios…
Tantos vicios han envenenado sus organismos convirtiéndolos en piltrafas
humanas. Sus cuerpos están llenos de abominables suciedades a causa de sus
desordenadas e inmunes comidas, bebidas embriagantes, drogas calmantes. Sus
órganos digestivos están sucios con grandes acumulaciones de alimentos
indigestos, convertidos en basurales en los que pululan gusanos, lombrices y una
infinidad de microorganismos infecciosos, causantes de muchas enfermedades
como el cáncer y la gangrena, que degeneran en lepra. Sus evacuaciones son
irregulares, con nauseabundo olor. Esta suciedad coagula la sangre
convirtiéndola en una especie de grasa negra, espesa, hedionda, como el agua
detenida y podrida de un pantano.
La sangre inmunda dispersa sus venenos e inmundicias por todo el
organismo, infectándolo íntegramente; las carnes, los huesos, nervios, venas y
los órganos más nobles que empiezan a fallar.
Los huesos pierden su solidez, se tornan frágiles, nudosos, quebradizos. Su
respiración se hace difícil, se ahogan frecuentemente. Es que sus pulmones están
perforados y ya no respiran normalmente. Dentro de sus entrañas todo huele mal,
lo que se manifiesta en una maloliente respiración y evacuación. Sus ojos se
tornan turbios, vidriosos, sin vida ni brillo. Finalmente se apagan, sobreviniendo
una ceguera parcial a aun total. Tampoco el oído funciona correctamente, ya que
el pus invade esa delicada cavidad. Finalmente, se ponen completamente sordos.
Por la misma causa pierden la capacidad del olfato.
De esta manera Madre Natura quita sus dones al hijo rebelde e incorregible:
aliento, sangre, carne, huesos, entrañas, ojos, oídos, olfato, sueño. Finalmente le
falla el cerebro, sobreviniéndole la demencia y la locura. Tal es el castigo que
sufren los malos hijos que se portan insolentes con su Madre Natura.

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Sin embargo, si este hijo testarudo, a última hora se arrepiente de sus
pecados y sumiso vuelve al seno de la Madre Natura, ella, con gran regocijo, lo
recibe y lo perdona. Le basta que retorne a una vida honesta del honrado trabajo
y del recto vivir, sin vicios ni malos hábitos y, ante todo, observar las Leyes
Naturales y los preceptos de la Madre Natura, para librarse de las garras de su
verdugo el implacable Satanás y de sus torturas, rechazando en el futuro todos
sus tentadores halagos. Al comprobar Madre Natura que este hijo pródigo
realmente toma en serio la vida y se esfuerza en regenerarse, ella, en su inmenso
amor, le presta toda ayuda. Para esto ella le envía todos sus ángeles para que lo
aleccionen y lo guíen en el sendero del recto vivir. Luego, el hijo pródigo al
verse libre de las torturas de Satanás, reconoce con gran alegría que la única
manera de librarse de su verdugo, ha sido el correr hacia el regazo amable y
seguro de su amorosa Madre, la Madre Natura y obedecerla en todo lo que ella
mandaba. Para ser más claro, dejar de pecar, abandonando los vicios y malos
hábitos, significa correr al regazo de la Madre Natura, donde no se atreve a
acercarse el diablo, o sea, los vicios y malos hábitos del hijo arrepentido. Es que
nadie puede servir a dos señores, a Dios y al diablo, a la Madre Natura y a
Belcebú.

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CAPÍTULO 4
Cristo contesta a los fariseos preguntas acerca de la interpretación de las
Escrituras, exhortando: No busquéis la verdad en viejos papiros ni en escrituras
ancestrales; son letra muerta, escritas por hombres muertos en vida, hombres
falibles. Buscad la Verdad en la letra viva, que palpita en la Naturaleza viviente,
donde ella se manifiesta en infinitas formas, hablándonos por miles de bocas.
Ante todo buscadla dentro de vosotros mismos y tratad de comprenderla y
obedecerla. De esta manera habréis encontrado el inapreciable elixir de una
larga vida, de una buena salud y una verdadera dicha de vivir.

T
odos los presentes escuchaban atónitos sus sabias enseñanzas, ante
todo, sus discípulos selectos, encabezados por Juan, que siempre
estaba cerca de Él.
Es que sus enseñanzas eran llenas de sabiduría, de espíritu y hondo
contenido moral, de autoridad y poder, sin las vacilantes e inseguras
afirmaciones de los sacerdotes y escribas.
Tanto era el poder de Cristo de atraer hacia sí las muchedumbres, que éstas,
aun a la puesta del Sol no se retiraban, sino que sentadas a su derredor seguían
escuchando y preguntando.
Le suplicaban: Maestro, enséñanos explicándonos las Leyes de la vida,
porque deseamos vivir en armonía con la Madre Natura, a fin de no enfermarnos
y vivir felices una larga vida.
Jesús les contestó: En verdad os digo, nadie puede ser sano ni feliz, si no
cumple con los severos mandamientos de la Madre Naturaleza.
Y algunos escribas y fariseos allí presentes respondieron: Nosotros
obedecemos los Mandamientos de las Leyes de Moisés, nuestro máximo
Legislador, según están escritas estas leyes en las Sagradas Escrituras.
Y Jesús, levantando el tono de su voz, expresó: No busquéis la Ley en
vuestras escrituras. Las escrituras son tan sólo letra muerta y la Ley es vida
palpitante. Debéis saber que Moisés no recibió la Ley escrita, sino de voz viva.
Repito, la Ley es la palabra viva, del Dios viviente, dirigida a profetas
vivientes, a hombres vivos. La ley está escrita en letras indelebles en toda la
naturaleza viviente, en todo lo que palpita vida, de donde ella nos habla por
miles de bocas.
Vosotros podéis escuchar y leer en el libro abierto de la naturaleza viviente,
en las plantas, que nos hablan por medio de sus flores y sus aromas; en las
arboledas con sus deliciosos frutos; en las vertientes cristalinas, en los riachuelos

22
e imponentes ríos; ella nos habla con sus aguas vivientes y su eterno murmullo.
En los mares con su fluctuante respirar de alta y baja marea y sus violentos
oleajes. Aun en las rocas más duras hay palpitante vida, sin cuya vibrante
cohesión ellas se desintegrarían en polvo.
En verdad os digo, la vida nos habla desde las duras rocas, los vibrantes
minerales, desde el reino vegetal y animal, desde lo más hondo de los mares con
sus peces de insospechadas formas, tamaños y colores; nos habla desde las
alturas del firmamento, desde las arboledas, con el maravilloso cántico de las
avecillas del cielo.
En verdad os digo, buscad la Ley en la palpitante vida, ante todo en vosotros
mismos y tratad de comprenderla y obedecerla, pues, sólo así conservaréis la
buena salud y seréis felices. En verdad os digo, que todas estas palpitantes
manifestaciones de la vida están más cerca de Dios, que todas las escrituras
muertas, inertes y sin vida.
Dios, en su inmensa sabiduría ha creado el milagro de la naturaleza viviente
y todo lo que en ella mora, vive y palpita, para que ella, por miles de bocas y por
sus infinitas manifestaciones hable a los hombres y les revele y enseñe sus sabias
leyes. A su vez, Dios ha dotado a los hombres de la razón, de la inteligencia y de
la sabiduría, al concederles parte de su Divino espíritu, para que así,
iluminándolos, puedan leer el libro abierto de la naturaleza, conocer sus leyes y
acatarlas. De allí que los hombres deben esforzarse en emplear ésta su
inteligencia y en escudriñar la naturaleza, porque así, únicamente, podrán
descubrir sus sabias Leyes, escritas en cada detalle de su obra.
¡Ay del hombre que cierra sus ojos para no ver la realidad de la vida! Y ¡ay
del hombre que cierra sus oídos para no escuchar el impetuoso rodar de
incontenible progreso!
Una vez más os digo, las escrituras son obras del hombre falible, sujeto a
errores de interpretación, mas la letra no escrita, manifestada por la viviente
naturaleza es infalible, sin error, porque es obra de Dios, es su auténtica palabra,
su idioma universal.
¡Ay del hombre que prefiere escuchar la letra muerta contenida en
anacrónicos papiros y añejos manuscritos, a escuchar la fresca y viviente palabra
que Dios habla a través de la palpitante naturaleza, susurrándole a los oídos por
miles de bocas y hasta el propio corazón, su cerebro y su conciencia.

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CAPÍTULO 5
Prosigue Cristo diciendo: Si obtenéis conocimiento sólo a través de las
escrituras, que repito, son letra muerta, y no a través de la palpitante naturaleza
que es letra viva, en perpetua renovación, estáis muertos en espíritu; sois
lámpara apagada por falta de aceite que no da luces de entendimiento, ni
lucidez, ni comprensión, por lo cual no poseéis sabiduría ni verdad.

L os escribas y fariseos decían: Maestro, nuestros Padres nos enseñaron


a conocer la Ley sólo de las escrituras. De ahí que leer la Ley en las
manifestaciones de la naturaleza es algo nuevo para nosotros, ya que
no hemos heredado ni aprendido tal interpretación de nuestros mayores. De ahí
que te suplicamos que nos enseñes la Ley de que nos hablas porque,
aprendiéndola, sumisamente la obedeceremos, seremos sanos y así nos
dignificaremos ante Dios.
Cristo les respondió: Habiendo escudriñado vosotros tan sólo las escrituras
que son letra muerta, estáis muertos en espíritu, apagado vuestro entendimiento,
andáis como ciegos, a oscuras, tropezando. Por lo tanto, no podéis vislumbrar las
palpitantes manifestaciones de la naturaleza viviente. En verdad os digo, no
habéis ganado nada al escudriñar tan sólo la letra muerta, los libros añejos y
rancias escrituras, despreciando el libro abierto de la naturaleza viviente siempre
fresca, en perpetua renovación. La letra muerta, sin vida, mantiene muerto
vuestro corazón. No hizo surgir en vosotros ningún brote fresco de humana
virtud, ningún mérito que adorne vuestra personalidad, que la dignifique ante los
ojos del Padre Celestial. Pues leo en vuestras almas tan sólo bajas emociones que
os arrastraran a bajas pasiones, a graves pecados contra la moral, como la
fornicación, la embriaguez, la glotonería, la mentira, el egoísmo y la avaricia de
acumular más y mas riquezas, usurpándolas aun a pobres, viudas, inválidos,
ancianos y huérfanos, cuyas almas claman justicia del cielo, para que sean
castigados los usureros. Y ¡ay de vosotros escribas y fariseos!, no escaparéis del
justo castigo.
El supremo mandamiento dice: no fornicarás… y habéis fornicado; no
matarás y habéis matado; no mentirás y habéis mentido; no odiarás y habéis
odiado, no sólo a vuestros enemigos sino hasta a vuestros hermanos. ¡Ay de
vosotros los fariseos y escribas!, que no escaparéis del justo castigo.
En verdad os digo, vuestro cuerpo está destinado a ser el Sagrado Templo de
Dios y vuestro corazón su santo Tabernáculo.
Pero si este templo está desaseado y convertido en una cueva de deshonestas
conversaciones y de abominables prácticas, el Señor rehúsa habitar en él.

24
Si queréis que Dios habite en vuestro corazón y lo acompañe toda la corte
celestial, debéis asear prolijamente vuestras entrañas, vuestro Templo, es decir,
debéis llevar una vida honesta, altamente pura y moral, sin vicios ni malos
hábitos y dedicaros al honrado y esforzado trabajo, al ayuno y la oración.

25
CAPÍTULO 6
Sólo con oraciones, súplicas, ayunos y con una alimentación vegetariana –sin
beber vino-, podéis despertar a vuestro espíritu de su letárgico sueño y así
conquistar la suprema Verdad y la Sabiduría.

R esistid las tentaciones de Satanás, es decir, vuestras bajas pasiones.


Debéis luchar enérgicamente contra ellas y desarraigarlas de
vuestras bajas emociones, pensando en la virtud opuesta al pecado
que os apasiona. Si es la embriaguez, pensad que vuestra salvación radica en la
abstinencia y sobriedad. Si es la fornicación, debéis meditar acerca de los
beneficios que aporta la pureza y la castidad, etc. Para esta lucha pedid fuerza y
amparo al Señor y Él os protegerá, si suplicáis con ferviente oración y fe.
Purificad vuestro cuerpo moral mediante la abstinencia de vicios y malos
hábitos, empezando por los más groseros, como lo son la fornicación y la
embriaguez. Rigurosos ayunos y fervientes oraciones os ayudarán mucho en esta
vuestra titánica lucha contra Satanás. Porque, en verdad os digo, Satanás y sus
aliados sólo pueden ser arrojados de vuestras entrañas mediante la oración y el
ayuno, que son como el radiante sol que hace huir el frío.
Huid a la soledad del campo, donde es más fácil ayunar, orar y meditar. Allí,
en la verde campiña meditad acerca de la grandiosidad de la naturaleza, de la
tierra, de los cielos y la sabiduría inmensa de Dios que ha creado toda esta
maravilla… Pero meditad, ante todo en las grandes virtudes humanas de que os
hablaré más adelante.
Y Dios, que ve en el secreto de vuestro corazón, verá la sinceridad de
vuestros propósitos. Experimentará una gran alegría al ver vuestros esfuerzos de
ser buenos y al veros practicar las grandes virtudes humanas. Él os ayudará,
bendecirá y os concederá una plena salud, prosperidad, honores y una inefable
felicidad.
Debéis convenceros de que la más poderosa arma capaz de arrojar lejos de
vosotros a Satanás, es la ferviente oración y un prolongado ayuno. Con estas dos
armas venceréis todo lo maléfico y asearéis vuestro cuerpo físico y espiritual,
haciendo a vuestro Templo digno de ser habitado por el Señor, con toda Su corte
celestial de ángeles, que se esmerarán en serviros.
Porque en verdad os digo, sin ayuno ni oración, no seréis jamás libres de
Satanás, es decir, de vuestras enfermedades, dolores y graves preocupaciones.
Porque sólo el ayuno y la oración son capaces de asear vuestro Templo, de
ayudaros a vivir una vida honesta, honrada, santa y pura, dedicada al esforzado
trabajo, promoviendo el progreso. El Padre Celestial, que complacido observa

26
vuestros esfuerzos, desparramará sobre vosotros todas sus bondades y
bienaventuranzas, que os llenarán de gozo y felicidad.
Así pues, os exhorto, ayunad y orad con fervor, pues ésta es vuestra
salvación de todos vuestros conflictos y aflicciones de esta vida, tanto materiales,
morales, amorosos y tantos otros que suelen afligir a los humanos.
Entonces el espíritu de Dios descenderá sobre vosotros y habitará en vuestro
corazón. Os iluminará con Sus celestes luces y Sus divinos ángeles os ayudarán a
encontrar los elementos fundamentales de la naturaleza, portadores de salud del
cuerpo y del alma.
Ante todo buscad al Ángel del aire, el aire fresco y puro de los campos, de
las arboledas, montañas y playas. En verdad os digo, el aire es el principal
alimento del hombre. Muchos días podéis soportar sin comer, mas unos pocos
segundos sin aire, bastan para que os muráis.
Descalzad vuestros pies y desvestid vuestro cuerpo, para que el aire puro
bañe vuestra piel. Este baño de aire debéis tomarlo lo más frecuentemente
posible, pues, desde el principio del mundo, la piel está habituada a ser bañada
por el aire. Respirad larga y hondamente, para que el Ángel del aire penetre en
vuestros pulmones y cargue vuestra sangre con la energía vital y con sus
saludables componentes. Debéis saber que el Ángel del aire limpia vuestra
sangre y todas vuestras entrañas, eliminando las toxinas e impurezas, que son la
causa precisa de las enfermedades y dolores que os aquejan. Así como el aire y
el fuego queman las malolientes basuras, así el aire y el calor queman dentro de
vosotros las fétidas impurezas, tornándose el fétido aliento en perfumada
fragancia.
En verdad os digo, ningún hombre puede llegar jamás a la presencia de Dios
si el Ángel del aire no le permite el paso. Es decir, si no se ha sometido
previamente a una prolija depuración física y moral. Así, inmaculadamente
limpio de cuerpo y alma, el hombre puede presentarse dignamente en la Corte
Celestial, ante el Trono del Rey de los cielos.

27
CAPÍTULO 7
Los poderosos Ángeles del aire y del agua ayudados por el poderoso
estimulante del sol, ayudan al hombre a despertar a su aletargado espíritu.

D
espués del Ángel del aire, buscad el Ángel del agua. Descalzad
vuestros pies, desnudad vuestros cuerpos y sumergiros en el líquido
elemento, para que el Ángel del agua bañe toda vuestra piel, con
benéfica influencia sobre todos los órganos internos.
De cierto os digo, que el Ángel del agua aseará todo vuestro cuerpo,
quedando limpio de manchas e impurezas, hasta las profundidades de los poros.
Así como las veloces aguas del río lavan la suciedad de la ropa, de la misma
manera la viva corriente de agua, limpia y asea vuestro cuerpo de todas las
manchas e impurezas. Pues grandes es el poder del Ángel del agua, cuando no
esté estancada y detenida en malolientes charcos de aguas insalubres, sino
corriendo libremente en veloces arroyos y ríos, donde ella se oxigena, santifica y
depura al chocar de continuo con obstaculizantes rocas y atajantes piedras, para
ofrecerse como la más sana de las bebidas al hombre, prestándole, además, sus
dinámicas fuerzas para mover sus molinos, los cuales muelen el trigo de vuestro
pan cotidiano. Pero no es suficiente que el Ángel del agua os asee sólo
exteriormente; el aseo interno es más importante.
En verdad os digo, así como el Ángel del agua asea y estimula el cuerpo
externo, de esta misma manera el agua fresca y pura, refresca y asea el cuerpo
interno. Debéis beberla en abundancia y preferirla ante cualquier otra bebida,
pues el agua es preparada por Dios y jamás puede ser superada por ninguna
bebida artificial hecha por el hombre.
El agua pura cristalina no sólo os apaga la sed, sino también os alimenta y
estimula por los numerosos ingredientes que contiene. Además, os refresca, lava
y asea vuestros órganos digestivos, normalizando la fiebre interna, estimulando
la digestión y la pronta evacuación.
Esta explicación os convencerá: más importante es el agua pura y fresca por
dentro que por afuera, pues, las impurezas internas del cuerpo son mucho
mayores que las externas. De allí que aquel que sólo asea el cuerpo exterior y
deja sucio el interior, se asemeja a aquellos sepulcros blanqueados, limpios por
afuera y sucios por dentro, llenos de inmundicias y abominaciones.
Pues, es preciso que el Ángel del agua os bautice tanto por afuera como por
adentro, para que estéis completamente limpios y libres de focos infecciosos,
causantes de graves enfermedades. Es muy convincente, pues, que
periódicamente os hagáis lavados intestinales mediante delgados caños o sondas,

28
unidos a un recipiente colgado en lo alto, por donde el agua penetre con facilidad
dentro de vuestras entrañas. El agua debe ser limpia y si es posible entibiada al
sol. Puede agregársele un poco de miel de abejas que es muy curativa y
desinfectante por ser el extracto de hierbas medicinales. Para facilitar la
penetración de la sonda en el orificio del recto, conviene aceitarla con óleo o
untarla con grasa.
Dejad permanecer el agua un buen rato adentro del intestino para que
alcance a ablandar, aflojar y despegar los excrementos adheridos a las superficies
intestinales, suplicando al Ángel del agua para que asee prolijamente vuestras
entrañas y desaloje de ellas todas las impurezas que, al permanecer adentro,
infectarían toda vuestra sangre, vuestros órganos mas nobles, que no tardarían en
funcionar mal, ocasionándoos enfermedades, dolores y una muerte prematura.
Luego dejad que el agua se desaloje de vuestras entrañas y arrastre consigo
todas las malolientes inmundicias.
Entonces, asombrados, podréis contemplar con vuestros ojos y oler con
vuestras narices las abominables inmundicias que ensuciaban vuestras entrañas.
Aprovechad los domingos para ayunar y ese día repetid el lavado intestinal,
pues éste es el secreto de una larga vida, de una plena salud hasta la más
avanzada vejez y de una inefable felicidad. Si observáis que las eliminaciones
son malolientes y sucias, debéis repetir el lavado, hasta que la eliminación salga
clara, limpia y sin mal olor.
Luego, arrodillaos agradeciendo al Señor por haberos enviado al Ángel del
agua, el cual os ha librado de vuestro desaseo interno y externo, lo cual quiere
decir que el Señor tuvo misericordia con vosotros y que os ha perdonado
vuestros pecados que habéis cometido contra la Madre Natura. Así, limpios y
depurados de cuerpo y alma, el Ángel del agua os concederá plácidamente el
pase, para que podáis presentaros dignamente ante el Trono del Altísimo.
Si tenéis la fuerza de voluntad de ser perseverantes en vuestros propósitos
de no pecar más contra la Madre Natura, los divinos Ángeles del aire y del agua
os servirán durante toda vuestra vida, la que se desenvolverá plácidamente,
gozando de una buena salud, de prosperidad, de una larga vida y de una inefable
dicha de vivir.

29
CAPÍTULO 8
La inmensa importancia de los baños de sol para vigorizar al cuerpo y
encender las apagadas luces de vuestro espíritu, para que brille como un
pequeño sol.

P ero para vuestra felicidad, Madre Natura os tiene reservado otro


Ángel que os servirá: el Ángel del Sol.
En verdad os digo, que los Ángeles del Sol, aire y agua son
hermanos inseparables e iguales en su acción bienhechora.
Exponed completamente desnudo vuestro cuerpo a los rayos del Sol,
empezando por un rato muy corto, para prolongarlo cada día siguiente.
Durante el baño haced respiraciones profundas, llenando los pulmones con
aire soleado y así incorporaréis considerable energía solar a vuestra sangre, que
os fortalecerá y depurará vuestros malos olores. Y así como la oscuridad de
vuestras entrañas desaparecerá al incorporar energía solar dentro de vuestro
organismo, porque entonces cada célula que compone vuestro cuerpo vibrará e
irradiará una luminosa aura que reflejará gran vitalidad y vuestra fuerte salud.
Los días de vuestros ayunos aprovechadlos para tomar baños de Sol, porque
con el estómago vacío podéis tomarlos a cualquier hora; en cambio, con el
estómago lleno debéis tomar los baños de Sol sólo dos horas después de comer y
una hora antes de comer.
En verdad os digo, no podéis presentaros ante el Trono del Señor, si al
Ángel del Sol no os concede el pase para ello.

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CAPÍTULO 9
Los agentes divinos del aire, agua y sol, asean, restauran e iluminan las
entrañas del cuerpo humano, convirtiéndolo en un Templo, en cuyo Tabernáculo
–el corazón- mora Dios.

E n verdad os digo, aquel cuerpo defendido por las tres flameantes


espadas de esos tres severos Ángeles: aire, agua y sol, quedará tan
protegido, que Satanás huirá despavorido de él, porque una morada
limpia, aseada, asoleada y perfumada con buenas obras del alma que habita
dentro de este cuerpo, significa la muerte de Belcebú, como el caluroso sol
significa la muerte para la nieve.
Cuando los tres Ángeles, aire, agua y sol tomen posesión de vuestro cuerpo,
completarán el aseo interno hasta en sus últimos rincones y pondrán todo en un
perfecto orden, porque reinarán en él con verdadera autoridad de amos y señores.
Entonces, tal como los ladrones huyen precipitadamente de la casa que
habían asaltado al verse sorprendidos por la policía, escapándose unos por las
ventanas, otros por el tejado y otros por la tapia, de la misma manera huirán, al
aparecer estos tres Ángeles guardianes, los demonios que se habían adueñado de
vuestro cuerpo, demonios que no son otra cosa que vuestras malas acciones,
vuestros errores y pecados que habéis cometido contra la Madre Natura, en
prejuicio de vuestro cuerpo.
Huirán por todas las puertas y ventanas, es decir, las impurezas y los tóxicos
saldrán afuera de vuestro cuerpo por todos los poros de vuestra piel, por todos
los conductores y vías eliminatorias de vuestro organismo. La firme y enérgica
escoba barrerá lejos las basuras que ensucian vuestras entrañas, a las que infectan
y contaminan con tóxicos y sus malos olores, quedando vuestro organismo,
después de este aseo general, inmaculadamente limpio y perfumado como con
flores del jardín.
Entonces la sangre de vuestro cuerpo quedará tan inmaculadamente pura,
clara y limpia y cargada de vibrante energía vital, como la sangre de la Madre
Natura, que es el agua cristalina y pura del espumeante arroyo, que murmurando
se precipita de las montañas ofreciéndose a los humanos como la más saludable
de las bebidas que la vida les puede ofrecer. Entonces vuestras entrañas quedarán
perfectamente aseadas lo cual repercutirá muy favorablemente sobre vuestra
salud. Vuestro cuerpo reflejará una vibrante salud y energía vital; vuestro
aspecto será saludable, rosada la piel como las lozanas frutas que se asoman de
entre las verdes hojas de las arboledas, exhalando aromas como las flores frescas
del campo.

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Luego notaréis un fenómeno muy grato que ocurre a vuestra cansada vista,
que empezará a mejora notablemente. Es que vuestros ojos están unidos por
medio de una delicadísima red de nervios, íntima e inseparablemente con el
conjunto de todo vuestro organismo y si éste está limpio y sano, también los ojos
estarán limpios y sanos, debido a la sapientísima intervención del médico
interno, con que cuenta todo organismo vivo. Y al revés, si vuestro cuerpo está
sucio, funcionará mal, se enfermará y en consecuencia también vuestra vista
funcionará mal, se apagará, seréis miopes y hasta cataratas os podrán aparecer y
cegar totalmente vuestra vista, cataratas que no son mas que la acumulación de
impurezas en el cristalino o la membrana de vuestros ojos.
En verdad os digo que, estando vuestro cuerpo sucio por adentro, lo será
también vuestra vista, porque ella es una parte inseparable del conjunto. En tal
estado, ningún elixir, ni remedio alguno, aplicados localmente a los ojos, jamás
podrán mejorarlos, al contrario, los empeorarán. Únicamente un prolijo aseo
general de todo el cuerpo interno, es capaz de restaurar vuestra vida.
Entonces totalmente depurado vuestro cuerpo, también vuestra alma quedará
purificada, porque ella está íntimamente ligada al cuerpo físico. Entonces, los
santos Ángeles de la Madre Natura os vestirán con la más blanca de las túnicas,
para que os podáis presentar, dignamente, ante el Trono del Altísimo.

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CAPÍTULO 10
La meta cumbre del hombre es la unión con Dios.

E n verdad os digo que, únicamente, con la irremplazable ayuda de la


Madre Natura, es decir, con el Naturismo integral, podéis alcanzar la
suprema meta de vuestras aspiraciones, que es la unión con el Gran
Todo, con Dios.
Esto lo comprenderéis más fácilmente al contemplar y analizar vuestro
propio crecimiento. Recién nacidos, vuestra amorosa madre se hace cargo de
vuestra crianza. Os amamanta, asea, baña y envuelve en pañales, os mece en la
cuna, enseñándoos a andar los primeros pasos.
Cuando ya crecidos, vuestro padre se hace cargo de vosotros, os lleva
consigo a sus faenas, ya sea al campo o a su taller, y os enseña, tal como a él, a
su vez, le enseñó su padre, para que seáis expertos y hábiles en los trabajos que
él hace.
Y cuando el padre se convence de que sus hijos aprendieron sus lecciones y
ejecutan correctamente sus trabajos, les entrega sus posesiones y propiedades, en
heredad permanente, para que continúen la obra de su padre.
Algo parecido sucede a los hijos del Padre Celestial. La Madre Natura los
cría, cuida de ellos y les enseña, alecciona, los premia y los castiga. Y cuando ya
grandes los entrega al Padre Celestial para que se haga cargo de ellos, el Divino
Padre los manda a Su taller, Su escuela, que es toda la superficie de este planeta.
Es la Universidad del Padre Celestial en la cual El educa y gradúa a Sus hijos. Y
cuando ellos demuestran poseer la suficiente preparación y madurez, les entrega
Sus posesiones en el infinito espacio cósmico, para que sigan la obra de su Padre
Celestial, llegando por este camino, a sus más anheladas aspiraciones que son la
unión del hijo con el Padre Celestial. Tal es la culminación de la sabia Ley de la
evolución humana, que asegura que la cadena de la vida jamás se corte o
interrumpa, sino que siempre gloriosa y triunfante, siga eternamente.
Y bendito el hijo que, sumisamente, obedece a su madre, siguiendo,
fielmente, sus consejos y lecciones, porque así, más pronto se acercará a su
Divino Padre.
Y bendito el hijo ya adolescente, que sumisamente obedece a su padre y
cumple con sus sabios consejos de ser un asiduo trabajador, un ciudadano
modelo, recto y honrado, servicial, caritativo, bondadoso y noble. Pues así el hijo
cumple con el principal mandamiento: honrar a su padre y a su madre, para que
en premio, viva muchos años y la prosperidad y felicidad lo acompañen.

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Una vez más os exhorto a que, en cumplimiento de este gran mandamiento,
obedezcáis y honréis siempre a la Madre Natura, respetando sus sabias leyes.
Este es el único camino de aseguraros una larga vida, llena de felicidad,
prosperidad y bendiciones del Cielo.
Al honrar vosotros a vuestra Madre Natura, de este modo queda honrado el
Padre Celestial, que complacido os observa desde Su altísimo Trono, enviándoos
Sus bendiciones.
Tened presente que el Padre Celestial es el máximo poder del mundo. Es el
mayor de todos los padres y la Madre Natura, la mayor de todas las madres.
En verdad os digo, más aman el Padre Celestial y la Madre Natura a Sus
hijos, que los padres humanos, padres carnales, son capaces de amaros. En
verdad os digo, inmensamente más sabias son las palabras del Padre Celestial y
los Mandamientos de la Madre Natura, que las palabras y leyes de los hombres y
de las madres de esta Tierra. De allí que inmensamente mayor es la herencia que
el Padre Celestial y la Madre Natura tienen reservado para sus obedientes hijos
en el Reino de los Cielos, que la herencia que los padres humanos pueden dejar a
sus hijos en esta Tierra.
También os exhorto, amad a vuestros hermanos, advirtiéndoos que vuestros
verdaderos hermanos son los que cumplen con los mandamientos y la voluntad
del Reino Celestial y de la Madre Natura, y no aquellos que se mofan de sus
leyes y las desprecian, aunque estos hermanos fuesen vuestros hermanos
carnales.
Repito, vuestros verdaderos hermanos no son vuestros hermanos carnales,
sino los que cumplen con la Ley, es decir, con la voluntad del Padre Celestial y
de la Madre Natura. Estos hermanos espirituales os amarán mucho más
sinceramente que vuestros propios hermanos carnales, rebeldes en cumplir los
mandamientos del Señor. Porque desde los días de Caín y Abel, en que los
hermanos de sangre quebrantaron la Ley de Dios, fue quebrantada también la
verdadera hermandad de sangre. Ahora los hermanos de los mismos padres se
suelen odiar, aborrecer y tratar peor que a extraños.
Por lo tanto, os exhorto, amad mucho más a vuestros hermanos espirituales
que cumplen con la voluntad de Dios, que a vuestros hermanos carnales que no
la cumplen.

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CAPÍTULO 11
La suprema Ley de la vida, la Ley del Amor, convertirá esta Tierra en una
Estrella de Amor.

E
n verdad os digo, la ley del Amor es la más grande y la principal de
todo el universo. A ella está sometido todo lo que es y existe. Dios es
todo amor y Madre Natura es amor y sus hijos también son amor.
Todo el universo, la Tierra, lunas, soles, estrellas, astros, todo esto es una
unidad inseparable, porque sólo debido a esta unidad puede existir y tener vida el
universo, igual que vuestro corazón, estómago, hígado, pulmones, la sangre, la
carne, los huesos, todo esto es una sola unidad inseparable, para poder existir y
tener vida vuestro cuerpo, siendo Ley del Amor, que hace posible esta unidad.
Es que el Padre Celestial, los Arcángeles, los Ángeles, todas las jerarquías
celestes y toda la humanidad que vive en esta tierra y en los planetas, son una
sola unidad, aglomerada por la potente atracción y cohesión del magneto amor.
El Padre vive en los hijos, los hijos viven en los Padres. El uno no puede existir
sin el otro. El Padre existe porque el hijo existe y el hijo existe porque existe el
Padre.
Siendo Dios amor, lo es también el hombre, porque el espíritu del hombre es
una partícula de Dios. Para poder actuar el espíritu del hombre en la materia, en
el plano físico, se reviste de la materia del plano en que desea actuar. Así, al
querer actuar en el plano de esta Tierra, se reviste de un cuerpo compuesto de
materia terrestre, que, en su integridad, se compone de substancias de la Madre
Tierra.
Siendo, pues, el amor ley suprema, cumplid con ella con todas vuestra
fuerzas y con todo vuestro entendimiento. Amad al Padre Celestial como Él os
ama a vosotros, y amad al prójimo como a vosotros mismos, pues amar al Padre
Celestial, significa amar al prójimo.
Amad también a vuestra Madre Natura, tal como ella os ama a vosotros,
porque ella os crió, os amamantó, os enseñó a andar los primeros pasos en esta
vida y os proporcionó todo lo que sois.
Amad también a toda la humanidad, cualquier color que tenga su piel y a
cualquier nación a que pertenezca, porque esto se llama amar a Dios y a la
Madre Natura. En verdad os digo, cuando los hombres de esta Tierra se amen
mutuamente, como Dios os ama, habrá bajado el cielo a esta Tierra, que ya no
será el Valle de lágrimas, sino el Valle de dicha y de intensa alegría de vivir.
Porque desaparecerá todo odio, toda maldad, las luchas y la guerras y
prevalecerá la paz porque existirá la buena voluntad entre los hombres. Cada

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individuo, para demostrar palpablemente su buena voluntad y para cumplir con
la Ley del amor, buscará la manera de cómo hacer un favor al prójimo, a un
vecino, a un amigo, y aún más, a un enemigo. Buscará de agradarlo, de hacer un
servicio desinteresadamente, con lo cual esta tierra se convertirá en una estrella
de amor.
Entonces los hombres se habrán espiritualizado, con lo cual, muchos de
ellos adquirirán dones sobrehumanos, porque con su comportamiento habrán
despertado algunos órganos internos, que, latentes, dormitan en todo cuerpo
humano, esperando que la madurez del alma los despierte y se sirva de ellos,
como por ejemplo, la visión astral, que permite ver a los muertos y conversar con
ellos. Los más avanzados tendrán libre acceso al mundo del más allá. Vivirán
tanto en este mundo como en el otro. Debido a su avanzada evolución, después
de su muerte no necesitarán volver a esta tierra en la que ya habrán aprendido
todo. Entonces seguirán su evolución en el plano superior de la vida, llamado
Cielo. Gozoso el Padre Celestial los recibirá como miembros permanentes del
cielo y les entregará la heredad que les tenía reservada en Sus infinitas
posesiones del interminable espacio cósmico.
Porque por amor cría el Padre Celestial a Sus hijos; por amor les enseña y
los prepara para la vida superior, la vida del más allá. Por amor los acoge en Su
Reino y por amor les concede una sempiterna vida, dicha y gloria. Porque el
amor es el motor que mueve todos los mundos. Es el más potente y el más
seguro de los motores que nunca fallan, porque es el único motor de eterno y
perpetuo movimiento.
Para que tengáis una visión más completa de esta vida, os di un somero
vislumbre del más allá. Sin duda son enigmas para vosotros, que sólo
comprenderéis más adelante. Mientras tanto sólo necesitáis fe, mucha fe y creer
en mis palabras, porque como portavoz del Padre Celestial, sólo palabras de
verdad pueden brotar de mis labios.
En verdad os digo, cuando estéis en presencia del Padre Celestial se os caerá
la venda de vuestros ojos y entonces comprenderéis los misterios de la Tierra y
de los Cielos. Entonces ya no necesitaréis fe, ya que ésta será remplazada por la
convicción personal de lo que antes tan sólo habéis creído y puesto vuestra fe en
ello.

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CAPÍTULO 12
El hombre sólo puede conocer la verdad y adquirir sabiduría, después de
haber despertado y afinado sus instrumentos internos de investigación y de
comprensión, que, aletargados dormitan en todo organismo humano, esperando
ser despertados con el progreso del alma.

C
omprendo que gran parte de mis enseñanzas son misterios y enigmas
para vosotros. No los podéis comprender, porque sacáis vuestra
sabiduría de libros, de las escrituras que repito, son letra muerta.
Fueron escritas por hombres muertos espiritualmente y son interpretadas y
explicadas, también, por hombres muertos en vida cuyas almas habitan cuerpos
impuros, intoxicados, materialistas, hombres sin fe ni la menor visión espiritual.
Sin embargo, vosotros podéis comprender perfectamente el lenguaje de
estos hombres, porque también vosotros habitáis cuerpos impuros, impregnados
de tóxicos, de materias extrañas, que os impiden la visión espiritual, tal como
una espesa nube negra impide ver el Sol. De allí que todos vivís en el error, no
conocéis la verdad. Tenéis por guías a ciegos que guían a otros ciegos, siendo
esta la razón del porqué sufrís enfermedades, dolores y sin fe andáis por la senda
del pecado.
Para sacaros de esta calamidad, el Padre Celestial me ha enviado, para
encender las luces dentro de vosotros, luces del conocimiento de la fe, la
esperanza y la verdad.
Mas por ahora, aun no estáis preparados para poder soportar tan brillantes
luces, porque vuestra vista, está acostumbrada a la obscuridad, a las tinieblas, por
lo cual os cegaría la deslumbrante brillantez de la luz que irradia del Padre
Celestial. Por lo tanto, para que podáis comprender mis enseñanzas, os enviaré
mis Ángeles para que preparen vuestros órganos del entendimiento y de la
comprensión, porque entonces estaréis capacitados para soportar las
deslumbrantes luces de la verdad, sin cegar ni encandilar vuestra vista. Así que
por el generoso auxilio de los Ángeles de la Naturaleza, llamados Ángel del aire,
del Sol, del Ayuno, Lavado intestinal, etc., vuestros organismos quedarán
limpios, depurados, fortalecidos y sensibilizados para poder entender mis
palabras, para vosotros, trascendentales enseñanzas.
Entonces podréis intentar fijar vuestra mirada en el Sol sin encandilaros. Sin
embargo, al principio, deberéis tomar muchas precauciones para hacerlo, pues de
lo contrario podéis dañar vuestra vista y aun quedar ciegos por mucho tiempo. Al
principio mirad el Sol tan sólo bien temprano a su salida y bien tarde cuando se
pone. En el resto del tiempo miradlo tan sólo un brevísimo instante, en el abrir y
cerrar de ojos.
37
Cuando tengáis vuestro cuerpo perfectamente limpio en sus entrañas y
desintoxicado, entonces podréis soportar más tiempo la mirada ardiente del Sol
sin cegaros. Entonces estaréis preparados para soportar la otra visión mucho más
difícil, la de fijar vuestra mirada sobre la augusta faz del Padre Celestial, que es
miles de veces más brillante que cientos de soles juntos.
Sin una prolija depuración de vuestros cuerpos, el cuerpo físico y el cuerpo
moral, es decir, del cuerpo y del alma, no debéis intentar de mirar el Sol, porque,
repito, podéis dañar gravemente vuestra vista.
Si me creéis que soy enviado del Padre Celestial y tenéis fe en mis
enseñanzas, y además, os servís de los generosos benefactores de la Naturaleza,
que son los Ángeles antes señalados, os veréis libres para siempre de
enfermedades y dolores y gozaréis de una perfecta salud, de paz y felicidad y de
una larga vida.
Porque el Padre Celestial ama a aquellos hijos que, arrepentidos sumisos,
vienen a Él, suplicándole salud y consejos para solucionar sus graves problemas.
A tales hijos del Padre Celestial los colma de bondades, porque desea premiar su
fe que les hizo venir a Él. Les resuelve sus problemas, porque lo que es difícil y
parece imposible a los hombres, es posible y fácil para la omnipotencia de Dios.
Para restaurar vuestra salud os enviará Sus mensajeros divinos, Sus Ángeles para
que os sirvan y os guíen por la senda del recto vivir.

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CAPÍTULO 13
Después de enseñar Cristo todo el día, al atardecer se transfiguró, brillando
su cuerpo como un sol y, ante las atónitas miradas del pueblo, se elevó por los
aires, desapareciendo entre las nubes.

D urante todo el día Jesús enseñó a la muchedumbre que le rodeaba en


estrecho círculo, porque todos querían estar cerca de él, para
beneficiarse de sus divinos dones y de la Paz y Felicidad que
irradiaba su brillante aura. Con esto se hizo de noche. Asomóse la luna de entre
las fugaces nubes, cuyos plateados rayos bañaban la cara de Jesús.
Cristo se puso de pie y –para mayor asombro de los concurrentes- se
transfiguró, elevóse sobre la tierra y su rostro resplandecía como un sol.
Nadie se atrevió a pronunciar palabra ni a moverse; estaban como clavados
en el suelo y atónitos miraban la augusta faz de Cristo. Así transcurrían horas
que parecían segundos, porque se les había suspendido la noción del tiempo.
Entonces, Cristo, extendiendo sus brazos decía: “La paz sea con vosotros”.
Enseguida se elevó hasta las nubes y desapareció ante las atónitas miradas que lo
observaban. Y todo el campamento fue sumido en un profundo sueño.
En la aurora del día siguiente los dormidos despertaron maravillados por los
celestes sueños que habían tenido, los que fortalecieron aun más su fe en Cristo.
Fue maravilloso despertar, porque una suave y melodiosa música que venía
del cielo, inundaba todo el ambiente, llenando a todos de una indescriptible
felicidad.
Luego uno decía al otro: “Qué noche más maravillosa, ojalá que fuese
eterna”. Otros decían: “Qué feliz se está aquí”. Y otros decían: “En verdad es un
enviado de Dios, porque sólo él nos llena de felicidad, de una inefable paz y nos
asegura el advenimiento de días mejores”.
Cuando después de una maravillosa aurora apareció el radiante Sol en el
horizonte con sus rayos calurosos que invitaban a tomarse un baño de Sol, todos
sintieron el convencimiento, en sus corazones, de que ese Sol era un astro de
esperanza de un magnífico mundo por venir, un mundo de paz, de concordia, de
justicia y amor.
Todos se levantaron contentos y felices encaminándose a un cercano
riachuelo que portaba aguas cristalinas, que invitaban a beberla. Allí les
esperaban los Ángeles del Señor para ayudarles en su aseo matinal.

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CAPÍTULO 14
Prolijo aseo externo e interno del organismo y su notable robustecimiento,
conseguidos con el auxilio de los divinos agentes: agua, aire y Sol, a los que
ahora se agrega el poderoso agente Tierra.

T odos se reunieron en la orilla del riachuelo, cuyas cristalinas aguas se


precipitaban de las alturas, dispersándose en una magnífica ducha.
A la noticia de que Cristo predicaba en ese barrio, acudía mucha
gente de los alrededores y también de lejos para que Cristo la sanara.
Cristo les hablaba y aleccionaba, invitándoles a que se quitaran las sandalias
y vestimentas, y a que ayunaran y sometieran sus cuerpos a la benéfica acción de
los Ángeles del aire, Sol y agua. Todos se tomaron la fresca ducha, que ruidosa
caía de lo alto, para, en seguida, acostarse y revolverse en las tibias arenas de la
playa, tomando baño de Tierra y Sol.
De esta manera los Ángeles de la Madre Natura empezaron su magnífica
obra depuradora, aseadora y de robustecimiento de estos cuerpos débiles y
raquíticos. Los enfermos quedaron asombrados al ver cómo eliminaban sus
cuerpos inmensas porciones de inmundicias que tenían acumuladas en sus
entrañas, experimentando una grata sorpresa al quitárseles, al mismo tiempo, los
dolores y achaques que les atormentaban.
Algunos despedían alientos nauseabundos, que olían a putrefacción
cadavérica, insoportable para ellos mismos. Otros vomitaban abundantemente y
padecían de diarreas de insufrible dolor.
Los maravillosos efectos de los Ángeles depuradores se hacían cada vez más
notables, al sobrevenir a los pacientes, eliminaciones hasta por las narices, los
ojos, oídos y la garganta, aliviándoles mucho los persistentes dolores de cabeza.
Muchos sudaban por todos los poros de la piel, sudor que era fétido a tal
punto, que los vecinos huían de ellos. A muchos les aparecían úlceras supurantes
en la piel, que eliminaban sangre podrida y pus de mal olor.
Muchos orinaban aguas de fétido olor, de color a sangre; otros orinaban pus,
sangre con arenillas y piedrecillas. Algunos despedían gases por los intestinos y
por la boca de fétido olor.
Los lavados intestinales producían resultados asombrosos. Hacían estos
lavados con agua fresca del cristalino arroyo, entibiada al Sol.
Mantenían el agua en los intestinos el mayor tiempo posible para expulsarla
por el recto, junto con abominaciones duras y blandas de insufrible olor, que
estaban adheridas a las paredes intestinales durante muchos años, infectando la

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sangre del paciente y todo su organismo, siendo la causa precisa de muchas
enfermedades infecciosas, de intensos dolores y molestos achaques.
Muchos botaban con estos lavados horribles gusanos y lombrices de todo
tamaño, algunas muy largas, que se retorcían en el suelo bajo los ardientes rayos
del Sol.
Todos temblaban de terror al ver estas horribles abominaciones que habían
tenido alojadas en sus cuerpos y ahora, al tener limpias las entrañas y sin ardor ni
dolor interno, comprendían que fueron estos repulsivos bichos alojados la causa
precisa de su permanente malestar.
Todos ellos dieron las gracias a Jesús por haberles enviado a estos
bondadosos Ángeles, para que expulsaran de sus entrañas a los demonios
atormentadores que tenían allí alojados.
Sin embargo, no a todos se les quitaban los dolores. Estos, desilusionados,
iban en busca del Maestro para exponerle sus lamentaciones, suplicándole para
que su poder expulsara de sus entrañas a los demonios que llevaban adentro.

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CAPÍTULO 15
Cristo enseña con la maravillosa parábola del hijo pródigo.

Y cuando ellos iban en busca del Maestro, vieron con asombro y gran
regocijo que Cristo ya venía hacia ellos, sabiendo que ellos,
urgentemente, lo necesitaban. Cristo les saludaba: La paz sea con
vosotros, y les dijo: ya conozco la causa del por qué me buscáis.
Ellos arrojándose a sus pies respondieron: Maestro, sánanos de los intensos
dolores tan persistentes que con nada se nos quitan, haciéndonos sufrir,
horriblemente.
Cristo les contestó por medio de parábolas, que ellos escuchaban
atentamente, y quedaban atónitos de su sabiduría.
Les decía: vosotros sois como el hijo pródigo, que por muchos años abusó
de la paciencia de su padre. Faltó a sus más sagradas obligaciones y deberes,
porque en vez de trabajar, prefería divertirse en festines y libertinajes, en alegre
compañía de amigas y amigos, comiendo y bebiendo y divirtiéndose todos a su
costa.
Y sin conocimiento del padre incurría en deudas, pidiendo dinero prestado
que despilfarraba con su alegre comparsa.
Los usureros con buena voluntad le prestaban dinero, porque su padre era
rico y siempre, con buena voluntad y paciencia, cancelaba las deudas de su hijo.
El padre, en vano, con buenas y persuasivas palabras amonestaba a su hijo,
mas este siempre prometía mejorar su conducta, pero seguía de mal en peor.
Inútilmente, el padre lo seguía amonestando que deje su vida libertina y
licenciosa y lo ayude en sus trabajos del campo, vigilando a los obreros en sus
faenas. Siempre el hijo prometía enmendarse y el padre cancelaba sus nuevas
deudas. Pero enseguida reincidía en sus vicios, faltando a la promesa de
enmendarse que había hecho a su padre. Y así por siete años seguía la vida
licenciosa.
Pero al fin el padre se cansó. Perdió la paciencia y no pagó más las deudas
de los usureros. Se decía: “Si sigo pagando siempre, pierdo mi dinero y mi hijo;
si me niego a pagar, gano a los dos”.
Luego los usureros al verse defraudados en su esperanza, llevaron al hijo al
juez, el cual lo entregó a ellos como esclavo, para que con su trabajo, durante
siete años, pagara la deuda. Tan severa era la Ley y costumbre en aquellos
tiempos. Con esto terminó la vida licenciosa del hijo tunante.

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Desde la salida hasta la puesta del Sol fue obligado a trabajar duramente, a
remover la tierra, a labrarla, regarla y sembrarla. Ahora, por primera vez en su
vida tenía que ganarse el pan con el sudor de la frente. No acostumbrado a estos
duros trabajos, luego los músculos de sus brazos le flaqueaban y le dolían. En las
manos se le formaron duros callos y también en la planta de los pies. Por primera
vez en su vida sentía hambre, porque sólo pan y agua era su alimento.
Después de siete días de tan dura labor dijo a su amo, que más bien era su
verdugo: “Ya no puedo soportar más tan dura faena, porque no estoy
acostumbrado a ella. Mira, mis manos están llenas de callos que me impiden
tomar el azadón; mis pies están hinchados y con dolorosos callos en sus plantas
que me impiden caminar. Mis fuerzas están agotadas, estoy hecho una piltrafa
humana. Ten compasión conmigo, no me atormentes más”.
Sin embargo, el amo le contestó duramente y sin miramientos, diciendo:
“Cuando hayas cumplido siete años en mi servicio satisfactoriamente, habrás
cancelado la deuda y entonces quedarás libre. ¡Y ahora a trabajar!”.
Y el hijo regalón, entre súplicas y lágrimas respondió: “A duras penas pude
soportar estos siete días y ya estoy abatido y sin fuerzas por la fatiga del
desacostumbrado trabajo. Ten piedad de mí; mis manos están llenas de callos
sangrantes, mis pies hinchados y no me permiten andar”.
Pero el inflexible usurero, sin compasión, lo apuraba más aun diciendo: “Si
siete años desperdiciaste en desenfrenadas diversiones de día y de noche,
haciendo grandes deudas, ahora también debes trabajar siete años para pagar esas
deudas. No te perdonaré hasta que me hayas cancelado con tu trabajo el último
dracma”.
Como el verdugo amenazaba hasta con azotes y latigazos en el caso de
negarse a trabajar, al hijo pródigo no le quedó otro recurso que obedecer y seguir
su duro trabajo forzado.
Debido a su extrema debilidad no soportó más el duro trabajo y entonces
tomó una resolución extrema, la de ir a pedir perdón a su padre y reconciliarse
con él. Tambaleante llegó hasta el padre y, arrojándose a sus pies, le suplicó:
“Padre mío, perdóname por última vez mis ofensas hechas contra ti. Te juro que,
desde ahora, seré un hijo modelo, hijo bueno, porque reconozco mi error. Padre
amado, sálvame de mis verdugos”.
Pero el severo padre nada respondía. Desconfiaba de sus promesas. Tantas
que no había cumplido.
Entonces el hijo con más insistencia le suplicaba entre lágrimas amargas,
diciendo: “Padre mío, no endurezcáis vuestro corazón, mirad mis callos

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sangrantes, de la guadaña y de la hoz. Mirad mis pies hinchados con duros
callos; compadeceos de vuestro hijo arrepentido”.
Esta sincera súplica de su hijo ablandó el corazón del padre. Sus ojos se
humedecieron de dulces lágrimas de alegría y levantando a su hijo, lo abrazó
tiernamente diciendo: “Regocijémonos, porque me has traído hoy una gran
alegría, he encontrado a mi querido hijo que se había perdido”.
Y vistió a su hijo con sus mejores galas y todo el día hubo fiesta y reinaba
gran alegría en la casa paterna.
Al día siguiente el padre dio una bolsa de plata al hijo para que fuera a
cancelar la deuda del usurero y así quedar libre de la obligación de servirle como
esclavo.
Al regresar el hijo, le dijo su padre: “ves, hijo mío, qué fácil es incurrir en
deudas durante siete años, viviendo una vida licenciosa y deshonesta; y qué
difícil es cancelar esta deuda con el trabajo personal durante siete años de
trabajos forzados”.
“Es cierto, padre mío, porque a duras penas y sólo durante siete días pude
soportar tan pesadas faenas”.
“Hijo mío, por esta sola y última vez he permitido pagar tu deuda en solo
siete días, en vez de pagar tú, durante siente años. El resto te he perdonado, a
condición de que dejes para siempre la vida licenciosa y no contraigas más
deudas”.
Y el Divino Maestro siguió diciendo: En verdad os digo, sólo el padre y
nadie más puede perdonar los pecados de sus hijos y siempre que ellos, con
profundo arrepentimiento y remordimiento por haber pecado, le pidan perdón
haciendo actos de contrición en su corazón y tomen el firme propósito de no
reincidir en el vicio.
“Hijo mío, dijo el padre, si yo no te perdonara habrías sido obligado a
trabajar duramente en trabajos forzados como esclavo durante siete años, según
manda la ley”.
Respondió el hijo: “Padre mío, te agradezco profundamente tu buen corazón
al perdonarme, y te prometo ser, en el futuro, un buen hijo modelo, respetuoso de
tus mandamientos. Nunca más incurriré en deudas, ya que he probado en carne
propia, cuán difícil es pagarlas”.
Y el hijo cumplió con sus buenos propósitos, pues dejó sus vicios y se
dedicó de lleno a ayudar a su padre en sus obras y faenas de campo.

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Y cuando el padre vio que su hijo cumplía ampliamente la solemne promesa
y se portaba como un buen hijo durante numerosos años, haciendo prosperar la
hacienda, se la entregó en heredad, con todas sus tierras, herramientas, casas y
animales.
Y cuando el hijo, ya dueño de la hacienda, revisaba las cuentas pendientes
de los deudores, las perdonaba a aquellos que no podían pagarlas, pues,
recordaba que, también a él, le había sido perdonada una deuda cuando no la
podía pagar.
Y tal como el padre carnal, así también el Padre Celestial bendijo a este
buen hijo, concediéndole una larga vida, una buena salud, una digna esposa,
muchos y buenos hijos y una abundante fortuna, gozando de una paz inefable y
de felicidad hasta una avanzada vejez y todo esto, como premio por haberse
regenerado y por el buen trato que daba a su personal, a sus animales y hasta a
las avecillas del cielo.

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CAPÍTULO 16
Cristo explica a sus oyentes el por qué les enseña con parábolas.

E ntonces, volviéndose Cristo a los enfermos, dijo: Os hablo con


parábolas, porque así podéis entender y comprender mejor la palabra
de Dios y Sus mandamientos.
Los siete años de glotonería, de embriaguez y de una vida licenciosa,
representan los pecados cometidos en el pasado contra los Mandamientos de
Dios, que imponen la obligación ineludible de obedecer las Leyes Naturales de la
vida, simbolizadas por los Ángeles del Sol, del aire, agua, Ayuno, Aseo
intestinal, Recto vivir, Oración, etc.
El malvado acreedor y usurero es simbolizado por el siniestro Satanás,
figura ficticia, inexistente, porque, en realidad, lo representan vuestros propios
pecados, vuestros vicios y malos hábitos: en resumen, vuestra ignorancia, ya que
el sabio cumple estrictamente con los Mandamientos del Señor, y por lo tanto, no
se enferma ni sufre dolor alguno.
Las deudas son vuestras enfermedades que habéis contraído debido a
vuestra ignorancia, la que os hizo desobedecer las Leyes Naturales de la vida.
Los trabajos duros representan vuestros dolores, vuestros achaques que os
afligen y fatigan más que cualquier esfuerzo hecho en el trabajo.
Y el hijo pródigo sois vosotros mismos, por haber desobedecido los
Mandamientos del Padre Celestial, es decir, las Leyes Naturales de la vida.
El pago de la deuda contraída contra la Ley moral, consiste en desalojar de
vuestro carácter vuestros vicios y malos hábitos, limpiando así vuestra alma, con
lo cual, automáticamente, se os quitarán vuestras enfermedades y vuestros
dolores que padecéis, porque la enfermedad del cuerpo significa que vuestra
alma ha pecado, ya que el cuerpo, que es materia, no puede pecar.
Y la bolsa de plata recibida del padre, simboliza el premio que recibís del
Padre Celestial, o sea una sólida salud y larga vida por haberos regenerado y
haber vuelto al camino del recto vivir. El Padre Celestial es Dios, Jehová, autor
de todo lo que es y existe en el universo.
Sus siervos son sus santos Ángeles, simbolizados por sus agentes, Sol, aire,
Ayuno, Virtudes, Oraciones, etc., todo lo cual acerca al hombre cada vez más al
Padre Celestial, hasta identificarse con Dios mismo.
Las posesiones del Padre están simbolizadas por todo lo que existe en el
Universo: Cielos, Soles, Tierra, Astros, Planetas, donde sobra espacio para todos
los hijos de Dios.

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Todo esto, o sea el Universo entero es el campo del Padre Celestial y
reciben sus premios y recompensas, si, sumisamente, obedecen las Leyes
Naturales aquí en la Tierra.
Ahora, mis amados, yo os pregunto: ¿No es acaso más cuerdo y más sensato
obedecer a vuestro Padre, ayudándolo en sus faenas, ganándoos con el honrado
trabajo el pan vuestro, que desobedeciéndolo y ser un inútil holgazán, que pide
dinero prestado a malvados usureros que lo explotan inicuamente, al no poder
cancelar la deuda, haciéndoos trabajar duramente durante siete años como
esclavos? Asimismo, ¿no es más sabio, acaso, obedecer a Dios, colaborando en
Su obra, gozando de buena fortuna, de buena salud, una vida larga, llena de gozo
y felicidad, que desobedecerlo, viviendo en miseria, achacosos, andrajosos,
enfermos, doloridos, amargados y desdichados?
Vosotros mismos, con vuestro comportamiento, os labráis vuestro destino,
vuestra dicha y desdicha, vuestra salud y enfermedad, el premio y castigo, pues,
cada cual cosecha lo que siembra.

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CAPÍTULO 17
Todos los enfermos que, arrepentidos de sus malas obras, piden perdón a
Dios y no vuelven a pecar, recuperan la salud, porque toda enfermedad tiene su
origen en el alma.

E n verdad os digo, grandes y numerosos son los pecados y las ofensas


que habéis cometido al desobedecer a la Madre Natura. Durante años
habéis pecado en vergonzosas francachelas contra la decencia y la
moral, es decir, contra las Leyes Naturales de la vida. Habéis vivido en
desacuerdo con estas leyes, al gozar de glotonerías, embriagueces, fornicaciones
y en tantos otros vicios que sería largo nombrar. De esta manera habéis
manchado vuestra alma y envenenado vuestro cuerpo, convirtiéndolo en una
piltrafa, debido a las múltiples enfermedades que habéis contraído a causa de
vuestros vicios.
Ahora, tenéis que sufrir las consecuencias de vuestros errores y pecados
cometidos contra vuestra Madre Natura.
Sin embargo, no os desaniméis, porque grande es la misericordia del Padre
Celestial con Sus hijos pródigos, que sumisos y arrepentidos, vuelven suplicando
perdón.
Venid, pues, con sumisión y humildad a la presencia del Padre Celestial y
suplicadle perdón y Él os perdonará las ofensas que hayáis cometido en Su
contra. Pues grande e infinito es el amor del Padre Celestial para con sus hijos
arrepentidos que piden perdón. Al Padre Celestial lo conmueve vuestra humilde
sumisión, vuestra súplica y el arrepentimiento con que venís a Su presencia y
acepta que paguéis vuestra deuda en sólo siete días en vez de siete años en
fatigosos trabajos forzados como esclavos, si pedís perdón y demostráis sincero
arrepentimiento al Padre Celestial, que os está observando.
Y si pecamos siete veces siete años, ¿también nos perdonará el Señor?,
preguntó uno de los enfermos.
Aun a estos hijos, si están sinceramente arrepentidos, el Padre Celestial les
perdona sus pecados contraídos en siete veces siete años, acortándoles las penas,
para que las paguen en siete veces siete días.

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CAPÍTULO 18
Los pensamientos que emite el cerebro humano, automáticamente se graban
en el libro de la vida que cada hijo de Dios tiene abierto en la eterna memoria
de la Naturaleza, donde pueden ser consultados aun después de miles de años y
así saber el hombre cómo en ese tiempo remoto obró, pensó y vivió.

F
elices los que no desmayan en el camino de su perfeccionamiento y
con paso firme y resuelto marchan hasta la meta triunfal, para recibir
los laureles de la victoria. Todas las caídas y levantadas que habéis
experimentado en esta penosa marcha y todos vuestros errores y aciertos, quedan
grabados para siempre en la memoria de la naturaleza, como eterno recuerdo
indeleble de vuestra conducta durante vuestras pasadas vidas.
Están grabados en vuestro propio cuerpo y vuestra alma que, como un libro
abierto, están expuestos a la mirada del Señor que, con pasmosa fidelidad, lee en
ellos toda la historia de vuestras pasadas vidas. Aun vuestros pensamientos más
secretos se graban automáticamente en dicho libro de la eterna memoria, donde
indelebles, perduran los siglos de los siglos, desde el principio del mundo hasta
la eternidad de los tiempos.
De allí, que cuando os presentéis ante el Padre Celestial –lo que sucederá
inevitablemente cuando os muráis aquí en la Tierra-, Su escudriñadora mirada
leerá en este libro vuestro pasado comportamiento, alegrándose de vuestras
buenas obras y entristeciéndose ante vuestras caídas, vuestras malas acciones.
Tan perfecta es la exactitud de las anotaciones de vuestro libro de la vida, que no
se escapa ni el más mínimo detalle. Podéis escapar a la justicia humana, pero a la
justicia Divina no escaparéis jamás. Pero si os arrepentís a tiempo de vuestros
pecados y solícitos buscáis a los bondadosos agentes de la Naturaleza, que son
los Ángeles tutelares de la Madre Natura, como los Ángeles del Sol, aire, agua,
Ayuno, Oración, etc. Y si practicáis las grandes virtudes humanas basadas en el
amor, entonces, automáticamente, se os borrarán los estigmas de vuestro cuerpo
y vuestra alma y las consiguientes anotaciones de vuestro libro de vida.
Por cada día que ayunéis, no comiendo absolutamente nada, sino bebiendo
agua pura y acompañando vuestro ayuno con fervientes oraciones pidiendo
perdón por vuestros pecados y ayuda al cielo para no pecar más, se borrará un
año de vuestra cuenta de pecados anotados en vuestro libro de la vida. Y cuando
haya sido borrada hasta la última página de vuestras pecaminosas anotaciones y
se hayan limpiado todos los estigmas que manchaban vuestro cuerpo y vuestra
alma, entonces habrá un gran regocijo en el cielo, porque seréis recibidos en
audiencia especial por el Padre Celestial.

49
El Padre Celestial experimentará una gran alegría en Su corazón, al ver que
el hijo pródigo vuelve arrepentido y sumido al hogar paterno. Lo recibirá con
todos los honores y se regocijará inmensamente al leer en vuestro Libro de la
Vida, cómo habéis triunfado sobre todos los escollos que os impedían trepar
hasta vuestra celestial morada y cómo habéis borrado hasta el último pecado
anotado en ese libro. Entonces el Padre Celestial premiará vuestro esfuerzo,
otorgándoos una larga vida en esta Tierra, sin enfermedades ni dolores, sin
achaques ni sufrimientos, además, una imperturbable paz y una inefable dicha.
Todo os saldrá bien, porque Dios os enviará Sus Ángeles del cielo y Sus
agentes de la Naturaleza, para que os cuiden de todo mal y os procuren todo bien
posible. Y si en seguida os dedicáis a ejecutar obras de bien público y también al
prójimo, entonces el Altísimo os ascenderá en jerarquía al rango de servidores
auxiliares divinos, gozando de dones y poderes especiales.
Y después de morir aquí en esta Tierra, seréis admitidos para siempre en el
Reinado de los Cielos, donde gozaréis de una inefable dicha y una vida eterna.
Felices aquellos que, con perseverante empuje y tenaz esfuerzo, se conquistan el
derecho de entrar en el Reino de los Cielos, porque ahí no hay sufrimiento, ni
enfermedades, ni dolores, ni vejez, ni muerte, sino una vida eterna, una perfecta
salud y una plena alegría de vivir.

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CAPÍTULO 19
Los maravillosos efectos de los baños de barro, que siendo un prodigioso
compuesto de tierra, agua y energía solar, los prepara la diligente Madre
Natura para aliviar a sus hijos de los males que les suelen aquejar

E n seguida, Jesús, extendiendo sus brazos bendijo la inmensa


concurrencia que le rodeaba, diciendo: la paz sea con vosotros.
Luego dirigió sus pasos hacia un grupo de inválidos que, echados en
el suelo, apenas se arrastraban.
Clamaban: Maestro, Maestro, ten piedad de nosotros, sánanos de nuestros
achaques. Dinos, ¿qué debemos hacer para sanar de nuestros achaques e
inmensos dolores?
Le mostraron sus pies hinchados y doloridos, algunos con los huesos salidos
de las coyunturas; otros tenían la piel enteramente con úlceras y erupciones y
otros con manchas rojas, manifestaciones externas de impurezas internas, que se
exteriorizan con erupciones cutáneas.
Cristo, lleno de compasión, les inspiró ánimo diciendo: De cierto os digo,
vuestros achaques serán sanados si perseveráis en el ayuno durante más de los
siete días, dada la gravedad de vuestros males que os han sido impuestos por
vuestras graves faltas.
No os desaniméis, tened plena fe. Para curar vuestros males invocaré auxilio
de otro Ángel, el poderoso Ángel Tierra.
Acto seguido les mostró un pantano, al borde del río, compuesto de barro y
lodo semiespeso.
Les dijo: Sumergid vuestros cuerpos desnudos en ese barro, dejando sólo la
cabeza afuera y esperad pacientes y confiados la acción curativa del prodigioso
Ángel Tierra, que obra como barro, en conjunto con el Ángel agua y el poderoso
Ángel Sol que entibia el barro y lo carga de sus energía solares.
Los enfermos así lo hicieron. Luego, algunos manifestaron la satisfacción y
agrado que sentían al verse envueltos por este suave y tibio elemento, que casi al
instante se manifestó por el gran bienestar que sentían al quitarles sus ardores de
estómago y sus abrasadoras fiebres internas.
Así, ayunando y orando, permanecieron los días enteros en este tibio y
agradable baño medicinal, escuchando devotamente las consoladoras pláticas del
Divino Maestro, que para ellos fueron el más nutritivo de los alimentos, el
alimento espiritual. Luego, a grandes voces decían algunos: Maestro, ya se me
quitó todo dolor que me atormentaba tantos años. Otros llenos de júbilo

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manifestaban que sus hinchazones se les estaban bajando, y otros, que ya se les
deshinchaban totalmente y que no sentían los agudos dolores de antes.
Luego, otros a grandes voces exclamaban que al deshinchárseles los pies,
los huesos salidos habían buscado sus centros y pos sí penetraron en las
coyunturas, pudiendo ahora andar. Para demostrarlo, jubilosos salieron del barro
y cojeando y algo débiles se dirigían al Maestro.
Y finalmente, otros que tenían la piel cubierta de úlceras y erupciones,
sentían desde el primer día una notable mejoría, cicatrizando rápidamente las
llagas, para después de unos días, aparecer la piel sana, lisa y lozana, lo que
manifestaban a grandes voces al salir del baño de barro.
Y el Maestro mandó a todos los que estaban saliendo del barro, que se
dieran una ducha debajo de un chorro de agua cristalina que caía de las alturas de
una vertiente, formando lluvia torrencial. Bastaba un breve instante para quedar
completamente limpios del barro, presentándose ante el Maestro con sus cuerpos
limpios y su piel sana y lozana, perfectamente cicatrizada.
Después de observar atentamente el estado de cada paciente, les mandó que
se secaran sus cuerpos húmedos en las tibias arenas de la playa, revolcándose en
ellas. Esto lo hacían los pacientes con sumo agrado, permaneciendo largos ratos
en este agradable baño de arena, entibiado por el ardiente Sol. Y, cuando estaban
enteramente secos, se presentaban jubilosos de nuevo ante el Divino Maestro,
para darle las gracias.
Y con sincera emoción de agradecimiento, se echaban a sus pies para
besarlos en reconocimiento de tan milagrosa curación. Y todos los concurrentes
que por millares habían acudido de los alrededores, desde los más humildes hasta
los más encumbrados, jefes y gobernantes, fariseos, escribas y sacerdotes, todos
ellos, algunos con envidia y otros con satisfacción, pudieron informarse de las
milagrosas curaciones hechas por el Maestro.
Como último en salir del barro fue un joven cuyos hermanos lo habían
traído arrastrando ya que estaba sin conocimiento y su piel era negra como
carbón, diciendo a sus hermanos que una serpiente muy venenosa lo había
picado. Por indicación de Jesús, los hermanos lo introdujeron en el barro y allí lo
cuidaban todo el tiempo hasta que despertara del desmayo y manifestara que se
sentía perfectamente sano. Luego, al salir del barro y tomarse la ducha de aseo,
todos veían asombrados como la piel negra había tomado color rosado, de
aspecto sano.
Después de haberse secado en la tibia arena, se presentó sano y salvo ante el
Divino Maestro y echándose a sus pies, lloraba de felicidad y también sus

52
hermanos. Jesús, visiblemente emocionado, dijo: No me deis gracias a mí, sino a
mi Padre, que me ha enviado para curaros de vuestros males. Ahora, volved a
vuestro pueblo y en todas partes proclamad las bondades de los divinos Ángeles
del Sol, aire, agua, Ayuno, Oración, Tierra, Barro, etc.

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CAPÍTULO 20
El Divino Maestro explica cómo el ayuno, la oración, la alimentación
vegetariana y además, la fe y el recto vivir, ayudan poderosamente al hombre a
conquistarse una perfecta salud, prosperidad material y espiritual y una intensa
dicha de vivir.

Y
había muchos otros enfermos que, a pesar de sus ayunos y
oraciones, seguían con sus achaques, sufriendo horribles dolores.
Pero llenos de fe en las promesas de Jesús, perseveraron en sus
ayunos y oraciones. Algunos de estos enfermos tenían el mal en la cabeza, por lo
cual sentían vértigos, que les hacían caer al suelo, cada vez que intentaban
levantarse para acercarse a Jesús.
Entonces, Jesús, lleno de compasión, se acercó a ellos para consolarlos,
diciéndoles que si seguían con plena fe ayunando y orando, su curación se
produciría con seguridad.
Entonces, uno de los postrados, expresando su desaliento, decía: Maestro,
habiendo sanado tantos otros, ¿por qué nosotros seguimos enfermos, a pesar de
que hemos ayunado, orado y nos hemos bautizado?
Cristo respondió: Vuestro mal es más grave que el de los que ya han sanado,
porque habéis pecado más tiempo; más tiempo habéis desobedecido los
Mandamientos de la Madre Natura, por lo cual ahora, también más tiempo tenéis
que sufrir enfermos. Pero no os desaniméis, tened fe y perseverad en vuestros
ayunos y oraciones, pues, por este único camino podéis recuperar la salud.
Para que comprendáis la necesidad e importancia del ayuno y de la oración
para vuestra curación, os explicaré de qué manera obran estos bondadosos y
benéficos Ángeles, agentes ejecutores de la voluntad de la Madre Naturaleza. Al
ayunar se modifica toda la economía funcional dentro de vuestro organismo,
orientándose hacia una total curación y limpieza de vuestras entrañas. Los
millones de células de que se compone vuestro cuerpo y cuya misión corriente es
transformar el alimento en energía vital, estas células, al no recibir alimento se
dedican a curar y reparar los órganos enfermos. Otras células se dedican al aseo
de la sangre, de los tejidos y órganos y de todas vuestras entrañas. Las células
aseadoras proceden a eliminar y barrer fuera del cuerpo por las puertas y vías
naturales, las basuras acumuladas en vuestro interior. Pero si las cantidades de
basuras son excesivas, entonces abren puertas de escape adicionales en la
superficie de la piel, consistentes en granos supurantes, úlceras, llagas,
apostemas, etc., por donde dan salida a este exceso de sustancias extrañas. De
manera que dichas llagas, úlceras y manchas, no constituyen una enfermedad en
sí, sino que representan un proceso eliminatorio, depurativo, curativo y de
54
saneamiento del cuerpo interior, promovido por el sapientísimo médico interno,
que todo organismo tiene en su interior. No estorbando con medicamentos a este
maravilloso médico, se obtienen las más admirables curaciones. Cuando este
médico ha terminado su obra curativa y depurativa, dejando sanas y limpias las
entrañas, procede a cerrar las puertas de escape de la piel –úlceras, llagas, etc.,-
que luego se cierran y cicatrizan en una piel lisa y lozana.
Tal es la maravillosa obra del sapientísimo médico interno, uno de los
Ángeles de la Madre Natura, que espontáneamente limpia y cura prolijamente
vuestras entrañas, sin curanderos, ni médicos, ni medicinas.
Toda esta maravillosa restauración de vuestro cuerpo ha sido posible debido
a que os habéis sometido a un riguroso ayuno. De manera que el Ángel del
Ayuno ha terminado exitosamente su misión y vosotros podéis empezar a comer
de nuevo.
Empero, los primeros días después de un prolongado ayuno, comeréis muy
poco, para aumentar poco a poco la ración cada día siguiente, hasta llegar a la
normal.
Después de haberos explicado la importancia que ejerce el ayuno en vuestra
curación, os explicaré la importantísima función que desempeña la oración en el
restablecimiento de vuestra salud. Al orar fervientemente, lanzáis luminosos
rayos que conectan vuestra alma con Dios, la gran Alma Cósmica, que todo lo
abarca y que es un vibrante núcleo de sabiduría, energía vital, dinamismo,
fuerza, salud, bondad y amor.
Si vuestra ferviente oración es sostenida y la acompañáis con el recto vivir y
además con buenas obras de caridad, bondad y amor, dentro de una
inquebrantable fe, entonces vuestra alma se identifica con Dios y Él se une, y por
este conducto fluye a raudales de ese gran depósito de salud, un torrente de
energía vital a vuestro escuálido cuerpo, cargándolo de vitalidad, fuerza y vigor,
lo que prontamente restaura vuestra salud, tanto del cuerpo como del alma. De
esta manera quedaréis persuadidos de la inmensa importancia de la oración
acompañada de buenas obras y del recto vivir.

55
CAPÍTULO 21
Es un grave error de veracidad el hacer creer al pueblo que una medicina
puede sanar una enfermedad. Las enfermedades son pecados del alma y no del
cuerpo, que es materia inconsciente, incapaz de pecar. También la medicina es
inconsciente materia que obra tan sólo dentro de la materia y no tiene acceso a
los mundos sutiles del alma, que es raíz, causa y origen de toda enfermedad.
¿Puede, acaso, limpiarse de este lado una mancha de un vidrio, si esta mancha
está ubicada en el otro lado del vidrio? Es este el imposible que los empíricos
tratan de realizar, al querer curar una enfermedad de este lado, el lado
material, estando la causa ubicada en el otro lado, el lado moral y espiritual.
Por esto, la Madre Natura, sólo otorga salud al mérito, a la virtud, que actúan
en el otro lado, el lado moral y espiritual y no concede salud por efectos de una
droga, que sólo obra en el lado material.

E
n verdad os digo, nadie puede gozar de buena salud, ni recuperarla, si
la había perdido, si no se somete a las Leyes Naturales. Sin embargo,
hay hijos desorientados que, vanamente, buscan la salud por caminos
equivocados de las drogas, despreciando las generosas fuentes naturales de
donde la salud brota a raudales. Es que estos hijos están cegados por la
deslumbrante propaganda de los curanderos, que, aprovechándose de la
ignorancia del pueblo, explotan en provecho propio esa ignorancia y la
enfermedad, como el más lucrativo de los negocios milagrosos e infalibles para
sanar enfermedades, lo que, aunque sea falso, es creído por la gran masa del
pueblo.
Por lo tanto, una vez más os prevengo: Nadie puede sanar con una medicina,
porque esto significa anular las sabias leyes del Creador, que sólo otorga salud al
mérito, pero jamás a una droga. El pueblo adquiere méritos ante Dios,
obedeciendo Sus Mandamientos.
Entonces, uno de los oyentes que se sentía aludido porque era curandero,
interpeló a Jesús diciendo: Maestro, has dicho que los remedios jamás curan
enfermedades. Sin embargo, yo dispongo de medicinas que no sólo hacen
desaparecer las úlceras y llagas de la piel, sino que también quitan los dolores de
cabeza, de muelas, reumatismos, etc. Maestro, tened a bien de esclarecer esta
incongruencia entre lo que tú sostienes y yo afirmo.
Jesús replicó: Ya os dije que todo organismo vivo tiene en su interior un
sapientísimo médico, que constituye la más poderosa defensa natural del
organismo humano. Esta defensa la compone un inmenso número de células,
cuya misión es mantener sano y limpio el interior de vuestro cuerpo. Estas
células son organismos vivos, inteligentes, completos, dotados de rápida

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movilidad y agilidad, siendo tan pequeñas que no las alcanzamos a ver a simple
vista. Sin embargo, podemos admirar su maravillosa obra cuando nos zurcen una
herida y la cicatrizan con tanta perfección que iguala a la piel sana. Hay
numerosas clases de células, pero las que aquí nos interesan son las células
curativas, aseadoras y mensajeras. Estas últimas nos avisan cuando ocurre un
accidente en el interior de nuestro cuerpo. Este aviso nos llega a nuestra
conciencia por medio del dolor que sentimos en la parte afectada.
Si por ejemplo, una comida os cayó mal, sentiréis en el estómago un agudo
dolor. Si en ese instante pudierais asomaros con vuestra penetrante mirada al
interior de vuestro estómago, veríais allí las células defensivas en una febril
actividad. Así veríais cómo las células mensajeras, mediante una finísima red de
nervios, avisan a la central de vuestro cerebro, la existencia del mal. El cerebro, a
su vez, da la alarma que se manifiesta en un agudo dolor del estómago en el
punto amagado. De esta manera estáis conscientes del mal que sufrís y podéis
ayudar a una pronta mejoría, dejando de comer unos días. Es decir, ayunaréis
rigurosamente, hasta que la indigestión sea curada. Durante el ayuno,
naturalmente, no comeréis absolutamente nada. Tomaréis sólo agua pura, para
lavar y refrescar adentro. Asimismo, veréis cómo las células defensivas se
esfuerzan en curar, zurcir, cicatrizar y mejorar la infección, haciendo una obra
perfecta. Al quedar reparado el daño, desaparecerá el dolor, lo que os servirá
como señal de que podéis comer de nuevo.
Al permanecer con vuestra penetrante mirada observando la maravillosa
obra del Creador, veréis cómo las células aseadoras, se esmeran en limpiar
prolijamente el interior, transportando hacia fuera todas las substancias extrañas,
echándolas encima de la piel, en la cual habían abierto puertas de escape,
consistentes en úlceras, erupciones, apostemas, granos, etc.
En estos momentos críticos es cuando tales enfermos deben ser sabiamente
aconsejados, preferiblemente por sacerdotes-médicos que han estudiado a fondo
el proceso curativo natural, aquí someramente mencionado y que –de acuerdo
con el Mandamiento- atienden por caridad, por amor al prójimo, pero jamás por
dinero. Sólo en estas condiciones el mismo Padre Celestial acude a curar a
vuestros pacientes, lo que se manifestará en éxitos asombrosos.
Al ser los pacientes sabiamente aleccionados, se evitará que caigan en
manos de inescrupulosos curanderos que abusivamente explotan la ignorancia, la
enfermedad y el dolor del pueblo para hacerse inmensamente ricos.
Pero a falta de tales médicos-sacerdotes, los enfermos suelen caer en manos
de tales Magos Curanderos inescrupulosos que, por buena paga, les proporcionan
sus mixturas que, al momento, suelen adormecer al Médico interno, con lo cual

57
se calma el dolor y desaparecen las manifestaciones de la enfermedad, incluso
las erupciones de la piel.
Entonces tales pacientes se sienten felices ante tan maravillosa curación,
creyendo que, realmente, habían sanado. No se cansan de cantar glorias a tan
portentosa medicina y al mago que la proporcionó.
Pero poco durará la felicidad del paciente, porque luego, la enfermedad
volverá con caracteres mucho más malignos. Es que la medicina había suprimido
tan sólo los efectos del mal, pero empeoró el mal mismo. Ha interrumpido un
maravilloso proceso curativo natural del Médico interno, agravando la causa del
mal. La autocuración espontánea del organismo fue interrumpida, tornándose en
una enfermedad crónica, maligna, muy difícil de curar. De esta verdad os
convenceréis, al asomaros con vuestra penetrante mirada, de nuevo al interior de
vuestro estómago y observar atentamente, la parte afectada. Entonces
experimentaréis la más grande de las sorpresas, porque allí, donde momentos
antes habíais visto un enjambre de células en diligentísima actividad curativa y
depurativa, veréis ahora montones de cadáveres de células muertas, aniquiladas,
algunas aun con vida, aletargadas, arrastrándose pesadamente. ¿Qué es lo que ha
pasado? Fue la funesta droga, esa mixtura del curandero, que envenenó las
células defensivas (al médico interno), ya que todos estos remedios, unos más,
otros menos, tienen por lo general como base, el aniquilamiento de las defensas
naturales. El primer efecto de este aniquilamiento de las defensas naturales, se
hace notorio entre las células mensajeras, que dejan de transmitir alarmas, o sea
de causar dolor lo que es muy grave porque entonces el paciente, al no sufrir
dolor se cree totalmente sano y come de todo, arruinando su estómago, que crea
úlceras sangrantes las cuales degeneran más tarde en cáncer, causándole una
repentina muerte.
Las células curativas, ese sapientísimo médico interno, no han podido evitar
este desastre, ya que también ellas yacen heridas y muchas totalmente
aniquiladas. Lo mismo pasa con las células aseadoras que, por el mismo motivo,
quedaron imposibilitadas para desempeñar su función de limpieza. Al
interrumpirse el aseo y al no aparecer las células aseadoras en las puertas de
escape de la superficie de la piel, con su acostumbrada carga de basuritas, las
células porteras creen que habían terminado el proceso aseador en el interior del
cuerpo y proceden a cerrar las puertas de escape, o sea las erupciones cutáneas,
los granos, úlceras, apostemas, etc., cicatrizando la piel en una sana, lisa y
lozana. Es que las células porteras, tan distantes de la corriente sanguínea,
reciben de último el impacto de la venenosa droga asesina, de manera que
pueden actuar hasta el último momento, aunque con dificultad.

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Si ahora nos asomáramos de nuevo al interior de este cuerpo envenenado
por las drogas, quedaríamos espantados ante el horrible cuadro de cadáveres de
células muertas, en putrefacta y maloliente descomposición.
Luego la sangre se encarga de esparcir estas inmundicias por todo el
organismo, envenenando los órganos más nobles, que empiezan a fallar. La
pulsación se altera, la presión interna sube, provocando desvanecimientos,
ceguera, sordera, dificultad en el respirar y andar, lo que generalmente termina
con un colapso cardíaco, una parálisis parcial o total y una muerte prematura. Tal
es, pues, el efecto de las drogas, los calmantes y medicinas en general, que por
unos instantes alivian, para matar después.
Y dirigiéndose el Divino Maestro al curandero, le dijo: Tal es la respuesta al
enigma que me has planteado para que lo dilucidara, para que te convenzas de
que la medicina que tanto pregonas es tan tóxica que no cura, sino envenena. No
trae salud sino una enfermedad más grave, porque conviene una benigna
autocuración, en una dolencia maligna, como la tuberculosis, reumatismo
crónico, diabetes, cáncer y hasta la lepra. En verdad os digo: los efectos
curativos de algunas medicinas son en realidad tan prodigiosos, que con razón
deslumbran y fascinan a aquellos investigadores que desconocen la curación
natural de las enfermedades. Los que la conocen saben perfectamente que se
trata de pura ilusión, que acepta las apariencias como realidades. Los naturistas
expertos saben que, según las leyes biológicas, ninguna medicina es capaz de
sacar de raíz una enfermedad. Lo que realmente hace la medicina es transmutar y
transformar una enfermedad leve en otra más grave; un mal benigno, en otro
maligno; una enfermedad fácil de curar, en otra incurable.
Respecto a la inmunización, en verdad os digo que no existe ninguna
medicina de efectos inmunizantes que libre vuestros cuerpos de futuros
contagios con enfermedades infecciosas. El único inmunizante real y efectivo es
la sangre inmaculadamente pura. Otro inmunizante no hay ni se hallará jamás,
porque el inmunizar es antinatural, debido a que se opone a los principios
fundamentales de la biología. Ninguna droga inmuniza sino tan sólo –repito-
cambia un mal benigno por otro maligno, porque sólo adormece y encona,
suprimiendo por algún tiempo las defensas naturales, lo que entonces, da la
impresión de que existe inmunización, cuando en realidad sólo existe una
paralización de las autodefensas.

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CAPÍTULO 22
Cristo explica la maravillosa organización celular que existe dentro del cuerpo
humano, diciendo que es la obra más perfecta de toda la Divina Creación.

L
os concurrentes escuchaban admirados estas maravillosas enseñanzas
que por vez primera llegaron a sus oídos. Algunos suplicaron:
Maestro, enséñanos algo más acerca del funcionamiento de nuestras
entrañas, para que al conocer el orden interno, podamos cuidar mejor nuestra
salud y así no depender de los curanderos que, aprovechándose de nuestra
ignorancia, por dracmas de plata nos venden menjunjes, más dañinos que la
enfermedad misma.
Cristo accedió a esta súplica diciendo: En verdad os digo, tan infinitas como
los son las estrellas del cielo, son las células de que se compone vuestro cuerpo.
Sin embargo, todas ellas son indispensables para asegurar el correcto
funcionamiento de vuestro organismo. Estas células son entidades vivas, ágiles y
dinámicas, inteligentes y razonadoras. Ellas tienen algo de parecido a los seres
humanos, porque nacen, crecen, comen, se reproducen, trabajan, gozan, sufren,
aman, odian, envejecen y mueren, siendo reemplazadas por otras células jóvenes.
En hombres sobrios, abstemios de vicios y obedientes de la Madre Natura,
prevalece entre las células una perfecta disciplina y el más riguroso orden, dentro
del sabio régimen de los mejores y los más aptos. La Ley Universal, según la
cual la naturaleza ata al ignorante y da poder al sabio, también rige dentro del
cuerpo humano, este pequeño microcosmos, considerado como un resumen del
universo entero. Dentro de este rígido orden, las células se van agrupando en
jerarquías, conforme a sus aptitudes naturales, tendencias específicas, sus
afinidades y mutuas simpatías.
Las células más vigorosas, las más activas y de más empuje, las más
inteligentes, automáticamente se imponen, ascendiendo a posiciones de mayores
responsabilidades y más altas jerarquías. Así, las células más afectuosas, las más
sensibles, las más sabias y las más inteligentes, forman el corazón y el cerebro de
vuestro cuerpo, mientras que las demás células forman el resto de los órganos,
como el estómago, hígado, intestinos, riñones, bazo, pulmones, sangre, huesos,
pelo, etc.
Las células de cada órgano efectúan con esmero máximo su propia labor,
esforzándose en mantener ese órgano en óptimas condiciones de funcionamiento
y su más alto rendimiento, pero no para su propio y exclusivo provecho, sino
siempre con miras a servir lo mejor posible a los demás órganos, con los que
están ligadas en estrecha e inseparable interdependencia. Todos los órganos
unidos forman a su vez un armonioso conjunto de órganos, o sea, un gran
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órgano, que es vuestro cuerpo, a su vez, una células del organismo más grande,
que constituye la humanidad entera.
Este sabio orden cooperativo dentro de nuestro cuerpo desaparece sin
embargo en individuos que desobedecen los Mandamientos de la Madre Natura,
entregándose de lleno a los placeres mundanos, a vicios y malos hábitos.
Las bebidas embriagantes, los tóxicos del tabaco y de las demás hierbas,
adormideras y narcotizantes, la desquiciadora fornicación, la comida
desordenada que culmina en gula, además los remedios y calmantes, todo esto
enferma, debilita y degenera las células de vuestro cuerpo, aniquila sus
autodefensas y su energía vital. En tal cuerpo, la conciencia directriz federal
pierde su soberanía sobre las células insubordinadas, las que entonces forman
focos subversivos llamados enfermedad, la cual suele degenerar hasta estados
más graves, como la tuberculosis, tisis, raquitismo, diabetes, cáncer, reumatismo
crónico, gangrenas, lepra, etc., que son los estados más avanzados de
degeneración celular y significan la ruina total de vuestro organismo.
Esta lección os enseña que vuestro bienestar depende de vosotros mismos.
Si obedecéis los mandamientos de la Madre Natura os aseguraréis una perfecta
salud, prosperidad material y espiritual, paz y felicidad. Si la desobedecéis,
tendréis que sufrir tales enfermedades, miserias y calamidades sin fin. Además,
os enseña esta lección, que debéis tomar como ejemplo el comportamiento de las
células de vuestro cuerpo y tratar de imitarlas, por ser la organización más
perfecta de toda la creación. Este perfecto orden cooperativo de convivencia
humana, poco a poco, será adoptado por todos los pueblos a medida que ellos
vayan acercándose a las cumbres evolutivas humanas.
Para poder vosotros cooperar eficazmente dentro de esta severa disciplina
social, debéis trabajar intensamente en vuestro propio perfeccionamiento, tanto
físico, moral, como espiritual, pero no únicamente para vuestro exclusivo y
personal provecho, sino siempre con miras a servir lo mejor posible a toda la
colectividad, tal como las células de vuestro corazón sirven a todo vuestro
cuerpo, el cual en el acto sucumbiría si esas células, deliberadamente, se negaran
a trabajar.
De ahí que como no cabe una paralización deliberada de la actividad celular
dentro de vuestro cuerpo, así tampoco cabrá tal paralización dentro de una
organización social humana, cuando ella se eleve a semejante perfección, siendo
tal perfección la suprema meta de los pueblos y sus ineludible destino; destino de
escalar eternamente la avalancha evolutiva humana, esas altas cumbres
superhumanas, en su acercamiento hacia el cielo.

61
De manera que, en el futuro, será calificado como el pueblo más culto y
civilizado del mundo, aquel que, dentro del libre albedrío, ejerza la máxima
justicia social, sin necesidad de recurrir a la fuerza, a la paralización deliberada
del trabajo, y que con todo empeño y la mejor buena voluntad, coopere con los
demás pueblos, especialmente con los más atrasados.

62
CAPÍTULO 23
Cristo expulsó del cuerpo de un desvalido una enorme lombriz que lo
atormentaba durante muchos años y lo tenía reducido a una piltrafa, sin
emplear purgantes ni otros remedios, sirviéndose tan sólo del ayuno y del vapor
de la leche.

E
n seguida, Juan, el discípulo amado de Cristo, que siempre estaba a
su lado, dice al Maestro: Señor, hay entre la muchedumbre un
enfermo yaciente en el suelo debido a su debilidad, que ni gateando
con el auxilio de las manos alcanza a acercarse a ti y con su débil voz desde lejos
clama: Maestro, sáname, porque sufro mucho.
Jesús, acercándose al enfermo que estaba en el suelo, lo observó
atentamente un largo rato, como si, con su penetrante mirada hacia el interior del
cuerpo enfermo, quisiera establecer el diagnóstico exacto del mal que padecía. El
cuerpo del enfermo estaba tan demacrado, que se parecía a un esqueleto. Su piel
estaba amarilla como las hojas caídas de un árbol otoñal.
El enfermo, al ver la presencia de Cristo, quiso incorporarse, pero su
debilidad se lo impedía. Con la mirada fija en el dulce Maestro le suplicaba:
Señor, ten piedad de mí, sáname. Sé que eres un Mensajero de Dios y que posees
el poder de enderezar mis miembros torcidos y arrojar de mi cuerpo al Satanás
que me está atormentando. Me muerde las entrañas, me oprime la garganta, me
ahoga, no dejándome respirar. Entonces un familiar del enfermo, que lo
acompañaba, dijo: Maestro, he visto con mis propios ojos que tiene metido el
mismo demonio en su cuerpo, pues lo vi al asomarse este demonio por la boca
del enfermo cuando duerme. Vi su horrible rostro que era redondo, tenía
enormes ojos y un gran bigote alrededor del hocico.
Cristo, asintiendo con la cabeza, como que comprendía de qué se trataba, se
acercó a Juan y al selecto grupo de discípulos –a los que estaba aleccionando en
los secretos de sanar enfermos- y les dijo: No es un espíritu maligno o un Satanás
lo que tiene metido dentro de su cuerpo, sino una enorme lombriz. Este gusano
penetró en su cuerpo hace años como un pequeño microbio, con las abominables
comidas con que el enfermo se alimentaba. Esta lombriz se anida,
preferiblemente, en el tubo digestivo, nutriéndose con lo mejor de las comidas
del enfermo. Con los años, esta lombriz creció enormemente dentro de sus
entrañas y suele llegar a un largo de cuatro codos (1,70 metros). Ahora, al ayunar
el enfermo durante varios días y no darle comida al gusano, éste, atormentado
por el hambre, se torna maligno, batiendo y retorciéndose dentro de su vientre.
Con sus fauces de pulpo, muerde y pellizca las paredes intestinales y del
estómago, llegando hasta la boca en busca de alimentos, chupando y

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succionando los residuos de los alimentos añejos que suelen quedar pegados en
los intestinos. Al no encontrar ya nada que comer en el interior del cuerpo, la
lombriz se asoma hasta afuera de la boca, tapando con su voluminoso cuerpo los
conductos respiratorios, lo que ahoga y asfixia al enfermo. El pueblo no sabe de
qué se trata, y llama a este gusano Satanás y con este nombre tendré que seguir
llamándole también, para hacerme comprender mejor por la muchedumbre.
Y dirigiéndose Jesús directamente al enfermo, le dice: El ayuno de varios
días a que te has sometido está comenzando a dar buenos resultados. Pues al no
comer tú, tampoco come Satanás que tienes como indeseable huésped alojado en
tus entrañas. Este huésped, también tuvo que ayunar contigo y ahora tiene mucha
hambre, por lo cual te atormenta. Por tu ignorancia comiste alimentos inmundos
que han infectado tu cuerpo y lo convirtieron en una cueva de Satanás, en vez de
ser un templo sacrosanto en que habita Dios. Pero no temas, Satanás será
aniquilado antes que él te aniquile a ti. Porque mientras ayunas y oras, los
Ángeles de Dios protegen tu cuerpo, para que la ira de Satanás no lo aniquile,
porque Satanás es impotente ante el poder de los Divinos Ángeles.
Entonces, los concurrentes muy impresionados ante las revelaciones del
Divino Maestro, se arrodillaron frente a Él y le suplicaron diciendo: Maestro, ten
piedad con este pobre desvalido, porque sufre más que todos nosotros. Si no
arrojas pronto a Satanás de su cuerpo, tememos que no viva hasta mañana.
Cristo respondió: Grande es en verdad vuestra fe y será hecho como pedís.
Luego veréis vosotros, cara a cara, a Satanás y su extraño rostro y entonces os
convenceréis del poder de los Ángeles de Dios, al expulsarlo de las entrañas de
este enfermo.
En seguida, Jesús hizo sacar leche de una burra que estaba pastando cerca, y
un recipiente con esta tibia leche –que evaporaba un agradable aroma a leche
recién sacada- lo colocó delante de la boca y las narices del enfermo, diciendo:
Los tres Ángeles del Señor intervendrán ahora en el milagro que enseguida
veréis con vuestros propios ojos, pues el Ángel del agua compone lo esencial de
la leche; el Ángel del Sol la calentará y evaporará y el Ángel del aire se
encargará de llevar este vapor por la boca y las narices a los pulmones del
enfermo y también hasta el hocico del demonio, a quien le gusta mucho la leche
fresca.
Así sucedió efectivamente, porque el vapor de la leche, calentada y
evaporada por el ardiente Sol, empezó a levantarse abundantemente, llenando
todo el ambiente con su grato aroma a leche fresca recién sacada. Cristo, que
mantenía la cabeza del postrado en su regazo, apoyada en sus manos, acercó aun
más la palangana a sus narices y dijo: Aspirad, ahora, fuerte, hondamente el

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vapor de la leche, para que los Ángeles del agua, Sol y aire, penetren en tu
cuerpo y atraigan afuera a Satanás.
El postrado aspiró hondamente el vapor de la leche, que, blanquecino, salía
de la palangana.
Cristo, para dar ánimo al postrado a sus pies, le decía: No te desesperes y ten
fe, porque luego Satanás saldrá afuera de tu cuerpo por tu boca, ya que está
hambriento porque tú lo obligaste a ayunar.
Atraído por el aromático vapor que despide la leche fresca y caliente,
Satanás saldrá afuera, ansioso de satisfacer su hambre con su alimento
predilecto, que es la leche.
Entonces, el cuerpo del enfermo se estremecía con temblorosas
convulsiones y hacía esfuerzos para vomitar, pero no podía. Boqueaba para
tomar aire, mas, no podía, porque había algo que impedía su respiración, por lo
cual se desmayó, manteniendo Jesús firme la cabeza del desmayado en sus
manos, la cual remecía para procurarle aire.
Ahora Jesús, señalando la boca del enfermo, ampliamente abierta, dijo a
Juan: Mira adentro de la boca par que veas a Satanás ya que está saliendo
lentamente afuera.
Entonces, todos los que le rodeaban podrían ver con terror y asombro a
Satanás, que salía de la boca abierta del desmayado, dirigiéndose lentamente
hacia la leche.
Jesús aprovechó esta circunstancia para arrancar la cabeza del gusano y
aplastarla con una piedra. Acto seguido sacó afuera de las entrañas del paciente
el resto de la lombriz, que era más larga que el alto de un hombre.
Cuando el enfermo se hubo liberado de este abominable animal, que lo
estaba atormentando tantos años, recobró su aliento, respiro hondamente y lloró
de alegría. Con alguna dificultad se incorporó sobre sus piernas y luego dio
algunos pasos. Estaba feliz al constatar que podía andar de nuevo. Sus fuerzas
empezaban a recuperarse, su nublada vista se empezaba a aclarar, lo que le
permitía, ahora, ver mejor a su bienhechor, a Cristo, que con afectuosa sonrisa lo
miraba.
Jesús, más complacido con su paciente, le dijo: Mirad esta enorme bestia
que tenías alojada en tus entrañas, está gorda, bien nutrida, porque se comía lo
mejor de tus alimentos, dejándote flaco y desnutrido, sin fuerzas para trabajar.
Para que no te suceda algo semejante, desde ahora dejarás de alimentarte con
comidas abominables, para que así tu cuerpo sea puro y limpio, convirtiéndose
en un templo del Señor, tu Dios, que habitará en el Tabernáculo de tu corazón.
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Y todos los concurrentes estaban felices y admirados de la sabiduría de
Cristo y le decían: Maestro, en realidad tú eres Mensajero enviado del Altísimo,
ya que conoces todos los secretos de las enfermedades y de la salud.
El recién sanado, a altas voces, pregonaba con alabanzas la sabiduría de
Jesús. Se postró, le besó sus pies y lloró de alegría y con él todos los
concurrentes.

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CAPÍTULO 24
Cristo somete a todos los concurrentes enfermos a fervientes oraciones y a
un riguroso ayuno por el plazo de siete días, sanando la mayoría de los
achaques.

Y Cristo partió diciendo a Juan: Dejo a tu cuidado este rebaño.


Volveré al séptimo día de ayuno y oración, para celebrar a los que
perseveraron ayunando y orando los siete días.
Ante esta exhortación, muchos de los enfermos perseveraron en el ayuno y
oración hasta completar los siete días. Y cuando terminó el séptimo día de ayuno
y oración, grande fue la recompensa que recibieron del Cielo los que
perseveraron ayunando hasta los siete días. Pues todos sus achaques y dolores les
habían desaparecido como por obra de encantamiento, lo cual pregonaban a
grandes voces los convalecientes.
El último día de ayuno y oración fue celebrado con especial solemnidad,
alegría y regocijo. Hasta una magnífica aurora vino en ayuda a este solemne
recogimiento. Ninguna nube obscurecía el cielo. El Sol salió con más brillo y
esplendor. Y cuando el astro Rey empezaba a levantarse en el horizonte, todos
vieron atónitos como Cristo bajaba de las altas montañas y cómo, flotando en el
aire, se dirigía hacia ellos, con el esplendor de un Sol, irradiando todo su cuerpo
una brillantez que cegaba más que el Sol.
Cristo, al estar entre ellos, e irradiando su augusta faz una inmensa alegría,
levantó los brazos diciendo: La paz sea con vosotros.
Nadie se atrevió a pronunciar palabra. Todos se postraron ante él y besaban
el borde de su vestimenta, en señal de profunda admiración, respeto y gratitud
por haberlos sanado de sus males.
Les decía: No me deis gracias a mí, sino al Altísimo que me ha enviado. Él
creó todo lo que es y existe, incluso a la Madre Naturaleza y también a los
Ángeles, para que os sirvan, si sumisos y arrepentidos, con ayunos y oraciones
solicitáis sus servicios. Acto seguido, Cristo despidió a la gente para que se
fuesen a sus casas. Bendiciéndoles, les dijo: idos en paz y no pequéis más contra
la Madre Natura, porque sólo así estaréis sanos, sin dolores ni enfermedades.
Empero, muchos respondieron: Maestro, ¿Adónde iremos, cuando estamos
tan bien aquí? No queremos alejarnos de ti, porque tú irradias paz y felicidad, lo
que nos eleva el ánimo y nos da alegría de vivir. Maestro, dinos, ¿cuáles son los
pecados capitales contra la Madre Natura, que debemos evitar para mantenernos
sanos?

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Cristo respondió: En verdad, vuestra fe me conmueve. Hágase conforme
pedís. Acto seguido se sentó entre ellos y les habló acerca de las virtudes que los
hombres deben practicar y los pecados que deben evitar para vivir felices, sin
enfermedades ni dolores, una larga vida aquí en la Tierra.

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CAPÍTULO 25
Cristo da lecciones acerca de la creación del Cosmos, de los primeros
padres, de las razas, de su color y de los grandes Mandamientos.

E
l Padre Celestial ha creado la Tierra, el Cielo, los Astros, los Soles,
los Planetas y todo lo que es y existe. Cuando la Tierra estaba
madura para recibir vida humana, Dios creó la primera pareja y la
ubicó en un delicioso Edén, llamado Paraíso terrenal, donde los hijos, sin
necesitar trabajar, se alimentaban de los exquisitos frutos de una exuberante
arboleda.
Este Paraíso estaba ubicado cerca del Nilo. Corría a cargo de Mensajeros
divinos, que apadrinaron a esta primera pareja. Para la eterna memoria erigieron
en medio del Edén una enorme estatua que tenía el cuerpo de León (Reino
Animal) y la cabeza de mujer (Reino Humano). Simboliza la ascensión del alma
de un Reino inferior a un Reino superior, del Reino animal, al Reino humano.
¡Es el animal que se humaniza! Luego esta pareja se multiplicó y se dispersó
sobre toda la faz de la Tierra.
El color de la piel de estos primeros pobladores de la Tierra era cobrizo, que
es el blanco ligeramente tostado por el Sol. Pero este color se alteró en aquellos
pueblos que emigraron a zonas frías, de hielos y nieves, y se tornó blanco, por
constituir este color la mejor defensa contra el frío. En cambio, la piel de los
pueblos que emigraron a las zonas calurosas de Sol abrasador, poco a poco se
tostó tomando el color negro, que es el color que mejor defiende contra el
quemante calor. Es que tanto el calor como el frío queman, formando el frío
pigmento blanco (nieve) y el calor pigmento negro (carbón).
El Padre Celestial que ama tiernamente a sus hijos, cualquier color que
tengan, les envió sabios guías, mensajeros, profetas, para que los instruyeran.
El primer gran Mandamiento que recibieron fue el siguiente: “Amarás al
Señor, tu Dios, con todas las fuerzas, con todo tu corazón y con toda tu alma”.
El segundo gran Mandamiento que recibieron dice así: “Amarás al prójimo
como a ti mismo”.
Con la palabra prójimo debe entenderse a todo ser viviente en la naturaleza,
por ser una creación de Dios que debe ser respetada y protegida por el hombre.
Aun a vuestro peor enemigo debéis amarlo, porque sólo el amor extingue el odio
en el corazón que os odia, tornándolo en amor. Pero si lo seguís odiando,
agrandaréis el odio en el corazón del prójimo para no extinguirse jamás,
perjudicando gravemente a los dos.

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Debéis amar a todos los hombres y pueblos, porque son hermanos, hijos de
Dios y de los mismos padres, Adán y Eva, aunque el color de su piel sea
diferente al color de vuestro cutis, sea cobrizo, negro, blanco o amarillo.
Repito, debéis amar a vuestros enemigos, considerándolos como los mejores
amigos vuestros; debéis bendecir a los que os maldicen, hacer bien a los que os
hacen mal, querer a los que os aborrecen, dar pan a los que os echan piedras, orar
por los que os odian, ultrajan o persiguen, pues todo esto significa amar a Dios y
al prójimo como a sí mismo.
Muy importante también es el siguiente Mandamiento: “Amarás a tu padre y
a tu madre, para que vivas muchos años sanos y felices sobre la Tierra”.
Otro gran Mandamiento que recibieron dice así: “No matarás”. Es que la
vida dada por el Altísimo ningún hombre tiene la autoridad de quitarla sino sólo
Dios. El que quita la vida al prójimo, aunque fuese Rey, Juez o un enemigo, es
un malhechor y un reo ante la Justicia inminente, la cual tarde o temprano le hará
cancelar esta cuenta, anotada con letras indelebles en la eterna memoria del
Libro de la vida.
El que quita la vida al prójimo en realidad la quita a sí mismo, pues una
muerte semejante se prepara para sí mismo. Y si mata animales para comerse sus
carnes, estas carnes se tornarán veneno en su cuerpo, envenenándolo,
produciendo dolorosas enfermedades, una vida llena de achaques, angustias y
una muerte tormentosa.
Por el dolor la angustia, el miedo y el terror que el hombre ocasiona a los
animales en el momento de sacrificarlos, tarde o temprano tendrá que sufrir la
misma semejante angustia, conforme a la eterna de la Ley de justicia y amor,
expresada en la siguiente sentencia: “Con la misma vara que midas serás
medido”.
La carne es un alimento abominable, un veneno en potencia que envenena
hasta la última gota de vuestra sangre, ocasionándoos, tarde o temprano,
dolorosas enfermedades y una angustiosa y prematura muerte. Porque el animal
en los momentos de ser sacrificado, sufre un miedo mortal, tirita, brama,
sobreviniéndole un terror tal que le produce un sudor frío, llamado sudor de la
muerte, que es un poderoso veneno cadavérico, raíz y causa de las grandes
enfermedades que acechan al hombre, porque trastorna todo funcionamiento
fisiológico en sus entrañas. La consecuencia fatal es la alteración de las
facultades psíquicas que a veces llegan hasta una demencia total. Luego se altera
también el funcionamiento del corazón, estómago, los órganos digestivos, de la
vista, del oído, olfato, etc. La nariz pierde todo su control olfativo sobre los
alimentos, lo que podéis comprobar en un simple ensayo: si por ejemplo, el olor
70
de algunos vegetales os repugna, es señal segura de que vuestro olfato es
anormal, descompuesto, ya que la naturaleza jamás produce alimentos con olores
repugnantes, sino siempre con aromas gratos, para que sean atrayentes al
paladar. Es que el organismo olfativo perfectamente sano, en su pleno y normal
funcionamiento, halla deliciosos los aromas de esos vegetales.
Además, las vibraciones bajas del animal, las emociones y sentimientos,
propios de su especie, se transfieren al hombre al consumir sus carnes,
contagiando su vida psíquica, rebajando sus sentimientos, sus emociones y sus
gustos a la categoría de ese animal, portándose el hombre a veces peor que un
animal en su fiereza y agresividad, pues no tiene escrúpulos en matar y aun en
provocar una sangrienta matanza. La mayoría de los conflictos bélicos son
provocados por tales hombres.
Entonces un discípulo preguntó: maestro, si prohíbes comer la carne como
alimento, ¿qué comeremos?
Cristo respondió: El Padre Celestial ha dicho: Os doy toda clase de hierba
que crece en el campo, todas las legumbres y verduras que producen vuestros
huertos y también toda fruta de vuestras arboledas, para que os sirvan de
alimentos; además, la leche de vuestros animales y todos sus subproductos y
derivados.
Pero respetaréis la vida de esos animales, no los mataréis, ni comeréis sus
carnes ni su sangre, pues, así no quebrantaréis la suprema ley de “No Matarás”.

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CAPÍTULO 26
Dice el Divino Maestro que el amor impide matar para comer, pero permite
al hombre matar una fiera peligrosa que lo ataca, con lo cual no infringe la Ley
de no matarás, pero sí al matarla sin que ella lo ataque.

D espués de estas palabras todos permanecieron silenciosos, menos


uno, que preguntó: Maestro, ¿qué haré si un feroz animal salvaje en
plena selva ataca a mi hermano y está a punto de desgarrarlo?
¿Dejaré que mi hermano perezca o matará a esta bestia feroz? Muéstrame,
Maestro, si al matar yo a la bestia feroz, quebranto el Mandamiento de “no
matarás”.
Cristo respondió: Desde el principio del mundo os fue dicho: de todas las
criaturas que moran en la Tierra, Dios creo sólo al hombre a Su imagen. Por lo
tanto las bestias son subordinadas al hombre y no el hombre a las bestias. Luego,
no quebrantaréis la Ley al matar a esa bestia salvaje para salvar a vuestro
hermano. Pero el que mate a un animal, aunque éste no lo ataque y sólo por el
morboso placer de matar, o por la carne, su piel o sus colmillos, éste sí quebranta
la Suprema Ley de “no matarás”.
En verdad os digo, este asesino de inocentes víctimas, tarde o temprano
recibirá su justo castigo, pues el alma del animal asesinado lo acechará para
vengarse y en cualquier reyerta armará con un puñal la mano de un asesino para
que lo mate, tal como él lo mató.

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CAPÍTULO 27
Cristo contesta la pregunta del por qué él prohíbe comer carne lo cual Moisés
permitía.

O
tro de los presentes dijo: Maestro, me asalta una duda acerca de la
alimentación a base de carne, porque Moisés, el mayor de Israel,
permitía a nuestros padres comer la carne de los animales limpios y
sólo prohibió comer la carne de los animales inmundos. Maestro, te suplico me
saques de la duda acerca de la alimentación carnívora. Tú prohíbes comer la
carde de toda bestia y Moisés lo permite. Dime, ¿cuál Ley viene de Dios, la tuya,
o la de Moisés?
Jesús respondió: El Padre Celestial, por intermedio de Moisés, dictó diez
Mandamientos para la obediencia de vuestros padres. Fueron leyes severas,
sabias, inmutables, concebidas para pueblos de avanzada madurez evolutiva.
Pero el pueblo de Israel aun no estaba maduro para comprender –y menos
obedecer- estos Mandamientos. Entonces Moisés dijo al Altísimo Señor: Mi
corazón está lleno de angustia, porque mi pueblo es como los niños pequeños, de
cerebro infantil, incapaz de comprender Tus diez Mandamientos, ni en su letra y
menos en su espíritu. Por lo tanto, permíteme, Señor, que le aclare estos diez
Mandamientos, con explicaciones que estén al alcance de su capacidad mental
para comprenderlos y atenuarlos, para que los pueda entender, practicar y
cumplir, y cuando haya progresado a mayor nivel evolutivo y mayor
comprensión y madurez, entonces entenderá y obedecerá los diez Mandamientos
de tu Ley, en toda su integridad, en su letra y espíritu.
Por esto, Moisés rompió las tablas de piedra en que estaban escritos estos
diez Mandamientos y por cada ley dictó diez explicaciones aclaratorias más
fácilmente comprensibles y más fáciles de realizar en el diario vivir por estas
mentes infantiles y obtusas. O sea, dio diez veces diez Mandamientos. Porque
mientras más alejado está un pueblo de Dios, tanto mayor número de Leyes
necesita, es decir, mayor número de peldaños para llegar a Dios.
Al revés, mientras más cerca está de Dios, menos Leyes necesita, o sea,
menos número de gradas para llegar hasta el Altísimo, para finalmente no
necesitar ninguna Ley, ninguna grada, cuando ya haya escalado hasta Dios.
Todos escuchaban asombrados sus sabias lecciones y, al callar Jesús, le
suplicaron: Maestro, continúa, estamos ansiosos de conocer los misterios de la
vida que nos estás revelando.

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CAPÍTULO 28
Cristo sigue explicando el por qué en tiempo de Moisés se permitía comer la
carne, lo cual ahora está prohibido.

J esús continuó diciendo que en estas diez veces diez Mandamientos,


también el Mandamiento “no matarás” había sido atenuado en sus
severas disposiciones. Este Mandamiento, aunque prohibía la matanza a
todo ser viviente, sin embargo, en este caso excepcional y de emergencia, por
hallarse el pueblo en su incipiente grado evolutivo se le permitía transitoriamente
matar animales, pero no a hombres.
Entonces un discípulo preguntó: Maestro, ¿hay aparte de esta razón que me
diste para no matar animales, otra razón que permita desobedecer la Ley de “no
matarás”?
Cristo respondió: Efectivamente, existe esta otra razón, que enseguida os
explicaré. La vida se rige por ciclos y etapas. Por un ciclo de vida se entiende por
ejemplo, la infancia de un niño que vive feliz en el hogar paterno y que sin
necesidad de trabajar, halla comida, abrigo, juegos, afectos. Pero, al crecer,
termina el ciclo de la infancia y empieza el ciclo siguiente, el ciclo de la
adolescencia. Entonces, tiene que abandonar el dichoso hogar paterno, para ir a
trabajar afuera a ganarse el pan por sí mismo, con el sudor de la frente. Algo
semejante como sucede en la vida de los niños, sucede también en la de los
pueblos-niños. Así los primeros habitantes de la Tierra vivían felices su infancia
en el Paraíso terrenal y sin necesidad de trabajar, hallaron la mesa siempre
puesta. Pero cuando llegaron a su adolescencia evolutiva, tenían que, en
cumplimiento de la Ley de ciclos, abandonar el Edén, para ir a poblar y cultivar
la tierra, que Dios había aparejado para este objeto y ganarse el pan cotidiano,
con el sudor de la frente.
Pero el recuerdo de su Divino origen, que era tan dulce y grato, y que
permitía familiarizar y platicar con el Padre Celestial, como los hijos carnales
platican con su padre carnal, este recuerdo lo tenían tan arraigado, que no lo
podían olvidar. Además, el otro recuerdo de su estadía dichosa y feliz era que,
sin la necesidad de trabajar, siempre tenían la mesa puesta, lista para comer.
Estos dos tan graves recuerdos se les hacían inolvidables y les producía una
nostalgia tal, que, sollozando, pedían al Padre Celestial que los hiciera regresar al
Paraíso en el que tan feliz infancia habían vivido.
Pero, como por el otro lado, estos siempre rememorados recuerdos les
hacían imposible concentrarse en sus faenas terrestres y menos hacer frente a la
dura lucha por la subsistencia y el cultivo de la tierra, el Padre Celestial, en Su
omnisciente sabiduría, les hizo olvidar estos recuerdos perturbadores, sumiendo
74
a toda la humanidad en profundo sueño, que les hizo olvidar su Divino origen y
su glorioso pasado.
Para esto fue preciso sepultar el espíritu Divino en una envoltura material
humana más compacta, más densa. Esto se consigue densificando, aun más, el
organismo humano mediante una apropiada alimentación. Y la alimentación
densificadora del cuerpo humano la constituye por excelencia, la carne y las
bebidas embriagantes. De esta manera el Espíritu Divino fue sepultado en una
envoltura humana tan densa, que no pudo manifestarse en su conciencia superior,
sino tan sólo en la inferior, que es la materialista. Los fuertes narcotizantes,
como son el vino y la carne, forman, pues, una bruma tan espesa alrededor del
espíritu, que no dejan pasar ni un rayo del Sol espiritual, para vivificar el espíritu
sepultado.
Esto tuvo por consecuencia que la eterna personalidad divina del hombre se
tornara, poco a poco, una transitoria personalidad humana, una entidad
puramente terrenal. De esta manera el hombre perdió la visión integral de la vida
y hasta los vislumbres del más allá, de ese magnífico mundo celestial, que ha de
habitar después de su muerte física.
Sin el freno del Yo Superior y sin la luz espiritual, su mentalidad era ahora,
exclusivamente terrenal, subhumana, con todas sus fallas del ser inferior, con sus
odios, egoísmos, rencores, guerras, orgullos, vanidades, vicios y malos hábitos,
que son las características de la personalidad humana, profundamente sepultada
en la materia. Con la mayor densificación de la envoltura que sepultó al espíritu
dentro de la espesa materia, el Altísimo consiguió, plenamente, Sus objetivos,
pues la humanidad había olvidado su divino origen y ya no sufría nostalgia, ni
lloraba para regresar al Paraíso terrenal. Ahora, aun negaba la existencia del tal
Paraíso y lo aceptaba tan sólo como una hermosa fábula. Por el otro lado, el
pueblo ahora se encontraba plenamente ocupado en las faenas terrenales, en el
cultivo de la tierra, el fomento de la ganadería, la pesca, etc.
Al dejar de hablar Jesús, uno de los discípulos le preguntó: Maestro, ¿qué
esperanzas hay para el próximo futuro de la humanidad?

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CAPÍTULO 29
Cristo da a conocer la trascendental noticia de que con el siglo veinte,
termina el ciclo materialista de la vida y con esto, también termina el descenso
del espíritu dentro de la densa materia, comenzando el gran regreso hacia
arriba, es decir, comienza la rueda cíclica del ascenso hacia los luminosos
mundos sutiles del cielo, que es el maravilloso Mundo Espiritual, el verdadero y
permanente hogar del hombre hecho ángel.

C
risto respondió: El Padre Celestial me ha enviado para daros la buena
nueva de que el Reino de los Cielos se ha acercado. Para que seáis
admitidos en este magnífico Reino, debéis lavar vuestras túnicas,
para que sean inmaculadamente limpias cual nieve fresca o lirios en flor. En
otras palabras, debéis mejorar vuestra conducta y orientarla dentro de los
Mandamientos del Señor. Debéis hacer buenas obras y arrepentiros de vuestros
errores, pues sólo así seréis admitidos en el Reino de los Cielos.
En verdad os digo, la rueda cíclica de la evolución humana, ya marcó el
punto más bajo en su descenso a las profundidades de la materia y ahora empieza
el feliz retorno hacia las alturas, hacia el Paraíso celestial, la casa paterna del
espíritu. Para esta ascensión precisa aligerar los organismos humanos,
librándolos de su ahora inútil lastre. Lastre que fue necesario para facilitar el
descenso, pero ahora, para el ascenso, precisa sacarlo para volver la barca más
ligera. Es decir, precisa desmaterializar y desdensificar los organismos humanos,
y este procedimiento se hace al revés de lo que se hizo antes para materializarlos
y densificarlos.
Si antes fue necesario y conveniente el comer las carnes y beber vino, ahora,
en este ciclo de vida es inconveniente y perjudicial hacerlo, porque este lastre
precisa sacarlo para aligerar la barca humana, para quitarle peso, para su más
fácil ascensión. Así, desdensificando y sutilizando los hombres sus cuerpos,
quedan aptos para realizar el ciclo siguiente de la vida, el ciclo espiritual, fijado
para la presente oleada evolutiva humana. Repito, ahora precisa despojar y librar
el espíritu de la espesa materia, de la pesada envoltura física, es decir,
desmaterializarla, desdensificarla, a fin de alivianarla, sutilizarla, porque sólo de
esta manera se puede elevar y remontar a las alturas espirituales y regresa a la
casa paterna de la que ha salido para adquirir conocimientos y experiencia en las
profundidades de la vida.
Desdensificar la capa del espíritu significa, en primer lugar, no comer la
carne ni sus subproductos. En resumen, no debéis matar ningún ser viviente para
comeros los despojos de sus cadáveres. Como ya os manifesté, debéis
alimentaros de vegetales y frutas. Tampoco debéis beber bebidas embriagantes.

76
El jugo de uva no fermentado es una excelente bebida natural que fortalece y no
embriaga como el jugo fermentado que se torna en embriagante alcohol. Pero la
mejor de las bebidas es el agua pura, porque esta bebida natural jamás podrá ser
superada por ninguna bebida artificial hecha por el hombre. De esta manera iréis
utilizando vuestro organismo y paralelamente vuestro espíritu irá despertando de
su milenario sueño, en que, para vuestra propia conveniencia, os ha sumido el
Padre Celestial.
Con esta alimentación depuradora, exclusivamente vegetariana, empezaréis
a tener vislumbres ocasionales del más allá, de este maravilloso mundo en el que
el Padre Celestial recibe y agasaja a Sus hijos que, cargados de experiencia,
conocimientos y sabiduría retornan a la casa paterna.
Entonces dirigiéndose Jesús especialmente al discípulo que pedía una
aclaración del por qué Cristo prohibía comer carne, lo que Moisés permitía, y
cuál de las Leyes, la de Jesús o la de Moisés, venía de Dios, dijo: Después de la
extensa explicación que os di acerca de este punto, habréis comprendido que las
dos Leyes vienen de Dios, tanto la de Moisés como la mía, sólo que están
destinadas para dos distintas épocas, o sea, una Ley para el descenso a la materia
(la de Moisés) y otra Ley para el ascenso de la materia (la mía).

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CAPÍTULO 30
Juan pregunta al Divino Maestro en qué se conoce a un verdadero profeta.

T odos quedaron atónitos ante tan sabia contestación que dio el Divino
Maestro. Se hizo un gran silencio que Juan aprovechó para hacerle
una pregunta a Jesús.
Maestro, según tus sabias enseñanzas, a un verdadero y auténtico Mensajero
Divino se le conoce no sólo por las sabias enseñanzas que divulga, sino también
por lo que come y bebe; si come carne y es bebedor de bebidas embriagantes y
se dice mensajero, según mi modo de ver es un farsante, un hipócrita, un
impostor, como Simón el Mago. Maestro, ¿es correcta esta interpretación?
Cristo respondió: Bien has interpretado mis enseñanzas. Ya el Sagrado
Texto confirma esta verdad. Cuando Jehová designó a Daniel y a sus
compañeros como Mensajeros ante el Rey Nabucodonosor, les inspiró en su
corazón, que no aceptasen la suculenta comida ni los manjares exquisitamente
sazonados a base de excitantes condimentos de carnes ni tampoco las
embriagantes bebidas de la generosa despensa del Rey, sino tan sólo comieren
una frugal comida a base de legumbres y frutas como único alimento y el agua
pura como única bebida.
Ellos cumplieron estrictamente con esta Divina inspiración, y de esta
manera no contaminaron sus organismos, manteniéndolos suficientemente puros,
vigorosos y sensibles para no perder la conciencia superior, y así poder captar los
mensajes del más allá. De esta manera ellos conservaron sus dones espirituales y
la conexión con el Altísimo, convirtiéndose en los sabios más prominentes de la
época, en mensajeros Divinos y profetas que asombraron a todos los sabios de
su tiempo.
Estos Mensajeros Divinos conservaron sus organismos físicos y espirituales
tan inmaculadamente limpios, puros y agudos, que percibían clara y nítidamente
los Mensajes del Altísimo y los interpretaban correctamente. Esta facultad de
que ellos gozaban no solamente se debía al hecho de ser vegetarianos puros, sino
a que comían los vegetales crudos, tal como la Madre Naturaleza los adereza, sin
desvirtuarlos con la cocción.
Como ya sabéis, Daniel y sus compañeros fueron elegidos como Mensajeros
Divinos por haber obedecido estrictamente los Mandamientos del Altísimo, pues
únicamente la práctica de las grandes virtudes humanas, es decir, llevar una vida
sobria de recto vivir, sana y pura, dedicada al asiduo trabajo y al empuje del
progreso espiritual y moral, concede los méritos para poder optar por tan alto
galardón de ser ungido mensajero y confidente del Altísimo.

78
Como este camino del supremo sacrificio es extremadamente engorroso,
largo y fastidioso, para alcanzar tan elevada meta, por dondequiera surgen falsos
profetas y mensajeros fingiendo ser confidentes del Altísimo, valiéndose para
demostrarlo las malas artes de la magia negra. Para esto evocan espíritus de
ultratumba, con cuyo auxilio provocan golpes, lamentos, mueven muebles y
otros objetos, a fin de atraer incautos e impresionarlos para que crean que
realmente poseen poderes ocultos. Sin embargo, sólo los espíritus inferiores, las
almas-niño, algunos espíritus de la naturaleza de la categoría humana, se prestan
a esta farsa, pero jamás los espíritus respetables y justos. Por el hecho de tener
estos espíritus cuerpos etéreos sumamente sutiles, son incapaces de efectuar
manifestaciones de cualquier especie en este mundo material. Para poder hacerlo
se valen de los cuerpos de los asistentes a estas reuniones, succionándoles
sigilosamente y sin que las víctimas se den cuanta de ello, un inmenso caudal de
su fluido vital, que es la savia vital que da fuerza y energía al hombre. Con el
auxilio de esta energía los invisibles espíritus efectúan dichas manifestaciones
espirituales.
Así como el árbol se marchita, se seca y muere al quitársele la savia, así
también el hombre se muere al extraerle su fluido vital. De ahí que es muy
peligroso asistir a tales sesiones espiritistas, porque con la pérdida de su fluido
vital, los asistentes quedan tan extenuados como si hubieran efectuado un
pesadísimo trabajo o hecho un enorme esfuerzo escalando una empinada
montaña. Si persisten asistiendo a tan peligrosas sesiones, pueden perder toda su
savia vital, tornándose dementes, paralíticos, idiotas o locos. Y aun otros peligros
no menos graves acechan a los incautos amigos del espiritismo. Los traviesos
espíritus les siguen a sus respectivos hogares, tornándolos tenebrosos y hasta
inhabitables. Allí se regocijan con los objetos más valiosos y apreciados, juegan
con ellos, destrozándolos y gozando más mientras más daño hacen. Hay casos en
que estos espíritus se introducen en los cuerpos de los animales domésticos –
gatos, perros, cabras, etc.- haciéndolos andar en dos patas, delanteras o traseras,
como si fuesen personas, molestando a los humanos. Aun pueden invadir
vuestros propios cuerpos sin que vosotros lo podáis impedir, haciéndoos efectuar
actos deshonestos y repugnantes contra vuestra propia voluntad.
Sin embargo, hay maneras de echarlos. Estos espíritus son sumamente
tímidos, como los niños. Se asustan, especialmente de las armas blancas,
cortantes y punzantes, como los cuchillos, puñales, lanzas, pero ante todo de la
espada, el espadín, el sable, etc. Basta esgrimir un sable, haciendo con él unas
enérgicas pasadas por el aire como atacando a un enemigo invisible,
vociferando: “Afuera, espíritus malignos”, para que ellos huyan despavoridos de
esa casa. Pero si los espíritus ya están demasiado arraigados en ese hogar, cuesta

79
mucho más para echarlos. En tales casos hay que recurrir al poder máximo que
manda a todos los espíritus, para obtener resultados seguros. Ese poder máximo
es Dios. Todos los moradores de ese hogar invadido por espíritus malignos,
deben ayunar unos días, haciendo oraciones continuas, y con mucha fe pedir
auxilio del Padre Celestial y, si persisten en esta política, el Espíritu máximo los
hará huir.
Dios ha puesto puertas infranqueables entre éste y el otro mundo y estas
puertas no deben ser forzadas por los indignos, los humanos no maduros. Pues,
ellas solas se abren a los dignos que poseen las llaves del cielo, llaves que un día
todos tendréis, y tanto más pronto cuanto más os empeñéis en efectuar buenas
obras en esta vida y os comportéis tal como os enseñé.
Volviendo Cristo a hablar acerca del alimento crudo, dijo: Es que en los
vegetales crudos se hallan las más delicadas esencias de la naturaleza que vienen
del Sol, del aire y del agua y que son tan sutiles y sensibles que se destruyen y
volatizan al hervirlos, privando así a los humanos del indispensable alimento
mental y espiritual, contenido tan sólo en los vegetales crudos que precisamente
es lo que establece la conexión con el más allá. Es que los alimentos cocidos
alimentan tan sólo el cuerpo físico, en cambio los crudos alimentan a ese cuerpo
y, ante todo, al cuerpo espiritual, al cerebro, la mente donde radica la
inteligencia, la sabiduría y las grandes ideas que traen el progreso.

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CAPÍTULO 31
Cristo profundiza sus explicaciones acerca de los alimentos, y el por qué los
cocidos están muertos, sin vida; la vida sólo viene de lo vivo.
esús prosigue diciendo: El Mandamiento de “no matarás” comprende

J también el no matar los alimentos que han sido servidos para nutriros y
daros, además de la fuerza muscular, también la fuerza mental, con una
mente clara, despejada, que capta fácilmente la comprensión y la inventiva.
Debéis pues, comer alimentos vivos, porque ellos os vivificarán el cuerpo y el
alma, agudizando el espíritu y, en resumen, os darán fuerza física e intelectual.
Los alimentos vivos os quitarán el aburrimiento, el mal humor, el mal carácter y
el pesimismo, introduciendo un sol dentro de vuestras entrañas que al apagado le
da lucidez, al triste la alegría, al terco la cordialidad y jovialidad, al rencoroso y
odioso lo convierte en un amistoso, sincero y servicial amigo, el pesimista, en
optimista, en fin, el alimento vivo da vida y alegría de vivir. En cambio los
alimentos muertos os introducirán una sombría noche en vuestro cuerpo,
apagándose la vista espiritual, veréis todo oscuro, puras tinieblas, tornándoos
pesimistas, aburridos, de mal humor, agresivos, hirientes, guerreros, que no
dejan vivir en paz a los vecinos; finalmente, os enfermarán haciéndoos sufrir
dolores y ocasionándoos una prematura muerte.
Es que una sabia Ley de la Madre Natura dice: La vida sólo viene de lo vivo
y la muerte viene de lo muerto. Es que todo lo que mata vuestro alimento, mata
también vuestro cuerpo, y todo lo que mata vuestro cuerpo mata también vuestra
alma, oscurece la mente y sepulta el espíritu. Por lo tanto no comáis nada que el
fuego, la escarcha o el hielo hayan destruido, porque los alimentos quemados,
asados, helados o podridos, quemarán también vuestro cuerpo, os helarán la
sangre y os marchitarán como un árbol regado con agua hirviendo. No seáis
como aquel agricultor insensato que sembró trigo hervido. No salió nada y
perdió la siembra. Sed como el agricultor sensato que sembró semilla viva, que
luego brotó en vigorosas plantas y gordas espigas, produciendo ciento por uno.
Comed pues alimento vivo, como son todas las frutas de las arboledas, los
vegetales del huerto y la leche fresca de los animales, sin hervirla, porque la
inmensa sabiduría del Señor creó vuestros cuerpos y también los alimentos
adecuados para alimentarlos. Porque todas las frutas en su estado maduro son
más sanas si se comen crudas. Es que el Creador es el mejor cocinero que cocina
todo al calor del Sol, que no quema los vegetales, sino tan sólo los vitaliza, los
tuesta y dora, cargándolos de energía solar, la cual se convierte en energía vital,
que impulsa vuestros cuerpos, haciéndolos fuertes y resistentes.

81
Los elefantes, los camellos, toros, etc., que son los animales más fuertes que
pisan la Tierra y que comen generalmente pasto crudo, ¿no son acaso una
confirmación de esta verdad?

82
CAPÍTULO 32
Cristo explica cómo cocer el pan sin destruirle la vida.

E ntonces, varios concurrentes preguntaron al mismo tiempo: Maestro,


¿cómo coceremos nuestro pan cotidiano?
Jesús respondió: el Sol es la principal fuente de calor, de energía,
salud y vida. Sin Sol esta Tierra sería una bola de hielo y nieve. Este Sol dispone
también, del calor preciso para cocinar vuestro pan. Poned pues, atención en cuál
es el procedimiento de cocer el pan al Sol.
Remojad una porción de grano, que puede ser trigo, cebada, centeno, etc., en
una palangana, para que el Ángel del agua penetre adentro de los granos y los
ablande. En seguida poned la palangana al Sol, para que los Ángeles del Sol y
del aire compenetren el grano con sus benéficos efluvios, los vivifiquen, y
despierten su fuerza germinativa, que duerme latente en todas las semillas.
Mantened este grano húmedo al Sol hasta que germine y eche brotes verdes.
Estos brotes tienen un agradable dulzor a miel y como son vegetales brotados, le
agregan un mayor poder nutritivo al grano así germinado. Enseguida proceded a
moler este grano sobre una piedra con otra piedra, hasta que se convierta en una
pasta. De este amasijo haced delgaditas tortas, tal como hicieron vuestros padres
cuando salieron de su cautiverio de Egipto. Estas tortas ponedlas al sol desde su
salida, y cuando el Sol llegue a su mayor altura en el cielo, volteadlas al otro
lado, para que también el reverso sea abrasado por el Ángel del Sol y dejadlas
allí hasta la madrugada siguiente, para que el sereno de la noche y el rocío
matinal complementen la obra, dando a las tortas un agradable sabor a hojuelas
con miel y una suave blandura al paladar al masticarlas, blandura suave
producida por el rocío. Si está nublado con escaso Sol, puede prolongarse la
cocedura por otras veinticuatro horas. Es indudable que los Ángeles del Cielo,
que hicieron crecer y germinar el grano dentro de una espiga dorada, poseen
también el poder para aderezar el pan vuestro de cada día.
Para vuestras fiestas haced pan especial, enriqueciéndolo con uvas frescas
(pasas), anís aromático y miel para deleite de vuestros invitados. Tal es el pan
que vuestro Padre Celestial y vuestra Madre Natura os brindan en su hospitalaria
mesa, atendiendo vuestra súplica hecha oración: “Padre nuestro, danos el pan de
cada día”.
Este pan es el maná del Cielo, porque es cocido por los Ángeles del Cielo.
Es un pan vivo, alimento completo, porque el fuego del Sol no le arrebató sus
sutiles y delicados ingredientes que, por lo tanto, permanecen intactos, vivos y
activos, dando fuerza, vigor y salud, además de una larga vida a los hijos que se

83
alimentan con este pan integral, integral porque contiene todos los ingredientes y
principios nutritivos que el cuerpo necesita.
Es el mismo pan que mantuvo vigoroso a Matusalén durante cientos de años
(969), el mismo pan que durante prolongado tiempo alimentó a vuestros padres
en su éxodo de Egipto, y el mismo pan que dio fuerzas inmensas a millares de
esclavos que arrastraban y levantaban enormes bloques de piedra para la
construcción de las pirámides.

84
CAPÍTULO 33
Cristo enseña que el pan integral, con la cáscara del grano, es más sano,
pues asegura una buena digestión, asimilación y evacuación.

A
l callar Jesús, uno de los asistentes preguntó: Maestro, ¿por qué a
veces el pan cae mal, produce dolores de estómago y detiene la
digestión y evacuación?
Jesús contestó: Esto se debe a muchas causas. La principal es la ignorancia
del que así sufre. Pues el pan preparado en forma como os enseñé, no provoca
tales trastornos, porque tiene todos los ingredientes necesarios para producir una
perfecta digestión, asimilación y evacuación. Para que comprendáis mejor,
echemos una mirada con vuestra imaginación al interior de los órganos
digestivos. Asomémonos al interior de vuestra boca, donde el pan es triturado
por vuestra dentadura. Allí debe ser insalivado lentamente y con toda prolijidad,
hasta que el bocado alcance a licuarse y tomar un gusto grato al paladar. Durante
este proceso la saliva disuelve el bocado espeso en uno semiespeso, que, poco a
poco, se va escurriendo por la garganta al estómago, donde se efectúa la
digestión y mutación del alimento en sangre y fuerza vital. Mientras más prolija
sea la masticación en la boca, tanto más fácil y más perfecta será la digestión y
asimilación en el estómago. Jamás debéis engullir un bocado sin triturar,
insalivar y masticar prolijamente, para evitaros trastornos digestivos y aseguraros
una buena digestión con el aprovechamiento total del bocado en vuestra
nutrición. Pero, aun los alimentos blandos, los semiblandos y los líquidos, como
por ejemplo, la leche, los debéis insalivar prolijamente revolviéndolos en la boca
antes de engullirlos, porque solamente así, el organismo los puede aprovechar en
toda su integridad, convirtiéndolos en salud y fuerza vital.
Del estómago pasa el bolo alimenticio a los intestinos, donde gracias a la
cáscara del grano, se forma una coherente armazón, dando una consistencia
esponjosa y semicompacta al bolo, el cual, de esta manera, mantiene abierta la
cavidad del intestino, contribuyendo a una pronta asimilación y evacuación. Es
preciso advertir que, sin esta cáscara, no se alcanzará a formar dentro de los
intestinos ese bolo semicompacto, sino tan sólo una masa semilíquida, que se
pega y adhiere a las paredes intestinales y no avanza para adelante, hacia la
evacuación, por mucho que el intestino empuje para evacuar este engrudo
pegajoso, produciéndose por este motivo, fermentación y putrefacción en los
intestinos, fétidos gases, indigestiones, dolores y un estreñimiento crónico.
Además, la cáscara del grano con el que amasó el pan, tiene que cumplir otro
importante rol, contribuyendo, eficazmente al buen funcionamiento intestinal. En
su paso a través de los intestinos, la cáscara desempeña el rol de rastrillo que,

85
cual escoba, raspa y barre y pule, limpiando prolijamente la pared intestinal,
dejándola aseada de adherencias y residuos alimenticios. Esto tiene una
importantísima consecuencia, pues produce una sangre limpia y pura y, además,
una normal y pronta evacuación, sin almorranas y sin estreñimiento. La cáscara
del grano contiene además, esencias oleaginosas, cuyo rol es aceitar las paredes
intestinales, dejándolas suaves y resbaladizas, para asegurar una fácil y
placentera evacuación. Este óleo balsámico es, además, antiséptico, curativo y
desinfectante, que cura, cicatriza y sana posibles irritaciones, ulceraciones,
lesiones y almorranas. Al pasar por la boca el mencionado óleo antiséptico
desinfecta la cavidad bucal, hace segregar saliva, tan importante para la digestión
normal, dando un gusto grato al paladar así como un aliento agradable.
La cáscara del grano, a su vez, raspa suavemente la dentadura sin dañarla,
quedando ésta blanca y brillante, sin picaduras, ni caries, ni dolores de muelas
para toda vuestra vida. También impide este óleo antiséptico, la fermentación y
putrefacción de los alimentos en los intestinos evitando así las altas temperaturas
intestinales, o sea, la fiebre interna. Con este óleo antiséptico los intestinos
quedan perfectamente desinfectados, sin producir malos olores, lo cual permitirá
también una evacuación sin mal olor. Cuando una evacuación huele mal, es
síntoma seguro de que en las entrañas de donde procede, todo huele mal, a causa
de la fermentación y putrefacción de los alimentos impropios o incompatibles
entre sí, o mal insalivados. Esto amenaza vuestra salud, porque envenena vuestra
sangre, con gérmenes patógenos, causantes de infecciones, irritaciones, úlceras,
almorranas, tumores cancerosos, etc.
Tal como ciertas aves acuáticas, cisnes, patos, gansos, etc., aceitan con su
lengua prolijamente sus plumas con un óleo que segrega una glándula, lo cual
permite que sus plumas no se mojen o se llenen de barro cuando se sumergen en
sucios pantanos o lodos (emergiendo siempre inmaculadamente limpias), de la
misma manera, ese óleo contenido en la cáscara de los granos, unta y aceita las
paredes de las vías digestivas, convirtiéndolas en contrarias a la adhesión de los
alimentos, residuos o excrementos, permaneciendo así, siempre aseado el
organismo digestivo y abiertos los poros de dichas paredes para el paso a la
sangre de las substancias nutritivas, lo cual permite mantener una sangre
inmaculadamente limpia y pura, siendo esto de por sí la base fundamental para
una buena salud.

86
CAPÍTULO 34
Cristo explica que en la mesa familiar debe bendecirse el pan nuestro de
cada día, comer sólo si hay hambre y que el buen humor y la alegría deben
prevalecer en la mesa familiar, para asegurar una buena digestión; que deben
evitarse los alimentos incompatibles entre sí, y además, debe evitarse la
glotonería, para no tener un abdomen abultado y un exceso de peso.

A
continuación, Cristo prosiguió sus lecciones acerca del pan,
haciendo énfasis ahora, en la reverencia con que debe ser tratado en
la mesa familiar.
Dijo: Nunca comáis sin hambre. No os sentéis a la mesa antes de que os
llame el Ángel del hambre. La sensación de hambre la producen las células
alimenticias cuando están libres y listas para recibir una nueva ración de
alimentos. El no tener apetito, quiere decir que esas células aun están atareadas
en digerir la comida anterior. Si coméis en estas circunstancias provocaréis una
indigestión, dolor de estómago y diarrea.
A la mesa familiar debéis sentaros siempre contentos, joviales y de buen
humor. Desalojad de vuestros pensamientos todas vuestras preocupaciones
graves, pues esto contagia y entristece a los demás familiares y el alimento
ingerido en estas circunstancias suele convertirse en veneno. Que de vuestra
mente sólo surjan hermosos pensamientos de belleza, perdón y amor, que –cual
ramillete de perfumadas flores- con que adornen la mesa familiar.
Repito, nunca debéis sentaros a la mesa tristes, irritados o de mal humor,
pues estas emociones satánicas os descomponen la sangre y los jugos gástricos,
envenenando vuestras entrañas, lo cual puede ocasionaros la parálisis y hasta la
muerte repentina. Tened pues presente, que la mesa familiar es un altar, y el
comedor un templo donde se oficia la más sacrosanta de las ceremonias como es
la de convertir el alimento en salud, fuerza y vida. Por lo tanto, adornad vuestra
mesa familiar como un altar, con perfumadas flores del jardín y con bellos
pensamientos que florezcan en vuestro corazón. En una mesa tan gratamente
dispuesta, el jefe del hogar procederá con el ceremonial de bendecir el pan
vuestro, para que nunca os falte cada día.
Con las manos limpias, tomaréis el pan levantándolo para que los
congregados lo puedan contemplar y adopten así una solemne disposición.
Establecida una devota quietud y calma, el jefe del hogar agradecerá al Señor el
pan que, también ese día, les fue concedido. Después suplicad al Señor para que
este pan, una vez ingerido, se transforme en una sangre pura y os conceda salud,
paz alegría de vivir y también sabiduría para obrar siempre bien, con rectitud,
justicia, honradez, caridad y amor.
87
Para que el Señor bendiga el pan y os acompañe en vuestra mesa familiar,
debe prevalecer en ella una perfecta armonía, mutuo perdón, la paz y el amor
entre el grupo familiar, pues las emociones puras de cada uno elevan la alegría y
la felicidad de todos, lo que agrada al Señor, cuyo espíritu estará entre vosotros.
Porque donde hay armonía, paz y amor, allí está Dios, dado que Dios es armonía,
Dios es paz, Dios es amor. Y donde está Dios están todos los Ángeles y entre
ellos el Ángel del gozo, que hinchará vuestros corazones con júbilo, placer,
felicidad y una intensa dicha de vivir.
Y Jesús siguió con sus lecciones, ahora acerca de la cantidad que se debe
comer. Él dijo: Aunque en la mesa hayan muchos manjares, comed tan sólo unos
pocos y únicamente la porción precisa e indispensable para satisfacer vuestra
hambre. Es una preciosa costumbre el no comer nunca en exceso, pues el vicio
de la gula, además de haceros mal, quebranta los Mandamientos del Señor. Es
preferible para vuestra salud que seáis moderados siempre, sin comer mucho ni
poco, guardando un perfecto equilibrio. Además, no debéis comer muchas
mezclas de muchos y variados manjares. Debéis serviros tan sólo unos pocos
manjares durante la misma comida, porque los manjares variados y distintos, por
lo general, no se toleran entre sí, ni se asocian. Al contrario, se repelen, se
rechazan, haciéndose la guerra entre sí, provocando indigestiones y dolores de
estómago. La causa de este fenómeno radica en el hecho de que cada alimento
requiere un tiempo determinado y diferente para ser digerido, absorbido,
asimilado e incorporado a la economía del organismo humano. Algunos
alimentos ya digeridos tienden a trasladarse enseguida, del estómago al intestino,
arrastrando consigo en este trayecto, a los alimentos aun no digeridos. Esto
provoca fermentación y putrefacción intestinal, gases fétidos y putrefacción
intestinal, gases fétidos, úlceras, almorranas, estreñimiento y una evacuación
tardía y maloliente.
Una sabia lección sacamos de todo este desorden, es decir, que aún los
alimentos más sanos puede provocar indigestión al comerlos juntos con otros que
requieren un tiempo distinto para ser digeridos. Para evitar este mal, comed hasta
hartaros únicamente una sola clase de frutas de la misma especie, o a lo sumo,
dos o tres clases distintas ya probadas que se toleran entre sí, porque en
ocasiones anteriores no os provocaron malestar alguno.
En verdad os digo, si mezcláis muchos alimentos juntos en la misma comida
hasta hartaros, es muy probable que el conjunto de estos manjares os caiga mal,
pues la intolerancia e incompatibilidad de los unos con los otros (de estos
alimentos antagónicos), los hará descomponer a todos, dentro de vuestras
entrañas.

88
Así pues, no seáis glotones que comen por vicio, como aquel criado que,
invitado a la mesa del señor, en su insaciable glotonería, engulló sus propios
guisos y los de los demás, quedando tan repleto, que luego lo vomitó todo. Este
desatino disgustó tanto al señor, que lo echó de la mesa de su casa para no
invitarlo más.
Así pues, no devoréis precipitadamente vuestra comida. Comed lenta y
pausadamente, pues así evitaréis la excesiva gordura, con un abdomen abultado,
pues tal estado es anormal y antinatural, signo de enfermedad causada por una
excesiva glotonería, lo que se llama comer por vicio, o vivir para comer y no
comer para vivir.
No comáis como los paganos que se hartan apresuradamente, intoxicando y
manchando sus cuerpos con toda clase de abominaciones. Además, al comer
lenta y pausadamente manjares selectos y adecuados para vuestro bienestar,
necesitáis mucho menos cantidad, porque el cuerpo aprovecha en toda su
integridad los alimentos bien triturados, bien insalivados y lentamente
masticados.
En cambio los alimentos apresuradamente engullidos, el cuerpo aprovecha a
veces menos de la mitad y el resto inaprovechado, es eliminado con los
excrementos malolientes.
Triturad pues, con vuestra dentadura, lenta y pausadamente cada bocado,
insalivando y masticando prolijamente, hasta que quede perfectamente licuado,
para que el Ángel del agua lo convierta en sangre, una sangre pura, sana,
vibrante de energía, salud y fuerza vital.
Otro factor que contribuye a la buena digestión y asimilación, es la
respiración profunda, ya que el aire es el principal alimento del hombre. Podéis
vivir muchos días sin comer, pero en pocos minutos os moriríais si os faltara el
aire. Por lo tanto, debéis tomar como buena costumbre de respirar siempre
hondamente, pues el Ángel del aire que es tan indispensable para digerir vuestro
alimento, como lo es para quemar la leña en una estufa.
Al faltaros el aire, la digestión se hace dificultosa, aprovechándose tan solo -
repito-, una pequeña parte de la comida y el resto se pierde en los excrementos,
quedando dentro del organismo abundantes residuos que lo ensucian y abultan,
produciendo una falsa gordura. Tened presente que la falsa gordura la arrastráis
permanentemente con vosotros, como un pesado fardo, del cual sólo os podréis
librar mediante un severo régimen alimenticio, a base de ayunos, vegetales y
frutas, es decir, una comida vegetariana.

89
Está comprobado que la excesiva gordura significa una traba en el
desempeño de numerosos trabajos y oficios, en los ejercicios y deportes. Esto
pone en manifiesta inferioridad al gordo con respecto al flaco.
La belleza del cuerpo humano no la constituye la gordura, sino una estatura
ligeramente llena de carnes. Es en la gordura mínima donde radica la fuerza
máxima del hombre; rinde más en el trabajo, no se cansa en grandes caminatas ni
en trepar altas montañas, ni se fatiga en prolongados esfuerzos mentales e
intelectuales. Vosotros, mis amados discípulos, podéis hacer mucho bien a las
personas obesas, aconsejándoles el ayuno y la alimentación vegetariana y
ayudándolos a realizar y poner en práctica este régimen, que es el único que
puede quitarles la gordura excesiva y concederles una gallarda silueta y estatura
normal.

90
CAPÍTULO 35
Muy importante es el número de comidas que os sirváis durante el día. Es
aconsejable comer tres veces al día, para disminuir poco a poco las raciones a
dos comidas, para finalmente, llegar a una comida diaria, que es el ideal de la
alimentación del hombre. Tal régimen asegura una perfecta salud y una
verdadera dicha de vivir durante más de cien años.

E n verdad os digo, según lo que comáis, así será vuestro carácter, es


decir vuestro comportamiento, vuestras acciones y reacciones en
vuestro diario vivir. Si coméis carne, que son cadáveres en cierto
grado de descomposición y putrefacción, animalizaréis vuestro carácter, porque
esa carne está impregnada con las emociones de ese animal muerto. Estas
emociones bajas contagian vuestros sentimientos, rebajándolos insensiblemente
a un nivel que acerca al mundo animal. Es un mundo triste, penoso, pues
endurece vuestro corazón, haciéndoos capaces de odiar, envidiar, insultar y aun
herir y matar al prójimo, convirtiéndoos en criminales, en pesimistas, egoístas,
avaros, materialistas ateos, sin Dios ni Ley.
En cambio, si coméis comida viva, como los es la vegetariana, humanizáis
vuestro carácter, ascendiendo a niveles superiores de cultura, pues os acercaréis
al mundo Divino, que es todo alegría, belleza y amor. Tan elevadas emociones
dignifican vuestra conducta, haciéndoos incapaces de odiar, envidiar, insultar y
menos aun, de herir o matar. Todos vuestros actos serán nobles, pues seréis
caritativos, honrados, rectos y veraces, ciudadanos modelos, serviciales hasta la
abnegación, pacifistas, espiritualistas, creyentes en Dios y obedientes de Sus
Mandamientos, pues así de radical y decisiva es la influencia y el poder del
alimento sobre el carácter y la conducta del hombre.
Pero aun comiendo alimento vivo podéis alimentaros mal, si no sabéis
comer, por lo que se hará necesario el daros algunas instrucciones acerca del
correcto comer.
Debéis comer con el convencimiento de que coméis para vivir y no vivís
para comer. No deberéis ser amigo de la gula. Seréis parcos en comer. Nunca
comáis hasta repletar vuestro estómago. La regla áurea en el comer es quedar
siempre con algo de hambre. Tres veces al día comeréis; al salir el Sol, al
elevarse al punto más alto y al ponerse. Fuera de estas horas no comáis ni el más
ligero bocado, pues este bocado significaría comer por vicio. Comida fuera de la
hora, os caerá mal, porque interrumpe el proceso digestivo de la comida anterior,
tornándose toda indigesta. Además, comer desordenadamente fuera de hora
significa glotonería, que la Ley Divina castiga severamente. Debéis procurar
comer tan sólo dos veces al día, eliminando la primera comida de la mañana,

91
para llegar finalmente al ideal de la alimentación humana, que es comer tan sólo
una vez al día, cuando el sol está en el cenit.
Si tenéis indigestión, dolor de estómago o de cabeza, o no tenéis apetito, no
debéis comer las comidas siguientes, sino ayunar, hasta que el estómago se
componga y desaparezca el dolor de cabeza. Para componer el estómago sólo
beberéis agua pura, pero no hay inconveniente en agregarle algo de miel o jugo
de limón. Esto refresca vuestras entrañas y las desinfecta, siendo la miel
altamente curativa, porque se compone de flores medicinales. El calor del
estómago, que significa fiebre interna, combatidlo tomando abundante agua
fresca, pues el fuego se apaga con agua. Aparte del agua, no tomaréis otro
remedio para el estómago, ya que vuestro médico interno elaborará dentro de
vosotros el remedio preciso para curar vuestro mal. Todo remedio que un
curandero os puede proporcionar es desacertado y tan sólo perturba la acción
curativa y sanativa de ese sapientísimo médico interno. Vosotros no podéis ver a
este médico, pero podéis admirar su maravillosa obra al cicatrizaros una herida.
El régimen alimenticio mencionado, junto con el ayuno, lejos de
debilitarlos, os fortalecerá, asegurándoos una sólida salud hasta vuestra avanzada
vejez. Pues el Padre Celestial, autor de vuestro cuerpo, sabe perfectamente el
número de comidas que os conviene y las cantidades que necesitáis para
manteneros sanos, en una perfecta salud física, mental y espiritual.
Comed con preferencia las frutas y los vegetales de la época que se dan en
vuestros huertos y campos, pues ésta es la más adecuada alimentación, de
acuerdo con la zona y época en que vivís.

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CAPÍTULO 36
El trabajo es supremo deber del hombre, fuente inagotable de satisfacciones, de
sabiduría, progreso y felicidad. Debéis trabajar de Sol a Sol, durante los seis
días de la semana y el séptimo día lo consagraréis al Padre Celestial,
solemnizándolo y santificándolo con rigurosos ayunos, oraciones y meditación,
acerca del contenido de este texto u otras obras espirituales.

D ebéis trabajar de Sol a Sol durante los seis días de la semana, porque
el trabajo es supremo deber del hombre y su mejor maestro
educador. Durante estos días os alimentaréis con una comida
vegetariana, más el séptimo día lo consagraréis al Padre Celestial, ayunaréis,
tomando nada más que agua pura. Este séptimo día de ayuno lo dedicaréis a la
oración, meditación y estudio del Sagrado Texto de obras espirituales y del
presente texto. Tomaréis tan sólo alimento espiritual, pues no sólo de pan vive el
hombre, más con cada palabra del Padre Celestial.
Si os es posible, retiraos ese séptimo día al campo, lejos del mundanal ruido,
y allí orad, ayunad y meditad, sólo en compañía de los Ángeles del Sol, del aire y
del agua, y ante todo, del Ángel del Gozo y del Ayuno. De esta manera esos
santos Ángeles os preparan aquí en la Tierra para que podáis entrar, después de
vuestra muerte, en el Reino de los Cielos.

93
CAPÍTULO 37
Durante el profundo sueño, el alma sale del cuerpo para visitar el Reino de
los Cielos, donde es acogida con todo afecto por los Santos Ángeles instructores,
que la aleccionan acerca de las maravillas del más allá.

C
uando habéis trabajado con el sudor de vuestra frente durante el día,
a la puesta del Sol, os sentiréis cansados y deberéis reposar.
Entonces el Padre Celestial, os enviará al Ángel del sueño, que
os fortalecerá, brindándoos un sueño reparador.
Para que tengáis sueño de noche, no debéis dormir durante el día, porque el
día es para trabajar y la noche para dormir.
Cuando dormís profundamente, vuestra alma sale de vuestro cuerpo para
visitar el Reino de los Cielos, donde es acogida cariñosamente por los Ángeles
instructores, que la aleccionan acerca de las maravillas del mas allá.
En verdad os digo, sólo cuando cumplís fielmente con los Mandamientos de
la Madre Natura, ella os otorgará el pase para que podáis entrar en ese
maravilloso mundo celestial. Durante la presencia de vuestra alma en el más allá,
el Padre Celestial la bendice, lo cual fortifica, llenándola de fuerza vital.
Amanecerá llena de felicidad y optimismo, lo cual la hará más feliz y volverá
más acertadas las tareas durante ese día y los siguientes.

94
CAPÍTULO 38
El deber supremo de los sacerdotes-médicos es combatir el alcoholismo,
sobre todo en sí mismos. Deben ser antialcohólicos a toda prueba. Su sagrada
meta familiar jamás será desvirtuada por bebidas embriagantes –asesinas del
espíritu-, pero sí santificada por la mejor bebida que es el agua pura. Los
médicos-sacerdotes serán los propulsores de una intensa campaña
antialcohólica que empezará desde la escuela, donde se inculcará a los niños
que el enemigo número uno del hombre es el alcoholismo. Sin duda este niño al
hacerse hombre llevará inoculada en su corazón la antipatía contra este terrible
enemigo, y será antialcohólico.

Y hablando Jesús a sus discípulos, encabezados por Juan, les decía:


Vosotros que aspiráis a ser sacerdotes-médicos, siempre debéis
predicar con el elevado ejemplo de vuestra propia vida. Jamás
deberéis tomar bebidas embriagantes.
El médico-sacerdote debe ser antialcohólico a toda prueba. En su mesa
familiar jamás habrá ni una gota de bebida embriagante, pero sí agua cristalina y
pura. En vuestras reuniones y ceremonias religiosas rechazaréis toda bebida
embriagante que se os ofreciere. Siempre brillaréis con el más elevado ejemplo
de vuestra vida, exhibiendo las más altas virtudes humanas.
Como es difícil enderezar un árbol viejo que crece torcido, así de difícil es
también, enderezar a un alcohólico consuetudinario. Pero podéis evitar que los
arbolitos crezcan torcidos, amarrándolos firmemente desde chicos con sólidos
puntales. Es decir, podéis evitar que el hombre se alcoholice, si desde niño le
servís de puntal, de buen consejero, predicándole con el elevado ejemplo de
vuestra propia vida y aleccionándole acerca de los estragos que provoca esta
satánica bebida en la familia humana, de manera que –cuando estos niños se
hagan hombres- conservarán en sus corazones vuestras sabias enseñanzas y a su
vez, las inculcarán a sus hijos y serán los más sólidos puntales de ellos.
Únicamente de esta manera podréis arranar de raíz este terrible vicio de las
inveteradas costumbres del pueblo y así forjar una nueva raza, abstemia, sobria,
sana, fuerte y feliz.

95
CAPÍTULO 39
Los médicos-sacerdotes deben desempeñar el rol de buenos samaritanos.
Las cárceles deben ser reformatorios obligatorios de la regeneración humana.
Deben hacer saber a los reos que todo crimen siempre es descubierto y
castigado, porque no hay crimen perfecto ni crimen sin castigo.

V osotros que aspiráis a ser médicos-sacerdotes deberéis ser valientes


lidiadores que –sin tregua ni reposo- combatan los vicios de los
hombres y permanentemente fustiguen sus malos hábitos, tal como
os señalé en la lucha antialcohólica.
Ante todo combatiréis los terribles vicios del opio, del tabaco, del juego de
azar, de la prostitución, etc., pues todos estos malos hábitos significan caídas del
hombres en su fatigoso trepar hacia las alturas de su perfeccionamiento, a cuyas
blancas cimas sólo pueden llegar los hombres totalmente depurados de sus
imperfecciones. Los peregrinos de este afanoso trepar hacia las luminosas
cumbres, suelen ser asaltados en el camino por malvados bandoleros, dejándolos
malheridos y tirados al borde del camino. Pero en este caso me refiero a
bandoleros, no de carne y hueso, sino a otros que suelen ser peores: me refiero a
los propios vicios que albergan en su alma, que a veces suelen dejarlos más
maltrechos que los verdaderos bandoleros. Corresponde a vosotros, como buenos
samaritanos socorrer a estos desamparados echados al borde del camino de la
vida. Curar sus heridas morales y físicas y prestarles vuestro fuerte brazo de
apoyo para conducirlos a la posada de su regeneración.
Donde hallaréis un gran número de tales botados al margen de esta vida, es
en las cárceles, adonde debéis acudir para ayudar a la regeneración de estos
enfermos morales. Ante todo les inculcaréis la Suprema Verdad de que no hay
crimen perfecto ni puede haber un crimen sin castigo. Es imprescindible que
sepan que tienen un Ángel tutelar –que aunque invisible- siempre los vigila,
premia sus buenas obras y castiga las malas. Es urgente que los reos sepan que
en el mismo momento de planear sus fechorías, en es mismo instante ya están
descubiertos, porque su propio pensamiento les delata. Es que este su
pensamiento, en el mismo instante de ser engendrado en su cerebro,
automáticamente se graba e imprime en el archivo de la eterna memoria de la
naturaleza, donde su Ángel tutelar, al instante se informa de las torcidas
intenciones de su pupilo.
Como esta vida es una escuela experimental en la que, echando a perder se
aprende, el invisible Ángel guía e instructor permite que su pupilo ponga en
práctica sus torcidas intenciones que, aunque sean perversas, le servirán de
lección de amarga experiencia y escarmiento, y le inducirán al arrepentimiento y

96
rectificación de su conducta. Entonces el Ángel tutelar le deja en libertad de
acción para que cometa su fechoría, pero al mismo tiempo dispone que la justicia
lo atrape y lo condene, recluyéndolo en un reformatorio. Varias de tales amargas
experiencias, que pueden repetirse en varias vidas, finalmente regeneran al más
recalcitrante criminal. De allí que todo reo debe ser recluido en un reformatorio
de forzada regeneración, donde se le instruye, educa y disciplina y ante todo, se
le enseña un oficio para que pueda ganarse honradamente la vida, al salir en
libertad. Es que el Padre Celestial ama tiernamente a Sus hijos y más Se
compadece de los caídos. No quiere su destrucción y menos su muerte; quiere
que vivan para que tengan la oportunidad de regenerarse y educarse, haciéndose
miembros útiles de la familia humana.

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CAPÍTULO 40
Crimen y castigo.

E n la época espiritual, que ya comienza, la pena de muerte será abolida


y reemplazada por la condena al a regeneración obligatoria del
delincuente, ya que la pena de muerte se opone a la Suprema ley de
“no matarás”, porque sólo Dios tiene derecho de quitar la vida. La condena de
muerte significa odio al prójimo y cruel venganza al aplicar el odioso castigo de
ojo por ojo y diente por diente.
La ley del odio es ley caduca y es reemplazada por la ley del amor, ley
máxima en todo universo, porque es ella la que hace posible su existencia. Esta
ley hace servir sin mirar a quién, como aquel samaritano que se compadeció del
herido tirado al borde del camino. La ley del amor significa compasión,
misericordia y perdón, que al enfermo le produce salud, al caído lo levanta, al
ignorante lo instruye, educa y disciplina, enseñándole una profesión para que
pueda ganarse honradamente la vida con su propio trabajo.
La regeneración obligatoria hace el prodigio de vaciar las cárceles,
disminuir el número de jueces y policías, y mermar la ignorancia de las bajas
esferas sociales, elevando su nivel cultural. Porque el criminal regenerado a
fondo, generalmente nace en su próxima reencarnación como un ciudadano
honesto, decoroso, honrado y trabajador, que trae consigo un inmenso caudal de
conocimientos prácticos, creadores de industrias, de artes y oficios. Es un factor
de progreso general.
En cambio, por cada criminal no regenerado y condenado muerte, renacerá
un criminal más en la próxima vida, que junto con tantos otros no regenerados,
llenarán las cárceles, las casas de juego y prostitución, los fumadores de opio, los
manicomios, etc. Es un factor de retroceso general.
De manera que la equivocada justicia que condena a muerte aumenta
artificialmente la criminalidad del mundo, llenándolo de malos ciudadanos e
incrementando hasta los topes la población carcelaria, siendo una rémora para el
progreso.
También el juez que condenó a muerte recibirá una saludable lección.
Porque con esa fatal condena, encadenó férreamente su propia persona con la del
condenado, que en su próxima reencarnación nacerá como su hijo. Y el ex-juez
deberá poner todo su empeño en regenerarlo, educarlo e instruirlo, lo cual
logrará finalmente, después de ingentes sacrificios, convirtiéndole en un
ciudadano útil, honrado y bueno, que contribuirá al progreso social y económico
de país. Esto le servirá de lección al ex-juez, para que, si nuevamente llega a

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desempeñar la magistratura, trate a todos los que deba juzgar, con la misma
consideración como si fuesen hijos suyos, condenándolos a la regeneración
obligatoria y no a la pena de muerte, porque sólo así no se encadena con el reo,
ya que no lo atrasa si no que favorece su evolución.

99
CAPÍTULO 41
Suicidio

E n el caso de quitarse un individuo la propia vida, comete el acto más


horrible y el mayor desacato a la autoridad del Señor.
Cualquier problema que lo haya empujado a tomar tan
extremada decisión es insignificante comparada con la del monstruoso daño que
él mismo se infiere con tan repudiable acto.
Porque el problema que se suscitó, en realidad tenía el objeto de favorecerle
y jamás el de perjudicarle. Seguramente fue uno de aquellos exámenes acerca de
su grado evolutivo a que la ley inmanente periódicamente suele someter a un
individuo, para conocer su madurez evolutiva, a fin de corregir sus tareas hechas
y asignarle una calificación y colocarlo frente a nuevas responsabilidades, en las
que pueda progresar más rápidamente. De manera que con valor y alegría
debería haberse sometido a tal utilísima prueba destinada a beneficiarlo.
Pero si en vez de desesperarse y recurrir al suicidio, recurre al Padre
Celestial y en un humilde coloquio suplica auxilio para este difícil trance, el Dios
misericordioso en el acto le envía Sus Ángeles auxiliares que le harán pasar
airoso y triunfante la difícil prueba.
Los suicidios ocurren tan frecuentemente porque los suicidas no están
informados del terrible castigo que les espera en el otro mundo, castigo que es
mucho más penoso que sobrellevar aquí cualquier situación difícil.
Generalmente creen poder escapar cobardemente de este mundo a una vida
mejor del más allá, pero están equivocados, porque allí les espera una vida peor.
Allí están condenados a repetir todos los días al angustioso acto del suicidio y
experimentar de nuevo los mismos dolores, la misma amargura y la terrible
agonía de la muerte. Además, tienen que sufrir los lamentos de los suyos y
soportar las maldiciones de los perjudicados con su huída. Este suplicio perdura
en el más allá hasta el día en que habría producido su muerte natural aquí en la
Tierra. En seguida los suicidas renacen aquí en la Tierra, pero en condiciones
muy penosas. Como habían menospreciado su cuerpo físico hasta el punto de
mutilarlo deliberadamente, renacen ahora en cuerpos semejantes, es decir
mutilados, ya sea cojos, ciegos, mudos, sordos, paralíticos, dementes, etc., o
arrastrando aquí su triste vida como idiotas o locos. Son rebajados hasta el
último grado evolutivo y tienen que escalar de nuevo la empinada cuesta hasta
llegar, después de eones, a la misma altura en que se resbalaron, cayendo a los
abismos.

100
Sin embargo, los accidentados no quedan abandonados a su propia suerte. El
infinito amor del Padre Celestial no les abandona ni un instante en este difícil
trance. Les envía Sus Ángeles auxiliares, para que los asistan y consuelen,
prestándoles su fuerte brazo de apoyo para ayudarlos a trepar de nuevo la difícil
cuesta.
Todo este mal les sobrevino a los suicidas porque habían jugado
peligrosamente con el inmenso poder que es el pensamiento en su tendencia
negativa, destructora, cavilando persistentemente sobre quitarse la vida, o
suicidarse, cuando les sobrevino un asunto difícil y desagradable en la vida.
En verdad os digo, que es el pensamiento premeditado durante mucho
tiempo, el que os arrastra finalmente al suicidio. De allí os digo: nunca penséis
que queréis suicidaros, por ser este pensamiento muy peligroso. Al contrario,
pensad que queréis morir de muerte natural y sobrellevar valientemente la carga
de la vida, por muy pesada y amarga que fuese. Oportunamente les vendrá el
premio con creces por vuestra obstinada perseverancia en el recto vivir.
Vuestro pensamiento siempre sea optimista, constructivo, con tendencia al
noble y virtuoso comportamiento, porque en lo que penséis con preferencia en
esto os tornaréis tarde o temprano.
Es la ley de la vida que el hombre se convierta en lo que piensa. Si piensa en
virtudes será virtuoso, y si piensa en pecados se volverá pecador.
Si al pensamiento sobre el suicidio le dais albergue en vuestra mente, éste
poco a poco se adueñará de vuestra conciencia, hasta tal punto que este enemigo
mortal interno, con el tiempo será más fuerte que la resistencia de vuestra
voluntad de rechazarlo, y en cualquier crisis nerviosa implacablemente os
arrastrará al suicidio.

101
CAPÍTULO 41B
El destino del hombre es subir la escala de Jacob hasta Dios mismo. Trepar
tal escala significa vencer un nivel inferior, subiendo a uno superior. Por
ejemplo, si el trepador permanece en un peldaño llamado odio, debe esforzarse
en desarraigar este defecto de su carácter, procurando subir el peldaño más alto
llamado amor. Y si se halla en un peldaño que se denomina fornicación, debe
luchar contra este grosero vicio, subiendo al peldaño superior marcado con la
pureza.

E
crecieran?
ntonces un escribano preguntó: maestro, si el tabaco y los productos
de la vid y la amapola provocan tantos estragos entre los hombres,
¿por qué el Padre Celestial permitió que tan perniciosas plantas

Jesús respondió: El destino del hombre es evolucionar hasta las mismas


alturas de Dios, ascendiendo peldaño por peldaño en la inmensa escala de Jacob,
hasta llegar al magnífico trono del Altísimo. Cada peldaño significa un grado
evolutivo, grado de madurez y de perfeccionamiento que el hombre debe
adquirir para poder subir al peldaño más alto.
Así, los primeros peldaños están marcados con los vicios más groseros,
como son el alcoholismo, tabaquismo, opio, etc., vicios que el hombre debe
vencer totalmente en su propia persona para poder trepar al peldaño más alto.
Pero el individuo que en vez de luchar porfiadamente contra sus vicios se
deja arrastrar por ellos, abandonándose de lleno a sus pasiones, este hombre es
como un pez muerto arrastrado por las aguas. Es un vencido sin fuerza ni
voluntad para luchar contra sus enemigos: los vicios y malos hábitos, por lo cual
la ley inmanente lo entrega a la regeneración forzosa en manos del maestro
dolor.
Este maestro, aunque severo, obra con bondad, inteligencia, persuasión y
amor. No le suprime bruscamente sus vicios, al contrario, le permite que de una
manera más intensa goce de sus vicios predilectos hasta que lo hostiguen y así
les tome fastidio y odio y los abandone por sí mismo.
Pero si el individuo siguiera impertérrito en la senda de sus vicios, entonces
el maestro dolor se pone severo y lo hace recluir en un reformatorio forzoso
hasta que se regenere.
El Ángel tutelar ayuda de una manera decisiva a su regeneración,
consolándolo y aconsejándolo a través de la voz interna de la conciencia.
Esta íntima voz le habla constantemente, remordiéndole la conciencia, y
haciéndole ver que fueron sus propios vicios la causa precisa de su derrumbe
102
fatal. Es entonces cuando con toda la voluntad de su alma adopta la resolución
suprema de dejar sus vicios.
Así, de esta caída fatal el hombre se levanta redimido, glorioso, detestando
ahora los vicios que antes agasajaba.
Vencerse a sí mismo es el más grande de los triunfos que el hombre puede
conquistar en la Tierra, por lo cual, este victorioso vencedor de la más difícil
prueba –la de vencerse a sí mismo- es laureado con la más codiciada de las
coronas, llamada sobriedad, que es una de las más bellas virtudes humanas.
Tan alta distinción se otorga sólo a los héroes vencedores de los más
temibles azotes sociales llamados tabaquismo, opio, alcoholismo y es por este
motivo que el Altísimo hizo surgir estos vegetales para que los hombres pudieran
ejercitarse en estos vicios y luchar contra ellos, y adquirir la fuerza de voluntad
para vencerlos.

103
CAPÍTULO 42
Así, sucesivamente, debe vencer todos sus vicios y malos hábitos y
conquistar todas las virtudes, lo que quiere decir que arribó triunfalmente hasta
el excelso Trono del Padre Celestial.

L a lucha entre el bien y el mal, entre la virtud y el vicio, suele ser larga
y durar algunas vidas terrestres, pero finalmente siempre vence el
bien, la virtud y el amor, quedando derrotados los vicios.
Pero la ascensión de la escala de Jacob tan sólo ha empezado, quedando aun
muchos peldaños por trepar, muchos vicios por vencer y muchas virtudes por
conquistar.
El siguiente vicio por vencer es el juego de azar. La Suprema ley de Dios
ordena que sólo del trabajo viva el hombre y jamás del juego.
El trabajo, aparte de la riqueza material, trae también la riqueza espiritual,
que se exterioriza y manifiesta en la experiencia y sabiduría que acumula el
hombre trabajando. Además, el trabajo es ejercicio y el ejercicio es salud, tesoro
mucho más grande que todas las riquezas materiales.
En cambio, el juego tan sólo trae la riqueza material sin la espiritual. El
juego de azar es pura suerte que no hace acumular sabiduría ni inteligencia al
hombre, ni conquistar salud ni felicidad. Es un dinero mal habido sobre el cual
no gravita la bendición de lo Alto; por esto sólo trae las desgracias, las
enfermedades, la miseria y el dolor. Es proverbial que el pueblo que más juega,
mayor número de gente se distrae en la ociosidad sin trabajar, por lo cual tal
pueblo, a la larga se arruina.
De allí que el hombre debe luchar valientemente consigo mismo, para
desarraigar de su carácter ese vicio denigrante de la especie humana, para poder
dar un paso más alto en la escala de las virtudes, y acercase a Dios.

104
CAPÍTULO 43
Jesús concede especial importancia a la pureza de las costumbres, ante
todo a la pureza sexual. Recalca que la pureza sexual es indispensable para
forjar una raza humana superior. La fornicación degenera la raza, engendrando
hijos enfermos, enclenques, con las taras hereditarias de la tuberculosos,
parálisis infantil (poliomielitis) una raza en decadencia en la que prospera el
aspecto negativo de la vida: los vicios como el alcoholismo, el tabaquismo, opio,
juegos de azar, prostitución, lo que hace necesario un exceso de médicos,
hospitales, clínicas, manicomios y cárceles cuyos gigantescos edificios junto con
el inmenso cuerpo médico gráficamente reflejan la enorme miseria moral que
aflige a su pueblo.

P
ara terminar estas lecciones, me queda por mencionar todavía, la
excelsa virtud de la pureza, a la pureza sexual, me refiero.
La procreación es una Suprema ley de la vida, impuesta por el
Padre Celestial para perpetuar la raza humana. Es un acto sublime, sacrosanto,
que debe ser respetado religiosamente y ejecutado con inmaculada pureza.
Ejecutada la procreación como Dios manda, dentro de la más escrupulosa
pureza, los padres se aseguran un premio del Padre Celestial, consistente en una
descendencia sobresaliente. Es que entonces, las almas más evolucionadas que
moran en el más allá y que les toca volver a esta Tierra para proseguir su
evolución, esas almas que buscan afanosamente cuerpos puros en que
encarnarse, y prefieren naturalmente los cuerpos engendrados por padres de
inmaculada pureza sexual. Este hecho asegura el nacimiento de hijos
extraordinariamente hermosos, de cuerpos esbeltos, dotados de una sólida salud
y sobresaliente inteligencia de notables cualidades espirituales y morales.
A hijos de tan inmaculada cuna, el mismo Padre Celestial los apadrina,
derramando sobre ellos todas Sus bendiciones y bienaventuranzas, lo cual
asegura un brillante provenir para tales hijos y constituye la mayor felicidad de
los padres. Para conseguir un nacimiento en tan óptimas condiciones, los padres
antes de efectuar el acto sexual, deben depurar y fortalecer sus cuerpos. Esto lo
consiguen ante todo con una adecuada alimentación.
La alimentación apropiada para los padres en vísperas de la procreación de
un hijo, es la vegetariana, a base de legumbres y frutas, comida cruda. Es que
sólo en estado crudo los vegetales conservan toda la fuerza vital. Deben excluir
de su alimentación la carne y todas las bebidas alcohólicas y, lo que es muy
importante, suprimir el fumar, porque estos vicios excitan los bajos instintos del
hombre, induciéndolo a la fornicación. En cambio, el vegetarianismo despierta la
parte elevada y divina del hombre, induciéndolo a la vida sexual pura.
105
La inmensa importancia del crudismo vegetariano, para la procreación de
hijos extraordinarios, lo revela el Sagrado Texto al referirse al nacimiento de
Sansón. A la madre de Sansón se le apareció un mensajero divino, anunciándole
que tendría un hijo muy sabio y el más fuerte que jamás haya pisado la Tierra.
Pero existía una exigencia que la futura madre debería cumplir, para que esta
extraordinaria promesa pudiera realizarse. La exigencia era que la futura madre
debería ponerse en un estricto régimen alimenticio, comiendo nada más que
comida vegetariana cruda, y bebiendo nada más que agua pura. Que debería
eliminar totalmente la carne y las bebidas embriagantes. Ella cumplió
estrictamente con esta exigencia y el hijo que nació fue tan robusto y fuerte, que
a los catorce años peleó con un león que lo atacó, destrozándolo sólo con sus
manos. Más tarde, luchó contra mil filisteos que lo atacaron, los venció y mató a
todos. Debido a su extraordinaria inteligencia fue elegido juez y rey de los
israelitas.
De manera que los padres que desean tener hijos extraordinarios, deben
imitar a los padres de Sansón. Deben someterse a tan estricto régimen por lo
menos durante tres meses antes de realizar el acto sexual y la madre debe
seguirlo durante todo el tiempo hasta que nazca el hijo y deje de mamar, pues el
hijo participa de los alimentos de la madre. Durante estos tres meses, esta pareja
debe vivir una vida pura, sosegada y en lo posible, en el aire puro del campo o la
playa. Repito, sin comer carne, sin beber bebidas embriagantes y sin fumar,
comiendo tan sólo comida vegetariana, bebiendo agua pura y respirando
profundamente aire puro, como también tomando baños de Sol. Únicamente de
esta manera, imitando a esta pareja –sobre todo a esa magnífica madre que Dios
hizo surgir para que sirva de modelo a las madres de todos los tiempos- esta
pareja puede esperar confiada el nacimiento de un robusto niño, que puede
resultar otro Sansón.

106
CAPÍTULO 44
Procreación, fornicación, sodomía.

L a procreación en su máxima pureza la practican los animales, como


los venados, corzos, vacunos, caballos, camellos, elefantes, etc., pues
el macho sólo busca a la hembra y ella a él en la época del ardor
amoroso de celo y fuera de esta época ellos se rechazan sexualmente, aunque
conviven en una filial armonía.
Cuando los seres humanos se incorporen dentro de esta Ley Natural que los
animales con tanto rigor respetan, habrán alcanzado el grado más alto de
civilización y cultura. Pero cuando el acto sexual degenera en vicio, en un placer
sensual, entonces ya no se llama procreación, sino fornicación, que significa la
más abusiva relajación de esta sagrada función procreadora.
Cuando el acto sexual degenera hasta los abismos de la sodomía
(homosexualidad) y fallan todos los medios de regeneración, entonces la justicia
inmanente condena a tales depravados incorregibles a ser quemados vivos, como
fueron quemados los habitantes de Sodoma, Gomorra, Saboim y Adams. Junto
con estas ciudades barrió la divina escoba la basura humana del mundo entero,
para quemarla junta en un sólo montón y una sola hoguera.
Sin embargo, tales depravados pueden salvarse de ser quemados vivos, si a
tiempo se arrepienten de todo corazón y empiezan a combatir enérgicamente su
terrible vicio, hasta desarraigarlo totalmente en sus últimas raíces, que se
encuentran en el cerebro y en el corazón. De ahí que deben rechazar
enérgicamente los pensamientos y emociones que invitan a este vicio. En esta
titánica lucha los sodomitas deben servirse de las más eficaces armas como el
prolongado ayuno, la alimentación vegetariana y ante todo, de la oración,
pidiendo auxilio del cielo, que es la más eficaz de las armas.
Como es verdad que la suprema meta del hombre en la Tierra es alcanzar las
más altas cimas de pureza, dignidad y cultura, también es verdad que la sodomía
es el polo opuesto, o sea, el más profundo abismo de impureza, indignidad e
incultura humana. Por esto hasta la Madre Tierra se negó a darles sepultura a las
ceniza de tales depravados, abriéndose en el lugar del siniestro un profundo
abismo, que se llenó de aguas tan pútridas y salobres que matan a todo germen
viviente, pues ninguna vida prospera en ellas, por cuyo motivo ese tenebroso
lago se llama Mar Muerto, para que sirva de eterna advertencia a los pueblos de
que la sodomía los extermina hasta la más absoluta esterilidad.

107
CAPÍTULO 45
Podéis acelerar vuestra ascensión suplicando al Padre Celestial que os
envíe los Ángeles auxiliares que Jacob vio cómo bajaban y subían por la
inmensa escala con que soñó. Debéis orar no tan sólo al Padre Celestial, sino
también a la Madre Terrestre, para que también ella os envíe sus Ángeles, para
que os presten su fuerte brazo de apoyo, ayudándoos a trepar.

M
con fe.
uchos son los peldaños que tenéis que trepar para poder llegar
triunfantes hasta el Trono del Padre Celestial. Que os sirva de
consuelo el hecho de que vuestra victoria está asegurada si trepáis

Los peldaños siguientes están marcados con las excelsas virtudes humanas,
que, entre muchas otras, debéis adquirir para tener franco paso al Trono del
Altísimo. La fraternidad es una de estas virtudes; otra, el servicio desinteresado,
la perseverancia, la honradez la rectitud, la devoción, la oración, la fe, el amor y
ante todo la humildad, la más grande de todas las virtudes humanas.
Esta fatigosa ascensión la podéis hacer más fácil y placentera, pidiendo
auxilio al Altísimo, que complacido os está observando desde las alturas y que,
gustosamente, os mandará Sus Ángeles auxiliares si los pedís en vuestras
súplicas. Debéis suplicarle de la siguiente manera: Padre nuestro que estás en los
cielos, santificado sea Tu nombre, venga a nos Tu reino. Hágase Tu voluntad así
en la Tierra como en el cielo. El pan nuestro de cada día, danos hoy y perdona
nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores y no nos
dejes caer en la tentación, más líbranos de este mal, porque Tuyo es el reino, el
poder y la gloria por todos los siglos, amén.
También a la Madre Tierra debéis suplicar para que os envíe sus Ángeles
auxiliares que os faciliten vuestra ascensión. A la Madre Tierra le oraréis así:
Madre nuestra que estás sobre la Tierra, santificado sea tu nombre. Venga a nos
tu reino. Que tu voluntad sea hecha en la Tierra, para lo cual te prometemos
colaborar y obedecer tus mandamientos. Como tú nos envías tus santos Ángeles
auxiliares, envíalos también, en este día de hoy para que nos ayuden a
perfeccionarnos. Perdona nuestros pecados que contra ti hemos cometido,
prometiéndote no pecar más. Si debido a nuestra ignorancia caemos en la
tentación, líbranos de este mal, porque tú tienes el poder y la sabiduría, ya que
mandas tanto en la Tierra como dentro de nosotros, dispensándonos salud y vida,
amén.
Con esto Cristo dio por terminadas sus maravillosas enseñanzas y se
despidió del pueblo con el acostumbrado saludo: “La paz sea con vosotros”.

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Ahora, idos a vuestros hogares y no pequéis más.
Como el sembrador que siembra buena semilla, que luego germina y crece
dando ciento por uno, así vosotros seréis sembradores de la semilla de mis
enseñanzas, sembrándola en buena tierra para que germine, crezca y se extienda
sobre toda la Tierra, formando pueblos fuertes, buenos y felices, que luego
prosperarán mediante el esforzado trabajo y el recto vivir. Así, Cristo se despidió
de su numerosa concurrencia que arrodillada, lloraba de emoción.
Enseguida, Cristo se transfiguró, brillando su cuerpo como un Sol
(imposible mirar sin encandilarse), se elevó por los aires, desapareciendo en una
vaporosa nube, ante las miradas atónitas del pueblo. Así el pueblo se quedó por
mucho rato en éxtasis, mirando la luz, hasta que se extinguió en lontananza. En
seguida, el pueblo empezó a dispersarse, despidiéndose de Juan y de los demás
discípulos para regresar feliz y contento a sus hogares, contando a los suyos las
maravillas que habían presenciado.

FIN

109

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