AFC 6 Pablo - Eucaristia - Yo Soy El Pan de Vida
AFC 6 Pablo - Eucaristia - Yo Soy El Pan de Vida
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CRISTIANAS
TEMA 6
LA EUCARISTÍA
PARROQUIA
SALUDO DEL DUEÑO DE LA CASA
ORAMOS
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DANOS unos ojos nuevos para ver tu rostro en cada persona
que encontremos y en cada cruz que se nos presente.
PRESENTACIÓN
MONITOR
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traducir el término hebreo “berakah”, que manifiesta la
alabanza, la bendición que el pueblo dirige a Dios recordando
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1.- DIOS NOS HA BENDECIDO
La carta de San Pablo a los cristianos de Éfeso se abre con una
bendición:
“Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo que nos
ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes
espirituales y celestiales”.
Todo lo que Dios proyecta para el hombre es una bendición.
Antes incluso de plasmar al hombre en la creación, ya desde
toda la eternidad, había pensado en él, bendiciéndolo. Y todo lo
que sale de sus manos y la misma historia que el amor de Dios
va tejiendo a favor del hombre, para llevarlo a experimentar la
plenitud de su amor, es una bendición constante, porque Dios,
que es amor, siempre “dice bien” del hombre. Y esta bendición
llega a su culmen en la plenitud de los tiempos. En su Hijo, el
Amado, se nos dio a sí mismo. A través de Jesús nos reveló el
misterio de su amor, nos descubrió la grandeza de nuestra
vocación enseñándonos a amar porque Él nos amó primero,
entregando su vida hasta la muerte para que nosotros
tuviésemos vida abundante.
Toda esta riqueza de amor es el que nos llega a nosotros cada
vez que nos acercamos a “aquel sacramento de la fe, en el que
el Señor dejó a los suyos una prenda de esta esperanza y un
viático para el camino, en el que los elementos de la naturaleza,
cultivados por el hombre, se convierten en su cuerpo y sangre
gloriosos en la cena de comunión fraterna y la pregustación del
banquete celestial” (Vaticano II. Gaudium et Spes, 38). Este
banquete que celebramos en la tierra con los elementos de la
creación y de nuestro trabajo, nos llevará a participar en el
banquete definitivo “en los cielos nuevos y la tierra nueva”. Es
el Padre quien nos da el Pan de la bendición que es su propio
Hijo. Jesús lo dijo como una verdadera certeza: “En verdad, en
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verdad os digo: Mi Padre es quien os da el verdadero pan del
cielo… El que come de este pan, vivirá para siempre”
ESCUCHAMOS (Ef 1, 3 12 . Jn. 6, 48-58)
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Este es el pan que ha bajado del cielo: no como el de
vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este
pan vivirá para siempre.
PARA EL DIÁLOGO
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2.- Dios nos llama a ser santos, identificándonos con su Hijo
Jesucristo. Desde el bautismo nos insertamos en Cristo para
vivir, como miembros de su Cuerpo que es la Iglesia, la
vocación a la santidad. Por la comunión eucarística se reafirma
este vínculo, y como el sarmiento unido a la vid, corre por
nuestra vida su misma Vida con la fuerza del Espíritu Santo
que es el que nos “enseña todo” sobre Cristo.
En su “Exhortación Apostólica después del Sínodo sobre la
Eucaristía, el Papa Benedicto XVI escribe:
“La belleza intrínseca de la liturgia tiene como sujeto
propio a Cristo resucitado y glorificado en el Espíritu Santo
que, en su actuación, incluye a la Iglesia. En esta perspectiva,
es muy sugestivo recordar las palabras de san Agustín que
describen elocuentemente esta dinámica de fe propia de la
Eucaristía. El gran santo de Hipona, refiriéndose precisamente
al Misterio eucarístico, pone de relieve cómo Cristo mismo nos
asimila a sí: « Este pan que vosotros veis sobre el altar,
santificado por la palabra de Dios, es el cuerpo de Cristo. Este
cáliz, mejor dicho, lo que contiene el cáliz, santificado por la
palabra de Dios, es sangre de Cristo. Por medio de estas cosas
quiso el Señor dejarnos su cuerpo y sangre, que derramó para la
remisión de nuestros pecados. Si lo habéis recibido dignamente,
vosotros sois eso mismo que habéis recibido ». Por lo tanto, «
no sólo nos hemos convertido en cristianos, sino en Cristo
mismo».Así podemos contemplar la acción misteriosa de Dios
que comporta la unidad profunda entre nosotros y el Señor
Jesús”.
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de la Eucaristía durante la Ultima Cena. Por eso, las preguntas
de san Pablo, “el cáliz de bendición que bendecimos ¿no es la
comunión de la sangre de Cristo? y el pan que partimos ¿no es
la participación del cuerpo de Cristo?” (1Co 19, 16), tienen su
respuesta en el evangelio de Juan: “El que come mi carne y
bebe mi sangre tiene la vida eterna, y yo le resucitaré en el
último día (Jn 6, 54)”. Parémonos a pensar por un momento
hacia dónde vamos, cuál es el final que nos espera. “Este es el
pan que ha bajado del cielo –dice Jesús – no como el de
vuestros padres, que lo comieron y murieron...” (Jn 6, 59).En la
Eucaristía se nos invita a vivir este misterio de amor y de vida:
Cristo, crucificado por nuestros pecados en el altar de la cruz y
resucitado para nuestra redención, ha vencido a la muerte y
“vive para siempre. La "vida eterna", en el lenguaje del cuarto
evangelio, es la misma vida divina que rebasa las fronteras del
tiempo. La Eucaristía, al ser comunión con Cristo, es también
participación en la vida de Dios, que es eterna y vence la
muerte.
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vemos cómo anima su fe y estimula sus vidas para el
seguimiento del Señor Jesús. Pero este amor que siente por
ellos no le quita la libertad para corregir seriamente su conducta
cuando sus costumbres desdicen del modo de ser propio del un
cristiano.
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ya que no comulgaremos con el Cuerpo de Cristo, que es
cuerpo “entregado” por amor a todos.
PARA EL DIÁLOGO
4.-. Cuando asistes a la Eucaristía, ¿te preparas para recibir la
comunión y das gracias?
5.-. La comunión es para la vida. ¿Tratas de vivir de acuerdo
con lo que significa el don que has recibido?
6.- ¿Hasta qué punto te sientes hermano o hermana de los que
comparten contigo la Eucaristía?
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Palabra - como en nuestra relación fraterna con los demás
-estando atentos para hacer el bien -, es la mejor manera de
prepararnos a recibir el don de la eucaristía al asistir a la Santa
Misa, no obstante, toda la liturgia eucarística, desde el
comienzo, trata de meternos en el misterio del amor que
celebramos. Dios que nos invita, nos acoge como el Padre de la
parábola que preparó la boda de su Hijo. El mismo nos da el
traje de fiesta de su perdón y de su misericordia. Si en nuestro
corazón hay algo contra algún hermano, suscita en nosotros el
deseo de pedir perdón y de dar la paz “antes de presentar
nuestras ofrendas en el altar”.
Después de la comunión, no nos olvidemos de la acción de
gracias al Señor. Es un momento de intimidad con Aquel que
“sabemos que nos ama”; son momentos para el diálogo, para
las confidencias, para agradecer y para pedir, porque tenemos
en nuestro interior al Dador de todo bien. Se trata de pedir a
Jesús que grabe en nosotros los sentimientos de su corazón.
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Como no vives solo, sino que formas arte de un inmenso
mundo en el que tantos necesitan tanto: paz, medios básicos
para vivir, consuelo, alegría, fortaleza, salud, capacidad de
amar y de entregarse a los demás,… pues pones ante Dios, a
través de tus palabras y tus manos, el mundo. Lo ofreces al
Señor para que nos mire a todos con compasión y nos cambie el
corazón para hacernos personas nuevas en el espíritu, con
capacidad de amar y servir a los demás. Pon especialmente
presentes a los más débiles e indefensos, que suelen ser las
víctimas más fáciles del egoísmo humano.
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16-17). No olvides que tu relación con Dios pasa
necesariamente por la vida de los demás. Nunca la comunión
con Cristo nos aísla, siempre nos abre a la vida y a las
necesidades de los hermanos.
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Para encarnar este estilo de vida necesitamos de la
Eucaristía. Sin ella es imposible vivir nuestra vocación
cristiana con alegría, valentía y coherencia, y mucho más
aspirar a la santidad. Así lo entendió San Ignacio de
Antioquia, quien hacia el año 110, camino del martirio,
escribe en su carta a los Magnesios: “¿Cómo podríamos
vivir sin Él?, es decir, ¿cómo podríamos vivir sin la fuerza
interior que nos brinda el Señor en el sacramento de su
cuerpo y de su sangre?”..
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el corazón, proclamemos en todas partes que Jesús
Eucaristía nos dice: “El que viene a mí nunca tendrá
hambre y el que cree en mí jamás tendrá sed” (Jn 6.
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ORACIÓN
Cerca de Ti
¡Qué bien se está cerca de ti, Jesús Eucaristía!
pareciera como si todas las tormentas del espíritu
se disiparan y las inquietudes se volvieran humo
que se lleva el viento.
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bajo el influjo benéfico del Sacramento.
Cerca de ti, alabando al Padre y amando al
Espíritu e intercediendo por toda la Iglesia.
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