Sermón Permanece en Cristo Dando Mucho Fruto
Sermón Permanece en Cristo Dando Mucho Fruto
Sermón Permanece en Cristo Dando Mucho Fruto
Introducción a la Escritura
Juan nos dice que este evangelio tiene como propósito que creamos que Jesús es el Cristo, el Hijo
de Dios, y para que creyendo en su nombre tengamos vida. Este creer no es sólo aceptar una
enseñanza, sino que se refiere a empezar a creer o a continuar creyendo; revitalizando así nuestra
fe pues Cristo quiere que la comunión que hay entre Él y nosotros sea profunda. Esta doctrina que
hemos recibido es verdadera y gloriosa, por consiguiente, nuestra actitud al leer ha de ser de
reverencia y asombro como el que se acerca a la presencia del Señor.
Introducción al sermón
Amados hermanos: hemos visto que Cristo se revela como la Vid verdadera y nosotros somos las
ramas. ¿Qué significa esto para ti? La verdad es que se trata de “una de las imágenes más
impresionantes sobre la relación íntima del cristiano y Jesús, Su Salvador” haremos bien en
meditar si esto nos impresiona, mientras seguimos considerando el permanecer en Cristo y
nuestros frutos espirituales. ¿Qué frutos han salido de nosotros? ¿han sido muchos? La Escritura
nos está llamando a dar frutos, ¿obedeceremos?
Mientras el mundo produce los frutos de la carne, frutos muertos, obras infructíferas; los hijos de
Dios están llamados a dar los frutos del Espíritu Santo, frutos para santificación, para Dios. Tiene
que verse la diferencia. Hay una gran necesidad de producir frutos; frutos que hablen de nuestra
relación inseparable con Cristo que nos dan seguridad, paz y gozo. Frutos de amor y obediencia
que se corresponden con nuestra confesión de fe. Frutos con los que nos alimentemos en unidad
y amor los unos a los otros como ramas que somos de una misma vid.
Juan nos dice que en un mundo de infertilidad; los hijos de Dios pueden fructificar para la gloria
de Dios para ello es necesario que creas que
Desarrollo
Cristo es la vid verdadera por lo tanto permanece en Cristo para que des mucho fruto
Hemos dejado en claro que Cristo nos llama en primer lugar a permanecer en Él para poder dar
frutos. Decíamos la semana pasada que “No podemos dar buen fruto, a menos que estemos
verdaderamente unidos a Cristo. No habrá mucho fruto en las distintas áreas de tu vida a menos
que Cristo sea el centro de tu vida a través del cual gire todo lo demás. Pero ocurre, y con pesar;
que queremos dar frutos de cambio, o mejores frutos, pero sin permanecer en Cristo.
Permanecemos mas con nuestro “yo” y con nuestro “yo”, no hay cambio posible ni buen fruto que
se pueda esperar.”
Por eso Cristo nos dice de una manera radical que solo Él es la vid verdadera. Toda otra vid que
te ofrezca dar frutos es insuficiente. Esto que puede sonar a un asunto empresarial y técnico; no lo
es. Todo lo contrario: nos encontramos en los capítulos (14-17) donde nuestro Señor, de manera
compasiva también; instruye, ora y apacienta a sus discípulos en el Aposento Alto y a todo el que
crea, después. Cristo va a ser crucificado dentro de poco; ha sido rechazado por la mayoría; pero
aun así este mensaje es para todo aquel pecador que se arrepienta de sus pecados.
Sin embargo nos encontramos con una seria advertencia aquí: permanece en la fe dando los frutos
del Espíritu , no seas como Judas (que ya había salido del Aposento) que dio frutos de perdición.
Veamos esto con los ojos de los lectores de ese tiempo: ellos eran un pueblo de viñadores. La vid
significaba fertilidad tanto en lo físico como espiritual pero también sabían que los viñedos no
daban la fruta apetecida algunas veces y esto también se aplicaba a lo espiritual.
Y he aquí lo impresionante: que aparece una vid, Cristo; que afirma que estar unido a Él es
¡producir mucho fruto y bueno! Solo en Él hay vida que hace fructificar al que está unido a Él.
Estos versos apuntan a que hay dos grupos cuando habla de las dos ramas: las ramas que dan fruto
(son limpiadas, permanecen, y son podadas) y las ramas que no dan fruto (no permanecen, son
cortadas, desechadas y arrojadas al fuego).
Estos dos grupos pueden entrar en una relación con el Señor. Tanto los 11 apóstoles (que van a
ser podados, pasados por momentos que desafiarán su fe y les causarán dolor) como Judas quien
compartió con Cristo pero lo abandona y ahora es cortado y va rumbo a la perdición. Es decir que
estar relacionado a Cristo no implica tener una fe verdadera y una comunión espiritual genuina.
La verdad es que muchos compartieron con Cristo y fueron beneficiados con sus milagros pero
luego se apartaron de Él, no permanecieron en Él.
Este grupo que en Cristo no da fruto y es cortado; no es que de repente cayó de la gracia. Ellos
sencillamente, nunca dieron fruto aun cuando estaban en relación a Jesucristo. Su relación era
superficial, hipócrita; se veía bonita en el exterior pero en lo interno era un vacío total.
Aquel que ha creído verdaderamente es el que permanece en Cristo y lleva mucho fruto. Entonces
su comunión con el Señor es íntima, sincera.
¡Qué buenas noticias nos trae el evangelio: la seguridad de la salvación para todo aquel que tiene
fe verdadera en Cristo! y al mismo tiempo, hay terribles noticias de condenación para todo aquel
que actúa fingidamente y no cree en realidad en el mensaje del evangelio.
Y la audiencia de Juan sabía que esto era la verdad. Sabían que Israel como vid pecó en no producir
frutos y por tanto fueron castigados; pero que consolación y gozo tener a una vid que produciría
fruto en abundancia y que todo creyente puede dar fruto en abundancia al permanecer en Cristo.
Esta es la bienaventuranza que nos concede Dios Padre, el labrador que por gracia soberana obra
de forma paternal al arar la tierra, y cuidar el viñedo quitando las ramas secas y podando las que
dan fruto, ya que se requiere un cuidado amoroso. No dar frutos es negar el cuidado amoroso de
Dios Padre en nuestras vidas. Y eso es pecado.
Cuando Jesús dice que los apóstoles están limpios por la Palabra que les ha dado se refiere a que
han sido justificados, pero Judas que ya había salido no estaba limpio (ver 13:10-11). Por eso, al
estar limpios (justificados) recibimos la gracia de permanecer en Cristo. De tal manera, que
“permanecer” no es una condición que yo cumpla con nuestras fuerzas para que Cristo pueda obrar.
Es por gracia que permanecemos porque en primer lugar es el viñedo del Señor donde Él obra su
voluntad. Al mismo tiempo Cristo dice: “permanezcan en mí” diciéndonos que somos responsables
de permanecer y dar frutos en la fe verdadera. En la carrera de la fe, Pablo nos llama a ser diligentes
y nuestra perseverancia viene de Dios.
Cristo mismo nos dice que permaneciendo en Él es como únicamente podemos llevar mucho fruto.
Sin Él es imposible lograr algo que sea del agrado del labrador, Dios Padre. Estar en Cristo es estar
capacitados para para obedecer a Dios y buscar con gozo sus mandamientos y voluntad.
En la meditación que proponemos en este tiempo, pensemos si he sido esa rama que busca unirse
a la vid que da vida o hemos querido ser ramas dispersas y solitarias. ¿he producido los frutos que
se esperan de mi relación íntima y sincera con Cristo?
¿He dado mis propios frutos guiado por mi ego: indiferencia hacia mi prójimo y hermanos, tristeza,
peleas, impaciencia, antipatía, perversidad, deslealtad, soberbia, falta de control? o ¿he dado los
frutos del Espíritu: amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y
dominio propio? ¿vivo en lo interno lo que muestro en lo externo en mi relación con el Señor?
Algunos teólogos dicen que el primer fruto de permanecer en Cristo es que reflejas el carácter de
Cristo: entonces el amor por sus discípulos con que Cristo habla a aquí, Su interés en que estén
bien (les habla de que les enviará el Espíritu Santo), su oración…se vuelve parte de tu vida…y
entonces oras, y lo haces con confianza porque sabes que Dios es tu Padre, y quieres dar frutos
para la gloria de Dios Padre, y amas, y obedeces los mandamientos, así como Cristo obedece y
permanece en el amor del Padre…y se alegra y hay comunión.¿ Dónde se practica eso? En tu vida,
a donde vayas…¿con quién? Con tu prójimo, con tus hermanos, en la iglesia.
Es todo un programa, no solo para el 2022 sino para toda la vida. Nosotros queremos podar
personas y situaciones de nuestras vidas. Sentimos que si no están, nuestras vidas serían mejor.
Pero es el Señor quien va a podarnos a nosotros mismos. Ocurren cosas en nuestras vidas que
llegan a verse deslucidas, con privaciones…asi es la poda; producen sufrimiento, pérdida,
humillación. Los cortes hacen que se vea feo el viñedo pero llega el tiempo en que cicatriza, en
que brota nuevamente de manera óptima, en que reverdece, se renueva y sobresalen los frutos del
Espíritu y no los de la carne. Sabemos que mientras mas experto el viñador; mejor será la poda.
Dios sabe aplicar los mejores cortes a cada rama para producir buenos frutos, para que se prepare
para nuevos cortes y rebrotes y en la libertad del Espíritu el creyente produzca conforme una poda
hace que la planta se auto-regule para producir mejor.
Esa persona a la que no has dado gracias nunca…nunca se irá hasta que des gracias…o quizás se
vaya y perdiste la oportunidad de agradecer. Siempre están pasando cosas en tu vida para que des
los diferentes frutos del Espíritu o del amor. Pregúntate ¿soy amable, hay bondad, humildad, soy
fiel? ¿Qué es verdad en ti?
Hay personas que necesitan tus frutos, somos partes de la misma vid; somos miembros del mismo
cuerpo cuya cabeza es Cristo. No fructificamos para nosotros mismos, sino para los otros.
Tomamos decisiones, ¿se ajustan a la unidad en Cristo y en su amada novia? O ¿Cristo y su plan
queda fuera de los frutos que queremos dar? Recordemos que separados de Cristo no podemos
hacer nada.
¿Está tu rama (es decir tú mismo) marchita? ¿Tus frutos están decolorados, mustios? Tal vez tu fe
como que no concuerda con la pasión por Jesucristo, la sed por Su Palabra, el deseo de entrar a su
presencia, de verlo…asi que un fruto es el arrepentimiento, de verdad volverse a Dios de lo mal
que estamos haciendo en nuestras vidas, contra nuestro prójimo (sea pareja, hijos, padres,
hermanos…) y obedecer la orden que Jesucristo te da con urgencia: ¡permanece en mí! ¡ven a mí!
Yo te daré nutrición y energía para que tu vida sea fructífera. Dependes de mí, que soy el origen
de la vida: ven a mi Palabra, a mi comunión, a la oración, y que mi Palabra permanezca en ti para
que puedas-vía el Espíritu Santo- amar y obedecer a Dios Padre.
Examinemos pues nuestro corazón; como nos dice Pablo “Examínense para ver si están en la fe;
pruébense a sí mismos” (2 Co. 13:5ª) para que no pensemos como los judíos que se consideraban
salvos por sus ceremonias, por ser descendientes de Abraham, por sus tradiciones y legalismo. No
pensemos que asi como ellos, nuestra doctrina, nuestra herencia protestante, un local, entre otras
cosas puedan sustituir la comunión que necesitamos urgentemente con nuestro Salvador
Jesucristo.
Necesitamos la savia que corre de la vid para nuestras vidas…tú y yo necesitamos el vigor que
solo Cristo puede darnos y nadie más…y Cristo nos lo da…y nos lo da para dar mucho fruto…fruto
apetitoso, agradable, que abandona la queja y el rumor…que busca la paz y la sigue…que honra a
Dios. Amén
C.G