Delincuencia Juvenil Como Desviación Sociocriminal 14-10-19
Delincuencia Juvenil Como Desviación Sociocriminal 14-10-19
Delincuencia Juvenil Como Desviación Sociocriminal 14-10-19
Autores:
Jesús Antonio, Villarreal Hernández
[email protected]
Universidad de Carabobo
Valencia-Venezuela.
RESUMEN
Ninguna sociedad está exenta de que en su seno se desenvuelvan individuos cuya conducta
se aparte de las normas establecidas. El delito como desviación sociocriminal y los elementos
que motivan a sus autores, han sido ampliamente estudiados por diversas disciplinas
científicas. La delincuencia juvenil es un fenómeno criminal que se encuentra en franco
aumento desde las perspectivas cuantitativa y cualitativa, es decir, cada vez son mayores las
estadísticas que reflejan a individuos menores de 18 años de edad como autores de hechos
punibles y los delitos que éstos cometen son cada vez más atroces. El objetivo de este trabajo,
es revisar desde una perspectiva holística, la falla en los agentes de control social, como hecho
generador de la delincuencia juvenil. Esta investigación se enmarca en la modalidad
documental y bibliográfica y los resultados arrojados fueron obtenidos a través del análisis de
contenido de los textos de referentes teóricos de la sociología criminal.
Palabras Claves: Delincuencia Juvenil, Criminalidad, Control Social.
ABSTRACT
No society is exempt from the flourishing of individuals whose behaviors stray from the
established norms. The crime as a socio-criminal deviation and the elements that motivate their
authors, have been extensively studied by various scientific disciplines. Juvenile crime is a
criminal phenomenon currently on the rise from quantitative and qualitative perspectives, that is,
the statistics reflecting individuals with ages under 18 as authors of offenses are progressively
increasing and the committed crimes are gradually more atrocious. The aim of this paper is to
review from a holistic perspective, the failure of the agents of social control, as a generating
factor for juvenile delinquency. This research is framed under the documentary and
bibliographical method and the results obtained were achieved through analysis of the contents
of texts of theoretical referents of criminal sociology.
Keywords: Juvenile Delinquency, Crime, Social Control
INTRODUCCIÓN
Ya es bien sabido, que la adolescencia se erige como una de las etapas más cruciales del
desarrollo humano, púes en ella se forja el carácter y se fijan los valores y pautas culturales
que ha de poseer el individuo. Hoy en día debe comprenderse al adolescente como un sujeto
cuya conducta es modelable. Se trata de un individuo que atraviesa un periodo de crecimiento
biopsicosocial, el cual se encuentra híper-estimulado por su entorno. Los agentes de control
social, que rodean la vida del adolescente, han de ser los responsables de la adaptación de su
conducta a las normas establecidas en la sociedad donde cohabita; lo que sucede es que
cuando tales agentes socializadores, a saber, la familia, la sociedad civil, la escuela, la iglesia,
los medios de comunicación, entre otros, fallan en su proceso socializador, existe un enorme
riesgo y una certera posibilidad de que tales jóvenes se vean inmersos en conductas socio
criminales.
A estas alturas, es necesario precisar que la delincuencia juvenil en gran parte está compuesta
por adolescentes socialmente excluidos, que alguna vez fueron niños de la calle o hijos de
padres ausentes, que generalmente no terminan o nunca empezaron la escolaridad. Estos
jóvenes en el transcurso de sus vidas van desarrollando conductas delictivas aprendidas
quizás en una etapa de supervivencia, en donde “gracias” a la falta de educación, de
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acompañamiento, de orientación familiar, recurren al delito para subsistir. En esta desviación
social, el “delincuente juvenil” actúa en detrimento a los códigos que ha pautado la sociedad.
Su conducta anormal, se configura propiamente como una desviación negativa, púes además
de violar pautas morales que ha impuesto el grupo humano, transgrede normas jurídicas
impuestas por el Estado. Sánchez (1975) define a los delincuentes juveniles diciendo: “Se
llama delincuente juvenil al adolescente de un sexo o del otro cuya conducta se desvía de los
códigos imperantes de la sociedad. (p.316)”. Además de configurarse la delincuencia juvenil
como un gravísimo mal social, que afecta y lesiona a la sociedad en general, debe ser visto
como un problema individual, por lo que el autor anteriormente citado explica:
La delincuencia juvenil representa una situación bastante compleja, púes son múltiples las
causas que llevan a un joven a cometer hechos punibles. Estos adolescentes que violentan la
ley, generalmente son jóvenes marginados, que no han tenido oportunidades educativas, o
laborales. Es preocupante que exista un altísimo número jóvenes que no tengan acceso a este
derecho básico de la educación, siendo esta una de las herramientas fundamentales para
combatir la delincuencia. Si habrían de mencionarse las causas o los factores que influyen la
comisión de hechos punibles en los adolescentes, una de las más importantes sería la
inadecuación del hogar, fenómeno muy frecuente en los estratos económicos más bajos de la
población.
Esta inadecuación en los hogares, evita que se satisfagan todas las necesidades económicas y
afectivas del adolescente; en muchas ocasiones por ausencia del padre o de la madre, la falta
de instrucción académica y empleo en el seno del hogar, por la multiplicidad de personas que
cohabitan en una misma vivienda, no se dan las condiciones normales que propicien una sano
desarrollo infanto-juvenil. Sobre la inadecuación del hogar, Tosta (1972) explica que un hogar
en la indigencia, en una vivienda incomoda, lanza los niños a la calle y los coloca en el camino
de cometer hechos delictuosos. Idea que desarrolla más ampliamente Sánchez (1975), en su
Psicología educativa, diciendo:
Sin embargo, la inadecuación del hogar, aunque es un móvil que conforma las condiciones
necesarias, motivantes de la delincuencia juvenil, no es la única. La falta de oportunidades
educativas, recreacionales, también juegan un rol determinante. En esta desviación social-
criminal, el entorno donde se desenvuelve el adolescente es pieza clave; si el joven se
desarrolla en un ambiente inadecuado, en donde coexisten delincuentes, pandillas, malos
ejemplos y sumado a eso, en su hogar no recibe las pautas morales sobre las cuales debe
basar su accionar, es probable que desarrolle conductas desviadas que transgredan el
ordenamiento jurídico. Sánchez (1975) considera que la comisión de actos delictivos por
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jóvenes se debe a en gran parte a condiciones desfavorables en el adiestramiento moral,
asunto que explica diciendo:
Resulta forzoso sentenciar como “ilógico” a que en la actualidad, se apoyen, las desgastadas y
prescritas concepciones, que creían que los delincuentes llevaban consigo una carga genética
que los predisponía a cometer delitos, que por tanto la condición delincuencial era “nata” o
hereditaria; ni mucho menos apoyar las creencias primitivas, de que los seres humanos que
transgredían la ley, lo hacían porque estaban poseídos por un ente maligno sobrenatural. En el
estado en el que se encuentra la ciencia jurídica moderna, es una obligación concebir este tipo
de conductas desviadas en los adolescentes, como producto de una elección natural o como
consecuencia de un desarrollo anormal, producto de un ambiente alejado de lo sano. Los
jóvenes, no nacen con un “gen delincuencial”, son más bien llevados por el medio social a
cometer estas conductas desviadas, tal como Izquierdo (1999) citado por Jiménez (2005)
señala:
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La familia es el primer patrón socializador, y es responsable del estado la sociedad; es la
fuente productora de los hombres y mujeres que integran el grupo social. Cuando la familia no
cumple con su papel de educar los valores del trabajo, la educación, el respeto, la honestidad,
entre otros y además dentro del seno familiar se dan episodios de violencia, no se satisfacen
todas las necesidades y no se dan las óptimas condiciones de desarrollo del adolescente, en
vez de prevenir las conductas delincuenciales, se constituye un terreno sobre el cual se
potencia la necesidad de que el joven acometa acciones ilegales. Sobre este punto, Vázquez
(2003) señala,
La paternidad y la maternidad deben ser tomadas con mayor seriedad, pues traer un hijo al
mundo implica grandes responsabilidades, asunto que pareciera no estar muy claro. Esta
responsabilidad de crianza, no solo implica el soporte económico, pues finalmente los padres
poseen una tarea de igual o mayor importancia, la de inculcar valores y buenas costumbres a
fines de formar hombres y mujeres llenos de valores y ciudadanía. De aquí se desprende el
primer punto de acción, para “atacar” el fenómeno de la delincuencia juvenil. La consolidación y
el mejoramiento de las condiciones socioeconómicas y las oportunidades de desarrollo que
poseen las familias, es vital para la prevención de que sigan existiendo hogares inadecuados al
sano desarrollo biopsicosocial del adolescente.
La familia concebida como el espacio donde se desarrolla el ser humano, debe activar su
mecanismo socializador, debe construir las condiciones y el ambiente apropiado para un sano
desarrollo infanto-juvenil, para hacer de esta forma que los adolescentes eviten cometer
conductas delictivas y se interesen en la educación, la cultura o el deporte.
Por otro lado la sociedad también es corresponsable. En la sociedad actual existe un amplio
debilitamiento de los medios tradicionales de apoyo para el desarrollo de la niñez y de la
adolescencia. La sociedad se ha debilitado y no ha sabido dar respuesta efectiva a dicha
problemática. La delincuencia juvenil está presente en sociedades en donde los antivalores de
violencia, agresividad, consumo, irrespeto se imponen sobre los valores fundamentales de la
sociedad, como la solidaridad, la tolerancia, el respeto y la justicia.
La sociedad debe dejar de ser espectadora de la realidad social, y empezar a tomar su rol
protagónico, para así oportunamente coadyuvar al restablecimiento de los valores que toda
sociedad debe tener. Son muchas las cosas que una sociedad organizada puede lograr; se
debe señalar que los sistemas de asistencia y recreación son medios alternos que pueden
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ayudar a erradicar dicha problemática. Jiménez (2005) sobre este punto señala que mediante
la recreación y apertura de espacios destinados a los jóvenes, para que tengan en que ocupar
su tiempo libre, es una de las formas de prevención de la delincuencia juvenil, ya que a su
juicio los espacios culturales o deportivos guían a los adolescentes hacia formas de vida en
favor de una sociedad comunitaria, que viva en armonía y paz.
A estas alturas, es imperativo señalar, que la escuela como agente socializador, también está
fallando. En muchos casos los colegios siguen enfatizando una praxis pedagógica orientada al
aprendizaje de contenidos. La pedagogía en estos tiempos de globalización, debe tener como
norte, que el escolar desarrolle competencias y habilidades que lo hagan explotar al máximo
sus capacidades. Los docentes además de procurar que los escolares adquieran las
competencias académicas del grado, deben procurar cultivar los valores de la libertad, el
respeto, la honestidad, entre otros.
Por último se debe hacer una breve mención, al papel de los medios de comunicación y las
nuevas tecnologías, en cuanto a la transmisión de patrones o modelos de conducta. Es una
realidad, desafortunada o afortunada, pero cierta, el hecho de que los medios de comunicación,
en especial la televisión, hoy en día son agentes modeladores y transmisores de pautas
sociales. En atención a lo anterior, resulta prudente que los contenidos tecnológicos
consumidos por los niños y adolescentes, sean los más favorables a su desarrollo
biopsicosocial.
En los últimos años se han reconocido con mayor fuerza los derechos humanos de las
personas menores de 18 años que se encuentran sometidos al sistema penal, y uno de los
puntos más resaltantes de este proceso ha sido la adopción de garantías cada vez más
específicas tendentes a resguardar los derechos de los adolescentes privados de libertad.
Cuando un adolescente comete un hecho reprochable por la colectividad y sancionado por la
ley, debe ser llevado ante un proceso penal que se adapte a su condición “especial”.
La justicia penal juvenil está concebida como el sistema de administración de justicia que tiene
como destinatarios a los adolescentes que han participado en la comisión de una infracción a la
ley. Sin embargo debe subrayarse que en este sistema que extiende los derechos y garantías
del debido proceso a los adolescentes, lo más resaltante es la finalidad educativa y
sancionadora de la pena, lo que, primeramente permite la reparación del daño causado y
finalmente busca la menor restricción de derechos a la hora de imponer una sanción, siendo
usada la privación de libertad de forma excepcional y solo para infracciones muy graves.
El principal fin de la justicia penal juvenil es ayudar a que los adolescentes se responsabilicen
de sus actos, asegurando siempre su bienestar y su efectiva reinserción social; por lo que el
administrador de justicia a la hora de juzgar un hecho delictivo perpetrado por un adolescente,
no solo evaluar la infracción legal cometida, si no todos los factores psicológicos, familiares y
sociales que rodean al hecho.
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En este proceso penal juvenil, las garantías deben estar más fortalecidas, debido
principalmente a la condición del destinatario, pues el adolescente infractor es una persona que
está en pleno desarrollo y pudiera encontrarse en un mayor estado de indefensión. Sobre este
punto la Ley Orgánica para la protección del Niño, Niña y Adolescente, dispone tácitamente en
su artículo 528:
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menores privados de libertad, adoptadas por la Asamblea General el 14 de diciembre
de 1990, disponen que por privación de libertad a de entenderse:
Por privación de libertad se entiende toda forma de detención o
encarcelamiento, así como el internamiento en un establecimiento público o
privado del que no se permita salir al menor por su propia voluntad, por
orden de cualquier autoridad judicial, administrativa u otra autoridad pública.
(Art. 11.b)
Privación de libertad
Teniendo en cuenta que la privación de libertad es una medida cuyo carácter es excepcional,
aplicable ante la comisión de los delitos más graves por parte de los adolescentes, es menester
dejar claro, que la privación jurisdiccional de la libertad no es ni será nunca, causa de
suspensión de los derechos personalísimos o fundamentales. Es más, al ser, estos derechos
inherentes a la condición humana, gozan de un carácter “eterno”, son imprescriptibles,
irrenunciables, progresivos, y dejan de existir individualmente con el fenecimiento individual.
Razón por la cual, bajo privación de libertad se debe garantizar un trato digno, compatible con
el ser humano, tal como lo dispone la Resolución 1/08, referente a los Principios y Buenas
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Practicas sobre la Protección de las Personas Privadas de Libertad en las Américas, de la
Comisión Interamericana de los derechos humanos:
Toda persona privada de libertad que esté sujeta a la jurisdicción de
cualquiera de los Estados Miembros de la Organización de los Estados
Americanos será tratada humanamente, con irrestricto respeto a su dignidad
inherente, a sus derechos y garantías fundamentales, y con estricto apego a
los instrumentos internacionales sobre derechos humanos. En particular, y
tomando en cuenta la posición especial de garante de los Estados frente a
las personas privadas de libertad, se les respetará y garantizará su vida e
integridad personal, y se asegurarán condiciones mínimas que sean
compatibles con su dignidad.(Principio I)
Ahora bien, pensar que todos los sistemas penitenciarios son garantes del respeto a los
derechos humanos, es pretender quitar la mirada de la realidad. Desafortunadamente las
normas nacionales e internacionales que se han esgrimido en relación a las condiciones
mínimas que deben respetarse dentro de los recintos penitenciaros, parecieran ser
francamente inobservadas; solo basta con revisar las condiciones sanitarias, infraestructura,
salubridad, alimentación, entre otros aspectos, para darse cuenta de que dichos espacios van
en detrimento de la dignidad humana. Las condiciones penitenciarias de algunos países son
preocupantes, el hacinamiento agudo, la falta de una alimentación adecuada, de condiciones
sanitarias, de asistencia médica y oportuna, de medidas de seguridad apropiadas, de
programas de rehabilitación efectiva, de actividades que combatan al ocio, de equipos
multidisciplinarios que traten a los internos, representan finalmente graves violaciones a los
derechos humanos.
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5.- El Estado como garante de los derechos personalísimos de los Adolescentes privados de
libertad por mandato judicial
El sistema carcelario es manejado por el Estado, por consiguiente el respeto de los derechos
personalísimos de los adolescentes privados de libertad es responsabilidad exclusiva de los
agentes del estado. Si bien es cierto, estos adolescentes deben ser sancionados púes han
cometido un acto (delito) que viola las leyes del Estado, esto no representa jamás la pérdida de
derechos fundamentales.
Recae sobre los Estados una obligación específica respecto a las personas
que permanecen bajo su tutela. Así, la Corte ha establecido en su
jurisprudencia que, conforme a lo dispuesto en el artículo 5.2 de la
Convención, toda persona privada de libertad tiene derecho a vivir en
condiciones de detención compatibles con su dignidad personal y además el
Estado debe garantizarles el derecho a la vida y a la integridad personal. A
esa particular ha referido específicamente la Corte en el caso “Instituto de
Reeducación del Menor”, en cuya sentencia hizo referencia a la existencia
de una “relación e interacción especial de sujeción entre el interno y el
Estado”. Esta relación, reiteró el Tribunal, genera la obligación para el
Estado de procurar a las personas privadas de libertad “las condiciones
mínimas compatibles con su dignidad”. De esta manera, la Corte ha
establecido que los Estados deben asumir una serie de responsabilidades
particulares y tomar diversas iniciativas especiales para garantizar a los
reclusos las condiciones necesarias para desarrollar una vida digna y
contribuir al goce efectivo de aquellos derechos que bajo ninguna
circunstancia pueden restringirse o de aquellos cuya restricción no deriva
necesariamente de la privación de libertad y que, por tanto, no es permisible.
De no ser así, ello implicaría que la privación de libertad despoja a la
persona de titularidad respecto de todos los derechos humanos, lo que no es
posible aceptar. (Pp.94-95)
Además de la obligación Estatal, en cuanto a las condiciones mínimas que debe
brindar para el cumplimiento de la sanción penal correspondiente, en el mismo criterio
de la Corte (2010) se señala de forma expresa que cuando existen condiciones de
encierro que deterioren la integridad física, psíquica o moral del individuo debe ser
considerado como un trato cruel y por lo tanto los agentes del Estado incurrirían en
delitos que deben ser igualmente sancionados:
Por otra parte, para la Corte, si bien “las sanciones penales son una
expresión de la potestad [punitiva] del Estado e implican menoscabo,
privación o alteración de los derechos de las personas, como consecuencia
de una conducta ilícita” las lesiones, sufrimientos, daños a la salud o
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perjuicios sufridos por una persona mientras se encuentra privada de libertad
pueden llegar a constituir una forma de pena cruel cuando, debido a las
condiciones de encierro, exista un deterioro de la integridad física, psíquica y
moral, que está estrictamente prohibido por el inciso 2 del artículo 5 de la
Convención. Las situaciones descritas son contrarias a la finalidad esencial
de las penas privativas de libertad, como establece el inciso 6 del citado
artículo, es decir, la reforma y la readaptación de los condenados. Las
autoridades judiciales deben tomar en consideración estas circunstancias al
momento de aplicar o evaluar las penas establecidas (p.95)
Aun cuando el joven infringe la ley, este posee derechos que el Estado debe garantizar. La
legislación nacional, otorga un conjunto de derechos que se constituyen propiamente como
obligaciones para el Estado Venezolano, en cuanto a las garantías que tiene el adolescente
privado de su libertad, a saber, la Ley Orgánica para la Protección de Niños, Niñas y
Adolescente, en el articulo 638 dicta:
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m) Mantener la posesión de sus objetos personales y disponer de local
seguro para guardarlos, recibiendo comprobante de aquellos que hayan sido
depositados en poder de la institución.
n) Realizar trabajos remunerados que complementen la educación que le
sea impartida.
o) Realizar actividades recreativas y recibir asistencia religiosa, si así lo
desea.
La responsabilidad del Estado entonces es evidente. Debe ser el garante del pleno respeto a
los derechos humanos, especialmente de los jóvenes que se encuentran privados de libertad.
Es de gran valía resaltar algo que señaló la Corte Interamericana de Derechos Humanos en
sentencia del 19 de Noviembre de 1999, en el caso Villagrán Morales y Otros versus
Guatemala:
El derecho a la vida no solo representa el derecho de todo ser humano de no ser privado de su
vida arbitrariamente si no que se respeten todos los demás derechos que persigan una
existencia digna. Es aquí en donde el Estado está faltando, púes quizás no se prive a nadie de
su vida de forma arbitraria, pero al estos espacios no poseer condiciones de detención
compatibles con la dignidad personal del ser humano, estamos ante una clara violación del
derecho a la vida, a una existencia digna.
Un sistema penitenciario en donde se respeten los derechos humanos es posible. Cárceles en
donde se trate a los jóvenes privados de libertad como seres humanos y en donde exista un
sistema integral de rehabilitación efectiva. Primeramente el Estado a través de la defensoría del
pueblo, el ministerio público y los tribunales, debe cumplir efectivamente con la vigilancia,
protección y defensa de los derechos humanos de la población reclusa, y de esa manera evitar
cualquier hecho u actuación que menoscabe los derechos humanos de los privados de libertad
y sancionar a todos los funcionarios responsables de actos que atenten contra los derechos
fundamentales.
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En segundo lugar se deben promover la educación, el deporte y la cultura, ya que estas
representarían herramientas para combatir directamente el ocio y el cambio de la conducta del
individuo. Seguramente con la correcta aplicación de todas estas herramientas, los índices de
violencia carcelaria disminuirían paulatinamente y se inculcarían valores, buenos hábitos y
aprendizajes que finalmente le permitan al joven privado de libertad una útil y positiva
reinserción social. Quizás lo antes mencionado sea sumamente difícil, pero la reinserción es un
hecho posible, solo hace falta que se asuman las correspondientes responsabilidades y se
apliquen las medidas idóneas.
Con un arduo trabajo en donde existan acciones concertadas, entre el Estado, la familia y
sociedad, es seguro el logro, primeramente, de que cada vez haya menos delincuencia juvenil
por tanto menos cárceles y que en las que existan se respeten plenamente los derechos
humanos.
El Estado debe simultáneamente, atacar las causas del fenómeno para evitar que más joven
sigan sumándose a las filas de la delincuencia juvenil, y simultáneamente debe sancionar y
procurar la reinserción de aquellos jóvenes que han sido declarados responsables de la
comisión de un hecho punible.
CONCLUSIONES
Si algo habría que concluir en el estudio de la delincuencia juvenil es que los controles sociales
están fallando. Esta acción controladora y persuasiva que ejercen los agentes del control social
no ha logrado cumplir sus fines, pues no han conseguido evitar que miles de jóvenes ejecuten
conductas que transgreden el pacto social.
La delincuencia juvenil vista como patología sociocriminal es un problema social, cuya solución
requerirá la intervención mancomunada del Estado, la Familia, la Sociedad, y en general las
instituciones que hacen vida dentro del seno de la sociedad. Se debe procurar el desarrollo de
condiciones favorables para la niñez y la adolescencia, que procuren su bienestar y sano
desenvolvimiento.
Ante este fenómeno sociocriminal, el abordaje debe darse desde dos dimensiones: la individual
y la socio-comunitaria. Las acciones deben versar, en primer lugar en el mejoramiento de las
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condiciones y oportunidades socioeconómicas de los grupos familiares, en aras de lograr la
consolidación de hogares funcionales, en donde se materialice un proceso de socialización que
procure la formación de individuos amantes de la paz. En segundo lugar deben revisarse los
modelos pedagógicos y replantear el sistema educativo; para que este tenga como centro la
consolidación de un espacio que procure el desarrollo de las habilidades individuales. Resulta
imperioso, potenciar las oportunidades recreacionales y las capacidades laborales de los
grupos juveniles.
Es una de las tareas sociales pendientes, el evitar que más jóvenes sigan sumándose a las
filas delictivas; pero dejar caer esta tarea sobre las espaldas de un solo agente socializador es
continuar desde una óptica fracasada. Esta misión supone el trabajo coordinado entre familias,
escuelas, iglesias, sociedad civil, medios de comunicación, empresas y autoridades
gubernamentales.
Si hay algo que debe quedar claro es que los derechos humanos nacen y mueren con los seres
humanos, y el hecho de estar privado judicialmente de la libertad no es factor de supresión de
estos derechos fundamentales. Ciertamente la situación de estos jóvenes privados de libertad
preocupa muchísimo y debe cambiar; los Estados Latinoamericanos deben darse cuenta que
estos son seres humanos y que merecen un trato digno.
Es por ello que los Estados, deben dirigir todos sus esfuerzos a fines de mejorar la situación
actual, y finalmente hacer de las cárceles centros de reinserción social. La delincuencia juvenil
vista como patología sociocriminal es un problema social, cuya solución requerirá la
intervención mancomunada del Estado, la Familia, la Sociedad, y en general las instituciones
que hacen vida dentro del seno de la sociedad. Se debe procurar el desarrollo de condiciones
favorables para la niñez y la adolescencia, que procuren su bienestar y sano desenvolvimiento.
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