La Epistemología Del Sur, La Colonialidad Del Género y El Feminismo Latinoamericano (2010)

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La epistemologia del sur, Ia colonialidad del genero

y el feminismo latinoamericano

Breny Mendoza

I. In trod ucci6n
Prcscnciamos en cstc momenta una coyuntura politica y cpistcmo16gica
singular en America Latina. Luego de mas de dos dccadas de dcmocracia nco libe-
ral~ sc cxpcrimcnta un giro hacia una izquicrda que sc vc a si misma arraigada en

nuevas movimientos sociales de los sectores mils excluidos por esta democracia,
que no son ni los obreros industriales de las ciudades ni los campesinos minifun-
distas o asalariados de otrora. Dentro del contexto latinoamericano actual, son los
movimientos indigenas los que se erigen como la '\ranguardia" del nuevo auge
"'movimicntista"', aunquc no en cl scntido marxista-1cninist~ sino mas bien como
un actor que ticne cl privilcgio de opcrar con una nueva racionalidad politica ba-
sada en su otredad y en su sublevaci6n contra Ia colonialidad del poder que rige
nuestras sociedades desde su sometimiento a! poder imperial de Occidente en
1492. El Foro Social Mundial aparccc, en cste sentido, como cl cspacio en dondc
los distintos movimicntos socialcs de] s6tano de las socicdadcs latinoamcricanas
y del mundo convergen para crear, en las palabras de Arturo Escobar, lUI ''paradig-
ma otro" o un conocimiento de otro modo.
Almismo tiempo que el Foro Social Mundial se describe como un nuevo
fen6meno social y politico que abandera Ia diversidad y Ia eclosi6n ontol6gica de
sujctos hast a ahara invisibili>.ados )' violcntados porIa modemidad, cl capitalismo
y c1 conocimiento euroccntrado, en ]a academia latinoamcricana )' estadounidensc
se constmyen conocimientos innovadores que buscan nutrirse de este impetu mo-
vimientista en America Latina y del espiritu del Foro Social Mlllldial. Vale decir
aqui, que pese a que el Foro Social Mundial es un movimiento transnacional que
busca a su vez un dialogo intercultural, el componente latinoamericano dentro de
C1 es fucrtc y de fmc en buena mcdida c1 contcnido de los nuevas conocimicntos
que se tejcn desdc cl subcontinentc y de los acadcmicos de Ia diaspora latinoamc-
ricana en Estados Unidos.
Lo que sigue es una reflexiOn sabre estos nuevas conocin1ientos latinoame-
ricanos que se anuncian a si mismos como una respuesta alternativa largamente
cspcrada a travCs de los cinco siglos de colonizaciOn al conocimiento euroccntrado

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c incluso mascuhnisla. Eslos conocimicnlos sc aulodcllncn como Lrans-modcmos,


trans-capitahslas, Lrans-occidcnlalcs, trans-poslcolonialcs y ocasionalmcnlc como
feministas. Como tal no solo prometen una nueva practica politica que redefine Ia
democracia liberal-occidental realmente existentes, y mta ruptura epistemologica
que abre espacios a conocimientos subaltemizados par el eurocentrismo que van
mas alla incluso del postcolonialismo de los sudasiaticos y arabes, y parecieran a
veces incluir algunos elementos feminislas, sino que lambien posibihLan Ia cons-
trucci6n de nuevas subjclividadcs que hablan dcsde Ia '·hcrida colonial" y auguran
no solo la ansiada liberacion del tramna de la conquista sino el fin de la teleologia
del eurocentrismo y Ia egologia de Occidente y el comienzo del postoccidenta-
lismo.
Mi reflexion sabre estos nuevas conocin1ientos inspirados geopoliticamen-
te en America Latina esta guiada por tres preguntas: i. Cuan lejos llega elnuevo
"conocimicnto olro" latinoamericano en su inclusion del pensamicnlo feminisla
y Ia cucsti6n del genera? (,Como se pucde articular cl fcminismo y cl genera en
esta nueva epistemologia del sur (como le llama dos Santos Souza a las nuevas
teorias), de manera que el sufrimiento y los suefios de las mujeres se tomen en
cucnla y sus conocimicnlos no qucdcn solcrrados como de costumbre? (,Que Iu-
gar ocupan las feminislas latinoamcricanas en c1 surgimicnto y constitucion de Ia
epistemologia del sur y cual puede ser su aporte?

II. El nuevo ethos masculino en Ia epistemologia del sur


Empiezan a abundar las resefias del posoccidentalismo latinoamericano en
tcxtos tanto en cspafiol como en ing!Cs. AI margen hasta haec poco entre los gran-
des debates sabre c1 postmodcmismo y cl postcolonialismo de los sudasiaticos
dentro Ia academia norteamericana, la critica latinoamericana de Ia modernidad
y Ia colonialidad empieza a colocarse en el centro. Su planteamiento es ademas
de radical, original y representa la apertura de lo que puede llamarse el arehivo
latinoamericano dentro de los debates sabre la modemidad y la eolonialidad. No
obstante, somctida a un cscrulinio fcminista csla nueva corricntc de pensamienlo
laLinoamcricano rcvcla aLm grandcs hmitacioncs en su comprensi6n del Iugar que
oeupa el genera en su objeto de investigacion. Es notoria a su vez una auseneia
de referencias a escritos feministas proeedentes de America Latina. Este heeho
qui,.a no dcba sorprcndcr, pucslo que Ia gran mayoria de los aulores de csta nueva
corrienle son hombres lalinoamcricanos, blancos y meslims, hcterosexualcs y de

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clasc media. Llama sin embargo Ia atcnci6n que cuando sc haec un gcslo bacia cl
fcminismo sc haga pcnsando cxclusivamcntc en fcministas chicanas como Gloria
Anzaldua o Chela Sandoval, y no en el feminismo latinoamericano. Esta omisi6n
amerita nuestra atenci6n y reflexi6n.
Para entender Ia manera en que esta nueva perspectiva latinoamericana
escamotea las luchas de las mujeres de Ia region es preciso realizar un amilisis
cuidadoso de su aparato conceptual y tcm1inologia. Disculirc apcnas dos de sus
mayorcs cxponcntcs ponicndo mayor cnfasis en cllrabajo del soci61ogo pcruano
Anibal Quijano, y hacienda algunas observaciones preliminares de uno de los
trabajos mas recientes del filosofo de la liberaci6n argentino Enrique DusseL Am-
bos autores han intentado de alguna manera incluir genera dentro de sus aparatos
conceptuales y han recibido cierta atenci6n de algunas te6ricas feministas. En e1
caso de Quijano, Ia argentina Maria Lugones ha realizado una in1portante critica
de su trabajo. Y yo he hccho lo mlo en mi trabajo sabre Ia colonialidad de Ia dc-
mocracia. Mi lcctura critica de Quijano Ia he claborado antes de conoccr cl tcxto
de Lugones, pero me parece que es posible entretejer ambas criticas para develar
algunos de los problemas del tratamiento de genera dentro de la obra de Quijano.
Es lo que tralo de haccr a continuaci6n.

Ill. El genero en Ia teo ria de Ani hal Quijano


Quijano acw1a el tennino de la colonialidad del poder para describir el
patron de poder que se establece coni a corona espaiiola en el siglo XVI a lo largo
y ancho de America, y que luego se extiende sabre todo el planeta a medida que
los podcrcs impcrialcs de Occidcntc sc tuman en cl avasallamicnto de los que
conoccmos hoy por las gentes del tercer mundo: amcrindios, africanos del Africa,
el Caribe, America del Sur, Centro y Norte, asiaticos, arabes y mestizos. (Habria
que aiiadir a los aborigenes de Australia y los maori de Nueva Zelandia.) Aunado
a su concepto de la colonialidad del poder, Quijano introduce "Ia idea de raza" que
surge conla idea del "descubrin1iento" y que sirve para reclasificar socialmente y
en fom1a cstratiftcada a las gentes en las colonias scgLm su rclaci6n con cl cristia-
nismo, Ia "purcza de sangre'' y las lcnguas curopcas.
La idea de raza segun Quijano reordena todas las areas de existencia huma-
na basicas que comportan en si todas las luchas de poder por el control de recursos
y los productos que de cllos sc dcrivan: cl scxo, cl trabajo, Ia au tori dad colcctiva y
Ia subjctividad I inlcrsubjclividad. Dcsdc csta pcrspcctiva, Ia idea de ra,.a rcordc-

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na los regimenes de genera preexistenles en las soeiedades eolonii'.adas y antes de


su eolonizaei6n. El genera queda asi subordinado a Ia logiea de raza, quizas como
antes genera lo era en relaci6n a la categoria de clase.
Finalmente, Quijano define el euracentrismo como la constmcci6n del co-
nacimiento delmundo en base a la invenci6n de Europa y de los europeos como
la version mas completa de la evolucion humana enla historia del planeta. El co-
rrelate del eurocentrismo seria Ia comprension de las gentes de las colonias como
pueblos sin historia y Ia negacion de sus epistemologias e incluso de su eslatus
como seres humanos. En este razonamiento, el eurocentrismo no solo conduce a
la constmcci6n de subjetividades e intersubjetividades entre eurapeos y no euro-
peos que se basan en oposiciones binarias tales como civilizaci6n y barbarie, es-
davos y asalariados, pre-modemos y modemos, desarrollados y subdesarrollados
etc., sino que se toma por sentado la universalizaci6n de la posicion epistemica
de los europeos.
Ahara bien, Lugones reconoce el poder explicative del tem1ino de Ia eo-
lonialidad del poder de Quijano y desprende de ahi su concepto de la coloniali-
dad de genera. Lo hace, sin embargo, basandose en una critica constructiva de
los preconceplos de genera que ella encuentra imphcilos en Ia dell.nici6n de Ia
eolonialidad del poder de Quijano. De acuerdo a Lugones, en Ia narraliva logiea
del coneepto de la colonialidad del poder, Quijano comete el error de suponer
que genera, e incluso la sexualidad forzosamente son elementos estmcturadores
de todas las sociedades humanas. AI suponer que ella es asi aprioristicamente,
Quijano acepta sin darse cuenta las premisas patriarcales, heterosexistas y euro-
centradas que existen sabre genera. Ella se apoya en cl trab~jo de Oyuranke
Oye,vumi, feminisla nigeriana, y en Paula Allen Gunn, feminista indigena de
EEUU, para probamos como el genera junto con la idea de raza fueron al mismo
tiempo eonstmctos coloniales para racializar y generizar a las sociedades que
sometian. Segun estas feministas afrieanas e indigenas no existia en las socie-
dades yorubas ni en los pueblos indigenas de America del Norte un principia
organizador parecido al de genera de Oceidenle antes del "eonlaelo'' y Ia eolo-
nizaei6n. Estas sociedades no dividian ni jcrarquizaban sus soeiedades en base a
genera, y las mujeres tenian aceeso igualitario al poder publico y simb6lico. Sus
lenguas y sistemas de parenteseo no contenian una estructura que apuntara a una
subordinacion de las mujcres a los hombres. No existia una division sexual del
lrab~jo y sus rclacioncs economieas se basaban en principios de reciproeidad y

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complcmcnlaricdad. El principia organizador mas imporlanlc era en cambia Ia


cxpcricncia basada en Ia cdad cronol6gica. En sinlcsis, lo biol6gico anat6mico
sexual poco tenia que ver con la organizacion social. Era lo sociallo que orga-
nizaba lo social.
Estas sociedades -nos dicen estas feministas postcoloniales- le tenian
ademas una alta estima a la homosexualidad y reconocian mas de dos "generos"
conlravinicndo cl dimorflsmo sexual tlpico de Occidcnle. Considcrar que genera
es un eoneeplo anterior a Ia soeicdad y Ia historia, como haec Quijano, ticne c1
efecto de naturalizar las relaciones de genera y la heterosexualidad, y pear aim
-nos dice Lugones- sirve para encubrir la forma en que las mujeres del tercer
mundo experimentaron la colonizacion y continuan sufriendo sus efectos en la
postcolonialidad. Habria que concluir que en los procesos de colonizaci6n, las
mujeres de estas partes delmundo colonizado no solo fueron racializadas sino
que almismo tiempo fucron rcinvcntadas como "mujcrcs" de acucrdo a c6digos
y principios discriminatorios de genera occidcnlalcs. La colonii'.aci6n crc6 las cir-
cunstancias hist6ricas para que las mujeres africanas e indigenas de Norte Ameri-
ca perdieran las relaciones relativamente igualitarias que tenian con los hombres
de sus socicdadcs y caycran no solo bajo cl dominic de los hom brcs coloni:r.adorcs
sino lam bien bajo c1 de los hombres coloni,.ados. La subordinaei6n de genera fuc
el precio que los hombres colonizados tranzaron para consencar cierto control
sabre sus sociedades. Es esta transacci6n de los hombres colonizados con los
hombres colonizadores lo que explica, segim Lugones, la indiferencia hacia el
sufrimiento de las mujeres del tercer mundo que los hombres, incluso los hombres
de izquicrda del tercer mundo, maniflcstan con su sileneio alredcdor de Ia violcn-
eia contra las mujeres en Ia actualidad.
Esta confabulaci6n de los hombres colonizados con sus colonizadores es lo
que impide constmir lazos fuertes de solidaridad entre las Jm~eres y los hombres
del tercer mundo en procesos de liberaci6n. Pero ignorar la historicidad y colonia-
lidad de genera tam bien ciega a las mujeres blancas de Oceidente, a quienes igual-
menlc lcs ha coslado rcconocer Ia intcrscecionalidad de raza y genera, y su propia
eomplieidad en los proecsos de colonizaci6n y dominaei6n eapilalista. Por cso,
les es dificil a las feministas occidentales todavia hoy constmir alianzas s6lidas
con las mujeres no blancas en sus paises y del tercer mundo. Es precisamente en
Ia rellexi6n sabre las diflcilcs alianzas del feminismo lransnacional dondc pienso
que mi critica a Quijano sc enlaza con Ia de Lugoncs, aunque yo le doy mas peso

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a Ia intcrscccion genera, raza y clasc, y Ia consccucncia que clio ticnc para cl


cjcrcicio real de Ia ciudadania.
Como Lugones, no me encuentro a gusto con la comprension de genero
de Quijano. Su idea de raza se vuelve un concepto totalizante que invisibiliza al
genero como categoria historica y como instnnnento de la colonialidad del poder,
almismo tiempo que obstaculiza un analisis interseccional de raza, genera, clase
y scxualidad. Supongamos por un momenta que si Quijano y otros posloccidcn-
talislas asociaran Ia idea de raza que surge en la conquisla cristiana de America.
con las cazas de brujas y la Santa lnquisicion en Europa, les seria quizas mas facil
otorgarle al genera su contenido historico y establecer la relacion que guarda el
genocidio de mujeres con la expansion del cristianismo y el genocidio en Ame-
rica. Pero, como la mayoria de los postoccidentalistas, Quijano no logra ver el
genocidio contra las mujeres o el femicidio en Europa, que sucede paralelamente
ala expulsion de los judios y moras, y Ia coloni;r,acion de America como un paran-
gon de Ia idea de raza. Quizas cs csto lo que las fcminislas africanas c indigcnas
intuyen al proponer que el concepto de genera impuesto en la colonia no existia
como tal en sus sociedades. El antecedente historico del genocidio de mujeres o
fcminicidio que signiflco la caza de bru_jas a lo largo de varios siglos en Europa
no sc habia dado a{m en sus territories. Eso sc darla mas tarde como cfcclo de
la colonizaci6n y la colonialidad de genera que se desarrolla como parte de la
estructura colonial.
Sin embargo, Quijano hace un trabajo esplendido para hacemos ver como
la idea de raza sirvio para codi:ficar la division del trabajo entre esclavitud y trabajo
asalariado dcnlro del sistema capitalista modcmo colonial. Es dccir, rcconocc la
intcrscccion de raza y clasc, pcro ignora por complcto "Ia idea de genera" que sc
produce concomitantemente con la idea de raza. Para Quijano, el sistema de castas
colonial sirvio no solo para clasificar racialmente a los sujetos colonizados sino
que sirvio asimismo para designar los tipos de trabajo a los que las personas tenian
acceso. Las relaciones sociales de capital y trabajo que se engendraron a partir
de Ia cxpcricncia colonial con Espana y lucgo con Tnglalcrra y Estados Unidos
cstuvicron dcsdc cl principia su_jclas a una division racial de trabajo en la cual cl
trabajo no libre, no pagado (esclavitud y servidumbre) estuvo reservado para los
no europeos, y el trabajo libre asalariado, para los europeos. Por ello -dice Quija-
no- vcmos la gcncralizacion dcllrabajo asalariado dondc hay mayorias blanc as y
la cocxislcncia de Lrabajo asalariado y lrabajos no asalariados en los paiscs dondc

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Ia poblaci6n indigena conscrva una presencia signif1cativa. Quijano rccurre sin


diflcuhad al archivo hisl6rico a lo largo de America del Norte y Sur para probar
que tma ideologia de supremacia blanca fue cmcial para diferenciar el trabajo de
los esclavos del trabajo asalariado. El historiador norteamericano David Roediger
nos ilustra lo mismo con el ejemplo de Estados Unidos y la forma en que la esda-
vitud en el sur aument6 a medida que el trabajo asalariado se generalizaba entre
los hombres blancos. Lo inlcrcsanle es que Quijano es conscienle de que eltrabajo
asalariado esluvo reservado solan1enlc para hombres blancos, pero no profundi,.a
en este hecho. Silo analizara, se veria forzado a reconocer que en el interior de la
definicion del trabajo asalariado hay igualmente una connotaci6n de genero y no
solo m1a racial. Hay dos casas que se pueden deducir de este hecho. Una que Qui-
jano y los postoccidentalistas reconocen, es que el trabajo libre asalariado como
fonna principal del capitalismo no pudo haberse desarrollado ni sostenido a largo
plazo sin las colonias. Sin la esclavizaci6n de los africanos y Ia servidumbre in-
digcna no habria capilalismo. Por otro lado, habria que lamar en cuenla que para
generalizar el trabajo asalariado "libre" primero se debi6 haber pasado par una
domesticaci6n de las mujeres en la metr6poli y luego someter a un regimen de
genero a las mujeres en las colonias. En Europa vimos como clio fuc reali:r.ado
en fom1a sistematica mediante Ia eai'.a de brujas desde cl siglo XV tanto por parte
de los protestantes como por la Santa lnquisici6n cat6lica. Mas tarde lo veriamos
en lo que Marx llamo el proceso de acmnulaci6n primitiva que desposey6 a la
masa campesina y separ6 en buena medida a las mujeres de la esfera productiva,
almismo tiempo que las convirti6 en amas de casa u obreras sabre explotadas. En
las colonias lo vimos con las violaciones masivas de mujeres indigenas como ins-
lrumenlo de guerra de conquista y asenlan1ienlo colonial, Ia perdida de su cslalus
social y politico, esclavizaci6n, reduccion a servidumbre, y la intensidad letal del
trabajo, entre otras casas. Esta "domesticacion" la vemos continuar hoy con los
feminicidios, el trafico de mujeres pobres, el turismo sexual, la maquilizaci6n y
feminizaci6n de la industria y la pobreza bajo el capitalisma neoliberal.
Y sin embargo, como Lugoncs, inluyo que Ia imposicion de las categorias
de rai'.a y genero produjo r~jaduras profundas en las solidaridades posiblcs entre
las mujeres de la metr6poli y la periferia, y entre los hombres y mujeres de la
periferia. Pero no deberiamos excluir las divisiones que se dan tambien entre las
mujeres de Ia periferia. En particular en America Latina, que se caracleriza par
una colonizaci6n in lema luego de su emancipaci6n colonial de Espana.

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La dcfmicion racializada del trabajo asalariado crco las bases para un pacto
social entre capitalistas y Ia elasc obrcra masculina de origcn curopco (blancos) en
detrimento de los trabaj adores no asalariados no blancos. lmplico un pacto social
entre hombres, de genero, parecido al contrato sexual del que habla Carol Pate-
man, quien sin embargo ignora la dimension de raza y la colonialidad del poder.
El pacto social de genero tuvo in1plicaciones politicas en la confonnacion de la
ciudadania y no solo cconomicas en Ia construccion de clasc.
De hccho Ia definicion del trabajo asalariado como un privilcgio de hom-
bres blancos europeos impidio que la mayoria de los hombres blancos pobres
cayeran en la esclavitud, y los libero al mismo tiempo del trabajo domestico.
Por eso, aw1que el trabajo asalariado masculino estuviese sujeto ala explotacion
capitalista, el pacto sirvi6 para sentar las bases de la fi.gura del ciudadano mascu-
line: un individuo libre, que posee control sobre su cuerpo y que tiene e1 derecho
y c1 ticmpo para Ia participacion politica; dcrcchos legales, civiles, individualcs
y polilicos que cxcluycn a mujcrcs y csclavos. Es dccir, sin cllrasfondo de Ia cs-
clavitud en las colonias no habria tal ciudadano y jefe de hogar masculino blanco
en Occidente. En breve, la fusion de la idea de raza y la idea de genera son claves
para con ftgurar Ia ciudadania librc que conocio Occidcntc al conllgurarsc cl capi-
talismo y Ia dcmocracia liberal. Podriamos concluir que Ia dcmocracia liberal real
existente en Occidente fue posible solo por esta fusion de raza y genero. Por eso,
debemos hablar no solo de la colonialidad de genero sino incluso de la colonia-
lidad de la democracia liberal. 0 dicho de otra manera, sin la colonizacion no se
hubiesen podido establecer los estados naciones de Occidente ni los capitalismos
palriarcalcs racislas. Es comprcndicndo cslc proccso que llcgamos a vcr Ia con-
llucncia del sistema hctcroscxisla, del sistema de genera colonial modcmo del que
nos habla Lugones, con el capitalismo y la democracia liberal.
Es importante enfatizar que el pacto social de genero entre hombres blan-
cos constituy6 una comunidad de intereses que excluyo a las mujeres blancas.
Estas no obtuvieron elmismo acceso ni a la ciudadania ni al trabajo asalariado.
Las mujcrcs blancas pcrdicron el control sobrc sus cuerpos con Ia caza de brujas
y no sc bcncficiaron de Ia colonialidad del podcr de Ia misma mancra que sus
congeneres. Elias han tenido que luchar por el acceso al trabajo asalariado en las
mismas condiciones que los hombres y por la ciudadania hasta hoy. Esto nos in-
dica que cl pacto de genera entre hom brcs blancos en rcalidad dcscansa sobrc una
base prccaria. Por un Iado, dcpcndc de relacioncs capilalistas de cxplolacion entre

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hombres y, par olro !ado, rcquicrc Ia subordinaci6n de las nu~jcrcs. El pacta pucdc
rcsqucbrajarsc facilmcnlc porIa radicalizaci6n de los trabajadorcs masculines, Ia
rapacidad de los capitalistas, cada vez que los colonizados se rebelan o cuando
las mujeres blancas pt~an por entrar en el pacta social de los hombres blancos,
entre otras casas. Sin poner barreras al trabajo asalariado o mantener salaries
bajos debajo de la supervivencia y sin someter a una ciudadania incompleta a
los no blancos curopcos -mujcrcs y hombres- de Ia pcrifcria, cl cstalus de los
hombres blancos sc vcria scriamcnlc amcnazado. Pcro cl acccso de las mujcrcs
blancas al trabajo asalariado y ala ciudadania completa es igual de desestabiliza-
dor. Ella crea una tension entre hombres y mujeres blanc as que beneficia al capital
porque socava la solidaridad entre los generos en el mercado !aboral y en la esfera
politica. Es precise tambien mantener relaciones de trabajo de superexplotaci6n
en la periferia para contener las presiones de los distintos lados e impedir a toda
costa que sc cslablc:t.can dcmocracias en Ia peri feria.
La dcmocracia de Occidcnlc no pucdc cocxistir con Ia dcmoeracia en los
paises del tercer mundo, pero tampoeo puede realizarse par complete en sus pro-
pias geografias. Las contradiceiones intemas de las democracias capitalistas han
lerminado bcncflciando, sin embargo, a las mujercs blancas de Ia mclr6poli, que
poco a poco han podido arrancarlc una cuola ceon6mica y pohLiea al paclo social
de los hombres blancos -por supuesto, siempre y cuando aceptaran los tEmninos
racistas del pacta-; alga que basta ahara han tranzado con los hombres blancos,
particulannente mediante el privilegio heterosexual que se da a traves del matri-
monio y los beneficios extraidos de las conquistas de los derechos civiles de las
personas afroan1cricanas. El avancc de sus dcrcehos civiles puedc dccirsc que ha
dcpendido de Ia supcrcxplotaci6n de las m~jcrcs negras, laLinas c indigcnas dcnlro
de sus paises, y de las mujeres de la periferia. Explotacion que hoy se extiende a
las mujeres migrantes en el contexte de la economia global. Es importante sefialar
que en la actualidad, este pacta colateral entre hombres y mujeres blancas de la
metropoli se manifiesta de manera perversa en la guerra contra el terrorismo y la
inslilucionalizaci6n de Ia torlura, tal como sc dcj6 enlrcvcr en cl easo Abu Ghraib
de Estados Unidos.
En la guerra contra el terrorismo, el estratagema de la colonialidad de ge-
nera qued6 desenmascarado con la justificacion de la invasion de Afganistan y de
Trak en nombrc de Ia libcraci6n de las mujcrcs oprimidas del Media Oriente. El
gobicmo de Estados Unidos rccurri6 al viejo dispositive de podcr colonial (a! que

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han recurrido los inglcscs y franccscs en cl Media Oriente) de usar para sus prop6-
silos de recolonizaci6n cl pretcxto de Ia libcraci6n de las mujcrcs de las colonias
de la barbarie patriarcal a las que estan sometidas. Lo interesante en este caso, es
que un sector del feminismo y de la poblaci6n femenina norteamericana no solo
bendijo la invasion sino que exigio ser parte de la operaci6n militar. Las nuevas
generaciones de mujeres (blancas y no blancas) en Occidente interpretan como
parte de las luchas fcministas cl dcrecho a participar en igualcs condiciones que los
hombres en las gucrras de agrcsi6n de su gobicmo. Los nuevas dcrechos que algu-
nas ±eministas del Norte global reclaman incluyen la participacion en las tropas de
combate y en los servicios de inteligencia que usan la tortura como media legitimo
para sus objetivos de seguridad nacional. En este sentido, las formas de tortura que
se dieran en Abu Glrraib con sus connotaciones pomograficas constituyen una nue-
va version de la colonialidad de genera y de sexualidad. La singularidad de Abu
Ghraib radica en que quizas par primcra vcz en Ia historia de Occidentc mujcres
blancas cstuvicron al frcntc de Ia cadcna de comando y cjercicron dircclan1cntc las
torturas y humillaciones sexuales contra los hombres de la colonia.
En el pas ado, las mujeres blancas habian sido con frecuencia mas bien es-
pcctadoras y c6mpliccs silcnciosas de Ia necropolitica que caracleri:r.a Ia colonia-
lidad del podcr, como las guerras colonialcs, o como m6vil del crimen, y espccta-
doras gozosas de los linchamientos de hombres negros en Estados Unidos, en la
cuspide de apartheid yankee, pero no habian sido autoras intelectuales o directas
de la opresion colonial. La guerra contra el terrorisma redefini6 la colonialidad de
genera y la llevo a otro nivel.
Por esta ra:r.6n, cs diflcil espcrar proximamcntc un ataque scrio contra cl
sistema de genera modemo colonial capitalista de parte de las mujercs blancas de
la metropoli. Una solidaridad transnacional entre mujeres de la metropoli y la pe-
riferia en estas circunstancias sigue siendo Wl gran desafio que hay que replan tear
)'resolver. La ironia es que la complicidad racista de las mujeres blancas en las
nuevas aventuras coloniales incorpora a mujeres no bhmcas de la clase trabaja-
dora en nom brc del feminismo. Pero quizas mas tnigico cs que Ia misma incor-
poraci6n de las mujeres (blancas y no blancas) al cstralagema de Ia colonialidad
del genera sirve como reforzamiento del pacta de genera entre hombres blancos y
de su propia opresi6n como mujeres. El escandaloso abuso sexual de las mujeres
alistadas en cl cjcrcito nortean1cricano y en general, Ia hipersexualizaci6n e hiper-
masculinizaci6n del militarismo csladounidcnsc son prucba de clio.

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La colonialidad del podcr y Ia colonialidad de genera opcran a nivel intcrno


en America Latina tambien. Como nos diccn los postoccidcntalistas, Ia indcpcn-
dencia no signific6 una descolonizaci6n de nuestras sociedades. Los mismos dile-
mas de las metropolis se encuentran en el interior de nuestras sociedades. Al final
de cuentas, existe una alianza entre los hombres colonizados con los colonizadores
que oprime a las mujeres en las colonias, tal como lo han identificado Lugones y
muchas fcministas latinoamcricanas. Existc, adcmas del pacta entre los hombres
blancos y el pacta colatcral entre hombres y mujcrcs blancas occidcntalcs, otro
pacta en el coraz6n de America Latina que debe ser profundan1ente analizado por
nosotras, las feministas latinoan1ericanas. i, Como se imaginanlos hombres latinoa-
mericanos la disoluci6n de ese pacta secreta entre hombres de la colonia?

TV. Gcnero en las Veinte te.~is de politica de Enrique Dussel


Enrique Dussel ha pucsto rccicntcmcntc sabre el tapctc una nueva tcoria
y una propucsta poHtica basada en tcsis que nos ayudan a responder nucstra prc-
gunta. Las veinte tesis detallan un programa que en sus palabras sientan las bases
para una civilizaci6n transmoderna, transcapitalista, nuls aHa delliberalismo y e1
socialismo. De acucrdo a sus propios en unci ados, cl modclo politico que propane
cs lomas ccrcano a lo perfecto que podcmos llcgar en cstc mom en to hist6rico en
el cuallos excluidos del sistema moderno colonial capitalista neoliberal imtm-
pen en la historia en espacios como el Foro Social Mundial, elmovimiento de
los zapatistas o las nuevas asambleas constituyentes. En este conglomerado de
movimientos que taman e1 escenario politico por primera vez, las feministas son
tomadas en cucnta por su particular dcmanda del rcspcto de los dcrcchos de las
mujcrcs. La incorporaci6n de dcmandas fcministas rcllcjaria cl cslogan zapatista
que Dussel retoma en su plan politico y que exige tmmundo donde todos y todas
quepan10s, elmw1do menos excluyente posible.
Dussel interpreta este enunciado zapatista como un fundamento politico
que nos ayudaria a crear una categoria unificadora de todos los movin1ientos,
clascs, razas, fcminismos, etc. La divcrsidad y las demandas particularcs debcn
negociarsc en tomo a un bloquc hcgcm6nico. Esc bloquc hcgcm6nico es lo que
el llanw "pueblo", la comunidad, o el nosotros de las tradiciones indigenas de
America Latina, que difiere del sentido de comunidad totalizante de Occidente,
en c1 cual las difcrcncias son climinadas. Lo que Eva Morales llama "cl bloque
social de los oprimidos".

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Ahora bien, cl conccplo del pueblo no cs nuevo dentro de Ia tradicion de Ia


izquicrda latinoamcricana y ha sido repelidamentc crilicado tanlo dcsdc Ia izquier-
da como desde la derecha por su vaguedad y a menudo por su pretensiones dema-
gogicas o populistas. El concepto de pueblo es vista a menudo como una categoria
unitaria. Las feministas de la region y Estados Unidos han tenido amplia experien-
cia de lo que significa operar con categorias unitarias que dicen representar la dife-
rcnciay Ia opresion. Sabemos muy bien que Ia catcgoria unitaria de gcncro excluyo
a las mujeres pobres, indigenas, afrodescendientcs y lesbianas, entre olras. Por olra
parte ya vimos que el genera, al fi1sionarse con la raza, sirvio como instnunento de
dominacion en los procesos de colonizacion y capitalismo. Las lesbianas han dicho
algo similar en relacion con la sexualidad al revelar el genera como una categoria
que depende de una matriz heterosexual y de la abyeccion dellesbianismo.
En algunas ocasiones, las feministas le han seiialado a Dussel que el con-
cepto de los pobres que se uliliza dentro de Ia teologia de liberacion y que guarda
estrecha rclacion con cl concepto de pueblo que ahora se uliJi,.a, opera como
un concepto hegemonico indiferenciado que no incluye los sufrimientos de las
mujeres. Por ejemplo, Viola ha identificado la carencia de una etica sexual en la
tcologia de libcracion. ScgLm csta autora, en Ia tcologia de Ia libcracion qucdan
fucra Ia violcncia contra las mujercs, las violaciones y cl acoso sexual, las muer-
tes por abortos ilegales, la mortalidad matema e infantil y los feminicidios. Los
teologos de la liberacion que bien reconocen el sufrimiento de clase, aceptan sin
discusion la doctrina del Vaticano cuando se trata de los derechos reproductivos
de las mujeres. No parece que Dussel haya prestado atencion a esta critica femi-
nista, y su intento de ser mas inclusive con cl tcnnino pueblo, no consigue aun
desentendcrsc de su scsgo masculinisla.
En primer Iugar, llama la atenci6n que su tratado politico de las veinte tesis
retenga la division publico I privado. Dussel comienza afirmando que lo privado
es el espacio intersubjetivo que protege a los sujetos de ser observados y atacados
por otros miembros de otros sistemas intersubjetivos. Mientras que lo publico es
cl espacio inlcrsubjetivo en dondc los sujclos sc desempcfian en base a roles y se
exponcn a Ia mirada de otros actores de otros sistemas inlcrsubjetivos. Establcce
que lo publico es lo politico por definicion y que lo publico politico es el unico
espacio donde el cambia civilizatorio es posible.
Dcsdc una pcrspectiva feminisla, conservar csta division signif1ca un rclro-
ceso en cl pensan1icnto politico. Rccordemos cl viejo cslogan de lo personal cs

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politico que cs cl fundamcnto por cxcclcncia del fcminismo. Rcsullaria problc-


matico para las mujcrcs dcspolili:t.ar y dcfinir cl ambito privado como dcsprovislo
de confiictos de poder o como ambito "prepolitico'', porque como bien sabemos,
las mujeres no se encuentran protegidas de ser observadas y atacadas por otros
miembros de otros sistemas intersubjetivos en los funbitos privados. Lo privado
noes unidimensional, alli se transfieren sistemas intersubjetivos que operan tanto
a nivcl p{tblico como privado. Partir de una scparaci6n de lo privado y lo publico
conscrvaria para las fcministas no solo Ia colonialidad de genera sino lam bien Ia
concepcion liberal eurocentrada de la politica que Dussel dice querer tenninar.
En la medida en que este autor considera que la exclusion de las mujeres y las
demandas feministas solo pueden ser resueltas en lo publico, los confiictos de
la vida cotidiana y la microfisica del poder en lo privado quedan sin teorizarse.
El ambito donde sucede buena parte de las violaciones de los derechos de las
mujcrcs qucdaria rcprcscnlado como parlc de lo prcpolilico. Pcro pear lodavia,
cllraslado de los micropodcrcs del ambito privado al ambito publico -como las
torturas sexuales del tipo Abu Ghraib, o las violaciones sexuales de mujeres, o los
asesinatos de transexuales y lesbianas en crisis politicas como el golpe de estado
en Honduras- scrian incomprcnsiblcs dcnlro del esquema de Dusscl si vcmos
lo privado y lo p{tblico como csfcras scparadas. Su definicion de Ia po!Hica, para
nuestra perspectiva feminista, contini1a siendo demasiado masculinista.
Lo interesante, no obstante, es como los principios eticos que Dussel esco-
ge para redefinir la "nueva" politica han sido tom ados de imaginaries femeninos
tanto occidentales como orientales y amerindios, que algunas feministas del norte
global han utili,,ado en sus propias fom1Ulacioncs de lo politico. Tomcmos su idea
de que Ia nueva politic a licnc como objclivo Ia pcrpcluaci6n de Ia vida. Esla nueva
politica prioriza el deseo de mantenerse con vida antes que el deseo de matar. El
nuevo paradigma politico neg aria la necropolitica de la razon genocida occidental
que justifica la muerte de mas de dos tercios de la humanidad y sus recursos, y
promoveria la existencia continuada y contigua a la vida de los otros: los exclui-
dos. Esto cquivalc a sobrcvivir prospcrando a Ia par del olro: cl cxcluido, los
pobrcs, cl pueblo. Es una poHtica, lal como llama Dusscl, de allcridad. El ethos
de la politica de alteridad, en sus palabras, es la vida misma. La vida concreta
de cada persona es el principia y el fin. La vocaci6n politica debe estar dirigida
a Ia salisfacci6n de las ncccsidadcs vilalcs del pueblo en donde reside cl podcr.
La funci6n de las inslilucioncs polilicas cs cumplir con esle mandala del pueblo.

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Nutricndose de los ;r,apatislas de nuevo, Ia pniclica poHtica se basa en mandar obe-


deciendo, cscuchando a quienes nos anlcccden. Y no en una rcnuncia y alienaci6n
del poder de su fuente, el pueblo. El punto de partida de la politic a de la alteridad
no puede ser el individuo aislado como fiwra Robinson Cmsoe. Dussel exclama
en un momento de iluminaei6n que Robinson Crusoe no podria ni siquiera haber
nacido sin la comunidad ... Pero sin una mujer tam poco, agregariamos las femi-
nislas, revclando una vez mas Ia obnubilaci6n de las rclaciones de gcnero en los
conceptos unitarios de comunidad y pueblo.
Lo parad6jico es mas bien que Dussel no logre reconocer el principia ±e-
menino e incluso feminista que esta presente en su discurso. El nuevo paradigm a
politico que propone guarda cierta similitud con el pensamiento maternal de Sa-
rah Ruddick y la construcci6n de una politica de paz y no violencia. El trabajo
matemo en este sentido -igual que la politica de alteridad- tiene como princi-
pia fundamental Ia conscrvaci6n de Ia vida; se trata igualmcnte de Ia creaci6n de
una vida en Ia que los seres humanos crczcan y prospercn libres de violcncia, y
desarrollen una intersubjetividad tanto en lo privado como en lo publico basada
en la reciprocidad y la no violencia. Elmodelo politico del pensamiento matemo
promucvc una cconomia de cuidado y Ia prcscrvaci6n de Ia vida en cl plancta.
de Ia misma mancra que Dusscl sc imagina un sistema politico y ccon6mico que
tenga como fin la conservaci6n de la vida eternamente -como si la tierra jamas
se fuera a extinguir. Los nuevos movimientos feministas contra la no violencia de
la cuarta ola, como Code Pink, que resurgieron a raiz de la guerra contra el terro-
rismo se basan en premisas que recuerdan el pensamiento matemal de Ruddick
Podriamos dccir que cslc pcnsamicnto fcminista va mas lcjos que Dusscl, pucs
cs profundamcntc antimilitarista y no jusliflca Ia violcncia bajo ninguna circuns-
tancia. En cambio Dussel sorprendentemente consen·a el derecho al uso de la
violencia en caso de autodefensa de la comunidad, aunque no nos dice cmindo es
que hemos llegado al punto en que la violencia se justificaria.
Podemos admitir no obstante, que la politica de alteridad de Dussel, en la
medida en que lienc a Ia vida como principia y fln maximo, reprcsenta un avance
en cl pcnsamicnto masculinista de Ia polilica de izquierda de Ia region, que ha
sido en el pasado militarista, incluso en su fase parlamentarista. lncorpora impor-
tantes premisas del pensan1iento feminista, aunque aparezcan desconectadas del
pensamienlo de los movimicntos indigcnas que 61 preflcre y no scan rcconocidas
cxplicitamenlc en su discurso. Pero prescrva elementos masculinistas que debcn

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ser seii.alados y sometidos a un mayor eserutinio que cl que yo he podido hacer


aqui. Si el pensamiento posloccidentalisla ha de lamar en scrio Ia inclusion de
las voces de las mujeres necesita establecer ademas un dialogo con las feministas
latinoamericanas. Es evidente en los escritos de Dussel y otras exponentes que
este dialogo todavia no ha comenzado. Las feministas latinoamericanas, por su
lado, de ben a su vez elaborar un pensamiento postoccidental que articule y revele
Ia fom1a en que Ia colonialidad de genera, ra,.a, clasc y sexualidad conlimian
dclenninando nucslras socicdadcs y nuestro pcnsamienlo, incluso cl feminisla.

V. EJ feminismo Jatinoamerinmo y Ja epistemoJogia deJ sur


He planteado al comienzo de este articulo la pregunta de cual ha sido la
contribucion de las feministas latinoamericanas en la construccion de una epis-
tcmologia del sur y cualcs podnan scr sus aportcs. Sabcmos que las feministas
latinoan1ericanas han hccho grandcs conlribuciones en los debates del Foro So-
cial Mundial yen los proccsos politicos de Ia region. No obstante, Ia auscncia de
referencias a autoras feministas latinoamericanas es notoria dentro de las teorias
que se tejen desde el Foro.
En otro !ado me he rcfcrido a Ia ausencia de una leona rcminisla latinoa-
mcricana que arliculc, como dina Nelly Richard, "lo lalinoamericano como una
diferencia que diferencia". Quizas esta falta de articulaci6n de una teoria feminis-
ta latinoamericana prapia sea responsable del silencio alrededor de las ideas femi-
nistas de la region. Par ejemplo, la critica poscolonial del sudeste asiatica cuenta
con una clara vertiente feminista con la presencia de grandes figuras como Gayatri
Spivak y Chandra Mohanty. Las mujercs indigcnas en Norteamerica y las tcoricas
africanas como Oycwumi no solo han logrado construir una tcoria de genera en
base a su experiencia colonial particular, sino que nos han cambiado la manera
de pensar el genera. Las chicanas y las afraamericanas en Estados Unidos han
revolucionado la teoria feminista con sus conceptos, como la interseccionalidad
de genera, raza, clase y sexualidad, la conciencia de la mestiza y el pensamiento
frantcrizo al que tanto sc rcftcrcn los postoccidenlalislas. Pcro dcscono:r.co una
leona rcminista de Ia region que profundicc en su propia experiencia colonial y
poscolonial. Las chicanas no pueden suplantar la teoria feminista latinoameri-
cana. La misma Lugones, que esgrin1io la idea de la colonialidad de genera de
Quijano, no bas6 su rellcxion en America Latina, sino en los avances tcoricos de
feminislas indigcnas norlcamericanas y african as.

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Si bien cs cicrto que las obras de autoras chicanas como Gloria Anzald(w,
Chcrric Moraga, Nanna Alarcon, Emma Perez, Chela Sandoval y otras han mos-
trado un potencial epistemico de "lo latinoamericano'', ellas nos devuelven una
imagen de America Latina doblada y subtitulada. Escrita en inglt~s con retazos de
espm1ol e incluso de m1huatle, y en un ingles codificado en espailol y nalmatle, la
teoria entreteje lo indigena, lo campesino, lo emigrm1te y "lo latinoamericano" en
Ia lcxlura de Ia nueva cxpcricncia anglo, cxpcricncia de por siteiiida de lo indigc-
na, can1pcsino y "lo latinoan1cricano" de una fase anterior de Ia historia del lerri-
torio que es hoy los Estados Unidos. La zona en la que se escribe "'lo chicano lati-
noamericano'' es en verdad un cruce de fronteras donde la colonialidad del poder
anglo y espafi.ol se unen para transmutar el significado de "'lo latinoamericmw''.
Pero la escritura de "lo latinoamericano" en ingles, aunque esparcido de espailol
y nahuatle, tiene el efecto de cambiar su contenido. Por mas latinoamericana que
aparci'.c a Ia tcoria fcminisla chieana no pucdc ella aprchendcr Ia expcricncia vi-
vida de las latinoan1cricanas que no migran haeia cl norte. No pucdc pasar por
teoria feminista latinoamericana. Las culturas o lenguas no son transparentes las
unas a las otras. Siempre hay un residua, un restante que queda rezagado en este
in ten to de convcrsacion intercultural. Siempre hay algo que se descarta en cl acto
comunicativo, sicmprc hay algo que queda perdido en Ia traducci6n de una lengua
a otra, entre una historia y otra, un lugar y otro. Y lo que queda perdido es "lo
latinoamericano" de America Latina. Sin duda, ellugar desde donde se concibe
la teoria es importante mas aim si consideramos las viseisitudes recientes de la
colonialidad de genera que se dan en contextos de la guerra contra el terrorismo
y Ia economia global.
La idea posmodema y poscolonial de que Ia condici6n de Ia transnacio-
nalidad y las tecnologias connmicativas globalizantes desterritorializan el cono-
cimiento no debe llevarnos a pensar que nuestras posiciones como sujetos son
intercambiables y reversibles sin importar nuestro locus de enunciacion y nuestra
diferencia colonial. Pensar que la teoria chicana articula la subaltemidad de todo
"lo latinoamericano'' ofusea Ia matcrialidad, Ia tcrritorialidad y Ia concreci6n de
Ia difcrencia de "lo latinoamericano'' que se da en su localidad.
Las feministas latinoamericmws que aparecen hoy en los debates masculi-
nistas de la region y enla academia metropolitana como el "Otro invisible" tienen
que rcclamar sus dercchos epislemologicos. Tan1bicn lendriamos que abocamos
al proyecto de Ia dcscolonizacion de Ia teoria. Necesitamos irrumpir en los dialo-

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Rreny :\fendoza

gas que sc dan entre postoccidcntalistas y chicanas. Ncccsitamos cucstionar los


aparatos conccptualcs de los fcminismos mctropolitanos, incluso cl postcolonial,
y sabre todo el pensamiento proveniente del aparato del desarrollo.
lncluso debemos desestabilizar nuestros propios discursos.
Nuestras alusiones ala diversidad deben ser reexaminadas ala luz de la co-
lonialidad del poder y la colonialidad de genera tomando en cuenta nuestro propio
Iugar en cl sistema de colonizacion intcma que prcvalccc en nucstras socicdadcs.
Lam u_jcr indigcna y african a aparccc todavia al margen dcltcxto o en una sucrtc
de indigenismo feminista que busca subswnir lo indigena a lo mestizo, a lo blan-
co, a lo occidental. Reconocemos el problema de la diversidad, de la indigena y la
negra, pero no nos planteamos el problema de la mestiza o lo eurosudamericano.
El dialogo entre la mestiza, la eurosudamericana, la mujer indigena y la mujer
negra muestra aun rezagos de una dialectica de poder donde la interlocutora cul-
tural dominantc (Ia mestiza idcntiflcada con Ia cosmologia curopca que nicga lo
indigcna y africano, o Ia posicion cpistcmica de Ia curosudamcricana) y cl inter-
locutor subaltemo sigue operando. La historia de los encuentros feministas nos da
la raz6n. La ausencia de un aparato conceptual que de cuenta de la colonialidad de
genera en su concatcnaci6n con raza, clasc y scxualidad en c1 interior de nucstras
socicdadcs y sus confabulacioncs con las ultradcrcchas del norte global nos da
la pauta del enonne trabajo que las feministas latinoamericanas aim tenemos por
delante.

Bibliografia
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