La Epistemología Del Sur, La Colonialidad Del Género y El Feminismo Latinoamericano (2010)
La Epistemología Del Sur, La Colonialidad Del Género y El Feminismo Latinoamericano (2010)
La Epistemología Del Sur, La Colonialidad Del Género y El Feminismo Latinoamericano (2010)
y el feminismo latinoamericano
Breny Mendoza
I. In trod ucci6n
Prcscnciamos en cstc momenta una coyuntura politica y cpistcmo16gica
singular en America Latina. Luego de mas de dos dccadas de dcmocracia nco libe-
ral~ sc cxpcrimcnta un giro hacia una izquicrda que sc vc a si misma arraigada en
nuevas movimientos sociales de los sectores mils excluidos por esta democracia,
que no son ni los obreros industriales de las ciudades ni los campesinos minifun-
distas o asalariados de otrora. Dentro del contexto latinoamericano actual, son los
movimientos indigenas los que se erigen como la '\ranguardia" del nuevo auge
"'movimicntista"', aunquc no en cl scntido marxista-1cninist~ sino mas bien como
un actor que ticne cl privilcgio de opcrar con una nueva racionalidad politica ba-
sada en su otredad y en su sublevaci6n contra Ia colonialidad del poder que rige
nuestras sociedades desde su sometimiento a! poder imperial de Occidente en
1492. El Foro Social Mundial aparccc, en cste sentido, como cl cspacio en dondc
los distintos movimicntos socialcs de] s6tano de las socicdadcs latinoamcricanas
y del mundo convergen para crear, en las palabras de Arturo Escobar, lUI ''paradig-
ma otro" o un conocimiento de otro modo.
Almismo tiempo que el Foro Social Mundial se describe como un nuevo
fen6meno social y politico que abandera Ia diversidad y Ia eclosi6n ontol6gica de
sujctos hast a ahara invisibili>.ados )' violcntados porIa modemidad, cl capitalismo
y c1 conocimiento euroccntrado, en ]a academia latinoamcricana )' estadounidensc
se constmyen conocimientos innovadores que buscan nutrirse de este impetu mo-
vimientista en America Latina y del espiritu del Foro Social Mlllldial. Vale decir
aqui, que pese a que el Foro Social Mundial es un movimiento transnacional que
busca a su vez un dialogo intercultural, el componente latinoamericano dentro de
C1 es fucrtc y de fmc en buena mcdida c1 contcnido de los nuevas conocimicntos
que se tejcn desdc cl subcontinentc y de los acadcmicos de Ia diaspora latinoamc-
ricana en Estados Unidos.
Lo que sigue es una reflexiOn sabre estos nuevas conocin1ientos latinoame-
ricanos que se anuncian a si mismos como una respuesta alternativa largamente
cspcrada a travCs de los cinco siglos de colonizaciOn al conocimiento euroccntrado
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clasc media. Llama sin embargo Ia atcnci6n que cuando sc haec un gcslo bacia cl
fcminismo sc haga pcnsando cxclusivamcntc en fcministas chicanas como Gloria
Anzaldua o Chela Sandoval, y no en el feminismo latinoamericano. Esta omisi6n
amerita nuestra atenci6n y reflexi6n.
Para entender Ia manera en que esta nueva perspectiva latinoamericana
escamotea las luchas de las mujeres de Ia region es preciso realizar un amilisis
cuidadoso de su aparato conceptual y tcm1inologia. Disculirc apcnas dos de sus
mayorcs cxponcntcs ponicndo mayor cnfasis en cllrabajo del soci61ogo pcruano
Anibal Quijano, y hacienda algunas observaciones preliminares de uno de los
trabajos mas recientes del filosofo de la liberaci6n argentino Enrique DusseL Am-
bos autores han intentado de alguna manera incluir genera dentro de sus aparatos
conceptuales y han recibido cierta atenci6n de algunas te6ricas feministas. En e1
caso de Quijano, Ia argentina Maria Lugones ha realizado una in1portante critica
de su trabajo. Y yo he hccho lo mlo en mi trabajo sabre Ia colonialidad de Ia dc-
mocracia. Mi lcctura critica de Quijano Ia he claborado antes de conoccr cl tcxto
de Lugones, pero me parece que es posible entretejer ambas criticas para develar
algunos de los problemas del tratamiento de genera dentro de la obra de Quijano.
Es lo que tralo de haccr a continuaci6n.
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La dcfmicion racializada del trabajo asalariado crco las bases para un pacto
social entre capitalistas y Ia elasc obrcra masculina de origcn curopco (blancos) en
detrimento de los trabaj adores no asalariados no blancos. lmplico un pacto social
entre hombres, de genero, parecido al contrato sexual del que habla Carol Pate-
man, quien sin embargo ignora la dimension de raza y la colonialidad del poder.
El pacto social de genero tuvo in1plicaciones politicas en la confonnacion de la
ciudadania y no solo cconomicas en Ia construccion de clasc.
De hccho Ia definicion del trabajo asalariado como un privilcgio de hom-
bres blancos europeos impidio que la mayoria de los hombres blancos pobres
cayeran en la esclavitud, y los libero al mismo tiempo del trabajo domestico.
Por eso, aw1que el trabajo asalariado masculino estuviese sujeto ala explotacion
capitalista, el pacto sirvi6 para sentar las bases de la fi.gura del ciudadano mascu-
line: un individuo libre, que posee control sobre su cuerpo y que tiene e1 derecho
y c1 ticmpo para Ia participacion politica; dcrcchos legales, civiles, individualcs
y polilicos que cxcluycn a mujcrcs y csclavos. Es dccir, sin cllrasfondo de Ia cs-
clavitud en las colonias no habria tal ciudadano y jefe de hogar masculino blanco
en Occidente. En breve, la fusion de la idea de raza y la idea de genera son claves
para con ftgurar Ia ciudadania librc que conocio Occidcntc al conllgurarsc cl capi-
talismo y Ia dcmocracia liberal. Podriamos concluir que Ia dcmocracia liberal real
existente en Occidente fue posible solo por esta fusion de raza y genero. Por eso,
debemos hablar no solo de la colonialidad de genero sino incluso de la colonia-
lidad de la democracia liberal. 0 dicho de otra manera, sin la colonizacion no se
hubiesen podido establecer los estados naciones de Occidente ni los capitalismos
palriarcalcs racislas. Es comprcndicndo cslc proccso que llcgamos a vcr Ia con-
llucncia del sistema hctcroscxisla, del sistema de genera colonial modcmo del que
nos habla Lugones, con el capitalismo y la democracia liberal.
Es importante enfatizar que el pacto social de genero entre hombres blan-
cos constituy6 una comunidad de intereses que excluyo a las mujeres blancas.
Estas no obtuvieron elmismo acceso ni a la ciudadania ni al trabajo asalariado.
Las mujcrcs blancas pcrdicron el control sobrc sus cuerpos con Ia caza de brujas
y no sc bcncficiaron de Ia colonialidad del podcr de Ia misma mancra que sus
congeneres. Elias han tenido que luchar por el acceso al trabajo asalariado en las
mismas condiciones que los hombres y por la ciudadania hasta hoy. Esto nos in-
dica que cl pacto de genera entre hom brcs blancos en rcalidad dcscansa sobrc una
base prccaria. Por un Iado, dcpcndc de relacioncs capilalistas de cxplolacion entre
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hombres y, par olro !ado, rcquicrc Ia subordinaci6n de las nu~jcrcs. El pacta pucdc
rcsqucbrajarsc facilmcnlc porIa radicalizaci6n de los trabajadorcs masculines, Ia
rapacidad de los capitalistas, cada vez que los colonizados se rebelan o cuando
las mujeres blancas pt~an por entrar en el pacta social de los hombres blancos,
entre otras casas. Sin poner barreras al trabajo asalariado o mantener salaries
bajos debajo de la supervivencia y sin someter a una ciudadania incompleta a
los no blancos curopcos -mujcrcs y hombres- de Ia pcrifcria, cl cstalus de los
hombres blancos sc vcria scriamcnlc amcnazado. Pcro cl acccso de las mujcrcs
blancas al trabajo asalariado y ala ciudadania completa es igual de desestabiliza-
dor. Ella crea una tension entre hombres y mujeres blanc as que beneficia al capital
porque socava la solidaridad entre los generos en el mercado !aboral y en la esfera
politica. Es precise tambien mantener relaciones de trabajo de superexplotaci6n
en la periferia para contener las presiones de los distintos lados e impedir a toda
costa que sc cslablc:t.can dcmocracias en Ia peri feria.
La dcmocracia de Occidcnlc no pucdc cocxistir con Ia dcmoeracia en los
paises del tercer mundo, pero tampoeo puede realizarse par complete en sus pro-
pias geografias. Las contradiceiones intemas de las democracias capitalistas han
lerminado bcncflciando, sin embargo, a las mujercs blancas de Ia mclr6poli, que
poco a poco han podido arrancarlc una cuola ceon6mica y pohLiea al paclo social
de los hombres blancos -por supuesto, siempre y cuando aceptaran los tEmninos
racistas del pacta-; alga que basta ahara han tranzado con los hombres blancos,
particulannente mediante el privilegio heterosexual que se da a traves del matri-
monio y los beneficios extraidos de las conquistas de los derechos civiles de las
personas afroan1cricanas. El avancc de sus dcrcehos civiles puedc dccirsc que ha
dcpendido de Ia supcrcxplotaci6n de las m~jcrcs negras, laLinas c indigcnas dcnlro
de sus paises, y de las mujeres de la periferia. Explotacion que hoy se extiende a
las mujeres migrantes en el contexte de la economia global. Es importante sefialar
que en la actualidad, este pacta colateral entre hombres y mujeres blancas de la
metropoli se manifiesta de manera perversa en la guerra contra el terrorismo y la
inslilucionalizaci6n de Ia torlura, tal como sc dcj6 enlrcvcr en cl easo Abu Ghraib
de Estados Unidos.
En la guerra contra el terrorismo, el estratagema de la colonialidad de ge-
nera qued6 desenmascarado con la justificacion de la invasion de Afganistan y de
Trak en nombrc de Ia libcraci6n de las mujcrcs oprimidas del Media Oriente. El
gobicmo de Estados Unidos rccurri6 al viejo dispositive de podcr colonial (a! que
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han recurrido los inglcscs y franccscs en cl Media Oriente) de usar para sus prop6-
silos de recolonizaci6n cl pretcxto de Ia libcraci6n de las mujcrcs de las colonias
de la barbarie patriarcal a las que estan sometidas. Lo interesante en este caso, es
que un sector del feminismo y de la poblaci6n femenina norteamericana no solo
bendijo la invasion sino que exigio ser parte de la operaci6n militar. Las nuevas
generaciones de mujeres (blancas y no blancas) en Occidente interpretan como
parte de las luchas fcministas cl dcrecho a participar en igualcs condiciones que los
hombres en las gucrras de agrcsi6n de su gobicmo. Los nuevas dcrechos que algu-
nas ±eministas del Norte global reclaman incluyen la participacion en las tropas de
combate y en los servicios de inteligencia que usan la tortura como media legitimo
para sus objetivos de seguridad nacional. En este sentido, las formas de tortura que
se dieran en Abu Glrraib con sus connotaciones pomograficas constituyen una nue-
va version de la colonialidad de genera y de sexualidad. La singularidad de Abu
Ghraib radica en que quizas par primcra vcz en Ia historia de Occidentc mujcres
blancas cstuvicron al frcntc de Ia cadcna de comando y cjercicron dircclan1cntc las
torturas y humillaciones sexuales contra los hombres de la colonia.
En el pas ado, las mujeres blancas habian sido con frecuencia mas bien es-
pcctadoras y c6mpliccs silcnciosas de Ia necropolitica que caracleri:r.a Ia colonia-
lidad del podcr, como las guerras colonialcs, o como m6vil del crimen, y espccta-
doras gozosas de los linchamientos de hombres negros en Estados Unidos, en la
cuspide de apartheid yankee, pero no habian sido autoras intelectuales o directas
de la opresion colonial. La guerra contra el terrorisma redefini6 la colonialidad de
genera y la llevo a otro nivel.
Por esta ra:r.6n, cs diflcil espcrar proximamcntc un ataque scrio contra cl
sistema de genera modemo colonial capitalista de parte de las mujercs blancas de
la metropoli. Una solidaridad transnacional entre mujeres de la metropoli y la pe-
riferia en estas circunstancias sigue siendo Wl gran desafio que hay que replan tear
)'resolver. La ironia es que la complicidad racista de las mujeres blancas en las
nuevas aventuras coloniales incorpora a mujeres no bhmcas de la clase trabaja-
dora en nom brc del feminismo. Pero quizas mas tnigico cs que Ia misma incor-
poraci6n de las mujeres (blancas y no blancas) al cstralagema de Ia colonialidad
del genera sirve como reforzamiento del pacta de genera entre hombres blancos y
de su propia opresi6n como mujeres. El escandaloso abuso sexual de las mujeres
alistadas en cl cjcrcito nortean1cricano y en general, Ia hipersexualizaci6n e hiper-
masculinizaci6n del militarismo csladounidcnsc son prucba de clio.
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Si bien cs cicrto que las obras de autoras chicanas como Gloria Anzald(w,
Chcrric Moraga, Nanna Alarcon, Emma Perez, Chela Sandoval y otras han mos-
trado un potencial epistemico de "lo latinoamericano'', ellas nos devuelven una
imagen de America Latina doblada y subtitulada. Escrita en inglt~s con retazos de
espm1ol e incluso de m1huatle, y en un ingles codificado en espailol y nalmatle, la
teoria entreteje lo indigena, lo campesino, lo emigrm1te y "lo latinoamericano" en
Ia lcxlura de Ia nueva cxpcricncia anglo, cxpcricncia de por siteiiida de lo indigc-
na, can1pcsino y "lo latinoan1cricano" de una fase anterior de Ia historia del lerri-
torio que es hoy los Estados Unidos. La zona en la que se escribe "'lo chicano lati-
noamericano'' es en verdad un cruce de fronteras donde la colonialidad del poder
anglo y espafi.ol se unen para transmutar el significado de "'lo latinoamericmw''.
Pero la escritura de "lo latinoamericano" en ingles, aunque esparcido de espailol
y nahuatle, tiene el efecto de cambiar su contenido. Por mas latinoamericana que
aparci'.c a Ia tcoria fcminisla chieana no pucdc ella aprchendcr Ia expcricncia vi-
vida de las latinoan1cricanas que no migran haeia cl norte. No pucdc pasar por
teoria feminista latinoamericana. Las culturas o lenguas no son transparentes las
unas a las otras. Siempre hay un residua, un restante que queda rezagado en este
in ten to de convcrsacion intercultural. Siempre hay algo que se descarta en cl acto
comunicativo, sicmprc hay algo que queda perdido en Ia traducci6n de una lengua
a otra, entre una historia y otra, un lugar y otro. Y lo que queda perdido es "lo
latinoamericano" de America Latina. Sin duda, ellugar desde donde se concibe
la teoria es importante mas aim si consideramos las viseisitudes recientes de la
colonialidad de genera que se dan en contextos de la guerra contra el terrorismo
y Ia economia global.
La idea posmodema y poscolonial de que Ia condici6n de Ia transnacio-
nalidad y las tecnologias connmicativas globalizantes desterritorializan el cono-
cimiento no debe llevarnos a pensar que nuestras posiciones como sujetos son
intercambiables y reversibles sin importar nuestro locus de enunciacion y nuestra
diferencia colonial. Pensar que la teoria chicana articula la subaltemidad de todo
"lo latinoamericano'' ofusea Ia matcrialidad, Ia tcrritorialidad y Ia concreci6n de
Ia difcrencia de "lo latinoamericano'' que se da en su localidad.
Las feministas latinoamericmws que aparecen hoy en los debates masculi-
nistas de la region y enla academia metropolitana como el "Otro invisible" tienen
que rcclamar sus dercchos epislemologicos. Tan1bicn lendriamos que abocamos
al proyecto de Ia dcscolonizacion de Ia teoria. Necesitamos irrumpir en los dialo-
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Bibliografia
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