Examen Ignaciano

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EXAMEN IGNACIANO.

San Ignacio daba mucho valor al examen como modo de rezar. Dicen que
él aconsejaba, cuando el jesuita en alguna circunstancia no podía hacer sus
oraciones diarias, que no dejara de hacer el examen. Y él lo practicaba
todas las horas, cuando escuchaba el son de la campana, elevaba un
momento su mente a Dios para agradecer y examinar lo que había vivido.

El examen es una oración, es decir, un diálogo con Dios. Es leer como en


un libro sagrado lo que uno vive para comprender lo que le ha sucedido, el
sentido profundo de cada momento, lo que Dios regala en cada momento
de vida. Así, el examen suscita sobre todo el agradecimiento de “tanto bien
recibido” por parte de Dios (muchas veces a través de los demás). La
gratitud es lo que nos ubica en nuestro verdadero lugar de necesitados, de
dependientes. Por eso, el primer paso del examen es dar gracias a Dios por
lo que ocurrió en el tiempo que se quiere examinar, reconociendo su
accionar creador en nosotros.

El examen ignaciano es una buena herramienta para poder llegar a ser


"contemplativos en la acción", para “buscar y encontrar a Dios en todas las
cosas”. Al descubrir la Presencia de Dios que trabaja en nuestra vida,
identificamos aquellas cosas que Dios nos va señalando como buenas,
como llenas de vida, de sentido, de plenitud, y eso nos impulsa a tomar
decisiones que vayan en ese sentido, nos confirma en pasos bien dados, nos
estimula y anima a seguir caminando, así como nos señala los pasos o los
deseos que no son de Dios sino –al decir de San Ignacio-, del Mal Espíritu.
Por eso, el examen nos hace más conscientes de encaminar nuestros pasos
para acercarnos un poco más al ideal de "en todo amar y servir".

A veces la vida se nos pasa sin saber qué nos pasa y dejándonos una
sensación de vacío, de sin sentido. Pero cuando tomamos conciencia de
cuánto ocurre en nuestro interior y en nuestro alrededor, nos admiramos de
cuántas cosas importantes ocurrieron, que pasarían inadvertidas,
saboreamos el sentido profundo de cada vivencia con la gratitud de “tanto
bien recibido”. Descubrimos que aún las contradicciones son usadas por
Dios para nuestro bien.

Saborear el gusto de lo vivido es lo que nos convierte en sabios, por eso,


practicar el Examen Ignaciano es un camino de sabiduría.
El examen nos lleva a una toma de decisiones que sintonizan con lo que
Dios nos sugiere para plenificar nuestra vida.

Es muy bueno también hacer un examen ignaciano al final de una clase, o


un módulo, o un tema para tomar conciencia de la Presencia de Dios
creador. Con cada clase, en los estudiantes ocurren cosas en su interior y en
los grupos, que los va transformando, haciendo crecer, en un proceso
creador constante que Dios lleva adelante.

Consideremos, también, la posibilidad de incluir en tu práctica personal, el


hacer el examen ignaciano con frecuencia. Es un camino de sabiduría, de
gustar internamente el paso de Dios en todo.

Lo “ignaciano” no se adquiere estudiando sino ejercitándose, haciendo


experiencia. Y la experiencia es en Presencia de Dios.

ORACIÓN.

Toma, Señor
Toma, Señor y recibe
toda mi libertad
mi memoria, mi entendimiento
y toda mi voluntad
Todo mi haber y mi poseer
tu me lo diste
a ti Señor lo torno.
Todo es tuyo
dispone a toda tu voluntad
Dame tu amor y gracia
que ésta me basta.
(Ignacio de Loyola)

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