Ensayo Intersemestral - La Rueda de La Vida - Ana Rosa Castillo Valdivia
Ensayo Intersemestral - La Rueda de La Vida - Ana Rosa Castillo Valdivia
Ensayo Intersemestral - La Rueda de La Vida - Ana Rosa Castillo Valdivia
Tanatología
NCR 91831
Alumna
Ana Rosa Castillo Valdivia 00398941
Docente:
Mtra. Adriana Dávila Guzmán
Elizabeth se encontraba en un tiempo y contexto histórico que marcó el resto del siglo XIX
y que los vestigios permanecen en nuestros días. Durante el periodo posterior a la Gran
Guerra y anterior a la Segunda Guerra mundial existía una enorme carencia de amor en el
mundo. Las crisis no solo se limitaban a la económica, sino a la afectiva y la moral. La
catástrofe había dejado a miles sin hogar, recursos y con un sentimiento de rencor hacia sus
adversarios. El mundo estaba dividido y buscaba la manera de resurgir entre la desgracia.
Desgraciadamente esta crisis llevó a que la Segunda Guerra Mundial ocurriese y se
cometieran crímenes contra la humanidad sin precedentes. He aquí donde la ausencia del
amor, comprensión y sentido de empatía por el prójimo se hizo más evidente. Elizabeth
tomó la responsabilidad de compartir ese amo, “En un momento en que el amor parecía ser
tan escaso en el mundo, lo acepté como un regalo, un honor y, por encima de todo, una
responsabilidad.” (Kübler-Ross, 2021)
¿Cuál es el sentido del buen morir? ¿Por qué importa? Casi nadie se había hecho esta
pregunta, ni tomado el momento de reflexión. Solo aquellos quienes son receptivos al
llamado de auxilio a su prójimo pueden profundizar sobre la trascendencia de la muerte.
Los motivos que nos mueven definen el rumbo de nuestro trabajo, así como Elizabeth tenía
su arduo deseo de ser médico por esta razón “¿Qué mejor que sanar a las personas
enfermas, dar esperanza a las desamparadas y consolar a las que sufrían?” (Kübler-Ross,
2021) Las personas moribundas dejaban de formar parte en la sociedad, sufrían el
aislamiento, rechazo y eran temidos.
El trabajo de Elizabeth con pacientes terminales fue la pauta clave para la tanatología como
la conocemos, primero tratando con pacientes diagnosticados con enfermedades venéreas,
refugiados, sobrevivientes de la guerra en Europa, pacientes esquizofrénicos y el resto de su
carrera con todo tipo de pacientes terminales. En todos ellos pudo reconocer las
necesidades afectivas que caracterizaban al enfermo terminal abandonado, su propósito era
sanar estas carencias, ¿por qué no era posible ser más humanos con los que sufren? Como
todos los demás poseían necesidades afectivas enormes “ansiaban amistad y compasión”.
La muerte nunca había sido tratada de frente, siempre a escondidas o nunca mencionada, la
creencia de que si la ignoramos hace que desaparezca e ignoramos a quienes van hacia ella,
pero les ocasionamos un sufrimiento que nadie merece. Los prejuicios de la época obstruían
este acercamiento con el moribundo, pero a Elizabeth siempre fue contracorriente.
Estar en contacto constante con enfermos terminales, hizo que Elizabeth pudiera identificar
la existencia de etapas en el proceso de duelo, hay diferentes autores en os que estas etapas
varían, pero Elizabeth las divide así: Negación y aislamiento, ira, pacto, depresión y
aceptación. Estos pasos conforman de que manera los pacientes hacen las paces con su
realidad.
La importancia de mirar de frente a la muerte, no como una amenaza , sino como el fin
último de la vida que nos ha tocado, nada pasa por casualidad. Aprender aceptar esta
verdad nos hace apreciar la vida, el amor incondicional pero también en saber que existe
algo más allá de la muerte que es aún mejor que la vida. La vida es bella, pero está llena de
desafíos y la muerte está libre de ellos. La muerte no es fracaso, contrario a lo que creen los
médicos, si no la recompensa de todos los esfuerzos empleados a lo largo de nuestra vida,
teniendo en cuenta si somos personas de bien. Enfrentarnos a la muerte requiere de mucho
valor, pero al enfrentarse a ella nos abre los ojos a que la vida tiene una finalidad y un
diferente valor, instrumento que nos acerca más a descubrir la finalidad de la existencia.
La experiencia de la muerte nos enseña el buen vivir y que la calidad de humano nunca se
pierde. Si nos encontramos en la posición de enfrentarla tanto como presenciarla en tercera
persona, la muerte es una gran maestra. Para quienes la enfrentan les enseña lo maravilloso
que ha sido su peregrinar por la vida, no importa que cosas no hicieron, sino que si lograron
y cuanto lograron. A quienes se quedan atrás en el viaje, la muerte no solo les enseña a
vivir mejor, enseña la más importante de las lecciones, el amor incondicional. Este vas más
allá de la existencia del hombre, cuando el ser querido parte a esta otra mitad del viaje, los
que seguimos vivos seguimos amándolos. El amor incondicional es lo único que es eterno.
Cuando comencé la novela no sabia que esperar exactamente, pero fui optimista. A medida
que comencé la lectura pude observar un poco de ella en mí. Su amor por la naturaleza, la
facilidad con la que comprendía poco a poco los secretos del mundo desde los ojos de la
infancia. Me sorprendió lo humana que se mostró, su capacidad de empatía, comprensión y
sobre todo de amor. No pensé que la autora agregaría el carácter religioso a su obra, pero
después comprendí que era de esperarse ya que la muerte no solo puede ser comprendida
desde lo observable. Como persona de fe, intenté ser escéptica para que mi juicio no
interfiriera con los que pudiera ser objetivo, pero al final Elizabeth dejó de lado solo creer
la ciencia y abrirse por el camino espiritual.
Nunca he tenido problemas muy graves con la pérdida. Y mientras leí me cuestioné si estas
pérdidas que he sufrido en mi corta vida realmente habían sido significativas, si mi relación
con aquellas personas había sido importante o tan superflua que su ausencia no me
generaba dificultades Afortunadamente llegué a la conclusión en que no es que no fueran
significativas, si no que había sabido llevarlas bien y ahora solo queda el recuerdo del gran
amor que les tengo y que llegamos a compartir el uno por el otro.
Pude llegar a sentir este gran aprecio y respeto que Elizabeth tenía hacia la muerte. Antes
de leer la idea da la muerte me daba un poco de miedo, ya que pensaba en todas las cosas
que quería a hacer, mi familia a quienes amo y lugares por conocer. Pero ahora siento que
puedo hablar sobre la muerte sin miedo ni tabúes, al fin es lo único que sabemos que
ocurrirá con seguridad en la vida. Me emociona pensar que desde este momento puedo
prepararme para mi muerte. Como dice Elizabeth repetidamente en la novela, la muerte nos
enseña aún más sobre la vida, ¿qué es lo que ofrecemos a los demás? ¿Qué servicios hemos
prestado? Soy joven, y seguramente viviré por muchos años más, pero desde ahora quiero
empezar a hacer más de mi vida, porque la muerte dependerá en la mera que la llevé. No
me gustaría morir y no poder haber hecho más por los demás.
Esta novela me gustaría compartirla con una de mis mejores amigas que estudia medicina,
me agradaría que pueda entender, así como yo, que la muerte es más allá de un tabú y que
es su sabor como médico puede hacer mucho más que tratar enfermedades. Por mí,
aumentó más mi interés por la tanatología, siento afinidad por las practicas con enfoques
más humanos y el pensar en ayudar a las personas en saber atravesar uno de los dolores
emocionales más complicados me emociona.
Bibliografía