Las Anafalbetas - Legna Rodríguez
Las Anafalbetas - Legna Rodríguez
Las Anafalbetas - Legna Rodríguez
Las analfabetas
© Legna Rodríguez Iglesias, 2015
© Fotografía de cubierta: W Pérez Cino, 2015
© Bokeh, 2015
ISBN: 978-94-91515-21-7
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2.
Querría empezar este libro con una frase dudosa.
Algo de lo que cupiera dudas.
Que ni ella misma quedara exenta.
Algo como una regla ortográfica.
Se escribe eme antes de pe y be.
Pero qué se escribe después.
Probablemente todo.
Después de pe y be ella querría escribirlo todo.
Al contrario de lo que todos creen, una analfabeta sabe escribir.
En el alquiler la mayoría de las analfabetas tenemos una laptop.
Para escribir sólo necesitamos abrir la laptop y teclear.
Y es bueno saber que la laptop nos corrige.
A, be, ce, che, de, e, efe, ge, hache, i, jota, ka, ele, elle, eme, ene,
eñe, o, pe, qu, ere, ese, te, u, uve, dobleuve, equis, ye, zeta.
Si la laptop no nos corrigiera probablemente no escribiríamos.
Robaríamos para comer.
Mataríamos si es preciso.
Y terminaríamos presas.
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3.
Aquí no tienen pianos de cola, pensó en voz alta.
Sí tenemos pianos de cola, al menos por la mañana, había cien-
tos aquí.
Entonces muéstramelos.
Mira hacia allá, cuántos pianos de cola más quieres ver.
Tal vez eran pianos por la mañana, pero ahora mismo, no lo son.
Cómo que no lo son, no hay nada más parecido a un piano
que eso.
Para mí, que ando buscándolos, un piano es otra cosa.
Qué cosa.
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4.
Un piano no es un teléfono ni es una cafetera.
Y aunque se parece a una laptop, tampoco un piano es una
laptop.
Los teléfonos encontraron la inspiración.
Uno es macho y uno es hembra.
O por lo menos han dejado claro que los roles masculino y
femenino están presentes.
Vigorosos y enamorándose.
Con un par de cables que se entrelazan.
Se anudan.
Un piano no tiene cable.
Al menos un piano de cola.
No tiene cable.
Tiene cola redonda y erótica.
Una cola enorme.
Un teléfono orina y el prepucio le crece tanto que en vez de
cuatro patas se diría que tiene cinco.
Cuando el teléfono macho golpea al teléfono hembra, este pre-
fiere no haber nacido.
Un piano de cola comería hierba y con eso estaría feliz.
Los pianos son analfabetas y no tienen necesidades intelectuales.
A los pianos de cola no les gusta escribir.
Y aunque les gustara, los pianos de cola no tienen laptop.
Ningún vendedor de laptop le vendería una laptop a un piano.
A no ser que fuera un vendedor analfabeta.
Ahí sí.
Pero los vendedores son licenciados en economía.
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Por eso la hierba es suficiente para hacer feliz a un piano.
Es lo menos parecido a ella que hay.
Que no es feliz con nada.
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5.
Está en un soológico buscando algún piano.
Alguna señal.
Este soológico no le gusta porque no hay pianos de cola.
Y del tenedor y de la cuchara sólo percibe su hedor.
Y las estrellas no le caen bien.
A decir verdad, no tolera nada de la familia de las estrellas.
Igual que con los seres humanos, que si tienen características
físicas semejantes a una estrella, tampoco los tolera.
Igual que con los objetos, que si tienen forma picuda, como una
estrella, trata de eliminarlos.
¿Todavía te duele?
Mucho.
Perdóname.
Z o o l ó g i c o se escribe con zeta.
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6.
Contrario a lo que todo el mundo cree una analfabeta tiene
sentimientos.
Y una de las cosas que más sabe hacer una analfabeta es expresar
sus sentimientos.
Pero no hay que llorar por no saber escribir zoológico.
Hay muchas otras razones para llorar.
Sufrimientos profundos.
Pasiones de ánimo.
Un zoológico mal escrito no debe quitarle el sueño a nadie.
Sobre todo un zoológico sin piano de cola.
Donde no has encontrado la inspiración.
Querría cingar contigo esta noche.
O por lo menos dormir.
Dormir abrazadas tú y yo.
Cada analfabeta con su analfabeta.
Y cada licenciado en economía con su licenciado en economía.
Así la vida, que está llena de cosas desagradables, puede llenarse
de cosas agradables.
Compartir un mismo idioma es agradable.
Un lenguaje de amor.
Pero tranquilízate.
Si no quieres dormir conmigo está bien.
Tú lo que quieres es encontrar la inspiración.
Y lo que has encontrado es esto.
Perdóname.
S i n g a r se escribe con ese.
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7.
Está en mi cama, borracha y loca.
Está buscando un piano de cola.
La abrazo y me pego a su espalda que huele a ron.
La huelo y es como si metiera la nariz en una botella.
No es que las analfabetas seamos unas borrachas, es que no
podemos parar.
La naturaleza no nos dotó de inteligencia para parar.
Sólo nos dotó de inteligencia para seguir.
Es una botella.
La descorcho.
Meto la nariz.
Meto la lengua.
Succiono.
Sale baba.
Sale orine.
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8.
Alquiler: cincuenta dólares.
Comida: veinte dólares.
Aseo: veinte dólares.
Algo urgente, por si acaso: un dólar.
Total: noventa y nueve dólares.
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9.
Somos once.
Ocho de nosotras jugamos a ser estudiantes de medicina.
Las tres analfabetas restantes jugamos a ser una escritora, un
deshollinador de teatro, y una asesina en serie.
La escritora y el deshollinador de teatro son locales.
El resto de las analfabetas somos todas extranjeras.
Una quiere ser cirujana.
Otra quiere ser ginecóloga.
Otra quiere ser pediatra.
Otra quiere ser psiquiatra.
Otra quiere ser patóloga.
Pero lo que más queremos es no tener que estudiar.
Ni una enciclopedia más.
Ni un libro de texto más.
Yo quiero dormir con ella y abrazarla.
Y tocarle el piano.
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10.
A la escritora le decimos Escritora.
Y al deshollinador de teatro le decimos Deshollinador.
Las estudiantes de medicina son fantasmas.
Analfabetas fantasmas.
A ellas las fusilaron.
Por reírse.
Y jugar a los doctores.
El veintisiete de noviembre del año pasado las fusilaron.
El año 1871.
Cállate, ese es el año antes pasado.
Bueno, cualquier año.
La escritora, el Deshollinador y yo, vimos el fusilamiento escon-
didos detrás de unos árboles.
Un árbol diferente para cada uno.
La escritora detrás de una palma.
El Deshollinador detrás de una ceiba.
Y yo detrás de un flamboyán.
Pero las analfabetas fantasmas siguen viviendo con nosotras.
Ayudando a pagar el alquiler, la comida y el aseo.
A mi padre también lo fusilaron.
Un infarto lo fusiló.
Levanta las manos.
Apunta.
Fuego.
Él me dejó una alianza que se la voy a poner en un dedo a la
escritora.
Porque me quiero casar con ella.
Y ella conmigo aunque no lo sepa.
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11.
Carlos Verdugo, presente.
Eladio Gónzález, presente.
Anacleto Bermúdez, presente.
Pascual Rodríguez, presente.
Ángel Laborde, presente.
Etcétera.
Bengala Oliveira, detrás del flamboyán.
Cállate, estoy detrás del flamboyán.
¿Dónde?
Detrás del flamboyán.
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