Barrera Linares - 18015-Texto Del Artículo-110537-2-10-20211224
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https://revistas.udistrital.edu.co/ojs/index.php/enunc
DOI: https://doi.org/10.14483/22486798.18015 Acreditación Institucional de Alta Calidad
Artículo de reflexión
Resumen
En este artículo se analiza el modo como se ha venido registrando en el Diccionario de la lengua española (DLE) el lema bachi-
ller, ra, relacionándolo con el lenguaje de género, a fin de precisar diacrónicamente el registro y las acepciones de sus formas en
masculino y/o femenino, a lo largo del periodo 1726-2020. El seguimiento cronológico se realizó a través del Nuevo Tesoro Lexi-
cográfico de la Lengua Española y de las ediciones 2001 y 2014 del DLE. El resultado demuestra que, en el caso de este vocablo,
la incorporación del femenino al discurso académico público no siempre tiene que ver con la posición interna de las academias
sobre el masculino genérico ni con su registro en el DLE o con los requerimientos actuales sobre formas inclusivas del femenino,
ya que fue incorporado como grado académico para damas desde 1884. Independientemente de los reclamos sobre invisibilidad
y encubrimiento, habría otras motivaciones que parecieran haber incidido en la resistencia para la aceptación de la palabra ba-
chillera, con marca de femenino, situación contraria a muchos otros títulos como arquitecta, ingeniera o sicóloga, por ejemplo.
Algunas acepciones peyorativas de dicha palabra (charlatana, indiscreta, bocazas, habladora, entremetida, petulante) y su consa-
gración a través de medios educativos podrían haber originado que las mujeres se nieguen a ser tituladas o tratadas como tales.
Adicionalmente, hay muy pocas instituciones que otorgan el título de bachillera.
Palabras clave: lexicografía, lenguaje inclusivo, bachillera.
Abstract
This article analyzes the way the Spanish language word bachiller, ra has been registered in the Spanish Language Dictionary (Dic-
cionario de la Lengua Española, DLE) in relation to gender-neutral language in order to diachronically determine the register and
meanings of its masculine/feminine forms throughout the 1726-2021 period. Chronological monitoring was performed through
the Nuevo Tesoro Lexicográfico de la Lengua Española and both 2001 and 2014 editions of the DLE. The results show that, in the
case of this term, the incorporation of feminine-gender words relating to academic titles into public or institutional academic dis-
course does not always have to do with the internal position of the academies on the generic masculine, nor with its registration
in the DLE or the current requirements on the inclusive forms of the feminine gender, given that this term was incorporated as an
academic title for ladies in 1884. Regardless of the claims about invisibility and concealment, there might be other motives that
seem to have influenced the resistance to the acceptance of bachillera in its feminine form, unlike other Spanish language titles
such as arquitecta, ingeniera and psicóloga, for instance. Some pejorative meanings for bachillera (“talkative”, “indiscreet”, “loud-
mouth”, “meddling”, “petulant”) and its entrenchment in academic environments could have caused women to refuse to be titled
or treated as such. Additionally, very few institutions title women as bachilleras.
Keywords: lexicography, inclusive language, bachillera
*
Investigador venezolano, profesor de la Universidad Católica Silva Henríquez (Chile), doctor en Letras. Numerario de la Academia Venezolana de la Lengua
([email protected]).
ORCID https://orcid.org/0000-0002-5654-0394).
Cómo citar: Barrera Linares, L. (2021). Lenguaje inclusivo y lexicografía académica: ¿Quién quiere ser bachillera? Enunciación, 26(2), 255-268.
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o de los grupos profesionales en los que se precise resultado de tal reacción pública, una semana des-
utilizar el término. pués, el término fue desincorporado, a fin de evitar
Los supuestos en los que se fundamenta es- falsas expectativas5.
te acercamiento inicial son los siguientes: a) para Para efectos del español, el DLE es la casa
el caso de algunos grados, profesiones y oficios, el donde conviven en armonía nuestras creencias y
trato o referencia en femenino no tiene que ver so- maneras de (con)figurar la realidad. Esto incluye
lo con la posición interna de las academias, sino a emisores (redactores del diccionario), destina-
también con motivaciones históricas, sociales y tarios o usuarios y difusores de un mismo capital
educativas que a veces inciden en la resistencia al cultural y social (Bourdieu, 1998). Unos, como re-
cambio; b) el sexismo ideológico discursivo no se presentantes de una institución e individuos socia-
refiere solo a los integrantes del sexo masculino; les (Bourdieu, 1998), reproducen su competencia
motivado rigurosamente por sistemas educativos lingüístico-ideológica (Pérez Hernández, 2010);
que lo consagran, también procede a veces de co- otros, a través de dicha fuente, la confirman, se
munidades de mujeres. Es lo que García Mouton la apropian y la reproducen con su actuación lin-
(1999) denominó machismo femenino; c) afiliada güística (Rodríguez Barcia, 2008, 2011)6; en tanto
a los dictámenes de la RAE y la Asale, la comuni- los terceros (la escuela, los medios, las institucio-
dad hispanohablante se ha mostrado conservadora nes privadas o del Estado) actúan como garantes y
ante la aceptación de bachillera. perpetuadores de dicho patrimonio social. Así, el
DLE constituye lo que podría ser considerado una
El DLE como autoridad normativa de la imposición simbólica (Bourdieu y Passeron, 1996),
existencia aunque no necesariamente consciente, pero sí ins-
taurada, con base en un habitus, y mediante el po-
Para el grueso de usuarios de español, el DLE cons- der sociohistórico que representan las academias.
tituye una fuente infalible, a veces incluso incues- Independientemente de lo anterior, es la pro-
tionable, en la que teóricamente reposan todas pia institucionalidad la que, en el preámbulo de
las palabras “existentes” (Barrera Linares, 2015; la última edición, se adelanta a aclarar la relación
Forgas Berdet, 2011)4. Muchos hablantes asumen entre el DLE y la realidad. No es que el primero
como inexistente, cuando no como inadecuado, busque cambiar esta última –se dice allí–, sino al
cualquier vocablo que no haya sido integrado a contrario; su función es registrar los cambios que
esa fuente. Dicha actitud se extiende incluso a la van ocurriendo en la realidad y, en consecuencia,
RAE, muy a pesar de que no es la única institución se reflejan en la lengua. De esa manera, desde la
de la Asale, aunque sí la más antigua. Es tanta la posición de la Asale, el DLE evidencia lo que ya es
influencia pública de la RAE, respecto de su con- patente, teóricamente, sin prejuzgar ni oficializar
dición de supuesta autoridad que, a principios de o imponer usos. Sin embargo, el tema va más allá
noviembre de 2020, incluyó en su Observatorio del real propósito institucional: es la comunidad la
de Palabras la forma elle y, casi mecánicamente, que percibe en el diccionario una guía normativa
mucha gente asumió que estaba aprobando y, en de uso que a su vez implica aceptación o rechazo
consecuencia, autorizando, dicho uso para esa su- 5 El observatorio de palabras es una instancia de la RAE en la cual suelen
puesta forma no binaria de tercera persona. Como incluirse algunos nuevos términos, o acepciones de otros, cuya presencia
en el discurso público genera discusiones. Aunque nada garantiza su apro-
bación inmediata o futura, suele generar falsas creencias en los hablantes,
debido al peso sociohistórico de la RAE y a su valoración colectiva como
4 Lo ha reconocido así la propia RAE; por ejemplo, en el preámbulo de supuesta rectora del acontecer lingüístico (ver RAE, 2019).
su edición de 2001, cuando todavía se le conocía mediante el acrónimo 6 “[...] quien usa las palabras de una u otra manera, articula el mundo de
DRAE: “El Diccionario de la Real Academia Española [...] tiene universal- una u otra manera y, así, actúa en consecuencia. De ahí que no haya buen
mente reconocido un valor normativo que lo hace único en su género” lexicógrafo que explícita o implícitamente no acabe dando lecciones mo-
(RAE, 2001, en línea: https://www.rae.es/sites/default/files/PROLOGO_ rales. Sabiéndolo o sin saberlo. Queriendo o sin querer” (Casado Velarde,
DRAE_2001.pdf ). 2014, p. 222).
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de lo que allí se registra. Nominar sería, en tal ca- una premisa incuestionable: término ausente im-
so, equivalente a construir la estructura y organiza- plica término irreal, inexistente.
ción del mundo (Bourdieu, 2001). Por el contrario, se da por sentado que cual-
Por otra parte, cada uso allí incluido debe de- quier voz registrada puede utilizarse, por cuanto,
jar muy clara su relación con la realidad, debido aunque no es así, ha sido debidamente autorizada
a que, según Rodríguez Barcia (2008), “a partir de (normada, diría Del Valle, 2014, entre otros) al ser
la edición de 1780 se observa un continuismo que incluida, sin que importen las marcas que acom-
delata la prolongación injustificada de una reali- pañen la definición e intenten llamar la atención
dad obsoleta a lo largo de más de dos siglos de acerca de usos inadecuados fuera de ciertos con-
producción lexicográfica” (p. 277)7. Es como si textos (malsonante, coloquial, familiar, despectivo,
a veces los repertorios lexicográficos se estanca- irónico, vulgar, etc.). Es decir, aunque no sea esa
ran en momentos específicos de la realidad e in- la intención explícita de la RAE o de la Asale, al
tentaran estatizarla, generando, sin proponérselo, menos para el colectivo en general, el dicciona-
que pongamos en duda la condición evolutiva del rio oficializa y patentiza el uso de lo que en él ha
idioma, que jamás se detiene y, en consecuencia, sido registrado8. Debido a eso, se ha convertido
cambia, se adapta, independientemente de que en guía inapelable, infalible e incuestionable an-
haya modificaciones más rápidas o más lentas. te la comunidad panhispánica, fuente fundamen-
De allí que lo que se aduce, desde fuera de las tal para dirimir cualquier desavenencia de carácter
academias, es que la carencia de algunas marcas léxico e, incluso, en no pocas ocasiones, morfo-
o entradas del DLE podría generar la sensación de sintáctico9. Aunque lo que recoja el DLE haya pa-
que se esté negando, precisamente, la existencia sado antes por el tamiz del uso y la aceptación
de determinados referentes. En alusión al llama- de la comunidad panhispánica, una vez instalado
do lenguaje de género, lo expresa, por ejemplo, en su contenido –o en la Ortografía (RAE y Asa-
Martín (2019): “El lenguaje inclusivo aspira a le, 2010a) y el Diccionario panhispánico de dudas
plasmar la realidad –realidad que se compone de (RAE y Asale, 2005), para citar otras dos fuentes
hombres y mujeres– y ayuda a tomar conciencia orientadoras muy relevantes– pasa a convertirse en
de que no nombrar a la mitad de la sociedad per- norma (Del Valle, 2014).
petúa discriminaciones” (p. 25). Eso implica su consideración colectiva y valor
Quiérase o no, el común de los hablantes cree simbólico (Fajardo Aguirre, 2011, p. 56) como de-
que el DLE sí es un reflejo de lo que realmente es positario de una plataforma reguladora que, por
el universo en español, por cuanto se comportan lo general, funciona en paralelo con la que tam-
como individuos sociales, voceros de un capital bién es culturalmente asumida como la gramática
cultural al cual están afiliados, a veces sin abier- oficial del idioma (Jacinto García, 2013; Calero,
ta conciencia de ello. Y si allí no se nombra algo, 2018)10; esto es, en el caso más reciente, con la
pues, ese algo no tiene esencia y, naturalmente, 8 Esta posición no es gratuita. Pensemos, por ejemplo, que desde los años
aunque ello no sea solo responsabilidad de quie- sesenta del siglo XX, la misma institución se encargaría de cultivar esta
creencia. Para ello se sugiere revisar Marimón Llorca (2018), quien hace
nes confeccionan y ponen a circular dicho re- un estudio sobre el impacto institucional generado por las columnas de
prensa del, para ese tiempo, secretario perpetuo de la junta directiva, don
pertorio (agrupados en la Asale), así lo creen las Julio Casares, en cuya columna de prensa (La Academia Española Trabaja)
personas. El tema es más complejo de lo que apa- hablaba de “léxico oficial” (p. 175).
9 “El concepto de autoridad va ligado a una concepción peculiar de la nor-
renta. Sin embargo, el colectivo lo asume como ma lingüística, pero va mucho más allá: pertenece a un paradigma en el
que la lengua se contemplaba (sic) con un código jurídico que se debía
respetar por parte del conjunto de la sociedad (o al menos por parte de las
élites cultas) (Jacinto García, 2013, p. 67).
7 Aunque no solo alusiva a la situación del diccionario académico, una idea 10 Sobre este tema referente a la relación entre diccionario y norma(s), se
similar a esa se reitera en Liste (2013, p. 114): “Las obras lexicográficas son sugiere ver Fajardo Aguirre (2011). Dicho autor plantea en su tesis doctoral
fiel reflejo de conceptualizaciones anacrónicas aún latentes y, de este mo- una relación muy estrecha entre diccionario, diccionaristas, gramática y
do, se alejan de la realidad o del progreso de la sociedad que describen”. canon (ver pp. 33-36). Sobre la conexión entre gramática y diccionario
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NGLE (RAE y Asale, 2009), aunque, en términos investigadores y/o escritores muy (re)conocidos. La
generales, y en apariencia, esta última sea menos consecuencia es que, si la institución coordinado-
importante para la gente, al menos en el caso del ra de los cambios, es decir, la RAE o la Asale, toma
hablante que nada o muy poco tiene que ver con en cuenta, por ejemplo, el uso generalizado y de-
la lingüística o la enseñanza del español. bidamente documentado del lema X e incorpora
una variante nueva, supongamos que sea Xa, pues
La inconformidad también aparenta ser aquel hablante público o sector social que está
un derecho en desacuerdo con el cambio se estaciona en su
creencia y sigue considerando que, en su idiolecto
Lo expresado arriba tiene vigencia solo hasta que y uso público, X seguirá siendo X y no Xa11. Ocurre
un contenido nuevo, la incorporación o enmienda lo que, en concordancia con los planteamientos
de alguna definición, choca con las expectativas de de Pierre Bourdieu (ver Capdevielle, 2011, p. 43)
algunos sectores sociales. En nuestra teórica con- se conoce como contraadiestramiento, que even-
dición de condóminos del idioma, constantemen- tualmente podría modificar el habitus.
te deseamos que se amplíe, que se incluyan voces Algunas individualidades, determinados gru-
que asumimos como necesarias y que utilizamos pos u organizaciones (re)claman por cambios y se
en nuestra comunicación cotidiana o especializa- sienten exitosos cuando, a su parecer, han ejerci-
da (en el caso de los profesionales, por ejemplo). do la suficiente presión para lograr alguna incor-
Sin embargo, basta con que, mediante la supre- poración. Empero –como se dijo antes–, no todo
sión, la enmienda o la inclusión, se intente mo- lo nuevo complace siempre al colectivo en ple-
dificar algunos conceptos o normas preexistentes no. Hay conformes y disconformes. Los primeros
para que algunos usuarios o usuarias reaccionen aceptan la propuesta e intentan sumarse; los se-
y hagan frente común con personas o institucio- gundos mantienen su creencia y se niegan a salir
nes a quienes se considera aliadas en el propósito. de su área de confort comunicacional. La conse-
Es como si se atentase contra la noción de lo re- cuencia es lógica: la nueva forma, Xa, comienza a
al-existente. Se niegan entonces a contribuir con convivir con la antigua, X, y así hasta que el tiem-
la consagración de lo que supuestamente el dic- po defina cuál de ambas será la sobreviviente, si es
cionario ha querido imponernos. Así, la noción de que eso llega a ocurrir (Barrera Linares, 2019). En
dicha obra como auctoritas comienza a debilitarse cualquier caso, se modificaría la estructura inter-
en el momento en que deja de satisfacer lo que, a na del habitus. Parece una contradicción, pero no
juicio de algunos grupos de hablantes, es correc- lo es; constituye la dinámica operativa de ese lu-
to, casi siempre con base en criterios intuitivos y/o gar que se llama idioma. Para efectos de lo que es
empíricos.
11 Baste con mencionar el ejemplo de güisqui (incorporada en la edición de
Es la paradoja del hablante-oyente crítico: quie- 1984 del todavía DRAE). A pesar de que se trata de una sencilla adapta-
ción ortográfica, que ya cumple los 36 años, existe todavía una inexpli-
re que se amplíe o se incluya un término X, pero cable resistencia para su aceptación general, hasta el punto de que no ha
que ello se haga de acuerdo con su modo de pen- sido posible excluir del DLE su variante, el extranjerismo crudo, del inglés,
whisky (“uso mayoritario”, según el Diccionario panhispánico de dudas
sar. Si el cambio no se corresponde con lo espe- –RAE y Asale, 2005–). También podría citarse la re-actividad del académi-
co y escritor español Arturo Pérez Reverte, quien pareciera en permanente
rado, se impone la protesta (tácita o explícita) y rebeldía frente a algunas decisiones de la RAE, de la cual es numerario.
el propósito de hacer valer el derecho del usua- He aquí el fragmento de uno de sus tuits ante el cambio referente a la tilde
de algunos monosílabos, entre ellos el pretérito perfecto simple de verbos,
rio. Ocurre incluso con hablantes públicos muy como fui, fue, vio y dio: “No todos los académicos estamos de acuerdo
con la última Ortografía de la RAE. En ella han metido mano académicos
importantes; por ejemplo, algunos académicos, que nunca necesitaron trabajar de modo eficaz con la lengua, teóricos de
universidad. Yo sigo escribiendo rió con tilde” (Cope.es, 2019). Aparte
(o viceversa), podría recomendarse, además, el exhaustivo seguimiento de ello, la historia con el adverbio solo (sin tilde) da para varias páginas de
y descripción que Serra Sepúlveda (2006) hace de este tema, en el que polémica; hasta el punto de que, si queremos hacer predicciones, podría
afirma lo siguiente: “Dicho en palabras de Wotjak [1994], el diccionario generar que en algún momento la propia Asale recoja velas y lo devuelva
vendrá a ser otra forma de presentar la gramática de un idioma” (p. 235). a su antigua condición.
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aquí nuestro tema central, baste mencionar la con- clase o el grupo que se mencione, sean varones o
vivencia actual de formas como médico, psicólo- mujeres” (RAE y Asale, 2009, 170, cursivas añadi-
go, abogado, matemático, árbitro (género común, das). Aclara, además, que la del MG es una regla
marcado sintácticamente a través del determinan- basada en la condición de lo no marcado (por tan-
te: el/la psicólogo, el/la abogado…) y médica, to, alusiva al masculino y al femenino)12 y aporta
psicóloga, abogada, matemática, árbitra (género ejemplos como cristianos, moros y judíos, escrito-
femenino marcado morfológicamente). res, desocupados, espectadores, etc. Esta posición,
Sin embargo, la situación no atañe solo al co- evidentemente gramático-centrista, la han ratifica-
lectivo externo a la Corporación; se replica igual- do institucionalmente cada vez que ofrecen docu-
mente dentro de ella que, con base en cierta mentos en los que buscan fijar posición respecto
garantía de uso ratificada en sus corpus, ha hecho del tema (ver RAE y Asale, 2018, 2020). Por ejem-
la propuesta, o sea, la Asale (aunque todavía son plo, acudimos al DLE y encontramos que, si bien
muchas las personas, incluso especialistas, que so- la primera acepción para la entrada escritor, ra es
lo atribuyen estas decisiones a la RAE). Primero, “persona que escribe” (asumida desde un epice-
porque esta no necesariamente acepta que cual- no), en la segunda acude a la norma descrita en
quier deseo individual o grupal deba ser satisfecho la NGLE, identifica el sustantivo como “m. y f.”,
sin un estudio previo de su factibilidad, fundamen- pero añade el ejemplo en MG, nada más: “escritor,
tada en documentación real. Segundo, porque a ra 2. m. y f. Autor de obras escritas e impresas”
veces hace o niega propuestas corporativas que (ver DLE, en línea, cursivas añadidas).
no necesariamente son bien recibidas. Eso otorga Sabemos también que dicha posición es con-
al lenguaje un constante efecto de equilibrio-des- suetudinariamente ratificada por la escuela, in-
equilibrio, propio del dinamismo de la lengua y, dependientemente de que sea invisibilizadora y
por lo demás, inevitable. androcentrista, además de contribuir subliminal-
mente con la creencia según la cual el idioma es
El masculino genérico inalterable, asunto que, como se sabe, no es cierto,
tratándose de un organismo vivo. La consecuencia
Si existe algún tema que desde hace tiempo ha si- es que incluso el estigma se sostiene como parte
do controversial entre las academias de la lengua y de una tradición que lo fosiliza.
algunas individualidades u organizaciones, ese es
el del llamado lenguaje de género, publicitado co- Posiciones enfrentadas
mo lenguaje inclusivo (o incluyente), y portador de
una ya añeja diatriba en la que hasta ahora no ha Desde la perspectiva de las academias de la len-
sido posible conciliar una salida satisfactoriamente gua, en general, y de la RAE, en particular –unas
colectiva, generando una situación excesivamen- veces muy razonable; otras, un tanto rígida– se
te polarizada, en ocasiones, sin posibles puntos argumenta formalmente sobre el arraigo histórico
intermedios y/o conciliadores (Escandell-Vidal, y la pertinencia gramatical y semántica del MG
2020; Sancha Vásquez, 2020). (ver Bosque, 2012; Grijelmo, 2019; Mendívil Gi-
En lo concerniente a la gramática, el foco de ro, 2019; RAE y Asale, 2018; RAE, 2020). Aunque
dicha polémica es el masculino genérico (MG). De
acuerdo con lo ya mencionado, la propia NGLE 12 Un detalle interesante sobre este aspecto de lo marcado no marcado en
algunas categorías es que, por lo general, en algunos pares léxicos en los
aporta una definición de este que sigue siendo rec- que rige la diferencia “marcado/no marcado”, el término no marcado sue-
le ser asociado con cierto valor semánticamente negativo, inferior o menos
tora de algunas definiciones aparecidas en el DLE: abarcable: día/noche, alto/bajo, grande/pequeño, ancho/estrecho, plural/
“[...] usar en plural los sustantivos masculinos de singular (ver Márquez, 2013, pp. 121-122). ¿Habrá alguna implicación
cognitiva entre esta idea y la oposición masculino no marcado/femenino
persona para designar todos los individuos de la marcado?
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la variación de la desinencia (-nta) cuando con- veces, sin saber por qué ni de qué manera. Obvia-
servan su valor adjetivo y se relacionan con una mente, en esto tienen mucho que ver los sistemas
base verbal” (p. 42). Todavía se discute entre los educativos, preservadores y transmisores de una
hablantes si algunas de ellas son adecuadas o no, supuesta norma considerada natural, frente a alter-
en el momento de hacer referencia a las damas a nativas nuevas que, por no ajustarse a la tradición,
quienes se les deberían atribuir, o si debiéramos aparentemente serían artificiales (Sancha Vásquez,
seguir haciéndolo como si se tratara de sustantivos 2020, p. 260).
de género común, igual para hombre y mujer (el/
la presidente, el/la sociólogo). Bachillera
Hasta hace poco, algunas profesiones o títulos
emergentes se seguían (o se siguen) asociando su- Hay una institución chilena que, para la carrera de
bliminalmente con ese significado que alguna vez Tecnología en Construcciones, al menos en el tex-
relacionó a la mujer con la ocupación del mari- to promocional de su página web, ofrece el título
do; independientemente de esto, en palabras de de Bachillera en Tecnología, único caso reporta-
Márquez (2013, p. 102): “No creemos que hoy do en Barrera Linares (2021), al dar cuenta de los
nadie interpreta el sintagma la alcaldesa como ‘la grados en masculino y/o femenino otorgados por
mujer del alcalde’”. No son solo los demás quienes cuatro universidades de dicho país. Información
así lo interpretan; a veces son las propias referidas extraña si, como ya vimos, revisamos otras institu-
e incluso hasta podrían hacerlo sin conciencia de ciones que ofrezcan ese título o grado para dicho
ello, a través de una ideología lingüística hereda- nivel. La evolución semántica de este vocablo ha
da del pasado16. Cuando aprendemos la lengua, sido muy particular, al menos desde la perspectiva
adquirimos de la tradición juicios y prejuicios, a lexicográfica (que, en teoría, refleja su utilización
por los hablantes).
16 Sobre este concepto de ideología lingüística e identidad, se sugiere ver En cuanto grado académico, bachiller fue in-
Calero (2018), Del Valle (2014), Marimón Llorca (2018), y Del Valle y
Meirinho-Guede (2016). corporada al DLE desde su primera edición (1726),
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con categorización y marca de sustantivo masculi- en masculino que viene desde la primera edición.
no (ver tabla 1: “S. m. El primer grado que se dá en Será ya bien avanzado el siglo XIX, en 1884, cuando
la Universidad...”). por fin se le asignan las marcas “m.” y “f.” para gra-
En ese mismo volumen inicial se reporta una se- do académico, con alusión a “persona” (en epice-
gunda acepción, con un significado despectivo, sin no): “Bachiller, ra. m. y f. Persona que ha recibido el
marca de género gramatical, aunque con alusión al primer grado en una facultad”. Eso, sin que desapa-
masculino genérico en la definición: “Comunmente, rezca su homónima con significado despectivo,
y por vilipéndio se dá este nombre y se entiende por acepción que, incluso, se ha mantenido hasta 2021.
el que habla mucho fuera de propósito, y sin fun- En cuanto a marcas lexicográficas, en la edición
damento” (cursivas añadidas). Ya para 1770, aparece de 1914 hay un cambio interesante: se le incorpo-
la definición en epiceno: “La persona que ha reci- ra la marca “com.” (común) y se sigue hablando
bido...”, aunque, la segunda acepción (de carácter de “persona que ha recibido...”, lo que hace pen-
despectivo) sí aparece ahora como apropiada para sar ahora en el/la bachiller, o sea, igual para mascu-
caballero y dama (ver tabla 1); lo que hoy diríamos lino y femenino, pero, tres años después, vuelve a
lexicográficamente desdoblada, atribuible a mascu- ser catalogada como “m. y f.”. Cabe aquí una inte-
lino y femenino, pero igual en MG dentro de la de- rrogante relativa al hecho de si la marca “común”
finición (ver cursivas) (“Bachiller, ra. Comunmente, y es o no equivalente a “m. y f.”. Primero que todo,
por desprecio, se llama así al que habla mucho y fue- porque las marcas de género más bien deberían in-
ra de propósito”, ver NTLLE, en línea). Esta forma se dicar “masculino o femenino” (m. o f.), a fin de que
complementa con la definición también despectiva se entienda realmente la alternancia. Obviamente,
del sustantivo bachillería: “s. f. Loquacidád sin fun- habría que buscar otra forma de marcar las palabras
damento, conversación inútil y sin aprovechamien- de género ambiguo (por ejemplo, armazón, internet,
to, palabras, aunque sean agúdas, sin oportunidád è mar, interrogante, etc.). Tal como aparecen marcadas
insubstanciales. Es voz tomada del nombre Bachillér las opciones para uso de formas que tienen mascu-
en el significado de habladór impertinente” (NTLLE, lino y femenino, se las podría confundir con el gé-
1927, en línea, cursivas añadidas). nero común (*el/la autor, *el/la maestro), por cuanto
Además, la referencia al verbo se da de dos mo- los nombres de género común se marcan del mismo
dos en la misma edición de 1770, con significados modo (ver “Periodista. m. y f. persona que se dedica
distintos: bachillerar (“Dar el grado de bachiller”) al periodismo”, “Analista. m. y f. persona que hace
/ bachillerear (“Hablar mucho y sin fundamen- análisis químicos o médicos”). Y aquí se generaría la
to”). Este último aglutinaba ambos significados en duda por cuanto, según la propia RAE (2020), este ti-
1726, con la aclaratoria de “mui poco uso” para po de vocablos tuvieron alguna vez en ese estado en
la primera. Se suman, además, otras definiciones que se los consideraba poseedores de género común
despectivas asociadas: bachillerejo (“El que habla (ver específicamente RAE, 2020, pp. 40-42). Si real-
demasiado”) y bachillerillo, lla (“s. m. y f. dim. de mente se aceptara la realidad del uso, los ejemplos
bachiller”). Hasta ese momento, el masculino apa- correspondientes a escritor, ra y maestro, tra deberían
rece diferenciado del femenino y siempre que se formalizarse como autor o autora de obras escritas e
alude a este último es con significado negativo. impresas y maestro o maestra de primera enseñan-
Para esta primera etapa, nada indica que bachi- za. Es decir, que se perciba que la voz puede aludir
llera (en femenino) sea también un grado, como sí lo a dos referentes, motivo por el cual aquí no habría
es bachiller (válido, al parecer, para ambos sexos). En desdoblamiento ni redundancia (ver Márquez, 2013;
1869 aparece, aparte, bachillera, con marcas “f.” y Martín, 2019).
“fam.” (“La mujer que habla mucho, ó sin concierto Ya para la actual edición, bachiller, ra aparece
ni oportunidad”), y comparte espacio con la forma marcada como “m. y f.”, con los tres significados que
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ha venido acarreando durante toda su historia (gra- ambos significados desde el comienzo, como dos
do, persona experta, persona impertinente), pero con términos homógrafos. Si saliéramos del ámbito del
una aclaratoria y un ejemplo que insisten en su con- diccionario académico, podríamos constatar có-
dición de sustantivo común: “Morf. U. t. la forma en mo era presentada la palabra en otras fuentes dife-
m. para designar el f. Pilar es bachiller” (RAE y Asale, rentes, incluso antes de 1869:
2020). Es obvio que, alineada a la NGLE, con esto
último se ratifica indirectamente la condición de la 1852: Bachillera. s. f. La mujer entremetida, par-
palabra como MG: “Pilar podría ser bachillera”, pero lanchina y aun petulante. Úsase también como ad-
se hace la aclaración acerca de que también le ven- jetivo en terminación femenina para aplicarlo á la
dría bien su designación como bachiller. que habla mucho ó más de lo necesario. (De Castro
Si, como hemos visto, la historia lexicográfi- y Rossi, 1852)
ca del término ha sido tan oscilante en los usos 1853: Bachillera. s.f. Mujer habladora, amiga de
y cambios circunstanciales reportados en el DLE, cuentos y mentiras, importuna, que se tiene por en-
¿cómo aspirar a que su forma en femenino tome tendida, que en todo se mete (Domínguez,1846-47)19
cuerpo?17. ¿Será esta la razón principal para que
todavía, en pleno siglo XXI, en un momento en Así las cosas, se hace difícil no creer que la mo-
que las propuestas para un lenguaje incluyente han tivación de la resistencia que el término femeni-
tomado tanto auge, algunas damas no quieran ser no ofrece no descanse en la manera como ha sido
tratadas o referidas como bachilleras ni las institu- socialmente estigmatizada desde la antigüedad.
ciones que otorgan dicho título o grado se hayan Hay incluso damas a quienes no les interesa ser
dispuesto a feminizarlo? Podría decirse que es una referidas o tituladas como bachilleras. Esto eviden-
de las voces que mayor resistencia ha mostrado cia que no basta con que su registro en el DLE la
para el uso del femenino, muy a pesar de que la li- muestre, desde hace bastante tiempo, como propia
cencia académica como grado y como tratamiento para diferenciar el masculino del femenino. Es de
data de 1884 para ambos géneros18. Sin embargo, los casos en que la forma común ha prevalecido,
independientemente de este vocablo específico y independientemente de requerimientos referentes
más allá del uso, ello no implica que, en otros ca- al lenguaje incluyente. Pareciera aceptarse que el
sos, la inclinación del DLE no haya contribuido a referente femenino permanezca invisibilizado20.
preservar la orientación androcéntrica inherente a
otras profesiones. En cuanto a bachillera, posible- Conclusiones
mente la motivación de fondo, no consciente, pero
sí heredada y confirmada por los sistemas educa- Con base en un recuento previo acerca de la va-
tivos iberoamericanos, provenga de que la voz ja- loración social de documentos como el DLE y la
más perdió su carácter despectivo para la alusión a NGLE y su poder indirecto en cuanto que rectores
la mujer, en tanto para el masculino ha mantenido de la (in)existencia del vocabulario y previa discu-
sión sobre el MG y la polémica generada en torno
17 Como nota adicional al margen de este trabajo, podría agregarse que, se- a su carácter invisibilizador y androcentrista, hemos
gún Cohén (1997), la voz bachillera se consideraba negativamente en la
educación colombiana de las primeras décadas del siglo XX. Reporta que, realizado un seguimiento lexicográfico del lema
de acuerdo con la pedagoga Ana Block, dicha voz refería a dos significa-
dos contrapuestos: 1. “[...] mujer de sólidas características intelectuales,
morales y sociales”; 2. “[...] persona de dudosa identidad sexual” (Cohén, 19 La primera cita ha sido tomada del NTLLE (en línea) y aparece referida al
1997, p. 9). Un elemento más para la connotación negativa de bachillera: Gran diccionario de la lengua española (De Castro y Rossi, 1852). La se-
la identificación con el lesbianismo. gunda corresponde al Diccionario nacional o gran diccionario clásico de la
18 Una curiosidad lexicográfica es que el Diccionario de americanismos solo lengua española (Domínguez,1846-47).
registra bachiller, ra con las dos acepciones vinculadas al campo educativo, 20 Como dato adicional, el uso consagratorio de la palabra solo en masculino es
como grado adquirido al terminar el lapso preuniversitario y como trata- refrendado en el contenido del Diccionario panhispánico del español jurídico
miento para quienes han concluido la educación secundaria, mas no con- (RAE y Asale, 2017), en el cual, por tratarse de un repositorio especializado, se
tiene nada en cuanto a su significado despectivo (ver RAE y Asale, 2010b). alude solo al título. Allí es “inexistente” la voz en femenino (bachillera).
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bachiller, ra, a propósito de buscar explicación para que título o grado, bachillera es tan pertinente como
la resistencia a aceptar su opción en femenino. psicóloga, arquitecta, ingeniera, entre otras.
Hemos intentado demostrar que no siempre el
éxito de una opción morfológica con marca de fe- Reconocimientos
menino depende exclusivamente de que esta haya
sido incorporada al DLE. Ello implica que, en casos El presente artículo se deriva de la línea de inves-
como este, el sexismo no solo provendría de la po- tigación sobre lenguaje inclusivo que desarrollo
blación masculina, sino que incluso es aupado, a desde 2019 y de manera independiente en la Es-
veces inconscientemente, por las propias mujeres y cuela de Pedagogía en Castellano, de la Universi-
por algunas instituciones adherentes a la tradición dad Católica Silva Henríquez (Santiago de Chile).
androcéntrica. En esto tiene mucho que ver el sis-
tema educativo, cuyo principal foco de referencia Referencias bibliográficas
léxica es, precisamente, el diccionario académico.
Caso ejemplar es el del lema bachiller, ra. La Alegría, C. (1959). Novelas completas. Aguilar.
negativa a su aceptación en femenino está posible- Babiker, S. (2018). El lenguaje inclusivo, ese “peligro
mente marcada, en la memoria social, por la car- público”. CTXT. Revista Contexto, 153. https://ctxt.
ga peyorativa que porta en una de sus acepciones, es/es/20180124/Firmas/17476/feminismo-gramati-
desde la primera edición del DLE, y que se ha pro- ca-machismo-lenguaje-inclusivo.htm
longado hasta hoy, con una cadena de significados Barrera Linares, L. (2015). Pan para hoy, hispanismo pa-
de escaso o nulo prestigio (charlatana, indiscreta, ra mañana. Entre lo general y lo local del Diccio-
bocazas, habladora, entremetida, petulante). nario de la lengua española. En F. J. Pérez (comp.),
Por otro lado, algunas instituciones universitarias 300 años de la Real Academia Española (pp. 225-
todavía no gradúan mujeres con el título (o grado) de 238). Academia Venezolana de la Lengua.
bachillera, aparte de que, probablemente, hay quie- Barrera Linares, L. (2019). Relación género/sexo y mas-
nes no aceptarían tal título y se conformarían con culino inclusivo plural en español. Literatura y Lin-
que la palabra siga existiendo como sustantivo de güística, 40, 297-324.
género común (el/la bachiller). Podría pensarse que, https://doi.org/10.29344/0717621x.40.2070
con base en la validez del MG, defendida por las Barrera Linares, L. (2021). Lenguaje de género (inclu-
academias, también el sistema educativo se afilia a sivo) en titulaciones e información sobre carreras
esta tradición y, en cuanto que estimula de modo in- en cuatro universidades chilenas. Manuscrito en
directo el estigma de la variante en femenino, contri- referato.
buye a preservar la inclinación androcentrista que se Bengoechea, M. (2015). Lengua y género. Síntesis.
ha atribuido a dichas instituciones. Aquí no ha ope- Bengoechea, M. (2019). Razones de la lingüística femi-
rado el contraadiestramiento del que habla Bourdieu nista para abogar por un lenguaje inclusivo. En Semi-
(1999) para fracturar un habitus. Parece haber sido nario “El lenguaje inclusivo: un debate en torno a su
más fuerte el capital social subyacente a la tradición obligación, necesidad y posibilidades”. Resumen de
lexicográfica del vocablo. Ni el prestigio del DLE ni las intervenciones (pp. 1-2). Centro de Estudios Po-
su condición de autoritas ni el interés por que se sus- líticos y Constitucionales. http://www.cepc.gob.es/
tituya el MG con alternativas más incluyentes han actividades/agenda/2019/01/04/seminario-el-len-
sido capaces de modificar unas marcas semánticas guaje-inclusivo-un-debate-en-torno-a-su-obliga-
asociadas a significados históricos poco favorables ci%C3%B3n-necesidad-y-posibilidades-
para el sexo femenino. El peso ideológico, la mítica Bourdieu, P. (1998). Capital cultural, escuela y espacio
valoración del DLE y su prestigio simbólico no han social. Siglo XXI Editores.
sido suficientes para que se acepte que, en cuanto
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