Politica Criminal
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Politica Criminal
Sumario
Introducción. Una visión histórica sobre la política criminal. Hacia una visión
actual de la política criminal: E.R. Zaffaroni. Algunas propuestas de política
criminal: Elías Carranza. De la política criminal a la política criminológica. Hacia
un plan de política criminal. Apuntes sobre política criminal juvenil. El caso de
Ecuador. Bibliografía.
Introducción
1
Publicada en Grijley, 2007, Lima, 71 páginas.
2
La región de Andalucía es cuna de insignes penalistas como Francisco Muñoz Conde, de la
misma Universidad de Sevilla, o Luis Gracia Martín de Granada, o José Luis Diez Ripollés de Málaga, para
mencionar algunos de los conocidos por mí.
3
Cit. por el Prof. Miguel Polaino Navarrete, en Lectio Doctoralis. Quince Minutos de Derecho
Penal, p. 37.
1
venidas, hay replanteamientos, reubicaciones, esto no ocurre con los ingenieros de
telecomunicaciones, por ej., que no van a volver a discutir la utilidad del telégrafo o del
teléfono, cuando hoy el avance tecnológico nos hace pensar en el internet, en el teléfono
celular, en los procesadores de datos, y en la búsqueda de su mejoramiento tecnológico.
Pero en el derecho penal a lomo de la primera década del siglo XXI, nos hemos vuelto a
plantear para qué sirve la cárcel? O reconocer como dice Raúl Zaffaroni que sabemos
para que no sirve! Muchos llegaron a creer que incluso la teoría del delito era
inconmovible pero pasamos del causalismo de don Luis Jiménez de Asúa al finalismo
de Hans Walzel, o a la teoría de la acción social, y hoy a la teoría de la imputación
objetiva, que viene siendo reconocida como “una de las obras de arte jurídicas más
llamativas de los últimos siglos” 4. Hemos vuelto a la discusión si la acción típica tiene
naturaleza ontológica o normativa, si el dolo pertenece al tipo o a la culpabilidad; o si la
función esencial de la pena es proteger bienes jurídicos, retribuir el mal delictivo (un
acto de venganza oficial), garantizar o al menos buscar la resocialización del sujeto
delincuente, o mantener la vigencia de la norma (posición del Prof. Gunther Jakobs).
Hoy reconocemos que el avance tecnológico ha ido aumentando el riesgo social, pues
es mayor cada día la posibilidad de vernos expuestos por el riesgo social a la
contingencia de sufrir la afectación de nuestros bienes jurídicos. Cada uno de nosotros
asume un determinado rol propio de su protagonismo y nos encontramos frente a un
riesgo socialmente permitido, de manera que si nuestra conducta o actuación se ajusta a
nuestro propio rol no hay reproche que formular, y nuestra conducta debe ser calificada
como neutra. Aquí se aplica lo que en la teoría del Prof. Jakobs se denomina como la
prohibición de regreso y por ende de reproche porque se trata de una conducta neutra.
4
Cf. Miguel Polaino Navarrete, en ob. cit. p. 47.
2
En palabras del discípulo de Jakobs y jurista peruano, José Caro John, “la propia noción
de un supuesto carácter ´neutral´ de estas conductas suena algo novedosa, incluso los
manuales más comunes de la Parte General del Derecho penal no suelen examinar esta
problemática. Sin embargo, las reflexiones sobre estas formas de conductas han dado
lugar en los últimos años a la aparición de importantes tesis doctorales e investigaciones
breves como artículos o ponencias en eventos académicos, hoy casi inabarcables, lo que
hace pensar que, si bien los tratados y manuales no se ocupan a menudo de estas
conductas, no significa en lo absoluto que ocupen un lugar relegado en la dogmática,
sino, todo lo contrario, en vista que la doctrina y jurisprudencia alemanas, con
repercusiones crecientes en los países de habla hispana, vienen observando esta cuestión
con especial interés, en la actualidad las «conductas neutrales» constituyen, sin duda, el
fenómeno de moda de la participación delictiva”. 5
Agregamos por parte nuestra, que tenemos que aceptar la presencia de las conductas
neutrales como inocuas, pues de lo contrario se paralizaría toda actividad ante el temor
de la responsabilidad penal por la asunción de un riesgo. Si el riesgo está socialmente
permitido, la conducta que es neutra, está penalmente permitida y protegida por la
prohibición de regreso. Este razonamiento no se nos ocurría hace algunas décadas, a los
penalistas que no habíamos siquiera escuchado lo que significaba la teoría de la
imputación objetiva. A lo sumo nos quedábamos con la teoría de la inexigibilidad de la
conducta que habíamos estudiando en el finalismo welzeliano, para concluir que la
6
conducta no era reprochable por mediar una causa de inexigilidad.
5
Jose Antonio CARO JOHN, Las conductas neutrales. En www.alfonsozambrano.com , sección
Doctrina Penal.
6
Alfonso ZAMBRANO PASQUEL, Manual de Derecho Penal. Parte General. Corporación de
Estudios y Publicaciones, Quito. 3ra. Edición, 2008, p. 389 y ss.
7
Miguel POLAINO NAVARRETE, en Ob. Cit. p. 48.
3
reconocer la presencia de conductas neutrales que están protegidas o inmunizadas por
la prohibición de regreso. 8
No es posible determinar quién usó por primera vez el concepto de Política Criminal:
algunos autores creen que fue Feuerbach o Henke, aunque Beccaría fue el punto inicial
de esta corriente en 1764 con su obra "De los delitos y de las penas". La política
criminal se extendió desde Italia con Beccaria a Inglaterra con Bentham, a Francia con
Berenger y Bonneville y a Alemania con Feuerbach y Henke.
En el año 1889 Fran Von Liszt, Van Hamel y Adolfo Prins fundaron la Unión
Internacional de Derecho Penal, pero fundamentalmente Fran Von Liszt fue el mentor
de la Escuela de la Política Criminal o Escuela Pragmática, Sociológica y
Biosociológica y con esta escuela se inició la política criminal sistemática o científica.
Fran Von Liszt diferenció la Política Social de la Política Criminal. La primera tenía por
objeto la supresión o restricción de las condiciones y fenómenos sociales de la
criminalidad, mientras que la segunda se ocupaba de la delincuencia en particular y de
que la pena se adaptase en su especie y medida al delincuente, procurando impedir la
comisión de crímenes en el futuro.
12
Miguel POLAINO NAVARRETE, en ob. cit. p. 54.
5
Von Liszt refirió el alcance de la Política Criminal a la apreciación crítica del derecho
vigente y a la programación legislativa y a la programación de la acción social. El
núcleo de la Política Criminal era la lucha contra el crimen pero no debía quedar
restringida al área judicial o del Derecho Penal sino que debía extenderse a los medios
preventivos y represivos del Estado.
El profesor Eugenio Raúl Zaffaroni nos recuerda, que “La política criminal es un
capítulo de la política general, que si bien tiene –como toda política sectorial- su aspecto
técnico, éste no puede obviar los objetivos generales dentro de los que debe enmarcarse.
6
Por consiguiente, cuando la política criminal se concreta en normas penales, éstas deben
interpretarse conforme a la pauta política general o, al menos, no contradecirla. La
ciencia jurídico-penal interpreta estas normas para proyectar su aplicación racional
mediante decisiones judiciales, o sea que aspira a orientar actos de un poder del estado
(sentencias) que también son actos de gobierno. Por consiguiente, todo concepto
jurídico-penal es políticamente funcional, como inevitable dato de realidad e
13
independientemente de que quien lo formula tome consciencia de ello.
La tarea de la ciencia penal de nuestra región resulta, por ende, más compleja que la
alemana, pues: a) por imperio constitucional debe orientarse al restablecimiento de la
paz social; b) no puede pasar por alto que los defectos y perversiones de sus sistemas
penales no lo hacen el instrumento mecánicamente idóneo para ello; c) ni que el propio
sistema penal suele contribuir a aumentar y agravar la conflictividad. d) Pese a ello debe
paliar la selectividad extrema del poder punitivo, que retarda la incorporación a la
ciudadanía real. Y, e) Debe observar con especial atención la contención del poder
punitivo del estado, para preservar los espacios críticos necesarios al desarrollo social
democrático. Este último aspecto debe ser particularmente subrayado, dada la larga
experiencia autoritaria de abuso del poder punitivo, que llevó incluso a la comisión de
crímenes de lesa humanidad. De allí que todo sistema que se construya en nuestra
región requiera una particular insistencia en las garantías penales tradicionales”. 14
El Profesor Zaffaroni, nos recuerda que desde mediados del siglo pasado la ciencia
penal alemana ha sido la principal nutriente de la construcción sistemática del derecho
penal argentino y latinoamericano. Que en este momento operan en ella varias
tendencias, de las que sobresalen y se difunden por la región: una que procura una
normativización en pos de la reafirmación de la vigencia de las normas; otra la
13
Eugenio Raúl ZAFFARONI, nos había dicho en otro momento, "por política criminal, puede
entenderse la política respecto del fenómeno criminal, lo que no sería más que un capítulo de la política
general. En este sentido política criminal sería el arte o la ciencia del gobierno respecto del fenómeno
criminal, y no podría oponerse nunca al derecho penal, puesto que el derecho penal no podría ser más
que un aspecto de su materialización o instrumentación legal”. Luego agrega en su, Manual de Derecho
Penal, Parte General, Ediar, Buenos Aires, 1985, p. 86, “Podemos afirmar que la política criminal es la
ciencia o el arte de seleccionar los bienes que deben tutelarse jurídico-penalmente y los senderos para
efectivizar dicha tutela, lo que ineludiblemente implica el sometimiento a crítica de los valores y senderos
ya elegidos”.
14
Eugenio Raúl ZAFFARONI, en La ciencia penal alemana y las exigencias político-criminales de
América Latina, www.alfonsozambrano.com en el link Doctrina Penal.
7
elaboración teórica que se orienta hacia objetivos político criminales preventivos, y una
tercera la sobreviviente del llamado al realismo de hace algunas décadas.
La pregunta que plantea el amigo y jurista argentino, es si, ellas –o cuáles de ellas y en
qué medida- son adecuadas o útiles para responder a las exigencias político criminales
en las actuales circunstancias de nuestra región?
Sostiene que aunque sea casi una obviedad señalar que estas circunstancias son
diferentes a las de Alemania, para la claridad del planteo es menester precisar
previamente y con la brevedad del caso los principales rasgos diferenciales.
Preguntamos por nuestra parte, como desarrollar una política criminal de los derechos
humanos?
Por esto, se ha considerado que la política criminal se presenta bajo dos aspectos:
primero, como una disciplina o un método de observación de la reacción anti criminal;
tal como es, efectivamente, practicada. Y, segundo, como un arte o estrategia de lucha
contra la delincuencia; elaborada a partir de los datos y enseñanzas aportados por la
observación objetiva.
8
La política criminal es, en consecuencia, una parcela de la política jurídico - penal del
Estado, la que a su vez es parte de su política general. La programación y realización de
una correcta y coherente lucha contra la delincuencia, depende del apoyo y fomento de
los estudios tendientes a describir el sistema de reacción social y a determinar los
lineamientos y los medios más eficaces. De esta manera, se evitará que la reacción sea
espontánea o inorgánica, motivada únicamente por el afán de dar satisfacción a los
movimientos de la "opinión pública", originados por la comisión de ciertas infracciones
(política criminal del "golpe por golpe", del "coup par coup"); o destinada a satisfacer,
mediante la multiplicación o agravación indiscriminada de la represión, a un público
impresionado o temeroso ante la comisión frecuente de ciertos delitos.
Afirma el Prof. Zaffaroni que “el realismo alemán de hace décadas y que sigue siendo
sostenido por una corriente de la ciencia penal actual, ofrece interesantes aportes, a
condición de alejarnos de toda ortodoxia.
Bien entendido en su sentido, en nuestra ciencia jurídica cabe –igual que en la alemana-
prescindir en cuanto a sus aspectos prácticos de toda pretensión de jusnaturalismo
supralegal, dado que los principios básicos de la política criminal están en la misma ley
positiva (Constituciones)”.
Tomamos algunas ideas del Prof. Elías Carranza, director del ILANUD de NN.UU. 16,
“poder judicial y legislación procesal penal son dos capítulos de la mayor importancia a
considerar por la política criminal, pero también los de legislación penal material,
policía, sistema penitenciario, sistema post-penitenciario, justicia de menores y, más
recientemente, formas no penales de resolución de conflictos. Todo esto, si nos
referimos a la política criminal en sentido estricto, o sea a la política criminal referida al
ámbito de acción del sistema de justicia penal que es el concepto de política criminal
implícito en el #19 de los "Principios rectores en materia de prevención del delito y
justicia penal en el contexto del desarrollo y de un nuevo orden económico
internacional".
16
Elías CARRANZA, Política criminal y humanismo en la reforma de la justicia penal,
www.alfonsozambrano.com
10
Hay que tener también en cuenta, sin embargo, otra acepción más amplia de política
criminal, referida a la totalidad del sistema de control social (no sólo al sistema penal) y
que intercepta con otras áreas de la política estatal, particularmente del "sector social"
(salud, vivienda, educación, trabajo), con su incidencia en la prevención primaria de la
criminalidad y en la mayor o menor frecuencia de ciertas formas delictivas. Es el
concepto implícito en el # 21 de los "Principios rectores" arriba citados, cuando se
refieren a la prevención del delito como parte de la política social, diciendo que "el
sistema de justicia penal, además de ser un instrumento de control y disuasión, debe
contribuir también al objetivo de mantener la paz y el orden y de reparar las
desigualdades y proteger los derechos humanos con miras al logro de un desarrollo
económico y social equitativo. A fin de relacionar la prevención del delito y la justicia
penal con las metas del desarrollo nacional, hay que esforzarse por obtener los recursos
humanos y materiales necesarios, incluida la asignación de fondos adecuados y por
utilizar en la mayor medida posible todas las instituciones y recursos pertinentes de la
sociedad, para garantizar así la adecuada participación de la comunidad".
11
El jurista mexicano Eduardo Martínez Bastida, el día 29 de noviembre de 2007 en la
Sala de Seminarios del Instituto Nacional de Ciencias Penales (INACIPE), México DF,
en el marco de la presentación de su libro “Política Criminológica”, hizo un importante
recuento y pretendió alguna precisión conceptual, manifestando que “cuando hablamos
de ´ Política Criminal´ nos referimos al concepto utilizado en 1793 por Kleinsrod, por
Feuerbach en 1801, por Henke en 1823, por Mittermaier en 1836, por Holzendorff en
1871 y Prins 1886 y que se refiere, básicamente, a todas las acciones que el Estado toma
para reprimir la violencia intersubjetiva en su forma de actividad criminal, dicho en
otros términos, la Política Criminal es la ingeniería de construcción de mecanismos de
poder punitivo y control social. A su vez cuando estudiamos los contenidos del epígrafe
´Política Criminológica´, descubriremos que estamos en presencia de la disciplina que
tiende a la prevención de violencia intersubjetiva y violencia estructural, que el propio
Estado ejerce sobre sus ciudadanos, principalmente cuando se vale del Derecho Penal,
es decir son estrategias que tienden a frenar la criminalidad y los procesos de
criminalización primaria y secundaria”.
a) la Política Criminal entraña un discurso que legitima al poder punitivo mientras que
la Política Criminológica implica un discurso de deslegitimación de tal poder,
c) la Política Criminal tiene como sujetos de sus acciones a los gobernados y los sujetos
de la reflexión Político Criminológica son tanto el Estado como los gobernados,
finalmente las acciones de la Política Criminal crean mecanismos de control social y
poder punitivo y las reflexiones científicas de la Política Criminológica tienden a frenar
los procesos de criminalización a fin de lograr el establecimiento de un modelo de
Derecho Penal Mínimo y Garantista.
12
Concluye el Prof. Martínez Bastida, consignando que la historia de los programas de
criminalización de la sociedad se ha basado en técnicas de exclusión e inclusión y que
existe un concepto siempre presente -legitimador- de tales programas: el hostis o
enemigo. Que debe entenderse por Política Criminal del Enemigo las acciones que
construyen un mecanismo de poder penal que legitiman la posibilidad de excluir la
calidad de persona a un ciudadano para incluirle en el catalogo de peligros y riesgos
sociales. Esto implica que el ciudadano deja de ser persona para ser un simple peligro y
es dable minimizar su catalogo de Derechos Fundamentales, maximizar las penas,
reducir las posibilidades de acceder a sustitutivos penitenciarios y anticipar la
punibilidad a los actos preparatorios. La materialización de esta ideología queda
plasmada en el llamado Derecho Penal del Enemigo. 17
Un programa de política criminal demanda recursos que deben ser proveídos por el
Estado, a esto sumemos el establecimiento de una estrategia y un orden de acciones para
llevarlos a la práctica teniendo en cuenta la realidad en cada caso. Tanto en la
prevención anterior al delito como en el accionar del sistema de justicia penal deberían
ocupar un lugar importante, teniendo en cuenta también las distintas categorías -que
presuponen formas específicas de prevención- y la realidad social, cultural, económica y
jurídica de cada país.
Don Elías Carranza al referirse al tema de Política Criminal y Derechos Humanos, nos
dice, que hay que “poner de relieve la necesidad de cerrar la brecha entre el estatuto de
derechos humanos que se encuentra establecido en la legislación internacional y
nacional y que es de la esencia de la justicia penal, y la realidad de su funcionamiento,
en la que estos derechos son sistemáticamente violados. La tarea es muy difícil, y para
acometerla sin caer en el desaliento ni en la hipocresía, es importante estar claros sobre
la verdadera esencia del sistema de justicia penal y sobre las limitaciones estructurales
que hacen que funcione de la manera en que lo hace”. 19
a.2. Fortalecer la prevención del delito por medio de la comunidad. La policía no debe
"apropiarse" del problema delictivo. Este es un problema social, en el que deben
trabajar en su solución especialmente las comunidades directamente afectadas,
participando conjuntamente con la policía en la elaboración de estrategias de prevención
y en el establecimiento de prioridades de acción y de movilización de recursos.
19
Elías CARRANZA, en Ob. Cit. p. 8.
14
a.3. Procurar reducir al máximo posible ciertas formas de prevención directa y personal
del delito, tales como armas para defensa personal y policías privadas (con prohibición
total de las armas de calibres de guerra), que sustituyen la acción estatal en el uso de la
fuerza, multiplican la violencia social y elevan el riesgo de vida para la propia víctima.
b.3. Orientar la acción del ministerio público hacia la persecución de los delitos más
graves y que causan mayor daño social, tales como criminalidad violenta, drogas y
criminalidad económica. De esta manera se obtendrá un mejor resultado en términos de
Justicia y una distribución más racional y eficiente de los recursos humanos existentes,
al reducirse los esfuerzos proporcionalmente destinados a la persecución de los "delitos
de bagatela". Aquí, nuevamente habría que actuar en forma innovadora frente al
principio de legalidad vigente (o frente a la interpretación que se ha hecho hasta el
momento de este principio, ya que en la realidad sí se produce una selección de los
casos que son perseguidos por la justicia y de los que -con frecuencia por limitaciones
de capacidad de trabajo- no lo son. Hay ejemplos en los que se habría logrado con éxito
compatibilizar la vigencia del principio de legalidad, con Instrucciones de política
criminológica al ministerio público para priorizar la persecución de determinados
delitos de mayor gravedad.
15
b.4. Revisar la situación de la víctima en el proceso, estableciendo su participación en
él.
b.5. Establecer una política penológica que priorice las sanciones y medidas no
privatizadas de libertad y proactivas, tales como trabajo en la comunidad, reparación a
la víctima, reconocimiento del hecho y perdón del ofendido, y otras, y destine la pena
de prisión sólo para los delitos de mayor gravedad, con el objeto de reducir en lo posible
la violencia de respuesta del sistema penal y que ésta no sea un obstáculo para la
inevitable y necesaria reinserción social de quien ha delinquido.
20
Francisco MARTINEZ RINCONES, Política criminal y adolescencia en América Latina. Especial
referencia al caso Venezuela. Se puede ver el documento en www.alfonsozambrano.com en el link
Política Criminal Juvenil.
16
particular condición humana de adolescentes. Lo anterior permite señalar, que la
Política Criminal debe actuar teniendo una meridiana claridad, por cuanto la
adolescencia representa, en el desarrollo de los seres humanos, una etapa en la que la
visión del mundo y sus valores se aprecia con el particular deslumbramiento de quien
descubre su propio universo social y su entorno particular.
En esta materia, en consecuencia, puede afirmarse que la Política Criminal debe estar
dirigida, de manera especial, hacía el control social del adolescente que participe en
actividades criminosas, dándosele la mayor trascendencia posible a la adolescencia,
para que la acción del Estado, desde la perspectiva de la Política Criminal, no sea
genérica, sino específica, esto es que resuelva la cuestión como una cuestión de
criminalidad juvenil como la denomina la Criminología, a partir de la categoría
específica de la "delincuencia Juvenil".
"El paradigma escogido, como lo señala Mary Beloff, ha sido el del derecho penal
mínimo, que resulta incomparablemente menos gravoso y más respetuoso del
adolescente que el viejo sistema "pedagógico" de las llamadas "sanciones blandas"
impuestas informal, y de hecho, arbitrariamente. Ello por tres razones: Primero, por el
recurso al derecho penal como extremo ratio... Segundo, por el riguroso respeto de todas
las garantías penales y procesales-de la taxatividad de los delitos a la comprobación de
la ofensa y la culpabilidad, de la carga de la prueba, al contradictorio y al derecho de
defensa-impuesto al sistema de derecho penal juvenil ... En tercer lugar, por la
minimización de las penas juveniles, a través de la existencia, en la mayor parte de los
casos, de medidas socioeducativas alternativas a la privación de libertad y solo en casos
extremos de utilización de este tipo de medida... “(García Méndez. 1998: XII).
Por nuestra parte creemos en la necesidad de una nueva Política Criminal para la
adolescencia comprometida con hechos delictivos merecedores de sanciones, bajo un
modelo que no solo recoja los principios rectores de la Convención Internacional de los
Derechos del Niño de la Organización de las Naciones Unidas de 1989, sino también los
principios rectores emanados de los instrumentos jurídicos derivados de la Convención,
tales como las Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para la Administración de la
Justicia de Menores o Reglas de Beijing, las Reglas Mínimas de las Naciones Unidas
para los Jóvenes Privados de Libertad, y las Directrices de las Naciones Unidas para la
Administración de la Justicia Juvenil o Directrices de Riad, así como los principios del
Pacto de San José o Convención Americana de DD.HH de 1969.
Uno de los avances más importantes en la región es la Ley de Justicia Penal Juvenil de
Costa Rica en la que trabajó con enorme entrega el Prof. Dr. D. Carlos Tiffer
Sotomayor, catedrático de la Universidad de Costa Rica, quien al evaluar la naciente ley
a los pocos meses de su vigencia 22 nos decía:
22
Carlos TIFFER SOTOMAYOR, De un derecho tutelar a un derecho penal mínimo/garantista.
Nueva Ley de justicia Penal Juvenil. Se puede ver el documento en www.alfonsozambrano.com en el
link Política Criminal Juvenil.
19
“Sin lugar a dudas, en la Ley está presente una nueva concepción de política criminal.
Se transforma el modelo tutelar paternalista por una orientación punitivo garantista. Se
entiende al joven o adolescente como un sujeto, no sólo titular de derechos legales y
sociales, sino como un sujeto responsable por sus actuaciones frente a la Ley penal.
Coincidimos con las propuestas del profesor de Costa Rica, Tiffer Sotomayor, y
mencionamos otras propuestas de desjudicialización: la aplicación del criterio de
oportunidad reglado que es una forma efectiva de reducir la intervención judicial y que
se aplica para los imputados mayores de edad por delito. La conciliación que permite
involucrar a la víctima del delito en la búsqueda de salidas alternativas que no
signifiquen la cárcel. Es conveniente desde una adecuada perspectiva de política
criminal juvenil, que signifique un mayor espacio de libertad, aplicar la suspensión del
proceso a prueba. La suspensión del proceso a prueba con la imposición de reglas de
conducta (órdenes de orientación y supervisión) por un plazo determinado es una buena
oportunidad para que se continúe con el normal desarrollo del joven. En la experiencia
de Costa Rica, en la mayoría de los casos los jóvenes han cumplido las condiciones y
los procesos han terminado, sin necesidad de la celebración del juicio o debate.
21
Un interesante documento de UNICEF es ilustrativo para comprender la Justicia Penal
Adolescente23 el mismo que está elaborado en formato de preguntas y respuestas:
La Convención sobre los Derechos del Niño y las Reglas de Beijing para la
Administración de Justicia de Menores recomiendan la organización de una justicia
especializada, flexible y diversa, para juzgar a las personas menores de 18 años. Su
razón de ser está en el reconocimiento de la adolescencia como la etapa de la vida en la
que las personas se encuentran en plena evolución intelectual, emocional y moral, sin
haber culminado el proceso de formación para la vida adulta, lo que facilita, si se
intervine a tiempo, la recuperación del sujeto infractor en una proporción superior a la
de los delincuentes mayores de edad. La psicología evolutiva entiende que el
adolescente infractor es una persona en desarrollo que no ha tenido tiempo para
interiorizar las normas que rigen la sociedad en que vive. Esto no significa que sea
incapaz de discernir y que, por tanto, resulte irresponsable, sino que, por las razones
anteriormente expuestas, la reacción social frente a sus actos delictivos no debe ser de
23
Elaborado por la Asesora Regional de Protección- Oficina Regional para América Latina y el
Caribe – TACRO (Febrero de 2.004). Se puede revisar en www.alfonsozambrano.com en el link Política
Criminal Juvenil.
22
castigo sin más, debiéndose procurar su integración social y evitar en todo momento
que sea privado de su derecho fundamental a la educación.
Aunque las Reglas de Beijing dejan libertad a los Estados a la hora de fijar las edades
mínimas y máxima de responsabilidad penal, la franja de edad a partir de la cual se
considera al adolescente responsable oscila en el derecho comparado entre los 12 y los
14 años al entender que es a partir de esa edad cuando comienza a cristalizarse la
adquisición de responsabilidad y la capacidad de raciocinio, y se extiende hasta los 17
años. Por debajo de esas edades los niños que cometen infracciones quedan sujetos al
control de su familia o de las instituciones civiles de protección, mientras que las
personas mayores de 18 años pasan a ser juzgadas y sentenciadas de conformidad con
los Códigos Penales.
23
¿Cuál es el mandato de la justicia penal adolescente?
¿Qué diferencia existe entre el sistema de justicia penal para adultos y la Justicia
penal adolescente?
La diferencia radica en que en la justicia penal adolescente prima por encima de todo la
educación y la reinserción social del infractor, lo que obliga a establecer procesos
rápidos y ágiles y a disponer de un amplio abanico de medidas socioeducativas que
permitan cumplir con esa finalidad. La justicia penal adolescente establece una serie de
restricciones, incluyendo la prohibición de pena de muerte y el encarcelamiento de por
vida. La detención y encarcelamiento de un adolescente debe ser utilizada como el
último recurso para delitos graves, y siempre por el menor tiempo posible.
Las mismas que existen para las personas mayores de 18 años dentro de los sistemas
penales acusatorios e incluyen: la prueba legal de los hechos; atribución y notificación
de los cargos; conocimiento del asunto por un órgano jurisdiccional competente,
independiente e imparcial; asistencia jurídica durante el proceso; resolución y fallo de la
causa sin demora y derecho a impugnar las resoluciones ante un tribunal superior
El caso de Ecuador
29
lo cual constituye una señal relevante de la transformación en el plano normativo. Se
habla y se escribe siempre menos de menores, y siempre más de infancia, de niños y
adolescentes y de sus derechos.
Cuando usamos la fórmula del menor hacia el ciudadano, nos colocamos frente a un
proceso en curso, no cumplido aún. Este carácter abierto del proceso no se refiere
solamente, como es obvio, a la implementación en la realidad fáctica de las normas
internacionales y nacionales y de los principios teóricos en los cuales se expresa la
nueva doctrina; sino que también se refiere a la producción normativa y doctrinal. En
ese sentido (y para usar otra feliz expresión del mismo autor de aquella fórmula - que es
Antonio Carlos Gomes da Costa-), cuando decimos del menor al ciudadano, estamos
expresando nuestra memoria del futuro. Aún cuando el menor vuelva a ser niño no se
convertirá, solamente por eso, en un ciudadano. Permanezcamos en el nivel normativo:
¿en qué medida es ciudadano el niño y el adolescente en el sistema de la Convención?
La respuesta a esta pregunta nos permitirá establecer si en esta memoria del futuro
existe más memoria o más futuro. Resulta importante establecerlo para saber cuán largo
es el camino que tenemos frente a nosotros en lo que se refiere a las normas y a la
doctrina”.
31