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ENTIDADES PATROCINADORAS
Departamento de Filosofía, Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Madrid
Círculo de Bellas Artes
Sociedad Iberoamerica de Estudios Hegelianos
CONTACTO [email protected]
revista n.º 2
Madrid, diciembre de 2021
https://doi.org/10.15366/antitesis2021.2
voces
El tiempo y la dialéctica hegeliana
J. E. McTaggart (traducción de Javier Leiva Bustos) 7
artículos
Las raíces de un estruendo: el legado de Platón en la génesis
del pensamiento dialéctico hegeliano
Miguel Ángel Morenas Rodríguez 25
https://doi.org/10.15366/antitesis2021.2.001
Hegel en la tradición cristiana
Cristina García González 55
https://doi.org/10.15366/antitesis2021.2.002
A Experiência da Consciência- uma interpretação da Introdução
da Fenomenologia do Espírito
Pedro Silva Mauad 65
https://doi.org/10.15366/antitesis2021.2.003
Sociedad civil y estado en Hegel: prolegómeno indispensable
para la crítica marxista de la sociedad burguesa
Gonzalo Gallardo Blanco 91
https://doi.org/10.15366/antitesis2021.2.004
Pobreza, plebe y caridad en la Filosofía del Derecho de Hegel
Xabier Najarro Echaniz 115
org/10.15366/antitesis2021.2.005
reseñas
Arash Abazari, Hegel´s Ontology of Power. The Structure of Social Domination in
Capitalism, Cambridge University Press, Cambridge, 2020, 218 pp.
ISBN: 978-1-108-83486-5
Mario Aguiriano Benéitez 131
Ana Carrasco Conde, Laura Anna Macor y Valerio Rocco Lozano (eds.),
Hegel y Hölderlin. Una amistad estelar, Círculo de Bellas Artes, Madrid, 2021, 328 pp.
ISBN: 9788494970085
Andrés Ortigosa Peña 139
sumario
En memoria del Profesor Jacinto Rivera de Rosales
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J. E. McTaggart
Universidad Complutense de Madrid
* El presente texto es una traducción del texto publicado en inglés por J. E. McTaggart en 1893
en la revista Mind, New Series, Vol. 2, n.º 8 (Oct., 1893), pp. 490-504.
U na de las preguntas de mayor interés e importancia que se presentan
vinculadas a la filosofía de Hegel es aquella que se cuestiona acerca de
la relación entre la sucesión de las categorías en la dialéctica y la sucesión de
acontecimientos en el tiempo. ¿Hemos de considerar que la compleja y con-
creta idea absoluta, en la que únicamente se encuentra la verdadera realidad,
crece gradualmente en el tiempo debido a la evolución de una categoría tras
otra? ¿O debemos considerar la idea absoluta como eternamente existente en
su total completitud, y la sucesión de acontecimientos en el tiempo como algo
que no tiene parte en ningún sistema principal del universo?
La sucesión de categorías en la lógica de Hegel no es, por supuesto, prin-
cipalmente una sucesión temporal. Pasamos de una a otra porque el recono-
cimiento de la validez de la primera requiere lógicamente el reconocimiento
de la validez de la segunda. Al mismo tiempo, hay varias razones para acep-
tar la perspectiva de que una categoría sucede a la otra en el tiempo. Uno de
los hechos del universo que requiere explicación es la existencia del tiempo; y,
a primera vista, parece que se podría dar cuenta de ello de manera simple y
satisfactoria por el desarrollo gradual de la noción de puro ser a la de idea abso-
luta. De hecho, hasta cierto punto Hegel explica la historia situando los suce-
sivos acontecimientos bajo las sucesivas categorías.
Sin embargo, a mi parecer tal perspectiva es incompatible con el sistema.
En primer lugar, la teoría de que el tiempo es una realidad última conduciría
a dificultades irresolubles con respecto al inicio del proceso. En segundo lu-
gar, se debe sostener la idea absoluta como la presuposición y el prius lógico de
las categorías inferiores. Por consiguiente, una teoría que hace de la aparición
de las categorías inferiores el supuesto de la aparición de la categoría superior
no puede representar completamente la realidad última del proceso. Y, final-
mente, el lenguaje de Hegel parece estar decididamente del lado de la hipóte-
sis de que la idea absoluta existe eternamente en su completa perfección, y que el
movimiento desde lo inferior a lo superior es reconstrucción y no construcción.
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EL TIEMPO Y LA DIALÉCTICA HEGELIANA
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J. E. MCTAGGART
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EL TIEMPO Y LA DIALÉCTICA HEGELIANA
queda escoger entre dos alternativas. O bien hay algo en el efecto –esto es,
la cualidad de suceder como un cambio– que es totalmente incausado, o la
realidad atemporal es solo una causa parcial y está determinada a actuar por
algo que no es atemporal. Ahora bien, en ambos casos la realidad atemporal
fracasa en su explicación de la sucesión temporal, de manera que no estamos
en una situación mejor a la que estábamos antes. Igualmente, otra explica-
ción que tendríamos a nuestra disposición sería que el proceso hubiese em-
pezado en cualquier punto además de aquel en el que comenzó en realidad,
pero una causa que pueda permanecer invariable mientras el efecto varía es
obviamente insatisfactoria.
Como respuesta a esto podría objetarse que, si el proceso dialéctico es la
verdad última de todo cambio, el momento en el cual ha de comenzar viene
determinado por la naturaleza del caso. Y es que el tiempo solo existe cuando
existe el cambio. Lo inmutable sería lo atemporal. Por lo tanto, el comienzo del
cambio debe llegar al comienzo del tiempo, y no cabe hacer pregunta alguna
acerca de por qué debería llegar en un momento en lugar de otro.
Sin embargo, esto no resulta muy sólido. Bien pudiera ser que el tiempo
real solo haya comenzado con el cambio real, pero el tiempo posible se re-
monta indefinidamente más allá de este. Es parte de la naturaleza esencial
del tiempo que podamos imaginar una parte nueva más allá de cualquier
parte de él –y, de hecho, debemos hacerlo–. No podemos concebir el tiempo
de modo tal que llegue a un final. Y con este trecho indefinido de tiempo po-
sible, vuelve a resurgir la pregunta: ¿qué determinó que lo atemporal produ-
jese el cambio en el punto en el que lo hizo, y no en un momento anterior,
que ahora consideramos solo como posible, pero que se habría vuelto real
por medio de la producción de cambio en él? Y, de nuevo, no hay razón por
la cual la serie de tiempo real no debiera haber sido situada posteriormente
en la serie de tiempo posible de lo que realmente fue. Siempre que comienza
el tiempo real lo hace también el cambio, de modo que no puede juzgársele
como un punto fijo por el cual pueda determinarse el comienzo del cambio.
Una cierta parte del proceso dialéctico se ha realizado ahora en el tiempo.
¿Podemos dar algún motivo de por qué no debiera haber sido mayor o me-
nor? Si, en cambio, no se puede ofrecer ninguno, nuestro sistema deja sin
explicación el estado actual del universo.
La dificultad radica en el hecho de que, por la misma naturaleza del tiempo,
estamos obligados a considerar la serie temporal como indefinidamente pro-
longada, así como a cada miembro de la misma, en sí mismo, como exacta-
mente igual a los otros miembros. Podríamos denominar «tiempo posible» a
la parte de la serie que no está ocupada por el cambio real, pero ya el mismo
nombre implica que no hay razón por la que no debiera haber estado ocu-
pada por acontecimientos, al igual que el pasado que realmente es. Y dado
que el tiempo posible es indefinido, también es indefinidamente más grande
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J. E. MCTAGGART
que cualquier tiempo finito. Por consiguiente, la pregunta que hemos estado
discutiendo tomará la siguiente forma: ¿por qué esta parte concreta de la se-
rie temporal, en lugar de cualquier otra, está llena de realidad? Y dado que,
aparte de su contenido, un momento en el tiempo es exactamente igual que
otro, parecería que la cuestión resulta irresoluble.
En ocasiones se ha tratado de ignorar, en términos generales, todo intento
de mostrar que el desarrollo a lo largo de un periodo temporal finito no puede
aceptarse. El tiempo, se ha dicho, debe ser o finito o infinito. Si aceptamos las
objeciones de tomar el tiempo finito como parte de nuestra explicación última
solo puede ser porque estamos abocados a una regresión infinita. Una regresión
infinita supone un tiempo infinito, pero el tiempo infinito es imposible –una abs-
tracción irreal, basada en la imposibilidad de limitar la regresión en el pensa-
miento–. De esta forma, cualquier argumento que involucre su existencia real
se reduce a un absurdo. Y puesto que las objeciones al tiempo finito como parte
de nuestra explicación última implican, en efecto, su existencia real, se afirma
que podemos ignorar sin riesgo alguno las objeciones y aceptar el principio.
La primera objeción que debemos hacer a esto es que también se le po-
dría dar la vuelta al argumento. Si las dificultades relativas al tiempo infinito
han de ser tomadas como una razón para ignorar todas las dificultades rela-
tivas tiempo finito, ¿por qué no deberíamos hacer de las dificultades relati-
vas al tiempo finito una base para aceptar con una fe igualmente implícita la
existencia del tiempo infinito?
Tampoco podemos escapar diciendo que efectivamente sabemos de la exis-
tencia del tiempo finito y que, por tanto, estamos autorizados a ignorar las ob-
jeciones al mismo, mientras que aceptamos las objeciones al tiempo infinito.
Y es que no tenemos más experiencia del tiempo finito, en el sentido en que se
usa la frase en este argumento, que la que tenemos del tiempo infinito. Lo que
encontramos en la experiencia es una serie temporal, que se extiende indefini-
damente tanto antes como después de nuestro contacto inmediato con ella, de
la cual podemos cortar porciones finitas. Pero para una teoría que hace que el
desarrollo de la noción en el tiempo sea parte de su fórmula última, necesita-
mos un tiempo que no esté simplemente limitado en el sentido de estar aislado
de otro tiempo, sino en el sentido de que no haya ninguno ni antes ni después
de él. Ahora bien, nosotros no tenemos más experiencia de esto de la que te-
nemos del tiempo infinito, y si hay dificultades relativas a ambas no tenemos
ningún derecho a preferir la una sobre la otra.
Dado que cualquiera de las dos hipótesis referidas a la extensión del tiempo
nos conduce a las mismas dificultades, nuestro rumbo debería ser, sin ningún
atisbo de duda, no aceptar ninguna, sino rechazar ambas. Se nos ha dicho
que el tiempo debe ser, o bien finito, o bien infinito; pero existe una tercera
alternativa. Puede haber algo erróneo en nuestra concepción del tiempo; o,
mejor dicho, para ser más precisos, puede haber algo que, en el terreno de la
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EL TIEMPO Y LA DIALÉCTICA HEGELIANA
metafísica, lo haga inadecuado para una explicación última del universo, con
independencia de lo adecuado que pueda ser para el pensamiento finito de
la vida cotidiana. Si preguntamos si el tiempo, en tanto en cuanto que hecho,
es finito o infinito, encontramos unas dificultades imposibles relativas a cual-
quier respuesta. En cambio, si tomamos el tiempo como una realidad última,
parece no haber otra alternativa. Nuestro último recurso es, así, concluir que
el tiempo no es una realidad última.
Este es el mismo principio que opera en la propia dialéctica. Cuando en-
contramos que cualquier categoría, analizada suficientemente, nos sitúa, en
su aplicación a la realidad, en contradicciones, no aceptamos una proposición
contradictoria y rechazamos la otra. Lo que concluimos es que la categoría en
cuestión es una manera inadecuada de mirar la realidad y tratamos de hallar
una concepción superior, que abarque toda la verdad de la inferior, al mismo
tiempo que evite las contradicciones. Esto es lo que, al parecer, deberíamos
hacer con la idea de tiempo. Si solo nos ofrece una elección entre imposibili-
dades, debemos considerarla como una manera inadecuada de mirar el uni-
verso. Por ende, en este caso no podemos aceptar el desarrollo de la dialéctica
en el tiempo como parte de nuestra solución última.
Además de estas dificultades, que dejarían igualmente perplejo a cualquier
sistema idealista que adoptase un proceso temporal como un elemento origi-
nal, existe otra que pertenece específicamente a la dialéctica. Parece esencial
a la posibilidad de una dialéctica que el término superior en el que finaliza el
proceso se tome como el presupuesto de todos los términos inferiores. El paso
de una categoría a otra no debe tomarse como un avance real, produciendo
lo que no existía anteriormente, sino como un avance desde una abstracción
al todo concreto a partir del cual se realizó la abstracción –demostrando y ha-
ciendo explícito lo que antes solo estaba implícito e inmediatamente dado, pero
que sigue solo reconstruyendo y no construyendo nada nuevo–.
Esta perspectiva del sistema de Hegel se vuelve inevitable cuando considera-
mos, de un lado, que su conclusión es que todo lo que es real es racional, y, de
otro lado, que su método consiste en probar que cada uno de los pasos inferio-
res de la dialéctica, tomados por sí mismos, no son racionales. En consecuen-
cia, no podemos atribuir realidad alguna a estos pasos, excepto en la medida
que pierden su independencia y se convierten en momentos de la idea absoluta.
Según Hegel, estamos obligados a pasar de cada tesis y antítesis a su síntesis,
descubriendo que las dos primeras, si bien resultan incompatibles entre sí, tam-
bién se involucran mutuamente. Esto produce una contradicción, la cual solo
puede ser eliminada encontrando un término que las reconcilie y las trascienda.
Ahora bien, si suponemos que el proceso dialéctico llegó a la existencia gra-
dualmente en el tiempo, debemos suponer que todas las contradicciones exis-
tían independientemente en un tiempo o en otro, no reconciliadas; es decir,
como contradicciones. De hecho, puesto que el proceso temporal todavía está
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J. E. MCTAGGART
en marcha, toda la realidad que nos rodea hoy en día debe consistir en con-
tradicciones irreconciliables.
Esto resultaría incompatible con el principio de no contradicción. Decir que
el mundo consiste en contradicciones reconciliadas no supondría ninguna di-
ficultad, puesto que no significaría otra cosa que se compone de cosas que pa-
recen contradictorias cuando no se comprenden completamente. Pero decir
que una contradicción puede existir como tal nos sumergiría en un absoluto
desconcierto. Todo razonamiento, ya sea el de Hegel o el de cualquier otro,
depende de la ley según la cual dos proposiciones contradictorias no pueden
ser simultáneamente verdaderas. Sería inútil razonar si, una vez demostrada
la conclusión, afirmar lo contrario de esta fuera igualmente cierto.
Y, de nuevo, si ambas proposiciones contradictorias pudieran ser verdade-
ras, la línea especial de la argumentación seguida por Hegel habría perdido
toda su fuerza. Nosotros tenemos la posibilidad de pasar de la tesis y la antíte-
sis a la síntesis solo porque una contradicción no puede ser verdadera, y la sín-
tesis es la única salida para esto. Pero si las contradicciones son verdaderas, no
hay necesidad de encontrar salida alguna, así como el avance de la dialéctica
pierde toda su fuerza. Si no hay duda alguna de que las contradicciones exis-
ten, no parece haber ningún motivo para que no continúen haciéndolo. No de-
beríamos poder evitar esto diciendo que son reales, pero que su imperfección
las hizo transitorias, pues, incluso si suponemos que tiene lugar en el tiempo,
el proceso dialéctico no es una simple sucesión en el tiempo, sino que es esen-
cialmente un proceso lógico. Se debe probar que cada paso se sigue de los an-
teriores por la naturaleza de estos últimos. Resulta claro que, a través del mero
análisis de una categoría lógica, sería imposible deducir la conclusión de que
podría existir independientemente durante algún tiempo, pero que tras ello su
imperfección la conduciría a otra etapa.
Únicamente suponiendo que la realidad se corresponde siempre con la idea
absoluta, y que no es una simple aproximación a ella, podemos encontrar otra
dificultad, presentada en esta ocasión por Trendelenburg. Según nos dice, o
bien se puede obtener la conclusión de todo el proceso a través del análisis de
la premisa original, o bien no se puede. La premisa original de todo el pro-
ceso no es nada más que la validez de la idea de puro ser. Si a partir de esto se
puede extraer por completo la conclusión, no aprendemos nada nuevo, de
manera que todo el proceso dialéctico se vuelve fútil. Y si, por otra parte, in-
troducimos algo que no se haya obtenido de nuestra premisa original, falla-
mos en nuestro objetivo –que era probar que todo el sistema se seguía toda
vez que se admitiera aquella premisa–.
La única escapatoria de esta dificultad consiste en percatarnos de que,
aunque la validez de la categoría inferior es la única admisión explícita que
requiere el proceso, no es el único material que tenemos ante nosotros. Las
categorías son formas de pensamiento que aplicamos a la realidad y que no
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EL TIEMPO Y LA DIALÉCTICA HEGELIANA
tienen significado alguno, salvo cuando se aplican como hemos dicho. Y toda
la realidad encarna, tal y como debe hacerlo para ser autoconsciente y libre
de contradicciones, la idea absoluta; aunque en muchos casos, cuando experi-
mentamos la realidad, bastante de esto es solo implícito. Por lo tanto, tenemos
implícitamente en nuestra consciencia todo el proceso y el resultado de la dia-
léctica, aunque a menudo solo unas pocas categorías son explícitamente reco-
nocidas como válidas. Y es la conjunción de la verdad parcial explícita con la
realidad que implícitamente contiene toda la verdad lo que obliga a la mente
a formular una afirmación explícita más adecuada.
Quien ha llamado la atención sobre este punto es el señor Bradley en su
Lógica (libro iii, parte i, capítulo ii, §§ 20 y 21):
Una idea que prevalece es que el método dialéctico es una especie de ex-
perimento con concepciones in vacuo [en el vacío]. Se supone que no tene-
mos nada salvo una sola idea abstracta aislada, y que esta mónada solitaria
procede a multiplicarse por germinación o por fisión de su sustancia pri-
vada, o buscando materia del vacío impalpable. Pero esto es una mera ca-
ricatura que proviene de la confusión entre lo que nuestra mente tiene ante
sí y lo que tiene dentro de sí. Ante la mente hay una única excepción, pero
toda la mente misma al completo, que no aparece, se involucra en el pro-
ceso, opera sobre el datum [dato] y produce el resultado. La oposición entre
lo real, en este carácter fragmentario en el que la mente lo posee, y la ver-
dadera realidad sentida dentro de la mente es la causa móvil de ese males-
tar que establece el proceso dialéctico.
Y nuevamente escribe:
Si, según este punto de vista, sostenemos que el proceso dialéctico depende
de la relación entre el todo concreto y la parte de él que hasta ahora se ha
hecho explícita, resulta claro que no podemos considerar el todo concreto
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J. E. MCTAGGART
La ejecución cabal del fin infinito hace desaparecer esta ilusión que nos hace
creer que no está ejecutado. El bien, el bien absoluto, se cumple eternamente
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EL TIEMPO Y LA DIALÉCTICA HEGELIANA
1 N.T. En alemán en el original del artículo: «Die Vollführung des unendlichen Zwecks ist so nur
die Täuschung aufzuheben, als ob er noch nicht vollführt sey. Das Gute, das absolut Gute, voll-
bringt sich ewig in der Welt, und das Resultat ist, dass es sich an und für sich vollbracht ist und
nicht erst auf uns zu warten braucht». Para su traducción al español se ha seguido la edición de
la Lógica Minor de Antonio Zozaya (Hegel, Lógica, Biblioteca Económica y Filosófica, vol. LXIV.
Madrid 1893; Tomo IV, p. 85), la cual reza literalmente así: «La realización del fin infinito hace
desaparecer esta ilusión que nos hace creer que no está aún realizado. El bien, el bien absoluto,
se realiza eternamente en el mundo y el resultado es que está ya realizado en y para sí y que
no necesita esperarnos para realizarse». Sin embargo, por sugerencia de Félix Duque, se han
modificado los términos resaltados por los que figuran en la versión final que aquí se presenta.
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J. E. MCTAGGART
2 N.T. En alemán en el original del artículo: «Gegenstand und Objekt». Dado que este juego de pa-
labras es intraducible al castellano, empleamos la distinción realizada por Ramón Valls Plana en
la traducción de la Enciclopedia de las ciencias filosóficas [1830] presente en la editorial Abada
(Madrid, 2017, pp. 434-435)
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EL TIEMPO Y LA DIALÉCTICA HEGELIANA
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J. E. MCTAGGART
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EL TIEMPO Y LA DIALÉCTICA HEGELIANA
voces 23
artículos
Resumen: A pesar de la importancia ampliamente conocida que Hegel siempre dio a pensa-
dores como Aristóteles o Heráclito, otras filosofías clásicas, como la de Platón, han tenido
un papel esencial a la hora de inspirar y fundamentar las bases de la filosofía hegeliana. Por
ello, en este artículo, a partir de la interpretación que hizo Hegel de la filosofía platónica
en los periodos que van desde su estancia en el Tübinger Stift a la etapa de elaboración de
la Fenomenología del Espíritu (1788-1806), estudiaremos las muy importantes contribucio-
nes de la dialéctica platónica a la génesis de la dialéctica hegeliana, además de los parale-
lismos y distancias entre ambos modelos de dialéctica, intentando destacar su influencia
en los desarrollos filosóficos posteriores. Y es que, si como bien dice Hegel en la Fenome-
nología, la tarea de la Modernidad no «trata tanto de purificar al individuo de lo sensible
inmediato y de convertirlo en sustancia pensada y pensante, sino más bien de lo contra-
rio, es decir, de realizar y animar espiritualmente lo universal», hoy, en el momento de la
postmodernidad en el que los universales se derrumban, es más importante que nunca vol-
ver a hacer patentes las raíces que, llegado un momento, comenzaron a hacerlos temblar.
Abstract: Despite the well-known role that Hegel ascribed to Aristotle’s and Heraclites’
philosophies, other classic philosophies, as Plato’s philosophy, had an essential role in the
inspiration over foundations of Hegel’s positions. For this reason, in this work we are going
to study the contributions of Plato’s dialetics to Hegel’s dialectics’ development; ranging
from Hegel’s interpretation of Plato’s dialetics since his stay at the Tubinger Stift to the
elaboration of Phenomenology of Spirit (1788-1806). We are also going to study the con-
tributions of Plato’s dialectics to Hegel’s dialectic’s development. Parallels and differen-
ces between both models will be analysed as well as their influence on later philosophical
developments. According to Hegel’s Phenomenology, the mission of Modernity is not to
purify individuals from the immediate sensitive but instead to develop and animate spiri-
tually universals. We will try to show that nowadays, in times when the universals fall, it
is essential to reflect on the roots that, in other times, made them tremble.
26
1. Introducción
1 MONTECINOS, S., «Conexiones metodológicas entre las filosofías de Platón y Hegel: la lec-
tura platónica de la dialéctica hegeliana», Bajo Palabra, Universidad Autónoma de Madrid, Ma-
drid, Época II, n.º 4, año 2009, p. 108.
2 HEGEL, G. W. F., Fenomenología del Espíritu, Abada, Madrid, 2010, p. 135 y HEGEL, G. W. F., La
Relación del Escepticismo con la Filosofía, Biblioteca Nueva, Madrid, 2013, pp. 65-66.
artículos 27
MIGUEL ÁNGEL MORENAS RODRÍGUEZ
él, sino que, como notará en sus Lecciones sobre Historia de la Filosofía a propó-
sito de Zenón, le hará asumir que la dialéctica es «ella misma movimiento»,
aportando a Hegel la vía para poder llevar a cabo al menos dos de las gran-
des tareas de la Modernidad: por un lado, «realizar y animar espiritualmente
lo universal»3, recuperando la vida dormida en los petrificados conceptos de
su época y fluidificando de nuevo el pensamiento, y por el otro, expandir los
límites de nuestra consideración de lo real más allá del limitado y mecanicista
campo del entendimiento4.
La interpretación que hizo Hegel del pensamiento dialéctico platónico no
fue una mera apropiación pasiva: los planteamientos de Hegel, como el propio
filósofo observó, tomaron, debido a las distancias propias de la época moderna
y la antigua, caminos distintos a los de la dialéctica platónica, y su retrato de
Platón llegó, en ciertos puntos, a violentar la propia letra platónica. Sin em-
bargo, estos desarrollos originales de Hegel no se podrían entender sin el muy
productivo diálogo crítico con la tradición platónica que tuvo el suabo en sus
etapas de juventud, tomando de él un concepto propio de exposición de la ver-
dad y teniendo lo platónico5 un papel fundamental en el proceso de gestación
de las primeras configuraciones dialécticas de su pensamiento. Por ello, en este
artículo intentaremos remontar al origen de esta nueva navegación dialéctica
de la Modernidad que hizo Hegel, intentando aislar las líneas de influencia
del pensamiento platónico en el pensamiento temprano de Hegel. Y así, nos
centraremos fundamentalmente en el periodo de tiempo que va desde la etapa
de formación superior de Hegel en el Tübinger Stift –1788 a 1792– a su estan-
cia en Jena –1801-1806–, intentando ver qué influencia ejerció lo platónico
en distintas etapas de la producción filosófica juvenil de Hegel –especialmente
Tubinga, Frankfurt y Jena– y la importancia que aún hoy sigue teniendo esta
fecunda lectura de Platón que realizó el joven Hegel.
28 artículos
LAS RAÍCES DE UN ESTRUENDO: EL LEGADO DE PLATÓN EN LA GÉNESIS …
6 DUQUE, F., Historia de la filosofía moderna. La era de la crítica, Akal, Madrid, 1998, p. 324 y
HARRIS, H. S., Hegel’s Development: Towards the Sunlight, Oxford University Press, Oxford,
1971, p. 98.
7 A este respecto ha habido comentarios en obras recientes (véase SURBER, J. O., «Hegel’s
Plato: A new departure», en KIM, A., Brill’s Companion to German Platonism, Brill, Leiden, 2019,
p. 132) sobre un supuesto conocimiento deficiente de Hegel de lenguas clásicas debido a la
formación en el Stift y que le hubiera impedido leer de forma directa a Platón en su juventud,
dependiendo de traducciones informales al alemán que, si bien no empezaron a editarse en
Alemania hasta 1804 de la mano de Schegel y Scheleimeier, sí circulaban en la época. Sin em-
bargo, ello parece poco acorde con la realidad si se tiene en cuenta que ya aprendió latín a muy
temprana edad de la mano de su madre (HARRIS, H.S., Hegel’s Development: Toward the Sunlight,
op. cit., p. 2), siendo su dotación para ello uno de los motivos que impulsaron a su familia a fa-
vorecer su desarrollo académico. Además del latín, todo apunta a que tenía un conocimiento
elevado también de griego en su etapa de educación elemental. Es poco plausible que no pu-
diera, por tanto, leer directamente ediciones como las neoplatónicas de Ficino –que estaban
disponibles en la época, y a las que, de hecho, otros contemporáneos como Hölderlin tuvie-
ron acceso– u otras ediciones bilingües latín-griego de los diálogos (Véase BARRIOS, M., «La
incidencia de la imagen de Grecia en la obra temprana de Hölderlin», Contrastes: revista inter-
nacional de filosofía, XXII-n.º 2, 2017, p. 127).
8 En esta lectura tuvo gran importancia la influencia de su profesor Conz (BARRIOS, M., «La in-
cidencia de la imagen de Grecia en la obra temprana de Hölderlin», op. cit., p. 125) y se realizó
probablemente a partir de las ediciones frankfurtianas de los diálogos de 1602, que conten-
drían la edición bilingüe griego-latín realizadas por Marsilio Ficino en la Academia Florentina.
Además, sabemos que Hölderlin, según los registros de la biblioteca del Stift, leyó varios diá-
logos a partir de la edición comentada por el florentino. También estaría disponible en el es-
pacio cultural alemán a partir de 1781 la edición bipontina. El hecho de que estas primeras
lecturas se realizaran a partir de textos neoplatónicos tendrá una importancia fundamental
en la recepción que los autores del idealismo alemán realizaron de la filosofía platónica.
9 Es importante tener en cuenta aquí que Hegel, en estas etapas que van desde su estancia en
el Stift hasta su época de Frankfurt, no publicó nada, exceptuando un panfleto político sobre
la dominación por parte de Berna de los pueblos del Vaud en su etapa como preceptor en di-
cha ciudad (VIELLARD-BARON, J.-L., Platonisme et interprétation de Platon à l’epoque modern,
artículos 29
MIGUEL ÁNGEL MORENAS RODRÍGUEZ
estuvieron marcadas por dos hechos que fueron fundamentales para entender
el ambiente intelectual, social y político que los jóvenes estudiantes del Stift vi-
vieron: por un lado, la publicación en 1781 de la Crítica de la Razón Pura (KrV)
por parte de Immanuel Kant, y por el otro, el estallido de la Revolución Fran-
cesa frente al gobierno absolutista de Luis XVI en 1789. Y no era para menos:
ambos hechos, a la par que ascendía una nueva clase social pujante, la burgue-
sía, parecían implicar una profunda ruptura con los fundamentos y el modelo
de sociedad anterior, anunciando un mundo nuevo. Si la sociedad del Anti-
guo Régimen se había basado durante siglos en la autoridad de lo externo –un
Dios trascendente, un rey absoluto, un objeto de conocimiento– para la cons-
trucción de sus distintos ámbitos políticos, religiosos o intelectuales, el impulso
de ambas revoluciones rompía con esta exterioridad, poniendo el énfasis en el
sujeto libre y actuante. Y así, mientras la revolución kantiana proponía una re-
volución copernicana que dejara de centrarse en los objetos de conocimiento
para fijar su mirada en el sujeto cognoscente y las condiciones subjetivas del
conocimiento10, la Revolución Francesa consumaba el papel activo de los in-
dividuos en la sociedad, que pasaban de ser súbditos a ser ciudadanos eman-
cipados de la minoría de edad a la que habían estado sometidos11.
En este torbellino de fuertes convulsiones políticas, filosóficas y sociales,
Hegel estuvo expuesto a diversas y complejas polémicas que, además de ser
importantes para el desarrollo de su pensamiento, fueron esenciales en la rup-
tura de los esquemas de la sociedad prerrevolucionaria y la construcción del
Vrin, Paris, 1998, p. 155). Por ello, todos los textos que produjo en estas épocas fueron textos
que nunca publicó en vida, aunque algunos, como por ejemplo «El espíritu del cristianismo»,
ya eran textos de un volumen considerable y recogían de forma clara sus influencias filosófi-
cas. En la publicación de estos textos de juventud destaca la edición que hizo Nohl en 1907
en el compendio Escritos teológicos de juventud, y en castellano, además de la traducción por
parte de María del Carmen Paredes del «Fragmento de Tubinga» («G.W.F. Hegel: El fragmento
de Tubinga», Revista de Filosofía, Editorial Complutense, Madrid, Época III, Vol. VII, 1994, pp.
139-176) o de Leben Jesu de Santiago González Noriega (HEGEL, G. W. F., Historia de Jesús,
Taurus, Madrid, 1981), tenemos la traducción de José María Ripalda de los textos más repre-
sentativos entre 1795 y 1800, recogidos en el volumen Escritos de Juventud (HEGEL, G. W. F.,
Escritos de Juventud, Fondo de Cultura Económica, Ciudad de México, 1978).
10 KANT, I., Crítica de la Razón Pura, Taurus, Barcelona, 2013, pp. 20-21.
11 KANT, I., «Qué es la Ilustración», Foro de la Educación, 11, p. 249. En esta etapa de Tubinga es
importante tener en cuenta que el joven Hegel, si bien recibió entusiastamente a la Revolu-
ción Francesa (aunque desde una perspectiva ciertamente girondina), no tuvo el mismo entu-
siasmo por la filosofía kantiana. Hegel leyó profundamente a Kant en el Seminario (empezando
por la Crítica de la Razón Pura en el segundo curso y siguiendo por la Crítica de la Razón prác-
tica (HARRIS, H.S., Hegel’s Development: Towards the Sunlight. op. cit., pp. 73, 83 y 89), pero no
participó en los clubs de lectura de Kant en donde fueron acogidos Schelling y Hölderlin. Tam-
bién ha de tenerse en cuenta que, ya en su etapa de Stuttgart, Hegel había sido influenciado
por su profesor, el profesor Abel, contra dicha filosofía. Por ello, si bien la profunda influencia
de Kant se puede ver en todos los textos de esta época, llegando a su máxima expresión en su
Leben Jesu de su posterior etapa de Berna, Hegel tuvo una cierta distancia crítica con el kan-
tismo desde sus primeras lecturas.
30 artículos
LAS RAÍCES DE UN ESTRUENDO: EL LEGADO DE PLATÓN EN LA GÉNESIS …
12 HARRIS, H.S., Hegel’s Development: Towards the Sunlight. op. cit., pp. 98 y ss.
13 Incluso desde el momento de su surgimiento, la filosofía de Spinoza había sido condenada al
ostracismo y combatida por diversos pensadores debido a su ruptura con múltiples dogmas
religiosos y políticos. Sin embargo, es interesante tener en cuenta que la crítica no fue uná-
nime. El apoyo a Spinoza fue representado por autores como F. W. Stosch, T. L. Lau o J. C. Edel-
mann, pero, además de ser minoritarios, fueron duramente reprimidos a principios del XVIII
por parte de autoridades religiosas y civiles. Ser spinozista era peligroso en el Antiguo Régi-
men, y el renacimiento del spinozismo tras la polémica sobre el supuesto spinozismo de Les-
sing será una clara demostración de que algo estaba cambiando en las sociedades europeas en
la época de la Revolución. Para un análisis detallado, véase el excelente SOLÉ, M. J., El ocaso de
la Ilustración: La polémica del spinozismo. Universidad Nacional de Quilmes, Bernal, 2012, es-
pecialmente el estudio introductorio.
14 En ese sentido, es importante notar que estas concepciones monistas fueron asociadas por
muchos autores con un mecanicismo y una cadena de causas eficientes. Si Dios es inmanente,
se podría entender que su papel activo como causa eficiente en la naturaleza santificaría todo
el devenir de la naturaleza, eliminando todo sentido a la diferencia entre bien y mal.
artículos 31
MIGUEL ÁNGEL MORENAS RODRÍGUEZ
15 Es interesante notar en este punto la distancia que ya existía entre el desarrollo filosófico de
Schelling y el de Hegel desde estas épocas tan tempranas, y que posteriormente se solidificó
en las críticas de la Fenomenología a Schelling, lo que les hizo romper la amistad.
16 Cfr. supra nota 7.
32 artículos
LAS RAÍCES DE UN ESTRUENDO: EL LEGADO DE PLATÓN EN LA GÉNESIS …
moral como algo externo a nuestra sensibilidad cuya ley se nos impone, Hegel
–junto con Hölderlin– comenzó a ver en esta concepción del alma del mundo
una potencia fundamentadora de la realidad inserta en el propio devenir de
la realidad. Si el proyecto de la revolución implicaba el derrumbamiento de
autoridades externas que imponían su ley desde fuera, estas concepciones in-
manentes de la divinidad supondrán poner el énfasis en las leyes insertas en
el darse de la realidad sin la necesidad de apelar a elementos exteriores como
de los que aún era dependiente Kant17. Sin embargo, en este camino de supe-
ración de los dogmas dominantes en la época y del kantismo no fue Hegel el
que llevó la iniciativa, sino Hölderlin. Habrá que esperar varios años, hasta el
traslado de Hegel a Frankfurt bajo la protección del poeta, para ver cómo He-
gel desarrolló estas tendencias incipientes. Y es que fue allí donde elaboró su
propia vía de superación de Kant, apoyándose fuertemente en el platonismo
y, sobre todo, en la influencia de su buen amigo.
Hegel llegó a Frankfurt en 1796. Desde su salida de Tubinga Hegel había es-
tado trabajando de preceptor en Berna, y gracias a otro trabajo de preceptor
que le consiguió Hölderlin en la ciudad del Meno, el suabo pudo romper el
aislamiento que había sufrido desde el fin de sus estudios, integrándose en el
círculo intelectual del poeta. Fue en este marco cuando lo platónico empezó
a entrar con toda su fuerza en el pensamiento hegeliano, pudiéndose ver en
esta etapa los primeros rasgos firmes del Hegel con el que nos encontraremos
17 Ni Hegel ni Hölderlin harán una crítica explícita a Kant en estas primeras etapas; sin embargo,
comienzan a estar presentes en sus textos tanto la nueva concepción de lo divino como la idea
de la hermandad de todo lo viviente, elementos en los que lo platónico parece estar jugando un
papel central y que ya sugieren las vías de superación de lo kantiano que Hegel realizará más
tarde. En ese sentido, si bien Hegel ensayará en su etapa de Berna proyectos religiosos basa-
dos en las concepciones kantianas como el presente en Leben Jesu, el suabo mostrará en otras
construcciones de su Volksreligion cómo es necesario, para llevar a cabo el Reino de Dios en la
Tierra a la luz de la Revolución, una concepción fuertemente experiencial de la religión, de raíz
griega, donde deber y querer estuvieran conciliados, donde la moralidad se diera en los instin-
tos –en un concepto cercano a la noción de moralidad de los instintos de Hölderlin en Sobre la
ley de la libertad (BARRIOS, M., «La incidencia de la imagen de Grecia en la obra temprana de
Hölderlin», op. cit., p. 125)– y no se dependiera de una moralidad fría y externa, ajena al deve-
nir de nuestra propia realidad. Así, el hegeliano «Reino de Dios» no será entendido como una
dictadura de un Dios trascendente que impone su ley desde fuera del mundo, de ecos despó-
ticos, sino, a partir de ahora, como un desarrollo de las leyes inmanentes divinas ya presentes
en el darse de lo real, en una clara muestra de la fuerte co-dependencia de sus planteamien-
tos políticos insertos en estos trabajos religiosos respecto a sus consideraciones místicas y
platónicas, que nota Viellard-Baron (VIELLARD-BARON, J.-L., Platonisme et interprétation de
Platon à l’époque moderne, op. cit., 155-158).
artículos 33
MIGUEL ÁNGEL MORENAS RODRÍGUEZ
en Jena. Pero su vía de entrada no fue una vía solipsista de lectura de lo pla-
tónico, ni una ocurrencia afortunada del genio, sino que en ella tuvo un papel
fundamental la influencia de su protector en esta etapa, fiel amigo y ya afa-
mado poeta, Friedrich Hölderlin.
¿En qué estaba trabajando Hölderlin en la época en la que nuestro joven
preceptor decidió mudarse a la bulliciosa Frankfurt? Junto con la llamada «Liga
de los espíritus», un círculo intelectual entre los que destacan el diplomático
von Sinclair y Zwilling18, Hölderlin estaba intentado desarrollar una filosofía
de la unificación (Vereinigungsphilosophie), a caballo entre lo filosófico y lo poé-
tico, en la que, profundizando en las concepciones platónicas de la divinidad
que comenzó a desarrollar en Tubinga, pudiera pensar la esfera propia de ese
principio unificador que constituía el mundo. Y en ese sentido, Hölderlin inte-
gró, como muy bien nota Dieter Heinrich en su fundamental Hegel y Hölderlin19,
esas corrientes minoritarias y paralelas al pensamiento dominante que había
representado el platonismo y el neoplatonismo en aquellos años.
¿Cómo era posible pensar esta esfera suprema y conciliada de lo real? ¿Era
suficiente el entusiasmo (neo)platónico, que llevaba a mundos supracelestes20,
pero no se enfrentaba a las oposiciones, como las que existían entre deber y
voluntad, en las que habían caído filosofías como la kantiana? Hölderlin, en
una línea cercana a lo que había intentado Schiller 21, exploró el camino para
conciliar las oposiciones del kantismo en un modelo cercano al platónico, pero
no fue hasta la lectura de la filosofía de Fichte el momento en el que Hölder-
lin pudo teorizar una vía de superación al kantismo, al darle un camino para
pensar la oposición como algo fundamental en el darse de lo real, a partir de
la contraposición del Yo y No-Yo, con un fundamento unitario subyacente a la
contraposición, como era la incondicionalidad de la conciencia para Fichte22.
Hölderlin asumió esta estructura básica de Fichte, pero discrepando en un
elemento fundamental: ¿podía ser la incondicionalidad de la conciencia ese
fundamento unitario a las contraposiciones? Para Hölderlin, como de forma
clara criticó en su pequeño ensayo Juicio y Ser, escrito en las solapas de la obra
cumbre de Fichte Grundlage der gesammten Wissenschaftslehre, ese fundamento de
unidad no puede residir en una «yoidad»23. Así, con Hölderlin, «este ser no
debe ser confundido con la identidad. Cuando digo «yo soy yo», el sujeto (yo)
y el objeto (yo) no están unidos de tal manera que ninguna separación pueda
34 artículos
LAS RAÍCES DE UN ESTRUENDO: EL LEGADO DE PLATÓN EN LA GÉNESIS …
ser efectuada sin dañar la esencia de aquello que debe ser separado: al contra-
rio, el yo sólo es posible por medio de esta separación del Yo respecto al Yo»24.
Hablar de un yo implica necesariamente una autoconciencia, y para el darse
de una autoconciencia es esencial una separación en el entendimiento que fije
al yo como objeto contrapuesto, implica una posterioridad a las oposiciones
que pretendía unificar. Por ello, el Yo no expresaría una unificación entre su-
jeto y objeto, sino que es posterior al darse de la oposición, que es intrínseca a
los juicios del entendimiento y a la racionalidad reflexiva.
Los juicios del entendimiento serían para él, a partir de una etimología
irreal, una partición originaria (urteil - Ur-Theilung) en la que siempre estaría
esta escisión. Y es que, en tanto que facultad de fijación, el entendimiento ge-
neraría y fijaría oposiciones que determinarían la estructura de la proposición
del entendimiento como una proposición construida a partir de elementos en
oposición, de un sujeto, un hipokeimenon aristotélico, subyacente, y un predi-
cado, un objeto, accidental y externamente unido al sujeto. Así, es en esa par-
tición originaria, como bien nota Barrios25, donde Hölderlin estaba señalando
una insuficiencia que Hegel en Frankfurt asumirá también (y ya no le aban-
donará26): la insuficiencia de la proposición del entendimiento para expresar
toda la riqueza de la vida y de la realidad al estar estructurada en oposiciones
rígidas que no se podían reconciliar. Por ello, la clave es remontarse al funda-
mento unitario, que tanto Hölderlin como Hegel identificaron en estos años
con el amor, entendido a la manera platónica27.
24 HÖLDERLIN, F., Ensayos, Peralta, Madrid, 1976, p. 26 y BARRIOS, M., «La incidencia de la ima-
gen de Grecia en la obra temprana de Hölderlin», op. cit., p. 129.
25 BARRIOS, M., «Hegel: Una interpretación del platonismo», Anales del seminario de metafísica,
Universidad Complutense de Madrid, Madrid, n.º 29, 1993, p. 143.
26 MONTECINOS, S., La asunción de la reflexión finita en la filosofía de G. W. F. Hegel, UAM, Madrid,
2015, p. 76.
27 Frente a las continuidades que en este apartado estamos trazando entre Hölderlin y Hegel,
hay otras interpretaciones, fuertemente tributarias de la lectura heideggeriana de Hölderlin,
que ponen énfasis en las distancias de Hölderlin con los próceres del idealismo alemán: Hegel
y Schelling. Para consultar sus principales textos en lengua castellana, recomendamos De Kant
a Hölderlin, de Felipe Martínez Marzoa (MARTÍNEZ MARZOA, F., De Kant a Hölderlin, La Ofi-
cina, Madrid, 2018) y el muy reciente estudio previo a Cartas Filosóficas de Hölderlin de Arturo
Leyte titulado «El filósofo que no quería serlo» (CORTÉS, H. y LEYTE, A. (eds.), Cartas Filosófi-
cas de Hölderlin, La Oficina, Madrid, 2020). Sin embargo, es importante señalar que las líneas
de interpretación de Hölderlin favorecidas por Martin Heidegger no generan unanimidad en el
ámbito académico, habiendo desde épocas muy tempranas líneas de resistencia a esa interpre-
tación, como la representada por Theodor W. Adorno y su provocativa conferencia en la Hölder-
lin-Gesellschaft, recogida su transcripción en el volumen 11 de sus obras completas (ADORNO,
T. W., Notas sobre literatura, Obra completa, 11, Ediciones Akal, Madrid, 2003). Dichos plan-
teamientos adornianos han sido recogidos recientemente en castellano en volúmenes como
CARRASCO CONDE, A., MACOR, L. A., ROCCO, V. (eds.), Hegel y Hölderlin: una amistad este-
lar, Círculo de Bellas Artes, Madrid, 2021, y concretamente en su capítulo «Parataxis poética
como pharmakon para la transgresión filosófica: Hegel, Hölderlin y Adorno», de Marcela Vélez.
artículos 35
MIGUEL ÁNGEL MORENAS RODRÍGUEZ
28 BARRIOS, M., «La incidencia de la imagen de Grecia en la obra temprana de Hölderlin», op.
cit., pp. 126-129 y 132. En esta concepción de Ser-Uno, parece que también jugaron un papel
esencial las doctrinas no escritas de Platón (p. 128)
29 Es interesante notar aquí que, en estas concepciones, donde no solo Platón, sino también la in-
fluencia de autores como Herder se empieza a sentir, no se debe ver un panteísmo vulgar: Höl-
derlin no verá lo divino en cada cosa de la creación, sino que sentirá en la escisión del mundo
creado una distancia con este Ser-Uno originario (Ibid., p. 129). Será ahí donde cobre sentido
su crítica a la reflexión y a la proposición del entendimiento.
30 PLATÓN, El Banquete, Alianza Editorial, Madrid, 1999, pp. 86-87 y PLATÓN, Diálogos III. Fe-
dón. Banquete. Fedro, Gredos, Madrid, 1989, pp. 354-355.
31 HEGEL, G. W. F., Escritos de Juventud, Fondo de Cultura Económica, Ciudad de México, 1978,
p. 243.
32 Ibid., p. 243 y PLATÓN, Diálogos III. Fedón. Banquete. Fedro, op. cit., pp. 354-355.
36 artículos
LAS RAÍCES DE UN ESTRUENDO: EL LEGADO DE PLATÓN EN LA GÉNESIS …
belleza platónica, con las que Hölderlin asumirá el mostrarse de este fondo
de la vida. Un fondo que no es recuperable, pero que constituye a los aman-
tes33. En este misterio consistirá la religión del amor de estos primeros años
en Frankfurt, entendiendo Hegel en esta etapa a la religión como el ámbito
de la vida en el que se podría llegar a una expresión de esta unión que refleja
la potencia inmanente de la vida.
Sin embargo, la incapacidad del amor para conciliar los elementos es-
cindidos será, como bien nota Duque34, la razón del fracaso del amor como
modo de expresión de la unidad pre-reflexiva. ¿Se pueden conciliar mera-
mente por el amor, a partir del momento de la intuición intelectual, las esci-
siones, como si dicha intuición impusiera un decreto externo al pensamiento
a la manera del mandamiento del amor en el Sermón de la Montaña de Je-
sús35? ¿Hay alguna forma de poder conciliar lo escindido para encontrar
una forma de expresión de esta unidad primigenia y de este campo plenifi-
cado de la existencia en el pensamiento? Aunque en esta etapa aún seguirá
siendo dependiente de los planteamientos de Hölderlin, parece que los de-
sarrollos que irá realizando con su círculo intelectual en Frankfurt serán fun-
damentales para su emancipación de los planteamientos hölderlinianos en
los siguientes años. Y en ese sentido, será de gran importancia el estudio que
realizará, con miembros de esta Liga de los Espíritus como von Sinclair, del
escepticismo clásico y, especialmente, de diálogos platónicos como el Parmé-
nides, en una línea, por cierto, muy cercana a los planteamientos neoplatóni-
cos de Marsilio Ficino. Como muy bien nota Hegel en su posterior artículo de
Jena La relación del escepticismo con la filosofía, Marsilio Ficino ve un carácter di-
vino en este diálogo, en el sentido de que su pensar basado en contradicciones
permitiría la superación de lo mundano, siendo la puerta de entrada a un
pensar la divinidad36. Así, Hegel y sus compañeros de la Liga de los espíritus
ven en estos planteamientos del Parménides, mediante el método que se em-
plea ahí, la isostheneia, la capacidad de asumir lo finito y contrapuesto de los
productos del entendimiento, siendo la puerta de entrada a la religión, donde
ese fondo unificante puede percibirse, y desde el que se puede acceder, por
lo tanto, a una comprensión mayor de la riqueza inherente de la vida. Y si
bien esa necesidad de lo religioso, y esa necesidad en general de intuir este
supuesto fondo del ser subyacente al darse de la realidad, no se mantendrá
en Hegel, se empezará a ver con este escepticismo el camino para una supe-
ración inmanente de las insuficiencias de los productos de la reflexión en la
33 BARRIOS, M., «La incidencia de la imagen de Grecia en la obra temprana de Hölderlin», op. cit.,
pp. 127 y 132.
34 DUQUE, F., Historia de la filosofía moderna. La era de la crítica, op. cit, p. 358.
35 Ídem.
36 HEGEL, G. W. F., La Relación del Escepticismo con la Filosofía, op. cit., p. 65.
artículos 37
MIGUEL ÁNGEL MORENAS RODRÍGUEZ
No hay dos mundos, sino solo una superación, dentro del mismo mundo, del
limitado campo del entendimiento mediante la filosofía, siendo ésta la prope-
déutica para llegar a un ámbito de planificación de la existencia en la religión.
La clave es analizar cómo se relaciona la vida con el campo de la reflexión, y
así, si bien aún no habrá desarrollado su dialéctica, para lo que requirió aún
ciertos elementos39, ya hay textos, como el llamado Fragmento de sistema, en el
37 DUQUE, F., Historia de la Filosofía Moderna. La era de la crítica, op. cit., p. 354. Es interesante
aquí contraponer el carácter unificador del amor frente a dinámicas como la del amo y el es-
clavo, cuya superación solo se puede dar en las escisiones, y no por referencia a una pacifica-
ción externa por decreto. Así comenzará, justo en esta etapa, a haber fragmentos donde expone
dinámicas de dominación, por ejemplo, entre un perro y su amo, mostrando el darse de la in-
tersubjetividad no en el éxtasis de la unión, sino en el darse de su escisión (HEGEL, G. W. F.,
Escritos de Juventud, op. cit., p. 255).
38 DUQUE, F., Historia de la Filosofía Moderna. La era de la crítica, op. cit., p. 357 y BARRIOS, M.,
«La incidencia de la imagen de Grecia en la obra temprana de Hölderlin», op. cit., p. 134.
39 Los elementos son, como define Düsing, por un lado, «el principio de desarrollo metódico de
cada contraposición particular» y «una conexión metodológica de conjunto para su diversi-
dad». Estos faltaron tanto en esta etapa como en los primeros años de Jena, hasta la transfor-
mación de su consideración de absoluto (Véase DÜSING, K., Das Problem der Subjektivität in
Hegels Logik. Systematische und entwicklungsgeschitliche Untersuchungen zum Prinzip des Idea-
lismus und zur Dialektik, Bouvier, Bonn, 1976, p. 73 y MONTECINOS, S., La asunción de la re-
flexión finita en la filosofía de G.W.F. Hegel, op. cit., p. 84).
38 artículos
LAS RAÍCES DE UN ESTRUENDO: EL LEGADO DE PLATÓN EN LA GÉNESIS …
que identificó esta vida como «unidad de la unidad y la no-unidad»40 41, ele-
mento esencial para comprenderla.
¿Lo oyen? Es el eco del retumbar de los cañones de Jena. Pero aún falta-
rían algunos años y trabajo con lo platónico para desarrollar verdaderamente
lo dialéctico en su pensamiento, así como para que brille en todo su esplendor
la originalidad que lo distanciará de la dialéctica griega. Y es que Hegel no se
quedó aquí, ya que como en aquella famosa carta de Hegel a Schelling afir-
maba, «el ideal juvenil tuvo que tomar la forma de la reflexión, convirtiéndose
en sistema»42. Son los años de Jena, que desembocarán en una epopeya de la
conciencia mientras sonaban los cañonazos de la Europa en guerra. Y del jo-
ven Hegel habrá que pasar a Hegel, el estandarte del idealismo alemán. Pla-
tón aquí seguirá teniendo mucho que decir.
La carta que el joven Hegel mandó a su célebre amigo Friedrich Schelling, pi-
diéndole ayuda para introducirse en la carrera académica, tuvo resultado, y
en 1801 nuestro joven filósofo pudo dejar los sufridos trabajos de preceptor
que había tenido hasta entonces para dirigirse a la prestigiosa Universidad de
Jena. Sin embargo, si de lo que debemos hablar es de sus planteamientos filo-
sóficos, estos ya habían empezado a cambiar de forma definitoria en los últi-
mos meses de su estancia en Frankfurt, abriendo el camino para los desarrollos
que caracterizaron su filosofía en esta nueva etapa de Jena. Y en ese sentido,
ya en la revisión que realizará de uno de sus textos no publicados de la época,
La positividad de la religión cristiana, a partir de septiembre de 1800, podremos ver
algunos elementos de los planteamientos sistemáticos que fundamentarán el
pensamiento filosófico de Hegel en aquellos años:
Esta visión [Ansicht: ver que todo lo alto, lo puro y bueno del ser humano
es algo divino] se convierte en algo positivo y estridente cuando la natu-
raleza humana es separada absolutamente de lo divino, sin mediación al-
guna entre ella misma y lo divino (excepto en el caso de un individuo), de
modo que toda la conciencia humana de lo bueno y lo divino es denigrada
al llevarla a la apatía y la aniquilación, como resultado de creer en algo
artículos 39
MIGUEL ÁNGEL MORENAS RODRÍGUEZ
40 artículos
LAS RAÍCES DE UN ESTRUENDO: EL LEGADO DE PLATÓN EN LA GÉNESIS …
etapa, Schelling, y destacarán Fe y Saber o La Relación del escepticismo con la filosofía (HEGEL, G.
W. F., La Relación del escepticismo con la filosofía, op. cit.), y su obra completa Sobre la diferencia
de los sistemas de filosofía de Schelling y Fichte (HEGEL, G. W. F., Sobre la diferencia de los sistemas
de filosofía de Schelling y Fichte, Alianza Universidad, Madrid, 1989). También en esta etapa fue
donde comenzó a dar clases en la Universidad con asignaturas como Historia de la Filosofía.
Habría sido de gran utilidad para este trabajo que se hubieran conservado los textos que pre-
paró para dichas clases, los cuales parece que fueron una de las fuentes que usó Michelet para
la elaboración de su compilación Lecciones sobre Historia de la Filosofía, pero tristemente se per-
dieron (BARRIOS, M., «Hegel: Una interpretación del platonismo», Anales del Seminario de Meta-
física, op. cit., pp. 126 y ss.), estando mezcladas en esta compilación fuentes de distintas etapas.
47 MONTECINOS, S., La asunción de la reflexión finita en la filosofía de G. W. F. Hegel, op. cit., p. 146.
48 Ibid., p. 23.
49 Es importante notar que esta apropiación se ve hasta en los términos que usa, llegando a utili-
zar el término «múltiple», en línea con el Parménides, para referirse a la diferencia (GADAMER,
H. G., La dialéctica de Hegel, Ediciones Cátedra, Madrid, 2000, p. 21).
artículos 41
MIGUEL ÁNGEL MORENAS RODRÍGUEZ
Así pues, ¿en qué consistirá ese método que compartirán los filósofos escép-
ticos antiguos y el Parménides? La clave estará en el llamado argumento de
Palámedes53, que recoge Platón en el Parménides54, y que afirma lo que sigue:
«para cada proposición hay que investigar también su contraria». Y así, in-
vestigando una proposición y su contraria, en el entendimiento parece que
se llega al principio fundamental del escepticismo: «panti logoi logos isos antike-
tai». Es decir: «contra todo argumento hay otro argumento igual en el lado
50 Hegel hará en esta etapa una fuerte crítica al escepticismo moderno, cuya personificación en-
contrará en Schulze y su filosofía basada en los hechos inmediatos de la conciencia, y que se di-
ferenciaría profundamente del antiguo. Para Hegel este escepticismo, a diferencia del antiguo,
carecería de lo interesante del carácter metódico del escepticismo antiguo, y, sobre todo, de
una verdadera fluidificación de las oposiciones, extraordinariamente fijadas en su concepción
de hechos de la conciencia. En el fondo, este escepticismo moderno no sería sino un profundo
dogmatismo que no lograría captar en toda su amplitud la riqueza del escepticismo antiguo.
51 Es importante notar que Platón no fue parte del escepticismo antiguo. Hegel valoró de forma
muy importante en esta etapa a autores como Sexto Empírico, miembro de dicha escuela filo-
sófica, o Pirrón, y reconoció una continuidad entre los planteamientos que se pueden ver en
obras platónicas como el Parménides y los trabajos de Sexto. Sin embargo, Platón y la tradición
dialéctica eleática fueron anteriores a los desarrollos de los escépticos, con los que compar-
tieron el pensar por contradicciones y la isostheneia.
52 HEGEL, G. W. F., La relación del escepticismo con la filosofía, op. cit., pp. 65-66, y MONTECINOS,
S., La asunción de la reflexión finita en G. W. F. Hegel, op. cit., p. 188.
53 GADAMER, H. G., La dialéctica de Hegel, op. cit., p. 32.
54 PLATÓN, Parménides, Alianza Editorial, Madrid, 2013, pp. 83-84.
42 artículos
LAS RAÍCES DE UN ESTRUENDO: EL LEGADO DE PLATÓN EN LA GÉNESIS …
55 HEGEL, G. W. F., La relación del escepticismo con la filosofía, op. cit., p. 66.
56 Esto no es aplicable al Parménides, como bien nota Gadamer (GADAMER, H. G., La dialéctica
de Hegel, op. cit., p. 33). Si bien Hegel entenderá, y sobre todo en línea con otros textos de Pla-
tón como El Sofista, un momento positivo en el diálogo platónico, si atendemos a la literalidad
del texto, termina de forma totalmente aporética: «Digámoslo entonces, y también que, se-
gún parece, tanto que haya Uno como que no lo hay, él y los Otros, con respecto a sí mismos y
en sus relaciones mutuas, son absolutamente todo y no lo son, parecen serlo y no lo parecen»
(PLATÓN, Parménides, op. cit., p. 172).
57 MONTECINOS, S., «Máscaras del escepticismo en la filosofía hegeliana», op. cit., p. 132.
artículos 43
MIGUEL ÁNGEL MORENAS RODRÍGUEZ
dentro del texto, un lado positivo, en muchas de las obras de Platón se puede
ver una elevación hacia conocimientos superiores que partían de un cuestiona-
miento y una dialéctica sobre los elementos y certezas que componían la con-
ciencia natural58. Y así, como bien nota Montecinos (y el propio Hegel en sus
Lecciones), se podría hablar de que ambos conciben el conocimiento como un
proceso de elevación, que en el caso de Platón se elevará hacia lo universal, y
en Hegel, hacia lo absoluto59.
2) Y, en segundo lugar, es interesante observar las tensiones que empezaron
a brotar con ciertos elementos emergentes del pensamiento de Hegel. Y así, el
escepticismo de las lógicas de sus primeros tiempos en Jena será la puerta de
entrada de un modelo de reflexión filosófica en la que, como nota Monteci-
nos60, ya entrará la razón en el entendimiento, y servirá como nexo entre esta
disolución de la rigidez de las oposiciones por el escepticismo y el conocimiento
de lo absoluto en la metafísica, exponiéndolas racionalmente. Pero dicha re-
flexión tendrá problemas, teniendo cierta incompatibilidad con las concep-
ciones de absoluto sustancial que tomó Hegel de Schelling 61, y, en ese sentido,
un anticipo de lo que comenzaremos a estudiar ahora: los primeros desarro-
llos dialécticos de Hegel.
44 artículos
LAS RAÍCES DE UN ESTRUENDO: EL LEGADO DE PLATÓN EN LA GÉNESIS …
Hegel, si bien había sido dependiente de las concepciones del absoluto de Sche-
lling los primeros años en Jena, tras la emergencia de las primeras configura-
ciones dialécticas, rompe de forma clara con los planteamientos de su antiguo
amigo. Ya, en el punto en el que se encontraba el suabo, no eran satisfactorias
las consideraciones de un absoluto puramente sustancial y que se identificara
con el punto de indiferencia. Y es que el desarrollo cada vez más complejo de
las lógicas, que fue ensayando durante toda la etapa de Jena, empezó a en-
trar en conflicto con estos planteamientos de Schelling: ¿era compatible una
reflexión especulativa, un papel de la razón en el ámbito del entendimiento,
si nuestra idea de absoluto era una monotonía y una universalidad abstracta
donde «todos los gatos son pardos»? Hegel no lo vio así y se produjo un cambio
muy profundo en sus concepciones sobre lo absoluto que determinó y facilitó
sus desarrollos dialécticos: desde entonces, el absoluto para él no fue simple-
mente sustancia, sino que debía reconocerse también como sujeto64.
artículos 45
MIGUEL ÁNGEL MORENAS RODRÍGUEZ
65 DUQUE, Félix, Historia de la Filosofía Moderna. La era de la crítica, op. cit., p. 354.
66 MONTECINOS, S., La asunción de la reflexión finita en la filosofía de G. W. F. Hegel, op. cit., p. 24.
67 Es muy interesante este pequeño fragmento de los primeros años de Jena, concretamente
de Fe y Saber, donde ya se mostraba la unidad prerreflexiva con la que entendió luego Hegel la
identidad de la identidad y la diferencia: «[…] Kant mismo distingue la abstracción del yo, o la
identidad [abstracta y vacía] del entendimiento, del verdadero yo como principio, en cuanto
absoluta identidad sintética originaria. Así, Kant ha resuelto realmente su pregunta: ¿cómo
son posibles los juicios sintéticos a priori? Son posibles mediante la absoluta identidad origina-
ria de lo múltiple, respecto de la que, como de lo incondicionado mismo, se separa ella misma,
como lo particular de lo universal, como en la forma de un juicio se separan sujeto y predicado.
Lo racional, o como Kant se expresa, lo apriorístico de este juicio, la absoluta identidad como
concepto intermedio, no se presenta en el juicio, sino en el razonamiento» (MONTECINOS,
S., «Conexiones metodológicas entre las filosofías de Platón y Hegel: la lectura platónica de la
dialéctica hegeliana», op. cit., p. 123). Aquí habría una clara disputa entre los planteamientos de
Kant y de Hegel: ¿es anterior o posterior la síntesis de lo múltiple a la fijación de los elementos
46 artículos
LAS RAÍCES DE UN ESTRUENDO: EL LEGADO DE PLATÓN EN LA GÉNESIS …
Y así, si bien puede haber una apariencia de finitud y fijación que esclerotice
en el ámbito de entendimiento a los productos de reflexión, en su positividad
está inserto el camino para su asunción y para su superación, desvelando –ale-
theia– en tal proceso una verdad superior, un conocimiento especulativo, que
muestre un ámbito superior de lo real, oscurecido por las apariencias de fini-
tud en las que cae el entendimiento. Y así, la implícita unión de la unión y de
la no-unión abre un camino para una asunción de los limitados productos del
entendimiento y de sus apariencias.
Aquí es ya muy difícil ignorar la profundización de los planteamientos que,
insertos inicialmente en una lógica escéptica, empezaron a suponer una apro-
piación por parte de Hegel de la antigua dialéctica platónica. Y es que, ahora,
la superación de lo finito no depende como tal de un método escéptico, sino
más bien el propio devenir de lo real muestra insertos estos planteamientos y
esta superación inmanente de las limitaciones de la reflexión. Por ello, los plan-
teamientos dialécticos que tomó de las fuentes antiguas y especialmente de Pla-
tón comenzaron a ser la mejor expresión para exponer el proceso de darse de
lo real en el que estamos insertos como seres humanos68. Sin embargo, debe-
mos hacernos una pregunta: ¿fue una apropiación pasiva de la dialéctica griega
en la reflexión? Para Kant, la síntesis será posterior, para Hegel anterior, y en ese sentido He-
gel aquí está anticipando los elementos implicativos del tiempo o los existenciales presentes
en autores como Husserl o Heidegger.
68 No podemos, en este punto, ignorar los comentarios críticos que hizo Martin Heidegger en
su célebre artículo «Hegel y los griegos», jugando, precisamente, con el término, mencionado
arriba, aletheia (HEIDEGGER, M., «Hegel y los griegos», Revista de Filosofía, 1966, Vol. 13 (1),
pp. 115-130). ¿Hegel fue leal en la construcción de su dialéctica a los planteamientos griegos
y su concepción de la verdad o esta imagen de lo griego –y de Platón– presente en su obra es-
tuvo imbuida por su interpretación de la filosofía de la historia que fue insuficiente para recoger
una riqueza, quizá aún impensada actualmente, del pensamiento griego? Si bien los plantea-
mientos de Heidegger en el artículo son profundamente interesantes, sí queremos advertir
la distancia de la línea de investigación de este trabajo con una de las afirmaciones centrales
del autor alemán en este texto: «Con respecto a Hegel y los griegos, esto significa que a toda
afirmación historiográfica, correcta o incorrecta, antecede el que Hegel ha experimentado la
esencia de la historia desde la esencia del ser, en el sentido de la absoluta subjetividad» (Ibid.,
pp. 126-127). Hegel pudo ser más o menos leal a los planteamientos griegos, pero ¿verdade-
ramente podemos decir que su interpretación de la esencia de la historia desde el sentido de la
absoluta subjetividad precede a su lectura de Platón en estas etapas? El hecho de que su rup-
tura con Schelling y su comprensión del absoluto como sujeto fuera ya en el 1805, sus ambi-
valencias con la filosofía de Fichte o la cuestión de que la parte más importante de su lectura
de Platón se diera entre sus etapas de Frankfurt y sus primeros años en Jena nos hacen sos-
pechar que más que una lectura de Platón modificada por su concepción filosófica, su concep-
ción filosófica fue construida a partir de una determinada (más o menos leal históricamente)
lectura de Platón. Por ello, si bien lo griego y la propia interpretación posterior de la filosofía
platónica estuvo profundamente determinada por su interpretación de la filosofía y de la his-
toria, en este trabajo estamos planteando una relación distinta de Hegel con los griegos y Pla-
tón a la que propone Heidegger, o, al menos, leída en otro momento del desarrollo hegeliano:
una relación que antecede a la constitución de la filosofía dialéctica del suabo y que fue una
de las fuentes de las que bebió en su juventud.
artículos 47
MIGUEL ÁNGEL MORENAS RODRÍGUEZ
69 HEGEL, G. W. F., La Fenomenología del espíritu, op. cit., p. 93, y GADAMER, H. G., La dialéctica
de Hegel, op. cit., pp. 13-14.
70 No podemos dejar de ver aquí, en adición a lo comentado en la nota 69, que dicha compren-
sión de lo griego, en el marco de su filosofía de la historia, entrará en tensión con las consi-
deraciones que hizo posteriormente Heidegger en su Nietzsche, respecto a la época de la
presencia de los griegos y la época de la subjetividad y la imagen del mundo de los modernos
(HEIDEGGER, M., Nietzsche, Editorial Ariel, Madrid, 2013, pp. 624-682). Para la respuesta
del autor alemán al suabo, recomendamos el ya mencionado arriba HEIDEGGER, M., «He-
gel y los griegos», Revista de Filosofía, op. cit., 115-130.
71 Es importante notar la esencial relación que se vio entre contradicción y movimiento (GADA-
MER, H. G., La dialéctica de Hegel, op. cit., p. 22). Así, «la contradicción que demuestra Zenón
en el concepto del movimiento ha de ser, según Hegel, admitida como tal, sólo que eso no sig-
nifica nada contra el movimiento, sino que, por el contrario, demuestra la existencia de la con-
tradicción. “Si algo se mueve, ello no es por estar aquí en este ahora y en otro ahora allí (allí
donde esto está en algún tiempo dado, no está precisamente en movimiento, sino en reposo),
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LAS RAÍCES DE UN ESTRUENDO: EL LEGADO DE PLATÓN EN LA GÉNESIS …
sino tan sólo por estar, en uno y el mismo ahora, aquí y no aquí, por estar y al mismo tiempo no
estar en este aquí”. En el fenómeno del movimiento cobra el espíritu certeza de su mismidad
por primera vez, y de una manera inmediatamente intuitiva. Y ello ocurre porque el intento de
apelar al movimiento como algo que es conduce a una contradicción. A lo que se mueve no le
conviene en su ser el predicado de estar aquí ni tampoco el de estar allí. El movimiento mismo
no es ningún predicado de lo que es movido, ningún estado en el cual se encuentre un ente,
sino una determinación del ser de tipo sumamente peculiar: el movimiento es “el concepto de
la verdadera alma del mundo; nosotros estamos acostumbrados a considerarlo como un pre-
dicado, como un estado [–porque nuestro modo de captar y de apelar es en cuanto tal pre-
dicativo y por ello tiene un efecto de fijación–], pero de hecho es el sí mismo, el sujeto como
sujeto, lo que permanece de la desaparición”» (Idem)
72 Ibid., p. 31.
73 Idem.
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MIGUEL ÁNGEL MORENAS RODRÍGUEZ
74 ¿Tuvo esta interpretación conjunta algún tipo de influencia en el desarrollo de los planteamien-
tos dialécticos de Hegel? Para responder a esta pregunta habría sido interesante haber con-
servado el cuaderno para las lecciones que tuvo que comenzar a impartir justo en 1804-1805
sobre historia de la filosofía y que el compilador de sus lecciones, Michelet, usó como una de
las fuentes para realizarlas. Sin embargo, este cuaderno se perdió, y solo podremos usar en
este trabajo como fuente lo mencionado en la compilación de Michelet, cuyas principales fuen-
tes fueron los apuntes realizados por alumnos en la posterior etapa de Berlín (BARRIOS, M.,
«Hegel: una interpretación del platonismo», op. cit., pp. 127 y 137). Por ello, no podemos ha-
cer aquí un juicio del papel que tuvieron dichas interpretaciones en la gestación de la dialéc-
tica hegeliana, o si esta interpretación fue posterior a la génesis de estos planteamientos. Sin
embargo, es evidente que el profundo valor que dio Hegel a los planteamientos platónicos y
la interpretación profundamente cercana de ellos como antecedentes de su pensamiento no
fue abandonada en épocas posteriores.
75 La valoración de los textos de la última etapa de Platón, realizada gracias a esta primera in-
fluencia de von Sinclair y su estudio del escepticismo antiguo, fue esencial a la hora de volver
a valorar unos textos, como Parménides, El Sofista o Filebo, que estaban muy olvidados en la
época, sobre los que se llegó a generar, en el siglo XIX, disputas sobre su autenticidad, como
bien nota Gadamer (GADAMER, H. G., La dialéctica de Hegel, op. cit., p. 13). Por ello, no solo es
importante esta recepción de lo platónico a la hora de guiar el camino hacia la dialéctica hege-
liana, sino también el pensamiento hegeliano ha sido un pensamiento esencial para la recep-
ción y valorización de ciertos textos de Platón en la Modernidad.
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LAS RAÍCES DE UN ESTRUENDO: EL LEGADO DE PLATÓN EN LA GÉNESIS …
[…] lo difícil y verdadero es, cuando alguien dice que lo mismo es de alguna
manera también diferente, seguirle hasta averiguar en qué sentido y en qué
respecto ello es así. Si no se caracteriza este respecto, y se lo deja indetermi-
nado, entonces concebir lo mismo como diferente y producir de esta manera
contradicciones es, por el contrario, expresamente caracterizado como una
tarea inútil que sólo tiene interés para un aprendiz77.
En este sentido, si atendemos al pasaje original, pocas cosas hay tan opuestas
al objeto de Hegel con el tercer momento de su dialéctica. Y es que, más que
una anticipación de la unidad de la unidad y la no-unidad, Platón aquí lo que
está haciendo es una anticipación del principio de no contradicción aristoté-
lico, separando en distintos sentidos el darse de lo que entra en contradicción.
¿Por qué esa diferencia entre los planteamientos dialécticos de Hegel y Pla-
tón? La cuestión parece ser que Hegel ve en estos diálogos de Platón la supe-
ración de algo que, sin embargo, criticó a la propia dialéctica de Platón: su
carácter objetivo. En el pensamiento de la problemática de la contradicción,
de la diferencia y del no ser, Platón complejiza de forma muy interesante sus
concepciones ontológicas y dialécticas, como brillantemente describe Monteci-
nos78. Sin embargo, aún no ha llegado un momento profundamente moderno
que Hegel vio cumplido en su filosofía y en su concepción de absoluto: el re-
conocimiento del absoluto como sujeto, el reconocimiento de la autoconscien-
cia en el darse del devenir del mundo. Y es que es este momento moderno el
que posibilitaría que ya no se tenga que hacer referencia a un objeto externo,
a una dimensión ontológica superior que se escapa de nuestro mundo, sino que
reconozcamos en el devenir de lo real, en el exponerse conciliado de las distin-
tas figuras contradictorias que se dan en el proceso de darse de lo real aquella
verdad que Hegel encontró en el conocimiento especulativo. Una dialéctica
artículos 51
MIGUEL ÁNGEL MORENAS RODRÍGUEZ
52 artículos
LAS RAÍCES DE UN ESTRUENDO: EL LEGADO DE PLATÓN EN LA GÉNESIS …
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MIGUEL ÁNGEL MORENAS RODRÍGUEZ
54 artículos
artículos
Resumen: A pesar de la limitada extensión que Hegel dedica a la filosofía de la Edad Me-
dia y a las disputas teológicas de la primera Modernidad en sus Lecciones sobre historia de
la filosofía y Lecciones sobre la filosofía de la historia universal, estos períodos históricos re-
sultan de gran valor para la transmisión y la transformación histórica del pensamiento de
Aristóteles, este sí, fundamental y atentamente tratado por parte del pensador alemán.
Por ello, volver la vista atrás implicará integrar a Hegel en la tradición occidental y cris-
tiana, aunque, dada la magnitud de tal elaboración, el presente artículo constituirá tan solo
una primera aproximación a la cuestión.
Abstract: Despite the fact that Hegel touched briefly on the philosophy of the Middle Ages
and the theological disputes of early Modernity in his Lectures on the History of Philoso-
phy and Lectures on the Philosophy of Universal History, these historical periods are of
great value for the transmission and historical transformation of Aristotle’s thoughts, a
crucial point in Hegel’s philosophy. Paying attention to these matters implies integrating
Hegel into the Western and Christian tradition. However, given the magnitude of such an
endeavor, this article will provide only a first approximation to the question.
56
¡O noche, que guiaste!
1 HEGEL, G. W. F., Lecciones sobre la historia de la filosofia III, Fondo de Cultura Económica, Mé-
xico, 2005, p. 75. A pesar de que las ediciones en castellano de las Lecciones hegelianas no cons-
tituyan una fuente tan rigurosa y fiable como la obra publicada por el propio pensador, es en
ellas donde se trata el período histórico abordado en el presente artículo.
2 Alejamiento imprescindible para el nacimiento de la moral, la libertad y, por ende, los estados
modernos. TAYLOR, CH., Hegel, Cambridge University Press, Cambridge, 1999, p. 68.
3 HEGEL, G. W. F., Lecciones sobre la historia de la filosofia III, op. cit., p. 91.
artículos 57
CRISTINA GARCÍA GONZÁLEZ
4 La Enciclopedia de las ciencias filosóficas se abre afirmando que tanto la filosofía como la reli-
gión tienen la verdad por objeto. HEGEL, G. W. F., Enciclopedia de las ciencias filosóficas, Abada,
Madrid, 2017, p. 117 (§1).
5 Citado en CAMACHO, K., «Hegel, metafísica del mal y ontologización del presente», Logos. Re-
vista de Filosofía, 40(119), 2012, p. 74. El investigador peruano Kuri Camacho ofrece un inte-
resantísimo trabajo sobre la teología jesuita y la obra de Francisco Suárez durante el Barroco
como génesis de la moderna libertad humana, episodio complejo que no podrá ignorarse para
el estudio histórico que nos proponemos.
58 artículos
HEGEL EN LA TRADICIÓN CRISTIANA
6 Una visión general sobre la pasión de Hegel por la Antigüedad clásica a lo largo de toda su
vida puede leerse en D’HONDT, J., Hegel, Tusquets, Barcelona, 2002. Un estudio más deta-
llado sobre el diálogo filosófico con la Antigüedad clásica puede encontrarse en TAYLOR, CH.,
Hegel, op. cit.
7 HEGEL, G. W. F., Enciclopedia de las ciencias filosóficas, op. cit., p. 669 (§378).
8 Retomando de un modo más preciso la recepción hegeliana de Aristóteles, estas son algunas
de sus transformaciones fundamentales: una reformulación del motor inmóvil como perpe-
tuo auto-movimiento subjetivo; la unidad en la multiplicidad del mundo griego se convertirá
en la dialéctica entre lo finito y lo infinito en el seno del Espíritu Universal; las virtudes éticas
pasarán a convertirse en una eticidad histórica enriquecida a base de libertad moral autocons-
ciente, y los universales serán ya concretos e inmanentes. El mismo Hegel admite que la filo-
sofía griega, a pesar de su enorme potencia, fue también formal. HEGEL, G.W.F., Enciclopedia
de las ciencias filosóficas, op. cit., §12. Nada impide hacerse cargo históricamente de esas for-
malidades y completarlas, como cuando el propio Aristóteles expone que, tras recibir el culto
a los antiguos dioses por parte de nuestros padres, los asumimos y los reelaboramos de un
modo racional y propio. ARISTÓTELES, Metafísica, Austral, Barcelona, 2020, p. 349.
9 En este sentido, incluso la ruptura de la polis griega fue vista como un hecho necesario para
poder desarrollar la libertad moral e individual moderna (gracias al cristianismo).
10 BIARD, J., «The Middle Ages in Hegel’s Philosophy of History», The Philosophical Forum, Vo-
lume XXXI, No. 3-4, Diciembre, 2000, p. 248-260.
11 La luz que desciende a la Tierra y se hace alma humana. HEGEL, G. W. F., Lecciones sobre la his-
toria de la filosofia III, op. cit., p. 90.
artículos 59
CRISTINA GARCÍA GONZÁLEZ
12 Ibid., p. 143.
13 Biard insiste en relacionar este reduccionismo hegeliano con las anécdotas sobre la teología
medieval aparecidas en las Historias de la Filosofía ilustradas: «¿Podría Dios reencarnarse en
una calabaza? Entre los resucitados, ¿seguirá habiendo gordos y flacos?» Sea esta resonan-
cia cierta o no, la crítica de Hegel a la Ilustración francesa en diversas de sus obras fue firme.
BIARD, J., «The Middle Ages in Hegel’s Philosophy of History», op. cit., p. 255.
14 Prólogo a la 2ª edición de 1827 de la Enciclopedia. En mitad de la crítica hegeliana hacia las re-
ligiones de la Fe y hacia la Ilustración, la obra Cur Deus Homo (1098) de San Anselmo es citada
positivamente debido a su argumento ontológico sobre la existencia de dios y la posibilidad
de explicar racionalmente la creencia: «Negligientiae mihi videtur si [...] non studemus quod
credimus intelligere». Este intento revela la voluntad escolástica: anclar el conocimiento de
la divinidad al pensamiento reflexivo mostrando el Absoluto como asunto del razonamiento.
Además, San Anselmo abandona las viejas pruebas cosmológicas y físico-teológicas sobre la
existencia de Dios, estableciendo sencillamente que la esencia divina implica su existencia
como momento procesual.
60 artículos
HEGEL EN LA TRADICIÓN CRISTIANA
15 BIARD, J., «The Middle Ages in Hegel’s Philosophy of History», op. cit., p. 250.
16 HEGEL, G. W. F., Lecciones sobre la historia de la filosofia III, op. cit., p. 140.
17 Cfr. BIARD, J., «The Middle Ages in Hegel’s Philosophy of History», op. cit., p. 253.
18 La filosofía de Johann Gottfried Herder, como ejemplo de esa vasta influencia, es calificada
como heredera del nominalismo. TAYLOR, CH., Hegel, op. cit., p. 18.
19 Ibid., p. 9. Joël Biard, a su vez, puntualiza que el debate entre nominalistas y realistas del siglo
XIV es un lugar demasiado inmaduro para entenderlo, tal y como hace Hegel, como un simple
problema de subjetividad modernizadora; como cualquier asunto histórico, el debate es mu-
cho más complejo.
artículos 61
CRISTINA GARCÍA GONZÁLEZ
Conclusiones
Con tan solo estas superficiales ideas puede comenzarse a intuir que el período
medieval y las disputas teológicas que se alargan durante la primera Moder-
nidad no son, tal y como sostienen ciertas visiones intelectuales, un período
de estancamiento de la idea, sino que muestran, más bien, la lenta y compleja
emergencia espiritual de aspectos históricamente significativos. Como ya se
ha mencionado, es el filósofo de la historia quien asimila, actualiza e inter-
preta los lenguajes y pensamientos pasados. Esta noción invita al filósofo pre-
sente a enfrentar la realidad pasada en su verdad y en sus lazos genealógicos y,
en todo caso, rellenar los vacíos que esta ofrezca al presente. ¿Por qué no dar
a la teología de la Edad Media y primera Modernidad el mismo tratamiento,
interpretando su lenguaje, valorando sus contribuciones y explicando desde
el presente sus escisiones? Dicho período histórico constituye en la tradición
occidental, en la historia universal y, por tanto, en el conocimiento de nosotros
mismos, un enorme peldaño espiritual.
Con Hegel, hacer historia de la filosofía significa poner en movimiento el
pensamiento pasado, comprendiéndolo como una energeia (ἐνέργεια) autore-
ferencial que da lugar a los distintos mundos de vida y a sus correspondientes
figuras de conciencia. Ante este vivo y riguroso esfuerzo, ningún pensamiento
pasado debe aparecer como letra muerta: es el pensador presente quien asi-
mila y actualiza el pretérito, quien se hace cargo del célebre «conócete a ti
mismo» y quien sabe que la palabra tradición (tradere, legar) debe ser expli-
cada en su complejidad. Los procesos históricos no quedan suficientemente
definidos mediante juicios terminantes, exteriores o dicotómicos (por los que
el pensamiento religioso se encuentra especialmente afectado), sino que han
de verse como la resultante de una cantidad innúmera de contribuciones or-
gánicas y de haceres caóticos dentro de esa escalera de caracol que es el de-
venir humano. Tratar de desmadejar ese oscuro pasado será situar a Hegel
en el laborioso mapa de las largas duraciones.
Para terminar, en el mundo occidental presente, volver la vista hacia el
pasado para reconstruir una tradición de pensamiento sobre la libertad y la
comunidad que no rechace ni olvide las contribuciones del pensamiento reli-
gioso no supone una tarea anacrónica ni de intelectualismo vacío. Esto es así
20 BIARD, J., «The Middle Ages in Hegel’s Philosophy of History», op. cit., p. 252.
62 artículos
HEGEL EN LA TRADICIÓN CRISTIANA
por distintos motivos. Primero, porque dicho gesto conlleva una religación con
nuestro propio pasado y con otros colosales mundos éticos de vida y sentido,
hecho que permite pensarnos en historicidad intersubjetiva, transgrediendo el
individualismo de ciertos marcos filosóficos omnipresentes y la reproducción
de sus solipsistas esquemas mentales. Segundo, porque urge reivindicar y, so-
bre todo, encarnar el respeto hacia el conocimiento y el estudio del pasado y
de la tradición, asociado a disciplinas menospreciadas y a valores en desuso.
Tercero, porque esta clase de investigación histórica nos permite seguir reve-
lando la libertad comunitaria que somos y que siempre hemos sido, recono-
ciendo así el presente como heredero del pasado y no como constante ruptura
atomizada. Este hecho permitirá, superando posturas ilustradas, reconocer las
aportaciones del pensamiento religioso y teológico al desarrollo del espíritu y
las lecciones que todavía hoy pueda mostrarnos.
21 CAMACHO, K., «Hegel, metafísica del mal y ontologización del presente», op. cit.
artículos 63
CRISTINA GARCÍA GONZÁLEZ
Bibliografía
64 artículos
artículos
A Experiência da Consciência:
uma interpretação da Introdução
da Fenomenologia do Espírito
The Experience of Consciousness:
an Interpretation of the Introduction
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PEDRO SILVA MAUAD
Universidade de São Paulo
https://doi.org/10.15366/antitesis2021.2.003
Recibido: 2/11/21
Aceptado: 3/12/21
66
1. A consciência na Fenomenologia do Espírito
artículos 67
PEDRO SILVA MAUAD
A filosofia kantiana pode ser considerada, com todo o rigor, a filosofia que
apreendeu o espírito como consciência e que contém só e unicamente as
determinações da fenomenologia, e não da filosofia do espírito. Ela consi-
dera [o] Eu como relação a algo que está além, que se chama, na sua deter-
minação abstrata, a coisa em si, e só segundo essa finitude apreende tanto
a inteligência como a vontade. Se no conceito da faculdade de julgar re-
flexiva tal filosofia chega na verdade à ideia do espírito, à ‘subjetobjetivi-
dade’ [subjekt-objektivität], a um entendimento intuitivo etc., como também à
ideia da natureza, essa ideia mesma é de novo rebaixada a um fenômeno,
isto é, a uma máxima subjetiva. Por isso pode-se ver como [sendo] um sen-
tido correto dessa filosofia o que foi entendido por Reinhold como uma
teoria da consciência, sob o nome de faculdade de representação. A filosofia de
Fichte tem o mesmo ponto de vista, e o não-Eu é determinado como ob-
jeto do Eu, só na consciência; ele permanece como choque infinito, isto é,
como coisa-em-si. As duas filosofias mostram, portanto, que elas nem che-
gam ao conceito nem ao espírito tal como é em-si e para-si, mas só como
é em relação a um Outro5.
5 HEGEL, G. W. F., Enciclopédia das Ciências Filosóficas 1830. A Filosofia do Espírito, Editora Lo-
yola, São Paulo, 2011, p. 185.
6 Segundo Nobre: A representação natural, embora seja ela também marcada por esse compor-
tamento próprio à consciência natural, possui um saber determinado, constitui-se como uma
posição determinada de saber, que não se caracteriza unicamente por seu comportamento
avesso à mediação. A representação natural é própria de uma consciência moderna, marcada
pela cisão entre ‘conhecer’ e ‘absoluto’ NOBRE, M., Como Nasce o Novo, op. cit., p. 151.
68 artículos
A EXPERIÊNCIA DA CONSCIÊNCIA: UMA INTERPRETAÇÃO DA INTRODUÇÃO …
artículos 69
PEDRO SILVA MAUAD
A vitória gloriosa que a razão esclarecida obteve diante daquilo que ela, de
acordo com a limitação de sua compreensão religiosa, considera contra-
posto a si mesma como fé é, examinada cuidadosamente, nenhuma outra
senão a de que ela não permaneceu razão, nem o positivo, contra o qual
lutava, permaneceu religião; tampouco quer dizer que ela, vencedora, per-
maneceu razão, e o nascimento que paira triunfante sobre esse cadáver, en-
quanto o filho em comum da paz que a ambos unifica, tem em si tão pouco
de razão quanto de fé autêntica (HEGEL, 2007, págs. 19 - 20).
Esse filho em comum de que fala Hegel é o estado do pensamento, digamos as-
sim, que ele tem como alvo e objeto. É essa paz que a ambos unifica que He-
gel visa perturbar, dissolver e superar13.
É valioso, nesse sentido, o que diz Lebrun sobre a inversão que Hegel rea-
liza no modo de se pensar o cristianismo:
12 Nas palavras de Siep: «A Fenomenologia é igualmente uma tentativa de mostrar que os insi-
ghts filosóficos e científicos da modernidade na verdade confirmam a crença religiosa de que
um saber absoluto (divino) revela a si mesmo no mundo». SIEP, L., Hegel’s Phenomenology of Spi-
rit, op. cit., p. 4.
13 «O verdadeiro é assim o delírio báquico, onde não há membro que não esteja ébrio; e porque
cada membro, ao separar-se, também imediatamente se dissolve, esse delírio é ao mesmo tempo
repouso translúcido e simples. Perante o tribunal desse movimento não se sustem nem as fi-
guras singulares do espírito, nem os pensamentos determinados; pois aí tanto são momentos
positivos necessários; quanto são negativos e evanescentes». HEGEL, G. W. F., Fenomenologia
do Espírito, op. cit., p. 46.
14 Poderíamos acrescentar, nesse caso, ao conceito de Espírito (Geist) também os conceitos de
verdade (das Wahre), sujeito (Subject) e Deus (Got), tal como eles são apresentados no Pre-
fácio da FE, como portadores de um mesmo sentido, assim como manifestos pela experiência.
70 artículos
A EXPERIÊNCIA DA CONSCIÊNCIA: UMA INTERPRETAÇÃO DA INTRODUÇÃO …
15 LEBRUN, G., A Paciência do conceito – Ensaio sobre o discurso hegeliano, Editora UNESP, São
Paulo, 2000, p. 43.
16 SIEP, L., Hegel’s Phenomenology of Spirit, op. cit., p. 9.
17 HEGEL, G. W. F., Fenomenologia do Espírito, op. cit., p. 70.
18 O que hoje consideramos ser Ciência, no sentido do paradigma moderno de ciência, como
por exemplo, a Física, a Química e a Biologia eram, por Hegel, denominadas ciências empíri-
cas [empirische Wissenschaften], particulares [besonderen Wissenschaften] entre outras de-
nominações semelhantes, e foram apresentadas em sua Filosofia da Natureza: a Mecânica, que
analisa espaço e tempo, matéria e movimento; a Física, que estuda corpos, gravidade, som, ca-
lor, processo químico, etc.; e a Física Orgânica, que examina a natureza geológica, vegetal e
animal. Por outro lado, Ciência [Wissenschaft] para ele era um sistema do conhecimento, uma
totalidade, em que não só as ciências naturais estariam inclusas, mas também e principalmente
a filosofia - que por vezes era denominada ciência especulativa [spekulativen Wissenschaft].
artículos 71
PEDRO SILVA MAUAD
Melhor dizendo, a Ciência era o próprio sistema filosófico de Hegel, e teve sua expressão aca-
bada na Enciclopédia das Ciências Filosóficas em suas três partes: Lógica, Natureza e Espírito.
Entretanto, longe de significar uma subordinação dessas ciências à filosofia, Hegel pretendia
traçar seus pontos de convergência a partir de suas diferenças, pois ele entendia que cada
uma, ao seu modo, complementava a outra, como podemos ler em passagens como esta: «A
relação da ciência especulativa [spekulativen Wissenschaft] com as outras ciências [den an-
deren Wissenschaften] só existe enquanto a ciência especulativa não deixa, como de lado, o
conteúdo empírico das outras, mas o reconhece e utiliza; e igualmente reconhece o universal
dessas ciências - as leis, os gêneros, etc, - e o utiliza para seu próprio conteúdo; mas também,
além disso, nessas categorias introduz e faz valer outras. A diferença refere-se, nessa medida,
somente a essa mudança das categorias». HEGEL, G. W. F., Enciclopédia das Ciências Filosóficas
1830. A Ciência da Lógica, op. cit., 2011.
19 FERREIRA, M., «Introdução», HEGEL G. W. F., Prefácios (tradução, introdução e notas de Ma-
nuel J. Carmo Ferreira), Imprensa Nacional – Casa da Moeda, Lisboa, 1990, p. 75
20 «Quando enfim o rigor do conceito tiver penetrado no âmago da coisa, então tal conhecimento
e apreciação terão o lugar que lhes corresponde. A verdadeira figura, em que a verdade existe,
só pode ser o sistema científico [wissenschaftliche System]. Colaborar para que a filosofia se
aproxime da forma de ciência [daß die Philosophie der Form der Wissenschaft näherkomme] –
da meta em que deixe de chamar-se amor ao saber para ser saber efetivo – é isto o que me pro-
ponho. Reside na natureza do saber a necessidade interior de que seja ciência [Wissenschaft
sei]. [...] É o tempo da elevação da filosofia à condição de ciência [{Ist die Zeit von} die Erhebung
der Philosophie zur Wissenschaft]». HEGEL, G. W. F., Fenomenologia do Espírito, op. cit., p. 27.
21 HEGEL, G. W. F., Fenomenologia do Espírito, op. cit., p. 66.
22 Ibid., p. 71.
72 artículos
A EXPERIÊNCIA DA CONSCIÊNCIA: UMA INTERPRETAÇÃO DA INTRODUÇÃO …
artículos 73
PEDRO SILVA MAUAD
nenhum outro que seja o saber verdadeiro, por mais que a expressão ‘saber
fenomenal’ possa dar a entender isso. Nem mesmo há oposição entre esse sa-
ber fenomênico e um outro ao qual a apresentação dos movimentos da cons-
ciência conduziria. «O aparecer do saber que aparece é a verdade do saber. A
apresentação do saber que aparece no seu aparecer é ela mesma ciência. No
momento em que a apresentação começa, ela já é a ciência»26. O que falta
não é encontrar algum suposto saber além daquilo que os olhos podem ver,
mas que a própria consciência se torne consciente da negatividade que põe
em movimento todo saber; é ser consciente de que somente ultrapassará suas
limitações enquanto consciência natural ao realizar a experiência da negativi-
dade que lhe é inerente. Não é em busca de um Outro saber que a consciên-
cia percorre o caminho da ciência, pois esse é justamente o comportamento
que a constitui enquanto consciência natural, o eixo motriz da experiência
da consciência está no fato de que ela confronta sua apreensão do mundo
com as regras de leitura que ela mesma se colocou para apreender o mundo. Isso implica
que ela reelabore o que é conhecido, como é conhecido e quem conhece até o
ponto em que um novo olhar seja possível sobre seu objeto - que já será um
novo objeto -, até o ponto em que por já estar imersa na experiência, já não
se comporte mais como consciência natural e representativa, pois a apresen-
tação levada a cabo na FE «não serve de modo algum de guia ao representar
natural no museu das figuras da consciência, para, no fim da visita, o levar
ao saber absoluto por uma porta especial»27. Como o caminho rumo à ciência é
ele mesmo ciência, quem o realiza já é uma consciência científica. Ao olhar para
trás, essa consciência verá que seu ainda-não científico, é na verdade um sem-
pre-já, sem que seja possível precisar o momento em que a mudança ocorreu.
Por isso é a alma quem também o realiza, na medida em que ela é o emblema
do movimento negativo do espírito, expressão da diferença que afeta e perturba a
consciência em relação ao seu objeto, de uma desigualdade entre o eu e o ob-
jeto que pode ser vista, segundo Hegel, como a falta [Mangel] de ambos, que
também é, concomitantemente, a alma ou o movente dos mesmos. Ou seja,
o que falta à consciência natural é experienciar a sua própria falta inerente,
seu elemento negativo, assim como a falta e negatividade do objeto. Como
muito bem ponderado por Losurdo, «a negatividade não é apenas uma ati-
vidade do sujeito, mas é inerente, em primeiro lugar, à própria objetividade.
Se o negativo ‘aparece’ como desigualdade do Eu em relação ao objeto, ele é
também a desigualdade da Matéria em relação a si mesma»28. Desse modo,
podemos dizer, o segundo bloco de parágrafos da Introdução, que vai do §5 ao
§8, marca a passagem da consciência natural para a consciência filosófica. Tanto é
74 artículos
A EXPERIÊNCIA DA CONSCIÊNCIA: UMA INTERPRETAÇÃO DA INTRODUÇÃO …
assim que esse caminho, do ponto de vista da consciência natural, tem para
ela uma significação negativa, é a perda de si mesma. «Por isso esse caminho
pode ser considerado o caminho da dúvida [Zweifel] ou, com mais proprie-
dade, caminho de desespero [Veizweilflung]»29. Essa dúvida ou desespero é,
na verdade, a penetração consciente na inverdade do saber fenomenal; a medida que a
consciência torna-se consciente dessa inverdade, ela se desnaturaliza, passa a
compreender as mediações que existem no imediato. Esse é o motivo da cons-
ciência natural ser caracterizada como aquela que pressupõe um nexo entre
verdade e imediaticidade. Daí também não podermos tomar essa caracteri-
zação do caminho enquanto desespero como mero recurso retórico por parte
de Hegel, o desespero é real, tão real que desloca a consciência de sua po-
sição natural, e mais ainda, o processo da dúvida é tão profundo que afeta e
altera o próprio objeto da dúvida.
Hegel compreendeu muito bem como as posições de saber da consciência
são mais do que postulados e enunciações teóricas, como se saber fosse mera
questão de optar entre diferentes representações da realidade, escolhendo aquela
que melhor se adequa ao sujeito da consciência, aquela que melhor o repre-
senta. À revelia desse comportamento da consciência natural e, até mesmo, da
representação natural, que é a forma mais avançada da consciência natural,
toda posição de saber da consciência «é uma atitude em relação ao todo da ex-
periência, pressupõe sempre, no limite, a pretensão de se justificar como uma
forma de vida»30; e ao fazer isso, acaba por constituir ela mesma uma forma
de vida: a experiência realizada pela consciência é determinante para a vida
da consciência, é ela que constitui o modo de aparecimento da própria reali-
dade, isto é, do seu objeto. Mas representar a realidade que aparece, tal como
faz a consciência natural, não é, ainda, um saber real, um saber que apresenta
(Darstellung) o objeto em sua totalidade - o que aparece no seu aparecer - , mas
apenas constitui um modo de realidade, é um «saber que em toda a parte re-
presenta o ente não enquanto tal, mas sim que, no seu representar, depende
unicamente do ente»31. Por isso não é ainda um saber real, absoluto. Há, por-
tanto, uma contraposição entre real e natural, de modo que uma realidade na-
tural (Realität) não é a realidade do real, isto é, a efetividade (Wirklichkeit), mas
tão somente uma representação e um modo de saber que ainda confunde ime-
diaticidade com verdade, com a sua verdade.
Sendo assim, esse saber natural somente se atém ao que é seu, é refém de
sua própria opinião (das Meinen), conforma-se em uma espécie de subjetivismo
que funda sua legitimidade na referência imediata do dado à subjetividade32.
artículos 75
PEDRO SILVA MAUAD
Seguir sua própria opinião é, em todo o caso, bem melhor do que aban-
donar-se à autoridade; mas com a mudança do crer na autoridade para o
acreditar na própria convicção, não fica necessariamente mudado o con-
teúdo mesmo; nem a verdade, introduzida em lugar do erro. A diferença
entre apoiar-se em uma autoridade alheia, e firmar-se na própria convi-
cção - no sistema do Visar e do preconceito - está apenas na vaidade que
reside nessa segunda maneira34.
33 Ibid., p. 177.
34 HEGEL, G. W. F., Fenomenologia do Espírito, op. cit., p. 73.
35 Idem.
36 Idem.
37 NOBRE, M., Como Nasce o Novo, op. cit., p. 165.
76 artículos
A EXPERIÊNCIA DA CONSCIÊNCIA: UMA INTERPRETAÇÃO DA INTRODUÇÃO …
artículos 77
PEDRO SILVA MAUAD
41 Também no Prefácio Hegel define, com outras palavras, esse momento da Introdução: «na ati-
tude raciocinante, dois aspectos devem ser ressaltados - aspectos segundo os quais o pen-
samento conceitual é o seu oposto. De uma parte, o procedimento raciocinante se comporta
negativamente em relação ao conteúdo aprendido; sabe refutá-lo e reduzi-lo a nada. Essa in-
telecção de que o conteúdo não é assim é algo puramente negativo é o ponto terminal que a si
mesmo não ultrapassa rumo a novo conteúdo, mas para ter de novo um conteúdo, deve arran-
jar outra coisa, seja donde for. E a reflexão no Eu vazio, a vaidade do seu saber. Essa vaidade
não exprime apenas que esse conteúdo é vão, mas também que é vã essa intelecção, por ser
o negativo que não enxerga em si o positivo. Por conseguinte, uma vez que não ganha como
conteúdo sua negatividade, essa reflexão, em geral, não está na Coisa, mas passa sempre além
dela; desse modo, com a afirmação do vazio, se afigura estar sempre mais avançada que uma
intelecção rica-de-conteúdo. Ao contrário, como já foi mostrado, no pensar conceitual o nega-
tivo pertence ao conteúdo mesmo e - seja como seu movimento imanente e sua determinação,
seja como sua totalidade - é o positivo. O que surge desse movimento, apreendido como re-
sultado, é o negativo determinado e portanto é igualmente um conteúdo positivo». HEGEL,
G. W. F., Fenomenologia do Espírito, op. cit., p. 54.
42 «In PhG the determinate negation is the conceptual tool that makes this integration possible.
The specific characteristics of the determinate negation in PhG are, as we have seen, that it is
(a) the negative result of skepticism conceived in is truth, (b) a negation with content or deter-
minateness, (c) a new form, and (d) a transition through which the completeness of the shapes
of consciousness will be established». SPARBY, T., Hegel’s Conception of the Determinate Nega-
tion, op. cit., p. 130.
43 HEGEL, G. W. F., Fenomenologia do Espírito, op. cit., p. 74.
44 Podemos lembrar aqui do Prefácio, quando Hegel diz que a seriedade do conceito penetra na
profundidade da Coisa. Der Ernst des Begriffs, a seriedade do conceito, mas que pode ser tam-
bém a Anstrengung des Begriffs, o trabalho esforçado do conceito, ou ainda a Geduld des Begriffs,
a paciência do conceito, todas essas expressões podem ser tomadas, nas palavras de Manuel
Ferreira, como representativas da «tensão que informa a consciência finita entre a finitude e o
78 artículos
A EXPERIÊNCIA DA CONSCIÊNCIA: UMA INTERPRETAÇÃO DA INTRODUÇÃO …
Como já vimos anteriormente, aquilo que move todo esse processo é a des-
igualdade entre a consciência e seu objeto, a falta que em ambos constitui a
diferença, o negativo. Esse movimento, por sua vez, se realiza em função da-
quilo que o arrebata, isto é, como define Heidegger, «a realidade do real, a
qual só é na medida em que aparece a si na sua verdade»45. Seria o caso de
dizer que todo o processo começa com o seu fim, pois aquilo que o arrebata é
seu próprio fim. Novamente é Heidegger quem diz,
artículos 79
PEDRO SILVA MAUAD
própria consciência que avança de uma figura para outra. «A progressão é uma
marcha, cujo movimento é determinado a partir do fim, quer dizer, a partir da
violência da vontade do absoluto»50. Esse fim, o absoluto, precisa ser entendido
enquanto um objetivo ou alvo, não como um ‘final’, e ele indica que a consciên-
cia atingiu um novo patamar, porque agora ela tem consciência de que quer
atingir a compreensão de si mesma, assim, ela já se compreende como espírito.
O que temos, então, com o final do §8 é a integração de duas posições an-
tagônicas; é a passagem do ainda-não da consciência natural ao sempre-já da
consciência filosófica, que dessa parte do texto em diante será tratada, abre-
viadamente, como consciência sem adjetivação, isto é, consciência que contém em
si as oposições e, por isso mesmo, já as superou, de forma que não fica mais re-
fém da cisão e consegue, assim, se compreender como espírito. Em outras pa-
lavras, é a consciência que alcançou um nível de desenvolvimento no qual as
amarras que ela mesma se colocou devido a uma compreensão limitada da mo-
dernidade finalmente se tornaram visíveis. Dessa forma se encerra o segundo
movimento do texto da Introdução, demonstrando o modo e a necessidade do pro-
cesso; e o terceiro se inicia, no §9, fazendo referência ao método do desenvolvimento.
Hegel recoloca o problema do padrão de medida que já havia sido criticado
no primeiro movimento do texto. A apresentação que faz a FE do «procedi-
mento da ciência em relação ao saber fenomenal e como investigação e exame
da realidade do conhecer, não se pode efetuar sem um certo pressuposto co-
locado na base como padrão de medida»51. Entretanto, como também já vi-
mos, o padrão de medida não pode ser externo à consciência, já que ele não
é o conhecer enquanto um instrumento. Ainda assim, a investigação científica
do saber fenomenal e da realidade do conhecer - que a FE se propõe a ser -
necessita de um padrão de medida para ser seu critério. Ora, como o absoluto
não se dá a conhecer por nenhum critério que lhe é exterior, a apresentação
encontra-se em contradição52. Um recuo será preciso para que esse obstáculo
possa ser superado: faz-se necessário recordar as determinações abstratas do saber e
da verdade tais como ocorrem na consciência (§10), isto é, as determinações do saber
e da verdade tais como são estabelecidas por qualquer tipo de consciência na-
tural. A abstração é uma das operações por excelência da representação. Esse
esforço de recordar requisitado por Hegel nesse momento do texto, nos mos-
tra que não somente o texto da introdução foi escrito para uma consciência
moderna, como também que o ponto de vista moderno da representação natural é que
determina e organiza as próprias figuras do percurso fenomenológico em sua sequência.
Isso quer dizer, segundo Nobre, que essa sequência tem uma estrutura lógica
50 Ibid., p. 192.
51 HEGEL, G. W. F., Fenomenologia do Espírito, op. cit., p. 75.
52 Não se trata da contradição no sentido mais elaborado que tem essa noção na FE, a contra-
dição aqui se aproxima do ‘contrassenso’ da representação natural, encontrado no §1 do texto.
80 artículos
A EXPERIÊNCIA DA CONSCIÊNCIA: UMA INTERPRETAÇÃO DA INTRODUÇÃO …
artículos 81
PEDRO SILVA MAUAD
O padrão de medida, assim, estaria em nós, não no objeto. Como sair dessa
aparente aporia? O §12 nos dá uma solução. A consciência, afirma Hegel,
tem por natureza e fornece, em si mesma, sua própria medida, o objeto é a
própria consciência e a investigação se revela como uma comparação de si
consigo mesma. «Há na consciência um para um Outro, isto é, a consciência
tem nela a determinidade do momento do saber», por outro lado e simul-
taneamente, «esse Outro não é somente para ela, mas é também fora dessa
relação, ou seja, é em si: o momento da verdade»57. É deste modo que a cons-
ciência tem nela mesma58 o padrão de medida de seu saber, e toda diferença
entre saber e verdade, real e não real passa a ser uma diferenciação (Unter-
schied) realizada pela própria consciência, não mais uma distinção dada e pressu-
posta como necessária 59. Colocar-se a si mesma como padrão de medida e ter
por objeto nada aleḿ de si e de seu próprio saber, é essa a essência da cons-
ciência.60 É desta forma,, então, que o autor faz a famosa comparação da In-
trodução entre saber, conceito e objeto:
57 Idem.
58 Heidegger atentamente comenta que «se a consciência desse o seu critério a si mesma,
então, pensando rigorosamente, isso significaria: que a consciência se dá o critério para si
mesma. Habitualmente, porém, a consciência não faz propriamente caso do que em verdade
é. Por outro lado, a verdade não advém à consciência de um lado qualquer. Ela mesma é já,
para si mesma, o seu conceito. É por isso que tem o seu critério nele. É por isso que coloca
ela mesma o critério à disposição dele mesmo. O ‘nela mesma’ significa, duplamente, que a
consciência tem o critério residente na sua essência. Mas aquilo que nela reside, e não nou-
tra coisa qualquer, isso não se o dá diretamente a si mesma. Ela dá o critério nela mesma.
Dá-o e, apesar disso, simultaneamente, não o dá». HEIDEGGER, M., «O conceito de experiên-
cia em Hegel», op. cit., p. 198. Marcos Nobre também comenta o seguinte: «‘o em si’ marca
o momento ‘para nós’ da investigação. Desse modo, se a consciência tivesse ‘em si mesma’
a medida, ela já conteria também o para si em sua formulação autêntica, ou seja, o para si
se apresentaria como é verdadeiramente, como para si. Se fosse assim, encontraríamos já a
consciência tal como emerge ao final do processo: como em si e para si». NOBRE, M., Como
Nasce o Novo, op. cit., p.196.
59 Ibid., p. 195.
60 Ibid., p. 196.
61 HEGEL, G. W. F., Fenomenologia do Espírito, op. cit., p. 76.
82 artículos
A EXPERIÊNCIA DA CONSCIÊNCIA: UMA INTERPRETAÇÃO DA INTRODUÇÃO …
Como podemos ver, não faz muita diferença62 se tomamos o objeto ou o saber
pelo conceito63, desde que compreendamos que tanto o objeto quanto o conceito
incidem no próprio saber, e a consciência traz nela mesma ambos os momen-
tos essenciais desse saber, ela é para si mesma o seu conceito, assim, por isso pode
dispensar todos os padrões de medida que lhe são exteriores e nós podemos
abandonar «nossos achados e pensamentos, pois deixando-os de lado é que
conseguiremos considerar a Coisa como é em si e para si»64. Tudo isso nos mos-
tra que o momento da verdade é imanente65 à consciência, portanto, que He-
gel buscava livrar o pensamento de todas as amarras da representação natural.
Diante disso, conclui-se no §13, que a consciência realiza ela própria o
exame, pois contém as condições para tal nela mesma, de modo que, nós, os fi-
lósofos, somos poupados da fadiga da comparação entre o conceito e o objeto,
e do próprio exame. Só nos resta o puro observar. No entanto, a forma pela qual
este exame é realizado pela consciência ainda precisa ser mostrada. A consciên-
cia, então, «por um lado, é consciência do objeto; por outro, consciência de si
mesma: é consciência do que é verdadeiro para ela, e consciência de seu saber
da verdade»66. O objeto, por sua vez, parece ser para a consciência somente
aquilo que nele ela conhece, permanecendo, desse modo, oculto o objeto em-si:
«a consciência não pode chegar por detrás do objeto, [para ver] como ele é».
Contudo, para Hegel, como a consciência já tem o saber sobre o objeto, já está
dado tanto o em-si do objeto quanto o objeto para a consciência na forma de
62 Não faz tanta diferença, mas nem por isso não deixa de fazer, como atentamente pontuado por
Heidegger, «de fato, tudo vai dar ao mesmo. Mas, nem por isso é de modo algum igual, nem,
portanto, é indiferente como fazemos uso das designações de conceito e objeto». HEIDEG-
GER, M., «O conceito de experiência em Hegel», op. cit., p. 200.
63 Como lembra Heidegger, nesse momento, «a palavra conceito é tomada no sentido da lógica
tradicional». Idem.
64 HEGEL, G. W. F., Fenomenologia do Espírito, op. cit., p. 76.
65 Há uma informativa passagem no comentário de Jean Hyppolite sobre a FE em que se com-
para a posição hegeliana e kantiana no que diz respeito a transcendência e a imanência da cons-
ciência: «se definimos a verdade como o acordo do sujeito e do objeto, perguntamo-nos como
esse acordo é constatável, já que a representação não pode sair dela mesma para justificar sua
conformidade a seu objeto. Entretanto, se o objeto não é posto para além da representação,
a verdade perde sua significação transcendente para a consciência e, se esta transcendência
é mantida absolutamente, a representação é radicalmente separada de seu objeto. Imanên-
cia do objeto em relação à consciência comum e transcendência radical tornam igualmente
impossível a própria posição do problema da verdade. Mas, para Kant, o que constituía a ob-
jetividade do objeto era imanente, não, por certo, em relação à consciência comum, mas em
relação à consciência transcendental. Deste modo, o objeto era transcendente em relação à
consciência comum ou finita, mas imanente em relação à consciência transcendental. Ora, toda
consciência comum é também consciência transcendental, toda consciência transcendental
é também necessariamente consciência comum; a primeira só se realiza na segunda. O que
quer dizer que a consciência comum se ultrapassa a ela mesma; ela se transcende e se torna
consciência transcendental». HYPPOLITE, J., Gênese e Estrutura da Fenomenologia do Espírito
de Hegel, Discurso editorial, São Paulo, p. 32.
66 HEGEL, G. W. F., Fenomenologia do Espírito, op. cit., p. 77.
artículos 83
PEDRO SILVA MAUAD
seu saber sobre ele; mas como neste saber esses dois momentos não se corres-
pondem, permanecendo cindidos entre si, a consciência necessita mudar seu
saber para que ele se adeque ao objeto. «Porém, na mudança do saber, de fato
se muda também para ele o objeto, pois o saber presente era essencialmente um
saber do objeto; junto com o saber, o objeto se torna também um outro, pois
pertencia essencialmente a esse saber»67. Assim se revela - vem a ser (Werden) -
para a consciência que o em-si do objeto era na verdade em-si somente para
ela, isto é, não era em-si de forma independente do saber da consciência, mas
somente para ela mesma que o em-si se colocava como realidade do objeto.
Por esse motivo a consciência, para superar essa limitação, precisará ir além de
si mesma, precisará «ir além dos limites que a prendem a uma concepção de
conhecer que defronta um sujeito e um objeto», que desconsidera que no con-
hecer há um todo social e histórico que o determina e lhe atribui sentido. Essa
superação quer dizer abrir mão desse ponto de vista limitado da representação
natural e alcançar o ponto de vista do espírito, pois somente esse ponto de vista
confere sentido pleno à consciência e à experiência que ela realiza.
3. A Experiência da Consciência
67 Idem.
68 Idem.
69 Heidegger também diz em outro comentário sobre A Fenomenologia do Espírito de Hegel, indo
nas raízes kantianas do conceito de experiência tal como estava dado na época de Hegel, que
«conocemos la expresión como término técnico, por ejemplo, de la Crítica de la razón pura de
Kant. Una de las formulaciones del problema de la Crítica es la pregunta por la posibilidad de la
experiencia. Experiencia significa aquí el todo del conocimiento teórico del ente presente ante
la mano (naturaleza) (...) Pero cuando Hegel caracteriza a la «Fenomenología del espíritu como
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A EXPERIÊNCIA DA CONSCIÊNCIA: UMA INTERPRETAÇÃO DA INTRODUÇÃO …
ciencia de la experiencia de la conciencia hay que reparar en que: 1. La experiencia no está to-
mada en sentido kantiano. 2. La Fenomenología, como la ciencia, en ningún caso es saber de,
es decir, sobre la experiencia, tampoco y cuando comprendemos la expresión al modo hege-
liano». HEIDEGGER, M., La Fenomenología del Espíritu de Hegel. Curso del semestre de invierno,
Friburgo, 1930 – 31 (trad. Manuel E. Vázquez e Klaus Wrehde), Alianza Editorial, Madrid, 1992.
70 HEIDEGGER, M., «Dilucidación de la ‘Introducción’ de la ‘Fenomenología del Espíritu», op. cit.,
p. 31.
71 HEIDEGGER, M., La Fenomenología del Espíritu de Hegel, op. cit., p. 40.
72 HEGEL, G. W. F., Fenomenologia do Espírito, op. cit., p. 32.
73 Ibid., p. 40.
artículos 85
PEDRO SILVA MAUAD
somente suprassumir a ilusão de que o fim não foi ainda realizado»74. Daí tira-
mos as consequências de duas características fundamentais da filosofia de He-
gel: sua absoluta imanência e o reconhecimento do que aparece (fenômeno)
como sua própria essência. A essência do aparecer que, como disse Heideg-
ger, é a própria experiência. Não se chega a lugar algum no qual já não se es-
tava antes. Quando a consciência realiza sua experiência ela se transforma e
essa transformação é que determina a verdade do objeto, que já é um novo ob-
jeto. Não realizamos esse fim ao atingi-lo, «mas provando que já o atingimos,
mesmo que o caminho para sua realização esteja oculto de nossas vistas»75. O
fim realiza o seu meio, o novo objeto é a determinação verdadeira do antigo.
Nas palavras de Zizek76, a reconciliação realizada pela síntese no processo dia-
lético «não é uma ultrapassagem ou suspensão (ainda que dialética) da cisão
em algum plano superior, mas sim uma reversão retroativa, que significa que
nunca houve cisão alguma - a síntese anula retroativamente essa cisão». Ou
como o próprio Hegel afirma no final do §14 da Introdução, «esse novo objeto
contém o aniquilamento [nadidade] do primeiro; é a experiência feita sobre
ele». É dizer, a consciência só realiza plenamente a experiência quando expe-
rimenta a novidade do objeto ao mudar seu olhar sobre ele.
Por conta disso, a metáfora do caminho já não é mais suficiente por si
mesma, é uma metáfora limitada para expressar em toda a sua extensão e
complexidade o movimento dialético da consciência cujos elementos não po-
dem ser fixados. É uma ilusão «acreditar que uma realização se torne inteligí-
vel ao ser descrita como o culminar de uma série de acontecimentos»77. Daí
a necessidade de acrescentar a ideia de um ‘transcurso’ (Verlauf), para pontuar
e ressaltar o fluxo mesmo de um movimento não-linear cujo sentido é dado
pelo conceito de experiência. Na metáfora do caminho o movimento é ex-
presso como simplesmente linear e progressivo, como se fosse apenas questão
de seguir em frente e em a cada nova figura, acrescentar um novo saber até
alcançar o absoluto, que seria então uma mera adição de todas as figuras an-
teriores somada ao conteúdo do absoluto. Como se tivesse algo para ser en-
contrado no absoluto que já não estivesse presente anteriormente. Contudo,
74 HEGEL, G. W. F., Enciclopédia das ciências filosóficas: A ciência da lógica, op. cit., p. 347.
75 ZIZEK, S., Menos que nada. Hegel e a sombra do materialismo dialético, Editora Boitempo, São
Paulo, 2013, p. 42.
76 Slavoj Zizek tem uma interessante interpretação sobre a retroatividade em Hegel: «a princi-
pal implicação filosófica da retroatividade hegeliana é que ela solapa o reino do princípio da
razão suficiente: esse princípio só é válido na condição de causalidade linear, quando a soma
das causas passadas determina um evento futuro - retroatividade significa que o conjunto de
razões (passadas, dadas) nunca é completo e ‘suficiente’, posto que as razões passadas são re-
troativamente ativadas pelo que é, dentro da ordem linear, seu efeito». Ibid., p. 54.
77 LEBRUN, G., O Avesso da Dialética - Hegel à luz de Nietzsche, Companhia das Letras, São Paulo,
1988, p. 221.
86 artículos
A EXPERIÊNCIA DA CONSCIÊNCIA: UMA INTERPRETAÇÃO DA INTRODUÇÃO …
como já foi visto, não é disso que se trata. Há, na verdade, uma circularidade
que só se explica, em termos temporais, vista de trás pra frente; é o fim que de-
termina o começo. Como pontuado por Heidegger, a consciência tem como
essência fundamental «ser já algo que, simultaneamente, ainda não é», ela «já
está-presente no ainda-não»78, ou seja, a consciência sempre já é espírito, seu
fim sempre já determinou seu começo, e a experiência que ela faz é justamente
essa passagem do ainda-não ao sempre-já. A causa é suprimida e superada no efeito,
o meio no fim realizado, e, por isso, a experiência contém a verdade tanto do ob-
jeto quanto da consciência, isto é, ser espírito que se sabe enquanto tal. Dessa
mudança nada advém a não ser o que já era.
Tal conceito de experiência é completamente anti-intuitivo e Hegel sabia
perfeitamente disso. Por esse motivo ele inicia o §15 reconhecendo que na
apresentação desse transcurso (an dieser Darstellung des Verlaufs) há um momento
que aparenta não corresponder ao que se entende por experiência: justamente
o momento em que a experiência se consuma, o momento da negação deter-
minada, da Aufhebung, momento em que o novo objeto surge, em que acon-
tece «a transição do primeiro objeto e do seu saber ao outro objeto no qual se
diz que a experiência foi feita»79. Se engana quem pensa que nessa experiên-
cia o que obtemos é o saber do objeto em-si; é antes o contraŕio, nós fazemos a
experiência da inverdade de nosso primeiro conceito, isto é, do objeto em-si em um outro
objeto, que encontramos de modo um tanto casual e extrínseco. Não se ganha nada na
experiência porque sua verdadeira riqueza é nos mostrar a inverdade do que
acreditávamos, mas como essa inverdade não é um puro nada, a encontra-
mos em um outro objeto, um «novo objeto como vindo-a-ser mediante uma
reversão da consciência mesma».
Essa reversão (Umkehrung) de que fala Hegel é o núcleo da experiência. Ela
dá forma ao caráter dialético do movimento, pois é no momento em que ela
ocorre que o novo objeto se mostra como vindo-a-ser (geworden); ela é, por isso,
o momento chave da Aufhebung no âmbito da consciência. No entanto, essa
consideração sobre a reversão, Hegel alerta, só faz sentido ‘para nós’, porque
a consciência que examinamos na FE a reversão acontece sem que ela saiba.
É desse modo que, para a consciência, o ainda-não se transforma, retroativa-
mente pela reversão, em sempre-já:
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PEDRO SILVA MAUAD
80 Ibid., p. 79.
81 HEIDEGGER, M., «O conceito de experiência em Hegel», op. cit., p. 223.
82 HEGEL, G. W. F., Fenomenologia do Espírito, op. cit., p. 79.
83 Idem.
88 artículos
A EXPERIÊNCIA DA CONSCIÊNCIA: UMA INTERPRETAÇÃO DA INTRODUÇÃO …
84 Idem.
85 Segundo Heidegger, «o título ‘Introdução’ não se encontra na edição original de 1807. Só no
índice introduzido posteriormente nesta edição é que o trecho que se segue ao prefácio foi
aposto com o título ‘Introdução’, provavelmente em função da dificuldade resultante da neces-
sidade de um índice. Pois de acordo com o conteúdo, o trecho não é nenhuma introdução, razão
pela qual só depois de a obra estar terminada é que o muito mais extenso Prefácio foi redigido
como preparação». HEIDEGGER, M., «O conceito de experiência em Hegel», op. cit., p. 236.
86 HEGEL, G. W. F., Fenomenologia do Espírito, op. cit., p. 24.
87 Uma fita de Moebios ou faixa de Moebios é um espaço topológico obtido pela colagem das duas
extremidades de uma fita, após efetuar meia volta em uma delas. Deve o seu nome a August
Ferdinand Möbius, que a estudou em 1858. Möbius estudou este objeto tendo em vista a ob-
tenção de um prêmio da Academia de Paris sobre a teoria geométrica dos poliedros (Wikipédia).
88 HEGEL, F. W. Georg. Fenomenologia do Espírito. op. cit., p. 34.
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PEDRO SILVA MAUAD
Bibliografia
90 artículos
artículos
* El presente trabajo ha sido realizado bajo el amparo de la «Ayuda para el fomento la Investiga-
ción en Estudios de Máster-UAM 2020» concedida por la Universidad Autónoma de Madrid.
Recibido: 21/07/21
Aceptado: 26/11/21
Abstract: In the present paper we intend to carry out an approach to Hegel’s political phi-
losophy focused on the society and the state, as two of the most important moments of
this part of his philosophy, studying their relationship with the later Marxist critique of
bourgeois society. In this way, it will try to show that Hegel is unable to understand this
bourgeois society in its entirety, since only after the complete development of the subs-
tance –the capitalist mode of production– can its form be fully understood. And this does
not, however, reduce nothing of the radicality and revolutionary character of many of He-
gel’s postulates in this area.
92
1. Introducción
1 Cabe señalar, a modo de indicación preliminar, que a lo largo de todo el escrito el término «es-
tado» será incorporado en minúsculas debido a una decisión estrictamente política, pues creo
que la concreta utilización de ciertos significantes sirve para constituir sus significados y que,
estando en este caso ante una forma política histórica y, por tanto, superable y transitoria (ahí
la decisión política), no procede en absoluto su incorporación en mayúsculas, que en la lengua
española puede contribuir a su magnificación y eternización. Además, lo hago en continuidad
con Juan Luis Vermal, traductor de la edición de los Principios de la Filosofía del derecho que en
este escrito vamos a seguir, el cual emplea el término de la misma forma. Las alusiones al tér-
mino incorporadas por otros autores serán, no obstante, respetadas en su literalidad, de tal
modo que en el escrito habrá también ocasiones en las que este se utilice en mayúsculas.
artículos 93
GONZALO GALLARDO BLANCO
94 artículos
SOCIEDAD CIVIL Y ESTADO EN HEGEL: PROLEGÓMENO INDISPENSABLE …
donde «alcanza el concepto realidad y es por lo tanto como idea, es decir, como
concepto que ha llevado sus determinaciones a la realidad y al mismo tiempo,
en su identidad, es su esencia existente en sí», es decir, donde «el concepto de la
libertad deviene mundo existente» (§141, Obs. y §142)5. Dicha existencia en
sí, dicho alcanzar la realidad, se manifestará de este modo precisamente en las
estructuras e instituciones que conformarán familia, sociedad civil y estado, en
las cuales vamos a centrarnos.
5 HEGEL, G. W. F., Principios de la Filosofía del Derecho (trad. Juan Luis Vermal), Edhasa Ed.,
Barcelona, 1988, p. 222 y 227. Porque recuérdese que la idea, lejos de las vulgarizaciones
con las que se la ha presentado tantas veces, constituye y significa la unidad y compenetra-
ción del concepto y su realidad (encarnación esta de la formulación subjetiva de aquel), cuya
realización será precisamente el espíritu. Así, como afirma Aragüés, la congruencia entre
concepto y objetividad no se genera «mediante la aserción de que el concepto concuerda
necesariamente con una realidad que lo expone, sino gracias a que la Lógica muestra efecti-
vamente que a la estructura ideal del concepto le corresponde una realidad concreta y, por
tanto, una objetividad». Con ello el concepto alcanza congruencia consigo mismo, es decir,
tenemos al concepto en su idealidad. Y este concepto adecuado es la Idea (Aragüés, R., In-
troducción a la Lógica, op. cit., p. 270).
6 DUQUE, F., Historia de la Filosofía Moderna…, op. cit., p. 822.
7 HEGEL, G. W. F., Principios de la Filosofía del Derecho…, op. cit., p. 237.
8 Ibid., p. 258.
artículos 95
GONZALO GALLARDO BLANCO
9 Ibid., p. 260. Cabe mencionar que su afirmación en el agregado de dicho parágrafo de que
«puesto que la particularidad está ligada a la condición de la universalidad, la totalidad es el
terreno de la mediación. En ella se libera toda individualidad», lejos de ser una mera aclara-
ción sobre el tema que nos ocupa, que lo es, constituye también una lección esencial para la
praxis política y el intento de rearticulación de un sujeto revolucionario para nuestro siglo, en
un momento en que el tema de las identidades (particulares) y su relación con el movimiento
obrero (universal) ha ganado gran relevancia en el debate público.
10 Ídem.
11 Ídem. Este punto, crucial a mi parecer para entender la filosofía política de Hegel, será de nuevo
de vital importancia al abordar el estado, donde tal juego entre particularidad y universalidad,
entre intereses individuales y bienestar general, tendrá una relevancia política de primerísimo
orden.
12 Ibid., p. 270. Apunte ciertamente novedoso y esencial para toda la tradición marxista del siglo
XIX, que convertirá la «praxis social» en su verdadero objeto de análisis precisamente desde
este prisma.
13 Ibid., op. cit., p. 272. Intento de satisfacción de necesidades que, como señalará en este punto
mejor la Enciclopedia (§533), la sociedad no asume de manera consciente, sino mecánica, en
el sentido de que las necesidades sólo se cubren para algunas personas (no para todas) y no
siempre, de tal forma que dicha contingencia es casi aleatoria (HEGEL, G. W. F., Enciclopedia
de las ciencias [Ed., Valls Plana], Alianza Editorial, Madrid, 2005, p. 550).
96 artículos
SOCIEDAD CIVIL Y ESTADO EN HEGEL: PROLEGÓMENO INDISPENSABLE …
artículos 97
GONZALO GALLARDO BLANCO
dado que dicha división en clases se produce de forma natural, el estado tiene,
así, en cuanto objetivo, servir de cohesionador entre dichas clases, de modo tal que
el conjunto de dicha sociedad civil sea sólido. Ahora bien, pensando en tér-
minos dialécticos, para que tal función cohesionadora pueda llevarse a cabo
por parte del estado, es decir, para que a este le sea lógicamente posible desa-
rrollar dicha tarea, es necesario que estas clases no posean intereses antagó-
nicos, esto es, completamente enfrentados e irreconciliables (en cuyo caso no
cabría cohesión ni conciliación alguna posible sino solamente una nueva diso-
lución, un nuevo salto hacia adelante en su sistema). Más bien se trata de que,
ante cualquier tipo de caso, estemos frente a intereses distintos entre dichas clases.
Esto es lo que creemos que ocurre precisamente en Hegel, para el cual
los intereses de dichas clases pueden ser distintos debido a la particularidad
subjetiva que deviene objetiva en ellas, pero no antagónicos, dado que, en ese
caso, sería lógicamente imposible que este entendiera que tal particulari-
dad, tales intereses distintos, pudieran constituir un «principio vivificante de
la sociedad civil, del desarrollo de la actividad pensante, del mérito y del ho-
nor» (§206, Obs.)20. Así, pensamos que Hegel, dado el incipiente desarrollo
de las características de la sociedad burguesa presentes en el momento en el
que escribe, es aun –lógicamente– incapaz de vislumbrar tal antagonismo.
Y es que, como sabemos, hasta que la sustancia no se desarrolla al completo es im-
posible que su forma sea totalmente visible. Por ello, dado el incipiente desarro-
llo del modo de producción capitalista y el escaso despliegue de la sociedad
burguesa a la que este estaría dando lugar, Hegel no podía (y tampoco tenía
que, cabría decir, aunque esa es otra cuestión) haber llegado a tales conclu-
siones21. En este sentido, la crítica marxista aparece entonces de forma aún
más clara como continuadora, como desarrollo lógico y necesario, de la filo-
sofía hegeliana, dado que Marx, ya sí, tras los años de desarrollo productivo
y social de las décadas que conforman el grueso del siglo XIX, será quien
podrá encontrar dicha sustancia desarrollada al completo, lo que le permitirá ser
20 Ibid., p. 279. Otra prueba que creemos puede avalar esta tesis es la afirmación de Hegel, al
tratar del poder de la policía («de la organización y reglamentación interna de un estado»), de
que: «Los diversos intereses de productores y consumidores pueden entrar en conflicto entre sí,
y si bien en el todo la relación correcta se produce por sí misma, la compensación requiere
una regulación consciente que esté por encima de ambas partes» (§236, p. 304, [el subrayado
es mío]). Como puede observarse, por un lado, habla aquí Hegel explícitamente de diversos in-
tereses, es decir, de intereses diferenciados entre diferentes clases o grupos, pero no de inte-
reses antagónicos. Por otro lado, afirma que dichos intereses pueden entrar en conflicto entre sí,
lo que supone que no necesariamente tengan que hacerlo siempre.
21 Como afirmará Lukács tratando los puntos de quiebra entre Hegel y Marx: «Hegel no consi-
guió llegar hasta las verdaderas fuerzas motoras de la historia. En parte porque en la época
de la constitución de ese sistema dichas fuerzas no estaban aún visibles de modo suficiente-
mente claro» (LUKÁCS, G., Historia y consciencia de clase - Vol. I, Ediciones Orbis, Barcelona,
1985, p. 77). Una tesis similar puede explorarse en: BLUNDEN, A., Hegel for Social Movements,
Brill, Leiden, 2019.
98 artículos
SOCIEDAD CIVIL Y ESTADO EN HEGEL: PROLEGÓMENO INDISPENSABLE …
artículos 99
GONZALO GALLARDO BLANCO
100 artículos
SOCIEDAD CIVIL Y ESTADO EN HEGEL: PROLEGÓMENO INDISPENSABLE …
conciliarse los «diversos intereses» de las distintas clases que, como ya dijimos:
«pueden entrar en conflicto entre sí», es decir, le lleva a tratar la lucha de clases.
Analizando lo que en su época comenzará a llamarse ya «el problema so-
cial», que con el desarrollo del capitalismo a lo largo del siglo XIX se conver-
tirá sin duda en «el problema», sostendrá Hegel que, a través del estado, será
necesaria establecer una regulación consciente que permita conciliar estos intere-
ses diversos en posible pugna, cuyo fundamento último se encuentra en que
«frente a la libertad de la industria y el comercio en la sociedad civil, el otro
extremo está dado por la provisión y reglamentación del trabajo de todos por
medio de instituciones públicas» (§236 y Obs.)32. Como puede apreciarse sin
demasiada complejidad, en este punto está Hegel anticipando de forma ma-
gistral el famoso conflicto trabajo-capital que luego Marx convertirá en punto cen-
tral de su teoría social. Su objetivo, sin embargo, no es –y ya hemos señalado
por qué creemos que no podría serlo– el de superar dicho conflicto, sino el de neu-
tralizarlo, es decir, el de hacerlo lo más llevadero posible para todos los inte-
grantes de la sociedad civil, dado que pese a que el individuo «tiene derecho
a ganarse el pan de esta u otra manera [..] por otra parte, el público también
tiene el derecho de reclamar que lo necesario sea producido del modo conve-
niente. Se deben satisfacer ambos aspectos, y la libertad de comercio no debe
llevar a poner en peligro el bien general» (§236, Agr.)33.
32 Ibid., p. 304. Sociedad civil a la que, por cierto, no dudará Hegel en llamar familia universal (§239,
p. 306). Porque, cabe recordarlo, Hegel está educado en la tradición revolucionaria democráti-
ca-fraternal iniciada en la Revolución Francesa. Y, como recuerda Michelet, el gran historiador
de esta, en este sentido «aquella burguesía, imbuida de Voltaire y de Rousseau, era más amiga
de la humanidad, más desinteresada y generosa que la que ha hecho el industrialismo» (MI-
CHELET, J., Histoire de la Révolution Française [vol. I], Robert Laffont, París, 1979, p. 346). Ello
puede darnos otra pista más de por qué Hegel puede todavía pensar que el problema de una
sociedad compuesta por clases con intereses en conflicto puede solventarse sin tener que su-
perarse: en el ambiente revolucionario-fraternal de la época era este un lugar común. Será sólo
después, con el traslado del cariz revolucionario del movimiento democrático al movimiento
comunista, cuando tal lugar saltará por los aires. Así, como dirá Marx en 1850: «la palabra que
correspondía a esta imaginaria abolición de las relaciones de clase era la fraternité, la confrater-
nización y la fraternidad universales. Esta idílica abstracción de los antagonismos de clase, esta
conciliación sentimental de los intereses de clase contradictorios, esto de elevarse en alas de la
fantasía por encima de la lucha de clases, esta fraternité fue, de hecho, la consigna de la revolu-
ción de Febrero» (MARX, K., Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850, Fundación Federico
Engels, Madrid, 2015, p. 56). En esa concreta fraternité parecía confiar y moverse aún Hegel.
33 HEGEL, G. W. F., Principios de la Filosofía del Derecho…, op. cit., p. 305. Resulta curioso compro-
bar, y tiene todo el sentido lógico a la luz de su sistema, cómo por todo lo dicho no podrá Hegel
sino postular la economía política como la ciencia que tiene su comienzo en el intento de en-
tendimiento, esto es, en la «esfera del factor de conciliación» (§189, p. 267). Esta conciliación
sólo es posible debido a que ambos polos se entienden «enfrentados» en el sentido de repre-
sentar intereses distintos. El descubrimiento de que tales intereses, tales polos, no son sólo
diversos, sino que son antagónicos e irreconciliables, es decir, que no se pueden satisfacer a
la vez, representa entonces precisamente el paso de la economía política (como ciencia del en-
tendimiento entre clases) a la crítica de la economía política (como ciencia de la revolución y la
superación de la escisión en clases).
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GONZALO GALLARDO BLANCO
Aquí se observa el modo como Hegel llega a una de las partes más brillan-
tes de su exposición, en la que pese a no poder apreciarla aun completamente (in-
sistimos, en cuyo caso no tendría otra opción lógica que tratar de superarla)
parece entrever la contradicción básica que atravesará a todas las sociedades
burguesas basadas en el modo de producción capitalista. Si bien, por un lado,
«con la universalización de la conexión entre los hombres, a causa de sus nece-
sidades y del modo en que se preparan y producen los medios para satisfacerla,
acrecienta la acumulación de riquezas», por otro lado «se acrecienta también
la singularización y limitación del trabajo particular, y con ello la dependencia
y miseria de la clase ligada a ese trabajo» (§243)34. Y debido a este conflicto,
pues, anticipa Hegel el surgimiento de una plebe, propensa como ningún otro
grupo a una «íntima indignación contra los ricos, la sociedad, el gobierno»
que, para más inri, «toma aversión al trabajo» (§244, Agr.)35.
El intento de evitar el surgimiento de esta plebe, por una cuestión ética,
pero sobre todo por la potencialidad revolucionaria que ésta parece contener
en su seno (la cual podría poner en peligro toda la organización política esta-
tal), será por tanto el objetivo de todo estado, que deberá por ello estar pen-
diente de la cuestión social, esto es, de tratar de garantizar el bienestar de todos
sus miembros. Objetivo, no obstante, ciertamente complejo, dado que Hegel
parece ya reconocer el surgimiento de esa intrínseca contradicción que atra-
vesará la sociedad civil (burguesa), por la que, pese a toda la inmensa riqueza
producida por ella, «no es suficientemente rica, es decir, no posee bienes pro-
pios suficientes para impedir el exceso de pobreza y la formación de la plebe»
(§245)36. No es complicado imaginarse a cierto revolucionario renano vislum-
brando en estos parágrafos al incipiente proletariado industrial de la época.
Así, como afirma Frank Ruda, Hegel parece percibir ya esta cuestión como
un problema de gran relevancia social, el cual, sin embargo, es incapaz de
asumir y tratar de solventar (ya que, como sabemos, tras estas breves pincela-
das abandonará en sus Principios esta cuestión). Por ello, será precisamente la
cuestión de la plebe, como problema respecto al cual la filosofía política hege-
liana falla, la que constituirá el punto de partida de la transición de Marx res-
pecto a Hegel, transición materializada precisamente en el paso del concepto
de «plebe» al de «proletariado»37.
34 Ibid., p. 308.
35 Ibid., p. 309.
36 Ibid., p. 310.
37 RUDA, F., Hegel’s Rabble: An investigation into Hegel’s Philosophy of Right, Continuum Studies in
Philosophy, London, 2011, pp. 24 y 25. Hemos podido discutir este extremo con Félix Duque,
para el cual, en una visión sumamente interesante y que creemos oportuna incorporar, esta
lectura de Ruda no es convincente, pues la plebe, en todo caso, correspondería al lumpenpro-
letariado marxiano, clase sin clase para el Marx del Manifiesto, mientras que el proletariado, en
tanto que postulado por éste como clase universal, podría equivaler en todo caso al funcionariado
102 artículos
SOCIEDAD CIVIL Y ESTADO EN HEGEL: PROLEGÓMENO INDISPENSABLE …
Con todo lo dicho parece evidente por qué el paso adelante de Marx res-
pecto a Hegel tiene entonces que realizarse necesariamente de forma total,
llevándose hasta sus últimas consecuencias. Pues una vez que el renano niega
que la división (para él escisión) de la sociedad en clases sea natural, sino que,
muy al contrario, se trata de un vicio de largo alcance capaz de corregirse, la
inversión del esquema hegeliano de la sociedad civil (y, por ende, del estado) no
puede sino ser completa: en dicho caso la sustancialidad del hombre y la uni-
versalidad de la libertad sólo pueden llegar precisamente con la superación de
la sociedad de clases escindida, que tiene además como presupuesto tanto la
abolición de la propiedad privada de los medios de producción como la supe-
ración del estado (el salto hacia adelante del sistema del que hablamos antes),
lógicamente incapaz de conciliar o cohesionar intereses de clases que se ven
–ya sí– como antagónicos y, por tanto, responsables de producir ese «exceso»
inasumible que constituye la plebe, el proletariado, que será precisamente para
Marx la piedra de toque para superar la escisión38.
Pues bien, tras estas observaciones y llegando ya al final de este apartado, es
recalcable que para Hegel esta previsión del poder de policía, esta acción consciente
y reguladora del estado a través de diversas políticas públicas destinadas a garan-
tizar el bienestar de los miembros de la sociedad civil, «realiza y conserva lo
universal que está contenido en la particularidad» (§249)39. Ahora bien, como
de acuerdo con la idea la particularidad toma a este universal como fin, «lo
ético vuelve como algo inmanente a la sociedad civil. Esta es la función de la
corporación» (§249)40. La corporación, encargada así de contribuir al bienestar
de sus miembros, se convierte entonces en una segunda familia, en la «segunda
en Hegel, al que otorgaría ese mismo carácter universal. En nuestro caso, no obstante, segui-
mos viendo sumamente interesante la tesis de Ruda, no sólo por su potencial analítico, sino
sobre todo por el potencial político-revolucionario de dicha tesis.
38 Pero, como tan acertadamente señala Schmitt en un pequeño texto tan sorprendente como
acertado, dicha piedra de toque, dicha particularidad, no podría haber emergido sino tras He-
gel, pues sólo «con el poder de una lógica específicamente hegeliana», de una filosofía para la
cual «todo conocimiento histórico verdadero es conocimiento del presente», necesariamente
centrada por ello en la realidad política concreta actual, tuvo Marx «que aventurarse en la eco-
nomía y captar lo económico, porque en el proceso dialéctico del devenir político concreto, el
Estado –que todavía parecía tener el monopolio de lo político–, era víctima del engaño de la
idea, pues las sustancias activas de lo político estaban ahora situadas en una sociedad indus-
trial aparentemente apolítica y económicamente determinada». Así, la evidencia marxista del
proletariado como «única clase remanente en la sociedad industrial que puede convertirse en
el portador activo de un desarrollo histórico posterior y lograr la nueva condición de una hu-
manidad sin clases, [..] la garantía inherente característica de la corrección de esta afirmación
marxista, es, en su estructura, completamente hegeliana, y sólo puede ser entendida en térmi-
nos hegelianos. Sin la dialéctica de una construcción hegeliana de la historia, no sería evidente
por qué, después de toda experiencia histórica previa, esta nueva clase no podría dejarse atra-
par por el inmenso poder y riqueza del mundo capitalista» (SCHMITT, C., Hegel y Marx…, op. cit.).
39 HEGEL, G. W. F., Principios de la Filosofía del Derecho…, op. cit., p. 312.
40 Ídem.
artículos 103
GONZALO GALLARDO BLANCO
raíz ética del estado, hundida en la sociedad civil», de tal forma que reúne to-
dos los momentos escindidos en la sociedad civil «en la particularidad refle-
jada sobre sí de las necesidades y goces y en la universalidad jurídica abstracta;
con esta unión el bienestar particular se realiza como derecho» (§252 y 255)41.
La sociedad civil termina entonces por presentarse en Hegel como momento
intermedio entre la familia y el estado, al cual se pasa a través de la corpora-
ción, la que a su vez retoma la universalidad, pero cuya finalidad limitada y fi-
nita tiene sin embargo «su verdad [..] en la finalidad universal en y por sí y en
su absoluta realidad», por lo que «la esfera de la sociedad civil pasa así al es-
tado» (§256)42, momento culmen del desarrollo de la eticidad. Así, es precisa-
mente en la búsqueda del aseguramiento de sus necesidades, verdadero fin de
la sociedad civil, cuando esta se otorgará una constitución jurídica capaz de
servir como medio para la seguridad de las personas y la propiedad y se do-
tará de un orden y una estructura exterior que consiga conciliar los intereses
particulares y los comunes. Y la combinación de ambos elementos será preci-
samente lo que conformará el estado. Ahora bien, cabe señalar para terminar
que, pese a que la sociedad civil parece presentarse como un momento ante-
rior al estado, Hegel, no obstante, afirmará que la formación de la sociedad
civil es posterior a la de éste, al cual presupone y «necesita tener ante sí como
algo independiente para existir» (§182, Agr.)43. En este sentido, es interesante
comprobar cómo Hegel, para cerrar su apartado, no postula un tránsito de la
sociedad civil al estado a la manera en la que lo hizo en el tránsito de la fami-
lia a la sociedad civil, como una especie de disolución de la primera en la se-
gunda, sino que precisamente acaba afirmando que «el estado es lo primero,
dentro del cual la familia se desarrolla en sociedad civil, y es la idea misma del
estado la que se separa en estos dos momentos» (§256, Obs.)44.
104 artículos
SOCIEDAD CIVIL Y ESTADO EN HEGEL: PROLEGÓMENO INDISPENSABLE …
Con una sustancia ética que ha conquistado su forma infinita a través del desa-
rrollo de la sociedad civil, llegamos a un momento del sistema hegeliano en el
que «el espíritu es objetivo y real como totalidad orgánica» (§256, Obs.)45. Esta
totalidad orgánica no es otra que el estado, que constituye así para Hegel la «reali-
dad efectiva de la idea ética», «realidad de la voluntad sustancial», «lo racional
en y por sí», «totalidad ética» donde se produce «la realización de la libertad»
(§257, 258 y Obs.)46. Dicha conversión en realidad efectiva se producirá por-
que, para Hegel, es en la eticidad, cuyo momento culmen es el estado, donde
la libertad pasaría de su mero «estar ahí» del derecho a formar una verda-
dera «segunda naturaleza», superior incluso a la primera, la naturaleza física47.
En este sentido, toda la primera parte de la exposición hegeliana del estado
se presenta como un elaboradísimo estudio del juego y tensión entre particula-
ridad y universalidad, entre intereses particulares e interés general, entre volun-
tad individual y voluntad común. Y es que Hegel, espectador preferente de ese
momento histórico en el que parece que comienza a consolidarse el modo de
producción capitalista y, consiguientemente, la sociedad burguesa, parece in-
tuir ya que este será el problema que acabará desgarrando dicho mundo. Esta
aproximación se lleva a cabo, sin embargo, con una premisa bien clara: el es-
tado, como unidad sustancial portadora en su seno de los intereses del todo,
«tiene un derecho superior al individuo, cuyo supremo deber es ser miembro
una cuestión de suma relevancia porque, como afirma Abensour, es precisamente desde aquí
desde donde Marx «invocando las circunstancias –arbitrarias– en que se efectúan las media-
ciones, practica la inversión: el Estado no es el sujeto que se pone a sí mismo y se fenomenaliza
en la sociedad civil y en la familia», de tal forma que «sustituyendo el esquema invertido y mis-
tificador de Hegel [..] por las relaciones reales, Marx escribe las fórmulas bien conocidas que
sitúan al Estado en la dependencia de las esferas de donde emerge» (ABENSOUR, M., La de-
mocracia contra el Estado, Ediciones Colihue, Buenos Aires, 1998, p. 60). En todo caso, se trata
de un punto de gran complejidad, pues lo que Hegel parece estar haciendo en sus Principios es
describir el modo en el que la conciencia filosófica va alcanzando en su desarrollo dialéctico es-
peculativo las distintas partes que conforman el espíritu objetivo, de tal forma que la presen-
tación de dichas partes al modo de un desarrollo temporal o sucesión cronológica no sería del
todo correcta (por mucho que, como hemos visto, el propio Hegel afirme explícitamente que
«el estado es lo primero, dentro del cual la familia se desarrolla en sociedad civil» [§256, Obs.]).
45 HEGEL, G. W. F., Principios de la Filosofía del Derecho, op. cit., p. 317.
46 Ibid., p. 318 y 319. Pese a las grandilocuentes palabras con las que Hegel presenta al estado,
hay que señalar que, frente a la sociedad civil como momento abstracto de la realidad de la
idea, apariencia exterior que solo es «totalidad relativa y necesidad interior», el avance lógico
hegeliano hacia el estado sólo puede presentar a este ya así (por cierto, categoría esta de «to-
talidad» que, como supieron ver algunas de las mejores mentes de la tradición marxista, que
curiosamente también fueron grandes hegelianos, constituye una categoría esencial para toda
teoría que quiera tener una verdadera perspectiva revolucionaria).
47 DUQUE, F., Historia de la Filosofía Moderna, op. cit., p. 811.
artículos 105
GONZALO GALLARDO BLANCO
del estado» (§258)48. Ahora bien, como lo racional en sí y por sí, y dado que la ra-
cionalidad consiste en «la unidad y compenetración de la universalidad y la
individualidad» (§258, Obs.)49, el estado debe asegurar también esa libertad
individual y voluntad particular de cada individuo.
De esta manera, Hegel comienza su exposición abordando primero la idea
del estado, respecto a la que tiene palabras tan grandilocuentes como las que
hemos señalado hace un momento, para pasar luego a analizar su realidad
inmediata, es decir, el estado como organismo político, como estructura históricamente
determinada. Así, como explícitamente afirmará: «Para concebir la idea del es-
tado no es necesario observar estados e instituciones determinados, sino con-
siderar la idea misma, ese Dios real» (§258, Agr.)50. Pese a lo extraño que esto
pueda parecer, sólo a partir de esta premisa puede comprenderse que sus gran-
des palabras para con el estado no son en absoluto ningún tipo de apología
a ningún tipo de estado –como el prusiano–. Porque Hegel no estudia nin-
gún estado concreto ni quiere postular un modelo de estado ideal que sirva
«como modelo de construcción y a la vez criterio externo para medir el va-
lor y sentido de los Estados realmente existentes»51. Muy al contrario, Hegel
quiere comprender cuáles son las condiciones de posibilidad e inteligibilidad
de cualquier estado en cuanto tal, dado que su interés no está en lo existente, sino
en su actualidad 52. Así, igual que para Hegel el pan sólo es pan cuando es co-
mido por el hombre, el estado solo es estado si cumple dichas condiciones de
posibilidad, que básicamente exigirían su capacidad de expresar la libertad
y el reconocimiento universal de las partes en la totalidad social, es decir, de
conciliar lo particular y lo universal53.
106 artículos
SOCIEDAD CIVIL Y ESTADO EN HEGEL: PROLEGÓMENO INDISPENSABLE …
toda inserción en el elemento político y de toda confrontación con sus determinaciones, por
lo que Hegel estaría olvidando la esencia de lo político y de cada poder en particular, determi-
nados por la naturaleza del concepto y no por su naturaleza propia, no pensando así el estado
sino a partir de determinaciones lógico-metafísicas (ABENSOUR, M., La democracia contra el
Estado, op. cit., p. 66). «De este modo», sentencia Marx, «la crítica verdaderamente filosófica
de la constitución actual del Estado no se limita a poner de manifiesto la existencia de contra-
dicciones, sino que las explica, trata de comprender su génesis y su necesidad, las toma en su
propia significación. Ahora bien, esta comprensión no consiste, como piensa Hegel, en reco-
nocer por todas partes las determinaciones del concepto lógico, sino en comprender la lógica
específica del concepto específico» (MARX, K., Escritos de juventud, op. cit., p. 403). No obs-
tante, señala Ruiz Sanjuán que, en este punto, mientras que la crítica feuerbachiana se limita
básicamente a objetar a Hegel que ignora la realidad sensible, Marx parece comprender que
este modo de plantear la cuestión no alcanza a la filosofía hegeliana, la cual no prescinde de lo
sensible, sino que lo comprende dialécticamente, poniendo la esencia de la realidad sensible
no en ella misma, sino en su otro, en el pensamiento. De esta forma la crítica de Marx iría diri-
gida a dicha inversión en la expresión de la realidad, por la cual queda suprimida la verdad de
lo sensible, de lo material, que es transferida a su opuesto, al concepto, su verdadero funda-
mento. Así, a diferencia de Feuerbach, la crítica de Marx a Hegel versaría sobre lo insuficiente
y erróneo del papel de la mediación en el último, no en la ausencia de una verdadera inmedia-
tez en este (RUIZ SANJUÁN, C., Historia y sistema en Marx, Siglo XXI, Madrid, 2019, p. 36). Y
es que como afirma Lukács, y para terminar ya con esta cuestión que tanto interés me ha des-
pertado en el estudio de Hegel: «La incapacidad de penetrar en el objeto mismo cobra enton-
ces, como expresión intelectual, la idea de unas fuerzas motoras trascendentes que construyen
y configuran de una manera mitológica la realidad, la relación entre los objetos, nuestras re-
laciones con ellos, su transformación en el proceso histórico. Al descubrir Marx y Engels “la
producción y la reproducción de la vida como el momento en última instancia determinante
de la historia”, han conseguido finalmente la posibilidad y la perspectiva adecuada para rom-
per con toda mitología» (LUKÁCS, G., Historia y consciencia de clase, op. cit., p. 78).
54 DUQUE, F., Historia de la Filosofía Moderna, op. cit., p. 831.
55 HEGEL, G. W. F., Principios de la Filosofía del Derecho, op. cit., p. 324.
56 Ibid., p. 325 y 326.
57 DUQUE, F., Historia de la Filosofía Moderna, op. cit., p. 833.
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GONZALO GALLARDO BLANCO
Ahora bien, cabe aclarar que Hegel afirma que dicha vinculación entre lo
universal y la plena libertad de la particularidad «es» o «está» en la esencia del es-
tado moderno (§260, Agr.)58, de tal forma que el estado parece no postularse
como el encargado de crear la situación en la que dicha vinculación se pro-
duzca –pudiendo existir otra situación alternativa en la que tal vinculación
pudiera no hacerlo–, sino que más bien parece mostrar que lo universal y lo
particular están ya necesariamente vinculados en sí y por sí. En este sentido, el estado
queda planteado como una necesidad exterior (§261)59, porque el bienestar de los
individuos y el cumplimiento de sus intereses individuales, la plena libertad de la
particularidad solo puede darse en su seno. Y, precisamente al darse, produciría
esa cohesión y convivencia general, es decir, las bases de dicho estado, con lo
que ambos polos se determinarían y contendrían así mutuamente, con la con-
secuencia lógica de que el hombre, como máximo exponente de lo particular,
solo existiría en el estado, en cuanto representante de lo universal.
Pues bien, una vez aclarado que esta vinculación entre lo universal y lo par-
ticular no es, por tanto, una creación artificial que le corresponda concebir al
estado, sino que puede entenderse como su propio presupuesto, su propia esen-
cia60, debe señalarse, no obstante, que, pese a no ser una creación artificial,
sí que necesitaría asegurarse. Y en este momento, como afirma Félix Duque:
«El sólido «vínculo» aquí reclamado puede decirse con una palabra: institu-
cionalización»61. Será entonces la institucionalización, elemento fundamental
de los grandes estados de derecho, la encargada de garantizar y materializar
en derechos concretos estas voluntades particulares, los intereses privados de
los ciudadanos que transparecen en la voluntad absoluta que el estado exte-
rioriza, de tal forma que ambos polos sólo pueden darse el uno con el otro al
mismo tiempo: «Estas instituciones constituyen la Constitución, es decir, en lo
particular, la racionalidad desarrollada y realizada» (§265)62. Y, con todo ello,
108 artículos
SOCIEDAD CIVIL Y ESTADO EN HEGEL: PROLEGÓMENO INDISPENSABLE …
hegeliano, pese a las facilidades explicativas que trae consigo, desvirtúa por completo esta parte
de su sistema, dado que no se trata dos momentos separables de este, cuyo análisis, por tanto,
pueda diferenciarse, sino que esta realidad inmediata forma parte de la propia idea y esencia del
estado, cuyas estructuras, devenidas históricamente, son examinadas a la luz de su curso lógico.
63 DUQUE, F., Historia de la Filosofía Moderna, op. cit., p. 827.
64 MARCUSE, H., Razón y revolución…, op. cit., p. 213.
65 HEGEL, G. W. F., Principios de la Filosofía del Derecho, op. cit., p. 353. Para la profundización en
esta cuestión véase el texto de Bernard Bourgeois «El príncipe hegeliano», en: Estudios sobre
la «filosofía del Derecho» de Hegel, op. cit., pp. 289-318.
66 Ibid., p. 354. Para profundizar en aquello que más parece interesar a Hegel de la forma polí-
tica británica (y también de la francesa y alemana) léase su §544 de la Enciclopedia.
67 Ibid., p. 369, 406 y 417.
68 DUQUE, F., Historia de la Filosofía Moderna, op. cit., p. 840.
69 MARCUSE, H., Razón y revolución…, op. cit., p. 218. Naturalización del estado que tiene implicacio-
nes políticas de primer orden, como rápidamente serán conscientes y señalarán los comunistas,
sobre todo tras su divorcio en 1848 del movimiento democrático, de fuerte carácter estatalista.
artículos 109
GONZALO GALLARDO BLANCO
Los estados [..] son independientes unos de otros, y su relación solo puede
ser por lo tanto exterior, por lo que tiene que haber por encima de ellos un
tercer elemento que los una. Este elemento es el espíritu, que se da reali-
dad en la historia universal y se constituye en juez absoluto de aquellos [..]
El único juez absoluto que siempre hace valer sus fueros contra lo particu-
lar, es el espíritu en y por sí, que se expone en la historia del mundo como
lo universal (§259, Agr.)71.
110 artículos
SOCIEDAD CIVIL Y ESTADO EN HEGEL: PROLEGÓMENO INDISPENSABLE …
ello, sin embargo, como ya sostuvimos respecto a la sociedad civil, Marx apa-
rece como solución de continuidad lógica y necesaria respecto a Hegel, por-
que es él quien, tras el desarrollo completo de dicha sustancia, puede ser ya
consciente de su verdadera forma, que muestra además al estado como lógica
e intrínsecamente incapaz de lograr el reconocimiento universal de las partes
en la totalidad, es decir, de «realizar la libertad»74. Así, una vez mostrado que
ningún estado existente puede lograr tal objetivo (recordemos, condición de
posibilidad para el propio Hegel para hablar de un verdadero estado) bajo las
relaciones de producción capitalistas, responsables de ese «exceso» que Hegel
llamará plebe y Marx proletariado, exceso insalvable, inasumible e irreconci-
liable, la superación del estado, piedra de toque del marxismo, aparece como
respuesta lógica y necesaria en tanto que superación de esa sociedad escindida
y superación de dicho exceso, logrando la verdadera reconciliación entre uni-
versalidad y particularidad pretendida por Hegel.
5. Conclusiones
74 Tesis compartida por autores como Abazari en Hegel’s ontology of Power o Robert Pippin en
Did Hegel comprehend its own time in thought? Y es que, como afirma Pérez Soto en un artículo
tan polémico como brillante, Hegel muestra como ningún otro que «la sociedad humana está
atravesada por una conflictividad esencial, que proviene del orden más íntimo de lo real, y en
que la libertad debe ser considerada como un espacio pleno de deseo y contraposición, y a la
vez inseparable de las situaciones históricas y sociales que la enmarcan, y en que puede des-
envolverse», con lo que da a la violencia un papel esencial (porque «la contradicción, que la
anima, está arraigada en el orden mismo del Ser») y objetivo (porque «su realidad excede lar-
gamente a las voluntades individuales, y sólo puede ser contenida en un espacio social, a tra-
vés de mecanismos que exceden también a las buenas o malas voluntades individuales»). Así,
al no poder esta suprimirse, será el intento de lograr la mediación de dicha violencia, de lograr
una sociedad en que la libertad no se destruya a sí misma, lo que llevará a Hegel a pensar ló-
gicamente en el estado de derecho como solución. Pero, precisamente, será a partir de estos
mismos fundamentos desde los que postulará también Marx la necesidad de superarlo, tras «la
constatación de que el Estado de Derecho, que debería ser el espacio para negociar y mediar
las diferencias, en realidad favorece sistemáticamente a la burguesía». Así, si bien «la enorme,
la abismal diferencia entre el cálculo de Marx y el de Hegel queda establecida, sobre esta base
común, en torno a la posibilidad de mediar socialmente la violencia», no obstante «lo que para
Hegel es la garantía posible de una paz capaz de mediar la violencia esencial, para Marx no es
sino la institucionalización de esa misma violencia apareciendo falsamente como paz» (PÉREZ
SOTO, C., Sobre la relación entre Hegel y Marx, Revista Herramienta, disponible en: Sobre la re-
lación entre Hegel y Marx (herramienta.com.ar).
artículos 111
GONZALO GALLARDO BLANCO
El punto crucial será entonces que tal tarea solo podrá realizarse en una comu-
nidad universal de productores libres y asociados en la que «el libre desarrollo
75 Y en este sentido, como afirma Schmitt: «la línea de desarrollo histórico-filosófica que Hegel
construyó es completamente revolucionaria incluso en el sentido marxista, ya que es una línea
de progreso en la conciencia de la libertad. Así, en el contexto de los siglos XVIII y XIX, cada una
de estas tres palabras –progreso, conciencia, libertad– es un concepto revolucionario», por lo que
lo decisivo desde el punto de vista de la filosofía hegeliana «es la dialéctica concreta del actual
desarrollo político efectivo, el funcionamiento de un espíritu que está siempre presente, nunca
meramente en el pasado, o simplemente en el futuro» (SCHMITT, C., Hegel y Marx…, op. cit.).
76 Porque no es casualidad que sea precisamente tras el exhaustivo estudio por parte de Marx
de la filosofía del derecho de Hegel cuando avance este progresivamente de «una posición bá-
sicamente ilustrada, a partir de la cual considera que la transformación de la conciencia de los
hombres puede dar lugar a la transformación de las relaciones sociales existentes, hasta una
posición comunista, en la que se abandona dicha pretensión y se establece la necesidad de re-
volucionar en la práctica las condiciones materiales de vida de la sociedad», dado que, a partir
de Hegel, Marx toma conciencia ya de que dicha «esfera política está configurada a partir de
la sociedad civil, y que es aquí donde hay que buscar las causas de la enajenación del hombre
de su esencia genérica» (RUIZ SANJUÁN, C., Historia y sistema en Marx, op. cit., p. 38).
77 MARX, K. y ENGELS, F., El Capital, Libro III (trad. León Mames), Siglo XXI Ed., Madrid, 2017, p. 933.
112 artículos
SOCIEDAD CIVIL Y ESTADO EN HEGEL: PROLEGÓMENO INDISPENSABLE …
78 MARX, K. y ENGELS, F., Manifiesto del Partido Comunista, Fundación Investigaciones Marxis-
tas, Madrid, 2013, p. 77.
79 LUKÁCS, G., Historia y consciencia de clase, op. cit., p. 77 y 78.
artículos 113
GONZALO GALLARDO BLANCO
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artículos
Resumen: El presente artículo tiene como propósito ahondar en los conceptos de pobreza,
plebe y caridad en la Filosofía del Derecho hegeliana. Para ello, primero son tratados el pro-
blema de la pobreza y el surgimiento de la plebe, así como sus posibles conexiones y dife-
rencias. Tras esto, se presentan las diferentes vías que contempla Hegel para hacer frente
a la pobreza, atendiendo después, en un apartado diferente, a una de ellas: la caridad. Por
último, la conclusión recoge algunas consideraciones sobre lo expuesto en el texto.
Abstract: The aim of this article is to deepen into the concepts of poverty, rabble and cha-
rity in Hegel´s Philosophy of Right. To this end, the issue of poverty and the emergence of
the rabble, as well as their probable similarities and differences are treated first. This is fo-
llowed by a presentation of the ways Hegel envisages for dealing with poverty, and then,
in a separate section, by one of them: charity. Finally, the conclusion contains some consi-
derations on what has been presented on the text.
116
1. Pobreza y Plebe
S i bien la idea para este artículo vino originada por la lectura de §242 de la
Filosofía del Derecho – razón por la que se le dedica un comentario en un pe-
queño apartado –1, la lectura de este párrafo plantea otras cuestiones que, aun
estando inevitablemente relacionadas con ella, van más allá de la caridad (¿a qué
le hace frente la caridad? ¿existen otras vías, instituciones, con el mismo obje-
tivo que ella?). De este modo, al preguntarse por el concepto de caridad en He-
gel es adecuado prestar especial atención tanto al concepto de pobreza como a
las demás vías que el autor contempló para paliarla. En otras palabras, la cari-
dad no puede suponer el punto central del texto sino que es conveniente tratar
también el concepto de pobreza y el resto de las vías que le hacen frente. De he-
cho, tratar estos temas recogidos en la Filosofía del Derecho hegeliana es pertinente
porque son de suma actualidad: abordarlos puede ayudar a reflexionar acerca
de su estado hoy en nuestras sociedades. Teniendo todo esto en cuenta, en este
primer apartado será tratado el origen de la pobreza, para luego diferenciar la
condición de pobre de la de plebe, incidiendo en esta última noción y sus tipos.
La sociedad civil moderna (bürgerliche Gesellschaft) hizo posible la realización
del derecho como un principio universal: garantiza tanto los derechos negati-
vos, relativos a la seguridad de la persona y de la propiedad, como los positi-
vos, que garantizan la autorrealización personal de los individuos. La sociedad
civil debe proteger a sus miembros y sus derechos, pero para garantizar es-
tos derechos también existe una serie de obligaciones que han de cumplirse
para con la colectividad. Además, surgen así los derechos políticos, articula-
dos en el Estado para su seguridad, que hacen posible que los individuos pue-
dan formular su vida en común2. En la sociedad civil el individuo persigue sus
1 Siempre que se hace referencia a un párrafo de Hegel en el trabajo se trata de uno pertene-
ciente a esta obra: Principios de la Filosofía del Derecho.
2 BUCHWALTER, A., «La pobreza y la concepción hegeliana del derecho como eticidad reflexiva»
en Bajo Palabra, II Época, n.º 10, 2015, pp. 31-44.
artículos 117
XABIER NAJARRO ECHANIZ
3 En la observación de §289, Hegel dice así: «la sociedad civil es el campo de batalla del interés
privado individual de todos contra todos». HEGEL, G. W. F., Principios de la Filosofía del Dere-
cho, Edhasa, Barcelona, 1988, p. 375.
4 El joven Hegel lo expresaba de esta manera: «La necesidad y el trabajo, elevados a este nivel
de universalidad, forman por sí mismos en el seno de un pueblo grande un gigantesco sistema
de asociatividad y dependencia recíproca; una vida de lo muerto que se mueve en sí misma y
que, en su movimiento, se vuelve de manera ciega y elemental de un lado para otro, como una
bestia salvaje, que necesita de un permanente y severo dominio y domesticación». HEGEL, G.
W. F., La primera filosofía del espíritu: Jena 1803/1804, Las Cuarenta, Buenos Aires, 2017, p. 113.
5 OLVERA GRANADOS, Z., «Violencia, poder y pobreza en Hegel», en Philosophical Readings
XIII.1, 2021, pp. 77-85, aquí p. 81.
6 HEGEL, G. W. F., Principios de la Filosofía del Derecho, op. cit., p.375.
7 Ibid., p. 307.
8 MARCUSE, H., Razón y revolución, Alianza Editorial, Madrid, 2017.
118 artículos
POBREZA, PLEBE Y CARIDAD EN LA FILOSOFÍA DEL DERECHO DE HEGEL
9 HEGEL, G. W. F., Principios de la Filosofía del Derecho, op. cit., p. 308. La cursiva es del autor. To-
das las cursivas que aparecen en las citas directas a lo largo del texto son de su respectivo/a
autor/a.
10 RUDA, F., Hegel’s rabble: an investigation into Hegel’s Philosophy of right with a preface by Slavoj
Žižek, Continuum Studies in Philosophy, Continuum International Publishing Group, London,
2011, p. 13.
artículos 119
XABIER NAJARRO ECHANIZ
tal como, por ejemplo, los lazzaroni en Nápoles. Así surge en la plebe el males-
tar por no tener el honor de ganarse la subsistencia con su trabajo y aspirar sin
embargo a ella como un derecho. Contra la naturaleza ningún hombre puede
afirmar un derecho, pero en una situación social la carencia adquiere inmedia-
tamente la forma de una injusticia que le es cometida a esta o aquella clase11.
120 artículos
POBREZA, PLEBE Y CARIDAD EN LA FILOSOFÍA DEL DERECHO DE HEGEL
¿Cuáles son entonces para Hegel las vías que permitirían hacer frente a los pro-
blemas de la pobreza y mantener así, en cierto modo, el equilibrio del Estado?
Ruda distingue siete soluciones que serán analizadas: el tratamiento de la po-
breza por la misma sociedad civil; la mendicidad pública; el derecho de soco-
rro; la colonización; la redistribución del trabajo; la corporación; y la policía16.
15 OLVERA GRANADOS, Z., «Violencia, poder y pobreza en Hegel», op. cit., p. 82.
16 RUDA, F., Hegel’s rabble: an investigation into Hegel’s Philosophy of right, op. cit., pp. 15-31. Si he
elegido seguir el marco de este autor para tratar este apartado es porque su análisis es el más
completo – de hecho, le dedica todo un capítulo, el tercero, titulado The emergence of the Ra-
bble from the Un-Estate of Poverty –. Otros autores consultados no contemplan todas las vías
que él recoge: Olvera habla de la colonización, Buchwalter se centra más en la corporación,
Vieweg del derecho de socorro y Marcuse habla de la justicia, la corporación y la policía. Sin
embargo, los análisis de estos autores también serán utilizados en el apartado.
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XABIER NAJARRO ECHANIZ
122 artículos
POBREZA, PLEBE Y CARIDAD EN LA FILOSOFÍA DEL DERECHO DE HEGEL
que permite a una parte de la población empezar una nueva vida en un te-
rritorio en el que puede subsistir por medio de su trabajo. Esta expatriación
de personas pobres aliviaría así tensiones, evitando la posibilidad de un con-
flicto interno que desemboque en una guerra civil, medio por el que Hegel no
contemplaba la transformación. Sin embargo, los conflictos propios de la co-
lonización como el sometimiento de otros pueblos no parecen acabar con la
pobreza23. De hecho, aun teniendo el apoyo del Estado, no se puede garanti-
zar del todo que el colono vaya a tener una vía fácil, exenta de problemas (con
los nativos del lugar, por ejemplo) para poder subsistir por sus propios medios.
Por otro lado, es una solución limitada en cuanto que no puede solucionarse
un problema inherente a la sociedad civil trasladando grandes grupos de po-
blación a otras tierras. Por mucho que la colonización sea uno de sus recursos,
la sociedad civil va a seguir generando pobreza; la sociedad civil produce po-
breza por su propio concepto, no por un límite exterior. Es por esto por lo que
la colonización es un desplazamiento del problema, no su superación.
La redistribución del trabajo sería la opción de ofrecer trabajo a todas
aquellas personas que se encuentran desempleadas como forma de evitar la
aparición de la pobreza. Las negativas consecuencias de esta opción saltan
a la vista: no sólo llevaría a una crisis de sobreproducción, sino que también
haría que los pobres antes desempleados tomaran ahora el puesto que ante-
riormente ocupaban personas que podían subsistir por sus propios medios,
posibilitando que una buena parte de estos últimos caigan en la pobreza. En
§245, el alemán lo expresa así:
Si, por el contrario, esto [mejorar la vida de los pobres] se hiciera por medio
del trabajo (dando oportunidades para ello), se acrecentaría la producción,
en cuyo exceso, unido a la carencia de los consumidores correspondientes,
que también serían productores, reside precisamente el mal, que aumenta-
ría por lo tanto de las dos maneras24.
colonización (…) es la colonización sistemática. Es dispuesta por el estado, que mantiene una
regulación consciente sobre los modos convenientes de ejecución. Este tipo de colonización
aparece con frecuencia entre los antiguos, especialmente entre los griegos (…) cuando la po-
blación crecía hasta el punto de crear dificultades para su mantenimiento, se enviaba a los
jóvenes a una nueva comarca que a veces era especialmente elegida y a veces dependía de la
casualidad del descubrimiento». Ídem.
23 OLVERA GRANADOS, Z., «Violencia, poder y pobreza en Hegel», op. cit. La autora incide en
este aspecto, señalando los nefastos efectos que tuvieron tanto la colonización como el capi-
talismo emergente en América para los pueblos que la habitaban y que fueron sometidos.
24 HEGEL, G. W. F., Principios de la Filosofía del Derecho, op. cit., pp. 309-310.
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XABIER NAJARRO ECHANIZ
124 artículos
POBREZA, PLEBE Y CARIDAD EN LA FILOSOFÍA DEL DERECHO DE HEGEL
algo exclusivo. Es más, estos requisitos tienen una parte subjetiva que la con-
diciona mucho como vía efectiva para paliar la pobreza. ¿Quién decide so-
bre la cualidad de una habilidad? ¿Cómo se determina la honradez de una
persona? Estas son sólo algunas de las preguntas que surgen al pensar en el
examen necesario para formar parte de las corporaciones. Dado que sólo be-
neficia a aquellos pobres con las aptitudes demandadas por la corporación,
esta vía está lejos de resolver el problema de la pobreza.
Por último, la policía es una institución que salvaguarda tanto la seguri-
dad personal como la propiedad en el espacio en el que se dan las contingen-
cias que la ley no puede abarcar. Ante los antagonismos propios que se dan en
la sociedad civil, la policía aparece como institución que les hace frente, ve-
lando por el interés de la totalidad. Así, actúa como órgano de inspección, vi-
gilancia y control que permite el bienestar de los individuos y la persecución
de sus fines dentro de la sociedad civil, evitando los excesos, los daños, que ha-
cen posible el surgimiento de la plebe. Pero también actúa como instrumento
de regulación y seguimiento, ocupándose de tareas de carácter universal úti-
les para toda la comunidad como «la iluminación pública, la construcción de
puentes, los precios de los artículos de primera necesidad, la salud, etcétera»29.
Para regular los daños producidos por la pobreza e intentar administrar las
necesidades de las masas empobrecidas, y esto será tratado más a fondo en el
siguiente apartado, se complementa con la ayuda contingente que otras insti-
tuciones, como pueden ser las religiosas, pero también individuos, ofrecen en
forma de caridad. Por consiguiente, vistas las funciones que ejerce para com-
batir la pobreza y la posible aparición de la plebe, no es de extrañar que la po-
licía también controle el derecho a la huelga y el control de la producción30.
A pesar de todo esto, al mantenerse dentro de los principios de la sociedad ci-
vil, la policía no puede paliar la pobreza que esta inevitablemente genera. En
definitiva, aun tratándose de una coacción exterior entendida como adminis-
tración del Estado, no es una vía que acabe con este problema, sino que más
bien lo administra intentando evitar su agudización.
Como se ha demostrado a lo largo de todo el apartado, y Hegel era cons-
ciente en buena parte de ello, se trata de vías paliativas, parciales, contra la po-
breza, no métodos para su supresión. Estas son insuficientes para acabar con
ella, siendo la gestión o la reducción de los problemas de las masas empobre-
cidas a lo máximo a lo que aspiran. En consecuencia, el peligro de que surja
la plebe siempre está latente.
artículos 125
XABIER NAJARRO ECHANIZ
3. Caridad
Tras haber expuesto las diferentes vías contempladas por Hegel para paliar el
problema de la pobreza, es momento de atender más específicamente a una de
ellas, la caridad. Tal y como se ha señalado anteriormente, la caridad vendría a
ser una ayuda complementaria a la labor que realizan las instituciones como la
policía: «lo contingente de las limosnas, las fundaciones, las lámparas encendidas
ante las imágenes de los santos, etcétera, se complementa con las instituciones
oficiales para pobres31, los hospitales, la iluminación pública, etcétera»32. Existe
entonces una compenetración entre la caridad y las instituciones. Aun dando esto
por hecho, queda una cuestión clave por tratar: ¿cómo nace este sentimiento ca-
ritativo? Esta es la idea que Hegel desarrolla en §242 y que es pertinente analizar:
31 Ruda, siguiendo la traducción inglesa del texto de Hegel, utiliza el término poor houses, lo que
me ha ayudado a entender de manera más clara y ha aclarado el carácter específico de estas
«instituciones oficiales para pobres». Para el autor, estas tendrían un doble efecto. Por un lado,
medirían el grado de subsistencia mínimo de la sociedad, y por el otro, al institucionalizarse el
sentimiento de caridad en estas, supondrían un nexo entre la policía y este sentimiento, ha-
ciendo que los efectos del sentimiento caritativo se incrementen. Ibid., p. 28
32 HEGEL, G. W. F., Principios de la Filosofía del Derecho, op. cit., p.308.
33 Ídem.
126 artículos
POBREZA, PLEBE Y CARIDAD EN LA FILOSOFÍA DEL DERECHO DE HEGEL
Está claro que a la caridad siempre le quedará mucho por hacer y que nunca
resolverá la miseria. Es decir, nunca podrá resolver la contradicción que se pro-
pone paliar. Ahora bien, lo interesante aquí es que el resto de las soluciones pro-
puestas por Hegel tampoco lo hacen, y él es consciente de sus limitaciones. Al
fundar la lucha contra la pobreza en preceptos de carácter obligatorio o insti-
tuciones, se está eliminando el carácter contingente que tiene la caridad como
vía para paliar la pobreza. En tanto que es institucionalizada, la lucha en con-
tra de la pobreza pasa a ser algo necesario. Por otra parte, en la medida que
ninguna de las soluciones propuestas acaba con la pobreza, la caridad subje-
tiva podría seguir existiendo. Si ninguna de las vías institucionales existentes
hace desaparecer la pobreza, la ayuda subjetiva y contingente de la caridad
puede seguir dándose como complemento a estas.
En definitiva, la caridad es compatible y se compenetra con la ayuda ins-
titucional. Esta trata de acabar con el elemento contingente de la caridad por
otros medios que hagan de la lucha contra la pobreza algo necesario. A pesar
de todo ello, sigue siendo una vía ineficaz para acabar con la pobreza.
4. Conclusión
34 Ídem.
artículos 127
XABIER NAJARRO ECHANIZ
otredad de la racionalidad moderna; una otredad creada por ella misma, que
permanece excluida por la propia naturaleza del pensamiento»35.
Por otro lado, y a modo de cierre, es pertinente e interesante atender bre-
vemente a la relación que pudiera existir entre la plebe hegeliana tratada ante-
riormente y el proletariado marxiano, ya que algunos aspectos sugieren posibles
semejanzas entre ambos. Para atender a esta cuestión, es útil acudir a la defi-
nición de proletariado que Marx ofrece de él en la Introducción para la crítica de
la Filosofía del Derecho de Hegel:
35 OLVERA GRANADOS, Z., «Violencia, poder y pobreza en Hegel», op. cit., p. 83.
36 MARX, K. «Introducción para la crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel», en HEGEL, G. W.
F., Filosofía del Derecho, introducción de Carlos Marx, Editorial Claridad, Buenos Aires, 1968,
pp. 7-22, aquí p. 21.
37 RUDA, F., Hegel’s rabble: an investigation into Hegel’s Philosophy of right, op. cit.
128 artículos
POBREZA, PLEBE Y CARIDAD EN LA FILOSOFÍA DEL DERECHO DE HEGEL
Bibliografía
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artículos 129
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ARASH ABAZARI,
Hegel's Ontology of Power.
The Structure of Social
Domination in Capitalism
Cambridge University Press, Cambridge, 2020, 218 págs.
ISBN: 978-1-108-83486-5
reseñas 133
MARIO AGUIRIANO BENÉITEZ
4 ABAZARI, A., Hegel´s Ontology of Power. The Structure of Social Domination in Capitalism, Cam-
bridge University Press, Cambridge, 2020, pp. 3-4.
5 HOULGATE, S., The Opening of Hegel´s Logic, Purdue University Press, Indiana, 2005.
134 reseñas
HEGEL'S ONTOLOGY OF POWER. THE STRUCTURE OF SOCIAL DOMINATION IN CAPITALISM
6 Abazari no ofrece otra base textual para su interpretación que esta oscura referencia a la Lógica
como «reino de sombras» —que no apunta en ningún caso hacia lo que él pretende afirmar.
7 Véase PIPPIN, R., Hegel´s Realm of Shadows. Logic as Metaphysics in the Science of Logic, Chicago
University Press, Chicago, 2019 y «Axel Honneth´s Hegelianism», en Interanimations: Receiving
Modern German Philosophy, Chicago University Press, Chicago, 2015, pp. 117-138.
8 HEGEL, G. W. F., Ciencia de la Lógica. Vol I: La Lógica objetiva, Abada, Madrid, 2011, p. 416.
9 Ibid., p. 423.
reseñas 135
MARIO AGUIRIANO BENÉITEZ
marxistas: las ilusiones de igualdad y libertad –la conciencia libre del productor
de mercancías, la ficción del intercambio de equivalentes en el ámbito de la
circulación, etc., constituyen un momento necesario de las relaciones de producción
capitalistas10, del proceso en que la totalidad se reproduce a sí misma a espaldas
de los individuos y a través de ellos. Abazari sostiene que, en la Lógica de la Esencia,
del mismo modo que en El Capital, la co-constitución de las categorías –esencia
y apariencia; substancia y accidentes, etc.– está marcada por la dominación11.
El autor explora ampliamente este punto, clarificando de paso algunos con-
ceptos mancillados por décadas de abusos, críticas tendenciosas e interpretacio-
nes que a menudo parecen abandonar el terreno de la teoría social para entrar
directamente en el del chamanismo12. Las categorías de realidad efectiva –como
unión de esencia y apariencia–, sustancia –como pura mediación entre accidentes
– y totalidad son objeto de un análisis pausado y riguroso, capaz de disipar mitos
e infundios y de dilucidar su utilidad para una lectura hegelianizante de la obra
marxiana, donde el capital como totalidad –como mediación total– es consti-
tuido por la relación de dominación entre la substancia –el capital mismo– y sus
accidentes –los individuos– en y a través las relaciones de clase. En una serie de
capítulos vertiginosos, Abazari desgrana con detalle estas tesis mientras discute
la relación entre Hegel y Spinoza, la ceguera de los fisiócratas y las falsedades
de Karl Popper; el papel del Estado moderno o los errores de Elster y Postone.
Abazari cierra su libro recordándonos que enfatizar el rol del capital como
sujeto conlleva rendirse a su hechizo. Como no se cansa de señalar, el «sujeto
automático»13 es todavía mera substancia (necesidad ciega y compulsión muda),
y la negatividad, encarnada en la oposición entre capital y trabajo, escinde
internamente cada una de sus categorías.
El tránsito al reino de la libertad –concebido por Abazari como el tránsito a la
Lógica del Concepto– obliga a dejar atrás la necesidad ciega del capital. Solo la comu-
nidad de individuos conscientemente asociados puede dar cuerpo a la relación no
antagonística entre lo universal, lo particular y lo individual descrita en el tercer volu-
men de la Lógica. Esta y no otra, nos dice Abazari en una fórmula dudosamente mar-
xista, es «la tarea inacabada de la Modernidad»14–hoy tanto como hace 150 años.
10 Bajo el capitalismo, la libertad e igualdad formales (la libertad del obrero para vender su fuerza
de trabajo, etc.) son de hecho un requisito de la explotación — una ilusión constitutiva, y no un
mero epifenómeno.
11 ABAZARI, A., Hegel´s Ontology of Power. the Structure of Social Domination in Capitalism, op. cit.,
p. 22.
12 Para una crítica del abuso de términos como «totalidad» o «reificación» véase KOSIK, K., Dia-
léctica de lo Concreto. Estudio sobre los problemas del hombre y el mundo, Grijalbo, México D.
F., 1967, pp. 58-59; ADORNO, T. W., Dialéctica Negativa, Akal, Madrid, 2005, pp. 180-181; y
EndNotes, «Error», en EndNotes 5: The Passions and the Interest, 2019, pp. 115-160.
13 MARX, K., Capital. Volumes 1 & 2, Wordsworth Editions, United Kingdom, 2013, p. 103.
14 ABAZARI, A., Hegel´s Ontology of Power. the Structure of Social Domination in Capitalism, op. cit.,
p. 204.
136 reseñas
HEGEL'S ONTOLOGY OF POWER. THE STRUCTURE OF SOCIAL DOMINATION IN CAPITALISM
Bibliografía
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Referencias online
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ble en: https://endnotes.org.uk/file_hosting/EN5_Error.pdf.
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