De La Preocupacioon A La Alabanza

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“​Dios no está distante en medio de lo que estamos enfrentando​”​.

Decimos tales cosas, pero


¿realmente lo creemos? Da miedo cuando los hechos frente a nosotras parecen apuntar a
resultados que realmente creímos que Dios prevendría. Entonces, ¿qué deberíamos hacer
cuando la preocupación parece ser la voz más alta que escuchamos en nuestras mentes?

Recordamos quién es Dios.

No confiamos en un Dios ausente.

No seguimos a un Dios desleal.

No servimos a un Dios sin sentido.

Servimos a un Dios que sabe exactamente lo que estamos enfrentando hoy y no se encuentra
desprevenido por nuestras circunstancias. La alabanza no se trata solo de cantar ... se trata
de recordar. En medio de todo esto, queremos ofrecerte algunas formas prácticas de recordar
quién es Dios y ayudarte a mantenerte conectada con la Verdad que se encuentra solo en Su
Palabra.

De la preocupación a la alabanza​ es un devocional de siete días que te ayudará a:

● Encontrar la paz cuando tengas la tentación de entrar en pánico.


● Luchar contra el miedo cuando está halando tu corazón hacia los peores escenarios.
● Practicar la confianza en Dios en medio de circunstancias inciertas.

1
Encontrando la paz cuando estamos tentadas a entrar en pánico
Lysa TerKeurst

Y cuando Daniel supo que el edicto había sido firmado, entró en su casa, abrió las ventanas
de su alcoba que daban hacia Jerusalén, y tres veces al día se arrodillaba y oraba a su Dios,
dándole gracias como acostumbraba hacerlo. Daniel 6:10 (RVC)

Nada puede lanzarme a un hoyo tanto como las circunstancias que no puedo controlar. Es
ese lugar donde la ansiedad amenaza con tragarme por completo mientras mi mente corre a
través de todo lo desconocido y lo que podría o no suceder, lo cual provoca miedo.

Es por eso que estoy tan agradecida por el gran ejemplo de Daniel en las Escrituras. Daniel
6:1-15 nos muestra una imagen tan clara de lo que podemos hacer cuando todo lo que se
siente seguro en nuestras vidas comienza a ser atacado.

En Daniel 6:10, Daniel acaba de enterarse de que cualquiera que sea sorprendido orando a
alguien aparte del rey Darío será arrojado al foso de los leones. ¿Puedes imaginar el nivel de
temor que este edicto podría haber despertado en Daniel? Podría haberse encontrado
fácilmente en un pozo de desesperación antes de llegar a ese pozo lleno de leones. Pero la
reacción de Daniel es asombrosa.

Daniel se va a casa, abre las ventanas y ora de todas formas. Me pregunto si yo podría haber
sido tan valiente.

¿Y sabes qué eligió orar?

«¡Dios, sálvame!»

«¡Dios, no es justo!»

«¡Dios, esto es demasiado!»

«¡Dios, hiere a mis enemigos y elimínalos!»

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No. Ninguna de las mencionadas arriba.

Daniel 6:10b nos dice que Daniel pronunció oraciones de gratitud. ​“Y tres veces al día se
arrodillaba y oraba a su Dios, dándole gracias como acostumbraba hacerlo”.​

Como la respuesta de Daniel es tan opuesta a la que la mayoría de nosotras tendría, esto me
motiva a detenerme y reflexionar. Y lo que descubro son tres poderosas verdades que quiero
recordar y vivir.

1) El agradecimiento debe convertirse en un hábito.

Nuestras respuestas iniciales suelen ser un producto secundario de los hábitos que hemos
establecido en nuestra vida. El hecho que la reacción de Daniel fue pronunciar oraciones
llenas de gratitud, me dice que la gratitud y la confianza en Dios estaban al frente y en el
centro del corazón de Daniel. Daniel fue capaz de dar gracias, incluso en medio de
circunstancias incontrolables, porque ya era un hábito que había formado en su vida.

2) La lucha contra el miedo comienza en el momento en que empezamos a agradecer.

Parece que el ser una persona agradecida ayudó a Daniel a combatir el miedo. Ni una sola
vez se menciona a Daniel tratando de esconderse. No se puso a tratar de controlar o
manipular su situación. Simplemente abrió las ventanas y oró donde todo el mundo pudiera
verlo.

Daniel no vivía negando sus circunstancias. Daniel acudía a Dios en medio de sus
circunstancias.

3) No siempre podemos arreglar nuestras circunstancias, pero podemos fijar nuestros


ojos en Dios.

La postura de Daniel durante la oración es reveladora. Primero, vemos que Daniel estaba
orando hacia Jerusalén - una postura basada en las palabras del Rey Salomón en 1 Reyes
8:35-51 durante la dedicación del templo. Daniel sabía de dónde venía su ayuda y esperanza
- venía de Dios, y sólo de Dios.

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El profundo nivel de confianza de Daniel también se revela en que estaba arrodillado mientras
oraba. La postración es un signo de estar consciente de sí mismo y de Dios. (1 Reyes 8:54,
Esdras 9:5, Lucas 22:41, Hechos 7:60) Es un acto de humildad profunda. Puede que no
siempre estemos de rodillas cuando oramos, pero siempre podemos elegir la postura del
corazón de Daniel.

Pidamos al Señor que nos ayude a fijar nuestros ojos en Él con humildad y gratitud en vez de
enfocarnos en nuestros problemas de hoy. Y permitamos que la vida de Daniel sea una
prueba para nuestros corazones de que las palabras de Isaías 26:3 son verdaderas: Dios es
capaz de mantener en perfecta paz a aquellos cuyas mentes están fijas en Él, porque confían
en Él.

Liberando mi corazón de la prisión de la preocupación


Shirley Desmond Jackson

Más bien, acumulen para sí tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el óxido carcomen, ni los
ladrones se meten a robar. Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón. Mateo
6:20-21 (NVI)

Suspirando, miré el reloj. Incluso antes de que mi alarma anunciara el día, una sensación de
fatalidad inminente demasiado familiar envolvió mi espíritu. Sin estar lista para comenzar mi
mañana, pero incapaz de volver a dormirme, me levanté de la cama con poca energía.

Enfócate​, me recordé a mí misma. ​Recuerda enfocarte.

Mi batalla contra la ansiedad comenzó cuando era una niña pequeña. Cada vez que temo al
fracaso, o mi vida comienza a girar fuera de control, el estrés me roba la paz y mata mi
alegría. A la preocupación le gusta tomar como rehén a mi corazón.

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En esta mañana en particular, tres eventos igualmente angustiantes preparaban el escenario
para que la ansiedad capturara mi corazón y creara caos:

La salud de mi madre anciana comenzó a fallar.


Un hijo adulto tomó una decisión dolorosa.
El ambiente de trabajo de repente se volvió hostil.

Cualquiera de estas situaciones habría causado angustia, pero la combinación de ellas


amenazó con aplastarme por completo. Mi corazón pesado luchó por encontrar la paz
mientras mis pensamientos explotaban en mil direcciones diferentes. Preguntas sin respuesta
al estilo de "¿Qué pasaría si ...?", inundaron mi conciencia.

¿Qué hacemos cuando el mundo se desmorona a nuestro alrededor, haciéndonos sentir


impotentes y sin esperanza? ¿Cómo podemos restaurar la paz en nuestros corazones?

Jesús nos enseña que necesitamos enfocarnos:

Más bien, acumulen para sí tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el óxido carcomen, ni los
ladrones se meten a robar. Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón (​ Mateo
6:20-21).

En este pasaje, Jesús usa la palabra "tesoro" en sentido figurado. Traducido como un
depósito de riquezas, incluye los pensamientos atesorados que almacenamos en nuestros
corazones y mentes. Jesús promete que nuestros corazones seguirán a donde sea que
pongamos nuestro tesoro.

Esto significa que puedo determinar la condición de mi corazón simplemente eligiendo dónde
guardo mi tesoro. Realmente se reduce a mi enfoque.

El apóstol Pablo reflejó este mensaje cuando nos recordó que ​[fijáramos] nuestros ojos en
Jesús (​ Hebreos 12:2). Para fijar nuestros ojos en Jesús, debemos apartarlos de todo lo

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demás. Entonces, cuando la ansiedad me invade y llena mi corazón de pensamientos salvajes
e inquietantes, yo puedo elegir. ¿Dónde pondré mi tesoro?

Si me concentro en la incertidumbre y dejo que mis pensamientos corran desenfrenados, mi


corazón seguirá siendo prisionero de la preocupación. Pero tengo otra opción. Puedo
enfocarme en Jesús.

Fijar mis ojos en Jesús no sanará a mi madre, ni protegerá a mi hijo de las consecuencias de
una mala decisión, ni restablecerá la armonía en mi lugar de trabajo. Pero cuando me sumerjo
en el tesoro que tengo en Jesús, encuentro estas gemas preciosas:

Una luz que penetra mi oscuridad. (Juan 8:12)


Un pastor que guía mi camino. (Juan 10:14)
Un compañero que aligera mi carga. (Mateo 11:29-30)

Mientras me enfocaba en Jesús esa mañana, mi corazón finalmente encontró su lugar,


acurrucado en Jesús, mi tesoro. Finalmente lista para enfrentar mi día, salí, no con temor, sino
con determinación.

Con Jesús como mi tesoro, la ansiedad ya no mantiene cautivo mi corazón.

Cómo luchar cuando el miedo nos declara la guerra


Kaitlin Garrison

Y que la paz de Cristo gobierne en sus corazones, pues a ella fueron llamados en un solo
cuerpo y sean agradecidos. La palabra de Cristo habite abundantemente en ustedes,
​ olosenses 3:15-16a
enseñándose y amonestándose los unos a los otros en toda sabiduría. C
(RVA, 2015)

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La batalla comenzó en el momento en que abrí los ojos. Mañana tras mañana, sentimientos
de temor y ansiedad invadían mi mente. Me encontraba en el meollo de mi primer año de ser
maestra y aunque trataba de poner todo mi empeño, no podía encontrar alivio de la ansiedad.

Me recordaba a mí misma: ​el miedo es un mentiroso.​ Pero su respuesta era tan fuerte: ​las
cosas siempre serán así; siempre te sentirás así.​ Día tras día, era víctima de una batalla que
no podía ver y me sentía incapaz de ganarla.

Nuevas temporadas en nuestras vidas pueden alimentar la ansiedad porque sentimos


inseguridad de lo desconocido y nos sentimos incompetentes al navegar por aguas nuevas.
Cualquier tipo de cambio tiende a desafiar nuestra zona de confort y nos hace cuestionar
quiénes somos y de qué somos capaces. Afortunadamente, en su carta a la iglesia de
Colosas, Pablo nos da un plan de batalla de tres pasos que nos recuerda nuestra identidad en
Cristo y puede ayudarnos a luchar contra el miedo, especialmente en medio de aguas
inexploradas:

Y que la paz de Cristo gobierne en sus corazones, pues a ella fueron llamados en un solo
cuerpo y sean agradecidos. La palabra de Cristo habite abundantemente en ustedes,
enseñándose y amonestándose los unos a los otros en toda sabiduría (​ Colosenses 3:15-16a).

1. ​Y que la paz de Cristo gobierne ...


La palabra griega utilizada aquí como gobernar es ​brabeuō,​ que significa "ser árbitro". Los
árbitros siempre tienen la última palabra. Cuando dejamos que la paz de Cristo sea el "árbitro"
en nuestros corazones, nos aferramos a las verdades del Evangelio que nos traen paz y
expulsan las mentiras. Para mí, esto significa cargar un "libro de batalla" lleno de versículos
que combaten la ansiedad. Leer estos versículos en voz alta pone tanto al miedo como a Dios
en el lugar que les corresponde.

2. ​Y sean agradecidos...
Recientemente, los científicos han publicado investigaciones que muestran el impacto que
tiene la gratitud en la disminución del estrés y la preocupación. Cuando estamos en un estado

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de ansiedad, vemos todas nuestras carencias. Sin embargo, cuando damos gracias a Dios
por las cosas más pequeñas, reconocemos la abundancia en nuestra vida. La ansiedad no
puede nublar nuestra visión tan fácilmente cuando estamos reconociendo la provisión de Dios
a lo largo de nuestros días.

3. ​Amonestándose los unos a los otros en toda sabiduría...


Con Su gracia, Dios nos ha dado el cuerpo de creyentes que poseen diferentes fortalezas y
dones. Durante esas mañanas llenas de miedo, llamaba o mandaba un mensaje de texto a
una amiga y ellas oraban por mí, me animaban o me mandaban una palabra de sabiduría que
me apoyaba durante el día. Es algo hermoso invitar a tu tribu a tu batalla y ver cómo Dios
pelea por ti a través de ellas.

Amiga, el Señor nos ha equipado para luchar contra el miedo a través de Su palabra, a través
del cuerpo de los creyentes y por medio del poder de Cristo en nosotras. Aunque la ansiedad
puede declarar una guerra por el control de nuestras mentes, podemos clamar al Príncipe de
Paz quien silencia todo temor.

Manteniendo nuestras mentes en perfecta paz


Sarah E. Brooks

Al de carácter firme lo guardarás en perfecta paz, porque en ti confía. I​ saías 26:3 (NVI)

Solía ser valiente. Ahora tenía tanto miedo que apenas podía respirar. Me limpié las lágrimas
con la manga de mi blusa y luché para calmar mi respiración agitada. Después de la llamada
con el consultorio del médico, mi corazón continuaba a palpitar aceleradamente.

Mi bebé de cinco meses jugaba felizmente en el suelo, completamente ajena a la situación a


la que enfrentábamos. En dos semanas, la entregaría a un neurocirujano pediátrico para su

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primera cirugía cerebral. Un defecto genético significaba que la vida de mi hija estaba en
riesgo y la cirugía cerebral de emergencia era la única solución.

Me sentía desesperanzada.
Me sentía ansiosa.

El futuro ya no era algo que anticipaba con entusiasmo, sino algo que temía.

Mi mente se enfocaba en todas las cosas que podrían salir mal. ¿Qué pasaría si sufre daño
cerebral? ¿Qué pasaría si la cirugía falla? ¿Qué pasaría si la pierdo? Cada "qué pasaría si"
me llevaba más al fondo de un agujero de ansiedad y miedo. Cuanto más me concentraba en
el problema, más preocupación se penetraba en mi corazón. Era un miedo que se sentía
tangible. La noche antes de su cirugía, supliqué por la paz y protección de Dios. Quería que
me prometiera que todo iba a estar bien. Miré hacia donde mi hija dormía profundamente en
su cuna. Ella sonrió y suspiró en su sueño. No estaba preocupada por el mañana. Dios me
trajo a la mente las palabras que había leído ese mismo día en Isaías 26:3:​ Al de carácter
firme lo guardarás en perfecta paz, porque en ti confía.​ En ese momento, sentí a Dios
susurrando: «¿Confías en mí?».

Dios no me prometió que la cirugía tendría éxito. No prometió que todos mis problemas se
resolverían en un instante, pero me recordó que Él es digno de confianza. Incluso, si mis
mayores temores se hicieran realidad, Él estaría conmigo en cada paso del camino.

La paz no llega cuando nuestros problemas desaparecen, sino cuando elegimos enfocar
nuestros corazones y mentes en quién es Dios. Él es el guardián de nuestra paz. Cuando me
concentro en mis problemas, me preocupo. Cuando me concentro en mi Dios, experimento Su
paz y Su presencia. Es una elección diaria, minuto a minuto, centrar mi mente en Él.

La paz llega cuando aprendemos a enfocar nuestro corazón, ojos y mentes no en nuestra
situación, sino en nuestro Salvador. A medida que aprendemos a confiar, aprendemos que Él
es digno de confianza. La mente que se mantiene ​en perfecta paz ​será capaz de soportar las
tormentas de la vida, porque confía en el que está en control de las olas.

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Confiando en Su fiel amor

Julie Sunne

Pero yo confío en tu gran amor; mi corazón se alegra en tu salvación.​ Salmo 13:5 (NVI)

El nudo en mi estómago se tensó. Pronto, le tendría que decir. Miré el reloj por lo que parecía
ser la centésima vez. En cualquier momento mi jefe daría por finalizado el día, y la
oportunidad para decirle que renunciaba tendría que esperar. Sin embargo, entró la duda. Tal
vez me estoy precipitando. O estoy siendo perezosa. O peor, insensata. Quizás, todavía hay
una manera de hacer que esto funcione.

Dejar mi trabajo de medio tiempo en la funeraria requirió días de oración y conversación con
mi esposo. Analizamos las implicaciones, sopesando los pros y contras. Y nos sentimos en
paz sobre mi decisión de renunciar. Como cuidadora de mi hija de 21 años con discapacidad
intelectual, necesitaba estar más disponible para ella. Entonces, ¿por qué dudaba en llevarlo
a cabo? ¿Acaso no confiaba en que Dios se encargaría de las consecuencias que traería el
cambio?

Finalmente, giré mi silla para ver a mi jefe de frente y dije: «¡necesito renunciar!». Mientras
explicaba mis razones a un hombre algo sorprendido, pero comprensivo, mi teléfono sonó.
Era mi hijo menor, quién nunca suele llamar. Deslicé mi dedo en la pantalla de mi celular para
contestar la llamada. «Hola cariño, ¿qué sucede?».

Cualquier duda previa sobre renunciar se desvaneció rápidamente cuando Joey me explicó
que, una vez más, nadie se había presentado para cuidar a Rachel. Le agradezco a Dios que
estuviera en casa por las vacaciones de Navidad y que cuidara a su hermana hasta que mi
esposo o yo llegáramos a casa. Las lágrimas se deslizaron por mis mejillas. Dios gentilmente
me había dado la confirmación que tanto deseaba.

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Pero ¿por qué no puedo confiar en Él sin una afirmación tan obvia? ¿Por qué insisto en
evidencia de Su constante cuidado y presencia? Quiero confiar en Dios sin importar cuán
incierta o grave parezca la situación. Y luego leí Salmo 13 y recibí una nueva visión de cómo
tener esa fe. Nuestro versículo clave, Salmo 13:5, dice, ​Pero yo confío en tu gran amor; mi
corazón se alegra en tu salvación.​ Sorprendentemente, el rey David escribió esta declaración
de fe solo unos pocos versículos después de expresar desesperanza en su situación actual,
¿Hasta cuándo, Señor, me seguirás olvidando? ¿Hasta cuándo esconderás de mí tu rostro?
(Salmo 13:1, NVI).

¡De una expresión de desesperación a una declaración de certeza absoluta en su liberación!


¿Cómo podría el rey David estar tan seguro de la liberación de Dios ante situaciones tan
difíciles? La primera mitad del versículo 5 nos dice, ​Pero yo confío en tu gran amor ... (Salmo
13:5). David había visto el amor fiel de Dios en acción. Dios había sido confiable en el pasado,
y David lo recordaba. Y como el carácter de Dios nunca cambia, el rey sabía que aún podía
confiar en Él.

Podemos tener la fe del rey David. Podemos confiar en Dios cuando todo parece incierto o sin
esperanza. Implica reflexionar y recordar; mirar hacia atrás en nuestras vidas y ver el obrar de
Dios. Mirar atrás y recordar Su fiel amor. Y mientras lo hacemos, podemos caminar con
seguridad hacia un futuro incierto, confiando en nuestro Señor inmutable y constante.

Cruzando el puente entre el sufrimiento y la paz


Teresa Fritschle

Yo les he dicho estas cosas para que en mí hallen paz.​ Juan 16:33a (NVI)

«¿Por qué?»

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Es una de las primeras preguntas que hacemos cuando comenzamos a hablar. De niños, la
pregunta nos ayuda a aprender sobre el mundo. También nos ayuda a aprender la diferencia
entre lo bueno y lo malo. Pero en algún momento, será un grito nacido del sufrimiento.

El año más difícil de mi vida comenzó en el verano del 2008, cuando mi padre falleció
inesperadamente a los 65 años de edad. Estábamos celebrando su jubilación y anhelando ver
todas las aventuras que él y mi mamá tenían por delante. Ten​ían tantos planes. Y de repente,
todo se terminó. ​¿Por qué?

Unos ocho meses después, a la edad de 41 años, me diagnosticaron cáncer de mama.


Nuevamente, ¿por qué?

Durante ese año de pérdida y enfermedad, luc​hé mucho con Dios. Literalmente grité al cielo.
«​¿POR QUÉ SEÑOR?»

Te cuento - mi cabeza sabe que vivimos en un mundo caído. El pecado que nació en el jardín
de Edén trajo consigo la muerte y la enfermedad. Además de eso, aunque quisiera que no
fuera cierto, no soy perfecta. Todas nos equivocamos mucho. Y Jesús nos dice en Juan
16:33, que vamos a experimentar sufrimiento. Ahí estaba yo en medio de ello. Y pensé que si
solo supiera el por qué, me sentiría mucho mejor. Si supiera por qué, todo tendría sentido, y
tendría algo de paz.

Pero no hubo respuestas a mis porqués. Nadie podía decirme por qué Dios había llamado a
mi padre al cielo cuando lo hizo. Y ni siquiera la ciencia podía decirme por qué tenía cáncer,
sin tener antecedentes familiares o marcadores genéticos presentes.

Luego, una noche mientras clamaba al Señor, 1 Corintios 13:12 me susurró en respuesta.
Dios me recordó que si Él sabe por qué, es suficiente: ​Porque ahora vemos por un espejo,
veladamente, pero entonces veremos cara a cara; ahora conozco en parte, pero entonces
conoceré plenamente, como he sido conocido (​ LBLA).

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Esto me llevó de regreso a Juan 16:33, Yo les he dicho estas cosas para que en mí hallen
paz. En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo.

Jesús nos dice que experimentaremos aflicciones. Pero primero, nos promete paz en Él. Al
darme cuenta que Dios me estaba pidiendo que entregara mis porqués a Él, confiándolos a
Él, encontré el puente entre mis sufrimientos y la paz que Cristo promete.

Dios es confiable y fiel en todas las cosas. Sé todo lo que necesito saber ahora, porque lo
conozco. Si Él quiere o necesita que sepa m​ás, lo sabré. Pero cuando no hay respuesta al
porqué​, necesito detenerme y mejor preguntar ​«¿quién?». Esa pregunta siempre tiene una
respuesta: Dios. Y Él es bueno.

Cuando el peso de la ansiedad no se va


Sarah Marr

Los cielos cuentan la gloria de Dios, Y el firmamento anuncia la obra de sus manos.​ Salmo
19:1 (RVR 1960)

El aire comenzaba a volverse fresco, el follaje dejaba ver notas de naranja, amarillo y rojo.
Conducía mi ruta usual en el carril compartido. Mis hombros estaban tensos de cargar una
ansiedad que se sentía como una manta pesada. Había sido una temporada angustiante,
quizás la más agotadora de mi vida. Parecía que no podía aliviar mi corazón de la ansiedad y
preocupación que sentía por uno de mis hijos. Las visitas al médico, las preguntas sin
respuesta, las búsquedas de respuestas en Google, susurraba oraciones pidiendo dirección y
me preguntaba si encontraríamos la ayuda que necesitábamos. Estos pensamientos
preocupaban mi mente la mayoría de los días. Cada vez que me encontraba conduciendo el
auto sola - aunque fueran unos cuantos minutos, se convertía en una oración desesperada
por la ayuda y la sanación de Dios.

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Llegué a una intersección y en el semáforo me preparé a girar a la derecha. Un grupo de
mirlos llamó mi atención mientras bailaban en unísono: derecha, izquierda, arriba y abajo. Se
alineaban perfectamente uno al lado del otro, como si hubieran ensayado el baile numerosas
veces. Finalmente descendieron del aire hacia el cable eléctrico en un rápido y fluido
movimiento. Levanté la vista con asombro mientras se posaban en el cable, unos veinte
pájaros en línea, uno al lado del otro, recuperando el aliento antes de su próximo vuelo.

Un destello de esperanza se agitó en mi corazón mientras giré a la derecha y recordé el


Salmo 19:1, ​Los cielos cuentan la gloria de Dios, Y el firmamento anuncia la obra de sus
manos​. Si el Dios del universo puede crear aves que se deslizan por el aire en una
coreografía, puedo confiar en que el Dios del universo está coreografiando mi vida.

Me detuve en el estacionamiento de la escuela secundaria con mi corazón un poco más


ligero. Mis problemas no estaban desenredados. Todavía tenía preguntas pendientes.
Todavía me preguntaba cómo Dios se iba a manifestar. Pero la tensión de mi ansiedad se
alivió esa tarde cuando reflexioné sobre el trabajo del Coreógrafo Maestro de la creación y Su
obra en mi propia vida.

Quizás hoy tú también estás lidiando con el peso de la ansiedad. Tal vez estás orando por
respuestas, pero las respuestas no parecen llegar. Tal vez te sientes desesperanzada por
recibir ayuda, desesperada por ver que la ansiedad y el estrés se resuelvan. Intentaste librarte
de la tensión simplemente bloqueando la ansiedad de tu mente, o intentaste buscar
respuestas en Internet. Tal vez te has quedado sin oraciones para orar, o has perdido la
esperanza de hallar un camino libre.

Cuando el peso de la ansiedad no se va, deja que Aquel que coreografió la creación en su
lugar levante tu cabeza. Mira hacia arriba y alrededor y considera el arte de la creación de
Dios. Observa la obra compleja de tu Creador y permite que la maravilla de Su cuidado en la
creación calme tu ansiedad. Dios está coreografiando un baile milagroso en tu vida, y puedes
confiar en que Él orquestará cada detalle. Puedes dejar de esforzarte por descubrir tu próximo

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paso y confiar en Aquel que quiere guiar tu vida. Tu corazón puede estar libre de la carga de
la ansiedad al confiar en Dios con el baile de tu vida.

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