Domingo de Ramos
Domingo de Ramos
Domingo de Ramos
MISA
PRIMERA LECTURA
Mi señor me ha dado una lengua de discípulo, para saber decir al abatido una palabra de
aliento. Cada mañana me despierta el oído, para que escuche como los discípulos. El
señor me abrió el oído y yo no resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me
golpeaban, las mejillas a los que tiraban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes y
salivazos. El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro
como roca, sabiendo que no quedaría defraudado. Palabra de Dios.
Salmo responsorial Sal 21, 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24 (R.: 2a)
Me acorrala una jauría de mastines, me cerca una banda de malhechores, me taladran las
manos y los pies, puedo contar mis huesos. R.
Se reparten mi ropa, echan a suertes mi túnica. Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
fuerza mía, ven corriendo a ayudarme. R.
Contaré tu fama a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré. Fieles del señor,
alábenlo; linaje del Jacob, glorifíquenlo; témanlo, linaje de Israel. R.
SEGUNDA LECTURA
EVANGELIO
C. Faltaban dos días para la fiesta de la Pascua y de los panes Ázimos. Los sumos
sacerdotes y los escribas andaban buscando el modo de arrestar a Jesús con engaño y
darle muerte, pero decían:
C. Estando Jesús en Betania, en casa de Simón, el leproso, sentado a la mesa, llego una
mujer con un frasco de perfume muy caro, de nardo puro; quebró el frasco y lo
derramo en la cabeza de Jesús. Algunos comentaban indignados:
S. – « ¿A qué vienen este derroche de perfume? Se podía haber vendido por mas de
trescientos denarios para dárselo a los pobres».
C. Judas Iscariote, uno de los Doce, se presentó a los sumos sacerdotes para entregarles
a Jesús. Al oírlo, se alegraron y le prometieron dinero. Él andaba buscando ocasión
propicia para entregarlo.
¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?
C. Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho
y prepararon la cena de pascua.
C. Al atardecer, fue él con los Doce. Mientras estaban a la mesa comiendo, dijo Jesús:
† «Les aseguro que uno de ustedes me va a entregar, uno que está comiendo conmigo».
S. « ¿Seré yo?»
C. Respondió:
† «Uno de los Doce, el que está mojando en la misma fuente que yo. El Hijo del hombre
se va, como está escrito de él; pero ¡ay del que va a entregar al Hijo del hombre!
¡Más le valdría no haber nacido!»
C. Y, tomando en sus manos una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio, y todos
bebieron. Y les dijo:
† «Esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Les aseguro que no
volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de
Dios».
C. Después de cantar el salmo, salieron para el monte de los olivos. Jesús les dijo:
C. Pedro replicó:
C. Jesús le contesto:
† «Te aseguro que tú hoy, esta noche, antes que el gallo cante dos veces, me habrás
negado tres».
C. Pero él insistía:
C. Se llevo a Pedro, a Santiago y a Juan, empezó a sentir terror y angustia, y les dijo:
† « ¡Abba! (padre), tú lo puedes todo; aparta de mí este cáliz. Pero no se haga lo que yo
quiero, sino lo que tú quieres».
C. De nuevo se apartó y oraba repitiendo las mismas palabras. Volvió, y los encontró
otra vez dormidos, pues sus ojos se cerraban de sueño. Y no sabían qué contestarle.
Volvió por tercera vez y les dijo:
† ¿Todavía están dormidos y descansando? ¡Basta ya! Ha llegado la hora; miren que el
Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levántense, vamos!
Ya está cerca el que me va a entregar.
C. Todavía estaba hablando, cuando se presentó Judas, uno de los Doce, y con él gente
con espadas y palos, mandada por los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos.
El traidor les había dado una contraseña, diciéndoles:
S. « ¡Maestro!»
† « ¿Han salido a aprenderme con espadas y palos, como a un bandido? A diario estaba
con ustedes enseñando en el templo y no me detuvieron. Pero, es necesario que se
cumplan las escrituras».
C. Condujeron a Jesús a la casa del sumo sacerdote, y se reunieron todos los sumos
sacerdotes y los ancianos y los escribas. Pedro lo fue siguiendo de lejos, hasta el
interior del palacio del sumo sacerdote; y se sentó con los criados junto a fuego para
calentarse.
S. «Nosotros le hemos oído decir: “Yo destruiré este templo, edificado por hombres, y
en tres días construiré otro no edificado por hombres”».
C. Pero ni en esto concordaban los testimonios. El sumo sacerdote se puso en pie en
medio e interrogó a Jesús:
S. « ¿No tienes nada que responder? ¿Qué son estos cargos que levantan contra ti?»
C. Jesús contesto:
† «Sí, lo soy. Y verán que el Hijo del hombre está sentado a la derecha del
Todopoderoso y que viene entre las nubes del cielo».
C. Mientras Pedro estaba abajo en el patio, llegó una criada del sumo sacerdote y, al ver
a Pedro calentándose, lo miró y dijo:
C. Él lo negó, diciendo:
C. Salió fuera, a la entrada, y un gallo canto. La criada, al verlo, volvió a decir a los
presentes:
C. Apenas se hizo el día, los sumos sacerdotes, con los ancianos, los escribas y el
Sanedrín en pleno, se reunieron, y, atando a Jesús, lo llevaron y lo entregaron a
Pilato. Pilato le preguntó:
C. Él respondió:
† «Tú lo dices».
Por la fiesta solía soltarse un preso, el que le pidieran. Estaba en la cárcel un tal
Barrabás, con los revoltosos que habían cometido un homicidio en la revuelta. La
gente subió y empezó a pedir el indulto como de costumbre.
Pilato contesto:
C. Pues sabía que los sumos sacerdotes se lo habían entregado por envidia. Pero los
sumos sacerdotes alborotaron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás.
S. « ¡Crucifícalo!»
S. « ¡Crucifícalo!»
C. Los soldados se lo llevaron al interior del palacio –al pretorio- y reunieron a toda la
tropa. Lo vistieron de púrpura, le pusieron una corona de espinas, que habían
trenzado, y comenzaron a hacerle el saludo:
C. Y a un tal Simón, natural de Cirene, el padre de Alejandro y Rufo, que al regresar del
campo pasaba por allí, lo obligaron a llevar la cruz de Jesús.
C. Los sumos sacerdotes con los escribas se burlaban también de él, diciendo:
C. Que significa:
† «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»
C. Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le
daba de beber diciendo:
C. El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. El centurión, que estaba enfrente,
al ver cómo había expirado dijo:
C. Había también unas mujeres que miraban desde lejos; entre ellas María Magdalena,
María, la madre de Santiago el Menor y de José, y Salomé, que, cuando él estaba en
Galilea, lo seguían para atenderlo; y otras muchas que habían subido con él a
Jerusalén.
C. Al anochecer, como era el día de la Preparación, víspera del sábado, vino José de
Arimatea, noble senador, que también guardaba el reino de Dios; armándose de valor,
se presentó ante Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Pilato se extraño de que hubiera
muerto ya; y, llamando al centurión, concedió el cadáver a José. Éste compró una
sábana y, bajando a Jesús, lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro, excavando
en una roca, y rodó una piedra a la entrada del sepulcro. María Magdalena y María la
madre de José observaban dónde lo ponían.
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles 10, 34a. 37-43
En aquellos días, Pedro tomo la palabra y dijo: «ustedes bien saben lo que sucedió en el
país de los judíos, comenzando en Galilea, después que Juan predicó el bautismo. Me
refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó
haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.
Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha nombrado
juez de vivos y muertos. El testimonio de los profetas es unánime: que los que creen en
él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados». Palabra de Dios.
R. Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Den gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. Diga la casa de
Israel: eterna es su misericordia. R.
La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es eterna. No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor. R.
La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo
ha hecho, ha sido un milagro patente. R.
SEGUNDA LECTURA
Hermanos: ya que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes de allá arriba,
donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspiren a los bienes de arriba, no a los
de la tierra. Porque ustedes han muerto, y su vida está escondida con Cristo en Dios.
Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces ustedes aparecerán gloriosos con él.
Palabra de Dios.
Secuencia
El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro muy temprano, cuando
aún estaba oscuro, y vio la piedra quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaba
Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo: «se han llevado
del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto». Salieron Pedro y el orto
discípulo y fueron rápidamente al sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro
discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero; y, asomándose, vio las
vendas en el suelo; pero no entró. Llego también Simón Pedro, detrás de él y entró en el
sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no
por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el
otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, vio y creyó. Pues hasta
entonces no habían entendido la escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.
Palabra del Señor.