El Principio de Peter
El Principio de Peter
El Principio de Peter
I N D I C E
Prólogo
por LAURENCE J. PETER
Disparates en la cumbre
La primera presentación pública del Principio de Peter se llevó a cabo en un
seminario, en septiembre de 1960, cuando yo hablaba a un grupo de directores de
una sociedad docente de proyectos de investigación. Como quiera que cada
participante había expuesto por escrito una sugerencia acertada, cada uno de ellos
había sido premiado con la promoción al cargo de director de uno o más proyectos
de investigación. Algunos de aquellos hombres tenían habilidades investigadoras,
pero no eran suficientes para su promoción a cargos directivos. Otros eran ineptos
para las finalidades de la investigación, y, en su desesperación, se limitaban
simplemente a repetir una y otra vez los mismos ejercicios estadísticos.
Cuando me enteré de su plan de gastar el tiempo y el dinero del contribuyente en
el redescubrimiento de la rueda, decidí explicarles sus compromisos,
introduciéndolos en el Principio de Peter. Su reacción a mi presentación fue una
mezcla de hostilidad e hilaridad. Un joven estadístico del grupo, en su risa
convulsa, cayó literalmente de su silla. Luego declararía que su intensa reacción fue
causada por mi humorística presentación de unas ideas injuriosas, mientras
observaba, sofocado, al director de investigación del distrito.
En forma humorística
Aunque los casos estudiados fueron compilados cuidadosamente y los datos eran
reales, decidí presentar el Principio de Peter exclusivamente de forma satírica. Sin
embargo, en todas las conferencias pronunciadas entre 1960 y 1964, así como en
los artículos que siguieron a las mismas, se usaron ejemplos con referencias
humorísticas y se emplearon nombres imaginarios, tras los que se ocultaban los
verdaderos personajes.
A pequeñas dosis
Entonces decidí que si el mundo editorial no estaba preparado para lanzar mi
trabajo en forma de libro, lo mejor sería introducir gradualmente el Principio de
Peter en forma de varios artículos cortos. Mr. Hull escribió un artículo para la
revista Esquire, el cuál apareció en el número de diciembre de 1966.
Posteriormente, yo escribí otro, que se publicó en Los Ángeles Time el 17 de abril
de 1967. La respuesta a este artículo, fue impresionante. Se recibieron más de
cuatrocientas cartas en el espacio de unos meses. Me llovieron las peticiones para
pronunciar conferencias y escribir artículos, peticiones que procuré complacer en la
medida de mis posibilidades.
LAURENCE J. PETER
Agosto de 1970
Dr. Laurence J. Peter y Raymond Hull El Principio de Peter
Introducción
por RAYMOND HULL
Wellington, examinando la lista de oficiales que le habían sido asignados para la campaña de
Portugal de 1810, dijo: "Sólo espero que el enemigo tiemble como yo cuando lea la lista de sus
nombres."
El general de la Guerra de Secesión americana Richard Taylor, hablando de la batalla de los Siete
Días, observó- "Los jefes confederados no tenían más conocimientos sobre la topografía del
terreno situado a un día de marcha de la ciudad de Richmond que los que poseían sobre la del
África Central."
Robert E. Lee se lamentó amargamente en una ocasión:
"No puedo conseguir nunca que se cumplan mis órdenes."
Durante la mayor parte de la Segunda Guerra Mundial, las Fuerzas Armadas británicas
combatieron con explosivos muy inferiores, a igualdad de peso, respecto a los contenidos en las
bombas y granadas alemanas. Ya en 1940, los científicos británicos sabían que la económica y
sencilla adición de un poco de aluminio pulverizado duplicaría la potencia de los explosivos
existente pero este conocimiento no fue aplicado, hasta finales de 1943.
En la misma guerra, el capitán australiano de un buque hospital hizo revisar los depósitos de agua
de la nave después de haberse efectuado determinadas reparaciones, y descubrió que su interior
había sido pintado con minio. Todos los hombres que se encontraban a bordo se habrían
envenenado.
Estas cosas, y centenares de otras parecidas, las he visto, oído y leído. He aceptado la
universalidad de la incompetencia.
He dejado de sorprenderme cuando un cohete lunar no consigue despegar del suelo porque ha
sido olvidado algo, porque algo se rompe, algo no funciona o algo estalla prematuramente.
Ya no me deja atónito observar que un consejero matrimonial a sueldo del Gobierno es
homosexual.
Ahora espero que los estadistas se revelen incompetentes para cumplir sus promesas electorales.
Doy por supuesto que, si hacen algo, probablemente será llevar a la práctica las promesas de sus
adversarios.
Esta incompetencia ya sería bastante enojosa si se hallara limitada a las obras públicas, la
política, los viajes espaciales y otros campos igualmente vastos y remotos de la actividad
humana. Pero no existe tal limitación. Se encuentra también a nuestro lado, constituyendo un
omnipresente y pestífero fastidio.
Mientras escribo esta página, la mujer del apartamento contiguo está hablando por teléfono.
Puedo oír todas y cada un a de sus palabras.
Son las diez de la noche, y el hombre del apartamento vecino del otro lado está acatarrado y se ha
acostado temprano. Oigo su tos intermitente. Cuando se da la vuelta en la cama, oigo el chirrido
de los muelles, No vivo en una casa de huéspedes barata, éste es un moderno y caro bloque de
apartamentos, construido en cemento. ¿Qué es lo que falla en la gente que lo construyó?
Él otro día, un amigo mío compró una sierra para metales, la llevó a su casa y empezó a cortar un
cerrojo de hierro. A la segunda pasada, la hoja saltó se rompió la ranura en que estaba encajada
en la empuñadura, de tal modo que no pudo volver a ser utilizada.
La semana pasada, quise utilizar un magnetófono en el escenario de la sala de actos de una
escuela superior. No pude conseguir energía eléctrica para hacerlo funcionar. El encargado del
edificio me dijo que, en el año que llevaba allí, le había sido imposible encontrar un conmutador
que diera corriente a los enchufes del escenario.
Estaba empezando a pensar que no se hallaban conectados a la red.
Esta mañana salí a comprar una lámpara de mesa. En un gran establecimiento de muebles y
accesorios encontré una lámpara que me gustaba. El dependiente iba a envolvérmela, pero le pedí
que la probara primero. (Me estoy volviendo previsor.) Evidentemente, no estaba acostumbrado a
probar aparatos eléctricos, porque tardó mucho en encontrar un enchufe. Finalmente, enchufó la
lámpara, ¡y no pudo encenderla! Probó otra lámpara del mismo modelo, y tampoco se encendió.
Toda la remesa de lámparas tenía conmutadores defectuosos. Me marché.
Recientemente, encargué sesenta metros cuadrados de fibra de vidrio aislante para una casita de
campo que estoy restaurando. Permanecí junto al empleado, para cerciorarme de que anotaba
correctamente la cantidad. ¡En vano! La casa suministradora me pasó una factura por setenta
metros cuadrados ¡y despachó noventa!
La educación, a menudo tenida como remedio para todos los males, no parece constituir remedio
para la incompetencia... En este terreno, la incompetencia llega a grados extremos. Uno de cada
tres graduados de escuela superior no sabe leer al nivel normal del quinto grado. Es ya habitual
que los colegios universitarios den lecciones de lectura a los recién ingresados. En algunos
colegios, ¡el veinte por ciento de los alumnos de nuevo ingreso no saben leer lo suficientemente
bien como para entender sus libros de texto.
Yo recibo correo de una gran Universidad. Hace quince meses, cambié de domicilio. Envié a la
Universidad el habitual aviso: mi correo siguió llegando a la dirección antigua. Tras dos avisos
más de cambio de domicilio y una llamada telefónica, efectué una visita personal. Señalé con el
dedo en sus registros la dirección ,antigua, dicté la nueva y vi cómo la anotaba una secretaría. El
correo continuó llegando a la antigua dirección. Hace dos días se produjo una nueva evolución.
Recibí una llamada telefónica de la mujer que me había sucedido en mi antiguo apartamento y
que, naturalmente, había estado recibiendo mi correo de la Universidad. También e acaba de
trasladarse de domicilio, ¡y mi correo de la Universidad ha empezado ahora a llegar a su nueva
dirección!
Como he dicho llegué a resignarme a esta omnipresente incompetencia. Pensaba, sin embargo,
que si se pudiera descubrir su causa, tal vez se encontrara un remedio. Así, pues, empecé a hacer
preguntas.
Escuché muchas teorías.
Un banquero culpaba a las escuelas: "Hoy día los chiquillos no aprenden métodos de trabajo
eficaces. "
Un maestro culpaba a los políticos: "Con semejante falta de eficiencia en la sede del Gobierno,
¿qué puede esperarse de los ciudadanos? Además, se oponen a nuestras legítimas demandas de
adecuados presupuestos de educación. Si pudiéramos tener una computadora en cada escuela..."
Un ateo culpaba a las Iglesias: "... adormeciendo al pueblo con sus fábulas de un mundo mejor y
distrayendo su atención de las cosas prácticas ... "
Un eclesiástico culpaba a la Radio, el cine y la televisión: "... muchas distracciones de la vida
moderna han alejado a las gentes de las enseñanzas morales de la Iglesia".
Un sindicalista culpaba a los empresarios: "... demasiado codiciosos para pagar un salario vital.
Con este salario de hambre un hombre no puede tomarse interés por su trabajo".
Un empresario culpaba a los sindicatos: "El obrero ya no se preocupa hoy día..., no piensa más
que en aumentos de salario, vacaciones y pensiones de retiro."
Un individualista dijo que los sistemas de seguridad social engendran una actitud general de
despreocupación. Una asistenta social me dijo que la relajación moral en el hogar y la
disgregación de la familia origina irresponsabilidad en el trabajo. Un psicólogo dijo que la
represión temprana de impulsos sexuales produce un deseo subconsciente de hacer las cosas mal,
como expiación por los sentimientos de culpabilidad. Un filósofo dijo: "Los hombres son
humanos; siempre habrá accidentes."
Una multitud de explicaciones diferentes, es tan mala como la ausencia de toda explicación.
Empecé a tener la impresión de que nunca comprendería a la incompetencia.
Entonces, una noche, en el vestíbulo de un teatro, durante el segundo entreacto de una obra
mediocremente representada, yo estaba refunfuñando contra los actores y directores
incompetentes y entablé conversación con el doctor Laurence J. Peter, un científico que ha
dedicado muchos años al estudio de la incompetencia.
El entreacto fue demasiado breve para que él hiciera algo más que excitar mi curiosidad. Después
de la función, fui a su casa y permanecí hasta las tres de la madrugada escuchando su lúcida y
sorprendentemente original exposición de una teoría que al fin daba respuesta a mi pregunta:
"¿Por qué incompetencia?"
El doctor Peter exoneraba a Adán, a los agitadores y al accidente, y denunciaba una característica
de nuestra sociedad como perpetradora, y premiadora de la incompetencia.
¡La incompetencia explicada! Mi mente se iluminó ante la idea. Quizás el paso siguiente fuera la
eliminación de la incompetencia.
Con su característica modestia, el doctor Peter se había conformado hasta el momento con hablar
de su descubrimiento con unos cuantos amigos y colegas y dar de vez en cuando alguna
conferencia sobre su investigación. Su vasta colección de casos de incompetencia, su brillante
galaxia de teorías y fórmulas en torno a la incompetencia, no habían aparecido jamás en letras de
molde.
- Es posible que mi Principio beneficiara a la Humanidad - dijo Peter -.- Pero estoy terriblemente
ocupado con la enseñanza y los trabajos en colaboración; están, luego, las reuniones de los
comités de Facultad y mi continua investigación. Quizás algún día clasifique el material y lo
prepare para su publicación, pero en los próximos diez o quince años, simplemente, no tendré
tiempo.
Puse de relieve el peligro de un retraso excesivo, y al fin el doctor Peter accedió a una
colaboración: él pondría a mi disposición las notas v el manuscrito de su extensa investigación;
yo lo condensaría todo en un libro. Las páginas que siguen presentan la explicación del profesor
Peter de su Principio, el más penetrante descubrimiento social psicológico del siglo.
¿Se atreve usted a leerlo?
¿Se atreve usted a enfrentarse, en una deslumbrante revelación, a la razón por la cual las escuelas
no otorgan sabiduría, por qué los Gobiernos no pueden mantener el orden, por qué los tribunales
no imparten justicia, por qué los planes utópicos nunca engendran utopías?
No decida a la ligera. La decisión de seguir leyendo es irrevocable. Si lee, jamás podrá recuperar
su actual estado de bienaventurada ignorancia; jamás volverá a venerar inconscientemente a sus
superiores ni a dominar a sus subordinados. ¡Jamás! El Principio de Peter una vez conocido, no
puede ser olvidado.
¿Qué gana usted con seguir leyendo? Venciendo la incompetencia en usted mismo, y
comprendiendo la incompetencia en los demás, puede usted realizar más fácilmente su trabajo,
conseguir ascensos y ganar más dinero. Puede evitar penosas enfermedades. Puede convertirse en
un conductor de hombres. Puede disfrutar de su ocio. Puede agradar a sus amigos, confundir a sus
enemigos, impresionar a sus hijos y enriquecer y revitalizar su matrimonio.
En resumen, este conocimiento revolucionará su vida..., quizá la salve.
Así, pues, si tiene usted el valor suficiente, continúe leyendo, anote, aprenda de memoria y
aplique el Principio de Peter.
Capítulo Primero
EL PRINCIPIO DE PETER
Cuando yo era pequeño, se me enseñaba que, los hombres de posición elevada sabían lo que
hacían. Se me decía: "Peter, cuanto más sepas, más lejos llegarás." Así, pues, continué estudiando
hasta graduarme y, luego, entré en el mundo aferrado firmemente a estas ideas y a mi nuevo título
académico. Durante mi primer año de enseñanza, me sorprendió descubrir que numerosos
maestros, directores de escuelas, inspectores e interventores parecían ser indiferentes a sus
responsabilidades profesionales e incompetentes para el cumplimiento de sus obligaciones. Por
ejemplo, la preocupación principal de mi director era que todas las persianas se hallaran al mismo
nivel, que hubiera silencio en las aulas y que nadie pisara ni se acercara a los rosales. Las
principales preocupaciones del inspector se reducían a que ningún grupo minoritario, por fanático
que fuese, resultara jamás ofendido, y que todos los impresos oficiales fueran presentados dentro
del plazo estipulado. La educación de los niños parecía estar muy alejada de la mente del
administrador.
Al principio pensé que esto se debía a un defecto especial del sistema escolar en que yo daba
clases, por lo que solicité ser destinado a otro distrito. Cumplimenté los impresos especiales,
adjunté los documentos exigidos y me sometí a todos los trámites burocráticos. ¡Pocas semanas
después, me fue devuelta mi solicitud con todos los documentos!
No, no había nada malo en mis credenciales; los impresos estaban correctamente
cumplimentados; un sello oficial mostraba que habían sido recibidos en perfecto estado. Pero la
carta que les acompañaba decía: "Los nuevos reglamentos establecen que estos impresos no
pueden ser aceptados por el Departamento de Educación a menos que hayan sido certificados en
el servicio de Correos para garantizar su entrega. Le ruego que vuelva a cursar la documentación
al Departamento, cuidando esta vez de hacerlo por correo certificado."
Empecé a sospechar que el sistema escolar local no poseía el monopolio de la incompetencia.
Al pasar la vista en derredor, advertí que en todas las organizaciones había gran número de
personas que no sabían desempeñar sus cometidos.
Un fenómeno universal
La incompetencia ocupacional se halla presente en todas partes. ¿Se ha dado usted cuenta?
Probablemente, todos nos hemos dado cuenta.
Vemos políticos indecisos que se las dan de resueltos estadistas, y a la "fuente autorizada" que
atribuye su falta de información a "imponderables de la situación". Es ilimitado el número de
funcionarios públicos que son indolentes e insolentes; de jefes militares cuya enardecida retórica
queda desmentida por su apocado comportamiento, y de gobernadores cuyo innato servilismo les
impide gobernar realmente. En nuestra sofisticación, nos encogemos virtualmente de hombros
ante el clérigo inmoral, el juez corrompido, el abogado incoherente, el escritor que no sabe
escribir y el profesor de inglés que no sabe pronunciar. En las Universidades vemos anuncios
redactados por administradores cuyos propios escritos administrativos resultar lamentablemente
confusos, y lecciones dadas con voz que es un puro zumbido por inaudibles e incomprensibles
profesores.
Viendo incompetencia en todos los niveles de todas las jerarquías, políticas, legales,
educacionales e industriales, formulé la hipótesis de que la causa radicaba en alguna
característica intrínseca de las reglas que regían la colocación de los empleados. Así comenzó mi
reflexivo estudio de las formas en que los empleados ascienden a lo largo de una jerarquía y de lo
que les sucede después del ascenso.
Para mis datos científicos, fueron recogidos centenares de casos. He aquí tres ejemplos típicos.
Fig. 3. En nuestra sofisticación, nos encogemos virtualmente de hombros ante el clérigo inmoral.
1
Se han cambiado algunos nombres, a fin de proteger al culpable.
desmoralizar al departamento. Llovían las quejas por parte del alcalde y los demás funcionarios,
los contribuyentes y el sindicato de trabajadores.
Cortés continua diciendo "sí" a todo el mundo, y lleva presurosamente mensajes de un lado a otro
entre sus superiores y sus subordinados. Nominalmente es superintendente, pero en realidad hace
el trabajo de un mensajero. El departamento de conservación suele cerrar con déficit el
presupuesto, y, sin embargo, no llega a cumplir su programa de trabajo. En re sumen, Cortés, un
encargado competente, se convirtió en un superintendente incompetente.
Supongamos que es usted dueño de una fábrica de moldeado de píldoras, "Píldoras Perfectas, S.
A.". Su jefe de personal muere de una úlcera perforada. Necesita usted un sustituto.
Usted, naturalmente, vuelve la vista a los moldeadores de que dispone.
La señorita Ovalo, la señora Elipse, el señor Cilindro y el señor Cubo manifiestan todos diversos
grados de incompetencia. Quedarán, como es lógico, descalificados para el ascenso. Usted elegirá
en igualdad de circunstancias a su moldeador más competente, el señor Esfera, y le ascenderá a
jefe de personal.
Supongamos ahora que el señor Esfera acredita su competencia como jefe de personal. Más tarde,
cuando su supervisor general, Rombo, ascienda a gerente, Esfera, será elegible para ocupar su
puesto.
Si, por el contrario, Esfera es un jefe de personal incompetente, no obtendrá más ascenso. Ha
llegado a lo que yo llamo su "nivel de incompetencia". Seguirá donde se encuentra hasta el final
de su carrera.
Algunos empleados, como Elipse y Cubo, alcanzan un nivel de incompetencia en el grado más
bajo, y nunca son ascendidos. Otros, como Esfera (suponiendo que no sea un jefe de personal
satisfactorio), lo alcanzan después de un solo ascenso.
E. Diestro, el encargado del taller de reparaciones, alcanzó su nivel de incompetencia en el tercer
grado de la jerarquía. El general Buenaguerra alcanzó su nivel de incompetencia en la cúspide
misma de la jerarquía.
De este modo, mi análisis de centenares de casos de incompetencia ocupacional me llevó a
formular El Principio de Peter:
Unos cuantos excéntricos tratan de no verse insertos en jerarquías, pero todos cuantos participan
en el comercio, la industria, el sindicalismo, la política, el Gobierno, las Fuerzas Armadas, la
religión y la educación se hallan inmersos en ellas. Todos se encuentran regidos por el Principio
de Peter.
Desde luego, muchos de ellos pueden conseguir uno o dos ascensos, pasando de un nivel de
competencia a otro nivel superior de competencia. Pero la competencia en ese nuevo puesto les
califica para otro nuevo ascenso. Para cada individuo, para usted, para mí, el ascenso final lo es
desde un nivel, de competencia a un nivel de incompetencia2
2
Los fenómenos de “sublimación percuciente” (al que suele aludirse con la expresión “ser botado hacia arriba” y el
“arabesco lateral” no son, como podría creer el observador superficial, excepciones al principio. Son solamente
seudoascensos y serán examinados en el Capítulo Tercero
Capítulo Segundo
EL PRINCIPIO EN ACCIÓN
Un estudio de una jerarquía típica, el sistema escolar de Buenavilla, pondrá de manifiesto cómo
funciona el Principio de, Peter dentro de la profesión docente. Estudie este ejemplo a fin de
comprender cómo opera la jerarquiología dentro de toda organización.
Comencemos por los simples maestros. Para este análisis los agrupo en tres clases: competentes,
moderadamente competentes e incompetentes.
La teoría de la distribución predice, y la experiencia lo confirma, que los maestros se hallarán
desigualmente distribuidos en estas clases: la mayoría en la clase moderadamente competente, y
las minorías en las clases competente e incompetente. Este gráfico ilustra la distribución:
Así, pues, aunque nunca infringe una regla ni desobedece una orden, se ve a menudo en
dificultades y jamás obtendrá un ascenso. Competente como estudiante, ha alcanzando su nivel
de incompetencia como maestra de escuela, Y por consiguiente seguirá en ese puesto a todo lo
largo de su profesión docente.
La mayoría elegible
La mayoría de los maestros que comienzan a ejercer son moderadamente competentes o
competentes, véase la zona del gráfico comprendida entre B y D, y todos serán elegibles para el
ascenso. He aquí uno de estos casos.
Escalando la jerarquía
B. Rusco había sido un estudiante competente, maestro y jefe de departamento, y fue ascendido a
subdirector. En este puesto se llevaba bien con los maestros, alumnos y padres y era
intelectualmente competente. Obtuvo un nuevo ascenso al cargo de director.
Hasta entonces, nunca había tratado directamente con los miembros del Consejo escolar ni con el
inspector de enseñanza del distrito. No tardó en quedar de manifiesto que carecía del tacto y la
diplomacia necesarios para trabajar con estos altos funcionarios. Hizo esperar al inspector
mientras resolvía una disputa entre dos niños. Por hacerse cargo de una clase en sustitución de un
maestro que estaba enfermo, no asistió a una reunión del Comité de Revisión del plan de estudios
convocada por el subinspector.
Trabajaba tan afanosamente en la dirección de su escuela que no le quedaban energías para dirigir
las organizaciones de la comunidad. Declinó ofertas para ser presidente de la Asociación de
Padres y Maestros, presidente de la Liga para la Mejora de la Comunidad y asesor del Comité
Prodecencia en la Literatura.
Su escuela perdió el apoyo de la comunidad, y él cayó en desgracia ante el inspector. Rusco
empezó a ser considerado, por el público y por sus superiores, como un director incompetente.
Cuando el puesto de subinspector quedó vacante, el Consejo escolar rehusó concedérselo a
Rusco. Continúa, y continuará hasta que se retire, frustrado e incompetente como director.
EL AUTÓCRATA.
R. Ibasta, tras demostrar su competencia como estudiantil, maestro, jefe de departamento,
subdirector y director, fue ascendido a subinspector.
Anteriormente, sus obligaciones se habían limitado a interpretar la política del Consejo escolar y
hacer que fuera llevada a cabo eficazmente en su escuela. Ahora, como subinspector, debe
participar en las discusiones del Consejo sobre la línea a seguir, utilizando procedimientos
democráticos.
Pero Ibasta detesta los procedimientos democráticos. Insiste en su condición de experto.
Discursea a los miembros del Consejo en forma muy semejante a como discurseaba a sus
alumnos cuando era maestro. Trata de dominar al Consejo como dominaba a los maestros cuando
era director.
El Consejo considera ahora a Ibasta un subinspector incompetente. No obtendrá más ascensos.
PRONTO PAGO.
El señor Gastón fue un estudiante competente. Profesor de lengua inglesa, jefe de departamento,
subdirector y director. Desempeñó luego competentemente durante seis años el cargo de
subinspector; se mostró patriótico diplomático, afable, y era bienquisto. Fue ascendido a
inspector. Entonces se vio obligado a penetrar en el campo de las finanzas escolares, en las que
no tardó en encontrarse completamente desorientado.
Desde el principio de su carrera docente, Gastón jamás se había preocupado del dinero. Su sueldo
lo administraba su mujer. Ella pagaba todas las facturas de la casa y le daba dinero cada semana
para sus gastos personales.
Se reveló entonces la incompetencia de Gastón en el terreno de las finanzas. Compró gran
número de máquinas de enseñar a una Compañía de dudosa solvencia, que quebró sin llegar
producir ningún programa para las máquinas. Dotó de aparatos de televisión a todas las escuelas
de la ciudad, pese a que los únicos programas que se recibían en la región correspondían al nivel
de la enseñanza media. Gastón ha encontrado su nivel de incompetencia.
La señorita Claravoz, que había sido una estudiante competente y una excelente maestra de
escuela, fue ascendida a supervisora de enseñanza primaria. Ahora tiene que enseñar, no a niños,
sino a maestros. Sin embargo, continúa utilizando las técnicas que tan buen resultado le dieron
con los niños.
Al dirigirse a los maestros, individualmente o en grupos, habla clara y lentamente. Emplea
preferentemente palabras cortas. Explica cada cuestión varias veces en formas distintas, para
tener la seguridad de que es comprendida. Siempre luce en su rostro una radiante sonrisa.
A los maestros les desagrada, lo que llaman su falsa jovialidad y su actitud protectora. Su
resentimiento es tan intenso, que, en vez de procurar llevar a la práctica sus sugerencias, se pasan
largo rato ideando excusas para no hacer lo que ella recomienda.
La señorita Claravoz se ha revelado incompetente para comunicarse con los maestros de escuela.
Por consiguiente, no es apta para un ulterior ascenso y continuará, en su nivel de incompetencia,
como supervisora de enseñanza primaria.
Capítulo Tercero
EXCEPCIONES APARENTES
Muchas personas a las que -menciono en el Principio de Peter se niegan a aceptarlo. Buscan
ansiosamente fallos en mi estructura jerarquiológica, y a veces creen haberlos encontrado. Por
ello, quiero hacer ahora una advertencia: no se deje engañar por excepciones aparentes.
Un fenómeno frecuente
La jerarquiología afirma que toda organización floreciente se caracterizará por esta acumulación
de peso muerto en el nivel ejecutivo, compuesto de sublimados percucientes y candidatos
Un resultado paradójico
La «Sociedad de Radiodifusión Ondas al Aire» es famosa por la fecundidad de su departamento
de producción. Esto ha sido posible gracias a la sublimación percuciente. «Ondas al Aire» ha
trasladado a todo su personal no creador, sobrante y no productivo a un suntuoso complejo
central que ha costado tres millones de dólares.
El complejo central no contiene cámaras, micrófonos ni transmisores; de hecho, se halla a
muchos kilómetros de distancia del estudio más cercano. El personal del complejo central está
siempre frenéticamente ocupado redactando informes, trazando proyectos y concertando
entrevistas para conferenciar unos con otros.
Hace poco, se anunció un reajuste de personal tendente a sistematizar la actividad del centro de
operaciones. Cuatro vicepresidentes fueron sustituidos por ocho vicepresidentes y un ayudante de
coordinación adjunto a la presidencia.
Vemos, pues, que la sublimación percuciente puede servir ¡para dejar sitio libre a los
trabajadores!
UN CASO DE LEVITACION.
La plantilla completa de 82 hombres de un pequeño departamento gubernamental fue trasladada a
otro departamento, dejando al director, con un sueldo de dieciséis mil dólares anuales, sin nada
que hacer ni nadie a quien supervisar. Vemos aquí el raro fenómeno de una pirámide jerárquica
compuesta únicamente por el vértice, ¡suspendido en lo alto sin una base que lo sostenga! A esta
interesante situación la denomino la cúspide flotante.
¿Ha tenido usted alguna vez una experiencia similar? ¿Se le ha dicho alguna vez- «No
suministramos esa información»? El funcionario sabe la solución a. su problema; usted sabe que
la sabe; pero, por una u otra razón, no se la dirá.
Una vez, al ocupar un puesto de profesor en una Universidad, recibí una tarjeta especial de
identificación, extendida por el departamento de personal de la Universidad, que me facultaba
para cambiar cheques en la librería de la Universidad. Fui a la librería, mostré mi tarjeta y
presenté un cheque de viajero del «American Express» por valor de veinte dólares.
-Sólo cambiamos cheques de nómina y cheques personales -dijo el cajero de la librería.
-Pero esto es mejor que un cheque personal -repliqué-. Es incluso mejor que un cheque de
nómina. Puedo cambiarlo en cualquier establecimiento, aun sin esta tarjeta especial. Un cheque
de viajero es tan bueno como el dinero en metálico.
-Pero no es un cheque de nómina ni un cheque personal -insistió- el cajero.
Tras una breve discusión, solicité hablar con el administrador. Me escuchó pacientemente, pero
luego, con expresión distraída, declaró de modo terminante:
-No cambiamos cheques de viajero.
Habrá usted oído hablar de hospitales que se pasan un tiempo precioso rellenando montones de
impresos antes de prestar auxilio a las víctimas de un accidente. Conocerá usted la existencia de
la enfermera que dice: «¡Despierte! Es la hora de tomar su somnífero.»
Tal vez haya leído en los periódicos el caso del irlandés, Michael Patrick O'Brien, que
permaneció durante once meses abordo de un barco que hacía el servicio entre Hong Kong y
Macao. Carecía de los documentos precisos para desembarcar en cualquiera de los dos puertos, y
nadie quería expedírselos.
Particularmente entre funcionarios subalternos, no dotados de facultades discrecionales, se
observa una preocupación obsesiva por que los impresos sean cumplimentados correctamente,
sirvan o no esos impresos para algo útil. No se permitirá ninguna desviación, por leve que sea, de
la rutina habitual.
Automatismo profesional
Denomino a este tipo de conducta automatismo profesional. Para el autómata profesional, está
claro que los medios son más importantes que los. fines; el papeleo es más importante que la
finalidad para la que originariamente fue previsto. Ya no se ve a sí mismo como instrumento al
servicio del público: ¡ve al público como la materia prima que sirve para mantenerle a él, a los
impresos, a las fórmulas y a la jerarquía!
El autómata profesional, desde el punto de vista de sus clientes, o víctimas, parece incompetente.
Por ello, sin duda usted se estará preguntando: -¿Cómo consiguen el ascenso tantos autómatas
profesionales? ¿Y se halla el autómata profesional fuera del radio de acción del Principio de
Peter?»
Para responder a estas preguntas, debo primeramente formular otra: «¿Quién define la
competencia?»
En, tales casos, la consistencia interna es más valorada que el servicio eficiente: ésta es la
Inversión de Peter. Un autómata profesional puede ser denominado también un «inverso de
Peter». Ha invertido la relación medios-fines.
Ahora usted puede comprender las acciones de los inversos de Peter anteriormente descritas.
Si el dependiente del establecimiento de venta de licores se hubiera apresurado a explicar las
reglamentaciones aduaneras, el viajero habría pensado: «¡Qué amable!» Pero su superior le
habría censurado por inflingir una norma del departamento. Si el cajero de la librería hubiera
aceptado mi cheque de viajero, yo le habría considerado una persona servicial: el administrador le
habría reprendido por excederse en sus atribuciones.
1
Existen dos clases de decisiones menores que a veces he visto realizar a inversos de Peter ascendidos:
a) Reforzar el cumplimiento de las reglas.
b) Establecer nuevas reglas para incluir a un caso marginal que no encaja con exactitud en las reglas existentes.
Estas acciones sólo sirven para fortalecer la inversión
Vemos, por tanto, que el automatismo profesional -por fastidioso que a usted le haya podido
parecer- no constituye, después de todo, una excepción al Principio de Peter. Como suelo decir a
mis discípulos, «la competencia, como la verdad, la belleza y las lentes de contacto, está en el ojo
del espectador».
La paradoja explicada
Estos casos ilustran el hecho de que, en la mayoría de las jerarquías, la supercompetencia es más
recusable que la incompetencia.
La incompetencia ordinaria, como hemos visto, no es causa de despido: es, simplemente, un
obstáculo para el ascenso. La supercompetencia conduce a menudo al despido, porque trastorna
la jerarquía y viola con ello el primer mandamiento de la vida jerárquica: la jerarquía debe ser
preservada.
Recordará usted que en el Capítulo Segundo examiné tres clases de empleados: los
incompetentes, los moderadamente competentes y los competentes. En esa ocasión, suprimí, en
aras de la sencillez, los dos extremos de la curva de distribución y omití dos clases más de
empleados. He aquí la curva completa:
Figura 8.
Los empleados de las dos clases extremas los supercompetentes y los superincompetentes- se
hallan igualmente expuestos al despido. Por lo general, son despedidos poco después de haber
sido contratados, y ambos por la misma razón: - tienden a quebrantar la jerarquía. Esta supresión
de extremos recibe el nombre de Exfoliación jerárquica.
Método I.P. n° 1
Método I.P. n° 2
Se crea un. nuevo puesto, con una rimbombante denominación, para el introducido.
2
Para un examen más completo del funcionamiento de las jerarquías bajo un sistema de clases, véase el Capítulo
Séptimo.
productor independiente que había estado con Castelar y Fichero en la agrupación teatral de la
Universidad.
Todo salió bien. Purafé excedió las cifras del presupuesto y consiguió que se asignara un
presupuesto superior para el año siguiente.
CONCLUSIONES
Las excepciones aparentes no son excepciones. El Principio de Peter se aplica a todos los
empleados de todas las jerarquías.
Capítulo Cuarto
IMPULSO Y ASCENSO
Ha visto usted que el Principio de Peter es inmutable y universal, pero tal vez desee saber todavía
cuánto tiempo tardará su ascensión jerárquica. Los capítulos IV y V contribuirán a revelarle este
punto. Volvamos primeramente nuestra atención hacia le elevación acelerada por medio del
impulso.
1. Encuentre un padrino
Un padrino es una persona que, situada por encima de usted en la jerarquía, puede ayudarle a
ascender. A veces, quizá tenga usted que practicar minuciosas investigaciones para averiguar
quién tiene y quién no tiene este poder. Tal vez piense usted que su ritmo de ascenso depende de
los buenos o malos informes emitidos sobre usted por su superior inmediato. Esto puede ser
correcto. Pero la dirección puede saber que su superior inmediato se halla ya en su nivel de
incompetencia, y, por consiguiente, ¡puede conceder poca importancia a sus recomendaciones,
sean a no favorables! Así, pues, no sea superficial: ahonde y encontrará.
2. Motive al padrino
«Un padrino inmotivado no es un padrino.»
Procure que el padrino tenga algo que ganar ayudándole, o algo que perder no ayudándole, a
ascender en la jerarquía.
Mi investigación ha hallado muchos ejemplos de este proceso de motivación, unos fascinantes,
otros sórdidos. No los citaré. Prefiero que este extremo sea una prueba para el lector, una prueba
que denomino el Puente de Peter. Si no puede usted cruzar bajo él por sí mismo, es que ha
llegado ya a su nivel de incompetencia, y ningún consejo mío puede ayudarle.
3. Salga de debajo
«No hay camino mejor que el camino libre. »
Imagine que está usted en una piscina tratando de subir al trampolín. Hacia la mitad de la
escalerilla, su ascenso se halla bloqueado por un bañista que empezó a subir, pero que ha perdido
el valor. Con los ojos cerrados, se aferra desesperadamente a la barandilla. No se caerá, pero no
puede seguir subiendo, y usted no puede rebasarle. En esta situación, los gritos de ánimo
dirigidos a usted por su amigo, que se encuentra ya en la palanca, no sirven de nada.
De modo semejante, en una jerarquía ocupacional, ni sus propios esfuerzos ni el impulso de su
padrino pueden ayudarle a usted si el escalón inmediatamente superior al que usted ocupa está
bloqueado por alguien que se halla en su nivel de incompetencia (un supercolocado). Doy a esta
embarazosa situación el nombre de Atolladero de Peter. (Las cosas han llegado a un atolladero,
etc.)
Volvamos mentalmente a la piscina. Para llegar a lo alto del trampolín, usted bajaría de la
escalerilla que está bloqueada, cruzaría a la escalerilla del otro lado y subiría sin encontrar
obstáculos hasta la palanca superior.
Para ascender en la jerarquía laboral, uno se aparta de la posición situada bajo el supercolocado y
se introduce en un canal de ascenso que no esté bloqueado.
Esta maniobra se denomina Circunambulación de Peter.
Antes de invertir tiempo y esfuerzos en la circunambulación de Peter, cerciórese de que se
encuentra usted realmente en el Atolladero de Peter, es decir, que el hombre situado encima de
usted es un auténtico supercolocado. Si todavía es apto para el ascenso, no es un supercolocado:
no necesita usted sortearle. Practique, simplemente, un poco de paciencia, espere algún tiempo;
será ascendido, quedará un hueco, y el impulso podrá realizar su magnífico trabajo.
Para descubrir, sin lugar a dudas, si su superior es un supercolocado, consulte los indicios
médicos y no médicos de Colocación Final que se describen en los capítulos XI y XII de este
libro.
4. Sea flexible
Ningún padrino puede hacer mucho por usted. Por poner una analogía, un montañero experto
puede impulsar a un escalador más débil izándolo hasta su nivel. Entonces,, el que encabeza la
cordada necesita escalar una nueva altura antes de poder ejercer más impulso.
Pero si el primer padrino no puede trepar más alto, entonces el impulsado debe encontrar otro
padrino que pueda.
Esté, por tanto, preparado, cuando llegue el momento, a desplazar su fidelidad a otro padrino de
rango superior al primero.
«¡No hay mejor padrino que un nuevo padrino! »
Capítulo Quinto
EMPUJE Y ASCENSO
Húndete, y el mundo se hunde contigo.
Empuja, y empujas solo.
Veamos ahora hasta qué punto puede resultar afectado el ritmo de ascenso de un empleado por la
fuerza del empuje.
Han existido muchas falsas concesiones sobre el funcionamiento del empuje, en gran parte a
causa de la insistencia de Alger1 en exagerar la eficacia del empuje como medio de ascenso.
Preciso es, en efecto, deplorar el anticientífico y equivocado ardor de la obra de Alger y su
retardador efecto sobre la ciencia de la jerarquiología.
También Peale2 parece sobreestimar el efecto del empuje.
El veredicto final
1
Alger, Horatio, Jr. (1832-99. Struggling Upward, Slow and Sure, y muchas otras obras.
2
Peale, Norman V. (1898-19 ... ); The Power of Positive Thinking, Nueva York: «Prentice-Hall», 1952, y muchas
otras obras.
A mi juicio, los efectos positivos y negativos del estudio y la instrucción tienden a neutralizarse
mutuamente. Esto es aplicable también a otras manifestaciones de empuje, tales como empezar
temprano el trabajo y abandonarlo tarde. La admiración inspirada en algunos colegas por estos
semimaquiavélicos planes quedará finalmente compensada por el aborrecimiento que provoca en
otros.
El ascenso que Yago desea es otorgado, en su lugar, a Miguel Casio. En consecuencia, Yago
fragua un doble plan, asesinar a Casio y desacreditarle a los ojos del comandante en jefe, Otelo.
El plan está a punto de consumarse con éxito, pero la esposa de Yago, Emilia, es una parlanchina
incorregible:
El aspecto médico
En segundo lugar, a los observadores inexpertos el poder del empuje puede a veces parecerles
más grande de lo que es realmente porque muchas personas con empuje manifiestan el síndrome
de seudoconsecución.
3
Según la versión de Luis Astrana Marín. (Nota del Traductor.)
4
Ibídem
Padecen dolencias tales como crisis nerviosas, úlceras pépticas e insomnio. Una úlcera, el
emblema distintivo del éxito administrativo, puede ser solamente el producto de la existencia de
empuje.
Los colegas que no comprendan la situación pueden clasificar a semejante paciente como un
ejemplo del síndrome de colocación final (véase el capítulo XI), y pueden pensar que ha
alcanzado la colocación final.
En realidad, estas personas tienen por delante varios grados y varios años de ascenso potencia].
Capítulo Sexto
SUBORDINADOS Y DIRIGENTES
¡Bang! ¡Bang!
Una tarea urgente que debo abordar es la destrucción de varias falacias, que todavía subsisten,
procedentes de la era pre-científica de la jerarquiología. ¿Qué podría ser más engañoso, por
ejemplo, que «nada entraña tanto éxito como el éxito»?
Como usted ya comprende, la jerarquiología demuestra claramente que nada entraña tanto
fracaso como el éxito, cuando un empleado se eleva hasta su nivel de incompetencia.
Más adelante, al tratar de la incompetencia creadora, demostraré que nada entraña tanto éxito
como el fracaso. Pero en este capítulo examinaré especialmente el viejo proverbio:
Esta es una de las falacias típicas arraigadas en los círculos administrativos. Por ejemplo, cuando
se le pidió a la madre de George Washington que explicara cómo había realizado su hijo sus
proezas militares, ella respondió: «Le enseñé a obedecer.» América fue así obsequiada con un
non sequitur más. ¿Cómo puede depender la capacidad de dirigir de la capacidad de obedecer?
Lo mismo podría decirse que la capacidad de flotar depende de la capacidad de hundirse.
Loro pasaba también mucho tiempo remoloneando por la oficina de su coronel. Cuando no podía
encontrar una razón válida para hablar con él, pegaba la hebra con la secretaria. Ésta no podía
decirle que se marchara y la dejara en paz. Su trabajo comenzó a atrasarse.
Para librarse de Loro, el coronel le mandaba a hacer encargos por toda la base. En este caso, un
buen subalterno ascendido a un puesto de dirección:
Figura 11. Ruedas sistematizó su trabajo de reparto hasta un grado sin precedentes.
Como consecuencia, todos los días le sobraban dos horas o más después de repartir todos los
paquetes que tenía que entregar, y se pasaba el tiempo sentado en los cafés, leyendo libros sobre
dirección de empresas. Cuando empezó a reorganizar las rutas de los demás repartidores, fue
despedido.
Por el momento, parecía ser un fracasado, un ejemplo del exfoliado jerárquico
superincompetente, un testimonio vivo de la teoría del «pobre-subordinado-pobre-dirigente».
Pero no tardó en fundar su empresa propia, «Transportes Rápidos Pegaso», y al cabo de tres años
eliminó a Mercurio de la competencia.
Vemos, pues, que una competencia directiva excepcional no puede abrirse paso dentro de una
jerarquía establecida. Generalmente, se desliga de la jerarquía y empieza de nuevo en otra parte.
Pero, ¿y el Principio?
Al llegar a este punto, tal vez se sienta usted desconcertado y se pregunte si no estoy socavando
yo mismo el Principio de Peter, que establece que un empleado competente siempre es candidato
al ascenso.. ¡No existe ninguna contradicción!
Como vimos en el capítulo III, la competencia de un empleado es valorada, no por observadores
desinteresados como usted y como yo, sino por empresario, o -más probablemente en la
actualidad- por otros empleados que ocupan puestos superiores de la misma jerarquía. A sus ojos,
el potencial directivo es insubordinación, y la insubordinación es incompetencia.
Desde luego, el buen subordinado puede conseguir muchos ascensos, pero no por eso puede
llegar a ser un buen dirigente. La mayoría de las jerarquías se hallan en la actualidad tan
sobrecargadas de reglas -y tradiciones, y tan constreñidas por leyes públicas, que ni siquiera los
altos empleados tienen que dirigir a nadie a ninguna parte, en el sentido de señalar el rumbo y
establecer el ritmo de marcha. Simplemente, se limitan a seguir precedentes, a obedecer reglas y
a moverse al frente de la multitud. Tales empleados dirigen tanto como pueda dirigir el buque el
tallado mascarón de su tajamar.
Fácil es ver que, en ese medio ambiente, la aparición de un auténtico dirigente ha de suscitar
recelo y temor. Se llama esto hipersimiofobia (miedo del primer mono), o, como más
correctamente lo denominan los jerarquiólogos avanzados, el complejo de hipersimiofobia
(miedo de que el último mono llegue a ser el primero).
Capítulo Séptimo
JERARQUIOLOGIA Y POLÍTICA
La historia de la Humanidad es un
inmenso mar de errores en el que,
de vez en cuando, pueden encontrarse
unas cuantas verdades.
C. de Beccaria
Hemos visto cómo funciona el Principio dé Peter en algunas jerarquías sencillas, sistemas
escolares, fábricas, talleres de reparación de automóviles, etc. Examinemos ahora las jerarquías,
más complejas, de la política y el Gobierno.
Durante una de mis conferencias, un estudiante latinoamericano, César Inocente, dijo:
-Profesor Peter, me temo que la respuesta a lo que yo quiero saber no la pueden dar mis estudios.
No sé si el mundo está gobernado por hombres inteligentes que nos están engañando o por
imbéciles que no se recatan de serlo.
La pregunta de Inocente compendia los pensamientos y sentimientos que muchos han expresado.
Las ciencias sociales no han conseguido suministrar respuestas consistentes.
Hasta el presente, ningún politicólogo ha analizado satisfactoriamente el funcionamiento de los
Gobiernos, ni ha predicho con exactitud el futuro político. Los marxistas han errado en su análisis
tanto como los teóricos capitalistas. Mis estudios sobre jerarquiología comparada han puesto de
manifiesto que los sistemas capitalista, socialista y comunista se caracterizan por la misma
acumulación de personal superfluo e incompetente. Aunque mi investigación se halla todavía
incompleta, presento a continuación los resultados de la misma a manera de informe provisional.
Si consigo los fondos necesarios, completaré mi investigación sobre jerarquiología comparada.
Realizado esto, me propongo estudiar la jerarquiología universal.
INFORME PROVISIONAL
En toda crisis política o económica, una cosa es segura. Muchos ilustres expertos prescribirán
muchos remedios diferentes.
El presupuesto no se nivela; A dice: «Elevad los impuestos.» B clama: «Reducid los impuestos.»
Los inversores extranjeros están perdiendo confianza en el dólar; C solicita una política de
restricción de créditos, mientras que D aboga por la inflación.
Hay disturbios en las calles. E propone se concedan subvenciones para ayuda de los pobres; F
pide la adopción de medidas favorables a los ricos.
Otra potencia hace gestos amenazadores. G dice: «Desafiadla.» H dice: «Apaciguadla.»
EL PARLAMENTO
La mayoría de los Parlamentos modernos -aun en los países no democráticos- son elegidos por
voto popular. Cabría pensar que los votantes, por su propio interés, reconocerían y elegirían a los
estadistas más competentes para que los representasen en la capital. Esa es, en efecto, la teoría
simplificada del Gobierno representativo. En realidad, el proceso es algo más complicado.
En la actualidad, la política se halla dominada por el sistema de partidos. Hay países que
solamente tienen un único partido oficial; otros tienen dos; otros tienen varios. El partido político
suele ser ingenuamente descrito como un grupo de personas de ideas semejantes que cooperan en
promover sus intereses comunes. Esto ya no es válido. Esa función se halla hoy día enteramente
desarrollada por los pasillos, y hay tantos pasillos como intereses especiales.
El partido político existe hoy primariamente como aparato para la selección de candidatos y
para conseguir su elección.
Figura 12. En un partido político la competencia en una categoría es requisito para ser
ascendido a la siguiente.
Incompetencia en el Parlamento
El parlamento mismo es una jerarquía. Un representante elegido que se revela incompetente
como parlamentario ordinario no obtendrá ningún ascenso.
Pero un legislador ordinario competente es elegible para ser ascendido a un puesto de mayor
poder, miembro de un importante comité, presidente de comité o, en ciertos sistemas, ministro
del Gobierno. También en cualquiera de estos grados el ascendido puede ser incompetente.
Vemos, pues, que el Principio de Peter controla todo el brazo legislativo del Gobierno, desde el
miembro más humilde del partido hasta los que ocupan los más elevados puestos electivos. Cada
uno tiende a elevarse hasta su nivel, y cada puesto tiende, con el tiempo, a ser ocupado por
alguien incompetente para desempeñar sus deberes.
EL EJECUTIVO
Le parecerá ya a usted evidente que el Principio se aplica también a la rama ejecutiva:
departamentos ministeriales, direcciones generales, agencias y delegaciones a nivel nacional,
regional y local. Todos, desde las fuerzas de Policía hasta las Fuerzas Armadas, son rígidas
jerarquías de empleados a sueldo, y todas se hallan necesariamente sobrecargadas de
incompetentes que no pueden realizar su trabajo, no pueden ser ascendidos, pero no pueden ser
excluidos.
Cualquier Gobierno, sea una democracia, una dictadura o una burocracia comunista o de libre
empresa, caerá cuando su jerarquía alcance un intolerable estado de madurez1 .
Igualitarismo e incompetencia
La situación es peor en la actualidad que cuando los nombramientos de funcionarios civiles y
militares se efectuaban por favoritismo. Esto tal vez parezca herético en una era de igualitarismo,
pero permítanme explicarlo.
Consideremos un país imaginario llamado Cabezovia, en el que son totalmente desconocidos los
exámenes para acceso a la Administración, la igualdad de oportunidades y el ascenso por mérito.
Cabezovia tiene un rígido sistema de clases, y los grados elevados de todas las jerarquías al
Gobierno, la industria, las Fuerzas Armadas, la Iglesia se hallan reservados a los miembros de la
clase dominante.
Observará usted que evito la expresión “clase alta”; ese término tiene desafortunadas
connotaciones. Se le considera. generalmente referido a una clase que es dominante por razón de
nacimiento aristocrático o noble. Pero mis conclusiones se aplican también a sistemas en los que
la clase dominante se halla separada de la clase subordinada por diferencias de religión, estatura,
raza, idioma, dialecto o afiliación política.
No importa cuál de todos éstos sea el criterio de Cabezovia: el hecho importante es que el país
tiene una clase dominante y una clase subordinada. Este diagrama representa una jerarquía típica
cabezoviana que tiene la clásica estructura piramidal:
Figura 13
Los grados inferiores -la zona designada SC- se hallan ocupados por empleados de la clase
subordinada. Por muy brillante que cualquiera de ellos pueda ser, ninguno es elegible para
elevarse por encima de BC, la barrera de clase.
Los grados superiores -la zona designada DC- se hallan ocupados por empleados de la clase
dominante. No comienzan sus carreras en la base de la jerarquía, sino en el nivel de la barrera de
clase.
Ahora bien, en la zona SC, es evidente que muchos empleados nunca podrán elevarse a una altura
suficiente para alcanzar su nivel de incompetencia, porque ello se lo impide la barrera de clase.
Pasarán toda su carrera trabajando en tareas que son capaces de desempeñar bien. Nadie es
ascendido fuera de la zona SC, por lo que esta zona conserva, y utiliza continuamente, a sus
empleados competentes.
1
La eficiencia de una jerarquía es inversamente proporcional a su cociente de madurez (CM)
CM = {N° de empleados en nivel de incompetencia x 100} / N° total de empleados en la jerarquía.
Evidentemente, cuando CM sea igual a 100, no se realizará ningún trabajo útil.
Evidentemente, pues, en los grados inferiores de una jerarquía el mantenimiento de una barrera
de clase garantiza un nivel de eficiencia mayor que el que podría existir sin tal barrera.
Contemplemos ahora la zona DC, situada por encima de la barrera de clase. Como ya hemos
visto, las perspectivas de un empleado de alcanzar su nivel de incompetencia son directamente
proporcionales al número de grados existentes en la jerarquía; cuantos más grados, más
incompetencia. A todos los efectos prácticos, la zona DC forma una jerarquía cerrada de unos
pocos grados. Evidentemente, pues, muchos de sus empleados nunca alcanzarán su nivel de
incompetencia.
Además, la perspectiva de comenzar desde un punto próximo a la cúspide de la pirámide atraerá a
la jerarquía a -un grupo de brillantes empleados que jamás habrían acudido allá si se hubieran
visto obligados a comenzar desde la base.
Examinemos la situación de otro modo. En el capítulo IX, consideraré los estudios, de eficiencia
y demostraré que la única forma eficaz de incrementar la eficiencia en una jerarquía consiste en
la infusión de sangre nueva en sus niveles superiores. En la mayoría de los sistemas actuales tal
infusión tiene lugar a intervalos, después de una reorganización, por ejemplo, o en períodos de
rápida expansión. Pero en las jerarquías cabezovianas es un proceso continuo: nuevos empleados
están entrando regularmente a un alto nivel, por encima de la barrera de clase.
Evidentemente, pues, en las zonas SC y DC, por debajo y por encima de la barrera de clase, las
jerarquías cabezovianas son más eficientes que las de una sociedad sin clases o igualitario.
Capítulo Octavo
INDICIOS Y PREFIGURACIONES
Existe la costumbre de adornar toda obra científica con una bibliografía, una lista de libros
anteriormente publicados sobre el mismo tema. La finalidad de ello tal vez sea poner a prueba la
competencia del lector desplegando ante él un intimidante programa de lectura; tal vez sea
demostrar la competencia del autor exhibiendo la montaña de escoria que ha cribado para obtener
una sola pepita de verdad.
Como éste es el primer libro, no hay ninguna bibliografía formal. Reconozco esta aparente falta
de erudición. No soy aficionado al engaño y tengo la firme creencia de que el futuro vindicará mi
heterodoxia.
Teniendo presentes estas consideraciones, he decidido mencionar algunos autores que, aunque
jamás escribieron sobre este terna, podrían haberío hecho si hubieran pensado en él. Esta es, por
tanto una bibliografía de protojerarquiólogos.
Los anónimos autores de varios proverbios tuvieron una cierta intuitiva comprensión de la teoría
de la incompetencia.
«Zapatero, a tus zapatos» es un claro aviso al zapatero remendón para que no pretenda ser
ascendido a jefe del taller de reparación de calzado. El obrero que manejaba diestramente la lezna
y el martillo podría demostrar torpeza con la pluma, el cálculo de tiempos y la distribución del
trabajo.
«Demasiados cocineros estropean la sopa» sugiere que cuantas más personas participen en un
proyecto, mayores son la! probabilidades de que una, al menos, de ellas haya alcanzado su nivel
de incompetencia. Un competente pelador de verduras, ascendido a su nivel de incompetencia
como cocinero, puede echar demasiada sal y estropear el buen trabajo de los otros seis cocineros
que ayudaron a hacer la sopa.
«El trabajo de una mujer no se termina nunca» es un triste comentario sobre la elevada
proporción de mujeres que alcanzan su nivel de incompetencia como amas de casa.
En su Rubaiyat, 0. Kheyyam hacía notar ávidamente la fuerte incidencia de la incompetencia en
las jerarquías educacionales y religiosas.
W. Irving señala que «las mentes obtusas son generalmente preferidas para los cargos públicos, y
especialmente promovidas a ser objeto de distinciones ciudadanas». No comprendía que una
mente puede muy bien ser brillante para un puesto subordinado, y parecer, no obstante, roma al
ser ascendido a un puesto elevado, del mismo modo que una vela puede servir perfectamente para
iluminar una mesa de comedor, pero resulta, inadecuada si se la coloca en un poste del alumbrado
para iluminar una encrucijada de la vía pública.
Karl Marx advirtió indudablemente la existencia de las jerarquías; no obstante, parecía creer que
se hallaban mantenidas por los capitalistas. Al abogar por . una sociedad no jerárquica, no
comprendió, evidentemente, que el hombre es esencialmente jerárquico por naturaleza y debe
tener, y tendrá, jerarquías, sean patriarcales, feudales, capitalistas o socialistas. A este respecto,
su perspicacia es muy inferior a la de Pope.
1
Smith, Sydney (1771-1845). Sketches of Moral Philosophy, 1850.
Entonces, con flagrante inconsistencia, Marx propone, como principio directivo de su soñada
sociedad no jerárquica, «de cada uno según su capacidad, a cada uno según sus necesidades».
Esto sugiere la creación de dos jerarquías paralelas de capacidad y de necesidad.
Aun pasando por alto esta inconsistencia del esquema marxista, el Principio de Peter pone ahora
de manifiesto que no podemos esperar obtener trabajo «de cada uno según su capacidad». Para
hacerlo, tendríamos que mantener permanentemente a los empleados en un nivel de competencia.
Pero eso es imposible: cada empleado debe elevarse a su nivel de incompetencia y, una vez
llegado a ese nivel, no podrá producir de acuerdo con su capacidad.
Vemos pues, la teoría marxista como un fantástico sueño y un nuevo opio para las masas. Jamás
ha podido llevarla a la práctica ningún Gobierno. Marx debe quedar arrumbado como un
visionario acientífico.
Parece que encontramos ciencia de más calidad entre los poetas. El aforismo de E. Dickinson
No minimicemos, sin embargo, la labor pionera de Freud. Aunque erró en muchas cosas,
descubrió muchas otras. Siempre mirando dentro del paciente, se hizo famoso por el vigor de su
teoría de que el hombre es inconsciente de sus propias motivaciones, no puede comprender sus
propios sentimientos y, en consecuencia, no puede esperar aliviar sus propias frustraciones. La
teoría era irrefutable, porque nadie podría argumentar, consciente y racionalmente, sobre la
naturaleza y contenido de su inconsciente.
Con un toque maestro de genio profesional, inventó el psicoanálisis, con el que afirmaba que sus
pacientes podrían llegar a ser conscientes de su inconsciente.
Luego fue demasiado lejos, se psicoanalizó a si mismo y pretendió ser consciente de su propio
inconsciente. (Algunos críticos sugieren ahora que lo único que consiguió fue hacer a sus
pacientes conscientes de su propio -el de Freud- inconsciente.) En todo caso, por este
procedimiento de autopsicoanálisis dio una patada a la escalera en que se apoyaban sus pies.
Si Freud hubiera comprendido la jerarquiología, habría evitado subir ese último peldaño y nunca
habría llegado a su nivel de incompetencia.
Socavando así la, grandiosa estructura que había edificado sobre la impenetrabilidad del
inconsciente, Freud preparaba el camino a su gran sucesor, S. Potter.
Potter, como Freud, es un psicólogo satírico (o un satírico psicológico), y puede ser justamente
colocado al lado de Freud por la agudeza de su observación y su audacia al crear una pintoresca y
memorable terminología para describir claramente lo que veía.
Al igual que Freud, Potter observó y clasificó muchos fenómenos de frustración humana.
Denomina a la condición básica de estar frustrado estar «hundido», y al sentimiento de júbilo
causado por la supresión de la frustración lo califica de «ascendido». Da por supuesto que los
hombres tienen una innata tendencia a avanzar de aquel estado a éste. La técnica para hacerlo
recibe el nombre de «habilidad ascensional».
La diferencia principal entre los dos hombres estriba en que Potter rechaza la doctrina de Freud
de la motivación inconsciente. Explica el comportamiento humano en términos de un impulso
consciente que conduce a superar a los demás, a triunfar sobre las circunstancias y resultar, de
este modo, ascendido. Potter repudia también el dogma freudiano de que el paciente frustrado
debe recibir ayuda profesional, y desarrolla una clase de psicología del tipo «hágalo usted
mismo». Enseña varios trucos, planes y gambitos que, adecuadamente utilizados, permitirán al
paciente tornarse ascendido.
El ascendente, el vividor, el jugador, para resumir las elegantemente expresadas teorías de Potter,
están utilizando diversas formas de conducta recusable para elevarse a sí mismos por los grados
de las jerarquías sociales, comerciales, profesionales o deportivas.
Potter escribe tan amenamente, que tendemos a pasar por alto el punto débil central de su
sistema: la suposición de que, con sólo aprender suficientes trucos, el ascendente puede continuar
elevándose y ser permanentemente ascendido.
En realidad, ninguna cantidad de habilidad ascensional puede elevar a un hombre por encima de
su nivel de incompetencia. El único resultado de su técnica será ayudarle a llegar antes a ese nivel
que si se hubiera comportado de otro modo. Y, una vez allí, se encuentra en una situación de
hundimiento que ninguna técnica es capaz de remediar.
La felicidad duradera sólo puede obtenerse evitando el ascenso final, optando, en cierto momento
del avance, por abandonar la táctica ascensional y practicar en su lugar lo que podría haber
llamado táctica de estatismo. Más adelante, en el capítulo sobre la incompetencia creadora,
indicaré cómo puede realizarse esto.
Entretanto, debo saludar a Potter como al teórico verdaderamente grande que supo salvar el
abismo existente entre la ética freudiana y el Principio de Peter.
Figura 14. Ninguna cantidad de habilidad ascensional puede elevar a un hombre por
encima de su nivel de incompetencia
Parkinson: proviene de una sincera, aunque vana, búsqueda de eficiencia por los miembros de la
jerarquía situados en los niveles superiores.
Otra cuestión: Parkinson basó su ley en la a keopsiana o feudal:
La razón de ello es que Parkinson realizó sus descubrimientos en las Fuerzas Armadas, en las que
gozan de firme arraigo tradiciones y formas de organización anticuadas.
La jerarquía feudal no ha desaparecido, ciertamente, pero un completo sistema jerarquiológico
debe reconocer también la existencia de varias otras formas jerárquicas y explicar de este modo
sus actividades.
Por ejemplo, la Formación en T:
Este diagrama muestra claramente que una compañía con tres departamentos fundamentales, 23
vicepresidentes y un presidente no se ajusta al tradicional modelo piramidal.
En esta reciente modificación, la amplia base de la pirámide de los empleados está sustituida por
una computadora.
Muchos departamentos están sostenidos por una sola computadora, produciendo una pirámide
invertida. Una forma similar se produce cuando numerosos ejecutivos, supervisores y personal de
ventas están sostenidos por un proceso de producción altamente automatizado.
Ya -he descrito, en el capítulo III, la cúspide flotante, una situación que existe cuando un director
se halla al frente de un departamento inexistente, o cuando un grupo de personal es asignado a
otro departamento, dejando al administrador en su solitaria oficina.
Cúspide flotante
Capítulo Noveno
LA PSICOLOGIA DE LA JERARQUIOLOGIA
Después de una de mis conferencias sobre jerarquiología, un estudiante me entregó una nota en la
que figuraban las siguientes preguntas: "¿Por qué no nos ha dado alguna explicación de lo que
sucede en la mente del gandul incompetente que tan vívidamente ha descrito? Después de la
colocación final, ¿se da cuenta el empleado de su propia incompetencia? ¿Acepta su propio
parasitismo? ¿Sabe que está estafando a su patrono, frustrando a sus subordinados y corroyendo
como un cáncer la estructura económica de la sociedad?" Se me han hecho recientemente muchas
preguntas de este tipo.
UN ESTUDIO DESAPASIONADO
Debo, ante todo, poner de relieve que la jerarquiología es una ciencia social y, como tal, emplea
en su sistema de evaluación criterios objetivos, más que términos inyectados de carga emocional,
como "gandul", "parásito", "estafador" o "cáncer". Pero la cuestión de la actitud mental interna es
digna de consideración. Mi enfoque de la ciencia del comportamiento ha sido el de un observador
objetivo. Descubrí el Principio de Peter mediante la observación de la conducta exterior, y he
huido de la introspección y de toda clase de inferencias respecto a lo que sucede en las mentes de
los demás.
Después de seis años en este puesto, Tenaz solicitó otro ascenso. Se le respondió que carecía de
dotes de mando: no podía conseguir que los empleados del almacén obedecieran sus órdenes; por
lo tanto, no podía ser ascendido a jefe de almacén.
Pero Tenaz no podía aceptar la verdad acerca de su propia incompetencia como jefe. Llegó a la
conclusión de que los robustos y corpulentos obreros del almacén le despreciaban porque su
estatura era de sólo 1,60 metros.
Se compró zapatos de gruesas suelas y adoptó la costumbre de llevar sombrero en el almacén;
esto le hacía parecer más alto. Asistió a un centro de cultura física, aumentó de peso y desarrolló
abultados músculos. Pero los almaceneros no le obedecían.
Tenaz reflexionaba sin cesar sobre sus deficiencias físicas, desarrolló un intenso complejo y,
finalmente, buscó consejo psiquiátrico.
Durante el tratamiento, el doctor Venado intentó ayudar a Tenaz hablándole de hombres bajos
que habían alcanzado fama y fortuna. Esto deprimió más aún a Tenaz: ahora se veía a sí mismo
no sólo bajo, sino también fracasado. Disminuyó aún más su confianza en sí mismo, y tornóse
menos competente como jefe.
A veces, también el empleado adquiere esta percepción y acepta su propia incompetencia para la
categoría superior. Igualmente era este caso esa percepción produce pensamientos pesarosos,
pero poca, o ninguna, acción.
INVESTIGADORES EXTERIORES
He mencionado que la dirección y los empleados adquieren a veces percepción de la
incompetencia ocupacional, pero hacen muy poco por contrarrestarla. Tal vez esté usted
pensando: "Pero, ¿y los tests de aptitud vocacional? ¿Y los estudios de eficiencia? Seguramente,
observadores exteriores e imparciales pueden diagnosticar la incompetencia y prescribir remedios
adecuados."
¿Pueden? Volvamos la vista hacia esos expertos y veamos cómo actúan.
Hay tests para oficinistas, que indican la habilidad para recordar números, copiar nombres y
direcciones y cosas semejantes. Hay tests que valoran las facultades mecánicas o artísticas de una
persona, la destreza física, la inteligencia social, el razonamiento científico y las dotes de
persuasión.
Los resultados de los tests se expresan de ordinario en un "perfil", una representación gráfica de
la competencia del empleado en diversas materias. He aquí un perfil de este tipo:
Figura 19. La finalidad de estas pruebas es colocar al empleado, lo antes posible, en un puesto
que utilice el más elevado nivel de competencia de su perfil. Evidentemente, cualquier ascenso
será a una zona de menos competencia
La diferencia principal entre los empleados que han sido sometidos a tests y los que no lo han
sido, es que los primeros alcanzan sus niveles de incompetencia con menos pasos y en menos
tiempo.
Estudios de eficiencia
Hemos visto que la intervención exterior en el momento de la colocación inicial no puede
impedir la consecución de niveles de incompetencia, sino que, de hecho, la acelera. Examinaré
ahora las funciones de los expertos en eficiencia que suelen aparecer en escena en una fase
posterior, cuando una jerarquía ha alcanzado un elevado Cociente de Madurez. (El CM quedó
definido en el capítulo VII.)
Debemos recordar, ante todo, que también los expertos investigadores se hallan sometidos al
Principio de Peter. Han llegado a su posición por el mismo proceso de ascenso que ha afectado
negativamente a la organización que están estudiando. Muchos de los expertos se hallarán en su
nivel de incompetencia. Aunque puedan advertir deficiencias, serán incapaces de corregirlas.
1
Un estudio -de los expertos en eficiencia revela que los-.nombramientos de coordinador, los arabescos laterales y
las sublimaciones percucientes son siempre aceptables por parte de la dirección.
popularizado entre esos expertos y sus clientes es que "incompetencia coordinada es igual a
competencia"-
3) La única recomendación que realmente produce un aumento del rendimiento es: "Contrate más
empleados." En algunos casos, los nuevos contratados realizarán el trabajo que no está siendo
efectuado por los empleados antiguos que han alcanzado su nivel.
El buen asesor de empresas lo sabe, y recomienda diversos arabescos laterales y sublimaciones
percucientes de incompetentes situados en altos puestos y la exfoliación jerárquica de los
empleados superincompetentes que ocupan puesto ínfimos. Los asesores competentes ponen
también en práctica útiles recomendaciones referentes a reglamentos de personal, métodos de
producción, dinámica del color, programas de incentivos, etc., que pueden mejorar la eficiencia
de los empleados competentes.
INCOMPETENCIA COMPULSIVA
Mientras revisaba profundos estudios de unos cuantos casos de competencia en los niveles
superiores de las jerarquías, se me hizo patente un notable fenómeno psicológico, que voy a
describir seguidamente.
La competencia en la cumbre es rara, pero no completamente desconocida. En el primer capítulo
escribí: "Dado un lapso suficiente y supuesta la existencia de un suficiente número de grados en
la jerarquía, todo empleado asciende a, y permanece en, su nivel de incompetencia."
Victoriosos mariscales de campo, eficaces inspectores de enseñanza,'competentes presidentes de
empresas y personas semejantes no han tenido tiempo, simplemente, de alcanzar sus niveles de
incompetencia.
Asimismo, la aparición de un dirigente sindicalista o rector de Universidad competente
demuestra, simplemente, que en esa jerarquía concreta no existen grados suficientes para que
puedan alcanzar su nivel.
Estas personas presentan competencia en la cumbre2 .
He observado que estos competentes en la cumbre se sienten con frecuencia insatisfechos de
permanecer en su posición de competencia. Como no pueden elevarse a una posición de
incompetencia -se hallan ya en la cúspide, manifiestan una acusada tendencia a pasar a otra
jerarquía -por ejemplo, del Ejército a la industria, de la política a la educación, del teatro a la
política, etc y alcanzar, en el nuevo medio ambiente, ese nivel de incompetencia que no podían
encontrar en el antiguo. Esto es la incompetencia compulsivo.
2
Nuestros archivos contienen unos cuantos destacados casos de competencia en la cumbre multimodal, individuos
que podían estar en la cumbre de varias jerarquías al misma tiempo. A. Einstein constituye un ejemplo de este
fenómeno. Fue un pensador sumamente competente que dio a la ciencia una teoría general v especial de la
relatividad. Era también manifiesto que Einstein era sumamente competente en el terreno de las modas masculinas.
Su forma de peinado y su despreocupada manera de vestir determinaron una tendencia seguida hasta hoy por los
jóvenes. Considerando lo que, sin esfuerzo, consiguió en el mundo de la moda-, cabe preguntarse qué habría podido
conseguir si en realidad se lo hubiera propuesto
¿Necesitan hacerlo?
Existe, de hecho, un mayor y más fascinante estímulo en permanecer por debajo del propio nivel
de incompetencia. Trataré de esta cuestión en un capítulo posterior
Capítulo Décimo
LA ESPIRAL DE PETER.
Tenía que complacer a los clientes manteniendo un producto de alta calidad. Tenía que
complacer a los empleados pagando buenos salarios y proporcionando agradables y seguras
condiciones de trabajo. Tenía que complacer a su comunidad desempeñando ciertas
responsabilidades sociales y familiares. Su salud se quebrantó al intentar compaginar estos
Calcular la incógnita
La recomendación del Consejo de Administración fue llevada a cabo, y J, Monje, competente
ingeniero y auténtico genio de las matemáticas, fue ascendido a subdirector general.
Monje, competente para tratar con cosas, era incompetente en el trato con personas. Carecía de
fórmulas adecuadas que le ayudasen a decidir en cuestiones de personal. No queriendo actuar
sobre la base de datos incompletos, aplazaba las decisiones concernientes a los empleados hasta
que la presión se acentuaba de tal modo que tomaba decisiones súbitas y desacertadas. Se
recomendó el nombramiento de un jefe de personal que le ayudara.
CLASIFICACION DE LA INCOMPETENCIA
He presentado este estudio, realizado en la «Compañía de Fabricación de Cuerdas de Piano, S.
A.», porque ilustra los cuatro tipos fundamentales de incompetencia.
Salustiano Espina fue ascendido más allá de su competencia física.
Monje fue ascendido más allá de su competencia social.
Gustavo Blando fue ascendido más allá de su competencia emocional.
Gracia fue ascendido más allá de su competencia intelectual.
Un esfuerzo vano
Este ejemplo, que puede considerarse típico, muestra que incluso un sincero intento por remediar
un caso de incompetencia de alto nivel es muy posible que sólo produzca incompetencia en
muchos niveles. En tales circunstancias, es inevitable la acumulación de personal. Cada vez, el
número de incompetentes aumenta en torno a la espiral de Peter, y sigue sin producirse ninguna
mejora de eficiencia.
Capítulo undécimo
LA PATOLOGIA DEL EXITO
Debe estar ya perfectamente claro que cuando un empleado alcanza su nivel de incompetencia no
puede, ni por un momento más, realizar ningún trabajo útil.
Un paso audaz
Debemos aventurarnos ahora en el campo de la Medicina. Describiré el estado físico a que antes
se ha aludido con el nombre de síndrome de colocación final.
1
Lo que el sociólogo o el médico corrientes ¡laman «éxito», el jerarquiólogo lo califica como colocación final.
Todas estas dolencias son típicas del éxito y pueden presentarse sin la existencia de ninguna
enfermedad orgánica.
Comprendí, y ahora también, usted podrá comprenderlo, que esos síntomas indican la
incompetencia constitucional de los pacientes para el nivel de responsabilidad que han alcanzado.
2
Para un medio infalible de distinguir el síndrome de colocación final del síndrome de seudoconsecución, consúltese
el capítulo V.
Estas sugerencias son inútiles. Muchos pacientes con síndrome de colocación final se sienten
dominados por la ansiedad porque saben perfectamente que están haciendo muy poco trabajo útil.
No es probable que pongan en práctica ninguna sugerencia de que hagan menos todavía.
Otro sistema inútil es el de filósofo amistoso:
Es inútil. El paciente no puede evitar «seguir así». Lo único que cambiaría su forma de vida
sería un ascenso, y no lo obtendrá porque ha alcanzado su nivel.
Otra clase de consejo muy utilizada es la exhortación de sacrificio.
«Póngase a régimen.»
«Beba menos.»
«Deje de fumar.»
«Renuncie a la vida nocturna.»
«Modere su vida sexual.»
Esto suele ser ineficaz. El paciente de síndrome de colocación final se halla ya deprimido porque
no puede encontrar placer en su trabajo ¿Por qué va a renunciar a los pocos placeres que tiene
fuera del trabajo?
Además, muchos hombres piensan que existe una cierta aura de competencia asociada con la
entrega a placeres corporales. Se refleja esto en frases tales como, «tiene un apetito
maravilloso», «es un gran mujeriego», y «sabe beber». Una alabanza de éstas es doblemente
grata para el hombre que tiene pocos motivos de ser alabado; se mostrará reacio a renunciar a
ello.
Un signo siniestro
Una última observación acerca del síndrome de colocación final: tiene una creciente importancia
sociológica, debido a que sus afecciones componentes han adquirido un elevado valor de
posición social. Un paciente de S.C.F. presumirá de sus síntomas; demostrará una perversa
especie de competencia para desarrollar una úlcera mayor o un ataque cardíaco más grave que
ninguno. de sus amigos. De hecho, es tan elevado el valor de la posición social del S.C.F. que
algunos empleados que no tienen ninguna de sus afecciones llegarán a simularlas para crear la
impresión de que han conseguido la colocación final.
Capítulo Decimosegundo
INDICIOS NO MEDICOS DE COLOCACIÓN FINAL
TABULOLOGIA ANORMAL
Es ésta una importante y significativa rama de la jerarquiología.
El empleado competente suele tener sobre su mesa sólo los libros, papeles e instrumentos que
necesita para su trabajo. Tras la colocación final, es probable que el empleado adopte alguna
organización desacostumbrada y altamente significativa de su mesa.
Fonofilia
El empleado racionaliza su incompetencia quejándose de que no puede mantener un contacto
suficientemente estrecho con sus colegas y sus subordinados. Para remediarlo, instala sobre su
mesa varios teléfonos, uno o más aparatos de intercomunicación provistos de botones, luces
parpadeantes y altavoces, así como uno o más magnetófonos. El fonofílico no tarda en desarrollar
la costumbre de utilizar dos o más de estos aparatosas mismo tiempo; éste es un signo infalible de
fonofilia galopante. Los casos de este tipo degeneran rápidamente y, por lo general, son
considerados incurables. (La fonofilia, dicho sea de paso, se observa en la actualidad cada vez
con más frecuencia entre mujeres que han alcanzado su nivel de incompetencia como amas de
casa. Es característica la instalación en la cocina de un complicado sistema micrófono-altavoz-
conmutador-teléfono que le permite al ama de casa mantenerse en contacto constante, estrecho y
simultáneo con sus vecinos, su proveedor de comestibles, su lavandería, su sala de juegos, su
entrada trasera y su madre.)
Papirofobia
El papirófobo no puede soportar papeles o libros en su mesa ni, en casos extremos, en ningún
lugar de su despacho. Probablemente, cada pedazo de papel constituye para él un recordatorio del
trabajo que no es capaz de hacer: ¡no es extraño que aborrezca verlos!
Pero él convierte su fobia en una virtud y, «conservando una mesa limpia», como lo llama, espera
crear la impresión de que despacha todos sus asuntos con increíble rapidez.
Papiromanía
La papiromanía, lo contrario exactamente de la papirofobia, hace al empleado abarrotar su mesa
con montones de papeles y libros que jamás usa. Consciente o inconscientemente, trata así de
enmascarar su incompetencia dando la impresión de que tiene demasiado que hacer, más de lo
que ningún ser humano podría realizar.
Archivofilia
Estamos aquí en presencia de una manía por la ordenación y clasificación precisa de papeles,
generalmente combinada con un miedo patológico a la pérdida de cualquier documento.
Manteniéndose a sí mismo ocupado con la reordenación y- revisión de asuntos pasados, el
archivofílico impide a otras personas -y se impide a sí mismo- comprender que está realizando
muy poco, o nada en absoluto, de importancia actual. Su obsesión con los archivos fija de tal
modo su visión en el pasado que sólo de mala gana vuelve su atención al presente.
Gigantismo tabulatorio
Obsesión por tener una mesa más grande que sus colegas.
Tabulofobia privata
Completa exclusión de mesas del despacho. Este síntoma se observa solamente en los más altos
grados jerárquicos.
MANIFESTACIONES PSICOLÓGICAS
En mis investigaciones he pasado mucho tiempo en salas de espera, entrevistando a clientes y
colegas cuando salían de despachos de ejecutivos. De esta forma, he descubierto varias
interesantes manifestaciones psicológicas de colocación final.
Autocompasión
Muchas conversaciones de ejecutivos se reducían al relato, por parte del empleado situado en un
alto cargo, de quejumbrosas historias respecto a su situación.
Esta autocompasión se combina generalmente con una fuerte tendencia a rememorar los «buenos
tiempos», cuando el autor de las lamentaciones trabajaba en un puesto de menos categoría, en un
nivel de competencia.
A este combinado de emociones, autocompasión sentimental, denigración del presente e
irracional alabanza del pasado, lo denomino complejo de los viejos tiempos.
Una característica interesante del complejo de los viejos tiempos consiste en que, aunque el
paciente típico pretende ser un mártir en su actual posición, ¡ni por un momento sugiere jamás
que otro empleado estaría más capacitado para ocupar su puesto!
Rigor cartis
En empleados situados en el nivel de incompetencia, he observado a menudo rigor cartis, un
interés anormal en la confección de mapas y diagramas de organización y funcionamiento, y una
obstinada insistencia en señalar el rumbo de cada fragmento de negocio de acuerdo con las, líneas
y las flechas del mapa, independientemente de las demoras o las pérdidas que puedan derivarse.
El paciente de rigor cartis exhibirá a menudo destacadamente sus mapas en las paredes del
despacho, y puede vérsele a veces, olvidado de su trabajo, contemplando adorativamente a sus
iconos.
Alternación compulsivo
Algunos empleados, al obtener la colocación final, tratan de enmascarar su inseguridad
manteniendo a sus subordinados en perpetuo desconcierto.
Un ejecutivo de este tipo recibe un informe escrito; lo aparta a un lado y dice: «No tengo tiempo
para leerme toda esa basura. Dígamelo a su manera..., y brevemente,»
Si el subordinado aventura una sugerencia verbal, este hombre le interrumpe en medio de la frase,
diciendo: «No puedo ni empezar a pensar en ello hasta que me lo ponga usted por escrito. »
Un empleado seguro de sí mismo será desinflado con una reprimenda, uno tímido será aturdido
con una ostentación de familiaridad. Al principio, puede uno confundir la alternación compulsivo
con la técnica ascensional de Potter, pero se trata de cosas completamente distintas. El método de
Potter está destinado a promover a quien lo usa hasta su nivel de incompetencia. La alternación
compulsiva es fundamentalmente una técnica defensiva empleada por un jefe que ha alcanzado su
nivel.
Los subordinados de este hombre dicen: ,«Uno nunca sabe a qué atenerse con él.»
Un caso clásico
Shakespeare describe una interesante manifestación de colocación final; un prejuicio irracional
contra subordinados o colegas motivado por algún detalle del aspecto físico y sin relación
ninguna con la realización de su trabajo. Pone en boca de Julio César las palabras siguientes:
Se ha informado autorizadamente que Bonaparte, hacia el final de su vida, empezó a juzgar a los
hombres por el tamaño de su nariz y que otorgaba ascensos sólo a quienes la tuvieran grande.
Algunas víctimas de esta obsesión pueden conectar sus infundadas aversiones a insignificancias
tales como la forma de una barbilla, un acento regional, el corte de una chaqueta o el grosor de un
nudo de corbata. La incompetencia real o incompetencia en el puesto es pasada por alto.
Denomino a este prejuicio la transferencia cesariana.
Inercia carcajeante
Un indicio seguro de colocación final es la costumbre de contar chistes en vez de ir al grano.
Estructurofilia
La estructurofilia consiste en una excesiva preocupación por los edificios -su diseño,
construcción, mantenimiento y reconstrucción- y una creciente preocupación por el trabajo que se
desarrolla, o se supone que se está desarrollando, dentro de ellos. He observado estructurofilia en
todos los niveles jerárquicos, pero, indudablemente, alcanza su más perfecto desarrollo en los
políticos y los rectores de Universidades. En sus manifestaciones patológícas extremas
(gargantuam monumentalis) llega una fase en que la víctima experimenta una compulsión a
construir grandes mausoleos o estatuas conmemorativas. Los antiguos egipcios y los modernos
californianos del Sur parecen haber sufrido en alto grado esta enfermedad.
Hay quien, erróneamente, ha identificado la estructurofilia con el complejo de edificio. Debemos
precisar claramente la diferencia entre esta sencilla preocupación por las estructuras y el
complejo de edificio, que implica un gran número de actitudes densamente interrelacionadas,
interconectadas y complicadas. El complejo de edificio tiende a afectar a filántropos que desean
mejorar la educación, los servicios sanitarios o la instrucción religiosa
Figura 22. Un indicio seguro de colocación final es la costumbre de hacer chistes en vez
de ir al grano.
Cuál es cual
Generalmente, la víctima de estructurofilia tiene una necesidad patológica de hacer construir un
edificio o monumento que lleve su nombre, mientras que el complejo de edificio aflige a los que
tratan de mejorar la calidad de alguna empresa humana, que acaban limitándose solamente a
levantar otro edificio.
Desconcertar al interlocutor
La codigofilia inicial y digital consiste en una obsesión por hablar con letras y números en vez de
hacerlo con palabras. Por ejemplo, «F.O.B. está en N.Y. como C.O. del C.M.E. de la U.B. para
802.»
Cuando el interlocutor comprende, si llega a comprenderlo, que Frederick Orville Blamesworthy
está en Nueva York como Coordinador Operativo del Centro de Material de Enseñanza de la
Universidad de Boondock resolviendo asuntos referentes a la ley federal 802, ha perdido la
oportunidad de observar que quien hablaba no sabía realmente gran cosa. Los codigofílicos
consiguen hacer que lo trivial parezca importante, que es lo que quieren.
1
Este método de investigación ha sido restringido. Algunas empresas han instalado en sus oficinas cubos de basura
cerrados con llave para impedir la piratería de ideas por parte de los competidores. Una empresa de eliminación de
basuras carga diariamente el contenido de los cubos en un camión, donde al instante queda convertido en un polvo
grisáceo e inidentificable
Capítulo Decimotercero
SALUD Y FELICIDAD EN EL CA CERO
¿POSIBILIDAD 0 SUEÑO FANTASTICO?
Cuando un empleado alcanza su nivel de incompetencia (programa de Peter), se dice que tiene un
cociente de ascenso (CA) igual a cero1 . En este capítulo expondré cómo reaccionan diferentes
empleados ante esta situación.
La ignorancia es felicidad
Muchos empleados nunca se dan cuenta de que han alcanzado su nivel de incompetencia. Se
mantienen perpetuamente ocupados, nunca pierden la esperanza de nuevos ascensos y
permanecen, por tanto, felices y sanos.
Naturalmente, usted preguntará: «¿Cómo lo hacen?»
SUSTITUCIÓN: EL SALVAVIDAS
En vez de cumplir los deberes propios de su cargo, los sustituye por algún otro conjunto de
deberes, que cumple a la perfección.
Describiré varias técnicas de sustitución.
1
Cociente de ascenso: expresión numérica de las perspectivas de ascenso del empleado. Cuando CA desciende a
cero, se halla completamente descalificado para el ascenso. El CA se explica extensamente en El perfil de Peter, una
monografía inédita sobre los aspectos matemáticos de la incompetencia.
Era incompetente para esta tarea, lo comprendió en el acto y, en consecuencia, cesó en seguida de
dedicarse a la cuestión de la productividad. Efectuó una sustitución, dedicándose con entusiasmo
a la organización interna de la fábrica y las oficinas.
Se pasaba el tiempo cerciorándose de que no existían fricciones entre empresa y trabajadores, que
las condiciones de trabajo eran agradables y que todos los empleados de la fábrica formaban,
como decía él, «una gran familia bien avenida».
Afortunadamente para él, Guzmán se había llevado consigo, como subdirector, a V. Vigor, un
joven que no había alcanzado todavía su nivel de incompetencia. Gracias a la enérgica acción de
Vigor, la sucursal fue revitalizada y obtuvo unos apreciables beneficios.
Guzmán recibió los honores y se sintió orgulloso de su «éxito». Había sustituido apropiadamente
y alcanzando felicidad con ello.
El lema para los especialistas en cuestión marginal es:
D. Vial era un competente subdirector de una escuela elemental de Buenavilla, bien dotado
intelectualmente y que sabía mantener la disciplina entre sus alumnos y la moral entre los
maestros. Tras el ascenso, encontró su nivel de incompetencia como director: carecía del tacto
necesario para tratar con las organizaciones de padres de alumnos, periodistas, con el inspector de
distrito de enseñanza elemental y con los miembros por elección de la junta escolar. Cayó en
desgracia con los funcionarios, y, a los ojos del público, la reputación de su escuela comenzó a
declinar.
Vial acometió una ingeniosa especialización marginal. Desarrolló una preocupación obsesiva por
los problemas de tráfico humano, por los atascos, amontonamientos y choques causados por el
movimiento de alumnos y maestros a lo largo de salas, corredores, recodos y escaleras.
Utilizando planos a gran escala del edificio ideó un complicado sistema de circulación. Hizo
pintar rayas y flechas de diversos colores sobre las paredes y los suelos. Insistió en un estricto
cumplimiento de sus leyes de tráfico. No se permitía a ningún alumno atravesar una raya blanca.
Supongamos que un muchacho era enviado, durante la clase, desde su aula a otra aula situada
exactamente enfrente, al otro lado del corredor, para llevar un recado. No podía atravesar la línea
que discurría por el centro: tenía que caminar hasta el extremo del corredor, dar la vuelta al
extremo de la línea, y, luego, retroceder por el otro lado.
Vial se pasaba mucho tiempo merodeando por el edificio, al acecho de las violaciones de su
sistema; escribió sobre el particular numerosos artículos en diversas publicaciones profesionales;
acompañó por el edificio a grupos de visitantes constituidos por educadores especialistas
marginales; en la actualidad se halla dedicado a la confección de un libro sobre esta cuestión,
ilustrado con abundantes planos y fotografías,
Está atareado y satisfecho, y goza de perfecta salud, sin el menor signo del síndrome de
colocación final. ¡Otro triunfo para la especialización en cuestión marginal!
Técnica N° 3:
La imagen sustituye a la realidad
La señora Chalán, profesora de matemáticas de la escuela superior de Buenavilla, se pasa la
mayor parte de la clase hablando a sus alumnos de lo interesante e importantes que son las
matemáticas. Diserta sobre la historia, el estado actual y la probable evolución futura de las
los profesionales. Acude a su propio despacho solamente para firmar unos cuantos papeles
importantes.
En su irrelevancia, Favor está constantemente en relación con un antiguo adversario -ahora buen
amigo, T. Gayo, vicepresidente vitalicio del sindicato de montadores. Gayo forma parte de
muchos de los comités de caridad a que pertenece también Favor, y tampoco él hace nada útil en
su propio despacho.
Juntas de gobierno de Universidades, organismos asesores gubernamentales y comisiones
investigadoras son magníficos campos de acción para los irrelevantistas totales.
En las jerarquías industriales y comerciales, esta técnica suele observarse sólo en los niveles
superiores. En las jerarquías domésticas, sin embargo, es muy frecuente en el nivel de las amas de
casa. Muchas mujeres que han alcanzado su nivel de incompetencia como esposa y/o madre,
consiguen una feliz y fructuosa sustitución dedicando todo su tiempo y sus energías a la
irrelevancia total y dejando que el marido y los hijos cuiden de sí mismos.
LA SUSTITUCIÓN RECOMENDADA
Los ejemplos que he citado, y otros, que sin duda, se le ocurrirán a usted, muestran que, desde el
punto de vista del empleado, la sustitución es, con mucho, la forma más satisfactoria de adaptarse
a la colocación final.
El logro de una eficaz sustitución impedirá de ordinario el desarrollo del síndrome de colocación
final y permitirá al empleado continuar el resto de su carrera, satisfecho de sí mismo y con buena
salud, en su nivel de incompetencia.
Capítulo Decimocuarto
INCOMPETENCIA CREADORA
Haz siempre una cosa menos que las que crees poder hacer.
B. M. Baruch
¿Le parece mi exposición del Principio de Peter algo semejante a una filosofía de la
desesperación?
¿Se resiste usted a aceptar la idea de que la colocación final, con sus lastimosos síntomas físicos
y psicológicos, deba ser el fin de toda carrera?
Haciéndome cargo de esto, quisiera ofrecer al lector un cuchillo que le permita cortar este nudo
gordiano filosófico.
«Seguramente -quizá diga usted-, una persona puede negarse a aceptar el ascenso y seguir
trabajando a gusto en un puesto que puede desempeñar competentemente.»
Un ejemplo interesante
La negativa a aceptar una oferta de ascenso es conocida con el nombre de Quite de Peter. Parece
muy fácil, desde luego. Sin embargo, no he descubierto más que un solo caso en que fuera
empleado con éxito.
T. Serrador, carpintero de la «Compañía de Vigas de Construcción», era tan trabajador,
competente y escrupuloso en su labor que le fue ofrecido varias veces el puesto de capataz.
Serrador respetaba a su jefe, y le habría gustado complacerle. Pero era feliz como simple
carpintero. No tenía preocupaciones: todos los días, a las cuatro y media de la tarde, podía
olvidarse por completo del trabajo.
Sabía que, de capataz, se pasaría las tardes y los fines de semana pensando en el trabajo del día
siguiente y en el de la semana siguiente. Por eso rechazó con firmeza el ascenso.
Hay que hacer notar que Serrador era soltero, no tenía parientes próximos y sólo unos pocos
amigos. Podía comportarse como le diera la gana.
La suegra de Ceomo echó de tal modo leña al fuego en los sentimientos de la señora Ceomo, que
ésta abandonó a su marido y obtuvo la separación judicial. Abrumado por la soledad, el oprobio
y la desesperación, el pobre hombre se suicidó.
No, rechazar el ascenso no es un camino fácil hacia la felicidad y el bienestar. En el curso de mis
investigaciones, no tardé en advertir que para la mayoría de la gente, ¡el quite de Peter no es
eficaz!
¿Locura en su método?
J. Reglado era un competente maestro de escuela. Gozaba de una elevada reputación profesional,
pero nunca le fue ofrecido el cargo de subdirector. Me pregunté por qué, y empecé a hacer
investigaciones.
Un funcionario me dijo:
-Reglado olvida hacer efectivos los cheques de su sueldo. Cada tres meses, tenemos que
recordarle que nos gustaría que cobrara sus cheques, a fin de tener los libros en orden. La verdad
es que no puedo comprender a una persona que no presenta al cobro sus cheques.
Continué interrogando.
-¡No, no! No desconfiamos de él -fue la respuesta-. Pero, naturalmente, uno se pregunta si
tendrá alguna fuente privada de ingresos.
Pregunté:
-¿Sospecha usted que podría encontrarse mezclado en alguna clase de actividades ilegales?
-¡Ni mucho menos! No tenemos la más mínima prueba en contra de él. ¡Es un maestro
excelente! ¡Un hombre bueno! ¡De una reputación intachable!
Figura 24. ¿Era mera casualidad que Reglado fuera feliz en su puesto de maestro?
A pesar de estas protestas, saqué la conclusión de que la jerarquía no puede confiar en un hombre
que sabe administrarse tan bien que no se apresura a dirigirse al Banco para hacer efectivo o
depositar el cheque de su sueldo para saldar sus cuentas pendientes. En resumen, Reglado se ha
manifestado incompetente para comportarse como se espera que se comporte el empleado típico;
en consecuencia, se ha hecho a sí mismo inelegible para el ascenso.
¿Era mera casualidad que Reglado fuera feliz en su puesto de maestro y no deseara ser ascendido
a funciones administrativas?
¡EUREKA!
Ésta es una forma infalible de soslayar el ascenso final; ésta es la clave para gozar de salud y
felicidad en el trabajo y en la vida privada; ésta es la Incompetencia Creadora.
Verdú, el jardinero, manifestaba una forma leve de papirofobia. Revuelta, el jefe de taller, le
parecía, a un observador casual, un papirómano avanzado. Reglado, el maestro de escuela, dando
largas al depósito de los cheques de su sueldo, mostraba una grave, aunque insólita, forma del
síndrome de vaivén.
La incompetencia creadora conseguirá resultados óptimos si elige usted una zona de
incompetencia que no le impida directamente llevar a cabo las obligaciones principales de su
actual posición.
TÁCTICAS AUTOMOTORAS.
Un jefe de departamento muy eficiente evitó el ascenso al aparcar su coche en el espacio
reservado al presidente de la Compañía.
Otro ejecutivo conducía siempre un coche un año más antiguo, y quinientos dólares más barato
en el precio original, que los coches de sus compañeros.
ASPECTO PERSONAL.
La mayoría de las personas están de acuerdo en principio con el dicho de que el hábito no hace al
monje, pero en la práctica un empleado será juzgado por su aspecto. Aquí, por tanto, existe un
amplio campo para la incompetencia creadora.
Vestir desaliñadamente o con prendas ligeramente raídas, la irregularidad en el baño, la
negligencia ocasional en arreglarse el pelo o el descuido ocasional al afeitarse (el pequeño, pero
visible apósito junto a una pequeña gota de sangre seca, o el pequeño mechón de barba respetado
por la navaja) son técnicas muy útiles.
Las mujeres pueden llevar exceso de maquillaje o demasiado poco, combinado quizá con un
peinado inapropiado o fuera de lugar. Los perfumes excesivamente fuertes y las joyas
excesivamente llamativas dan buen resultado en muchos casos.
1
Al menos, creo haberlos observado. La característica de la perfecta incompetencia creadora es que nadie, ni
siquiera el jerarquiólogo experto, puede jamás estar seguro de que no es incompetencia pura y simple.
El señor F. se declaró a la hija del jefe en la fiesta anual de cumpleaños del fundador de la
empresa. La muchacha acababa de graduarse en un centro académico de Europa, y F. no la había
visto jamás antes de esa ocasión. Naturalmente, no consiguió a la hija y, naturalmente también,
se inhabilitó a sí mismo para el ascenso.
La señorita L. de la misma empresa, se las arregló para ofender a la esposa del jefe en la misma
fiesta, imitando su curiosa forma de reír cuando ella podía oírle.
El señor P. hizo que un amigo le hiciera a la oficina una llamada telefónica fingidamente
amenazadora. Al alcance de la vista y el oído de sus compañeros, P. reaccionó dramáticamente,
suplicó «piedad» y «más tiempo» y rogó: «No se lo diga a mi mujer. Si ella se entera de eso, será
su muerte.» ¿Se trataba de una de las bromas típicamente estúpidas de P., o era una inspirada
muestra de incompetencia creadora?
2
Thoreau, Henry D. (1817-1862). Walden, o la vida en los bosques, 1854
Capítulo Decimoquinto
LA EXTENSIÓN DARVINIANA
1. Regresión jerárquica
La sociedad comienza su tarea de moldear e instruir a los nuevos miembros de la raza humana
por medio de al s escuelas. Ya he examinado un típico sistema escolar en cuanto se refiere a los
maestros que lo componen. Consideremos ahora la escuela en cuanto afecta a los alumnos.
El sistema escolar tradicional constituía una pura expresión del Principio de Peter. Un alumno era
ascendido, grado a grado, hasta que alcanzaba su nivel de incompetencia. Se decía entonces que
había «fracasado» en el grado 5, o en el 8 o en el 11. Tendría que «repetir el curso»; esto es,
tendría que permanecer en su nivel de incompetencia. En algunos casos, debido a que el niño
estaba desarrollándose todavía mentalmente, su competencia intelectual aumentaba durante el
año «repetido», y quedaba entonces calificado para un nuevo ascenso. Si no, volvía .;a «fracasar»
y volvía a «repetir». (Es de notar que este «fracaso» es lo mismo que, en los estudios
vocacionales, denominamos «éxito» esto es, la consecución de la colocación final en el nivel de
incompetencia.)
A los funcionarios de la enseñanza no les gusta este sistema: piensan que la acumulación de
estudiantes incompetentes rebaja el nivel medio de la escuela. Un director me dijo: «Quisiera
poder aprobar a todos los alumnos torpes y suspender a los brillantes.- eso elevaría el nivel, y los
cursos mejorarían. Esta acumulación de estudiantes torpes desacredita a la escuela al reducir el
promedio de éxitos.»
Una táctica tan extremoso no será generalmente tolerada. Por eso, para evitar la acumulación de
incompetentes, los directores han puesto en práctica el plan de ascender a todos los incompetentes
y a los competentes. Encuentran justificación psicológica a esa política diciendo que ahorra a los
estudiantes la penosa experiencia del fracaso.
Lo que realmente están haciendo es aplicar la sublimación percuciente a los estudiantes
incompetentes.
El resultado de esta sublimación percuciente en masa es que la graduación en una escuela
superior representa ahora tal vez el mismo nivel de logro académico que representaba hace unos
años el grado 11. Con el tiempo, el valor de la graduación final irá descendiendo al nivel del
antiguo grado 10, el grado 9 y así sucesivamente.
Designo a este fenómeno con el nombre de regresión jerárquica.
2. Incompetencia computarizada
Un hombre embriagado es temporalmente incompetente para seguir una dirección recta. Mientras
camine a pie, constituye un peligro, sobre todo para él mismo. Pero puesto al volante de un
automóvil puede, antes de romperse la cabeza, matar a varias otras personas.
No es preciso insistir sobre esto. Evidentemente, cuanto más poderosos sean los medios a mi
disposición, mayor será el bien o el mal que puedo causar con mi competencia o mi
incompetencia.
La Prensa, la Radio, la Televisión, han ido ampliando sucesivamente el poder del hombre de
propagar y perpetuar su incompetencia. Le toca ahora el turno a la computadora.
1
Es de notar que la regresión jerárquica no es un fenómeno enteramente moderno. Hace muchos años, el simple
hecho de saber leer y escribir fue considerado por sí solo como un certificado de competencia para los puestos más
importantes. Se descubrió entonces que había un creciente número de necios en estas condiciones, por lo que los
patronos comenzaron a elevar sus niveles, quinto grado, octavo grado, etcétera. Cada uno de estos niveles empezó
como certificado de competencia; cada uno de ellos fue finalmente considerado como certificado de incompetencia.
a) Una computadora se rebela ante cualquier instrucción poco clara, hace parpadear sus
luces y espera aclaración.
b) Una computadora no tiene tacto. No adulará. No discurrirá. No dirá: «Sí, señor; al
instante, señor», a unas instrucciones equivocadas, y luego marchará y hará lo que es más
indicado. Simplemente, seguirá las instrucciones equivocadas, siempre que hayan sido
dadas con claridad.
Tres observaciones
a) La computadora puede ser incompetente en Si misma, esto es, incapaz de realizar y
regular con exactitud, el trabajo para el que fue diseñada. Esta clase de incompetencia no
puede ser eliminada jamás, porque el Principio de Peter es aplicable en las empresas
donde se diseñan y fabrican las computadoras
b) Aun cuando sea competente en sí misma, la computadora amplifica enormemente los,
resultados de la 'incompetencia de sus propietarios y operadores.
c) La computadora, al igual que un empleado humano, se halla sometido al Principio de
Peter. Si al comenzar hace un buen trabajo, existe una fuerte tendencia a ascenderle a
tareas de más responsabilidad, hasta que alcanza su nivel de incompetencia.
jerarquía (resultado). Vemos aquí que la irreflexiva escalada del esfuerzo educacional y la
automatización de métodos anticuados o incorrectos constituyen ejemplos de esta insensata clase
de trámite. Nuestros dirigentes en política, ciencia, educación, industria y ejército han insistido en
que vayamos tan rápidamente como podamos, y tan lejos como nos sea posible, inspirados sólo
por la ciega fe en que -el gran trámite producirá gran resultado.
Como estudiante de jerarquiología, comprende usted ahora que la continua escalada de trámite de
la sociedad es, simplemente, inversión de Peter a gran escala.
Figura 26. Los habitantes de las ciudades tenían fácil acceso paisajes rurales de serena
belleza
Hemos frustrado la promesa de este siglo convertido los prodigios de la ciencia en una cámara de
horrores, en la que un holocausto nuclear podría convertirse en una trampa mortal para toda la
raza humana. Si continuamos proyectando, inventando, construyendo y reconstruyendo
febrilmente en la dirección seña lada por este progreso, alcanzaremos el nivel de incompetencia
vital total.
El poder del pensamiento negativo puede ayudarnos a evitar que nos escalemos a nosotros
mismos hasta un nivel de incompetencia vital, y ayudar así a impedir la destrucción del mundo.
LA ENFERMEDAD SUBSISTE.
Consideremos otro ejemplo. El hombre se ha elevado en la jerarquía terapéutica a través de la
magia, el vudú, la curación por la fe, hasta la medicina y la cirugía ortodoxas modernas. Se halla
ahora muy próximo a fabricar seres humanos con piezas de repuesto, naturales y sintéticas. Este
paso le haría ascender de curador a creador.
Pero, situado ante una explosión demográfica y con situaciones de hambre a escala mundial, ¿qué
necesidad tiene el hombre de aceptar este ascenso?
¿No sería oportuno manifestar incompetencia creadora en esta cuestión, emplear deficientemente
la técnica creadora y evitar así el inútil y potencialmente peligroso ascenso?
De usted depende
Con un poco de reflexión, podrá usted encontrar otros campos en los que cabría hacer aplicación
de esta incompetencia creadora, de esta humildad.
2
Las averías, retrasos y desastres relacionados con los viajes espaciales indican que las personas que intervienen en
ellos pueden, de hecho, estar ejercitando incompetencia creadora, Recalco «pueden», porque la piedra de toque de la
verdadera incompetencia creadora consiste en que el observador no puede decir con seguridad si la incompetencia es
deliberada o no
Enfrentados a la posibilidad de ascenso al nivel de incompetencia vital total -por ejemplo, por la
contaminación atmosférica, la guerra nuclear, el hambre mundial o una invasión de bacterias
marcianas, haríamos bien en utilizar los profilácticos de Peter.
Si practicamos el pensamiento negativo y la incompetencia creadora, y evitamos con ello dar el
paso final, aumentaría la posibilidad de supervivencia humana. Los profilácticos de Peter
previenen los ascensos patológicos.
Usted ya se da cuenta
El espacio disponible no permite insistir sobre el particular. Usted, como lector reflexivo, podrá
ver la aplicación de la prescripción de Peter3 en su vida y en su trabajo, y en la vida y el trabajo
de su ciudad, su país y su planeta.
3
Yo he aplicado esto a la educación. (Véase Prescriptive Teaching, por Laurence J. Peter, Nueva
York:«McGraw-Hill Book, Co.», 1965.)
Convendrá usted en que el hombre no puede conseguir su mayor realización buscando la cantidad
por la cantidad: la conseguirá mejorando la calidad de la vida; en otras palabras, evitando la
incompetencia vital.
La prescripción de Peter ofrece un mejoramiento de la calidad de la vida, en lugar de una
insensata orientación hacia el olvido.
PROGRESO DE LA JERARQUIOLOGIA
He; dicho ya suficiente'-para hacerle ver que su felicidad, salud y el goce de realizarse, así como
la esperanza para el futuro del hombre radican en la comprensión del Principio de Peter, en la
aplicación de los principios de la jerarquiología y en la utilización de la prescripción de Peter ara
resolver los problemas humanos.
He escrito este libro para que pueda usted comprender y utilizar el Principio de Peter. Su
aceptación y aplicación son cosas de su propia incumbencia. Le seguirán, sin duda, otros libros.
Entretanto, esperemos que algún filántropo no tarde en fundar en alguna parte, en alguna
Universidad importante, una cátedra de jerarquiología. Cuando esto ocurra, yo estoy calificado y
dispuesto a ocupar el puesto, ya que me he mostrado capaz en mi actual empeño.
G. du Maurier (1889)
UNA RESPUESTA EMBARAZOSA (Fig. 2)
Director de colegio: -¡Es vergonzoso! ¡Su hermano, que es dos años más joven, sabe más
gramática griega que usted!
Alumno torpe: -Ah, pero mi hermano no lleva aquí tanto tiempo como yo, señor. ¡Es su primer
año!
G. du Maurier (1889)
EXCESO DE CELO (Fig. 3)
Cliente eclesiástico: -Quiero comprar un bonito broche de diamante para mi cara mitad.
Comerciante demasiado servicial: -Desde luego, señor. Tenemos justamente lo que usted desea.
Y, si quiere, podemos servirle también algo para su otra mitad.
(No hubo venta.)
W. Ralston (1871)
PRÁCTICO (Fig. 6)
Padre amantísimo: Sé que le está usté metiendo gramática y jografía a mi hijo. Bueno, pues
como no va a ser ni marino ni cura, ¿pa qué le va usté a jorobar con esas gaitas? Enséñele cosas
que le valgan pa'l comercio.
G. du Maurier (1887)
UN DIA EN EL CAMPO (Fig. 7)
Tommy (que nunca había salido de Whitechapel): -¡Oh! ¡Oh! ¡Oh!
Señorita: -¿Qué ocurre, Tommy?
A. C. Corbould (1885)
OSADIA (Fig. 11)
-¿Le cuido el caballo, señor?
E. T. Reed (1892)
ELECCION MEDITADA (Fig. 12)
Elector consciente (en el colegio electoral): -El que yo quiero votar es un hombre fuerte y calvo,
pero ¡que me ahorque si sé cómo se llama!
G. du Maurier (1883)
UNA RÉPLICA OPORTUNA (Fig. 18)
Señora Mountioy Belassis (después de varias colisiones): ¡Me parece, señor Rudderford, que se
desenvuelve usted mucho mejor en una embarcación que en una sala de baile!
Bobby Rudderford (el famoso timonel de Oxford): -¡Sí, por Júpiter! ¡y preferiría patronear a ocho
hombres que a una sola mujer!
E. T. Reed (1891)
IMPONIENDO ORDEN (Fig. 22)
Juez:-Expulsen a esos abogados. Con sus voces, están faltando al orden.
Coro de abogados: -Disculpe Su Señoría. Creíamos que, como siempre, eran voces en el
desierto.
A. C. Corbould (1885)
RUS IN URBE (Fig. 23)
Caballista elegante (recién llegada de provincias, su primer paseo por Hyde Park) -¡Santo cielo,
Sam! ¡No puedes salir conmigo de esa forma! ¿Dónde están tus botas y lo demás?
Palafrenero:-No me las he traído, señora. Pero no importa. Aquí no me conoce nadie.