Sermon
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Una de las características aterradoras del mundo de hoy es la necesidad generalizada de un apoyo
para hacerle frente a situaciones como el criar hijos, enfrentar el mañana, enfrentar el problema de
sentirse atrapado y el problema de tener tiempo y no saber qué hacer con él. Las personas sienten que no
pueden hacerle frente al diario trajín de sobrevivir hasta el fin de mes, al fuerte golpe de una enfermedad
o a la pérdida tras pérdida de los que amamos. El pesimista podría decir que la pregunta, «¿Hay vida
después de la muerte?» ha sido reemplazada por la pregunta, «¿hay vida antes de la muerte?».
A menudo nos cuesta manejar las dificultades de la vida. Podemos explicar bíblicamente esta situación
por medio de las tragedias, las enfermedades, las pruebas y la muerte que trajo a nuestro mundo el pecado
de Adán. Todas las personas, creyentes y no creyentes, se enfrentan al mismo tipo de pruebas y
tribulaciones. También podemos explicar esta situación diciendo que las pruebas de la vida prueban
nuestra fe y desarrollan la perseverancia para que podamos madurar y estar completos. Sin embargo,
cuando nos enfrentamos a uno de esos episodios traumáticos, tendemos a perder la perspectiva bíblica.
Santiago, en su estilo notablemente práctico, parece saber lo que les pasará a sus lectores y a nosotros.
Después de aclarar el objetivo de las pruebas y cuál debería ser el resultado final de las mismas, dice
cómo superarlas. De esta manera, Santiago demuestra cómo tiene que actuar la fe cristiana en nuestro
diario vivir.
Fallamos en el manejo de nuestras pruebas porque nos falta sabiduría. ¿Qué es la sabiduría?
Sabiduría, por el contexto, es la capacidad de ver las cosas desde la perspectiva de Dios. Es Dios
mostrándonos la situación desde Su punto de vista eterno. Es mostrarnos cómo todo encaja: cómo se
supone que debemos orar, qué se supone debemos hacer, cómo podemos resolver el problema, y, lo más
importante, cómo nos ayuda este problema a crecer.
El tipo de sabiduría del que estamos hablando no es solamente conocer la Biblia. Conocer la
Biblia hará que una persona esté informada, más no necesariamente sabia. Sin embargo, si una persona
sabe cómo usar la Biblia para entender la vida y para guiar su conducta y la conducta de otros en el
laberinto de los problemas de la vida, entonces, el conocimiento se ha convertido en sabiduría.
De conformidad con su enfoque práctico de esta vida, en la enseñanza de Santiago vemos una
hermosa franqueza y sencillez. Simplemente dice: «Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala
a Dios». ¡Así de sencillo! Esta sencillez es, o bien totalmente irreal, o bien encuentra su justificación en lo
Romance 25/08/2019
que se conoce de Dios. Para Santiago es lo último. Su doctrina acerca de Dios es tal que puede hacer esas
promesas drásticas y sabe que Dios las cumplirá.
¡Todos necesitamos saber que Dios ama el dar sabiduría cuando la pedimos! Existe una
correlación directa entre lo que Salomón experimentó en el Antiguo Testamento y lo que Dios desea para
cada cristiano. Recordemos la historia de Salomón (1º Reyes 3). Inmediatamente después de que fue
nombrado para servir como el rey de Israel, el Señor se le apareció en sueños y le dio la oportunidad de
pedir cualquier cosa. Al Señor le agradó que Salomón pidiera un «corazón entendido» para juzgar al
pueblo de Dios, para discernir entre el bien y el mal (1º Reyes 3.9). Tiene que ser abundantemente claro
de lo que se recoge de la Escritura que a Dios siempre le agrada cuando le pedimos sabiduría para hacer
Su voluntad. Él desea contestar esta clase de oración.
¿Por qué desea Dios que pidamos esta clase de sabiduría? Porque en nuestra comprensión
cristiana de la oración, esta implica confesar nuestras insuficiencias morales y nuestra aspiración a ser
más semejantes a Cristo. Cuando el cristiano se enfrenta a la presión de grupo para hacer lo malo (tomar
bebidas alcohólicas, usar drogas, tener relaciones sexuales ilícitas, etc.), o se enfrenta con problemas
familiares o la muerte de un ser querido, en lugar de confiar en su propia fuerza le pide ayuda a Dios. Su
oración puede decir: «¡Dios, no puedo con esto! Pero con tu ayuda lo podré superar y así ser una mejor
persona». Tal oración concuerda con el carácter de la vida cristiana que confía en la fuerza de Dios y no
en la nuestra.
Cuando leemos los versículos 6 al 8 a menudo comenzamos a decir: «Pero, Santiago, tengo
muchos problemas con la duda». No queremos decir que dudamos de las verdades que son fundamentales
del cristianismo. Por ejemplo, no dudamos de la existencia de Dios, de Jesús como Dios venido en la
carne, del Espíritu Santo como la fuerza activa de Dios, de la resurrección de Jesús de entre los muertos,
de la salvación por la gracia mediante la fe en Jesús, de la importancia primordial de la iglesia que Jesús
edificó ni de la necesidad que el hombre tiene de obedecer la voluntad de Dios. La siguiente es la
interrogante con la que luchamos: «¿Usará Dios Su poder para ayudarnos en los momentos difíciles de la
vida?». De hecho, muchas veces llegamos a identificarnos cada vez más con el padre angustiado de
Marcos 9, que exclamó: «Creo; ayuda mi incredulidad» (Marcos 9.24).
Santiago está diciendo que no hay nada que le impida a Dios darnos sabiduría en momentos de
angustia y que más bien en nosotros podría existir un obstáculo. Por eso dice: «Pero pida con fe, no
dudando nada» (1.6). No quiere decir solamente creer en Dios, ya que les está escribiendo a creyentes,
sino creer que Dios puede hacer y hará lo que Sus hijos le pidan.
En estas luchas, puede que nos enfrentemos con al menos dos problemas. En primer lugar, puede
que no sepamos qué pedir. ¿No tendemos a pedirle a Dios en un momento de dificultad que quite tal
dificultad? Sin embargo, no es lo que dice Santiago. Dice claramente que pidamos «sabiduría» para que
podamos madurar por medio de las dificultades de la vida. En segundo lugar, puede que ni siquiera con la
ayuda de Dios estemos seguros de que algo bueno pueda surgir de los problemas que enfrentamos.
Santiago usa un par de expresiones llamativas para describir este tipo de situación. En el versículo 6, dice:
«… porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una
parte a otra». El agitado mar está completamente a merced del viento, cambiando en cualquier dirección
que sople. Sin embargo, la mejor descripción se encuentra en el versículo 8. Dice que un hombre que
duda es un «hombre de doble ánimo». La palabra griega usada aquí literalmente significa «con dos
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almas». Es como si un alma declarara: «Creo» y la otra a su vez grita: «Yo no». El hombre tiene una
lealtad dividida, a veces pensando que Dios podría ayudarle, y en otras ocasiones desechando esa
esperanza sin encontrar solución. Este tipo de persona correspondería a «Hipocresía» un personaje en la
alegoría clásica de Bunyan, El progreso del peregrino.
Si confiamos en Dios, reconoceremos que Su camino es el mejor incluso antes de saber cuál es. Si
le pedimos sabiduría, con este tipo de fe, la recibiremos. Con la sabiduría de Dios, podemos avanzar con
seguridad.
Los versículos 9 al 11 son considerados por muchos estudiosos como introductorios a un tema
completamente nuevo. Sin embargo, puesto que el material en el contexto tiene que ver con perseverar
por medio de las pruebas de la vida, lo mejor es entender estos versículos como que están relacionados
con el mismo tema.
A menudo estamos abrumados por los problemas de la vida, porque ponemos nuestra confianza en
las cosas materiales. El hermano «rico» considera su riqueza como su seguridad, el hermano «pobre» dice
que su falta de riqueza constituye la razón por la que no puede manejar las dificultades de la vida.
Santiago parece estar señalando que «las pruebas» borran toda distinción superficial y dan nuevas
perspectivas sobre las riquezas.
La «posición alta» por la que el hermano pobre debe «sentirse orgulloso» hace referencia, en
primer lugar, a su posición en Cristo. Al salvarle, Dios lo levanta y le da una nueva dignidad y valor.
Descubre que es de valor para Dios, la iglesia y el mundo. En este contexto, sin embargo, parece más
probable que Santiago tiene en mente el «privilegio de sufrir por Cristo». La Escritura está llena de este
tipo de enseñanzas (Hechos 5.41; 2ª Timoteo 3.12;1ª Pedro 4.16). El sufrir persecución por causa de Jesús
eleva al cristiano a una posición de honor que supera su pobreza.
El mismo tratamiento que exalta al pobre y le da un nuevo sentido de valor, también humilla al
rico. El sufrimiento le muestra que, en lugar de tener una seguridad duradera en la vida gracias a sus
riquezas y posesiones, su vida no es más permanente que una flor silvestre. Por lo tanto, Santiago dice:
… pero el que es rico, en su humillación; porque él pasará como la flor de la hierba. Porque
cuando sale el sol con calor abrasador, la hierba se seca, su flor se cae, y perece su hermosa apariencia;
así también se marchitará el rico en todas sus empresas (1.10, 11).
CONCLUSION.
¿Cómo manejamos nuestras pruebas? ¿Con nuestra propia fuerza? ¿Por medio de nuestra propia
riqueza material? Si así lo hacemos, ¡la vida será un duro golpe tras otro! Hasta que aprendamos a ser
humildes y a pedirle ayuda a Dios, creyendo que nos ayudará, nuestras pruebas seguirán siendo
abrumadoras.