Krishnamacharya Su Vida y Sus Ensenanzas

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Krishnamacharya:
Su vida y sus enseñanzas
Autor: A. G. Mohan con Ganesh Mohan
Editorial: Shambhala Publica9ons, 2011
Traducción al español: Demian Sánchez YeskeG

A.G. Mohan estudió con Sri T. Krishnamacharya durante dieciocho años hasta la
muerte del maestro en 1989. Es el autor de varios libros. Vive en Chennai, India,
con su esposa, Indra, y su hijo, Ganesh. La familia Mohan también imparte talleres
en los Estados Unidos, India y Europa.

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Contenidos

Prólogo
Introducción del autor
1. Resumen de la vida de Krishnamacharya
2. Conociendo al maestro y primeros estudios (1971 – 1973)
3. Asana
4. Compromiso convincente (1973-1978)
5. Pranayama, Kriyas, Yogaterapia
6. Desarrollando mayor cercanía (1978-1984)
7. La mente: yamas, niyamas, meditación y prác9cas relacionadas
8. Úl9mos años (1984-1989)
9. Obra de Krishnamacharya
Apéndice 1: Extracto del Yoga Makaranda y resumen del Yoga Rahasya
Apéndice 2: Vinyasa del guerrero
Sobre los autores

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Prólogo
YO ERA UN NIÑO PEQUEÑO cuando mi padre estudió con Krishnamacharya. Yo
veía a Krishnamacharya con enorme admiración, aun si él fue siempre accesible y
alentador en las ocasiones que estuve en su presencia. Mis recuerdos de él están
endulzados, quizá, ¡por sus regalos de almendras endulzadas cada vez que lo veía!
Este libro está narrado desde la perspec9va de mi padre pero a través de mi
redacción. Yo le preguntaba a mi padre acerca de sus experiencias con
Krishnamacharya, reflexionaba en cómo expresar sus recuerdos de la mejor forma,
y luego los plasmaba por escrito. Después de eso, repasábamos y editábamos el
material. El estar involucrado con el yoga y otros estudios védicos tradicionales
desde la niñez, y tener recuerdos de Krishnamacharya (aunque a través de los ojos
de mi niñez), me hizo fácil relacionarme con las experiencias de mi padre.
El idioma de expresión de Krishnamacharya en estudios tradicionales era el
sánscrito, y además usaba muchas palabras en sánscrito para describir asanas y
métodos de prác9ca. Usamos muchos de éstos términos a través del libro para dar
a los lectores una probada del contexto en el que estudió mi padre. Tal como
maestros y alumnos contemporáneos de yoga no necesitan aprender todos los
términos en sánscrito que aplican a la prác9ca de yoga, no esperamos que los
lectores sufran con estos términos. Aprender palabras en sánscrito asociadas al
yoga no es tan importante como entender el tema y cómo aplicarlo.
Krishnamacharya enseñó sobre tantos temas tan diversos que este libro tendría
que ser inmenso para hacerle jus9cia a todas sus enseñanzas. Mientras
trabajábamos en el libro, fue necesario redefinir su alcance y empezar de nuevo,
más de una vez. Completar este proyecto nos ha tomado alrededor de dos años.
Finalmente decidimos por un libro que abarca una variedad de temas. Presenta
información sobre la vida de Krishnamacharya así como un retrato de su persona
como maestro y como prac9cante de yoga. El libro también con9ene puntos
destacados de las enseñanzas de Krishnamacharya del espectro de estudios sobre
el yoga así como una descripción de sus obras, incluyendo un resumen de las más
importantes. Trabajar en este libro me dio la oportunidad de escuchar las
grabaciones de audio de las conferencias y cantos de Krishnamacharya, así como
las grabaciones de las pocas entrevistas que dio el maestro. Hemos publicado
algunas grabaciones de Krishnamacharya realizando cantos, con mi padre, en
formato de un disco compacto sin fines de lucro 9tulado La Voz del Maestro.

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Mi familia estaba dedicada a Krishnamacharya y sus enseñanzas aún antes de que
yo naciera. Mi madre, Indra, ha sido parte de este proyecto en cada paso. Una
prac9cante serena y maestra de yoga paciente (como lo ates9guarán sus muchos
alumnos dedicados), ella ha sido el apoyo principal de mi padre a través de las
décadas en su viaje espiritual. Mi hermana, Nitya, también nos ha dado
aportaciones valiosas. Al ser mayor que yo, 9ene una memoria más clara de
Krishnamacharya. Además de prac9car y enseñar yoga, es una cantante
consumada y es quizá una de las pocas personas que cumplió los estándares
exigentes y recibió halagos del maestro al recitar cantos.
Debo mi gra9tud también a PaGy Moynahan; su edición ha mejorado el texto
inmensamente. Trajo a este proyecto no sólo su habilidad como escritora sino
también su evaluación considerada y su atento reconocimiento al sujeto, así como
su par9cipación desde el corazón.
Ha sido mi privilegio trabajar con mi padre en este libro.
GANESH MOHAN

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Introducción del autor
CONOCÍ A MI GURÚ, Sri Tirumalai Krishnamacharya, hace casi cuarenta años y
estudié con él durante casi dos décadas. En muchas formas fue inigualado—como
experto de yoga, como maestro, como médico yóguico / de ayurveda y como
académico. Si el yoga es tan popular hoy en día, es en no poca medida por su
prác9ca, su brillantez, su profundidad de conocimientos y su incansable
perseverancia por propagar sabiduría an9gua.
Sin embargo muchos prac9cantes de yoga saben poco de Krishnamacharya como
persona o de sus enseñanzas. Una razón es que durante su vida Krishnamacharya
no prestó atención a la publicidad personal o a los éxitos materiales. Como
alumno, la única virtud por la cual puedo reclamar reconocimiento fue mi
determinación de estudiar con Krishnamacharya hasta el final de su vida,
independientemente de cualquier problema que pudiera enfrentar en la mía.
También tuve el privilegio de servir a Krishnamacharya personalmente en sus
úl9mos años. Este libro presenta la singular relación que tuve con un maestro
único; es mi tributo a Krishnamacharya como mi maestro.
He tenido la buena fortuna de conocer y pasar 9empo con muchos maestros de
yoga a través de los años—a veces cuando visitaron a mi gurú y a veces
personalmente—incluyendo otros alumnos de Krishnamacharya, tales como B.K.S.
Iyengar e Indra Devi, o celebridades del yoga como Swami Satchidananda. En este
libro, sin embargo, he evitado intencionalmente narra9vas que divagan de la vida y
enseñanzas de Krishnamacharya y de mis reflexiones como su alumno.
Uno de los dichos favoritos de Krishnamacharya se puede traducir
aproximadamente como “un alumno capaz trae fama al maestro.” Sin embargo la
humildad de Krishnamacharya siempre lo llevó a rechazar escritos que lo
elogiaran. De acuerdo a su preferencia, este libro es sencillo y directo, sin
embellecimiento alguno; sin embargo, no se requieren exageraciones para resaltar
la grandeza de un maestro como Krishnamacharya. Honrando su misión de
propagar el yoga, he narrado no sólo una historia si no he resaltado el mensaje que
transmi9ó a través de su vida y su conducta.
Para mí, escribir este libro ha sido un viaje de regreso a los días de mis estudios
con mi gurú. Sinceramente espero que como estudiante o maestro de yoga, o
como un lector que sencillamente está interesado en conocer sobre
Krishnamacharya, usted encontrará valioso este libro.
A.G. MOHAN
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1.
Resumen de la vida de Krishnamacharya

TIRUMALAI KRISHNAMACHARYA nació en noviembre de 1888 en la aldea de


Muchukundapuram, que se encuentra en el estado del sur de la India de
Karnataka. Su padre fue Srinivasa Tatacharya y su madre, Ranganayakiamma. Su
bisabuelo fue Srinivasa Brahmatantra Swami, el dirigente del Parakala Math en
Mysore, una de las ins9tuciones an9guas y respetadas en la tradición visnuita. El
visnuismo es de las tradiciones más prevalentes del hinduismo. Su nombre se
deriva de su énfasis en la devoción de lo divino en la forma de la deidad Visnú,
también conocido como Narayana.
Cuando era un niño, Krishnamacharya fue formado en el estudio de los Vedas,
inicialmente por su padre, como era costumbre en una familia brahmán ortodoxa
en esos 9empos. Los Vedas son un cuerpo an9guo de sabiduría que forma la base
de lo que hoy se conoce como el hinduismo. Cuando Krishnamacharya tenía
alrededor de doce años de edad, con9nuó sus estudios en el Parakala Math y en la
universidad de Mysore. Aprendió sánscrito así como asuntos de la sabiduría
védica, como purva mimamsa (un sistema de filosowa hindú que enfa9za rituales y
un es9lo de vida védico). Al mismo 9empo, Krishnamacharya aprendía de su padre
asanas (la prác9ca de posturas de yoga) y pranayama (técnicas yóguicas de
respiración). Muchos eruditos védicos visitaron el Math, y en la medida que
Krishnamacharya interactuó con ellos, su deseo de aprender se hizo más fuerte.
Estudió vedanta (uno de los sistemas importantes de filosowa védica) bajo la tutela
de Sri Krishna Brahmatantra Parakala Swami, el ponxfice del Parakala Math en ese
entonces, y obtuvo dos xtulos de la Universidad de Mysore—uno en la exposición
de los Vedas (9tulado Veda Kesari o “león de los Vedas”) y uno en la filosowa de
purva mimamsa (9tulado Mimamsa Vidva, o “académico de mimamsa”), que
había estudiado previamente.
En 1906, a la edad de dieciocho, Krishnamacharya viajó a Varanasi, la ciudad
sagrada y el respetado centro de enseñanza tradicional en el norte de la India. Ahí
aprendió gramá9ca y lógica (tarka) del sánscrito. Estudió en el Queens College en
Varanasi, viviendo en Assi Ghat y caminando seis millas a la universidad todos los
días. Las clases de Krishnamacharya eran de 6:30 a 10:30 A.M. Después de las
horas en la universidad, Krishnamacharya preparaba tortas de trigo de la harina

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que obtenía mendigando. (Era la tradición en esos días para los alumnos que
mendigaran por su comida y el deber de los hogares mantener a los estudiantes.)
Uno de los principales maestros de Krishnamacharya era Vamacharana
BhaGacharya. El director de la universidad era el conocido académico Ganganath
Jha. Al enterarse de las dificultades financieras de Krishnamacharya, Ganganath
Jha le sugirió a Krishnamacharya par9cipar en un examen para una beca. Era
indispensable para el examen tener conocimientos sobre el hindi, el idioma
predominante en el norte de la India, ya que el examen se imparxa en ese idioma.
Krishnamacharya solicitó que le permi9eran tomar la prueba en Telugu, su lengua
materna. El profesor de Telugu de la universidad le concedió el permiso. De los
sesenta y tres candidatos que tomaron el examen, Krishnamacharya fue uno de
tan sólo tres que pasaron la prueba. Le fue otorgada una beca de tres rupias al
mes. (La rupia valía mucho más en esos días—una comida costaba tan sólo una
pequeña fracción de una rupia.) Poco después, completó exitosamente el examen
de la formación de maestro, y Ganganath Jha solicitó a Krishnamacharya fungir
como tutor en los estudios de su hijo, Amarnath Jha. Durante sus vacaciones, que
duraban alrededor de tres meses, Krishnamacharya solía viajar al Himalaya y visitar
los lugares que quedaban en el camino a pie.
Mientras estaba en Varanasi, Krishnamacharya con9nuó prac9cando los asanas y
pranayama que le enseñó su padre. Un monje que observó a Krishnamacharya
prac9cando lo dirigió al maestro de yoga Babu Bhagavan Das, quien permi9ó a
Krishnamacharya atender el curso de yoga en la universidad de la ciudad de Patna,
algunos cientos de millas al este, y presentarse a los exámenes como un candidato
individual. Al aprobar estos exámenes, Krishnamacharya obtuvo su xtulo en la
teoría de yoga y en samkhya, la filosowa correspondiente. Samkhya es la más
an9gua entre las filosowas orientales; forma la base de todos los puntos de vista
que la han sucedido.
De regreso en Varanasi, Vamacharana BhaGacharya y Ganganath Jha apreciaban
enormemente el agudo intelecto y el profundo interés de Krishnamacharya en sus
estudios. Lo mo9varon a con9nuar sus estudios y lo ayudaron con arreglos
financieros y residenciales. Krishnamacharya estudiaba algunas horas, asisxa a
clases en la universidad, y trabajaba en la biblioteca por una hora. Además
enseñaba yoga al hijo de su maestro y al sobrino del director.
Krishnamacharya tenía un deseo profundo de aprender más yoga. Preguntó a
Ganganath Jha dónde podría obtener más estudios sobre el yoga. Ganganath Jha
respondió que Krishnamacharya tendría que viajar más allá del Nepal al Tíbet, para
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conocer al yogi Ramamohana Brahmachari, quien le podría enseñar todo lo que
quisiera saber del yoga.
Ciertos documentos eran necesarios para viajar al Tíbet. Por ellos, Ganganath Jha
puso a Krishnamacharya en contacto con el virrey de la ciudad de Simla. Situada al
noroeste del Himalaya y ahora la capital del estado de Himachal Pradesh, Simla
ofrecía un clima fresco a los oficiales británicos durante el calor del verano Indio. Al
llegar a Simla, Krishnamacharya encontró al virrey enfermo con diabetes. El virrey
estaba bajo el cuidado de Devendra BhaGacharya, un médico y el hijo de
Vamacharana BhaGacharya, el maestro de Krishnamacharya en Varanasi.
Krishnamacharya se dispuso a curar al virrey usando sus conocimientos del yoga.
La condición del virrey mejoró en seis meses. Complacido con el tratamiento de
Krishnamacharya, el virrey hizo arreglos para que Krishnamacharya viajara al Tíbet,
acompañado de sus ayudantes. Le solicitó a Krishnamacharya regresar todos los
años durante tres meses para con9nuar enseñándole yoga.
Krishnamacharya par9ó rumbo al Nepal. En el trayecto, visitó el templo de
Muk9narayana, a la orilla del río Gandaki, y encontró una saligrama (una piedra
sagrada). El templo de Muk9narayana (mejor conocido como Muk9nath), ahora en
Nepal, está a una al9tud de alrededor de doce mil pies. Un templo visnuita de
tradición ancestral, es un des9no de peregrinación también venerado por los
budistas. El río Gandaki, que fluye no muy lejos del templo, también es de
importancia histórica. Se dice que es la fuente de las saligramas que son
consideradas representaciones de lo divino en la tradición védica. En el visnuismo,
las saligramas son categorizadas acorde a las marcas y otros rasgos que llevan.
El trayecto a Muk9nath a pie puede ser retador incluso hoy en día, con caminos y
otras amenidades modernas. Krishnamacharya con9nuó su recorrido, caminando
más de doscientas millas en tres semanas para finalmente llegar a la región
cercana al lago sagrado de Manasarovar, acompañado de sus ayudantes. El lago
Manasarovar se encuentra en el Tíbet, alto en el Himalaya a casi quince mil pies.
Después de buscarlo, Krishnamacharya encontró el ashram de Ramamohana
Brahmachari, que era tan solo una cueva. El santo, que llevaba una barba larga, las
marcas tradicionales de devoción y sandalias de madera, recibió a
Krishnamacharya en la entrada de la cueva. Krishnamacharya se postró ante el
gurú y solicitó ser aceptado como discípulo. Ramamohana Brahmachari lo
cues9onó en Hindi y Krishnamacharya expresó su profundo interés por aprender
yoga.

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Krishnamacharya fue recibido cálidamente y fue presentado a la esposa y a los tres
hijos del gurú y proporcionado fruta para comer. Después Ramamohana
Brahmachari le dió a Krishnamacharya una visita corta por Manasarovar. Advir9ó a
Krishnamacharya no tocar el agua en el lago, enseñándole su dedo pequeño, que
se había conver9do negro por contacto con el agua. A pesar de estar tan alto en las
montañas, cerca de un lago que se congela en el invierno, Krishnamacharya
después comentó que no sin9ó el frío, bien debido a la fruta o, quizá, “debido a la
gracia del gurú.”
Ramamohana Brahmachari después despidió a los asistentes de Krishnamacharya.
Instruyó a Krishnamacharya comer nada más que fruta en los próximos ocho días
(una disciplina probablemente encaminada a limpiar al cuerpo con comida ligera
antes de comenzar una prác9ca seria de yoga). Después de ocho días, comenzó la
instrucción de yoga. Krishnamacharya solicitó regresar a Simla cada año durante
tres meses, como le había prome9do al virrey. Ramamohana Brahmachari
consin9ó generosamente e incluso envió a su propio hijo para acompañarlo.
Durante los próximos siete años y medio, Krishnamacharya estudió yoga
diligentemente mientras vivía con su gurú. En los primeros años, estudió los Yoga
Sutras y filosowa samkhya mientras prac9caba asanas y pranayama bajo la guía de
su gurú. En el úl9mo año o dos, aprendió aplicaciones más avanzadas del yoga, tal
como el uso de yoga en terapia.
En 1918, después de sus años estudiando yoga en el Tíbet, Krishnamacharya
regresó a Varanasi. Tomó exámenes en varias materias, obteniendo sus xtulos en
un 9empo notablemente corto. Por ejemplo, ingresó a un curso de cuatro años
para el xtulo de Mimamsa Tirtha (un xtulo en la filosowa védica de mimamsa) y
cumplió los requisitos para el examen en tan sólo nueve meses. El examen duraría
cuatro días, pero durante la sesión oral del primer día el examinador en jefe dio
por terminada la prueba después de oír la exposición de Krishnamacharya de los
textos, llegando a la conclusión que no se necesitaba deliberación adicional para
conferir el xtulo.
Poco 9empo después, posterior a la muerte del maharajá de Vijaynagar, hubo una
disputa sobre dis9ntos aspectos del ritual védico que sería realizado. Había duda
sobre si cierto ritual conocido como el kushmanda homa necesitaba ser realizado
en su totalidad o si sólo los mantras podían ser recitados. Como esto era un asunto
relacionado a una familia real, fue referido al Comité Hindu Dharma Samsthapan
(literalmente, “un comité para el establecimiento del dharma hindú”) para una
decisión. El dirigente del comité, Gurulinga Shastri, estudiaba rituales védicos con
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Krishnamacharya y le preguntó si estaría dispuesto a sustanciar su opinión y
presentarla al comité. Krishnamacharya dijo que estaba dispuesto a hacerlo, con
tal de que su maestro Vamacharana BhaGacharya diera su permiso. El permiso fue
otorgado, y se solicitó a Krishnamacharya escribir un tratado para probar su
argumento. También se requirió que otros par9cipantes en el debate escribieran
sus opiniones en forma de un tratado. Krishnamacharya escribió un tratado
llamado “Padartha Tatva Nirnaya” para demostrar su argumento. Una
congregación de académicos evaluó el trabajo de cada par9cipantes, y juzgó la
obra de Krishnamacharya como la mejor. Después de esto, le fueron otorgados los
xtulos de Nyayacharyaand Mimamsa Ratna, y fue dis9nguido con la medalla de
oro Damodar Das.
En ese entonces, el ponxfice del Parakala Math, Sri Vageesa Brahmatantra Swami,
falleció. El xo de Krishnamacharya viajó al norte de la Indida, llevando consigo
instrucciones del Math para que Krishnamacharya tomara sannyasa (renuncia) y
regresara a Mysore para dirigir al Math. Sin embargo, Krishnamacharya quería
estudiar más. Rechazó la pe9ción del Math, explicando que consideraría regresar
sólo hasta que pudiera completar sus estudios. Krishnamacharya con9nuó
viajando, par9cipando en debates y discusiones, estudiando más, y obteniendo
xtulos como Veda Kesari y Nyaya Ratna de centros al norte de la India. También
fue honrado por su proeza al deba9r y su conocimiento como académico por los
maharajás de Baroda y Kasi.
Krishnamacharya comenzó a dar conferencias y demostraciones de yoga después
de su regreso del Tíbet. En 1926, el maharajá de Mysore, Krishnaraja Wadiyar,
conoció a Krishnamacharya en Varanasi y se impresionó por su personalidad y sus
conocimientos. Invitó a Krishnamacharya a ir a su palacio para enseñar yoga, y
como resultado, Krishnamacharya instaló una escuela de yoga en Mysore bajo el
patrocinio del maharajá. En 1934, Krishnamacharya escribió el libro Yoga
Makaranda, que fue publicado por la Universidad de Mysore. También con9nuó
viajando a varios lugares de la India para demostrar el poder del yoga, incluyendo
hazañas como detener el la9do de su corazón. Debido a cambios polí9cos en 1946,
aproximadamente en el momento que la India obtuvo su independencia, los
poderes de los maharajás fueron limitados, surgió un nuevo gobierno y la escuela
de yoga en Mysore fue clausurada.
Durante sus años en Mysore, Krishnamacharya había enseñado a alumnos con
necesidades terapéu9cas de la ciudad costera de Chennai, ubicada a unos cientos
de millas al este de Mysore. Estos alumnos habían visto mejoras sustanciales en su
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salud a través de la prác9ca de yoga. Por ejemplo, había tratado a Venkatarama
Shastri, un dis9nguido abogado que sufría de parálisis. Impresionado con los
resultados, el abogado refirió a un conocido jurista a Krishnamacharya, también
para el tratamiento de parálisis. Cuando cerró la escuela de yoga de Mysore,
algunos de ellos invitaron a Krishnamacharya a mudarse a Chennai.
Krishnamacharya era para ese entonces un hombre de familia, con tres hijos
(Srinivasan, Desikachar y Sribhashyam) y tres hijas (Pundarikavalli, Alamelu y
Shubha). Se mudó a Chennai, alojándose en un pequeño apartamento rentado del
otro lado del Sanskrit College. Enseñaba a sus alumnos yoga en su casa y también
caminaba a varios lugares para enseñar.
Krishnamacharya también fue nombrado catedrá9co en Vivekananda College y
condujo clases ahí por algún 9empo. Así Krishnamacharya se asentó
permanentemente en Chennai. A través de los años, en la medida que más
recursos se hicieron disponibles, le fue posible mudarse a un hogar más grande y
conveniente con espacio para enseñar—primero en la zona llamada Gopalapuram,
después Mandavelipakkam y, finalmente, Mandaveli, donde residía cuando yo lo
conocí. Ahí se quedó por el resto de sus años.

...

Las fechas exactas y los detalles de los eventos de la vida temprana de


Krishnamacharya son diwciles de obtener. No contamos con relatos de segunda
mano de los años de estudio de Krishnamacharya con su maestro de yoga en el
Himalaya ni de sus estudios en las universidades donde obtuvo sus xtulos. Lo que
sabemos de la vida de la vida temprana de Krishnamacharya viene en su mayoría
del mismo Krishnamacharya. La información presentada arriba fue tomada de
grabaciones de mis entrevistas con Krishnamacharya; una breve autobiograwa
escrita a mano; y una biograwa que apareció en la revista tamil Kalaimagal, que
está basada en una entrevista de 1984 con Krishnamacharya.
En conjunto, estas fuentes varían en el orden y las fechas de los eventos en la vida
temprana de Krishnamacharya. Por ejemplo, en la entrevista de Kalaimagal y en
una grabación de audio, Krishnamacharya dijo que conoció al Lord Irwin, el virrey
de India, en su camino al Himalaya en 1911. Pero Lord Irwin fue virrey de la India
de 1926 a 1931. Krishnamacharya había completado sus estudios de yoga antes de
1926. Podría ser que Krishnamacharya se equivocara de la fecha correcta que
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ocurrió este encuentro. Más probable, sin embargo, es que Krishnamacharya
efec9vamente conoció a un alto oficial en su trayecto al Himalaya, pero que años
después no recordara correctamente el xtulo o nombre del oficial. La memoria de
Krishnamacharya era en general extraordinaria, pero en esos primeros años el
inglés le era completamente desconocido, así que nombres y xtulos en inglés le
pudieron resultar diwciles de recordar.
En una versión de su biograwa, Krishnamacharya afirma que visitó la ciudad
sagrada de Varanasi dos veces, regresando a Mysore entre las visitas. En otra, dice
que visitó Varanasi una vez y se quedó ahí por más de una década. Lectores y
estudiantes de Krishnamacharya deben juzgar por sí mismos el significado rela9vo
de estas discrepancias. Un dato que es invariable en todos los relatos de
Krishnamacharya de su vida es que estudió yoga por siete años en el Himalaya bajo
la tutela de Ramamohana Brahmachari. En un panfleto que Krishnamacharya
publicó en la década de 1960, especifica que esos años de estudio fueron de 1911
a 1918.
Una razón importante para los misterios restantes que giran en torno a los
primeros años de Krishnamacharya fue su aversión a hablar sobre sí mismo o sus
estudios. Él valuaba enormemente la humildad y consideraba como una expresión
del ego hablar de sus actos y logros. Además, para el momento que le preguntaron
sobre los hechos de su vida temprana, muchas décadas habían transcurrido.
Finalmente, ¿qué se puede decir con certeza de los años forma9vos de
Krishnamacharya? Sabemos que visitó muchos centros de enseñanza y al hacerlo
absorbió un vasto conjunto de conocimientos y que pasó más de siete años en el
Himalaya aprendiendo yoga de una fuente poco común.
La información biográfica presentada líneas arriba me parece la más plausible. He
decidido presentar esta información en un es9lo factual, sin especular sobre las
mo9vaciones y sen9mientos de Krishnamacharya en varios momentos de su vida.
Como con las biograwas de otros maestros espirituales, la cronología precisa de los
viajes y estudios de Krishnamacharya no importa. Lo que importa para nosotros
ahora es la sabiduría perdurable que des9ló de sus estudios y brindó a sus
alumnos en el transcurso de muchas décadas, el ejemplo inspirador de su propia
prác9ca y forma sencilla de vivir, y su legado de ayudar a un número creciente de
personas disfrutar mayor bienestar a través de la prác9ca de yoga.

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2.
Conociendo al maestro y primeros estudios (1971 – 1973)

UN REFRÁN CONOCIDO de la India man9ene que la ac9tud del alumno determina


la calidad del maestro. Reflexionando sobre la calidad de mi maestro, me
pregunto: ¿fue mi interés sincero en la transformación personal y la espiritualidad
responsable por mi buena fortuna? Quizá fue el des9no o la gracia de lo divino.
Cualquiera la razón, reconocí en mi gurú, el yogui Tirumalai Krishnamacharya,
cuando asisx a una conferencia en 1971. Pero primero, un poco de historia
personal . . .
Nací en 1945 en una pequeña aldea en el estado de Tamil Nadu, al sur de la India.
A menos de un año de mi nacimiento, mi familia dejó nuestra aldea ancestral para
residir en lo que entonces se conocía como Madrás y ahora se conoce como
Chennai, la ciudad capital de Tamil Nadu.
Como adolescente, desarrollé un profundo interés en la filosowa y la espiritualidad.
Cuando tenía dieciséis, leí un libro llamado ¿Quién soy? que contenía respuestas a
alrededor de 30 preguntas espirituales esenciales de un conocido santo llamado
Ramana Maharishi. Su historia de vida fue notable: dejó su casa cuando tenía tan
sólo dieciséis años, después de una experiencia espiritual, y quedó absorto en
meditación por varios años. Las respuestas de Ramana Maharishi, escritas en
Tamil, mi lengua materna, fueron breves y poderosas, aún si críp9cas para mí en
ese entonces. Yo sabía que Ramana Maharishi había pasado la mayoría de su vida
en Thiruvannamalai, un pueblo a tan sólo cuatro horas de camino de Chennai.
Profundamente impresionado, y con el entusiasmo de la juventud, quería viajar a
Thiruvannamalai para conocer a este santo y buscar su orientación. Pero antes de
iniciar el viaje, me enteré con todo mi pesar que Ramana Maharishi había dejado
este mundo ¡cinco años después que yo entré a él!
Al aproximarme a los veinte, mis aspiraciones espirituales cedieron mientras
completaba mis estudios. Después de terminar mi educación en Chennai, estudié
ingeniería en una universidad en Coimbatore, una ciudad más pequeña algunos
cientos de millas al sudoeste. En 1967, at obtener mi xtulo en ingeniería, me
encontré buscando oportunidades labores. Hace cuarenta años la educación
superior era mucho menos común en la India que hoy en día. Por eso obtener un
trabajo no era diwcil para alguien con mi formación. Tenía un xo en un alto puesto
direc9vo en una de las pocas grandes industrias de esos 9empo, y parecía lo
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prudente consultarle sobre el mejor lugar para trabajar. Él me sugirió estudiar más
e inscribirme en un curso de ingeniería industrial y administración ofrecido por el
Consejo de Produc9vidad Nacional. Este consejo era una organización dirigida en
parte por el gobierno con el obje9vo de ayudar a empresas incrementar su
produc9vidad.
Pasé los siguientes dos años obteniendo un posgrado en administración. Después
de terminar mis estudios de administración en 1969, fui contratado por el Consejo
de Produc9vidad de Madrás, donde trabajé por proyecto con varias industrias.
En 1971, con vein9cinco años de edad y establecido en un buen trabajo con una
carrera prometedora en mi futuro, empecé nuevamente a explorar las preguntas
más profundas de la vida. Por azares del des9no, ese año me dieron un proyecto
en una reconocida compañía, Binny Mills, y el secretario del consejo sugirió que
invitara a un ingeniero industrial llamado Srivatsa Ramaswamito para que trabajara
conmigo como consultor externo. A pesar de ser formado como ingeniero
industrial, Ramaswami era corredor de bolsa por profesión, socio en la correduría
de su padre; fungió como consultor de alto nivel en mi proyecto durante las
mañanas y trabajó para la correduría en las tardes. Ramaswami era una persona
agradable, de voz suave y nos llevábamos bien. Cuando le mencioné mi interés por
la espiritualidad, me recomendó ir a una conferencia de un venerado maestro que
conocía. Curioso y ávido de conocer a su maestro, asisx a la conferencia.
Me encontré dentro de un pequeño grupo que asis9ó a la conferencia—menos de
una docena de personas. La imagen de Krishnamacharya esa tarde permanece
grabada en mi mente. Me impactó el brillo de su cuerpo y su apariencia
majestuosa. Aunque tenía ochenta y dos años, Krishnamacharya se sentó erguido y
quieto, como una estatua. Habló sin indicio de cualquier duda, como un río fluido
de sabiduría y con astuta claridad y aguda ni9dez. El tema de la conferencia era
rituales an9guos, pero Krishnamacharya conectó las prác9cas de yoga al tema.
Quedé cau9vado, inmerso en el discurso de Krishnamacharya y en el poder de su
presencia, como si estuviera sentado a los pies de un sabio an9guo.
En retrospec9va reconocemos personajes importantes en nuestra trayectoria de
vida—eventos u oportunidades que nos cambian. Ahora veo que conocer a
Krishnamacharya fue el evento más importante en mi vida. La presencia y el
discurso de Krishnamacharya me atrajeron profundamente, y yo estaba seguro que
había conocido un maestro de sabiduría y logros extraordinarios. En una breve
hora, la semilla de un cambió fundamental fue sembrada en mi, una semilla que
crecería y dirigiría mi vida en los años por venir.
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Esa noche, quedé convencido que debía estudiar con Krishnamacharya y buscar la
transformación espiritual bajo su guía. No estaba seguro de cómo acercarme a él,
sin embargo. Era como un océano—magnífico pero ocultando profundidades
desconocidas, para acercarse a él con respeto y, quizá, un poco de temor. Le
pregunté a Ramaswami qué hacer; él me sugirió primero acercarme al hijo de
Krishnamacharya Desikachar.
Conocí a Desikachar y le indiqué mi interés en estudiar con su padre. Desikachar
sugirió que aprendiera algunos asanas (posturas de yoga) primero con él. Mi
interés principal, sin embargo, se encontraba en la espiritualidad y la filosowa. En
ese entonces, pensaba que los asanas eran meros ejercicios wsicos, y tenía poco
interés en ellos, pero como ese parecía el camino a seguir, acepté su sugerencia.
Comencé a prac9car asanas con Desikachar, asis9endo a clase con él una vez cada
semana o dos.
En 1971, me casé con Indra. Hasta unos pocos años antes, nuestras familias habían
vivido en la misma calle, tan sólo a unas pocas casas uno del otro; así su familia me
era conocida, aún si a ella no la había conocido. Como era la costumbre, los
mayores en nuestras familias discu9eron la posibilidad de nuestro matrimonio y
nos lo sugirieron. Nos conocimos y nos gustamos. Algunos meses después, se llevó
a cabo nuestra boda. Aún si mi 9empo era entonces ocupado por mi carrera
profesional y el ajuste a mi estado de recién casado, comencé a asis9r a las
conferencias en grupo que Krishnamacharya ofrecía sobre varios temas. Daba
cátedra dos o tres veces al mes, y yo me aseguré de no faltar a ninguna.
Los meses pasaron, y con9nué asis9endo a clases de asana con Desikachar y
conferencias con Krishnamacharya. Al entrar o salir de clase de asana,
Krishnamacharya a veces estaba sentado—callado y quieto—en la veranda al
frente de la casa donde vivía con su familia. A veces me veía y me saludaba.
Durante este periodo inicial, nuestro contacto estaba restringido a un saludo
cortés de mi parte y un reconocimiento de él en respuesta.
Cómo después me llegué a dar cuenta, Krishnamacharya siempre era un
observador agudo, aún cuando parecía no estar poniendo atención. Se dio cuenta
de mi asistencia en sus conferencias. Creo que le había demostrado a su agrado
que tenía algo más que un interés pasajero en sus enseñanzas. Por mi parte, había
estado esperando el momento, aguardando una oportunidad para estudiar más.

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Al final de una conferencia, en 1973, me senx listo para abordar a
Krishnamacharya sobre la posibilidad de estudiar con él. Dudé antes de irme,
sabiendo que me notaría y lo interpretaría como señal de que quería decir algo.
“¿Qué?” me preguntó.
“Me gustaría estudiar los Upanishads,” le contesté, sabiendo que uno debía ir al
grano cuando hablaba con Krishnamacharya. (Los Upanishads son textos sánscritos
an9guos, la úl9ma parte de los Vedas. Son de los textos más an9guos de filosowa y
espiritualidad. Existen diez Upanishads importantes y muchos otros menores). Me
miró fijamente por algunos segundos. Después dijo, sin comprometerse pero sin
desalentar,
“Ya veremos.”
Sabía que yo debía dejar pasar el tema por el momento.
Después de algunas semanas, al terminar otra conferencia, xmidamente volví a
tocar el tema: “Le había pedido estudiar los Upanishads . . .” le dije a
Krishnamacharya.
Esta vez, no dudó. “¿Qué Upanishad le gustaría estudiar?” me preguntó.
Yo sabía que algunos de los alumnos de Krishnamacharya se había acercado con el
interés de estudiar textos específicos, pero yo no tenía alguno en mente. Quería su
guía; lo dejé a su criterio. “Estoy contento de empezar a estudiar lo que usted
considere mejor,” le contesté.
Pensó por algunos segundos y respondió, “Comencemos con el Prasnopanishad. Es
uno de los Upanishads que habla sobre el prana. Como estás aprendiendo asanas
y pranayama, es un tema relacionado y será un siguiente paso adecuado.”
Así comenzaron mis estudios privados con Krishnamacharya.
Por coincidencia, Desikachar estaba por dejar la India por un 9empo, y mis
lecciones de asana enfrentaban una interrupción. Con la anuencia de Desikachar,
solicité a Krishnamacharya que emprendiera enseñarme asanas también, y aceptó.
Era yo entonces un alumno exclusivo de Krishnamacharya.
Krishnamacharya se quedaba en una habitación de tamaño modesto, alrededor de
tres por cinco metros, situado arriba de su cochera. El techo de la cochera era más
bajo que el del resto de la casa, así que su habitación estaba en un nivel entre la
planta baja y el primer piso de su casa. (En la India, el nivel más bajo es llamado
“planta baja” y el nivel arriba de eso el “primer piso”). Para llegar a la habitación

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de Krishnamacharya, uno debía entrar a la casa y subir las escaleras a la izquierda
para llegar a un pequeño descanso entre la planta baja y el primer piso. La entrada
a la habitación de Krishnamacharya se encontraba en este descanso. Las escaleras
con9nuaban de ahí al primer piso, donde había algunas habitaciones más y un
balcón a la derecha que miraba un costado de la habitación de Krishnamacharya.
La puerta de la habitación de Krishnamacharya estaba en el costado derecho del
pequeño descanso. Adentro del cuarto, a la izquierda, había un estante de
concreto simple empotrado a la pared. Una imagen de madera de la deidad
personal de Krishnamacharya descansaba sobre este estante, acompañado por
algunos tomos clásicos. La imagen miraba desde arriba la habitación como si
estuviera bendiciendo a los ocupantes. Krishnamacharya habitualmente se
sentaba en una silla en el costado extremo de la habitación, a la izquierda.
Normalmente lo encontraba leyendo un texto an9guo o meditando, con los ojos
cerrados. Era una persona de pocas posesiones, y la habitación reflejaba la
simpleza de su vida. Estaba amueblada con tan sólo una silla, una cama y una
alfombra para la prác9ca de asana.
Recuerdo la primera vez que le ofrecí pago a Krishnamacharya por su instrucción.
Con el dinero en un sobre de papel en mi mano, dudé, inseguro de dónde poner el
sobre. Tradicionalmente, si un alumno pusiera dinero en las manos del maestro,
esto denigraría la relación, equiparándola a un empleador pagando a un
empleado. Además, las manos del maestro no debían estar debajo de las de un
alumno, una posición que sugiere que el maestro le está pidiendo algo al alumno.
Me preguntaba si debía poner el sobre a sus pies.
Krishnamacharya ges9culó hacia la imagen de su deidad personal en el estante de
su habitación. “Nada se debe par9cipar sin ofrecerlo primero a lo divino,” me dijo.
“Déjalo a los pies de lo divino.” De ahí en adelante, al principio de cada mes ponía
el dinero en un sobre, lo dejaba enfrente de la imagen de lo divino, y yo mismo me
postraba.
En la tradición védica an9gua, un alumno hacía un ofrecimiento al maestro al
terminar sus estudios. Esta oferta se llamaba guru dakshina. Se esperaba que el
alumno diera cualquier cosa que el maestro solicitara, y se esperaba que el
maestro, en turno, solicitaría un monto razonable. Krishnamacharya dijo que el
dakshina que su maestro de yoga, Ramamohana Brahmachari, quería no era
dinero ni cosas materiales sino la garanxa de que su alumno intentaría propagar el
yoga que había aprendido.

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Las cosas habían cambiado para el momento que yo estudié con Krishnamacharya.
El pago a la finalización de los estudios no era prác9co. Krishnamacharya, sin
embargo, no solicitaba cuotas especificas a los alumnos que los buscaban como
guía espiritual y para estudiar filosowa. Lo dejaba a que los alumnos ofrecieran lo
que sea que pudieran pagar. Él podía evaluar el estado financiero de un alumno al
observarlo—por ejemplo, si alumno llegaba en autobús, motocicleta o auto (raro
en esos días). Esto le indicaba cuánto podía pagar el alumno. Su principio personal
era estar sa9sfecho con lo que pagara un alumno; pero el pago del alumno, a la luz
de su estado financiero aparente, era una señal de cuánto valoraba las enseñanzas.
El ambiente en el que yo estudié yoga en la década de los setenta fue más lento
que el de los centros y estudios de yoga de hoy en día. Yo senxa que
Krishnamacharya y yo teníamos mucho 9empo. A pesar de que tenía más de
ochenta años en ese entonces, Krishnamacharya parecía un sexagenario y era tan
saludable como alguien mucho más joven. Yo esperaba estudiar con el durante
años; a su vez, él estaba dispuesto a enseñarme por el 9empo que yo quisiera
aprender, fueran diez años o veinte.
Aún así, a Krishnamacharya le disgustaba mucho perder el 9empo. No importaba
el tema de la clase o la naturaleza del alumno, siempre estaba listo para comenzar
a la hora en punto. Al ser Krishnamacharya tan disciplinado y su vida tan sencilla,
no había virtualmente nada que lo retrasara y no le permi9era comenzar una clase
a 9empo. En la habitación donde enseñaba, un reloj simple colgaba de la pared
enfrente de él. Si la presencia del reloj en un pared por lo demás vacía escapaba la
atención de un alumno, sus resonantes campanadas cada media hora marcaban el
paso de 9empo valioso. En mis grabaciones de audio de las conferencias y cantos
de Krishnamacharya, las campanadas del reloj se pueden escuchar al fondo.
En esos días, no había mucho tráfico en las calles de la India y poca posibilidad de
una conges9ón. Pero el transporte no era confiable y los caminos de mala calidad.
Yo solía viajar a las clases de Krishnamacharya en motoneta directamente del
trabajo o de mi hogar (mi casa estaba como a media hora de la suya). Llegar tarde
a una clase hubiera sido una falta de respeto. El razonamiento de que podía dar
por hecho el 9empo de mi maestro porque le estaba pagando era impensable. No
era meramente un instructor; era mi guía espiritual. Sabía que Krishnamacharya
valuaba mi sinceridad mucho más que al dinero.
En consecuencia, yo trataba de asegurar que siempre llegara a su casa algunos
minutos antes del inicio programado de mi clase. En algunos casos excepcionales,
sin embargo, llegué tarde a sus clases por unos cinco minutos. No era el es9lo de
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Krishnamacharya manifestar reproche. En cambio, a mi entrada a la habitación, él
simplemente dirigía una mirada rápida al reloj en la pared. Se llevaba la atención
de forma silenciosa a la hora, y se comunicaba el mensaje.
Al entrar a la habitación de Krishnamacharya, mi primer acto normalmente era
postrarme ante él. Me acostaba boca abajo en el piso, con los brazos extendidos
arriba de mi cabeza y las palmas juntas en anjali mudra. Esto no era un saludo sino
un reconocimiento tradicional a un maestro espiritual. Dado que el obje9vo de
estudiar yoga es traer pureza y quietud a la mente, no deberíamos acercarnos al
maestro con la sensación “yo sé.” Mas bien, deberíamos acercarnos con la
sensación “no sé” y “estoy aquí para aprender de usted.” La humildad debería
estar presente en la mente del alumno y debería expresarse en su conducta.
Krishnamacharya solía decir que un maestro puede percibir la ac9tud de un
alumno al simplemente observar cómo se postra. ¿Se postra rápidamente, como
una formalidad, o lo hace con atención? ¿Man9ene los ojos abiertos, o los cierra?
¿Está reacio a ofrecer un saludo en absoluto? Krishnamacharya solía referirse a un
saludo simbólico, hecho sin sen9miento alguno, como un “saludo de gato” ya que,
por lo menos externamente, los gatos parecen menos conectados a sus amos que
los perros.
Después del saludo, me sentaba en el piso en silencio y respetuosamente,
esperando que Krishnamacharya comenzara. Sabía que aún pequeños detalles de
conducta podían ser interpretados como indicadores de dedicación. Como con el
saludo, atención a otras acciones era esperada durante toda la clase. Por ejemplo,
no dejaba de mirar a Krishnamacharya innecesariamente, excepto para llevar mi
atención a mi libreta. Era obligatorio sentarse correctamente; no era aceptable
inclinarse a un costado, es9rar los pies o encorvarse informalmente.
Una vez al inicio de mis estudios, estaba escuchando atentamente la ponencia de
Krishnamacharya, pero sin darme cuenta cerré la libreta en la que estaba tomando
apuntes. Llevábamos como cincuenta minutos de clase, diez minutos antes de que
la clase terminaría. Por supuesto, Krishnamacharya se dio cuenta
instantáneamente. “Aparentemente estás ocupado con otras tareas el día de hoy,”
afirmó. “Suficiente por ahora. Con9nuaremos la próxima clase.” Había
interpretado el cierre de mi cuaderno como preocupación con asuntos ajenos a la
clase, como deseo de que se terminara la clase.
Me sorprendí, pero parx. Con el transcurso de los años, Krishnamacharya llegó a
dar por hecho mi compromiso. Detalles como cerrar el cuaderno dejaron de tener

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importancia, pero por muchas clases después de ese incidente ¡tuve mucho
cuidado de mantener mi libreta abierta!
En cualquier caso, había poca oportunidad de estar distraído con mi cuaderno en
las clases de Krishnamacharya. Tomar notas lo suficientemente rápido para
mantener su ritmo a menudo era diwcil. En preparación para sus clases sobre los
textos clásicos, yo escribía el texto en sánscrito en mi cuaderno. Separaba las
porciones de palabras compuestas, dejando mucho espacio en cada página para
rellenarlo mientras él hablaba. Ya que Krishnamacharya me enseñaba en una
combinación de tamil y sánscrito, tomé notas en una mezcla de estos idiomas,
ocasionalmente agregando un poco de inglés.
Decidí anotar me9culosamente todos los puntos que Krishnamacharya explicó o
mencionó durante sus conferencias, aún si no todo lo entendía en el momento.
Sabía que podía revisar estos puntos más adelante y probablemente entenderlos
mejor a medida que mis conocimientos crecieran. A lo largo de dieciocho años
acumulé más de cinco mil páginas de notas de mis clases con Krishnamacharya. He
conservado cada página, desde mi primera lección hasta la úl9ma.
Cuando comencé mis estudios con Krishnamacharya, me senxa reacio a hacer
preguntas. Esto era en parte porque lo veía con un enorme veneración y tenía
miedo que se desilusionara con la magnitud de mi ignorancia. Más significa9vo,
pronto me di cuenta que muchas de mis preguntas serían respondidas con el
9empo mientras con9nuaba mis estudios con él; por lo tanto, hubiera sido
prematuro preguntarlas en el momento.
En los años posteriores de mis estudios, yo hacía preguntas a Krishnamacharya
cuando fuera necesario. El tema de la pregunta determinaba qué tan libremente
podía ser planteado. Si la pregunta era sobre el yoga como terapia—si yo tenía un
alumno con problemas de salud y necesitaba orientación, por ejemplo—le podía
preguntar sin vacilar. Si la pregunta era sobre filosowa o prác9ca espiritual, una
pregunta rápida nunca era apropiada. La preparación era esencial. Yo tenía que
revisar mis notas, reflexionar sobre lo que había dicho Krishnamacharya
anteriormente, prac9car si fuera posible, y sólo entonces hacer la pregunta.
Yo nací en una familia brahmán. Por ende incluso antes de conocer a
Krishnamacharya yo había sido tes9go y par9cipado en algunos rituales védicos
(instruido por el experto védico que conducía el ritual). También había aprendido
algunos mantras védicos conocidos (como el Gayatri mantra) y había asis9do a
muchos discursos espirituales desde una temprana edad—mi madre me llevaba

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consigo cuando asisxa a estas conferencias. Aprovechando este modesto
conocimiento tradicional al que había sido expuesto desde la niñez, había
intentado—antes de conocer a Krishnamacharya—formar una idea de lo que
estaba buscando, pero la imagen que surgía estaba borrosa.
Después de conocer a Krishnamacharya, mi búsqueda tomó un nuevo rumbo.
Sabía que ya no necesitaba luchar sólo por las respuestas; había encontrado a un
maestro que me pudiera guiar. Yo obtendría sabiduría de mi prác9ca, de las
enseñanzas y de incontables formas de muchas otras personas admirables años
después. Pero Krishnamacharya sería mi único maestro vivo en yoga y en mi
evolución espiritual personal—mi gurú en el verdadero sen9do de la palabra.

-22-
3.
Asana

LA MENTE ES MÁS SUTIL que el cuerpo. Podemos ver gente a nuestro alrededor,
oírlos hablar y sen9r su contacto cuando nos damos la mano. Pero no podemos ver
su mente. Sólo podemos inferir lo que pasa en sus mentes—desde sus palabras,
apariencia, expresiones y gestos. A diferencia del cuerpo wsico, la mente no 9ene
forma; existe como nuestros pensamientos, sen9mientos y percepciones. El
cuerpo es concreto y conocible. A pesar de estar vinculada al cuerpo, la mente es
amorfa, invisible y aparentemente en ocasiones incognoscible—no sólo para otros
pero a menudo para nosotros mismos.
Con frecuencia no prestamos atención al tumulto de pensamientos y sen9mientos
que abarrotan nuestra mente de un momento a otro. De los miles de
pensamientos que revolotean en nuestras mentes cada hora, estamos conscientes
de tan sólo algunos, actuamos en respuesta a unos pocos y estamos a la deriva con
el resto. Muchos encuentran diwcil disciplinar los deseos dañinos del cuerpo. Para
comer menos o ejercitarse más, por ejemplo, requiere una hazaña de voluntad. Y
aún para aquellos de voluntad firme y disciplina constante, dominar a la mente es
por mucho una misión más diwcil. El obje9vo del yoga clásico es disciplinar esta
mente dispersa, de transformarla de divagación sin rumbo a concentración
focalizada. Los Yoga Sutras de Patanjali, junto con sus comentarios tradicionales,
explican a detalle la prác9ca de meditación y la sicología del yoga. El yoga de
Patanjali a veces es llamado raja (de los reyes) yoga: es el “rey,” o el más alto, entre
las prác9cas de yoga—el “camino real.” El nombre es bien merecido. El yoga
descrito por Patanjali es un método sistemá9co para hacer la transición de la
mente distraída que gobierna nuestras decisiones a una mente estable y apacible
que aguarda nuestras órdenes. Como una necesidad lógica y para ser considerado
“clásico” o “tradicional”, cualquier método de yoga debe estar en concordancia con
el camino superior descrito por Patanjali.

HATHA YOGA
La rama de yoga que explica y enfa9za prác9cas wsicas como los asanas ha sido
conocida tradicionalmente como hatha yoga. Hatha significa “por esfuerzo o
fuerza.” En los Yoga Sutras de Patanjali, se mencionan los asanas pero no son
descritos a detalle. Estas prác9cas wsicas estaban dirigidas a ayudar a enfocar la
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mente, no sólo a ejercitar al cuerpo. El Hatha Yoga Pradipika, un conocido texto
clásico sobre hatha yoga escrito por el yogui Svatmarama en el siglo quince, dice al
comienzo:
Yogui Svatmarama, habiendo saludado su Señor y Gurú, enseña los
conocimientos de hatha [yoga] sólo por la consecución del raja yoga. Para
aquellos que divagan en la oscuridad de doctrinas contradictorias, ignorantes
del raja yoga, el más compasivo Svatmarama Yogui ofrece la luz del
conocimiento de hatha [yoga].
HATHA YOGA PRADIPIKA 1.2-3
Una razón atrac9va para prac9car hatha yoga—par9cularmente asana y
pranayama—es para promover una buena salud y evitar enfermedades. Después
de todo, diwcilmente domaremos nuestras mentes divagantes si nos aqueja una
mala salud. Patanjali escribe que uno de los primeros obstáculos que debe superar
un prac9cante es la enfermedad del cuerpo (Yoga Sutras 1.30).
Las prác9cas wsicas de hatha yoga se pueden realizar con rela9va facilidad, lo que
ha abierto la puerta al yoga para mucha gente. No hay duda que hatha yoga es un
factor importante de la creciente popularidad de la ciencia an9gua del yoga en el
mundo moderno.
Krishnamacharya no era un maestro de sólo hatha yoga; era una de las principales
autoridades en el ámbito del yoga en su totalidad y de otras ramas de estudios
védicos. Pero en hatha yoga Krishnamacharya fue único: es reconocido por
muchos como la más alta autoridad en hatha yoga, tanto en conocimiento como
en prác9ca, en el úl9mo siglo.

INSTRUCCIÓN
Krishnamacharya me enseñó asanas principalmente a través de la instrucción oral.
Podía u9lizar algunas frases sencillas en inglés y oraciones cortas cuando era
necesario, como “Inhale,” “Stretch,” “Exhale,” “Bend forward,” “Lie down,” and
“Face up.”1 U9lizaba estas frases en inglés al enseñar a algunos de sus alumnos—o,
quizá más preciso, “clientes,” ya que la mayoría de la gente acudía a
Krishnamacharya no para aprender yoga per se, sino más bien para que les
prescribieran prác9cas de yoga como solución para sus problemas de salud. En mis
clases, sin embargo, me guiaba en Tamil, usando sánscrito cuando fuera necesario.
1 Nota del traductor: estas frases se presentan en inglés para dar una idea más clara de cómo se comunicaba Krishnamacharya en sus
clases. Las frases se podrían traducir al español como “Inhala,” “Es9ra,” “Exhala,” “Dobla al frente,” “Acostado,” y “Hacia arriba.”
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Como he comentado, a menudo yo llegaba temprano a mis clases con
Krishnamacharya. En mis primeros años como su alumno, me sentaba a esperar en
el balcón del primer piso; desde ahí podía echar un vistazo a mi gurú a través de la
ventana a la izquierda de su habitación. Las cor9nas estaban sólo parcialmente
cerradas, la brisa suave ofreciendo un respiro 9bio del calor húmedo de Chennai.
Desde adentro podía oír sus instrucciones, su voz mesurada y resonante: “One . . .
two . . . three . . . four . . . five . . . looong exhale . . .”2 En la década de los treinta,
cuando Krishnamacharya instruía a alumnos jóvenes en Mysore, contaba en voz
alta en sánscrito, pero en los setenta comenzó a usar números en inglés,
cambiando con los 9empos.

RESPIRACIÓN
En sus clases de asana Krishnamacharya mantenía un enfoque en la respiración. En
el Yoga Makaranda, un libro que escribió en 1934, instruye que la prác9ca de
asanas comience de esta manera:
Párese en samasthiO. Luego, exhalando lentamente, durante mucho Oempo,
uno debe doblar la parte superior del cuerpo, la parte encima de las caderas,
poco a poco y colocar las palmas junto a los pies.
SamasthiO es una posición de pie sencilla desde la cual comienza la prác9ca de
posturas de yoga. Nótese como Krishnamacharya cuidadosamente enfa9za la
respiración, instruyendo al alumno que respire al comenzar a moverse o incluso
antes de moverse.
Para regular la respiración durante la prác9ca de asanas, la técnica de la
respiración ujjayi es importante. En la respiración ujjayi uno aprieta suavemente
sus cuerdas vocales al respirar para que pueda sen9r el aire al pasar. Comúnmente
resulta un ligero silbido—mientras más estrecha uno la garganta y fuerza la
respiración, más fuerte el sonido. Por el contrario, mientras más finamente uno
controla su respiración, más suave el sonido. La meta no es crear mucho sonido
sino más bien menos sonido. Con prác9ca y mayor control, uno debería poder
respirar lento y con mucha fluidez. Entonces el sonido disminuirá y uno puede
dirigir la atención a un indicador más su9l: la sensación interna de su respiración
fluyendo. Krishnamacharya solía dar la instrucción habitual, “Percibe sensación de
roce en la garganta.”

2 Nota del traductor: en español se podría traducir como “Uno . . . dos . . . tres . . . cuatro . . . cinco . . . laaaaaarga exhalación . . .”
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DEMOSTRACIÓN
Krishnamacharya normalmente se sentaba en su silla mientras yo prac9caba. A
veces se paraba para observarme mejor. Había poco espacio en la habitación—lo
suficiente para un catre y una silla. Sólo una persona podía prac9car cómodamente
en la superficie libre en el piso. El espacio reducido no era un tema, sin embargo,
porque todas las lecciones de asana que tuve con Krishnamacharya fueron
individuales. En los años que estudié con él, nunca lo vi enseñar asanas a un grupo
de alumnos. Una razón puede ser que no estaba dirigiendo una escuela de yoga
entonces no tenía grupos de alumnos para instruir. Pero más per9nente, la
mayoría de los alumnos que lo buscaban para aprender yoga estaban mo9vados
por una mala salud y no podían ser instruidos en yoga de manera eficaz en un
grupo.
Generalmente Krishnamacharya no me demostraba asanas; era innecesario. Pero
tenía que demostrar cuando enseñaba a alumnos que no podía comprender por
completo sus instrucciones. Por ejemplo, tuvo un pequeño número de alumnos
extranjeros a través de las décadas. Dado que su dominio del inglés era limitado,
era más fácil para él enseñarles cómo prac9car que intentar explicarles por
completo con palabras.
Una rara excepción que recuerdo fue una clase en la que Krishnamacharya
mencionó que había treinta y dos variaciones del parado de cabeza. Esto me
pareció excesivo, y seguramente me veía un poco incrédulo. Consideró mi
expresión por algunos instantes y después dijo, “¿Qué? Parece que no me cree.”
El producto que hoy en día llamamos un tapete de yoga no exisxa en esos 9empos.
Krishnamacharya tenía una alfombra hecha a mano de un material suave, de
aproximadamente un tercio de pulgada de grosor. Yo usaba una alfombra similar
para mi prác9ca en casa. Si uno separaba los pies mientras estaba parado en la
alfombra, la alfombra se es9raba y sus pies se deslizaban uno del otro por varias
pulgadas, haciendo diwcil el balance. En consecuencia, yo hacía las posturas de pie
en el piso llano, la alfombra reservada para los asanas acostados y sentados.
Krishnamacharya ges9culó hacia el centro de la habitación. “Doble la alfombra y
colóquela aquí,” me dijo. ¡Después procedió a mostrar las treinta y dos variaciones
del parado de cabeza! En ese entonces tenía alrededor de ochenta y cinco años de
edad. Como observé a través de los años de ser su alumno, era su naturaleza
mostrarse a la altura de la ocasión al enfrentar una pregunta—eso es, si era una
pregunta relevante de un alumno serio.

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AVANCE ORDENADO
Krishnamacharya no escribió instrucciones o dibujó diagramas de mi prác9ca de
asana como lo hacen algunos maestros. Me enseño asanas en un cierto orden y
esperaba que memorizara la secuencia y la prac9cara diario en casa. Su enseñanza
era ordenada y progresiva. Cada sesión consisxa de alrededor de ocho a diez
asanas, con variaciones, seguidas de pranayama. Había una progresión dentro de
los asanas. Primero había unos pocos asanas más sencillos bajo el ojo atento de
Krishnamacharya; después hacía más retadores. Éstos eran seguidos de algunos
asanas más sencillos para terminar. Él introducía asanas de mayor dificultad
durante varias clases en el curso de semanas y meses. Recuerdo una clase en la
que estaba aprendiendo el parado de hombros. Krishnamacharya había dicho al
final de la clase previa, “la próxima semana veremos el parado de hombros
correcto.”
Desafortunadamente, la siguiente semana resultó ser una muy ocupada para mí.
Con mi familia y compromisos laborales, no pude dedicar suficiente 9empo y
esfuerzo a mi prác9ca. Sin embargo, fui por mi clase de asana la siguiente semana
y comencé a prac9car como de costumbre mientras Krishnamacharya observaba.
No había avanzado mucho en la prác9ca, realizando posturas preparatorias,
cuando me interrumpió con un tono firme en su voz, fijando una mirada inquisi9va
en mí. “Espere—parece que no ha prac9cado en casa,” me dijo. Admix que
efec9vamente había estado un poco laxo en mi prác9ca la semana anterior. Me
dijo, “Bien. En ese caso, con9nuaremos la próxima semana.” ¡Y ese fue el final de
esa clase!
Me senx perturbado que mi falta de prác9ca fuera tan evidente a los ojos de
Krishnamacharya, pero no pude sino estar impresionado por su sabiduría y
poderes de observación. Detener la clase fue un regaño discreto, con la intención
de hacerme prac9car con mayor esmero. También resaltó la preocupación de
Krishnamacharya por mi seguridad: no me dejaba proceder a asanas más diwciles a
menos que fuera seguro para mí hacerlo.

ALINEACIÓN Y BALANCE
Uno de los primeros días en el desarrollo de mi prác9ca de asana, estaba
realizando el parado de cabeza en clase. Krishnamacharya insis9ó en una

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respiración larga y lenta mientras yo sostenía el parado de cabeza por, digamos,
vein9cuatro respiraciones. Mientras yo me concentraba en mi respiración, me dijo,
“Su pierna derecha se está moviendo hacia un lado. Tenga cuidado.”
Con9nuó, “Corre de un lado al otro, haciendo varias ac9vidades y anda en
motoneta. Parece que necesita hacer más ardha-salabhasana [una modificación
de la extensión boca abajo conocida como la langosta—acostado boca abajo en el
suelo y levantando el torso, una pierna y una brazo del piso en la inhalación].”
Mencionó mi motoneta porque había observado que el pedal de freno estaba a la
derecha y sabía que yo la usaba más de una hora al día. El cambio de velocidades y
embrague estaban en la manija izquierda, así que mi pierna izquierda estaba libre.
Pero tenía que mantener mi pierna derecha inmóvil, con el tobillo levantado y
recargado suavemente en el pedal.
El punto de Krishnamacharya era que corregir el desbalance era importante para
un mejor parado de cabeza, pero para atender el desequilibrio subyacente que
ocasionaba que mi pierna derecha se desviara, necesitaba hacer otras posturas
para equilibrar los dos lados de mi cuerpo. Así que Krishnamacharya recomendó
ardha-salabhasana, que u9liza un brazo y una pierna a la vez y por lo tanto
también trabaja más de un lado de la espalda que el otro. Solía decir: “asana no
debería de ser anga bhanga sadhana.” Anga significa “extremidades,” bhanga
significa “alterar,” y sadhana significa “prác9ca.” Es decir, asana no debería ser una
prác9ca que altera o crea desequilibrios en partes del cuerpo. En consecuencia,
u9lizar asanas asimétricas para trabajar independientemente ambos lados del
cuerpo era importante en su metodología.
En el tema del parado de cabeza, Krishnamacharya solía decir, “Recuerde, parado
de cabeza no sólo es asana. Es clasificado como un mudra.” Krishnamacharya me
había enseñado realizar el parado de cabeza primero con respiración controlada y
después con la prác9ca avanzada de los bandhas. Si esto se realiza correctamente,
uno debe sen9r una sensación par9cular en el cuerpo que puede servir como la
base para ciertos métodos de meditación. Por su papel en estas prác9cas, el
parado de cabeza no es simplemente un asana; es situado en una categoría
especial llamada mudra en sánscrito. Ésta era otra razón por la cual
Krishnamacharya insisxa que la respiración fuera larga y profunda en el parado de
cabeza. Pensaba que el ritmo de la respiración debía disminuir a tan poco como
dos respiraciones por minuto, por una duración de por lo menos vein9cuatro
respiraciones.

-28-
...

En julio de 1977, escribí un ar9culo para el Hindú, un reconocido periódico en


inglés en la India, sobre el yoga, en par9cular asana, 9tulado “Cuerpo, respiración
y mente en equilibrio.” Mencioné que si se prac9can inapropiadamente—en otras
palabras, sin preparación adecuada o sin tomar en cuenta condiciones de salud
preexistentes o la edad—los asanas pueden causar problemas de salud. Para mi
sorpresa, recibí alrededor de una docena de cartas la siguiente semana de
personas que escribieron que habían sufrido efectos adversos después de empezar
a realizar el parado de cabeza y se preguntaban si éstos estaban relacionados al
parado de cabeza. A una persona se le entumían los dedos, otra tenía temblores
en las manos y una persona afirmaba que su forma de hablar había sido afectada
¡después de prac9car el parado de cabeza! Algunas de estas personas me buscaron
para tomar clases, y después de detener el parado de cabeza y realizar algunos
ejercicios correc9vos, sus problemas fueron prác9camente resueltos.
Le mencioné esto a Krishnamacharya, quien respondió, “Hoy en día a todos son un
yajamana y todos son también un rtvik.” En los rituales védicos tradicionales más
grandes hay varios par9cipantes. Uno es el yajamana, la persona bajo cuyos
auspicios o a quien se dedica la realización del ritual. Otra es el experto védico,
llamado el rtvik, quien conduce el ritual. Si el ritual se lleva acabo correctamente,
los par9cipantes deben apegarse a sus papeles. De igual forma, si personas
prac9can yoga en formas que les son inapropiadas, sepan o no lo que estén
haciendo, pueden resultar problemas.

¿CUÁNTOS ASANAS?
Krishnamacharya solía decir que había aprendido setecientos asanas de su
maestro. De hecho, muchas variaciones de asanas prac9cadas hoy en día en varias
escuelas de yoga derivan o han sido influidas por las enseñanzas de
Krishnamacharya. En el Yoga Makaranda, sobre el tema del número de asanas,
escribió:
¿Cuántos asanas hay? Se dice que hay 8.4 millones de asanas, como hay
tantas variedades de seres vivos. También se dice que habían 84,000 en los
9empos de Sankara, 64,000 en los 9empos de Ramanuja y 24,000 en la época
de Madhva. Yo mismo he visto que habían 1,600 asanas en los 9empos de

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Narasimha Bhara9. Ramamohana Brahmachari tenía 7,000 asanas, y yo he
aprendido 700 de él.
Por supuesto, el número setecientos en el Yoga Makaranda es indica9vo, no
defini9vo. Surge de un número mucho más pequeño de asanas cardinales;
después de todo, ¿en cuántas posiciones fundamentales podemos colocar al
cuerpo? Por ejemplo, podemos doblar nuestro cuerpo hacia delante, hacia atrás y
lateralmente o girar hacia la izquierda o la derecha. Podemos acostarnos en
nuestro frente o nuestra espalda o en nuestro costado. Podemos pararnos sobre
las piernas o estar inver9dos en nuestras manos. Podemos arrodillarnos o
sentarnos. Las posiciones corporales y los movimientos principales son limitados
en número. Asanas adicionales surgen de este conjunto cardinal. De hecho,
Krishnamacharya gustaba decir que los asanas son innumerables.
Además de las clases de asanas para mi prác9ca personal, tuve clases par9culares
con Krishnamacharya sobre varios temas relacionados a asanas. Una clase sobre
asanas con él nunca acababa con sólo métodos de prác9ca. Incluía información
como los beneficios de un asana, recomendaciones para vincular la respiración al
asana, el vinyasa krama,3 contraindicaciones, referencias clásicas y derivaciones de
fuentes an9guas (tanto conocidas como desconocidas), variaciones comunes,
modificaciones ú9les y aplicaciones terapéu9cas, el enfoque mental durante la
prác9ca, sugerencias para la prác9ca de bandhas y así sucesivamente.

VINYASA: SECUENCIAS
Una caracterís9ca especial del sistema de asana de Krishnamacharya fue vinyasa.
Muchos estudiantes de yoga de la actualidad sin duda conocen esta palabra—es
usada cada vez más hoy en día, a menudo para describir el “es9lo” de una clase de
yoga, como por ejemplo en “hatha vinyasa” o “vinyasa flow.” Vinyasa es esencial y
probablemente exclusivo de las enseñanzas de Krishnamacharya. Hasta donde yo
sé, él fue el primer maestro de yoga en el úl9mo siglo en presentar esta idea. Un
vinyasa, en esencia, consiste en moverse de un asana, o posición corporal, a otro,
combinando la respiración con el movimiento.
Puede intentar esto, por ejemplo: Párese cómodamente erguido. Esta posición
sencilla de pie es llamada samasthiO. Lentamente levante sus brazos arriba de la
cabeza mientras inhala. Pause durante dos segundos, y después baje los brazos
mientras exhala. Éste es un vinyasa sencillo. Ahora levante los brazos otra vez

3 Nota del traductor: Vinyasa krama se puede traducir como la forma de secuenciar en orden una serie de asanas.
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mientras inhala, pero al exhalar en vez de bajar los brazos, dóblese en las caderas
hacia el frente y toque el piso con las palmas de las manos (o baje hasta donde le
sea cómodamente posible). Esta posición corporal se llama uUanasana. Regrese a
la posición de pie al inhalar, con sus brazos todavía levantados. Cuando esté
ver9cal, baje los brazos mientras exhala. Éste es un vinyasa un poco más largo.
Repasemos el vinyasa: usted comenzó en samasthiO. Después levantó los brazos y
se dobló al frente en las caderas hacia uUanasana. Después de eso, regresó a una
postura de pie con los brazos arriba. Después bajó los brazos hacia samasthiO.
Usted coordinó la respiración con cada movimiento.
Al ligar asanas (normalmente con respiración alternada—inhalación seguida por
exhalación, seguida por inhalación, y así sucesivamente), usted puede crear
vinyasas más largos conformados por una variedad de asanas, incluyendo
sentados, acostados e inver9dos. Vinyasas pueden ser de cualquier duración—
cortos, medianos o largos.
El método vinyasa de prác9ca transforma al yoga de un ejercicio está9co a uno
dinámico. Sin vinyasa, el yoga principalmente involucra quedarse en ciertas
posiciones corporales por un número de segundos o incluso minutos. Al agregar
vinyasa se convierte en un ejercicio fluido, integrando el movimiento con la
respiración.
Pero una buena prác9ca de asana también incorpora quedarse quieto durante
varias respiraciones en asanas selectas. Se acumulan beneficios wsicos y mentales
por una respiración larga y profunda mientras se sos9enen ciertas posiciones.
Si usted también está prac9cando pranayama (y pranayama generalmente se
debería realizar después de asanas), puede que encuentre ú9l terminar su prác9ca
de asana sosteniendo asanas o con movimientos lentos y una respiración larga.
Esto ayudará transitar fácilmente de asana a pranayama.

UNA SECUENCIA FAVORITA


Uno de los vinyasas favoritos de Krishnamacharya, centrado en virabhadrasana, la
postura del guerrero, está presentado en el Apéndice 2. La postura del guerrero es
popular en el yoga moderno. La combinación de un compás amplio de las piernas y
los hombros abiertos hacia atrás puede producir una sensación abierta y
vigorizante. Este vinyasa clásico de dificultad media requiere coordinación y
balance. Hace buen uso de la sensación de libertad que nos brinda la postura del
guerrero e incorpora flexiones hacia delante, flexiones hacia atrás y torsiones. El
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vinyasa 9ene dieciséis pasos, pero puede ser modificado para incluir pasos
adicionales—por ejemplo para agregar flexiones laterales—si así se desea.

ENFOQUE MENTAL O ACTITUD


El obje9vo principal del yoga clásico es traer concentración y quietud a la mente.
Una mente enfocada y una sensación pacífica y posi9va son requerimientos vitales
así como los derivados de una prác9ca de asana efec9va. El yoga no debería ser
sólo para el cuerpo. Krishnamacharya solía decir: “No control mental, ¡no yoga!” Ya
que tal control mental no puede ser posible u ocasionalmente indeseable para los
niños, Krishnamacharya solía sugerir más bien agregar cantos. Con los adultos, el
enfoque, o la ac9tud mental, es de suma importancia. El enfoque mental como
parte de una prác9ca de asana es la entrada a la meditación que sigue a los
asanas. Sin enfoque mental, los asanas son sólo un ejercicio para el cuerpo y la
respiración; la mente está desconectada y errante. Ese 9po de prác9ca de asana
no llevará efec9vamente a la meditación.
Por ejemplo, considere la postura del guerrero. ¿Cuál es el origen de su nombre en
sánscrito, virabhadrasana? En la mitología védica, Virabhadra fue un guerrero
feroz creado de un mechón de cabello por el dios Shiva para devastar a sus
enemigos. Éste es un ejemplo del nombre de un asana que sugiere la sensación
sicológica que puede acompañar la prác9ca. Virabhadrasana es una postura firme
que puede producir una sensación vigorizante. (A pesar de su asociación con un
guerrero feroz, sin embargo, este asana no debería ser acompañado de una
imagen mental como preparación, por ejemplo, ¡a viajar en el tráfico o confrontar
a un adolescente en casa!)
Al realizar el vinyasa del guerrero, Krishnamacharya me recomendó que trajera a
mi mente una sensación como la de un ave. Esto es par9cularmente apropiado en
la tradición devocional del vaisnavismo, en el cual un devoto principal de lo divino,
en la forma del amo Narayana, es representado como un águila llamada Garuda. El
águila Garuda también funciona como un vehículo, portando a Narayana en su
espalda. “Mientras realiza el vinyasa de virabhadrasana,” Krishnamacharya decía,
“mantenga en mente que está al servicio de lo divino. Cuando ex9ende sus brazos
y ve hacia abajo, sienta la sensación que está por encima del mundo y sus diversas
preocupaciones pero cercano a lo divino. Al traer sus brazos a su costado con las
palmas mirando hacia fuera, sienta que los pies de lo divino están descansando en
sus manos.”

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A esto una vez respondí, “Esto es relevante para mí, pero ¿qué pasa si un
prac9cante no 9ene creencias religiosas?”
Krishnamacharya respondió, “De todas formas, la imagen es valiosa. En vez de
[pensar en] lo divino, [un prac9cante] puede traer la sensación de ‘no tengo
ningún miedo o peso. No estoy atormentado por el futuro o el pasado, volando
sobre las presiones de este mundo.’”

NOMBRAR O NO NOMBRAR
El vinyasa del guerrero incluye asanas que no son estrictamente posturas clásicas
de yoga. Esto presenta el tema de poner un nombre a los asanas para poder
prac9carlos. El Caraka Samhita—la obra clásica de Ayurveda (medicina tradicional
de la India)—sugiere al sanador no desesperar si no se puede nombrar todos los
malestares que enfrenta; aún así se puede administrar un tratamiento. Como
prac9cantes y alumnos de yoga, podemos adecuar este consejo: no tenemos que
nombrar cada una de las numerosas variaciones de los asanas tradicionales, en
sánscrito o cualquier otro idioma, para poder prac9carlas.
Muchas variaciones de asanas son más fáciles de prac9car o describir que de
nombrar—especialmente en sánscrito. Considere un asana como el levantamiento
supino de las piernas (acostado boca abajo y elevando las piernas). El nombre
tradicional para este asana es udhva-prasrta-padasana, que literalmente significa
“postura (asana) con piernas (pada) separadas (prasrta) hacia arriba (urdhva),” o
“postura-con-piernas-separadas-hacia-arriba.” Las manos también pueden ir
arriba. Se pueden diseñar numerosas variaciones de este asana al levantar una
pierna y mantener la otra es9rada en el suelo, o al mantener una pierna flexionada
mientras se levanta la otra, o al levantar un brazo y una pierna, o al levantar ambos
brazos y una pierna, y así sucesivamente. Esto potencialmente podría llevarnos a
un nombre como dakshina-pada-akuncita-vama-hasta-pada-urdhva-prasrta-
asana: ¡postura-con-pierna-derecha-flexionada-mano-izquierda-extendida-hacia-
arriba!
Krishnamacharya era un erudito en sánscrito y un tradicionalista, pero aún él
usaba nombres en inglés para algunos asanas cuando los enseñaba a sus alumnos
—especialmente principiantes—porque era la forma más fácil de que lo
entendieran. Él incluso inventó algunos de estos nombres en inglés. Por ejemplo,
llamó el elevamiento supino de las piernas (urdhva-prasrta-padasana) “forma de
L” ya que en una posición acostada con ambas piernas levantas a noventa grados,
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el cuerpo asemeja una letra L. Si ambos brazos también están levantados,
Krishnamacharya llamaba esto “forma de U,” “U sencilla” si sólo un brazo y una
pierna estaban elevadas, y “doble U” si ambos brazos y piernas estaban
levantadas. De igual forma, a veces llamaba dvipadapitham, una de los asanas que
prescribía más frecuentemente, “postura de la mesa.” Me parece que hoy en día
es mejor conocida como “postura del puente.”
En algunas ocasiones, yo llegaba a clase y veía a Krishnamacharya en la forma de L,
sus ojos abiertos y su mirada firme y fija en dirección a sus pies. Al asomar
rápidamente mi cabeza por la puerta y verlo así ocupado, me salía y esperaba a
que me llamara. Después de un minuto o dos, cuando había terminado, me
llamaba, “Pase.”

¿QUÉ HAY EN UN NOMBRE?


Las posturas de yoga son nombradas de varias formas. Algunas deben su nombre a
animales y aves, algunas describen la posición del cuerpo en un asana y otras
llevan el nombre de figuras mitológicas. Los nombres de algunos asanas vienen de
sabios an9guos o se derivan de la mitología, con historias inspiradoras por detrás.
Por ejemplo, bharadvajasana viene del sabio Bharadvaja; visvamitrasana viene del
sabio Visvamitra. Bhagiratasana es otra. ¿Bhagiratasana? Puedo imaginar a
maestros de yoga buscando en sus memorias este nombre desconocido. No es una
nueva postura. Normalmente es conocida como “postura del árbol” (vrkshasana),
un asana en balance en donde uno se para sobre una pierna con los brazos
extendidos hacia arriba y la otra pierna elevada, doblada por completo en la rodilla
y rotada externamente en la cadera, con el pie plantado en el muslo interno
opuesto debajo de la ingle. Bhagiratasana era el nombre de Krishnamacharya para
la postura del árbol.
Bhagirata fue un famoso rey de la mitología védica. Sus ancestros estaban
realizando un ritual conocido como el asvamedha, en el cual un caballo (asva)
juega un papel importante. Por azares del des9no, el caballo termina en la ermita
de un sabio. Los ancestros le causaron muchas moles9as al sabio al recuperar al
caballo, y él los maldijo, reduciéndolos a cenizas.
Para revivir a los ancestros, el río Ganges, que estaba en los cielos, tendría que ser
traído a la 9erra para fluir sobre sus cenizas. El abuelo y el padre de Bhagirata no
pudieron realizar este come9do entonces Bhagirata tomó la responsabilidad,
dejando la administración del reino a sus ministros. Dejando todas las
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comodidades de su puesto real, Bhagirata se re9ró al bosque, para llevar una vida
austera y prac9car meditación profunda, buscando la gracia de Brahma, el Creador.
Brahma dijo a Bhagirata que no tenía inconveniente que el Ganges fluyera a la
Tierra pero que Bhagirata tendría que solicitárselo directamente a ella.4
Bhagirata regresó a su meditación, orando al Ganges, quién se apareció ante él y
accedió fluir hacia la Tierra. Pero, ella dijo, la Tierra no podría soportar la fuerza del
descenso, entonces Bhagirata debía encontrar a alguien que soportara la fuerza.
Bhagirata entonces hizo meditación sobre Shiva, solicitándole que aguantara la
fuerza del Ganges. Shiva apareció ante Bhagirata y aceptó.
Finalmente, el Ganges descendió a la Tierra, pero al hacerlo ella fue superada por
su orgullo y decidió mostrar su poder arrasando a Shiva aterrizando sobre su
cabeza. Sabiendo lo que el Ganges planeaba, Shiva la encarceló en un mechón de
su pelo y no la liberaba para ir a la Tierra. Bhagirata nuevamente fungió de
mediador, solicitando a Shiva que liberara al Ganges. Shiva nuevamente se le
apareció y accedió liberar al Ganges, que pudo fluir hacia la Tierra. Otra vez
deleitándose con su poder, el Ganges arrasó por la ermita del gran sabio Agastya,
causando destrozos en los alrededores. Viendo que sus discípulos y otros seres
vivos estaban afligidos, Agastya bebió al Ganges completo de un sorbo, como lo
hacía con un puñado de agua en su ritual diario. Una vez más, Bhagirata meditó y
oró, solicitando a Agastya que liberara al Ganges. Agastya le otorgó su deseo.
Finalmente, el Ganges fluyó sobre las cenizas de los ancestros de Bhagirata. En
total, Bhagirata pasó miles de años en austeridades y meditando con
concentración inquebrantable, nunca desalentado por los muchos obstáculos que
enfrentó.
¿Qué 9ene esta historia que ver con bhagiratasana? ¡Bhagirta debió meditar todos
esos años parado sobre una pierna! Krishnamacharya llamaba la postura del árbol
bhagiratasana debido a los valores en esta historia. Dijo, “Cuando haga
bhagiratasana, mantenga al gran Bhagirata en mente. Ponga perseverancia
inquebrantable y concentración firme en su prác9ca.”
Una vez, Krishnamacharya me preguntó, medio en broma, “¿Conoce dhruvasana?”
Nunca lo había oído. Sonrió y con9nuó, “Es como bhagiratasana, pero no debe
pararse en el pie completo. ¡Debe pararse sólo en el dedo gordo del pie!” La
historia de Dhruva es muy conocida en la mitología védica—es de un joven
príncipe que realiza meditación rigurosa.

4 Nota del traductor: El Ganges es un personaje femenino en la mitología védica.


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ANJALI MUDRA
Algunas fotos de Krishnamacharya lo muestran juntando sus palmas en un gesto
conocido como el anjali mudra. El gesto se parece al saludo tradicional de la India,
en el cual la gente junta sus palmas y dice, “Namaste,” que significa, “saludos a
usted.” Estos gestos no son los mismos, sin embargo. En anjali mudra, las palmas
no están planas una contra la otra; los nudillos en la base de los dedos se doblan
un poco, creando un espacio entre las palmas y los dedos de las dos manos.
Realizada correctamente, la forma del anjali mudra asemeja un botón floral que
todavía no abre, simbolizando la apertura de nuestro corazón. Esto representa el
potencial y la intención de avanzar hacia un mayor despertar espiritual.
Podemos usar el anjali mudra en la mayoría de los asanas en donde nuestras
manos están es9radas y paralelas una a la otra. En vez de mantener nuestras
manos separadas, podemos juntarlas en el anjali mudra. Esto ayuda establecer un
estado interior tranquilo durante la prác9ca de asanas. Krishnamacharya también
hacía el anjali mudra detrás de su espalda. Lo llamaba pascimaanjali en donde
pascima significa “hacia atrás.”
Complementos como el anjali mudra aseguran que los asanas nos generen
humildad en vez de fomentar al ego al realizar la forma de los asanas. Como
hemos mencionado anteriormente, Krishnamacharya valoraba enormemente la
humildad. La siguiente anécdota ilustra el punto. Un famoso cantante de música
clásica del sur de la India (música carná9ca) llegó alguna vez a Krishnamacharya
quejándose de debilidad en su voz. El cantante estaba muy preocupado que podría
perder la habilidad de presentarse en conciertos. Krishnamacharya recetó algunas
hierbas y le enseño al cantante algunos asanas sencillas y respiración. En pocos
meses, la voz del cantante mejoró considerablemente y pudo presentarse
nuevamente. Regresó con Krishnamacharya para agradecerle. Evidentemente
orgulloso de sus habilidades recuperadas, el cantante dijo, jactándose, “Mi voz ha
sido restaurada—¡escuche!” Estaba por mostrar su talento cuando
Krishnamacharya lo detuvo. “Yo sé que es un reconocido cantante,” dijo
Krishnamacharya. “Pero recuerde, yo le enseñé jalandhara bandha [en el cual la
cabeza está inclinada para que, tradicionalmente, la barbilla toque el esternón].
Dios le ha dotado con una voz maravillosa, pero mantenga el bandha presente.
Debemos mantener la cabeza inclinada y vivir con humildad.”

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TEXTOS CLÁSICOS DE YOGA: PROS Y CONTRAS
Más o menos cuando terminé mi estudio de asanas con Krishnamacharya,
comencé a estudiar el Hatha Yoga Pradipika con él. Plantearle el tema de tomar
clases sobre cierto tema no era fácil. Él tenía que estar convencido que un alumno
lo merecía y que el tema era ú9l y apropiado para el alumno. Habitualmente yo
dudaba antes de salir al terminar una clase como una señal de que quería decir
algo. Cuando Krishnamacharya me preguntaba qué quería, le hacía mi pe9ción. En
el caso del Hatha Yoga Pradipika, se requirió poco convencimiento; era el siguiente
paso lógico en mis estudios, debido a que ya estaba enseñando y prac9cando
asanas.
Debido a su énfasis en prác9cas wsicas como los asanas, el Hatha Yoga Pradipika,
marca un contraste con los Yoga Sutras de Patanjali, que se enfocan
principalmente en la mente, mencionando los asanas sólo brevemente. Los Yoga
Sutras de Patanjali son un texto rela9vamente corto que consiste de 195 breves
aforismos. Fue escrito hace mucho 9empo, probablemente entre el segundo siglo
antes de nuestra era y el segundo siglo de nuestra era. El Hatha Yoga Pradipika fue
escrito hasta un milenio y medio después, alrededor del siglo quince. Difiere de los
Yoga Sutras en su es9lo de presentación y, a cierto grado, en su contenido. Varios
textos de yoga son similares al Hatha Yoga Pradipika—por ejemplo, el Gheranda
Samhita, Siva Samhita, y los Yoga Upanishads –pero dentro de éste genero, el
Hatha Yoga Pradipika es el más conocido y estudiado.
Compré un libro que contenía el texto original del Hatha Yoga Pradipika en
sánscrito junto con una traducción al inglés. Krishnamacharya normalmente me
preguntaba, en torno a los textos que discuxamos, “¿Qué libro es? ¿De quién es?”
significando, ¿quién lo publicó?
Él hacía correcciones y anotaciones en este texto publicado mientras me
enseñaba. A veces cuando llegábamos a un pasaje importante, solía decir “Subraye
esto.” Si ofrecía una explicación que consideraba valiosa, decía “Tome nota” o
“Recuerde esto.” Eso significaba que yo marcaba esa sección del texto o esa
explicación par9cular de él como algo especialmente valioso. Ocasionalmente,
encontraba un error en la versión en sánscrito del texto e interrumpía, “Incorrecto.
Corríjalo para que diga . . . “
A pesar de que Krishnamacharya tenía ochenta y ocho años para ese entonces, se
sabía la mayoría de estos textos de memoria. Ocasionalmente, citaba palabra por
palabra de pasajes importantes de los comentarios sobre el texto. Su memoria era

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extraordinaria, y yo me preguntaba cómo lo lograba. Después, alrededor de 1985,
un experto de Varanasi visitó a Krishnamacharya para consultarle un problema de
salud. Era un hombre rela9vamente joven, en sus treinta. Yo estaba presente
durante esta visita. Me sorprendió ver no sólo que ese hombre podía citar
textualmente el Hatha Yoga Pradipika, también podía recitar de memoria ¡la
mayoría de los comentarios más importantes sobre el texto! Después de la
consulta, le pregunté, “¿Cómo puede usted mantener tanto de estos textos en su
memoria?” Me respondió, “¡He estado memorizando muchos de estos textos
desde que tenía cuatro años!”
Textos como el Hatha Yoga Pradipika que aparecieron después de los Yoga Sutras
están escritos en forma de verso y son similares unos a los otros en contenido y
es9lo. Con9enen muchos consejos ú9les para prac9car yoga, además de
explicaciones de técnicas de respiración en la forma de pranayama, técnicas de
purificación y algunas otras prác9cas. Estos textos declaran que hay innumerables
asanas, pero sólo describen unas pocas docenas: varios asanas sentados para
meditar, parado de cabeza, pardo de hombros, algunas flexiones hacia delante y
hacia atrás, y la postura del pavorreal. Sin embargo estos textos no forman un
manual de prác9ca completo; para los asanas que incluyen, a menudo carecen de
una descripción completa de la posición del cuerpo. Las variaciones, los métodos
de movimiento y la respiración durante asanas son raramente mencionados. Si nos
basamos en la declaración de estos textos que los asanas son innumerables,
podemos inferir que en el pasado se prac9caban un mayor número de asanas de
las que están presentados en los textos. Es importante notar que en esos días, un
alumno siempre aprendía directamente de un maestro, nunca de un libro.

YOGA PERSONALIZADO
Hoy en día existen una infinidad libros, DVDs y clases de yoga. ¿Cómo puede un
alumno elegir el mejor método para aprender yoga? Krishnamacharya solía decir
que la mayor desventaja de aprender de un libro y no de un maestro era que la
prác9ca no estaba adaptada al alumno. Antes de que un alumno comience a
prac9car yoga, debe preguntarse “¿Esta prác9ca es apropiada para mí?” Un
maestro de yoga siempre debe considerar a sus alumnos y preguntar “¿Esta
prác9ca que estoy enseñando es apropiada para este alumno en par9cular?”
Detrás de todas las enseñanzas de Krishanamacharya estaba este principio: “Hay
que enseñar lo que es apropiado para un individuo.”

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Este mandato proviene de fuentes an9guas. De acuerdo a la filosowa védica, todos
los seres vivos experimentan transformación en seis etapas. Primero, hay potencial
invisible de un ser para exis9r. Después el ser entra en existencia. Crece.
Experimenta cambios. Decae. Finalmente, el ser perece y regresa a su estado
invisible.
Por ejemplo, un árbol existe en su forma potencial como una pequeña semilla.
Cuando la semilla germina, entra a la segunda etapa: nace. En la tercera etapa, el
retoño crece y se convierte en un árbol completamente desarrollado. En la cuarta
etapa, el árbol vive cambios estacionales: da flores y frutos y después pierde sus
hojas. En la quinta etapa, el árbol envejece y decae. Hojas nuevas dejan de
aparecer, y el árbol gradualmente se marchita. Finalmente, el árbol perece—pero
no antes de dejar semillas que llevan consigo el mismo potencial del cual provino
el árbol.
Estas seis etapas se pueden ver en todos los seres; son un proceso natural que
debe ser respetado. Como seres humanos, también estamos sujetos a estos
cambios. El ayurveda reconoce el papel de estos cambios en la salud y en la
enfermedad, e incorpora esta sabiduría en sus recomendaciones. Nuestra prác9ca
de yoga debe también respetar y reflejarlos. Un prác9ca de yoga debe ser ajustada
para atender los cambios en el cuerpo y la mente con el paso de los años.
Krishnamacharya solía enfa9zar esto al referirse a la división de la vida en tres
etapas, como está descrito en la literatura védica. La primera etapa—brahmachari
—se ex9ende hasta los vein9cinco años de edad. Durante este 9empo, la persona
está estudiando. Tradicionalmente, este estudio era en el sistema gurukala, en el
cual el alumno vive con un maestro y estudia de 9empo completo. Después de
esto viene el matrimonio, 9empo en el cual la persona lleva una vida familiar. Más
adelante en la vida, acercándose a la vejez, se espera que la persona dedique la
mayoría de su 9empo a ac9vidades espirituales.
Krishnamacharya recomendaba que el yoga se modificara para cada una de estas
tres etapas de la vida. En el Yoga Rahasya, escribe:
El yoga krama [orden] es de tres 9pos: srishO krama, sthiO krama, y anta o
samhara krama. SrishO krama es para el brahmachari, sthiO krama es para el
hombre de familia y samhara krama es para el sannyasi [monje o
renunciante].
Cuando somos jóvenes—digamos, quince años de edad—el cuerpo es fuerte, y
nuestra energía no se acaba fácilmente. Podemos hacer ejercicio extenuante y

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empujar nuestro cuerpo a sus límites; se adaptará y fortalecerá. Si ocasionalmente
nos pasamos, la sanación es rápida, y con algo de descanso podemos pronto
retomar nuestro ejercicio. El cuerpo 9ene la capacidad de regenerar y
desarrollarse. Krishnamacharya llamaba la prác9ca de yoga a esta edad srishO
krama. SrishO significa “creación”—es decir, la prác9ca de yoga puede ser vigorosa,
con el obje9vo de crear o desarrollar fuerza.
En una edad mediana—a la edad de cuarenta y cinco, por ejemplo—el cuerpo
9ene una menor habilidad para renovarse. Nuestra energía ha disminuido,
inevitable y naturalmente. No tenemos la misma resistencia que teníamos
vein9cinco años antes: por ejemplo, no podemos quedarnos despiertos toda la
noche estudiando, dormir unas pocas horas, y después jugar un par9do de
baloncesto esa noche.
También enfrentamos muchas responsabilidades en esta etapa de la vida. Por
ejemplo, posiblemente debemos cuidar a una familia. Quizá no podamos dedicar
mucho 9empo a la prác9ca de yoga. Una prác9ca de yoga en esta etapa debería
ser moderada y enfocada en mantener la salud y fortaleza del cuerpo. El método
de prác9ca para esta etapa es conocido como sthiO krama. SthiO significa
“quedarse”—es decir, en una edad mediana, la prioridad es mantener la salud en
vez de desarrollar fuerza ya que el cuerpo completó su desarrollo; la tendencia
natural en esta etapa es mantenerse constante o decaer lentamente.
Cuando pasan los años y llegamos a la edad de, digamos, setenta, el cuerpo ha
envejecido notablemente. Nos restan muchos años produc9vos, pero nuestra
energía y vitalidad han disminuido. En esta etapa, el esfuerzo wsico en una prác9ca
de yoga debe ser reducido, con mayor énfasis en la meditación y las prác9cas
espirituales. Hemos acumulado muchas experiencias de vida y logrado muchas
metas de vida; por ende, podemos ver la vida con mayor ecuanimidad y madurez.
El método de prác9ca para esta etapa se centra en una mente tranquila,
pranayama y meditación. Es conocida como anta o samhara krama. Anta significa
“final,” y samhara significa “regresar al origen.” Ésta es la úl9ma etapa en la vida.
Krishnamacharya obtuvo estos términos de textos védicos clásicos. Las etapas de
la vida no aplican estrictamente en el contexto social del mundo actual. Sin
embargo, el principio es importante.
Es importante retar nuestros límites; ahí está el camino al progreso. Pero sería
sabio recordar que algunas limitaciones del cuerpo no están des9nadas a ser
traspasadas.

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En una entrevista, Krishnamacharya dijo una vez:
Tomando en cuenta la estructura del cuerpo y las distorsiones en el cuerpo,
uno debería hacer el asana adecuado. Sólo expertos pueden guiar al
alumno . . .
Los beneficios de los asanas son bien enumerados para los niños en, por
ejemplo, el Hatha Yoga Pradipika y otros textos. Adicionalmente, los
beneficios del pranayama están bien explicados en las escrituras. Sin
embargo, enseñar en grupo no es bueno. Cuando enseñamos asana tenemos
que tomar en cuenta los cuerpos individuales ya que cada cuerpo es dis9nto.
Una persona puede fácilmente prac9car uUanasana mientras que otra no
puede. Como los shastras [textos an9guos] sientan una base para la
diferenciación, así mismo debemos nosotros diferenciar entre personas y
enseñar asanas adecuados a cada persona. . .
Asana siddhi [dominar asanas] se define claramente como el momento en
que una persona puede estar en una postura por un periodo con buena
respiración. Todos los asanas no pueden ser dominados por una sola persona.
Los frutos de asana siddhi también son muy dis9ntos. Quizá es posible asana
siddhi uno, dos, o [a lo mucho] un máximo de vein9cuatro asanas. ¡No más!
Toma demasiado 9empo y demasiado esfuerzo. Además, la razón para
aprender yogasana no es nada más por un buen wsico, es para obtener
atmajnana [avance espiritual].

QUIÉN Y CÓMO
En resumen, cuando enseñamos o aprendemos yoga, hay dos factores principales:
el propósito y la persona.
Preguntas relacionadas al propósito incluyen: ¿Porqué quiere esta persona
prac9car yoga? ¿Cuál es el obje9vo de la prác9ca? A veces un alumno no 9ene una
meta clara para la prác9ca de yoga, pero un buen maestro puede ayudar al alumno
determinar un obje9vo u obje9vos adecuados para él. Lo que quiere un alumno de
la prác9ca de yoga puede no ser, de hecho, lo que necesita. Krishnamacharya
usaba estas categorías generales para definir el propósito de la prác9ca de yoga:
1. siksha: capacidad wsica—yoga para personas que están sanas, para
mantener su salud o incrementar su bienestar.
2. cikitsa: tratamiento—yoga como terapia.
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3. upasana: prác9ca o disciplina espiritual—yoga para la transformación
personal.
Preguntas relacionadas a la persona incluyen: ¿Quién es la persona que está
prac9cando? ¿Cuál es la capacidad del alumno? ¿Cuál es su edad? ¿Cuál es su
capacidad wsica? ¿Cuál es su estado de salud? ¿Cuál es su profesión? ¿Cuánto
9empo 9ene para una prác9ca de yoga? ¿Qué sugerencias le pueden resultar
aceptables? ¿Qué tan mo9vado está? ¿Cuáles son sus creencias? ¿Me hará caso?
El propósito de una prác9ca de yoga puede ser similar para dos alumnos, pero la
misma instrucción no será óp9ma para ambos porque son dis9ntas personas.
Como instructor de yoga, la prác9ca que uno enseñe debe tomar en cuenta a la
persona y al obje9vo. Cuándo estructura una prác9ca de yoga, un maestro debe
considerar la dieta, el ambiente, el es9lo de vida y la cons9tución sicológica del
alumno.
Aquí hay algunos ejemplos:
Cuando enseñamos una clase para niños, para desarrollar capacidad wsicas
(sikshanaanga), podemos usar una secuencia con9nua que incluya brincos,
balances e inversiones. Esto cons9tuye una prác9ca más diver9da y retadora que si
sólo usamos movimientos lentos o controlados. Pero si un hombre mayor quiere
aprender yoga para desarrollar sus capacidades wsicas, usaríamos una 9po dis9nto
de prác9ca. Para él, le ensañaríamos secuencias más cortas de asanas y se
quedaría algunas respiraciones en algunos asanas selectos. También u9lizaríamos
una respiración lenta y regulada, pranayama y meditación en la prác9ca.
Con un niño asmá9co, yoga terapia (cikitsa-anga) podría incluir una prác9ca
dinámica de asana que llevaría a realizar el parado de hombros en un mes. Pero
con una mujer de edad mediana que lleva una vida sedentaria, seríamos más
cautelosos—una prác9ca de asana vigorosa o realizar el parado de hombros de
inmediato podría resultar en problemas estructurales. Probablemente
necesitaríamos enseñarle posturas más fáciles por algunos meses para prepararla
adecuadamente para las inversiones completas.
Con un niño, el yoga para la transformación personal (upasana-anga) podría
consis9r en enseñar algunos cantos, que plantan la semilla para una prác9ca más
profunda más adelante en la vida. Con un adulto, podríamos sugerir pranayama
extendido, si está dentro de las capacidades del alumno, junto con meditación
acompañada de un mantra—tranquilamente o, de preferencia, en silencio.

-42-
NO FORZAR
En 1974, el director del Ins9tuto de Tecnología Cinematográfica en Chennai, un
ins9tuto de gobierno ubicado a unas dos millas del hogar de Krishnamacharya, me
buscó para darle clases de yoga por complicaciones de salud relacionadas a su
diges9ón. En el transcurso de algunos meses, la salud del director mejoró como
resultado de prac9car yoga. Al ver los beneficios de una prác9ca, propuso que le
enseñara yoga a los alumnos en el ins9tuto. Accedí, complacido por la oportunidad
de desarrollar mis habilidades como maestro. El director consiguió el permiso
requerido por el gobierno para dar las clases y, con los trámites cumplidos,
comencé a enseñar yoga en el ins9tuto.
Una vez a la semana conducía mi motoneta al ins9tuto para impar9r la clase a
alrededor de las cinco de la tarde. Los alumnos eran principalmente adolescentes y
hombres jóvenes. Les enseñé varios asanas en diferentes secuencias, siguiendo los
principios que había aprendido de Krishnamacharya. Las clases que imparx en el
ins9tuto fueron un reto interesante porque las expecta9vas de los alumnos eran
dis9ntas a las de otros alumnos a los que había instruido. Esto alumnos estaban
interesados en el yoga principalmente como un medio para ayudarles a realizar
movimientos de baile más fluido o ¡par9cipar en escenas de acción! El gran
contraste entre sus preguntas y el escuchar a Krishnamacharya hablar sobre
filosowa profunda fue es9mulante y ciertamente entretenido.
Krishnamacharya alguna vez comentó, “Está impar9endo algunas clases en grupo a
jóvenes. ¿Cómo va la cosa?” Le respondí que las clases iban bien y que yo seguía lo
que el me había enseñado. Me ofreció un caracterís9camente breve pero
invaluable consejo: “Hay un dicho que poetas y mujeres nunca deben ser forzados.
Sólo generará sufrimiento y no se materializará el resultado deseado. De igual
forma, nunca u9lice fuerza al enseñar o prac9car asanas.”
Esto fue en mis primeros años de experiencia dando clases. Krishnamacharya me
estaba advir9endo no dejarme llevar porque mis alumnos eran jóvenes,
energé9cos y ávidos por prac9car. Fue un consejo que mencionó algunas otras
veces a través de los años, y yo aseguré tenerlo en cuenta.
¿Qué debería saber un maestro de yoga para enseñar asanas de forma efec9va?
En una conferencia en 1976 dirigida a maestros de yoga, Krishnamacharya
enumeró algunos requerimientos para enseñar asanas. Se man9enen igual de
relevantes el día de hoy.

-43-
Los maestros de yoga deben saber cómo enseñar asanas con la respiración
correcta. Deben saber enseñar asanas individualmente, sin vinyasa, y entender la
postura final. Entonces deben enseñar los asanas con vinyasa. Debería aprender a
usar los asanas para lo siguiente:
1. Enseñar a un grupo
2. Su propia prác9ca
3. Clases individuales (diseñar una prác9ca personalizada)
Los maestros de yoga deberían recordar que los asanas se deben realizar en un
estómago vacío y que la prác9ca será diferente para personas con enfermedades,
para mujeres embarazadas, para personas obesas y esbeltas, y así sucesivamente.
En el mismo contexto, Krishnamacharya alguna vez mencionó que asanas se
podrían considerar como slishta (unidas o agrupadas en una secuencia) o a-slishta
(cada asana por separado).
Krishnamacharya solía mencionar textos clásicos como referencias para
fundamentar su argumento. Llamaba a cada texto una “autoridad.” Kannada, la
lengua materna del estado de Karnataka donde se crió Krishnamacharya, es muy
similar al Tamil, mi lengua materna: son idiomas del sur de la India pertenecientes
al mismo grupo lingüís9co. Comparado con el Tamil, en Kannada más palabras
parece empezar con el sonido “ha.” Quizá por eso, Krishnamacharya agregaba “ha”
a algunas palabras en inglés que comenzaban con a, de forma que “autoridad” se
converxa en “haatoridad.” Por ejemplo, refiriéndose al Yoga Makaranda, en el cual
enumera vein9siete textos an9guos de yoga como fuentes, solía decir: “Consulte el
Yoga Makaranda. He enumerado la haatoridad para la prác9ca de yoga.”
De vez en cuando, Krishnamacharya citaba textos que no estaban disponibles en
versión impresa. Debieron haber exis9do en forma de manuscritos en bibliotecas
hace décadas, o los había memorizado por completo, aprendiendo por repe9ción
oral de alguno de sus maestros. Por ejemplo, en ocasión mencionaba al Yoga
Kuranta durante mis estudios. El Yoga Kuranta aparentemente fue escrito por el
yogui llamado Korantaka, quien es mencionado en el Hatha Yoga Pradipika (1.6).

ASANAS PARA LA CONCEPCIÓN


Krishnamacharya a veces daba conferencias en su casa, en una de las habitaciones
des9nadas a la enseñanza. A estas conferencias asisxan alrededor de ocho a diez
alumnos indios. Bajo los auspicios del juez presidente de Tamil Nadu, que era
-44-
alumno de Krishnamacharya en ese entonces, organizamos una conferencia de
Krishnamacharya sobre el Hatha Yoga Pradipika y los Yoga Sutras de Patanjali en
agosto de 1976. Una semana antes del programa, en mi clase habitual con
Krishnamacharya sobre el Hatha Yoga Pradipika, repen9namente dijo “en la
conferencia de la próxima semana, hable sobre el yoga para las mujeres. Ha
estudiado asanas plenamente. Su tema puede ser asana para la concepción y la
an9concepción.”
Sabía que muchas parejas habían buscado a Krishnamacharya buscando una
solución para la infer9lidad. En clases anteriores, me había hablado de enseñar
yoga durante el embarazo, pero no a detalle. Alguna vez dijo, “si cree que es fácil
prac9car asanas en el embarazo, amarre una almohada alrededor de su centro, y
¡obtendrá una pequeñísima idea de cómo puede ser restric9vo! Debe tener
cuidado al enseñar asanas durante el embarazo.”
De cualquier forma, me sorprendió la instrucción de Krishnamacharya de hablar
sobre esta temá9ca. Protesté, “¡Pero no sé nada sobre ese tema!”
Krishnamacharya respondió, “Bien, Anote.” Y dictó varios versos que enumeraban
asanas y pranayama para la concepción, an9concepción y parto sencillo. Cuando
terminó, dijo, “La haatoridad para estos versos es sharira adhyaya [capítulo de
anatomía] del Yoga Rahasya.” Pero de hecho, los versos eran de Krishnamacharya
mismo, compuestos en el momento. No hay capítulo de anatomía en el Yoga
Rahasya, ni estos versos aparecen en ningún lado del texto en la versión impresa
disponible hoy en día.
En su conferencia sobre el yoga de Patanjali y el Hatha Yoga Pradipika,
Krishnamacharya habló a detalle sobre la conexión entre las prác9cas wsicas del
yoga y el control mental. Cuando llegó mi turnó, yo estaba bastante nervioso de
hacer una ponencia sobre el yoga en su presencia. Brevemente repex lo que me
había enseñado Krishnamacharya y rápidamente concluí mi presentación.
En ese misma conferencia, Krishnamacharya había preparado una secuencia de
asanas y había solicitado a su hija más joven, Shubha, que las demostrara. Yo
conocía los asanas, que no eran fáciles, y me sorprendió que las presentara a esta
audiencia. Shubha fue capaz de realizar los asanas porque las había aprendido
desde su niñez, pero sospeché que pocas personas en la audiencia podrían
hacerlas. Algunos días después de la conferencia, en una clase privada con
Krishnamacharya, le manifesté mi duda: “¿Cómo puede un maestro de yoga
enseñar estos asanas a una persona ordinaria que viene con temas de salud?”

-45-
Contestó, “¡Fue una demostración de propaganda! No lo debería de tomar de
forma literal. Shubha lo puede hacer, pero para otros debe sugerir asanas
adecuados. Sólo el principio es importante.”
Algunos lectores quizá han visto fotograwas tomadas en la década de los treinta
que muestran a Krishnamacharya con niños mientras prac9caban asanas en su
escuela de yoga en Mysore. En una de las fotos, ¡Krishnamacharya está parados
sobre un niño que está realizando la postura de la paloma! Estas fotos intensas
fueron montadas por Krishnamacharya con la intención de popularizar el yoga. Son
demostraciones de lo que puede hacer una persona a través de la prác9ca de yoga:
“La espina será tan fuerte que puede cargar el peso de un hombre mientras realiza
un arco, ¡si uno hace yoga correctamente!” Como el mismo decía, no son
recomendaciones para prac9car y “no deberían ser tomadas literalmente.”
Krishnamacharya después narró la siguiente parábola para ilustrar su punto que un
alumno debería esforzarse de forma inteligente, paciente para entender el
mensaje del maestro y no sacar de contexto o que el maestro dice en momento
alguno:
Un maestro tenía un grupo de cuatro alumnos. Le dijo al grupo, “Vayan al
mercado, compren ghee, y regresen.” El primer alumno sólo oyó la palabra “vayan”
y salió inmediatamente—¡de forma permanente! El segundo alumno sólo oyó
“vayan al mercado” y se apresuró al mercado, sólo para darse cuenta que no sabía
ni porqué estaba ahí ni qué comprar. El tercer alumno oyó la instrucción completa.
Fue al mercado y compró ghee. Mientras caminaba de regreso con el contenedor
de ghee en su mano, una pregunta llegó a su cabeza: “¿El ghee está soportado por
el contendor, o el contenedor está soportado por el ghee?” Preocupado por esta
pregunta absurda, el alumno volteó el contenedor y ¡el ghee se cayó! Sólo el
cuarto alumno regresó exitosamente con el ghee.
El punto que Krishnamacharya quería comunicar a través de la historia era éste: si
el yoga se mantendrá vivo a través del 9empo y transmi9do sin distorsiones,
cuatro condiciones deben ser sa9sfechas. Uno, el maestro debe ser una persona
con conocimientos y experiencia. Dos, el alumno debe ser capaz y debe hacer el
esfuerzo para entender correctamente la enseñanza. Tres, el alumno debe
prac9car y aplicar lo que es descrito en las enseñanzas, para que no permanezca
sólo como conocimiento teórico. Cuatro, cuando está listo, el alumno debe
difundir las enseñanzas.

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¿A QUÉ EDAD PUEDEN LOS NIÑOS COMENZAR A PRACTICAR YOGA?
Krishnamacharya creía que se le puede enseñar yoga a los niños desde la edad que
pueden comer por sí solos. Solía decir: “Si prac9ca, su hijo también prac9cará. Los
niños aprenden viendo a sus mayores e imitándolos. Los padres deben vivir una
vida disciplinada. Aseguren inculcar buenos hábitos demostrándolos y haciendo
que el niño par9cipe. Si se va a hacer una donación, dénselo a la niña y hagan que
lo entregue con sus propias manos. Desarrollará la intención de dar.” Siguiendo su
consejo, yo comencé a enseñarle a mi hija, Nitya, yoga en 1977, cuando tenía
cuatro años de edad.

-47-
4.
Compromiso convincente (1973-1978)

A finales de 1973, yo seguía aprendiendo asanas de Krishnamacharya para mi


prác9ca personal, pero había tomado el siguiente paso importante: había
comenzado a enseñar yoga. En el primer piso de la casa de Krishnamacharya había
dos habitaciones que Desikachar y yo usábamos para enseñar.
Al paso de los meses, cada vez estaba enseñando más y mi confianza creció. Daba
clases en el hospital de Servicios de Salud Voluntarios y en el Ins9tuto de
Tecnología Cinematográfica. Para 1975 yo enseñaba yoga varias horas a la semana
y también trabajaba como consultor de administración industrial. Mis horas como
consultor eran flexibles, lo que me permixa asis9r a las clases de Krishnamacharya
y enseñar yoga.
A Krishnamacharya le interesaban pocas metas mundanas. Una de ellas era
propagar la prác9ca de yoga de forma sana y sensata, un esfuerzo que el llamaba
“propaganda.” Usaba la palabra de forma posi9va. En la década de los cincuenta,
había impulsado una propuesta para que el gobierno incorporara al yoga en las
escuelas, pero no prosperó. También había lanzado una revista llamada Yoganjali
en Kannada, nuevamente en la década de los cincuenta, pero no le fue posible
mantenerla después de algunas ediciones.
Con este mismo obje9vo de “propaganda”, en 1975 Desikachar y yo estudiamos
seriamente la posibilidad de publicar una revista con el mismo nombre—Yoganjali.
Consultamos a un abogado y cumplimos los trámites necesarios para lanzar una
revista, algo considerable en la India de aquellos días. Habíamos impreso alrededor
de mil panfletos, para enviarlos por correo como publicidad para la revista
venidera.
En esa época, en agosto de 1975, Desikachar fue a Suiza para hablar en la
conferencia anual de la Unión de Yoga Europea. Previo a su par9da, decidimos que
sería sabio usar la oportunidad para consultar con personas de la comunidad de
yoga en Europa—par9cularmente, personas que también fueran exitosas en los
negocios—sobre la conveniencia de publicar la revista. En Suiza, Desikachar le
consultó a Gerard Blitz, el fundador del Club Méditerranée, la cadena de complejos
vacacionales, y también al Secretario General de UNEFY (Union Européenne des
Fédéra9ons Na9onales de Yoga), un organismo coordinador que representaba a las
federaciones nacionales de yoga de países europeos. Yo estaba enseñando en
-48-
Chennai cuando recibí un telegrama de Desikachar: “No envíes los panfletos. Carta
en camino.”
Como Desikachar me explicó en su carta, Gerard Blitz y otros recomendaban
fuertemente recomendaban que era mejor fundar un ins9tuto antes de lanzar una
publicación. Siguiendo sus consejos, dejamos por un lado la revista y comenzamos
a considerar más bien crear una ins9tución.
En Abril de 1976, la ins9tución nació con en nombre de Krishnamacharya Yoga
Mandiram (KYM). Mandiram significa “residencia” o “templo.” Registramos al
ins9tuto como un fideicomiso público de caridad con un capital de algunos miles
de rupias: Desikachar donó mil rupias e Indra donó otras mil de un dinero que le
dio su padre. Registramos a Desikachar como fideicomisario ejecu9vo del ins9tuto.
Yo era el secretario honorario, puesto que mantuve hasta el fallecimiento de
Krishnamacharya.
Aunque me refiero a el KYM como una ins9tución, no era tan grande como suena
su nombre. En su inicio, era solamente dos salones para enseñar en el primer piso
de la casa de Krishnamacharya. No fue hasta 1978, después de dos años, que la
ins9tución había crecido lo suficiente, con algunos maestros e ingresos suficientes,
para rentar un espacio separado a media milla de distancia. A pesar de que el KYM
fue nombrado en honor a Krishnamacharya, su par9cipación fue mínima. A veces
presentaba ahí alguna conferencia, pero él tenía sus propios alumnos y con9nuó
enseñando en la pequeña habitación de su casa.

...

Para ese entonces el mundo del yoga me había atraído de forma cada vez más
profunda, tanto estudiando como enseñando. Comenzando en más o menos 1975,
yo tuve clases con Krishnamacharya casi todos los días por el resto de su vida—
unas cuatro clases privadas y dos clases junto con Desikachar cada semana.
Recuerdo que cuando comencé a estudiar el Bhagavad Gita con Krishnamacharya
en 1976, asisx a la primera clase vis9endo pantalones porque había ido
directamente del trabajo. Como de costumbre, Krishnamacharya vesxa la ropa
xpica, el dho9, de una forma par9cularmente tradicional. (El dho9 es un pedazo
rectangular de tela envuelto a la parte inferior del cuerpo y atado en la cintura).
Me reprochó, diciendo, “si una va a estudiar los Upanishads o el Bhagavad Gita,

-49-
uno debería bañarse, portar la marca en la frente, y comenzar con devoción. Hoy
en día, todos ustedes se visten como extranjeros, diciendo esto y aquello en inglés,
tocando a todos y a todo innecesariamente.” Pausó, y suspiró. “Hoy en día, he
dejado de decir todo esto a los alumnos. Bien. Comencemos.”
Al escribir este libro, escuché nuevamente esta clase, que había grabado en una
cinta de audio. En ese entonces sabía que el reproche no era un regaño serio.
Sabía que mi casa estaba a media hora de distancia y mi trabajo a otra media hora.
También sabía que los 9empos cambiantes hacían imposible mantener las formas
de vida del pasado. El había dejado de solicitar a sus alumnos de respetar muchas
de estas ideas o disciplinas externas a través de los años.
Para los úl9mos meses de 1976, yo llevaba conociendo a Krishnamacharya
alrededor de cinco años. Había pasado tres de esos años como alumno par9cular,
asis9endo a clases casi a diario por el úl9mo año. Para ese entonces, raramente
había faltado a clase, y así fue por todos los años que estudié con él. Además, en
más de una ocasión había demostrado que ir a clase con él era más importante
que mis otros compromisos.
Por ejemplo, un día de fuertes lluvias en el monzón de Chennai—en 1975, si
recuerdo correctamente—las calles estaban inundadas. El motor de mi motoneta
tenía el hábito de detenerse si pasaba por unos 30 cenxmetros o más de agua. La
clase con Krishnamacharya era a las cinco de la tarde. Salí camino a su clase en la
lluvia. Justo a una cuadra de la casa de Krishnamacharya, mi motoneta se ahogó,
se detuvo, y no arrancaba de nuevo. Llevando puesto un impermeable que no me
cubría por completo, tuve que vadear por el agua hasta la casa de
Krishnamacharya, empujando mi motoneta. Llegué a su casa, mojado, unos cinco
minutos tarde. Krishnamacharya estaba sentado afuera en la veranda—no me
esperaba en ese clima. No dijo nada pero simplemente me llevó adentro y
comenzó la clase. De cualquier forma, sospecho que estaba complacido. Después
de la clase, dejé mi moto en su casa y regresé a la mía en autobús. El día siguiente,
después que habían cesado las lluvias, regresé y empujé mi motoneta a un
mecánico para que la pudiera arreglar.
En otro ejemplo, en sep9embre de 1976 mi sobrina se iba a casar y se esperaba
que yo asis9era a la boda. Una boda del sur de la India dura varias horas, y yo
había informado previamente a Krishnamacharya que posiblemente faltaría a clase
ese día. (Sin embargo, yo tenía la esperanza de alguna forma llegar a clase).
Después de presentarme en la boda por una hora, logré escabullirme y llegar a la
casa de Krishnamacharya a 9empo. Nuevamente, no me esperaba y estaba vez
-50-
manifestó una ligera sorpresa. “¿Dijiste que no vendrías? Bien,” me dijo. No llevaba
mi libreta conmigo, así que tuve que tomar prestada una hoja de papel para tomar
notas. Todavía tengo esa hoja guardada entre las páginas de uno de mis
cuadernos.
Sabía que no podía esperar de Krishnamacharya un reconocimiento directo de mi
compromiso. Su silencio no era sorprendente. Krishnamacharya no era dado a
hablar innecesariamente y, en par9cular, dar elogios o crí9cas personales a sus
alumnos. Daba su opinión sólo cuando era relevante a la discusión de algún tema.
Sin embargo esto era importante para mí porque quería que Krishnamacharya me
iniciara en un mantra personal de la forma tradicional. Esto significaría que él
aceptaba formalmente la responsabilidad de ser mi gurú y guía espiritual. Yo sabía
que Krishnamacharya no tomaría este paso a menos que estuviera firmemente
convencido que yo era un alumno serio y comprome9do.
Yo había notado cambios en la forma en que relacionaba conmigo que indicaban
mayor cercanía. Inicialmente, se dirigía a mí formalmente pero ahora me hablaba
de manera informal. Se senxa con suficiente confianza conmigo para pedirme que
le ayudara con tareas simples como prender el ven9lador, una tarea que
previamente el mismo hubiera hecho. Era tan independiente que incluso
pequeños indicadores como ese eran significantes.
Al terminar una clase, me dio un juego de fotos de él haciendo asanas. “Me saqué
estas fotos en un estudio recientemente, para actualizar el libro Yogaasanagalu,”
me dijo. “Éstas sobraron. Quédatelas.” Adicionalmente, otro pequeño incidente
ocurrió en esa época que me indicó indirectamente que Krishnamacharya estaba
consciente de mi compromiso. Como he mencionado, aparte de mis estudios
privados con Krishnamacharya, Desikachar y yo asisxamos conjuntamente a clases
con él todas las semanas. Una de nuestras clases era los domingos.
(Krishnamacharya daba clases todos los días, con la misma disciplina, ya fuera
domingos, otros días fes9vos o celebraciones.) Por sus compromisos familiares, a
Desikachar se le hacía inconveniente programar las clases los domingos. Me
preguntó si estaba bien cambiar la clase para otro día; yo respondí que cualquier
día funcionaba para mí. Entonces Desikachar preguntó a su padre si podía cambiar
la clase y se sorprendió al ver que Krishnamacharya se rehusó, diciendo, “Sólo
cambio la clase si también es inconveniente para Mohan.” Como yo le había dicho
a Desikachar que otros días me funcionaban, se tomó la libertad de informar a
Krishnamacharya que los domingos también me eran inconvenientes. Todavía
conservo la nota que Desikachar me escribió después de este incidente. Al narrar
-51-
brevemente la conversación con su padre, me felicitó por la “excelente relación”
que yo tenía con Krishnamacharya.
Decidí que había llegado el momento para el siguiente paso. Un día al terminar
una clase privada, le pedí a Krishnamacharya si me podía iniciar en un mantra
personal de la forma tradicional. Yo esperaba que accediera—pero sólo después
que le solicitara una segunda o más veces, como una señal de mi seriedad. Para mi
sorpresa y alegría, sin embargo, no necesitó que lo convenciera más.
Krishnamacharya me dijo que llegara temprano la mañana de un día específico.
Cuando llegué ese día, él estaba preparado con la parafernalia requerida para el
ritual y estaba ves9do en un espléndido dho9 blanco ves9do de la forma
tradicional. Me guió a través de la iniciación hasta la parte principal—el mantra
personal—que cantó a mi oído derecho. Me instruyó en los rituales relacionados al
uso del mantra en meditación: nyasas, o gestos simbólicos junto con sus mantras
asociados preparatorios; pranayama, que precede la meditación principal; y los
pasos finales que siguen a la meditación. También me dio mi japa mala—una
guirnalda de cuentas para meditar—de uno de los que él estaba u9lizando.
Al terminal el ritual, le pregunté a Krishnamacharya, “¿Cuántas veces debería de
repe9r el mantra al meditar todos los días?”
Se mantuvo pensa9vo por un momento, y después respondió, “Tradicionalmente,
una ronda de meditación se considera completa cuando has repe9do el mantra
cien mil veces para cada sílaba en el mantra. Tu mantra 9ene doce sílabas,
entonces eso es doce cientos de miles de veces.” Me dejó anonado este número
asombroso. Afortunadamente, Krishnamacharya con9nuó, “Pero hoy en día pocas
personas lo pueden hacer. Por lo menos,” me aconsejó, “asegura que por el resto
de tu vida, todos los días, repitas el mantra 108 veces, lentamente, con completa
concentración.”

-52-
5.
Pranayama, Kriyas, Yogaterapia

PRANAYAMA
Krishnamacharya medía tan sólo cinco pies y cuatro pulgadas,5 pero estaba tan
bien proporcionado y tenía el torso tan ancho que parecía más alto. Debido a su
vasta experiencia prac9cando pranayama, podía cantar “om” por casi un minuto
completo, ¡aún a los cien años de edad!
La respiración es el vínculo entre el cuerpo y la mente. La respiración puede guiar
al cuerpo hacia el bienestar y la mente hacia la tranquilidad. La respiración es
importante en los asanas, pero el movimiento y la posición corporal son
igualmente responsables por los beneficios de una prác9ca de asana. En
pranayama, sin embargo, la respiración es el actor principal. Pranayama
simplemente significa “alargar la respiración” o “controlar la respiración.” En su
forma básica, pranayama consiste en estar consciente de la respiración. A través de
la atención, la respiración naturalmente se vuelve más fluida y menos
fragmentada.
Como siguiente paso, podemos comenzar a regular nuestra respiración, haciéndola
fluida y larga. Hay muchos 9pos o métodos de pranayama descritos en los textos
clásicos del yoga. Independientemente del método, la regulación de la respiración
es el principio central del pranayama y puede llevar, en la medida de lo posible, a
la habilidad de suspender la respiración. El movimiento puede afectar la
respiración y distraer nuestra atención, entonces debemos mantener el cuerpo
quieto al hacer pranayama. No es suficiente controlar la respiración y aquietar al
cuerpo, sin embargo; la mente también debe estar enfocada. Entonces el
pranayama supone regular la respiración, mantener el cuerpo inmóvil y enfocar la
mente. En la tradición clásica, el pranayama se realiza en una posición estable y
sentada.

EL LATIDO DEL CORAZÓN


En la década de los treinta, a pe9ción del rey de Mysore, Krishnamacharya
demostró que podía detener su corazón. Médicos presentes no fueron capaces de
oír su corazón durante más de un minuto, aún u9lizando un estetoscopio.

5 Nota del traductor: un metro y sesenta y tres cenxmetros.


-53-
En los finales de los setenta, cuando Krishnamacharya tenía casi noventa años de
edad, fue entrevistado sobre su capacidad de detener el la9do de su corazón:
ENTREVISTADOR: ¿Quién le enseñó a detener su pulso y el la9do de su
corazón?
KRISHNAMACHARYA: Todo eso ocurrió automá9camente. ¿Qué 9ene de
asombroso? Lo hice prac9cando pranayama, vishama vr\ en el pranayama
nadishodhana. Y también meditando.
E: ¿También prac9có mula bandha y uddiyana bandha?
K: Mula badha.
E: ¿Dónde demostró esto—en Mysore?
K: Sí.
E: ¿Había restricciones alimentarias?
K: Sí, hay restricciones alimentarias.
E: ¿Qué comió?
K: Leche.
E: ¿Estaba casado en ese entonces?
K: No. Sólo después de esta inves9gación fue que me casé.
E: ¿Lo puede hacer ahora?
K: Sí, lo puedo hacer ahora también. Pero no lo puedo hacer por mucho
9empo.
Krishnamacharya sostenía que la respiración era crí9ca para controlar las funciones
internas del cuerpo. Solía decir, en inglés, “Lungs are pump. Control breathing.
Control heartbeat.”6
Cuando tenía noventa y cinco años de edad, alguna vez le preguntaron a
Krishnamacharya la razón por su longevidad. Su esposa también estaba en la
habitación. De inmediato, hizo un gesto hacia su esposa y dijo, “Es debido a ella.
¡Su carta astral es la razón!” (Quería decir que su carta astral indicaba que él, su
esposo, tendría una larga vida).
En clases privadas, sin embargo, la misma pregunta suscitaba una respuesta más
seria de Krishnamacharya: “Pranayama.” A veces agregaba “cantos védicos” o

6 Nota del traductor: “Los pulmones son bomba. Controlar respiración. Controlar la9do del corazón.”
-54-
“hábitos controlados de alimentación,” pero pranayama siempre era sin excepción
lo primero en su lista de las causas de su longevidad. Tenía una máxima que decía
que prac9car asanas es ú9l para mantener el bienestar, pero el pranayama es
necesario para maximizar el 9empo de vida.
En 1985, en una clase sobre yogaterapia, Krishnamacharya hablaba sobre el pulso.
Me dio su mano derecha y dijo, “Toma mi pulso.” Medí su pulso y establecí que
estaba en el límite inferior de cincuenta la9dos por minuto. Me dijo, “Si prac9cas
asanas con control sobre la respiración y pranayama largo, tu ritmo cardíaco debe
disminuir con el 9empo.” Ahora sabemos que la ciencia moderna ha validado esta
conexión: si nos ejercitamos bien, nuestra frecuencia cardíaca disminuirá con el
9empo. Esto generalmente indica un corazón sano y el potencial para una larga
vida.
Krishnamacharya detenía su corazón para mostrar el poder del yoga; era una
demostración para popularizar el yoga, para crear interés. El obje9vo máximo del
pranayama y el yoga, sin embargo, es detener las fluctuaciones de la mente. De
hecho, Krishnamacharya solía decir que pranayama es la más importante de las
ocho ramas del yoga (como están presentadas en los Yoga Sutras de Patanjali), ya
que la úl9ma rama—samadhi, la máxima expresión del control mental sostenido y
la meta del yoga clásico—puede ser alcanzado a través del propio pranayama. El
samadhi era posible para Krishnamacharya. Posiblemente no llegaremos tan lejos
como él; sin embargo, el pranayama es una prác9ca vital que nos ayudará a calmar
la mente.

RESPIRACIÓN FLUIDA, MENTE TRANQUILA


Una de las citas favoritas de Krishnamacharya era “Para curar las enfermedades del
cuerpo, usa el cuerpo. Para curar el deambular de la mente, prac9ca pranayama.”
Los asanas y los hábitos alimen9cios disciplinados son importantes para alterar el
curso de las enfermedades en el cuerpo. Cuando la mente está perturbada, sin
embargo, la herramienta más importante, a través del 9empo, es el pranayama.
Por eso Krishnamacharya incluía pranayama en la mayoría de las prác9cas de yoga
que recetaba, con o sin un mantra, dependiendo de la persona.
En el día del año nuevo de 1976 asisxa a una clase sobre el pranayama con
Krishnamacharya. Él me estaba explicando este comentario sobre los Yoga Sutras
del famoso sabio Vyasa: “No hay austeridad mayor que el pranayama para eliminar
impurezas.” En ésa época, las máquinas aspiradoras estaban siendo introducidas
-55-
en la India. Krishnamacharya había visto una aspiradora pero no conocía su
nombre en inglés. Dijo, “Hoy en día se usa algo—un aparato eléctrico—para soplar
aire para limpiar—fuuus fuuus. Así, el pranayama expulsa las impurezas en el
cuerpo y la mente.”
Varias técnicas de meditación budistas están ligadas a la respiración, y casi no hay
ritual védico que no incluya pranayama. Textos an9guos ligan el pranayama a no
sólo la mente, sino también a conceptos como chakras, kundalini, kriyas, mantras,
bandhas, dharana, terapia, doshas, asana, pratyahara, rituales, nadanusandhana y
mudras.

CHAKRAS
En el Yoga Makaranda, Krishnamacharya menciona que la consciencia, o la
atención, se puede llevar a los chakras (centros de energía o puntos internos de
conciencia en el yoga) a través de la prác9ca de pranayama. Yo sabía que el cuarto
capítulo del Hatha Yoga Pradipika trata este tema y había querido estudiarlo con
Krishnamacharya a mediados de los setenta, pero él había desechado la idea. En
1980, no obstante, cuando él dio conferencias sobre los Yoga Sutras y habló del
pranayama y su relación con los chakras y mencionó el cuarto capítulo del Hatha
Yoga Pradipika, mi interés en este capítulo revivió.
Ocasionalmente, Krishnamacharya me decía, “No habrá nadie quien te enseñe
estos temas cuando yo no esté. Apréndelo ahora.” Esto no era una expresión del
ego si no más bien una forma de resaltar, de asegurar que yo estudiara porciones
de los textos an9guos que él consideraba importantes. Aún así, Krishnamacharya
estaba muy renuente a enseñarme el cuarto capítulo del Hatha Yoga Pradipika.
Decidí usar sus propias palabras en un intento por convencerlo que me enseñara
este capítulo. Le dije, “Quizá no pueda prac9car estas técnicas, pero debo por lo
menos saber sobre ellas ya que otras personas afirman que las enseñan. Aún si no
son recomendables, debo saber porqué. Si usted no me enseña estos temas,
¿quién lo hará?” Finalmente accedió, pero ¡no hasta 1982!

PRANAYAMA INADECUADO
En 1976, cuando estaba enseñando asanas a un joven de unos veinte años de edad
que estaba muy interesado en la espiritualidad. Durante una clase, me dijo que
estaba asis9endo a una clase especial en grupo sobre el raja yoga pranayama,

-56-
impar9da por uno de los swamis de ese entonces. Con9nuó diciendo que estaba
aprendiendo una técnica especial para elevar el kundalini que involucraba
retenciones largas de la respiración después de inhalar.
En mis clases con Krishnamacharya, yo estaba estudiando el capítulo 2 del Hatha
Yoga Pradipika, que trata con el pranayama. Le mencioné a Krishnamacharya que
un swami estaba enseñando clases en grupo sobre un pranayama especial para
despertar el kundalini. Preguntó, “¿Qué exactamente es lo que está enseñando?”
Le expliqué que era pranayama con mucha retención de la respiración después de
la inhalación.
Krishnamacharya pausó y después dijo, “Si uno hace dichas retenciones después
de la inhalación, ¡tendrá dolor en el pecho y falla del corazón! Pero tú ya estudiaste
esto,” con9nuó. “Recuerda el verso del Hatha Yoga Pradipika—‘Tal como un león,
un elefante o un 9gre es domado lentamente, la respiración debe ser dominada de
igual forma. O matará al prac9cante.’ También puedes ver que el texto advierte al
prac9cante al decir ‘Uno debe dejar entrar al aire gradualmente, y dejarlo salir
gradualmente. Uno debe restringir la respiración gradualmente. Así se ob9ene el
éxito.’ Adicionalmente, este 9po de prác9cas se deberían realizar de forma
individual.”
No mucho 9empo después vi en el periódico que el swami había sido hospitalizado
con dolor en el pecho—¡debemos asumir que fue por coincidencia! Por supuesto,
esto no significa que todos los que hacen retenciones después de la inhalación o
que realizan pranayama de cierta forma inadecuada enfrentarán consecuencias
extremas. Pero ciertamente es sensato ser cuidadosos.

¿CUÁNTOS PRANAYAMAS DEBERÍA UNO HACER?


En marzo de 1976, Krishnamacharya estaba dando una plá9ca sobre el pranayama
a un pequeño grupo de alumnos. Uno de los par9cipantes preguntó, “¿Cuántos
pranayamas debería de hacer en un día?” Krishnamacharya respondió diciendo
“¿Cuántos años 9ene—unos cuarenta?” El alumno asin9ó. “Entonces debe realizar
cuatro veces ese número diariamente. Haga 160 pranayamas al día.” (Al decir “un
pranayama,” se refería a una ronda de inhalación y exhalación).
Previamente, en 1975, Krishnamacharya me había dicho “Debes hacer pranayama
por la mitad del 9empo que pasas prac9cando asanas.” Y en una clase sobre el
Hatha Yoga Pradipika, me había dicho “Uno debe prac9car pranayama por lo
menos tres horas al día.”
-57-
Algún 9empo después de la plá9ca en 1976, le pregunté a Krishnamacharya
porqué había hecho dis9ntas recomendaciones sobre pranayama. Me respondió,
“La persona que me preguntó en la plá9ca hace algunos días era maestro de yoga.
Un maestro siempre debe estar más avanzado que sus alumnos en su prác9ca. Por
eso, le dije que prac9cara más.” Agregó, “Tú también estás enseñando yoga, pero
ahora tú sólo 9enes alrededor de treinta años. Él es diez años más grande que tú.
En tu etapa de la vida, puedes hacer pranayama por la mitad del 9empo que
prac9cas asanas. Al ir envejeciendo, debes hacer más pranayama. Cuando tengas
sesenta años, debes hacer pranayama por el doble de 9empo que prac9cas
asanas.”
Estas recomendaciones eran para personas sanas, por cierto. Para alguien que
9ene dificultad al respirar, por ejemplo, recuerdo a Krishnamacharya decir
“Enséñale a la persona a hacer sólo cuatro respiraciones. Después pídele que
descanse. Después otras cuatro respiraciones.”

KRIYAS
Algunos textos clásicos de yoga describen los kriyas, que son técnicas enfocadas en
purificar al cuerpo. Varios kriyas son enseñadas por algunas escuelas
contemporáneas de yoga y en ocasiones son recomendadas para tratar
enfermedades.
La palabra kriya significa “acción” o “acto.” Kriya es una palabra común en
sánscrito. Alumnos que están familiarizados con los Yoga Sutras de Patanjali sabrán
que una serie de tres prác9cas cardinales llamada en su conjunto kriya yoga está
descrita en el capítulo 2, sutra 1. Éstas prác9cas no 9enen conexión con las kriyas,
o técnicas de purificación, descritas a con9nuación. Los kriyas se encuentran sólo
en textos de yoga rela9vamente recientes, par9cularmente el Hatha Yoga
Pradipika y el Gheranda Samhita. El Hatha Yoga Pradipika describe los seis
principales, junto con un adicional, kriyas:
Estos seis actos se llaman dhauO, vasO, neO, trataka, nauli y kapalabhaO.
Lentamente trague un pedazo húmedo de tela de cuatro dedos de ancho y
quince tramos de largo, según las instrucciones del gurú. Sáquelo
nuevamente. Este proceso se llama dhauO.

-58-
Sentado en agua hasta el ombligo en utkatasana (posición en cuclillas),
inserte un tubo [pequeño de bambú] en el ano y contraiga el ano [para
succionar agua, agitarla y después expulsarla]. Este lavado es vasO.
Inserte por el orificio nasal un hilo suave del largo de una mano y sáquelo por
la boca. Esto es llamado neO.
Mire con los ojos fijos (sin parpadear) a un objeto minúsculo con
concentración hasta derramar lágrimas. Esto se llama trataka.
Con los hombros encorvados, uno debe rotar el estómago hacia la derecha y
la izquierda a la velocidad de un remolino que gira rápidamente. Esto es
llamado nauli.
Realice inhalaciones y exhalaciones rápidamente como el fuelle de un
herrero. Esto destruye enfermedades del kapha. Esto es kapalabhaO.
Haga al apana subir a la garganta y vomite las sustancias que están en el
estómago. La prác9ca gradual de esto genera control sobre los nadis. Esto es
llamado gajakarani.
HATHA YOGA PRADIPIKA 2.22, 2.24, 2.26, 2.29, 2.31, 2.33, 2.35, y 2.38
Tanto el Hatha Yoga Pradipika como el Gheranda Samhita manifiestan que el
propósito de estos kriyas es limpiar o purificar al cuerpo.
Estos seis actos que purifican al cuerpo deberían ser mantenidos en secreto,
ya que producen varios resultados maravillosos, y yoguis destacados les
9enen un gran aprecio.
HATHA YOGA PRADIPIKA 2.23
La purificación del cuerpo surge de los seis actos.
GHERANDA SAMHITA 1.10
Se dice que múl9ples beneficios de salud, tanto terapéu9cos como preven9vos, así
como algunos beneficios espirituales, resultan de la prác9ca de estos kriyas.
Sin duda alguna, la tos, la disnea, pilha [enfermedades del bazo],
enfermedades de la piel y todas las veinte enfermedades que surgen del
kapha son eliminadas por la efec9vidad de dhauO.
Por la eficacia de vasO, son curadas gulma, pliha, udara [varios trastornos
abdominales], y las enfermedades provenientes de vata, piUa, y kapha [los
tres doshas de Ayurveda].

-59-
Este vasO, cuando es prac9cado, afina los tejidos del cuerpo [dhatus], los
órganos sensoriales y el órgano interno [mente]; hace que el cuerpo brille e
incrementa el poder diges9vo; destruye [las enfermedades provenientes de
un] incremento en los tres doshas.
NeO purifica [la región del] cráneo y otorga una vista extraordinaria; pronto
elimina todas las enfermedades del cuerpo arriba de los hombros.
Con trataka, todas las enfermedades de los ojos son eliminadas y la pereza,
etc., son superados. Debería ser mantenido en secreto como un cofre de oro.
Nauli, la corona de la prác9ca de hatha yoga, es9mula el fuego gástrico si está
adormecido, incrementa el poder diges9vo, produce felicidad y destruye
enfermedades que surgen de todos los doshas.
HATHA YOGA PRADIPIKA 2.25, 2.27–30, 2.32, 2.34
He citados los versos del texto an9guo para dar una idea de cómo era el original.
El Gheranda Samhita habla a detalle sobre la prác9ca de varios kriyas.
Krishnamacharya sabía muy bien sobre los kriyas—cómo y cuándo se deberían de
realizar, sus efectos, si sus beneficios están exagerados o son reales, quién los
puede hacer, los riesgos involucrados, las diferencias entre los kriyas en varios
textos clásicos y sus contraindicaciones, y qué alterna9vas pueden ser u9lizadas.
Me dijo que al inicio del siglo veinte—hace casi cien años—él viajó a varias partes
del norte de la India, incluso a lugares tan lejanos como Kabul, donde observó las
prác9cas de yoga realizadas en estos lugares y a prac9cantes que habían dominado
los kriyas. En una clase sobre el Hatha Yoga Pradipika, mencionó que en Kabul vio
a un prac9cante de yoga musulmán llamado Basheed que era un experto en los
kriyas. Krishnamacharya agregó, como un paréntesis, que el fruto de la granada
roja de ese lugar era un buen purificador de la sangre. Los kriyas están descritos en
el Yoga Makaranda. Cuando estudié el Hatha Yoga Pradipika y el Gheranda
Samhita con Krishnamacharya, me describió la prác9ca de kriyas con aún mayor
detalle.
Krishnamacharya, sin embargo, no recomendaba los kriyas a sus alumnos. Los
consideraba en gran parte como innecesarios y a veces como riesgosos. Apuntaba
que los kriyas no se encuentran en los textos más an9guos de yoga; son prác9cas
rela9vamente recientes. Solía agregar, “Los kriyas no son necesarios si uno sabe
cómo hacer asana y pranayama correctamente.” El Hatha Yoga Pradipika respalda
esta opinión:

-60-
Algunos maestros dicen que todas las impurezas son eliminadas por
pranayama y otros actos [los seis kriyas mencionados anteriormente] no son
aceptados por ellos.
HATHA YOGA PRADIPIKA 2.37
Un conocido comentario del texto (llamado Jyotsna, escrito por el yogui llamado
Brahmananda) explica que en el verso anterior, “algunos maestros” se refiere a
sabios como Yajnavalkya. De hecho, el Yoga Yajnavalkya (que se es9ma fue escrito
entre el siglo dos antes de la era común y el cuarto siglo de la era común, E.C.) es
un texto mucho más an9guo que el Hatha Yoga Pradipika (escrito en el siglo
quince E.C.), y no menciona los kriyas. Más bien, discute el pranayama
ampliamente en más de cien versos. Ésta es una de las razones por las cuales
Krishnamacharya consideraba al Yoga Yajnavalkya más importante que el Hatha
Yoga Pradipika y que otros textos posteriores y más conocidos sobre el yoga.
¿Cuál es, entonces, el propósito específico de los kriyas? De acuerdo al Hatha Yoga
Pradipika:
Uno que 9ene exceso de grasa y de kapha debería prac9car estos seis actos
[antes de la prác9ca de pranayama]. Otros no los deben prac9car, al estar los
doshas en balance en ellos.
HATHA YOGA PRADIPIKA 2.21
La grasa y el exceso de kapha en el cuerpo interfieren con la prác9ca de pranayama
y con las prác9cas avanzadas de hatha yoga que buscan controlar la respiración
por periodos prolongados. Por eso, se vuelve importante eliminarlos. Éste es el
propósito de los kriyas—son una preparación para el pranayama, no son una
intervención terapéu9ca.
Nótese que la indicación para la prác9ca de los kriyas y la exención para
prac9carlos están expuestos en la terminología del Ayurveda, y los doshas, que son
mencionados recurrentemente, son una piedra angular del Ayurveda.
¿Cuál es el origen de estos kriyas? Provienen no de textos de yoga sino más bien
de Ayurveda. En Ayurveda se conocen prác9cas similares a los kriyas, como por
ejemplo vamana (emesis), virecana (purgación), vasO (enema) y nasya
(administración de medicamento nasal). Textos defini9vos de Ayurveda que
preceden a los textos de yoga por varios siglos (como por ejemplo el Caraka
Samhita) describen estos procedimientos a detalle.

-61-
Estas prác9cas, sin embargo, son parte de un plan de tratamiento de Ayurveda;
generalmente no deben ser realizadas por personas sanas. Además, el emesis, la
purgación y ese 9po de prác9cas son descritas con una larga lista de condiciones:
por ejemplo, para quién y para qué enfermedades están indicadas y
contraindicadas, el método para preparar al paciente para el procedimiento, los
límites del procedimiento, y que se debería de hacer después del procedimiento.
También hay muchas listas de medicinas que deben usarse en estos
procedimientos, dependiendo de la naturaleza de la enfermedad. La intensidad del
procedimiento—en otras palabras, cuántas veces se debe hacer—y la potencia de
los medicamentos que se deben usar también se describen a detalle. Si el
procedimiento es u9lizado en exceso, también se recomiendan anxdotos
adecuados.
En cambio, los textos de yoga no explican nada de esto. Los kriyas no se discuten
en el contexto de un plan de tratamiento, ni se describen en conjunto con el uso
de medicinas. No hay enemas medicados, por ejemplo, ni hierbas para el emesis o
la purgación. Tampoco hay discusiones acerca de los límites o contraindicaciones.
Es evidente que los kriyas no están descritos en textos de yoga como un
tratamiento. No es posible usarlos en un tratamiento sin la información detallada
disponible en el Ayurveda.
Adicionalmente, algunos kriyas pueden causar consecuencias nega9vas de salud.
El Ayurveda resalta la necesidad de asegurar que los impulsos naturales del
cuerpo, como el movimiento intes9nal, orinar, la tos, la sed, el hambre, vomitar y
el sueño, no deben ser alterados. Cuando estos impulsos son suprimidos o bien
provocados, se pueden generar trastornos. La prác9ca de algunos de los kriyas
puede resultar en la provocación innecesaria de estos impulsos naturales en una
persona sana y puede causar una mala salud.

...

Revisando las notas de mis clases con Krishnamacharya, me encontré una mención
interesante sobre el kriya gajakarani (un kriya adicional descrito en el Hatha Yoga
Pradipika) en agosto de 1976. Gaja significa “elefante” en sánscrito.
Krishnamacharya dijo “Los elefantes pueden regurgitar sus alimentos. Ésa es la
razón por el nombre. Gajakarani puede realizarse sólo después de dominar
uddiyana bandha. Después, se puede ingerir y regurgitar una saligrama.”
-62-
Una saligrama es un 9po de piedra pequeña con caracterís9cas especiales.
Tradicionalmente es considerada una representación simbólica de lo divino, y hay
saligramas disponibles para dis9ntas deidades.
“Yo he visto saligramas que han sido sacadas, regurgitadas, de esta forma,” me
dijo Krishnamacharya. “Al ver esto, uno no debe ser engañado que el prac9cante
9ene poderes divinos o que está bendecido,” comentó. “Sólo es dominar el
gajakarani. De cualquier forma, uddiyana bandha no se recomienda sólo para el
gajakarani. También es ú9l para mantener la distancia entre los chakras; esto es
importante para una buena salud.”

PRÁCTICAS DEL TANTRA DE LA MANO IZQUIERDA


Los textos clásicos del yoga más recientes, a saber el Hatha Yoga Pradipika,
describen algunas prác9cas de sexo tántrico (a veces llamado “el tantra de la mano
izquierda”).
Un día al enseñar el tercer capítulo del Hatha Yoga Pradipika, Krishnamacharya se
detuvo. “Es suficiente aprender de mí sólo viparitakarani [mudra],” dijo. “El resto
[del tercer capítulo] no es apropiado. Mi gurú me ha aconsejado: ‘Como 9ene un
profundo conocimiento del sánscrito, puede leer y entender esto, pero no lo
enseñe a sus alumnos.’”
Krishnamacharya con9nuó, “El resto del tercer capítulo no será ú9l ni para 9 ni
para otros. Te enseñaré viparitakarani, que es un tema relacionado a los parados
de cabeza y de hombros. Nos tomará alrededor de una hora. Lo que se dice en el
cuarto capítulo de este libro está en el kaivalyapada [el cuarto capítulo de los Yoga
Sutras], que ya has aprendido. El yoga debería ser ú9l ya sea por bhoga [goce
material] o por apavarga [libertad]. Nadanusandhana [escuchar el “sonido-
interno” como está descrito en el cuarto capítulo] hoy en día no es ú9l para alguno
de ésos dos propósitos. En el pasado se hacía en la soledad, a menudo en una
cueva. Hoy no es necesario. Toma mi consejo.”
Yo sabía que otras escuelas estaban enseñando prác9cas tántricas. Cuando
alumnos me preguntaban ocasionalmente sobre éstas prác9cas, no podía
responder adecuadamente. También había oído a algunas personas decir que
Krishnamacharya rechazaba las prác9cas únicamente por ser védico. Entonces al
final de la clase ese día, me acerqué a Krishnamacharya y le dije, “Alumnos dicen
que usted no está enseñando prác9cas tántricas por ser védico y que hay otros
métodos a través del tantra para conseguir los propósitos del yoga.”
-63-
Me respondió, “No es así. Di que mi gurú me ha instruido [no enseñar prác9cas del
tantra de la mano izquierda].”
Lo dejé en eso por el momento. Pero algunos días después, nuevamente pregunté
a Krishnamacharya sobre el tema. Me respondió, “Dile [a tus alumnos] que hablen
conmigo.” Le dije “Pero me dicen que su gurú les ha enseñado esto.”
Normalmente, Krishnamacharya respondería a la altura de éste 9po de reto. Por lo
menos trataría de corregir una situación en la que en su opinión el yoga se estaba
propagando de forma incorrecta. También le mencioné que, además de él, no
había alguien que pudiera enseñar de forma confiable el valor de estos temas.
Aún así no accedió a explicar éstas prác9cas. Pero dejó la puerta ligeramente
entreabierta al decir, “En vez de estudiar estos textos relacionados a lo divino, me
estás pidiendo estudiar estos temas inapropiados. Ya veremos.” Finalmente, por
alguna razón, ¡comenzaron las clases!
Como se puede ver, Krishnamacharya pensaba que éstas prac9cas eran
innecesarias y poco recomendables. Por ejemplo, la prác9ca de vajroli está
descrita en el Hatha Yoga Pradipika. La prác9ca de vajroli consiste en absorber
líquidos a través del pene, con el obje9vo de eventualmente reabsorber el semen
que es eyaculado. En una clase sobre el Hatha Yoga Pradipika, Krishnamacharya
narró esta historia:
En 1926, un prac9cante de yoga llamado ViGal Das escribió al maharajá de Mysore,
afirmando que había dominado la prác9ca del vajroli. Buscó una audiencia con el
rey para demostrar sus proezas. En esa época, la gente a veces buscaban una
recompensa del rey por demostrar algún logro especial. Ya que Krishnamacharya
estaba enseñando yoga en el palacio en ese entonces, el rey solicitó su opinión si
debería invitar a ViGal Das para demostrar el vajroli. Aún si Krishnamacharya no
era par9dario de ése 9po de prác9cas, sabía su propósito y el método de
entrenamiento para prac9carlas. Usando su agudeza y su conocimiento del
sánscrito, Krishnamacharya respondió en una frase: “La prác9ca de yoga no es ver
el linga [genitales], sino el lingi [conciencia o el ser].” Entendiendo la sabiduría en
el consejo de Krishnamacharya, el rey negó la pe9ción de ViGal Das.
Hay razones sólidas que fundamentan la opinión de Krishnamacharya sobre estas
prác9cas. Los textos que presentan estas prác9cas se contradicen, y no logran
establecer una lógica clara. Si bien uno podría tratar de evadir estas deficiencias
para jus9ficarlas, sus fundamentos siguen siendo poco convincentes.

-64-
Adicionalmente, estas prác9cas no concuerdan con textos sensatos y acreditados
como los Yoga Sutras de Patanjali.

YOGATERAPIA
Muchos alumnos indios visitaban a Krishnamacharya principalmente buscando una
solución a sus problemas de salud. Por ende, me presentaron el concepto del yoga
como terapia desde el inicio de mis estudios y estaba familiarizado con el potencial
terapéu9co del yoga. Para 1975, yo había dado clases a algunos alumnos que no se
encontraban bien, y estaba ávido por enseñar a más personas con problemas de
salud. Se me presentó una buena oportunidad.
El padre de Indra era un o‡almólogo muy bien preparado y exitoso. Un reconocido
colega suyo había puesto en marcha un hospital en Chennai llamado Voluntary
Health Services (VHS)7. Éste era un hospital de caridad que dependía de doctores
que estaban dispuestos a donar su 9empo y experiencia sin costo alguno. En ese
entonces, había muchos doctores generales, pero pocos especialistas. Los
hospitales grandes con múl9ples especializaciones no eran muy comunes; VHS era
uno de los pocos. (VHS opera hoy en día desde la misma sede, ofreciendo valiosos
servicios a personas de escasos recursos).
A través de mi suegro, presenté una propuesta para dar clases de yoga en VHS. La
propuesta fue aprobada. De manera especial, el especialista en asma y alergias de
VHS estaba ávido por probar los efectos del yoga en sus pacientes. Así fue como
comencé a enseñar yoga en VHS a personas que sufrían de asma y otras
enfermedades respiratorias.
Mi servicio en VHS fue voluntario. Como era la regla en la ins9tución, no recibí
pago por mis clases. Daba clases los miércoles a las dos de la tarde, un horario que
me era posible porque ahora trabajaba de medio 9empo como consultor
administra9vo. Enseñaba asanas sencillos y seguros así como ejercicios de
respiración. Varios pacientes podían realizar solamente asanas modificados,
sentados en una silla, y ejercicios básicos de respiración. Con el 9empo, el
especialista comprobó que el FEV1, una prueba común para monitorear la
severidad del asma, mostró una mejora significa9va en aquellos que prac9caban
yoga. Él estaba entusiasmado y sugirió que diera clases también los domingos a
pacientes en su clínica, lo cual comencé a hacer. Los pacientes iban desde niños de
cinco años hasta abuelas de ochenta años. Yo me beneficié tremendamente de

7 Notra del traductor: El nombre se puede traducir al español como “Servicios Voluntarios de Salud”
-65-
esta etapa de enseñanza, ya que aprendí poco a poco a trabajar con personas
enfermas y el papel importante de la compasión y la consideración para ayudarlas.
Mi vida era bastante variada en esa época: era ingeniero y consultor de medio
9empo, estudiaba filosowa y espiritualidad con Krishnamacharya y trabajaba con
enfermos usando yogaterapia.
Mi entendimiento e interés en la yogaterapia iba creciendo, y quería conocer más
de los conocimientos de Krishnamacharya sobre este tema. En 1975, queriendo
aprender más de su método para tratar dis9ntas enfermedades, Desikachar y yo
solicitamos a Krishnamacharya que impar9era una serie de clases sobre
yogaterapia.
Krishnamacharya accedió y comenzó con una lista de enfermedades de un texto
an9guo llamado Vishnu Purana (la lista misma provenía del Ayurveda). Discu9ó el
uso del yoga para tratar varias enfermedades principales, una por una. Sugirió
posturas muy sencillas e hizo hincapié que el yoga debería ser modificado para
atender la edad y las limitaciones de un paciente. Adicionalmente, para algunas
enfermedades recomendó varios ejercicios de respiración en la forma de
pranayama.

...

El yoga como terapia es un tema vasto. Un punto importante que vale la pena
resaltar es que el modelo de tratamiento de Krishnamacharya era verdaderamente
holís9co. Para algunas personas, recomendaba cambios de dieta; para otras,
asanas; y para aún otras, pranayama.
¿Cuáles son los métodos que u9lizaba Krishnamacharya? En el Yogavalli (1.34)
escribe:
Tal y como las medicinas son ú9les en el tratamiento de enfermedades del
cuerpo, no hay duda que hay un aspecto de eliminar enfermedades
corporales en la prác9ca de asanas, pranayama y vairagya [desapego; en este
contexto, control de los sen9dos]. Tal y como los médicos ofrecen varios
métodos de tratamiento usando medicamentos, etc., Bhagavan Patanjali
también ofrece medios para eliminar las enfermedades del cuerpo. Entre
ellos, los más importantes son los movimientos de los brazos, las piernas y la
cabeza, con la respiración adecuada, el control de los hábitos alimen9cios y el
-66-
dejar atrás una vida indisciplinada. Si una persona prac9ca yoga sin adherirse
a estas disciplinas, y sin saber los métodos de prác9ca adecuados, no podrá
liberarse de la enfermedad en un 9empo determinado.
Específicamente, Krishnamacharya usaba los siguientes métodos de tratamiento:
• asanas, que describe como el movimiento de las partes del cuerpo junto con
la respiración
• cambios en la dieta y el uso de hierbas o medicinas de Ayurveda
• pranayama
• vida disciplinada y ciertos cambios importantes de hábitos dependiendo de la
enfermedad
• meditación, cantos y rituales
Krishnamacharya consideraba el control sobre la dieta de suma importancia,
apoyado por los asanas adecuados, pranayama y una vida disciplinada. En
repe9das ocasiones dijo que mantener los sen9dos y la mente bajo control es
esencial para el éxito en todas las demás intervenciones.
Todas éstas deben ser aplicadas de forma apropiada a cada individuo, como aquí
explica:
Sin el control de los hábitos alimen9cios, el tratamiento yóguico de una
enfermedad no tendrá beneficios. Muchos están confundidos al pensar que
todos pueden hacer todos los 9pos de prác9ca de yoga, sin reparar en la
adecuación dependiendo de la edad. Esto no es correcto. Justo como todas
las acciones descritas en los textos tradicionales están recomendadas
dependiendo de la edad, así también debe ser la prác9ca de yoga.
YOGAVALLI 1.34
Y en una entrevista en 1984:
Q: En la terapia moderna, un doctor receta un medicamento específico para
una enfermedad específica. En yogaterapia, ¿podemos recetar un asana para
cada enfermedad?
A: No. No podemos decir que se puede dar cierto asana o pranayama para
cierta enfermedad. Esto se debe a que el tratamiento se receta basado en el
pranayama y en el control de ahara [alimento]; el tratamiento puede no ser
efec9vo si éstas restricciones no se cumplen. No será posible eliminar la
enfermedad por completo si no se combinan adecuadamente y se prac9can
-67-
pranayama, asana y ahara. Ciertamente, no podemos afirmar que la formula
de un asana o un pranayama para una enfermedad es válida en yoga cikitsa
[yogaterapia]. En hatha yoga y en los Yoga Upanishads se dan ejemplos, para
varones y hembras, de asanas específicos que se deben prac9car para cada
enfermedad. Pero esto no es prac9cable, ya que hay muchas variedades de
enfermedades. En los puranas, se citan ejemplos de hermanos peleando uno
con el otro, y después, a través del camino del yoga, se curan de sus
enfermedades. Hay muchas enfermedades, y se iden9fican asanas específicos
para curarlos en los puranas. Nuevamente, en el Hatha Yoga Pradipika,
encontramos que paschimoUanasana puede curar ciertas enfermedades.
Debemos evaluar en qué condiciones corporales, a qué edad, en qué países y
en qué personas éste asana puede curar una afección del cuerpo. Pero
después de todas las indicaciones de asanas, siempre se menciona vairagya.
Si algún prac9cante de yoga quiere eliminar cierta incapacidad o enfermedad,
debe prac9car vairagya [desapego]. De lo contrario, el tratamiento no será
efec9vo. La enfermedad regresará. Entonces, los asanas por sí mismos no
serán efec9vos, ni lo serán los incontables pranayamas. Por eso, un asana
para una enfermedad es una fórmula imprac9cable.
Krishnamacharya alguna vez narró el siguiente caso de un paciente que sufría de
asma:
Un hombre con asma vino a verme, junto con uno de mis alumnos. Después
de hablar con él y evaluarlo, me di cuenta que su dieta no era sana y sus
hábitos errá9cos. Me preguntó, “¿en cuántas clases estaré curado?” No me
gustó su ac9tud. No lo acepté como alumno. Si lo hubiera hecho, él no
hubiera prac9cado. Le hubiera dicho a otros que era un alumno de
Krishnamacharya, y que el yoga no funcionaba. Despres9gio para mí y,
además, mala reputación para el yoga. No era necesario.
Otra historia contada por Krishnamacharya ocurrió algunos años atrás:
Otro paciente con asma vino a verme. También me hizo una pregunta justo al
inicio: “¿Qué cuota debo pagar?” Le respondí, “¿Desde hace cuánto 9ene esta
enfermedad?” Me contestó, “Ya más de veinte años.” Le dije, “Entonces le
costará cien rupias. Traiga cien rupias la próxima clase y iniciaremos el
tratamiento.” [Cien rupias en esos días era mucho dinero en la India—quizá
como pedir hoy cinco mil dólares.] Sorpresivamente, la próxima clase el
hombre trajo consigo cien rupias. Pude así saber que él estaba sinceramente
comprome9do con el tratamiento y seguiría mis instrucciones. Le dije, “No
-68-
quiero cien rupias de usted. Se las puede quedar. Sólo quería saber si tenía el
compromiso suficiente para cumplir las disciplinas y las restricciones que le
voy a sugerir.”
El firme compromiso de Krishnamacharya con el dharma, el código de conducta
correcta, era tal que aún si le ofrecían cien rupias, no las hubiera aceptado.
Hubiera pensado que era una remuneración desmedida que le generaría una
obligación. Recuerdo que agregó, “¿Si [el alumno potencial] es una persona
acaudalada? ¿Si cien o incluso mil rupias no son nada para esta persona? Entonces
diría, ‘¡Ven a las cinco de la mañana!’” De ésta y muchas otras formas,
Krishnamacharya medía el compromiso de una persona por aprender yoga.
Él solía decir “Una persona que desea estar libre de enfermedades debe prac9car
[yoga] con disciplina y no correr mucho de lado a lado. Una vida sin disciplina es un
camino seguro a una mala salud, tanto en el cuerpo como en la mente.”
Una vez, Krishnamacharya llegó quince minutos temprano a una conferencia para
poder ver al hijo de un vecino que estaba enfermo. Me instruyó acompañarlo. Fui
con él a la casa de al lado. El paciente estaba muy enfermo y estaba en cama.
Krishnamacharya tomó el pulso del paciente en ambas manos y piernas. También
me pidió que revisara el pulso. “¿Notaste la diferencia?” me preguntó. Le consultó
al paciente sobre sus hábitos alimen9cios y recomendó cambios en su dieta.
Después sugirió algunos asanas sencillos, incluyendo movimientos de los brazos
desde una postura acostada, el giro recostado [jathara parivr\] y el sitali
pranayama con la exhalación por la fosa nasal izquierda.

-69-
6.
Desarrollando mayor cercanía (1978-1984)

ASISTIR a las clases de Krishnamacharya no era fácil para un alumno con una
profesión. Yo lo lograba porque mi horario profesional era algo flexible, pero
algunos días me resultaba diwcil. Para el año de 1978, yo estaba enseñando
muchas clases de yoga, además de asis9r a las clases de Krishnamacharya y
cumplir con mis responsabilidades profesionales. Quería tener más 9empo para
mis estudios y mi enseñanza en las mañanas y las tardes. ¿Cómo lo podría lograr?
Yo sabía que la única forma era renunciar a mi trabajo. Esto significaría que debía
depender de enseñar yoga para tener un ingreso. Pero el yoga no era muy popular
en este entonces, y yo debía mantener a mi esposa y nuestra pequeña hija, Nitya,
que en ese entonces tenía menos de cinco años de edad. Mi familia no era
acaudalada y yo no tenía una herencia que pudiera u9lizar. Tenía algo de ahorros,
pero no durarían mucho.
Para equilibrar esta incer9dumbre monetaria, yo tenía la posibilidad de estudiar
más con Krishnamacharya y de involucrarme más enseñando y prac9cando yoga.
Sabía que debía tomar una decisión audaz para profundizar mis estudios y mi
prác9ca.
Debax internamente estas cues9ones por varios días y finalmente hablé el tema
con Indra. Afortunadamente, ella también había estado prac9cando y enseñando
yoga por varios años y estuvo de acuerdo en que estudiar con Krishnamacharya
era una oportunidad única. Su apoyo fue inagotable, tal como lo ha sido siempre
en nuestra vida juntos. Mis hermanos, sin embargo, pensaban que yo estaba
tomando una decisión apresurada e imprudente. Mi hermano mayor me dijo
abiertamente que estaba loco por abandonar una excelente carrera profesional y
un trabajo bien pagado para ocuparme del “yoja, ¡o cómo se llame!” Aún así, yo
sabía que querían lo mejor para mí, entonces no tuve problemas con ellos. Con el
respaldo de Indra, no había marcha atrás para mí. Mi suegro también me apoyó.
En 1978, renuncié a mi trabajo y me converx en un alumno de Krishnamacharya y
maestro de yoga de 9empo completo. Fue más diwcil hacerlo que decirlo, sin
embargo. Durante los próximos años, me vi obligado de vez en cuando a tomar
proyectos de medio 9empo para tener suficiente dinero. Pero traté de asegurar
que los proyectos tuvieran algo que ver con el yoga: por ejemplo, yoga para
manejar el estrés y programas de bienestar para ejecu9vos. Dejar atrás un trabajo
-70-
de 9empo completo para hacer del yoga mi ac9vidad principal resultó en una
mejora incalculable en la profundidad de mis estudios y de mi prác9ca. Otros
proyectos profesionales se volvieron secundarios. El yoga venía primero, y eso hizo
toda la diferencia.
Krishnamacharya sabía que me dedicaría al yoga de 9empo completo, pero no dijo
nada al respecto. Él pensaba que un maestro espiritual no debe interferir con los
detalles y las decisiones materiales de las vidas de sus alumnos. Después de todo,
la forma de llegar a la paz mental es a través del desapego: un maestro espiritual
debería primero enfocarse en su propia prác9ca.
Krishnamacharya tenía horarios fijos de clase para temas de estudio específicos.
Por ejemplo, si yo estaba estudiando el Hatha Yoga Pradipika, la clase se llevaba a
cabo, por decir algo, los miércoles a las tres de la tarde. Estas clases podían durar
dos años pero siempre se llevaban a cabo a la misma hora todas las semanas.
Cuando se terminaba una clase sobre cierto tema, Krishnamacharya no me
preguntaba qué quería estudiar después. Era mi responsabilidad mostrar interés
en un tema y solicitar las clases correspondientes.
La prac9ca de Krishnamacharya de hacer que el alumno solicitara los temas de
estudio, en vez de dirigirlo ac9vamente, no era arrogancia ni evasión de su
responsabilidad. Su creencia era que si a un alumno no le interesaba cierto tema,
no había necesidad de desperdiciar ni el 9empo del alumno ni el suyo. Él podía
usar el 9empo para hacer más pranayama y meditación. Adicionalmente, él
pensaba que un maestro espiritual no debía reclutar alumnos. (Él tuvo que
promocionar sus clases de yoga terapéu9co y de acondicionamiento wsico en la
década de los cincuenta para generar ingresos, pero no anunció que enseñaba
filosowa u ofrecía orientación espiritual).
Por ejemplo, en la década de 1950, Krishnamacharya estaba enseñando yoga en
una universidad de Chennai. Hubo una diferencia de opinión con la administración
sobre cómo y qué debería de estar enseñando. Al ser el 9po de persona que era,
Krishnamacharya no estaba dispuesto a modificar el contenido de sus enseñanzas.
La administración le informó que sería despedido si no seguía sus órdenes. “Muy
bien,” Krishnamacharya respondió secamente, “Tendré más 9empo para mi propia
prác9ca.”
Acercarse a Krishnamacharya para solicitar clases sobre cierto tema era un
ejercicio interesante. Con el 9empo supe que consideraba muchas preguntas antes
de comprometerse a enseñar algo: ¿Este alumno es capaz de entender el tema?

-71-
¿Le es personalmente ú9l? ¿Lo enseñará a otros? ¿Otros se beneficiarán también
si le enseño este tema?
Su respuesta a una pe9ción variaba. A veces decía, sin comprometerse, “Ya
veremos.” Ésta fue su respuesta cuando le solicité clases sobre el Gheranda
Samhita. Significaba que debía esperar y preguntar de nuevo, probablemente al
termino de un mes o dos.
En otra ocasión dijo, “Deja que terminemos este tema [actual]. Después podemos
comenzar con el siguiente.” Esto era una respuesta posi9va, significando que había
accedido a enseñar el tema solicitado. También significaba que las clases sobre el
próximo tema con9nuarían en el mismo día y horario que la clase semanal actual.
Así empecé a estudiar el Hatha Yoga Pradipika, después de aprender asanas de él.
Cuando le solicité que me enseñara el capítulo 3 del Hatha Yoga Pradipika,
Krishnamacharya dijo, “¿Qué vas a hacer al estudiar esto? Debe ser ú9l para 9 o
para otros. Este tema no es ninguno de los dos.” Finalmente cedió y me enseñó
este capítulo, pero requirió varios meses de cuidadoso convencimiento.
Él rechazó mi pe9ción de estudiar el Manu SmrO, un texto que expone el an9guo
código de conducta védico, al decir “No necesitas estudiar ese texto. Es de poca
relevancia en la sociedad actual. Déjalo.” (Yo sabía que había enseñado este texto
en una universidad del norte de la India varias décadas atrás). Después, accedió,
diciendo “Está bien, te enseñaré sólo algunas partes esenciales.” Ésta era una
ventaja de estudiar con Krishnamacharya: no dudaba en separar lo relevante de lo
irrelevante y descartar lo segundo.
Al principio de los ochenta, le pedí a Krishnamacharya que me enseñara algunos
textos budistas. Yo sabía que estos textos resaltan mucho la importancia del
vairagya, o el desapego, y quería conocer más sobre el tema. Se rehusó. “Esto no
es apropiado para 9 en estos momentos. Si yo te enseño, yo deberé responder por
las consecuencias. ¿De quién es la responsabilidad?” Me sorprendió esta respuesta
pues casi no pasaba una semana sin que él mismo elogiara y hablara sobre el valor
del vairagya.
Le pregunté porqué no me quería enseñar esos textos. “Ya 9enes treinta y tantos
años,” me dijo. “Tienes una esposa y dos hijos. Tienes mucho interés en la
espiritualidad. Si te enseño estos textos que le dan tanta importancia al desapego,
uno no puede predecir cómo responderá la mente. Tú podrías pensar que has
logrado un grado de desapego que realmente no 9enes, y eso podría ocasionar
problemas en tu vida familiar, o podrías incluso considerar conver9rte en un monje
-72-
en una etapa inoportuna de tu vida.” Con9nuó, “Éste no es el momento para que
estudies estos textos. Yo te enseñaré lo que necesitas estudiar ahora.”
Le pregunté, “Entonces, ¿Cuándo me enseñará estos textos?”
Respondió, “¡En unos diez años!” Me senx un poco decepcionado por su nega9va
pero secretamente sa9sfecho por la responsabilidad que senxa hacía mí.
Después de que estudié el Hatha Yoga Pradipika y el Gheranda Samhita, restaba
un texto bien conocido: el Siva Samhita. Le pedí a Krishnamacharya que me lo
enseñara. Me dijo, “Ya estudiaste el Yoga Yajnavalkya, el Hatha Yoga Pradipika, y
el Gheranda Samhita. Ya te expliqué el tema por completo, especialmente a gran
detalle cuando estudiaste recientemente el Gheranda Samhita. No hay nada
especial en el Siva Samhita. La diferencia es que el autor [del Siva Samhita] ha
mezclado mucho más advaita vedanta [filosowa no dualista] con el yoga y ha
confundido algunos aspectos filosóficos. Lo puedes revisar por tu cuenta, y si no
en9endes algo, me lo puedes preguntar. De lo contrario, no es necesario que lo
estudies conmigo. Más bien te enseñaré el Yoga Taravali. Ahí se encuentran
algunos puntos ú9les y tratarlo sólo nos tomará unas diez clases.”
Una de las mejores formas de convencer a Krishnamacharya de enseñar cierto
tema era mencionar que yo debía impar9r un seminario sobre el tema. Dado a que
él creía que el yoga debía propagarse y enseñarse de la forma correcta, rara vez
dudaba en enseñarme sobre este 9po de temas. Por ejemplo, para una
conferencia de yoga en Suiza en 1979 yo debía impar9r un seminario sobre
pranayama. Tal como lo esperaba, él accedió de inmediato. ¡Me vi beneficiado por
entre seis y ochos meses de clases dedicadas exclusivamente al pranayama! Antes
de par9r a la conferencia, Krishnamacharya me bendijo y, caracterís9camente,
agregó, “Propaga sabiamente el yoga.”
El consejo de Krishnamacharya era comprensible para mí. Algunos años antes, en
1976, al comienzo de una clase, manifestó su desencanto con las ideas dudosas
que estaban tomando importancia en el ámbito del yoga. Dijo, “ahora que
imprimir algo es tan común, todos publican libros sin realmente entender al yoga.
Cada libro dice algo dis9nto del otro. La gente cambia el mensaje, o lo oculta, con
tal de obtener ganancias monetarias. Sólo si mantenemos la mente pura y
estudiamos el tema con el gurú indicado podremos saber si vamos por el camino
correcto.
El día de hoy, voy hablar sobre el kriya yoga [la prác9ca cardinal explicada en los
Yoga Sutras 2.1] Para-vairagya [el completo desapego] es posible sólo para una
-73-
persona entre muchos millones. Para todos los demás, el camino es el kriya yoga.
Hoy en día, la gente explica el kriya yoga mismo de forma incorrecta. Algunos
maestros dicen ahora que todo está en la mente, y que no se necesita nada de
prác9ca.” Se refería a algunos swamis que daban cátedra sobre filosowa pero se
quedaban cortos en la prác9ca.
Mientras Krishnamacharya me bendecía el día antes de la conferencia de yoga, él
sabía también que habría maestros y presentaciones que representaban diferentes
puntos de vista en la conferencia. En el pasado, él había intentando generar mayor
claridad sobre el yoga a través de discusiones y debate. Alguna vez me dijo: “Desde
1933 hasta 1937, algunas personas hablaban sobre dis9ntas variedades de yoga,
como hatha yoga, raja yoga y kundalini yoga. Algunos decían que los kriyas eran lo
más importante, que eso era realmente el yoga. Yo estaba en la escuela de yoga en
Mysore, bajo el patrocinio del rey. Escribí cartas a maestros conocidos de yoga
como Paramahamsa Yogananda, Kuvalayananda y Yogindra, diciendo que
deberíamos tener un encuentro para resolver estas confusiones. Un visnuita de
Gujarat llamado Madhav Das fungió como punto de contacto. Eventualmente, sin
embargo, no se llevó a cabo la reunión y nada resultó de la correspondencia.”
Aún si yo llevaba mucho 9empo siendo su alumno, Krishnamacharya todavía lo
consideraba cuidadosamente antes de acceder a enseñar algún tema. Esto se
debía a que una vez que se compromexa, no había vuelta atrás para él. Era una
persona de una monumental e inquebrantable estabilidad. Comprometerse a
enseñarme algún tema podría resultar en dos o tres horas de clase a la semana por
no menos de seis meses—o incluso años.
Rara vez posponía o cancelaba una clase, y no limitaba sus enseñanzas de ninguna
forma. No tenía ausencias por enfermedad, no viajaba y no tomaba descanso en
días fes9vos. Para el momento que yo comencé a estudiar con él, Krishnamacharya
tenía más de ochenta años y no tenía presiones financieras. Nunca fue pudiente
durante su vida, pero en sus años de madurez ya no tenía que sufrir porque el
dinero le alcanzara, como le había sucedido años antes. Ya no tenía que mantener
a una familia. Y no tenía compromisos externos, como hubiera ocurrido si hubiese
encabezado algún monasterio. No tenía tareas administra9vas, ni tenía que
propagar el visnuismo ni ninguna otra doctrina. Por ende, cuando asumía un
compromiso de enseñarme algo, era inquebrantable; sólo sería desechado si yo
fallaba de alguna forma—algo que, por gracia de lo divino, nunca ocurrió.
Esta constancia al enseñar era un reflejo de la enorme disciplina que tenía
Krishnamacharya en su vida diaria. Se levantaba muy temprano en la mañana,
-74-
alrededor de las dos, y hacía asanas, pranayama, meditación, rituales védicos
matu9nos, y su puja (prác9ca devocional) de todos los días. Cocinaba muy bien y a
menudo preparaba su propio desayuno. Alrededor de las siete, estaba listo para
enseñar su primera clase. Al mediodía, tomaba un descanso de enseñar para hacer
otros rituales diarios centrados en el pranayama y la meditación. Krishnamacharya
daba clases todo el día. Aproximadamente a las seis de la tarde, se re9raba de
enseñar para realizar sus rituales vesper9nos, así como su prác9ca de asana,
pranayama y meditación. Se re9raba a dormir alrededor de las ocho, después de
una cena ligera. Su ru9na rara vez variaba.
La voluntad inquebrantable de Krishnamacharya lo hizo un prac9cante de yoga
extraordinario, un maestro excepcional y un erudito espiritual. Es fácil darse
cuenta, sin embargo, que una voluntad de esa magnitud puede ocasionar
problemas en la vida familiar. Al principio, él intentó imponer sus disciplinas a sus
alumnos y sus hijos, pero después, con los 9empos cambiantes, dejó que siguieran
su propio camino. Es por eso que, aún si le enseñó algo de yoga a sus hijos en su
juventud, prefería que eligieran su propia profesión.
El trato de Krishnamacharya era el mismo para todos sus alumnos, ya fueran
familiares o extraños. Sólo la dedicación y la calidad del alumno importaban. Pero
su feroz independencia lo hacía, de cierta forma, inaccesible incluso para sus
familiares. Su gran dedicación de varias horas al día a su prác9ca espiritual y de
yoga y su indiferencia por acumular riqueza material o posesiones no eran las
mejores cualidades para un hombre de familia en la vida terrenal.
Los empresarios exitosos son disciplinados en sus hábitos de trabajo. Los
inversionistas produc9vos son disciplinados en el uso de su dinero. Las figuras
públicas admiradas que catalizan el cambio social son disciplinados en el
compromiso por sus causas. Aún 9ranos y dictadores muestran considerable
disciplina en la consecución de sus metas, aún si los resultados son deplorables.
Pero la disciplina de un prac9cante espiritual como Krishnamacharya es diferente.
No se regía por una meta externa. No usó su voluntad para ganar dinero, ejercer
poder, hacerse famoso o cambiar a otras personas. La meta principal de su vida
disciplinada era dominar a su mente—aún si esto fuera a costa de los indicadores
materiales del éxito.
Krishnamacharya nunca fue rico ni famoso, pero eso no le preocupaba porque no
anhelaba el reconocimiento ni el dinero. De hecho, ac9vamente los evitaba. Luchó
por brindar las necesidades esenciales para su familia, pero nunca lo oí decir, “No

-75-
tenía dinero. Me costó trabajo.” Meramente decía que tener grandes can9dades
de dinero no es apropiado para una vida orientada hacia lo espiritual.
El año 1979 marcó el nacimiento de mi hijo. Indra estaba dando a luz en el
hospital, acompañada por mi suegra. Mi suegra fue una mujer extraordinaria,
sumamente capaz y admirablemente estable. Recuerdo que ella me aseguró
firmemente que mi presencia no era necesaria y que esperaban que el parto
ocurriera sin ningún problema. Fui a casa de Krishnamacharya, que se encontraba
como a diez minutos del hospital, para asis9r a su clase. Ahí me encontraba
cuando recibí la no9cia que había nacido mi hijo. Antes de ir al hospital, dejé la
casa de Krishnamacharya para comprar algunas flores y fruta, y regresé a
ofrecérselos. Le informé las buenas no9cias y recibí sus bendiciones. Era
costumbre nombrar un hijo en honor a su abuelo, entonces Krishnamacharya me
dijo, “Llámalo Ganesh,” el nombre de mi padre.
Fui a Suiza nuevamente en 1983, esta vez con Nitya. Ella fue invitada a realizar
cantos védicos en una conferencia ahí. El día antes de par9r hacia Suiza, la llevé a
recibir las bendiciones de Krishnamacharya. Dijo, “Van a un clima frío, una región
montañosa. He estado en el Himalaya y sé de los problemas que puede ocasionar
un clima así. Es una niña: su voz debe ser protegida. Ten cuidado.” Le dio a Nitya
algunas pas9llas de Ayurveda para su voz y la bendijo.
Krishnamacharya conservaba esas pas9llas consigo, pero rara vez lo vi a él mismo
usarlas. Aun si enseñaba por varias horas al día y realizaba diariamente cantos
védicos por al menos dos horas, su voz siempre estuvo en excelentes condiciones.
Krishnamacharya afirmaba que era un descendiente del famoso santo Nathamuni,
quien ocupa un lugar de honor en el linaje de maestros en la tradición visnuita a la
cual Krishnamacharya pertenecía. Me interesaba visitar algunos de los si9os
sagrados de esa tradición, y lo hice en 1984. Regresé con fotos de varios templos
importantes y mostré las fotos a Krishnamacharya. Estuvo complacido. Era obvio
que le hubiera gustado viajar a algunos de los lugares que visité, pero las
circunstancias no le permi9eron hacerlo.

...

En 1984, ocurrió un suceso que determinaría el curso de los úl9mos años de la


vida de Krishnamacharya: sufrió una fractura de cadera. Krishnamacharya gustaba

-76-
de reacomodar los muebles de su habitación (principalmente su catre y su silla)
con el cambio de las estaciones, dependiendo de la dirección de la luz del sol. Una
noche en 1984, movió la silla a un lugar dis9nto en la habitación. La siguiente
mañana, en la oscuridad antes del amanecer, Krishnamacharya estaba despierto
como de costumbre y fue al lugar esperado de la silla para sentarse.
Aparentemente olvidó que había movido la silla la noche anterior y cayó, sufriendo
una fractura de cadera.
Uno de los cirujanos ortopedistas más destacados de la ciudad lo vio poco 9empo
después del accidente. Después de examinarlo, el cirujano dijo, “Su pulso es como
un mar9llo—lento y poderoso. Su corazón y sus pulmones son como los de un
hombre treinta años más joven. Puede tener noventa y cinco años, pero 9ene la
condición de un hombre ac9vo de sesenta y cinco años. Recomiendo sin dudarlo la
cirugía de reemplazo de cadera.”
Desafortunadamente, Krishnamacharya no estuvo dispuesto a someterse a la
cirugía. Tenía una salud tan extraordinariamente buena que si hubiera tenido la
cirugía, pudo haber impuesto una marca por longevidad en buena salud.
Tristemente, al rechazar la cirugía, Krishnamacharya nunca se recuperó por
completo del accidente. Su movilidad permaneció limitada hasta el final de su vida,
la cual indudablemente fue acortada como consecuencia.

Krishnamacharya al inicio del festejo por su centenario.

-77-
Krishnamacharya, a sus más de ochenta años de edad, demostrando variaciones
de gomukhasana (postura de la cara de la vaca).

-78-
-79-
Krishnamacharya demostrando variaciones de la flexión hacia delante con las
manos colocadas debajo de los pies (padahastasana y padahastasana sthi9).

-80-
-81-
Krishnamacharya
demostrando pascimanjai (saludo posterior) en gomukhasana (postura de la cara
de la vaca).

-82-
Krishnamacharya
sonriendo a los cien años.

-83-
7.
La mente: yamas, niyamas y prácScas relacionadas

LA NO VIOLENCIA, LA CARIDAD Y LA COMPASIÓN.


Nunca causar sufrimiento a otros seres a través del pensamiento, la palabra o
la acción. Eso es la no violencia.
YOGA YAJNAVALKYA
La no violencia (ahimsa) es primordial entre las disciplinas del yoga. Todas las otras
prác9cas del yoga existen subordinadas a ella. Si una acción es realizada con la
intención de causar daño a seres vivos inocentes, la acción no es yóguica. Pero
como Krishnamacharya solía decir, la no violencia absoluta es imposible. Textos
an9guos explican que algún daño es inevitable en una vida terrenal. Estos textos
proporcionan ejemplos derivados de la vida rural de la an9güedad en la India. Por
ejemplo, un hombre de familia debe mantener a su familia proveyendo alimentos.
Aún en un hogar vegetariano, se deben sembrar y cosechar granos y vegetales, y la
comida debe ser cocida. Al moler el grano cosechado para separar la cáscara, al
cortar vegetales, y al calentar comida para cocerla, ¿podemos decir que ni un
pequeño insecto o una lombriz son dañados en éstas ac9vidades? Organismos
minúsculos mueren todos los días debido a las ac9vidades que man9enen nuestras
vidas. Este 9po de daño es inevitable.
Sólo un monje puede aspirar a un ahimsa mayor. En los días an9guos, un monje
debía vivir en el bosque, a menudo cerca de una aldea. Se dice que el monje podía
vivir ya sea como una abeja o como un pitón. Un prac9cante menor vivía como
una abeja—es decir, tal como una abeja visita flores para recolectar el néctar, el
monje visitaba casas en la aldea para mendigar por sus alimentos. No debía
cocinar. Igual que una abeja que visita flores diferentes, el monje debía ir a
dis9ntas casas. Esto aseguraba que la carga de alimentarlo no recaía en un solo
hogar. También significaba que el monje no podía tener favoritos dependiendo del
sabor de la comida. No podía pensar “La comida en esa casa es mejor. ¡La visitaré
más seguido!” Sólo podía comer una vez al día, al mediodía. Cuando pedía
alimento, el monje no podía entrar a una casa. Esperando afuera, recitaba un
mantra un número limitado de veces. Si no recibía respuesta, no se quedaba más
9empo molestando al residente y más bien con9nuaba a otra casa. Cuando alguna
persona respondía, el monje aceptaba cualquier cosa que le ofrecían,
humildemente manteniendo su cabeza agachada.
-84-
Un monje con una prác9ca más intensa permanecía en el bosque. Dependía de la
bondad de los aldeanos para que le llevaran comida al bosque. O, a la merced de la
bondad de la naturaleza, si fruta caía de un árbol, la podía comer. Como un pitón,
que no viaja lejos, permanecía en el bosque, profundizando su meditación y
aceptando lo que le fuera ofrecido. Si no había comida disponible, el monje
simplemente ayunaba. Sólo si su salud era afectada podía buscar comida.
En el mundo moderno, el entendimiento entre los monjes y los aldeanos ya no es
habitual. Como decía Krishnamacharya, la renuncia total es hoy sumamente rara.
Aún si algún daño es inevitable en la vida terrenal, nuestra meta debería ser
minimizar el daño que le pudiéramos causar a cualquier ser vivo. La pureza de
nuestras intenciones es la mejor medida de nuestro avance.
De la no violencia se derivan las grandes virtudes de la caridad y la compasión. En
1977, en el día de Guru Purnima (una celebración del nacimiento del sabio Vyasa,
considerado uno de los más grandes gurús de la tradición védica),
Krishnamacharya dio una conferencia sobre el significado del día. Narró esta
conocida historia:
Un día cuando Vyasa regresaba del Ganges después de bañarse, sus discípulos
se congregaron a su alrededor y preguntaron: “Maestro, por favor indíquenos
brevemente ¿qué es lo más importante en la vida?” Vyasa sonrió y respondió,
“Da, da, da,” y procedió a meditar. Perplejos, los discípulos reflexionaron
sobre la respuesta de Vyasa. Cada alumno tuvo una idea diferente de lo que
cada da significaba. Finalmente, el grupo regresó para preguntarle
nuevamente, de forma respetuosa, “Maestro, no fuimos capaces de entender
el secreto en sus palabras. Por favor ilústrenos más.” Vyasa respondió, “Daya,
dana, dama”—compasión, caridad y control sobre los sen9dos.
Hay muchos ejemplos de cómo Krishnamacharya prac9có la caridad y la
compasión en su vida. Krishnamacharya era sumamente independiente, aún
después de cumplir noventa años de edad; no requería la asistencia de nadie para
realizar sus ac9vidades. Para dar una conferencia o enseñar una clase, caminaba si
el lugar estaba a menos de una milla de distancia o tomaba un rickshaw si estaba
más lejos. Un rickshaw parece un triciclo grande: la parte e enfrente se asemeja a
una bicicleta, con una sola llanta, manubrio, pedales y asiento para el conductor.
La parte trasera es una zona parcialmente cubierta para que se sienten los
pasajeros. En los días de Krishnamacharya, los rickshaws eran impulsados
únicamente por el esfuerzo muscular del conductor, aunque años después muchos
rickshaws tenían motores. El trabajo del conductor a menudo era diwcil en el calor
-85-
y la humedad de los veranos tropicales de Chennai, especialmente si llevaba varios
pasajeros. Al subir una pendiente, normalmente se debía bajar para empujar el
rickshaw ya que muy pocas veces era posible pedalear cuesta arriba.
El rickshaw a veces era la única forma de transporte disponible y asequible para
una persona de clase media en Chennai ya que había muchas zonas sin acceso al
trasporte público (esencialmente, servicio de autobús con alcance limitado).
Krishnamacharya nunca tuvo suficiente dinero para gastar libremente, pero nunca
negociaba con el conductor de un rickshaw para ahorrar dinero. Decía, “Éste es su
modo de ganarse la vida. Nunca debemos privar de sus medios a los menos
afortunados.”

LA VERDAD
Siempre decir lo que es, y con eso crear el bien para todos los seres vivos: ésa
es la prác9ca de la veracidad.
YOGA YAJNAVALKYA 1.53
La prác9ca de la veracidad no es necesariamente decir la verdad literal todo el
9empo, y no es meramente decir las cosas como son. Debemos asegurar que no
dañamos a otros a través de nuestras declaraciones. Recordemos que la no
violencia es primordial; la veracidad está subordinada a ésta prác9ca. Desde una
perspec9va más amplia, si decir la verdad hará más daño que bien, el espíritu de la
veracidad se cumple de mejor forma al dejarla sin decir.
¿Porqué hablar la verdad? Adherirse a la verdad no es un mandamiento moral en
el yoga. Krishnamacharya diría que al hablar la verdad, nos libramos del peso de la
falsedad. Fortalecemos nuestros esfuerzos por conquistar a nuestro ego y a
nuestros deseos, aversiones y miedos. Nuestro ego nos lleva a presumir. El deseo
de obtener algo puede provocar que digamos una men9ra. La aversión nos puede
llevar a exagerar las fallas de otro. Atrapados en una situación diwcil y temiendo
dificultades, a veces podemos recurrir a un engaño para escapar. Como seres
humanos ordinarios, todos hemos, en ocasión, caído en estas tentaciones.
Ocasionalmente, decir una falsedad es inevitable en la vida terrenal,
especialmente en 9empos modernos. Aún así, si cumplimos la veracidad en la
medida de lo posible, nos llevará a tener tranquilidad mental, libertad y
simplicidad en nuestras relaciones.

-86-
La pureza de la verdad a menudo se pierde en palabras innecesarias. Para decir la
verdad, sería sabio comenzar por prac9car la moderación al hablar: decir menos y,
cuando hablamos, hacerlo de forma clara. Krishnamacharya era un ejemplo
maestro de esto. Los chismes no exisxan en su vocabulario, y no tenía la
costumbre de desperdiciar palabras. Al estar solo, solía sentarse en su habitación o
en la veranda, generalmente en silencio. Un voto de silencio es una experiencia
transformadora para muchos y puede ser un apoyo maravilloso para prac9car la
veracidad, la reflexión y la meditación. Como una prác9ca, un voto de silencio
puede ir desde una hora algún día en un horario definido, hasta un día completo,
hasta semanas en un re9ro de silencio.
El guardar silencio puede parecer un reflejo de una ac9tud pacífica, pero no 9ene
sen9do quedarse callado si la mente está alterada. Abstenerse de hablar nos
debería de ayudar a callar la mente y enfocar nuestros pensamientos. Para lograr
esto, en los momentos que estamos prac9cando guardar silencio, no debemos
permi9r que nuestra mente divague sin rumbo; debemos dirigirla a un objeto
pacífico. Krishnamacharya solía decir que en momentos de silencio, mentalmente
recitaba el Vishnusahasranama (un himno devocional con mil nombres para la
deidad visnuita suprema, el amo y señor Narayana).
Al mudarse a Chennai, Krishnamacharya no tenía dinero para un rickshaw; tenía
que caminar algunas millas para dar clases. Al caminar, recitaba el
Vishnusahasranama en su mente, manteniendo la vista baja, no volteando de lado
a lado. “Un día,” dijo, “estaba sentado en la veranda en silencio, mentalmente
recitando el Vishnusahasranama, cuando un alumno se me aproximó. Dijo que su
hijo había nacido el día anterior y quería saber qué nombre le sugería. Estaba
recitando un pasaje del Vishnusahasranama que decía ‘Kapila,’ y era un buen
nombre. Entonces yo dije, ‘¡Póngale a su hijo Kapila!’” Kapila es uno de los sabios
más an9guos de la literatura védica y el arquitecto de la filosowa del samhkya, la
más an9gua de las filosowas de la India.

LA NO CODICIA
Renunciar al deseo por las posesiones de otros, en los hechos, las palabras y
los pensamientos: éso es la no codicia—así lo afirman los sabios que han
alcanzado la verdad suprema.
YOGA YAJNAVALKYA 1.54

-87-
Una medida cardinal para asegurar la paz mental es no desear lo que pertenece a
otro. Krishnamacharya solía ampliar el concepto al decir, “No sólo las posesiones
pueden ser robadas. El 9empo también puede ser robado. No diga chismes o caiga
en conversaciones ociosas, causando la pérdida del 9empo de otros. Igualmente,
no permita que otros roben su 9empo.” Una de sus citas favoritas del Manu SmrO
era, “Haga hoy lo que se debería de hacer mañana.” No se refería a ac9vidades
mundanas sino a actos dhármicos. Se refería a que si se hará algo ú9l y bueno, no
lo posponga. Hágalo de inmediato, sin perder el 9empo.
Él agregaría, “la no codicia aplica también para el conocimiento. Debemos desear
el conocimiento, pero si no reconocemos apropiadamente a los maestros que
vinieron antes que nosotros, es lo mismo que robarse esa sabiduría.”
Krishnamacharya siempre atribuía a sus maestros todo lo que él mismo enseñaba,
aún si era su propio descubrimiento o improvisación.

EL CELIBATO O LA RESTRICCIÓN SEXUAL


La prác9ca [de yoga] se vuelve profunda cuando se realiza por mucho 9empo,
sin interrupciones, respaldada por tapas, el celibato, la convicción, y los
conocimientos correctos.
COMENTARIOS DE VYASA, YOGA SUTRAS 1.14
La palabra brahmacharya significa “una prác9ca para la verdad espiritual.” En la
prác9ca, se refiere al celibato o controlar el impulso sexual. En los textos clásicos
del yoga, brahmacharya normalmente significaba celibato total para los
prac9cantes serios. Hoy en día, las interpretaciones varían desde el celibato total
hasta la moderación en el sexo. Una vez estaba impar9endo un seminario. Al
explicar el tema de brahmacharya, uno de los par9cipantes levantó la mano y dijo,
“He leído una traducción de ‘brahmacharya’ como ‘moderación en el sexo.’ ¿Es
correcto? ¿Y esa moderación en el sexo sería con sólo una pareja o también con
varias parejas?”
Parece que en el mundo moderno, el celibato es una meta extrema para la
mayoría de la gente. El argumento para controlar el impulso sexual a menudo no
es convincente. De vez en cuando hay incluso alguna escuela de yoga que
promueve prác9cas basadas en el sexo en vez del control sexual. Sin embargo, aún
si el celibato está fuera del alcance de muchos, el control sobre los impulsos
sexuales ciertamente es esencial para estabilizar la mente. De hecho, la mayoría de
los Upanishads, los textos filosóficos an9guos, resaltan al control sobre la comida y
-88-
el sexo, con los conocimientos adecuados, como absolutamente esencial para el
avance espiritual.
Krishnamacharya solía apuntar que de todos los “no debes”, o restricciones,
sugeridas en el yoga, brahmacharya es el único que está completamente bajo
nuestro control, cuando estamos en una vida terrenal. Puede ser que no podamos
prac9car ninguna de las otras disciplinas en su totalidad debido a las
circunstancias, pero podemos decir prac9car brahmacharya por completo si así lo
deseamos. Es una cues9ón de voluntad.
Los textos clásicos del yoga hacen mucho hincapié en brahmacharya porque
involucra el control no sólo sobre los órganos sexuales sino sobre todos los
sen9dos. Para lograr estabilidad en brahmacharya, todos nuestras percepciones
sensoriales deben ser disciplinadas. El control debe comenzar con la mente. Se
espera que un monje prac9que brahmacharya sin excepciones. Él o ella debe
limitar las interacciones con miembros del sexo opuesto y evitar que sus
pensamientos divaguen en esa dirección.
Un swami de origen indio que radicaba en lo Estados Unidos vino una vez a visitar
a Krishnamacharya. Yo me encontraba con Krishnamacharya, ayudándole a
comunicarse con el visitante. El swami estaba rodeado de discípulos y asistentes, la
mayoría de los cuales eran mujeres. Krishnamacharya dio la bienvenida al swami e
intercambiaron algunas palabras amables.
Después de la par9da del swami, Krishnamacharya me preguntó algo confundido,
“Me dices que es un monje, pero está rodeado de mujeres—¿Cómo funciona?
¿Cómo puede ser un monje y prac9car la renuncia si está rodeado de mujeres?”
No sabía qué decir. Titubeando, le di una explicación vaga. “Así es como lo hacen
en Estados Unidos,” le dije.
Krishnamacharya se mostró pensa9vo por un momento. “Está bien. En9endo.”
Me preguntaba que había entendido, y después de una pausa le pregunté: “¿Qué
entendió?”
Me respondió con un tono disuasivo, “Me refiero a que en9endo. Es todo.”
Me senxa intrigado y curioso. Esperé algunas clases y xmidamente pregunté de
nuevo. “El otro día, usted estaba diciendo algo sobre el monje que vino . . .” le dijé.
Sonrió de forma irónica. “¿Haz estudiado el Bhagavata, ¿cierto?” dijo. “’La red de
los sen9dos es fuerte; atrae a su dominio aún a los sabios.’ Es extraordinariamente
raro encontrar una persona que está completamente libre de los placeres
-89-
sensoriales. Tal desapego sólo es posible en sumamente pocos, quizá uno en
muchos, muchos millones. Un prac9cante serio debe siempre vigilar a los sen9dos
y a la trayectoria de la mente, o resbalará en algún momento. Aún si uno viaja a los
Estados Unidos, la mente es la misma. El ego, el deseo, la aversión y el miedo
permanecen. Por supuesto, no sé si es el caso de este monje en par9cular, pero
generalmente, en mis días, cuando la gente veía a un monje así, solían decir, ‘Es un
buen monje, pero ¡a veces no lleva puesto su taparrabos!’”

LA NO CODICIA Y EL CONTENTO
En el esfuerzo por acumular posesiones materiales y riquezas, por proteger lo
adquirido, por su declive, por las impresiones latentes que dejan en la mente
y por el daño inevitable que causan a otros seres vivos—en todas éstas reside
la infelicidad. Por eso el yogui prac9ca la no codicia.
COMENTARIOS DE VYASA, YOGA SUTRAS 2.30
Krishnamacharya nunca acumuló mucho dinero. En clase solía decir, “¿Porqué
necesitamos al dinero después de cierto punto? Si estamos libres de enfermedad,
enemistad y deuda, ¿no es eso suficiente para una vida plena? En la búsqueda por
el dinero, perdemos nuestra salud. Y si estamos enfermos, ¿cómo podemos estar
en paz? De igual forma, una persona con enemigos nunca dormirá tranquila, ni una
persona endeudada. Libérate de ellas y estarás tranquilo. Demasiado dinero sólo
lleva a menos paz.”
Recuerdo una ocasión en los úl9mos años de la década de los ochenta cuando
perdí mi reloj. Asisxa a las clases de Krishnamacharya como de costumbre pero sin
un reloj en mi muñeca, y él se dio cuenta. Un día sacó un reloj y me lo ofreció.
Cuando objeté, me dijo, “Estás haciendo mucho por mi. Uno nunca debería de
estar en deuda. Tómalo.”
Yo senx que lo que yo hacía por él no era nada comparado con los años de
enseñanza que había recibido de su parte. Pero recibir un regalo suyo significó
mucho para mi. Tuve el reloj por años, hasta que dejó de funcionar. No era sólo
porque yo no tenía un reloj que él quería que lo aceptara. Era también por su
principio de que él debería estar, en la medida de lo posible, sin obligaciones hacia
nadie. Nunca quería sen9r que alguien había hecho algo por él y que no había sido
correspondido.
A menudo citaba, del Mahabharata:

-90-
Al perseguir riquezas, hay infelicidad, como la hay en proteger las riquezas
adquiridas. Una vez más si la riqueza resguardada disminuye, hay infelicidad.
De hecho, ¡todas las riquezas no son más que infelicidad!
Yo sabía que un empresario destacado había acudido a Krishnamacharya con
diversos problemas de salud. Un día después de la par9da del empresario,
Krishnamacharya me dijo en una clase privada, “Sabes que X vino a pedirme
consejo sobre sus problemas de salud. Está adicto al alcohol. No 9ene control
sobre sus sen9dos y está perdido persiguiendo al dinero. Le dije, “Está llegando a
una edad avanzada. ¿Porqué no se re9ra un poco de estas ac9vidades? Por lo
menos un poco de contento y desapego son necesarios para tener siquiera una
vida sana.”
En este contexto, citó del Bhagavata una lista de los inconvenientes de la riqueza:
Perseguir riquezas lleva al robo, a la violencia, a las men9ras, a presumir, al
deseo y al enojo.
Al obtener riquezas, uno puede ser afligido por el orgullo en su posición, por
la obsesión con las posesiones, por las divisiones de lealtad, por la enemistad,
por la desconfianza en los demás, y por los celos hacia aquellos que 9enen
más.
Gastar, tomar, el sexo y apostar son vicios que atraen a los incautos.
BHAGAVATA 11.23, 16–17
En la tradición védica, se supone que un brahmán debe llevar una vida piadosa. No
debe acumular dinero. Al recitar cantos de un pasaje de los Vedas (el Tai\riya
Aranyaka) que suena así “richyata iva va esha preva richyate . . .” Krishnamacharya
pausó una vez y dijo “¿Ves? Es cómo la palabra en inglés que todos dicen, `rich.’8
Éste pasaje dice que si un brahmán acepta dinero por sus servicios, debe purificar
su mente realizando meditación mil veces con el Gayatri mantra durante tres
noches seguidas. Es por eso que Manu dice ‘Aún si es capaz de recibir dinero, haga
un esfuerzo por evitarlo.’”

VIDYA (LA SABIDURÍA)


Un tonto es respetado en su casa. Un hombre es respetado en su aldea. Un
rey es respetado en sus 9erras. Una persona con conocimiento es respetada
en todos lados.
8 Nota del traductor: La palabra “rich” significa “rico.”
-91-
SUBHASHITAM (colección de dichos an9guos en sánscrito)
Si había algo que compexa con la devoción en las prioridades de la vida de
Krishnamacharya, era la sabiduría. Alguna vez dijo, “En la década de los veinte,
cuando todavía estaba estudiando en el norte de la India, el Parakala Math mandó
a un mensajero—mi xo—solicitando que me convir9era en monje y encabezara el
Math. Me negué, respondiéndole, ‘Quiero estudiar más. Regresaré una vez que
termine de estudiar.’ Me cri9có, diciendo, ‘¿Qué haces, estudiando
constantemente? Sólo puedes pensar en estudios y más estudios.’ Pero no dudé.
Tenía el deseo de saber más. Quería aprender sobre tantos temas.”
Krishnamacharya tenía muchas citas favoritas sobre la sabiduría y su importancia,
entre las cuales se incluyen:
“Aquellos en búsqueda de la sabiduría no conocen ni la comodidad ni el sueño.
Aquellos afligidos por el hambre no conocen ni el sabor ni los límites. Los que
persiguen las riquezas no respetan ni la amistad ni a un mentor. Aquellos
aprisionados por la obsesión no conocen ni el miedo ni la vergüenza.” Solía decir,
“Lo primero es importante. Si hay un deseo ardiente por la sabiduría, el alumno no
descansará hasta conseguirla.”
“El conocimiento va detrás de la aplicación, la mente va detrás de la acción.” Para
mantener al conocimiento fresco en la mente, debe u9lizarse constantemente.
“El conocimiento crece a través del enfrentamiento y el debate.” Al enfrentarse
intelectualmente con otros, la sabiduría se man9ene aguda, como un cuchillo se
man9ene afilado al frotarlo contra una superficie dura.
“El conocimiento debe estar en la garganta. Al recibir una pregunta, uno debe
estar listo para contestar, así—¡tuk!” Pronunciaba el sonido fuertemente, con
énfasis. Agregaba, “La sabiduría que está sólo en un libro o que es conocida sólo
por el maestro no sirve. Uno debe estar listo para responder en cualquier
momento.”

TAPAS Y MITAHARA (DIETA CONTROLADA)


El yoga no fruc9ficará en un prac9cante sin tapas.
COMENTARIOS DE VYASA, YOGA SUTRAS 2.1
El control sobre la calidad y la can9dad de alimentos que ingerimos es crí9co para
prac9car exitosamente el yoga. Aún más importante, una dieta balanceada es

-92-
necesaria para una buena salud. Para tener una vida larga, una alimentación
restringida es obligatoria.
Recuerdo a Krishnamacharya reiterar varias veces a través de los años, “Un
prac9cante de yoga debe comer menos.” Él creía que una persona debería de
hacer todo lo posible para evitar llegar a tener sobrepeso, o cómo solía decir en su
inglés, a “faGy boddy.”9 Él hablaba de ser esbelto sólo desde la perspec9va de una
buena salud y una larga vida. En esos días—a diferencia de la actualidad—no
exisxa la obsesión de ser delgado como un obje9vo cosmé9co. En 1934
Krishnamacharya escribió sobre este tema en el Yoga Makaranda. Estaba hablando
sobre la flexión sentada hacia delante (janusirshasana). Éste pasaje es
intencionalmente dramá9co, ya que quería mo9var a la gente a prac9car yoga
(pocos prac9caban yoga en ese entonces, y Krishnamacharya estaba esforzándose
para encender el interés de la gente).
Aquellos que 9enen exceso de grasa [“carne mala,” en sus palabras] en su
cintura encontrarán diwcil prac9car [janusirshasana]. Con el 9empo, si se
prac9ca de manera diligente, la grasa alrededor de la cintura, panza y si9os
cercanos se desvanecerá, los nadis y las ar9culaciones se despejarán, y la
cabeza tocará las rodillas. La grasa es la causa de que el cuerpo no se doble;
desaparecerá a través de la prác9ca de asana.
Muchas personas piensan que están sanos, aún si su panza se expande como
una calabaza. Otros piensan que mientras más grandes estén sus brazos y sus
muslos [debido a la grasa], más fuerza reside en ellos, y con9núan
fomentando que crezcan de tamaño. Podemos decir con gran certeza que ésta
es una creencia equivocada. Una buena salud no proviene de incrementar el
tamaño corporal. Las extremidades de los adultos deben de ser maleables y
muy flexibles, como las extremidades de los niños, con un flujo
ininterrumpido de prana y circulación de la sangre.
Todos sabemos que aquellos con sobrepeso o con una gran barriga a menudo
les falta el aire. No se dan cuenta que el flujo de prana no es fluido a través de
su cuerpo. La acumulación de grasa obstaculiza el flujo de prana. El polvo no
se va sin una brisa, ¿no es cierto? La 9erra no se vuelve blanda sin agua, ¿no
es cierto? De igual forma, si queremos que el flujo de prana llegue libremente
a todas las partes del cuerpo, la grasa que está acumulada como un muro
debe ser eliminada. El poder de eliminar ésta grasa recae sólo en el prana
mismo, no en medicinas.
9 Nota del traductor: Se puede traducir “faGy body” como “cuerpo graso.”
-93-
Si enfrentamos una muerte prematura, la causa es la barriga y nada más. La
muerte reside en la panza abultada y no en ningún otro lugar. ¿No es poco
sensato que nosotros que queremos salud y una larga vida hagamos que
crezca el tamaño de la barriga y demos a la muerte un lugar ahí para habitar?
Por eso, éste janusirshasana debería ser prac9cado con disciplina; debería de
resultar en la disminución de la barriga, no importa qué tan grande sea. Al
reducirse la grasa, podemos estar seguros que la muerte que habita dentro
está par9endo.
Una ocasión después de que un monje con cierto sobrepeso lo visitó,
Krishnamacharya me dijo con desaprobación, “Un monje debería ser esbelto.
Parece que hay insuficiente control sobre los hábitos alimen9cios.” Mostrando su
dedo índice, lo meneó para indicar que un monje debería ser esbelto y flexible.
Krishnamacharya no ofrecía consejos ociosos a los demás; él siguió sin falta sus
propios consejos durante toda su vida. Tenía un abdomen plano aún a sus más de
noventa años.
Krishnamacharya dio una vez una charla maravillosa sobre cómo nuestro cuerpo es
ambos nuestro enemigo y nuestro amigo. Dijo, “No deberíamos de luchar con
nuestro cuerpo; debemos ser amigable con él. Nuestro cuerpo se convierte en
nuestro enemigo si comemos indiscriminadamente y somos obesos e
inmanejables. Nuestro cuerpo es nuestro amigo si estamos esbeltos y sanos, de
modo que nos ayudará al prac9car yoga.”
Entonces, ¿cómo controlamos al cuerpo? Krishnamacharya adaptó
espléndidamente la an9gua solución de cuatro pasos, bien conocida en la epopeya
india el Mahabarata, para el cuerpo y la dieta. La historia principal del
Mahabarata trata sobre cinco justos y nobles hermanos—conocidos como los
Pandavas—que pertenecían a una familia real. En la historia, los hermanos pierden
su herencia, una parte de un reino, a manos de sus primos, los Kauravas. Después
de muchas vicisitudes en el relato, los Pandavas finalmente solicitan que les
regresen su parte del reino. En el texto se presenta una lección sobre el arte de
gobernar.
El primer de los cuatro pasos es llamado sama, el esfuerzo de hablar con el
enemigo, llegar a una conclusión aceptable para ambos, y entablar amistad con él
o ella. En el Mahabarata, éste es el primer paso que toman los Pandavas. Tratan de
razonar con sus primos y destacan la validez de su pe9ción. Si aplicamos este paso
a controlar al cuerpo, llevaríamos un es9lo de vida disciplinado y comeríamos una

-94-
dieta moderada y sana. Al hacer esto, respetamos y nos hacemos amigos de
nuestro cuerpo, así obteniendo su cooperación para la prác9ca de yoga.
Si el primer paso falla, el siguiente es dana. En este paso, uno concede lo que el
enemigo quiere, ganando así su apoyo. En el Mahabarata, los Pandavas
disminuyen repe9damente sus demandas y están dispuestos a llegar a un acuerdo
por menos:
“Les dejamos el reino. Sólo denos cinco ciudades.”
“No.”
“Entonces cédanos cinco aldeas. Permítanos así evitar el conflicto.”
“Nunca.”
“Por lo menos denos al menos cinco casas.”
“¡No les daremos siquiera la 9erra que cubre la cabeza de cinco agujas!”
De igual forma, si el cuerpo no coopera con la disciplina alimen9cia—en otras
palabras, si la lengua es demasiado fuerte y nos lleva a comer comida poco sana,
usamos dana para contener a la lengua. No empezamos por luchar con la lengua;
en cambio, la aplacamos dándole la comida que quiere, pero comenzamos a
realizar más asana y pranayama. Al prac9car asana y pranayama que son más
sanos, sen9mos ligereza en el cuerpo y una sensación de bienestar. La aversión a
perder esta sensación de bienestar nos ayuda a evitar comer de forma
indiscriminada. Es así como con el 9empo podemos controlar nuestros hábitos
alimen9cios dañinos, apoyados en una buena prác9ca de asana y pranayama.
Si la segunda medida también fracasa, la tercera es bheda, en la cual uno habla
con un amigo o par9dario del enemigo y elimina su poder, así creando divisiones
en el bando enemigo para evitar la guerra. En el Mahabrata, el líder de los
Kauravas es llamado Duryodhana. Su amigo y apoyo cercano es Karna. Los
Pandavas envían a Krishna, alguien que les desea el bien en esta historia, como
mensajero al campamento de los Kauravas. Krishna habla con Karna e intenta
alejarlo de Duryodhana, revelando a Karna la verdad de su parentesco: Karna fue
abandonado como niño y en realidad es medio hermano de los Pandavas. Karna se
siente afligido pero permanece firme en su lealtad hacia Duryodhana, diciendo,
“Krishna, yo sé que 9ene a la jus9cia de su lado. También se que Duryodhana
perderá una guerra que ya es inevitable. De todas formas, él me dio mi vida,
respeto y confianza cuando todos los demás me menospreciaban. No le daré la

-95-
espalda en su momento de mayor necesidad. Daré mi vida por él en el campo de
batalla.”
Si el cuerpo 9ene demasiada grasa y la mente divaga innecesariamente, asana y
pranayama no serán suficientes para cambiar nuestros hábitos. Para romper el
ciclo, es necesario aplicar bheda—interrumpir el apoyo a la lengua. Ayunar por un
día de vez en cuando o saltarse una comida ayudará a controlar a la lengua.
También ayudará a fortalecer nuestra voluntad al mandarle el mensaje a la mente
que no todos los caprichos serán cumplidos.
Finalmente, si todas las otras medidas fracasan, el único recurso es la fuerza o el
cas9go (danda). En el Mahabarata, esto resulta en una guerra épica entre los
Kauravas y los Pandavas, la culminación de su conflicto, y el escenario para el
Bhagavad Gita.
Si el cuerpo y la mente son malcriados, una transformación seria puede ocurrir
sólo a través de medidas drás9cas. Ciertas restricciones se convierten necesarias,
como por ejemplo renunciar a los alimentos poco sanos que más nos gustan, como
los dulces o los chocolates, o evitar la sal o alimentos grasosos por completo por
un 9empo extendido—por decir algo, un mes. Ésta es disciplina firme para el
cuerpo y la mente; es como luchar contra ellos. Protestarán, pero mientras nuestra
salud no sea afectada, una firme determinación nos ayudará a prevalecer y lograr
el cambio deseado.
Nótese que éste método de cuatro pasos puede ser u9lizado igual de bien con
otros aspectos de nuestra vida—la disciplina podría tratarse de no ver la televisión
o de no hablar sobre alguien, por ejemplo, dependiendo de qué aspectos de
nuestra mente y comportamiento queremos transformar.
Otra razón por la cual Krishnamacharya enfa9zaba comer menos es el pranayama
—la prác9ca que él creía era la más importante para una vida larga. El pranayama
correcto no es posible sin una dieta controlada. Si comemos muy pesado, la
respiración será corta y errá9ca, los bandhas serán imposibles y la mente estará
opaca. Un verso al final de la sección de pranayama en el Hatha Yoga Pradipika
apoya esta visión, describiendo a la “delgadez del cuerpo” como el primer
indicador del éxito al prac9car asanas y pranayama.
Las muestras de la perfección en el hatha yoga son: la delgadez del cuerpo, el
brillo en la cara, la manifestación del sonido interno (nada), ojos muy ní9dos,
la ausencia de enfermedades, el control sobre el fluido seminal, la
es9mulación del fuego [diges9vo] y la purificación completa de los nadis.
-96-
HATHA YOGA PRADIPIKA 2.78

RECITAR CANTOS Y MANTRAS


Al meditar con un mantra , se profundiza la absorción en el yoga (el enfoque
de la mente). Al absorberse en el yoga, la meditación (con un mantra) es
fortalecida.
COMENTARIOS DE VYASA, YOGA SUTRAS 1.28
Krishnamacharya recitó cantos védicos desde la edad de los cinco años hasta su
muerte a los cien años de edad. Cuando era joven, su padre lo despertaba
temprano en la mañana para bañarse y realizar cán9cos. Si Krishnamacharya se
tardaba en despertar, su padre ¡dejaba caer suavemente dos gotas de agua en su
oído! Esto puede parecer un poco severo hoy en día; sin embargo,
Krishnamacharya siempre estuvo muy agradecido con su padre por inculcarle tal
disciplina e insis9r que comenzara a aprender desde una edad muy temprana.
Krishnamacharya atribuía su longevidad y buena salud en parte a los cán9cos que
recitaba.
Partes de los Vedas describen rituales, deidades y códigos de conducta. Algunas
secciones describen filosowa elevada. La sabiduría de los Vedas al principio se
transmixa oralmente, de maestro a alumno a través de la recitación y la
memorización. Él recitar los Vedas era único por ser una tradición totalmente oral.
Los textos se preservaban al ser pasados de maestro a alumno por la recitación y la
memorización en vez de por ser escritos. Hay muchas reglas que gobiernan
dis9ntos aspectos de los cán9cos védicos: la pronunciación, el tono, las notas, la
velocidad, el ritmo, etcétera.
Yo recité cantos védicos con Krishnamacharya por más de una década. Aprender
de Krishnamacharya a recitar los cán9cos fue una experiencia interesante. Yo me
sentaba en el piso enfrente de él. Él también se sentaba en el piso o en ocasiones
en su silla. Él recitaba, completamente de memoria, pasajes védicos en segmentos
cortos y yo los repexa. Él decía un segmento una vez; yo lo repexa dos veces
después de él. Cuando en ocasiones tenía dificultades siguiéndolo, yo usaba un
libro. Al familiarizarme más con los textos, los recitaba al mismo 9empo que él.
Ocasionalmente, Krishnamacharya pausaba en pasajes que consideraba
par9cularmente importantes y brevemente explicaba su significado.

-97-
Como he mencionado previamente, al recitar cantos védicos, Krishnamacharya era
un maestro inflexiblemente exigente. Si yo comexa aún el más mínimo error, me
paraba inmediatamente. ¡Yo debía entonces repe9r el pasaje por lo menos cuatro
veces hasta decirlo bien!
Tradicionalmente, aprender a recitar cantos védicos comenzaba con la
memorización. Después de que un alumno memorizaba los versos, sus significados
le eran explicados. Este proceso de aprender de memoria los Vedas y otros textos
comenzaba a una edad muy temprana. Desafortunadamente, yo tenía casi treinta
años cuando comencé a recitar cantos con Krishnamacharya, y no podía esperar
que podría memorizar tanto como si hubiera empezado de niño.
Yo podía repe9r los cán9cos que Krishnamacharya recitaba en las clases, y
acompañado de un libro podía recitar con él. Pero para memorizar los pasajes,
también hubiera tenido que prac9car en casa. Para lograrlo, tendría que leer los
versos yo sólo del libro, que no era lo mismo que escuchar a Krishnamacharya y
repe9r después de él. Además, es fácil equivocarse cuando se aprenden cantos
védicos de un libro. Pensé que si grababa los cán9cos de Krishnamacharya, podía
recitarlos en casa junto con la grabación. Esto me ayudaría no sólo a evitar errores,
también sería inspirador y me daría la sensación de estar aprendiendo
directamente de él, aún si no estuviera wsicamente presente. Además, podía
avanzar más rápido en mis estudios si le dedicaba 9empo en casa a la
memorización.
Con esto en mente, le sugerí a Krishnamacharya que grabáramos sus cán9cos de
los textos. “Usted comenzó a estudiar todos estos textos a una edad temprana,
pero yo tengo casi treinta años,” le dije. “Si grabo sus cán9cos, puedo escucharlos
en casa con la sensación de recitar los cantos con usted y aprender más rápido.”
No estaba seguro si aceptaría; él era una persona tradicional y pudiese haber
estado en contra de ar9ficios modernos como grabar los cán9cos. Pero
Krishnamacharya aparentemente entendió las dificultades enfrentadas por los
alumnos en los 9empos modernos, y aceptó que grabara nuestras sesiones de
cán9cos.
Después de obtener su consen9miento, mi siguiente reto fue comprar una
grabadora de casete. El primer obstáculo era que no tenía mucho dinero. El
segundo era que había pocas marcas de grabadoras en la India en ese entones, en
la década de los setenta. Quería que la grabación fuera de buena calidad, entonces
pedí prestadas cuatrocientas rupias y compré una grabadora alemana, junto con
los casetes—una compra muy costosa, pero una que valió la pena porque la
-98-
grabadora duró años y las cintas que grabé en su mayoría son buenas, aún al día
de hoy, ¡varias décadas después!
Con el 9empo, me di cuenta que mi miedo inicial de que Krishnamacharya pudiera
estar en contra de las grabaciones era infundado. De hecho, lo veía como algo
favorable y era muy paciente cada vez que montaba la grabadora y aseguraba que
estuviera funcionando correctamente. Él esperaba a que yo terminara éstas tareas
y después preguntaba “¿Está lista?” antes de comenzar la clase. A veces, en la
siguiente clase, decía en su ligeramente pintoresco tamil, “La úl9ma clase sacaste
una grabación. ¿Salió bien?”
Los cán9cos védicos de Krishnamacharya eran dis9ntos a los de otros expertos
védicos que he escuchado. Se sentaba en postura de medio loto (o a veces loto
completo), quieto y sereno, durante toda la sesión, que a veces duraba una hora
completa. En una voz clara y firme, recitaba los cán9cos con incansable atención,
desde el primer minuto hasta el úl9mo, sus ojos cerrados, atento al significado de
las palabras mientras las recitaba. Ocasionalmente, usaba una pausa o una
pronunciación ligeramente prolongada para resaltar una palabra o dos, indicando
una porción par9cularmente importante del pasaje. Para él, recitar cantos no era
meramente verbalizar los sonidos; era un periodo de enfoque mental con9nuo en
el sonido del cán9co y su significado.
Tengo muchas de estas grabaciones y las atesoro. Hace algunos años, cuando le
dije a algunos de mis más an9guos alumnos que tenía éstas grabaciones,
estuvieron muy ávidos de escuchar la voz del maestro. Cuando escucharon a
Krishnamacharya recitando, todos estuvieron impactados por la claridad y el poder
de su voz, aún si tenía más de ochenta o noventa años. Podían sen9r su presencia
a través de su voz, y notaron que la inquebrantable atención que imprimía en sus
cán9cos les ayudó a calmar sus propias mentes. Pensando que las grabaciones
apoyarían su propio aprendizaje y su meditación y transformación personal, me
solicitaron que publicara algunas de ellas. Krishnamacharya hubiera estado
complacido. No dudaba en permi9r que sus cán9cos o sus plá9cas fueran grabadas
para ayudar al aprendizaje de sus alumnos. Publiqué algunas de las grabaciones
como un disco compacto sin fines de lucro. Las ganancias de este disco son
donadas a la preservación de la sabiduría védica, una causa muy preciada por
Krishnamacharya.
Cuando mi hija, Nitya, tenía sólo tres o cuatro años de edad, comencé a enseñarle
cán9cos védicos en pequeños segmentos. Nitya tenía (y todavía 9ene) una
excelente memoria y una voz agradable. En ese entonces, estaba aprendiendo
-99-
música clásica del sur de la India (carná9ca) de su abuela, quien cantaba muy bien.
(Desikachar también le enseñó después a recitar algunos cantos védicos). Para el
año de 1982, cuando ella tenía ochos años y había aprendido varios pasajes,
decidimos publicar un casete de audio de cantos védicos, incluyendo algunos
recitados por ella.
Consultamos a Krishnamacharya sobre esto. Al principio estuvo dudoso porque,
tradicionalmente, sólo los hombres recitaban cantos védicos. Pero sabía el
propósito y la relevancia de los preceptos tradicionales y pensó que no era una
restricción significa9va en los 9empos modernos. Entonces seleccionó algunos
pasajes de los Vedas y nos dio su consen9miento para publicar el casete. Nitya se
aprendió los pasajes en un 9empo corto. Se grabó el casete y se publicó con una
introducción de Ilaiyaraaja, un famoso director de música para películas del sur de
la India que tenía mucho interés en la espiritualidad y estaba aprendiendo de mi
un poco de yoga.
Nitya también recitó algunos cantos en la presencia de Krishnamacharya, en 1983,
en la función de cierre que organizamos para un seminario donde él había dado
una breve plá9ca. Después de la función, Indra llevó a Nitya a Krishnamacharya
para recibir sus bendiciones. Bendijo a Nitya y comentó, “Su pronunciación es muy
buena. También 9ene una buena voz.” Krishnamacharya siempre era muy
alentador con los niños, pero recibir halagos suyos por recitar cantos védicos era
algo extremadamente fuera de lo común. Me senx profundamente sa9sfecho, no
sólo porque Nitya era buena recitando pero también porque había transmi9do a
su sa9sfacción lo que él me había enseñado. Como mencioné anteriormente, él
tenía estándares muy exigentes para los cán9cos védicos y notaba hasta la más
mínima desviación. Recuerdo más de una clase con él de cán9cos en la que, si
notaba aún un pequeño error, interrumpía inmediatamente con un monumental
“¿Hmmm?” subiendo el tono. ¡Sucede que tengo un ejemplo de esto grabado en
audio!

LA DEVOCIÓN Y LOS RITUALES


Hoy en día la gente habla de “amor, amor.” ¿Qué es? El verdadero amor es la
devoción a lo divino. Dicha devoción es cuando tenemos tanto anhelo y
cuidado por lo divino como el que tenemos por nuestro propio cuerpo.
KRISHNAMACHARYA (en una conferencia)

-100-
Los Yoga Sutras de Patanjali, el texto sobre el yoga con mayor autoridad, define al
yoga como la completa quietud de la mente. En tal estado mental, no hay
infelicidad alguna, jamás. Éste estado puede alcanzarse al prac9car las ocho ramas
del yoga. Una de las diversas prác9cas ofrecidas por Patanjali en el estudio de las
ocho ramas es la devoción a lo divino. Al ser criado bajo la tradición del
vaisnavismo, el cual está basado en la devoción, Krishnamacharya prefería seguir
su camino del yoga asociándolo con lo divino.
La devoción es opcional en la prác9ca del yoga, pero su importancia es evidente en
los Yoga Sutras. Si hay tal cosa como un atajo en los sutras, no es el despertar del
kundalini ni cualquier otra prác9ca esotérica. Es la devoción. Los comentarios de
Vyasa al Sutra 2.45 declaran, “A través de la prác9ca de la devoción, el samadhi [el
enfoque de la mente que es la meta final del yoga] está más cercano.” El trabajo
obje9vo y preciso de Patanjali, con sus comentarios igualmente precisos, no deja
lugar a exageraciones o tergiversaciones. La afirmación significa lo que dice.
La devoción es una de las mejores formas para ayudar a mantener la mente
enfocada y tranquila. Puede ser un apoyo importante para la meditación y para
una vida estable. Pero debe realizarse con una concepción adecuada de lo divino.
Como precaución, debemos estar conscientes que la devoción prac9cada con una
relación o con una imagen de lo divino incorrectas en términos sicológicos puede
llevar a alteraciones mentales, no a la estabilidad mental. Debemos entender el
propósito y la naturaleza de la devoción y cómo una ac9tud adecuada hacia lo
divino debería de ser construida antes de involucrarse en ella.
La devoción es una ac9tud interna de confianza y de amor por lo divino. Todas las
otras prác9cas del yoga—por ejemplo, asana, pranayama y control sobre los
sen9dos y los pensamientos errantes—son esenciales para controlar a la mente.
Apoyan a la devoción y son apoyadas por ella. Además de éstas prác9cas
convencionales del yoga, el culto y los rituales son importantes para promover la
sensación interna de devoción.
Con el culto externo y los rituales reforzamos nuestra conexión interna con lo
divino. Krishnamacharya tuvo una vida visnuita tradicional, la cual incluía rituales y
culto, durante toda su vida. Después de su prác9ca de asana y baño temprano en
la mañana, realizaba sus rituales, los cuales incluían pranayama. Después hacia su
puja (prác9ca devocional), dirigida al símbolo de su deidad, Hayagriva. Como parte
de su puja, él tocaba una campana grande que pesaba uno o dos kilogramos, ¡a
veces despertando a sus familiares! Hay un video que muestra a Krishnamacharya
tocando esta campana, a la edad de cien años, cuando se filmó parte de su puja.
-101-
...

Años antes de que yo estudiara con Krishnamacharya, lo invitaron a dar una serie
de charlas en la radio sobre el yoga. (No había televisión en la India en esos días,
solamente una estación de radio de gobierno llamada “All India Radio.”) En ese
entonces era un acontecimiento importante para alguien que lo presentaran en la
radio. A Krishnamacharya le pagaban por estas plá9cas, y el dinero le era
importante para su sustento.
Krishnamacharya no hacía recomendaciones a sus alumnos de yoga basadas en el
vaisnavismo a menos que sus antecedentes y preferencias lo jus9ficaran. Pero en
sus ponencias en público, comenzaba con una breve oración a lo divino o una
invocación que reflejara su devoción. La devoción era principalmente para enfocar
su mente, no para hacer propaganda. Solía comenzar y terminar cada programa de
radio diciendo el mantra “Om Namo Narayanaya,” que significa “Saludo a
Narayana.” Narayana es la deidad suprema del vaisnavismo. El director de la
estación de radio no estaba contento con esto. Le dijo a Krishnamacharya, “Éste es
un programa sobre el yoga. Debe de dejar de decir su mantra al principio y final del
programa.”
Krishnamacharya no se amedrentó por dichas directrices del director de la
estación de radio. No haría concesiones en lo referente a su devoción. En su
próximo programa, comenzó por decir “El director de la estación me ha ordenado
que no diga ‘Om Namo Narayanaya’ al comienzo del programa. Entonces no
iniciaré el programa con ‘Om Namo Narayanaya.’” Al final de su plá9ca, dijo, “El
director de la estación de radio me ha ordenado no terminar el programa diciendo
‘Om Namo Narayanaya.’ Entonces no terminaré el programa con ‘Om Namo
Narayanaya.’”
Por supuesto, ¡ésa fue la úl9ma charla de Krishnamacharya en esa serie de
programas! Aún si le faltaba el dinero, Krishnamacharya no compromexa su
devoción a causa del dinero. Al contarme esta historia, me dijo, “¿Quién es el
director de la estación para ordenarme si puedo o no decir el nombre de
Narayana? ¿Es el dinero el que me man9ene? A mi me man9ene Narayana. Lo
divino me protegerá.”

-102-
...

“¿Qué es esto que dicen hoy en día—un se-guuu-ro?” Krishnamacharya me


preguntó un día. “¿Cómo puede alguien darte un veradero seguuuro? Sólo lo
divino es verdaderamente el seguuuuro de todos.”
Cuando Krishnamacharya tenía alrededor de noventa y cinco años de edad, le
pregunté, “¿Cómo es que puede dormir tan bien y tan fácilmente? Al envejecer la
gente se dice que el sueño es más diwcil de conseguir.”
Respondió, “Estoy sano. Como alimentos apropiados, que son bien digeridos.
Sobre todo, no tengo preocupaciones. He rendido mis cargas a lo divino, y él me
cuidará. ¿Porqué no debería de poder dormir tranquilamente?”
Me solía decir, “Recita tu mantra en tu mente cuando estás en la cama esperando
a dormir. Piensa en tu almohada como los pies de lo divino y está en paz con la
sensación de que estás protegido por lo divino, en la cuna a los pies de lo divino.”

...

Una de las grandes cualidades de Krishnamacharya era que a pesar de sus


creencias personales y profunda devoción al vaisnavismo, tenía claro que éstas
eran independientes de su enseñanza de yoga. Podía recomendar la devoción
cuando era adecuado para sus alumnos, pero normalmente no lo hacía.
Por ejemplo, en el vaisnavismo, la rendición a lo divino es considerado el medio
principal para el avance espiritual. El gurú es considerado un conducto por el cual
uno puede alcanzar la gracia de lo divino. Un ritual importante en la tradición de
Krishnamacharya del vaisnavismo (nótese que hay dis9ntas tradiciones dentro del
vaisnavismo mismo) es la rendición completa ante el gurú, conocida como bhara
nyasa, que literalmente significa “pasar la carga.” Bhara nyasa es el ritual supremo
de aceptación al vaisnavismo. A diferencia de los rituales tempranos de iniciación
que pueden ser realizados por un niño, éste es normalmente realizado por un
adulto, por decisión consciente.
Un seguidor vaisnavita puede tener sólo un gurú espiritual—rendirse ante dos
gurús haría falso al acto mismo. En el bhara nyasa, el seguidor vaisnavita toma las
-103-
padukas, o sandalias, del gurú y las conserva en un lugar de respeto. Bhara nyasa
todavía es prac9cado ampliamente en los monasterios vaisnavitas. Un discípulo
puede no ser un monje, aunque el gurú normalmente lo es. Las padukas son
simbólicas, pero 9enen un si9o especial en el vaisnavismo. Algunos monasterios
vaisnavitas conservan las padukas de todos los primeros maestros de su linaje. Aún
al día de hoy, las padukas del gurú, normalmente el líder del monasterio, son
otorgadas al discípulo después de bhara nyasa.
En un verso autobiográfico, Krishnamacharya dice que se some9ó a este ritual de
bhara nyasa, aceptando a Ranganatha Brahmatantra (la cabeza del Parakala Math
de 1925 a 1967) como su gurú. Probablemente tomó este úl9mo paso después de
terminar sus estudios en el norte de la india y regresar a Mysore. Él conservaba las
padukas de Ranganatha Brahmatantra en su cuarto de devoción (puja).
Éste ritual de bhara nyasa y la posición importante otorgada a las padukas (como
una señal de rendimiento completo ante el gurú) 9enen relevancia simbólica en el
contexto del vaisnavismo pero no en el yoga. Un gurú es considerado importante
en la mayoría de las filosowas orientales; en el yoga, también, el gurú es
importante—para transmi9r conocimientos, guiar con claridad e inspirar
convicción con su presencia y conducta. Pero el yoga depende solamente en el
esfuerzo de un individuo para lograr la transformación espiritual, con la idea de
que el poder o avance espiritual sólo se logra a través de la transformación de la
mente; es algo que sólo nosotros podemos hacer por nosotros mismos. Al estudiar
un texto como los Yoga Sutras, podemos ver que el yoga era más una sicología y
prác9ca individual que una tradición, aún en 9empos an9guos.
Krishnamacharya, un gran experto del yoga, entendía claramente éstas
dis9nciones. Aún si se some9ó a bhara nyasa y conservó las padukas de su gurú
vaisnavita, no pedía a sus alumnos que homenajearan a su linaje vaisnavita ni a sus
padukas. Él veneraba a lo divino—no a las padukas—todos los días, pero ofrecía
algunas flores a las padukas al final del ritual, como señal de respeto a su maestro.
Él recomendaba la meditación pero la adaptaba al contexto del alumno; sugería
mantras pero sólo cuando eran adecuados para cada alumno individualmente.
Humildemente reconocía a sus maestros y elogiaba su importancia como guías de
cómo prac9car yoga correctamente en vez de personas ante las cuáles había que
rendirse.
Krishnamacharya siempre decía que los alumnos deben encontrar su propia
relación con lo divino basado en su contexto cultural y religioso. No era un tema de
tener la creencia correcta o errónea. Krishnamacharya señalaba, de forma lógica,
-104-
que uno no puede trasplantar una creencia en lo divino si primero no se cul9van
en la mente una base de conocimientos adecuada y una ac9tud recep9va, y eso
dependen de las experiencias previas y la formación de la persona.
En la década de 1980, yo tenía una alumna de Francia, una mujer que estaba
profundamente interesada en la tradición hindú y que quería aprender un mantra
para la meditación. Le pregunté a Krishnamacharya qué mantra darle. Me sugirió
darle el mantra “ghrnissurya aadityah,” que ocurre en los Vedas y está basado en
el sol como una deidad.
Pasaron una o dos semanas. En una clase a la que asis9mos Desikachar y yo,
Desikachar preguntó a Krishnamacharya, “¿Qué mantra deberíamos sugerir a la
gente que no 9ene uno por tradición? ¿Deberíamos de sugerir un mantra védico
de la forma tradicional?”
Krishnamacharya respondió, “No les den un mantra védico.”
“Pero Mohan mencionó que le dio [a la mujer francesa] el mantra védico
‘ghrnissurya aadityah,’” dijo Desikachar.
“Sí, le pedí que enseñara ese mantra,” respondió Krishnamacharya. “Pero es sin la
entonación védica [subir y bajar el tono]. También he recomendado que tenga una
planta de tulasi [albahaca] y prac9que recitar el mantra haciéndo círculos en torno
a la planta todas las mañanas al salir el sol. Que haga eso primero.”
Desikachar indagó más, “¿No estás siendo demasiado estricto con estas reglas?
Otros maestros están iniciando con mantras a grupos de personas, decenas de
personas a la vez.”
Krishnamacharya respondió puntualmente, “¿Porqué decenas de personas? Que lo
hagan con mil personas. No tendrá el efecto deseado, porque no 9enen el
samskara correcto.” Tengo una grabación de audio de esta clase. Cada vez que la
escucho, no puedo evitar sen9rme impresionado por la claridad de las respuestas
de mi maestro, aún cuando tenía noventa y siete años de edad.
Samskaras son impresiones y sensaciones preexistentes en la mente. Antes de
asumir un mantra para la meditación, para que el mantra tenga el máximo
beneficio, debemos poder iden9ficarnos con él—es decir, conectar con su
significado o sen9r que provoque una ac9tud de reverencia, devoción, o paz. Sin
eso, el mantra puede volverse inerte, carente de relevancia. Por eso
Krishnamacharya sugirió que mi alumna primero creara el hábito de recitar un
mantra sencillo todas las mañanas, junto con un ritual tradicional sencillo—

-105-
caminar en círculos alrededor de la planta de albahaca a la luz del sol, como un
saludo matu9no. Con el 9empo, cuando se afianzara en su mente la ac9tud y la
relación de la mujer con el sol como una representación de la luz divina, ella
estaría entonces lista para una meditación completa con un mantra. Realizado de
esta forma, aún si los beneficios se acumularan más lentamente, probablemente
serían verdaderos y perdurables. Entonces el mantra realmente conduciría a la paz.
Para una persona con una formación completamente dis9nta a la suya,
Krishnamacharya nunca sugeriría un mantra védico. Los samskaras no permi9rían
a la persona tener una relación significa9va con la prác9ca, y quizá prevendrían
poder iden9ficarse con el mantra. Por ejemplo, alguna vez le pregunté a
Krishnamacharya qué cán9cos o sonidos podía sugerir a un musulmán diabé9co a
quien le estaba impar9endo clases. Krishnamacharya respondió, “Permite que ore
o cante alabando a Alá en una forma que sea cómoda y llama9va para su mente.
Pero pídele que lo haga en voz alta para obtener el beneficio de recitar los cantos y
que también haga asanas.”
Aún si hay fundamentos sicológicos sólidos en textos como los Yoga Sutras al
referirse al uso de los mantras y la meditación, un maestro sabio debe de entender
la mente y el contexto del alumno antes de sugerir meditación o mantras.
Al final de la década de 1980, después de que Krishnamacharya se las9mara de la
cadera, me estaba enseñando un pasaje conocido como el dvaadasa-panjaram—
literalmente, “la doce veces jaula.” Consiste en recitar doce nombre de Narayana,
con un saludo después de cada nombre, en el cual uno solicita que nos proteja de
todas las direcciones. Después de recitar el pasaje una vez, Krishnamacharya pausó
y después dijo, “Ya estoy viejo y no puedo mostrarte, pero te voy a dirigir. Sigue
mis instrucciones y haz lo que yo diga.” Inmediatamente creó para mí una
secuencia de asanas que requerían flexiones hacia delante y acuclillarse. Me
instruyó repe9r una frase del pasaje en cada tercer exhalación, volteando a ver
una dirección dis9nta cada vez. La visualización mental es estar guardado de forma
segura en una jaula, protegido por lo Divino de todas las direcciones.

PRATYAHARA (CONTROLAR A LOS SENTIDOS)


En la pureza de los alimentos se encuentra la pureza de la mente.
Cuando la mente es pura, la conciencia es imperturbable.
CHANDOGYA UPANISHAD 7.26.2

-106-
Interpretaciones tradicionales de éste famoso dicho apuntan que la palabra
alimentos se refiere no sólo a lo que comemos sino también a lo que vemos,
oímos, olemos y tocamos. Pratyahara es restringir todos los “alimentos” para los
sen9dos. Controlar a los sen9dos es necesario para guiar la mente a la pureza. Y
sólo una mente clara puede permanecer imperturbada en la prác9ca de estar
consciente, la prác9ca cardinal del yoga.
Krishnamacharya solía resaltar que los alimentos en su sen9do literal eran muy
importantes: disciplinar la dieta es uno de los primeros pasos para tomar el control
sobre la mente. Además de controlar los hábitos alimen9cios, sin embargo,
Krishnamacharya también dominaba sus otros sen9dos. Como un ejemplo
anteriormente mencionado, normalmente mantenía sus ojos viendo hacia abajo,
sin importar si estaba sentado en la veranda o en su habitación o caminado a dar
una clase. Cuando nuestra mirada divaga, nuestra mente la sigue. Al evitar que la
mirada se desvíe innecesariamente de la tarea presente, sufrimos menos
distracciones.
Controlar lo que escuchamos es igual de importante. Las palabras pronunciadas
por otros (o incluso por nosotros mismos) y la música que escuchamos se quedan
con nosotros mucho después de oírlas. Todos nos hemos sorprendido tarareando
una melodía, o cantándola mentalmente, horas o incluso días después de
escucharla por úl9ma vez. Si uno escucha música justo antes de sentarse a
meditar, la mente probablemente repe9rá la música y se perderá en pensamientos
y fantasías engendradas por ella. Krishnamacharya insisxa que seamos cuidados
con lo que escuchamos habitualmente. En ese entonces, uno de sus familiares
escuchaba música de películas en la radio. Él lo cri9caba, pero no sin generar como
consecuencia fricción en el seno de la familia.
En el Yoganjalisaram, la composición de Krishnamacharya, hay un verso que inicia
“Protege primero los ojos y los oídos.” Krishnamacharya no se refiere a proteger
wsicamente a los ojos y los oídos, sino más bien a proteger a la mente de las
distracciones de los sen9dos, entre los cuales la vista y el oído son los más
poderosos.
Solía decir, “¿Qué es esto ‘aburrido’ que todos dicen? Hoy en día ¡aún los niños
dicen que todo es ‘aburrido’! Nada es ‘aburrido.’ Ninguno de ustedes 9ene control
de sus sen9dos por lo que su mente se vuelve inquieta. En este momento alguna
ac9vidad parece agradable para los sen9dos, y en un rato, otra ac9vidad parece
más agradable. Como la mente no puede permanecer estable y los sen9dos la

-107-
atraen a dis9ntas cosas, uno quiere seguir cambiando lo que está haciendo. Si uno
9ene control sensorial, nunca existe el asunto de ‘aburrido.’”
“Los más importantes entre los sen9dos son los alimentos y el sexo. Los caprichos
de la lengua y del órgano sexual deben ser controlados primero para lograr
estabilizar la mente.” Este consejo del Bhagavata es una cita favorita de
Krishnamacharya.
La forma más efec9va para controlar los sen9dos es la que viene a través del
pranayama, al llevar la mente hacia adentro, en vez de tratar de controlar
directamente los sen9dos. Éste es un método interno de pratyahara que está
explicado en el Yoga Yajnavalkya.
Generalmente Krishnamacharya evitaba tocar a los alumnos, par9cularmente a los
adultos. Los niños eran una excepción, a cierto grado, así como las pocas personas
que requerían asistencia. Alguna vez me dijo, “¿Qué hacen todos, tocándose los
unos a los otros—lo llaman “darse la mano”? ¿Porqué tocarse? No es necesario.
Mantén tus manos y tu mente limpias. Yo solía decirle al maharajá de Mysore que
si debía tocar a los británicos al saludarlos, que ¡mejor se pusiera un paño de seda
sobre las manos!”
Esto suena gracioso en el mundo actual, pero la idea no era completamente
irrelevante, ya que todo lo que vemos, oímos y tocamos dejan su huella en nuestra
mente. Para mantener la mente clara, es ú9l cuidar lo que tocamos. Como maestro
de yoga, es prudente hacer lo mismo por el bien de la claridad mental de uno
mismo.

DHARANA, DHYANA, SAMADHI (LA MEDITACIÓN)


Primero el dharana debe establecerse. Para aquel que no prac9ca mucho
9empo pratyahara y pranayama, dharana es imposible, como lo es plantar
una flor en el cielo.
YOGAVALLI 1.44
¿Cuál es la diferencia entre el samadhi y estar despierto? En el samadhi, aún
si nuestros ojos pueden estar cerrados, percibimos el objeto de meditación
directamente a través de la mente. Cuando estás en el samadhi, no habrá
consciencia del mundo exterior. Aún si fuego es ver9do sobre tu cabeza,
permanecerás inalterado.
KRISHNAMACHARYA (en una conferencia sobre los Yoga Sutras)
-108-
La meditación es la prác9ca principal descrita en los Yoga Sutras de Patanjali. Las
úl9mas tres de las ocho ramas del yoga (dharana, dhyana y samadhi) son etapas
progresivamente más profundas de meditación.
Durante los festejos por el centenario de Krishnamacharya, lo entrevistaron por la
estación de televisión local. Yo conduje la entrevista. Al terminar la entrevista,
volteé al camarógrafo y pregunté, “¿Salió bien?”
El camarógrafo jugó con su cámara por algún rato y después se volteó a mi y
avergonzado me dijo “Emmm, aparentemente el casete no estaba bien. No se
grabó nada. Tendremos que hacerlo de nuevo.”
Yo me molesté con esto porque significaba que Krishnamacharya tendría que
someterse nuevamente a la entrevista. El maestro, sin embargo, estaba sereno.
Simplemente dijo, “Está bien. Que se haga.” Y comenzamos la entrevista por
segunda ocasión. En ese entrevista, él dijo:
El yoga es conciencia, una forma de saber, como ya lo dije [porque estaba
dando la entrevista por segunda vez]. El yoga culminará en conciencia. Yoga es
detener las fluctuaciones de la mente, como se dice en los Yoga Sutras [de
Patanjali]: ciUa vr\ nirodha. Cuando la mente está sin movimientos, quizá por
un cuarto de hora, o tan sólo un cuarto de minuto, uno se da cuenta que el
yoga es de la naturaleza de conciencia infinita, sabiduría infinita. No hay ahí
otro objeto. Ésto es yoga de acuerdo a Patanjali. Tengo algo de experiencia en
esto, par9cularmente en el yoga de Patanjali. La palabra ciUa en los Yoga
Sutras significa mente. La mente está presente doce angulas arriba del
ombligo en la región del corazón. La mente existe en ese lugar como un bindu,
como una perla de luz. El prana, el ser individual y lo divino todos existen ahí.
Para saber esto, hay que detener las fluctuaciones de la mente.
Krishnamacharya no quería decir que la mente está literalmente en la región del
pecho, pero que para la meditación, esta región del corazón—a veces llamada la
región del loto del corazón—es una zona especial en la que nos debemos enfocar.
Un método de meditación es primero encontrar una imagen externa—un ídolo o
un símbolo (un yantra)—y después meditar sobre eso internamente, en la región
del loto del corazón. Krishnamacharya dice en el Yogavalli:
Para lograr el enfoque mental en un sólo punto que es necesario para el
samadhi, y para incrementar el poder del dharana, uno debería elegir un
objeto que es agradable para la mente, hecho de 9erra u otro material
apropiado, y prac9car manteniendo la mirada fija en él [trataka externo]
-109-
hasta que la imagen de ese objeto permanece en la mente. La meditación es
percibir [un objeto] en la mente tal y como es percibido [por los sen9dos].
YOGAVALLI 1.42
En una clase sobre los Yoga Sutras, Krishnamacharya me dijo, “si encuentras diwcil
entender qué es dharana, inténtalo con tu propia foto. Mantén tu propia foto
frente a 9, mírala, y después cierra tus ojos e intenta ver si puedes mantener la
imagen fija en tu mente. Renuévala inmediatamente cada vez que se desvanezca.
Si tú puedes, entonces estás haciendo dharana. Pero recuerda, esto no es una
prác9ca; sólo es un experimento para ayudarte a entender qué es dharana.”
Krishnamacharya nunca dio su foto—o una imagen de cualquier persona—a nadie
para que meditara sobre ella. Él no meditaba sobre la fotos de su gurú. Podemos
pensar en grandes personajes como un enfoque en la meditación, pero debemos
intentar tener en mente sus cualidades en vez de mirar una fotograwa de ellos. Las
imágenes usadas en la meditación deberían generalmente ser representaciones de
lo divino o abstractas.
De igual forma, Krishnamacharya una vez me instruyó, “Mira fijamente a esa pared
vacía a tu derecha. Después cierra los ojos. ¿Puedes mantener la mente libre de
pensamientos? Sólo si tu mente puede guardar silencio puedes experimentar lo
que son la conciencia y lo divino.”
Krishnamacharya solía meditar usando la imagen de su deidad, Narayana. Solía
decir que ocasionalmente veía a su deidad en sus sueños. Según los Yoga Sutras,
ésto es un indicador de avance en la meditación devocional. Cuando nuestra
meditación se vuelve estable en las horas que estamos despiertos, los mismos
pensamientos aparecen en nuestros sueños. De hecho, una visión de lo divino es
infinitamente mejor augurio que los eventos absurdos que normalmente pueblan
nuestros sueños.
Krishnamacharya a veces expresaba tristeza sobre el declive de las prác9cas
an9guas y de la dedicación autén9ca a las prác9cas más profundas del yoga.
“Tanta de la sabiduría tradicional que teníamos, aún lo que yo vi en mi juventud,
ahora se ha ido, desaparecido.”
En una clase, al discu9r los Yoga Sutras, Krishnamacharya apuntó que se
necesitaba más punaranveshana (literalmente, “rebuscar,” o “buscar
nuevamente”). Él creía que las prác9cas an9guas que habían decaído con el
9empo debían ser exploradas nuevamente para sacar a relucir su valor.

-110-
“Los temas son de dos 9pos,” dijo. “Una categoría puede ser aprendida
simplemente a través de las palabras, al escuchar y comprender—éstos son los
temas teóricos, como las reglas y el análisis de la gramá9ca. La otra categoría
necesita ser prac9cada, como la música, cocinar, las artes marciales y también el
yoga. Hoy en día, la prác9ca de yoga termina con sólo asanas. Muy pocos siquiera
intentan dharana y dhyana [meditación más profunda] con seriedad. Existe la
necesidad de buscar nuevamente y restablecer la prác9ca y el valor del yoga en los
9empos modernos.”

-111-
8.
ÚlSmos años (1984-1989)

LA ESPOSA DE KRISHNAMACHARYA, Namagiriamma, era más accesible que su


reservado esposo. Era sencilla, agradable y fácil con quien hablar. Recuerdo una
ocasión que la encontré en la cocina, sentada encima de una mesa, cocinando.
“¿Porqué está sentada ahí arriba?” le pregunté.
“En los días an9guos,” explicó, “Solíamos cocinar en el piso. Ahora la estufa está
arriba de la mesa, y está muy alta. Mis pies duelen de estar parada, entonces
¡prefiero sentarme aquí arriba!”
Namagiriamma cuidó a Krishnamacharya después de su accidente, pero
tristemente ella falleció un año después, en 1985. Había sufrido de cáncer.
El día que murió Namagiriamma, Desikachar y yo estábamos parados afuera de su
casa, donde vivía con Krishnamacharya, hablando con el doctor de Namagiriamma.
El doctor nos dijo que había poco que pudiéramos hacer por Namagiriamma—su
vida quizá podía ser prolongada por algunos meses, pero sólo la haría sufrir más.
Mientras hablábamos, la hija más joven de Krishnamacharya, Shubha, salió a decir
que su madre estaba teniendo dificultad respirando. Entramos. Poco 9empo
después, Namagiriamma falleció.
Krishnamacharya estaba en otra habitación. Sabíamos desde hace 9empo de la
condición de su esposa, así que la no9cia de su muerte no fue inesperada. Escuchó
la no9cia con calma y nos solicitó que iniciáramos los prepara9vos para la
cremación y los ritos subsecuentes. Tengo la imagen grabada de Krishnamacharya
sentado en la veranda de la casa mientras nosotros par9mos rumbo al crematorio.
Estaba recitando, claramente, “Narayana, Narayana, Narayana, Narayana,
Narayana . . .”
Después del accidente, Krishnamacharya se había mudado a un cuarto en la planta
baja porque la habitación de arriba donde llevaba años enseñando no tenía un
baño integrado. Después del fallecimiento de Namagiriamma, se mudó a una
pequeño edificio detrás de la casa principal. El edificio tenía dos habitaciones—una
pequeña al frente y una ligeramente más grande atrás, con un baño integrado. Usó
la habitación de atrás por el resto de sus días.
Después de 1984, la limitación en la movilidad de Krishnamacharya significó el
problema más grande que tuvo que enfrentar: depender de otros. No podía
-112-
realizar sus ac9vidades normales. No podía hacer su puja extendida, su prác9ca de
asanas se vio reducida a casi puras asanas sentado, y ya no podía caminar al
mercado para comprar sus frutas y verduras o para ofrecer la ocasional
conferencia en público.
En esta situación vi, sin embargo, como nunca antes el poder mental de la prác9ca
de Krishnamacharya. A pesar de estos contra9empos, que hubieran causado la
depresión a una menor persona, él estaba mentalmente tan estable como una
piedra. Nunca oí de él una sola palabra de queja, ni del dolor wsico e incomodidad
ni de las dificultades que enfrentaba. La única vez que lo oí expresar disgusto fue
por ser incapaz de realizar sus rituales co9dianos como lo había hecho durante
toda su vida—no que los haya abandonado: los realizaba más bien mentalmente,
enfocando su mente, absorto en cada paso. Ésto era una labor mucho más ardua
pero era posible para una persona con su control mental.
A diferencia de las limitaciones wsicas que vivió después del accidente, sus poderes
mentales permanecieron intactos. Estaba igual de agudo y alerta que siempre, y su
memoria seguía siendo asombrosa. Con9nuó dictando sus comentarios sobre los
Yoga Sutras—el Yogavalli—incluyendo cientos de referencias, todo de memoria.
Prac9caba ahora aún más pranayama y cán9cos, así como algunas asanas sencillas
en la posición sentada. Se profundizó su devoción personal.
Como he tratado de comunicar en este recuento de mis estudios con
Krishnamacharya, él depositaba en su vida una gran importancia al desapego y a la
prác9ca espiritual. Probablemente pasó más 9empo prac9cando meditación y
pranayama y llevó una vida más sencilla que muchos que se convierten en monjes.
Aún así, en sus úl9mos años, a pesar de todo lo que había logrado y la simpleza de
su es9lo de vida, dijo que aún buscaba un mayor desapego.
En una entrevista en 1984, Krishnamacharya recibió esta pregunta: “En la ciencia y
la ingeniería, podemos decir que una persona es sobresaliente, y hay muchas
formas de evaluarlo. En el yoga, ¿cómo puede uno dis9nguir a un gran yogi?”
Respondió, “En úl9ma instancia, la idea del apego a svajana—mi gente, mis
parientes, mis hijos—debe desaparecer por completo. En el yoga no hay tal cosa
[como] svajana y parajana [otros]; todos están en bhagavadsambandha
[comunión con Dios]. Así que el estado de vairagya [desapego] prac9cado por una
persona es el indicador de su nivel yóguico.”
Mis clases con Krishnamacharya con9nuaron inalteradas después de una breve
interrupción a causa del accidente. En una de esas clases, él me enseñó algunas
-113-
obras importantes del famoso santo visnuita Vedanta Desika. Había explicado la
devoción y la rendición a lo divino. Al terminar la clase, mientras me preparaba
para par9r, Krishnamacharya dijo, “¡Gracias!”
Sorprendido, le pregunté, “¿Porqué me agradece? Yo soy su alumno; usted es mi
gurú. Yo le debería dar las gracias por sus enseñanzas.”
Respondió, “Hoy en día, estos temas no le interesan a la gente. Tú estás mostrando
interés y aprendiéndolos. Para mi esto es muy ú9l para mantener mi mente
con9nuamente enfocada en lo divino. Por eso te estoy agradeciendo.”
Aún a su edad, el entusiasmo de Krishnamacharya por enseñar permanecía
invariable. Un día en 1987, yo me encontraba con él, no por una clase, pero
simplemente para asis9rlo o por alguna razón que ya no recuerdo. De pronto dijo,
“Un verso del Yoga Rahasya me acaba de venir a la mente. Es importante y me
gustaría que lo anotaras y lo tuvieras.” (Por supuesto que era una composición
suya, tal como lo es el resto de Yoga Rahasya.) No tenía una libreta porque no
había venido a tomar una clase. Entonces dijo, “Toma esa agenda que ves en la
mesa y toma una página de ella.” Arranqué una página de la agenda y la usé para
anotar el verso que dictó. Todavía conservo la página, con la fecha de la clase—
diciembre 20, 1987—aún si la agenda era del año 1968.
En agosto de 1988, Krishnamacharya me estaba explicando un ritual védico en
clase, pero me estaba costando trabajo visualizar las posiciones de la parafernalia
requerida para el ritual. Tomó mi libreta y el bolígrafo de mi mano y dibujó el
acomodo, diciendo, “Yo te enseño cómo es.” Su mano estaba inestable, pero su
determinación por hacerme entender era inamovible.
Al aproximarse Krishnamacharya a los cien años de edad, a mí me interesaba
mucho celebrar su centésimo cumpleaños. Él no acostumbraba celebrar su
cumpleaños, así que al principio negó su consen9miento a la celebración, diciendo,
“No 9ene punto celebrar el cumpleaños de uno. Sólo puede aumentar al ego.”
Después de múl9ples pe9ciones, usando el argumento de que aún si él no lo
quería, debía aceptar por el bien de sus alumnos, Krishnamacharya finalmente
accedió. Pero agregó una cláusula, “Organicen recitaciones de los Vedas y otros
textos tradicionales, como el Ramayana. No me briden importancia a mí.”
Formamos un comité para organizar su celebración centenaria; yo era el
convocante del evento. Como parte de la celebración, se grabaría un video por el
canal de televisión nacional y por un equipo francés, patrocinado por un subsidio.
Krishnamacharya siempre vesxa sólo de blanco, pero el equipo de rodaje sugirió
-114-
que se vis9era en una tela de color para el video. Yo sugerí el color amarillo, tal y
como es usado ocasionalmente en rituales, y el equipo de rodaje estuvo de
acuerdo. Indra encontró algo de tela de franela suave y cómoda y la cosió.
Consulté a Krishnamacharya sobre ponerse amarillo. Se objetó, diciendo, “¿Porqué
insistes en embellecerme de esta forma? ¿Acaso este cuerpo requiere tal
decoración?” Después de convencerlo un rato, asin9ó con un suspiro, diciendo,
“Está bien, hagan lo que deseen.”

Krishnamacharya en el escenario durante la inauguración de la celebración de su


centenario en 1988.

La celebración del centenario, con 108 eruditos védicos, se llevó a cabo el 17 y 18


de noviembre de 1988. El 19 de noviembre, hubo una función pública en la que
Krishnamacharya entregó un diploma de posgrado en yoga a tres maestros,
incluyendo a Indra.

...

En 1988, decidí escribir mi primer libro sobre el yoga: Yoga para el cuerpo, la
respiración y la mente. Me acerqué a Krishnamacharya para solicitar que escribiera
el prólogo para el libro. Me dijo, “No necesito saber de qué habla el libro. Yo sé

-115-
que va a estar bien. Has estudiado tantos años ya conmigo. Más bien, dictaré un
prólogo sobre tus estudios conmigo.”

Krishnamacharya entregando un diploma de posgrado en yoga a Indra Mohan en


noviembre de 1988.

Después dictó un prólogo en sánscrito, detallando por completo de memoria todos


los temas que había estudiado con él durante dos décadas. Cuando llegó el
momento de firmar el prólogo, dijo, “Ya tengo cien años, y mi letra ya no es tan
firme como solía ser. No sé que pensará tu editor, entonces te daré tres firmas.
Puedes elegir la que prefieras.” Y procedió a firmar tres veces. ¡Las tres firmas
salieron bien!

...

Mi relación con Krishnamacharya en sus úl9mos años llegó a una profundidad


mucho mayor que la que había tenido antes del accidente porque tuve la
oportunidad de asis9rlo wsicamente y ayudarle de otras formas. Desikachar me
escribió una carta de los Estados Unidos en julio de 1988, algunos meses antes de
la celebración del centenario de Krishnamacharya. En la carta, después de
agradecerme por el “gran ejemplo de devoción y dedicación” y el “gran respeto a
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nuestro maestro,” Desikachar agregó, “Tal cómo es diwcil encontrar a una persona
como él [Krishnamacharya], es igual de diwcil encontrar a un devoto como tú.”
Desde mi perspec9va, sin embargo, yo sólo le ofrecía a Krishnamacharya el
compromiso que un gran maestro legí9mamente merecía. Yo me senxa
sumamente privilegiado y profundamente bendecido por aprender, servir, o
simplemente estar con un maestro con los conocimientos y logros de
Krishnamacharya.
Algunos alumnos a veces me preguntan qué era especial sobre Krishnamacharya.
Les digo que, primero, él era un prac9cante con un dominio excepcional. Ése fue su
enfoque principal durante toda su vida, hasta su úl9mo aliento. Su prác9ca de yoga
y todos sus estudios fueron parte de esta travesía por dominar a la mente.
La sed de Krishnamacharya por obtener conocimiento y su capacidad de
aprendizaje fueron enormes. Dedicó los primeros cuarenta años de su vida a
estudiar todas las ramas de la filosowa védica an9gua y sus prác9cas relacionadas,
eventualmente acumulando más de media docena de grados académicos—un
excepcional y probablemente inigualable logro. No tenía par en la amplitud y la
profundidad de conocimiento incluso en su época, hace casi cien años.
En Krishnamacharya yo veía, sin embargo, un maestro cuya sabiduría no venía
únicamente de xtulos académicos sobre dis9ntos temas. Vivió una vida que
representó la esencia de esas enseñanzas. No era meramente un académico que
acumuló conocimientos de los rituales védicos al leer tratados sobre ellos o al
realizar los rituales porque eran ordenados por una tradición ancestral. Todos los
días de su vida, con firme disciplina, prac9có los rituales adecuados para él con un
profundo entendimiento de su relevancia.
Algunos de los maestros de Krishnamacharya eran académicos de mérito
innegable, pero sólo Krishnamacharya mostró interés en pracOcar yoga. Como él,
otros alumnos habían obtenido xtulos universitarios en la filosowa de samkhya y
yoga. Pero sólo Krishnamacharya fue al Himalaya en búsqueda de una prác9ca. Él
sobresalió, con su insuperable conocimiento y prác9ca resoluta.
Como persona, Krishnamacharya tenía una enorme devoción por lo divino. Nunca
vaciló en su devoción, a través de toda su larga vida. Nunca sacrificó su ritual
diario, aún en sus úl9mos años. Sin embargo, con la claridad que lo caracterizaba,
no introducía su devoción a sus enseñanzas de yoga a menos que los antecedentes
del alumno lo hiciera apropiado o que el alumno lo solicitara.

-117-
Finalmente, Krishnamacharya fue la fuente primaria, en el úl9mo siglo, de mucha
de la verdadera prác9ca wsica que millones de personas ahora prac9can alrededor
del mundo. Me da tristeza que falleció antes de que el yoga se convir9era tan
popular como lo es ahora. No vivió para ver a tantas personas beneficiarse del
yoga que él enseñó. De cierta forma, éste libro es un tributo a su perseverancia,
contra viento y marea, para promover la prác9ca del yoga.
Aquellos que son atraídos al yoga inician a prac9car por varias razones. Muchas
personas prac9can yoga para complementar su ru9na de ejercicio o como su
forma principal de ejercicio. El yoga les ayuda a mantenerse sanos y sen9rse bien.
Algunos vienen al yoga porque no están sanos y están buscando una solución a sus
problemas de salud. Otros emprenden la prác9ca de yoga para liberarse del estrés,
para calmar sus mentes, y para manejar las presiones laborales y familiares. Para
unos pocos, el yoga es un negocio o una profesión. Y algunas personas consideran
al yoga como su camino espiritual.
Cuando yo me acerqué a Krishnamacharya por primera vez, mi interés principal era
la búsqueda de un camino espiritual. Quería estudiar la filosowa an9gua, no
obtener un xtulo o cer9ficado, sino más bien entenderla y darle vida como una
prác9ca en mi existencia.
El vínculo entre Krishnamacharya y yo fue consolidado no a través de un acuerdo
de pago de dinero o en especie sino por mi devoción como alumno y su respeto
como maestro. Aprendí lo mismo por observarlo y simplemente estar en su
presencia que por su enseñanza y sus conferencias.
Un día a finales de enero de 1989, Krishnamacharya estaba acostado descansando
en su catre de metal, que miraba hacia el otro lado de la puerta en su habitación.
Al entrar a la habitación, me escuchó y preguntó, “¿Mohan?”
“Sí,” le respondí.
Se sentó y permaneció callado por algún 9empo. Yo esperé. Después me dijo, “He
vivido cien años. Suficiente. En mi época, si fuera un monje, el cuerpo debería ser
desechado en el bosque para los animales; si fuera un hombre de familia, debería
ser quemado. Tú lo sabes—lo has estudiado.”
Yo senx malestar pero me controlé y mantuve el silencio. Sabía a qué se refería y
que su voluntad era inflexible.
“Toma,” me dijo, dándome la guirnalda de cuentas (mala) que siempre llevaba
alrededor de su cuello. “Quédate con estas cuentas de meditación.” Ambos

-118-
permanecimos callados un poco más de 9empo. Después, regresando a un estado
de ánimo normal, me dijo, “¿Qué pasa?”
Vacilé y después le pregunté, “¿Qué es lo más importante en la vida?”
Krishnamacharya sonrió y respondió, de inmediato, “Ah, Ah, Ah . . .”
Le contesté, suavemente, “¡Está hablando como el sabio Vyasa!” En este momento
importante quería escribir lo que Krishnamacharya estaba escribiendo, pero me di
cuenta que no tenía hojas en mi libreta, entonces escribí en la parte interna de la
cubierta trasera de la libreta.
Explicó, “El dinero no es importante. Arogya. Ayus. Atmasakshatkara.” Salud.
Longevidad. Una mente tranquila.
Ésa fue mi úl9ma clase con Krishnamacharya, aunque lo visité casi todos los días
después de eso por un mes. El 28 de febrero, 1989, falleció pacíficamente. Fui uno
de los que cargó sus restos mortales al crematorio.

-119-
9.
La obra de Krishnamacharya

CLASIFICACIÓN DE LA OBRA DE KRISHNAMACHARYA


En 1975, comencé con Krishnamacharya el estudio de una fascinante obra an9gua
de yoga llamada Yoga Yajnavalkya. Otras escuelas de yoga no mencionaban este
texto, pero Krishnamacharya lo consideraba importante. El Yoga Yajnavalkya es
más an9guo que la mayoría de los otros textos sobre el yoga, con la excepción de
los Yoga Sutras de Patanjali. De hecho, textos posteriores de yoga como el Hatha
Yoga Pradipika tomaron prestados casi literalmente versos completos del Yoga
Yajnavalkya.
Krishnamacharya dictaba el texto del Yoga Yajnavalkya (y otros escritos an9guos)
de un diario. Él usaba diarios en vez de libretas para anotar ensayos y versos que
había compuesto o información que había visto en textos an9guos y otros
manuscritos durante sus viajes. Ésto se debe a que las libretas disponibles en la
India en ese entonces no estaban bien encuadernadas; se deshacían con el 9empo
o el papel se hacía frágil y se desvanecía. Los diarios eran de mejor calidad—mejor
encuadernados y con papel más grueso. Normalmente Krishnamacharya recibía los
diarios como obsequios de sus alumnos.
Los diarios personales de Krishnamacharya no eran un recuento de los eventos de
su vida. Nunca escribió eventos personales, como otros pudieran hacerlo en un
diario. En una ocasión me dijo, “Hoy en día, la gente vive vidas indisciplinadas y
escriben sus ac9vidades en un diario. Si uno es disciplinado, no habrá nada que
anotar.”
Krishnamacharya gustaba escribir sus composiciones en el alfabeto del idioma
Telugu, en el cuál se senxa más cómodo, aún si los versos originalmente fueron
escritos en sánscrito. Él incluso mandó a hacer hojas membretadas con su nombre
en el alfabeto Telugu.
Además de éstos diarios, Krishnamacharya tenía una agenda con los nombres,
direcciones y números de teléfono de algunos de sus alumnos. Él solicitaba a los
alumnos anotar su información de contacto en la agenda en el caso excepcional
que tuviera que cancelar o reagendar una clase. A través de los años, me solicitó
algunas veces buscar números de teléfono en su agenda y cancelar o cambiar
clases a su nombre. La agenda sólo incluía la información de contacto de los

-120-
alumnos. Otros detalles—como por ejemplo quién debía llegar a qué hora, qué
temas estaban estudiando y exactamente dónde habían terminado la úl9ma clase
o dónde había prome9do empezar la siguiente—estaban grabados únicamente en
su memoria.
En 1988, en la ocasión de la celebración del centenario de Krishnamacharya,
revisamos sus diarios a ver si podíamos publicar algunas de sus obras cortas. Al
examinar los diarios, yo registré ensayos o apartados importantes o interesantes.
En el transcurso de seis décadas, desde la década de 1930 hasta la década de
1980, Krishnamacharya escribió cuatro libros, varios ensayos y algunas
composiciones poé9cas. Los cuatro libros tratan sobre el yoga. De las obras
restantes, algunas eran sobre el yoga y algunas sobre otros temas. Los ensayos y
las composiciones eran cortos, variando entre dos y diez páginas.
Los cuatro libros son:
1. Yoga Makaranda
2. Yogaasanagalu
3. Yoga Rahasya
4. Yogavalli

Otras obras (ensayos y composiciones poé9cas) son:


1. “Yogaanjalisaaram”
2. “Disciplinas del yoga”
3. “El efecto de la prác9ca del yoga”
4. “La importancia de los alimentos y el yoga para mantener la salud”
5. “Versos sobre métodos de prác9ca de yoga”
6. “Ensayo sobre asana y pranayama”
7. “Madhumeha (Diabetes)”
8. “Porqué yoga como terapia no está creciendo”
9. “Bhagavad Gita como una ciencia de salud”
10.“Ayurveda y yoga: una introducción”
11.“Preguntas y respuestas sobre el yoga” (con alumnos en julio de 1973)
12.“Yoga: La mejor forma de eliminar la pereza”
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13.“Dhyana (meditación) en versos”
14.“¿Qué es un Sutra?”
15.“Kundalini: Ensayo sobre qué es kundalini y el despertar del kundalini (sakO
calana) basado en textos como el Hatha Yoga Pradipika, el Gheranda Samhita
y el Yoga Yajnavalkya”
16.“Extractos del Raja Yoga Ratnakara”
17.“Necesidad de un maestro”
18.“Satvika Marga” (“El camino sátvico”; filosowa / espiritualidad / yoga)
19.“Referencias en los Vedas para apoyar que mujeres reciten cantos
védicos” (filosowa / técnica)
20.“Catorce Dharmas importantes” (filosowa)
21.“Cit Acit Tatva Mimamsa” (filosowa)
22.“Sandhya-saaram” (ritual)
23.“Catushloki” (cuatro versos sobre Sankaracharya)
24.“Discurso Kumbhakonam” (catálogo)
25.“Dieciséis Samskaras” (rituales)
26.“Mantra Padartha Tatva Nirnaya” (rituales)
27.“Ahnika Bhaskaram” (rituales)
28.“Shastreeya Yajnam” (rituales)
29.“Vivaaha” (rituales de matrimonio)
30.“Asparsha Pariharam” (rituales)
31.“Videsavaasi Upakarma Nirnaya” (rituales)
32.“Sudarshana Dundubhi” (devocional)
33.“Bhagavat Prasadam” (devocional)
34.“Narayana Paratva” (devocional)
35.“Sobre Madrás” (varios)

Los primeros diecisiete xtulos de la lista son obras sobre el yoga o temas
relacionados al yoga. El resto tratan sobre otros temas o 9enen sólo una relación
-122-
indirecta con el yoga y pueden ser divididos en cuatro categorías: trabajos técnicos
sobre filosowa, trabajos sobre rituales, trabajos basados en la devoción personal de
Krishnamacharya en la tradición del vaisnavismo, y otros trabajos variados (por
ejemplo, “Sobre Madrás”).

[Nota del traductor: el resto del capítulo da mayor detalle y una caracterización
sobre estos trabajos de Krishnamacharya; la traducción al español de esta parte
del capítulo queda pendiente.]

-123-
Apéndice 1:
Extracto del Yoga Makaranda y resumen del Yoga Rahasya

[Nota del traductor: traducción al español queda pendiente]

-124-
Apéndice 2:
Vinyasa del guerrero

La secuencia presentada a con9nuación, centrada en la postura del guerrero


(virabhadrasana) y sus variaciones, era una favorita de Krishnamacharya. Al
incorporar un compás amplio de las piernas y al requerir coordinación y balance,
este vinyasa clásico puede ser una buena adición a una prác9ca genérica de asana.
Puede hacerse más o menos diwcil, o modificada al agregar una flexión lateral o
diferentes posiciones de los brazos. También puede funcionar como un vinyasa
base desde el cual uno puede fluir a otras posturas y después regresar.

-125-
Sobre los autores

La familia Mohan ofrecen sus enseñanzas bajo el estandarte de Svatstha Yoga and
Ayurveda. Para más información sobre su trabajo, por favor visite
www.svastha.com.

A. G. Mohan e Indra Mohan

Ganesh Mohan

Nitya Mohan

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