Victor Codina Nuevos Enfoque Eucaristia
Victor Codina Nuevos Enfoque Eucaristia
Victor Codina Nuevos Enfoque Eucaristia
misterio, para que éste pueda ser mejor comprendido y comunicado. Este miste-
rio se hace presente en la celebración de la Iglesia. y por eso, interrogaremos
también a la praxis eclesial para comprender mejor esle sacramento de la fe.
No pretendemos hacer un análisis exhaustivo de cada uno de estos movi-
mientos teológicos, ni elaborar un boletín bibliográfico completo sobre la euca-
ristía. Tan sólo quisiéramos presentar los principales resultados de las investiga-
ciones que pueden enriquecer nuestra visión teológica de la eucaristía.
Esta comensalidad de Jesús, que provocó que fuera llamado comilón y borracho
(Mt 11, 19) Y que escandalizó a los fariseos (Le 15, 1-2), incluye las comidas
con pecadores (Mc 2, 16; Le 19, 1-10), las comidas en casas de fariseos (Le 7,
35-50; 14,37-54), las comidas con sus amigos (Le 10, 38-42; Jn 2, 1-12; 12, 1-
11) Y las multiplicaciones de los panes (Mc 6, 34-44; 8, 1-9; Mt 14, 14-21; 15,
32.-38; Le 9, Ilb-17; Jn 6,1-15).
¿Qué es lo que subyace a estas comidas? Las comidas son una parábola viva,
un signo profético del reino, que muchas veces se representa bajo la forma de
banquete (1s 25, 6; Mt 22,1-14; Le 14, 16-24). Frente al mundo judío que discri-
minaba a los pecadores, impuros, gentiles y mujeres, y donde los pobres pasaban
hambre, Jesús anuncia un reino de misericordia, de inclusión, de fraternidad, de
abundancia.
y estas comidas no se limitan al tiempo del Jesús histórico. Es importante
resaltar las comidas del resucitado con sus discípulos (Le 24, 13-35; 24, 36-52;
Jn 21, 12-13; Hech 1,4; 10,41), donde aparece el Señor, en un clima de gozo y
comunidad, con una presencia que viene de la orilla de la escatología, sin poder-
se distinguir claramente entre presencia del resucitado y la eucaristía. ¿Es una
aparición que acaba en eucaristía o es una eucaristía que desemboca en una
aparición?
Dentro de este contexto amplio de las comidas de Jesús de Nazaret se enmarca
la última cena, una cena de despedida, el testamento de Jesús, que anticipa
lilÚrgicamente su muerte y su resurrección y el banquete escatológico del reino
(Le 22, 14-18; Mc 14,25). El pan es el cuerpo de Cristo entregado, el vino es la
sangre de Cristo derramada.
Las comidas de Jesús, que anuncian el banquete del reino, son de una gran
riqueza para comprender mejor la eucaristía, el misterio pascual, la Iglesia y el
reino que anuncia el banquete mesiánico, donde los pobres ya no pasarán hambre.
3. Memorial
Todo lo dicho hasta ahora se entendena mal, si se pensase que la eucaristía se
reduce a una simple reunión alegre y amistosa, a un banquete fraterno, a una fiesta
social. La tradición de la Iglesia ha afirmado siempre el carácter sacrificial de la
eucaristfa, su estrecha relación con la cruz. Tanto se ha resaltado que la eucaristía
4. Sacramento pascual
Mientras la tradición ha subrayado la relación entre eucaristía y cruz y ha
visto en la eucaristía un memorial de la pasión, dejó en penumbra su relación
con la resurrección. Esta dimensión de la totalidad del misterio pascual - muene y
resurrección- ha sido subrayada, en los últimos tiempos, por varios teólogos". La
eucaristía es memorial no sólo de la pasión, sino de la totalidad del misterio de
Cristo, e incluso anticipa el futuro escatológico, tema muy presente en las comunida-
des cristianas primitivas, que esperaban gozosa y ansiosamente la vuelta del Señor.
Para F. X. Durrwell, cuya cristología ha puesto de relieve la importancia salvífica
de la resurrección", la eucaristía es el sacramento de la pascua de Jesús. La eucaris-
tía no se puede entender, según Durrwell, desde la distinción aristotélica entre
substancia y accidentes, ni tampoco desde las modernas teorías de la transfinalización
y transignificación. En la eucaristía, el cambio no es entre realidades terrenas, ni
humanas, sino escatológico: se hace presente el Señor resucitado, que es nuestra
salvación, lo último y dermitivo. La eucaristía es una forma permanente de apari-
ción pascual, es la presencia del éschalan, en nuestro mundo. El pan y el vino
alcanzan su plenitud escatológica, se convierten en pan verdadero y vino del reino.
No hay que decir, como en la escolástica, que permanecen unos accidentes como
despojos vacíos de contenido, sino que el pan y el vino son escatologizados. El pan
Y el vino no desaparecen, se convierten en Pan y Vmo del Reino que da vida. Es el
comienzo de la explosión de la parusía, la cumbre del simbolismo cósmico, "la
misa del mundo" de la que hablaba Teilhard de Chardin, el comienzo de los
nuevos cielos y la nueva tierra. Y todo ello a causa de la presencia del resucita-
do, una presencia que viene del fin, de la orilla de la escatología.
La riqueza de esta visión teológica consiste en que abre la eucaristía no sólo
a la Iglesia, sino al cosmos, y tiene consecuencias para una perspectiva ecológica
de la eucaristía". Esta dimensión pascual ya ha pasado a formar parte de los
actuales tratados eucarísticos ls .
12. F. X. Durrwell, Úl ellcaristfa, sacramento pascual. Salamanca, 1982; J. M. R. TIUard,
L'eucharistie, páqlle de rEglise, París, 1964; G. Martelet, Résurrection, eucharistie
el genese de I'homme, París, 1972.
13. F. X. Durrwell, Ln resurrecci6n de Jesús misterio de salvaci6n, Barcelona. 1962 .
14. J. Carrera. 1. 1. González Paus, Horizonte KyolO. El problema ecológico, Cuadernos
Cristianisme ¡justicia, 133, Barcelona, 2005, pp. 22·23.
15. Ver J. Aldazábal. La ellcarislfa, Barcelona, 2000, pp. 284s M. D. Borobio, Eucarisl(a,
Madrid, 2000, pp. 151-181.
5. Eplclesis
La Iglesia antigua, sobre todo la oriental, ha concedido mucha importancia a
la epíclesis en su teología y praxis sacramental. La epíclesis es la invocación al
Espíritu para que realice el misterio de salvación. que se significa en el sacra-
mento. La epíclesis alcanza su punto álgido en la eucaristía, donde la Iglesia pide la
fuerza del Espíritu para que transforme el pan y el vino, en el cuerpo y la sangre
del Señor y transforme a los participantes, en el cuerpo eclesial del Señor.
La Iglesia oriental, siempre sensible al Espíritu, ha expresado esta fe pneu-
matológica en la liturgia eucarística, acentuando explícitamente esta epíclesis o
invocación al Espíritu. Más aún, oriente concede a la epíclesis la primacía en la
consagración del pan y el vino, en el cuerpo y la sangre del Señor. Y teólogos
ortodoxos modernos, como Paul Evdokimov, consideran que la epíclesis expresa
Iitúrgicamente el gran principio teológico de que el Espíritu precede a toda cristofanía.
Esto se cumple en el Antiguo Testamento, y de forma singular en el nacimiento de
Jesús de María virgen. por obra del Espíritu, y también en pentecostés, cuando
nace la Iglesia, que es el cuerpo de Cristo en la historia. Hay una íntima relación
entre cristologla y pneumatología, que expresa la unión y reciprocidad entre el Hijo
y el Espíritu". De este modo, la eucaristía deja de ser algo automático y casi
mágico, ligado a unos poderes maravillosos del celebrante y se convierte en humil-
de y confiada súplica de la Iglesia al Padre para que envíe al Espírilu santificador
sobre los dones del pan y del vino.
ESla rica visión oriental contrasta con la parquedad pneumalológica del ca-
non romano, donde la epíclesis está sólo implícita. En cambio, la Iglesia latina puso
su énfasis en el relato de la institución y, cuando asumió la filosofia aristotélica,
consideró que la consagración sucedía cuando las palabras de la institución (forma)
se unían al pan y al vino (materia). Esto pasó al concilio de Aorencia (OS 1321),
en un texto que muchos no creen sea definitorio. Pero se inició una controversia
entre occidente y oriente. Occidente puso la eficacia consacratoria en las pala-
bras del relato de la institución; Oriente, en la epíclesis.
El Vaticano 11, interpelado por oriente, ha introducido la epiclesis. en sus
nuevas plegarias eucarísticas, y hoy ya no se discute sobre la cronología de la
consagración, sino que, con una visión más integral, se afirma que tanlo la epíclesis
como el relato de la institución son elementos determinantes para la transforma-
ción de los dones, en el cuerpo y la sangre de Cristo. En el fondo, hay que
manlener la fecunda tensión y reciprocidad enlre cristología y pneumatología,
entre el Hijo y el Espíritu, que son las dos manos con las que el Padre nos
moldea, como dice bellamente Ireneo de Lyón.
16. N. Pertile, Manifestado pelo Espirito Santo; Paul Evdokimov, ''Teología sob o signo
da Epiclese", Belo Horizonte, 2005, tesis doctoral no publicada.
6. Eucarislía e Iglesia
Mucho antes del Vaticano 11, H. de Lubac ya había recordado la tradición
bíblica y patrística. sobre todo agustiniana. de la eucaristía como sacramento de
la unidad de la Iglesia, "signo de unidad, vínculo de caridad"". El mismo autor
proponía los resultados de su investigación histórica, que parecieron sorprenden-
tes a algunos, sobre la expresión "cuerpo místico" (de Cristo). Al comienzo de la
edad media, "cuerpo místico" significaba la eucaristía. pero al final de mismo
período vino a significar la Iglesia. mientras que la expresión "cuerpo verdade-
ro" (de Cristo), que al principio se refería a la Iglesia, pasó luego a referirse a la
eucaristía l8 .
También en su célebre libro Meditación sobre la Iglesia '9 , escrito en momen-
tos en que H. de Lubac era sospechoso de dudosa onodoxia y destituido de su
cátedra de Lyón, fraguó una expresión. de raIces patrísticas, que hizo fonuna:
"La Iglesia hace la eucaristía, la eucaristía hace la Iglesia". Es decir, hay una
estrecha conexión entre la eucaristía y la Iglesia. Así, se superaba la separación
entre sacrificio y sacramento, que provenía de la postura de Trento contra la
reforma. La eucaristía es el sacramento de la Iglesia.
Esta nueva orientación quedó plasmada en diversos lugares del Vaticano II,
que ve la eucaristía como fuente y cumbre de la vida y actividad eclesial (SC 10;
LG 11). La obra de salvación realizada por Crislo se prolonga en la Iglesia,
gracias a la liturgia (SC 5-6).
Esto llevará también a profundizar la relación entre el presidente de la euca-
ristía y la Iglesia. llegándose a la convicción que provenía de la Iglesia primitiva:
"el que preside la Iglesia, preside la eucaristía", es decir, se preside la eucaristía,
precisamente. porque se preside la Iglesia"'. Ya el Vaticano II había dicho que el
ministro sacerdotal en la eucaristía realiza las veces de Cristo (in persona Christi) y
la ofrece a Dios, en nombre de todo el pueblo (nomine rorius populi. LG lO, 2).
Entre los autores del postconcilio que más han reflexionado sobre la relación
entre eucaristía e Iglesia está J. M. R. Tillard. uno de cuyos libros tiene un título
bien significativo Carne de Iglesia. carne de Cristo 21 •
Finalmente, citemos la encíclica de Juan Pablo II Ecclesia de eucarisrfa (2003),
donde afirma claramente que la eucaristía edifica la Iglesia. citando de forma
8. Acercamiento ecuménico
Todos estos trabajos teológicos han propiciado un acercamiento ecuménico
con las iglesias de la refonna, con las cuales, desde el siglo XVI, hubo profun-
das diferencias, en tomo a la eucaristía. Los encuentros y documentos de Bristol
(1968), Dombes (1971), Windsor (1971), Accra (1974) y Lima (1982) han su-
puesto grandes avances ecuménicos, en materia eucarística. Hay acuerdo en aceptar
las dimensiones de banquete del Señor, memorial del sacrificio de Cristo. epíclesis
o invocación al Espíritu, presencia sacramental de Cristo -que es real, viva y
operativa-, comunión con la Iglesia, tarea por la justicia y la paz en el mundo,
anticipación del banquete escatológico d~1 reino, búsqueda ecuménica de unidad
eclesial. Sin embargo. todavía quedan cuestiones pendientes. como son la pre-
sencia real después de la celebración, la cuestión del ministro ordenado para
presidir la eucaristía y el problema de la hospitalidad eucarística.
Según W. Kasper, teólogo y presidente del Consejo Pontificio para la Promo-
ción de la Unidad de los Cristianos, hay que evitar tanto el optimismo progresis-
ta, que afinna que las dificultades ya han sido superadas, como el pesimismo
integrista, que sólo ve muros de prohibición y separaciones. Estarnos en un estadio
intermedio26 • en el cual se ha avanzado, pero queda aún mucho por recorrer para
llegar a la plenitud de Cristo (Ef 4, 16). El ecumenismo está en un proceso de
crecimiento, en un "intercambio de dones"2?
El hecho de que en la situación actual no sea posible, por amor a la verdad,
que todos los cristianos nos reunamos en tomo a la única mesa del Señor. es una
profunda herida, en su cuerpo, y un verdadero escándalo. El bautismo nos da a
todos los cristianos una comunión real, aunque no plena. Para el Vaticano II (UR
8), la eucaristía y la unidad son inseparables. Se participa de la eucaristía en la
comunidad eclesial, a la cual cada uno pertenece, y esto último excluye una hospi-
talidad eucarística abierta a todos. Pero como la salvación es la suprema ley de la
Iglesia, en la encíclica sobre el ecumenismo Uf unum sint, Juan Pablo II recuerda
que los ministros católicos pueden administrar la eucaristía a otros cristianos. aun-
que no estén en plena comunión con la Iglesia católica. si desean ardientemente
recibirla y manifiestan la fe que la Iglesia católica profesa sobre este sacramento".
Cada eucaristía que se celebra anticipa escatológicamente la unidad de todos
los pueblos en Cristo. El fin del ecumenismo consiste en que todos los discípulos
de Cristo se reúnan, en tomo a la única mesa del Señor, participen del mismo pan y
beban del mismo vino. Si la Iglesia es el sacramento de la unidad y de la paz del
mundo (LG 1), la eucaristía es el sacramento de esta unidad. Pero hay que pedir al
Espíritu el don de esta plena unidad del mundo, de la Iglesia y de la eucaristía.
29. V. Martfnez. "El pan hecho justicia", en Sentido social de la eucaristía, l. Bogotá.
2oo3.
30, J. Pixley-C.Boff, Opción por los pobres, Madrid, 1986, p. 133.
31. P. Casaldáliga, Cantares de entera libertad, Managua, 1984, p. 73.
32. J. M. Castillo, "Donde no hay justicia no hay eucaristía", en Autores varios, Fe y
justicia, Salamanca, 1981, pp. 135-171.
33. V. Codina, Lafracción del pan, Cochabamba, 2oo2, pp. 87-91.
34. B. de Las Casas, Historia de los Indias, lll, c. 79, Madrid, 1961; n, pp. 356s. Véase
el comentario de E. Dussel, "El pan de la celebración. signo comunitario de justicia",
Concilium 172 (1982) 236-249.
35. G. GUliérrez, Tea/agio de /0 liberación, Salamanca, 1972, pp. 336-362; R. Avila,
Apuntes sobre las implicaciones sociopolflicas de la eucar;sr{a, 8ogolá, 1977; V.
Codina, "Sacramentos", en 1. Ellacurfa y J. Sobrino (eds.), Myslerillm liberationis,
Madrid, 1990, 11, pp. 267-294; "La fracción del pan", 1, pp. 224-227; V. Manlnez,
Sentido social de la eucarislfa, Bogotá. 2003.especialmente el tomo 111, Aconteci-
miento de juslicia, con amplia bibliografía.
36. C. Florist41n, ''Teología y pastoral de la eucaristía", en Autores varios, Te%gra y
pastoral, Madrid, 1982; Ph. Rosalo, "La Iransocializaci6n de los elementos
eucarísticos", Selecciones de Teología 163 (2003) 223-240; X. Basurko, Compartir
el pan. De la misa a la eucaristla, San Sebastián, 1989; 1. A. Pagola, La eucar;stfa,
experiencia de amor y de justicia, Santander, 1990; J. M. Castillo, ver nota 32.
37. Concilillm 310 (2005).
¿Por qué, pues, no hacer de este Año de la Eucaristía un tiempo en que las
comunidades diocesanas y parroquiales se comprometan especialmente a afron-
tar con generosidad algunas de las múltiples pobrezas de nuestro mundo?
Pienso en el drama del hambre que atonnenta a cientos de millones de seres
humanos, en las enfermedades que flagelan a los países en desarrollo, el
trasiego de los emigrantes. Se trata de males que, si bien en diversa medida,
afectan también a las naciones más opulentas. No podemos hacemos ilusio-
nes: por el amor mutuo y, en particular, por la atención a los necesitados se
nos reconocerá como verdaderos discípulos de Cristo (ef Jn 13, 35; Mt 25,
31-46). En base a este criterio, se comprobará la autenticidad de nueslras
celebraciones eucarísticas 3!.
38. Juan Pablo 11, Mane nobiscum Domine, 28. Cfr. lambién Ecc/esia de eucharistitJ. 20,
donde el papa habla de la dimensión social de la eucaristía.