Castro Gomez. PPT
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EPISTÉMICA Y EL PROBLEMA DE LA
“INVENCIÓN DEL OTRO”.
Santiago Castro Gómez
Participantes: Subgrupo I.
1. Instituto de Estudios Sociales y Culturales PENSAR, de la
Pontificia Universidad Javeriana - Bogotá.
“La modernidad
es una máquina generadora de alteridades que, en nombre de la
razón y el humanismo, excluye de su imaginario la hibridez, la
multiplicidad, la ambigüedad y la contingencia de las formas de vida
concretas. La crisis actual de la modernidad es vista por la filosofía
posmoderna y los estudios culturales como la gran oportunidad
histórica para la emergencia de esas diferencias largamente
reprimidas.
A continuación mostraré que el anunciado "fin" de la modernidad
implica ciertamente la crisis de un dispositivo de poder que
construía al "otro" mediante una lógica binaria que reprimía las
diferencias. Con todo, quisiera defender la tesis de que esta crisis no
conlleva el debilitamiento de la estructura mundial al interior de la
cual operaba tal dispositivo.” (pág.88).
1. El proyecto de la gubernamentabilidad.
El Estado- nación funciona como una máquina generadora de otredades que deben
ser disciplinadas. Los Estados modernos son llamados por Walter Mignolo el
“sistema-mundo moderno/colonial”
Aníbal Quijano sociólogo peruano, nos sugiere una respuesta con el concepto de
“Colonialidad de poder”. Opina que la usurpación colonial es legitimada un
imaginario que establece diferencias inconmensurables entre el colonizador y el
colonizado.
Nociones de “raza” y “cultura” operan como un dispositivo taxonómico que
generan identidades opuestas. Así, el colonizado es lo “otro de la razón” a quién
hay que disciplinar, ejerciendo su poder el colonizador.
En oposición, los rasgos de maldad, barbarie e incontinencia, son marcas
“identitarias” del colonizado. Mientras que la bondad, la civilización y la
racionalidad son propias del colonizador. Ambas identidades efectúan una relación
de exterioridad y se excluyen mutuamente. Negando la comunicación entre
culturas, porque sus códigos son inmedibles.
El concepto de “colonialidad de poder”, abre y corrige el concepto
foucaultiano de “poder disciplinario”, pues muestra que los
panópticos del Estado moderno tienen una estructura de carácter
mundial. Partiendo de este punto, podemos decir que “la modernidad
es un “proyecto”, en la medida en que sus dispositivos disciplinarios
quedan anclados en una doble gubernamentabilidad jurídica”. (pág.
92). Por un lado la ejercida por los Estados nacionales, con el intento
de crear identidades homogéneas (hacia adentro). Por el otro, la
gubernamentabilidad ejercida por parte de potencias hegemónicas
del sistema-mundo moderno/colonial (hacia afuera). Ambos procesos
forman una sola dinámica estructural.
La mayoría de los teóricos sociales de los siglos XVII y XVIII,
coincidían en que la “especie humana” sale poco a poco de la
ignorancia, atravesando diferentes “estadios” de
perfeccionamiento.
La característica del primer estadio del progreso humano es el salvajismo, la barbarie, la ausencia
de arte, ciencia y escritura. Al comienzo todo era lucha de todos contra todos, “estados de
naturaleza”. El último estadio (alcanzado por sociedades europeas), es construido como “lo otro”
absoluto del primero. Aquí tenemos civilidad, Estado de derecho, cultivo de ciencias y de las artes,
en donde el hombre llega a un estado de “ilustración”, en el que según Kant, es capaz de
autolegislarse y usar de forma autónoma la razón.
Sucede algo similar con los estudios culturales: “Es en este sentido que el
informe de la comisión Gulbenkian señala cómo los estudios culturales han
empezado a tender puentes entre los tres grandes islotes en que la
modernidad había repartido el conocimiento científico”. (pág.95).
En la negociación planetaria de bienes simbólicos, los estudios culturales, al igual
que en el caso de Lyotard, el sistema-mundo es objeto ausente de la representación
que ofrecen.