Las Siete Leyes Del Éxito
Las Siete Leyes Del Éxito
Las Siete Leyes Del Éxito
Millones de personas han perdido el empleo a raíz del coronavirus. Algunas apenas
comenzaban su vida laboral cuando llegó la pandemia; otras se hallaban establecidas en
actividades prósperas que parecían ser el fundamento para una larga vida de éxito. Y de
pronto vieron desvanecer sus esperanzas ante una crisis económica y social sin
precedentes.
¿Acaso esa actividad ha producido algún éxito? ¡Nada de eso! Pocas personas han
ganado algo de dinero… pero muchos se han convertido en víctimas del vicio del juego.
El Concejo Nacional sobre el Juego Compulsivo advirtió que “la pandemia puede afectar
más a las personas que tienen el vicio del juego” (Healthline.com, 18 de noviembre del
2020).
No es raro que el éxito se mida en parte por la riqueza, y para muchos esta ha sido difícil
de alcanzar durante la pandemia. ¿Cómo definimos el éxito y cómo reaccionamos ante el
fracaso? En este artículo analizaremos brevemente un conjunto de principios de eficacia
demostrada para alcanzar el verdadero éxito, principios que han sido de ayuda tanto para
este autor como a muchos de mis conocidos.
¿QUÉ ES EL ÉXITO?
La mayoría de las personas han oído del inventor Thomas Alva Edison. Con más de mil
patentes a su nombre, se le atribuyen importantes avances en tecnologías, que van desde
la luz eléctrica hasta las baterías, la grabación sonora y las películas. Es claro que no
todos los experimentos de Edison produjeron los resultados que esperaba, pero, ¿qué
pensaba de sus propios esfuerzos? A un colega desanimado le dijo que, aun después de
mil experimentos frustrados en un proyecto: “nunca me dejo desanimar… por el
contrario, aprendí de manera evidente, que esa no era la manera de hacer las cosas, y que
tendría que buscar otra forma. A veces aprendemos mucho de nuestros fracasos, si nos
hemos esforzado dedicando el mejor razonamiento y el trabajo que somos capaces de
hacer”, (American Magazine, vol. 91, 1921, pág. 89).
Antes de que Dios lo llamara al ministerio, el señor Herbert Armstrong, quien nos
antecedió en esta obra de El Mundo de Mañana, tuvo mucho éxito como hombre de
negocios. Pero le ocurrió lo que a otros millones de personas: su trayectoria de negocios
se vino abajo con la caída de la bolsa en 1929, y la gran depresión de los años treinta.
Durante algún tiempo, parecía que hubiera fracasado, pero aun así Dios lo escogería
como poderoso dirigente. Más adelante, reflexionando sobre sus años de diversas
experiencias, compiló lo que llamó: Las siete leyes del éxito. Incontables miles, quizá
millones, han seguido estas leyes en su vida, y han alcanzado éxito que nunca antes se
imaginaron. Este artículo hace un breve examen de los siete principios vitales que
podemos poner en práctica ¡para cambiar la vida!
Salomón fue un ingeniero que diseñó sistemas de riego y fue además poeta y músico que
formó grupos corales y orquestas. Como rey, poseyó grandes tesoros de plata y oro. Así
describió su vida: “Compré siervos y siervas, y tuve siervos nacidos en casa; también
tuve posesión grande de vacas y de ovejas, más que todos los que fueron antes de mí en
Jerusalén. Me amontoné también plata y oro, y tesoros preciados de reyes y de
provincias; me hice de cantores y cantoras, de los deleites de los hijos de los hombres, y
de toda clase de instrumentos de música. Y fui engrandecido y aumentado más que todos
los que fueron antes de mí en Jerusalén; a más de esto, conservé conmigo mi sabiduría”
(Eclesiastés 2:7-9).
Como si fuera poco, Salomón tuvo 700 esposas y 300 concubinas. ¿Acaso encontró éxito
y felicidad en ellas? Él mismo escribió al respecto: “Mujer entre todas ellas, no la
encuentro” (Eclesiastés 7:28, Biblia de Jerusalén). Además, sus esposas terminaron por
llevarlo al culto de dioses falsos y esto le valió un final terrible.
Con todo lo anterior, Salomón conservó sabiduría para sopesar lo que había obtenido con
su desenfreno. ¿Y qué encontró? “No negué a mis ojos ninguna cosa que desearan, ni
aparté mi corazón de placer alguno, porque mi corazón gozó de todo mi trabajo; y esta
fue mi parte de toda mi faena. Miré yo luego todas las obras que habían hecho mis
manos, y el trabajo que tomé para hacerlas; y he aquí, todo era vanidad y aflicción de
espíritu, y sin provecho debajo del Sol” (Eclesiastés 2:10-11).
El rey Salomón de Israel alcanzó muchas metas, y algunas le trajeron una satisfacción
temporal. Sin embargo, como vimos, se dio cuenta de que estas metas no se traducían en
algo de valor ni de éxito permanente. Dijo que sus actividades eran “vanidad y aflicción
de espíritu”, sin un valor duradero. ¿Qué nos traerá felicidad duradera y éxito real? En
esta revista hablamos de los valores reales e inestimables que se revelan en la Biblia.
Entonces ¿cuál puede ser la meta más grande en la vida? ¿Y cuál es la meta personal de
cada uno de nosotros para la vida?
En Mateo 6, Jesús dice que no nos afanemos por el alimento y la ropa. Nos recuerda que
si Dios provee alimento para las aves del cielo, mucho más proveerá para sus hijos. Lo
que estaba diciendo es que todas las cosas que necesitamos, y que nos causan tantos
afanes, son secundarias, y que hay algo más importante que todas: “Buscad primeramente
el Reino de Dios y su justicia y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33).
La meta correcta lleva al éxito verdadero, siempre y cuando pongamos en práctica las
siete leyes del éxito. Y nuestras metas a corto plazo deben contribuir a que avancemos
hacia la meta final: ¡el Reino de Dios!
Nunca hay que dejar de aprender, pero hay que asegurarse de que sea verdad lo que se
aprende. En el libro de Proverbios leemos que el verdadero conocimiento empieza con un
profundo respeto y reverencia hacia Dios como la Fuente de todo conocimiento y
sabiduría: “El principio de la sabiduría es el temor del Eterno; los insensatos desprecian
la sabiduría y la enseñanza” (Proverbios 1:7). Y también: “El temor del Eterno es el
principio de la sabiduría, y el conocimiento del Santísimo es la inteligencia” (Proverbios
9:10).
Otras leyes de la salud son mantener una actitud mental positiva y tranquila, y evitar los
accidentes. Lograremos alcanzar nuestras metas con más eficacia y eficiencia si
mantenemos un buen estado físico. Al respecto, tenemos un folleto de mucho
interés: Principios bíblicos de la salud. Para más información sobre cómo promover la
buena salud que Dios desea, recomendamos su lectura, puede descargarlo desde nuestro
sitio en la red: www.elmundodemanana.org.
“Ve a la hormiga, oh perezoso, mira sus caminos, y sé sabio; la cual no teniendo capitán,
ni gobernador, ni señor, prepara en el verano su comida, y recoge en el tiempo de la siega
su mantenimiento. Perezoso, ¿hasta cuándo has de dormir? ¿Cuándo te levantarás de tu
sueño? Un poco de sueño, un poco de dormitar, y cruzar por un poco las manos para
reposo; así vendrá tu necesidad como caminante, y tu pobreza como hombre armado”
(Proverbios 6:6-11).
El descanso es esencial para la salud, ¡pero no así la pereza! Dios advierte que no seamos
perezosos. La hormiga en este caso transporta poco a poco las provisiones para su
subsistencia, y en un buen lapso de tiempo ha logrado mucho. Todos necesitamos energía
y un sentido de propósito. Debemos disciplinarnos para trabajar eficazmente.
Investiguemos siempre las opciones. ¿Qué recursos hay? ¿En cuáles entidades o personas
podemos apoyarnos? Y en cualquier emergencia grave, claro está que el primer paso es
pedir la ayuda de Dios.
Cuando Jesús se acercaba a sus discípulos caminando sobre el agua, el apóstol Pedro
quiso hacer lo mismo. Viéndolo, Jesús le dijo: “Ven. Y descendiendo Pedro de la barca,
andaba sobre las aguas para ir a Jesús. Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y
comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame!” (Mateo 14:29-30).
Cuando estamos en apuros, a veces pasamos por alto lo más obvio. En este caso, lo
primero que hizo Pedro fue pedir ayuda. ¿Y cómo respondió Jesús? “Al momento Jesús,
extendiendo la mano, asió de él, y le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?”
(Mateo 14:31).
Si estamos en un aprieto, primero que nada pidámosle a Dios que nos libere. Pero
también hagamos nuestra parte y busquemos todos los recursos posibles. No nos
limitemos. Pidamos consejo a personas sabias. “Los pensamientos son frustrados donde
no hay consejo; mas en la multitud de consejeros se afirman” (Proverbios 15:22).
Durante la Segunda Guerra Mundial, cuando el futuro se veía sombrío para la Gran
Bretaña, el 29 de octubre de 1941 el primer ministro Winston Churchill habló en la
escuela Harrow. Allí inspiró a sus oyentes a perseverar, diciendo: “De este período de
diez meses con seguridad aprendimos esta lección: Nunca se rindan, nunca se rindan,
nunca, nunca, nunca; ante nada, sea grande o pequeño, nunca cedan salvo por las
convicciones del honor y el buen sentido. Nunca cedan a la fuerza, nunca cedan al
poderío aparentemente abrumador del enemigo. Hace un año estuvimos de pie solos, y a
muchos países les pareció que nuestra cuenta estaba cerrada, que estábamos terminados”.
La historia narra que la perseverancia resuelta de los ingleses y sus aliados terminó por
darles una gran victoria.
Pongamos en práctica la sexta ley del éxito. Corramos la carrera con firmeza y
“paciencia”, como dice la versión Reina Valera, o “perseverancia” como se traduce en
la Biblia Peshitta. ¡Nunca abandonemos el camino! Corramos la carrera de la vida con
perseverancia, recordando que Jesucristo nos promete: “El que persevere hasta el fin, este
será salvo” (Mateo 24:13).
Dios promete que va a dirigir nuestros caminos, y que nos guiará por la vida hasta
alcanzar el potencial humano y llegar a nuestro destino final. Pero es necesario orar todos
los días y también actuar conforme a sus inestimables promesas. “Buscad al Eterno
mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano. Deje el impío su camino,
y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase al Eterno, el cual tendrá de él
misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar” (Isaías 55:6-7). Cuando
comencemos a orar, cuando empecemos a cambiar todo nuestro camino de vida para
seguir el camino del Eterno, que es el camino del verdadero éxito, Dios nos concederá su
perdón por medio del Salvador del mundo, Jesucristo. Dios ha prometido tener
misericordia de nosotros y perdonarnos, siempre y cuando nos arrepintamos y lo
busquemos.
Cuando lleguemos a una encrucijada, cuando tengamos que tomar decisiones, oremos y
pidámosle que se haga su voluntad en nuestra vida. Dios ha prometido guiarnos y
acompañarnos. Jesús lo dijo: “No te desampararé, ni te dejaré” (Hebreos 13:5).
Tampoco hay que ser rico como el rey Salomón para tener verdaderos valores y felicidad.
El autor Dennis Prager escribió: “La pérdida de los valores y el propósito de la vida son
las dos fuentes principales de infelicidad… los pobres que tengan un propósito en su vida
pueden ser felices, pero los ricos que no tengan un propósito auténtico, no pueden
serlo” (NacionalReview.com, 28 de enero del 2020). ¿Y qué mayor sentido puede haber
en la vida que buscar el Reino de Dios y su justicia? (Mateo 6:33) ¡No puede haber
mayor éxito que este!
Queridos lectores, les animo a poner en práctica la totalidad de estas leyes del éxito. Si lo
hacen, llegarán a encontrar la vida abundante que Jesús prometió: “He venido para que
tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10). Esta es la vida que
recibiremos de Dios, si nos dedicamos primero a buscar el Reino de Dios y su justicia.