El Cielo y El Infierno

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Enseñanzas de la Biblia Popular

El CIELO Y EL INFIERNO

Vida eterna, castigo eterno

Brian R. Keller

EDITORIAL NORTHWESTERN
Milwaukee, Wisconsin
Segunda edición, 2003
Este libro fue traducido por el ingeniero Alfonso Corzo de Bogotá, Colombia;
y fue revisado por el pastor Andrew C. Schorer, de Edna, Texas, EE UU.

Todas las citas bíblicas, a menos que se indique lo contrario, son tomadas de la
SANTA BIBLIA, REINA VALERA 1995, EDICIÓN DE ESTUDIO.
Copyright © 1995, por Sociedades Bíblicas Unidas. Usada con permiso de las
SBU. Todos los derechos reservados.

La marca “Reina Valera 1995, Edición de Estudio” está registrada en la Oficina


de Patentes y Marcas de los Estados Unidos por la Sociedades Bíblicas Unidas.
El uso de cualquier marca requiere el permiso de las Sociedades Bíblicas
Unidas.

PBT: Heaven and Hell by Brian R. Keller (NPH #15N0620; ISBN 978 0
8100 1978 2) Acknowledgment: 2007 Northwestern Publishing House. All
rights reserved. Translated and reprinted with permission.

EBP: El cielo y el infierno por Brian R. Keller (NPH #15N0620; ISBN 978
0 8100 1978 2) Reconocimiento: 2007 Northwestern Publishing House. Todos
los derechos reservados. Traducido y reimpreso con permiso.

Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicación puede ser
reproducida, guardada en algún sistema de recuperación, o transmitida de
cualquier forma o por cualquier medio electrónico, mecánico, fotocopiado,
grabado, o de otro modo excepto para una breve cita, sin permiso previo del
publicador.

Número de Control de la Biblioteca del Congreso: 2006921501


Editorial Northwestern
www.nph.net
© 2007 Por la Editorial Northwestern
Publicado en 2007
Impreso en los Estados Unidos de América
ISBN 978 0 8100 1978 2
Tabla de contenido

Prefacio del editor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5

Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7

1. Definición de la muerte . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1

2. Sólo hay dos destinos después de esta vida:


el cielo o el infierno . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23

3. El momento de la muerte y
experiencias cercanas a ella . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 39

4. El infierno: definición y términos bíblicos . . . . . . . . 57

5. Descripción bíblica del


sufrimiento en el infierno . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 69

6. El castigo eterno . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 83

7. El infierno es real . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 93

8. Definición bíblica del


gozo eterno del cielo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 107

9. El cielo: antes y después del día del juicio . . . . . . . 121

10. Descripción bíblica del cielo . . . . . . . . . . . . . . . . . 139

11. ¡Sí podemos estar seguros de la vida eterna! . . . . 161


12. Preguntas y respuestas comunes . . . . . . . . . . . . . . 175

Notas finales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 201

Para lectura adicional . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 205

Índice de textos bíblicos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 207

Índice temático . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 215


Prefacio del Editor
La serie de libros Las Enseñanzas de la Biblia Popular trata
las principales enseñanzas doctrinales de la Biblia.
Siguiendo el modelo establecido por la serie La Biblia
Popular, estos libros están escritos especialmente para laicos.
Los términos teológicos, cuando se utilizan, se explican con un
lenguaje cotidiano, para que sean de fácil comprensión para los
lectores. Los autores muestran cómo la doctrina cristiana es
extractada directamente de pasajes claros de la Escritura y cómo
luego esas doctrinas se aplican a la fe y a la vida de las personas.
Aún más importante, estos libros muestran cómo cada enseñanza
de la Escritura señala a Cristo, nuestro único Salvador.
Los autores de Las Enseñanzas de la Biblia Popular son
pastores de parroquia y profesores que cuentan con años de
experiencia en la enseñanza bíblica. Ellos son hombres de
erudición y conocimiento práctico.
Aprovechamos la oportunidad para expresar nuestra gratitud
al Profesor Leroy Dobberstein del Wisconsin Lutheran
Seminary, en Mequon (Wisconsin), y al Profesor Thomas Nass
del Martin Luther College, en New Ulm (Minnesota), por servir
como consultores para esta serie. Sus aportes y colaboración han
sido invaluables.
Pedimos al Señor para que use estos volúmenes para ayudar a
su pueblo a crecer en fe, conocimiento y entendimiento de sus
enseñanzas salvadoras, las cuales nos ha revelado en la Biblia.
Sólo a Dios sea la gloria.

Curtis A. Jahn
Editor de la serie

5
Introducción
La muerte no es el tema más placentero para considerar.
Mucha gente tiene miedo de morir porque le teme a lo
desconocido y al juicio de Dios. Sin embargo, en el fondo,
sabe que vendrá. Hay un conocido refrán que dice: Hay dos
cosas que no se pueden evitar: la muerte y tener que pagar los
impuestos. De hecho, uno puede evadir los impuestos, pero no
la muerte.
¿Qué sucede al morir? La pregunta es bastante amplia y
requiere respuestas en muchos niveles. Dios conoce todas las
respuestas, pero no las ha revelado todas. Sin embargo, él ha
revelado todo lo que necesitamos saber. “Las cosas secretas
pertenecen a Jehová, nuestro Dios, pero las reveladas son para
nosotros y para nuestros hijos para siempre” (Deuteronomio
29:29). Podemos estar seguros de las respuestas que Dios ha
revelado en la Escritura. Todo lo que la Biblia enseña sobre la
muerte es absolutamente cierto.
Algunos de nosotros podemos tener alguna experiencia con
la muerte. Quizá hemos estado al lado de la cama de amigos
o familiares que han muerto. En un instante estábamos
hablando con ellos, y luego se fueron. Nosotros no vemos lo
que experimentan después. Lo único que podemos ver es un
cuerpo sin vida y la reacción de la gente. Podría haber un
intento desesperado por resucitar a la persona. Podría haber
una gran tristeza o paz y calma. Podría haber una reacción
combinada mientras el creyente lucha con el dolor causado
por la separación de su ser querido y, sin embargo, goza por fe
de la certeza que el alma de esta persona descansa segura y
confortablemente con Jesús.

7
8 EL CIELO Y EL INFIERNO

¿Qué sucede cuando uno está muriendo? ¿Qué significa


afrontar una larga lucha con una enfermedad terminal? Usted
podría tener miedo. Podría negar que esté sucediendo. Podría
hasta enojarse o deprimirse, o finalmente podría aceptar el
hecho de que está muriendo. Pero aun así, podría preguntarse:
¿Cómo sería morir repentina e inesperadamente, como en un
accidente violento o en un plácido sueño? ¿Cómo es el morir?
¿Cómo es el momento mismo de la muerte?
¿Podemos realmente saber cómo es el morir antes de
experimentarlo? Un cardiólogo con bastante experiencia en
reanimación de pacientes escribió: “Al contrario de lo que la
mayoría de la gente piensa, ¡la muerte no duele!”. Cuando el
corazón de sus pacientes paraba, los consideraba clínicamente
muertos. Algunas veces, luego de la reanimación
cardiopulmonar (RCP), sus corazones se ponían en marcha de
nuevo. El doctor observó:
Extrañamente, la gente que ha muerto no parece temer el
momento de la muerte de nuevo. Y sin embargo, pacientes que
no han experimentado la muerte parecen temerle más, aunque
ninguno de ellos parece expresar temor del juicio, ¡lo cual es
lo que más ha atemorizado a aquellos que han estado más allá
de las puertas de la muerte!1

Nosotros no consideramos que este médico tenga razón


acerca del momento de la muerte en todos los casos. Pero
podemos estar de acuerdo con su afirmación general que la
gente debiera estar más preocupada respecto del juicio de
Dios. Hebreos 9:27 dice: “Está establecido para los hombres
que mueran una sola vez, y después de esto el juicio”. En
efecto, ese juicio permanecerá eternamente, es decir, que es
una cuestión de “vida eterna” o “castigo eterno” (Mateo
25:46).
INTRODUCCIÓN 9

La gente que es creyente en Jesús como su Salvador del


pecado, no necesita temer a la muerte. Estamos seguros que
Jesús, nuestro Salvador y Buen Pastor, estará con nosotros
todo el camino. Nos podemos unir a David diciendo: “Aunque
ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno,
porque tu estarás conmigo” (Salmo 23:4).
Para los creyentes, la muerte es sólo un sueño. Antes que
Jesús resucitara a la hija de Jairo, dijo: ¿Por qué alborotáis y
lloráis? La niña no está muerta sino dormida” (Marcos 5:39).
Jesús dijo lo mismo sobre otro creyente que iba a resucitar de
la muerte. “Nuestro amigo Lázaro duerme, pero voy a
despertarlo” (Juan 11:11). De la misma manera, la Escritura
habla sobre el rey David. “Y a la verdad David, habiendo
servido a su propia generación según la voluntad de Dios,
durmió y fue reunido con sus padres, y vio corrupción”
(Hechos 13:36). La muerte es sólo un sueño porque seremos
levantados de la muerte. El apóstol Pablo, siendo inspirado
por Dios, escribió:
Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que
duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no
tienen esperanza. Si creemos que Jesús murió y resucitó, así
también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él. Por
lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que
vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no
precederemos a los que durmieron. (1 Tesalonicenses 4:13-15)

Escudriñemos las Escrituras para comprender lo que Dios


nos ha revelado sobre la muerte, el juicio, y los dos únicos
posibles destinos después de la muerte: el cielo o el infierno.
Jesús describe el cielo y el infierno y resume su juicio final,
cuando dice en Mateo 25:46: “Irán estos [los incrédulos] al
castigo eterno y los justos [los creyentes] a la vida eterna”. El
infierno es castigo eterno; el cielo es vida eterna. Eterno
10 EL CIELO Y EL INFIERNO

significa “para siempre”. Esto debería llamar la atención de


todos. Cuando nuestro tiempo haya terminado aquí en la
tierra, cada uno de nosotros pasará la eternidad en el cielo o
en el infierno.
Aunque merezcamos el castigo eterno del infierno por
causa de nuestros pecados, Dios ha abierto la puerta a la vida
eterna en Jesús. “De tal manera amó Dios al mundo, que ha
dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree
no se pierda, sino que tenga vida eterna” (Juan 3:16).
Que Dios bendiga el estudio de su Palabra.
12 EL CIELO Y EL INFIERNO

y cuando permanecieran perfectos y sin pecado.


En el huerto de Edén, Dios dio a nuestros primeros padres
un lugar maravilloso y perfecto para vivir. Dios les dio en
abundancia comida y bebida. Dios les dio grandes
bendiciones, incluyendo compañerismo para que se amaran
mutuamente, y perfecta comunión con él. Dios les dio la
oportunidad de alabarlo y adorarlo, obedeciendo su único
mandamiento: “De todo árbol del huerto podrás comer; pero
del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás,
porque el día que de él comas, ciertamente morirás” (Génesis
2:16,17). El mandamiento era claro, así como lo era el castigo.
Desobedecer el mandato de Dios sería pecado el cual traería
la muerte.
El resto es historia bíblica. Satanás usó una serpiente para
tentar a Eva, y luego a Adán, para que desobedecieran el
mandato de Dios. Ellos desobedecieron a Dios y cayeron en
pecado. Muchas consecuencias terribles siguieron. Dios le
dijo al hombre: “Con el sudor de tu rostro comerás el pan,
hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado;
pues polvo eres y al polvo volverás” (Génesis 3:19). En otras
palabras, Adán y Eva morirían. Por causa del pecado,
volverían al polvo, es decir, que el pecado trajo la muerte.
En primer lugar, el pecado trajo la muerte espiritual, ya que
Adán y Eva se encontraron separados del consuelo y del gozo
perfecto del compañerismo con su amoroso y santo Creador.
Se sintieron culpables y temerosos, y se escondieron de Dios
cuando se acercó a ellos guiándolos al arrepentimiento. Más
tarde también Adán y Eva experimentarían la muerte física.
Pero mucho antes que eso sucediera, Dios los llamó
guiándolos al arrepentimiento. Él no quería que sus preciosas
criaturas experimentaran la muerte eterna. Por eso, Dios
prometió el Salvador del pecado, que traería salvación y vida
eterna. El Señor dijo: “Pondré enemistad entre ti [Satanás] y
DEFINICIÓN DE LA MUERTE 13

la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; esta te herirá


en la cabeza, y tú la herirás en el talón” (Génesis 3:15). Ese
Salvador prometido pondría enemistad y odio entre los
creyentes y el diablo, al traer él a la gente de nuevo a Dios. Él
heriría la cabeza del diablo, venciendo su poder y sus planes
malvados. No obstante, el Salvador sufriría dolor en ese
proceso.
La traducción de la Reina-Valera no está completamente
clara en este versículo. Una traducción más literal del hebreo
original sería: “Pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu
simiente y la simiente suya; él te herirá en la cabeza, y tú
herirás a él en el talón”. La simiente masculina de la mujer
que aplastaría la cabeza del diablo y que sería lastimado es
Jesús. La promesa de Dios se cumplió cuando Jesús murió en
la cruz y obtuvo el perdón de todos nuestros pecados.

¿Quién muere?
Todos estamos sujetos a la muerte física. Romanos 5:12
explica: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un
hombre y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos
los hombres, por cuanto todos pecaron”. Adán y Eva pasaron
el pecado a sus descendientes. Puesto que todos somos
descendientes de Adán y Eva, todos hemos heredado el
pecado. El pecado trae consecuencias, entre las cuales está la
muerte: “Porque la paga del pecado es muerte” (Romanos
6:23).
Tanto Adán y Eva, como sus descendientes murieron. Es
triste leer estas palabras de la Escritura: “Así que Adán vivió
novecientos treinta años, y murió…. los días de Set fueron
912 años, y murió…. los días de Enós fueron 905 años, y
murió” (Génesis 5:5-11). Este estribillo continúa: “Y murió…
y murió…” Y así ha continuado hasta el día de hoy. Si el
mundo no se acaba pronto, usted y yo también moriremos.
14 EL CIELO Y EL INFIERNO

¿Qué sucede al morir?


Eclesiastés 12:7 nos da una clara y concisa respuesta a la
pregunta sobre qué sucede al morir. “El polvo [vuelve] a la
tierra, como era, y el espíritu [vuelve] a Dios que lo dio”. En
este pasaje, el polvo se refiere al cuerpo. Al morir, el polvo, es
decir, el cuerpo físico, regresa a la tierra. Dios explicó esto
después de la caída en el pecado. “Con el sudor de tu rostro
comerás el pan, hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella
fuiste tomado; pues polvo eres y al polvo volverás” (Génesis
3:19). El Salmo 90:3 alaba a Dios por tener el poder y la
potestad de decidir cuándo vamos a morir. “Vuelves a
convertir en polvo al hombre y dices: ‘¡Convertíos, hijos de
los hombres!’”.
Aun antes de que el cuerpo comienza a mostrar signos de
decadencia y de regresar al polvo, “y el espíritu [es decir, el
alma] vuelve a Dios que lo dio” (Eclesiastés 12:7). Una
persona muere cuando el alma se separa del cuerpo. A esto
llamamos muerte física. Muerte física es la separación de
alma y cuerpo.

¿Qué es el alma?
Puede ser difícil tratar de explicar y definir qué es el alma.
Un estudio cuidadoso de muchos pasajes de la Biblia revela
que el alma es una parte invisible de nosotros que Dios creó.
El alma es la contraparte del cuerpo. Cuando estamos
físicamente vivos, estamos compuestos de un cuerpo y un
espíritu. Nosotros podemos ver el cuerpo, pero no podemos
ver el alma. El alma le da vida al cuerpo. Es el centro de
nuestra inteligencia (intelecto), nuestros deseos (voluntad), y
nuestros sentimientos (emociones). A medida que estudiemos
sobre la muerte aprenderemos más acerca del alma. El alma
no muere, es decir, que es inmortal. Cuando usted muere,
usted es su alma. Usted sale de su cuerpo. Por lo tanto
DEFINICIÓN DE LA MUERTE 15

podemos decir que su alma es su vida, ya sea que esté en el


cuerpo o fuera de él (después de la muerte).
La muerte física también es llamada muerte temporal
porque es la separación del alma y de las bendiciones
temporales de Dios. Cuando morimos, nosotros, es decir,
nuestras almas, dejan este mundo atrás. Dejamos nuestros
cuerpos y todas nuestras pertenencias. A veces la gente se da
cuenta de esto demasiado tarde.
Nuestro Salvador habló en una parábola acerca de un
hombre rico que fue bendecido con una gran cosecha. Él
pensó que podía conservar todo para él mismo. Pensó que
podía guardarlo por muchos años. “Pero Dios le dijo: ‘Necio,
esta noche vienen a pedirte tu alma, y lo que has guardado,
¿de quién será?’” (Lucas 12:20). Dios le pidió su alma, es
decir que tenía que morir esa misma noche. Cuando su alma
abandonara su cuerpo, estaría muerto. La enseñanza de la
parábola de Jesús, se basa en el conocimiento cierto que
cuando el hombre rico muriera, tendría que dejar todas sus
pertenencias atrás. Esto hace que mucha gente tema a la
muerte. La muerte nos separa de muchas cosas que nos son
familiares en este mundo. Nos separa de las bendiciones
temporales de Dios, las bendiciones que vemos durante
nuestra vida.
Los creyentes no necesitamos temer a la muerte. Inclusive
podemos desear morir. El apóstol Pablo, siendo inspirado por
Dios, escribió en 2 Corintios 5:8: “Pero estamos confiados, y
más aún queremos estar ausentes del cuerpo y presentes al
Señor”. Los creyentes pueden estar confiados, y aun preferir
estar ausentes del cuerpo. Estamos ausentes del cuerpo
cuando, en el momento de la muerte, nuestra alma se separa
del cuerpo. Nosotros los creyentes preferimos eso porque así
estaremos en casa con el Señor. Nosotros (nuestras almas)
estaremos con él en el cielo.
Entonces, como resumen, Santiago 2:26 dice: “El cuerpo
16 EL CIELO Y EL INFIERNO

sin espíritu está muerto”. Un cuerpo sin alma está muerto. La


Biblia define la muerte física (temporal) como la separación
del alma del cuerpo. Esta no es una condición permanente.
Permanece sólo hasta la resurrección del cuerpo en el día
final, cuando el cuerpo y el alma se reunirán de nuevo.

¿Es la muerte el fin del alma?


Cuando pensamos en la muerte, podríamos pensar en un
cadáver dentro de un ataúd. Como escribió Santiago: “El
cuerpo sin espíritu está muerto” (2:26). Pero, ¿qué pasa con el
alma? ¿También está muerta? No, el alma definitivamente no
muere, sino que sigue con vida. Jesús dice en Mateo 10:28:
“No temáis a los que matan el cuerpo pero el alma no pueden
matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el
cuerpo en el infierno”. La gente puede matar el cuerpo,
inclusive, la gente malvada a veces le hace cosas terribles al
cuerpo. El cuerpo es mortal y está sujeto a la decadencia en la
muerte. Pero la gente no puede matar el alma ya que el alma
es inmortal. Por lo tanto, nosotros los creyentes no
debiéramos tener miedo de aquellos que nos persiguen. Ellos
podrían ser capaces de hacer cosas terribles a nuestros
cuerpos, pero nuestras almas vivirán eternamente en el cielo.
Si le vamos a temer a alguien, temámosle a Dios, quien es
capaz de destruir tanto el alma como el cuerpo en el infierno.
Esa destrucción es “eterna perdición” (2 Tesalonicenses 1:9).
Nunca termina. El alma nunca deja de existir.
El alma es muy preciosa y valiosa, porque vive para
siempre, incluso después que esta vida se acabe. Jesús plantea
la pregunta: “¿De qué le aprovechará al hombre ganar todo el
mundo, si pierde su alma?” (Marcos 8:36). Así como vimos en
la parábola del hombre rico, usted no puede llevar consigo las
riquezas terrenales cuando muere. Es más importante estar
seguro que su alma va a estar en el cielo por toda la eternidad,
que ser rico aquí en la tierra. Perder el alma significa ser
DEFINICIÓN DE LA MUERTE 17

condenado al infierno.
En el siglo primero, los creyentes fueron perseguidos.
Algunos sufrieron muertes terribles como mártires. Podría
parecer que el cristianismo era una causa perdida. Sin
embargo, el apóstol Juan recibió una visión sorprendente del
Señor. Él escribió: “Y vi las almas de los decapitados por
causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios”
(Apocalipsis 20:4). ¡Él vio las almas de los mártires en el
cielo! Las almas no mueren, viven para siempre.

¿Es la muerte el fin del cuerpo?


El cuerpo, como cualquiera lo sabe, está sujeto a la muerte
y a la descomposición. No tenemos que hablar de lo que
sucede específicamente en la tumba. El cuerpo poco a poco se
reduce a polvo y cenizas. Esto podría parecer el final del
cuerpo, pero no lo es. Jesús dice: “No os asombréis de esto,
porque llegará la hora cuando todos los que están en los
sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno saldrán a
resurrección de vida; pero los que hicieron lo malo, a
resurrección de condenación” (Juan 5:28,29). Habrá una
resurrección del cuerpo en el día final. Jesús resucitará a todos
los muertos. Los creyentes son aquellos que han hecho lo
bueno. Ellos vivirán para siempre en el cielo con cuerpo y
alma. Los incrédulos son aquellos que han hecho lo malo.
Ellos serán condenados al infierno, donde permanecerán
eternamente en cuerpo y alma.
Los creyentes del Antiguo Testamento, sabían que los
muertos resucitarían. Daniel 12:2 dice: “Muchos de los que
duermen en el polvo de la tierra serán despertados: unos para
vida eterna, otros para vergüenza y confusión perpetua”. Aun
en el Antiguo Testamento, el Señor describió la muerte como
un sueño porque los cuerpos de los muertos despertarán de
nuevo a la vida. Los creyentes irán a la vida eterna. Los no
creyentes irán a la vergüenza y desprecio eternos. Los
18 EL CIELO Y EL INFIERNO

creyentes del Antiguo Testamento esperaban la resurrección.


Uno de ellos escribió: “Pero yo sé que mi Redentor vive, y
que al fin se levantará sobre el polvo, y que después de
desecha esta mi piel, en mi carne he de ver a Dios. Lo veré por
mí mismo; mis ojos lo verán, no los de otro. Pero ahora mi
corazón se consume dentro de mí” (Job 19: 25-27).
Esta reflexión le trajo consuelo a Job en medio de su
sufrimiento. Él sabía que al final, su Salvador se levantaría
sobre la tierra. Job sabía que mucho tiempo después de haber
muerto, después de desecha su piel, resucitaría. Él anhelaba
ese día cuando vería a Dios con sus propios ojos, en su propio
cuerpo (carne) glorificado. ¡Que fe tan grande la que Dios le
había dado a Job que le permitió decir esto a pesar de todo su
dolor y agonía!

¿Qué es la muerte espiritual?


Por lo general, cuando hablamos de la muerte, nos
referimos a la muerte física, cuando el alma se separa del
cuerpo. Pero también hay una muerte espiritual. Esa fue la
que, Adán y Eva, experimentaron el mismo día que pecaron.
Ellos sintieron la separación espiritual de Dios, por lo cual
querían esconderse. El teólogo luterano, el Dr. Siegbert
Becker, explicó el concepto erróneo generalizado que se tiene
de la muerte:
A causa de que el hombre es tan propenso a identificar la
muerte con la no-existencia, con la inconsciencia, es
pertinente señalar que esto es un error. Según la Escritura,
Adán murió el día que comió del fruto prohibido. Aterrorizado
y escondiéndose en los arbustos del huerto, él fue separado de
todas las bendiciones espirituales que habían sido suyas en la
comunión jubilosa con Dios en la que fue creado.2

También Adán y Eva pasaron la muerte espiritual a sus


descendientes. El apóstol Pablo escribió: “Él os dio vida a
vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y
DEFINICIÓN DE LA MUERTE 19

pecados. Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran


amor con que nos amó, aún estando nosotros muertos en
pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois
salvos)” (Efesios 2:1, 4, 5). Nosotros nacimos muertos en
pecado, al lado opuesto de Dios. Pero Dios nos dio vida en
Cristo. Nos trajo a la fe en nuestro Salvador. Colosenses 2:13
dice: “Y a vosotros, estando muertos en pecados… os dio vida
juntamente con él”. Fíjese que Dios hizo todo el trabajo para
salvarnos y darnos la fe en Jesús. Nosotros no podíamos hacer
nada, pues estábamos muertos.
Así que, la muerte espiritual es la separación del incrédulo
de las bendiciones espirituales de Dios. Los incrédulos están
espiritualmente muertos. Aun nosotros llegamos a este mundo
espiritualmente muerto. Pero si alguien permanece
espiritualmente muerto, eventualmente la muerte física lleva a
esa persona a otra categoría de muerte.

¿Qué es la muerte eterna?


Las personas que mueren en la incredulidad no sólo están
espiritual y físicamente muertas, sino que también entran a la
muerte eterna. La muerte eterna es la separación del
incrédulo de las bendiciones eternas de Dios. Jesús será el
juez el día del juicio. Ese día dirá a todos los incrédulos:
“Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el
diablo y sus ángeles” (Mateo 25:41). Ellos no irán al cielo ni
gozarán de la bendición y gracia eternas de Dios. Nunca
conocerán el favor de Dios, sino que por siempre serán
separados de su gracia.
Jesús dijo esto más de una vez. Él dice en Mateo 8:12:
“Pero los hijos del reino serán echados a las tinieblas de
afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes”. Él hace énfasis
en la separación de la presencia de la gracia de Dios con las
palabras: “echados a las tinieblas de afuera”. Por medio del
relato del hombre rico y Lázaro, sabemos de una gran
20 EL CIELO Y EL INFIERNO

división, “un gran abismo” entre el cielo y el infierno, “de


manera que los que quieran pasar de aquí a vosotros no
pueden, ni de allá pasar acá” (Lucas 16:26).
En el libro de Apocalipsis, oímos sobre una segunda
muerte, que es la muerte eterna. “La muerte y el Hades fueron
lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda” (20:14).
El siguiente capítulo describe a los incrédulos que están
condenados a la muerte eterna. “Pero los cobardes e
incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y
hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su
parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte
segunda” (21:8). Esta segunda muerte no es el fin de la
existencia, como veremos, sino que es el castigo eterno.
Por lo tanto, la muerte eterna es la separación de las
bendiciones eternas de Dios por toda la eternidad. Finalmente,
Dios condenará a todos los incrédulos al castigo eterno en el
infierno, en donde siempre permanecerán separados de la
gracia y bendición de Dios.

Muerte = Separación
muerte física la separación del alma del cuerpo
muerte espiritual la separación del incrédulo de las
bendiciones espirituales de Dios
muerte eterna la separación del incrédulo de las
bendiciones eternas de Dios

¿Qué es nuestro tiempo de gracia?


Sólo tenemos una oportunidad para evitar la condenación
en el infiero. Nosotros nacemos en el camino al infierno. Si
dependiera de nosotros mismos, sólo seguiríamos en ese
camino. Esta vida es nuestra única oportunidad para escuchar
las buenas nuevas de Jesús, para ser llevados a la fe por el
poder del Espíritu Santo, y para ser salvados de la
DEFINICIÓN DE LA MUERTE 21

condenación eterna por causa de nuestros pecados. Siendo que


esta vida es nuestra única oportunidad, la llamamos nuestro
tiempo de gracia.
Nuestro tiempo de gracia termina al momento de nuestra
muerte física o en el día del juicio, cualquiera que llegue
primero. Hebreos 9:27 afirma muy claramente: “Está
establecido para los hombres que mueran una sola vez, y
después de esto el juicio”. Y eso es todo. Esta vida es nuestra
única oportunidad para oír el evangelio y ser hechos
creyentes. Después de eso, será demasiado tarde. Así, el
apóstol insiste, diciendo: “Ahora es el tiempo aceptable; ahora
es el día de salvación” (2 Corintios 6:2). La siguiente estrofa
de un himno refleja la urgencia de la invitación de Dios en el
evangelio:
Nuestra vida acabará, cual las hojas caer
Cual el haz se ligará: busca a Dios.
Vuela cada día veloz y volando da su voz:
“Ven a dar tu cuenta a Dios.”
Busca a Dios; busca a Dios; busca a Dios; busca a Dios;
Entre tanto tengas tiempo, busca a Dios. (Celebremos su
Gloria [CSG] 307:1)

Esta vida es nuestra única oportunidad para hablarles a


nuestros hijos o nietos, acerca de Jesús. Es nuestra única
oportunidad de hacer la obra misionera. ¡Saquémosle el
máximo provecho! De hecho, esta es la razón principal por la
cual el día del juicio aún no ha llegado. Jesús dijo: “Y será
predicado este evangelio del Reino en todo el mundo, para
testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el fin”
(Mateo 24:14). Hay una razón por la cual el día final pareciera
estar demorado. “El Señor no retarda su promesa, según
algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con
nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos
procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9).
22 EL CIELO Y EL INFIERNO

¿Cómo ven los creyentes la muerte?


Si bien la muerte no es un pensamiento agradable, no
tenemos nada qué temer de ella. Jesús la experimentó antes de
nosotros. Él cumplió la obra de pagar por nuestros pecados en
la cruz y luego “entregó el espíritu” (Juan 19:30). Él
realmente murió. Su alma se separó de su cuerpo y se fue para
estar con su Padre celestial hasta el domingo de la Pascua.
Cuando Jesús se levantó de entre los muertos, su alma y
cuerpo, se unieron de nuevo. La muerte de Jesús ha expiado
completamente nuestros pecados. Su resurrección nos asegura
que él satisfizo la voluntad de Dios y obtuvo el perdón para
todos nosotros. Por medio de la fe en él, iremos al cielo.
Por consecuencia, no tenemos que temer la muerte. Cuando
Esteban murió como mártir, él oró confiadamente: “Señor
Jesús, recibe mi espíritu” (Hechos 7:59). Incluso Pablo
anhelaba morir, escribiendo que él tenía el “deseo de partir y
estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor” (Filipenses
1:23). Es muchísimo mejor abandonar esta vida y estar con
Jesús en el cielo. Dios inspiró al apóstol Pablo para escribir
acerca de esto en una de sus cartas a los corintios: “Pero
estamos confiados, y más aún queremos estar ausentes del
cuerpo y presentes al Señor” (2 Corintios 5:8). Los creyentes
cantan:

Y cuando llegue al fin


Mi vida terrenal,
Tú me guiarás.
Líbrame de inquietud,
Sé mi camino tú
A la mansión de luz
Y eterna paz. (Culto Cristiano [CC] 237:4).
24 EL CIELO Y EL INFIERNO

herederos de la salvación” (Hebreos 1:14). Puesto que ellos


son espíritus invisibles, no podemos ver a los santos ángeles
sirviéndonos y protegiéndonos.
Sin embargo, la Biblia revela que en algunas ocasiones las
personas pudieron ver a los ángeles. El Señor le permitió al
criado de Eliseo ver los huestes celestiales protegiéndolos. (2
Reyes 6:17). En el relato familiar de navidad, los pastores
vieron a ángeles (Lucas 2:9-14). En las visiones registradas en
el libro de Apocalipsis, Juan en varias ocasiones vio a ángeles.
Aunque los ángeles son invisibles, Dios hizo posible que la
gente los viera.
El alma también es invisible. No la podemos ver. Pero eso
no significa que no está ahí. El alma es real. Nosotros estamos
seguros de esto, aunque no la podemos ver. Nosotros sabemos
esto por fe en la Palabra de Dios. Hebreos 11:1 dice: “Es,
pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo
que no se ve”.
Si pudiéramos ver el alma de una persona salir del cuerpo
al momento de morir, seguramente sabríamos el momento
exacto cuando la persona murió. Sin embargo, esto no lo
podemos ver. Aun si pudiéramos, no seríamos capaces de ver
a dónde se fue. Aun si pudiéramos ver el alma, todavía no
podríamos saber lo que necesitamos que la Escritura nos diga.
La Biblia nos dice a dónde va el alma al morir.

¿A dónde va el alma al morir?


En el capítulo anterior, aprendimos que al morir, “el polvo
vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios que lo
dio” (Eclesiastés 12:7). Esto no significa que a cada alma le es
permitido disfrutar de la vida eterna en el cielo. Hebreos 9:27
dice: “Está establecido para los hombres que mueran una sola
vez, y después de esto el juicio”. El alma abandona el cuerpo
al morir e inmediatamente es juzgada por Dios.
Ciertamente Jesús sabía esto. Después de haber expiado el
SÓLO HAY DOS DESTINOS DESPUÉS DE ESTA VIDA:
EL CIELO O EL INFIERNO 25

pecado, Jesús dijo: “Id por todo el mundo y predicad el


evangelio a toda criatura. El que crea y sea bautizado, será
salvo, pero el que no crea, será condenado” (Marcos
16:15,16). Jesús quiere que todos oigan las buenas nuevas de
salvación. Quiere que todos conozcan el camino al cielo,
porque todos serán juzgados. En ese juicio, la gente que
creyente en él como su Salvador por haber sido bautizados
serán salvados, y la gente que no creyente en él será
condenada.
El pasaje más conocido en toda la Escritura nos revela esta
misma verdad. Jesús revela el maravilloso plan de salvación
de Dios en Juan 3:16-18:
De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo
unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino
que tenga vida eterna. Dios no envió a su Hijo al mundo para
condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.
El que en él cree no es condenado; pero el que no cree ya ha
sido condenado, porque no ha creído en el nombre del
unigénito Hijo de Dios.

Jesús dijo que todo el creyente en él tendría vida eterna.


Cualquiera no creyente en él, perecería. De hecho, tal persona
“ya ha sido condenada” (Juan 3:18), al igual que un creyente
ya es salvo (Efesios 2:8).
Jesús reveló a dónde va el alma al morir, cuando habló
sobre el hombre rico y Lázaro (Lucas 16:19-31). Cuando
Lázaro murió, “fue llevado por los ángeles al seno de
Abraham” (versículo 22). Su alma fue al cielo. Cuando el
hombre rico murió, su cuerpo “fue sepultado” y su alma
apareció repentinamente “en el Hades estando en tormentos”
(versículos 22,23). Por lo tanto, al morir, el alma de una
persona va al cielo o al infierno.

Las almas de los incrédulos van inmediatamente al


infierno
26 EL CIELO Y EL INFIERNO

Lo que nuestro Salvador dijo sobre el hombre rico y Lázaro


nos enseña mucho. Nos hace bien estudiarlo cuidadosamente.
El Dr. Siegbert Becker escribió:
Aquellos que consideran el concepto de castigo eterno como
desagradable, como los Testigos de Jehová, acostumbran
sostener que este pasaje no puede ser usado para demostrar la
existencia de un lugar de tormento eterno, ya que es una
parábola. En respuesta a eso, en primer lugar se puede decir
que la Biblia nunca dice que se trata de una parábola, y que
bien puede ser un relato de un evento con el que Jesús se dio
a conocer debido a su omnisciencia.
Además, la historia no se ajusta al modelo de las parábolas.
Los personajes de las parábolas no tienen nombres. En
cambio, hablan de “un hombre en particular”, “el buen
Samaritano”, “un Fariseo”, “un recaudador de impuestos”, “un
granjero”, etc. Pero el mendigo, en este caso, tiene nombre.
Más aún, las parábolas están relacionadas con situaciones
comunes que ocurren en el diario vivir. Sembrar semillas,
hornear el pan, vender perlas, recoger uvas, heredar dinero,
celebrar matrimonios, pescar: Estas son la clase de cosas de
las que habla una parábola. Por esa razón, las parábolas son
definidas con frecuencia como historias terrenales con un
significado celestial. La tan conocida parábola del hombre rico
y Lázaro, difícilmente se ajusta a este patrón. Es más una
historia celestial, o una historia del mundo venidero, con un
significado terrenal.
Finalmente, aun si la historia es una parábola, esto no nos
daría razón para decir que se trata de pura fantasía.
Normalmente, las parábolas hablan sobre cosas que realmente
ocurren. Las parábolas no son fábulas en las que las plantas y
los animales, son personificados. Por tanto, podemos
ciertamente ver la “parábola”, tan mencionada, del hombre
rico y Lázaro, como una descripción de cosas que sucedieron
en la vida real.3

Del relato del hombre rico, aprendemos que al morir, el


SÓLO HAY DOS DESTINOS DESPUÉS DE ESTA VIDA:
EL CIELO O EL INFIERNO 27

alma de un incrédulo llega inmediatamente al infierno. El


infierno es un lugar de gran tormento. No es un territorio
neutral de espera. Mientras él estaba en el infierno, el hombre
rico (su alma) experimentó dolor. Parte de su sufrimiento fue
darse cuenta que iba a estar separado del gozo del cielo para
siempre. No le fue dado ningún alivio de su sufrimiento, ni
siquiera una gota de agua. Él quiso prevenir a sus hermanos
de no llegar también a este lugar de tormento, porque la
historia humana continuaba mientras que él estaba en el
infierno. Pero esta solicitud también fue negada. Su actitud no
cambió en el infierno. En su arrogancia, él aún miraba a
Lázaro como un súbdito. Aún tenía una opinión baja de la
Palabra de Dios. Aún quería tener el control. Pero ya no tenía
ningún poder.
Al morir, el alma del incrédulo va al infierno. Jesús dice
claramente: “El que no crea, será condenado” (Marcos 16:16).
Ciertamente, en el día de juicio, Jesús condenará al infierno a
todos los incrédulos (alma y cuerpo, después de la
resurrección). Las almas de los incrédulos van al infierno
inmediatamente.
Alguna vez, antes que saliera de la tumba, el domingo de
Pascua, Jesús anunció su victoria a las almas en el infierno.
Primera de Pedro 3:18-20 dice:
Asimismo, Cristo padeció una sola vez por los pecados, el
justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad
muerto en la carne, pero vivificado en espíritu; y en espíritu
fue y predicó a los espíritus encarcelados, los que en otro
tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia
de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca.

Jesús no le dio a esos espíritus una segunda oportunidad,


sino que les anunció su victoria. Colosenses 2:15 revela el
misterio que después que Jesús “despojó a los principados y a
las autoridades… los exhibió públicamente, triunfando sobre
28 EL CIELO Y EL INFIERNO

ellos en la cruz”. El descenso a los infiernos de Jesús fue


como un desfile de victoria. Esto les reveló a todos sus
enemigos que él había triunfado.
Sin duda, el diablo y sus ángeles, deben ser incluidos en la
lista de sus enemigos en el infierno. El diablo y sus ángeles,
están condenados al infierno porque pecaron contra Dios. La
Biblia claramente dice: “Dios no perdonó a los ángeles que
pecaron, sino que los arrojó al infierno y los entregó a
prisiones de oscuridad, donde están reservados para el juicio”
(2 Pedro 2:4). Estos ángeles fueron creados santos pero
pecaron contra Dios; por consiguiente, él los envió al infierno.
Y allí están esperando el juicio. Judas 6 comparte plenamente
esta idea cuando dice: “Y a los ángeles que no guardaron su
dignidad, sino que abandonaron su propio hogar, los ha
guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio
del gran día”.
El diablo y sus ángeles, han sido condenados al infierno, y
toda la gente que siga los caminos de él también será
condenada allí. Judas 7 revela que el diablo y sus ángeles no
son los únicos que están sufriendo el castigo eterno. “También
Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas, las cuales de la
misma manera que aquellos, habiendo fornicado e ido en pos
de vicios contra la naturaleza, fueron puestas por ejemplo,
sufriendo el castigo del fuego eterno.”.
Esta es una lección muy importante para nosotros, porque
vivimos en una época en la que los principios morales se están
erosionando rápidamente. La gente insiste en que tienen
derecho de hacer lo que Dios prohíbe. Sodoma y Gomorra,
fueron particularmente culpables por el pecado de la
homosexualidad, que Dios considera como una perversión
pecaminosa. Aun el hombre rico en el infierno estaría de
acuerdo en que aquellos que viven en pecado sin
arrepentimiento deben ser advertidos. Estos no son estilos de
vida neutrales o alternativos. La falta de arrepentimiento de
SÓLO HAY DOS DESTINOS DESPUÉS DE ESTA VIDA:
EL CIELO O EL INFIERNO 29

los pecados conduce a que la fe salga del corazón. La Palabra


de Dios declara que tendrán que pagar en el infierno. Antes
que sea demasiado tarde que todos sean guiados al
arrepentimiento y sean vueltos a Jesús, para recibir el perdón.

Las almas de los creyentes van inmediatamente al cielo


Aquellos que son creyentes en Jesús como su Salvador del
pecado pueden esperar la vida eterna. Al morir el creyente, su
alma va inmediatamente al cielo. Mientras Jesús estaba
crucificado, uno de los ladrones que también estaba
crucificado le fue cambiado de corazón. En el transcurso de
ese día, el Señor lo llevó a la fe salvadora. El hombre dijo:
“Acuérdate de mi cuando vengas en tu Reino” (Lucas 23:42).
Jesús conocía el corazón de este hombre y que ahora tenía fe.
Por eso le dijo: “De cierto te digo que hoy estarás conmigo en
el paraíso” (versículo 43). Él estaría con Jesús en el paraíso
desde ese mismo día. Aparentemente el ladrón no había
llevado buena vida. Sin embargo, mientras moría, fue
convertido a la fe en Jesús. Él moriría ese día, y a partir de ese
mismo momento estaría con Jesús en el cielo.
Cuando Lázaro murió, “fue llevado por los ángeles al seno
de Abraham” (Lucas 16:22). Los ángeles lo acompañaron al
cielo, donde fue “consolado” (versículo 25). Los creyentes
van al cielo cuando mueren. Allí encuentran consuelo, paz, y
descanso. Isaías 57:1,2 dice: “Perece el justo, pero no hay
quien piense en ello. Los piadosos mueren, pero no hay quien
comprenda que por la maldad es quitado el justo; pero él
entrará en la paz. Descansarán en sus lechos todos los que
andan delante de Dios.” A veces, los creyentes mueren
jóvenes para ser librados de las consecuencias malignas del
pecado en este mundo. Al morir, estos creyentes van
directamente al cielo y entran en paz y hallan descanso.
En ocasiones los problemas, las dificultades, y las tristezas,
de este mundo pecador son tan grandes que los creyentes
30 EL CIELO Y EL INFIERNO

derraman lágrimas. Cuando los creyentes van al cielo, Dios


limpia esas lágrimas. Apocalipsis 7:17 dice: “Y Dios enjugará
toda lágrima de los ojos de ellos”. Y Apocalipsis 21:4
concuerda diciendo: “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos
de ellos; y ya no habrá más muerte, ni habrá más llanto, ni
clamor, ni dolor, porque las primeras cosas ya pasaron”. El
antiguo orden de pecado y sus consecuencias, pasarán cuando
lleguemos seguros al cielo.
Por lo tanto, podemos decir que para un creyente la muerte
es una bendición en Jesús, así como confirma la Escritura:
“Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren
en el Señor… Descansarán de sus trabajos, porque sus obras
con ellos siguen” (Apocalipsis 14:13). Los creyentes están
sujetos a todo tipo de sufrimiento, que puede incluir dolor
físico y emocional, dificultades económicas y persecución.
Sufrir es muy difícil. Es por eso que el apóstol Pablo anhelaba
estar en el cielo. Él escribió: “Y por esto también gemimos,
deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación
celestial” (2 Corintios 5:2). No muchos versículos después,
Pablo repitió esta idea: “Pero estamos confiados, y más aún
queremos estar ausentes del cuerpo y presentes al Señor”
(versículo 8). En otro lugar, escribió que estaba dispuesto y
deseaba apartarse de esta vida, morir, y entrar al cielo, porque
esto es mejor que esta vida. “[Tengo] deseo de partir y estar
con Cristo, lo cual es muchísimo mejor” (Filipenses 1:23).
Cuando Esteban el mártir estaba muriendo, él sabía que tan
pronto como muriera, su alma estaría con Jesús. Así:
“Mientras lo apedreaban, Esteban oraba y decía: ‘Señor Jesús,
recibe mi espíritu’” (Hechos 7:59).
Estas son palabras maravillosas para los cristianos al morir.
Cuando mi abuelo estaba muriendo, él repetía una oración
similar. Al igual que muchos otros cristianos antes que él, y
primeramente su Salvador, mi abuelo encomendó su alma al
cuidado de nuestro amado Dios, diciendo: “Padre, en tus
SÓLO HAY DOS DESTINOS DESPUÉS DE ESTA VIDA:
EL CIELO O EL INFIERNO 31

manos encomiendo mi espíritu” (Lucas 23:46). Quizá algún


día, yo tendré la misma oportunidad de hacer esa oración.
Aunque realmente, millones de creyentes lo hacen cada noche
cuando oran:
Ahora que me acuesto a dormir;
Ruego a ti, Señor, que mi alma guardes.
Si me muero antes de despertar,
Ruego a ti, Señor, mi alma tomes. (Traducción libre del
inglés.)

Aunque esta oración fue compuesta para niños, también es


muy buena para que los adultos la digan. ¿Nos consideramos
demasiado viejos para orar de esta manera? Jesús dijo: “De
cierto os digo que el que no reciba el reino de Dios como un
niño, no entrará en él” (Marcos 10:15). Tenemos confianza
como niños y encomendamos nuestras almas al cuidado de
nuestro amado Señor.

¿Tiene la gente una segunda oportunidad después de la


muerte?
Hemos aprendido que, al morir, el alma de una persona va
al cielo o al infierno. “El que crea y sea bautizado, será salvo;
pero el que no crea, será condenado” (Marcos 16:16). Ningún
creyente desearía una segunda oportunidad luego de
experimentar el gozo de la vida eterna en el cielo. No
obstante, un incrédulo que está condenado al infierno, rogaría
por una segunda oportunidad. Sin duda, al hombre rico que
estaba en el infierno le hubiera gustado poder empezar de
nuevo. Sin embargo, no tuvo una segunda oportunidad.
Nadie recibe una segunda oportunidad. La Palabra de Dios
dice: “Está establecido para los hombres que mueran una sola
vez, y después de esto el juicio” (Hebreos 9:27). Ese juicio es
final. No hay apelación ya que el juicio de Dios siempre es
correcto y él lo sabe todo.
32 EL CIELO Y EL INFIERNO

Una vez en el infierno, nadie puede cruzar al cielo. Hay una


“gran sima” entre el cielo y el infierno, y nadie puede cruzar
del infierno al cielo o viceversa (Lucas 16:26). Jesús se refirió
al infierno como “castigo eterno” por una razón (Mateo
25:46), permanece para siempre.

¿Qué tal el purgatorio?


La iglesia católica romana no está de acuerdo en que el
cielo y el infierno, son los dos únicos destinos después de la
vida. El Catecismo de la Iglesia Católica declara que hay un
purgatorio.
Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero
imperfectamente purificados, aunque están seguros de su
eterna salvación, sufren después de su muerte una
purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar
en la alegría del cielo. La Iglesia llama Purgatorio a esta
purificación final de los elegidos que es completamente
distinta del castigo de los condenados. La Iglesia ha formulado
la doctrina de la fe relativa al Purgatorio sobre todo en los
Concilios de Florencia y de Trento.4

Otro libro de doctrina católica romana revela claramente la


enseñanza de la iglesia católica romana en una forma de
preguntas y respuestas.
¿Qué es Purgatorio? El Purgatorio es un lugar en donde las
almas sufren por un tiempo, después de la muerte, por causa
de sus pecados.
¿Qué almas van al Purgatorio? Las almas que van al
Purgatorio son aquellas que abandonan esta vida en pecado
venial; o que no han pagado completamente la deuda del
castigo temporal de esos pecados, de los cuales la culpa ha
sido perdonada…
¿Cómo estamos en comunión con las almas del
Purgatorio? Estamos en comunión con las almas del
purgatorio, ayudándolas con nuestras oraciones y buenas
SÓLO HAY DOS DESTINOS DESPUÉS DE ESTA VIDA:
EL CIELO O EL INFIERNO 33
obras.5

Este mismo texto define un pecado venial como “una culpa


que no mata el alma, aunque desagrade a Dios”.6
Un ex-miembro católico romano dijo en nuestra clase de
instrucción de adultos que un sacerdote local le dijo
claramente a su congregación en una homilía: “Creo que voy
a ir al purgatorio, así como también ustedes”.
Por muchos siglos la iglesia católica romana también ha
hablado de otros dos destinos después de la muerte: el limbo
de los padres y el limbo de los hijos. El limbo de los padres es
para “ciertas almas que murieron antes de la redención”, es
decir, antes de que Jesús muriera en la cruz. Fueron “detenidas
en un lugar de felicidad temporal, esperando la apertura del
cielo por nuestro Señor”.7 El limbo de los hijos es para “niños
no bautizados que mueren antes de tener uso de razón y
además, para personas mentalmente impedidas que nunca
tuvieron uso de razón”.8 Durante los últimos años, la
enseñanza del limbo ha decaído dentro de la iglesia católica
romana. Teólogos católicos señalan que, aunque la iglesia
católica ha declarado oficialmente el purgatorio como una
doctrina, nunca lo hizo con el limbo. Éste, aunque por siglos
enseñado y creído por los católicos romanos, fue considerado
oficialmente sólo como una “teoría teológica” que ahora se
está descartando.
La Biblia no enseña la existencia del purgatorio, del limbo,
o de cualquier otro lugar, entre el cielo y el infierno. El
Catecismo de la Iglesia Católica, se refiere a la práctica no
bíblica de oración por los muertos, como una razón para
enseñar que hay un purgatorio.9 A través de los años, los
teólogos católicos romanos han intentado apelar a unos pocos
pasajes de la Biblia para justificar la idea de un purgatorio,
pero ninguna de ellas enseña que después de esta vida hay un
purgatorio o limbo.
34 EL CIELO Y EL INFIERNO

No solamente no hay base para enseñar que hay algún lugar


más que el cielo o el infierno a donde van las almas, sino que
enseñar que existe tal lugar está en conflicto con pasajes
claros de la Biblia. No existe ninguna red de seguridad entre
el cielo y el infierno. Jesús dice: “El que crea y sea bautizado,
será salvo; pero el que no crea, será condenado” (Marcos
16:16). No hay necesidad de un sitio como ese, porque “de tal
manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito,
para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga
vida eterna” (Juan 3:16).
Lutero se dio cuenta que el purgatorio estaba basado en un
sistema de salvación por obras. Él escribió desde su propia
experiencia personal como ex-católico romano: “Algunos
pensaban que nunca saldrían del purgatorio, porque de
acuerdo con los antiguos cánones a un solo pecado mortal se
le adjudicaban siete años de penitencia. Sin embargo la
confianza fue colocada en las obras de satisfacción de
hombres.”10
Basar la salvación en nuestras buenas obras, ya sea total o
parcialmente, es completamente equivocado. Romanos 3:20
declara: “Por las obras de la Ley ningún ser humano será
justificado delante de él, ya que por medio de la Ley es el
conocimiento del pecado”. Nadie llegará al cielo tratando de
obedecer la ley, ya que ésta sólo revela nuestros pecados y no
puede salvarnos de ellos. Por lo tanto, “concluimos, pues, que
el hombre es justificado por la fe sin las obras de la Ley
(versículo 28). Y podemos reunir muchos pasajes de la Biblia
para probar que no somos salvos por nuestras buenas obras.
Gálatas 2:16 afirma claramente: “Sabiendo que el hombre no
es justificado por las obras de la Ley, sino por la fe de
Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para
ser justificados por la fe de Cristo, y no por las obras de la
Ley, por cuanto por las obras de la Ley nadie será justificado”.
Gálatas 3:11 dice: “Y que por la Ley nadie se justifica ante
SÓLO HAY DOS DESTINOS DESPUÉS DE ESTA VIDA:
EL CIELO O EL INFIERNO 35

Dios es evidente, porque ‘el justo por la fe vivirá’”. Y Efesios


2:8,9 pone de manifiesto cómo se salva una persona: “Por
gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros,
pues es don de Dios. No por obras, para que nadie se gloríe”.

¿Qué tal la reencarnación?


Hoy en día muchos hablan de la reencarnación como si
fuera verdad. En esencia, la reencarnación es la idea de que
cuando una persona muere el alma sigue en un cuerpo
diferente o se convierte en una nueva forma de vida. De
acuerdo con esta manera de pensar, uno podría llegar a ser una
persona diferente, un animal, o incluso un insecto en la vida
siguiente. Hoy en día, muchas personas hablan sobre lo que
hicieron en una vida pasada. Esta idea de tener “vidas
pasadas” y “vidas futuras”, es reencarnación. Se ha convertido
en una idea tan común, que incluso algunos miembros de la
iglesia se preguntan si esto podría ser verdad. Pero no lo es.
La idea de la reencarnación se originó en el hinduismo,
aunque otros antiguos filósofos paganos también parecían
tener interés en estas ideas. No es difícil ver que la
imaginación de la gente podría llevarlos al concepto de
reencarnación. La gente no quiere dejar de existir; quieren una
segunda oportunidad. Pareciera tener sentido que usted
pudiera tener una segunda oportunidad, quizá siendo alguien
o algo más. Pero la reencarnación es una peligrosa falsa
enseñanza. Está en conflicto con las claras enseñanzas de la
Biblia. Hebreos 9:27 declara: “Está establecido para los
hombres que mueran una sola vez, y después de esto el
juicio”. El hombre rico y Lázaro, no se convirtieron en
insectos ni aves, y tampoco se convertirá así ningún otro ser
humano. Al morir, las almas van al cielo o al infierno. El
folleto doctrinal En esto creemos expresa una breve
evaluación escritural de la reencarnación, basada en Hebreos
9:27. “Rechazamos la enseñanza de que las almas de las
personas que han muerto regresan a la tierra en otros cuerpos
36 EL CIELO Y EL INFIERNO

(reencarnación).”11

¿Qué tal el universalismo?


El universalismo es la falsa idea de que al final todo el
mundo va al cielo. Esta falsa enseñanza es muy común hoy
entre los teólogos más liberales. La gente expresa el
universalismo cuando dicen “él es más feliz ahora”, después
que un incrédulo ha muerto. A la gente le gusta pensar que sus
amigos y miembros de su familia fallecidos han ido a un lugar
mejor. Si ellos resultan ser creyentes en Jesucristo, sí van al
cielo. Pero si no fueron creyentes cuando murieron, es falso
afirmar que están en un mejor lugar. La Biblia de ninguna
manera sustenta la noción que Dios finalmente llevará a todos
al cielo.
En el Antiguo Testamento, leemos lo que pasará al final:
“Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán
despertados: unos para vida eterna, otros para vergüenza y
confusión perpetua” (Daniel 12:2). En el Nuevo Testamento,
Jesús dice: “El que crea y sea bautizado, será salvo; pero el
que no crea, será condenado” (Marcos 16:16).
Sólo Dios conoce lo que hay en el corazón de una persona.
Tenemos que remitirnos a la confesión de fe de una persona,
la cual incluye sus palabras y acciones. Si no tenemos razón
para pensar que el fallecido era un creyente, realmente no
debiéramos decir que él o ella fueron a un lugar mejor. Pero si
no estamos seguros que alguien murió en incredulidad,
tampoco debiéramos decir que la persona fue al infierno.
Cuando las cosas son dudosas, es mejor ser muy cautelosos
con nuestras palabras. Los cristianos no deben inducir a la
gente a pensar que al final todos van al cielo.
Juan el Bautista dijo: “El que cree en el Hijo tiene vida
eterna; pero el que se niega a creer en el Hijo no verá la vida,
sino que la ira de Dios está sobre él” (Juan 3:36). Jesús es el
único camino al cielo. Él mismo dice: “Yo soy el camino, la
SÓLO HAY DOS DESTINOS DESPUÉS DE ESTA VIDA:
EL CIELO O EL INFIERNO 37

verdad y la vida; nadie viene al padre sino por mí” (Juan


14:6). Hechos 4:12 dice: “En ningún otro hay salvación,
porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres,
en que podamos ser salvos”. Jesús es el único Salvador de este
mundo.
Con base en estos pasajes de la Biblia, el folleto En esto
creemos proporciona el siguiente resumen claro:
Rechazamos el universalismo, es decir, la creencia que todos
se salvan, aun aquellos que no tienen fe en Cristo (Juan 3:36).
Rechazamos el pluralismo, es decir, la creencia que hay otros
caminos que conducen a la salvación aparte de la fe en Cristo
(Juan14:6; Hechos 4:12). Rechazamos cualquier enseñanza
que sostenga que no importa lo que uno crea, siempre y
cuando tenga fe en Dios.12
Solamente en Cristo, solamente en él
La salvación se encuentra en él
No hay otro nombre dado a los hombres;
Solamente en Cristo, solamente en él. (CSG 328:1)
40 EL CIELO Y EL INFIERNO

Desde una perspectiva humana, ¿cuál es el momento de la


muerte?
El instante mismo en el que alguien muere, se llama
momento de la muerte. Pero, ¿qué tan claro es el momento de
la muerte desde la perspectiva humana? ¿Lo podemos saber
con certeza? ¿Qué signos vitales puede uno revisar para
determinar el momento de la muerte?
En tiempos pasados, cuando la tecnología médica no estaba
tan avanzada, parecía bastante simple. Si una persona dejaba
de respirar y no tenía pulso, la persona se consideraba muerta.
Cuando ya no había respiración o latidos del corazón, los
médicos podían estar seguros que el paciente había muerto.
De cierto modo, inclusive hoy en día, estos dos indicadores
claves señalan el momento de la muerte. Sin embargo, ahora
la tecnología permite respiración artificial e incluso ayuda con
la circulación (los latidos del corazón), de modo que los
médicos ahora ven la función cerebral como el indicador
clave de la muerte. La más reciente tecnología médica con
frecuencia puede ser una gran bendición, pero esto sin duda ha
hecho mucho más difícil determinar el momento de la muerte.
En años pasados, la muerte significaba el cese de los signos
vitales—latidos del corazón y respiración. Ahora los médicos
entienden que la muerte es un proceso, en lugar de un evento.
La vida continúa aun después que los latidos del corazón y la
respiración se detienen. Un choque eléctrico puede forzar los
músculos del corazón a funcionar de nuevo, y la respiración
artificial puede reiniciar el proceso de respiración… Dado que
las distintas partes del cuerpo mueren en diferentes momentos,
los científicos y filósofos, todavía están debatiendo acerca de
cuándo se produce la muerte. Por lo general, el cerebro muere
sólo después de cuatro minutos sin suministro de oxígeno
suficiente en la sangre. Sin embargo, los riñones pueden
permanecer “vivos” durante 30 minutos, y la córnea de los
ojos por cerca de 6 horas…. Ahora muchos expertos
argumentan que la muerte ocurre cuando muere el cerebro.
EL MOMENTO DE LA MUERTE Y
EXPERIENCIAS CERCANAS A ELLA 41
Los médicos han acuñado el término “muerte cerebral” para
esta condición, con la que se refieren a daños irreversibles del
cerebro, demostrado por la falta de actividad muscular
espontánea…. y un electroencefalograma (EEG) plano, por
más de 30 minutos. (Un EEG mide la actividad de las ondas
cerebrales.) A partir de este estado, nadie ha sido revivido.13

Nadie, es decir, excepto aquellos que realmente han


resucitado de los muertos.
Lázaro fue resucitado después de haber estado muerto y
sepultado por cuatro días (Juan 11:38-44). Jesús se levantó de
la muerte al tercer día (1 Corintios 15:3,4). No había duda de
que Lázaro y Jesús, realmente murieron. Hay alguna duda de
que las personas que son resucitadas hoy en día, realmente
“murieron”. Un médico lo expresa de esta manera:
Tanto los acontecimientos de la muerte como sus etapas son
debatibles. También es debatible el tiempo escogido para
detener nuestros esfuerzos para recobrar la vida de una
víctima. La muerte clínica (reversible) se dice que ocurre
cuando el corazón se detiene y la respiración cesa; la muerte
biológica (irreversible) ocurre cuando todos los tejidos se
degeneran más allá de cualquier función; la muerte legal
ocurre cuando el cuerpo no responde adecuadamente a los
esfuerzos de reanimación.14

Sistemas médicos artificiales para mantener la vida


Cuando un paciente está conectado a equipos médicos
artificiales para mantenerlo con vida, los médicos incluso
podrían comenzar a preguntarse si el paciente aún está vivo.
Las familias agobiadas, también podrían tener que afrontar el
dilema de si lo mantienen conectado o no. En la vida real, esta
puede ser una pregunta muy difícil. Es prudente considerar las
preguntas relacionadas con la ayuda artificial caso por caso. Si
usted alguna vez se encuentra en esta difícil situación, trate de
obtener tanta información como le sea posible del médico y
42 EL CIELO Y EL INFIERNO

busque el consejo de su pastor. Hay algunos principios básicos


que podemos extraer de la Palabra de Dios, aplicables a esta
pregunta de si continuar o no con la ayuda artificial para poder
vivir.
Una consideración muy importante es el motivo. ¿Por qué
alguien quisiera suspender la ayuda artificial? Nosotros no
tenemos el derecho para determinar el momento cuando otros
deben morir. Dios nos ha dado el Quinto Mandamiento: “No
matarás” (Éxodo 20:13; también Mateo19:18; Marcos 10:19;
Lucas 18:20; Romanos 13:9). Si alguien desea terminar o
acabar con la vida de otro, eso es un motivo pecaminoso.
Aun si alguien está sufriendo mucho, nosotros no tenemos
el derecho de involucrarnos en lo que se llama “la muerte
piadosa”, es decir, la eutanasia. Si un esposo amoroso mata a
su esposa porque ella está sufriendo de cáncer, aun esto es un
asesinato pecaminoso. Aunque su intención fuera evitarle el
sufrimiento, él no tiene ningún derecho de terminar con la
vida de ella. Dios dice: “No matarás”.
Sólo Dios tiene el derecho de decidir cuándo debe morir
una persona. El dice: “No hay dioses conmigo; yo hago morir
y yo hago vivir” (Deuteronomio 32:39). Ese es un principio
básico para tener presente al momento de tomar decisiones
cuando se esté acercando el fin de la vida. Nosotros no
podemos decidir cuándo debe morir la gente. A veces nos toca
decidir sobre el nivel de tratamiento que deben recibir. Sin
embargo, su vida siempre está en las manos de Dios.
A veces la gente habla como si tuviera el derecho de decidir
cuándo ellos mismos pueden morir. Pero no lo tienen. Sólo
Dios tiene ese derecho. Si una persona está sufriendo de
cáncer y no quiere sufrir más, esa persona no tiene el derecho
de terminar con su propia vida. Nadie tiene el derecho de
suicidarse. Aunque el movimiento “derecho a morir” afirma
que cada persona tiene ese derecho, Dios estrictamente lo
prohíbe. El suicidio es un pecado contra el Quinto
EL MOMENTO DE LA MUERTE Y
EXPERIENCIAS CERCANAS A ELLA 43

Mandamiento. “No matarás” a ti mismo.


Los creyentes desean que Dios decida cuándo la gente debe
morir. Esto podría sonar obvio, pero cuando consideramos
interrogantes sobre la ayuda artificial, en ocasiones, aun los
cristianos podrían verse tentados a olvidarlo. Un creyente
debe repetir con el salmista: “Mas yo en ti, Jehová, confío;
digo: Tú eres mi Dios. En tu mano están mis tiempos” (Salmo
31:14,15). ¡Nuestros tiempos están en las manos de Dios!
Una persona que comete suicidio, insistiendo en el derecho
de determinar su propio tiempo y términos de muerte, parece
estar diciendo: “No confío en ti, Señor. Tú no eres mi Dios.
Mis tiempos están en mis propias manos.” Eso es totalmente
contrario a lo que decía el salmista. Esta actitud no es
resultado de la fe, sino de la incredulidad. Con certeza
nosotros no queremos morir en incredulidad.
El cáncer y otras enfermedades son terribles. No debemos
atrevernos a subestimar cuán difíciles pueden ser las
enfermedades terminales. Éstas se encuentran entre las más
horribles consecuencias del pecado. Pero, no importa que tan
horribles sean, nosotros nunca tenemos el derecho de disponer
de nuestra propia vida.

Eutanasia activa y pasiva


El término eutanasia viene de la palabra griega “la buena
muerte”. La eutanasia activa es asesinato; es terminar la vida
humana por intervención directa. Un ejemplo es cuando un
esposo concluye que su esposa ha sufrido lo suficiente y la
mata. Ya sea que use una almohada para ahogarla o una
inyección letal para envenenarla, aun así, es asesinato ante los
ojos de Dios. La eutanasia pasiva es más sutil porque se trata
de ser pasivo (no activo) con el sufrimiento de un paciente. Un
ejemplo es tratar de acelerar la muerte retirando los alimentos
y bebidas, de manera que el sufrido paciente muere más
rápidamente de hambre.
44 EL CIELO Y EL INFIERNO

Fundamentos bíblicos
1. Sólo Dios tiene el derecho de terminar la vida de los
seres humanos.*
2. No tenemos el derecho de decidir cuándo nosotros u
otros deben morir.
(*Él sí autoriza a un gobierno a hacer guerras justas y a
ejercer la pena capital. Vea la explicación bíblica de los
Cuarto y Quinto Mandamientos en el Catecismo de Lutero)

Algunas aplicaciones de estos principios.


Ya que hemos examinado cuidadosamente los dos
principios básicos de la Palabra de Dios escritos
anteriormente, saquemos algunas aplicaciones sobre
situaciones del fin de la vida.
1. Si se nos pide determinar el nivel de atención de salud en
una situación del fin de la vida, nuestro papel no es
decidir cuándo otros deben morir. Esa decisión se la
dejamos a Dios.
2. Nuestro papel es usar el mejor asesoramiento,
información, y juicio cristiano, para determinar el nivel
apropiado de tratamiento médico, basados en la que
pareciera ser la voluntad de Dios en este caso.
3. No debemos tratar de poner fin a la vida antes que sea la
voluntad de Dios.
4. No debemos tratar de prolongar la vida más allá de la
voluntad de Dios.
5. Dios puede mantener viva a la gente sin necesidad de
ayuda médica, si es su voluntad.
6. Dios puede poner fin a la vida de las personas, aun si
tienen ayuda artificial, si esta es su voluntad.
7. A veces puede que no haya una clara respuesta en
EL MOMENTO DE LA MUERTE Y
EXPERIENCIAS CERCANAS A ELLA 45

cuanto a si cierto nivel de cuidado médico, debe ser


mantenido o terminado.
8. Es esencial que tomemos cada caso con el motivo
adecuado. Como cristianos debemos recordar que la vida
de estas personas está en las manos de Dios. Queremos
que su voluntad sea hecha.
No siempre es incorrecto retirar la ayuda artificial o
inclusive una sonda para alimentarse. Como una regla básica
elemental, deseamos mantener una sonda para el alimento
porque suple la necesidad humana básica de comida y bebida
para un paciente. Sin embargo, puede haber una excepción
inclusive para esa regla básica elemental. Por ejemplo, una
sonda de alimentación puede ser retirada si el cuerpo de una
persona ya no es capaz de digerir la comida. En ese caso, sería
inútil o incluso perjudicial seguir usándola. Las máquinas para
la respiración (ventiladores, respiradores) pueden ser muy
útiles para ayudar a que las personas respiren mientras se
recuperan de alguna incapacidad para respirar normalmente.
Si el paciente no recupera su respiración normal, una decisión
muy difícil debe ser tomada.
Debemos buscar la mejor información que podamos con
los profesionales médicos. Un pastor puede proporcionar
consejos útiles, guiado por la Palabra de Dios. Los creyentes
deben permanecer enfocados en el principio básico de que
sólo Dios tiene el derecho de decidir cuándo un paciente debe
morir. Un creyente orará: “Mas yo en ti, Jehová, confío; digo:
Tú eres mi Dios. En tu mano están mis tiempos” (Salmo
31:14,15). El tiempo de nuestros seres queridos también está
en sus manos.
Así como no debiéramos buscar terminar la vida antes del
propósito de Dios, tampoco debiéramos buscar prolongar la
vida más allá de su propósito. En ocasiones no es muy claro
qué es lo que debemos hacer. En caso de duda, tenga presente
46 EL CIELO Y EL INFIERNO

que la vida de una persona está en las manos de Dios. Él puede


mantener a esa persona viva sin ayuda artificial, si así lo
desea. Así mismo, puede poner fin a la vida de una persona
aun si está recibiendo alguna clase de ayuda artificial. Por lo
tanto, nunca debemos pensar que estamos en la posición de
decidir cuándo debe morir un paciente. Esa decisión la toma
Dios. Si se nos pide, solamente estamos en capacidad de
determinar el tipo de tratamiento médico que el paciente debe
recibir.
Después de buscar la mejor información posible de un
médico y el mejor consejo de nuestro pastor, nos hará bien
orar: “La vida de esta persona está en tus manos, Señor”. Esta
es la manera apropiada de abordar estas decisiones difíciles.
Dios siempre tiene el control. Después de todo esto, la
decisión podría ser la de retirar el respirador y dejar a la
persona en las manos de Dios. Si los profesionales de la
medicina retiran lentamente al paciente del respirador, puede
suceder que éste continúe respirando por algún tiempo.
Podrían ser minutos, horas, días, o inclusive años.
Muchos de nosotros aún podemos recordar el caso de
Karen Ann Quinlane en los años 70. Ella se mantuvo viva con
ayuda artificial después de caer en coma por una sobredosis de
droga y alcohol. Sus padres querían retirarle la ayuda
artificial, pero debían tener el permiso del gobierno en la
corte. Día tras día la batalla legal aparecía en las noticias.
Finalmente, los padres de Karen obtuvieron el permiso. Pero
algo sorprendente ocurrió cuando la ayuda le fue retirada. Ella
no murió. Karen continuó viviendo por nueve años más.
Dios puede mantener la vida con su poder si no está
dispuesto a que una persona muera. Eso no quiere decir que
debemos ser negligentes acerca de estas decisiones difíciles,
sino que debemos hacer cualquier decisión, pensando: “Mas
yo en ti, Jehová, confío; digo: Tú eres mi Dios. En tu mano
están mis tiempos.” (Salmo 31:14,15).
EL MOMENTO DE LA MUERTE Y
EXPERIENCIAS CERCANAS A ELLA 47

Desde la perspectiva de Dios, ¿cuál es el momento de la


muerte?
Dios siempre sabe cuál es el momento de la muerte. El
momento de la muerte siempre es claro desde la perspectiva
de Dios. Eclesiastés 12:7 dice: “El polvo [vuelve] a la tierra,
como era, y el espíritu [vuelve] a Dios que lo dio”. Dios
conoce el preciso momento en el que el alma abandona el
cuerpo. Desde la perspectiva de Dios, el momento de la
muerte es cuando finalmente el alma deja el cuerpo. “El
cuerpo sin espíritu está muerto” (Santiago 2:26). Si
pudiéramos ver y saber lo que Dios ve y sabe, nunca
dudaríamos si una persona murió o no.

¿Qué podemos decir sobre las experiencias cercanas a la


muerte (ECM)?
El Dr. Raymond A. Moody Jr. pudo haber inventado la
frase “experiencia cercana a la muerte”, en 1975, cuando
afirmó en su libro Life after Life (La vida después de la vida),
que hay una “similitud sorprendente” entre los relatos de estas
experiencias, aunque “no existen dos de ellas que sean
precisamente idénticas”. Él describió una típica experiencia
cercan a la muerte de la siguiente manera:
Un hombre está muriendo y, a medida que alcanza el punto de
mayor angustia física, escucha que su doctor lo declara
muerto. Empieza a oír un ruido molesto, un timbre, o zumbido
fuerte, y al mismo tiempo siente que se mueve muy
rápidamente por un largo túnel oscuro. Después de esto,
repentinamente se encuentra fuera de su propio cuerpo físico,
pero aún en su entorno físico inmediato, y ve su propio cuerpo
desde la distancia, como si se fuera un espectador. Él observa
el intento de reanimación desde este inusual lugar estratégico
y entra en un estado de conmoción emocional.
Después de un tiempo, se calma, y se acostumbra más a su
extraña condición. Observa que todavía tiene un “cuerpo”,
48 EL CIELO Y EL INFIERNO
pero uno con naturaleza y poderes muy diferentes de los del
cuerpo físico que había dejado atrás. Pronto otras cosas
empezaron a ocurrir. Otros vienen a encontrarlo y ayudarlo.
Vislumbra los espíritus de familiares y amigos que ya habían
muerto, y un amoroso y cálido espíritu de una clase que nunca
antes había encontrado—un ser de luz—aparece ante él. Este
ser le hace una pregunta, no verbal, para hacerle evaluar su
vida a la vez que le ayudaba a mostrarle una panorámica, una
reproducción instantánea de los acontecimientos más
importantes de su vida. En algún momento, se encuentra
acercándose a una clase de barrera o frontera, representando
aparentemente el límite entre la vida terrenal y la próxima
vida. Sin embargo, considera que debe regresar a la tierra,
porque el tiempo de su muerte aún no ha llegado. En este
punto se resiste, porque se ha interesado en su experiencia
después de la muerte y no quiere regresar. Está sobrecogido
por sentimientos intensos de gozo, amor, y paz. Sin embargo a
pesar de su postura se vuelve a reunir con su cuerpo físico y
vive.
Luego intenta contárselo a los demás, pero tiene problemas
haciéndolo. En primer lugar, no puede encontrar palabras
humanas adecuadas para describir estos episodios
sobrenaturales. También se da cuenta que los otros se burlan,
por lo que deja de contárselo a otras personas. Sin embargo, la
experiencia afecta su vida tan profundamente, especialmente
su punto de vista sobre la muerte y la relación de ésta con la
vida.15

El Dr. Moody sólo describe experiencias agradables en su


libro, que no lo considera como una omisión. Dos años
después (1977), el Dr. Moody escribió: “Sigue siendo cierto
que en la cantidad de material que he reunido, nunca nadie me
ha descrito una situación como modelo del infierno.”16.
El año inmediatamente después (1978), el Dr. Maurice S.
Rawlings discrepó fuertemente. Como cardiólogo tratando
con pacientes coronarios, Rawlings tuvo “muchas
oportunidades de reanimar personas que han muerto
EL MOMENTO DE LA MUERTE Y
EXPERIENCIAS CERCANAS A ELLA 49

clínicamente” y reportó que “una entrevista inmediatamente


después que los pacientes han revivido, revela que hay tantas
experiencias buenas como malas”.17 Él escribió:
Déjenme enfatizar nuevamente que contrario a lo que dicen la
mayoría de casos publicados sobre la vida después de la
muerte, no todas las experiencias de la muerte son buenas. ¡El
infierno también existe! Después de darme cuenta de este
hecho, comencé a recoger relatos de casos no tan agradables
que otros investigadores aparentemente habían omitido. Esto
ha pasado, pienso, porque los investigadores, normalmente
siquiatras, nunca han reanimado a un paciente. Ellos no han
tenido la oportunidad de estar en este tipo de escena. Según
mis estudios, las experiencias desagradables han resultado ser
por lo menos tan frecuentes como las agradables.18

Él describe un suceso clave, en el que un hombre de 48


años entró en paro cardíaco y murió en su oficina. El corazón
del hombre se había detenido. El Dr. Rawlings y las
enfermeras iniciaron el tratamiento médico de emergencia
para volver a poner a funcionar su corazón. Eventualmente,
podría funcionar de nuevo, y luego detenerse. “Cada vez que
recuperaba los latidos del corazón y la respiración, el paciente
gritaba: ‘¡Estoy en el infierno!’ Estaba aterrorizado y me
suplicaba que le ayudara. Me asustó bastante… Me aterró lo
suficiente como para escribir este libro.”19 Cuando el doctor
le preguntó al paciente sólo un par de días después sobre lo
que había visto en el infierno, él ya no pudo recordar la
experiencia.20
El libro de Rawlings revela que no todas las comúnmente
llamadas experiencias cercanas a la muerte son cálidas,
alegres, de luz, paz, y gozo. Muchos pacientes parecen
experimentar algo como el infierno. Con el tiempo, el Dr.
Rawlings empezó a leer la Biblia para aprender más sobre el
infierno y cómo evitarlo.
50 EL CIELO Y EL INFIERNO

La descripción de Rawlings de una típica experiencia


cercana a la muerte es, en muchos sentidos, similar a la del Dr.
Moody, excepto que Rawlings insiste en que el nuevo
“entorno puede ser inexplicablemente maravilloso, con
frecuencia una pradera, o una bella ciudad; o podría ser
inexplicablemente horrible, con frecuencia una prisión
subterránea o una enorme cueva”. 21 Curiosamente, Rawlings
agrega: “No conozco de alguna experiencia fuera del cuerpo
‘buena’ que hayan resultado del suicidio”.22
Cuando consideramos las experiencias cercanas a la
muerte, debemos preguntarnos si realmente esas personas
experimentan o no el cielo o el infierno. Pero para contestar
eso, necesitamos saber si efectivamente murieron. El Dr.
Rawlings explica:
La muerte reversible (o muerte clínica), es la clase de muerte
que es potencialmente recobrable mediante la puesta en
marcha del corazón y los pulmones. El cerebro y los tejidos
vitales principales, aún no han muerto; cuando el cerebro y los
tejidos vitales mueren, la muerte irreversible (o muerte de
tejidos) ha ocurrido. La reanimación de la muerte reversible
ciertamente no debe ser confundida con la resurrección de la
muerte irreversible. ¡La una requiere preparación; la otra, un
milagro!23

En otras palabras, estas personas en realidad no han


experimentado la resurrección de la muerte. Entonces, ¿han
muerto verdaderamente?
No todos los pacientes resucitados tienen estas
experiencias. El Dr. Rawlings afirma que “de aquellos que se
recuperan de la muerte por el restablecimiento de los latidos
del corazón y la respiración, sólo alrededor del 20 por ciento
hablan de experiencias más allá de la vida”.24 Otras
investigaciones indican “que entre el 27 y el 42 por ciento de
los pacientes resucitados reportan una ECM”.25 Y de ese
grupo, Rawlings afirma que aproximadamente la mitad tiene
EL MOMENTO DE LA MUERTE Y
EXPERIENCIAS CERCANAS A ELLA 51

experiencias buenas y la otra mitad malas.26


Entonces, ¿realmente estas personas están experimentando
el cielo o el infierno? O, ¿es más probable que estas
experiencias sean causadas por la reacción de la mente al
intenso estrés de la muerte?
La Dra. Susan Blackmore describe la experiencia común
cercana a la muerte como “el último intento del cerebro”; pues
ella cree que es “un truco sicológico, interpretado por el
cerebro moribundo en la conciencia, a fin de disminuir el
trauma al morir.”27
Si ella tiene razón, podría estar relacionado con
experiencias fuera del cuerpo, en las que las personas sienten
que se separan y dejan su cuerpo físico. Parecen ser capaces
de verse a ellos mismos y lo que está pasando desde un lugar
fuera de sus propios cuerpos. Esto es muy difícil de entender
y explicar, pero lo he oído de un creyente quien me lo
describió, y no sabía qué hacer con eso (tampoco yo). “Sin
embargo, las experiencias fuera del cuerpo no están
necesariamente asociadas con la aparición de la muerte. Ellas
han sido reportadas después de un golpe en la cabeza, durante
un período de inconsciencia, en el sueño, o en momentos de
un agudo estrés mental o físico.”28
Las descripciones de otros casos como éste concuerdan con
el que estoy familiarizado. Es difícil distinguir estos casos de
telepatía mental o de percepción extrasensorial (PES). El Dr.
Siegbert Becker admitió que podría ser…
… que hay poderes dentro de la mente humana que todavía no
son completamente comprendidos, pero que les permiten a
ciertas personas trascender los límites de espacio y tiempo…
Los científicos que se ven confrontados con la evidencia de
tales episodios, generalmente los explican como la
demostración de la existencia de cómo son todavía poco
entendidas las capacidades mentales, que son naturales pero
paranormales.29
52 EL CIELO Y EL INFIERNO

¿Alguna vez ha tenido una sensación de déjà vu? Si es así,


¿cómo lo entendió? Hay explicaciones elaboradas para esto,
pero la verdad es que realmente nadie lo sabe. ¿Pudiera ser
que las experiencias cercanas a la muerte, que la gente le
parece recordar, son similares?
Algunos expertos afirman que las experiencias, de la gente,
cercanas a la muerte parecen estar afectadas por la religión y
la cultura.30 Si ese es el caso, ¿algunas de estas experiencias
podrían estar relacionadas con la imaginación o los sueños?
“Algunos investigadores han sugerido que es simplemente un
fenómeno neurofisiológico, de la hábil y elaborada
programación mental.”31
¿Estas experiencias podrían ser el resultado de lo que pasa
cuando el cerebro muere por etapas? Algunas partes del
cerebro que sobreviven más tiempo, podrían producir
experiencias imaginarias y alucinaciones para compensar la
falta de entrada de información sensorial. Hay explicaciones
elaboradas de por qué el cerebro podría tener imágenes de un
túnel, pero ¿cómo puede alguien ser testigo de su propia
resucitación?
El Dr. Blackmore sugiere que, en ese estado de “agonía”, la
mente está privada de sus niveles sensoriales de entrada
habituales y comienza a hacer preguntas. ¿Quién soy? ¿Dónde
estoy? En un intento para responder estas preguntas, regresa a
la memoria. Usando la información almacenada en su banco
de memoria, como imágenes de una habitación de un hospital
y procedimientos médicos, crea una visión de lo que cree que
es la realidad. Como la audición es el último sentido en
deteriorarse, esta visión de la realidad también puede
incorporar alguna entrada de sonido “real”. El Dr. Blackmore
es el primero en admitir que esta teoría no explica las
afirmaciones de investigadores, en las que dicen que algunos
que han tenido experiencias cercanas a la muerte, son capaces
de describir con gran detalle eventos y ambientes que no han
visto o experimentado antes.32
EL MOMENTO DE LA MUERTE Y
EXPERIENCIAS CERCANAS A ELLA 53

El Dr. Blackmore menciona específicamente que el oído es


el último sentido en deteriorarse. Frecuentemente los pastores
proclaman el evangelio a personas que están muriendo, aun si
no hay una respuesta, entendiendo que el oído es uno de los
últimos sentidos en partir. Nosotros esperamos que estas
personas estén oyendo el evangelio salvador y consolador de
Jesucristo, aun si no pueden indicar que lo están oyendo. Una
persona en estado de coma incluso podría recordar
conversaciones en la habitación. El Dr. Rawlings está de
acuerdo en que: “Algunos que sobreviven a la muerte
reversible recuerdan totalmente cualquier conversación que
tuvo lugar en la sala durante su reanimación. Quizá es porque
el oído es uno de los últimos sentidos en dejar el cuerpo al
morir. Yo no sé…”33
Observe cuidadosamente sus últimas tres palabras. No
podemos estar seguros de todos los aspectos de estas
experiencias, pero podemos estar seguros de todo lo que Dios
nos dice en la Biblia, la cual nos dice que sólo unas pocas
personas realmente resucitaron de la muerte. Éstas
probablemente entran en una categoría diferente. Ninguna de
las personas con experiencias cercanas a la muerte tuvo un
electroencefalograma plano por más de 30 minutos. Pero, ese
hubiera sido el caso de aquellos que realmente resucitaron de
la muerte (si hubieran tenido esa tecnología).
La Biblia nos dice que nosotros como seres humanos
tenemos dos partes cuerpo y alma, y sabemos que es posible
para el alma existir separada del cuerpo. Sin embargo,
normalmente asociamos esta separación con la muerte. La
Biblia también dice que Satanás “se disfraza de ángel de luz”
(2 Corintios 11:14). Si un incrédulo tiene una experiencia
positiva cercana a la muerte y persiste en su incredulidad e
impenitencia, sabemos que eso no proviene de Dios. Eso
puede ser la obra del diablo. La Biblia no nos dice si Lázaro
(Juan 11:43,44), la hija de Jairo (Marcos 5:41,42), el hijo de
54 EL CIELO Y EL INFIERNO

la viuda de Naín (Lucas 7:14,15), o todos los santos que


fueron resucitados el viernes santo (Mateo 27:52), alguna vez
hablaron sobre sus experiencias de la separación del alma y
del cuerpo, o incluso si podían recordar como sucedió. No
obstante, leemos estas palabras de Cristo: “Nadie subió al
cielo sino el que descendió del cielo, el Hijo del Hombre, que
está en el cielo” (Juan 3:13). A él debemos oír.

¿Qué sucede con las visiones del lecho de muerte?


De vez en cuando, pastores, miembros de la familia, y
otros, que están con los moribundos pueden notar que algunas
veces los cristianos parecen tener visiones celestiales justo
antes de morir. Algunos, incluyendo este autor, han
presenciado este fenómeno en el lecho de muerte de algunos
cristianos. A medida que los creyentes se acercan al momento
mismo de la muerte, de repente parecieran ver algo que nadie
más podría ver, sonreír, y decir algo como: “¡Es tan hermoso
y tranquilo!” justo antes de cerrar sus ojos y morir. O les
podría parecer que ven a una persona, quizá un ángel, o a
Jesús. Inclusive podrían preguntar si usted ve lo que ellos ven.
Después de reflexionar por años en privado sobre este
fenómeno, encontré la siguiente descripción que es
consistente con lo que he presenciado:
“La visión del lecho de muerte”, del siglo 19, un fenómeno
ampliamente reportado, fue examinada por investigadores de
la época tanto como la ECM (experiencia cercana a la muerte)
hoy en día. En ese tiempo, la mayoría de la gente moría en la
casa rodeada por sus familiares… Frecuentemente, las
familias comentaban que la persona muerta había descrito
escenas de otro mundo antes de morir… Durante las visiones
del lecho de muerte, a diferencia de las ECM, el paciente aún
estaba vivo. Daisy [una niña cuyo caso fue descrito] dijo
claramente que pudo ver a sus familiares vivos al lado de la
cama y simultáneamente seres espirituales: “Yo puedo verlos
a todos y los puedo ver allí al mismo tiempo”.34
EL MOMENTO DE LA MUERTE Y
EXPERIENCIAS CERCANAS A ELLA 55

Tal vez, Dios les permite esto a los creyentes moribundos,


como un estímulo adicional. No tenemos información segura
sobre esto, pero sabemos lo que vio Esteban el mártir mientras
moría. “Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, puestos los
ojos en el cielo, vio la gloria de Dios y a Jesús que estaba a la
diestra de Dios, y dijo: ‘Veo los cielos abiertos, y al Hijo del
hombre que está a la diestra de Dios’” (Hechos 7:55,56).
Recibiendo esta genuina visión celestial, justo antes de morir,
debió haber sido muy alentador para Esteban.
Quizá un poco más misterioso es el relato inspirado del
apóstol Pablo, quien escribió acerca de una experiencia que él
tuvo, pero que no entendió completamente:
Ciertamente no me conviene gloriarme, pero me referiré a las
visiones y a las revelaciones del Señor. Conozco a un hombre
en Cristo que hace catorce años (si en el cuerpo, no lo sé; si
fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe) fue arrebatado hasta
el tercer cielo. Y conozco al tal hombre (si en el cuerpo, o
fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe), que fue arrebatado al
paraíso, donde oyó palabras inefables que no le es dado al
hombre expresar. (2 Corintios 12:1-4)

El tercer cielo es el mismo paraíso de estos versículos;


nosotros diríamos simplemente: “el cielo”. Lo que Pablo
describe es algo misterioso, pero es revelado en la Escritura
para nuestro conocimiento. Cuando consideramos y nos
preguntamos sobre las experiencias cercanas a la muerte y las
visiones del lecho de muerte, podemos encontrar alguna
dirección en las siguientes palabras inspiradas: “Si en el
cuerpo, o fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe”. Si el
inspirado apóstol Pablo no estaba seguro de esta situación, es
aceptable para nosotros estar inseguros sobre algunos
aspectos de las experiencias cercanas a la muerte o de las
visiones del lecho de muerte. No debemos creer nada
contrario a la Biblia, porque Dios nunca nos miente.
56 EL CIELO Y EL INFIERNO

Es posible que no todos tengamos experiencias cercanas a


la muerte o visiones del lecho de muerte, pero podemos estar
agradecidos por la visión absolutamente confiable del cielo
dada al apóstol Juan y registrada en la Biblia para nosotros:
Después de esto miré, y vi una gran multitud, la cual nadie
podía contar, de todas las naciones, tribus, pueblos, y lenguas.
Estaban delante del trono y en la presencia del Cordero,
vestidos de ropas blancas y con palmas en sus manos.
Clamaban a gran voz, diciendo: “¡La salvación pertenece a
nuestro Dios, que está sentado en el trono, y al Cordero!”
Y todos los ángeles que estaban en pie alrededor del trono y
de los ancianos y de los cuatro seres vivientes, se postraron
sobre sus rostros delante del trono y adoraron a Dios,
diciendo: “¡Amén! La bendición, la gloria, la sabiduría, la
acción de gracias, la honra, el poder, y la fortaleza, sean a
nuestro Dios por los siglos de los siglos. ¡Amén!”
Entonces uno de los ancianos habló, diciéndome: “Estos que
están vestidos de ropas blancas, ¿quiénes son y de dónde han
venido?”
Yo le dije: “Señor, tú lo sabes”.
Él me dijo: “Estos son los que han salido de la gran
tribulación; han lavado sus ropas y las han blanqueado en la
sangre del Cordero. Por eso están delante del trono de Dios y
lo sirven día y noche en su templo. El que está sentado sobre
el trono extenderá su tienda junto a ellos. Ya no tendrán
hambre ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni calor
alguno, porque el Cordero que está en medio del trono los
pastoreará y los guiará a fuentes de aguas vivas. Y Dios
enjugará toda lágrima de los ojos de ellos.” (Apocalipsis 7:9-
17).

Un día, nosotros los creyentes estaremos allí. “El que crea


y sea bautizado, será salvo; pero el que no crea, será
condenado” (Marcos 16:16).
58 EL CIELO Y EL INFIERNO

gehenna, hades, y tartarus. El término hebreo seol a veces se


refiere al infierno, pero la NVI siempre lo traduce como el
sepulcro y la Reina-Valera simplemente como seol. El
contexto de cada pasaje nos ayuda a determinar la forma en la
que estos términos están siendo usados. En cuanto a hades y
seol, a veces aun profesores conservadores de la Biblia no
siempre están de acuerdo sobre las mejores formas de
traducirlas.

Gehenna
El término griego gehenna aparece 12 veces en el Nuevo
Testamento. Cada vez, tanto la Reina Valera como la NVI lo
traducen como infierno. Cuando usted lee el término infierno
en la Reina-Valera, puede estar seguro que proviene del
término griego gehenna, con una sola excepción (2 Pedro
2:4). Esa excepción parece describir el infierno antes del día
del juicio. Gehenna parece ser el término para infierno
después del día del juicio.
Gehenna viene de los términos del Antiguo Testamento
para “valle de ben hinón”, un valle al sur de Jerusalén. En este
valle, la gente malvada sacrificaba a sus hijos (2 Reyes 23:10;
2 Crónicas 28:3). Con el paso del tiempo este valle llegó a ser
conocido como el lugar donde Dios castigaría a los malvados
(Jeremías 7:32; 19:6,7).
Jesús habló sobre el infierno más que cualquier otro en la
Escritura. Dado que él es el Hijo eterno de Dios, puede hablar
sobre el infierno con la máxima autoridad. En amor, él
advierte a la gente sobre el terrible castigo del infierno. Jesús
usó comúnmente el término gehenna para referirse al infierno.
El dijo:
Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo y
échalo de ti, pues mejor te es que se pierda uno de tus
miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno
[gehenna]. Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala
EL INFIERNO: DEFINICIÓN Y TÉRMINOS BÍBLICOS 59
y échala de ti, pues mejor te es que se pierda uno de tus
miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno.
[gehenna]. (Mateo 5:29,30)

Dios puede lanzar el cuerpo de una persona al infierno


[gehenna]. Jesús está hablando sobre el infierno después de la
resurrección en el día final. Él hace lo mismo en Mateo 10:28
cuando dice: “No temáis a los que matan el cuerpo pero el
alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede
destruir el alma y el cuerpo en el infierno [gehenna].”
Jesús advirtió a los fariseos y a los maestros de la ley que
ellos iban camino al infierno. Él los reprendió tajantemente
diciendo: “¡Serpientes, generación de víboras!, ¿cómo
escapareis de la condenación del infierno?” (Mateo 23:33).
También leemos del infierno en las epístolas. Santiago 3:6
usa el término gehenna para infierno, cuando enseña sobre el
control de la lengua. “Y la lengua es un fuego, un mundo de
maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y
contamina todo el cuerpo e inflama la rueda de la creación, y
ella misma es inflamada por el infierno.”

Hades/Seol
El término griego hades aparece diez veces en el Nuevo
Testamento. Aunque la Reina-Valera simplemente translitera
la palabra griega como hades, la NVI la traduce en diferentes
formas. Cinco veces la traduce con la palabra infierno. Una de
esas ocasiones es Lucas 16:23, donde es usada como el lugar
donde el alma del hombre rico estaba atormentada. Nosotros
sabemos que el hombre rico sólo tenía el alma en ese
momento, porque su cuerpo había sido enterrado y sus
hermanos aún estaban vivos.
También murió el rico, y lo sepultaron. En el infierno [hades],
en medio de sus tormentos, el rico levantó los ojos y vio de
lejos a Abraham, y a Lázaro junto a él. . . . “Entonces te ruego,
padre, que mandes a Lázaro a la casa de mi padre, para que
60 EL CIELO Y EL INFIERNO
advierta a mis cinco hermanos y no vengan ellos también a
este lugar de tormento.” (Lucas 16:22,23,27,28 NVI)

Tres veces, la NVI la traduce como el abismo y dos veces


lo interpreta como el sepulcro. La Septuaginta (la traducción
griega del Antiguo Testamento) por lo general usó el término
griego hades para traducir el término hebreo seol. Estos dos
términos tienen significados muy similares.
El término hebreo seol puede significar “el sepulcro”, “el
reino de los muertos” o “el infierno”. El contexto de cada
pasaje nos ayuda a entender cómo está siendo usado este
término. En ocasiones, es difícil estar seguros de los matices
precisos de este término. Aunque ni la Reina-Valera ni la NVI,
nunca usan la palabra infierno para traducir el término hebreo
seol, los dos pasajes siguientes ponen de manifiesto ejemplos
en los que la palabra seol probablemente debió ser traducida
como “infierno”: “Porque se ha encendido el fuego de mi ira,
y arderá hasta las profundidades del seol; devorará la tierra y
sus frutos, y abrasará los fundamentos de los montes”
(Deuteronomio 32:22). “Si subieras a los cielos, allí estás tú;
y si en el seol hiciera mi estrado, allí tu estás” (Salmo 139:8).
Dios está en todas partes, aun en los extremos más lejanos
del cielo y del infierno. Ese parece ser el punto en el Salmo
139:8. Aunque los espíritus (almas) en el infierno están
separados de la gracia y la bendición de Dios, él sigue siendo
omnipresente aun en el infierno, justamente castigando a los
malvados. El indicio de que seol en estos versículos debe ser
traducido como “infierno” viene del contexto, donde hay un
contraste muy marcado entre el cielo y el infierno.
Compare Mateo 11:23, en donde la traducción del término
griego hades en la NVI, infortunadamente parece débil. En
este versículo, hay un contraste muy marcado entre el cielo y
el infierno. “Y tú, Capernaúm, ¿acaso serás levantada hasta el
cielo? No, sino que descenderás hasta el abismo [hades]. Si
EL INFIERNO: DEFINICIÓN Y TÉRMINOS BÍBLICOS 61

los milagros que se hicieron en ti se hubieran hecho en


Sodoma, ésta habría permanecido hasta el día de hoy.”
El término hades también describe la base del poder del
diablo. Jesús dijo: “Y yo también te digo que tu eres Pedro, y
sobre esta roca edificaré mi iglesia, y las puertas del Hades no
la dominarán” (Mateo 16:18). El poder del diablo no
dominará la iglesia de todos los creyentes en Jesús. Él tiene el
poder sobre el diablo, la muerte, y el infierno. Él dice: “Yo soy
el primero y el último, el que vive. Estuve muerto, pero vivo
por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la
muerte y del Hades” (Apocalipsis 1:17,18).
En Apocalipsis 6:8, la muerte y el Hades, son descritos
como si se tratara de personas: “Miré, y vi un caballo amarillo.
El que lo montaba tenía por nombre Muerte, y el Hades lo
seguía”. Claramente, la muerte y el Hades, están
estrechamente relacionados. Nosotros sabemos qué es la
muerte, pero ¿qué es el Hades? Apocalipsis 20:13,14
proporciona una clave: “El mar entregó los muertos que había
en él, y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había
en ellos, y fueron juzgados cada uno según sus obras. La
muerte y el Hades, fueron lanzados al lago de fuego. Esta es
la muerte segunda.” El lago de fuego y la muerte segunda, son
el infierno después del día del juicio. El Hades parece ser el
lugar a donde van las almas de los incrédulos antes del día del
juicio. Recuerden que este fue el lugar del hombre rico en el
infierno. Siegbert Becker escribe en su comentario sobre el
libro de Apocalipsis: “Se ha sugerido que tal vez el Hades
(RV), “infierno (NVI), es el ‘infierno,’ comprendido como
habitación de las almas de los incrédulos mientras existían
separados del cuerpo, y que el lago de fuego es el ‘infierno’
como lugar de tormento eterno para el cuerpo y el alma. Esta
explicación parece tan buena como cualquier otra.”35
62 EL CIELO Y EL INFIERNO

Tartarus
El último término griego para infierno, tartarus, sólo
aparece una vez en el Nuevo Testamento. Realmente el Nuevo
Testamento usa el verbo que significa lanzar en el tartarus.
Tartarus es un término de la mitología griega para un abismo
oscuro o profundo. Por inspiración, el apóstol Pedro adoptó
este término y lo usó para referirse al infierno en 2 Pedro 2:4:
“Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que los
arrojó al infierno [tartarus] y los entregó a prisiones de
oscuridad, donde están reservados para el juicio.” Tartarus, o
el infierno, es el lugar a donde Dios envió a los ángeles
malvados después de haber caído en pecado, para ser
retenidos hasta el día del juicio.

Definición bíblica del infierno


Si buscamos en las Escrituras una definición de infierno, en
repetidas ocasiones encontramos pasajes que hablan acerca de
la separación eterna de la presencia amorosa de Dios. Jesús
será el juez de toda la gente en el día final y él dice que
condenará a los incrédulos: “Entonces les declararé: ‘Nunca
os conocí. ¡Apartaos de mí, hacedores de maldad!’” (Mateo
7:23). Las palabras “apartaos de mí” describen la separación
eterna de la presencia amorosa de nuestro Salvador. Al final,
los incrédulos “serán echados a las tinieblas de afuera; allí
será el lloro y el crujir de dientes” (8:12). No les será
permitido disfrutar del cielo y de los placeres eternos. Serán
echados afuera, en donde estarán separados eternamente del
cielo.
En el día final, Jesús aparecerá. Los incrédulos, con razón,
deben tener miedo, porque “entonces dirá también a los de la
izquierda: ‘Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno
preparado para el diablo y sus ángeles’” (Mateo 25:41). Estas
serán las peores palabras que alguien, alguna vez podría
escuchar, cuando Jesús condene a los incrédulos diciendo:
EL INFIERNO: DEFINICIÓN Y TÉRMINOS BÍBLICOS 63

“Apartaos de mí” para ser condenados en el “fuego eterno”.


Muchas personas dicen que el Dios de amor nunca podría
condenar a nadie al infierno. Eso es falso. Aunque Dios es
amoroso, también es justo. Observen la finalidad de estas
palabras:
Es justo delante de Dios pagar con tribulación a los que os
atribulan, mientras que a vosotros, los que sois atribulados,
daros reposo junto con nosotros, cuando se manifieste el Señor
Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, en llama de
fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios ni
obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Estos
sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del
Señor y de la gloria de su poder. (2 Tesalonicenses 1:6-9)

Una vez más, vemos la definición de infierno en las


palabras “excluidos de la presencia del Señor.” Él llevará a
cabo este justo castigo sobre todos los incrédulos, porque esto
“es justo delante de Dios”. El hecho de que Dios es justo no
es debatible, ni dudoso, ni incierto. Él castigará al malvado.
Jesús advierte a los incrédulos en repetidas ocasiones: “Allí
será el llanto y el crujir de dientes, cuando veáis a Abraham, a
Isaac, a Jacob, y a todos los profetas, en el reino de Dios, y
vosotros estéis excluidos” (Lucas 13:28). Las palabras “estéis
excluidos” nos recuerdan que el infierno es la separación
eterna de la presencia amorosa de Dios. Es lo totalmente
opuesto al cielo.

Condenación
El infierno es la condenación de Dios, para aquellos que
hacen lo malo. Jesús muy claramente revela quién será
condenado: “El que crea y sea bautizado, será salvo; pero el
que no crea, será condenado” (Marcos 16:16). Dios condenará
a los incrédulos al castigo eterno. Ellos recibirán el juicio
divino por su pecado e incredulidad. Jesús dice: “Pero los que
hicieron lo malo, a resurrección de condenación” en el día
64 EL CIELO Y EL INFIERNO

final (Juan 5:29). La condenación es el juicio justo de Dios


sobre el pecado, y el castigo justo de los pecadores.
No se equivoquen acerca de esto. Todos merecemos la
condenación de Dios porque todos somos pecadores.
Nosotros heredamos el pecado de nuestros antepasados, desde
Adán y Eva. No obstante, Jesús vino a rescatarnos de esta
condenación. Nos salvó y nos dio la salvación como un don
gratuito. “Y con el don no sucede como en el caso de aquel
uno que pecó, porque, ciertamente, el juicio vino a causa de
un solo pecado para condenación, pero el don vino a causa de
muchas transgresiones para justificación. Así que, como por la
transgresión de uno vino la condenación a todos lo hombres,
de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los
hombres la justificación que produce vida” (Romanos
5:16,18).
El resultado es claro y sencillo. Romanos 8:1 declara:
“Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en
Cristo Jesús.” Gracias a Jesús, nosotros los creyentes no
seremos condenados.
Pero los incrédulos serán condenados. Los falsos maestros
incrédulos parecen prosperar en este mundo, pero serán
condenados. Segunda de Pedro 2:3 dice: “Llevados por
avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas.
Sobre los tales ya hace tiempo la condenación los amenaza y
la perdición los espera.”
Judas 4, describe estos falsos maestros de una manera muy
similar: “Algunos hombres han entrado encubiertamente, los
que desde antes habían sido destinados para esta condenación,
hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de
nuestro Dios y niegan a Dios, el único soberano, y a nuestro
Señor Jesucristo.” Los medios de comunicación con
frecuencia reportan los dichos de los falsos maestros. Ahora
estos falsos maestros parecen ser muy influyentes y prósperos.
Ellos afirman que Jesús fue sólo un hombre. Insisten en que la
EL INFIERNO: DEFINICIÓN Y TÉRMINOS BÍBLICOS 65

homosexualidad es un estilo de vida aceptable. Nosotros


siempre haríamos bien en recordar cómo cambiarán las cosas
al final. Jesús será el juez de todo, y condenará a todos los
incrédulos. Muchos falsos maestros prominentes serán
revelados como incrédulos, y condenados.

Castigo
El infierno es castigo, no disciplina. Dios disciplina a
aquellos que ama, dándoles una lección que podría ser
dolorosa temporalmente. Sin embargo, Dios castiga a los
incrédulos. En el día final: “irán estos al castigo eterno”
(Mateo 25:46). El infierno no es un castigo temporal, como
una pena en prisión, después de la cual el criminal podría ser
liberado. El infierno es castigo eterno. La Escritura lo describe
como: “el castigo del fuego eterno” (Judas 7).

“El infierno en la cruz”


Jesús sufrió el castigo que nosotros merecemos, cuando
murió en la cruz como nuestro sustituto. Primero, llevó vida
perfecta. Luego, nuestro Salvador fue a la cruz para sufrir y
morir como sacrificio expiatorio por todos los pecadores.
“Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros” (Isaías 53:6).
Mientras Jesús estaba pagando todo el precio de nuestros
pecados, clamó a gran voz: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me
has desamparado?” (Mateo 27:46). Jesús estaba sufriendo el
castigo de la ira de Dios contra el pecado. Incluso, Jesús fue
abandonado por su Padre celestial a causa de nuestros
pecados. Ese es el castigo del infierno. De esa manera, Jesús
sufrió en la cruz el tormento del infierno.
Al pensar en lo que sufrió Jesús al ser crucificado, muchos
piensan sólo en el dolor y la tortura física. Muchos criminales
murieron de esa misma manera tan terrible. Lo que fue
realmente único del sufrimiento de Jesús fue que también
estaba sufriendo el castigo divino que merecemos por
66 EL CIELO Y EL INFIERNO

nuestros pecados. En nuestro lugar fue abandonado por Dios.


Nosotros no podemos entender esto. Pero gracias a Dios que
esto sucedió. ¡Alabamos a Jesús por siempre, porque de esta
manera pagó por nuestros pecados! Sufrió el tormento del
infierno para que nosotros los creyentes nunca tengamos que
hacerlo.

Los residentes del infierno


Hay muchos que tienen que sufrir en el infierno por
siempre. Dios creó el infierno como el lugar de castigo para
“el diablo y sus ángeles” (Mateo 25:41). Satanás y todos sus
ángeles sufren la agonía del infierno por siempre. Dado que
estos ángeles son espíritus, el castigo fue hecho
particularmente para ellos.
Si “Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que los
arrojó al infierno y los entregó a prisiones de oscuridad, donde
están reservados para el juicio” (2 Pedro 2:4), tampoco
perdonará a gente incrédula que sigue los malos caminos del
diablo. Las almas de los incrédulos también sufren en el
infierno. El alma del hombre rico fue al infierno tan pronto
murió (Lucas 16:23).
Jesús dice: “El que crea y sea bautizado, será salvo; pero el
que no crea, será condenado” (Marcos 16:16). Nosotros no
debemos cuestionar ¿por qué Dios envía a los incrédulos al
infierno? Debemos alabar a Dios por proveernos la salida al
enviarnos a su Hijo, Jesús, para ser nuestro Salvador.
De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo
unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino
que tenga vida eterna. Dios no envió a su Hijo al mundo para
condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvado por él.
El que en él cree no es condenado; pero el que no cree ya ha
sido condenado, porque no ha creído en el nombre del
unigénito Hijo de Dios. El que cree en el Hijo tiene vida
eterna; pero el que se niega a creer en el Hijo no verá la vida,
sino que la ira de Dios está sobre él. (Juan 3:16-18,36)
EL INFIERNO: DEFINICIÓN Y TÉRMINOS BÍBLICOS 67

La ira de Dios permanece sobre los incrédulos que viven en


pecado sin arrepentimiento. El apóstol Pablo, siendo inspirado
por Dios, escribió: “¿No sabéis que los injustos no heredarán
el reino de Dios? No os engañéis: ni los fornicarios, ni los
idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los
homosexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos,
ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de
Dios” (1 Corintios 6:9,10). La gente que vive en pecados
como estos, sin arrepentimiento, se perderán.
Hoy, muchos hablan y actúan, como si esto no fuera a
suceder. ¡No se engañen! La Escritura le advierte a todos:
“Nadie os engañe con palabras vanas, porque por estas cosas
viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia” (Efesios
5:6). Los malvados e incrédulos desobedientes, permanecerán
fuera del cielo. Serán residentes eternos del infierno.
Apocalipsis 22:15 los describe como: “los hechiceros, los
fornicarios, los homicidas, los idólatras, y todo aquel que ama
y practica la mentira.” Renunciamos y nos arrepentimos
diariamente de nuestros pecados, confiando en el perdón de
Cristo.

¿Dónde está el infierno?


De vez en cuando, la gente se pregunta dónde está el
infierno. El infierno es un lugar, pero no lo podemos localizar
en un mapa. El hombre rico en el infierno no deseaba que sus
cinco hermanos fueran condenados a “este lugar de tormento”
(Lucas 16:28). El infierno es un lugar de tormento. De alguna
forma, Jesús fue allí antes de salir de la tumba el domingo de
Pascua. Jesús descendió al infierno. La Palabra de Dios dice
que “fue y predicó a los espíritus encarcelados” (1 Pedro
3:19). Jesús fue a ese lugar de tormento, el infierno. Pero
¿dónde está?
Algunas personas piensan en el infierno como si estuviera
debajo de la tierra. Filipenses 2:10 nos dice: “Para que en el
68 EL CIELO Y EL INFIERNO

nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los


cielos, en la tierra y debajo de la tierra”. Muchos intérpretes
consideran “debajo de la tierra” como una referencia a los
habitantes del infierno. Sin duda, todos tendrán que reconocer
que Jesucristo es el Señor y doblarán su rodilla. Esto también
es cierto para aquellos que nunca quisieron que fuera el Rey y
para los no creyentes en él. Sin embargo, este versículo no
necesariamente ubica al infierno en un mapa. El punto es que
toda rodilla debe doblarse ante Jesús.
Lo más seguro es aferrarse a la verdad de la Biblia, que dice
que el infierno es un lugar donde el diablo, sus ángeles, y los
incrédulos, sufren por siempre, no importa dónde esté. No
debemos preocuparnos tanto por ubicar el infierno, como por
evitarlo. Como creyente en Jesucristo como su Salvador del
pecado, nunca tendrá que ir a ese terrible lugar de tormento.
Tu sangre, ¡oh Cristo!, y tu justicia
Mi gloria y hermosura son;
Feliz me acerco al Padre eterno,
Vestido así de salvación.
Al responder al llamamiento
A estar feliz contigo allí,
Habrá de ser mi canto eterno:
“Moriste Tú, Jesús, por mí.”. (Culto Cristiano [CC] 218:1,4)
70 EL CIELO Y EL INFIERNO

Una y otra vez, las Escrituras nos advierten que el castigo


del fuego en el infierno nunca terminará. Por ejemplo, nuestro
Salvador dice: “Si tu mano te es ocasión de caer, córtala,
porque mejor te es entrar en la vida manco, que teniendo dos
manos ir al infierno, al fuego que no puede ser apagado”
(Marcos 9:43). El fuego nunca se apaga. El castigo del
infierno es implacable. Nunca se detiene.
Este es el definitivo y justo castigo para los malvados
enemigos de Dios. Apocalipsis 21:8 revela cómo serán las
cosas para los incrédulos: “Pero los cobardes e incrédulos, los
abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los
idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que
arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda.”
¿Cómo deberíamos pensar de este fuego? ¿Es fuego físico,
como el que arde en una chimenea? O ¿es solamente una
metáfora, una simple imagen del lenguaje, para el tormento
del infierno? El fuego físico consume los objetos. En el día del
juicio, los elementos se derretirán y todo será destruido por el
fuego (2 Pedro 3:10,12). El fuego físico puede ser extinguido.
Por el contrario, el fuego eterno del infierno arde pero nunca
se consume. Nunca consume completamente a los
condenados, sino que se mantiene atormentándolos. No
esperaríamos que el fuego físico afecte a los espíritus malos y
las almas de los incrédulos. Esto lleva a algunas personas a
afirmar que este fuego es sólo una metáfora del sufrimiento en
el infierno.
Sin embargo, hay razones por las que podríamos
imaginarlo como fuego real. Dios puede hacer fuego físico
que quemaría y atormentaría a los espíritus. Además, Dios
puede producir fuego especial que no es exactamente igual al
fuego físico al que estamos acostumbrados. Cualquiera que
sea, el fuego del infierno atormenta claramente a los espíritus
malos y a las almas de los incrédulos. Fue suficientemente
real para el hombre rico en el infierno. El dijo: “Estoy
DESCRIPCIÓN BÍBLICA DEL SUFRIMIENTO EN EL INFIERNO 71

atormentado en esta llama” (Lucas 16:24). Observe que hay


una distinción entre su agonía y el fuego. Para el hombre rico,
el fuego del infierno no era solamente una metáfora. Fue
fuego real el que le causó la agonía, el dolor, y la tortura.
Quería alivio pero no lo recibió. Dios permite que nunca
tengamos que saber cómo es realmente este fuego por
experiencia propia.

Tormento
Si el hombre rico hubiera podido regresar del infierno para
dar una conferencia sobre los sufrimientos en el infierno,
¡habría tenido mucho que decir! Desdichadamente para él, no
pudo escapar. Sin embargo, la Palabra de Dios revela todo lo
que necesitamos saber acerca del sufrimiento del infierno.
Ahora consideremos lo que es realmente estar en el infierno.
Empecemos con el relato de nuestro Salvador sobre hombre
rico y Lázaro (Lucas 16:19-31):
Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino
y hacía cada día banquete con esplendidez. Había también un
mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de
aquel, lleno de llagas, y ansiaba saciarse de las migajas que
caían de la mesa del rico; y aún los perros venían y le lamían
las llagas.
Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles
al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado.
En el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos
a Abraham y a Lázaro en su seno. Entonces, gritando, dijo:
“Padre Abraham, ten misericordia de mí y envía a Lázaro para
que moje la punta de su dedo en agua y refresque mi lengua,
porque estoy atormentado en esta llama”.
Pero Abraham le dijo: “Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes
en tu vida, y Lázaro, males; pero ahora este es consolado aquí,
y tu atormentado. Además de todo esto, una gran sima está
puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que
72 EL CIELO Y EL INFIERNO
quieran pasar de aquí a vosotros no pueden, ni de allá pasar
acá”.
Entonces le dijo: “Te ruego, pues, padre, que lo envíes a la
casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les
testifique a fin de que no vengan ellos también a este lugar de
tormento”.
Abraham le dijo: “A Moisés y a los Profetas tienen; ¡que los
oigan a ellos!”.
Él entonces dijo: “No, padre Abraham; pero si alguno de los
muertos va a ellos, se arrepentirán”.
Pero Abraham le dijo: “Si no oyen a Moisés y a los Profetas,
tampoco se persuadirán aunque alguno se levante de los
muertos”.

¿Se puede imaginar cómo es esto para el hombre rico? Él


está atormentado, en agonía, muy lejos del cielo, a donde
nunca llegará. Su situación es desesperanzadora. Nunca saldrá
del lugar de tormento. Por tanto, suplicó por una sola gota de
agua, pero ni aun recibe esto.
Aun estando ahí, el hombre rico no aprende la lección. No
acepta la voluntad de Dios, pensando que él sabe mejor que
Dios cómo sus hermanos debían ser alcanzados y convertidos.
Aún tiene una opinión baja de la Palabra de Dios (“Moisés y
los Profetas”). Aun si aprende su lección, ya es demasiado
tarde.

Privación
El infierno es un lugar de privación. Allí, los condenados
están privados de todo lo bueno. Deténgase a pensar en todas
las cosas buenas de la vida. Ahora, considere que los
ocupantes del infierno no tienen nada bueno. No hay bebida
fría, ni una silla cómoda, ni un lugar confortable. No hay
vacaciones. Ni siquiera hay un receso para un pequeño
descanso. No hay nada bueno allí. Los residentes del infierno
DESCRIPCIÓN BÍBLICA DEL SUFRIMIENTO EN EL INFIERNO 73

están privados de todo lo que hace agradable la vida.


Es imposible enumerar todas las cosas que les faltarán por
siempre a los condenados. Allá no hay gozo ni alegría. No hay
esperanza para el futuro no hay esperanza de salir, de
regresar a la tierra, ni de ir al cielo. Ya no hay oportunidad de
tener paz con Dios ni para estar en comunión con los
creyentes en el cielo. El infierno es una separación eterna.
Tampoco hay piedad ni misericordia. El hombre rico no
recibió piedad. No recibió ni siquiera una gota de agua. No
hay reposo ni alivio para el impío en el infierno.

La ira y el enojo
El infierno es la expresión final del justo castigo de Dios
por el pecado. Puede ser que los pecadores egoístas no se dan
cuenta de lo que les espera. La gente podría pensar que no es
un gran problema rechazar el evangelio. Romanos 2:8,9
revela el futuro de los incrédulos: “Ira y enojo a los que son
contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a
la injusticia. Tribulación y angustia sobre todo ser humano
que hace lo malo.” No es nada fácil sufrir la ira de Dios. Ni
siquiera podemos comprender cómo será esto realmente. Sin
duda significará “tribulación y angustia”. Por una buena
razón, la Escritura dice: “¡Horrenda cosa es caer en manos del
Dios vivo!” (Hebreos 10:31).
La gente querrá que termine, pero no será así. Ellos
desearán “morir” y que todo termine, pero no podrán. No hay
escapatoria, ni salida, ni esperanza. Apocalipsis 14:11 dice:
“El humo de su tormento sube por los siglos de los siglos.
[Los incrédulos] no tienen reposo de día ni de noche.”

Abominación
Hoy algunas personas viven de la fama y la fortuna.
Algunos renunciarían a todo por ser bellos. Pero la fama y la
belleza, son pasajeras. Entonces, ¿qué le sucede a la gente que
74 EL CIELO Y EL INFIERNO

vivió sólo para esta vida? Si hermosas estrellas de cine van al


infierno, ¿seguirán siendo hermosas? ¡Por supuesto que no!
Nosotros sabemos que los incrédulos resucitarán de entre los
muertos el día del juicio. Sin embargo, la Escritura ni siquiera
sugiere que sus cuerpos serán glorificados. En cambio, dice
justamente lo contrario acerca de aquellos que se revelan
contra Dios. “Porque su gusano nunca morirá ni su fuego se
apagará. Y serán abominables para todo ser humano” (Isaías
66:24). Jesús citó estas palabras como una descripción del
infierno (Marcos 9:48). En la resurrección, los cuerpos de los
incrédulos serán horribles y feos. Serán abominables y
repugnantes. Piense acerca de la muerte, cuerpos decadentes
que tienen gusanos o larvas royendo sobre ellos. Piense en
cuerpos horriblemente cicatrizados por un fuego terrible.
Estas son las imágenes usadas por Isaías para el tormento del
infierno. Sin duda los incrédulos serán abominables en el
infierno.
Nosotros pudiéramos preguntamos cómo su “gusano” (el
que justamente merecen) puede seguir molestándolos y nunca
morir. Nos preguntamos cómo su fuego nunca se apagará, y
sin embargo, nunca consumirlos a fin de que puedan morir y
encontrar alivio. Nunca llegará el momento cuando el
sufrimiento finalmente se detenga, sino que seguirá por
siempre. Así es el infierno; no es una broma.

Oscuridad
La Biblia describe el infierno como un lugar de intensa
oscuridad (Mateo 8:12; 22:13; 25:30). Esto es lo opuesto de la
luz celestial. Dios condenará a los espíritus malos y a todos
los incrédulos a permanecer fuera del tan iluminado salón del
banquete del cielo. Estarán afuera, alejados del gozo de las
bendiciones celestiales de Dios. Los falsos maestros irán a “la
oscuridad de las tinieblas”, el lugar más sombrío imaginable
(2 Pedro 2:17; Judas 13). El infierno ya está preparado para
DESCRIPCIÓN BÍBLICA DEL SUFRIMIENTO EN EL INFIERNO 75

ellos y esperándolos. Los espíritus malos ya están siendo


castigados con esta oscuridad, mientras esperan su juicio en el
día final (Judas 6).

Lloro y crujir de dientes


Una de las descripciones bíblicas más comunes del infierno
es que los incrédulos “serán echados a las tinieblas de afuera;
allí será el lloro y el crujir de dientes” (Mateo 8:12; ver
también 13:42,50; 22:13; 24:51; 25:30). Lucas 13:28 dice:
“Allí será el llanto y el crujir de dientes, cuando veáis a
Abraham, a Isaac, a Jacob, y a todos los profetas, en el reino
de Dios, y vosotros estéis excluidos”. Estas palabras son
repetidas tan a menudo que todos debiéramos saber lo que
significan.
Habrá llanto y gemidos en el infierno; pues, es un lugar de
aflicción eterna. No hay felicidad allí. Los ocupantes
condenados del infierno sufren desesperada tristeza por
siempre. Su llanto es como ningún otro. Es un llanto que no
encuentra alivio, ni consuelo, ni ayuda. Los condenados han
enfrentado el rechazo final de Dios. No pueden esperar alguna
apelación o libertad condicional; no hay misericordia ni
salida. ¡Así será su destino por siempre! No es difícil ver por
qué ellos están agobiados por el dolor y la tristeza.
Ellos crujen sus dientes, es decir, los hacen rechinar. Sufren
intenso dolor; experimentan angustia y tormento
indescriptibles que duelen peor que cualquier otra cosa
conocida en este mundo. Rechinan y crujen sus dientes porque
sufren. En su agonía, no tienen pensamientos gratos de Dios.
Él los ha condenado a este lugar de tormento por toda la
eternidad. Así que, rechinan (crujen) sus dientes ardiendo de
rabia y enojo. ¡Odian a Dios! Sus pensamientos no son puros
ni rectos. Piensan en su penosa situación, sus torturas
insoportables, y su permanente futuro desesperanzador.
Piensan acerca de esto, por toda la eternidad, con feroz y
76 EL CIELO Y EL INFIERNO

rencoroso odio contra Dios. Ellos rechinan y crujen sus


dientes, y seguirán haciéndolo por siempre.

La segunda muerte
En el libro de Apocalipsis, Jesús habla de una segunda
muerte. El dice: “El vencedor no sufrirá daño de la segunda
muerte” (Apocalipsis 2:11). Los creyentes no experimentarán
la segunda muerte. Esto no se refiere a la muerte física o
temporal (cuando el alma se separa del cuerpo). Jesús enseña
que los creyentes que guardan su Palabra “nunca verán
muerte” (Juan 8:51). Él está hablando de la muerte eterna.
Los judíos lo malinterpretaron, pensando que él estaba
hablando de la muerte temporal. Ellos dijeron: “Ahora nos
convencemos de que tienes demonio. Abraham murió, y los
profetas; y tú dices: ‘El que guarda mi palabra nunca sufrirá
muerte’” (versículo 52). Pero Jesús estaba hablando de la
segunda muerte.
Apocalipsis 20:6 revela que la segunda muerte no tiene
poder sobre los creyentes. Luego el versículo 14 indica que
“el lago de fuego es la muerte segunda”. En otras palabras, la
segunda muerte es la muerte eterna (la separación de Dios) en
el infierno. Recuerde que la palabra muerte significa
separación, no dejar de existir. Los incrédulos sufren esta
segunda muerte. “Pero los cobardes e incrédulos, los
abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los
idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que
arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda”
(Apocalipsis 21:8). Por lo tanto, la segunda muerte es el
tormento eterno en el infierno. Es la separación eterna de las
bendiciones eternas de Dios.

Perdición
Jesús dice: “Entrad por la puerta angosta, porque ancha es
la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y
DESCRIPCIÓN BÍBLICA DEL SUFRIMIENTO EN EL INFIERNO 77

muchos son los que entran por ella” (Mateo 7:13). Aquí,
nuestro Salvador describe el infierno como perdición, es decir,
destrucción. Pero, ¿qué significa eso? Cuando la Biblia
describe el infierno como perdición o destrucción, no está
hablando de aniquilación.
Segunda de Tesalonicenses 1:9 dice: “Estos sufrirán pena
de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de
la gloria de su poder.” La perdición eterna es perdición que
permanece para siempre. Nunca termina. Aunque esto es
difícil de entender, la perdición del infierno es un proceso sin
fin que continúa por toda la eternidad. Es como un proceso
eterno de decadencia. Jesús estaba citando Isaías 66:24
cuando describió al infierno como un lugar donde “el gusano
de ellos no muere y el fuego nunca se apaga” (Marcos 9:48).
El infierno es un lugar donde la destrucción y la decadencia
no se detienen.

Grados de castigo
¿Habrá diferentes grados de castigo en el infierno o todos
sufrirán el mismo castigo? Desde luego, todo sufrimiento en
el infierno es terrible. Nosotros no quisiéramos tener ninguna
parte de él, ni siquiera por un corto tiempo. Sin embargo, la
Escritura enseña que habrá diferentes grados de castigo.
Sodoma y Gomorra fueron extremadamente malvadas (ver
Génesis 18:20 19:26). Nosotros no tenemos que preguntarnos
acerca de lo que Dios pensó sobre ellos. “Fueron puestas por
ejemplo, sufriendo el castigo del fuego eterno” (Judas 7). Pero
considere estas palabras que Jesús habló a sus doce discípulos
antes de enviarlos a cumplir la misión entre las ovejas
perdidas de Israel: “Si alguien no os recibe ni oye vuestras
palabras, salid de aquella casa o ciudad y sacudid el polvo de
vuestros pies. De cierto os digo que en el día del juicio será
más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma y Gomorra
que para aquella ciudad” (Mateo 10:14,15).
78 EL CIELO Y EL INFIERNO

Si la gente no recibiera a sus discípulos u oyeran sus


palabras, ¡sería aun peor para ellos de lo que podría ser para
Sodoma y Gomorra! Para Sodoma seguramente no será fácil,
pero para la gente que maliciosamente rechaza el evangelio,
será aun peor. Claramente, Dios toma su Palabra muy en serio.
Cuando la gente rechaza la Palabra de Dios y sus siervos,
también lo rechazan a él y cometen el crimen más terrible.
Ellos serán castigados más severamente.
Cuando nuestro Señor Jesús repite una enseñanza, debemos
prestarle atención especial. Toda la Palabra de Dios es
importante, pero si nuestro Salvador se toma el tiempo para
repetir una advertencia, debemos tomarla más seriamente. Lea
lo que dice Jesús en Mateo 11:20-24:
Entonces comenzó a reconvenir a las ciudades en las cuales
había hecho muchos de sus milagros, porque no se habían
arrepentido, diciendo: “¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida!,
porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros
que han sido hechos en vosotras, tiempo ha que en vestidos
ásperos y cenizas se habrían arrepentido. Por tanto os digo que
en el día del juicio será más tolerable el castigo para Tiro y
para Sidón, que para vosotras. Y tú Capernaúm, que eres
levantada hasta el cielo, hasta el Hades serás abatida, porque
si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que han sido
hechos en ti, habría permanecido hasta el día de hoy. Por tanto
os digo que en el día del juicio será más tolerable el castigo
para la tierra de Sodoma que para ti”.

Jesús dice que sería más tolerable aun para la gente


malvada de Sodoma que para aquellos que rechazan a Jesús y
su Palabra. La gente de Corazín, Betsaida, y Capernaúm,
tuvieron oportunidades más grandes para oír a Jesús y
arrepentirse. Aun así, lo rechazaron, por lo que sufrirán peor
castigo.
Es un pecado terrible rechazar el mensaje de salvación del
evangelio cuando es proclamado. Piense en toda la gente que
DESCRIPCIÓN BÍBLICA DEL SUFRIMIENTO EN EL INFIERNO 79

aprende la Palabra de Dios cuando niños, quizá de sus padres


o en la escuela dominical, y luego, más tarde, la rechazan
durante su vida. Ellos lo saben mejor. Tienen todas las
oportunidades. Sin embargo, rechazan a su Salvador. El peor
sufrimiento del infierno les espera. Jesús dice:
Aquel siervo que, conociendo la voluntad de su señor, no se
preparó ni hizo conforme a su voluntad, recibirá muchos
azotes. Pero el que sin conocerla hizo cosas dignas de azotes,
será azotado poco, porque a todo aquel a quien se haya dado
mucho, mucho se le demandará, y al que mucho se le haya
confiado, más se le pedirá. (Lucas 12:47,48).

Dios tomará en cuenta cuántas oportunidades tuvo la gente


de oír su Palabra. Dios tendrá en cuenta lo que la gente sabía.
Aquellos que tuvieron más oportunidades y las rechazaron,
serán castigados más severamente. Aquellos que sabían más
de la Palabra de Dios y la ignoraron, serán castigados más
terriblemente.
Romanos 2:12 enseña la misma verdad: “Todos los que sin
la Ley han pecado, sin la Ley también perecerán; y todos los
que bajo la Ley han pecado, por la Ley serán juzgados”. Los
gentiles y otros que nunca oyeron el evangelio perecerán sin
excusa (Romanos 2:1). Pero los judíos y otros que oyeron el
mensaje de salvación de Dios y tuvieron su Palabra, serán
juzgados según lo que estuvo disponible para ellos. Ellos
tenían la Palabra de Dios y oyeron la promesa del evangelio
sobre el Salvador del pecado. Por tanto, su castigo será peor.
El mayor castigo está reservado para aquellos que maliciosa e
intencionalmente rechazan el evangelio de Cristo cuando les
es traído.
Sólo piense cómo se sentirán esas personas en el infierno.
Sabrán que tuvieron todas las oportunidades de ser hechos
creyentes e ir al cielo, pero rechazaron el evangelio. Se
sentirán culpables. Sabrán que pudieron haber estado en el
80 EL CIELO Y EL INFIERNO

cielo. Este pensamiento los torturará por toda la eternidad. Su


sufrimiento será el peor. Dios permite que nunca tengamos
que saber por experiencia propia qué tan malo es realmente el
sufrimiento en el infierno.
84 EL CIELO Y EL INFIERNO

algo que ocurre en este mundo. Ellos explican el infierno


como el desorden que la gente hace de sus propias vidas.
Suponen que tales personas sufren un infierno en la tierra por
sus propios errores. Un autor lo expresa de esta manera: “Hoy
los teólogos y predicadores cristianos, normalmente hablan
del infierno simbólicamente, como una realidad de este
mundo. El infierno es descrito hoy como el desorden ya sea
individual o social que los hombres hacen de esta vida. . .
Un campo de batalla, una celda de prisión, un matrimonio
lleno de odio, o una amistad rota, es el infierno.”37
Sin embargo, debemos preguntarnos: ¿Es eso lo que
realmente dice la Biblia? En el relato del hombre rico y
Lázaro, el hombre rico no comenzó a sufrir el tormento del
infierno sino hasta que murió (Lucas 16:19-26). Su cuerpo fue
enterrado, y su alma fue al infierno. No pudo regresar a esta
vida.
El infierno es el resultado de la condenación de Dios.
Hebreos 9:27 insiste en que Dios juzga a cada persona al
morir. “Está establecido para los hombres que mueran una
sola vez, y después de esto el juicio.” Por lo tanto, Dios no
envía a la gente al infierno mientras están viviendo en este
mundo. Pueden estar en el camino al infierno. Pueden estar
bajo la ira de Dios. Pero técnicamente, ellos todavía no están
en el infierno.
Aun entre los cristianos relativamente conservadores, hay
algunos que no enseñan que el infierno es castigo eterno.
Algunos eruditos evangélicos enseñan que el infierno es
aniquilación, es decir, el fin de la existencia. Uno escribió el
la revista Christianity Today (El cristianismo hoy) que: “Dios
no resucita a los impíos con el propósito de torturarlos
conscientemente por siempre, sino que declara sus sentencia
sobre ellos y los condena a extinción”.38
Pero nuevamente, debemos preguntarnos: ¿Es eso lo que
realmente dice la Biblia? No lo es. Estos eruditos están
EL CASTIGO ETERNO 85

tratando de hacer pasar sus propias ideas falsas como si fuera


la verdad de Dios. La Palabra de Dios es muy clara cuando
enseña que el castigo del infierno permanece para siempre.

El castigo del infierno permanece para siempre


En el Antiguo Testamento, leemos que los incrédulos
resucitarán de la muerte en el día final y serán condenados
“para vergüenza y confusión perpetua” (Daniel 12:2). En el
Nuevo Testamento, Jesús revela lo que dirá a los incrédulos el
día del juicio: “Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno
preparado para el diablo y sus ángeles” (Mateo 25:41).
Observe cuidadosamente que él dice “fuego eterno”.
Esa es la razón por la cual Jesús advierte a la gente tan
seriamente sobre el pecado. Él dice: “Por tanto, si tu mano o
tu pie te es ocasión de caer, córtalo y échalo de ti: mejor te es
entrar en la vida cojo o manco, que teniendo dos manos o dos
pies ser arrojado en el fuego eterno” (Mateo 18:8). No hay
duda de lo que Jesús quiere decir con estas palabras es “fuego
eterno”. En Marcos 9:43, Jesús describe el infierno como un
lugar en donde “el fuego no puede ser apagado”. El fuego
eterno nunca se apaga. No tiene fin.
Las epístolas del Nuevo Testamento también describen el
infierno de esta manera. No es un castigo temporal.
Permanece para siempre. Nuestra sociedad cada vez más
perversa debe despertar y tomar a pecho esta advertencia.
Judas 7 dice: “También Sodoma y Gomorra y las ciudades
vecinas, las cuales de la misma manera que aquellos,
habiendo fornicado e ido en pos de vicios contra la naturaleza,
fueron puestas por ejemplo, sufriendo el castigo del fuego
eterno”. Esa misma epístola dice que el infierno está
reservado para los malvados “eternamente” (versículo 13).
Los incrédulos serán castigados con “eterna perdición” (2
Tesalonicenses 1:9).
Sin duda alguna, el infierno es eterno, perpetuo, un castigo
86 EL CIELO Y EL INFIERNO

interminable. Esto es tan cierto como el hecho de que en el


cielo los creyentes recibirán vida eterna, perpetua e
interminable. Estas verdades son enseñadas de igual manera
en las Escrituras. Los incrédulos estarán en el infierno por
siempre así como los creyentes estarán en el cielo por
siempre. Jesús resume su juicio en el día final: “Irán estos [los
incrédulos] al castigo eterno y los justos [los creyentes] a la
vida eterna” (Mateo 25:46).

Dios no cambiará su propósito


La dificultad de los incrédulos parece tan insalvable que
algunos imaginan que tal vez Dios cambiará su forma de
pensar en algún momento del futuro. Malaquías 3:6 no abriga
ninguna esperanza de que eso vaya a suceder, sino que registra
este mensaje de Dios: “Yo, Jehová, no cambio”.
Si Dios cambiara su forma de pensar, los incrédulos no
recibirían el castigo eterno, y Dios sería responsable de
mentira. ¿Mentiría o cambiaría Dios su forma de pensar?
Encontramos una respuesta clara según un fiel profeta de Dios
en 1 Samuel 15:29. “Además, el que es la Gloria de Israel no
mentirá ni se arrepentirá, porque no es hombre para que se
arrepienta.” (Ver también Números 23:19; Salmo 110:4;
Jeremías 4:28 y Tito 1:2.)
Dios nunca miente, sino que siempre cumple su palabra.
Dios ha dicho con un juramento “que no entrarían en mi
reposo” (Salmo 95:11). No se equivoquen acerca de esto.
Estas personas nunca entrarán en el reposo del cielo. Dios se
estaba refiriendo a los incrédulos que perecen (ver Hebreos
3:11-19).
Esta vida es nuestro tiempo de gracia, es decir, nuestra
única oportunidad para ser traídos a la fe por el mismo poder
de Dios el cual obra a través de su Palabra salvadora. Esto
requiere un milagro. Que no nos atrevamos a acercarnos a
Dios con arrogancia. Jesús dice: “De cierto os digo que el que
EL CASTIGO ETERNO 87

no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él”


(Marcos 10:15). La razón humana no nos puede ayudar.
Necesitamos la Palabra de Dios y el don de la fe. Recuerde lo
que dice la Escritura acerca de dónde se origina la fe. Dios
crea la fe; pues “la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de
Dios” (Romanos 10:17).
La Palabra de Dios es la única cosa en esta vida que
realmente necesitamos (Lucas 10:38-42). Todavía hay tiempo.
La Escritura dice:
Temamos, pues, no sea que permaneciendo aún la promesa de
entrar en su reposo, alguno de vosotros parezca no haberlo
alcanzado. También a nosotros se nos ha anunciado la buena
nueva como a ellos; a ellos de nada les sirvió haber oído la
palabra, por no ir acompañada de fe en los que la oyeron. Pero
los que hemos creído entramos en el reposo, de la manera que
dijo: “Por tanto, juré en mi ira que no entrarían en mi
reposo”… Nuevamente dice: “No entrarán en mi reposo”.
Por lo tanto, puesto que falta que algunos entren en él, y
aquellos a quienes primero se les anunció la buena nueva no
entraron por causa de la desobediencia, otra vez determina un
día: “Hoy”, del cual habló David mucho tiempo después,
cuando dijo: “Si oís hoy su voz, no endurezcáis vuestros
corazones”. (Hebreos 4:1-7)

¿Cuándo debemos tomar en serio la Palabra salvadora de


Dios? ¡Hoy! ¿Cuándo debemos tomar en serio la enseñanza
de la Palabra de Dios a nuestros hijos y nietos? ¡Hoy!
¿Cuándo debemos tomar en serio el alcanzar a otros con el
único evangelio de salvación? ¡Hoy! Que digamos a todos
que, a pesar de que somos pecadores, Jesús ha pagado por
todos los pecados con su muerte en la cruz. “Cree en el Señor
Jesucristo, y serás salvo tú y tu casa” (Hechos 16:31).

La peor parte sobre el infierno


Todo lo relacionado al infierno es malo. Aun es difícil
88 EL CIELO Y EL INFIERNO

pensar cuán horrible es y será realmente el sufrimiento en el


infierno. ¡Dios permite que ninguno de nosotros descubra por
experiencia propia qué tan malo realmente es! Sin embargo, la
peor parte del infierno parece ser que nunca termina. Hay
muchos aspectos terribles del sufrimiento, pero si hubiera un
fin para éste, no sería tan malo. La peor parte sobre el infierno
es que ¡jamás hay salida!
No hay salida ni fin para el sufrimiento. En el infierno, el
“fuego… no puede ser acabado” y “el gusano de ellos no
muere y el fuego nunca se apaga” (Marcos 9:43,48). Abraham
le explicó al hombre rico condenado: “Además de todo esto,
una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de
manera que los que quieran pasar de aquí a vosotros no
pueden, ni de allá pasar acá” (Lucas 16:26).
Desde luego, es verdad, que aquellos que están en el
infierno no saldrán hasta que hayan pagado todo lo que deben
(Mateo 5:26). Pero no pueden pagar lo que deben. El Salmo
49:8 dice: “La redención de su vida es de tan alto precio que
no se logrará jamás”.
Por supuesto, Jesús pagó lo necesario y suficiente por todos
los pecadores cuando murió en la cruz. Juan el Bautista dijo:
“El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que se niega
a creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está
sobre él” (Juan 3:36). La ira de Dios permanece sobre todos
aquellos no creyentes en Jesucristo como su Salvador, los
cuales permanecerán en el infierno por siempre.
¡Jamás hay salida del infierno! El castigo eterno significa
que es un castigo que no tiene fin. Esto no es disciplina ni
corrección, sino castigo. Una vez que una persona esté allá, ya
es demasiado tarde.
Pero seguramente, la razón humana argumenta que debe
haber pausas para este sufrimiento. Debe haber momentos
breves de alivio. A los trabajadores les son permitidos los
descansos. Seguramente, la mente sigue pensando que debe
EL CASTIGO ETERNO 89

haber algunas pausas en el infierno, de tal forma que la gente


pueda tener algún alivio de los terribles sufrimientos del
infierno. Pero no hay ninguna. Cuando el hombre rico
condenado dijo: “Ten misericordia de mí”, no recibió
misericordia. Cuando pidió una gota de agua para refrescar su
lengua, no recibió nada (Lucas 16:24-26). Él ya no era rico,
por decir lo menos.
El fuego y el tormento del infierno, seguirán
continuamente. “No se apagará de noche ni de día, sino que
por siempre subirá su humo” (Isaías 34:10; ver también
66:24). ¡Inclusive es horrible pensarlo! Sin embargo, los
incrédulos deben sufrir esto por toda la eternidad. “El humo
de su tormento sube por los siglos de los siglos. [Los
incrédulos] no tienen reposo ni día ni de noche” (Apocalipsis
14:11). Ellos acompañarán a su líder, el diablo. La Escritura
dice: “El diablo, que los engañaba, fue lanzado en el lago de
fuego y azufre. . . . [Él y quienes están con él] serán
atormentados día y noche por los siglos de los siglos” (20:10).

¿Por qué ha revelado Dios esta doctrina en la Escritura?


La doctrina del castigo eterno en el infierno es tan horrible
que algunos podrían aun preguntarse: ¿por qué Dios revela
esta doctrina en la Biblia? La respuesta simple es que Dios
quiere que todos sean advertidos acerca del infierno. Dios no
quiere que nadie perezca en el infierno. Quiere que todos sean
guiados al arrepentimiento (2 Pedro 3:9). Dios “quiere que
todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la
verdad” (1 Timoteo 2:4). Juan el Bautista advirtió a la gente
de su tiempo para que fueran llevados al arrepentimiento antes
de que fuera demasiado tarde:
Al ver él que muchos de los fariseos y de los saduceos venían
a su bautismo, les decía: “¡Generación de víboras!, ¿quién os
enseñó a huir de la ira venidera? Producid, pues, frutos dignos
de arrepentimiento, y no penséis decir dentro de vosotros
90 EL CIELO Y EL INFIERNO
mismos: ‘A Abraham tenemos por padre’, porque yo os digo
que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras.
Además, el hacha ya está puesta a la raíz de los árboles; por
tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado al
fuego.
“Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento, pero
el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar,
es más poderoso que yo. Él os bautizará en Espíritu Santo y
fuego. Su aventador está en su mano para limpiar su era.
Recogerá su trigo en el granero y quemará la paja en fuego que
nunca se apagará”. (Mateo 3:7-12)

Juan señaló la venida del Salvador del pecado, Jesucristo,


el Cordero de Dios, que ha quitado el pecado del mundo. En
su ministerio terrenal, Jesús también advirtió a la gente sobre
el infierno. Sin embargo, reveló que muchos no recibirían esta
advertencia con arrepentimiento y fe. Ellos perseguirían y
matarían a los mismos siervos llamados quienes les iban a
advertir del infierno.
¡Serpientes, generación de víboras!, ¿cómo escaparéis de la
condenación del infierno? Por tanto, yo os envío profetas,
sabios, y escribas; de ellos, a unos mataréis y crucificaréis, y a
otros azotaréis en vuestras sinagogas y perseguiréis de ciudad
en ciudad. Así recaerá sobre vosotros toda la sangre justa que
se ha derramado sobre la tierra, desde la sangre de Abel, el
justo, hasta la sangre de Zacarías hijo de Berequías, a quien
matasteis entre el Templo y el altar. (Mateo 23:33-35)

¿De quién es la culpa cuando los malvados son condenados


al castigo eterno?
Dios es perfecto. Él nunca tiene ninguna culpa. Los
pecadores son condenados por su propia culpa. Seguramente,
el diablo y sus ángeles, asumen sus roles y tienen la culpa. Los
falsos maestros que hacen descarriar a la gente, también
EL CASTIGO ETERNO 91

asumen sus roles y tienen la culpa. El mundo malvado


también tiene la culpa. Pero, al fin de cuentas, es la culpa de
los propios pecadores. Jesús dijo: “¡Jerusalén, Jerusalén, que
matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados!
¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta
sus polluelos debajo de las alas, pero no quisiste!” (Mateo
23:37). Jesús quiere reunir a todos los pecadores, pero ellos no
lo tendrán a él.
“El Señor. . . es paciente para con nosotros, no queriendo
que ninguno perezca, sino que todos procedan al
arrepentimiento” (2 Pedro 3:9). Dios “quiere que todos los
hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad”
(1 Timoteo 2:4). Él quiere que todos sean creyentes en Jesús
y reciban la vida eterna.
Cuando los incrédulos sean finalmente condenados, es por
su propia culpa. Ellos han rechazado la salvación que Jesús les
ofreció gratuitamente. Por lo tanto, el castigo no tendrá fin.
Los luteranos genuinos son creyentes en lo que la Biblia
dice. La Confesión de Augsburgo resume la enseñanza de la
Escritura. Afirma que el día final, nuestro Señor Jesucristo: “a
los hombres impíos y a los demonios los condenará al infierno
y al castigo eterno”. Esto rechaza la enseñanza “que los
demonios y los hombres condenados no sufrirán pena y
tormento eternos”.39
La enseñanza de que el castigo del infierno permanece para
siempre es una enseñanza severa de la ley. Aun así, es una
parte de la Palabra de Dios. El castigo del infierno es
perpetuo. Esto es en lo que son creyentes, enseñan, y
confiesan, los luteranos genuinos con base en la Santa Palabra
de Dios.

Preciosa herencia otorga Dios


Al hombre en la Palabra,
92 EL CIELO Y EL INFIERNO
Y nuestro empeño debe ser
Al mundo proclamarla.
Nos guía en el vivir,
Sostiene en el morir.
Concédenos, Señor,
Leerla con amor,
Guardar sus enseñanzas. Amén (CC 113)
94 EL CIELO Y EL INFIERNO
horrible para muchos… Un Padre celestial que quemaría a sus
enemigos por toda la eternidad, parecería infinitamente peor
que el monstruo Adolfo Hitler quien asfixió con gases e
incineró en lugares como Buchenwald y Belsen a cerca de seis
millones de judíos a quienes consideraba como sus
enemigos… Los estudiosos y teólogos modernos de la Biblia,
simplemente no creen que Jesús dijo las cosas acerca del
infierno que se le atribuyen a él en los evangelios, porque
estos pasajes contradicen todo lo que Jesús fue y defendió. Por
ejemplo, Jesús nos exhortó a amar a nuestros enemigos con
un perfecto— o completo— amor como el que tiene el Padre
celestial… ¿Podría realmente este mismo Jesús estar de
acuerdo con la opinión común de su época, que Dios castigará
a sus enemigos después de la muerte con un rencor eterno que
los tostara en un horno eterno? ¡No! Yo no creo que Jesús
hubiera estado de acuerdo con eso. Pues el Dios tan vengativo,
antes que ser la maravillosa deidad de amor, misericordia, y
perdón, es, a mis ojos, un Frankenstein de odio, crueldad, y
venganza, que ordena a sus hijos a ser más morales de lo que
él está dispuesto a ser.40

Alguien que escriba de esta manera no puede ser un


luterano genuino ya que los auténticos luteranos no niegan las
enseñanzas claras de la Biblia. Jesús realmente dijo las cosas
acerca del infierno que se le atribuyen en los evangelios, y los
luteranos auténticos están de acuerdo con lo que él dijo. Las
confesiones luteranas declaran que al fin del mundo, “Cristo
retornará y resucitará a todos los muertos, y a los piadosos les
dará vida eterna y gozo eterno; a los impíos empero los
condenará para que juntamente con el diablo sufran tormentos
sin fin”.41 El profesor “luterano” citado arriba no solamente
estaba negando la existencia del infierno, sino también estaba
cuestionando a Dios.
¡Y no tenemos derecho de cuestionar a Dios! El Señor del
cielo y de la tierra, le puede decir a cualquiera lo que le dijo a
Job: “¿Quién es ese que oscurece el consejo con palabras sin
EL INFIERNO ES REAL 95

sabiduría? Ahora cíñete la cintura como un hombre: yo te


preguntaré y tú me contestarás. ¿Dónde estabas tú cuando yo
fundaba la tierra? ¡Házmelo saber, si tienes inteligencia!” (Job
38:2-4).
No nos atrevamos a jugar con Dios quien es “el único que
tiene inmortalidad, que habita en luz inaccesible y a quien
ninguno de los hombres ha visto ni puede ver. A él sea la honra
y el imperio sempiterno. Amén” (1 Timoteo 6:16). Dios sabe
mucho más que nosotros. Entonces, en vez de cuestionar a
Dios, debemos alabarlo por su sabiduría con las palabras de
Romanos 11:33-36:
¡Profundidad de las riquezas, de la sabiduría y del
conocimiento de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios e
inescrutables sus caminos!, porque, ¿quién entendió la mente
del Señor? ¿o quién fue su consejero? ¿Quién le dio a él
primero, para que le fuera recompensado?, porque de él, por
él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los
siglos. Amén.

En lugar de cuestionar a Dios, simplemente debemos


recibir su Palabra con acción de gracias y no dudar lo que él
dice en la Escritura.

Sí podemos tener la absoluta seguridad de que hay un


infierno
Es extraño que algunas de las mismas personas que niegan
que haya un infierno, también mantengan la idea que haya un
cielo. Incluso, en la Escritura, estos dos destinos son
frecuentemente enseñados en los mismos pasajes de la Biblia.
Podemos estar seguros que hay un infierno, así como estamos
seguros que hay un cielo. O, por decirlo de otra manera: Si
hay un cielo, entonces hay un infierno. Nadie que sigue la
Biblia dirá que hay un cielo pero no un infierno. La Biblia
enseña que ambos son reales.
96 EL CIELO Y EL INFIERNO

En Mateo 25:46, Jesús resume lo que les sucederá a los


incrédulos y a los creyentes el día del juicio: “Irán estos [los
no creyentes] al castigo eterno y los justos [los creyentes] a la
vida eterna.” Podemos estar seguros que los creyentes vamos
al cielo, y podemos estar igualmente seguros que los
incrédulos van al infierno para el castigo eterno.
Muchos de nosotros nos hemos aprendido de memoria
Marcos 16:16: “El que crea y sea bautizado, será salvo; pero
el que no crea, será condenado”. Una vez más, vemos que es
cierto que quien sea creyente, será salvado en el juicio final.
Sin embargo, también es cierto que quien no sea creyente, será
condenado. Podemos estar completamente seguros que hay un
infierno y que los incrédulos irán allá.
Nuestra certeza también se basa en el hecho de que Dios
nunca miente. “Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de
hombre para que se arrepienta. ¿Acaso dice y no hace?
¿Acaso promete y no cumple?” (Números 23:19). Dios ha
hablado. Al fin de cuentas, los incrédulos serán condenados al
castigo eterno. Dios no miente. Podemos estar seguros que
esto sucederá.
Por lo tanto, la cuestión está resuelta para un creyente de la
Biblia. El infierno es real y los incrédulos sufrirán allá por
siempre. Pero entonces algunas personas recurren a la razón y
a los sentimientos de afecto humanos, y preguntan: “¿Cómo
puede el Dios amoroso enviar a alguien al infierno?” ¿Cómo
contestaría usted esa pregunta? De nuevo, escudriñemos las
Escrituras para tener la respuesta.

¿Cómo puede el Dios amoroso enviar a alguien al


infierno?
Es verdad que Dios es amoroso. Nosotros no negamos esa
verdad de la Escritura. Sin embargo, también es cierto que
Dios es justo y santo, y castiga al malvado. Las dos
afirmaciones son ciertas: Dios es amoroso; Dios es justo y
EL INFIERNO ES REAL 97

castiga a los pecadores. Dios se revela a él mismo con su


propio nombre en Éxodo 34:6,7:
¡Jehová! ¡Jehová! Dios fuerte, misericordioso y piadoso; tardo
para la ira y grande en misericordia y verdad, que guarda
misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión,
y el pecado, pero que de ningún modo tendrá por inocente al
malvado; que castiga la maldad de los padres en los hijos y en
los hijos de los hijos, hasta la tercera y cuarta generación.

Estudie estas palabras cuidadosamente


Primero, el Señor se describe a él mismo como “el Dios
misericordioso y piadoso, tardo para la ira, grande en
misericordia y verdad, que guarda misericordia a millares, y
que perdona la iniquidad, la rebelión, y el pecado”. Este es el
Señor que hemos conocido y amado. Nosotros aprendemos de
él en el evangelio. Nos encanta escuchar cuánto amó al mundo
entero, que envío el Salvador. Nos encanta oír que el Señor
perdona todos nuestros pecados a través de Jesús.
Sin embargo, el pasaje no termina ahí. Mire nuevamente las
palabras en letra cursiva: “de ningún modo tendrá por
inocente al malvado”. Esto también es verdad. Nosotros no
podemos ni debemos tomar unas tijeras y cortar el resto de
este pasaje bíblico. Dios se está describiendo a él mismo. Él
es el Dios de amor; eso es cierto. Sin embargo, él también es
justo que castiga el pecado. Por eso fue que Jesús tuvo que
morir en la cruz y recibir el castigo que nosotros merecíamos
por causa de nuestros pecados.
O nosotros teníamos que recibir el castigo eterno por
nuestros pecados, o alguien eterno tenía que morir. Jesús, el
eterno hijo de Dios, estuvo dispuesto a morir en nuestro lugar.
Y así fue cómo obtuvo el perdón para nosotros. No es que
Dios barrió nuestros pecados y los metió bajo la alfombra. El
pecado tenía que ser castigado, y Jesús lo recibió en nuestro
lugar.
98 EL CIELO Y EL INFIERNO

No se equivoquen acerca de esto. Dios es justo. “Él es la


roca, cuya obra es perfecta, porque todos sus caminos son
rectos. Es el Dios de verdad y no hay maldad en él; es justo y
recto” (Deuteronomio 32:4). No deja al culpable sin castigo.
El ha dicho: “la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23).
Por lo tanto, cualquiera que rechace el pago que Jesús hizo en
la cruz, debe sufrir el justo castigo por el pecado. O el
Salvador eterno muere por usted o usted muere por toda la
eternidad. O usted recibe este pago en su nombre o usted tiene
que pagar lo que debe por siempre en el infierno. Esta es una
deuda que nunca se termina de pagar y permanece por toda la
eternidad.

¿No es más amoroso simplemente no hablar acerca del


infierno?
Esto lo he oído más de una vez. La gente no quiere oír
acerca del infierno. No quieren pensar sobre el infierno. Sin
embargo, debemos considerar esta pregunta: ¿Es más
amoroso no hablar acerca del infierno?
Podría parecer así, pero no lo es. Suponga que ve una pareja
joven paseándose en un pequeño bote mientras lentamente
flotaban a la deriva hacia las cataratas del Niágara. Usted sabe
que ellos se acercan cada vez más a la mortal cascada. Sin
embargo, ellos están divirtiéndose y están pasando una tarde
agradable. Si usted los advierte, podría echarles a perder su
tarde. Obviamente ellos no desean ser molestados, y usted no
está inclinado a molestarlos. Pero por otro lado, ellos
continúan flotando a la deriva. ¿Qué es más amoroso?
¿No decir nada, dejándolos seguir disfrutando de su paseo?
¿Advertirles amorosamente que están en un grave
problema, porque se están acercando a la cascada?
La primera opción no es solamente más fácil para usted,
EL INFIERNO ES REAL 99

sino que parece muy “amorosa”. Pero no es la respuesta


correcta. Ser amoroso no es simplemente dejar a alguien
desconocido a la deriva, camino a la destrucción. De manera
similar, si conoce gente que está viviendo en incredulidad y
dirigiéndose hacia la condenación eterna, el acto amoroso que
hay que hacer es advertirles. Puede que no deseen ser
interrumpidos. Puede que no quieran oír sobre el infierno. Sin
embargo, advertirles es el acto amoroso que hay que hacer. El
amor nos mueve a advertir a la gente acerca del infierno, de
tal manera que podamos hablarles de Jesús, quien redimió a
toda la gente del castigo eterno.
Además, dado que el infierno es una enseñanza clara de la
Biblia, nosotros nunca podríamos estar de acuerdo en no
hablar acerca de ello. Como pastor, he sido llamado por Dios
para predicar y enseñar la Palabra de Dios. Cuando fui
ordenado e instalado, prometí hacer esto como ministro
público del evangelio. La enseñanza sobre el infierno es una
parte de la Palabra de Dios. Yo no tengo derecho de
simplemente eliminar esa enseñanza de la Palabra de Dios.
Deuteronomio 4:2 dice: “No añadiréis a la palabra que yo os
mando ni disminuiréis de ella, para que guardéis los
mandamientos de Jehová, vuestro Dios, que yo os ordeno”.
No tenemos derecho de sustraer de la Biblia la enseñanza
acerca del infierno. Sin embargo, algunos falsos maestros
están haciendo precisamente eso hoy.
A veces la falsa enseñanza no consiste tanto en decir algo
equivocado, sino en no decir lo correcto. Es igualmente de
falso sustraer la enseñanza del infierno, como agregar alguna
falsa enseñanza, como la del purgatorio. Jesús dice:
“Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros
vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces” (Mateo
7:15).
Aquellos que predican y enseñan la Palabra de Dios, deben
ser fieles al transmitirla. El Señor ha dicho: “Aquel a quien
100 EL CIELO Y EL INFIERNO

vaya mi palabra, que cuente mi palabra verdadera” (Jeremías


23:28). Cualquiera que omita la enseñanza del castigo eterno
para los incrédulos, ciertamente no es un fiel maestro de la
Palabra de Dios. Y la verdad es que hoy en día en los púlpitos
hay muchos que enseñan de esta manera.
Ellos no están solos. Hay muchos miembros de iglesia que
tratan de silenciar la enseñanza acerca del infierno. Ellos no
quieren oírla o hablar de ella. Así como admitimos que esta
clara enseñanza de la ley de Dios es difícil, también debemos
insistir que es amoroso enseñarla fielmente. Recuerde la
ilustración de la pareja joven en el bote que se estaba flotando
a la deriva hacia las cataratas del Niágara. Es amoroso advertir
a la gente cuando está en peligro de perecer.
Como si eso no fuera suficiente, Dios no deja esto a nuestra
discreción. Tenemos el deber de advertir a la gente. En
Ezequiel 33:6-8, el Señor dice:
Pero si el centinela ve venir la espada y no toca la trompeta, y
el pueblo no se prepara, y viniendo la espada, hiere a alguno
de ellos, este fue tomado por causa de su pecado, pero
demandaré su sangre de mano del centinela.
A ti, pues, hijo de hombre, te he puesto por centinela de la casa
de Israel: tú oirás la palabra de mi boca y los amonestarás de
mi parte. Cuando yo diga al impío: “¡Impío, de cierto
morirás!”, si tú no hablas para que se guarde el impío de su
camino, el impío morirá por su pecado, pero yo demandaré su
sangre de tu mano.

No queremos que Dios nos haga responsables por no haber


advertido a otros cuando estaban viviendo en el camino malo.
Si nosotros les advertimos y ellos no quieren escuchar, es su
propia culpa. ¡Pero que les advirtamos! Quizá sean movidos a
arrepentirse y tengamos la oportunidad de declararlos
perdonados por medio de Cristo. Que tengamos presente la
voluntad de Dios, cuando los pecadores se extravíen.
EL INFIERNO ES REAL 101
Es tu deber salvar del gran peligro
Las almas por las que el Señor murió:
Y no permitas que por tu desidia
Perezca alguno que Jesús amó.
Proclama a todo pueblo, lengua, y alma
Que Dios, en quien vivimos es amor;
Di cómo descendió del alto cielo
A cruenta cruz, y es nuestro Salvador. (CC 148:3,4)

Jesús advirtió a los malvados y los llamó al arrepentimiento


(por ejemplo, ver Mateo 4:17). Él normalmente advertía a la
gente diciéndole que el día del juicio llegaría
inesperadamente. “Velad, pues, porque no sabéis a qué hora
ha de venir vuestro Señor” (Mateo 24:42). Jesús advirtió a
Judas Iscariote más de una vez. También advirtió a los
Fariseos y a los maestros de la ley. El Señor advierte
pacientemente a la gente, “no queriendo que ninguno perezca,
sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9).
Aunque no es un pensamiento muy agradable, Jesús dice lo
siguiente como una advertencia amorosa:
Si tu mano te es ocasión de caer, córtala, porque mejor te es
entrar en la vida manco, que teniendo dos manos ir al infierno,
al fuego que no puede ser apagado. Y si tu pie te es ocasión de
caer, córtalo, porque mejor te es entrar en la vida cojo, que
teniendo dos pies ser arrojado al infierno. Y si tu ojo te es
ocasión de caer, sácalo, porque mejor te es entrar en el reino
de Dios con un ojo, que teniendo dos ojos ser arrojado al
infierno, donde el gusano de ellos no muere y el fuego nunca
se apaga. (Marcos 9:43-48)

Al decir esto, Jesús no nos está animando a mutilarnos, sino


a quitar el pecado de nuestra vida. Nosotros queremos que
muera nuestro viejo Adán, es decir, nuestra naturaleza
pecaminosa, para que no perezcamos en pecado. Y aun así, las
severas palabras de Jesús se aplican. Si yo tuviera que elegir,
102 EL CIELO Y EL INFIERNO

preferiría perder una extremidad o un ojo durante esta vida, en


vez de terminar en el infierno, ¿usted no? Ahora considere
seriamente las tentaciones que le acosan a usted. ¡Es mejor
privarse de los placeres terrenales que perder su alma!
Nuestro amoroso Dios nos advierte acerca de los tormentos
del infierno, de modo que no nos alejemos de él. Este es
nuestro tiempo de gracia, y nuestro Señor quiere que
saquemos el mayor provecho de él, escuchando su evangelio
salvador y recibiendo la Santa Cena. Él quiere que crezcamos
en fe, mientras el Espíritu Santo obra en nuestros corazones a
través de la Palabra y el sacramento, de modo que estemos
listos cuando él regrese. Lea Mateo 25:1-13, que es una
advertencia sobre la necesidad de estar preparados por fe
cuando Cristo vuelva. En el día final, veremos que nuestro
Señor Jesús es tanto amoroso como justo. Él será amoroso con
sus creyentes mientras los lleva al cielo en su bondad, pero él
será justo con los incrédulos que lo rechazaron. Ellos recibirán
lo que justamente merecen por siempre.
Por lo tanto, buscamos y apelamos a la gente con urgencia,
así como el apóstol Pablo lo hizo. “Ahora es el tiempo
aceptable; ahora es el día de salvación” (2 Corintios 6:2).
¡Escuche el evangelio! ¡Aprenda de Jesús! ¡Mañana podría
ser demasiado tarde! Una vez que la persona esté en el
infierno, ya es demasiado tarde. Es amor hablarle ahora a la
gente acerca de la Palabra de Dios.
Eso era lo que quería el hombre rico en el infierno (Lucas
16:27,28). Quizá él había recibido muchas advertencias de la
Palabra y el pueblo de Dios durante su vida. A lo mejor por
eso pensó que tomaría a un hombre que había resucitado de
los muertos para ir a convencer a sus hermanos. Él
seguramente estaría de acuerdo que la advertencia era
necesaria. Esa advertencia se encuentra en la Biblia (“Moisés
y los Profetas”).
EL INFIERNO ES REAL 103

Sea que las personas tengan pocas o muchas oportunidades


de oír el evangelio, ellas serán juzgadas. Aun si la gente nunca
oyó el evangelio, será juzgada. Cualquiera que no sea
creyente en Jesús será condenado al infierno. Ellos, según la
Escritura, “no tienen excusa” (Romanos 1:20) porque sabían
que Dios creó el mundo. Cualquier persona con sentido
común sabe eso (Salmo 14:1). Debían haber buscado el
conocimiento de Dios. Romanos 1:20 dice: “Lo invisible de
él, su eterno poder y su deidad, se hace claramente visible
desde la creación del mundo y se puede discernir por medio
de las cosas hechas. Por lo tanto, no tienen excusa.” No tiene
excusa ser ateo.

¿Habrá algún ateo en el infierno?


Esta es una pregunta, más curiosa que práctica.
Indudablemente el diablo y sus ángeles (demonios) saben que
hay un solo Dios. “También los demonios creen, y tiemblan”
(Santiago 2:19). ¿No es algo fascinante saber que ni siquiera
el diablo es ateo? Las personas condenadas en el infierno
tienen que saber que hay un solo Dios. Después de todo, Dios
es el único que condena. Todos los incrédulos seguramente
verán a Jesús el día del juicio. No habrá ateos en el infierno.
Ellos sabrán que existe Dios quien es su juez condenador.

¿Qué merecemos los pecadores de Dios?


Nunca olvidemos lo que merecemos de Dios. Si Dios nos
diera justamente lo que merecemos, recibiríamos castigo
eterno.
Como está escrito: “No hay justo, ni aun uno; no hay quien
entienda, no hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a
una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni
siquiera uno”.
104 EL CIELO Y EL INFIERNO
Pero sabemos que todo lo que la Ley dice, lo dice a los que
están bajo la Ley, para que toda boca se cierre y todo el mundo
quede bajo el juicio de Dios.
… Por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de
Dios. (Romanos 3:10-12, 19, 23)

Todos hemos pecado. Todos merecemos la ira y el castigo


eterno de Dios.

Sin embargo ¿qué ha hecho Dios por nosotros a pesar de


nuestros pecados?
Nosotros no merecemos el amor de Dios. Sin embargo, él
nos ama. Jesús nuestro Salvador nos revela que “de tal manera
amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que
todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida
eterna” (Juan 3:16). Dios nos dio el regalo más grande al
darnos el Salvador. Jesucristo es nuestro Salvador. ¡Él nos
rescató del infierno! Llevó vida perfecta y murió en la cruz
para pagar por todos nuestros pecados. Dado que él satisfizo
las justas órdenes de Dios, se levantó de la muerte al tercer
día. Dios ha declarado a los pecadores “inocentes” y
perdonados a través de Cristo. ¡Quién sea creyente en Jesús no
perecerá en el infierno sino que tendrá vida eterna en el cielo!
A pesar de nuestros pecados, ¡Dios nos salvó!
Romanos 6:23 lo expresa de la siguiente manera: “La paga
del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en
Cristo Jesús, Señor nuestro”. Lo que merecemos de Dios es el
castigo eterno y la muerte eterna. Pero lo que Dios nos ha
dado, a través de Cristo, es vida eterna en el cielo. ¡La
salvación es un don gratuito! Romanos 5:6-9 explica todo
esto:
Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los
impíos. Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con
todo, pudiera ser que alguien tuviera el valor de morir por el
EL INFIERNO ES REAL 105
bueno. Pero Dios muestra su amor para con nosotros, en que
siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.
Con mucha más razón, habiendo sido ya justificados en su
sangre, por él seremos salvos de la ira.

Nosotros hemos sido justificados, es decir, perdonados, por


la muerte de Jesús. Por la fe en él, no tendremos que afrontar
la ira de Dios. Nosotros los creyentes no tenemos que perecer
en el infierno.
Podemos aprender mucho acerca del infierno en la
Escritura, ¡pero agradezcamos a Dios que no tenemos que ir
allá y aprender más de él por experiencia propia! No importa
qué tan dura pueda parecer la vida, nosotros podemos estar
agradecidos que no estamos en el infierno y que no vamos a
estar allí por siempre. Ahora, ¿no esa una buena razón para
adorar y alabar a nuestro Salvador? Él nos rescató de lo que
nosotros merecíamos.
108 EL CIELO Y EL INFIERNO

Vida eterna
Los creyentes del Antiguo Testamento esperaban la vida
interminable con Dios en el cielo. Daniel esperaba el día del
juicio y dijo: “Muchos de los que duermen en el polvo de la
tierra serán despertados: unos para vida eterna, otros para
vergüenza y confusión perpetua” (12:2). Nosotros vivimos en
la época del Nuevo Testamento. Tenemos la misma esperanza.
Juan 3:16 dice: “De tal manera amó Dios al mundo, que ha
dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree
no se pierda, sino que tenga vida eterna”.
No todos reciben esta vida. Jesús dice: “Angosta es la
puerta y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los
que la hallan” (Mateo 7:14). El problema es el pecado.
Romanos 6:23 nos dice: “La paga del pecado es muerte, pero
la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, Señor
nuestro”. Nosotros los pecadores merecemos la muerte, es
decir, la separación de Dios. Sin embargo, Dios nos da vida
eterna a través de Jesucristo, quien llevó vida perfecta por
nosotros y murió en la cruz en nuestro lugar. Él se levantó de
la muerte porque había conseguido el perdón para los
pecadores. Jesús dijo: “Yo soy la resurrección y la vida; el que
cree en mí, aunque esté muerto, vivirá” (Juan 11:25). El cielo
es vida eterna después de la muerte temporal. Es la vida que
los creyentes tendremos por siempre después de que esta vida
haya terminado.

Salvación
La Palabra de Dios describe el cielo en términos de
salvación, de ser salvos de la condenación eterna en el juicio
final. Jesús dice: “El que crea y sea bautizado, será salvo; pero
el que no crea, será condenado” (Marcos 16:16). Luego, el
apóstol Pablo, siendo inspirado por Dios, escribió: “Dios no
nos ha puesto para ira, sino para alcanzar salvación por medio
de nuestro Señor Jesucristo” (1 Tesalonicenses 5:9).
DEFINICIÓN BÍBLICA DEL GOZO ETERNO DEL CIELO 109

Los creyentes en Jesús somos los herederos del cielo. Los


creyentes “serán herederos de la salvación” (Hebreos 1:14).
Nosotros seremos finalmente salvos, cuerpo y alma, cuando
Cristo venga en el día final. Hebreos 9:28 explica que “Cristo
fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos;
y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para
salvar a los que lo esperan”.

Herencia
Puesto que nosotros los creyentes somos los herederos del
cielo, la Escritura lo describe como nuestra herencia. En el día
final, Jesús dirá a los creyentes: “Venid, benditos de mi Padre,
heredad el Reino preparado para vosotros desde la fundación
del mundo” (Mateo 25:34). Después, el inspirado apóstol
Pedro describió el cielo como “una herencia incorruptible,
incontaminada, e inmarchitable” (1 Pedro 1:4). Ya que la
sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado y nos hace
posible entrar al cielo, Hebreos 9:15 agrega: “Por eso, Cristo
es mediador de un nuevo pacto, para que, interviniendo
muerte para la remisión de los pecados cometidos bajo el
primer pacto, los llamados reciban la promesa de la herencia
eterna”.
En el último libro de la Biblia, el Señor Dios ofrece la
siguiente promesa clara a los creyentes: “El vencedor
heredará todas las cosas, y yo seré su Dios y él será mi hijo”
(Apocalipsis 21:7). ¡Si sólo pudiéramos ver lo que
heredaremos! Sin duda, mientras esperamos valdrá la pena
esperar el cielo así como valdrá la pena cualquier sufrimiento
que debamos soportar o superar.

Gloria
En Romanos 8:17,18, la Escritura hace la siguiente
comparación entre nuestro sufrimiento y la gran gloria del
cielo: “Y si [somos] hijos, también [somos] herederos;
110 EL CIELO Y EL INFIERNO

herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que


padecemos juntamente con él, para que juntamente con él
seamos glorificados. Tengo por cierto que las aflicciones del
tiempo presente no son comparables con la gloria venidera
que en nosotros ha de manifestarse.” Comparado con el cielo,
nuestro sufrimiento parece insignificante; “pues esta leve
tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más
excelente y eterno peso de gloria” (2 Corintios 4:17). El
apóstol Pablo creía firmemente que el cielo vale la pena, no
importa la cantidad de sufrimiento que podamos soportar
como cristianos aquí.
Pablo como apóstol sufrió porque llevó el evangelio a
otros. En 2 Timoteo 2:10, reveló una razón clave por la que
estaba dispuesto a sufrir persecución y dolor: “Por tanto, todo
lo soporto por amor de los escogidos, para que ellos también
obtengan la salvación que es en Cristo Jesús con gloria
eterna”. La Biblia describe el cielo como gloria eterna.

Descanso
La Escritura también describe el cielo como un lugar de
descanso eterno. Apocalipsis 14:13 dice: “Bienaventurados de
aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor. Sí…
descansarán de sus trabajos.” Esta imagen placentera ofrece
esperanza a los creyentes que están cansados y fatigados, de
las luchas de esta vida. El apóstol Pablo sabía lo que era
sentirse fatigado. Muchos ministros llamados y laicos en la
iglesia, también se sienten cansados, sirviendo a Dios bajo
condiciones difíciles. En ocasiones pueden sentirse
desanimados y deprimidos, no queridos, muy tensionados y
sobrecargados. ¡Hay esperanza! Nosotros descansaremos por
siempre en el cielo. Mientras más sufra, mientras más cansado
y fatigado se sienta, la descripción del cielo se vuelve más
atractiva.
DEFINICIÓN BÍBLICA DEL GOZO ETERNO DEL CIELO 111

A menudo, el pueblo de Dios se las arregla sin el descanso


necesario. Ellos pasan noches sin dormir. Trabajan muy duro.
Sufren las palabras y acciones crueles de los incrédulos. Pero
un día, el pueblo de Dios descansará en paz, gozando en la luz
perfecta del Hijo de Dios.
Aquellos que se oponen a Dios y a su mensaje, no
obtendrán este descanso. Dios ha declarado bajo juramento,
con justo enojo que: “no entrarían en mi reposo” (Salmo
95:11). Nosotros los creyentes entraremos en ese reposo.
¡Gracias a Dios! Hebreos 4:9-11 anima a los creyentes
diciendo: “Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios,
porque el que ha entrado en su reposo, también ha reposado
de sus obras, como Dios de las suyas. Procuremos, pues,
entrar en aquel reposo.”
En ocasiones, el pueblo de Dios muere joven. Mueren
como niños o en la flor de la vida. La gente se pregunta: “¿Por
qué?” Con frecuencia, nosotros no sabemos por qué Dios
permite que esto suceda. Sin embargo, Isaías 57:1,2 revela
que “por la maldad es quitado el justo; pero él entrará en la
paz”. Quizá un niño haya caído en daño espiritual y tentación,
por lo que el Señor sabia y amorosamente lo llamó a casa para
librarlo del mal. Quizá un joven sólo necesitaba entrar en paz
y reposo más temprano. Sólo Dios sabe. Pero, ¿no es
reconfortante saber que los creyentes están mejor en el cielo
que en la tierra? ¡El pueblo de Dios realmente va a un mejor
lugar! Ellos encuentran reposo después de la muerte, gracias a
Jesús.
Hay un lugar do quiero estar
Muy cerca de mi Redentor;
Allí podré yo descansar
Al fiel amparo de su amor. (CC 241:1)
112 EL CIELO Y EL INFIERNO

Banquete de bodas/fiesta
Una de las formas más comunes en las que la Biblia
describe el cielo es con la ilustración de una gran fiesta. En
Mateo 25:10, Jesús describe la fiesta celestial como un
banquete de boda: “Pero mientras ellas [las vírgenes
insensatas] iban a comprar, llegó el novio; y las que estaban
preparadas entraron con él a la boda, y se cerró la puerta”.
Apocalipsis 19:9 dice: “Bienaventurados los que son llamados
a la cena de las bodas del Cordero”. Aquellos que están
incluidos en el banquete celestial realmente serán bendecidos
y estarán felices por siempre.
En las parábolas, las imágenes del banquete celestial
describen la unión, el placer, y el gozo, que tendremos en la
presencia de nuestro Salvador en el cielo. Dado que nuestras
mentes humanas no pueden captar que tan bueno será el cielo,
el Señor lo describe en imágenes. No debemos insistir en
interpretar literalmente los detalles de estas imágenes. Son
imágenes para enseñar un punto más importante. Tendremos
una comunión gozosa con nuestro Salvador en el cielo.
Algunos de los pasajes de la Biblia que hablan del cielo
como una fiesta, aparecen en secciones de la Escritura que no
son figuradas. Jesús estaba hablando de la gran fe del
centurión cuando dijo: “Vendrán del oriente y del occidente, y
participará en el banquete con Abraham, Isaac, y Jacob, en el
reino de los cielos” (Mateo 8:11 NVI). Jesús claramente
estaba hablando a sus discípulos acerca del reino celestial
cuando dijo: “Para que comáis y bebáis a mi mesa en mi
Reino” (Lucas 22:30). Cuando Jesús instituyó el sacramento
de la Santa Cena, el Jueves Santo, dijo: “Os digo que desde
ahora no beberé más de este fruto de la vid hasta aquel día en
que lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre”
(Mateo 26:29). El “fruto de la vid” era el vino. ¿Beberemos
vino en el cielo en comunión con Jesús?
DEFINICIÓN BÍBLICA DEL GOZO ETERNO DEL CIELO 113

Las palabras de Cristo en el párrafo anterior apoyan la idea


que nosotros ciertamente comeremos y beberemos, con Jesús
en el cielo, así como participamos realmente de la Santa Cena
aquí en la tierra. Sabemos que tendremos cuerpos glorificados
después del día del juicio. A la luz de las palabras de Cristo,
citadas previamente, yo creo que puede ser que disfrutaremos
de buena comida y bebida, en una fiesta real en el cielo. Sin
embargo, debemos ser cautelosos de los detalles porque
“ahora vemos por espejo, oscuramente; pero entonces
veremos cara a cara. Ahora conozco en parte, pero entonces
conoceré como fui conocido” (1 Corintios 13:12).

Viendo a Dios (la visión de Dios)


La mayoría de luteranos que escriben libros de doctrina
sobre el cielo, afirman que la esencia misma del cielo es ver a
Dios. Job, un creyente del Antiguo Testamento, esperaba ver
a Dios. Él dijo: “Después de deshecha esta mi piel, en mi
carne he de ver a Dios. Lo veré por mí mismo; mis ojos lo
verán, no los de otro. Pero ahora mi corazón se consume
dentro de mí” (Job 19:26,27). En la profundidad de su
sufrimiento, Job anhelaba ver a Dios con sus propios ojos
después de la resurrección de la muerte. Los creyentes hacen
bien en anhelar ver a Dios. El rey David escribió: “En cuanto
a mí, veré tu rostro en justicia; estaré satisfecho cuando
despierte a tu semejanza” (Salmo 17:15). Nosotros veremos a
Dios el día del juicio. Y nosotros estaremos satisfechos viendo
a Dios. No importa realmente qué tan grandes sean los
placeres del cielo, nada nos dará mayor satisfacción que ver a
nuestro Señor y Salvador por toda la eternidad.
En las bienaventuranzas del Sermón del Monte, Jesús dice:
“Bienaventurados los de limpio corazón, porque verán a
Dios” (Mateo 5:8). Los pecados de los creyentes han sido
lavados de tal forma que sus corazones son puros. Jesús dice:
114 EL CIELO Y EL INFIERNO

“Verán a Dios”. El Apóstol Pablo se refirió a este encuentro


cara a cara, cuando escribió en 1 Corintios 13:12: “Ahora
vemos por espejo, oscuramente; pero entonces veremos cara a
cara”. El autor de la epístola a los Hebreos usó esta enseñanza
para animar a llevar la vida santificada. “Seguid la paz con
todos y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (12:14).
El apóstol Juan escribió muy claramente de esta visión de
Dios en 1 Juan 3:2: “Amados, ahora somos hijos de Dios y
aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos
que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque
lo veremos tal como él es”. Nosotros los creyentes somos los
hijos de Dios. ¡Nosotros veremos a Dios!
El último capítulo de la Biblia nos señala el tiempo cuando
llegaremos al cielo a salvo y veremos a nuestro amoroso Dios.
La siguiente descripción suena un poco como regresar al
huerto del Edén:
Después me mostró un río limpio, de agua de vida,
resplandeciente como cristal, que fluía del trono de Dios y del
Cordero. En medio de la calle de la ciudad y a uno y otro lado
del río estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos,
dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la
sanidad de las naciones. Y no habrá más maldición. El trono
de Dios y del Cordero estará en ella, sus siervos lo servirán,
verán su rostro y su nombre estará en sus frentes. Allí no habrá
más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara ni de luz
del sol, porque Dios el Señor los iluminará y reinarán por los
siglos de los siglos. (Apocalipsis 22:1-5)

Otros que ven a Dios


Nosotros los creyentes no somos los únicos que vemos a
Dios. También los ángeles quienes siempre ven a Dios. Jesús
dice: “Mirad que no menospreciéis a uno de estos pequeños,
porque os digo que sus ángeles en los cielos ven siempre el
rostro de mi Padre que está en los cielos” (Mateo 18:10). De
DEFINICIÓN BÍBLICA DEL GOZO ETERNO DEL CIELO 115

alguna manera, siempre es posible para los ángeles guardianes


ver el rostro de nuestro Padre celestial, mientras protegen
constantemente a los creyentes aquí. Esto es lo que lleva a
algunos a decir que el cielo no es un lugar lejano. Puede ser
como otra dimensión o reino que simplemente no se nos es
permitido ver en esta vida.
No todos los que vean regresar a Jesús en el día del juicio,
estarán alegres. Los incrédulos tendrán una buena razón para
estar trastornados, asustados, y llenos de tristeza. Apocalipsis
1:7 dice: “He aquí que viene con las nubes: Todo ojo lo verá,
y los que lo traspasaron; y todos los linajes de la tierra se
lamentarán por causa de él. Sí, amén.” En el día final, “todo
ojo lo verá”. Todos los incrédulos se lamentarán por una
buena razón; pues ellos serán condenados.
Los creyentes no se lamentarán al ver el regreso de nuestro
Salvador, sino que se regocijarán. Jesús dice: “También
vosotros ahora tenéis tristeza, pero os volveré a ver y se
gozará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo”
(Juan 16:22). Los creyentes serán salvos en el juicio final y
gozarán de la mirada bendita de Dios por toda la eternidad.
Por lo tanto, los creyentes aún podemos estar alegres en
medio del sufrimiento. El apóstol Pedro lo expresó de la
siguiente manera: “Al contrario, gozaos por cuanto sois
participantes de los padecimientos de Cristo, para que también
en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría” (1
Pedro 4:13). Jesús describe este encuentro final en el día del
juicio como un acontecimiento jubiloso para sus creyentes.
Será en ese momento que Jesús dirá: “Entra en el gozo de tu
señor” (Mateo 25:23).
Alabamos “a aquel que es poderoso para guardaros sin
caída y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran
alegría” (Judas 24). ¡Lo alabamos ahora y siempre!
116 EL CIELO Y EL INFIERNO

La morada de Dios
“¡Nuestro Dios está en los cielos!” (Salmo 115:3). El cielo
es el hogar, o sea, la morada de Dios. No obstante, él no se
limita a un cierto lugar. “Jehová es Dios arriba en el cielo y
abajo en la tierra” (Deuteronomio 4:39). Dios es
omnipresente, es decir, que está presente en todas partes. El
rey David se dio cuenta de esto y preguntó: “¿A dónde me iré
de tu espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? Si subiera a
los cielos, allí estás tú; y si en el seol hiciera mi estrado, allí
tú estás” (Salmo 139:7,8). Por lo tanto debemos enseñar que
Dios está en todas partes y que está en los cielos. David,
siendo inspirado por el Espíritu Santo, escribió en otra parte:
“Jehová estableció en los cielos su trono y su reino domina
sobre todos” (Salmo 103:19). Y nuevamente, leemos en el
Salmo 115:3: “¡Nuestro Dios está en los cielos; todo lo que
quiso ha hecho!”
Esto lleva a los pecadores a una gran humildad. Eclesiastés
5:2 dice: “No te des prisa a abrir tu boca, ni tu corazón se
apresure a proferir palabra delante de Dios, porque Dios está
en el cielo, y tú sobre la tierra. Sean, por tanto, pocas tus
palabras.” Dios sí escucha todo y tiene el poder para juzgar y
castigar. Según la ley de Dios, hay una buena razón para temer
a Dios. Él es santo y nosotros somos pecadores.
Sin embargo, el evangelio cuenta otra historia. Dios
amorosamente envió a nuestro Salvador Jesús. A través de la
fe en él, Dios es nuestro Padre amoroso. Por lo tanto podemos
orar: “Padre nuestro que estás en los cielos” tan clara y
confiadamente como los niños queridos hablan con sus
queridos padres (Mateo 6:9). Y nuestro Padre amoroso
contestará nuestras oraciones. Jesús dice: “Pues si vosotros,
siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos,
¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a
los que se lo pidan?” (Lucas 11:13).
¿Se dio cuenta de las tres personas del Dios trino en esa
DEFINICIÓN BÍBLICA DEL GOZO ETERNO DEL CIELO 117

frase? Jesús está hablando acerca de su Padre celestial que


envía al Espíritu Santo a los creyentes. Las tres personas del
Dios trino moran en el cielo. El único Dios verdadero vive en
el cielo. Después que Jesús, el Hijo de Dios, nos redimió del
pecado, ascendió al cielo. Hebreos 1:3 lo dice de esta manera:
“Él, que es el resplandor de su gloria, la imagen misma de su
sustancia y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su
poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados
por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en
las alturas.”

La morada de los ángeles


El cielo es también la morada de los ángeles. Jesús está
hablando sobre su regreso el día del juicio, cuando dice: “Pero
del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos”
(Mateo 24:36). Los ángeles están en el cielo, viviendo en
gloria eterna. Pero aún así, ellos no saben cuándo regresará
Cristo para el juicio final.
Jesús nuevamente está hablando acerca de la resurrección,
en el día final, cuando revele que los ángeles viven en el cielo.
El dice: “porque cuando resuciten de los muertos, ni se
casarán ni se darán en casamiento, sino que serán como los
ángeles que están en los cielos” (Marcos 12:25). Los ángeles
en el cielo no se casan.
Los ángeles son muy rápidos, pero no están presentes en
todas partes (omnipresentes). De alguna manera, los ángeles
guardianes ven al Padre en el cielo. Jesús dijo: “Mirad que no
menospreciéis a uno de estos pequeños, porque os digo que
sus ángeles en los cielos ven siempre el rostro de mi Padre que
está en los cielos” (Mateo 18:10).

La morada eterna de los creyentes


Nosotros sólo somos extranjeros aquí; el cielo es nuestro
hogar. El cielo es la morada eterna de todos los creyentes en
118 EL CIELO Y EL INFIERNO

Jesús. Cuando el creyente Lázaro murió, su alma fue al cielo.


Apocalipsis capítulo 6 revela que las almas de los fieles
mártires están ahora mismo en el cielo. Después, Juan
escribió: “Y vi las almas de los decapitados por causa del
testimonio de Jesús y por la palabra de Dios” (Apocalipsis
20:4). ¡Esas almas están en el cielo! Los creyentes que ya han
muerto son la “familia en los cielos”, de Dios, mientras que
nosotros somos la familia de Dios “en la tierra” (Efesios
3:15). Ellos son la iglesia triunfante; nosotros somos la iglesia
militante.
En el día final, después de la resurrección de los muertos,
Jesús nos llevará a todos juntos al cielo, en cuerpo y alma.
Jesús “dirá a los de su derecha: ‘Venid, benditos de mi Padre,
heredad el Reino preparado para vosotros desde la fundación
del mundo’” (Mateo 25:34). Entonces todos los creyentes
entrarán a la gloria eterna.
El cielo es la morada de todos los creyentes en Jesús. Por
supuesto, no todas las personas son creyentes, y no todas
entrarán al cielo. Jesús advirtió a los incrédulos: “Allí será el
llanto y el crujir de dientes, cuando veáis a Abraham, a Isaac,
a Jacob, y a todos los profetas, en el reino de Dios, y vosotros
estéis excluidos” (Lucas 13:28). Con estas palabras, Jesús
revela el nombre de algunas almas que ya están en el cielo.
Abraham, Isaac, y Jacob, están en el cielo. Todos los fieles
profetas están en el cielo. ¡Dios permite que nosotros unamos
a ellos!
¡Jerusalén, hogar feliz, sagrado para mí!
Mis penas ¿cuándo cambiaré por gozo y paz en ti?

Y ¿cuándo, oh casa de mi Dios, tus atrios pisaré?


Y ¿cuándo allí, oh Salvador, tu gloria cantaré?

Profetas miles hay allá que adoran a Jesús;


Apóstoles y mártires disfrutan de su luz.
DEFINICIÓN BÍBLICA DEL GOZO ETERNO DEL CIELO 119
Muy pronto yo también iré a ti, dichoso hogar,
La gracia de mi amado rey con ellos a alabar. (CC 345:1-4)

El camino al cielo
¿Cómo nos podemos unir con los patriarcas y los profetas?
¿Cómo podemos ser incluidos en el número de los que van al
cielo? Usted ya debe haber encontrado la respuesta en estas
páginas, pero por si acaso no, repasemos. Jesús dijo: “De tal
manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito,
para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga
vida eterna” (Juan 3:16). Jesús es el Hijo de Dios quien por
nosotros vivió de manera perfecta. En nuestro lugar murió en
la cruz para pagar nuestro rescate. Y luego se levantó de la
muerte. Jesús obtuvo el perdón para todas las personas, y por
consecuencia, quien sea creyente en Jesús recibirá vida eterna.
En otro lugar, Jesús dice: “El que crea y sea bautizado, será
salvo” (Marcos 16:16). ¡Que Dios nos conceda eso a todos
nosotros! ¡Que todos nosotros seamos hechos creyentes en
Jesús y alcancemos la grandiosa morada eterna que Dios nos
ha preparado en el cielo!
Dios ya está allá. Los ángeles ya están allá. Los creyentes
que ya partieron están allá. ¡Que nosotros también lleguemos
seguros allá!
Nosotros comenzamos este capítulo con la pregunta de un
niño: “¿Qué es el cielo?” Ahora, ¿qué le diría usted al niño
que le hizo esa pregunta? Usted puede responder así: “El cielo
es donde los creyentes en Jesús vamos a gozar la vida con
Dios por siempre.”
122 EL CIELO Y EL INFIERNO

sobre usted cuando mira hacia arriba. Esta frase “los cielos y
la tierra” aparece diez veces en el Antiguo Testamento. Parece
ser un término para universo, que incluye una variedad de
cosas. Éxodo 20:11 tiene una expresión ligeramente diferente
cuando dice: “En seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el
mar, y todas las cosas que en ellos hay”. El término cielos
parece ser usado para todo lo que está sobre nosotros desde
nuestra perspectiva en la tierra.
En Génesis 1:20, la NVI traduce el término hebreo para los
cielos con la palabra firmamento. “Y dijo Dios: . . . ‘Que
vuelen las aves sobre la tierra a lo largo del firmamento
[cielos]’”. Aquí, el cielo es el lugar donde las aves vuelan,
sobre la tierra.
El Salmo 19:1 revela por medio de frases paralelas en
poesía hebrea que el cielo puede, en efecto, significar
“firmamento.” “Los cielos cuentan la gloria de Dios y el
firmamento anuncia la obra de sus manos.” Los cielos y el
firmamento significan lo mismo en este pasaje.
Cuando yo era un niño pequeño, entendí mal la intención
de aquellos que construyeron la torre de Babel. Yo pensé que
estaban tratando de construir un edificio que llegara al cielo
mismo, pero ahora sé que estaban intentando construir un
rascacielos, un edificio que llegara hasta el firmamento. Su
maldad fue que desobedecieron el mandato de Dios de
esparcirse por todo el mundo. Los constructores de la torre
dijeron: “Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre cuya
cúspide llegue al cielo; y hagámonos un nombre, por si
fuéramos esparcidos sobre la faz de toda la tierra” (Génesis
11:4).

El espacio
Algunas veces el término cielo(s) puede significar el
espacio exterior o intergaláctico. En Génesis 1:14-16 Dios
dice:
EL CIELO: ANTES Y DESPUÉS DEL DÍA DEL JUICIO 123
“Haya lumbreras en el firmamento de los cielos para separar el
día de la noche, que sirvan de señales para las estaciones, los
días y los años, y sean por lumbreras en el firmamento celeste
para alumbrar sobre la tierra.” Y fue así. E hizo Dios las dos
grandes lumbreras: la lumbrera mayor para que señoreara en
el día, y la lumbrera menor para que señoreara en la noche; e
hizo también las estrellas.

Una vez más, los cielos son lo que ve sobre usted cuando
mira hacia arriba desde la tierra. Cuando levanta la vista
durante el día, ve el sol. Cuando levanta la vista en la noche,
ve la luna y las estrellas. El sol, la luna, y las estrellas, se
encuentran en el firmamento de los cielos. Están en lo que hoy
en día llamamos espacio exterior, o simplemente, el espacio.
Cuando Dios le estaba dando su grande y amorosa promesa
a Abraham, él llevó afuera al hombre de fe y le dijo: “Mira
ahora los cielos y cuenta las estrellas, si es que las puedes
contar”. Luego Dios le dijo a Abraham: “Así será tu
descendencia” (Génesis 15:5). Cuando Dios dijo: “Mira ahora
los cielos”, él estaba invitando a Abraham a mirar hacia el
espacio exterior en donde están las estrellas. Quizá esto nos
ayude a entender Deuteronomio 10:14: “De Jehová, tu Dios,
son los cielos y los cielos de los cielos, la tierra y todas las
cosas que hay en ella”. El cielo puede ser el firmamento;
puede ser el espacio exterior; o puede ser el paraíso, la morada
de Dios y sus ángeles.

El acielo/El paraíso
Estrictamente hablando, el cielo es la morada de Dios. El
Salmo 115:3 dice: “¡Nuestro Dios está en los cielos; todo lo
que quiso ha hecho!” Eclesiastés 5:2 aplica esta verdad: “No
te des prisa a abrir tu boca, ni tu corazón se apresure a proferir
palabra delante de Dios, porque Dios está en el cielo, y tú
sobre la tierra. Sean, por tanto, pocas tus palabras”.
Por lo tanto, el primer cielo es el firmamento; el segundo,
124 EL CIELO Y EL INFIERNO

el espacio exterior; y el tercero, el paraíso, la morada de Dios.


El apóstol Pablo lo llama el tercer cielo en 2 Corintios 12:1-
4:
Ciertamente no me conviene gloriarme, pero me referiré a las
visiones y a las revelaciones del Señor. Conozco a un hombre
en Cristo que hace catorce años (si en el cuerpo, no lo sé; si
fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe) fue arrebatado hasta
el tercer cielo. Y conozco al tal hombre (si en el cuerpo, o
fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe), que fue arrebatado al
paraíso, donde oyó palabras inefables que no le es dado al
hombre expresar.

Las frases anteriores revelan que el tercer cielo es el mismo


lugar que el paraíso. Pablo fue llevado al tercer cielo, que es
el paraíso. Mayormente en este libro, reservaremos el uso del
término cielo, tanto como sea posible, para este tercer cielo,
que es el paraíso.

Los cielos
primer cielo firmamento
segundo cielo espacio
tercer cielo cielo o paraíso

La ubicación del cielo


¿Dónde está el tercer cielo, el lugar donde Dios mora? La
mayoría de los creyentes tiende a pensar del cielo como un
lugar allá arriba, sin pensar en algún lugar en particular. En
realidad, hay pasajes de la Biblia que nos llevan a pensar de
esa manera. Cuando Jesús ascendió, la Biblia dice: “Fue
recibido arriba en el cielo” (Marcos 16:19). Los discípulos
vieron a Jesús ascender, pero ¿a dónde fue? Hechos 1:9 dice:
“Y lo recibió una nube que lo ocultó de sus ojos”. Los
discípulos mantuvieron sus ojos en el firmamento. Dos
EL CIELO: ANTES Y DESPUÉS DEL DÍA DEL JUICIO 125

ángeles les explicaron que Jesús había sido llevado “al cielo”
(versículo 11).
Allí Jesús está sentado “a la diestra de Dios” (Marcos
16:19; Colosenses 3:1). Cuando Esteban el mártir estaba
muriendo, él, “puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de
Dios y a Jesús que estaba a la diestra de Dios” (Hechos 7:55).
Según Hebreos 10:12, Jesús “se ha sentado a la diestra de
Dios” después de haber “ofrecido una vez para siempre un
solo sacrificio por los pecados”. Como nuestro gran Sumo
Sacerdote, Jesús es exaltado y glorificado en el cielo.
Nos preguntamos: “¿Qué es la diestra de Dios? ¿Dónde
está?” Efesios capítulo 1 explica que, dado que Jesús está
sentado a la diestra de Dios en el cielo, él está “sobre todo
principado y autoridad, poder y señorío, y sobre todo nombre
que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el
venidero” (versículo 21). La diestra de Dios es el puesto
máximo de autoridad. Jesús está sobre todos. Dios “sometió
todas las cosas debajo de sus pies, y lo dio por cabeza sobre
todas las cosas a la iglesia” (versículo 22). Jesús reina sobre el
universo entero, cuidando de la iglesia invisible de todos los
verdaderos creyentes y gobernando para su bien. Por lo tanto,
la diestra de Dios es un puesto de autoridad.
No debemos pensar en la diestra de Dios como un sitio en
algún lugar “allá afuera”, porque Efesios capítulo 4 nos dice
que Jesús “subió por encima de todos los cielos para llenarlo
todo” (versículo 10). Jesús ascendió a la diestra de Dios para
llenarlo todo. No debemos pensar que Dios está localmente
limitado a un trono al lado derecha de Dios Padre. El Dios
trino es omnipresente, es decir, que está presente en todas
partes. Aun si Dios estuviera ubicado al lado derecha de Dios
Padre, eso todavía lo ubicaría en todas partes.
Jesucristo explica lo que significa estar sentado a la diestra
de Dios Padre, cuando dice: “Toda potestad me es dada en el
126 EL CIELO Y EL INFIERNO

cielo y en la tierra” (Mateo 28:18). Él tiene un puesto de


autoridad y está en todas partes. Jesús dice: “Y yo estoy con
vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (versículo 20).
Así pues, Jesús está a la vez en el cielo y en todas partes.
¡De hecho, Jesús estaba en el cielo mientras caminaba en esta
tierra! Como la segunda persona del Dios trino encarnado,
Jesús está en íntima relación con Dios el Padre y Dios el
Espíritu Santo. Como el Dios-hombre, Jesús estaba en el cielo
aun mientras estaba en la tierra. Él reveló esto cuando dijo a
Nicodemo: “Nadie subió al cielo sino el que descendió del
cielo, el Hijo del hombre, que está en el cielo (Juan 3:13). La
NVI excluye la frase “que está en el cielo” y la pone como
nota al pie de página, mientras que la Reina Valera la dejan en
el texto. Hay una buena evidencia de que estas palabras
debieron ser incluidas en el texto. El problema es que mucha
gente no puede entender cómo puede ser posible esto. ¡Jesús
es verdadero Dios! Él puede hacer lo imposible, “porque en él
habita corporalmente toda la plenitud de la divinidad”
(Colosenses 2:9). En Jesús, toda la plenitud de Dios estaba
morando en forma corporal. Dios está en el cielo. Por tanto,
Jesús, siendo el Dios-hombre, estaba en el cielo al mismo
tiempo que estaba aquí en la tierra. Esto es bastante profundo,
pero ¿realmente podemos esperar comprender todos los
misterios del Dios trino con nuestras pequeñas y pecaminosas
mentes humanas?
La Escritura tiene más que decir acerca de dónde está el
cielo. Miremos más de cerca a los ángeles, esos espíritus
poderosos que les sirven a los creyentes. Nosotros sabemos
que los ángeles están en el cielo, ¿verdad? Y sabemos que nos
protegen. El Salmo 91:11,12 dice: “Pues a sus ángeles
mandará [Dios] acerca de ti, que te guarden en todos tus
caminos. En las manos te llevarán para que tu pie no tropiece
en piedra.” Los ángeles son muy, muy rápidos, pero no son
omnipresentes. Dios puede estar en todas partes, al mismo
EL CIELO: ANTES Y DESPUÉS DEL DÍA DEL JUICIO 127

tiempo. Los ángeles no. Por lo tanto, intente contestar esta


pregunta: ¿Están los ángeles en el cielo, en la tierra, o en
ambos?
Eche un vistazo a lo que Jesús dice en Mateo 18:10: “Mirad
que no menospreciéis a uno de estos pequeños, porque os digo
que sus ángeles en los cielos ven siempre el rostro de mi Padre
que está en los cielos”. ¿Entendió eso? La frase “sus ángeles”
se refiere a los ángeles guardianes. Los ángeles que protegen
a “estos pequeños”, estos creyentes, sin duda deben estar en la
tierra. Estos ángeles están cuidando al pueblo de Dios. Sin
embargo, estos mismos ángeles guardianes al mismo tiempo
son descritos como estando en el cielo. Además, Jesús dice
que ellos “ven siempre el rostro de mi Padre que está en los
cielos”. ¿Cómo pueden hacer eso? Ellos no son
omnipresentes. Sin embargo, pueden proteger al pueblo de
Dios en la tierra y estar en el cielo viendo a Dios, ¡todo al
mismo tiempo!
Esto es lo que llevó a un profesor de teología muy astuto a
decir que el cielo pudiera ser otra dimensión. Después de
estudiar algunos de los mismos pasajes bíblicos que acabamos
de estudiar, el Dr. Siegbert Becker escribió: “Por lo tanto, es
quizá mejor mantenerse con las palabras de la Biblia para
pensar en el cielo, no como un lugar lejano más allá de las
estrellas, sino simplemente como otro reino de existencia u
otra dimensión del ser.”42

El cielo antes del día del juicio


Nosotros ya hemos aprendido que Dios y los ángeles, están
en el cielo. Las almas de los creyentes también están en el
cielo, pero no sus cuerpos. Sólo hay un par de raras
excepciones a esta regla (Enoc y Elías nunca murieron; ver
Génesis 5:24; Hebreos 11:5; y 2 Reyes 2:11). Eclesiastés 12:7
dice: “El polvo [vuelve] a la tierra, como era, y el espíritu
[vuelve] a Dios que lo dio”. Cuando Jesús le dijo al creyente
128 EL CIELO Y EL INFIERNO

malhechor: “Hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas


23:43), nuestro Señor quiso decir que lo que iría al cielo ese
mismo día, era el alma del hombre, no su cuerpo.
Los creyentes siguen viviendo después de esta vida. Sus
cuerpos son sepultados y se descomponen. Algunas veces sus
cuerpos son incinerados. Pero las almas de los creyentes
siguen viviendo en el cielo. Cuando Jesús murió, encomendó
su alma en las manos de su Padre celestial (Lucas 23:46); su
alma fue al cielo. Ese mismo día Jesús le dijo al creyente
ladrón, mientras colgaba en otra cruz: “De cierto te digo que
hoy estarás conmigo en el paraíso” (versículo 43). Jesús fue al
paraíso cuando murió, y este ex-ladrón estaba allí con Jesús,
desde ese mismo día. Esteban el mártir vio a Jesús en el cielo
y oró: “Señor Jesús, recibe mi espíritu” (Hechos 7:59).
Cuando el fiel Esteban “durmió” en la muerte (versículo 60),
su alma fue directamente al cielo.
Nosotros sabemos con certeza que Abraham está en el
cielo. Génesis 25:8 nos dice que cuando ese gran hombre de
fe murió, “fue reunido a su pueblo”, es decir, que su alma fue
al cielo. En el relato del hombre rico y Lázaro, este último está
en el cielo con Abraham (Lucas 16:22,25). Sus almas están en
el cielo, no sus cuerpos.
Incluso los creyentes pueden anhelar morir, porque dejan
sus cuerpos atrás y van al cielo. El apóstol Pablo fue movido
a escribir: “Pero estamos confiados, y más aún queremos estar
ausentes del cuerpo y presentes al Señor” (2 Corintios 5:8).
Los creyentes en Jesús pueden muy bien tener “deseo de partir
y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor” (Filipenses
1:23).
Al apóstol Juan le fue dado una visión del cielo. Dios le
permitió ver las almas de los mártires en el cielo. En
Apocalipsis 6:10, Juan escribió que las almas de los mártires
en el cielo se preguntaban cuánto tiempo pasaría hasta que el
Señor juzgara la tierra y vengara su sangre. En el capítulo 20
EL CIELO: ANTES Y DESPUÉS DEL DÍA DEL JUICIO 129

de ese mismo libro, Juan escribió: “Vi las almas de los


decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra
de Dios” (versículo 4).
El Dr. Becker proporciona este comentario útil:
Cuando [Juan] dice que vio las almas de los que habían sido
decapitados, fue como si dijera a esa iglesia llena de tristeza:
“El gobierno del imperio ha decapitado a nuestros hermanos y
hermanas, en Cristo. Parece que han triunfado los enemigos de
la iglesia y que la iglesia está derrotada. Nuestros amigos están
muertos. Sin embargo, el gobierno sólo ha aniquilado sus
cuerpos. Y esto es todo lo que vemos con nuestros ojos
mortales. Pero Dios me ha concedido una visión en la que vi
sus almas. Éstas no yacían allí en la arena ensangrentada, sino
que se sentaban en tronos en el cielo. No estaban muertos;
vivían y reinaban con Cristo.” ¡Qué mensaje de ánimo y
esperanza!43

Que nosotros también encontremos ánimo y esperanza en


estas palabras de la Escritura.
¿Alguna vez se ha detenido a pensar cómo será entrar al
cielo? Cuando uno junta todos los pasajes de la Biblia, aún es
difícil imaginar cómo será. Mucho de esto lo sabemos: será
maravilloso y perfecto y más allá de nuestros sueños más
deseados. Finalmente nos dará gran gozo ver el rostro de
nuestro Señor y estar con él por toda la eternidad. Será
grandioso reunirse con los creyentes en el cielo. Pero antes del
día del juicio, solo nuestras almas estarán en el cielo.

El día del juicio


En el día del juicio, Jesús levantará a todos los muertos. Si
para ese entonces hemos muerto, él también levantará
nuestros cuerpos del sepulcro. Nuestras almas se reunirán con
nuestros cuerpos y nuestros cuerpos serán glorificados.
Nosotros creemos lo que la Escritura enseña acerca del día del
juicio:
130 EL CIELO Y EL INFIERNO
Si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios
con Jesús a los que durmieron en él. Por lo cual os decimos
esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que
habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos
a los que durmieron. El Señor mismo, con voz de mando, con
voz de arcángel y con trompeta de Dios, descenderá del cielo.
Entonces, los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego
nosotros, los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos
arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al
Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. (1
Tesalonicenses 4:14-17)

El folleto doctrinal En esto creemos, explica:


Creemos que cuando Jesús regrese y su voz sea oída por toda
la tierra, todos los muertos se levantarán, es decir, sus almas se
reunirán con sus cuerpos (Juan 5:28,29). Junto con los que aún
viven, los resucitados comparecerán ante su trono de juicio.
Los incrédulos serán condenados a la eternidad en el infierno.
Aquellos que por fe han sido limpiados en la sangre de Cristo,
serán glorificados y vivirán con Jesús por siempre en la
bendita presencia de Dios en el cielo. (Filipenses 3:21)44

El cielo después del día del juicio


Después del día del juicio, cada creyente estará en el cielo,
en cuerpo y alma. Tendremos nuestros mismos cuerpos. Job,
un creyente del Antiguo Testamento, esperaba esto con
anhelo. Él dijo: “Yo sé que mi Redentor vive, y que al fin se
levantará sobre el polvo, y que después de deshecha esta mi
piel, en mi carne he de ver a Dios. Lo veré por mí mismo; mis
ojos lo verán, no los de otro. Pero ahora mi corazón se
consume dentro de mí” (Job 19:25-27). Job sabía que cuando
muriera, su cuerpo se descompondría. Sin embargo, por fe, él
también sabía que se levantaría de la muerte. Él sabía que
vería a Dios con sus propios ojos y que experimentaría la
bendita visión de Dios por toda la eternidad.
EL CIELO: ANTES Y DESPUÉS DEL DÍA DEL JUICIO 131

Jesús enseña que en el día final: “todos los que están en los
sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno saldrán a
resurrección de vida” (Juan 5:28,29). Jesús levantará a todos
los muertos. Marta, la hermana de Lázaro, sabía esto. Cuando
su hermano murió, Marta tuvo consuelo en este hecho. Ella
dijo: “Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día final”
(11:24).

El cuerpo resucitado
Los cuerpos de los creyentes se levantarán de la muerte.
Ellos serán glorificados y por eso nunca más parecerán
descompuestos y podridos. Serán perfectos, como el cuerpo
de nuestro Señor resucitado. Filipenses 3:20,21 dice: “[El
Señor Jesucristo] transformará nuestro cuerpo mortal en un
cuerpo glorioso semejante al suyo.” El Señor reveló a los
creyentes del Antiguo Testamento que “los entendidos
resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que
enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas, a perpetua
eternidad” (Daniel 12:3). Esto suena maravilloso, pero es
difícil para nosotros entenderlo o explicarlo. ¿Cómo serán
realmente nuestros cuerpos?
Un lugar para estudiar y encontrar más información es el
gran capítulo sobre la resurrección: 1 Corintios capítulo 15.
Allí leemos: “Así también sucede con la resurrección de los
muertos. Se siembra en corrupción, resucitará en
incorrupción. Se siembra en deshonra, resucitará en gloria; se
siembra en debilidad, resucitará en poder. Se siembra cuerpo
animal, resucitará cuerpo espiritual” (versículos 42-44).
Cuando los creyentes se levanten de la muerte, ellos
tendrán cuerpos inmortales, es decir, que nunca morirán de
nuevo. Ellos serán levantados en gloria y poder. Cada
creyente tendrá un cuerpo espiritual.
Es difícil saber exactamente qué se entiende por “cuerpo
espiritual”. Por lo general los espíritus son invisibles. Sin
132 EL CIELO Y EL INFIERNO

embargo, no parece probable que nosotros seremos invisibles,


como los espíritus. Nosotros tendremos los mismos cuerpos,
aunque glorificados, que teníamos antes de morir. En el
Antiguo Testamento, Job dijo: “En mi carne he de ver a
Dios… mis ojos lo verán, no los de otro” (Job 19:25-27).
Filipenses 3:21 revela que nuestro Salvador “transformará
nuestro cuerpo mortal en un cuerpo glorioso semejante al
suyo”. Nuestros cuerpos serán transformados, pero serán
cuerpos como el cuerpo glorioso de nuestro Señor resucitado.
Sin duda, él no fue un fantasma, como lo demostró después de
resucitar de la muerte.
Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy. Palpad y ved,
porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo
tengo.

Y diciendo esto, les mostró las manos y los pies. Pero como
todavía ellos, de gozo, no lo creían y estaban maravillados, les
dijo: ¿Tenéis aquí algo de comer? Entonces le dieron un trozo
de pescado asado y un panal de miel. Él lo tomó y comió
delante de ellos. (Lucas 24: 39-43)

El cuerpo resucitado de nuestro Salvador tenía carne y


huesos. Su cuerpo era material. Incluso se comió un pedazo de
pescado asado. Nuestros cuerpos serán como el cuerpo de
nuestro Salvador resucitado. Nosotros también tendremos
carne y huesos. ¿Podría ser esto un indicio de que vamos a
poder disfrutar de la comida en el cielo? Parece probable, pero
debemos esperar hasta que lleguemos allá para estar seguros
de eso.
Lo más probable es que, el término espiritual (1 Corintios
15:44) se refiere al estado de exaltación de los cuerpos
resucitados de los creyentes. Ya nuestros cuerpos no estarán
sujetos a los efectos o tentaciones del pecado. Ya no
tendremos que soportar la obra negativa de nuestro viejo
Adán. Nuestros cuerpos estarán en plena armonía con la
EL CIELO: ANTES Y DESPUÉS DEL DÍA DEL JUICIO 133

voluntad de Dios, siguiendo completamente los pasos del


Espíritu Santo. Ahora tenemos que soportar el conflicto
constante entre nuestra vieja naturaleza pecaminosa y nuestra
nueva naturaleza. Cuando nos levantemos de la muerte,
nuestros cuerpos consistirán cien por ciento de la nueva
naturaleza, y cero por ciento de la vieja naturaleza
pecaminosa.
Esto es muy cierto: todos los muertos se levantarán. Para
los creyentes, por tanto, la muerte es sólo un sueño del cual
Jesús nos despertará. (Ver Mateo 9:24; Juan 11:11; y 1
Tesalonicenses 4:13.) Cuando eso suceda, “los justos
resplandecerán como el sol en el reino de su Padre” (Mateo
13:43).

Los nuevos cielos y la nueva tierra


La Escritura describe el hogar eterno de los creyentes como
los nuevos cielos y la tierra nueva. Este es el cielo después del
día del juicio. El Señor dice: “Porque he aquí que yo crearé
nuevos cielos y nueva tierra. De lo pasado no habrá memoria
ni vendrá al pensamiento” (Isaías 65:17). Este hogar
permanecerá para siempre (66:22). Por fe en la promesa de
Dios, “nosotros esperamos, según sus promesas, cielos
nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia” (2 Pedro
3:13). Este será el hogar de todos los justos, todos los
creyentes cuyos pecados fueron limpiados y quienes fueron
vestidos con la justicia de Jesucristo. El apóstol Juan miró
hacia delante y vio nuestro hogar. Él escribió: “Entonces vi un
cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la
primera tierra habían pasado” (Apocalipsis 21:1). Pronto,
nosotros los creyentes estaremos con Jesús en nuestro hogar
celestial. Esto es lo que nuestro Señor prometió cuando dijo:
No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en
mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no
fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para
134 EL CIELO Y EL INFIERNO
vosotros. Y si me voy y os preparo lugar, vendré otra vez y os
tomaré a mí mismo, para que donde yo esté, vosotros también
estéis. Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino… Yo soy el
camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí.
(Juan 14:1-6)

¿Aniquilación o renovación?
Cuando el universo sea destruido en el día del juicio, ¿toda
la materia y lo material será aniquilado o destruido de tal
forma que no pueda ser renovado? La mayoría de los
cristianos simplemente da por sentado que, cuando la Biblia
dice que el mundo será destruido, esto significa aniquilación,
es decir, que no quedará nada. A primera vista, la siguiente
selección de 2 Pedro 3:6-13 parece dar esa idea. Sin embargo,
al estudiar estas palabras, tenga en cuenta cuidadosamente los
términos que describen esa destrucción.
Por lo cual el mundo de entonces pereció anegado en agua.
Pero los cielos y la tierra que existen ahora están reservados
por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del
juicio y de la perdición de los hombres impíos.
Pero, amados, no ignoréis que, para el Señor, un día es como
mil años y mil años como un día. El Señor no retarda su
promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es
paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno
perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento.
Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche.
Entonces los cielos pasarán con gran estruendo, los elementos
ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella
hay serán quemadas.
Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no
debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir,
esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en
el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los
elementos, siendo quemados, se fundirán! Pero nosotros
EL CIELO: ANTES Y DESPUÉS DEL DÍA DEL JUICIO 135
esperamos, según sus promesas, nuevos cielos y nueva tierra,
en los cuales mora la justicia.

En el tiempo de Noé el mundo fue inundado y destruido. Al


final del mundo, nuestro mundo presente también será
destruido. Pero la inundación no aniquiló el mundo de tal
manera que no quedara nada en absoluto. ¿Podría ser que
después de que los elementos sean destruidos por fuego, Dios
creará los nuevos cielos y la nueva tierra con el material que
quedó después de la destrucción del mundo? La destrucción
por fuego no necesariamente significa que toda la materia
desaparece.
También Romanos 8:18-23, parece permitir esa forma de
entenderlo. En estos versículos el apóstol siendo inspirado por
Dios, escribió que la presente creación está esperando ser
liberada de los efectos y las consecuencias del pecado.
Mientras usted estudie las siguientes palabras, trate de
contestar la pregunta anterior. ¿Dejará de existir la creación o
será destruida y renovada?
Tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son
comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de
manifestarse, porque el anhelo ardiente de la creación es el
aguardar la manifestación de los hijos de Dios. La creación fue
sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa
del que la sujetó en esperanza. Por tanto, también la creación
misma será libertada de la esclavitud de corrupción a la
libertad gloriosa de los hijos de Dios.
Sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con
dolores de parto hasta ahora. Y no solo ella, sino que también
nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu,
nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos,
esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo.

La creación misma va a ser liberada de su esclavitud a la


corrupción. La creación misma va a ser libre de aquellos
136 EL CIELO Y EL INFIERNO

efectos terribles del pecado. Desde que el pecado entró en el


mundo, éste ha sufrido. Hay problemas ambientales y
desastres naturales. Hay cicatrices en todo el mundo. “La
creación misma será liberada.” ¿Qué significa eso?
Algunos creen que esto significa que Dios destruirá el
universo entero con fuego, derretirá todo y luego reutilizará
esa materia para hacer un nuevo cielo y una nueva tierra en
“los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que
habló Dios por boca de sus santos profetas” (Hechos 3:21).
Esto podría ser lo que estas palabras significan. Sin embargo,
debemos ser cautelosos en afirmar esto como cierto. De lo
único que estamos seguros es que el mundo entero será
destruido con fuego en el día final.
¡Gracias a Dios nosotros estaremos a salvo con Jesús! Él
regresará en el día final y levantará a todos los muertos.
Después que los creyentes hayan sido levantados de la muerte,
“nosotros, los que vivimos, los que hayamos quedado,
seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para
recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el
Señor” (1 Tesalonicenses 4:17).
En presencia estar de Cristo, ver su rostro, ¿qué será,
Cuando al fin en pleno gozo mi alma le contemplará?
Cara a cara espero verle, más allá del cielo azul;
Cara a cara en plena gloria he de ver a mi Jesús.
Cara a cara, ¡cuán glorioso ha de ser así vivir!
¡Ver el rostro de quien quiso nuestras almas redimir!
Cara a cara espero verle, más allá del cielo azul;
Cara a cara en plena gloria he de ver a mi Jesús. (HEL
326:1,4)
140 EL CIELO Y EL INFIERNO

Tengan por seguro, queridos creyentes, que Dios


responderá nuestras peticiones de librarnos del mal. Cuando
Dios nos lleve al cielo, él estará librándonos de todo ataque
maligno. Cerca al fin de su vida, el apóstol Pablo fue inspirado
a escribir: “Y el Señor me librará de toda obra mala y me
preservará para su reino celestial” (2 Timoteo 4:18). Este
mundo está lleno de ataques malignos a nuestra fe. El diablo,
este mundo, y nuestra propia carne pecaminosa, obran en
contra de los buenos propósitos de Dios para nosotros. Pero
cuando lleguemos al cielo, seremos libres de estos ataques
malignos.
Y también seremos libres de la muerte. De hecho, “el
postrer enemigo que será destruido es la muerte” (1 Corintios
15:26). Cuando lleguemos seguros al cielo, seremos
inmortales. La gente ha buscado por todo el mundo, tratando
de encontrar la “fuente de la juventud”, pero no la han hallado
porque no existe. Y aun si existiera, este mundo permanecería
lleno de dolor y sufrimiento. ¿Quién querría estar aquí por
siempre? Pero el cielo es perfecto. Cuando lleguemos allá,
nunca moriremos de nuevo (versículos 54-57).

¡Espere el cielo con anhelo!


Nosotros los creyentes tenemos una buena razón para
esperar con anhelo nuestra morada celestial. Como nuestro
Señor ha dicho, en este mundo, tenemos “aflicción” (Juan
16:33). Sin embargo, “es justo delante de Dios pagar con
tribulación a los que os atribulan, mientras que a vosotros, los
que sois atribulados, daros reposo junto con nosotros” (2
Tesalonicenses 1:6,7). Piense en todas las aflicciones que los
creyentes han afrontado en esta vida simplemente porque
confiesan su fe en Jesucristo como su Salvador. Algunos se
convierten en mártires; otros pierden su libertad o el respeto
de otros. Algunos pierden sus amigos; otros se enfrentan al
ridículo. Por medio de la fe en Cristo, todos estos creyentes
DESCRIPCIÓN BÍBLICA DEL CIELO 141

van al cielo. Cuando ellos lleguen allá, sus aflicciones y


tribulaciones, son dejadas atrás. Cuando lleguen al cielo, estos
creyentes finalmente habrán “salido de la gran tribulación”
(Apocalipsis 7:14). Si usted ha sufrido por ser cristiano, sabe
que el cielo es algo que esperamos con anhelo.
Algunas personas tienen miedo del día del juicio. Pero
nosotros los cristianos no tenemos nada que temer. Nuestro
Salvador viene para sacarnos de este mundo de problemas y
llevarnos a nuestra morada en el cielo. Así que, cuando vea
que ocurran los acontecimientos del día del juicio, “erguíos y
levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca”
(Lucas 21:28). ¡Su redención final ha llegado!
¿Qué ha sufrido usted simplemente por ser cristiano? No
importa cuál sea su respuesta. Cuando usted realmente piensa
en lo que significa pasar toda la eternidad en el cielo, “las
aflicciones del tiempo presente no son comparables con la
gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse”
(Romanos 8:18). De hecho, cuando es comparado con la
eternidad en el mundo perfecto del cielo, nuestra “tribulación”
en realidad es “momentánea” (2 Corintios 4:17). ¡No hay
comparación entre estar 90 años aquí y la gloria que nunca
termina en el cielo!
Pensando de esa manera, nos da una mejor perspectiva. El
diablo y este mundo, nos afligen y nos atacan, para destruir
nuestra fe. Nuestra propia carne pecaminosa nos traiciona y
trata de llevarnos por el mal camino. No obstante, nosotros
queremos ser “fieles” a nuestro Salvador aun “hasta la
muerte,” porque sabemos que él nos dará “la corona de la
vida” (Apocalipsis 2:10).

No más lágrimas
Años atrás, cierto comercial afirmaba que comprar un
determinado champú significaba “no más lágrimas”. Aunque
el champú podría haber sido un poco menos irritante para los
142 EL CIELO Y EL INFIERNO

ojos, no podía quitar las lágrimas que fluyen del dolor y la


tristeza en este mundo echado a perder por el pecado. Sin
embargo, Dios promete secar nuestras lágrimas cuando
lleguemos al cielo. Isaías 25:8 proclama esto con claridad:
“Destruirá a la muerte para siempre, y enjugará Jehová el
Señor las lágrimas de todos los rostros y quitará la afrenta de
su pueblo de toda la tierra; porque Jehová lo ha dicho”.
Este mismo pensamiento se repite en Apocalipsis 7:17:
“Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos”. Y aun lo
leemos una vez más cerca del final de la Biblia: “Enjugará
Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá más
muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor, porque las
primeras cosas ya pasaron” (21:4). Ya que la muerte, la
tristeza, y todas las consecuencias del pecado, serán dejadas
atrás, no tendremos ninguna razón para llorar en el cielo.
El hecho de que Dios diga que él enjugará toda lágrima
tiene algo que ver con nuestra vida terrenal. Aquí
derramaremos lágrimas. Nosotros los cristianos no estamos
exentos de los dolores y adversidades comunes de esta vida.
Nosotros también experimentamos la tristeza cuando muere
un ser querido. No es pecado llorar; pues nuestro Señor fue
perfecto y aun leemos que “Jesús lloró” (Juan 11:35). ¡Es
grandioso saber que no lloraremos de tristeza en el cielo!

No más hambre o sed


Yo soy como muchos americanos. Yo no sé lo que es estar
verdaderamente hambriento. No ha habido ni un solo día
durante toda mi vida en el que mi familia no haya tenido que
comer. Algunas personas han afrontado días más difíciles de
lo que a mí me ha tocado. Algunos han luchado para conseguir
suficiente alimento para comer. Algunos que viven en el
desierto saben lo que es realmente tener necesidad de agua.
Saben qué es tener el sol golpeando sobre ellos. Las personas
que han afrontado tales dificultades pueden apreciar la
DESCRIPCIÓN BÍBLICA DEL CIELO 143

promesa que cuando los creyentes lleguen seguros al cielo,


“no tendrán hambre ni sed, ni el calor ni el sol los afligirá”
(Isaías 49:10). Dado que la mayor parte de mi vida he estado
en un clima del norte, realmente no comprendí estas palabras
hasta que pasé un año en Phoenix, Arizona. Cuando la
temperatura llegó a los 123 grados Fahrenheit (50 grados
centígrados), entendí mejor lo que significa tener el sol
golpeando sobre usted. En algunas partes de la Palestina, el
clima es parecido al de Arizona. El pueblo de Dios podía
apreciar esta promesa; ellos tendrían descanso en el cielo.
Apocalipsis 7:16 dice: “Ya no tendrán hambre ni sed, y el sol
no caerá más sobre ellos, ni calor alguno”.
Algunas veces la gente pregunta ¿cómo será la temperatura
en el cielo? No nos han dicho, pero sabemos que no
tendremos mucho calor o mucho frío. Estaremos en perfecta
comodidad por toda la eternidad.

No más consecuencias del pecado


Cuando lleguemos al cielo, nunca más tendremos que sufrir
ninguna de las consecuencias del pecado. Los habitantes del
cielo no tienen que sufrir ninguna de las aflicciones causadas
por el pecado porque, para ellos, “las primeras cosas ya
pasaron” (Apocalipsis 21:4). Sólo piense en todas las
consecuencias del pecado, las cuales no tendremos que
experimentar nunca más, una vez que alcancemos nuestro
hogar en el cielo. Dios proveerá descanso eterno de todas las
dificultades que afrontamos por causa de la entrada del
pecado a este mundo. Cuando lleguemos al cielo, no habrá
más guerras ni peleas de ninguna clase. Será bueno no tener
que soportar riñas con la familia o peleas insignificantes. No
seremos pecadores ni vamos a tener que lidiar con pecadores.
No tendremos días difíciles en el trabajo. No estaremos
ansiosos o nerviosos. No nos deprimiremos. No nos
sentiremos perdidos. No tendremos que tomar medicamentos.
144 EL CIELO Y EL INFIERNO

No tendremos que ir al médico para nada. Estaremos


perfectamente sanos. No sufriremos las consecuencias del
envejecimiento causado por el pecado. No asistiremos a
ningún funeral más porque ¡allí no habrá muerte! Como
leemos en la Escritura, tampoco tendremos que preocuparnos
por comida o bebida.
Algunos dicen que no comeremos o beberemos en el cielo.
Yo creo que eso probablemente es decir más de lo que dice la
Biblia. No nos faltará comida o bebida. Es posible que
disfrutemos de comida y bebida. (Ver la sección del capítulo
8 titulada: “Banquete de boda/fiesta” y Mateo 26:29; Lucas
22:30; Mateo 8:11). A continuación es como Lutero le
describió el cielo a su hijo Juan en una carta:
Conozco un jardín bonito, hermoso, y alegre, donde hay
muchos niños que usan pequeños trajes dorados. Recogen
deliciosas manzanas, peras, cerezas, y ciruelas doradas y
azules, debajo de los árboles. Cantan y brincan y están muy
contentos. También tienen caballitos para montar, con bridas
doradas y sillas de plata.45

Obviamente Lutero trató de hacerle parecer el cielo lo más


atractivo posible a su hijo. Nosotros sabemos que vamos a
estar eternamente gozosos en el cielo. Comer y beber, podría
ser parte de ese placer. Pero la mejor parte del cielo es que
estaremos con Dios.

Con el Señor por siempre


Nosotros sabemos que en el cielo “estaremos siempre con
el Señor” (1 Tesalonicenses 4:17). Esta será la bendición más
grande para nosotros en el cielo, estar con nuestro Salvador y
ver su rostro por siempre. La Palabra de Dios señala esto una
y otra vez.
Jesús preparó un lugar para nosotros en el cielo, al morir en
la cruz para pagar todos nuestros pecados. Él dijo: “Y si me
DESCRIPCIÓN BÍBLICA DEL CIELO 145

voy y os preparo lugar, vendré otra vez y os tomaré a mí


mismo, para que donde yo esté, vosotros también estéis”
(Juan 14:3). El propósito del sufrimiento y muerte de nuestro
Salvador, fue para llevarnos a estar con él en el cielo. Jesús así
lo dijo. En su gran oración sacerdotal, nuestro Redentor oró:
“Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo esté,
también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me
has dado, pues me has amado desde antes de la fundación del
mundo” (Juan 17:24).
Ir al cielo para estar con Jesús es mucho mejor que vivir en
esta vida. Jesús está con nosotros aquí, pero no es lo mismo.
Aquí, él es invisible para nosotros. No lo podemos ver. Sin
embargo, en el cielo, lo veremos. (Ver la sección del capítulo
8 titulada: “Viendo a Dios”). Juan escribió acerca de esto en
el último capítulo de la Biblia:
Y no habrá más maldición. El trono, de Dios y del Cordero,
estará en ella, sus siervos lo servirán, verán su rostro y su
nombre estará en sus frentes. Allí no habrá más noche; y no
tienen necesidad de luz de lámpara ni de luz del sol, porque
Dios el Señor los iluminará y reinarán por los siglos de los
siglos. (Apocalipsis 22:3-5)

La maldición del pecado se habrá ido desde hace mucho


tiempo. Jesús, el Cordero de Dios, que llevó los pecados del
mundo, estará allá. Todos los creyentes y los ángeles, servirán
a Dios y todos los creyentes verán su rostro. Sí, nosotros
veremos el rostro de Dios en el cielo. Nosotros le
perteneceremos a él. No necesitaremos más el sol, ni la luna,
ni las estrellas, porque Dios mismo dará la luz. Él
resplandecerá con gloria. Y nosotros los creyentes reinaremos
allí. ¡Gobernaremos por siempre!
Dado que la maldición del pecado no existirá en el cielo,
nosotros seremos libres de sus terribles consecuencias.
Sabiendo y creyendo, estas palabras, nos unimos a Pablo al
decir que nosotros “queremos estar ausentes del cuerpo y
146 EL CIELO Y EL INFIERNO

presentes al Señor” (2 Corintios 5:8). Sí, por fe en Jesús


nuestro Salvador, nosotros tenemos el “deseo de partir y estar
con Cristo, lo cual es muchísimo mejor” (Filipenses 1:23).
El apóstol Juan anhelaba estar en el cielo. Él oyó una voz
del trono que decía: “El tabernáculo de Dios está ahora con los
hombres. Él morará con ellos, ellos serán su pueblo y Dios
mismo estará con ellos como su Dios” (Apocalipsis 21:3).
Dios estará y vivirá con nosotros en el cielo. En otro lugar,
Juan escribió: “Sabemos que cuando él se manifieste, seremos
semejantes a él, porque lo veremos tal como él es” (1 Juan
3:2). Job, un creyente del Antiguo Testamento, esperaba el
tiempo cuando en su carne vería a Dios. Sabiendo qué pasaría
después de que se levantara de la muerte, él escribió: “Lo veré
por mí mismo; mis ojos lo verán, no los de otro. Pero ahora mi
corazón se consume dentro de mí” (Job 19:27). Que nuestros
corazones también anhelen aquel tiempo cuando podremos
ver a Dios nuestro Salvador y estar con él.

Con nuestros compañeros creyentes


En el cielo nosotros no estaremos solos. Hemos oído que
estaremos con Dios. Nuestros compañeros creyentes también
estarán allá. La Biblia menciona este hecho en unos cuantos
pasajes. Jesús dijo que “vendrán muchos del oriente y del
occidente, y se sentarán con Abraham, Isaac, y Jacob, en el
reino de los cielos” (Mateo 8:11). Habrá muchos creyentes en
el cielo. Vendrán del oriente y del occidente, de todos los
puntos del planeta. Se reunirán con Abraham, Isaac, y Jacob.
En la gran fiesta en el cielo los creyentes del Antiguo
Testamento estarán con los creyentes del Nuevo Testamento.
Jesús dijo las siguientes palabras como una advertencia a
los incrédulos; sin embargo nosotros también podemos
aprender mucho de ellas: “Allí será el llanto y el crujir de
dientes, cuando veáis a Abraham, a Isaac, a Jacob, y a todos
los profetas en el reino de Dios, y vosotros estéis excluidos.
DESCRIPCIÓN BÍBLICA DEL CIELO 147

Vendrán gentes del oriente y del occidente, del norte y del sur,
y se sentarán a la mesa en el reino de Dios” (Lucas 13:28,29).
Los incrédulos llorarán y crujirán sus dientes ante esta
escena. Los patriarcas del Antiguo Testamento estarán en el
cielo. ¡Todos los profetas también estarán allá! Los mismos
profetas que fueron despreciados y maltratados. Estos fieles
predicadores de la palabra pura de Dios, estarán en el cielo por
siempre. ¡Hoy esto es alentador para los siervos de Dios! Los
incrédulos serán expulsados, los fieles profetas estarán en el
reino de Dios por siempre.
¡No se den por vencidos, predicadores y maestros fieles!
¡No se den por vencidos cristianos fieles! Los creyentes
entrarán al cielo del oriente y del occidente, del norte y del sur.
El evangelio será predicado en el mundo entero antes del fin.
Por el poder de Dios en su Palabra, la fe vendrá “por el oír” el
evangelio (Romanos 10:17), y habrá creyentes de todo el
mundo. Estos creyentes de diferentes nacionalidades, lenguas,
y trasfondos culturales, entrarán al mismo cielo como
Abraham, Isaac, Jacob, y todos los profetas. Cuando Jesús
derramó su sangre y murió en la cruz, él redimió “para Dios,
de todo linaje, lengua, pueblo, y nación” (Apocalipsis 5:9).

La iglesia triunfante, la Jerusalén celestial


Nosotros llamamos al número total de todos los creyentes
en Jesús: la santa iglesia cristiana, la iglesia invisible, o
simplemente, la iglesia. Los creyentes que aún viven en este
mundo pecaminoso, sostenidos por la fe, forman parte de la
iglesia militante. Estos creyentes todavía están peleando la
buena batalla de la fe. Los creyentes que han entrado al cielo
son parte de la iglesia triunfante. La Escritura tiene aun otros
nombres para la iglesia. Gálatas 4:26 se refiere a la iglesia
como “la Jerusalén de arriba”. Hebreos 12:22 dice: “Vosotros,
en cambio, os habéis acercado al monte Sión, a la ciudad del
Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos
148 EL CIELO Y EL INFIERNO

millares de ángeles”. Estas palabras describen la congregación


de todos los creyentes, cuyo número sólo es conocido para
Dios. Estas palabras no están hablando del terrenal monte
Sión sobre el fue construida la ciudad terrenal de Jerusalén.
Están hablando de la Jerusalén celestial, la ciudad del Dios
viviente. Dios habita entre su pueblo. Esto ya es cierto ahora,
pero no lo podemos ver. Nosotros los creyentes ya estamos en
alegre comunión con nuestros compañeros creyentes. Sin
embargo, en el cielo nos daremos cuenta completamente de
eso. Nosotros veremos y conoceremos a nuestros compañeros
creyentes. La iglesia invisible se volverá visible para todos
nosotros. Cuando Jesús regrese, finalmente sabremos con
certeza quién está con nosotros y quién no. A Juan le fue
concedida una visión de esto. En Apocalipsis 21:2, él escribió:
“Vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de
parte de Dios, ataviada como una esposa hermoseada para su
esposo”. Estas palabras son parte de una visión es decir, que
la Escritura nos está diciendo en lenguaje figurado lo que ya
hemos aprendido. En el día final, cuando Jesús vuelva,
“también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él” (1
Tesalonicenses 4:14). Nosotros veremos a nuestros
compañeros creyentes. Los términos “la santa ciudad” y “la
nueva Jerusalén,” describen la iglesia triunfante, por lo que, a
veces nosotros usamos esos términos para referirnos al mismo
cielo. Sin embargo, la Jerusalén celestial no describe tanto un
lugar, sino la congregación de todos los verdaderos creyentes.

La gran multitud
Nosotros no sabemos realmente cuántos creyentes estén
vivos hoy, ni mucho menos cuántos hayan vivido en el
pasado. Pero cuando finalmente veamos a todos estos
creyentes con Jesús, ¡en verdad será una escena muy
impresionante! En otra visión, más temprano en el libro de
Apocalipsis, Juan vio la gran multitud de creyentes en el cielo.
DESCRIPCIÓN BÍBLICA DEL CIELO 149

Él escribió: “Después de esto miré, y vi una gran multitud, la


cual nadie podía contar, de todas las naciones, tribus, pueblos,
y lenguas. Estaban delante del trono y en la presencia del
Cordero, vestidos de ropas blancas y con palmas en sus
manos” (Apocalipsis 7:9). Estos creyentes alababan a nuestro
Salvador en voz alta. Estos creyentes están en el cielo porque
“han lavado sus ropas y las han blanqueado en la sangre del
Cordero” (versículo 14). Jesús obtuvo el perdón para ellos.
Ellos tienen una buena razón para servir y adorar a Dios, día
y noche por toda la eternidad en el cielo.
Los testigos de Jehová enseñan que sólo 144.000 personas
irán al cielo a reinar con Jesús. Ellos ven este número en
forma literal, pero el libro de Apocalipsis está lleno de
imágenes y lenguaje simbólicos. El mismo libro de
Apocalipsis revela que este número no se debe tomar en
sentido literal al decir que el número de personas en el cielo
es “una gran multitud, la cual nadie podía contar.”

¿Nos reconoceremos unos a otros?


Cuando lleguemos al cielo, ¡viviremos con nuestros
compañeros creyentes por siempre! Es difícil imaginar
exactamente cómo será esto. ¿Nos reconoceremos unos a
otros? Yo estoy convencido que sí. Nosotros conservaremos
nuestras mismas identidades en el cielo, incluso después de
ser glorificados. En el relato de la transfiguración de nuestro
Salvador, los discípulos reconocieron a Moisés y a Elías.
Incluso Pedro mencionó sus nombres cuando le dijo a Jesús:
“Señor, bueno es para nosotros que estemos aquí; si quieres,
haremos aquí tres enramadas: una para ti, otra para Moisés y
otra para Elías” (Mateo 17:4). ¡Es bueno para nosotros estar
aquí! Eso es lo que diremos cuando finalmente lleguemos a
nuestra morada celestial. ¡Es grandioso estar aquí! Será
grandioso estar con nuestros compañeros creyentes en el
cielo. Sin embargo, nosotros no seremos los únicos en el cielo.
150 EL CIELO Y EL INFIERNO

Con los santos ángeles


En el cielo, nos uniremos a la compañía de la hueste
celestial. Estaremos con los santos ángeles. Hebreos 12:22
dice que la Jerusalén celestial tiene “la compañía de muchos
millares de ángeles”. Mientras estamos en la tierra, por la fe
ya nos hemos unido espiritualmente a este grupo. En el cielo,
los veremos y estaremos entre ellos visiblemente. En el cielo,
nos uniremos a los ángeles en adoración a Dios nuestro
Salvador en gozo santo y perfecto (Apocalipsis 5:11; 7:11).

Como los santos ángeles


Nos uniremos a los ángeles en adoración, pero no
llegaremos a ser ángeles. La Escritura revela que seremos
como ángeles, porque no estaremos casados en el cielo. Jesús
dice: “En la resurrección ni se casarán ni se darán en
casamiento, sino serán como los ángeles de Dios en el cielo”
(Mateo 22:30). Nosotros seremos como los ángeles en que no
estaremos casados o no nos casaremos.
Seremos como los ángeles en otro aspecto también: no
moriremos. Jesús dice: “Los que son tenidos por dignos de
alcanzar aquel siglo y la resurrección de entre los muertos, ni
se casan ni se dan en casamiento, porque ya no pueden morir,
pues son iguales a los ángeles” (Lucas 20:35,36).
A veces cristianos bien intencionados son engañados por
los programas de televisión y las películas. Ellos comienzan a
pensar que cuando muramos, nos convertiremos en ángeles.
Así que tenemos que repetir para claridad: ¡No nos
convertiremos en ángeles! Seremos como ángeles en las
siguientes dos maneras: (1) no estaremos casados, y (2) no
moriremos.

La imagen de Dios—renovada
Aunque la imagen santa de Dios se perdió por la caída en
el pecado, nosotros nuevamente viviremos perfectamente a
DESCRIPCIÓN BÍBLICA DEL CIELO 151

imagen de Dios en el cielo, la cual está siendo renovada ahora


en la nueva naturaleza de los creyentes (Efesios 4:24;
Colosenses 3:10). Sin embargo, cuando lleguemos al cielo, la
vieja naturaleza pecaminosa (viejo Adán) se habrá ido para
siempre. Nosotros tendremos perfecto conocimiento de la
voluntad de Dios, y vamos a poder seguirla perfectamente. El
apóstol Juan inspirado escribió: “Sabemos que cuando él se
manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal
como él es” (1 Juan 3:2). Seremos como Dios cuando lo
veamos a él, perfecto y sin ningún pecado. Viviremos en el
nuevo yo por siempre.

Conocimiento pleno
A medida que hemos estudiado el cielo, ocasionalmente
hemos mencionado qué tan poco sabemos acerca de él. Una
vez lleguemos allá, sabremos por experiencia propia cómo es.
Allá sabremos mucho más de lo que sabemos aquí. En 1
Corintios 13:12, el apóstol inspirado escribió: “Ahora vemos
por espejo, oscuramente; pero entonces veremos cara a cara.
Ahora conozco en parte, pero entonces conoceré como fui
conocido.” En el cielo entenderemos completamente lo que
ahora sólo conocemos en parte.
No necesitaremos estudiar la Biblia en el cielo aunque aquí
sí necesitamos saber lo que dice. Nosotros no nos
graduaremos de estudiar la Biblia hasta cuando Dios nos
llame a nuestro hogar celestial. Cuando estemos allí, no
necesitaremos que la Biblia nos hable acerca de Dios, porque
nosotros lo sabremos. La imagen de Dios será perfectamente
renovada en nosotros. Como Adán y Eva, en el huerto del
Edén, tendremos perfecto conocimiento de la voluntad de
Dios y tendremos la habilidad de hacer su voluntad sin
pecado. Y nunca más caeremos en pecado.
152 EL CIELO Y EL INFIERNO

Santidad
Jesús quitó nuestros pecados a fin de que cuando lleguemos
al cielo, nosotros los creyentes seamos “la iglesia gloriosa,
que no tuviera mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que
fuera santa y sin mancha” (Efesios 5:27). Ninguno de nuestros
pecados pasados será recordado. Romanos 8:1 dice: “Ahora,
pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo
Jesús”. Cuando nos levantemos de la muerte, seremos
perfectos, santos, y rectos. El Salmo 17:15 dice: “En cuanto a
mí, veré tu rostro en justicia; estaré satisfecho cuando
despierte a tu semejanza”. Nos levantaremos ante Dios en
justicia. Vamos a estar completamente satisfechos al ver a
Dios. Vamos a querer que esto dure por siempre.

“Nadie le quitará su gozo”


¡La buena nueva es que el cielo dura para siempre! Así
como hemos aprendido: “Estaremos siempre con el Señor” (1
Tesalonicenses 4:17). Con el Señor, vamos a tener toda cosa
buena. Jesús le dijo a sus discípulos: “También vosotros ahora
tenéis tristeza, pero os volveré a ver y se gozará vuestro
corazón, y nadie os quitará vuestro gozo” (Juan 16:22). Una
vez lleguemos al cielo, nadie nos quitará nuestro gozo.
Nosotros regresamos constantemente a ese bien conocido
pasaje, Juan 3:16, porque nos da esas respuestas claras.
Observen cuánto tiempo estaremos en el cielo. “De tal manera
amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que
todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida
eterna.” Viviremos por toda la eternidad en el cielo (Mateo
25:46). Por siempre estaremos con nuestro Salvador y
gozaremos del perfecto mundo de los cielos. Cuando nosotros
los creyentes muramos, iremos al lugar más alegre.
DESCRIPCIÓN BÍBLICA DEL CIELO 153

Grados de gloria
Cada creyente gozará del cielo. No habrá grados de gozo
(felicidad) en el cielo. Pero, ¿habrá grados de gloria en el
cielo? Algunos han encontrado la respuesta en Daniel 12:3:
“Los entendidos resplandecerán como el resplandor del
firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como
las estrellas, a perpetua eternidad”. ¿Algunos creyentes
brillarán más resplandecientemente en gloria, en el cielo?
¿Podría ser que los que enseñan la justicia a la multitud
tendrán una gloria especial allí?
En la parábola de las diez minas, el rey premia a sus fieles
servidores con diferentes cantidades. Al siervo que ganó diez
minas más, se le dieron diez ciudades, mientras que al siervo
que ganó cinco minas más, se le fueron dadas cinco ciudades
(Lucas 19:17,19). ¿Esto podría indicar que nuestro Rey dará
diferentes grados de gloria en el cielo?
Primera de Corintios 15:40-42 describe la diferencia en
gloria, entre cuerpos terrenales y cuerpos celestiales:
Hay cuerpos celestiales y cuerpos terrenales; pero una es la
hermosura de los celestiales y otra la de los terrenales. Uno es
el resplandor del sol, otro el de la luna, y otro el de las
estrellas, pues una estrella es diferente de otra en resplandor.
Así también sucede con la resurrección de los muertos. Se
siembra en corrupción, resucitará en incorrupción.

Comentando estos versículos, Lutero escribió:


Muchas diferencias o grados de gloria prevalecerán entre
nosotros. Por ejemplo, la de Pedro y Pablo, será la gloria de
los apóstoles; una persona participará de la gloria de un mártir,
otra la de un obispo o predicador piadoso; cada uno, de
acuerdo con las obras que haya hecho. Del mismo modo, cada
miembro del cuerpo tiene su propio honor, los ojos tienen una
honra que difiere de la de las manos o los pies, etc.; además,
154 EL CIELO Y EL INFIERNO
el sol en los cielos tiene un resplandor diferente de el de las
estrellas, y una estrella es más brillante y más resplandeciente
que otra, haciendo que cada una luzca sutilmente diferente a la
otra. Y sin embargo, con relación a las personas, ellas son
similares y tienen la misma esencia, y todas tendrán igual gozo
y felicidad en Dios.46

Lutero menciona que esta diferencia en gloria será de


acuerdo con las obras que hayamos hecho. Él, por supuesto,
está hablando allí sobre los frutos de la fe. La Escritura
también menciona los frutos de la fe en los mismos términos
en Apocalipsis 14:13: “Bienaventurados de aquí en adelante
los muertos que mueren en el Señor. Sí... descansarán de sus
trabajos, porque sus obras con ellos siguen.” “Sus obras” se
refieren a los frutos de la fe que el Espíritu Santo produce por
medio de los creyentes. “Sus trabajos” pueden referirse a su
servicio al Señor por la proclamación de la Palabra de Dios,
como se menciona en otros lugares de la Escritura. (Ver Juan
4:38; 1 Corintios 3:8 y 15:58; Filipenses 2:16; Colosenses
1:29; y 1 Timoteo 5:17.)
Lutero insistió en que la gente es salva por fe en Cristo, sin
sus obras. Y sin embargo, con base en la Escritura, Lutero no
consideró vanos los frutos de la fe:
Habrá distinciones que también se hacen en aquella vida,
dependiendo de cómo una persona trabajó y vivió aquí. Por
ejemplo, dado que Pablo fue apóstol y Samuel e Isaías
profetas, y así sucesivamente, estos gozarán de mayor gloria
que otros, como hombres que hicieron y sufrieron más en sus
ministerios. De igual forma, las piadosas Sara o Raquel serán
preeminentes sobre otras mujeres y sin embargo, no serán
seres o vidas diferentes. Así pues, todo el mundo será
distinguido y honrado de acuerdo con su oficio, y sin embargo,
habrá un solo Dios y Señor de todo, y habrá felicidad y gozo
semejantes. Con respecto a la persona, nadie será o tendrá más
que otro; San Pedro no será o tendrá más de lo que usted o yo
somos o tenemos. No obstante, tiene que haber una distinción
DESCRIPCIÓN BÍBLICA DEL CIELO 155
con base en las obras. Dios no realizó a través de San Pablo lo
que realizó a través de Isaías, y viceversa. Por lo tanto, todos
traerán sus obras consigo, por las cuales brillarán, y alabarán
a Dios; y se dirá que San Pedro obró más de los que yo u otros,
lo hicimos. Este hombre o esta mujer, vivieron de esta manera
y consiguieron mucho. En resumen, todos serán iguales ante
Dios en fe, gracia, y esencia celestial; pero habrá una
diferencia en las obras y en su gloria.47

Cuando pienso en la gente con la que desearía reunirme en


el cielo, pienso en algunas de las mismas personas que Lutero
menciona. No obstante, tratemos de separar lo que sabemos a
ciencia cierta de la Escritura, de lo que es menos claro.
Lo siguiente es lo que sabemos con certeza. Nosotros
sabemos que toda la gloria realmente le pertenece a Dios. Él
merece toda nuestra alabanza; en el cielo, nuestra alabanza
será dirigida a él. Habrá héroes de fe en el cielo. Algunos de
ellos son mencionados en Hebreos capítulo 11. Sin embargo,
si estos héroes de la fe brillan más radiantes o tienen más
gloria externa que usted y yo, podemos estar seguros que ellos
no tendrán más gozo del que usted y yo tendremos allá. (Ver
Mateo 20:1-16.) Podemos estar seguros que allí no habrá
envidia ni celos, porque no habrá pecado en el cielo.
Algunos teólogos cristianos parecen enseñar con mucha
certeza acerca de los diferentes grados de gloria, pero la
verdad es que hay mucho que no sabemos con certeza. La
Escritura es muy clara acerca de los grados de castigo en el
infierno, pero ¿es así de clara acerca de los grados de gloria en
el cielo? El Dr. Becker escribió: “En cuanto a esto, la
enseñanza de la Escritura no es tan clara sobre la situación en
el cielo como lo es con la del infierno”.48 Cuando Apocalipsis
20:4 menciona que “se sentaron sobre [tronos] los que
recibieron facultad de juzgar”, eso se puede referir a
diferencias en autoridad. Y cuando el mismo versículo
menciona que Juan vio “las almas de los decapitados por
156 EL CIELO Y EL INFIERNO

causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios”, podría


ser muy revelador que los mártires tendrán una gloria especial
en el cielo. Ese parece ser el caso, pero ¿cuáles serán
realmente las diferencias y cómo las vamos a entender?
Cuando vemos la creación de Dios, vemos una gran
variedad, y cada clase de planta, animal, ave, y pez, tienen su
propio grado de “gloria”. ¿Lo debemos entender de esa
manera? Vemos una hermosa águila volando y le damos gloria
a Dios. Vemos un árbol majestuoso y alabamos a Dios quien
lo hizo. Cada uno tiene su propio grado de gloria. ¿Será así en
el cielo? Es posible que nos maravillemos en la fe que Dios le
dio a Abraham, la obra misionera que Dios le permitió hacer
a Pablo, y la gloriosa fidelidad que Dios obró en los mártires.
(Ver Apocalipsis 14:13.)
Sólo Dios sabe con certeza quién es un héroe de la fe. Jesús
dijo: “De cierto os digo que entre los que nacen de mujer no
se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista; y, sin
embargo, el más pequeño en el reino de los cielos es mayor
que él” (Mateo 11:11). Lea las palabras de nuestro Señor
registradas en Mateo 20:1-16, concluyendo con su declaración
en el versículo 16: “Los primeros serán últimos y los últimos,
primeros”. ¿Qué tanto afecta esto nuestra comprensión sobre
los grados de gloria?
Leyendo esa parte de la Escritura, junto con la que viene
antes de ésta (el final de Mateo capítulo 19), me recuerda que
Jesús no tenía el hábito de simplemente satisfacer la preguntas
curiosas de la gente acerca del cielo. No obstante, era el hábito
de ofrecer corrección y consuelo según viera la necesidad.
Cuando sus discípulos necesitaron aliento, él les contaba de su
gloriosa recompensa futura en el cielo. Cuando ellos se
preguntaban si tendrían más gozo que otros, él corrigió sus
opiniones a través de la parábola de los trabajadores de la
viña. Aun aquellos que llegan a la fe justo antes de morir,
DESCRIPCIÓN BÍBLICA DEL CIELO 157

experimentarán el gozo total del cielo. Ellos recibirán la


misma vida eterna como aquellos que han “soportado la carga
y el calor del día” (Mateo 20:12). Cuando sus discípulos
esperan algo más, Jesús les recuerda acerca de la igualdad de
gozo. Cuando sus siervos están cansados y desalentados, él les
recuerda de las increíbles recompensas en la renovación de
todas las cosas. A pesar de que no lo merecemos, Dios nos da
una recompensa eterna en el cielo.
De vez en cuando, la gente me ha preguntado: ¿por qué
llegué a ser pastor? Sin la intención de causar daño, ellos
parecen sugerir que yo podría haber logrado un poco más en
otra ocupación. Algunos piensan que quizá podría haber
hecho más dinero si hubiera sido abogado. Quizá yo hubiera
podido vivir cerca de mis padres y familiares, si hubiera hecho
algo diferente. A veces, algunas personas, e incluso los
trabajadores que han sido llamados, en los momentos de
angustia, se fijan en las recompensas visibles por servir
tiempo competo en el ministerio público y se preguntan si vale
la pena. Yo no tengo que explicarles a los ministros llamados
acerca de lo que estoy hablando aquí. Entonces, cuando
pienso en todas las fiestas de cumpleaños a las que he faltado,
en cómo no he pasado el día de Acción de Gracias o la
Navidad con mis padres y otros familiares, simplemente
porque soy un pastor y fui llamado por Dios para servir lejos
de casa, yo pienso en lo que Jesús dice en este próximo pasaje
de la Biblia. Pedro acababa de ver un joven rico apartándose
de Jesús, porque amaba sus posesiones demasiado. Jesús
acababa de mencionar qué gran milagro es cuando alguien es
hecho creyente. Traer a alguien a la fe es imposible para el
hombre pero posible para Dios. Entonces leemos las
siguientes palabras:
Entonces, respondiendo Pedro, le dijo: “Nosotros lo hemos
dejado todo y te hemos seguido; ¿qué, pues, tendremos?”
158 EL CIELO Y EL INFIERNO
Jesús les dijo: “De cierto os digo que en la regeneración,
cuando el Hijo del hombre se siente en el trono de su gloria,
vosotros que me habéis seguido, también os sentaréis sobre
doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. Y
cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o
padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por mi nombre,
recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna. Pero
muchos primeros serán últimos, y los últimos, primeros.”
(Mateo 19:27-30)

Esto no es tan simple como pareciera en una lectura


superficial. Aquellos que han sido llamados a servir lejos de
sus madres, padres, hermanos, y hermanas, recibirán cien
veces más en el cielo. Yo no sé exactamente qué quiere decir
eso, pero sé que es verdad. Si usted ha sido llamado a servir a
su Salvador lejos de su casa y lejos de sus padres, puede estar
seguro que, por fe en Cristo, recibirá cien veces más y
heredará la vida eterna.
Jesús dijo que muchos primeros serán últimos, y los
últimos, primeros. Esto me recuerda la viuda pobre. Así,
muchos parecieran estar haciendo mucho, y dando demasiado,
que comenzamos a pensar que están haciendo o dando lo
mejor. Pero nosotros no lo sabemos. El Señor conoce la
verdad, y la verdad podría no ser lo que parece. Considere este
ejemplo de la vida real:
Estando Jesús sentado delante del arca de la ofrenda, miraba
cómo el pueblo echaba dinero en el arca; y muchos ricos
echaban mucho. Y vino una viuda pobre y echó dos blancas, o
sea, un cuadrante.
Entonces, llamando a sus discípulos, les dijo: “De cierto os
digo que esta viuda pobre echó más que todos los que han
echado en el arca, porque todos han echado de lo que les
sobra, pero esta, de su pobreza echó todo lo que tenía, todo su
sustento.” (Marcos 12:41-44).
DESCRIPCIÓN BÍBLICA DEL CIELO 159

La viuda dio más que los demás, aunque en comparación,


la cantidad fue más pequeña. Por fe, ella le dio al Señor el
ciento por ciento. Puede ser que nadie más supiera, pero Jesús
sí.
Cuando pensamos en aquellos que parecen estar sirviendo
más, podríamos pensar en los ministros llamados. Pero no
debemos olvidar el servicio humilde y silencioso de muchos
cristianos dedicados que pueden recibir poca atención. Ellos
pueden trabajar para mantener la iglesia linda o evangelizar a
sus vecinos. Con sus oraciones y ofrendas, ellos
generosamente apoyan la predicación y la enseñanza de la
Palabra de Dios en casa y alrededor de todo el mundo. No
debemos preocuparnos acerca de quién será primero o último
en el cielo. Sólo estemos seguros de ser fieles a nuestro
Salvador.
Será grandioso estar allí. Mientras estamos aquí, que
hagamos lo mejor con nuestro tiempo, con nuestros talentos,
y con nuestros tesoros, para servir al Señor. Al final, que
seamos hallados fieles a nuestro fiel Salvador.
Del trono santo en derredor con el Señor están
Niñitos mil que con fervor las tiernas gracias dan.
Cantan: “¡Gloria, gloria, aleluya al santo Dios!”
Buscaron ellos a Jesús, su nombre amando aquí;
Ahora están en clara luz, y al ver su rostro allí.
Cantan: “¡Gloria, gloria, aleluya al santo Dios!” (CC
398:1,3)
162 EL CIELO Y EL INFIERNO

nos llevará a mayor comprensión de lo que es la esperanza


cristiana. Romanos 8:24,25 revela que esperanza significa
esperar algo pacientemente. “Porque en esperanza fuimos
salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; ya que lo
que alguno ve, ¿para qué esperarlo? Pero si esperamos lo que
no vemos, con paciencia lo aguardamos.” Esperamos por lo
que aún no tenemos. Esperamos pacientemente que Dios
cumpla sus promesas. Pero, por fe, estamos seguros que sí las
cumplirá. Segunda de Corintios 3:12 explica que “teniendo tal
esperanza, actuamos con mucha franqueza”. Nosotros no
dudamos. Estamos seguros y confiados sabiendo que Dios
cumplirá sus promesas. Nosotros los creyentes tenemos “la
esperanza de la vida eterna. Dios, que no miente, prometió
esta vida desde antes del principio de los siglos” (Tito 1:2).
Nuestra esperanza cristiana está basada en Dios que no
miente. Está basada en las promesas que Dios nos ha dado en
las Escrituras.
En ese sentido, la esperanza termina siendo fe dirigida
hacia el futuro. Así como la fe es estar seguro de la Palabra de
Dios por ser creyente en ella, la esperanza es estar seguro de
lo que dice la Palabra Dios acerca del futuro y ser creyente
que lo que Dios ha prometido ocurrirá. Puesto que Dios ha
prometido vida eterna a todos los creyentes en Jesús, tenemos
“la esperanza de la vida eterna” (Tito 3:7). Cuando mueran
nuestros seres queridos creyentes, podremos estar tristes, pero
no tenemos que entristecernos “como los otros que no tienen
esperanza” (1 Tesalonicenses 4:13). Nosotros tenemos
esperanza. Sabemos que Dios cumple sus promesas y que él
levantará el cuerpo de estas personas el día final.
La esperanza cristiana está estrechamente relacionada con
la fe, según 1 Pedro 1:21, en donde dice: “Vuestra fe y
esperanza sean en Dios”. Primera de Pedro 1:13 hace ver la
esperanza justamente como fe cuando dice: “Esperad por
completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea
¡SÍ PODEMOS ESTAR SEGUROS DE LA VIDA ETERNA! 163

manifestado”. Por fe esperamos el regreso de nuestro


Salvador y nuestro encuentro celestial. Esa es nuestra
esperanza cristiana la cual es segura y cierta. Es la fe dirigida
hacia el futuro, basada en las promesas de Dios.
Primera de Timoteo 6:17, parece usar el término esperanza
en un contexto donde esperaríamos encontrar el término fe.
Éste dice: “A los ricos de este mundo manda que no sean
altivos ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son
inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en
abundancia para que las disfrutemos.” Nosotros pudiéramos
esperar que dijera ponga su fe en Dios, pero dice que ponga su
“esperanza... en el Dios vivo”. La esperanza cristiana es
confianza segura y cierta en las promesas de Dios para el
futuro.
La esperanza cristiana no es un deseo incierto como:
“Espero que mi equipo gane la serie mundial.”
Note cómo es usado el término esperanza en Hebreos
6:18,19: “[Dios hizo esto] para que por dos cosas inmutables,
en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un
fortísimo consuelo los que hemos acudido para asirnos de la
esperanza puesta delante de nosotros. La cual tenemos como
segura y firme ancla del alma.” Esperaríamos que el término
“promesa de Dios” fuera usado en lugar de esperanza. Las
promesas de Dios son un “ancla del alma.” Las promesas de
Dios son “seguras y firmes.” Puesto que nuestra esperanza
yace en las promesas de Dios, ésta es tan segura y firme como
Dios lo promete.
“Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra
esperanza, porque fiel es el que prometió” (Hebreos 10:23).
Nuestra esperanza está basada en la Palabra de nuestro Dios,
la cual confesamos. Esperaríamos que dijera profesión de
nuestra fe, pero dice, “profesión de nuestra esperanza”.
Mantengámonos firmes en esta esperanza, en esta fe dirigida
hacia el futuro, sin vacilar. Y la razón por la cual podemos
164 EL CIELO Y EL INFIERNO

estar seguros y convencidos es porque aquel que lo prometió


es fiel. Dios siempre cumple sus promesas.
Según 1 Pedro 1:3, esta esperanza es una esperanza viva:
“Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que
según su gran misericordia nos hizo renacer para una
esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los
muertos”. Dios nos ha hecho renacer a la esperanza viva.
Tenemos la esperanza de la vida eterna, la confianza segura y
cierta que porque Jesús vive, nosotros también viviremos.
Así pues, la Escritura nos exhorta a alcanzar a otros. “Estad
siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre
y reverencia ante todo el que os demande razón de la
esperanza que hay en vosotros.” (1 Pedro 3:15). Siempre esté
preparado para contarles a los demás acerca de lo que le da
confianza a usted cuando mira hacia el futuro. Usted sabe la
respuesta, ¿no es cierto? Usted sabe que va a ir al cielo por fe
en Jesús. Enséñeles el camino al cielo. Dígales lo que
necesitan saber para que ellos también puedan mirar hacia
delante, confiados en el retorno de nuestro Salvador.
¿Está usted seguro de que va a ir al cielo? Algunos podrían
decir: “Eso espero”, y sin embargo, no están seguros. Usted
sabe que la esperanza cristiana es cierta; es la fe dirigida hacia
al futuro, basada en la promesa de Dios.

Mi Jesús, mi Salvador vivo está y es mi esperanza;


De la muerte no hay temor, mientras fundo mi confianza
En aquel que me salvó cuando en cruz por mi murió. (CC 337:1)

¡Tenga la absoluta seguridad que usted va a ir al cielo!


No tenemos que estar dudosos si Dios nos recibirá en su
reino celestial. Sí, somos pecadores. Sí, merecemos perecer
por nuestros pecaminosos pensamientos, palabras, y acciones.
Pero Dios nos salvó. “De tal manera amó Dio al mundo,
que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en
¡SÍ PODEMOS ESTAR SEGUROS DE LA VIDA ETERNA! 165

él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna” (Juan 3:16).


¡Tan sólo piense en eso! Dios amó tanto al mundo entero que
envió a Jesús a llevar la vida perfecta y a morir en una cruz
como sustituto por cada pecador.
Dios puso todos nuestros pecados sobre Jesús. “Todos
nosotros nos descarriamos como ovejas [en el pecado], cada
cual se apartó por su camino [pecaminoso]; más Jehová cargó
en él el pecado de todos nosotros” (Isaías 53:6). En la cruz del
Calvario, Jesús cargó todo el peso y la culpa de los pecados
del mundo. Allí, él pagó el precio completo de nuestra libertad
y realizó la expiación por nuestros pecados. Primera de Juan
2: 2, nos indica que “él es la propiciación por nuestros
pecados, y no solamente por los nuestros, sino también por los
de todo el mundo”. Recuerde que Jesús no estaba en una cruz
pagando por algunos pecados, sino que estaba pagando por
todos los pecados. Él resucitó de la muerte porque cumplió
con la justicia de Dios y cumplió su misión. Jesús mismo dijo
que cualquier creyente en él, irá al cielo. Esta promesa nos da
seguridad al mirar hacia el futuro. Podemos estar seguros que
nuestro Señor mantendrá su promesa y nos llevará al cielo, a
nosotros y a todos los creyentes.
Dado que la Biblia declara muy claramente que Jesús hizo
esto por el mundo entero, podemos estar absolutamente
seguros que lo hizo por nosotros (¡incluso por mi!). Si Dios
hubiera escrito cada uno de nuestros nombres en la Biblia,
sería menos seguro; porque si mi nombre estuviera impreso en
la Escritura, no podría estar seguro que Dios se estaba
refiriendo a mí y no a alguien más con el mismo nombre. Pero
no me tengo que preocupar por eso. Sé que Jesús “por todos
murió” (2 Corintios 5:15).
Así como todos son pecadores, todos son justificados. “Por
cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios,
y son justificados gratuitamente por su gracia, mediante la
redención que es en Cristo Jesús” (Romanos 3:23,24). Todos
166 EL CIELO Y EL INFIERNO

han pecado y son justificados. Los dos verbos: “pecaron” y


“son justificados” tienen el mismo subjetivo: “todos”. Así
pues, todos los pecadores son declarados inocentes por medio
de Jesús. Dios ha hecho esto libre y gratuitamente por su
gracia, sin ningún costo para nosotros. El precio fue pagado
por Cristo Jesús en la cruz del Calvario. Quien sea creyente en
él recibe los beneficios que él ganó, es decir, vida eterna.
La vida eterna no es algo que nosotros ganamos de algún
modo. Es competa y totalmente un regalo. “Porque la paga del
pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en
Cristo Jesús, Señor nuestro” (Romanos 6:23). Podemos estar
seguros que tenemos vida eterna, gracias a Jesús nuestro
Salvador.
El apóstol Pablo estaba seguro que iba a ir al cielo. Él
escribió: “Yo sé a quién he creído y estoy seguro de que es
poderoso para guardar mi depósito para aquel día” (2 Timoteo
2:12). Pablo estaba convencido de que Dios se encargaría de
los detalles para que él pudiera llegar seguro al cielo.
La razón por la cual podemos estar tan seguros está
revelada en Efesios 5:25-27: “Cristo amó a la iglesia y se
entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola
purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de
presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviera
mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuera santa y sin
mancha”. Nuestro Señor murió por nosotros para hacernos
santos y lavó nuestros pecados en el Santo Bautismo. Así que
él puede presentarnos, a nosotros y a todos los creyentes, ante
su trono sin ninguna mancha de pecado. Podemos estar
seguros que vamos al cielo porque Jesús hizo toda la obra por
salvarnos. Por fe en él, entraremos en el cielo.

¿Qué pasa si estoy pecando cuando muera?


De vez en cuando los creyentes sinceros se pueden
preguntar acerca de las circunstancias de la muerte. Ellos
¡SÍ PODEMOS ESTAR SEGUROS DE LA VIDA ETERNA! 167

saben que el viejo Adán nos aflige constantemente y cuán


propensos estamos a caer en el pecado. Se preguntan si aún
irán al cielo, si mueren cometiendo un pecado.
En primer lugar, esta pregunta revela un mal entendimiento
acerca del pecado y de cuán frecuente nosotros pecamos.
Pecamos más frecuentemente de lo que creemos. Incluso
cuando pensamos que no estamos pecando, aún no estamos
logrando la perfección. ¿Quiénes pueden decir que son
perfectos en todo sentido durante un servicio de adoración en
la iglesia? Podemos soñar, aun si sólo por un momento,
durante el sermón. Tal vez estamos distraídos durante las
lecturas de las Escrituras. Tal vez luchemos por estar
completamente alegres cuando ponemos nuestras ofrendas en
el plato. ¡Y esto ocurre mientras estamos participando en un
servicio de alabanza! ¡La verdad es que estamos pecando todo
el tiempo! Isaías 64:6 revela qué tan prevalente es el pecado:
“Todos nosotros somos como cosa impura, todas nuestras
justicias como trapo de inmundicia”. Todos somos pecadores.
Incluso nuestros mejores intentos están manchados por el
pecado. ¡Estamos cayendo en el pecado más de lo que
creemos! Nunca logramos la perfección.
Sin embargo, gracias a Jesús, nosotros los creyentes
estamos firmes en un estado de gracia con Dios. Romanos
5:1,2 claramente enuncia: “Justificados, pues, por la fe,
tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor
Jesucristo, por quien también tenemos entrada por la fe a esta
gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la
esperanza de la gloria de Dios”. Las anteriores palabras nos
dicen que estamos firmes en un estado de gracia. Andamos
por la vida rodeados por un invisible campo de fuerza de la
gracia de Dios. Nosotros los creyentes no estamos
constantemente entrando y saliendo de esta esfera invisible,
sino que estamos firmemente dentro de ella. La Escritura la
denomina “esta gracia en la cual estamos firmes”. Nosotros lo
168 EL CIELO Y EL INFIERNO

llamamos el estado de gracia con Dios. La gracia de Dios nos


cubre continuamente con el perdón. Así que, podemos
regocijarnos en la esperanza de la gloria de Dios. Nosotros los
creyentes podemos estar felices, sabiendo que Dios nos
llevará al cielo.
No importa cuántas veces caigamos, Dios nos perdona y
nos perdonará en Cristo. Romanos 5:20 dice: “Cuando el
pecado abundó, sobreabundó la gracia”. Nuestra certeza de
que vamos a ir al cielo no yace en nuestras débiles y frágiles
manos, sino en la sublime gracia de Dios.
Nunca deberíamos pecar a propósito ni considerar el
pecado a la ligera. Esto sería incompatible con la fe que mora
en nuestros corazones. Pero tampoco debiéramos estar
preocupados por si vamos a estar pecando cuando muramos.
Vivimos en un estado de gracia. Somos perdonados a través
de Cristo. Nosotros los creyentes podemos estar seguros de
que el cielo es nuestro.

¿Es todavía para mí posible caer y perecer?


Habrá notado que dije: “Nosotros los creyentes podemos
estar seguros”. Esto estimula otra pregunta que preocupa a
algunos cristianos sinceros. Ellos se preguntan si es posible
que los creyentes renuncien a su fe. La respuesta más sencilla
es: “Sí, es posible”. La Biblia no enseña lo que enseñan unas
falsas iglesias, es decir, que “una vez sea creyente, siempre lo
será”. Eso provino de falsos maestros.
La Biblia responde esta pregunta desde dos perspectivas
diferentes. Sabiendo cuál perspectiva aplicar en un caso dado,
tendremos la habilidad para distinguir apropiadamente entre
la ley y el evangelio de Dios.
La perspectiva de la ley: Dios nos advierte a no apartarnos de
nuestro Salvador y su Palabra, ya que es posible que nos
apartemos de nuestra fe salvadora.
¡SÍ PODEMOS ESTAR SEGUROS DE LA VIDA ETERNA! 169

La perspectiva del evangelio: Dios nos consuela con la


seguridad de que nos guardará y cuidará y será fiel a sus
promesas.

Primera de Corintios 10:12 da una perspectiva de la ley de


Dios: “Así que el que piensa estar firme, mire que no caiga.”
En este versículo, la Palabra de Dios nos advierte contra la
arrogancia y la seguridad carnal. No debemos confiar en
nosotros mismos ni depender de nuestra propia habilidad para
estar con Dios.
Judas 24 y 25, dan la perspectiva del evangelio de Dios: “A
aquel que es poderoso para guardaros sin caída y presentaros
sin mancha delante de su gloria con gran alegría, al único y
sabio Dios, nuestro Salvador, sea gloria y majestad, imperio y
poder, ahora y por todos los siglos. Amén.” En estos
versículos, la Palabra de Dios nos consuela a nosotros los
creyentes con las buenas nuevas de que Dios nos guardará de
caer. Confiemos en Dios y en su habilidad para mantenernos
con él.
Dios puede guardarnos de caer. La siguiente ilustración
hace esas palabras particularmente vívidas en mi mente.
Quizás usted esté de acuerdo.
En un día frío de invierno, cuando las aceras (veredas) estaban
cubiertas de hielo, un pastor y su pequeño niño, iban camino a
la iglesia. Era la primera vez que Pepito, de tres años de edad,
vestía un abrigo, el cual tenía bolsillos profundos. Mientras se
acercaban a un lugar resbaloso, el padre extendió su mano al
jovencito y dijo: “Mejor deberías dejarme sostener tu mano”.
Pero las manos del niño estaban cómodas en sus bolsillos, y
ahí él las dejó, ¡hasta que él resbaló y cayó! Un poco
humillado por esta experiencia, se levantó por sí solo y dijo:
“Yo tomaré tu mano, papi”. Y él se acercó a su papá y tomó su
mano con el frágil apretón de un niño de tres años de edad.
170 EL CIELO Y EL INFIERNO
Pronto llegaron a otro lugar resbaloso, ¡y él se cayó de nuevo!
Sus pequeños dedos no pudieron apretar la mano de su padre
con la suficiente fuerza para asegurarse de no caer. Una vez
más se levantó por sí mismo y ellos siguieron caminando. Pero
después de un momento de reflexión, Pepito miró a la cara de
su padre con una infantil confianza. “Papi, quiero que tú tomes
mi mano”. Y mientras continuaron seguros en su camino y
finalmente llegaron a su destino, fue la mano del padre la que
sostuvo al muchacho y lo protegió del peligro. ¡No fue el niño
quien apretó la mano del padre, sino el padre quien apretó la
de aquel!
Del mismo modo, su permanencia en la fe no es tanto de que
usted se aferre de Dios, sino de que Dios no le suelte a usted.
Y usted tiene su promesa de que él lo hará.49

Espero que estas palabras le den algún aliento si usted está


atemorizado de que pudiera apartarse de la fe. Dios puede
guardarlo de caer, mientras continúa alimentando su fe al
recibir regularmente el evangelio a través de la Palabra y el
sacramento. No tenga miedo, querido creyente. Dios puede
guardarlo de caer.
Entonces, la Biblia responde a la pregunta desde la
perspectiva de la ley y desde la perspectiva del evangelio.
Desde la perspectiva de la ley, la Biblia dice: “Si vivís
conforme a la carne, moriréis” (Romanos 8:13). Desde la
perspectiva del evangelio, la Biblia dice: “Ahora, pues,
ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús”
(8:1). La palabra de Dios nos reitera:
De igual manera, el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad,
pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero
el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos
indecibles. Pero el que escudriña los corazones sabe cuál es la
intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios
intercede por los santos.
¡SÍ PODEMOS ESTAR SEGUROS DE LA VIDA ETERNA! 171
Sabemos, además, que a los que aman a Dios, todas las cosas
los ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito
son llamados. A los que antes conoció, también los predestinó
para que fueran hechos conformes a la imagen de su Hijo, para
que él sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que
predestinó, a estos también llamó; y a los que llamó, a estos
también justificó; y a los que justificó, a estos también
glorificó. (Romanos 8:26-30)

Note cómo, desde la perspectiva del evangelio, nuestra


salvación depende totalmente de Dios. Él lo ha hecho todo y
se encarga de todo. Dios lo ayudará y lo mantendrá en su
amoroso cuidado. Él tiene todo bajo control.
¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación,
angustia, persecución, hambre, desnudez, peligro o espada?
Como está escrito: “Por causa de ti somos muertos todo el
tiempo; somos contados como ovejas de matadero”.

Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por


medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que
ni la muerte ni la vida, ni ángeles ni principados ni potestades,
ni lo presente ni lo por venir, ni lo alto ni lo profundo, ni
ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios,
que es en Cristo Jesús, Señor nuestro. (Romanos 8:35-39).

¡Esas palabras son tan reconfortantes! ¡Nada nos puede


separar del amor de Dios en Cristo!
Pero, luego, al leer nuestras Biblias, veremos de nuevo la
perspectiva de la ley, la cual también necesitamos escuchar. A
veces nuestro viejo Adán toma ventaja de nosotros.
Pudiéramos volvernos perezosos en alimentar nuestra fe.
Incluso podríamos escaparnos de los servicios de adoración.
¡Esto es serio! Cuando entremos en la zona de peligro,
necesitamos una advertencia. Nunca debemos pensar que es
aceptable pecar a propósito.
172 EL CIELO Y EL INFIERNO
No [debemos dejar] de congregarnos, como algunos tienen por
costumbre, sino [nos exhortemos]; y tanto más, cuanto veis
que aquel día se acerca.
Si pecamos voluntariamente después de haber recibido el
conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los
pecados, sino una horrenda expectación de juicio y de hervor
de fuego que ha de devorar a los adversarios. (Hebreos 10:25-
27)

Esto es aterrador. Dios cuida de nosotros. Pero pronto estamos


nuevamente envueltos en miedo. Nosotros necesitamos la
perspectiva del evangelio. Jesús está presto a ayudar.
“No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en
mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no
fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para
vosotros. Y si me voy y os preparo lugar, vendré otra vez y os
tomaré a mí mismo, para que donde yo esté, vosotros también
estéis… Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al
Padre sino por mí.” (Juan 14:1-3,6)

El evangelio nos llama y nos capacita para confiar en Dios.


Entonces nosotros podemos esperar nuestro encuentro
celestial, así como Pablo, quien escribió: “Y el Señor me
librará de toda obra mala y me preservará para su reino
celestial” (2 Timoteo 4:18). Pablo no confió en sí mismo, sino
en Dios.
En poco tiempo, volvimos a caer en otros pecados, y
empezamos a sentir culpa. Nuestra conciencia nos acusa.
Primera de Juan 3:20 explica que “si nuestro corazón nos
reprende, mayor que nuestro corazón es Dios, y él sabe todas
las cosas”. Dios nos ha perdonado a través de Cristo. Somos
perdonados, sea que nuestra conciencia esté tranquila o no.
Podemos decirle a la intranquila conciencia: “Dios me ha
perdonado. El asunto está hecho.” Descanse seguro, querido
¡SÍ PODEMOS ESTAR SEGUROS DE LA VIDA ETERNA! 173

creyente, porque usted está perdonado y el cielo está abierto


para usted a través de Cristo.

Gozo confirmado
Una vez que lleguemos al cielo, no hay ninguna posibilidad
que volvamos a apartarnos de Dios. Para siempre vamos a ser
confirmados en santidad y gozo. Seremos como los santos
ángeles, quienes nunca se apartarán de Dios. Nuestro amado
Salvador dijo en Lucas 20:35,36: “Los que son tenidos por
dignos de alcanzar aquel siglo y la resurrección de entre los
muertos, ni se casan ni se dan en casamiento, porque ya no
pueden morir, pues son iguales a los ángeles”. En el cielo,
siempre se hace la voluntad de Dios, así como Jesús lo reveló
en la forma que nos enseñó a orar: “Hágase tu voluntad, como
en el cielo, así también en la tierra” (Mateo 6:10). Nosotros
haremos siempre la voluntad de Dios en el cielo, tal como lo
hacen siempre los santos ángeles.
En el día del juicio, Jesús llevará a los creyentes a la “vida
eterna” (Mateo 25:46). Nuestra vida en el cielo con Jesús
nunca terminará. Nunca nos volveremos a apartar de Dios. Así
como los ángeles son llamados “ángeles escogidos”, en 1
Timoteo 5:21, Dios también nos señalará como sus elegidos.
Como los santos ángeles, nosotros seremos confirmados en
gozo y seremos santos por siempre.
Nunca saldremos del cielo. Apocalipsis 3:12 revela esta
verdad consoladora: “Al vencedor yo lo haré columna en el
templo de mi Dios y nunca más saldrá de allí”. Una vez que
lleguemos seguros al cielo, nunca querremos salir. Y nunca
saldremos. Seremos confirmados en gozo y nunca nos
apartaremos de Dios.
Visto que es posible apartarnos de Dios antes de llegar
seguros al cielo, cantamos:
174 EL CIELO Y EL INFIERNO

¡Oh Cristo! tu ayuda yo quiero tener;


En todas las luchas que agitan mi ser
Tan sólo tú puedes la vida salvar,
Tú sólo la fuerza le puedes prestar.

¡Oh Cristo! ya quiero llegar a vivir


De aquellos alientos que tú haces sentir
Al alma que huyendo del mal tentador
Se vuelve anhelante, se vuelve a tu amor.

¡Oh Cristo! ya quiero tus huellas seguir


Y gracia constante de ti recibir;
Hallar en mis noches contigo la luz,
Y alivio a mis penas al pie de la cruz.
(CC 40:1-3)
176 EL CIELO Y EL INFIERNO

en Jesucristo. No podemos examinar lo que hay dentro de los


corazones de las personas. Sólo Dios sabe si esa persona era
realmente creyente o no. Sin embargo, algunas veces hay una
clara evidencia que nos indica firmemente qué decir. Por
ejemplo, podemos considerar la membresía de una persona en
la iglesia. ¿Era esta persona un miembro activo de una iglesia
cristiana? ¿Cuál? ¿Qué es lo que esta persona parecía creer?
¿Confesó esta persona la fe en Jesús como el Salvador del
pecado? ¿Parece que esta persona confió en las buenas obras
para obtener el favor de Dios? A veces esto será muy claro; en
otras ocasiones, puede ser muy dudoso. Sin embargo,
considerando lo que esta persona parecía creer, hace una gran
diferencia en saber qué decir en la funeraria.
Jesús dijo: “El que crea y sea bautizado, será salvo; pero el
que no crea, será condenado” (Marcos 16:16). Por lo tanto, si
parece que esta persona era un verdadero creyente en
Jesucristo, usted pudiera decir que el difunto fue al cielo y que
ahora está más feliz, lo cual provee mucho consuelo. Por otra
parte, si parece que esta persona no era creyente, usted no
debería hablar de la misma manera. No sabemos qué hay en el
corazón de una persona; por lo tanto no deberíamos dar una
falsa esperanza si no hay razón para ello. Si esta persona
murió en incredulidad, fue al infierno. Pero sólo Dios puede
saber con certeza qué hay realmente en el corazón de una
persona.

¿Era el fallecido un incrédulo?


Tal vez mantuvo su césped muy aseado y cortado. Tal vez
ella fue una maravillosa cocinera. Tal vez parecía que él fuera
un muy buen hombre. Ella pudo haber sido una vecina
maravillosa. No hace ninguna diferencia qué tanto “bien”
hace una persona en cuanto a la obediencia a las leyes (justicia
cívica) si no tiene fe en Cristo. Ninguna cantidad de buenas
obras ganará la vida eterna para los pecadores. Gálatas 2:16
PREGUNTAS Y RESPUESTAS COMUNES 177

dice: “Sabiendo que el hombre no es justificado por las obras


de la Ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos
creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y
no por las obras de la Ley, por cuanto por las obras de la Ley
nadie será justificado”. Decir que él fue un buen hombre o que
ella fue una estupenda mujer, sólo podría confundir los temas.
Podríamos tener duda acerca de lo que estaba en el corazón
de una persona, pero no hay duda: “Por la Ley nadie se
justifica ante Dios es evidente, porque ‘el justo por la fe
vivirá’” (Gálatas 3:11). Nadie irá al cielo por ser un buen
hombre o una excelente mujer. La fe en Jesús es el único
camino al cielo.
La Escritura dice: “Estad siempre preparados para
presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el
que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros” (1
Pedro 3:15). Ciertamente desearemos confesar nuestra fe
como cristianos, también en la funeraria. Hasta puede ser que
ayudemos a los sobrevivientes a escuchar la Palabra para que
ellos no perezcan en incredulidad. Sin embargo, queremos
hablar con mansedumbre y reverencia. ¿Cómo podemos hacer
si el fallecido, al parecer no tenía fe en Jesús? ¿Cómo
podemos aplicar este principio de dar respuestas claras y
testimonio “con mansedumbre y reverencia”?
Probablemente no empezaremos diciendo: “Lo siento, pero
su ser querido está en el infierno”. Eso sería insensato.
Además, debe haber información que no sabemos. No
conocemos el corazón de esa persona. No obstante, sabemos
que tampoco podemos decir: “Su ser querido está ahora en el
lugar más feliz”. Si no creemos que la persona tuvo fe, no
podemos decir: “Al menos su amigo ya no está sufriendo
más”. Si la persona murió en incredulidad, sufrirá por toda la
eternidad. Pero, ¿estamos totalmente seguros de que esa
persona murió en incredulidad? ¿Y es manso y reverente que
digamos algo como eso en una funeraria? Este tipo de
178 EL CIELO Y EL INFIERNO

dificultades lleva a pastores y congregaciones a generalmente


negarse a realizar funerales cristianos para personas que no
son miembros. Sin embargo, siempre hay excepciones; por
ejemplo, una persona que no llegaba a ser miembro pero
estaba bajo el cuidado espiritual del pastor y daba una clara
confesión de fe. Pero si no dieron una clara confesión de fe en
Jesús, no podemos dar un claro consuelo en un funeral
cristiano.
En una situación como esta, trato de ser muy cuidadoso con
mis palabras acerca de la persona que murió. Preferiría tratar
de enfocar mi atención en la persona a la cual estoy hablando.
¿Es esta persona, que está de luto por la perdida de un ser
querido, un creyente que aún está en su tiempo de gracia? No
puedo llegar a la persona que ha muerto, pero podría llegar a
uno de los sobrevivientes. Quiero establecer una línea de
comunicación que pueda continuar después que el funeral
haya finalizado, confiando en que la Palabra de Dios puede
obrar en su corazón. Quisiera llegar al punto en que pueda
decir a la persona que Jesucristo murió en la cruz para salvar
a todos del pecado y que los creyentes en él van al cielo. Hay
muchas maneras de hacer esto así como hay muchas
personalidades diferentes. Mi manera podría ser diferente a la
suya, pero nuestra meta puede ser la misma: alcanzar con el
evangelio a esa persona que aún vive. No podemos hacer nada
por el fallecido, pero ciertamente podemos ayudar a esa
persona en necesidad de consuelo y dirección de la Palabra
salvadora de Dios.

¿Era el fallecido un creyente?


Hemos visto una situación verdaderamente difícil, cuando
pensamos que la persona que murió probablemente no era
creyente. Si la persona pareciera tener fe en Jesús, ¿qué podría
decir usted? ¡Esto es una tarea mucho más fácil! Podemos
decir todas las cosas buenas de la Escritura, que nos animan a
PREGUNTAS Y RESPUESTAS COMUNES 179

consolar a los sobrevivientes. Podemos darle toda la gloria a


Jesús, quien salvó a esa persona. Podemos mencionar que los
creyentes van directamente al cielo. Podemos decir que él o
ella, no sufren más. Podemos decir que el alma de esta
persona fue al lugar más feliz. Ahora podemos decir que el
que partió está con Jesús. “De tal manera amó Dios al mundo,
que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en
él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna” (Juan 3:16).
Y eso no es todo. Incluso podemos hablar acerca de la
resurrección. En una situación similar, la creyente Marta dijo
de su hermano Lázaro, quien había muerto en la fe: “Yo sé que
resucitará en la resurrección, en el día final” (Juan 11:24).
Sabemos que todo aquel que “cree en el Señor Jesucristo”, es
salvo en el juicio de Dios y entra al cielo (Hechos 16:31).
Sabemos que ellos irán al paraíso celestial el día que mueran
(Lucas 23:43). Podemos hablar acerca de esto y consolar a los
sobrevivientes. Incluso podemos llegarles a aquellos que aún
no han sido hechos creyentes. Podemos hablarles del camino
al cielo. Por fe en Cristo, ellos también pueden ir a donde fue
el difunto.
Dios quiere que hablemos de esta manera. Él no quiere que
guardemos silencio ni que hablemos como lo hace la gente del
mundo. Dios nos ha dado el mensaje de consuelo en el
evangelio. Podemos alabarlo y dar ese consuelo a otros en la
funeraria. “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor
Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación,
el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que
podamos también nosotros consolar a los que están en
cualquier tribulación, por medio de la consolación con que
nosotros somos consolados por Dios” (2 Corintios 1:3,4).
Sabemos eso, por fe en Cristo, que: “estaremos siempre con el
Señor”; por lo tanto, “alentaos los unos a los otros con estas
palabras”, así como Dios nos impulsa a hacerlo (1
Tesalonicenses 4:17,18). Los sobrevivientes pueden estar
180 EL CIELO Y EL INFIERNO

llevando cargas pesadas. ¡Nosotros podemos ayudarles! La


Escritura dice: “Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y
cumplid así la ley de Cristo” (Gálatas 6:2).

¿Por qué se llevan a cabo muchos funerales cristianos en


la iglesia?
La Escritura no nos manda a hacer funerales cristianos en
la iglesia, pero a través de los años, muchos cristianos han
encontrado que es muy alentador hacerlos en el lugar de la
adoración, en la casa de Dios, para recibir consuelo de la
Palabra de Dios. Ahí adoramos a Dios nuestro Salvador, quien
ha llevado a nuestro ser querido creyente al cielo. Ahí
escuchamos los pasajes de la Biblia que consuelan y animan a
los sobrevivientes. Ahí recibimos un mensaje del pastor con
los mismos objetivos: de adorar a Dios, de consolar y animar
a los sobrevivientes, y también de llegarle a cualquier no
creyente que pudiera asistir al servicio. Hay varias costumbres
que tienen algunas iglesias, dentro de la libertad cristiana,
pero la razón principal para realizar funerales en la iglesia es
la de regresar al lugar donde comúnmente nos encontramos
con Dios y él se encuentra con nosotros, es decir, en su
Palabra. Además, sería más fácil cantar himnos de alabanza en
la iglesia, en donde hay himnarios y órgano.
El Salmo 98:1 dice: “Cantad a Jehová cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas; su diestra lo ha salvado y su santo
brazo”. Esto aplica a los funerales. Dios ha hecho cosas
maravillosas, ya que el alma de esta persona está ahora con
Jesús. Él ha obrado la salvación. ¡Adoremos a nuestro
maravilloso Dios! En un sentido, el servicio fúnebre es una
celebración de victoria. Gracias a Jesús, ¡el ser querido que
falleció ha ganado la victoria! Es bueno cantar alegres himnos
de alabanza, de la resurrección y de consuelo. El Salmo 23
ayuda, pero también ayuda el himno “Yo sé que vive el
Salvador”. No está mal llorar o estar triste cuando un ser
PREGUNTAS Y RESPUESTAS COMUNES 181

querido ha muerto, ¡pero no debemos actuar como si no


hubiera esperanza! Así que, “no os entristezcáis como los
otros que no tienen esperanza” (1 Tesalonicenses 4:13). Esto
es lo que hace diferente a los funerales cristianos. En medio
de las lágrimas y la tristeza, ¡confesamos con seguridad
nuestra fe en las promesas de Dios! Nos regocijamos cuando
un creyente ha partido al paraíso. Los creyentes pueden hacer
lo que dice el Salmo 100, aun en el funeral. Ellos pueden
decir: “Servid a Jehová con alegría; venid ante su presencia
con regocijo… ¡Alabadlo, bendecid su nombre!” (versículos
2,4).
Sin embargo, tampoco hay nada malo en hacer el servicio
en una funeraria. Algunas iglesias pueden ser muy pequeñas
para ciertos funerales. No obstante, cuando es posible,
muchos creyentes prefieren regresar al lugar destinado para la
alabanza, la casa de Dios, para su servicio de adoración y de
consuelo.

¿Por qué no elogian nuestros pastores al fallecido?


Elogiar o rendir tributo al fallecido es una costumbre que
con frecuencia se hace en los servicios fúnebres. Comúnmente
vemos esto en la televisión. Alguien muere y todo tipo de
personas pasa al estrado y dice cosas buenas de la persona que
murió. Pero, fíjese quién está siendo alabada: la persona que
murió.
Por el contrario, nuestros pastores, en sus sermones de los
servicios fúnebres buscan alabar a Dios y proclamar su
Palabra. En un sentido, ellos elogian a Cristo. Esto no
significa que nuestros pastores nunca mencionarán los frutos
de fe del creyente que falleció. Con frecuencia mencionamos
lo que hizo y dijo la persona, para dar evidencia de que éste
confesaba claramente la fe en Jesús (como lo hará Jesús en el
día final Mateo 25:35,36). Pero nuestro principal objetivo es
glorificar a Dios y proclamar su evangelio. Primera de
182 EL CIELO Y EL INFIERNO

Corintios 10:31 dice: “Hacedlo todo para la gloria de Dios”.


Romanos 11:36 dice: “De él, por él, y para él, son todas las
cosas. A él sea la gloria por los siglos.” Dios y la “gloria de
su gracia” merecen toda la alabanza cuando un creyente parte
para la gloria eterna (Efesios 1:6). Nosotros los creyentes sólo
somos pecadores que hemos sido “justificados gratuitamente”
por nuestro Salvador Jesucristo (Romanos 3:23,24).
Merecemos la muerte, pero Dios nos da “vida eterna en Cristo
Jesús” (Romanos 6:23). La Escritura no nos alaba a nosotros,
“porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de
vosotros, pues es don de Dios. No por obras, para que nadie
se gloríe” (Efesios 2:8,9). Nuestros pastores buscan seguir la
Palabra de Dios que dice: “Si alguno habla, hable conforme a
las palabras de Dios… para que en todo sea Dios glorificado
por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por
los siglos de los siglos. Amén” (1 Pedro 4:11).

¿Por qué usualmente se cierra el ataúd antes del servicio


fúnebre?
Primero que todo, no todos tienen las mismas costumbres.
El ataúd no siempre es cerrado durante los servicios fúnebres,
pero puede ser común que se haga. Ciertamente la costumbre
de cerrar el ataúd, antes de un servicio fúnebre, ayuda ya que
esto anima a la gente a centrar su atención en la Palabra de
Dios, y no en el cuerpo del fallecido.
Recuerde cuál es el propósito de un servicio fúnebre. Un
funeral cristiano es un servicio de adoración realizado en el
nombre del Dios trino. Se centra la atención en la Palabra de
Dios, alabando a él. Ofrece el consuelo del evangelio para
aquellos que lloran. Se distrae menos cuando la familia rinde
sus últimos honores y se cierra el ataúd antes de que el culto
comience.
Ocasionalmente, los pastores experimentan desilusión con
algunas costumbres en los funerales. Después de que su
PREGUNTAS Y RESPUESTAS COMUNES 183

mensaje de la Palabra de Dios se ha centrado en el corazón del


Salvador y su Palabra, ¿por qué queremos centrar nuestra
atención de nuevo en el cuerpo de la persona fallecida en un
ataúd abierto? Ese cuerpo en el ataúd no es la persona que
murió. El alma de ese creyente está en el cielo. Es bueno salir
del funeral centrado en las promesas consoladoras de nuestro
divino y amado Salvador, en vez de evocar emociones fuertes
de tristeza, viendo el cuerpo sin vida una vez más.
A pesar de la partida del ser querido, Jesús y su Palabra,
están presentes en el servicio. (Mateo 18:20). Es mejor si
nuestra atención se enfoca en las palabras reconfortantes de
nuestro divino Dios (Romanos 10:17; Lucas 10:38-42).
Al considerar las costumbres de los funerales, es bueno
tener presente dos pasajes de la Biblia. Eclesiastés 5:1 dice:
“Cuando vayas a la casa de Dios, guarda tu pie. Acércate más
para oír que para ofrecer el sacrificio de los necios, quienes no
saben que hacen mal.” Nuestro propósito es escuchar y alabar
a Dios. Génesis 28:17 simplemente muestra el temor que
debemos tener en la casa de Dios, donde su Palabra salvadora
es proclamada: “¡Cuán terrible es este lugar! No es otra cosa
que casa de Dios y puerta del cielo.” Con esto en mente,
conduzcámonos con la apropiada reverencia.

¿Por qué tenemos entierros cristianos?


La Biblia no nos manda explícitamente llevar a cabo
entierros cristianos. Ciertamente muchos creyentes han hecho
esto en el pasado. Considere el caso de los patriarcas.
“Voy a ser reunido con mi pueblo. Sepultadme con mis padres
en la cueva… que está en el campo de Macpela, al oriente de
Mamre, en la tierra de Canaán, la que compró Abraham junto
con el mismo campo de Efrón, el heteo, para heredad de
sepultura. Allí sepultaron a Abraham y a Sara, su mujer; allí
sepultaron a Isaac y a Rebeca, su mujer; allí también sepulté
yo a Lea.” (Génesis 49:29-31)
184 EL CIELO Y EL INFIERNO

La razón por la que Jacob quería ser sepultado con ellos


tuvo mucho qué ver con su fe. “Porque esperaba la ciudad que
tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios”
(Hebreos 11:10). Él confesó que cuando muriera, “dormiría”
con sus ancestros creyentes (Génesis 47:30). Lutero escribió:
Con base en estos testimonios de la Escritura, los padres
concluyeron que hay otra vida y que los santos no mueren ni
perecen como bestias, sino que son reunidos con las personas
en la tierra de la vida. Sin duda, este hecho, su cierta
expectativa de otra vida, es la razón por la cual ellos fueron
reverente y honorablemente sepultados por sus hijos. 50

El Nuevo Testamento nos habla acerca del sepelio de


nuestro Salvador. “Y tomando José el cuerpo, lo envolvió en
una sábana limpia y lo puso en su sepulcro nuevo, que había
labrado en la peña; y después de hacer rodar una gran piedra
a la entrada del sepulcro, se fue” (Mateo 27:59,60). Juan
revela que fue “según la costumbre judía de sepultar” (Juan
19:40). Desde luego, Jesús resucitaría de la muerte y saldría
fuera de la tumba al tercer día.
En el libro de los Hechos, leemos que “unos hombres
piadosos llevaron a enterrar a Esteban, e hicieron gran llanto
sobre él” (Hechos 8:2). Ciertamente notamos respeto en sus
costumbres de sepelio. Sin embargo, hay más. Los hombres
que enterraron a Esteban eran piadosos y confesaban la misma
fe que Esteban confesó muriendo.
Algunas personas en los tiempos de la Biblia no tuvieron
sepelios honorables. La malvada reina Jezabel es un ejemplo.
Los perros devoraron su cuerpo, por lo cual ella no fue
sepultada; su cuerpo fue “como estiércol sobre la superficie
del campo” (2 Reyes 9:10, 36, 37). El Señor dijo que Joacim:
“En sepultura de asno será enterrado, arrastrándolo y
echándolo fuera de las puertas de Jerusalén” (Jeremías 22:19).
Esta fue una señal del desagrado de Dios sobre sus enemigos.
PREGUNTAS Y RESPUESTAS COMUNES 185

Eclesiastés 6:3 describe el impacto de no tener un sepelio


apropiado: “Aunque el hombre engendre cien hijos, viva
muchos años y los días de su edad sean numerosos, si su alma
no se sació del bien, y además careció de sepultura, digo que
más vale un abortivo”.
En un sepelio cristiano, estamos confesando nuestra fe que
“todos los que están en los sepulcros oirán su voz” y que los
creyentes “saldrán a resurrección de vida” (Juan 5:28,29).
Esencialmente estamos diciendo lo que dijo hace mucho
tiempo la creyente Marta: “Yo sé que resucitará en la
resurrección, en el día final” (11:24). Cuando el capítulo de la
Biblia sobre la resurrección (1Corintios 15) habla del cuerpo
siendo “sembrado”, es decir, plantado está describiendo el
sepelio. Cuando menciona que el cuerpo es “resucitado”, nos
está recordando la “resurrección de los muertos” en el día
final (versículos 42-44). Ahí hay una imagen de una semilla
plantada, con una cosecha por recoger. Nos levantaremos y
saldremos de la tumba, así como lo hizo nuestro Salvador el
domingo de Pascua.

¿Está mal ser cremado?


La cremación no es específicamente un mandato o una
prohibición de la Escritura. Esto corresponde a la categoría de
adiáfora (cosas intermedias; cosas que no son mandadas ni
prohibidas por Dios). Así que, la decisión acerca de la
cremación es una cuestión de discreción cristiana.
Aunque el sepelio fue una práctica habitual entre los
creyentes, hay un par de ejemplos de cremación en la
Escritura. Después de que Acán y su familia fueran
apedreados, sus cuerpos los “quemaron” (Josué 7:25). Los
cuerpos de Saúl y sus hijos también los “quemaron” (1
Samuel 31:11,12).
Algunos cuerpos son cremados para detener la propagación
de la enfermedad, para transportar los restos fácilmente o
186 EL CIELO Y EL INFIERNO

porque es menos costoso. Los cuerpos de los incrédulos han


sido cremados y sus cenizas han sido esparcidas en el océano,
en un intento por escapar del juicio final. Sin embargo, ellos
no tendrán éxito. Esas personas comparecerán corporalmente
ante Jesús en el día del juicio.
Esta última razón para la cremación se ha vuelto más
común en las últimas décadas. Esto ha llevado a muchos
creyentes a ver desfavorablemente la cremación. Algunos
creyentes sienten que esto muestra falta de respeto por el
cuerpo creado por Dios. Algunos temen que serán vistos como
uno de aquellos incrédulos que tratan de escapar del juicio
final. Y algunos tan sólo tienen la idea de que están recibiendo
las cenizas de alguien en un recipiente repugnante e
impensable.
Cualquiera que sea su opinión, debemos declarar que la
Escritura ni nos manda ni nos prohíbe la cremación. Aunque
no veo razón para fomentar la cremación, sé que nuestro
Señor es totalmente capaz de levantar las cenizas a la vida.
Aunque en el ritual común de un sepelio decimos: “Tierra a
tierra, cenizas a cenizas, polvo a polvo”, en el Día Final, el
cuerpo será levantado, “porque es necesario que todos
nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que
cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el
cuerpo, sea bueno o sea malo” (2 Corintios 5:10). Mientras
alguien no trate de evadir el juicio final, debemos considerar
la cremación un asunto de libertad cristiana.

¿Permanecen aquí con nosotros o se aparecen en las casas,


los espíritus de los fallecidos?
Recuerde lo que dice la Escritura acerca de los espíritus de
la gente que ha muerto: “Antes que el polvo vuelva a la tierra,
como era, y el espíritu vuelva a Dios que lo dio” (Eclesiastés
12:7). Las almas, es decir, los espíritus de los fallecidos no
rondan a nuestro alrededor. Ellos parten de esta vida. Dios los
PREGUNTAS Y RESPUESTAS COMUNES 187

envía al cielo o al infierno. “Y de la manera que está


establecido para los hombres que mueran una sola vez, y
después de esto el juicio” (Hebreos 9:27).
Hay muchos que se preguntan acerca de los fantasmas y
casas embrujadas. Algunos cristianos dicen que han visto
fantasmas en sus casas. En algunos casos, los sonidos en esas
tan nombradas casas embrujadas, pueden tener explicaciones
físicas. A veces las casas viejas, con puertas y pisos que
chirrean, pueden producir sonidos espeluznantes que son
difíciles de explicar. Sin embargo, algunas casas
probablemente están embrujadas.
Ocasionalmente, les he causado sorpresa a miembros de
nuestra congregación, que son nuevos en las clases bíblicas,
cuando claramente afirmo que existen fantasmas. No tengo
duda en absoluto que hay fantasmas. Pero estos fantasmas no
son espíritus (o almas) de la gente que ha muerto. Los
fantasmas de los que estoy hablando son demonios. La
Escritura enseña ampliamente que existen demonios. Son
ángeles malvados que se apartaron con el diablo. Ellos están
condenados al infierno.
De algún modo, ellos han poseído a algunas personas. Con
frecuencia leemos de Jesús echando fuera demonios. Mateo
8:16 dice: “Le llevaron muchos endemoniados, y con la
palabra echó fuera a los demonios”. Esto nos recuerda que
nuestro Señor y Salvador tiene máximo poder sobre los
demonios. La gente se dio cuenta de esto y dijo de Jesús que:
“con autoridad manda aun a los espíritus impuros, y lo
obedecen” (Marcos 1:27). Estos no son los espíritus de los
fallecidos, sino son los fantasmas que yo digo que existen.
Estos fantasmas (que usualmente son llamados demonios,
ángeles malvados, espíritus inmundos o impuros) tienen la
capacidad de conocer cosas que la gente no sabría y pueden
imitar la apariencia y sonido del fallecido. Ellos se pueden
parecer y escucharse como el ser querido que partió. Ellos
188 EL CIELO Y EL INFIERNO

incluso pueden saber los secretos del fallecido. A través de los


años, la gente ha mencionado que Houdini tuvo algún secreto
que compartió sólo con su esposa. Los demonios podían
fácilmente saber ese secreto y pretender ser Houdini. Estos
ángeles malvados son capaces de embrujar casas como
“fantasmas”.
Estos fantasmas no se deben tomar en juego. Hechos 19:11-
16 enseña esto muy claramente relatando una historia real.
Y hacía Dios milagros extraordinarios por mano de Pablo, de
tal manera que hasta los pañuelos o delantales que habían
tocado su cuerpo eran llevados a los enfermos, y las
enfermedades se iban de ellos, y los espíritus malos salían.
Pero algunos de los judíos, exorcistas ambulantes, intentaron
invocar el nombre del Señor Jesús sobre los que tenían
espíritus malos, diciendo: “¡Os conjuro por Jesús, el que
predica Pablo!”.
Había siete hijos de un tal Esceva, judío, jefe de los
sacerdotes, que hacían esto. Pero respondiendo el espíritu
malo, dijo: “A Jesús conozco y sé quién es Pablo, pero
vosotros, ¿quiénes sois?”.
El hombre en quien estaba el espíritu malo, saltando sobre
ellos y dominándolos, pudo más que ellos, de tal manera que
huyeron de aquella casa, desnudos y heridos.

Aquellos que han escuchado acerca de la película o el libro


llamado El exorcista, ciertamente captan que los espíritus
malos no son objeto de juego. Ellos pueden poseer a la gente
y también lugares. Entretenerse con un juego oculto, como
usar una tabla Ouija, implica invitar a entrar a los espíritus
malos. Una vez invitados, estos demonios probablemente no
quieran salir. Así es como algunas casas han sido embrujadas.
Siegbert Becker escribió:
PREGUNTAS Y RESPUESTAS COMUNES 189
La posesión de las personas está estrechamente relacionada
con la posesión de lugares. Las historias de casas embrujadas
son frecuentes en América, pero aun más en Europa. Supongo
que todos nosotros estamos inclinados a reducir tales historias
como producto de una hiperactiva imaginación. Aunque
seguramente debiéramos cuidarnos de la credulidad ingenua,
aun las conclusiones de observadores expertos parecieran
indicar que algunos de estos hechos están basados en sucesos
reales que desafían una explicación natural. Los parasicólogos
hablan de tales “embrujos” como un “fenómeno de
poltergeist”… Muchos de estos fenómenos están asociados
con espiritismo y posesión demoníaca… En países cristianos,
las casas son exorcizadas y los espíritus son echados fuera en
el nombre de Jesús. 51

¿Son conscientes de nosotros y de los eventos terrenales,


las almas de los creyentes que han muerto?
Muchas ideas falsas han sido divulgadas a través de
películas y programas de televisión. La película Ghost
(Fantasma) describe a un hombre que ha muerto, pero cuya
alma quedó en la tierra para influir en los acontecimientos.
Otras películas y programas dan a entender que nuestros seres
queridos que han muerto siguen viviendo en nuestras casas o
por lo menos están vigilándonos. Esta falsa idea no viene de
la Palabra de Dios.
Isaías 63:16 revela que Dios está consiente de nosotros:
“Aunque Abraham nos ignore e Israel no nos reconozca”.
Abraham está en el cielo pero nos ignora. Israel está en cielo
pero no nos reconoce. En los comentarios de la Biblia
Popular, John Braun se refirió a este pasaje: “Una vez los
creyentes mueren, ellos conocen los gozos del cielo, pero no
los asuntos de los seres queridos que dejan atrás”.52 Lutero,
que ciertamente estuvo familiarizado con la práctica católico
romana de orar a los santos difuntos, escribió:
190 EL CIELO Y EL INFIERNO
Esas personas están muertas y no saben nada de nosotros.
Aquí los doctores escoláticos argumentan mucho y llegan a
varias conclusiones acerca de cómo los padres ayudan y se
preocupan con nuestros asuntos, y uno contradice al otro. Pero
aquí el Espíritu Santo enseña que los santos están muertos;
ciertamente ellos están muertos para nosotros… Ciertamente
Dios es el Dios de la vida y de la muerte, pero los santos están
muertos para nosotros. Por lo tanto, los muertos… no deben
ser invocados más, puesto que ellos no se preocupan de
nuestros asuntos.53

No debemos orarles a los muertos, inclusive a María o a los


santos. Ellos no nos escuchan ni nos pueden ayudar. No
debiéramos pedirles ayuda o respuestas. Cuando la gente pide
recibir palabra de ultratumba, es probable que lo oigan de la
red de espíritus malos. Estos ángeles malos conocen muchos
secretos, ya que han estado escuchando muy de cerca. Ellos
también tienen acceso a todos aquellos que han sido
condenados. Debemos mantenernos alejados de los
encantadores: “Si os dicen: ‘Preguntad a los encantadores y a
los adivinos, que susurran hablando’, responded: ‘¿No
consultará el pueblo a su Dios? ¿Consultará a los muertos por
los vivos?’. ¡A la ley y al testimonio! Si no dicen conforme a
esto, es porque no les ha amanecido” (Isaías 8:19,20).
Ezequías estaba en lo correcto cuando habló de su vida
después de la muerte: “Ya no veré más a los hombres entre los
moradores del mundo” (Isaías 38:11). Aquellos que murieron
en fe están en el cielo. Aquellos que murieron en incredulidad
están en el infierno. Las almas de los que han fallecido no
están más con nosotros.

¿Conoceré a mis seres queridos creyentes en el cielo?


Esta es una pregunta muy común. Así como los discípulos
fácilmente reconocieron a Moisés y Elías, en el
acontecimiento de la transfiguración de Cristo, no veo razón
PREGUNTAS Y RESPUESTAS COMUNES 191

por la cuál nosotros no pudiéramos conocer a nuestros


hermanos en la fe en el cielo (Mateo 17:3,4). En Mateo 8:11,
Jesús revela que “vendrán muchos del oriente y del occidente,
y se sentarán con Abraham, Isaac, y Jacob, en el reino de los
cielos”. Sabemos que estaremos con los otros creyentes.
¿Serán extraños para nosotros? Parece poco probable que
vamos a pasar la eternidad en cielo sin conocer a nuestros
compañeros creyentes. El apóstol Pablo también dijo que los
creyentes de Tesalónica serían su gloria y gozo en el día del
juicio. Esto supone que Pablo los reconocería. Pablo escribió:
“¿Cuál es nuestra esperanza, gozo, o corona, de que me
gloríe? ¿No lo sois vosotros, delante de nuestro Señor
Jesucristo, en su venida? Vosotros sois nuestra gloria y gozo”
(1 Tesalonicenses 2:19,20).
Nosotros a veces hablamos de una “grata reunión en el
cielo”. Nos referimos a esto en el sentido de Hebreos
12:22,23, que describe la Jerusalén celestial como un
encuentro gozoso: “Vosotros, en cambio, os habéis acercado
al monte Sión, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial,
a la compañía de muchos millares de ángeles, a la
congregación de los primogénitos que están inscritos en los
cielos. Os habéis acercado a Dios, Juez de todos, a los
espíritus de los justos hechos perfectos.”
Nos reuniremos en el cielo junto con nuestro Salvador,
nuestros compañeros creyentes y los ángeles santos.
Ciertamente reconoceremos a Jesús, así como lo hicieron los
discípulos cuando él se levantó de la muerte (Lucas 24:31;
Juan 20:20; 21:12). ¿Por qué no reconoceríamos a nuestros
compañeros cristianos?
Probablemente deberíamos hacer una distinción entre el
cielo, antes y después, del día del juicio. Antes del día del
juicio, las almas de los creyentes están en el cielo. Después del
día del juicio, los creyentes tendrán cuerpos glorificados
(reunidos con sus almas). No tenemos un pasaje específico de
192 EL CIELO Y EL INFIERNO

la Biblia que nos hable exactamente de lo que veremos en el


cielo, pero parece probable que reconoceremos los cuerpos de
nuestros compañeros creyentes (Lucas 24: 39,40). Si Dios
permitió al apóstol Juan ver las almas de los mártires
fallecidos, también puede permitirnos ver y reconocer las
almas de nuestros compañeros creyentes (Apocalipsis 20:4).
Como el creyente Job, estaremos más interesados en ver a
nuestro Redentor (Job 19:25-27). Sin embargo, la Escritura
también menciona a nuestros compañeros creyentes. Nosotros
“seremos arrebatados juntamente con ellos” y “estaremos
siempre con el Señor” (1 Tesalonicenses 4:17).
No obstante, puede ser que una palabra de advertencia sea
necesaria. Jesús nos dice que “cuando resuciten de los
muertos, ni se casarán ni se darán en casamiento, sino que
serán como los ángeles que están en los cielos” (Marcos
12:25). Estas palabras nos llevan a ser cuidadosos acerca de la
descripción del cielo en términos mundanos. El matrimonio
no continuará en el cielo. El matrimonio es una bendición
maravillosa de Dios para esta vida, pero no continuará en el
cielo. Esa es una razón por la cual un viudo o una viuda, están
en libertad de volver a casarse (Romanos 7:2,3; 1 Corintios
7:39).

¿Tiene un alma en el cielo noción del tiempo?


¿Es la eternidad la falta de tiempo o un tiempo
interminable?
En respuesta a estas preguntas diferentes teólogos muy
reconocidos ocasionalmente han dicho más de lo que
realmente dice la Escritura. Algunos han insistido en que la
eternidad no tiene principio ni fin. Pero cuando ellos se basan
en Apocalipsis 10:6, caen en un error. Ese pasaje no significa
que el tiempo no existirá más en el cielo, sino que el fin del
mundo vendría sin demora.
Existe un pasaje que parece indicar que pudiera haber una
PREGUNTAS Y RESPUESTAS COMUNES 193

percepción de tiempo por parte de las almas en el cielo.


Apocalipsis 6:10 dice: “Clamaban a gran voz, diciendo:
‘¿Hasta cuándo Señor, santo y verdadero, vas a tardar en
juzgar y vengar nuestra sangre de los que habitan sobre la
tierra?’”. Estas almas en el cielo al parecer estaban
conscientes del paso del tiempo y estaban ansiosas para que
Dios hiciera su obra justa. Ellas preguntaron qué tan pronto
las vengaría. Siegbert Becker comentó acerca de este
versículo de la Escritura:
El tiempo evidentemente parece largo para las almas de los
mártires. Muchos comentaristas ortodoxos luteranos opinan
que después de la muerte las almas no tienen noción del
transcurso del tiempo. Definen la eternidad como la ausencia
del tiempo o la intemporalidad. Aunque la Biblia afirma que
como atributo de Dios la eternidad es intemporal, no da a
entender, sin embargo, que la palabra eternidad tiene el mismo
significado cuando se aplica a las criaturas. El tiempo es
creación de Dios, y él por tanto existe fuera del tiempo y más
allá de este. También queda claro en la Escritura que existe
una gran diferencia entre la eternidad de Dios y la nuestra. Su
eternidad no tiene principio, pero nuestra vida eterna tiene
principio. De modo que es posible que, si bien la eternidad de
Dios es intemporal, la nuestra sea tiempo sin fin, y por eso,
aun las almas en el cielo estén conscientes del transcurso del
tiempo, lo que parece ser el caso aquí. Sin embargo, debemos
tener cuidado de no ser demasiado dogmáticos sobre este
punto.54

Una vez más, apoyaré al Dr. Becker y me abstendré de


decir más de lo que la Escritura claramente revela. Nosotros
sabremos la respuesta cuando lleguemos al cielo.

¿Qué edad pareceremos tener cuando nos levantemos de


entre los muertos?
Nuevamente, la mejor respuesta es que nosotros lo
sabremos con seguridad cuando lleguemos allá. La Escritura
194 EL CIELO Y EL INFIERNO

no ha contestado claramente esta pregunta. ¿Los bebes


llegarían a ser los adultos que hubieran podido ser viviendo en
la tierra? ¿Los ancianos volverán a una edad madura o a la
juventud? Realmente no lo sabemos.
Algunos han dicho que todos seremos jóvenes, porque ese
es el premio de la vida. Pero Jesús no se convirtió en un niño
cuando se levantó de la muerte. La Escritura dice que él
“transformará nuestro cuerpo mortal en un cuerpo glorioso
semejante al suyo” (Filipenses 3:21). Algunos señalaron este
pasaje de la Biblia como la base para decir que nosotros
tendremos la edad que Jesús tenía cuando resucitó de la
muerte. Pero “semejante” al de él significa glorioso y sin
pecado. Es posible que no se refiera al aspecto de la edad
(joven o viejo).
Algunos dicen que luciremos de la edad que teníamos
cuando morimos, sin los efectos del pecado. Ellos piensan que
pareceremos de la edad cuando nos encontrábamos en la
muerte (sin los achaques, dolores, debilidades, deformidades,
y otros efectos penosos de la vejez). No sabemos con
seguridad. El libro de Apocalipsis podría sonar de esa manera,
cuando habla acerca de los muertos siendo “los pequeños y…
los grandes” (11:18; 19:5).
Yo pienso que el texto de la Escritura que más acerca a
darnos una respuesta podría ser el relato muy conocido de la
transfiguración de nuestro Salvador cuando dice que “se les
aparecieron Moisés y Elías” (Mateo 17:3). Elías nunca murió,
pero Moisés debe ser puesto, en este episodio, en la categoría
de los resucitados. Que fuera reconocido como hombre, y no
como un joven, parece transmitir la idea que no todos nos
convertiremos en jóvenes.
No debemos obligar a las Escrituras a decir más de lo que
éstas dicen. Aun cuando nuestros cuerpos serán como el de
nuestro Salvador, debemos hacer una distinción clara. Él es el
Dios hecho hombre, y nosotros no lo somos. Su cuerpo tenía
PREGUNTAS Y RESPUESTAS COMUNES 195

las marcas y heridas, aun después de su resurrección. Estas


heridas ayudaron a los discípulos a identificarlo. Estas marcas
le dieron gloria al recordar a los discípulos de su muerte
redentora. Estas heridas pueden ser una excepción a la regla
que aquellas heridas podrían desaparecer cuando nuestros
cuerpos sean glorificados. En una forma similar, los mártires
pueden tener alguna marca que muestre su martirio. En una
visión del cielo, Juan pudo reconocer a los mártires
decapitados (Apocalipsis 20:4). Nosotros le dejamos este
asunto a Dios, cuya voluntad es siempre la mejor. Nosotros
simplemente aún no tenemos la respuesta a esta pregunta.

¿Podría haber animales en el cielo?


Si, fácilmente podría haber animales en el cielo después del
día del juicio. Romanos 8:21 revela que “también la creación
misma será libertada de la esclavitud de corrupción a la
libertad gloriosa de los hijos de Dios”. La creación pareciera
incluir animales, los cuales pudieran serán libertados de este
mundo pecador. En el principio, cuando Dios creó este mundo
y todo era perfecto y sin pecado, había animales. Se nos dijo
que habría un nuevo cielo y una nueva tierra. Si imaginamos
eso como un regreso a la perfección del huerto de Edén, no
hay razón para asumir que no pudiera haber animales. Las
palabras en el relato de la creación pueden señalar que en el
nuevo cielo y la nueva tierra habrá animales:
Dijo Dios: “Produzcan las aguas seres vivientes, y aves que
vuelen sobre la tierra, en el firmamento de los cielos”. Y creó
Dios los grandes monstruos marinos y todo ser viviente que se
mueve, que las aguas produjeron según su especie, y toda ave
alada según su especie. Y vio Dios que era bueno. Y los
bendijo Dios, diciendo: “Fructificad y multiplicaos, llenad las
aguas en los mares y multiplíquense las aves en la tierra”. Y
fue la tarde y la mañana del quinto día.
196 EL CIELO Y EL INFIERNO
Luego dijo Dios: “Produzca la tierra seres vivientes según su
especie: bestias, serpientes y animales de la tierra según su
especie”.
Y fue así. E hizo Dios los animales de la tierra según su
especie, ganado según su especie y todo animal que se arrastra
sobre la tierra según su especie. Y vio Dios que era bueno.
(Génesis 1:20-25)

Entonces era bueno tener a los animales como parte de la


perfecta creación de Dios. Todo también será bueno en el
futuro. Eso puede significar que habrá animales en el nuevo
cielo y en la nueva tierra. Pero tenemos que esperar para saber
con certeza cómo será esto en realidad.

¿Qué haremos en cielo?


Nos gustaría saberlo. ¿Trabajaremos en el cielo? ¿Será un
largo servicio de alabanza? No debemos imaginarnos el cielo
como un largo y muy aburrido servicio. Aun cuando el
servicio nunca debería ser aburrido para nosotros, a veces los
niños piensan del cielo como un muy, muy largo servicio de
iglesia. Esa no es quizá la mejor imagen para poner en las
mentes de nuestros niños. Sí, ciertamente alabaremos a Dios
en el cielo. Esa es una de las descripciones más comunes del
cielo. ¡Y cantaremos! Apocalipsis 5:9 dice: “Y cantaban un
cántico nuevo, diciendo: ‘Digno eres de tomar el libro y de
abrir sus sellos, porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos
has redimido para Dios, de todo linaje, lengua, pueblo, y
nación’”. (Ver también Apocalipsis 14:3 y 15:3.) El cántico
nuevo alaba a Dios por la salvación. Cuando ellos dicen:
“Digno eres”, eso es alabanza. ¡Nosotros también alabaremos
a Dios por salvarnos! Nuestro canto y alabanza será de gozo
puro en la presencia de nuestro Dios Salvador. Nuestras voces
serán perfectas. La Biblia describe el uso de un arpa para
acompañar el canto. La música, las canciones, y la alabanza,
PREGUNTAS Y RESPUESTAS COMUNES 197

serán perfectas. Ni siquiera podemos imaginar lo grandioso


que será. La gente que no puede cantar muy bien aquí, allí
cantará perfectamente. El servicio de alabanza jamás será
aburrido en el cielo.
Sin embargo, es posible que también trabajemos en el cielo,
como Adán y Eva, lo hicieron antes de caer en pecado.
Génesis 2:15 nos dice: “Tomó, pues, Jehová Dios al hombre y
lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo cuidara”.
Este trabajo no era doloroso ni agotador. El pueblo santo de
Dios no se fatigará ni cansará. El trabajo era un gozo en el
perfecto mundo antes de la caída en pecado.
Parece probable que el nuevo cielo y la nueva tierra, serán
similares al huerto de Edén. Es posible que nuestra vida allá
pueda incluir una ocupación alegre con varias actividades.
(Ver Lucas 19:17,19.) El libro de Apocalipsis en muchos
lugares dice que nosotros “reinaremos” con Jesús (3:21; 5:10;
22:5). No sabemos exactamente qué significa esto. Tal vez
tendremos el valioso trabajo de supervisar algún aspecto del
nuevo cielo y la nueva tierra. Por encima de todo sabemos que
la voluntad de Dios será hecha en el cielo (Mateo 6:10).
Sabemos que veremos a nuestro Salvador y lo alabaremos
alegremente. Pero la adoración es más que sólo un servicio
formal. Incluso ahora, alabamos a nuestro Salvador en la
manera que le servimos cada día. Romanos 12:1 dice: “Por lo
tanto, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que
presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo,
agradable a Dios, que es vuestro verdadero culto”. Alabe a
Dios en la forma que usted vive y sirve cada día: en el hogar,
en el trabajo, y en el juego. Segunda de Corintios 5:15 dice
que Jesús “por todos murió, para que los que viven ya no
vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos”.
Pudiera ser que el servicio de adoración en el cielo fuera
parcialmente formal y parcialmente informal, en la menara
que servimos a Dios en varias actividades gratas a él
198 EL CIELO Y EL INFIERNO

(cualquiera que ellas puedan ser). Sabemos que


glorificáremos a Dios:
Y del trono salió una voz que decía: “Alabad a nuestro Dios
todos sus siervos, y los que lo teméis, así pequeños como
grandes”.
Y oí como la voz de una gran multitud, como el estruendo de
muchas aguas y como la voz de grandes truenos, que decía:
“¡Aleluya!, porque el Señor, nuestro Dios Todopoderoso,
reina. Gocémonos, alegrémonos y démosle gloria.”
(Apocalipsis 19:5-7)

¿Cómo podemos alcanzar a aquellos que no han sido


hechos creyentes?
Esta es una pregunta muy importante. Si usted quisiera más
ayuda, por favor pregúntele a su pastor. Él estará muy
dispuesto a ayudarle. El asunto más importante para recordar
es que Dios obra la fe a través del evangelio (Romanos 10:17).
El evangelio, es decir, la buena nueva que Jesús vino a
salvarnos a todos, es el mensaje más importante que debemos
proclamar. Por lo general, debemos empezar con la ley para
hacerle ver a la gente sus pecados y su necesidad del Salvador.
Algunas veces, la gente ya siente los efectos de la ley. Se
sienten muy culpables y tienen temor de morir. Estas personas
necesitan escuchar el evangelio de inmediato.
Yo pienso que la manera más fácil de alcanzar a alguien es
compartir con ellos las siguientes palabras de Juan 3:16: “De
tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo
unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino
que tenga vida eterna”. Dios amó tanto al mundo entero y a
todos los que habitan en él, que dio a su Hijo unigénito para
ser nuestro Salvador. Jesús nació en la primera Navidad en
una sola persona como verdadero Dios y como verdadero
hombre. Luego, creció, llevando vida perfecta. Él hizo esto
PREGUNTAS Y RESPUESTAS COMUNES 199

como nuestro sustituto para redimirnos, es decir, que llevó


vida completamente sin pecado y recibió todo el castigo de los
pecados de todo el mundo. Él soportó esto en la cruz, donde
sufrió y murió pagando el precio de nuestros pecados (la
muerte). Allá, el Cordero de Dios redimió el pecado del
mundo. Allí, Jesús obtuvo “la propiciación por nuestros
pecados, y no solamente por los nuestros, sino también por los
de todo el mundo” (1 Juan 2:2). Ya que él ha pagado el precio
de nuestro rescate por completo y que Dios aceptó esa paga,
Jesús se levantó de la muerte. Él ha ganado la victoria sobre
el pecado, la muerte, y el mal. Jesús resucitó de la muerte
porque él ganó el perdón por usted, por mí, y por todos en el
mundo. Ahora podemos decirle a cualquiera: “Jesús murió en
la cruz por usted y redimió todos sus pecados”. Podemos
decirle: “Usted es perdonado por medio de Cristo”. Ese es el
evangelio, las buenas nuevas de salvación. Jesús dice en Juan
3:16: “Todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga
vida eterna”. ¡Crea en el Señor Jesús, y será salvado en el
juicio! ¡Él lo salvó!
Jesús nos ha dado las buenas nuevas para proclamarla a
otros. De hecho, nuestro Salvador quiere que su mensaje sea
proclamado por todo el mundo. Él dijo: “Id por todo el mundo
y predicad el evangelio a toda criatura. El que crea y sea
bautizado, será salvo; pero el que no crea, será condenado”
(Marcos 16:15,16).
Aquellos que sean creyentes, disfrutarán del cielo por
siempre. Aquellos que no, sufrirán en el infierno para siempre.
El trabajo misionero realmente es importante, ¿no es así?
Asegurémonos de alcanzar a cuantas personas nos sea posible
durante el tiempo que nuestro Señor nos deje aquí en la tierra.
Entonces, vamos a poder disfrutar del mundo perfecto que
Dios ha preparado para sus creyentes en el cielo.
200 EL CIELO Y EL INFIERNO
De tal manera Dios amó
Al pobre mundo, que mandó
A Jesucristo acá de venir
Y por su redención morir.

Movido por el mismo amor


Del cielo vino el Salvador,
Cambiando el trono de la luz
Por el madero de la cruz.

Jesús murió; y todo aquel


Que por la fe viniere a Él,
En Cristo amparo y paz tendrá
Y vida eterna gozará. (HEL 53:1-3)
Notas finales
1 Maurice S. Rawlings, M.D., Before Death Comes (Nashville:
Thomas Nelson Publishers, 1980), pp. 44,45. (Traducción libre
del inglés.)
2 Siegbert W. Becker, “Heaven and Hell,” en Our Great Heritage,
Vol. 3 (Milwaukee: Northwestern Publishing House, 1991), p.
675. (Traducción libre del inglés.)
3 Becker, “Heaven and Hell,” p. 672. (Traducción libre del inglés.)
4 Catecismo de la Iglesia Católica, Segunda Parte, Artículo 12:3
(http://www.ewtn.com/library/catechsm/spanish/index.asp)
5 Francis J. Ripley, This Is the Faith (Rockford, Illinois: Tan Books
and Publishers, 2002), p. 395. (Traducción libre del inglés.)
6 Ripley, This Is the Faith, p. 62. (Traducción libre del inglés.)
7 Ripley, This Is the Faith, p. 407. (Traducción libre del inglés.)
8 Ripley, This Is the Faith, p. 407. (Traducción libre del inglés.)
9 Catecismo de la Iglesia Católica
10 Artículos de Esmalcalda, Parte III, Artículo III, Libro de
Concordia: Las Confesiones de la Iglesia Evangélica Luterana,
editor: Dr. Andrés A. Meléndez, Editorial Concordia, Segunda
edición p. 317.
11 En esto creemos: Una declaración de creencia del sínodo
evangélico luterano de Wisconsin
(http://cristopalabra.wels.net/wpmu/wp-
content/uploads/esp.pdf), p. 18.
12 This We Believe, p. 17. (Traducción libre del inglés.)
13 Quest for the Unknown: Life Beyond Death (Pleasantville, New
York: Reader’s Digest Association, 1992), p. 21. (Traducción
libre del inglés.)

201
202 EL CIELO Y EL INFIERNO
14 Maurice S. Rawlings, M.D., Beyond Death’s Door (Nashville:
Thomas Nelson Publishers, 1978), p. 45. (Traducción libre del
inglés.)
15 Raymond A. Moody Jr., M.D., Life after Life (New York: Bantam
Books, 1975), pp. 21-23. (Traducción libre del inglés.)
16 Raymond A. Moody Jr., M.D., Reflections on Life after Life (New
York: Bantam Books, 1977), p. 36. (Traducción libre del
inglés.)
17 Rawlings, Beyond Death’s Door, p.11. (Traducción libre del
inglés.)
18 Rawlings, Beyond Death’s Door, pp. 24,25. (Traducción libre del
inglés.)
19 Rawlings, Beyond Death’s Door, pp. 17-19. (Traducción libre del
inglés.)
20 Rawlings, Beyond Death’s Door, pp. 20,21. (Traducción libre del
inglés.)
21 Rawlings, Beyond Death’s Door, pp. 62,63. (Traducción libre del
inglés.)
22 Rawlings, Beyond Death’s Door, p. 110. (Traducción libre del
inglés.)
23 Rawlings, Beyond Death’s Door, p. 27. (Traducción libre del
inglés.)
24 Rawlings, Beyond Death’s Door, p. 14. (Traducción libre del
inglés.)
25 Quest for the Unknown, p. 26. (Traducción libre del inglés.)
26 Rawlings, Beyond Death’s Door, p. 61. (Traducción libre del
inglés.)
27 Quest for the Unknown, p. 29. (Traducción libre del inglés.)
28 Quest for the Unknown, p. 32. (Traducción libre del inglés.)
29 Siegbert W. Becker, Wizards That Peep (Milwaukee: Northwestern
Publishing House, 1978), p. 5. (Traducción libre del inglés.)
30 Quest for the Unknown, p. 29. (Traducción libre del inglés.)
31 Quest for the Unknown, p. 21. (Traducción libre del inglés.)
32 Quest for the Unknown, p. 29. (Traducción libre del inglés.)
33 Rawlings, Beyond Death’s Door, p. 75. (Traducción libre del
inglés.)
NOTAS FINALES 203
34 Quest for the Unknown, p. 20. (Traducción libre del inglés.)
35 Siegbert W. Becker, Apocalipsis: Un cántico triunfal (Saint Louis:
Editorial Concordia, 2005), p. 377.
36 Dante Alighieri, La divina comedia, Canto 3:9
(http://www.servisur.com/cultural/dante/comediainf/index.htm)
37 J. Schoneberg Setzer, What’s Left to Believe? (Nashville:
Abingdon, 1968), p.141, quoted in Eschatological Prophecies
and Current Misinterpretations by Wilbert R. Gawrisch
(Milwaukee: Northwestern Publishing House, 1989), p. 90.
(Traducción libre del inglés.)
38 Clark Pinnock, “Fire, Then Nothing,” Christianity Today, March
20, 1987, p. 40, quoted in Eschatological Prophecies, Gawrisch,
p. 89. (Traducción libre del inglés.)
39 Confesión de Augsburgo, Artículo XVII, Libro de Concordia, p.
33.
40 Setzer, What’s Left to Believe? p.137, quoted in Eschatological
Prophecies, Gawrisch, p. 90. (Traducción libre del inglés.)
41 Apología de la Confesión de Augsburgo, Artículo XVII, Libro de
Concordia, p 218.
42 Becker, “Heaven and Hell,” p. 667. (Traducción libre del inglés.)
43 Becker, Apocalipsis, pp. 358,359.
44 This We Believe, p. 35. (Traducción libre del inglés.)
45 Martín Lutero, Luther’s Works, editado por Jaroslav Pelikan y
Helmut T. Lehmann, American Edition, Vol. 49 (St. Louis:
Concordia Publishing House; Philadelphia: Fortress Press,
1955–1986), p. 323. (Traducción libre del inglés.)
46 Luther’s Works, Vol. 28, p. 185. (Traducción libre del inglés.)
47 Luther’s Works, Vol. 28, p. 173. (Traducción libre del inglés.)
48 Becker, “Heaven and Hell,” p. 676. (Traducción libre del inglés.)
49 Herman W. Gockel, Answer to Anxiety (St. Louis: Concordia
Publishing House, 1961), p. 38. (Traducción libre del inglés.)
50 Martín Lutero, What Luther Says: An Anthology, compilado por
Ewald M. Plass, Vol. 2 (St. Louis: Concordia Publishing House,
1959), p. 781. (Traducción libre del inglés.)
51 Becker, Wizards That Peep, pp. 94-96. (Traducción libre del
inglés.)
52 John A. Braun, Isaías 40–66 de la serie La Biblia Popular
204 EL CIELO Y EL INFIERNO
(Milwaukee: Northwestern Publishing House, 2003), p. 346.
53 Luther’s Works, Vol. 17, p. 360. (Traducción libre del inglés.)
54 Becker, Apocalipsis, p. 137.
Para lectura adicional

Becker, Siegbert W. “Heaven and Hell,” reprinted in Our Great


Heritage, Vol. 3, pp. 652-677. Milwaukee: Northwestern
Publishing House, 1991.
Becker, Siegbert W. Revelation: The Distant Triumph Song.
Milwaukee: Northwestern Publishing House, 1985.
Becker, Siegbert W. Wizards That Peep. Milwaukee: Northwestern
Publishing House, 1978.
Brug, John F. “The Spiritual Body” (unpublished paper), Nov. 2, 1982,
revised Sept. 21, 1987, available on the Wisconsin Lutheran
Seminary Web site: www.wls.net.
Christian Life Resources (for more information and scriptural guidance
on end-of-life issues): www.christianliferesources.com.
Gawrisch, Wilbert R. Eschatological Prophecies and Current
Misinterpretations. Milwaukee: Northwestern Publishing House,
1989. Also found in Wisconsin Lutheran Quarterly, Vol. 84
(1987), pp. 125-140,201-216,278-297; and Vol. 85 (1988), pp.
109-126,197-219. Parts I, II, and V are also found in Our Great
Heritage. Vol. 3, Ed. Lyle Lange. Milwaukee, Northwestern
Publishing House, 1991. pp. 679-743.
Hoenecke, Adolf. Evangelical Lutheran Dogmatics, Vol. 4. Milwaukee:
Northwestern Publishing House, 1999.
Mueller, John Theodore. Christian Dogmatics. St. Louis: Concordia
Publishing House, 1955.
Pieper, Francis. Christian Dogmatics, Vol. 3. St. Louis: Concordia
Publishing House, 1953.

205
Índice de textos bíblicos

Génesis 20:13—42
1:1—121 34:6,7—96
1:14-16—122
1:20—122 Números
1:20-22,24,25—195 23:19—86,96
2:15—196
2:16,17—12 Deuteronomio
3:15—13 4:2—99
3:19—12,14 4:39—116
5:5-11—13 10:14—123
5:24—128 29:29—7
11:4—122 32:4—97
15:5—123 32:22—60
18:20–19:26—78 32:39—42
25:8—128
28:17—183 Josué
47:30—184 7:25—185
49:29-31—183
1 Samuel
Éxodo 15:29—86
20:11—122 31:11,12—185

207
208 EL CIELO Y EL INFIERNO
2 Reyes 12:7—13,24,47,128,186
2:11—128
6:17—24 Isaías
9:10,36,37—184 8:19,20—190
23:10—58 25:8—142
34:10—89
2 Crónicas 38:11—190
28:3—58 49:10—143
53:6—65,165
Job 57:1,2—29,111
19:25-27—17,131,191 63:16—189
19:26,27—113,132 64:6—167
19:27—146 65:17—133
38:2-4—95 66:22—133
66:24—69,74,77,89
Salmos
14:1—102 Jeremías
17:15—113,152 4:28—86
19:1—122 7:32—58
23—180 19:6,7—58
23:4—8 22:19—184
31:14,15—43,45,46 23:28—99
49:8—88
90:3—14 Ezequiel
91:11,12—127 33:6-8—100
95:11—86,111
98:1—180 Daniel
100:2,4—181 12:2—17,36,85,108
103:19—116 12:3—131,153
110:4—86
115:3—116,123 Malaquías
139:7,8—116 3:6—86
139:8—60
Mateo
Eclesiastés 3:7-12—90
5:1—183 3:12—69
5:2—116,123 4:17—101
6:3—184 5:8—113
ÍNDICE DE TEXTOS BÍBLICO 209
5:26—88 24:14—21
5:29,30—59 24:36—117
6:9—116 24:42—101
6:10—173,197 24:51—75
7:13—77 25:1-13—102
7:14—108 25:10—112
7:15—99 25:23—115
7:23—62 25:30—75
8:11—112,144,146,190 25:34—109,118
8:12—19,62,75 25:35,36—181
8:16—187 25:41—19,62,66,70,85
9:24—133 25:46—8,9,32,65,86,96,
10:14,15—78 153,173
10:28—16,59 26:29—112,144
11:11—156 27:46—65
11:20-24—78 27:52—53
11:23—60 27:59,60—184
13:42—70 28:18—126
13:42,50—75 28:20—126
13:43—133
16:18—61 Marcos
17:3—194 1:27—187
17:3,4—190 5:39—9
17:4—150 5:41,42—53
18:8—85 8:36—16
18:10—115,117,127 9:43—70,85
18:20—183 9:43,48—88
19—156 9:43-48—101
19:18—42 9:48—74,77
19:27-30—158 10:15—31,86
20:1-16—155,156 10:19—42
20:12—157 12:25—117,192
20:16—156 12:41-44—159
22:13—75 16:15,16—25,199
22:30—150 16:16—27,31,34,36,56,63,
23:33—59 66,96,108,119,176
23:33-35—90 16:19—125
23:37—91
210 EL CIELO Y EL INFIERNO
Lucas 3:16-18—25
2:9-14—24 3:16-18,36—66
7:14,15—53 3:18—25
10:38-42—87,183 3:36—36,88
11:13—116 4:38—154
12:20—15 5:28,29—17,130,131,185
12:47,48—79 5:29—64
13:28—63,75,118 8:51—76
13:28,29—147 8:52—76
16:19-26—84 11:11—9,133
16:19-31—25,71 11:24—131,179,185
16:22—25,29 11:25—108
16:22,23—26 11:35—142
16:22,23,27,28—60 11:38-44—41
16:22,25—128 11:43,44—53
16:23—58,59,66 14:1-3,6—172
16:24—71 14:1-6—134
16:24-26—89 14:3—145
16:25—29 14:6—37
16:26—19,32,88 16:22—115,152
16:27,28—102 16:33—140
16:28—67 17:24—145
18:20—42 19:30—21
19:17,19—153,197 19:40—184
20:35,36—151,173 20:20—191
21:28—141 21:12—191
22:30—112,144
23:42—29 Hechos
23:43—29,128,179 1:9—125
23:46—30,128 1:11—125
24:31—191 3:21—136
24:39,40—191 4:12—37
24:39-43—132 7:55—125
7:55,56—54
Juan 7:59—22,30,128
3:13—53,126 7:60—128
3:16—10,34,104,108, 8:2—184
119,152,165,179, 13:36—9
198
ÍNDICE DE TEXTOS BÍBLICO 211
16:31—87,179 7:39—192
19:11-16—188 10:12—169
10:31—181
Romanos 13:12—113,114,151
1:20—102 15:3,4—41
2:1—80 15:26—140
2:8,9—73 15:40-42—153
2:12—79 15:42-44—132,185
3:10-12,19,23—103 15:44—133
3:20—34 15:54-57—140
3:23,24—166,181 15:58—154
3:28—34
5:1,2—167 2 Corintios
5:6-9—104 1:3,4—179
5:12—13 3:12—162
5:16,18—64 4:17—110,141
5:20—168 5:2—30
6:23—13,98,104,108,166, 5:8—15,30,129,146
182 5:10—186
7:2,3—192 5:15—165,197
8:1—64,152,170 6:2—21,102
8:13—170 11:14—53
8:17,18—109 12:1-4—55,124
8:18—141
8:18-23—135 Gálatas
8:21—195 2:16—34,177
8:24,25—162 3:11—34,177
8:26-30—171 4:26—148
8:35-39—171 6:2—179
10:17—87,147,183,198
11:33-36—95 Efesios
11:36—181 1:6—181
12:1—197 1:21—125
13:9—42 1:22—125
2:1,4,5—18
1 Corintios 2:8—25
3:8—154 2:8,9—34,182
6:9,10—67 3:15—118
212 EL CIELO Y EL INFIERNO
4:10—125 1 Timoteo
4:24—151 2:4—89,91
5:6—67 5:17—154
5:25-27—166 5:21—173
5:27—152 6:16—95
6:17—163
Filipenses
1:23—22,30,129,146 2 Timoteo
2:10—67 1:12—166
2:16—154 2:10—110
3:20,21—131 4:18—140,172
3:21—130,132,193
Tito
Colosenses 1:2—86,162
1:29—154 3:7—162
2:9—126
2:13—18 Hebreos
2:15—27 1:3—117
3:1—125 1:14—24,109
3:10—151 3:11-19—86
4:1-7—87
1 Tesalonicenses 4:9-11—111
2:19,20—191 6:18,19—163
4:13—133,162,180 9:15—109
4:13-15—9 9:27—8,20,24,31,35,84,
4:14—148 186
4:14-17—130 9:28—109
4:17—136,144,152,192 10:12—125
4:17,18—179 10:23—163
5:9—108 10:25-27—172
10:31—73
2 Tesalonicenses 11—155
1:6,7—140 11:1—24
1:6-9—63 11:5—128
1:9—16,77,85 11:10—184
12:14—114
12:22—148,150
12:22,23—191
ÍNDICE DE TEXTOS BÍBLICO 213
Santiago Apocalipsis
2:19—103 1:7—115
2:26—15,16,47 1:18—61
3:6—59 2:10—141
2:11—76
1 Pedro 3:12—173
1:3—164 3:21—197
1:4—109 5:9—147,196
1:13—162 5:10—197
1:21—162 5:11—150
3:15—107,164,177 6—117
3:18-20—27 6:8—61
3:19—67 6:10—129,192
4:11—182 7:9—149
4:13—115 7:9-17—56
7:11—150
2 Pedro 7:14—141,149
2:3—64 7:16—143
2:4—28,58,62,66 7:17—30,142
2:17—75 10:6—192
3:6-13—134 11:18—194
3:9—21,89,91,101 14:3—196
3:10,12—70 14:11—74,89
3:13—133 14:13—30,110,154,156
15:3—196
1 Juan 19:5—194
2:2—165,198 19:5-7—197
3:2—114,146,151 19:9—112
3:20—172 20:4—17,23,118,129,156,
191,194
Judas 20:6—76
4—64 20:10—89
6—28,75 20:13,14—61
7—28,65,78,85 20:14—19,76
13—75,85 21:1—134
24—115 21:2—148
24,25—169 21:3—146
21:4—30,140,142,143
214 EL CIELO Y EL INFIERNO
21:7—109
21:8—20,70,77
22:1-5—114
22:3-5—145
22:5—197
22:15—67
Índice temático
abominación 74 banquete de boda 112,113
Abraham 128 Becker, Dr. Siegbert
actividad en el cielo 196,197 18,26,51,61,127,129,156,192,1
Adán 11-13,18 93
adiáfora 185 Blackmore, Dr. Susan 50-52
adventistas del séptimo día 83
alma 14-17,23-25 camino al cielo 119
almas de los creyentes van casas embrujadas 186-189
inmediatamente al cielo 29-31 castigo 65,85,86
almas de los incrédulos van castigo eterno 9,83-91
inmediatamente al infierno 26- certeza de la vida eterna 161-174
29,67 cielo 29-31,107-160
ángeles 24,114,115,150,151 cielo después del día del juicio
animales en el cielo 195 131
aniquilación 84,134-136 cielo antes del día del juicio 128-
ataúd 182,183 130
ateo 83,103 cielos 121-124
ayuda artificial 41-47 conciencia de la tierra después
de la muerte 189,190

215
216 EL CIELO Y EL INFIERNO
confirmado en gloria (santidad) eutanasia activa 43-46
173 eutanasia pasiva 43-46
conocimiento en el cielo 151,152 Eva 11-13,18
condenación 63-65 experiencias cercanas a la
creación después del día del muerte 47-55
juicio 136 experiencias fuera del cuerpo
cremación 185,186 51,55

Dante 83 fantasmas 186-189


decaimiento 168-172 fiesta 112,113
decisiones cuando se esté firmamento 121,122,124
acercando el fin de la vida 41- fuego 69-71,85
46 funeral cristiano 183-185
definición de infierno 62,63 funeraria 175,176
déjà vu 51
demonios 186-189 gehenna 58,59
descanso 110,111 gloria 109,110
descenso a los infiernos 27,28 gozo 152,153
destrucción 77,134-136 grados de castigo 77-80
día del juicio 8,9,19,20,128-134 grados de gloria 153-159
día final 15,17,21,62. Ver
también día del juicio. hades 58-61
diestra de Dios 125,126 hambre 142,143
disciplina 65 herencia 109
hinduismo 35
edad en la resurrección 193,194 hombre rico 15,16
el cristianismo hoy 84 hombre rico y Lázaro, el 19, 25-
el diablo en el infierno 28,66 27,29,31,32,67,71-73,
el diablo y sus ángeles 28,66 84,102,128
elogiar al difunto 181,182 homosexualidad 28
“En esto creemos” 35,37,130 huerto de Edén 12,196,197
enojo 73,74
eruditos evangélicos 84 iglesia católica romana 32-
espacio exterior 122-124 35,189
esperanza 161-164 imagen de Dios 151
estado de gracia 167,168 infierno 26-29
Esteban 22,30,54,128 “infierno en la cruz” 65,66
eutanasia 42-46 interminable 192,193
ÍNDICE TEMÁTICO 217
inundación 135 multitud en el cielo 149
ira 73,74
nuevos cielos y nueva tierra
Jerusalén celestial 147-179 133,134
justificación por fe
34,35,104,105 orar a los muertos 189,190
origen de la muerte 11-13
ladrón (en la cruz) 29,128 oscuridad 75
lágrimas 29,30,139-142 Ouija 188
limbo 33
lloro y crujir de dientes 75,76 paraíso 55,123,124
Lutero, Martín 34,154,155,189 pecado, consecuencias del
12,143-145
mártires 16,17,23,129 pecado venial 32
matrimonio 150,151 pecar al momento de morir
miedo a morir, miedo a la 167,168
muerte 8,15,21,22,141 percepción extrasensorial (PES)
momento de la muerte 8,24,39- 51
47 pluralismo 37
Moody, Raymond A. Jr. 47-49 polvo 13,14
morada eterna de los creyentes privación 72,73
117,118 purgatorio 32-35
morada de Dios 116,117
morada de los ángeles 117 Quinlan, Karen Ann 46
movimiento “derecho a morir” Quinto Mandamiento 42,43
42,43
muerte 7-9,11-22 Rawlings, Maurice S. 8,48-
muerte biológica 41 50,52,53
muerte cerebral 41,52 razones para la doctrina del
muerte clínica 41,48 infierno 89,90,98-102
muerte como un sueño 8,9,17 realidad del infierno 93-105
muerte espiritual 12,18,19 reanimación cardiopulmonar
muerte eterna 12,19,20 (RCP) 8,39,40,48,49
muerte física 12-15,20 reconocimiento en el cielo
muerte legal 41 149,150,190-192
muerte piadosa 42,43 reencarnación 35
muerte temporal. Ver muerte renovación 134-136
física. residentes del infierno 66,67
218 EL CIELO Y EL INFIERNO
respiración artificial 40,45 tartarus 58,62
resurrección 15,17,18 tercer cielo 55
resurrección del cuerpo 131-133 testigos de Jehová 26,83
tiempo de gracia
salvación 108,109 20,21,86,87,101, 102
salvación por obras 34,35 tiempo interminable 192,193
santidad 152 tormento 27,67,71,72
sed 142,143
segunda muerte. Ver también ubicación del cielo 124-127
muerte segunda 19,20,76,77 ubicación del infierno 67,68
segunda oportunidad universalismo 36,37
20,21,27,31-35,86,87
seol 59-61 vida eterna 9,10,108
separación 14,15,20 visión de Dios 113-115,144-146
servicio de adoración en el cielo visiones en el lecho de muerte
196,197 53-56
servicio fúnebre 180,181
Sodoma y Gomorra 28,78, 79,85
sonda para alimentarse 45
sufrimiento en el infierno 69-80
suicidio 42,43,50
BIBLIA
Enseñanzas de la

Popular
vLOS ÁNGELES Y LOS DEMONIOS vLA PROVIDENCIA DE DIOS
vEL BAUTISMO vEL CIELO Y EL INFIERNO
vLA BIBLIA vEL ESPÍRITU SANTO
vCRISTO vLA JUSTIFICACIÓN
vLA LIBERTAD CRISTIANA vLA LEY Y EL EVANGELIO
vLA ADORACIÓN CRISTIANA vLA SANTA CENA
vEL COMPAÑERISMO
vEL HOMBRE
ECLESIÁSTICO
vEL MATRIMONIO Y LA FAMILIA
vIGLESIA—MISIÓN—MINISTERIO
vLA ORACIÓN
vEL GOBIERNO CIVIL
vLA CONVERSIÓN vLA PREDESTINACIÓN

vLA CREACIÓN vLA SANTIFICACIÓN

vTIEMPOS FINALES vLA MAYORDOMÍA


vLA TRINIDAD

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