Art 1824

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CORTE SUPREMA DE JUSTICIA

SALA DE CASACION CIVIL Y AGRARIA


 
 
Magistrado Ponente: Dr. JORGE SANTOS BALLESTEROS
 
Santafé de Bogotá D.C., veintisiete (27) de enero de dos mil
(2000).
 
REF.: Expediente No. 6177

 
Se decide el recurso de casación interpuesto por
Flor María Hincapié Henao contra la sentencia proferida por el
Tribunal Superior de Antioquia -Sala Civil-, el 27 de marzo de 1996 en
el proceso ordinario de Marta Cecilia Gallego Gómez contra Héctor
Eusebio Hincapié Henao y Flor María Hincapié Henao.
 
I. ANTECEDENTES
 
1. Marta Cecilia Gallego Gómez demandó a
Héctor Eusebio Hincapié Henao y Flor María Hincapié Henao de
Giraldo a fin de que se hicieran las siguientes declaraciones:
 
PRIMERA PRINCIPAL. Se declare que el contrato
de compraventa que aparece en la escritura pública No. 2203 del 11
de julio de 1991 de la Notaría 16 de Medellín en el cual comparecen
como contratantes Héctor Eusebio Hincapié Henao y Flor María
Hincapié Henao de Giraldo, es absolutamente simulado.
 
PRIMERA SUBSIDIARIA: Que se declare la
simulación relativa del contrato a que se refiere el mismo título
escriturario.
 
SEGUNDA SUBSIDIARIA: Que se declare que en la
celebración del contrato de compraventa existió lesión enorme.
 
PRIMERA CONSECUENCIAL: Que se declare que
como consecuencia del acogimiento de la primera petición principal, el
inmueble objeto del contrato simulado hace parte de la sociedad
conyugal formada por los esposos Hincapié Gallego para efectos de la
liquidación correspondiente.
 
SEGUNDA CONSECUENCIAL: Que se declare
como consecuencia de la primera pretensión subsidiaria, que el
inmueble objeto del contrato simulado formará parte del haber de la
sociedad conyugal en cita, para efectos de la correspondiente
liquidación.
 
TERCERA CONSECUENCIAL: Que como
consecuencia de cualquiera de las pretensiones primera principal, y
primera y segunda subsidiarias, los demandados deberán restituir el
bien inmueble a la sociedad conyugal.
 
SEGUNDA PRINCIPAL: Que se condene al
demandado Héctor Eusebio Hincapié Henao a perder la porción que le
pudiera corresponder en los bienes a los cuales se refiere la demanda.
Igualmente se le condene a restituir su valor doblado, según el avalúo
que se practicará en el proceso.
 
2. Fundamenta su demanda en los siguientes
hechos:
 
2.1. La demandante Marta Cecilia Gallego Gómez,
contrajo matrimonio por los ritos de la religión católica, con el señor
Héctor Eusebio Hincapié Henao, hecho que sucedió el día 7 de julio
de 1980 en la Parroquia de Nuestra Señora del Carmen del municipio
de Guatapé. De este matrimonio se procrearon varios hijos que, al
momento de la demanda, eran menores de edad.
 
2.2. Los esposos Hincapié Gallego hicieron vida de
hogar por varios años para finalmente separase de hecho.
Posteriormente y mediante sentencia del Juzgado Promiscuo de
Familia de Marinilla, fechada el 11 de diciembre de 1991, se declaró la
separación de cuerpos, decisión que implicó la disolución de la
sociedad conyugal que se había formado, por el hecho del matrimonio,
entre los esposos antes citados.
 
2.3. El Juzgado Promiscuo de Familia de Marinilla
mediante sentencia de 22 de octubre de 1993 decretó la cesación de
efectos civiles del matrimonio católico. En la decisión el Juzgado
precisó que no decretaba la disolución de la sociedad conyugal
formada por los esposos Hincapié Gallego por el hecho del
matrimonio, por cuanto ya se había producido cuando se decretó entre
tales esposos el estado de separación de cuerpos a que se hizo
referencia en el hecho anterior.
 
2.4. El señor Héctor Eusebio Hincapié Henao
adquirió algunos bienes durante la existencia de la sociedad conyugal
que formara con la señora Marta Cecilia Gallego Gómez. Uno de los
cuales, que se precisa en la demanda y se identifica con matrícula
inmobiliaria No. 018 0030195, lo adquirió por compra que hizo a las
Empresas Públicas de Medellín, mediante la escritura No. 129 del 8
de abril de 1986, otorgada en la Notaría de El Peñol, Antioquia.
Igualmente, durante la existencia de la sociedad conyugal, Héctor
Eusebio Hincapié Henao construyó en dicho inmueble una edificación
de dos plantas con tres apartamentos, ubicados en la calle 32 No. 27-
17 del municipio de Guatapé, inmuebles distinguidos con los números
uno, dos y tres e identificados con los folios de matrícula inmobiliaria
números 018-0049748, 018-0049749 y 018-0049750 respectivamente.
 
2.5. Durante el período de separación de hecho de
los esposos Héctor Eusebio Hincapié Henao y Marta Cecilia Gallego
Gómez, que comenzó el 29 de junio de 1991, pero antes de ser
decretado entre ellos el estado de separación de cuerpos, aquel dio en
venta los apartamentos uno y tres a la señora Flor María Hincapié
Henao, hermana legítima del vendedor. Dicha venta se llevó a efecto,
supuestamente mediante la escritura pública N. 2203 del 11 de julio
de 1991, otorgada en la Notaría Dieciséis de Medellín.
 
2.6. La venta efectuada por Héctor Eusebio
Hincapié Henao a su hermana Flor María es absolutamente simulada,
puesto que no hubo intención de una parte de vender ni de la otra de
comprar, además de no haberse pagado precio alguno por dicha
compraventa. Se fingió el contrato para sustraer, fraudulentamente por
supuesto, de la masa de la sociedad conyugal, los bienes a que se
refiere la escritura pública N. 2203 del 11 de julio de 1991 de la
Notaría 16 de Medellín.
 
2.7. El cónyuge Héctor Eusebio Hincapié Henao
obró con dolo manifiesto en la compraventa pues la utilizó para
defraudar a su cónyuge y transferidos los bienes, instauró demanda
judicial de separación.
 
2.8. Flor María Hincapié al momento del
otorgamiento de la escritura pública citada conocía la intención de
Héctor Eusebio Hincapié Henao de sustraer los bienes de la sociedad
conyugal.
 
2.9. El apartamento número tres, construido en el
inmueble, lo detenta materialmente Marta Cecilia Gallego Gómez
desde que estuvo vigente la sociedad conyugal.
 
2.10. El demandado Héctor Eusebio Hincapié Henao
se confabuló con su hermana Flor María Hincapié Henao quien inició
un proceso de restitución de tenencia, ante lo cual, la Juez Promiscuo
Municipal de Guatapé ordenó abrir investigación por el delito de fraude
procesal.
 
 
3. Admitida la demanda y notificada a los
demandados, solo la señora Flor María Hincapié Henao formuló
oposición a las pretensiones de la demanda, aduciendo que el
contrato celebrado es real y válido y que no es verdad la afirmación de
que fuera simulado y, menos, que tuviera la intención de defraudar a
nadie.
 
4. Tramitado el proceso, el Juez de conocimiento,
que lo fue el Civil del Circuito de Marinilla (Antioquia), profirió
sentencia el 7 de noviembre de 1995 en la cual accedió a la
pretensión principal de la demanda y declaró absolutamente simulado
el contrato de compraventa consignado en la escritura pública número
2203 del 11 de julio de 1991 de la Notaría 16ª de Medellín, y como
consecuencia de lo anterior, declaró que los bienes identificados en
ella pertenecen a la sociedad conyugal formada por los esposos
Hincapié Gallego, a la cual deben serle restituidos. Condenó a Héctor
Eusebio Hincapié Henao a perder la porción que le pudiese
corresponder en los bienes a los cuales se refiere la escritura en
mención y a restituir su valor doblado, decretó la cancelación de las
anotaciones hechas en la Oficina de Registro de Instrumentos
Públicos con posterioridad a la inscripción de la demanda,
relacionados con la propiedad sobre los citados bienes, decretó el
levantamiento de la inscripción de la demanda y dispuso condenar a la
parte demandada en las costas ocasionadas con motivo del juicio.
 
5. Esa sentencia fue recurrida en apelación por la
demandada Flor María Hincapié Henao ante el Tribunal Superior de
Antioquia Sala Civil, corporación que lo desató mediante providencia
de 27 de marzo de 1996 confirmatoria de la del a-quo.
 

II. FUNDAMENTOS DE LA SENTENCIA IMPUGNADA.


 
Señala el Tribunal que la simulación encuentra su
fundamento en los arts. 1766 y 1618 del C.C., y luego de transcribirlos
indica que ella puede ser incoada por los contratantes o sus
herederos, y aún por terceros que tengan interés serio y actual.
 
Sostiene que la legitimación en causa por activa, en
el caso de la cónyuge que demanda por simulado el acto del otro
cónyuge, se da, según reiterada jurisprudencia de la Corte, cuando la
sociedad conyugal está disuelta o en vía de disolución, en el evento
de existir una demanda de separación, de nulidad o de divorcio del
matrimonio.
 
En el caso concreto, concluye el Tribunal, cuando se
presentó la demanda ya existían tanto el proceso de separación como
el de divorcio, luego no se discute la legitimación en causa por activa.
Por pasiva muchísimo menos, pues fueron demandados la
compradora y el vendedor.

Sostiene que la prueba más socorrida en estos


eventos es la indiciaria, por cuanto el negocio se hace con mucho
sigilo para evitar que la intención oculta salga a la luz. Y en el presente
caso, concluye el Tribunal, existen varios indicios que permiten inferir
la simulación:
 
1)- El parentesco entre compradora y vendedor (son
hermanos).
 
2)- El precio exiguo del bien, pues el acordado en la
escritura fue de $1.169.000.oo frente al valor dado por los peritos al
momento de la celebración del contrato que fue de $23.601.600.oo.
 
3)- La falta de capacidad económica en la
adquirente.
 
4)- La forma como dicen se realizó el pago, ya
que el presunto vendedor señala que el precio le fue pagado parte de
contado y otra en pago de una deuda que tenía con el esposo de su
hermana, subterfugio éste al que usualmente acuden los simuladores.
Por parte alguna aparece título valor que acredite la supuesta deuda
del vendedor.
 
5)- La simulación del contrato de arrendamiento
entre vendedor y compradora. En efecto, si el vendedor ya no residía
en el inmueble lo viable no era la simulación de un contrato de
arriendo para sacar de allí a esposa e hijos, sino un proceso de
entrega material de tradente a adquirente.
 
6)- La no verificación de los bienes por parte de la
compradora antes de adquirirlos.
 
7)- El poco conocimiento que revela el accionado
acerca de la compraventa, como quedó demostrado en el
interrogatorio de parte rendido por éste.
 
8)- El hecho de que el abogado haya sido el
apoderado de ambos contratantes en diferentes procesos, con
intereses contrapuestos.
 
9)- La falta de contestación de la demanda por
parte del codemandado Héctor Eusebio Hincapié Henao.
 
Del acervo probatorio concluye el Tribunal que no
hubo intención de traditar en el vendedor, ni de adquirir en la
compradora, por lo que dio por probada la simulación absoluta
fraguada entre los contratantes, con el malévolo fin de defraudar la
sociedad conyugal, al sacar el bien del activo de la misma.
 
Así las cosas, el cónyuge demandado se hizo
acreedor a la sanción del art. 1824 del C.C. al haber distraído
dolosamente el bien del haber social, conclusión a la que llegó el ad-
quem con fundamento en sentencia de esta Corporación del 14 de
diciembre de 1990, en la que se dice que “…esta sanción está
destinada a reprimir la conducta dolosa del cónyuge con la que se
busca defraudar al otro con desmedro de sus intereses en la partición
de los bienes sociales, valiéndose ya de actos u omisiones que se
acomodan al significado de la ocultación, u ora distrayendo bienes,
esto es, alejándolos de la posibilidad de ser incorporados en la masa
partible, como se puede considerar todo acto de disposición de los
mismos que conduzca a disminuir la masa de bienes sociales o a
hacer dispendiosa o imposible su recuperación por parte del cónyuge
afectado”.
 
 
III. DEMANDA DE CASACION
 
Se formularon cuatro cargos contra la sentencia de
segunda instancia, de los cuales se estudiarán los tres primeros, por
cuanto el cuarto fue rechazado al resolverse sobre la admisión de la
demanda, cargos aquellos que por tener todos un punto común y
básico que los enerva para su prosperidad, serán despachados en
forma conjunta.
 
 
CARGO PRIMERO
 
Con fundamento en la causal 1o. de casación
contemplada por el num. 1o. del art. 368 del C. de P.C. y el 1o. del
decreto 2282 de 1989 se acusa la sentencia de ser violatoria en forma
directa de los arts. 75, 76, 77, 78 y 82 del C. de P.C., 5o. del decreto
2272 de 1989 y de la ley sustancial contenida en los arts. 768, 769,
1602, 1757, 1760, 1766, 1781, 1783, 1820, 1821, 1824, 1849, 1857,
1934, del C. C. y el art. 4o. de la ley 28 de 1932.
 
Expresa que uno de los presupuestos procesales es
la demanda en forma, mediante el cual el actor debe dar cumplimiento
a los requisitos formales generales y especiales, y si acumula
pretensiones, al art. 82 del C. de P. C. De allí parte para decir que en
la demanda con la cual se dio inicio al proceso, la demandante incurrió
en una evidente y manifiesta indebida acumulación de pretensiones
cuando en clara violación del mandato contenido en el art. 82
mencionado, acumuló en su demanda pretensiones en relación con
las cuales el Juez a cuyo conocimiento habría de estar el proceso no
podía conocer de todas ellas, en razón a que la primera pretensión
principal, la primera subsidiaria, la segunda subsidiaria, así como las
tres peticiones consecuenciales claramente son de conocimiento de la
justicia civil ordinaria, en tanto que la segunda principal tiene su
fundamento legal en lo dispuesto por el art. 1824 del Código Civil,
artículo que forma parte integrante del capítulo en el que se regula el
régimen económico de las sociedades conyugales, pretensión que
dice relación eminentemente a una contención relativa al régimen
económico del matrimonio, y que por mandato del numeral 12 del art.
5o. del decreto 2272 de 1989 que organizó la jurisdicción de familia es
de conocimiento exclusivo de ésta.
 
Se violaron entonces los preceptos legales que
regulan la demanda en forma, ya que el Tribunal profirió sentencia de
mérito violando en consecuencia los arts. 768, 769, 1602, 1757, 1760,
1766, 1781, 1783, 1820, 1821, 1824, 1849, 1857, 1934, del C.C. y el
art. 4o. de la ley 28 de 1932 al darles aplicación al caso sometido a su
consideración, cuando real y efectivamente la contienda no podía ser
dirimida con sentencia de mérito sino mediante una sentencia de
inhibición.
 
 
 
CARGO SEGUNDO
 
Con fundamento en la causal 1ª. de casación,
se acusa la sentencia de ser violatoria en forma indirecta de los
artículos 75, 76, 77, 78 y 82 del C. de P.C., artículo 5º. del Decreto
2272 de 1989 y de la ley sustancial contenida en los artículos 768,
769, 1602, 1757, 1760, 1766, 1781, 1783, 1820, 1821, 1824, 1849,
1857, 1934 del C.C. y el artículo 4º. de la Ley 28 de 1932, como
consecuencia de error manifiesto de hecho en que incurrió el Tribunal
en la apreciación de la demanda al dar por establecido que constituía
una demanda en forma ajustada a los parámetros exigidos por la ley
procesal, sin deducir que en ella la parte demandante había efectuado
una indebida acumulación de pretensiones, es decir, la primera
principal, primera y segunda subsidiarias y primera, segunda y tercera
consecuenciales, con una segunda petición principal cuyo
conocimiento está atribuido por el artículo 5º. del Decreto 2272 de
1989 a una jurisdicción diferente a la del Juez que conoció de las
primeras, que es la jurisdicción de familia, razón por la cual aquel no
era competente para conocer de todas las acciones así acumuladas.
 
Con el error de hecho en la apreciación de la
demanda al dar por establecido, sin que lo estuviera, el presupuesto
procesal demanda en forma, el Tribunal profirió sentencia de mérito
violando en consecuencia los artículos de la ley sustancial
anteriormente citados, dándoles aplicación al caso sometido a su
consideración.
 
 
CARGO TERCERO
 
Con apoyo en la causal de casación contemplada en
el numeral 5o. del art. 368 del C. de P.C. y 1o. del decreto 2282 de
1989, se acusa la sentencia de haber sido proferida en un proceso en
el cual se incurrió en la nulidad señalada en los numerales 1 y 2 del
art. 140 del C. de P.C.
 
Fundamenta el cargo en el hecho de que el Tribunal
se hubiera pronunciado sobre un asunto, cual era la pretensión
segunda principal, referente a la condena al demandado a perder la
porción que le pudiera corresponder en los bienes a los cuales se
refiere la demanda, de competencia de los jueces de familia, por
tratarse de un conflicto sobre el régimen económico del matrimonio.
 
Manifiesta que, como el Decreto 2272 de 1989
organizó la jurisdicción de familia y expresamente dispuso en el
numeral 12º del artículo 5º que los jueces de familia conocen en
primera instancia de los procesos contenciosos sobre el régimen
económico del matrimonio y derechos sucesorales, el Tribunal no
tenía ni competencia ni jurisdicción para conocer del litigio relativo a la
pretensión segunda principal, razón por la cual el proceso adelantado
está viciado de nulidad, que debe ser declarada por la Corte.
 
 
 
CONSIDERACIONES :
 
Como puede apreciarse a simple vista, todos los
cargos plantean, desde diversas ópticas, un problema que por causa
de la imprecisión legislativa del decreto 2272 de 1989 ha venido
presentándose en los estrados judiciales, referido a la necesaria
demarcación que entre la especialidad jurisdiccional civil y la de familia
ha de haber, y cuyos linderos ciertamente no se encontraban claros en
lo concerniente a los derechos sucesorales y el régimen económico
del matrimonio. De estos tópicos trata el artículo 5º numeral 12 del
decreto aludido, cuando para establecer qué asuntos corresponden a
los jueces de familia expresa que en primera instancia, ellos conocen
“de los procesos contenciosos sobre el régimen económico del
matrimonio y derechos sucesorales”. Y justamente por causa de esa
imprecisión, el legislador debió interpretar con autoridad (artículo 25
del Código Civil) el mencionado numeral 12 para indicar de forma
específica qué asuntos quedan compredidos dentro de dicho numeral
a efectos de alinderar los asuntos de familia para separarlos de los de
competencia de la especialidad jurisdiccional civil. Fue lo que se
plasmó en el artículo 26 de la ley 446 de 1998, que adelante se
retomará.
 
Es que el tema tuvo hondo calado, no sólo porque la
jurisprudencia anduvo vacilante para establecer los alcances de esos
dos conceptos (régimen económico del matrimonio y derechos
sucesorales) sino también porque la repercusión de lo que se definiera
sobre el punto, llegó incluso a afectar las esferas de competencia y
propiamente las de la jurisdicción, según la acepción a que luego se
aludirá, en el entendido que, se decía entonces, el equivocado
conocimiento por parte de un juez de una de esas jurisdicciones, de
un asunto que correspondiese a otra generaba una nulidad por falta
de jurisdicción, que es lo que se plantea en el tercer cargo.
 
En efecto, allí se menciona de manera equívoca
que la sentencia es nula por incurrir en las causales contenidas en los
numerales 1º (falta de jurisdicción) y 2º (falta de competencia) del
artículo 140 del Código de Procedimiento Civil, en la medida en que la
Sala Civil del Tribunal no podía conocer de la pretensión segunda
principal incluida en la demanda, atinente a la condena al demandado
a perder la porción que le pudiera corresponder, en la liquidación de la
sociedad conyugal, en los bienes a los cuales se refiere la demanda,
asunto del resorte exclusivo de la “jurisdicción de familia”.
 
En relación con la falta de jurisdicción como causal
de nulidad, es menester recordar que para efectos del racional
ejercicio de la administración de justicia, ella, la jurisdicción, se reparte
entre diversas “jurisdicciones”. Planteamiento que la Corte presenta de
esta manera para denotar de entrada que el término “jurisdicción” es
empleado acá en dos sentidos ya que comprende no sólo la función
de impartir justicia mediante la aplicación del derecho a un caso
concreto (decir el derecho), lo que implica que la jurisdicción sea, en
este sentido, una, sino también en ese otro sentido a que atiende la
causal 1ª de nulidad, y por el que suele decirse, por ejemplo, que la
jurisdicción que más materias abarca es la común u ordinaria, que se
ocupa de las controversias civiles, comerciales, familiares, laborales,
penales y agrarias, al paso que las demás (contencioso administrativa,
constitucional, indígena, etc.) forman cada una compartimientos
estancos y distintos entre sí. Esta clasificación de jurisdicción ordinaria
o común y demás jurisdicciones (que antes solían denominarse
juridicciones especiales) es además la que adoptó la Constitución
Política dado que en su artículo 234 (capítulo 2 del Título VIII)
establece que es la Corte Suprema de Justicia “el máximo tribunal de
la jurisdicción ordinaria” al paso que en capítulos siguientes de ese
título consagra otras jurisdicciones como la contencioso administrativa,
la constitucional y otras más, distintas de las anteriores, que cobija
bajo el epígrafe de “especiales".
 
De esta concepción se deduce que en el evento en
que la decisión sobre la pretensión segunda incluida en la demanda
fuese del resorte de la “jurisdicción de familia” y no de la civil, la
irregularidad que debe predicarse es la de una falta de competencia
del juez civil para proveer sobre ella, mas no de una falta de
jurisdicción, asunto que ha quedado reiterado y definitivamente
esclarecido por la ley 270 de 1996 en sus artículos 11, 12 y 18
principalmente, el último de los cuales, alusivo a los conflictos de
competencia, indica que los que se presenten entre “autoridades de la
jurisdicción ordinaria que tengan distinta especialidad jurisdiccional y
que pertenezcan a distintos distritos, serán resueltos por la Corte
Suprema de Justicia...”.
 
Pero es preciso reconocer, como arriba se esbozó,
que este tema no tuvo antes la claridad que hoy permite sin ambages
afirmar que es un asunto de competencia y no de jurisdicción, tal
como se indicó en este pasaje de la sentencia 030 del 28 de mayo de
1996 proferida por esta Sala: “Las vacilaciones doctrinarias a que se
hace referencia se ponen de manifiesto en cuanto se repara en que
mediante decisiones del 4, 10 y 30 de junio de 1993, entre muchas
otras, y que el recurrente transcribe con miras a fundamentar su
acusación, la Corte sostuvo que cuestiones similares a las que aquí se
controvierten estaban atribuidas a los Jueces de Familia a quienes se
consideraba conformantes de una "jurisdicción" distinta de la Civil. No
obstante, mediante decisión del 7 de octubre de ese mismo año la Sala
Plena de esta Corporación advirtió que los conflictos de atribuciones de
esa especie, es decir, los que se suscitan entre dos juzgados de distinta
especialidad de la jurisdicción ordinaria, debían tenerse como de
competencia”.
 
Circunscrito así el asunto a una eventual falta de
competencia del Tribunal para fallar la segunda pretensión principal
atinente a que se imponga al demandado Héctor Eusebio Hincapié
Henao la sanción contemplada en el artículo 1824 del C.C, (para el
censor propia de la jurisdicción de familia) y así sea que a esa falta de
competencia se la presente como una violación de la ley en la medida
en que la segunda pretensión se acumuló indebidamente con otras
que el censor sí le atribuye su conocimiento a la especialidad
juridiccional civil, es lo cierto que el problema quedó definitivamente
zanjado con la expedición de la ley 446 de 1998 en cuyo artículo 26
determinó con criterio restrictivo, qué asuntos son de la competencia
de los jueces de familia, en los siguientes términos:
 
Artículo 26.- Competencia especial de los jueces de familia.
Para los efectos del numeral 12 del parágrafo 1º del artículo 5 del decreto 2272
de 1989, se entiende que la competencia de los jueces de familia señalada en
ese precepto solamente comprende:
A. Los tipos de procesos declarativos sobre derechos
sucesorales, cuando versen exclusivamente sobre los siguientes aspectos: ...
B. Los tipos de procesos declarativos sobre el régimen
económico del matrimonio, cuando versen exclusivamente sobre los siguientes
aspectos:
Rescisión de la partición por lesión y nulidad de la misma.
Acciones relativas que resulten de la caducidad,
inexistencia o nulidad de las capitulaciones matrimoniales.
Revocación de la donación por causa de matrimonio
El litigio sobre la propiedad de bienes, cuando se discuta si
estos son propios de uno de los cónyuges o si pertenecen a la sociedad
conyugal
Controversia sobre la subrogación de bienes o las
compensaciones respecto de los cónyuges y a cargo de la sociedad conyugal
o a favor de ésta o a cargo de aquellos en caso de disolución y liquidación de
sociedad conyugal...”
 
En consecuencia, con independencia de las
falencias técnicas que las acusaciones puedan tener, para el
tratamiento de este tópico que el censor presenta en diversos cargos,
debe de una vez indicarse que el legislador fue concluyente al
interpretar de forma auténtica el sentido del numeral 12 del artículo 5º
del decreto 2272 de 1989, de modo que ningún otro alcance cabe hoy
darle ante esa directriz del propio legislador, que ha de aplicarse a
todos los asuntos en los que no se haya proferido sentencia
ejecutoriada, pues de conformidad con el artículo 14 del Código Civil
“las leyes que se limitan a declarar el sentido de otras leyes, se
entenderán incorparadas en éstas; pero no afectarán en manera
alguna los efectos de las sentencias ejecutoriadas en el tiempo
intermedio”, precepto que obliga excluir el caso que contempla el
artículo 1824 del Código Civil como del resorte de la especialidad
jurisdiccional de familia, que es el aspecto alegado en el presente
proceso, en que como aún no se ha dictado sentencia ejecutoriada,
debe serle aplicada el transcrito artículo 26 de la ley 446 de 1998.
Esta disposición, entonces, debe entenderse una sola con la que
interpreta (numeral 12 del artículo 5 del decreto 2282 de 1989), por lo
cual es aplicable incluso a los hechos anteriores a su promulgación
pero posteriores a la ley interpretada, excepto aquellos ya
sentenciados en los que la autoridad de la cosa juzgada y la seguridad
jurídica que ella implica se verían comprometidos y así revivirían
infinidad de procesos ya concluidos. Pero aparte de esa excepción, la
ley interpretativa debe ser aplicada de manera inmediata tanto para
los hechos posteriores a su promulgación como para los acaecidos en
ese periodo intermedio ya descrito, sin que por esa razón deba tildarse
de retroactiva y atentatoria de situaciones jurídicas consolidadas. Bien
vale reproducir la cita de Portalis, traida por don Andrés Bello en su
proyecto de Código Civil (1853), en la parte que corresponde hoy al
artículo 14 del Código Civil Colombiano: “En una causa principada, en
una demanda contestada, el sentido dudoso de la ley que ha
ocasionado el litigio no ofrece a cada parte más que la expectativa
incierta de una interpretación favorable. Todo es litigioso; las partes no
tienen otro derecho que el de obtener una sentencia que interprete la
ley; ni una ni otra tienen derecho a tal o cual interpretación. Si se
pronuncia un fallo que declare el sentido de la ley, este fallo tiene sus
efectos retroactivamente, sin que nadie se queje de ello, porque lo
que se pedía al juez era precisamente declarar el sentido de la ley y
aplicarla. Trátase, pues, de una interpretación de la ley; y siendo así,
¿qué razón hay para que si interviene el legislador, no se conforme a
ella la del juez? ¿qué efecto habría aquí ya que, después de todo, se
trata sólo de estatuir sobre meras pretensiones y resolver
controversias pendientes? (Obras Completas, Tomo XIV, Código Civil,
pag. 32).
 
Debe entonces recalcarse que la aplicación que se
hace en este proceso, así como debe hacerse en cualquier otro similar
y no culminado con sentencia ejecutoriada, de la ley 446 de 1998,
elimina las disquisiciones que otrora eran necesarias para esclarecer
el sentido del numeral 12 artículo 5º del decreto 2272 de 1989, siendo
por tanto superfluo elucubrar acerca de si, para este caso por ejemplo,
la sanción prevista en el artículo 1824 del Código Civil debe ser
deducida e impuesta por un juez de familia o no, porque la clara y
taxativa directriz que impuso la prenombrada ley interpretativa no la
incluye dentro de los asuntos que le asignó a esa especialidad
jurisdiccional y su aplicación es inmediata “en la medida en que la
voluntad del legislador, tal como la da a conocer la ley interpretativa,
hay que tenerla como existente desde entonces” (Sentencia de
Casación Civil del 14 de julio de 1947).
 
Por lo dicho los cargos no prosperan.
 
V. DECISION
 
En armonía con lo expuesto, la Corte Suprema de
Justicia Sala de casación Civil y Agraria, administrando justicia en
nombre de la República y por autoridad de la ley, NO CASA la
sentencia de fecha 27 de marzo de 1996 proferida por la Sala Civil del
Tribunal Superior del Distrito Judicial de Antioquia.
 
Costas del recurso extraordinario a cargo de la parte
recurrente.
 
NOTIFÍQUESE Y DEVUÉLVASE EL EXPEDIENTE AL TRIBUNAL
DE ORIGEN.

 
 
SILVIO FERNANDO TREJOS BUENO
 
 
 
MANUEL ARDILA VELASQUEZ
 
 
 
 
NICOLAS BECHARA SIMANCAS
 
 
 
 
JORGE ANTONIO CASTILLO RUGELES
 
 
 
 
CARLOS IGNACIO JARAMILLO JARAMILLO
 
 
 
 
JOSE FERNANDO RAMIREZ GOMEZ
 
 
 
 
JORGE SANTOS BALLESTEROS

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