Jacobi, Idealismo Trascendental
Jacobi, Idealismo Trascendental
Jacobi, Idealismo Trascendental
• [Uber den transzendentolen Idealismus, en: Friedrich Heinrich Jacobi, Werke (G.
Fleischer d. Jung: Lepzig 1815), T. Il, 291-310 (reimpresi6n reprografica editada
pOTF. Roth & F. Koppen, Darmstadt: Wissenschaftliche Buchgesellschaft, 1980).
La traducci6n del original aleman ha sido realizada por Hernan D. Caro A. El
traductor quiere agradecer aJ profesor Luis Eduardo Hoyos por sus comentarios
sobre la versi6n final de este trabajo.]
kantiana. 0 para decir con entera franqueza 10 que pienso: ell os pare-
cen tener tanto temor al reproche de idealismo en general, que prefie-
ren dar lugar a un malentendido, a hacer frente a un reproche que
podna ser desalentador.
Esto pareceria no tener en sf nada de reprensible, puesto que los
prejuicios de los hombres deben ser primero debilitados, para luego
poder ser sometidos, y es en general tan difkillograr atraer la aten-
cion, que cuando nos encontramos en el camino con una opini6n pre-
concebida, casi que debemos abandonar por ella toda esperanza de
ganar dicha atenci6n. No obstante, en el caso presente la cuesti6n esta
dispuesta de tal forma que el mas pequefio malentendido puede estro-
pear to do aprendizaje, y asi, impedir toda comprensi6n. Es ciertamen-
te errado hablar de esta manera acerca de la Critica de la razon pura; la
Critica se explica suficientemente por sf misma, y s6lo es necesario leer
las pocas paginas de la "Estetica trascendental" y de la "Critica al
cuarto paralogismo de la psicologfa trascendental" (A 370-80), para
poder comprender el prop6sito general del idealismo trascendental.
1
.
[Todas las citas de la Critica de la razon pura siguen la versi6n castellana de
Pedro Ribas (Madrid: Alfaguara, 1998 [1978]). Se han realizado algunas modifi-
caciones a esta traducci6n alJi donde se 10 ha considerado necesario.)
2 Par eso Kant, a los realistas que no se limitan a ser realistas ernpiricos, los
llama idealistas sofiadares, pues taman los objetos, que son meras representacio-
nes, par casas en sf. [ef Prolegomenos §13, "Observaci6n Ill", en: AA IV, 293.]
3 Hay que ser cuidadosos en no confundir esta a£irmaci6n kantiana con la que
Leibniz ha explicado detenidarnente, y que es tan bella y comprensiblemente pre-
sentada en el Fedor! de Mendelssohn; a saber, la de que el orden, la armonia, y cada
concordancia de la multiplicidad, no se encuentran en las cosas sino s610 en el ser
pensante, el cual toma 10 multiple conjuntarnente y 10 unifica en una representa-
cion. Pues de acuerdo a la ultima afirrnacion, el orden -la concordancia- que yo
percibo, no es meramente subjetivo; las condiciones del mismo (del orden) se
encuentran por fuera de ml, en el objeto, y estoy obligado por la naturaleza de este
a enlazar sus partes de esta y no de aquella manera. Asi, el objeto es aqui el que
impone leyes at entendimiento respecto a la forma en que este debe componer su
concepto; tal concepto, en todas sus partes y relaciones, es dado por el objeto, y en
llli se encuentra solamente la capacidad de concebir.
nada, nada se origina", valen para las cosas en S1. En resumidas cuen-
tas, la totalidad de nuestro conocimiento no contiene nada, absoluta-
mente nada, que tenga un significado objetivo verdadero.
Pregunto: (como es posible hacer compatible el supuesto de la exis-
tencia de objetos -que afectan nuestros sentidos y causan representa-
ciones- con una doctrina que quiere eliminar todas las bases que so-
portan aquel supuesto? Se considera 10 que ya al principio de este
escrito se indic6: que, segun el sistema kantiano, el espacio y todas las
cosas que en el existen estan s6lo en nosotros y en ninguna otra parte;
que todos los cambios, incluso los de nuestro propio estado intemo -
de los cuales creemos estar inmediatamente seguros a traves de la
secuencia de nuestros pensamientos-, son s6lo representaciones, que
no prueban [la existencia de] cambios reales objetivos, de secuencias
de unos tras otros, ni en nosotros ni fuera de nosotros; se considera
que todos los principios del entendimiento expresan solamente con-
diciones subjetivas, que estos principios son leyes de nuestro pensa-
miento, nunca de la naturaleza en S1, y que carecen de todo contenido
y uso realmente objetivos. Se consideran debidamente estos puntos y
se piensa si es po sible hacer valer, junto con ellos, el supuesto de la
existencia de objetos que afectan nuestros sentidos y originan repre-
sentaciones. Esto es imposible de lograr, a menos que a cada palabra
se le atribuya un significado ajeno, y a esta uni6n continua se Ie de un
sentido totalmente mistico. Pues segun el uso comun del lenguaje,
"objeto" deberia estar referido a una cosa que, en sentido irascendental,
existiria por fuera de nosotros; y Lc6mollegar en la filosofia kantiana
a una cosa tal? LAcaso diciendo que somos pasivos respecto a las re-
presentaciones que llamamos fen6menos? Sin embargo, ser pasivos es
s6lo la mitad de un estado que no es concebible unicamente a traves de
ese modo; es, de hecho, expresamente necesario que no sea concebible
de esa sola manera. Entonces: tendriamos la sensaci6n de causa y
efecto en sentido trascendental, y podriamos, gracias a estas sensacio-
nes, inferir la existencia de cosas exteriores a nosotros, asi como de sus
relaciones necesarias, [todo ello] en sentido trascendental. Pero, pues-
to que todo el idealismo trascendental se vendria al suelo debido a
esto, y perderia toda aplicaci6n y proposito, su partidario debe aban-
donar completamente aquella suposicion, y ni siquiera debe preten-
Jer hallar como probable que las cosas que en sentido trascendental
estarian fuera de nosotros existan y tengan relaciones con nosotros
que podriamos estar en condiciones de percibir de algun modo. Tan pronto
como el quiera encontrar eso como probable, 0 quiera creerlo de lejos,
tiene que salir del idealismo trascendental e incurrir en contradiccio-
nes indecibles consigo mismo. El idealista trascendental ha de tener,
entonces, el coraje de afirmar el mas fuerte idealismo -aquel idealismo
que siempre ha sido ensefiado-, y el mismo no tiene par que temer al
reproche de un ser egoista especulativo, porque no podria mantenerse
en su sistema si tan solo quisiera tambien expulsar este ultimo repro-
che de si mismo.
Si la filosofia kantiana quisiera apartarse aunque fuera por un poco
-par suposici6n [Vermuthung] 0 creencia- de la ignorancia trascen-
dental, perderia al instante no s6lo toda su postura, sino que tambien