ELSTER, JON - El Cambio Tecnológico (Investigaciones Sobre La Racionalidad y La Transformación Social)
ELSTER, JON - El Cambio Tecnológico (Investigaciones Sobre La Racionalidad y La Transformación Social)
ELSTER, JON - El Cambio Tecnológico (Investigaciones Sobre La Racionalidad y La Transformación Social)
El caitjbio
tecnológico ■M
Investigaciones sobre la racionalidad
O
gedisaeditorial
Jon Elster
EL CAMBIO TECNOLOGICO
Serle C L A .D E .M A
F ilosofía de la C iencia/ S ociología
Editorial Gedisa ofrece
los siguientes títulos sobre
HISTORIA DE LA CIENCIA Y
EPISTEMOLOGIA
pertenecientes a sus diferentes
colecciones y series
(Grupo “ Ciencias Naturales y del Hombre” )
I. Revolución en la ciencia
BERNARD COHEN
Jon Elster
Título original en inglés:
Explaining Technical Change
© Cambridge University Press and Universitetsforlaget, 1983
Publicado por Press Syndicate o f the University o f Cambridge
ISBN: 84-7432-386-X
Depósito legal: B. 28086-2006
Impreso en España
Printed in Spain
h t t p s ://tinyurl.com/y7 9 4dggv
h t t p s ://tinyurl.com/y9malmmm
ganzl912
INDICE
Prefacio y agradecimientos......................................................................... 11
Introducción general................................................................................... 13
J. E.
11
Introducción general
13
liados del cambio tecnológico en el micronivel, pero existe una cantidad de
estudios históricos hechos por marxistas que argumentan que el empresa
rio utiliza la innovación como un arma en la lucha de clases. Los econo
mistas neoclásicos explican el cambio tecnológico a la luz de la maximiza-
ción de la ganancia, mientras que los marxistas tienden a argumentar que
lo que está en juego es el poder y no ganancias de corto plazo. Ambas tra
diciones explican el cambio en la tecnología a la luz de la meta que se quie
re lograr, aunque le atribuyen al empresario objetivos diferentes.
En el otro extremo de la dicotomía principal encontramos las teorías
“evolucionistas” del cambio tecnológico, que ponen el acento en la historia
pasada y no en las metas futuras cuando tratan de explicar por qué las
empresas utilizan corrientemente las técnicas que usan. Es típico que los
partidarios de estas teorías conciban el cambio tecnológico en forma más o
menos análoga a la evolución por selección natural. Por lo tanto, resulta
muy instructivo tener en cuenta los estudios sodobiológicos de la conduc
ta instrumental animal que explican el progreso técnico como un ejemplo
literal y no metafórico de la evolución biológica. Estas teorías se proponen
explicar no sólo las invenciones específicas sino también el surgimiento
de genes para la capacidad de invención. Es muy interesante descubrir
que la conducta instrumental resulta estrechamente relacionada con la
conducta lúdica, lo que nos recuerda que la creatividad es un elemento
esencial en el cambio tecnológico.
El cambio tecnológico puede ser estudiado en distintos niveles de
complejidad y en diversos períodos temporales. Las teorías neoclásicas y
evolucionistas tienden a estudiar el cambio en los niveles de la empresa y
la industria, en forma distinta y opuesta a las síntesis históricas en gran
escala que presentan Schumpeter y Marx. Schumpeter es tal vez el escri
tor individual más importante sobre el cambio tecnológico, sus causas y
consecuencias. Probablemente esto se debe a que puso el acento en la
creatividad y el desequilibrio y no trató de incluir forzadamente el cambio
tecnológico en el esquema habitual de maximización de la ganancia. Su
evaluación positiva del capitalismo no se debió a la eficiencia y racionali
dad de este sistema sino a su carácter dinámico, que podía explicarse en
términos de sueños y expectativas irracionales de dinastías privadas fun
dacionales. Marx también insistió sobre el carácter singular del capitalis
mo en la medida en que, al contrario de todos los modos anteriores de pro
ducción, no se opone al cambio tecnológico sino que depende de él. A pesar
de lo cual, en su concepción materialista de la historia también argumen
tó, en forma un tanto incoherente, que el desarrollo de las fuerzas produc
tivas constituye el determinante principal del cambio social en todos los
modos de producción.
Debería resultar bastante obvio que no trato de presentar una intro
ducción a las teorías del cambio tecnológico. En la mayoría de los casos el
lector tendrá que remitirse a otros textos para encontrar exposiciones de
talladas de las diversas teorías analizadas en la segunda parte. El análi
sis del marxismo en el capítulo 7 y en el apéndice 2 son un poco más ex
haustivos, porque conozco mucho mejor esta tradición que las otras. Pero
aun en este caso, mi atención está guiada por intereses epistemológicos y
14
no por un interés hacia las cuestiones sustanciales. Esta obra es un estu
dio casuístico sobre filosofía de la ciencia, no un recorrido a vuelo de pája
ro sobre la ciencia. Una vez más, debería resultar bastante evidente que
no me propongo decir a los economistas e historiadores cómo deben reali
zar su tarea. Pero creo que los filósofos de la ciencia pueden resultar de
gran ayuda para distinguir entre los núcleos de desacuerdo verdaderos y
espurios en el terreno de las disciplinas empíricas. Puede ser que el traba
jo empírico realizado sin contacto con la filosofía de la ciencia no resulte
peor, por eso, mientras que la filosofía de la ciencia se atrofia si no se man
tiene en contacto estrecho y permanente con el desarrollo del pensamien
to actual sobre asuntos empíricos. De todos modos, la asimetría no es tan
extrema como para convertir a la filosofía de la ciencia en un enfoque to
talmente parasitario.
Muchos científicos no tendrán ningún inconveniente en admitir esto
cuando se trata de problemas de verificación y falsación. Muy pocos nega
rán que la metodología científica de Popper — básicamente una exhorta
ción a los científicos a que se arriesguen— ha tenido una influencia apre
ciable. En el nivel más técnico, la cuestión de la inferencia estadística ha
sido estudiada por filósofos de la ciencia y por científicos que trabajan pa
ralelamente y a veces en colaboración. De todos modos, lo que me preocupa
en esta obra es la estructura de las explicaciones científicas. En tanto creo
que los problemas de verificación son básicamente los mismos en todas las
disciplinas, mi argumentación tenderá a mostrar que las diferencias de
objetos de estudio imponen estrategias diferentes de explicación. Voy a
distinguir entre explicaciones causales, funcionales e intencionales que
corresponden, en términos muy generales, a las ciencias físicas, biológicas
y sociales, respectivamente. Si bien admito que la explicación causal en
algún sentido o sentidos es más básica que las otras modalidades, voy a
tratar de demostrar que de todos modos hay lugar y necesidad para las
otras.
La dicotomía entre teorías de elección racional sobre el cambio tecno
lógico y teorías evolucionistas corresponde —y una vez más tengo que ha
blar en términos muy generales— a la distinción entre explicación inten
cional y funcional. Sin embargo, como se verá, en muchos sentidos las ex
cepciones a esta afirmación son los casos más interesantes. De hecho, no
sólo la ciencia, sino también la filosofía de la ciencia, tienen mucho para
ofrecer en el terreno del análisis pormenorizado, cuando las generaliza
ciones más lábiles no se sostienen. La evolución tecnológica se diferencia
de la biológica en que los cambios están muy lejos de ser totalmente aza
rosos, sino que en cierta medida son dirigidos. También son seleccionados
por un mecanismo en el cual la intencionalidad humana desempeña un
papel decisivo. Análogamente, no todos los modelos intencionales del
cambio tecnológico se pueden calificar como modelos racionales, puesto
que puede haber casos en que las expectativas subyacentes no están cons
tituidas racionalmente. La falta de racionalidad en las expectativas pue
de deberse a complejas interacciones estratégicas o a una incertidumbre
fundamental respecto del futuro, o a ambas cosas. Tal vez es la interac
ción entre estas dos fuentes de ignorancia lo que otorga un matiz y una
15
profundidad singulares a la explicación del cambio tecnológico. Tomados
por separado, tanto los juegos sin solución como las decisiones tomadas en
condiciones de incertidumbre extrema causan estragos en los modelos de
elección racional. Cuando ambos operan en una determinada situación de
elección, el resultado es algo muy parecido al caos. Fuera de este caos, las
teorías evolucionistas son las que parecen estar en mejores condiciones de
explicar el progreso tecnológico real. Pero con esto me aparto de los lími
tes que yo mismo me puse, de modo que vuelvo a ocuparme de asuntos
que están dentro de mi competencia.
16
PRIMERA PARTE
Modalidades de la
explicación científica
Introducción a la primera parte
19
Sin embargo, esto es ambiguo porque puede significar o bien que las teo
rías son autosuficientes, o que pueden ser instrumentales cuando se trata
de producir el cambio deseado. Me parece que la idea que subyace vaga
mente cuando se utiliza la frase “unidad de teoría y praxis” es que la teo
ría debe ser a la vez autosuficiente y útil, lo cual, lamentablemente, en la
mayor parte de los casos no es posible.[2] 4) El método dialéctico como he
rramienta para la formación de teorías sólo puede entenderse de varios
modos, entre los cuales el más interesante implica la idea de contradiccio
nes psicológicas y sociales. Sin embargo, éstas sólo pueden hacerse inteli
gibles en el lenguaje estándar causal-cum-intencional de las ciencias so
ciales. [3]
La conclusión de este análisis — excesivamente condensado— es que
no hay bases sólidas para distinguir entre las disciplinas científicas se
gún sus métodos de verificación, con la excepción mencionada en la nota
1. Tampoco debe pensarse a la hermenéutica o a la dialéctica como méto
dos para la formación de teorías que son de algún modo sui generis. En mi
opinión, tampoco es muy defendible la teoría de Jürgen Habermas de que
las ciencias se diferencian principalmente por los intereses a los que sir
ven .^ ] Según esta teoría, las ciencias naturales atienden un interés téc
nico, las ciencias hermenéuticas, un interés práctico, y las ciencias socia
les, un interés emancipatorio. Esto puede ser tautológicamente cierto,
contingentemente cierto o contingentemente falso, según cómo se definan
luego los términos. A mi entender, la lectura más razonable de esta con
cepción nos la presenta como falsa. Cada una de las tres disciplinas cientí
ficas puede atender a cada uno de los tres intereses, aunque quizás en di
ferentes grados y (sobre todo) de modos diferentes. No quiero entrar en
mayores detalles sobre esta cuestión, puesto que creo que, se la lea como
se la lea, la teoría es singularmente poco útil para el científico práctico, y
esto significa que no pasa la prueba de fuego de cualquier filosofía de la
ciencia. El lenguaje de los intereses sencillamente es demasiado crudo y
externo respecto de la práctica científica como para poder combinarse ade
cuadamente con el grano fino de la investigación real.
En este punto voy a esbozar mi propia explicación de cómo se diferen
cian las ciencias entre sí. Mi argumento será que la distinción más escla-
recedora y fecunda es la que se hace entre diversas modalidades de expli
cación científica que, una vez más, están estrechamente conectadas con
estrategias de formación de teorías. Sólo ciertos tipos de teorías pueden
llegar a dar explicaciones satisfactorias en un campo determinado. Por
una parte, distingo entre tres modalidades de explicación: la causal, la
funcional y la intencional. Por otra parte, distingo entre tres campos de
investigación científica: física (en el sentido amplio al que me referí ante
riormente), biología y ciencias sociales. Por razones que no son pertinen
tes para el presente estudio, no creo que las disciplinas estéticas puedan
lograr explicaciones científicas o deban tender a lograrlas. El desacuerdo
sobre este punto no significa que no puedan aceptarse los argumentos si
guientes.
Ahora la pregunta es: ¿qué tipos de explicación son adecuados, carac
terísticos y pertinentes para qué campos de investigación? En el cuadro 1
20
aparecen dos tricotomías cruzadas entre sí, de modo que cuando una de
terminada modalidad de explicación es claramente pertinente para un
campo dado, la entrada correspondiente dice: “Sí”, y cuando es claramen
te irrelevante, la entrada dice “No”. En los casos en que hay motivos de
duda la entrada es En última instancia los casos dudosos resultarán
asimilables a los indudablemente irrelevantes, pero será necesario argu
mentar mucho para explicar en qué sentido esto es cierto, y con qué al
cances.
Cuadro 1
1 4 7
Explicación Explicación
¿Se aplica la subfuncional subintencional
explicación Si Sí Sí
causal? Explicación Explicación
supra funcional supraintencional
2 5 8
¿Se aplica la
explicación No Sí ?
funcional?
3 6 9
¿Se aplica la
explicación No ? Sí
intencional?
21
— por algo parecido a una cadena de Markov absorbente— a causa de su
estabilidad. [5] Pero no creo que haya físicos que suscriban hoy este punto
de vista. Aunque a veces se sostiene que las constantes fundamentales de
la física cambian con el tiempo; que yo sepa nadie ha señalado que ese
cambio pueda concebirse como evolución o progreso.
3) También existe hoy un acuerdo generalizado de que no hay lugar en
la física para la explicación intencional o teleológica, pero este consenso es
relativamente reciente. La cuestión es mucho más compleja y va más alió
de la explicación funcional en física. La extensa tradición aristotélica en el
campo de la física, finalmente quebrada por Galileo, a mi entender hoy no
es admisible.[6] Pero el razonamiento teleológico en física de ninguna ma
nera desapareció con la revolución científica del siglo XVII. Durante mucho
tiempo se pensó que el principio del menor tiempo y otras formulaciones
variacionales de las leyes físicas tenían una base teleológica. Al parecer,
la luz era capaz de un comportamiento inteligente, de tomar caminos indi
rectos para llegar a la meta en el mínimo tiempo posible.[7] Análogamen
te, otros procesos de la naturaleza parecían reducir al mínimo la acción, la
energía o el trabajo. Puesto que todo proceso físico puede describirse como
la minimizadón o maximización de algo,[8] es fácil caer en la idea de que
debe de haber un sujeto — alguien que minimiza o maximiza— como guía
del proceso. Por lo menos ésta fue una noción admisible en tanto los físicos
supusieron que funcionaba una intencionalidad divina en el universo físi-
co.[9] Con la secularización de la física, ya no resulta posible sacar la con
clusión retrospectiva de que existen intenciones de maximizar a partir de
conductas de maximización.[10] Tampoco existe ninguna otra manera de
explicar por ejemplo la conducta de un péndulo, por la tendencia a reducir
al mínimo la energía potencial.[ll] Las fuerzas que actúan en el péndulo
explican tanto por qué se mueve como lo hace y también por qué tiende a
reducir al mínimo la energía potencial. Este último efecto no tiene capaci
dad explicativa por sí mismo.
4) Por supuesto, la biología invoca en forma decisiva la explicación
causal. De hecho, la explicación funcional en la biología sólo está justifica
da cuando creemos en la verdad de una determinada teoría causal, que es
la teoría de la evolución por selección natural. Por causalidad subfuncio
nal en biología, entiendo los errores o mutaciones accidentales que, por
una parte hacen posible la selección y la evolución natural, y por otra par
te son responsables de fenómenos tales como el envejecimiento y el cáncer.
Estos errores no tienen ninguna función, contrariamente a la idea popular
de que la función de las mutaciones es la de permitir y estimular la evolu
ción de la vida en la Tierra.[12] Por causalidad suprafiincional entiendo la
interacción causal de muchos organismos individuales, cada una de cuyas
conductas puede ser explicada füncionalmente. Por ejemplo, existen aná
logos biológicos de “consecuencias no queridas” de la conducta individual.
5) La biología es el paradigma de la explicación funcional, tanto como
la física lo es para la explicación causal, y la ciencia social para la intencio
nal. La estructura de la explicación funcional en biología la presento en el
capítulo 2. En este punto sólo voy a formular la conclusión de ese análisis:
un rasgo estructural o un esquema de conducta de un organismo se expli
22
ca fúncionalmente cuando se muestra que forma parte de un máximo local
para el organismo respecto de su capacidad reproductora.
6) La explicación intencional en biología prácticamente nadie la sus
tenta hoy, como lo hicieron los biólogos predarwinianos, quienes no po
dían explicar la adaptación de los organismos salvo si postulaban la exis
tencia de un creador divino. Sin embargo, creo que algunos biólogos y filó
sofos de la ciencia han sido llevados a subestimar las diferencias entre la
adaptación funcional y la intencional, de modo tal que en realidad razo
nan como si la evolución de los organismos fuera guiada por algún agente
intencional. Así, atribuyen a la selección natural la capacidad de simular
algunas de las formas más complejas de adaptación intencional, como por
ejemplo la capacidad para utilizar estrategias indirectas. Contra esto voy
a argumentar que tal simulación, si bien no es imposible, es mucho menos
característica de la selección natural que la tendencia a llegar al reposo
en la máxima local lograda por la adaptación creciente.
7) La explicación causal en las ciencias sociales puede entenderse en
un marco parcialmente semejante al que se utiliza para el análisis de la
causalidad biológica. En primer lugar, todos los fenómenos cubiertos por
la explicación intencional también pueden explicarse causalmente, aun
que la relación es bastante diferente de la que se da entre el análisis fun
cional y el causal. En segundo lugar, aun aquellos que no estén de acuer
do con este punto de vista, deben aceptar que existe algún lugar para la
explicación causal en el análisis de la conducta humana. Interviene la
causalidad subintencional en las operaciones mentales que no están regi
das por la voluntad o la intención, sino que se producen —hablando meta
fóricamente— “en el fondo” de ese individuo. La causalidad suprainten-
cional se refiere a la interacción causal entre actores intencionales. (Ade
más existe la interacción intencional entre actores intencionales que es la
estudiada por la teoría de los juegos.)
8) La más controvertida de las afirmaciones que se exponen en esta
obra es la negación del papel de la explicación funcional en las ciencias
sociales. Aquí no me refiero a explicación funcional en el sentido mencio
nado anteriormente, que supone el beneficio puramente biológico del
incremento de la capacidad de reproducción. Ese tipo de razonamiento
biológico tiene un lugar en el estudio de la conducta humana, aunque muy
limitado. Pero aquí me refiero a explicaciones de fenómenos sociales en
términos de beneficios no biológicos. No me atrevería a negar que tales
consecuencias beneficiosas puedan explicar sus causas aun cuando los be
neficios no sean biológicos, siempre que se especifique algún mecanismo
de realimentación. En biología la teoría de la selección natural crea la pre
sunción de que todo lo que beneficie a la capacidad reproductiva también
puede ser explicado por esos beneficios. En ciencias sociales no existe una
teoría de generalidad comparable, de modo que el verdadero mecanismo
debe ser explicado en cada caso particular.
9) El bloque básico en las ciencias sociales, la unidad elemental de ex
plicación, es la acción individual guiada por alguna intención. Me propon
go argumentar que la adaptación intencional difiere de la funcional en
que la primera puede estar dirigida hacia el futuro distante, mientras que
23
la última es típicamente miope y oportunista. Los seres intencionales pue
den emplear estrategias del tipo “un paso atrás y dos adelante”, las que se
dan sólo por accidente en la evolución biológica. También analizo con cier
ta extensión la relación entre intencionalidad, racionalidad y optimiza
ción, y sostengo que están mucho menos estrechamente relacionadas de lo
que suele suponerse. Hay intenciones irracionales, o planes que implican
contradicciones lógicas, y también existen casos en los que la acción racio
nal conduce a la satisfacción y no a la optimización.
Tales son, pues, el esquema escueto de la información que se llenará
de contenido en los capítulos ulteriores. Para concluir esta introducción,
voy a plantear y contestar parcialmente dos cuestiones relacionadas que
son básicas para mi empresa total. En primer lugar, la relación entre ex
plicaciones causales y los otros modos de análisis, y en segundo lugar, la
relación entre macroexplicaciones y microexplicaciones.
Tal vez el lector se haya formulado las siguientes preguntas. ¿Es real
mente admisible concebir en un pie de igualdad las explicaciones causa
les, funcionales e intencionales? En realidad ¿no se trata de que la expli
cación causal sea el modo del razonamiento científico, y que las otras
explicaciones son abreviaturas convenientes o expedientes temporarios,
dilucidaciones de segunda mano de las que se puede en principio prescin
dir? Y en particular, una concepción materialista del mundo ¿no implica
que el objetivo de todo esfuerzo científico debe ser explicarlo todo en térmi
nos de causa y efecto?
Acabo de señalar que la explicación funcional de hecho es menos fun
damental que la explicación causal. Podemos utilizar la explicación fun
cional en biología porque tenemos una teoría causal — la teoría de la evo
lución por selección natural— que nos permite explicar los fenómenos or
gánicos mediante las consecuencias que son beneficiosas en términos de
la capacidad de reproducción. Aun si en un caso determinado, no estamos
en condiciones de explicar la totalidad del mecanismo causal, tal vez po
damos adelantar una explicación en términos de esas consecuencias be
neficiosas. Es cierto que a lo mejor esto nos lleve por el camino equivoca
do, porque un fenómeno puede tener consecuencias beneficiosas que no
pueden invocarse para explicarlo, pero en biología esto ocurre con muy es
casa frecuencia. [13] Y si a “beneficiosa” le agregamos “óptima”, la fre
cuencia con que aparecen beneficios no explicativos se acercará bastante
a cero.[14] Sigue siendo cierto que la explicación funcional no proporciona
una respuesta completa a la pregunta: “¿Por qué el organismo está or
ganizado como lo está?”. Algunos rasgos quedarán sin explicación, e in
clusive los que resultan explicados, lo están en forma incompleta. Com
prendemos bastante cuando sabemos que un rasgo está allí a causa de sus
consecuencias beneficiosas, pero lo comprenderíamos mucho mejor si co
nociéramos toda la historia de cómo llegó allí. Pero decir que un vaso está
medio vacío es lo mismo que decir que está medio lleno; por supuesto la ex
plicación funcional explica, aunque en forma incompleta.
La relación entre explicación funcional y causal es mucho más comple
ja y polémica. Analizarla adecuadamente es algo que escapa a mi compe
tencia. Por lo tanto, me daré por satisfecho con exponer sin mucha argu
24
mentación la concepción que me parece la más admisible, la de Donald
Davidson.[15] Dentro de esta concepción es posible ser materialista en la
cuestión referida a mente-cuerpo, sin ser además reduccionista. Los esta
dos mentales por supuesto son estados cerebrales, pero esto no significa
que hablar de estados mentales pueda reducirse sin ninguna ambigüedad
a hablar de estados cerebrales.
Para explicar esto un poco mejor, voy a utilizar “x” como variable indi
vidual y “a” como constante individual, que denota a alguna persona de
terminada. Decir “a cree que Beethoven murió en Viena” es un enunciado
acerca de la persona a, mientras que ux cree que Beethoven murió en Vie
na” es un predicado que puede aplicarse a una determinada persona, co
mo a, al reemplazar su nombre por “x”. En este sentido Davidson es mate
rialista porque cree que el hecho expresado por el enunciado “a cree que
Beethoven murió en Viena” puede ser descrito en forma exhaustiva por al
gún enunciado neurofisiológico (presumiblemente muy complejo). El enun
ciado, si es verdadero, lo es porque una determinada persona en una si
tuación dada cree que Beethoven murió en Viena, y una descripción fisio
lógica completa de la persona en esa situación contendría también una
descripción (en términos fisiológicos) de su creencia de que Beethoven
murió en Viena. Por otra parte, Davidson es antirreduccionista porque
piensa que el predicado “x cree que Beethoven murió en Viena” no es ex-
tensionalmente equivalente a cualquier predicado neurofisiológico. “Si un
determinado concepto psicológico se aplica a un acontecimiento y no a
otro, debe de haber una diferencia describible en términos físicos. Pero de
esto no se sigue que existe una única diferencia describible físicamente
que distingue a cualquiera de dos acontecimientos que difieren en un as
pecto psicológico dado.[16] Por lo tanto, concluir que a partir del materia
lismo se es reduccionista es cometer la misma falacia que cuando del he
cho de que todo tiene una causa, se concluye que hay algo que es la causa
de todo.
Una consecuencia de la concepción de Davidson es que las acciones
son causadas por creencias y deseos. Por supuesto, decir que lo que hace
el agente, p, fue causado por el deseo de hacer de p, no es dar una explica
ción causal. Es sólo parafrasear la explicación intencional de modo de in
dicar la existencia de alguna explicación causal (desconocida). De todas
maneras, no me faltará oportunidad de utilizar este lengutqe de las creen
cias y deseos que provocan acciones, ya que resulta muy conveniente para
muchos propósitos. En particular es muy útil para establecer un modo co
herente de hablar acerca de los fenómenos irracionales.
Por lo tanto, creo que la explicación intencional es algo sui generis en
un sentido que no vale para la explicación funcional. Se puede usar la ex
plicación causal, se puede hablar acerca de todo lo que existe, pero eso no
nos permitirá distinguir los fenómenos mentales de todo lo demás que
existe. Una analogía tomada de la matemática puede resultar esclarece-
dora. Existe una axiomatización determinable del sistema de los números
reales en la cual, sin embargo, es imposible definir el conjunto de los nú
meros naturales. De hecho, esto debe de resultar imposible, puesto que de
otro modo tendríamos un procedimiento de decisión para la teoría de los
25
números naturales, lo cual se sabe que es imposible.[17] Utilizando el sis
tema axiomático, podemos hablar de todos los números que existen, pero
no estaremos en condiciones de distinguir los números naturales de todo
lo demás que existe.
Sea como fuere, resulta claro que para propósitos prácticos, tratamos
las explicaciones intencionales y causales como algo enteramente distin
to. Cuando empleamos una explicación funcional, en general ya sabemos,
por lo menos a grandes rasgos, cómo se la podría respaldar con un relato
causal adecuado. Pero en el estado actual de nuestros conocimientos, no
podemos tener ni siquiera un esbozo de cómo se relacionan las explicacio
nes intencionales con los análisis causales de los mismos fenómenos. Aun
si en algún momento del futuro, Davidson se uniera a la línea de distin
guidos pensadores que han declarado que en principio era imposible ha
cer algo que los científicos luego pudieron llevar a la práctica, por el mo
mento y para mayor seguridad, los epistemólogos consideran las dos pers
pectivas como algo radicalmente diferente.
La segunda cuestión se refiere al tipo de hechos que pueden entrar en
una explicación científica. Dentro de una disciplina científica determina
da, por lo general habrá conceptos definidos en diferentes niveles de orga
nización y complejidad. En la física hay moléculas, átomos, partículas ele
mentales y demás, en una cadena descendente aparentemente intermi
nable. En biología hay ecosistemas, poblaciones, organismos, órganos,
células y genomas; en las ciencias sociales hay sociedades, organizacio
nes, industrias, empresas, familias e individuos. En cualquiera de los ni
veles se pueden plantear problemas e incógnitas pero ¿en qué nivel hay
que buscar la solución? En particular, ¿se pueden explicar hechos de un
nivel altamente integrado por otros hechos del mismo nivel, o hay que
buscar la explicación en hechos de nivel menor?
Hablando en términos generales, la práctica científica consiste en
buscar una explicación en un nivel inferior al del explanandum. Si quere
mos comprender la patología del hígado, buscamos la explicación en la
biología celular. Si queremos entender las cadenas químicas, la mecánica
cuántica proporciona la explicación. Si queremos comprender las revolu
ciones sociales, buscamos una explicación en las acciones y motivaciones
individuales. La búsqueda de microbases, para usar un término de moda
en las polémicas recientes en el campo de la economía,[ 18] en realidad es
un rasgo de la ciencia omnipresente y generalizado. Esto se corresponde
con la insistencia de William Blake en que “El arte y la ciencia no pueden
existir más que en particulares detalladamente organizados” . Explicar es
proporcionar un mecanismo, abrir la caja negra y mostrar las tuercas y
tornillos, las piezas y las ruedas de la maquinaria interna. (Aquí el térmi
no “mecanismo” debe entenderse en un sentido muy amplio, que abarque
cadenas intencionales que van desde un objetivo a una acción, lo mismo
que cadenas causales desde un acontecimiento hasta su efecto.)
El papel de los mecanismos es doble. Primero, nos permite ir de lo
más grande a lo más pequeño: de moléculas a átomos, de sociedades a in
dividuos. Segundo y principal, reduce el vacío temporal entre explanans y
explanandum. Un mecanismo proporciona una cadena continua y conti
26
gua de vínculos causales o intencionales; una caja negra es un vacío en la
cadena. Si consideramos a los mecanismos desde la primera perspectiva,
son siempre relativos. “Desde el punto de vista ya sea de la investigación
científica o del análisis filosófico, legítimamente se puede decir que el me
canismo de un hombre es la ctya negra de otro. Quiero decir con esto que
los mecanismos postulados y utilizados por una generación son mecanis
mos que han de ser explicados y comprendidos por las siguientes genera
ciones en términos de mecanismos más primitivos.”[19) Sin embargo,
visto desde la segunda perspectiva, podría parecer que los sistemas de
ecuaciones diferenciales simultáneas encaman el caso de no vacío tempo
ral entre explanans y explanandum. Si esto fuera verdaderamente así,
proporcionarían la forma canónica de explicación científica, una explica
ción que no podría mejorarse. Tales sistemas, sin embargo, son siempre
artificiales, puesto que las variables nunca se desagregan en la misma
medida. Establecer una relación entre macrovariables como renta nacio
nal, inversión y consumo mediante un conjunto de ecuaciones diferencia
les, puede ser conveniente para propósitos de análisis, pero sin duda
distorsiona la representación de la realidad. Debe haber intervalos entre
macrovariables.[20] Podemos concluir que, aunque el propósito de un me
canismo es reducir el intervalo temporal entre causa y efecto, el éxito de la
reducción depende de la medida en que las macrovariables sean reempla
zadas simultáneamente por microvariables.
27
1
Explicación causal
28
enunciado también están mencionados en la ley bajo la cual quedan sub
sumidos los acontecimientos. El enunciado, suponiendo que sea verdade
ro, de que “poner en un estante un ejemplar de la Fenomenología de Hegel
causó la rotura del estante” no explica nada, porque el rasgo causalmente
pertinente, es decir, el peso del libro, no se menciona.[2]
La explicación causal, entonces, subsume los acontecimientos bajo le
yes causales. Esta concepción de la explicación se relaciona, aunque con
algunas diferencias, con la “ley de cobertura” o modelo “nomológico-de-
ductivo” de Cari Hempel. Según Hempel las leyes que sostienen la expli
cación son enunciados universales legaliformes a partir de los cuales, da
do un conjunto de condiciones iniciales, se puede derivar lógicamente el
explanandumX3] Este análisis no da cuenta de la explicación causal,
puesto que permite entrar a leyes no causales como la Ley de Boyle, en la
cual la temperatura, el volumen y la presión del gas varían funcional y si
métricamente de un modo en que no lo hacen las secuencias causales.[4]
Lo que es más importante, el análisis de Hempel no da cuenta de la expli
cación causal, puesto que muchas derivaciones del tipo especificado no se
explican en absoluto. Dos casos importantes son los que, siguiendo a Da
vid Lewis, podemos denominar epifenómenos y causación precedente. [5]
Puede haber un enunciado universal, legaliforme y verdadero que diga
que A siempre es seguido por B, y sin embargo B puede ser un simple epi
fenómeno si A y B son ambos efectos de una causa común C. En otras pa
labras, el problema de los epifenómenos es idéntico al problema de distin
guir entre la correlación verdadera (o explicativa) y la espuria. Además,
puede haber una ley verdadera que asegure que se produce A, dadas cier
tas condiciones iniciales, y sin embargo, lo que verdaderamente produce
A en un caso determinado (donde se dan esas condiciones) puede ser un
mecanismo totalmente diferente que, por así decirlo, precede al mecanis
mo que subyace en esa ley. En otros términos, el problema de la causación
precedente es idéntico al de distinguir entre obligación y explicación.[6]
Estos dos problemas volveré a retomarlos más adelante, cuando analice
la relación entre enunciados causales y contrafácticos.
Por lo general se piensa que la relación causal obedece a los tres prin
cipios siguientes: determinismo, localidad, asimetría temporal. Los anali
zaré sucintamente en ese orden, prestando especial atención al papel que
desempeñan en la restricción de la explicación causal. Excepcionalmente
la relación causal en sí puede violar esos principios, pero con mucha ma
yor frecuencia aparecen explicaciones causales que no los obedecen.
Determinismo es el postulado que dice que todo acontecimiento tiene
una causa: un conjunto determinable de antecedentes causales que en
conjunto son suficientes e individualmente necesarios para que se pro
duzca. La negación del determinismo puede asumir varias formas distin
tas. La más conocida es la idea de acontecimientos estadísticamente alea
torios, lo que supone la existencia de una distribución probabilística del
rango de resultados posibles. En este sentido el azar objetivo no es total
mente indeterminado, puesto que la ley de los grandes números permite
predicciones muy precisas cuando tratamos con conglomerados de aconte
cimientos. Menos conocida es la idea de indeterminación objetiva, que sig-
29
niñea que no podemos siquiera atribuir probabilidades a los diversos re
sultados posibles, no porque no podamos averiguarlas sino porque no es
tán allí para que se las averigüe. La distinción es parecida a la que se da
entre riesgo e incertidumbre (apéndice 1), con la diferencia de que en el ca
so presente el azar o carácter indeterminado del proceso se supone que tie
ne una base objetiva y no se debe a las deficiencias cognitivas del sujeto
cognoscente. Más aun, esta comparación también indica la distinción en
tre incertidumbre en el rango de los resultados e incertidumbre dentro de
un conjunto fijo de resultados.[7] Desde el punto de vista explicativo, la in
determinación con regularidad (azar objetivo o conjunto restringido de re
sultados posibles) es claramente más admisible que la indeterminación
sin regularidad (indeterminación objetiva no restringida).
Los mecanismos cuánticos se basan en la idea del azar objetivo en el
nivel de la conducta de las partículas elementales. En este terreno la ex
plicación sólo puede ser estadística. Puede ser bastante satisfactoria se
gún los cánones ordinarios, pero la ciencia en sí nos dice que no vendrá
una explicación mejor. La situación es completamente diferente cuando
recurrimos a la explicación estadística en otros terrenos, como por ejem
plo la mecánica estadística o el estudio de la movilidad social. En estos ca
sos suponemos que las entidades individuales en estudio están regidas
por leyes deterministas y que en principio se puede elaborar una explica
ción determinista. Sin embargo, puede haber abrumadoras razones prác
ticas para poner patrones de explicación más bajos y quedarse contento
con una explicación estadística. Un poco más adelante vuelvo a esta cues
tión. Aquí sólo me interesa destacar la diferencia radical entre la explica
ción estadística en la mecánica cuántica y en otras disciplinas. Cuando
salimos de la física de las partículas elementales y ascendemos hacia
niveles más altos de variables, en primer lugar pasamos del azar al deter-
minismo y luego, en algunos casos, del determinismo al azar. Tanto la me
cánica estadística como la cuántica son teorías de los procesos accidenta
les, pero en medio de ellas está la teoría determinista de la conducta de
las moléculas individuales.[8]
Causalidad local significa que una causa siempre actúa sobre lo que
es contiguo a ella, en espacio y tiempo. La acción a distancia es imposible.
Si se dice que una causa tiene un efecto distante de ella en tiempo o espa
cio, suponemos que debe de haber una cadena continua de causa a efecto,
sin vacíos insuperables en ella. En la historia de la ciencia este postulado
desempeñó un papel muy importante en el debate producido en el siglo
XVn entre newtonianos y cartesianos. Estos últimos, con razón en muchos
sentidos, consideraron la teoría de Newton como oscurantista y reacciona
ria, puesto que invocaba una fuerza oculta que podía actuar donde no es
taba. Pero por supuesto la alternativa que ellos proponían, si bien inobje
table sobre bases metafísicas, no tenía el extraordinario poder predictivo
de la mecánica newtoniana y de esta manera permaneció en las sombras
durante dos siglos hasta que fue rehabilitada por la moderna teoría de la
gravitación.
En el caso de Newton contra los cartesianos, lo que estaba en juego
era la acción espacial a distancia. Pero existe también un problema acerca
30
de la acción temporal a distancia, o causación directa remota. Esta noción
se denomina histéresis y se utiliza en el estudio de algunos fenómenos
magnéticos y elásticos que aparentemente manifiestan algún tipo de
memoria. Leibniz, con su insuperable lucidez, reconoció que, si se la toma
literalmente, la idea era tan inaceptable'como su análogo espacial mejor
conocido. En este sentido tuvo que polemizar contra los partidarios carte
sianos, quienes trataban de salvar la teoría del movimiento de Descartes
postulando que la “fuerza” de un cuerpo en cualquier momento dado
depende de la longitud del período durante el cual se haya acumulado. Es
to para Leibniz era tan absurdo como pretender afirmar que la salud ac
tual de una persona depende del tiempo que haya utilizado para acumu
larla.^]
Postular la histéresis es violar “el dogma científico ampliamente di
fundido de que todos los aspectos del conocimiento histórico pueden ser
reemplazados en última instancia y en principio por un conocimiento es
tructural suficientemente profundo del estado actual de ios fenómenos en
cuestión” .[10] Si no obstante muchos modelos, especialmente en las cien
cias sociales, manifiestan histéresis, es porque todavía no hemos adquiri
do ese conocimiento estructural. Tanto los modelos probabilísticos como
los modelos que implican acción temporal remota reflejan nuestra igno
rancia de la causalidad local determinista que se supone que funcio-
n a .[ll] La explicación causal en tales casos tiene rasgos que no se cree
que estén presentes en las relaciones causales que los sostienen.
En algunos casos podemos suplir esta ignorancia recurriendo alterna
tivamente al azar o a la histéresis. Este es el caso, por ejemplo, de las ca
denas de Markov de alto orden, en las cuales las probabilidades de transi
ción de un período al siguiente dependen no sólo del estado actual del sis
tema, sino también de estados anteriores.[12] Un ejemplo es el pronóstico
meteorológico, donde el conocimiento de la temperatura de hoy y de ayer
sirve mejor para predecir que sólo el conocimiento de la temperatura de
hoy. Por el contrario, las cadenas de primer orden encaman el “supuesto
markoviano” de que las probabilidades de transición dependen solamente
del estado actual. No es correcto sostener que este supuesto es el “análogo
probabilístico al principio del determinismo científico”.[13] Las cadenas
de primer orden conservan la causalidad local pero violan el determinis
mo, y éstos son principios reguladores distintivos.
Resultará claro por el momento que el principio de causalidad local se
relaciona con lo que denominé anteriormente como la necesidad de meca
nismos de explicación científica. Más aun, los dos conceptos gemelos, el de
causalidad local en el espacio y causalidad local en el tiempo, se relacio
nan con los dos aspectos de los mecanismos que denominé sustitución de
macrovariables por microvariables y de intervalos de corto plazo por otros
más prolongados. Pero la causalidad local es un rasgo del mundo, es decir,
de la relación causal en la medida en que existe independientemente de
nuestra mente, mientras que la idea de mecanismo depende de la mente,
puesto que sólo tiene sentido en contraste con explicaciones menos sutiles.
La creencia en que el mundo está regido por la causalidad local es precisa
mente lo que nos obliga a buscar mecanismos mucho más sutiles. Por últi
31
mo, debe quedar claro que la causalidad local nos indica la salida de las di
ficultades que enfrentó la teoría de la explicación de Hempel, puesto que
la cuestión de los epifenómenos y de la causalidad precedente no se plan
tea cuando postulamos cadenas causales continuas y contiguas. Pero tam
bién queda claro que cualquier mecanismo real tiene que ser demasiado
grueso para evitar estas dificultades. La diferencia entre la concepción de
Hempel y la que aquí se expone reside en que yo he argumentado que la
explicación debe abandonarse siempre y cuando una especificación más
refinada del mecanismo muestre que lo que creíamos que era causación en
realidad era un epifenómeno o causación precedente.
Asimetría temporal significa que una causa debe preceder a su efecto,
o por lo menos no sucederlo. El aspecto controvertido de este principio se
refiere a la diferencia entre las dos formulaciones que se acaban de dar.
¿Puede un efecto ser simultáneo con su causa? Volveré a esta pregunta
más adelante. Aquí quisiera observar que el principio de asimetría tem
poral puede generalizarse a partir de la explicación causal a cualquier ti
po de explicación: el explanans no puede seguir al explanandum. Respecto
de la explicación intencional esto se sigue del hecho de que no explicamos
la conducta intencional por las consecuencias reales que se derivan de
ella, sino sólo por las consecuencias previstas, que pueden no haberse
cumplido o que inclusive pueden ser irrealizables. Podría parecer que la
explicación funcional viola el principio generalizado, puesto que en este
caso los fenómenos son explicados por sus consecuencias reales.[14] Pero
la conclusión que se debe sacar no es que el efecto retroactivo es posible,
sino que el explanandum debe ser una entidad que perdura en el tiempo y
no un acontecimiento que se produce una sola vez. Si fuéramos a decir, por
ejemplo, que el delito ha de explicarse por sus efectos beneficiosos para la
competencia capitalista, eso sólo puede significar que el delito en el tiem
po t tiene consecuencias beneficiosas que mantienen y sostienen el delito
en algún tiempo posterior t‘.
Los tres principios de causalidad son lógicamente independientes. Só
lo afirmaré esto respecto de los dos primeros principios, puesto que el ter
cero no presenta ninguna dificultad (ni interés) en este sentido. Con deter-
minismo sin causalidad local, apelamos al pasado para explicar el presen
te y predecir el futuro. Supongamos, por ejemplo, que se ha demostrado
que el siguiente enunciado es falso: siempre que dos sistemas (de un tipo
dado) son idénticos en el tiempo t, también son idénticos en todos los tiem
pos posteriores. A partir de esto podemos concluir la falsedad del determi-
nismo, pero no necesitamos hacerlo. Podemos conservarlo si el siguiente
enunciado es verdadero: toda vez que dos sistemas han sido idénticos has
ta t inclusive, serón idénticos en todos los tiempos posteriores. Para que el
primer enunciado sea verdadero y el segundo falso, debe haber alguna
histéresis real en el sistema. Se ha señalado, por ejemplo, que el aparente
indeterminismo de la mecánica cuántica puede suprimirse tomando en
cuenta la historia pasada de las partículas.!! 15] Pero la solución estándar
es la contraria, o sea conservar la causalidad local y abandonar el deter-
minismo. Esto supone rechazar los dos enunciados que acabamos de men
cionar y aceptar el siguiente: toda vez que dos sistemas son idénticos en el
32
tiempo t, tendrán idéntica distribución de probabilidades para su desarro
llo futuro.
En realidad, el status epistemológico de las tres propiedades de la re
lación causal es una cuestión problemática. Tal vez la mejor respuesta sea
la siguiente. Invariablemente se encuentra que los principios funcionan
en el nivel molar, el de los objetos aproximadamente comparables por su
tamaño a los seres humanos. Por el tipo de mecanismo que tan bien des
cribió Hume, esto ha llevado a creer en su absoluta necesidad, tanto en el
caso de objetos menores como mayores que aquellos que podemos manipu
lar y observar. Los filósofos han tratado de comprender la naturaleza de
esta necesidad y también sus fundamentos. Pero la ciencia recientemente
ha llegado a cuestionar y —en el caso del determinismo— a rechazar los
principios sobre bases empíricas. Y si se los puede cuestionar sobre bases
empíricas, aparentemente serían de carácter empírico, aun si en algún
tiempo posterior llegaran a ser reafirmados. Sin embargo, este último pa
so no es obvio. Si el análisis científico futuro conduce a una rehabilitación
del determinismo, podría hacerlo de un modo tal que lo hiciera aparecer
como verdaderamente necesario, en alguno de los muchos sentidos de es
te término.
Sin embargo, sea como fuere, el científico que no trabaja en física ató
mica probablemente pueda continuar invocando los principios con relati
va buena conciencia, no sólo en el nivel molar sino también en el caso de
los fenómenos micro y macro que están fuera del alcance de los sentidos.
Pero esta conciencia a lo sumo puede ser relativamente buena, porque el
azar objetivo de la mecánica cuántica no puede quedar totalmente restrin
gido a la física atómica. Puede volcarse hacia la biología y también a la
psicología: la biología, puesto que las mutaciones al azaren última instan
cia pueden tener alguna explicación en mecánica cuántica, y la psicología,
puesto que los fenómenos del pensamiento pueden depender de la descar
ga al azar de las neuronas.
Quedan dos hilos sueltos en el argumento, que en realidad se pueden
usar recíprocamente para anudarse entre sí. Estos son: la cuestión de las
explicaciones causales de los estados de cosas y la cuestión de la causa
ción simultánea. Que puede haber explicaciones causales de los hechos
fácticos es obvio. El hecho de que mi máquina de escribir en este momen
to esté situada a 85 cm del suelo es un estado de cosas que puede explicar
se causalmente. Pero por supuesto ese estado no entra como relatum en
una relación causal, puesto que sólo los acontecimientos pueden ser relata
causales. La explicación causal de un estado de cosas se maneja con leyes
causales, pero de un modo más complejo que las explicaciones causales de
acontecimientos. La posición presente de mi máquina de escribir puede
explicarse como el resultado equilibrado de una cantidad muy grande de
mecanismos causales interrelacionados que especifican qué ocurre en el
grano fino de la máquina de escribir tanto como en el de la mesa en la que
está apoyada. Resulta tentador decir que la posición actual de la máquina
de escribir es explicada, y tal vez hasta causada, por el hecho de que co
rrientemente está en reposo encima de mi mesa. Con lo cual podríamos in
troducir la noción de explicación simultánea, y tal vez la de causación si-
33
inultánea. Pero creo que estas tentaciones deben resistirse, o por lo menos
entregarse a ellas sólo metafóricamente. Un equilibrio puede modelarse
como intemporal, pero ésta es sólo una aproximación superficial. Los equi
librios se sostienen en micromecanismos que operan de modos muy sutil
mente afinados y compensadores. Esto vale para el equilibrio térmico del
gas como para el equilibrio económico general. Tal vez queremos decir,
con una expresión abreviada, que un rasgo del equilibrio es explicado por
otro, y este modo de expresión puede ser útil para algunos propósitos. Pe
ro estrictamente hablando, esto es cometer la falacia de los epifenómenos,
puesto que los macrorrasgos de los equilibrios son efectos conjuntos de la
microestructura.
34
en realidad no altera la predicción. Esto significa que el grupo se compor
ta como si fuera determinista en su conjunto. Por supuesto, no hay razo
nes generales para esperar la misma estabilidad que encontramos en la
biología evolutiva, donde apareció por primera vez la noción de homeorhe-
sis, de modo que tenemos que dar razones específicas en cada caso parti
cular para creer que existen sociedades dinámicamente estables. Pero su
poniendo que se haya dado alguna demostración de ese tipo, podemos pre
decir únicamente el valor futuro de macrovariables, usando sólo valores
presentes de macrovariables. (O posiblemente también valores pasados,
en la medida en que aquí sólo me ocupo del determinismo y no de la cau
salidad local.) Si en otros casos — que en las ciencias sociales e históricas
serán la abrumadora mayoría— no estamos en condiciones de predecir
macrovariables usando sólo macrovariables, esto no significa que esa so
ciedad no se comporte en forma determinista, sino sólo que le falta un cier
to tipo de estabilidad. Sin embargo, aun puede ser posible formular ma-
croteorías, si renunciamos a la predicción singular. Se han hecho intentos,
por ejemplo, de desarrollar una teoría del cambio histórico utilizando co
rrespondencias (impropiamente denominadas funciones multivalentes) y
no funciones (denominadas en forma redundante funciones univalen-
tes).[17] Dado el macroestado actual, podemos predecir que el macroesta-
do siguiente se encontrará dentro de algún subconjunto de los estados
abstractamente concebibles. O bien, alternativamente, podríamos tratar
de definir una distribución probabilística sobre el conjunto de macroesta-
dos que pueden surgir.
35
autores,[22] han sostenido que más bien debería considerarse la corriente
de producción en el tiempo como una función de la corriente de energía de
trabajo en el tiempo: P(t)=F(T(t)). Sin embargo, esto supone histéresis,
porque entonces no se puede predecir producción en el tiempo t sin apelar
a la energía de trabajo en tiempos anteriores. El procedimiento puede ser
conveniente para algunos propósitos analíticos, además de su evidente
atractivo político, pero como descripción de la estructura causal del proce
so de producción es claramente inadecuado. Tiene que ser posible explicar
lo que ocurre en el proceso de producción ahora sin apelar al pasado dis
tante. Una manera de hacerlo sería simplemente desagregar la función
de producción: PsAK^.K^, T).
36
La explotación supone sacar provecho indebido de alguien.[25] Por eso
incluye la noción moral de falta de equidad, así como un requisito esen
cialmente causal de que explotador y explotado interactúen de modo que
el primero “saque provecho” del último. En su importante obra sobre ex
plotación y clase, John Roemer presentó dos definiciones de explotación:
una que respeta estos requisitos y la otra no.[26] La última — la única que
me interesa en este caso— estipula que un grupo es explotado si hubiese
estado en mejores condiciones si se lo hubiera apartado del conjunto de la
sociedad, llevándose consigo alguno de los activos sociales conforme a al
guna regla de separación. Para superar posibles objeciones, también esti
pula que el grupo complementario — los explotadores— hubiesen estado
en peores condiciones si tuviesen que apartarse siguiendo las mismas re
glas. Pero es fácil elaborar ejemplos en los que dos grupos interactúan de
un modo en que estos dos enunciados contrafácticos resultan verdaderos,
y sin embargo la interacción no es de explotación.[27]
Pero aunque los enunciados contrafácticos no agotan el significado de
los enunciados causales, pueden ofrecer caracterizaciones verdaderas no
definicionales de relaciones causales en muchos casos centrales. Una ra
zón por la que la causalidad es tan importante prácticamente, es por su
puesto el hecho de que con mucha frecuencia el efecto no se producirá en
ausencia de la causa. De un modo semejante, la definición de Roemer de
explotación y la de Goldman de poder ofrecen una comprensión decisiva
de muchos casos empíricos importantes.
Aunque el significado de la causalidad no se puede dar por enuncia
dos contrafácticos, éstos tienen una función importante en el análisis cau
sal. Cuando queremos evaluar la importancia relativa de las causas
Cr ..Cn para algún efecto E, tenemos que eliminar mentalmente las cau
sas, una por una, para ver qué diferencia establece la ausencia de esa cau
sa para el efecto. (Y, por supuesto, tenemos que eliminar cualquier otra
causa que estuviera esperando en alguna parte pero que fue precedida
por esa causa determinada. Volveré a este tema más adelante.) Cuando el
efecto E es alguna variable cuantitativa, la importancia relativa de las
causas puede estimarse simplemente evaluando su influencia cuantitati
va sobre E. En otros casos tal vez esto no sea factible, y entonces debemos
aguzar el ingenio para elaborar otras medidas. Si, por ejemplo, la ausen
cia de la causa C, hubiera postergado por un año la producción de E y la
ausencia de C2 a una demora de 10 años, sin duda tenemos justificación
para decir que C2 era más importante que Clt pero quizá no para decir que
era 10 veces más importante. Este procedimiento podría utilizarse, por
ejemplo, en un análisis de la importancia relativa de las causas de la Pri
mera Guerra Mundial, mientras que el enfoque cuantitativo más directo
podría usarse para evaluar las causas del crecimiento económico nortea
mericano en el siglo XIX.
El problema epistemológico es cómo averiguar la verdad, o la asertibi-
lidad, de los enunciados contrafácticos. En mi opinión, es muy difícil acep
tar que esos enunciados tienen condiciones de verdad, es decir, que son
verdaderos, cuando son verdaderos, a causa de alguna correspondencia
con los hechos. En particular, no puedo aceptar la sugerencia de que los
37
enunciados contrafáctícos podrían tener sus condiciones de verdad en
mundos posibles, como señalan algunos escritores recientes.[28] Sostie
nen que el enunciado “ Si hubiera ocurrido A, entonces hubiera ocurrido
B” es verdadero en el mundo x si y sólo si: 1) A no ocurre en cualquier
mundo que sea posible relativamente a x, y 2) B ocurre en el mundo más
cercano a x en el que ocurre A. Aquí se supone, primero, que la noción de
un mundo posible está en relación con otro mundo y no se la ve sólo como
posible tout court, y segundo, que de alguna manera podemos medir la
distancia entre un mundo dado y los otros mundos que son posibles rela
tivos a él.
Mi propia concepción, que es también la de otros autores huméanos
que escriben sobre causación, es que los contrafáctícos no pueden ser ver
daderos o falsos, sino sólo asertibles o no asertibles.[29] Las bases o condi
ciones para la asertíbilidad son nuestras teorías científicas actualmente
aceptadas, es decir, los enunciados universales legaliformes aceptados
hoy. Un enunciado contrafáctico es garantizado o asertible si el conse
cuente se puede deducir del antecedente junto con algunos enunciados
teóricos adecuadamente elegidos. Por otra parte, es importante conservar
parte de la descripción del mundo posible, como por ejemplo, la idea de
que debemos limitarnos a las alternativas más próximas bajo las cuales el
antecedente es verdadero. Queremos decir que el contrafáctico es aserti
ble cuando el consecuente se sigue del supuesto del antecedente y la can
tidad mínima de otros cambios. Cuando suponemos un antecedente con
trario a los hechos, normalmente tenemos que agregar una cantidad de
otros cambios para que el supuesto sea internamente coherente.[30] Diga
mos, no podemos eliminar mentalmente a todos los esclavos del Sur norte
americano anterior a 1861, sin eliminar también a los capataces, los pro
pietarios de los esclavos, las leyes esclavistas, etc. Pero si bien algunos
cambios de este tipo deben aceptarse, no es lo mismo en todos los casos. Si
queremos defender el enunciado “En ausencia de la esclavitud la econo
mía sureña anterior a 1861 hubiera tenido una tasa de crecimiento sus
tancialmente más alta”, no nos ocupamos de la alta tasa de crecimiento de
todas las economías no esclavistas internamente coherentes anteriores a
1861, incluyendo las que fueron devastadas por un terremoto o afectadas
por plagas.
Además de la coherencia interna del supuesto contrafáctico, necesita
mos la posibilidad histórica. Si el antecedente de un contrafáctico históri
co no puede insertarse dentro del desarrollo histórico real, no debe incluír
selo. Si queremos evaluar la economía norteamericana real en 1860 com
parándola con un estado contrafáctico de la economía en la misma época,
necesitamos que este último pudiera haberse derivado de la historia real
en alguna época posterior, hasta donde sepamos, es decir, hasta donde
nuestras teorías nos lo digan. Puesto que si este requisito no se cumple, no
estaremos hablando del curso d é la historia norteamericana, que es un in
dividuo histórico.[31] Por supuesto, para que tal derivación sea posible
nuestras teorías deben tener un carácter no determinista pero, como he
mos dicho antes, esto sólo podríamos esperarlo en el nivel de las macroteo-
rías utilizadas para el estudio del cambio social.
38
Un ejemplo relacionado con el cambio tecnológico puede ayudamos a
explicitar lo que está implícito en este enfoque de los contrafácticos. El es
tudio de Robert Fogel sobre la importancia de los ferrocarriles para el cre
cimiento económico norteamericano en el siglo XIX probablemente es el in
tento más ambicioso que jamás se haya hecho en el campo de la historia
contrafáctica.[32] Fogel se propone defender una tesis: que el PBN nortea
mericano en 1890 no hubiese sido mucho menor si los ferrocarriles nunca
se hubieran introducido.[33] Al exponer los argumentos para su tesis, Fo
gel generalmente se toma mucho cuidado en seguir el procedimiento que
hemos delineado antes: reconstruir el desarrollo económico norteamerica
no a partir de la época más tardía posible en que se pudiera haber deriva
do una economía sin ferrocarriles, es decir, aproximadamente a partir de
1830. Pero existe un error flagrante en el razonamiento, señalado por
Paul David en su reseña de esa obra. Se trata del supuesto implícito de Fo
gel de que las ventqjas de la introducción son equiparables a las pérdidas
de su eliminación. El principal ejemplo de David se refiere a la existencia
de economías de escala irreversibles, debidas al aprender haciendo (capítulo
6). Si los menores costos del transporte por ferrocarril llevaron a menos
precios de las mercaderías transportadas, y a una mayor demanda de
ellas, las técnicas de producción masiva podrían haber logrado que — su
poniendo una eliminación instantánea del ferrocarril en 1890— se obtu
viera todavía una mayor eficiencia con un volumen menor de producción
que con las técnicas dadas inicialmente. Al medir la falta de ganancias por
la introducción mediante la pérdida ocasionada por la eliminación, Fogel
argumenta como si fuera posible medir la importancia de la escalera en el
punto en que se ha hecho posible dejarla caer.
El análisis de enunciados contrafácticos en historia plantea varios in
terrogantes de los cuales mencionaré tres. El primero podemos llamarlo
“el problema de la tijera” creado por el uso doble de la teoría en el análisis
de contrafácticos. Claramente necesitamos una teoría para pasar del an
tecedente al consecuente en los enunciados contrafácticos, pero también
necesitamos teoría para evaluar la legitimidad del antecedente tomado
en sí. Necesitamos teoría para que nos diga si el supuesto del anteceden
te contrafáctico es compatible con lo que contiene el mundo real. La teoría
económica nos dice, por ejemplo, que normalmente no podemos suponer
un mayor volumen de ventas y mantener constante la unidad de pre-
cio.[35] El interrogante se plantea porque estas dos funciones asignadas a
la teoría pueden entrar en conflicto entre sí. Cuanto mejores sean nues
tras teorías, tanto más antecedentes podrán eliminar como ilegítimos, y
en mejores condiciones estaremos de evaluar el consecuente. O formular
lo de otra manera: cuantas más preguntas podemos hacer, menos pode
mos contestar. Sin duda aquí hay que encontrar un delicado equilibrio.
Una vez más, el ejemplo del ferrocarril resultará útil. Si queremos sa
ber qué hubiera pasado si el ferrocarril no se hubiera inventado, podría
interesarnos determinar si la máquina de combustión interna podía ha
berse inventado antes del momento en que efectivamente se hizo. Para
contestar a esta pregunta necesitaríamos una teoría que relacionara el
cambio tecnológico con diversas condiciones socioeconómicas y científicas.
39
Pero si tuviéramos tal teoría, hay grandes posibilidades de que también
nos diría que la invención del ferrocarril era inevitable, dadas las condi
ciones existentes en ese momento, de modo que la misma teoría que nos
dice cómo contestar a la pregunta (¿qué hubiera pasado sin el ferrocarril?)
también nos dice que ésta no es una pregunta que se deba formular (por
que la invención era inevitable de acuerdo con la teoría). Si suponemos
que no había ferrocarril en 1830, la teoría nos dice que será inventado en
1831; y si insistimos en suponer que no lo había durante todo el período,
la teoría nos dice que algo m uy parecido a él se inventará.[36] En otras
palabras, la causación precedente nuevamente vuelve a levantar su desa
gradable cabeza. Fogel se puede permitir una estratagema con este pro
blema porque no pudo evaluar la importancia exacta de los ferrocarriles
para el crecimiento económico norteamericano, sino sólo probar la tesis de
que la importancia estaba por debajo de cierto límite superior. Entonces
puede hacer de abogado del Diablo y suponer que no se hubiera desarro
llado ningún sustituto del ferrocarril, porque si su tesis es válida con este
supuesto, continuará siéndolo si se lo elimina.
El segundo interrogante se plantea cuando hay causas que interac
túan en forma no aditiva Supongamos, esquemáticamente, que las cau
sas Cj y 2 contribuyen al efecto E del modo siguiente: £=20^+302+0,.C2.
Más aun, supongamos que en un caso dado C, y C, tienen valores 2 y 1 res
pectivamente, suponiendo un valor de 9 para E. Si tratamos de determi
nar la importancia relativa de las causas suponiendo que no estén prime
ro Cj y luego C2, obtenemos el resultado de que C, contribuye 6 a E (pues
to que sin ella el efecto sería 3) y C2 contribuye 5 (puesto que sin ella el
efecto sería 4). Pero esto a su vez implica que la contribución total de las
dos causas al efecto excede el efecto total, lo cual es absurdo.
El problema tiene una pertinencia crucial en el caso de la teoría de la
distribución del ingreso. Si se acepta que el factor participación debe re
flejar el factor contribución (“A cada uno según su contribución”), enton
ces necesitamos un principio para determinar qué porción del producto
ñnal debe asignarse causalmente a los diversos factores de la producción.
Si suponemos que los factores son capital y trabajo (dejando de lado el
problema del capital conjunto), relacionados como lo están en la función
de producción de Cobb-Douglas P=a.Kb.Lc, con b+c=l, entonces el método
contrafáctico tiene la implicación absurda de que cada factor es causal
mente responsable del producto total puesto que el resultado es cero
cuando un factor es cero. El enfoque elegido en algunas versiones más
simplificadas de la teoría neoclásica es suponer en cambio que la contri
bución por unidad de cada factor debe ser equiparada con el producto
marginal de ese factor. Entonces resulta, mágicamente, que las contribu
ciones totales de todas las unidades de ambos factores agotan el producto
total.[37] Y puesto que la contribución de cada trabajador se considera co
mo el producto marginal, el principio aA cada cual según su contribución”
inmediatamente implica que el trabajo debe pagarse de acuerdo con la
productividad marginal.
Se pueden levantar las siguientes objeciones contra esta línea de ar
gumentación. Primero, simplemente no existe ningún modo de descompo
40
ner el producto total en la contribución del capital y la del trabajo. De he
cho, resulta claro que no se puede tratar a cada trabajador como si fuera
el último que va a ser contratado.[38] Este análisis causal tiene sentido en
el margen, pero no para el factor contribución en su conjunto. Si renuncia
mos al supuesto de que b+c=l en la función de producción, permitiendo
rendimientos crecientes o decrecientes en escala, entonces deja de ser
verdad que el producto sea exactamente agotado por el factor total “con
tribuciones” (en el sentido de productos marginales). Con rendimientos
crecientes en escala, la suma total de “contribuciones” excederá el produc
to total, y con rendimientos decrecientes se quedará corta. En segundo lu
gar, el principio “A cada uno según su contribución” no debe extenderse a
la contribución de capital. Aun cuando los bienes de capital tienen un pa
pel causal en el proceso de producción, sus propietarios no trabajan como
para que pudiera justificarse que conservan una parte del producto neto.
A menudo los marxistas expresan esto diciendo que el capital “realmente”
es trabajo congelado, y así no pueden reclamar ninguna parte del produc-
to.[39] Argumenté anteriormente que este lenguaje es engañoso, puesto
que da la impresión de alguna histéresis verdadera en el proceso de pro
ducción. La representación fTK, T) del proceso de producción es engañosa
a causa del problema de la agregación, pero sería un error descartar esta
representación arguyendo que el capital, al ser solamente trabqjo conge
lado, no debe figurar en la función de producción. Si el problema de la
agregación no surgiera, se podría aceptar f(K, T) como representación ade
cuada y sin embargo objetar el derecho del capital a una participación en
el producto.
El tercer interrogante tiene que ver con la identificación de los actores
que participan en el enunciado contrafáctico. A menudo queremos saber
si la situación económica — miseria o prosperidad— de un cierto grupo de
personas puede ser atribuida al sistema económico en el que se encuen
tran. Entonces contestamos, contrafácticamente, si hubieran estado en
mejores condiciones en algún sistema alternativo. Sin duda puede resul
tar conceptualmente difícil determinar cuál es el sistema pertinente para
la comparación.[40] Sin embargo, un problema más básico es que en el sis
tema alternativo que se analiza puede resultar imposible identificar al
grupo cuya situación queremos evaluar, si está definido en términos espe
cíficos para el sistema real. En ese caso podemos evaluar la situación del
grupo sólo en los casos realmente especiales en que el miembro más aco
modado de la sociedad real está en peor situación que el miembro que se
encuentra en la peor situación en el sistema alternativo, o el miembro en
peor situación de la sociedad real está en mejores condiciones que el más
acomodado en el alternativo.
Una vez más la esclavitud nos proporciona un ejemplo instructivo. Un
historiador de la esclavitud norteamericana escribe que “si no hubiera si
do por las plantaciones y la esclavitud, las ciudades y pueblos del Sur hu
biesen sido menos y más pequeñas todavía, lo cual hubiese resultado en
oportunidades mucho menores para los blancos que no tenían escla-
vos”.[41] Ahora bien, dejando de lado la “ilusión microeconómica” que sub
yace en este argumento,[421 éste falla por la simple base lógica de que en
41
la economía sureña sin esclavos no sería posible identificar a los grupos
que en la economía esclavista eran “los blancos que no tenían esclavos” y
distinguirlos de los que tenían esclavos. Esto es así porque el grupo de
blancos que no tienen esclavos está definido en términos del propio siste
ma que se nos pide que se elimine del supuesto. Por el contrario, no habría
problema si preguntáramos por el destino de los pequeños granjeros o de
los negros en un sistema no esclavista, puesto que éstas no son categorías
definidas en términos de esclavitud. Tales problemas de “identidad trans-
mundial” se plantean bastante a menudo en las ciencias sociales, y tien
den a socavar nuestras nociones intuitivas acerca de cuáles son las com
paraciones significativas que se pueden hacer entre grupos o sistemas.[43]
Los tres interrogantes que destaqué para su análisis son todos, bási
camente, problemas de agregación. Se plantean porque con frecuencia
queremos explicar en el macronivel, aun cuando los mecanismos subya
centes son de grano más fino. Claramente, en el futuro previsible las cien
cias sociales no pueden prescindir de macroexplicaciones, pero tampoco
pueden esperar deshacerse de tales interrogantes.
42
de constituyen la regla. Casarse por amor en una sociedad aristocrática es
ponerse al borde del desastre, puesto que ir contra la corriente tiende a
crear hostilidad y a su vez rencor. Más aun, sólo las personas obstinadas
irán contra la corriente en primer lugar, y el hecho de ser obstinado no es
un rasgo de carácter que pueda conducir a un matrimonio feliz.[45]
El segundo principio es el del efecto neto. Un ejemplo típico es el si
guiente: “Como no hay organización preventiva en los Estados Unidos,
hay más incendios que en Europa, pero generalmente se los apaga más
rápidamente, porque los vecinos nunca dejan de acudir con premura al si
tio del siniestro”.[46] Un argumento similar se aplica al impacto de la de
mocracia sobre la integración social, en el que Tocqueville afirma que, en
comparación con las aristocracias, cada persona está ligada a una mayor
cantidad de personas, aunque la fuerza de cada vínculo es más débil.[47J
La estructura general de estos argumentos es la siguiente. Queremos en
tender el efecto de la variable exógena, la democracia, sobre variables en
dógenas tales como la cantidad de casas destruidas por el fuego o la fuer
za de la integración social. Tocqueville observa que el efecto en cada caso
está modificado por dos variables intermedias, que interactúan multipli
cativamente en lugar de aditivamente; y que trabajan en direcciones
opuestas. Por lo tanto, el efecto neto puede darse en cualquiera de los dos
sentidos, en ausencia de información acerca de la fuerza relativa de las
dos tendencias. El punto metodológico es que el impacto de la democracia
puede decidirse simplemente observando el efecto neto, y no focalizando
uno de los mecanismos parciales, como se podría hacer fácilmente.
El tercer principio es el del largo plazo. De hecho, es un caso especial
del segundo, pero de suficiente importancia como para ser considerado in
dividualmente. Tocqueville escribe que “con el tiempo el gobierno demo
crático debería aumentar las fuerzas reales de una sociedad, pero no pue
de reunir inmediatamente, en un punto y en un momento dado, fuerzas
tan grandes como las que están a disposición de un gobierno aristocrático
o de una monarquía absoluta”.[48] El punto es similar al que planteó
Schumpeter en un famoso argumento a favor del capitalismo, analizado
más adelante en el capítulo 5.
El cuarto principio es el del estado estable. Quizás el argumento cen
tral del trabajo de Tocqueville sobre la democracia es que no deben con
fundirse los efectos de la democratización con los efectos de la democracia.
Los primeros son los que se observan antes de que la democracia haya
encontrado su “equilibrio permanente y tranquilo”,149] mientras que los
segundos se encuentran cuando el proceso finalmente llega a un alto. Ob
sérvese que la distinción entre efectos a corto y largo plazo se realiza den
tro del estado estable: la ineficiencia del corto plazo y la eficiencia del lar
go plazo de la democracia pertenecen a las características de estado esta
ble. Por lo tanto, no deben confundirse efectos transitorios con efectos a
corto plazo. Tocqueville conoce bien el hecho que puede no resultar un es
tado estable a partir de un cambio exógeno dado. Alrededor de 1855,
cuando escribe acerca del impacto de la revolución francesa, observa que
“ya he escuchado cuatro veces en mi vida que la nueva sociedad, así como
la hizo la Revolución, finalmente había encontrado su estado natural y
43
permanente, y luego los hechos siguientes demostraron que era un
error”.[50] En tales casos, no es posible identificar los efectos de la demo
cracia: solamente se puede buscar la cadena de efectos que se originan en
la revolución democrática. Pero en su análisis de los Estados Unidos,
Tocqueville claramente creyó posible distinguir los efectos del estado esta
ble de los meramente transitorios.[51]
Además de las dos dificultades mencionadas más arriba — que el sis
tema que observamos quizá no haya alcanzado aún su estado estable, y
que quizá no tenga un estado estable— existe la dificultad de que tal vez
nunca haya tiempo para que el efecto de estado estable aparezca, porque
el sistema está constantemente expuesto a choques exógenos. Probable
mente éste sea el caso en sociedades modernas que cambian rápidamente
(véase el capítulo 3 para un análisis de un problema análogo que surge en
los modelos de cambio social como una cadena de Markov absorbente). Por
todas estas razones, puede resultar difícil identificar casos de causación
simultánea. Por otro lado, se puede aliviar el problema que se origina en
la ausencia de un estado estable extendiendo el concepto de manera de in
cluir también los ciclos límite. Si, después de un cambio en una variable
exógena, las variables endógenas finalmente quedan fijas en una configu
ración oscilatoria estable, puede denominarse un efecto del cambio en
cuestión. Por ejemplo, se ha dicho que un efecto de la Revolución Francesa
fue introducir un cambio cíclico entre el orleanismo y el bonapartismo.[52]
44
Hay varios modos para tratar de proporcionar un apuntalamiento teó
rico de las probabilidades de transición. 1) Suponiendo que la elección de
carrera depende de preferencias, capacidad y oportunidades, el carácter
aleatorio de las primeras puede hacerse inteligible en términos de la dis
tribución aleatoria de uno de los dos últimos. La capacidad, para tomar el
caso más obvio, puede entenderse en términos de leyes genéticas estadís
ticas. Aunque esto es simplemente pasar la responsabilidad explicativa,
puede mejorar nuestra comprensión si la teoría invocada satisface uno de
los requisitos que aquí se estudian. 2) La elección de carrera puede enten
derse a través de la idea de una estrategia mixta, es decir, una distribu
ción de probabilidades intencionalmente elegida de entre el conjunto de
estrategias posibles. Lo que parece una explicación causal imperfecta se
transforma en una explicación intencional completamente satisfactoria.[54]
3) El contexto puede ser tal que justifique el supuesto de equiprobabili-
dad, basada en el principio de razón insuficiente. Para tomar un ejemplo
fiiera de las ciencias sociales, en mecánica estadística se deriva la distri
bución de Maxwell de las velocidades de las moléculas a partir del supues
to de que su movimiento es aleatorio, es decir, que no tiende a ninguna di
rección en particular. La suposición de aleatoriedad está justificada por el
siguiente argumento:
45
mente. Además, la explicación inductiva-estadística tiene una dificultad
propia, señalada por Hempel.[57] Consideremos las siguientes inferencias:
Aquí las cuatro premisas pueden ser ciertas, y sin embargo, ambas
conclusiones pueden no serlo. Por lo tanto, debe haber algo incorrecto en
el modo de inferencia. Hempel diagnostica la falla en el hecho de que la
conclusión es independiente de sus premisas, y afirma que solamente
puede entenderse en relación con la evidencia o fundamento en que se ba
sa. Esta dificultad se arrastra de la predicción a la explicación, dado que
“no importa si se nos informa que determinado hecho... ocurrió o no, pode
mos producir una explicación del resultado en cualquiera de los dos casos;
y una explicación, más aun, cuyas premisas son afirmaciones científica
mente establecidas que confieren una alta probabilidad lógica al resulta
do informado”.[581 O nuevamente, consideremos el siguiente ejemplo.
López se recupera de una enfermedad luego de haberse tratado con peni
cilina. Como la mayoría de las personas que trataron la misma enferme
dad con penicilina se recuperan, podemos explicar la recuperación de Ló
pez según líneas inductivo-estadísticas. Sin embargo, puede suceder que
un pequeño subgrupo de personas sean muy probablemente inmunes al
tratamiento con penicilina. Y López es uno de ellos. Si bien se curó, fue
porque pertenecía a un subgrupo de dicho subgrupo, cuyos miembros tie
nen grandes probabilidades de ser curados por la penicilina. Evidente
mente, la explicación — si es que este término es correcto— de la recupera
ción de López debe invocar su pertenencia al subgrupo del subgrupo, y no
su pertenencia a la población general. Pero si no supiéramos nada acerca
de estas diferenciaciones finas, bien podríamos concluir que López se curó
porque la penicilina en general lleva a la recuperación. La explicación in
ductiva-estadística, por las razones demostradas en tales casos, puede ser
ilegítima.
El análisis de correlación y sus derivaciones más sofisticadas como el
análisis de camino, proceden encontrando covariaciones sistemáticas en
tre las variables. Para una variable dependiente dada podemos encontrar
que covaría con varias variables independientes, y mediante conocidas
técnicas estadísticas es posible determinar la fúerza relativa de estos
vínculos, distinguir entre efectos directos e indirectos, etc. Típicamente la
variable dependiente solamente es explicada parcialmente por las varia
bles independientes, y el “residuo inexplicado” que queda frecuentemente
es muy grande. Sin embargo, decir que una explicación es sólo parcial
mente exitosa no es decir que es ilegítima.[59] Generalmente con esto úl
46
timo nos referimos a la correlación entre dos variables que no se origina
en una relación causal entre ellas, sino en su relación común con una ter
cera. Esto es lo que antes apareció como el problema de epifenómenos. El
peligro de confundir correlación y causación es un problema constante en
este modo de explicación estadística y la razón por la que hay que cuidar
se de interpretar correlaciones como más que indicaciones que “algo está
pasando” que vale la pena ser observado con más detalle. O quizás el pun
to debería expresarse negativamente, que la función del análisis de corre
lación es que nos permite descartar una hipótesis causal si la correlación
resulta baja.
Es común decir en tales casos que se puede distinguir la correlación
verdadera (es decir, explicatoria) de la ilegítima “controlando” la tercera
variable. Si, por ejemplo, hay una alta correlación negativa entre x (el por
centaje de miembros de un grupo que son casados) e y (la cantidad prome
dio de kilos de caramelos consumidos mensualmente por cada miembro),
podemos sospechar que esto se debe a que son efectos de una causa común
z (la edad promedio de los miembros del grupo). Si z se mantiene constan
te, la correlación entre x e y puede desaparecer, y podríamos concluir sin
más que la correlación era ilegítima. Y en este caso probablemente sería la
conclusión correcta. Pero consideremos el siguiente caso, extraído, como el
anterior, de un importante artículo de Herbert Simon.[60] Suponemos
una alta correlación positiva entre x (el porcentaje de mujeres empleadas
casadas) e y (el promedio de ausencias semanales por empleado). Sin em
bargo, cuando z (la cantidad de trabajo en la casa realizado semanalmen
te por empleada) se mantiene constante, la correlación entre x e y desapa
rece. Sin embargo, aquí concluiríamos que z es una variable interviniente
entre x e y. En el primer caso la cadena causal es x 4—z — en el segun
do es x —>z —»y. En el primer caso la correlación entre x e y era realmen
te ilegítima, en el segundo, no, aunque en ambos casos desaparece cuando
se mantiene z constante. Lo que nos permite distinguir entre los dos casos
son supuestos a priori acerca de los mecanismos causales que seguramen
te operarán; y ninguna mera manipulación o control de las variables pue
de sustituir tales supuestos.
47
2
Explicación funcional
a . E x p lic a c ió n f u n c i o n a l: e n b io lo g í a
48
lectivamente la probabilidad de errores de imprenta que ocurran en la se
gunda edición de un libro que corregirá los errores de la primera edición.
Más aun, se supone que las mutaciones son pequeñas, típicamente
sustituciones de aminoácidos que resultan del error en una sola letra del
lenguaje genético. Sin duda hay mecanismos, como la duplicación de ge
nes, que pueden producir macromutaciones. Sin embargo, en primer lu
gar la importancia evolutiva de éstos actualmente es muy controvertida; y
en segundo lugar, tales mutaciones, mientras que son grandes compara
das con las sustituciones de aminoácidos, son pequeñas comparadas con
las discontinuidades que se encuentran en la innovación humana. Antici
pando el análisis del capítulo 5 más adelante, ninguna duplicación de ge
nes podría producir un cambio del orden de magnitud del cambio de un ca
rro tirado por caballos a uno “sin caballos” .[21 O para citar a Schumpeter
“Por más que agreguemos sucesivamente tantos vagones de correo como
queramos, nunca tendremos con un eso un ferrocarrir.[3] Como el argu
mento principal en este trabajo es que hay una diferencia básica entre la
optimización local a través de pequeñas mejoras y la maximización global
que permite pasos de cualquier tamaño, la definición precisa de “pequeño”
no es realmente importante.
En la frase de Jacques Monod, la selección natural funciona por ca
sualidad y necesidad.[4] Mientras que las mutaciones son aleatorias, el
proceso de selección es determinístico, en el sentido de que en cualquier
momento la máquina tiene criterios bien definidos para aceptar o recha
zar cualquier mutación dada. (Esto significa que no me ocuparé de la
corriente genética ni de la evolución no darwiniana.) La mutación es acep
tada si el primer organismo en la que ocurre se beneficia con una mayor
capacidad reproductiva. Entonces como el organismo deja más descen
dientes que los otros organismos de la población, el nuevo alelo se expan
dirá hasta estar universalmente presente. (Esto significa que no hablaré
de la selección dependiente de la frecuencia ni de otras fuentes de poli
morfismo estable — como la heterosis— salvo un breve análisis en el
capítulo 3.) Una vez aceptada una mutación, los criterios para aceptar o
rechazar otras mutaciones cambiarán ya que el organismo, al estar ahora
en un estado diferente, puede resultar perjudicado o beneficiado por dife
rentes entradas. La máquina dice Sí o No para cada entrada según crite
rios que cambian cada vez que dice Sí. Si la máquina alguna vez llega a un
estado en el que dice No para cada una de las entradas (finitamente) posi
bles, decimos que ha alcanzado un máximo local. La población asciende
por un gradiente de conveniencia hasta que llega a un punto desde el que
cualquier otro movimiento solamente puede ser descendente, y allí se de
tiene.
Esta máquina de maximizar localmente es incapaz de determinadas
clases de conducta que, sin embargo, están indisociablemente vinculadas
a la adaptación humana y la resolución de problemas. En primer lugar, la
máquina no puede aprender de errores pasados, ya que sólo el éxito se
trae desde el pasado. En evolución no hay nada que corresponda a las “fa
llas útiles” de ingeniería.[5] En segundo lugar, la máquina no puede utili
zar la clase de estrategias indirectas resumidas en la frase “un paso hacia
49
atrás, dos hacia adelante”. Un excelente ejemplo de tal conducta entre los
humanos es la inversión, por ejemplo: en maquinaria; consumir menos
ahora para consumir más en el futuro. En tercer lugar, la máquina es in
capaz de esperar, es decir, de rechazar oportunidades ahora para poder
explotar otras más favorables más tarde. El sistema de las patentes pue
de ser un ejemplo de tal conducta entre los humanos: “retrasar la difusión
de progresos técnicos asegura que habrá más progresos para difundir”.[6J
Y por último, la máquina no podría comprometerse con antelación, lle
vando a cabo pasos hoy para restringir lo factible mañana.[7] Analizo al
gunos de estos puntos con más detalle en el capítulo siguiente. Aquí sola
mente quiero subrayar lo que se ha denominado el carácter impaciente,
miópico u oportunista de la selección natural: no tiene memoria del pasa
do ni capacidad para actuar en términos del futuro.
Un análisis más detallado de la máquina explicará la posibilidad de
cambio ambiental. Si el medio cambia, los criterios para decir Sí o No a las
mutaciones en general también cambiarán. Una mutación no es benefi
ciosa o peijudicial en sí misma, sino solamente con respecto a anteceden
tes genéticos dados (que son el resultado de mutaciones anteriores) y a un
medio dado. Con un medio cambiante bien puede darse el caso de que in
cluso nunca se alcancen máximos locales transitorios si el organismo no
puede avanzar al mismo ritmo que el medio. Sin embargo, el concepto de
medio es ambiguo. En primer lugar, los cambios ambientales pueden ser
modificaciones del medio climático y geológico, hasta el punto en que pro
vocan un cambio evolutivo sin verse afectados por él. (La última condición
es necesaria para excluir cambios climáticos endógenos, tales como el
cambio en la atmósfera originado por la evolución de las plantas.) En
segundo lugar, algunas partes de los ambientes son organismos en
evolución o que están afectados por ella. Si una población está constante
mente sujeta a un cambio ambiental exógeno, nunca puede lograrse un
equilibrio duradero, pero si el medio está formado (o afectado) por orga
nismos en evolución, tiene sentido preguntar si se puede lograr un equili
brio biológico general, un estado en el que todos los organismos han alcan
zado máximos locales con respecto a los demás. A priori, no es obvio que
éste sea siempre el caso: podría haber “juegos evolutivos” sin equilibrio.
No hay una objeción lógica a la idea de un mundo en el que la propor
ción de cambios del medio sea tan alta, en relación con la proporción de
mutaciones, que la mayoría de los organismos la mayor parte del tiempo
se adapten mal entre sí y al medio inorgánico. Sin embargo, en el mundo
que conocemos las infinitas adaptaciones sutiles que se encuentran en la
estructura y conducta de los organismos han atraído durante milenios la
curiosidad y —menos justificadamente— la admiración de los naturalis
tas. En muchos casos bien documentados la solución natural a los proble
mas estructurales y funcionales está sorprendentemente cerca de la que
hubiera elegido un ingeniero trabajando sobre el mismo problema. En al
gunos casos los animales y los hombres se están enfrentando a los mismos
problemas, de manera que se pueden comparar las soluciones. Como lo
demostró d’Arcy Wentworth Thompson en su tratado clásico On Growth
and Form, así como también otros autores recientes,[8] estas soluciones
50
con frecuencia son fuertemente convergentes. En trabajos ecológicos re
cientes,[91 la naturaleza se considera como un economista y no como un
ingeniero; de hecho la presupuestación óptima, la programación lineal, la
maximización de las ganancias, la minimización de los costos e incluso la
teoría del juego se están convirtiendo en parte de la teoría evolucionista
como de la economía. La evolución ha tenido mucho éxito en la resolución
del problema de acertar a un blanco móvil, es decir, de adaptarse a un me
dio cambiante. Esto sólo puede ser debido a la velocidad relativa de los
dos procesos intervinientes: la velocidad con la que se mueve la evolución
hacia el blanco debe ser mucho mayor que la velocidad con que el blanco
se aleja de la evolución. (Debería agregar, para evitar un malentendido,
que un medio que cambia regularmente puede tratarse como uno constan
te a los efectos de la teoría de la evolución.)! 10]
Ahora estamos en condiciones de mostrar la estructura lógica de la
explicación funcional en biología. Me ocuparé del caso ideal, en el que po
demos describir el explanandum lo más completamente posible dentro del
marco funcional. De lo que se ha dicho más arriba, está claro que, y por
qué, rara vez si es que sucede, se realiza este ideal. Entonces podemos de
cir que una característica estructural o de conducta de un organismo está
explicada funcionalmente si se puede demostrar que es parte de un máxi
mo individual local con respecto a la capacidad reproductiva, en un medio
de otros organismos que han alcanzado máximos locales similares. Es de
cir, si podemos demostrar que un pequeño cambio en la característica
estudiada conducirá a una capacidad reproductiva reducida para el orga
nismo, entonces entenderemos por qué el organismo tiene dicha caracte
rística.
He analizado dos de los elementos de esta definición: el concepto de
un máximo local y el de un equilibrio biológico general. Ahora quiero decir
algo acerca de las otras dos ideas que entran en la definición. Primero, de
bemos insistir en el carácter estrictamente individualista de la explica
ción funcional en biología. La evolución natural promueve la capacidad
reproductiva del organismo individual, no la de la población, de las espe
cies o del ecosistema. De hecho, el aumento de la capacidad reproductiva
del individuo puede reducir la de la población. Para explicar cómo puede
suceder esto necesitamos un aparato conceptual que resultará útil en ca
pítulos posteriores.
Supongamos que un organismo (o un individuo humano) pueda com
portarse en una de dos maneras diferentes, egoístamente (E) y altruista
mente (A). No debe preocupamos aquí el origen de cualquier conducta ob
servada: puede ser elección deliberada, mutación, etc. Supongamos también
que el organismo (restringiéndonos a este caso por el momento) vive en
una población de otros organismos que también se comportan de alguna
de estas dos maneras. Debido a la interacción, el resultado— en términos
de capacidad reproductiva— para el organismo dependerá no solamente
de su propia conducta, sino también de la de los demás. Por conveniencia
y sin mucha pérdida de generalidad,[11] podemos suponer que la situa
ción que enfrenta el organismo es la siguiente. Hay sólo cuatro posibilida
des: por un lado el organismo puede seguir A o E, y por el otro lado todos
51
los demás pueden seguir A o todos pueden seguir E. Escribiremos ‘(A, E)’
para el caso en que el organismo adopta A y todos los demás E; ‘(E, E)’ pa
ra el caso en que el organismo y los demás adoptan E; y así con los demás.
Si tomamos un ejemplo de los cardúmenes de peces,[12] ‘E’ será la tenden
cia hacia el medio del cardumen y ‘A’ será la ausencia de dicha tendencia.
Es claro entonces que será favorecida una mutación hacia E ya que, sien
do las otras iguales, siempre es mejor estar en el medio del cardumen que
en la periferia porque los peces del medio están menos expuestos a los de
predadores. Sin embargo, si todos tratan de estar en el medio (como lo ha
rán, ya que los peces que lo hagan se verán favorecidos por la selección na
tural), el cardumen como un todo se tom ará más compacto y estará más
expuesto a los depredadores. Esto significa que, desde el punto de vista de
la capacidad reproductiva de cada pez, las cuatro alternativas pueden cla
sificarse según el orden de preferencia del dilema de los prisioneros:
52
ro dirigir la atención es que el maximando es la adaptación reproductiva,
no la adaptación al ambiente según se mide, digamos, durante una vida.
Es obvio que cierta adaptación ecológica en general es un medio indispen
sable para la adaptación reproductiva, pues si no se sobrevive, tampoco se
puede reproducir. Pero la conexión es solamente general: la selección na
tural no favorece el grado máximo de adaptación ecológica, sino el grado
que es óptimo para la adaptación reproductiva. Demasiada adaptación
ecológica puede resultar peijudicial para la adaptación reproductiva, sim
plemente porque el sólo proceso de producir y criar descendencia crea un
riesgo ecológico para el organismo exponiéndolo más a depredadores que
en otro momento. Para maximizar la adaptación ecológica un organismo
debería ser estéril, con adaptación reproductiva cero.
Es importante ver que las dos últimas características mencionadas de
la explicación funcional crean una teoría muy diferente de la imagen po
pular de la evolución. En lugar del tranquilizador panorama de la selec
ción natural que adapta las especies a su medio, por ejemplo, evitando el
pastoreo excesivo o la agresión, obtenemos la triste historia de organis
mos individuales que salen a maximizar la cantidad de descendientes, su
ceda lo que suceda. O, más sombrío aun, una historia acerca de genes indi
viduales que salen a maximizar las copias de ellos mismos, utilizando a
cada organismo como sus recipientes.[15]
b . E x p lic a c ió n f u n c i o n a l: e n la s c ie n c ia s s o c ia le s
53
secuencias beneficiosas para el modelo más amplio que los justifica y ex
plica. Es cierto, ésta no es la única forma posible de teodicea, pues tam
bién existe la tradición alternativa que explica el mal como el inevitable
subproducto del bien y no como un medio necesario para lograrlo.[17] Cas
car los huevos no contribuye al sabor de la omelette; simplemente no pue
de ser de otro modo. Además, la teodicea no puede servir como una base
deductiva para la sociodicea, para utilizar un término acuñado por Ray-
mond Aron, solamente como una analogía. No hay razón para que el mejor
de los mundos posibles también incluya a la mejor de las sociedades posi
bles. De hecho, el punto central de la teodicea es que la suboptimalidad en
la parte puede ser una condición para la optimalidad en el todo, y esto
también puede ser cierto si la parte considerada es el rincón del universo
en el que la historia del hombre se desarrolla. A pesar de estas amenidades
lógicas, el legado de la tradición teológica a las ciencias sociales fue una
fuerte conjetura de que los vicios privados resultarían ser beneficios pú
blicos.
En segundo lugar, la búsqueda de significado deriva de la biología
moderna. La biología predarwiniana también encontró un penetrante sig
nificado en los fenómenos biológicos, pero era un significado otorgado por
el creador divino y no uno que pudiera servir como una inspiración inde
pendiente para la sociología. Sin embargo, Darwin le dio a la adaptación
biológica un fundamento sólido en el análisis causal proporcionando así
un sustituto para la tradición teológica a cuya destrucción también con
tribuyó. Anteriormente tanto la sociodicea como la biodicea derivaban di
rectamente de la teodicea, pero ahora la sociodicea podría apelar a una
biodicea independiente. Nuevamente, la biodicea no servía como una base
deductiva (excepto algunas formas de darwinismo social y más reciente
mente la sociobiología), sino como una analogía. De modos algunas veces
crudos y otras veces sutiles, los científicos sociales estudiaban la sociedad
como si los presupuestos de adaptación y estabilidad tuvieran la misma
validez que en el reino animal. En la cámara de los horrores del pensa
miento científico los excesos biológicos de muchos científicos sociales cer
ca de comienzos de siglo ocupan un lugar primordial.[l81 Actualmente la
situación es menos desastrosa, pero el paradigma biológico mantiene una
importancia desproporcionada con respecto a sus méritos.
Podemos distinguir entre el programa fuerte y débil de la sociología
funcionalista. El programa fuerte puede resumirse en el
54
Principio de Merton: Cada vez que los fenómenos sociales tienen con
secuencias beneficiosas, involuntarias y no reconocidas, también pue
den explicarse a través de dichas consecuencias.
1) Y es un efecto de X;
2) Y es beneficioso para Z;
3) Y no es intención de los actores que realizan X;
4) Y — o por lo menos la relación causal entre X e Y— no es reconoci
da por los actores en Z;
5) Y mantiene a X por un giro de retroalimentación causal que pasa a
través de Z.[22]
Hay algunos casos en las ciencias sociales que satisfacen todos estos
criterios. El más conocido es el intento de la escuela de economistas de
Chicago de explicar la conducta de maximización de ganancias como re
sultado de la “selección natural” de empresas por el mercado.[23] La ano
malía que motivó este intento fue la siguiente. Por un lado, la conducta
externa observada en las empresas, como la elección de combinaciones de
factores y de nivel de producción, parece indicar que adoptan una posición
de maximizar las ganancias ajustándose óptimamente a la situación del
mercado. Por otro lado, estudios del proceso interno de toma de decisiones
de la empresa no encontraron que tuviera dicho objetivo; sino que eran
usuales ciertas reglas prácticas e inmediatas. Para cubrir la brecha entre
la producción de la caja negra y su trabajo interno, uno postuló que algu
nas empresas simplemente utilizaran reglas prácticas para maximizar
las ganancias y otras no; que las primeras sobreviven mientras que las
otras se extinguen; que las rutinas de maximización de ganancias tienden
a propagarse entre la población de empresas, ya sea por imitación o por
adquisición de compañías. Si fijamos X igual a cierta regla práctica, Y
igual a la maximización de ganancias y Z igual al conjunto de empresas,
tendremos un ejemplo de análisis funcional exitoso, en el sentido de que
posee la clase correcta de estructura explicativa. Sin embargo, debe obser
varse que la condición 4 solamente se cumple si las reglas se propagan por
adquisición de compañías, no por imitación.
Russell Hardin me ha convencido de que este ejemplo no es tan singu
lar como se pensaba antes.[24] Entre otros, da el siguiente ingenioso
ejemplo: el crecimiento de la burocracia norteamericana puede explicarse
a través de sus consecuencias beneficiosas para los congresistas, pues una
55
burocracia significa más problemas burocráticos para el votante, y más
quejas para sus representantes en el Congreso, que entonces son reelegi
dos porque son más capaces que los candidatos nuevos para brindar este
servicio, pero también significa que los congresistas tienen menos tiempo
para el trabajo legislativo, que entonces recae en la burocracia, que por lo
tanto aumenta. Similarmente, el refuerzo skinneriano proporcionaría un
mecanismo que puede sostener explicaciones funcionales, aunque nueva
mente es dudoso si se cumple la condición 4, pues “si un vínculo causal es
tan sutil que su percepción está más allá de los poderes cognitivos (del be
neficiario), no puede desempeñar ningún papel en el refuerzo”.[25] Si
abandonamos la condición 4, obtenemos la clase de explicaciones que po
drían denominarse explicaciones filtro, en las que el beneficiario puede
percibir y reforzar (o adoptar) el modelo que lo beneficia, aunque en pri
mer lugar dichos beneficios no tuvieron ningún papel en su surgimiento.
Si bien son empíricamente importantes,[26] estas explicaciones no sirven
como ejemplos de explicación funcional exitosa así como se utiliza el tér
mino aquí.
Sin embargo, mi preocupación principal no es la rareza o frecuencia
de los casos exitosos del paradigma enunciado más arriba. Quiero decir
que muchos casos aparentes de explicación funcional fallan porque el giro
de retroalimentación del criterio 5 está postulado y no demostrado. O qui
zá “postulado” es demasiado fuerte, y debería decir “tácitamente presu
puesto”. Los sociólogos funcionalistas afirman como si (que no es afirmar
que) el criterio 5 se cumpliera automáticamente cuando se cumplen los
otros criterios. Como la demostración de que un fenómeno tiene conse
cuencias involuntarias, no percibidas y beneficiosas parece otorgarle cier
ta clase de significado, y como dar significado es explicar, el sociólogo tien
de a suponer que su trabajo ha terminado cuando se demuestra que se
cumplen los primeros cuatro criterios. En todo caso, ésta es la única mane
ra en que puedo explicar la verdadera práctica de la sociología funcionalis-
ta, de la que ahora daré algunas muestras.
Consideremos primero un argumento de Lewis Coser con respecto a
que “Los conflictos dentro y entre estructuras burocráticas proporcionan
los medios para evitar la osificación y el ritualismo que amenaza su forma
de organización”.[27] La frase es característicamente ambigua, pero es di
fícil no retener una impresión de que la prevención de la osificación expli
ca el conflicto burocrático. Si no se hacen reclamos explicatorios, ¿por qué
Coser no escribió “tiene el efecto de reducir” en lugar de “proporcionan los
medios para evitar”? El término “medios” indica claramente el concepto
complementario de un “fin”, con la idea sugerida de que el medio está allí
en favor del fin. Pero por supuesto no se postula ningún actor que desplie
gue los medios o que defina el fin: estamos en presencia de una teleología
objetiva, un proceso que no tiene sujeto y sin embargo tiene una meta.
Como ejemplo tomaré el siguiente pasaje del tercer volumen del Capi
tal de Marx:
La circunstancia de que un hombre sin fortuna pero que posee energía, soli
dez, estabilidad y agudeza comercial pueda convertirse en un capitalista de
56
esta manera... es muy admirada por los apologistas del sistema capitalista.
Aunque esta circunstancia trae continuamente una indeseada cantidad de
nuevos soldados de fortuna al campo y a la competencia con los capitalistas
ya existentes, también refuerza la supremacía del capital mismo, extiende
su base y le permite reclutar nuevas fuerzas para sí fuera del sustrato de la
sociedad. De manera similar, la circunstancia de que la Iglesia Católica, en
la Edad Media, formara su jerarquía con los mejores cerebros del territorio,
sin considerar sus propiedades, nacimiento o fortuna, fue uno de los princi
pales medios para consolidar el poder eclesiástico y suprimir la laicici-
dad.[28]
57
corto plazo.[34] Ahora bien, en primer lugar, el concepto de interés a largo
plazo es tan elástico y ambiguo que puede utilizarse para demostrar casi
cualquier cosa; y en segundo lugar no se puede apelar al modelo “un paso
hacia atrás, dos hacia adelante” sin apelar también a la existencia de un
agente intencional. No se pueden tener las dos situaciones: ambas apelan
a una teleología objetiva que no requiere un agente intencional, y atribu
yen a esta teleología un modelo que solamente tiene sentido para la inten
cionalidad subjetiva.[35]
Esto concluye mi argumento — o debería decir diatriba— contra la ex
plicación funcional del tipo más irreflexivo. Podría parecer injusto incluir
a Merton entre, e incluso como el ejemplo más importante de, los adhe-
rentes a este procedimiento. De hecho deja el interrogante de si sus análi
sis funcionales pretenden explicar, o quizá simplemente son paradigmas
para el estudio de consecuencias involuntarias en general. Pero como los
comprensivos lectores han considerado que su meta es la explicación,[36]
y como sin duda ha sido la interpretación más influyente, creo que mi pre
sentación está ampliamente justificada.
Los argumentos presentados más arriba descansan sobre dos pre
misas tácitas. Primero, una explicación funcional puede triunfar sola
mente si hay razones para creer en un giro de realimentación desde la
consecuencia hasta el fenómeno que se explica. Segundo, estas razones
solamente pueden ser la muestra de un mecanismo específico de rea
limentación en cada caso en particular. La segunda premisa no es ne
cesaria en el caso de la explicación funcional en biología, pues aquí
tenemos conocimiento general — la teoría de la evolución a través de la
selección natural— de que asegura la existencia de cierto mecanismo de
realimentación, aunque en un caso dado no podamos demostrarlo. Pero no
hay un análogo de las ciencias sociales a la teoría de la evolución y, por lo
tanto, los científicos sociales se ven obligados a mostrar en cada caso cómo
funciona la realimentación. Ahora continuaré analizando dos defensas de
la explicación funcional que se basan en la negación de ambas premisas
respectivamente. Comienzo con el intento de Arthur Stinchcombe de de
mostrar que hay un análogo de las ciencias sociales a la teoría de la selec
ción natural, y luego analizaré la propuesta más revolucionaria de G. A.
Cohén de que para una explicación funcional exitosa no es necesario nin
gún conocimiento — general o específico— de un mecanismo.
Stinchcombe indica que deberíamos considerar el cambio social como
una cadena absorbente de Markov.[37] Para explicar esta idea, utilizaré
un ejemplo de un pasaje citado más arriba, con respecto a la función de los
conflictos dentro y entre las burocracias. Suponemos que el sistema bu
rocrático puede estar en uno de dos estados posibles: R (rígido) y F (flexi
ble). Una burocracia rígida tiene una estructura jerárquica que no permi
te la manifestación de conflictos. Esto conduce a la acumulación de
tensión en la organización, que tendrá dificultades para adaptarse a las
condiciones cambiantes y a los problemas. Por otro lado, una estructura
flexible permite el desarrollo actualizado del conflicto y asegura la adap
tación. Entonces planteamos la pregunta de Markov: dado que la organi
zación en el momento t se encuentra en uno de los dos estados R o F, ¿cuá
58
les son las probabilidades de que el momento t +1 esté en uno u otro de los
estados?
Cuadro 2
Estado en el momento t
R F
Estado en el R 0 <p<1 0
momento t +1 F 1-p 1
59
de una persona que duerme puede explicarse como un estado absorbente:
damos vueltas dormidos hasta que encontramos una posición en la que no
hay presiones hacia otro cambio. [38] Esta puede ser una explicación váli
da de la posición, pero no es una explicación funcional. Esta no es una ob
jeción seria en sí misma. Sin embargo, en el caso más general un estado de
neutralidad funcional o de indiferencia con frecuencia inducirá una des
viación, [39] que con el tiempo se acumulará para producir grandes cam
bios. La tradición es un ejemplo. A diferencia del tradicionalismo, la tradi
ción tiene una memoria corta e inexacta: consiste en hacer aproximada
mente lo que hicieron nuestros padres, no hacer exactamente lo que las
personas de nuestra sociedad han estado haciendo desde tiempos inme-
moriales.[40] Por lo tanto, la conducta tradicional frecuentemente se en
cuentra en un estado de cambio incesante y hasta imperceptible. Explicar
la conducta tradicional, como la danza de la lluvia de los trobriandos,[41]
mediante la ausencia de consecuencias desestabilizadoras es, entonces,
ser víctima de miopía o aceptar sin pensar la descripción local de la prác
tica como antigua e inmutable. Para que la tradición sea inmutable, debe
haber fuerzas que actúan sobre ella para mantener constante la conduc-
ta.[42]
Sin embargo, en muchos casos la ausencia de un efecto positivo será
como la presencia de uno negativo. Por ejemplo, no es siempre cierto que
aquellos que pagan a los burócratas continuarán apoyándolos aunque no
les envíen por lo menos algo de la mercadería. Algunas veces las burocra
cias sobreviven simplemente por no causar petjuicios, pero esto no sirve
como un enunciado general. Concentrándome en los equilibrios estables
puedo ahora enunciar mi segunda objeción al modelo de Stinchcombe.
El modelo de la cadena de Markov se aplica a instituciones específi
cas, no a sociedades enteras. Para cualquier institución, lo que cuenta co
mo equilibrio dependerá del estado actual de todas las demás institucio
nes, igual que en el caso biológico. Esto significa que, como en el caso de la
evolución biológica, estamos en presencia de un blanco móvil. Sin embar
go, en el caso social no hay razones para creer que la velocidad del proce
so de adaptación exceda, en caso de hacerlo, la del cambio de los criterios
de adaptación. Por el contrario, el mismo ejemplo considerado más arriba
demuestra muy bien que los cambios sociales no tienen el carácter lento e
incremental de la evolución biológica. Una vez que el sistema burocrático
de una sociedad cambia tanto como de R a F, o de F a R, todos los demás
subsistemas pueden ser lanzados — o alejarse— del equilibrio y puede no
haber tiempo para moverse a (o sustancialmente hacia) uno nuevo.
Sin duda es un asunto empírico que admite niveles. En las sociedades
campesinas tradicionales puede ser que todos los subsistemas estén en un
estado de adaptación mutua entre sí, aunque nuevamente podría ser una
ilusión debida a la visión limitada del observador (o de la ideología local).
Edmund Leach, en su estudio de los kachin, argumenta en favor de un ci
clo muy largo de cambio social en esta sociedad tradicional, apelando a
una analogía con los ciclos de población en ecología. [43] Si esto es así, me
resulta claro que en las modernas sociedades industriales hay demasia
dos cambios como para que los equilibrios tengan tiempo para producirse
60
del modo que propone Stinchcombe.[44] La asociación entre antropología
social y explicación funcional entonces puede no ser accidental.
La defensa de Cohén de la explicación funcional se basa en considera
ciones epistemológicas y no en una teoría sociológica justificativa. [45]
Afirma que mientras el conocimiento de un mecanismo es condición sufi
ciente para una explicación funcional exitosa, y la existencia de un meca
nismo es una condición necesaria, el conocimiento no es una condición ne
cesaria. Una explicación funcional debe estar respaldada por algo más
allá de la mera observación de que el explanandum tiene consecuencias
beneficiosas, pero no necesitamos apelar a un mecanismo específico para
el respaldo. Las leyes de consecuencia proporcionan un respaldo alternati
vo, por ejemplo, enunciados generales legaliformes a los efectos de que ca
da vez que una institución o una conducta tuviera efectos beneficiosos, se
observaría realmente.
Esta idea puede explicitarse a través de un ejemplo. En su análisis de
la variedad y número de organizaciones en los Estados Unidos, Tocquevi-
lle ofrece una explicación que, parafraseando una cita, dice lo siguiente.
En las democracias los ciudadanos no difieren mucho entre sí y son cons
tantemente arrojados todos juntos a una vasta masa. Por lo tanto, surgen
una cantidad de clasificaciones artificiales y arbitrarias mediante las cua
les cada uno trata de mantenerse aparte, temiendo que de otro modo sería
absorbido por la multitud.[46] Similarmente, sin referirse a Tocqueville,
Paul Veyne ofrece el mismo análisis de los colegios romanos, cuya “fun
ción latente” era permitir festividades en un grupo lo suficientemente pe
queño como para la intimidad requerida, mientras que la función mani
fiesta era alguna meta arbitrariamente elegida y poco importante.[47]
Ahora es difícil ver cómo estos efectos involuntarios, no reconocidos y be
neficiosos de las agrupaciones también pueden explicarlas, y en todo caso
ninguno de los dos autores proporciona un mecanismo que dé una explica
ción. Sin embargo, Cohén diría que el análisis puede ser válido a pesar de
todo. Consideremos la siguiente proposición que resume el análisis de
Veyne:
61
Esta ley, a su vez, podría tener la siguiente forma:
62
productiva es el “tercer factor”, que explica tanto las características del or
ganismo como su tendencia a ser ecológicamente adaptables.
Un ejemplo de las ciencias sociales es más ilustrativo. En su análisis
de las relaciones de autoridad en la antigüedad clásica, Paul Veyne apela
a la teoría de Festinger de la disonancia cognitiva para explicar por qué
los súbditos aceptaban tan fácilmente su sumisión.[50] El no aceptar la
superioridad natural de sus gobernantes habría creado un estado muy
desagradable —“disonancia cognitiva”— en los súbditos, que por lo tanto,
se resignaban a un estado de sumisión del que no podían escapar en
ningún caso. Sin ninguna duda, la resignación era útil a los gobernantes,
aunque distaba de ser indispensable. Si era necesario podrían haber
defendido —y cuando fue necesario lo hicieron— su mandato por la
fuerza. Sin embargo, el hecho es que era útil; más aun, se llevaba a cabo
precisamente en aquellas circunstancias donde sería útil, es decir, aque
llas caracterizadas por una marcada desigualdad social. Un grado moíderado
de desigualdad no llevaría a la resignación, pero tampoco conduciría a la
rebelión. Entonces podemos formular una ley de consecuencia a los efectos
que “Cuando la resignación sería útil a los gobernantes, se produce la re
signación”, y sin embargo no podemos explicar la resignación a través de
estas consecuencias, ya que hay un “tercer factor” — la marcada desigual
dad social— que explica tanto la tendencia a la resignación como los bene
ficios para los gobernantes. Debemos concluir que lo que explica la re
signación de los súbditos al statu quo es que tenía beneficios para ellos,
siendo meramente casuales los beneficios para los gobernantes. La expli
cación de Cohén de la explicación funcional en términos de leyes de conse
cuencia recae en el problema de los epifenómenos. Para terminar con el
argumento debemos apelar al de Herbert Simón, citado en el último pá
rrafo del capítulo 1 más arriba, de que es imposible en principio distinguir
entre correlaciones reales y falsas sin algunos supuestos a priori sobre el
mecanismo causal en funcionamiento.
Análogamente, el problema de la explicación precedente destruye el
argumento de Cohén. Podría haber una ley de consecuencia no falsa de la
forma dada más arriba y, sin embargo, la presencia de A en algún caso es
pecífico podría deberse a un mecanismo muy diferente, que precedió al
mecanismo subyacente a la ley de consecuencia. Se podría modificar el
ejemplo utilizado en el párrafo anterior para ilustrar esta posibilidad.
Imaginemos que en general los gobernantes deben adoctrinar a los súbdi
tos para que éstos crean en la legitimidad del gobierno, y que de hecho lo
hacen cuando lo necesitan. Sin embargo, en algunos casos pueden no ne
cesitarlo, por ejemplo, si los súbditos espontáneamente inventan esta
ideología en bien de su tranquilidad espiritual. La ley de consecuencia ci
tada en el párrafo anterior entonces necesitaría la resignación, pero no la
explicaría en los casos en que los súbditos preceden el adoctrinamiento
creando su propia ideología. Aunque Cohén conoce bien las dificultades
que provocan los epifenómenos y la precedencia para el modelo de Hempel
de la explicación,[51] curiosamente desconoce hasta qué punto destruyen
su propia teoría de la explicación funcional.
63
Independientemente de estas cuestiones de principio, hay fuertes ra
zones pragmáticas para ser escéptico en el uso de las leyes de consecuen
cia para respaldar la explicación funcional. Estas se relacionan con algu
nas diferencias básicas entre la explicación funcional en biología y en
sociología. Primero, la biología se basa en la idea de las consecuencias
óptimas, mientras que la sociología se basa en el concepto mucho más va
go de las consecuencias beneficiosas. En segundo lugar, la biología apela a
la misma consecuencia en todos los casos, como la adaptación reproducti
va, mientras que en las ciencias sociales los beneficios explicatorios difie
ren de caso a caso.[52] Dada esta amplitud en el concepto de consecuen
cias beneficiosas, parece probable que para cualquier fenómeno social e
histórico importante se pueda encontrar una consecuencia a la que está
vinculado en una ley de consecuencia espuria. Hay tan pocos ejemplos his
tóricos de fenómenos tales como la transición de un modo de producción a
otro, para tomar el principal ejemplo de Cohén, que no se requiere mucho
ingenio para hallar una falsa ley de consecuencia confirmada por todos
ellos. Entonces, esta objeción dice que en las ciencias sociales puede resul
tar difícil distinguir entre generalizaciones legales y accidentales del tipo
representado por las leyes de consecuencia. Las objeciones enunciadas en
los párrafos precedentes dicen que incluso una generalización con carác
ter de ley puede no explicar, debido a la posibilidad de que estemos en pre
sencia de epifenómenos o de precedencias.
64
3
Explicación intencional
Cuadro 3
65
a. In te n cio n a lid a d
66
hombre y lo diferencian de los animales.[5] Además de esperar, que inclu
ye la capacidad de rechazar opciones favorables para acceder a opciones
aun más favorables más adelante, el hombre también tiene la capacidad
de utilizar estrategias indirectas, es decir, de aceptar opciones desfavora
bles para acceder a las muy favorables más tarde. Ambos modos de con
ducta fundamentalmente comprenden la relación con el futuro, así como
también lo hace la capacidad más compleja del precompromiso y otros
modos estratégicos de superar la propia irracionalidad.[6]
En el capítulo 2 varias veces apelé a la idea de que cada vez que que
remos explicar un modelo mediante sus consecuencias positivas a largo
plazo, mientras que también le adjudicamos consecuencias negativas a
corto plazo, implícitamente estamos suponiendo la presencia de un toma
dor de decisiones consciente. De hecho, la conciencia puede definirse como
un medio de re-presentación, una pantalla interna sobre la que lo física
mente ausente puede tener presencia y marcar una diferencia para la ac
ción en el presente. Operacionalmente, la conciencia puede detectarse a
través de la capacidad de desarrollar estrategias indirectas o de esperar
en situaciones cualitativamente nuevas. Aunque los animales algunas
veces se comportan de este modo, generalmente lo hacen solamente en
contextos muy estereotipados. Y cuando algunos animales parecen hacer
lo espontáneamente, la conclusión correcta es que sin duda están dotados
de conciencia y de la capacidad para comportarse intencionalmente.[7]
De este argumento se sigue que el concepto de intenciones inconscien
tes no es más coherente que el de la cuadratura del círculo. Sin embargo,
no se puede deducir que es imposible sacar sentido del concepto de incons
ciente, si lo concebimos estrictamente como un mecanismo para trepar
por un gradiente de placer.[8] Sería absurdo adjudicar al inconsciente la
capacidad de esperar, de hacer sacrificios, de actuar de acuerdo con re
glas, etc., pues todos estos modos de conducta presuponen conciencia.[9]
Los fenómenos como las ilusiones [10] o la flaqueza de voluntad [11] se
originan en el “principio del placer”, es decir, de la tendencia a buscar la
gratificación inmediata. Deberían explicarse en términos de los “cables de
la máquina del placer”,[12] no apelando a un agente milagroso u ho
múnculo dentro de la persona. Muchas explicaciones psicoanalíticas de la
conducta se originan en la misma obsesión errónea por el significado que
subyace en gran parte de la explicación funcional.
67
tivo. Es decir que nunca habría que caracterizar una creencia, una acción
o un modelo de conducta como racional a no ser que se esté dispuesto a
afirmar que la racionalidad explica que lo que se dice es racional. O, si el
término se utiliza en un sentido no explicativo, debe aclararse. El término
“racional”, como el término “funcional” , se utiliza frecuentemente para ca
racterizar la acción de un modo que hace poco claro si realmente hay una
intención de explicación.
La manera habitual de deñnir conducta racional es apelando a algún
concepto de optimización. Es decir que se dice que el agente racional elige
una acción que no sólo es un medio para el ñn, sino el mejor de todos los
medios que cree disponibles. En el siguiente apartado afirmaré que los
conceptos de racionalidad y optimalidad no son sinónimos. La caracteri
zación más completa de racionalidad tendrá que posponerse hasta ese
momento. Para los propósitos presentes es suficiente observar que la ra
cionalidad mínimamente implica consistencia de metas y creencias. Para
calzar una cuña entre intencionalidad y racionalidad, debemos demostrar
que puede haber deseos inconsistentes y creencias inconsistentes.
Con respecto a las creencias inconsistentes, demostraré su posibili
dad mediante una historia sobre Niels Bohr, que cierta vez tenía una he
rradura sobre la puerta. Cuando se le preguntó si la había colocado allí
porque creía que le traería suerte, contestó: “No, pero me dijeron que
traen suerte incluso a quienes no creen en ellas”.[13] Arreglando un poco
la historia, resulta lo siguiente:
Aunque las creencias entre comillas son consistentes entre sí, ambas
no pueden ser ciertas y ser creídas (por Bohr). Pero un sistema de creen
cias es consistente solamente si existe un mundo posible en el que son to
das ciertas y creídas.[14] Si en favor del argumento suponemos que Bohr
no estaba haciendo una broma y que en realidad colocó una herradura so
bre la puerta porque quería suerte y creía, aunque inconsistentemente,
que le traería suerte, tenemos el caso de una acción claramente irracio
nal, y sin embargo explicada intencionalmente.
Sin embargo, son más centrales los deseos irracionales que fueron es
tudiados intensivamente desde Hegel por filósofos y psicólogos. Los crite
rios de consistencia para los deseos pueden definirse análogamente a los
criterios para la creencia: debería haber algún mundo posible en el que el
deseo 1) se cumple y 2) se cumple a través del intento de hacerlo. La nece
sidad de la primera condición es obvia: sirve para caracterizar deseos tan
irracionales como el deseo bien intencionado de que todos ganen más di
nero que el ingreso promedio. La necesidad de la segunda condición se
demuestra observando la importancia de los fenómenos que son esencial
mente subproductos, es decir, el conjunto de estados que solamente pue
den aparecer, no ser producidos por la acción deliberada. [15] Un caso pa
radigmático es el sueño, que — después de cierto punto— elude a quien
68
trata de provocarlo, mientras que llega compasivamente cuando final
mente ha decidido que lo eludirá. Similarmente para otras “ausencias de
seadas”, como el olvido, la indiferencia o el no deseo (en el budismo). Tam
bién hay estados definidos positivamente, como la creencia o el coraje, que
son imposibles de lograr por voluntad, y el intento de hacerlo entonces es
una intención irracional. Además, hay casos en los que es conceptualmen
te imposible provocar por la mera orden determinados estados en otra
persona, por ejemplo, tratar de ordenar la gratitud de otra persona. O si
tomamos una paradoja obvia, consideremos la orden “Sea espontáneo”.
Esto incluye tratar de no tratar, es decir, intenciones de un orden mayor,
así como la paradoja de Bohr comprendía creencias de un orden mayor.
Tratar de no tratar, o desear la ausencia de voluntad, serían metas con
sistentes si solamente se apelara al criterio 1. Sin embargo, como son cla
ramente autoderrotistas, es necesaria la condición 2.
Otro ejemplo de deseos inconsistentes puede servir como transición
para el análisis de optimalidad. Supongamos que una persona se aboca a
encontrar la solución de un problema de maximización que en realidad no
tiene solución, como por ejemplo “Encontrar el número real más pequeño
estrictamente mayor que 1”. La conducta de esta persona entonces puede
explicarse mediante la meta que se ha fijado. La observamos escribiendo
números cada vez más pequeños, todos estrictamente mayores que 1, y
explicamos lo que hace a la luz de este plan inconsistente. Esto no sólo cal
za una cuña entre intencionalidad y racionalidad, sino también entre
racionalidad y optimalidad. Evidentemente, en este caso la conducta
racional no es la que optimiza. Lo que sería la (o una) conducta racional
depende de los motivos prácticos detrás de la operación. Si la persona va a
recibir una cantidad de dinero igual a una libra dividida por la diferencia
entre el número elegido y 1, puede pensar en una suma “satisfactoria” y
elegir el número de acuerdo con ella.
c. Racionalidad y optimalidad
69
luciones bien definidas, como en el caso mencionado más arriba. Para un
ejemplo menos trivial, consideremos un plan sobre tiempo infinito. La
persona que lo realiza tratando de maximizar el consumo en tiempo infi
nito puede descubrir — utilizando el “criterio de adquisición”— [17] que no
hay un porcentaje óptimo de ahorro, ya que por cada porcentaje menor
que el 100% hay uno mayor que es mejor, aunque el porcentaje 100% es
inferior a todos los demás, pues implica que se pospone siempre el consu-
mo.[18] En tales casos la conducta racional debe ser encontrar un plan
que sea “suficientemente bueno”, formalizado en la teoría de los planes
agradables.[19] Si realmente observamos una persona que realiza un
plan eligiendo un porcentaje de ahorro bastante alto en tales casos, pode
mos explicar su elección intencionalmente, en términos de la meta de ma
ximizar el consumo en el tiempo. Sin embargo, obsérvese que la explica
ción no tiene “una sola salida”,[20] es decir, que del supuesto acerca de la
meta no podemos derivar una única consecuencia observacional que se
compare con el comportamiento real. La explicación intencional debe
completarse con algún relato causal de por qué la persona fijó exactamen
te aquel porcentaje de ahorro. La razón por la que la satisfacción no emer
gió como una alternativa para optimizar es sin duda que tales explicacio
nes suplementarias no han sido próximas, mientras que el supuesto de
satisfacer en sí mismo puede ser compatible con una gran cantidad de he
chos observados.
En segundo lugar, se puede apelar al argumento general para satisfa
cer que deriva de las paradojas de información que se analizan más ade
lante en el capítulo 6. Aquí solamente observaré que el argumento requie
re que no definamos la racionalidad en términos de creencias dadas, sino
que preguntemos si las creencias son racionales. Esto significa que a la
pregunta “¿Puede esta acción ser explicada como una conducta optimi
zante?”, podemos dar respuestas diferentes, dependiendo de si las creen
cias son consideradas como constantes o como variables de conducta. Si
adoptamos un concepto “delgado” de racionalidad, definido con respecto a
creencias dadas, solamente se aplica el argumento especial para satisfa
cer. El argumento general tiene fuerza si adoptamos un concepto más am
plio de racionalidad, que también requiere racionalidad en la recolección
de información y la formación de creencias.
Ahora proseguiré con la estructura fina de optimizar la conducta. El
primer caso y el más simple es lo que denominaré racionalidad paramétri
ca, es decir, conducta racional dentro de un medio que el agente (quizás
erróneamente) supone está formado: a) por objetos naturales gobernados
por leyes causales, y b) por otros agentes que o bien son tales que su con
ducta no le resulta diferente, o si sí le resulta diferente, se suponen menos
sofisticados de lo que él es. La última condición implica que el agente
piensa en sí mismo como una variable y de los demás como constantes; o
si piensa que los demás se adaptan a su medio, se cree el único que se
adapta a la adaptación de los demás, y así sucesivamente. Esto compren
de la parte “paramétrica” del concepto de racionalidad paramétrica. La
parte de la racionalidad implica que el agente trata de hacer lo mejor po
sible para sí, dadas sus creencias acerca del mundo. En muchos casos es
70
ta meta puede representarse mediante alguna función objetiva, que pue
de ser real o imaginaria. Una función objetiva real es la que el agente se
dispone a maximizar conscientemente, así como cuando se trata de expli
car la conducta de una empresa suponiendo que (el gerente) trata de ma
ximizar las ganancias. Una función objetiva imaginaria es una función de
conveniencia que puede construirse como una expresión taquigráfica con
veniente para una subclase importante de ordenamientos de preferencias
consistentes.[21] El caso común de racionalidad paramétrica es la maxi-
mización de una función objetiva dentro de los límites dados, pero debe
quedar claro que a partir de las observaciones anteriores la definición
completa es un poco más complicada.
Incluso si el actor supone que el medio es paramétrico, puede tener in
formación incompleta sobre él. En este caso debemos hacer una distinción
básica, pero discutida, entre riesgo e incertidumbre (véase el apéndice 1
para un análisis más completo). Hay riesgo cuando el agente tiene grados
cuantificables de creencia, o “probabilidades subjetivas”, sobre los diver
sos estados posibles del mundo. En este caso racionalidad implica que el
agente debería maximizar la utilidad esperada asociada con los diversos
cursos de acción, es decir, un promedio de las conveniencias que se reali
zarán para diferentes estados del mundo. Por otro lado, la incertidumbre
surge cuando el agente no puede especificar probabilidades numéricas, ni
siquiera dentro de un rango de límites inferiores y superiores. O, aun más
fundamentalmente, ni siquiera puede especificar un conjunto completo
de los posibles estados del mundo, sin mencionar su probabilidad. En el
primero de estos casos, hay un importante teorema que establece que el
agente puede considerar solamente los mejores y los peores resultados po
sibles asociados con cada curso de acción, pero que no puede decidir racio
nalmente cuánto peso darle a uno o al otro. Por ejemplo, esto dependerá
de rasgos de carácter como el “optimismo” o el “pesimismo”, de modo que
la decisión final solamente puede explicarse causalmente. Por supuesto,
en el segundo caso hay incluso menos campo de acción para la toma de
decisiones racionales. En la primera variedad de incertidumbre, por lo
menos podemos excluir algunos cursos de acción como indudablemente
inferiores, es decir, aquellos cuya mejor consecuencia es peor que la peor
consecuencia de alguna otra alternativa. Sin embargo, en la segunda va
riedad ni siquiera puede llevarse a cabo esta clase de comparación, ya que
no conocemos el rango completo de estados posibles del mundo y por lo
tanto de los posibles resultados de los diversos cursos de acción.
La racionalidad estratégica se define mediante un axioma de sime
tría: el agente actúa en un medio de otros actores, ninguno de los cuales
puede suponerse menos racional o sofisticado que él mismo. Entonces, ca
da actor necesita anticipar las decisiones de los demás antes de tomar la
propia, y sabe que hacen lo mismo con respecto a los demás y a él. El enfo
que estratégico de la conducta humana se formaliza mediante la teoría de
los juegos, que podría haberse denominado más correctamente la teoría
de las decisiones interdependientes.
Para situar el lugar correcto y la contribución de la teoría de los ju e
gos en el análisis de la interacción social, podemos observar que la vida
71
social está constituida por cuatro conjuntos entrelazados de interdepen
dencias. Primero, la recompensa de cada uno depende de la elección de to
dos, a través de la causalidad social general. Segundo, la recompensa de
cada uno depende de la recompensa de todos, mediante la envidia o el al
truismo. Tercero, la decisión de cada uno depende de la decisión de todos:
ésta es la contribución específica de la teoría de los juegos. Por último, la
estructura de preferencias de cada uno depende de las acciones de todos, a
través de la socialización y mecanismos similares. Por supuesto, todos es
tos enunciados se refieren al caso más general; en casos particulares pue
den no ser válidos.
La estructura completa de la teoría de los juegos es bastante compli
cada y aquí no se trata ni siquiera de esbozar las generalidades.[22] Sin
embargo, diré algunas palabras sobre la distinción básica entre juegos
cooperativos y no cooperativos, y luego señalaré algunos casos importan
tes dentro de la última categoría. La teoría del juego cooperativo supone
que grupos de agentes pueden actuar juntos contra otros grupos y no in
vestiga la posibilidad ni las condiciones para que se produzca dicha coope
ración. En mi opinión esto significa que la teoría no puede tener gran po
der de explicación, aunque puede resultar muy útil para el propósito del
análisis normativo.[23] La teoría del juego no cooperativo es más satisfac
toria en este respecto pues solamente postula decisiones racionales indi
viduales. La teoría del juego cooperativo requiere fundamentos en la teo
ría no cooperativa, demostrando que la decisión de cooperar puede ser un
movimiento dentro de un juego no cooperativo. O, inversamente, se puede
tratar de demostrar que hay mecanismos (no estratégicos) que tienden a
lograr la “solución” de un juego cooperativo, mediante alguna clase de
“mano invisible”.[24] Suponer que la conducta cooperativa se producirá
simplemente porque es colectivamente óptima, es caer víctima del pensa
miento funcionalista.[25]
Dentro de la clase de juegos no cooperativos, una variedad es teórica
mente trivial, aunque importante por sus aplicaciones. Son los juegos en
los que cada participante o jugador tiene un curso de acción o estrategia
que es su mejor opción sin considerar cómo eligen los demás. El dilema de
los prisioneros presentado en el capítulo 2, tiene al egoísmo como estra
tegia dominante en este sentido. Allí vimos que era racional para cada in
dividuo actuar de un modo que, cuando es adoptado por todos, es desas
troso para todos. Aunque en este juego la recompensa de cada uno está
afectada por la decisión de todos, la decisión de cada uno puede tomarse
independientemente de las decisiones de todos. Por otro lado, considere
mos una situación generalmente denominada el “juego de los seguros”.[26]
En el lenguaje del capítulo 2 este juego se define postulando que todos los
jugadores clasifican las alternativas de la siguiente manera:
Preferencias del juego de los seguros: 1. (A, A). 2. (E, A). 3. (E, E). 4.
(A, E).
72
hacer. El óptimo (A, A) es individualmente estable. Sin embargo, no es in
dividualmente accesible, pues si los demás se comportan egoístamente,
entonces el individuo también lo hará. No hay deseo de andar solo, aun
que todavía existe el temor de ser un “aprovechador”. Aunque el juego no
tiene estrategias dominantes, tiene una solución que es (A, A). No describiré
la definición precisa del concepto de solución en la teoría del juego no coo
perativo, pero informalmente hablando consiste en un conjunto de estra
tegias hacia las cuales jugadores racionales y perfectamente informados
convergerán tácitamente. Si la solución está formada por estrategias do
minantes, solamente será bloqueada por falta de racionalidad individual.
En juegos sin estrategias dominantes, la solución puede estar bloqueada
por falta de información. Así, en el juego de los seguros el óptimo no apa
recerá si cada jugador desconoce las preferencias de los demás, creyendo
quizá que son como en el dilema de los prisioneros, o si cada uno cree que
los demás tienen preferencias del juego de los seguros, pero también cree
que los demás no saben esto de cada uno de los otros, y así sucesivamente.
Para que se llegue a una solución, no es suficiente compartir las preferen
cias del juego de los seguros; “debe compartirse el hecho mismo de com-
partir”.[27]
Esto significa que debido a la falta de información se puede obtener
un resultado que es peor para todos que cualquier otro resultado factible.
Tal resultado se denomina “Pareto-subóptimo”. Evidentemente es un ras
go perverso e inquietante de la interacción social. También está presente
en el dilema de los prisioneros, aunque por una razón diferente y más pro
funda. La suboptimalidad en el juego de los seguros surge de una falla de
información; en el dilema de los prisioneros de una falla en la coordina
ción. Podemos preguntamos si la falla en la información del juego de los
seguros no será la regla, ya que la solución depende de requisitos de infor
mación estrictos que seguramente no serán satisfechos en casos rea-
les.[28] En el caso extremo que hemos presentado, esto puede ser verdad.
Pero hemos estado utilizando el caso extremo sólo para aclarar la exposi
ción y es muy posible modificarlo para hacerlo más realista. En particu
lar, se puede construir un marco más poderoso que permita que la elec
ción sea accidental en diversas proporciones de otros participantes que
eligen un modo u otro, en lugar de hacer que dependa de todos los de-
más.[29]
Cuando se trata de explicar suboptimalidades observadas en la vida
social, puede resultar difícil asegurar si se deben a fallas en la informa
ción o a fallas en la coordinación.[30] Por ejemplo, podemos tener razones
para creer que la mayoría de las personas preferirán un estado en el que
nadie se comprometa con la contaminación ambiental, la evasión de im
puestos y otros, a uno en el que todos lo hagan, y sin embargo observamos
que la contaminación ambiental y la evasión de impuestos son desenfre
nados. La difícil tarea de explicar es determinar si las preferencias son co
mo en el dilema de los prisioneros o como en el juego de los seguros. El
problema también tiene consecuencias prácticas importantes ya que las
técnicas para superar la suboptimalidad difieren radicalmente en ambos
casos. En particular, podemos afirmar que una importante tarea de lide
73
razgo es proporcionar la información que permita a las personas conver
ger en una conducta por la que todos tienen una preferencia condicional.
Con preferencias incondicionalmente altruistas no hay necesidad de lide
razgo y con preferencias incondicionalmente egoístas se necesita coerción
en lugar de liderazgo para lograr el óptimo colectivo.[31]
Aun más perversos que las suboptímalidades debidas a fallas en la in
formación o en la coordinación son los juegos sin solución, es decir, situa
ciones tales donde no hay conducta estratégicamente racional. Estos jue
gos se dividen en dos clases. Primero, hay juegos en los que no hay un con
junto de estrategias que sean individualmente estables, es decir, no hay
conjunto de estrategias de manera que nadie pueda beneficiarse saliendo
del juego. El término técnico para un conjunto de estrategias con esta pro
piedad es un punto de equilibrio. Un simple juego sin punto de equilibrio
es el siguiente. Cada actor debe pensar en un número y escribirlo sin que
los demás lo vean. Cuando se comparan los números, el jugador que ha es
crito el número mayor obtiene de los demás una cantidad igual a la dife
rencia entre su número y el que escribió el otro. Evidentemente, cualquier
jugador siempre ganará escribiendo un número mayor. La hiperinflación
puede ser un ejemplo más real de una estructura de interacción con pro
piedades similares.
Segundo, hay juegos con más de un punto de equilibrio, ninguno de
los cuales surgirá como el punto focal de una convergencia tácita. El juego
de los seguros tiene dos puntos de equilibrio, (A, A) y (E, E), de los cuales
el primero surge como la solución porque todos lo prefieren al segundo.
Pero también hay juegos con equilibrios múltiples de los cuales ninguno
puede considerarse la solución. El regateo y el monopolio bilateral son ca
sos típicos. Consideremos también la siguiente variación sobre los temas
presentados más arriba:
Preferencias de gallinas: 1. (E, A). 2. (A, A). 3. (A, E). 4. (E, E).[32]
Aquí la situación es tal que cada uno tiene un incentivo para utilizar
E si todos los demás utilizan A, y viceversa. Es fácil ver intuitivamente
que esto produce inestabilidad y provoca que todos persigan a todos en
una persecución interminable. Más formalmente, el juego tiene los si
guientes puntos de equilibrio. Con más información sobre la estructura
de premios del juego podemos determinar una proporción p de los jugado
res tal que si p eligen A y 1-p eligen E, tenemos un punto de equilibrio en
el que nadie puede mejorar su resultado cambiando a otra estrategia. De
hecho, esto nos da una cantidad mayor de puntos de equilibrio, pues hay
muchas permutaciones de los jugadores compatibles con estas proporcio
nes. Además, está el punto de equilibrio en el que cada actor elige A con
probabilidad p y E con probabilidad 1-p. Es una estrategia mixta ya men
cionada en el capítulo 1. Racionalmente, no hay manera en que los actores
puedan elegir entre estos equilibrios. Psicológicamente, puede discutirse
que la estrategia mixta sea un punto focal,[33] siendo cualitativamente
diferente de todos los demás. Pero siempre puede haber dudas acerca de
la psicología de los otros jugadores, y en todo caso hay otros juegos sin
74
solución que no tienen puntos de equilibrio psicológicamente sobresa
lientes.
Cuando se juega un juego sin solución racional, cada jugador tiene
que suponer algo sobre lo que los demás van a hacer, y luego actuar para
maximizar su recompensa en base a dicho supuesto. El supuesto no pue
de ser racional, en el sentido de ser derivable de la hipótesis de que los
demás son tan racionales y están tan bien informados como él. Debe pro
ducir algún conocimiento psicológico o alguna creencia, ya sea sobre los
jugadores humanos específicamente o sobre los seres humanos en gene
ral. Sin embargo, la situación se tom a intolerable cuando cada jugador, al
tratar de adivinar a los demás, sabe que ellos están tratando de hacer lo
mismo. Cada jugador es racional y sabe que los demás lo son y que saben
tanto de la situación como él, y sin embargo, debe tratarlos como causal
mente determinados, sabiendo que lo tratan a él similarmente. Esta es la
reintroducción del pensamiento paramétrico dentro de la racionalidad es
tratégica. La explicación intencional no es suficiente en tales casos. Puede
excluir algunas líneas de conducta claramente irracionales, pero sola
mente la teoría causal puede reducir las posibilidades restantes a un úni
co resultado determinado. Sin duda, la situación no es “objetivamente
indeterminada” en el sentido de la mecánica cuántica,[34] pero puede ha
cerse determinada simplemente complementando el modelo intencional
con una teoría causal.
Aquí puede ser útil un ejemplo. Hay mucha bibliografía sobre la racio
nalidad de la participación política: ¿se molestaría en votar una persona
egoísta y racional? Seguramente sabría que su probabilidad de tener al
guna influencia sobre el resultado es virtualmente nula y en todo caso
menor que la probabilidad de ser atropellado por un auto y morir en cami
no hacia la votación. En las elecciones nacionales esto sin duda es cierto y
entonces solamente podemos explicar que las personas votan suponiendo
que no lo hacen especialmente en interés propio ni movidas exclusiva
mente por las consecuencias de lo que hacen. Pero en electorados más
pequeños, una persona podría razonar de la siguiente manera.[35] “Segu
ramente otras personas verán que es irracional que ellos voten, excepto
por una pequeña cantidad de ‘votantes éticos’. Sin embargo, serán tan po
cos que mi voto realmente podría marcar una diferencia, por lo tanto es
racional que yo vote. ¡Pero atención! Otros podrían pensar lo mismo y acu
dir a votar en cantidades tan grandes que después de todo puede no ser
racional que yo vote. Entonces me quedaré en casa. ¡Pero atención otra
vez! Los demás podrían pensar del mismo modo y así sería racional que yo
vote después de todo.” Y así sucesivamente. En algún punto la regresión
puede interrumpirse por la acción, es decir, por la persona que va a votar
o que toma la decisión consciente de no votar. Entonces podríamos afir
mar que la persona ha hecho una estimación implícita o explícita de cómo
actuarán los demás y que ha hecho lo mejor posible según dicho supuesto.
Pero, ¿qué sucedería si la persona sigue deliberando hasta que la mesa
electoral ha cerrado? Su situación es hasta cierto punto como la del asno
de Burídan, aunque para mí representa una anomalía mucho más pro
funda en la teoría de la elección racional.
75
Podemos utilizar estos conceptos de la teoría de los juegos para
conocer la diferencia entre la adaptación intencional y la funcional. Pri
mero, consideremos el juego de los seguros. Algunas veces los animales
parecen comportarse de un modo que corresponde a esta situación, por
ejemplo, adoptando la estrategia de “empantanar el apetito de los depre
dadores”. ^ ] Está en la naturaleza de este caso que esta conducta sea efi
caz cuando es adoptada por muchas presas simultáneamente, pero la
primera que lo intenta casi no tendría ventajas reproductivas. Entonces,
esta conducta no es individualmente accesible, pero hay casos en los que
es individualmente estable porque “hay seguridad en números”. Pero co
mo la accesibilidad individual es de lo que trata la selección natural, no se
puede explicar la presencia de tal conducta afirmando que constituye una
“estrategia evolutiva estable”. Contrariamente, en la interacción humana
la estabilidad individual puede explicar la presencia de un modelo de
conducta si se cumplen los requisitos de información pertinentes. Si todos
saben que cierto arreglo es mejor para todos y si no hay tentación para
desertar y todos los saben, entonces aquel arreglo surgirá espontáne
amente aunque no haya incentivo individual para contribuir unilate
ralmente.
En segundo lugar, consideremos los casos de la gallina en el reino
animal, como “la lógica del conflicto animal”.[37] Aquí suponemos que hay
dos variantes de conducta entre los organismos en una población: los
“halcones” y las “palomas”, así llamados debido a su conducta cuando se
encuentran y luchan. Suponemos que cuando una paloma se encuentra
con otra paloma, cada una tiene un 50% de probabilidades de ganar 50
“unidades evolutivas” (medida de éxito de reproducción) y de perder el
10%; que cuando una paloma se encuentra con un halcón, la primera no
ganará ni perderá y el segundo ganará 50 con certeza; y que cuando un
halcón se encuentra con un halcón tienen iguales probabilidades de ganar
50 y de perder 100 unidades. Es fácil ver que en una población de palomas,
el halcón solitario tendrá una ventaja reproductiva, y viceversa. También
se puede demostrar que el equilibrio es un polimorfismo estable en el que
hay 5/12 de palomas y 7/12 de halcones. En la interacción humana, como
se dijo antes, también podría existir la posibilidad de que todos los
individuos utilicen una estrategia mixta, actuando en cada ocasión como
halcones con probabilidad 7/12 y como palomas con probabilidad 5/12. Sin
embargo, esto es improbable en el reino animal.[38] Un “gen de cambio”
tendría una desventaja inicial en cualquier población excepto en una que
hubiera alcanzado el cociente 5:7, e incluso allí no conferiría ninguna
ventaja: sería tan bueno como cualquiera de las estrategias puras, pero no
mejor. La moraleja es la misma que en el ejemplo precedente: la adap
tación animal es estrictamente individualista y nunca podría favorecer
una conducta que es beneficiosa solamente cuando todos la adoptan. En
contraste, los seres intencionales pueden elegir en términos de sus
expectativas, incluyendo sus expectativas acerca de las de los demás.
Entonces, en las ciencias sociales hay más campo que en biología para la
explicación de la conducta en términos de beneficios colectivos, supo
niendo estabilidad individual a pesar de ello. Que algo sea bueno para
76
todos puede explicar por qué todos lo hacen, suponiendo que ni siquiera es
mejor para cada uno ser el único que no lo hace.
Permítaseme concluir este estudio de la teoría de la racionalidad con
algunas observaciones acerca de las anomalías que hemos encontrado.[39]
Primero, el concepto de intenciones irracionales va contra la naturaleza de
muchos de los recientes análisis, que tienden a ver las ideas de intencio
nalidad y racionalidad como sinónimos. En segundo lugar, los argumentos
especiales y generales para satisfacer quiebran el vínculo entre racionali
dad y optimalidad. Tercero, las variedades de toma de decisiones bajo in-
certidumbre inducen al escepticismo acerca del poder de la teoría de la ra
cionalidad como una guía para actuar. Y por último, la existencia de juegos
sin solución demuestra que la racionalidad individual puede desmoronar
se cuando la estructura de interacción es suficientemente perversa. Sin
duda, estas últimas conclusiones serán cuestionadas. Algunos dirán que
siempre se pueden producir anticipaciones o probabilidades subjetivas
acerca de la conducta de los demás o el estado del mundo, y maximizar la
conveniencia esperada de acuerdo con ello. En el apéndice 1 el lector ha
llará un intento de refutar esta objeción. Otros afirmarán que incluso ba
jo la incertidumbre o en un juego sin solución se puede actuar con alguna
racionalidad, es decir, satisfaciendo. Para ser preciso, el concepto de “con
ducta maximizadora” — eligiendo el curso de acción con la mejor peor con
secuencia posible— puede verse como una variedad de satisfacer. Pero
obsérvese que en juegos sin un punto de equilibrio, como el juego de la hipe-
rinflación, y en decisiones bajo una incertidumbre extrema, que se extien
de hasta el rango de posibles estados del mundo, el concepto de conducta
maximizadora no está bien definido. Concluyo que las anomalías son difi
cultades verdaderas, que no deben resolverse de modo prucrusteano.
d. Intencionalidad y causalidad
77
do que los precios serán los mismos que en el año í. Con precios bajos en el
año í producirá un volumen pequeño en el año í+1, lo que conducirá a pre
cios altos en el año í+1, lo que producirá un volumen grande en el año í +2
y así sucesivamente. El supuesto de precios constantes implica el supues
to de que todos los demás productores comercializarán el mismo volumen
que en el corriente año, y que la modificación de los individuos no altera
rá el nivel de precios. La segunda parte del supuesto se justifica en un
mercado perfectamente competitivo, la primera no.
Esto proporciona un paradigma para muchos casos de análisis en las
ciencias sociales: la explicación intencional de acciones individuales junto
con la explicación causal de la interacción entre los individuos.
Primero debemos “entender” por qué — es decir, en pos de qué meta—
los actores se comportan del modo en que lo hacen; y luego debemos “ex
plicar” por qué, comportándose como lo hacen, provocan lo que hacen. De
bemos tratar de descomponer la explicación en estas dos etapas ya sea
que el fenómeno a ser explicado sea un ciclo comercial, una campaña
presidencial, movilidad geográfica o cambio tecnológico. No alcanza con
postular simplemente la relación causal entre macrovariables. Podemos
observar como una regularidad empírica que en un ciclo comercial un as
censo seguirá a un descenso, o que determinados patrones de distribución
de ingresos producirán determinados patrones de migración, pero no he
mos explicado nada hasta que podamos demostrar 1) cómo los macroesta-
dos en el momento t influyen la conducta de individuos motivados por de
terminadas metas y 2) cómo estas acciones individuales se suman para
dar nuevos macroestados en el momento í+1.
Sin embargo, hay también “causalidad subintencional”, es decir,
procesos causales que moldean creencias y deseos en cuyos términos se
pueden explicar intencionalmente las acciones. Primero permítaseme
señalar que cuando tratamos de explicar deseos y creencias no es obvio
que solamente se dispone de explicaciones causales. De hecho, se pueden
elegir deseos propios mediante el “planeamiento de carácter”,[44] que
luego proporciona una explicación intencional de por qué los deseos son lo
que son. Pero entonces, por supuesto, el asunto surge otra vez en otro
grado, y supuestamente habrá alguna etapa en la regresión en la que
solamente cabe una explicación causal.[45] Similarmente, pero más
controvertidamente, puede ser posible elegir las propias creencias, en el
sentido de adoptar deliberadamente determinadas creencias porque es
útil mantenerlas, independientemente de si el agente cree que son
ciertas.[46] Sin embargo, es probable que la elección deliberada de rasgos
de carácter y sistemas de creencias sea un fenómeno raro. En todo caso
me limitaré a la explicación causal de los deseos y las creencias.
Los deseos están moldeados, predominantemente, por la socializa
ción. Esto no significa que se nos socializa para desear algún producto en
particular, sin tener en cuenta el costo. La idea es que de la socialización
se aprende cómo comerciar diferentes artículos por otros. Por ejemplo, un
delincuente no es alguien que se ha desarrollado dentro de una subcultu
ra criminal que lo priva de una elección de carrera. Es una persona que, al
hacer su elección tiende a adjudicar mayor importancia a algunas conse
78
cuencias que a otras. Por ejemplo, puede preferir los riesgos en lugar de
temerlos; puede darle más peso a las consecuencias a corto plazo que a las
de largo plazo, y así sucesivamente. Decir esto no es decir que correrá
cualquier riesgo, o que prefiere cualquier beneficio a corto plazo frente a
cualquier ganancia a largo plazo. Tampoco es decir que será imposible in
fluir sobre su elección modificando la estructura de recompensas, por
ejemplo, mediante penalidades más severas o una mayor probabilidad de
ser encontrado. Sin embargo, puede ser que este modo de cambiar su con
ducta sea relativamente costoso y que trabajar directamente sobre su am
biente sea un método más eficiente. Para resumir: no debemos buscar en
la socialización la fuente directa de la acción, sólo la causa de determina
dos esquemas de preferencias que, en un medio dado, pueden hacer que se
prefiera una acción en lugar de las alternativas factibles. Si agregamos
una nueva hilera a la estructura de dos hileras indicada más arriba, pode
mos formular el siguiente lema: primero una explicación causal de los de
seos, luego una explicación intencional de la acción en términos de los
deseos y finalmente una explicación causal de los macroestados en térmi
nos de las diversas acciones individuales.
Sin embargo, la socialización no es el único mecanismo causal que
moldea nuestros deseos. También existe la “formación de preferencias de
adaptación”, resumida en la fábula de la zorra y las uvas verdes.[47] Esto
surge de lo que me referí más arriba como los cables de la máquina de
placer, por ejemplo, por la tendencia a reducir la disonancia cognitiva.
Otros procesos causales que moldean los deseos incluyen la producción de
disonancia, por ejemplo, mediante el impulso perverso por la novedad,[48]
o fenómenos imitativos tales como el conformismo y el anticonformismo.
Estos procesos indican la idea de una teoría sociológica general, en la que
las preferencias y los deseos se explican endógenamente como un produc
to de los estados sociales a cuya generación también contribuyen, como se
explicó cerca del final del párrafo precedente. Esta teoría —que, obvia
mente, en el presente estado del arte parece estar a años luz de distan
cia— incluiría 1) la explicación de la acción individual en términos de
deseos y creencias individuales, 2) la explicación de macroestados en tér
minos de acciones individuales y 3) la explicación de deseos y creencias en
términos de macroestados.
Pero hay más para decir sobre los procesos causales de formación de
preferencias. Los mecanismos analizados en el párrafo precedente son
predominantemente “calientes”, es decir, que explican la formación y el
cambio de las preferencias a través de los impulsos y los cables de placer
del individuo. Pero los deseos también pueden estar moldeados por meca
nismos “fríos”, es decir, por distorsiones cognitivas en cierto modo empa
rentadas con las ilusiones ópticas. A sí la relativa naturaleza atractiva de
las opciones puede cambiar cuando la situación de elección se reformula
en un modo que, racionalmente, no debería tener influencia sobre las pre
ferencias. Tversky y Kahneman citan un ejemplo de L. J. Savage de “un
cliente que desea agregar $X al costo de un auto nuevo para comprar un
moderno estéreo, pero se da cuenta de que no querría agregar $X por el
estéreo después de haber comprado el auto por el precio normal”. Y agre
79
gan que “muchos lectores reconocerán la devaluación temporaria del dine
ro que hace nuevas compras desusadamente atractivas en el contexto de
la compra de una casa”.[49]
Pasando de deseos a creencias, también encontramos procesos calien
tes y fríos. La formación “caliente” de creencias influye fenómenos tales
como la ilusión, la racionalización y el autoengaño, es decir, casos en los
que nuestras creencias sobre cómo es el mundo están moldeadas por
nuestros deseos relativos a cómo debería ser. Similarmente, los errores
“fríos” incluyen aquellos que resultan de fracasos cognitivos, como cuando
“un individuo que se juzga como muy probable republicano pero improba
blemente abogado sería juzgado moderadamente como probable abogado
republicano”,[50] como si las probabilidades fueran aditivas y no multi
plicativas.
Pero por supuesto no toda formación de creencias es errónea o tenden
ciosa. También existe formación de creencias que en cierto sentido es co
rrecta o racional, no necesariamente resultante en creencias ciertas, pero
por lo menos en creencias justificadas. (Aquí utilizo el término “justifica
das” en el sentido fuerte de que la persona debe tener dicha creencia por
buenas razones, y no simplemente que debe haber buenas razones para la
creencia que tiene. De hecho, lo último es compatible con la ilusión, si sus
deseos lo llevan a sostener creencias para las que tiene buenas razones,
aunque aquellas razones realmente no hayan jugado papel alguno en la
formación de la creencia. Es decir, el sentido fuerte de “justificadas” se ne
cesita para excluir “coincidencias de la primera clase”.) Frecuentemente
se dice que las personas con capacidad para formar creencias racionales o
bien fundamentadas tienen juicio, cualidad fundamental en muchos ca
minos de la vida. Decir que una persona tiene cierta creencia porque tiene
buenas razones es en cierto modo como ofrecer una explicación intencio
nal de la creencia, pero no tanto. No estamos diciendo que ha elegido la
creencia, sino que al sostenerla demuestra ser racional. Esto vale en un
grado aun mayor si la persona va más allá de tener creencias racionales
en relación con las pruebas disponibles y continúa adquiriendo más prue
bas si siente que es necesario.
Me desconcierta esta forma anómala de explicación, que no corres
ponde a la variedad intencional ni causal. Un problema similar suige en
la formación de deseos. Muchos de los mecanismos que moldean nuestros
deseos conducen a la heteronomía, así como cuando alguien siempre
quiere hacer lo contrario de lo que hace la mayoría, no porque tenga una
metapreferencia por aquellos deseos, sino porque es la clase de personas
contrarias. Tales personas no tienen el principio motor dentro de sí, sino
que se comportan más como apéndices de la estructura social. Y hay
muchos otros mecanismos de esta clase. Contrariamente, de una persona
autónoma podemos decir que posee el deseo, en lugar de decir que el deseo
lo posee a él. Desafortunadamente no sé cómo definir el concepto de
autonomía, aunque estoy seguro de que hay personas autónomas. Definir
la autonomía a través de la idea de deseos intencionalmente elegidos da
demasiado y demasiado poco: demasiado porque puede haber metadeseos
no autónomos, demasiado poco porque la autonomía puede existir sin es
80
ta actitud autorreflexiva. Pero suponiendo que supiéramos cómo definir o
por lo menos cómo reconocer personas autónomas, aun habría un proble
ma conceptual en cuanto a qué clase de explicación proponemos cuando
decimos que una persona actúa en base a un deseo autónomo.
De hecho, el concepto de conducta racional relativa a deseos y creen
cias dadas (y consistentes) es extremadamente débil. Además de esta ra
cionalidad formal queremos que las personas tengan racionalidad real, en
las formas gemelas de juicio y autonomía. La fórmula de explicación ra-
cional-cum-intencional de la acción en términos de deseos y creencias,
complementadas con la explicación causal de las creencias y deseos mis
mos, puede resultar engañosa o superficial. Si las personas son agentes en
un sentido real y no sólo los soportes pasivos de sus estructuras de prefe
rencias y sistemas de creencias, entonces necesitamos entender cómo son
posibles el juicio y la autonomía. En mi opinión, éste es el problema sobre
saliente no resuelto tanto en filosofía como en las ciencias sociales.
81
SEGUNDA PARTE
85
basan en la metáfora evolucionista. Primero, llamo la atención sobre el
trabajo de Eilert Sundt, un sociólogo noruego que en 1862 propuso lo que
probablemente sea el primer modelo darwiniano de cambio tecnológico.
Segundo, analizo con cierta extensión el importante trabajo de Richard
Nelson y Sidney Winter, quienes durante más de diez arios se han aboca
do a encontrar una alternativa sin restricciones a la ortodoxia neoclásica,
apoyándose por i gual en las ideas de Schumpeter y Herbert Simón. Y por
último, analizo la herejía rival de Paul David quien afirma que el cambio
tecnológico es el resultado adicional de “aprender haciendo” en el micro-
nivel.
El último capítulo, sobre las teorías marxistas del cambio tecnológico,
quizá parecerá desproporcionadamente largo. En parte esto es porque mi
propio interés personal y competencia son mayores en esta área que en
las demás. En parte el énfasis dado al marxismo también refleja el énfasis
dado al cambio tecnológico en el marxismo. El marxismo es una teoría in
mensamente influyente e intelectualmente cuestionadora de la historia
mundial, en la que el cambio tecnológico — el desarrollo de las fuerzas
productivas— desempeña un importante papel explicativo. Más aun,
Marx estudió en gran detalle los mecanismos de cambio tecnológico bajo
las relaciones capitalistas de producción, indicando varios enfoques im
portantes que recién últimamente se han descubierto.
Permítaseme presentar informalmente lo que estas teorías están tra
tando de explicar. En los capítulos siguientes se dan enunciados más for
males y precisos, pero existen antecedentes comunes de estas teorías que
pueden enunciarse aquí. Básicamente, se refieren a la explicación del rit
mo y dirección del cambio en el conocimiento tecnológico. Suponiendo que
el conocimiento tecnológico pueda medirse cardinalmente, el término “rit
mo de cambio” no plantearía ninguna dificultad. El término “dirección” se
refiere al factor-tendencia del cambio, por ejemplo, si ahorra trabajo, ca
pital, energía, etc. Estos no son los únicos aspectos del cambio tecnológico
que (lesearíamos explicar. También, por ejemplo, podríamos tratar de ex
plicar la localización del cambio tecnológico, es decir, si ocurre principal
mente en la industria, agricultura, minería, etc. O nuevamente, podría
mos concentramos en la importancia relativa del producto innovación y
del proceso innovación, es decir, de innovaciones que conducen a nuevos
productos para el consumidor e innovaciones que permiten una produc
ción más barata de productos existentes. Sin embargo, me concentraré en
las dos variables mencionadas más arriba, para facilitar la comparación
entre las teorías y evitar los problemas más importantes que no me com
pete analizar.
Denominaré innovación a la producción de nuevo conocimiento tecno
lógico. Primero, la diferenciaré de la invención, que es la creación de algu
na idea científica, teoría o concepto que pueda conducir a la innovación
cuando se aplica a un proceso de producción; en segundo lugar, de la difu
sión, que es la transferencia de una innovación existente a un contexto
nuevo; y en tercer lugar de la sustitución, que comprende el cambio en el
proceso de producción sobre la base del conocimiento tecnológico existen
te. En la mayoría de los casos me ocuparé solamente de la innovación y la
86
sustitución. Aunque la ciencia indudablemente es un importante determi
nante en el “lado de la oferta” de las innovaciones, la consideraré princi
palmente como dada exógenamente. Es cierto que en el ritmo de cambio
tecnológico influye tanto el ritmo del cambio científico como el de la trans
formación de invenciones en innovaciones, y parecería que ambos son
moldeados hasta cierto punto por los procesos económicos. Pero solamen
te consideraré el ritmo de transformación, ya que en el plazo corto y me
diano el ritmo de invención puede tomarse como dado. Con respecto a la
difusión, queda ampliamente fuera de la bibliografía que estoy analizan
do. Sin embargo, debo señalar que con frecuencia hay un elemento de in
novación en la difusión también, ya que frecuentemente debe adaptarse
un método al nuevo contexto.[2] Similarmente, la distinción entre susti
tución e innovación está lejos de ser hermética, pues si una empresa fun
ciona con un factor combinación rara vez puede cambiar sin esfuerzo a
otro.
Si la innovación es un cambio en el conocimiento tecnológico, debemos
saber qué es el conocimiento. El siguiente esquema de la estructura del
conocimiento tecnológico en un instante dado no es completamente gene
ral. Tiende hacia el enfoque neoclásico (y la “función de producción”) y es
menos compatible con los modelos evolucionistas de Nelson y Winter. Sin
embargo, es suficientemente general como para proporcionar anteceden
tes para la mayor parte del análisis en los capítulos siguientes.
La estructura del conocimiento tecnológico se entiende mejor si se
piensa en tres aspectos diferentes. Primero, está lo que denominaré una
práctica , que es una combinación particular de factores de producción uti
lizados en un proceso específico. Segundo, está lo que llamaré técnica, es
decir, un conjunto de prácticas que permiten cierto grado de sustitución
entre los factores, de manera que se puede cambiar de una práctica que
utiliza mucho de un factor y poco de otro, a otra que utiliza más del segun
do y menos del primero. Tercero, está la tecnología disponible, por la que
entiendo todas las técnicas conocidas. Para ilustrar, consideremos la pro
ducción de fertilizante nitrogenado.[3] La técnica tradicional comprende
la producción de hidrógeno a través de la electrólisis del agua, pero tam
bién existe una técnica más reciente que comprende la extracción de hi
drógeno del petróleo. Estas técnicas juntas constituyen la tecnología para
producir el fertilizante de nitrógeno. Dentro de la técnica tradicional, te
nemos la elección entre varias prácticas, por ejemplo entre el uso de más
capital (células electrolíticas) y menos energía (energía eléctrica) y el uso
de menos capital y más energía. Posibilidades similares de sustitución
pueden aparecer dentro de la nueva técnica.
Este modo de considerar las posibilidades de producción es un poco
fuera de lo común. La perspectiva más habitual es distinguir solamente
entre dos niveles, por ejemplo, entre la técnica (correspondiente a lo que
denomino práctica) y la tecnología. De hecho, es cierto que frecuentemen
te la distinción entre lo que denomino técnica y tecnología no es tan fácil
de hacer como en el ejemplo precedente. Además, la elección entre (lo que
llamo) técnicas puede incluir también la sustitución, pero en un nivel más
alto de agregación. Así, en el mismo ejemplo el cambio de la técnica tradi
87
cional a la más reciente podría comprender, conjeturalmente, la sustitu
ción de trabajo por capital, donde “capital” signiñca algún agregado de los
tantos y cualitativamente diferentes bienes de capital. Sin embargo, hay
buenas razones para rechazar el último movimiento. La “controversia del
capital”, a la que se hizo referencia en el capítulo 1, ha mostrado, según
mi opinión, concluyentemente, que en muchos casos el capital agregado
no es un concepto bien definido. Supongamos, en mi terminología, que ca
da técnica consiste en una sola práctica. Se ha demostrado entonces que
para que las diversas técnicas sean incluibles dentro de una sola tecnolo
gía (“función de producción”) que permite la sustitución del trabajo por
capital agregado, hay que postular condiciones bastante específicas que
no pueden suponerse como universalmente cumplidas. La naturaleza de
estas condiciones se describe en el capítulo 7 para un caso simple. Presu
miblemente el problema de la agregación sería aun más difícil si también
se hiciera la distinción entre práctica y técnica. Entonces, creo que en el
caso general se necesita la estructura de tres hileras, aunque puede haber
casos particulares en los que será suficiente un modelo de dos.
Es característico de la economía neoclásica que transforme los tres ni
veles en dos. Habitualmente se piensa que Marx, simplificando aun más,
suponía que la tecnología en un momento dado consiste en una sola prác
tica, de manera que no hay lugar para elegir entre prácticas o entre técni
cas. Esto es lo que generalmente se denomina el supuesto de “los coefi
cientes fijos de producción”, o “la tecnología de Leontief”. En el capítulo 7
analizo si Marx realmente tenía esta opinión y concluyo que mientras él
(erróneamente) negaba la elección intratécnica, reconocía la elección in
tertécnica.
A partir de este análisis conceptual se deriva que quizás habría que
distinguir entre cambio técnico y cambio tecnológico, siendo el primero
una mejora de una técnica existente y el segundo un agregado de una
nueva técnica al espectro existente. Sin embargo, no lo haré y hablaré en
todo el trabajo de cambio tecnológico. Esto reflejará el hecho de que fre
cuentemente me ocuparé del sentido más estrecho del término, es decir,
de la mejora intratécnica. En otros casos la discusión será tan general que
se aplica tanto al sentido estrecho como al amplio. Nuevamente, esto re
fleja el hecho de que en la mayor parte de la bibliografía no se distingue
entre ambos sentidos.
88
4
Teorías neoclásicas
a. La fu n c ió n d e p ro d u cció n
q = f ( x „ x 2 ...xn)
Evidentemente esto es demasiado general como para ser útil. Para po-
89
der decir algo más específico, debemos imponer alguna estructura sobre
las variables y sobre la función. Utilizaré el enfoque neoclásico estándar
[3] y supondré que hay sólo dos inputs: trabajo y capital agregado. Una ra
zón fundamental para utilizar esta representación objetable es que pode
mos pensar que el análisis está limitado a los casos en que es inobjetable.
Más interesante aun, muchas de las conclusiones pueden trasladarse,
mutatis mutandis, al caso de n bienes de capital cualitativamente diferen
tes. Y finalmente, como estoy explicando principalmente opiniones neo
clásicas, no puedo evitar utilizar su conjunto de normas aunque no se ade
cúen bien a los hechos. Entonces ahora decimos
q = f (K, T) (1)
90
diante isocuantos unidad. Un isocuanto se defíne como el lugar geomé
trico de las combinaciones de factores que dan el mismo output, de mane
ra que (Kp T,) y (Kj, Tj) se encuentran sobre el mismo isocuanto si y sólo si
f (K,, T,) = f (K,, T2). Con retornos constantes a escala, toda la información
en la fíinción de producción puede brindarse a través del isocuanto corres-
Figura 1
P V
pondiente a una unidad de output, ya que todos los demás procesos son
simples múltiplos de ésta. El isocuanto unidad en la figura 1 está dibuja
do convexo al origen, correspondiendo a la idea del producto marginal de
creciente. La teoría económica de la producción —a diferencia del aspecto
técnico— se ocupa de determinar cuáles de las combinaciones de factores
pueden realizarse. La teoría neoclásica supone que esto se decide median
te la elección racional, y que el empresario (en una economía capitalista)
elige la combinación de factores que maximiza sus ingresos netos o ga
nancias. Si suponemos que los precios de los factores de producción y del
producto se dan (el supuesto de la competencia perfecta), entonces pode
mos explicar su elección de un modo particularmente simple. En la figura
1 cada una de las líneas rectas es una curva de isocosto, es decir, el lugar
geométrico de las combinaciones de inputs con el mismo costo total, dados
los precios del factor. La pendiente de estas líneas corresponde al cocien
te factor precio. Entonces el empresario elegirá el punto en el isocuanto
unidad que esté en la curva de isocosto más bqja, es decir, el punto A tan
gente entre el isocuanto y la recta PP’. Análogamente, un cambio en el co
91
cíente factor precio, que lleva a un conjunto de curvas de isocosto parale
las a QQ\ hará que el empresario cambie de A a B. Esto es sustitución de
trabajo por capital luego de un alza en el precio del capital relativo al del
trabajo.
Básicamente, esto es todo en cuanto a la teoría neoclásica estática de
la producción. A este simple tema pueden agregarse infinitos adornos y
variaciones, pero la lógica básica de la elección racional y la sustitución
inducida por el precio es la misma. Podemos observar que el simple mode
lo esquematizado más arriba se basa en tres supuestos. Quizás el más
importante sea el postulado de la conducta de maximización de las ganan
cias. En capítulos siguientes veremos cómo diversas teorías evolucionis
tas y marxistas niegan este postulado, ya sea suponiendo que la elección
entre las prácticas posibles sigue una lógica diferente o negando que haya
que hacer una elección. Casi igualmente importante es el supuesto inclui
do en el concepto de la función de producción, una representación compac
ta de las posibilidades y limitaciones técnicas existentes. Se supone que
todos los puntos en el isocuanto unidad son igualmente accesibles a la em
presa, y el punto correspondiente a la práctica real no está privilegiado de
ningún modo. También es posible moverse por el isocuanto unidad en res
puesta a los cambios de precio sin que el isocuanto sea afectado por los
movimientos. En el capítulo 6 veremos que estos supuestos han sido cues
tionados. Finalmente, el modelo se basa en el postulado institucional de
la competencia perfecta. Este es el supuesto menos central y la teoría neo-
clásicapuede manejar perfectamente las complicaciones que surgen cuan
do se deja de lado. De hecho, la mayoría de los “adornos y variaciones”
mencionados anteriormente son búsquedas de elección de técnicas bajo
una competencia imperfecta.
92
minimizarían los costos unitarios cuando los precios de los factores son
constantes”. Análogamente, “las tendencias de ahorro de trabajo o de ca
pital del avance técnico se miden mediante el cambio relativo en el capital
por unidad de trabajo cuando los precios de los factores son constantes”.
“Así, la figura 2a muestra el cambio tecnológico neutral, el de la figura 2 b
es ahorro de trabqjo y el de la figura 2c el ahorro de capital. Esta defini
ción de tendencia innovadora no es más que una de las disponibles, cada
una de las cuales puede tener algo a su favor en un contexto dado. Pero
creo que Salter tiene razón en cuanto a que su definición es la más
apropiada para el estudio del cambio tecnológico en el nivel industrial,
mientras que las demás se crean con el propósito de un análisis adicio
nales] Más aun, el nivel industrial (o empresarial) también es el apropia
do para propósitos explicativos, ya que, como expliqué en el capítulo 3,
queremos entender el cambio tecnológico agregado como el resultado de
acciones individuales. Veremos en el capítulo 7 que pueden surgir ambi
güedades fatales cuando se utiliza indiscriminadamente el concepto de in
novaciones en “ahorro de trabajo” en el micro y el macroanálisis.
Entonces, ¿cómo podemos explicar el alcance y la dirección del cambio
tecnológico en una teoría neoclásica? Debemos decir rotundamente que la
teoría neoclásica no se adapta bien a esta tarea. Es una herramienta su
mamente eficiente para el análisis del equilibrio de la vida económica, in
cluyendo los equilibrios intertemporales, el crecimiento del estado fijo y
otros fenómenos que se producen en el tiempo lógico, en oposición al histó
rico. Por otro lado, conceptualmente es muy escasa su utilidad cuando se
trata de problemas realmente dinámicos. Sin embargo, queda por ver si
esto es porque la teoría neoclásica es en cierto modo defectuosa o porque
la tarea de explicar lo impredecible es naturalmente difícil.
La economía neoclásica se aboca a la explicación de todos los fenóme
nos en términos de elección racional dentro de límites. En este caso, esto
significa que el ritmo y la tendencia de cambio tecnológico deberían resul
tar de la elección deliberada, supuestamente del empresario. Pero enton
ces debemos preguntar: ¿cuáles son los límites? ¿Y cómo puede conocerlos
el empresario? Si tiene acceso a mejores métodos, ¿cómo es que no los es
tá utilizando? Por ahora pospondré esta pregunta, suponiendo que hay
una corriente de innovaciones dada exógenamente y disponible al empre
sario y que su única elección es si las va a dirigir en alguna dirección en
especial. Es decir, que dejaré de lado la explicación del ritmo del cambio y
me concentraré exclusivamente en la tendencia del factor de ahorro.
93
La verdadera razón de la predominancia de invenciones para el ahorro de
trabajo es seguramente la que se indicó en nuestro análisis de la sustitución.
Un cambio en los precios relativos de los factores de producción es un impul
so para la invención, y para la invención de una clase en particular, dirigida
a economizar el uso de un factor que se ha tomado relativamente más caro.
La tendenciageneral a un aumento más rápido de capital que de trabajo que
ha marcado a la historia europea durante los últimos siglos ha proporciona
do naturalmente un estímulo para la inversión para el ahorro de trabajo.[6]
Salter, en Productivity and Teehnical Change de 1960, presenta una
refutación igualmente clásica de esta idea persuasiva:
Si la teoría [de Hick] implica que el trabajo más costoso estimula la búsque
da de nuevo conocimiento dirigido específicamente al ahorro de trabajo,
entonces es pasible de serias objeciones. El empresario está interesado en
reducir los costos en total, no en particular como los costos de trabajo o de ca
pital . Cuando los costos de trabajo suben es bienvenido cualquier avance que
reduzca el costo total y no importa si esto se logra mediante el ahorro de tra
bajo o de capital. No hay razón para suponer que deba concentrarse la aten
ción sobre técnicas de ahorro de trabajo, a no ser que, debido a alguna carac
terística inherente déla tecnología, el conocimiento para ahorrar trabajo sea
más fácil de adquirir que el conocimiento para ahorrar capital.[7]
94
bajo parecen ser la respuesta racional de los empresarios al alza de los sa
larios. Pero por supuesto los empresarios actúan individualmente, no co
lectivamente, y entonces la explicación propuesta fracasa. Las economías
externas no pueden motivar la conducta bajo una competencia perfecta;
creer que pueden hacerlo es cometer un error estrechamente relacionado
con la falacia que subyace a la explicación funcional. La proporción de los
salarios es un parámetro para cada empresario y éste no puede hacer na
da para cambiarlo a través de su conducta. A pesar de todo, si por alguna
razón —quizá la indicada en el párrafo anterior— hay una tendencia real
a las innovaciones para ahorrar trabsqo, estos beneficios colectivos surgi
rán como un subproducto. Así como en otros casos, entonces es muy tenta
dor convertir a estos subproductos en razones para la acción.[8]
Obsérvese que la situación puede entenderse en una de dos maneras.
En un modelo podemos postular que el empresario paga un costo por dar
un sesgo particular a su búsqueda de innovaciones. Esto nos da un dilema
de los prisioneros: es mejor para todos los empresarios si todos mecanizan
que si ninguno lo hace, pero para cada empresario es tentador desertar y
beneficiarse de lás invenciones para ahorrar trabajo emprendidas por los
demás sin hacer su propia contribución al bien público. Y por supuesto si
los demás no mecanizan, cada empresario no tiene un incentivo para ha
cerlo, ya que solamente supondría costos y ningún beneficio. En otro mo
delo, podemos postular que no hay costos asociados a la dirección de la
búsqueda de invenciones en un sentido específico. Entonces obtenemos
una situación un tanto curiosa, que puede ejemplificarse con el siguiente
juego. Utilizando la terminología de capítulos anteriores, y siendo “A ” la
estrategia de mecanización y “E” la estrategia de la búsqueda sin tenden
cias, vemos que todos son indiferentes entre (A, A) y (E, A) y también en
tre (A, E) y (E, E), mientras que todos también prefieren los dos primeros
resultados a los dos últimos. Para cada empresario en sí entonces se trata
de un asunto de estricta indiferencia si le da una inclinación por el ahorro
de trabqjo a su búsqueda, pero colectivamente prefieren la mecanización.
John Harsanyi indica que en tales casos la elección racional es tirar una
moneda entre A y E.[9] Mi opinión sería — tentativamente— que debería
mos forzar el concepto de racionalidad individual para actuar de un modo
colectivamente racional cada vez que esto no sea perjudicial individual
mente. O, como alternativa, podríamos indicar que casos como éste ofre
cen campo para el liderazgo y la persuasión, si los dirigentes empresarios
pueden aprovechar la “zona de indiferencia” de cada empresario.[10]
William Fellner [11] ha propuesto dos mecanismos que convertirían
en individualmente racional la reacción al trabajo más caro con invencio
nes para el ahorro de trabajo, incluso suponiendo que hay costos asocia
dos con tal tendencia. Primero, podemos abandonar el supuesto de la
competencia perfecta y suponer que la empresa es tan grande que puede
internalizar algunas de las economías externas creadas por la mecaniza
ción. Es decir, que si la empresa actúa hasta cierto punto como monopso-
nista en su tratamiento del trabajo, entonces puede influir sobre la pro
porción de los salarios por la cantidad de mano de obra que emplea, que a
su vez puede modificarse mediante la mecanización. En segundo lugar, y
95
más interesante, la empresa puede aprender de la experiencia pasada. Si
ha habido una tendencia al alza de los salarios en el pasado, que se espe
ra continuará en el futuro, entonces puede ser racional buscar innovacio
nes para ahorrar trabajo para prevenir hasta cierto punto el impacto de
futuras alzas de salarios. Este argumento funciona bien si las empresas
basan sus expectativas simplemente en la extrapolación de tendencias
pasadas, pero podríamos preguntar si realmente lo hacen. Y quizá, más
particularmente, ¿es racional que lo hagan?
Consideremos nuevamente la situación como estratégica. Cada em
presario puede, inicialmente, llevar adelante el argumento indicado por
Fellner, pero luego puede recordar que su empresa no es la única en la
economía. También hay otros empresarios en una situación similar de al
za de salarios y, en base a un razonamiento similar, puede esperarse que
mecanicen para reducir el impacto de futuras alzas de salarios. Pero si se
puede esperar que hagan esto, habrá una caída en la demanda agregada
de mano de obra y entonces la proporción de salarios esperada no subirá
después de todo, lo que significa que no tiene incentivo —en realidad un
desaliento— para mecanizar. Pero después de seguir reflexionando pode
mos reconocer que los otros empresarios pueden estar pasando por el mis
mo argumento y llegar a la misma conclusión, en cuyo caso los salarios
continuarán subiendo y la mecanización nuevamente comienza a parecer
atrayente. Pero entonces... Evidentemente, la situación es la del juego de
la gallina, ya que cada empresario tiene un incentivo para mecanizar si
ningún otro lo hace y un desaliento si todos los demás lo hacen. Esto
significa que es difícil dar una explicación completa de elección racional
en la innovación para ahorro de trabajo según Fellner: tales innovaciones
son racionales sólo en base a expectativas difíciles de defender racional
mente.
Una explicación diferente de la elección racional de la tendencia de
factores en el cambio tecnológico fue propuesta por Charles Kennedy.[12]
Supone que en cualquier momento la empresa se enfrenta a una frontera
de posibilidad de innovación, que impone limitaciones a las invenciones
técnicamente posibles. Un modelo similiarfúe presentado por S. Ahmad.[13]
“Kennedy indicó que la frontera debe relacionar la proporción de un factor
que podría ahorrarse con la proporción ahorrada del otro factor. Por otro
lado, Ahmad indica que la frontera debe relacionar la cantidad de un
factor ahorrado por unidad de output con la cantidad del otro factor aho
rrado.”!^14] Sin embargo, ninguno de los dos autores dio alguna razón pa
ra creer que uno o el otro sería el postulado más plausible. Más fun
damentalmente, ninguno dio una razón para creer que la frontera de
posibilidad de invención tiene una realidad psicológica para el empresa
rio. Para insistir en un punto mencionado repetidamente en el capítulo 3,
las explicaciones de elección racional se vuelven contra los deseos y las
creencias: el actor elige la acción que para él tiene más sentido, no la ac
ción que sería óptima en cierto sentido abstracto o absoluto. Apelar a un
conjunto inobservable y discutiblemente incognoscible de innovaciones
factibles es abandonar este principio metodológico fundamental. En cual
quier instante puede haber límites objetivos a las innovaciones que pue
96
den hacerse en base al conocimiento técnico existente, pero dichos limites
pueden no hacer ninguna diferencia para la conducta ni tener poder expli
cativo a no ser que se manifiesten de algún modo a los agentes. Me parece
que Kennedy apela a la maximización sin un maximizador. Supone que la
innovación ocurrirá en el punto de la frontera que, en los precios de factor
dominantes, permita la mayor reducción en el costo unitario, pero no nos
dice cómo se supone que el empresario encuentra la frontera y se mueve a
lo largo de ella hasta que encuentra un máximo, ni siquiera cómo encon
trará el máximo global. En una palabra, la teoría carece de microfunda-
mentos.[15]
97
sión, es decir, que las innovaciones factibles no parecieran económicamen
te interesantes.! 18]
Para analizar esta última idea, consideremos la diferencia entre los
réditos privados y sociales de la innovación. Los últimos, aproximada
mente, son los beneficios que se acumulan en la sociedad cuando una
innovación determinada es universalmente adoptada por todos los pro
ductores del sector pertinente. Los primeros incluyen los beneficios que
puede recoger el mismo innovador. Suponer que las innovaciones se pro
ducirán cuando son (en cierto sentido) posibles y socialmente beneficiosas
es ignorar que debe haber un incentivo para que algún individuo las pro
duzca y que, por razones pertinentes a la producción de información, los
réditos individuales y sociales de la innovación generalmente divergen
ampliamente. Una vez que la información se ha producido, puede ser difí
cil para el innovador evitar que otros empresarios la tomen y la utilicen
sin cargo. Si es así, solamente recogerá los beneficios que derivan de su
propio uso productivo del nuevo conocimiento técnico. Es cierto que los be
neficios pueden aumentar por su monopolio temporario durante el perío
do en que sus competidores adoptan los nuevos métodos, pero frente a
esto debemos pesar las “penalidades por llevar ventaja”. Generalmente el
monopolio no durará mucho, por lo menos no lo suficiente como para jus
tificar la actividad innovadora que se requiere. La historia económica y
tecnológica desde el siglo xvn en adelante muestra que hay cuatro res
puestas principales a este problema.[19] Primero el innovador —general
mente un pequeño artesano— puede guardar la innovación para sí, guar
dando celosamente sus secretos profesionales para mantener las ganan
cias de su monopolio durante el mayor tiempo posible. Por supuesto, esto
limita mucho la clase y cantidad de innovaciones que se producirán, tanto
porque el procedimiento excluye innovaciones que por razones puramente
técnicas son difíciles de mantener en secreto como porque no permite que
los réditos sociales actúen como incentivo. Segundo, el Estado puede fo
mentar la actividad innovadora, así como lo hace con la producción de
otras clases de bienes públicos.[20] Sin embargo, el registro histórico
muestra que éste no fue un método eficiente. El Estado debía recompen
sar los intentos ingeniosos de producir máquinas de movimiento perpetuo
y aventuras similarmente improductivas, recompensando efectivamente
al inventor de acuerdo con sus esfuerzos pasados y no por los beneficios fu
turos. Tercero, el sistema de patentes surgió como un modo de extender y
estabilizar el monopolio temporario del inventor, permitiéndole así adue
ñarse de los réditos sociales o al menos de una parte suficiente de ellos pa
ra que el esfuerzo innovador valiera la pena. Y por último, los monopolios
surgieron como tales debido a que por su posición dominante en la indus
tria podía apropiarse de gran parte de los réditos sociales incluso en
ausencia de un sistema de patentes.
Al tratar de explicar la proporción de innovación, el enfoque neoclási
co más prometedor parecería suponer que la proporción de invenciones se
da exógenamente y que las empresas se enfrentan con el problema de
cuánto invertir en el esfuerzo de transformar invenciones en innovacio
nes. Es decir, que debemos suponer que el crecimiento de la ciencia no es
98
parte del proceso económico. Evidentem ente esto es contrario a los hechos
en algunos casos, 121J pero son también los casos para los que puede ser
difícil encontrar explicaciones. El progreso científico está oscurecido por
la incertidumbre, en el sentido técnico de la palabra, y a una em presa le
resultaría muy difícil justificar racionalm ente la inversión que realice en
investigación científica básica. (Sin embargo, parecería que las ciencias
de la vida cada vez se convierten en más excepciones a este enunciado.)
Más aun, supondré que las em presas pueden form ar algunas expectati
vas justificadas — probabilísticas— acerca de los costos privados y los
réditos sociales de transform ar una invención dada en una innovación
productiva. Este supuesto parece haber surgido aproxim adam ente de la
experiencia, aunque sería obviam ente absurdo buscar altas precisiones
en tales casos.
Con este contexto, el enfoque neoclásico estándar explicará la propor
ción de innovación en térm inos de los dos m ecanism os mencionados en el
penúltimo párrafo: apropiabilidad y estructura del mercado. A dem ás ob
viamente hay un problem a acerca de la demanda de innovaciones, ya que
el rédito social depende fundam entalm ente de este elemento. Desde
Adam Smith se ha reconocido que la ca n tid a d d e innovación depende de la
extensión del mercado, enunciado que tam bién fue confirm ado en muchos
estudios recientes.[22] Pero este aspecto del problem a es en cierto modo
incidental al enfoque de la elección racional favorecido por la teoría neo
clásica; y en todo caso no lo analizaré aquí. Entonces el enunciado final
del problema es el siguiente: suponiendo que la fuente científica de inno
vaciones y la demanda económ ica de innovaciones se den exógenamente,
¿cómo explicamos la proporción en que se producen?
Como se observó en el capítulo 2, la paradoja del sistema de patentes
es que, al disipar la suboptim alidad dinámica, también destruye la opti-
malidad estática. Al darle al innovador un m onopolio tem porario de la in
novación, asegura que las innovaciones realm ente se produzcan, pero
también evita que se utilicen óptimamente. (Una paradoja en cierto modo
similar, aunque básicam ente no relacionada, es creada por el papel de las
expectativas en la innovación: cuantas más nuevas innovaciones se espe
ra que suijan en un campo dado, menor será la proporción en que sean di
fundidas, ya que los usuarios prefieren esperar la versión siguiente y me
jorada )[23J Por lo tanto, desde un punto de vista el sistema de patente
puede incluirse entre aquellas “relaciones de producción” que “inm ovili
zan” las fuerzas productivas. A nalizo estos conceptos marxistas en el
apéndice 2. Aquí solam ente quiero acentuar que el sistem a de patentes
puede diseñarse de m anera de ser óptimo desde el punto de vista social,
por ejemplo, variando las tarifas perm itidas para las licencias, la dura
ción de la patente, etc.124] Los com entarios a continuación sobre la con
ducta de las empresas deben entenderse com o relativos a un sistema dado
de patentes, que puede o no estar diseñado como para canalizar aquella
conducta en form as socialm ente deseables.
Entonces, supongamos una industria con empresas posiblemente
innovadoras. ¿Cuánto invertirán racionalm ente en la actividad in
novadora? y ¿cuánta innovación resultará? Estas preguntas resultan
99
mucho más difíciles de contestar de lo que se pensaba previamente porque
son esencialmente de una naturaleza de equilibrio general. Tradicional
mente, se suponía que la estructura del mercado era exógena y proporcio
naba una explicación causal para la proporción de la actividad innovado
ra. Así la “hipótesis de Schumpeter”, de la que hablaré más en el próximo
capítulo, afirmaba que los monopolios tienden a fomentar la innovación.
Pero ahora resulta que la “concentración industrial y la intensidad de la
búsqueda son determinadas simultáneamente”[25] en base a, entre otras
cosas, la tecnología interna del proceso de investigación y desarrollo. En
un modelo propuesto por Glenn Loury, por ejemplo, la industria será per
fectamente competitiva (con una cantidad infinita de empresas) si la tec
nología para la innovación tiene réditos descendentes a escala, pero con
réditos incialmente crecientes puede haber un equilibrio con una cantidad
finita de empresas.[26] Otra falla de los análisis del equilibrio parcial se
origina en los supuestos que hacen sobre la conjetura que la empresa ha
ce de la conducta de las otras empresas. Por ejemplo, si el modelo supone
que todas las empresas son idénticas, no se puede determinar el óptimo
para una empresa dada con respecto a niveles dados de inversión de otras
empresas, ya que es una condición de la solución que en equilibrio todas
las empresas deben comportarse idénticamente.[27]
Esto también implica la condición de que en equilibrio todas las
empresas deben hacer supuestos similares con respecto a cada una. El
asunto es si estas expectativas existen, es decir, si el “juego de innova
ción” tiene una solución. No puedo entrar en detalles en este análisis, sim
plemente porque siento que no los domino por completo. Sin embargo, per
mítaseme indicar, siguiendo un modelo presentado por Partha Dasgupta
y Joseph Stiglitz, por qué en tales “juegos R & D” no se necesita una solu-
ción.[28] Suponen que no hay incertidumbre acerca de las posibilidades
innovadoras, de modo que existe una relación conocida y determinista en
tre la cantidad invertida en la innovación y el tiempo en el que se produce
la innovación. Luego se prueba 1) que debe haber por lo menos una empre
sa que invierta en la innovación en equilibrio, 2) que no puede haber más
de una empresa que invierta en la innovación en equilibrio y 3) que el su
puesto de que en equilibrio una sola empresa invierte en la innovación es
inconsistente. Se concluye que no puede haber un punto de equilibrio en el
juego.
El razonamiento detrás de estas proposiciones es el siguiente. En el
modelo se estipula que la innovación es beneficiosa, en el sentido de que
existe una cantidad x tal que una empresa que invierte x en innovaciones
y que obtiene toda la recompensa aumentará el valor actual de sus ganan
cias. Si en equilibrio hubiera dos empresas que invierten en innovaciones,
deben invertir cantidades iguales. Pero esto podría no ser un equilibrio,
pues una empresa podría entonces elevar marginalmente su inversión y
así elevar la probabilidad de obtener la recompensa del 50% al 100%. Fi
nalmente, si en equilibrio hubiera solamente una empresa invirtiendo,
tendría que invertir una cantidad que dé ganancias esperadas nulas,
pues de lo contrario surgirían competidores. Pero como suponemos que es
un equilibrio en el sentido teórico del juego (un “equilibrio de Nash-Cour-
100
not”, como se denomina generalmente en este contexto), la conducta de la
firma inversora debe ser óptima con respecto a la de las no inversoras. Sin
embargo, éste no podría ser el caso con ganancias esperadas nulas, ya que
suponiendo que las otras empresas no invierten, la empresa inversora po
dría obtener ganancias positivas reduciendo sus gastos R & D. Básica
mente, es claro que se trata de una variante del juego de la “gallina”: si
otros invierten, cada empresa no tiene incentivo para invertir; si no lo ha
cen, sí lo tiene.
Entonces, en el modelo no hay equilibrio en estrategias puras. Sin
embargo, sabemos por la teoría de los juegos que debe haber un equilibrio
en estrategias mixtas, es decir, una salida en la que las empresas invier
ten estocásticamente en la innovación. Pero esto, por supuesto, no garan
tiza que el juego tenga una solución en las estrategias mixtas. De hecho,
los economistas tienden a satisfacerse con la demostración de que una es
tructura de interacción dada tiene un equilibrio, es decir, una solución in
dividualmente estable en el sentido explicado anteriormente. Que este
equilibrio se produzca realmente es otro asunto. En un juego sin solución
no hay equilibrio que se realice a través de los actores que convergen táci
tamente en un único conjunto de estrategias. Suponer que una “mano in
visible” realizará un equilibrio es, nuevamente, caer víctima de alguna
variedad de funcionalismo. Por supuesto podría suceder que se llegue a
un equilibrio a través de algún proceso dinámico de adaptación mutua
convergiendo en una situación estable, pero esto debería probarse en cada
caso específico.[29]
La familia de modelos analizados aquí también puede aclarar algo so
bre la relación entre la proporción de actividad innovadora y la proporción
de innovación. En el modelo simple y atractivo de Loury, primero prueba
tres teoremas para el caso de una cantidad fija de empresas, con barreras
al libre ingreso: el nivel de inversión de la empresa desciende con una can
tidad creciente de empresas; la proporción de innovación aumenta con la
cantidad de empresas; y habrá demasiada inversión en innovaciones en
relación con el óptimo social, es decir, demasiada cantidad innovadora
comparada con las innovaciones producidas. En el caso de una cantidad
de empresas (con libre ingreso) endógenamente determinado, los dos pri
meros teoremas también sirven y también se demuestra que con réditos
iniciales a escala en la tecnología de la innovación habrá sobreinversión
en la actividad innovadora. Sin ninguna duda, estos resultados dependen
fuertemente de supuestos muy específicos; los cito aquí solamente para
dar una idea de los problemas que aborda esta sofisticada rama de la eco
nomía neoclásica.
Tiendo a ser un poco escéptico en cuanto al poder explicativo de estos
modelos neoclásicos del cambio tecnológico. Básicamente, el problema es
que hay demasiada incertidumbre en la situación para que la elección ra
cional esté bien definida. En primer lugar, existe la incertidumbre que ro
dea a las posibilidades innovadoras. He supuesto que esta incertidumbre
hasta cierto punto puede reducirse aprendiendo de la experiencia, de mo
do que las empresas enfrenten un problema de decisión bajo riesgo. Es
una gran concesión para hacer, pero quizá no mucho mayor que lo que ge
101
neralmente se requiere en los modelos económicos. El problema real está
en otra parte, en la incertidumbre fundamental que nace de la naturaleza
estratégica de la situación. Lo mejor que podemos hacer es suponer que
las empresas actúan racionalmente en base a supuestos no racionales
acerca de cada una, lo que significa que caemos realmente en una explica
ción causal de su conducta. En lugar de suponer que las empresas actúan
racionalmente en base a creencias arbitrarias, podría parecer más equili
brado simplemente suponer que actúan arbitrariamente, el empresario
movido por lo que Keynes memorablemente denominó sus “espíritus ani
males”. De hecho, ésta es una manera de describir algunos de los modelos
que esbozaré en el capítulo 6. Postulando que las empresas buscan aleato
riamente y luego deciden sobre la base de satisfacer y no de optimizar, sin
duda nos acercamos al verdadero proceso empresarial.
102
5
Teoría de Schumpeter
103
to la vida económica como la política son moldeadas por hombres con la
capacidad para “hacer que las cosas se hagan”, para superar el pensa
miento habitual y percibir posibilidades objetivas ocultas a los demás.
Aunque las actividades rutinarias puedan ser predominantes en el senti
do cuantitativo, las innovaciones son chispas que encienden y vivifican el
sistema. De allí que en su trabajo sobre los ciclos comerciales Schumpeter
no estuviera interesado comparativamente en los mecanismos de difusión
y propagación que determinan la forma precisa de las fluctuaciones, y
mucho más interesado en las innovaciones que proporcionan las series
irregulares de shocks que serán propagados. [5]
La última observación también explica su profunda hostilidad hacia
Keynes y su rechazo a considerar el elemento de demanda efectiva como
una explicación fundamental del ciclo comercial. [6] El creía que esto sola
mente podía explicar los aspectos superficiales del proceso y distraer la
atención de las causas básicas. Más aun, tenía una fuerte aversión por el
método agregado de Keynes y sus seguidores: “Mantiene el análisis en la
superficie de las cosas y evita que penetre en los procesos industriales que
se encuentran por debajo, que son lo que realmente importa. Invita a un
tratamiento mecánico y formal de unas pocas líneas de contorno aisladas
y atribuye a los agregados una vida propia y un significado causal que no
poseen”.[7] Schumpeter no sólo practicó la doctrina del individualismo
metodológico: según Fritz Machlup fue él quien acuñó el término e hizo la
frecuentemente descuidada diferenciación entre individualismo político y
metodológico. [8]
Estudiaré los trabajos centrales de Schumpeter en orden cronológico,
pero no dudaré en citar algún trabajo para elaborar puntos mencionados
en otros. La unidad de la obra de Schumpeter desde 1911 en adelante es
tal que este procedimiento parece perfectamente legítimo.
104
vés de pasos infinitesimalmente pequeños. Resultará útil para varios pro
pósitos citar y analizar brevemente su explicación de tales adelantos “pe
queños” y “adaptables” — en oposición a “amplios” y “espontáneos”— en
técnica:
105
arando con hierro cuando Europa utilizaba el acero”?[14] Elvin señala
que finalmente China llegó a un punto en que solamente el cambio tecno
lógico discontinuo podría haber causado más aumentos de productividad,
ya que el potencial de la tecnología tradicional se había agotado. Enton
ces, ¿por qué China no dio ese salto? No porque la ciencia china no estu
viera desarrollada: “En la mayoría de las áreas, siendo la principal excep
ción la agricultura, la tecnología china dejó de progresar mucho antes de
que el punto en que la falta de conocimientos científicos básicos se convir
tiera en un serio obstáculo”.[15] Tampoco porque la innovación fuera aje
na a la mentalidad china: era una civilización “con un fuerte sentido de
racionalidad económica, con un aprecio por la invención tal que se cons
truyeron templos en honor a los inventores históricos (aunque, cierta
mente, sin ley de patentes) y con notables dotes mecánicas” .[16]
En la complicada explicación de Elvin del estancamiento tecnológico
en China, el siguiente es un párrafo clave: “Mercados enormes, pero casi
estáticos no crearon cuellos de botella en el sistema de producción que po
drían haber impulsado a la creatividad. Cuando se produjo escasez tem
poraria, la versatilidad mercantil, basada en el transporte barato, fue un
remedio más rápido y seguro que la invención de máquinas”.[17] Frente a
esto un historiador económico neoclásico acentuaría la falta de un siste
ma de patentes (mencionado sólo de modo parentético por Elvin) o de al
gún arreglo similar para internalizar los beneficios sociales de la innova-
ción.[18] Y Schumpeter, mientras también enfatiza la necesidad de un
arreglo de tal naturaleza, agregaría que el estancamiento de la economía
china está vinculado a la ausencia en China del empresario innovador.
La innovación capitalista, para Schumpeter, es un concepto mucho
más amplio que la idea de la innovación tecnológica realizada por una em
presa capitalista. La innovación se define generalmente como la realiza
ción de nuevas combinaciones de los medios de producción e incluye los si
guientes casos:
106
forma de economía de propiedad privada en la que las innovaciones se
realizan a través de dinero prestado, que en general, aunque no por una
necesidad lógica, implica la creación de créditos”.[20] Por ejemplo, esto le
permite indicar que los principados alemanes del siglo XVm llevaron a ca
bo innovaciones capitalistas, con los servidores públicos financiando sus
empresas comercialmente.[21] También le permitió enunciar una famosa
y dudosa afirmación de que las ganancias empresariales de ninguna ma
nera son un reembolso por haber corrido riesgos, ya que es quien presta el
capital el que corre con los riesgos financieros.[22]
Permítaseme concentrarme en la innovación en el sentido tecnológico
estrecho y preguntar cómo explica Schumpeter el alcance y la elección del
momento para la innovación empresarial. (Como Schumpeter nunca plan
teó el tema de la tendencia de factores del cambio tecnológico, este proble
ma queda fuera del alcance del análisis.)[23] ¿Qué hace que el empresario
se ponga en marcha? ¿La innovación es una actividad racional? Hemos
visto que la respuesta neoclásica a estas preguntas es que el empresario
se propone maximizar las ganancias y que innova mientras la innovación
sea un medio racional para dicho fin, dados supuestos más o menos racio
nales acerca de los costos y beneficios de la innovación y acerca de la con
ducta de otros empresarios. En cierto modo, Schumpeter tiene respuestas
diferentes para ambas preguntas. En su análisis de los motivos empresa
riales enfatiza tres elementos: el sueño y la voluntad de encontrar un rei
no privado; la voluntad de conquistar, de tener éxito no por los frutos del
mismo, sino por el éxito mismo; y finalmente la alegría de crear, de que
las cosas se hagan.[24] Solamente el primero de éstos está directamente
vinculado con la adquisición de propiedad privada, aunque la ganancia
monetaria también es un índice muy exacto de hasta qué punto se reali
zan los otros deseos.[25]
Cuando observamos más detalladamente estos motivos empresaria
les, según son descritos por Schumpeter, parecen notablemente evasivos.
Primero, no está claro si el empresario es básicamente racional o si está
guiado por motivos más “atávicos”, para emplear una frase de Schumpe
ter en su estudio del imperialismo.[26] La “voluntad de conquistar” es
tanto sin límites como sin objetivo. No tiene un objeto precisamente defi
nido que podría convertirla en una búsqueda racional, sino que se satisfa
ce en una búsqueda indefinida de acumulación. “El comerciante moderno
adquiere hábitos de trabajo debido a la necesidad de ganar el sustento,
pero trabaja más allá de los límites en los que la adquisición aún tiene un
significado racional en el sentido hedonista.”[27] La analogía con Marx es
bastante clara a pesar de afirmaciones que dicen lo contrario.[28] Enton
ces, tales argumentos parecen justificar la opinión de que “en un golpe
maestro de economía postulacional, Schumpeter pudo presentar su ‘psi
cología del empresario’ como un caso especial de su principio de ‘g eists su
perpuestos’” [29] Sin embargo, por otro lado, Schumpeter acentuó el ca
rácter “racionalista y no heroico” de los burgueses.[30] Sin duda éste es
un tema tan penetrante de su trabajo que es difícil ver cómo puede recon
ciliarse con el concepto del fundador atávico de una dinastía que quiere el
éxito más que sus propios frutos.
107
Los comentarios precedentes se referían al problema de los motivos y
deseos empresariales. Comentarios similares se aplican a la teoría de
Schumpeter de cómo se forman las creencias y expectativas empresaria
les. En Business Cycles logra decir en un solo párrafo que los comercian
tes son invariablemente demasiado optimistas y que están lejos de serlo
siempre.[31] Sin embargo, la siguiente ambigüedad es más central. En La
teoría del desarrollo económico parece afirmar que los empresarios inva
riablemente tienen razón en su evaluación de las posibilidades innovado
ras: su éxito “depende de la intuición, de la capacidad de ver las cosas de
un modo, que luego resulta ser cierto, aunque no pueda establecerse en el
momento, y de captar el hecho esencial, descartando lo que no es esencial,
aunque no puedan explicarse los principios por los cuales se realiza”.[32]
Sin embargo, en Capitalismo, socialismo y democracia encontramos un
argumento aparentemente contradictorio con esto, en un párrafo que ci
taré en extensión ya que expresa bien las virtudes y los vicios caracterís
ticos del estilo de Schumpeter:
108
estudios de psicología cognoscitiva. El argumento de Schumpeter, aunque
evasivo, puede relacionarse con lo siguiente:
109
b. C iclo s co m e rcia les (1939)
110
tuaciones alrededor de él debidas a impactos aleatorios”:[43] un ciclo so
breimpuesto sobre una tendencia independiente. El motor de crecimiento
en este concepto podría ser el ahorro o la ampliación de mercados; en cual
quier caso el empresario innovador no juega ningún papel. Contra esto,
Schumpeter adopta lo que sólo puede denominarse una teoría hegeliana
del progreso económico:
111
cosa corriente que las personas crearán expectativas estratégicas o racio
nales.
La recesión y la depresión difieren en varios aspectos en el esquema
de Schumpeter. La recesión tiene una tarea que cumplir, el trabajo de
adaptación, y termina cuando la tarea se ha cumplido. Por el contrario, la
depresión “tiene un modo de alimentarse a sí misma [48] y puede entrar
en una espiral viciosa. Por esta razón la depresión realmente producirá
un ciclo, es decir, que hay una caída por debajo del equilibrio preinnova
dor. También “el caso de la acción gubernamental en la depresión... sigue
siendo... incomparablemente más fuerte que en la recesión".[49] Podemos
observar en relación con esto que el análisis semischumpeteriano por par
te de Nicholas Kaldor [50] tiende a invertir el vínculo causal descrito más
arriba, afirmando que el crecimiento es causado por expectativas irracio
nal y excesivamente optimistas, en lugar de que tales expectativas creen
un “proceso patológico al que no pueden atribuírsele funciones orgáni
cas”.^!.] Para Schumpeter, el ciclo es estrictamente un subproducto del
crecimiento, mientras que para Kaldor es causalmente eficaz para indu
cir el crecimiento. (Véase el capítulo 2 donde se distingue entre las dos va
riedades de teodicea del siglo XVH.)
La “hipótesis schumpeteriana” o el “trueque schumpeteriano” men
cionados en el capítulo 4 establece que las innovaciones están favorecidas
por el oligopolio. El sistema de patentes es sólo una de las muchas prácti
cas oligopólicas o monopólicas que favorece la innovación a cambio de una
eficiencia distributiva estática. Un enunciado reciente es el siguiente:
“Donde la protección de las patentes es irregular y las imitaciones pueden
producirse rápidamente, el rédito para el innovador dependerá amplia
mente de su capacidad para explotar dicha innovación durante un perío
do relativamente corto. Las empresas grandes tienen un nivel de produc
ción, una capacidad productiva, arreglos de comercialización y finanzas
que les permiten explotar rápidamente una tecnología nueva a una esca
la relativamente amplia”.[52] La posibilidad empírica de la hipótesis pue
de no parecer precisa. Un estudio reciente distinguió entre dos sentidos
de la variable independiente:[53] el tamaño de la empresa y la estructura
del mercado. Análogamente, se hizo una distinción entre dos sentidos de
la variable dependiente: la cantidad de actividad innovadora y la canti
dad de innovación. De las cuatro versiones de la hipótesis ninguna fue
confirmada sin ambigüedades por pruebas.[54] Sin embargo, dejaré estos
asuntos de lado. La hipótesis schumpeteriana puede aclarar la historia
del capitalismo aunque no pueda compararse con datos de los últimos cin
cuenta años. En todo caso, la sola existencia e indiscutida importancia del
sistema de patentes demuestra que hay un núcleo inexpugnable de ver
dad en la hipótesis aunque resultara ser el caso en que otras formas de
prácticas oligopólicas no tienen beneficios a largo plazo similares. El
enunciado más famoso de la hipótesis se encuentra en Capitalismo, socia
lismo y democracia-.
[Como] tratamos con un proceso en el que cada elemento lleva mucho tiempo
para revelar sus rasgos verdaderos y efectos fundamentales, no tiene senti-
112
do evaluar el desempeño de dicho proceso ex visu un instante determinado;
debemos juzgar su desempeño a medida que se desarrolla a través de las dé
cadas o los siglos. Un sistema —cualquiera sea, económico u otro— que en
cada instante determinado utiliza plenamente sus posibilidades para obte
ner mejor ventea puede, a pesar de ello, con el tiempo ser inferior a un siste
ma que lo hace en cualquier instante, pues el que este último no lo haga pue
de ser una condición para el nivel o la velocidad del desempeño a largo
plazo.[55]
Esto es lo que en el capítulo 1 denominé el principio del largo plazo de
Tocqueville. Pasando por Tocqueville a Leibniz encontramos el mismo
principio enunciado con insuperable precisión: "La serie infinita de todas
las cosas puede ser la mejor de las series posibles, aunque lo que existe en
el universo en cada instante en particular no es lo mejor posible”.[56] La
idea puede tener muchas aplicaciones. Schumpeter mismo se refiere al
"hecho de que producir a un costo mínimo con el tiempo puede, en el caso
de factores desproporcionados, implicar nunca producir a un costo míni
mo en cualquiera de las curvas de costo a corto plazo porque otro ‘método’
resulta ventajoso antes de alcanzar aquel punto”.[57] Kenneth Arrow
afirma que el empresario schumpeteriano representa un dilema similar:
al maximizar la utilidad y no las ganancias, evita la realización de esta
dos eficientes, pero al mismo tiempo son sus lazos personales con la em
presa (y la subsiguiente maximización de las utilidades y no de las ganan
cias) los que lo convierten en el Prometeo del crecimiento.[58] Análoga
mente, parece plausible que muchos intentos de justificar los "hornos pa
ra acero en el patio del fondo” y prácticas similares del Gran Salto H ada
Adelante en China tuvieran esta estructura general. Sin duda se dijo que
la línea de masa implica una pérdida de eficiencia, pero esto queda más
que compensado por el aumento de esfuerzo humano y de energía que li
bera. O nuevamente, la participación en la industria está justificada por
la idea de que hay un efecto neto positivo de dos tendendas opuestas, es
decir, la pérdida de eficiencia en la toma de dedsiones y un aumento de
motivación.
Sin embargo, deberíamos agregar que Schumpeter no quiso insistir
en la idea de que las prácticas oligopólicas tenían consecuencias negati
vas para la asignación estática de recursos. Deliberadamente fue contra
la corriente y afirmó que en muchos o incluso en la mayoría de los casos
los oligopolios reducirán los precios y expandirán la producción en lugar
de seguir el argumento de libro.[59] De hecho, si una empresa tratara de
explotar una posición monopólica que adquirió de algún modo, pronto la
perdería.[60] Por lo tanto, la teoría de Schumpeter tiene dos puntas:
113
óptima, esto no constituiría una refutación del desempeño óptimo a través
del tiempo.[61]
De estos dos argumentos, la posteridad retuvo solamente el segundo,
mientras que discutiblemente el primero era el más importante para
Schumpeter, por lo menos en Ciclos comerciales.
114
vos métodos o productos, sino organizar equipos de investigación con el
propósito de tal creación. En base a pruebas impresionistas realmente
parece que en industrias tales como las de computadoras, productos quí
micos e ingeniería biológica, el desafío empresarial es reunir la experien
cia económica, tecnológica y científica para el avasallante propósito de
maximizar las ganancias (o de satisfacer). Más aun, las otras tareas inno
vadoras mencionadas por Schumpeter, como la apertura de nuevos mer
cados y la conquista de una nueva fuente de suministros, supuestamente
no estarán saetas a convertirse en rutinas en el mismo sentido que pue
de serlo la innovación tecnológica. Y finalmente, en los intersticios entre
las empresas gigantes parece haber un lugar permanente para las pe
queñas empresas innovadoras que trabajan en las fronteras del conoci
miento. Por todas estas razones parece difícil aceptar la idea de Schumpe
ter — evidentemente inspirada por pensamientos similares de Marx— de
que el capitalismo será víctima de su propio éxito.
Hemos visto que Schumpeter amplió los conceptos de innovación y de
empresa de modo de incluir no sólo el cambio tecnológico, sino también el
cambio institucional y organizacional. En la definición citada más arriba,
sin embargo, la innovación estaba limitada a la esfera económica. En todo
caso, es un medio para las ganancias. En Capitalismo, socialismo y demo
cracia Schumpeter avanzó al ampliar el concepto de empresa para incluir
también la esfera política, sustituyendo las ganancias por el poder. Sin
duda, Schumpeter nunca utiliza el término “empresario’’ para el dirigen
te político, ni la palabra “innovación” para lo que aquél hace para obtener
y mantener el poder. Sin embargo, resulta perfectamente obvio que sus
teorías políticas y económicas provienen de la misma matriz.
Schumpeter propone como premisa básica que la democracia es un
método para tomar decisiones políticas, no un fin en sí mismo.[67] Lo que
caracteriza a la democracia y la diferencia de otros métodos es “quién y có
mo” se toman dichas decisiones. Su respuesta es que la democracia es
“aquel arreglo institucional para llegar a decisiones políticas en las que
los individuos adquieren el poder para decidir mediante una lucha compe
titiva por el voto de las personas”.[68] Estos individuos son los dirigentes
políticos, la analogía del empresario en la esfera política. Como en el caso
del empresario strictu sensu, deben tener “una fuerza personal considera
ble”: deben poder desviar al electorado, movilizar a sus seguidores, con
trolar a los rivales, someter a la oposición y demás. En contraste con esto,
no se requiere que tengan una verdadera capacidad para gobernar. A
diferencia del capitalismo competitivo — y ésta es una importante dife
rencia entre la esfera política y la económica— la competencia política no
selecciona por la capacidad para el desempeño, sino por la capacidad de
persuadir. “Las cualidades de intelecto y carácter que hacen a un buen
candidato no son necesariamente las que hacen a un buen administra
dor. ”[69] Desde el punto de vista del desempeño en el cargo, el proceso de
selección tiene a lo sumo méritos negativos: “después de todo hay muchas
piedras en el arroyo que conduce a los políticos a cargos nacionales que no
son completamente ineficientes al impedir el progreso del imbécil o del
charlatán”.[70] Más aun, no sólo los talentos del político de éxito no son los
115
del buen administrador: también estará motivado por asuntos diferentes.
La política de “que un gobierno decide con miras a sus oportunidades po
líticas no es necesariamente la que producirá los resultados más satisfac
torios para la nación”. Los políticos buscan el poder y luego la reelección,
no el bien de la nación.
Entonces, ¿cómo se puede caracterizar a la democracia como un méto
do para tomar decisiones políticas? La respuesta de Schumpeter es que
las decisiones se toman como un medio para, o un subproducto de, la lu
cha por el poder. El siguiente pasaje trata el tema en términos elocuentes:
Cuando dos ejércitos operan uno contra el otro, sus razones individuales
siempre se centran en tom o de objetos particulares que están determinados
por sus situaciones estratégicas o tácticas. Pueden luchar por una de
terminada extensión de territorio o por alguna montaña. Pero el deseo de
conquistar dicha extensión o montaña debe derivar del propósito estratégico
o táctico, que es derrotar al enemigo. Sería obviamente absurdo derivarlo de
alguna propiedad extramilitar que pueda tener la extensión o la montaña.
Análogamente, la meta primera y principal de cada partido político es pre
valecer sobre los demás para llegar al poder o permanecer en él. Como la
conquista de la extensión de territorio o de la montaña, la decisión de los
asuntos políticos, desde la posición del parlamentario, no es el ñn sino sola
mente el material de la actividad parlamentaria.[72]
La analogía es útil hasta cierto punto. Más allá de dicho punto — y
Schumpeter ciertamente va más allá de él— se convierte en una idea fija
Como en el caso de la guerra, el propósito fundamental de la política no es
simplemente obtener una posición de mando, sino explotarla. La idea de
que “la tienda no puede definirse en términos de sus marcas y un partido
no puede definirse en términos de sus principios”[73] pertenece, definiti
vamente, a la esfera de la charla de sobremesa. Saludable como un con
trapeso al sesgo, no puede permanecer como una opinión equilibrada pro
pia. No cae dentro del campo de este estudio ocuparse de este asunto. En
lugar de ello, permítaseme tratar el importante punto metodológico que
presenta Schumpeter en el siguiente pasaje:
Al observar las sociedades humanas como regla no nos resulta difícil especi
ficar, por lo menos de un modo aproximado con sentido común, los diversos
fines que las sociedades estudiadas luchan por obtener. Puede decirse que
los fines proporcionan la razón fundamental o el significado de las activida
des individuales correspondientes. Pero no se deduce que el significado so
cial de una clase de actividad necesariamente proporcionará el poder del mo
tivo, y por lo tanto la explicación de este última Si no lo hace, una teoría que
queda satisfecha con un análisis del fin social o de la necesidad que será
satisfecha no puede aceptarse como una explicación adecuada de las activi
dades que le competen. Por ejemplo, la razón por la cual existe algo como la
actividad económica es por supuesto que las personas quieren comer, vestir
se y demás. Proporcionar los medios para satisfacer aquellos deseos es el fin
social o el significado de la producción. Sin embargo, todos estamos de acuer
do en que esta proposición constituiría un punto de partida irreal para una
teoría de la actividad económica en una sociedad comercial y que haremos
mucho mejor si comenzamos a partir de proposiciones acerca de las ga-
116
nandas. Análogamente, el signiñcado social o la fundón de la actividad par
lamentaria sin duda es legislar y, en parte, dar medidas administrativas.
Pero para entender cómo la política democrática sirve a este fín social de
bemos comenzar a partir de la lucha competitiva por el poder y el cargo y
damos cuenta de que la fundón sodal se cumple, como si fuera, incidental
mente, en el mismo sentido que la producción es incidental en la obtendón
de ganancias.[74j
El argumento es típicamente ambiguo. Primero Schumpeter dice que
solamente los motivos pueden explicar una actividad, pero luego sigue di
ciendo que el fín o el significado social es “la razón por la cual existe algo
como la actividad económica”, como si proporcionar una razón no fuera
dar una explicación. Más aun, en el caso económico parecería que el signi
ficado social también proporciona una explicación en términos de los mo
tivos, es decir, ofreciendo una explicación filtro de la conducta económi-
ca.[75] Los consumidores seleccionan entre los posibles empresarios a
aquellos que realmente satisfacen sus deseos. Sin embargo, en el caso po
lítico esto no es así: “las personas quieren el producto y no el poder del m o
tivo del proceso político”.[76] El empresario político de éxito no es el que es
bueno interpretando y reuniendo los deseos (preexistentes) de los votan
tes, sino el que es bueno dándoles forma.
Mientras que los desarrollos posteriores del argumento schumpete-
riano supusieron que los votantes actúan de un modo racionalmente inte
resado sobre deseos preexistentes,[77] Schumpeter rechaza explícita
mente esta idea y así parece “[abandonar] la analogía con la economía de
mercado”. [78] Y al leer Capitalismo, socialismo y democracia realmente
se podría tener esta impresión. Pero en Ciclos comerciales Schumpeter
aclara que tiene una opinión no común de la economía de mercado, que
restablece la analogía. Aquí supone a través de toda la obra que la inicia
tiva de los “consumidores” para cambiar sus gustos — es decir, para cam
biar aquel conjunto de nuestros datos que la teoría general incluye en los
conceptos de “funciones utilitarias” o “variedades de indiferencia”— es in
significante y que todo cambio en los gustos de los consumidores es inci
dental a, y provocado por, la acción de los productores”.[79] Sin embargo,
entonces califica esta estricta afirmación diciendo que una vez introduci
da una nueva clase de producto, frecuentemente contra la resistencia ini
cial del consumidor, los consumidores desarrollarán criterios de calidad
para el producto que no son manipulables de modo similar. Y aquí hay
una verdadera diferencia entre la economía y la política, pues en esta úl
tima no existe el “sentido punzante de la realidad” o la “influencia saluda
ble y racionalizadora de la experiencia favorable y desfavorable”.[80] En
política el ciudadano rara vez se enfrenta a las consecuencias desfavora
bles de sus elecciones porque la causalidad social es demasiado opaca pa
ra que pueda percibirse el vínculo entre causa y efecto.[81] El empresario
en un sentido real está presionado por los consumidores: puede manipu
lar sus deseos, pero no sus criterios de racionalidad y de calidad.[82] Con
trariamente, el político no encuentra resistencia entre los ciudadanos
siempre que sea lo suficientemente elocuente y enérgico. Por esta razón
las “funciones sociales” cumplidas por el empresario y por el político no
117
pueden — incluso según las propias suposiciones de Schumpeter— asimi
larse al punto que lo hace en el pasaje citado más arriba.
Entonces a partir de este análisis de Schumpeter podemos mantener
el énfasis sobre el desequilibrio; la idea de que la innovación ocurre dis
continuamente; la insistencia sobre el aspecto incorporizado en la innova
ción, es decir, sobre el empresario innovador; la idea de que la innovación
ocurre aleatoriamente, o por lo menos está lejos de ser automática; la idea
de que el cambio tecnológico requiere un oligopolio y posiblemente com
prende la ineficiencia estática; el sutil análisis de los deseos y creencias
del empresario innovador; y finalmente el concepto de que el cambio tec
nológico debe entenderse como un caso de innovación más generalmente y
no simplemente como otro caso de conducta económica de rutina. En el
análisis del trabajo de Richard Nelson y Sidney Winter en el próximo ca
pítulo veremos cuántos, aunque no todos, de estos elementos fueron to
mados de un modo más preciso, e inevitablemente un poco diferente.
118
6
'Peorías evolucionistas
a . C o n d u c t a in s t r u m e n t a l a n im a l
119
separar, quitar, agregar o combinar, dar otra forma.[3] Muchos casos de
fabricación de herramientas comprenden varios de estos modos, como
cuando “los pájaros primero separan las ñbras de los trozos de corteza y
luego combinan las fibras para fomar pelleta ovoides”[4] o cuando “los mo
nos primero separan las hojas y luego les dan otra forma para que aumen
te su absorción”.[5] Entonces, Beck no acepta la definición del hombre co
mo un animal que fabrica herramientas ya que esta conducta también se
encuentra en otras especies. Sí acepta que el hombre es el único que utili
za herramientas para hacer herramientas,[6] así como entre los animales
el hombre es único en su capacidad de formular enunciados sobre enun-
ciados.[7] Pero también agrega que “hemos vsito en las últimas décadas
una erosión constante de hitos facultativos del hombre: no sería sorpren
dente encontrar que algunos animales pueden utilizar una herramienta
para fabricar otra”.[8]
El interés de Beck es en las herramientas y no en la innovación y el
cambio tecnológico en general. Por ejemplo, esto significa que los anima
les que trituran una conchilla contra una piedra para abrirla no caen den
tro del análisis, mientras los que tiran una piedra contra la conchilla sí.
La razón por la que se excluye el primer caso es simplemente de conve
niencia. Beck no cree que la conducta instrumental — como él la define—
sea de algún modo privilegiada desde el punto de vista cognoscitivo. Sin
duda, tal conducta demuestra una cantidad de importantes rasgos cog
noscitivos que se enumeran más adelante, pero de ningún modo es única
por eso. De hecho, Beck ofrece un extenso análisis de las gaviotas que cap
turan moluscos y los dejan caer sobre superficies duras para tener acceso
al interior comestible, para demostrar que esta conducta (no instrumen
tal) presenta todos los rasgos cognoscitivamente interesantes que se en
cuentran, por ejemplo, en la conducta instrumental de los chimpancés.[9]
Ellos son: 1) la adaptación óptima a la tarea que se realiza, 2) la capacidad
para comportarse adaptablemente con respecto al rasgo ambiental espa
cial y temporalmente eliminado, 3) la capacidad de adaptar la conducta a
variaciones sutiles en el medio, 4) el uso de contraestrategias para neu
tralizar la defensa de las presas, 5) un importante papel del juego en la
ontogénesis de la conducta y 6) un importante papel del aprendizaje a tra
vés de la observación para difundir la conducta.
De estos rasgos, el segundo quizá sea el más importante desde el pun
to de vista de este trabajo. En algunos de los casos mencionados por Beck
hubo “una mayor dificultad para resolver el problema cuando la herra
mienta y el alimento no estaban en el mismo campo visual”.[10] Sin em
bargo, en otros casos los chimpancés llevaban las herramientas “directa
mente a montículos que se encontraban hasta 90 m de distancia y que
eran probablemente invisibles desde el lugar de la elección de la herra
mienta”.[11] (Más sorprendente aún, algunos también llevaban lanzas,
una conducta que parecería requerir una operación mental bastante com
plicada para encarar la posibilidad de que se rompiera la herramienta.)
Un ejemplo de lejanía temporal es por ejemplo el de utilizar carnada, co
mo cuando las garzas colocan trozos de pan en el agua y capturan a los pe
ces que son atraídos por el pan.[12] Presumiblemente la garza misma po
120
dría haber comido el pan, pero prefirió invertirlo en función del consumo
posterior. Como se afirmó en el capítulo 3, tal conducta — cuando se obser
va en situaciones nuevas— es prueba de vida mental y de intencionali
dad. Beck hace un análisis extenso y en cierto modo inconcluso de la rela
ción entre la conducta instrumental y la resolución de problemas median
te el discernimiento, a diferencia de los procedimientos de ensayo y error.
Aunque enfatiza enérgicamente la última forma de aprendizaje, admite
que parece haber algunos casos que son “resistentes a la explicación en
términos de aprendizaje previo asociativo y experiencia”.[13] Sin embar
go, creo que el tema del discernimiento o la intuición debe separarse de la
intencionalidad. El discernimiento — la percepción repentina de la posibi
lidad de hacer cosas de un modo diferente— requiere intencionalidad, pe
ro lo contrario no es cierto. Incluso la conducta que fue adquirida original
mente por imitación o por ensayo y error, puede requerir intencionalidad
en su realización.
Para explicar la conducta instrumental y más generalmente la inno
vación en la conducta de los animales, se pueden seguir varias estrate
gias. Primero, se puede tomar como explanandum una clase específica de
conducta y explicarla como el resultado directo de la selección natural.
Por ejemplo, podemos imaginar que una mutación puntual o una serie de
dichas mutaciones llevaron a que los cangrejos pinchen a las anémonas
como herramientas para defenderse o con propósitos ofensivos.[14] En la
gran mayoría de los casos analizados por Beck, esta clase simple de expli
cación no parece plausible.
Entonces, en segundo lugar, se puede enfocar la misma clase de expli
cación afirmando que la conducta considerada surge del aprendizaje o de
la invención, es decir, a través del ensayo y el error o del discernimiento.
(Ahora me concentro en el surgimiento y no en la difusión de la conducta,
de modo que la transmisión cultural y el aprendizaje por observación no
son relevantes.) Entonces es natural considerar las condiciones de fondo
que favorecen o impiden el surgimiento de la novedad. Según Beck y Fa
gan parecería que son importantes las siguientes variables. 1) Debe haber
tiempo para el juego con objetos y la exploración de los objetos. Entre
otras cosas, esto significa que “la escasez de alimentos que obliga a los
animales a cambiar por alimentos menos preferidos que son más difíciles
de recoger y que llevan más tiempo de encontrar, procesar o comer, causa
rá una menor manipulación del objeto. Una disminución en la manipula
ción del objeto reduciría la probabilidad de descubrimiento de un nuevo
patrón de heiTamienta”.[ 15] Contra esto deberíamos establecer la opinión
de que “la necesidad es la madre de la invención” frecuentemente utiliza
da para explicar la conducta instrumental humana. Volveré sobre esto en
el apartado c más adelante. 2) El medio debe ser lo suficientemente varia
do como para permitir la exploración de los objetos. Fagen indica que el
óptimo perfil temporal puede incluir “un medio de crianza enriquecido
para desarrollar la versatilidad, luego un período de privación y consi
guiente enriquecimiento” ,[16] Esto también significa que la territoriali
dad tendería a impedir el desarrollo de la conducta instrumental.[17] “El
innovador potencial debe ser aislado de los compañeros de juego de la
121
misma especie”,[18] por dos razones. Primera, si los compañeros de juego
están disponibles, puede producirse un juego social y no de objeto. Segun
da, los compañeros pueden actuar como factores disuasivos de la innova
ción robando las invenciones antes de que el inventor recoja los frutos. Sin
embargo, esto realmente pertenece al siguiente conjunto de explicaciones,
que iniciaré ahora.
En tercer lugar, se puede tomar como explanandum el surgimiento de
genes para jugar e inventar en lugar de formas específicas de conducta.
Aquí Fagen hace la fundamental observación de que "los asuntos de ori
gen y de diseminación son independientes en el nivel de mecanismo, pero
no en el de la evolución, ya que el ‘robo’ de descubrimientos útiles del in
ventor por observadores de la misma especie no relacionados genética
mente tendería a contraseleccionar genéticamente en base a tendencias
individuales hacia la innovación”.[19] Como hay costos asociados con la
conducta del juego, es decir, el costo oportuno del alimento y las posibili
dades del apareamiento predeterminadas, no surgirá la conducta si no
tiene asociado a ella cierto beneficio de conveniencia. Sin embargo, dicho
beneficio tenderá a ser debilitado si los miembros de la misma especie no
relacionados adoptan inmediatamente la conducta. Fagen especula bre
vemente acerca de algunas maneras en que este problema del jinete soli
tario podría superarse: mediante innovadores que inventan tan rápida
mente que los imitadores siempre quedan atrás; mediante la formación
de grupos de juego solamente integrados por individuos con dos alelos (re
cesivos) para la invención; mediante el secreto, la información errónea o
el ocultamiento con respecto a descubrimientos beneficiosos; mediante el
libre intercambio de descubrimientos entre parientes cercanos unidos a
interacciones con no parientes restringidos; y compartiendo descubri
mientos con no innovadores a cambio de protección.[20] Evidentemente,
estos mecanismos para facilitar las invenciones difieren en su situación
evolutiva. En particular, los mecanismos que comprenden juegos guípa
les y (en un grado un poco menor) grupos de parientes son mejores para
explicar la estabilidad de los genes para inventar que para explicar su
surgimiento, ya que ambos presuponen la interacción entre individuos
que comparten dichos genes.[21]
Estas teorías biológicas de la conducta instrumental y de la innova
ción originan varias preguntas que también podrían ser importantes para
la clase de cambio tecnológico que constituye el tema principal de este tra
bajo. Primero, ¿cuál es el explanandum correcto de las teorías del cambio
tecnológico? Dado que una empresa en un instante t realiza una técnica o
práctica, ¿habría que tratar de explicar lo que hará en el instante t+1? ¿O
habría que explicar la cantidad de dinero que invertirá en innovaciones la
empresa? En segundo lugar, ¿las innovaciones están favorecidas por la
abundancia y prosperidad o por la crisis y las dificultades? Tercero, ¿algu
nos de los mecanismos por los cuales la evolución supera el problema del
jinete solitario podrían ser importantes para la teoría económica? En par
ticular, ¿la idea de que los innovadores están protegidos por su propio ím
petu — y no por patentes y arreglos similares— podría encontrar aplica
ción en casos en los que la difusión es menos que instantánea? Esta idea
122
resulta ser importante en muchos de los modelos de Nelson-Winter. No
puedo enfatizar demasiado que las analogías biológicas sólo pueden origi
nar preguntas y nunca proporcionar respuestas. Por las razones descritas
en los capítulos 2 y 3, la adaptación evolutiva e intencional difieren en as
pectos fundamentales que invalidan muchos de los usos actualmente de
moda de los modelos biológicos en las ciencias sociales.
b . E i le r t S u n d t
123
Más adelante en su conferencia Sundt elabora estas ideas a medida
que interfieren con el tema elegido, la tecnología de los botes de pesca:
Un constructor de botes puede ser muy habilidoso y a pesar de ello nunca ha
rá dos botes exactamente iguales, aunque se esfuerce por lograrlo. Las va
riaciones que surgen de este modo pueden llamarse accidentales. Pero hasta
una variación muy pequeña generalmente se observa durante la navega
ción, y entonces no es accidental que los marinos reparen en aquel bote que
ha sido mejorado o que es más conveniente para su propósito, y que deberían
recomendar que sea elegido para ser imitado... Podemos creer que cada uno
de estos botes es perfecto a su modo, ya que ha alcanzado la perfección me
diante un desarrollo unilateral en una dirección en particular. Cada clase de
mejora ha progresado al punto en que un mayor desarrollo provocaría defec
tos que harían más que contrabalancear la ventaja... Y concibo el progreso
del siguiente modo: cuando la idea de formas nuevas y mejoradas haya sur
gido primero, entonces una larga serie de experimentos prudentes, cada uno
abarcando cambios extremadamente pequeños, podría conducir al feliz re
sultado de que del taller del constructor de botes surja un bote que todos de
searían tener así.[25]
124
artiñcial puede explicar las consecuencias a largo plazo de la elección ac
tual, pero a diferencia de la adaptación intencional está obligada a acep
tar o rechazar las pequeñas variaciones que lanza el mecanismo aleato
rio. Sin duda, la cantidad y posiblemente la dirección de estos inputs en el
proceso de selección pueden estar moldeados por la acción intencional, co
mo indica Sundt hacia el final de los dos pasajes citados, pero mientras es
tán obligados a ser pequeños no se puede suponer que pueda llegarse a
ninguna alternativa, por más distante que esté, mediante una serie de
cambios graduales, aunque algunos de éstos pueden ser desfavorables.
No está claro por qué estas variaciones inducidas están obligadas a ser
pequeñas en el caso de la mejora de los botes, pero evidentemente esto es
cierto para la crianza de animales y el cultivo de plantas.
Lo anterior nos permite detectar una ambigüedad en la frase “maxi-
mización local* que se mencionó varias veces aquí. [26] Primero, tenemos
un máximo local si hay algún entorno del estado estudiado en el que no
hay alternativa mejor según algún criterio de optimización, que podría
ser a corto plazo o a largo plazo. En segundo lugar, tenemos un máximo
local si no se pueden realizar más mejoras pasando antes por un deterioro
temporario. El primer concepto no incluye el tiempo, el segundo lo incluye
esencialmente. Análogamente, la miopía puede implicar tanto la incapa
cidad para percibir alternativas distantes en el espacio de las posibilida
des como la incapacidad de percibir (o estar motivado por) consecuencias
a largo plazo de las elecciones actuales dentro de aquel espacio. La selec
ción natural es miope en ambos sentidos, la elección intencional no lo es
en ninguno y la selección artificial como se la entiende aquí es miope en el
primer sentido pero no en el segundo. (La cuarta y última categoría está
ejemplificada por un agente libre sujeto a debilidad de voluntad.) La im
portancia relativa de una u otra forma de miopía en la restricción de las
acciones dependerá de la estructura del espacio de posibilidades y de la
naturaleza de las cadenas causales comprendidas. Sin embargo, debe en
fatizarse que la “trampa del máximo local* asociada generalmente con la
selección natural se debe a la incapacidad de actuar según consecuencias
a largo plazo, no a la pequeñez de los cambios. Si, per impossibile, la selec
ción natural pudiera aceptar mutaciones desfavorables y rechazar las fa
vorables, el máximo global aún sería inalcanzable, pero no porque la evo
lución se encuentre atrapada en un máximo local.
c. Nelson y Winter
125
o en Cambridge, Inglaterra. Pero las opiniones de esa clase todavía deben
transformarse en una teoría que pueda aplicarse al trabajo analítico y
empírico de todos los días”.[283 El último enunciado ya no puede conside
rarse cierto. En una larga serie de importantes artículos Sidney Winter y
Richard Nelson elaboraron con gran detalle analítico, con miras a la apli
cación empírica, una versión rigurosa de la teoría de Schumpeter. Sin du
da, sus modelos derivan tanto de Herbert Simón como de Schumpe
ter ,[29] y veremos que su repetida insistencia [30] sobre la naturaleza
schumpeteriana de su teoría no se justifica plenamente. Están más cerca
de Schumpeter cuando rechazan los conceptos neoclásicos de racionali
dad maximuadora y equilibrio que cuando ofrecen búsqueda y selección
como sus propias alternativas. A pesar de ésta y otras diferencias, su tra-
bajo puede considerarse como un “desarrollo creativo” del de Schumpeter,
quizá con más acento sobre la primera parte de aquella frase.
Además del trabajo conjunto entre Nelson y Winter, este último ha
escrito una serie de artículos acerca de los fundamentos metodológicos de
su alternativa evolucionista a la economía neoclásica.[31] Una de sus con
tribuciones es de particular interés e importancia: la demostración de que
el concepto neoclásico de maximizar incluye una regresión inñnita y que
debería ser reemplazado por el de satisfacer. El argumento me parece
irreductible, y sin embargo, no está universalmente aceptado entre los
economistas, sin duda porque no conduce a postulados de conducta unívo
camente definidos. Como se explicó antes, el hecho de satisfacer incluye
una restricción arbitraria de atención: una restricción del conjunto de po
sibilidades analizadas que un argumento racional no puede justificar.
Winter afirma que el satisfacer está inevitablemente presente en toda
conducta intencional, en lugar de ser un modo de elección que podemos
elegir para adoptar como una alternativa de la maximización. Su enun
ciado clásico de esta idea merece ser citado en cierta extensión:
126
nos en el sentido de que quien toma las decisiones no puede saber que son
óptimas.[32]
127
lias de modelos utilizados por Nelson y Winter. Primero estudiaré breve
mente una familia de modelos de equilibrio, y luego los modelos de no
equilibrio más canónicos. Entre estos últimos hay que distinguir entre un
intento inicial de explicar el cambio tecnológico postulando la satisfacción
a nivel de la técnica actual y los modelos más recientes en los que las em
presas satisfacen según sus políticas R & D.*
Todos los modelos suponen que hay una población de empresas y que
cada instante cada empresa puede caracterizarse con un número de va
riables de estado, como la cantidad de capital, técnica actual (o producti
vidad actual), política de investigación, etc. Más aun, los modelos defínen
ciertos postulados de conducta concernientes a las actividades de investi
gación e inversión de las empresas. Finalmente, hay un conjunto de con
diciones que relacionan los precios de los factores y los precios de los pro
ductos con la demanda de los factores y la oferta del producto. No todos los
modelos incluyen todas estas variables y condiciones, pero cada uno tiene
algunas variables de estado, algunos postulados de conducta y otras con
diciones de mercado de esta clase. Dados los valores de las variables de es
tado en el instante t, los otros postulados y condiciones nos permiten defi
nir una distribución de probabilidades sobre el conjunto o los conjuntos de
variables de estado que pueden obtener en el instante t+1. En otras pala
bras, el modelo puede verse como un proceso de Markov con probabilida
des constantes de transición. La razón por la cual el modelo es probabilís-
tico y no determinista es que el resultado de los procesos de búsqueda es
estocástico. Los modelos tienen en su núcleo un cambio tecnológico incier
to e impredecible.
Estos modelos pueden estudiarse de dos modos diferentes. Primero,
se puede tratar de obtener resultados analíticos explícitos concernientes
a la evolución de las empresas en el tiempo. En uno de los primeros
análisis, Winter presentó un modelo del cambio tecnológico de un modo
estrechamente vinculado con lo que en el capítulo 2 se mencionó como una
cadena absorbente de Markov.[35] Demostró que, dada una cantidad de
supuestos bastante restrictivos, un estado de equilibrio eventualmente
ocurriría con probabilidad uno y se mantendría indefinidamente de allí
en adelante. Las reglas de transición del modelo eran particularmente
simples: las empresas redituables se expanden sin cambiarla técnica, las
empresas no redituables se contraen cuando cambian la técnica y las em
presas con ganancias cero no cambian. (Además hay reglas para entrar en
la industria.) El proceso generado por estas reglas de transición converge
en un estado en el que todas las empresas tienen ganancia cero. Aunque
el resultado es teóricamente interesante, el modelo carece demasiado de
contenido económico y de estructura como para decirnos algo sobre la con
ducta de la economía real. Un modelo posterior de Nelson-Winter que
analizaba la tendencia de los factores del cambio tecnológico en un marco
similar de equilibrio va en cierto modo más allá de este primer intento,
pero se propone explícitamente sólo como un ejercicio metodológico. [36]
128
Sin embargo, en segundo lugar, se pueden construir modelos dema
siado complicados como para ser estudiados por métodos analíticos y ba
sarse en su lugar sobre simulaciones de computadora. Este es el procedi
miento de los modelos Nelson-Winter más interesante, según mi opinión,
y que ahora trataré.
Nelson, Winter y Schuette propusieron un modelo anterior y más sim-
ple.[37] Incluye los siguientes conceptos. 1) Satisfacer según las técnicas.
Las empresas conservan la técnica utilizada si los réditos brutos sobre el
capital exceden en cierto nivel. 2) La búsqueda inducida. Si las ganancias
brutas caen por debajo de dicho nivel, las empresas inician una búsqueda
local de nuevas técnicas o imitan a otras empresas. 3) Pruebas de reditúa-
bilidad. Una empresa adopta una nueva técnica que surge de la búsqueda
si promete dar mayores ganancias sobre el capital. 4) Inversión. Las em
presas se expanden in virtiendo sus ganancias brutas, luego de la sustrac
ción de la desvalorización y de los dividendos requeridos. 5) Entrada. La
entrada es libre, pero está regulada por supuestos que causan que sea re
lativamente poco frecuente. 6) Mercado laboral. La proporción de los sala
rios en parte es endógena al modelo, influida por la conducta de la indus
tria como un todo, y en parte está sujeta a una tendencia exógena. Como
siempre, las leyes del movimiento son probabilísticas y dependen de la
probabilidad de una búsqueda con éxito.
Para las simulaciones con computadora se variaron sistemáticamen
te cuatro parámetros, cada uno de ellos con dos valores de modo que se
consideraron 16 casos en total. Estos eran: la comodidad de la innovación
a través de la búsqueda local, la fuerza de la imitación relativa a la inno
vación, el tamaño de los dividendos requeridos y la dirección de la búsque
da local (neutral versus ahorro de trabajo). En cada computadora todas
las empresas se suponen con valores idénticos de todos estos parámetros,
de modo que su importancia se demuestra solamente en comparación en
tre las computadoras. Cada caso se cursó durante 50 períodos en la
computadora, en correspondencia con el estudio de Robert Solow de la
economía norteamericana desde 1909 en adelante.[38] Solow afirmó que
los datos podían explicarse neoclásicamente, suponiendo que la economía
funciona con una función de producción agregada sujeta al cambio tecno
lógico neutral. Contra esto los autores dicen 1) que los datos históricos en
cajan casi igualmente bien con algunos de los cursos de las computadoras
y 2) que si se trata de dar una explicación neoclásica de los valores gene
rados por las simulaciones, se logra bastante bien, a pesar del hecho de
que estos valores son generados por un proceso que no incluye los concep
tos neoclásicos de maximización o la función de producción. “El hecho de
que no hay una función de producción en la economía simulada claramen
te no es un obstáculo para un alto grado de éxito al utilizar tal función pa
ra describir la serie agregada que genera.”[39] Y concluyen que “esta com
petencia particular entre esquemas explicativos rivales debe considerar
se como esencialmente un lazo, y deben consultarse otras pruebas en un
esfuerzo por decidir el asunto”.[40] Los autores dicen que tales pruebas
deben hallarse en el micronivel, es decir, en la teoría de la toma de deci
siones en las empresas.
129
La comparación entre los cursos demuestra la importancia de los
parámetros, algunas veces de un modo sorprendente. El siguiente es un
modo típico de razonamiento. Resultó que un alto valor del primer pará
metro, con innovación relativamente fácil y menos restringida a ser local,
se da junto con un alto cociente capital-trabajo (en el período 40 del cur
so). ¿Por qué es así?
Reflexionando, una posible respuesta a esta pregunta parece ser la siguien
te: La dirección general del camino trazado en el espacio ¿nput-coeficiente no
depende de lo local de la búsqueda. Sin embargo, la velocidad del movimien
to por el camino es menor si la búsqueda es más local. Por lo tanto, dado que
el camino tiende a cocientes capital-trabajo más altos (como una consecuen
cia del nivel elegido para R41y la neutralidad o la tendencia al ahorro de tra
bajo de la búsqueda), el cociente capital-trabajo que resulta luego de un
número dado de períodos es menor cuando la búsqueda es más local... Otra
respuesta posible es más “schumpeteriana”. Una alta proporción de progre
so tecnológico puede producir un alto nivel de ganancias (de desequilibrio),
que a su vez son invertidas. El aumento resultante en la demanda de traba
jo resulta en salarios más altos y desvía los resultados en comparaciones de
productividad en la dirección del capital-intensivo.[42]
Una familia posterior de modelos captura interacciones más com
plejas entre las empresas.[43] Su característica más importante es que se
supone ahora que las empresas satisfacen la inversión en R & D. En otras
palabras, la búsqueda de nuevas técnicas no está provocada por la adver
sidad, como en el modelo descrito más arriba, sino que se realiza como ru
tina. Algunas empresas llevan a cabo la investigación y la imitación,
mientras que otras solamente imitan. Como siempre, los resultados de la
búsqueda y de la imitación son sólo estocásticos: una gran inversión en
R & D puede producir poco, y una pequeña inversión puede dar excesivas
ganancias, dependiendo de la suerte. En la mayoría de estos modelos la
innovación “se basa en la ciencia”, es decir, que se realiza sobre un aumen
to exógeno de la “productividad latente”. Sin embargo, en un modelo los
autores también consideran un caso de “tecnología acumulativa” en el que
una empresa innova realizando mejoras increméntales en su propia técni
ca en uso, y no basándose en nuevos conocimientos creados fuera de la in-
dustria.[44] Entre otras condiciones que varían en la simulación por com
putadora se encuentran las siguientes. La cantidad de empresas en la po
blación puede ser 2, 4, 8, 16 y 32. También hay un parámetro para el gra
do de agresividad: un estado no agresivo de las industrias se da si las em
presas requieren mayores ganancias para invertir a medida que crecen,
implicando que consideran que son lo suficientemente grandes como para
bajar el precio mediante una mayor expansión. También se permite variar
a la facilidad de la financiación externa, la facilidad de la imitación y la ta
sa de crecimiento de la productividad latente. Estas son todas diferencias
intercursos, mientras que, repitiendo, la distinción entre innovadores e
imitadores es una diferencia intracurso en dichos modelos.
No es posible resumir aquí todos los resultados sorprendentes que ob
tuvieron los autores en su trabajo con estos modelos. Me limitaré, enton
ces, a algunas conclusiones que parecen especialmente importantes para
130
los propósitos presentes. Al resumir estos resultados, no indicaré en cada
paso los rasgos precisos de los modelos de los que derivan: el lector intere
sado deberá buscarlo por su cuenta.
Un tema constante en los modelos es la “hipótesis schumpeteriana”
de un intercambio entre la conducta competitiva y el progreso. En su aná
lisis de este tema los autores hacen varias distinciones valiosas. Primero,
se puede deñnir la competencia estructuralmente, mediante la cantidad
de empresas en la industria,[45] o conductistamente, por el grado de
agresividad. Segundo, podemos distinguir entre tres sentidos de progre
so, según que el nivel elegido sea el de la productividad promedio, la pro
ductividad de las mejores técnicas en práctica, o el precio del producto. En
el caso del cambio tecnológico basado en la ciencia, la diferencia para el
progreso está en la cantidad de empresas y no en el grado de agresión.
Más específicamente, una industria de cuatro empresas comparada con
una de dieciséis empresas tenía una productividad promedio mayor, pero
también precios más altos, ya que los costos más bajos eran más que com
pensados por el margen más alto de ganancia bruta sobre el costo. [46] Sin
embargo, en la tecnología acumulativa la conducta agresiva tenía un efec
to negativo sobre el progreso en los tres sentidos, ya que el costo más alto
no era compensado por el margen de las ganancias brutas.[47]
Otro tema constante es el destino relativo de los imitadores o de los
innovadores. En un conjunto de modelos los innovadores trabajan mejor
cuando la competencia está restringida y los imitadores cuando es agresi
va. Nuevamente resultará útil una cita para dar mejor idea del razona
miento al que se apeló para explicar los descubrimientos:
131
Sin embargo, esto no necesariamente lleva a la eliminación de los innova
dores. Por el contrario, surge “una clase diferente del compartir el merca
do en 'equilibrio’, una clase en la que los imitadores son lo suficientemen
te grandes como para desear que el margen de las ganancias brutas sea lo
suficientemente alto como para que los investigadores puedan recuperar
los gastos”.[50]
En el contexto de este muestreo aleatorio de resultados generados por
los modelos de Nelson-Winter, deseo analizar tres puntos. Primero, ¿en
qué sentido puede decirse que son “schumpeterianos”? Segundo, ¿cuál es
su relación con la teoría biológica de la evolución? Tercero, ¿cuál es la si
tuación explicativa de los métodos de simulación?
Schumpeter está presente en los modelos de varios modos. En primer
lugar, los autores analizan y, ampliamente hablando, adoptan la hi
pótesis de Schumpeter de un intercambio entre la eficiencia estática ge
neralmente asociada a la competencia y la eficiencia dinámica de la com
petencia restringida. También, y más importante, insisten en la idea
schumpeteriana de que la competencia es un proceso y no un estado. En
los modelos neoclásicos, la competencia es un poco más que una conducta
de aceptar precios, mientras que en el sentido cotidiano de la palabra es
un proceso con ganadores y perdedores identificables. Más aun, en la vida
económica así como también en el deporte la suerte pura juega un impor
tante papel en la distinción entre ganadores y casi ganadores, “aunque
grandes diferencias de habilidad y competencia puedan separar a los
competidores de los no competidores”.[51] No hay duda de que éste es un
rasgo típicamente schumpeteriano de los modelos. Por otro lado, el con
cepto fundamental de satisfacer deriva de Herbert Simón, y no de Schum
peter. La importancia de grandes innovaciones discontinuas en el esque
ma schumpeteriano no se encuentra en los modelos de Nelson-Winter, y
el énfasis sobre la habilidad y la energía más que normales tampoco es
una condición para obtener ganancias. También creo que la idea de las
empresas que siguen constantemente el crecimiento de la productividad
latente es un poco tgena a la opinión de Schumpeter sobre el cambio tec
nológico. En este aspecto los modelos de Frísch-Goodwin son más fieles ya
que por lo menos incorporan el elemento de discontinuidad. Lo que era
inaceptable en los últimos modelos, es decir, la transformación automáti
ca y determinista del aumento de la productividad latente en innovación,
por supuesto no es un rasgo de los modelos de Nelson-Winter en el micro-
nivel. Sin embargo, en el nivel agregado el resultado puede ser, en algu
nas versiones, que la población de empresas siga muy de cerca y continua
mente el crecimiento de la productividad latente.
La misma frase “teoría evolucionista del cambio tecnológico” por su
puesto indica una analogía biológica. Nelson y (especialmente) Winter
frecuentemente analizan la relación de su teoría del cambio tecnológico
con la teoría de la evolución biológica.[52] Son muy sensibles a la cantidad
de diferencias entre ambas teorías y en ningún momento caen en la tram
pa de transferir ilegítimamente las conclusiones de un a a la otra. La gran
analogía reside en el uso, en ambas teorías, de la variación estocástica y
la subsecuente selección determinista. Entre las diferencias, la más im
132
portante se analiza separadamente más adelante, es la falta de un con
cepto de equilibrio en los modelos de Nelson-Winter. Si miramos con más
detalle, también aparecen las siguientes diferencias. Primero, aunque las
variaciones generalmente son bastante pequeñas, no son necesariamente
aleatorias en los modelos del cambio tecnológico. Por ejemplo, más allá
del hecho de que los precios de los factores puedan influir en la selección
de nuevas técnicas, “es posible que un alza en los salarios induzca un
cambio en la distribución de los esfuerzos de búsqueda de las empre
sas”. ^ ] Más aun, la corriente de variaciones o “mutaciones’’ no tiene por
qué ser constante, como lo es en la teoría de la evolución biológica. En el
modelo de Nelson-Winter-Schuette, la proporción de mutaciones es cero
cuando no se necesitan mutaciones, y solamente es positiva cuando las
ganancias brutas caen por debajo de un nivel crítico. Se trata de una má
quina de satisfacer que difiere tanto de la máquina de máximos locales co
mo de la máquina de máximos globales que se estudiaron en el capítulo 2.
(En biología, la máquina de satisfacer no violaría stricto sensu el dogma
central de la inexistencia de retroalimentación del medio al genoma, pero
evidentemente violaría el espíritu de dicho dogma.) Por otro lado, en los
modelos posteriores de Nelson-Winter las empresas satisfacen R & D, in
duciendo una proporción constante de “mutaciones”.
Segundo, el proceso de selección en economía difiere del de la biología
Las empresas, como los organismos, pueden morir, aunque en la mayoría
de los modelos de Nelson-Winter sólo disminuyen hacia la extinción sin
llegar a desaparecer totalmente. Sin embargo, no pueden reproducirse.
Cuando sus rasgos — las técnicas o reglas de búsqueda que las hacen exi
tosas— se distribuyen entre la población de empresas, se produce en par
te por expansión y en parte por imitación. La imitación es como más arti
ficial que la selección natural ya que comprende un elemento subjetivo de
la percepción y no sólo el elemento objetivo de la supervivencia diferen
cial. Por el contrario, la expansión es en cierto modo más análoga al fun
cionamiento de la selección natural. Sin embargo, este mecanismo signifi
ca que el éxito de una técnica o de una regla de búsqueda no puede medir
se por la cantidad de empresas que la adoptan, sino que las empresas
deben medirse por su tamaño.
La condición explicativa de los modelos de Nelson-Winter es descon
certante e intrigante. Muestran una conducta de gran no equilibrio y de
no estado fijo, lo que significa que es difícil establecer conexiones explica
tivas entre las variables. Permítaseme comenzar con el aspecto de dese
quilibrio de los modelos, que los autores acentúan con fuerza. El enuncia
do más general parece ser el siguiente:
133
las más eficientes. Los cambios en las “mejores” técnicas conocidas por las
empresas y en el medio externo de las condiciones déla demanda del produc
to y la oferta de factores pueden ser suficientemente rápidos con respecto a la
velocidad déla adaptación del sistema total como para que una amplia gama
de conductas pueda sobrevivir en cualquier momento.[54]
134
25 años, no llega a un estado fijo. Los autores concluyen que esta tenden
cia ascendente es un fírme resultado de la simulación.[56] Esto puede jus
tificarse mediante su profundo conocimiento de cómo funcionan los mode
los, pero para alguien de afuera que no tiene dicho conocimiento no puede
excluirse la posibilidad de los ciclos. En otras palabras, a la tendencia as
cendente hacia la concentración podría suceder una tendencia descenden
te hacia una estructura de industria más fragmentada. Para apelar nue
vamente a Tocqueville, el efecto transitorio del cambio de un parámetro
dado puede diferir — no sólo en tamaño, sino incluso en dirección— del
efecto de estado fijo.
Esto concluye mi análisis de los modelos de Nelson-Winter. Resulta
obvio a partir del tono general de mi análisis que comprendo bien su en
foque así como también es obvio que no puedo declararme competente pa
ra evaluar su exactitud para el propósito de la investigación empírica. La
imagen de la economía como un flujo constante con ciertos patrones mo
deradamente estables claramente tiene la ventaja del realismo sobre la
visión neoclásica. Queda por ver si la escuela evolucionista podrá aprove
char esta ventaja con fines explicativos.
d. Paul David
135
Horadal en Suecia no tuvieron inversiones (y por lo tanto presumible
mente ningún cambio importante en sus métodos de producción) durante
un período de 15 años, y a pesar de ello la productividad (producción por
hora hombre) se elevó en un promedio cercano al 2% anual. Hallamos...
un desempeño que se incrementa constantemente que sólo puede impu
tarse al aprendizaje a partir de la experiencia.”[58] Esta clase de aumen
tos de la productividad es local y neutral: local porque sólo incluye el cam
bio incremental y de adaptación, y neutral porque ahorra proporciones
iguales de todos los factores de producción. La propuesta básica de David
es explicar el porcentaje total y la dirección del cambio tecnológico como la
suma total de muchos cambios locales neutrales.
Antes de estudiar los detalles del análisis de David, revisaré breve
mente lo que se dijo o insinuó en el apartado precedente acerca de la fun
ción de producción. Según el enfoque de Nelson-Winter las empresas no
tienen acceso directo a ningún método diferente del que están utilizando
en el momento. Si se las induce a buscar nuevas técnicas, no tienen la cer
teza de que encontrarán prácticas mejores, sino solamente cierta probabi
lidad de hacerlo. En algunos de sus modelos la búsqueda también incluye
costos, de manera que la inversión en R & D implica que las empresas
compran una probabilidad de muestreo de una distribución que incluye
algunas técnicas superiores. Aquí no hay lugar para el concepto de una
función de producción que comprende una gran cantidad de prácticas a
las que las empresas tienen acceso inmediato y libre. David (y también
Nathan Rosenberg en un trabajo muy relacionado)[59] critica el concepto
de la función de producción desde un ángulo un poco diferente. Supone
que las empresas en cualquier momento dado tienen acceso inmediato y
libre a una pequeña cantidad de prácticas y cualquier combinación lineal
de ellas. En la figura 3 más adelante (tomada de David) hay dos de tales
prácticas, con la intensidad de capital en correspondencia con las pen
dientes de las rectas a y y desde el origen. La “frontera de procesos dispo
nibles” FPD° consiste en todas las combinaciones lineales de las dos prác
ticas básicas. La “función de producción fundamental” FPP° consiste en
todas las prácticas que podrían hacerse disponibles en base al conoci
miento científico y tecnológico existente. No están disponibles inmediata
mente y sin costo ya que se necesitan la investigación y el desarrollo para
sacarlas de su estado latente. La importancia económica de estos concep
tos se explica del siguiente modo:
136
F ig u r a 3. Innovación tecnológica vista com o sustitución
137
la función de producción neoclásica. Hemos visto que el enfoque de David
que subyace en la figura 3 implica una suave crítica a la función de pro
ducción, indicando que la sustitución puede incluir un elemento de inno
vación. El sistema presentado en la figura 4 contiene los elementos de
una crítica más fuerte. Señala, metafóricamente hablando, que la función
de producción no está allí cuando se la está mirando. O en un lenguaje
más preciso, la función de producción no puede ser un concepto útil a no
ser que tenga más que una existencia meramente transitoria. Esto impli
ca por lo menos los siguientes requisitos, a) Si la función tiene retornos no
constantes a escala y nos movemos de un isocuanto a otro, entonces la pri
mera aún debería estar allí si por alguna razón deseamos volver, b) Si una
empresa ocupa actualmente una posición en el isocuanto unidad (supo
niendo desde ahora retornos constantes a escala) y luego se mueve a otra
posición, entonces la primera aún debería estar allí si por alguna razón
desea volver, c) Mínimamente, si la empresa opera en algún punto sobre
el isocuanto unidad, entonces “estar allí” simplemente no debería tener el
efecto de cambiar la práctica.
Como se observa brevemente en el capítulo 1, la crítica de David a
Robert Fogel constituye una negación del primer requisito, ya que gene
ralmente hay economías irreversibles de escala que permiten una produc
ción más eficiente si se retorna nuevamente a la escala menor. El no cum
plimiento del segundo requisito con frecuencia se expresa mediante una
tirase como “movimientos a lo largo de la función de producción no pueden
distinguirse de los movimientos de la función de producción”.[61] Y el mo
delo representado en la figura 4 muestra que incluso el tercer requisito no
se cumple en un modelo con “aprender haciendo”. Operar dentro de un
conjunto de posibilidades tiene el efecto de cambiar al conjunto mismo. Es
claro que si se aceptan estas objeciones, el concepto de la función de pro
ducción puede perder su borde filoso analítico. Cuanto pierde dependerá
de la velocidad relativa de los procesos actuantes y del propósito del análi
sis, ya que puede ser posible tratar una frontera que se mueve lentamen
te como si estuviera en reposo para los propósitos de una adaptación a cor
to plazo. Otra posibilidad —indicada por los problemas análogos que sur
gen en el caso de la función de utilidad [62]— sería señalar la función de
producción mediante la práctica en uso y suponer a) que las empresas eli
gen la práctica para el instante t+1 según la función correspondiente a la
práctica utilizada en el instante t y b) que una función correspondiente a
la práctica <+l también surge de un modo bien determinado.
Ahora el modelo de la figura 4 puede utilizarse, primero, para expli
car cómo un factor de sesgo en el cambio tecnológico puede surgir sin cam
biar las tendencias en los cocientes factor-precio. Según Habakkuk [63] y
David, suponemos que los movimientos de la tecnología en el siglo XIX a lo
largo de la recta fj capital-intensivo eran inherentemente más veloces que
los movimientos a lo largo de la recta a. Esto equivale a decir que la faci
lidad de innovación es inherentemente mayor en un extremo del espectro
que en el otro. Sin embargo, no debemos requerir conocimiento empresa
rial acerca de la facilidad relativa de innovación pues las empresas inno
van local y neutralmente en cualquier parte del espectro en que se en-
138
Figura 4. Aprendizaje localizado y el sesgo global del progreso tecnológico.
139
vimiento a lo largo de la recta |3 es más rápido que en la recta a. Entonces
observaremos dos cosas. A través del tiempo veremos que los productores
británicos se embarcan en innovaciones de ahorro y trabajo, pues tienen
acceso a una “función de producción” que se desvía en la dirección ahorro
de trabajo. Transversalmente, observaremos que las prácticas británicas
en cualquier momento son menos capital-intensivo que las estadouniden
ses pues en los precios de factores británicos la práctica |3rara vez será la
óptima, si es que llega a serlo. (Aquí el caso es diferente del que se conside
ró anteriormente porque no estamos manteniendo — como en la figura 4—
constante la práctica a a medida que la práctica 3 se mueve hacia el
origen.)
Esta es una explicación de cómo un alto cociente de salarios-ganan
cias va junto con una tendencia de ahorro de trabajo en el cambio tecnoló
gico. La demostración gira en tom o de los supuestos de a) sustitución
racional (o sustitución-cum-innovación), b) progreso tecnológico local neu
tral y c) progreso local inherentemente más veloz en la parte más capital-
intensivo del espectro. Sobre esta base David llega a la conclusión de que
los teóricos neoclásicos trataron en vano de probar mediante el método
más directo de demostrar la racionalidad de la tendencia misma. No ten
go comentarios sobre los supuestos a) y c), pero hay cierto interés metodo
lógico en el argumento de David para el fundamental supuesto b).
En primer lugar David argumenta a favor de la neutralidad del cam
bio tecnológico a partir del Principio de la Razón Insuficiente. Como no
hay razón para creer que aprender haciendo tenga una tendencia consis
tente en dirección alguna, podemos representarla como un paseo aleato
rio en el que un desvío a la izquierda (en la dirección ahorro de trabajo) es
tan probable como un desvío igualmente proporcional hacia abajo (en la
dirección ahorro de capital). Esto significa que puede esperarse que el
cambio tecnológico sea neutral, es decir, que el medio estará en la recta al
origen. Pero como la variación de un paseo aleatorio irrestricto es desven
tajosamente grande, y de hecho aumenta con la cantidad de pasos, David
agrega que el proceso de cambio local neutral está obligado a operar den
tro de las “barreras elásticas” representadas por las dos líneas punteadas
a cada lado de la recta 3 en la figura 4.
El núcleo de la teoría de David probablemente sea la justificación tec
nológica de este postulado. Para decirlo brevemente, afirma que hay “in
terrelación tecnológica (complementariedad) entre las subactividades”
comprendidas en una práctica dada, de modo que un cambio de ahorro de
factores en una subactividad provoca un cambio de uso de factores en
otra.[64] A pesar de ello, no tengo competencia para analizar la suficien
cia empírica de esta idea, pero evidentemente es el lugar en que el histo
riador de la tecnología desearía focalizar su atención.
El lector recordará que Nelson y Winter no le adjudican a la empresa
conocimiento alguno acerca de cualquier práctica salvo la que está en uso.
David no le adjudica conocimiento a toda la función de producción neoclá
sica, pero supone que la empresa tiene acceso a diversas prácticas y elige
racionalmente entre ellas. Por lo tanto, podría parecer que la separación
de David de la teoría neoclásica es menos extremista que la de Nelson y
140
Winter. Yo estoy dispuesto a afirmar esto, al mismo tiempo que agrego
que este concurso en heterodoxia es de un interés limitado. A pesar de
ello, sería instructivo estudiar el argumento de David para la idea de que
el trabajo de Nelson y Winter es “fundamentalmente neoclásico en espíri
tu”. ^ ]
David califica a su propio enfoque como evolucionista e histórico.
Mientras que está de acuerdo en que la teoría de Nelson-Winter también
es evolucionista, niega que sea histórica. Debido a la falta de un “concepto
genuinamente histórico del crecimiento económico como un suceso irrever
siblemente evolucionista”, su modelo no es una alternativa para la tradición
neoclásica, de la que sólo diñere en el concepto de conducta de microeco-
nomía. En la explicación de David de lo que quiere decir por “modelo
histórico”, el pasaje clave es el siguiente: “ a diferencia de la gran clase de
modelos económicos dinámicos y estáticos inspirados en la mecánica clá
sica, el futuro desarrollo del sistema no sólo depende del estado actual si
no también del modo en que se desarrolló el estado actual” . El enfoque de
Nelson-Winter no satisface este requisito ya que ellos basan su teoría en
los procesos de Markov, que son “analogías probabilísticas de los procesos
de la mecánica clásica”. Esto se reñere al hecho, explicado en el capítulo 1,
de que en un modelo de Markov las probabilidades de transición solamen
te dependen del estado actual y no de estados previos del sistema.
Se deduce directamente del análisis del capítulo 1 que —y por qué—
este argumento es incorrecto. David toma como ejemplo la histéresis en
un sentido sustancial, como si el pasado pudiera tener una influencia cau
sal sobre el presente sin mediar una cadena de eslabones localmente cau
sales. En esto sigue a Georgescu-Roegen, a quienes cita con aprobación.
Pero, como se dijo antes, esta idea es contraria a todos los cánones del mé
todo científico. Algunas veces sería conveniente representar un proceso
como si el pasado pudiera tener efecto directo sobre el presente, pero si se
rechaza la acción a distancia hay que creer que ésta sólo puede ser una
ficción útil. Si un modelo es histórico en el sentido de David, es una des
ventaja, no una ventaja. Cada vez que se tiene un “modelo histórico”, de
bería ser un desafío seguir adelante y eliminar la historia transformándo
la en variables de estado. Y por supuesto el hecho de que el progreso local
opera dentro de un medio que está moldeado por el progreso pasado no es
tá aquí ni allá. Es simplemente tan cierto de la teoría de Nelson Winter
como de la de David. Tampoco sería cierto decir que los modelos de Nel
son-Winter son insensibles a las diferencias en las condiciones iniciales.
Por el contrario, demuestran que incluso con condiciones iniciales idénti
cas pueden divergir desarrollos ulteriores y a fortiori esto debe valer con
diferentes configuraciones iniciales. Concluyo que las objeciones metodo
lógicas de David a la teoría de Nelson-Winter están mal orientadas, una
conclusión que solamente se ve reforzada por su extraño contraste entre
las teorías “darwinianas” y “mendelianas” del cambio tecnológico. No es
necesario decir que de ningún modo esto interfiere con la comparación
empírica y teórica entre ambas teorías.
141
7
donde las x son los montos de los diversos factores de producción y las a
son constantes. En otras palabras, existen rígidas complementaciones
técnicas entre los factores de producción, algo así como las que existen en
tre las piezas de un rompecabezas. Si uno tiene dos piezas número 78 en
el rompecabezas y 1000 unidades de todas las demás piezas, pueden ar
marse sólo dos rompecabezas completos, y todas las demás piezas son to
talmente inútiles. Esto implica: 1) que toda cantidad extra de cualquier
input (en una situación inicial en la que a, x, = a_ Xj... = an xn) da un incre
mento cero en el output, y 2) que un quite del t% de cualquier input
(respecto de la misma situación inicial) implica una reducción del t% en el
output. No hay ningún “producto marginal” y no es posible la sustitución
entre factores.
Los coeficientes fijos de producción implican también retornos cons
tantes a la escala. Sin embargo, no existe una conexión lógica entre las
complementaciones rígidas y los constantes rendimientos a escala. Para
ver esto, podemos introducir el concepto de proporciones fijas de produc-
ción.[7] Definimos este concepto manteniendo la expresión (1), y haciendo
que los coeficientes de proporcionalidad dependan del nivel del output:
aj = f ( q i) (2)
fi( q o ) _ f j ( q i )
para todo i, qo, q, (3)
fn(qo) fn(Qi)
La condición (2) establece que para todo nivel dado de output q, existe
una y sólo una combinación eficiente de input, es decir, exactamente una
combinación en la cual no hay inactividad. Vale decir, los factores de pro
ducción deben emplearse en determinadas cantidades definidas si se de
sea un determinado output sin desperdicio. Para estas cantidades n co
rresponde también el factor-relación n-1. La condición (3) establece que
estas relaciones son las mismas para todos los niveles de output. Tome
mos un ejemplo numérico, donde n=2. Imaginemos que con 2 unidades de
x, y 1 unidad de x, podemos producir eficientemente 10 unidades de
output. Si sólo imponemos la condición (2), resulta concebible que la com
143
binación eñciente de input necesaria para producir 40 unidades sea 6 uni
dades de x, y 4 unidades de x¡. Si además imponemos la condición (3), es
ta posibilidad queda excluida. Resultaría, sin embargo, compatible con
las condiciones (2) y (3), si para la producción eñciente de 40 unidades, se
necesitan 6 unidades de x, y 3 de x^ dado que entonces el factor-relación
es 2:1 en ambos niveles de ouípuí, como lo exige la condición (3). Obsérve
se que la producción en este caso no tendría lugar con rendimientos cons
tantes a escala a pesar de que existirían proporciones fijas de producción.
Sin embargo, si imponemos la condición (1) y tomamos las a como cons
tantes independientes del output, entonces 40 unidades sólo pueden pro
ducirse en forma eficiente con 8 unidades de x} y 4 unidades de x^, dado
que ahora tendrá que haber rendimientos constantes a escala.
A estos conceptos puede dárseles también una simple interpretación
geométrica. El hecho de que existan complementaciones rígidas en la pro
ducción significa que todos los isocuantos tienen la forma de ángulos rec
tos paralelos a los ejes. Si tenemos coeficientes fijos de producción, necesi
tamos sólo la unidad de isocuantos para representar las posibilidades de
producción. Si sólo necesitamos proporciones fijas de producción (cumpli
das las condiciones (2) y (3)), podremos necesitar más que la unidad de
isocuantos para representar la función de producción, pero sabemos que
todos los ángulos de los isocuantos se hallan en una línea recta a través
del origen. Sin embargo, si sólo imponemos la condición (2), los isocuantos
no tendrán en general los ángulos en una línea recta desde el origen. Uti
lizaré el término coeficientes variablemente fijos de producción para el
caso en donde imponemos la condición (2) pero no la condición (3) y de
mostraré que este concepto ofrece una mejor (aunque aún incompleta)
aproximación a la teoría de Marx que la hipótesis habitual de que Marx
favorecía la teoría de los coeficientes fijos. Echemos una mirada a algunos
de los textos más importantes sobre esto. En determinado lugar, Marx se
refiere (en forma ambigua) a la complementación estricta entre el trabajo
y los medios de producción:
La cantidad de los medios de producción debe ser suficiente para absorber la
cantidad de trabajo, para ser transformada por éste en productos. Si los me
dios de producción disponibles son insuficientes, el exceso de trabajo a dispo
sición del comprador podría no ser utilizado y su derecho a deshacerse de él
sería inútil. Si existieran más medios de producción que trabajo disponible,
los mismos no estarían saturados con trabajo y no se transformarían en pro-
ductos.[8]
Existe aquí una leve ambigüedad, dado que M arx no dice en tantas
palabras que exista una estricta proporcionalidad que determine la satu
ración de los factores. Considérese, sin embargo, el siguiente pasaje:
La división del trabajo, como se llevó a cabo en la fabricación no sólo simpli
fica y multiplica las partes cualitativamente distintas del trabajador colecti
vo social, sino que crea también una relación matemática fija o proporción
que regula el alcance cuantitativo de esas partes, es decir, el número relati
vo de trabajadores o el tamaño relativo del grupo de trabajadores, para cada
operación en particular.[9]
144
Esto es aplicable a la relación entre los obreros en la fabricación. Exis
te un principio similar para la relación entre las máquinas en la tecnolo
gía industrial o maquinofabricación;
[La composición técnica del capital es una proporción que] descansa sobre
una base tecnológica y debe ser considerada como dada en una cierta etapa
del desarrollo de las fuerzas productivas. Se necesita una cantidad definida
de mano de obra representada por un número definido de trabajadores para
producir una cantidad definida de productos en, digamos, un día y —lo que
es evidente— para consumirlos en forma productiva, es decir, para poner en
movimiento una cantidad definida de medios de producción, maquinaria,
materia prima, etc.[ll]
En una fábrica grande con uno o dos motores centrales, el costo de estos mo
tores no aumenta en la misma relación que su potencia en caballos de fuerza
y, por ende, que su posible esfera de actividad. El costo del equipo de trans
misión no crece en la misma relación que el número total de las máquinas
que pone en funcionamiento. El bastidor de una máquina no se vuelve más
costoso en la misma proporción que el número creciente de herramientas
que emplea como sus órganos, etc.[12]
145
cambian (aunque sean rígidas en cada nivel de producción). De hecho, en
el último pasaje también afirma que la producción a gran escala es más
intensiva laboralmente hablando que la producción en pequeña escala.
Esto indica que Marx no se ocupa aquí de las economías de escala origina
das en el proceso tecnológico, dado que, en su opinión, eran en gran parte
de capital intensivo, como .se tratará de demostrar más adelante. Mas
bien, creo, Marx tiene en mente las economías de escala que surgen de
una tecnología determinada.
Marx, entonces, negaba la idea de que los factores de producción pu
dieran reemplazarse entre sí dentro de una tecnología determinada. En
esto estaba evidentemente equivocado. Con frecuencia existen posibilida
des de reemplazo intertecnológicas, como en el ejemplo de la electrólisis
que se ofrece en la introducción de la segunda parte. Por otra parte, para
aseverar esto, no es necesario creer en la historia absolutamente neoclási
ca del reemplazo fluido a lo largo de un i socuanto. Para refutar a Marx es
suficiente citar los casos en que un nivel dado de output puede producirse
en forma eficiente con dos combinaciones de inpui. Tampoco creo que pue
da defenderse a Marx apelando a modelos de satisfacción o “de arcilla”.
Cuando Marx argumentaba que las empresas solamente conocían los pro
cedimientos que en ese momento utilizaban, lo hacía porque consideraba
que en todo momento dado existía una única tecnología eficiente, no
porque no resultara redituable para las empresas adquirir conocimientos
sobre otras tecnologías. Y se bien es cierto que las posibilidades de reem
plazo se ven muy reducidas ex post, en comparación con lo que se puede
hacer ex ante en el tablero de dibujo, no creo que pueda atribuirse esta dis
tinción a Marx, ni que sea suficiente justificar su negativa acerca de los
reemplazos. Seguramente siempre hay algunas posibilidades de reempla
zo ex post, por ejemplo entre el trabajo y las materias primas. Con salarios
altos puede resultar óptimo (es decir, con máximas ganancias) aceptar un
cierto desperdicio de materia prima en lugar de contratar m ás obreros pa
ra reducir el desperdicio.
Por el otro lado, Marx conocía perfectamente las posibilidades del re
emplazo intertecnologías, como demuestra en el siguiente pasaje:
En algunas ramas de la industria lanera en Inglaterra, el empleo de niños se
ha reducido considerablemente en los últimos años, y en algunos casos ha
sido totalmente abolido. ¿Por qué? Porque las Leyes para Fábricas hicieron
necesarias dos clases de niños, unos que trabajen seis horas y los otros
cuatro, o ambos cinco horas. Pero los padres no quisieron vender a los de
“media jomada” más baratos que a los de “jomada completa”. De ahí el
reemplazo por máquinas de los de “media jomada”... Losyankees inventaron
una máquina rompepiedras. Los ingleses no la utilizan porque el “pobre des
graciado” que hace este trabajo recibe por su trabajo una paga tan baja que
la máquina incrementaría el costo de la producción al capitalista.[14]
Marx también cita con aprobación el siguiente pasaje de John Barton:
La demanda de trabajo depende del incremento del capital circulante y no
del capital fijo. Si fuera verdad que la proporción entre estos dos tipos de ca
pital es siempre la misma en todo momento y en toda circunstancia, enton
146
ces, sin duda s« infiere que el número de trabajadores empleados está en re
lación a la riqueza de la empresa. Pero tal proposición no tiene visos de pro
babilidad. A medida que se cultivan las artes y se extiende la civilización, la
proporción entre el capital fijo y el circulante es cada vez mayor. El monto de
capital fijo utilizado en la producción de una pieza de muselina británica es
por lo menos den, quizá mil veces superior al utilizado en una pieza similar
de muselina india.[15]
No cabe duda de que Marx, en estos pasajes, deja implícito que el ca
pitalista tiene una “elección de técnicas” y que efectúa esa elección basán
dose en los precios relativos. ¿Por qué, entonces, tantos autores — entre
los que me incluyo— [17] afirmaron sin mayor evidencia ni argumento
que Marx negaba la posibilidad de la elección tecnológica? Creo que exis
ten tres razones principales.
En primer lugar, la bibliografía ignora absolutamente la distinción
entre técnica y tecnologfa.[18] Dado que Marx niega explícitamente la po
sibilidad de elección y reemplazo intertécnicas, resulta perfectamente na
tural inferir que niega la posibilidad de todo tipo de elección. De hecho,
parecería que entre los hombres que escriben sobre la tecnología, Marx
está entre los pocos que han visto la necesidad de una estructura en tres
hileras de tecnología, a pesar de que confundió la cuestión al negar la elec
ción intertécnicas. Sin embargo, sí reconoció la variación intratécnicas,
cuando argumentó que una técnica dada no consiste en una sola práctica
operada en diversos múltiplos dependiendo del nivel de output, sino que
involucra un cambio de práctica cuando se incrementa la escala de opera
ción. Y, como acabo de argumentar, decididamente reconoció que existen
elecciones intertécnicas que deben realizarse.
La segunda razón por la cual muchos escritores han atribuido a Marx
una teoría de los coeficientes fijos de producción, excluyendo todo tipo de
elección técnica, es que sin un supuesto de ese tipo, la teoría laboral del
valor— en una de las tantas interpretaciones de esa frase— [19] pierde vi
gencia. Marx estaba fuertemente comprometido con el principio de que
los valores laborales tienen prioridad ante los precios, en el sentido de que
147
es necesario conocer los valores a fin de determinar los precios, pero no vi
ceversa. Puede demostrarse que la primera parte de esta afirmación es
inequívocamente falsa, en cualquier supuesto acerca de la tecnología.[20]
Sin embargo, la parte “pero no viceversa” de la afirmación es verdadera en
un modelo con coeficientes fijos, pero no funciona en un modelo con cam
bio tecnológico. Esto es así debido a que las elecciones entre tecnologías
eficientes sólo pueden realizarse sobre la base de los precios factores, lo
cual significa que primero se deben determinar las tecnologías y los pre
cios en forma simultánea, y sólo después se podrá estar en condiciones de
deducirlos valores laborales de las tecnologías. Por otra parte, pueden exis
tir múltiples equilibrios de precios compatibles con los datos tecnológicos
dados y con el paquete de salario real y mercancía dado, y cada uno de es
tos equilibrios puede dar lugar a un juego distinto de valores laborales pa
ra las mercancías. [21] Existen, por lo tanto, fuertes presiones teóricas
dentro del sistema marxista en la búsqueda de un supuesto de coeficien
tes fijos.
La tercera razón tiene que ver con la resistencia de muchos marxistas
a apelar a explicaciones de elección racional. Existe una creencia muy di
vulgada, si bien difusa, respecto de que tales explicaciones incluyen un
elemento subjetivo que resulta incompatible con el materialismo marxis-
ta.[22] Creo que no hay tal incompatibilidad; y aunque la hubiere, tanto
peor para el marxismo. No hay necesidad de discutir el problema muy en
profundidad, dado que Marx, en su propia práctica, muestra que no es de
ningún modo contrario a la explicación de elección racional en la econo
mía. La teoría laboral del valor tiene como postulado fundamental la
ecualización de las tasas de rentabilidad en todos los sectores, lo cual su
cede solamente debido a que los capitalistas mueven el capital hacia la in
dustria que en un momento determinado tiene la tasa más alta de renta
b ilid a d .^ ] Esto, con seguridad, es un comportamiento optimizador, no
satisfactorio. Ni es compulsivo el comportamiento del capitalista, en el
sentido de que el comportamiento de consumo de los obreros a comienzos
del capitalismo puede decirse que fue compulsivo. Si la limitación presu
puestaria y la limitación en calorías juntas son lo suficientemente fuertes
como para reducir el conjunto posible de opciones a un único paquete de
consumo, entonces toda conversación acerca de una elección racional re
sulta redundante y fácilmente ideológica. Pero los empresarios capitalis
tas sí tenían verdaderas posibilidades de elección, con respecto al nivel
del output y a la combinación de inputs.
148
tencia, y pueden innovar porque pueden girar sobre un capital de inven
tos, es decir, sobre la ciencia. Puesto que Marx tiene poco que decir sobre
la ciencia,[24] sólo abordaré el primer tema. El capitalismo es un sistema
dinámico, en el sentido de que los empresarios tienden a reinvertir parte
de sus ganancias en nueva producción. Esto no surge como consecuencia
de la propiedad privada en los medios de producción y del trabajo asala
riado, puesto que el capitalista podría perfectamente utilizar sus ganan
cias para acumularlas o para un consumo suntuoso. Sin embargo, Marx
postula que esto no será así. Puede considerarse este postulado como psi
cológico o institucional, dependiendo del período que se esté analizando.
En una etapa inicial, debe de haber existido algún motor psicológico que
haya vuelto al empresario sediento de cantidades crecientes de superávit,
pero posteriormente no tuvo más opción que reinvertir para poder sobre
vivir en la competencia. (Esta distinción sólo la hace en forma explícita
Weber,[25] pero creo que también tiene sentido para lo que Marx dice so
bre temas similares.)
En una etapa más temprana del capitalismo, la reinversión podía
ocurrir sin un cambio tecnológico, siempre que hubiera sectores precapi
talistas en los que invertir y expandirse. Sin embargo, una vez que el mo
do capitalista de producción penetra la economía en su totalidad —y sin
consideración de las empresas imperialistas y colonialistas— la reinver
sión no puede llevarse a cabo en forma indefinida en base a una tecnología
constante. Leyendo un poco a Schumpeter en Marx, podemos observar
que esto es así porque la demanda de los bienes de consumo existentes en
última instancia se satura, al menos con los precios vigentes. Asimismo,
manteniéndonos más apegados a Marx, en última instancia se desarrolla
rá una escasez de trabajo, al menos si (y mientras que) la tasa de creci
miento de la fuerza laboral se encuentre por debajo de la tasa de reinver
sión. En consecuencia, la saturación de productos en el mercado y la
presión en el mercado laboral obligarán al capitalista a innovar, tanto pa
ra poder vender sus productos a un precio razonable como para bajar sus
costos. Es posible observar la innovación de productos así como también
la innovación de los procesos, dado que la saturación puede surgir tanto
por la producción de nuevos tipos de mercancía como por la producción
más barata de las anteriores. Repito que hay muy poco en Marx acerca de
que la innovación sea inducida poruñ a saturación en la demanda, pero se
ajusta bien a la historia que él cuenta. Por el contrario, es posible que
Marx sí viera que el alza de los salarios lleva a innovar, aunque tendre
mos que analizar con mayor detenimiento su argumentación.
Existe, entonces, una presión inexorable hacia la innovación. La cues
tión para el capitalista individual y para el sistema capitalista es la si
guiente: innovar o perecer. El capitalista individual confronta una situa
ción en la cual todos los demás innovan, y por lo tanto está condenado si él
no lo hace. El sistema confronta una situación en la cual si hay poca inno
vación, la saturación de la demanda y los salarios crecientes comprimirán
la tasa de rentabilidad por debajo del mínimo que los capitalistas están
dispuestos a aceptar. Como veremos más adelante, Marx argumentaba
que aun con innovación — y debido a ella— la tasa de rentabilidad tende
149
rá a caer. El sistema, de hecho, está condenado si innova y condenado si no
lo hace. Posponiendo este tema por el momento, permítaseme observar
que no es la necesidad de innovación del sistema lo que obliga al capitalis
ta individual a innovar. Suponer esto significaría caer víctimas del pensa
miento teleológico y de la explicación funcional. El empresario individual
invierte e innova porque resulta racional para optimizar las ganancias o
necesario para la supervivencia.
Estos son argumentos muy generales y amplios, que no nos dicen
mucho de la velocidad del cambio tecnológico que efectivamente se obser
vará. Sin embargo, Marx ofrece un importante argumento analítico que
pesa en forma directa sobre la velocidad del cambio tecnológico bajo el ca
pitalismo, en comparación con el que podría observarse en una sociedad
comunista. En un pasaje citado anteriormente, Marx afirma que la ga
nancia capitalista proviene “no de la disminución del trabajo empleado,
sino del trabajo por el que se ha pagado” . Y añade en una nota a pie de pá
gina; “Por lo tanto, en una sociedad comunista se daría un alcance muy
distinto al empleo de la máquina del que se le da en una sociedad burgue
sa” .[26] La cuestión es que en ciertos casos las nuevas tecnologías que se
rían superiores desde el punto de vista de la minimización del trabajo no
lo son desde el punto de vista de la optimización de las ganancias. Para un
análisis más detallado de la relación entre cambio tecnológico “viable” o
reductor de costos y “progresivo” o reductor de trabajo, el lector deberá re
ferirse al libro reciente de John Roemer.[27] Aquí ilustraré la idea me
diante un simple ejemplo, que también será útil para explicar algunos de
los aspectos de la “controversia de capitales” mencionada en capítulos an
teriores.
Supongamos que tenemos una economía que produce un solo bien (de
consumo) final. Esto puede hacerse utilizando la Práctica I o Práctica II,
cada una de las cuales involucra un tipo particular de bien (de capital) in
termedio. Escribamos para la Práctica I las ecuaciones que determinan la
relación de precios y la tasa de rentabilidad, suponiendo que conocemos
los coeficientes tecnológicos y el salario real. A fin de producir un unidad
del bien de capital necesitaremos an unidades del bien de capital y a12
unidades de trabajo. A fin de producir una unidad del bien de consumo ne
cesitaremos a,, unidades de capital y a^ unidades de trabfyo. Fijamos el
precio del bien de capital en un valor equivalente a 1 por convención, da
do que solamente nos interesan los precios relativos. El salario real (en
unidades de bienes de consumo) es w, la tasa de rentabilidad es r, y el pre
cio del bien de consumo es p. Suponemos — contrariamente a Marx, pero
perdiendo poco del carácter general para este objetivo— que el capitalista
no calcula las ganancias por adelantado para los salarios. Podemos esta
blecer las siguientes condiciones de equilibrio;
150
r y p en términos de los coeficientes tecnológicos. En particular, podemos
obtener una expresión analítica explícita de r como fiinción de w. En un
sistema de coordenadas, midiendo w en el eje horizontal y r en el eje ver
tical, esta relación dará un gráfico de curva descendente, que puede ser o
no una línea recta (La importancia de esto se aclarará posteriormente.)
En la figura 5 he dibujado dos de estas curvas, dándoles forma de líneas
rectas para mayor simplicidad. Ante cualquier tasa de salarios por deba
jo de w„, la Práctica I será la más redituable y será elegida por cualquier
empresario para optimizar la tasa de rentabilidad sobre el capital. Ante
salarios por encima de w0, la Práctica II será preferible. Obsérvese ahora
que en términos de minimizar el trabajo, la Práctica II es sin lugar a du-
Figura 5
151
sentido en este simple modelo. Si por lo menos una de las curvas es defor
ma no lineal, podrá haber múltiples puntos de intersección entre curvas,
de modo que una práctica pueda ser acrecentadora de ganancias con sala
rios bajos, la otra pueda serlo con niveles de salarios intermedios y la pri
mera, nuevamente con salarios altos. Esto, a su vez, es incompatible con
la noción neoclásica de que una práctica determinada corresponde a un
único punto en un isocuanto que es convexo respecto del origen (como en
las figura 1 y 2 del capitulo 4 anterior). Como se mencionó anteriormente,
no queda claro con qué frecuencia ocurrirá dicho “recambio* en los casos
empíricos, pero evidentemente no puede uno estar satisfecho esperando
que no se produzca.
Volviendo al tema principal, Marx efectivamente estaba en lo correc
to al pensar que el comunismo, quedando las demás cosas iguales, sería
superior al capitalismo al introducir la máquina para ahorrar el trabajo
humano monótono. Esto, sin embargo, no resuelve la cuestión Schumpe-
teriana respecto de si las demás cosas en efecto serán iguales. Podría re
sultar que esta suboptimización dinámica del capitalismo (sumada a la
suboptimización estática introducida por el sistema de patentes) no pue
da eliminarse sin reducir fatalmente la motivación para innovar. La su
perioridad del capitalismo con respecto a la búsqueda de nuevas técnicas
podría más que compensar la inferioridad con respecto a la selección de
innovaciones socialmente útiles. Sin embargo, M arx consideraba que el
comunismo sería superior en ambos aspectos. Como se explica más deta
lladamente en el apéndice 2 más adelante, consideraba que la intensidad
del esfuerzo innovador sería considerablemente mayor bajo el comunismo
que bajo el capitalismo.
Lo que antecede fue argumentado sobre la base de una tasa salarial
determinada y constante. Para algunos salarios, por ejemplo, salarios su
periores a w0 en la figura 5, los empresarios capitalistas rechazarán las
innovaciones progresivas porque no resultan viables, es decir, no reducen
los costos. Una argumentación ligeramente distinta puede plantearse si
suponemos que algunas innovaciones ocasionarán un cambio en la tasa
salarial y que los capitalistas podrán evaluarlas anticipando este cambio.
Debemos recordar que las innovaciones deben estar “corporizadas” en las
herramientas, maquinarias y diseños de fábricas y que estos últimos, a su
vez, pueden dar forma e influir sobre la conciencia y combatividad de la
clase obrera. Si una innovación dada es viable según la tasa salarial ante
rior a la innovación, pero no según la tasa salarial que se obtendrá una
vez introducida la maquinaria que la corporiza, cualquier capitalista inte
ligente se abstendrá de adoptarla. A la inversa, existe la posibilidad lógi
ca de que un capitalista pueda introducir tecnologías que ex ante resulten
no viables, si ex post inmoviliza la lucha salarial de los obreros. Estas hi
pótesis conforman el núcleo del “enfoque por proceso laboral” del cambio
tecnológico. En comparación con las teorías analizadas en capítulos ante
riores, implican un cambio radical de perspectiva. La fuerza laboral no só
lo está considerada como un “factor de producción” cuyo precio puede es
tar sujeto a fluctuaciones, sino como una clase cohibida que frustra y se
opone activamente a la obtención del superávit. El capitalista también
152
aparece con un rol diferente. Lo hemos visto sucesivamente como la racio
nal máquina de calcular de la economía neoclásica, como el “libre Prome
teo” de Schumpeter y sus seguidores,[28] como el conformista que innova
sólo cuando se ve obligado por las circunstancias, y como el chambón mio
pe que progresa sólo a través del “ensayo y error”. Ahora parecería que el
empresario se enfrenta no sólo a las fuerzas de la naturaleza y las igual
mente impersonales fuerzas del mercado, sino que también tiene que tra
tar en forma directa con los hombres, con quienes se mezcla en un juego
de conflictos opuestos y cooperación.[29]
El origen de esta opinión podrá hallarse en estos párrafos:
153
cha y se pagan con un arroz valuado con los bajos precios postcosecha. El
efecto de una innovación determinada sobre los ingresos del terratenien
te tendrá, por lo tanto, dos componentes. En primer lugar, el incremento
en la productividad aumentará el monto de la participación que corres
ponde al terrateniente. En segundo lugar, no obstante, también aumenta
rá el monto de la participación del arrendatario, y le permitirá reducir y
quizás eliminar del todo su deuda con el terrateniente, reduciendo así los
intereses que recibe este último. Queda implícito, por lo tanto, que el
terrateniente sólo aceptará los cambios tecnológicos que no reduzcan la
suma total de sus ingresos, es decir, cuyo efecto neto sobre sus ingresos
resulte positivo. Bhaduri también argumenta, sin embargo, que el terra
teniente se resistirá a cualquier innovación que permita al arrendatario
liberarse de su obligación de deuda, aun cuando esto incremente el monto
de la participación del terrateniente hasta tal punto que el efecto neto so
bre sus ingresos resulte positivo. Esto es así debido a que la obligación de
deuda es una forma de mantener el porcentaje de participación del arren
datario en niveles bajos y de hecho constituye una condición esencial para
mantener el poder social del terrateniente. En otras palabras, el terrate
niente no está solamente interesado en el efecto neto que las innovaciones
tienen sobre sus ingresos, sino también en el efecto a largo plazo.
Más cerca de la propia argumentación de M arx encontramos un ar
tículo escrito por Stephen Marglin, subtitulado “Los orígenes y funciones
de la jerarquía en la producción capitalista”. La frase “orígenes y funcio
nes” indica el carácter ambiguo de la obra de Marglin, oscilando entre una
explicación intencional y una funcional de una manera que nuncá queda
del todo clara. Su idea es que la división del trabajo, característica de los
comienzos del capitalismo y el sistema fabril del capitalismo ya maduro
no se introdujeron por su mayor eficiencia tecnológica. Más bien, la divi
sión del trabajo se introdujo para privar a los obreros del control sobre el
producto de su trabajo, y luego el sistema fabril los privó también del con
trol sobre el proceso del trabajo. La “función social” de la jerarquía inhe
rente a la fabricación manual y mecanizada no es la eficiencia tecnológica
sino la acumulación de capital. Se introducen nuevos métodos porque op
timizan las ganancias, no porque sean tecnológicamente superiores. Es
cierto que el sistema fabril, una vez introducido, resultó ser un vehículo
para la innovación, pero no fue introducido por esta razón ni era en forma
alguna indispensable (en términos tecnológicos) para la innovación.
El artículo de Marglin es conceptualmente sagaz y ofrece cierta evi
dencia histórica de interés. Sin embargo, en mi opinión, es seriamente
confuso a nivel de las explicaciones. Considérese en primer lugar su opi
nión acerca de que la división del trabajo fue un ejemplo de “dividir para
reinar”. No queda del todo claro si realmente no tiene en cuenta el efecto
“tertius gaudens” que se menciona brevemente en el capítulo 2, es decir, la
posibilidad del capitalista de explotar un estado de aislamiento entre los
obreros que no tuvo que crear en primer lugar. De hecho, Marglin explica
muy bien por qué el obrero en forma individual no podía integrar su pro
pio trabajo: no tenía el capital suficiente “para desperdiciar por los erro
res inherentes al proceso de aprendizaje”.[34] Marglin puede estar en lo
154
cierto cuando argumenta que no existían obstáculos tecnológicos para el
obrero individual que realizaba en serie las operaciones que la fabricación
capitalista realiza en paralelo, pero esto no demuestra que el objetivo o la
función de la empresa capitalista fuera crear un obstáculo institucional.
Tampoco resulta fácil ver cómo podría haberse logrado esto.
Por otra parte, Marglin confunde al lector eligiendo referencias para
comparar que son a veces reales y a veces contrafácticas. Su objetivo ma
nifiesto es explicar el aumento de la fabricación a mano y a máquina por
medio de su eficiencia de explotación relegando las mejoras tecnológicas a
un segundo plano, y así revirtiendo el tradicional orden de prioridades.
Esta argumentación lógicamente requiere ejemplos confirmativos del
siguiente tipo: la institución A triunfa sobre la institución B porque es
mejor para explotar a los obreros, sin ninguna suporioridad tecnológica
concomitante. En el caso de la transición al sistema fabril, Marglin ofrece
un ejemplo de este tipo, cuando señala el éxito de la fábrica Arkwright en
comparación con la empresa Wyatt-Paul, tecnológicamente equivalente,
que no pudo “sojuzgar la mala disposición de los trabajadores”.[35] Al
analizar la introducción de la división del trabajo en la fabricación, Mar
glin no ofrece tales ejemplos. Aquí sólo señala la equivalencia tecnológica
de un sistema irreal de fabricación que está bajo la propiedad y el control
de los obreros. Evidentemente esto es irrelevante a los fines explicativos.
Para ellos, el hecho central es que la división capitalista del trabajo fue
más eficiente que el sistema reemplazado, no que fue más explotador que
el sistema irreal. Este último hecho habría sido relevante si el capitalismo
hubiera sido instrumental al evitar que el sistema irreal se convirtiera en
real, pero, como se explicó anteriormente, Marglin no ofrece ninguna base
para esta opinión.
Finalmente, Marglin tiene una actitud un tanto arrogante ante la evi
dencia que se necesitaría para demostrar que la alienación de los trabaja
dores ante el trabajo y el producto es una consecuencia del sistema capita
lista, que también explica el crecimiento de ese sistema. A diferencia de
otros escritores de esta escuela, Marglin confronta explícitamente el pro
blema de la evidencia:
155
to, en mi opinión, es un perfecto ejemplo de las estrategias inmunizantes
que han desprestigiado a las ciencias sociales marxistes en forma casi
universal. No estoy diciendo que Marglin esté equivocado. Sólo estoy obje
tando el uso de esta afirmación no respaldada como una excusa para dis
pensar de evidencias sobre los mecanismos y las intenciones. Para ser jus
tos, cabe agregar que Marglin claramente está preocupado por brindar
pruebas o “ejemplos”. Sin embargo, considero que su actitud ante tal evi
dencia es sistemáticamente ambigua, debido a una actitud semiiunciona-
lista y semiconspirativa que le permite explicar los fenómenos en térmi
nos de sus consecuencias sin rebajarse a especificar un mecanismo.
John Roemer trató de incorporar el enfoque del proceso laboral a un
modelo formal de una economía capitalista. En mi opinión no lo logra
aunque resulta interesante. Roemer en primer lugar define la noción de
solución reproducible para una economía capitalista, en donde los traba
jadores tienen una determinada suma de subsistencia y los capitalistas
optimizan las ganancias, frente a un “conjunto de producción” que permi
te la elección de tecnologías. En una solución reproducible, el output neto
debería al menos reemplazar el consumo total de los obreros; los outputs
intermedios y los consumos de los trabajadores deben obtenerse del stock
en curso y los precios son tales que permiten que los mercados del input se
aclaren. Luego prueba una versión generalizada de lo que Morishima ha
denominado el “teorema marxiano fundamental”. Dados los supuestos
tecnológicos y de conducta que brevemente se indican más arriba, las si
guientes afirmaciones son todas equivalentes:
156
haber distintos equilibrios para la economía en donde el equilibrio relati
vo de las fuerzas de clases es distino, debido al efecto que tiene la elección
de la tecnología sobre la organización de los obreros”.[38] Otro ejemplo de
muestra que:
Es posible para loe capitalistas elegir tecnologías en las cuales existe explo
tación, pero si insisten en optimizar las ganancias con determinados precios,
deberán elegir tecnologías que alteren el equilibrio de las fuerzas de clases
hasta tal punto que los requisitos de subsistencia sean demasiado grandes
para su capacidad reproductiva. La explotación es posible si los capitalistas
se limitan a las tecnologías subóptimas; pero si los capitalistas eligen las tec
nologías optimizadoras de ganancias, el salario de subsistencia se elevará,
eliminando las ganancias.[39]
157
pre así. Dadas dos innovaciones plausibles que son igualmente reducto-
ras de costos según la relación factor-precio previa a la innovación, no hay
motivos para pensar que la que tiene una propensión hacia el ahorro de
trabajo también ocasione en el micronivel un cambio en las tuerzas de cla
ses de modo tal de producir una tasa salarial más baja que la otra; ni se
puede adoptar una tendencia en la dirección opuesta. Una vez más, consi
dero que los factores cualitativos son demasiado sutiles para ser moldea
dos de un modo simple y cuantitativo.
Marx efectivamente creía que las innovaciones tendientes a ahorrar
trabajo, en forma de “composición orgánica creciente de capital”, domina
ban el desarrollo del capitalismo y —como se explica más adelante— en
última instancia llevarían a su destrucción. Es verdad, Marx sabía muy
bien que el cambio tecnológico no siempre ahorraba trabajo. Hay un inte
resante capítulo en El Capital III acerca de “La economía en el empleo del
capital constante” que explica por qué las economías de escala intratecno-
lógicas pueden ahorrar capital. Por el otro lado, no creo que Marx mencio
nara en ningún momento el cambio de tecnologías tendientes a ahorrar
capital. No es necesario recurrir a ejemplos recientes tales como los explo
sivos o la radio para ver ejemplos de innovaciones que ahorran capital en
este sentido más tuerte. Marx tenía ejemplos ante su vista,[41] pero no los
vio. Los espectaculares aumentos de productividad, asociados con los
cambios de tecnologías — en contraste con los cambios dentro de ellas—
eran todos, en su opinión, ahorrativos de trabajo.
Sin embargo, resulta difícil reconstruir, sobre la base de los escritos
de Marx, una argumentación para la tendencia hacia el ahorro de trabajo.
Resulta tentador leer en Marx una argumentación hicksiana para el pre
dominio de las innovaciones tendientes a ahorrar trabajo, como lo hacen
Maurice Dobb (haciendo referencia explícita a Hicks) y Paul Sweezy.[42]
Sweezy justifica su interpretación citando un pasaje de El Capital I en
donde Marx, efectivamente, explica la mecanización como inducida por la
agricultura y no por la industria. Sí constituye una evidencia para la opi
nión de Sweezy, pero a mi modo de ver queda superada por el hecho de
que en los capítulos cruciales de El Capital III acerca de la tasa decrecien
te de ganancias no hay ningún indicio sobre una conexión entre el alza de
los salarios y la mecanización.
En estos capítulos Marx parece estar fascinado por el hecho de que las
innovaciones simplemente tienen que ahorrar trabajo, dado que ¿de qué
otra forma puede un número levemente creciente de trabajadores poner
en funcionamiento una masa rápidamente creciente de materia prima y
crear una masa rápidamente creciente de productos? La siguiente es una
tentativa de reconstrucción de su razonamiento.[44] 1) El crecimiento
económico implica o es sinónimo de un mayor output por obrero. 2) Si se
debe producir más por obrero, entonces cada obrero debe manejar más
materia prima. 3) A fin de poder manejar más materia prima, el obrero
necesita la ayuda de la máquina. 4) Dado que el capital constante consis
te fundamentalmente en materia prima y maquinaria, se deduce que la
cantidad de capital constante por obrero debe aumentar. Las premisas 2)
y 3) parecen ser obligatorias, pero de hecho no lo son. Entrañan una visión
158
estrecha del cambio tecnológico que excluye las espectaculares innovacio
nes ahorrativas de capital como los explosivos, que permiten al obrero
manejar muchísima más materia prima utilizando muchísimo menos ca
pital. Deduzco que Marx no tiene argumentos válidas para el predominio
de las innovaciones tendientes a ahorrar trabajo. En el capítulo 4 se de
mostró que la argumentación hicksiana, si pudiera imputarse con buenos
resultados a Marx, es nula, y la argumentación que se desarrolla más
arriba se basa fundamentalmente en concepciones preteóricas.
159
S
r=
c +v
en donde S es el valor-superávit total obtenido en la economía, C es el
valor del capital constante y V, el valor del capital variable. (Valor aquí
significa el tiempo de trabajo necesario para producir las diversas mercan
cías.) Este supuesto no está justificado, debido al denominado “problema
de transformación”, es decir, el hecho de que los precios habitualmente no
son proporcionales a los valores. Para mayor simplicidad, sin embargo, no
tendré en cuenta esta dificultad y aceptaré la fórmula de Marx para la
tasa de rentabilidad.[47] También supondré que el capital constante se
utiliza totalmente durante el proceso de producción, es decir, que todo
consiste en capital circulante. Contrariamente a una reciente argumenta
ción, esta simpliñcación no se diferencia cualitativamente de las conclu
siones del análisis.[48] Si en la fórmula de la tasa de rentabilidad dividi
mos todo por V, podemos representar la tasa de rentabilidad así:
S/V
r=
C/V + 1
160
economía debe caer. Pero en esa dirección se llega al desastre, dado que el
trabajo vivo es la única fuente del valor-superávit y por lo tanto de las ga
nancias. Una caída inicial en la tasa de rentabilidad llevará a las perso
nas a tomar medidas cuya consecuencia colectiva será acelerar la caída en
la tasa de rentabilidad.
Esta atractiva argumentación lamentablemente no tiene ninguna va
lidez. Básicamente falla debido a que Marx sobredimensiona el aspecto
relativo al ahorro de trabajo de las innovaciones y menosprecia el hecho
de que ellas también incrementan la productividad. Este error se hace
evidente de dos maneras distintas, correspondientes en forma respectiva
al numerador y al denominador en la fórmula de la tasa de rentabilidad.
Primero, el cambio tecnológico lleva a un abaratamiento de los bienes de
consumo. Esto es compatible con una tasa constante de valor-superávit
sólo si suponemos un incremento en los salarios reales. Pero ésta es una
suposición extraña, al menos dentro del marco hicksiano, dado que “el
efecto neto que se produciría si todos los capitalistas actuaran de este mo
do... sería la creación de desempleo, el cual a su vez actúa sobre el nivel
salariar.[49] Independientemente de esta argumentación hicksiana, una
tasa constante del valor-superávit en condiciones de una productividad
creciente resulta difícil de conciliar con la opinión de Marx acerca de que
el ingreso de los obreros estaba cayendo, si bien no en términos absolutos,
al menos con respecto a los otros ingresos.[50]
Segundo, el cambio tecnológico también llevará a un abaratamiento
de los bienes de capital, ocasionando así una caída en el valor del capital
constante C y por lo tanto, en la relación C/V. Para poner esto en forma
más clara, podemos considerar la siguiente situación. Inicialmente ocurre
un cambio tecnológico en todas las industrias, que ahorra trabajo cuando
se evalúan los bienes de capital con los valores (o precios) previos a la in
novación. Podemos ver esto como un incremento del “número de máqui
nas por obrero”, lo cual es una forma cruda pero útil de visualizar el cam
bio. Las innovaciones llevarán a nuevos coeficientes deoutput-inputy por
lo tanto a nuevos valores (y precios) de equilibrio. Resulta entonces lógica
mente posible que las nuevas tecnologías sean ahorrativas de capital en
todas las industrias donde los bienes de capital se evalúan con los nuevos
valores (o precios).(51) Esto ocurrirá si el incremento de productividad es
tan importante que la caída del valor (o precio) de cada máquina sobrepa
sa de lejos el incremento en el número de máquinas por obrero. Resulta
claro que Marx creía en el predominio de los inventos ahorrativos de tra
bajo en el sentido ex ante, pero no reconoció que esta tendencia no necesa
riamente se traslada a la situación ex post.
No estoy diciendo que esta situación deba ocurrir, sino que puede ocu
rrir. Para refutar la teoría de que la tasa de rentabilidad debe caer, sólo es
necesario demostrar la posibilidad de una instancia — compatible con to
dos los supuestos de Marx— en donde esto no sucede. Y es inútil afirmar
que la ley de la tasa decreciente de rentabilidad debía interpretarse como
una “ley de tendencias”, que puede ser alterada por “fuerzas neutralizan
tes” tales como el abaratamiento de los elementos del capital constante, el
comercio exterior, etc. Como observó Mark Blaug, hay un uso correcto y
161
uno incorrecto de la noción de “leyes de tendencias” en la economía clási-
ca.[52] Según la interpretación correcta, la ley de tendencias es una ley
que rige bajo ciertas condiciones ideales. La ley de la caída de los cuerpos
es una ley de tendencias en este sentido, porque supone que no hay resis
tencia del aire. Del mismo modo, es posible abstraer el comercio exterior
al analizar la tendencia de la tasa de rentabilidad y posiblemente se lle
gue a una ley válida de tendencias en este sentido. Sin embargo, la noción
está incorrectamente utilizada cuando se deja de lado el abaratamiento
de los elementos del capital constante, dado que esta “tendencia neutrali
zante” surge del mismo proceso dado que también genera la “tendencia
principal”. Queremos saber acerca del efecto neto del cambio tecnológico
sobre la tasa de rentabilidad, y la descomposición de esto en una tenden
cia y una contratendencia resulta artificial y de poco interés. Concluyo
que la noción de una ley de tendencias en este último e incorrecto sentido
pertenece al arsenal de estratagemas inmunizantes del marxismo junto
con frases tales como “autonomía relativa” y “determinación a largo pla
zo” o a la argumentación sostenida por Marglin para explicar la poca evi
dencia de su teoría.
162
relaciones de producción en cualquier momento dado tienen una primacía
causal sobre las fuerzas productivas, y estas últimas, una primacía expli
cativa sobre las primeras.
Exegéticamente, considero que esta argumentación tiene sentido. La
misión histórica del capitalismo, según Marx, era la de desarrollar las
fuerzas productivas; está allí porque las desarrolla y desaparecerá cuan
do ya no lo haga (en forma óptima). Lo mismo vale, al menos en principio,
para los modos precapitalistas de producción. A la exégesis de Cohén se
podría agregar, sin embargo, la argumentación ofrecida por Philippe van
Parijs.(56] Van Paríjs señala que las fuerzas de producción están doble
mente involucradas en la explicación de las relaciones de producción. 1) El
nivel de las fuerzas productivas es el que determina qué relaciones de pro
ducción son óptimas. 2) Las relaciones de producción son lo que son por
que resultan óptimas para el desarrollo de las fuerzas productivas. Según
la lógica, éstas son opiniones contradictorias; si se afirma una no es posi
ble afirmar la otra. Una teoría que incluya la primera opinión, pero no la
segunda sostendría que las fuerzas de producción son lo que son porque
resultan óptimas para algo que no sea el desarrollo de las fuerzas produc
tivas, pero que el nivel de las fuerzas productivas es lo que determina qué
relaciones son óptimas para ese propósito. Una teoría que incluya la se
gunda opinión, pero no la primera, sostendría que las relaciones son lo
que son debido al impacto que tienen sobre las fuerzas, pero que hay algo
más que determina qué relaciones son óptimas en ese sentido. Van Parijs
sugiere que ese “algo más” en el primer caso podría ser la represión del
pueblo, y en el segundo caso, la localización dentro de la dimensión del
centro-periferia. Es evidente que Marx se interesó tanto en 1 como en 2, y
que su argumentación incluye, por lo tanto, un elemento causal y uno te-
leológico. En lo que sigue, sin embargo, abordaré solamente esto último,
es decir, la relación 2.
La cuestión es, entonces, si Marx estaba en lo correcto al considerar
que las relaciones de producción podían explicarse en términos de sus
efectos sobre las fuerzas productivas. Cohén propone justificar su explica
ción mediante una ley de consecuencia, de modo tal que cuando un nuevo
conjunto de relaciones produzca un desarrollo acelerado de las fuerzas,
aparezca un nuevo conjunto en la escena histórica.(57] Pero se aclara en
el Apéndice 2 que el número de ejemplos que respalda esa ley es penosa
mente b^jo, quizá reduciéndose sólo a uno. El capitalismo sí produjo una
espectacular revolución en el progreso tecnológico, pero sería aventurado
usar este caso como única evidencia para la ley general que se pretende
explicar. Además, por supuesto, están los problemas generales relaciona
dos con la explicación funcional de Cohén. Dichos problemas fueron anali
zados en el capítulo 2 que antecede y no repetiré aquí mis objeciones.
Una alternativa sería probar que Marx tenía razón al señalar el me
canismo específico mediante el cual las fuerzas productivas “eligen” las
relaciones más capaces para lograr su desarrollo. Cohén bosqueja breve
mente un posible mecanismo,[58] pero la argumentación es evidentemen
te insatisfactoria.[59] Una propuesta más plausible sería la siguiente. El
surgimiento de nuevas relaciones de producción puede ser en gran me-
163
dida accidental, es decir, el resultado de una compleja y oscura lucha de
clases que no resulta fácil de incluir dentro de un esquema general. El
surgimiento de las relaciones capitalistas en la agricultura inglesa —en
contraste con la aparición de un campesinado libre en Francia— consti
tuye un ejemplo.[60] Para explicar este desarrollo divergente debemos
apelar a minuciosos detalles de siglos de luchas entre clases. No hay un
esquema general capaz de explicar el surgimiento de las relaciones capi
talistas en Inglaterra a través de una “necesidad” para el desarrollo de las
fuerzas productivas. Una vez que estas relaciones emergieron, sin embar
go, en seguida se volvieron dominantes también en otros países, debido a
su simple superioridad económica y tecnológica. Es posible explicar fun
cionalmente la difusión de las nuevas relaciones productivas, pero no su
surgimiento. En el apéndice 2 se ofrece una argumentación similar pero
más hipotética para el surgimiento y difusión del comunismo.
Esta argumentación, de ser aceptada, sirve como base a una débil ex
plicación funcional de las relaciones de producción. Podría fortalecerse si
se pudiera demostrar que en el curso del desarrollo precapitalista, las re
laciones capitalistas de producción tuvieron que surgir de alguna parte,
en algún momento, así como en la teoría de la evolución de las especies, se
debe suponer que en algún momento la mutación se produce en algún or
ganismo. Con este nuevo supuesto, podría argumentarse no sólo que el ca
pitalismo existe porque es mejor que los arreglos anteriores para promo
ver el desarrollo de las fuerzas productivas, sino también que los arreglos
anteriores tuvieron que desaparecer porque ya no eran óptimos. Pero no
logro ver cómo podría demostrarse la inevitabilidad de la “mutación capi
talista”. Esto significa que la explicación que aquí se ofi-ece difiere de la
ofrecida por Cohén en su libro, en dos aspectos. Primero, la superioridad
del capitalismo explica su predominio, no su aparición. Segundo, el predo
minio del capitalismo no es una fase necesaria en la historia del mundo.
Finalizo con un enigma sin resolver. Parecería haber en Marx dos teo
rías para la caída del capitalismo. Por un lado, está la teoría de la tasa de
creciente de rentabilidad, en la que se manifiesta que el capitalismo desa
parecerá porque las innovaciones ahorrativas de trabajo detendrán la
acumulación al reducir la fuente del valor-superávit y de las ganancias.
Por el otro lado, está la teoría de las fuerzas productivas y las relaciones
de producción, en la que se manifiesta que el capitalismo — al igual que
cualquier otro modo de producción— desaparecerá cuando ya no resulte
óptimo para el desarrollo de las fuerzas productivas. Ambas teorías ape
lan al cambio tecnológico de maneras cruciales si bien muy distintas. A
menos que uno esté dispuesto a argumentar que la caída del capitalismo
según Marx estaba sobredeterminada, en el sentido de que dos causas
distintas y suficientes estaban actuando, esta doble explicación apunta a
una seria incoherencia en el pensamiento de Marx.
164
Apéndice 1
Riesgo, incertidumbre
y energía nuclear
L Introducción
165
más me ocuparé, trata el modo racional de hacer dicha elección. [3] La ra
ma empírica estudia cómo se toman las verdaderas decisiones.[4] Otra
subdivisión, partiendo de la primera distinción, es entre la elección indi
vidual y la colectiva. Dentro de la teoría de la elección individual racional
se hacen algunas otras distinciones con respecto al grado de certeza co
rrespondiente a las variables de la elección.
IB. La teoría de las decisiones bajo riesgo. Aquí se supone que la infor
mación es imperfecta, pero cuantificable, en el sentido de que para cada
curso de acción hay una distribución de probabilidades conocida para el
conjunto de resultados. Un ejemplo simple es el granjero que elige una
combinación de cultivos para la cosecha del año próximo teniendo en
cuenta las probabilidades conocidas para cada clase de clima y las propie
dades conocidas de cada cultivo en cada clase de clima.
Este ejemplo también sirve para mencionar una falacia que debe evi
tarse al analizar los criterios racionales para la toma de decisiones bajo
riesgo. Si el granjero solamente se ocupa de cultivos de pago al contado,
sería tentador aconsejarle que elija la combinación de cultivos con el ma
yor valor de mercado esperado. Sin embargo, éste sería un mal consejo
pues el granjero puede estar sujeto a una aversión al riesgo que hace que
sea racional que considere la dispersión en torno del valor promedio (o es
perado) y no sólo en torno del valor mismo (Roumasset 1976). Véase tam
bién el apartado XIII más adelante.
166
probabilidad? Los criterios para la elección racional bajo incertidumbre
son bastante complicados en el caso general,[6] pero son bastante simples
en el caso especial en que todas las alternativas tienen la misma “mejor
consecuencia”. En dicho caso sólo tenemos que comparar las “peores con
secuencias” y elegir la alternativa que tenga la mejor peor consecuencia
(el criterio del maximín). Más adelante afirmo que este caso se da en el
problema de la energía.
167
nes de justicia. Más que suficientes en el sentido de que los tres conjuntos
de condiciones, correctamente especificados, no pueden brindar satisfac
ción simultáneamente (Kelly 1978). Una salida ha sido reintroducir cier
ta variedad de la condición 3) citada más arriba, aunque debe hacerse
mucho más en esta dirección.[11] Otra salida ha sido debilitar la condi
ción de la democracia, o más precisamente abandonar la condición “un
hombre, un voto”. Esto puede hacerse de varios modos, cada uno de los
cuales corresponde a un concepto particular de justicia social.[12] La teo
ría de la elección colectiva puede aplicarse provechosamente al tema nu
clear, pero no analizaré aquí esta posibilidad.
168
algún lugar cerca del máximo global. La política miope mediante la cual
en cualquier momento se sube por un gradiente hacia el máximo más cer
cano puede resultar desastrosa con el tiempo (Elster 1979, cap. 1). Sin
embargo, hay varias razones poderosas para no experimentar con alter
nativas que están muy distantes del estado actual. Primero, el conoci
miento imperfecto que —bajo condiciones de aversión al riesgo— lleva a
un enfoque cauteloso (apartado XIII). Segundo, las irreversibilidades que
originan cautela aun en ausencia de aversión al riesgo (apartado XIV).
Tercero, el cambio endógeno de las preferencias (von Weizsácker 1971,
Elster 1979, cap. II. 6) que nos haría desconfiar de nuestra evaluación de
estados futuros que nunca hemos vivido. Cuarto, los problemas del perío
do de transición: tanto los males inherentes a los disturbios y los trastor
nos sociales, como la inestabilidad política que pueda sucederse. Las pro
puestas drásticas pueden ser políticamente imposibles (Elster 1978a,
cap. 3). Para estar seguros, habría que ser m uy cauteloso al introducir
restricciones políticas en un modelo que debe servir como base para una
decisión política.[14] Si el analista debe ser útil a los políticos, no debe en-
dogenizar sus decisiones (pero véase Lindbeck 1976). Por lo tanto, en el si
guiente apartado analizo brevemente algunas propuestas que parecen
políticamente imposibles, por lo menos hasta que alguien rompa el círcu
lo encantado de la política rutinaria y redibuje el mapa de lo posible (Els
ter 1978a, págs. 50-1).
Dos observaciones finales corresponden a la importancia del espacio y
tiempo en la estructuración del proceso de elección de energía. Hay tres
niveles espaciales: el local, el nacional y el internacional. Los conflictos de
intereses son posibles entre el primero y el segundo y entre el segundo y el
tercero. Hasta el punto en que hay una tendencia hacia los derechos
comunitarios del veto a proyectos energéticos, tenemos el “dilema popu
lista” analizado en la nota 13. Una dificultad más obvia es el problema del
jinete solitario que surge si cada comunidad local quiere recibir los bene
ficios de la producción energética (es decir, que quiere la energía) sin los
inconvenientes que surgen de aceptar la planta en su territorio. Si cada
comunidad espera que alguna otra tome la carga, se producirá muy poca
energía en relación con las necesidades nacionales. Por otro lado, las ne
cesidades nacionales pueden constituir una producción excesiva en rela
ción con las necesidades de la comunidad internacional. La nación indivi
dualmente será muy poco perjudicada por su propia contribución a la con
taminación y la transformación perjudicial de la atmósfera, aunque el re
sultado colectivo de dicha conducta por parte de todas las naciones sea co
lectivamente desastroso. Sería agradable si estos dos conflictos se anula
ran entre sí, de modo que el egoísmo comunitario fuera sustituido por la
solidaridad internacional. (Elster 1978, págs. 129-30, tiene un análisis de
un caso similar de dos situaciones del Dilema del Prisionero que se anu
lan en sus efectos.) Sin embargo, esto solamente se dará si son las mismas
formas energéticas las que producen los inconvenientes locales e interna
cionales, y no hay razón para pensar que eso sea generalmente cierto.
La dimensión temporal es la que distingue a la elección energética de
la mayoría o de todas las demás elecciones políticas. No se me ocurre nin
169
gún otro problema (civil) en el que el horizonte temporal pertinente sea
tan extremadamente amplio. Los desechos nucleares seguirán siendo pe
ligrosos durante mucho tiempo. El plutonio en las plantas nucleares
siempre será accesible para la construcción de armas nucleares. Debido a
que las sociedades modernas han roto deliberadamente el vínculo entre la
adaptación reproductiva y la adaptación ecológica (Elster 1979, cap. 1),
los defectos genéticos pueden perpetuarse hasta el fin de los tiempos.[15]
La fundamental importancia de la incertidumbre en la elección energéti
ca se debe a su dimensión temporal. Cuanto más aplicamos nuestras teo
rías hacia el futuro, menos proporcionan valores numéricos.
170
velmo, 1970). En contraste, la mayoría de las propuestas para distinguir
entre “real” y “falso”, o entre “necesidades sociales” y “naturales”, signifi
can que las preferencias deben cambiarse, lo que inmediatamente convo
ca al fantasma del patemalismo. No deben confundirse las necesidades
que son sociales en su objeto (bienes posicionales) con las necesidades que
son sociales en su origen (Cohén 1978, pág. 103).
No es inconcebible que algún político imaginativo encuentre un modo
de abolir la raza de los bienes posicionales, pero mientras tanto es impor
tante analizar qué debe hacerse antes de la abolición. La inevitable pro
puesta de que dichos análisis reducirán el incentivo para la abolición tie
ne cierta importancia, pero no puede ser decisiva. Volveré con el problema
en el apartado X más adelante.
171
Hay una asimetría entre quienes proponen y quienes se oponen porque
seguirá siendo posible cambiar la idea que se tiene y optar por la energía
atómica si no se desarrollan las tecnologías livianas, mientras que la
adopción de la energía atómica puede ser irreversible en un mayor grado.
Una vez eliminados estos primeros obstáculos, llego al núcleo del pro
blema. Primero permítaseme decir que podemos comparar vectores ener
géticos (en realidad solamente compararé las formas puras de energía)
considerando los inconvenientes que traen aparejados, porque los benefi
cios económicos son aproximadamente del mismo orden. Si nunca suce
dieran accidentes y no hubiera consecuencias ambientales, ni tampoco
problemas de terrorismo, sabotaje o proliferación de armas, entonces la
energía de fisión, la energía fósil y la hidroeléctrica tendrían costos de ins
talación y mantenimiento de aproximadamente la misma magnitud. (No
es fundamental para mi argumento que sean idénticos, sino sólo que la di
ferencia entre los beneficios sea sustancialmente menor que la diferencia
entre los peligros y riesgos.) Solamente con el advenimiento de la energía
de fusión, concebida tradicionalmente y no muy realísticamente, habría
una alternativa con costos significativamente menores. La siguiente es
una lista de los peligros e inconvenientes de los diversos modos de produc
ción de energía:
172
Para evaluar y comparar estos peligros muchos escritores (por ejem
plo el informe Rasmussen) utilizan un modelo de riesgo simple, con la si
guiente estructura. Suponemos que debemos elegir entre las formas ener
géticas E,, Ej..., En, que producen energía todas al mismo costo si no se
consideran los peligros mencionados anteriormente. También suponemos
que la forma energética E¡ incluye los peligros Fü, Fj2..., Fjm, y que la pro-
babilidadde que se produzca el peligro F.. es Py. Finalmente suponemos que
Fy, si ocurre, tiene consecuencias negativas Sy. Entonces definimos el
riesgo del peligro como R ^P y-Sy, y el riesgo total de Ef como
R.=Ril+Rj2+...R.ni. Entonces elegimos la forma energética con el menor
riesgo.
El Instituto de Investigaciones Stanford (1976) utiliza un sofisticado
modelo que considera el hecho de que las probabilidades P~ no están
dadas, sino que son funciones de la cantidad de dinero b utilizado para
la prevención y el control: Pjj=Gy(b). Continuando con este argumento
también podemos suponer que el peijuicio & producido por F„ es una fun
ción de la cantidad de dinero c utilizado para la protección: Sy=h^(c). Para
b y c dados, los costos totales son entonces (b+c+Gy(b).Hy(c)). Eligiendo b
y c tales que minimizan esta expresión, obtenemos el riesgo real R{j. Este
método es claramente superior al modelo de riesgo simple, suponiendo,
por supuesto, que los costos de prevención, control y protección están defi
nidos con bastante amplitud. Si se desea establecer un sistema de control
eficiente para protegerse contra el sabotaje y el robo, entonces los costos
deben incluir no solamente los sueldos de los guardias, etc., sino también
los efectos indeseables de vivir y trabajar en un medio controlado. Por
ejemplo, si los trabajadores en las centrales atómicas están sujetos a mé
todos persecutorios de supervisión, la compensación por ello debería agre
garse a sus salarios (si no está ya contemplada en ellos); análogamente
para personas que viven en los alrededores de dichas centrales, por lo me
nos si vivían allí antes de la construcción de la planta. No sólo puede pro
ducirse estrés por la omnipresencia de guardias, etc., sino quizás aun más
por la necesidad de tener a mano los diversos medios que pueden reducir
el riesgo una vez que se ha producido un accidente. No es irracional sentir
ansiedad debido a la necesidad de protegerse de un hecho que casi segura
mente no ocurrirá.
Sin embargo, hasta el modelo sofisticado es demasiado simple. No
considera tres importantes elementos de la situación: incertidumbre,
aversión al riesgo e irreversibilidad. El resto del estudio analiza estos ele
mentos. Debido a que el supuesto básico de los modelos de riesgo es que
siempre es posible llegar a un cálculo numérico para la probabilidad de
ocurrencia de los hechos peligrosos mencionados, y que es racional utili
zar estas probabilidades como base para la evaluación del riesgo, comien
zo con un análisis de la probabilidad. Aquí distingo entre probabilidad ob
jetiva, teórica y subjetiva. Esta terminología es hasta cierto punto enga
ñosa. En el sentido básico estoy de acuerdo con la escuela de probabilida
des de Finetti-Savage en que todas las probabilidades son subjetivas, es
decir, que se relacionan con nuestro conocimiento del mundo y no con el
mundo mismo. (En este contexto podemos ignorar tranquilamente los he
173
chos “objetivamente aleatorios” de la mecánica cuántica.) A pesar de ello,
es posible distinguir entre diferentes tipos de fuentes para el conocimiento
probabilístico: frecuencias objetivas, cálculos teóricos y calibraciones sub
jetivas. Entonces, mi pregunta es si estas fuentes son igualmente confia
bles.
174
des teóricas y objetivas no es de las difíciles y rápidas, pues incluso el mé
todo objetivo requiere una teoría del movimiento de los planetas que nos
indica tomar el promedio de todos los 22 de febrero y no de todos los días
nada más.) Por supuesto, una teoría meteorológica debe estar confirmada
por el análisis de las frecuencias de las observaciones, pero sigue siendo
superior a la mera extrapolación de las observaciones anteriores.
Las probabilidades teóricas son importantes en muchos aspectos de la
elección de la energía. Para evaluar la probabilidad de cáncer producido
por el plutonio (Hohenemser y otros 1977, págs. 31-2) o de los cambios de
la temperatura en la atmósfera por la continua liberación de C 0 2 (Sie-
genthaler y Oeschger 1978), debe apelarse a un gran cuerpo de teoría
controvertida. Controvertida es la palabra clave en este contexto. Si hay
varias teorías que compiten en el campo, ¿cuál o cuáles deben utilizarse
para evaluar el riesgo? Primero supongamos que en cierto modo es posible
asignar probabilidades a la verdad de las teorías, de manera que la teoría
A tiene un 70% de probabilidades de ser correcta, la teoría B un 25% y la
teoría C un 5%. Entonces una primera reacción sería guiarse por la teoría
A y utilizar las probabilidades derivadas de ella para la evaluación del
riesgo. Pensándolo un poco esto es claramente incorrecto. Si la teoría B o
incluso la C predijera que si emprendemos un curso de acción determina
do es muy probable que algo desastroso ocurra, mientras que la teoría A
asigna una ínfima probabilidad a este hecho, entonces sería irracional no
tener en cuenta a la teoría menos probable. Es verdad que para la inves
tigación pura el científico debería apostar todo su dinero a un solo caballo,
es decir, la teoría más probable o la teoría con el porcentaje actual más al
to de resolución de problemas (Laudan 1977), pero en la investigación
aplicada (y cuando se financia la investigación pura) hay que distribuir
las apuestas en forma más pareja.
Si las teorías se evalúan probabilísticamente (como se analizó en
Hesse 1974), debe hacerse dentro de alguna clase de marco bayesiano.
Aquí primero asignamos probabilidades previas a la teoría, calculamos la
probabilidad de las observaciones, dada la teoría, y luego utilizamos el
teorema de Bayes para encontrar la probabilidad de la teoría, dadas las
observaciones. El eslabón débil es aquí la probabilidad previa asignada a
la teoría. Arreglar esto mediante el principio de la razón insuficiente es
evidentemente incorrecto pues, en primer lugar, éste da resultados dife
rentes según cómo individualicemos las teorías y, en segundo lugar, es in
compatible con el hecho de que tenemos realmente gran cantidad de cono
cimiento — de hecho, un exceso de razones— importante para la evalua
ción de las teorías. Una teoría debe 1) encajar con nuestras opiniones me
tafísicas generales, como los principios de determinismo, causalidad lo
cal, continuidad, etc.; 2) ser compatible con las teorías de las disciplinas
adyacentes o análogas; y 3) tener las propiedades de simplicidad y cohe
rencia. El problema es cómo integrar todo este conocimiento y todos estos
requisitos en una evaluación general de la teoría. Debe utilizarse alguna
clase de probabilidad subjetiva, un concepto que se analiza en el siguien
te apartado. Como adelanto, las probabilidades subjetivas con frecuencia
no son confiables y no deberían utilizarse como base para actuar. En el ca
175
so especial de asignar probabilidades a las teorías, creo que si debe uti
lizarse el método subjetivo, hay que aplicarlo directamente a las probabi
lidades posteriores y no utilizar el método indirecto propuesto por los
bayesianos. Para el científico práctico a quien se apelaría, sería un proce
dimiento muy extraño el de asignar probabilidades a teorías antes de la
observación. El único modo de aprovechar su juicio científico sería incluir
los datos entre el material utilizado para la evaluación. (Por supuesto las
probabilidades así obtenidas deben utilizarse como probabilidades pre
vias cuando suijan nuevos datos.)
Desafortunadamente, hay enormes problemas para evaluar la con
fiabilidad de dichas evaluaciones probabilísticas de las teorías. Cuanto
mejor conoce un científico el campo considerado, más probablemente se
identificará con una de las teorías en competencia. Esta identificación es
tanto una condición para un trabajo provechoso como una fuente de ten
dencia en la evaluación. El espectador imparcial e informado no existe en
ciencias.[16] Por esta razón el mejor procedimiento frecuentemente pare
cería ser renunciar a una clasificación de las teorías, o por lo menos de
aquellas que pasan determinadas pruebas operacionales para la mínima
plausibilidad. Esto significa que en nuestra elección entre las teorías es
tamos en una situación de incertidumbre, incluso si cada una de las teo
rías nos coloca en una situación de riesgo. En lo que sé, este problema no
se ha tratado en la bibliografía y es difícil decir cuál es el procedimiento
racional en tales casos.[17]
En realidad la situación puede ser aun más complicada. Dagfinn
Fállesdal (1979) indicó que cuanto mayor la cantidad de teorías en compe
tencia, mayor la probabilidad de que sean todas falsas. Si tenemos varias
teorías que utilizan clases bastante diferentes de supuestos, esto se ha
considerado como una señal de que el objeto de dichas teorías es parte del
universo que simplemente no entendemos muy bien. Entonces puede ser
racional suponer que algo aun peor puede pasar que lo que predicen cual
quiera de estas teorías, o que la probabilidad de que lo peor sucederá es
aun mayor que lo que cualquiera de ellas implica.
176
eos (¿hay vida en otros planetas?) tenemos mucha información de algún
modo importante. Aunque este conjunto de informaciones no esté incor
porado a una teoría, está allí, y no sería racional actuar como si no estu
viera. ¿Qué sería más irracional que actuar como si fuéramos ignorantes
cuando en realidad no lo somos?
El argumento es convincente, pero ilógico. Presupone que de algún
modo podemos integrar nuestros diversos fragmentos de conocimiento y
llegar a una conclusión estable e intersubjetivamente válida. El papel de
una teoría científica es precisamente efectuar dicha integración, pero en
ausencia de una teoría a todo lo que podemos apelar es &\juicio, sin duda
una cualidad escurridiza. Hasta cierto punto podemos contar con encon
trar esta cualidad en personas que no habrían sobrevivido sin ella, como
los políticos o empresarios exitosos (Elster 1979, cap. III. 4), pero no hay
razón para esperar lo mismo de científicos o burócratas, en quienes su
puestamente recaería la función de cuantificar las probabilidades consi
deradas. Hay demasiados mecanismos conocidos que distorsionan nues
tro juicio, desde el pensamiento intencional hasta las rígidas estructuras
cognitivas, como para que podamos adjudicar mucho peso a las magnitu
des numéricas que pueden obtenerse a través del método estándar de pe
dir a los individuos que elijan entre opciones hipotéticas. (Véase Tversky
y Kahneman 1974, Janis y Mann 1977, y Slovic y otros 1977.) Es decir,
que debemos resistir el mencionado paso de “es” a “debería”. A partir del
hecho de que siempre es posible obtener estas probabilidades subjetivas,
no debemos concluir que hay que actuar racionalmente sobre ellas. Sin
duda se podría obtener de un científico político la probabilidad subjetiva
que le adjudica a la predicción de que en el año 3000 Noruega será una de
mocracia y no una dictadura, pero ¿alguien contemplaría la posibilidad de
actuar en base a esta magnitud numérica?
X. E l m o d e lo d e in ce r tid u m b re p a ra la e le c c ió n d e e n e rg ía
177
En este punto es necesario distinguir entre diferentes clases de toma
dores de decisiones. Si la elección de energía surge en un país que ya ha
adquirido armas nucleares, el argumento de la proliferación de armas nu
cleares no tiene peso. Y si la nación-Estado debe tomar decisiones en base
a las consecuencias esperadas solamente para dicho Estado, el tema del
C 0 2 es irrelevante, ya que ningún país — o solamente uno muy grande—
puede resultar muy perjudicado por las consecuencias para la atmósfera
de sus propias plantas fósiles. Para que el tema del C 0 2 sea importante,
la nación-Estado debe o actuar en términos de consideraciones morales
como el imperativo categórico, o ser tan grande que pueda sentir el impac
to de sus propias acciones, o dejar la decisión en manos de algún organis
mo internacional.
Sobre la base del puro interés en sí misma, reforzado por el razona
miento moral, una nación que aún no ha adquirido armas nucleares debe
ría abstenerse de la energía atómica, para no entregar a las generaciones
venideras un potencial para comenzar o precipitar una guerra nuclear.
Como nadie puede decir con seguridad qué probabilidades hay, por ejem
plo, de que Noruega dentro de mil años tenga un gobierno que podría ver
se tentado por dicho potencial, hay que actuar como si fuera seguro que el
potencial será explotado, y esto significa que no debería ser creado. En ba
se al razonamiento moral (para las grandes naciones reforzado por el in
terés en sí mismas) un país no debería extender su uso de la energía fósil.
Para los países con una tercera opción, la extensión de la energía hidroe
léctrica, éstas son conclusiones aceptables. Para la mayoría de las nacio
nes que no pueden elegir esta salida, hay una elección entre (en el mejor
de los casos) crecimiento nulo, energía de fisión y energía fósil. El prime
ro fue descartado por conjetura, la segunda por interés propio, la tercera
por moralidad. Algo tiene que dar. En el apartado XV se plantea el proble
ma empírico: ¿qué tiene probabilidades de ser sacrificado: el crecimiento,
el interés propio o la moralidad? Hasta el punto en que se puede decir al
go acerca de lo que debería sacrificarse, admito que la energía fósil es me
nos perjudicial que la atómica. Si hay un aumento gradual del calor en la
atmósfera, entonces en algún momento futuro habrá una presión política
que hará que la primera opción — crecimiento nulo— sea políticamente
posible o incluso políticamente necesaria, aunque no es el caso actual
mente. Es políticamente posible optar por una acción que será el mejor
curso de acción políticamente posible en alguna fecha futura (Elster
1978a, póg. 52). Por otro lado, con la energía nuclear tal cambio de posi
ción es imposible: si alguna vez comienza una guerra nuclear, será dema
siado tarde para hacer algo. Admito libremente que hay algo raro en mi
defensa de la energía fósil y que mi argumento realmente conduce a la
conclusión del no crecimiento. Sin embargo, aquí nos ocupamos de los se
gundos mejores argumentos, como sucede frecuentemente en política. En
este caso particular la segunda mejor propuesta puede justificarse me
diante las mejores consideraciones como acabo de explicar. Esto debería
ir en cierto modo hacia lograr que el argumento sea más aceptable para
los grupos que de otro modo lo caracterizarían como “vendiendo al sis
tem a”.
178
Antes de abandonar el tema de la incertidumbre, debo responder una
pregunta que se planteó en el apartado II. Si un hecho es incierto, en el
sentido técnico de la palabra utilizado aquí, ¿cómo sabemos que es real
mente posible? No queremos incluir en la lista de consecuencias toda cla
se de hechos abstractamente posibles, como la invasión extraterrestre
como resultado de la radiactividad emitida desde centrales nucleares y
detectada en Alfa Centauro, pero ¿cómo podemos distinguir entre lo
abstractamente posible y lo realmente posible? Propongo el siguiente cri
terio. Como enuncié anteriormente, la incertidumbre no implica total ig
norancia. Por el contrario, con frecuencia tenemos grandes cantidades de
información que de alguna manera es importante para el hecho conside
rado, siendo la dificultad la de evaluar el efecto neto de todo este conoci
miento. En teoría económica antes del advenimiento de los modelos mate
máticos éste era frecuentemente el caso. Un economista podía decir con
confianza que las barreras tarifarias conducirían a un aumento de empleo,
otro que reduciría el empleo y ambos podían tener razón en el sentido de
poder justificar sus afirmaciones mediante una teoría parcial, describien
do un mecanismo parcial en el mundo real. Por otro lado, no pudieron lle
gar a un acuerdo, pues no contaban con las herramientas matemáticas
que hicieran posible determinar el resultado neto de los mecanismos
opuestos. A partir del análisis de sistemas (Forrester 1971, págs. 109-10)
se sabe que dichos efectos netos a largo plazo son frecuentemente con
traintuitivos, confirmando lo que dije anteriormente con respecto a las ob
jeciones a las probabilidades subjetivas en tales casos. Sin embargo, las
teorías parciales sí tienen un uso: pueden circunscribir lo realmente posi
ble de lo abstractamente posible. Cualquier consecuencia predicha por
una teoría parcial que es válida ceteris paribus es una consecuencia “real
mente posible”. Para decir cuán probable es dicha consecuencia, también
necesitaríamos tener una teoría general de lo que sucede cuando los cete-
ra no son paria .
179
la proliferación de armas nucleares. No importa cuán pequeño hagamos
al primero mientras la segunda esté presente. Una gran cantidad + una
pequeña cantidad sigue siendo una gran cantidad. Sin embargo, una can
tidad grande multiplicada por una pequeña puede ser una cantidad pe
queña, especialmente si podemos hacer el multiplicador pequeño tan
pequeño como queramos. Tomemos el caso del uso exitoso de plutonio ro
bado para fabricar armas nucleares, como analizó el Instituto de Investi
gaciones de Stanford (1976). La probabilidad de este hecho es el producto
de tres probabilidades: (la probabilidad de que se intentará cometer el ro
bo) x (la probabilidad de que el robo tendrá éxito si se intenta perpetrarlo)
x (la probabilidad de que se logrará la fabricación de la bomba, dado el in
tento de éxito). Aquí el primer y el tercer hecho están rodeados de incerti
dumbre, pero el segundo tiene una probabilidad cuantiñcable que depen
derá de las medidas de seguridad que se tomen. (Esta afirmación se sepa
ra, quizá sin justificación, de la posibilidad de que los ladrones tengan
ayudantes adentro que pudieran convertir a dichas medidas en tan inúti
les como la línea Maginot.) Esto significa que la probabilidad del hecho en
su totalidad no es mayor que la probabilidad del segundo hecho, que pue
de evaluarse y hasta controlarse.
La misma situación parece darse en el problema de los desechos nu
cleares:
Debido a que no podemos probar que no hay riesgo de entrada de aguaen es
tas formaciones, haremos la suposición conservadora de que se producirá fi
nalmente flujo de aguas subterráneas. Determinaremos si hay parámetros
de control que todavía puedan asegurar el confinamiento y si hay consecuen
cias para el medio. Creemos que es más importante hacer estas clases de
cálculoal estudiar un depósito que tratar de evaluar coeficientes de probabi
lidades para la aparición de aguas subterráneas (de Marsily y otros 1977,
pág. 521; véase también Kubo y Rose 1973, pág. 1207).
180
los desastres de dimensiones finitas. Por supuesto, debemos tener cierta
probabilidad precisa adjudicada a este hecho: no es suficiente la mera po
sibilidad lógica. Sin embargo, no importa si esta probabilidad es extrema
damente pequeña pues una cantidad infinita multiplicada por cualquier
cantidad positiva sigue siendo infinita. Esta es la postura de Pascal al re
vés. La debilidad de este argumento es que puede resultar que la mayoría
de las acciones tengan tales desastres totales asociadas a ellas, como una
probabilidad extremadamente lejana pero cuantificable. Por lo tanto,
creo que hay que ser muy cuidadoso al argumentar según lo dicho. El ar
gumento de incertidumbre para el principio de actuar como si fuera a su
ceder lo peor es mucho más sólido.
Algunos autores (por ejemplo, la Comisión Sueca de Energía 1978)
proponen el siguiente criterio: actuar de modo de evitar una probabilidad
demasiado grande de desastre. Para ser precisos, indican que si hay una
probabilidad > a de un desastre > (3, entonces no debe emprenderse este
curso de acción. Algunas veces esto se caracteriza como una variedad del
criterio de maximización, pero evidentemente no lo es. Es una versión
operacional del criterio de utilidad esperada que puede ser útil en aplica
ciones concretas, pero es demasiado pragmático como para tener un gran
peso teórico.
X m . Aversión al riesgo
181
Por lo tanto, ésta es una razón para preferir la gran probabilidad de un
pequeño accidente. Por otro lado, la cantidad de familiares y amigos que
están acongojados será menor en un gran accidente, pues en este caso las
probabilidades son que muchos de estos individuos perezcan al mismo
tiempo. Esto proporciona una razón para la preferencia opuesta. Creo que
el primer argumento — dar preferencia a grandes probabilidades de pe
queños accidentes— domina cuando los pequeños accidentes se tornan re
lativamente grandes, pues entonces el segundo argumento no distinguirá
muy bien entre ambos casos. Es decir, que podemos preferir una probabi
lidad de uno en mil para la muerte de mil personas tanto a cierta muerte
de un individuo como a una probabilidad de uno en un millón para la
muerte de un millón de personas. Este es una razonamiento espantoso,
pero son asuntos espantosos.
XTV. Irreversibilidad
182
bre la cual hay efectos ambientales o sociales desastrosos. Entonces la
irreversibilidad fuerte se da si 1) solamente se puede saber dónde está la
frontera golpéandola y 2) es imposible alejarse de ella una vez que se la ha
tocado. La irreversibüidad débil se obtiene cuando se satisface la condi
ción 2), pero no la 1). La primera condición es una condición de incerti
dumbre muy fuerte, al decir que no sólo somos ignorantes ahora acerca de
cuánto nos podemos alejar, sino que seguiremos estándolo hasta que
hayamos llegado demasiado lejos. “Nunca se sabe qué es suficiente si no
se sabe qué es más que suficiente” (Blake, “ Proverbs o f Hell”). Puede ser
que los efectos del C 0 2 sean débilmente irreversibles (Siegenthaler y
Oeschger 1978, pág. 394), pero no parecen ser fuertemente irreversibles.
En contraste, una guerra atómica es fuertemente irreversible. La realiza
ción de la condición 2) es obvia. Con respecto a la condición 1), la historia
nos dice que la práctica de llevar las cosas al borde de una guerra y la pro
vocación difieren principalmente luego del hecho.
183
hidroeléctrica, aunque sea muy superior a las otras alternativas según los
sistemas de valores de estos mismos grupos. Esto es así porque la destruc
ción directa del medio tiende a movilizar a más personas que las acciones
que tienen consecuencias más remotas en el tiempo o en el espacio.
Permítaseme agregar, de modo provisional, que la moralidad resulta
ser más fuerte que el interés propio a largo plazo. La moralidad tiene al
gunos defensores actuales, como el sistema de organizaciones internacio
nales, mientras que los voceros de las generaciones venideras son pocos y
están lejos. Mientras esto sea verdad, esperaría que se elija la energía nu
clear frente a la fósil, aunque lo contrario parezca una elección más racio
nal. Sin embargo, creo que la opción fósil es una posibilidad política ge-
nuina.
184
A p é n d ice 2
La contradicción entre las fuerzas
y las relaciones de producción
Con una Nota matemática, por Aanund Hylland*
1. Introducción
* Agradezco a G. A. Cohén, Leif Johanaen y Gunnar Opeide por aua comentarios sobre
una versión anterior de este artículo. También deseo destacar que la contribución de Aanund
Hylland va mucho más allá de la Nota Matemática. Sobre la base de mi anterior esquema so
bre el sistema de axiomas, demostró cómo podía simplificarse y cómo podían derivarse los teo
remas (de los cuales es plenamente responsable). También efectuó valiosos comentarios so
bre las partes no matemáticas.
185
caso especial del modo capitalista de producción, el caso de lejos más in
tensamente estudiado por Marx. Como todos los lectores de Marx saben,
no era tal su costumbre. El significado de todos los términos y de la teoría
que los relaciona entre sí debe reconstruirse de entre los textos disemina
dos, escritos a lo largo de unos 30 años. El texto básico sobre nuestro pro
blema se encuentra en el Prólogo a la Crítica de la economía política:
186
serie de afirmaciones generales que pretenden ser válidas para todos los
modos de producción, desde el asiático hasta el capitalismo inclusive. Por
el otro lado, estas afirmaciones, en su interpretación más natural (o al
menos más estándar), parecerían estar en contradicción, de diferentes
modos, tanto con las afirmaciones de Marx acerca de las formas precapi
talistas de producción como con su explicación del capitalismo. Demostra
ré que la primera incompatibilidad es real. En el análisis de Marx sobre
las sociedades precapitalistas parecería no haber lugar para el cambio de
correspondencia hacia contradicción que se sostiene en la teoría general.
Por el contrario, considero que la interpretación es capaz de eliminar la
segunda incompatibilidad.
Permítaseme primero presentar lo que he denominado la interpreta
ción más natural o estándar del Prólogo. Consiste en que en toda forma de
producción existe inicialmente una alta tasa de progreso tecnológico, que
finalmente decrece hasta llegar al estancamiento. El lector puede visuali
zar el proceso como la familiar curva logística, y el cambio desde corres
pondencia a contradicción puede entonces identificarse como el punto en
el cual la tasa de progreso tecnológico comienza a caer. Pero estos detalles
no son realmente importantes. Lo que es importante es el crecimiento
inicial y el estancamiento final dentro de cada modo de producción. La in
terpretación estándar afirma entonces que las relaciones de producción
varían cuando y debido a que se implanta el estancamiento y que son
reemplazadas por un nuevo conjunto de relaciones que permiten nueva
mente el progreso tecnológico. Para ejemplos de esta interpretación, el
lector deberá remitirse a Plamenatz (1954, pág. 20, pág. 28), Kolakowski
(1978, vol. I, pág. 375) y Cohén (1978, pág. 173, proposición (4)). Conside
ro que esta interpretación es errónea, pero no sería honesto de mi parte
dejar de mencionar la base textual en el Prólogo: “Ninguna formación so
cial sucumbe antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas
para las cuales tiene espacio”. Creo que esta simple oración no puede te
ner prioridad sobre todos los demás textos, que se mencionarán más ade
lante, que afirman que el capitalismo va a sucumbir antes que se desarro
llen todas las fuerzas productivas para las cuales tiene espacio.
Una característica importante de la interpretación estándar es que
afirma que la noción de correspondencia es de tipo dinámica, es decir, que
implica un desarrollo tecnológico. De hecho es un requisito lógico de la teo
ría que la noción de correspondencia tenga este carácter dinámico, por lo
menos si la contradicción tiene que surgir en forma endógena de la corres
pondencia. Y este énfasis en el cambio endógeno resulta, según creo, cen
tral para el materialismo histórico. Para poder ver la importancia de esta
definición dinámica, considérense dos definiciones alternativas — y nada
raras— para la correspondencia como noción puramente estática. Pri
mero, existe la tentación de ver la contradicción entre las fuerzas pro
ductivas y las relaciones de producción como el uso subóptimo de las
primeras, con lo cual se implica que la correspondencia consiste en el uso
óptimo. Pero el uso óptimo es una noción estática que no puede de nin
guna manera engendrar su contrario. Si en algún momento las relaciones
de producción son tales que permiten el uso óptimo de la tecnología exis
187
tente, entonces esto no tiene implicancias más allá de ese momento. Se
gundo, existe la tentación de explicar la correspondencia en términos del
carácter cualitativo de las fuerzas productivas, como cuando se argumenta
que la necesidad de irrigación puede explicar las relaciones de producción
independientemente del nivel de productividad. Puede ser cierto que la
irrigación requiera la coordinación y centralización de algunas decisiones
económicas, pero una vez más queda oscuro de qué manera esta corres
pondencia podría contener la semilla de su propia destrucción. Por el con
trario, si la correspondencia implica un cambio de tecnología, podemos en
tonces percibir la posibilidad de que ello destruya la correspondencia.
El segundo rasgo crucial de la interpretación estándar es que afirma
que la noción de contradicción es de tipo estático, implicando que el cam
bio se ha detenido. Si bien mantengo el primer rasgo de la interpretación
estándar, rechazo el segundo, como se explica a continuación.
La interpretación estándar, entonces, sostiene el crecimiento seguido
por el estancamiento dentro de cada modo de producción. Esto se contra
dice con la afirmación de Marx respecto de que las formas de producción
precapitalistas mostraban un estancamiento ininterrumpido; y también
con su opinión acerca de que el capitalismo muestra un crecimiento inin
terrumpido (y de hecho en aceleración). La primera contradicción debe
atribuirse a Marx y no a la interpretación estándar. La segunda, sin em
bargo, puede eliminarse si se mejora la interpretación estándar.
En el Manifiesto comunista Marx escribe que “la burguesía no puede
existir sin revolucionar continuamente los instrumentos de la producción,
y por ende las relaciones de producción y las relaciones sociales. La
conservación, en forma inalterada, de las viejas formas de producción
constituía, por el contrario, la primera condición de existencia de todas
las anteriores clases industriales” . Este pasaje también se cita en El Ca
pital, en una nota a pie de página correspondiente a una oración que ex
presa que “todos los modos anteriores de producción eran esencialmente
conservadores” (Marx 1867, pág. 486). De hecho, Marx creía que las for
mas precapitalistas de producción requerían para su perpetuación un
conjunto inalterable de fuerzas productivas, y que se despedazaban cuan
do las fuerzas productivas se desarrollaban más allá del pequeño espacio
compatible con las relaciones de producción existentes. En otras pala
bras, aquí correspondencia significa estancamiento tecnológico, y contra
dicción significa cambio tecnológico, exactamente lo opuesto de lo que
afirma el Prólogo de 1859 acerca de la interpretación estándar que acabo
de desarrollar. El significativo texto extraído de los Grundisse en donde
Marx expone su opinión sobre las formas precapitalistas de producción
merece ser citado en su totalidad:
188
donde el avance más allá del punto de partida es la única presuposición. Es
ta tendencia —que posee el capital, pero que al mismo tiempo, dado que el
capital es una forma limitada de producción, lo contradice y por lo tanto lo
lleva a la disolución— distingue al capital de todas las formas anteriores de
producción, y al mismo tiempo contiene este elemento: que el capital se sitúa
como un simple punto de transición. Todas las formas anteriores de sociedad
zozobraron debido al desarrollo de la riqueza o, lo que es igual, debido a las
fuerzas sociales de producción. (Marx T857, pág. 540.)
Marx contrasta aquí el desarrollo de las fuerzas productivas bajo el
capitalismo con su desarrollo tanto en la sociedad precapitalista como en
la sociedad comunista más alta. Me referiré ahora a la segunda de estas
comparaciones. En la frase en bastardilla (y en la cual he corregido un
error fatal de la traducción de Nicolaus) Marx dice que las formas preca
pitalistas de producción fracasaron porque fueron incapaces de absorber
el cambio tecnológico y luego cita la destrucción del feudalismo mediante
la pólvora y la imprenta (entre otras cosas) como ejemplo. Creo que es im
posible compatibilizar esto con la interpretación estándar del Prólogo. En
particular, no puedo aceptar la reciente propuesta de Cohén (1978, págs.
169 y sigs.) acerca de que el conservatismo de las formas anteriores de
producción pueden compatibilizarse con el Prólogo mediante una diferen
ciación entre los dos sentidos del término “formas del desarrollo”. Cohén
dice que las relaciones de producción pueden ser vistas como formas me
diante las cuales las fuerzas productivas se desarrollan o como formas
dentro de las cuales se desarrollan. Las relaciones precapitalistas de pro
ducción no eran formas de desarrollo en el primer sentido, es decir, no
ofrecían ningún estímulo directo para el crecimiento de las fuerzas pro
ductivas. Pero, argumenta Cohén, eran formas de desarrollo en el segun
do sentido, de modo que ningún otro conjunto de relaciones podría haber
hecho que las fuerzas productivas crezcan más rápidamente en esa etapa
de su desarrollo. Esta diferenciación se explica mediante una analogía
con la monarquía constitucional, la cual puede promover indirectamente
el desarrollo de la democracia en una sociedad, aun cuando su intención
directa es la de oponérsele. Ahora bien, esta argumentación adolece de
dos defectos. Primero, es incompatible con lo que dice Cohén (1978, pág.
292) acerca de la forma mediante la cual las fuerzas productivas “eligen”
las relaciones de producción, que es a través de la clase que mejor puede
garantizar una producción estable y próspera. Este mecanismo presupo
ne el primer sentido del término “formas de desarrollo”. Segundo, la ar
gumentación de Cohén es incompatible con el texto extraído de los Grun-
disse que se cita más arriba. En él Marx dice que las relaciones precapita
listas fueron destruidas cuando y a raíz de que el crecimiento de las fuer
zas productivas fue demasiado rápido, y esto no tiene sentido dentro de la
opinión de Cohén. Según esa opinión, las relaciones de producción en las
sociedades precapitalistas cambian cuando ya no resultan óptimas para
el desarrollo de las fuerzas productivas, y esto no es compatible con la opi
nión que sostiene que las relaciones cambian cuando y a raíz de que las
fuerzas productivas se desarrollan demasiado.
Me referiré ahora al desarrollo de las fuerzas productivas bajo el
189
capitalismo. Antes de entrar en el análisis exegético, permítaseme obser
var cómo en este caso existe un mecanismo que podría sostener la inter
pretación estándar, con un inicial crecimiento endógeno que produce el es
tancamiento subsiguiente. Considérese la siguiente argumentación en
cuatro etapas: 1) Las condiciones de una competencia perfecta que prevale
cían en los comienzos del capitalismo promovieron una alta tasa de pro
greso tecnológico. 2) Por ser el cambio tecnológico típicamente ahorrativo
de trabajo, este desarrollo produjo importantes economías de escala. 3)
Las economías de escala llevaron a oligopolios y a una competencia im
perfecta. 4) La competencia imperfecta implica una menor tasa de cambio
tecnológico. De estas cuatro, sólo 3) puede ser aceptada sin limitaciones,
dado que no es posible tener simultáneamente economías de escala, em
presarios que optimicen ganancias y una competencia perfecta. Las afir
maciones 1) y 4) están parcialmente ratificadas por Arrow (1971), pero
con reservas respecto de la mayor capacidad de los oligopolios para inter
nalizar los efectos de las innovaciones no patentables. La afirmación 2),
por supuesto, es muy discutible. No obstante, considero que éste es el tipo
de mecanismo que uno buscaría si la interpretación estándar fuera co
rrecta. No tiene sentido apelar al inútil, ineficiente y destructivo uso de la
tecnología, dado que uso y desarrollo son dos nociones bastante distintas.
De hecho, los economistas desde Schumpeter hasta Arrow han argumen
tado que la optimización dinámica del capitalismo en el desarrollo de las
fuerzas productivas depende en parte de su suboptimización estática
cuando se las utiliza en forma eficiente. El sistema de patentes es un
ejemplo muy conocido. En otras palabras, no se puede explicar la corres
pondencia como un desarrollo óptimo y la contradicción como un uso su
bóptimo de las fuerzas productivas.
Pero creo que la interpretación estándar es errónea, de modo que no
hay necesidad de buscar mecanismos como el que se esboza más arriba.
No existe, por lo que yo sé, ningún pasaje en El Capital ni en ningún otro
lado en donde Marx afirme que la tasa de progreso tecnológico está
declinando bajo el capitalismo. Tampoco sé, es cierto, de ninguna afirma
ción directa en el sentido contrario. Sin embargo, existen afirmaciones
que en forma conjunta implican que la tasa de cambio tecnológico está cre
ciendo. Primero, Marx afirma que en el curso del desarrollo capitalista “la
rapidez del cambio en la composición orgánica del capital, y en su forma
tecnológica, aumenta” (Marx 1867, pág. 631). Segundo, “el nivel de la pro
ductividad alcanzado se manifiesta en la preponderancia relativa del ca
pital constante por sobre el capital variable” (Marx 1894, pág. 759). Por
cierto, éste no es más que uno de los tantos pasajes en donde Marx nos di
ce que el incremento en la productividad del trabajo puede medirse
mediante el incremento en la composición orgánica del capital, como
puede verificarse si se observa el índice de Marx (1863), vol. III, pág. 636,
bajo “Zusammensetzung des Kapitals, wiederspiegelt den Stand derArbeits-
produktivitat”. Tomadas todas juntas, estas afirmaciones implican una
creciente tasa de cambio tecnológico bajo el capitalismo.
Otros pasajes sugieren la misma conclusión. Así, en su análisis de la
tasa decreciente de rentabilidad, Marx (1894, pág. 249) destaca el “desa
190
rrollo de las fuerzas productivas del trabajo a expensas de las fuerzas pro
ductivas ya creadas”. (Por cierto, se han propuesto modelos en donde la
tasa de crecimiento disminuye debido a que los capitalistas permanente
mente subestiman la tasa de progreso tecnológico, y entonces son llevados
a arrumbar las nuevas maquinarias mucho antes del tiempo previsto.
Véase Roemer (1981, págs. 123-4) para breves comentarios acerca de es
tos modelos.) En forma más general, a diferencia de muchos economistas
de su tiempo que vieron el progreso tecnológico principalmente como una
fuerza que contrarrestaría la caída de la tasa de rentabilidad, Marx lo vio
como el principal mecanismo por el cual se produjo esa caída. La contra
dicción del capitalismo es, para Marx, que el cambio tecnológico, si bien
fue introducido para detener la caída de la tasa de rentabilidad, sólo con
tribuye a acelerarla (Elster 1978a, págs. 113 y sigs.). Es cierto que en su
análisis sobre la tasa decreciente de rentabilidad Marx no dice que la ta
sa de cambio tecnológico esté aumentando, pero el tenor general de su
análisis es decididamente incompatible con la idea de un estancamiento
tecnológico que provoca la caída del capitalismo. Volveré a referirme más
adelante a la relación entre la “contradicción” involucrada en la tasa
decreciente de rentabilidad y la “contradicción” entre las fuerzas produc
tivas y las relaciones de producción. La referencia que se hizo en este
párrafo a la tasa decreciente de rentabilidad fue solamente con el fin de
sustentar el punto de vista exegético respecto de que Marx no veía al cam
bio tecnológico bajo el capitalismo como origen de un estancamiento.
Recordemos ahora lo que Marx dice en el pasaje extraído de los Grun-
disse que se cita más arriba, con respecto a la futura sociedad en la que “el
desarrollo universal, progresivo, sin obstrucciones y libre de las fuerzas
de producción es en sí mismo la presuposición de la sociedad y por lo tan
to de su reproducción”. Detrás de esta afirmación, y de muchas otras del
mismo tenor, está la imagen del hombre elaborada en los Manuscritos
económicos y filosóficos de 1844. De acuerdo con esta opinión, la actividad
innovativa y creativa es natural en el hombre, y surge del interior de su
ser. Contrariamente al enfoque habitual de la economía política, el pro
blema no es el de crear incentivos para innovar, sino de retirar los obs
táculos para la natural actitud innovativa del individuo “en quien su pro
pia realización existe como una necesidad interna” (Marx 1844, pág. 304).
Los incentivos especiales son necesarios sólo en condiciones de escasez y
pobreza, en donde las necesidades del individuo están torcidas y blo
queadas. En las etapas iniciales del capitalismo existía ciertamente mu
cha escasez y pobreza, lo cual era inevitable, dado que las condiciones m a
teriales para un alto nivel de satisfacción de carencias aún no se habían
creado. En estas condiciones, por ejemplo, el sistema de patentes fue el
mejor arreglo y el más progresista, aun cuando subordinó el progreso a
las ganancias. Este sistema, sin embargo, creó ineludiblemente las
condiciones para su propia defunción. En fases posteriores del capitalis
mo todavía existe mucha pobreza, pero eso es evitable. Dada la tecnología
desarrollada por el mismo capitalismo, resulta materialmente factible
instalar un régimen en el cual el nivel de satisfacción de carencias sea tan
191
alto que la innovación como actividad espontánea suija por sí misma, con
una tasa muy superior a todo lo que se ha visto antes.
Esto, creo, constituye la esencia de la “contradicción entre las fuerzas
productivas y las relaciones de producción” en el capitalismo. Las rela
ciones de producción capitalistas tienden a convertirse en superfluas, al
crear fuerzas productivas que requieren nuevas relaciones para su desa
rrollo óptimo. Esta interpretación se ajusta tanto al Prólogo de 1859 como
a la afirmación de una tasa constante e incluso creciente de progreso tec
nológico en el capitalismo. Resulta bastante posible que el progreso tecno
lógico durante la última etapa del capitalismo sea a la vez creciente y más
baja de lo que hubiera sido en un régimen socialista que se iniciara con el
mismo nivel tecnológico. Esta idea se hace precisa en el modelo que se pre
senta en el siguiente apartado. Aquí sólo pediré al lector que se refiera al
texto de 1859, que con toda probabilidad ya ha estudiado sin ver realmen
te lo que afirma. El lector verá entonces que de ningún modo asevera que
el progreso tecnológico en la última etapa sea más lento de lo que fue en la
etapa inicial. La base de la comparación puede igualmente ser de tipo con-
trafáctico, es decir, la tasa de crecimiento que se hubiera obtenido en un
medio institucional distinto, dado el mismo nivel tecnológico inicial.
3. La interpretación
192
hay un salto repentino en el nivel de tecnología, ni hacia arriba ni hacia
abajo.
II. a) Para todo t y todo At > 0, f(t+At) > f(t).
II. b) Para todo t, t’ y At con t > t’ y At > 0,
f(t+At) - f(t) > fU’+ A t) - f(t’).
La parte a) es el axioma del progreso tecnológico continuo bajo el capi
talismo, es decir, un postulado de que nunca se produce el estancamiento.
La parte b) es el axioma de la tasa creciente del cambio tecnológico. (Si f
es dos veces diferenciable, f(t) mide la tasa de cambio en el nivel de tecno
logía en el tiempo t, y f ”(t) mide la tasa del cambio en la tasa del cambio.
En este caso, el Axioma II es equivalente a f (t) > 0 y f ” (t) > 0 para todo t.
Para nuestro propósito no hay razón para suponer la diferenciabilidad.)
III. Para cada s, f es continua. Esto corresponde al Axioma I, excepto
que ahora consideramos el desarrollo bajo el comunismo. Mientras que el
Axioma III dice que f,(t), para un s fijo, es continuo en t, también podemos
formular el siguiente postulado:
III’. Para cada t, f (t) es una función continua de s. El significado es el
siguiente: sea t un punto del tiempo en el futuro y consideremos los nive
les hipotéticos de tecnología bajo el comunismo para diferentes momentos
s de la revolución. Como s varía, el axioma requiere que f (t) varíe suave
mente y no haga saltos repentinos. La mayoría de los resultados pueden
demostrarse sin apelar al axioma; cada vez que se lo utiliza, se señala es
te hecho.
IV. Para todo s, f (s) = f (s). Este también es una clase de supuesto de
continuidad. Requiere que la economía comunista comience en el mismo
nivel de tecnología que la economía capitalista a la que reemplaza. Si se
considera a la tecnología como conocimiento tecnológico, este supuesto
parece plausible; lo es menos si se considera a la tecnología como bienes
capitales que representan dicho conocimiento. No analizaré aquí las va
riantes del axioma que tomaría en cuenta la posibilidad de una derrota
inicial debida a sabotaje, destrucción de maquinaria e interrupción de la
producción.
V. Para todo s, s’, t, t’ y At con t > s, t’ > s’ y At > 0:
Si f (t) = f,.(t’), entonces f,(t+ At) = f ,(t’+ At).
Este es un requisito de coherencia. Debe ser poco importante para el
futuro crecimiento de una economía comunista si su estado actual se logró
mediante el capitalismo o el comunismo originado en el capitalismo en al
gún momento del pasado. En otras palabras, si dos economías comunistas
hipotéticas se encuentran en el mismo nivel en t y t’ respectivamente, en
tonces siguen cursos idénticos a partir de esos momentos en adelante.
Pueden plantearse objeciones a esta idea. ¿El hombre socialista, cuando
surge del capitalismo, no mostraría “huellas de histéresis” (Georgescu-
Roegen 1971, pág. 126) de su pasado? Como sabrán los lectores de la Crí
tica del programa de Gotha, la pregunta es extremadamente importante,
pero para no sobrecargar el modelo no la tendré en cuenta aquí.
VI. Existe un instante s y un número A tales que, para todo t > s, f,(t)
< A. Este es el supuesto de la necesidad inicial del capitalismo. El Axioma
II implica que f (t) finalmente alcanzará cualquier nivel. Por lo tanto, si
193
hay un instante s tal que una economía comunista que comienza en s
siempre estará acotada desde arriba, entonces la revolución no ocurrirá
en s.
VII. Existe un instante s tal que, para todo t > s, f (t) > f (t). Este es el
supuesto de la superioridad final del comunismo. Si la revolución comu
nista se produce en una fecha suficientemente tarde, a partir de dicha fe
cha en adelante el nivel de tecnología será coherentemente mayor de lo
que hubiera sido bajo el capitalismo. Este axioma incorpora la idea de que
cuando el capitalismo ha creado las condiciones que permiten la satisfac
ción universal de la necesidad, entonces también estarán presentes las
condiciones para la innovación creativa espontánea.
De estos axiomas, el II se deduce del texto que será interpretado. Los
Axiomas I y III son supuestos técnicos bastante indiscutibles. Los Axio
mas IV y V son supuestos simplificadores que nos permiten ignorar algu
nas complejidades de las revoluciones de la vida real, tal como una derro
ta inicial o “la tradición de todas las generaciones desaparecidas [que] pe
sa como una pesadilla sobre los cerebros de los vivos” (Marx 1852, pág.
103). Los axiomas fundamentales desde un punto de vista sustancial son
el VI y el VII. El Axioma VII puede debilitarse de un modo obvio; esto se
analiza en el siguiente apartado.
En la Nota Matemática, apartado A .l se demuestra que el axioma no
es válido.
194
Teorema 1. Existe un instante S, con las siguientes propiedades:
ai Si s < S,, entonces s « I y fs(t) < f (S,) para todo t > s
b) Si s > entonces s e I y f es una función estrictamente creciente
c) Si el Axioma III’ es válido, entonces S.e I y f8 (t) = f(S.) para todo
t>Sr 1
En términos informales, el teorema dice que si la revolución ocurre
antes de S,, la economía comunista no hará un progreso ilimitado; en par
ticular nunca excederá el nivel tecnológico alcanzado bajo el capitalismo
en el instante S,. Si la revolución ocurre después de S,, la economía comu
nista hará un progreso ininterrumpido e ilimitado. Bajo el supuesto adi
cional de continuidad III’, también sabemos el resultado de una revolu
ción exactamente en el instante S,. Conducirá a un estancamiento com
pleto y duradero; la economía comunista ni crecerá ni se reducirá.
Casualmente, existe una dificultad para aplicar C.. Si S, no pertenece
a I (como nos dice el Teorema 1 c) que sin duda no lo nará si es válido el
Axioma III’), la frase “en el momento más temprano posible” no está de
finida. Esto puede resolverse estipulando que el punto de transición sea
S, + d, donde d es alguna constante arbitrariamente elegida. De aquí en
adelante ignoraremos este problema. Entonces S, es el punto de transi
ción definido por C r
El próximo criterio a analizar es:
195
“el momento más temprano posible” satisfaciendo una condición determi
nada.) El siguiente teorema está demostrado en la Nota Matemática,
apartado A. 3:
Existen s y s’ con s e J y s ’ > s tales que, para todo s” > s’ y todo t > s”,
f,.(t) < ÍU).
196
rabie en el bienestar, aunque el Teorema 2 diga que debe esperarse cierta
pérdida. Y entonces el hecho de que los axiomas permitan un límite supe
rior para el momento en que el comunismo puede comenzar y ser superior
al capitalismo demuestra que no captan completamente nuestras intui
ciones. Más adelante vuelvo sobre la relación entre los dos significados
del “éxito”. Ahora analizaré algunas variantes del Axioma VII:
Existe un momento s tal que 1) para todo t > s, f (t) > f (t), VII’.
y 2) existe un t s tal que f,(t) > f (t).
VII”. Existe un momento s tal que, para todo t > s, f (t) > f (t).
Teorema 3. S4 = S5
197
eficiencia, ya que dice que el comunismo debe ser finalmente superior. C,
dice que la inferioridad en cualquier momento es un argumento contra el
comunismo, C, que la superioridad ñnal es un argumento a favor de él. Y
por supuesto, C3implica un mayor acento sobre la eficiencia que C2 o C5.
Creo que C, da muy poca importancia a la eficiencia tecnológica. Se
gún C, cualquier retraso para elevar los niveles de vida debería estar jus
tificado, mientras podamos estar seguros de que finalmente ellos también
serán elevados. En el otro extremo del espectro, C, sin duda da demasiada
importancia a la eficiencia. Creo que es también el caso para CE, pues hay
que estar preparados para aceptar por lo menos algún tiempo durante el
cual el comunismo sea inferior al capitalismo antes de superarlo (y hay
que estar preparados para hacerlo independientemente de los problemas
que se suponen fuera de existencia en los Axiomas IV y V). Sin embargo,
esto no significa que acepto C?, pues si el método indirecto de superar al
capitalismo lleva demasiado tiempo, no sería ético imponer este sacrificio
solare una gran cantidad de generaciones. Estas observaciones señalan
una debilidad obvia en el modelo: su carácter excesivamente ordinal. Pa
ra un análisis adecuado del problema querríamos saber cuánto mejor fun
ciona un modo de producción que otro en un momento dado, o cuánto
tiempo le lleva a un modo superar al otro. Sin embargo, creo que puede ob
tenerse cierto conocimiento sobre la naturaleza del problema a partir de
un modelo puramente ordinal, como en los otros casos.
Ahora analizaré el realismo del modelo. No analizaré el realismo del
supuesto básico VII, derivado de la teoría filosófica de Marx. Sin embargo,
debe decirse que la falla obvia de los verdaderos países comunistas en su
perar al capitalismo, o incluso en evitar ser desplazados, no es pertinente
aquí. En el modelo esto puede interpretarse simplemente diciendo que la
revolución en estos países ocurrió demasiado temprano, según uno o más
(posiblemente todos) de los criterios anteriores. Tampoco analizo las
pruebas que harían falta para formar algún concepto de la forma de las
funciones f y f . Finalmente, tampoco entro en un análisis de los supuestos
simplificadores IV y V. En lugar de ello quiero concentrarme en el realis
mo político del modelo. ¿Es probable que esta “contradicción entre fuerzas
y relaciones de producción” produjera una revolución política?
Para ver el problema en su contexto correcto, observemos que la teo
ría de la contradicción entre fuerzas capitalistas y relaciones de produc
ción es sólo una de las varias teorías de las crisis capitalistas propuestas
por Marx. Sobre todo, está la teoría de la tasa decreciente de ganancias;
hay elementos protokeynesianos de una teoría del sobreahorro; y vagas
nociones acerca de las crisis de la desproporción, superproducción, y de
más. Para evaluar estas teorías obsérvese que además de la validez empí
rica y la coherencia lógica, una teoría marxista de las crisis debe tener
tres características principales. 1) Debe ser dialéctica, en el sentido que
ya he analizado (Elster 1978a, cap. 5). 2) Debe ser materialista, en el sen
tido de apelar a cambios irreversibles. 3) Debe explicar cómo las crisis
proporcionan una motivación para la acción revolucionaria. Es claro que
todas las teorías que hacen depender las crisis de que el cambio tecnológi
co satisfaga la segunda condición. Una crisis de demanda de la variedad
198
keynesiana no es irreversible; el multiplicador funciona en ambas direc
ciones y la intervención gubernamental puede restaurar el equilibrio del
pleno empleo. (Esto no quiere decir que la resolución de la crisis puede no
tener algunas consecuencias difíciles de revertir, tal como el estableci
miento de una maquinaria para la intervención gubernamental.) En con
traste, la caída en la tasa ganancial, según Marx, es irreversible porque
está vinculada con el progreso tecnológico que no puede deshacerse una
vez que ha sucedido. El hecho de que la teoría de la tasa ganancial decre
ciente está atravesada por agujeros lógicos (Elster 1978a, págs. 113 y
sigs.) no afecta a este punto metodológico. Tampoco se aparta de la ejem
plar estructura dialéctica de la teoría. La caída en la tasa ganancial se
produce por las acciones mismas iniciadas para contrarrestarla; estas ac
ciones son individualmente racionales para los empresarios, pero colecti
vamente desastrosas. Casualmente, esto también es cierto en las teorías
keynesianas. Finalmente, tanto la teoría de la tasa ganancial decreciente
como la keynesiana están vinculadas con la acción, pero sólo la primera
con la acción revolucionaria, debido a la naturaleza irreversible de la con
tradicción.
¿Qué ocurre con la contradicción entre las tuerzas productivas y las
relaciones de producción, vista a la luz de estos anhelos? Como ya se ob
servara, sin duda la teoría es materialista. Quizá no sea dialéctica en el
sentido estricto propuesto por Elster (1978a), pero sí en el sentido más dé
bil de un sistema que por su solo éxito debilita su propia existencia. Sin
embargo, la gran debilidad de la teoría es que es muy difícil de vincular a
la acción. La naturaleza contrafáctica de la línea de base para evaluar el
desempeño capitalista hace a la teoría demasiado abstracta como para
que sirva de base para la acción. Si se pudiera señalar el desempeño decli
nante en el tiempo, esto sería un incentivo para cambiar el sistema, pero
hemos visto que según Marx lo contrario es cierto. Si se pudiera comparar
el sistema capitalista existente en un país con un sistema comunista exis
tente en otro, entonces el desempeño superior del segundo motivaría un
cambio de régimen en el primero, pero este argumento podría no ser váli
do para que el primer país haga la transición. Aquí el problema es similar
al que se encuentra en el estudio comparativo de la industrialización. Po
demos ser capaces de explicar la industrialización de Alemania, Francia o
Rusia apelando a la brecha entre el desempeño real y el potencial (Ger-
schenkron 1966, pág. 8), pero esto es solamente porque el potencial se rea
lizó en otro lugar, por ejemplo, en Inglaterra. Sería absurdo explicar la in
dustrialización de Inglaterra de esta manera.
Permítaseme avanzar un poco en esta propuesta. La idea es que la su
perioridad del comunismo explicaría la revolución comunista en todos los
países menos en el primero en que ocurrió. Aquí la explicación debe ser di
ferente y no nos concierne en este caso. Entonces la aparición del comu
nismo en el escenario histórico del mundo podría ser más o menos acci
dental, pero su expansión subsiguiente tendría fundamentos racionales.
Por ejemplo, esto haría este argumento compatible con la teoría ofrecida
en Cohén (1978). Pero una presuposición obvia de esto es que la re
volución no debería ocurrir demasiado temprano en el primer país. In
199
cluso si desechamos el concepto de que la revolución ocurriría en el primer
país porque el comunismo sería más eficiente, es esencial que ocurra en
un momento en que el comunismo sería más eficiente, porque de otro mo
do no habrá un éxito que inspire a los siguientes. “Pero las sociedades no
son tan racionales para construir de modo que las fechas de la dictadura
proletaria lleguen exactamente en el momento en que las condiciones eco
nómicas y culturales están maduras para el socialismo” (Trotsky 1977,
pág. 334). A la luz de la experiencia histórica podemos avanzar aun más y
afirmar — según el mismo Trotsky— que las revoluciones comunistas in
variablemente ocurren en países retrasados industrialmente, que no sólo
no superan al capitalismo, sino que son sobrepasados por él. (Es cierto que
esta superación inicial puede deberse a los problemas que hemos analiza
do en conexión con los anteriores Axiomas IV y V, pero la experiencia so
viética indica una lección diferente.)
La trágica consecuencia de esta línea argumental es la siguiente. Pa
ra que la revolución comunista resulte victoriosa, es decir, que cree rela
ciones comunistas de producción, debe ocurrir tan temprano en el proceso
de industrialización que no pueda tener éxito en el sentido de crear una
tasa de progreso tecnológico que cumpla uno de los criterios C„ a C5 (y po
siblemente ni siquiera el C,). En el desarrollo de una sociedad hay un pe
ríodo durante el cual está políticamente madura para el comunismo y un
período durante el cual está económicamente madura, y ambos períodos
no parecen tener partes superpuestas. Por lo menos éste parecería ser un
argumento plausible para los países que no pueden mirar a un ejemplo
exitoso para imitar. El argumento puede quebrarse simplemente demos
trando que no hay otro camino hacia el comunismo que un cambio abrup
to y total en las relaciones económicas, tarea que aquí no puedo realizar.
Hasta ahora he argumentado en base al supuesto de que las compara
ciones con sistemas hipotéticamente superiores no son políticamente muy
eficaces. El Partido Conservador Noruego en 1961 comprensiblemente tu
vo poco éxito cuando en la oposición adoptó el lema que los conservadores
británicos (y luego los socialdemócratas daneses) utilizaron en el poder.
“Hagamos los buenos tiempos mejores”. Las crisis internas o los ejemplos
externos pueden ser suficientes para destituir un gobierno, pero no una
posibilidad abstracta de un modo superior de hacer las cosas. Sin embar
go, imaginemos que tales abstracciones tengan un poder motivador. Aun
quedaría el siguiente problema. Aunque la clase obrera de un país dado se
diera cuenta de la superioridad inherente del comunismo como se afirma
en el Axioma VII, sería demasiado esperar que también aceptara la nece
sidad inicial de capitalismo como dice el Axioma VI. Una impaciencia na
tural fácilmente provocaría una transición prematura, violando uno o
más (posiblemente todos) de los criterios de transición. Y aunque se con
venciera a los obreros de apoyar al capitalismo para el período requerido,
el mejor para ser destruido más tarde, se podría preguntar si la clase ca
pitalista estaría ansiosa por recibir apoyo sobre estas bases. El argumen
to menchevique de ayudar al capitalismo a llegar al poder tiene a su favor
el argumento económico que hemos estado estudiando. También puede
respaldarse con algunas observaciones acerca del “comunismo crudo” en
200
Los manuscritos económicos y filosóficos (Marx 1844, págs. 294 y sigs.).
Pero desde el punto de vista estratégico y político está inevitablemente
fuera de la realidad. La lucha de clases no se alinea fácilmente para coin
cidir con las “misiones históricas” asignadas a las diferentes clases por las
fuerzas productivas.
Pero, surgirá la pregunta, ¿qué ocurre si el conocimiento de la supe
rioridad final del comunismo surge en un momento en que el capitalismo
ya no es necesario? Sin duda esto es lo que Marx tenía en mente. Y puede
haber tenido razón, pero a pesar de ello se equivocó en el supuesto implí
cito de que el conocimiento surgiría en un país donde el capitalismo ya no
sería necesario. Como explica Knei-Paz (1977), el logro deTrotsky fue de
mostrar que la conciencia revolucionaria más avanzada entre los obreros
va de la mano con el carácter de retroceso de las relaciones capitalistas en
un país. Los que llegan tarde al proceso de industrialización tienen una
pequeña proporción de la fuerza laboral en la industria, pero los obreros
que allí hay están concentrados en unas pocas fábricas grandes que repre
sentan las técnicas más avanzadas de la producción en masa. Marx cono
cía esta complicada relación entre el centro y la periferia del capitalismo
(Marx 1845, 74-5, 1850, págs. 134-5), pero no sacó las conclusiones com
pletas de este conocimiento. Es decir, que no se dio cuenta de que para una
revolución comunista exitosa las condiciones deben reunirse en un país.
No es suficiente con que un país alcance un nivel económico que sea tan
suficiente para que el comunismo sea económicamente viable en aquel
país como para que la revolución comunista sea políticamente viable en
otro.
901
Nota matemática
por Aanund Hylland
g (s’) - s’ = g (s) - 1
s' = 1————
Í -----
l + g (s )-t
E s fácil ver que s’ e s una función decreciente d e t . Para todos los valo
res posibles de t, tenemos 0 < s’ < s, mientras que t = s da s’ = s y t = g (s) da
s’ = 0. Para que se satisfagan los Axiomas IV y V, definimos
f,(t) = 0
203
Cada función f es continua. Para cualquier número fijo t > 1, si s tien
de a 1 desde valores inferiores, entonces s’ tiende a 1, y f (t) también.
h (s) = s - 1 + —
s —1
Para los valores de s que se consideran ahora, f será una función es
trictamente creciente que crece sin límites. Pero para s < 2, el crecimien
to de f,(t) quedará retrasado en relación con el crecimiento de fit), por lo
menos para los valores de t inmediatamente superiores a s. En particular,
solamente en el tiempo t = h(s) f,(t) alcanzará el valor fi2) = 4. La función
h es decreciente; satisface h(2) = 2 y h(s) > 2 para 1 < s < 2, y h(s) tiende al
infinito cuando s tiende a 1 desde valores superiores.
Para s y t con l < s < 2 y s < t < h(s), encontraremos el número s’ que
satisface
h(s’) - s’ = h(s) - 1
s■= 1
i + --------------
1
l + h(s)-t
Aquí s’ es una función creciente d e t , t = s d a s ’ = s , t = h(s) da s’ = 2, y
s < s' < 2 para todos los valores posibles de t. Entonces definimos
f (t) = f í s ’) = s’2
204
Para t > s > 2, ahora el Axioma V da
I = (1, oo)
J = J’ = J ” = [2,
S1 = S2 = 1
S3 - S4 - Ss - 2
A. 2. Teorema 1
205
Entonces demostramos el Teorema 1 b). Sea un s > S,. Debe existir un
s’ que satisface s’ e I y s’ < s; de lo contrario s sería una cota inferior para
I, contradiciendo la definición de S,. Entonces (*) implica que s e l . Supon
gamos que f, no es una función estrictamente creciente. Es decir que exis
ten t y t’ tales que s < t < t’ y f,(t) > f (t1). Consideramos dos casos: 1) para
todo t” > t’, f (t”) < f (t). La fiinción continua ft tiene un máximo en el con
junto compacto [s, t j. Sea A mayor que su máximo. Entonces el valor de f
es menor que A en todas partes, contradiciendo el hecho de que s e l . Por
lo tanto el caso es imposible. 2) Existe un t” > t’ con ft(t”) > f (t). Como f,(t’)
< ft(t) y f es continua, debe existir un t " con t’ < t” < t” y f (t*) = f t(t). Pode
mos aplicar el Axioma V con s = s’ para concluir que f (t”* + At) = ft(t + At)
para todo At £ 0. Si t, y tj satisfacen t, > t y - 1, = t1” - 1, podemos fijar At
= t, - 1 y concluir que f,(t,) = f ( t j. Es decir que luego de im tiempo t, f, es
una función periódica con período tm- t . Entonces, después de un tiempo t
no puede tomar otros valores que los obtenidos en el intervalo [t, t’”]. Pero
la fiinción continua ft tiene un máximo en el intervalo compacto [s, t”’],
que entonces debe ser un máximo global para la función. Como antes, la
existencia de tal máximo contradice s e I. El supuesto de que f no es es
trictamente creciente ha llevado a una contradicción. Queda demostrado
el Teorema 1 b).
Volviendo al Teorema 1 a), sea un s < S,. La definición de S, inmedia
tamente da que s e l . Supongamos que fa(t) > fiS,) para algún t > s. Ya he
mos visto que f crece sin cota. Como f también es continua, existe un s’ con
ÍIs’) - f (t). El Axioma II a) da s’ > S, y el Axioma IV da f ,(s’) = f,(t). Por el
teorema 1 b), que se demostró antes, f^, es una función estrictamente cre
ciente y no acotada. El Axioma V implica que lo mismo debe valer para f
a partir del tiempo t. De aquí que s e l , contradiciendo un enunciado an
terior y completando la demostración del Teorema 1 a).
Para demostrar el Teorema 1 c), suponemos que el Axioma III’ vale.
Para t = Sv el Axioma IV da fs,(t) = f(S,). Entonces elegimos cualquier
t > St y consideramos fa(t) para s á t. Para St < s á t, el Teorema 1 b), el A-
xioma IV y el Axioma II a) dan fg(t) > f (s) = fls) > f (S,). Como f ( t ) es
continua en s, esto implica que fa,(t) > fiS^). Para s < S,, el Teorema 1 a)
da f'(t) < f(Sj) y la suposición de continuidad implica que f.(t ) = f(S,).
Eligiendo A > f(S ,) en la definición de I, tenemos S, € I. Queda demostrado.
A. 3. El conjunto J
206
Utilizando la continuidad f , vemos que existe un t’ con s < t’ < s’
>> ii
fi(t’) = f (s’). Entonces los Axiomas IV y V dan f (t’) = f í s ’) y f (t’ + t - s’)
f,.(t). Como f es creciente y t’ + 1 - s’ < t, esto da i,(t) > f ,(t), que es la conclu
sión del Teorema 2.
Entonces queremos construir un ejemplo en el que valga lo siguiente:
f.(t) = ( 2 t - s ) 2
f 8(t}= ( 2 t —3 - - ) 2
s
Esta es una función continua en t También es continua en s para todo s > 4.
(Tenemos dos definiciones de f4(t), pero coinciden fácilmente.) Sin mucha
dificultad, podemos demostrar que el Axioma V vale. El Axioma IV re
quiere los siguientes valores de f:
I = (1, °°)
J = «T = J” = (2, 3]
Sl = l
S, = 3/2
S2 = S4 = Ss = 2
907
A. 4. La relación entre los diferentes criterios
208
Notas
Notas de la introducción a la primera parte
[1] Está aceptado generalmente que en ciencia no hay lenguaje de observa
ción “teórico-neutrar. Al ocuparse de derivar consecuencias observacionales de
una teoría que será testeada, siempre hay que dar por sentada la validez de las
demás teorías que entran en la construcción del lenguaje de observación. El con
cepto aparentemente simple de la lectura de temperaturas encarna una gran can
tidad de supuestos teóricos. Pero, en general, esto es una dificultad global, no lo
cal, en el sentido de que rara vez una teoría debe ser recordada en la construcción
de los datos utilizados para testear dicha teoría. Tratamos de construir experi
mentos y observaciones de modo que no tengamos que presuponer la validez de la
teoría para testearla. Sin embargo, en algunas ciencias sociales esto puede no ser
posible. Por ejemplo, en lingQística loe datos son nuestras intuiciones sobre la
gramaticalidad, que pueden cambiar como resultado de cambios en la temía que
nos hacen descubrir contradicciones y conexiones entre loe datos que antes desco
nocíamos, obligando a una revisión de la intuición. Existe una posibilidad concre
ta de que dos lingüistas, que trabajan sobre el mismo conjunto inicial de “intuicio
nes no elaboradas”, vayan en dos direcciones teóricas diferentes y terminen con
diferentes “intuiciones refinadas”, que corresponden perfectamente a sus teorías.
[2] El argumento para esta idea se describe brevemente en Elster (1987a),
pág. 63, nota 8.
[3] Elster (1978a, cap. 5) intenta explicar la estructura de las contradiccio
nes sociales. En el lenguaje del capítulo 3 más adelante, incluyen la contrafina
lidad, la suboptimalidad y los juegos sin soluciones no cooperativas.
[4] Habermas(1978).
[5] Véase la exposición de las ideas de Peirce en Wiener (1949), págs. 85 y
sigs. Para un análisis de la idea contraria —que el desarrollo del universo no tie
ne un estado absorbente— en Descartes, véase Elster (1975), págs. 63-6.
[6] Von Wright (1971, cap. 1) tiene un buen relato de las tradiciones de Gali-
leo y Aristóteles en el estudio de la conducta humana. Para las teorías físicas sub
yacentes, véase Dijksterhuis (1961).
[7] Feynman (1965, vol. I, 26.3) compara la conducta de la luz que pasa de
un medio a otro a la de una persona en tierra que desea ayudar a una niña que se
está ahogando cerca en el mar. Si la línea entre él y la niña no es perpendicular a
la costa, no debería correr y luego nadar en línea recta hacia la niña, sino —si
quiere llegar a ella lo más pronto posible— seguir una línea quebrada que corres
ponde a la que sigue la luz.
[8] Samuelson (1971).
[9] Véase Guéroult (1967) y Elster (1975, cap. 5) para algunos aspectos de fí
sica teleológica en el siglo XVn.
[10] Los casos sobresalientes de maximización “como si” en ciencia son, qui
zá, los siguientes: a) Los enunciados variacionales de las teorías físicas. Estoe tie
209
nen la característica de que, aunque todo proceso puede describirse como si se es
tuviera maxirmzando algo, no hay una función objetiva única que se esté maximi-
zando en todos los procesos físicos, b) La adaptación funcional en biología. Aquí
hay un solo maximando en todos los casos, es decir, la capacidad reproductiva.
Sin embargo, el hecho de que ésta está restringida solamente a máximos locales
(cap. 2) demuestra que no hay razón para explicarla en términos de intenciones
maximizantes, que no están restringidas de ese modo (cap. 3). c) La maximización
de la utilidad en economía. Esta es una elección meramente taquigráfica según
las preferencias coherentes, completas y continuas (Elster 1983, cap. 1. 2). El ca
rácter artificial o conceptual de la maximización de las utilidades puede verse de
diversas maneras. Primero, hay algunas preferencias racionales que no pueden
representarse mediante una función de utilidad; segundo, aunque las preferen
cias puedan representarse de ese modo, la representación no es única; y tercero,
la idea de la maximización deliberada de las utilidades es en cierto modo absurda
ya que las utilidades, como el placer o la felicidad, tienen la propiedad de ser esen
cialmente un subproducto (Elster 1983, cap. 2). Sería posible e interesante rees-
cribir la historia de la ciencia en términos del concepto antropomórfico de maxi
mización y considerar el progreso científico como una mayor comprensión de que
la idea es puramente la de conveniencia en la mayoría de los casos.
[11] Contrariamente a lo que propone van Parijs (1981, §14).
[12] Véase Williams (1966) para una vigorosa crítica de esta falacia.
[13] Williams (1966, pág. 209) denuncia la idea de que “cuando se ha demos
trado que cierto proceso biológico produce un beneficio, se ha demostrado la fun
ción o por lo menos una función del proceso”. Sus ejemplos incluyen principal
mente beneficios a nivel grupal. Y no es fácil construir ejemplos de la falacia en el
nivel del organismo individual. Se podría considerar el caso de la pleiotropía y su
poner que un gen tiene dos expresiones fenotípicas, siendo ambas beneficiosas,
pero una más que la otra. Entonces es tentador decir que la expresión menos be
neficiosa no explica por qué está allí el gen, ya que estaría allí incluso en un me
dio en el que dicha consecuencia del gen fuera en cierto modo peijudicial. Pero es
probablemente más plausible referirse a esto como un ejemplo de sobredetermi
nación funcional, análogo al conocido caso de la sobredeterminación causal. Véase
Oster y Wilson (1978, pág. 314) para comentarios.
[14] Véase también pág. 68 más adelante.
[15] Davidson (1980), caps. 1, 11,13.
[16] Davidson (1980), págs. 253-4.
[17] Esta analogía tiene una semejanza de familia con la utilizada por David
son (1980), págs. 249-50.
[18] Weintraub (1979) tiene un buen estudio de este tema.
[19] Suppes (1970), pág. 91.
[20] Hicks (1979, cap. 7) tiene un buen análisis sobre este punto.
210
suficiente para el efecto, como cuando una persona recibe simultáneamente dos
balas en el corazón.
[7] Thorpe (1980, pág. 68) indica esta distinción.
[8] La situación puede compararse a los casos en que un proceso real en
tiempo discreto está matemáticamente representado en tiempo continuo, que pa
ra los propósitos computacionales se representa entonces en un tiempo discreto
que no tiene una relación significativa con el proceso discreto original (Bellman,
1961, págs. 67-8).
[9] Elster (1975, págs. 163 y sigs.) cita y analiza los textos pertinentes.
[10] Suppes (1970), pág. 31.
[11] /¿id,pág. 32.
[12] Véase Elster (1976) para un análisis más completo.
[13] McFarland (1970), pág. 473.
[14] Sin embargo, véase la nota 49 del capítulo 2 para el análisis de la idea de
que un fenómeno puede explicarse a través de su tendencia o disposición a produ
cir ciertas consecuencias. Y esto podría ser válido aunque las consecuencias estén
en cierto modo impedidas de ocurrir.
[15] Georgescu-Roegen (1971), pág. 124, citando a David Bohm y a de Bro-
glie.
[16] Este término (introducido por C. H. Waddington) es el análogo diná
mico del concepto más conocido de homeostasis. Así como éste puede ejemplifi
carse mediante la idea de una pelota que rueda en un bol, el primero puede
entenderse imaginando una pelota que rueda en un valle con pendiente hacia el
océano. Si la pelota es desviada de su curso en el piso del valle y se la hace rodar
hada arriba, entonces tarde o temprano volverá al piso y seguirá el curso que hu
biera seguido en ausencia del desudo, a no ser que el golpe fuera tan fuerte que la
enviara al próximo valle y la hiciera seguir un curso diferente. La última parte
deja claro que la homeorhesis, como la homeostasis, es un concepto de estabilidad
local.
[17] Rader (1971). Como muchos primeros intentos, éste tiene el defecto de
excesiva generalidad, que puede deberse a su esterilidad en originar más investi
gación.
[18] Lo siguiente hace uso de Elster (1976).
[19] Véase en particular Georgescu-Roegen (1971). Puede tener razón en in
sistir en el carácter histórico único de las ciencias sodales, pero debe estar equi
vocado cuando indica que esto conduce a la histéresis en un sentido real. El carác
ter histórico de las dendas sociales puede querer dedr que los procesos históricos
frecuentemente son irreversibles, pero esta característica a lo sumo puede distin
guirlos de loe p n » a o s físicos, no de la evolución biológica. O puede significar que
loe fenómenos sociales con frecuencia son no repetibles, por ejemplo, porque tie
nen un carácter caótico y abierto que está indisodablemente vinculado con su ca
rácter de “primeros”. En la sociedad el pasado sobrevive en el presente a través de
los recuerdos del pasado, a diferenria de la evoludón biológica, que no puede
aprender de loe errores pasados ni mantener vivo el conocimiento pasado simple
mente porque pueda resultar útil.
[20] Véase Padulo y Arbib (1974) para un análisis profundo.
[21] Para tres evaluadones muy diferentes, véanse Harcourt (1973), Blaug
(1974) y Bliss (1975). Como me refiero nuevamente a esta controversia en la
introduedón a la segunda parte y en el capítulo 7, debería establecer brevemente
mi propia evaluación (no muy competente) del tema. Primero, me parece que la
controversia en un sentido ya ha terminado: los economistas neoclásicos per
dieron. Sin embargo, en segundo lugar, nadie sabe todavía cuán importante
resultará ser este problema en pura teoría para las aplicadones. Y tercero, como
211
dijera Blaug (1974, pág. 82), puede ser más lo que une a Paul Samuelson con Joan
Robinson de lo que los separa. En particular, en comparación con los modelos de
desequilibrio del cambio tecnológico analizados en el capítulo 5 y en el capítulo 6,
las teorías neoclásicas y neorricardianas pueden ser de la misma especie.
[22] “El papel ideológico del ‘valor del capital’ es el de romper el verdadero
vínculo directo entre el patrón temporal del trabajo y el patrón temporal del out-
put en el que puede resolverse cualquier tecnología, y el de establecer en su lugar
una relación entre el output actual y el trabajo actual. Con este propósito se nece
sita el actual ‘valor del stock de capital’; una reconstrucción conceptual mítica en
la que el pasado y el futuro de la economía se observan con telescopio desde el pre
sente' (Ñutí, 1970, pág. 54). Esto debe estar equivocado. El “valor del stock de ca
pital” puede servir al propósito indicado por Nuti; y si se lo elige para dicho propó
sito puede estar elegido por razones ideológicas. Pero el mismo propósito puede
también satisfacerse, de un modo bastante respetable y no ideológico, mediante
un coryunto desagregado de bienes de capital actuales. Y de hecho, como se afir
ma en el texto, debe ser una representación superior a la propuesta por Nuti en la
oración inicial del pasaje citado.
[23] Hicks (1979, cap. 2) basa todo su análisis de causación sobre la supuesta
implicación contrafáctica. Véase en particular el enunciado de la pág. 14: “Si pue
de construirse no A, y con no A, B no hubiera sucedido, diré que A pasa la prueba',
siempre que A y B existan, A demuestra ser una causa separable de B”.
[24] Goldman (1972).
[25] Creo que éste es el concepto general y premarxista de la explotación, co
mo puede confirmarse consultando el OED, Littré y Duden.
[26] Roemer (1982).
[27] Por ejemplo, considérese la relación entre loe discapacitados permanen
tes y loe sanoe que les pagan beneficioe para el bienestar.
[28] Stalnaker (1968), Lewis (1973b).
[29] Mackie (1962), Beauchamp y Rosenberg (1981), págs. 146 y sigs.; tam
bién Elster (1978a), pág. 181 y sigs.
[30] Esto ya fue reconocido por Max Weber (1968), pág. 276.
[31] Elster (1978a), págs. 181 y sigs. Véanse también las objeciones formula
das por Barry (1980) y Lukes (1980), con las respuestas en Elster (1980a, b).
[32] Fogel (1964), analizado más extensamente en Elster (1978a), págs. 204 y
sigs.
[33] Podemos observar aquí una interesante característica del enfoque de Fo
gel. Como su meta es demostrar una tesis y no llegar al mejor cálculo, puede sor
tear mediante trucos algunos problemas difíciles suponiendo coherentemente que
los dados están cargados contra él, es decir, haciendo de Abogado del Diablo. Si su
tesis se fundamenta en los supuestos más desfavorables (quizá tan desfavorables
que no pueden ser todos ciertos), entonces sin duda también es válido en base a
supuestos más realistas, cualesquiera resulten ser éstos.
[34] Reimpresocomo capítulo 6 en David (1975). La crítica tiene el apoyo de la
teoría de David del cambio tecnológico, analizada más adelante en el capítulo 6.
[35] Elster (1978a, págs. 201 y sigs.) tiene un análisis de este problema en
particular; véase también Kula (1970), pág. 28.
[36] Elster ( 1980a, b) tiene un argumento más elaborado al respecto.
[37] “Hay una magnificencia en esta generalización que recuerda a la juven
tud de la filosofía. La justicia es un cubo perfecto, dijo el sabio de la antigüedad; y
la conducta racional es una función homogénea, agrega el sabio moderno” (Y. C.
Edgeworth, citado de Baumol, 1977, pág. 578, n. 11).
[38] Elster (1978a, pág. 87 y sigs.) propone un análisis de la falacia de la com
posición incluida en este enfoque. Véase también Elster ( 1978b, c).
212
[39] Marx (1894), capítulo 48; véase también la cita de N. Nuti en la nota 22
más arriba.
[40] Elster (1978a, pág. 192 y siga.) analiza el problema de las alternativas
históricas al imperialismo como un ejemplo de esta dificultad.
[41] Russel(1941).
[42] Esta es la ilusión de que nadie habría tomado el lugar de loe dueños de
esclavos si no hubieran existido. Para un brillante análisis, veáse Veyne (1976),
págs. 148 y siga.
[43] Para otro ejemplo de este problema, véase el argumento en Rawls (1971,
págs. 177 y sigs. y págs. 496 y siga.) al efecto de que loe menos privilegiados en
una sociedad que hace que los que están en la peor situación estén lo mejor posi
ble deberían sentir que son bien tratados. Si, de hecho, cualquier intento por me
jorar la situación de los peores la empeorara, aparecería la conclusión. Pero aquí
hay una ambigüedad fundamental, ya que el grupo en peor situación según un
arreglo social no tiene por qué ser el mismo que el peor según otro sistema, y en
tonces un grupo dado en mala situación puede beneficiarse con el cambio aunque
el grupo que surja como el peor sea peor que el primero. Esta dificultad en la posi
ción de Rawls me fue señalada por G. A. Cohén.
[44] Aquí me baso en un trabajo no publicado de Trond Petersen.
[45] Tocqueville (1969), págs. 596-7.
[46] Ibíd.,pág. 723.
[47] Ibld., pág. 507.
[48] /¿id., pág. 224.
[49] Ibíd., pág. 738.
[50] Tocqueville (1953), pág. 343.
[51] Aquí hay algunos ejemplos, con las páginas correspondientes a Tocquevi
lle (1969). El proceso de democratización y el estado de democracia inducen, res
pectivamente, al dogmatismo y a la duda (pág. 187); hostilidad e indiferencia
(pág. 509); criterios morales flojos y estrictos (pág. 599); ambiciones elevadas y
moderadas (pág. 629); la ruina y la prosperidad de la industria (pág. 637).
[52] Aron (1967), pág. 292, Lévi-Strauss (1960), pág. 94; también Leach
(1964), págs. xi y sigs.
[53] Hempel (1965), págs. 380-1.
[54] Véase Boudon (1977, cap. IV) para una aplicacióndeesta idea a la elec
ción de carrera.
[55] Ca8tellan(1971), pág. 51.
[56] Hempel (1965), págs. 381 y sigs.
[57] /¿>£d., págs. 394 y sigs. El ejemplo utilizado en el texto está extraído de
Davidson (1980), pág. 37.
[58] Hempel (1965), págs. 396, comenta sobre un ejemplo meteorológico si
milar.
[59] Blau y Duncan (1967), págs. 174-5.
[60] Simón (1971).
213
[7] Elster (1979, cap. 2), tiene un profundo análisis del precompromiso. Véa
se también Thaler y Shefrin (1981).
[8] Leigh (1971), Parte I; Frazzetta (1975), cap. 5 y passim.
[9] Cody (1974), Rapoport y Tumer (1977), Oster y Wilson (1978), cap. 8.
[10] Levins (1968) muestra cómo los organismos desarrollan estrategias para
soportar los cambios estacionales y otros habituales en el medio.
[11] Para extensiones al caso de individuos, véanse Sen (1967) y Taylor (1976).
[12] Williams (1966), págs. 212 y sigs.
[13] Para estudios véanse Wilson (1975), cap. 4 y Dawkins (1976).
[14] Ghiselin (1974) es un ataque frontal a este concepto.
[15] Este es un tema importante en Dawkins (1976).
[16] Elster (1979), cap. 1. 5.
[17] De hecho, ésta file la versión de la teodicea propuesta por Malebranche;
véase Elster (1975), cap. 5.
[18] Estudios de Stark (1962) y Schlanger (1971).
[19] Quizá se podría distinguir entre las versiones conservadora, la extremis
ta y la marxista del funcionalismo a través de la siguiente división esquemática.
Observemos el producto neto total de la sociedad como dividido en un excedente
que va a las clases dirigentes y un componente de subsistencia para el resto de la
sociedad. El funcionalismo conservador explica todos los arreglos sociales en tér
minos de maximizar el producto total (North y Thomas 1973, Posner 1977); el
funcionalismo marxista supone que el efecto es maximizar el primer componente;
y el funcionalismo extremista que el efecto es minimizar el segundo componente.
Para asegurarse, los sociólogos extremistas (Foucault 1975, Bourdieu 1979) no se
ocupan de la división del producto económico, pero en su trabajo hay mucho más
énfasis sobre las víctimas de la opresión que sobre los beneficiarios, y algunas ve
ces se tiene la impresión de que en realidad no hay beneficiarios. Como la vida so
cial no es un juego de suma nula, la minimización del bienestar de los menos pri
vilegiados puede no ser lo mismo que maximizar el de los más privilegiados.
[20] Merton (1957), págs. 30 y sigs.
[21] Cohén (1982) afirma, convincentemente, que este paradigma está menos
íntimamente relacionado con la explicación evolucionista en biología que lo que
afirmé en Elster (1979). Indica, además, que “las explicaciones de las consecuen
cias de Cohén” pueden ser mejores interpretaciones del concepto intuitivo de la
explicación funcional que las “vueltas de Elster”. Pero mi explicación no es para
capturar la “intuición” generalmente, sino para hacer explícitos los paradigmas
utilizados por los primeros defensores y practicantes de la sociología funcionalista.
[22] De estos criterios, del 1 al 4 son enfatizados por Merton (1957), mientras
que el criterio 5 está enunciado más explícitamente por Stinchcombe (1968).
[23] Véase el cap. 6 para un análisis más detallado de tales teorías y para un
argumento de que los “modelos evolucionistas” en economía no pueden ser imita
ciones literales de la teoría biológica de la evolución.
[24] Hardin (1980).
[25] Van Parijs (1981), pág. 101.
[26] Véase el cap. 6 para la explicación filtro del cambio tecnológico hallado
en el trabajo de Eilert Sundt. Véase también Elster (1979), pág. 30.
[27] Coser (1971), pág. 60.
[28] Marx (1894), págs. 600-1.
[29] Esta idea está en el centro de la escuela de “lógica del capital” del mar
xismo, estudiada por Jessop (1977) y en la introducción editorial de Holloway y
Picciotta(1978).
[30] Para un argumento más completo, véase Elster (1982).
[31] Se llega a esta conclusión en Bowles y Gintis (1977) y Roemer (1979).
214
[32] Simmel(1908>, págs. 76y sigs.
[33] Las explicaciones filtro, basadas en el mecanismo de selección delibera
da entre opciones aleatorias, forman un subconjunto de la clase general de expli
caciones intencionales, y se podría decir que tienen una estructura intencional
más débil que otros miembros de dicha clase. En particular, la selección intencio
nal no siempre conduce al óptimo global si aquella opción no aparece en el meca
nismo aleatorio, o si aparece tan tarde en el curso que el selector elige una opción
inferior que bloquea el desarrollo ulterior. Sin embargo, un selector intencional
tiene la capacidad de esperar o de seguir estrategias indirectas, y así no está limi
tado a máximos locales en todos los casos, contrariamente a lo que indica van Pa-
rys (1981), pág. 56. Así podría ser legítimo explicar los fenómenos en términos de
consecuencias positivas a largo plazo si hay un actor intencional que revisa todas
las opciones producidas por el mecanismo aleatorio.
[34] Un ejemplo clásico de este argumento es El 18 Brumario de Marx; una
versión moderna se encuentra en O’Connor (1973), pág. 70.
[35] Así Leibniz estaba perfectamente autorizado, dada su postura teológica,
a explicar la historia mundial como un ejemplo de “reculer pour mieux sauter”
(Leibniz 1875-90, voL III, págs. 346, 578; vol. VII, pág. 568). Pero sin un creador
divino y guía, no se puede explicar coherentemente, como lo hicieron Hegel y
Marx, el proceso histórico de alienación a través de sus consecuencias beneficio
sas para el alcance de una unidad más elevada.
[36] En particular, así es como parece entenderlo Stinchcombe (1974). Cohén
(1978, pág. 258, nota 2) piensa de otro modo, pero el contexto es el de un caso de
un disparo (el experimento Hawthome) en el que realmente es imposible pensar
que el explanan» puede suceder al explanandum (cap. 1). Sin embargo, otro de los
ejemplos de Merton se refiere a las actividades como el consumo conspicuo y aquí
es mucho más plausible ver su uso del término “función” como explicativo.
[37] Stinchcombe (1974); véase también Stinchcombe (1980).
[38] Este ejemplo y la conclusión escéptica que implica me fueron señalados
por Philippe van Parijs.
[39] Para el problema correspondiente acerca de la tendencia genética y la
evolución “no darwiniana” en biología, véase Kimura(1979).
[40] Para un brillante estudio del tradicionalismo, véase Levenson (1968),
vol. I, págs. 26 y sigs.
[41] Este ejemplo se analiza en Stinchcombe (1968), págs. 82-3 y en Stinch
combe (1980).
[42] El mecanismo podría basarse en la imitación intencional de un modelo
constante o la superioridad de la práctica a todas las alternativas cercanas.
[43] Leach (1964).
[44] Véase el argumento relacionado con respecto a la causación del equili
brio en el cap. 1.
[45] Cohén (1978,1982).
[46] Tocqueville (1969), pág. 605.
[47] Veyne(1976), págs. 292-3. Para un análisis del funcionalismo ocasional
en el sobresaliente trabqjo de Veyne, véase Elster (1980d).
[48] Véase Cohén (1978), págs. 259 y sigs. para un enunciado más preciso.
[49] Cohén (1982) dice que los giros de retroalimentación no son fundamenta
les para el mecanismo causal en virtud de lo cual una explicación funcional, si es
válida, es válida. Dice que, por el contrario, una ley consecutiva de la forma espe
cificada más arriba tiene un poder explicativo porque (o si) A tiene una propen
sión o disposición a producir B. Sería un hecho disposicional acerca de las jirafas
en una temprana etapa de su evolución que, si debían desarrollar cuellos más lar
gos, se acentuara su aptitud. Para ser precisos, es una característica dispoeicional
215
del medio de las jirafas que, si las jirafas debían desarrollar cuellos más largos en
aquel medio, su aptitud aumentara. Más aun, el medio provoca que los cuellos se
alarguen en virtud de esta característica disposicional. Contra esto tiendo a estar
de acuerdo con Rubén (1980) en que un medio constante no puede actuar como
causa, excepto en el sentido de la causación simultánea analizada ya en el cap. 1.
Sin embargo, el tema necesita más aclaración.
[50] Festinger (1957, 1964), citado en Veyne (1976), pág. 311 y pássirn.
[51] En un trabajo inédito sobre la filosofía de Hempel de la explicación cien
tífica.
[52] Véase la nota 11 de la introducción a la primera parte.
216
[19] Hammond y Mirrlees (1973) introdujeron este concepto.
[20] Latsis (1976).
[21] El caso principal en el que no es posible representar preferencias me
diante una función de utilidades de valores reales es cuando incluyen una jerar
quía de valores, como en las llamadas “preferencias lexicográficas’ (Elster 1979,
cap. 3. 2). O, para decirlo de otro modo, las preferencias pueden representarse así
si hay intercambios entre todos los objetos sobre los cuales están definidas, de
manera que menos de un objeto siempre pueda ser compensado por más de otro,
con el agente permaneciendo en el mismo nivel de utilidad.
[22] Para exposiciones más complicadas, véanse Luce y Raiffa (1957), Har-
sanyi (1977) y Owen (1968).
[23] Véanse especialmente Roemer (1982) y Howe y Roemer (1981) para los
usos normativos de la teoría de los juegos cooperativos para n-personas.
[24] El ejemplo del paradigma es la prueba de Haraanyi de que la “solución
del regateo' para juegos sin una solución no cooperativa también satisface los cri
terios de optimización establecidos por Nash, y sin duda es la única salida que lo
hace. Véanse Luce y Raiffa (1957, cap. 6) para una sencilla exposición y Harsanyi
(1977) para la explicación completa.
[25] Esta es también la idea de Popkin (1979) que refuta exitosamente el lla
mado enfoque de “economía moral' para la vida campesina.
[26] Sen (1967). Para análisis comparativos del Dilema de los Prisioneros, el
Juego del Compromiso y la “Gallina', véanse Elster (1981b), Kolm (1981) y van
der Veen (1981).
[27] La frase fue tomada de Taylor (1971), el contexto de la misma es un ar
gumento destinado a demostrar que la solidaridad y el consenso no pueden expli
carse mediante el individualismo metodológico. Parafrasear el argumento en tér
minos de la teoría de los juegos demuestra que en realidad implica la conclusión
opuesta (Elster 1982).
[28] Más generalmente, podemos preguntar acerca de la probabilidad de que
la solución se concrete cuando no está formada por estrategias dominantes, caso
que también abarca a todos los juegos que tienen soluciones en estrategias mix
tas. Para el último problema, véase Elster ( 1978a), pág. 126.
[29] Schelling (1978) ha construido un marco así y lo ha aplicado a una varie
dad de casos.
[30] También hay una tercera posibilidad, que puede realizarse con bastante
frecuencia: el resultado es Pareto-subóptimo porque hay varios óptimos colec
tivos, cada uno de los cuales incluye ventajas específicas para algunos actores,
por encima de las ventajas generales que resultan para todos los actores. Es decir
que cualquier óptimo sería considerado como injusto por algún grupo que sea lo
suficientemente poderoso como para bloquearlo. La estructura estratégica detrás
de este caso puede estar representada por el juego frecuentemente llamado “La
Batalla de los Sexos' (Luce y Raiffa 1957, págs. 90 y sigs.) en el que ambos sexos
prefieren estar juntos y no solos, aunque uno prefiera que estén juntos en un
restaurante y el otro que estén juntos en un cine. Algunas inferencias para políti
ca se describen en Schotter (1981), pág. 26 y sigs., pág. 43 y sigs.
[31] Elster (1982) tiene una exposición más completa.
[32] Véase Rapoport (1966), págs. 137 y sigs.
[33] Schelling (1963) está en el origen de este concepto.
[34] Pen (1959, pág. 91 y sigs.) argumenta en contra de la tendencia a creer
que el resultado del regateo es objetivamente indeterminado. Un ejemplo de esta
tendencia se encuentra en Marx (1894), pág. 364.
[35] Estas observaciones siguen a Barry (1978).
[36] Elster (1979, págs. 22-3) tiene un ulterior análisis y más referencias.
217
[37] Maynard-Smith (1973). La presente exposición sigue a Dawkins (1976).
[38] Sin embargo, tanto Maynard-Smith (1974) como Dawkins (1976) afir
man que el modelo puede entenderse como un polimorfismo estable y en términos
de estrategias mixtas.
[39] Elster (1979, cap. 3) tiene un análisis más completo de estas anomalías
de la teoría de la elección racional.
[40] Este modo de expresar la paradoja de la contrafinalidad muestra
claramente el vínculo con los primeros trabajos de Sartre (Sartre 1943), donde
decía que los hombres luchan por ser simultáneamente en-sai y pour-soi, o tien
den a tratar a los demás como si tuvieran simultáneamente ambas formas de ser.
“Tratar de relajarse” incluye tratar de ser tanto un objeto como una conciencia;
ordenarle a otra persona que sea agradecida es pedirle que asuma estos modos
contradictorios (Elster 1983, cap. 2). En las contradicciones sociales del tipo
analizado en el texto, las actitudes incoherentes que se encuentran en estas
contradicciones psicológicas están, por así decirlo, distribuidas entre varias per
sonas.
[41] Sartre (1960).
[42] Elster (1978a, cap. 5) tiene una explicación más completa de las contra
dicciones sociales y su papel en la teoría social.
[43] Elster (1978a, págs. 111 y sigs.) tiene una exposición un poco más
completa.
[44] Para este concepto, véanse March (1978), Elster (1979, cap. 20), Ainslie
(1980), Schelling (1980) y Thaler y Shefirin (1981).
[45] Para algunas dudas sobre esto, véanse Frankfurt (1971)y Elster (1979,
cap. 2.9).
[46] Con respecto al problema de decidir creer, véanse Williams (1973), Win-
ters (1979) y Elster (1979, cap. 2. 3).
[47] Elster (1983), cap. 4.
[48] Utilizo el término “impulso” para marcar una lucha o tendencia no cons
ciente, tal como escalar por un gradiente de placer mencionado anteriormente.
En este caso, algunas veces podemos ser incapaces de decidir si tratamos con un
impulso o con una metapreferencia, es decir, si los desee» están moldeados cau
salmente o intencionalmente. En otros casos casi no tenemos dudas, como cuando
nos enfirentamos con “preferencias contraadaptivas”, ejemplificadas en una per
sona que siempre que está en París prefiere estar en Londres y viceversa. Es difí
cil ver a alguien moldearse deliberadamente como para preferir siempre el fruto
prohibido o pensar que el césped es siempre más verde en el jardín del vecino,
aunque todos conocemos personas que están dominadas por este impulso per
verso.
[49] Tversky y Kahneman (1981).
[50] Nisbett y Roas (1980), pág. 146.
218
Notas del capítulo 4
[1] En el marco más abstracto utilizado por la teoría del equilibrio general,
las posibilidades de producción están conceptualizadas como un conjunto de pro
ducción, que puede ser cualquier conjunto de n múltiplos de mercancías (inclu
yendo la mano de obra) que tienen componentes positivos o negativos y satisfacen
ciertos postulados, de los cuales el más importante es “no se puede obtener algo
por nada”. Para una exposición, véase Takayama (1974), págs. 45 y sigs. Aunque
este enfoque es conceptualmente superior, no parece prestarse al análisis del
cambio tecnológico.
[2] El papel de la producción conjunta en la teoría económica es doble. Pri
mero, hay algunos procesos que en un sentido perfectamente directo tienen más
de una clase de output, como cuando las ovejas proporcionan lana y carne. Segun
do, podemos concebir el uso del capital fijo como una clase de producción conjun
ta, en la que las máquinas viejas pero útiles se consideran como un output del
proceso de producción, junto con el o los principales outputs. Sin duda la produc
ción conjunta es pertinente a la teoría del cambio tecnológico (Schefold 1980), pe
ro el espacio y la competencia limitan este análisis al caso del output único.
[3] Mi referencia en toda la teoría neoclásica estática es Ferguson (1969).
[4] Salter(1960), pág. 30.
[5] Salter (1960), págs. 33, 40.
[6] Hicks (1932), pág. 125. Este pasaje se utiliza como epígrafe en Binswan-
ger, Ruttan y otros (1978), que es la defensa reciente más sostenida de la idea de
Hicks.
[7] Salter (1960), págs. 33-4.
[8] Elster (1960), págs. 118 y sigs.
[9] Harsanyi (1977), págs. 278 y sigs. Véase también Elster (1979), págs.
120- 1.
[10] Stinchcombe (1968, pág. 157) tiene observaciones sagaces sobre la zona
de indiferencia. Véanse también los comentarios en el cap. 3 sobre la tarea del li
derazgo para lograr la solución de un juego de compromiso.
[11] Fellner (1961).
[12] Kennedy (1964).
[13] Ahmad (1966).
[14] Ferguson (1969), pág. 349.
[15] Sin duda, ésta es la objeción fundamental planteada por Nordhaus (1973)
al modelo de Kennedy.
[16] Von Weizsácker (1973), pág. 109.
[17] Finley (1965) y Genovese (1965) presentan este argumento con respecto
a la esclavitud antigua y a la estadounidense, respectivamente.
[18] North y Thomas (1973), pág. 62 y passim.
[19] Elster (1975, cap. 3) tiene un análisis más completo, con particular énfa
sis en los fines del siglo xvu. En particular, Leibniz se muestra profundamente
preocupado por estos temas y llega bastante cerca de entender la necesidad de un
sistema de patentes.
[20] Baumol (1965) da un buen análisis del Estado en esta perspectiva.
[21] En esta obra no analizo las posibles causas sociales o económicas del pro
greso científico, excepto en algunas breves observaciones hacia el final del cap. 7.
Elster (1975), cap. 1, ofrece algunas ideas tentativas.
[22] Schmookler (1966) es la teoría moderna más conocida de la innovación
inducida por la demanda. Rosenberg (1976a) ofrece buenas observaciones sobre la
relación entre la demanda del mercado de innovación y la oferta científica de in
ventos.
219
[23] Rosenberg (1976b) tiene un interesante análisis de este fenómeno, que
ha adquirido recientemente gran importancia con el desarrollo de las generacio
nes de computadores cada vez más rápidas y más baratas.
[24] Nordhaus (1969). Trabajos posteriores (por ejemplo Kamien y Schwartz
1974) también consideran la competencia entre las empresas por las patentes.
[25] Dasgupta y Stiglitz (1980a), pág. 276. Los autores confirman teórica
mente la correlación schumpeteriana entre la intensidad de la investigación y la
concentración industrial, pero advierten acerca de interpretarla causalmente.
[26] Loury (1979).
[27] Loury (1979) observa que el modelo utilizado por Kamien y Schwartz
(1976) falla en este aspecto, tratando a la conducta rival como exógena. Quizá se
podría cuestionar que la conducta idéntica en equilibrio sea una limitación para
la solución, pero de todos modos es lo que se supone en general.
[28] Dasgupta y Stiglitz (1980b).
[29] Para observaciones similares en el caso del equilibrio biológico, véase
Elster (1979), págs. 26 y sigs. Sin embargo, los problemas económicos y biológicos
difieren del siguiente modo. En el caso biológico lo que debe evitarse es suponer
que la solución se obtendrá en casos en que no consiste en estrategias dominan
tes. En el caso económico hay que evitar el supuesto de que se llegará a cierto
equilibrio en los juegos sin una solución.
220
[17] Ib(d., pág. 314.
[18] Por ejemplo, ésta seria la idea de North y Thomas (1973).
[19] Schumpeter (1934), pág. 66.
[20] Schumpeter (1939), pág. 223.
[21] Ibid., pág. 284.
[22] Véase Kanbur (1980) para un análisis crítico de esta idea.
[23] Ocasionalmente Schumpeter utiliza el término “innovación inducida”,
pero entonces sólo para el enjambre de innovaciones secundarias que siguen a
la innovación primaria. Menciona al pasar que “la mayoría de las innovaciones
no sólo ahorran mano de obra, sino que inducen a adaptaciones que también
ahorran mano de obra” (Schumpeter 1939, pág. 574), pero no ofrece un argu
mento o una explicación de este supuesto hecho. Como se observara en Binswan-
ger, Ruttan y otros (1978, pág. 118), no parece haber “bibliografía alguna que
analice si el tamaño y el poder del mercado podrían influir en la tendencia.(a dife
rencia de la velocidad) del cambio tecnológico”, que presumiblemente es lo que
tendría que hacer una teoría shcumpeteriana del cambio tecnológico con una ten
dencia.
[24] Schumpeter (1934), págs. 93-4.
[25] Schumpeter menciona solamente que el éxito material está vinculado
con el segundo motivo, pero seguramente también puede proporcionar una vara
para la satisfacción del tercero.
[26] Schumpeter (1951), págs. 36, 84, 130, 144-5.
[27] Ib(d., pág. 36.
[28] Macdonald (1971, pág. 78) adjudica a Marx la idea de que el empresario
está “motivado por la simple codicia” de tipo hedonista. Elliott (1980, pág. 49) se
ñala correctamente que Marx al igual que Schumpeter creía que el empresario te
nía motivos puramente hedonistas.
[29] Macdonald (1971), pág. 79.
[30] Schumpeter (1961), pág. 137.
[31] “[Mi] experiencia es al efecto de que el empresario medio siempre espera
contra la esperanza, siempre cree que ve la recuperación 'a la vuelta de la esqui
na’, siempre trata de prepararse para ello, y que está obligado a retroceder cada
vez por el duro hecho objetivo que trata tenazmente de ignorar durante el mayor
tiempo posible. La historia de la reciente crisis mundial casi podría escribirse en
términos de infructuosos intentos de hacer frente a la comente, convencidos,
alentados en este caso por todos los profetas, de que el negocio sería Intenso’ en
pocos meses. Esto no significa que los empresarios siempre sean optimistas. Por
el contrario” (Schumpeter, 1939, pág. 141).
[32] Schumpeter (1934), pág. 85. Véanse los comentarios en Kanbur (1980).
[33] Schumpeter (1961), págs. 73-4.
[34] Hirschman (1967).
[35] Nisbett y Rosa (1980), pág. 271.
[36] Sin embargo, suponiendo la falsedad de la “hipótesis de Ortega” de que
los científicos de segunda clase no contribuyen en nada al progreso en ciencia.
Véase el análisis de esta hipótesis en Colé y Colé (1973), cap. 8.
[37] Goodwin (1955), Frisch (1933).
[38] Usher (1951), pág. 126.
[39] Schumpeter (1939), pág. 73.
[40] Ib(d., 273.
[41]lbíd., 768. Véase también Schumpeter (1961), cap. 10, para una crítica
de la teoría de “las oportunidades de inversión que desaparecen”.
[42] Schumpeter (1939), pág. 109.
[43] Ibid., pág. 203.
221
[44\Ibíd., pág. 102. Véase también Hegel (1970), vol. XII, págs. 75-6 para
una distinción similar entre el cambio orgánico y el social.
[45] Schumpeter (1939), pág. 134.
[46] Ibtd., pág. 145.
[47] Ibíd., pág. 534; véanse también los comentarios en Tínbergen (1951).
[48] Schumpeter (1939), pág. 151.
[49] Ibíd., pág. 155.
[50] Kaldor (1954), especialmente págs. 68-9.
[51] Schumpeter (1939), pág. 155.
[52] Nelson y Winter (1982).
[53] Sin embargo, el término “independiente” puede ser inapropiado si, como
se indicó en el cap. 4, la estructura del mercado y la innovación se determinan si
multáneamente.
[54] Kamien y Shwartz (1975).
[55] Schumpeter (1961), pág. 83.
[56] Leibniz (1875-90), vol. VI, pág. 237.
[57] Schumpeter (1939), pág. 496 nota 1. Más tarde {ibíd., pág. 516) Schum
peter hace un comentario similar acerca de la incidencia de la innovación en el
empleo: ya que al ahorrar ampliamente mano de obra, la innovación tiende a re
ducir el empleo en el corto plazo y a crearlo en el largo plazo.
[58] Arrow (1971), pág. 149.
[59] Schumpeter (1939), pág. 445-6, 775.
[60] Ibíd., pág. 419.
[61] Ibíd., pág. 496.
[62] Ibíd., págs. 96, 145.
[63] Masón (1951), pág. 92.
[64] Schumpeter (1939), pág. 109.
[65] Schumpeter (1961), pág. 134.
[66] Schumpeter (1939), pág. 108.
[67] Schumpeter (1961), pág. 242. Esta idea también la adjudica a la teoría
clásica de la democracia, a la que la suya propia es una alternativa. Sin embargo,
descuida totalmente que en otra doctrina clásica la democracia se consideraba co
mo un fin en sí mismo, y el análisis político como la buena vida para el hombre.
[68] Schumpeter (1961), pág. 269.
[69] /bí<¿., pág. 288.
[70] Ibíd., pág. 289.
[71] Ibíd., pág. 287. Véase también la típica teoría schumpeteriana del “ciclo
comercial político” (Nordhaus 1975).
[72] Ibíd., pág. 279.
[73] ibíd., pág. 283.
[74] Ibíd., pág. 282.
[75] Véase el cap. 2, especialmente la nota 33.
[76] Schumpeter (1961), pág. 263.
[77] Downs (1957) supone en todo el trabajo que las preferencias racionales
en interés propio de los votantes se dan independientemente de —y de hecho mol
dean los esfuerzos de— los partidos políticos.
[78] Lively (1975), pág. 38.
[79] Schumpeter (1939), pág. 73.
[80] Ibíd., (1961), págs. 258, 263.
[81] Ibíd., págs. 259 y sigs.
[82] Ibíd., pág. 261, especialmente la nota 9.
222
Notas del capítulo 6
[1] Beck (1980), póg. 13. Deñne el uso de herramientas como “el uso ex
terno de un objeto ambiental no incorporado para modificar más eficientemente
la forma, posición o condición de otro objeto, otro organismo o al usuario
mismo cuando éste tiene o lleva la herramienta durante o justo antes de su uso
y es responsable de la orientación correcta y eficaz de la herramienta” (ibíd.,
pág. 10).
[2] Ibíd.., pág. 122. De estas funciones, las dos primeras se unen en el “forra
je extraíble para los alimentos embutidos” que parece ser especialmente impor
tante desde un punto de vista ecológico y evolucionista.
[3] Ibíd., pág. 105.
[4] Ibíd., pág. 106.
[5] Ibíd., pág. 108.
[6] Ibíd., pág. 218.
[7] Ibíd., pág. 243-4.
[8] Ibíd., pág. 218.
[9] Ibíd., págs. 203 y sigs.
[19] Ibíd., pág. 55.
[11] Ibíd., pág. 87.
[12] Ibíd., pág. 28.
[13] Ibíd., pág. 162.
[14] Ibíd., págs. 18-9.
[15] Ibíd., pág. 195.
[16] Fagen (1981), pág. 455.
[17] Beck (1980), pág. 196.
[18] Fagen (1981), pág. 456.
[19] Ibíd., pág. 451.
[20] Ibíd., págs. 464-5.
[21] Véanse el cap. 2 y van Parijs (1981), págs. 79-80.
[22] Para la distinción entre las reducciones de un paso y de dos, véase tam
bién Elster (1979), cap. I.
[23] Los trabajos de Sundt en inglés son Sundt (1980).
[24] Sundt (1862), pág. 205.
[25] Ibíd., págs. 211-2.
[26] Agradezco a Philippe van Parijs por mostrarme esta ambigüedad; véase
también van Parijs (1981), págs. 187 y sigs.
[27] Kaldor (1954), pág. 53.
[28] Nordhaus y Tobin( 1972), pág. 2, cita de Nelson y Winter (1975), pág. 889.
[29] Nelson y Winter (1978), pág. 526.
[30] Hay referencias fuertes y explícitas a Schumpeter en Nelson y Winter
(1975, 1977a, 1977b, 1978, 1982).
[31] Winter (1964,1975,1980).
[32] Winter (1964), págs. 262-4.
[33] Winter (1980), pág. 16. Se encuentran enunciados similares en Nelson
(1980).
[34] Winter (1980), pág. 18.
[35] Winter (1971).
[36] Nelson y Winter (1975).
[37] Nelson, Winter y Schuette (1976).
[38] Solow (1957).
[39] Nelson, Winter y Schuette (1976), pág. 110.
[40] Ibíd.
223
[41] En el modelo, R es dividendos requeridos. El fundamento del enunciado
en el texto es el siguiente: “El curso con el mayor valor de R tenderá a tener un
stock de capital agregado menor porque la inversión está determinada por las ga
nancias netas de los dividendos requeridos. La demanda de mano de obra y por lo
tanto los salarios serán más bajos en el curso de R alto. Así, las pruebas de renta
bilidad de técnicas alternativas favorecerán a las técnicas de mayor intensividad
de mano de obra en el curso de alto R” (Nelson, Winter y Schuette 1976, pág. 101).
[42] Ib(d., pág. 112.
[43] Nelson y Winter ( 1977a, 1978,1982).
[44] Nelson y Winter (1982) representa esta distinción.
[45] Estrictamente hablando, es una medida válida solamente si se permite
que las empresas se extingan, como no ocurre en los modelos de Nelson-Winter.
Nelson y Winter (1978) demuestran cómo es posible convertir una verdadera po
blación de empresas en una de empresas de igual tamaño con el mismo “índice de
concentración”. Así, una población real de 32 empresas puede tener el mismo gra
do de concentración que una industria de 14 empresas de igual tamaño.
[46] Nelson y Winter (1982), pág. 126.
[47] Ibíd., págs. 128 y sigs.
[48] Ibíd., pág. 126.
[49] Nelson y Winter (1977), pág. 88 y sigs. Este es sólo uno de los tres proble
mas interrelacionados que surgen en este modelo, los otros dos son que hay una
conexión débil entre el rendimiento de la productividad y los gastos en investiga
ción, pero una conexión mucho más fuerte entre el rendimiento de la productivi
dad y la cantidad de empresas (contrariamente a la hipótesis schumpeteriana,
que dice que el impacto de la cantidad de empresas en la productividad funciona a
través de los gastos en investigación), y que tanto el nivel de gastos en investiga
ción como sus réditos son más elevados en las industrias medianas (“el problema
del máximo interno”).
[50] Nelson y Winter (1977), pág. 89.
[51] Nelson y Winter (1978), pág. 525.
[52] Véase especialmente Winter (1964, 1971, 1975). En el último de estos
artículos Winter enumera loe siguientes problemas de las teorías de selección
natural de la empresa. 1) ¿Qué son los genes? Una teoría de la selección natural
debe estar complementada por una teoría genética que pueda explicar la trans
misión de los patrones de conducta en el tiempo. 2) Acciones versus reglas de ac
ción. El medio económico no actúa sobre las reglas de conducta, sino directamente
sobre la conducta. 3) Entrada, salida y dinámica. Las condiciones de entrada y
salida pueden estar especificadas de modo que permitan la persistencia indefini
da de loe patrones de conducta subóptimoe. 4) Políticas de inversión. Las empre
sas que se comportan óptimamente adquirirán recursos “con los cuales expandir
se” (Friedman 1953), pero dichas empresas realmente deben expandirse si está
amenazada la supervivencia de los no optimizad ores. 5) Dependencia de escala.
Surge la pregunta de si una empresa optimizante que expande sus operaciones es
todavía una empresa optimizante. 6) Dependencia del tiempo. Es difícil para los
modelos de selección natural tener en cuenta la optimización intertemporal, ya
que un concurso evolucionista entre reglas dependientes del tiempo es algo pe
culiar.
[53] Nelson y Winter (1975), pág. 472.
[54] Ibíd., pág. 469.
[55] Nelson, Winter y Schuette (1976), pág. 104, nota 18.
[56] Nelson y Winter (1977), pág. 95.
[57] David (1975), pág. 76.
[58] Arrow (1962), pág. 156.
224
[59] Rosenberg (1976a).
[60] David (1975), pág, 64.
[61] Para enunciados típicos de esta clase, véanse Nelson (1980), pág. 64, y
Rosenberg (1976a), pág. 64.
[62] Para un estudio de este problema, véase Elster (1979), cap. 3. 6.
[63] Habakkuk (1962).
[64] David (1975), págs. 81 y sigs.
[65] Las siguientes citas de David son extraídas de la pág. 76 de su libro.
225
[15] /6í<¿, pág. 631.
[16] Ibid., pág. 393.
[17] Elster ( 1978b). Estoy en deuda con Robert van der Veen por haberme se
ñalado las implicancias de los textos mencionados en las anteriores notas 14-16.
[ 18] Con frecuencia se reconoce al pasar que la producción permite varias cla
ses de sustitución. Por ejemplo, alrededor de cada punto en el isocuanto unidad se
puede dibujar un isocuanto local de mayor curvatura, siendo el isocuanto unidad
la envoltura exterior de todos estos isocuantos locales. Podemos pensar que los
isocuantos locales representan las posibilidades de sustitución ex post, y que el
isocuanto unidad completo representa el mayor alcance para la variación que es
posible en la etapa del tablero de dibujo. Sin embargo, no está claro si esta repre
sentación corresponde a la distinción entre la elección intratécnica e intertécnica,
y en todo caso no tiene un lugar central en la bibliografía.
[19] Para otras interpretaciones, véase Elster (1978b).
[20] El punto, enunciado sencillamente, es que dadas las posibilidades tecno
lógicas y el haz de salarios, podemos derivar los precios y la tasa de ganancias di
rectamente, sin utilizar los valores de la mano de obra como un paso intermedio.
Véase nuevamente Elster ( 1978b).
[21] Roemer (1981), pág. 203; también Roemer (1982).
[22] Por ejemplo, véase Shaikh (1978) y las vigorosas refutaciones de Steed-
man (1980) y van Parijs (1980).
[23] Roemer (1981), cap. 3, tiene un completo análisis.
[24] Rosenberg (1976a, cap. 7) tiene un útil estudio de los obiter dicta de
Marx sobre ciencias en su relación con el crecimiento económico. Surge claramen
te que Marx no ofrece argumentos específicos para la idea de que la ciencia está
moldeada endógenamente por factores económicos, aunque está comprometido
cón dicha idea, ya que creía que la ciencia es una parte cada vez más importante
de las fuerzas productivas y que la tarea de las relaciones de producción es desa
rrollar las fuerzas productivas.
[25] Weber (1920), pág. 203.
[26] Marx (1867), pág. 393.
[27] Roemer (1981), cap. 4.
[28] V éase el tí hilo de Landes (1969).
[29] Elster (1982) argumenta en favor de un enfoque de la teoría délos juegos
para la relación mano de obra-capital.
[30] Marx (1847), pág. 207. Marx se sorprendió tanto con la selfactina que ac
tuaba por sí misma que algunas veces la utilizó como símbolo para el capital mis
mo “¿fas Kapital ala aelfoctor” (Marx 1861-3, págs. 1605-1620).
[31] Marx (1867), págs. 435-6. Lazonick (1979) demuestra que el tema en rea
lidad era más complicado.
[32] Braverman (1974).
[33] Bhaduri (1973).
[34] Marglin (1976), pág. 22.
[35] Andrew Ure, citado en Marglin (1976), pág. 30.
[36] Marglin (1976), pág. 21-2.
[37] Roemer (1981), pág. 48. Este es un teorema de Marx fundamental
porque demuestra que la existencia de ganancias positivas presupone la explo
tación.
[38] Roemer (1981), pág. 58.
[39] Ibld., pág. 58.
[40] Ibld., pág. 54. Permítaseme hacer una cruda analogía para llegar al pun
to. Personas diferentes generalmente educarán a sus hijos de modo diferente. Ge
226
neralmente también serán diferentes cuando sean descritas por un vector de can
tidades medibles, como el peso, la altura, la presión sanguínea, etc. Sin embargo,
no hay razón para creer que sus métodos para criar a los hijos varíen continuada-
mente con este vector, aunque sí sería formalmente posible establecer una función
que vincule a la educación con el vector. La carga de la demostración recae sobre
Roemer para demostrar que su caso no es un ejemplo de la misma falacia.
[41] Blaug (1968, pág. 236) cita varios ejemplos de las innovaciones para aho
rrar capital durante la Revolución Industrial.
[42] Dobb (1940), pág. 125; Sweezy (1942), pág. 88.
[43] Marx (1867), pág. 638.
[44] Marx (1894, pág. 212) indica firmemente el argumento descrito en lo que
sigue.
[45] Roemer (1981), caps. 4-5.
[46] Marx (1857), pág. 754.
[47] En el análisis de la fig. 5 queda claro cómo derivar la tasa de ganancias
de un modo correcto.
[48] Shaikh (1978), refutado en Roemer (1981), cap. 5.
[49] Sweezy (1942), pág. 88.
[50] Rowthorn (1980, cap. 7) tiene un completo análisis de este tema.
[51] Elster (1978a, pág. 117) tiene un ejemplo numérico que muestra esta po
sibilidad.
[52] Blaug ( 1980a), pág. 66 y sigs. y Blaug (1980b), págs. 41 y sigs.
[53] Cohén (1978), cap. 8.
[54] Kolakowski (1978) tiene un completo estudio de estas variedades epicí-
clicas del materialismo histórico.
[55] Este es el argumento central en Cohén (1978).
[56] Van Parijs (1981).
[57] Véase el cap. 2 para el concepto de la explicación de consecuencias.
[58] Cohén (1978), págs. 272-3.
[59] Elster (1981b) esboza algunas objeciones, reconocidas por Cohén (1982).
[60] Brenner (1976).
227
nómeno muy difundido; de hecho, está tan difundido que se anula en la compara
ción entre las alternativas. Por lo tanto, no creo que Goodin esté justificado en la
gran importancia que le adjudica a este fenómeno. De todos modos, es incoheren
te apelar, como lo hace Goodin, al criterio de Arrow-Hurwicz u otros criterios para
las decisiones b^jo incertidumbre, ya que estos criterios suponen todos que el con
junto de resultados está bien definido de manera que se puede elegir el peor, el
mejor, etcétera.
[3] Trabajos importantes son: Luce y Raiffa (1957), Raiffa (1968), Keeney y
Raiffa (1976). Véase también Hooker y otros (comps.) 1978. Un estudio de la teo
ría estándar de las decisiones btyo certeza es Intriligator (1971).
[4] Trabajos importantes son Janis y Mann (1977), Állison (1971), Steinbru-
ner (1974), Cyerty March (1963). El trabajo de Herbert Simón y siguiéndolo, Ja
mes March y Sidney Winter, no encaja fácilmente en la distinción normativoem-
pírica; véase Elster (1979), caps. 2. 4. y 3. 5.
[5] Si el conjunto de alternativas es “demasiado grande”, puede no haber
una mejor alternativa. También puede suceder que el conjunto de oportunidades
contenga alternativas cada vez mejores convergentes hacia un límite que no es
miembro del conjunto. Para un ejemplo simple (Heal 1973, cap. 13), consideremos
una economía que trata de encontrar la tasa de ahorro que maximice el consumo
en tiempo infinito. Para cualquier tasa de ahorro por debajo del 100% siempre es
posible encontrar otra que dé más consumo, pero el ahorro del 100% obviamente
da consumo cero.
[6] Arrow y Hurwicz (1972); véase también Luce y Raiffa (1957), cap. 13. En
el caso general sólo se puede afirmar que el que toma decisiones enfrentando la
incertidumbre racionalmente solamente puede considerar las mejores y las peo
res consecuencias, pero hay muchos modos de combinar estos extremos en una re
gla de decisiones. Se puede mirar solamente un extremo; o solamente al otro; o te
ner uno lexicográficamente antes que el otro; o considerar una combinación equi
librada.
[7] El enunciado 1) refleja el hecho de que los actores sociales con frecuencia
están motivados por las recompensas que acumulan los demás, sea mediante la
envidia o el altruismo. El enunciado 2) refleja una condición general de interde
pendencia que caracteriza a toda conducta social, y el enunciado 3) el aspecto más
particular acentuado por la teoría de los juegos.
[8] Por supuesto se pueden considerar los juegos estratégicos entre terro
ristas y guardias, pero el problema energético no tiene características especiales
que diferencien a estos juegos de otros juegos militares. También me refiero en el
texto al Dilema del Prisionero, que surge en este problema como en la mayoría de
los demás. Quizá, se podría utilizar la teoría de los juegos para explotar el proble
ma del secreto máximo de las medidas de protección: demasiado secreto reduce el
efecto disuasivo, mientras que muy poco secreto reduce la eficiencia.
[9] Debe mencionarse un punto. El uso del criterio de maximización (actuar
como si fuera a suceder lo peor) propuesto aquí no está relacionado con el uso del
criterio de maximización como solución para los juegos de suma cero. El uso del
criterio en tales juegos depende de estar seguros de que el oponente también lo
hará, que es exactamente lo opuesto a tomar decisiones bajo incertidumbre. Lo
último es un “juego contra la naturaleza”, no contra un otro estratégico.
[10] Para los lectores familiarizados con la bibliografía formal sobre elec
ciones colectivas, esta exposición de los conceptos básicos puede parecer des
conocida. Permítaseme indicar brevemente, entonces, los vínculos entre las
condiciones l)-5) en el texto y las condiciones habituales de los teoremas de impo
sibilidad:
228
PROCESO RESU LTAD O
[11] Sen (1967) propone esto como una solución al “dilema liberal”: aunque
las personas tengan preferencias “entremetidas” con respecto a la conducta de los
demás en privado, podrían decidir no dejar que dichas preferencias cuenten en la
elección social.
[12] Permitiendo comparaciones ordinales interpersonales de bienestar se
obtiene la teoría rawlsiana; permitiendo comparaciones cardinales interpersona
les se obtiene la teoría utilitaria. Véase d’Aspremont y Gevers (1977).
[13] En particular creo que este tema brinda un ejemplo más interesante del
dilema liberal (Sen, 1970, cap. 6) que los ejemplos bastante abstractos o forzados
frecuentemente utilizados para ilustrar el dilema. Imaginemos dos comunidades
A y B y tres alternativas: situar una planta de energía atómica en A, situarla en
B y abstenemos de construir la planta. Al mencionar estas alternativas a, b y c
respectivamente, podemos imaginar la siguiente constelación de preferencias: A
prefiere b a o (teme a la emisión de radiactividad y la posibilidad de accidentes) y
a c (necesita la energía). B prefiere c a b (una oposición de principios a la cons
trucción de plantas nucleares) y b a a (necesita los empleos que generará la plan
ta). Si reemplazamos el principio liberal por un “principio populista”, diciendo
que cada comunidad debe tener derecho de veto sobre la situación de la planta en
la comunidad, obtenemos la paradoja de Sen. Socialmente se prefiere b a o (tanto
A como B tienen esta preferencia), socialmente se prefiere a a c (por el veto de A),
y socialmente se prefiere c a b (por el veto de B).
[14] Así Harvey Brooks, en sus “Comentarios” en el Instituto de Investigacio
nes de Stanford (1976) escribe que “El mayor costo social de una planta nuclear
puede estar asociado a las reacciones políticas frente a un accidente o a un hecho
de sabotaje... Debido a la mayor sensibilidad del público a accidentes catastróficos
en comparación con las muertes estadísticas, habría que calcular los posibles cos
tos de un cierre o de un cierre parcial de los reactores nucleares durante un largo
período luego de un accidente en un reactor”. Este argumento puede interpretar
se de dos maneras, dependiendo de si se atribuye al público en general o a los po
líticos. Para una opinión pública sería bastante extraño incluir su propio futuro y
las reacciones injustificadas entre los costos de la energía atómica, aunque dicha
protección previsora contra uno mismo no sea desconocida desde otros dominios
(Elster 1979, cap. 2). Por supuesto, los políticos podrían incluir racionalmente es
te elemento en sus deliberaciones, pero entonces tendrían que ir contra las prefe
rencias exan te del electorado, que no sería un procedimiento muy democrático, ya
229
sea dictado por paternalismo o por el interés propio de los políticos. Un problema
similar (“sinergismo político” según el término de Brooke) surge en la evaluación
del público del peligro de radiación luego de un accidente. Si, por ejemplo, la can
tidad de muertes por cáncer aumenta del 5% al 6% luego de un accidente, enton
ces —dependiendo del clima psicológico general— o todos los que mueren de cán
cer podrían imputar su enfermedad al accidente o nadie lo hace.
[15] Hohenemser y otros (1977) señalan este problema y plantean la pregun
ta (que responden negativamente) de si las futuras muertes deberían descontarse
a una magnitud actual. Si esto no se hace, entonces la cantidad de muertes retra
sadas por un accidente en un solo reactor podrían acercarse al infinito.
[16] Lehrer (1978) propone un método para sumar opiniones en tales casos.
Aquí se le pide a cada experto no sólo que evalúe las teorías, sino que también
evalúe a los demás evaluadores, y la evaluación total entonces puede determinar
se por un procedimiento de repetición conveniente. Queda por demostrar si el
científico se comporta de un modo tal que convierte esto en una herramienta útil
para el propósito actual; por ejemplo, si está obligado a sostener que alguien a
quien evalúa elevadamente como evaluador de teorías también debería ser eva
luado elevadamente como evaluador de evaluadores.
[17] El argumento estándar (nota 6) de utilizar una combinación de criterios
de maximín y maximax parecería poder aplicarse, pero ¿qué significa en este con
texto? ¿Deberíamos, para cualquier consecuencia dada, asignarle la mayor de las
probabilidades que le adjudican cualquiera de las teorías en competencia? ¿O la
menor? ¿O una combinación equilibrada? ¿Y qué sucede si la suma de las probabi
lidades así definidas excede el 100%?
[18] Diamond y Rotschild (comps. 1978) dan buena información. A pesar del
título, es un libro acerca del riesgo, no sobre la incertidumbre como se utiliza aquí
el término. Este hecho expresa la tendencia dominante ahora en muchos círculos
de que la teoría de las decisiones de Bayes y el análisis de riesgo pueden aplicarse
universalmente, y que no hay tal coea como decisión bajo incertidumbre. Por lo
tanto sólo es justo señalar que este trabajo representa un enfoque que le resulta
rá anticuado a muchos —quizá la mayoría— de los economistas y filósofos. Por
otro lado, los psicólogos tal vez sean más receptivos a mi argumento.
230
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Ahmed, A., 96 Gal íleo, 22
Arkwright, Richard, 155 Georgescu-Roegen, N., 141, 193
Aron, Raymond, 54 Gerschenkron, A., 199
Arrow, Kenneth J., 113, 135,190 Goldman, Alvin, 36-37
Goodwin, R. M., 110, 132
Barton, John, 146 Gunsteren, H. van, 168
Beauchamp, Tom L., 28
Beck, Beryamin, 119-21 Haavelmo, T., 170-71
Bhaduri, Amid, 153 Habakkuk, H. J., 138
Blake, William, 26,183 Habermas, Jürgen, 20
Blaug, Mark, 161 Hardin, Russell, 55
Bohr, Niels, 68-69 Harsanyi, John, 95
Braverman, Harry, 153 Hegel, G. W. F., 29, 68, 111
Hempel, Cari, 29, 32, 44,46, 63
Cohén, G. A., 58, 61-64, 162-64, 171, Henry, Claude, 182
185-187, 189, 199 Hesse, M., 175
Coser, Lewis, 56 Hicks, John, 93-94, 158-61
Hirsch, F., 170
Darwin, Charles, 54, 62-63,123 Hirschman, Albert, 108
Dasgupta, Partha, 100 Hohenemser, C., 175
David, Paul, 39, 86, 135-41,171 Holdren, J., 168
Davidson, Donald, 25-26 Horndal, 135
Descartes, René, 30-31 Hume, David, 28, 33
Dobb, Maurice, 158
Downs, A., 103 Jacob, Franfois, 66
Janis, I., 177
Elster, Jon, 169-71, 177-78, 191, 198-
99 Kahneman, D., 79, 177
Elvin, Mark, 105-6 Kaldor, N., 112
Kelly, J., 168
Fagen, Robert, 119-22 Kennedy, Charles, 96-97, 135,139
Feiveson, H., 172 Keynes, J. M., 102, 104, 198-99
Feller, W., 174 Knei-Paz, B., 201
Fellner, William, 95-96, 135 Kolakowski, L., 187
Festinger, L., 63 Kubo, A. S , 180-182
Fellesdal, D., 176
Fogel, Robert, 39-40, 138 Lamarck, J., 62
Forrester, J., 179 Leach, Edmund, 60
Frisch, Ragnar, 110, 132 Leibniz, G. W., 31, 53, 113
243
Leontief, Wassily, 88, 103 Rosenberg, Alexander, 28
Lewis, David, 29 Rosenberg, Nathan, 136, 171
Lindbeck, A., 169 Roumasset, J., 166
Loury, Glenn, 100-1
Lyttleton, Humphrey, 13 Salter, W. E. G., 92, 94
Sartre, J.-P., 77
McBride, J. P., 172 Savage, L. J., 79
Machlup, Fritz, 104 Schuette, H., 129, 133-34
Malinowski, Bronislaw, 54 Schumpeter,Joseph, 14,49,85-86,103-
Malthus, Thomas Robert, 159 18, 125, 132, 152,190
Mann, L., 177 Siegenthaler, U., 175,183
Marglin, Stephen, 153-56, 162 Simmel, G., 57
Mark, R. K., 172 Simón, Herbert A., 47,63,86,126,132
Marsily, G. de, 180 Skinner, B. F., 56
Marx, Karl, 13-14, 56-57, 86, 88, 103, Slovic, P., 177
107, 115, 142-64, 185/91, 198-99, Smith, Adam, 99
201 Solow, Robert, 129
Merton, Robert, 54-55, 58 Stiglitz, Joseph, 100
Monod, Jacques, 49 Stinchcombe, Arthur, 55, 58, 60,134
Morishima, M., 156 Stuart-Alexander, D. E., 172
Sundt, Eilert, 86,123-25
Nelson, Richard, 86,118,123,125-35, Sweezy, Paul, 158
140-41, 171
Newton, Isaac, 30 Tawney, R. H., 105
Thompson, d’Arcy Wentworth, 50
Oeschger, H., 175, 183 Tinbergen, Jan, 112
Tocqueville, Alexis de, 42-44, 61-62,
Parijs, Philippe van, 163 113,134-35
Parkins, W. E., 168 Trotsky, Leo, 200-1
Pascal, Blaise, 181 Tversky, A., 79,177
Peirce, C. S., 21
Plamenatz, J., 187 Usher, A. P., 110
Popper, K., 168
Veyne, Paul, 61-63
Ricardo, David, 159
Robbins, Lionel, 103 Weber, Max, 103, 149
Rochlin, G. I., 182 Weizacker, C. C. von, 169
Roemer, John, 37, 150, 153, 156-57, Winter, Sidney, 86, 118, 123, 125-35,
159,191 140,171
Rose, D. J., 180, 182
244
Sociología
Serie C L A 'D E 'M A
Jon Elster
E l cambio tecnológico
Kl estudio del cambio tecnológico se adapta especialmente bien al análisis
epistemológico. Como está situado en la intersección de la ciencia social y
las ciencias naturales ... cubre el vacío que media entre la ciencia pura y los
asuntos cotidianos,
Kl cambio técnico, la fabricación y modificación de herramientas, ha
desempeñado un papel importante en la evolución de la vida inteligente
sobre la Tierra, comparable al del lenguaje. Durante el transcurso de la
historia humana, las instituciones sociales surgieron y desaparecieron en
gran medida como respuestas a cambios en la tecnología productiva y
destructiva.
í,a obra expone en primer lugar las principales variantes de la explica
ción científica y analiza a continuación algunas de las teorías más impor
tantes sobre el cambio tecnológico. Se lo puede entender como actividad
racional dirigida a una meta y elección de la mejor innovación entre un
conjunto de cambios posibles, o bien como proceso de ensayo y error, es
decir, como suma acumulativa de ciertas modificaciones accidentales del
proceso de producción. (De la«lntroducción»de |on Elster).
Hlster muestra cómo estas concepciones opuestas han determinado las
más importantes teorías neoclásicas, evolucionistas y marxistas, entre
otras.
Psicología política, «E gonom ics» y lu í ética de las decisiones médicas (en colabora
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