Friedrich Nietzsche

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FRIEDRICH NIETZSCHE

1. CONTEXTO
1.1. CONTEXTO HISTÓRICO-SOCIAL
- En el siglo XIX se extiende por Europa la Revolución Industrial (surgida en Inglaterra en el
XVIII), así como las revoluciones liberales-burguesas (cuyos antecedentes son la independencia de
Norteamérica respecto a Inglaterra y la Revolución Francesa). La de 1848 marca el fin definitivo
del antiguo régimen y la implantación de la nueva sociedad.
- Consecuencia de ello es que la sociedad estamental es sustituida por la sociedad de clases,
representada por la burguesía capitalista e industrial, defensora de un liberalismo político y
económico, y por el proletariado, que va tomando conciencia de su miserable situación e inicia el
movimiento obrero (en que tuvo un importante papel Karl Marx).
- La ideología nacionalista y las propias necesidades de la revolución industrial dan un impulso
definitivo a la unidad italiana y alemana. El interés expansionista de esta última, que tratará de
arrebatar el dominio mundial a Francia e Inglaterra, dará lugar a una lucha de imperios que
desembocará, en el siglo XX, en la I Guerra Mundial.

1.2. CONTEXTO HISTÓRICO-CULTURAL


- El romanticismo (primera mitad del siglo) es un movimiento anti-ilustrado, que tiene como
precursor alemán a Goethe. Se caracteriza por la exaltación de lo pasional y el sentimiento frente al
racionalismo ilustrado, así como por la revaloración de la tradición frente al progreso en el futuro.
- Escritores que se movieron en la órbita romántica fueron: Victor Hugo (en Francia), Lord
Byron (en Inglaterra), Goethe y Hölderlin (en Alemania), y Larra y Espronceda (en España; aunque
cuando llega aquí ya es casi lo contrario de lo que era en un comienzo, perdiendo casi toda la
profundidad filosófica). Músicos románticos fueron Wagner y Chopin, entre otros.
- Por ‘positivismo’ suele entenderse aquella actitud que considera que la ciencia y la filosofía
deben limitarse al análisis de los hechos de la experiencia, estableciendo entre ellos relaciones y
leyes. Esto supone una renuncia a conocer qué es la realidad, qué son, en esencia, las cosas. Como
la metafísica trata del ser de las cosas, el positivismo implica una actitud antimetafísica. Asimismo,
el positivismo transforma la teoría social dando lugar a la sociología (y tras ella, a toda la grey de
las pseudociencias humanas). También la teoría darwinista de la evolución provoca una
revolución cultural que influye incluso en el debate político-social.

1.3. CONTEXTO FILOSÓFICO


- El idealismo alemán destaca en la primera mitad del siglo XIX, y su mayor representante es
Hegel, que concibe la totalidad de lo real como sujeto.
- En la segunda mitad de siglo, se produce una reacción frente a Hegel. Entre los antihegelianos,
se podría citar a Schopenhauer, cuya obra El mundo como voluntad y representación tuvo una
fuerte influencia en Nietzsche.
- Surgen otros críticos de Hegel, como Marx, que, sin embargo, lo siguen en algunos aspectos
fundamentales.

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- A finales del siglo XIX y principios del XX, surge el vitalismo, que reivindica la vida como la
realidad primera a la que todo lo demás debe subordinarse.
- Dado que el concepto de ‘vida’ puede entenderse en sentidos muy diversos (biológico,
histórico, biográfico, metafísico…) aparecen agrupados bajo el nombre genérico de ‘vitalismo’
autores tan dispares como Bergson, Ortega, Nietzsche…
- Para Nietzsche, la vida no tiene un fundamento exterior a ella: tiene valor en sí misma.
Mientras que Ortega entiende la vida biográfica e históricamente, Nietzsche la entenderá en su
dimensión biológica, instintiva, irracional, como creación y destrucción, como ámbito de la
alegría y el dolor. Por ello, Nietzsche creyó posible medir el valor de la metafísica, la
epistemología y la ética a partir de su negación o afirmación de la vida.

2. VIDA Y OBRA
- Nace en Röcken, un pueblo entre Sajonia y Turingia, cercano a Leipzig, en 1844.
- Es hijo de un pastor evangélico y se educa como filólogo clásico.
- Con 25 años ya es catedrático en la universidad de Basilea.
- Con 28, escribe El nacimiento de la tragedia a partir del espíritu de la música, obra con la
que consigue numerosas enemistades en su ámbito académico, ya que se trata de una interpretación
del conjunto de la Grecia arcaica y clásica muy impregnada del espíritu de Schopenhauer (y por
tanto poco académica).
- Escritor muy fecundo, va poco a poco tendiendo a la forma aforística, por varias razones:
físicas (la debilidad de sus ojos, las frecuentes migrañas), su retorno explícito a los presocráticos (su
amor por Heráclito, el Oscuro) y su creciente soledad. [Ver texto de El ocaso de los ídolos, pág.
56, acerca de Heráclito como filósofo excepcional.]
- Al comienzo de su carrera, su admiración por Wagner ocupa un lugar capital en su vida y
proyectos (solo su fracaso como músico lo indujo a restringirse a la expresión literaria) [Como
apunte y sin mala idea: Hitler fracasó como pintor.]
- Su segunda obra, Consideraciones intempestivas, atrajo la atención del público general (en
parte por el ataque que contenía hacia David Strauss).
- A los 34 años, marca distancias con Schopenhauer y rompe definitivamente con su antes
admirado Wagner con Humano, demasiado humano.
- Poco después, renuncia a la cátedra, en parte por su delicada salud, en parte por haber
emprendido un camino diferente al de un profesor de griego. Se abre así una etapa de creación cada
vez más personal y original.
- Comienza una vida ya para siempre aislada, de pensión en pensión. Su delicada salud lo obliga
a pasar los inviernos en la costa mediterránea y los veranos en los Alpes suizos e italianos.
- Se publica sus propios libros, los más importantes de los cuales son: Aurora, La gaya ciencia,
Así habló Zaratustra1, Más allá del bien y del mal, Genealogía de la moral, El ocaso de los
ídolos, El Anticristo y Ecce homo (en estos dos últimos se esfuerza especialmente por cancelar la
tradición cristiana). Su megalomanía va en aumento [léanse los títulos de los capítulos de Ecce
homo.]
- Residiendo en Turín, escribiendo los cuadernos de notas preparatorios de La voluntad de poder,
enloqueció, a principios de 1889. Se cuenta que ese año, en una plaza de esa misma ciudad, al ver
cómo fustigan a un caballo en plena calle, Nietzsche corre a abrazarse a su cuello, llorando.

1
Zoroastro fue el primero de los profetas del dualismo metafísico en la Antigüedad.

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- Muere en 1900.
- Su obra ha influido poderosamente en el existencialismo, en gran medida por la lectura que
Heidegger hace de ella en los años 30 del siglo XX.
- La apropiación que del pensamiento de Nietzsche hace el nazismo (facilitada expresamente por
su hermana) ha impedido una recepción equilibrada de su legado.
- Tiene cierto sentido que el partido de Hitler utilizara sus escritos, debido a los insultos hacia los
hombres débiles y sus alabanzas a la «bestia rubia», aunque Nietzsche no fue nunca ni
pangermanista ni antisemita (aunque sí considera a los sacerdotes judíos los inventores de la
moral del resentimiento).

3. CRÍTICA DE LA TRADICIÓN PLATÓNICO-CRISTIANA Y CIENTÍFICA. EL


NIHILISMO Y LA MUERTE DE DIOS.
- Nietzsche, en el prólogo a Más allá del bien y del mal, presenta como objeto de su crítica la
filosofía dogmática que encarna el platonismo. Los errores dogmáticos más duraderos y
peligrosos son el «espíritu puro» y el «bien en sí». El platonismo es la antítesis del
perspectivismo, condición fundamental de toda vida. La crítica nietzscheana tiene tres aspectos: la
crítica a la moral, la crítica a la metafísica occidental (en su doble aspecto ontológico y
epistemológico) y la crítica a las ciencias positivas.

3.1. CRÍTICA A LA MORAL


- Nietzsche critica una moral que en verdad es «contranaturaleza», esto es, aquella moral que
se opone a la vida, estableciendo leyes contra los instintos vitales, prefiriendo la inhibición a la
exuberancia. Moral contranatural sería, pues, la moral platónico-cristiana.
- La base filosófica de esta moral contranatural es el platonismo: el «mundo de las ideas» hace
de «más allá» religioso para los cristianos. Por ello el platonismo se convirtió en la metafísica
cristiana. Se trata de una moral que pone el centro de gravedad del hombre, no en esta vida, sino en
la otra: el mundo de las ideas o el más allá de la salvación. «La vida termina donde empieza el
Reino de Dios» (El ocaso de los ídolos, página 67).
- La moral occidental es un síntoma de decadencia, de nihilismo, un juicio de valor que, por
ser antitético a la vida misma, es negativo. Se trata de que los teólogos decretan la libertad y la
responsabilidad humana para, de ese modo, infectar la inocencia del devenir por medio del
castigo y de la culpa2. «Se supuso que los seres humanos eran libres para así juzgarles y
castigarles, considerándoles culpables. En consecuencia hubo que imaginar que todo acto era
querido, y que el origen de toda acción se hallaba en la conciencia» (o.c., pág. 80). Estas líneas
ponen el concepto de inconsciente en bandeja a Freud, aunque este nunca admitió ser influido por
Nietzsche.
- Nietzsche dirige su ataque contra el concepto de ‘trascendencia’. Puesto que el concepto de
‘Dios’ ha sido hasta ahora la gran objeción contra la vida, contra la existencia, negando a Dios
negamos la responsabilidad ante Dios, y de esta forma redimimos al mundo.
- Sin embargo, aunque Nietzsche se autodenomina «el Inmoralista», no deja de tener una
moralidad: la exaltación de la vida en su completo desarrollo: la creatividad y destrucción
naturales son interpretadas a la griega, como parte del inocente devenir en que en definitiva
consiste el ser (el fragmento 52 de Heráclito dice: «El tiempo es un niño que juega, que juega a los

2
Ver texto de la Genealogía de la moral, pág. 90, acerca de la relación de la culpa y el comercio.

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dados. Al niño la realeza»). [La inocencia del devenir-niño se abordará de nuevo al hablar del
eterno retorno.]

3.2. CRÍTICA A LA METAFÍSICA TRADICIONAL


- El error fundamental en que se asienta la metafísica tradicional parte también de la creencia en
lo trascendente. En ese ámbito es donde el filósofo sitúa las cosas de valor supremo, cuyo origen
es ajeno absolutamente al mundo terrenal y efímero.
- Nietzsche considera «estática» la ontología tradicional, por considerar al ser como algo fijo e
inmutable. Asimismo, critica la idea de raigambre platónica de que dicho ser no se deja ver tal
como es en un mundo en donde todo es apariencia y falsedad provocadas por los sentidos. Así,
el filósofo dogmático se dedica a especular por encima del movimiento del mundo.
- La mera distinción entre ‘real’ y ‘aparente’ es ya un juicio valorativo negativo sobre la
vida, porque pone más peso específico en el mundo de las ideas (real) que en el mundo de los
sentidos (aparente). Nietzsche dirá que no hay mundo aparente y verdadero, sino solo el
devenir constante del ser creando y destruyendo el mundo.
- Se niega, por tanto, toda ontología que implique menosprecio por la vida. La ontología
tradicional refleja prejuicios de los filósofos, como, por ejemplo, el horror a la muerte. Nietzsche
propone cuatro tesis acerca del error tradicional sobre el ser:
«Primera tesis. Las razones por las que se ha considerado que este mundo es aparente
constituyen más bien el fundamento de su realidad; cualquier otra forma de realidad resulta
totalmente indemostrable.
Segunda tesis. Las características que son atribuidas al verdadero ser de las cosas son
precisamente los rasgos distintivos del no-ser, de la nada.
Tercera tesis. No tiene sentido inventar fábulas respecto a otro mundo distinto a este,
siempre y cuando no estemos movidos por un impulso instintivo a calumniar, a empequeñecer, a
recelar de la vida.
Cuarta tesis. Dividir el mundo en verdadero y aparente, ya sea a la manera del cristianismo,
ya sea al modo de Kant (en último término, un cristiano perverso), no es más que un índice de
vida descendente» (o.c. pág. 60).
- La necesidad de racionalizar lo imposible de racionalizar, el ser como devenir, es lo que nos
obliga a inventar ficciones, con las que creamos lograr estabilidad frente a lo que en sí es caos. Pero
«es preciso llevar algún caos dentro de sí para poder engendrar estrellas danzarinas» (Así habló
Zaratustra, pág. 13).
- Para llevar a cabo esta crítica de la ontología, Nietzsche acomete también un ataque a los
conceptos, con que se tergiversa la interpretación de la realidad, explicando su génesis.
- Así, por ejemplo, toda palabra se convierte en concepto desde el momento en que deja de
servir justamente para la vivencia original, única e individualizada, a la que debe su origen [esto
se vincula con la distinción gadameriana entre cosa como objeto y cosa como πρᾶγμα]. En el
concepto se prescinde de las diferencias individuales. [También se prescinde de las diferencias
individuales en la ciencia positiva cuantificadora y en los preceptos universales de una moral
formalista.]
- El conocimiento funciona de la siguiente manera: se pasa de la sensación a la imagen a través
de metáforas intuitivas, y de la imagen al concepto a través de la fijación de una metáfora. Tal
fijación la produce la costumbre. La vida entera acaba siendo referida a tales conceptos. Aferrado a
una construcción edificada a partir de fósiles es como el hombre puede hacerle frente al
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devenir. Tal edificación es un mundo nuevo, jerarquizado, completamente diferente al de las
primeras intuiciones.
- Nietzsche duda de que con los conceptos aprehendamos la verdadera realidad del ser, que es
devenir y cambio. Más que un acceso directo y absoluto del sujeto a la realidad, Nietzsche cree
posible un comportamiento estético, tan creativo como efímero.
- Bajo toda filosofía subyace la gramática. [Avance de la filosofía del lenguaje.] Nietzsche
explica todo posible parecido entre las filosofías india, griega y alemana a través del parecido
lingüístico. «Esa vieja embustera que es la razón […]. Mucho me temo que no conseguiremos
librarnos de Dios mientras sigamos creyendo en la gramática» (o.c. pág. 59).

3.3. CRÍTICA A LA CIENCIA POSITIVA


- Nietzsche también critica a la ciencia, aunque más específicamente a la matematización de la
realidad que, lejos de ayudarnos a conocer las cosas, establece simplemente relaciones
cuantitativas. También en este proceso (como pasaba al crear conceptos) se anulan las
diferencias.
- Siguiendo a Kant, Nietzsche afirma que con las leyes de la naturaleza solo conocemos lo que
nosotros aportamos: «el tiempo y el espacio, es decir relaciones de sucesión y números».
- Esta crítica está dirigida a una metodología determinada (el mecanicismo y el positivismo
del siglo XIX). Esta metodología hunde sus raíces en la ontología tradicional, que trata el devenir
del ser como si fuera mera apariencia.
- La crítica nietzscheana a la ciencia presenta dos vertientes: por una parte, deslegitima a la
ciencia para dar órdenes al hombre: sabrá mucho de cantidad y número, pero nada de la pasión, la
fuerza, el amor, etc.; por otra parte, interpreta la relación entre ciencia y estado («el monstruo más
frío de todos los monstruos3») como la de sierva-amo. Cree que el golpe de estado a la religión por
parte de la ciencia que supuso el Renacimiento ha sido empleado por el príncipe, antes que por el
pueblo.

3.4. EL NIHILISMO
- El nihilismo no es una doctrina filosófica, sino un movimiento histórico peculiar de la
cultura occidental: un destino común de los pueblos occidentales.
- Nietzsche hace célebre la frase “Dios ha muerto”, aunque antes que él esto ya fue pensado por
autores como el maestro Eckhart, Lutero o Hegel. Con ello nos referimos a la secularización de la
cultura y, con, ella del mundo humano. Al haber privado al mundo suprasensible de la pretendida
función ordenadora, nos hemos quedado sin brújula.
- Nietzsche considera la historia de la metafísica como nihilismo que se ignora. Nietzsche
advierte en el positivismo de Comte o David Strauss, que espera de la técnica moderna la
recuperación del sentido de la vida, el último esfuerzo proseguir ignorándolo.
- Sólo cuando se revele a los ojos de todos la cruda verdad sin posible salida se abrirá un
paréntesis obligado de explícito nihilismo. Al final de este desierto que ha de atravesar
Europa, solo puede hallarse un hombre distinto: el superhombre o ultrahombre. Es así que el
nihilismo se desarrolla para Nietzsche en tres momentos: duda hacia los valores vigentes hasta
ahora; reflexión y distanciamiento respecto a esa tradición; nueva valoración sobre la vida, la
«gran aurora» guiada, no por la mera razón, sino por la voluntad de poder.

3
Así habló Zaratustra, pág. 50.

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4. LA VOLUNTAD DE PODER
- Para Nietzsche, la realidad tiene un carácter dinámico, cambiante: la realidad es
perspectiva. No es posible una comprensión fija, esencial y definitiva de la realidad, porque, no
solo el ser es devenir, sino que además el intelecto humano se tiene que servir de la
interpretación.
- En Nietzsche se da, por tanto, una correlación entre “realidad a interpretar” y “vida que
interpreta” (entre ontología y antropología).
- Múltiples son, pues, tanto el ser del la realidad como el ser del hombre. En este, hay una lucha
constante entre una pluralidad de impulsos [apolíneo vs. dionisíaco], cada uno de ellos con
una perspectiva propia y, por tanto, creador de una interpretación del ser.
- Así, la cuestión que subyace a la distinción entre verdad o falsedad de un juicio se refiere
en última instancia a si el juicio favorece o no a la vida, si conserva la vida, si la hace más
grande: «La verdad es aquella clase de error sin la que una determinada especie de seres vivos no
podrían vivir. El valor de la vida es lo que decide en última instancia».
- La voluntad de poder no es pura voluntad de conservación, sino voluntad de expansión, de
desarrollo del poder. Nietzsche señala el carácter pasional de una fuerza de la que también hablaron
Spinoza o Schopenhauer. Contra este último (y también contra Freud), Nietzsche afirmará que la
pasión quiere también el dolor, extrae su júbilo de algo que está más allá de la contraposición
placer-dolor, lo mismo que más allá del bien y del mal.
- «La voluntad de poder es la forma primitiva de pasión y todas las otras pasiones son
configuraciones de aquella […] Lo que he designado como ‘voluntad de poder’ es un insaciable
deseo de mostrar el poder» (La voluntad de poder). Gilles Deleuze dirá: «Voluntad de poder no
significa que la voluntad quiere el poder. […] Es el poder lo que quiere en la voluntad. […]
Por ello, la voluntad de poder es esencialmente creadora. Por eso mismo el poder no se mide
nunca por la representación: nunca es representado, ni siquiera interpretado o valorado, él es lo que
valora, él es lo que quiere» [Textos extraídos de Idea de Nietzsche, págs. 99 y ss.]. En Así habló
Zaratustra se dice: «¡Ay, quién encontrara el nombre adecuado de una virtud para bautizar
semejante anhelo! “Virtud dadivosa”: ese nombre dio un día Zaratustra a lo innombrable» (pág.
203).
- Savater dirá: «Hay algo situado más allá del bien y del mal, algo, sin embargo, que también
estará más acá, produciendo la opción de bien y mal; algo que necesita valorar y crear
valores, pero que no consiente quedar encerrado en tales valores y que los rompe» (o.c. pág.
103).
- Cabe apuntar que, en el corazón mismo de este simulacro de doctrina que supone la voluntad
de poder, hay un enigma: ¿cómo considerar esa fuerza nuestra fuerza, y cómo considerarla una
única fuerza, y no un campo de confrontación, una lucha de varias fuerzas? [Texto de El ocaso
de los ídolos, pág. 155, acerca de los ritos dionisiacos y el eterno retorno, sirve de enlace para este
enigma y el siguiente.]

5. EL ETERNO RETORNO
- De igual manera, surge otro enigma: ¿cuál es la relación de la voluntad de poder con el
tiempo, si los tres estadios de éste son creaciones de ella misma? ¿Sería posible una afirmación
de la voluntad de poder a nivel consciente?
- Nietzsche considera al postulado del eterno retorno de lo idéntico «mi pensamiento más
profundo», y tal vez por eso no constituya más que un balbuceo teórico.

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- Antes de la muerte de Dios, de Él manaba el tiempo y a Él volvía. El tiempo era vigilado por la
eternidad. Lo inmanente se veía condenado a su inscripción en el tiempo, siendo la fuerza de la
trascendencia escapar a él.
- La crítica ilustrada a la Divinidad no acabó con esta dualidad [como tampoco acabó con la
moral cristiana], sino que la perpetuó a otro nivel. Mantuvo la condena contra la inmanencia,
ocupando el papel de la trascendencia otros absolutos: la Razón, el Estado, la Historia...: la
eternidad seguiría vigilando al tiempo desde fuera del tiempo.
- Es por ello que Nietzsche quiere, con este simulacro de doctrina, derrotar la desvalorización de
la inmanencia, expresando la plena afirmación sin reservas de esta. Anulada la dualidad, es preciso
recobrar la eternidad para la inmanencia. Aunque acaso, según Nietzsche, ese género de
inmortalidad que nos brinde la inmanencia fuera harto difícil de soportar: «Que pudiésemos
soportar nuestra inmortalidad: eso sería la cosa suprema» (texto de La voluntad de poder, en Idea
de Nietzsche, pág. 110).
- Zaratustra dice: «La voluntad no puede querer hacia atrás. Que no pueda tampoco quebrantar el
tiempo y la sed de tiempo: esa es su más solitaria aflicción» (Así habló Zaratustra, pág. 151). Dios
siempre se ha mostrado a los hombres como aquel que puede revocar, enmendar la historia. Pero
¿y si pudiese querer hacia detrás? ¿Y si el adelante y el atrás del tiempo fuera sólo una ilusión y
todavía lo tuviésemos todo por delante, pendiente de nuestra afirmación creadora de artistas?
- Nietzsche postula un tiempo cíclico: «Toda verdad es curva. El tiempo mismo es un círculo»
(Así habló Zaratustra, pág. 168). Pero no es que, como apunta Eugen Fink, a partir de este
momento nuestra vida vaya a repetirse durante una eternidad futura. Es que nuestra vida presente es
ya una repetición, no habiendo una primera vida que no lo sea. La repetición no surge en el tiempo,
sino que es el tiempo mismo (véanse págs. 98 y ss. de La filosofía de Nietzsche).
- Lo realmente importante es que «si el devenir es un vasto círculo, todo es igualmente
precioso, eterno, necesario». Lógicamente, la doctrina del eterno retorno suscita un inevitable
debate en torno a la concepción que Nietzsche tiene de cuestiones como el libre arbitrio, el
determinismo, el azar… Pueden sacarnos de dudas estas dos afirmaciones: una de La gaya ciencia:
«Lo que es necesario no me hiere; amor fati: esa es mi naturaleza más íntima»; y otra de Así
habló Zaratustra: «Mi palabra es: dejad que el azar venga hacia mí. Es inocente como un niño».
[Recordar fragmento 52 de Heráclito.] Es la voluntad de poder la que afirma el eterno retorno.
Como dice Savater: «Tenemos que amar necesariamente nuestro azaroso destino porque nuestro
mismo querer es el destino» (o.c., pág. 125).

6. EL SUPERHOMBRE Y LOS VALORES: LA GRAN POLÍTICA


- Los ilustrados, a pesar de combatir la imagen dogmática de Dios y de rechazar los aspectos
oscurantistas de la teología, mantuvieron la moral cristiana, que permanece intacta o incluso, en
algunos casos (Strauss, Feuerbach), promocionada. Se da el caso, de hecho, de que los partidos
más revolucionarios (socialistas de extrema izquierda) son los que más apoyan esa moral.
- Según Savater, los nazis no lograron entender el alcance de la transvaloración de valores,
precisamente porque la leyeron como cristianos: «La Gran Política es algo muchísimo más
aristocrático y cruel que lo que los nazis pudieron soñar: estos solo lograron rebaños de rabiosas
ovejas negras, pero no lograron parir ningún auténtico lobo».
- Dice Nietzsche, en El Anticristo: «En presencia de la moral, como en presencia de toda
autoridad, no es lícito reflexionar ni menos hablar: ¡allí hay que obedecer! Desde que el mundo
es mundo, ninguna autoridad ha querido todavía dejarse tomar por objeto de crítica. Y llegar a la
crítica de la moral, tener como problema la moral, ¿cómo?, ¿no ha sido esto siempre, no lo es
aún, lo inmoral?» (citado en Idea de Nietzsche, pág. 130).

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- Ante la moral no se puede ser imparcial, y es precisamente este el propósito de Nietzsche. Para
ello, lleva a cabo una genealogía de la moral cristiana, examinando sus raíces premorales.
- En sus orígenes griegos, la moral no distingue entre obrar bien y ser feliz: ambas cosas se
expresan con el término εὐπράττειν. La felicidad no era recompensa o mérito, sino cuestión de hado
venturoso (εὐδαιμονία = buen hado, dios propicio). [Hoy tenemos el término español ‘desgraciado’
para expresar lo contrario: el que obra mal y el desafortunado]. Sócrates es el primero que vincula
este δαίμων con la actividad negadora de la conciencia, con el mero conocer adecuadamente. La
deliberación consciente ocupa el papel antes jugado por el azar o por el dios. La virtud, para
los griegos (aunque también para los antiguos pueblos germanos y, en definitiva, para cualquier
pueblo primigenio), era ἀρετή, el obrar excelente del noble, el poderoso… Sin embargo, poco a
poco, la virtud se va identificando con la renuncia a las pasiones, las riquezas, la ambición, los
honores, que son sustituidos por los goces de la conciencia.
- Sin embargo, los griegos no conocen el resentimiento: el sabio cínico se compara a sí mismo
con Hércules matador de monstruos. Se trata de otro camino para lograr la altivez. Según Nietzsche,
el resentimiento es un invento del sacerdote, concretamente el judío, alejado de la guerra, la
caza, el disfrute de las mujeres, por lo que realiza, por medio del resentimiento, una inversión
radical del ideal ético vigente. A un griego no se le ocurriría elogiar valores éticos como la
debilidad o la enfermedad: «Los judíos han sido los que, con una lógica aterradora, se han atrevido
a invertir la identificación aristocrática de los valores (bueno = noble = poderoso = feliz = amado de
Dios), y han mantenido con los dientes del odio más profundo (el odio de la impotencia) esta
inversión, a saber: que los únicos buenos son los miserables, los pobres, los impotentes, los
inferiores, los que sufren, los abstinentes, los enfermos, los deformes» (Genealogía de la moral,
pág. 56).
-El resentimiento reprocha como moralmente malo la posesión de cuanto él no posee. El
resentido siempre opina que le han quitado algo, y solo se lo puede haber quitado quien lo
tiene, el feliz. Es el otro quien tiene la culpa de su miseria, quien es culpable por no ser
miserable. Se suele querer la debilidad «lo más a menudo porque se es débil necesariamente»
(Voluntad de poder, citado en Idea de Nietzsche, pág. 134). La moral cristiana reprime y mitiga
las pasiones. Según Nietzsche, esto es síntoma de que falta la fuerza propia para refrenar un
impulso. «Hay que dominar las pasiones, pero no debilitarlas ni extirparlas. Cuanto mayor es
la soberanía del querer, más libertad podrá conceder a las pasiones».
- Nietzsche critica el formalismo de la moral, el carácter legislativo de sus prescripciones.
Cada precepto aspira a ser universal y necesario para todos los hombres en todos los casos. Sin
embargo, las acciones no son intercambiables o equiparables, así como es igualmente imposible
determinar un único punto desde el que dictar normas válidas para todos los individuos y todos los
casos según un criterio absoluto. [Se vuelve a prescindir de las diferencias, como hiciera el
concepto y la ley científica cuantificadora].
- La utilización sacerdotal de la conciencia, de los medios intelectuales, terminó por imponerse a
la rectitud instintiva de los fuertes: «Una raza de tales hombres del resentimiento acabará
necesariamente por ser más inteligente que cualquier raza noble, venerará también la inteligencia en
una medida del todo distinta; a saber, como la más importante condición de la existencia»
(Genealogía de la moral, pág. 61). [Relacionar esto con la transformación que experimenta la épica
de una Iliada a una Odisea].
- Según Nietzsche, la inconsciencia heroica fue la causa cultural del final del heroísmo. Sin
embargo, precisamente la muerte de Dios ha abierto la posibilidad de una nueva conciencia
heroica. Es así que el superhombre será el héroe más la conciencia, el héroe pensador, el
filósofo venidero. Nietzsche habla de una “aristocracia experimental”, que alíe el pensamiento
a los instintos, la reflexión a las pasiones. Se trata de la implantación lúcida de nuevos valores.

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- La Gran Política es la preparación del mundo para el advenimiento del superhombre: la
creación de unos valores y unas formas de vivir que hagan posible el superhombre, que será la
gran obra de arte política de los filósofos-artistas politeístas, herederos consecuentes y
jubilosos de la muerte de Dios. El superhombre se trata de la última meta del hombre, porque
a partir de él ya no habrá metas sino pura aceptación del caos de las fuerzas y del eterno
retorno.
- A pesar de que Nietzsche alude, al hablar de superhombre, a personajes históricos, como César
Borgia o Goethe, en Así habló Zaratustra, leemos: «Aún no ha llegado el superhombre. Mas ya he
visto desnudos a los dos hombres, el más grande y el más diminuto. Aún se parecen demasiado los
dos. En verdad al más grande le hallé todavía ¡demasiado humano!» (pág. 97).
- La Gran Política, en su aspecto negativo, pasa por la lucha contra aquellas instituciones
destinadas a perpetuar y consolidar la anulación de las diferencias, la homogeneización de lo
jerárquicamente diverso. Nietzsche predica contra el Estado, al que considera «el más frío de
los monstruos fríos». Por esta razón se opuso al socialismo.
- En su aspecto positivo, la Gran Política consiste en una selección y adiestramiento
experimental de la humanidad. La selección se basa en la aceptación radical o el rechazo (por
debilidad o incomprensión) de la doctrina del eterno retorno. El adiestramiento se encamina
hacia la creación artística de un tipo de hombre nuevo, que sea más propiamente que hombre.
- Nietzsche habla de antropocultura, de antropocultivo, pero no pasa del estadio profético en su
adivinación del superhombre. En todo caso, no sería una tarea fácil ni agradable, por sus frecuentes
alusiones en sus textos a la dureza, incluso crueldad, con los otros y con uno mismo (ya que el
hombre trágico no trata a los demás con mayor dureza que a sí mismo). En Así habló
Zaratustra dice: «A quien no le enseñéis a volar enseñadle a caer más deprisa» (pág. 226).
- El fuerte, que será generoso hasta el derroche, nunca se admitirá, sin embargo, como
culpable de la miseria, ni dudará de su derecho a la felicidad en medio del dolor. Es así que su
mayor tentación es la compasión por los dolores de los hombres, compasión que puede
emponzoñarse hasta la médula y debilitarle radicalmente, constituyendo el mayor obstáculo
(junto al terror hacia el experimento, hacia el ensayo) de la Gran Política.

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