Por Alicia Carrasco
EL ESPÍRITU UNIVERSAL
“Y te preguntarán acerca del Ruh. Responde: el Ruh pertenece al orden de mi Señor y son
muy pocos los que de él llegan a conocer”.
Con esta aleya extraída de la sura XVII del Corán, comenzaba mi Maestro Yabir Abu Omar
sus comentarios a la obra alquímica conocida como “Mutus Liber”, comentarios que por
desgracia no llegaron a publicarse. El “Mutus Liber” o “La alquimia y su libro mudo”, es
una obra anónima que se publicó por primera vez en el año 1677, que consta de unas
láminas sin texto, de ahí su denominación, y que se considerada una de esas obras
imprescindibles para la comprensión de la alquimia.
Unos pocos renglones después de la cita, Yabir aclaraba que ese Ruh era el hálito creador
de Dios, el verdadero protagonista del citado “Mutus Liber”, y de todo el proceso
alquímico.
Suelen decir los alquimistas que “la materia es una, la operación es una y el fin es uno”.
Puede sorprender a priori esta afirmación, cuando en un primer acercamiento a los textos
alquímicos, nos llama la atención la cantidad de vías, materias y procesos que son descritos
en ellos, y que la convierten en un verdadero galimatías.
Pero ¿y si ese verdadero protagonista de la obra del que nos habla Yabir y el Ruh, fuesen
lo mismo, la materia única?
Conviene aclarar que el concepto de Ruh es muy anterior al Corán. La idea de ese aliento
de vida la encontramos a lo largo de toda la historia del hombre, y en distintos contextos.
Sírvanos algunos ejemplos:
– En la Biblia es ese espíritu de Dios que se cernía sobre la superficie de las aguas.
– Es el pneuma de los estoicos.
– Es el hálito o ánima del filósofo griego presocrático Anaxímedes.
– Es el fuego invisible que Jean d’Espagnet, alquimista europeo del siglo XVII, nos dice
que conocieron Zoroastro y Heráclito: “Aquel que fue instruido en los arcanos de la
Naturaleza no tendrá la mínima duda en aceptar que esta segunda Naturaleza, que sirve a la
primera, es el Espíritu del Universo, o sea, una virtud vivificante dotada de una
fecundidad secreta por la luz que fue creada al comienzo y concentrada en el cuerpo del
Sol. Fue a este Espíritu de Fuego a quien Zoroastro y Heráclito dieron el nombre de fuego
invisible, el Alma del Mundo”.
– Lo encontramos también en la Tabla Esmeralda, texto que probablemente formaba parte
del Corpus Hermeticum, redactado entre los siglos II y III en Alejandría:
“Es verdad, sin mentira, cierto y muy verdadero,
Que aquello que está abajo es como aquello que está arriba.
Y del mismo modo, aquello que está arriba es como aquello que está abajo
Para que se hagan los milagros de una sola cosa.
Y así como todas las cosas han venido de Uno por mediación de Uno,
Del mismo modo, todas las cosas han nacido de esta cosa única por adaptación.
El Sol es su padre, la Luna su madre,
El viento la ha llevado en su seno, y es la tierra su nodriza.
Separarás la tierra del fuego, lo sutil de lo denso,
Suavemente, y con gran industria.
Subirá de la tierra al cielo, y de nuevo bajará a la tierra,
Y de este modo recibe la fuerza de las cosas superiores y de las inferiores.
Por este medio tendrás la gloria de todo el mundo, y toda oscuridad huirá de ti.
Es la fuerza fuente de toda fuerza,
Pues vence a toda cosa sutil y penetra toda cosa sólida.
Así fue creado el mundo,
Y por medio de esto se hicieron y surgen adaptaciones admirables.
Por eso he sido llamado Hermes el Trismegisto,
Porque poseo las tres partes de la sabiduría de todo el mundo.
Lo que he dicho acerca de la operación del Sol está cumplido y acabado”.
– El Ki de los chinos.
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– En Egipto, en el dios Jnum, el dios creador que modelaba al hombre en su torno de
alfarero, y le daba la vida con la imposición del Anj, el símbolo egipcio por antonomasia de
esa fuerza vital imperecedera.– El Praná del hinduismo.
– En Mesopotamia, donde el dios Enlil es el señor de aire, que invoca la inmensidad, el
movimiento, la fuerza de los vientos, y el hálito de vida. El mundo continúa existiendo
porque él así lo desea.
Pero continuemos profundizando en el espíritu universal con Yabir: “la tradición alquímica
llama Spiritus Mundi o Espíritu Universal a la manifestación consciente de la Fuerza
Creadora de Dios. Es la fuerza fuente de toda fuerza de la Tabla Esmeralda. En él está la
posibilidad de la existencia. Existen ciertas modulaciones de la Energía Universal que se
densifican toda vez que se van acercando a un Centrum al que llamamos “molde” u “onda
de forma”. Este proceso centrípeto de densificación o coagulación es una constante
universal y viene siempre inevitablemente seguido por un proceso inverso al que llamamos
“disolución”. El Espíritu Universal, pese a ser en realidad uno, cumple la orden de
multiplicarse o duplicarse.
Como todo movimiento, esta alternancia bipolar, genera una serie de fenómenos causales
intermedios que se han sintetizado en las cualidades calor, sequedad, frío y humedad, que
definen a su vez cuatro estados primarios de la materia: fuego, aire, tierra y agua.
La naturaleza de esta misteriosa energía, es de muy difícil identificación aunque
verdaderamente puede llegarse no solo a su conocimiento, sino incluso a su manejo, con la
ayuda de Allah”.
Pero ¿cómo empezar a buscar ese manejo del espíritu universal?
Dom Pernety, alquimista del siglo XVIII y autor del “Diccionario mito-hermético”, nos da
alguna pista cuando define el término “espíritu”: “Los filósofos herméticos no entienden
por estos términos una sustancia inmaterial, sino una sustancia extremadamente tenue, sutil,
penetrante, difundida en todos los mixtos, y especificada en cada uno de ellos según su
naturaleza, sus cualidades y el renio de la naturaleza al que pertenezca. También reconocen
un espíritu universal físico, ígneo, difundido en todo el universo al que vivifica por su
acción continua, sin interrupción, al que dan el nombre de Arqueo de la Naturaleza,
viéndolo como el principio indeterminado de todos los individuos”, y a continuación al
definir el “espíritu universal”: “Es el nitro infundido en el aire, impregnado de la virtud de
los astros y que, animado por el fuego de la Naturaleza, deja sentir su acción sobre todos
los seres sublunares. Es su alimento, les da vida y los mantiene en ese estado en cuanto su
acción no sea impedida por el defecto de los órganos, o por la desunión de las partes que lo
componen”.
Nicolas Lemery, notable químico y farmacéutico, poco amigo de alquimistas y astrólogos,
publicó una gran obra en el 1758 en la que escribe que “el primer principio que se puede
admitir para la composición de los mixtos, es un espíritu universal, que estando esparcido
por todo, produce diversas cosas, según las distintas madres o poros de la tierra, en los
cuales se halla encerrado…”. “El agua llovediza y el rocío están impregnados del espíritu
del aire, que los vuelve penetrantes; esto es porque queremos que ellos hagan mucho más
provecho a las plantas que ellas rocían, que hará el agua común; el rocío sobre todo,
contiene mucho de este espíritu universal, que es ácido, porque durante el fresco de la
noche, él se condensa con la humedad, que estaba en el aire”.
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Volvamos al Mutus Liber, concretamente a su cuarta plancha y a los valiosos comentarios
que de esta obra realizó el gran discípulo de Fulcanelli, Eugene Canseliet, preguntándose:
“¿Sería posible que fuesen expresados nunca, con tanta claridad y fuerza, la fuente y la
naturalez a del agente cósmico y universal del cual los antiguos alquimistas declaraban
incluso que era su materia prima?”; y continua explicando que en esta plancha está
representado el influjo cósmico que cae desde dentro del cielo en un punto situado entre el
sol y la luna, y que este influjo cósmico es el agente principal del movimiento y de las
transformaciones, tanto en la superficie como en el centro de la tierra, y que su intervención
marca la diferencia entre la alquimia y la química.
Ciertamente la alquimia y la química se encuentran hoy en día en puntos encontrados,
aunque a lo largo de la gran mayoría de la historia, corriesen paralelas, tanto en filosofía
como en práctica operativa.
Para un alquimista, todo trabajo con las materias en la búsqueda de su perfección, o para un
espagirista, toda elaboración en su laboratorio de un preparado medicinal, sin su
revivificación por el espíritu universal, habrá sido en vano.
Alicia Carrasco.
BIBLIOGRAFÍA
– “La alquimia y su libro mudo (Mutus Liber). Madrid: Luis Cárcamo Editor, 1981.
– D’Espagnet, Jean: Filosofía natural restituida. Buenos Aires: CS Ediciones, 1991.
– Pernety, DomAntoine-Joseph: Diccionario mito-hermético. Barcelona: Ediciones Indigo,
1993.
– Lemery, N. : Curso químico. Editorial Índigo. Barcelona: 2002.
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