Filogenesis Del Sistema Nervioso
Filogenesis Del Sistema Nervioso
Filogenesis Del Sistema Nervioso
FACULTAD DE HUMANIDADES
POSTGRADOS EDUCACIÓN
MAGíSTER NEUROCIENCIAS DE LA EDUCACIÓN
FUNDAMENTOS NEUROBIOLÓGICOS DEL APRENDIZAJE
Documento de apoyo.
Prof. Alejandro Ducassou Varela
Introducción.
El estudio de la filogénesis del sistema nervioso (su evolución a través de
millones de años), se ha producido, al menos en parte, por la incorporación y
perfeccionamiento continuo de sus estructuras donde, a medida que asciende la
escala evolutiva, se han ido agregando, lenta y progresivamente, diversas
estructurad nerviosas. Esta progresión evolutiva ha permitido la construcción de
sistemas nerviosos de creciente complejidad estructural y funcional cuyo resultado es
la adquisición de comportamientos cada vez más complejos y de menor
predictibilidad (Tortora, 1996).
Sin embargo, los seres humanos no son la única especie de la escala zoológica
que posee sistema nervioso, pero sin duda es el más complejo y evolucionado en
términos estructurales y funcionales (fig.1). ¿Qué factores pueden haber inducido, en
el proceso evolutivo, a la construcción de un sistema nervioso responsable de
múltiples y complejas funciones: capaz de construir un lenguaje propio, edificando
patrones culturales y de convivencia; el desarrollo de una notable capacidad de
adaptación a los más variados entornos, creando y modificando los hábitat para
asegurar su propia supervivencia; con la facultad de aprender, al igual que otros
homínidos, pero con la capacidad de almacenar gran cantidad de información y,
lo que es más sorprendente, utilizando esta información cuando le es necesario,
cruzando datos en magnitudes que ni el más sofisticado de los sistemas informáticos
sería capaz de realizar; con una metacognición que le permite generar
cuestionamientos sobre su mundo y sobre sus propias acciones, construyendo
respuestas que solo existen en el mundo de las ideas, pero que luego es capaz de
hacerlas realidad contextualizando las propuestas en soluciones reales y concretas,
ordenando las ideas y planificando sus acciones en el tiempo y el espacio, en una
secuencia coherente en función de la consecución de los objetivos propuestos?. Aún
mas sorprendente resulta el hecho de que funciones tan complejas sean construidas
en solo 1.400 gramos de materia gris, viva y dinámica, en constante reorganización.
Aspectos evolutivos.
La hipótesis de Kolb es apoyada por Llinás (2003), quien señala que solo
poseen sistema nervioso aquellos seres vivos que necesitan del movimiento
intencionado en el tiempo y en el espacio en busca de respuestas adaptativas que
le permitan sobrevivir. Dicho movimiento intencionado requiere de un aparato
locomotor que permita moverse y de un sistema nervioso que permita generar una
imagen interna de lo que ocurre en el mundo exterior, de otra forma, moverse sería
extremadamente peligroso para la supervivencia.
Charles Darwin, en su obra “El origen del hombre” (1989), señala que el hombre
heredó de sus antepasados, los monos, muchos rasgos anatómicos pero, al mismo
tiempo, se distingue de él fundamentalmente por el nivel de desarrollo cognitivo. Al
respecto C. Marx y F. Engels (citado en Prives 1989, p.67), señalan que “la diferencia
en el desarrollo de sus capacidades psíquicas está ligada directamente con la
actividad laboral y con la vida social. El animal, en el mejor de los casos, llega hasta
la recolección de medios de existencia; el hombre, en cambio, produce dichos
medios”. Al realizar esta afirmación, Marx y Engels establecieron que el principal
factor de desarrollo del hombre fue el trabajo. Esta idea se sustenta en la evolución
de los monos antropomorfos quienes vivieron durante millones de años en un medio
arbóreo, donde el desplazamiento por las copas de los árboles condicionó sus
estructuras anatómicas, especialmente en sus extremidades anteriores, necesarias
para satisfacer las operaciones de prensión en sus desplazamientos. Más tarde, por
efectos de los cambios climáticos, se enfrentaron a la necesidad de descender de
los árboles y desplazarse por medios terrestres. En estas nuevas condiciones debían
solucionar un problema crucial para su subsistencia: ampliar el campo visual para
buscar alimento y detectar con la mayor anticipación posible la presencia de
depredadores. Sobrevivir en este nuevo hábitat solo era posible si se generaban
procesos adaptativos en su aparato locomotor. De esta forma, pasaron de un
sistema de locomoción cuadrúpeda a uno de locomoción bípeda lo que permitió
aumentar significativamente su campo de acción visual. Sin embargo, este aspecto
evolutivo de su anatomía generó un segundo fenómeno: sus manos quedaron libres,
evolucionando de órgano de locomoción a órgano de trabajo permitiéndole, no
solo manipular con mayor eficiencia los objetos ya existentes en la naturaleza, sino
también la facultad de fabricar sus propias herramientas. Al respecto Darwin (1989,
p. 87) señala “...manos y brazos no hubieran conseguido ser nunca órganos
bastantes perfectos para fabricar armas y arrojar piedras y lanzas con precisión,
mientras hubiesen continuado sirviendo habitualmente a la locomoción del cuerpo
y a soportar su peso, o mientras estuviesen solo particularmente dispuestos, como
hemos visto, para permitirle vivir en los árboles”.
Fig. 4. La modificación en los patrones de locomoción contribuyó de manera importante en la
evolución funcional del sistema nervioso.
Sin embargo, la teoría propuesta por Marx y Engels tiene sus detractores
quienes, avalados por sus descubrimientos científicos (Abdell, 1978; Dart, 1924; Hadar
1974, citados en Pascual 1995), plantean que el principal responsable en el desarrollo
y diferenciación del sistema nervioso del hombre con respecto a sus homólogos
antropomorfos no fue el trabajo sino el lenguaje y donde el perfeccionamiento de la
técnica y de los instrumentos fabricados y utilizados para su provecho estimuló el
desarrollo de las sociedades. Esta nueva vida en sociedad solo era sustentable con
la existencia de mecanismos de comunicación eficientes, esto es, un leguaje
articulado. La idea descansa en evidencias científicas que surgen desde la
antropología a través de técnicas denominadas vaciados craneanos o endocats, los
que demuestran que desde la aparición de los primeros homínidos conocidos como
Australopithecus (4 millones de años) hasta el Homo hábilis (2.5 millones de años), la
capacidad craneal, expresada en centímetros cúbicos, aumentó de 400 cc a 600
cc, cifra poco significativa considerando que, de acuerdo a los descubrimientos
científicos, esta última especie ya se caracterizaba por la marcha en bipedestación
y la creación y utilización de instrumentos líticos rudimentarios, lo que nos indica que
sus extremidades anteriores se encontraban libres (Pascual 1995).
El gran salto evolutivo ocurrió entre el Homo hábilis y el Homo Sapiens, donde,
en un periodo de tiempo similar al transcurrido entre el Australopithecus y el Homo
hábilis, la capacidad craneana aumentó en 800 cc, cifra bastante significativa en
relación con los 200 cc de diferencia que presenta la evolución de sus predecesores
(fig.5). Entonces surge la interrogante ¿qué estímulos llevaron a este crecimiento tan
importante de la masa encefálica y, en consecuencia, de la capacidad craneana?
Al respecto, es interesante observar la correlación positiva entre el aumento de la
capacidad craneana y la aparición de evidencias culturales como la utilización del
fuego, la invención de la rueda, la fabricación del hacha, y la presencia de
ceremonias religiosas y artísticas como las pinturas rupestres, evidencias que son
sugestivas por cuanto, según expresa Pascual (1995, p.19), “permitió perpetuar una
expresión neuropsicológica del cerebro, independiente de la presencia de su autor”.
Darwin Ch. (1989). El origen del hombre. Ediciones Quinto Sol S.A. México.
Garau C, Aparicio S, Rial R, Esteban S. (2005) Rev. Neurol 2005;40 (7): 423-430.
Kolb B. (2002) Cerebro y Conducta. Editorial Mc Graw Hill Interamericana de España.
Madrid, España.
Llinás R. (2003). El cerebro y el mito del yo. Grupo Editorial Norma. Colombia.
Pascual U.R. (1995). Desarrollo cerebral: Aspectos Ontogenéticos y Evolutivos.
Colección Tabor. UCM. Chile.