Maria Zambrano y La Filosofía Árabe
Maria Zambrano y La Filosofía Árabe
Maria Zambrano y La Filosofía Árabe
L
a filosofía de María Zambrano acoger la revelación, la visión, en el logos filosó-
sigue un camino guiado por la fico, puesto que el deseo de María Zambrano
revelación, por la visión; esto no era dar un sentido nuevo a la filosofía, de modo
quiere decir que su movimiento que acogiera la revelación como movimiento
sea sólo profético: la visión, para de transformación. Por eso, para ella, allí don-
tener valor, debe ser acogida y lle- de la visión se mantiene separada del discurso,
vada a lenguaje por el pensamiento, y así se éste no se transforma en lengua viva, no pone
convierte en filosofía. en movimiento y el pensamiento queda estéril.
1
Esta separación entre palabra del origen, profecía y revelación puede encontrarse, por ejemplo, en María Zambrano, De la Auro-
ra, Tabla rasa, Madrid, 2004, p. 90.
2
Ibid., p. 75.
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Papeles del «Seminario María Zambrano»
cen ambivalentes. Es más, justamente por ser brano retomará en sus propios textos. Pienso,
enigmáticas nos despiertan e invitan a entrar por ejemplo, en la figura del guía necesario
en un camino en el que nuestra personal trans- para el camino espiritual; si en Hacia un saber
formación se desarrolla paralelamente a la sobre el alma Zambrano hace referencia a Mai-
facultad de poner en palabras lo que de ellas se mónides y a la Guía de perplejos, en Notas de un
nos muestra como presencia. método y en Claros del bosque alude al guía
secreto, escondido, que habla solamente al
Cuando digo que las imágenes de Zam- corazón. Se trata de una propuesta nueva de la
brano “crean mundo” entiendo exactamente figura del Imán secreto, el duodécimo Imán7.
esto: producen una transformación tanto den- Es el maestro descrito en Claros del bosque: “Y
tro como fuera de nosotros/as. El mundo se así, aquel que distraídamente se salió un día de
transforma. las aulas, acaba encontrándose por puro pre-
sentimiento, recorriendo bosques de claro en
Y es justamente ahí –donde la autora claro, tras del maestro que nunca se le dio a
habla de imágenes reveladoras, irradiantes– don- ver, el Único, el que pide ser seguido, y luego
de yo consigo ver hasta qué punto María Zam- se esconde detrás de la claridad”8. El guía
brano hace referencia a la tradición mística iraní. secreto es el que podemos seguir en las imáge-
nes que el corazón crea.
Zambrano conocía muy bien la cultura
islámica, en particular la cultura escita. Había Seguramente hay una sintonía profunda
conocido a Louis Massignon y había leído los entre la mística iraní y Zambrano, por cuanto
textos de su discípulo Henry Corbin. En su concierne un cierto modo de entender la filoso-
biblioteca tenía tres libros de Corbin: L’imma- fía, que es saber auténtico sólo si conduce a una
gination creatrice dans le soufisme d’Ibn Arabi modificación personal, que no es sino la realiza-
(1922)3, Corps spirituel et terre céleste (1960)4, ción del alma. Es ésta una concepción presente
Hisoire de la philosophie islamique (1964)5. en gran parte de los pensadores escitas, y en par-
ticular en Suhrawardi9. Zambrano la toma
De la relación de Zambrano con el como punto principal, eje de su pensamiento, y
mundo árabe se ha escrito mucho6. Quisiera, es la idea clave de Notas de un método. Y es jus-
sin embargo, fijar la atención sobre la imagi- tamente en este contexto en el que valoriza la
nación creadora, tal como ha sido descrita por centralidad de la visión en la modificación que
la mística islámica, para intentar comprender experimentamos en el curso de un camino, del
mejor esas imágenes irradiantes que, para que conocemos el inicio enigmático –la visión–,
Zambrano, poseen la capacidad de poner en pero no sabemos a dónde nos conducirá.
movimiento y de transformar.
A propósito de las narraciones místicas de
En los textos de mística iraní se encuen- Avicena escribe Corbin: “No estamos en pre-
tran algunos símbolos muy fuertes que Zam- sencia de alegorías, sino de narraciones simbóli-
3
Flammarion, Paris, 1958.
4
Buchet/Chastel, Paris, 1979; traducción italiana (por la que se citará en este trabajo) de Gabriella Bemporad, Adelphi, Milano,
1986.
5
Traducción italiana (por la que se citará en este trabajo) de Vanna Calaos y Roberto Donatoni, Adelphi, Milano, 1991.
6
Véase, por ejemplo, Jesús Moreno Sanz, “Imán irradiante: España como puente entre el Oriente islámico y Europa” en Aurora, nº 3,
Universidad de Barcelona, 2001, pp. 93-100; también Anna Formentì Sabater, “Vías paralelas entre Zambrano y la tradición orien-
tal; del “camino recibido” al camino místico” en Aurora, nº 6, Universidad de Barcelona, 2004, en particular pp. 158-160; véanse ade-
más las notas de Jesús Moreno Sanz a su edición del texto de Zambrano, De la Aurora, cit. , en particular las páginas 219 y 224.
7
H. Corbin, Storia della filosofia islamica, ed. cit., p. 61.
8
María Zambrano, Claros del bosque, Seix Barral, Barcelona, 1986, p. 17.
9
Véase H. Corbin, Storia della filosofia islamica, ed. cit., pp. 15-223.
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cas, dos cosas que en modo alguno deben ser ¿Cómo no recordar A modo de autobiogra-
confundidas”. No se trata de discursos sobre fía, texto en el que Zambrano recuerda su deseo
verdades teóricas que puedan ser enunciadas de de ser un centinela que vela durante la noche
forma siempre diferente, se trata más bien de para anunciar las primeras luces del alba?12 Es la
figuras que tipifican el íntimo drama personal, figura de la filósofa que acoge en el corazón el
la expresión de toda una vida. El símbolo es aparecer de lo que está por nacer: tremolar de
cifra y silencio, dice y no dice. No se explica una figura que tiene necesidad de palabras para
nunca definitivamente: “Se abre cada vez que ser llevada a expresión y convertirse en alimento
una conciencia es llamada por él a nacer, es de la filosofía. Las figuras del corazón tienen la
decir, a hacerlo cifra de su propia transforma- fuerza de una presencia diferente al concepto,
ción”10. El símbolo se abre a nosotros/as sólo en pero que el concepto necesita.
cuanto somos llamados a nacer a partir de él y a
ponernos en camino transformándonos: éste es No voy a recordar los muchos símbolos
el modo que Zambrano tiene de relacionarse presentes en los textos de la mística islámica
con las imágenes y con los símbolos. retomados por María Zambrano. La balanza,
la perla, la llama… son algunos ejemplos; por
Y es lo que en la filosofía islámica se dice otra parte, estos símbolos están también pre-
al hacer coincidir perfectamente el Ángel de la sentes en otras tradiciones a las que ella misma
Revelación con el Ángel del Conocimiento, se refiere explícitamente. La misma aurora se
allí donde el Ángel del Conocimiento es una sitúa en el centro de la alquimia, de la cultura
reinterpretación del intelecto agente de Aristó- romana y de otras muchas tradiciones13.
teles en la angeleología de esta cultura.
Sin embargo, sobre lo que me quisiera dete-
La imagen de la aurora proviene, para ner de manera especial no son tanto cada una de
Zambrano, de diversas fuentes, sin embargo, estas imágenes, sino más bien el formarse de las
una de las más significativas es la de la místi- mismas, que llegan a constituir todo un mundo: lo
ca de la luz de Suhrawardi, un filósofo nacido que Henry Corbin llama “Mundus immaginalis”.
en el Irán noroccidental en 1155, que, como Este mundo no es reducible al plano de la inteli-
escribe Corbin, ha ligado la aparición de la gencia, ni al de la percepción empírica14: es la tie-
aurora de la mañana –la primera irradiación rra intermedia, donde experimentamos visiones
de la luz– al momento naciente del manifes- que, si son acogidas, inician un proceso de modi-
tarse del conocimiento. En consecuencia, el ficación nuestra y del mundo que habitamos.
filósofo es para Suhrawardi quien está presen-
te en la aparición de las primeras luces de la Para Zambrano estas visiones deben ser
aurora, porque eso significa estar presente, al conducidas a la palabra filosófica y, al mismo
mismo tiempo, en la aurora del intelecto y en tiempo, hacen que esta palabra se sitúe en el
las primeras trazas nacientes de la aparición comienzo de un camino abierto al infinito.
sensible del conocimiento. Así, el Compren-
der procede al unísono con el Despertar. Hay En la tradición islámica, el mundo de las
una revelación de figuras del alma que coinci- visiones sensibles tiene un estatuto particular. Se
de con los primeros signos del aparecer de la trata de una realidad revelada por la palabra, pero
razón11. no pertenece al horizonte histórico, a la narración
10
Ibid., p. 182.
11
Ibid., p. 217.
12
María Zambrano, “A modo de autobiografía” en Anthropos, nº 70-71, Barcelona, 1987, p. 70.
13
Sobre la tradición alquímica respecto a la aurora véase Michela Pereira, “Aurora alquímica” en Aurora, nº 6, Universidad de Bar-
celona, 2004, pp. 128-133.
14
Véase H. Corbin, Corpo spirituale e terra celeste, ed. cit., pp. 95-97–
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histórica de los hechos. Y aquí yo percibo una mediación tan importante que, si no se da, se
resonancia con el pensamiento de María Zam- disgrega la posibilidad de experimentar el movi-
brano, cuando ella sostiene que la dimensión del miento mismo del ser16. Es el lugar donde,
ser y del estar no son reducibles a la narración his- según Corbin, acaecen las visiones de los profe-
tórica, sobre todo en Persona y democracia. tas y de los místicos, todos los acontecimientos
visionarios, los sueños, los actos simbólicos de
El mundo imaginario tiene una dimen- todo ritual de iniciación, las liturgias, la “com-
sión de ser, no histórica, producida por la ima- postura del lugar” en los diversos métodos de
ginación creadora. Corbin lo llama también oración, la cartografía del alma, los jardines
“el mundo del Ángel” porque la vía más fácil como espacio de concentración17.
para acercarse a ese mundo es la de preguntar
no tanto qué es, por ejemplo, la Tierra, sino La razón por la cual estos símbolos no
quién es la Tierra. Hacerse la pregunta “¿qué es deben ser interpretados tiene un significado
la Tierra?” conduce a pensar la cualidad subje- preciso en el pensamiento de María Zambra-
tiva de la Tierra; la cualidad es el Ángel de la no: éstos nos cautivan, haciéndonos participar
Tierra, su “quién” es su imagen. Es, por ejem- en un camino guiado por la resonancia que
plo, nuestro rostro, que podemos ver sólo tres despiertan en nosotros/as. Ontológicamente
días después de la muerte, atravesando el estas imágenes no son sólo internas, ni sólo
puente de Chivat: es nuestra imagen, el externas. Efectivamente, son, al mismo tiem-
“quien” en su destino individual, que nos ha po, tanto internas como externas y, justamen-
seguido en nuestro camino terrestre15. Duran- te por este motivo, reales, con una realidad
te la aurora, en la tradición mazdea que tanta ajena al dispositivo por el cual un sujeto cono-
influencia ha tenido en la mística islámica, se ce a otro sujeto fuera de sí o en sí mismo –dis-
nos da el anuncio anticipado. positivo que conduciría más bien a la repre-
sentación, que es algo diferente a estas
El mundo imaginario está, pues, pobla- imágenes.
do de símbolos, de sueños, de deseos que
hemos tenido, de todo lo que va a tejer ese A través del texto de Corbin donde
“quien” que es la singularidad de cada uno y de habla de Ibn’Arabí, y que María Zambrano
cada cosa en su aspecto cualitativo. había leído, podemos comprender algo sobre
el corazón y sobre lo que el corazón representa
En nuestra cultura, sin embargo, las imá- en su pensamiento. También Ibn’Arabí habla
genes se consideran ilusorias, ciertamente vivas, de la potencia creadora del corazón, una
pero, al mismo tiempo, irreales, imaginarias; en potencia que va más allá de la distinción entre
la cultura escita se consideran auténticas expe- sujeto y objeto, en cuanto que el corazón coin-
riencias reales. En esta cultura, el mundo imagi- cide con la imagen que en él se ha creado.
nario es el fruto de una particular facultad de Como en un espejo de luz se forman, tremo-
conocimiento que no es la intelectual, ni la per- lando, imágenes que no pertenecen al corazón,
ceptiva, sino que se sitúa como mediación entre pero con las que el corazón entra en conso-
las dos. Tiene que ver con el intelecto agente de nancia. Es el tiempo de la presencia el que
Aristóteles, tomado en su capacidad de creación caracteriza esta experiencia que, para el cora-
imaginadora; tiene, pues, una función de zón, tiene un gusto especial, íntimo18.
15
Ibid., pp. 65-67. Encontramos lo que la imagen Ángel dice a quien la encuentra después de la muerte: “Yo soy en persona la fe que
has profesado y quien te la ha inspirado, por la que has sido garantizado y que te ha guiado, la que te ha confortado y la que te juzga,
porque yo soy en persona la imagen que se te propone desde el día del nacimiento de tu ser y la imagen querida por ti”, p. 66.
16
Ibid., p. 15.
17
Ibid., p. 17.
18
Véase H. Corbin, L’immagination créatrice dans le soufisme d’Ibn’Arabí, ed. cit., pp. 164-172.
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Aurora
19
María Zambrano, De la Aurora, ed. cit., p. 27.
20
Ibid., p. 34.
21
Ibid., p. 126.
22
María Zambrano, Claros del bosque, ed. cit., p. 11.
23
Ibid., p. 13.
24
Ibid., p. 14.
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