Betto - Educación Popular y Política

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Educación popular, pedagógica y política

Vigencia de utopías en América Latina.

Fray Betto, o.p.

Caracteres: 29.100

Palabras: 4.700

Es probable que, en los 2400 años transcurrido desde Sócrates hasta nuestros días, la humanidad no haya conocido un
período tan desprovisto de utopías como el actual. ¿Dónde están las grandes ideas filosóficas, religiosas o políticas que
nos impulsen en dirección a un futuro mejor? El nipoamericano Francis Fukuyama expresa de forma muy apropiada el
primero y único mandamiento de la moda neoliberal que asola el planeta: "La historia se acabó". He aquí una novedad,
en un mundo marcado por la cultura judeo-cristiana que difundió la creencia en un Dios-Yahvé que, al contrario de las
divinidades griegas, se revela en la historia.

Los adeptos de Jesús, comparten la fe de que el mismo Dios creador del Universo es el Padre que nos promete, en la
plenitud de la historia, el Reino de justicia y paz. Como todavía hay guerras y hambre, no se puede decir que el Reino
se haya manifestado; por tanto, la Historia no ha alcanzado su plenitud. Pero, por el decreto de un funcionario del
Departamento de Estado, la Historia ha llegado a su fin. Por lo tanto, no existiría ya ningún lugar hacia donde llegar
(=utopía). Bajo el imperio de las leyes del mercado, éste sería el mejor de los mundos.

Aun las grandes religiones orientales como el budismo, poseen su versión cíclica de la Historia, al considerar a la vida
como un etapa reencarnatoria rumbo a la purificación que nos introduce al Nirvana. Como la filosofía Griega, ellas
detectaron en el corazón humano el anhelo de esperanza. La existencia no es sólo un acaso. Es fruto de una historia
natural apuntada, en su evolución, en el relato de la Creación del Génesis.

-¿Por qué Dios creó el mundo en abonos, en 7 días?, preguntó Don Antonio en el curso bíblico. Si Dios es
todopoderoso, ¿por qué no lo creó como cuando uno hace un nescafé instantáneo?

Don Antonio había sospechado que, para la Biblia, la historia antecede a la presencia humana en el escenario de la
naturaleza. Aquel cuyo nombre era Historia -pues Su nombre se pronunciaba como rescate del pasado: "el Dios de
Abraham, de Isaac y de Jacob"- ya había imprimido movimiento evolutivo en el propio acto de la Creación. Las
grandes religiones antiguas ya habian intuido esto. Pero la ciencia tuvo que esperar hasta el siglo XX de nuestra era
para constatar que el Universo en el siglo "Big Bang" aproximadamente hace 15 mil millones de años, cuando surgió
entonces el tiempo y, tras él, la flecha de la evolución. La energía se condensó en materia y, al calor de las estrellas,
fueron fundidos con diferentes consistencias y cualidades, todos los átomos que integran, como ladrillos, las estructuras
de los mundos inorgánico y orgánico. Los propios átomos tienen su historia de integración, desde sus partículas
elementales que oscilan en la indefinible frontera entre lo espiritual y lo material, como los "quarks" y los electrones, las
moléculas y células que constituyen los eslabones de los cuerpos minerales, vegetales y animales.

-La vida es el mayor don de Dios -repiten los militantes de las comunidades eclesiales de base (CEBs) de América
Latina, cuya población está desprovista de los bienes esenciales que evitan la muerte precoz.

Aunque la vida de la mayoría de los latinoamericanos sea considerada sin valor por las élites del continente y de los
Estados Unidos, ella es, en sí, un fenómeno maravillosamente indescriptible, científicamente enexplicable y técnicamente
irreproducible. La historia de la vida de cada uno de nosotros, tuvo su inicio hace millones de años. Hasta el momento,
nos parece que la vida es exclusivamente del sistema solar, más exactamente, del planeta tierra, a bordo del cual
viajamos a una velocidad de 30 Km por segundo. El Sol habría surgido hace 5 mil millones de años aproximadamente;
la Tierra, hace 4 mil 550 millones de años; y hace un poco más de 3 mil millones de años, la vida emergió del fondo de
los mares.1 De este modo, ese "don mayor de Dios", del cual usted y yo somos ejemplares, posee también su historia,
que va desde las bacterias a las amibas, desde los organismos unicelulares a los pluricelulares que, de tan viciados en
aspirar ese gas letal y fuertemente oxidante -el oxígeno- consiguieron transformarlo en alimento esencial a los seres
vivos que respiran a la luz del sol.

Nosotros, seres humanos, somos consecuencia de una historia que evoluciona de lo más simple a lo más complejo, de
lo menos consciente a lo más consciente, intrigando a los científicos que, aún hoy, insisten en ignorar que la evolución
parte de la energía para condensarse en materia y desde ésta, para llegar a la plenitud en la espiritualización, informada
por la dinámica del amor. Desde el abuelo Homo Sapiens, que logró emanciparse de la familia Simios, hasta la
civilización, pasaron 600 mil años de perfeccionamiento de la especie....aunque todavía arrojemos misiles sobre
nuestros semejantes y dejemos a millares padecer hambre.

Todo indica que la vida humana es la gran utopía de Gaia. Después de su irrupción, no surgió ninguna especie más
perfecta. Y si Dios descansó en el séptimo día, nosotros, las criaturas, entramos a intensos trabajos, tales como hacer
las historia que podemos, contar la historia que hacemos y soñar la historia que queremos. Principalmente porque, en
América Latina, la vida es un producto raro y caro, y la muerte, abundante.

El centro europeo y la periferia americana

Destinado por vocación a la plenitud, todo ser humano es un peregrino de lo Absoluto. Exceptuando a Dios, nada nos
sacia. Y como Dios habita en la profundidad del Amor, tanteamos en busca de ilusorios consuelos, incurriendo en la
ambición que nos hace confundir las cosas.

-¿Dónde queda el centro del Universo? preguntó Doña Hortensia mirando las estrellas desde la puerta de la capilla en
Boca do Acre, en el Amazonas.

-En cada uno de nosotros - respondió Don Antero.

Es nuestra conciencia lo que da sentido al Universo y, sin embargo, no somos el centro del mundo. Y todas las veces
que nos sentimos el centro del mundo adoptamos una actitud de propietarios del Jardín del Edén y expulsamos a
nuestros semejantes del Paraíso. Así, convencidos de que eran el centro del orbe terrestre y únicos detentores de la
civilización y de la verdadera y santa religión, los españoles que invadieron México en el siglo XVI, expulsaron de la
historia y de la vida a 23 millones de indígenas, según unos; a 16 millones, según otros autores; para reducirlos en 79
años a poco más de 1 millón.2 La llegada de los europeos a nuestras tierras llamadas Abya Yala por los indios Kuna,
del actual Panamá provocó una profunda crisis en la autopía de pueblos que aquí vivían. Por una perversa coincidencia,
aquellos hombres de barba roja, montados en extraños animales, como si tocaran el cielo, correspondian a las flechas y
señales de las autopías vigentes entre los habitantes de Amerindia. Las divinidades utópicas -Quetzalcóatl, en México,
y Viracocha, en Perú- retornarían, respectivamente, en el año ce-acall y en el reinado del XII Inca (Atahualpa),
trayendo un tiempo de abundancia 3 . Lo que vino sin embargo, en aquellas enormes "casas flotantes", fue la topía de la
muerte. La mayoría de los súbditos de Fernando e Isabel que llegaron aquí en busca del Eldorado, estaban obcecados
por la ambición de poder y de riqueza. Todo debía ser sometido al yugo colonizador: las riquezas naturales, por la
fuerza de las armas; los cuerpos, por la esclavitud y las encomiendas; y las almas, por la destrucción de las religiones y
de las culturas autóctonas. A partir de la invasión y de la conquista, los pueblos de aquí vivían no debería soñar sino el
sueño del colonizador, sin pretender, igualarse.

A pesar del genocidio y del ecocidio causados por la empresa colonialista, durante 500 años las víctimas - indios,
negros, mujeres, emigrantes y trabajadores - matuvieron sus culturas de resistencia. Disfrazaron de cristianismo a sus
cultos, bautizaron como a sus divinidades, buscaron la libertad en lo fondo de las selvas y en el "Palenque", y cultivaron
sus raíces en la tradición de sus comidas, músicas, bailes, creencias, idiomas y utopías. Desde Alaska hasta la
Patagonía, todos los pueblos de América lucharon por su independencia frente a los reinos europeos. Pero, una
pequeña parcela de los habitantes del Nuevo Mundo fue cooptada por los colonizadores, convirtiendose en cómplices
de la implantación de un modelo social y cultural mimetista adecuado a los intereses de fuera. De esta forma, los
blancos pasaron a ser considerados superiores a los indígenas y negros; los patrones, a los empleados; los ricos, a los
pobres; los hombres a las mujeres; la América del Norte a la América Latina. De hecho, no son las diferencias
naturales y culturales lo que constituye la base de ese sistema de dominación; sino la riqueza que asegura el acceso a
armas poderosas. Quien tiene más fuerza, tiene más razón; quien dispone de más poder, está revestido de más
autoridad. ¿No fue, pues, ésta la razón cínica que posibilitó a los EUA anexar a su territorio, entre 1836 y 1848, vastas
extensiones de México, como Texas y a todo un país soberano como Puerto Rico?

¿Fuera del mercado no hay utopías?

La utopía que la dominación neocolonialista diseminó en el continente es la del american way of life, fabricada en los
estudios de Hollywood. Pero, ¿cómo soñar con tan estrecha puerta? ¿Cómo subir tantos escalones si nos faltan
piernas y manos? ¿Estará prohibido soñar con un mundo donde no haya opresores ni oprimidos y en el cual las
diferencias sexuales, raciales, técnicas y religiosas no constituyeran desigualdades entre las personas? Platón, Tomás
Moro y Campanella, cada uno a su modo, soñaron con ese mundo utópico. Su viabilidad histórica surgió en el siglo
XIX con el socialismo, cuyas propuestas llegaron a América Latina al inicio de este siglo. Aquí, las ideas socialistas
fueron difundidas por la militancia de anarquistas y comunistas. Sin embargo, no eran las doctrinas políticas ylos
recetarios ideológicos lo que resonaba en el corazón ansioso de ese pueblo que busca aliento en Nuestra Señora, se
ella de Guadalupe, aparecida, de los Angeles o del Cobre; nombrada Patrona, Purísima, Inmaculada o Madre de Dios.
Sólo las fuerzas políticas que supieron incorporar los sentimientos religiosos del pueblo a sus propuestas libertarias
lograron hacer revoluciones en América Latina: México (1912), Cuba (1959) y Nicaragua (1979).

Pero, ahora dicen que hemos llegado al "fin de la Historia". La única opción que queda es entre capitalismo y
capitalismo. No matan nuestros sueños, simplemente nos enseñan que no son abstractos ni se ubican en el puente del
tiempo. Son concretos y palpables, están en nuestro espacio y cuestan dinero. Solamente ellos deben ser objeto de
nuestros deseos: un par de tenis, una bicicleta, un carro nuevo, una casa de campo, vacaciones en el extranjero y
dinero en el banco. El final de la historia coincide con la llegada de los acaparadores. Las catedrales góticas van
quedando a la sombra de los centros comerciales. Hoy, los sueños ya no necesitan ser conquistados ni exígen
heroísmo; tal vez un poco de sacrificio para ser comprados. Y la ascética económica, bajo la promesa de glorias
futuras, es especialidad del FMI.

Los sueños no dependen de principios, sino de intereses. No nos exigen dignificar la función que ocupamos; por el
contrario, se nos valora por la marca que llevamos. Se van los ideales, llega el mercado. En medio de tanta
competitividad, queda bien hablar de solidaridad, de la misma manera, que conviene enaltecer a la democracia para
que la mayoría ni perciba que se encuentra excluida de las decisiones y de los actos de poder.

Victorioso el neoliberalismo en el panorama mundial, el "fin de la historia" se muestra, de hecho, como el fin de las
utopías. Ya no hay en quién creer, qué creer, cómo creer, excepto para consumo privado e individual. Estamos en
plena crisis de la racionalidad moderna. El muro de Berlín se desmoronó, el determinismo histórico cedió lugar al
principio de indeterminación, la física geométrica de Newton fue superada por el alucinado baile de las partículas
subatómicas de Planck y de Heisenberg. Las utopías se volatizaron, los paradigmas se desplomaron y la esperanza
exige hoy la linterna de Diógenes. Cae la nieve en nuestros corazones y mentes.

¿Victoria de la economía de mercado? Pirro tal vez creyera en las propiedades nutritivas de las hamburguesas
McDonald's. El fracaso evidente es el del capitalismo implantado, hace por lo menos un siglo, en Africa y América
Latina. El único país de nuestro continente que logró asegurar condiciones mínimas de vida a su población fue Cuba.
Gracias al socialismo. Y si en Cuba las cosas no están mejor, no es porque Fidel Castro no escuche a los promotores
de dictaduras que insisten en darle lecciones de democracia, sino debido al bloqueo impuesto por el gobierno de
Estados Unidos y a la desintegración de la Unión Soviética. Las estadísticas de la FAO sobre el hambre del mundo, no
son más escandalosas únicamente porque mil docientos millones de chinos comen por lo menos dos veces al dia.
¿Quién sabe si Brigitte Bardot no fuera una buena candidata a las próximas elecciones presidenciales en América
Latina? Si aplicara aquí las leyes de la sociedad Protectora de Animales tendríamos todos una vida mucho mejor.

Faltando horizontes, el cielo es el limite. En la Bienal del Libro en Rio de Janeiro, el año pasado, los libros más
vendidos fueron los infantiles y los esotéricos. Si Freud no explica, Jung entra en escena. En el bazar de las creencias,
todo vale, desde el tarot al "santo Daime", del pentecostalismo a la astrología, del Ching a los gurús de la India. Más
que laborar la mente, zarandeada por tantas incertezas, ahora las personas quieren laborar el alma. La matemática de
Descartes cede su lugar a las energías cósmicas.

Hay un doble aspecto en esa onda de misticismo. Por un lado, la idolatría del capital y del mercado. Ya que no se
puede cambiar al mundo, el negocio consiste en ganar dinero y si es posible en cambiarse a sí mismo. Limitado el
disfrute del cuerpo por el riesgo del sida, lo mejor es soltar el espíritu. De esta forma el diván del psicoanálisis sobra.
Muchos ni quieren saber las causas de sus bloqueos psíquicos. !Basta de razón! Terapia es sumergirse en el misterio,
ya sea por la vía de los aditivos químicos, como las drogas, o por la vía de las modas religiosas y esotéricas que
cauterizan la profunda herida que llevamos en el centro del pecho y anticipan para hoy el destino de mañana.

El otro aspecto es altamente positivo, pues todo ese fenómeno revela la insuficiencia de la racionalidad moderna,
confirmando la tesis de Santo Tomás de Aquino -cofrade mio- de que "la razón es la imperfección de la inteligencia". Y
vuelve a colocar en el orden del día la cuestión de la subjetividad. Dios, ahora es "in". Lástima que las iglesias históricas
estén tan estructuradas en sus modelos de siglos, sin muchas condiciones de acompañar a los que se sumergen rumbo a
los trascendente.

Al contrario de las tendencias esotéricas, en general dirigidas hacia el propio ombligo, el cristianismo hace del otro una
referencia divinaa. Y proclama el amor como experiencia de Dios. En esa línea, la esperanza resurge, no alrededor de
teorías mecánicas o positivistas, sino centradas en lo concreto: ¿Cómo celebrar la victoria del neoliberalismo si el este
europeo entra en un proceso acelerado de latinoamericanización? Dios sí, pero como servicio y contemplado allá
donde Jesús se identifica al reconocerse "tuve hambre y me diste de comer" Mateo 25,35 en los niños y niñas de la
calle, en los desempleados, en los enfermos, en los oprimidos. El amor como desafío místico y político. Y la oración
como estímulo de la acción.

Si lográramos en la arqueología de las palabras, bajar del nivel de las abstracciones y tronar las catedrales
academicistas, talvez llegaríamos al pobre como referencia fundamental, sobre todo porque él es la gran mayoría en
este continente cuyo principal producto del exportación es el capital líquido para los acreedores del Primer Mundo.
Entonces, descubriremos que las utopías deben tener raíces espirituales, base ética y resonancia política. Hombres y
mujeres nuevos, como hijos del casamiento de Santa Teresa de Avila con Ernesto Che Guevara

La puerta de la razón es el corazón y la llave del corazón la religión como expresión litúrgica de la osadía de amar, al
prójimo y de amar a todo lo que ocurre para la soberanìa de la vida, con plenitud de fe y de fiesta.

Fuera del pueblo no hay salvación

No podemos esperar que las utopías caigan del cielo, ni aceptar que la felicidad es proporcional al nivel de consumo.
Pero las ideas sólo toman fuerza cuando se materializan en la acción de las masas, decía Lenín. La injusticia estructural
que, como decía Las Casas, hace a la población de América Latina morir antes de tiempo, indica que las utopías no
sólo tienen futuro, sono que también se tornan necesarias y urgentes. Pero no se encontrarán en ningún estante de
supermercado. Surgirán en la medida en que los empobrecidos se vuelvan artífices de cambios hacia un futuro mejor.

Sin embargo, las vanguardias de izquierda, convencidas de los dogmas mecanicistas que predeterminaban la naturaleza
revolucionaria del proletariado, casi nunca se preocuparon por emancipar la conciencia popular del dominio burgués.
Creían que el hambre y las contradicciones serían suficientes para llevar al trabajador a querer liberar al mundo de la
opresión. Así en nombre de un nuevo orden aquellas mismas vanguardias imponían su voluntad sobre las masas
inconscientes y, una vez en el poder, establecían toda clase de controles coercitivos y policíacos pra gobernar, en
nombre de la democrácia, de modo autoritario.

En los últimos 30 años, algo nuevo surgió en América Latina: la educación popular conforme una metodología que hace
del educando el sujeto de su proceso educativo. La ciencia no se deja engañar con las apariencias, sino que procura
conocer la realidad tal como es. Del mismo modo, esa metodología no se basa en los conceptos académicos sobre el
pueblo, sino que, a través de una metodología inductiva, abre espacio para que el propio educando se manifieste en la
expresión de su preferencia, ya sea religiosa, politica, estética o lúcida. Se descubre entonces, que en esos 500 años;
las raíces y la identidad de las víctimas del colonialismo y del neocolonialismo fueron conservadas como culturas de
resistencia. Aun cuando la colonización haya destruido la pluralidad cultural existente entre indígenas y negros, para
imponer la uniformidad del etnocentrismo ibérico, entre las clases subalternas, la utopía tiene sabor de nostalgia. En
América Latina se habla el español o portugués, se profesa el catolicismo, se mide el tiempo por el calendario
gregoriano y, aun así los empobrecidos conservan sus lenguas nativas, recatan sus cultos ancestrales, miden el tiempo
por los ciclos de la naturaleza o por el calendario lunar y preservan sus costumbres tradicionales.4

La educación popular es uno de los factores que ha posibilitado sacar a flote ese rico manantial de cultura de nuestro
pueblo y, como consecuencia, sus autopías que no se expresan en conceptos académicos y literarios, pero son fuertes
y profundas, pues tocan la razón y la emoción. En esa metodología se rompe la camisa de fuerza de la escuela
tradicional, se hace del profesor un explicitador y sistematizador de lo que manifiestan los educandos, y se parte de la
experiencia personal para llegar a la social; se parte de la biografía del educando para llegar a la concidencia histórica.
Se va de los particular a lo general, de lo local a lo universal, de modo que se asegure la alternancia
praxis-teoría-praxis. El proceso educativo es el momento teórico -en el sentido griego del término- de la praxis
asumida por el educando y trata de profundizarla, corregirla y hacerla avanzar.

No hay pues "fin de la historia" cuando se descubre la propia historia personal como parte de un proceso colectivo y
cuando se adquiere conciencia de los derechos humanos, civiles, sociales, y políticos. Si este trabajo no es todavía más
amplio en América Latina, de debe al hecho de no contar con recursos oficiales e institucionales, depender de la
disponibilidad de los educadores raramente profesionalizados, no conceder títulos ni ennoblecer curriculum y sobre
todo, por exigir de los educadores una "opción por los pobres", que no suele ser muy frecuente ni aún entre aquellos
que todavía abrazan la utopía socialista. Es curioso constatar que, hoy, hay más cristianos que comunistas metidos en
las "favelas", en las selvas y en los barrios intentando transfortmar, en la convivencia popular, la nostalgia en utopía.

¿Cómo conocer la realidad?

Todos nosotros, educadores populares, pagamos tributo a nuestra formación escolar y al método bancario de
aprendizaje. Por lo tanto, no es raro ver a un educador popular practicar, en nombre de una metodología liberadora, el
más flagante autoritarismo, queriendo poner conceptos en la cabeza de los educandos, como si alguna milagrosa
química entre el sonido enfático de las palabras y las células que la masa encefálica, produjera seres consciente y
comprometidos. Se trabaja del pescuezo para arriba, considerando poco la dimensión holística (integral) del educando,
incluidas sexualidad y subjetividaad, intuición y espiritualidad. Se educa la razón sin educar la emoción, originando
personas intelectualmente adultas y sentimentalemente infantiles, falsas y hasta agresivas. En la escuela, se evaden las
situaciones límite de la vida: ¿qué se aprende en relación a la enfermedad, a la ruptura efectiva, al fracaso y a la muerte"

Cada punto de vista es la vista desde un punto. Dos personas no ven el mismo objeto o la misma situación del mismo
modo. Se hace una captación equivocada de la realidad cuando se prentende abarcar todo lo real, olvidándose de que
lo real es dinámico y contradictorio, jamás estático y divisible en conceptos definitivos. La aprehensión de lo real
proviene siempre de un proceso colectivo y nunca puede ser confudido con la pretensión newtoniana-positivista de un
conocimiento objetivo incuestionable. Como la realidad es en sí inaprehensible, nos aproximamos a ella a través de su
abstracción.

La cuestión epistemológica se remonta a los griegos del siglo VI a.c. El sustantivo griego episteme se deriva del verbo
ep-istastal, que significa "saber, estar cerca, conocer". Para Pitágoras el más perfecto conocimiento sería la
matemática. Para Platón, conocemos porque la esencia de las cosas ya estaría infusa en nuestra mente, que apenas
poseería la capacidad de abstraer aquello que los sentidos captan de manera imperfecta. En el siglo XIII, Santo Tomás
de Aquino rompe con el subjetivismo neoplatónico y da primacía a lo real. Y enfatiza que, en esta relación, posee la
última palabra lo real, cuyo fundamento último sería Dios.

La inversión de los instrumentos ópticos desafió la formulación aristotélico- tomista, al mostra que nuestros sentidos
pueden falsear la realidad. No siempre vemos lo que es, sino lo que parece ser. Galileo introdujo la moderna
concepción de relación entre sujeto y objeto al afirmar que luces, colores y sabores son solamente nombres que no
existirían sin un sujeto que los siente. Descartes abre una nueva vertiente del idealismo, al priorizar a la mente en el
proceso de conocimiento. Este resultaría del entendimiento y de la razón pues nuestros sentidos no son facultades
cognocitivas. Hoy nuestro conocimiento es fundamentalmente cartesiano, fragmentador de lo real, como si el conjunto
de reloj pudiera ser conocido por el estudio detallado de cada una de sus piezas. Y debemos también a la física de
Newton esa epistemología que nos hace creer que también en la sociedad y en historia, hay leyes universales e
inmutalbes, de las cuales ni el marxismo quedó exento. Para Kant, vemos en lo real lo que queremos ver. Y no siempre
hay coincidencia entre lo que veo y la cosa vista. Kant acentúa el carácter crítico del conocimiento al poner la siguiente
pregunta: ¿es posible un conocimiento realmente objetivo? A la luz de la física de Newton. Kant creía que el verdadero
conocimiento resultaría de la unión entre entendimiento y sentido, ya que con la sola intuición no podemos crear
conceptos, como hacer comprensibles los objetos de la intuición. Y, para Marx, la conciencia que tenemos de lo real,
es inducida por la propia realidad. Esto se aproxima a la clásica definición de verdad de Santo Tomás de Aquino:
"Verdad es la adecuación de la inteligencia a lo real". Marx, sin embargo, no desarrolló una teoría epistemológica.

Rumbo a una epistemología holística (integral) y a una cosmovisión cuántica 5

La física cuántica, al descubrir que no hay objetividad científica a nivel de las partículas subatómicas (pues las
respuestas se obtienen según las preguntas que se hacen), introdujo lo que Heisenberg llamó principio de la
indeterminación, que nos obliga a repensar el propio concepto de ciencia y la relación sujeto-objeto. Si los métodos
aplicados en la investigación, determinan el resultado de subjetividad. No se puede conocer la realidad en sí, sino
aspectos de ella vistos desde una óptica interpretativa y selectiva. Observar no es ver las cosas tal como son, y sí
destacar el fenómeno de su ambiente real. Entonces ¿qué observo? No la esencia de la realidad, que es inobservable
por principio, ni su dinámica real, pues lo que observo también es el resultado de mi intromisión. En resumen, el objeto
que analizo no es la realidad en sí, sino el objeto sometido al método cientifico que aplico.

Los griegos pensaban que el átomo era la porción menor de la matéria. Gracias a la física cuántica, ahora sabemos que
el propio átomo resulta de la interacción de partículas todavía más elementales, como electrones, (fármions, bósons y
quarks). En ese nivel subatómijco, se diluye el límite entre la materia y la energía. Un electrón puede ser al mismo
tiempo onda y partícula. Eso índica que en el nivel más elemental, todas las cosas están ligadas, pues sin excepción, se
derivan de la sopa cósmicas de hidrógeno. Y todas, igualmente, cargan la dualidad onda -partícula, energía- materia,
siendo el ser humano talvez el más perfeccionado de esa interacción, pues en él la materia tiende a un alto grado de
espiritualización, y la conciencia reflejada le permite emerger de los automatismos atávicos, propios del reino animal,
para experimentar la libertad. De ese modo, podemos afirmar que nuestro cuerpo manifiesta nuestro lado partícula, y
nuestra mente, el lado onda; y los (bósons y férmions) que forman la materia prima de nuestro ser, son tan antiguos
como el universo mismo.

Tales descubrimientos nos llevan a superar la cosmovisión clásica, basada en la física mecanicista de Newton y en la
fenomenología moderna. No es nuestra conciencia quien crea valores como conquistas culturales. Sólo explicita o
revela aquello que corresponde a las raíces de lo real. El ojo cuántico nos muestra que estamos indeleblemente
relacionados con todos los seres de la naturaleza y con todo lo que constituye el Universo. No somos sujetos de una
realidad ajena a nosotros y, sin embargo, objeto de nuestras acción. Somos causa y efecto en ese mundo de relaciones
informado por un sentido que tramita en su evoución . Por lo tanto, no hay cambios objetivos sin una radical
trasnformación del sujeto político. No hay cambio del sujeto político sin acción transformadora de la realidad. La
dialéctica deja de priorizar el polo de las contradicciones intrinsecas a lo real, para destacar la acción humana
informada, no sólo por ideales políticos, sino también por emociones y sentimientos que puedan ser egoístas o
amorosos. Y lo real jamás se dejará engañar por nuestras palabras. Es sensible sobre todo a las motivaciones más
profundas y, por tanto, verdaderas, de nuestros gestos. En resumen, en esa realidad creada, somos seres creadores.

Cualquiera que sea el perfil de las nuevas utopías que emerjen en este mundo, en el cual la caída del muro de Berlín
coincide con la construcción de los campos de concentración servios, ellas tendrán que integrar en sus ideales políticos,
cambios sociales y conservación del medio ambiente, sexualidad y espiritualidad, mística y compartimiento de los
bienes necesarios para la vida. En ese sentido, la educación popular deberá considerar a los educandos como síntesis
personalizadas de las energías cósmicas y autores del sentido del Universo, rescatando la dignidad inherente al ser vivo,
sobre todo de aquellos que son las víctimas sociales, de los que se cuenta los llenó de riqueza y de poder. Sólo una
epistemología que coloque al pobre en el centro del proceso histórico y una cosmovisión que considere a la negación
de su derecho a la vida una fractura en el propio curso del Universo nos darán las llaves de las nuevas utopías, que
tanto ansiamos.

1 Cf. FERRIS, Timothy, O despertar na vía láctea, Campus, Río de Janeiro, 1990
2 Cf. BORAH, S, Cook, The indian population of Central Mexico, 1531- 1610, University of California Press,
Berkeley, 1960, p. 48. BOFF, Leonardo, Amérina Latina: da conquista a nova evangelicao, Sao Paolo, 1992, p. 10.
3 BOFF, ibid., p. 28
4 Cf. Culturas oprimidas e a evangelicao na América Latina (texto base), VIII Encuentro Intraeclesial de CEBS,
Pallotti, Santa María 1991, p. 12.
5 Cf. CHARON, Jean E., O Espíritu, este desconhocido, Melhoramentos, Sao Paulo, s/d. WEBER, Renée, Diálogo
com cientistas e sabios, Cultrix, Sao Paulo, 1988. ZOHAR, Danah, O ser quántico, Best-seller, Sao Paulo, 1991.
HEISENBERG, W., Física e Filosofía, Brasilia, 1987. BETTO, Frei, Teilhard de Chardin. Sinfonia Universal, Letras
& Letras, Sao Paulo, 1992. Vigencia de utopías.

Frei Betto o.p.

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