Novena A Nuestra Señora de Las Mercedes
Novena A Nuestra Señora de Las Mercedes
Novena A Nuestra Señora de Las Mercedes
CANTO:
Soberana Virgen María, Reina de los Ángeles, Emperatriz de los cielos, elegida Madre de Dios, concebida
en gracia, a quien rinden veneración todos los coros de los Ángeles y Santos del cielo. A Ti me acerco para
rogarte que, puesto que bajaste del cielo a la tierra declarando que eres Madre de Merced y de las
Misericordias, usa tu piedad con este humilde devoto tuyo. Y para más obligarte, Madre de pecadores,
consuelo de los afligidos, socorro de todas las necesidades, me consagro una vez más a ti, como esclavo y
servidor tuyo. Dirígeme, encamíname y ampárame, Señora y Madre mía, para que acierte a servirte y logre
lo que en esta novena pido y deseo, si es del agrado de tu precioso Hijo Jesús, que vive y reina con Dios
Padre, en unidad del Espíritu Santo, Dios por todos los siglos de los siglos. Amén
DÍA PRIMERO
Señor, Dios Omnipotente y Misericordioso, que así para librar a tu pueblo escogido de la esclavitud de
Egipto hablaste a Moisés en el monte Horeb, desde una zarza que ardía sin consumirse, así mismo
hablaste en Barcelona al Patriarca San Pedro Nolasco para que rescatase a los cautivos cristianos, siendo
la mensajera tu Santísima Madre, la Virgen María, que bajó del cielo y desde el primer instante de su vida
fue como zarza milagrosa, pues jamás la tocó la llama de la culpa, ni perdió la hermosura de la gracia, ni su
original pureza; te ruego que por la intercesión de la misma Santísima Madre tuya, no se abrase mi cuerpo
en las llamas de la impureza, ni se manche mi alma con el pecado de la sensualidad, para que, a imitación
de esta celestial Señora, exhale mi corazón fragancias de pureza.
Monición:
Nuestro corazón salta de gozo en este día porque, una vez más, Dios nos ha convocado en su nombre,
como familia mercedaria de la caridad, para bendecir y alabar a nuestra Madre de la Merced, a nuestra sin
igual Madre y protectora, como la llamaba, con tanto amor, nuestro querido Fundador. Y este año la
queremos alabar y bendecir porque Ella, responsable con su vocación de Madre de la humanidad, que le
otorgó su Hijo al pie de la cruz, acompaña a la humanidad sufriente a lo largo de los tiempos, y ahora, en
esta terrible pandemia del covid 19. Ella, la merced de Dios, se ha hecho presente al mundo enjugando
lágrimas y abriendo los corazones de todos a la esperanza. Ella, merced de Dios para todos nosotros, ha
acompasado los pasos de los pobres, de los enfermos y de los fallecidos, y a todos nos ha revelado el amor
misericordioso de Dios, que nunca falla. Hoy es la Virgen de los Dolores, y así la contemplamos, llevando
en su humilde pecho, el dolor profundo de toda la humanidad. Y con Ella, nos comprometemos nosotras
con este dolor, con el sufrimiento humano que anhela ver la luz al final del túnel.
Pídase la gracia que se desea obtener. Terminar con las oraciones finales para todos los días.
DÍA SEGUNDO
Rey soberano, Padre de Misericordia y Dios de todo consuelo, que con la virtud de la vara de Moisés diste
a conocer al Faraón la eficacia de tu Divino Poder, pues con ella fue quebrantada la dureza de aquel
perverso corazón y consiguió la libertad tu pueblo escogido; humildemente te rogamos, por la intercesión de
la virgen Santísima de la Merced, refrenes mis pasiones y ablandes la dureza de mi pobre corazón, para
que, logrando con tu gracia quebrantar las cadenas de mis culpas, me vea libre de la esclavitud del pecado;
y concediéndome la merced de tu caridad y justicia, me des también el don de la perseverancia final, para
merecer y lograr la gloria eterna. Amén.
Monición:
Estamos en un mundo esclavizado por el dolor y la enfermedad. Hoy por hoy, el covid 19 representa una de
las mayores esclavitudes del mundo moderno. Nunca, hasta ahora, habíamos sentido esta esclavitud
asociada a una enfermedad que parece no tener salida. ¡Pero la tiene! Jesús dijo: Todo lo que pidáis al
Padre en mi nombre, yo lo haré (Jn 14,13). Nuestra vida descansa en esta promesa de Jesús: Yo lo haré.
Tenemos que llenar el mundo de fe en Jesús y de confianza en su nombre. María, nuestra sin igual Madre y
protectora, nos acompaña en este camino. Nos enseña a ser discípulas y a pedir a Jesús su intervención
en la historia y, sobre todo, a creer que Él puede convertir el mundo en un espacio de nueva creación, de
salud y de libertad. Por eso, en este día, nos ponemos a la escucha para hacer lo que Él nos diga (Jn 2,5),
como nos aconseja nuestra Madre Redentora, y como hemos orado, reflexionado y profundizado en el
Documento base del Capítulo. Qué maravilloso sería poder creer de verdad que escuchando a María
podemos arrancar de Jesús el milagro que le estamos pidiendo: la liberación del mundo de esta pandemia
del covid 19, si es la voluntad de Dios y así conviene a nuestra historia.
Pídase la gracia que se desea obtener. Terminar con las oraciones finales para todos los días.
DÍA TERCERO
Poderosísimo Señor y Padre compasivo que después de librarlos del cautiverio, diste a los israelitas una
columna de esperanza y consuelo, pues durante el día, en forma de nube los defendía de los rayos y
ardores del sol, y por la noche, en figura de fuego, les iluminaba para librarlos de todo riesgo y peligro;
humildemente te suplico por mediación de María Santísima de la Merced, que consigamos vernos libres de
los rigores de tu justicia y merezcamos, por tu piedad, el fuego del divino amor que abrase siempre
nuestros corazones y sirva de luz que disipe las sombras de nuestra ignorancia para que no perdamos
nunca el camino del cielo. Amén.
Monición:
A pesar de la desolación y de la muerte, nosotras creemos en la vida. Somos mujeres que nacimos en la
Iglesia para derramar vida en el mundo, y vida abundante. Como dicen nuestras Constituciones: Somos
conscientes de que el sufrimiento y el dolor, así como el sentido de la muerte, tienen valor humanizante y
redentor, cuando los integramos en nuestra vida. Y que en los contextos históricos y culturales en los que
estamos insertas, estamos llamadas a percibir y potenciar los signos de vida y a crearlos donde no existan
(Const. n.7). Este es el momento de hacer una opción decidida por la vida, de manos de María, la mujer
creyente y peregrina que engendró la vida para el mundo. Ella nos invita a engendrar a Jesús por la fe,
porque solo en Jesús, y en su proyecto de existencia, tiene lugar la verdadera vida: Yo soy la vida (Jn 14,6).
Y he venido para que tengan vida y vida abundante (Jn 10). Hoy, Madre de Dios y Madre nuestra, en tu
presencia, queremos hacer una opción decidida por la vida y caminar al lado del VIVIENTE, que cada día
nos pone en los caminos luminosos de la existencia.
Pídase la gracia que se desea obtener. Terminar con las oraciones finales para todos los días.
DÍA CUARTO
¡Dulcísimo Jesús, Dios infinito, hijo Unigénito de María!; pues manifestaste a los hombres que te es
agradable el título de la Merced con que veneramos a tu Santísima Madre: haz, Señor, que
experimentemos el Poder de este celestial nombre y singular devoción, y que la Reina del cielo y tierra nos
defienda del enemigo infernal y de todas sus asechanzas y tentaciones, para que acertemos a servirte en
esta vida y después podamos cantarte himnos de alabanza por toda la eternidad. Amén.
Monición:
Nuestro pueblo, sediento de amor, sediento de la cercanía de Dios y de respuestas a los grandes
interrogantes de la vida, abren su corazón a la merced del Señor, revelada en nuestra Madre y también en
nuestra misión de hermanas mercedarias de la caridad. A veces, nos parece que las personas no tienen
capacidad de responder a la trascendencia y, sin embargo, son vulnerables al amor verdadero y a la
caridad recibida. Dios es siempre fiel, y derrama este amor en sus hijos a lo largo de toda la historia y,
sobre todo, en situaciones de dificultad y de problemas sociales y existenciales. Hoy, de manos de María,
vamos a dejar que Dios llene nuestros corazones de amor redentor, de caridad misericordiosa, para poder
seguir derramando sobre las personas que se cruzan en nuestro camino el amor de Dios, y llevarlo a los
necesitados, como lo llevó María a su prima Isabel. El amor salvará el mundo. Sólo cuando los corazones
de todos nosotros se transformen en amor, la vida recibirá el rayo luminoso de la humanidad que
esperamos
Pídase la gracia que se desea obtener. Terminar con las oraciones finales para todos los días.
DÍA QUINTO
Clementísimo Señor, Padre amoroso y benignísimo creador nuestro, somos pecadores y por ellos
merecedores de castigo en este mundo y en el otro, más por tu infinita misericordia, nos concedes un
refugio seguro en la protección de tu Santísima Madre; continúa derramando sobre cuantos la veneramos
como a Madre de Merced y Misericordia tus divinas bendiciones, para que, libres de los peligros de este
mundo, lleguemos con su protección, al Puerto seguro de la Gloria. Amén.
Monición
¡La vida es tan bella! y hemos recibido tantos dones de Dios, como recibió nuestra Madre, que hoy tenemos
el corazón lleno de agradecimiento y de alegría. Somos mujeres bendecidas por Dios, regaladas por su
amor, iluminadas por torrentes de gracia que nos sitúan en medio del mundo como: astros que iluminan sin
quemar, ráfagas que purifican sin destruir, arroyos que fecundan sin inundar (Beato Zegrí). Entonar nuestro
Magnificat personal en este día, mirando los ojos misericordiosos de María, con la capacidad que tiene de
agradecer a Dios todos sus beneficios, renueva nuestra vocación a la gratuidad y nos introduce en un
camino constante de acción de gracias a Dios. Somos mujeres discípulas bendecidas por la gracia. Por la
gracia de Dios somos lo que somos, como decía el apóstol de las gentes. Que en este día aprendamos a
cantar, con María, las grandes maravillas de Dios en la creación, en la Iglesia, en el mundo y en nuestra
familia religiosa. Que de nuestro corazón surja, como un grito de amor contenido, ¡gracias, ¡Señor, por tu
gran amor!
Pídase la gracia que se desea obtener. Terminar con las oraciones finales para todos los días.
DÍA SEXTO
Señor, Dios de la Misericordia, que por medio de la reina Esther libraste a los israelitas de la sentencia de
muerte dictada por Asuero; te rogamos, piadoso dueño de nuestras almas, que por la intercesión de la
Santísima Virgen María de la Merced, nos libres de la muerte del pecado, concediéndonos la libertad de los
Hijos de Dios y vivir en gracia hasta que podamos gozar eternamente en la gloria. Amén.
Monición
Padre, que todos sean uno para que el mundo crea (Jn 17,21), oraba Jesús. Y este es nuestro sueño. Una
de las exigencias del Documento base del Capítulo es que la vinculación de nuestra vida en la caridad
(Constituciones 2) sea una realidad para edificar la comunidad humana con nuestra capacidad de ser
merced de Dios desde la unidad. Ser pan partido para ser repartido, fomentando en todo momento entre
nosotras el respeto, la confianza, la honestidad de las relaciones, la capacidad de encuentro, de diálogo y
de donación. Actitudes y virtudes que aprendemos de María, nuestra Madre. En tu casa de Nazaret, donde
Tú hacías hogar y encendías todos los días la llama del amor y de la donación recíproca y mutua,
queremos gestar nuestra vida fraterna. En el hogar de nuestras comunidades queremos ser merced de
Dios como tú, y acoger, en todas ellas, a los pobres y necesitados. Y, desde ellas, irradiar la pasión de
Jesús Redentor por todos los pobres y necesitados. Cuida y preside nuestras comunidades, Madre de
Mercedes y de bendiciones. Y haznos comprender que sin comunidad no hay ni persona humana ni
discipulado que revele el Reino y regale el Evangelio de la caridad.
Pídase la gracia que se desea obtener. Terminar con las oraciones finales para todos los días.
DÍA SÉPTIMO
Eterno y Omnipotente Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, que coronaste a la Santísima Virgen María de
estrellas y la vestiste de Gloria y Majestad, dándole poder contra todos nuestro enemigos; te suplicamos
con la mayor confianza, nos otorgues el favor de considerarnos como devotos y esclavos de tan esclarecida
Señora, pues la invocamos como Madre de la Merced y Misericordia, para que así nos veamos libres de las
asechanzas del enemigo infernal ahora y en la hora de nuestra muerte y podamos conseguir la Gloria
eterna. Amén.
Monición
El corazón de la Virgen se alimentaba de amor, decía el P. Fundador. Pero, sin duda, se alimentaba de la
Palabra de Dios. Todo buen israelita tiene a gala alimentar su fe, en la cotidianidad, con la Palabra de Dios.
Palabra que se proclama no solo en las sinagogas, sino también en las casas. Así lo acredita Israel:
"Escucha, Israel: Yahveh nuestro Dios es el único Yahveh. Amarás a Yahveh tu Dios con todo tu corazón,
con toda tu alma y con toda tu fuerza. Queden en tu corazón estas palabras que yo te dicto hoy. Se las
repetirás a tus hijos, les hablarás de ellas tanto si estás en casa como si vas de viaje, así acostado como
levantado; las atarás a tu mano como una señal, y serán como una insignia entre tus ojos; las escribirás en
las jambas de tu casa y en tus puertas (Dt 6, 4-9). María fue fiel a este mandato y toda su vida estuvo
sostenida, alentada, y enriquecida por la Palabra de Dios. En ella encontró, no solo la paz del corazón, sino
la voluntad de Dios para Ella. Pidamos a María que esta pasión que Ella tuvo por la Palabra, esté también
en nuestros corazones. Y caminemos, amemos, vivamos y hagamos todo a la luz de la Palabra salvadora
de Dios, llena de esperanza para la humanidad y, especialmente, para los pobres.
Pídase la gracia que se desea obtener. Terminar con las oraciones finales para todos los días.
DÍA OCTAVO
Amantísimo Dios y piadoso Señor, que para librar del castigo de la muerte a tu siervo Nabal, dispusiste que
bajara del monte la prudente Abigail, para postrarse ante el Rey David; te suplicamos rendidamente que por
los ruegos de la hermosísima y prudente Virgen María de la Merced, tu Madre, que bajó del monte de la
gloria a la ciudad de Barcelona para dar consuelo a todos los afligidos y libertad a los cautivos cristianos,
nos libres de todo peligro de cuerpo y alma y nos concedas entrada segura en la gloria celestial. Amén.
Monición: María de la Merced, Madre nuestra, tú eres la fuente de alegría de nuestro pueblo. No hace falta
más que asomarnos a todos los pueblos para ver y conocer cuántos santuarios están dedicados a ti. Tú
eres la alegría de Israel y la alegría del mundo, porque tú nos trajiste al autor de la verdadera alegría, que
es Jesucristo Redentor, y Resucitado como esperanza total y totalizante del mundo. Uno de los elementos
integrantes de nuestro carisma, que afectan a la índole del Instituto, es la alegría. Hoy queremos recuperar
en nuestra vida cotidiana, en nuestras comunidades y en nuestro testimonio evangelizador, este elemento
que distinguía a las hermanas dondequiera que estuvieran. La alegría ha sido el verdadero rostro de
nuestra Congregación, tanto al interno de nuestras comunidades como en la misión que la Iglesia nos ha
confiado. Alegría que brota de la vivencia honda, sentida y esencial de la vocación y de ese sí que le damos
a Dios, envuelto en tu Fíat y en tu Magníficat. En tu capacidad de respuesta, Madre nuestra, a los planes de
Dios sobre ti y sobre nosotras. Ayúdanos Madre a recuperar la verdadera alegría y a seguir el consejo de
Pablo de Tarso: “Alegraos siempre en el Señor, de nuevo os digo, alegraos” (Fil 4,4). e los siglos. Amén.
Pídase la gracia que se desea obtener. Terminar con las oraciones finales para todos los días.
DÍA NOVENO
Dios y Señor de todo el Universo, que compadecido de nuestras miserias te dignaste bajar a redimirnos de
la esclavitud del pecado haciéndote hombre en las purísimas entrañas de María; te rogamos por ese infinito
amor tuyo, que pues elegiste a la Virgen Madre tan pura y tan misericordiosa, hagas que ella derrame sobre
todos tus devotos la lluvia de sus bondades, para que mereciendo subir pro la senda de las virtudes,
logremos, por la intercesión de la virgen María de la Merced, gozar de la Bienaventuranza Eterna,
adorándote en tus moradas celestiales, donde vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo, y eres Dios
por los siglos
Monición
Nuestra aspiración más grande en este día, víspera de la fiesta de Ntra. Sra. de las Mercedes, es que
nuestra Madre nos mire con amor y deje en nosotras la impronta de su rostro y lo más bello de su corazón.
Queremos parecernos a Ella. El P. Fundador aspiraba a esto cuando pensaba en nosotras, para que así, a
lo largo del camino de nuestra vocación, diéramos a conocer a María para que todos la amaran y la
conocieran. Por eso, en este rato de oración vamos a mirar con mucho amor a María y a dejarnos mirar por
ella…Vamos a dejar que Ella nos mire y transforme nuestra vida. Necesitamos recibir de Ella vida
abundante, y también, amor a raudales. Sabemos que el mundo necesita hoy de una madre, de ternura en
las relaciones, de amor en los encuentros, de sonrisas que acogen y arropan, de hogar donde la llama viva
de la vinculación sea una realidad. Pedimos, por eso, a Dios nuestro Padre, por la fuerza de su Espíritu,
que cada una de nosotras nos parezcamos cada día más a María para ofrecer al mundo su maternidad
misericordioso y fiel, su amor incondicional y gratuito. La nueva creación que esperamos y que María ya
lleva inscrita en su rostro, reflejo de amor divino, nos la quiere comunicar a nosotras para que, viviendo el
carisma en plenitud, ofrezcamos al mundo los frutos de la redención que liberan.
Pídase la gracia que se desea obtener. Terminar con las oraciones finales para todos los días.
PRESES:
Señor, que dijiste: “cuanto pidiereis al Padre en mi nombre os lo concederá” (Jn 16,23): en
tu nombre pedimos al Padre que nos conceda la libertad para ser en la Iglesia y en el mundo,
testigos de tu Evangelio y de tu misericordia. Por María, Madre de la Merced, atiéndenos.
oremos:
Señor, que dijiste: “pedid y recibiréis, buscad y hallaréis, llamad y os abrirán” (Mt 7,7)
pedimos que ilumines con tu divina luz a los que tienen en sus manos los destinos de Ecuador
político, económico, social... Y que todos buscamos vivir en el amor acompañado de buenas
obras; en la paz que nace de la justicia, en la verdadera libertad de corazón y de palabra, para
hacer así visible tu Amor Misericordioso: Por María, Madre... oremos:
Señor, que dijiste: “el cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Mc 13,31):
concédenos por tu omnipotencia, la estabilidad y prosperidad de todas las comunidades; la
libertad y fraternidad de las familias, la paz de nuestro pueblo y la rectitud de sus
gobernantes: Por María, Madre... oremos:
CANTO:
Yo te venero con todo el corazón, Virgen Santísima de la Merced, sobre todos los Ángeles y Santos del
Paraíso, como Esposa del Espíritu Santo y te consagro mi corazón con todos sus afectos, pidiéndote que
me obtengas de la santísima trinidad todos los medios y gracias que necesito para mi salvación eterna.
Dios te salve, María...
Oración. ¡Oh, Bendita Virgen María de la Merced! ¿Quién podrá darte las debidas gracias y alabanzas por
la solicitud tan maternal con que siempre has atendido a todas las almas? ¿Qué alabanzas podrá tributarte
el frágil mortal que no haya aprendido de ti, Madre mía? Dígnate aceptar nuestras plegarias que con todo
fervor te dirigimos para agradecerte tantos y tan grandes favores que hemos recibido de tu maternal
bondad. Son pobres y desproporcionadas a tus beneficios, pero no pongas tus ojos en ellos, piensa más
bien que somos tus hijos y que, como hijos muy amantes te las dirigimos. A recibirlas alcánzanos el perdón
de nuestros pecados y redímenos del castigo por ellos tenemos merecido. Escucha propicia nuestras
plegarias y haz que consigamos la dicha eterna.
Recibe nuestras ofrendas, accede a nuestras súplicas, disculpa nuestras faltas, pues eres la única
esperanza de los pecadores. Por tu intercesión ante tu Hijo esperamos el perdón de nuestros pecados y en
ti, oh Madre celestial, tenemos toda nuestra esperanza. Virgen excelsa de la Merced; socorre a los
desgraciados, fortalece a los débiles, consuela a los tristes, ruega por nuestra Patria, intercede por el Papa,
por los Obispos, por los Sacerdotes, por los presos y sus familias; que experimenten tu protección maternal
todos cuantos se acerquen a ti con devoción y confianza. Está siempre dispuesta a escuchar las oraciones
de los que acuden a tus plantas, de manera que vean siempre cumplidos sus deseos. Ruega sin cesar por
todo el pueblo cristiano tú, oh Virgen dichosa, que mereciste llevar en tus entrañas purísimas al Redentor
del mundo, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.