Tres Versiones de Judas
Tres Versiones de Judas
Tres Versiones de Judas
Este cuento de Jorge Luis Borges fue publicado por primera vez en la Revista Sur, nro. 118, agosto 1944.
Posteriormente, será incluido en su volumen de cuentos Ficciones (Buenos Aires, Sur, 1944).
1
Borelius interroga con burla: “¿Por qué no renunció a renunciar? ¿Por qué no a renunciar a
renunciar?”
2
Euclydes da Cunha, en un libro ignorado por Runeberg, anota que para el heresiarca de
Canudos, Antonio Conselheiro, la virtud “era una casi impiedad”. El lector argentino recordará
pasajes análogos en la obra de Almafuerte. Runeberg publicó, en la hoja simbólica Sju insegel,
un asiduo poema descriptivo, El agua secreta; las primeras estrofas narran los hechos de un
tumultuoso día; las últimas, el hallazgo de un estanque glacial; el poeta sugiere que la
perduración de esa agua silenciosa corrige nuestra inútil violencia y de algún modo la permite y
la absuelve. El poema concluye así: “El agua de la selva es feliz; podemos ser malvados y
dolorosos”.
3
Maurice Abramowicz observa: “Jesús, d´après ce scandinave, a toujours le beau rôle; ses
déboires, grâce à la science des typographes, jouissent d´une réputation polyglotte; sa
résidence de trente-trois ans parmi les humains ne fut, en somme, qu´une villégiature ”. Erfjord,
en el tercer apéndice de la Christelige Dogmatik, refuta ese pasaje. Anota que la crucifixión de
Dios no ha cesado, porque lo acontecido una sola vez en el tiempo se repite sin tregua en la
eternidad. Judas, ahora, sigue cobrando las monedas de plata; sigue besando a Jesucristo; sigue
arrojando las monedas de plata en el templo; sigue anudando el lazo de la cuerda en el campo de
sangre. (Erfjord, para justificar esa afirmación, invoca el último capítulo del primer tomo de la
Vindicación de la eternidad, de Jaromir Hladík.)
que pudo pecar y perderse. El famoso texto “Brotará como raíz de tierra sedienta;
no hay buen parecer en él, ni hermosura; despreciado y el último de los hombres;
varón de dolores, experimentado en quebrantos” (Isaías 53:2-3), es para muchos
una previsión del crucificado, en la hora de su muerte; para algunos (verbigracia,
Hans Lassen Martensen), una refutación de la hermosura que el consenso vulgar
atribuye a Cristo; para Runeberg, la puntual profecía no de un momento sino de
todo el atroz porvenir, en el tiempo y en la eternidad, del Verbo hecho carne.
Dios totalmente se hizo hombre pero hombre hasta la infamia, hombre hasta la
reprobación y el abismo. Para salvarnos, pudo elegir cualquiera de los destinos
que traman la perpleja red de la historia; pudo ser Alejandro o Pitágoras o Rurik
o Jesús; eligió un ínfimo destino: fue Judas.
En vano propusieron esa revelación las librerías de Estocolmo y de Lund.
Los incrédulos la consideraron, a priori, un insípido y laborioso juego teológico;
los teólogos la desdeñaron. Runeberg intuyó en esa indiferencia ecuménica una
casi milagrosa confirmación. Dios ordenaba esa indiferencia; Dios no quería que
se propalara en la tierra Su terrible secreto. Runeberg comprendió que no era
llegada la hora. Sintió que estaban convergiendo sobre él antiguas maldiciones
divinas; recordó a Elías y a Moisés, que en la montaña se taparon la cara para no
ver a Dios; a Isaías, que se aterró cuando sus ojos vieron a Aquel cuya gloria
llena la tierra; a Saúl, cuyos ojos quedaron ciegos en el camino de Damasco; al
rabino Simeón ben Azaí, que vio el Paraíso y murió; al famoso hechicero Juan de
Viterbo, que enloqueció cuando pudo ver a la Trinidad; a los Midrashim, que
abominan de los impíos que pronuncian el Shem Hamephorash, el Secreto
Nombre de Dios. ¿No era él, acaso, culpable de ese crimen oscuro? ¿No sería ésa
la blasfemia contra el Espíritu, la que no será perdonada? (Mateo 12:31). Valerio
Sorano murió por haber divulgado el oculto nombre de Roma; ¿qué infinito
castigo sería el suyo, por haber descubierto y divulgado el horrible nombre de
Dios?
Ebrio de insomnio y de vertiginosa dialéctica, Nils Runeberg erró por las
calles de Malmö, rogando a voces que le fuera deparada la gracia de compartir
con el Redentor el Infierno.
Murió de la rotura de un aneurisma, el 1º de marzo de 1912. Los
heresiólogos tal vez lo recordarán; agregó al concepto del Hijo, que parecía
agotado, las complejidades del mal y del infortunio.
1944